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Boss

Sam Crescent & Stacey Espino


(Killer of Kings 07)

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro

Traducción no oficial, puede presentar errores

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Sinopsis
Ni siquiera el asesino de reyes puede escaparse del amor para siempre...

El imperio clandestino de Boss tiene una reputación despiadada a la


hora de hacer el trabajo. Está en la cima del juego, tiene más dinero del
que podría gastar y es temido por sus enemigos.
Entonces, ¿por qué su vida se siente tan vacía? Decide que necesita
más retos, así que invierte su energía en nuevos contratos mientras
investiga por qué gente inocente de su ciudad está cayendo muerta por
docenas.

Graciella cometió un gran error y necesita solucionar el problema. Para


financiar su misión, se ve obligada a contraer una deuda de por vida
con un loco.
Sin embargo, le preocupa más que Boss descubra lo que ha hecho. Él
es conocido por impartir justicia de forma rápida y brutal, y ella ya está
en su lista negra.

Se ven obligados a formar un equipo para encontrar a los hombres que


están detrás de un malvado complot, o uno de los hombres de Killer of
Kings podría no salir vivo.

Graciella quiere limpiar su desastre y desaparecer, pero Boss no la


dejará escapar tan fácilmente. Le exige más de lo que ella es capaz de
dar.

No todas las chicas merecen el ‘felices para siempre’.

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Capítulo 1
—¡Me dieron! Oficial caído. Repito, ¡oficial caído!

—¡SWAT... necesitamos un equipo SWAT!

Boss dejó su café en la esquina de su escritorio y se relajó


sobre su espalda. Encendió otro monitor. Llevaba casi una
hora siguiendo el drama. Normalmente, no prestaba atención
a los escáneres de la policía ni a la transmisión en directo si
no se trataba de uno de sus contratos, pero el tiroteo estaba a
sólo dos manzanas de distancia. Ya había pasado el atardecer
y, con las luces de la calle apagadas, los policías eran ciegos
de noche.

Aunque la policía aún no tenía idea de a qué se enfrentaba,


él sabía que había cinco tiradores en diferentes garajes y patios
traseros. Boss siempre tenía el dedo en el pulso de la ciudad.
Los cinco tenían una gran cantidad de armas de fuego y
estaban decididos en eliminar a todos los policías que
pudieran. Boss no estaba seguro de lo que tenían en el culo, y
no podría importarle menos. Se levantó y se puso un chaleco
antibalas y una funda para el hombro. No pensaba usar un
arma esta noche, pero siempre la llevaba.

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Todo el mundo llamaba a Boss un monstruo, y tenían
razón.

Pero esta noche se sentía generoso.

Mientras se preparaba en su sala de armas trasera, abrió


la puerta y movilizó uno de sus drones, dotado de sensores de
calor y movimiento. Su suave zumbido se desvaneció en
cuanto lo soltó en el cielo nocturno. Mantuvo el control con sus
auriculares de visión nocturna. Todo lo que poseía era de
última tecnología. Utilizaba a sus hackers para hacer el trabajo
sucio, pero Boss era un dios detrás del teclado. Nunca
ordenaba a un hombre que hiciera algo que no fuera capaz de
hacer él mismo, y eso era parte del éxito de Killer of Kings.

Últimamente, había estado descansando, rara vez se


ensuciaba las manos en alguno de sus contratos. Echaba de
menos la sangre, la adrenalina, la emoción de la caza. Sus
sicarios eran los mejores del mundo -bien entrenados y
extremadamente capaces-, pero este mes quería encargarse él
mismo de un par de golpes. El hackeo, la investigación y la
vigilancia no lo satisfacían al mismo nivel que matar.

Probablemente estaba rozando los cincuenta años, pero


quién demonios lo sabía. Volverse débil y dependiente de los
demás era un temor muy arraigado en el que rara vez se
detenía. Prefería comerse una bala antes que renunciar a su
poder. Así que se mataba en el gimnasio cinco días a la semana

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y practicaba la técnica y la precisión en su campo de tiro
personalizado a diario. De ninguna manera iba a dejarse estar
ni a perder sus habilidades. Pero ni siquiera el asesino de reyes
podía vivir eternamente.

Respiró profundamente el aire fresco de la noche una vez


fuera. Boss se dirigió al tiroteo, manteniéndose en las sombras.
Vestía todo de negro y tenía toda una vida de entrenamiento
de élite a sus espaldas. Las innumerables luces de las linternas
de la policía coloreaban el cielo a medida que se acercaba a la
zona de fuego, y los disparos intermitentes cortaban el
inquietante silencio. Los SWAT no podrían controlar la escena.
Numerosos policías ya habían caído, y no era seguro que los
paramédicos se desplazaran para transportarlos.

Minutos después de llegar al lugar, tenía a todos sus


objetivos localizados. Era el momento de eliminarlos, uno por
uno. Ni siquiera valdría la pena una llamada telefónica para
que uno de sus sicarios acabara con esta mierda. Era mejor
que lo hiciera él mismo antes de que se le enfriara el café.

Se acercó por detrás de su primera víctima y le rodeó el


cuello con un brazo grueso. En cuestión de segundos, le sujetó
la muñeca, girando su propia pistola hacia sí mismo. Boss se
inclinó hacia atrás lo necesario. Un disparo en la cabeza, y fue
un suicidio. Con la cantidad de medios de comunicación que

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inevitablemente tendría esta situación de mierda durante la
semana, no quería que su sello apareciera en ninguno de ellos.

Desafortunadamente, no podría usar sus propias armas


esta noche.

El penetrante olor a azufre en el aire irritó sus sentidos. La


voz estática de un negociador sonó en el megáfono, pidiendo a
los tiradores que se retiraran. Eso sólo sirvió para enfurecerlos
más. Había dos en el garaje de al lado. Boss tomó prestada la
pistola que acababa de usar y golpeó al primero justo en la
yugular. El segundo entró en pánico, esparciendo plomo por el
garaje, con metralla que salía en todas direcciones. Se lo
cargaría de último porque lo había hecho enojar. Tras devolver
el arma a su primera víctima, se agachó y cruzó la calle.

—Están disparando desde todas partes. ¿Alguien tiene


visibilidad?

Boss continuó escuchando la comunicación policial


mientras se ocupaba de su mierda.

Los dos siguientes disparaban desde detrás de unos


arbustos. Todo lo que se movía era un objetivo. Tenían
suficiente munición para mantener la fiesta durante toda la
noche.

¿Cuál era el objetivo de este baño de sangre?

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La curiosidad de Boss se despertó cuando vio el estado de
su siguiente objetivo. Estaba hecho una mierda, su
temperatura estaba por las nubes. Agarró un rastrillo de metal
apoyado en el lateral de la casa, rompiendo el extremo del
mango con su bota. En cuanto el tirador se detuvo para
recargar, se acercó y le dio un puñetazo en el cuello.
Inmediatamente cayó de rodillas, jadeando. Boss lo arrastró
por el cuello y le hundió la cabeza sobre el extremo afilado del
rastrillo, empalándolo por el cuello con la madera astillada. La
sangre brotó de la herida y se desplomó hacia un lado. Otro
desafortunado accidente.

Bonito y simple para los informes policiales.

Levantó el rifle automático de la hierba, dándole un repaso


antes de acechar al segundo hombre de este lado de la calle.
En cuanto lo encontró apuntando a los miembros del SWAT
que corrían entre los coches patrulla, Boss se aclaró la
garganta para llamar su atención.

—No dispares —dijo cuando vio a Boss de pie junto a él.

Boss negó con la cabeza. —No acepto órdenes. —Apretó el


gatillo, rociando al hombre con una rápida ráfaga de balas. Tiró
el arma y volvió para ocuparse del último imbécil.

El tirador seguía en el mismo garaje. La pesada oscuridad


envolvió a Boss mientras se acercaba. Se agachó y agarró una
piedra, lanzándola hacia el extremo opuesto del garaje. Los

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disparos siguieron el camino mientras el tipo empezaba a
entrar en pánico de nuevo. Boss se abalanzó sobre él y lo
derribó de un golpe, arrebatándole el arma. Con una bota en
el pecho del desgraciado, con su propia arma apuntando a su
cara, Boss se rió.

—El último hombre en pie. Ya no eres tan valiente,


¿verdad? —preguntó Boss.

—¿Quién demonios eres tú?

—Yo haré las preguntas. Lo que quiero saber es por qué el


enfrentamiento con la policía.

El hombre tosió. —Están intentando matarnos. A todos


nosotros.

—¿Quiénes?

—Los policías. El gobierno. No tengo ni jodida idea.

Boss lo golpeó en las costillas para mantenerlo en su sitio.


—El tipo de enfrente estaba enfermo. ¿Sabes algo sobre eso?

—Nos estamos muriendo todos. Ese es su plan... —Señaló


su mochila a unos metros de distancia. —Son las drogas. Esa
es la respuesta. —El hombre se aclaró la garganta tras otro
ataque de tos. —Pero se van a llevar una sorpresa. No sólo van
a limpiar el gueto. Todo el maldito mundo la consume.

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El SWAT se estaba acercando. Boss ordenó al dron que
volviera a la base, y luego le metió dos balas rápidas en la
cabeza al tirador, dejando caer el arma junto al cuerpo.

Antes de irse, agarró la mochila y se la colgó de un hombro.

Quince minutos más tarde, estaba en la ducha de su casa,


limpiándose la sangre y el polvo. Era tarde. Su café estaba frío.
Dormiría un poco y elegiría un contrato desafiante por la
mañana. Además de investigar lo que había descubierto hoy.
Nunca había sido capaz de dejar pasar las cosas, no una vez
que se había despertado su interés.

Se lavó el cuerpo, y sus manos enjabonadas recorrieron


una cicatriz tras otra. Algunas contaban historias, otras eran
misterios. Sus tatuajes ocultaban gran parte del pasado, pero
podía sentir cada una de las imperfecciones, su cuerpo era el
campo de batalla de una vida jodida. La mayor parte de su
historia estaba borrada, incluidos su nombre y su fecha de
nacimiento. Según todas las bases de datos, no debería existir.
Ni siquiera él podía encontrar sus raíces, por mucho que
indagara. Las cosas que podía recordar eran suficientes para
dar pesadillas a cualquier hombre. Ahora las cosas eran
diferentes. Estaba en la cima y no cometía errores.

Boss se recogió el pelo húmedo en una coleta baja y se


dirigió a su sala de armas, donde había dejado la mochila.

Su teléfono móvil sonó. —Sí.

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—La Widow Maker ataca de nuevo —dijo Maurice.

Boss había hecho que uno de sus hackers rastreara a la


hermana pequeña de El Diablo desde que apareció en su
ciudad. Ella había demostrado ser un verdadero dolor de
cabeza. En lugar de trabajar para él, seguía saboteando o
robando sus contratos. Debería haberla matado hace mucho
tiempo. Sus días estaban contados.

—Detalles.

—Ella se llevó al último objetivo de Bain, Robert Hayleigh,


a un hotel. Acaban de entrar.

Su mandíbula se tensó. Ese imbécil estaba prácticamente


muerto. Tendría que tener una charla con Bain mañana. Era
vergonzoso que un independiente fuera más listo que uno de
sus sicarios. Killer of Kings tenía una reputación que
mantener.

—Quiero saber exactamente adónde va una vez que sale


del hotel.

—Lo haré —dijo Maurice.

Boss guardó su teléfono.

Mañana era viernes.

Se había acostumbrado a llevarse a una nueva zorra a la


cama la mayoría de las semanas. No se dedicaba a las

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relaciones y normalmente se cansaba de la misma chica una
vez que ella empezaba a tener fantasías de domesticarlo. Este
fin de semana iba a centrarse en un contrato, así que no
tendría tiempo para entretenerse.

A diferencia de sus hombres, él controlaba mejor su polla.


Boss llevaba años lidiando con el drama del romance gracias a
Killer of Kings. Juraba que debía estar maldito ya que uno tras
otro, sus sicarios se enamoraban de una mujer. Incluso los
bastardos más duros... eran golpeados por un coño y estaban
fuera del mercado. No podía entender el atractivo de
establecerse con una mujer. Le gustaban las cosas a su
manera, y era un hecho que las emociones y los seres queridos
eran debilidades en el submundo del asesinato a sueldo.

Boss prefería que todo en su vida fuera limpio, ordenado y


bien coordinado. No podía controlar lo que había sucedido en
su pasado, pero Killer of Kings era una máquina bien
engrasada con una reputación impecable para hacer el trabajo.
Se había convertido en el asesino perfecto porque carecía de
empatía por sus víctimas. La compasión y las dudas sólo
conseguían que un hombre muriera.

Llevó la mochila al mostrador de la cocina y la abrió con la


cremallera. Había una gran bolsa de polvo blanco entre la
munición. El tirador había divagado sobre las drogas y la
muerte por parte de un poder superior. Uno de los hombres

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tenía mucha fiebre. Además de seguir a la hermana de El
Diablo para que no jodiera más sus negocios y empezar un
nuevo contrato mañana, necesitaba saber todo lo que había
pasado esta noche.

Boss llamó a uno de sus hombres de confianza. —Necesito


que traigas tu laboratorio y analices algo para mí. Parece coca,
pero tengo la sensación de que hay algo más.

—Llevaré la furgoneta. ¿Cómo es de urgente?

—Estate aquí dentro de una hora. Necesito dormir un


poco, joder.

***
—Por favor, cariño, no lo hagas. Bájala. Vamos a hablar de
esto, ¿de acuerdo?

Graciella dejó su 9mm en la mesa auxiliar de cristal con


un suave tintineo y se sirvió una copa de vino. Hizo girar el
líquido en círculos perezosos, observando cómo se adhería a
las paredes de la copa de cristal. —Te gustan las cosas caras
—dijo ella, tomando un sorbo.

—¿Por qué haces esto?

Las manos de Robert Hayleigh estaban esposadas por


encima de la elaborada cabecera. Estaba desnudo y se veía

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patético, rogando por su vida. Afortunadamente, era un blanco
fácil por lo que que no tendría que follar con él. Los hombres
la ponían enferma.

Se recostó en el sillón de cuero y siguió disfrutando del


vino.

Él seguía suplicando, su miedo disminuyendo,


transformándose en estallidos de ira. —¿Qué quieres de mí,
perra estúpida? Toma mi dinero y lárgate.

Eso llamó su atención. Graciella se puso de pie, con sus


tacones chocando en los suelos de mármol de la habitación del
hotel. —¿Es eso lo que piensa, Sr. Hayleigh? ¿Que soy una
prostituta que intenta robarle?

—No tienes ni idea de con quién estás tratando —dijo él.

Ella ignoró su ahora constante discurso de desprecio.


Graciella se paseó por la espaciosa suite de lujo, admirando la
carpintería personalizada. Todavía faltaban quince minutos
para que su pedido de comida para llevar estuviera listo en La
Cocina, así que se tomó su tiempo. Abrió las cortinas y miró
hacia abajo, a la calle, con un conjunto de luces de tráfico y
carteles animados que iluminaban la oscuridad. Esta ciudad
era su hogar por el momento. No tenía intención de volver a
Colombia. Cuando estuvo lista, volvió a la mesa de cristal,
levantó su pistola y empezó a girar el silenciador.

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—¿Qué estás haciendo?

—Estoy cumpliendo un contrato, Sr. Hayleigh. —Se sentó


en el borde de la cama, arrastrando la punta del silenciador a
lo largo de su cuerpo desnudo. —Será un buen día de pago.

—¿Estás bromeando? No puedo creer esta mierda. Te


pagaré el doble. El triple.

—Es una oferta tentadora, pero me has insultado. —Ella


puso una almohada sobre su cabeza y presionó la pistola en
su sien, apretando el gatillo.

Se quedó mirando el cuerpo sin vida durante un minuto,


notando lo insensibilizada que se sentía hasta en los huesos.
No había ningún sentimiento de culpa, lástima,
arrepentimiento, tristeza. Nada. Suponía que haber sido
brutalmente tratada a diario de niña la había convertido en un
cascarón vacío de mujer: una auténtica perra de corazón frío.

Graciella comenzó a limpiar la escena mientras miraba su


reloj. Faltaban diez minutos para que la comida estuviera lista.
Mientras terminaba, pensar en la expresión de enfado de Boss
hizo que todo mereciera la pena. Este era uno de sus contratos,
pero estaba abierto, así que ella seguiría cobrando. Sus
hombres deberían haber sido más rápidos.

Para ella, ser una mujer asesina era una ventaja, además
de que no tenía el mismo código de ética estricto que Killer of

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Kings. Graciella habría aceptado la oferta de Robert Hayleigh
de más dinero, pero no soportaba que los imbéciles la llamaran
perra. Habría apretado el gatillo de forma gratuita.

Antes de salir al pasillo, se quitó la peluca rubia ondulada


y se sacudió su larga melena negra. La metió en su enorme
bolso y se dirigió a los ascensores. Las puertas de espejo
reflejaban su imagen perfecta. Eso era todo lo que ella era,
porque la belleza era sólo superficial. Utilizaba sus activos para
conseguir lo que quería, para ganar dinero y para mantener su
independencia. El sexo era una herramienta en su arsenal. No
significaba nada. Se había cerrado a las emociones desde que
tenía cinco años. Fue la última vez que lloró, el fin de su
inocencia. Durante más de tres décadas, no recordaba haber
tenido una buena noche de sueño. Las pesadillas, las reales y
las de los recuerdos, se encargaban de que nunca conociera la
paz. Una cosa que no volvería a sacrificar era su libertad:
nunca se permitiría ser esclava de ningún hombre.

La llamaban Widow Maker y suponía que el nombre le


quedaba bien. Matar era bien pagado, y ella era muy, muy
buena en eso.

Se mezcló con la multitud de la noche en la acera tan


pronto como salió del hotel. Graciella sacó su teléfono móvil y
envió un mensaje a su contacto diciendo que el trabajo estaba

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hecho. El dinero sería transferido a su cuenta. Disfrutaba
recaudando dinero porque era sinónimo de seguridad.

Una vez que se alimentara y volviera a su apartamento,


empezaría un nuevo contrato. Necesitaba mantenerse ocupada
para evitar la vida. Para evitar la reflexión.

Sólo le quedaba una cuadra para llegar a La Cocina. Había


estacionado su coche detrás del negocio. Todo había sido
planeado con detalle de antemano. Sin errores.

—¡Hola, preciosa! —Unos tipos de unos veinte años se


pararon frente a un club. Ella les guiñó un ojo y siguió
caminando. Había algo en la noche que la hacía sentir libre. El
día pertenecía a las buenas chicas, a las familias, a todos los
que no tenían esqueletos en el armario. Graciella existía al
margen.

Pasó por delante de una tienda de bebés, así que se detuvo


y miró en el escaparate de la tienda cerrada. Xavier, su
hermano, iba a tener un bebé en un par de meses. Había
encontrado la felicidad, y ese conocimiento le trajo una
profunda sensación de paz. No lo culpaba por lo que había
pasado cuando eran niños.

Graciella debería culpar a su madre. En su lugar, centró


su ira en toda la basura masculina que había destrozado su
vida. Una familia no estaba en las opciones para ella. Incluso
un bebé propio sólo sería una fantasía, consecuencia de una

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niña violada por hombres adultos de la forma más brutal, una
y otra vez, hasta que finalmente escapó siendo una
adolescente.

Apartó los constantes pensamientos oscuros y trazó un


dedo a lo largo del cristal mientras imaginaba los lindos
conjuntos para su sobrina o sobrino. Graciella nunca había
visitado a Xavier desde que se reencontraron meses atrás y no
tenía planes de hacerlo. Necesitaba olvidar el pasado. La
Graciella Moreno que él conoció estaba muerta. Ahora era una
nueva mujer, una asesina a sueldo.

Cuando llegó a La Cocina, le dolían los pies por los tacones


de 10 centímetros. Esta zona estaba más aislada, lejos de la
calle principal. El pequeño restaurante familiar de comida para
llevar se había convertido en uno de sus favoritos. A Graciella
le encantaban los tacos.

Recogió su pedido, dio una generosa propina y se dirigió a


su coche. No había luces en la parte trasera, sólo un viejo
contenedor de basura y un par de coches destrozados por
piezas. La comida olía deliciosa y lo único que quería era llegar
a casa, ducharse y comer. Dejó la bolsa y el bolso en el asiento
trasero de su Mustang Shelby negro y cerró la puerta.

Un sonido le llamó la atención, y a continuación un


cuchillo fue puesto en su garganta, y un brazo musculoso le
rodeó el torso. —Si quieres vivir, no grites, joder.

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Ella asintió y se quedó callada.

La alejó del coche y la arrastró por el estacionamiento


hacia el contenedor de basura. El hombre la hizo girar,
presionando su espalda contra el frío metal. Con una mano
sostuvo el cuchillo contra ella mientras con la otra maniobraba
con su cinturón.

Ni por un segundo sintió miedo.

—¿No quieres robarme el coche? —preguntó ella.

Él no respondió. El violador cortó la tela de su camisa,


dejando al descubierto su sujetador y una buena dosis de
escote. Ella seguía sin moverse.

—Buena chica.

Algo se rompió dentro de ella, y la repugnancia recorrió su


columna vertebral. Ya le había seguido el juego lo suficiente.
En su opinión, había una gran diferencia entre un violador y
un ladrón.

Graciella le dio un fuerte golpe con su tacón de aguja en el


pie y le arrebató el cuchillo con tanta rapidez que
probablemente todavía pensaba que lo llevaba. Con el tacón de
la mano lo golpeó en el pecho, haciéndolo retroceder, y luego
lo tiró al suelo. Con el cuchillo bajo la barbilla, le preguntó. —
¿A cuántas mujeres has violado?

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—No lo sé. —Cuando ella no movió el cuchillo, él dijo: —
Ninguna.

Ella se rió. Graciella se arrodilló y metió la mano en los


pantalones que él había dejado convenientemente abiertos. —
No se puede violar a las mujeres sin una polla, ¿verdad?

Sus ojos se abrieron de par en par. Un rápido corte y se


acabó. Tiró el cuchillo y la porquería antes de volver a su coche.
El pedazo de mierda tuvo suerte de que lo dejara vivo.

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Capítulo 2
—Ella desapareció.

Boss apretó los dientes. —¿Qué demonios?

No estaba contento.

—Mira, el contrato se cumplió pero no pude encontrarla.


Todo se hizo en menos de treinta minutos, Boss. Nadie salió —
dijo Maurice.

—Ella salió del edificio. Consígueme las imágenes de


seguridad y trae tu culo aquí ahora. —Colgó el móvil mientras
revisaba los últimos detalles del pequeño experimento
científico con las drogas. —¿Esta mierda es mortal? —Miró
hacia su genio de la ciencia.

—Nunca había visto algo así en mi vida. No me


malinterpretes, las drogas están contaminadas con todo tipo
de rellenos para ayudar a darles volumen, pero sea lo que sea
lo que hay aquí, está matando a la gente —dijo Adam. Se movió
a través de su furgoneta y empezó a teclear en su ordenador.

Boss se frotó los ojos. En Killer of Kings no sólo tenía


sicarios a sueldo. Tenía todo tipo de hombres y mujeres en su

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repertorio. Expertos en informática y armamento, médicos,
diseñadores de aparatos, científicos. Fuera cual fuera el
trabajo que requiriese, tenía a alguien disponible para ayudar
en cualquier operación que necesitase.

Adam era uno de los mejores hombres que tenía y estaba


dispuesto y era capaz de realizar todo tipo de pruebas y
experimentos con diversos productos químicos que se le
presentaban.

Las drogas se suponía que eran algo fácil.

—Mira, he estado siguiendo esta cosa durante meses, sino


años. El primer caso de sobredosis que salió mal apareció hace
unos tres años en Colombia. Fue en un bar. El tipo de bar que
pertenece a un hotel. Me guardé los detalles porque pensé que
era más bien un asunto de un cártel que salió mal. De todos
modos, tres meses después de eso, al menos diez personas que
fueron al bar fueron ingresadas en el hospital, todas con los
mismos síntomas. Fiebre, alucinaciones, dolor extremo.

Boss sacudió la cabeza. —¿Por qué me cuentas esto?


Parece un caso grave de gripe o algo así.

—Exactamente. Después de eso, todo quedó en silencio


hasta que hace seis meses, aquí, en esta ciudad, aparecieron
otros diez casos potenciales. Todos al azar. Traficantes y
consumidores de drogas aparecieron de repente en el hospital
con síntomas similares. En cuarenta y ocho horas, todos

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murieron. He estado pensando que hay algún tipo de
encubrimiento para ocultar algo, pero tengo la sensación de
que esto es el verdadero negocio. —Adam tenía una gran
sonrisa en su cara. —Son drogas contaminadas y te puedo
decir que, sea cual sea la causa principal de este asunto, no
puedo localizarla. Por supuesto, he hecho todos los análisis
toxicológicos básicos, pero lo que sea que haya ahí se esconde.

—¿Así que este material es inútil? —preguntó Boss,


sosteniendo el papel. Se frotó la sien. Le empezaba a doler la
cabeza. Tratar con Adam siempre era un reto. El hombre se
entusiasmaba con las fórmulas químicas.

Lo único que quería era que llegara Maurice y le diera un


respiro.

—No, no es inútil. Es la tercera vez que pruebo este


material. Esta es la primera, y esta es la segunda. Mira —dijo.

Boss miró los papeles. —¿Cambia?

Adam asintió. —Sí, cambia y créeme, no sé cómo diablos


ocurre eso. Podría tener algo que ver con la exposición al
oxígeno, al calor, al sudor, no lo sé. Esto es un gran problema,
pero es una mierda seria, Boss. Vas a tener que llamar a tus
contactos en la policía, porque si tengo razón, y esta cosa es la
coca asesina, significa que ha viajado hasta aquí, y bueno, va
a morir mucha gente.

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Se oyó un fuerte golpe en el lateral del camión.

Boss lo abrió para encontrar a Maurice. —Estoy preparado


en tu oficina.

—Adam, quiero que metas este camión en el


estacionamiento subterráneo y lleves todo adentro. Te pagaré
por cada hora, pero te quiero en todo esto, ¿entendido?

—Soy caro.

—Lo sé. Por eso sé que eres el mejor. —Salió del camión y
sabía que Adam seguiría sus instrucciones. Boss tenía una
corazonada y cuando la tenía, siempre la seguía. Estas drogas,
los hombres de esta noche, el miedo, su forma de ser, algo era
importante aquí. Se detuvo en la puerta de su edificio y se giró.
Adam ya se estaba preparando para moverse. —¿Está en el
aire? —preguntó.

—Eso no lo sé, pero espero tener algunas respuestas para


usted pronto —dijo Adam.

—Sigue el protocolo. No quiero que te expongas a nada de


esta mierda.

—Estoy en ello.

Se dirigió hacia su despacho principal, donde Maurice


había colocado toda la alimentación de seguridad pertinente.

—Lo siento, Boss —dijo Maurice.

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—No quiero oírlo ahora mismo. Muéstrame lo que tienes.
—Se apoyó en su escritorio, viendo las imágenes de seguridad
de quince cámaras diferentes. La mujer de la peluca rubia,
reconoció su forma y su rostro al instante. —Ahí está.

Estaba con el objetivo, apoyada en él como si fuera una


especie de dios. La mirada en su rostro parecía la de una mujer
enamorada, pero él conocía a la Widow Maker. Era un arma
mortal.

Pasando una mano por su cara, la observó.

—La cámara junto a la entrada del hotel. Mantenla


encendida.

Unos treinta minutos después, Graciella salió de la


habitación del hotel, sin la peluca. Llevaba la misma ropa, pero
sus mechones eran ahora de un negro exuberante y mucho
más largos que los de la rubia.

—Joder —dijo Maurice.

—Estabas buscando una rubia.

—Lo sé. Lo sé. Lo siento.

—No pasa nada. —Boss se dirigió a su escritorio, abriendo


su portátil y accediendo a las cámaras situadas en las calles.
Tenía acceso permanente a la vigilancia a través de un software
particular que uno de sus hombres escribió, que le permitía un
acceso ilimitado a la ciudad siempre que quisiera. Así era como

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podía estar al tanto, seguir siempre a sus hombres y también
vigilar a los posibles objetivos.

Observó a la mujer en cuestión ir a recoger algo de comida.


El vaivén de sus caderas era tan sensual, que no debería mirar,
ni sentir excitación, pero la tuvo de todos modos. Las mujeres
no deberían afectarlo, normalmente no lo hacían. Apretando
los dientes, la vio poner su comida en el asiento trasero, y luego
hubo un hombre en las sombras.

Boss se tensó, teniendo que cambiar los ángulos de la


cámara, pero el hombre se la llevó por un callejón que no tenía.

—¡Joder!

Pasaron unos segundos y Graciella salió de la calle como


si fuera la dueña del lugar, pero él vio la expresión de su cara.
Era de asco. La reconoció bien. Hubo muchas veces en las que
él llevó una expresión similar.

Apretando la mandíbula, esperó, observando, pero ella


abandonó la calle sin decir una palabra más. Observó el tiempo
suficiente para que el hombre que la había atacado saliera
tambaleándose, con los pantalones cubiertos de sangre.

No hacía falta ser un genio para deducir que le había


cortado la polla. Tuvo que contener una risa.

Sentado, se pasó una mano por el pelo.

—¿Por eso la llaman Widow Maker?

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—Tiene un odio hacia la mayoría de los hombres —dijo
Boss. No necesitaba entrar en su historia personal. Graciella
había pasado por un infierno. Conocía todos los detalles y le
daba asco lo que los hombres le habían hecho. También sabía
que la mayoría de los hombres implicados en su secuestro,
venta y posterior violación estaban muertos.

Había lagunas en la línea de tiempo que había recopilado


entre el momento en que Graciella se convirtió en una niña
esclava sexual y la mujer que era ahora, una asesina de
corazón frío. Una mujer sin pensamientos ni sentimientos. Si
venía a trabajar para él, no dudaba de que sería jodidamente
perfecta en cualquier trabajo que le asignara. Él la quería, pero
ahora mismo, ella le estaba causando muchos problemas.

—Vete —dijo Boss.

—Lo siento.

—Y me ocuparé de tu metedura de pata. Ve y ayuda a


Adam. Va a necesitarla.

Una vez que estuvo solo, sacó de nuevo su teléfono móvil


y llamó a otro de sus hombres. —Quiero la dirección de una
mujer, Graciella Moreno. Un apartamento o condominio, en
algún lugar agradable, de bajo perfil, que haya sido ocupado
en los últimos meses. Envíame todos los datos que tengas. —
Colgó y volvió a mostrar la imagen de Graciella en su pantalla.

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Era hermosa. Una mujer que podía tener al hombre que
quisiera, pero que eligió una vida de asesinatos por su libertad.

