Está en la página 1de 225

El Diablo

Sam Crescent & Stacey Espino


(Killer of Kings 06)

Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro

Traducción no oficial, puede presentar errores

Apoya a los autores adquiriendo sus libros

1
Sinopsis
¿Es el diablo capaz de amar?

Xavier no confía. Él destruye. Mata. Después de vivir en el


infierno, se ha transformado en El Diablo, el hijo de puta más
malo que existe. Su única debilidad es la hermana que perdió
de niño, a la que Boss promete ayudar a localizar.
La única condición es que tiene que trabajar para Killer of
Kings y aprender a jugar bien con los otros sicarios. Hace su
trabajo, decidido a demostrar su valía.
Entonces ella entra en su vida, y nada vuelve a ser lo mismo.

A Alesha le toca el premio gordo cuando la contratan como


personal de limpieza de la casa de Xavier Moreno. Tiene su
propia suite privada y el adinerado hombre de negocios rara
vez está en casa.
Las cosas cambian en un instante una noche cuando él llega
a casa borracho, cubierto de sangre, y le cuenta historias
sobre asesinatos a sueldo y un grupo secreto de asesinos.
También revela un lado tan roto que ella no puede evitar
enamorarse de él.

¿Puede un asesino enamorarse de su empleada de limpieza, o


la añadirá a su lista de víctimas?

2
Capítulo 1
Xavier cerró la puerta del patio a sus espaldas, con
cuidado de no hacer ruido. El rico aroma del café flotaba en el
aire. A la mayoría de la gente le encantaba ese olor. Él lo
odiaba. Alejó los recuerdos de su infancia en los que
recolectaba granos de café con los pies descalzos durante doce
agotadoras horas al día. Ahora mismo, tenía que estar
concentrado.

Estaba allí para matar a un hombre.

El paraíso frente al mar pertenecía a un sucio comerciante.


Había enojado a la gente equivocada, difundiendo rumores y
creando falsos valores de mercado. Los hombres que habían
perdido millones por su culpa habían contratado a Killer of
Kings para que se hiciera justicia rápidamente.

Xavier llevaba más de diez meses trabajando para el


famoso grupo de sicarios. Había hecho su entrenamiento con
Chains y Killian, y llevaba unos meses cumpliendo contratos.
El trabajo estaba bien pagado, así que no podía quejarse.

Unos pasos perezosos se arrastraban por el pasillo.


Enroscó un silenciador en el extremo de su Glock, sin que le

3
gustaran los guantes de cuero que Boss insistía en que llevara.
El Sr. Strogonov no lo esperaba esta mañana. Nadie quería una
visita de El Diablo1.

Observó cómo el hombre levantaba la jarra de la cafetera


y se servía una bebida. Llevaba un albornoz azul marino de
felpa y zapatillas a juego, y tarareaba una melodía
despreocupada mientras se paseaba por la cocina. Strogonov
tenía cuarenta y tres años, sólo unos pocos más que el propio
Xavier. El cabrón aparentaba unos cuantos años más,
probablemente por el estrés de haber estafado a sus socios.
Cuando se dio la vuelta y vio a Xavier sentado en la mesa del
comedor, dejó caer la taza, y los trozos de cerámica se
esparcieron por el suelo de mármol.

—¿Quién eres? —Le temblaba la voz, así como el labio


inferior.

—¿Quién crees que soy?

El hombre miró de un lado a otro y luego se llevó la mano


al cuello.

—Tu alerta personal no funcionará. Ya la he desactivado.


No pensaste que contratarían a un aficionado, ¿verdad?

—¿Quién te ha contratado?

1
De ahora en adelante, cada vez que aparezca El Diablo en cursiva, es porque está en español.

4
Xavier sonrió. —¿Tienes más de un enemigo? Has estado
ocupado. —Agitó un brazo en el aire. —Robar ciertamente paga
bien, ¿no es así?

—Nunca he robado nada.

Colocó su pistola sobre el tablero de cristal con cuidado, y


luego se levantó, empujando lentamente la silla hacia su sitio.
Hizo rodar los hombros. —Está usted lejos de ser inocente,
señor Strogonov.

—Puedo pagarte. Lo que sea que te den, lo superaré. Di tu


precio.

No había razón para que hablara con este tipo. Strogonov


podría rogar y llorar y ofrecerle el mundo. No serviría de nada
una vez que Killer of Kings fuera contratado. Esto era más que
dinero; se trataba de la reputación, el respeto y de hacer el
trabajo. Había pasado mucho tiempo con Boss y sus hombres
durante el último año y, por primera vez en su vida, se sentía
conectado. Estar en la cima, gobernar con puño de hierro en
algunas de las bandas y cárteles más despiadados nunca lo
había llenado. Sólo aumentaba la soledad, la desconexión que
siempre había sentido. Chains y los demás miembros de Killer
of Kings eran sus iguales, y la igualdad de condiciones era
sorprendentemente satisfactoria.

—Necesito que escribas una carta de confesión. Anda,


busca un papel y un bolígrafo. Te espero.

5
—¿Para qué?

Respiró profundamente y exhaló. —No me hagas pedírtelo


dos veces.

El hombre se apresuró a recorrer la cocina, abriendo y


cerrando cajones. El sudor se acumulaba en su frente,
resaltando sus entradas.

—El cajón de arriba, al lado del fregadero —dijo. —Y trae


un vaso de agua. —Xavier ya había estudiado el lugar y había
tomado todas las medidas necesarias para asegurarse de que
el contrato se llevara a cabo sin problemas. Tenía que
demostrarle algo a Boss. Una vez que el hombre tuvo la libreta,
el bolígrafo y el agua, continuó: —Ahora vas a pedir disculpas
y a explicar exactamente qué hiciste para alterar el mercado.

Una vez que tuviera la nota de suicidio, podría terminar


este golpe. Su arma era sólo una precaución.

—No puedo hacer eso. Me encerrarán el resto de mi vida.

Sacudió la cabeza. La cárcel era lo último que debería


preocupar a este bastardo. —¿Sabes cómo me llamaban en
Colombia? —Xavier masajeó uno de los hombros del hombre,
haciendo que se estremeciera. —El Diablo. Por si no sabes
español, significa El Diablo. Algunos decían que era un
sociópata, que carecía de empatía. Otros fueron más
contundentes y me llamaron monstruo. Tal vez tenían razón.

6
Pero los monstruos no nacen, se hacen. —Podría haber
seguido hablando de su infancia de mierda, de su venta a la
pandilla del barrio2 para pagar una deuda de su madre. Sobre
la hermana pequeña que le arrancaron de los brazos. A veces
lo contaba todo, sabiendo que a quien se lo contaba estaba a
punto de conocer a su creador. Era su terapia, una confesión
de sus pecados. Empujó a Strogonov a una silla. El hombre
gimió. —No querrás enojarme. —El viaje por el carril de los
recuerdos y un caso importante de pelotas azules lo habían
puesto de un humor no muy bueno.

Una vez escrito todo, Xavier dobló cuidadosamente el papel


y lo metió en el bolsillo del pecho de la bata del señor
Strogonov. —Muy bien —dijo. —Ahora tómese esto con el agua.
—Puso dos píldoras en la mesa junto al vaso.

—¿Qué son?

—No te preocupes. Tómate las malditas pastillas. —


Levantó su pistola para acompañar la frase.

A los pocos minutos de tragar las drogas letales, Strogonov


se desplomó sobre la mesa de cristal, con el agua
derramándose.

Chorreo del borde hasta los suelos de mármol.

2
En español.

7
Este trabajo era demasiado fácil. A Xavier le gustaba usar
su pistola o sus cuchillos, algo desafiante donde pudiera
desahogarse. Pero Boss quería un suicidio de manual, así que
lo hizo.

Se dirigió a la ventana de la cocina. La vista sobre el


fregadero era impresionante, las nubes teñidas de rosa y
naranja se reflejaban en la superficie del océano. Era
demasiado temprano para estar despierto.

Xavier se metió la Glock en el arnés del hombro y se fue


por donde había venido. Strogonov tenía una ex mujer y no
tenía hijos. Aunque hubiera tenido familia, no habría
cambiado el resultado. Xavier estaba jodido de la cabeza,
siempre lo había estado. Nunca sintió culpa o arrepentimiento
al matar. Tal vez estaba insensibilizado al derramamiento de
sangre... o realmente era un monstruo.

Una vez que llegó a su auto, se acomodó contra el suave


cuero y llamó a Boss.

—El trabajo está hecho.

—Estás en racha —dijo Boss. —Tengo otro contrato para


mañana. Este te encantará.

Se frotó la mano sobre la barba de la mandíbula. —¿Oh?

—Tendrás que ensuciarte las manos. Te enviaré los


detalles por correo electrónico. —La línea se cortó.

8
A Boss nunca le gustaron las charlas. Si hacías bien tu
trabajo, conseguías más trabajo y te dejaba en paz. Si metías
la pata, te daba una paliza. Exigía la perfección y rara vez daba
segundas oportunidades. El hombre tenía una reputación por
una razón.

La única razón por la que Xavier empezó este trabajo fue a


cambio de información sobre su hermana. Boss le había dado
algunas pistas, pero nada que tuviera resultado. Seguía
prometiendo más, pero después de un año de espera, Xavier
empezaba a dudar.

El trayecto por la autopista solía ser una pesadilla de


atascos, pero a primera hora de la mañana estaba
relativamente despejado. Apretó el acelerador y se dirigió a
casa. En los últimos meses, había ganado más dinero que la
mayoría de los hombres en toda su vida. Los sicarios con un
buen historial se ganaban la vida de forma muy lucrativa. Pero
perseguir el todopoderoso dólar era un camino que no llevaba
a ninguna parte. Él lo sabía bien, pero eso tampoco lo detuvo.
No tenía nada que perder.

Cuarenta minutos más tarde, conducía por su sinuoso


camino de entrada. Su casa era una maravilla moderna,
situada en una gran superficie. Valoraba su privacidad y
seguridad. A estas alturas sabía que el dinero no podía
comprar la felicidad, pero siempre tenía algo que demostrar.

9
Como si poseer lo mejor fuera la forma de medir a un hombre,
o pudiera borrar los recuerdos de haber vivido en los barrios
marginales del Distrito 4 de Soacha.

Lo único que estropeaba el paisaje perfecto era el pequeño


Kia amarillo con óxido alrededor de los guardabarros.
Pertenecía al ama de llaves que había contratado hacía unos
meses. Una vez terminado su entrenamiento, no tenía tiempo
para nada en el mundo doméstico. Tenía su propia zona de
estar en el ala más alejada del este de la mansión. La Sra.
Alesha Sanders sabía que no debía entrar en su despacho, ni
en el sótano, ni salir de su suite después de las horas de
trabajo. Mantener a un civil en su nómina no era
recomendable, pero a veces era agradable jugar a la
normalidad y alejarse de toda la mierda.

Había entrevistado a más de una docena de potenciales


empleadas del hogar. Xavier no tenía tiempo para nada más
que para sus contratos. Necesitaba una mujer que cocinara,
limpiara y mantuviera sus asuntos domésticos en orden. Las
entrevistas eran cada vez peor hasta que Alesha se sentó frente
a su mesa.

Era joven y con curvas, con pecas en la nariz. Sus labios


eran carnosos y húmedos, y él dudaba de que ella supiera lo
tentadora que era. Llevaba un vestido sencillo de algodón con

10
una rebeca blanca. No estaba seguro de lo que había en ella,
pero sabía que era la indicada para el trabajo.

Por supuesto, hizo que Maurice la investigara a fondo.


Vivía sola desde los dieciocho años. Sin antecedentes penales.
Sin personas a cargo. La Sra. Alesha era una camarera de
veintisiete años convertida en ama de llaves. Sus referencias
eran impecables, pero él ya había decidido contratarla antes
de comprobar sus antecedentes.

Algunos días se arrepentía de su decisión de contratarla


porque no había sido capaz de llevar mujeres a casa sabiendo
que ella estaba bajo el mismo techo. No estaba seguro de por
qué ella seguía jugando con su cabeza. Alesha era un ama de
llaves, no su maldita esposa.

Hasta ahora, ella había mantenido las distancias y había


seguido las reglas. Sería una pena que tuviera que matarla.

***
Mantener a su jefe contento era la prioridad número uno
de Alesha. Conseguir este trabajo había sido como ganar la
lotería. Tenía su propia suite, un lugar tan bonito que casi lloró
cuando él le dio la excursión. La paga era increíble. Su jefe
apenas estaba en casa y nunca la molestaba. Alesha había
tenido su buena ración de encuentros de pesadilla con

11
hombres cuando había sido camarera en algunos bares
locales. No tardó en cambiar de profesión. No soportaba que
hombres extraños la tocaran o le hicieran proposiciones
constantemente. Puede que sus compañeras de trabajo
disfrutaran de la atención, pero a ella sólo le daba asco. No
tenía demasiadas opciones sin una educación secundaria, y
los títulos superiores no estaban hechos para personas que
apenas podían pagar el alquiler, y menos aún la matrícula y
los libros.

Le había ido bien como limpiadora durante los últimos


ocho años, pero no fue hasta que la contrató Xavier Moreno
que las cosas empezaron a mejorar. Su situación parecía
demasiado perfecta, hasta el punto de que le preocupaba
constantemente que la despidiera por meter la pata.

Hoy él había salido mucho antes de lo normal, así que ella


decidió preparar una cena especial, algo que requería más
tiempo de preparación de lo habitual. Sus gustos podían ser
exigentes, y ella se esforzaba por hacer cosas que le gustaran
a medida que aprendía sus gustos. Ya sabía que detestaba el
café y que no le gustaba la cebolla en los huevos. Cada día era
una experiencia de aprendizaje.

Mientras pelaba unas zanahorias junto al fregadero, la


alarma de seguridad sonó, indicando que alguien había
entrado por la puerta principal.

12
Estaba en casa.

Su corazón comenzó a acelerarse. Sí, era su jefe, pero


mentiría si dijera que sólo tenía sentimientos platónicos por él.
El hombre era un enigma, rara vez le hablaba, iba y venía a las
horas más extrañas. Todavía no tenía ni idea de a qué se
dedicaba, y no se atrevía a preguntar y arriesgarse a enfadarlo.
Era muy reservado, y lo dejó muy claro cuando la contrató.

Le resultaba extraño que un hombre de su edad, con tanto


físico como dinero, viviera solo en una casa tan grande. No
había fotos familiares, ni visitas de parientes, y nunca había
llevado a una mujer a casa, hasta donde ella sabía. A pesar de
que le daba un fin de semana libre cada dos semanas con el
sueldo completo, rara vez salía de su suite. ¿A dónde iba a ir?
Esto era lo más cercano a un hogar que tenía. Incluso su
propia madre había hecho borrón y cuenta nueva hace nueve
años cuando se casó con su nuevo marido, y eso incluía a
Alesha. No habían hablado desde entonces.

Por supuesto, le complacía en secreto que Xavier nunca


trajera citas a casa. Mantenía viva su fantasía, aquella en la
que él se enamoraba perdidamente de su empleada. Se rió en
voz baja.

—¿Algo divertido?

13
Dejó caer el pelador en el fregadero con un estruendo y se
giró, limpiándose las manos en el delantal. —Nada, señor. No
lo escuché entrar.

—No me llames señor. Me hace sentir viejo. —Tiró las


llaves sobre el mostrador con un tintineo y se encogió de
hombros para quitarse la chaqueta. Sus ojos se dirigieron a la
pistola que llevaba atada al cuerpo y se quedó inmóvil. Él se
dio cuenta de su mirada y bajó la vista. —Tranquila, está
registrada. Un hombre no puede estar demasiado seguro hoy
en día. —Le guiñó un ojo.

Por supuesto. Un hombre como Xavier Moreno sería un


objetivo para los delincuentes. Sólo que nunca había visto una
pistola en la vida real. —Lo siento, señor.

Frunció el ceño y se cruzó de brazos. —Alesha...

—Lo siento... Sr. Moreno.

—Puedes llamarme Xavier. No muerdo.

Xavier. Sólo oírlo decir su propio nombre con su ligero


acento la hizo mojarse. Era pura masculinidad, seguro de sí
mismo y digno de ser babeado. Era probablemente el mayor
tiempo que había pasado con él desde que fue contratada.
Normalmente se iba antes de que ella empezara a trabajar en
la cocina, no se le permitía entrar en la casa principal después
de las nueve de la noche, y él siempre llegaba tarde a casa.

14
Se dejó caer en una de las sillas del comedor y se aflojó el
cuello de la camisa. Tenía intrincados tatuajes que trepaban
por su cuello, y ella tuvo que contenerse para no mirar. —Te
levantaste temprano esta mañana —dijo ella, tratando de
iniciar una pequeña charla.

—Tenía una reunión de negocios con un nuevo cliente.


Demasiado temprano para mi gusto. Creo que volveré a la
cama un par de horas.

—Anoche te acostaste tarde. —Se mordió el interior de la


mejilla, deseando poder retirar sus palabras. Xavier amaba su
privacidad, y ella sonaba como una acosadora.

—Eres observadora.

Se levantó, crujiendo el cuello a cada lado.

—Lo siento, las paredes son finas y tengo el sueño ligero.

—Lo tendré en cuenta —dijo él. A continuación, comenzó


a alejarse.

Alesha quería decirle que se quedara, que le hablara, que


le contara más cosas sobre él. Le gustaba el sutil aroma de su
colonia desde que había entrado en la cocina. Todo su cuerpo
se fijó en todo lo que hacía Xavier, desde su imponente
presencia hasta la intensidad de sus ojos oscuros. Pero se
quedó callada y levantó el pelador. Eres una gallina de mierda,
Alesha.

15
Justo antes de que él saliera de la cocina, se armó de valor.
—¿Podrías hacerme un favor antes de irte?

—¿Qué es?

Ella extendió un frasco de vidrio. —¿Puedes abrirlo?

Él la miró con escepticismo.

A medida que se acercaba, se dio cuenta de lo alto y


musculoso que era, con los hombros y los bíceps tensos contra
la tela de la camisa. No pudo evitar mirar el arma ahora que
estaba a su alcance. La inquietó. Xavier agarró el frasco, lo
abrió con facilidad y lo dejó sobre la encimera. No se apartó.

Cuando ella levantó la vista para medir su expresión, él


sacó la pistola de su funda. Ella jadeó. —¿Esto te da miedo? —
preguntó él. Soltó el cargador, comprobó la recámara y se la
entregó. —Tómala.

Alesha negó con la cabeza. —No, no puedo.

—Está descargada. No conquistarás tus miedos si no te


enfrentas a ellos. —Se inclinó y le agarró la muñeca,
presionando el arma contra su palma. Estaba fría y pesada
contra su piel. Ella rodeó la empuñadura con los dedos,
todavía con miedo, aunque la pistola era inofensiva. Se
preguntó si Xavier tenía miedo de algo. —Buena chica. Ahí lo
tienes.

16
Se colocó detrás de ella hasta que su espalda quedó
pegada a su cuerpo. Xavier la rodeó por los costados,
envolviéndola, llevando sus brazos rectos hacia el frente. Cada
movimiento era lento y deliberado. El cuerpo de ella palpitaba,
sus mejillas se calentaban. Él se inclinó lo suficiente como
para que su cara estuviera junto a la de ella. Incluso sintió el
breve roce de su barba en su piel.

—Así —le susurró cerca de la oreja. —Mira por la mirilla y


apunta a tu objetivo. No dudes nunca. Respira y tira. —Colocó
su dedo sobre el de ella y apretó el gatillo. El arma emitió un
chasquido agudo y ella se sobresaltó. —Está bien, te tengo.

Quería derretirse en sus brazos. El calor de su cuerpo le


calentaba la piel desnuda, pero aun así se le ponía la piel de
gallina. —Creo que es más segura en tus manos —dijo ella,
devolviéndole la pistola.

Agarró el cargador y luego devolvió la pistola a su funda


como si lo hubiera hecho mil veces. —Tienes un talento
natural, Alesha. Tendré que darte lecciones.

Su nombre sonaba perfecto en sus labios. —Eso suena


divertido. —No, no lo hacía. Las armas la aterrorizaban, pero
quería otra oportunidad de estar cerca de Xavier. Una lección
uno a uno sonaba íntima, aunque ella estaba segura de que él
sólo estaba siendo un tipo agradable.

17
—Estás nerviosa. Sólo quiero que sepas que nunca
tendrás que preocuparte mientras vivas aquí. Nadie te hará
nunca daño.

Era algo extraño, pero a ella le gustaba la confianza en su


voz. La hacía sentir segura. Alesha esperaba no haber cruzado
ningún límite. Tal vez la lección era una mala idea. Lo último
que necesitaba era que las cosas se volvieran incómodas entre
ellos y que ella perdiera su trabajo como consecuencia.

—Estoy muy contenta de trabajar aquí —dijo por si acaso.

—El lugar nunca ha estado más limpio.

La decepción la asaltó. Sólo era la maldita empleada, y


tenía que recordarlo. Él era el sueño húmedo de cualquier
mujer. Alesha volvió a meter sus fantasías en su imaginación,
donde debían estar.

18
Capítulo 2

Lo último que debía hacer Xavier era enseñarle a su sexy


ama de llaves a sostener un arma. Era un gran error por su
parte. Lo que tampoco le gustó fue la mirada de decepción en
sus ojos cuando dijo que la casa nunca había estado más
limpia. ¿Qué se le había escapado?

¿Cómo podía un cumplido hacerla reaccionar así?

Intentaba ser amable, algo que no solía hacer.

Hasta que ella llegó, su casa había sido una mierda.

Sinceramente, no le gustaba recoger sus cosas y, como


tenía mucho dinero, cuando acababa con la ropa, la tiraba. No
había tiempo en su vida para lavar la ropa sucia, limpiar los
platos o preocuparse por las facturas de la luz y la electricidad.

Esa mierda, por muy sexista que sonara, era trabajo de


mujeres.

Tenía cosas más importantes que hacer.

19
—¿Quieres volver a tu maldita cabeza? —dijo Viper. —
Quiero llegar a casa con mi mujer y mi hijo. Estás haciendo
tanto ruido que los pájaros se están distrayendo.

Estaban en un tejado. El edificio debajo de ellos estaba


abandonado pero les daría un punto de vista perfecto.

¿Su objetivo?

Uno de los jefes de una red especializada en la trata de


mujeres.

Boss tenía un verdadero problema con las mujeres y los


niños víctimas de la trata, así que cuando el precio era
adecuado, estaba más que dispuesto a matar. Había muchas
cosas que Xavier conocía de Boss y por las que lo respetaba.
Si tan sólo el bastardo le entregara todo lo que sabía sobre su
hermana.

Lo que no entendía era el conflicto de intereses de Boss


cuando se trataba de mujeres. Había mujeres que trabajaban
en Killer of Kings.

Xavier las había visto. Mujeres pequeñas y mortales que


no parecían capaces de hacer daño a una mosca y, sin
embargo, había visto lo malvadas que podían ser. Con Boss,
sin embargo, estaban las mujeres a las que mataba, las
mujeres a las que se follaba, y luego las mujeres civiles a las
que sugería que había que proteger.

20
—¿Cuál es el problema de Boss con este tipo? —preguntó.

—No nos corresponde cuestionar por qué hacemos ciertas


cosas. Hacemos el trabajo y seguimos adelante —dijo Viper.

—Sé lo que significa hacer el trabajo, imbécil. ¿Pero es que


nunca sientes curiosidad?

—Lo hago como un minuto cada noche antes de irme a la


cama, cuando puedo pensar en toda la mierda que Boss me
hace hacer. Después de eso, espero la siguiente llamada, y
espero que mis hijos no se enteren nunca de lo que hago.

—No sé cómo puedes tener hijos.

—De nuevo, El Diablo, me importa una mierda lo que


pienses. Todos hacemos una vida de esto. Boss nos da la
oportunidad de hacer nuestro mejor trabajo.

Xavier resopló. —No somos jodidos artistas.

—No, somos peores. Pintamos las calles con sangre y


vemos cómo otros recogen los pedazos. No me hago ilusiones
de que el lugar en el que acabaré no sea el infierno. Tengo
demasiados asesinatos en mi haber como para pensar lo
contrario.

—¿Crees en esa mierda?

21
—Creo que cuando morimos, no es nuestro fin. Que
pasamos a otro lugar. Mi esposa, ella es la parte buena de todo.
La luz para mi oscuridad. Ella estará en el cielo.

—¿Pero tú estarás en el infierno? —preguntó Xavier.

—Estaré donde tengo que estar. Sé la clase de hombre que


soy. —Viper miró hacia él. —¿Qué clase de hombre eres? ¿Eres
siquiera digno de confianza? Sé que Boss te ha dado su voto,
pero sé quién eres. No has sido leal a nada ni a nadie en toda
tu vida. Probablemente nos traicionarías a todos por el sueldo
adecuado.

Xavier miró fijamente a Viper.

Cuando él era más joven, Viper no se habría equivocado.

Al crecer sin nada, no tenía ningún problema en apuñalar


a sus amigos por la espalda para conseguir lo que quería.
Estaban en un mundo de perros que se comen a los perros, y
no había nada que nadie pudiera hacer para salvarte. Su
madre los vendió como perros. Le arrebataron a su hermana y
no la había vuelto a ver. Sabía lo cruel que era el mundo. Una
parte de él esperaba que la hubieran matado. Que alguien
tuviera la piedad de meterle una bala en el cerebro para que
nunca conociera el verdadero dolor.

Ese era su mayor temor: que su hermana hubiera vivido


una vida similar a la suya.

22
Lo único que lo impulsaba en este mundo era su sed de
venganza. Encontrar a los hombres que se llevaron a su
hermana. Para hacerlos pagar a todos.

Había sido uno de los mejores rastreadores del mundo.


Podía encontrar a cualquiera, pero su hermana lo evadía a
cada paso. Incluso con las migas de pan que Boss le había
dado, ella seguía siendo un enigma.

No había casi nada que él supiera.

No había forma de encontrarla.

Boss había logrado hacerse con información como su


puerto de entrada y su alias. Esa información era su razón
para unirse a Killer of Kings. Pero necesitaba más. Aunque
estuviera muerta, quería saber la verdad.

Así podría presentar sus respetos y seguir adelante.

—¿Por qué aceptaste esta misión? —preguntó Xavier,


sonriendo.

No le importaba que al pequeño Viper no le cayera bien.

Ser querido en este mundo nunca ayudó a nadie.

Viper negó con la cabeza. —Eres un maldito idiota si crees


que alguno de nosotros tiene elección en esto. Boss nos dice lo
que tenemos que hacer y lo hacemos. Yo podría estar en casa
ahora mismo. Preparando una buena barbacoa. Mi esposa

23
marinando algunos filetes. En vez de eso, me estoy asando las
pelotas, esperando a que este pedazo de mierda aparezca para
poder volarle los sesos. No tengo ningún deseo de estar aquí,
pero este es el precio que tengo que pagar.

Xavier se encogió de hombros, observando a través de su


lente. El apartamento que estaban vigilando era
impresionante, incluso para sus estándares. Era espacioso, y
vio la cocina desde su posición: todos los aparatos de alta gama
que gritaban dinero.

Eso era lo que no entendía. Se suponía que el crimen no


pagaba, y sin embargo él había atrapado a más criminales
ricos de los que le gustaba pensar.

La verdad era que el crimen pagaba las facturas.

Si tienes un par de cientos de miles de dólares esperando


que un policía haga la vista gorda, lo aceptarán. Los
empresarios eran iguales.

A Xavier le daba asco, sobre todo porque él había sido uno


de ellos. La tentación del dinero cuando era pobre había sido
demasiado fuerte para rechazarla. Significaba poder y
seguridad.

Él no era mejor que esos pedazos de mierda, y por eso ya


no se miraba en el espejo.

24
Hubo un tiempo en que se miraba a los ojos y recordaba
los horrores que había vivido. Eso le impulsaba a seguir
adelante. Para asegurarse de no volver a sufrir en manos de
otros.

Sólo que, con el tiempo, llegó a ver que cuanto más se


miraba a los ojos, más se daba cuenta de que se odiaba a sí
mismo. Odiaba lo que veía.

El verdadero monstruo lo estaba mirando fijamente.

—Tenemos movimiento. —Inclinando su lente, vio a seis


hombres entrar en el apartamento.

Había una mujer. No llevaba ropa, y por alguna razón se


preguntó por qué nadie los había detenido. Tenía las manos
atadas, la boca cubierta con cinta adhesiva y la cara
magullada.

Xavier enfocó el objetivo mientras se dirigían al


apartamento. El hombre, su objetivo, la lanzó al otro lado de
la habitación. Con las manos atadas, se estrelló contra la
mesa.

Los hombres se echaron a reír. Uno de ellos sacó una


pistola y disparó, haciendo añicos la mesa de cristal. Los
cristales rotos le cortaron el cuerpo al caer.

—Espera —dijo Viper. —Necesitamos un disparo claro


para poder eliminarlos a todos.

25
Se alegró de esperar.

Malditos cobardes, golpeando a una mujer atada. Le


pareció que estaba demasiado cerca de su casa. Se imaginó a
su hermana siendo arrojada como basura, sin nadie que la
defendiera. Ahora tendría la edad de esa mujer.

—He contado seis —dijo Viper.

Sólo tenían visual sobre cuatro.

Xavier estaba empezando a irritarse un poco.

Uno de los hombres le levantó la cabeza, le abofeteó la cara


y luego utilizó su pie calzado para aplastarla contra el cristal.
Podía imaginar sus gritos.

Otro hombre la pateó.

Ya estaba harto.

—¿A dónde demonios vas?

Se arrastró hacia la puerta. Una vez que estuvo libre, se


puso de pie y bajó las escaleras. Le importaba una mierda que
esto no fuera una orden de Boss.

Así no era como él hacía negocios. Cruzó la calle a toda


prisa y entró en el bloque de apartamentos. En las escaleras,
vio a un guardia que estaba jugando con una pelota. Bastó con
un cuchillazo en el cuello para matar al maldito. Antes de que
pudiera hacer ruido con su caída, Xavier lo bajó suavemente

26
al suelo. Dando los pasos de dos en dos, oyó a Viper gruñendo
en su oído, pero lo ignoró.

Con los cuchillos en las manos, vio a otro hombre justo al


lado de la puerta del apartamento. Al otro que no pudieron ver.

Había revisado toda la disposición de los dos lugares.

Con el siguiente guardia también muerto, apoyó el cuerpo


contra la pared.

—Cuando te diga, empieza a disparar —dijo Xavier.

—¿De qué demonios estás hablando?

—Confía en mí. —Respirando profundamente, pensó en su


hermana. —¡Dispara!

Pateó la puerta, tomándolos por sorpresa.

Las balas destrozaron los cristales de las ventanas.

Se abalanzó sobre el primer hombre y lo atacó con sus


cuchillos. Las balas le pasaron de largo y utilizó el cuerpo del
hombre grande como escudo, adentrándose en el apartamento.

Sacando sus cuchillos, cortó la garganta del segundo


hombre, y luego al tipo que había visto abusar de la mujer
desde lo alto, le cortó las pelotas al bastardo, y luego rebanó la
garganta del tipo, la sangre salpicó la camisa de Xavier.

27
Al darse la vuelta en el espacio, vio cristales por todas
partes, y todos los hombres habían caído.

—Xavier, sal de ahí.

