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Para entender las relaciones de poder globales se debe buscar un método que mire a los
problemas del mundo en su totalidad, pero que se cuide de no reifique el sistema mundial ni
subvaluar el poder estatal y que dé apropiada atención a las fuerzas sociales y procesos para ver
como estos se relacionan con el desarrollo de los estados y de los órdenes mundiales. Sobre todo, la
teoría no se debe basar en teoría sino en las prácticas cambiantes y en estudios empíricos-históricos.
La teoría es siempre para alguien y para un propósito. Todas las teorías tienen una perspectiva
que derivan de una posición en el tiempo y espacio social y político. La teoría tiene dos propósitos:
1. Ser una guía de ayuda para resolver los problemas de la perspectiva adoptada como punto de
partida. De acá surgen las teorías de resolución de problemas (problem-solving) que toma
al mundo como lo encuentra con las relaciones de poder y sociales prevalecientes y las
instituciones dentro de las que están organizadas, como el marco de acción dado. El objetivo
de este tipo de teoría es hacer que esas relaciones e instituciones trabajen más fácilmente a
partir de lidiar con tipos de problemas particulares. El supuesto de la cláusula ceteris paribus,
sobre el cual se basan estas teorías, les permiten llegar a enunciados de leyes y regularidades
que aparecen con validez universal pero que implican, obviamente, los parámetros
institucionales y relaciones supuestos por esta aproximación.
2. Reflexionar sobre los procesos de teorización mismos viendo su relación con otras
perspectivas. Este propósito conduce a una teoría crítica. Es crítica en el sentido que se para
aparte del orden mundial prevaleciente y pregunta cómo el orden se maneja así no toma las
instituciones y las relaciones sociales y de poder como garantizadas, poniéndolas en cuestión
a partir del interés en sus orígenes y cómo y si podrían estar en proceso de cambio.
Realismo, marxismo y una aproximación a una teoría crítica del orden mundial
El realismo es una teoría de resolución de problemas, ya que a pesar del aprendizaje histórico,
adopta una mirada fija y ahistórica del marco de acción. Las principales realidades concebidas son:
La naturaleza de los estados, que difieren en sus constituciones domésticas y capacidades para
movilizar fuerza, pero que son similares en términos de su interés nacional como guía para sus
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acciones; la naturaleza del sistema estatal a partir del mecanismo de equilibrio de poder. El modo
de pensamiento deja de ser histórico aún cuando los materiales usados deriven de la historia. Esta
teoría aparece como “libre de valores” en su exclusión de los objetivos morales (donde ve la
debilidad del internacionalismo liberal) y en su reducción de los problemas a relaciones de poder
físico. Pero esta cualidad no normativa es sólo superficial porque la seguridad dentro del sistema
de que cada uno de los actores principales entiendan el sistema del mismo modo, es decir, que cada
uno adopte la racionalidad neorrealista como guía de acción. El debate entre neorrealismo y
liberalismo se basa en argumentos basados en diferentes visiones de las esencias del hombre, el
estado y el sistema interestatal. El error del neorrealismo es “lo que conocemos es tan viejo como el
mundo” que consiste en tomar una forma de pensamiento de una fase particular de las historia (y en
consecuencia de una estructura de relaciones sociales determinada) y asumirla como si fuera
universalmente válida. No conciben que hubieron estructuras históricas diferentes como el orden
medieval del cristianismo europeo.
Respecto al marxismo, el autor marca una bifurcación entre: el marxismo que razona
históricamente y busca explicar, tanto como promover, cambios en las relaciones sociales
(materialismo histórico con autores como Eric Hobsbawn y Gramsci); y el marxismo como un marco
para el análisis del estado capitalista y la sociedad, que da sus espaldas al conocimiento histórico a
favor de una conceptualización del modo de producción más estática y abstracta (marxismo
estructural con autores como Althusser y Poulantzas).
Este último comparte con la teoría de resolución de problemas neorrealista su ahistoricidad, su
epistemología esencialista, pero no su precisión en recolección de datos ni su aplicabilidad práctica
para problemas concretos, ya que se ha mantenido como un estudio de abstracciones. Por el
contrario, el materialismo histórico es una fuente de teoría crítica y corrige al neorrealismo en cuatro
importantes consideraciones:
1. dialéctica como el potencial para una forma alternativa de desarrollo surgida de la confrontación
de fuerzas sociales opuestas en una situación histórica concreta. Al igual que el realismo dirigen su
atención al conflicto: el neorrealismo ve el conflicto como inherente a la condición humana por su
esencia de búsqueda de poder y se da un reflujo continuo del poder entre los jugadores en un juego
de suma cero; mientras que el materialismo histórico ve en el conflicto el proceso de un rehacer
continuo de la naturaleza humana y la creación de nuevos patrones de relaciones sociales que
cambian las reglas del juego. En suma, el neorrealismo ve el conflicto como una consecuencia
recurrente de una estructura constante, mientras que el materialismo histórico ve el conflicto como
una causa posible de cambio estructural.