Nadie había podido capturarla, pero no se había


enfrentado antes a Killer of Kings. Él la encontraría y cuando
lo hiciera, ella les pertenecería. Estaba acostumbrada a poder
predecir a los hombres, a saber lo que querían, pero no tenía
ni la menor idea de a quién se enfrentaba cuando se trataba
de él.

***
Colarse en el Departamento de Policía fue fácil.

Con el pelo atado y vestida de negro, se deslizó hasta el


despacho del detective principal, abrió su archivador y utilizó
su linterna para leer las notas de la última redada de drogas.
Graciella sabía que Boss había estado involucrado. Lo que le
preocupaba no eran las muertes, sino los síntomas que
presentaban los hombres antes de morir.

Tenía un programa informático que la ayudaba a detectar


ciertos informes con sobredosis y hombres con alucinaciones,
fiebre o síntomas de gripe. Siempre los comprobaba.

Este era el quinto en las últimas dos semanas.

Vio el informe y lo cerró de golpe.

27
¡Joder!

Antes de salir de la oficina, se aseguró de que no había


nada fuera de lugar. Se arrastró por la ventana del baño y se
dejó caer en la acera, sólo para que la agarraran de repente por
detrás.

—Sabes que el allanamiento de morada es un delito.

Su voz le rozó el oído. Profunda, sexy, un hombre en


control.

Ella llevó el codo hacia atrás y le dio un pisotón en el pie.


Cuando su agarre se aflojó, ella se dejó caer para darle un
puñetazo en las tripas, pero Boss lo vio venir y lo bloqueó. Ella
retrocedió rápidamente pero se aseguró de que no estaba
atrapada contra una pared.

Su máscara seguía en su sitio, pero como eran viejos


amigos, bueno, más bien enemigos, se quitó la máscara y le
ofreció una sonrisa.

—Sabes que no es educado atacar a una chica durante su


trabajo. No es muy caballeroso.

—No soy un caballero. Nunca he pretendido serlo. —Él


sonrió.

Ella notó que ni siquiera estaba en posición de atacar.

¿Qué estaba haciendo Boss aquí?

28
—¿Ahora me acosas? ¿Quieres que vaya a trabajar con tus
preciados Kings? No va a suceder. Soy mucho mejor que ellos.
—Ya le habían pagado por el último asesinato. Algunos
contratos trataban de incumplir sus acuerdos, pero a ella le
gustaba ponerlos firmemente en su lugar. Nadie la jodía. —
Trabajo descuidado en la redada de drogas.

—¿Sabes algo sobre las drogas? Es la razón por la que


entraste ahí. Dime qué es lo que sabes.

Ella se burló. —No sé nada. —Fue a girar sobre sus


talones, pero Boss la agarró, presionándola contra la pared de
hormigón, con un agarre firme. Ella trató de apartarse, pero él
le atrapó la mano y se la sujetó con fuerza por encima de la
cabeza. Era más fuerte de lo que ella esperaba.

—No estoy de humor para juegos —dijo él.

—Bien, porque no estoy jugando.

—Has estado jugando desde el momento en que llegaste


aquí. No voy a morder.

—Yo diría que por la forma en que me sujetas, estás


mordiendo lo justo. —Ella sonrió y el agarre de él fue
repentinamente alrededor de su cuello.

Era extraño, ella no tenía miedo.

—Sabes, el último hombre que me sujetó así nunca volvió


a ver la luz del día.

29
—No te estoy haciendo daño, y además, si realmente
quisieras, podrías librarte de esto. Ambos lo sabemos, Widow
Maker.

—¿Me has estado siguiendo? —preguntó ella. Widow


Maker. El nombre no la molestaba. La gente tenía la tendencia
a crear apodos para adaptarse a la persona. Ella era sólo una
mujer en un mundo de hombres, haciendo un mejor trabajo
que las pollas en el mismo. Sin embargo, no le gustaba cómo
respondía su cuerpo a Boss, ni que le gustara la idea de que la
siguiera.

Ningún hombre se metería bajo su piel.

—El hombre va a vivir, por si tienes curiosidad —dijo él.

—Pero lo va a hacer sin polla, y todas las mujeres estarán


más seguras.

—¿Así que tienes algo contra los hombres? ¿Y sus pollas?

—Tengo algo contra los imbéciles que no aceptan un no


por respuesta —dijo ella. —Como por ejemplo, no, gracias, no
voy a trabajar para Killer of Kings.

—La oferta de trabajo fue revocada. Sabes lo de las drogas


—dijo él. —Cuéntame.

—No voy a hablar.

30
Ella gritó cuando él la agarró de repente, empujándola
hacia delante. El instinto se impuso. Nadie la maltrataba. Ella
levantó la rodilla y él la bloqueó. A continuación, trató de
liberarse, pero él la sujetó por los brazos. Una vez más, él se
anticipó al movimiento, y en cada movimiento de ella para
liberarse, sabía qué esperar. Le molestaba no estar al mando.

Al final, ella dejó caer todo el peso de su cuerpo como si se


hubiera desmayado. Él no tuvo más remedio que soltarla y
sostenerla o se caería. En el momento en que lo hizo, ella
reaccionó, girando y poniendo unos metros entre ellos. Ahora,
ella estaba cerca de la entrada del callejón, y él era el que
estaba atrapado.

—Interesante —dijo él.

Ella lo miró fijamente, sin decir una palabra.

—Tienes puntos de presión. No te importa que te agarre


del cuello, o que te sujete, pero si te agarro como si fuera a
arrastrarte a algún sitio como un animal, no lo soportas.

—Si quieres saber lo de las drogas, dime lo que tienes y yo


también te lo diré —dijo ella. No iba a psicoanalizar su
reacción. No hacía falta ser un experto para saber que era una
mujer con problemas, pero que los afrontaba a su manera.

Si Boss no estuviera allí mirándola, se tocaría el pecho. Su


corazón estaba acelerado y, aunque no lo admitiría ante él, sus

31
manos temblaban un poco. Esta reacción, esta sensación, era
la primera que experimentaba en meses.

—Esto no funciona así.

—Esta es la forma en que trabajo. Tómalo o déjalo. Me


importa una mierda. —No iba a ser intimidada por los hombres
ni obligada a hacer nada.

¿Cómo se atrevía Boss a intentar intimidarla?

—Sabes, pensé que eras mejor que eso —dijo ella, soltando
las palabras antes de poder detenerse. Estaba muy enfadada.

—¿Qué quieres decir?

—¿No te importa si soy un hombre o una mujer? Sin


embargo, usaste tu fuerza allí para controlarme —dijo ella.

Él se rió. —No me importa que seas una mujer. Es bueno


saber que todavía tienes sentimientos dentro de ti en alguna
parte.

—Vete a la mierda. —Ella había terminado con esta


conversación y con él. Tenía que investigar más y ahora mismo
lo único que quería era poner a Boss en lo más alto de su lista
de objetivos. Se dio la vuelta para marcharse.

—El Diablo quiere verte —dijo Boss.

Ella se detuvo.

32
El Diablo.

La única familia real que le quedaba. Se detuvo y se volvió


hacia Boss. —Lo veré cuando quiera.

—Puedes ser la mayor zorra que quieras, pero no es malo


tener amigos.

Esto la hizo detenerse. —Amigos. ¿Te consideras mi


amigo?

—Podría serlo. No soy el peor tipo del mundo.

—Pero sigues siendo un tipo. No pienses ni por un segundo


que no sé todo lo que hay que saber sobre ti.

—Lo dudo —dijo.

—El hombre sin pasado. Un hombre rodeado de historia.


Empiezo a creer, Boss, que te has hecho pasar por invencible
y empiezas a creer en tus propias mentiras. Eso va a hacer que
te maten. Sólo eres un hombre como todos los demás. —Dio
un paso hacia él, sintiéndose más ella misma a cada segundo
que pasaba. Ahora que era ella quien tenía el control de la
situación y que no la tomaba por sorpresa, estaba en su
elemento. Acercándose a él, le puso una mano en el corazón.
—Todavía tienes un corazón que late y bombea sangre por todo
tu cuerpo, —Bajó la mano y la acercó a sus pantalones. —
Podrías morir si perforara la arteria correcta.

—Ten cuidado —dijo él.

33
—Incluso el asesino de reyes no puede vivir para siempre.

Boss podría matarla. Si alguna vez hubo un hombre que


pudiera enfrentarse a ella y ganar, sería este hombre de aquí.
Inclinando la cabeza hacia un lado, lo observó, esperando, y
luego le agarró la polla. Él apretó los dientes, cerrando
brevemente los ojos.

—Y se te pone dura como a cualquier otro hombre. —Ella


se lamió los labios. —No eres invencible, Boss. Tienes los
mismos deseos, las mismas necesidades. Todo ello envuelto en
un bonito paquete para que cualquiera lo abra. —Se acercó
para que sus labios estuvieran justo al lado de su oreja. —
Apuesto a que te encanta tomar mujeres. De buena gana, por
supuesto, pero imagino que te las follas. Apuesto a que has
roto muchos corazones. Tantas mujeres deseando ser lo único
que desearas. —La polla de él se estaba poniendo dura y, para
su propia sorpresa, sus pezones habían llegado a su punto
máximo y la humedad inundaba su coño. Incluso el olor de
Boss era embriagador.

Pero esto tenía que terminar. No estaba aquí para seducir


al mismísimo rey. No, ella quería respuestas y había muchos
desastres que tenía que limpiar.

Tan rápido como lo había hechizado, se retiró. —He tenido


amigos, Boss. Los he visto ir y venir muy rápido. Siempre es
interesante cuando es su culo o el tuyo, lo fácil que es para

34
ellos volverse contra ti. Lo he experimentado todo. Estoy mejor
sola. Deberías saberlo. Un placer verte de nuevo, y dile a El
Diablo que nos veremos por ahí. —Se marchó, corriendo en
dirección contraria todo lo que pudo.

Si Boss sabía algo de las drogas, significaba que se estaban


infiltrando en la ciudad. Le habían advertido sobre la
manipulación de las drogas hacía años. Hasta ahora, su único
acto de estúpida venganza no había costado demasiadas vidas,
pero la gente se drogaba. Ella lo sabía. Entendía el atractivo de
unas horas de paz. Si las drogas eran las mismas de Colombia,
entonces mucha gente estaba en riesgo. Ella había estado
rastreando estas drogas desde el momento en que su científico
desapareció sin dejar rastro. El laboratorio en el que habían
ideado este plan carecía de todas las fórmulas y su hombre
había desaparecido. ¿Qué pensaría Boss si supiera que ella era
la persona que había inventado las drogas que ahora estaban
matando a gente, potencialmente a gente inocente?
Posiblemente incluso niños. Ellos hacían estupideces en las
fiestas.

Sacó su teléfono móvil y apretó los dientes mientras


marcaba un número al que se había prometido no llamar
nunca, jamás. Era el único hombre con el que tenía una gran
deuda, el único hombre que era todo lo contrario a Boss, y el
único hombre al que le confiaba su vida.

35
Capítulo 3
Veinticuatro nuevos reportes en los últimos dos días.

A Boss no le gustaba la rapidez con la que esto se estaba


extendiendo por su ciudad. Afortunadamente, los medios de
comunicación aún no se habían enterado. Los drogadictos
tenían sobredosis. Los drogadictos morían. Sólo que ahora no
eran sólo los drogadictos en el hospital. Había una esposa de
un político, un profesor de escuela nocturna, y dos malditos
chicos de secundaria entre los nuevos números.

Sus chicos de inteligencia llevaban un cuidadoso


seguimiento de las drogas contaminadas y sus víctimas. Los
ingresos en hospitales y clínicas, las nuevas muertes y los
canales clandestinos eran vigilados todo el día, todos los días.
Si había alguna novedad, él era el primero en saberlo.

Archivó las solicitudes de contratos. El negocio estaba en


auge en Killer of Kings. Todos sus hombres tenían uno o dos
trabajos en marcha, y la acumulación de trabajo iba en
aumento. Algunos sicarios estaban en el extranjero, siguiendo
pistas o siguiendo a sus objetivos. Sacó un contrato que
parecía interesante e imprimió el papeleo. Algún ejecutivo

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importante se había metido en un problema de tráfico de
información privilegiada. Había pagado sus deudas, pero un
par de peces gordos iban detrás de su mujer y su hija en
nombre de la venganza. El Sr. Blane Mitchell las quería a salvo
y quería que se ocuparan de los hombres que las perseguían.
La recompensa por este contrato era impresionante.

Boss hizo una investigación preliminar, consiguiendo fotos


e historia de la familia del hombre. La esposa tenía treinta y
dos años y la niña diez. Bonita familia. Luego investigó a los
dos asesinos que iban tras el Sr. Mitchell. Representaban a dos
de las grandes empresas que había jodido con sus negocios
ilegales. Esto requeriría algo más que eliminar el músculo.

Empezaba a pensar que la paga de éste no era lo


suficientemente alta después de todo. Exigiría más antes de
hacer el esfuerzo.

Boss agarró su móvil.

—Maurice, quiero un estudio sobre Tyson Black y Edward


Seer. Necesito saber sus hábitos en las últimas dos semanas,
su capacidad de combate, su familia, lo normal.

—Déjame anotar esto —dijo. —Por cierto, Widow Maker


hizo una llamada local desde el vestíbulo de su condominio
anoche.

—¿Y?

37
—Viko Fedorov.

Boss frunció el ceño. —¿Alguna grabación?

—No teníamos intervenido el vestíbulo. Ella siempre usa


los móviles seguros.

—Debe saber que la estamos rastreando. ¿Por qué diablos


lo llamaría desde un lugar público?

—Cuando rastreé la llamada y vi el nombre, pensé que te


interesaría.

—Envíame las biografías de los hombres cuando lo tengas


todo —dijo Boss. —Pero Viko y Widow Maker son la máxima
prioridad. Pon todas tus manos en esto.

Estaba cabreado porque Maurice había esperado tanto


tiempo para contarle lo de la llamada. ¿Y por qué demonios
estaría Graciella involucrada con el Circle of Monsters? La
llamada había sido local, lo que significaba que Viko estaba en
su ciudad. A Boss no le gustaba no saber qué pasaba.

¿Ella estaba metida en problemas, o trabajaba para el


famoso grupo de asesinos? En cualquier caso, pensaba
averiguarlo.

No estaba seguro de por qué le importaba: esa mujer


debería haber sido borrada de la faz de la tierra en cuanto
empezó a causarle problemas. En cambio, ella despertaba su
curiosidad. Se sentía atraído por ella. Boss estaba

38
acostumbrado a conseguir lo que quería y, ahora mismo,
quería a la Widow Maker en su cama.

Boss golpeó el escritorio con el puño, haciendo sonar sus


monitores. No le gustaba cómo Graciella invadía sus
pensamientos. Era una distracción peligrosa, y él tenía que
estar concentrado o cometería errores. No estaba siguiendo
sus propios consejos y tenía que dejar de hacerlo. Era hora de
quitarse de la cabeza a la hermanita de El Diablo.

Investigó un poco, pidió algunos favores y luego envió un


mensaje a Killian para que lo llevara. No era viernes, pero otra
mujer era la forma perfecta de quitarse a Graciella de la
cabeza. Maurice y su equipo estarían sobre esta mierda con
Viko Fedorov.

—Recógeme en una hora. Trae una nueva perra. Tengo


ganas de salir a cenar. —Boss colgó y se fue a la ducha.

Antes de la hora, Killian llamó al timbre. Boss terminó de


ajustarse la corbata mientras se dirigía a la entrada.

—¿Listo?

—Estaré en unos minutos.

Killian entró y se sentó en uno de los sillones, poniéndose


cómodo. Aunque era uno de sus mejores sicarios, le gustaba
utilizar al asesino irlandés como chófer la mayoría de los días.

39
La confianza era clave en este negocio, y hacía tiempo que
había tomado a Killian bajo su ala.

—Te ves como una mierda —dijo Killian.

Boss lo ignoró, comprobando su cuello en el espejo del


pasillo. —¿Cómo están los niños?

—Crecen como la maldita hierba —dijo Killian. —Creo que


vamos a intentar otro.

Se burló. —June debe tener la paciencia de un santo para


tratar contigo.

—La tiene. —Killian se puso en pie, apartando su rebelde


pelo rubio de la cara. —¿Y tú, Boss? ¿Qué edad tienes ahora?
¿Cincuenta? ¿Sesenta?

—Vete a la mierda.

—No, en serio, ¿vas a vivir solo en esta enorme casa para


siempre?

—Ese es el plan —dijo Boss. —Ya tengo bastantes


problemas para seguir el ritmo de ustedes, imbéciles, y sus
dramas familiares.

Killian se rió. —Bueno, no querrás casarte con la que te


espera en el coche, pero te evitará la soledad por una noche.

—¿Es linda?

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Killian se encogió de hombros. —¿Importa? Tiene un coño
y un culo. Eso es todo lo que has pedido, ¿no?

Boss se puso la chaqueta por encima de la funda de la


pistola. —Bien. Estoy listo.

Aseguró la casa y se metió en la parte trasera del coche.


La mujer que esperaba parecía joven, con el pelo teñido de
rubio y grandes tetas falsas. Ella sonrió y le tendió la mano.

—Sin tocar —le advirtió. —Vamos, Killian. Me muero de


hambre.

Se pasó ambas manos por el pelo y se recostó en sus


suaves asientos de cuero. Estas zorras buscadoras de oro lo
irritaban. Killian tenía razón. Esta vida rápida le iba a pasar
factura pronto. Tal vez debería empezar a masturbarse y
mantenerse alejado de las mujeres fáciles durante un tiempo.

Pararon frente al restaurante, uno de los lugares más


exclusivos del centro. A Boss le gustaba lo mejor de todo.

—¿Quieres que me quede por aquí?

A Boss siempre le gustaba ir un paso por delante. Esta


noche sería interesante. —Sí. No te vayas muy lejos. Mantén
tu teléfono a mano.

Subió la escalera principal con su cita de la noche.


Pasaron la fila de afuera y se dirigieron directamente a la

41
anfitriona. Boss no hacía reservas y nunca había tenido
problemas.

A los pocos segundos de ser visto por el personal, lo


acompañaron a la parte exclusiva del restaurante. Se sentó
frente a la chica. Boss no sabía su nombre, y le importaba una
mierda.

—Tu chófer me ha dicho que eres el dueño de un negocio


—dijo la chica.

Asintió con la cabeza mientras le pedía a la camarera una


copa de vino. Una cosa que no le interesaba era una
conversación con su cita. Debería haberse saltado la cena e ir
directamente a follar.

Mientras se desconectaba, mirando las luces de las velas


que parpadeaban en las mesas, algo le llamó la atención. Un
destello de color rojo brillante. Se concentró durante un
segundo e inmediatamente se incorporó en su asiento. Era
Graciella Moreno. ¿En el mismo restaurante que él?

Ella echó una rápida mirada de reojo en su dirección


mientras un hombre le retiraba la silla. Su sonrisa burlona era
la prueba de que lo había visto primero.

—¿Estás bien? —le preguntó su acompañante.

Quiso mandarla a la mierda, con su atención puesta en la


belleza de unas mesas más allá. En lugar de eso, empujó la

42
cesta de pan en su dirección y le dijo que comiera. Un rato
después, Graciella se levantó y se excusó de la mesa de dos
personas.

Boss había estado observándolos toda la noche. Estaba al


tanto de todo. ¿Quién mierda era su cita? ¿Era un blanco o era
algo personal? No dejaba de imaginar que lo ahogaba, y que
luego le vaciaba un cargador por si acaso.

Widow Maker caminó en su dirección. Su vestido rojo


parecía de terciopelo y le llegaba hasta los tobillos, con una
abertura lateral que le llegaba hasta la cadera izquierda. Sus
labios hacían juego con el vestido, y su larga melena negra
estaba sujeta a un lado con una pinza de diamantes. Boss
tragó con fuerza.

—Imagine que te encontraría aquí —dijo Graciella,


inclinándose sobre la mesa, con un bolso de mano en la mano.
No tenía ninguna duda de que llevaba una pistola. El vestido
apenas contenía sus tetas cuando se enfrentó a él.

—Imaginaste —repitió él.

Graciella miró a su cita y luego volvió a mirarlo a él. —Qué


bien. ¿Prometida?

—No —dijo él. —Sólo una amiga.

—¿No vas a presentarnos? —preguntó Graciella.

43
¿Se había dado cuenta de que él no sabía su nombre? —
No quisiera quitarle tiempo a tu cita.

Ella asintió. —Tienes razón. Será mejor que vuelva con él


antes de que se preocupe.

—Encantada de conocerte —le dijo a la chica. Graciella se


puso de pie. —Deberías tener cuidado con ser tan predecible,
Boss. Podría ser su perdición. —Le guiñó un ojo y se alejó como
una maldita reina. Él observó el movimiento de sus caderas, la
confianza y la gracia en su forma de comportarse. Era una
verdadera profesional, y cualquier objetivo estaría indefenso
ante sus trucos. Sin duda, mañana estaría enfadada con él.

—¿Quién era?

—Nadie.

¿Cómo iba a comer ahora? Su apetito se había desvanecido


en cuanto la vio en el restaurante. Hizo lo que tenía que hacer,
ordenó y picoteó la comida. Todo el tiempo, vigilando a
Graciella. Ella seguía riéndose de las bromas del hombre,
tocándole el brazo y asegurándose de mirarlo de vez en cuando
con esos ojos llenos de malicia.

Nunca en su vida había sentido celos por una mujer, hasta


esta noche.

44
***
Hizo seguir el coche de Killian. Boss solía utilizarlo como
medio de transporte. Y ella sabía que él vendría aquí.

Lo que no esperaba era que la rubia babeara sobre él.

Graciella se retocó el maquillaje en el baño. No estaba


segura de por qué le gustaba meterse con Boss. Tal vez porque
la había sorprendido el otro día y quería darle a probar su
propia medicina. Y, de alguna manera, él la hacía sentir
segura.

Mañana tenía un cara a cara con Viko Fedorov. No era algo


que ella esperara con ansias. Él nunca la había tocado. El
hombre era como una máquina: sin emociones, sin tonterías.
Insistió en que le hiciera un favor rápido antes del encuentro.
Negarse no era una opción. Tenía que follar con su cita y hacer
fotos para que Viko pudiera inculpar al hombre casado de algo.

El Circle of Monsters no era como Killer of Kings. Boss


dirigía su negocio sin problemas y tenía su propio y estricto
código ético. El Circle of Monsters era un grupo de violentos
asesinos de los bajos fondos. Eran crueles y despiadados. Y
ella tenía una gran deuda con Viko desde hace años. Él no la
presionaba para que pagara todavía, ya que le encantaba
tenerla en deuda. Ella se había puesto en contacto con él

45
porque necesitaba que la ayudara a resolver la mierda que
había empezado en Colombia. Viko sabía de dónde venía. Él
había financiado su pequeño proyecto, el que ahora estaba
completamente fuera de control.

Las drogas contaminadas sólo debían acabar con los


cárteles que habían arruinado su vida. Siempre usaban su
propio producto. Pero no se detuvo allí. Y había mutado,
mezclándose con otros productos químicos en el camino hacia
los Estados Unidos.

—¿Quién es el del traje? —Boss la agarró del brazo en


cuanto salió del baño.

Ella jadeó.

—No es de tu incumbencia —dijo. —Tu juguete te está


esperando. Date prisa, ya casi ha pasado su hora de acostarse.

—No me importa ella. ¿Quién es tu cita?

Ella puso los ojos en blanco. —Negocios.

—¿Qué clase de negocios?

Incluso con sus tacones de diez centímetros, él seguía


sobresaliendo por encima de ella. La hacía sentir frágil y
femenina, lo cual no era una tarea fácil. —Del tipo que paga
muy bien.

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Sus rasgos se endurecieron. —¿Quieres que lo mate por
ti?

—No lo voy a matar, sólo me lo voy a follar.

Boss la tenía apretada contra la pared del pasillo en


cuestión de segundos, con su cuerpo atrapándola en el lugar.
—Tienes habilidades, Graciella. ¿Por qué venderías tu cuerpo
por un contrato?

—Es sólo un cuerpo —susurró ella.

Estaban tan cerca. El aroma de su colonia, el calor de sus


palabras, el fuego en sus ojos.

—Sé de dónde vienes, cada detalle. Te mereces algo mejor


que esta mierda. Libérate del contrato.

Ella intentó zafarse de su agarre, pero él era como una


casa de ladrillos. —No sabes nada —dijo ella. —Y no puedes
opinar sobre mi vida.

—Ni siquiera puedes dejar que tu propio hermano entre en


tu vida. ¿Vas a morir como una perra miserable y rencorosa?

Graciella le dio una fuerte bofetada en la cara.

Él la miró sin reaccionar. Sin moverse.

Al momento siguiente, sus labios estaban sobre los de ella,


su mano en su pelo. Ella cerró los ojos, completamente
cautivada por la pasión. Se besaron largo y tendido. El mundo

47
entero desapareció mientras se devoraban mutuamente, sin
poder saciarse. Toda la tensión sexual entre ellos salió a la
superficie y no pudo ser reprimida.

Ella levantó la pierna contra el costado de él, la hendidura


del vestido le permitía una gran libertad de movimiento. Él la
agarró por la cadera, apretando contra ella. Se quedó sin
aliento, sin poder saciarse de ese hombre.

Cuando él se apartó, ella se quedó con las ganas, con todo


su cuerpo temblando de necesidad. Se tocó los labios. Su lápiz
de labios rojo tenía que ser un desastre.

—Tendré que arreglarme —dijo con desdén. A Graciella no


le gustaba lo mucho que le afectaba Boss. En su opinión,
sacaba a relucir demasiada vulnerabilidad.

La enjauló con un brazo a cada lado de su cabeza. Quería


sentir esos gruesos músculos por sí misma, pero luchaba por
mantener la compostura.

—¿Ahora soy tu prisionera? —preguntó.

Boss se quedó mirándola, con la mandíbula apretada.

—Nuestras citas están esperando. —La intimidad era más


de lo que ella podía soportar: la mirada de él, el hecho de que
conociera su jodida infancia.

—No te quiero en su cama esta noche —dijo. —Te quiero


en la mía.

48
Cuando Viko le pedía algo, tenía que hacerlo. Hasta que
su deuda fuera pagada en su totalidad, ella tenía pocas
opciones en el asunto. Por suerte, ella sabía que no iba a
abusar de ella.

—No puedo...

—¿Por qué no? ¿De cuánto es el contrato? Te pagaré —dijo


él. —Déjalo libre.

—No entiendes. He dicho que no puedo. —Se escabulló y


desapareció en el baño. Las emociones brotaron porque la
verdad era que prefería estar en la cama de Boss. Un trabajo
era un trabajo, y si empezaba a compadecerse de sí misma, la
cosa no saldría bien.

Él apareció en el reflejo del espejo.

—Este es el baño de mujeres, Boss. Vete.

—Dime por qué no lo dejas ir. ¿Te gusta?

Sonrió, dándose la vuelta mientras se apoyaba en el


mostrador. —Es un chantaje. Mi contacto necesita fotos de él
follando con una mujer que no sea su esposa.

—Entonces intercambiamos. Mi chica está rogando por


tener sexo. Los emparejamos.

—Será una noche triste para ti entonces. No tengo sexo


por placer. Sólo por negocios.

49
—Llámalo como quieras. —Le ahuecó la cara y usó el
pulgar para limpiar parte del pintalabios manchado. —Eres
tan jodidamente hermosa, Graciella.

Las lágrimas se clavaron en sus ojos. Dios, qué perfecto


sería ser deseada, amada y protegida por Boss. Pero nunca
confiaría en un hombre. Nunca. Podía cuidar de sí misma.

—Puedes conseguir la mujer que quieras —dijo.

—Puedo decir lo mismo de ti. Todas las cabezas se vuelven


en tu dirección cuando entras en una habitación.

—No es real —dijo ella. —Este cuerpo es un disfraz. No hay


nada bajo esta piel. —No era una mentira. Su confianza, su
sexualidad, todo era un juego, todo parte de ser la asesina
perfecta. La verdadera mujer estaba vacía, era una niña
destrozada en un millón de pedazos.

—Dame una noche.

Tragó con fuerza, tentada de aceptar su oferta, de sentirse


como Cenicienta por una noche.

—Eres un buen besador. Pero hasta ahí tiene que llegar


esto. —Se dio la vuelta, se arregló el maquillaje y volvió a su
mesa. Su corazón se aceleró. Quería volver a ser la perra, pero
Boss había despertado algo dentro de ella.

Su objetivo no estaba mal. Al menos no tenía que matarlo.


Necesitaba acabar con esto para tener las fotos para entregar

50
a Viko mañana por la noche. Si se presentaba con las manos
vacías, no habría forma de que él aceptara ayudarla a salir de
este desastre con las drogas.

—Me estaba preocupando por ti —dijo él, tratando de


alcanzar su mano. Ella se encogió pero lo permitió.

—¿Podemos saltarnos el postre? —Ella se mordió el labio


lentamente, sensualmente, para mostrar su intención. Él
mordió el anzuelo y pidió inmediatamente la cuenta. Graciella
ni siquiera se molestó en volver a mirar a Boss o a su sexy
juguete. Se escabulló con su acompañante y salieron al
estacionamiento en busca de su coche. Estaba ansiosa por
salir de allí.

El sonido de goma quemada los hizo levantar la vista. Un


coche avanzaba a toda velocidad por la calle, frenando justo
delante de ellos. Estaba oscuro, sólo unas pocas luces de la
calle los ayudaban a orientarse. Killian salió del asiento del
conductor, se inclinó sobre la parte superior del coche y
apuntó con un arma.

—Retrocede, Widow Maker.

—¿Qué es esto?

En el momento en que se apartó de su cita, le dispararon


y su cuerpo se desplomó en el suelo. Killian saludó con la

51
pistola, le dedicó una sonrisa de satisfacción y se alejó a toda
velocidad por la carretera.

—Tienes que estar bromeando. —No era necesario que


muriera, aunque fuera un bastardo infiel. Pasó por encima del
cuerpo y se dirigió de nuevo al restaurante.

Sus pies la estaban matando. Se abrió paso entre las


mesas, ignorando al personal que le preguntaba a dónde se
dirigía. Boss sonrió y levantó una copa de vino cuando se
acercó a su mesa.

—¿Quién te crees que eres? Me acabas de arruinar esto.

—No sé de qué estás hablando, cariño.

—Sí, Killian estaba actuando por su cuenta, ¿verdad?

Boss se encogió de hombros. —Entonces no deberías


haber traído a tu cita al mismo restaurante en el que sabías
que estaría yo. Diría que estabas pidiendo que esto sucediera.

No tenía ni idea de por qué lo había organizado así, pero


no podía volver atrás y deshacerlo. A veces ni siquiera podía
entender sus propias acciones. Pero tendría que dar muchas
explicaciones mañana con Viko, y su estómago ya se sentía
revuelto al pensar en ello.

—Eres un imbécil —dijo ella.

52
Dejó su vaso y le hizo un gesto a la camarera. —Pon esto
en mi cuenta y llama a un taxi para la joven.

—Pero...