—¿La chica? —Miró la mesa de cristal rota.

—Le cortaron la garganta, Xavier.

Vio la sangre que se acumulaba debajo de ella.

Había llegado demasiado tarde.

Una vez más, había fracasado.

—Puedes responder ante Boss.

***
Alesha se despertó sobresaltada.

Parpadeando con el sueño de sus ojos, frunció el ceño al


escuchar el ruido de nuevo. Algo se movía abajo.

El sonido de los golpes y la rotura de cristales la sacó de


la cama. Con un pijama, no estaba preparada para enfrentarse
a un posible intruso. Xavier dijo que aquí estaría segura.
Agarrando el bate de béisbol que llevaba a todos los lugares
donde se alojaba, abrió la puerta de su habitación.

Era la primera vez que un intruso invadía su casa.

28
La casa de Xavier.

No su casa.

Ella sólo trabajaba aquí. Sólo una empleada doméstica. La


mujer que él empleaba para mantener su vida en orden y
perfectamente limpia. Cocinaba, limpiaba y hacía los recados
que él le pedía.

No era más que una mujer que se integraba en su vida


como un mueble. Alesha era un sofá.

El dolor la atravesó al pensar en lo poco que significaba


para él. No es que se suponga que ella signifique algo para él.
Él era su jefe. Nada más y nada menos.

Al llegar a las escaleras, se estremeció cuando crujieron


bajo su peso.

Cuando nadie saltó por encima de ella y pensó que estaba


a salvo, bajó los escalones lentamente, preparándose para lo
que podría enfrentar.

¿Y si era como si saliera de una película de terror y llevara


una máscara aterradora y empuñara un cuchillo que la
cortaría en mil pedazos? ¿O era sólo un sueño y estaba a punto
de ser despedazada por un hombre con cuchillos en los dedos?
Nota para mí, nunca jamás ver películas de terror de los años
setenta y ochenta antes de dormir. Odiaba mucho las películas

29
de miedo, pero una vez que las ponían, necesitaba saber qué
pasaba después.

Contrólate.

Una vez que dejó atrás las escaleras, apretó el bate con
más fuerza.

Nunca se le había dado bien el béisbol.

Bajando por el pasillo, entró en el comedor donde vio una


gran sombra. Gritó y golpeó el bate con algo. Pero el intruso no
se detuvo. Levantando el bate, lo levantó a punto de golpearlo
de nuevo cuando él lo atrapó y lo sacó de su agarre.

Antes de que se diera cuenta de lo que estaba ocurriendo,


el intruso la empujó hacia sus brazos, manteniéndola inmóvil.
Ella gritó y luchó con todas sus fuerzas, pero quien la tenía
sabía lo que hacía.

No podía ir a ninguna parte.

Él era muy fuerte.

Iba a morir.

Ella no quería morir.

Todavía le quedaba mucho por hacer. Convertirse en


madre, en esposa, saber cómo era el buen sexo.

30
—¿Quieres dejar de retorcerte, mujer? Te vas a hacer daño,
o a mí, o a los dos.

Se congeló.

Era la voz de Xavier.

Su jefe.

Oh, mierda.

—Así es. Estás golpeando a tu maldito jefe y todo lo que


estaba haciendo era tomar una copa. Si te dejo ir, ¿prometes
que no intentarás ninguno de tus movimientos mortales?

Ella asintió. Ya no luchaba. No había manera de que ella


pudiera usar palabras en este momento.

¿Y si hubiera matado a su jefe? ¿Y si la demandaba?

Le pagaba un buen sueldo, pero no lo suficiente como para


enfrentarse a él en los tribunales. ¿Necesitaría un buen
abogado? Ya sería bastante malo perder el trabajo.

Xavier encendió la luz.

Ella parpadeó un par de veces para acostumbrarse a la


repentina luminosidad. Cuando lo hizo, se quedó congelada en
su sitio.

Xavier llevaba una camisa blanca y unos pantalones


negros. Tenía los pies desnudos.

31
Llevaba una botella de whisky en una mano.

¿Sólo la había sujetado con un brazo?

El bate que había estado usando para su ataque yacía en


el suelo a sus pies.

—Joder, ¿es así como saludas a todos los hombres que


entran en esta casa? —preguntó.

Ella miró hacia abajo su cuerpo y rápidamente cruzó los


brazos sobre el pecho.

—Bonitas tetas. No hace falta que las escondas. No es que


no lo haya visto todo antes. Créeme, no hay mucho en este
mundo que no haya visto.

Su charla sobre sus pechos no era lo que la tenía


congelada en su lugar.

La sangre en su camisa era la razón. Eso y las cicatrices


que ella había vislumbrado.

Él estaba de espaldas a ella mientras servía hielo en un


vaso y añadía el whisky.

Sin moverse de su sitio, observó cómo se llevaba el vaso a


los labios. —¿Quieres uno?

Ella negó con la cabeza. Las palabras le fallaban. ¿Qué iba


a decir?

32
—He tenido un día de mierda, Ashley.

Ella frunció el ceño. —Alesha.

—¿Qué?

—Me llamo Alesha, no Ashley.

Él empezó a reírse, y ella se preguntó si había dicho algo


incorrecto. ¿Debía corregir a un loco que estaba bebiendo?
Recordó sus días de trabajo en bares y la necesidad de cuidar
sus palabras cerca de los borrachos. Siempre la ponían
nerviosa.

Terminó su bebida y se sirvió otra. —Necesito adormecer


el dolor.

—¿Estás herido?

—No, no estoy herido. Sólo... molesto. Odio a los hombres,


joder.

Ella frunció el ceño.

—Son todos una banda de malditos cerdos. Creen que


pueden tomar lo que quieren. Hacen daño a las mujeres. Me
enfurece. —Terminó la bebida y luego se sirvió otra. —Sabes,
hubo un tiempo en que no me importaba. Las mujeres estaban
para ser usadas. Un buen par de tetas, un lindo culo, tres
agujeros para usar. Así de fácil era. No quería oírlas hablar.
Quería oírlas gritar y gemir. Simple. Fácil.

33
Estaba algo excitada y ofendida. Esto no era bueno.

—Entonces tuve que ir y recordarla a ella. A mi hermana.


Pensar en esos monstruos. Esos malditos cerdos que hacen
daño a las mujeres. Ese secuestro. Esa violación. Ese daño. No
puedo hacer eso, y haré todo lo posible para ayudar. Hoy no
he ayudado.

—¿Alguien te hizo daño?

—Esta sangre no es mía. No golpeas muy fuerte para ser


una chica. —Él entornó los ojos y luego se rió maníacamente.
Estaba totalmente agotado. —Sabes que trabajas para un
monstruo, ¿verdad? Un asqueroso pedazo de mierda. He
matado a mucha gente.

Ella tragó más allá del nudo en la garganta.

—Sí, ese soy yo. Soy un tomador de vidas. Tan fácil de


hacer. —Extendió la mano y apretó los dedos. —Apagar la vida
es tan fácil. Tan fácil.

Él repetía la palabra fácil, y por su aspecto, ella no creía ni


por un segundo que fuera fácil para él.

—Yo mato, Ashley.

Ella no iba a corregirlo esta vez.

Si él estaba pensando en matar, lo último que ella quería


era que él la matara.

34
Ella no quería morir.

Bebió otro vaso de whisky. ¿Cuántos llevaba ya?

Ella no dio un paso atrás.

Era un asesino. Tenía sangre en su ropa, y en lugar de


correr, ella quería darle un abrazo. Cuando llegara la mañana,
si seguía viva, iba a hacer que le examinaran la cabeza.

Mordiéndose el labio, lo observó, dándose cuenta de que


no tenía miedo. Debería tenerlo.

—Hoy la estaban lastimando y se reían. ¿Quién se ríe


cuando aplastan la cara de una mujer contra un cristal? No es
bueno. No es limpio. Ella era sólo una cosa pequeña. No había
sido alimentada y simplemente la mataron. Boss estaba muy
enfadado. —Se llevó un dedo a los labios. —No se lo digas a
nadie pero soy parte de un grupo secreto. —Sus labios se
fruncieron. —Sí, un grupo de asesinos de alto secreto. Boss es
nuestro jefe. —Se echó a reír. —Nos dice a quién matar y
cuándo. He sido un chico malo. No debería estar bebiendo. No
debería estar contándote esto. —Dejó escapar un eructo. —No
me siento muy bien.

Allí, a sus pies, vio cómo Xavier se desmayaba en el suelo,


con el vaso rodando de su mano. El hielo empapó el suelo.

¿Qué demonios acababa de presenciar?

35
Huir y avisar a la policía le pareció lo más adecuado. Se
arrodilló, le levantó la cabeza y le tomó el pulso. No quería que
viniera la policía.

Quienquiera que fuera este hombre, no necesitaba a la


policía; lo que necesitaba era una gran ayuda.

36
Capítulo 3
Todo estaba oscuro.

Un hombre gimió.

Tardó en darse cuenta de que los sonidos provenían de él,


y de que tenía los ojos cerrados. Sus defensas se activaron de
inmediato y se incorporó en la cama.

Le dolía la cabeza y la luz le hacía daño a los ojos. Poco a


poco, se le fueron ocurriendo cosas. Se había emborrachado.
No, jodidamente borracho.

En Colombia, cuando gobernaba algunas de las peores


bandas, atribuyó gran parte de su éxito al hecho de que nunca
tocó la mierda que traficaba. Nada de drogas. Nada de alcohol.
Había sido la perdición de muchos otros.

Anoche había roto su propia regla y había bebido


demasiado. Era una jugada estúpida en su trabajo, donde una
mente aguda era esencial para sobrevivir. Se restregó las
manos por la cara.

Recordó más cosas. La chica con la garganta cortada. La


culpa. Boss echándole la bronca por no seguir el protocolo. La

37
sangre empapando su camisa. Xavier miró hacia abajo,
apartando el edredón. Sólo llevaba puestos los calzoncillos. No
recordaba nada después...

Maldita mierda.

Salió disparado de la cama, casi tropezando con las


mantas. Alesha. No podía recordar mucho, pero ella estaba allí
anoche. ¿Qué le había dicho? ¿Qué había visto ella?

—Será mejor que te lo tomes con calma. Tienes un feo


golpe en la cabeza.

Se giró, completamente fuera de juego. Alesha se sentó en


una silla cerca de su tocador. —¿Qué haces aquí?

—Vivo aquí.

—Quiero decir aquí. En mi dormitorio.

—¿Recuerdas algo de anoche? —preguntó ella.

—No mucho. Excepto el hecho de que nunca debería haber


parado en la licorería de camino a casa. —Se masajeó la sien,
la palpitación era cada vez más fuerte.

—Sí, tuve la sensación de que no estabas acostumbrado a


beber.

—¿Pasó algo más? —preguntó con cautela. Xavier


esperaba que lo hubiera encontrado desmayado o
murmurando incoherencias.

38
—¿Como qué? ¿La parte en la que dijiste que te gustaban
mis tetas o la parte en la que dijiste que te ganabas la vida
matando?

Hijo de puta.

Empezó a pasearse por la habitación, de un lado a otro, de


un lado a otro. Alesha era jodidamente inocente, y por su
estupidez, tendría que meterle una bala en la cabeza. ¿Qué
más había dicho? Todo lo que sabía era que era demasiado.
Boss nunca aprobaría esta violación de la seguridad. Ya estaba
en la lista de mierda de Boss desde la noche anterior.

Ahora entendía el peligro de tener un civil trabajando para


él. Un desliz y tenía que limpiar su desastre.

Pero había prometido mantenerla a salvo.

—Siento lo que he dicho. Ya sabes, cuando los chicos


beben dicen estupideces.

—Entonces, ¿no eres un asesino que trabaja para un


grupo secreto de asesinos?

Se burló, forzando una risa. —Esa es una buena. Debo de


tener más imaginación de la que creía. Demasiadas películas
nocturnas.

—¿Y la sangre en tu ropa?

Se palmeó el pecho. —¿Me desnudaste, Alesha?

39
—No tuve muchas opciones. Te desmayaste en el suelo. Te
arrastré a la cama, te quité la ropa ensangrentada y te lavé lo
mejor que pude. Has dormido como un bebé toda la noche.

—¿Cuánto tiempo has estado sentada ahí?

—Ya te lo he dicho. Toda la noche. Quería asegurarme de


que te despertaras bien. Algunos borrachos mueren ahogados
en su propio vómito. Escuché algunas historias de horror
cuando fui camarera.

Se encogió sobre sí mismo. —Créeme, lo de la bebida, no


volverá a pasar. He aprendido la lección.

—Te ofrecería café, pero sé que no lo beberás.

Nunca se había permitido pensar demasiado en sus


sentimientos por Alesha. Su vida era acelerada, y ella era su
empleada doméstica. Xavier no era romántico ni se
comprometía. Y las chicas lindas como Alesha estaban
destinadas a hombres estables que pudieran proporcionarles
todo el asunto de la valla blanca. El Diablo sólo servía para
matar. —Sabes mucho sobre mí, ¿no?

—Sigues hablando de una hermana.

Todo su cuerpo se tensó. Graciella siempre había sido su


única debilidad. Ella le robaba la atención y sacaba lo peor de
él. Su desesperación por encontrarla se había apoderado de su
vida. —No tengo ninguna hermana —dijo, tratando de

40
respaldar su argumento de que todo lo que había dicho anoche
era mentira.

—Entonces, ¿todo era mentira? ¿La mujer que dijiste que


habían matado nunca existió? Es una imaginación muy
grande la que tienes.

—Loco, ¿eh? —Se acercó al tocador, apoyando su peso en


las manos mientras se inclinaba para examinar su cara en el
espejo. —Me veo como una mierda.

Normalmente llevaba el pelo hasta los hombros en una


pequeña cola de caballo. Ahora lo llevaba suelto y alborotado,
con los ojos enrojecidos. Lo que necesitaba era una ducha
larga y fría.

Quedarse en la cama para recuperarse no era posible.


Boss tenía una tarea para él hoy. Un castigo por la cagada de
ayer. La muerte de esa mujer durante su guardia ya era un
castigo suficiente, pero le habían enviado a una misión de
reconocimiento. Boss sabía que lo aburrían mucho.

Era un evento de corbata negra, una elegante recaudación


de fondos. Xavier no soportaba a esos ricos snobs, y tendría
que forzar una sonrisa y mezclarse con ellos toda la noche. Y
necesitaba una cita.

Sus pensamientos se dirigieron de nuevo a Alesha. ¿Era


esto un juego que estaban jugando, o ella creía todas las

41
mentiras que él estaba soltando? Su esperanza era ignorar este
grave error de juicio para no tener que matarla. No quería
matarla. Imaginar esos bonitos ojos azules permanentemente
cerrados lo hacía estremecerse.

—Te ves bien a pesar de todo —dijo ella, llamando su


atención. Él la miró de reojo. —No me dijiste sobre la sangre.

Él gimió internamente. —Fue una noche de locos —dijo él,


con su frustración en aumento. —No recuerdo mucho. Me
habré hecho un corte o algo así.

Ella se levantó, acercándose a él en el tocador. Alesha lo


hizo girar para que se pusiera frente a ella y le pasó las yemas
de los dedos por el pecho. Le sorprendió lo bien que se sentía
su tacto. Pensó que había perdido toda la sensibilidad hace
décadas. —No, ni un solo rasguño. Me habría dado cuenta
anoche. Por cierto, también pesas bastante. No fue fácil llevarte
a la cama.

Xavier la agarró de la muñeca, con los dedos de ella todavía


sobre su piel. Ella dejó escapar un jadeo apenas audible. —
Trabajo mucho, pero también juego mucho. A veces las cosas
se vuelven un poco locas con todo el alcohol y las perras. Estoy
seguro de que me acordaré, pero te garantizo que no querrás
los detalles.

Ella necesitaba seguir adelante y olvidar todo lo que había


visto o escuchado. Tenía que alejarla. Si ella seguía

42
centrándose en cosas que él no podía explicarle, sólo le
quedaría una opción. Y él no quería ir allí.

—Bien. No es asunto mío.

Le soltó la mano. —Sé que es un día de trabajo, pero


teniendo en cuenta que estuviste despierta toda la noche por
mí, quiero que duermas un poco.

—Estaré bien.

Xavier negó con la cabeza. Parecía agotada. —No, te vas a


dormir. Fin de la discusión.

Ella se dirigió a la puerta de su dormitorio, y él exhaló


aliviado. Tal vez todo saldría bien, y ella seguiría adelante, sin
volver a mencionar esta mierda. Esta fue la primera y última
vez que bebía hasta desmayarse.

No perdió tiempo y se metió en la ducha, saboreando el


agua fría que le bañaba la cara. Si tan sólo pudiera lavar su
culpa. Ayer sólo llegó unos segundos tarde. Si hubiera sabido
que ese cabrón iba a degollar a esa chica, habría hecho las
cosas de otra manera. Si hubiera escuchado a Viper y hubiera
esperado antes de actuar.

Si tan sólo...

No podía deshacer el pasado. Xavier golpeó el talón de la


mano contra las baldosas, una y otra vez, hasta que apareció
una red de grietas. Quería llorar, pero esa compuerta se había

43
secado hacía décadas. Esto era jodidamente ridículo. Xavier
sabía que no debía dejar que sus emociones lo dominaran. Su
trabajo como asesino a sueldo era perfecto, ya que requería ser
insensible, sin corazón, dispuesto a ir al infierno y volver por
un asesinato. Nunca había sido un problema, pero la mujer de
ayer le había recordado a Graciella.

Recordó cuando había liberado a la mujer de Chains de


estar atrapada en su sótano el año pasado. Cada vez que
descubría que una mujer inocente estaba siendo maltratada,
se despertaba en él esa debilidad, ese instinto de protección
del que parecía no poder desprenderse.

Entonces sus pensamientos se dirigieron a Alesha. Podía


evitar la verdad, pero sabía perfectamente que la había
contratado por la atracción que sentía por ella. Su inocencia lo
había atraído, y esas curvas habían sellado el trato. No es que
pudiera pasar nada entre ellos, pero aun así la había
contratado. Ahora los había puesto en una posición incómoda.
Una peligrosa.

¿Ella había creído sus historias?

Tendría que estar seguro.

Sus habilidades de actuación determinarían si ella vivía o


moría. Pero sería un hipócrita si la mataba, no mejor que el
pedazo de mierda que degolló a esa mujer. Tal vez esto podría
ser su propia prueba. Era el momento de poner a descansar

44
los recuerdos de su hermana. Necesitaba librarse de sus
debilidades.

***
Alesha se retorcía entre sus mantas, la tela fría rozando
sus piernas recién afeitadas. No podía creer que se hubiera
quedado dormida con tantas cosas en la cabeza. Ahora se
sentía descansada y había recuperado la cordura.

Eso no era tan bueno.

Comenzó a repasar los acontecimientos en su cabeza, una


y otra vez, tratando de darle sentido a todo. Xavier era su jefe
desde hacía unos meses y nunca había tenido un solo
problema hasta la noche anterior, así que no era un
comportamiento habitual. Ella quería creer que simplemente
había metido la pata y había bebido demasiado. Y que tenía
una imaginación loca. Pero ella sabía que no era así.

Después de arrastrarlo a la cama, desnudarlo y lavarle el


pecho, había husmeado un poco. Su cartera tenía numerosas
identificaciones para múltiples alias. Tenía la espalda llena de
cicatrices, y no por unos cuantos percances de la infancia, sino
por unos profundos latigazos que habían dejado surcos
permanentes en su piel. Xavier Moreno no era un hombre

45
corriente. Su disparatada historia de asesinatos y caos
empezaba a sonar más creíble.

Pero si no creía lo que le había dicho esta mañana, la


alternativa era demasiado aterradora para ser considerada.
Quería mantener su trabajo, quería que todo siguiera como
hasta ahora. Alesha decidió que lo mejor sería mantener la
boca cerrada. Aunque nunca había llevado mujeres a casa,
decía ser un playboy que se divertía mucho. Tenía sentido,
aunque ella no quisiera creerlo.

Abrió los ojos, el atardecer le daba un toque rosado a su


habitación. ¿Cómo iba a enfrentarse a él de nuevo?

Su visión periférica notó el más mínimo movimiento. Se


aferró a las mantas y miró hacia la puerta. Estaba abierta y
Xavier se apoyaba en el marco de la puerta.

—¿Dónde está mi pistola? —preguntó, con un tono


cortante.

—¿Qué?

—Anoche llevaba un arnés. Me desnudaste.

Se contoneó para apoyarse en la cabecera, con las mantas


hasta el cuello. Alesha se lamió los labios. —La guardé por
seguridad.

46
No había manera de que ella dejara el arma cargada por
ahí cuando él estaba borracho. ¿Y si se despertaba furioso y
trataba de usarla contra ella?

Cruzó los brazos sobre el pecho y enarcó una ceja. —


¿Piensas devolvérmela?

—S-sí. Primero me vestiré. ¿Cuánto tiempo llevas ahí


parado?

Él ignoró su pregunta. —¿Y la ropa que llevaba puesta?

—Están en mi bañera en remojo. Espero poder quitar las


manchas de sangre. Tengo algunos trucos que puedo probar.

Entró en su habitación sin preguntar, abriendo de un


empujón la puerta del baño. Ella lo oyó vaciar el agua de la
bañera, y luego salió con la bolsa del cubo de la basura, con
su ropa mojada dentro. —No son salvables.

—Ni siquiera lo he intentado.

Xavier no se parecía al hombre que ella había visto anoche.


Ese hombre había estado roto, perdido, destrozado por la
mitad. Ahora estaba bañado, seguro de sí mismo, el mismo jefe
que ella había visto todos los días desde que fue contratada.
¿El alcohol podía estropear tanto a una persona, o había algo
de verdad en las cosas que había dicho ayer?

¿A qué se dedicaba para permitirse esta mansión?

47
¿Por qué esos horarios tan extraños?

Nunca se había cuestionado nada sobre él o su estilo de


vida, pero ahora su imaginación se disparaba, su mente
intentaba reconstruir tantas cosas. Tal vez no era un hombre
de negocios solitario. Tal vez si trabajaba para un grupo secreto
de asesinos. Alesha casi se rió a carcajadas de sus propios
pensamientos ridículos. En todo caso, probablemente era un
sucio hombre de negocios.

Él la miraba fijamente, con los nudillos de la bolsa de ropa


mojada volviéndose blancos. La intensidad de su mirada hizo
que sus pezones se agrietaran. Dios, el hombre era magnífico.
¿Por qué no hablaba?

—¿Qué talla eres?

Ella frunció el ceño. —¿Perdón?

—Talla de vestido. Número de zapato. ¿Cuáles son?

Los pelos de punta bajaron ligeramente. Al menos no se


estaba burlando de su peso. Le dio los números, esperando
que él hiciera una mueca, pero no lo hizo. —¿Para qué los
necesitas? ¿Para un uniforme?

—Te voy a llevar conmigo esta noche. Una cena de lujo.


Nos vamos en dos horas.

¿Qué demonios está pasando? Se pasó una mano por el


pelo, la manta cayendo hasta su cintura. Sus ojos se dirigieron

48
a su pecho, y sus mejillas se sonrojaron al instante. Necesitaba
conseguir un pijama más grueso. —No lo entiendo.

Xavier se acercó a su cama. Sólo llevaba unos joggers


grises oscuros y una camiseta negra ajustada. Hacía ejercicio
como un demonio todos los días después de llegar a casa,
normalmente durante horas. Ella oía el ruido de las pesas y el
contacto de sus puños con el saco de boxeo. Eso era todo lo
que podía distinguir, ya que no se le permitía entrar en el
sótano.

Se sentó en el borde de la cama y su coño se apretó al


instante. Apretó los muslos, tratando de no concentrarse en la
anchura de sus hombros desnudos, la dureza de sus bíceps o
los tatuajes oscuros de su piel. No ayudaba el hecho de que la
noche anterior había tenido sus manos sobre él mientras
estaba inconsciente. Se decía a sí misma que sólo lo estaba
cuidando, haciendo su trabajo, pero era una mentira total.

Esto era demasiado para ella. ¿Qué le estaba haciendo? Su


proximidad cruzaba demasiados límites como para contarlos.
Y a ella no le importaba.

—Entiendes más de lo que dejas ver, ¿verdad, Alesha? —


Alargó la mano que tenía libre y le trazó una línea en la costura
de los labios con el dedo. —No estoy seguro de poder confiar
en ti.

49
Ella no dijo nada, hechizada por su tacto y sin saber si
debía temer sus palabras.

—Tengo una cena de negocios esta noche, y no me siento


cómodo dejándote sola todavía. Como necesito una cita, va a
funcionar bien.

—No he hecho nada malo. Si esto es por lo de anoche, sólo


intentaba ayudar.

¿Por qué no iba a confiar en ella a solas en la casa? Ella


era su empleada doméstica. Era su trabajo mantener las cosas
en orden mientras él estaba fuera.

—Sí, mi curioso corderito. —Se levantó, caminando hacia


la puerta. —Probablemente no sepas que esta casa y esta
propiedad están cableadas de arriba a abajo. Lo mejor en
vigilancia de alta tecnología.

Ella tragó con fuerza, no le gustaba a dónde iba esto. ¿Qué


la había visto hacer? ¿Estaba en problemas? ¿La había visto
revisar su cartera?

Se dio la vuelta al llegar a la puerta. —Tendré tu traje aquí


dentro de una hora. Llamemos a esta noche una prueba de tu
lealtad, Alesha.

—¿Qué significa eso? —susurró ella.

—La reputación lo es todo en mi negocio. No puedo


permitir que una persona empañe todo por lo que he trabajado

50
por un malentendido. Eso es todo lo que fue anoche: un
malentendido.

Ella debería haber mantenido su gran boca cerrada, pero


ésta tenía una mente propia. —Entonces, ¿nunca has matado
a una persona?

—¿Lo has hecho tú?

Hablar con él era como extraer dientes. Ella debería estar


tratando de arreglar todos estos puentes rotos, acordando que
era un malentendido. Pero, en el fondo, ella había sentido la
sinceridad cuando él habló anoche, aunque estuviera
borracho. Era crudo, honesto, real. Ahora, completamente
sobrio, ella tenía la creciente sensación de que él estaba
tratando de ocultar la verdad.

—Lo siento, una pregunta tonta, supongo. —Ella se deslizó


fuera de la cama con la manta bien sujeta a su cuerpo. —Voy
a buscar tu arma.

Él observó cada uno de sus movimientos mientras ella se


agachaba frente a su cómoda y deslizaba el cajón inferior
donde guardaba sus sujetadores y bragas. Una de sus bragas
se enganchó en el cañón de la pistola, y ella se apresuró a
arrancarla mientras sacaba todo el arnés del cajón. Se lo
entregó y él se lo echó al hombro.

51
—¿A dónde vamos esta noche? —¿Era una cita de verdad?
¿Realmente no confiaba en ella a solas en su casa ahora? Esto
no era bueno para su nuevo y cómodo trabajo.

—Recaudación de fondos de corbata negra. Los odio —dijo.


—Tal vez sea soportable contigo.

—¿La miseria ama la compañía?

—Algo así —dijo.

—¿Por qué no invitaste a uno de tus ligues de anoche?

Alesha no era exactamente un bombón para el brazo. Y


sus celos se habían estado gestando desde que él le había
hablado de sus perras y sus fiestas. Él le levantó la barbilla, y
ella no se apartó. —Si voy a fingir que estoy con mi prometida,
quiero llevar a una mujer que yo mismo elegiría. Mucho más
convincente.

—Entonces, ¿actuamos?

—Es un evento sólo para parejas, y necesito dar una


determinada imagen si quiero pasar desapercibido.

—¿Y pasar desapercibido es bueno?

—Debería decir que encajar es más apropiado. No


pasaremos desapercibidos cuando lleves el vestido que te he
elegido.

52
Capítulo 4
Xavier se arrepintió del vestido en cuanto ella bajó las
escaleras hacia donde estaba él. Después de encargarle un
atuendo, se había debatido entre el sencillo vestido de cóctel
negro que se amoldaba a sus curvas y mostraba un gran
escote, o el número rojo. La modelo tenía una figura similar a
la de Alesha y él había querido verla en carne y hueso con el
vestido. Gran error por su parte.

Estaba más sexy que un maldito pecado.

El vestido se amoldaba a su cuerpo y se abría en las


caderas. Había dos aberturas a cada lado del vestido que
mostraban una tentadora vista de las piernas. Los tacones que
llevaba le daban ganas de abrirla de par en par y follarla con
fuerza.

La había evitado desde la mañana, dándole tiempo para


dormir.

Si ella revelaba algo sobre su conversación de anoche, él


no tendría otra opción que matarla. Boss no la dejaría vivir.

Ella era un cabo suelto.

53
—¿Me veo bien para el trabajo?

Su pelo color rubio sucio caía en cascada alrededor de ella


en forma de rizos sueltos.

Tenía un aspecto impresionante, y no dudaba de que


encajaría esta noche. El objetivo era mezclarse. Parecer uno de
los ricos y de la élite. No un asesino y su empleada doméstica.
Era bastante gracioso ahora que lo pensaba.

—Parece que servirás.

Vio cómo la sonrisa se desvanecía.

—Todo lo que tienes que hacer esta noche es permanecer


en mi brazo. Sonríe, no hables. Si alguien te habla, finge que
no lo oyes ni lo entiendes.

—Eso parece grosero.

—¿Vas a ponerte difícil?

—No voy a ser grosera. Es así de simple. Si una persona


me habla, yo le respondo.

—No estás en posición de decirme lo que vas a hacer. Ten


cuidado. —Se acercó a ella. Maldita sea, hasta olía bien, dulce
y tentador. Le iba a costar mucho esfuerzo fingir desinterés.

Ella puso los ojos en blanco. —Por favor, si fueras a


matarme, ya lo habrías hecho.

54
—¿Qué te hace pensar que no lo haré?

—No lo sé. Tal vez porque después de todo lo que me


revelaste anoche como parte de tu supuesta imaginación,
nunca llamé a la policía ni al manicomio. Todavía estoy aquí,
y pasé horas cuidándote y limpiando la sangre de tu ropa. Creo
que eso es motivo para que no te maten. —Se apartó el pelo de
la cara.

La mano le temblaba y la delataba. Estaba nerviosa,


aunque intentara ocultarlo, y él odiaba ser la causa. Se
suponía que Alesha no debía formar parte de esto.

—No puedes decirle a la gente quiénes somos.

—No tengo intención de hacer nada. Ni siquiera quiero ir


a esta cosa. ¿No tienes mujeres que puedas usar para esto? No
soy una persona de eventos de etiqueta.

—No. Tú lo harás. —La agarró del brazo, moviéndola hacia


la puerta.

—Será mejor que dejes de maltratarme. No estás siendo


amable, y me salen moretones con facilidad.

Aflojó un poco el agarre pero no la soltó.

Estaría más segura con él.

Si Boss sospechaba algo, el bastardo la mataría.

55
Al salir de su casa, aseguró todas las cerraduras y le abrió
la puerta del coche.

—Gracias.

Esperó a que ella entrara. El vestido se abrió, revelando


una extensión de pierna, y joder, la deseó de nuevo.

Con la puerta cerrada, se dirigió hacia el lado del


conductor. Esta noche no se trataba de provocar problemas.
Boss le dio instrucciones sencillas.

