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Fuerzas sociales, estados y órdenes mundiales de Robert Cox

Para entender las relaciones de poder globales se debe buscar un método que mire a los
problemas del mundo en su totalidad, pero que se cuide de no reifique el sistema mundial ni
subvaluar el poder estatal y que dé apropiada atención a las fuerzas sociales y procesos para ver
como estos se relacionan con el desarrollo de los estados y de los órdenes mundiales. Sobre todo, la
teoría no se debe basar en teoría sino en las prácticas cambiantes y en estudios empíricos-históricos.
La teoría es siempre para alguien y para un propósito. Todas las teorías tienen una perspectiva
que derivan de una posición en el tiempo y espacio social y político. La teoría tiene dos propósitos:

1. Ser una guía de ayuda para resolver los problemas de la perspectiva adoptada como punto de
partida. De acá surgen las teorías de resolución de problemas (problem-solving) que toma
al mundo como lo encuentra con las relaciones de poder y sociales prevalecientes y las
instituciones dentro de las que están organizadas, como el marco de acción dado. El objetivo
de este tipo de teoría es hacer que esas relaciones e instituciones trabajen más fácilmente a
partir de lidiar con tipos de problemas particulares. El supuesto de la cláusula ceteris paribus,
sobre el cual se basan estas teorías, les permiten llegar a enunciados de leyes y regularidades
que aparecen con validez universal pero que implican, obviamente, los parámetros
institucionales y relaciones supuestos por esta aproximación.
2. Reflexionar sobre los procesos de teorización mismos viendo su relación con otras
perspectivas. Este propósito conduce a una teoría crítica. Es crítica en el sentido que se para
aparte del orden mundial prevaleciente y pregunta cómo el orden se maneja así no toma las
instituciones y las relaciones sociales y de poder como garantizadas, poniéndolas en cuestión
a partir del interés en sus orígenes y cómo y si podrían estar en proceso de cambio.

Las diferencias entre ambas:


- la teoría crítica es histórica en el sentido de que está interesada no sólo en el pasado sino también en
el proceso continuo del cambio histórico; mientras que la otra es ahistórica
- la teoría de resolución de problemas lleva a subdivisiones analíticas y limitaciones del problema;
mientras que la teoría crítica lleva hacia la construcción de un cuadro más amplio del todo del cual la
parte inicialmente contemplada es sólo un componente.
- el propósito de las teorías de resolución de problemas es conservador porque su objetivo es resolver
problemas que surgen en diversas partes del todo complejo con el objeto de facilitar el
funcionamiento del todo; mientras que las teorías críticas pretende trascender el orden existente, que
la teoría anterior toma como punto de partida, permitiendo una elección normativa a favor de un
orden social y político diferente del prevaleciente.
Las perspectivas de los diferentes períodos históricos favorecen uno u otro tipo de teorías: los
períodos de estabilidad favorecen las de resolución de problemas.

Realismo, marxismo y una aproximación a una teoría crítica del orden mundial
El realismo es una teoría de resolución de problemas, ya que a pesar del aprendizaje histórico,
adopta una mirada fija y ahistórica del marco de acción. Las principales realidades concebidas son:
La naturaleza de los estados, que difieren en sus constituciones domésticas y capacidades para
movilizar fuerza, pero que son similares en términos de su interés nacional como guía para sus