2. dimensión vertical del poder frente a la dimensión horizontal de rivalidad entre los estados más
poderosos. Esta dimensión se refiere a la dominación y subordinación de la metrópoli sobre la región
interior (hinterland), centro sobre periferia, en un mundo político-económico.
3. aumento respecto de la perspectiva realista sobre las relaciones entre el estado y la sociedad civil.
La teoría neorrealista en USA ha retornado a la relación sociedad civil/estado, aunque ha tratado a la
sociedad civil como una constricción al Estado. En cambio, el sentido de la relación recíproca entre
estructura y superestructura en el pensamiento gramsciano contiene el potencial para considerar las
complejidades estado/sociedad como las entidades constitutivas de un orden mundial y para explorar
las formas históricas particulares adoptadas por estas complejidades.
4. el proceso de producción como elemento crítico en la explicación de la forma histórica particular
adoptada por el complejo sociedad/Estado. El materialismo histórico examina las conexiones entre el
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Esta etapa fue indiferente a si la periferia era formalmente independiente o estaba bajo el control
político-administrativo de un poder colonial, mientras que las reglas de la economía internacional
fueran acatadas. Después se dio la segunda etapa llamada “nuevo imperialismo” a partir de 1870
donde el control directo del estado empezó a suplantar los patrones menos formales del período
comercial. Las relaciones de producción capitalistas bajo esta égida política penetraron en la
periferia, notablemente a partir de la extracción de recursos naturales y la construcción de
infraestructura requeridas para ligar de manera más estrecha a las colonias con sus metrópolis. Las
relaciones capitalistas de producción generaron nuevas fuerzas sociales en la periferia que
constituyeron las bases para una revuelta anticolonial luego de la II GM. Este movimiento reaccionó
contra el control administrativo de la metrópoli, pero no cambió las relaciones capitalistas de
producción e intercambio.
El imperialismo no puede ser explicado sólo como unidades más o menos poderosas del
mismo tipo, como son representadas por el neorrealismo. El sistema imperialista es, al mismo
tiempo, más y menos que un Estado. Es más porque es una estructura transnacional con un núcleo
dominante (el gobierno de USA e instituciones interestatales como el FMI y BM) y una periferia
dependiente. Pero es menos que un Estado en el sentido que las fuerzas no imperialistas o anti
imperialistas pueden estar presentes en otras partes tanto en el núcleo como en la periferia. La unidad
del estado, postulada por el neorrealismo, se fragmenta en esta imagen, y la lucha por y contra el
sistema imperialista puede continuar al interior de las estructuras estatales tanto en el centro como en
la periferia, tanto como entre las fuerzas sociales opuestas como a favor del sistema. El
imperialismo es una estructura del orden mundial con apoyo de una particular configuración
de fuerzas sociales, nacionales y transnacionales, y de estados centrales y periféricos. Uno debe
cuidarse de la reificación de las estructuras, ya que estas constriñen acciones, pero no son actores.
Las acciones son moldeadas directamente por las presiones del sistema o indirectamente por la
conciencia subjetiva de parte de los actores respecto a las constricciones impuestas por el sistema.
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las instituciones económicas mundiales como condición para renovar las condiciones de pago de
la deuda.
La internacionalización de la producción
La internalización de la producción significa la integración de los procesos de producción
escala transnacional, con diferentes etapas de un mismo proceso siendo llevadas a cabo en distintos
países. Esta internacionalización depende de la inversión directa, contrariamente al imperialismo
analizado por Lenin y Hobson donde eran inversiones en cartera que implicaban que los recursos se
traspasaban junto a la propiedad. Con las inversiones directas, el control es inherente al proceso de
producción y se mantiene con el originador de la inversión. Lo esencial de la inversión directa es la
posesión de conocimiento, en la forma de tecnología y en la capacidad para continuar desarrollando
nueva tecnología. Luego de 1970, el capital financiero se ha predominado sobre el industrial a partir
de las operaciones de los bancos transnacionales.
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Hay dos conceptos opuestos de historia: uno consiste en una separación metodológica donde
los eventos son concebidos como series infinitas de información objetivizada y se buscan leyes
universales de comportamiento (realismo); el otro ve la subjetividad de la acción histórica como
determinada por un proceso histórico objetivizado y busca descubrir las leyes del movimiento de la
historia. Ambos conceptos se prestan a la ideología: el primero convirtiéndose en una ideología que
reifica el status quo; el otro en una ideología apuntalando a la revolución a partir de la revelación de
una seguridad en un futuro particular. Ambos remueven el elemento de inseguridad inherente en la
expectativa historicista del desarrollo dialéctico que surge de las contradicciones en las fuerzas
existentes; concepción en la cual, a diferencia de las anteriores, sujeto y objeto están unidos.