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Solo esperó por él, es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas,
organizaciones, lugares, eventos y situaciones son producto de la imaginación de
la autora o son utilizados de manera ficticia. Cualquier parecido con personas
reales, vivas o muertas, eventos o lugares es meramente una coincidencia.
Los K9 de Trident
En la actualidad…
K ATE SABÍA QUE B ENNY IBA A SORPRENDERSE CUANDO LA VIERA POR
primera vez, pero no esperaba que se desmayara. Hasta
donde él sabía, ella estaba muerta y enterrada en un
cementerio en Norfolk, Virginia; no viva, ni respirando en el
negocio. Su jefe, Ian, le había pedido a ella que esperara en el
área de recepción, pero ella no podía quedarse sentada. En
cambio, caminaba de un lado a otro, tratando de evitar que
sus pies salieran corriendo por la puerta y se llevaran el resto
de su cuerpo con ellos. Benny habría estado mejor si ella
nunca hubiera venido a buscarlo, pero ya era demasiado
tarde para cambiar de opinión. Lo último que quería hacer
era causarle más dolor, pero su vida estaba en peligro y no
había nadie en el mundo en quien confiara más que en él. En
cambio, era triste que él no pudiera confiar en ella. No
después de lo que ella le había hecho pasar, a pesar de que
nada de eso había sido culpa suya. La culpa de todo la tenía
su padre… que recientemente había fallecido. Y por primera
vez en su vida, se encontraba totalmente sola.
El sonido de pasos hizo que dejara de caminar, y se volvió
para ver a Benny acechándola, seguido por su jefe y de la
mezcla de canes. La expresión del rostro del hombre, el
hombre del que una vez había sido el chico del que se había
enamorado, ahora era dura. La conmoción se estaba
convirtiendo en ira, y era evidente por el furioso infierno en
sus hermosos ojos ámbar. Ojos que, aún después de todos
estos años, seguían atormentando sus sueños.
Se detuvo frente a ella y se cruzó de brazos. La Marina
había tomado su físico desgarbado y adolescente y lo había
formado ancho, fuerte y vigoroso. Anhelaba que él la tomara
en sus poderosos brazos y la apretara mientras le decía que
todo estaría bien. En cambio, la miró a varios centímetros de
distancia. «¿Quieres explicarme cómo una mujer a la que vi
ser enterrada hace doce años está parada frente a mí? Porque
hasta donde yo sé, la reencarnación sigue siendo un mito».
«Yo… lo siento, Benny. Lo siento mucho. Pero si podemos
sentarnos, te lo explicaré todo. Lo prometo».
La mandíbula apretada de Benny tuvo reacción ante el uso
de su apodo de infancia y nuevamente por su promesa. La
última vez que le había prometido algo, le había dicho que lo
esperaría siempre. Hasta donde él sabía, eso no había
sucedido. Cuando no dijo nada, Ian dio un paso a su
alrededor y le tendió la mano abierta. «Srita. Zimmerman,
por favor regrese a la sala de conferencias y hablaremos de
esto».
Un gruñido desde lo profundo de la garganta de Benny
escapó de su boca, e ignoró la mirada de advertencia que le
envió Ian. «Su nombre es Maier, Katerina Maier, y tienes
toda la razón, vamos a hablar». Mientras los dos caminaban
de regreso a la sala, ella lo escuchó tomar varias
respiraciones profundas antes de darse la vuelta y seguirlos.
Al volver a entrar en la habitación que habían desocupado
unos momentos antes, Ian tomó el asiento que había
planeado darle a ‘Boomer’. La reunión había dado un giro
dramático, incluso antes de que comenzara, y necesitaba
tomar el control de la situación antes de que estallara en sus
caras. ‘Boomer’ se sentó en el asiento frente a Kate con los
brazos cruzados y ojos fulminantes. Suspiró e Ian rodó su
silla unos metros hacia atrás hasta un pequeño refrigerador
en la esquina, agarró tres botellas de agua y las puso sobre la
mesa. Iban a estar ahí por un tiempo. «¿‘Boom’? ¿Por qué no
me dices cómo se conocieron y partimos de ahí?».
Benny esperó un momento antes de sacar sus duras
palabras, sus ojos nunca dejaron los de ella, como si al
hacerlo, ella pudiera desaparecer de nuevo. «‘Jefe’, ella es
Katerina Maier. Era la hermana de mi mejor amigo. También
se supone que debería estar a dos metros bajo tierra en un
cementerio en Norfolk, junto con sus padres y su hermano,
así que no tengo la mínima puta idea de lo que está haciendo
aquí. Supuestamente, murieron en un accidente
automovilístico una semana antes de que yo me fuera al
entrenamiento básico. Dime Kat, ¿los cuatro ataúdes están
vacíos o solo el tuyo?».
Ella hizo una mueca ante su tono acusatorio. Tampoco
había pasado desapercibido cuando él se refirió a ella solo
como la hermana de su mejor amigo y no también como su
amiga. Ella escuchó el dolor bajo la ira en su voz, pero sabía
que él nunca lo admitiría. Su propia voz salió un poco más
fuerte que un susurro mientras miraba la mesa frente a ella.
«Mamá y Alex están ahí. El accidente fue real, pero no fue
exactamente un accidente. Nos sacaron de la carretera y
rodamos cuesta abajo. Mi papá y yo apenas logramos sacar a
Alex antes de que el auto explotara, pero mi mamá murió en
el impacto. Alex murió en mis brazos unos minutos después.
Y Papá y yo nos escondimos».
No se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que
Ian le puso unos pañuelos de papel frente a ella y ella tomó
dos de la caja. Cuando una cálida y comprensiva nariz asomó
cerca de su brazo, rascó a Beau detrás de la oreja mientras su
amo hablaba. «Tengo la sensación de que esto nos conduce a
la protección de testigos».
Kate asintió con la cabeza ante la gentil y comprensiva
declaración del hombre. «Sí. Es exactamente a donde
conduce». Al no ser capaz de mirar a Benny, en cambio
volvió su mirada hacia el hombre que actualmente no la
odiaba. «Mi padre es… era un contador público con algunos
clientes cuestionables en ese momento. Mamá, Alex y yo no
teníamos idea de que algunas de las personas con las que
trataba no eran honradas, pero él trazó la línea en ciertos…
crímenes, supongo que se puede decir. Decía que el dinero
era demasiado bueno para dejarlo pasar, especialmente
cuando había comenzado su propio negocio de contabilidad,
pero su conciencia no le permitía dejar pasar algunas cosas.
Trató de saber lo menos posible sobre para quién estaba
trabajando porque pensaba que cuanto menos supiera, mejor
estaría. Le funcionó durante más de diez años».
«¿Qué pasó?».
Respiró temblorosa, tomó una de las botellas de agua y
bebió algunos sorbos para saciar su repentina sed.
