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evaluar su color, localizar el sonido que produce, encontrarlo después de


escondido, etc., etc., hay que coordinar movimientos, asimilar estas acciones
2. esquemas anteriores, seriar los elementos de la conducta, reunir algunos
de ellos y disociar otros, etc. En otras palabras, desde la más elemental
acción sensoriomotriz, se hacen necesarias una lógica y una geometría
para captar las cualidades físicas, mientras que, por más que la coordina-
ción general de las acciones presuponga la existencia de acciones particu-
lares que es necesario coordinar, éstas pueden ser cualesquiera y no inter-
vienen por su especificidad en el mecanismo de la coordinación.
Sería, pues, falso decir que el objeto permanente debe su invariancia
2. la aplicación de esquemas lógicos (identidad) o matemáticos (grupo de
los desplazamientos), a datos físicos previos o, incluso, a una inserción
de los datos físicos en esquemas lógico-matemáticos previos: las acciones
físicas, al proporcionar el conocimiento de las cualidades del objeto, son
las. que, en virtud de su propia coordinación, atribuyen estas cualidades a
un sustrato dotado de conservación; y esta coordinación, que se inicia junto
con tales acciones especializadas, es la que constituye la raíz de los esquemas
lógico-matemáticos mencionados; ¿ En qué consiste entonces la coordina-
ción específica de la construcción del esquema del objeto sustancial? No
podría tratarse sólo de identificación, puesto que el concepto' de objeto
surge relativamente tarde y su constitución sólo queda terminada con el
cierre del grupo de los desplazamientos prácticos. La reversibilidad, en
cambio, que es propia de esta organización de los desplazamientos, sí explica
la invariancia del objeto: las 'acciones de reencontrar se vuelven constitu-
tivas de un esquema de sustancia, desde el momento en que se organizan
en relación con el grupo cualitativo de los movimientos del sujeto, y es en
función de este grupo práctico que los desplazamientos exteriores del móvil
son agrupados con la finalidad de otorgar a dicho móvil la' cualidad de
peder ser encontrado de nuevo." Las cualidades perceptuales de color,
tamaño, forma, etc., logran, por su parte, gracias al mismo proceso, una
estructura que, si no es completamente reversible (ya que la percepción no
alcanza nunca a este respecto el nivel de la motricidad), está al menos
estabilizada por regulaciones que tienden hacia la reversibilidad propia de
los movimientos, En conclusión, el objeto permanente resulta de una
solidificación de las cualidades físicas inherentes al modo de composición
reversible de las acciones que las diferencian, y queda así inserto como
invariante en los sistemas de las transformaciones percibidas en la realidad,
por correspondencia con la coordinación de las acciones del sujeto.

2. LAS FORMAS REPRESENTATIVAS ELEMENTALES DE LA CONSERVACIÓN.


Las dos enseñanzas que pueden extraerse de la formación del esquema del
objeto permanente son, pues, la íntima conexión de las coordinaciones lógico-
matemáticas con las acciones físicas, y el carácter correlativo de la solidi-

5 Como lo dijera tan bien Bachelard (L' expérienc e de l' esp ace dans la physilJue
contemporaine), el realismo es ante todo una doctrina de la localización: es lo que
se percibe aquí desde el plano sensoriornotorde la acción.
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fícación de lo real con la descentración de las acciones del sujeto. Pero,
a~nque esta,s.c.osasestán ya claras en el plano sensoríomotor, es obvio que
solo un análisis de las formas representativas de conservación permitirá
entrar en ?etalle, y sobre todo reconocer con alguna precisión las partes
corre~poz;.~Ientesa ~a identificación y a la reversibilidad operatoria en la
constitución de los invariantes,
Así pues, cuando se inicia el pensamiento con el lenguaje y la imagen
mental, el esquema del objeto sustancial práctico u objeto de acción está
ya terminado, al menos .en lo que concierne al e~pacio cercano. Per~ esto
no .significa que di~~o esquema se~ gez;.enilizado de inmediato, por la
n.~clente representación- a todas las situaciones que sobrepasan esta utiliza-
Clan ~el c~ntorno espacial del sujeto. Es necesario, en particular, distinguir
dos situaciones en las que va a ser necesaria una nueva construcción
anál~ga a la del objeto práctico; y sólo cuando estas construcciones queden
t~rm~nadas po~rá hablarse de, sustancia física en el sentido general del
termino, es decir, susceptible de una especie de conservación elemental de
la mate.ria. La primera d: estas situaciones es la de los objetos lejanos
(en el tiempo y en el espacio) > y la segunda es la de los objetos compuestos,
formados por p'arte~ más o menos. móviles ,unas respecto de otras. La
se~nda situación .solo puede estudiarse experimentalmente, .en el niño,
mientras que. ~a pnmera .puede s.er.analizada mediante simple observación,
tanto en el mno como en .el "primitivo". ' '