Boss se llevó un dedo a los labios para acallar las protestas


de la chica.

Graciella no entendía por qué sentía tanta satisfacción


cuando Boss se desentendía de su cita. La chica no estaba
contenta, dispuesta a patalear y hacer pucheros.

Se levantó y se dirigió al frente del restaurante él solo.


Graciella lo siguió. Una vez que estuvieron solos y fuera del
alcance de los oídos de todos, lo agarró de la manga. —¿Qué te
da derecho?

Boss se detuvo y la miró de frente, sin intimidarse lo más


mínimo. —No quería compartirte.

—No soy tuya para reclamar.

53
Capítulo 4
No soy tuya para reclamar.

Las palabras resonaron en la mente de Boss mientras


empezaba a quejarse. ¿Qué demonios había pasado anoche?
En un momento se había metido en la piel de Graciella, y al
siguiente, oscuridad total. Ni siquiera podía recordar lo que
había dicho después.

Al levantar los brazos, se dio cuenta del tintineo del metal.


Mirando hacia abajo, gruñó. ¿Qué diablos?

Cuando se espabiló, se dio cuenta de que estaba en una


cama con cadenas alrededor de las muñecas. —¡Joder!

Al tocar su cuerpo, descubrió que aún tenía la ropa puesta,


pero su teléfono móvil, las armas y los cuchillos habían
desaparecido.

No podía recordar mucho de la noche anterior. Esa fue una


mierda fuerte.

—Es un hecho poco común vencer al gran Boss de Killer


of Kings.

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Boss se giró para ver a Viko sentado en la esquina de la
habitación, con aspecto tranquilo y relajado.

—Tu obra, supongo —dijo él.

—No pude resistir la oportunidad. Realmente me lo pusiste


muy fácil.

Miró alrededor de la habitación. No había rastro de la


Widow Maker. —¿Era yo el objetivo?

Viko chasqueó la lengua. —Sabes, te admiro. Eres un


excelente tirador. Eres el jefe de todo tu imperio, pero no
deberías permitir que una mujer te distraiga tan fácilmente.

La televisión del otro lado de la habitación cobró vida y vio


a Graciella tumbada en una cama. Le habían quitado el vestido
rojo que llevaba. Estaba completamente desnuda y vio a los
hombres en la habitación, esperando.

—¡Déjenla jodidamente en paz! —Boss no pudo contener


su rabia.

Él y Viko se parecían mucho. Ambos tenían sus propias


organizaciones que dirigir, pero Boss tenía moral, ética, un
poco de ella al menos. Viko siempre tenía su propia agenda.
Donde Boss podía salir de día, ser visto por las cámaras, Viko
tenía que mantenerse en las sombras. Era un hombre buscado
en la mayoría de los países, pero nadie podía encontrarlo. Vivía
una vida de lujo, dejando muerte y decadencia a su paso.

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—¿Dónde está Killian?

—Oh, no te preocupes por él. Estoy seguro de que está


reuniendo a tus hombres mientras hablamos.

—¿De qué se trata esto? —le preguntó. —Querías una


reunión conmigo, la pides, no lo haces así.

—Boss, hago lo que quiero cuando quiero. Ahora, he visto


la forma en que Graciella te ha hecho comportar estos últimos
meses. Ella ciertamente se ha metido bajo tu piel. Le di un
trabajo, y esperaba que lo hiciera lo mejor posible. Ella es
increíble en lo que hace. No tengo experiencia personal sobre
eso, por supuesto.

—Sabes que fue violada de niña. La lastimaron una y otra


vez —dijo Boss.

—Conozco su historia. Es por eso que nunca la maté.


Verás, Boss, lo que tienes que entender es que yo soy el héroe
de su historia. ¿Quieres saber quién la ayudó? Yo lo hice.
Cuando se trata de ella, es algo así como... una mascota a la
que parece que no quiero matar.

Boss lo fulminó con la mirada. —¿Entonces por qué están


esos hombres con ella?

—Oh, Boss, realmente necesitas controlarte. Graciella es


un arma mortal. No puedo mantenerla aquí a menos que esté
completamente desnuda. Es la forma en que trabajamos, a

56
menos que nos encontremos en circunstancias públicas. Los
hombres han tratado con ella antes, y es conocida por romper
cuellos si siquiera la tocan inapropiadamente.

—Yo fui el que mató a su objetivo —dijo. Tenía que


protegerla. Sea lo que sea lo que Viko le había dado, lo estaba
poniendo jodidamente enfermo.

—Sé que mataste a la basura infiel. No necesitaba morir,


sabes. Es decir, iba a matarlo porque no tenía intención de
pagar, pero a veces me gusta jugar con los hombres. Para que
sepas, Graciella no habría tenido sexo con él. —Viko se encogió
de hombros. —Ella lo habría excitado, lo habría desmayado,
habría tomado las fotografías necesarias que mostraran lo que
había que ver, y luego él se habría despertado sin ningún
recuerdo, pero con una hermosa mujer desnuda a su lado. Ella
sólo utiliza su cuerpo si es necesario. Es el único ámbito en el
que es una maestra, pero me temo que ningún hombre ha sido
capaz de mostrarle lo bueno que puede ser. —Viko se puso en
pie. —Estoy aburrido de esta conversación. —Le lanzó las
llaves a Boss—Únete a nosotros cuando estés libre.

Boss ni siquiera dudó en quitarse las esposas y dirigirse


hacia la puerta. Se detuvo, revisó la habitación y encontró lo
que buscaba. Habían dejado una pistola. La recogió, comprobó
la recámara y salió de la habitación.

57
Siguió el sonido de la voz de Viko y apuntó su arma, sólo
para detenerse cuando vio a Graciella sentada en la mesa del
comedor, con dos pistolas apuntando a su cabeza, y aún
estaba completamente desnuda.

Su mirada estaba puesta en él y observó cómo negaba con


la cabeza.

La pobre no tenía ni idea.

—Podemos hacer esto por las buenas o por las malas,


Boss. No me importa cuál. Sólo sé que tú te lo has buscado.
Podemos trabajar juntos o puedo matarte. Sinceramente, no
me importa lo que sea. Estoy dispuesto a todo. Pero este es mi
reino y no me gusta que me apunten con un arma a la ligera.

Bajó el arma, dejándola en el suelo.

—Excelente. Ahora que sabemos que Graciella no esconde


nada, podemos conseguirle una bata —dijo Viko. —¿Quieres
unirte a nosotros, Boss? Las drogas que utilicé desaparecerán
aún más rápido con la comida. —Viko levantó un trozo de
naranja y se lo llevó a la boca. —Híncale el diente. Hay mucha
comida para todos.

Boss no esperaba que Graciella hincara el diente, pero lo


hizo en cuanto se puso la bata. La observó comer con
entusiasmo, sin mirar ni una sola vez hacia Viko.

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—¿Soy la única persona aquí con sentido común? —
preguntó Boss.

—No voy a matarte, Boss. Puedes comer sin preocuparte.

—No quiero comer. Quiero saber de qué va todo esto.

—Come —dijo Graciella. —No es educado ignorar la


comida que se ofrece.

Él no complacía las necesidades de nadie, pero sí


necesitaba comida. Las drogas que le habían dado para
noquearlo habían permanecido demasiado tiempo para su
gusto. Recogiendo un poco de fruta, dio unos mordiscos,
siendo cuidadoso y calculando todas las salidas disponibles y
las posibles dificultades que tendría.

—Entonces, tenemos un problema. Las drogas —dijo Viko.

Graciella hizo una pausa. —Lo sabes.

—Por supuesto, lo sé. He estado siguiéndoles la pista


desde que desapareció la fórmula, al igual que nuestro
científico jefe.

Boss los miró a los dos. —¿Qué sabes de las drogas?

—Que han cruzado la frontera y están dejando un rastro


de cadáveres —dijo Viko.

—Tengo que limpiar el desastre —dijo Graciella. —Ya


sabes por qué.

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A Boss no le gustó esto. —¿Sabes lo de las drogas? ¿La
fiebre? ¿Las reacciones? ¿Las alucinaciones?

Graciella lo miró y asintió.

—Este es tu momento de hablar, Graciella —dijo Viko.

—¡Ya estoy harto de tu maldita voz! —gruñó Boss. Con


cada trozo de comida que consumía, su rabia aumentaba.
Hacía tiempo que no se dejaba llevar. Estar a merced de
cualquiera iba en contra de todo lo que representaba. Era él
quien iba y ponía a sus hombres a salvo, no al revés.

—Ten cuidado —dijo Viko.

—Yo soy la que creó las drogas —dijo Graciella.

—Tú no las creaste, querida. Fue ella la que tuvo la idea.


Sólo pensé que era brillante, y por eso la financié y ayudé a
llevarla a cabo.

—Se suponía que sólo era para los cárteles. Los que
trataban con carne y hueso. Los que roban niños y niñas y los
destruyen —dijo Graciella. —Me hice la promesa durante mi
cautiverio de que si alguna vez tenía la oportunidad de
matarlos, lo haría. Sólo que trafican con drogas, y yo sabía que
probaban su propio producto. La idea era hacer un lote que
estuviera contaminado. Los hombres tendrían una muerte
dolorosa, pero yo los eliminaría a todos rápidamente. Tenían
fiestas de celebración.

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—Salió mal —dijo Viko. —Nuestras instalaciones fueron
saqueadas. El científico implicado desapareció junto con el
producto. Creemos que robó parte de la fórmula y ha estado
trabajando para diversificarla.

—Espera, un momento. ¿Me estás diciendo que las drogas


que ahora están matando a la gente vinieron de ti? —preguntó
Boss. —¿Por qué venderían esta mierda si está matando a la
gente?

—Supongo que pensaron que podrían ser capaces de


cambiarla, no lo sé. No soy un científico. No sé cómo funciona
esto —dijo Graciella. —Es por eso que he venido a ti. —Se
volvió hacia Viko. —Tenemos que detener esto.

—Te advertí, Widow Maker, que harías un movimiento del


que te arrepentirías. Todas las muertes están en tus manos.

—Espera un momento —dijo Boss.

—Tengo mis fuentes investigando esto. Tu deuda conmigo


acaba de duplicarse, Graciella. Que sepas que estarás en
deuda conmigo por el resto de nuestra vida. Después de lo de
anoche, será mejor que no me falles otra vez.

***

61
Graciella se paseaba por el despacho de Boss. La
habitación era enorme. No era así como ella quería que esto
sucediera. Esperaba poder ocuparse ella misma del problema
de las drogas, pero ahora se lo habían quitado de las manos y
no sabía qué hacer.

Él se había enfadado mucho con ella.

Eso no importa. Pensara lo que pensara de ella, ella se


encargaría de ello.

Las drogas habían sido un toque de genialidad cuando ella


las controlaba. Ahora, eran una verdadera molestia. Con la
participación de Viko, no sabía si sería buena idea involucrar
al Circle of Monsters.Boss finalmente llegó y los restos de la
droga que le habían dado habían desaparecido. A ella le habían
dado la misma droga. Los efectos secundarios no eran
precisamente refrescantes. Le gustaba tener el control en todo
momento, y estar drogada la ponía en un mal lugar.

No estaba solo al entrar en el despacho. Entraron Killian,


Bain y El Diablo.

Miró a su hermano. Una parte de ella quería correr a sus


brazos y fingir que las últimas dos décadas no habían ocurrido,
pero ya no era una niña. Hacía mucho tiempo que no lo era. Él
no podía ayudarla a luchar contra los demonios que la
acosaban cada día de su vida. Apartándose el pelo de la cara,

62
fue muy consciente de que aún llevaba la bata que le había
dado Viko.

Estar desnuda delante de los hombres no la afectaba.


Hacía tiempo que había superado el miedo y la preocupación
de estar cerca de un hombre. Viko no confiaba en ella, pero
ella nunca le había dado una razón para hacerlo.

—Graciella —dijo él.

— El Diablo. —Rara vez lo llamaba por su nombre de pila


y sabía que eso lo enfurecía. Él apretó los dientes.

—¿No te mantienes alejada de los problemas?

—Tengo un problema con encontrar problemas. —Ella se


encogió de hombros.

—Ya está bien. Dime que ha funcionado —dijo Boss.

Ella miró a Boss y luego a Killian.

—Ha funcionado. Podemos oírlo y sabemos dónde va a


estar y cuándo.

—¿Qué está pasando aquí exactamente? —Algo estaba


pasando y ella no sabía qué. Odiaba que la mantuvieran en la
oscuridad.

—¿Quieres decírselo? —preguntó Boss.

Ella se volvió hacia su hermano.

63
—¿No creerás realmente que Viko ha vencido a Boss?

Miró hacia Boss. —Tú planeaste esto.

—Todo, hasta los pequeños detalles de ser capturado.

Killian se encogió de hombros, con una sonrisa culpable


en su rostro. Todos estaban metidos en esta mierda.

—Así que la putita con la que estabas, ¿era todo parte del
plan? —preguntó ella. Odiaba lo celosa que sonaba. No es que
le importara lo que Boss estaba haciendo o con quién.

—Sólo era un poco de diversión. Lo que tenemos ahora, sin


embargo, es lo importante —dijo Boss.

—Todo fue una mentira.

Joder, no se lo podía creer. Ella realmente creía que Viko


había sido más astuto que Boss. Debería haberlo sabido.

—Siempre estoy un paso por delante de ti, Widow Maker.


No deberías subestimarme.

El hecho de que Boss hubiera estado trabajando en su


propio plan la enfureció aún más. Le habían tomado el pelo, la
habían mantenido al margen, y nadie le hacía eso.

—Bueno, veo que tienes todo en orden. No me necesitas.


—Se dirigió hacia la puerta sólo para que su hermano se
interpusiera en su camino. —Muévete.

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—Estás molesta.

—No me conoces, hermano. No sabes de lo que soy capaz.


Muévete. —Ella escupió la última palabra, pero él negó con la
cabeza. —Te haré daño.

—Entonces hazme daño. Prometí protegerte.

—Y la has jodido —dijo ella.

Él se sacudió como si ella lo hubiera abofeteado. —Pero


ahora puedo protegerte.

—Pregúntale a tu jefe si necesito protección. No necesito a


ningún hombre.

—Tienes que hablarnos de las drogas, Graciella —dijo


Boss.

Un momento era Widow Maker, al siguiente Graciella.

—¿Te das cuenta de lo que has hecho? —preguntó ella —


¿Crees que Viko no lo sabe?

—Yo diría que con el hecho de que tiene a dos mujeres con
él y se las está follando hasta el olvido, yo diría que no lo sabe.

Ella negó con la cabeza. —Tienes que aceptar trabajar con


Viko.

—No trabajo con nadie como él.

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Ella gruñó. —Vas a conseguir que te maten a ti y a todos.
¿Te das cuenta de eso? ¿Tienes idea de lo peligroso que es todo
esto?

—Killian, Bain, Xavier, váyanse.

—No me voy —dijo Xavier.

—Necesito hablar con mi invitada a solas.

—¿Qué tal si me voy y luego te ocupas de cualquier mierda


que tengas en marcha? No me necesitas —dijo ella.

Boss la ignoró.

Los hombres se fueron, uno a uno, hasta que se quedó a


solas con Boss una vez más.

—Ya deberías saber que siempre tengo un plan para


conseguir lo que quiero. Soy meticuloso con los detalles. No
cometo errores.

—No tengo que escuchar ninguna de estas tonterías. —


Cruzó los brazos sobre el pecho.

—Esas drogas están matando a gente inocente. No tenía ni


idea de que tú fueras la responsable. Tienes que decirme lo que
sabes.

Se dirigía a la puerta pero se giró para gritarle. —Sabes


todo lo que sé. No tengo ningún secreto que te esté ocultando.

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—De verdad, ¿y qué hay del hecho de que tú fuiste la
responsable de meter las drogas en esto en primer lugar?

—Fue un maldito gran error. Ahora lo sé. ¿Crees que


quiero que muera gente inocente? No quiero. Quiero decir, no
pueden ser tan inocentes si están tomando drogas. —
Necesitaba ser fría, no pensar ni sentir. —No tengo que
justificar mis acciones ante ti.

—Tienes razón, no tienes que hacerlo, pero esto va a ser


una tormenta de mierda. Los casos están aumentando,
Graciella. La gente está muriendo.

—Lo estoy manejando.

—¿Acudiendo a hombres como Viko?

—No es tan malo como parece —gritó ella. —¿Por qué estoy
justificando mis acciones ante ti? No necesito explicar nada de
esto. Tomé una decisión hace años y ha venido a morderme el
culo. No te necesito a ti ni a tus hombres, yo me encargo.

—¿Como manejaste tu objetivo anoche?

Ella dio un paso hacia él. —Ten cuidado. Esa fue la única
vez que me engañas, Boss. No me confundas con una
damisela. Te has pasado de la raya. No quiero tener nada que
ver contigo.

La agarró del brazo cuando se disponía a marcharse,


sujetándola con fuerza.

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—Si vinieras a trabajar para mí, no necesitarías usar tu
cuerpo. Estarías a salvo.

Ella negó con la cabeza. —Te equivocas, Boss. Este es el


peor tipo de negocio en el que se puede estar. Lo sé, lo sabes.
Voy a terminar muerta como todos mis objetivos. Mis días
están contados y después de todo lo que he hecho, una muerte
rápida sería un acto de misericordia para mí.

—No te vas a morir.

—Mira mi historial. He matado a mucha gente. Las drogas,


¿crees que es lo peor que he hecho? No lo es. Desde el momento
en que me llevaron, estuve perdida. No soy una buena persona.

—Si no eres una buena persona, ¿por qué intentas


localizar la fuente de las drogas? Por eso irrumpiste en el
Departamento de Policía, ¿no es así? ¿Querías determinar si
las drogas habían vuelto? ¿Es por eso que sigues aquí? ¿O hay
otra razón? —preguntó.

Él estaba tan cerca.

Sus labios... sólo hacía falta que ella se inclinara y lo


besaría.

Ella siempre había odiado los besos. Normalmente eran


húmedos y desagradables, cediendo a la necesidad de un
hombre. El beso de Boss no había sido suave ni torpe. Sabía

68
lo que hacía y había tomado el control absoluto. Fue el primer
y único beso en su vida que realmente disfrutó.

Viko la había obligado una vez a besarlo. Ese había sido


uno de los pagos que había exigido. Un solo beso. Fue hace
muchos años, pero el que le dio no la hizo sentir nada. Boss la
hacía sentir y ella no podía permitirse eso.

—¿Qué pasa, Boss? ¿Crees que he venido a pegarme a ti?


¿Qué puedes mantener toda mi atención? —Hizo un mohín. —
Estoy aquí para hacer un trabajo y cuando esté hecho, me iré
de aquí.

—Podría matarte —dijo Boss. —Si eso es lo que esperas.

Ella negó con la cabeza. —No quiero morir.

—No estás viviendo realmente.

—Mira a tu alrededor, puedo hacer lo que quiera.

—Te vas a casa sola todas las noches, comes comida para
llevar, ves películas. ¿Me estás diciendo que no estás sola?

—Se necesita uno para conocer a uno, Boss. —Ella se


apartó de sus brazos. —Aléjate de mí.

—No te vas a ninguna parte —dijo él.

—Puedes seguir en tu escritorio, revisando los mismos


informes de mierda de siempre todo lo que quieras, pero las
verdaderas respuestas vienen del trabajo de campo. Eso es lo

69
que voy a hacer. —Abrió la puerta y se fue. No se fue
inmediatamente. La oficina de Boss estaba llena de armas y
ropa. Fue a uno de los armarios de suministros y encontró
unos pantalones de chándal y una camiseta de su talla.
Acababa de vestirse cuando entró El Diablo. Estaba en la
puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho.

—No tienes que seguir corriendo —dijo.

—No tengo tiempo para la charla fraternal.

—Maldita sea, Graciella. Quiero que seamos una familia.

Se sacó el pelo de la camiseta. —Siempre seremos una


familia. Sólo que no vamos a ser del tipo que comparte postales
y regalos de Navidad. Sólo somos un hermano y una hermana
de sangre.

—Sabes que no ha pasado un día en el que no haya


pensado en ti —dijo El Diablo.

Ella se encogió de hombros. —Y supongo que no te fue tan


mal. No voy a hacer esto contigo, Xavier. —Pronunció su
nombre, con la esperanza de herirlo lo suficiente como para
que se callara y la dejara marchar.

—No quiero que te vayas —dijo él. —Déjanos ayudarte.

—Me metí en este lío y encontraré la manera de salir de él.


Es lo que se me da bien. —Alguien tenía un laboratorio
principal. Tenía que localizarlo, destruirlo, matar al maldito

70
científico y a todos los que estaban en la distribución, y luego
eliminar todo el producto. Pan comido, siempre y cuando se
mantuviera alejada de Boss, estaría bien.

71
Capítulo 5
Dejó caer la carpeta de archivos en la esquina de su
escritorio. —No la cagues —dijo Boss.

Bain gimió y tomó la carpeta.

—¿Cómo iba a saber que esa perra estaba siguiendo a mi


objetivo? —dijo Bain.

Boss se encogió. —No la llames perra.

Bain entrecerró los ojos pero mantuvo la boca cerrada.


Hojeó la carpeta. —Pan comido. —Siguió tirando del cuello de
la camisa y Boss se dio cuenta de que el sudor se le acumulaba
en la frente.

Boss enarcó una ceja. —¿Te sientes bien?

—¿Qué? —Bain era un hijo de puta frío. Había tenido una


infancia infernal, pero ahora estaba felizmente casado. Se lo
merecía. Boss se involucraba personalmente con la gente que
invitaba a trabajar para él. Killer of Kings era más que un
grupo de sicarios. Era mucho más que el Circle of Monsters.

—Nada. Llámame cuando esté hecho.

72
Una vez que Bain se marchó, se sentó en la silla de su
despacho y golpeó un bolígrafo contra sus labios. Después de
todo lo que había pasado la semana pasada, lo único que
seguía rondando por su mente era el hecho de que Graciella
pensara que debía tener miedo de Viko. Estaba muy
endeudada con el maldito y creía que era una especie de dios.
Le molestaba que ella no hubiera acudido a él primero.

Él quería ser su héroe.

Poco sabía ella del alcance del poder de Boss. El Circle of


Monsters no fue un problema para él. Esta era su ciudad. Killer
of Kings gobernaba estas calles.

Su celular sonó.

—¿Qué pasa, Maurice?

—Ella está en movimiento.

Por supuesto que sí.

Le pidió a un par de sus hombres que vigilaran los


movimientos de Graciella. No sólo para obtener información
sobre la tormenta de mierda de drogas que había iniciado, sino
por su propio bien. Tal vez más. —¿Dónde?

—Está conduciendo. Se dirige a la playa.

—¿Las playas?

73
—La zona parece desierta. Sólo unas pocas estructuras
más adelante. Está reduciendo la velocidad. —Después de un
par de minutos, continuó: —Bien, te envío la dirección. Se ha
metido dentro.

—Buen trabajo. Me dirigiré allí ahora.

—¿Quieres que envíe a Killian o a Chains con un coche?

—No, esta vez no. Averigua dónde estará Tyson Black esta
noche. Le haré una visita. —Boss colgó.

¿Graciella iba a reunirse con Viko? ¿Estaba ocultando


algo? Fuera lo que fuera, lo averiguaría pronto. Con la Widow
Maker en la cabeza, no podía concentrarse en su contrato
todavía. Introdujo la dirección en su programa informático y se
acercó a la deteriorada cabaña. Su coche estaba estacionado
en la puerta. Para ser una chica de ciudad que vivía en un
condominio de lujo, dudaba que disfrutara de los barrios bajos.

Estaba en medio de la nada. No había más coches a la


vista. Esperó a que su satélite escaneara la casa en busca de
señales de calor. Ella estaba sola. Le picaba la curiosidad, y
eso no solía ser bueno.

Se dirigió a su sala de armas y se equipó de armas de


fuego. Ya había tenido suficiente con hacerse pasar por la
víctima la semana pasada, y no pensaba repetirlo. Boss se
dirigió a las playas, bajando la ventanilla cuando los caminos

74
pavimentados se convirtieron en tierra. El aire olía diferente
aquí, salado y fresco. Las gaviotas graznaban y ya podía oír las
olas antes de verlas. Superó una duna baja y vio la vieja
cabaña de madera. Parecía solitaria y maltratada por el tiempo.
Las olas estaban agitadas, chocando contra la orilla, creando
una ráfaga de agua blanca.

Mientras avanzaba lentamente hacia ella, los sensores se


activaron en su tablero. Interesante. Había sido detectado por
la vigilancia. No era la primera vez que ella venía aquí. ¿Qué
estaba tramando? Siguió conduciendo. La Widow Maker ya
sabía que estaba allí, así que hoy no habría una visita
sorpresa.

Tal vez ella había planeado esto y quería asesinarlo.


Supuso que había peores formas de hacerlo.

Estacionó el coche y se acercó a la puerta principal, los


viejos tablones del porche crujían a cada paso. Boss no llamó
a la puerta. Giró el picaporte y abrió la puerta de un empujón.
Al segundo de apoyarse la pistola en su sien izquierda, le
retorció el brazo y se la quitó.

—¿Qué demonios? —dijo ella, sujetando su muñeca.

—¿Así es como recibes a los invitados?

—¿Invitados? Por lo que a mí respecta, estás forzando la


entrada. ¿No sabes llamar a la puerta? —preguntó ella.

75
Entró, dejando la pistola sobre una cómoda baja. Boss
comprobó la pequeña cabaña de planta abierta. Estaba mucho
más presentable por dentro que por fuera. Había una cama
doble, una mesita de noche, una cómoda y una silla de mimbre
de gran tamaño con un gran cojín de flores. No parecía el estilo
de Widow Maker. —¿Qué es este lugar?

—No es de tu incumbencia.

Se encogió de hombros. Boss nunca esperaba una


respuesta directa de ella. Era la mujer más difícil con la que
había tratado. —¿Aquí es donde te follas a tus objetivos?

—Bastardo. —Ella se abalanzó sobre él y él le agarró las


dos muñecas. Le encantaba presionar sus botones. Había algo
profundamente satisfactorio en jugar con Graciella.

—Deberías aprender a controlar tu temperamento de


latina. Será tu perdición.

—Es curioso que seas el único que consigue hacerme


enfadar. —Ella luchó por liberar sus brazos, pero no iba a ir a
ninguna parte hasta que él lo decidiera. —¿Qué quieres de mí
ahora?

—Quiero saber por qué condujiste hasta esta cabaña de


mierda. Estás ocultando algo.

Ella negó con la cabeza. —Lo que ves es lo que hay. No


estoy ocultando nada.

76
—Te reuniste con Viko hace unos días. No olvides que lo
estoy vigilando. Y a ti. ¿De qué hablaron?

Graciella resopló. —¿Por qué no se lo preguntas tú mismo?

—Pensé en preguntártelo a ti. Después de todo, es tu


maestro. Como dijo, estarás en deuda con él el resto de tu vida.
¿Eso es lo que te gusta? ¿Ser esclava de un hombre como él?

Sus ojos se entrecerraron, pero esa fue toda la emoción


que pudo sacarle. Él sabía que había dado en un punto
sensible, pero ella se las arregló para mantener sus muros de
hierro.

—¿Te gusta que te pongan en exhibición para pedazos de


mierda como Viko? Dijo que no era la primera vez que te hacía
desnudar.

—¿Y qué? Te he dicho antes que es sólo un cuerpo.

—Y yo te he dicho que eres mejor que esto.

Su figura era jodidamente perfecta. Muslos gruesos,


caderas redondeadas y un culo de muerte. Llenaba todo lo que
llevaba de una manera increíble. Y sabía exactamente cómo
afectaba a los hombres. Graciella era el paquete completo. Sólo
que no lo era. Su belleza estaba a flor de piel, el resto era un
oscuro abismo de dolor que ella mantenía enterrado. Boss
estaba convencido de que era el único hombre que podía
manejar a una mujer como ella.

77
Pero no estaba buscando sentar cabeza. No ahora. Ni
nunca.

Sólo se oía el sonido lejano de las olas y su respiración


combinada. Estaban tan cerca. —Viniste aquí por una razón
—dijo ella finalmente.

—No me gustan los secretos. Los tuyos suelen ser


mortales.

—De nuevo, no planeé que esto sucediera —dijo ella. —Y


voy a limpiar todo. Estoy trabajando en eso.

—¿Dónde entra esta cabaña?

Ella exhaló. —Es mía, ¿ok? Un lugar al que me gusta venir


a veces. Me ayuda a pensar.

Incluso la desalmada Widow Maker necesitaba una


escapada. Boss nunca se concedía tales libertades. Demasiado
peligroso.

—¿Te gusta el mar? —preguntó. Graciella era fría,


calculadora y despiadada. Descubrir que tenía pasiones
ocultas valía la pena el viaje hasta la playa.

Ella no le respondió, pero él no esperaba otra cosa.

—¿Te importa si me siento?

78
—Siéntete como en casa —dijo ella, apartando las manos
una vez que él relajó su agarre. Se sentó en el borde de la cama,
los muelles chirriaron ligeramente por su peso.

—Nunca pensé en ti como una chica de flores —se burló.

—Sabes tan poco de mí, Boss. Crees que lo sabes todo,


pero nunca puedes entrar aquí. —Usó dos dedos para golpear
su cabeza.

—Quiero entrar.

Se dirigió hacia él, poniéndose justo delante de donde


estaba sentado. Tenía las piernas desnudas. Sólo llevaba un
corto vestido de verano blanco, que resaltaba su piel dorada.
—Consigues todo lo que quieres, ¿no? —preguntó.

—Casi.

Él pasó ambas manos por la parte trasera de sus piernas.


Ella no se inmutó.

Boss gruñó, su polla ya estaba rígida e incómoda.

—¿Has tenido muchas citas para cenar últimamente?


Estoy segura de que puedes tener a la mujer que quieras. Eres
el gran Boss de Killer of Kings, después de todo.

—No tengo citas. Y la única mujer que me interesa ahora


mismo ya está aquí.

79
—Soy la conquista de la semana. Supongo que debería
sentirme halagada.

—Deberías —dijo él.

—Supongo que estoy bien para una noche —dijo ella. —


Pero los hombres como tú no se conforman con mujeres como
yo. Quieren vírgenes. Jóvenes y dulces para equilibrar la
oscuridad. Sé cómo funciona —dijo ella.

—¿Qué pasa con las mujeres como tú? —preguntó él.


Había dolor en sus palabras. No estaba acostumbrado a
obtener una respuesta emocional de la belleza de pelo negro.

—Quedamos en el olvido. Perdidas. A nadie le importan las


rotas.

Sus manos subieron por los muslos de ella. Joder, sus


piernas eran suaves. Sintió el borde de sus bragas.

—No soy la mayoría de los hombres. Y, cariño, una virgen


nunca sería capaz de manejarme.

