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Introducción
Para mitigar los riesgos y prevenir los desastres, en 1986 se creó el Sistema
Nacional de Protección Civil, tardíamente si tenemos en consideración el potencial
desastroso del país. A más de 30 años de la creación del sistema ha habido logros
importantes que deben reconocerse; pero también hay cuestiones mejorables
porque la cantidad de desastres no ha disminuido.
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Profesora-investigadora del Departamento de Política y Cultura de la Universidad Autónoma
Metropolitana- Xochimilco.
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Riesgo se entiende como la materialización del desastre, como un estado previo a éste en el que
existe la posibilidad de que uno o más fenómenos con potencial destructivo incidan en una
comunidad o sociedad vulnerable, y se generen daños y pérdidas. No todo riesgo se materializará
en desastre y por eso es importante considerar que la incertidumbre acompaña al riesgo.
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Ciencias del Comportamiento de la Universidad de Colorado, Estados Unidos
(Mileti, 1999).
La protección civil es una política reciente, que data de la década de 1980, aunque
tiene antecedentes difusos desde tiempos coloniales, como los serenos del siglo
XVIII (Garza, 1998), el más importante y directo es el Plan DN III E, puesto en
marcha en 1966 y a cargo del Ejército y Fuerza Aérea para atender situaciones de
emergencia de desastre, en particular las inundaciones del río Pánuco en el ámbito
rural. Desde su creación hasta ahora, este plan no ha dejado de implementarse
cada vez que el gobierno declara de emergencia (Giles y Méndez, 2019).
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del Fondo para Atender a la Población Rural por Contingencias Climatológicas
(FACRACC) en 2004, para apoyar a productores rurales de escasos recursos
económicos afectados por fenómenos hidrometeorológicos; con la creación del
Fondo para la Prevención de Desastres Naturales (FOPREDEN) en 2006 como
instrumento financiero de carácter preventivo para brindar recursos a dependencias
y entidades de la administración pública federal y a las entidades federativas para
realizar acciones tendientes a la reducción de riesgos y prevención de desastres.
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la prevención y tardíamente se han creado fondos especiales para ello, no solo para
la atención de desastres. El sistema, en su diseño y funcionamiento responde al
paradigma tradicional o dominante sobre el origen de los desastres que surgió
durante la Guerra Fría en Estados Unidos a mediados del siglo XX y que considera
que los desastres son eventos limitados en el espacio y el tiempo que resultan del
impacto en la sociedad de uno o más fenómenos peligrosos (llamados también
“amenazas” o “fenómenos perturbadores”) que determinan los daños y pérdidas en
función de su intensidad. A la luz de este paradigma los desastres son episodios
impredecibles, incontrolables e inexorables (Hewitt, 1983), y su causa es exógena
a la sociedad (Gilbert, 1998); es decir, que son resultado de la dinámica natural del
planeta, independientemente de las características del entorno en donde se
presenten.
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Cuadro 1.Paradigmas para la comprensión de los desastres
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la resiliencia sustituye a la vulnerabilidad, exaltado características positivas de la
sociedad en vez de las negativas asociadas a los déficits de desarrollo.
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Esta conferencia es continuación del Decenio Internacional para la Reducción de Desastres” con
el objetivo de <<“reducir, por medio de una acción internacional concertada, especialmente en los
países en vías de desarrollo, la pérdida de vidas, los daños mate riales y trastornos sociales y
económicos causados por los desastres naturales [...]” (Molin, 1994, p. 5)>>, organizado por las
Naciones Unidas debido a la magnitud de los desastres ocurridos durante la década de 1980 (tan
sólo en México hubo varios: la erupción del volcán Chichonal en 1982; las explosiones de gas en
San Juanico en 1984; los sismos de 1985 y el huracán Gilberto en 1988).
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enfrentar la adversidad y de recuperarse rápidamente, y de manera ideal, sin ayuda
externa (Cutter et al., 2010).