Reconocimiento.

Investigar a un potencial señor del crimen.

El evento al que iban era una tapadera para traficar con


mujeres y niños. Boss quería echar un vistazo al interior y
comprobar la disposición de la casa. Si Xavier veía algo, no
debía reaccionar, sólo tomar nota.

Esto iba a ser difícil para él. Las mujeres eran su punto
débil. Especialmente las mujeres que estaban en peligro. Tenía
el instinto de protegerlas, y los acontecimientos de ayer
estaban frescos en su mente.

—Entonces, ¿se supone que estamos comprometidos?

—Todo es falso, recuérdalo —dijo él.

—No lo voy a olvidar. ¿No necesitas que esto parezca


auténtico?

56
—¿A qué te refieres? —preguntó él, navegando por los
caminos.

—Estamos comprometidos. Eso significa que tiene que


haber un anillo. No tengo un anillo.

Sujetó el volante con una mano y metió la mano en el


bolsillo de la chaqueta. —Ya está hecho. —Se lo tendió. —Aquí
tienes. —Había elegido el sencillo anillo para usarlo como
accesorio.

—¿Crees que encajará?

—Será mejor que sí. No tenemos tiempo de conseguirte


otro anillo.

Ella tomó el anillo, y él la miró, observando cómo lo


deslizaba en su dedo. —Me queda bien. Realmente bien. Es
bonito.

Alesha apoyó las manos en sus muslos, y al ver el anillo


en su dedo, se veía bien. Parecía que estaba en el lugar
correcto. Se sintió culpable por no haber elegido algo aún más
bonito. Alesha se merecía algo que tuviera un significado, no
un simple accesorio. Sin embargo, éste funcionaría.

—¿Qué más vamos a hacer esta noche?

—Mezclarnos. No inicies conversaciones, sólo ríete en los


momentos adecuados. Espero que me mires con adoración y
que finjas que estás enamorada de mí.

57
—Vaya, no me lo habías dicho antes de obligarme a venir
aquí.

—Estamos comprometidos. Es un hecho.

—No soy una actriz. No puedo fingir así, Xavier. Lo que


pides es demasiado.

—He visto la forma en que me has mirado cuando crees


que no estoy mirando. No me amas, pero ciertamente quieres
follar conmigo. Cuando me mires, imagina que quieres follar
conmigo y yo me encargaré del resto.

—Eres un jodido imbécil —dijo ella, con los brazos


cruzados.

—¿Quieres negarlo?

—No voy a hacer ni decir nada. No tienes que señalarlo.


Vaya, ahora me siento como la empleada doméstica perdedora
a la que le gusta su jefe. ¿Cómo vas a mirarme tú a mí? ¿O
piensas ser el tipo que tiene a una mujer del brazo mientras
busca a otra para follar? —preguntó.

—Muy sencillo. Voy a mirarte como si tuviera hambre de


ti. Como si una sola probada nunca fuera suficiente y que si
no tuviera que asistir al estúpido evento, estaría hasta las
pelotas dentro de ti.

—No quieres decir eso.

58
—¿No lo hago? Es curioso, porque en el momento en que
bajaste, se me ocurrió hacer cualquier otra cosa.

Su sinceridad la hizo callar. Bien.

—En serio, creo que deberías elegir a otra persona.

—No tengo tiempo. Si no manejas bien lo de esta noche,


puedes despedirte de tu trabajo.

—¿Por qué? No he hecho nada malo. Te he ayudado.


¿Recuerdas anoche cuando no podías ni meterte en la cama?

Todavía no podía creer que ella lo hubiera ayudado a llegar


a su habitación. Debía tener algo de fuerza en su interior
aunque él no la viera. Antes había planeado mantenerla en la
oscuridad, pero vio el brillo en sus ojos. Ella sabía demasiado.
La chica era inteligente y probablemente mucho mejor actriz
de lo que se creía. No tenía sentido ocultar las cosas cuando
podían ponerse feas rápidamente.

—¿Quieres saber la verdad? Eres un problema. Nunca


debería haberte contratado en primer lugar. No necesitaba una
empleada de limpieza. Podía mantener el lugar en perfecto
estado sin ti. Resulta que me gusta tu sonrisa, y pensé que
sería divertido tener una mujer en la casa. Gran error por mi
parte. Ahora, si el tipo equivocado descubre quién eres, estás
muerta. ¿Me entiendes? Jodidamente muerta. Así que esta
noche vas a hacer el papel de prometida amorosa y no te vas a

59
meter en ningún problema. Cuando te diga lo que tienes que
hacer, lo harás. Sin hacer preguntas. Si quieres vivir, lo harás.

—Demasiado para lo de la imaginación. Todo lo que me


dijiste anoche era la verdad, ¿no? Eres un asesino. —Ella se
apartó de él, con los dedos inquietos. Él no le contestó.

Cuando se detuviera fuera del evento, él esperaba que ella


estuviera dispuesta a mirarlo como si fuera el único hombre
en su mundo. Boss seguramente la mataría, y si no lo hacía,
bueno, no se sabe qué haría ese hijo de puta.

Nadie conocía realmente al dueño de Killer of Kings. Xavier


había intentado buscar en el pasado de Boss y no había
encontrado nada. No había ningún registro de él en ninguna
parte. Había intentado utilizar a Maurice, el experto en
tecnología y genio de Killer of King, pero, de nuevo, no encontró
nada.

El mundo no sabía que había un diablo que vivía entre


ellos.

Ni siquiera sabía si Boss era un tipo bueno o malo.

De cualquier manera, no lo pondría a prueba. No ahora.


No después de haberla cagado una vez.

Además, si alguien podía encontrar algún detalle sobre su


hermana, sería Boss. Él seguía tentándolo, colgando pedacitos
de información justo fuera de su alcance.

60
Tras casi una hora de viaje, Xavier se detuvo detrás de una
larga fila de coches. Estaban a cuatro coches de la puerta.

—Ya casi llegamos —dijo.

—Ya veo.

—Puedes hacerlo, Alesha. Tengo toda la fe en ti.

—Por supuesto. Es pan comido, ¿verdad? Solo tengo que


fingir que amo a un monstruo y que no me va a matar si no lo
hago bien. —Respiró profundamente. —Debería haberte
dejado en el suelo para dormir. Quizá habrías muerto en tu
vómito.

Xavier gruñó mientras salía y le entregaba las llaves al


aparcacoches. —Manténgalo en perfectas condiciones.

Otro de los aparcacoches fue a abrir la puerta del pasajero,


pero se deslizó por delante.

—Nadie toca a mi mujer. —Tomando su mano, la ayudó a


salir del coche. —Hora del espectáculo.

***
Sorbiendo la copa de champán, Alesha intentó no pensar
demasiado en el brazo de Xavier alrededor de su cintura. Su
mano estaba en su cadera, y ella era muy consciente de su
tacto.

61
—No bebas demasiado.

—Sí, papá.

—Si yo fuera tu padre, ahora mismo estarías sobre mis


rodillas recibiendo los azotes de tu vida.

Eso no debería excitarla.

No, ella no pensaría en estar sobre su rodilla, su gran


mano bajando sobre su culo desnudo.

¿Qué demonios le pasaba?

Repitió una y otra vez los acontecimientos de los últimos


meses y se dio cuenta de que el hecho de que Xavier fuera un
criminal tenía todo el sentido del mundo. Se trataba de una
especie de operación de vigilancia peligrosa. El trabajo perfecto
tenía que ser demasiado bueno para ser verdad.

Terminó su primera copa de champán y dejó la copa vacía


en la bandeja de un camarero que pasaba por allí. Nadie se
había acercado a ellos todavía, lo cual agradecía. ¿Qué diablos
debía hacer? Los nervios la estaban volviendo loca.

El salón de baile estaba lleno de gente rica, las mujeres


vestidas con ropa de diseño, riendo y colgándose del brazo de
los hombres. Todos parecían encajar. Ahora mismo, nada le
gustaría más que sentarse en casa con una taza de chocolate
caliente y un buen libro.

62
En cambio, seguía mirando a Xavier, esperando que la
gente pensara que estaba enamorada.

Exhaló un suspiro que ni siquiera se dio cuenta de que


estaba conteniendo.

—Cálmate.

—No puedo. Espero a que alguien aparezca, ¿sabes? Que


empiece a disparar contra nosotros.

—Todo lo que tienes que hacer es relajarte. Mezclarte.

—Si alguien te pregunta algo, ¿acaso sabes lo que vas a


decir?

Xavier sonrió. —Tendremos que ver, ¿no?

Ella esperaba que se quedaran en su pequeño rincón


donde nadie les hablaba. Él tenía otras ideas. Quiso gritar
cuando empezaron a mezclarse con la multitud.

Alesha ni siquiera sabía por qué dudaba de su habilidad.

Sabía cómo trabajar con la multitud. En el momento en


que se detuvieron, las preguntas les llegaron a diestro y
siniestro. No pudo evitar ponerse tensa mientras esperaba que
Xavier dijera algo, cualquier cosa. Debería haber sabido que él
tenía un plan. Les dijo que su empresa estaba especializada en
tecnología y repitió algún nombre y detalles que claramente
impresionaron a algunos de los hombres. Las mujeres también

63
lo miraban como si fuera un trozo de carne. Prácticamente se
lo creyó ella misma, era así de convincente.

Le puso una mano en el pecho. —Vamos a bailar —dijo


ella.

—Discúlpenme. A mi prometida le gustaría bailar. —Le


agarró la mano y la condujo a la pista de baile.

Alesha miró por encima de su hombro, sin querer mirarlo


a los ojos.

—¿Vas a fingir que no existo?

—No sé si me gustas ahora mismo... —dijo ella.

—Avísame cuando te decidas. —La mano de él bajó a su


culo, y ella odió cómo esa acción la excitaba.

Era un asesino.

Un asesino.

No era alguien que ella quisiera en su cama.

—¿Ya tenías una historia?

—Para eso me pagan. Cualquiera que busque mi nombre


y compañía verá toda una historia de fondo. Tengo una
prometida de la que no se conocen esos detalles, y ahora te
tengo a ti.

—¿Por qué no se conoce a tu prometida? —preguntó ella.

64
—Tuve que encontrar a alguien. No puedo elegir a
cualquier mujer. Es un trabajo peligroso.

—Soy tu empleada de limpieza. ¿Por qué me haces esto?

—Es divertido verte retorcer.

Quiso golpearlo pero se abstuvo de hacerlo. A pesar de lo


loco que era todo esto, todavía esperaba tener un trabajo
mañana por la mañana. —Bueno, me has elegido para hacer
el papel, ¿piensas contarme más sobre lo que está pasando?
¿Eres realmente un asesino? ¿Estamos en peligro?

—No puedo esperar a tenerte a solas.

—Eres mi jefe.

Se encogió de hombros. —¿Crees que eso le importa a


alguien como yo?

Dos veces le había dicho algo sexual. Y no había


respondido a sus preguntas. No importaba. Ella sabía la
verdad.

Mirándolo fijamente a los ojos, él se concentró en ella


hasta que algo llamó su atención detrás de ella.

Miró detrás de ella y no vio nada.

—¿Qué es?

—Acabo de ver a una niña. Parecía... sucia.

65
—Xavier, ahí no hay nada.

—Alguien la agarró.

Estaba hablando como un loco. No había nadie detrás de


ella. —Se supone que sólo haces reconocimiento, ¿recuerdas?

—Me importa una mierda. Voy a averiguar qué está


pasando. Quédate aquí. —Él la soltó, y ella no tuvo más
remedio que ver cómo se iba.

Genial.

¿Qué iba a hacer ahora?

Estuvo tentada de seguirlo, pero le preocupaba perderse y


que él terminara en algún tipo de peligro.

No estaba entrenada para esto. Por mucho que deseara


que él hubiera elegido a otra mujer, se alegraba de que la
hubiera elegido a ella. Xavier era un playboy. Él mismo lo había
dicho. Pero aún tenía una pequeña esperanza de que él sintiera
algo más por ella.

Abandonó la pista de baile y se dirigió a la esquina del


salón. La gente se mezclaba.

El camarero se detuvo junto a ella y ella le sonrió mientras


tomaba otra copa de champán. Xavier la dejó y ahora iba a
beber hasta que dejara de sentir miedo. Sorbiendo el líquido
transparente, las burbujas le hicieron cosquillas en la nariz.

66
Observó, esperando, y no estaba segura de cuánto tiempo
pasaba.

Cada tanto esperaba una gran explosión o un disparo.

Contrólate, Alesha.

—Ahora, ¿quién es el tonto que dejaría una hermosa rosa,


como tú, abandonada?

Se giró para ver a un hombre con el pelo largo y rubio


recogido en una cola de caballo. Su traje y la forma en que se
manejaba gritaban dinero.

—Tuvo que ir al baño para atender una llamada de


negocios —dijo ella.

—Ah, negocios. La buena y vieja peste que arruina toda la


diversión.

—Estoy bien.

Ella forzó una sonrisa.

Le temblaban las manos y cruzó una sobre el estómago


mientras sostenía el vaso con fuerza, esperando no romperlo.
No quería hablar y decir algo equivocado.

—¿Te importa que me quede contigo?

—Con mucho gusto. —No, déjame en paz.

—Es todo un acontecimiento, ¿no?

67
—Es algo —dijo ella.

—Todo ese dinero y riqueza. Todos están conspirando y


maquinando cómo conseguir más. Nadie está nunca satisfecho
en esta época. Siempre quieren más. Siempre luchando.

—¿Pareces estar en desacuerdo con eso?

—No, en absoluto. Soy el dueño de la casa —dijo.

—Oh.

—Me llamo Dixon.

—Alesha —dijo ella, apretando los labios. No sabía si


Xavier le había dado un nombre diferente antes. Mierda.

Los nervios se apoderaron de ella, el corpiño de su vestido


se sintió demasiado apretado mientras luchaba por respirar.

Dixon le tendió la mano y, en contra de su buen juicio, la


aceptó, dándole un apretón.

—Es un placer conocerte —dijo.

—No, no, el placer es todo mío.

Al retirar la mano, fue consciente de su mirada. Intensa.


Centrada sólo en ella.

—¿Te he visto antes? —preguntó él.

68
Volviendo su atención hacia él, negó con la cabeza. —No.
Paso la mayor parte del tiempo con Xavier. Le gusta tenerme
cerca.

—Pero te abandona en un momento como este —se burló


él.

—Sé que el trabajo siempre será lo primero. —Por favor,


Xavier, ven a salvarme.

—¿Qué tal si te entretengo? Ven. Disfrutaremos de un


baile.

Cada parte de ella gritaba que no, pero no podía


rechazarlo. Tenía que seguir el juego y no provocar problemas.

—Claro, ¿qué daño puede hacer?

Voy a tener una muerte lenta y dolorosa, y será todo culpa


de Xavier.

Te atormentaré, Xavier.

Dixon la tomó de la mano y ella colocó su copa de champán


sobre la mesa mientras pasaban. En cuestión de segundos,
sus brazos la rodearon. Ella puso las manos en sus hombros,
esperando no estar jodiendo esto.

—¿Eres la prometida de Xavier?

—Sí.

69
—¿Cuánto tiempo llevan comprometidos?

—Un año... creo.

—Eso es un compromiso largo.

—Le gusta hacerme esperar.

—Me pareció leer en el periódico que sólo llevaban cuatro


meses comprometidos.

¡Genial!

—Eso fue cuando quiso decírselo a la prensa. —Se encogió


de hombros. —Nos peleamos y supongo que pensó que la única
forma de compensarme era ponerme un anillo en el dedo.

No puedo soportar mucho más.

Xavier.

Quería romper a llorar. El corazón le golpeaba la caja


torácica. ¿Este hombre lo escuchaba? ¿Sentía lo asustada que
estaba? ¿Lo nerviosa que estaba? Una ola de náuseas la
invadió.

Todo lo que quería hacer era ir a acurrucarse en la cama


y fingir que no existían los hombres malos y los asesinos.

—¿Qué te parece el océano? —preguntó Dixon.

—¿El océano? —¿Se había perdido algo de la conversación


en su pánico? —Está bien, supongo. Mucha agua.

70
—Tengo un yate. Si alguna vez quieres salir al mar,
disfrutar de las olas y de las vistas, me encantaría tenerte. Por
supuesto, sin tu prometido cerca.

Se rió. ¿Se le estaba insinuando?

—Disculpe —dijo Xavier. —Gracias por vigilar a mi mujer.


Yo me encargo a partir de ahora. —Su voz profunda destilaba
confianza.

—Ah, el escurridizo Xavier Moreno. Realmente tienes una


joya rara aquí. Única en su especie.

—Por eso me comprometí.

—Y el largo compromiso que está resultando ser. Tenemos


que almorzar algún día, y por supuesto, debes traer a tu
prometida contigo. —Dixon le besó la mano. —Hasta la
próxima vez.

En cuanto él desapareció entre la multitud, ella se


abalanzó sobre Xavier. —No vuelvas a dejarme —dijo.

Él le rodeó las caderas con sus brazos. —Tengo lo que


necesitaba.

—¿Y qué es eso? —preguntó ella.

—Una invitación a comer.

—¿Querías a Dixon?

71
—Sí. Es a quien estaba investigando, y parece que tiene
debilidad por mi prometida.

72
Capítulo 5
Había llamado a Boss para ponerlo al corriente de la
situación. En cuanto mencionó que el objetivo tenía sus ojos
puestos en la cita de Xavier, Boss quiso que la utilizara como
cebo. Debería haberlo esperado. Su aburrida misión se estaba
convirtiendo en mucho más, pero no se suponía que implicara
a Alesha. La había traído porque sus únicas opciones eran
dejarla sola en casa para llamar a la policía o atarla en su
sótano.

Xavier le había contado una historia de mierda sobre


mujeres y fiestas. La verdad era mucho más oscura de lo que
ella podía imaginar. Por no mencionar que no se había
acostado con otra mujer desde que contrató a Alesha. Ella lo
confundía. Y por culpa de su borrachera, lo había jodido todo.

—Sólo dijiste que tenía que venir a este evento.

—Bueno, las cosas acaban de cambiar —dijo él.

Ella se aferró a las solapas de su traje, mirándolo con esos


grandes ojos azules. Había hecho muchas cosas malas en su
vida, pero ahora mismo deseaba no haberla contratado. No
haberla introducido nunca en su perverso mundo.

73
—Si esperas que te siga el juego, tienes que ser sincero
conmigo. No sé qué demonios está pasando, y me asusta. Tú
me das miedo.

Sacudió la cabeza. —Nunca te haría daño, Alesha. —La


sinceridad en su propia voz lo sorprendió.

—¿Hablarás conmigo? ¿Realmente hablar conmigo? Sin


mentiras.

—Aquí no.

—Bien. ¿Y la niña? —preguntó.

—Se fue. —La verdad era que no había ninguna niña.


Xavier juraba que había visto a su hermanita, con el mismo
vestido asqueroso que había llevado el día que la había
perdido, pero sólo era otro producto de su imaginación. Se
estaba volviendo loco.

—Bien. ¿Cuánto tiempo más nos quedamos? —preguntó


ella.

No estaba dispuesto a decirle que estaba haciendo tiempo.


Xavier disfrutaba de tener sus manos sobre ella mucho más de
lo que debería. Se había follado de todo: jóvenes, viejas, ricas,
pobres. Ninguna de las mujeres con las que se había acostado
a lo largo de los años había significado nada para él. Todas
eran desechables. Su pequeña empleada doméstica con el

74
corazón de oro despertó algo latente dentro de él. Todavía
estaba decidiendo si eso era algo bueno o malo.

—Tenemos que hacer esto convincente primero.

—¿Cómo?

—Probablemente debería besarte. Demostrar a todo el


mundo lo enamorados que estamos, incluyendo a Dixon.

¿De dónde venían estos celos? Comenzaron a consumirlo


por dentro desde el momento en que vio las manos de ese
cabrón sobre ella. No era un hombre celoso.

Tragó con fuerza. —De acuerdo, si tú lo dices.

—Prepárate, cariño. Tendré que hacer esto a mi manera.


—Se agachó y le agarró una de las nalgas, acercándola a su
cuerpo. Con la mano que tenía libre, la sujetó por detrás de la
cabeza y la besó con fuerza en la boca. Esperaba que ella se
pusiera rígida, que luchara contra él en todo momento. Pero
ella se derritió contra él y le rodeó el cuello con los brazos
mientras le devolvía el beso.

El mundo entero desapareció. La oscuridad. Los jodidos


recuerdos que lo mantenían despierto por la noche.

Sólo estaba ella.

Y el beso.

75
Cuando se separó, los sonidos se silenciaron, su visión se
volvió un túnel. Si no lo supiera, juraría que estaba drogado.
¿De qué otra manera podría explicar su profundo reclamo
sobre Alesha? Siempre se había sentido atraído por ella, pero
descubrir que lo había arrastrado a la cama, lo había cuidado
y se había sentado con él toda la noche, lo cambió todo. A nadie
le había importado una mierda él, ni siquiera a su propia
familia. Había sido desechable, no deseado, basura. Ser
importante para otro ser humano... era adictivo.

—Creo que eso funcionó —susurró, tocando la boca de


ella.

—Sí, creo que funcionó. —¿Él estaba jodidamente sin


palabras? ¿Qué estaba haciendo?

Había hecho todo lo posible por mantenerse distante desde


que reveló sus secretos. Esperaba alejarla, hacer que lo odiara
para poder mantener una relación laboral distante, una en la
que no tuviera que matarla. Sabía que estaba agarrando un
clavo ardiendo. Alesha no había actuado exactamente como él
imaginaba que lo haría. No sabía qué demonios haría ella.

¿Y ahora qué?

¿Podría quedarse con ella? La quería, quería poseerla. Se


le había negado todo en su vida hasta que aprendió a tomar lo
que quería, sin importar el costo. Pero siempre se trataba de
cosas: dinero, poder, armas, propiedades. Las relaciones

76
personales eran el límite para él. Se había quemado
demasiadas veces, lo suficiente como para dejar de
preocuparse, para dejar de sentir.

Alesha resultaría como todas las demás, como su madre,


como los pandilleros que le habían quitado la inocencia. No
podía arriesgarse a ser vulnerable, a entregar su corazón a una
mujer.

Pero había habido algo allí, una chispa entre ellos cuando
se besaron.

Se recompuso, tomó la mano de Alesha y la condujo a la


entrada principal. Como todos los días de su vida, estaba en
guardia, observando su entorno mientras caminaban entre los
invitados que se mezclaban. No se fiaba de nadie y nunca era
tan ingenuo como para pensar que estaba a salvo.

—¿Nos vamos a casa?

—Sí, ¿por qué?

—No he preparado la cena, y no nos quedamos a comer —


dijo.

Agitó la mano una vez fuera, pidiendo su coche a uno de


los aparcacoches. —Entonces te llevaré a comer. Es demasiado
tarde para empezar a cocinar, y sería una pena no verte con
ese vestido durante un par de horas más.

77
Sus mejillas se sonrojaron. Le quedaba bien. Se imaginó
que estaría así después de follar con ella durante casi toda la
noche. Xavier alejó esos pensamientos, culpando por la
erección que tenía a la falta de sexo durante demasiado tiempo.

Condujeron hacia el centro de la ciudad. Repitió los


acontecimientos en su cabeza, tratando de recordar todos los
detalles para su próximo almuerzo. Esperaba que Boss le diera
el visto bueno para meter una bala en el cerebro de Dixon.
Xavier ya se lo imaginaba con todo lujo de detalles.

A estas alturas, Boss ya habría descubierto que Alesha era


su empleada doméstica. ¿Había conseguido que Maurice
pirateara su vigilancia en casa? ¿Sabía que Xavier se había
emborrachado y había contado todo a un civil? Esperaba que
esa joya estuviera fuera del radar. Cuando Boss le dijo que
utilizara a Alesha para su beneficio, no vio ningún problema
en usarla como cebo. Estaría allí todo el tiempo y confiaba en
sus propias habilidades. Pero, ¿y si Boss quería eliminarla
después de la misión? No sería capaz de cumplir esa orden.

— ...tu familia.

Volvió a la realidad, comprobando las señales de la calle


para orientarse. —Lo siento, no lo he oído.

—Dijiste que no tenías hermana, pero ¿qué hay de tus


padres? ¿Viven cerca de ti?

78
Apretó los dientes. ¿Por qué le seguía la corriente? Porque
ella significaba algo para él, aunque deseaba poder borrarla de
su memoria en ese momento. Las mujeres siempre complican
las cosas.

—No hablemos de la familia.

—Xavier, lo prometiste. —Su voz sonaba joven, pero de


nuevo, ella era mucho más joven que él. Más de una maldita
década. El tono suplicante lo hizo sentirse obligado a
obedecerla.

Se movió en su asiento, con la polla incómodamente dura.


Incluso su olor había llenado el interior de su coche,
distrayéndolo.

El restaurante estaba a sólo cinco minutos por la


carretera, así que se detuvo a un lado de la misma y estacionó
el coche. —Alesha, ¿por qué tienes que hacer todas las
preguntas difíciles?

Ella ladeó la cabeza. —Pensé que era una pregunta


sencilla. Sólo intento iniciar una conversación.

Se desabrochó el cinturón y se giró para mirarla. Las tetas


de ella se desbordaban por la parte superior del vestido, y él
tuvo que recordarse a sí mismo que debía comportarse y
mantener sus malditas manos para sí mismo. Un cuerpo tan

79
pecaminoso con esos inocentes ojos de cierva. Apretó el puño,
apoyándolo en el reposacabezas detrás de ella.

—La familia es un tema difícil.

—Se supone que debemos ser honestos. Sin mentiras,


¿recuerdas?

Respiró profundamente, no estaba acostumbrado a


mantener una promesa. —Nunca conocí a mi padre, pero eso
no era raro en nuestro pueblo. Mi madre, bueno, esa perra nos
vendió para pagar sus deudas. Entregó a su hijo y a su hija, se
dio la vuelta y empezó de cero. ¿Te das cuenta de lo que le
hacen a las niñas que son llevadas? ¿Crees que vendería a mis
malditos hijos a una pandilla, a cualquiera? Antes moriría. —
Se dio cuenta de que estaba gritando, con su cara a escasos
centímetros de la de ella.

Xavier se apartó, pasándose una mano por el pelo. Su


corazón estaba acelerado.

—Lo siento —susurró. Miró hacia abajo, y la mano de ella


estaba en su muslo.

—¿Por qué lo sientes? Es mi vida de mierda. No es tu


culpa.

—Me gusta tu verdadero yo, aunque sea oscuro y sucio.


Mi madre tampoco era un premio. Una vez que se volvió a
casar, deseó que yo no existiera. No he hablado con ella desde

80
entonces. Es por lo que he estado luchando durante tanto
tiempo.

Añadiría matar a la maldita madre de Alesha a su lista de


tareas pendientes.

—¿Y tú, Alesha? ¿Venderías a tus hijos por el precio


adecuado? ¿Ponerte a ti misma antes que a ellos?

—Nunca he pensado mucho en ser madre. Quiero decir,


tengo veintisiete años y todavía soy virgen. —Ella jadeó,
tapándose la boca con la mano. —Lo siento, yo...

Él se adelantó y la besó en la boca, áspero y exigente. A


fondo. Una energía tan volátil corría ya por sus venas, y se
transformó fácilmente en una pasión que nunca había
conocido. Quería poseerla en cuerpo y alma. Convertirse en
uno con ella. Xavier se acercó en el reducido espacio y le pasó
la mano libre por el muslo, empujando el vestido hasta la
cadera. Le abrió las piernas y metió la mano entre ellas para
tocar su coño por encima. Podía sentir la humedad incluso a
través de las bragas. Ella se sobresaltó y se agarró a sus
hombros.

¿Una maldita virgen? Él la deseaba aún más. Su deseo se


multiplicó por diez.

Ni una sola vez dejó de besarla, de morderle los labios, de


jugar con su lengua. Ella maulló, aferrándose a él, dejando que

81
tomara el control. Él bajó por su cuello, arrastrando besos
calientes a medida que avanzaba. Su escote era delicioso. Pasó
sus mejillas por la suavidad de las almohadas, con los ojos en
blanco. Cuando se retiró, su barba había dejado su pálida piel
enrojecida.

—Xavier...

Contó hasta diez en su cabeza, controlando a la bestia.


Alesha no era una puta. No se la follaría en su coche, por
mucho que estuviera desesperado por estar dentro de ella.
Todo esto se estaba complicando demasiado, y rápido.

—Vamos a repensar esto.

—¿He hecho algo mal? —preguntó ella. Sus labios estaban


hinchados, su vestido todavía se elevaba. Él ajustó el dobladillo
para que volviera a cubrir sus muslos.

—Estábamos hablando —dijo él. —Me distraje. Por ti.

Ella se lamió los labios. —Y nunca pude responder a tu


pregunta —dijo. —No, Xavier, nunca renunciaría a mi hijo, no
importa el precio.

Alesha sabía exactamente qué decir para meterse en su


piel.

82
***
Xavier era su jefe, pero también se estaba enamorando
irremediablemente de él. La vulnerabilidad que le había
mostrado la noche anterior, cuando estaba borracho, era su
verdadero rostro, el lado roto del hombre. Si no hubiera bajado
para encontrarlo en su borrachera, seguiría pensando que es
un hombre de negocios frío y sin corazón. Después de la noche
anterior, se sentía cautivada.

Ahora sabía que Xavier Moreno era mucho más que dinero
y una apariencia imposible. Una vez más, él le había mostrado
un atisbo de su dolor, una infancia traumática que ella no
podía ni imaginar. Y había habido una hermana. La que él
había negado tener.

Ella no lo presionaría, no después de humillarse y revelar


que aún era virgen. Esa no era una información que
compartiera con entusiasmo con nadie.

A él no parecía importarle, y la pasión que compartían no


podía ser unilateral. Sólo esperaba que no fuera un número
más para él. Alesha quería curarlo, demostrarle que no todas
las mujeres eran desalmadas.

—Deberíamos continuar nuestra charla más tarde, ¿no?


—preguntó él. Volvió a su asiento. Cuando la besó por primera

83
vez, prácticamente se arrastró sobre ella, tocándola y
besándola como un hombre poseído. Su avance dominante la
abrumaba, pero a ella le encantaba. Lo deseaba. Todavía podía
sentir la presencia de la palma de su mano presionando contra
su coño, y quería que él la tocara así de nuevo. Cuando él se
detuvo, ella sólo sintió decepción.

—Estábamos empezando a abrirnos. Eso es bueno. Tengo


tantas preguntas —dijo ella.

—¿Como cuáles? ¿Más tonterías de la familia?

—En realidad no. Estaba pensando en tus noches salvajes.


¿Soy una conquista más para ti?

Él entrecerró los ojos, pero ella vio que las comisuras de


sus labios se movían. —No hay otras mujeres, Alesha.

—Pero dijiste...

—Mentiras. Se me da bien mentir. Puedo esconderme del


mundo, ponerme la máscara que quiero que la gente vea.

—¿Esta es otra máscara? —Alargó la mano para tocarle la


cara, pero se detuvo antes de hacer contacto. Los ojos oscuros,
la nariz recta, la barba áspera y los labios gruesos... cada
detalle de su rostro le parecía perfecto.

—No sé qué es esto —dijo él. —Pero se siente real.

