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El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 1

RENA MARKS
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Esta es una traducción hecha por y para fans. El Desván de Effy realiza esta actividad de
manera altruista y sin ánimos de lucro, con el fin de dar a conocer a autoras de habla
inglesa, en países de habla hispana.

Si llegaran a publicarse estos libros en tu idioma por favor apoya a la autora comprando su
obra. Este material no pertenece a ninguna editorial, y al estar realizado por Fans y
amantes de la lectura, podría contener errores.

Esperamos de Corazón que disfruten la lectura!!!

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TRADUCCIÓN EDICIÓN SUPERVISIÓN
Sinopsis

Dos opciones. ¿Monstruo alienígena o monstruo humano?


Por desgracia, no puedo elegir.
Cuando mi prometido, el Presidente de la Tierra, me vende al planeta Pimeon, es con el
deber de descubrir sus secretos y debilidades. Es para infiltrarme en la relación familiar del
líder y provocar una ruptura durante el periodo de prueba de seis meses.
Sólo entonces se me permitirá volver a casa con la libertad que me prometieron.

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El Programa de Emparejamiento creado por la raza Britoniana me anuncia como el siguiente
candidato tras el emparejamiento exitoso de mi hermano. Desgraciadamente, la hembra
humana que elige es la desechada por el padre de mi nueva hermana, la que perdió su título
de Primera Dama. ¿Podré conquistarla? ¿O está totalmente perdida?
Pero ninguno de los dos tiene elección cuando aparece embarazada en nuestro planeta.
Prologo

Planeta Tierra, después de la Tercera Guerra Mundial:


“Mi querida Esther.”
Por un momento, no me doy cuenta de que me está hablando a mí. Mi nombre no
es Esther, nunca ha sido Esther. Pero al Presidente de la Tierra -mi prometido- no le
importa. Me ha puesto un nombre, me ha dado una nueva identidad y a ella responderé.

Y sin embargo, esa otra parte de mí, la que no soporta el acobardamiento, la


prepotencia, las burlas, se enrarece.
Me gustaría decir: ‘¿Sí, Padre?’.
Sólo puedo imaginar la furia que se le retorcería en la cara cuando la imito porque
su propia hija -a la que él toma como modelo- se le escapó. Imagino que cualquier cosa,
incluso los horribles monstruos con los que se emparejó, eran mejores que el Presidente.
Pero al final, no puedo aguantar otra paliza, no tan pronto.

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Así que sonrío y digo: “¿Sí, querido?”.
Lucho contra el encogimiento ante el apelativo, pero su ego no le permite darse
cuenta mientras sonríe.
—Ya casi está aquí. ¿Sabes qué hacer?.
Inclino la cabeza con recato. —Sí, señor.
Su columna se pone rígida y, por un segundo, temo haber ido demasiado lejos. De
repente se me corta la respiración al darme cuenta de que se limita a acicalarse. Le
encanta el título de respeto, por muy incómodo que sea para una prometida usarlo.
Se frota las manos con entusiasmo. —Te dejo con ello, entonces. Estará aquí en un
minuto. ¿Y Esther?
Giro la cabeza hacia él, luchando contra el impulso de estremecerme cuando me
aparta el largo flequillo lateral.
—¿No creo que tenga que recordarte cómo se hace esto?
—No. Creo que ya me lo has recordado bastante.
Su rostro se enfría y temo haber ido demasiado lejos. Estúpida de mí, sintiéndome
segura porque el líder de los Britonianos está casi aquí. Él fue quien ayudó a alejar a la
Primera Hija, por muy loca que estuviera, y eso me dio una falsa sensación de seguridad.
Falsa porque no soy delicada-ni inocente-como lo era ella. El Britoniano no se
preocupa por mí como lo hace por Lilaina.
Muy, muy suavemente, mi prometido me presiona cruelmente la sien con los
dedos, complacido cuando hago una mueca involuntaria de dolor. Esboza una sonrisa
retorcida mientras me arregla el flequillo para que vuelva a cubrirme la frente. Irónico, la
verdad. Si alguien lo viera, pensaría que es la imagen de una pareja normal y cariñosa que
está deseando casarse.
Pero entonces suenan las campanillas de la puerta, resonando inquietantemente
por toda la gran casa, y el presidente Eric Marcus Montgomery se hace esperar.
Abro la puerta y, justo fuera de la entrada, el viento chilla, levantando un remolino
de hojas como un pequeño tornado. Por un segundo, siento la tentación de salir corriendo
y dejar que el viento agite mis faldas. Imagino que puede levantarme y llevarme en un

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remolino de hojas. Fingir que puedo volar, muy alto y lejos, donde nadie pueda
alcanzarme.

Pero eso no tiene sentido. Con nostalgia, me alejo de las hojas agitadas por el
viento y me enfrento a Mikhail, el líder de los alienígenas llamados Britonianos que se han
apoderado de la Tierra. Al principio, eran los salvadores de la Tierra, negociando la
limpieza de nuestro planeta tras la Tercera Guerra Mundial a cambio de un lugar donde
vivir.
Pero eso fue antes de que Mikhail hablara con la Presidenta Montgomery sobre el
Programa de Emparejamiento. La Primera Hija fue la primera en inscribirse, y todo el
planeta quedó horrorizado ante el monstruo con el que fue emparejada.
¿Ese es mi destino? ¿Sustituirla en todos los sentidos hasta volverme tan demente
como ella?
Su sonrisa no es cálida cuando me saluda, pero no importa. Estoy bien
acostumbrada a no caer bien.
—Mikhail, ¿deseabas verme?
Es obvio que no es humano. Es alto, musculoso y guapo de una extraña manera
alienígena. Su piel es dorada, su pelo tan rubio que es casi blanco. Parece amable. ...y
justo, pero es mentira. Fue él quien introdujo el Programa de Emparejamiento cuando
trabajaba con Lilaina, la Primera Hija. Él es quien nos trajo a los monstruos.
—Así es.— Inclina la cabeza. —¿Estamos solos?
—Lo estamos. —Mi cara es uniforme. —Pase, por favor.
Doy un paso atrás para permitirle entrar y cierro la puerta principal antes de
conducirle al salón.
Empieza sin preámbulos. Nada de esa tierna preocupación paternal que muestra
cuando se trata de Lilaina. No, estoy sola.
—He recibido tu mensaje de que deseas romper tu compromiso con el Presidente.
Necesito asegurarme de que sepas que eso te inscribirá automáticamente en el Programa
de Emparejamiento.
Oh, diablos, no.
Respiro. —No quiero entrar en el programa. Es la única razón por la que...— Se me

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atragantan las palabras. Nadie puede saber que elegí asociarme con el Presidente para
evitar el programa.
Mikhail no me llama la atención.
—Lo siento, querida. No queríamos que las mujeres de la Tierra fueran reclutadas.
Es una práctica tan arcaica, pero no teníamos elección. Por eso negociamos un período de
prueba.
No tengo fe en el período de prueba. Fue durante ese periodo de seis meses
cuando la Primera Hija enloqueció con el síndrome de Estocolmo y decidió quedarse con
sus monstruosos captores. Por supuesto, ahora sé lo limitadas que eran sus opciones.
Pero sopeso mis opciones cuidadosamente. Hay miles de mujeres en el planeta.
¿Qué posibilidades hay de que me llamen?
—Sólo habrá un sorteo más este año, ¿verdad?.
Asiente.
—De acuerdo, —decido. —Hay muchas mujeres inscritas. Dudo que mi nombre
salga el primero.
Mikhail sonríe reconfortado. —Es un sorteo al azar. ¿Cuándo te vas a mudar?, —
pregunta.
Me estremezco. No lo bastante pronto. —Este fin de semana.
—Qué pena, —dice. —Lilaina y Juris volverán para enseñar a su pequeño. Esperaba
que pudieras ver a su gente.
—¿Van a traer más? —La sorpresa -el horror- en mi voz es genuina.
Pero él no se da cuenta. —Sí. Muchos de su guardia están viniendo, con la
esperanza de conocer a las mujeres de la Tierra. Esperando que sea más cómodo para el
próximo nombre sorteado si está familiarizada con algunos de sus machos. Juris dice que
Lilaina es un alma única para ser abierto con eso, pero no es justo que se espera de todas
las mujeres .
—Bueno, no estaré aquí para eso. —Me encojo de hombros desdeñosamente. Sólo
Dios sabe que estaré lejos de este lugar.

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—Está abierto al público, —dice Mikhail.
—No lo creo. —Me niego con voz suave pero firme.
Y por segunda vez en el día, un hombre alarga la mano para tocarme el flequillo
que me cubre la cara. Me quedo paralizada, temiendo que me lo levante y vea el bulto
hinchado que hay debajo, en el que Eric apretó cruelmente sus dedos.
Pero no lo hace. Se limita a colocarme un mechón suelto detrás de la oreja.
Qué movimiento tan extraño. No se preocupa por mí como lo hace con Lilaina, de
esa forma indulgente y paternal que parece más paternal que su propio padre. Y no finge
hacerlo. Esa no es la manera Britoniana.
Cuando el líder de la nueva raza se marcha, el Presidente baja por la escalera de
caracol. La familiar sensación de nudo entra en mi plexo solar cuando levanta una ceja
imperiosa.
—¿Se lo ha tragado?.
Asiento con la cabeza. —Le dije que me mudaría este fin de semana.
Me tenso, esperando su enfado por mi traición, por el hecho de haber fijado una
fecha que no habíamos discutido. Una cita para escapar. Pero nunca llega.
En lugar de eso, me pasa un dedo por la extensión de mi brazo desnudo.
—Eso nos da una noche para jurarnos amor y lealtad.
Me entra un pánico instantáneo. —¡Pero dijiste que seríamos platónicos!.
—No para siempre. Y menos esta noche.
Sus dedos me aprietan el brazo y el nudo de ansiedad de mis entrañas se
transforma en pavor.
Por primera vez en meses, gimo. Luego me invade la calma mientras el viento aúlla
en el exterior. Al oír el viento, puedo fingir que vuelo. Puedo fingir que soy libre.
Puedo fingir que aún vivo en casa, con mis padres, en el Valle de los Vientos.

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Capítulo 1

Me quedo mimetizada con los remolinos de bailarinas en la pista de baile


bajo el segundo rellano y me maldigo por mirar, porque es mi oportunidad de marcharme.
No tengo mucho tiempo antes de que la droga que Eric me dio haga efecto en mi torrente
sanguíneo. En lugar de eso, me quedo mirando, perpleja por la belleza que hay abajo
mientras me pongo mis galas de fiesta. Hubo un momento en que nunca pensé que
llevaría materiales tan ricos en mi vida, y me entusiasmaba la perspectiva de convertirme
en Primera Dama.
Hubo banderas rojas en mi relación, todas las cuales ignoré. No soy un pollo de
primavera. A los veinticinco años, debería haberme casado hace años. Pero mi prospecto
en la pequeña ciudad agrícola de donde vengo era Amos Mitchell, un hombre bastante
agradable, al principio. Lo suficientemente agradable como para tener ya cinco esposas,
que es mucho para cualquier matrimonio. Aún así, de esas esposas, sólo un hijo prospera.

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Huérfana a los catorce años, todo lo que quiero son bebés y un marido. Yo codiciosa.
Quería más y cuando se produjo un encuentro fortuito con el Presidente de la
Tierra, quedé cautivada. Es un hombre apuesto a pesar de su edad, distinguido con hilos
plateados de pelo en las sienes. Los hoyuelos en sus delgadas mejillas que te hacen confiar
instantáneamente en él cuando los desata sobre una mujer desprevenida.
Fue una atracción instantánea, y fue mutua.
No tardó mucho en cortejarme y al principio fue emocionante y encantador,
aunque los hombres poderosos tienen secretos y eso me lo espero.
Nadie podía esperar el secreto que estalló la noche en que su hija tomó la decisión
de quedarse con esos monstruos tentaculares. Su primera esposa, la Primera Dama
original, encadenada en el sótano para siempre como castigo por un grave delito que
había cometido. Un castigo que él había impuesto.
A su primera y única esposa.
Mientras Amos me había dicho que todas y cada una de las esposas debían ser
apreciadas, este hombre, nuestro Presidente, castigó horriblemente a la suya. Ese fatídico
día, pude haber pensado que quizás fue una noche que salió mal con su esposa hace tanto
tiempo y fue un horrible y lamentable error, pero he aprendido lo contrario. El sótano está
sellado ahora, pero desató la crueldad del hombre. Está decidido a hacer pagar a su hija
por su decisión de quedarse con su hijo en un nuevo planeta y una nostalgia me invade al
pensar en el regalo que esos monstruos le han hecho.
El regordete y precioso bebé.
Claro, puede que la controlen con el niño. O al menos, eso es lo que Eric me había
hecho creer.
Ahora no puedo evitar pensar de otro modo mientras observo la fiesta de abajo,
los vestidos arremolinándose por la pista de baile y los tentáculos -los tentáculos que una
vez me parecieron tan horripilantes- girando en patrones aún más asombrosos, como si el
baile se practicara para ellos. Un deporte magnífico, digno de las Olimpiadas.
Pero esta es mi oportunidad. Con tantas distracciones, puedo abrirme paso entre
la multitud, mezclarme entre los invitados con mi propio vestido largo hasta el suelo -un
gasto tan frívolo de recursos valiosos- y salir al patio trasero. Los muros que atrincheraban
la Casa Presidencial y la convertían en una formidable fortaleza fueron derribados por los
britonianos hace meses para la boda de su hija, que iba a ser la mía.