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Una de las formas en que se ha logrado reducir los desastres es a través de políticas
públicas, entendiendo que las políticas públicas surgen para dar respuesta a
problemas públicos.4 En algunos ámbitos académicos, como en de la Ecología
Humana, a partir de los estudios de Gilbert White y su equipo de colaboradores
(1974), sobre las inundaciones en el valle del río Misisipi realizados en la década de
los años setenta, se ha reconocido que los desastres pueden prevenirse y reducirse
mediante la implementación de políticas públicas. El trabajo interdisciplinario
encabezado por White a lo largo de décadas llevó a la propuesta de que la mejor
manera para mitigar riesgos y prevenir desastres es a través dela implementación
de un modelo de desarrollo sustentable5. Existe una buena cantidad de evidencias
que muestran que en entornos degradados la ocurrencia de desastres aumenta y
sus consecuencias se magnifican (esto lo observaron Wijkman y Timberlake, 1984,
desde los años ochenta), lo que conlleva a explorar el vínculo entre desastres y
sustentabilidad.
A partir del estudio de las inundaciones del río Misisipi, el grupo de White, llegó al
consenso de que la reducción de desastres podía lograrse mediante la
implementación de un tipo de desarrollo sustentable: se concluyó que se requiere
un cambio fundamental en la forma en que los gobiernos, ciudadanos,
comunidades, empresas, se conducen en relación al entorno que ocupan. Dado que
esto requiere un cambio en el modelo de desarrollo, que no es un cambio menor,
se ha dejado pasar y se ha optado por poner “parches” que tratan de mejorar la
política de la protección civil, como los sistemas de alertas temprana, los atlas de
riesgos y los seguros, tal como se señala actualmente en los organismos
internacionales para la reducción de desastres. Si bien estos “parches” son de
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“La idea de las políticas públicas presupone la existencia de una esfera o ámbito de la vida que no
es privada o puramente individual, sino colectiva. Lo público comprende aquella dimensión de la
actividad humana que se cree que requiere la regulación o intervención gubernamental o social, o
por lo menos la adopción de medidas comunes” (Parsons, 2007, p.37).
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El desarrollo sustentable implica reconocer la relación entre el deterioro ambiental y el desarrollo,
y que el desarrollo por sí mismo no necesariamente da cuenta de un equilibrio con el medio ambiente
ni tampoco logra la equidad al interior de la sociedad humana. Se define como “aquel que responde
a las necesidades del presente de forma igualitaria pero sin comprometer las posibilidades de
sobrevivencia y prosperidad de las generaciones futuras; y se establece que la pobreza, la igualdad
y la degradación ambiental no pueden ser analizados de manera aislada” (Foladori y Tomassino,
2000, p. 44).
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ayuda, no son la solución porque no evitarán ni reducirán la incidencia de los
desastres (Mileti, 1999), tal como se verá más adelante.
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construcciones, caminos, puentes y demás infraestructura que compone el
ambiente material construido.
También se dan casos con frecuencia en los que los esfuerzos de mitigación en sí
mismos degradan el entorno, y por lo tanto, inciden en la generación de desastres
futuros. Por ejemplo, los diques construidos para proporcionar protección contra
inundaciones, como sucedió en Nueva Orleans en 2005. Cabe mencionar que este
tipo de obras para prevenir desastres, además suelen estimular el aumento
demográfico, pues al crear –falsas- condiciones de seguridad, atraen a más
población y esta tiende a desarrollar más edificaciones e infraestructura, de tal modo
que si se da un desastre las pérdidas tenderán a ser mayores.
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A partir de lo anterior, Mileti (1999) sustenta que es necesario ampliar las
concepciones y visiones y fomentar la sustentabilidad local. Así, sistemas de
protección civil como el de México, podrían adoptar algunas de las siguientes
propuestas mediante la reformulación de políticas públicas que inserten la
mitigación de riesgos y prevención de desastres a la planeación del desarrollo, en
el corto, mediano y largo plazo.
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y de género. Además de no trasferir a generaciones posteriores o grupos de
menor poder político, el costo actual de los avances en la materia.
Un plan integral a largo plazo para evitar pérdidas por desastres y fomentar la
sustentabilidad ofrece a las comunidades y sociedades la oportunidad de coordinar
sus objetivos y políticas. Un plan de este tipo debe incluir a los diferentes actores
tanto públicos como privados, así como a expertos y funcionarios gubernamentales.