84
Se ajustó la parte superior del vestido y los ojos de él se
dirigieron a su escote. La hizo sentir como la mujer más
hermosa del mundo. No se podía negar el hambre en sus ojos.
—No puedo soportar ser la aventura de mi jefe. Si eso es lo que
es, por favor, busca otra mujer para que sea tu cita mañana.

—He dicho que no hay otras mujeres. Desde que te


mudaste a mi casa, no he follado con nadie. Y deja de llamarme
tu jefe. Tengo un nombre.

—Xavier. —Lo pronunció lentamente. Él se inclinó más


cerca.

—¿Te preocupan las mujeres, no otra cosa? Eres una


cosita temeraria, ¿no? —Le tocó la mandíbula, arrastrando un
dedo por el borde de la cara hasta llegar a la barbilla. Le levantó
la cara. —Y jodidamente preciosa.

—Xavier...

—Ahí está de nuevo. Oírte decir mi nombre me pone la


polla dura.

Santa mierda. Le encantaba su forma de hablar sin


tapujos. La excitaba, la desesperaba por más. ¿Cuándo había
sucedido esto? ¿En qué se estaba convirtiendo?

—Me confundes —dijo ella. Alesha alargó la mano y la


introdujo en su chaqueta. Ahí estaba, su pistola. —¿Siempre
llevas un arma?

85
—Siempre.

—¿Por qué? ¿Es tu vida realmente tan peligrosa?

—No tienes ni idea. Y ahora tengo que protegerte a ti


también —dijo.

Ella retiró la mano. —¿Por qué tendrías que protegerme?


No entiendo por qué alguien querría matarme. Soy una
empleada doméstica, nada más.

—Es mi culpa. La he cagado. —Perdió la actitud seductora


y se dio la vuelta, apretando el volante. —Se supone que debo
usarte como cebo durante el almuerzo de Dixon mañana, y lo
haré si eso significa cerrar este contrato para mi jefe.

—Genial. Sólo soy un cebo para ti. —Cruzó los brazos


sobre el pecho, mirando al frente, preguntándose por qué
había pensado que podía haber algo entre ella y un sicario.
Tendría suerte si salía de esta pesadilla de una pieza.

—Alesha, mírame —dijo él. ¿Por qué su voz tenía que ser
tan profunda y áspera, sexual para sus oídos? Ella quiso
ignorarlo, pero lo miró de reojo.

—¿Qué? —espetó ella.

—Dixon no es un buen hombre. Está metido en un montón


de mierda mala, y no merece respirar. Sólo accedí a la petición
de mi jefe de utilizarte mañana porque estaré a tu lado todo el
tiempo. —La obligó a mirarlo, sujetando su cara. —Nunca

86
dejaré que nadie te haga daño. Pase lo que pase. ¿Entiendes lo
que digo?

Ella entrecerró los ojos. —Ya me has dicho que eres un


buen mentiroso. ¿Por qué debería creerte?

—Si fueras otra persona, ya te habría matado. Los testigos


tienen una vida útil muy corta en este juego, y mi jefe odia los
cabos sueltos así como a las niñas pequeñas que saben
demasiado.

Tragó con fuerza, sintiendo una mezcla de emociones,


desde sentirse halagada, profundamente excitada, hasta
insultada. Algo estaba mal en su cabeza.

—No soy una niña pequeña —susurró.

—Tienes veintisiete años. No soy lo suficientemente mayor


para ser tu padre, pero no por mucho. Todavía estoy tratando
de entender qué es lo que hay en ti que me hace dudar de todo.

Tenía una lista de preguntas para Xavier. ¿Era un asesino


a sueldo? ¿A cuántas personas había matado? ¿Para quién
trabajaba? Se preguntaba si un asesino a sangre fría como él
era capaz de amar.

En lugar de hacerle alguna de sus preguntas, sólo quería


demostrar que era lo suficientemente mujer para él. En un
momento no podía mantener sus manos para sí mismo, y al

87
siguiente la alejaba. La confundía, pero no podía negar que se
sentía inexplicablemente atraída por él.

—Veintisiete años no es una niña.

—No, eres una mujer, ¿no es así, Alesha? ¿Qué crees que
debería hacer? ¿Hacer lo correcto y soltarte, o ser un cabrón y
quedarme contigo?

El corazón le latía con fuerza en el pecho, el vientre se le


tensaba. —¿Como un juguete?

—No, sólo para mí. —Ella observó sus labios mientras


hablaba. Sus ojos oscuros no delataban nada. Por mucho que
quisiera que él le dijera todo lo tranquilizador, todo lo que ella
ansiaba oír, no le rogaría.

Levantó una ceja. —¿Tengo algo que decir en esta decisión


tuya?

—No puedes obligar a una persona a amarte, créeme, lo


sé. Sinceramente, si yo fuera tú, me mandaría a la mierda. Tal
vez deberías hacerlo.

—Menos mal que tú no eres yo.

Se recostó en su asiento, cruzando los brazos detrás de la


cabeza. —Alesha, no soy un buen hombre. Estás buscando
algo en mí que nunca encontrarás. Soy un monstruo, y tú te
mereces algo mejor.

88
—No digas eso. Hay algo bueno en todo el mundo, y he
visto otro lado de ti. Ayer. Hoy. Puedo ver bajo todas tus
máscaras. No me engañas.

—Entonces, dime, ¿qué ves? Lo has visto todo anoche. Mis


tatuajes, mis cicatrices, mis demonios. ¿Eso no te asusta?

Ella sonrió, extendiendo la mano para agarrar su corbata,


tirando de él más cerca. Alesha se sintió fortalecida,
envalentonada y un poco enamorada. —No me asustas, Xavier.
He visto al verdadero tú, y me gusta. Quizá demasiado.

—Ten cuidado. —Él pasó los dedos por el pelo y la base del
cuello de ella, y luego apretó los dedos en un puño. Ella gimió
cuando él apretó su agarre, sus labios se separaron. Dios,
sentía que iba a tener un orgasmo espontáneo en cualquier
momento. Él se acercó, tanto que ella pudo sentir el calor de
su piel. Sus labios rozaron ligeramente los suyos, pero no la
besó, dejándola con ganas de más. —Hay otras facetas de mí
que quizá no te gusten tanto.

89
Capítulo 6
—Odio los restaurantes —dijo Alesha, tomando a Xavier
por sorpresa.

No es que él considerara este sitio, que funcionaba todo el


día y la noche, como un restaurante, pero no le importaba en
absoluto.

—¿Quieres ir a otro sitio? —preguntó.

—Oh, no, sólo digo. Quiero decir que no me gusta eso de


cenar flotando en el mar.

La miró fijamente, un poco confundido. La hamburguesa


que estaba comiendo sabía a grasa. Era lo mejor que podía
conseguir, y no iba a ensuciar su coche con comida para llevar.

—¿De qué estás hablando? —preguntó.

—La cosa de mañana. Lo del asesino del barco.

—De acuerdo, lo primero, no digas nunca eso en una


habitación llena de gente. Esto es ultra-secreto.

—Bien. Bien. Vaya, lo entiendo. No digas nada. —Ella puso


los ojos en blanco, y a él le pareció lo más lindo.

90
Era extraño cómo encontraba las cosas lindas con Alesha
pero molestas como el infierno con otras mujeres. El hecho de
que ella no se apartara de él con miedo lo intrigaba.

—Te das cuenta del peligro que corres, ¿verdad?

Ella suspiró. —Veamos, ¿el tipo de peligro en el que estoy?


Sí, lo sé. He visto tu colección de... artículos de interés. Ya
sabes, de los que se disparan. —Sus ojos se abrieron de par en
par, y él vio que intentaba hablar en clave.

Riendo, sacudió la cabeza y levantó otra papa frita.

—¿Significa esto que no vamos a ir al barco de ese tipo


mañana?

—Es un yate, y no, significa que vamos a ir.

Vio que sus labios hacían un mohín. —Odio los barcos.

—Sabes que eso puede ser algo insultante.

—¿Qué?

—No es un maldito barco.

Ella puso los ojos en blanco. —¿Podemos dejar lo del


barco? No me gusta. No quiero participar en esto. Ni siquiera
quería ser tu cita para esta cosa esta noche, y ni siquiera me
diste de comer bien.

—Te di de comer.

91
—Sí, y me vas a dar de comer a los lobos —dijo ella.

Era lo último que quería hacer

Si no hubiera metido la pata hasta el fondo y Boss no le


estuviera respirando en la nuca, ni siquiera optaría por esto
como sugerencia.

—Lo último que quiero hacer es ponerte en peligro.

—Pero lo vas a hacer. Está bien. Quiero decir, quiero


ayudar. Lo hago. —Él observó cómo ella soltaba un suspiro. —
Sólo soy una empleada de la limpieza. Una empleada
doméstica. No sé qué quieres o necesitas de mí.

—En primer lugar, vas a necesitar tener un aspecto


adecuado.

—¿Más ropa?

—Podrías sonar emocionada al respecto. Es ropa. ¿No


aman todas las mujeres ese tipo de cosas?

—No soy como todas las mujeres. —Ella arrugó la nariz. —


Entonces, ¿cuál es el juego?

—¿El juego?

—Ya sabes. La misión. ¿Qué hacemos? ¿Cómo lo


hacemos? ¿Con quién jugamos? —preguntó ella, con cara de
emoción.

92
—Esto no es un juego.

Otra revoleada de ojos. —Entiendo que no es un juego,


pero tengo que pensar en esto. No puedo ser como los demás
y dejar que las cosas se desenvuelvan y demás. No estoy
diseñada de esa manera.

—No tienes que preocuparte por nada. Cuanto menos


sepas, mejor.

—Sin embargo, quieres utilizarme como cebo, y no quiero


estropear esto para ti.

Xavier vio la verdadera preocupación y cuidado en sus


ojos. ¿Por qué no podía ser diferente? ¿Por qué tenía que
hacerlo sentir así? No quería llevarla en ese maldito barco, no,
yate. Quería mantenerla a salvo, y la única manera de hacerlo
era mantenerla lejos de los monstruos que los rodeaban.

Conocía el mundo real, y nadie en ese mundo, ni siquiera


él, merecía a alguien como Alesha.

—No dejaré que te pase nada.

—Xavier, no soy una tonta. Sé cómo funciona esto. Vas a


necesitar que lo distraiga mientras vas a investigar por todo
su... lugar. No me importa. Lo que pueda hacer para ayudar.
Estoy involucrada ahora, así que no hay vuelta atrás para mí.
Lo acepto, pero no quiero que te pase nada. —Apretó los labios.

93
Tomando su mano, la giró para poder mirar su palma. Tan
pálida. Pasando el pulgar por su pulso, sintió que latía
rápidamente. —Serás una distracción, y por eso no puedo
darte más detalles. Estamos juntos. Eres mi prometida y
estamos pasando por un mal momento.

Se rió. —Vaya, nuestro compromiso no va a durar,


¿verdad?

—Todo el mundo tiene algunos problemas. Sólo tienes que


ser tu yo encantadora. Parece que Dixon ya está cachondo
contigo.

—¿Y si intenta algo? ¿Qué quieres que haga?

—¿Qué harías tú? Dime qué haría Alesha. No estabas


actuando esta noche, por eso se sintió atraído por ti. No
interpretes un papel. Sé tú misma y lo conseguiremos.
Haremos que funcione.

—Siempre suenas tan seguro de ti mismo. No tengo ni idea


de lo que estoy haciendo.

—Sí la tienes. —Se llevó la mano de ella a los labios,


besando su pulso.

Oyó su leve jadeo y le soltó la mano. Fue una mala idea.


No debería besarla, ni tocarla.

Ella era virgen. Desde que ella dejó escapar ese pequeño
detalle hace apenas unas horas, él no podía concentrarse.

94
Quería ser él quien le diera placer. Mostrarle lo que era recibir
a un hombre de verdad.

Le dolía la polla, y no quería pensar en Boss y en la


amenaza que representaba.

Quería a Alesha, no había dudas sobre eso.

¿Cómo podría tenerla para él solo sin que Boss interfiriera?


No quería fastidiar su puesto en Killer of Kings después de
haber trabajado duro para demostrar su valía el año pasado.

Boss tenía ojos en todas partes, así que Xavier tenía que
tener cuidado. Sobre todo, si él aún podía ayudar a encontrar
a su hermana. Boss estaba a punto de darle más información
sobre su hermana, podía sentirlo.

Pasándose los dedos por el pelo, esperó a que ella


terminara su comida. En cuanto lo hizo, sacó un par de
billetes, dejando una generosa propina, y la sacó de la
cafetería.

La ayudó a entrar en el coche y esperó a que se pusiera el


cinturón antes de sentarse. Agarrando el volante con fuerza,
no importaba lo que intentara pensar, no podía pensar en una
razón o una excusa para mantener a Alesha respirando y en
su vida. ¿Cómo se había metido en este lío?

95
—Aparte de cuando me abandonaste para ir a husmear y
estuve hablando con un tipo que me asustó, realmente disfruté
esta noche. —Se alisó el vestido.

Él se giró para mirarla. —¿Lo hiciste?

—Es la primera vez que me arreglo en mucho tiempo. Me


ha gustado. —Ella apoyó la cabeza en su hombro. —Gracias,
Xavier. Esta noche me he sentido como una princesa.

Todo lo que él pensaba era en las muchas maneras en que


podría tomarla como suya. Ella le estaba agradeciendo una
noche agradable, y él quería más, mucho más. Por primera vez
pensaba en el futuro, en su propia felicidad, en una mujer.

Apretando los dientes, condujo el resto del camino,


pisando el acelerador. Tenía que llevarla a casa. Necesitaba la
seguridad de su casa para poder hacer lo que quería hacer a
continuación.

Sin decir una palabra más y con la cabeza de ella sobre su


hombro, condujo tan seguro como pudo.

Ella lo estaba afectando realmente, y no podía controlar


esa necesidad que bullía en su interior. Aparcó en su cochera
de seguridad y colocó todos los códigos necesarios antes de
salir del vehículo. Ayudando a Alesha a salir de su lado del
coche, le puso una mano en la parte baja de la espalda y se
dirigió hacia la puerta principal.

96
—¿Crees que nos vigilan incluso aquí? —preguntó ella.

Él esperaba que no.

—Deja de preocuparte por todo.

Al cruzar el umbral, la agarró del brazo, cerró la puerta,


introdujo el código y la apretó contra la pared.

—No me gusta este vestido —dijo.

—Fuiste tú quien lo eligió. Creía que ya habíamos hablado


del vestido.

Puso las manos en sus caderas, deslizándolas hacia arriba


para que ella no tuviera más remedio que levantar las manos
por encima de la cabeza.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó ella.

—Lo que empecé antes. —Él acercó sus labios a los de ella,
necesitando otro beso. Otra probada no le haría daño. Podía
apagar sus emociones cuando quisiera.

Su polla se endureció, y mientras se apretaba contra su


suave cuerpo, no pudo evitar volverse adicto. Entrelazando sus
dedos con los de ella por encima de sus cabezas, la mantuvo
firme contra la pared.

No había escapatoria para ninguno de los dos.

97
Manteniendo sus dos manos en su lugar con una mano,
recorrió su cuerpo con la otra, tocando sus tetas, sintiendo el
duro capullo de su pezón contra su palma. Cuando acarició un
dedo hacia adelante y hacia atrás sobre ese pico, ella soltó un
pequeño gemido, y él se tragó sus gritos. Ella se estaba
convirtiendo en su obsesión.

No podía tener suficiente.

Un beso. Una probada. Nunca iba a ser suficiente, no para


él.

—Necesito tenerte —dijo, rompiendo el beso.

—Por favor, Xavier.

—Dime que no quieres esto.

—Lo quiero. Tócame otra vez.

Deslizando una mano entre los muslos de ella, le acarició


el coño. Se deslizó por debajo de la tela, acariciando su coño a
través de las bragas, sabiendo que no entraría en él. Cuando
llegara el momento de tomar su cereza, quería que ella
estuviera en la cama, con las piernas abiertas para poder
sujetarla y disfrutar. No estaba seguro, pero pensaba que
Alesha era la única virgen con la que se había enredado.

Ella dejó escapar otro jadeo mientras él jugaba con su


clítoris, pellizcando el sensible nudo entre sus dedos,

98
disfrutando de sus gritos. Sus gemidos resonaban en el pasillo,
y eran los mejores sonidos que una mujer podía hacer.

Con sólo unas pocas caricias más contra su clítoris, ella


se corrió, gritando su nombre, rogándole que no se detuviera.
No fue difícil obedecer. Incluso mientras ella se corría y él veía
cómo el orgasmo bañaba su cuerpo, no quería parar.

Le soltó la mano y ella atacó sus pantalones, deslizando el


cinturón, pero cuando llegó a la cremallera, sonó su teléfono
móvil.

Ambos gimieron.

—Ignóralo —dijo ella.

Sacó el móvil y vio quién era.

Boss estaba llamando. No había manera de que pudiera


ignorar esto.

—No puedo —dijo.

—Por favor, Xavier.

Esto era un negocio, y ella era todo placer. Mientras


mantuviera a Boss contento, podría mantenerla viva.

—Ve y dúchate. Tengo que atender esto. Una noche


tranquila te dejará bien descansada para mañana. —Aceptó la
llamada. —¿Qué pasa? —preguntó, mirándola fijamente a los
ojos.

99
Si ella hablaba ahora, su vida corría peligro. Esperaba que
no fuera tan tonta como para intentarlo.

No había mucho que pudiera hacer para protegerla, para


salvarla.

Boss tenía su propio equipo militar.

Ella sacudió la cabeza y salió de la habitación, su


decepción era palpable.

El aroma de su coño aún permanecía en sus dedos


mientras hablaba con Boss. Cerró los ojos y se apoyó en la
puerta principal.

Aquella mujer le estaba dando vueltas la cabeza, y tenía


que hacer lo correcto por ella. No había manera de que
permitiera que nada le sucediera, no a Alesha. Incluso cuando
intentaba apagar sus emociones, éstas seguían ahí. Ella era el
verdadero problema.

***
Era oficial.

Alesha odiaba los barcos.

Eran todos iguales, ya fuera un yate o un crucero.

100
Era un barco en el océano. Mirando el agua, se preguntó
si habría tiburones asesinos o grandes criaturas marinas
gigantes que fueran a comérsela. Con las gafas de sol puestas,
intentó no pensar en los peligros que la rodeaban por todas
partes. Esto era el océano. Además de todos los grandes
monstruos malignos que acechaban bajo las profundidades del
océano, también existía el riesgo añadido de ahogarse. Eso
sería una mierda.

En su opinión, ahogarse era una de las formas más


aterradoras de morir.

No quería ahogarse. ¿Por qué nunca había aprendido a


nadar?

—No puedo creer que tu prometido siga dejándote


abandonada —dijo Dixon, acercándose a ella. Su cuerpo se
tensó cuando él se acercó.

—Sí, bueno, teniendo en cuenta que le encantan los bar...


yates, parece que su estómago no está de acuerdo con él. —
Apretó los labios. Xavier le había advertido muchas veces de
camino al muelle que no lo llamara barco. Yate, yate, yate.

Tomate, tomate, como fuera que la gente lo dijera.

—Su pérdida es ciertamente mi ganancia. —Dixon


sostenía dos tragos en sus manos.

101
Siempre le habían dicho que nunca aceptara una copa de
un extraño, y aquí estaba, viviendo al límite. Un día trabajaba
como empleada de limpieza, al siguiente como seductora. ¿Qué
era lo siguiente?

Él le ofreció un vaso y ella lo tomó sin preguntar. Sin dejar


de sostenerlo, miró por encima de la barandilla hacia el agua,
oscura y chapoteando contra los lados del barco.

—Un penique por tus pensamientos —dijo él.

—En realidad me preguntaba si había tiburones en el


agua. —Forzó una sonrisa. Xavier le había dicho que fuera ella
misma, y no tenía capacidad para coquetear ni siquiera un
poco. No después de la noche anterior. No después de que él la
llevara al orgasmo sólo para enviarla a su habitación como una
niña pequeña.

—Ha habido avistamientos de tiburones en los


alrededores. A mí me gusta sentarme y verlos. También les doy
de comer.

—¿No es eso peligroso? —preguntó ella.

—Sólo si te sumerges y te conviertes en el cebo.

—Ha, wow, eso es muy gracioso. —Se rió, pensando en su


propia situación de cebo.

Intentaba pensar en cosas que decir o hacer que no


mostraran lo nerviosa que estaba.

102
—Actúas como si nunca hubieras estado en un yate.

—Es cierto. No puedo negarlo.

—Pero Xavier tiene muchos.

Ella puso los ojos en blanco. —Claro que sí. Todo forma
parte de la imagen. No me gusta, ya sabes, hacer cosas así.
Prefiero tener los pies en la tierra. Soy una mujer sencilla a la
que le gustan las cosas sencillas de la vida.

Era muy cierto. Le gustaba tener un techo sobre su cabeza,


cocinar, limpiar, lavar, asegurarse de que Xavier no vomitara
y se ahogara. Por supuesto, ni en sus sueños más salvajes
pensó que estaría cuidando a un asesino. Eso estaba muy lejos
de su zona de confort, pero tampoco se había imaginado que
él la acariciara o que la utilizara como cebo. Su vida había
cambiado tanto en las últimas cuarenta y ocho horas que le
costaba seguirle el ritmo. Comprobó en la cubierta si Xavier
estaba a la vista. Él le había dado la excusa de que tenía que
ir al baño.

No tenía ni idea de lo que eso significaba en código, sólo


que tenía que significar algo. Era un asesino.

Intenta recordar esa pequeño detalle de información cuando


tenga su boca y sus manos sobre ti.

—Es lo que te hace un hallazgo raro, Alesha. No estás


deslumbrada por esta vida. Puedo verlo.

103
En realidad, tú me das un poco de miedo.

En lugar de decir lo que pensaba, se limitó a sonreír y a


tratar de escuchar lo que él decía. Mientras él hablaba, ella no
podía evitar preguntarse qué oscuros secretos escondía. Si no
lo conociera, pensaría que era sincero, pero Xavier dijo que era
un monstruo.

—¿Qué tal si te llevo a dar una vuelta? —dijo él.

Lo último que quería era estar a solas con él. Al no ver otra
razón para discutir, asintió. —Me encantaría.

Él le puso una mano en la espalda y ella se estremeció.


Había renunciado al bikini y se había decidido por un traje de
baño con un pareo en la cintura. Xavier le había dicho que no
había otra opción para ella y, por supuesto, la mayoría de las
mujeres a bordo llevaban bikini.

—¿Conoces a todo el mundo aquí? —preguntó ella.

—Sí, los conozco. La mayoría son buscadores de oro.


Siempre están cerca de cualquiera que tenga dinero.

—¿Estás acostumbrado?

—Viene con el entorno. Cuando tienes dinero, la gente lo


quiere y está dispuesta a hacer cualquier cosa para
conseguirlo. Y me refiero a cualquier cosa.

104
La condujo hacia la parte trasera del yate. Había dos
personas besándose.

—Vamos, hay una cubierta inferior. Para tener algo de


privacidad.

Alerta roja.

Alerta roja.

¡Xavier, ayuda!

—¿Por qué no podemos quedarnos en cubierta? Es tan


bonito con todas estas vistas.

—Podrás ver las vistas debajo de la cubierta. No te


preocupes. También hay aire acondicionado. Estarás cómoda,
confía en mí.

Cada parte de ella estaba gritando para escapar, para


correr y esconderse. En cambio, lo siguió porque eso era lo que
debía hacer. Xavier le debía mucho. En ninguna parte de su
solicitud decía que se convirtiera en cebo para un posible
mafioso y se arriesgara a perder la vida.

Dixon la condujo bajo cubierta. Las escaleras eran


estrechas, y se preguntó si la bebida que tenía en la mano
estaría drogada.

105
¿No era esto lo que les pasaba a las mujeres ingenuas?
Siempre estaban drogadas después de que un desconocido les
ofreciera una bebida.

—¿Es tu único yate? —preguntó, recordándose a sí misma


que no debía llamarlo barco.

Él se rió. —Sería como preguntarle a un multimillonario si


sólo tiene un juego de diamantes.

Ella se rió. —Por supuesto. Qué tonta soy. —Se le erizó la


piel de lo incómoda que estaba, mirando de un lado a otro y
sintiéndose más nerviosa a cada segundo.

—Tu hombre ciertamente te ha mantenido protegida.

—Es lo que le gusta hacer. —Se apartó el pelo de la cara.

Al bajar la cubierta, sintió el frío en el aire.

Sentía demasiado frío, pero no dijo nada ni se atrevió a


quejarse.

—¿No vas a tomar un sorbo de tu bebida? —le preguntó él.

—No tengo sed. Esto ha sido un bonito gesto.

—¿Segura? ¿Un sorbo? ¿Para mí?

No le gustaba que la pusieran en un aprieto. Su corazón


se aceleró. Al ver un libro de pesca, jadeó. —Ah, ¿así que te
gusta pescar?

106
—Algo, no soy un experto.

Yo tampoco, amigo.

—¿Traes aquí a menudo a las prometidas de otros


hombres? —preguntó ella, mirándolo por encima del hombro.

Él la estaba observando, y a ella no le gustaba lo intenso


que era. Algo no le gustaba.

—Tengo que decir que eres la primera, Alesha.

—Debo ser especial entonces. Estoy sorprendida. Un


hombre apuesto como tú estando solo.

—No he encontrado a la mujer adecuada. —Siguió


mirándola y se lamió los labios.

Sigue coqueteando. Sigue haciendo lo que tengas que hacer.

—La encontrarás.

—¿Qué te hace pensar que no la estoy mirando justo


ahora? —preguntó.

Esto era malo. Muy, muy malo.

—Dixon, eres muy dulce. Honestamente, me siento


halagada, pero estoy comprometida y lo amo. —No le gustaba
lo fácil que era decir que amaba a Xavier. Sería mejor que él
estuviera salvando a todo el maldito planeta en este momento,
porque ella estaba tratando de no entrar en pánico.

107
Dixon no captó la indirecta de que ella realmente no lo
quería.

Dio un paso hacia ella. Ella contuvo la respiración.

—A menudo me he preguntado cómo sería encontrar una


mujer que me quisiera por mí mismo. No por la vida que puedo
darle, ni por el dinero que puedo proporcionarle. Una mujer
que me mire, y vea al hombre real, y le guste lo que ve.

Él estaba demasiado cerca.

Ella se esforzó por no apartarse de su tacto mientras él le


acariciaba la mejilla.

Esto era realmente malo.

Estaba sola con un monstruo. Sus días de camarera


volvieron a ella, haciéndola aún más incómoda.

Xavier no le contaba todo el alcance de los crímenes de


Dixon, pero ella tenía una imaginación desbordante y eso
estaba entrando en escena ahora mismo, joder.

El dorso de sus dedos bajó hasta el pulso de ella, y luego


ahuecó su mejilla, con el pulgar recorriendo su labio.

—Esto es realmente inapropiado —dijo ella.

—Creo que tienes que reconsiderar al hombre con el que


te vas a casar. Cada vez que tiene la oportunidad te abandona,

108
te deja sola. Yo no te haría eso. Conmigo serías tratada como
una reina.

El espacio entre ellos era cada vez menor, y sus labios se


hacían más grandes. Ella estaba entrando en pánico.

Su corazón se aceleró y no en el buen sentido.

Todo en su interior gritaba que se alejara.

¿Una mujer gritaría en este caso? ¿Le gritaría a él?

¿Debía dejar que la besara?

Xavier, cuando te vea, te voy a dar una patada en los


huevos y te vas a merecer cada segundo.

Los labios de Dixon se posaron sobre los suyos y ella sintió


que su estómago se revolvía.

Este hombre no era para ella.

109
Capítulo 7
Alesha tropezó hacia atrás, pero Dixon evitó que se cayera.
Odiaba las manos de él sobre ella. Odiaba las manos de
cualquier hombre sobre ella, excepto las de Xavier. Esta farsa
estaba siendo más de lo que podía soportar. Con tantas
mujeres hermosas para elegir, ¿por qué Dixon estaba
obsesionado con ella?

El sonido de una persona que se quejaba vino de detrás de


él. Dixon se giró para mirar y Alesha se asomó a un lado para
ver si era Xavier.

Era una mujer.

Era impresionante, con una larga melena negra, lisa como


el cristal. Estaba maquillada a la perfección, con los labios rojo
rubí ligeramente separados.

—¿No te enseñó tu madre a no tomar sin preguntar? —


preguntó ella.

Dixon se burló, levantando las manos. Y se giró para mirar


a Alesha. —¿Te lo puedes creer?

Ella se encogió de hombros.

110
Se volvió a girar. —No te recuerdo en mi lista de invitados
—dijo.

Ella sonrió, pero casi con maldad. —Detalles.

—Tienes que irte. —Él alargó la mano para agarrar el brazo


de la mujer, pero ella se movió imposiblemente rápido, girando
y llevando una hoja metálica a la garganta de Dixon desde
atrás.

Le susurró al oído, lo suficientemente alto como para que


Alesha lo oyera. —Tienes un harén de putas. Suelta a esta.

La mujer deslizó la hoja a lo largo de su cuello, una sola


gota de sangre carmesí escapando por el cuello. Luego dio una
vuelta, metiendo la hoja en una amplia liga negra que llevaba
en el muslo antes de salir por la escalera. ¿Cómo podía
moverse con tanta elegancia con esos tacones
pecaminosamente altos?

¿Qué demonios estaba pasando?

Justo antes de desaparecer de la vista, miró hacia abajo y


estableció contacto visual con Alesha. Se quedó paralizada
hasta que la mujer se perdió de vista, y luego tomó aire sin
darse cuenta de que había estado conteniendo la respiración.

Dixon sacó su teléfono móvil, hablando con su equipo de


seguridad, y luego lo guardó. —Lo siento mucho —dijo,

111
secándose el cuello con un pañuelo de tela. —Los locos parecen
salir de la nada estos días.

—Cierto —dijo ella, sin saber qué decir. ¿Dónde estaba


Xavier? —Tal vez deberíamos ir donde hay más gente. Ella
podría haberte matado.

—No le tengo miedo —dijo Dixon. —Mi equipo de seguridad


la tendrá acorralada en cuestión de minutos.

—¿La tirarán por la borda? —preguntó ella para aligerar el


ambiente.

Él se rió. —Deberían, pero no, se pondrán en contacto con


los guardacostas y la arrestarán.

Ella asintió. —Bien. Alguien así es definitivamente


peligroso. Yo estaba demasiado conmocionada para moverme.

—Puedo protegerte, Alesha.

Ella casi se burló en voz alta, tosiendo ligeramente en su


lugar. Ni siquiera podía protegerse a sí mismo de una persona
de la alta sociedad. Xavier era el único hombre capaz de
protegerla de verdad. ¿Mataría por ella? Ahora mismo estaba
demasiado ocupado para pensar en su seguridad, pero al fin y
al cabo ella era un cebo. ¿Esperaba Xavier que ella llegara
hasta el final con Dixon? ¿No significaba nada para él?

Su mente se agitó mientras Dixon se acercaba


sigilosamente, para realizar el segundo asalto de su indeseado

112
avance. Al parecer, la advertencia de aquella mujer no había
surtido efecto en él. Alesha seguía sin poder quitarse de la
cabeza esos ojos oscuros.

—Debería comprobar cómo está Xavier. —Se apartó.

