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LA ÚLTIMA BARRERA ANTE LA

DERROTA DEL IMPERIO DE LA LEY



La Guardia Civil ha sido siempre un cuerpo obediente y un ejemplo policial aislado de
no deliberancia. Las conspiraciones no son lo nuestro, ni la evaluación de lo que hacen
o deshacen los gobiernos bajo cuyas directrices cumplimos nuestras funciones. Ni
más ni menos, estamos para cumplir y hacer cumplir la Ley sin interferir en los
legítimos cambalaches de la política y de los políticos.

Los guardias civiles queremos seguir cumpliendo y haciendo cumplir la Ley, igual que
los jueces y magistrados seguir interpretando y aplicando la Ley y haciendo ejecutar
las sentencias. Para ello, hoy tenemos que hablar alto y claro. Nos lo exigen un
mandato constitucional, moral y con el ciudadano.

En primer lugar, el artículo 104 de la Constitución encomienda a las Fuerzas y Cuerpos


de Seguridad la misión de proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades
públicas y garantizar la seguridad ciudadana. En segundo lugar, la forma de hacerlo
está condicionada por nuestro juramento ante la Bandera como militares que somos:
estando dispuestos a derramar hasta la última gota de nuestra sangre en defensa de
la soberanía e independencia de España y de su ordenamiento constitucional.

Nuestro estatuto deja nítido este mandato, que sabemos no está exento de crítica por
algunos. En este sentido, tras las purgas políticas de al menos seis coroneles y dos
tenientes coroneles, con manifiesto desprecio de la legalidad y la tradición, los
guardias civiles no podemos decir que la prosperidad de la arbitrariedad como forma
de gobierno sea una sorpresa. Así, se impuso el silencio hace tres años, como en otras
instituciones antes o después ha ido sucediendo, infundiendo miedo a hablar en la
Guardia Civil. Aunque, todo sea dicho, el fin principal de sus promotores era más bien
distraer nuestra actuación precisamente del interés general y el servicio al ciudadano.
Sin embargo, los guardias civiles de APROGC hoy consideramos ineludible
expresarnos en estas líneas, ante lo que se anuncia.

Los guardias civiles observamos el pacto publicitado con profunda preocupación.


Consideramos que pretende vaciar de contenido la misión constitucional que
tenemos encomendada las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, especialmente la policía
judicial. ¿De qué ha valido tanto sacrificio durante décadas en cumplimiento de
nuestra misión constitucional si al final nuestros jefes políticos traicionan toda la
sangre derramada y todo el esfuerzo realizado por los guardias civiles, por los policías
y por los jueces y fiscales en los últimos 40 años? ¿Cómo vamos a creer en que
deberemos y podremos hacer cumplir la ley ante este mensaje de impunidad y
fomento de la desatención de las normas?
La Ley es igual para todos, mantiene el orden y permite a la ciudadanía residir en paz
y en libertad, sin temor a sufrir desigualdad. Sin embargo, se pretende instaurar la ley
del más poderoso. ¿Si nuestros máximos responsables no se someten a los principios
fundamentales del Estado de Derecho, cómo se pretende que el ciudadano lo haga?

En este contexto, tampoco se puede obviar lo incomprensible de que los guardias


civiles tengan que prestar servicio en condiciones precarias, desde acuartelamientos
centenarios que se caen en pedazos; mientras bajo un interés político de enigmático
encaje en el interés general se canjean inversiones por sillones.

Desde el punto de vista de la seguridad pública, cabe reseñar que la historia


evidenció hace 46 años que la amnistía a condenados por terrorismo no hizo más que
reafirmar su vocación y aumentó el número de atentados. Los antecedentes en
ciencia policial no animan precisamente a descartar una nueva crisis de convivencia y
quiebra del Código Penal en todas sus posibilidades en Cataluña.

Como siempre, los guardias civiles, en este caso los de APROGC, seguiremos siendo
fieles a la Constitución y seguiremos cumpliendo, por encima de cualquier otra
prescripción tintada que podamos recibir, los mandatos que recibamos de los jueces
y tribunales, como se nos exige legalmente y por la ciudadanía. Sobre cualquier otra
instrucción, prevalecerá siempre el cumplimiento de los mandamientos y las
resoluciones judiciales.

En este orden, desde APROGC contemplamos con fe y optimismo la defensa del


Estado de Derecho exteriorizada por los representantes de la Carrera Judicial, como
barrera frente a inspiraciones totalitaristas. Hay una responsabilidad histórica que
alcanza de lleno a altas instituciones del Estado y, especialmente, a nuestro Tribunal
Supremo. Quienes tenemos los instrumentos para ejercer el monopolio de la fuerza
entendemos que solo la Administración de Justicia tiene legitimidad constitucional y
capacidad material para velar en este momento porque los principios superiores de
nuestro ordenamiento jurídico recogidos en el artículo 9 de la Constitución no se
conviertan en papel mojado.

Con enorme tristeza y desolación, los guardias civiles nos preguntamos cuándo
volveremos a tener jefes que se sometan al imperio de la Ley en lugar de estudiar sus
fisuras. Mientras tanto, observamos esperanzados el compromiso y tenacidad del
Poder Judicial para mantener su independencia y esperamos que encuentre el
camino para preservar el Estado de Derecho. En su labor encontrarán nuestro firme e
indudable compromiso, en aras de garantizar la igualdad ante la ley y su aplicación,
especialmente ante quienes sistemática y arbitrariamente demuestran vocación de
situarse por encima de todos y la ley.

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