«Descubrió que estaba llevando los libros para un miembro
de una familia rusa del crimen organizado. Papá no era el
único. Utilizaron a varios contadores y le entregaron a cada
uno los libros de unas cuantas empresas, por lo que, si
alguno los delataba, no tendrían acceso a todas las cuentas.
Había un hombre en particular con el que estaba tratando
papá. Era dueño de algunos bares en Norfolk, Newport News
y Virginia Beach, entre otros negocios, tanto legales como
ilegales».
Ian arqueó una ceja. «¿Conoces el nombre del hombre?».
Mordisqueó nerviosamente su labio inferior asintiendo.
«Mm-hm. Sergei Volkov».
«¡Me estás tomando el pelo! Sergei ‘El Lobo’ Volkov?».
Kate se estremeció ante el repentino arrebato de Benny
cuando saltó y envió su silla volando hacia la pared. Comenzó
a caminar por la habitación, ignorando la mirada enojada de
Ian. «¡Incluso yo sabía que ese bastardo debía ser evitado a
toda costa, y yo era un maldito adolescente!».
Ella lo miró con ojos que le rogaban que entendiera algo
que ella misma nunca había podido entender. Cuando su
padre trató de explicárselo en los días posteriores al
accidente, ella estaba en estado de shock y nada se registraba
en su cerebro, ni se retenía. Después de que los alguaciles
estadounidenses les dieran nuevas identidades y comenzaran
una nueva vida escondidos, su padre no quiso volver a hablar
de ello nunca más. No quería que le recordaran cómo su
estupidez y codicia le habían costado la vida a su esposa e
hijo, además de esa vida que él y su hija habían conocido.
«Papá juró que no sabía quién era Volkov hasta que fue
demasiado tarde y ya estaba muy involucrado. Así que se
dedicó a hacer por lo que le pagaban y trató de no meterse en
problemas. Pero luego descubrió accidentalmente que
estaban vendiendo chicas adolescentes para la trata de
blancas. Las vacaciones de verano y primavera en Virginia,
las Carolinas y Florida eran el momento perfecto para
secuestrar a una chica y hacerla desaparecer».
«Papá recibió un montón de recibos y cosas que se
suponía que debía agregar a los libros, y encontró un sobre
con una lista de… Dios … dijo que era como una lista de
compras con el tipo de chicas que buscaban. Color de cabello
y ojos específicos, piel clara, cierta constitución, ese tipo de
cosas». Sacudió la cabeza ante la idea de que se llevaran a
cualquier chica por su aspecto. «También había un par de
fotos de mujeres atadas. Papá reconoció a una de ellos del
periódico. Sus padres eran ricos y habían hecho mucho ruido
sobre su desaparición. Más tarde se enteró de que la mayoría
de las chicas que habían sido secuestradas eran del tipo que
nadie se sorprendería si se fueran por su cuenta. En su
mayoría eran prostitutas o fugitivas adolescentes. Dijo que
cuando se dio cuenta de lo que tenía en mano, pensó en cómo
se sentiría si una de esas chicas hubiera sido yo. Entonces,
llamó al número de teléfono que figura en el periódico y el
FBI fue a hablar con él. Querían que llevara un micrófono y
les diera más información, pero papá se negó. Estaba
demasiado asustado por nuestra seguridad. Les dijo que, si
empezaba a hacer preguntas, Volkov sabría de inmediato que
algo andaba mal porque mi padre solo hablaba de
contabilidad cuando se reunía con él o con su mano
derecha».
«Pero se enteraron de la información que les había dado a
los federales, ¿no es así?». ‘Boomer’ apretó los dientes
mientras se sentaba de nuevo y tomaba una de las botellas de
agua.
Ella asintió. «Sí, justo antes del accidente.
Aparentemente, el FBI pensó que mi papá sabía más de lo
que les estaba diciendo, o que podría llevarlos a Volkov. Ese
día nos estaban siguiendo a casa de mi abuela. Era su sesenta
y cinco cumpleaños y para celebrarlo íbamos a llevarla a ella
y a mi tía a cenar. Los agentes estaban usando un dispositivo
de rastreo, por lo que podían quedarse más atrás y no
estaban lo suficientemente cerca como para detener un
automóvil que saliera de la nada y nos forzara a salir de la
carretera».
Un escalofrío la recorrió al mencionarlo. «Todo lo que
recuerdo es que todos gritaban y chillaban mientras el auto
rodaba por el terraplén y luego el silencio. Papá y yo nos
quitamos los cinturones de seguridad y salimos a rastras del
auto. Estaba volteado. Logramos sacar a Alex por la ventana
con la ayuda de los dos agentes que nos habían estado
siguiendo. Vieron el polvo y el humo y se dieron cuenta de lo
sucedido. Ya lo suficientemente lejos del auto, fueron a
buscar a mamá. Recuerdo haberme preguntado por qué
regresaban sin ella, moviendo la cabeza y luego el auto
explotaba. Traté de regresar corriendo a buscar a mi mamá,
pero me detuvieron. Gritaba y les pegaba, pero no dejaron
que me acercara. Más tarde supe que había muerto
instantáneamente por una fractura en el cuello».
«Unos minutos antes de que llegaran la ambulancia y la
policía, Alex dio su último aliento». Tragó con fuerza,
tratando de aclarar el grueso nudo en su garganta, mientras
se limpiaba el torrente de lágrimas que rodaban por su
rostro. «Yo… yo no recuerdo mucho de lo que sucedió
durante los siguientes días. Supongo que estaba en shock.
Papá y yo terminamos siendo trasladados de una casa de
seguridad a otra hasta que el FBI decidió que nunca
podríamos regresar a Norfolk y nos puso en el Programa de
Protección de Testigos de los Alguaciles. Cambiamos de
identidad y ubicación tres veces antes de instalarnos en
Portland, Oregón. Hemos sido Joe y Kate Zimmerman en los
últimos ocho años».
En algún momento hacia el final de la narración de su
trágica historia, Kate había cerrado los ojos, pero las
lágrimas seguían cayendo. Su voz se había convertido en
poco más que un susurro ronco, y tragó de nuevo, intentando
recuperar la compostura. Lentamente levantó los párpados y
se sintió aliviada al ver algo de simpatía en la mirada
endurecida de Ben. Al menos sabía que ella estaba diciendo la
verdad. «Tenía tantas ganas de hablar contigo, de explicarte
lo que pasó, pero no me dejaron. Cuando vinieron a darnos
nuevas identidades, les dije que la única forma en que estaría
de acuerdo en ir era si nuestro controlador te vigilaba y me
dejaba saber cómo estabas. Siguió tu carrera por mí lo mejor
que pudo, ya que gran parte de ella estaba clasificada.
Cuando me enteré de que estabas en el Centro Médico Naval
de Maryland con una lesión grave en la pierna, lo único que
me impidió volar para verte fue que a mi padre le acababan
de diagnosticar cáncer de hígado. No pasó mucho tiempo
antes de que se extendiera y …».