—Es un chico grande. Estoy seguro de que puede manejar


ese estómago débil que tiene —dijo. —Te sugiero que
mantengas la mente abierta. Créeme, un día te darás cuenta
de que Xavier nunca tendrá la estabilidad que yo puedo
ofrecer.

—¿A qué te dedicas exactamente, si no te importa que te


lo pregunte? —Una pequeña charla era mejor que besar y
tocar.

—Importaciones, exportaciones. No te aburriré con los


detalles.

—¿Y la cena de ayer? Fue para una organización benéfica,


¿no?

—Una recaudación de fondos. Para los manatíes.

Ella entrecerró los ojos. —¿Los manatíes? —Alesha se


acercó a las ventanas del vestíbulo y se asomó, tratando de
parecer ocupada. Xavier le dijo que la cena benéfica era una
fachada para el tráfico de personas. Dudaba que los manatíes
se beneficiaran de la pequeña velada de Dixon.

—Es bueno devolver algo de vez en cuando —dijo.

113
—Claro, por supuesto.

—¿Xavier se involucra en alguna obra de caridad? Nunca


lo consideré un filántropo como yo, pero podría estar
equivocado.

—Oh, le encanta dar. Da aquí, da allá. Ballenas, focas,


manatíes. No puedo seguirle el ritmo. —Oh, mierda. Odiaba
estas preguntas concretas en las que no tenía previstas
respuestas. Una cosa era actuar como ella misma, pero otra
era mentir en el acto. El ingenio rápido no le resultaba fácil
cuando sus nervios estaban desgastados. —Eres una buena
mujer atrapada en algo que no puedes ni imaginar. —Tiró el
pañuelo sobre la barra y la apoyó contra la ventana. Todo su
cuerpo se tensó. Quería mandarlo a la mierda, pero no estaba
segura de hasta qué punto Xavier esperaba que aceptara la
artimaña.

Le puso una mano en la cadera, y todos esos años de estar


a merced de los borrachos y los pervertidos cuando trabajaba
en los bares volvieron a aparecer: la impotencia, la vergüenza
y la ira. —No, no puedo hacer esto. —Lo apartó de un empujón,
maldiciéndose a sí misma por no cumplir la misión. —Amo a
Xavier.

—Respuesta equivocada —dijo él. Al siguiente segundo, su


mano estaba alrededor de su cuello, apretando lo suficiente
como para robarle el aliento. Ella se agarró a su brazo con

114
ambas manos, jadeando. Sus ojos eran planos, y todo rastro
del caballero que había intentado representar había
desaparecido. —¿De verdad crees que eres mi tipo? ¿Te has
creído las mentiras que te he dicho? —Se rió. —Alesha Marie
Sanders. Mis hombres no tardaron mucho en hacer un trabajo
completo sobre ti. Demasiado fácil en realidad. Xavier se está
volviendo descuidado.

Sabía quiénes eran. Todo era una trampa. ¿Tenían a


Xavier?

Sintió que se desvanecía, y se vio impotente para luchar


contra ello. Su visión se volvió borrosa, la habitación se volvió
más oscura. ¿Iba a morir? ¿La tiraría por la borda? ¿La echaría
a los tiburones? Una gran sombra apareció detrás de Dixon,
como un demonio a punto de consumirlo, y un brazo le rodeó
el cuello. La mano que rodeaba su garganta se retiró y ella
tosió, el aire volvió a entrar en sus pulmones, la habitación
cobró vida con colores y luz.

—¿Intentando matar a mi prometida? —Xavier tenía a


Dixon a su merced. —Eres un anfitrión terrible. Creo que
tendremos que cancelar el resto de nuestra cita para comer.

Dixon se agarró al grueso bíceps de Xavier, intentando


hablar. —Estamos en mi yate, en medio del océano. ¿Te das
cuenta de cuántos hombres tengo arriba? Todos saben que
trabajas para Killer of Kings.

115
¿Killer of Kings? Entonces, Xavier sí trabajaba para un
grupo de asesinos. Todo lo que había dicho cuando estaba
borracho era probablemente la verdad. Alesha seguía
congelada en su sitio, con la mano en el cuello.

—¿Qué hombres? —Xavier le guiñó un ojo, y su corazón


dio un pequeño aleteo incluso en estas circunstancias. —Eres
el único que queda, Dixon. ¿Crees que mi jefe enviaría a
alguien tan poco profesional?

—Utilizó a una civil. Anoche la identifiqué en una hora.

—En realidad, es en ella donde te equivocaste. Deberías


haberte guardado las manos. No me gusta compartir. —
Entonces, un crujido enfermizo le revolvió el estómago, y la
figura sin vida de Dixon cayó al suelo en un montón, con la
cabeza en un ángulo antinatural. Ella miró fijamente el cuerpo.

—Le has roto el cuello. ¿Está muerto?

—Ciertamente, eso espero. —Xavier pasó por encima del


cuerpo como si lo hubiera hecho mil veces. Probablemente lo
había hecho.

Extrajo el teléfono de Dixon y se desplazó por sus mensajes


como si ella no hubiera estado a punto de morir y todo su
mundo no estuviera al revés. —¿Hola? —dijo, tratando de
llamar su atención.

116
Xavier no levantó la vista hacia ella. —Había una mujer.
¿Qué pasó?

—No lo sé. Creo que me estaba protegiendo. —Alesha no


quería que se encontraran con esa hermosa mujer. Ella sería
una distracción demasiado grande, y la confianza de Alesha ya
estaba recibiendo un golpe hoy. —No puedo creer que estés
más preocupado por ella. Podría haber muerto, Xavier. ¿Te das
cuenta de eso? ¿Acaso te importa algo?

Esta vez la miró, devolviendo el teléfono al bolsillo. Se


acercó, le sujetó la cara con ambas manos y mantuvo el
contacto visual. —Acabo de matar a catorce hombres y nadie
en este almuerzo se ha enterado. Te he puesto un micrófono y
he escuchado tu conversación con mi objetivo todo el tiempo.
De lo contrario, no te habría dejado a solas con él. Tan pronto
como estuviste en peligro real, estuve aquí.

—Esto es una locura. Pensé que esto era una misión de


reconocimiento. —Su voz se apagó. No era capaz de procesar
lo que estaba pasando. Su mundo consistía en cosas de gente
normal, como hacer la compra, cocinar y preocuparse por las
facturas. Toda esta muerte, el caos, era algo sacado de una
película.

—Eso fue ayer —dijo. Xavier le pasó el pulgar por la


mejilla, un arrastre lento y sensual. —Escuché muchas cosas

117
en mi auricular que no esperaba. ¿Me amas? —Levantó una
ceja.

—Estaba interpretando el papel. Me dijiste que actuara.

—No, te dije que fueras tú misma.

—Bueno, mi verdadero yo le habría dado una patada en


los huevos por tocarme sin preguntar. Me estaba comportando
para no arruinar tu misión.

—La próxima vez sigue tus instintos. Nadie más que yo


puede tocarte. —Xavier le echó la cabeza hacia atrás,
examinando su cuello. Maldijo, tocando ligeramente los puntos
dolorosos. Seguro que mañana tendría moretones. —Debería
haber venido más rápido.

—¿Qué pasa ahora, Xavier? Estamos en el océano. Hay


cadáveres por todas partes. Oh, Dios mío. —Apretó los ojos. —
Te meterán en la cárcel.

—Eres demasiado linda. —Él la besó en la frente, sin


signos de preocupación en su rostro. Su presencia y su
confianza la hicieron sentir segura. —No hay nada de qué
preocuparse. Todo esto es un paseo por el parque.

—Todo salió muy mal. Dijo que sabía quién era yo. La
verdadera yo, no tu falsa prometida.

—Salió exactamente como estaba previsto, Alesha. Hice lo


que mi jefe me pidió, y ahora es hora de volver a casa.

118
—¿Así de fácil?

La tomó de la mano, llevándola a las escaleras que


conducían a la cubierta principal del yate. —Haz lo que hago
todas las noches. Apágalo. Es un trabajo, nada más.

—Es fácil para ti decirlo.

***
Alesha se había duchado y acostado hacía horas. Los
acontecimientos del día la habían alterado. Xavier creyó que
ella se rompería en mil pedazos por la forma en que se había
comportado. Tenía que recordarse a sí mismo que ella nunca
había sufrido los horrores que él había vivido, y que el
asesinato no formaba parte de su rutina diaria.

Se sentó detrás de su escritorio en el estudio, esperando


que Maurice volviera a la línea. Había hecho su tiempo en su
gimnasio, descargando sus frustraciones. Sus sentimientos
por su empleada de limpieza le estaban desordenando la
cabeza. Esa pequeña parte de su cerebro que tan fácilmente
encendía y apagaba para evitar sentir emociones era inútil
cuando se trataba de Alesha.

Puede que Xavier le dijera a Alesha que todo había ido


según lo previsto, pero eso era una pequeña mentira piadosa.
Dixon había descubierto quién era Alesha, lo que significaba

119
que otros lo sabían. No quería que ella corriera peligro ni que
la utilizaran en su contra. Todos los sicarios de Killer of Kings
con mujeres tenían esa responsabilidad extra sobre sus
cabezas. Él no quería esa responsabilidad. Este estilo de vida
era su elección, y no quería arrastrar a una mujer inocente por
el mismo camino.

Tampoco podía dejarla libre, lo que lo llevó de nuevo a su


predicamento original: quería algo que no podía tener.

—Software de reconocimiento facial —dijo Maurice. —Ella


aplicó para ser contratada hace unos años para un trabajo de
limpieza. Una vez que su información está en el registro, es
fácil de hackear. Sólo necesitarían su foto o huella digital para
sacar la información.

—Bien, sabemos cómo lo consiguieron. Quiero saber qué


planean hacer con ella.

—Nadie puede adivinar —dijo Maurice. —La información


podría haber muerto con Dixon. O podrían tratar de poner sus
manos en Alesha para vengarse de ti por haber matado a su
jefe.

—Sí. —Se frotó la sien. —Esto es exactamente por lo que


creo que los sicarios deberían ser solteros de por vida.

—¿Rompiste tus reglas?

120
Exhaló. —Tal vez. Es complicado. —Maurice no era
exactamente su amigo, pero se comunicaban con frecuencia
para intercambiar información. Por lo general, tenía buenos
consejos, pero no había mucho que Xavier estuviera dispuesto
a compartir porque sabía que el hacker era leal a Boss ante
todo. —¿Averiguaste algo sobre la grabación de esa mujer?

—No está en ninguna de mis bases de datos.

—Alesha dijo que tenía a Dixon a su merced. ¿Qué


demonios significa eso?

—Hay mujeres en este negocio, Xavier. Tú lo sabes. Ella


podría haber sido una asesina a sueldo.

—¿Entonces por qué no lo mató cuando tuvo la


oportunidad?

—Tal vez ella estaba allí por ti.

Xavier se burló. —Si fuera algún tipo de profesional, sabría


que Alesha era mi cita y la habría utilizado contra mí.

—Tienes razón —dijo Maurice. —Probablemente sólo una


amante despechada de la cual él se olvidó. Quería su parte de
venganza y la obtuvo.

—Si te enteras de algo más, llámame.

Guardó el teléfono y Xavier se recostó en su sillón de cuero,


con los brazos detrás de la cabeza. Boss no dejaba entrever que

121
supiera nada, pero Xavier estaba seguro de que él sabía algo
más. Cuando lo había llamado para ponerlo al día después de
dejar el yate, Boss lo había felicitado por haber completado la
misión. Xavier había eliminado sin ayuda a Dixon y a sus
hombres más cercanos. Era lo que más le gustaba hacer:
trabajar con las manos. Era mejor que el reconocimiento.

Pero la misión aún no había terminado. La red de


traficantes era más profunda, y Boss tenía un cliente dispuesto
a pagar mucho dinero para acabar con el capo. Xavier tenía
que formar equipo con Killian y Bain mañana. La inteligencia
situaba a su objetivo en una fábrica junto al muelle de la
ciudad para una reunión por la mañana. Era la oportunidad
perfecta para eliminarlos a todos. Cuando toda la célula
desapareciera, Alesha no estaría en peligro.

—¿Todavía estás despierto?

Se incorporó de golpe, mirando hacia la puerta de su


despacho. Alesha estaba allí con una bata rosa, abrazándose
a sí misma. —¿Qué haces aquí? —preguntó.

—Sé que se supone que no debo estar en esta parte de la


casa, especialmente en tu oficina, pero me imaginé que las
cosas eran diferentes ahora. No hay necesidad de secretos.

Xavier se puso de pie, olvidando que sólo se había puesto


un par de pantalones cortos negros para hacer ejercicio
después de la ducha. La mirada de ella recorrió todo su cuerpo.

122
La forma en que lo miraba le puso la polla dura. ¿Por qué tenía
ella tanto control sobre ese apéndice?

—Esto no es lo que quiero, Alesha. Involucrarte fue un


error. Deberíamos intentar volver a como eran las cosas.

—Es fácil para ti decirlo —dijo ella. —Las cosas que he


visto no son cosas que una persona olvide fácilmente.

Él se acercó más, esperando infundirle un poco de miedo


saludable. —Lo que has visto hoy no ha sido nada. Las cosas
que he hecho con estas manos, no te haces ni una maldita
idea. —Levantó las manos para puntualizar su advertencia. —
Si pudieras ver las cosas que yo he visto, no estarías tan
ansiosa de más.

Xavier se giró y se pasó una mano por el pelo suelto y


húmedo.

—Tu espalda. —Las manos de ella estaban sobre él,


suavizando su piel. Se sobresaltó, no estaba acostumbrado al
afecto ni a los mimos. Si tuviera que imaginar el cielo, algún
lugar fuera de la oscuridad de su propia mente, sería la
sensación de que ella lo tocara. Ella era amable. La
preocupación en su voz lo confundió.

Ella recorrió las cicatrices en relieve de su espalda y luego


sus labios besaron las viejas heridas. Cada quemadura y tajo
era un recordatorio del infierno por el que había pasado. Desde

123
los diez años en adelante, su vida había sido una batalla. Antes
de eso, la pobreza extrema le había robado la infancia.

—Lo has visto antes, ¿no?

—Me preocupaba más llevarte a la cama y ocuparme de la


sangre. ¿Qué te pasó, Xavier?

—No entremos en eso —dijo. Se dio la vuelta y le puso sus


manos como grilletes en las dos muñecas para evitar que lo
tocara. —No deberías estar aquí.

—¿De dónde sacaste todas esas cicatrices? —preguntó


ella, sin prestar atención a su advertencia. Alesha era un
enigma. Su pequeña e intrépida empleada doméstica. Él soltó
una de sus manos, y ella buscó su cuello.

Él puso su mano sobre la de ella. —Crees que me quieres,


pero no es así. Confía en mí.

Las chicas buenas acudían a los chicos malos como


polillas a la llama. Tal vez querían excitación, dominación, o
cualquier cosa que no obtuvieran de su padre, pero Xavier no
era un chico malo. Era su peor pesadilla. No sería capaz de
amarla, sólo de destruirla.

—Me querías antes. ¿O es que no recuerdas la forma en


que me tocaste?

124
Se lamió los labios. El aroma de su champú de fresa, sus
labios hinchados, el anhelo en sus ojos: ella era un gran
problema.

—Más errores. No puedo ni contar el número de mujeres a


las que he tocado de la misma manera.

Ella entrecerró los ojos y dio un paso atrás. —Eres un


imbécil. Sigo pensando que hay algo ahí, y luego das un giro
de 180 grados.

—Ahora lo estás entendiendo —dijo él.

—¿Te queda algún sentimiento? —preguntó ella. Sus ojos


se llenaron de lágrimas no derramadas.

—No llores por mí. No merezco tus lágrimas.

Ella negó con la cabeza, limpiándose los ojos con el dorso


de la manga. —¿Qué pasa? ¿Amas a otra mujer?

—No amo a otra mujer, Alesha. Algo se ha roto en mí.


Hecho mierda. —Se puso la mano en el pecho, dándose un par
de palmadas. —No hay nada que puedas hacer para arreglarlo.

—Entonces, ¿debo creer que no sientes nada por mí?

Apretó la mandíbula con fuerza. —Siento mucho por ti. —


Tomó un mechón de su pelo y lo palpó entre el pulgar y el
índice. —Quiero follarte. ¿Qué te parece eso, mi pequeña
virgen?

125
Ella se dio la vuelta, corriendo hacia la puerta, pero él la
agarró por la cintura y la apretó contra la pared.

—¡Suéltame! Te odio. —Lágrimas calientes se deslizaban


por sus mejillas.

Él la mantuvo firme a pesar de su lucha. —Lo siento —


susurró. —Lo siento, cariño.

La tensión de su cuerpo se relajó, su respiración agitada


se calmó. Se sintió como un bastardo, tratando de asustarla
cuando todo su instinto le decía que la protegiera.

—Sacas lo peor de mí.

—¿Cómo? No te estoy juzgando. Sólo trato de entender —


dijo ella.

—En mi mundo, la amabilidad es una debilidad. Mi jefe


puede sentirla como un perro huele la mierda. No quiero que
te haga daño.

Ella se acercó y le tocó la mejilla. —Me protegerás.

—Me das demasiado crédito, Alesha.

Sus dedos recorrieron su mandíbula. —Me siento segura


contigo.

—No deberías.

126
Ella se encogió de hombros. —Sucede que creo que la
amabilidad es una fortaleza. Y creo que la gente puede
cambiar, puede ser mejor.

Alesha era una luz para su oscuridad, y él quería más.


Puede que fuera un cabrón por no alejarse, pero se inclinó más
hacia ella y la besó en los labios.

127
Capítulo 8
Una parte de Alesha quería apartar a Xavier y decirle que
jodidamente no la tocara. Le dolía que él siguiera soplando
caliente y frío. Ella no tenía forma de saber cuál era el camino
hacia arriba y hacia abajo. Ella no hacía esas cosas con los
hombres.

Coquetear no era algo natural para ella.

Estaba acostumbrada a ser ignorada.

Nadie la quería.

Por eso era la empleada de la limpieza.

Prestaba un servicio que todos apreciaban, pero a nadie le


importaba quién lo hacía. No era más que un mueble y, sin
embargo, cuando sus labios tocaron los suyos, no quiso
apartarlo. No tenía ningún deseo de luchar contra él ni de que
esa magia entre ellos se detuviera.

Y había magia.

No podía explicarla.

128
Era un asesino a sangre fría. Alguien que debería
aterrorizarla y, sin embargo, no podía contenerse ni apartar la
vista de él. Incluso cuando su vida había estado en peligro hoy,
se había preocupado por él, no por ella misma. No importaba
lo que le sucediera, pero no podía pensar en un mundo sin que
Xavier formara parte de él.

Tras el más breve de los besos, él se apartó. Sus manos le


rodearon la cara, sus pulgares le acariciaron las mejillas, y ella
se limitó a mirarlo a los ojos oscuros.

—Sé que me odias ahora mismo.

Y esa era la verdad. Ella sólo lo odiaba en este momento,


en este instante. No había forma de que pudiera odiarlo
durante toda su vida. Simplemente no era posible para ella.
Quería protegerlo. Borrar el recuerdo de las cicatrices para que
lo único que recordara fuera la sensación de ella, el recuerdo
de su tacto. El sabor de su beso.

Maldita sea.

Estaba perdiendo la cabeza, y ni siquiera podía


controlarlo. Xavier era el tipo de hombre que debería evitar,
pero que la atraía inexplicablemente.

—No te odio. —Se lamió los labios, tratando de encontrar


su voz. Su garganta se sentía increíblemente seca mientras lo
miraba fijamente. —Nunca podría odiarte.

129
Él sonrió. Era esa sonrisa cómplice que a ella no le
gustaba. ¿Por qué tenía que parecer tan sexy cuando lo hacía?

—Simplemente no me gustas mucho en este momento.

—Pero no me odias.

—El odio es un sentimiento fuerte.

—Uno del que eres incapaz, ¿no?

Ella no respondió. No tenía sentido. Él haría de ella lo que


quisiera, y ella no tenía la energía para cambiarlo o para luchar
contra él.

Uno de sus pulgares se acercó a la boca de ella y se lo pasó


por el labio. —Dixon era un maldito tonto.

—¿Por qué hablas de ese monstruo? —¿Era este otro


momento de frialdad? Ella no podía seguir el ritmo, y eso le
estaba haciendo perder la cabeza.

—Porque escuché lo que te dijo. Que no eres su tipo. La


única razón por la que no eres su tipo es porque un pedazo de
mierda como él no podría manejar a una mujer como tú. No
sabría qué hacer contigo si te tuviera en su cama. Era un
cobarde. Se aprovechaba de los débiles, y pensó que tú lo eras.
Él no tenía idea del fuego dentro de ti.

—Creo que te equivocas de mujer, Xavier. No soy fuego.

Sonrió.

130
Una sonrisa genuina y sincera.

Ella se sintió débil.

—Ha comprado y vendido mujeres. Está acostumbrado a


que estén aterrorizadas o demasiado drogadas para que les
importe lo que está pasando. Tú no eres así. Eras honesta,
dulce y sexy, todo envuelto en un solo paquete.

Ella negó con la cabeza. —Te equivocas.

De repente, él la presionó contra la pared. La espalda de


ella chocó con un ruido sordo. El cuerpo de él estaba pegado
al de ella, y ella sintió la dura cresta de la polla de él cuando
se presionó contra su estómago.

—¿Sientes eso, nena? ¿Sientes cómo te deseo? Me vuelves


loco. ¿Crees que hoy ha sido fácil para mí? Nunca me había
preocupado por nadie. Nunca quise hacerlo. Todo lo que he
querido hacer es entrar, matar y acabar con ello. En cambio,
tuve que escucharte hablar, divagar con Dixon. Para muchos
hombres, tus divagaciones pueden ser un maldito rechazo,
pero para mí, yo las disfruto. Quiero escuchar tus
pensamientos, tus miedos, todo eso. Me distrajiste y quise
herir a Dixon por no prestar atención, pero por encima de todo,
quise torturarlo durante días y semanas, hacer que rogara por
la muerte mucho antes de dejar que la tuviera... por ti. Porque
te dijo esas cosas horribles. Lo estás jodiendo todo, Alesha. No
dejes que ningún hombre te haga pensar diferente.

131
—¿Por qué me dices estas cosas cuando estabas siendo
tan malo hace unos minutos?

—No soy un buen hombre. —Él se inclinó hacia ella, y ella


frunció el ceño cuando pareció inhalar su aroma. —Nunca seré
bueno. Soy un monstruo hasta la médula. Siempre lo he sido.
Siempre lo seré. Sé lo que es la muerte. La miro a la cara todos
los días y la desafío. He estado jugando con ella desde que era
un niño, y ofrezco mis víctimas de buena gana. Pero, esa nunca
serás tú. Eres demasiado buena para un hombre como yo. —
Él se quedó mirando sus labios, y ella lo oyó gemir. —Me estás
volviendo loco. No debería quererte. Ni siquiera debería
importarme que estés aquí, ahora mismo, que seas mía para
probar, para tocar.

Antes de que se diera cuenta de lo que estaba pasando,


sus labios estaban sobre los suyos, y ella perdió todo
pensamiento. Debería apartarlo.

Decirle que se perdiera.

Que la dejara en paz.

No pudo hacerlo.

Incluso cuando sus manos lo agarraron por los hombros,


preparándose para apartarlo, no lo hizo. Lo agarró con fuerza,
suplicante, hambrienta, desesperada por su contacto. Su

132
lengua recorrió sus labios y ella gimió, abriendo los labios y
dejándolo entrar.

No quería apartarlo.

Una parte de ella temía que él la rechazara, que insistiera


en que no era lo suficientemente bueno. Cuanto más intentaba
apartarla, más lo deseaba.

El calor inundó su coño cuando las manos de él bajaron


por su cuerpo, una de ellas se deslizó por su espalda hasta
acariciar su culo. La otra siguió hasta su pecho, apretando su
carne. Le frotó la palma de la mano por el pezón y ella se
arqueó, deseando su contacto más que nada en el mundo.

—Por favor, por favor —dijo ella, gimiendo su nombre,


necesitándolo.

—Eres tan jodidamente sexy y hermosa, y me haces


desearte tanto. ¿Te das cuenta? Ninguna mujer me ha hecho
sentir tan desesperado.

—Te deseo, Xavier.

—Sí, sé que lo haces.

Tiró de su bata y ésta se abrió para revelar su modesto


camisón. Tenía el dibujo de un helado en la parte delantera.
Era tan poco sexy que resultaba irreal, pero a Xavier no pareció
importarle. Le subió el camisón por los muslos y le puso la
mano en el estómago.

133
—¿Estás mojada para mí ahora mismo?

—Sí. —Sus bragas estaban empapadas.

El calor le inundó las mejillas cuando él la acarició entre


los muslos, sus dedos presionando la tela de las bragas para
que se metieran entre su los labios de su coño.

—Siento lo mojada que estás. Quieres mi polla. Quieres


mis dedos y mi boca. Realmente no debería tenerte. —Él gimió
mientras seguía frotando. La fricción contra su clítoris se
sentía tan increíblemente bien. Ella vio las estrellas bailando
ante sus ojos, pero él no aflojó. Ni una sola vez.

Por favor. Por favor. No te detengas.

Ella no podía expresar las palabras, y esperaba que él


entendiera lo que quería de él.

—Un buen hombre se alejaría. Un buen hombre no


pensaría en extenderte sobre su escritorio, lamer la crema de
tu coño y luego abrirte, tomar tu coño y llenarte con su semen,
pero contigo, Alesha, pierdo todo el pensamiento y el jodido
sentido común. —Soltó un gruñido y en un segundo sus
bragas fueron arrancadas de su cuerpo. Le separó las piernas
y su mano volvió a acariciar su clítoris.

Sólo que esta vez no había nada entre sus dedos y su


cuerpo. Estaba abierta a él, abierta de par en par, esperando,
preparada.

134
Sus ojos se agitaron y se cerraron mientras se arqueaba
ante sus caricias, y luego gritó cuando sus labios se cerraron
en torno a uno de sus pezones a través del camisón. La chupó
a través de la tela, y luego pasó al siguiente pezón. El tirón de
la tela pareció aumentar la sensación contra su teta, y ella gritó
con un latido entre sus muslos.

Hizo que sus pezones se mojaran al igual que su camisa


mientras la chupaba.

—Necesito verte. Quítate la camiseta.

No hizo falta decírselo dos veces. Levantando su inmadura


camiseta, la tiró al suelo. Se quedó ante él completamente
desnuda, esperando que le diera la siguiente instrucción.
Estaba a su merced, y ni siquiera tenía miedo. Ni mucho
menos.

Tenía los labios secos y esperaba. Xavier recorrió con la


mirada su cuerpo desnudo. Ella podía sentir su hambre, y eso
sólo aumentaba su deseo.

—No tienes ni idea de lo sexy que eres, ¿verdad? Lo que


me haces sentir. Estoy muy duro, y es por ti. Por lo que quiero
hacerte.

—¿Qué quieres hacerme?

—Quiero hacer que olvides todo lo de hoy y que sólo


recuerdes mis caricias.

135
Ella deseaba eso más que nada. Los eventos de hoy no son
los que ella quería recordar. Las dos manos de él tocaron su
cintura, y la apartó de la pared.

—¿Qué estás haciendo?

—Llevándote a mi habitación.

***
Lo último que debía hacer Xavier era llevar a Alesha a su
cama para follarla. Tenía una lista completa de las cosas
correctas que debía hacer. Las cosas buenas y, sin embargo,
no quería seguir las reglas. Quienquiera que fuera esa mujer,
podría haber atacado a Alesha. Antes de llegar a ella hoy,
podría haber estado muerta, y él nunca habría conocido la
suavidad de su cuerpo contra el suyo.

Eso no era posible. No para él.

No podía dejar pasar ni un segundo más sin conocer su


tacto, memorizar sus besos y poseer su cuerpo. En el momento
en que lo hiciera, esperaba ser capaz de idear un plan para
salvarla.

Boss no podía ponerle las manos encima. Él no dudaba en


utilizar a una mujer para conseguir lo que quería.

136
Xavier la levantó en brazos y la llevó a su dormitorio. Ella
no se resistió, y él sospechó que eso tenía que ver con su estado
de desnudez y con el hecho de que estaba tan mojada para él.
Tan preparada.

Quería follarla, tomarla, hacerla sufrir por él.

Para borrar el recuerdo de las caricias de Dixon.

La puso de pie en cuanto llegaron a su habitación.


Acariciando su cara, le dio el beso que ansiaba, amando el
tacto de sus labios.

—Tócame, Alesha.

Ella recorrió su pecho con las manos, su tacto era tan


ligero que lo estaba volviendo loco.

Quería que le marcara el pecho con esas uñas, que le


suplicara más y que le exigiera que se la follara.

Xavier tenía que seguir recordando que ella era virgen. Que
nunca había conocido el sabor de un hombre ni había
experimentado lo que él podía darle.

Volvió a pasarle la mano por el pecho, deslizándola por los


hombros.

—Me cansé de esperar.

Alejándose de ella, se bajó los pantalones de gimnasia. A


continuación, se deshizo de los calzoncillos, no queriendo que

137
le atraparan la polla. Envolviendo sus dedos alrededor de la
longitud dura como una roca, miró su cuerpo entero. Las
curvas que deseaba tener debajo de él. Imaginó esos gruesos y
jugosos muslos rodeando su cintura mientras la penetraba.

Ya era su adicción, y ni siquiera la había probado.

Era imposible que estuviera hambriento de ella sin


siquiera haberle lamido el coño o haber sentido su apretado
coño envuelto en su polla.

Acortando la distancia entre ellos, la hizo retroceder hasta


que sus piernas tocaron la cama y se dejó caer. La empujó
hacia atrás, bajando con ella, tomando sus labios en un beso
abrasador. Xavier bajó por su cuerpo, lamiendo y chupando
cada pezón sin el camisón entre ellos.

Esta vez, ella gritó. El sonido fue mejor que la magia, su


polla más dura que el roble.

Los gemidos de ella resonaron en las paredes, excitándolo


aún más. No quería que se detuviera. Tenía unas tetas
enormes y preciosas. Suaves y perfectas. Al acariciar cada
capullo endurecido, sintió que ella se arqueaba. Los dedos de
ella se hundieron en su pelo, manteniendo su cabeza quieta
mientras mordisqueaba esos apretados manojos de nervios.

Tan adictiva.

No podía detener el hambre que lo consumía.

138
—Por favor —dijo ella, gimiendo su nombre.

—Sí, eso es, cariño. —Apartándose de su tacto, apretó las


manos de ella contra la cama, impidiendo que lo tocara. —
Mantén esas manos ahí.

—Quiero tocarte.

—Pronto. —No sería capaz de durar si ella lo tocaba.


Necesitaba mantener un control constante o iba a perderlo.

Ella mantuvo las manos junto a su cuerpo, y él le besó el


estómago, su lengua se sumergió en su ombligo antes de
deslizarse hasta la parte superior de su coño. Tirando de ella
hasta el borde de la cama, le abrió las piernas de par en par,
mirando su coño resbaladizo.

Todavía es virgen.

Recuérdalo.

Ten cuidado con ella.

Con el dedo, le acarició el clítoris y su espalda se arqueó.


