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Ni tan opuestos, ni tan iguales.

Muriel, alias Lechu, o Tu estrellita.

Los talleres recreativos eran actividades obligatorias que todos los alumnos de 3ro
y 4to medio1 debían cursar, generalmente se trataban de actividades enfocadas en
algún deporte o pasatiempo que de alguna forma los profesores pudiesen realizar
y entregar algún conocimiento a los jóvenes.
Los jóvenes tenían la libertad de elegir el taller que fuera más de su gusto, el
criterio para hacer esta elección podía variar entre cada uno, quizás los elegían
por diversión, o por genuino interés por aprender algo nuevo, otros también
tomaban el que menos flojera les diese, uno donde pudieran descansar por un par
de horas de su pesado horario escolar.
En el caso de Geonhak, él solo buscaba una actividad más o menos tranquila,
donde no tuviese que relacionarse tanto con los demás estudiantes que
estuviesen allí, y que mejor que el taller de lectura, dónde la mitad de la hora iba a
tener que tomar un libro y leerlo en completo silencio, (o al menos eso creía él).
Seoho por su lado había optado por este taller porque sabía que a ninguno de sus
amigos le interesaría estar en este.
En la primera reunión del taller de lectura, el profesor los hizo sentarse en círculos,
presentarse y responder un par de preguntas relacionadas con la lectura, las
cuales a Geonhak se le hicieron innecesarias, pero se consoló pensando que solo
por ser la primera clase tendría que soportar este tipo de actividades, y luego no
volvería a ser así. Seoho, que estaba sentado al lado de él, se limitó a dar un largo
suspiro y empezar a planear ansiosamente que decir cuando le tocase hablar.
Le tocó responder a Geonhak, y aunque intentó parecer seguro al hablar, no pudo
evitar trabarse un poco y olvidar un par de ideas, al finalizar la presentación con un
torpe “y… eso” el círculo entró en un cortísimo silencio, que rápidamente el
profesor cortó agradeciéndole por presentarse e invitando a Seoho a hablar, pero
ya era, tarde, al pobre chico ya se le estaba quemando la cabeza pensando en lo
avergonzado que se sentía, porque no importaba si aquel silencio había sido de
un milisegundo, en su cabeza se sentía como una hora.
Pero sus pensamientos se vieron interrumpidos al oír a hablar al chico de su lado,
con un tono tranquilo y una expresión amigable dio a conocer su nombre y la
información requerida por el profesor, incluso hizo un par de bromas que sacaron
pequeñas risas al grupo presente, al terminar, el profesor repitió sus acciones, le
agradeció al siguiente, pero para Geonhak aquel término se sentía completamente
distinto a el suyo, miró de reojo al tal Seoho de su costado, pudo notar como poco
1
Tercero y cuarto son el penúltimo y último año de la enseñanza escolar en Chile, luego de cursar estos años
académicos se puede acceder a estudios universitarios. Normalmente los alumnos de estos cursos poseen
entre 16 a 18 años.
a poco la agradable sonrisa se iba desapareciendo en la medida de que la
atención pasaba al siguiente alumno, pero aún así parecía verse brillante, incluso
sentado en una silla haciendo nada, Geonhak pensó que sus vibras eran
completamente distintas.
Así se pasó casi la mitad de la hora, Geonhak no quería seguir teniendo esos
pensamientos tan pesimistas sobre sí mismo, así que intentó ponerle atención a lo
que los demás alumnos presentes comentaban, se definía a sí mismo como
alguien muy bueno escuchando, sin embargo, hablando no tanto, por lo que solía
recordar muchas cosas que la gente le decía, pero no siempre las comentaba por
timidez.
Cuando ya no quedaban más de 30 minutos para finalizar el taller, el profesor dio
aquel tiempo libre para que pudiesen conversar entre ellos, rápidamente el gran
círculo se comenzó a disolver, formándose pequeños grupos de jóvenes que
charlaban de diversos temas.
Geonhak no sabía si esa gente ya se conocía de antes o solo eran muy hábiles
socialmente, pero no se le antojaba quedarse sentado en medio de un (ya
inexistente) círculo sin hacer nada, así que se acercó a uno de los estantes en los
que descansaban múltiples títulos literarios, tomó el que más llamativo se le hizo y
dio media vuelta en busca de un lugar donde acomodarse a leer, el problema es la
biblioteca no era muy grande, y la mayoría de las mesas estaban ocupadas con
los grupos que conversaban, por lo que no podía sentarse cerca de estas pues se
sentiría aún más incómodo teniendo a centímetros a gente riendo y hablaba
animadamente cuando él solo quería leer su libro, además de que su cabeza le
jugaría malas pasadas y empezaría a sentir que la gente a su alrededor habla de
él por estar solo sin conversar.
