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Sombra de la noche negra

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«Sombra de la noche negra»

disco de vinilo de Pescado Rabioso

Álbum Pescado 2

Grabación 1973

Género rock

Duración 5:57

Discográfica Talent Microfón

Escritor(es) Black Amaya

País de origen Argentina

Canciones de Pescado 2
«Mi espíritu se «Sombra de la «La cereza del
fue» noche negra» zar»
(14) (15) (16)

[editar datos en Wikidata]

"Sombra de la noche negra" es una canción compuesta por el músico


argentino Black Amaya e interpretada por la banda Pescado Rabioso, que
integra el álbum doble Pescado 2 de 1973, segundo álbum de la banda,
ubicado en la posición nº 19 de la lista de los 100 mejores discos del rock
argentino por la revista Rolling Stone.1
Para grabar este tema, Pescado Rabioso utilizó una formación habitual: Luis
Alberto Spinetta en guitarra; David Lebón en bajo; Black Amaya en
batería; Carlos Cutaia órgano Hammond. Para el canto, Spinetta con coros de
Lebón.2

La canción[editar]
"Sombra de la noche negra" es el décimo quinto track (Disco 2, Lado B, track
15) del álbum doble Pescado 2, el primer tema del lado B, del disco 2. Se trata
de un rock pesado con "un riff oscuro",3 apoyado en una disonancia mi menor-
re sostenido menor, con solos de guitarra eléctrica distorsionada y órgano.
El cuadernillo del álbum define al tema diciendo que son «palabras de la
eternidad de los objetos» y cuenta:
Una noche de primavera el apache Black me mostró el "rizz" de SOMBRA esa noche quedó
completa la voz y los arreglos del tema.- La letra apareció tirada en un baldío de madagascar, allá
donde la atmosfera es densa.
Cuadernillo del álbum2

La letra trata de una mujer que canta en primera persona y que se encuentra
con una sombra en la selva que le dice:
Suave suave nena
yo te quiero mostrar luces de la noche.

Véase también[editar]
 Rock de Argentina
 Orígenes del rock argentino
 Luis Alberto Spinetta
 Invisible
 Spinetta Jade
 Spinetta y los Socios del Desierto
 Categoría:Canciones de rock de Argentina

Referencias[editar]
1. ↑ «100 Mejores Discos del Rock Nacional». Revista Rolling Stone. Argentina. 2007.
2. ↑ Saltar a:a b Pescado Rabioso (1973). Pescado 2 (Cuadernillo). Microfón.
3. ↑ Strauss. «Pescado 2». RateYourMusic. Consultado el 22 de septiembre de 2013.

Enlaces externos[editar]
 «Pescado 2». RateYourMusic. Consultado el 22 de septiembre de
2013.

 Garrido Riquelme, Emilio. «Pescado 2». Rockaxis. Archivado


desde el original el 28 de septiembre de 2013. Consultado el 24 de
septiembre de 2013.

