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¿De quién es la Antártida?

- El Orden Mundial
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August 18, 2013

Barcos de la marina brasileña en la Antártida. Fuente: Marina de Brasil

Con más de 14 millones de kilómetros cuadrados, la Antártida es el cuarto continente más grande del planeta. En
esta extensión predominan el hielo, el frío, el viento y una infinidad de recursos naturales por explotar. Sin
embargo, nadie, ni siquiera las grandes potencias, ha logrado hacerse con el control de las tierras más australes
del mundo. ¿Cómo quedó la Antártida al margen de las luchas políticas y económicas mundiales?

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Hace casi un siglo que asistimos a la conmemoración de una de esas grandes hazañas que marcan un antes y un
después en la Historia de la humanidad. Nos estamos refiriendo concretamente a la expedición del noruego
Roald Amundsen, quien el 14 de diciembre de 1911 consiguió alcanzar por primera vez el polo sur terrestre.
Desde entonces, muchos otros exploradores se lanzaron a la conquista de este nuevo continente helado , viajes
que muchas veces vendrían acompañados por reivindicaciones territoriales sobre la Antártida.

No olvidemos que ya en 1908 el Reino Unido había reclamado soberanía territorial sobre todas las tierras al sur
del paralelo 60º sur, entre los meridianos 20º y 80º oeste —siempre con vértice en el polo sur—, un territorio
con una superficie aproximada de 1.709.400 km2. Otros Estados, animados por esta nueva ola de interés por el
continente helado y la acción pionera inglesa, pusieron sus reivindicaciones sobre la mesa. En 1923 Nueva
Zelanda hizo lo propio sobre la llamada Dependencia Ross, la cual comprende todas las tierras entre las
longitudes 160º este y 150º oeste. Un año después, Francia reclamó la soberanía sobre la llamada Tierra Adelia,
entre los meridianos 136º y 142º este. Además de estas primeras demandas territoriales, se produjeron otras por
parte de Australia en 1933, Noruega en 1939, Chile en 1940 y Argentina en 1942. Las reclamaciones de Reino
Unido, Nueva Zelanda, Francia, Australia y Noruega han sido aceptadas mutuamente; caso distinto son las
reclamaciones chilenas y argentinas, las cuales se producen sobre terrenos que ya habían sido reclamados total
o parcialmente por Reino Unido.

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Territorios reclamados en la Antártida.

Es significativo resaltar que durante estos años ni la Unión Soviética ni Estados Unidos realizaron reivindicación
territorial alguna sobre la Antártida, si bien tampoco reconocieron las hechas por otros Estados. Esto se debió a
que ninguna de las dos potencias quería extender su pugna mundial a la Antártida , hecho que facilitó mucho las
negociaciones sobre el futuro estatus jurídico que tendría el continente helado.

Las primeras negociaciones sobre la soberanía


El primer intento para establecer un régimen jurídico especial para la Antártida vino de la mano de Estados
Unidos. Tratando de atajar tempranamente el problema, propusieron en agosto de 1948 que quedara bajo la
tutela de las Naciones Unidas y administrada por Argentina, Chile, Australia, Francia, Reino Unido, Nueva Zelanda
y el propio Estados Unidos. Sin embargo, desde un primer momento esta idea se encontró con la oposición
frontal de los cuatro primeros países y Noruega, que aún esperaban poder integrar territorios de la Antártida
bajo su soberanía. Tras este primer fracaso de encontrar una solución al problema que suponían las
reivindicaciones territoriales sobre la Antártida, la situación pasó a un segundo plano internacional durante dos
años. El continente antártico no volvió a suscitar interés en las grandes potencias hasta que en 1950 la URSS
anunció que no aceptaría ningún acuerdo sobre la Antártida en el que no estuviera representada.