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acciones; la naturaleza del sistema estatal a partir del mecanismo de equilibrio de poder. El modo
de pensamiento deja de ser histórico aún cuando los materiales usados deriven de la historia. Esta
teoría aparece como “libre de valores” en su exclusión de los objetivos morales (donde ve la
debilidad del internacionalismo liberal) y en su reducción de los problemas a relaciones de poder
físico. Pero esta cualidad no normativa es sólo superficial porque la seguridad dentro del sistema
de que cada uno de los actores principales entiendan el sistema del mismo modo, es decir, que cada
uno adopte la racionalidad neorrealista como guía de acción. El debate entre neorrealismo y
liberalismo se basa en argumentos basados en diferentes visiones de las esencias del hombre, el
estado y el sistema interestatal. El error del neorrealismo es “lo que conocemos es tan viejo como el
mundo” que consiste en tomar una forma de pensamiento de una fase particular de las historia (y en
consecuencia de una estructura de relaciones sociales determinada) y asumirla como si fuera
universalmente válida. No conciben que hubieron estructuras históricas diferentes como el orden
medieval del cristianismo europeo.
Respecto al marxismo, el autor marca una bifurcación entre: el marxismo que razona
históricamente y busca explicar, tanto como promover, cambios en las relaciones sociales
(materialismo histórico con autores como Eric Hobsbawn y Gramsci); y el marxismo como un marco
para el análisis del estado capitalista y la sociedad, que da sus espaldas al conocimiento histórico a
favor de una conceptualización del modo de producción más estática y abstracta (marxismo
estructural con autores como Althusser y Poulantzas).
Este último comparte con la teoría de resolución de problemas neorrealista su ahistoricidad, su
epistemología esencialista, pero no su precisión en recolección de datos ni su aplicabilidad práctica
para problemas concretos, ya que se ha mantenido como un estudio de abstracciones. Por el
contrario, el materialismo histórico es una fuente de teoría crítica y corrige al neorrealismo en cuatro
importantes consideraciones:
1. dialéctica como el potencial para una forma alternativa de desarrollo surgida de la confrontación
de fuerzas sociales opuestas en una situación histórica concreta. Al igual que el realismo dirigen su
atención al conflicto: el neorrealismo ve el conflicto como inherente a la condición humana por su
esencia de búsqueda de poder y se da un reflujo continuo del poder entre los jugadores en un juego
de suma cero; mientras que el materialismo histórico ve en el conflicto el proceso de un rehacer
continuo de la naturaleza humana y la creación de nuevos patrones de relaciones sociales que
cambian las reglas del juego. En suma, el neorrealismo ve el conflicto como una consecuencia
recurrente de una estructura constante, mientras que el materialismo histórico ve el conflicto como
una causa posible de cambio estructural.
2. dimensión vertical del poder frente a la dimensión horizontal de rivalidad entre los estados más
poderosos. Esta dimensión se refiere a la dominación y subordinación de la metrópoli sobre la región
interior (hinterland), centro sobre periferia, en un mundo político-económico.
3. aumento respecto de la perspectiva realista sobre las relaciones entre el estado y la sociedad civil.
La teoría neorrealista en USA ha retornado a la relación sociedad civil/estado, aunque ha tratado a la
sociedad civil como una constricción al Estado. En cambio, el sentido de la relación recíproca entre
estructura y superestructura en el pensamiento gramsciano contiene el potencial para considerar las
complejidades estado/sociedad como las entidades constitutivas de un orden mundial y para explorar
las formas históricas particulares adoptadas por estas complejidades.
4. el proceso de producción como elemento crítico en la explicación de la forma histórica particular
adoptada por el complejo sociedad/Estado. El materialismo histórico examina las conexiones entre el

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poder en la producción, el poder en el Estado y el poder en las relaciones internacionales. El


neorrealismo ha ignorado el proceso de producción, ya que lo considera como un elemento dado
del interés nacional y, por ende, parte de los parámetros. El materialismo histórico es sensible a las
posibilidades dialécticas de cambio en al esfera de la producción que podría afectar a las otras
esferas, como las del estado y el orden mundial.

Las premisas de una teoría crítica son:


a. la acción no es nunca libre, pero tiene lugar en un marco de acción que constituye su problemática:
la teoría crítica comienza con este marco.
b. tanto la acción como la teoría son moldeadas por la problemática: la teoría crítica es conciente de
su relatividad
c. el marco de acción cambia con el tiempo y un objetivo principal de la teoría crítica es entender
estos cambios
d. el marco tiene la forma de una estructura histórica, una particular combinación de patrones de
pensamiento, condiciones materiales e instituciones humanas
e- el marco o estructura debe ser visto desde abajo o desde afuera en función de los conflictos que
surgen en ella y abre la posibilidad de su transformación.