***
Graciella había venido aquí específicamente porque sabía
que Boss la seguiría. Odiaba el hecho de que la hubiera
superado la semana pasada con Viko. No podía quitárselo de
la cabeza.

80
No había forma de que admitiera que estaba en una
situación que la superaba. No había mucho que Viko pudiera
o quisiera hacer para ayudarla. Saber que Boss había invertido
en acabar con el problema de las drogas era como tener una
póliza de seguro, y eso la reconfortaba un poco.

Apoyó las manos en sus hombros. Seducir a los hombres


era su especialidad, pero tocar a Boss no era un día normal de
trabajo. Era un hombre duro y musculoso, una bestia. Sólo él
sacaba a relucir sus vulnerabilidades y ella lo odiaba.

—¿Cuál es tu verdadero nombre? —le preguntó.

Él sonrió.

—Tú sabes el mío.

—No tengo nombre —dijo él.

Su tono hizo que ella quisiera retirar la pregunta. No siguió


indagando.

—¿Cómo te hiciste esta cicatriz? —Él trazó una vieja


cicatriz en la parte delantera de su muslo. Sus grandes manos
sobre las piernas de ella hicieron que los escalofríos se
extendieran hasta su coño, pero de ninguna manera le
permitiría saber cuánto la afectaba su contacto.

—Estaremos aquí toda la noche si preguntas por mis


cicatrices. Tengo demasiadas para contarlas. Y la mayoría de
ellas tienen historias que no me interesa recordar.

81
—No eres la única.

Boss le soltó las piernas y se quitó la chaqueta. Iba cargado


de armas. Se sorprendió cuando se quitó las fundas y las dejó
en la mesa de noche. No era propio de él estar desarmado.
Cuando se quitó la camiseta y la tiró sobre la cama, se quedó
sin aliento.

—Intenta contarlas. —Le guiñó un ojo.

Su cuerpo estaba cubierto de tatuajes, duro como una


roca y marcado. Y tenía razón. Había cicatrices por todo su
cuerpo. Mucho peores que las de ella. Dios, quería tocarlo, pero
Graciella nunca se había permitido involucrarse
emocionalmente con un hombre. Boss era el único capaz de
cambiar eso. ¿Qué le estaba pasando?

Ella sabía de primera mano el tipo de hombre que era.


Boss se acostaba con diferentes mujeres cada semana, y ella
lo sabía de sobra. Graciella había intentado observar sus
movimientos durante meses. No era fácil. El hombre era como
un fantasma. Cada vez que lo veía ligar con diferentes mujeres,
la destrozaba, y se imaginaba a sí misma en su lugar.

Sólo que ella nunca sería su juguete desechable. Eso era


lo único que le interesaba a un asesino como Boss.

Tragó con fuerza y se puso de rodillas frente a él. Ese era


el papel que desempeñaba: la seductora, la Widow Maker. Así

82
se aseguraba de no ser nunca una víctima. Le pasó las manos
por el pecho, los hombros y los brazos. Sus cicatrices no la
desanimaban. Formaban parte de él, de un pasado retorcido.
Demostraban que había sobrevivido, igual que ella.

Él sostuvo su cara y se inclinó para besarla. Ella intentó


apartarse, pero lo hizo rápidamente. Le devolvió el beso,
saboreando la plenitud de sus labios y el dominio de su boca.
Incluso sabía bien, una mezcla de menta y masculinidad
cruda. Boss le levantó el vestido de verano por encima de la
cabeza, dejándola en un par de bragas de encaje.

¿Podría mantener su corazón fuera de esto? ¿Debería


echarse atrás antes de que fuera demasiado tarde?

Una parte de ella quería seducir, otra parte, una nueva


parte sin explotar, quería ser devorada. Nunca se había
entregado a un hombre, nunca se había permitido ser seducida
o disfrutar del sexo. Todo era un negocio, y si las cosas se
volvían personales, sabía que eso la destruiría. Su pasado
nunca le permitiría tener una relación normal. Los horribles
recuerdos sin duda aparecerían y arruinarían las cosas, o peor,
la harían débil e indefensa.

—Ven aquí, cariño.

Se sentó a horcajadas en su regazo, lenta y


deliberadamente, sintiendo su erección a través de sus
vaqueros oscuros mientras se frotaba contra su coño. Graciella

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tuvo que reprimir un jadeo. Se sentía tan bien. Se retorció,
queriendo afectarlo de la misma manera.

—¿Está Killian esperando fuera?

Él negó con la cabeza. —Estamos solos tú y yo.

Boss le besó la mandíbula, con su barba incipiente


rozando su piel. Sus manos le acariciaron el culo, acercándola.
Era tan fuerte y tenía el control. Ella rodeó su cuello con los
brazos y cerró los ojos, permitiéndose disfrutar de su atención.
Tener al gran Boss en su cama era todo un logro. Nunca había
tenido un hombre tan poderoso interesado en ella. Ni siquiera
Viko se había preocupado por tocarla.

Debía aprovechar esta oportunidad para envolverlo en su


dedo. Graciella ansiaba el control, tener la sartén por el mango.
¿Pero era eso posible con Boss?

—¿Qué vas a hacer conmigo?

Él sonrió. —Hacer que me ames.

Ella le pasó la mano por el espeso cabello, examinando su


rostro, las arrugas en las esquinas de los ojos y la intensidad
con que la miraba. —Estás perdiendo el tiempo. Eso no es
posible.

Se levantó ligeramente, girando el cuerpo de ella sobre la


cama para dominarla. Boss la miró fijamente, con hambre en
los ojos. Si no conociera tan bien a los hombres, juraría que

84
estaba a punto de matarla. Sus ojos oscuros eran siempre fríos
y planos, como los de un hombre sin conciencia. Era tan difícil
de leer.

—Siempre me han gustado los retos. —La besó en el


cuello, bajando entre sus pechos y luego sobre su estómago.
Su cuerpo se estremeció. Cuando él llegó lo suficientemente
abajo, ella se preparó, conteniendo la respiración. Pero él
utilizó una rodilla para levantarse y se colocó en el borde de la
cama.

Ella soltó el aliento, con el pulso acelerado.

—La oferta sigue en pie si quieres trabajar con nosotros.


—Se puso la camiseta y empezó a colocarse la funda mientras
ella estaba semidesnuda en la cama, con su coño todavía
palpitando.

¿Era siquiera humano? Sabía muy bien que se había


excitado con ella.

Graciella se apoyó en los codos. —¿Qué demonios estás


haciendo?

Él sonrió, una sonrisa diabólica apenas perceptible.

Ella se inclinó y recogió su vestido del suelo, poniéndoselo


rápidamente para cubrirse. Odiaba absolutamente lo pequeña
que la hacía sentir. —¿No podías hacerlo? Déjame adivinar, la

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idea de que otros hombres me hayan follado era demasiado
desagradable.

Él se quedó allí, callado, inmóvil, mirándola fijamente.

—Sólo soy una puta sucia, ¿verdad?

Esta vez, inhaló y entrecerró los ojos. La intensidad de su


mirada haría que la mayoría de los hombres se mearan
encima.

—En primer lugar, no me follo a mujeres que no están


dispuestas. Tu cuerpo dice que estás lista, pero no lo estás. En
segundo lugar, una vez que reclame ese cuerpo, y lo haré,
ningún otro hombre tendrá el placer de nuevo. Una vez que
seas mía, tendré que considerar matar a todos los que te hayan
tocado.

—Eso será un trabajo de tiempo completo.

Su rechazo picaba. Sentía una rana en la garganta. ¿Qué


le estaba haciendo? ¿Por qué no podía follarla como todos los
que ella seducía? Eso le habría dado poder y le habría
permitido jugar con él para obtener información privilegiada.
Ella era buena en su trabajo y nunca se lo pensó dos veces
antes de utilizar cualquier situación en su beneficio.

Esto era diferente.

Por mucho que ella intentara presionarlo, él nunca mordía


el anzuelo. Intentaba jugar con ella, hacerla sentir especial

86
cuando no lo era. Boss no tomaba en serio a las mujeres, así
que si pensaba que ella era diferente, era una tonta.

—Deberías dejar de pensar tan bajo de ti misma. No juzgo


a la gente por su pasado. Date un respiro, Graciella. —Se
dirigió a la puerta. Ella quería rogarle que se quedara, para
continuar lo que habían empezado, pero él tenía razón. En
todo.

Ahora estaba aferrándose a un clavo ardiendo. —¿Qué le


parecería a Xavier que hayas venido a mi cabaña?

Se burló. —El Diablo trabaja para mí. No al revés.

Luego se fue.

Ella se tocó los labios, su beso aún persistía.

Una vez que él se alejó, con su coche completamente fuera


de su radar, su teléfono móvil sonó.

—¿Has tenido una buena visita?

Viko había sido su salvador, ahora no tanto. Ella sabía


exactamente a qué atenerse cuando se trataba de él. Mientras
fuera útil o estuviera en deuda con él, la toleraba.

—¿Por qué me vigilas?

—He pensado en una manera de que pagues tu deuda


conmigo.

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Ella se sentó más recta, ajustando el teléfono. —¿Cuánto?

—Todo.

Graciella tragó con fuerza. Una de las cosas más difíciles


con las que había tenido que lidiar en su vida adulta era estar
endeudada. Odiaba estar a merced de cualquiera,
especialmente de un hombre como Viko Fedorov.

—Te escucho.

—Mátalo.

—¿A quién?

Él se rió, el sonido subiendo por su columna vertebral. —


¿A quién más? Al asesino de reyes.

88
Capítulo 6
Un par de horas después, Boss se sentó en la silla de Viko.
El hombre tenía la desagradable costumbre de fumar. Después
de cortar los caros y pretenciosos cigarrillos, se sentó, con las
botas sucias sobre el escritorio, y esperó. Al poco tiempo, su
polla había bajado por fin, pero tenía la sensación de que eso
se debía más a su insistencia en pensar en mierdas malas que
a controlar realmente su propia excitación. Cuando se trataba
de Graciella, no pensaba con claridad. Ella lo hacía desear
tantas cosas.

No tenía ninguna duda de que, si hubiera querido, podría


haberla follado duro y rápido, incluso hacer que estuviera
cerca de correrse, pero ella esperaba eso. Se había tensado. Su
cuerpo le pedía a gritos que se detuviera, incluso mientras sus
labios permanecían cerrados. Él lo odiaba. La única forma en
que se llevaría a Graciella a la cama era cuando ella estuviera
dispuesta.

Graciella aún no se daba cuenta, pero estaban conectados.


Él no sabía los porqués de eso. Ninguna mujer había
mantenido su atención lo suficiente como para que le

89
importara. Había algo diferente en ella y tampoco era su
capacidad de lucha, aunque eso era un gran atractivo. Podía
arreglárselas sola, pero él detectó una vulnerabilidad. Nadie se
había ocupado de ella, ni le había mostrado amor, no sin un
precio.

Lo primero que tenía que hacer era ganarse su confianza.


Permitirle ver a su verdadero yo.

Entre las drogas, Graciella, los contratos que llegaban,


Viko y muchas otras cosas que estaba seguro de que lo
esperaban en su escritorio, ciertamente no se aburría.

Viko entró en su despacho, encendiendo la luz. Sus


guardias se tensaron en cuanto lo vieron. Boss no se movió.

—El allanamiento de morada es ilegal —dijo Viko, sin


parecer impresionado.

—Sí, y me parece un poco grosero poner un contrato de


muerte sobre mi cabeza. —Para aumentar su insulto, Boss
sacó su pistola y disparó dos balas, acabando con los dos
guardias de Viko. Ni siquiera recibieron una advertencia.
Además, llevaba puesto un supresor para no hacer ruido.

Viko se quejó. —Soy un oportunista. ¿Crees que no veo tu


fascinación por ella?

Boss se puso en pie. —¿Estás en mi ciudad y crees que


puedes seguir insultándome? —Rodeó el escritorio, con la

90
pistola al lado, esperando. —Podría meterte una bala en la
cabeza y nadie te lloraría.

Viko sonrió. —Sí, pero hay una razón por la que tú y yo


seguimos en pie. Mientras que tú mantienes a raya a tus
asesinos, ambos sabemos que yo mantengo a raya a los
monstruos.

Boss se rió. —Parece que piensas que mis hombres son


qué, ¿dóciles? ¿Son bebés? Hacen lo que se les dice.

—Todo lo que ustedes hacen se basa en un contrato. Son


todos buenos chicos. Tienes una pequeña y bonita oficina.
Tecnología de punta. Todo con ustedes es limpio y rápido. Ni
siquiera saben lo que acecha en la oscuridad.

Se burló. —Viko, eres un tonto. Por eso siempre tienes


hombres inferiores. No controlas a nadie. El dinero es lo que
hace girar tu mundo. Te quiero fuera de mi ciudad, esta noche.
Si te quedas, la próxima vez que te vea, te meteré una bala en
el cerebro.

—Graciella te matará —dijo Viko.

Boss sonrió y miró hacia su enemigo. —No, no lo hará. Tú


y yo sabemos que eso es una amenaza vacía. Te conozco, Viko.
Al conocerte, me fijo en los pequeños detalles que no muchos
verían. Te gusta Graciella. Asegurándote de que su deuda
contigo nunca sea pagada, puedes vigilarla.

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—Te estás volviendo blando en tu vejez.

—No, no lo estoy. Hago mis investigaciones. Nunca tienes


una deuda pendiente. O pagan, o están muertos. Has dejado
un rastro de cadáveres a tu paso, todos ellos en deuda contigo,
pero Graciella camina misteriosamente ilesa por la vida. No
creo que estés enamorado de ella, pero la admiras. Es como
una hija que nunca tuviste. Es fuerte y te interesa su futuro,
pero también sabes que hay límites a lo que ella puede hacer.
Ahora mismo, está centrada en limpiar su desastre, no en
matarme.

—Crees que lo sabes todo —dijo Viko. —No sabes nada.

—Sé lo suficiente. No sabía de su existencia. Tú lo sabías.


La salvaste cuando yo no pude. Eso es lo que te mantiene vivo.
—Boss se fue.

Killian lo esperó afuera. Después de subir al coche, Killian


arrancó el coche.

—Pensé que te había dicho que no esperaras.

—Lo hiciste, pero no me importa desobedecer las órdenes.


Puede que todos te odiemos la mayor parte del tiempo en Killer
of Kings, pero en el fondo sigues siendo un buen tipo.

Boss lo miró de reojo. Killian era un buen hombre, pero no


se creía las tonterías que salían de su boca. —¿Me has
colocado un dispositivo?

92
—No. Tienes grandes problemas de confianza, Boss. Me
imaginé que necesitarías refuerzos. Viko no es un hombre con
el que meterse.

—¿Y crees que yo lo soy?

—Es el primer tipo al que te has puesto a merced. Puede


que todo haya sido una actuación, pero no soy estúpido.
Conozco los verdaderos riesgos en juego, y tú también. Si Viko
te quisiera muerto, estarías muerto.

—¿Esto es un voto de confianza?

—Tú y Viko están en igualdad de condiciones. Esto es sólo


un concurso de medición de polla entre los dos. ¿Por qué lo
quieres fuera del país y si es así, qué tiene que ver la hermana
de Xavier con esto?

—No tengo que darte mis razones.

—Mira, odio tener que decírtelo, pero viendo que las drogas
y la hermana trajeron a Viko a la ciudad, por no mencionar la
creciente lista de muertos, tengo que saberlo. ¿Eras consciente
de que Scarlett también estaba tras esta pista?

Scarlett era la mujer de Bain, periodista, y una buena


fuente para conseguir información. No había tenido la
oportunidad de utilizarla para nada de esto.

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—¿Qué quieres decir? —Boss miró hacia Killian. Le
gustaba ser el primero en enterarse de todo, así que esta
noticia no le gustaba.

—Se enteró de la historia hace una semana. Bain me contó


algo sobre unos drogadictos que se volvían locos en la sala de
urgencias, suplicando ayuda, sujetándose la cabeza y
golpeándosela. Lo ha estado investigando todo.

—¿Por qué no se me informó de esto? —preguntó Boss —


Quiero que vayas a la casa de Bain y Scarlett, ahora. Necesito
hablar con ella.

Todo se estaba yendo a la mierda. Estaban sucediendo


muchas cosas, una tras otra, y a él le costaba seguir el ritmo.
Graciella lo distraía y no iba a fingir lo contrario.

—¿En qué estás pensando? —preguntó Killian.

—Quiero saber qué sabe ella.

—¿Crees que existe la posibilidad de que ella sepa más que


tú?

—Si mi memoria no me falla, Scarlett tiene sus medios


para conseguir lo que quiere. Consiguió meterse en la piel de
Bain y eso dice mucho. ¿Por qué no se me informó de esto
antes? —preguntó.

—Creo que Bain te envió un correo electrónico, o puede


haberte dejado un memorándum.

94
—No te hagas jodidamente el listo conmigo.

Killian había nacido en un prostíbulo irlandés y su vida


nunca había sido fácil. Ahora estaba felizmente casado y con
hijos. Una familia le sentaba bien.

—¿Qué pasa, Boss? —preguntó Killian. —Esto no es


propio de ti y no me gusta.

Boss abrió la boca pero se calló cuando sonó su móvil. Vio


que llamaba Maurice. Contestó. —No puedo hablar ahora,
Maurice.

—Bain está en el hospital —dijo Maurice.

—¿Qué diablos quieres decir? —Esto no era bueno. Esta


no era la clase de noticias que él quería escuchar.

—Scarlett llamó a la oficina. Te necesita. Algo está


pasando. Dijo que cometió un error y ahora está aterrorizada.

—Estaremos allí. Dame la dirección. —En una gran


ciudad, había varios hospitales importantes.

—¿Qué está pasando? —Killian preguntó en el momento


en que colgó.

—Bain está en el hospital y Scarlett necesita ayuda. —Se


palmeó la rodilla, atando cabos rápidamente. —Bain tomó las
drogas.

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—¿Qué? Eso no es posible, joder. ¿Cómo podría haber
tomado las drogas? El tipo ni siquiera se toma un analgésico.
No, hombre, lo has entendido mal.

—Algo lo molestaba esta mañana. Estaba... diferente hoy


en la oficina. Enfermo. ¡Joder! —Golpeó su puño contra la
parte delantera del coche. Había adquirido ese hábito y con lo
fuerte que era, hubo unas cuantas veces que desplegó el
airbag. Hizo que los quitaran todos del lado del pasajero de los
coches. Odiaba que lo golpearan en la cara.

Le dio a Killian la dirección del hospital.

Ignorando todas las preguntas, ya que no tenía


respuestas, llegó al hospital y encontró a Scarlett en la sala de
espera. Su rostro estaba pálido y era evidente que había estado
llorando.

—Dime qué mierda sabes —dijo Boss.

—Vienen en forma de caramelos de menta —dijo ella. —Me


lo dio un contacto. Estaba completamente sellado. —Le
entregó la bolsa. —Creo que Bain tomó una, pensando que
eran mías. —Tenía lágrimas en los ojos. —¿Qué he hecho? Las
dejé sueltas. Soy una maldita idiota. Creo que acabo de matar
a mi marido.

Matar a Scarlett no sería bueno. Aunque era tentador.

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De todos sus hombres, a Bain le había tocado la peor
baraja en cuanto a infancia. Se preocupaba por el hombre,
luchó mucho para que trabajara en Killer of Kings. Él había
cambiado su vida... ¿para qué? ¿Para morir en la cama de un
hospital por drogas contaminadas?

Quería gritarle a Scarlett, decirle lo estúpida que era. Todo


lo que había descubierto sobre esas drogas, nada era bueno.

Miró a la mujer de Bain. —¿Conoces la línea de tiempo? —


preguntó.

—No. Lo que la gente no sabe es cuánto tiempo después


de ingerirla hace efecto. —Ella moqueó.

—¿Bain no sabía que estabas trabajando en esto?

—No. Ha estado tan ocupado con su última misión que he


trabajado por mi cuenta. Esto era nuevo y cada vez que
estábamos juntos, no quería hablar de trabajo.

—No deberías haberlas dejado al descubierto. Eres una


maldita idiota. —Y eso era todo lo que iba a decir sobre el
asunto. Si Bain moría, iba a tener que tomar una decisión,
matar a Scarlett, o hacerla vivir con la culpa de haberla jodido.

***
Graciella no iba a matar a Boss.

97
La oferta de Viko, aunque tentadora, no iba a funcionar.
Él lo sabía y ella también. Boss era un buen hombre. Un
imbécil terrible y arrogante, pero casi siempre hacía un buen
trabajo. Rara vez tomaba casos que significaran que el hombre
malo ganara.

Él mataba a los hombres malos.

Los hombres como los que la habían capturado cuando era


una niña, que la hacían sufrir sólo por ser mujer. Odiaba a los
hombres de todo tipo, pero Boss le daba esperanzas. En su
trabajo, había visto el lado oscuro de la mayoría.

Matarlo no le haría bien al mundo. Eso permitiría que los


malos prosperaran. En la clandestinidad, tenía que haber un
control y un equilibrio. No se podía permitir que los tiburones
superaran en número a los peces.

Por eso, al entrar en el hospital, llevaba unos vaqueros y


una camisa de flores. Llevaba el pelo recogido y no llevaba
maquillaje. Esta no era la fachada que presentaba al mundo.
Se había enterado de lo que le había pasado a Bain. Uno de los
hombres de Boss estaba en el hospital y él la necesitaba ahora
mismo.

Xavier ni siquiera se fijó en ella cuando se acercó a él.

—Hola —dijo ella, mirando a su hermano.

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Él frunció el ceño y luego sus ojos se abrieron de par en
par. —¿Graciella?

Ella asintió.

Él la atrajo entre sus brazos.

Al principio, ella se tensó, lista para darle un puñetazo,


para mantener cierta distancia, pero en lugar de eso, lo rodeó
con sus brazos. Era extraño, durante mucho tiempo se había
olvidado de lo que era tener el amor de su hermano, su
protección, pero le llegó rápido. Mantuvo los ojos cerrados y
disfrutó del momento. No sabía cuándo tendría otro, o si sería
posible.

—Te tengo —dijo él.

—Yo debería abrazarte.

—No he podido abrazarte lo suficiente —dijo él.

La realidad. Los habían separado el uno del otro


demasiado pronto.

Ella se apartó. —¿Dónde está él?

—En la habitación de Bain. Como siempre, Boss se hizo


cargo. Ahora está en una habitación privada y sólo los mejores
médicos pueden verlo.

—¿Puedo ir con él?

99
—¿Conoces a Bain?

—No. Me refiero a Boss. Querrá verme.

Xavier asintió. —Un par de chicos están allí. También la


mujer de Bain.

Ella no dijo ni hizo nada, simplemente lo siguió. Los


hospitales eran el peor de los lugares. La habían llevado a los
hospitales después de que un cliente le diera una paliza, antes
de que supiera cuidar de sí misma. Se había pagado a la gente
para que no hiciera demasiadas preguntas. Ella no había
tenido a nadie.

Al entrar en la habitación de Bain, vio a algunos de los


hombres de Killer of Kings, y vaya, todos parecían enfadados.
Con ellos en la habitación, se sintió pequeña. No era una mujer
alta, y en ese momento, no podía creer que realmente rivalizara
con ellos con sus asesinatos y su habilidad para dar golpes.

Boss la miró. —¿Vas a matarme?

—No.

—¿De verdad? ¿No vas a aceptar el trabajo? Promete una


gran paga. Tengo entendido que tienes un montón de deudas.

—Tú y yo sabemos que Viko lo hizo a propósito. No quiere


que pague mi deuda.

—¿Deuda, qué deuda? —preguntó Xavier.

100
—No es nada. —Ella mantuvo su mirada en Boss. No le
sorprendió que él ya supiera lo que Viko le había pedido. No
había forma de que ella lo subestimara de nuevo. —¿Qué
sabes?

—En primer lugar, vas a tener que decirnos lo que sabes


sobre esto. —dijo Boss, poniéndose en pie. —No estoy jugando,
ya no. Es mi hombre el que está aquí.

Ella se dirigió hacia la puerta y la cerró. —No sé mucho,


pero lo que tienes que entender es que esta droga ha cambiado.
Lo que originalmente había planeado para ella, ha cambiado.

—Entonces dime lo poco que sabes, joder, porque ahora


mismo, estamos en un momento de contrarreloj. No va a morir,
¿me entiendes?

No había que confundir el filo de su voz. Boss estaba


aguantando por un hilo y si no tenía cuidado, se iba a
desquitar con ella.

—¿Cómo la consiguió? —preguntó ella.

La única otra mujer de la sala se levantó y le tendió una


bolsa de plástico. Al tomarla, Graciella frunció el ceño. —
Nunca lo había visto así. Están enmascarando el producto
original. —Hizo girar la bolsa transparente de caramelos de
menta en su mano. No eran de una marca reconocible, ni se
parecían a ningún caramelo de menta que hubiera visto.

101
—¿Cómo llegó a ti? —preguntó Boss.

—Como drogas crudas. No estaban disfrazadas así cuando


empezamos, pero podemos usar esto para hacer un
seguimiento.

—Un momento —dijo Xavier. —¿Tú creaste este producto?

Graciella se tensó cuando cada uno de los Killer of Kings


se giró hacia ella. Miró sus rostros. No había duda de la
acusación tácita, y todos la querían muerta.

—Hice esto para vengar mi infancia. —Miró a cada uno de


ellos. —Tienen que entender, los hombres que planeaba matar
usando esto, se suponía que era sólo para ellos. Tenía el
control total hasta que me lo arrebataron. Era una niña
cuando estos hombres me pasaban entre ellos, me violaban,
me golpeaban. Yo era el entretenimiento cuando se
emborrachaban. Quería asegurarme de que sufrieran. Me
habían entrenado bien, pero no podía eliminarlos a todos, así
que usé las drogas. Utilicé su mayor activo contra ellos. No me
avergüenzo de lo que hice. De lo que me avergüenzo es de creer
que podría borrar la existencia de esta cosa de la faz de la
tierra. Ese fue mi único error.

A Xavier se le llenaron los ojos de lágrimas. Scarlett


sollozaba. Los hombres no parecían dispuestos a matarla. Ya
no.

102
—No me compadezcan —dijo. —Lo que va a sufrir tu amigo
no es bonito, y no tenemos mucho tiempo. Esto tarda
veinticuatro horas, setenta y dos a lo sumo, pero no conozco
los compuestos completos, y la última vez que lo comprobé, no
eran reversibles. En todos los casos que he leído, los hombres
y mujeres no pudieron salvarse.

—Tengo al médico haciendo un análisis toxicológico


completo —dijo Boss.

—Necesitamos al científico. Sólo él puede saber cómo


tratarlo.

—Sin embargo, no hay garantía de eso, ¿verdad? —


preguntó Scarlett, con la voz temblorosa. —Esto fue diseñado
para matar. Tú misma lo dijiste. ¿Para qué crear un antídoto?

Graciella miró a Boss. —Porque si se trata del mismo


científico que utilicé, una vez me dijo que nadie crearía algo
donde existiera el riesgo de que volviera y lo mordiera. Para
cada dosis, habría un antídoto. De hecho, discutimos porque
tardó más de lo que yo quería. No me daría los medicamentos
hasta estar seguro de tener un antídoto. No tengo ninguno. No
tenía intención de consumirla, así que no me molesté en
conseguirlo. Si lo hubiera hecho, te lo habría dado.

—¿Cómo podemos confiar en ti? —preguntó Killian. —


Todo lo que has hecho es causarnos problemas. Estamos
limpiando tu desastre.

103
—¿Crees que no estoy tratando de limpiar esto? ¿Por qué
crees que me he movido tanto como lo he hecho? ¿Por qué
aparezco cuando los casos de los drogadictos enloquecidos son
abundantes? Lo estoy siguiendo. Estoy tratando de rastrearlo,
y esto es todo lo que tengo. —Levantó los caramelos de menta.
—Esta es la mayor pista.

Le temblaban las manos.

—Tenemos que hablar —dijo Boss. Le puso una mano en


la espalda y empezó a acompañarla fuera de la habitación, pero
Xavier se puso delante de la puerta.

El dolor en los ojos de su hermano era evidente. Esto era


una tortura para ella. Él era la única familia que le quedaba.
Era una de las muchas razones por las que intentaba
ignorarlo. Viéndolo ahora, era difícil mantenerse fría y
distante.

—Espero que algún día puedas perdonarme —dijo él.

—Xavier —dijo ella.

—Ahora no es el momento —interrumpió Boss y la empujó


hacia delante.

—No hay nada que perdonar —dijo ella.

Abriendo la puerta, dejó que Boss la guiara hasta donde él


quería.

104
Boss se detuvo ante un despacho. Entraron y ella miró a
su alrededor. No había cámaras y había varias máquinas en
las que los médicos realizaban radiografías.

Con las manos en las caderas, lo miró. —No quería que


esto sucediera. Espero que lo creas. No soy un monstruo.

—¿Por qué no me matas? —preguntó él.

—En serio, ¿quieres saber eso?

—No necesito saberlo hoy, pero es una pregunta que


tendrás que responder. Por ahora, dime todo lo que sabes
sobre Viko.

—¿Crees que distribuye la droga? —preguntó ella.

—Conozco a Viko y es el tipo de persona que disfrazaría


las drogas como otra cosa. Ayuda a que entren en el país por
vía marítima y no requiere tratos clandestinos.

—Viko no hizo esto.

—Suenas segura. ¿Cómo lo sabes?

Ella respiró profundamente. —Porque ... la deuda con él,


es más profunda que su protección hacia mí.

—¿Qué quieres decir?

Ella no quería revelar el asunto del otro hombre. Respiró


profundamente. La única manera de combatir finalmente estas

105
drogas era trabajar juntos. —Viko también está rastreando las
drogas. Lleva un par de años haciéndolo. Lo que no sabes es
que una vez tuvo una hija. No voy a entrar en detalles, pero
ella tenía un novio y... bueno, él la metió en las drogas. Estas
cosas la alcanzaron, y ella murió. Viko, a pesar de todos sus
defectos, está de tu lado. Quiere encontrar al científico y a la
gente que está detrás de esto.

106
Capítulo 7
Boss no tenía tiempo que perder. No con la vida de Bain
en juego. La posibilidad de perderlo era indigerible, pero su
hombre era fuerte, y si alguien podía sobrevivir a esto, sería
Bain.

Se tumbó boca abajo en el tejado del edificio de siete pisos.


El negocio nunca se detenía en Killer of Kings. Quería tomarse
su tiempo con este contrato, saborearlo. Pero en este momento,
sólo necesitaba hacerlo. El calor lo estaba afectando, pero no
se inmutó. Era una estatua, con los ojos clavados en el portal
del edificio de enfrente. Maurice había seguido sus
movimientos, y el Sr. Black siempre se ejercitaba en este
gimnasio, a la misma hora, el mismo día. Nunca es inteligente
que un hombre que trabaja en el lado oscuro de la ley tenga
un horario predecible.

