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INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………pág. 2
DESARROLLO……………………………………………………………………pág. 3
CONCLUSIÓN…………………………………………………………………… pág. 7
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………pág. 8
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INTRODUCCIÓN
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DESARROLLO
Masacre de Napalpí
Unos cuarenta años antes, el Ejército Argentino había lanzado una campaña militar para
someter a los pueblos indígenas del Chaco, lo que dio como resultado la muerte de
millares de indígenas y la desintegración social y cultural de numerosas etnias en las
actuales provincias argentinas de Formosa y Chaco que en ese momento eran territorios
nacionales.
Se fundaron numerosos fortines con el fin de mantener a raya a los indígenas vencidos.
Sus tierras fueron vendidas a colonos europeos, en particular italianos y franceses,
quienes pronto las destinaron a la producción de algodón. Numerosas tribus fueron
confinadas en reducciones en donde fueron sometidas a un régimen de explotación muy
cercano a la esclavitud. Una de tales reducciones era Napalpí, nombre qom que significa,
precisamente, lugar de los muertos, fundada en 1921 y cuyo nombre actual es Colonia
Aborigen Chaco.
En junio un chamán llamado Sorai fue asesinado por la policía. El gobernador del Chaco,
Fernando Centeno, inició los preparativos para una feroz y brutal represión. Pese a los
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operativos oficiales de ocultamiento, los legisladores opositores no tenían dudas de que
en el Chaco hubo una masacre de indígenas de los pueblos qom y mocoví.
El día 19 de julio de 1924 muy temprano, un grupo de unos 130 hombres, entre policías,
estancieros y civiles criollos de la zona, fuertemente armados con fusiles Winchester y
Máuser, rodearon el campamento donde se habían reunido las comunidades que,
armados tan solo con palos, bailaban en una fiesta religiosa organizada por los chamanes
en la zona del Aguará, un área considerada sagrada por los qom ubicada dentro de los
límites de la colonia. Convencidos de que los dioses los protegerían de las armas de
fuego de los hombres blancos no pudieron ofrecer resistencia a los disparos dirigidos al
campamento durante cuarenta minutos. Luego los blancos entraron al mismo para
rematar a machetazos a los indígenas que quedaban, muchos moribundos, incluidos
mujeres y niños. Los heridos fueron degollados, algunos colgados. Los testimonios de
testigos oculares hablan de unos doscientos muertos. Las fuentes coinciden en señalar
que no hubo resistencia alguna por parte de las víctimas, por lo que el hecho fue, en la
práctica, un fusilamiento masivo seguido de actos aberrantes. Ninguno de los hombres
que cometieron la masacre murió o resultó herido y nunca se realizó una investigación ni
se llevó a juicio a los culpables.
El gobernador radical Centeno, siguió en su cargo y separó al juez que atendía el caso,
Justo F. Farías, y lo reemplazó por uno de su confianza, Juan Sessarego. Al fiscal
Jerónimo Cello, al reclamar que la causa no fuera archivada, lo mandaron a la Cámara de
Apelaciones de Paraná, Entre Ríos. El nuevo magistrado, quien había sido puesto por
Centeno en medio de la repulsa popular, sobreseyó a los 80 policías que intervinieron en
la matanza.
En el año 2.004 los tres pueblos originarios del Chaco inician una acción civil resarcitoria
de indemnización por daños y perjuicios que obtiene sentencia favorable 96 años
después, el 14 de septiembre del año 2020. Los peritos judiciales determinan la existencia
de cuatro tumbas comunes.
En enero de 2008, el gobierno de la Provincia del Chaco a cargo de Jorge Capitanich
pidió disculpas públicas y oficiales por la masacre y rindió homenaje a la única
sobreviviente, Melitona Enrique, que cumplía 107 años ese día y que fallecería el 13 de
noviembre de 2008.
En 2014, noventa años después, el Estado argentino, a través del Ministerio Público,
volvió a investigar durante cuatro años los eventuales delitos de lesa humanidad
cometidos en Napalpí, y solicitó la apertura de un juicio por la verdad, debido a que todos
los eventuales culpables ya habían muerto.
Los fiscales federales de Chaco argumentaron la matanza se trató de delitos de lesa
humanidad y analizaron la posibilidad de la intervención del Equipo de Antropología
Forense (EAAF) para examinar la fosa común donde fueron depositados los cuerpos de
los aborígenes. En 2019, el equipo, convocado por la justicia, encontró restos humanos
en Napalpí.
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Masacre de Rincón Bomba
Luego de varios días, según algunas fuentes, el Gobierno de Perón envió desde Buenos
Aires, tres vagones del Ferrocarril Belgrano con ropas, medicinas y alimentos, de los
cuales llegaron solo dos y con alimentos en mal estado, lo que provocó intoxicaciones
masivas y muertes. Sin embargo, las memorias de los sobrevivientes sugieren que los
alimentos provenían de los almacenes de Las Lomitas, habituales proveedores de las
Colonias Indígenas estatales, y pudieron haber sido "envenenados”.