Marcos de acción: estructuras históricas


La noción de marco para acción o estructura histórica es un cuadro de una particular
configuración de fuerzas que no determina las acciones de manera directa o mecánica, pero impone
presiones o constreñimientos. Los individuos o grupos pueden moverse con las presiones o resistirlas
y oponerse a ellas, pero no pueden ignorarlas dando lugar a una estructura rival. De ahí la
importancia de empezar por entender estas condiciones no elegidas en donde sólo la acción es
posible. Tres categorías de fuerzas (expresadas o potenciales) interactúan en una estructura de
manera recíproca (sin prevalecencia de una sobre las demás):
- capacidades materiales: son las capacidades tecnológicas y organizacionales y los recursos
naturales que la tecnología puede convertir en equipamiento (armamentos e industrias) y riqueza
- ideas de dos tipos: significados intersubjetivos y compartidos sobre la naturaleza de las relaciones
sociales que tienden a perpetuar los hábitos y expectativas de comportamiento, aunque están
condicionados históricamente (por ejemplo las relaciones diplomáticas, las actitudes esperadas frente
a un conflicto como la negociación o la guerra); y las imágenes colectivas del orden social sostenidas
por diferentes grupos de personas que pueden ser opuestas. El choque de imágenes colectivas rivales
provee una evidencia del potencial para una alternativa.
- institucionalización como medio de estabilización y perpetuación de un orden particular. Las
instituciones reflejan las relaciones de poder prevalecientes y tienden a alentar imágenes colectivas
en consonancia con estas relaciones de poder. Pero, eventualmente, las instituciones pueden tomar
vida propia y convertirse en una trinchera de tendencias opositoras. Hay una conexión entre la
institucionalización y lo que Gramsci llama hegemonía (que representa la unión de los tres factores).
Las instituciones proveen formas de lidiar con el conflicto y minimizar el uso de la fuerza, ya que la
clase fuerte realiza concesiones a los débiles y se erigirse como poseedora de un interés general
universal (y no como sirviendo a sus intereses particulares).
Las estructuras históricas son tipos ideales que proveen, en una forma lógicamente coherente,
una representación simplificada de la compleja realidad y una expresión de tendencias, limitadas en

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su aplicabilidad en tiempo y espacio. El método de la estructura histórica se aplica a tres niveles: la


organización de la producción en cuanto a las fuerzas sociales engendradas por dicho proceso; las
formas de estado como derivadas del estudio de las complejidades estado/sociedad civil; y los
órdenes mundiales como la configuración particular de fuerzas que definen exitosamente la
problemática de la guerra o la paz para el conjunto de estados. Cada uno de estos niveles pueden
estudiados como una sucesión de estructuras dominantes y emergentes rivales. Pero los tres niveles
están interrelacionados: los cambios en la organización de la producción generan nuevas fuerzas
sociales (incorporación de obreros industriales) que generan cambios en la estructura de los estados
(nacionalismo e imperialismo); y la generalización de los cambios en la estructura de los estados
altera el orden mundial (fragmentación de la economía mundial y una fase de las relaciones
internacionales más conflictiva).
El neorrealismo pone el acento en los estados reducidos a la dimensión de la fuerza material y
reduce la estructura del orden mundial al balance de poder como una configuración de las fuerzas
materiales. Por lo tanto, no presta atención a las fuerzas sociales ni a las diferentes formas de estado
y tiende a darle un bajo valor a los aspectos normativos e institucionales del orden mundial. No
consideran otros factores importantes en el sistema internacional como la presencia o ausencia de
hegemonía, ya que este término es reducido a la simple dimensión de dominio, faltando el elemento
consensual. Un esfuerzo para ampliar la perspectiva realista para incluir variaciones en la autoridad
de las normas e instituciones internacionales es la teoría de la “estabilidad hegemónica” de Keohane:
“las estructuras hegemónicas de poder, dominadas por un solo país, son más conducentes al
desarrollo de regímenes internacionales fuertes, cuyas reglas son relativamente precisas y
obedecidas”. Una aproximación alternativa debe empezar por redefinir qué es lo que debe ser
explicado, es decir, la relativa estabilidad de los órdenes mundiales sucesivos. Esto puede ser hecho
al equilibrar estabilidad con un concepto de hegemonía que esté basado en una conjunción coherente
entre el poder material, las imágenes del orden mundial prevalecientes y un conjunto de instituciones
que administren el orden con cierta universalidad. En esta formulación, el poder estatal deja de ser el
único factor explicativo y se convierte en parte de lo que debe ser explicado. En consecuencia, el
dominio de un estado poderoso puede ser una condición necesaria, pero no suficiente para la
hegemonía. Los dos períodos de la paz británica y la americana satisfacen la reformulación de la
definición de hegemonía (comparación de ambos períodos en páginas 223,224,225).

Fuerzas sociales, hegemonía e imperialismo


Las fuerzas sociales no deben ser pensadas como existiendo exclusivamente al interior de los
Estado sino que sobrevuelan las fronteras estatales. Por lo tanto, las estructuras mundiales pueden ser
descriptas en términos de patrones de fuerzas sociales interactuantes en las cuales el Estado juega un
rol mediador, aunque autónomo, entre la estructura global de las fuerzas sociales y las
configuraciones locales de las fuerzas sociales en países determinados. El podes es visto como
emergiendo desde los procesos sociales antes que tomado como dado en la forma de acumulación de
capacidades materiales. La mirada neorrealista sería una fetichización del poder.
El imperialismo es un concepto vago que debe ser nuevamente definido con referencia a cada
período histórico. No tiene sentido buscar una esencia del imperialismo detrás de las formas que la
dominación y subordinación toman en los sucesivos órdenes mundiales. El imperialismo liberal es el
que se dio en la mitad del siglo diecinueve con la expansión del capitalismo que llevó a la mayor
parte del mundo a relaciones de intercambio en una economía internacional centrada en Londres.

