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Cecilia Hidalgo
La inexplicable
sociedad
Cuestiones de epistemología
de las ciencias sociales
editora
La explicación científica (III)
Explicaciones teleológicas y
funcionales, por comprensión
y por significación
Causalistas y comprensivistas
M
uchos autores interesados por el método científico en ciencias
humanas sostienen que existen dos tipos principales de tempe
ramento en cuanto a la búsqueda de inteligibilidad de lo social: el de
quienes apelan a explicaciones que emplean leyes y el de quienes per
siguen el sentido y la racionalidad en la acción humana. Utilizando la
expresión del lógico contemporáneo finlandés Georg von Wright, en
contramos los que él llama “causalistas”, denominación que abarca a
todos los que sostienen que la inteligibilidad de lo que ocurre en la
sociedad se obtiene cuando los sucesos a explicar se colocan al al
cance de leyes generales. En este sentido amplio, serían causalistas
quienes proponen explicaciones, ya sean nomológico deductivas o es
tadísticas, parciales o genéticas, pues en ellas se emplean leyes para
comprender los fenómenos intrigantes. Son tales leyes las que per
miten concebirlos, incluso, como fácticamente necesarios. Resultará
que, dadas las leyes intervinientes, se entenderá que los hechos de
bían suceder del modo en que lo hicieron y no de otra manera.
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LA INEXPLICABLE SOCIEDAD
Así, según Von Wright, todos los modelos de explicación que he
mos descripto. podrían denominarse causalistas (empleando un senti
do muy laxo de la palabra “causa”) pues intentan articular eventos
mediante conexiones legales. Todos ellos -el nomológico deductivo,
el parcial, el estadístico y el genético- se asemejan, pues, en el fon
do, la idea intuitiva de causalidad podría traducirse como la articula
ción de los hechos mediante leyes o generalizaciones. Si un científico
social concuerda con esta idea, enfocará su labor de un modo afín a
la perspectiva de los científicos naturales. Esto, indudablemente, no
quiere decir que la labor de un cultor de las ciencias humanas se
asemeje exactamente a la de un químico, un físico o un biólogo, sal
vo en lo que atañe a la estrategia de investigación y al espíritu que
anima su búsqueda de inteligibilidad. De allí que Von Wright asigne
a todos ellos el mismo marbete, por más conciencia que tengamos,
según nuestro propio análisis anterior, de la notable diferencia que
existe entre cada uno de los mencionados modelos de explicación.
Pero, en oposición a los causalistas, se sostiene que hay otro tipo
de inteligibilidad que, de un modo también abarcador y amplio, po
dríamos denominar comprensivista. Hay comprensivistas extremos
que afirman la inconveniencia radical de aplicar una estrategia causa-
lista en ciencias sociales, dada la inmensa diferencia que supone el
carácter significativo de la acción humana, por oposición a los even
tos espacio-temporales del mundo físico. Que la acción humana ten
ga sentido o racionalidad, afectaría de manera esencial el modo en
que puede ser comprendida. Por ejemplo, para comprender un men
saje no es es preciso apelar a leyes biológicas o físico-químicas.
Cuando se comprende un mensaje o una acción, se está accediendo
a una especie de apreciación instantánea y gestáltica de algo comple
jo que nos rodea. Si bien este fenómeno es muy difícil de explicar,
no está tan claro que las leyes causales sean de alguna ayuda, sobre
todo si se toma en cuenta que, en este caso, si queremos hablar de
causas, éstas poseen la característica de que parecen empezar a ac
tuar posteriormente y no con anterioridad. Aclaremos este punto.
El propio Aristóteles había observado que existen lo que él mis
mo llamó “causas finales”, que deben ser distinguidas de las llama
das “causas eficientes”. Estas son las que actúan antes y lo hacen se
gún las regularidades que admiten las leyes naturales. Las causas fi
nales, en cambio, están en el futuro, aunque parecen tener relación
con lo que ocurre ahora, pues si ellas no existiesen, hoy no sucede
rían ciertos hechos.