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Un escalofrío me recorre al pensar en la afortunada escapada que tuve. Si Lilaina
hubiera decidido quedarse, yo sería ahora la Primera Dama. Hoy podría ser yo la que
estuviera en el sótano. No me cabe duda de que hacia allí se dirigía nuestra relación, sobre
todo ahora que está mostrando su verdadera cara, por eso tengo que escaparme esta
noche. Puedo tomar un tren de vuelta a Penske, rogarle a Amos que se case conmigo, y
estaré a salvo para siempre. Nada puede tocar a una mujer casada.
Ni siquiera el Presidente. Aunque he roto formalmente la relación, él se niega a
dejarme ir. Por supuesto, me hizo romper para engañar a los Britonianos, pero no tiene ni
idea de que pretendo hacerlo realidad.
Con el cambio de acontecimientos de esta noche, tendré que modificar mis planes.
Eric me obligó a tomar la droga para calmarme, diciendo que no era creíble y parecía
agitado. ¿Creíble? Quiere que me convierta en su espía personal, lo que me pone muy
nerviosa. Sobre todo porque mi verdadera intención es escapar de sus garras.
Sólo tengo un par de horas antes de poder emprender la huida y esconderme en el
tren antes de que me toque las venas y me quede como un rayo durante todo el viaje
hasta Penske. Sólo tengo que estar a salvo a bordo de ese tren primero.
—¿Por qué una hembra tan hermosa se esconde en la oscuridad?
Grito, dándome la vuelta ante la voz de acento grueso. La criatura entre las
sombras es demasiado oscura para que la vea con claridad, pero está claro que es uno de
ellos sólo por el acento. Por no mencionar que se refiere a una mujer como hembra. No
necesito verlo para saber que tiene horribles tentáculos serpenteando por los brillantes
suelos de mármol.
— Yo... Yo... — No me viene nada a la mente, el terror se apodera de mí. Porque
ahora, atrapada por el Presidente, entiendo el terror por primera vez en mi vida. Terror de
verdad.
—No pasa nada, —me tranquiliza, se acerca a las cortinas del balcón y se asoma
para dejarme espacio. —No quería asustarte.
Por suerte, la postura más ancha de sus apéndices serpenteantes le obliga a
mantener más distancia.
Estudio su perfil mientras permanece parcialmente a contraluz, mirando a los
bailarines que estaba observando. Lleva una camisa de vestir de seda negra y una extraña
falda escocesa cortada en gruesas tiras, que da la impresión de estar entera, pero permite
el movimiento de sus tentáculos. Encima de la camisa lleva un chaleco con cordones

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dorados. Casi parece un uniforme. Es deslumbrante y caro, rezuma la sugerencia de su
riqueza, pero claro, eso es lo que hacen. Muestran su riqueza para atraer a las mujeres y
es de lo que debemos tener cuidado.
¿Pero no es eso lo que hice al involucrarme con el Presidente? Y mira a dónde me
llevó.
—Lo sé, puedo ser soltero y parecer un príncipe, pero no soy la atracción principal.
Se me escapa un bufido antes de que pueda detenerlo.
Se gira para dedicarme una sonrisa de dientes delatora por encima del hombro,
devolviendo su rostro a las sombras. Aun así, puedo ver que tiene los pómulos altos,
afilados, en realidad. Le dan un aire peligroso y sombrean los huecos de sus mejillas,
haciendo que su cara parezca esbelta y sexy.
¿Sexy?
Tal vez de una extraña manera alienígena, que no me gusta en absoluto.
Me fijo en todo lo que es raro, como el hecho de que no tenga nariz. Sólo dos
ranuras en su lugar. Que el color de su piel es un extraño tono morado si estuviera junto al
gris, y gris si estuviera junto al morado. Lo horribles que son sus dientes, afilados y del
color del ámbar. Cómo el blanco de sus ojos hace juego con sus dientes.
No me fijo en lo anchos que son sus hombros, en lo gruesos que son sus tentáculos
-por qué iba a excitarme eso, de todos modos- ni en que la tela no oculta las crestas de
músculos que hay debajo.
—Aún soltero, —murmura.
Vuelvo a resoplar y respondo. —Bueno, probablemente no sea todo culpa tuya.
Para mi sorpresa, se echa a reír.
—Bueno, quizá no estén derribando las puertas precisamente, —admite.
Me saca una sonrisa antes de que me dé cuenta de que lo estoy haciendo. No
puedo evitarlo; tiene una risa tan genuina.
Recuerdo haberme reído así una vez. Antes de que Amos tomara a su primera
esposa. Me reí un poco menos con cada matrimonio posterior, hasta que lo perdí por
completo con mi compromiso con el Presidente.

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Pero eso no es culpa de nadie más que mía.
—Alguien tan guapa como tú debería estar ahí abajo disfrutando de la diversión, —
murmura. —No escondida aquí arriba en la oscuridad.
—A veces prefiero la oscuridad, —susurro, y mi voz se entrecorta un poco. Dios
mío. La droga está haciendo efecto pronto. Quizá he estado aquí entre las sombras más
tiempo del que pensaba.
Su ceño lampiño se frunce.
Para arreglarlo, rectifico rápidamente. —No siempre estoy de humor para fiestas.
Caigo en la cuenta: se ha referido a sí mismo como un príncipe. Hay una jerarquía
de alienígenas: Lilaina se convirtió en reina. Debería haber dos príncipes, uno es hermano
biológico y otro se casó con la única hermana de la familia. Parece que mi destino -mi
deber- me cayó encima.
Pero no tengo intención de ser el peón del Presidente. No, esta noche tengo mi
propio plan.
—¿Bailas conmigo, preciosa?
Admito que es un poco de curiosidad por mi parte. Y tal vez un poco de la calma
tranquilizadora que imparte la droga. Pero cuando extiende sus manos, muy humanas
aunque grandes, me deslizo entre sus brazos.
Sus tentáculos se separan y se apartan para que pueda acercarme. Sujeta una de
mis manos entre las suyas, cerca del pecho, y la otra se acerca a la parte baja de mi
espalda. Se me acelera el corazón, pero no sé muy bien por qué.
Me hace sentir diminuta entre sus brazos. Apenas noto el deslizamiento de sus
tentáculos y, con los ojos cerrados, puedo fingir que no están ahí.
Pero los abro de golpe cuando me invade una oleada de vértigo.
Quizá Eric me dio una dosis diferente. Quizá era una fórmula diferente. Pero me
siento... ...rara. No sólo relajada, sino feliz. Por primera vez en mucho tiempo, me siento
feliz. Puedo oír los latidos de su corazón y para ser un alienígena espeluznante, huele
delicioso. Familiar. ¿Quizás a madera ahumada? Del tipo que una fogata lleva en el viento.
No puedo evitar oler profundamente.
—¿Me estás oliendo?. —Suena divertido.

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—¡No!— Protesto y entierro la cara en la suave seda de su camisa para ocultar mi
vergüenza.
Casi puedo fingir que es un hombre. Un hombre sexy que huele tan bien.
Una canción lleva a la otra y, de alguna manera, uno de los camareros sube a
nuestro balcón aislado con una bandeja de vasos llenos de ámbar. Bailamos y bebemos, y
una canción lleva a la siguiente... Me lo estoy pasando muy bien antes de darme cuenta
de que probablemente no debería beber con lo que tengo en el cuerpo. Así que paso del
siguiente chupito y el extraterrestre me lo baja.
Y hay algo muy importante en mi memoria, pero no recuerdo qué.
Cuando se inclina, con la cara cerca de la mía, y se detiene a un pelo de mis labios,
como si quisiera darme a elegir, no puedo evitar levantar la boca para que me bese.
Dios, con el alcohol y las drogas corriendo por mi organismo, nunca había sentido
algo así. Puedo saborearlo -algo sexy como la canela y el hombre- y le subo
descaradamente las palmas de las manos por los brazos para sentir el abultamiento de sus
bíceps.
Los flexiona descaradamente para mí y los dos nos reímos como locos.
Entonces sus labios tocan los míos. Su lengua invade mi boca y me hace gemir. Los
tentáculos se deslizan por mi cuerpo y, en lugar de inquietarme, me despiertan curiosidad.
Los siento como brazos. No son diferentes de los brazos que me sujetan, supongo. Me
estremezco al tocarlos, pero definitivamente no es miedo. Es otra cosa, algo cálido y
excitante.
La zona entre mis piernas -todavía dolorida por lo de ayer- vibra de repente como
si cobrara vida. La zona se hincha y se llena de calor. Sensación de escalofrío. Humedad.
Y soy una mujer deseosa porque quiero más. Quiero aliviar la necesidad entre mis
muslos, una necesidad que nunca supe que existía. Un lado pervertido y perverso de mí
que nadie conocía antes de que me quitaran la virginidad ayer, ni siquiera yo.
Tengo un vago recuerdo de haberle llevado de la mano a una de las habitaciones
de invitados que no se usan y luego no recuerdo nada.
Excepto el pensamiento: ¿Es así como se supone que debe ser?
El resplandor del alba apenas roza cuando me despierto de un salto, con la
sensación de que el alcohol en mi sangre me ha dado una explosión de energía. Me

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deslizo fuera de la cama a pesar de todos los tentáculos que me rodean mientras el horror
desciende por mi conciencia.
Estoy desnuda.

Me he acostado con él. Me he acostado con un alienígena. Me he acostado con


tentáculos.
El pánico me hace coger el vestido del suelo. No encuentro los zapatos, pero
decido que no los necesito. Los enjutos zapatos de tacón repiquetearían en el suelo. Me
echo el vestido por encima de la cabeza, dejando las enaguas en el suelo, y salgo de la
habitación descalza y de puntillas. En el oscuro pasillo veo una maleta que pertenece a
uno de los invitados. Silenciosa como un ratón, la abro y encuentro una camisa de algodón
lisa y un par de vaqueros. Me los pongo rápidamente y me quedan demasiado largos, pero
me conformo con remangarlos hasta los tobillos. Me deslizo por el pasillo, tiro el vestido
detrás de una maceta, salgo por la cocina trasera y encuentro un par de mis zapatillas de
lona para jardinería donde las dejé cerca del cobertizo. Saco la llave que dejé dentro y me
la meto en el bolsillo.
Oigo que la gente sigue de fiesta en la piscina. No puedo ir por ahí.
Con el corazón palpitante, recorro el ala que alberga al Presidente mientras el cielo
se va aclarando. Es madrugador, suele encontrarse con el alba. Siento que contengo la
respiración durante todo el recorrido, pero por fin me libero.
El corazón sigue martilleándome, pero esta vez con alivio. Me apresuro a llegar al
motel más cercano, a pocas manzanas de distancia, y saco del bolsillo la llave de la
habitación que he alquilado. En la habitación hay una maleta con ropa, dinero y un billete
de tren para volver a casa. Mi primer instinto es coger la maleta y salir corriendo, pero mi
cerebro entra en acción. Estoy en una habitación vacía con ducha.
Debería quitarme de encima el hedor a extranjero.
Pero no es el mismo asco que sentí cuando me duché lejos del tacto de Eric,
restregándome con una botella entera de jabón y luego, con la piel en carne viva y
enrojecida, abriendo los grifos de la bañera. Luego me senté en el agua hirviendo,
ignorando el dolor. La sensación no desaparecía.
Pero ahora, siento una extraña especie de pérdida porque estoy a punto de borrar
su tacto.
El suyo.

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No puedo recordar su nombre. ¿Siquiera recuerdo su nombre?
Es más que una pérdida. Es arrepentimiento, también, porque debería haberlo
sabido mejor.
Capítulo 2

Una vez que estoy a salvo en el tren, con la maleta guardada bajo el asiento y llena
de golosinas del desayuno del hotel, me permito pararme a pensar en todo lo que tengo
que planear.
Lo primero que hago es enviar un mensaje a Amos para pedirle que me recoja en la
estación de tren. Abro la consola que tengo delante, introduzco mi número de pasajero y
escribo rápidamente un mensaje para él. Aún es pronto, pero cuando llegue a casa para
comer, el mensaje estará listo. Entonces debería tener noticias suyas. Puedo intentar
cortejarle primero y, si no funciona, suplicarle después. Si aún así no funciona, tendré que
morder la bala y trabajar con las esposas. Estoy seguro de que no les importaría una sexta

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esposa esclava. Al menos la quinta estará de mi lado, ya que me haré cargo de sus
deberes. Será un infierno, pero me alejará del Presidente y de que me envíen fuera del
planeta.
Ahora que la adrenalina de la huida ha desaparecido, puedo permitirme pensar en
los acontecimientos que me han traído hasta aquí.
¿Qué demonios hice anoche?
Quiero decir, era obvio lo que hice. Pero, ¿fue la droga sola o el hecho de haberla
mezclado con alcohol? Porque no puedo recordar los detalles. Toda la noche es un borrón
ennegrecido de ningún recuerdo.
Siento un cosquilleo agradablemente cálido en el fondo de mi vientre, sin dolor
alguno. No como la noche anterior. De hecho, recuerdo -mi mente intenta aferrarse a un
recuerdo fugaz- su lengua recorriendo mis moratones.
Me permito revivir el más leve roce de un recuerdo. Era tierno, muy suave. No
recuerdo nada más, pero si tenía alguna duda de que hubiera pasado algo, bueno, puedo
archivar esas dudas.
Me acosté con un extraterrestre.
Y de algún modo, aunque no recuerdo los detalles, no estoy tan horrorizada, no,
tan asqueada, como debería. De hecho -la vergüenza me hace agachar la cabeza- creo que
lo disfruté. No lo suficiente como para descubrirlo haciéndolo de nuevo, por supuesto.
Sacudo la cabeza. Me pesa la falta de sueño y quizá por eso tengo reacciones y
sentimientos tan raros. Lo primero es lo primero, antes de intentar ordenar mis locos
pensamientos, debería dormir un poco.
Pero es media mañana y el tren es luminoso y ruidoso. Me tapo la cara con el
sombrero y me pongo de lado.
—Dios mío, —jadea una mujer, dos filas más allá y al otro lado del pasillo,
tapándose la boca con la mano como una virgen escandalizada.
Quiero gritar de frustración al despertarme.
—¿Qué?, —pregunta alguien desde el asiento de delante.
—¡No te lo vas a creer!. —Sus ojos revolotean frenéticamente sobre el
periodicucho de cotilleos que está leyendo. —La prometida del presidente Montgomery
no sólo ha roto con él....

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Me quedo inmóvil al oír su nombre.
—¡No puede ser!— Alguien más dice. —¿Está loca?
—Aparentemente tan loca como la Primera Hija, —dice la mujer original.
—Primera Dama, —corrige alguien más, recordando a todos el cambio de título de
Lilaina al casarse. El título que ella me privó de tener.
—Encima, —continúa la mujer, con la voz más alta para que se la oiga por encima
del barullo de todas las voces murmurantes, —¡se ha anunciado su nombre para el
Programa de Emparejamiento! Pero no se la encuentra.
Siento que se me va la sangre de la cara. Quiero levantarme y coger la tableta de
sus manos para leerla yo misma. ¿Cómo puede salir mi nombre? De todas las mujeres
reclutadas antes que yo, ¿cómo es que me han elegido a mí?
—¿Cómo que no se la puede encontrar?.
Un recuerdo me golpea, un recuerdo de la noche anterior.
—Permaneceremos aquí hasta el sorteo. Todos nos hemos sometido a pruebas
ante los Britonianos para ver cuál de todos nosotros será el siguiente en compatibilidad
para una hembra. También hemos traído muestras de ADN de otros clanes de nuestro
planeta. Este sorteo será enorme, mucho mayor que el anterior.
Parecía entusiasmado. Sin decirlo, estoy bastante seguro de que esperaba que
fuera él.
—Tiene setenta y dos horas para aparecer, —dice otra voz. Otra mujer ha abierto
su propio bloc de datos para buscar más información. —Después de eso, ella es desertor.
Será buscada y encarcelada.
Otra voz resopla. —Prefiero ir a la cárcel que aparearme con uno de esos bichos
raros.
Hay risitas incómodas, de esas en las que algunos están de acuerdo pero saben que
suena horrible decirlo. Otros quizá no estén totalmente en contra, pero no se atreverían a
decirlo en defensa de los alienígenas para que la multitud no se vuelva contra ellos.
Me gustaría reírme de ella. No es la más atractiva de las mujeres, con ese pelo
naranja encrespado y grandes pecas moteadas, y sólo puede esperar las atenciones de
uno de los —bichos raros, —pero no soy tan tonta como para llamar la atención. Para

