Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Un libro de
T. N. HAWKE
VAMPIROS PELIGROSOS
LIBRO 1
@del libro Marta Guinart Tamarit.
Publicado a través de Amazon. Primera edición año 2023.
Todos los derechos reservados.
ÍNDICE
Dedicatoria
Sinopsis
Playlist de la saga
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Sobre la autora
Dedicatoria
Para Cinthia, Pili, Olga, Flora, Mary C., Teresa, Saray, Flavia,
Raquel, Julia, Rosanna, Virginia, y todos mis lectores.
Con todo mi cariño.
Misfit - Earthquake
Cloudy June – Devil is a woman
Apashe ft. raga - gasoline
Tia Tia - Nightshift
Cryjaxx ft. i.b.him
Jake Daniels – God
Aaryan Shah - Half remembered dream
Kim Petras - They wanna fuck
Código QR
Capítulo 1
—Soy… Eh…
—…
Las palabras no me salen aunque lo intente.
—Aah… —Sonríe él con hambre y satisfacción—. Lo
último, ¿verdad?
Asiento porque todavía soy incapaz de hablar.
Demasiado.
—Por ti.
Lo miro con la boca abierta… y suelto un resoplido de
risa, avergonzada e incrédula a partes iguales.
RENO
Bingo.
Sonrío como un lobo y ella se queda mirando mis
colmillos como si estuviera fascinada por ellos.
Son algo más largos que los de los vampiros comunes,
como suele pasar con los purasangre. Y esta noche pienso
clavarlos en ella del mismo modo que le hundiré mi maldita
polla en su mojado coño.
Estoy impaciente por ello, pero la mujer parece algo
asustadiza (muy lejos de mi tipo habitual de hembra), así que
me repito que debo tomármelo con calma si quiero que se abra
de piernas y me invite a entrar en ella con ganas suplicando
por ello como pretendo.
—No.
RENO
No se me quita de la cabeza.
Mierda… ¡Puta mierda!
—…Y se están moviendo, seguramente para intentar
asegurar el mercado… —Se hace una pausa en la
conversación que no noto porque estoy perdido en los jodidos
recuerdos de hace unas horas—. Ey, Reno, ¿estás escuchando?
Centro mi cabeza en el presente.
Y mucho.
Es decir: a nosotros.
Y ahora esto.
Es una hijaputa.
Si no la respetara tanto, juro que en estos momentos la
retaría a un maldito combate solo para callarla durante un
tiempo forzándola a agachar la cabeza.
Arthas, al que oigo murmurar que somos una pandilla
de críos pendencieros que le produce constantes dolores de
cabeza, se frota los párpados cerrados con los pulgares bajo
sus gafas de sol antes de hablar para poner orden en la sala. No
todos llevamos gafas de cristales oscuros, pero ayudan con las
luces de los halógenos y la sensibilidad de nuestras pupilas. O
en su caso a no llamar la atención por la falta de ellas.
—Lo de la vidraz es cosa de Reno —inclina la cabeza
en mi dirección y yo le devuelvo el gesto con el mismo respeto
—. Aunque espero que ello no afecte a tu trabajo.
—Eso nunca —respondo con gravedad sin que haga
falta hacerlo.
RENO
No está.
He seguido su rastro hasta el metro, pero lo he perdido
en uno de los muchos trenes que pasan por la vía en la que su
olor, entremezclado con el mío, todavía flota en el aire cuando
llego.
Recorro la vía como un poseso buscando la
continuación de su rastro, y finalmente lo encuentro en la ropa
de uno de los regidores del tren cuando las puertas de este se
abren.
—Gracias, chaval.
Huele a desesperación.
—Conrad, sir.
Y se ha llevado a Rocío.
Contengo el aullido de amenaza e ira que presiona
contra mis pulmones para que lo deje salir porque no quiero
que la ciudad entera se cague encima y que la policía se
presente a hacer preguntitas en el club cuando me reconozcan
por las cámaras del metro, pero me cuesta.
Tenso, rabioso y con una sed de sangre que no había
sentido en milenios, sigo el rastro de la criatura con intención
de reducirla a una masa sanguinolenta de pedazos de mestizo
como le haya hecho daño a la vidraz.
Capítulo 9
Estoy aterrada.