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Esta etapa fue indiferente a si la periferia era formalmente independiente o estaba bajo el control
político-administrativo de un poder colonial, mientras que las reglas de la economía internacional
fueran acatadas. Después se dio la segunda etapa llamada “nuevo imperialismo” a partir de 1870
donde el control directo del estado empezó a suplantar los patrones menos formales del período
comercial. Las relaciones de producción capitalistas bajo esta égida política penetraron en la
periferia, notablemente a partir de la extracción de recursos naturales y la construcción de
infraestructura requeridas para ligar de manera más estrecha a las colonias con sus metrópolis. Las
relaciones capitalistas de producción generaron nuevas fuerzas sociales en la periferia que
constituyeron las bases para una revuelta anticolonial luego de la II GM. Este movimiento reaccionó
contra el control administrativo de la metrópoli, pero no cambió las relaciones capitalistas de
producción e intercambio.
El imperialismo no puede ser explicado sólo como unidades más o menos poderosas del
mismo tipo, como son representadas por el neorrealismo. El sistema imperialista es, al mismo
tiempo, más y menos que un Estado. Es más porque es una estructura transnacional con un núcleo
dominante (el gobierno de USA e instituciones interestatales como el FMI y BM) y una periferia
dependiente. Pero es menos que un Estado en el sentido que las fuerzas no imperialistas o anti
imperialistas pueden estar presentes en otras partes tanto en el núcleo como en la periferia. La unidad
del estado, postulada por el neorrealismo, se fragmenta en esta imagen, y la lucha por y contra el
sistema imperialista puede continuar al interior de las estructuras estatales tanto en el centro como en
la periferia, tanto como entre las fuerzas sociales opuestas como a favor del sistema. El
imperialismo es una estructura del orden mundial con apoyo de una particular configuración
de fuerzas sociales, nacionales y transnacionales, y de estados centrales y periféricos. Uno debe
cuidarse de la reificación de las estructuras, ya que estas constriñen acciones, pero no son actores.
Las acciones son moldeadas directamente por las presiones del sistema o indirectamente por la
conciencia subjetiva de parte de los actores respecto a las constricciones impuestas por el sistema.

La internacionalización del Estado


La hegemonía se sostiene en la internacionalización del Estado producto de la pax americana
que se caracterizó por una acabada institucionalización. Estas instituciones (FMI,BM) incorporaron
mecanismos para supervisar la aplicación de las normas del sistema y para dar asistencia financiera
condicionada al cumplimiento de dichas normas. Esta ingeniería de vigilancia era complementada
por una elaborada maquinaria de armonización de las políticas nacionales a partir del principio de
nación más favorecida, una tase de intercambio acordada. Los ajustes son concebidos como
respuestas a las necesidades del sistema como un todo y no como la voluntad de los países
dominantes. Obviamente, este proceso de internacionalización de políticas presupuso una estructura
de poder en la que las agencias de USA eran dominantes. Pero no era una estructura de poder
enteramente jerárquica sino que se buscaba mantener el consenso a partir de los acuerdos entre
fragmentos de estados.
La internacionalización del Estado da prioridad a los ministerios de finanzas y los primeros
ministros frente a los de industria, planificación y trabajo. Esta nueva estructura corporativa
ensombreció el corporativismo nacional más formal (Estado de bienestar) y reflejó el dominio del
sector orientado a la economía mundial sobre el nacional. Esta internacionalización no se limita a los
países centrales, ya que en la periferia se han dictado políticas por sectores conservadores acorde con

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las instituciones económicas mundiales como condición para renovar las condiciones de pago de
la deuda.

La internacionalización de la producción
La internalización de la producción significa la integración de los procesos de producción
escala transnacional, con diferentes etapas de un mismo proceso siendo llevadas a cabo en distintos
países. Esta internacionalización depende de la inversión directa, contrariamente al imperialismo
analizado por Lenin y Hobson donde eran inversiones en cartera que implicaban que los recursos se
traspasaban junto a la propiedad. Con las inversiones directas, el control es inherente al proceso de
producción y se mantiene con el originador de la inversión. Lo esencial de la inversión directa es la
posesión de conocimiento, en la forma de tecnología y en la capacidad para continuar desarrollando
nueva tecnología. Luego de 1970, el capital financiero se ha predominado sobre el industrial a partir
de las operaciones de los bancos transnacionales.

