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¿CÓMO LOGRAR UNA POLÍTICA ECONÓMICA CONSISTENTE PARA

ESTABILIZAR LA ECONOMÍA VENEZOLANA?

Manuel Lago Rodríguez

INTRODUCCIÓN.

Los cambios en la política económica en Venezuela deben abordarse con una visión
integral de los desequilibrios que enfrenta la economía, en virtud de las
interrelaciones existentes entre sus variables fundamentales cuyo equilibrio en
conjunto constituye la base para lograr un crecimiento sostenido con estabilidad de
precios.

Su formulación debe contener las metas que se pretenden lograr, así como los
correspondientes instrumentos operativos, dentro de un programa viable y creíble.
En su ejecución debe evitarse la inconsistencia Inter temporal y corregir
oportunamente los desvíos que puedan producirse.

Las distorsiones y los profundos desequilibrios existentes en todas las variables


fundamentales de la economía venezolana, 1 y la crisis humanitaria sin precedentes
que vive el país, no hará fácil el cumplimiento de esta tarea.

No obstante, hay que iniciar el camino cuanto antes, dentro de un proceso de


transición que debe caracterizarse desde un comienzo por la apertura del país a las
instituciones y los mecanismos que contribuyan a la atención inmediata de la crisis
humanitaria, mediante la dotación de alimentos y medicinas a los sectores de la
población más necesitados, así como de los insumos esenciales de asistencia
médica para los centros de salud. De igual manera, será necesario prepararse un
plan de contingencia para atender el retorno de los emigrantes.

Así mismo, el inicio del nuevo programa económico requiere desmontar


progresivamente la estructura de controles en los mercados de bienes, financiero,
laboral y cambiario. Se trata de de restituir la operatividad de los mecanismos de
libre mercado e inducir los cambios necesarios en las expectativas y decisiones de
los productores y consumidores, a fin de construir, desde un comienzo, las bases
para un proceso estable de recuperación de la actividad económica y abatir la
hiperinflación.

A la par de estas medidas de corto plazo, deberán establecerse y anunciarse los


objetivos, de mediano plazo para las variables económicas finales (PIB, empleo,
inflación, sector externo, etc.); así como los lineamientos de la política monetaria,
fiscal y cambiaria necesarios para lograr dichos objetivos.

Obviamente, estos cambios requieren la existencia de un gobierno que entienda la


naturaleza del problema y disponga de la voluntad política, la capacidad técnica y
los recursos financieros necesarios para acometer las reformas.

La garantía de fuentes seguras de financiamiento externo desde un inicio es


fundamental pues, debido a la magnitud de la crisis económica y social, Venezuela
requerirá de ingentes disponibilidades de liquidez internacional necesaria para
soportar el desmontaje de la política económica vigente, atender las necesidades
de alimentos y medicinas que demanda la crisis humanitaria y moderar el costo social
del ajuste 2. Adicionalmente, la disponibilidad de recursos externos permitirá afianzar
la credibilidad y sostenibilidad de las nuevas medidas de política.

La magnitud del financiamiento externo que requiere el país solo puede provenir, en
una primera instancia, de los organismos multilaterales de crédito: El Fondo
Monetario Internacional (FMI) en la etapa inicial de recuperación de la liquidez (dinero
“fresco”); y el Banco Mundial (BM), el Banco Interamericano de Desarrollo (BID),
entre otras instituciones, para el financiamiento de proyectos específico de inversión
para mejorar los servicios públicos esenciales y la infraestructura del país.

Posteriormente, en la medida en que la nueva política económica logre reducir los


desequilibrios existentes y afianzar la credibilidad en los agentes económicos, el país
podrá diversificar el financiamiento requerido por los distintos sectores de la
actividad económica mediante inversiones de capital privado tanto nacional, como
internacional, y el retorno de capitales de corto plazo.

Las notas siguientes se concentran en tres componentes fundamentales de la


política económica, como lo son las políticas monetaria, fiscal y cambiaria, con el
objeto de presentar una visión generalizada de los cambios que estas políticas
requieren para restituir progresivamente la estabilidad de la economía.

POLÍTICA MONETARIA.

La primera decisión es restituir la plena autonomía e independencia del Banco


Central de Venezuela (BCV) para evitar la continuidad del financiamiento monetario
de los déficits del sector público. Para ello, bastaría con retomar mandato que al
respecto establecen la Constitución de 1999.2

La pérdida de autonomía e independencia del BCV ha dado lugar a una gestión


monetaria caracterizada por la emisión de dinero primario, sin respaldo en la actividad
económica real, dirigido al financiamiento del abultado déficit del sector público. Esta
política de expansión de la oferta de dinero se ha puesto en mayor evidencia a lo
largo de los últimos años; no obstante que, en el mismo lapso, la actividad económica
se ha mantenido inmersa en un profundo y extenso ciclo depresivo. En
consecuencia, la actuación del BCV permitió que se generaran las condiciones
ideales para el desarrollo de un proceso inflacionario que terminó en hiperinflación.