Sus palabras se fueron apagando, y no hacía falta ser un
científico espacial para deducir lo qué había quedado tácito.
Se sorprendió cuando Benny habló en un tono amable y
comprensivo. «Se ha ido, ¿cierto?».
«Hace casi dos meses. La quimioterapia y la radiación le
hicieron daño, pero duró más de lo que esperaban los
médicos».
Hubo un silencio en la habitación durante unos momentos
mientras lo que había pasado en los últimos doce años
flotaba en el aire. Finalmente, Ian se aclaró la garganta y
habló. «Le dijiste a nuestra secretaria que necesitabas
contratarnos. ¿Fue solo una artimaña para ver a ‘Boomer’ o
necesitas nuestra ayuda? Obviamente, hay mucho más en tu
historia que no conocemos, pero esperaría que con la muerte
de tu padre estarías segura de salir de tu escondite».
«Pensé que todo terminaría después de la muerte de mi
padre», les dijo con un movimiento de cabeza. «Pero luego
me di cuenta de que me seguían, y mi apartamento fue
asaltado y destrozado».
Benny había estado mirando hacia abajo, pero al oír sus
palabras, volvió a levantar la cabeza. «¿Qué? ¿Cuándo
demonios pasó?».
Miró de un lado a otro entre los dos hombres, les contó
los detalles. «Durante toda la semana pasada, tuve la
sensación de que me estaban observando. Luego, el viernes
por la tarde, regresé a casa del trabajo y encontré mi
apartamento en ruinas. La policía dijo que quienquiera que
hubiera sido, había forzado la cerradura. Faltaban algunas
cosas, como mi computadora portátil, la cámara y las joyas,
por lo que asumieron que se trataba de un robo al azar, pero
yo no pensé que lo fuera. El sábado, traté de contactar a mi
controlador en los Alguaciles, pero me dijeron que había
muerto en un accidente automovilístico dos días antes. Un
nuevo controlador se haría cargo y quería reunirse conmigo,
pero con todo lo que había sucedido, no estaba segura de
poder confiar en nadie. Entonces, tomé algo de ropa y dinero,
y vine a la única persona en la que sabía que podía confiar
para que me ayudara».
La ira volvió a la cara de Benny mientras su mirada se
posaba en su jefe. «Alguien estaba buscando algo».
Ian asintió y se frotó la barbilla con el dedo índice. «Pero,
¿qué? ¿Por qué ahora y cómo la encontraron después de
todos estos años?».
Ella se encogió de hombros, y lo que sea que Benny había
estado a punto de decir se perdió cuando sus ojos se
entrecerraron, enfocándose en su rostro. «¿Cómo te
encontraron, Kat?».
«Fue un accidente». Suspiró, sabiendo que tenía que
explicar algunas cosas más. «Papá ya no podía trabajar
como contador público autorizado cuando cambiaron nuestra
identidad. Al principio, ambos teníamos trabajos ocasionales
porque nunca sabíamos cuándo tendríamos que cambiar de
ciudad y de nombre nuevamente. Pero después de que nos
establecimos en Portland, y pasaron dos años sin ningún
problema, nuestro controlador ayudó a papá a obtener su
licencia de maestro y enseñó matemáticas en la escuela
secundaria. Cuando se enfermó, los profesores y los
estudiantes realizaron eventos para recaudar fondos y cosas
para ayudarme a pagar lo que no cubría su seguro. Fueron de
gran ayuda para mí. Sus estudiantes siempre lo contactaban
y lo visitaban».
Una pequeña sonrisa apareció en su rostro al recordar
como sus estudiantes siempre fueron capaces de levantar el
ánimo de su padre. «Ellos lo amaban. De todos modos,
cuando murió, fue incinerado y les dije a todos que lo iban a
enterrar en el este, con mi madre y mi hermano, pero no les
di ningún detalle. Les dije a todos que era el deseo de mi papá
no tener un funeral, y no puse un obituario en el periódico,
aunque saliera con su nuevo nombre. Pero los estudiantes le
organizaron un homenaje en la escuela. Al principio se
suponía que únicamente serían sus alumnos y compañeros
profesores en una ceremonia durante el horario escolar, pero
luego creció y lo publicaron en Facebook. Un periodista local
lo vio y publicó una historia sobre la muerte de un profesor
muy querido. Incluía una foto de papá tomada en un juego de
baloncesto de la escuela el año pasado antes de que se
enfermara demasiado. Creo que uno de sus estudiantes la
tomó sin saber que mi papá evitaba que le tomaran una foto
porque los alguaciles nos lo dijeron. Cuando lo vi, ya era
demasiado tarde. Estaba en la edición impresa, así como en
línea y en Facebook».
«Mierda. Cualquier programa de reconocimiento facial
podría haberlo encontrado». ‘Boomer’ puso los ojos en
blanco y se pasó una mano con frustración por el pelo. A
veces, los avances tecnológicos pueden ser una mierda.
Asintió e Ian se inclinó hacia adelante y apoyó los codos
en la mesa. «Pero la pregunta sigue siendo: ¿qué están
buscando?». Su mirada estaba dirigida al rostro de Kate.
«¿Alguna idea? ¿Tu padre guardó algo como prueba en caso
de que necesitara un soporte en el futuro?».
Ella se encogió de hombros y negó con la cabeza. «No que
yo sepa, pero él me dio esto…», sacó una llave de un pequeño
bolsillo interior de su bolso, «… justo antes de morir. Estaba
un poco fuera de sí al final. El hospital para enfermos
terminales lo tenía con morfina, por lo que la mitad de lo que
me decía no tenía sentido. Cuando me dio esta llave, me dijo
que me fuera a casa nuevamente. Le pregunté qué quería
decir y siguió diciendo que era ‘la llave de los pozos’. No
pude conseguir que me lo explicara».
Ian le quitó la llave y la inspeccionó. «Parece la llave de
una caja de seguridad. ¿Tenía una en su banco?».
«Lo comprobé, pero no tenían constancia de ello. Tal vez
debería haber comprobado en otra sucursal o en otro banco.
Pero hay tantos bancos en Portland que se necesitarían días
para verificarlos todos. ¿Debería empezar a llamarlos? ¿Me
darían la información por teléfono?».
«No, no es necesario que los llames. No está en
Portland». Ian y Kate miraron confundidos a ‘Boomer’.
Tomó la computadora portátil de la sala de conferencias, se
la acercó y la encendió. «Está en Norfolk. Tu padre lo dijo:
‘Ve a casa de nuevo’, así que eso tenía que ser lo que quiso
decir. Recuerdo que tu familia usaba ‘Bank of America’,
como la mía, pero…». Hizo una pausa mientras tocaba
algunas teclas. «…aquí lo tienes. No muy lejos de tu casa hay
un ‘Wells Fargo Bank’. ‘La llave de los pozos’. Ahí es donde
empezaremos a buscar».