Y aunque la planificación debe ocurrir en la escala local, tal como se señala para el
caso de México (Toscana, 2014), debe haber soporte y apoyo de los gobiernos
estatales y federal, especialmente en casos en los que los gobiernos municipales o
locales, no cuentan con los recursos técnicos, económicos y humanos para el
diseño e implementación de planes o programas que logren la vinculación
mencionada. Es fundamental la participación de los diversos actores y gobierno del
nivel local porque son ellos quienes conocen las particularidades de los territorios y
eventualmente serán ellos quienes vivan las consecuencias de los desastres, no
obstante es necesaria la participación de expertos y de los otros niveles de gobierno
para garantizar una mejor planeación.
Si bien todo lo anterior puede parecer utópico en los países altamente vulnerables,
Mileti (1999) sugiere la implementación de las siguientes herramientas con visión a
largo plazo:
• Uso del suelo: una adecuada planeación del uso del suelo que limite la
expansión hacia zonas expuestas a fenómenos peligrosos es útil para la
mitigación sustentable de riesgos. De hecho, la planeación del uso del suelo,
la mitigación de riesgos y las comunidades sustentables son conceptos con
una visión compartida en las que las personas y sus bienes se mantienen
lejos de los peligros, las cualidades de la mitigación del entorno se conservan
y el desarrollo incluye la resistencia al impacto de los fenómenos. Sin
embargo no siempre existen guías disponibles y confiables que informen
sobre los mejores usos del suelo conforme a sus características de
peligrosidad. Un ejemplo de esto lo constituyen los atlas de riesgos tanto en
escala municipal como estatal, contemplados por el SINAPROC desde su
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origen, a pesar de ello, aún faltan estados de tener atlas de riesgos que
cumplan con el objetivo de identificar espacialmente y a detalle los riesgos
del territorio; más graves es aún la situación de los municipales, ya que la
mayoría de ellos (el 93%), no cuenta con su atlas (Rodríguez, 2018), y
cuando lo tienen, en la mayor parte de los casos son simples monografías de
aspectos físico- naturales, demográficos y e infraestructura de los municipios,
sin dar cuenta de la espacialidad de los riesgos ni de su utilidad para la
planeación del uso del suelo (Toscana, 2014). Para la elaboración de los
atlas están las propuestas tanto del CENAPRED como de SEDATU
(Programa de prevención de riesgos en asentamientos humanos, 2015), sin
embargo son herramientas difíciles de elaborar que requieren de recursos
técnicos y económicos, así como de especialistas. El caso del atlas de
riesgos de la CDMX también es peculiar, ya que se empezó a elaborar desde
2007 con 240 variables y no se ha dado a conocer bien porque la información
que presenta puede poner en riesgo el mercado inmobiliario en la ciudad,
según afirmó en 2013 el titular de la secretaría de protección civil de la ciudad
(Villanueva, 2013). La planeación del uso del suelo no implica descartar el
suelo expuesto a peligros sino regular su uso.
• Códigos de construcción. La capacidad del entorno construido para resistir
los impactos de las fuerzas naturales juega un papel directo en la
determinación de las causas y los costos económicos de los desastres. La
construcción resistente de edificios e infraestructura es, por lo tanto, un
componente esencial de la prevención local y reducción de desastres. Los
códigos, estándares y prácticas de ingeniería han revelado deficiencias en
las técnicas de construcción y la aplicación del código, y deben ser
reevaluados a la luz del objetivo de la mitigación sustentable, además de que
los responsables deberán mejorar en que se hagan cumplir. En el caso de la
CDMX, en relación a los sismos de 1985 y 2017, quedó claro que las
construcciones no siempre se apegan a la normatividad: unas veces la causa
es la corrupción empresarial-gubernamental en el ámbito del negocio de la
construcción, como se vio con los sismos de 2017 en inmuebles de las
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delegaciones centrales; y otras veces son las formas de la autoconstrucción
y el deterioro de las viviendas como ejemplificaron los miles de viviendas
dañadas en 2017 en las delegaciones periféricas (Iztapalapa, Tláhuac y
Xochimilco). Una política de largo plazo que contemple en conjunto tanto
usos de suelo como códigos de construcción puede mejorar las condiciones
de seguridad.