Los gritos de ella fueron una dulce melodía para sus oídos, y
aún no le había hecho todo.

Sustituyendo el dedo por la lengua, la observó mientras le


chupaba el clítoris, mirando su cuerpo. Un día iba a tener que
filmarla porque quería ver cada una de las reacciones mientras
le lamía el coño. Ver esa necesidad crecer dentro de ella.

139
—Oh, Xavier, eso se siente tan bien.

Usando sus dientes, creó un pequeño mordisco de dolor


que hizo que las piernas de ella se abrieran aún más como si
no pudiera tener suficiente de lo que él le estaba haciendo. Él
mismo sabía que no podía tener suficiente, que tenía hambre
de más de su coño. Ella sería suya, sólo suya. La mantendría
tan satisfecha que nunca querría irse.

—Por favor, por favor.

—¿Te gusta mi boca en tu coño? —le preguntó.

—Sí, por favor, no pares.

—Eres mía, Alesha. Nunca dejaré que te pase nada. Tu


cuerpo me pertenece. Lo poseo. Harás todo lo que yo quiera
porque sabes lo que puedo hacer por ti. Puedo darte este placer
alucinante. —Mientras hablaba, le acariciaba el clítoris,
sabiendo que estaba usando su propio placer contra ella.

La pobrecita virgen no tenía ninguna posibilidad.

Él no creía que pudiera sobrevivir si algo le sucedía a ella.

Tenía que hacer todo lo que estuviera en su mano para


mantenerla a salvo. Otros miembros del Killer of Kings habían
encontrado mujeres. De alguna manera habían encontrado
una forma de tener esta vida y a su amada juntas.

¿Por qué él no podía tener eso?

140
—Sí, Xavier, haré cualquier cosa. Pero, por favor, no te
detengas.

No tenía intención de parar, y aunque había conseguido


su sumisión mientras estaba a punto de darle un orgasmo
alucinante, él se aferraría a ella.

En el momento en que la tomara, la reclamara como suya,


sería el día en que su otra vida dejaría de existir. Ella le
pertenecería en todos los sentidos.

Sería su mujer.

Tendría su anillo en el dedo, y él se aseguraría de que fuera


la mujer más feliz del mundo.

Estás diciendo locuras ahora mismo.

¿Qué demonios te pasa?

No puedes mantener a una mujer.

Todavía tienes que encontrar a tu hermana.

Apartó todos esos pensamientos de su mente y en su lugar


se centró en la hermosa mujer que tenía debajo. Ya se ocuparía
de todo lo demás cuando llegara el momento.

Succionando su clítoris en su boca, usó la punta de su


lengua para deslizarse hacia adelante y hacia atrás, mirando
su cuerpo para ver cómo se deshacía.

141
Era tan jodidamente hermosa, toda curvas suaves y
pálidas e inocencia.

Sus tetas se agitaban y temblaban, y él no podía esperar a


que se corriera. Se mojaría tanto que sería capaz de follarla con
facilidad. Como él no era un hombre pequeño, le iba a doler a
pesar de todo.

Manteniendo los labios de su coño abierto, lamió, chupó y


acarició su clítoris, acercándola cada vez más al borde de su
liberación. La mantuvo justo en la cúspide, dejándola esperar,
aumentando su excitación, saboreándola hasta que no pudo
aguantar más y quiso que se corriera.

Empujándola hacia el límite, aplastó su cara contra su


coño, tragando su dulce crema mientras ella gritaba su
nombre.

El sonido resonaba en las paredes y a él le encantaba.

Xavier sabía que podría acostumbrarse a esto y que esta


única probada no sería suficiente. ¿Cómo iba a serlo? Alesha
lo era todo, y él lo había sabido desde la primera vez que la
conoció. Ella había llamado a una parte de su alma que él creía
desaparecida junto a su hermana.

No, esto era más que eso.

Alesha llamaba al monstruo que llevaba dentro,


burlándose de él, provocándolo, haciéndole querer salir a

142
jugar, y joder, lo hizo. Tanto, maldita sea. No podía tener
suficiente.

Había tenido innumerables mujeres a lo largo de los años,


y todas ellas no significaban nada. El compromiso no estaba
en las cartas para él, no después de ser vendido por su madre
y perder a su hermana. Decir que tenía problemas con las
mujeres y la confianza era un eufemismo. Pero Alesha, ella vio
al verdadero él y no huyó gritando. No tenía miedo, y el hecho
de que se preocupara por él era algo que nunca había
experimentado.

Cuando ella se sumergió en un segundo orgasmo y su coño


estaba prácticamente goteando, él le dio un beso en el clítoris
y ayudó a su cuerpo exhausto a moverse contra las sábanas.

—Ha sido increíble. No tenía ni idea de que fuera a ser así


—dijo ella.

—Bien. Sólo va a mejorar. —Se movió entre sus muslos,


saboreando la suavidad de su piel. Era una mujer tan llena de
curvas, tan dulce, tan abierta, tan inocente.

Y toda mía.

Nunca se le había dado bien compartir.

No tenía ninguna duda de que lucharía con Boss por ella.

—¿Qué pasa? —preguntó ella.

143
—¿Qué?

Ella le dedicó esa sonrisa sexy que tanto le gustaba. —Me


estás mirando... de forma extraña.

—Es porque estoy pensando en tomar esa cereza tuya.


Tomarla toda para mí.

—No estás tomando nada si yo te la estoy dando


libremente.

—¿Me estás dando tu virginidad? —Ella asintió. —¿Por


qué?

—Porque quiero, Xavier. Significas mucho para mí.

Recordó cómo ella le había dicho a Dixon hoy que lo


amaba. Por una fracción de segundo se había quedado mudo
ante sus palabras. Nadie lo amaba.

El Diablo, un asesino, no había sabido qué hacer o decir


porque había sentido esperanza. Algo que no había sentido en
mucho tiempo y que ni siquiera creía haber sido capaz de
sentir.

Esta empleada doméstica, su inocente mujer, lo estaba


poniendo de rodillas, y tenía que tener cuidado. Si Boss se
daba cuenta por un segundo de que ella significaba algo para
él, estaría jodido.

—Nunca se me había concedido un regalo tan precioso.

144
Ella levantó la mano y le acarició la mejilla. —Suenas como
un hombre salido de la edad oscura. Es sólo mi cuerpo, Xavier.

—Es una parte de ti, y sólo se puede conceder una vez. —


Para él, los hombres que merecían tener ese tipo de inocencia
no mataban gente el fin de semana o como parte de su vida. —
Atesoraré esto, siempre. Serás dueña de una parte de mí,
Alesha.

—¿Qué parte?

—Ya lo sabes. —Se inclinó, reclamando sus labios, sin


querer soltarla. Ella era tan jodidamente hermosa, tan dulce,
su todo. Sabía que seguía repitiendo las mismas cosas, pero
no podía dejar de maravillarse ante la fuerza pura de ella.

Separando sus muslos, agarró su polla tiesa, que no había


perdido nada de su rigidez mientras hablaba con ella. Era
como si su cuerpo no supiera cómo apagarse ante ella. Su voz,
su sonrisa, cada parte de ella lo excitaba.

Pasando la punta por su cremosa abertura, humedeció su


polla, queriendo facilitarle al máximo las cosas. No quería
ponerse un condón, aunque sabía que debía hacerlo.

Piel con piel.

Carne contra carne era lo que quería.

145
Sin nada entre ellos, mantuvo el contacto visual, moviendo
su polla hacia la entrada de ella. Quería mirarla mientras
finalmente la hacía suya.

146
Capítulo 9
Alesha se agarró a las sábanas mientras Xavier presionaba
la cabeza de su polla en su resbaladizo coño. Nunca había
estado tan preparada para nada. Su cuerpo prácticamente
palpitaba para que él la despojara de su virginidad. No era una
posesión sagrada, solo que a sus veintisiete años nunca había
encontrado a un hombre digno de entregársela. Xavier podía
parecer la peor opción posible, pero ella vio debajo de todas las
capas endurecidas. Vio al niño, al hombre fracturado que
había visto aquel día cuando estaba borracho. Había mucho
más en él que las apariencias. Y maldita sea, tenía bien
cubierta la parte de las apariencias.

Llevaba el pelo oscuro suelto, que le llegaba a la barbilla.


Aquellos ojos oscuros le recordaban a una pantera de caza. La
sombra de la barba de las cinco de la tarde en su cara era
áspera, y ella sabía cómo se sentía al rozar entre sus piernas.
Alesha se quedó mirando sus gruesos labios y los enormes
hombros que se cernían sobre su cuerpo. Los brazos de él
estaban endurecidos por los músculos mientras apoyaba su
peso en un antebrazo por encima de ella.

147
—Más —dijo ella.

Iba increíblemente despacio para ser un chico tan malo.


La excitaba y la hacía sentir especial que se tomara ese tiempo
extra para ella, pero sinceramente no lo necesitaba.

—Tómatelo con calma, nena. Déjame disfrutar de esto.


Quiero sentir tu coño apretando la punta de mi polla. —Siguió
moviéndose más profundamente dentro de ella, lento
centímetro tras centímetro. Ella sintió que sus paredes se
estiraban para acomodar su tamaño. La plenitud era
abrumadora, los escalofríos recorrían su piel mientras todos
sus nervios parecían estallar de energía sexual.

Se retorció bajo él, con olas de calor y necesidad que la


volvían loca. Alesha le pasó la mano por el pelo, apartándoselo
de la cara. Él se congeló y se inclinó para besarla. Le pasó los
brazos por debajo de los hombros y bajó el resto de su cuerpo
entre sus piernas. Ella gimió en su boca mientras él se hundía
hasta la empuñadura.

La besó, pero fue mucho más. Ella sintió que su conexión


se consolidaba, sintió su vulnerabilidad, su pasión, todo lo que
él guardaba bajo llave.

Su polla palpitaba dentro de ella, pero no se movía.

—¿Es mía ahora? ¿Soy la dueña de tu polla?

148
—Te pertenece. Mi polla y mi corazón. —Pasó sus labios
por los ojos de ella y luego presionó su frente contra la de ella.
Esto era mucho más que sexo.

—Me siento tan llena —susurró ella.

Él tomó aire, un hombre al límite. —Por favor, dime que te


has adaptado a tenerme dentro de ti.

—Estoy más que preparado para esto.

—No tienes ni idea de lo que me estoy conteniendo ahora


mismo, nena. —Se retiró y volvió a penetrar lentamente,
provocándola, haciendo que su coño estuviera hambriento de
más. —Estás tan apretada, tan jodidamente deliciosa. Quiero
follarte tan fuerte como para romper esta maldita cama.

—Dios, sí. Hazlo.

Él tomó un ritmo lento, deslizándose dentro y fuera,


creando suficiente fricción para que su cuerpo respondiera,
anhelando mucho más. Ella lo presionó con los talones,
desesperada por lo que sabía que él quería darle de verdad.
Alesha no era una mujer débil. Podía soportar a Xavier y su
gran polla.

Quería que la follara con fuerza.

—Estás tan mojada, tan jodidamente húmeda. —Gimió,


acelerando el ritmo. La cama empezó a temblar, el cabecero
golpeando la pared con cada empuje de sus caderas. La llenó

149
hasta la empuñadura una y otra vez. Cada vez que él golpeaba
su clítoris, ella subía más. —Dime que te encanta que te llenen
con mi polla.

Ella cerró los ojos, otro hermoso orgasmo creciendo en su


interior, robando sus inhibiciones.

—Dime, nena. Quiero oírlo.

A Alesha le encantaba que le hablara sucio. —Me encanta


tu polla.

—Eres sólo mía.

—Sólo tuya —repitió ella.

—Buena chica. Este cuerpo me pertenece ahora. Mío para


follar. Mío para protegerlo. —Le acarició el cuello y le chupó el
lóbulo de la oreja. Todo lo que hacía gritaba experiencia y
habilidad. Ella amaba cada minuto que pasaba en la cama de
Xavier. Estaba dispuesta a entregarse a él en cuerpo y alma.
¿Estaba él dispuesto a entregarse de la misma manera?

—¿Eres mío?

Él se apartó para mirarla. —Eres la única mujer para mí,


Alesha. Me he cansado de follar por ahí. A partir de ahora, te
complaceré a ti y a nadie más.

—Ya no me apartas. Pase lo que pase —dijo ella entre


respiraciones.

150
—Lo prometo.

Hace una semana, nunca habría creído la cadena de


acontecimientos que había vivido recientemente. Su jefe, tan
sexy como el infierno, con una gran cuenta bancaria, resultó
ser un sicario a sueldo. Y follaba como una máquina. Ella le
había dado su virginidad... y él le había prometido toda una
vida juntos a cambio. ¿Era ella ingenua o se trataba de una
pareja hecha en el cielo?

Se besaron, hambrientos y desesperados. Ella no podía


saciarse de él.

Entonces él la tomó con más fuerza, más profundamente,


y su espalda se llenó de sudor. Entró y salió de su cuerpo, todo
músculo y fuerza.

—Córrete para mí otra vez. Déjate llevar —dijo él.

Dejó de luchar contra su liberación y relajó los músculos,


sujetándolo por el cuello. Su orgasmo salió a la superficie, el
calor y la calma inundaron su vientre. Luego detonó, sus
caderas se arquearon mientras ordeñaba la polla de Xavier una
y otra vez en deliciosas ondulaciones. Había sido llevada al
cielo y había vuelto a los brazos del diablo.

Él gimió, apretándola más contra su pecho mientras la


seguía, llenándola con su esencia. El peso de su cuerpo cayó
brevemente sobre ella hasta que volvió a apoyarse. Cuando la

151
intensidad de su sexo se calmó, sólo quedaban los sonidos de
su pesada respiración.

Xavier rodó hacia un lado, apoyando la cabeza en una


mano mientras la miraba fijamente.

—¿Qué? —preguntó ella.

—Estás preciosa después del sexo. Tus mejillas están bien


sonrojadas y rosadas. Tal y como me imaginaba. —Alargó la
mano y le quitó los pelos sueltos de la cara. Estaba sudada y
su corazón seguía latiendo con fuerza.

—Dime algo, Xavier. ¿Sigues sintiendo lo mismo ahora que


el sexo está fuera del camino?

—¿Por qué no iba a hacerlo? No soy un adolescente. Sé lo


que quiero, y no pienso hacer esto una sola vez.

Se puso de lado para mirarlo. Alesha le pasó la punta del


dedo por el tatuaje del cuello. Tenía que ser el hombre más
sexy del mundo. ¿Cómo podía ser tan bueno algo malo?

—¿Qué pasa ahora?

—Tengo que hacer un trabajo rápido mañana, y luego


resolveremos las cosas.

—¿Qué tipo de trabajo?

152
Frunció el ceño. —Mi jefe quiere que me encargue del resto
de la red criminal en la que estaba involucrado Dixon. La cosa
iba más allá de él.

—¿Necesitas una cita de nuevo? Puedo ayudar. —No pudo


evitar sonreír. Aunque no había sido la mejor actriz, había sido
emocionante y aterrador a partes iguales en el yate.

—Creo que puedo manejarlo. Te dije que te protegería y


pienso cumplir esa promesa.

—¿Y si puedo ayudar? No tengo miedo, Xavier.

Le tocó la punta de la nariz juguetonamente. —Eres


valiente, ¿verdad, cariño?

—A veces. —Ella le sujetó la muñeca, mirando las


cicatrices de la parte superior de su mano. —No siempre.

—¿De qué tienes miedo?

Ella se encogió de hombros. —De que te maten. De


perderte antes de que tengamos la oportunidad de conocernos.

—Te conozco muy bien, Alesha. —Él le guiñó un ojo,


pasando el dorso de sus dedos por la curva de su pecho.

—No me refiero a eso. —Ella le dio un manotazo juguetón.

No hizo falta mucho para que sus profundos temores


salieran a la superficie. —Tengo miedo de que me abandones.

153
—Su madre había hecho lo mismo, y la idea de que volviera a
suceder la hacía sentir ansiosa y sola.

—Normalmente soy bueno en eso. Acercarme a la gente es


algo que siempre he evitado, ¿sabes? Cuando aprendes desde
pequeño que todo el mundo quiere utilizarte para algo, dejas
de confiar. Deja de importarte.

Ella tragó con fuerza.

—Contigo es diferente, Alesha. Me abriste los ojos, me


hiciste dar cuenta de lo bien que se siente que alguien se
preocupe por mí.

Alesha entrelazó sus dedos con los de él.

—¿Qué pasó con tus manos?

Sintió que el muro que él mantenía se hacía más fuerte,


pero no quería que su relación se basara en secretos o
mentiras. —Viejas cicatrices.

—No debería hacer falta que estés borracho para que te


abras a mí.

—De donde yo vengo, no es como aquí. Te daría pesadillas.


—Él se lamió los labios, y una vez más, ella quiso borrar el
pasado de sus recuerdos. —Después de que mi madre nos
vendiera, viví años de tortura, siendo obligado a hacer todo tipo
de mierdas.

154
—Xavier...

—Está bien. Sobreviví. Aprendí a apagar todo. A olvidar el


dolor —dijo. —Supongo que todo me endureció y viví para la
venganza. He hecho muchas cosas malas en mi vida.

—No fue tu culpa.

—No tienes que defenderme. Sé lo que he hecho. El


problema ahora es conseguir que la gente crea que he
cambiado. Los hombres con los que trabajo no confían en mí,
y no importa lo que creas que sientes, tú tampoco confías en
mí.

—Hago mi mejor esfuerzo. Sigo aquí después de todo lo


que ha pasado. Te di mi virginidad.

Él sonrió con satisfacción. —Sí, lo hiciste. Un regalo que


no merecía.

Ella se inclinó hacia delante y le besó los labios. —No


podemos cambiar el pasado, Xavier, pero podemos hacer un
futuro mejor. Empezando por hoy.

Él la arropó con su brazo mientras se ponía de espaldas,


con sus dedos acariciando suavemente su cuello. Mañana iba
a arriesgar su vida de nuevo. ¿Cuántos días y cuántas noches
tendría que preocuparse de que volviera a casa con vida o no?
La fe de Alesha en los nuevos comienzos podía ser fuerte, pero
una relación con un sicario la pondría a prueba.

155
***
Xavier se subió el cuello de la camisa. Había un fuerte frío
en el aire a esta hora de la mañana, especialmente junto al
agua. Miró más allá de los contenedores apilados en el muelle,
hacia el lejano horizonte. Por mucho que intentara olvidar el
pasado, éste seguía persiguiéndolo. No se arrepentía de los
asesinatos, de las puñaladas por la espalda, de la violencia...
porque todos se lo merecían. Lo que no podía superar era la
hermana que había dejado atrás. ¿Estaba viva? ¿Muerta?
¿Sabía Boss más de lo que dejaba ver?

Siempre había tenido esa pequeña debilidad, una parte de


él que no podía soportar ver a un hombre abusar de una mujer.
Todo se remontaba a ella, Graciella. Se la habían llevado a
rastras, pateando y gritando. Observó a su hermana pequeña
hasta que ya no pudo verla. Entonces comenzaron sus propias
pesadillas. Desde el día en que los separaron de niños, nunca
supo qué fue de ella. Una parte de él no quería saberlo porque
probablemente sería demasiado para él. Pero tenía que
encontrarla, disculparse por no haber podido salvarla. Ya no
era un niño. Nada en el cielo o en la tierra le impediría salvarla
hoy... o proteger a Alesha.

Una sirena de niebla sonó en la distancia, devolviéndolo al


presente y recordándole por qué estaba allí.

156
Xavier se dirigió al punto de encuentro. Bain y Killian
debían ser sus compañeros en esta incursión. Los tres serían
capaces de derribar un maldito ejército. Aunque no había
trabajado demasiado con Bain, Killian había sido uno de los
hombres que lo había entrenado. Boss tenía directrices
estrictas para cualquiera que se uniera a Killer of Kings.

La mayor parte de su vida había sido El Diablo. No tenía


piedad mientras escalaba su camino a la cima de cada
organización criminal a la que se unía. Ahora las cosas eran
diferentes. No tenía ningún deseo de gobernar Killer of Kings.
Empezó como un intercambio de información, pero ahora
quería que se confiara en él, convertirse en un camarada de
los otros sicarios. Pero la confianza había que ganársela. Tal
vez crear una nueva vida nunca estaría en las cartas para él.

Encontró a Killian en la esquina de un contenedor,


apoyado en la pared metálica mientras revisaba sus
cargadores.

—Buenos días —dijo Xavier.

Killian asintió una vez y siguió revisando su arma. —


¿Traes café?

Xavier ignoró al bastardo irlandés y dejó caer su bolsa de


lona. —He traído las armas grandes.

157
Su visión periférica captó a Bain acercándose a ellos. Ese
hijo de puta siempre parecía dispuesto a matar. ¿Alguna vez lo
había visto sonreír?

—Han llegado dos. Debería haber al menos un vehículo


más en camino. Maurice tiene ojos en nuestra ubicación —dijo
Bain.

—¿Estamos tomando prisioneros? —preguntó Xavier.

—Este es un golpe de una sola parada. El equipo de


limpieza está en espera.

Un baño de sangre. Xavier podía manejar eso. Era más


difícil tratar de mantener a los jugadores clave con vida para
interrogarlos cuando aparecían las armas. Esto debería ser
fácil. Tenían más que suficiente poder de fuego y experiencia
para el trabajo.

—Sí, esta vez no hay civiles —dijo Killian.

—¿Qué se supone que significa eso? —A Xavier no le gustó


su tono ni lo que insinuaba.

—Viper me contó lo que pasó la semana pasada. Una


maldita pena lo que le pasó a esa chica.

Quiso meter el puño en la retorcida boca de Killian, pero


mantuvo la calma. Sabía que Killian tenía una gran debilidad
por las mujeres. Su historia era casi tan jodida como la de
Xavier. Pero no se quedaría de brazos cruzados mientras le

158
llamaba la atención por algo que nunca pretendió que
ocurriera.

—Hice un juicio de valor.

—No funcionó muy bien, ¿verdad?

El ritmo cardíaco de Xavier aumentó. Se enfrentó al otro


sicario. —Te conozco. Tú habrías hecho lo mismo.

Killian se encogió de hombros. —Tal vez. Tal vez no. Lo que


está en cuestión eres tú. ¿Podemos confiar en que te atengas
a las normas? Estaría bien que pudiera volver a casa con mi
mujer y mis hijos esta noche.

—Entonces vete ahora, gallina de mierda. Los grandes


pueden manejar esto sin ti.

Ahora estaban frente a frente, ninguno de los dos


dispuesto a retroceder.

—Sepárense, muchachos. Otro coche acaba de llegar —


dijo Bain.

La tensión se desvaneció cuando volvieron a concentrarse.


Xavier había llegado a conocer bien a Killian en el último año
durante su entrenamiento. Era un buen hombre, duro y
blando a partes iguales. Xavier estaba más cabreado consigo
mismo. El recuerdo de aquella chica asesinada a escasos
metros de él seguía atormentando sus sueños. Pero no podía
retroceder en el tiempo y arreglar la mierda.

159
—Bien, dejaremos que se pongan cómodos y luego
entraremos.

—¿Necesitamos una distracción? —preguntó Xavier.

—No sé de qué estás hablando. No necesitamos una


maldita distracción. Tenemos esto. —Levantó uno de sus rifles
de asalto.

—Somos tres. Debería ser pan comido —dijo Bain.

Killian se ajustó el arnés. —Oye, El Diablo, sólo hay una


forma de entrar en esa torre. No te acobardes ahora.

Bain le dio una palmada en el hombro a Killian. —Relájate,


grandulón.

Todos miraron en la misma dirección que Bain. Un


pequeño coche amarillo estaba aparcado a lo lejos, y una mujer
subía las escaleras metálicas de la torre de vigilancia. Alesha.

—¿Quién demonios es esa? —preguntó Killian.

La observó. Su mujer. Lo único bueno en su vida. Ella lo


había seguido hasta aquí, lo había seguido sin que él se diera
cuenta. ¿En qué demonios estaba pensando? ¿Hasta dónde se
había trasladado para no darse cuenta de que lo seguían?

—Es mi empleada doméstica.

—Repite eso —dijo Bain.

160
—¿Por qué has traído a tu empleada doméstica a un
tiroteo? Ella va a arruinar nuestro elemento de sorpresa y
hacer que la maten.

—Mierda, debe haberme seguido. Voy a entrar —dijo


Xavier, desenfundando su Glock y lanzándose hacia adelante.
Bain le puso una palma en el pecho para contenerlo.

—Hay mucho en juego —dijo Bain. —No quiero que una


mujer inocente salga herida por mi culpa.

¿Debía confiar en estos hombres, decirles que Alesha era


su mujer, decirles que era un tonto enamorado? Todos eran
sicarios casados, así que tal vez podrían entender las
turbulentas emociones que bullían en su interior en ese
momento.

¿Por qué tuvo que mencionarle esto a Alesha? Ella creía


que era Nancy Drew o algo así, sin darse cuenta de que todos
sus encargos eran situaciones de vida o muerte.

—No te preocupes, ella estará bien —dijo Killian. —Nos


encargaremos de eso.

—¿Cómo?

—Hemos hecho esto antes. Improvisamos. —Killian se


paseó por el espacio reducido. —Tal vez si le disparo en la
pierna, la haga caer al suelo antes de que empiecen a disparar.

—No, no, no. Vuelve a pensar en ello —dijo Xavier.

161
—Tal vez una distracción sea una buena idea. Puedo volar
uno de los contenedores. —Bain sacó un dispositivo explosivo
de su chaqueta.

Killian frunció el ceño. —Boss quiere esto fuera del radar.


Nada de explosiones.

—Dos de nosotros entramos disparando, el otro protege a


la chica y la saca a salvo. ¿Funciona eso? —preguntó Bain.

—De acuerdo. Hagámoslo —dijo Xavier.

Cada minuto de espera y dilación le quitaba un año de


vida. Estaba en esa habitación sola con todos esos cerdos. Los
capos del tráfico humano que no se lo pensarían dos veces
antes de hacer daño a Alesha.

Ella no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. ¿Había


escuchado sus conversaciones de anoche con Boss y Killian?
Su pequeña fierecilla iba a conseguir que la mataran. Si salían
vivos de esto, él le daría la zurra de su vida.

Los tres se acercaron al edificio, manteniéndose


agachados, con los contenedores de colores como escudos. Era
temprano, todavía no había personal de tierra. Las gaviotas se
reunían junto al agua y sus graznidos llenaban el aire de la
mañana. Contuvo la respiración, concentrándose, sabiendo
que no podía perder a Alesha.

162
Las escaleras eran de metal enrejado, y las ventanas de la
torre daban una vista completa de todo, desde el patio y los
muelles hasta las escaleras que los tres estaban subiendo. Era
el momento de que El Diablo saliera a jugar.

163
Capítulo 10
Diez horas después

—¿Realmente le dijiste que fuera a ayudarte? —dijo Boss.

La sangre goteaba del costado de Xavier, pero eso no le


importaba. Había pasado por cosas peores. Era la mujer que
yacía en la cama lo que más le afectaba. Todo lo que podría
haber salido mal hoy, lo había hecho. Nunca había conocido
un desastre tan grande.

Estaba muy cansado. Bain y Killian estaban a su espalda.

Todo había ido de mal en peor.

Alesha lo había seguido hasta su golpe, y ahora yacía


inconsciente, con su cuerpo conectado a un montón de
máquinas.

—Obviamente no. ¿Qué crees que soy? —dijo Xavier.


Nunca se había arrepentido de una decisión. Nunca se había
cometido un error en su servicio porque sabía lo que estaba
haciendo. Siempre sabía lo que hacía.

164
Desde que tenía uso de razón, lo suyo era lidiar con lo que
ocurre cuando la mierda golpea el ventilador.

Apretando una mano contra el cristal, vio luces y oyó los


pitidos de las máquinas.

La habían herido, le habían disparado, y todo era culpa


suya. Si no hubiera mencionado su misión, ella seguiría en
casa sana y salva.

Él no quería que se viera involucrada. ¿Por qué tenía que


aparecer ella?

Boss lo agarró por la garganta y le apretó el lado de la cara


contra el cristal. —¿Crees que no sabía lo que estaba pasando?
¿Que no sabía que te habías ido de la lengua diciendo que
formabas parte de Killer of Kings? No puedes follar, mear o
incluso cagar sin que yo lo sepa. Sabes por qué, porque tengo
enemigos que te darían un maldito susto de muerte. Sé lo que
es la oscuridad. La he mirado a la cara muchas veces. Conozco
a mis hombres, y conozco a las mujeres a las que les meten la
polla. Tú has jodido esto. ¿Crees que porque eres El Diablo te
hace invencible? Hoy has defraudado a todo el mundo, y si ella
muere ahí dentro, estará en tu conciencia, no en la mía.

—Vete a la mierda. —Se apartó, intentando golpear su


puño contra la cara de Boss. —No he hecho una mierda.

A Boss ni siquiera le importó.

165
Simplemente agarró la muñeca de Xavier, la retorció, y
éste no tuvo más remedio que caer de rodillas o le habrían roto
la muñeca.

—Eres un niño pequeño, Xavier. Un niño pequeño que


busca a su hermana. No eres nada. Tenías un trabajo que
hacer y ni siquiera pudiste hacerlo. —Boss lo miró con
disgusto, dejándolo ir. —Sácalo de aquí de una maldita vez.

—No me voy a ninguna parte. No voy a dejar a Alesha. Me


lo debes, Boss. Llevo casi un año trabajando para ti y aún no
he recuperado a mi hermana.

—No te debo una mierda.

—¿Qué quieres de mí? —Xavier se puso en pie, dándose


una palmada en el pecho. No le importaba el dolor en el
costado. Había tenido heridas mucho peores. —He hecho todo
lo que me has pedido.

El amor de su vida estaba en coma, y él había sido el que


ayudó a ponerla allí.

—Dime qué necesitas que haga.

Se hizo el silencio en el pasillo. No estaban en un hospital,


sino en una sala especial de la que era dueño Boss.

—Tienes que salir de este edificio ahora mismo.

—No voy a dejarla.

166
—No tienes elección. Ya has hecho bastante daño. Aprende
a mantener la boca cerrada.

—Eres un maldito monstruo. ¿Crees que voy a dejarla


contigo?

Boss golpeó con su puño la nariz de Xavier, que se cubrió


la cara mientras la sangre empezaba a brotar de ella. Estaba
rota, sin duda.

—¿Crees que yo soy el monstruo aquí?

—Deberías haberla dejado en paz —dijo Xavier.

—Creíste que eras el que mandaba. Podías tomar todas las


decisiones porque, ¿qué sabía yo? ¿Eh? ¿No sé cómo mantener
a la gente a salvo?

—No puedes alejarme de ella, Boss. Ese no es tu lugar.

—Has jodido toda esta misión, Xavier. Puedo hacer lo que


me dé la gana, y por lo que a mí respecta, has arriesgado su
vida.

—Tú vas a matarla. No dejaré que eso suceda.

—No voy a matarla, imbécil. Voy a protegerla de sí misma.


Mantenerla a salvo y eso está muy lejos de ti. Sácalo de mi
vista ahora. No quiero verlo aquí ni en ningún otro lugar.

167
En el siguiente segundo, estaba siendo arrastrado por el
largo pasillo. —A la mierda con esto. No. Déjenme ir. Le juro,
Boss, que si haces esto te haces un enemigo de mí.