En lo que se refiere a los objetos lejanos, es fácil establecer que el


niño de dos a cuatro años no atribuye aún en sus paseos una forma
constante a las montañas: éstas crecen y se achican, algunas aristas se
reso.rben y :uego resurgen, etc., como los objetos manipulados por la criatura
hacía los cinco a ocho meses (ésta succionará por ejemplo una mamadera
' a l no h aber comprendido, en el'"curso de 'una visible rotación
por ~1 reves,
preVl~, que el ~hupete ha pas.ado ~l otro lado). De la misma manera,
el su}eto no esta s~guro de la identidad de la luna, de algunos animales,
,de ~Iertos. perso~aJes,. ~ue ,~on a la vez uno y varios, y cuyas diversas
manifestaciones participan unas de otras, a medio camino entre lo
genérico y lo individu.al.6 Es a este tipo de "preconcepto", intermedio
e~t~e lo genera,~y l~ .smg~lar,"al que hay que referir sin duda el aspecto
lO~Ic? de las participacicnes que L. Lévy-Bruhl ha descripto en los
pr~ltl:oS; pero en éstos, la participación adquiere un aspecto colectivo
y IDlStlCO.

. Desde el punto de vista físico, es más interesante el problema del


a~rto compuesto, ya que permite analizar el propio mecanismo de forma-
CIOn.~e los esquemas de conservación. Sea, por ejemplo, una bolita de
plastilina, que se puede estirar como un panecillo, aplastar como una

6 Para el .detalle de estos hechos véase La forma/ion du symbole chez l'enfant.


De1ach::~xet ~l~stlé, cap. IX, § 5. [Hay versión castellana: La formación del símbolo
6n el ntno. México, Fondo de Cultura Económica, 1962.]
loe JEAN PIAGET

galleta, etc., o desmenuzar en trozos diversos. La cuestión que se le plantea


al sujeto es decidir si el objeto así transformado (o el conjunto de sus
fragmentos) contendrá la misma cantidad de materia que la bolita inicial
(o el mismo peso, etc., pero limitémonos por ahora sólo a la conservación
de la materia). Se ve de entrada que este problema es la prolongación
lógica del de la permanencia del objeto práctico mismo; aunque con la
complicación de que se refiere ya no meramente a. la conservación del
objeto total, sino a la de sus partes, se encuentren éstas fraccionadas o
continuas y sólo sean desplazadas unas con respecto a otras, con modifica-
ción de la forma del conjunto. También se ve de inmediato que, aunque
la ,Permanencia del objeto práctico puede ser. construida por la acción
efectiva, la conservación de la bolita en cuanto objeto compuesto no puede
quedar asegurada más que por el pensamiento, es decir, por intuiciones
que internalicen las acciones, o por operaciones propiamente dichas.
El .problema reside entonces en establecer si la conservación surge
desde los orígenes intuitivos del pensamiento, y por lo tanto desde que la
representación puede sobrepasar la acción inmediata, o si, por el contrario,
en el plano de las. acciones mentalizadas o internalizadas, la conservación
supone, como en el plano de la acción sensoriomotriz, un sistema de
composiciones reversibles (lo que, en el pensamiento, equivale a un juego
de operaciones reguladas y no sólo de .intuiciones representativas). Se
conoce ampliamente de qué manera E. Meyerson ha pretendido explicar
los conceptos 'de conservación por un acuerdo entre la experiencia y una
anticipación de la razón, que se manifestaría por una exigencia de identi-
ficación. Si tal fuera el caso, podría esperarse que los conceptos de conser-
vación más elementales, como la invariancia de la cantidad de materia,
en el curso de las variaciones de forma del objeto compuesto, se consti-
tuyeran en cuanto la experiencia brindara al pensamiento los elementos de
una posible identificación, o sea desde los comienzos de ·la representación
intuitiva. .
Ahora bien, así como el concepto de objeto permanente es el resul-
tado, en el plano sensoriomotor, de la composición reversible de los despla-
zamientos organizados en un grupo práctico, y no de una simple identifi-
cación que entrara en actividad a partir de la percepción de las sucesivas
manifestaciones del objeto, así también la conservación de la materia en el
momento de las deformaciones o del seccionamiento de la bolita de barro
es el producto de un agrupamiento operatorio, primero simplemente cuali-
tativo (en sentido intensivo y no matemático), y no de una identificación
directa. Es más, resulta fácil establecer que ésta, cuando aparece, constituye
el resultado y no el motor del sistema de las operaciones mencionadas, cuyo
principio es la composición reversible y no la mera identidad.