• Sistemas de alertas: Se ha avanzado significativamente en la tecnología que
permite avisar en el corto plazo de peligros, incluso horas antes, según el tipo
de fenómeno, lo cual ha logrado disminuir las pérdidas humanas en casos de
actividad volcánica, sismos y ciclones, entre otros. Sin embargo, muchas
comunidades están rezagadas en su habilidad para brindar a los ciudadanos
mensajes de advertencia efectivos. Un claro ejemplo lo constituye la
deficiente y nula capacidad de alerta de los municipios rural es de la región
de Guerrero conocida como “La Montaña”, mismos que resultaron muy
afectados por las tormentas Ingrid y Manuel en 2013, cuando tanto el
gobierno estatal como las instancias del SINAPRC sabían de la formación de
estos eventos meteorológicos y su peligrosidad y no alertaron a las
comunidades rurales de la región mencionada, lo que implicó que no tomaran
las medidas preventivas necesarias, como el acopio de agua, alimentos,
medicinas y combustible y se generara una crisis que puso en juego la
sobrevivencia de algunas localidades (Toscana y Villaseñor, 2018). Es
importante destacar que los sistemas de alerta de corto plazo no reducen el
daño y pérdidas en el entorno ni mitigan el impacto económico, por lo que se
requiere pensar en medidas a largo plazo. Los pronósticos a largo plazo que
ayudan a definir áreas propensas a ser impactadas por fenómenos
peligrosos con años o décadas de anticipación podrían guiar a los tomadores
de decisiones locales en el diseño de sus comunidades. Por ejemplo, en caso
de sismo, la alerta permite en el mejor de los casos que la población se
resguarde, sin embargo no impide el colapso o daño de las estructuras. Lo
mismo pasa con las alertas de ciclón, que si bien podrían permiten, a la
población el acopio de alimentos, agua, medicamentos y combustible, así
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como ponerse a salvo, no impiden la destrucción material ni la destrucción
de la capacidad productiva de comunidades y sociedades.
• Aseguramiento. Los gobiernos plantean el aseguramiento como una opción
para paliar las pérdidas económicas. El público recurre cada vez más a los
seguros para compensar las pérdidas de muchos tipos de conductas de
riesgo, en lo que se refiere a seguros de automóvil, salud y vida. Sin embargo,
la mayoría de las personas no compran coberturas contra riesgos que
rebasan el ámbito personal y se convierten en públicos, como sismos,
ciclones e inundaciones. En el caso de México el seguro contra este tipo de
fenómenos en general está vinculado a instrumentos financieros como los
créditos hipotecarios (solo el 5% de las viviendas en México cuenta con
seguro contra sismos, por ejemplo; Toscana, 2017). Por otro lado, las
aseguradoras no dan cobertura a viviendas ni comercios en áreas de alto
riesgo, ni a inmuebles antiguos, lo cual descarta a gran cantidad de
edificaciones del país. Esto, aunado a la percepción pública de que los
recursos del FONDEN amortiguarán las pérdidas personales, no contribuye
a la cultura del aseguramiento de la vivienda. De tal modo que si los
gobiernos, como el de la CDMX, buscan que el aseguramiento contribuya a
la resiliencia, se debe modificar su funcionamiento.
La planeación del uso del suelo en conjunto con alertas que incluyan no solo el corto
plazo sino también el largo y el aseguramiento que cubra las pérdidas privadas de
las familias, así como las públicas pueden contribuir a paliar las pérdidas y daños
que se presentan en los desastres. La adopción de la perspectiva del fomento a la
sustentabilidad seguramente tampoco logará erradicar los desastres pero sí puede
probablemente contribuir a la reducción de la vulnerabilidad y al mejoramiento de
las condiciones del entorno, lo cual incidirá en una menor cantidad de desastres y
con pérdidas menores. Por lo expuesto en los últimos párrafos es que se puede
considerar que los pilares de la resiliencia, de no desarrollarse desde perspectivas
más amplias y más en el largo plazo, no lograrán reducir la cantidad de desastres.
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Conclusiones
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porque en general tendemos a dar prioridad y solucionar problemas ya
inminentes en el corto plazo que no están aplazados al futuro como los
riesgos.
• Adoptar medidas de desarrollo sustentable. Los desastres son más
probables y más catastróficos en entornos degradados, en donde no ocurre
un desarrollo sustentable; y lo contrario también es cierto: los desastres
obstaculizan el movimiento hacia la sustentabilidad porque cuando suceden
degradan más el entorno y socavan las formas de vida.
•
Bibliografía
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