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presentarme como la prometida del Presidente.
En lugar de eso, me escurro más en el asiento y me tapo los ojos con la gorra de
béisbol. Escucho sus murmullos y sus continuas risitas mientras el balanceo del tren me
adormece.
Dos días. Tardaré dos días en llegar a Penske. Tendré que hablar rápido para
conseguir que Amos se case conmigo antes de que mi imagen aparezca en todas las
comisarías como una fugitiva.
Está oscuro cuando me despierto y varias de las otras mujeres han reclinado sus
sillas, durmiendo un poco. Rebusco en mi bolso en busca de algo para picar, compruebo
que las fichas de crédito siguen en el bolsillo del bolso donde las dejé y como un par de
bocados.
Reviso los mensajes en la consola.
Amos no ha respondido a mi nota. Sólo puedo rezar para que me atienda, que me
escuche y me dé una segunda oportunidad. Si no, Dios, no sé qué hacer en este momento.
Tengo algunos créditos, seguro, pero no pasará mucho tiempo antes de que mi foto esté
pegada por todas partes. Y poco después se anunciarán las recompensas por mi captura.
Salgo del tren agachando la cabeza para que no me reconozcan. No es que nadie lo
haga. Estoy segura de que no parezco la figura política pulida a la que la gente está
acostumbrada.
Echo un vistazo a la multitud que espera.
Se me acelera el corazón cuando veo sus hombros corpulentos, el sombrero en la
cabeza, el mono de trabajo que me resulta familiar. Está de pie, solo, y unas cuantas
mujeres le miran con aprecio. Rápidamente, me dirijo hacia allí.
—¡Amos!— Me gustaría lanzarme a sus brazos, pero su postura cautelosa me hace
ver que es demasiado pronto. Doy marcha atrás con la exuberancia. —Gracias por
recogerme.
—Mmm.— Su respuesta es evasiva, pero al menos recoge mi maleta. Le sigo por la
sala de espera, lejos de la multitud, hasta el aparcamiento.
Finalmente se vuelve hacia mí cuando veo su camioneta aparcada a lo lejos. Al
acercarnos, veo a sus dos primeras esposas sentadas en la cabina del camión. Una

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sensación de presentimiento me golpea porque esto no puede ser bueno. De todas las
esposas, si es que tuvo que traer alguna, trajo a las dos que más me odian. Las dos que
sabían que me habría elegido a mí primero si no fuera por mi edad. Pero aún no las oye
cuando habla, así que quizá sea una buena señal.
—¿Por qué me llamaste?, —pregunta.
¿Porque fuimos amigos una vez? ¿Porque dijiste que me querías? ¿Porque no
quisiste esperar a que cumpliera la mayoría de edad y tuviste que ceder mi preciado
puesto de primera esposa a la vaca que se sentaba en tu camioneta?
Pero ninguna de esas cosas es algo que yo pueda decir.
—Eres el único al que podía llamar, Amos. Cometí un error. Debería haberme
quedado. Debería haberme casado contigo. —No puedo evitar que se me revuelva el
estómago ante la idea de conseguirlo... ¿o es la idea de unirme a su casa?
—Es demasiado tarde. Tengo cinco esposas. ¿Sabes lo que me costará un permiso
para la esposa número seis?
Sé que es una multa considerable. Pero una que estoy dispuesta a pagar.
—Puedo ayudar con eso.
Suspira. —No es una cuota única. Estaba dispuesto a tenerte como novia una vez...
Puedo sentir hacia dónde se dirige esto, así que empiezo a hablar más rápido. —
Cometí un error, pero tú también. Tomaste otras esposas antes que yo...
Levanta la mano para interrumpirme. —Esperé a que fueras mayor de edad. No
podías esperar que yo esperara para hacerte mi primera esposa. Tengo una granja que
dirigir.
Y se necesitan mujeres para dirigirla. Pero ninguno de los dos dice eso.
—Vuelve con tu prometido. Ese es el mejor lugar para ti, —dice suavemente.
—No, —digo honestamente. —No es...
—Es demasiado tarde. —Me interrumpe. —Tu nombre apareció como el siguiente
para el Programa de Emparejamiento.
Eso me congela en el sitio. Así que la noticia ha llegado hasta la granja.
—Si puedo casarme antes...

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 21


Sacude la cabeza. —No quiero saber nada de eso.
Lo intento de nuevo. —Amos, en seis meses estaré de vuelta. Podemos...
La expresión de disgusto de su cara me detiene esta vez y por un milisegundo me
pregunto qué habré dicho para provocarla.
—Querida, —me dice una voz familiar. —¿Qué hombre te va a querer después de
que te haya tocado una de esas cosas?.
Se me hace un nudo en el estómago cuando veo a Eric. Su limusina se detiene a la
entrada del aparcamiento. Debe de haber salido de ella y se ha acercado a nosotros para
que no le oyéramos llegar.
Me vuelvo hacia Amos. —No permitiré que...
—No mientas, —suelta Eric, con el rostro endurecido. —Sé que ya permitiste que
uno te tocara. Te acostaste con un monstruo un día después de afirmar que eras lo
bastante pura como para dormir en mi cama.
Amos suelta una rápida bocanada de aire y sé que mis posibilidades de que me
salve se han esfumado. Se me congela la cara de horror y estoy segura de que parezco un
ciervo ante los faros mientras me devano los sesos pensando qué decir, qué hacer a
continuación.
Pero no hay nada. Me acosté con dos hombres distintos -uno de ellos un
monstruo- el mismo fin de semana. No importa que fuera tan pura como decía. Mi único
testigo fue el propio Eric.
Y una vez que ven al Presidente, las esposas de Amos que están dentro del camión
se dejan salir, acercándose a toda prisa para escuchar los cotilleos.
Eric suspira y me quita la bolsa del hombro. Mete la mano dentro y saca un puñado
de créditos. Se los entrega a Amos. —Por tu silencio.
—Por supuesto, —murmura Amos, sus manos ávidas buscan el regalo que sale de
mi bolso.
—Dinero de sangre, —susurro. —Gástalo sabiamente. No querríamos que
manchara nada de lo que toca en su feliz hogar.
Sus esposas palidecen, cogidas de la mano mientras se colocan ligeramente detrás
del Presidente.
Sin responder, Amos se lo mete en el bolsillo del pecho, aunque le tiemblan las

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 22


manos.
—Querida, —dice Eric. —Por favor, entra en el coche. No quiero que te encarcelen
por evitar el reclutamiento.
—Hmmph,— dice Helena, echando hacia atrás sus hombros de matrona que se
redondean con el peso de llevar sus pesados pechos. —Ella lo tuvo todo una vez. Debería
haberse casado con el Presidente cuando tuvo la oportunidad. —Ella hace una reverencia
al decir su título y Eric le dedica una pulida sonrisa.
—Gracias, —murmura y la vieja vaca se sonroja.
—Debe de estar loca, —susurra en voz alta Beth, que no quiere quedarse atrás.
Amos me sacude la cabeza como si fuera un niño caprichoso.
¿Cómo coño creí que podía pertenecer a esta familia?
—Púdrete en el infierno, —escupo.
Beth da un grito ahogado y se lanza hacia Amos, que primero la rodea con sus
fornidos brazos y luego, con el otro, también abraza a Helena para protegerla.
—Está loca, —murmura Helena contra su pecho.
Por la forma en que Eric sonríe, esa reacción es exactamente lo que pretendía. Si
no sigo sus reglas, me tachará de estar tan loca como su hija.
—Ya, ya, —dice el Presidente y me coge del brazo. Me lo aprieta con fuerza y estoy
segura de que tendré moratones.
Sin dinero ni opciones, le sigo hasta la limusina.
Se queda callado cuando se cierra la puerta. Estoy agotada, el viaje de ida ha
durado dos días, aunque el de vuelta no será tan largo. Las vías del tren toman una ruta
más larga fuera de varios pueblos vecinos y la limusina puede pasar directamente.
Pero, ¿adónde me llevará? Ya le había dicho a Mikhail que me mudaba. Se me
humedecen las palmas de las manos. ¿Acabo de sellar mi destino?
—Estoy muy decepcionado contigo, Esther. —Eric suspira, largo y profundo. —
Aunque supongo que no debería estarlo. Todas las mujeres son iguales, ¿verdad, querida?
Jezebeles. Una Eva traidora.
Llamarme por ese nombre no me irrita ni la mitad de lo que me irrita
normalmente, porque el tono tranquilo de su voz es aún más escalofriante.

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—Una puta.
Me quedo callada, incapaz de discutir.
—¿Creías que no me había dado cuenta de los créditos que faltaban? ¿Que se
estaba abusando de mi generosidad?
¿Generosidad? ¿Trabajo gratis todo el día para él en la Casa Presidencial y cree que
robarle unos créditos de la cuenta de la compra es generoso?
Pero, por supuesto, me muerdo la lengua.
—¿Y por qué fuiste a ver a ese... granjero?, —pregunta, quitándose un poco de
polvo del traje. —Es obvio que sus mujeres te odian. ¿De verdad quieres que te añada a su
harén?.
—Crecí con Amos, —susurro. —Siempre se ha entendido que me casaría con él.
—Bueno, creo que se lo pensará dos veces antes de casarse contigo cuando haya
un desafortunado accidente en la granja.
Se me cae la mandíbula ante su horrible insinuación.
—No me dejas elección, —suspira. —No puedo permitir que vuelvas a huir con
Amos, ¿verdad? Así que tendremos que asegurarnos de que no quiera tener nada que ver
contigo en el futuro. Las dos esposas que más te odian tendrán un accidente.
—Pero ni siquiera estoy allí.
—Todos fueron testigos de cómo les amenazabas. Te verán en su granja,
manipulando el equipo antes de que explote. Y aunque estoy seguro de que se negará a
pensar que puedas estar involucrado, una vez que haga la declaración de que escapaste
una vez más, eso les hará cambiar de opinión.
Me está tendiendo una trampa. Y no hay nada, ni una sola cosa que pueda hacer al
respecto.
—Después de todo, —continúa Eric, —tenemos que asegurarnos de que no
vuelves a escaparte cuando regreses a la Tierra dentro de seis meses. —Sonríe fríamente.
—No huiré, —le prometo.
—Por supuesto que no, —asiente. —Me estoy asegurando de ello. No puedo creer
que me fueras a dejar colgado con nuestro plan.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 24


—No quiero ir a ese... planeta.
—¿Y quién querría?— Resopla. —Lo único bueno que tiene ese planeta es oro y
diamantes. Pero me vengaré y tú lo harás por mí si quieres tu libertad. Para que te des
cuenta de lo que está en juego, no vivirás en el regazo de lujo de la Casa Presidencial.
¿En el regazo del lujo? No puedo evitar la burla que se me escapa.
—Oh, ¿desprecias mi palacio?. —Sonríe. —¿Vas a apreciar el castillo alienígena en
su lugar? Bueno, veamos si lo aprecias después de tu estancia de tres meses en prisión.
Jadeo. —¿Tres meses?
—Por ahora. Sólo yo tengo el poder de decidir dónde estarás cuando
vuelvas. Te daré una muestra de la vida carcelaria que tendrás antes de irte, y podrás
decidir si quieres volver a eso dentro de seis meses o si quieres hacer un trabajo lo
bastante bueno para mí.
Ningún ruego o súplica le hace cambiar de opinión. Parece un poco ridículo que
una limusina se detenga a las puertas de la prisión y nadie, excepto yo, lo encuentre
incongruente. El alcaide lo conoce bien, por supuesto.
—Sr. Presidente, —me dice. Por primera vez, me parece extraño que el alcaide sea
un hombre mientras que todos los trabajadores, todos los guardias, todos los gruñidos,
son mujeres.
—Alcaide Deprest, —le dice al hombre en posición de firmes.
—Sr. Presidente. ¿Qué tenemos aquí?— Por un segundo, el alcaide no me
reconoce. Debo tener tan mal aspecto como pensaba. Pero entonces sus ojos se abren de
par en par. —¿Esto es...?
—Lo es, —gruñe Eric.
—La has encontrado. Bien, bien. —Coge su tableta.
—Todavía no. —Eric se vuelve hacia mí. —Se ha escapado. Dale una semana antes
de que sea detenida y revisada por el sistema.
—¿Qué haré con ella hasta entonces?

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 25


—Sólo necesita un lugar seguro donde dormir. —Su voz es burlona, y de repente
me doy cuenta de que una reclusa no registrada en la prisión no es muy segura en
absoluto. Puede pasarme cualquier cosa y estoy completamente en paradero
desconocido. Diablos, incluso Amos ha sido comprado en silencio.
Eric continúa. —Ponla a trabajar durante el día. Estoy seguro de que tus hembras
se alegrarán del alivio extra.
Por la risita del alcaide, imagino que el trabajo no será fácil. Hace un gesto a los dos
guardias de la puerta para que me lleven.
Tal vez sea el cansancio, pero estoy entumecida mientras me dirijo a un largo
pasillo.
—¿Qué pasa ahora?— pregunto, ya que no pueden registrarme.
—Imagino que el consenso será llevarte a las salas de desinfección. Lavandería,
vapor, calor alto. —Se encoge de hombros.
Hace que mi instinto de conservación se ponga en marcha.
—Soy la ex prometida del Presidente. Y podría estar embarazada, —susurro, sólo
para sus oídos. —Por eso no quieren que me registren hasta dentro de una semana. Para
cuando me registren y me hagan todos los exámenes, será demasiado tarde. Nadie se
echa la culpa de que una prueba de embarazo salga negativa porque me han hecho
trabajar hasta la saciedad, ¿verdad?.
No sé muy bien qué hace que una idea tan descabellada pegue. Pero veo que el
efecto es inmediato. Aunque su rostro no se suaviza, sus ojos se entrecierran y desvía la
mirada hacia el otro guardia, que asiente con la cabeza a la decisión que ella ya ha
tomado.
—No puede hacer daño, —dice el segundo. —Lo sabremos seguro en una semana,
¿no?.
—Cambio de planes, —dice el primero. —Estarás de guardia en la granja de ordeño
cercana.
Casi lloro de alivio. Granja de ordeño. Jerga para el lugar donde es el deber de una
mujer de aliviar a un hombre de su esperma. Aunque todas las mujeres están obligadas a
completar su cuota mínima, algo me dice que las prisioneras están más dispuestas a
ofrecerse voluntarias para el resto de sus tareas. Y aunque las posibilidades de que esté

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 26


embarazada de hace tres días son escasas, al menos sé que no me matarán durante esta
semana por tener algún tipo de accidente 'preparado'. Porque aunque un número de
prisionero no es un requisito, un nombre sí lo es. Al menos mi nombre quedará registrado
en la granja lechera, una sucursal de La Casa del Deber.
—Haz un buen trabajo, —murmura el segundo, dándome un valioso consejo. —
Una queja y sacan a un preso de la granja.
Asiento con la cabeza. Una ley tácita de la que siempre podemos depender es la de
las normas de fertilidad.
Capítulo 3

Stratek
Tres meses terrestres después:

—¡TENEMOS UN EMPAREJAMIENTO EXITOSO!