«Tu casa», había dicho, pero la colonial ya no era de ella.
Alguna otra familia vivía ahora ahí. Una niña o un niño
extraños dormían en lo que una vez había sido su habitación
y algunos otros padres bromeaban con sus hijos a la mesa.
¿Habrían cambiado el color de las paredes? Su madre había
escogido minuciosamente los tonos adecuados para
combinar con los muebles. ¿Algún otro adolescente estaría
recreando la escena de ‘Negocios Riesgosos’ (Risky Business)?
Aquella donde Tom Cruise se desliza por el piso de madera,
haciendo playback al ritmo de ‘Old Time Rock and Roll’ de
Bob Seeger. Ella siempre reía cuando Alex la hacía.
Se sacudió los recuerdos agridulces. «Entonces, ¿qué
debo hacer? Simplemente entro al banco y pregunto si mi
papá tenía una caja allí. ¿Me dejarían abrirla?».
Ian tamborileó con los dedos sobre la mesa. «Todavía no.
No te dejarán acercarte sin una identificación adecuada y un
certificado de defunción a nombre de tu padre… con su
nombre real. E incluso entonces, podrías necesitar una orden
judicial si tu nombre no está ligado a la cuenta de la caja».
Miró a ‘Boomer’. «Llamaré a Larry Keon y obtendré lo que
necesitamos. La orden judicial podría tardar más en llegar,
pero ya nos preocuparemos de eso si resulta que la
necesitamos. También le pediré que me consiga todo lo que
tiene el FBI sobre este Sergei Volkov».
Tener en marcación rápida al subdirector, el hombre
número dos del FBI, a veces era útil y esta era una de esas.
«Mientras tanto, tenemos que proteger a Kate… Lo siento,
pero tengo que preguntarte… ¿Prefieres que te llame Kate o
Katerina? Una vez que esto termine, si es posible, ¿estás
planeando volver a retomar tu nombre real?».
Ella le dedicó una sonrisa nostálgica. «No lo he pensado
mucho. Yo nunca creí… me gustaría volver a ser yo, Katerina
Maier. La extraño a ella y la vida que se suponía que debía
tener». Una vida que supuestamente que incluiría a Benny
Michaelson. «Pero puedes llamarme Kat, si quieres. Fue el
único hábito que mi padre nunca pudo romper. Siempre fui
su ‘Kitty-Kat’».
Él le devolvió una sonrisa optimista. «Entonces Kat será,
y haremos todo lo posible para tratar de recuperar tu vida.
Pero por ahora, debemos mantenerte fuera de la vista del
público. ¿Estás segura de que no te siguieron desde
Portland?».
«En realidad, no lo estoy». Cuando vio sus expresiones
de sorpresa, rápidamente agregó: «Pero me deshice de ellos.
Aproximadamente a una hora fuera de la ciudad, comencé a
pensar en todas las películas que había visto sobre personas
seguidas por los malos o la policía. Y luego me acordé de los
agentes que tenían un dispositivo de rastreo en nuestro auto,
y me volví un poco paranoica. Entonces, me detuve en una
parada de camiones y convencí a un par de camioneros de
que tenía miedo de que mi ‘exnovio abusivo’…», hizo
comillas con los dedos en el aire con ambas manos, «…
pudiera estar usando un dispositivo para acecharme.
Buscaron debajo del auto y encontraron uno junto al
maletero. Uno de los camioneros fue lo suficientemente
amable como para llevárselo, y ahora está en algún lugar del
sur de California».
«Chica inteligente». Ian bajó la cabeza en aprobación de
sus instintos de supervivencia. «Bien. Entonces, hasta que te
consigamos la documentación que necesitas para el banco,
tenemos que mantenerte oculta por ahora. Hay literas y
baños aquí arriba, y el recinto es seguro».
«Ella se quedará conmigo en mi condominio». La
expresión del rostro de ‘Boomer’ decía que no discutieran
con él.
Las comisuras de la boca de Ian se crisparon, y Kat se dio
cuenta de que había descubierto que había más entre Benny y
ella que solo el recuerdo de un adolescente y la hermana de
su amigo. «Bien. Pero para estar seguros, llamaré a Tiny y
haré que mantenga guardia fuera de tu casa».
Benny asintió. «Me parece bien». Ante su mirada
confusa, agregó, «Tiny es uno de los guardaespaldas que
empleamos cuando lo necesitamos. Vigilará nuestras seis…
nuestras espaldas». Se volvió hacia Ian. «Revisaré su auto
en busca de rastreadores y luego lo dejaré aquí en el garaje
para que no esté a la vista».
«Puedo conseguir una habitación de motel», les dijo Kat.
“No quiero dejar a nadie fuera».
Benny le gruñó mientras Ian negaba con la cabeza y se
ponía de pie. «No estás sacando a nadie, Kat. El lugar más
seguro para ti es aquí o con ‘Boomer’. Su lugar es seguro y
tendremos a alguien vigilando su condominio. No nos
arriesgaremos a que alguien se haya dado cuenta de que
acudiste a él en busca de ayuda». Miró a su compañero de
equipo. «Después de llamar a Tiny, llamaré a Keon y veré
qué puede hacer por nosotros. Jake o Dev relevarán a Tiny
por la mañana, y te llamaré para una hora de encuentro para
que podamos planificar nuestros próximos pasos».
Asintiendo en acuerdo, ‘Boomer’ se puso de pie. «Dame
tus llaves, Kat. Puedes esperar aquí mientras yo me ocupo de
tu auto».
Ella le entregó su llavero y luego ambos hombres la
dejaron sola en la habitación. Bueno, no exactamente sola.
Beau estaba echado a su lado con una curiosa inclinación de
cabeza. Ella extendió la mano para acariciar sus orejas
aterciopeladas. «Braver hund» (alemán). Buen perro.
CAPÍTULO CUATRO
:( K. La próxima vez.
‘Boomer’ suspiró. Podía ser que no existiera una próxima
vez, pero no se lo diría a la sumisa en un mensaje de texto. Y
definitivamente no diría nada hasta estar seguro de que Kat
estaba soltera y en la misma página que él. La habitación
estaba en silencio, y todo lo que podía oír era la ducha
corriendo. Maldita sea. Nunca se libraría de su erección si
seguía pensando en Kat enjabonándose bajo el chorro de
agua caliente. Agarró el control remoto del televisor,
presionó los botones de encendido y luego de volumen.
Para cuando Kat abrió la puerta y salió del baño,
nuevamente tenía su polla bajo control y quería que se
quedara así. Ella llevaba un pantalón de chándal gris y una
camiseta negra con el logo de J&E International K9 sobre su
pecho izquierdo. Iba descalza y él se preguntó si se opondría
a otro masaje de pies. Su pene se crispó y alejó el
pensamiento de su cerebro. Si Jake no llegaba pronto,
‘Boomer’ iba a tener un caso serio de bolas azules. Por el
amor de Dios, ni siquiera podía mirar sus pies sin excitarse.
