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Ítem 5- Pregunta libre nº2- XXXX Xxxx Xxxx

Democracia en las comunidades educativas y enfoques de participación:


apuntes para un salto cualitativo de la formación ciudadana.

Los riesgos asociados a la profunda crisis de representatividad que azota a distintas


sociedades contemporáneas ha llevado a sus gobiernos a impulsar importantes políticas de
redemocratización. En dicho proceso se le ha dado énfasis al rol de las comunidades
educativas. Más específicamente, a éstas se les ha traspasado la compleja tarea de restituir
una cultura democrática en las nuevas generaciones. Para aquello se ha buscado superar los
modelos de gestión autoritarios y se le ha brindado especial valor a principios como el de
participación. No obstante aquellas reformas, la comunidad sigue desertando de la escuela y
otros canales tradicionales hacia conductos organizativos más participativos. Esta idea se
refuerza con el hecho de que en las escuelas predomina un enfoque de gestión tecnocrático,
que si bien considera la voz de la comunidad en las decisiones, le subordina al principio de
experticia. Este fenómeno da cuenta de una importante colisión de paradigmas. A nuestro
parecer, la comprensión de aquel dilema resulta fundamental para el desarrollo de una
sociedad democrática. De esta forma resulta urgente intentar responder los siguientes
cuestionamientos: ¿Cuáles son las diferencias precisas entre el enfoque democrático
predominante en la escuela y el que prefiere la ciudadanía para participar?. A partir de
aquello: ¿De qué manera las comunidades educativas pueden afrontar la problemática de
la democracia y la participación?.

Hasta hace no mucho tiempo atrás, los internados escolares contaban con un enorme
prestigio social. La organización jerárquica de dichas instituciones, el aislamiento de sus
integrantes del entorno y la disciplina que regía la convivencia interna eran consideradas
virtudes. Los muros del internado representaban los límites de una administración
autónoma en cuya cúspide se hallaba la rectoría. En su interior imperaba una ley propia,
sobre la cual, quienes formaban parte del claustro, no tenían potestad alguna. Su rol se
reducía, más bien, a asentir los métodos aplicados, aun cuando se tratase de castigo físico,
pues precisamente la obediencia a la autoridad era considerado un valor.

No obstante, en tanto las sociedades fueron viviendo procesos de democratización,


los derechos del niño fueron consolidándose y la teoría pedagógica demostró la relevancia
del medio y la participación de todos los agentes en el proceso de aprendizaje, las escuelas
tipo internado fueron extinguiéndose.

En la actualidad, existe mayor conciencia del valor de los principios democráticos


en las relaciones e instituciones sociales, incluyendo aquellas concernientes a la educación.
Nadie se atrevería a hablar en nuestros días, de aprendizaje unidireccional, reivindicar el
uso de la violencia física en el proceso formativo, ni tampoco excluir a los padres y tutores.
Todo lo contrario. Las comunidades educativas, hacen grandes esfuerzos por involucrar a
sus miembros y hacer de la democracia un valor agregado de su servicio.

Pese al aprecio por la democracia descrito, en la medida en que ha ido retrocediendo


la lógica escuela-internado, se ha instalado, cada vez con más fuerza en las comunidades
educativas, el enfoque de administración empresarial tipo managment. El contrapunto de
este modelo es que en tanto pone valor a la gestión eficaz y eficiente, tiende a reemplazar la
voluntad política y colectiva de la comunidad, por el conocimiento técnico, dando lugar a
un nuevo tipo de autoritarismo.

El paso de un enfoque de gestión tipo escuela-internado a uno tipo escuela-empresa


no ha resuelto el problema de fondo de la democracia. Si bien existe en este último, una
voluntad de convocar a los miembros de las comunidades, no se alcanzan altos niveles de
participación. Es evidente entonces, que el problema de la desafección actualmente, no
guarda tanta relación con la valoración misma de la democracia y la participación, como
con el enfoque desde el cual se proyectan. Para aproximarnos más profundamente a las
diferencias entre ambas perspectivas debemos reconocer que la desafección presente en las
comunidades educativas es solo un reflejo de lo que ocurre con el resto de las agencias
sociales. Si prestamos atención a esta, identificaremos elementos que pueden dar luces del
fondo de la discrepancia.

La evidencia dice que la población valora la democracia, sin embargo ha perdido


interés de participar en instancias oficiales, muestra de aquello son las cifras de los
procesos electorales y el vaciamiento de las agencias públicas. Entonces ¿Dónde y cómo
canaliza aquella ciudadanía desencantada su voluntad política? Toda vez que ésta se ha
distanciado de la estructura oficial de participación, se ha volcado a la conformación de
movimientos sociales, quienes mediante el copamiento del espacio público ejercen presión
hasta satisfacer sus objetivos específicos. Respecto al modo en que se ejerce la voluntad en
estas instancias organizativas, debemos mencionar que destaca en ellas, la organización
desde abajo, la construcción de relaciones horizontales, directa e inclusiva. En términos de
Alguacil (2005) y su gradiente de la participación, la ciudadanía ha transitado desde el
estar en hacia el tomar parte.

El contraste así, entre el enfoque del que rehúsa la ciudadanía y por el que ha
optado, radica en que mientras el primero se limita a la representatividad, la delegación de
poder, la jerarquía y los espacios institucionales, la segunda, entiende el ejercicio cívico
como una acción radicalmente democrática, abierta, participativa e igualitaria (Subirats,
2001).