—Te añadiré a mi larga lista.

Boss se despidió de él y volvió a entrar en la habitación


con Alesha.

—¡No! Déjame ir.

Fue inútil. Lo tenían en el ascensor, con un cuchillo en la


garganta y bajando hacia el aparcamiento.

No.

No podía dejarla.

Alesha.

Nunca tuvo la intención de que ella ayudara con el golpe.


Todo esto era una gran cagada. Boss ya sabía que Xavier
amaba a Alesha. ¿Quería que lo dijera directamente?

El recuerdo de la sangre acumulándose a su alrededor, de


ella sin respuesta en el suelo, llenó su cabeza.

—Tienes que mantener la calma ahora mismo —dijo


Killian.

—Tengo que ir con ella.

168
—Lo que tienes que hacer es tranquilizarte, y no vas a
hacer esa mierda ahí arriba, ¿entiendes? —dijo Bain.

—Si no me dejan ir voy a dejar viudas a sus esposas, ¿me


entienden? —Había investigado a todos los miembros de la
familia Killer of Kings. Si iba a dar su vida a Boss, pretendía
saber con quién se metía en la bolsa.

—Si haces eso, estarás muerto a los cinco minutos de salir


de este edificio —dijo Killian. —Yo tendría cuidado con quién
amenazas y seguiría mi consejo.

Las puertas del ascensor se abrieron y lo echaron fuera.


No se veía a nadie.

—¿Así que eso es todo? ¿Simplemente dejan que Boss


gane? No puede culparme por lo que pasó. —Xavier no podía
alejarse.

—¿Crees que Boss quiere esto? No deberías haberle


contado tus planes a ella. Deberías haber hecho tu trabajo. En
el momento en que firmaste con Killer of Kings estuviste de
acuerdo con esto. ¿Por qué crees que lo seguimos a él? —
Killian negó con la cabeza. —Es un monstruo. Lo entendemos.
Es un jodido matón y un cabrón, pero sabes que tiene nuestros
mejores intereses en el corazón. Hoy, tú has puesto su vida en
peligro, no Boss. —Con eso, Killian golpeó su mano contra el
botón del ascensor. —Controla tu mierda.

169
—¿Qué hay de la información sobre mi hermana?

—Boss me dijo que te dijera que te jodieras —dijo Bain.

Las puertas del ascensor se cerraron y Xavier se quedó


mirando, y no podía creer que lo hubieran echado de la torre
de Killer of Kings. Esta mierda no debería haber ocurrido. Él
no era el tipo de bastardo que se dejaba echar a un lado.

Alesha podría haber muerto esta noche por su culpa.

Pasando una mano por su cara, se agachó en el suelo,


sintiendo que el dolor lo golpeaba rápida y ferozmente.

¿Qué diablos habría hecho él si la hubieran matado?

Sacó su teléfono móvil del bolsillo y marcó el número de


Maurice.

Sonó varias veces antes de que saliera el contestador


automático. Eso nunca había ocurrido. No se detuvo mientras
salía del aparcamiento del edificio hacia la calle. Marcó una y
otra vez hasta que Maurice finalmente contestó.

—No debería hablar contigo —dijo Maurice.

—¿Es esa la forma de hablarme? —preguntó Xavier.

—Estás en la mayor lista de mierda conocida por el


hombre. Estoy pensando que debería colgar.

170
—Espera. Necesito saber qué hace Boss en situaciones
como ésta. —Se frotó la nuca, revisando a todos los que se
cruzaban.

Era un conocido asesino que acababa de cabrear al jefe de


Killer of Kings. Se preguntó si Boss ordenaría un golpe contra
él.

—Mira, no puedo darte ninguna de esas informaciones.

—No quiero problemas —dijo Xavier. —Necesito saber que


ella va a estar bien.

Hubo silencio al otro lado del teléfono.

La paciencia no era precisamente su fuerte ahora mismo,


y lo irritaba que Maurice estuviera siendo tan insoportable.

Errores como este nunca le ocurrían.

—Maurice, por el amor de Dios, sabes que soy bueno.

—Xavier, esto nunca había sucedido antes.

Esto hizo que se detuviera. —¿Perdón?

—Mira, cada uno trata a sus mujeres de manera diferente.


Boss nunca ha tenido que intervenir en una obra como ésta,
ni ha tenido que ocuparse de una mujer. Es una civil y corría
el riesgo de ser asesinada. Ha estado expuesta a los traficantes
que había que derribar. Boss está cuidando de ella porque no
confía en nadie más. Se suponía que esta era una misión

171
limpia. Deberías haberla mantenido al margen. No sé qué va a
hacer Boss porque nunca ha pasado antes. Lo siento, Xavier,
la has cagado de verdad, y todo el mundo está enfadado.

Con eso, Maurice terminó la llamada.

Se detuvo cerca de un banco y se sentó en él con un


gemido.

Frotándose los ojos, no podía pensar. Golpeándose la


cabeza repetidamente, dejó escapar un grito, consciente de que
estaba llamando la atención. No le importaba. Necesitaba
quitarse la imagen de ella de la cabeza para saber qué hacer a
continuación.

No importaba lo que dijera Boss, no iba a rendirse ni se


rendiría jamás.

***
Alesha tenía la boca seca y algo atascado en la garganta.
Se agarró al tubo mientras un hombre grande se le acercaba.
Oyó que intentaba que se detuviera, pero no pudo.

¡Xavier!

¿Dónde diablos estaba?

No tenía ni idea de dónde se encontraba ni qué hacer.

172
Su corazón se aceleró y escuchó el pitido de las máquinas,
lo que la hizo saber que tenía que estar en algún tipo de
hospital.

—Mierda, es difícil, ¿no?

—Boss, para, la vas a asustar.

—Alesha, escúchame. Tienes que tener cuidado. Has


estado fuera de juego durante unos días. Tómatelo con calma.
Estás en buenas manos. Somos amigos de Xavier.

Escuchar su nombre la calmó lo suficiente como para que


una enfermera entrara en la habitación. En los minutos
siguientes, por fin le sacaron el tubo de la boca y le pusieron
agua delante. Chupó la pajita, bebiendo el líquido como si
fuera un salvavidas.

El hombre que reconoció vagamente permaneció en la


habitación mientras la enfermera le hacía preguntas realmente
irritantes.

Le preguntaron su nombre, su edad, cuál era su mascota


favorita. Cosas de las que no quería hablar.

—¿Dónde está Xavier? —preguntó, dirigiéndose al hombre


que se quedó junto a su cama incluso cuando la enfermera
salió de la habitación.

—¿Cómo te sientes? —preguntó él.

173
—Ya has oído cómo me siento por la enfermera y sus veinte
preguntas.

—Eres bastante exigente. Me imaginaba que El Diablo iba


a por alguien más tímido, con un poco menos de fuego.

Ella lo miró fijamente. —¿Quién eres?

—Ah, veo que no me reconoces. Soy Boss.

Intentó pensar pero sólo pudo pensar en Xavier hablando


de él. —¿Eres el jefe de Xavier?

—Algo así.

Ella se frotó la cabeza.

Ya le dolía la cabeza y llevaba menos de cinco minutos en


compañía de ese hombre.

Habían pasado muchas cosas, y todos los detalles eran


increíblemente borrosos.

—¿Dónde está Xavier? —volvió a preguntar.

La única persona a la que quería ver era el hombre que


había estado a su lado desde hacía tiempo. El hombre al que
rápidamente había llegado a amar.

—Se ha ido.

Se quedó mirando al hombre.

174
Tenía que ser uno de los hombres más grandes que había
visto. Su aspecto era tan aterrador que le produjo un
escalofrío.

—¿Qué quieres decir con que se ha ido? —preguntó,


tratando de contener las lágrimas. ¿La había abandonado?
¿Era ella una mercancía dañada?

No parecía estar en un hospital normal, ni siquiera con


todas las máquinas. El hombre que estaba a su lado era un
extraño, Xavier no estaba a la vista, todo era demasiado.

—Tienes que calmarte o te va a dar un ataque al corazón.


—Boss le agarró la muñeca, tomándole el pulso.

Eso no ayudó a calmarla y sólo sirvió para que tuviera aún


más miedo.

—Por favor, quiero ver a Xavier.

—Eso no sucederá. Por tu seguridad y la de mi inversión.

—¿Inversión?

—Xavier es conocido como El Diablo. He pasado mucho


tiempo tratando de adquirirlo porque él no se encariña. Tiene
un solo enfoque en la vida, encontrar a su hermana. Puedo
trabajar con eso. Usarlo a mi favor. Tengo suficiente
información para mantenerlo trabajando para mí.

175
—No puedes tener información de su hermana sobre su
cabeza. Eso no es justo.

Boss se burló. —¿Por qué las mujeres tienen que ser tan
malditamente hormonales? Hago lo que me da la gana. Él era
feroz, seguía las órdenes y las ejecutaba con una eficiencia que
me impresionaba. Luego, por supuesto, apareciste tú, ¿no? Te
metiste en su maldita cabeza y pusiste en peligro nuestra
misión. Te metiste de lleno y casi haces que te maten.

Se quedó mirando al monstruo que tenía al lado.

¿Cómo podía Xavier trabajar para él?

—Quiero ir con él.

—Soy muchas cosas, Alesha, pero no soy un hombre que


confíe fácilmente. Me gustaría vigilarte mientras te recuperas.
—Boss comprobó su reloj. —¿Cómo va el dolor?

Ella no quiso hablar con él.

Mirando fijamente al frente, trató de pensar en cómo salir


de aquí.

—¿Quieres ser obstinada? Está bien. He tratado con


muchas mujeres en peor estado que tú. Voy a tomar una taza
de café. Ni se te ocurra correr. No llegarás muy lejos, y no me
gusta que se ponga a prueba mi paciencia.

Boss se levantó, y en el siguiente segundo, se quedó sola.

176
Exhaló y su cuerpo se desplomó.

El único sonido en la habitación era el del pitido de la


máquina.

Se enjugó las lágrimas, considerándolas inútiles.

La única persona que quería era a Xavier.

Sentada en la cama, empezó a arrancar los cables que la


conectaban. Gritó al arrancar la aguja que tenía clavada en la
mano.

No le agradaba el dolor, pero prefería enfrentarse a él antes


que permitirse ceder ante ese bastardo.

Apartando la manta que la cubría, maldijo. Llevaba una


bata de hospital y un rápido vistazo a la espalda le mostró que
estaba abierta. Tampoco llevaba ropa interior.

Escapar era su única solución. Colocando los pies sobre el


borde de la cama, se levantó y gritó por el dolor. Tenía el muslo
vendado y, al levantar la bata, vio que también tenía un
vendaje en el abdomen. El dolor era intenso.

—Esto es una muy mala idea —dijo.

Le habían disparado en el muslo. Alesha recordó el pánico


en la voz de Xavier mientras gritaba que la habían herido.
También había recibido una bala en el estómago. La situación
había sido muy diferente a la del almuerzo. Debería haberse

177
ocupado de sus propios asuntos y dejar que Xavier hiciera lo
suyo.

—Genial, Alesha. Sabes cómo arruinar las cosas. —Había


ido a ese muelle para intentar ayudar a Xavier, pero acabó
empeorando las cosas.

No iba a quedarse sentada y permitir que sus heridas la


mantuvieran atrapada. Utilizando la cama como apoyo, dio un
paso, tratando de contener sus gemidos. Cuando llegó al borde
de la cama, no había nada a lo que agarrarse.

Alesha dio otro paso, pero su pierna no pudo soportar el


dolor y se dejó caer al suelo.

Se sintió mareada y mantuvo la cabeza contra el suelo,


esperando que la fría baldosa la ayudara a concentrarse.

Respiró profundamente varias veces.

Inhaló y exhaló.

—Vamos, Alesha, puedes hacerlo.

Con los ojos cerrados, empezó a mover su cuerpo hacia la


puerta, arrastrándose, decidida a triunfar. Arrastrándose por
el suelo, el dolor se hizo más intenso, pero siguió adelante. En
cuanto llegó, se arrodilló y desbloqueó la puerta. La puerta se
abrió, y ella se desplomó.

—Tengo que seguir adelante.

178
Se arrastró por el suelo, muy consciente del dolor. Cuando
se miró el muslo, vio el vendaje cubierto de sangre.

Los puntos que tenía en el abdomen también sangraban.


Se llevó una mano al estómago y trató de pensar qué hacer. No
había posibilidad de retroceder, sólo de avanzar.

Empujándose un poco más por el suelo, tuvo que


descansar.

—Xavier —gimoteó su nombre, esperando ser capaz de


atraerlo con los ruegos de su nombre.

No funcionó.

—¡Mierda! ¿Qué demonios estás haciendo? —Boss estaba


de vuelta, y ella levantó la vista. Había puesto su café en una
bandeja y se había agachado.

—¡Xavier! —gritó el nombre del hombre que amaba. Tal vez


él estuviera cerca y la escuchara.

Boss era el último hombre que ella quería, pero él la


levantó en sus brazos como si no pesara nada.

—Las mujeres serán mi maldita muerte. ¿Qué diablos te


pasa? Xavier puso toda mi misión en peligro por hablar
contigo. Ódiame todo lo que quieras, cariño, pero no estoy
seguro de qué hacer con ninguno de los dos en este momento.

179
—Él no quería que me involucrara. Es mi culpa, no la
suya.

La depositó tan suavemente en la cama que la sorprendió.


No esperaba que se preocupara tanto por ella.

—Trae a la enfermera aquí. Intentó escapar —dijo Boss,


gruñendo a su teléfono móvil.

Él sacudió la cabeza antes de alejarse de la cama.

La enfermera no tardó en llegar. Al parecer, a Alesha se le


habían reventado algunos puntos. Odiaba que Boss la viera en
una posición tan vulnerable.

—¡Vas a tener que descansar! —La enfermera la fulminó


con la mirada. —Estoy harta de tus pacientes, Boss. Me están
volviendo loca.

—Te pagan bien para que hagas lo que te dicen. Vete a la


mierda —dijo Boss.

—¿Te haría daño ser amable con la gente? —preguntó


Alesha.

—No. Eres amable con la gente y te joden. Así de simple.

—Entonces, ¿no eres amable con nadie?

—Pago bien por los trabajos que quiero. ¿Qué más necesita
la gente? —preguntó Boss. Empujó un carrito con una bandeja

180
hacia delante y lo acercó a ella para que pudiera comer. —
Come.

—¿Por qué no puedes dejar que Xavier venga aquí? No lo


entiendo.

—Estoy enfadado con él y ahora mismo quiero matarlo. Si


viene aquí, acabaré disparándole en la cabeza.

Levantó la cuchara y miró a Boss. Él tomó un sorbo de su


café, y ella no podía creer que lo estuviera escuchando
amenazar al hombre que amaba.

—¿Por qué no corriste? —preguntó Boss.

—Lo intenté.

—No, cuando te enteraste de la verdad. ¿Sabes que hay


muchos hombres y mujeres por ahí que pagarían una fortuna
por la ubicación de Xavier? Estaba desmayado. Ya podrías
estar en una isla privada, regodeándote en tus riquezas.

Se encogió de hombros. —Ni siquiera se me pasó por la


cabeza. Además, Xavier me pagó para que cuidara su casa. Por
extensión, su casa era parte de él, así que también me ocupé
de él. No soy una soplona. Soy leal.

—Sí, bajo tu propio riesgo.

—¿Sabes dónde está su hermana? —preguntó ella.

Boss la miró fijamente. —Sí.

181
—Un buen hombre le diría dónde encontrarla.

—Noticia de última hora, princesa, no soy un buen


hombre.

Ella puso los ojos en blanco. —Te sientas conmigo, una


mujer que no conoces, para asegurarte de que me cuidan. Creo
que hay algo más en ti que el imbécil que intentas mostrar al
mundo.

—Así que ahora crees que entiendes al jefe de tu jefe.

No pudo evitar sonreír. La enfermera le había puesto todas


las agujas y los controles de los monitores que le había
quitado.

—Esto es muy raro —dijo Alesha.

Se hizo el silencio entre ellos. Ella tomó un poco de sopa,


encontrándola un poco aguada.

—Xavier no está preparado para conocer la información


que tengo. Cuando lo esté, me aseguraré de que sepa lo que yo
sé.

Se giró hacia Boss.

Él la miró fijamente.

Ella asintió.

182
Puede que él no lo creyera, pero Boss tenía corazón;
simplemente lo ocultaba bien.

183
Capítulo 11
Seis semanas después

Una llamada a la puerta resonó en las primeras horas de


la mañana. Xavier se incorporó en la cama y consultó el reloj.
Eran las dos de la tarde.

La cabeza le latía con fuerza. Los desvelos lo estaban


afectando.

Se puso unos pantalones cortos, agarró una pistola de la


parte superior de su cómoda y fue a abrir la puerta principal.

Era Viper, el último hijo de puta que quería ver. Quizá el


anteúltimo.

—¿Qué quieres?

—Boss quiere verte —dijo.

—¿Y se supone que me tiene que importar? No soy un


perro al que pueda llamar cuando quiera algo. Recuerda, él es
el que me despidió, así que soy un agente libre.

184
—Funciona para mí. Le diré que te has negado. —Viper se
dio la vuelta para irse.

—Espera. —Xavier se tragó su orgullo y respiró


limpiamente. —¿Por qué quiere verme?

—No me lo ha dicho.

—¿Me dejará ver a Alesha? —Había pasado más de un mes


desde el día en que le habían disparado. Se las había arreglado
para conseguir algo de información poco después del incidente,
amenazando a uno de los empleados cuando se fueron a
descansar. Las heridas de Alesha eran superficiales: una
herida en el muslo y un roce de bala en el estómago. Saber que
su vida no corría peligro era lo único que le mantenía con los
pies en la tierra todo este tiempo.

—Como dije...

—Bien. Dame un minuto para ponerme algo de ropa.

Viper entró y cerró la puerta tras de sí, paseando por el


amplio vestíbulo. —Bonito lugar.

—Sí. —Nada material importaba sin Alesha. Estaba


completamente enamorado de ella. Xavier se puso unos
pantalones y sacó una camiseta de su armario. Después de
arreglarse, volvió al lugar donde estaba. —¿A dónde me llevas?

—Vas a tratar con Boss. Eso es todo lo que necesitas saber.

185
Xavier se ajustó la funda de la pistola y se puso la
chaqueta. El otro hombre lo observó atentamente. —¿Por qué
me odias tanto?

La mandíbula de Viper se tensó. —Eres una bala perdida.


Nos fastidiaste la última misión juntos. Conozco tu historia. Si
no puedo confiar en ti, no eres un amigo, ¿verdad?

—Sólo intentaba hacer lo correcto. No soy el hombre que


solía ser, o al menos estaba tratando de cambiar, de hacer una
nueva vida. No lo aceptarás. Ninguno de ustedes me dará una
oportunidad.

Viper sacudió la cabeza. —Killer of Kings es nuestra vida.


Pero no para ti. Sólo estás aquí porque quieres información de
Boss. Eso no es reconfortante para los hombres con los que se
supone que estás trabajando. No tienes una segunda
oportunidad cuando se trata de la vida y la muerte. Es un viaje
de ida si no nos cubres las espaldas.

—Era algo más que obtener información mucho antes de


que terminara mi entrenamiento. Por primera vez en mi vida
sentí que pertenecía, que había encontrado mi lugar. Supongo
que estaba equivocado.

—Vamos.

186
Siguió a Viper hasta su coche y subió al lado del pasajero.
Salieron a la autopista y en pocos minutos sonó el móvil de
Viper. Tras contestar se lo entregó a Xavier.

—¿Sigues con la mente agitada? —preguntó Boss.

—No.

—Bien. El tiempo cura todas las heridas, ¿eh?

—¿Qué quieres? Han pasado seis semanas sin una


palabra.

Xavier había estado haciendo contratos como agente libre,


tratando de mantenerse ocupado para no obsesionarse con
Alesha. Era sólo cuestión de tiempo que la recuperase, y lo
sabía. Nunca se rendiría hasta tenerla de vuelta. Boss no podía
esconderla para siempre.

—No eres el típico hombre, ¿verdad? Sentí que necesitabas


un tiempo extra para calmarte y pensar en tus acciones. Tal
vez lo que quieres de la vida.

—Quiero a Alesha. Nada ha cambiado.

—Pensé que dirías eso, por eso tengo una oferta para ti.

No le gustó cómo sonaba esto. Las ofertas de Boss no le


habían ido muy bien. Todavía no tenía a su hermana y llevaba
casi un año en Killer of Kings. —¿Qué pasa?

187
—Hoy me siento generoso, así que puedes elegir. Te
entrego a Alesha, pero tú sigues trabajando para Killer of
Kings.

—Pensé que habías terminado conmigo. Me echaste a la


mierda.

—Necesitabas calmarte. ¿Necesitas más tiempo para eso?

Xavier tomó aire, calmando sus emociones. —No.

—Bien. Entonces, puedo liberar a Alesha para ti y tú


sigues trabajando para…

—Bien, lo haré —dijo Xavier. —Trabajaré para ti. Seguiré


todas tus órdenes.

—No había terminado —dijo Boss. —Aceptas esa oferta o


te quedas con la ubicación de tu hermana.

—¿Qué quieres decir? ¿Me haces elegir? —Estaba


gritando, pero a estas alturas no le importaba. —Se suponía
que debía obtener información sobre Graciella después de
aceptar trabajar para ti la primera vez.

—Te di algo de información.

—¿Un alias? ¿Un puerto de entrada? ¿De qué me sirvió


eso?

—Yo podría haberla encontrado con esa información. Haz


tu elección, El Diablo. No tengo todo el día.

188
Desde que tenía diez años, había jurado encontrar a la
hermana de la que estaba separado. Toda su vida, ella había
estado en el fondo de su cabeza. De adulto, había dedicado
innumerables recursos a encontrarla. Su hermana se había
convertido en una obsesión.

Ahora se veía obligado a tomar una decisión imposible.

Boss era un bastardo malvado.

—¿Te divierte esta mierda? ¿Te excita hacerme pedazos?

—En lo que a mí respecta, deberías besarme el culo por


ofrecerte alguna opción. Esta es tu tarjeta de salida de la
cárcel, así que yo me callaría y la tomaría antes de que se
acabe.

Xavier no tuvo que pensarlo. —Tomaré a Alesha. Sólo


hazlo.

Hubo silencio en la línea.

—Interesante.

—¿Dónde está ella?

—¿Seguirás trabajando para Killer of Kings?

—Ya hemos hablado de los detalles —dijo Xavier. —Me la


has ocultado durante casi dos meses y no quiero esperar ni un
día más.

189
—Pon a Viper en la línea.

Le devolvió el teléfono al conductor y se pasó ambas manos


por el pelo. No se lo había atado hoy, demasiado apurado por
saber qué quería Boss de él. Su mente divagaba. ¿Esperaba
Boss que eligiera a su hermana? ¿Estaba decepcionado de que
volviera a trabajar para él? No estaba seguro de qué juego
estaba jugando Boss, pero no quería formar parte de él. Aquel
hombre estaba jugando con su vida, con todo lo que era
importante para él, y no tenía sentido.

—Estaremos allí en diez —le dijo Viper a Xavier después


de guardar el teléfono.

Xavier observó el paisaje junto a la ventanilla del copiloto,


medio aturdido.

—Pensé que querías encontrar a tu hermana. Así es como


Boss consiguió que trabajaras para él al principio, ¿no es así?

Asintió.

—Entonces, ¿por qué no tomar la información? Sólo te has


enrollado con tu empleada doméstica durante un par de
semanas. No tiene sentido para mí.

—No me enrollé con ella —dijo. —¿Cuánto tiempo tardaste


en saber que tu mujer era la elegida?

Viper sonrió, manteniendo los ojos en la carretera. —Me


contrataron para matarla. No resultó como estaba previsto.

190
—¿Cuánto tiempo?

—Un par de semanas, supongo. Quizá menos.

—Exactamente mi punto —dijo Xavier. —He estado


buscando a mi hermana toda mi vida. Ella es familia, la única
pieza de mi pasado a la que quiero aferrarme. Pero sacrificaré
todo por Alesha. Acabo de hacerlo. Deberías saber cómo es.

Viper golpeó el volante con un dedo. —Nunca te consideré


un hombre al que le importara una mierda alguien. No pensé
que tuvieras un hueso leal en tu cuerpo.

—Bueno, ahí tienes. Fui etiquetado como el diablo la


mayor parte de mi vida porque no tenía otra opción. Era la
supervivencia del más fuerte.

—Sí, mi infancia fue más o menos de lo que están hechas


las pesadillas. Parece ser un rasgo común con los hombres de
Boss.

Xavier se encogió de hombros. —Si un tipo creciera en los


suburbios con una cuchara de plata en la boca, sería de guante
blanco, no mataría para vivir.

—Buen punto.

La tensión entre ellos se relajó. Parecía que elegir a Alesha


en lugar de obtener información lo había hecho ganar puntos
con Killer of Kings.

191
Un rato después llegaron a la entrada de un hotel elegante.
Probablemente Boss era el dueño. Controlaba media ciudad.
Antes de que Xavier pudiera salir del coche, la puerta giratoria
reveló a Alesha. Estaba de pie con un vestido azul marino, con
el pelo suelto por la ligera brisa.

Salió del coche, pero se detuvo bruscamente en la acera,


preocupado por si ella quería verle. Tal vez lo odiaba por
haberla involucrado en su locura. Tal vez Boss le había lavado
el cerebro.

Ambos se quedaron congelados en el tiempo, mirándose


fijamente. Era jodidamente hermosa, el sol resaltando sus ojos
azul claro.

Su boca se abrió, pero no salió ninguna palabra, y


entonces ella corrió. Se precipitó hacia él. En cuanto se lanzó
a sus brazos, él la levantó en brazos, haciéndola girar
brevemente. La abrazó con fuerza, el alivio de que ella no lo
hubiera rechazado lo llenó de calma. La tenía de vuelta.

—Xavier. —Ella lo besó por toda la cara, docenas de besos


individuales.

—Cariño, nunca te dejaré ir.

—Te he echado de menos —dijo ella, inclinándose hacia


atrás para mirarlo.

Él la bajó a sus pies. —¿Cómo te estás curando?

192
—Estoy bien. Lo que necesitaba eras tú.

—Boss me mantuvo alejado. Quería estar aquí, te lo juro.

Ella le pasó las manos por el pecho. —Lo sé. ¿Podemos


irnos de aquí?

Miró a Viper, y el sicario asintió. —Sí, salgamos de aquí.

Esto era perfecto, un nuevo comienzo para siempre. Pero


Xavier no podía evitar la sensación de que se estaba perdiendo
algo crucial. Boss era complicado y retorcido. A Xavier no le
gustaba lo fácil que era esto, aunque Boss siguiera ocultando
información sobre su hermana. Lo único que sabía era que no
podía cometer ningún error. Cualquier otra metedura de pata
y la próxima vez Boss podría alejar a Alesha de él para siempre.

Se sentaron juntos en el asiento trasero del coche de Viper.


Él le pasó la mano por el pelo, todavía conmocionado por
haberla recuperado. —¿Te han hecho daño?

Ella negó con la cabeza.

Le levantó el dobladillo del vestido para ver su muslo. Los


puntos se estaban curando bien. Pasó sus dedos ligeramente
por la cicatriz. —Lo siento mucho, Alesha.

—Fue mi elección. No querías involucrarme, así que no te


culpes —dijo ella. —Además, los médicos dijeron que estaría
como nueva en poco tiempo. Un poco de cojera, pero creo que
a estas alturas es más bien costumbre.

193
—La he cagado. Eres mía para protegerte.

Su culpa no lo dejaba ir. Esperaba que ella se quedara en


casa, no que lo siguiera al peligro.

Xavier notó que no iban en dirección a su casa. Se sentó


más recto, mirando a ambos lados.

—¿Qué pasa? —preguntó ella.

—Viper, ¿ya te has olvidado de dónde vivo?

—Sólo hago mi trabajo. Nada personal.

Se le erizaron los pelos. —¿Adónde vamos? —Apoyó la


mano en la empuñadura de su Glock dentro de su chaqueta.

—Boss tiene una misión para ti. Para los dos, en realidad.

—De ninguna manera. Acaba de salir del maldito hospital.


¿Boss ha perdido la maldita cabeza?

—Era un hotel. Uno de los mejores. No un hospital. —Viper


arrojó un sobre en el asiento trasero. Xavier lo abrió y empezó
a revolver el contenido.

—No estoy preparado para esto —dijo.

Viper no pareció preocupado. —Si trabajas para Killer of


Kings, siempre tienes que estar preparado. Desde que estás de
vacaciones, los demás hemos limpiado la mayor parte de la

194
operación de contrabando humano. Sólo quedan tres
jugadores. Boss quiere que termines esto personalmente.

Él quería verlos a todos fritos. Eliminar la célula completa


significaba que Alesha estaría más segura y fuera del radar. —
Es demasiado peligroso para Alesha. Yo me encargaré de esto.
Llévala a casa.

—Lo siento, amigo. Boss fue muy explícito. Además, es un


club privado de alto nivel. Estarás bien —dijo Viper. —Sus
membresías están en el sobre, junto con los objetivos.

—Sólo hay dos fotos. ¿Quién es el tercero?

—Boss le dará a Alesha el tercer jugador en treinta


minutos. Hay un teléfono móvil en el baño de mujeres que
tendrá que buscar. La póliza de seguro de Boss para que sigas
las órdenes.

Maldijo en voz baja, pero se guardó sus comentarios. Boss


quería lealtad. Quería asegurarse de que Xavier se doblegara,
independientemente de Alesha. Interpretaría el papel, pero no
pondría la misión por encima de Alesha por nadie.

Ella le apretó el muslo, haciendo que se mantuviera en el


suelo. Él se volvió para mirarla. —Todo irá bien, Xavier. No
tengo miedo.

195
Sonrió. —Claro que no lo tienes. —Xavier se inclinó y rozó
sus labios con los de ella. En cuestión de segundos, el beso se
hizo más profundo y él se acercó, necesitando más.

Viper se aclaró la garganta.

—Ya hemos llegado. Buena suerte. Hay una bolsa en el


maletero para ti.

—¿Vas a esperar?

Viper se movió en su asiento después de aparcar. —


Chains está a la espera. Dale un mensaje cuando hayas
terminado. Tengo que ayudar a Pepper a preparar la fiesta de
cumpleaños de nuestro hijo mañana.

Parecía una locura, mezclar la vida de un sicario con los


compromisos familiares, pero era exactamente lo que Xavier
esperaba conseguir con Alesha. Esta era su propia versión
retorcida de la realidad en Killer of Kings.

Ayudó a Alesha a salir del coche, sacó la bolsa de lona del


maletero y juntos se dirigieron al club privado. Esperaba que
ésta fuera la última prueba a la que Boss lo sometiera.

***
La ausencia hizo que su corazón se volviera más cariñoso.
En cuanto Alesha vio a Xavier, todo en su mundo se sintió

196
bien. Se había sentido como Rapunzel, encerrada en una torre,
esperando que su caballero la salvara. Boss ni siquiera la
dejaba llamarlo. Él era un enigma.