La restitución de la autonomía a la política monetaria no significa dejar de actuar de


manera coordinada con la política fiscal cuando se busca la estabilidad de la
economía.

Por el contrario, resulta indispensable transmitir a la población señales claras y


creíbles de que se tiene la voluntad política de establecer una coordinación
macroeconómica formal entre las autoridades fiscales y la monetaria. Esto significa
que la dominancia fiscal, tradicional de la economía venezolana debido a los
ingresos petroleros, tiene que adaptarse al compromiso formal de que ambas
instancias están dispuestas a perseguir objetivos comunes y actuar en función de
los mismos en el proceso de estabilización económica.

Para tales fines sólo se requiere, también en este caso, cumplir con lo previsto en
la Constitución de 1999 que obliga al Ejecutivo Nacional y al BCV a llevar a cabo una
actuación coordinada mediante la suscripción de una Acuerdo Anual de Políticas en
el cual se definan los lineamientos de la política económica y se establezcan los
objetivos para las variables fundamentales de crecimiento económico, inflación,
equilibrio externo, etc. El seguimiento y la evaluación de su cumplimiento le
corresponden a la Asamblea Nacional.3

Ahora bien, en lo que se refiere la actuación del BCV habrá que tomar en cuenta
también la política cambiaria que se adopte.

Si se establece un régimen de tipo de cambio fijo con libre convertibilidad de la


moneda, la política monetaria pierde autonomía para apuntar hacia un objetivo de
inflación; mientras que bajo la opción de una política cambiaria con tipo de cambio
flexible o flotante, el BCV puede utilizar la política monetaria para establecer niveles
objetivo de inflación, o para estabilizar la actividad económica real. Las implicaciones
en ambos casos se abordaran más adelante en la sección de la política cambiaria

Una política monetaria sustentada en objetivos de inflación requerirá mantener el


crecimiento de la oferta de dinero en la economía en niveles consistentes con las
metas de inflación que se establezcan. Lo ideal sería que, en un plazo de dos a tres
años, el país retornara a tasas de inflación anual no mayores a un dígito y poder
equipararse al resto de los países latinoamericanos en la actualidad, en los cuales la
inflación hace muchos años que dejó de ser un problema de política económica (con
la excepción de Argentina).

A nivel operativo, dicha política debería sustentarse principalmente en las


operaciones de mercado abierto que le corresponde realizar al BCV con el sistema
bancario.

La ventaja de dichas operaciones se fundamenta en que responden a la voluntad de


los participantes; a la vez que le permiten a la autoridad monetaria transmitir
señales al mercado financiero sobre el comportamiento que deberían seguir las
tasas de interés, en un sistema flexible, en función de los objetivos que persiga la
política monetaria en una situación determinada.

Este tipo de operaciones comprende la compra y venta por parte del BCV de bonos,
letras del Tesoro y otros títulos valores emitidos por el gobierno que forman parte
de la cartera de inversiones del sistema bancario nacional. Estas operaciones
permiten regular los niveles de la oferta monetaria en la economía y se realizan a
través de una Mesa de Dinero que debe existir en dicho instituto.

El BCV también está facultado para emitir títulos propios, con el objeto de regular los
niveles de liquidez en la economía. Estos instrumentos, conocidos en el pasado como
Títulos de Estabilización Monetaria (TEM) se emiten a plazos cortos (entre 30 y 90
días) y en condiciones de mercado; es decir, a las tasas de interés que ofrezca
dicho instituto teniendo como referencia la estructura de las tasas del mercado
financiero.

Así mismo, el BCV puede utilizar el mecanismo del redescuento. Este consiste en
el otorgamiento de préstamos a corto plazo y de última instancia a las instituciones
bancarias que pudieran enfrentar deficiencias temporales de liquidez y que no
tengan acceso a las fuentes normales del financiamiento interbancario; o,
alternativamente, no renovar esos préstamos en situaciones de exceso de liquidez.
El costo de estas operaciones constituye un indicador de la política monetaria para
las tasas de interés (activas y pasivas) en un sistema de tasas flexibles.

En aquellas situaciones en las cuales los bancos necesitados temporalmente de


liquidez no puedan satisfacer la calidad de las garantías documentales necesarias
para acceder al redescuento, el BCV puede otorgar créditos mediante el mecanismo
del anticipo, bajo ciertas condiciones adicionales.