Producción transnacional y estructura de clase


Como consecuencia de la producción internacional, se vuelve pertinente pensar en términos
de una estructura de clase global a lo largo o yuxtapuesta con las estructuras de clase nacionales:
- la clase transnacional de directivos con su propia ideología, estrategia e instituciones colectivas de
acción como clase en sí y para sí. Sus miembros son ejecutivos de corporaciones multinacionales o
de agencias orientadas internacionalmente dentro de los países como empresas o ministros de
finanzas.
- capitalistas nacionales que, ante el desafío de la producción transnacional, proponen el
proteccionismo.
- trabajadores industriales doblemente fragmentados en torno a ciertos clivajes:
* trabajo estable/ no-estable: los primeros tienen un status de seguridad y estabilidad relativa en sus
trabajos y algunos tienen perspectivas de ascenso. En general son calificados, trabajan en grandes
empresas y tiene sindicatos efectivos.
* capital nacional/ internacional: los trabajadores estables en el sector de capital internacional son
potenciales aliados del capital internacional. La mano de obra no estable es importante para la
expansión del capital internacional, por lo tanto descentraliza la producción hacia los países del
Tercer Mundo. Allí encuentran mano de obra barata y los gobiernos de esos países intentan impedir
que la nueva fuerza social genere organizaciones con conciencia de clase a partir del corporativismo
estatal. Este corporativismo puede retardar, pero no eliminar, una más articulada conciencia de clase.
Un problema importante para el capital internacional en su aspiración a la hegemonía es cómo
neutralizar el efecto de la marginalización de un tercio de la población mundial y como prevenir que
la pobreza se convierta en revuelta.

Fuerzas sociales, estructuras estatales y perspectivas del futuro orden mundial


Las fuerzas sociales generadas por el cambio en los procesos de producción son el punto de
partida para pensar futuros posibles.
Primero, la nueva hegemonía basada en la estructura global del poder social generado por la
internacionalización de la producción requiere consolidar dos tendencias: el dominio continuo del
capital internacional sobre el nacional en los países centrales y la continua internacionalización del
estado. Las fuerzas sociales opuestas a esta configuración son: el capital nacional, aquellos sectores

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de trabajo estable ligados al capital nacional, trabajadores no estables recientemente movilizados


en el Tercer Mundo, y marginales sociales en los países pobres. Pero estas fuerzas no tienen
ninguna cohesión natural.
Una segunda opción es un mundo no hegemónico de poderes centrales conflictivos a
partir del ascenso en diversos países centrales de coaliciones neomercantiles ligadas al capital
trabajo estable, en contra del neoliberalismo. Los países periféricos tendrían la misma estructura que
en el resultado anterior, aunque estarían más cercanamente ligados a los países económicamente
centrales.
Una tercera y más remota opción sería el desarrollo de una contra-hegemonía basada en una
coalición tercermundista contra el dominio de los países centrales con el objetivo de un desarrollo
autónomo de los países de la periferia y del fin de la relación centro-periferia. Una contrahegemonía
consistiría en una visión colectiva de un orden mundial alternativo, basado en una concentración de
poder suficiente para desafiar a los países centrales. Pero en los países del Tercer mundo se da una
forma de control de la fuerza social llamada “clase estatal”: una combinación de personal del partido,
burocracia, militares y líderes sindicales que controlan el aparato estatal y, a través de éste, pretenden
ganar el control del aparato productivo del país. La clase estatal puede ser entendida como una
respuesta local a las fuerzas generadas por la internacionalización de la producción, y como un
intento de ganar el control local sobre esas fuerzas. La orientación de la clase estatal es
indeterminada: puede ser conservadora o radical. La alternativa radical podría ser la forma de
respuesta al capital internacional en el Tercer Mundo, así como el neomercantilismo podría ser la
respuesta en los países ricos.

Hay dos conceptos opuestos de historia: uno consiste en una separación metodológica donde
los eventos son concebidos como series infinitas de información objetivizada y se buscan leyes
universales de comportamiento (realismo); el otro ve la subjetividad de la acción histórica como
determinada por un proceso histórico objetivizado y busca descubrir las leyes del movimiento de la
historia. Ambos conceptos se prestan a la ideología: el primero convirtiéndose en una ideología que
reifica el status quo; el otro en una ideología apuntalando a la revolución a partir de la revelación de
una seguridad en un futuro particular. Ambos remueven el elemento de inseguridad inherente en la
expectativa historicista del desarrollo dialéctico que surge de las contradicciones en las fuerzas
existentes; concepción en la cual, a diferencia de las anteriores, sujeto y objeto están unidos.

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