En efecto, durante todo el período de intuición preoperatoria, es


decir, hasta los siete u ocho años en promedio, el panecillo presenta, para
el niño, menos materia que la bola de la que procede, porque se ha
afinado; o, por el contrario, presenta mayor cantidad de materia porque
se ha alargado. Asimismo, la bolita desmenuzada pierde materia porque
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está en pedazos, o la adquiere porque el número de unidades aumenta


(i reacciones parecidas se dan ante una tableta de chocolate fraccionada l) .
Es decir. que las respuestas varían de contenido, pero su principio perma-
nece constante: la cantidad de materia ha variado." Lo mismo sucede
cuando se trata de líquidos transvasados de un recipiente a otro: todo
cambio de forma de los recipientes implica una no conservación de la
cantidad de -Iiquido para beber." Sin embargo, ya se trate de estos líquidos
o de la cantidad de barro para modelar, cada sujeto sabe perfectamente
que nada se ha quitado ni agregado durante el cambio de forma, puesto que
él mismo se encarga de la transformación o del trasiego; pero esta posible
identificación lo deja indiferente en presencia de las modificaciones percep-
tuales, a las que centra en una o otra de las relaciones en cuestión sin
efectuar una composición completa de las relaciones. .
Por el contrario, en la etapa de las operaciones concretas (siete a ocho
años), la conservación siempre es afirmada, después de una etapa inter-
media en la que sólo es presupuesta (aunque sin certeza) para las transfor-
maciones pequeñas, y rechazada para las grandes. Ahora bien, lo que es
de sumo interés y que indica de inmediato la intervención de la deducción,
es que esta invariancia de la cantidad de materia, al ser generalizada a
todas las transformaciones de la bolita o del líquido, es también sentida
como necesaria y evidente; pero, tal necesidad y tal evidencia se imponen
de esta manera al término de la evolución considerada, iy no en sus co-
mienzos! ¿ Qué ha sucedido, pues, entre la no conservación propia de la
intuición y esta conservación necesaria, y cuál es el mecanismo de .las
operaciones que actúan en la constitución de semejante invariante, físico y
deductivo a la vez?

A esta altura, conviene analizar más de cerca los términos de( pro-
blema y desconfiar de todas las fórmulas corrientes, porque éstas se basan
en el análisis de invariantes de nivel muy superior, en cuya estructura es
relativamente fácil -y por ello peligrosamente tentador- separar, por un
lado, tina forma matemática (grupo, etc.) o lógica (identidad, etc.), y por
otro, un contenido experimental o físico. Ahora bien, en el 'caso del. que
nos estamos ocupando, se trata de una forma de conservación que ya
presenta el doble aspecto típico de todos los invariantes ulteriores, es decir,
un contenido material ligado a la experiencia y una forma deductiva
sentida como necesaria o racionalmente evidente, i por más que se consti-
tuya en un nivel mental en que aún no existe ni cálculo matemático ni
lógica formal! Nos encontramos pues en presencia de un sistema opera-
torio particularmente elemental y fácil de analizar, situado no obstante
en la fuente misma del pensamiento físico: en efecto, sin necesidad de una
.previa definición precisa de la masa, la conservación de la. materia es sin