Tan pronto como tuvo a Tyson Black en la mira, apretó el


gatillo. Sólo hizo falta un disparo. Boss nunca fallaba.

Inmediatamente, se puso en posición sentada y recogió su


rifle de francotirador. Limpio y rápido. Sólo quedaba uno más
del que ocuparse: Edward Seer. Había querido hacerlo él

107
mismo, pero encontrar al científico era ahora su máxima
prioridad.

Sacó su móvil mientras bajaba la escalera hacia la calle de


abajo. —Chains, tengo una búsqueda y una eliminación de la
que necesito que te encargues. La familia de un cliente ha sido
amenazada.

—Envíame la información. Lo haré.

—Espera mi mensaje protegido. Comprueba los cabos


sueltos. Asegúrate de que nadie hace daño a la mujer o a la
niña.

—De acuerdo.

Boss volvió a meter su teléfono en el bolsillo. A Chains no


le gustaba que los hombres hicieran daño a las mujeres, así
que él era el hombre adecuado para el trabajo. Confiaba en que
todos sus sicarios se encargaran eficazmente de sus contratos,
por lo que rara vez aceptaba él mismo algún trabajo. Tal vez se
limitaría a supervisar.

Guardó con cuidado la funda del rifle en el maletero y se


puso detrás del asiento del conductor de su coche. Llamó a
Adam mientras arrancaba el motor. —¿Noticias?

—Estoy trabajando en algo ahora mismo, Boss. Es grande.


He estado coordinando con Maurice y hemos rastreado estas
mentas hasta una fábrica fuera del estado. Los envíos llegaron

108
por agua en contenedores. El rastro lleva a una isla en el
Caribe. Encontrarás a tu científico allí.

—Tomando el sol, disfrutando con el sufrimiento que ha


causado. Boss agarró el volante con la mano derecha,
apretando tan fuerte que sus nudillos se volvieron blancos. —
Dile a Maurice que quiero billetes de avión para mí, Graciella,
Killian y Xavier. Esta noche. Consígueme toda la información
que puedas: nombres, direcciones, todo.

—Sí, Boss. Me encargaré de eso.

En su mundo, el dinero y el poder hablaban. Ahora que


tenía una pista importante, ese científico estaba como muerto.
Una vez que tuviera el antídoto en sus manos, se lo daría a
Adam para que lo sintetizara. El ciclo de muerte de la venganza
de Graciella terminaría.

Él podría ser su héroe.

Mientras conducía a casa, envió un mensaje a sus


hombres para que pudieran despedirse de sus familias. Luego
llamó a Widow Maker.

—¿Qué quieres ahora? —respondió ella.

Él se rió. —He encontrado a tu científico. Pensé que


querrías saberlo.

Hubo silencio al otro lado de la línea.

109
—A menos que prefieras que me guarde la información
para mí —dijo él.

—No, quiero estar al tanto. ¿Estás seguro de esto? ¿No es


una corazonada?

—No me jugaría la vida de Bain. Rastreamos las mentas


de la droga que tenía Scarlett hasta el país de origen. Ahora es
sólo un juego del gato y el ratón —dijo.

—Dame lo que tienes. Puedo encargarme de todo.

Sonrió para sí mismo. A Boss le encantaban sus agallas y


su rebeldía. Nunca se doblegaba ante nadie y eso le gustaba
de ella. —De eso estoy seguro. Te llamaré cuando tenga más
detalles.

Ella gruñó y colgó el teléfono.

Él se rió a carcajadas. Ella lo volvía loco y era muy sexy.


También era su mayor debilidad. Siempre estaba al tanto de
las mujeres de sus asesinos. Desde que estaba pendiente de
Graciella, había estado descuidado en todas las áreas. Si no
fuera por su obsesión, habría descubierto la actividad de
Scarlett mucho antes de que Bain fuera envenenado.

El haber podido hacerlo, no le serviría de nada ahora. Era


el momento de arreglar las cosas para todos. Una vez que la
cuestión de las drogas terminara, ¿qué pasaría con la deuda
de Graciella con Viko? Ella no tendría ninguna razón para

110
asociarse con él una vez que su problema hubiera
desaparecido. Sólo quedaría la deuda.

Boss pagaría por su libertad si era necesario.

Entró en su estacionamiento subterráneo, las puertas se


cerraron automáticamente detrás de su coche. Colocó su
chaqueta en el gancho y se dirigió al piso superior. No tenía
mucho tiempo para prepararse para un viaje al extranjero.
Boss se pasó las manos por la cara y se miró en el espejo del
pasillo. Era demasiado viejo para esta mierda.

El timbre de la puerta principal sonó, haciendo eco en el


enorme vestíbulo. Su mansión tenía demasiadas habitaciones
vacías. No era hasta ahora que se daba cuenta de lo estéril que
era su casa. Graciella tenía razón. Estaba tan solo como ella.

Abrió la puerta principal, El Diablo y Killian entraron a


empujones como dos niños pequeños que necesitan ser los
primeros en entrar.

—¿República Dominicana? —preguntó Xavier.

—¿Cuánto tiempo estaremos fuera? —preguntó Killian.

Boss respiró profundamente. —Voy a darme una ducha, a


hacer la maleta y luego nos dirigiremos todos al aeropuerto
para poder salvar a Bain.

—¿Has encontrado lo que necesitamos? —preguntó


Killian.

111
Boss asintió.

—¿Y las armas de fuego? —preguntó Xavier.

—Ya se está arreglando todo mientras hablamos.


Recogeremos las armas en cuanto bajemos del avión. Tengo
contactos en la isla.

—Hoy hubo otras cinco muertes locales —dijo Killian


mientras se dejaba caer en uno de los sillones.

Boss gimió. —No estás ayudando, joder. Nos vamos en una


hora. Asegúrense de estar preparados. Graciella está en
camino.

—¿Graciella? ¿Por qué tiene que venir? —preguntó Xavier.

Boss se rió mientras subía la escalera de caracol. —Es


curioso, sé que ella diría lo mismo de ti. Tu hermana no es una
niña pequeña, Xavier. Puede arreglárselas sola.

No se quedó a escuchar más quejas.

Boss se dirigió a su dormitorio, se desnudó y se metió en


su ducha a medida. Encendió el cabezal de lluvia y se puso
bajo el agua refrescante.

Pensó en Graciella, en su hermoso cuerpo bajo él en la


cama. Era jodidamente perfecta. Sus deliciosas curvas, sus
ojos diabólicos y sus cicatrices por dentro y por fuera sólo lo
atraían más. Era complicada y letal. A menudo había tenido

112
asesinas trabajando para él. Eran empleadas, nada más.
Graciella era algo más.

La puerta de su baño se abrió de golpe. Boss se inclinó y


tomó una toalla, envolviéndola firmemente alrededor de su
cintura.

—¿Qué demonios?

Tenía a dos de sus sicarios abajo. ¿Cómo se las había


arreglado alguien para subir?

Graciella estaba allí, en medio de la gran sala, vestida


completamente de cuero negro, con el pelo oscuro cepillado y
liso como el cristal sobre la espalda y los hombros. Tenía las
manos apoyadas en las caderas y lo miraba directamente.

—¿Has matado a mis hombres?

Inclinó la cabeza, con los ojos entrecerrados. —No


intentaron detenerme.

—¿Cuál es el problema aquí? —Salió de la ducha y alcanzó


una toalla de mano para secarse la cara.

—Tú eres el problema —espetó. —¿Quién te crees que


eres? ¿Crees que puedes jugar conmigo porque eres el asesino
de reyes?

113
Él ignoró su despotricar, caminando hacia la pared del
mostrador. Boss se pasó ambas manos por el pelo húmedo,
mirándola a través del reflejo del espejo.

—¡Estoy hablando contigo! —Ella se acercó a él furiosa,


con sus tacones resonando en el mármol. —¿No crees que
debería participar en el asesinato del científico? Yo soy la que
jodió todo. Yo soy la que ha tenido que vivir con esto en la
conciencia.

Su emoción y malestar eran palpables. Le encantaba que


fuera así. Con tanta jodida pasión.

Boss agarró su envase de crema de afeitar y comenzó a


extender un poco de espuma bajo su barbilla. —¿Has
terminado?

—¡Bastardo! —Al segundo siguiente tenía una cuchilla


pegada a su garganta. —¿Creías que podías salir volando por
la noche y que yo no me enteraría?

—No empieces algo si no piensas seguir —le advirtió.

—¿Sabes a cuántos hombres he matado por menos?

Boss no se había movido, el afilado filo de la cuchilla le


arañaba la piel. —¿Te das cuenta de cuántas mujeres he
rechazado desde aquella noche en el restaurante?

Se burló. —No me importan tus putas. ¿Qué tiene eso que


ver?

114
Con un par de movimientos rápidos, le quitó la cuchilla de
la mano y el metal se hundió en el fregadero, y luego giró el
cuerpo de ella para que quedara atrapada entre el mostrador
y su estructura mucho más grande. —Porque no puedo
quitarte de mi cabeza.

—Ya se te pasará.

Ella se retorció, pero él la obligó a quedarse en su sitio.

—¿No sientes nada en absoluto? ¿Realmente eres tan fría,


Graciella? —preguntó él. —Todavía no me has contestado: ¿por
qué no me has matado?

—Debería haberlo hecho. —Ella lo miró con desdén y trató


de darle un rodillazo en la entrepierna. Él bloqueó su
movimiento, asegurando sus muñecas. Ella giró y se agachó,
liberándose, y luego le dio una patada en el costado. Él gruñó
y apretó los dientes.

Controlarse a sí mismo era cada vez más difícil.

***
Graciella estaba enfadada.

Boss había llamado para decirle que había encontrado al


científico. En cierto modo, todos eran un equipo con el mismo
objetivo. Eso se sentía bien, y estaban progresando juntos.

115
Entonces él hizo esta mierda. Iba a volar con Killian y Xavier
para matar al científico que había arruinado años de su vida.
Había muerto gente por culpa de esas drogas, y eso era culpa
de ella, no de Boss.

Estaba cansada de que la trataran como una asesina de


segunda categoría por ser mujer. Graciella tenía mucho que
demostrar, pero pensaba que Boss era mejor que eso. Se
equivocaba.

Boss la miró fijamente después de que ella lo pateara por


segunda vez. Sabía que estaba jugando con fuego, pero no
pudo contenerse.

—Incluso te llevas a Xavier.

—Tu hermano se integrará bien en la República


Dominicana. Habla el idioma y puede conseguirnos buena
información una vez que estemos en el terreno.

—Por si no te has dado cuenta, tengo las mismas


calificaciones. Pero no soy importante para ti, ¿verdad?

Respiraba rápidamente, su pecho subía y bajaba en ondas


profundas.

—Si cualquier otra persona, hombre o mujer, hubiera


entrado aquí sin permiso, estaría muerta —dijo él.

—¿Yo no?

116
—Te gusta ponerme a prueba, ¿no?

—Me gusta que me incluyan y no estar constantemente


fuera de juego. ¿Crees que te retrasaría? ¿Que pondría en
riesgo a tu hombre en el hospital?

Ella intentó golpearlo, pero él le atrapó la muñeca tan


rápido que ella jadeó. Esta vez no fue muy amable. Boss la
tenía boca abajo sobre el mostrador. El baño de él era casi tan
grande como el de ella, de mármol del suelo al techo, el epítome
del lujo. Tal vez estaba sobrepasando su capacidad al probar
al rey.

Graciella sintió la dura cresta de su polla contra su culo.


Le aseguró las dos muñecas por encima de la cabeza y le
recogió el pelo a un lado con la otra. Se inclinó y le besó la sien.
Ella se retorció, pero él sólo le apretó más las muñecas en señal
de advertencia. Graciella sólo estaba viva ahora porque él se
había apiadado de ella por alguna razón.

—Tu temperamento es tu debilidad, belleza —le susurró al


oído.

Le soltó las muñecas y ella se giró inmediatamente. Boss


la agarró por la cintura y la subió a la barra, utilizando un
muslo para separarle las piernas.

Ella tragó con fuerza. Boss no era un hombre manso. Su


estructura era grande y dura, con músculos. Siempre tenía el

117
control, incluso cuando ella lo empujaba demasiado. Podía
sentir el calor de su piel, oler el aroma almizclado de su crema
de afeitar y saborear su fuerza cuando la agarró por el culo y
tiró de ella hasta el borde del mostrador.

—Toma lo que quieras. Eso es lo que haces, ¿no?

—Cuidado. Piénsalo dos veces antes de dirigirte a mí. —Se


quedó allí unos segundos más, mirándola fijamente, luego se
apartó y continuó como si ella no estuviera allí. —El primer
cajón —dijo.

Ella se deslizó hacia abajo y abrió el primer cajón,


manteniéndolo a la vista en todo momento. Sólo se estaba
afeitando frente al lavabo, sin sentir miedo o prisa a pesar de
que ella lo había atacado numerosas veces.

Graciella sacó el contenido del sobre. Eran billetes de avión


con su nombre. Primera clase a la República Dominicana.

Se quedó en silencio.

—No entiendo. Si los tuviste todo el tiempo... ¿por qué no


dijiste nada?

—Eso no sería divertido.

Su temperamento volvió a hervir. Ella agitó el sobre cerca


de él. —Eres insoportable, ¿lo sabes?

118
Él se inclinó y se salpicó la cara con agua, se secó la piel a
palmaditas y se puso loción para después del afeitado. Su
cuerpo aún brillaba por la ducha, cada músculo definido se
movía mientras se arreglaba junto al mostrador.

—Considerando que todo esto fue obra tuya, tienes suerte


de que te involucre.

Ella quería regañarlo, pero él tenía razón. Su error había


traspasado las fronteras. Y sabía que estaba muy preocupado
por Bain.

Graciella quería patearse a sí misma. Esto no era lo que


ella esperaba. —Lo siento —dijo.

—¿Por qué? ¿Por tratar de cortarme la garganta?

—Por no haberte preguntado antes...

Boss entrecerró los ojos. Se puso los calzoncillos limpios


bajo la toalla, sin dejarla ver, y luego colgó la toalla en la barra.
Sus movimientos eran lentos, y ella podía sentir su
desaprobación aunque todavía no había dicho nada.

—Vamos —dijo él.

Ella respiró profundamente. —Llamé a Viko. Le conté lo de


la isla, tus billetes y el científico.

119
Él se mordió el labio inferior. Sería muy sexy si no
estuviera segura de que quería matarla en ese momento. —
¿Quién te llamó?

Graciella se encogió de hombros.

—¿Fue El Diablo? Dímelo ahora mismo, joder.

—¡No! Te juro que no fue él —dijo ella. Boss tenía cara de


querer matar a su hermano, el asesinato estaba en sus ojos.
Pero no había sido Xavier.

Se acercó a ella, acorralándola. —Dime.

—Yo.

Una ceja se levantó en forma de pregunta, y luego exhaló.


—Me has puesto algo. ¿Cuándo? ¿Dónde?

—No, pinché el teléfono de Xavier. Los hombres son todos


iguales —dijo ella. —Tan fáciles de manipular.

Él se rió, un profundo sonido masculino que la afectó


demasiado.

—En eso te equivocas, cariño. La única que consigue


joderme la cabeza eres tú. —Él siguió acercándose. Ella no
intentó detenerlo.

Boss estaba a un suspiro. Se inclinó hasta su nivel,


pasando sus labios por su mejilla, lentamente, tan cerca de

120
sus labios. Él inhaló, exhalando un débil gruñido. Ella quería
tocarlo, agarrarse a esos fuertes hombros.

Cerró los ojos.

—¿Por qué no me has matado? —le susurró al oído.

Cuando ella no contestó, él acercó su gran mano a su coño.


La presión era intensa porque ella ya estaba en tensión por su
atracción por Boss. Ella soltó su peso lo suficiente para poder
sentir más. Sus labios se separaron ligeramente, y él se acercó
rápidamente, besándola con suficiente pasión para robarle
todos sus pensamientos.

Sus defensas naturales desaparecieron. Su ira se


desvaneció.

Si ella era su debilidad, él también era la suya.

¿Debía ceder a sus deseos? Dios sabía cuánto deseaba a


Boss. Quería que la montara. No era un hombre malo. ¿Sería
tan malo permitirse experimentar el placer que él podía darle?
Se enorgullecía de ser el mejor en todo.

No estaba segura de lo que quería de Boss.

¿Quería todo el cuento de hadas? Nunca había pensado en


ello. ¿Era eso posible para gente tan rota como ellos?

No, si bajaba la guardia de su corazón, se arrepentiría.

121
Ella era una conquista en este momento. Una vez que Boss
la reclamara, sería desechada como todas las demás. Eso no
lo podría soportar. Era más seguro para ella tomar las
decisiones.

—¿Te gusta eso? —La forma en que movía sus manos, una
en su entrepierna, la otra detrás de su cuello, era adictiva.
Sabía exactamente cómo manejar su cuerpo para dejarla sin
fuerzas en sus brazos.

Ella tragó con fuerza, sin querer darle la satisfacción. En


su interior, gritaba: ¡sí, sí, sí!

Él empezó a acariciar la concha de su oreja con la lengua.


—Dime cuando estés preparada, nena. Te prometo que no te
arrepentirás. —Movió las manos, apretando el culo de ella con
las dos, atrayéndola contra su impresionante polla. No dejó de
besarla: la mandíbula, el cuello y luego de nuevo los labios.
Esta vez, ella lo rodeó con sus brazos y su beso se hizo más
profundo. Ella jadeaba y gemía, frotando su cuerpo contra él,
no para seducir, sino porque necesitaba más de él.

Estaba a punto de suplicar, todo su cuerpo ansiaba a


Boss.

—Es un vuelo largo. ¿Qué tal si te das una ducha rápida?


—Desabrochó la parte delantera del conjunto de cuero,
tomándose su tiempo, dejando al descubierto el sujetador de
satén. Pasó un dedo por el centro de su escote y ella se

122
estremeció involuntariamente. —Qué cuerpo tan bonito.
Quiero que sea mío.

Graciella bajó la mirada. ¿De qué estaba hablando? Tenía


muchas quemaduras de cigarrillos en los pechos. Toda su
confianza era una fachada.

Le bajó la copa de un sujetador, dándole tiempo a


protestar, pero no lo hizo. Su pezón estaba duro y pedía
atención. Contuvo la respiración cuando él bajó sobre ella,
cubriendo su pecho con su boca caliente. La fuerza de sus
piernas cedió y él la levantó. Se envolvió alrededor de él
mientras la llevaba de vuelta al mostrador. ¿Por qué no
continuaba lo que había empezado? Se sintió como si fuera a
entrar en combustión espontánea en cualquier momento.

—Tengo muchas ganas de follar contigo ahora mismo —


dijo él. En lugar de llevarla a la cama, como ella esperaba, le
peinó el pelo con ambas manos, sujetándole la cabeza. El fuego
volvió a aparecer en sus ojos. —Pero primero los negocios.
¿Qué le dijiste a Viko?

La decepción la asaltó.

Exhaló y jadeó para respirar. No podía disimular su


necesidad.

123
—Va a tomar el próximo vuelo a la República Dominicana.
Quiere asegurarse de que el golpe este hecho. Necesita
satisfacer sus propios demonios.

—La próxima vez, déjalo fuera de esto. ¿Entiendes? La


única razón por la que te permite vivir es por piedad. Si piensas
lo contrario, estás viviendo una fantasía.

—No estoy enamorada de Viko.

No lo estaba.

Él era un medio para conseguir lo que ella necesitaba, y


había muchos días en los que se arrepentía de haber pedido
su ayuda. Estar en deuda con alguien era lo último que quería
en su vida.

—Nunca dije que lo estuvieras. Pero no quiero que te hagas


ilusiones con él.

—¿Y a ti, Boss? ¿Debo confiarte mi cuerpo? ¿Con mi


corazón?

Se oyeron fuertes pasos subiendo las escaleras, rompiendo


el momento.

Boss frunció el ceño y le subió la cremallera del conjunto.


—Tu hermano está empezando realmente a molestarme.

124
Capítulo 8
—Lo siento —dijo Graciella un par de horas después, no
por primera vez. Incluso apretó los dientes al decirlo. No
importaba cómo hablara, siempre parecía luchar con esas dos
simples palabras. Ahora, encontraba divertido escucharla
luchar contra ellas.

Era bonito.

Mientras el resto de sus hombres habían conseguido una


habitación de hotel, incluida Graciella, ella se había deslizado
en la suya.

De pie en el bar de su habitación de hotel, Boss se quedó


pensando en su problema. Respiró hondo y dejó caer dos
cubitos de hielo en un vaso con un tintineo. Debería haber
sabido que debía comprobar rápidamente su vuelo para ver si
había algún problema en el momento en que se enteró de que
Viko sabía lo del científico. Estaba enfadado.

Este era su golpe, su plan. Su todo. Había querido ser el


que la salvara. Acabar por fin con los demonios que la
perseguían. Era una mujer hecha de hielo, pero había un
corazón en alguna parte. La mataba saber que la gente estaba

125
muriendo. Gente como Bain, que podría confundir las drogas
con mentas y tomarlas.

Eso era una jodida estupidez. Cuando salvara a Bain, lo


iba a someter a un intenso curso de ‘no tomes mierda que no
reconoces’.

—Boss, vamos —dijo.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó. —Has llamado a Viko.


Decidió dejarme en tierra, quitarme a mi piloto, nuestro vuelo,
y ocuparse de esta mierda por su cuenta. La última vez que lo
comprobé, el Circle of Monsters no tenía nuestra delicadeza,
así que nuestro científico se enteraría de que no una, sino dos
organizaciones iban tras él. Probablemente ya esté huyendo
del país. ¡Mi elemento sorpresa está jodido!

—Boss, lo siento.

Avanzó hacia ella. —Estás acostumbrada a estar sola. —


Ella dio un paso atrás. —Cuando estás en mi mundo, trabajas
en equipo.

—Trabajar en equipo te hace morir.

—Xavier solía pensar eso y ahora trabaja en equipo.


Deberías probarlo alguna vez.

—No voy a tener esta conversación contigo. —La pared


detuvo su huida. Golpeó sus manos a ambos lados de su
cabeza. Sabía que no estaban igualados. La Widow Maker era

126
buena, pero no era él. Ni de lejos. Él era el mejor. Había sido
dueño del título durante muchos años, y lo seguiría siendo
hasta que alguien le pusiera una bala en la cabeza.

—No, como siempre, vas a hacerme enojar y a huir. Ese es


tu modus operandi. Es lo que haces, siempre. Todo lo que
harás. ¿Sabes por qué? Porque tienes miedo.

—Cómo te atreves.

—¿Cómo me atrevo? ¿Cómo demonios te atreves tú? —dijo


él. —Llegas a mi mundo. Lo pones jodidamente patas arriba, y
ahora la matanza que puedo hacer para ayudarte, se la
entregas a un hombre que no tiene mi habilidad.

Hizo una pausa. —¿Qué?

—Ya me has oído —No tenía la costumbre de repetirse y


no iba a empezar ahora.

Estaba tan cerca de ofrecerle una salvación. Maldita sea,


podía saborearlo. Este tipo de la ciencia, tenía una reputación
de tratos sucios. ¿Graciella lo sabía? ¿Era ella consciente de
que había una razón por la que el hijo de puta estaba dispuesto
a hacer sus drogas?

Mirándola ahora, quería abrazarla. Besarla. Follarla hasta


dejarla sin sentido. Estaba sobre ella. No la tocaría de nuevo,
no hasta que ella se lo rogara.

—Todo esto es para Bain —dijo ella.

127
—No todo. Capturar a tu científico, obtener el antídoto de
él, eso será salvar a Bain. Matarlo es todo por ti. Lo he cazado
por ti.

—¿Por qué?

—Tú sabes por qué.

—Pero, no soy una persona agradable. Realmente no lo soy


—Ella se aclaró la garganta y él le ahuecó la cara.

—Mírame, Graciella.

Ella inclinó la cabeza hacia atrás, pero tenía los ojos


cerrados. Siempre rebelde.

Él le dio un beso en cada uno de los párpados. Por mucho


que estuviera enfadado, no iba a hacerle daño. No podía. Boss
se apartó y se sorprendió al ver las lágrimas.

—¿Por qué lloras?

—No puedo evitarlo.

Boss se apartó.

Un par de lágrimas recorrieron lentamente sus mejillas,


pero no dio ninguna otra señal de emoción.

—No sé qué está pasando ahora —dijo.

128
—Yo... nunca nadie había hecho algo así por mí. No estoy
acostumbrada —Se relamió los labios. —He estado sola
durante mucho tiempo.

—No estás sola.

—Todo lo que quieres de mí es que me una a tu equipo —


Se frotó las mejillas como si las lágrimas la ofendieran. —Esto
es tan estúpido.

—¿Crees que eso es lo único que me importa? —preguntó.

—¿No lo es? ¿No estás tratando de hacer crecer tu pequeña


pandilla?

Él se burló. —No estamos en el instituto. Sí, te quiero como


parte de Killer of Kings, pero no sólo porque seas una buena
asesina. —Tuvo que tocarla. Pasando el pulgar por su labio
inferior, quiso saborearla. En lugar de eso, la miró a los ojos,
tratando de mantener la cordura. —Quiero estar al tanto de ti,
Graciella. No sé qué es lo que me has hecho, pero no puedo
evitar querer cuidarte.

—No necesito una niñera.

Se rió. —No pienso en ti como alguien infantil. Créeme, no


lo hago. —Apretó su polla dura como una roca contra ella. —
Siente eso. Siéntelo. Esto es lo que me haces. Parece que no
puedo controlarme cuando estoy cerca de ti y eso me hace
perder la cabeza. Soy un hombre con autocontrol.

129
Ella lo tomó por sorpresa cuando le rodeó el cuello con sus
brazos y estampó sus labios contra los de él. Él saboreó la
salinidad de sus lágrimas. La rodeó con sus brazos, uno de los
cuales se dirigió a su trasero, levantándola y apoyándola
contra la pared.

Las piernas de ella rodearon su cintura y él se acurrucó


justo en su centro. Se sentía tan jodidamente bien.

Le pasó la lengua por los labios y él se abrió,


profundizando el beso. Esta mujer estaba alterando sus
emociones. En un momento estaba enfadado y quería
estrangularla, y al siguiente, no podía saciarse de ella y no
quería otra cosa que follarla.

El beso se fue relajando poco a poco, la pasión no moría,


pero Graciella se apartó. Soltó su cintura, volviendo a poner
las piernas en el suelo.

—Nunca había tenido un hombre que pusiera mis


necesidades en primer lugar —dijo. Su mano tocó los labios de
él. —Disfruto besándote. Creo que eres el primer hombre en
toda mi vida al que he besado y he disfrutado de verdad.

—¿Graciella?

—Se lo dije a Viko porque quiero que esté en deuda


contigo. No quiero que ponga tu cabeza como recompensa y si
lo haces enojar, lo hará. —Se relamió los labios y dio un paso

130
atrás. —Yo no... no estoy acostumbrada a que la gente se
preocupe. Sé que mi hermano lo hace y yo... yo también lo
quiero, pero no es lo mismo. —Respiró profundamente. —
Espero que algún día puedas entenderlo, y lo siento. Si Viko
consigue al científico, prometió que te daría el antídoto.

—No deberías haberlo hecho.

—Lo sé, pero por tu seguridad, lo volvería a hacer. —Ella


se alejó y se dirigió a la puerta.

Él quería detenerla pero sabía que ese beso por sí solo era
más de lo que ella había estado dispuesta a dar en algún
momento. Debajo de toda la confianza había un alma rota.
Este era su intento de extender la mano.

Ella abrió la puerta.

—Gracias —dijo él.

Levantó la cabeza y asintió.

—Esperemos que no hayas metido la pata y matado a Bain


en el proceso.

Él la observó respirar profundamente. —Yo... no lo habría


hecho si no creyera en él, Boss. Sé que es un imbécil y que
hace las cosas de otra manera, pero es un buen hombre. Hasta
cierto punto.

Boss la observó mientras cerraba la puerta.

131
Cuando le pusiera las manos encima a Viko, ese maldito
iba a morir.

Justo cuando estaba a punto de terminar de vestirse,


llamaron de nuevo a su puerta. No estaba de humor para
recibir compañía. Ya iba contrarreloj, y ahora mismo iba con
retraso. Su traficante de armas lo llamaría en una hora para
hacer nuevos arreglos. Había mucho que hacer antes de que
asaltaran el almacén.

La vida de Bain pendía de un hilo.

—Entra —dijo.

Xavier entró.

—¿Y ahora qué? —preguntó.

—He visto salir a mi hermana.

—Y si tienes un problema, ve a verla.

—Sé que algo pasa entre ustedes dos.

Boss se rió, pero no fue un sonido feliz.

—¿Y? ¿Qué quieres que haga? Soy tu jefe y la última vez


que lo comprobé, tu hermana era mayor de edad. Si ella no
quería que pasara nada, puede acabar con mi maldita vida. —
Ya no se sentía simpático.

132
—Boss, entiendo que ella puede manejarse sola. Acabo de
recuperarla y estoy preocupado.

—¿De verdad crees que voy a ser yo quien la aleje? —


preguntó Boss.

—Es lo que me preocupa.

—Mira, Xavier, lo entiendo. Estás preocupado por ella,


pero ahora mismo, Bain está en el hospital muriéndose. Mis
chicos están haciendo todo lo posible para tratar de prolongar
su vida. Lo que pase entre Graciella y yo es asunto nuestro. No
voy a consultar contigo, pero lo que sí te diré es que todo lo
que haga con ella, nunca le haré daño. Tienes mi palabra.

—La cosa es, Boss, que tú utilizas a la gente.

—¿Y crees que la Widow Maker no lo hace? —preguntó.


Estaba perdiendo rápidamente la paciencia. Lo único que
quería era tomar una copa y reorganizar su plan. Nada de eso
estaba ocurriendo en este momento.

—Ella es más que eso —dijo Xavier.

—Lo sé. Ahora lárgate de mi habitación para que pueda


limpiar su desastre y cualquier cagada que haya hecho Viko.
—Se dirigió a su puerta y la abrió, decidido a organizarlo todo
para que todos vivieran.

133
Ser la cabeza de Killer of Kings estaba empezando a
hacerlo sentir cada vez más como un padre de mocosos
malcriados.

***
Graciella esperaba que Viko no se dejara llevar por sus
emociones, pero cuando llegaron al lugar que había indicado
Boss, parecía que lo que ella quería no estaba ocurriendo.

No sólo no había rastro del científico, sino que Viko


también estaba allí con una botella de whisky casi vacía, y una
pistola, y los apuntaba a todos.

—Debería haber sabido que estarías de su lado —dijo Viko.

Era raro que Viko perdiera el control.

Mantuvo su mirada en él. Sus hombres estaban detrás de


él, con la mano en sus armas, listos para disparar.