trol de  Proyectos Wikimedia

ridades  Datos: Q16635512

Abdicaciones de Bruselas
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Abdicaciones de Bruselas es la denominación de los sucesivos actos
de abdicación de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano
Germánico, que tuvieron lugar en Bruselas a finales de 1555 y comienzos
de 1556.
El Emperador Carlos, envejecido, adbica en
favor de su hijo Felipe II, ante los dignatarios presentes en el palacio de
Coudenberg1 de Bruselas (entre ellos Guillermo de Orange, que años más
tarde protagonizará la revuelta de Flandes). Sentada junto al trono, su
hermana María, regente de los Países Bajos y reina viuda de Hungría (también
moriría en 1558, menos de un mes después que Carlos). Tapiz flamenco del
siglo XVIII (Leyniers y Reydams). Hay otras representaciones del episodio.2
Pocos meses después de la muerte de su madre (Juana "la loca", reina
nominal de Castilla, Aragón, Navarra y Nápoles, recluida desde 1514 en
Tordesillas, murió el 12 de abril de 1555), convocó a los miembros de su
familia y, ante los procuradores de los Estados de Flandes y Brabante, rodeado
de una gran pompa cortesana, entre el 25 y el 28 ("día de San Simón y Judas")
de octubre de 1555, se produjeron las denominadas abdicaciones de Bruselas,3
por las que renunciaba al Imperio en beneficio de su hermano Fernando (la
renuncia no fue formalmente aceptada hasta el 3 de mayo de 1558, pero éste
ya venía ocupándose de las obligaciones imperiales desde mucho antes -
como archiduque de Austria desde 1521 y rey de Romanos desde 1531-) y
cedía a su hijo Felipe II (a quien ya había transmitido, en 1540, el ducado de
Milán y el reino de Nápoles en 1554, y que era rey consorte de Inglaterra por su
matrimonio con María Tudor) los
territorios flamencos, borgoñones y españoles (junto con el imperio
ultramarino y el resto de territorios italianos). El discurso de aceptación de
Felipe, que no dominaba ni la lengua francesa ni la flamenca, tuvo que ser
pronunciado por Antonio Perrenot de Granvela.4
En realidad, la ceremonia que tuvo lugar en octubre en Bruselas únicamente
implicaba a los Países Bajos, puesto que para cada territorio se realizó un acto
de abdicación diferenciado; por ejemplo, la escritura de cesión de la Corona de
Castilla se otorgó en Bruselas a 16 de enero (o de febrero)5 de 1556 ante el
secretario Francisco de Eraso,6 (su proclamación se hizo efectiva
en Valladolid el 28 de marzo del mismo año, cuando al recibir la notificación de
la cesión, los gobernadores -Juana y Carlos, hermana e hijo respectivamente
de Felipe II- convocaron en Palacio una asamblea solemne a la que acudieron
el embajador de Portugal, el presidente del Consejo, el Almirante de las Indias,
los jueces de la Chancillería y otros dignatarios) mientras que la cesión
del Franco Condado se formalizó el 10 de junio de 1556, cuando se comunicó
a los Estados Generales de este territorio, reunidos en Dole.5
Previamente a las abdicaciones, Carlos había cedido a Felipe en 1555 la
dignidad de Gran Maestre de la Orden del Toisón de Oro.
Con el objetivo de no interferir en asuntos políticos, y dedicarse a asuntos
espirituales, Carlos se retiró al monasterio de Yuste, donde murió a los pocos
años (21 de septiembre de 1558). A los pocos meses, la muerte de la reina de
Inglaterra María Tudor (17 de noviembre de 1558), esposa de Felipe II, implicó
una aún mayor "hispanización" de los planteamientos políticos de este.

Véase también[editar]
 Idea imperial de Carlos V
 Instrucciones de Palamós (4 y 6 de mayo de 1543)
 Paz de Crepy (18 de septiembre de 1544)
 Guerra de Esmalcalda (1546-1547, que continúa de forma
intermintente como "guerra de los príncipes")
 Batalla de Mühlberg (24 de abril de 1547)
 Dieta de Augsburgo de 1547-1548
 Instrucciones de Augsburgo (19 de enero de 1548)
 Interim de Augsburgo (15 de mayo de 1548)
 Guerra italiana de 1551-1559
 Huida de Innsbruck (19 de abril de 1552)7
 Paz de Passau (2 de agosto de 1552)
 Sitio de Metz (1552-1553)
 Dieta de Augsburgo de 1555
 Paz de Augsburgo (25 de septiembre de 1555)

Notas[editar]
1. ↑ Coudenberg o Koudenberg. The Former Palace of Brussels – The Archaeological
Site of Coudenberg. Fuente citada en en:Coudenberg
2. ↑

Grabado de Frans Hogenberg, siglo XVI.


3.

Frans Francken II, Alegoría de la abdicación del Emperador Carlos V en


Bruselas, ca. 1620.
4.

Louis Gallait, Abdicación de Carlos V, 1841.


