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2021 - E.E.

Sordos e Hipoacúsicos –
Cultura originaria- 2º Com "A"
Alumna: Aguilera, Daiana Itatí
Profesora: Aguirre, Claudia

La Masacre de Napalpí, ocurrió el 19 de julio de 1924 y prosiguió


durante 90 días en los que se persiguió a los sobrevivientes. Napalpi,
que en lengua quom significa ‘lugar de los muertos’, es considerado
como el primer genocidio de pueblos originarios del siglo XX.
El genocidio de los pueblos originarios, no puede ser abordado
desprendido del hecho del proceso de formación del Estado Nacional.
Necesitó siempre del exterminio del “diferente”, del “otro”, sinónimo este
último muchas veces de inferioridad. Expansión del sistema económico
mundial GUERRA CONTRA EL OTRO
LOS HECHOS
Cerca de mil originarios de varias naciones se fueron concentrando
en la colonia Napalpí. Las voces de los chamanes Gómez, Machado,
Maidana, Durán y otros, se alzaban con tintes proféticos llamando a sus
pueblos a unirse.

Había mucha injusticia: por el algodón recolectado pagaban con


comida, el maltrato y desprecio era la ley del blanco y para colmo, los
colonos les prohibieron salir del Chaco por temor a que la mano de obra
emigre a los ingenios de azúcar de Salta. Se amontonaron para
reclamar a los patrones porque el pago del extenuante trabajo se iba en
la olla comunal.
Gómez era un mensajero, que se comunicaba con los espíritus de los
muertos, frente a su choza arengaba proféticamente. Proponía liberarse
del yugo del blanco y tomar sus bienes. Persuadía a morir en batalla
para revivir como espíritu de héroe. Se cantaba y danzaba invocando el
poder de los espíritus en multiplicadas ceremonias.
El temor del blanco tuvo la excusa perfecta al sumarse la muerte de
algunos colonos y el robo de ganado. Llegó la policía enviada por
el Gobernador del Territorio, Fernando Enrique Centeno con la orden
de proceder con rigor.
Lo que cuentan las voces sobrevivientes, el imaginario, la narración oral
que se trasmitió de generación en generación casi en secreto y
cautamente fue que en la mañana del 19 de julio de 1924, muy temprano
en la reducción de Napalpí los habitantes se despabilaban después de
la fiesta de la noche anterior (los administradores habían partido de la
reducción). Todo era silencio tenso que se rompió con el sonido de un
motor de avión del Aero Club Chaco sobrevolando la toldería. Primero
tiró golosinas y masitas para arracimar a la gente. Después fueron las
ráfagas de fuego como una lluvia de metal que no cesó de matar. Por
tierra, unos 80 hombres armados y a caballo se desbordaban dando
muerte. Los que iban de a pie, degollaban. Iban cayendo los niños y las
mujeres, iban cayendo las ancianas que morían cantando y danzando,
seguras de que con ese sortilegio serían inmunes a las balas. Durante
45 minutos la policía descargó más de 5 mil balas de fusil.
Pararon recién cuando nadie quedó en pie y al mal herido le llegó el tiro
de gracia o el degüelle. A muchos les rebanaron el cuero cabelludo, a
los líderes muertos les caparon, le cortaron las orejas, la nariz, que
fueron exhibidas en la comisaría de Quitilipi.
Los enterraron en unos pozos de agua, a otros quemaron medio vivos.
Sobrevolaba el avión exterminando sobrevivientes. La saña no cesó en
los días siguientes persiguiéndolos por el monte. Se estima en más de
doscientos masacrados.

Pedro Solans expone que el total de víctimas fue de 423, entre


indígenas y cosecheros de Corrientes, Santiago del Estero y Formosa.
El 90% de los fusilados y empalados eran de las etnias mocoví y qom.
Algunos cadáveres fueron enterrados en fosas comunes, otros
incinerados. Se estima que lograron escapar 38 niños. La mitad fueron
entregados como sirvientes en Quitilipi y Machagai, mientras el resto
murió en el camino
En el libro Memorias del Gran Chaco, Mercedes Silva señala que Pedro
Maidana, el cacique Mocoví líder de la protesta, fue muerto de forma
salvaje: “Le extirparon los testículos y un oreja para exhibirlos como
trofeo de batalla”.
En la Cámara de Diputados de la Nación esta masacre fue denunciada
en cuatro sesiones en septiembre de 1924. Hubo un informe del propio
Lynch Arribálzaga, promotor de la creación de la Reducción de Napalpí
y su primer director, denunciando que la represión duró varios días y
pidiendo una comisión especial que investigue el tema.

En Chaco se abrió ese mismo año un expediente policial caratulado


“Sublevación indígena en la Reducción de Napalpí” que, naturalmente,
tampoco avanzó.

Los vientos del presente trajeron la memoria de la masacre de Napalpí,


que la historia oficial sepultó.

No hay que omitir que en 1993 el diputado nacional chaqueño Claudio


Mendoza presentó un proyecto de ley para instituir el 19 de julio como
Día de los Derechos de la Poblaciones Aborígenes Argentinas en todo
el territorio nacional, como homenaje “a los mártires de aquella
oprobiosa jornada”.
Un momento bisagra de este cambio de paradigma fue en 2008 cuando
el mandatario provincial Jorge Capitanich, en la plaza de Machagai, en
nombre del estado provincial pidió perdón por la masacre y el exterminio
de los pueblos indígenas.

La causa ha sido retomada en busca de transitar un “juicio por la verdad”


mediante la aplicación de las normas de imprescriptibilidad de los
crímenes de lesa humanidad. Cabe destacar en este hecho de justicia
reparadora, la intervención del Equipo Argentino de Antropología
Forense realizando exhumaciones en Colonia Aborigen.

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