—¿Supongo que no has hecho confidencial tu jodida


llegada? —preguntó Boss, alejándose de ellos y echando un
vistazo a la fábrica. Había unos cuantos paquetes en el suelo,
pero parecía que se había empaquetado rápidamente.

La operación no era tan grande como ella imaginaba. La


fábrica en sí era pequeña en comparación con la mayoría.

134
Viko soltó una carcajada, el sonido de un hombre
enloquecido.

El viaje a la República Dominicana había sido incómodo.


Ninguno de los Killer of Kings quería hablar con ella. Incluso
Boss se había centrado en su portátil, sin dedicarle una sola
mirada.

Debería estar enfadada.

En lugar de eso, se limitó a mirar por la ventana y a


canturrear para sí misma lo seguro que era estar en un avión.
Odiaba volar.

Lo odiaba, lo despreciaba, a menudo tenía pesadillas en


las que el avión se hundía en las aguas y era tragado por un
pulpo gigante, o comido por pirañas. Prefería conducir. Algo
que le permitiera estar en tierra. Un suelo firme y agradable.

—Adelante, Boss, dispárame. Tú y tus chicos quieren


hacerlo. Adelante. —dijo Viko. —¿Y tú, Graciella? ¿Quieres
dispararme?

—Hoy no.

Resopló y levantó su pistola. Le apuntó a la cabeza.

Ella lo miró. Había un punto especialmente doloroso


dentro de ella cuando se trataba de borrachos. Los hombres
utilizaban el alcohol como excusa para su vil comportamiento.
No había miedo dentro de ella, sólo aceptación.

135
—Debería matarte —dijo él.

Graciella no necesitó mirar atrás para saber que los


hombres de Killer of Kings estaban tensos y preparados. No
sacó su arma. Conocía a Viko, no íntimamente, pero lo
suficiente para saber que no iba a dispararle.

—Adelante.

—¡Me dijiste que ese hijo de puta estaba aquí!

—Estuvo aquí —dijo Boss. Tenía la pistola en la mano—La


matas y eso es todo, se acabó.

—Tendremos un buen tiroteo a la antigua. ¿Crees que


saldrás vivo, Boss? Eres bueno. Tal vez seas mejor que yo, pero
siempre tengo un plan. Tengo un montón de malditos planes
en marcha y si me matas, me aseguraré de que no puedas
dormir sin que alguien te respire en la nuca. Me pregunto cómo
estaría el líder de Killer después de semanas sin dormir. Esa
calma exterior ciertamente se desmoronaría.

—Viko, lo encontraremos —dijo ella.

Su mano no había flaqueado.

—Lo haremos.

Su mandíbula se apretó. Ella vio al hombre desmoronarse


lentamente. —Sabes que fue una cosa hermosa. Tu plan.
Matar a tus enemigos con su propio producto. Nunca tuve tal

136
visión. Claro, he matado a mucha gente pero lo tuyo, lo tuyo
fue poesía. Llegaron a verte y a saber lo que habías hecho.
Tuviste tu venganza perfecta.

—Lo sé.

—Yo nunca... Se suponía que iba a terminar ahí, joder.

—Lo sé. No anticipé lo que pasó —dijo ella.

—Debería haberlo sabido. Ella... —Viko no terminó. Sin


embargo, su mano no tembló. Dio un paso hacia él.

Era la primera vez en todos los años que conocía a Viko


que veía algún tipo de emoción real. Siempre había sido frío
como una piedra. El alcohol tenía una forma de sacar los
demonios a la superficie.

—Ella todavía estaría viva —terminó por él.

—¿Graciella? —dijo Xavier.

Ella ignoró la advertencia de su hermano y el carraspeo de


Boss. Arrodillándose, hizo algo que nunca pensó que haría,
abrazó a Viko. Él no la tocó. El arma seguía apuntando al aire.

—¡Tú! —gruñó la palabra.

Ella lo abrazó un poco más fuerte.

Ni Boss ni Xavier lo entendían. Sí, odiaba a Viko con


pasión, estaba en deuda con él, pero de una manera extraña,

137
también era su amigo. Habían pasado por muchas cosas
juntos.

—Yo la maté —dijo él.

—No lo hiciste.

—Era mi trabajo salvarla. Mi trabajo. —Su arma cayó al


igual que la botella y sus brazos se debilitaron. El olor a whisky
caro se elevó mientras se derramaba por el suelo de cemento.

—Lo sé —dijo Graciella.

Nunca había conocido a la hija de Viko. Así de protector


era él con ella, pero había obtenido destellos de su pequeña
princesa. La única persona cercana a su corazón. Había
habido rumores de que tenía una esposa en un momento dado,
o una puta. La información sobre él era tan vaga como la de
Boss.

—¿Qué está pasando ahora? —preguntó Killian.

—No lo sé —dijo Xavier.

Se hizo el silencio.

Pasó el tiempo.

No sabía cuánto tiempo, pero percibía la impaciencia de


los hombres, y aumentaba con cada minuto que pasaba.

Bain moriría.

138
Viko se apartó y se levantó. No había lágrimas. Por
supuesto, que no había. Él miró hacia otro lado.

—No tengo tiempo para esta mierda. —dijo Boss. —Lo


entiendo, has perdido a alguien importante para ti. ¿Crees que
el Circle of Monsters puede manejar esta mierda? Ustedes son
conocidos por hacer una gran entrada. Lo que esto necesitaba
era una jodida delicadeza, que ustedes no tienen.

Viko lo fulminó con la mirada.

—Me he enterado de lo de Bain —dijo Viko. —Mi hija, era...


era joven cuando le dieron las drogas. He estado cazando a este
hijo de puta durante algún tiempo. —Se puso las manos en las
caderas.

—Bueno, tal vez es hora de que te alejes y no hagas más


esta mierda —dijo. —Está claro que estás demasiado
involucrado en todo esto.

—No me digas lo que puedo o no puedo hacer —dijo. —No


estoy de humor para escuchar. Ahora no. —Viko se pasó una
mano por la cara. —Vamos.

Graciella lo observó, esperando que Boss se negara, pero


no lo hizo. Todos se quedaron mirando cómo Viko y sus
hombres salían de la fábrica.

Se volvió hacia Boss, que la miraba fijamente.

139
—Enhorabuena —dijo. Se acercó a ella y se sorprendió
cuando le puso unas esposas en las muñecas.

—¿Qué demonios estás haciendo? —Ella tiró de sus


muñecas.

—Tengo un tipo de lo más interesante y ha sido capaz de


rastrear parte de la tecnología que estaban utilizando. Está
esperando a que deje de moverse y, en el momento en que lo
haga, lo seguiremos. Por ahora, está a unas tres horas de esta
ubicación, dirigiéndose al este. Vamos a seguirlo. Xavier, toma
su teléfono.

Antes de que tuviera la oportunidad de detener a su


hermano, su teléfono móvil fue tomado.

—¡Oye! —gritó, mirando a su hermano, enfadada.

Las esposas no podrían retenerla por mucho tiempo.

—Killian, el pelo.

Los clips y las horquillas fueron retirados de su cabello.

Pieza por pieza, todo fue removido. Incluso sus pendientes.


Se quedó sólo con su ropa, que no tenía ningún metal que
pudiera usar para quitar las esposas.

—La última vez que te dejaron sola, la jodiste. No voy a


darte una oportunidad de nuevo.

140
—¿Y de verdad crees que esta es la forma de hacerlo? —
preguntó ella, mirándolo fijamente.

—Creo que es la mejor manera de mantenerte cerca, sí. Si


quieres seguirme, está bien, pero tengo mis propios métodos
para mantenerte cerca. De esta manera, vas a saber cada
pequeño detalle como yo, y no vas a tener la oportunidad de
chillar.

¿Cómo había sabido que ella le había puesto un


rastreador? Era una idiota si pensaba que podía ser más
astuta que Boss.

—Xavier, en serio, no puedes dejar que esto ocurra.

—Lo siento, Graciella, pero parece que sólo quieres


utilizarme cuando te conviene. Bain es un amigo. Quiero
salvarlo, y estás poniendo en riesgo toda la operación. Ninguno
de nosotros puede dejar que eso ocurra.

—No era mi intención —Esa era la verdad.

—Pero lo hiciste. —dijo Boss. —Vamos. —Ya estaba


saliendo de la fábrica, Xavier y Killian pisándole los talones.
Estaba molesta consigo misma por haber metido la pata.
Debería haber sabido que, en el fondo, Viko no podría manejar
esto. Estaba demasiado involucrado emocionalmente.

Sus emociones estaban bajo control. Incluso Boss, sus


emociones también eran parte de todo esto.

141
Ella trató de pensar. El chico de la ciencia había sido su
mayor error.

Tenía que arreglar esto de alguna manera, pero no podía


pensar en la mejor manera de hacerlo, y eso la enfurecía.

—¿Sabemos ya para quién trabaja? —gritó Graciella.

Boss no dijo nada.

—Por el amor de Dios, habla conmigo. No tengo móvil y


necesito pensar. Sabemos dónde está el científico y cómo está
pasando la droga por la frontera, pero este tipo no tendría tanto
dinero ni los recursos para una operación tan grande. Sea
quien sea, tiene respaldo. ¿Quién demonios es? —preguntó.

Boss se volvió para mirarla.

—No lo sabes, ¿verdad? —preguntó ella.

—Hasta ahora, sabemos que el científico ha recibido una


gran cantidad de fondos en su cuenta. Maurice está trabajando
con los códigos y cortafuegos para rastrearlo. Cada cuenta y
camino ha llevado a un callejón sin salida. Sabemos que está
siendo financiado y con semejante tamaño, también tiene que
haber guardias. —Boss se dio un golpecito en la pierna y luego
sacó su teléfono móvil. —Maurice, hackea las grabaciones de
seguridad. No en la fábrica, sus cámaras son mínimas y falsas.
No, quiero que compruebes al otro lado de la calle.

Colgó el móvil.

142
—¿Por qué al otro lado de la calle? —preguntó.

—Hay una cafetería al otro lado de la calle, la única de la


zona. Me imagino que todo el mundo tiene hambre, incluido
nuestro científico, y si está trabajando con alguien, tiene que
estar protegido. Si Maurice puede conseguir la información que
necesitamos, podemos encontrar para quién está trabajando.
Podemos eliminar esta cadena de maldad de una vez por todas.

143
Capítulo 9
—No la vas a dejar aquí sola, ¿verdad? —preguntó El
Diablo. Todos estaban entrando en el todoterreno fuera del
almacén. —Este lugar es una mierda.

—Entra en el maldito coche —dijo Boss.

Condujeron por la irregular carretera, con el vehículo


dando empujones y sacudidas. Serían tres horas largas. Ya no
estaban en su ciudad. Estaban lejos de casa. Estos pueblos
estaban superpoblados, sumidos en la pobreza, y la
delincuencia corría a sus anchas. A El Diablo le preocupaba
que su hermana se quedara sola en una ciudad extranjera sin
teléfono ni dinero. Boss lo sabía mejor.

Nunca había subestimado a Widow Maker. Y cuando


volvieran a cruzar sus caminos, estaría jodidamente enfadada;
no podía esperar.

El coche de Viko se acercó al suyo. Ya era bastante malo


que hubiera jodido su llegada sorpresa, así que Boss no dejaría
que arruinara su segunda oportunidad de conseguir el
antídoto del científico.

144
—¿Alguna novedad de Maurice? —preguntó Boss.

Killian se puso al teléfono en el asiento trasero.

Su conductor, Rocco, trabajaba para Killer of Kings, y


estaba siguiendo la pista inicial. —Los lugareños pueden oler
a un extranjero a una milla de distancia. —dijo. —No te
sorprendas si intentan asaltarnos.

Boss se burló. —Sigue conduciendo.

Unos veinte minutos después, recibió una llamada de


Maurice.

—Tenías razón sobre las cámaras de enfrente. Capté al


científico con el mismo hombre tres veces en la última semana.
Hace un circuito después de eso. He comprobado su perfil y
tengo una coincidencia.

—¿Alguien que conozcamos? —preguntó Boss.

—Dentro de la política, me temo. Tu amigo Viko debería


vigilar su espalda.

—¿Y ahora qué?

—Manuel Adrino Viola. Ha trabajado con el Circle of


Monsters durante unos años. Chico de los recados. Parece que
puede estar tratando de hacer una jugada por el lugar de Viko
en el círculo.

—¿Distribuyendo estas drogas contaminadas?

145
—Eso es todo lo que tengo por ahora, Boss.

—Envíame todo lo que tengas a mi correo electrónico


seguro. Averigua con quién ha estado hablando. Comprueba
sus cuentas bancarias.

Ese era uno de los problemas cuando contratabas a


cualquier delincuente de poca monta para hacer el trabajo
sucio. No había lealtad. El Circle of Monsters era una banda
de asesinos sin escrúpulos que buscaban cobrar. No podían
compararse con el Killer of Kings en su mejor día.

Llegaron al pueblo rural más de tres horas después. Boss


necesitaba orinar. Todos salieron de los vehículos, con las
puertas cerradas, el sonido de los grillos zumbando en los
campos de hierba alta. No había mucho en el pequeño pueblo
en ruinas, sólo unas pocas estructuras en mal estado. Estaba
completamente fuera de la red, sin señales de vida. No había
gente ni coches. No le gustó.

—¿Seguro que es aquí? —le preguntó Boss a Rocco.

Señaló. —La señal viene de uno de esos dos edificios.

Viko se acercó a su lado. Apestaba a alcohol pero parecía


estar algo sobrio. —¿Dónde está? Quiero ser yo quien lo mate.

—Relájate, ¿quieres? No vas a arruinar esto. Quédate atrás


mientras yo me encargo. Toda esta mierda es culpa tuya ahora
—dijo Boss.

146
—Se asustó antes de que llegáramos a la escena. No hay
forma de saber cuándo ocurrió.

Boss no tuvo tiempo de discutir. —¿Quién es Manuel Viola


para ti?

Viko entrecerró los ojos. —Un tipo que utilizo. ¿Por qué?

Boss se rió. —El círculo de los jodidos. Tu chico está


tratando de hundirte en este desastre. Está pagando al
científico. Manuel quiere tu lugar en el círculo.

La expresión de Viko cambió, sus rasgos se endurecieron.


—Eso no es posible. ¿De dónde sacaría el dinero para financiar
el procesamiento de estas drogas? No es nadie —dijo Viko.

—Podría haberse endeudado. ¿Cómo diablos voy a


saberlo?

Como Graciella había mencionado, la magnitud de este


proyecto necesitaba dinero en efectivo.

—Si es verdad, vivirá para arrepentirse del día en que se


cruzó conmigo. —Volvió hacia donde estaban sus cuatro
hombres. Boss los ignoró, manteniéndose en su tarea.

—Xavier, Killian... armas.

—Estamos listos, Boss.

—Recuerda, nuestra prioridad número uno es el antídoto.


Podemos limpiar la mierda más tarde. Piensen en Bain.

147
Killian asintió. —Oye, Boss. ¿Por qué no le dijiste a Viper?
Él querría estar aquí.

—¿Por qué crees? Esto lo destruiría. —Boss comprobó el


cargador de su semiautomática. —No importa. Bain lo logrará.
Entren, despejen los edificios.

Boss hizo señales con la mano a sus hombres, a Rocco y


al equipo de Viko. Todos se acercaron sigilosamente, con las
armas desenfundadas, hacia edificios opuestos. No había
forma de que hicieran una visita sorpresa en esta zona del
bosque. En cuanto llegaron sus todoterrenos, todo el mundo
en estos edificios se había dado cuenta.

Tenían que estar en alerta máxima.

Xavier abrió la puerta de madera de una patada y Killian


entró corriendo, lanzando una ráfaga de advertencia contra la
pared. Boss entró, con pasos lentos y firmes, observando el
entorno. Sus hombres mantenían a los cuatro hombres que
estaban dentro rodeados de armas de fuego. Había un montón
de cajas de almacenamiento apiladas desordenadamente en
un rincón. Se acercó, levantó la tapa de una y miró dentro.

—¿Qué tenemos aquí? —Boss sacó una bolsa de mentas.


Del mismo estilo que tenía Scarlett, las que había comido Bain.
Tiró la bolsa al suelo delante del hombre mayor, y el contenido
se derramó en todas direcciones. —Supongo que éstas acaban
de llegar de la ciudad. Empieza a hablar.

148
El Diablo acercó su pistola a la cabeza del anciano. —
Habla, cabrón1.

—No es lo que piensas. No fue mi idea.

Boss se paseó frente a él, con su temperamento en


aumento. —Tú creaste este veneno. Sabes lo que hace, cómo
lo hace, y por lo que a mí respecta, todas estas muertes son
culpa tuya.

—Si no hiciera más, me matarían.

—¿Quién te mataría? —preguntó Boss. —Los nombres.

Empezó a temblar, el orín chorreaba por su pierna. —Me


matará si digo algo.

Boss asintió a Killian, y un momento después, el anciano


se arrodilló, con la sangre brotando de sus pantalones. Gritó,
y los otros hombres se acobardaron. —¡Nombres!

—Viola. Me pagó. Era Viola. Dijo que trabajaba para Viko


y el Circle of Monsters. Nadie les dice que no.

—¿Dónde está él ahora? —preguntó Boss.

—Se fue hace un rato.

Viko irrumpió. —Los otros edificios están llenos de drogas.


—Entonces vio al científico sobre sus rodillas. —¡Tú!

1
En español.

149
—¿Viko?

—¿Tú creaste toda esta locura? —Viko tiró del viejo por el
cuello. —He jodido la financiación de todo este proyecto. ¿Por
qué ibas a continuarlo? ¿Por qué te pagaría Manuel para seguir
fabricando drogas que matan?

—Dijo que trabajaba bajo tu autoridad.

—Mintió.

—No lo sabía. Te juro que creía que estabas a cargo de


esto.

El anciano estaba aterrorizado por el Circle of Monsters.


Viko obviamente tenía una reputación que lo precedía. Con esa
clase de poder, siempre había oportunistas que buscaban
sacar una porción del pastel. Boss no dejaba de cerrar el paso
a cualquiera que se pasara de la raya en su territorio.

Viko se rió a carcajadas. —No tienes ni idea de lo que me


han costado estas drogas, viejo.

—¿Dónde está el antídoto? —preguntó Boss.

—Quiere hacerme caer, la pequeña mierda. —Viko seguía


despotricando, sus emociones volvían a tomar el control. Esta
vez estaba sobrio. —Le cortaré las pelotas por esto.

—¿Dónde está el antídoto? —repitió Boss, hablando más


alto esta vez.

150
El científico se volvió hacia él. —Se ha ido.

—¿Se ha ido?

—Se lo llevó por seguridad. Incluso mis notas originales


donde tengo mis fórmulas.

—Joder —dijo Xavier.

—¿Y ahora qué? —preguntó Killian.

Esto no era bueno. Manuel sabía que iban tras él y ahora


tenía lo que necesitaba. —¿Dónde está Manuel ahora?
¿Cuánto tiempo hace que se fue?

—Una hora más o menos —dijo el científico. —Vive lejos


de aquí, en la ciudad. Te juro que no me dio detalles. Nunca le
pregunté.

Boss se pasó una mano por el pelo mientras exhalaba su


frustración. —Ponlo en la parte trasera del camión. Nos
dirigimos a la ciudad. Killian, pon a Maurice al maldito
teléfono. Necesito la localización del móvil de Viola.

El hombre de Viko había secuestrado al científico en


Colombia, obligándolo a fabricar su fórmula aquí, donde la
enviaban como caramelos de menta. Sin Manuel, sin el
antídoto ni la fórmula, las horas de Bain estaban contadas.

151
***
—Bastardo —maldijo Graciella en voz baja por enésima
vez. Se suponía que debía estar siguiendo al científico con el
‘equipo’, no que la dejarían atrás como si fuera basura no
deseada.

En cuestión de minutos, bajó las escaleras y encontró un


cable viejo para las esposas. El viejo almacén estaba repleto de
escombros, metal y correas viejas. Lo habían vaciado a toda
prisa. Incluso había algunas herramientas y maquinaria
valiosas que se habían dejado atrás con las prisas. Cuando
salió a la calle, no dudó de que todos los objetos de valor
habrían desaparecido por la mañana.

Ya no estaba en Kansas.

El barrio no la intimidaba, aunque no estuviera vestida


para la ocasión. Había crecido en lugares mucho peores.
Graciella se deshizo de las esposas y se dirigió a la bulliciosa
calle. Había gente, vendedores y perros callejeros por todas
partes. Los olores familiares inundaron sus sentidos. Casi
inmediatamente, le hicieron proposiciones y le pidieron que se
acercara. Y sabía que había hombres siguiéndola. Lo que
necesitaba era un hombre con un coche, preferiblemente con
aire acondicionado. Su atuendo de cuero era inadecuado para

152
el entorno en el que se encontraba y atraía demasiada
atención.

Graciella bajó la cremallera de su corpiño de cuero,


mostrando un poco de escote. —¿Puedo usar tu teléfono? —le
preguntó a un tipo apoyado en una pared de ladrillos.

Él sonrió y se lo pasó. Graciella se conectó a su aplicación


segura y comprobó el rastreador que había colocado sobre
Viko. Widow Maker no era de las que se abrazan, pero había
sido la oportunidad perfecta para colocarle una marca. Había
audio y GPS que necesitaba revisar.

—Lo siento, necesito guardar esto.

Metió la mano en su sujetador y sacó su rollo de dinero en


efectivo, pagándole más de lo que valía el teléfono. Había
muchos ojos sobre ella. Mostrar dinero en un lugar como este
no era inteligente para una mujer sola. Pero estaba demasiado
concentrada en su tarea para pensar en ello.

Lo único que le importaba ahora era revisar su aplicación


y planear su próximo movimiento.

Boss la volvía loca. Quería matarlo y follarlo al mismo


tiempo. Él la había dejado atrás, pero ella también lo había
traicionado al intentar seguirlo. Al parecer, Viko no era tan
observador en su estado de embriaguez.

153
Se llevó el teléfono a la oreja mientras buscaba un
transporte adecuado.

¿Manuel Viola? Él había logrado escaparse con el antídoto.


Graciella estaba en el centro de la ciudad y ellos estaban a
horas de distancia, según el GPS. Tenía que actuar ahora.

Lo que necesitaba primero era un arma... o


preferiblemente armas. Incluso un cuchillo serviría. Gracias a
Boss, no llevaba nada útil, salvo el dinero que tenía escondido.
Salió de la calle principal y se metió en un callejón, caminando
más rápido. Necesitaba unos zapatos sin tacón.

Su intuición era fuerte, y sintió sus ojos antes de escuchar


un sonido. Graciella se agachó para ajustarse el zapato, pero
aprovechó la oportunidad para evaluar a los tres hombres que
la seguían. Ahora estaban en el callejón y no había escapatoria.
Ni siquiera tenía un bolso, así que no dudaba de lo que querían
de ella. Sólo que no iban a conseguirlo.

No quedaba mucho callejón, pero se levantó y siguió


caminando, escudriñando toda la zona, ideando un plan.

Cuando llegó al final del camino, se giró y se apoyó en la


pared de ladrillos, doblando casualmente una pierna hacia
arriba. No pronunció ninguna palabra, no se movió, apenas
respiró.

Ellos sonrieron, separándose mientras se acercaban.

154
—Hola, cariño.

—¿Qué tal un beso? —dijo otro.

Cuando estaban a un brazo de distancia, ella alargó la


mano y empujó ligeramente a uno en el pecho. Él se rió a
carcajadas de su lamentable intento de protegerse. Lo que ella
necesitaba saber era quién tenía las armas.

—Voy a gritar —dijo ella.

El tipo de la barba se rió y se abrió la chaqueta para


mostrar una pistola en la cintura. —Yo en tu lugar me callaría.

Debería esforzarse más en su actuación, pero ahora mismo


no podía evitar sonreír. Graciella entró en acción, lanzándose
hacia adelante y arrebatando el arma antes de usar el talón de
su mano contra su garganta. El hombre se tambaleó hacia
atrás, agarrándose el cuello y resoplando. Disparó al primero
en la cabeza y le indicó al tercero que se arrodillara.

—Quiero todas las armas, cuchillas y municiones que


tengas en el suelo —dijo. Cuando ninguno de los dos hizo un
movimiento para obedecer, golpeó con la pistola al barbudo: —
¡Ahora mismo!

Graciella examinó su alijo de armas. Ahora sólo necesitaba


que la llevaran.

—¿A qué distancia está tu coche de aquí? —le preguntó al


hombre de los tatuajes faciales.

155
—Una vuelta a la manzana.

—Bien. Ahora eres mi conductor. Levántate.

Después de noquear al tipo de la barba, siguió a su nuevo


chófer, apuntándolo con la pistola. Fue una agradable
sorpresa descubrir que conducía un viejo El Camino.

Condujeron hasta el centro de la ciudad. Ella investigó


sobre Manuel Viola y comprobó continuamente dónde estaba
Viko con su nuevo teléfono móvil. Estaba tan cerca de
encontrar el antídoto y acabar con esta pesadilla que podía
saborearlo.

—¿Quién controla esta ciudad? —preguntó ella.

—No sé de qué estás hablando —dijo él.

—Si quieres hacerte el listo, no me lo pensaré dos veces


antes de cortarte la polla. Lo hago todo el maldito tiempo. Es
algo mío.

Él le creyó. Por supuesto, no era del todo una mentira.

—¿Te refieres al club de moteros o al cártel?

—Cártel.

—Renzo Bianchi controla todo por aquí, desde los


inmuebles hasta la gente. Si te cruzas con él, desapareces.

—¿Y tú trabajas para él?

156
—Todo el mundo trabaja para él de una forma u otra.

Le dijo el nombre del restaurante que quería, y cuando se


detuvo frente a él, salió y le hizo un gesto para que se fuera.
Este era el restaurante favorito de Manuel, y ella sabía que era
muy probable que él estuviera dentro. Había visto fotos de él
en Internet, así que ahora era el momento de hacer su papel.

Viko y Boss todavía estaban a media hora de distancia.


Ella no podía esperar. Era el momento de aprovechar la
oportunidad.

Graciella se tiró del pelo hacia un lado. Normalmente,


cuando seducía a un hombre, su maquillaje era perfecto y su
ropa los hacía babear. Hoy, improvisaría y utilizaría lo que
tenía.

Una vez en el lujoso vestíbulo del restaurante, observó el


interior en busca de Manuel. Ignoró a la anfitriona, esperando
que tuviera razón al venir aquí. Cuando vio la cara del tatuaje
y el tipo con barba subiendo las escaleras del restaurante,
maldijo en voz baja y entró en el corazón del restaurante. La
anfitriona la llamó, pero ella caminó más rápido, zigzagueando
entre las mesas y buscando a su objetivo.

Cuando divisó a Manuel, luchó contra la avalancha de


emociones que afloraban por el alivio de encontrarlo. Este tipo
había pagado al científico para que creara más drogas

157
contaminadas. Tenía el antídoto, la única forma de acabar con
toda esta muerte.

Estaba en una gran mesa redonda con un grupo de


invitados de lujo. Ella sólo iba detrás de él, pero entonces
reconoció a otra persona en la mesa: Renzo Bianchi. ¿Por qué
estaba Manuel comiendo con el líder del cártel local si
supuestamente quería hacerse con el poder? Ya se había
enfrentado a Viko. Los líderes de la clandestinidad nunca se
llevaban bien. La confianza y la camaradería no eran la norma,
y dudaba que aquí fuera diferente.

No tenía sentido. Ya nada tenía sentido.

Graciella encontró el baño de damas y se refrescó. Su traje


de cuero seguía siendo lo suficientemente atrevido como para
llamar la atención. Si conseguía evitar a esos imbéciles del
callejón, podría dejar a Manuel a solas el tiempo suficiente
para averiguar dónde guardaba la cura. Un poco de tortura
podía servir de mucho en estas situaciones.

Respiró profundamente y salió al pasillo. Graciella pasó


junto a la mesa de los hombres y se inclinó hacia Manuel. —
Manuel, ¿eres tú?

Él sonrió y los otros hombres de la mesa expresaron su


aprobación. —Lo siento, no recuerdo tu nombre —dijo él.

158
Graciella hizo un mohín. —Eso es decepcionante. Pensaba
que seguro que te acordarías de mí. —Le pasó la punta del
dedo por el hombro.

—Por supuesto —dijo él. —Deberías unirte a nosotros.

Todos empezaron a acercarse en un intento de darle la


bienvenida a la mesa, pero ella susurró al oído de Manuel. —
Aquí no. Sólo nosotros dos.

No podía ir mejor hasta que se dio cuenta de que los dos


hombres del callejón se asomaban al restaurante, buscando
su mezquina venganza. Se le estaba yendo de las manos, y los
nervios se le estaban disparando.

—Dime cuándo —dijo él.

—¿Puedo hablar contigo a solas en el pasillo sólo un


minuto? —preguntó ella, mordiéndose el labio inferior para dar
efecto. Él aceptó inmediatamente. Necesitaba salir de la zona
de asientos antes de que se dieran cuenta y se descubriera su
tapadera. Su corazón se aceleró.

La siguió hasta el pasillo cerca de los baños, y justo antes


de doblar la esquina, hizo contacto visual con la cara del
tatuaje. Todo su cuerpo se tensó. Era sólo cuestión de tiempo
hasta que todo esto le estallara en la cara. Tenía que moverse
rápido.

—¿Cómo te llamabas, ángel?

159
Él le tocó la cara, pero ella nunca se permitía inmutarse
cuando trabajaba. Todo era una actuación, y ella había
perfeccionado el arte de desconectarse de la realidad para
evitar romperse por la mitad.

—¿Puede ese ser mi nombre?

—Ángel. Me gusta. —Puso una mano en su cadera y se


inclinó para besar su cuello expuesto. Ella cerró los ojos,
recordando lo mucho que odiaba a los hombres.

Pero el beso no llegó.

Cuando abrió los ojos, había un cuchillo en su garganta.


Exhaló el aliento que estaba conteniendo. Luego se concentró
en el gran cuerpo que había detrás de él. —¿Dejarías que otro
hombre pusiera sus labios sobre ti?

—Me echaste a los lobos.

Boss la miró fijamente, sin prestar atención al hombre


tembloroso que tenía bajo su cuchillo. Tenía la mano llena de
sangre. Cuando miró a la derecha, al otro extremo del pasillo,
vio a sus dos acosadores en un montón contra la pared. Un
dulce alivio corrió por sus venas. Una oleada de seguridad que
conectaba con Boss la inundó.

—¿Cómo me has encontrado?

—Hay un rastreador en tu sujetador.

160
Ella gruñó. —Y yo que pensaba que habíamos tenido un
momento en tu baño. Supongo que me equivoqué.

—No te equivocaste.

Graciella entrecerró los ojos. —Viko todavía está a veinte


minutos.

—Yo no soy Viko.