Por último, existen las operaciones de reporto mediante las cuales el BCV puede
asistir financieramente a una institución bancaria que lo solicite. Para ello, le compra
temporalmente títulos valores de su cartera a un precio determinado, con la
obligación de que la institución bancaria solicitante de los recursos recupere la
propiedad de sus títulos al vencimiento del plazo de la operación.

Dentro de los instrumentos fuera de las condiciones de mercado, el BCV tiene a su


disposición el uso discrecional del mecanismo de encaje legal, consistente en
inmovilizar en dicho instituto una proporción determinada de los depósitos bancarios.

A este respecto, es conveniente diferenciar la utilización de este mecanismo como


un instrumento operativo de la política monetaria, de su otra función tradicional
como encaje mínimo obligatorio, conocido también como encaje ordinario-

Tradicionalmente, las autoridades monetarias establecen un encaje legal mínimo, de


carácter obligatorio, referido a una proporción o coeficiente de los depósitos del
público en el sistema bancario que se mantiene como reservas líquidas en los bancos
centrales. El propósito inicial de este mecanismo se fundamentó en la necesidad de
garantizar el respaldo de dichos depósitos con recursos líquidos para enfrentar
eventuales retiros inusuales por parte de sus tenedores. Se podía considerar como
una medida de protección del riesgo bancario para los depositantes.

Sin embargo, esta finalidad ha venido perdiendo relevancia en la medida en que los
países han creado instituciones encargadas de establecer las garantías y las redes
de seguridad necesarias para proteger los depósitos del público ante eventuales
situaciones de insolvencia bancaria. De allí que la mayoría de los países mantienen
coeficientes de encaje obligatorio por debajo del 10%; mientras que países como el
Reino Unido y Canadá, entre otros, han optado por eliminar este mecanismo.

La utilización del encaje legal, como un instrumento operativo de la política


monetaria, para regular los niveles de la oferta de dinero en la economía ha quedado
prácticamente descartado en la banca central moderna. En primer lugar, porque su
aumento genera distorsiones en la estructura de las tasas de interés, en el
financiamiento de la actividad económica y en los estados financieros de las
instituciones bancarias; y, en segundo lugar, porque es impuesto discrecionalmente
y representa una forma de control administrativo sobre la gestión de las instituciones
financieras.

El BCV ha mantenido en los últimos años coeficientes de encaje legal ordinario y


encaje legal marginal 4 relativamente elevados (21,5% y 31%, respectivamente). Sin
embargo, a partir del tercer trimestre de 2017 esta política se ha intensificado.

Así, el encaje legal ordinario se incrementó en do oportunidades de 21,5% en


septiembre de 2017 a 57% en febrero de 2019; mientras que el encaje marginal
aumentó cinco veces de 31% a 100% en el mismo lapso.

En adición a estos aumentos de los coeficientes de encaje mencionados, el BCV


estableció simultáneamente un encaje legal especial equivalente al 100% del
incremento del saldo las reservas excedentes de la banca al 31 de agosto de 2018.
Este encaje fue eliminado a finales de enero de 2019 dado su insostenibilidad para
la salud financiera de la banca. 5

Esta actuación indica el uso creciente de un mecanismo ineficiente para regular la


liquidez monetaria. Las últimas decisiones han originado una fuerte contracción del
crédito bancario. El objetivo principal del BCV era evitar el financiamiento a la
demanda de divisas a través de la restricción del el crédito bancario y, por esa vía,
detener la tendencia alcista del dólar paralelo, como una vía para contener la
inflación.

Una medida a todas lucen contraproducente en una economía que lleva cinco años
en depresión. En la práctica, el impacto sobre el crédito se asemeja al que hubiese
producido un incremento de las tasas de interés por parte de la autoridad monetaria.
Sin embargo, al estar estas reguladas por el BCV, el peso de dicha política impacta
directamente a la situación financiera de las instituciones bancarias.
La inconsistencia de este tipo de medidas compulsivas se agrava por el hecho de
que el BCV ha venido intensificando el financiamiento monetario del déficit público
de manera simultánea con su aplicación.

Cuando se restituya la autonomía del BCV los coeficientes de encaje legal vigentes
e deben reducirse en forma progresiva, hasta un nivel no mayor al 10% y eliminar
el encaje marginal.

POLITICA FISCAL.

En lo que respecta a la política fiscal, el objetivo central debería ser la reducción del
déficit financiero del gobierno central a, por lo menos, un nivel equivalente al 10%
del PIB en un plazo de dos a tres años. El objetivo a mediano plazo (cinco años)
debería ser mantener una tendencia hacia el equilibrio de las cuentas fiscales al
menos en el caso de la gestión fiscal primaria (excluido el servicio de la deuda
pública)

A estos efectos, se requerirá ampliar el espacio fiscal reformando la estructura la


base tributaria para mejorar la eficiencia administrativa, reduciendo los costos de
recaudación tributaria y la evasión fiscal. En materia impositiva se deberían
enfatizar las recaudaciones mediante los impuestos de tipo progresivo (en función
de los niveles de ingreso de los contribuyentes) y depender menos de los tributos de
tipo regresivo (impuesto al consumo o IVA).