Escaneó toda la sala, ya ni siquiera podía ir a la silla que anteriormente se
encontraba porque un chico la había ocupado para acercarse más a sus amigos,
finalmente dio con un pequeño puff que se encontraba en una de las esquinas de
la sala, se comenzó a acercar a aquel divino asiento sin darse cuenta de que
alguien estaba ocupado el puff de al lado, para ser específicos, Seoho estaba
sentado allí.
La mente de Geonhak empezó a trabajar a toda velocidad, ¿qué debía hacer?
Volvió a recorrer la sala, pero no dio con otro espacio para sentarse, tampoco
podía devolverse porque quizás aquel chico ya se percató de su presencia y lo
miraría raro, lo miró con más atención y notó que Seoho estaba mirando algo en
su celular y no estaba conversando con nadie, estaba solo, igual que él, “¿qué
tiene de malo que te sientes a su lado? Él estará en sus cosas y tú leyendo” pensó
para sí, por lo que intentando agarrar todo el valor que su pobre personalidad
poseía siguió dando pasos hasta quedar frente al asiento disponible.
—¿Puedo sentarme aquí?
Seoho que estaba con audífonos solo logró percatarse de los movimientos de la
boca del chico frente a él.
—Disculpa, ¿qué? —Respondió mientras se sacaba ambos audífonos para oírle
mejor, no tenía muchas ganas de conversar, pero tampoco quería ser malo con él.
Aunque para Geonhak tener que hablar de nuevo se sentía como mucho trabajo.
—Te preguntaba si me puedo sentar en el puff de al lado… —Empezó a juguetear
con el libro en sus manos.
Seoho no pudo evitar sentirse aliviado al entender que la intención del joven no
era conversar, si no leer.
—Ah, claro, puedes sentarte. —Volvió a usar su “brillante” sonrisa, o al menos así
la catalogaba Geonhak.
Finalmente logró sentarse, abrió el dichoso libro no tardó mucho en concentrarse
en la lectura, el joven ya tenía el hábito de la lectura, por lo que le era bastante
fácil sumergirse en las letras y olvidar que estaba rodeado de gente.
Seoho volvió a colocarse los audífonos, cuando el gran círculo se comenzó a
disolver pudo unirse a un grupo, si bien no tenía ningún amigo asistiendo al taller,
sí ubicaba de vista a un par de personas, y sabía que ellos también lo conocían a
él, pero no tenía ganas de conversar, por lo que tranquilamente se fue a
descansar al puff en el que ahora se encontraba, jugando en un par de
aplicaciones que tenía descargadas en su celular. Su problema era que no estaba
acostumbrado a pasar tiempo a solas, normalmente solía estar rodeado de gente,
aunque no lo quisiera, por lo que estos 30 minutos se le estaban volviendo
eternos.
Miró disimuladamente al chico a su costado, se veía tan sereno y concentrado con
aquel libro entre sus manos, que le pareció incluso admirable, a él le costaba
mucho leer algo de corrido, siempre se distraía con cualquier cosa que pasara en
su entorno, pero él se veía inalterable.
—¿Está interesante?
Geonhak oyó la pregunto, pero se demoró un poco en procesar que se estaban
dirigiendo a él.
—¿El libro? Sí… no es de mi género predilecto, pero al menos tiene buen
comienzo. —Sentía como su corazón latía con efusividad, no quería quedar mal o
en vergüenza frente a la primera persona que le intentaba sacar palabras.
—Oh, ya veo... —Se formó un pequeño silencio entre ambos, Geonhak no sabía si
debía decir algo más o retomar su lectura, Seoho no sabía por qué le había
hablado si se supone que quería estar solo. —Te vi tan metido en el libro que
pensé que lo conocías de antes o algo...
—Ah, no, no, de hecho, solo lo tomé porque fue el que sonaba menos mal de la
estantería a la que me acerqué. —Ambos soltaron breves risas, una insignificante
interacción que de algún modo calmó la ansiedad de Geonhak.
—¿Cómo te llamas? Soy malo memorizando nombres. —En realidad no se
interesaba por recordarlos.
—Geonhak, ¿y tú? —Preguntó a pesar de ya saber su nombre.