Acababa de salvarle el culo, matando a los hombres que la


perseguían y rescatándola de ese cerdo asqueroso. Sí, podría
haberlo manejado como siempre, pero era agradable liberarse
de todo. Si alguna vez hubiera querido tener un caballero de
brillante armadura, ese habría sido Boss.

—Este es Manuel Viola, pero estoy seguro de que ya lo


sabes —dijo.

Una gota de sangre brotó en el cuello del hombre cuando


la hoja se clavó más profundamente.

—Sólo me pregunto hasta dónde llegarías para conseguir


lo que quieres. —Su tono estaba cargado de celos.

Ella no le contestó. ¿Habría sido capaz de acostarse con el


enemigo? ¿O Boss seguiría introduciéndose en su mente
mientras soñaba despierta?

161
Capítulo 10
Manuel Viola era ahora un hombre muerto y casualmente
tenía el antídoto, como era de esperar. Entre Viko y Boss, no
quedaba nada del hombre. No debería haber esperado otra
cosa. Por suerte, Killian había tomado el antídoto en el
momento en que se lo habían entregado y en ese momento
estaba viajando en primera clase de vuelta a Bain. El científico
también estaba bajo estricta vigilancia y en el proceso de hacer
un gran lote del antídoto ahora que tenía sus notas de vuelta.
Habían sido unos días muy productivos y aún no habían
terminado. Las mentas de la droga seguían circulando, y
mientras estuvieran matando a la gente, el científico tendría
que seguir vivo. La verdad era que, ahora mismo, quería al
científico tan muerto como Manuel.

Se agarró los hombros, estirando el cuello.

Habían sido unos largos meses, una larga vida.

Graciella cerró los ojos, permaneciendo perfectamente


inmóvil en su habitación de hotel.

Una mujer normal estaría completamente horrorizada por


lo que acababa de presenciar. Arrastrando a su única pista

162
para descubrir todos sus secretos. Ver a dos hombres, reyes
por derecho propio, torturarlo y hacerlo pagar por lo que había
hecho. Toda la muerte recaía sobre los hombros de Manuel,
pero la verdad era que Graciella era la culpable. Si ella no
hubiera tenido la estúpida idea, mucha gente seguiría viva.

No había forma de evitarlo.

Soltó un suspiro y gimió.

Su cuerpo envejecía. Había desperdiciado gran parte de su


vida matando y vengándose. En momentos como éste se odiaba
a sí misma más que nunca.

Después de todos los problemas por los que había pasado


recientemente, por fin tenía la oportunidad de analizar todo lo
que había sucedido. No había terminado, ni mucho menos.
Manuel no había estado trabajando solo. La pequeña mierda
tenía en sus bolsillos el cartel, lo que iba a causar un montón
de problemas.

—Sabes que es de mala educación entrar a hurtadillas en


la habitación de una mujer —dijo Graciella. No necesitó darse
la vuelta para saber que Boss estaba cerca.

Hacía tiempo que había dejado de intentar averiguar cómo


entraba. No importaba. Aunque se encerrara en una torre
lejana, él la encontraría.

—Pensé en venir a ver cómo estabas.

163
—Estoy bien. Perfectamente. Tienes que vigilar al
científico. Es un diablillo escurridizo.

Se rió. —No te preocupes. Tengo a un Killer of Kings extra


vigilándolo —dijo.

Él se había acercado más.

Abriendo los ojos, lo sintió tan cerca de su espalda. Con


cualquier otro hombre, lo habría matado o atacado, pero como
era Boss, se salió con la suya. No debería poder salirse con la
suya.

Mordiéndose el labio, ella no se movió. No se inclinó hacia


atrás.

Era igual que los demás hombres. No podía permitirse


disfrutar de él o de su compañía. Eran dos personas diferentes
y nada iba a cambiar eso.

—Por supuesto. Papá dice ven y tus secuaces vienen


corriendo.

—Ahora, nena, estás empezando a sonar un poco celosa


allí.

—No, en absoluto. No soy un secuaz. Soy una persona que


puede decidir por sí misma.

De nuevo, su profunda risa retumbante. ¿Por qué tenía


que sonar tan bien? ¿Por qué tenía que sentirse tan bien?

164
—Soy muy consciente de que tienes tu propia mente,
Graciella.

—¿Ahora soy Graciella? ¿Qué pasó con Widow Maker? Me


parece, Boss, que eliges cómo y cuándo me quieres. Se está
volviendo un poco agotador. —Fingió un bostezo. —Ya estoy
cansada. —Ella se tapó la boca y esta vez, él acortó la distancia
entre ellos para que su frente tocara su espalda.

Carne con carne.

Bueno, cerca de la carne. Tenían la ropa puesta, pero ella


aún podía sentir su calor.

¿Por qué tenía que pensar en Boss sin ropa?

Sus manos se dirigieron a los brazos de ella. Ella no se


inmutó. No se apartó.

—Lo eres todo, Graciella. Eres la Widow Maker y una


mujer hermosa.

—No lo hagas —dijo ella.

—¿Por qué tienes tanto miedo? —preguntó él.

Ella se giró en sus brazos y deseó no haberlo hecho. Él era


tan... sexy. Era injusto. Incluso con sus cicatrices, en lugar de
asquearla, la excitaba.

Las emociones que se había prometido a sí misma que


nunca sentiría salieron a la superficie. Los hombres eran

165
monstruos. La mayoría de los hombres, no todos, pero aun así,
se había prometido a sí misma que nunca sentiría nada por
nadie. Era más seguro así.

Boss no era cualquiera.

—¿Por qué tuviste que dejarme? —preguntó ella. —Me he


probado una y otra vez. No llevo la insignia de tus grupitos pero
soy más que capaz de arreglármelas.

—No quiero hablar de eso. —Sus manos se deslizaron


arriba y abajo por sus brazos.

—Es una mierda dura. Todos tenemos que hacer cosas que
no queremos hacer. —Esto era bueno. Agarrar su rabia,
deleitarse con ella, significaba que no estaba cediendo a la
necesidad de hundirse contra él. ¿Qué tan bueno sería
realmente dejarse llevar? ¿Agarrarse a Boss como si fuera una
especie de salvador? Sería tan bueno.

No se dejaría llevar. No terminaría bien.

—No confías en mí, ¿verdad? ¿Creías que iba a huir con el


científico y no permitir que Bain consiguiera su preciado
antídoto? ¿Crees que después de todo lo que sabes de mí, haría
eso? —No se hacía ilusiones sobre su reputación. Desde que la
venganza con las drogas había salido terriblemente mal, se
había dejado la piel para arreglarlo.

166
No quería que muriera más gente. Ella había estado
trabajando para asegurarse de que se había ido del país. Su
mayor error fue tratar de resolverlo todo ella misma, lo sabía
ahora más que nunca.

Desde el principio, debería haber acudido a Boss. Había


oído hablar de Killer of Kings hace años, incluso los había
observado y admirado sus habilidades, pero nunca se había
acercado, creyendo que estaba mejor sola.

—No tiene nada que ver con eso. —Boss le ahuecó la cara.
En lugar de sentirse amenazada por el contacto, se sintió
reconfortada, especial. No pudo evitar poner las manos en su
cintura, abrazándolo.

Maldita sea. Un simple toque no debería sentirse tan bien


y, sin embargo, lo hizo.

—Entonces, ¿por qué? Quería ayudar. ¿No lo ves? ¿No


entiendes lo importante que es para mí? —Ella no tuvo la
oportunidad de continuar, ya que Boss de repente estampó sus
labios contra los de ella.

Los besos no significaban nada.

Normalmente.

No había nada normal entre ella y Boss. Ni mucho menos.


Eran fuego y hielo y, sin embargo, juntos ardían.

167
Cerrando los ojos, gimió cuando la lengua de él recorrió su
labio inferior. Después de recorrer su cuerpo con las manos, le
rodeó el cuello con los brazos e hizo algo que nunca había
querido hacer con ningún otro hombre: apretar su cuerpo
contra él. Ansiaba su cercanía.

Una de las manos de Boss se hundió en su pelo y la otra


se deslizó hacia abajo para apretarle el culo. La dura cresta de
su polla la presionó, y ella gimió, desesperada por más. El calor
inundó su coño. Su mente pasó de estar molesta a estar
excitada en cuestión de segundos. Sólo Boss era capaz de
hacerle eso.

Cuando ella abrió los labios, Boss aceptó la invitación y


deslizó su lengua dentro de su boca. Ella gimió, pidiendo más,
queriendo más, hambrienta de él.

Él los movió hasta que la pared se encontró con su espalda


y ella se levantó, envolviendo sus piernas alrededor de su
cintura, montando esa cresta que tanto deseaba. Mientras se
colgaba de él, Boss la apoyó con su cuerpo contra la pared.

Él rompió el beso. Ambos jadeaban. Ella estaba tan


caliente por él como él por ella.

Graciella no ocultó su reacción. No le importaba hacerlo.


Boss estaba allí con ella y ella estaba cansada de luchar.
Cansada de intentar constantemente estar por encima,
especialmente cuando con Boss, ella sólo quería estar con él,

168
y punto. No había necesidad de discutir, ni de pelear, sólo paz
total y absoluta. Podrían tener eso. Ella no tenía ninguna duda.

—Te dejé porque no quería que te pasara nada. —Él le


tapó la boca con la mano cuando ella fue a discutir con él. —
¿Crees que no sé lo fuerte, lo increíble, lo jodidamente
competente que eres? Lo sé. Sé que eres una mujer infernal,
una asesina fantástica y, en el fondo, una mujer muy cariñosa
y atenta. Lo ocultas todo, y lo entiendo. No hay nada débil en
ti, Graciella. El débil soy yo.

Retiró la mano.

—¿Qué? No hay nada débil en ti, Boss. Ya lo sabes. ¿Qué


demonios quieres decir? —Estaba más que confundida.

—Debería haber sabido que no lo entenderías. Cuando se


trata de ti, Graciella, me haces débil. No creo que eso sea
necesariamente algo malo. —Le apartó un poco de pelo de la
cara. —No quiero estar sin ti, nunca. Sí, he pensado en matarte
cuando me haces enojar, pero no lo querría de otra manera.
Quiero protegerte, siempre.

Las lágrimas llenaron sus ojos mientras miraba a Boss.

Sentimientos. Durante mucho tiempo, los había odiado.


No quería tener nada que ver con ellos. La hacían débil. Boss
se había metido en su piel y, mientras lo besaba, supo que ya

169
no podía huir. No de él, no del modo en que la hacía sentir.
Estaba enamorada y no había vuelta atrás.

***
Admitir la verdad a Graciella había sido más fácil de lo que
Boss esperaba.

No le estaba mintiendo. No quería que le hicieran daño. Su


pasado aún se aferraba a ella como una segunda piel y todo lo
que él quería hacer era derribar el pasado, demostrarle que
una vida con él no le causaría más dolor.

—¿Graciella? —preguntó.

—Esta noche —dijo ella, apartándose.

Sus labios estaban hinchados.

—¿Esta noche?

—Sí, tú y yo. Nada más. Por favor. Tú no eres el rey y yo


no soy la competencia. Sólo somos Graciella y Boss. Dos
personas que se conocieron. Sin promesas. ¿Podemos hacerlo?

No buscaba una aventura de una noche, ni mucho menos,


pero con Graciella estaba más que dispuesto a darle lo que
quería.

170
Pasando su mano por la espalda de ella, yendo a su culo
de nuevo, dio un paso atrás.

—¿Boss?

Se sacó la camisa por encima de la cabeza, tirándola a un


lado. Llevaba dos pistolas metidas en los vaqueros, y las puso
en la cómoda junto a la pared. A continuación, se deshizo de
los pantalones y la miró, de pie, sólo con sus calzoncillos
negros.

—¿Lo apruebas?

Se lamió los labios. —Eres una bestia.

Sus dedos acariciaron el borde de su camisa. Podría


haberle quitado la ropa, pero esto era para ella. Si ella quería
parar, lo harían. Él nunca la forzaría, ni una sola vez.

Boss esperó con la respiración contenida mientras ella


esperaba.

Esto era una burla.

Se levantó la camisa por encima de la cabeza, mostrando


su sujetador acolchado, pero también que llevaba tantas
armas como él. Colocó las suyas junto a las de él y a
continuación se ocupó de sus vaqueros. Sacándose los
pantalones, se quedó en ropa interior.

Ambos estaban sin armas.

171
Vulnerables.

Ambos a merced del otro.

En lugar de esperar a que Graciella diera el siguiente paso


porque ya había salido de su zona de confort, le puso una
mano en la cintura y la acercó. —Dime que pare.

—No.

—Maldita sea, Graciella.

—Quiero esto, Boss. —Ella puso su mano en el pecho de


él y la deslizó lentamente hacia abajo hasta cubrir su bóxer. —
Me encanta que te vistas de negro. —Ella lo apretó—Si no
quieres, aléjate.

Como respuesta, él se apoderó de su boca. Era imposible


que no quisiera. Los apartó de la pared y la llevó a la cama.
Lentamente, la bajó sobre ella, sin dejar de besarla.

Acariciando su cuerpo, se dirigió a sus rodillas,


manteniéndolas abiertas.

—No te preocupes. Sé que eres tú. No me asustaré —dijo


ella. —Por favor, Boss.

Él conocía su historia como nadie. Ella estaba segura con


él. —Ni siquiera he empezado. —Le besó el cuello y le pasó la
lengua por el pulso. Ella dejó escapar un jadeo y ahora él

172
utilizó sus dientes para crear el nivel perfecto de dolor y luego
calmarlo con ligeros movimientos.

Bajó hasta la parte superior de sus pechos. Besó cada uno


de los montículos antes de llegar por detrás de ella para abrir
el cierre del sujetador. Deslizando los tirantes por sus brazos,
se lo quitó del cuerpo para mirarla fijamente.

—¿Te das cuenta de lo jodidamente hermosa que eres? —


le preguntó. Vio el rubor en sus mejillas y no pudo evitar
sonreír. —Por esa mirada deduzco que no tienes ni idea.

—¿Por qué no me lo muestras?

—Con mucho gusto.

Su lengua pasó por un pezón duro antes de llevarse el


segundo a la boca. Ella se arqueó, gimiendo su nombre. El
sonido llenó la habitación, resonando en las paredes.

Él agarró las dos tetas y las acarició antes de morderlas y


chuparlas en la boca. Eran más que un generoso bocado.
Quería que se balancearan frente a él mientras la follaba.
Maldita sea, quería a Graciella para siempre.

Lentamente, arrastró sus labios por el cuerpo de ella,


llegando a su estómago, y luego más abajo. Las bragas seguían
cubriendo su coño y ahí era donde él quería llegar.

Presionando su cara contra la tela que cubría su coño, la


respiró. Ella soltó un pequeño grito. El sonido era tan dulce y

173
a la vez estremecedor. Él no podía saciarse de ella, no quería
hacerlo.

Las bragas eran ahora un obstáculo. Agarrando la


entrepierna, tiró. Las costuras no eran rival para su fuerza. Se
separaron con facilidad. Tiró la prenda ofensiva. Ahora podía
ver su bonito coño.

Ya estaba mojada, pero él pretendía que lo estuviera aún


más.

Abriendo los labios de su coño, miró su dulce e hinchado


clítoris. Quería su polla dentro de ella, saborearla, ahogarse en
esta mujer. Puso la lengua en su clítoris y lo acarició de un
lado a otro.

—¡Oh, mi maldito Dios! —Los gemidos de placer de


Graciella llenaron el aire. Se detuvo lo suficiente para mirarla,
y joder, si no era un espectáculo para la vista. Tan hermosa.
Tan sexy. Tan increíble.

Lamiendo su clítoris, se lo metió en la boca con un gemido.


La mordió, haciéndola retorcerse bajo él, tan perfecta y abierta.
Sus gemidos desesperados hicieron que su polla se pusiera
dura como una piedra. Se burló de ella con su lengua y luego
bajó para acariciar su abertura.

—Me estás matando —gritó ella.

174
Apoyó las manos en el interior de sus muslos,
manteniéndola abierta, mientras empezaba a penetrarla con
su lengua. Luego volvió a su clítoris, decidido a dedicar mucha
atención a ese dulce capullo. Podría quedarse entre sus
piernas la mitad de la noche.

Ella se retorcía bajo él y él frotaba su cara contra ella, sin


querer soltarla. Quería que ella conociera el verdadero placer,
de un hombre que no exigía nada a cambio. La crema de ella
cubrió su cara y él la lamió. Ella estaba a punto de alcanzar el
clímax, empujando su coño contra su cara, jadeando y
tensándose. Él le sujetó las nalgas, manteniéndola cerca
mientras le comía el coño sin piedad.

—Sí, por favor, sí —dijo ella. —Estoy cerca, Boss. Tan


cerca.

—Córrete para mí, princesa.

Ella lo hizo.

Él se tragó sus jugos mientras ella se dejaba ir y fue tan


jodidamente hermoso. Boss no se detuvo allí, dejándola
montar su ola de placer, más que feliz de ser el que le diera un
orgasmo. Sólo cuando ella se calmó después de su clímax, él
redujo la velocidad, dándole tiempo para disfrutar de la
sensación.

175
Metió la mano en su mesita de noche y sacó un condón.
Desde la punta hacia abajo, manipuló el látex, la cabeza de su
polla ya goteaba pre-semen al querer entrar en ella.

—Dime que pare, Graciella. Dime que no me deseas.

Ella le rodeó el cuello con los brazos y le sonrió. —Boss,


fóllame. Fóllame como quieras.

Él gruñó y estrelló sus labios contra los de ella. Ella era


puro pecado y él no podía negarle nada. No quería hacerlo.
Manteniendo sus piernas abiertas con sus caderas, apoyó la
punta de su polla en su abertura, mirándola a los ojos,
esperando.

—Tienes que meterme dentro de ti —le dijo.

Cada paso iba a ser de ella aceptando, entregándose a él.


Nunca la forzaría. Si ella lo quería, iba a demostrarle cuánto.

Con la polla en su entrada, él observó, fascinado, cómo ella


se introducía entre ellos. Agarró su polla con la mano. Gruesa
e hinchada, él quería deshacerse del preservativo, sentirla piel
con piel, pero ya habría tiempo para eso.

Ella acercó la cabeza en forma de hongo a su clítoris,


golpeándolo, y él gimió cuando ella se arqueó, gimiendo al
hacerlo. Tan bonita. Tan perfecta. Todo lo que él siempre quiso.

—Así es, princesa. Utilízame. Toma lo que quieras y úsalo,


jodidamente amalo.

176
Ella movió su polla hasta su abertura y con su mirada fija
en él, lo introdujo lentamente en su interior.

Graciella estaba caliente, apretada, y le costó cada gramo


de control para no apartar las manos de ella y follarla duro y
rápido. Quería darse una palmadita en la espalda por no
haberla follado más fuerte que nunca. Esta noche era algo
nuevo para ambos. Significaba algo más que emociones
baratas o un contrato cumplido. Era real. Duradero.

Cuando su pelvis golpeó su mano, ella lo soltó. Sus manos


se dirigieron a su culo y lo empujaron esos últimos
centímetros.

—Dios, eres grande, Boss. Sabía que serías bueno, pero no


tanto.

—Ahora soy todo tuyo.

Para ayudarla, él empujó, asegurándose dentro de ella.

Ella jadeó y él la besó, tragándose cualquier otro gemido.


Se mantuvo perfectamente quieto dentro de ella. No sólo para
que ella se acostumbrara a su polla, sino también para que él
tuviera el control. Lo último que quería hacer era correrse
como un adolescente.

Estaba tan cerca.

Graciella lo era todo. Sabía desde el momento en que la


conoció que sería suya. Sólo que no se había dado cuenta de

177
lo mucho que ella le jodería la cabeza. No había manera de que
él nunca fuera capaz de dejarla ir.

Mientras la miraba fijamente, ella se lamió los labios y le


ofreció la sonrisa más dulce.

—Yo no... esto no es un juego, Boss. Sólo soy yo —dijo ella.


—Te lo prometo. Lo juro.

—También tienes todo de mí, nena. No estoy jugando. Sólo


soy yo. —Comenzó a salir de ella hasta que sólo quedó la punta
de él. Él la observó, esperando cualquier señal de que esto era
demasiado para ella. Ella había pasado por cosas a las que
ninguna mujer debería someterse.

Ella no dio ninguna señal de querer que esto terminara,


así que él empujó dentro de su apretado calor, amando sus
gemidos. Él sólo le daría placer por siempre. Todo lo que quería
era que ella se dejara llevar por él, sin actuar ni preocuparse.

Podía darle una vida tan buena como la que ella había
soñado. Le daría el mundo si ella se lo permitía.

Empujando dentro de ella, empezó lentamente, sin querer


precipitarse. Miró hacia abajo y observó su polla. El
preservativo era una molestia, pero necesario.

Gimiendo, no pudo resistirse a acariciar su clítoris,


llevándola a un segundo orgasmo mientras la penetraba,
sintiendo sus espasmos.

178
Estaba a punto de correrse. Ya no podía contenerse.

Tomando las manos de ella, las presionó a ambos lados de


su cabeza, besando sus labios mientras montaba en su coño,
sintiendo los primeros temblores de su orgasmo mientras la
llenaba, inundando el condón con su liberación. El placer no
terminó ahí. Se desvaneció lentamente y Boss supo que nunca
volvería a ser el mismo. Pasara lo que pasara, no podía dejar ir
a Graciella. No más correr. Ella era parte de él, y por eso, sus
problemas eran ahora los suyos. La protegería, moriría por
ella. Ahora sólo tenía que casarse con ella.

179
Capítulo 11
Una semana después

Se sentía bien estar de vuelta en la ciudad. Su ciudad. Por


primera vez en mucho tiempo, no tenía ganas de huir. Se había
quitado un gran peso de encima ahora que se había
encontrado un antídoto para las drogas. Manuel Viola estaba
muerto. El científico estaba bajo llave hasta que Boss decidiera
lo contrario. Bain se había recuperado. Finalmente, su
pesadilla había terminado.

Se sentía raro no tener esa culpa aferrada a ella como una


sombra. Se había apoderado de ella cada mañana y no la
dejaba dormir por la noche. Estaba libre de la carga de su error
de hace tantos años. Lo único que quedaba en su mente era la
deuda con Viko. Eso nunca se pagaría. Eso nunca le permitiría
tener un nuevo comienzo. ¿Cómo podía siquiera considerar
una relación con Boss cuando tenía una deuda con su
enemigo?

Había estado evitando a Boss la semana pasada.

180
Una vez en casa, se cuestionó la noche que habían
compartido. Mucha gente se da un capricho cuando está de
vacaciones y vive para lamentarlo. Aunque no habían estado
en la República Dominicana para descansar y relajarse, era un
lugar diferente, una realidad única.

Boss podía tener a cualquier mujer que quisiera: jóvenes,


vírgenes, mujeres sin cicatrices ni equipaje. Era un hombre de
poder y riqueza.

Ella no podía darle herederos. Su cuerpo estaba roto. Sería


casi cruel obligarlo a una vida con ella cuando podría tener
mucho más.

Había sido una bonita fantasía mientras duró.

Entonces, ¿por qué no podía dejar de pensar en él?

Graciella se volteó en la cama y agarró su teléfono móvil


de la mesita de noche. Exhaló su decepción.

—¿Qué quieres, Viko?

—Eras mucho más respetuosa cuando necesitabas mi


dinero y mi apoyo. Tienes poca memoria.

—Dudo que llames para charlar.

—Tienes razón. Y vas a ayudarme.

—¿Esperas que sea tu chica de los recados el resto de mi


vida?

181
Él se rió. —La carga de estar en deuda. No lo recomiendo.

—Sí, gracias.

Se dejó caer de nuevo en la cama, cubriendo sus ojos con


un brazo. Esto sería una pesadilla que nunca terminaría.

—Manuel me jodió. Quería mi lugar en el Circle. Está


muerto, pero sé que no trabajaba solo. No había forma de que
pudiera financiar la fabricación y exportación de esas drogas
por su cuenta.

—¿Qué esperas que haga? —preguntó ella.

—Eres una de las mejores. Hablas el idioma. Y, como he


mencionado, me lo debes. Vuelve a la República Dominicana.
Fóllate a quien tengas que follarte. Necesito saber quién va a
por mí.

Se le revolvió el estómago al pensar que Viko se


entrometería en su vida para siempre, que no le permitiría
seguir adelante y dejar el pasado atrás. Le gustaba trabajar
sola, sin tener que responder ante nadie más que ante sí
misma.

Graciella tenía que empezar el día. Tras una ducha rápida,


salió de su apartamento. Había un todoterreno negro con los
cristales muy polarizados aparcado en la calle. Los cristales
empezaron a bajar. —Sube.

Apenas reconoció a este tipo. —¿Quién lo pide?

182
—Tienes una cita con Boss en quince minutos. No le gusta
que lo hagan esperar.

Graciella quiso mandar a la mierda al conductor, pero en


lugar de eso, subió al vehículo. Tenía curiosidad por saber qué
quería de ella. Y no tenía nada mejor que hacer que ir a la
cafetería por un café con leche.

—Pensé que Killian era su conductor.

—Soy Chains, por si no me recuerdas. Llevo manejando


para Boss mucho más tiempo que Killian.

Recordó a Xavier hablando de su buen amigo Chains. Sus


nervios se calmaron.

—¿Y dónde es esta cita?

—Desayuno en el agua. Restaurante de cinco estrellas.


Sus croissants salieron en la revista Food Addiction el mes
pasado.

—Wow, eso es mucho más detalle del que esperaba. —Se


echó hacia atrás y vio pasar la ciudad. Los hombres de Killer
of Kings no se parecían a ningún otro sicario con el que hubiera
trabajado en el pasado.

Llegaron al restaurante y ella salió. Boss ya estaba sentado


y le hizo un gesto para que se acercara. No pudo evitar sonreír.
Parecía tan seguro de sí mismo.

183
—Secuestrarme no te dará ningún punto.

—No has respondido a mis llamadas —dijo él.

—He estado ocupada.

Usó una mano para indicarle que se sentara. Era una


mesa para dos personas con vistas al agua. Había tres rosas
frescas en el jarrón: rojas, amarillas y blancas. Tuvo que
admitir que estaba impresionada. Sus desayunos no eran ni
de lejos tan extravagantes o complicados.

—Me has estado evitando, Graciella. ¿Por qué?

Tomó aire, no estaba dispuesta a jugar en ese momento.


Estaba cansada, hasta el fondo del alma. —No quiero ser la
novedad de la semana. Sé cómo termina esto —dijo. —
Esperaba que ya tuvieras una nueva conquista.

Él entrecerró los ojos, tomando un sorbo de su café,


haciéndole un gesto para que bebiera el suyo.

—Tu hermano sigue sin beber café, ¿lo sabías? Las viejas
heridas nunca se curan para algunos. Luego hay otros, como
tú, que parecen no inmutarse.

Saboreó su café. —Lo que se ve no siempre es lo que hay.


Mi hermano tiene sus heridas, yo tengo las mías. Afrontamos
las cosas a nuestra manera.

184
—Y a ti te gusta huir. Poner muros tan altos que nadie
puede entrar.

Se encogió de hombros, tomando otro sorbo. —Si eso


funciona...

Boss se recostó en su asiento, mirándola fijamente. Las


gaviotas graznaban sobre el agua. La bocina de un barco
bramaba en la distancia. Este lugar le recordaba a su propio
escondite junto al mar. La relajaba.

—No eres la novedad de la semana, Graciella. He


terminado con otras mujeres. Sólo hay una que me interesa.

—Cuando lo dices, me siento amenazada.

—Lo sé. Tienes que aprender a confiar en mí. No te haré


daño —dijo. —Nadie conoce tu historia como yo. Todavía estoy
aquí, cariño. Y no voy a huir.

Dios, ella quería a Boss. Se veía tan malditamente


comestible. Era una bestia tatuada y musculosa sentada en el
patio de un restaurante excesivamente caro y nadie se atrevía
a decirle que no pertenecía a ese lugar. Era el tipo de hombre
que exigía respeto y obtenía lo que quería.

Metió la mano en su chaqueta y sacó una elaborada caja


de anillos. La colocó sobre la mesa y la empujó hacia ella. Ella
se quedó mirando, sin saber qué pensar. Él no había dicho ni
una palabra.

185
Graciella decidió jugárselo todo, ya que él se había
convencido de que la quería.

—¿Has olvidado mi deuda con Viko? Imagino que un


hombre como tú se pondría furioso al saber que su mujer tiene
una deuda de por vida con el Circle of Monsters.

Golpeó con los dedos e la mesa, sin hablar, con los ojos
intensos.

—Exactamente. Un factor que rompe el trato —dijo ella.

—Abre la maldita caja, Graciella.

Ella tomó aire y alcanzó la caja. Él colocó su mano


brevemente sobre la de ella, sorprendiéndola, y luego él se
sentó y esperó.

¿Estaba conteniendo la respiración? Sentía como si el


mundo entero se hubiera ralentizado sólo para este momento.
Ella abrió la caja. Dentro estaba el anillo de compromiso de
diamantes más grande y perfecto que jamás había visto. Y
había visto muchos en su trabajo. Esto era algo totalmente
diferente.

—Lo encargué sólo para ti —dijo él.

Ella tragó saliva. —¿Qué significa esto?

Boss se inclinó sobre la mesa, sujetando su antebrazo


mientras sostenía la caja con el otro. —Cásate conmigo,

186
Graciella. Tenemos una vida que vivir. Los dos hemos sufrido
bastante. ¿Por qué no podemos ser felices? Juntos.

—¿Matrimonio? ¿El asesino de reyes me pide que me case


con él?

Se quedó boquiabierta y todos sus pensamientos y


razonamientos superiores salieron por la ventana, dejándola
indefensa y sin saber qué decir a continuación.

—¿Por qué no?

—Puedo escribir una lista kilométrica de por qué no


funcionaría —dijo ella, mirando fijamente el anillo.

—Pero funcionará a pesar de todo. Porque te amo.

Esta vez, ella lo miró a los ojos, completamente


sorprendida. Siempre se había sentido tan poco querida que le
resultaba extraño oírlo y creerlo.

—Boss...

—Cásate conmigo, Graciella Moreno. Te juro por Dios que


te seré leal por el resto de mis días.

Su primer instinto fue correr, rechazar todas las hermosas


palabras. Pero él tenía razón. Ya era suficiente. Ella no se creía
capaz de hacerlo después de todo lo que había pasado, pero
también lo amaba. Él la volvía loca y ella lo amaba igualmente.

Pensaba en él todo el tiempo.

187
Incluso ahora, no podía evitar recordar su primera vez
hace una semana. A pesar de toda la mierda que había
soportado en su vida, él la hizo sentir femenina, deseable,
como si nunca hubiera conocido a un hombre antes de él.

¿Cómo podría alejarse de eso?

—¿Podemos estar solos?

Él levantó una ceja. —¿Cuándo? ¿Ahora?

—Ahora.

Boss levantó un brazo para pedir la cuenta.