Otra fuente de mayores ingresos debe provenir del aumento progresivo del precio
interno de los combustibles hasta aproximarse a los niveles internacionales. Esta
medida significa la eliminación de un subsidio generalizado a estos productos y
transferir una parte de esos nuevos ingresos para atender los programas de
subsidios directos que sea necesario establecer; así como mejorar y ampliar los
sistemas de transporte público y la infraestructura vial del país.

Así mismo, debe adoptarse un incremento programado de las tarifas de los


principales servicios públicos, de manera que las empresas respectivas puedan
mejorar progresivamente sus niveles de eficiencia y solvencia financiera.

Por el lado del gasto público, se requieren decisiones para mejorar su eficiencia,
racionalidad y control administrativo.

Aunque el gasto público nominal se ha mantenido elevado frente a la caída de los


ingresos petroleros, en términos reales ha caído considerablemente debido a la
hiperinflación. En consecuencia, en la medida en que se logre la estabilidad de
precios, el ajuste necesario para reducir el déficit de las finanzas públicas pudiera
ser consistente con mantener, en ese trayecto, una política fiscal que atienda
aquellos programas de bienestar social más necesarios para la población.
Sin embargo, se hace necesario revisar la política de subsidios con el objeto de
evaluar la racionalidad y eficiencia de los programas existentes e identificar la
estructura más conveniente para garantizar el logro de los beneficios sociales
perseguidos.

En todo caso, deberían darse preferencia a los subsidios dirigidos directamente a


la población con menores niveles de ingreso (subsidios directos), en lugar de aquellos
otros de tipo indirecto, generalmente asociados a políticas proteccionistas.

Los subsidios directos incluyen no solamente la garantía de acceso a servicios


públicos esenciales (salud, educación, transporte, etc.) sino también, de ser
necesario por un tiempo determinado, pueden incl de recursos que ayuden a mejorar
el ingreso familiar, como pudiera ser la asignación de bonos para financiar gastos
de consumo esencial.

En lo que respecta a los subsidios indirectos, se hace mucho más difícil determinar
su aprovechamiento efectivo por el consumidor final, a la vez que se generan
mecanismos de corrupción si no se produce un adecuado control de los recursos
entregados a las empresas receptoras. En esta situación estaría la política de
controles a los precios internos, así como los subsidios en especies (entrega de
alimentos).

Los objetivos sociales de estos mecanismos de subsidios indirectos pueden ser


cubiertos de manera más eficiente por los subsidios directos en los casos que así lo
requieran.

Debe incrementarse el gasto para recuperar el funcionamiento adecuado y eficiente


de los servicios públicos básicos (salud, educación, electricidad, agua,
infraestructura, transporte, seguridad ciudadana, etc.). Este tipo de gasto en bienes
públicos debería incrementarse progresivamente con relación al PIB y mantenerse
en términos reales. En este proceso pueden contribuir los préstamos multilaterales
del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del Banco Mundial (BM) entre otros,
para financiar las mejoras y ampliaciones respectivas.

La reducción del déficit del sector público no financiero también debe ser
responsabilidad de los gobiernos estadales y de las demás estructuras
administrativas regionales y entes descentralizados, cuyas finanzas deben ajustarse
en línea con la disciplina de la gestión central.

En general, la política fiscal debe establecer las prioridades que le corresponde


atender al gasto público corriente, teniendo como base de sustentación no solo una
mayor disponibilidad de ingresos ordinarios sino también la racionalidad y el control
de este tipo de gasto.

En la medida en que la nueva política económica gane credibilidad en los


inversionistas internacionales y se recupere el acceso al mercado de deuda
soberana, el gobierno pudiera acudir al financiamiento extraordinario, en línea con
los presupuestos fiscales, para atender el gasto de inversión en bienes públicos,
siempre y cuando el nuevo endeudamiento se haga en condiciones de sostenibilidad
fiscal.

En los últimos años Venezuela incrementó significativamente su endeudamiento


externo, principalmente a través de acuerdos bilaterales (particularmente con China
y Rusia); así como también la deuda con contratista y proveedores, entre otras
obligaciones.

No existen cifras oficiales sobre la deuda pública total. Sin embargo, se estima que
supera ampliamente el 100% del PIB, colocándose Venezuela a la cabeza de los
países más endeudados de América Latina, por encima de Argentina y Brasil.