Alesha sintió una oscuridad dentro de Boss. Algo peligroso


e inhumano. También era inteligente, siempre un paso por
delante de todos. Una combinación letal. Le había dicho que la
mantenía alejada por el bien de Xavier, por todo Killer of Kings.
No tenía sentido. Él seguía diciéndole que se acercaba un gran
día. Ella pensó que se refería a su reencuentro con Xavier, pero
era algo más grande, y la asustó.

Al principio, pensó que Boss odiaba a Xavier, pero pronto


supo que lo respetaba y lo veía como un premio, una especie
de trofeo para su organización. Parecía estar reuniendo lo peor
de lo peor para que cumplieran sus órdenes. Sólo un monstruo
podía controlar un grupo así. Tendría que ser peor.

—No quiero que te involucres, Alesha. Quédate junto a la


puerta mientras examino el lugar —dijo Xavier, sujetándola
mientras se acercaban a las puertas principales.

—Ya has oído lo que ha dicho Viper. Tengo que conseguir


el teléfono del baño de mujeres. Esperará tener noticias mías.
No voy a fastidiar esto para nosotros.

Frunció el ceño, pero le abrió la puerta para que entrara.


Ella esperaba un club de golf y de campo, pero este lugar
estaba muy por encima de su nivel. Parecía ser un club social

197
para toda la gente adinerada de la ciudad. Se sentía
completamente fuera de su elemento.

Xavier entró como si fuera el dueño del lugar.

Se mantuvo alerta, explorando la sala en busca de sus


objetivos. Se sintió segura junto a él. Esperaba que no le
dispararan hoy. Su recuperación no había sido divertida, pero
siempre se le había dado mal el dolor.

Un empleado con traje de gala se acercó a ellos. Xavier ni


siquiera habló, sólo le entregó las membresías.

—Es maravilloso tenerlos con nosotros, señor y señora


Moreno. Por favor, disfruten de su estancia.

Una vez que el hombre se marchó, una mujer ocupó su


lugar, sosteniendo una bandeja con copas de champán. Xavier
negó con la cabeza y ella se marchó.

—¿Cómo te sientes al llamarte Sra. Moreno? —preguntó.

Él no tenía ni idea. Ella daría cualquier cosa por pertenecer


a él. —Se siente bien.

Se tomaron del brazo y recorrieron el club. Había algunas


parejas, pero sobre todo grupos de hombres con mucho dinero
en las mesas y mujeres con poca ropa colgando de ellos.
Rápidamente se dio cuenta de que éste no era un lugar para la
élite de cuello blanco, sino para el submundo criminal.

198
—Veo a uno de ellos —susurró él, sin mirarla. Ella siguió
su mirada y reconoció al hombre de aquel día en los muelles.
Había sido el que estaba fumando un puro en el sofá.

—Me reconocerá —dijo ella. Su ritmo cardíaco ya estaba


en ascenso y apenas habían llegado.

—¿Por qué no visitas el baño de señoras, cariño? —dijo él


en voz alta, señalando la puerta que había al final de un
estrecho pasillo.

Ella asintió, contenta de alejarse para calmar sus nervios.


El móvil debía estar escondido, pegado con cinta adhesiva bajo
la encimera. Cuando entró en el cuarto de baño, había otras
mujeres dentro, así que fingió usar el retrete. Una vez que no
había moros en la costa, se escabulló de la cabina y tanteó bajo
los lavabos. Le dolía ponerse en cuclillas, así que siguió
buscando el teléfono cuando empezó a sonar.

Su corazón se aceleró y rápidamente lo extrajo y se lo


acercó a la oreja. —¿Hola? —susurró.

—Puedes hablar normalmente, Alesha. La gente usa el


teléfono en el baño todo el tiempo.

—Lo siento.

—Te voy a decir dos palabras. Lo entenderás cuando llegue


el momento. No digas nada hasta entonces —dijo Boss.

—¿Hasta cuándo? ¿Qué está pasando aquí?

199
—Me gusta que las cosas sucedan orgánicamente. Con un
poco de ayuda, por supuesto. La gente no aprende si no
experimenta las cosas de primera mano. Cuando mis hombres
piensan que quiero destruirlos, sólo estoy enseñando una
lección o abriendo sus ojos a algo que no podrían ver por sí
mismos.

—Lo que dices no tiene sentido.

—Widow Maker. Esas son tus palabras. Ahora vete y


mézclate. He oído que eres una buena actriz. —La línea se
cortó.

Joder.

Cuando salió del baño, la puerta del baño de hombres del


otro lado del pasillo se cerró de golpe, haciéndola saltar. Hubo
más golpes, pero ella continuó por el pasillo. Fue en busca de
Xavier, pero no lo encontró donde lo había dejado. En cuestión
de segundos, sus brazos rodearon su cintura por detrás. Le
besó el cuello, recordándole lo buen amante que era. Habían
pasado dos largos meses y ella sólo quería estar a solas con él.
No más drama.

—¿Dónde estabas?

—Sólo en el baño.

Ella se giró en sus brazos. —¿El hombre que vimos?

200
—Me ocupé de él. Uno menos, faltan dos. ¿Recibiste la
llamada que estabas esperando?

Ella asintió. Maldita sea, trabajaba rápido. Sus


habilidades la excitaron, su cuerpo ya palpitaba. La hizo
retroceder hasta un rincón tranquilo y le levantó el borde del
vestido.

—¿Qué estás haciendo?

La hizo callar con un beso profundo y apasionado. Ella


cerró los ojos y absorbió su aroma masculino. Una mano le
apretó el culo, mientras la otra se colaba por debajo del vestido
hasta llegar a la parte delantera de las bragas. Antes de que
pudiera protestar de nuevo, él le había metido dos dedos en el
coño. Ella jadeó en voz alta y se agarró a sus hombros para no
desplomarse.

Un par de personas caminaban por el pasillo detrás de


ellos, pero a nadie parecía importarle lo que estaban haciendo.
Ser tan atrevidos al aire libre era extrañamente excitante. Su
clítoris palpitaba, el calor salía de su vientre hacia sus
extremidades.

Xavier la penetró con los dedos mientras la besaba por el


cuello.

—¿Me has echado de menos, cariño?

201
—Oh, Dios. —Ella jadeó, deseando su polla. —¿Estás
actuando, Xavier?

—Nunca contigo. —Él le besó la frente y se apartó. —Esta


noche te enseñaré algo nuevo. —Le guiñó un ojo y su corazón
dio un vuelco. Ella quería que se la follara allí mismo, contra
la pared. Así la sacaba de la realidad con cada beso.

Paseaban, simulando mezclarse, con el cuerpo de ella


todavía encendido. En la sala contigua tocaba una banda en
directo, una mezcla de violín, arpa y piano. Unas cuantas
parejas bailaban cerca.

Xavier la sostuvo a su lado mientras disfrutaban de la


música. Casi se sentía como una cita, si no fuera por el tipo
muerto en el baño y otro mafioso en su radar.

Entonces Alesha la vio. Su corazón se detuvo por un


momento. Apretó la mano de Xavier. Debía ser ella, el tercer
golpe, el que Boss le había mencionado por teléfono.

—¿Qué pasa? —preguntó Xavier.

Sentía la boca como si fuera de algodón, y le costó un rato


sacar las palabras. —Es ella —dijo. —La Widow Maker.

Era la hermosa mujer del yate. La que la había salvado de


Dixon. No tenía ningún sentido.

Todo el cuerpo de Xavier se tensó y miró a la mujer de la


pista de baile con la falda roja. Entonces Alesha se dio cuenta

202
de que el hombre con el que bailaba era su segundo objetivo.
Debían de ser pareja.

Xavier dio un paso atrás, y cuando ella comprobó su


expresión, había algo de angustia en su mirada. Le recordaba
a un niño, perdido y confundido. Ella le tocó el pecho,
desesperada por curarlo.

—No tienes que hacer esto ahora —trató de consolarlo. —


Si es demasiado para ti...

—No lo entiendes —dijo él. —La Widow Maker es mi


hermana.

203
Capítulo 12
La Widow Maker sacó al hombre de la pista de baile. De
ninguna manera Xavier la iba a perder de vista. No ahora. No
después de todo este tiempo. Sujetando la mano de Alesha, se
movió entre la multitud de gente manteniéndola en su línea de
visión.

—No creo que debamos seguirla.

—No voy a dejar que se escape. —Mantenía una mano en


su pistola, Alesha a su espalda, y listo para enfrentarse a
cualquier cosa.

Sonreía al cruzarse con la gente, siempre haciendo su


papel. En el tiempo que había estado fuera, había aprendido
que había reglas que seguir con Killer of Kings. Siempre había
vidas en peligro, y tenía que estar preparado para enfrentarse
a todo el maldito mundo si podía.

—Esto no es una buena idea, Xavier.

—Me importa una mierda lo que sea. Boss hizo esto a


propósito. Me dio a elegir. Tú o ella. No voy a dejar que la

204
lastime. —Conociendo a Boss, ya había firmado su certificado
de defunción.

—Boss no es del todo malo, sabes. No va a hacerte daño


sólo por hacerte daño.

—¿Ahora eres una experta? —preguntó Xavier.

—¿Ahora mismo estás siendo un grano en el culo a


propósito? Cálmate, Xavier.

No se iba a calmar. Era su hermana. Había sido un


fantasma durante treinta años. No podía irse sin más.

Entraron en el pasillo más lejano. No había nadie


alrededor.

De repente, oyó un ruido sordo.

Todos sus sentidos se pusieron en alerta. Hizo que Alesha


sujetara su chaqueta mientras se dirigía a la puerta,
abriéndola de una patada, empuñó su arma y miró fijamente
a los ojos de su hermana.

Por una fracción de segundo se vio transportado al día en


que la arrancaron de sus brazos. Sus gritos de auxilio llenaban
el aire. El fracaso absoluto que experimentó al saber que no
había luchado lo suficiente. Sólo había sido un niño.

Sólo que los ojos que le devolvían la mirada ya no estaban


llenos de miedo. Sostenía un garrote. El hombre, uno de sus

205
objetivos, lo tenía enrollado alrededor del cuello y se estaba
ahogando. Ni siquiera parecía que estuviera luchando con
todas sus fuerzas para quitarle la vida. Pasaron los segundos
y Widow Maker le sonrió. Graciella Moreno.

—Hola, hermano mío. Cuánto tiempo sin verte.

El hombre en sus brazos se desplomó. Ella lo soltó.

Cayó al suelo muerto.

—Graciella.

Arrugó la nariz. —Hacía mucho tiempo que no me


llamaban así. Voy por Widow Maker, si la gente vive lo
suficiente para decirlo, Xavier.

—Te he buscado por todas partes.

—No demasiado. Llevo mucho tiempo por aquí. Lo


suficiente para ver los errores que cometes.

—¿Qué diablos te pasó?

—Muchas cosas. Cosas de las que no hablo. No podemos


hablar aquí. Esta es una zona peligrosa, y quiero vivir. Sé que
Boss te trajo aquí y todo eso, pero esta es mi matanza. Él es
un bastardo entrometido. Si piensa por un segundo que voy a
hacer lo que él quiere, se lo tiene que pensar otra vez. —Antes
de que pudiera reaccionar, Graciella pasó por delante de él.

No había manera de que él no pudiera seguirla.

206
—Ni se te ocurra deshacerte de mí —dijo Alesha. —
Llevamos demasiado tiempo separados. Además, me gustaría
conocer a tu hermana antes de que te mate.

—Ella no va a matarme.

—Odio tener que decírtelo, Xavier, pero parecía enojada.

Ignorando a Alesha, la tomó de la mano y siguió a Graciella


fuera del edificio. Había matado al otro objetivo sin que nadie
se diera cuenta. El cuerpo se desplomó en una esquina con
aspecto de haber bebido demasiado.

Su hermana era una experta. No es de extrañar que Boss


no tuviera problemas en seguirla. Ella encajaría perfectamente
en Killer of Kings.

—Te seguiré hasta tu casa —dijo Graciella.

—Podemos encontrarnos en una cafetería. —Él no quería


que se fuera. Era la primera vez que veía a su hermana en
años. Ahora era una mujer, fuerte, nada que ver con lo que él
recordaba.

—No es seguro. Tengo que cambiarme, y ahora mismo,


necesito mezclarme. Estaré en tu casa a las cinco. —Graciella
giró sobre sus talones, a punto de irse.

—No lo hagas —dijo. —No te vayas.

207
Graciella suspiró. —No tengo tiempo para tanta necesidad,
Xavier. Ya me viste. Llevo mucho tiempo viva. Créeme, sé
cuidar de mí misma. No necesito que mi hermano lo haga. Te
veré en tu casa.

La vio irse.

Alesha seguía a su lado.

La misión estaba completa.

Su mundo puesto en orden y una vez más en el jodido


caos.

—¿Xavier?

—Venga, vamos a llevarte a casa antes de que Boss decida


cambiar de opinión, joder. —No le extrañaría que ese hijo de
puta se lo hiciera pagar de alguna manera.

Ella no discutió con él mientras la ayudaba a subir al


coche.

Ninguno de los dos habló durante el trayecto de vuelta a


su casa. Una vez dentro, cerró todas las puertas con llave y
sonó su teléfono móvil.

La persona que llamaba no aparecía en su teléfono, pero


contestó de todos modos. Alesha se dirigió a la cocina y él la
siguió.

—Hola —dijo.

208
—¿Por qué suenas tan jodidamente miserable? ¿Te doy lo
que quieres y sigues enfadado? —preguntó Boss.

—Sabías que Graciella estaría allí.

—Por supuesto. No podía darte todo de una vez. Quería ver


cuánto te importaba tu mujer. Los otros hombres necesitaban
ver que tenías un hueso leal en tu cuerpo. Pregúntale a Alesha
si me echa de menos.

—No lo hace.

—No le has preguntado. Soy un tipo bastante decente una


vez que me conoces.

—No tengo ninguna intención de llegar a conocerte. ¿Qué


demonios quieres? —preguntó.

Boss se burló. —Supongo que Widow Maker no fue


complaciente.

—¿Has sabido quién es todo este tiempo?

—Por supuesto. No se me escapa nada, y ya te he dado


toda la información para encontrarla. La simple verdad, Xavier,
es que estabas demasiado asustado para encontrarla.

—Que te den por el culo.

Alesha le puso las manos en los hombros, ofreciéndole el


consuelo y el apoyo que necesitaba. Ahora mismo, su mente
estaba por todas partes.

209
Boss se rió. —Seamos sinceros, Xavier. Ella no te necesita.
Nunca te necesitará. De los dos, ella es la asesina más letal.
Espero que disfrutes de lo que has descubierto. —Con eso,
Boss colgó.

Tirando el teléfono, Xavier vio cómo se estrellaba contra la


pared haciéndose pedazos.

—¿Estás bien?

—Era mi hermana, Alesha. Hacía mucho tiempo que no la


veía. Era inocente, una niña aterrorizada, y le fallé.

—No me fallaste —dijo Graciella, asomándose por la


esquina de la puerta.

Xavier se enderezó.

Se había cambiado, con el pelo recogido en una larga


coleta y las gafas de sol subidas a la cabeza. Tenía una sonrisa
en los labios. Llevaba una chaqueta de cuero, unos pantalones
ajustados y una camisa blanca impoluta.

Entró en la habitación y tomó asiento. —Me imaginaba que


vivías en un lugar como éste. Es bonito. Justo lo que pediría
mi hermano.

—No me conoces.

210
—Pero sí te conozco. Sé todo sobre Xavier y El Diablo. Te
he vigilado durante estos años. Has tenido muy buenos
resultados.

—¿Qué te ha pasado?

Graciella sonrió, pero no llegó a sus ojos. —¿Qué les pasa


a la mayoría de las jóvenes que son tomadas? Lo peor posible.
Me vendieron en el mercado negro. Resulta que a muchos
hombres les gustaba la perspectiva de follar con una niña. Así
que puedes usar tu imaginación. La historia continúa hasta
que me echaron a la calle en Inglaterra. Mi cuerpo un desastre
sangriento. Mi vida arruinada. Mis esperanzas perdidas. Un
hombre, él me ayudó. No estaba interesado en mi cuerpo, pero
le gustaba mi espíritu de lucha. Me dijo que si trabajaba para
él, todos los que me habían hecho daño se enfrentarían a las
consecuencias. —Levantó las manos. —Fue una oferta a la que
no pude resistirme. Por supuesto, él tenía sus propias razones
para quererme cerca. Había hombres que quería que matara.
No podía hacerlo él mismo. Me proporcionó todo el dinero que
necesitaba. —La sonrisa en sus labios se apagó. —Por
supuesto, debería haber sabido que la cosa no acabaría bien
con él. Era uno de los hombres que ayudaba a vender niños y
niñas. No podía dejarlo vivir.

—Esa no es la historia completa —dijo Xavier.

211
—Por supuesto que no lo es. No tienes la historia completa.
Todo lo que necesitas saber es que viví una vida de infierno y
volví de ella. Eso es lo que hago. Tengo más muertes en mi
haber que tú. Ya no soy la dulce hermanita. Murió una noche
después de ser utilizada. No puedo darte lo que buscabas.

—¿Pero sabías que te estaba buscando?

—Por supuesto. —Graciella alargó la mano, agarrando la


suya. —Sé que esperabas ser el ganador de esta historia. El
héroe. No necesito un héroe. Soy una luchadora. Me ocupo de
mis propias batallas, y espero que un día, puedas ser... feliz
por mí.

Odiaba esto. —Te amo, Graciella. Siento mucho haberte


fallado. Nada de esa mierda debería haber ocurrido.

La sonrisa estaba de vuelta. —No me fallaste. —Miró a


Alesha. —Cuida de mi hermano. Asegúrate de que sea amado
y protegido.

—Sí.

—Bien.

—Espera, no puedes irte —dijo Xavier. Había tardado


décadas en producirse este reencuentro. Ella había pasado por
más infiernos de los que él podría haber imaginado, y él quería
deshacer todos los horrores.

212
—El mundo nunca duerme para mí. Tengo que irme, si no
acabaré como uno de los subordinados de Boss. Ese bastardo
no se detiene cuando quiere algo. Prefiero ir un paso por
delante y quitarle los contratos en sus narices.

—Podrías formar parte de Killer of Kings.

Graciella hizo una mueca. —Odio decir esto, pero son


demasiado dóciles para mí. Además, trabajo por mi cuenta.
Nada en este mundo es fácil, y no tengo tiempo para
encariñarme. Volveremos a hablar pronto.

La observó ponerse en pie. Oyó el ruido de sus tacones en


el suelo, y no la siguió. La Graciella que él conocía, no estaba
allí en ese momento. Esperaba que no se hubiera ido para
siempre. Pero El Diablo había logrado encontrar la paz, y ella
también podía hacerlo.

Alesha apoyó la cabeza en su hombro. —Todo irá bien. Te


lo prometo —dijo.

—Te tengo. Sé que estaré bien.

Le sujetó la cara y lo hizo volverse para mirarla. —Te he


echado mucho de menos.

—Boss dijo que disfrutabas de su compañía.

Ella puso los ojos en blanco. —Se cree que es un


comediante. Créeme, no está ni cerca de ser gracioso. Yo sólo
quería estar contigo. Quedarme aquí. Quererte. —Acarició su

213
mejilla. —Por favor, dime que ahora podemos estar juntos. ¿No
hay más secretos?

—Bueno, has conocido a mi familia. Eso es todo lo que


tengo que ofrecer.

—Creo que le gusto a tu hermana.

—Se ha ido, Alesha. Realmente se ha ido. —Su rápida


desaparición después de haberla encontrado lo golpeó como
un puñetazo en las tripas.

—Ella volverá.

—¿Cómo sabes eso?

Alesha lo abrazó con fuerza contra su pecho, los suaves


cojines de sus tetas todavía tan tentadores.

—Porque le importas lo suficiente como para venir a verte.


Si no fuera así, no habría venido.

Tiró de Alesha en sus brazos, presionando su cara contra


su cuello, respirandola. Este era su hogar. Era su mujer, y la
amaba más que a nada.

—Nunca te dejaré ir.

—Bien, porque no quiero ir a ninguna parte.

***

214
Dos meses después

—No me dejes caer. Por favor, no me dejes caer —dijo


Alesha, riéndose mientras Xavier la estrechaba un poco más
contra su cuerpo.

Después de haber celebrado la boda más cutre posible en


Las Vegas, con Boss, varios de los chicos de Killer of Kings, así
como su hermana presentes, había decidido llevarla a caballito
hasta su hotel. Llegaron al ascensor y él se negó a dejarla ir.

Ella no podía dejar de reír mientras él la apoyaba contra la


pared del ascensor y su cuerpo. Con los brazos sobre el pecho
de él, ella apretó el brazo cuando las puertas del ascensor se
abrieron y no tuvo más remedio que ir con él mientras
caminaban hacia su habitación.

Boss la había delatado. La verdad era que había disfrutado


de su compañía durante su prolongada estancia con el
hombre. Aunque nunca había tenido el disgusto de presenciar
el lado oscuro del que tantos hablaban.

Era un tipo duro y de mala actitud, pero a ella le había


parecido maravilloso. Tenía un lado dulce, y trataba de
ocultarlo... y fracasaba estrepitosamente.

—No voy a dejarte caer.

215
—Entonces, ¿por qué tardas tanto con la llave?

La puerta se abrió, pero Xavier aún no había terminado su


misión. Ella gimió mientras él la llevaba hasta el dormitorio.
Había cerrado la puerta de una patada al entrar, y ella seguía
agarrada a él, sintiéndose como una niña y tan llena de vida.

Él se giró y la dejó caer de repente... a pocos centímetros


del colchón.

Ella soltó un grito y se echó a reír. —Esa tiene que ser la


forma más extraña en que una novia ha sido llevada a través
del umbral.

—Todavía no estamos en casa. Tengo un gran plan para


eso.

—¿Lo tienes?

—Sí.

Alesha lo observó mientras empezaba a aflojarse la


corbata. Incluso cuando la hacía enojar, le parecía uno de los
hombres más sexy que había visto.

—¿Te gusta lo que ves?

—Está bien. —Ella le sonrió.

—Levántate. Quítate la ropa.

—¿Eso es todo? ¿Sólo desnudarse? —preguntó ella.

216
—Te quiero completamente desnuda porque durante los
próximos dos días, tu culo no va a ver nada de ropa.

Puso las manos en sus rodillas, se inclinó hacia ella y la


besó.

—¿Me lo prometes?

—Nena, ahora eres mi esposa. La señora Moreno. El amor


de mi maldita vida. No voy a dejarte ir, nunca. —La besó de
nuevo antes de ponerla de pie. —Ahora, quiero que te
desnudes. Que me muestres tu cuerpo porque voy a besar cada
centímetro de él y luego voy a follarte de tantas maneras
diferentes que no podrás ver bien.

Ella se levantó y le presentó su espalda para que él pudiera


ocuparse de la cremallera. La deslizó por su cuerpo y ella se
retorció para quitarse el vestido. Era sencillo, pero
impresionante, más de lo que podría haber soñado para su
boda. Se giró para ponerse delante de él con su lencería blanca
y lo oyó gemir.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó ella, repitiendo la


misma pregunta que él le había hecho hacía unos instantes.

Xavier se bajó los pantalones, mostrando su gran polla. La


punta ya estaba mojada con pre-semen. —¿Qué te parece? —
Pasó la mano de arriba abajo, desde la base hasta la raíz, y de
nuevo hacia abajo. —¿Sabes lo que quiero?

217
Ella asintió.

—De rodillas, nena.

Cuando se dispuso a quitarse las bragas y el sujetador,


Xavier la detuvo. —Yo me ocuparé de ellos.

Ella se arrodilló y Xavier se acercó, con la polla cerca de


su boca. Con la mirada fija en él, abrió los labios, rodeando
con los dedos su longitud, y lo saboreó. El aroma almizclado
de su semen se deslizó por su lengua. Gimiendo su nombre en
torno a su circunferencia, lo llevó al fondo de su garganta. Él
le había enseñado la mejor manera de hacerlo. Lo que le
gustaba.

Le tocó los huevos con la mano libre, jugando con ellos,


provocándolos. La polla de él parecía hincharse en su boca, y
mientras ella lo chupaba, él gruñía.

—Nuestra primera vez esta noche no va a ser conmigo


corriéndome por esa bonita garganta. —La apartó de su polla
y la levantó. Sus dedos seguían en el pelo de ella mientras la
mantenía en su sitio, deleitando sus labios.

Rompió el beso mientras la hacía girar. Su mano se movió


entre los muslos de ella y le tocó el coño. Tiró de la fina tela de
las bragas y se las arrancó.

Su mano estaba de nuevo en su sexo sin nada entre ellos.


Ella se retorcía de un lado a otro, deseando su polla. Le

218
encantaban sus manos sobre ella, el aroma de su colonia y la
aspereza de su tacto.

Deslizó un dedo por su coño, bajando hasta hundirlo en


su interior. Ella gritó su nombre. El nombre de su marido.

Xavier no había terminado mientras la presionaba contra


la cama. La punta de su polla presionó su entrada mientras se
deslizaba profundamente. Agarrándose a la sábana, trató de
mantener la cordura, pero Xavier la estaba volviendo loca. Sus
dedos le acariciaban el clítoris al mismo tiempo que movía la
polla dentro de ella. Se sentía tan llena, tan plenamente
tomada por su hombre.

—Míranos, nena. Mira mi polla entrando tan


profundamente dentro de ti. Es una vista jodidamente
hermosa. Tan jodidamente bonito.

Alesha giró la cabeza y frente a la cama había un enorme


espejo. Los vio a los dos. La escena erótica la excitó. El cuerpo
de Xavier estaba duro, y ella no podía dejar de mirar.

Xavier se apartó lo suficiente para que ella pudiera ver su


polla. Ya estaba mojada por su crema.

Empujó dentro de ella y ella jadeó. Estaba muy profundo,


su erección palpitaba.

—No voy a durar una mierda. No después de tener esos


dulces labios alrededor de mi polla. Joder, nena, eres toda mía.

219
Toda mía, joder. —Golpeó dentro de ella, acariciando su coño,
llevándola al límite. Ella jadeaba, la presión crecía más y más,
y entonces saltó sobre el borde. Su nombre salió de sus labios,
como siempre lo hacía.

Este hombre.

Este loco asesino era ahora suyo.

A los ojos de la ley.

A sus ojos.

Ella era suya, y él era suyo.

Xavier la siguió hasta el éxtasis, su polla se hinchaba


mientras la follaba con más fuerza, profundizando mientras
una oleada tras otra de semen se derramaba dentro de ella.

Se inclinó sobre ella, con los labios en su cuello mientras


chupaba su pulso. —Esto es sólo el comienzo.

Ella jadeó cuando él la sacó. En el siguiente segundo,


incluso mientras su semen goteaba de su coño, la llevó hasta
el baño.

Abrió la ducha y la arrastró bajo el agua fría. Ella soltó un


chillido y él se rió.

—Xavier, ¿qué demonios?

—Estoy protegiendo a mi mujer.

220
—No del frío. —Ella se limpió el agua de los ojos. Cuando
su visión volvió a ser clara, lo vio sonreír.

Pero no era cualquier tipo de sonrisa. Esta era genuina,


llena de amor. Era el tipo de sonrisa que sólo le había visto
dedicarle a ella.

—¿Qué pasa? —preguntó ella.

—Nunca pensé que llegaría un día en que sería tan feliz.

—¿Eres feliz?

—Sí, Alesha. —Él le acarició la cara. —No tienes ni idea.

No necesitó inclinar la cabeza de ella hacia atrás porque


ya lo estaba mirando fijamente.

—Me haces muy feliz. Verte hoy, saber que has renunciado
a la idea de una dulce boda por la iglesia, me ha hecho sentir
algo.

Hace tres días, ella había irrumpido en la casa, enojada


por todo. La iglesia en la que habían organizado su boda había
cambiado las fechas tres veces. Las flores que quería tenían un
precio ridículo y la pastelera se negaba a hacerle una tarta de
limón para su boda. Las tiendas de novias a las que acudió
fueron groseras con ella por su tamaño. Luego, por supuesto,
los invitados actuales eran difíciles de localizar. Como había
advertido Xavier, existía el riesgo de que no todos los invitados
pudieran asistir.

221
Organizar su boda no debía ser estresante.

Ella le había dicho que se había cansado de intentar


organizar la boda perfecta. En tres días, estaban en Las Vegas,
con algunos de sus invitados... y había sido perfecto. Habían
compartido una tarta de nata entre ellos. Era un día que
muchos habrían odiado, pero para Alesha había sido un sueño
hecho realidad.

Mientras estuviera con Xavier, ¿qué importaban los


detalles?

¿A quién le importaba si tenían las flores perfectas o la


iglesia correcta, o la comida adecuada? Para ella, no importaba
en absoluto. Mientras él la amara y ella a él, nada más
importaba.

—Nunca olvidaré este día mientras viva, Alesha. Quiero


que lo sepas. —Se lamió los labios. —De dónde vengo, por lo
que he pasado... pensé que estaba perdido. Odiaba al mundo
y a mí mismo. Tú me mostraste lo que es el verdadero amor.

Ella lo agarró por los brazos, dándole la vuelta y


presionándolo contra las frías baldosas. Él soltó un gruñido.
Ella se rió. —Ves, hace mucho frío.

—Estoy intentando compartir mi corazón contigo y no me


escuchas.

222
Alesha pasó las manos por su musculoso pecho. —Te estoy
escuchando.

—Estas palabras, no son naturales para mí.

—Lo sé. —Ella apretó un beso en sus labios. —No tienes


que decirlas.

—Lo sé, pero quiero hacerlo. Sé que la vida conmigo es


dura. Te mereces más. —Había semanas en las que él
desaparecía durante días. Ella se acostaba en su cama,
esperando saber de él. Xavier le había dicho muchas veces que
no importaba lo lejos que se fuera, siempre había alguien
vigilándola. Era cuidada.

Para ella, eso no importaba.

Lo que le importaba era saber que él estaba a salvo. Y él


nunca se iba por mucho tiempo.

—No puedo prometerte que la vida vaya a ser fácil


conmigo. Imagino que habrá momentos en los que me odiarás.
Y yo me odiaré aún más. —Le pasó el pulgar por los labios. —
Tú eres mi mundo. Mi amor. Mi todo. Sólo era medio hombre
cuando te conocí. Tú me completas.

Sonaba como si hubiera practicado esto.

—¿Son estos... son estos tus votos?

223
—Sí —dijo. —Quería decírtelos antes, pero no parecían
encajar en el ambiente.

Ella tomó su mano entre las suyas y le besó la muñeca. —


No hay nada más que decir. En la riqueza o en la pobreza, te
amo. Me quedaré a tu lado. Seré tu leal servidora por el resto
de nuestras vidas. —Ella tomó su mano y la puso contra su
estómago.

Él miró su mano y luego a ella.

—¿Estás tratando de decirme algo ahora mismo? —


preguntó.

—Estoy embarazada, Xavier. Vamos a tener un bebé.

—Oh, joder, ¿vamos a ser padres?

—Sí.

Ella se rió cuando él la levantó. Sus labios en los suyos.


Ella le rodeó el cuello con los brazos, sabiendo que no
importaba lo que la vida les lanzara, mientras se tuvieran el
uno al otro, iban a estar bien.

—Joder, ¿necesitas acostarte? ¿Tengo que llamar al


médico?

—No, Xavier, sólo necesitas ser el hombre que amo.

Fin

224

También podría gustarte