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L a EXPLICACION CIENTÍFICA (III)
Explicaciones teleológicas
por propósitos e intenciones
Consideremos un ejemplo de las primeras. Supongamos que es
domingo y Juanito, en lugar de ir a divertirse con sus amigos, se
queda en su casa estudiando una materia no muy atractiva y entre
tenida como epistemología. ¿Por qué sucede eso? Una explicación se
ría que Juanito tiene que afrontar un próximo examen de esa mate
ria. Rendir el examen es el hecho que, aunque acontecerá según Jua
nito en el futuro, ejerce una influencia causal sobre su conducta del
momento. Este ejemplo ilustra qué queremos decir cuando afirma
mos curiosamente que la causa se da después y el efecto antes. No
se nos provee una explicación causal en términos de causa eficiente,
sino una explicación causal finalista de tipo aristotélico. Debe recono
cerse además que, en este caso, no se advierte que intervengan le
yes. Los compren sivistas señalan que este nuevo tipo de explicación
es sui géneris, y que, si bien puede emplearse en biología, es de apli
cación fundamentalmente en las ciencias sociales. Incluso, su utiliza
ción señalaría una importante diferencia entre las ciencias naturales
y las ciencias humanas. Las primeras sólo admitirían explicaciones
causales y las segundas aceptarían, además, las comprensivistas,
sean por propósitos, intenciones, o teleológicas en general. Como he
mos dicho, para los comprensivistas, en la explicación por propósi
tos, la causa, la meta, el objetivo o el propósito están en el futuro. El
propósito o la intención de “aprobar el examen” hace que, en conse
cuencia, preparemos el examen ahora, dedicando muchas horas de
trabajo; de allí que Juanito no goce del día domingo y “sufra” estu
diando epistemología.
¿Podríamos aceptar que este planteo causal-finalista o por propósi
tos constituye un nuevo tipo, auténtico, de explicación? Antes de res
ponder, caractericemos el modelo que proponen los comprensivistas:
la explicación de un hecho E actual, es ofrecida por un hecho futu
ro F. Y la razón que hace inteligible el hecho actual es que producir
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lia polar y su existencia con la función que se le adjudica, insinuan
do por ejemplo que tal estrella existe para que no nos extraviemos
en la inmensidad del océano. ¡Vaya uno a saber los distintos usos
que pueda tener!
Consideremos otro ejemplo: ¿cuál es la función de un martillo? Si
“función” quiere decir “uso”, el martillo puede ser usado para reali
zar distintas acciones: clavar, romperle la cabeza al vecino, golpear,
etc. En el libro de Theodore Sturgeon La tierra permanece, uno de
los sobrevivientes de una gran calamidad usa un martillo, que sus
herederos conservan luego como símbolo e instrumento de poder.
Debemos reconocer que el martillo es totalmente independiente de
su invención y de los usos a él otorgados. Se podría quizá coincidir
en que tiene un “uso generalizado”; podríamos decir entonces que su
función generalizada es golpear, aunque ésta no coincida con la que
adquiere en el caso de la novela de Sturgeon. Algunos instrumentos
de ese tipo pueden simplemente gustarnos y ser usados tan sólo co
mo adornos.
Entonces, por lo que ya hemos señalado, podríamos decir que el
uso principal del martillo es el de golpear y a ello lo denominaría
mos su función, pues estaría vinculado al propósito inicial de su crea
ción y fabricación. Pero habría que aclarar que, a pesar de que esa
función privilegia un uso sobre los demás, no deja de ser un uso en
tre otros. Lo importante aquí es que el empleo de la palabra “fun
ción” puede sustituirse por el empleo de la palabra “uso” y, en este
sentido, tampoco introduce una novedad respecto de los posibles ti
pos de explicación que ya consideramos.
5) Una quinta acepción, según la cual la “función” de algo se re
laciona con la forma de operar de un todo. Consideremos un ejem
plo: la función del balancín, en un reloj, es permitir que éste no atra
se ni adelante, es decir, que marche regularmente.
Otro ejemplo sería el siguiente: el corazón tiene como función
mantener, mediante la circulación de la sangre y el oxígeno, el meta
bolismo energético del organismo, etc. Esta acepción resulta muy in
teresante, y se vincula con la filosofía de la Gestalt. Según ésta, ex
plicar algo sería considerar una estructura completa y luego señalar
en ella lo que deseamos explicar: en tanto está presente en la estruc
tura total, se lo relaciona con el modo en que contribuye a la exis
tencia de ese todo. Sin embargo, como analizaremos de inmediato,
ello no nos exime de la utilización de leyes.