¿Qué tan jodido era eso?
Escuchó dos y luego tres golpes en la puerta de Jake, antes
de que se abriera, y su compañero de equipo entrara en la
otra habitación. Atravesó la puerta de paso y llevaba una caja
de pizza grande y varias bolsas. Gracias a Dios. ‘Boomer’ se
levantó de un salto, agarró su mochila y se dirigió al baño.
Pasó junto a una Kat de mirada curiosa. «Empiecen sin mí.
Me voy a dar una ducha rápida».
«Bien. Pero será mejor que te des prisa, de lo contrario,
podría comerme lo tuyo», dijo ella.
‘Boomer’ cerró la puerta un poco más fuerte de lo que
debía.
«Okey … ‘Podría comerme lo tuyo’». Su mente estaba
acelerada. Jesucristo. Pendejo, saca tu puta mente de la
alcantarilla. No todo lo que sale de su boca es una
insinuación. Métete en la ducha, dispara tu rifle y mantenlo
bajo control.
Abrió la ducha y respiró hondo. ¡Carajo! La habitación olía
a su jabón corporal. Esto se estaba saliendo de control. Se
desnudó rápidamente, se metió en la bañera y agarró la
pastilla de jabón de cortesía. Arrancó el papel, lo mojó y se
enjabonó. Con una mano contra la pared, la otra alrededor de
su dolorida polla, cerró los ojos y gimió suavemente. Arrastró
el puño hasta la raíz y volvió a subir hasta la cabeza. Arriba y
abajo, abajo y arriba de nuevo. Sus caderas comenzaron a
bombear cuando ‘Boomer’ se imaginó a Kat de rodillas,
chupándolo y lamiéndolo. Sus labios serían suaves y
regordetes, su boca cálida y tentadora. Agarraría su cabello y
la guiaría para que lo llevara más y más profundamente
hasta que golpeara la parte posterior de su garganta. Tómalo,
‘Gatita’. Chúpame como si fuera un tazón de crema. Apretó el
puño y aceleró el paso. Sí, nena, chúpalo fuerte. Me voy a venir
en tu garganta y vas a tragarte hasta la última gota. ¿Estás lista,
‘Gatita’?
«Ah, puta madre», siseó mientras disparaba su esperma
en el rociador de la ducha, luego tiró de su verga hasta que
no quedó nada. Aturdido, se apoyó pesadamente en la otra
mano contra la pared y trató de recuperar el aliento.
Sí, él y Kat iban a tener que hablar, porque él la deseaba
más que nunca.
«O YE , K AT . E SPERA ».
¡Maldita sea! ¡Había estado a seis metros de distancia de evitar
al desagradable imbécil! Había pensado que podría
escabullirse sin que la alcanzara por octava o novena vez en
cuatro días, pero aparentemente, no había tenido tanta
suerte. Si pudiera deshacerse de él ahora, no tendría que
volver a verlo hasta el martes. El día de hoy, viernes, el
entrenamiento terminaba a las doce y media, por lo que los
oficiales con largos desplazamientos, se dirigían a casa para
pasar el fin de semana del 4 de julio y así poder evitar el
tráfico de la hora punta.
Pegó una sonrisa no muy amistosa en su rostro y se dio la
vuelta para mirar al oficial Rob DaSilva del Departamento de
Policía de Eugene cuando se detuvo frente a ella. Medía poco
menos de un metro ochenta y era guapo, pero también se
creía un regalo de Dios para las mujeres y era machista. La
peor parte era que el hombre parecía no poder aceptar un
‘no, gracias’ como respuesta. «Sí, oficial DaSilva. ¿Tiene
alguna pregunta sobre el entrenamiento de hoy?».
«Uh, no. Mira, sé que hacerte la difícil es solo un acto
frente a los otros muchachos, así que ahora que estamos
solos, haznos un favor a los dos y acepta salir conmigo».
Su sonrisa lasciva y la forma en que le hablaba
dirigiéndose a su pecho hicieron que su temperatura
estuviera a punto de hervir. La única razón por la que no le
estaba diciendo dónde meterse su actitud egoísta era que se
esforzaba mucho por ser considerada como una entrenadora
profesional y agresiva de K9 en una carrera
predominantemente masculina. Pero eso no significaba que
se le permitiera acosarla.
Debía haber colocado a su pastor alemán en el vehículo
con aire acondicionado del auto de su departamento, ya que
el hermoso animal no estaba a la vista. Sintió lástima por el
perro al estar emparejado con un imbécil arrogante. Miró a
su alrededor y vio que el resto de los entrenadores y
aprendices se habían ido, seguían en el campo de práctica o
se dirigían hacia las perreras. Al menos a cincuenta metros
de distancia, nadie estaba lo suficientemente cerca como
para ser usado como distracción. Se dirigía hacia su pequeña
cabaña en el gran rancho, que estaba a solo seis metros de
distancia. Hacía dos semanas que había regresado a Portland
y se había sentado con sus jefes para explicarles todo. Habían
sido maravillosos y le ofrecieron el uso de la cabaña vacía en
lugar de regresar a su apartamento donde ya no se sentía
segura. Jeremy también la había puesto en contacto con su
abogado, quien estaba comenzando el proceso para que ella
volviera a ser ‘Katerina, ‘Kat’ Maier’, ahora que ya no tenía
que esconderse de nadie. Se sorprendió cuando el subdirector
del FBI la llamó, a petición de Ian, para decirle que el dinero
en las Islas Caimán era suyo para hacer lo que quisiera.
Todos los estatutos que pudieran haber cubierto el dinero
habían expirado, y como no quedaba nadie vivo que luchara
por ella en un tribunal de justicia, ahora era una millonaria
reacia. Kat no quería ser parte de eso. Una vez que superara
el impacto y recuperara su nombre, buscaría organizaciones
benéficas a quienes pudiera entregar las ganancias mal
habidas.
«Mire, oficial DaSilva…».
«Rob».
Dios, odiaba su sonrisa. Apretó los dientes, se cruzó de
brazos, asegurándose de que cubrieran sus senos, en lugar de
empujarlos hacia arriba. No necesitaba más estímulo, de
hecho, todo lo contrario. Lo que sí necesitaba era una
rajadura de dos por cuatro sobre su grueso cráneo. «Oficial
DaSilva, estoy aquí para entrenarle, no para salir con usted.
Preferiría que mantuviera las cosas a un nivel profesional».
Al dar un paso hacia ella, era obvio que no se detendría.
«Vamos, nena. Te haré pasar un momento realmente
bueno». Vio que algo hacía clic en los ojos de él, como si una
bombilla se encendiera en su denso cerebro, e inclinó la
cabeza. «Oh, espera un minuto… Ya entiendo. Te vi
charlando antes con la lesbiana del Departamento de Policía
de Salem. Juegas para el otro equipo, ¿no? Bueno, está bien.