Durante los primeros días de octubre de 1947, los gendarmes y más tarde Abel Cáceres,
un funcionario de la Dirección de Protección al Aborigen, intentaron infructuosamente
desalojar a los pilagás y despejar el paraje. El 10 de octubre por la tarde, efectivos de la
Gendarmería Nacional, dispararon con fusiles y ametralladoras pesadas contra la
multitud. De acuerdo a los testimonios de los sobrevivientes, la matanza y la persecución
de las familias por el monte se extendieron durante semanas. Durante la primera mitad
del mes, un número indeterminado de adultos y niños murieron debido a las heridas, a la
sed, el hambre, y en otros fusilamientos. Durante la segunda mitad del mes de octubre se
multiplicaron las capturas, se utilizó la violación como arma y se asesinó no solo a adultos
sino también a niños. El 11 de octubre, un día después del primer fusilamiento, un
Documento Confidencial y Secreto del Ministerio, firmado por Natalio Faverio, Director
General de Gendarmería Nacional, informó al ministro del Interior Angel Borlenghi, sobre
un supuesto levantamiento indígena y sobre la movilización de tropas por parte del
Ministerio de Guerra a cargo de José Humberto Sosa Molina. El 16 de octubre un
Documento Confidencial y Secreto firmado nuevamente por Natalio Faverio anuncia que
un avión ha despegado el día anterior desde la Base Militar de El Palomar en Buenos
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Aires para colaborar en la represión. El avión se detuvo en Resistencia donde se le colocó
una ametralladora Colt y se unió a la tripulación el comandante de la Zona Norte, Julio
Cruz Villafañe.
Las familias capturadas con vida fueron llevados a su destino final en las Colonias
Aborígenes de Francisco Muñiz y Bartolomé de las Casas, adonde se las "redujo" a
trabajar como peones bajo la administración de la Dirección de Protección al Aborigen, y
la vigilancia de la Gendarmería. Los niños fueron separados de sus familias, llevados por
religiosas y nunca más los volvieron a ver. La prensa argentina colaboró con el
ocultamiento de los hechos de La Bomba, publicando un día después de ocurrida la
masacre las noticias de un "malón indio" atacando el pueblo de Las Lomitas. En muchos
periódicos las familias pilagá fueron acusadas de haber protagonizado un "levantamiento”,
que avanzó "sobre Las Lomitas” asaltando a la población. A los pobladores, gendarmería,
los atemorizaba diciendo que se acercaba el “malón” y debían ocultarse.
El 14 de octubre de 1947, una de las ametralladoras que dispararon estaba a cargo de
Leandro Santos Costa, en ese entonces alférez de Gendarmería. Fue felicitado por dicha
fuerza por su accionar, considerándola «valerosa y meritoria». Luego de eso se dedicó a
la abogacía, y ejerció como juez (incluso durante la dictadura cívico-militar, acaecida entre
1976 y 1983}. Fue integrante de la Cámara Federal de la ciudad de Resistencia (Chaco)
hasta su renuncia en 1999, seis años antes de que se presentara la causa; y murió
impune en 2012.
El 16 de octubre de 1947, el avión JU-52T-153, que había partido desde la base área de
la I Brigada Aérea de la FAA, disparó a mansalva a los pobladores de la comunidad
pilagá. Los disparos fueron realizados por el gendarme Carlos Smachetti, que se
encontraba acompañado por otro piloto, dos mecánicos y un radioperador. La defensa de
Smachetti, como único procesado, sostuvo que debía aplicarse el Código de Justicia
Militar vigente en ese momento (actualmente derogado).
El 1 de abril de 2005, la Federación Pilagá inició una demanda civil contra el Estado
nacional. La demanda fue presentada en diciembre del 2005 fundada en la teoría de la
Imprescriptibilidad Crímenes de Lesa Humanidad, por los Abogados Chaqueños Carlos
Alberto Díaz y Julio C. García, en el Juzgado Federal de Formosa, a cargo del juez Mario
Bruno Quinteros. Esta demanda de características inéditas en el derecho argentino, fue
fundada en el principio de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad,
calidad que los reclamantes atribuyen al hecho. Recibida la demanda el juez encomendó
a un equipo forense la búsqueda de restos humanos en el lugar denunciado, hallando
restos de 27 cadáveres compatibles con el hecho denunciado.
El 6 de octubre de 2015, el procesamiento de Smachetti fue ratificado por la Cámara
Federal de Resistencia, sin prisión preventiva, bajo la carátula de «homicidio agravado por
alevosía, en reiteración de hechos, con el concurso premeditado de dos o más personas,
en concurso real, en calidad de partícipe necesario».
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El 6 de julio de 2019 el juez federal Fernando Carbajal sentenció que se trata de un “delito
de lesa humanidad” y ordenó medidas de reparación. El Estado Nacional deberá acatar el
fallo.
CONCLUSIÓN
El Estado, a través de uno de sus brazos represivos, actuó sobre estos pueblos de
manera impune y sin recibir castigo. Es importante señalar tres cuestiones que resultan
de interés. Una es el ocultamiento de estas masacres perpetradas por autoridades
policiales y Gendarmería Nacional, algo que recientemente se ha denunciado y comienza
a investigarse. La otra es el modo de endilgarles a los propios indígenas la actitud
beligerante como así también que poseían armas de fuego, siendo que en ningún caso
hubo registros de policías o gendarmes heridos o muertos y la tercera, estos hechos se
han silenciado de la historia tanto provincial como nacional, salvo algunos trabajos
parciales.
Por eso debemos cumplir con la memoria y al realizar una revisión del genocidio indígena
en nuestro país, convocar fundamentalmente a un profundo debate ético-político que
revise los supuestos mismos de nuestros valores como sociedad y las ataduras o
intereses que obstruyen el camino hacia la verdad.
Se ha demostrado, a lo largo de los años, que existen dos historias: la contada y la
ocultada, no permitamos que esto vuelva a ocurrir.
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BIBLIOGRAFÍA
“Las masacres del olvido. Napalpí y Rincón Bomba en la genealogía del genocidio y el
racismo de estado en la Argentina”, Runa, 2009, Volumen XXX, p. 45-60.