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El funcionalismo
La quinta acepción de la palabra “función” es la más importante a
nuestros fines por su estrecha vinculación con la escuela de pensa
miento científico que se denomina funcionalismo. Las explicaciones
funcionales, e incluso las teleológicas, siempre indican que algo exis
te para que se obtenga cierta estructura. La función de un organis
mo, de una institución o de un acontecimiento será, entonces, lograr
una estructura y conservarla en el futuro, a pesar de las desviaciones
que se presenten en el proceso. Así, la función de la temperatura cor
poral normal (36,5 °C) es mantener al cuerpo en un estado adecua
do de actividad. Hay muchas maneras en que la temperatura puede
alterarse en el organismo humano. En un día muy caluroso aumenta
rá y eso pondrá en peligro al sistema, especialmente al sistema ner
vioso central. Entonces el cuerpo comienza a sudar y se establece un
metabolismo diferente con el fin de producir evaporación y bajar la
temperatura, compensando el calor externo que la hace subir, para
lograr que conservemos los 36,5 °C normales.
Pero además, debemos señalar otra manera de comprender este
sentido de la palabra “función”, a la que podríamos denominar ho-
meostática: en caso de que se presente una desviación de la tempe
ratura corporal, el organismo se encargará, por sí mismo, de corre
gir la deficiencia, el error que puede generar problemas, y la tem
peratura volverá al valor anterior, al óptimo que el organismo
requiere. Este tipo de argumento es lo que se conoce como explica
ción homeostática (o también como explicación teleológico-funcional).
Es muy extendido el uso de esta acepción de la palabra “función”
en lo que respecta al estudio de la cultura y de la sociedad, porque en
este caso es más fácil admitir, como sostienen los funcionalistas, que
la presencia de los componentes en una estructura se relaciona con la
conservación de la misma. De acuerdo con esto, la función de un
componente se vincula con el hecho de que su presencia permite ex
plicar la existencia y la permanencia de la estructura total. Se supo
ne así, por ejemplo, c^úe los rituales y las fiestas cumplen una deter
minada función social de cohesión, pues ayudan a mantener la tradi
ción y la estructura social. Su función es precisamente evitar que se
disgregue la estructura social, manteniendo su continuidad en el
tiempo. De modo, pues, que el sentido de un componente estaría de
terminado por su función en la estructura. No podríamos entender
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ta. Según Nagel, para que haya explicación funcional tiene que haber
una estructura donde los componentes desarrollen una función, y en
la que debe existir una posición actual o ideal, que denominaremos
posición de equilibrio. Por lo tanto, si el sistema es del tipo homeos-
tático, la estructura debe tener la siguiente propiedad: cualquier des
viación de uno de sus componentes fuera de la posición de equilibrio,
causa un proceso de variación y acomodación de las variables, que
culminará nuevamente en la posición de equilibrio. En consecuencia,
Nagel argumenta que, para hablar en términos funcionales, es nece
sario: 1) señalar cuál es el sistema que nos interesa; 2) indicar cuál
es la posición de equilibrio del mismo; y 3) recurrir a leyes naturales
para garantizar que la estructura es lo que se afirma que es, o sea,
homeostática. Tales leyes vinculan las variables que reconocemos en
la estructura. Así, cuando un péndulo, que es homeostático, se mue
ve hacia un lado, vuelve a la posición de equilibrio, describiendo una
serie de movimientos según las leyes de la dinámica, por lo que bas
ta conocerla a ésta para comprender el fenómeno.
Según Nagel, el problema se suscita si se desea entender la ho
meostasis de una estructura social o psicológica, pues aquí también
será necesario conocer las leyes que vinculan los distintos componen
tes introducidos como variables para explicar por qué la estructura
está formada del modo en que está. El tema es apasionante, pues no
podemos comprender la homeostasis de un sistema si antes no sabe
mos cuál es el sistema, cuál es su posición de equilibrio y cuáles son
las leyes que rigen las relaciones entre sus componentes. Todo lo
cual, concluye Nagel, remite nuevamente a las explicaciones nomoló-
gico deductivas, pues explicar algo por su funcionalidad implica vol
ver a insertarlo -como en la explicación conceptual- en una estruc
tura definida de cierta manera y que se comporta de una forma de
terminada en virtud de las leyes que vinculan a sus componentes.