Con una buena cogida, puedo arreglar eso. ¿Por qué no me
dejas mostrarte lo que un hombre de verdad puede hacer por
ti que otras chicas no pueden?».
«Oh, no te preocupes. Ella sabe lo que puede hacer un
hombre de verdad. ¿No es así, ‘Kitty-Kat’?».
Al principio, había estado mirando boquiabierta al Oficial
Odioso, pero ahora miraba con la boca abierta a Carter que se
acercaba a ellos. ¿De dónde diablos había salido? Su mirada era
mortífera, a juego con el tono de su voz, y ella se alegró
mucho de que no se clavara en ella. En cambio, estaba
dirigida al policía que de repente no parecía muy seguro de sí
mismo. Carter tenía unos buenos diez o doce centímetros
más que el otro hombre y tenía el doble de ancho de
hombros. Parecía que podía derribar a DaSilva con ambas
manos atadas a la espalda y ni siquiera sudar. Llevaba unos
jeans descoloridos, que le quedaban como un guante, botas
de cuero negro y una camiseta gris ajustada de la
Universidad Jenn de Tampa, el hombre era sexo sobre dos
piernas largas. Si se añadía su buena apariencia de chico
surfista, el cabello recogido en una pequeña cola de caballo y
el cuerpo cincelado, ella estaba segura de que dejaba bragas
empapadas, corazones rotos y mujeres satisfechas en todos
los lugares a los que iba.
El fornido espía se acercó a ella, la estrechó entre sus
brazos y … santa mierda… ¡la besó! Sus labios se cerraron
sobre los de ella haciéndolo hasta la saciedad. Kat estaba tan
atónita que todo lo que pudo hacer fue aferrarse a su vida. Al
terminar el beso, le guiñó un ojo antes de ponerla en pie
mientras ella lo miraba fijamente en estado de shock. Las
comisuras de su boca se movieron hacia arriba como si
estuviera tratando de contener la risa mientras su mirada
nunca dejaba la de ella. «Ahora, si nos disculpas, tenemos
mejores cosas que hacer. Ven, hermosa». La tomó del brazo
y la hizo girar hacia la cabaña, antes de mirar a DaSilva.
Como una cobra mortal enroscada, Carter miró al otro
hombre como si fuera una presa. «Ah, y, por cierto, si
alguna vez te escucho faltarle el respeto a una mujer como lo
hiciste, especialmente a esta, nunca encontrarán tu cuerpo.
¿Entendido?».
La sangre de Kat se heló ante la amenaza revelada, pero
aparentemente el Oficial Odioso era demasiado estúpido para
saber que no debía pinchar a la víbora que estaba más que
lista para atacar. DaSilva se enfureció, con su rostro
enrojecido como la sangre en su intento de bravuconería.
«¡No puedes amenazarme! ¡Soy policía! Puedo hacer que te
arresten el culo tan jodidamente rápido que no sabrás qué te
golpeó».
Carter soltó su brazo y se giró hacia el otro hombre. Dio
dos pasos deliberadamente hacia adelante y, más rápido de
lo que ella podía parpadear, agarró a DaSilva por el cuello,
inclinándose para que solo el policía pudiera escucharlo.
Anhelaba saber lo que Carter había susurrado porque el
hombre anteriormente arrogante se estremeció y palideció
antes de ser liberado y dar un paso atrás. Sin decir una
palabra más, dio media vuelta y se escabulló como la
comadreja que ella pensaba que era.
«Vamos adentro, ‘Kitty-Kat’. Tenemos cosas de las que
hablar». Carter hizo un gesto hacia la puerta, esperando que
ella abriera el camino.
Cuando su conmoción se desvaneció, la actitud de enojo
de Kat regresó. Ella se cruzó de brazos de nuevo y pisoteó
fuerte, mirándolo. «¿Qué diablos fue todo eso? Lo tenía bajo
control. ¿Qué le dijiste? ¿Y quién te crees que eres,
acercándote y besándome así?».
Una sonrisa apareció en su hermoso rostro, y ella no pudo
evitar pensar que se veía mucho mejor en él que en el Oficial
Odioso. El bastardo engreído imitó su postura, pero ignoró el
pisotón. «¿Como qué? No te di lengua… bueno, no mucha
lengua. Simplemente fingí que volvíamos a ser compañeros
de bolos… que simplemente se besan cuando quieren
deshacerse de cabrones como ese. La otra opción era darte
una paliza, pero dudo que a tu jefe le hubiera gustado. Y sé
que tenías el control, pero el mío fue mejor». Levantó un
hombro y lo dejó caer de nuevo. «Es una cosa de Dom, así
que es mejor que te acostumbres. En cuanto a qué fue lo que
le dije, lo siento ‘Kitty-Kat’, es mejor que no lo sepas, te da
una negación plausible si alguna vez tengo que seguir
adelante. Y antes de que preguntes, ‘Boomer’ no sabe que
estoy aquí. Ahora, podemos tener esta conversación aquí, o
podemos entrar y comer el almuerzo que he estado
manteniendo caliente en tu horno. Espero que te guste el
italiano, estaba de humor para pasta».
Kat parpadeaba, temblaba y miraba boquiabierta al
hombre que pasaba junto a ella y le mantenía la puerta
abierta. Furiosa, ni siquiera sabía por dónde empezar.
«¿Estuviste en mi cabaña? ¿Cómo entraste? Espera … ¿Cómo
diablos me encontraste en primer lugar? ¿Y qué quieres decir
con ‘es una cosa de Dom.… así que es mejor que te
acostumbres’?».
Un suspiro exagerado se le escapó cuando puso los ojos en
blanco. «Muchas preguntas. Uh, veamos». Señaló los dedos
de una mano. «Las respuestas son: sí, estuve; abrí la
cerradura; y por favor, encontrarte fue como encontrar un
gato en una pecera, juego de palabras. Hablaremos de la
‘cosa de Dom’ después de comer. Ahora, mete tu bonito
trasero o voy a azotarlo aquí, donde cualquiera pueda verlo».
Entrecerró los ojos y se burló con incredulidad. «No te
atreverías».
Él imitó su mirada, y ella se estremeció cuando un
escalofrío le recorrió la espalda, sabiendo que la de él tenía
un aspecto más letal que la de ella. «Oh, sí lo haría, pequeña
‘Kitty’. Una cosa que no hago es emitir amenazas en vano.
¿Quieres que te lo demuestre? Te puedo garantizar que te
arrepentirás».
¡Mierda! Realmente lo haría. Se negó a bajar la mirada,
como las buenas sumisas sobre las que había estado leyendo
y mantuvo la cabeza en alto y entró en su cabaña. El aroma
del ajo, los tomates y el orégano asaltaron su sentido del
olfato cuando la puerta se cerró detrás de ella. Se le hizo agua
la boca, pero tragó, no queriendo que él supiera que olía
delicioso. Carter pasó junto a ella y entró en la cocina como si
perteneciera a ella. En la mesa del comedor estaban
acomodados platos, utensilios, vasos y servilletas para dos.