 Wikimedia Commons alberga una categoría multimedia
sobre Abdicación de Carlos V.
5. ↑ Mary MacGregor, The abdication of Charles V, en 'The Baldwin
Project. Biografías y vidas - Carlos V - La abdicación
6. ↑ Fray Prudencio de Sandoval, Historia de la vida y hechos del emperador Carlos
V (Texto en la edición de Carlos Seco Serrano), extractos de las partes
XXXIII Renuncia el Emperador en el rey su hijo los Estados de Flandres. -
Razonamiento elegante que hizo en la renunciación Feliberto de Bruselas, gran
chanciller y del Consejo de Cámara. -Encarga a los flamencos la religión católica. y
XXXIV Lo que dijo el Emperador después de la oración de Filiberto:

Hallándose el Emperador ya muy cansado, así en el ánimo como en el cuerpo,


falto de salud, quiso dar un ejemplo al mundo de la mayor grandeza que en él
había hecho: que fue dejar la monarquía del Imperio y reinos que tenía, y
retirarse a la más pobre y solitaria vida que puede hacer un triste fraile, como se
verá en lo que presto contaré. A ocho de setiembre envió a llamar al rey don
Felipe su hijo que estaba en Inglaterra. Llegó el rey acompañado de muchos
caballeros españoles y ingleses. Holgó el Emperador con la vista de su hijo
único y amado, y luego mandó llamar los grandes y procuradores de
los Estados de Flandres y Brabante que para 26 de octubre estuviesen en
Bruselas. Juntos todos, habiendo celebrado capítulo con la caballería del
Toisón, trató con ellos en Cortes la determinación que tenía de renunciar
aquellos Estados en su hijo, y aun el Imperio en su hermano, el rey de
romanos don Fernando, reservando para sí una pobre suma de dinero para el
gasto ordinario de su casa....
Algunos días antes de éstos, había el Emperador tratado su determinación y
pedido parecer a sus hermanas, la valerosa reina María y doña Leonor, reina de
Francia, y ellas, considerando que el gusto del Emperador era retirarse a
descansar en España y acabar el resto de la vida, viéndole tan fatigado con sus
enfermedades, tan quebrantado de tantos y tan largos trabajos de las continuas
guerras y gobierno de sus Estados, no sólo le disuadieron su buen propósito,
antes loaron y aprobaron su intención, suplicándole las trajese en su compañía
para acabar con él las vidas. Resuelto el Emperador en esto, ordenadas las
escrituras que sobre ello había de otorgar, estando juntos los caballeros y
procuradores de las ciudades y Estados de Flandres, a 28 de octubre, habiendo
oído misa, día de San Simón y Judas, entregó a su hijo, el rey don Felipe, y
renunció en él el maestrazgo y señorío del Toisón, que es la Orden de
caballería de la casa de Borgoña, encargándole mucho procurase siempre
conservar la grandeza y dignidad de aquella insignia militar, mirando la persona
y mérito a quien la daba.
Hecho esto comió, y luego bajó a una gran sala aparejada para este acto,
vestido de luto por su madre, la reina doña Juana, y con el collar del Toisón,
acompañándole su hijo el rey don Felipe, y su hermana, la reina María, y su
sobrino Manuel Filiberto, duque de Saboya, y todos los caballeros y
embajadores de príncipes que había en su Corte. Sentóse el César en una silla
que estaba algún tanto levantada, y eminente sobre otras, y mandó sentar al
rey su hijo y a su hermana la reina María; y al duque de Saboya, y a algunos
grandes, para los cuales estaban puestos asientos. Entraron y se hallaron
presentes los procuradores de Cortes y otros varones ilustres, los cuales todos
cabían bien, porque la sala era capaz, ... Estando todos así congregados con
gran silencio, levantóse Filiberto de Bruselas, presidente del Consejo de
Flandres, y habló de esta manera:
"... Últimamente os encomienda el César a su único hijo, el rey Felipo, a quien
os pide que obedezcáis y améis como a vuestro príncipe y señor natural, y