En esta materia se requiere mejorar el balance entre la deuda interna y externa y


ordenar, en ambos casos, su situación con el objeto de establecer las medidas
consistentes con su sostenibilidad fiscal en el corto y mediano plazo. En el caso de
la deuda externa, se trata solamente de la deuda, financiera y no financiera, a cargo
del gobierno central sino también de la contraída por las empresas públicas no
financieras, dentro de las cuales destaca el endeudamiento externo de Petróleos de
Venezuela S.A. (PDVSA)

Esta revisión de la deuda debería partir de la necesidad de regularizar la situación


de la deuda pública externa que actualmente se encuentra en una bajo posposición
de pagos (“default” selectivo) y hacer viable fiscalmente el cumplimiento de los
respectivos compromisos. Para ello deberá iniciarse lo antes posible, de común
acuerdo con los acreedores, un proceso formal de negociaciones que permita lograr
la reestructuración de dicha deuda en un marco consistente con la disminución del
déficit fiscal.

Una política similar debería seguirse con la deuda bilateral contraída con China y
Rusia, principalmente, siempre y cuando los compromisos que se acuerden no
incluyan garantías sobre la disponibilidad de los recursos naturales del país.

En lo que respecta a la difícil situación financiera de PDVSA, además de los acuerdos


que pudieran lograrse dentro del mencionado proceso de reestructuración, la
solución a la gestión deficitaria de dicha empresa, así como la recuperación de su
solvencia financiera, dependerá de las nuevas inversiones que permitan recuperar
la producción y la exportación de petróleo.

También se hace necesario evaluar la situación de la deuda pública por concepto


las obligaciones laborales previstas en las leyes y establecer los mecanismos para
su cumplimiento.

De igual manera, es necesario documentar y formalizar los pagos de la deuda


comercial con el sector privado (proveedores de bienes y servicios, contratistas,
expropiaciones, etc.) entre otras obligaciones.
El manejo de la deuda pública a futuro debería sustentarse en Indicadores de
sostenibilidad fiscal a mediano plazo, medidos a través del balance primario del
gobierno central; es decir, excluyendo el servicio de dicha deuda.

En el campo de las finanzas públicas también resultaría conveniente restituir el


Fondo para la Estabilidad Macroeconómica (FEM) previsto en la Constitución de
1999,6 con el objeto de garantizar la estabilidad fiscal y la protección de la economía
frente a los perturbaciones externos que suele originar la volatilidad de los precios
internacionales del petróleo. Las reglas de entrada se definirían en función de los
“windfalls” (ganancias no esperadas) en situaciones de “boom” del mercado perolero
internacional.

Es oportuno señalar que este mecanismo había logrado acumular US$ 7.000
millones en 2001; recursos estos que, paradójicamente, fueron desapareciendo
precisamente cuando los ingresos petroleros estaban mejorando, hasta su
eliminación operativa en 2010.

POLITICA CAMBIARIA.

Después de 15 años con un régimen de control de cambios, la nueva política


cambiaria debe establecer un tipo de cambio único, operando bajo condiciones de
mercado y definir el nuevo régimen de tipo de cambio que resulte consistente con
el objetivo que se le asigne a dicha política. El nuevo tipo de cambio puede seguir
referenciado al dólar estadounidense, dado el mayor ámbito comercial que abarca
esta divisa.

Sin embargo, hay que tener en cuenta que la unificación del tipo de cambio no está
exenta de riesgos, independientemente del régimen que se adopte. Por ello resulta
esencial garantizar la credibilidad y la consistencia de las políticas fiscal y monetaria
que se anuncien y su efecto en las expectativas de los agentes económicos. Así
mismo, dado la escasez de reservas internacionales, el BCV debe tener garantizado
el acceso a recursos externos. Esto último resulta mucho más prioritario si el
propósito de la política cambiaria es la estabilidad de precios.

En lo que respecta a los regímenes de tipo de cambio, la experiencia a nivel mundial


es muy variada pues abarca los extremos desde regímenes de tipo de cambio fijo
convencional o “duro”, hasta aquellos tipo de cambio flexible o flotante; pasando por
arreglos intermedios de tipo de cambio fijo ajustable o “blando”, hasta flotación
administrada. En esta decisión entra una diversidad de factores a nivel de la
economía real y financiera y de la institucionalidad que la soporta. En el caso
particular de Venezuela, es necesario tener en cuenta su elevada exposición a
perturbaciones reales externas; así como la necesidad de diversificar su comercio
exterior.