Ella le clavó la mirada en la espalda mientras él se ocupaba
del horno. Utilizó los guantes que ella guardaba en el cajón
inferior, sacó varios recipientes de aluminio y una barra de
pan envuelta en papel de aluminio.
«Siéntete como en casa, ¿por qué no?».
Llevó la comida a la mesa, le dedicó una sonrisa pícara
que la tomó desprevenida. «Gracias, pero ya lo hice. Puedes
ayudar trayendo algo de beber. Traje cerveza y refrescos, ya
que no sabía lo que preferías o lo que ya tenías».
Kat resopló y se dirigió al refrigerador. «¿Qué? ¿Eso no
estaba en tu investigación de cómo encontrarme y entrar en
mi casa?».
«Cuida tu tono, ‘Kitty-Kat’. Estás en suficientes
problemas conmigo en este momento, pero de nuevo,
hablaremos de eso después de comer. Tomaré una cerveza,
por favor. Ya siéntate, porque me muero de hambre, y estoy
seguro de que tú también. Has tenido un largo día».
«¿Cómo lo sabes?».
Se encogió de hombros y luego arrojó los guantes sobre la
encimera. «Porque te he estado observando toda la mañana.
Lo último que comiste fue una barra de granola a las seis y
media, a menos que metieras algo mientras yo corría por
nuestra comida, lo cual dudo. Aún no has recuperado el peso
que perdiste y, por lo que puedo decir, has perdido más. No
puedes pasar tanto tiempo sin alimentar tu cuerpo, pequeña.
Y a pesar de lo que creen los ejecutivos de publicidad, a la
mayoría de los hombres nos gusta un poco de carne en sus
mujeres; nos da algo suave a lo que agarrarnos. Ahora
siéntate… por favor».
Lo miró boquiabierta de nuevo, puso dos cervezas en la
mesa y se sentó en la silla que él le ofrecía. Estaba tan
confundida acerca de por qué él estaba aquí, mientras lo veía
llenar su plato y luego el suyo. Una vez que pareció satisfecho
de que todo estaba en orden, se sentó frente a ella.
«Adelante».
Como había notado que Benny había hecho cada vez que
comían juntos, esperó hasta que ella tomara su tenedor y
metió a su boca el primer bocado de su lasaña. Sus ojos se
volvieron hacia su cabeza cuando los sabores golpearon sus
papilas gustativas. «Oh, Dios mío, esto es el cielo. ¿Dónde
conseguiste esto?». No esperó su respuesta antes de meterse
otro bocado en la boca.
Carter se rió entre dientes y luego comenzó con su propia
comida. «Me alegro de que te guste. Encontré una pequeña
tienda de delicatessen italiana a unos ocho kilómetros de
aquí, llamada The Red Pepper».
«Espera un minuto. He comido allí antes y nunca había
sido tan bueno». Dejó el tenedor, tomó un trozo de pan de
ajo y le ofreció uno, y él lo agradeció.
«El letrero decía: ‘Bajo nueva administración’, así que tal
vez tengan un nuevo chef».
Durante unos minutos, comieron en un cómodo silencio
hasta que Kat comenzó a sentirse llena y su curiosidad
comenzó a apoderarse de ella. «Está bien, entonces dime por
qué estás aquí».
Recogió su servilleta, se limpió la boca y luego tomó un
sorbo de cerveza. «Esa iba a ser mi pregunta para ti. ¿Qué
diablos estás haciendo aquí, Kat, cuando el amor de tu vida
está deprimido en Tampa, volviendo locos a todos?».
Su mirada se posó en la mesa. «No soy el amor de su vida.
Benny me odia. Casi hago que maten a sus padres. Y a Jake, a
Colleen, a Murray y… y …».
Ella no se dio cuenta de que estaba llorando hasta que él
se acercó y le secó las lágrimas de la mejilla. Dejó lo último
de su comida, se puso de pie y empujó su silla hacia atrás de
la mesa. Antes de que ella supiera lo que estaba haciendo, la
tomó en sus brazos y la llevó al sofá. Se sentó de nuevo, la
colocó en su regazo y suavemente guió su cabeza para que
descansara en su hombro. El tierno Dom la abrazaba
mientras ella sollozaba, hasta que poco a poco se volvió a
controlar. «Él no te odia, pequeña, y no sé por qué piensas
eso. Conozco a ‘Boomer’ desde hace muchos años y esta es la
primera vez que lo veo deprimido. No estaba tan mal cuando
estuvo en el hospital y no estaban seguros de si perdería la
pierna o no. Ahora, ¿por qué estás aquí en lugar de estar con
él? Sé que no es porque no lo amas. Cualquiera puede ver lo
mucho que significa para ti. Entonces, habla con el Amo
Carter y veamos qué podemos hacer para solucionar este
problema. Y Rick está bien, por cierto. Fue dado de alta del
hospital el otro día».
«Lo sé. Llamé al hospital todos los días. Antes de irme, le
dije a la recepcionista que era su sobrina para poder saber
cómo estaba». Ella respiró temblorosa. «No puedo
enfrentarlo a él y a Eileen. Y menos a Benny. Todo esto fue
culpa mía. Nunca debí haber acudido a él en busca de
ayuda».
Dejó escapar un gruñido bajo. «Que no fue tu culpa. No
eras tú quien trabajaba para la mafia rusa y les robaba
dinero. Y seguro que no les dijiste a esos bastardos que
fueran tras la gente de ‘Boomer’. Entonces, inténtalo de
nuevo. ¿Por qué estás aquí cuando todavía estás usando su
collar?».
Su mano voló a su garganta. No había podido quitarse el
simple collar que Benny le había puesto alrededor del cuello.
Pasara lo que pasara, su corazón sabía que nunca amaría a
ningún hombre tanto como lo amaba. El collar era su última
conexión con él. En lugar de lanzar otra explicación poco
convincente, esta vez se concentró en la pregunta de Carter,
tratando de encontrar la respuesta real. «Supongo … estaba
tan enojado en el hospital que temí que me dijera que me
fuera. Entonces, en lugar de darle la oportunidad, me fui. En
el fondo, esperaba que viniera por mí, pero… pero no lo
hizo».
«Oh, ‘Kitty-Kat’. Voy a asegurarme de que te azote el
trasero por eso. ¿Sabes la razón por la que no fue por ti?
¿Sabes la razón por la que se ha estado emborrachando casi
todas las noches en el club? ¿O sabes por qué rechazó a todas
las sumisas que se ofrecieron para ayudarlo a olvidarse de
ti?». Se sentía más miserable a cada segundo, su mirada se
posó en su regazo y negó con la cabeza. «Porque la primera
vez que lo dejaste, no fue tu decisión, ni tu culpa. Pero esta
vez, Kat, elegiste irte. Lo dejaste cuando más te necesitaba.