Capítulo 10
RENO
—Tienen a la chica.
—¿A quién?
—A la mujer con la que me he acostado, coño. No seas
obtuso —gruño—. La criatura esa se la ha llevado. Y voy a
matarlo, Sergey. Le guste o no a Arthas, esa cosa está muerta y
aún no lo sabe.
Pero no importa.
ARTHAS
—Siéntate.
Aunque no es un consuelo.
—Al menos espero que me mates rápidamente —me
tiembla la voz cuando lo digo.
Es su turno de sorprenderse.
—Lo sé.
—Y no quiero desnudarme.
Por favor, por favor, por favor, que no sea nada sexual,
le suplico al universo.
Y no pienso desaprovecharla.
Capítulo 14
RENO
Salir por la terraza una vez logro abrir los ventanales no es una
buena opción. Soy una pésima escaladora y no hay como bajar
desde el segundo piso hasta el jardín sin romperme la crisma
en el proceso. No sé cómo lo harán en las películas. En la vida
real es imposible.
Así que solo me queda el pasillo.
—Y una mierda.
La reconozco en cuanto la luz de una de las lámparas
del camino le da de lleno. Es una de las del Concilio del
Obscurus. La que ha permanecido callada durante la reunión,
observándome con cruel curiosidad.
Lo que me faltaba.
Capítulo 16
RENO
Sabía que iba a ser difícil de matar, pero esto está volviéndose
cada vez más jodido.
—Deja… de… ¡regenerarte! —Lo desgarro una vez
más de arriba abajo con mi cuchilla de sombras, pero el
demonio empieza a unir sus costillas al cabo de unos segundos
y su cuerpo se sacude con los espasmos eléctricos de la
regeneración una vez más—. Mierda. Así no acabaré nunca.
La vampiresa es un incordio.
Estamos en el infierno.
El de verdad.
Capítulo 18
Y ya está.
Se le nota.
—¡Quítame esta cosa ahora mismo y devuélvenos a
casa! —le siseo yo, asomándome por uno de los costados del
musculoso cuerpo del vampiro.
—Vamos, vamos. Tranquilicémonos todos. —El
demonio alza las manos a ambos lados de su cuerpo como si
pidiera paz—. Tan solo quiero saber por qué lleváis el Ancla
de Exilio de mi hermano encima y qué hacéis en el jardín
trasero de mis padres. Eso es todo.
CONRAD
—Conrad.
LAEKA
El pensamiento es ridículo.
RENO
El padre asiente.
Pero es tarde.
Sonrío para mí mismo y me giro hacia el demonio que
está empezando a sanar a una velocidad que es todavía más
alarmante que la que ha demostrado Callum hace unas horas
cuando combatíamos.
—No mates al padre ni al hermano mayor, necesito la
información que tengan sobre el Ancla —le digo—. Y ni se te
ocurra atacarnos o acabaré contigo. Ese es el trato.
Él asiente, dedicándome una sonrisa ensangrentada y
hambrienta de dientes afilados como cuchillos.
—Vaya, hijo mío, ¡es una buena idea! Una idea muy
buena, sí —asiente el rey, y luego se gira hacia una de las
hembras-pastel—. ¿A ti qué te parece, querida?
RENO
—Entiendo.
Aunque sigo sin saber si pintar su brazalete de sangre
de demonio nos llevará de vuelta a la Tierra, vale la pena
probarlo. Y aquí hay demonios a mansalva. Solo necesito
pensar en un plan por si acaso este no funciona y el ataque
rompe el frágil acuerdo al que finalmente hemos llegado con
el rey (que dudo que cumpla, pero por ahora es lo único que
tenemos).
Ella eleva la mirada y la fija en mí con esperanza.
ARTHAS
Él ya está muerto.
Inaudito.
Incluyendo a mi primo.
Oh. Oh.
Me he pasado.
RENO
—Oh.
Joder. Madre mía… ¡Joder!, exclama mi cerebro con
sorpresa. ¡Es uno de los peces grandes!
ARTHAS
Lo que me faltaba.
RENO
—Mis señores…
Vuelvo a asentir.