La voz de mi hermano es de éxtasis cuando lee el largo pergamino impreso de
Mikhail y todo el mundo aplaude. No me importa alegrarme por alguien, pero parece que
no puedo alcanzar el mismo nivel que los demás. No cuando dejé una parte de mí en un
planeta monstruoso.
Quizá no sea justo. No es tan malo el planeta como el líder que lo ha corrompido.
Todo lo que recuerdo es despertarme solo y sentirme miserablemente resacoso.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 27


Los espíritus de la Tierra no son ninguna broma. La busqué por los pasillos, pregunté al
personal dónde estaba la mujer del balcón. Nadie la conocía, nadie sabía dónde podía
estar. Nadie la recordaba, ni siquiera el que nos había traído las bebidas. Afirmó haber
visto a una mujer, por supuesto, pero estaba tan ocupado que no se fijó en quién era.
—Por eso no abro los eventos al público, —anunció la serpiente del padre de
Lilaina, mirando acusadoramente a los británicos. Lilaina me había dicho que habían
derribado los gigantescos muros que protegían su casa como una fortaleza, permitiendo la
entrada a la gente corriente. Todavía estaba enfadado por eso. —Nunca se sabe quién se
cuela a bordo para sembrar el caos.
Mientras salía, me pareció oírle decir: —O quién se escabulle. —Pero nadie más lo
oyó, y no tenía mucho sentido a menos que él supiera quién podría ser. En cualquier caso,
estaba jodido porque si lo sabía, lo encubriría a propósito.
Sin decir nada, sabía que mi familia sentía lo mismo. Volvimos a casa y, durante
tres meses, nuestro pueblo esperó a que se celebrara el siguiente sorteo. Todos los
varones que deseaban participar, incluidos los clanes vecinos, tomaron muestras de ADN,
pero las dejaron allí durante el viaje para que pudiera ser cualquiera del planeta. Antes de
partir, se seleccionó a la hembra de la Tierra, pero nunca se reveló su nombre. No hasta
que se hiciera su correspondencia.
—¿Estás emocionado por la llegada de los Britonianos mañana?— Pregunta Shana.
—La traerán esta noche.
—Me entusiasma la perspectiva de un nuevo sistema ferroviario, —digo
brevemente.
Por un segundo, los ojos de mi gemela se empañan de lágrimas y me siento como
un imbécil. No puedo creer que la haya hecho llorar. La preciosa hermana con la que
compartí vientre. La agarro de repente y tiro de ella hacia mí. Mis tentáculos se enrollan
alrededor de los suyos, saboreando su dolor, su impotencia por no poder sacarme de este
mal humor perpetuo de tres ciclos lunares.
—Lo siento, —le digo, apoyando la barbilla en su cabeza. —No pretendía hacerte
sentir mal.
—Siento que encontraras a la elegida y la perdieras en el mismo día.
—Lo hecho, hecho está. No puedo seguir deprimiéndome y haciéndole la vida
imposible a todo el mundo.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 28


—Puede que aún la encuentres, —dice Lilaina, y tanto Shana como yo levantamos
la vista para ver a mi hermano y a su compañera. Juris la abraza posesivamente, pero
¿cuál es la novedad? Mi hermano está loco por la pequeña hembra humana.

—No estoy seguro de cómo, —sonrío ante su cara esperanzada. —Teniendo en


cuenta que ella está en la Tierra y yo en Pimeón.
—Todavía hay funciones a las que podemos asistir, —dice Lilaina. —Tendremos
que asegurarnos de que estás en el equipo que vaya allí.
—Simplemente se esconderá, —digo. Y de alguna manera, sé que es verdad.
Cualquiera que sea la razón, ella no estaba en esa fiesta porque estaba receptiva a
conocer gente nueva. No, percibí su sentimiento de encierro, de impotencia. Sabía
inquietantemente a la impotencia de Shana, aunque era cien veces peor.
Aun así, que yo haya provocado eso en mi hermana me rompe el corazón. Le
planto un beso en la frente y saboreo el torrente de sus alegres hormonas impregnando
su piel.
—Hay bastantes humanos allí para ponerla en nuestra contra, —admite Lilaina. —
Pero ya te ha conocido. Está un paso más cerca de ver la verdad, como hice yo.
Los tentáculos de mi hermano buscan a su compañera. Casi resoplo. Como si no le
bastara con rodearla con sus brazos, necesita asfixiarla también con sus apéndices.
—Solo te pido una cosa. —Se estremece. —Por favor, no me sustituyas por mi casi
madrastra. Esa Esther. Mi padre lo intentó y no soportaría que ella viniera aquí a rematar
la faena.
Resoplo. Como si yo quisiera a la vieja bruja que se acuesta con el malvado padre
de Lilaina. Intenta aligerar el ambiente, pero Juris se lo toma en serio.
—Mi amor, no olvidemos que Mikhail pone mucho empeño en sus
emparejamientos. No son nombres sacados al azar. Él conoce la química que funciona
entre las estructuras del ADN analizado, la compatibilidad para procrear y, en tu caso, la
que ni siquiera sabía que necesitaba ser rescatada.
Y eso lo abre a lo que me molesta.
—Por eso necesito encontrarla, —gruño. —Estaba aterrorizada y... contaminada
con algo. Algo la tenía tan nerviosa, tan atrapada. Tan indefensa. ¿Y si alguien la tenía

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 29


cautiva? ¿Obligándola?
—¿A hacer qué? ¿Para qué?— Juris pregunta. —¿Forzándola a conocer a los
alienígenas? ¿Para que acepte el Programa de Emparejamiento? ¿Qué conseguirá con
eso?.
Sacudo la cabeza. —No lo sé. ¿Pero es una locura que se sintiera así? ¿Como si
alguien la hubiera retorcido tanto contra nosotros y luego la hubiera obligado a asistir
como una ofrenda en un plato?.
—Entonces yo diría que el macho que la consiga tendrá un trabajo difícil para
ganársela. Tendría que ser un príncipe, —dice Juris, mirándome de arriba abajo.
Pongo los ojos en blanco.
Pero el corazón blando de mi cuñada se conmueve. —Hablaremos con Mikhail
cuando lleguen, Stratek. Haremos que la busque con más ahínco. Tal vez con la mayoría
de los Britonianos aquí ayudando a construir nuestro sistema de viaje, el encubrimiento
será más laxo en la Tierra. Puede que salga de su escondite y descubramos quién es.
—Apuesto a que Mikhail ya ha pensado en eso, —dice Juris. —No me sorprendería
que se quedara allí para buscar, o al menos que viajara de un lado a otro.
Mientras tanto, supongo que tendré que alegrarme por el macho que sea
anunciado como ganador de este encuentro. Espero que gane a otra hembra para que el
resto de la Tierra sienta curiosidad por saber qué es lo que mantiene fascinadas a sus
hermanas.

Tessa:
Los hombres prefieren que las prisioneras trabajen en las granjas de ordeño
porque no hay temor a quejas por su comportamiento inapropiado. Por supuesto, ya he
trabajado antes en las granjas de ordeño, todas las mujeres lo han hecho. Y todas las
mujeres visten de negro, desde una capucha que cubre la cara hasta un gran paño de lona
que cubre el cuerpo hasta los dedos de los pies. Es el camino de Dios, pues una mujer no
puede evitar tentar a un hombre. Con su virilidad en la mano, ella tiene todo el poder. Se

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le puede subir a la cabeza. Así que cuando la cubrimos, los hombres no pueden ser
arruinados por la tentación impía. Todas las lecheras se visten de negro.
Excepto las reclusas. Las reclusas lecheras visten de escarlata y aunque se puede
argumentar que el color brillante es para disuadir de escapar, hay algo en el color rojo que
es lujurioso y lleno de pecado. Creo que es para significar a los hombres que las mujeres
no tienen más remedio que soportar sus abusos. Aparte del aspecto repugnante del
trabajo, es bastante fácil y las listas de inscripción están llenas. Las mujeres prefieren
masturbarse con gilipollas que fregar el suelo de las cárceles.
Yo no. Pero tengo que cuidar a alguien más.
Cuando llevaba una semana en este trabajo, el alcaide vino a registrarme en el
sistema. Me hicieron un examen médico completo.

Para mi sorpresa y consternación, la compañera nº 512918-058 es una mujer


gestante.
Embarazada.
Yo... Estoy... embarazada. De un bebé.
Eso creo.
Porque aún más horrible es preguntarse quién puede ser el padre. He rechazado
las pruebas genéticas. Todavía se hace recogiendo una pequeña cantidad de líquido
amniótico, pero eso conlleva cierto riesgo de infección y aborto, así que se cumplieron mis
deseos.
Mi primera inclinación es correr, como hago siempre. Pero ahora no puedo
hacerlo, no mientras estoy encerrada. De hecho, ni siquiera puedo disfrutar del viento
calmante y silbante desde donde estoy. Ni siquiera sé cuándo sopla, a menos que sea un
día en que me lleven a las granjas.
Mi mente recorre toda la gama de formas de ganarme la vida con un bebé en casa.
¿Puedo encontrar a alguien que se case conmigo? Quizá se sienta orgulloso, con la
esperanza de que el pequeño se confunda con el suyo. Que recibirá elogios por tener unos
'nadadores tan fuertes'.
¿Pero y si no parece humano?
Mi mente se niega a ir allí.

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Tal vez pueda encontrar una agradable mujer mayor que quiera hacer de canguro
mientras trabajo.
Dios, tal vez ella vea el parecido de mi hijo con el presidente Eric Montgomery y
me chantajee por su silencio. O quizá el bebé tenga tentáculos y ella tenga prejuicios,
segura de que los monstruos invadirán la Tierra.
Pero ninguno de estos escenarios funcionará porque en cuanto Eric se entere, me
hará lo mismo que intentó hacerle a su hija.
Vender a su bebé.
Pero esta vez ha aprendido. Me venderá junto con ella. ¿Y si el bebé es suyo? Me
estremezco al pensar en el cuerpo en su sótano, apropiadamente etiquetado como el
calabozo.
Se hizo con el control del último niño que tuvo con bastante facilidad.
Así que esta vez sé que cuando Eric venga de visita, jugaré a su manera. Haré lo
que él quiera. No tengo elección.
No queda lucha en mí.
—¿Puedes esforzarte un poco esta vez?— El hombre al otro lado de los listones de
madera mira a través de las rendijas. La valla alcanza el metro ochenta y los listones están
colocados ligeramente por encima del metro y medio, lo que me hace saber que apenas
mide metro y medio desde que se asoma por debajo.
—Por supuesto, —murmuro.
A pesar de su baja estatura, su polla es de buen tamaño. Su mujer estará contenta,
¿pero la lechera? Es sólo más trabajo. Esperemos que no sea de los que tardan una
eternidad en correrse.
Le unto aceite extra por si acaso.
Gime cuando tomo su tembloroso miembro entre mis palmas. Me llega el olor
agrio de sus partes no lavadas y sudorosas, mezclado con su olor almizclado natural, y
lucho contra las arcadas. Por suerte, llevar una mascarilla clínica ayuda un poco. Hay zonas
de lavado disponibles para usar después del ordeño. Un lavabo con rociador y agua
caliente. Me gustaría que más hombres utilizaran las bañeras de antemano.
Pero, ¿por qué? Ellos pueden tener su elección de las mujeres. Somos las mujeres

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 32


las que nos acicalamos y nos aseguramos de oler bien para atraer la atención de cualquier
hombre disponible. La idea me enfurece y mi mano se tensa con fuerza.
—Joder, sí, —gime. —Así, nena. Más fuerte.

Para mi suerte, al monstruo le gusta. Con este tipo de agarre, tendré túnel
carpiano antes de que nazca el niño. Aprieto más fuerte, esperando que duela, pero gruñe
y empieza a empujar. Tardo un segundo en darme cuenta de que le gusta el dolor.
—Joder, sí. Enséñame las tetas, zorra.
En los últimos tres meses, me he acostumbrado a la forma en que los hombres
hablan a las prisioneras. No está permitido cuando vestimos de negro, pero no les importa
cuando es rojo.
—Lo digo en serio. Enséñame tus putos pezones, —gime. —Déjame chupártelos y
te sacaré de aquí.
—No, —le digo. —Va contra las reglas.
Y él lo sabe.
—Entonces, si no me dejas correrme en tus tetas, me quejaré de tu culo y te
enviaré de vuelta a fregar retretes, —se queja.
Ahora que mi embarazo ya no es un secreto entre el personal, no hay ninguna
posibilidad de que vuelva a realizar el trabajo manual que normalmente se espera de una
prisionera. No hay posibilidad de poner en peligro al feto. Supongo que como hay una
valla que separa mi útero de este pervertido, no se considera ponerlo en peligro.
—Sabes que eso va contra las normas, —digo en voz baja.
—¡Joder, más fuerte, joder, estoy a punto de correrme! Enséñame las putas tetas.
Y entonces es demasiado tarde porque me salpica las tetas antes de que pueda
agarrar el trapo que tengo en el regazo. Me vuelve a dar arcadas.
—¡Lo has estropeado, zorra!, —grita. —¡Quiero hablar con el alcaide! Tu estúpido
culo va a volver al interior de los muros.
Salgo corriendo de la habitación, lejos de sus risas burlonas. Su risa resuena detrás
de mí, pero no tiene ni idea de que estoy corriendo hacia el baño.
No quiero que ninguno de estos pervertidos sepa que estoy embarazada. Si lo
saben, me pedirán que les enseñe la barriguita. Puede que incluso exijan correrse en mi

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barriga.
Y de ninguna manera. Es mi bebé, por muy raro que sea. Me invade una feroz
protección maternal antes de vomitar en el retrete.
—¡Prisionero 512918-058! ¡Adelante y al centro!— Grita el alcaide.
Salgo a trompicones del calabozo y los dos guardias me agarran de los brazos,
aunque es más para mantenerme erguida que otra cosa. Son los dos que me creyeron
cuando dije que estaba embarazada, aunque era más una mentira que otra cosa. Tal vez
me lo busqué.
—Bueno, ahí está, —dice Eric jovialmente.
Me limpio la boca con el dorso de la mano.
—Mírate, —dice. —Estás prácticamente radiante.
Se lo han dicho.
Luego sonríe. —Gracias por permitirle trabajar como lechera. Queremos que
nuestros preciados embarazos sigan siendo viables para todos, —le dice efusivamente al
alcaide.
—Por supuesto, señor Presidente, —dice el alcaide, con los ojos muy abiertos. Me
doy cuenta de que se muere por saber si Eric es el padre de mi hijo. A mí también me
gustaría saberlo.
—Ven, querida. Es hora de que te vayas.
—¿Irme?
—Has sido emparejada.
No se me permite cambiarme. No se me permite lavarme los dientes. Me tiran de
las cadenas que sujetan los grilletes a mis manos, y juro que puedo ver un extraño brillo
de excitación en los ojos de Eric cuando les quita las cadenas a los guardias.
Pero ya sé que eso le excita.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 34


Capítulo 4

Stratek:

Las ondas vertiginosas del transporte del portal me hacen balancearme en el


laberinto cerrado de arbustos que enmascara la apariencia de la abertura en el Planeta
Tierra. Me sacudo la sensación mientras avanzo a trompicones por el camino hacia la
entrada, marcada por una especie de estructura arqueada envuelta por enredaderas
trepadoras.
Odio este planeta y odio la razón por la que he vuelto. Se me revuelve el estómago,
pero no sé si es por el viaje o por la situación. La imagen que me recibe cuando ya estoy
de mal humor me golpea como un calcetín en las tripas.
La cara tensa y estresada de Mikhail, líder de los Britonianos. El resto de los