—Seoho. —En este breve intercambio de palabras se había percatado de que
Geonhak no era muy comunicativo, aunque no le daba la sensación de que lo
hiciese con mala intención, solo era un chico de breves palabras.
Aquello hizo que le agradase un poco a Seoho, pues eso significaba que no era
del tipo de persona que le agotaba (y de la que irónicamente estaba rodeado casi
siempre).
El timbre sonó, el profesor les dio una breve despedida y poco a poco los jóvenes
comenzaron a abandonar el lugar.
—Eh... un gusto. —Murmuró Geonhak mientras se ponía de pie.
—Igual, nos vemos el próximo viernes. —Otra vez apareció la brillante sonrisa,
Geonhak solo pudo responder con un asentimiento y una tímida sonrisa.
El chico de la brillante sonrisa se fue del lugar, el chico silencioso fue a dejar el
libro a su estantería.
Así pasaron los días, Seoho rodeado de sus amigos, Geonhak con sus únicos dos
amigos de confianza. Uno rebozando de energía, el otro intentando verse más
entusiasta.
Al llegar el siguiente viernes, ambos chicos se sentían muchos más tranquilos
para enfrentar la clase. El profesor no les pidió volver a estar en círculo, por lo que
las sillas y mesas estaban en su orden regular.
Geonhak estaba buscando donde sentarse cuando vio una mano alzarse y
saludarle, era Seoho y su brillante sonrisa.
"¿Querrá que vaya donde él? ¿O solo me está saludando? de todas formas no
conozco a nadie más, supongo que puedo preguntarle" pensó mientras
tímidamente movía su propia mano y se acercaba a él.
—Hola, ¿puedo sentarme aquí? —Se sintió como un deja vù
—Claro, por algo te estaba haciendo señas. —Le parecía curioso que siempre
preguntase si podía hacer algo, sus amigos normalmente con solo verlo iban hacia
su persona.
Lo cierto es que Seoho no quería hacer nuevas amistades parlanchinas, así que la
presencia del tímido chico a su lado parecía mucho más cómoda.
El profesor comenzó a explicar la actividad de hoy, la describió como algo sencillo,
aunque alguien en la sala no pensaba igual, solo debían hablar con su compañero
de puesto sobre sus libros favoritos. Se empezó a oír poco a poco como los
jóvenes presentes hablaban sobre el tema en cuestión, Geonhak no pudo evitar
suspirar, él solo vino a leer.
—En vista de que lees más que yo, podrías empezar hablándome sobre tu libro
favorito.
“Mentir y quedar bien, o decir la verdad y que se ría”.
—La verdad mi libro favorito es “el chico de las estrellas” —Optó por decir la
verdad, muchas veces se habían reído de él al decir aquel título, Geonhak tenía
una apariencia tan seria y distante que no parecía encajar con el sentimentalismo
de aquel libro.
—Creo que no lo conozco, ¿es de romance? —Recibió un movimiento negativo de
cabeza.
—No lo describiría como romance, es más bien… —Su tono descendió poco a
poco— No importa, ¿cuál es el tuyo?
“Mentir y quedar bien, o decir la verdad y que se ría”.
—Pues… el mío es… —Miró su alrededor— El diario de Ana Frank… —Mintió.
—Oh, ¿de verdad? Yo lo leí hace unos años, pero no logré engancharme, de igual
forma lo terminé, pero no creo que lo leería de nuevo por gusto. —Seoho notó que
cuando se trabaja de libros, Geonhak hablaba un poco más.
Por lo mismo se sintió mal de mentirle.
—En realidad, no tengo libro favorito, ese fue el primero que se me ocurrió. —
Intentó sonreír, pero se sentía algo avergonzado, era tan ilógico que alguien que
no leía con tanta frecuencia estuviera allí, sentía que lo iba a juzgar por ello. —
Perdón, es que no soy muy bueno leyendo, sé que es raro que esté acá… —
Seoho siempre sabía manejar las situaciones para que los demás quedasen con
una buena impresión de él, pero ahora no se le ocurría como salir bien parado.
—No te preocupes, sé que no todos eligen a qué taller asistir por las mismas
razones. —Sonrió y se hicieron pequeñas arruguitas en su nariz, las que le
parecieron adorables a Seoho— Si te interesa te puedo recomendar algún libro, y
si no, bueno te ayudo a que el profesor no se entere que no te gusta leer. —
Bromeó, pero no de mala forma, lo que hizo que la presión que hace unos
segundos sentía, poco a poco se fuese.