—Ren…
Me pone un dedo sobre los labios y me silencia,
volviendo a colocar un plato de comida frente a mí e
indicándome en silencio que coma y deje de parlotear, que no
es el momento para este tipo de conversaciones, rodeados
como estamos de cientos de oídos enemigos. Y tiene razón, sé
que la tiene, pero me cuesta tragarme lo que quiero decirle
ahora que la valentía que normalmente dormita en mí
escondida bajo capas de ansiedad y miedos ha decidido
hacerse cargo de mi vida.
ARTHAS
Será cabrito.
RENO
No termina la frase.
Su hija, la princesa, coge un cuchillo de los restos de la
mesa que han acabado junto a nosotros y se lanza sobre él con
una rapidez inusual, apuñalándolo una y otra vez en el cuello
hasta que su cabeza cae a un lado y él deja de moverse.
Todo sucede con mucha rapidez y nos deja a todos en
shock.
—Kauna, has matado a tu padre… —murmura la reina
sin un ápice de congoja, contemplando la escena con morbosa
curiosidad.
La princesa hace una mueca que pretende ser una
sonrisa y alza el cuchillo en dirección a su madre, pero Kellen
se interpone entre ellas con una espada desenvainada en sus
manos, tenso y listo para matar ante cualquier movimiento
amenazador por parte de la que sospecho que es su hermana
mayor.
ARTHAS
En la Tierra.
Los dejo a los dos solos y entro en el club sacando el
móvil del bolsillo de mis vaqueros y murmurando una
maldición cuando veo que la bomba mágica de Dextros se ha
cargado el aparato.
—Jaeger, tráeme un móvil y una tarjeta nueva y llama a
la compañía telefónica para que la activen. Diles que quiero el
mismo número que antes —le digo a uno de los trabajadores
que se han quedado a vigilar el local y la entrada al túnel
subterráneo que lleva a las propiedades privadas del Concilio
mientras el resto estábamos fuera.
—Enseguida, jefe.
RENO
—Pensaba en ti.
—¿Haces croché?
Ella niega con la cabeza, cogiendo una magdalena y
poniéndola frente a ella en un plato cuando me la ofrece y yo
le digo que no me gustan los dulces.
—No. Mi madre… —La expresión de su rostro se
vuelve triste y distante durante unos segundos—. A ella le
encantaba. Tengo centenares de manteles, salvamanteles,
servilletas y todo lo imaginable hecho de croché almacenado
en el piso. Este apartamento era suyo, ¿sabes? Me lo dejó en
herencia y me mudé aquí cuando empecé los trámites del
divorcio.
Ah. El divorcio. Me había olvidado de ello.
—Oh.
—Me importas mucho. —Nada me ha costado más
valor que admitir eso frente a esta mujer, que sería capaz de
despedazarme como nadie puede con tan solo una palabra y ni
siquiera lo sabe—. Creo que ya te lo he dicho. Y si no te lo he
dicho antes, deja que te lo repita una vez más: eres importante
para mí.
Ella me sonríe con un deje de tristeza que no
comprendo muy bien, pero que es evidente en sus ojos.
—Lo sé.
Lo sé, y, joder, lo que me hace que me diga eso por
dentro no tiene nombre. Hasta las sombras de la habitación
están viéndose afectadas por el tsunami de poderosas
emociones que ella provoca en mí.
—Exacto.
Me pica la curiosidad sobre su edad. Es una pregunta
que no he podido hacerle antes pero que ahora arde en deseos
de salir de mi boca.
—Perdona que te pregunte, no sé si es tabú o no en tu
cultura, pero ¿cuántos años tienes?
—Entendido.
Reno asiente y la atmósfera cambia a algo más ligero.
Siento que ha tomado una decisión y parte de mí quiere
preguntarle, pero otra parte de mí simplemente quiere avanzar
y dejar la etapa de Carlos atrás en la vida. Enterrarlo y no
volver ni a hablar ni a pensar en él jamás.
Pase lo que pase, estaré tranquila al respecto. Mi ex ya
no tiene tanto poder sobre mí, aunque las promesas de
agresiones por parte de sus fans me preocupen. Quizá sí lo
termine denunciando, que sé que es lo que debería hacer, pero
ya veré lo que hago cuando me entere de lo que haya hecho
Reno.
Entonces no podré seguir posponiendo el tomar una
decisión. Eso es lo que me prometo a mí misma y lo que
pienso cumplir.