., Piaget e Inhelder: Le développement des quantités chez l'enjant, Delachaux


et Niestlé, cap. I.
8 Piaget y Szeminska: La genése du nombre chez l'enfant. Delachaux et
Niestlé, cap. r. fHay versión castellana: La génesis del número en el niño. Madrid,
Guadalupe, 1967.] .
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duda tan indispensable a cualquier razonamiento macrofísico como lo es


la conservación de los conjuntos o de los números para el razonamiento
matemático.
Ahora bien, tanto en el caso de este primer invariante, propio del
pensamiento representativo, como en el del invariante sensoriomotor cons-
tituido por el objeto práctico permanente, el contenido experimental y la
forma lógico-matemática se organizan simultáneamente y no por "aplica-
ción" de ésta en aquél, y se organizan según un esquema de composición
reversible, y no por simple identificación de lo diverso. En otras palabras,
nos encontramos nuevamente, ante una coordinación de acciones; éstas
constituyen el contenido físico o experimental de la estructura, mientras que
su coordinación constituye la forma lógico-matemática de dicha estructura.
Pero esta coordinación, a diferencia del esquema sensoriomotor del objeto
permanente, tiende a internalizarse en esquemas reflexivos, mientras que las
acciones coordinadas se externalizan 'en acomodaciones experimentales
(anticipaciones, etc.). Existe pues progreso en la internalización y la exter-
nalización complementarias de las operaciones (véase cap. IV), pero este'
doble proceso se arraiga en un juego de coordinación de acciones como en
el caso del objeto permanente. No obstante, como tales coordinaciones no
podrían constituirse si no hubiera acciones' particulares que coordinar, y
como éstas no podrían sucederse unas a otras sin coordinaciones el aspecto
lógico-matemático o deductivo del invariante en cuestión y su aspecto físico
o experimental son indisociables, aunque irreductibles entre sí.
Observemos, ante todo, que la experiencia no puede, por sí sola, infor-
mar al niño sobre la conservación de la cantidad de materia. Por una
parte, el sujeto no busca ningún co~trol experimental de sus afirmaciones
ni procede a.rnedición alguna, ni durante la etapa en que niega la conser-
vación ni a partir del momerito en que la afirma. Por otra parte, no se sabe
qué podría medir, puesto que no se expresa en términos de peso o de vo-
lumen (invariantes de constitución muy posterior}, sino en términos de
sustancia, es decir, de un concepto carente de caracteres definidos y que
sólo tiene todavía un lejano parentesco con los demás aspectos de la masa..
Así pues, la experiencia no podrá fundamentar la conservación; por más
que coincida con ésta.
Veamos entonces los motivos realmente invocados por los sujetos; Se
presentan tres tipos diferentes, que son por cierto comunes a todas las
formas espontáneas de. conservación, pero cuyos respectivos papeles son
diferentes y fáciles de caracterizar.
El primer argumento se basa en la identidad: nada ha sido quitado
ni agregado, dice el niño, por lo tanto la materia se ha conservado a
pesar de los cambios de forma o de los fraccionamientos. Esta es pues
12. id~ntidad rneyersoniana en su estado más puro e ingenuo, 'pero no
constituye el móvil verdadero del razonamiento, porque su repentina apari-
ción plantea, como se ve de inmediato, un problema que la identificación
por sí sola no podría resolver: ¿ por qué razón surge este juicio de identidad
sólo a una determinada edad, y a veces de repente, cuando los sujetos más,
jóvenes ya tenían en realidad el mismo conocimiento de que nada había
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sido quit~~o ni añad~do? ¿ Cómo explicarse que, en los pequeños, la no