La adecuada definición de la política cambiaria resulta fundamental debido a su


incidencia en la actividad económica real, la distribución del ingreso, la
competitividad externa de la economía, el nivel de precios internos, etc. Variables
estas que también están estrechamente relacionadas con el papel de la política
monetaria. Por tal razón, no obstante que en Venezuela la definición de la política
cambiaria le corresponde al gobierno, el BCV debe participar en su diseño y es
responsable por su ejecución (Artículo 318 de la Constitución)

Ahora bien, ubicándonos en los extremos de los posibles regímenes cambiarios


para Venezuela, tenemos que la adopción de un régimen de tipo de cambio fijo
convencional pudiera constituir, en principio, una señal muy importante para
enfrentar el proceso hiperinflacionario asignándole a la política cambiaria un objetivo
de estabilidad de precios.

Sin embargo, el país también requiere sentar las bases para estabilizar la actividad
económica real. Si este fuese el objetivo asignado a dicha política, entonces el arreglo
cambiario debería permitir la flexibilidad necesaria del tipo de cambio nominal y el
respectivo ajuste de los precios relativos entre los bienes transables y no transables
internacionalmente.

Esta disyuntiva requiere atención en virtud de que Venezuela es un país expuesto


a perturbaciones externas debido a la volatilidad de los precios internacionales de
los hidrocarburos. Si esta característica se toma en cuenta, entonces un régimen de
tipo de cambio fijo convencional tendería a trasladar a la actividad económica interna
el impacto de esas perturbaciones.

También es necesario tener presente que la opción de asignarle al tipo de cambio el


objetivo de anclar nominalmente los precios internos, restringiría la autonomía de la
política monetaria con fines de estabilización. Ello, por cuanto el BCV queda
comprometido a defender el tipo de cambio ante tales perturbaciones. Esto significa
que dicho instituto se vería limitado en el uso de la política monetaria para modificar
las tasas de interés, dado los efectos no deseados que ello pudiera producir en la
estabilidad de la economía real.

Se tiene entonces que si el BCV se compromete con dicho régimen cambiario, su


instrumento operativo descansa sobre la fortaleza de las reservas internacionales en
su poder, cuya disponibilidad se encuentra actualmente en niveles mínimos.

Por esta última razón, en dicho escenario, resultaría indispensable que la autoridad
monetaria contara con un nivel adecuado de reservas internacionales, o con la
capacidad necesaria para acceder al financiamiento externo (por ejemplo, el crédito
multilateral) como garantía para sostener el tipo de cambio, antes de verse obligada
a modificarlo o abandonar este tipo de régimen cambiario, con el consiguiente
impacto adverso sobre la estabilidad de precios.

Es de señalar que Venezuela mantuvo un régimen tipo de cambio fijo convencional,


con libre convertibilidad de su moneda, durante 19 años (entre enero 1964 y
comienzos de 1983, cuando se produjo una fuerte devaluación de la moneda y se
estableció un mecanismo de control de cambios, A partir de entonces, la política
cambiaria ha venido reaccionando a las frecuentes perturbaciones internas y
externas, reales y financieras; experimentando con varios regímenes cambiarios,
entre tipo de cambio fijo “blando”, con minidevaluaciones; flotación intervenida; y
sistema de bandas; así como tres episodios de control de cambios.

Todos estos regímenes le introdujeron una alta volatilidad al tipo de cambio a lo largo
de los últimos 35 años, con diversos efectos distributivos incluyendo el
financiamiento de los déficits fiscales.

En todo caso, dicha volatilidad estaría indicando la preferencia de la política cambiar


por arreglos más próximos a la flexibilidad administrada (incluyendo los períodos
de control de cambios) y reflejando la necesidad de adaptarse a los ciclos
económicos y a la pérdida de disciplina fiscal.

Sin embargo, hoy en día, los desajustes son mucho más profundos y generalizados
y la economía venezolana ha quedado mucho más expuesta a las perturbaciones
externas. En este escenario va tomar tiempo y esfuerzo reconstruir la credibilidad en
la nueva política económica y en el nuevo marco institucional en el cual esta debe
desenvolverse.

En tales circunstancias, el objetivo prioritario de la política económica debe ser


acabar con la hiperinflación. Para ello pudiera ser conveniente asignar a la política
cambiaria el objetivo de estabilidad de precios, estableciendo un régimen de tipo de
cambio fijo convencional que sirva de anclaje nominal al nivel de precios internos,
Esta asignación requiere que el BCV cuente con los recursos externos necesarios
para sostener el tipo de cambio.

Es importante señalar que el nivel de la nueva paridad cambiaria debe evitar dar
señales de sobrevaluación de la moneda que induzca distorsiones en la estructura
de los precios relativos y en las expectativas inflacionarias.