hagáis con él lo que siempre habéis hecho con el César, lo cual os pide tanto
por su autoridad cuanto por vuestro provecho. ..."
Con esto calló el presidente Bruselas, quedando todos admirados y con los
ánimos suspensos, mirándose unos a otros sin hablar, espantados de la
determinación nunca pensada del Emperador. Dolíales dejar un señor que tan
valerosa y prudentemente los había gobernado y defendido. Y que los dejase
en tiempo que en Francia había un rey tan belicoso y capital enemigo suyo, y
cuando aquella nación belicosa, ardía con envidia y odio del bien y riquezas de
aquellos Estados, contra la nación flamenca. Y esperando congojados qué fin
tendría aquella junta, estaban como atónitos. Lo cual, visto por el Emperador,
para más declarar lo que Bruselas había dicho, repitiendo algo de lo referido y
añadiendo otras cosas que quiso que allí se entendiesen, levantóse en pie con
un palo en la mano derecha, y poniendo la otra sobre el hombro de Guillermo
Nasau, príncipe de Orange (que poco después de venido el Emperador inquietó
aquellos Estados, revelándose como ingrato contra el rey Felipo) y habló de
esta manera:
«Luego sucedió la muerte de mi abuelo, el Emperador Maximiliano, en el año
de diez y nueve de mi edad, que hace agora treinta y seis años, en el cual
tiempo, aunque era muy mozo, en su lugar me dieron la dignidad imperial. No la
pretendí con ambición desordenada de mandar muchos reinos, sino por mirar
por el bien y común salud de Alemaña, mi patria muy amada, y de los demás
mis reinos, particularmente los de Flandres, y por la paz y concordia de la
Cristiandad, que cuanto en mí fuese había de procurar, y para poner mis
fuerzas y las de todos mis reinos en aumento de la religión cristiana contra el
Turco. Mas si bien fue este mi celo, no pude ejecutarlo como quisiera, por el
estorbo y embarazo que me han hecho parte de las herejías de Lutero y de los
otros innovadores herejes de Alemaña, parte de los príncipes vecinos y otros,
que por enemistad y envidia me han sido siempre contrarios, metiéndome en
peligrosas guerras, de las cuales, con el favor divino, hasta este día he salido
felizmente. Demás de esto hice con diversos príncipes varios conciertos y
confederaciones, que muchas veces por industria de hombres inquietos no se
guardaron y me forzaron a mudar parecer, y hacer otras jornadas de guerra y
de paz. Nueve veces fui a Alemaña la Alta, seis he pasado en España, siete en
Italia, diez he venido aquí a Flandres, cuatro en tiempo de paz y de guerra he
entrado en Francia, dos en Inglaterra, otras dos fui contra Africa, las cuales
todas son cuarenta, sin otros caminos de menos cuenta, que por visitar mis
tierras tengo hechos. Y para esto he navegado ocho veces el mar Mediterráneo
y tres el Océano de España, y agora será la cuarta que volveré a pasarlo para
sepultarme; por manera que doce veces he padecido las molestias, y trabajos
de la mar. Y no cuento con éstas la jornada que hice por Francia a estas partes,
no por alguna ocasión ligera, sino muy grave, como todos sabéis.
... En lo que toca al gobierno que he tenido, confieso haber errado muchas
veces, engañado con el verdor y brío de mi juventud, y poca experiencia, o por
otro defecto de la flaqueza humana. Y os certifico que no hice jamás cosa en
que quisiese agraviar a alguno de mis vasallos, queriéndolo o entendiéndolo, ni
permití que se les hiciese agravios; y si alguno se puede de esto quejar con
razón, confieso y protesto aquí delante de todos que sería agraviado sin saberlo
yo, y muy contra mi voluntad, y pido y ruego a todos los que aquí estáis me
perdonéis y me hagáis gracia de este yerro o de otra queja que de mí se pueda
tener.»
Acabó con esto el César, y volviéndose a su hijo el rey don Felipe con
abundancia de lágrimas y palabras muy tiernas le encomendó el amor que