conservacion sea admitda a pesar de la identidad reconocida de los datos
y que hacia los siete u ocho años la conservación sea afirmada en razón d;
esta identidad? La causa reside con seguridad en que algo más interviene
y en que la identificación debe ser entonces concebida como un resultado
o como u~a part~ del proceso operatorio de conjunto (como producto de
las ~peraclOnes directas e inversas) y no como el motor mismo del razo-
namiento.
El segundo argumento aducido por los sujetos es mucho más revelador
de la naturaleza de este proceso de conjunto: se trata de la reversibilidad
de !as acciones efectuadas. "Usted ha alargado (o si no, he alargado) la
bolita: podemos por lo tanto volverla a dejar como estaba antes" dice el
sujeto. O también: "j Usted la ha partido: sólo hace falta volvera pegar'
los pedazos!" Ahora este llamado a la reversibilidad nos enseña dos cosas.
En primer término, se refiere a acciones reales y físicas, que han sido ejecu-
tadas sobre el objeto: estirarlo, aplastarlo, hacer con él una pelota, cor-
tarl.o, et:... Observemos, a este respecto, que el argumento basado en
la identidad también se expresaba en términos de acción: nada ha sido
" qUIa
it d"
o m." a~rega.d" o. Per~ se trataba de acciones no realizadas, lo que
~u:~tra que la .Identldad aludida se refería a la llamada "operación idén-
tica en lenguaje de' grupo, es decir precisamente a operaciones o acciones
nulas'. Por el co~trario, en el caso de la reversibilidad, el sujeto se refiere
~ acciones efectivas, pero que se desarrollan en sentido directo (+) o
mverso (-). Ahora bien, son precisamente estas acciones en cuanto
acciones propiamente dichas, las que brindan al sujeto el conocimiento de
lo q~e. él ll~ma materia: la s~stapcia es lo que puede ser agregado, quitado,
mo~:fIcado en su ~orma, seccionado o unido en un todo, etc., y su conser-
vaclon. se traduc~ Igualmente por una acción, que consiste en reencontrar,'
es .declr. en localizar, etc. (en cuanto a las propiedades de la materia, su
resistencia, su peso, etc., también se relacionan naturalmente con las
acci?nes :re apretar, levantar o sopesar, etc., por más que su solidificación
en mvanantes no se efectúe sino más tarde, ya veremos más 'adelante
por' qué razón). Pero, en segundo término el hecho de recurrir a la
reversibilidad m1_lestraque las acciones aludidas, no permanecen relativa-
mente no coordinadas, como en ."la etapa preoperatoria (decimos relati-
:vam.e~te,porque están ya en parte' ligadas entre sí gracias a las reguiaciones
mtUlt:vas de la~ que volveremos a hablar), sino que en adelante Son
coordinadas segun .el mo~elo, de .los agrupamientos de operaciones, que
comprenden operaciones directas, mversas, nulas, y la posibilidad de com-
ponerlas a todas entre sí de manera asociativa. y ocurre que de inmediato
puede verse q:-reesta com~osición reversible y asociativa no está agregada
desde. el ~~te::'l9ra las acciones físicas precedentes, sino que constituye la
coordinación interna progresiva de dichas acciones,' sin intervención externa
de relaciones matemáticas, o de la lógica formal.
E! terc~r argume~to aducido por los sujetos parece por el contrario
recu:nr a, dichas relaciones: el niño dirá que el panecillo ha ganado en
longitud, con respecto a la bolita inicial, lo que ha perdido en ancho, y que
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la cantidad ha permanecido por lo tanto igual; o dirá, también, que frac-