Como se advierte, la diferencia no es de cuánta es la adhesión a la democracia, ni de


cuanto les promovemos en la comunidad, sino cuán democrática aspiramos que esta sea. La
diferencia es por tanto cualitativa. De este modo, el contraste de enfoques indica que las
comunidades deben comenzar por cuestionar la calidad misma de la democracia y la
participación que en ellas predomina.

La experiencia histórica ha elevado la democracia a un bien deseable para muchas


sociedades, si bien esto no representa un riesgo en si mismo, puede llegar a serlo si
predomina la aceptación acrítica de sus principios. En algunos contextos este fenómeno ha
derivado en una peligrosa asimilación entre democracia y conformismo. Esto se traduce en
instituciones democráticas y una práctica política, que pese a declararse participativas, rara
vez superan formas de organización vertical y la gestión hermética. De este modo,
cualquier esfuerzo por democratizar se limita a la toma de decisiones menores y esporádica,
que deja intacto el monopolio.

En el caso de las comunidades educativas, el fenómeno es el mismo, a éstas se les


encomienda la tarea de democratizar la sociedad, no obstante, su propio funcionamiento
carece de principios y prácticas realmente democráticas. Pese a que los programas de
estudios y la acreditación de calidad mide a las escuelas por sus estándares de participación,
en ellas predominan una serie de vicios del modelo autoritario tradicional. La realidad de
las escuelas es que perviven directivos autoritarios, toma de decisiones a puertas cerradas y
comunidades sin posibilidades de incidir.

Si sometemos la cultura democrática de las realidades descritas a la clasificación


definida en la Rueda de la participación de Davidson (1998), podemos identificar
fácilmente que mientras la cultura política de las nuevas formas organizativas, tales como
los movimientos sociales y otras manifestaciones, transitan en los más altos niveles de
participación (empoderamiento y participación), la correspondiente a las comunidades
educativas bajo la gestión tipo escuela-internado como la tipo escuela-empresa, pese a todo
el desarrollo formal de la democracia, lo hacen en los más bajos niveles de participación
(información y consulta).

En virtud de los antecedentes expuestos, podemos concluir que ante el desafío que
supone para las comunidades educativas contribuir al proceso de democratización de la
sociedad, es importante tener en consideración los siguientes elementos. La sociedad asiste
a un importante cambio de paradigma respecto a la democracia y la participación, éste
cambio implica importantes diferencias de fondo entre el enfoque propuesto por la
institucionalidad en su conjunto y el enfoque político por el que opta la ciudadanía.
Mientras la instituciones como la escolar, promueven una participación sostenida en la
representación, la delegación de poder, las jerarquías y la pasividad, la participación a la
que se arroja la ciudadanía es activa, directa, igualitaria e inclusiva. El trasvasije del
ejercicio cívico desde los canales tradicionales hacia organizaciones sociales, no supone de
modo alguno un debilitamiento de la democracia, al contrario, representa una
reivindicación radical de la misma. En definitiva, un salto cualitativo que debiera llevarnos
a replantearnos el modo en que entendemos no solo la participación, sino todo los
principios constitutivos de la democracia.

En congruencia con lo anterior, podemos sostener que cualquier esfuerzo que lleven
adelante las comunidades educativas para aportar a una democratización, debe comenzar
con el cuestionamiento al paradigma democrático propiamente tal. Esto es, como hemos
sostenido, aspirar a la distribución equitativa del poder, el destierro de la burocracia, el fin
de las jerarquías innecesarias, el respeto irrestricto de la igualdad y la transparencia. En
términos concretos, esto es ajustar los proyectos educativos al ciudadano del siglo XXI,
diseñar planes de estudios que apunten hacia la formación de ciudadanos integrales, donde
la democracia sea experiencia, donde desarrollen habilidades críticas y transformadoras,
donde pueden gestionar en la medida de lo posible su comunidad.
Como se aprecia, la democracia y la participación activa en las comunidades
educativas, es un propósito congruente con la realidad social actual. No obstante, para que
alcance un nivel superior, requiere además que ésta sea efectiva, esto es garantizar no solo
la oportunidad de permanecer, ni solo tener la voluntad de abrir espacios a una mayor
cantidad de individuos, sino que brindar poder de decisión a todos los miembros de la
comunidad. La deseabilidad de la democracia no es garantía de su subsistencia hacia la
posteridad debe ser siempre cuestionada para perfeccionarle. La manera más efectiva de
suprimir los vestigios de la escuela-internado, los que derivan de la escuela-empresa, es
protegerá la comunidad mediante más democracia, más participación.

Bibliografía

Alguacil, J. (2005) Los desafíos del nuevo poder local: la participación como
estrategia relacional en el gobierno local. Polis Revista Latinoamericana de Ciencis
Sociales, nº 12. Universidad de Los Lagos, Chile. Recuperada el 21 de Enero de 2020, de:

https://journals.openedition.org/polis/5614

Davidson, S. (1998). Spinning the wheel of empowerment. Planning, vol 1262, 3


Abril, pp14–15. Recuperada el 18 de Enero de 2020, de:

https://sarkissian.com.au/wp-content/uploads/2009/06/Davidson-Spinning-wheel-
article1998.pdf

Subirats, J. (2011). Otra sociedad, ¿Otra política?. Editorial Icaria-Asaco,


Barcelona, España.

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