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 35


Britonianos, dispersos por el patio, con el mismo semblante adusto.
El padre de Lilaina, el Presidente, de pie, con una amplia sonrisa que parece
incongruente con el resto de la escena de extrema tensión. Inmediatamente me pone de
los nervios, un estado de ánimo que no estoy acostumbrado a sentir.
Yo soy el tipo alegre y despreocupado.
La ira y la rabia no son lo mío.
Ya estoy cabreado porque mi nombre haya salido en el sorteo. ¿Cuáles son las
putas posibilidades? Todo el mundo, en mi planeta y en el suyo, sabía que buscaba a la
mujer desaparecida que no dejó nada más que sus zapatos. Zapatos delicados, diminutos,
con largos tacones de aguja que me traje a casa y decoré con polvo de oro, igual que Juris
había hecho una vez con los de Lilaina. Tenía la intención de encontrarla y hacerle el
regalo, a pesar de que me aceptara o no. Al diablo con el Programa de Emparejamiento.
No lo necesitaba si podía encontrarla.
Pero no, cuando Mikhail anunció que yo era el siguiente, dejé los zapatos de tacón
alto en la playa donde se posan las arenas de oro. En su lugar, cogí el portal, con la
esperanza de que la hembra decidiera no aparearse. Y tal vez podría buscarla.
Veo la satisfacción del Presidente al ver mis puños cerrados. Nada me gustaría más
que arrancarle la mirada de un puñetazo. Conoce mi frustración porque la estaba
buscando y, mientras tanto, me ha emparejado con otra. No me sorprendería que supiera
quién es la hembra y se lo callara.
Y entonces mi atención se vuelve hacia la horrenda criatura que está detrás de
ellos. Mikhail se coloca en parte delante de ella, como si la protegiera de mí.
No me extraña.
Es repugnante.
Lleva una larga mortaja con capucha en una prenda manchada y mugrienta que
apesta a fluidos corporales y sudor. Es imposible verle la cara bajo la capucha, pero me
doy cuenta de que lleva una máscara que oculta su identidad.
La mujer está maniatada por las muñecas, la gran cadena larga y pesada cuelga del
suelo. ¿La han arrastrado hasta aquí? Sí, claro. Odia la idea de este encuentro tanto como

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 36


yo. Ella había sido encarcelada por evasión.
Esto definitivamente no será un emparejamiento satisfactorio como lo fue el de
Juris y Lilaina. En lugar de eso, apenas nos toleraremos el uno al otro durante el medio
turno necesario antes de que ella pueda regresar a este planeta olvidado de la diosa.
—¿Qué es esto?— Gruño, refiriéndome a las cadenas. Las manchas. La suciedad de
la hembra.
La sonrisa del Presidente se ensancha.
—Esto, buen señor, es su novia emparejada. Lamento el estado en que se
encuentra. No hubiera sido agradable bañarla a manguerazos en la prisión y hemos tenido
sumo cuidado con ella debido a su estado...
—Es suficiente, —dice Mikhail.
Todo el mundo se queda helado porque no es propio de Mikhail interrumpir a
nadie.
—Soy el ponente del programa, —dice Mikhail. —Me encargaré de cualquier
pregunta y de todo el procedimiento según el acuerdo original.
—De acuerdo, —murmura el Presidente, pero sigue mostrando una sonrisa de
satisfacción.
A pesar de mi rabia palpable, entrecierro los ojos y asiento con la cabeza.
—Stratek, lamentamos las circunstancias. Por los dos, —dice Mikhail. —Espero que
Tessa encuentre la alegría en su planeta en los próximos seis meses. —Luego se vuelve
hacia la horrible figura encapuchada y le dice: —Si no es así, que sepas que puedes tomar
la decisión de volver a la Tierra. No tendrás que volver a la cárcel.
—A menos, por supuesto, que surjan cargos adicionales, —recuerda el Presidente.
Hay algo subyacente aquí, una amenaza que hace que la pequeña figura se
enderece.
—Apenas podemos hablar con usted con todo este atuendo, —dice Mikhail y se
lleva la mano a la capucha de la mujer.
—Técnicamente, sigue prisionera hasta la ceremonia, —se apresura a decir el
Presidente, deteniendo el movimiento de Mikhail.
—Está encadenada, —dice Mikhail. —Dudo que pueda huir a ninguna parte.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 37


Si la hembra tiene tantas ganas de correr, dudo que yo se lo impida.
El Presidente se encoge de hombros y me doy cuenta de que todo es una fachada.
Quiere que la descubran. Se limita a hacer ademán de protestar. ¿Por qué?
Mikhail quita la capucha de la cabeza de la mujer. Tiene el pelo castaño rojizo, con
mechones más claros, aunque está sucio y le cuelga suelto. Una máscara le cubre la cara
desde debajo de los ojos hasta la barbilla. Mikhail se lleva la mano a la nuca para que la
corbata le descubra la cara.
Cuando se lo quita, respira hondo como si estuviera hambrienta de aire fresco.
No puedo creer lo que estoy viendo. Es ella, la que he estado buscando. La que he
perdido. Cada uno de mis apéndices se endurece mientras lucho contra el impulso de
alcanzarla.
—¡Tú!— Jadeo.
—Eres tú, —susurra con los ojos muy abiertos.
—Stratek, te presento a Tessa Minak.
Nos miramos en silencio. Está tan sorprendida de que yo sea el Adroki elegido para
el programa como yo de que ella sea la humana elegida para el programa.
Mi rostro esboza una sonrisa de placer y el suyo se suaviza, aunque sigue
mostrando miedo. Entonces debo cortejarla. Le han asustado las historias de
extraterrestres. Aún no se le ha ocurrido que ella será la extraterrestre en nuestra tierra.
Al menos no tendré que lidiar con las mentiras y manipulaciones descaradas que el
Presidente ejerce sobre las mujeres que le rodean, como hizo con Lilaina. No, con suerte
a mi compañera le gustará mi hembra, la guiará y le hablará de los rumores con los que
fue criada.
—Pero tenemos otra complicación, —dice Mikhail.
Los ojos de la hembra se abren de terror. Se muerde el labio con sus dientes romos
mientras su rostro se blanquea.
—Tu compañera está embarazada, —dice Mikhail sin preámbulos.
Se oye un rugido en mis oídos y siento como si mis tentáculos fueran a soltarme
con la repentina debilidad que golpea mis apéndices. Mi... compañera. Ella lleva mi kish
desde nuestra noche de amor hace tres ciclos.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 38


—Debido a eso, el formato de este apareamiento ha cambiado un poco. Tessa
cumplirá su prueba de seis meses en Pimeón y regresará a la Tierra para tener a su bebé.
Dos días después del nacimiento, tomará la decisión de seguir apareada o quedarse en la
Tierra. El camino entre los mundos permanecerá abierto para que ambos pueblos
protejan al niño. Una vez tomada su decisión, negociaremos otros asuntos relacionados
con el niño, como los derechos, las visitas y la ciudadanía, que pueden ser discutibles en
función de la decisión que tome Tessa.
Se hace un poco de silencio mientras sus palabras calan hondo.
La voz de Mikhail se ha vuelto formal. —Príncipe Stratek del clan Adroki, ¿aún
desea aparearse con esta mujer?.
—Por supuesto, —gruño. ¿Cómo puede alguien pensar lo contrario?
—Tessa, ¿deseas aparearte con Stratek del clan Adroki?. —pregunta Mikhail.
La respiración se me atrapa en la garganta y se me para como si tuviera miedo de
respirar. ¿Recuerda nuestra conexión de aquella noche? ¿Sabe que lleva a mi hijo?
¿Aceptará darnos una oportunidad?
No se me escapa cómo sus ojos se desvían hacia su Presidente antes de responder.
—Sí, quiero, —susurra.
Está hecho. No me importa por qué aceptó o por qué se presentó o por qué está
involucrada con este Presidente. Todo lo que me importa es mi tiempo para convencerla
de que se quede conmigo.

Tessa:
Mi vida no puede ser más miserable. Hasta yo me doy cuenta de que apesto. Es
como si el hedor de ese hombre horrible impregnara la sala de ordeño y se instalara en mi
ropa. Y luego me echó un chorro y se secó-y vomité-y sólo quiero bañarme y llorar porque
los planes que hice cada día se han esfumado. No importaba lo que hiciera, lo que
planeara, lo que pasara: todo me apuntaba en la misma dirección.
El Programa de Emparejamiento.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 39


Emparejada con los Monstruos.
Eric se negó a dejarme ducharme, aunque uno de los guardias me llevó al baño y
me permitió cepillarme los dientes, diciendo que podría enfermar y vomitar más si no me
dejaban hacerlo.
Luego fuimos directamente a su limusina, no es que estuviera siendo un tipo
decente al proporcionarme un transporte cómodo. No, más bien me quería para sí mismo
para instruirme sobre qué hacer exactamente. Debía aceptar cualquier pareja que se
pusiera en mi camino. Debía infiltrarme en su planeta. Debía llenarme los bolsillos de
diamantes, insistir en las joyas de oro y traer a casa un equipaje lleno de pepitas de oro,
ninguna de las cuales conservaría.
Eso me mantendría fuera de la cárcel.
Aún no se mencionaba al bebé.
Pero durante seis meses, le recordaría a Lilaina cómo había eludido sus deberes
para con su planeta. Con su gente. Cómo las mujeres de la Tierra la habían necesitado y
ahora pensaban que estaba loca. Si Lilaina no aceptaba volver a casa conmigo...
Salí de la limusina mentalmente agotada y exhausta, arrastrando las pesadas
cadenas. Mikhail me miró de pie en los jardines con las cadenas amontonadas a mis pies y
fulminó a Eric con la mirada. Se apartó de mi lado un par de minutos mientras hablaban y
luego regresó para abrir el portal de inmediato.
Estaba tan nerviosa que se me doblaban las rodillas. Sólo había conocido a uno de
los alienígenas -hice una mueca mental-, con el que me había acostado. ¿Cómo sería éste?
¿Y si era tan horrible como Eric? Estaría atrapada en dos lugares.
Hubo un destello de luz brillante y entré en pánico, queriendo correr pero
sintiendo el gran peso en mis muñecas y tobillos, bloqueados en su lugar por Mikhail y
Eric. Y en pocos segundos, el alienígena desconocido e invisible. Sólo los había visto en la
fiesta a oscuras, por supuesto. Y había estado borracha todo el tiempo en el balcón -
todavía medio borracha cuando me desperté a la mañana siguiente y me alejé dando
tumbos. No había visto ninguno a la luz del día.
Estoy a punto de ver este. A la luz del día. En todo su esplendor.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 40


Puedo oír el arrastre de sus tentáculos mientras recorre el otro lado del seto. La
tensión es alta, como si todos estuviéramos conteniendo la respiración para ver quién
aparece.
Y entonces emerge.
Si antes mi corazón no latía con fuerza, ahora parece que me va a romper el
esternón. Tengo que luchar conmigo misma para respirar, sólo respirar.
Desde la puerta de las enredaderas retorcidas y sinuosas, aparece alguien y apenas
tengo espacio de visión entre los dos hombres para verlo.
Es enorme, sus tentáculos son gruesos y de color púrpura grisáceo, y parece tener
la capacidad de erguirse con ellos, mucho más de lo que lo haría con piernas. Es tan alto
que parece que se elevaría sobre el resto de nosotros. Sus manos son ligeramente más
grandes de lo habitual y tienen forma humana, aunque sus dedos terminan en garras de
punta negra y aspecto peligroso. Poderosos tendones recorren el dorso de sus manos y
sus antebrazos. En sus brazos sobresalen gruesas venas.
Siguiendo la línea de visión hacia arriba por los antebrazos musculosos se ven unos
hombros enormes y un pecho enorme y ancho. Su musculatura es fuera de serie, pero
también lo era la que yo recordaba. ¿Quizá estén todos increíblemente en forma? Deben
de hacer falta muchos músculos para maniobrar todos esos tentáculos, sobre todo si
nadan. ¿O eso debe mantenerlos delgados en lugar de voluminosos?
Su cara tiene una mandíbula ancha y fuerte y labios carnosos, pero su nariz es
extrañamente plana, con dos hendiduras donde debería estar. La parte superior de la
cabeza es lisa, sin pelo y de un gris violáceo más oscuro, que casi parece pelo desde lejos
debido a las estrías de coloración.
Sus ojos se mueven hacia arriba para barrer el patio.
La esclerótica de sus ojos es de un extraño tono amarillo oscuro en lugar de blanco.
Las pupilas, largas y horizontales, son enormes y el negro casi ocupa todo el iris púrpura.
Tiene las cejas marcadas, pero sin pelo.
Creo que es... Dios mío. Me resulta familiar. ¿Es...?
—Bienvenido, —dice Mikhail. —Príncipe Stratek del clan Adroki.
Lo es. Es él... el que conozco. Uno de los candidatos para mi bebé. Con el que me

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 41


acosté es con el que quieren que me infiltre.
La voz de la criatura emana de su pecho, profunda y retumbante, con un fuerte
acento. —Mikhail.

Su voz es corta... enfadada. Para nada juguetón y bromista como había sido
conmigo. ¿Qué le habrá pasado?
Su mirada me busca de inmediato y me enderezo, aunque preferiría avergonzarme
de mi suciedad. Tengo restos de esperma en el pecho, por el amor de Dios.
—¿Qué es esto?, —gruñe, y sé que está decepcionado con el 'premio' que ha
ganado. ¿Cómo no va a estarlo?
La voz de Eric chispea de alegría. —Esto, buen señor, es su novia emparejada.
Lamento el estado de las cosas. No habría sido agradable mangarla en la prisión y hemos
tenido sumo cuidado con ella debido a su estado...
—Es suficiente, —dice Mikhail.
Todo el patio se queda en silencio y no sé muy bien qué está pasando. Estoy
demasiado cansada, enferma, asquerosa y... tengo miedo.
—Soy el orador del programa, —dice Mikhail. —Me encargaré de cualquier
pregunta y de todo el procedimiento según el acuerdo original.
—De acuerdo, —murmura el Presidente, pero aún puedo oír la sonrisa burlona en
su voz.
—Stratek, lamentamos las circunstancias. Por los dos, —dice Mikhail, y me
sorprende que me incluya. Se aparta para girarse ligeramente hacia mí. —Espero que
Tessa encuentre la alegría en su planeta en los próximos seis meses. Si no es así, sepa que
puede tomar la decisión de regresar a la Tierra. No tendrás que volver a la cárcel.
Por un breve instante, la alegría surge en mi interior.
—A menos, claro, que surjan otros cargos, —le recuerda el Presidente.
O tal vez me recuerda cómo me ha tendido una trampa para asesinar a Helena y
Beth. Enderezo la espalda. No voy a acobardarme más y eso parece despertar la
curiosidad de Mikhail.
—Apenas podemos hablar contigo con todo este atuendo, —dice Mikhail y se lleva
la mano a la capucha dedicada a la granja que me cubre la cara. Protege mi identidad,
aunque esa no es la intención original. El verdadero propósito de la capucha es proteger a

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 42


los hombres de los pecados de la mujer. No podemos tentarlos mientras cumplimos con
nuestro deber de ordeñarlos. Por supuesto, no hace falta mucho para tentar a un hombre
cachondo.

Sólo saber que es una prisionera vestida de escarlata.