Caminaron hacia los coches del estacionamiento. —¿Has


venido en coche hasta aquí? —preguntó. —¿O te trajo Chains?

—Es un buen hombre. No lo habría enviado a recogerte si


no confiara en él. —Boss pulsó su llavero y un BMW azul
marino sonó a unos metros de distancia. —Y a veces conduzco
yo mismo.

—Hoy estás lleno de sorpresas —dijo ella, subiendo al


asiento del copiloto de su coche.

***

188
Ella no había dicho que sí. Boss se sintió como un colegial
compitiendo por la atención de una chica. No se iría a dormir
esta noche hasta tener su respuesta.

Los llevó a una de sus muchas propiedades. La suite del


ático de este hotel era donde hacía muchos negocios. También
tenía la mejor vista de la ciudad.

—¿Dónde estamos? —preguntó ella, entrando en el lujoso


condominio.

—En uno de mis apartamentos. ¿Te gusta?

Observó a Graciella mientras se dirigía a las ventanas del


suelo al techo. La mujer sabía cómo moverse, cómo utilizar su
cuerpo para volver locos a los hombres. Él no era inmune.

—Creía que mi piso tenía una buena vista, pero esto... esto
es increíble. —Apoyó una mano en el cristal, disfrutando de las
vistas.

Él se acercó por detrás de ella y le rodeó la cintura con los


brazos. —Tengo muchas cosas. Más dinero del que puedo
gastar. Todos los juguetes y artilugios que un hombre puede
desear. Hay una cosa que he aprendido durante todos estos
años.

Se giró hacia él y le rodeó el cuello con los brazos. —¿Qué


es, Boss?

—El dinero no puede comprar la felicidad.

189
Graciella entrecerró los ojos. —Eso dicen. Es un dicho
común.

—No, es cierto. Las cosas no pueden evitar la soledad.

—¿Cómo puede estar solo el gran Boss? Podrías estar


rodeado de gente nueva día y noche y rogarían por tu
compañía.

—Y luego se van a sus casas. Necesito más, Graciella. La


vida está vacía sin amor. Después de ver a tantos de mis
hombres casarse, siempre me pregunté cuál era la
fascinación... hasta que llegaste tú.

—No soy nada especial —dijo ella.

—Lo eres todo para mí —dijo él. Le besó la frente. —Nunca


respondiste a mi pregunta.

Ella negó con la cabeza. —Mi deuda, Boss. No va a


desaparecer.

—Sé que has hablado con Viko esta mañana.

—Por supuesto que lo sabes.

—Está paranoico. Todo se derrumba a su alrededor.

Desde que descubrió que su hombre, Manuel, lo había


traicionado, se dedicó a matar. El Diablo que llevaba dentro se
había liberado y no podía ser controlado.

190
—Como me considera su esclava personal, supongo que
caeré con él.

—Nunca dejaré que eso ocurra —dijo. —¿Sabes con quién


trabajaba Manuel en el cártel?

Ella asintió.

—No se lo digas a Viko. Voy a hacerle un trato que no


podrá rechazar.

Graciella ladeó la cabeza. —¿Qué estás tramando, Boss?


—Le pasó los dedos por el pelo.

—Quiero que seas mía, sólo mía —dijo.

—Quieres ser mi dueño.

Él gruñó. —Llámalo como quieras. Funciona en ambos


sentidos.

—¿Me estás diciendo que nunca desearás tus especiales


semanales?

Graciella era celosa hasta la saciedad. Ella creía que tenía


razón, pero Boss nunca había sido más sincero. Sólo de pensar
en todas esas putas sin nombre se le revolvía el estómago.

—Eso es exactamente lo que te digo. Un rey no es nada sin


su reina.

Ella sonrió ante eso.

191
—Eres el mejor en todo, o eso dicen. Demuéstramelo.

—¿La semana pasada no fue suficiente?

—Esta vez llevaré la cuenta.

Esta mujer lo volvía loco. No le tenía miedo y no se


guardaba sus pensamientos. Lo excitaba mucho que una
mujer fuerte lo pusiera en su lugar. Por supuesto, dejó que
Graciella se saliera con la suya. Ninguna otra persona lo
presionaba y vivía para contarlo.

Se inclinó y la besó. La habitación estaba insonorizada,


dejando sólo el sonido de sus respiraciones. Ella comenzó a
desnudarse, sin romper el beso. Cuando se retiró, sólo llevaba
el sujetador y las bragas.

—Quítate la camiseta —dijo ella. —Quiero tocarte.

Boss se quitó la camisa y se quitó el arnés de los hombros,


colocándolos en su escritorio.

—Vamos a jugar a un juego —dijo ella.

—De acuerdo.

Le pasó los dedos por el pecho y a lo largo de su paquete


de seis. —¿Dónde te has hecho esta cicatriz?

Él miró uno de los cortes de su estómago. Tardó un minuto


en recordar incluso por qué había tantas malditas cicatrices.

192
—Herida de metralla. Tuve que sacarla yo mismo. ¿Me toca a
mí?

Ella asintió.

Besó su camino por el cuerpo de ella hasta que estuvo


sobre una rodilla. Boss frotó su cara contra sus bragas,
haciéndola estremecer. Entonces tocó una profunda cicatriz en
la parte baja de su estómago. —¿De dónde es ésta?

Su cuerpo se tensó.

—Querían estar seguros de que nunca me quedaría


embarazada. Las chicas embarazadas eran un problema.

—A la mierda este juego —dijo él, levantándola en sus


brazos. —Nadie volverá a hacerte daño.

Ya había tenido suficiente con la tristeza, la culpa y la


vergüenza. Nada de su pasado podía sorprenderlo o hacer que
sus sentimientos cambiaran. Lo único que quería era hacer
feliz a su mujer.

La acomodó en su gran escritorio de roble con vistas al


horizonte. —¿Eso no te molesta? ¿No tener nunca un
heredero?

—Cariño, si quisiera tener hijos, los tendría. Killer of Kings


es mi legado. Todo lo que quiero es la hermosa mujer que tengo
delante. Tú eres todo lo que necesito y quiero.

193
Le abrió las piernas y se inclinó sobre su cuerpo, besando
su cuello, bordeando la concha de su oreja. Le desabrochó el
sujetador y le quitó las bragas. Tener a Widow Maker desnuda
sobre su escritorio era un espectáculo hermoso. Nunca se
cansaría de follarla.

—Déjame verte —dijo ella.

Se quitó los pantalones y los bóxers. Boss no tenía nada


que ocultar. Acarició su erección un par de veces mientras ella
miraba. Su polla era gruesa y larga y tenía la resistencia
necesaria para aguantar toda la noche. —¿Quieres esto dentro
de ti?

Ella parecía hechizada, con los ojos ya vidriosos de lujuria.


—Fóllame, Boss. Quiero poder sentirlo mañana.

Él gimió. Olvida el azúcar y las especias. Su reina latina


era una chica muy sucia. Se agachó y se dio un festín con su
clítoris, lamiendo de vez en cuando sus pliegues. Ella se
retorció sobre su escritorio, sus papeles y adornos cayendo al
suelo.

—Grita todo lo que quieras, nena. Nadie puede oírte. —Tiró


de las caderas de ella hasta el borde del escritorio, y luego no
perdió tiempo en hundirse profundamente en su caliente coño.
—Joder, te sientes perfecta alrededor de mi polla.

194
Ella maulló y se contoneó, hambrienta de que él trabajara
su cuerpo.

—Qué chica tan traviesa. —Se la folló a un ritmo lento,


viendo cómo la llenaba una y otra vez. —Necesitas que te
enseñen algunos malditos modales.

—Sí, me he portado mal —dijo ella. —Castígame.

Aceleró el ritmo, follándola profunda y duramente, con el


escritorio rozando las baldosas. Con Graciella, era un reto
contenerse y no derramarse dentro de ella. Era muy sexy.

Boss la giró y la empaló con su polla de inmediato. Ella


gritó, sus manos se aferraron a los bordes del escritorio. —
¡Más!

Él agarró un puñado de su largo pelo negro, y con la otra


mano le aseguró la cadera. Le dio unas cuantas bofetadas
firmes para animarla. Boss embistió su cuerpo, su culo se agitó
y sus pechos se apretaron contra el escritorio. Ella gritó, el
sonido erótico fue música para sus oídos.

—Toma mi culo. —Ella era insaciable. No como ninguna


otra mujer que él hubiera tomado antes. —Te quiero en todas
partes. Sólo a ti.

Él no estaba preparado para nada de esto. Lo último que


quería hacer era lastimarla, pero ella era insistente. Utilizó la

195
crema de su coño y la arrastró hasta su culo, cubriendo de
humedad la pequeña y bonita roseta.

El pre-semen goteaba de la punta de su polla. Nunca había


estado tan jodidamente excitado en su vida. Apretó la cabeza
de su erección en aquel agujero prohibido, empujando lenta y
firmemente. Ella gruñó, empujando contra él, llenándose de su
polla.

—Eres absolutamente perfecta. —Él miró hacia abajo


entre ellos, con su polla en lo más profundo de su culo. Pasó
las palmas de las manos desde los hombros de ella por todo el
cuerpo hasta llegar a sus caderas. Boss empezó a meter y sacar
la polla de su culo. Utilizó una mano alrededor de su cuerpo
para acariciar su clítoris, frotándolo en rápidos círculos. La
doble estimulación hizo que sus gemidos fueran más
profundos, y los sonidos hicieron que fuera casi imposible
aguantar mucho más.

—Córrete para mí, nena. Sé una buena chica y ordeña mi


polla.

Ella dejó escapar una serie de mini jadeos antes de


soltarse finalmente, gritando de placer. Boss la sujetó con
fuerza y le llenó el culo con su semen. Una vez que su
respiración se calmó, la levantó en sus brazos. Ella ni siquiera
abrió los ojos.

196
La dejó en la encimera del baño y utilizó una toallita
húmeda para limpiarlos a los dos. Mientras terminaba, ella lo
miraba. Una belleza tranquila y natural en su rostro. Ningún
disfraz.

Boss se paró frente a ella y le acercó la cara, besando sus


labios una, dos veces.

—Estás preocupada por mí, pero ¿yo debería estarlo? Eres


la Widow Maker, conocida por ser un cebo para los hombres.
Tal vez sea yo el que está siendo utilizado.

—No te preocupes por mí, Boss. —Su sonrisa era triste. —


Todo lo que hay aquí, entre tú y yo, es la primera vez que soy
real desde que tengo uso de razón. Me siento segura contigo.
—Sus ojos se llenaron de humedad. Cuando parpadeó, unas
cuantas lágrimas recorrieron sus mejillas.

—Así es como debe ser. —Él besó sus lágrimas y luego


acercó su frente a la de ella. —Nunca dejaré que nadie te haga
daño.

—No usaste condón.

—No.

Se quedaron así, conectados a un nivel más profundo.


Cómodos en la presencia del otro. Auténticos, desnudos,
vulnerables y experimentando el amor por primera vez.

—¿Boss?

197
—Sí, cariño.

—¿Crees que esto puede funcionar? —susurró ella.

—Funcionará. Antes de que llegaras, no podía entender la


fascinación por establecerse con una sola mujer. Regañaba a
mis hombres por eso. Incluso a Xavier. Ahora todo lo que
puedo pensar es en hacerte feliz.

—¿Puedo volver a ver ese anillo?

Se puso unos boxers y sacó el anillo del bolsillo de su


chaqueta. Se sentó en el sofá de cuero y se acarició el regazo.
Graciella no se había puesto ropa y él no se iba a quejar. Ella
se sentó en su regazo y abrió la caja.

Boss sacó el anillo. Le había costado una pequeña fortuna.


Le agarró la mano izquierda y se lo puso en el dedo anular.
Encajaba perfectamente, hecho sólo para ella.

—Vaya. —Levantó la mano a la luz, inclinándola hacia un


lado y otro para ver el brillo.

—¿He pasado la prueba? —preguntó.

Graciella sonrió y le acercó la cara con una mano, dándole


un beso. Fue suave, dulce y lleno de promesas. —Sí, y me
casaré contigo, Boss.

198
Capítulo 12
Ninguna mujer se había metido en su piel antes. En lugar
de verlo como una debilidad y una maldición, Boss lo vio como
una fortaleza y una perspectiva de futuro. No dejaría que otro
minuto de su vida se le fuera de las manos.

Por eso estaba aquí, sentado en una silla desconocida,


fumando de nuevo uno de los cigarros de Viko. Odiaba su
sabor. La casa en sí estaba en un lugar seguro, en una isla
privada frente a la costa. Al parecer, a Viko le gustaba lo mejor
de todo. Y también su privacidad.

Desde que Viko había encargado a Graciella la misión de


conseguir al responsable de financiar la distribución de la
droga, él se había escondido de alguna manera. O bien era eso,
o realmente pretendía mantenerse al margen.

Boss tenía como misión averiguar cómo vivía la gente,


sobre todo cuando se trataba de su competencia o de sus
enemigos. El Circle of Monsters no era más que un grupo de
asesinos muy bien pagados. No le gustaban, no los respetaba.
No eran el tipo de gente que contrataría para misiones
delicadas. Si quería hacer una escena para hacer el trabajo,

199
claro. Viko podía reunir a sus hombres y crear una tormenta
de mierda.

Personalmente, Boss prefería jugar al juego. Era un


hombre de muchas caras.

Cuando empezó Killer of Kings, lo hizo con la intención de


ser el mejor, de contratar a los mejores. La única forma que
conocía para sobrevivir era ser el mejor. Luchar más duro, ser
más fuerte, y ser más paciente que todos

Donde él creía que la venganza era un plato que se servía


frío, Viko era fuego y reacción. Por eso el Circle of Monsters
nunca superaría a Killer of Kings, y posiblemente por eso, en
el esquema de las cosas, estaban, a todos los efectos,
igualados. Aun así, Boss no se pondría en términos amistosos
a corto plazo. Ni con Viko, ni con los hombres con los que se
relacionaba.

—Empiezo a pensar que vas detrás de mi culo, Boss —dijo


Viko. —Múltiples reuniones secretas en un mes. Me siento
especial.

—No deberías.

—¿Has venido a igualar por fin el marcador? ¿Quieres


intentar matarme?

—No tengo ningún deseo de matarte, Viko. No me importa


en absoluto hacerte daño. —Lanzó un anillo de humo al aire.

200
Sólo había dado un par de caladas, pero ya había terminado.
Lo aplastó sobre el escritorio de Viko. —¿Te escondes todo el
tiempo?

Viko echó la cabeza hacia atrás y se rió. —¿Crees que esto


es huir?

—No conseguiste lo que querías y en lugar de quedarte y


luchar por ello como un hombre de verdad, estás aquí
haciendo lo que sea que tengas que hacer. Así que sí, creo que
estás huyendo. ¿Te asusto? —preguntó Boss.

—¿Por qué no te preocupas más por llevar a tu mujer al


altar que por lo que estoy haciendo con mi tiempo?

Boss sonrió.

—¿Crees que eres la única persona en este mundo que


puede reunir información sobre su oponente?

—La verdad es que no. No es ningún secreto que tengo la


intención de casarme con la Widow Maker.

—Esperemos que su nombre no te siga al dormitorio, Boss.


Puede que no salgas vivo.

—Es muy dulce que te importe —dijo Boss. —No estoy aquí
por ninguna otra razón que no sea la de ocuparme de esa
deuda que tienes con mi mujer.

201
—Lo que Graciella me debe es entre nosotros dos. —Viko
cruzó los brazos sobre el pecho.

Para cualquier observador casual, eran simplemente dos


hombres, sin armas, pero Boss conocía a Viko igual que Viko
lo conocía a él. Llevaban armas, pero las mantenían ocultas en
los lugares más convenientes.

—Graciella es mía. Me pertenece y acabará formando parte


de Killer of Kings.

La risa demente de Viko resonó en la habitación. —Bien,


ahora sé que estás loco. ¿De verdad crees que esa mujer tiene
lo que hay que tener para trabajar en una organización tan
estricta como Killer of Kings? Maldita sea, vas a estar de malas
cuando se trata de negocios. Graciella te llevará a la ruina.
Primero, ella no acepta órdenes de nadie.

—¿Cómo llamas entonces a lo que ella hace por ti?

—Oh, yo le doy órdenes pero ella no las cumple. Estás vivo,


¿no?

Boss se cruzó de brazos. Como en todas las reuniones con


Viko, estaba empezando a aburrirse. Esto no los llevaba a
ninguna parte. —Hace tiempo que acepté que no te voy a
matar, Viko. Estamos demasiado igualados e
independientemente de lo que piense de tu pequeña
organización, en realidad haces lo correcto. Lo bueno.

202
—Ah, ¿te estás poniendo sentimental en tu vejez, Boss?

—Te daré a Renzo Bianchi. Es el hombre que quieres. A


cambio, me concedes la libertad de Graciella. —Dio un paso
detrás del escritorio. Ya no se hacía el simpático. —Nunca la
llamarás. Nunca le pedirás ayuda. La dejarás sola. Libre y
claro. En lo que a ti respecta, Graciella, Widow Maker, o como
la llames, no existe. Ella es libre de estar conmigo. —Ya no
sonreía. Había demasiado en juego.

No había venido aquí para bromear con Viko.

Este bastardo ya había pasado demasiado tiempo


compartiendo el mismo aire que él.

Viko se rió. —¿De verdad esperas que me crea eso? ¿Vas a


darme un cartel a cambio de un coño que ya te has follado?

—Ten cuidado —dijo. —Mi oferta termina en cuestión de


minutos y quiero que pienses bien antes de darme una
respuesta. Es una oferta limitada, pero si decides hacer esto
difícil para Graciella o para mí, entonces me encargaré
personalmente de que Renzo tenga la mejor vida que el dinero
pueda comprar. Él nunca sufrirá un día en su vida. Más allá
de la financiación de las drogas y de dirigir un cártel, es un
tipo honrado. Todos los que murieron por tomar esas drogas,
son daños colaterales.

203
Se quedó mirando a Viko, esperando, y luego continuó: —
Si eso no es suficiente para convencerte, estamos igualados,
pero tus chicos no. Donde ellos vayan, yo estaré allí. Me
convertiré en tu mayor jodida pesadilla. El negocio se verá
afectado. Te lo garantizo. De hecho, incluso estoy deseando la
perspectiva de arruinarte y llevar al Circle of Monsters a la
ruina. Todo lo que tienes que hacer es conceder a Graciella su
libertad, y yo te entregaré personalmente a Renzo. Tendrás tu
paz. —No le importaba lo que le sucediera al bastardo. Bain
había estado a punto de morir por culpa de las drogas.

Se encargaría de ello si Viko tomaba la decisión


equivocada.

El silencio se prolongó.

Para cualquier otra persona, esto sería un debate


incómodo, para Boss, aquí era donde se sentía más cómodo.
Nadie podía superarlo. Ni siquiera Viko.

—¿Y si necesito la experiencia de la Widow Maker? —


preguntó Viko, sorprendiéndolo. —Ella es rara, Boss. Aparte
de que me debe, sigue siendo muy buena en lo que hace.

—Sencillo, acude a mí. Si la necesitas como asesina, me


llamarás a mí. Bajo ninguna circunstancia se venderá. Su
cuerpo es mío. Cada parte de ella me pertenece.

—Maldita sea, doblegado por una mujer.

204
Boss se rió sin humor. —En absoluto. Todavía puedo
alejarme de ti y llevarme mi pequeña ofrenda de paz. No soy
débil, Viko. Estoy justo donde debo estar. Si quieres ver la
debilidad, mírate en el espejo. Has permitido que tus
emociones nublen tu juicio demasiadas veces. Podrías haberte
llevado a Renzo, pero tu sed de venganza te lo impidió. —Se
encogió de hombros. —¿Qué será? La vida en la isla empieza a
irritarme.

Viko lo miró, con los rasgos firmes. Boss sabía muy bien
que había tocado sus botones calientes.

—Sabías que aceptaría el trato. Ni siquiera sé qué haces


todavía aquí. Hasta que Renzo esté en mis manos, puedo
seguir llamando a Graciella.

Boss se acercó a él y golpeó una llave contra su pecho. —


Está atado a tu cama, esperando lo que quieras hacerle.

Viko agarró la llave mientras Boss se alejaba, dirigiéndose


a la puerta.

—¿Sabías que aceptaría el trato? —preguntó Viko.

Boss miró hacia atrás. —Las drogas mataron a tu hija. No


dudé ni un segundo de que no aceptarías el trato. Nunca he
conocido ese tipo de dolor. Sólo puedo empezar a imaginar
cómo ha sido este asunto para ti.

—Espero por tu bien que nunca lo sientas —dijo Viko.

205
—Espero por ti, que cuando termines con Renzo,
encuentres algún tipo de paz, cualquier paz. —Boss se dio la
vuelta y se fue. No miró hacia atrás. No había necesidad de
hacerlo. Bain seguía esperándolo en el barco. El jodido
grandulón había perdido demasiado peso durante su
enfermedad y, por lo que decían sus informantes, seguía
dándole al gimnasio y comiendo como si no hubiera un
mañana.

—¿Conseguiste lo que necesitabas? —preguntó Bain.

—Sí, vamos a casa. —Renzo iba a morir. Por su mano o


por la de Viko, realmente no importaba. Encontró una
oportunidad para salvar a su mujer y la aprovechó. Cuando se
trataba de Graciella, él haría todo por ella. Ella era dueña de
su corazón, y él tenía la intención de mostrarle un mundo lleno
de amor, y un montón de asesinatos.

***
Un mes después

Hacía mucho tiempo que Graciella no se vestía de blanco.


Miró su reflejo y sus nervios se dispararon por completo. Esta
no debía ser su vida, pero aquí estaba, viviendo el sueño.

206
El día de su boda.

¿Cómo había llegado tan rápido? No hubo tiempo para


escapar. No había forma de que se fuera, aunque tampoco
quería hacerlo. No, en el último mes, Boss le había mostrado
un lugar en su mundo, y funcionaba. Ella quería estar con él
todos los días. Killer of Kings era un imperio con tantos detalles
intrincados y que se extendía por todo el mundo. Ella había
subestimado su tamaño.

No era de extrañar que Boss lo controlara con puño de


hierro. Nunca pensó que formaría parte de algo tan increíble,
tan poderoso. Se sentía bien al pertenecer. Todos eran sólo
engranajes de una red mucho más grande, pero sin esta red,
odiaba siquiera pensar en cómo podría ser el mundo.

Llamaron a la puerta y las invitó a entrar. Las otras


mujeres de Killer of Kings eran muy amables, pero Graciella no
sabía exactamente cuál era su lugar con ellas. Eran buenas
chicas y tenían poco en común. Seguía siendo una asignatura
pendiente para ella y una lucha constante por encontrar su
lugar entre ellas. El tiempo ayudaría. Un día se acostumbraría
a no estar sola en el mundo.

Girando, se soltó la falda.

—Te ves hermosa —dijo Xavier, tomándola por sorpresa.

207
Había logrado evitar a su hermano durante mucho tiempo.
Hasta ahora. Se volvió hacia él. —¿Eso crees?

—Sí y lo sabes.

—No lo sé. No estoy acostumbrada a ser la estrella del


espectáculo. He estado en muchas bodas. Algunas han
terminado en baños de sangre. Así es el mundo. Con suerte,
Boss y yo podremos darnos el sí quiero antes. —Divagó. ¿Por
qué estaba tan nerviosa? Se apartó el pelo de la cara.

—Sé que nunca vamos a estar como cuando éramos niños.


Han pasado demasiadas cosas. Ambos tenemos vidas
diferentes ahora. —Él se detuvo. —Siempre seré el hermano
que no te protegió y eso permanecerá …

—De acuerdo, para. —Ella levantó la mano. —No quería


hacer esto hoy, pero no te culpo, Xavier. Realmente no lo hago.
Eres mi hermano, claro, y eso de que los hermanos protegen a
sus hermanas, lo entiendo. Los dos éramos niños. Los dos, no
sólo yo. Tú también fuiste un niño, y no permitiré que cargues
con esta culpa. No es tuya para cargarla. No me vendiste ni me
hiciste daño. Nuestras vidas dieron un giro inesperado y yo me
ocupé de ello.

Respiró profundamente. —Deja de sentirte culpable por lo


que pasó y sigue adelante. Es lo único que podemos hacer. No
quiero que estés aquí porque sientas que tienes algún tipo de
deuda conmigo. Estoy enamorada de Boss y eso ya da bastante

208
miedo. Es un tipo loco e increíble, y no puedo creer la suerte
que tengo de que, a pesar de todo lo que hemos pasado, vaya
a casarse conmigo hoy. Soy feliz, Xavier. Contra todo
pronóstico, soy feliz. Sé que tú también eres feliz. Voy a ser tía.
Serás un papá, uno muy bueno. Es más, cada vez que me veas,
no quiero que estés pensando en lo que no pudiste hacer de
niño. No quiero seguir recordando lo que nos quitaron, Xavier.
Nos robaron nuestra infancia. Deja de intentar robarnos la
oportunidad que tenemos ahora como adultos.

Xavier asintió. —Puedo hacer eso.

—Bien, porque no te pregunté esto porque sabía que


llorarías por mí. ¿Me acompañarás al altar hasta tu jefe? —
preguntó ella, sonriendo. Él era la única familia que tenía, así
que era apropiado.

—Por supuesto, llevaré a mi hermana al altar. Será un


honor. Y él es más que mi jefe. También es un amigo. —
Extendió el brazo. —Por cierto, yo no lloro.

—Puedo ver una lágrima. Está justo ahí. Sólo tienes que
parpadear y se deslizará por tu mejilla.

—¿Sabes cuál será el apodo de tu pareja?

—¿Apodo? —preguntó ella.

209
—Sí, como Brangelina. Graciella y Boss, así que será
Gross. Estoy totalmente de acuerdo. La idea de ustedes dos
juntos me da náuseas.

—Xavier, actúa de acuerdo a tu edad. —Ella negó con la


cabeza.

Él se rió. —Realmente espero que Boss pueda manejarte.

—Nunca podrá manejarme, pero va a ser divertido ver


cómo lo intenta.

Graciella no quería casarse en una iglesia o en el


ayuntamiento. En su lugar, había preguntado si podían
alquilar una villa cerca del mar para poder celebrar su boda en
la playa. Ella no esperaba que Boss fuera el dueño de una isla
o que un sacerdote formara parte de Killer of Kings. Ese era su
nombre, Priest. No respondía a ningún otro nombre, y ella aún
no lo había oído hablar. La mitad de su cara tenía tatuajes, y
no había nada sagrado en el hombre.

Boss tenía sus secretos pero ella sabía que era todo suyo.
Había luchado contra él durante mucho tiempo, pero no había
nadie a quien quisiera más. Los hombres habían destrozado
su vida, pero Boss estaba decidido a recomponerla pieza a
pieza. Él era su caballero de brillante armadura.

La música comenzó. Una pequeña banda al borde de su


grupo sonaba como una orquesta. Era increíble. Otros

210
hombres de Killer of Kings y sus esposas estaban presentes.
Su grupo íntimo de personas. Aquí era donde ella pertenecía.
Ya no tenía que huir.

Todos los demás se desvanecieron. Toda su atención se


centró en la bestia de hombre que estaba frente a ella. El
hombre que había sido capaz de deshacer su frío corazón y
hacerla esperar una vida mejor, de hacerla sentir el verdadero
amor.

Xavier colocó su mano dentro de la de Boss y mientras se


movía para colocarse a su lado, Priest comenzó a hablar. Su
voz ronca atrajo la atención de todos.

Ella no se movió. Sólo tenía ojos para Boss.

Después de que se la llevaron, había dejado de creer en los


cuentos de hadas. Sólo eran historias que los niños se
contaban a sí mismos. Nunca hubo un príncipe apuesto que la
salvara. Durante mucho tiempo, sólo había podido confiar en
sí misma.

Boss era su príncipe. Ahora lo veía.

Con él, sabía que en el fondo podía experimentar la vida


como debía ser.

—Graciella, me aseguraré de que nunca te arrepientas de


estar conmigo. Tengo la intención de amarte, cuidarte y
ayudarte a ser la esposa perfecta para mí. —Ella se rió

211
mientras él le guiñaba un ojo. —Conocerte, encontrarte, me
hizo darme cuenta de que no hay nadie en este mundo a quien
quiera más. Hiciste estallar todo mi mundo y lo anhelaba, lo
deseaba, estaba desesperado por un pedazo de ti, cualquier
parte de ti que pudiera tomar. Te amo más que a nada en este
mundo.

Las lágrimas llenaron sus ojos pero no dejó que se


derramaran. Él deslizó el anillo en su dedo y ella alcanzó su
anillo.

—Boss, nunca pensé que sería capaz de creer en el amor,


y mucho menos de experimentarlo. Cuando estoy contigo, me
doy cuenta de que sólo he estado existiendo. Me das una razón,
un propósito para vivir. No puedo garantizarte que nuestra
vida será perfecta, pero estará muy cerca. —Se rió. —No se me
dan bien los discursos.

La pequeña multitud se rió. Boss le pasó el pulgar por los


nudillos. Priest continuó y cuando llegó a la parte de besarla,
ella estaba más que feliz.

Boss le ahuecó la mejilla, la acercó y sus labios cubrieron


los de ella. En ese momento, ella supo que había tomado la
decisión correcta. No había nadie más en este mundo que se
acercara a hacerla sentir así. Él era todo lo que ella podía
desear y más.

212
Sus amigos vitorearon hacia ellos. Boss no había
terminado. Las dos manos de él estaban en su cara, y ella lo
rodeó con sus brazos, olvidándose de la pequeña multitud,
acercándose lo más posible a él.

—Te amo, Graciella.

—Y yo te amo a ti, Boss. Nunca te librarás de mí. Espero


que puedas soportarlo.

Sus manos bajaron por la espalda de ella, yendo hacia su


culo mientras la atraía con fuerza. Sus cuerpos estaban
completamente unidos y ella sintió la dureza de su polla. —
Puedo soportar todo lo que me des.

—Bien, porque no tengo ganas de bailar, ni de comer, ni


de mezclarme. ¿Podemos volver a nuestra villa? Porque quiero
aprovechar todas las habitaciones. Hagamos que nuestra
noche de bodas sea el comienzo de toda nuestra nueva vida
juntos.

Sin dar las gracias a ninguno de los presentes, Boss la


levantó en brazos y se rió mientras la llevaba por la arena como
en las bodas de cuento de hadas. No se atrevió a mirar a sus
amigos. Sus vítores los siguieron. Graciella se sintió
despreocupada y más ligera que nunca. Todas las cargas y
traumas se desvanecían en comparación con su nueva
felicidad.

213
Nunca supo lo que era la paz, pero estando en los brazos
de Boss, casada con él, no había forma de que la vida fuera
más perfecta.

Graciella había encontrado a su alma gemela y nunca iba


a renunciar a ella, jamás.

Fin

214

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