—¿Cuáles son tus otras aficiones? —inquiere el
vampiro al cabo de un rato de silencio contemplativo.
—¿Tienes familia?
—Sí —asiente—. Mi abuela, la matriarca de la familia,
Klaudia; mi abuelo Ceres; y mis padres, Jena y Geral. Esa es
la totalidad del clan Dekaris. —Se queda pensativo unos
segundos y luego añade—: Aunque la verdad es que me siento
mucho más unido a los miembros de mi Concilio.
—¿Como Arthas?
—Sí —admite con ojos brillantes dándole un último
bocado a su bagel, que ha devorado mucho antes que yo—. Es
el rey o jefe de nuestro Concilio, el Inferno.
—Un nombre muy apropiado, considerando que es…
—No sé si decir lo que me gritaron mis instintos al conocerle
o no.
—Un demonio —finaliza él por mí—. Un mestizo de
vampiro altivus y demonio del primer infierno.
—Guau. —No sé qué pensar. No me extraña que
emanase tanto poder que hasta una mortal como yo podía
notarlo—. Parte vampiro purasangre, parte brujo y parte
demonio.
—Bingo.
—Escuchas bien.
RENO
CONRAD
—Guau.
Él parece entretenido por mi reacción, pero esta vez no
comenta nada al respecto.
Abre uno de los cajones del escritorio frente al cual está
sentado, en cuyo ordenador ha estado jugando videojuegos
mientras yo trabajaba, y saca una bolsa de almendras peladas y
un paquete de tabaco del mismo.
—¿Quieres?
—No gra… No —me corrijo, odiando la sonrisilla que
aparece en su boca cuando escucha el casi gracias—. No fumo
y soy alérgico a las almendras.
—Vaya. —Frunce el ceño y vuelve a dejar las
almendras en el cajón, pero antes de que pueda decirle que no
pasa nada si él come (como es obvio), él saca un cigarro del
paquete y me hace un gesto con la mano—. ¿Te importa si yo
fumo?
Dudo antes de responderle con honestidad, pero no
soporto el humo.
Malos recuerdos, entre otras cosas.
Por primera vez desde que era un crío, soy feliz y tengo
un buen futuro por delante.
Y eso es todo lo que me importa en estos momentos.
Capítulo 44
Puedo estar sin él, claro está, llevo sola muchos años
(aun cuando estaba casada me sentía más sola que nadie) y
estoy acostumbrada a disfrutar de mi tiempo conmigo misma.
Pero no puedo evitar querer verle. Querer acurrucarme junto a
él ahora que después de la copiosa cena me está entrando
sueño.
Y menos mal que mis deseos se hacen realidad, más o
menos, en cuanto me meto bajo las sábanas de la cama.
«¿Qué leñes…?», me sobresalto cuando el teléfono
empieza a sonar con fuerza.
No lo sé.
—Quiero verle.
Se hace el silencio.
—¿Estás segura?
Nunca.
—Sí. Manda a alguien —decido—. Estaré lista en unos
minutos.
—Hola, preciosa.
—Hola, hombre problemático.
Él se ríe con sorpresa de mi saludo bromista y me besa
el cuello.
—¿Sigue vivo?
Será imbécil.
—Rocío…
—Aaah. Así que ahora sí que sabes decir mi nombre —
espeto con rencor—. ¿Acaso no me llamabas «la sosa pánfila»
o «la mierdecilla» en tus putos vídeos acosadores?
Él traga saliva de manera visible y veo cómo las manos
le tiemblan a ambos lados de su cuerpo aferradas a la tela del
sofá. Ni siquiera tiene fuerzas para huir. O tal vez es que se
cree que va a volver a casa sin más y a hacer un nuevo jodido
vídeo de todo esto que solo quedará como una anécdota en la
que él es la víctima inocente.
EPÍLOGO II
CLIEV
—¡No miento!
—Como baje ahí abajo a sacarte y me hayas mentido,
te comeré.
—Vale —accedo.
Refunfuñando, Cellis comienza a descender por los
recovecos y túneles verticales por los que yo he entrado antes,
pero se queda atascado cuando ya casi puedo tocarlo.
—¡Deja de moverte!
—Enséñamelo —ordena.