—Técnicamente, sigue siendo una prisionera hasta la ceremonia, —dice el
Presidente, protestando por el levantamiento de mi atuendo de castigo.
—Está encadenada, —dice Mikhail. —Dudo que pueda correr a ninguna parte.
Dudo que pudiera correr tampoco. Pasé las últimas seis horas ordeñando hombres.
La espalda me está matando. Pero Eric se encoge de hombros y me doy cuenta de que
quiere que me vean. Dios, me ha tendido una trampa. Sabe que me acosté con él. Me
había drogado y me había visto interactuar con el alienígena en el balcón.
Me quedo en silencio cuando Mikhail me quita la capucha de la cabeza. ¿Qué
pensará el alienígena cuando vea que soy yo? Me corre aire fresco por el pelo, levantando
los mechones sucios. El aire huele más dulce, ya que no respiro mi propio hedor reciclado.
Entonces coge la máscara para descubrirme la cara. Sus dedos son suaves al
levantarla y, como hizo la brisa con la capucha, me refresca la piel al primer contacto con
el aire limpio. Sin inmutarse ante mi suciedad, Mikhail me aparta el flequillo y me lo coloca
cuidadosamente detrás de la oreja.
Igual que aquel día.
Le miro fijamente, buscando el hecho de que pudiera haberlo sabido entonces. A
diferencia de la última vez, me roza a propósito la sien, que una vez estuvo magullada e
hinchada.
Lo sabe.
Entonces el extraterrestre, el príncipe Stratek, gruñe y me saca del trance. —¡Tú!
—Eres tú, —le susurro. Con los ojos todavía muy abiertos por haber descubierto la
reacción de Mikhail, dirijo mi mirada a Stratek. —Me acuerdo de ti, —digo en voz baja,
reconociendo aquella noche.
—Stratek del Clan Adroki, te presento a Tessa Minak de la Tierra. Tu futura
compañera.
Nos miramos en silencio. No puedo creer que sea él, de quien huí. Con el que

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 43


compartí una noche, pero del que no recuerdo los detalles.
Su rostro se endurece y sus fosas nasales se abren ligeramente. Sus pupilas anchas
y verticales se dilatan y aprieta los puños. Los músculos de sus antebrazos se tensan y las
venas que recorren sus brazos se hacen más gruesas.
¿Está enfadado conmigo?
Entonces su rostro se transforma. Esboza una sonrisa que ilumina toda su cara.
Parece el hombre de aquella noche.
Me viene a la memoria un vago recuerdo de él diciendo algo, la misma sonrisa
iluminándole la cara y yo riéndome.
Riendo. Yo.
Dios, lo que daría por volver a disfrutar de la vida. ¿Es posible que este alienígena
sea amable? ¿Quizá estos seis meses no sean tan malos?
Estoy a punto de devolverle la sonrisa cuando Mikhail se gira.
—Pero tenemos otra complicación, —dice.
Mi respiración se entrecorta involuntariamente. ¿Seguro que no va a revelar mi
embarazo sin que sepamos quién es el padre? Se me humedecen las palmas de las manos
y me muerdo el labio para contener el temblor.
—Tu compañera está embarazada, —dice Mikhail sin preámbulos.
El color del alienígena se vuelve ceniciento mientras me mira fijamente. Pasan los
segundos. No parece contento, y no es que lo culpe.
No pretendía atraparlo.
No sé si es suyo.
No sé qué voy a hacer, pero esto es serio. He sido expuesta como una mujer
escarlata, aquí mismo para que todos la vean.
Suena la voz de Mikhail. —Príncipe Stratek del clan Adroki, ¿aún deseas aparearte
con esta mujer? Si es así, considera esto la ceremonia.
—Por supuesto, —gruñe y una sensación de alivio me invade. No sé por qué. El
resto de los monstruos son asesinos, pero quizá sólo éste sea amistoso. No seguirá así, no
cuando acabe con él.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 44


—Tessa, ¿deseas aparearte con Stratek del Clan Adroki?— Mikhail pregunta.
Se me corta la respiración porque no tengo elección. Miro rápidamente a Eric,
sabiendo que me ha atrapado.
—Sí, quiero, —susurro.
Ante mi respuesta, el príncipe se acerca a mí. Me toca, cosa que no espero. Me
coge la mano y me doy cuenta de que la suya es mucho más grande. Su otra mano está en
la parte baja de mi espalda, ayudándome incluso cuando las cadenas son tan pesadas.
Eric le susurra algo a Mikhail, cuyos labios se afinan. —El calendario de este
periodo de prueba será un poco diferente. Su fecha de parto coincidirá con el final del
juicio. Lo que ocurra primero, la fecha o el parto, significará el final de la prueba. Ella
regresará a la Tierra en ese momento para dar a luz al niño aquí, ya que el niño fue creado
aquí. Ella podrá entonces tomar su decisión de quedarse o regresar una vez que nazca el
bebé.
Pero Stratek no parece estar escuchando mientras me conduce a través de la
puerta de enredaderas que alberga el portal a su planeta. Avanzamos lentamente por el
pasillo. Resulta incongruente que nos cojamos de la mano como amantes perdidos. No le
he hablado directamente y él no me ha hablado.
Pero entonces la luz parpadea y lo último que recuerdo es el tintineo de las
cadenas cuando me levanta como a una novia.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 45


Capítulo 5

Stratek:
Me despierto antes que ella y la acurruco contra mí, con su cabecita contra mi
pecho. Mi compañera... y mi kish. Una familia. Tengo una familia gracias al Programa de
Emparejamiento.

A diferencia del regreso de mi hermano de su propia ceremonia de apareamiento,


tengo una fiesta de bienvenida esperando en la playa. El plan con Juris era darle tiempo
para conocer a su nueva novia en privado, permaneciendo segregados, pero una invasión
de Tshiki, nuestros enemigos jurados, puso fin a eso. Ahora que casi hemos extinguido su
raza, las arenas de la playa son seguras para mi pareja y para mí.
Pero el resto de mi pueblo siente curiosidad por saber quién puede ser. Todos

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 46


saben que he suspirado durante más de tres ciclos lunares por la mujer sin nombre que
había dejado atrás. Todos sabían de mi enojo por haber sido llamado primero en el juego
de apareamiento, sin saber que era ella la otra parte.
Diosa, podría haberla perdido si no hubiera confiado en el destino.
Así que, por ahora, Juris y mi cuñada esperan, junto con sus otros capitanes, Elex,
Relion y Jaire. Maleek está de vuelta en la aldea con mi hermana, Shana. Están cuidando
de los dos pequeños: su propia hija, Beshi, y Mikki, el hijo de Juris y Lilaina.
—¿Es ella?— susurra Lilaina feliz, con las manos entrelazadas nerviosamente como
si necesitara ocultar las pequeñas cicatrices que las atraviesan. Luego las apoya sobre su
vientre de embarazada.
No puede ver la cara de mi compañera, que sigue durmiendo acurrucada contra mi
pecho, y yo le aliso la parte posterior del pelo, rebelde después de haber estado atrapada
en el áspero atuendo que la cubría de pies a cabeza.
—Así es. —Asiento con la cabeza. —Se llama Tessa. Y es la de hace tres meses, —
suelto, asombrada por mi buena suerte.
—¿Me estás tomando el pelo? ¿Qué posibilidades hay?. —Los ojos de Lilaina se
abren de par en par y sé que tiene un gran concepto de Mikhail por haber conseguido que
ella y Juris estuvieran juntos. Esto demuestra que él es mágico a sus ojos.
—Hermano, me alegro por ti, —dice Juris.
Mis ojos se nublan de repente: no es propio de mi hermano reconocer nunca
nuestra relación. No, para él me he ganado el puesto de uno de sus cinco capitanes de
confianza, junto con Maleek, su mejor amigo. Jaire, que lleva una cicatriz en el pecho por
haber salvado a Juris durante la última guerra con los tshiki. Elex, que le ha mostrado su
apoyo en más de un aspecto. Relion, que creció con él y Maleek. He estado a su lado en
las batallas, en las exploraciones, en las navegaciones por nuestro mundo y el suyo. Que
me llamara su hermano... qué preocupado debe haber estado por mí estos últimos ciclos.
Preocupación que esperaba de nuestra hermana. No de nuestro hermano, nuestro líder
de clan.
—Hay más, —digo suavemente. —Mikhail me dijo que está embarazada.
Lilaina jadea. —¡Pero está vestida de prisión!
—¿Esto?— Levanto el dobladillo de la tienda con un tentáculo con desagrado.

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—Sí, el escarlata significa— -Lilaina se sonroja de repente- —Umm, ¿recuerdas que
te hablé de las obligaciones de una mujer al ordeñar a un hombre? Normalmente
vestimos túnicas y capuchas negras estándar... a menos que estemos en prisión. Entonces
nos marcan con escarlata. Es para evitar que nos mezclemos con la población libre y
salgamos de las granjas lecheras. No puedo creer que encarcelaran a una mujer
embarazada.
—La encarcelaron por intentar evitar el emparejamiento, —digo despacio. De
repente, vuelvo a llenarme de dudas. Mi compañera me evitaba, incluso cuando estaba
con nuestro hijo.
—¿Probablemente la mantuvieron en la granja de ordeño para que estuviera más
segura que entre la población reclusa?. —Lilaina dice, pero no es exactamente una
respuesta firme. Más bien se pregunta para sí misma por qué encarcelaron a mi
compañera.
—Durante más de tres ciclos de luna, se preguntó cómo mantenerse a salvo junto
con nuestro kish. No importa lo que haya hecho en el pasado o la razón que tuviera para
huir, tengo media vuelta de las estaciones para convencerla de que sea mía.
—Puedes hacerlo, —dice Lilaina. —Tendrá suerte de tenerte.
—¿Dijo Mikhail si las reglas cambiaron debido al embarazo? ¿Para cuando vuelva a
la Tierra dentro de media vuelta?. —pregunta Juris.
Hay un silencio sepulcral mientras todos esperan mi respuesta.
—Sí. Como quedó embarazada en la Tierra, tiene que volver para tener el kish. Por
supuesto, en el momento en que establecieron las normas, no tenían ni idea de que nos
conocimos aquella noche y de que el kish es mío. Así que su decisión no será tomada
inmediatamente. Esa es una discusión que Tessa y yo debemos tener, —digo. —No estoy
seguro de si un kishling estará seguro en su planeta. Si insiste en regresar, debo ver si
puedo ir, aunque no sea con ella. No puedo dejar que mi hijo o hija vivan en ese planeta
sin que yo esté allí.
—Haremos todo lo posible para que entienda que su lugar está aquí, con la familia,
—dice Jaire. —La aceptaremos como una de los nuestros.
Lilaina mira fijamente la espalda de mi compañero. —¿Cómo dijiste que se llama?
—Tessa Minak. ¿La conoces?
—No.— Sacude la cabeza. —Pero, de nuevo, estaba bastante recluida entre los

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muros de la Presidencia.
—Parece tener tu edad, —digo, y pongo el dorso de mis dedos sobre la frente
húmeda de mi compañera. —¿No debería estar despertándose?.
Juris niega con la cabeza. —Lilaina estuvo fuera bastante tiempo. El viaje de vuelta
es más difícil que el de llegada, pero como tú y yo tomamos el portal la primera vez que se
abrió, parece que nos dio cierta inmunidad acumulada para el mismo viaje de vuelta. A
Lilaina le fue mejor la segunda vez que volvió de su elección. Y recuerda que también
estaba embarazada.
Asiento con la cabeza, aliviada parte de la preocupación.
—¿Se sorprendió al verte?— pregunta Relion. —Ojalá hubiera podido verlo.
—Mucho. Pero sobre todo, no se encontraba bien. —Hago una mueca de
desagrado. —Estaba enferma -probablemente una combinación de estar embarazada y de
estar encarcelada.
Tuerzo con la mano una parte de la túnica para mostrarles la costra que salpica la
parte delantera.
Lilaina abre mucho los ojos. —¿Eso es...?
—Lo es, —confirmo antes de que se le ocurra una palabra para llamar a la semilla
de un macho.
—Pero no puede ser, —jadea. —Los hombres no pueden tocarnos. Interactuar con
nosotras. Por eso estamos cubiertas...
—Oh, estaba cubierta, —resoplo. —Mikhail tuvo que levantarle la capucha y la
máscara. Apenas podía moverse.
Muevo mis tentáculos para mostrar las pesadas cadenas.
—¿La encadenaron?— La voz de Lilaina es fuerte, mientras que habíamos estado
susurrando. —No puede ser. No a una mujer embarazada. Ni siquiera para una persona
que estaba evitando el reclutamiento. Algo no está bien.
—Te diré lo que no está bien, —gruño. —Tu padre está involucrado de alguna
manera. No pudo esperar a que la viera. Sabía que era la de hace tres ciclos, a pesar de
fingir que no tenía ni idea de quién podría haber estado en la fiesta sin invitación.
—¿De dónde iba a conocerla? Y si estaba involucrado, puedes estar seguro de que
la ha retorcido, asustándola más de la cuenta sobre nuestro mundo.

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—Me aseguraré de que esté bien. Comunicación con mi compañera, ¿recuerdas?—
Guiño un ojo a Lilaina, recordándole cuando había llegado por primera vez, y le conté mi
plan de éxito para mi propio emparejamiento.
—Con el bebé en la barriga, tendrá hambre cuando se despierte, —dice Lilaina. —
Vamos a cocinar algo y a montar la tienda para darle sombra y cobijo. Si se encuentra lo
bastante bien como para volver a casa, podemos empezar inmediatamente. Si no, le
daremos tiempo para descansar.
Los demás se levantan y cuchichean, haciendo planes para repartirse el trabajo.
Normalmente, yo sería el encargado de montar las tiendas, sobre todo la que usaremos
ella y yo, más alejada, cerca de las líneas de árboles. Las noches son un poco ventosas
junto al agua. Pero esta vez oigo a Jaire ofreciéndose. Lilaina se va con él.
Elex y Juris recogen trozos de madera seca para crear un fuego. Cuando está
ardiendo, Juris salta al mar para pescar algo. Mi compañera sigue durmiendo. Lilaina se
afana dentro de la tienda, desenrollando las pieles y colocando las linternas. Relion ha ido
a buscar verduras y raíces silvestres para complementar nuestra comida.
Cuanto más espero, más me preocupa la hembra que tengo en mis brazos. Sé que
Juris dijo que Lilaina estuvo fuera un tiempo, pero ¿es normal? ¿Está bien nuestro kish? A
solas con Tessa, la estudio mientras respira suavemente.
Es una diosa.
Me he acostumbrado al aspecto de Lilaina: tiene un extraño apéndice llamado
nariz que alberga sus orificios nasales. Tessa también tiene una, con una forma un poco
diferente. Tiene una pequeña perforación cerca de la fosa nasal exterior, donde se aloja
un cristal turbio y barato.
Decidí ponerle un diamante. Brillará y resaltará la belleza de su extraña nariz.
Sus labios estaban casi blancos de cansancio en la Tierra, pero tienen más color
ahora que descansa. Son gruesos y carnosos. Me imagino cómo quedarán envueltos
alrededor de mi polla.
Observo con satisfacción que los apéndices colgantes a los lados de su cabeza
también están perforados. Con su pelo rojo oscuro, le regalaré esmeraldas. Grandes
adornos para mostrar sus eclécticas diferencias.
Finalmente, la hermosa hembra en mis brazos se agita.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 50