debía tener a sus súbditos, y el cuidado en el gobierno, y sobre todo la fe


católica, que con tanto fervor habían guardado sus pasados. Y con esto acabó
su plática, porque ya no podía tenerse en los pies, que como estaba tan flaco
faltábale el aliento para pronunciar las palabras, el color del rostro con el
cansancio de estar en pie y hablar tanto, se le había puesto mortal, y quedó
grandemente descaído; tan grande era su mal, que es harto notable en edad de
cincuenta y cinco años estar tan acabado. Podemos ver en esto cuáles fueron
sus cuidados y fatigas, que son las que, como dice el sabio, secan y consumen
los huesos, parte más fuerte del cuerpo humano. Oyeron todos lo que el
Emperador dijo con mucha atención y lágrimas, que fueron tantas, y los
sollozos y suspiros que daban, que quebraran corazones de piedra, y el mismo
Emperador lloró con ellos, diciéndoles: «Quedaos a Dios, hijos; quedaos a Dios,
que en el alma os llevo atravesados.»

Tras ellas van la parte XXXV, correspondiente a la respuesta de Jacobo Masio,


Síndico Mayor de Amberes ("que es un oficio muy honrado"), y la Parte XXXVI,
correspondiente a la del rey Felipe II, que en su mayor parte ha de leer Granvela:

Quisiera haber deprendido también a hablar la lengua francesa, que en ella os


pudiera decir larga y elegantemente el ánimo, voluntad y amor entrañable que a
los Estados de Flandres tengo; mas como no puedo hacer esto en la lengua
francesa, ni flamenca, suplirá mi falta el obispo de Arras, a quien yo he
comunicado mi pecho; yo os pido que le oigáis en mi nombre todo lo que dijere,
como si yo mismo lo dijera.
...
Pues como el rey vea que su padre lo quiere así, y que vosotros gustáis de ello,
admite y acepta el gobierno y señorío que el Emperador su padre le ha

dado de estos Estados, en la misma forma que el Emperador lo ha renunciado,


y por vosotros ha sido recibida y admitida, confiando que no le faltaréis en
consejos ni en obras, antes como leales vasallos estaréis siempre en su
servicio. Promete el rey que con el favor de Dios y el vuestro pondrá todas sus
fuerzas por la justa y derecha administración de estos Estados, y por su
defensa hasta perder la vida, si la necesidad lo pide, estando siempre, como
pedistes, con vosotros, cuando el estado de las cosas diere lugar; y que si se
ausentare volverá, y que obedecerá a su padre, agora mucho mejor, porque es
muy conforme a su condición. Demás de esto procurará y velará con todo
cuidado, y pondrá sus fuerzas y hacienda, para que la fe católica y culto divino
esté siempre en su Estado, siendo cierto que le ha de ayudar Dios en esto,
conforme al celo que tiene. Gobernaros ha el rey con suma equidad y justicia,
guardaros ha las libertades de vuestros privilegios, leyes y costumbres
antiguas; para que como hasta aquí viváis con ánimos concordes en paz y
buena tranquilidad, y os defendáis y ofendáis a los enemigos que a vuestras
buenas fortunas hicieren guerra. Y aunque ha poco que juró esto todo,
queriéndolo vosotros volverá a hacer el mismo juramento, en general, y en
particular a cada provincia; y finalmente hará todo lo que un buen príncipe debe
a una república, que con lealtad, y amor, como aquí lo habéis prometido al
César, sirve a su señor.

Por último viene el discurso de María, reina de Hungría y hasta entonces


gobernadora de Flandes:

He tenido con voluntad de todos, ausente y presente el Emperador mi hermano,


muchos días el gobierno de estos Estados, he padecido grandes trabajos,
hanme atormentado los cuidados de la paz y de la guerra. De los cuales
viéndome ya en esta edad, pedí al Emperador que me sacase y quisiese llevar
consigo a España; y alcancélo más fácilmente porque luego que me cargué de
este gobierno, fue con que no lo había de tener sino pocos años. Pero forzada
con los muchos negocios y doliéndome de verlo tan enfermo, he tenido con
harta pesadumbre veinte y un años este cuidado, importunando siempre a mi
hermano que me descargase dél, dándole muchas causas y razones que para
ello había de mis pocas fuerzas, de que mi caudal al fin era de mujer, y que el
tiempo y las ocasiones pedían otro mayor. Y como estas excusas aprovechasen
poco, sirvieron sólo de darme personas de valor y letras que me ayudasen. Hice
lo que pude, y espero del Emperador mi hermano y del rey Felipo mi sobrino y
de vosotros que, en premio de mis trabajos, se me
darán gracias por mis buenos deseos. Ha gustado el Emperador de quitarme
este cuidado, porque le quiero acompañar en la jornada de España, para
acabar con él en aquella tierra lo que me queda de la vida, en quietud.
...
Acabando de hablar la reina María respondió en nombre de todos largamente
Masio; dio gracias a la reina encareciendo su buen gobierno, y los bienes y
mercedes que de su mano aquellos Estados habían recibido, de los cuales
habría en ellos siempre la memoria y conocimiento debido, y harían lo

que el Emperador les aconsejaba y mandaba, y rogarían a Dios por su buen


viaje y la salud que deseaban, etc., y con esto se despidieron. Y a veinte y siete
de octubre los mismos procuradores de los Estados, a las nueve antes del
mediodía se juntaron acompañando al rey don Felipe los caballeros del Toisón,
y sentándose el rey en una riquísima silla juraron solemnemente las leyes y
privilegios, franquezas y libertades de las provincias, y ellos le juraron en la
forma que le habían jurado por su príncipe. Luego hicieron el mismo juramento
los de Brabante, Limburge, Lucemburg y Güeldres; y de esta manera todas las
demás provincias de aquellos Estados, y le besaron la mano como a príncipe y
señor natural.

Luego viene "La carta en que el Emperador hizo y otorgó esta renunciación y la
firmó con su mano", fechada "en Brusellas de Brabancia a 26 de octubre, año de
mil y quinientos y cincuenta y cinco" y termina Sandoval su libro con la parte
XXXVII ("Anuncia el Emperador su renuncia del gobierno de España"):
Poco después de esto, estando el Emperador con voluntad de acabar de echar
de sí la carga del gobierno, que ya le pesaba, por verse libre y
desocupado para tratar de otros reinos de mayor importancia, llamó a su
cámara todos los criados españoles que tenía, y estando en la cama les dijo la

determinación que tenía de dejar los reinos de España, como había hecho,
según habían visto, los de Flandres, para retirarse donde con quietud acabase
lo que de la vida le restaba; que les agradecía lo que le habían seguido y
servido y el amor que siempre le habían mostrado; que viesen lo que querían, o
venirse con él a España, o quedar con el rey su hijo, porque de cualquier
manera serían acomodados y gratificados sus servicios. Ellos le besaron la
mano por la merced que les hacía, unos con lágrimas, otros con pensamientos
de cómo tendrían con el nuevo príncipe el lugar, que semejantes con tanta
ansia apetecen. Y quedaron así las cosas por algunos días, hasta que tuvieron
la conclusión que veremos.

7. ↑ Saltar a:a b François Joseph Ferdinand Marchal, Histoire politique du règne de


l'empereur Charles Quint, 1836, pg. 724 y 725]
8. ↑ Francisco Martínez Marina, Teoría de las Cortes, pg. 106.
9. ↑ Prudencio de Sandoval, op. cit., parte XXV ("Retírase el Emperador del
atrevimiento de Mauricio. -Conciértase el Emperador con el duque Mauricio. "):

Como el Emperador vio la determinación tan grande del duque Mauricio y los de
su liga, mandó recoger la gente que pudo y que fuesen a la Clusa a estorbar el
paso a los enemigos; mas como era grande el poder de la liga, fácilmente hizo
huir ochocientos soldados que se pusieron allí, tomándoles las municiones que
hallaron en el camino. Prendió y mató el enemigo muchos de los que pudo
alcanzar, tomó otros lugares y castillos y pasó los montes, si bien
son asperísimos; y todo esto hizo con tanta presteza, que a poner un poco más,
cogiera al Emperador en Insbruk.
Quedó el Emperador maravillado de que Mauricio con tanta brevedad hubiese
ganado la Clusa y otros pasos y vencido la gente que en ellos tenía; y viéndos

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