Esta salida pudiera dar tiempo para fortalecer y ordenar los mecanismos operativos
de una política monetaria autónoma e independiente y poner en práctica una política
fiscal disciplinada. Sin embargo, debe anunciarse desde un principio el contexto del
nuevo modelo de política económica, con una visión integrada, consistente y creíble.

En una segunda etapa, si se alcanza la estabilidad de precios y se afianza la


credibilidad de la política económica, pudiera ser posible abandonar el régimen de
tipo de cambio fijo para dar paso a otro de tipo de cambio flexible. Esto significaría
que la estabilidad de los precios internos le correspondería a la política monetaria, en
coordinación con la política fiscal; mientras que la política cambiaria estaría orientada
al objetivo de lograr la estabilidad de la actividad económica real.

Un argumento importante a favor de dicha opción es que un arreglo de tipo de cambio


flexible tendría la ventaja de evitar que el impacto de un “shock” externo al que está
expuesta Venezuela por su singular dependencia del petróleo, no se traslade a la a
la economía real. Ello evitaría afectar la demanda interna, como sí ocurriría si el
ajuste recayese sobre las tasas de interés y no sobre tipo de cambio nominal.

Un instrumento importante de política fiscal para administrar la volatilidad de los


precios internacionales de los hidrocarburos es la reapertura del Fondo de
Estabilización Macroeconómica, al cual se hizo referencia anteriormente.

El otro aspecto a tomar también en cuenta para una eventual flexibilidad cambiaria
es el hecho de que la economía venezolana ha estado prácticamente cerrada a las
transacciones reales externas del sector debido al desincentivo que origino el control
de cambios, con la moneda altamente sobrevaluada.

Además de reactivar el comercio internacional, Venezuela requiere diversificar sus


exportaciones no tradicionales y abrirse a nuevos mercados.

De manera que un régimen de tipo de cambio flexible pudiera resultar conveniente


para incentivar la competitividad externa de la industria local, si se logra alinear lo
más posible el tipo de cambio real con su nivel de “equilibrio” a largo plazo que
permita ordenar la estructura de precios relativos (entre bienes transables
internacionalmente y no transables; aunque, obviamente, este no sería el único
aliciente a considerar para ese propósito.

Finalmente, es importante definir el proceso de transición de un régimen de tipo de


cambio fijo a uno flexible, considerando que probablemente no será posible llegar al
extremo una flotación pura.

Esa transición debe sustentarse en la capacidad que tenga el BCV para defender la
paridad fija; en la consolidación de la nueva política económica; y en la recuperación
del marco institucional. Dependiendo de estos y otros factores, el tipo de cambio fijo
pudiera abandonarse en favor de un arreglo de desplazamientos programados
(“crawling peg”).

Posteriormente, en la medida en que las reformas avanzan y se gana credibilidad,


pudiera intentarse una mayor flexibilidad cambiaria mediante la flotación dentro de
un sistema de bandas, también con deslizamiento programado de la paridad central.
Los límites de las bandas pudieran ampliarse progresivamente para una mayor
flexibilidad.

Por último, la posibilidad de eliminar las bandas daría acceso a un sistema de


flotación “libre” en el cual se trataría, en lo posible, de evitar la intervención del BCV.

La referencia para realizar los ajustes a la paridad cambiaria pudiera ser la


detección de desvíos del tipo de cambio real respecto a su alineación con el nivel de
“equilibrio” o, alternativamente, utilizar la paridad del poder adquisitivo (PPA). Los
plazos de este proceso pudieran ser relativamente largos.
A MANERA DE RESUMEN.

En Venezuela urge modificar la política económica inconsistente y equivocada que


se ha venido aplicando desde comienzos de la década pasada y que ha tenido un
crítico desenlace a lo largo de los últimos cinco años. Se requiere un nuevo modelo
de gestión de las políticas públicas para abatir la hiperinflación y recuperar el
crecimiento de la economía.

Las consideraciones del caso parten de la premisa fundamental de que la solución


de los desequilibrios debe abordarse con una visión integral de los problemas y la
adopción de medidas de política sustentadas en un horizonte entre el corto y el
mediano plazo.

Sin embargo, dado la restricción inicial que impone la solución de la crisis


humanitaria y el desmantelamiento los mecanismos de control vigentes, se requerirá
de un período de transición que permita garantizar la consistencia y la credibilidad
de las política necesarias y motivar el reacomodo progresivo de las expectativas de
los agentes económicos (productores y consumidores) hacia la estabilidad.

Para tal propósito resulta fundamental restituir la autonomía e independencia de la


política monetaria y la eliminación del financiamiento monetario del déficit del sector
público no financiero.

La política fiscal debe comprometerse al logro del equilibrio de las finanzas públicas
en el mediano plazo.