—¿Tessa? Shh, compañera. Tranquila, —le susurro cuando intenta separarse de
mí.
Abre sus preciosos ojos verdes, estudia mi cara y luego mira las nubes más allá de
mí.
—Dios mío, —dice. —Tu cielo es amarillo.
Siento una enorme sonrisa que me parte la cara. Ella está bien.
—El tuyo era anormalmente azul, —le doy la razón.
Ella resopla con humor.
Pero nuestro momento se acaba demasiado pronto.
—¿Está despierta? La voz de Lilaina se oye desde la playa, donde camina con Juris.
Relion se une a ellos y se acercan. No puedo evitar ver cómo mi compañera se pone rígida
al oír los pasos y las voces detrás de ella.
—¿Tessa?— Lilaina dice suavemente y está muy emocionada. —Soy Lilaina.
Probablemente quieras bañarte, quitarte el uniforme de lechera. El atuendo de la prisión.
He oído que pica.
Miro fijamente la cara de mi compañera mientras su expresión se vuelve
resignada. Entonces parece tomar una decisión. Toda expresión desaparece de sus rasgos
y, en mis brazos, se gira para mirarles a todos.
Lilaina jadea y Juris sisea.
Relion, Jaire y Elex parecen confusos mientras miran de ellos a nosotros. Yo estoy
igual de confundido.
—¡Tú! —dice Lilaina. Luego sus ojos se vuelven hacia mí acusadoramente. —Lo
único que te pedí. No traigas a casa a la maldita madrastra.
Estoy más que confundido. —¿La vieja bruja? No la he traído. —Mi mirada se dirige
a Tessa, esperando que me lo aclare, pero tiene la cara tensa y los labios blancos otra vez.
—Nunca dijimos que fuera vieja, —dice Juris, y sus mejillas se oscurecen como si
estuviera avergonzado. —Parecía tener la edad de Lilaina.
Siento que mis brazos se endurecen involuntariamente alrededor de Tessa. ¿Esta

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 51


es la madrastra de Lilaina? ¿Mi compañera durmió junto al Presidente de la Tierra?
Seguramente esto no puede ser.
—¿Te apareaste con su padre?
Puedo ver la sorpresa en los rostros de los otros tres capitanes, seguida
rápidamente por la lástima.
—No emparejada, —dice Tessa en voz baja. —Estaba prometida, pero tenía mis
propias habitaciones. La boda iba a celebrarse cuando llegara Lilaina. Ella eligió casarse
con Juris durante mi ceremonia. Esa misma noche descubrieron a su madre en el sótano.
Rompí el compromiso al día siguiente.
—¿O te diste cuenta de que no serías Primera Dama si yo tomaba mi título?— se
burla Lilaina.
Se hace el silencio ante sus palabras, y yo muevo la cabeza de un lado a otro entre
Lilaina y Tessa. No entendí cuando Juris explicó que él y Lilaina se habían casado según la
costumbre terrestre ni por qué. No indagué, mientras Lilaina se entristecía, llevando a
casa las cenizas de su madre.
—Mikhail nos explicó que si no nos casábamos, ella podría casarse con mi padre y
obtener el título de Primera Dama de mi madre, —explica además Lilaina. —Pero si yo me
casaba primero, obtendría el título de mi madre. Como ella había muerto, yo era la
siguiente en la línea de sucesión. Normalmente, los hombres tienen una media de tres o
cuatro esposas por hogar. El presidente no. Al presidente sólo se le permite una. La ley se
creó como una forma de autosacrificio y también sirvió para criar a los primogénitos
huérfanos con devoción monoparental. El cargo más alto no necesita procrear como los
rangos inferiores y por eso las hembras deben dejarse para los que van a sembrar. La
diferencia es que mi madre ya tenía el título cuando yo nací. A su muerte, quedó en el
limbo para mí. Si yo me hubiera ido sin casarme, podría volver a casarse e iniciar el título
de nuevo con su nueva novia. Pero como yo me casé y lo recuperé dentro de mi línea, no
se podía dar. Podía casarse con ella cuando yo dejara la Casa Presidencial, pero no podía
ser Primera Dama.
No se me escapa que Tessa no dice nada en su defensa. ¿Significa eso que no hay
nada que ella pueda decir?
—¿Por qué seguía allí hace poco?— Pregunto, mi voz suena dura y desconfiada.
Ahora tiene sentido por qué el cabrón del presidente seguía sonriendo ampliamente.
—No me dejaba irme, —susurra. —Temía el escándalo. Sabía que la fiesta sería el

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 52


momento perfecto para irme. Por eso me escondía en el balcón. Pero entonces te conocí y
bebí demasiado.
—Podrías habérmelo dicho, —grito.
No me fío de ella. Hay algo que no encaja. Su voz es demasiado apaciguadora para
su personalidad, como si intentara convencerme.
—No sabía que...
—Porque te escabulliste y desapareciste, —la acuso.
—Tenía un plan, —replica con más garra.
Esto es más verdad. Es su personalidad natural.
—Tenía una habitación alquilada en la que guardaba mi bolsa con los créditos que
había escondido. Tenía la llave escondida fuera, en un par de zapatos. Tenía un billete de
tren comprado de antemano, esperándome.
—¿Cómo acabaste en la cárcel?— pregunta Lilaina.
Tessa se pone rígida y luego encorva los hombros a propósito. —Me llamaron para
el programa de emparejamiento al día siguiente y no lo sabía. Tardé dos días en viajar
cuando sólo tenía veinticuatro horas para reconocer el reclutamiento.
—¿Por qué sólo te iban a dar veinticuatro horas?. —pregunta Lilaina con
suspicacia.
—Mi última dirección conocida era la Casa Presidencial. El tiempo que te dan para
responder depende de la distancia entre tu dirección y la Casa Presidencial. —Se encoge
de hombros. —Quizá lo arreglen en el futuro, ya que no tienen en cuenta los traslados
recientes. —Su voz suena un poco burlona y me doy cuenta de que el Presidente quería
atraparla. Quería que mi futura compañera sufriera el escarnio de ser una prisionera.
Y con ese conocimiento, mi decisión está tomada. Cuidaré de mi compañera.
—No importa lo que haya hecho para acabar en la prisión de la Tierra, nos
ocuparemos de ello. Mientras tanto, Tessa y yo no viajaremos de vuelta al clan este día, —
digo. —Nos quedaremos aquí y llegaremos más tarde para darnos tiempo a aclimatarnos a
nuestro nuevo estatus.
—¿Es eso seguro?— pregunta Juris. —Puede que el Tshiki se haya ido, pero....

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 53


—Yo la protegeré, —digo.
Puede que ahora no les guste mi decisión, pero no tardarán en darse cuenta de
que es lo mejor. La cena es un asunto incómodo. Hay un silencio forzado y miradas entre
Tessa y Lilaina. Conversación forzada con masticación y retorcimiento demasiado
ruidosos. Incluso los otros capitanes están incómodos. Me doy cuenta de que todos
parecen algo aliviados cuando Juris sugiere que vuelvan todos antes del anochecer.
—Deja que te ayudemos a quitarte los grilletes, —le digo a Tessa. Aunque para ella
fue fácil comer, no lo será caminar con el peso añadido.
Jaire le sujeta un tobillo y Relion el otro. La noto tensa mientras estudian las
bandas metálicas que tienen entre las manos.
—Shh, —le digo. —Quédate aquí. Concéntrate en mí, en lo que estoy haciendo. —
Equilibro sus muñecas con un tentáculo y estudio el cierre donde se traba el metal.
Introduzco los dedos en la zona donde se unen los grilletes para comprobar la elasticidad y
la tensión.
Ella no se da cuenta, pero uso un par de tentáculos detrás de mí para indicar a
Relion y Jaire cuándo voy a romper las bandas. Coordinarán sus movimientos con los míos
para soltar los candados exactamente al mismo tiempo y reducir así el trauma para ella.
—Eso es metal, —dice, como si nunca hubiera visto metal antes. Me recuerda que
los humanos son débiles y que debo tener cuidado con ella.
Mi delicada compañerita.
—¿Lo es?— Pregunto, como si quisiera entablar conversación con ella. Creo que he
dado a los machos detrás de mí tiempo suficiente para estudiar los brazaletes y todos los
puntos débiles. Deslizo mi tentáculo por los suyos para hacerles una señal y luego, con un
chasquido de mi extremidad, los tres salimos disparados de los muelles al mismo tiempo.
Pero Tessa da un grito de angustia.
Le doy la vuelta a las manos para ver las ronchas enrojecidas e hinchadas debajo
de donde estaban las bandas y, por la forma en que los machos sisean detrás de mí, sé
que sus tobillos tienen el mismo daño.
—Tessa, —gruño. —¿Cuánto tiempo estuviste con las esposas?.
Parpadea, como sorprendida de que se lo pregunte. —Tres meses.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 54


Oigo la respiración entrecortada de Lilaina, aunque no le dice nada reconfortante a
mi compañera.
Tessa no se da cuenta. —No puedo creer que puedas doblar metal, —dice,
estudiando las manillas destrozadas sobre su regazo. —Lo doblaste, Stratek. Como si fuera
arcilla.
Me alegra oír mi nombre en sus labios.
Relion y Jaire están detrás de nosotros. —Llevaremos esto a la aldea. —Las
pesadas cadenas tintinean en sus manos. Juris coge la que está entre Tessa y yo. Una
mirada endurece sus facciones mientras levanta la pesada carga para ponérsela sobre los
hombros. Recuerdo cuando me dijo que la madre de Lilaina estaba encadenada y
maniatada en la mazmorra, incluso durante el parto.
Pero estoy ocupado calmando a mi compañera, pasando los dedos suavemente
por las bandas de piel arruinadas de sus muñecas. —Tenemos Tiiblets que viven en el
castillo, gente pequeña que sabe de hierbas curativas. Te prepararán un ungüento que te
quitará el dolor, —le aseguro.
Juris se vuelve hacia mí. —La cadena de mando se activará, aunque a mayor
distancia.
Asiento con la cabeza. Aunque nuestro mayor enemigo ha sido derrotado, la
cadena guerrera sigue utilizándose como nuestro propio mecanismo de defensa y
comunicación. Cada capitán está a cargo de dos docenas de hombres repartidos en puntos
estratégicos, a veces a un cuarto de milla unos de otros, otras veces a media milla. Uno
correrá con una comunicación para transmitirla al siguiente de la fila, que se hará cargo y
transmitirá la comunicación al que esté detrás de él. Si hay peligro, los primeros de la
cadena se separarán para ayudar al que lo necesite. No espero peligro, no con los Tshiki
fuera.
Asintiendo con la cabeza, mi familia nos deja.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 55


Capítulo 6

Stratek:

—Ven, —le digo, tendiéndole una mano para ayudarla a levantarse, y luego frunzo
el ceño porque le resulta difícil caminar con la túnica que arrastra por la arena de la playa.
Nuestro oro procede de los océanos, los trozos más grandes están en el fondo del agua y
las motas de polvo más ligero flotan y cubren las playas en una capa profunda. Sé que en
otros planetas valoran la pureza del metal, sobre todo cuando está intacto, pero para
nosotros es mera suciedad.
Me agacho y le arranco la parte inferior de la túnica, dejándole las piernas
desnudas. Resoplo para mis adentros. Estos humanos son tan retrógrados en su forma de
pensar. Lilaina había sido vestida con una tela tan transparente que apenas cubría el color

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 56


de su piel, y sin embargo estas cortinas de Tessa que ocultan las artimañas femeninas de
sus propios machos son gruesas y toscas.
—Estoy enseñando pierna, —dice Tessa, con una respiración escandalizada.
¿Como si eso fuera de algún modo espantoso? Tal vez desee que la halaguen.
—Son muy bonitas, —digo galantemente, sabiendo que a veces las hembras
gestantes necesitan que les suban un poco el ego.
O puede que haya sido mi propia hermana, que insinuaba y buscaba cumplidos a
diario.
Me agarro con cuidado al brazo de Tessa mientras la conduzco por la playa y
atravieso la primera capa de árboles hasta el lugar donde se erige nuestro tupik. Abro la
puerta para que entre como la princesa que será.
Como la princesa que es.
Como si me leyera el pensamiento, me dice tímidamente: —¿De verdad eres un
príncipe?.
Hay algo en su forma de preguntar que me pone los pelos de punta. No creo que
esté en la naturaleza de Tessa ser tímida y, sin embargo, lo finge.
—Lo soy, —digo, e incluso yo puedo oír lo corta que es mi respuesta. Me dirijo al
centro de la habitación para encender un pequeño fuego. Aún no está frío, pero lo estará
más tarde.
Ella insiste en el asunto. —Sois tres, ¿verdad?, —pregunta. —Tu hermano es rey, tú
eres príncipe y tu hermana es princesa. Se casó y ahora su marido es un príncipe más.
Me doy cuenta de la jerarquía que omite. —Y Lilaina es ahora reina, —digo
levantando la vista de los palos humeantes.
Se hace un silencio absoluto y suspiro, porque sospechar va contra mi naturaleza.
En cambio, deseo comunicarme con mi compañera. Quiero saber si siente la misma
atracción por mí que yo por ella.
—¿Por qué bailaste conmigo? ¿Esa noche en la fiesta?
—Sinceramente, —susurra, —no estoy segura. Me aterrorizaba tu gente. Estaba
segura de que Lilaina se había vuelto loca, sobre todo por haber elegido quedarse en un
planeta extraño lejos de su propia gente, pero había algo en ti que me atraía.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 57


Mi tentáculo se desliza para tocar su pierna. Puedo saborear la dulzura de su piel.
Lo que dice es verdad.
—Me hacías reír, —continúa. —Yo solía reír. Hace mucho tiempo. Y estar contigo,
bueno, me recordó cómo solía ser. Echo de menos aquellos días. —Sonríe, aunque es un
poco triste.
Lentamente, nos dirigimos a la cama de pieles y nos sentamos juntos... como una
pareja.
—¿No tuviste otros... compañeros?. —Dudo con la palabra porque he olvidado su
equivalente cultural de un interés ante el padre de Lilaina. Tessa parece indecisa y con las
puntas de mis dos tentáculos delanteros tocando su piel, puedo saborear una variación en
los químicos de su cuerpo. Se pregunta si ser sincera o no. Me entristece que mi
compañera considere la posibilidad de mentirme. Y luego me entristece que la ponga a
prueba con las ventosas de las puntas de mis tentáculos.
Finalmente, su sabor vuelve a ser dulce.
—Sí, lo tuve, —admite. —Se llamaba Amos, sin embargo, yo no tenía edad legal
para casarme, y él sí, así que el honor de convertirme en su primera esposa no recayó en
mí. En su lugar, tomó a Helena Hastings. Después de casarse con Helena, se casó
rápidamente con Beth, que había sido mi niñera cuando mis padres vivían. Eso me amargó
un poco. —Se encoge de hombros. —Debería haberlo visto de otra manera, —dice,
mientras sus ojos miran la pared del tupik como perdidos en sus pensamientos. —Debería
haber sido más una hermana esposa, supongo. Podría haber cambiado mi plan. Me habría
hecho más simpática a los demás, y tal vez Amos habría esperado a hacerme la tercera.
Pero su primera esposa no me quería, y eso es culpa mía. Era mayor, y sabiéndolo, alardeé
de mi belleza juvenil, llevando las faldas lo bastante cortas para enseñar tobillo. Mis
pantalones, demasiado ajustados. También tenía un pelo estupendo, y a menudo lo
soltaba de su moño para que fluyera libre. O lo llevaba en una coqueta coleta, que agitaba
descaradamente siempre que él estaba presente. Ignoré sus ceños fruncidos, sus susurros
ásperos. Luego le animó a tomar una tercera esposa y la odié más. Me inventaba excusas
para verle en el campo, llevándole sus pasteles favoritos, segura de que yo sería la cuarta
esposa y se acabarían los matrimonios. Nunca me haría el deshonor de convertirme en la
quinta. —Resopla. —Nunca me di cuenta de que ya estaba deshonrada.
—Era un tonto, —digo, y lo digo en serio. Es una mujer preciosa.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 58