Ante esta situación, era evidente que el problema necesitaría una solución de consenso. En un principio, podía
parecer algo bastante difícil, pero acabaría siendo propiciada por los esfuerzos de la comunidad científica
internacional, que en 1957, coincidiendo con la celebración del Año Geofísico Internacional, consiguieron que
todos los Estados implicados permitieran el libre acceso a científicos de cualquier nacionalidad, así como el libre
intercambio de sus resultados. La comunidad científica consiguió algo que a la diplomacia le había resultado
imposible: un clima de cooperación y dialogo internacional sobre la Antártida. Este nuevo contexto favoreció la
firma el 1 de diciembre de 1959 del Tratado Antártico. En este documento, Argentina, Australia, Bélgica, Chile,
Francia, Japón, Reino Unido, Nueva Zelanda, Noruega, Estados Unidos, Sudáfrica y la Unión Soviética se
comprometían a una serie de puntos básicos sobre el continente blanco. El tratado entraría en vigor el 23 de
junio de 1961.

El Tratado Antártico
El tratado, antes de desarrollar todo su articulado , define qué se entiende por “espacio antártico”: aquel que se
encuentre al sur de los 60 grados de latitud sur, incluyendo todas las barreras de hielo. Desde el primer artículo,
el texto jurídico dota al continente de un régimen jurídico especial desde el establecimiento de su
desmilitarización. El espacio en cuestión se utilizará para fines exclusivamente pacíficos: se proclama la libertad
de investigación y cooperación científica en la Antártida y quedan terminantemente prohibidas las bases
militares, la realización de maniobras militares o el ensayo de cualquier tipo de armas. Asimismo, se prohíbe
toda explosión nuclear y la eliminación de desechos radiactivos en la región. Hay que recordar que en el ámbito
de la Guerra Fría estas cuestiones tenían una importancia capital y alejaban al continente antártico de cualquier
confrontación militar entre el bloque occidental y el soviético.
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Por otro lado, el tratado dictamina la congelación de todas las pretensiones de soberanía territorial sobre la
Antártida, de tal forma que durante su vigencia no puedan hacerse nuevas reclamaciones o ampliar las
anteriormente hechas. Correlativamente, no quedaban anulados ni se renunciaba a los derechos de soberanía
territorial que los Estados habían reclamado previamente. Además, el tratado concede el derecho a nombrar
observadores con libertad de acceso a todas las regiones de la Antártida con el fin de asegurar el cumplimiento
de los objetivos del tratado. También impone la celebración de reuniones periódicas entre los Estados firmantes
y aquellos a los que se ha concedido carácter consultivo por haber realizado misiones científicas importantes en
la Antártida. De estas convenciones surgirán compromisos como la conservación de la flora, la fauna y los
recursos marinos vivos del continente.

El Protocolo de Madrid
A pesar del increíble avance que supuso en un primer momento la firma del tratado, en 1991 se decidió ir un
paso más allá en la conservación del continente helado. Cuestiones como el cambio climático y la necesidad de
proteger los diversos ecosistemas de nuestro planeta empezaban a estar en la agenda de muchos Gobiernos del
mundo, por lo que también tuvieron su eco sobre la cuestión antártica. El particular ecosistema que el continente
helado representaba debía ser protegido; es por ello por lo que, en concordancia con esas nuevas
preocupaciones sobre el planeta, se firmaría el llamado Protocolo Ambiental del Tratado Antártico o Protocolo
de Madrid.

Este reglamento fue firmado el 4 de octubre de 1991 en Madrid por los integrantes del tratado y prohibía
cualquier tipo de explotación de los recursos minerales de la Antártida, salvo para fines científicos. Esta
prohibición, que solo puede ser levantada por acuerdo unánime de todas las partes, alejaba a la Antártida de
posibles rapiñas por sus grandes recursos minerales. Se convertía así el continente en uno de los pocos lugares
del mundo en el cual, hasta ahora, hombre y naturaleza han sabido coexistir. Lo que un día fue la más apartada
e inhóspita de las regiones terrestres es hoy un ejemplo de cooperación y convivencia para toda la humanidad.

Para ampliar: “La Antártida, el último deshielo” , Astrid Portero en El Orden Mundial , 2017

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