Nagel observa además lo siguiente: un objeto, una acción o una
institución pueden pertenecer a distintos sistemas. En uno de ellos,
la función, es decir, su papel homeostático, puede ser de cierto tipo
y en otro, de un tipo distinto. Más aún, no hay motivo para pensar
que los componentes de una estructura deben cumplir siempre una
función homeostática: también podrían cumplir una función antiho-
meostática. Está comprobado que muchas estructuras desarrollan
fuerzas que tienen, por una parte, una misión equilibrante y, por
otra, una misión desequilibrante. En la estructura de la sociedad ca-
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( orno afirma Winch, el mundo social está regido por reglas socia-
Ir\ de» base convencional y ampliamente variadas. Tales reglas, ade-
ni.is de instituir los modos correctos de actuar y de interpretar los
hechos, establecen criterios de identidad de acciones y acontecimien
to', Lis reglas sociales determinan asimismo, con fuerza prescriptiva,
los roles que los seres humanos han de cumplir en los diversos con
loaos institucionales en que actúan (sea como padres, como profeso-
íes, como estudiantes, etc.). Esto otorga a cada ser humano lo que
podemos llamar una significación, transformándolo en un símbolo de
los roles que en él están personificados. Dicho de otra manera, por
encima de lo que es cualquier ser humano considerado desde el pun
ió de vista biológico, su cultura lo convierte en algo semejante a un
mido en una red de relaciones significativas. Esas relaciones signifi-
<al ivas, y todas las reglas que las conforman, constituyen un mode
lo, una estructura de significaciones que, como es sabido, cambia
con el tiempo, repentina o paulatinamente. Y esto es así debido a
que su base es convencional.
Es más: diferentes sociedades ajustan su acción a modelos dife
rentes. Posiblemente, una persona que esté viviendo en una sociedad
con un modelo totalmente distinto del nuestro, por ejemplo, una es
pecie de sociedad anarquista primitiva, tardaría en entender qué ocu
rre cuando un soldado se cruza por la calle con un general y le ha
ce la venia, o cuando alguien redacta un documento formal destina
do a un superior en el trabajo y escribe: “Su más exquisita Excelen
cia, tengo el más alto honor...”. Le costará hacerlo porque tales accio
nes generalmente no se entienden si no se conocen las reglas y los
modelos vigentes en la cultura.
Según muchos comprensivistas, en tanto agentes, captamos las
significaciones porque vivimos en una sociedad y hemos aprendido
su código, del mismo modo que un niño que vive en una sociedad
aprende su lenguaje.
Cuando a través de correcciones y críticas se nos señala qué for
mas son correctas y cuáles son incorrectas, es el aprendizaje en el
uso lo que nos permite entender el lenguaje verbal y la acción signi
ficativa. De este modo, en la interpretación de las acciones intervie
ne la captación del código que establece las significaciones.
Aquí no tiene sentido pensar que comprender una sociedad y ex
plicarla es imposible si no se pertenece a ella, porque del mismo mo
do en que quien no pertenece a una sociedad puede aprender su len-
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nos y de las reglas implica haber aprendido cuáles son las conven
ciones implícitas o explícitas que la sociedad ha ido elaborando.
El argumento de Nagel y de los que se oponen a las tesis de
Winch es que, de todas maneras, desde el punto de vista de un in
vestigador social, al igual que en el caso de las leyes, las reglas de-
lien aprehenderse y formularse en enunciados generales, pues en úl
tima instancia no se refieren a otra cosa que a comportamientos ge
nerales. Su rango de aplicación puede restringirse a determinadas
culturas o momentos históricos, pero dentro de ese dominio -que no
es transcultural ni transhistórico- se asemejarán a la formulación de
cualquier otra hipótesis general, sin interesar en ese caso su base
convencional. Por consiguiente, podríamos otra vez reconstruirlas co
mo explicaciones nomológico deductivas, sólo que, en lugar de tener
com o premisas leyes sociales, emplearíamos reglas sociales. El causa-
lista insistirá pues en que la situación es la misma, sólo que algunas
>:ei loralizaciones, en lugar de ser leyes transculturales, son leyes con
vencionales de la sociedad que se está analizando.
Dejaremos planteado, sin más discusión por el momento, si el em
pleo de generalizaciones válidas para un dominio restringido cultural
e históricamente, y de base convencional y no “natural”, conlleva o
no diferencias sustanciales entre las ciencias sociales y las naturales.