Así fue como empezó una conversación, pero más importante aún, una amistad
que ninguno de los dos esperaba formar.
La clase se les pasó volando de tanto hablar, saltaron de tema en tema, ya no
importaba responder la actividad del profesor, si no conocerse por el genuino
interés y entretención que les estaba generando interactuar.
Pronto se les volvió cada vez más fácil charlar, Geonhak tenía mucha más
confianza para acercarse a él, e iniciar las conversaciones, Seoho le oía con
atención y le respondía con el mismo interés, en su mente no corrían
pensamientos como; “que se calle pronto” o “¿por qué me está hablando de
esto?”, realmente quería hablar con él.
Seoho se sentía tan tranquilo conversando con ese chico que ya no necesitaba
preocuparse de si estaba siendo suficientemente encantador o amable, a veces
sentía que estar rodeado de gente le hacia volverse obsesivo sobre cómo actuar,
le costaba ser natural o impulsivo, se sentía presionado a siempre relacionarse de
la manera correcta, pues eran demasiados ojos puestos sobre él, y aunque
aquello a veces le agobiaba, era mayor su temor de que esas personas
conocieran su verdadero yo y lo juzgaran. Pero él no parecía analizarlo, ni mucho
menos juzgarlo, sentía que aquel chico tenía un sincero interés en conversar.
Geonhak por su lado, estaba ilusionado por esta interacción, por fin estaba
teniendo una conversación medianamente fluida con alguien que no fuesen sus
dos mejores amigos, y eso lo alegraba mucho, a veces tenía muchas ganas de
conversar y conocer gente nueva, pero debido a su timidez, eso se le hacía algo
más complicado, pero Seoho era bueno ayudándolo a sacar temas.
Cada viernes la relación entre ambos se afiataba más, porque sin intentarlo, se
empezaron a sentir muy cómodos con la presencia del otro, de alguna forma
encajaban bien.
Pero no siempre podemos estar bien, ¿no es así?
Ya habían pasado casi dos meses que el par de alumnos se conocía, la confianza
y cercanía era cada vez más notable, pero aún existían pequeños obstáculos que
les costaba superar, por ejemplo, a Geonhak le avergonzaba saludarlo cuando lo
veía rodeado de tantos amigos, su ansiedad solía detenerlo, sentía que si abría la
boca entre tanta gente seguramente diría una ridiculez, y le aterraba pasar
vergüenzas entre tanta gente.
Pero ese día, se despertó de buen ánimo, era viernes, eso significaba ver a
Seoho, contarle sobre el nuevo libro que estaba leyendo y preguntarle como le
estaba yendo a él con el que le recomendó, se sentía algo ansioso por verlo, por
lo mismo, cuando el recreo previo al taller lo vio sentado en una banca, se sintió
con el valor suficiente para ir a saludarle a pesar de la gente que le rodeaba.
Con una sonrisa en el rostro, dio pasos apresurados hacia el chico, entre más
cerca estaba, más claro oía las voces de quienes le rodeaban, pero en ningún
momento pudo oír la de Seoho.
—¡Hola Seoho! —Cuando ya estuvo a un costado del chico, se atrevió a saludarlo,
se sintió orgulloso de sí mismo al percatarse que su voz no tembló al hablar.
El problema es que aquel día, no era el mejor día de Seoho, se sentía agotado, la
noche anterior durmió fatal, estaba de mal genio, incluso sofocado entre tanta
gente, no tenía ganas de hablar, mucho menos oír a los chicos a su alrededor, era
de esos días donde anhelaba estar solo y en paz, pero era demasiado cobarde
para hacerlo, así que ahí estaba, al borde de disociar, con su inquebrantable
sonrisa, usando el tono alegre que todos le compraban2.
Pero al momento de oír la voz de Geonhak, no pudo evitar sentirse peor, quería
deshacerse de esa presión, pero no era capaz, la única persona con la que se
esforzaba por ser sincero había aparecido, pero a él le asustaba que no le gustase
su lado poco alegre.
—Hola Geonhak, ¿cómo te va? —Sonrió utilizando su “sonrisa brillante”.
Geonhak supo que algo no andaba bien en ese momento, porque hace mucho se
percató que cuando a su amigo algo le hacia gracia o le alegraba su sonrisa era
mucho más amplía, y sus ojos se cerraban hasta parecer delicadas líneas.