No estaba enojado contigo… estaba frustrado por la
situación. Y lamento que hayas malinterpretado su
frustración como ira. Él te ama. Pero está sufriendo,
pensando que no lo amas lo suficiente como para quedarte
con él».
Sus lágrimas comenzaron de nuevo y trató de enjugarlas
tan rápido como rodaron por sus mejillas. «Oh Dios, ¿q-qué
he hecho? Lo amo y nunca lo lastimaría a propósito. Estaba
s-solo asustada. Todos los que he amado se han ido y… y la
única persona que todavía está aquí, la aparté. C-Carter, ¿qué
voy a hacer?».
Sostuvo su cabeza entre sus grandes y callosas manos y la
obligó a mirarlo a los ojos. «Lo que vas a hacer es secarte los
ojos mientras yo limpio, y luego tenemos un avión que
abordar…». Miró su reloj militar negro. «En poco más de
una hora».
Su mente giraba en cinco direcciones diferentes. «¡Qué!
¿De qué estás hablando? No puedo simplemente subirme a
un avión e irme. Tengo que trabajar y… y …».
La levantó de su regazo hasta que estuvo de pie sobre sus
propios pies, y luego se levantó del sofá. La agarró por los
hombros, la hizo girar hacia su dormitorio. «Hablé con tu
jefe. Le dije que te ibas y que considerara esto como tu
renuncia».
Kat frenó tan rápido que casi tropezó con ella. «¿Cuándo
fue esto? Y, mierda, no puedes decirle a mi jefe que renuncio.
¿Y si no quisiera ir contigo?».
«Oh, vas a ir conmigo, ‘Kitty-Kat’. Nunca fue una
pregunta. Les expliqué la situación a Jeremy y Eva, y están
felices por ti. También dijeron que, si no funciona, siempre
tendrás un trabajo aquí. Pero la elección es tuya. O vas a
revisar las maletas que hice para ti para ver si me perdí algo
importante, o te curto el pellejo y te llevo fuera. Sugiero que
no elijas la opción número dos, porque es un vuelo largo y
querrás estar cómoda. Ahora, ve a lavarte».
Él le dio un suave empujón hacia la puerta, ignorando sus
balbuceos y conmoción. Trató de mirarlo por encima del
hombro, pero él ya se dirigía a la cocina. Con la mente
acelerada, se apresuró a ir a su habitación y, efectivamente,
allí estaban sus tres bolsas de lona empacadas. Abrió las
cremalleras, revisó y descubrió que prácticamente había
pensado en todo lo que ella necesitaría por ahora, incluida la
medicación para la migraña. Una bolsa tenía todos sus
artículos de tocador, mientras que otra estaba llena de
camisetas, pantalones, pantalones cortos y dos pares de sus
zapatos favoritos. La última bolsa… ¡ay, carajo! … tenía sus
prendas íntimas: bragas, sujetadores, pijamas… y, ¿que
diablos era esto? Sacó una prenda de encaje y se sonrojó
mientras la sostenía.
«Pensé que necesitarías algo para el club esta noche, así
que encontré una pequeña boutique cerca de la tienda de
delicatessen. La guapa vendedora rubia estuvo muy feliz de
ayudarme a elegir algo».
Su aparición en su puerta la había sobresaltado por un
momento antes de que se recuperara y le lanzara un bufido
poco femenino. «Apuesto a que sí. Probablemente también
se ofreció a modelarlo para ti». Mientras se apoyaba en la
jamba de la puerta, las comisuras de su boca se movían hacia
arriba. Kat examinó el teddy de encaje negro que no dejaba
nada a la imaginación. «Um… ¿Dónde está el resto? No
puedo caminar solo con esto».
«¿Por qué no?». Kat lo miró boquiabierta mientras él
sonreía como el mismo diablo. «Que no cunda el pánico,
amor, el sujetador y las bragas que lo acompañan también
están ahí. Eso es solo lo de encima, para cubrirte».
Resopló una vez más y volvió a meter la lencería en la
bolsa. «Tú y yo tenemos diferentes definiciones de cubrir».
Carter se acercó a la cama y agarró las tres bolsas por las
asas. «¿Olvidé algo? Antes limpié tu refrigerador para que
nada se estropeara, y simplemente saqué la basura. Le dije a
tu jefe que volverías en una semana más o menos para
despedirte y empacar el resto de tus cosas».
Corrió al baño, mojó una toalla y se secó la cara lo más
rápido que pudo. Al encontrarlo esperando en la puerta de su
casa, miró a su alrededor en busca de cualquier otra cosa que
necesitara. Su bolso y el libro que estaba leyendo estaban en
su mesa de café, y los agarró. Una revisión rápida le aseguró
que su teléfono todavía estaba en su cadera. «Creo que
tenemos todo lo que necesito por ahora. Estás tan seguro de
que Benny y yo vamos a solucionar todo esto, ¿no es así?
¿Qué pasa si el daño está hecho y no me perdona?».
«Entonces le pateo el trasero y te quedas para mí».
Sostuvo la puerta abierta para que pasara y ella giró la
cerradura del pomo interior antes de adelantarlo. Con una
mano, le hizo un gesto para que caminara hacia la parte
trasera de su cabaña, donde estaba un auto alquilado.
Después de abrirle la puerta del pasajero, abrió el maletero
para guardar sus bolsas y luego se subió al asiento del
conductor.
«Creo que nos mataríamos si me quedo contigo, no es
que yo lo permita. A veces eres bastante exasperante,
¿sabes?».
«¡Ja! Me han dicho eso una o dos veces, ‘Kitty-Kat’».
Arrancó el coche y lo puso en marcha. «Mierda. Sigo
olvidándome de preguntar. Estaba hablando con Eileen,
cuando estaba revisando cómo seguía Rick, y te llamé ‘Kitty-
Kat’. Dijo que era el apodo que tu padre te había dado. No lo
sabía, Kat, y si te molesta, puedo dejar de hacerlo.
¿Importa?».
Kat negó con la cabeza y se volvió hacia él después de
ponerse el cinturón de seguridad. «No, claro que no. La
primera vez que lo dijiste, me desconcertó un poco. Pero
luego me di cuenta de lo mucho que extrañaba escucharlo. Al
igual que cuando Benny me llama ‘Gatita’, nadie más que él
me llama así. Siempre que se diga con el afecto que sé que
quieres decir, entonces me gusta y puedes seguir usándolo.
Eso me hace sentir especial».
«Entonces me siento honrado». Salió del largo camino
de entrada a la carretera que conducía a la autopista. «Eres
especial, pequeña, y nunca lo olvides. Ahora, vayamos a que
tú y tu Dominante vuelvan a estar juntos, ¿de acuerdo? Antes
de que Ian finalmente se desespere y le patee el trasero».
CAPÍTULO VEINTISÉIS