Para ello es necesario mejorar y ampliar la base tributaria mediante la recaudación a


través de los impuestos de tipo progresivo, así como reducir la evasión y los costos
de la recaudación fiscal; incrementar progresivamente el precio interno de los
combustibles; racionalizar el gasto corriente en favor de recuperar, en términos
reales, el gasto de inversión; y mejorar la racionalidad y la eficiencia de la política de
subsidios mediante la sustitución de aquellos de tipo indirecto por subsidios directos.

En cuando a la situación de la deuda pública, es necesario regularizar los pagos


pendientes por obligaciones con contratistas y proveedores. La insostenibilidad
fiscal del endeudamiento externo existente tanto del gobierno central, como de
PDVSA, requiere la negociación de un acuerdo con los acreedores para su
reestructuración.

La política cambiaria debe sustentarse en un tipoi de cambio único. En su inicio


pudiera establecerse un régimen de tipo de cambio fijo para enfrentar la
hiperinflación. Esta opción requiere que el BCV disponga de los recursos externos
necesarios para sostener dicho arreglo cambiario.

En la medida en que se logre estabilizar los precios y afianzar la credibilidad de la


política económica, pudiera establecerse un régimen de flexibilidad progresiva del
tipo de cambio con el objeto de apuntalar el objetivo de estabilidad de la actividad
económica real.

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1 Ver Lago Rodríguez, Manuel (2019): “Venezuela: Un país inmerso en una crisis económica y social sin precedentes en su historia republicana”
(Diciembre) https://manuellagorodriguez.blogspot.com/2019/02/venezuela-un-pais-con-una-crisis.html

2 El Artículo 318 establece que: “Las competencias monetarias del Poder Nacional serán ejercidas de manera exclusiva y obligatoria por el B anco
Central de Venezuela. El objetivo fundamental del Banco Central de Venezuela es lograr la estabilidad de precios y preservar el valor interno y
externo de la unidad monetaria (…) El Banco Central de Venezuela es persona jurídica de derecho público con autonomía para la formulación y el
ejercicio de las políticas de su competencia”. Y el Artículo 318 establece que: “(…)En el ejercicio de sus funciones el Banco Central de Venezuela
no estará subordinado a directivas del Poder Ejecutivo y no podrá convalidar o financiar políticas fiscales deficitarias”.

3 En el Artículo 320 de la C0nstitución se establece que: “La actuación coordinada del Poder Ejecutivo y del Banco Central de Venezuela se dará
mediante un acuerdo anual de políticas, en el cual se establecerán los objetivos finales de crecimiento y sus repercusiones s ociales, balance externo
e inflación, concernientes a las políticas fiscal, cambiaria y monetaria, así como los niveles de las variables intermedias e instrumentales requeridos
para alcanzar dichos objetivos finales. Dicho acuerdo será firmado por el Presidente o Presidenta del Banco Central de Venezuela y el o la titular del
ministerio responsable de las finanzas, y divulgará en el momento de la aprobación del presupuesto por la Asamblea Nacional. Es responsabilidad
de las instituciones firmantes del acuerdo que las acciones de política sean consistentes con sus objeti vos. En dicho acuerdo se especificarán los
resultados esperados, las políticas y las acciones dirigidas a lograrlos. La ley establecerá las características del acuerdo anual de política económica/s
y los mecanismos de rendición de cuentas.

4 Este es un encaje establecido sobre el saldo marginal correspondiente a la variación semanal que registre el crecimiento de las captaciones de la
banca mediante depósitos del público.

5 Este encaje se aplicaba al 100% de las reservas excedentes que, sobre el saldo del encaje legal, tienen depositadas los bancos en una cuenta
única en el BCV. Estas reservas constituyen la disponibilidad de los bancos para otorgar préstamos a sus clientes. En consecuencia, un encaje
obligatorio, de la magnitud establecida, sobre dichas reservas no solo acentuaba la restricción crediticia generada por unos encajes, ordinario y
marginal, muy elevados sino que le imponía a los bancos una restricción financiera insostenible. . Una vía para evitar esta situación y hacer más
eficiente la absorción de las reservas excedentes hubiese sido la colocación de títulos propios del BCV en la banca, de maner a que el costo de esta
política de absorción monetaria recaiga sobre el BCV, como suele ser.

6 El Artículo 321 de la Constitución establece que: “Se establecerá por ley un fondo de estabilización macroeconómica destinado a garantizar la
estabilidad de los gastos del Estado en los niveles municipal, regional y nacional, ante las fluctuaciones de los ingresos ordinarios. Las reglas de
funcionamiento del fondo tendrán como principios básicos la eficiencia, la equidad y la no discriminación entre las entidades públicas que aporten
recursos al mismo”.

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Emerging Market Countries”. National Bureau of Economic Research, NBER
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24/03/2019

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