No es que fuese tan seguro como para decir que ya conocía por completo a
Seoho, pero sí era observador y ya había notado pequeños detalles en su actuar,
y algo le decía que aquel día, no se sentía del todo bien.
—Bien, tengo una duda sobre algo del trabajo que nos dejaron, ¿me podrías
ayudar por favor? —Mintió, sintiendo como su corazón se aceleraba porque no
solía mentir muy a menudo, y ya estaba comenzando a sentir las miradas de los
demás jóvenes sobre él.
Seoho no tenía ni la menor idea de que trabajo hablaba, ¿acaso se le olvido?
¿estuvo tan concentrado en Geonhak la clase anterior que no escuchó sobre eso?
¿por qué le pedía ayuda si él era siempre el que lo ayudaba?
—Ay, Seoho siempre es tan dulce, ayudando a todo el mundo. —Comentó una de
las chicas presentes.
No podía decir frente a todos que no tenía idea de lo que le estaba hablando.
—Sí claro, ¿te parece si vamos a la biblioteca? —Se puso de pie, sin dejar de
sonreír.
Geonhak asintió, empezó a caminar en dirección a la biblioteca porque ya no
soportaba los nervios de aquella situación, Seoho no demoró mucho en
2
Le creían.
alcanzarlo, hace mucho que no pasaban tanto tiempo sin hablar en la compañía
del otro.
Al llegar a la biblioteca, se sentaron donde siempre, Seoho estaba dando su
mayor esfuerzo por verse animado, pero lo cierto era que ese día no tenía ganas
de nada.
—No te preocupes, no existe tal trabajo, solo quería una excusa para sacarte de
ahí.
Seoho no supo que decir, pero internamente se sentía muy agradecido por ello.
—Gracias, ¿cómo ha ido tu día? —Aunque a Geonhak le encantaba la idea de
empezar a charlar, seguía sintiendo que algo no andaba bien.
—¿Estás bien? —Lo miró con tanta atención que Seoho se asustó, era incapaz de
mentirle, pero tenía miedo de tratarle mal.
—Sí, estoy de maravilla, solo me duele un poco la cabeza, pero cuéntame de tu
día… —Geonhak arqueó la ceja, sin entender muy bien la intención de su amigo.
—Sí te duele la cabeza no deberías hablar, puedes descansar, yo no haré ruido…
—No, no, estoy bien, te lo juro. —Murmuro con menos seguridad.
—Mira, hagamos algo, nos quedaremos aquí, descansando hasta que termine el
recreo, si luego de eso, te sientes mejor, conversaremos, ¿bueno? —Seoho ya no
tenía ánimos ni para llevarle la contraria, así que acepto.
Geonhak con delicadeza (y una seguridad que ni él sabía de donde salió) puso su
mano en la cabeza de su amigo, dejándole pequeñas caricias. Seoho no pudo
evitar dejarse llevar por el tímido jugueteo de los dedos de su amigo en su cabello,
y acabó apoyando la cabeza en el hombro de él.
Así se pasaron todo lo que quedaba de recreo, en sumo silencio, Geonhak estaba
leyendo un webtoon desde su celular, pero no dejaba de darle cariño a su amigo,
Seoho por su parte, fue consciente del momento en que los músculos de su rostro
comenzaron a destensarse, dejando atrás la amigable expresión, ahora estaba
serio, con suerte tenía ánimo de abrir los ojos, estaba disfrutando ese silencio y de
esa dulce compañía, el miedo de ser juzgado poco a poco se iba, ahora solo se
preocupaba por descansar y sentir el suave aroma de Geonhak.
Cuando el profesor ingresó a la biblioteca, dándole las buenas tardes a los
presentes, Seoho sintió la irracional necesidad de volver a sonreír y actuar como si
el “buenos días serán para usted” que resonó en su cabeza no existiera.
Pero no se movió de su lugar, porque eso significaría apartar la mano de su
amigo, y él no quería eso, de corazón no lo quería, así que se mantuvo en la
misma postura, murmurando un pequeño saludo que con suerte debió haber
logrado oírlo su compañero a su lado.
El profesor dio las indicaciones de la clase de ese día, resultó ser que el taller de
lectura nunca se trató de agarrar un libro y leer en silencio, como anhelaba
Geonhak, constantemente el profesor les hacia opinar sobre lo que leían e
interactuar entre el grupo, pero por suerte hoy, solo les pidió hablar con su
compañero de asiento.