cionándolo cada vez más, el objeto gana en cantidad de trozos lo que
éstos pierden en tamaño, etc. Dicho de otra manera: el objeto total está
formado por un conjunto de partes (adición partitiva) o de relaciones
(multiplicación lógica de las relaciones) y cualquier deformación o seccio-
namiento deja invariante la totalidad en virtud del agrupamiento de estas
partes o de estas relaciones: en efecto, este agrupamiento permite poner
en evidencia las compensaciones que se establecen necesariamente entre
modificaciones de sentido inverso. Claro es que este tercer tipo de argu-
mentación no hace más que continuar el segundo: el conocimiento de las
relaciones y de las partes no es en este caso el resultado de una mera lectura
perceptiva, ya que de serlo, el sujeto no llegarla, por falta de mediciones,
a considerar necesaria la compensación de sus respectivas transformaciones;
dicho conocimiento surge directamente de las acciones de deformación
(estiramiento, etc.) y de seccionamiento. La única diferencia entre esta
tercera argumentación y la segunda consiste en que la tercera se apoya en
la composición reversible del resultado de las acciones, y la segunda en la
composición de las propias acciones. Pero en ambos casos se trata de
composiciones reversibles que coordinan las acciones, sea en su totalidad,
sea en el detalle de sus efectos, y sólo la coordinación de las acciones mismas
asegura la de estos efectos. Esta tercera argumentación marca, sin embargo,
un progreso sobre la anterior, en el sentido de la externalización y de la
internalización complementarias de la actividad del sujeto: componer las
relaciones construidas por la acción y ya no las acciones globales en sí,
equivale en efecto, por una parte, a engendrar la posibilidad de medir
las modificaciones exteriores y, por otra parle, a elaborar reflexivamente
el agrupamiento de las operaciones en sí, de una. manera más general
que en el caso de las meras acciones globales. -
Queda claro, 'pues, en qué consiste, en este caso, el proceso formador
de la conservación. De ninguna manera está ausente de él la identidad,
ni es ésta despreciable, pero constituye sólo un aspecto de la construcción
de conjunto: es el producto y no la fuente de la reversibili-dad, porque la
.operación idéntica resulta de la composición entre- las operaciones. directas
y sus inversas, es cierto, pero en el seno del sistema operatorio total. Se
comprende pues, ahora, por qué el argumento de la- identificación (el
primero de los tres encarados) sólo aparece en una etapa determinada,
hacia los siete u ocho años, y no resulta convincente para la mente del
sujeto en las etapas anteriores: sucede que es solidario de los otros dos y
que la composición reversible y asociativa no podría constituirse más que
en forma progresiva, en: cuanto expresión de las coordinaciones sucesivas
de la acción, de sus retornos y desvíos, así. como de las .articulaciones corre-
lativas del pensamiento intuitivo. Hasta. aquí, las coordinaciones sólo con-
sistían en regulaciones: la corrección de una estimación (por ejemplo, que
el panecillo aumenta de peso al alargarse) sólo está asegurada por su pro-
~ia exageración (porque al seguir alargándose, el pan se hace demasiado
fino y parece entonces más liviano, etc.). Estas compensaciones, al asegurar
así composiciones parciales, desembocan en la reversibilidad a medida que
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las compensaciones se hacen más completas: el agrupamiento operatorio


