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Empezó el proyecto del carruaje a vapor y lo patentó en el año 1784, pero lo abandonó
creyendo que era inviable, en ese momento. William Murdoch, empleado de la
compañía, les propuso fabricar una locomotora diseñada por él, aprovechando la
patente. Watt se opuso, sabiendo lo complicado que sería y la necesidad de diseñar y
fabricar otras máquinas más compactas de alta presión.
Hay quienes dicen que Watt se opuso al vapor de alta presión. Fue un freno para otros
inventores y científicos, que como él, querían patentar nuevas invenciones a la máquina
de vapor. Estaba consciente de que existía un alto riesgo de explosión, más no se
abocó al problema, aun sabiendo que podría resolverse utilizando válvulas de
seguridad, más sofisticadas.
Navegación a vapor
Con respecto a la navegación a vapor, Watt sí tenía mejores opiniones, estaba seguro
que sí era posible. William Symington a solicitud de Patrick Miller y James Taylor,
experimentó con un motor a vapor para la rueda de palas de un barco. Era un éxito,
pero buscó el apoyo de Watt y Boulton para concretarlo.
De forma arrogante, Watt le advirtió que estaba usando su patente, pero, con estas
palabras, los humilló “pero como creemos que es un aparato mecánico tan defectuoso
que no puede causarnos un perjuicio inmediato, estimamos mejor dejar que sean
juzgados primero por la Madre Naturaleza antes de llevarles a un juicio terrestre”.
Eso no evitó que Symington hiciera el primer barco de motor europeo, pero Watt
continuaba con sus duras críticas, por lo que Robert Foulton, conocido ingeniero e
inventor estadounidense, se puso en contacto con Watt & Boulton, ya en manos de los
hijos de ambos, para fabricar los motores para sus barcos, sobre todo para su buque
Clermont.
Hasta el año 1800, cuando se le vencieron las patentes a Watt, no habían permitido
legalizar nuevas innovaciones a otros científicos, pero no pudieron evitar que copiaran
los modelos ya patentados, los fabricaban y comercializaban sin darles un centavo a
Watt y Boulton. Ese mismo año se retiró de la actividad empresarial y técnica, poco más
tarde lo haría Boulton.
El éxito de sus inventos lo hizo acumular una fortuna. Sólo en el año de 1790 había
recibido aproximadamente 76 mil libras esterlinas. Watt vivió en forma cómoda, era un
hombre adinerado. Vio todas las innovaciones producto de su invento. El primer
ferrocarril, en 1814, la imprenta a vapor del Diario Times, de Londres, y muchas más,
pero no logró conocer a la hija de su máquina de vapor: la Termodinámica, una nueva
ciencia.
Frases de James Watt
Poco se conoce del pensamiento y conducta de Watt, así como escritos o testimonios
sobre su personalidad, aquí algunas frases que se le atribuyen, que pueden dar una
muy pequeña idea de cómo pensaba o actuaba:
Hay un cráter en el lado sureste de la luna que lleva el nombre de Watt, en su honor.