Seoho soltó un muy largo suspiro, decidido a comenzar a hablar sobre la
actividad, aunque ganas no tuviese.
—¿Y bien? ¿cómo te sientes? —Geonhak le habló en un tono bajo, pero no
tímido, parecía que intentaba no irrumpir en la tranquilidad que él mismo le
generaba.
—Bien… sí... —Suspiró de nuevo — La verdad no tengo ánimos de hablar,
discúlpame. —La cabeza de Seoho se movió un poco debido a que Geonhak se
rió.
—¿Por qué me pides disculpas? Está bien no querer hablar a veces, no siempre
tienes que estar animado, Seoho.
—¿Y no te vas a espantar de mi mala cara?
—¿Por qué me espantaría? Eres mi amigo, no mi entretención, puedes tener un
mal día y yo puedo acompañarte, sí quieres.
Seoho sintió como sus mejillas se calentaba al oír tales palabras, no quiso decir
nada, porque la verdad ya no eran necesarias las palabras, le dio un último vistazo
al profesor, que se encontraba conversando con la bibliotecaria, y decidió que
disfrutaría del dulce silencio que Geonhak generaba, por lo que se acomodó y
optó por apoyar su cabeza en las piernas de él, al mirar hacia arriba se encontró
con la dulce sonrisa de su amiga, esa que arrastraba pequeñas arruguitas en su
nariz y lo hacia parecer un pollito, por fin pudo disfrutar del super poder del chico,
el de aislarse, porque en la sala seguía su movimiento normal, alumnos
conversando, riendo, interactuando, pero ellos ya no estaban conectados con
aquel entorno, ahora solo eran conscientes de la compañía del otro y de lo bien
que aquello les hacia sentir.
Ese día Seoho aprendió muchas cosas, supo que a pesar de lo que la gente
pensaba que él era un chico muy encantador, la verdadera alegría de ambos era
Geonhak, el tímido chico a su lado manejaba toda la dulzura y bondad que él se
esmeraba por aparentar, así como también, el chico callado era él, solo que por
mucho tiempo se prohibió aceptar su propio silencio.
Pero ahora ya no tenía miedo, Geonhak le estaba demostrando que no había
nada de malo en callar, en estar tranquilo, en no ser siempre amable, cuando
alguien te apreciaba, lo hará sea como sea, en tus días buenos y en los malos.
De pronto tuvo el sincero sentimiento de querer acompañar a Geonhak de la
misma forma en la que él lo hacía, en sus días confiado, y en los con ansiedad,
cuando no se atreviese a hablar y cuando no parara de hacerlo.
Ninguno se imaginó que en un taller podría pasar algo tan maravilloso como
conocerse.
Pero ahora agradecían haber decidido estar en el taller de lectura.
Porque había aprendido a leerse el uno al otro.
Dedicatoria:
Esta pequeña historia está hecha única y completamente para mi amiga Ana, el
pequeño solcito que llegó un día a acompañarme sin importar como estuviese el
clima.
Gracias por siempre estar para mí, y apoyarme en cada idea que se me ocurre,
gracias por alentarme a seguir con todo, gracias por oírme cuando rio y cuando
lloro, gracias por ser tan incondicional conmigo a pesar de ser un pixel de twitter,
porque estoy segura de que no todos me aguantarían como lo haces tú.
Aunque hoy en día ya no eres eso, eres mucho más que un pixel, eres una
preciosa amiga a la cual le tengo un enorme aprecio y le deseo de todo corazón,
las mejores cosas para el hoy y el mañana.
Te amo demasiado, no pensé que podría querer tanto a alguien que conocí por
redes sociales, pero eres el claro ejemplo de que todo pude pasar cuando uno es
sincero y desea conocer a alguien.
Espero poder seguir a tu lado por mucho tiempo más, apoyándote en los días
grises y en los días coloreados, animándote a seguir con todo lo que te
propongas, porque eres una persona admirable.
Esta historia fue creada para recordarte que está bien no siempre estar bien, a
veces somos excesivamente duras con nosotras mismas porque nos han
enseñado a invalidar nuestras pequeñas penas, pero quiero que sepas que todo
eso es válido, y que, por lo mismo, estaré aquí para oírte cuando necesites
quejarte del mundo y de la gente.
El mundo a veces es demasiado cruel como para dar todas las batallas juntas.
Así que espero que te apoyes en mí sin miedo, así como yo también lo hago a
veces.
Gracias por hacerme sentir querida.
No cambies por nadie, corazón.

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