constituye pues un término, o una forma final de equilibrio, que va acom-
pañada por la necesidad deductiva en cuanto queda obtenido el equilibrio
(es decir, cuando la reversibilidad, indicio de todo equilibrio, es entera) ,
pero no antes de esta especie de cierre móvil del conjunto de las articula-
ciones activas e intuitivas que la preparan.
Desde el punto de vista de las relaciones entre la coordinación lógico-
matemática (es decir, el agrupamiento de las operaciones o de las rela-
ciones por ellas engendradas) y el contenido físico o experimental (es decir,
las acciones particulares respecto del objeto, y que sólo el agrupamiento
transforma en operaciones), es pues igualmente claro, tanto en el caso de
este primer invariante representativo, como en el del objeto sensoriomotor
permanente, que estos dos tipos de elementos son indisociables: por una
parte, no podrían existir coordinaciones sin acciones que coordinar; por
otra parte, en cuanto a éstas, nunca se dan en estado aislado, sino que
están desde el comienzo vinculadas por coordinaciones susceptibles de
regulaciones diversas, cuyo equilibrio progresivo lleva a la composición
reversible. Ahora bien, durante este progreso estructural de la coordinación
las acciones se transforman también, y recíprocamente, en una 0rganización
estrechamente correlativa de la forma y del contenido.
Así pues, tanto en los comienzos del pensamiento como en el plano
de la acción, el conocimiento físico presenta un carácter que importa
analizar, puesto que gobierna la interpretación epistemológica de las etapas
ulteriores, en las que lo lógico-matemático s-ediferencia de lo experimental:
la experiencia y su forma deductiva son estructuradas simultáneamente por
tina y la misma organización de conjunto de la acción. En el caso par-
ticular, los agrupamientos operatorios que están en juego consisten en
adiciones lógicas de partes y en multiplicaciones lógicas de relaciones (sin
que intervenga desde- el principio ninguna cuantificación matemática):
podría, por lo' tanto, suponerse que son los agrupamientos lógicos corres-
pon dientes, aplicados a clases y relaciones cualesquiera, o los agrupamientos
infralógicos de orden espacial (vol. l, cap. n, § 7), los que, en tanto
formas previas, vienen a aplicarse al problema físico de la conservación
de la materia, y esto puede parecer tanto más verosímil, cuanto que estos
agrupamientos lógicos o infralógicos (espaciales) dan lugar, por su parte,
a invariantes isomorfos. del de la conservación de la cantidad de materia
(conservación de los conjuntos como totalidades, de las corresponden-
cias, etc., en vol. 1, cap. 1, §§ 3-6, O conservación de las magnitudes geomé-
tricas: cap. n, § 7). No obstante, semejante interpretación sería errónea,
porque de ninguna man era hay "aplicación" de agrupamientos anteriores,
lógicos o ' infralógicos, al problema nuevo de la conservación física de la '
materia. Lo que sí se da, es la organización paralela y convergente de
las acciones que operan sobre los conjuntos de objetos discontinuos (clases y
relaciones), sobre las propiedades espaciales del objeto y sus propiedades
físicas. Más adelante, al ser relacionadas reflexivamente todas estas estruc-
turas, quedará constituida la lógica formal. Y no cabe duda de qu.e la
coordinación de las acciones físicas, que genera el invariante de cantidad
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de materia, es una coordinación lógica (que luego será matematizada):


pero no es e! resultado de la aplicación de otras coordinaciones lógicas,
sino que constituye simplemente una estructuración paralela a la de otros
campos. -
La mejor prueba de este carácter, lógico ya, pero aún no formalizado
(que por lo tanto no puede ser generalizado simplemente de un can:Po
a otro), de las coordinaciones operatorias que actúan en la conservación
de la materia, es e! hecho siguiente, muy instructivo también en cuanto a la
insuficiencia de la interpretación por medio de la mera identificación." Una
vez adquirida la conservación de la materia (hacia los siete u ocho años),
si a los mismos sujetos se les plantean exactamente las mismas preguntas
en relación con la conservación del peso de la bolita deformada, se descubre
con sorpresa el hecho siguiente: durante otros dos años más, en promedio,
es decir hasta los nueve o diez años, el niño, que tan correctamente razona
para deducir la conservación de la materia, objeta la invariancia del peso,
precisamente con los mismos argumentos que él rechaza con respecto a la
cantidad de materia, aunque los admitiría entre los cuatro y siete años
también desde este punto de vista. Admitirá, por ejemplo, que la bolita
de barro alargada en forma de pan pierde peso porque se hace más fina,
j mientras afirma que conserva la misma materia, ya que su delgadez está
compensada por su alargamiento!, etcétera. Es más, hacia los nueve a diez
años el niño descubrirá la conservación del peso, y la justificará en razón
de los mismos tres argumentos (y utilizando las mismas expresiones verbales)
que ya utiliza desde hace dos años en lo referente a: la materia. Pero hay
un hecho aún más curioso; cuando se lo interroga sobre la conservación
del volumen físico (medido por e! lugar ocupado en el agua de un reci-
piente, cuyo nivel se desplaza de acuerdo al volumen de la bolita o de!
panecillo), el niño niega este invariante hasta aproximadamente los doce
años, en nombre de las mismas apariencias que ha sabido descartar en los
campos del peso y de la materia. lO Hacia los doce años, en cambio, acepta
este invariante de volumen, en nombre de los mismos tres argumentos ya
utilizados desde hace dos y cuatro años para el peso y la materia: ¡identidad,
reversibilidad de las acciones y composición reversible de las relaciones!

Esta sorprendente evolución por etapas, en la que exactamente los


mismos procesos actúan primero contra la conservación, y luego _exacta-
mente las mismas coordinaciones operatorias, en favor de la conservación,
pero según desfasajes de dos en dos años en promedio, encierra dos tipos
de enseñanzas. En cuanto a la hipótesis de la identificación, confirma e
incluso refuerza las dificultades subrayadas con anterioridad: si la identifi-
cación fuera el verdadero motor de la conservación, no sólo debería
provocar el reconocimiento de la invariancia de la cantidad de materia
al descubrir el sujeto que nada ha sido quitado ni agregado, sino que
9 Véase para lo que sigue, Piaget e Inhelder: Le déoeloppement des quantités
chez ['enfanl, cap. II y IlI. _' ., .
ro El niño dirá por lo tanto que la bolita transformada en panecillo hará subir
menos el nivel del líquido porque se ha vuelto más delgada, etc.
EL PENSAMIENTO
FÍSICO 115

además, y sobre todo, debería asegurar la conservación del peso y del


volumen una vez reconocida la de la materia. Por otra parte, tal desarrollo
genético muestra con total claridad que las coordinaciones operatorias
consideradas, aun siendo lógicas ya por naturaleza (puesto que son comunes
a los tres campos considerados y dan lugar exactamente a los mismos razo-
namientos deductivos) i no son aún formales, en el sentido de que no pueden
ser generalizadas de inmediato de un campo a otro. La forma y el conte-
nido siguen pues aún indiferenciados.

3. LASOPERACIONES FÍSICASELEMENTALES, ELPASODELAASIMILACIÓN


EGOCÉNTRICA AL AGRUPAMIENTO OPERATORIO Y LAFUNCIÓNDE LA SENSA-
CIÓNEN FÍSICA,-SEGÚNE. MACH y M. PLANCK. ¿ Por qué razón es más
tardía la conservación del peso que la de la materia? A primera vista,
se debe con seguridad a .que la percepción de la gravidez, ligada a las
acciones-de llevar y de levantar, es de naturaleza distinta de la de las per-
cepciones ligadas a la acción de volver a hallar, la que sin duda genera
la conservación de la sustancia después de haber explicado la del objeto
práctico permanente. Y se debe, también, a que la percepción del volumen
es aun más fluctuante que la -del peso, al carecer de una métrica posible.
Nos encontramos pues, nuevamente, con e! problema de la influencia de
las sensaciones en la constitución de los conceptos físicos.

Es sabido que E. Mach, cuya autoridad como físico ha afianzado el


éxito de su epistemologia.P remozó el positivismo de Comte en el sentido
de establecer una vinculación más estrecha con los datos inmediatos, consi-
derados como esencialmente sensoriales. Ya que las ciencias exactas no
tratan de explicar, sino de descubrir leyes y prever fenómenos, -inútil les
resultaría atarse a la hipótesis indemostrable de la realidad del mundo
exterior. Por otra parte, la experiencia real se prolonga en experiencias
mentales, base del razonamiento deductivo, dedicadas a ahorrarnos esfuerzos
mediante la condensación de los hechos en forma de relaciones generales.
Por estas dos razones, el físico nunca se enfrenta, en último análisis, más
que a sensaciones. Lo mismo ocurriría, según Mach, con el propio psicólogo.
Pero el físico coordina entre sí las sensaciones de manera distinta de corno
le, haría si estudiara la' mente: las vincula precisamente por medio de las
leves obtenidas gracias a experimentaciones efectivas o mentales. La fron-
tera entre las ciencias físicas y las psicológicas sigue siendo pues relativa, y
los elementos últimos del universo son en definitivalas propias sensaciones.
Por su parte, Max Planck, en los ensayos epistemológicos tan atra-
yentes reunidos bajo el título de lnitiations a. la Physique,I2 sostiene el
punto de vista casi diametralmente opuesto, pero que, sin embargo, expresa
una concepción análoga acerca de la función inicial de las sensaciones.
La diferencia reside en el juicio de valor emitido sobre estas últimas: para

11 Véase E. Mach: La connaissance el l'erreur. Trad. Dufour. Flammarion,


1941.
12 Trad. Du Plessis de Grénédan, Flamrnarion. 1941.

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