—Esposa Número Cuatro— es Loretta Williams-Mitchell. La mejor amiga de
Helena. Nunca me dijo que se había casado con ella. Cuando me enteré, dijo alegremente
que algún día tendría dinero y espacio para una más, pero yo sabía que era más que nada
palabrería. La mayoría de las familias tienen tres o cuatro esposas, dependiendo de sus
ingresos. Fue entonces cuando conocí a Eric. El padre de Lilaina.
—Así que dijiste al infierno con Amos.
—Hmmph. No, mantuve las cosas cordiales. Y mientras yo salía con Eric, Amos se
casó con la Esposa Número Cinco.
—¿Una quinta?— Estoy seguro de que mis ojos son enormes. Aquí estoy, luchando
por emparejarme con una, y este macho hace malabares con cinco.
—Esa fue la única que no me dolió, —dice suavemente. —Ya no me importaba.
Estaba embelesada con Eric... tan embelesada que ignoré las señales ro....
Se detiene a mitad de la frase.
No quiero que termine la historia.
—¿Es difícil ser la última esposa?— le pregunto.
—Oh, sí, —exclama. —La última esposa es la responsable de la limpieza, de las
tareas que nadie más quiere hacer. Las demás eligen sus tareas y dejan a la quinta todos
los trabajos miserables. De hecho, su primera esposa tiene el honor de compartir su cama.
Cuando le llega la hora de actuar con sus otras esposas, pasa una noche en la cama de
ellas, dejando la cama principal para su primera esposa. Para Helena.
Se le va la voz, pero vuelve a empezar. —No podía imaginarme estar en una casa y
ver al hombre que amaba compartiendo su cama con la mujer que odiaba— -Tessa hace
un extraño símbolo cruzado sobre los hombros y la frente- —y que me odiaba con la
misma pasión, aunque lo disimulaba mejor, así que cuando el padre de Lilaina llegó a la
ciudad, haciendo campaña para el inicio del Programa de Partidos, me llamó la atención.
Me di cuenta de que estaba interesado en mí. Empezamos un breve flirteo y todo fue bien
durante un tiempo. No le veía con regularidad, por supuesto. Me explicó que no podía
casarse con la Primera Hija aún en casa. No hasta que ella se casara.
—¿Así que no sabía que el título de Primera Dama no era libre?.
—No. Todavía no. Todos supusimos que entraría en el Programa de
Emparejamiento. Él y yo nos casaríamos durante el periodo de prueba de seis meses,
cuando ella estuviera fuera, y luego volvería a casa. Nadie esperaba que se quedara
embarazada. Es demasiado difícil para los nuestros. Entonces, cuando ella regresó a casa y

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 59


eligió quedarse en su planeta, nos sorprendió. Corrió el rumor de que su gente la había
vuelto loca. Lo llamamos Síndrome de Estocolmo, cuando una persona es tan maltratada
por su verdugo que desarrolla una especie de amor enfermizo hacia él y no quiere
abandonarlo ni siquiera cuando puede liberarse.
—¿Por qué no te casaste mientras ella estaba aquí en Pimeon?
—Esperaba hacerlo. Pero Eric lo aplazó, diciendo que no podíamos casarnos hasta
que ella volviera, y no quiso decirme por qué. Ahora sé que no podía casarse hasta que
ella se casara o fuera emparejada. Le llevó seis meses estudiar nuestras leyes para
determinar que podía casarse si ella se quedaba en otro planeta. No estaba redactado así,
claro, porque cuando se redactaron las leyes no teníamos ni idea de que existieran otros
planetas ni de que se permitiera viajar a otros planetas.
—¿Cómo te enteraste de todo esto?— le pregunto.
Sus ojos se vuelven vacíos y vidriosos. —Encontré todos los libros de leyes en la
Casa Presidencial.
Tessa:
Lo que omití de la conversación fue que Eric me tenía investigando por él,
apretando poco a poco los grilletes imaginarios antes incluso de que yo supiera que
estaba atado. Como una mosca atrapada en una telaraña que le permite moverse, pero
que se cierra si se aleja demasiado.
Stratek parece percibir mi estado de ánimo.
—Basta de ese tema, —anuncia. —Hablemos de nosotros.
—¿De nosotros?— Estoy realmente confusa. ¿Quizá no entiende que me adaptaré
a sus necesidades? ¿Seré lo que él quiera que sea? ¿O soy yo la que no lo entiende?
El terror me recorre el abdomen, apretándolo. He hablado de mi infelicidad con
Amos y luego con Eric. Quizá espera que yo también me sienta infeliz con él. Tal vez
piense que soy miserable y maleducada y...

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 60


—Esto puede ser incómodo para ti y si lo es, házmelo saber, —dice. —Pero
siempre he dicho que me gustaría hablar de todo con mi pareja, pase lo que pase. —
Respira hondo. —Por muy incómodo que sea, la sinceridad debe ser lo primero. ¿Cómo
vamos a saber lo que piensa el otro si no lo hablamos? Así que, dicho esto... Me gustaría
desnudarte. No de forma sexual, —dice rápidamente, levantando una mano. Es más
grande que una mano humana, podría cubrirme todo el pecho. Todo mi vientre. Me obligo
a apartar la mirada, preguntándome por qué se me ocurriría algo tan ridículo.
Y continúa. —Mi gente no le da tanta importancia a la desnudez como la tuya.
Obviamente, ya que nuestros tentáculos cuelgan sueltos y libres. —Me dedica una sonrisa
que me hace saber que se refería a los testículos y ni siquiera puedo jadear ante su
atrevimiento, es tan gracioso. —Me gustaría desnudarte y verte. Conocerte. —Sus mejillas
se tiñen de un morado más oscuro y me doy cuenta de que, por mucho que quiera
mantener las cosas abiertas, esto le resulta incómodo. Es una situación incómoda, una
nueva compañera de una especie diferente que apenas conoce y con la que ya se ha
acostado.
—A mí también me gustaría estudiarte, —susurro. —No recuerdo mucho de esa
noche.
—Yo tampoco. Sólo recuerdo que fue la mejor noche de mi vida. —Su voz es
completamente seria y me deja sin aliento.
Me mira fijamente a los ojos y, aunque la luz se hace más tenue con la caída del
sol, estudio nuestras diferencias. Sus pupilas verticales, el extraño color amarillo de su
esclerótica que debería ser blanca. Incluso sus dientes tienen un extraño tono ámbar
claro. No parecen dientes en absoluto.
No es guapo. Pero es amable.
Eric es guapo. Y es malvado.
De repente, me siento culpable por pensar cosas negativas de mi compañero;
incluso por compararlo con el Presidente de la Tierra. En lugar de eso, busco los aspectos
positivos y los enumero mentalmente como si fuera una lista. Stratek es llamativo,
masculino y exótico. Su musculatura puede poner los pies de punta a una chica, pero aún
más importante que eso, su personalidad es adorable. Se esfuerza tanto por ser un buen
compañero y es divertido sin intentarlo y. . .

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 61


Dios mío. ¿Por qué divago tanto sobre él? ¿Es que estoy enamorada del posible
padre de mi bebé?
Recupero el aliento cuando, muy despacio, extiende sus garras. Empieza por el
escote y me atraviesa por la mitad del cuerpo hasta el borde ya desgarrado de la mitad del
muslo.
Jadeo, en parte por el peligroso filo de sus garras, en parte porque no tendré nada
que ponerme. En parte porque algo se está derritiendo dentro de mí. Debe de estar
relacionado con el embarazo.
—Lilaina te ha traído un conjunto, —dice. — Se acuerda de cómo estaba cuando
llegó, y nos desconcertó que se aferrara a la ropa.
Gracias a Dios. Sin embargo, si hubiera sabido que era yo, no tengo ni idea de qué
ropa habría traído. Aun así, estoy ansiosa por deshacerme de la sucia prenda de lechera
de la prisión. Se separa y cae fácilmente de mis hombros, pero entonces me doy cuenta de
que son sus tentáculos. Están por todas partes y él aparta la tela con dos de ellos.
Sus pupilas se dilatan mientras estudia mis pechos, envueltos en la fina tela de mi
sujetador. Noto que mis areolas se contraen con su mirada, apretándose contra el
algodón blanco. Se me pone la piel de gallina, pero entonces cambia de táctica. Con la
misma lentitud con la que me ha desnudado a mí, desabrocha la parte delantera de su
camisa. Se me corta la respiración cuando se despoja de la tela, dejando al descubierto su
musculosa carne morada. Me quedo completamente callada, esperando más, e
inconscientemente me relamo los labios. El movimiento me hace preguntarme si aquella
noche de borrachera tracé con la lengua los surcos y las crestas. Me gustaría hacerlo,
aunque aún estoy asustada por su gente. Pero él no. Él es diferente, de alguna manera.
Nunca había visto tantos músculos. Su cuello es grueso, sus bíceps enormes, sus
hombros macizos, su pecho ancho. Se quita la camiseta y vuelve a centrar su mirada en
mí.
Levanto las manos y su mirada las sigue. Con cuidado, cojo el broche de mi
sujetador y chasqueo para separar las copas entre mis pechos. Antes de que se caigan, los
mantengo cubriéndome, alargando el momento, observando cómo su respiración se
entrecorta del mismo modo que la mía lo había hecho con él.
Luego me quito el sujetador y enderezo los hombros, dejándole que mire hasta
hartarse. Me mira los pezones. Dios, se nota que le gustan las tetas. Me pregunto si habrá
algo que le distraiga de mis tetas. Con sus ojos aún clavados en las puntas de color rosa
oscuro, deslizo los dedos bajo el elástico de mis bragas y las bajo lentamente, observando

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 62


cómo sus ojos siguen la línea de piel expuesta. Casi parece que me esté burlando de él,
desnudándome lentamente a propósito, pero no es así. Necesito todas mis fuerzas para
fingir que no significa nada. Para no sentir vergüenza.
Me quito la ropa interior y se hace un silencio absoluto mientras Stratek me mira
fijamente. Observa cada centímetro de mí. Parece incómodo y entonces veo por qué.
Entre dos tentáculos emerge algo duro, hinchado y morado. Se le ha puesto dura
de tanto estudiarme.
Se arrodilla -los tentáculos se doblan y extienden como si tuviera rodillas- y su
mirada se alinea con mi vientre hinchado. Hay una mirada de reverencia en sus ojos y la
culpa familiar me inunda, ahogando la excitación que podría haber sentido.
Dios, ¿y si no es suyo? ¿Y si sale con piernas humanas?
—¿Puedo?, —dice, señalándome el vientre con las manos.
Temblorosa, asiento.
Sus grandes manos se mueven lentamente hacia mí y me acarician el vientre. La
temperatura de su cuerpo es más fría que la mía, pero puedo sentir una conexión, una
energía, que emana de sus palmas. Me alisa la piel y su tacto me hace estremecer.
—Hola, hijo mío, —me dice. —Bienvenido al mundo.
La expresión de alegría absoluta de su cara me hace respirar hondo. Le hace
hermoso. Pongo mis pequeñas manos sobre las suyas y lo estrecho contra mí durante
largos momentos. Cuando el aire empieza a enfriarse y a recorrer mi piel desnuda, por fin
se separa. Me estremezco y él se acerca al fuego para añadir más leña.
—¿Quieres lavarte un poco antes de acostarte? No pasa nada si tienes demasiado
frío. No me importa.
Arrugo la nariz, consciente de mi estado carcelario a pesar de los jirones de mi
uniforme. —Me gustaría un lavado rápido.
—¿Puedo?, —pregunta.
Asiento con la cabeza, pero no sé muy bien a qué estoy accediendo.
Se acerca a una zona donde hay una jarra dorada y vierte agua en un cuenco. —
Aún está caliente. Lilaina la hirvió cuando estaban preparando el tupik.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 63


Coge un paño pequeño y peludo y una toalla de mano más grande y gruesa. Mete
la pequeña en el agua y frota una pastilla de jabón.
Empieza por el cuello. La piel del paño tiene un suave roce, y su tacto es ligero
cuando me lo pasa por los hombros y por el esternón, y luego por los pechos. Su tacto no
es sexual, y me lava hasta la parte superior de la cintura antes de enjuagar la toallita y
limpiarme de nuevo para librarme del jabón. Tiene un olor agradable, suave y limpio, con
un toque de crujiente dulzor. ¿Quizá a manzana?
Coge la toalla más grande, me seca y me la deja sobre los pechos mientras me lava
los brazos. Las piernas.
Mantengo las piernas bien apretadas, así que se salta esa zona, y me alegro. Sé que
pronto tendré mis deberes de compañera, pero esperaba no tener que actuar en mi
primera noche. Agradezco su amabilidad porque creo que cualquier otro de los suyos, de
haberme emparejado con otra persona, me habría puesto de patitas en la calle,
embarazada o no.
Cuando estoy completamente seca, me deja para tirar el cuenco de agua fuera.
—Vamos a arroparte con las pieles, —me dice.
Así lo hace y se mete a mi lado. Esta vez no me lo pide, pero me rodea por detrás
con sus brazos fuertes y musculosos. Sus manos me acarician el vientre y su barbilla se
apoya en mi cabeza. Estoy tensa, esperando algo. Cualquier cosa. Pero él no intenta nada.
Su cuerpo se relaja y acaba roncando suavemente.
Cubro sus manos -y a nuestro hijo- con las mías, asombrada ante este alienígena.
Este hombre.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 64


Capítulo 7

Tessa:
Me despierto con el beso más suave sobre mi hombro desnudo. Brazos cálidos
rodean mi cintura cada vez más gruesa, tentáculos cubren mis piernas. Estoy calentita y
acurrucada como un insecto. Pero no me muevo.
Imagino que hoy comienzan mis deberes de esposa. La perversión no la recuerdo.
Y él lo esperará porque ya lo hice, como mencionó Eric. Recuerdo el sexo con Eric. No fue
placentero.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 65


Pero hay un hormigueo de calor en mis regiones inferiores cuando pienso en ello
con Stratek. ¿Quizás soy una pervertida? ¿Quizás disfruté de lo extraño?
—Saludos del amanecer, —susurra.
—Buenos días, —susurro, a la manera terrestre.
—Pensé en mostrarte nuestras aguas termales donde puedes tomar un baño de
verdad, —dice.
Dios, la idea de un baño de verdad, el primero en meses. De hecho, creo que el
último que me di fue el día que me preparé para la fiesta en la que le conocí. Se baja de la
cama improvisada y yo me quedo de cara a la pared, dándole intimidad a pesar de que
estoy desnuda salvo por un par de calzoncillos funcionales de la cárcel.
—Puedes ponerte esto.
Me tiende una prenda. Es un vestido abierto que se envuelve y se ata en la cintura
para cerrarse. Me lo pongo, ignorando sus ojos en mis pechos y mi barriga, y me lo ato
despacio una vez que estoy tapada.
Y me entristece estar tapada. Mientras estábamos desnudos, parecía conectarnos
con una intimidad que era sólo... nosotros.
—Compañera, —susurra y me tiende la mano.
Su palma gris está llena de callos, su mano es mucho más grande que la mía y sus
largos dedos están cubiertos de afiladas garras negras. Me pregunto si serán retráctiles.
Ahora parece casi más íntimo tocarle porque algo ha cambiado. Hay una sutil
petición de confianza. Tengo que poner voluntariamente la mía en la suya. ¿Y debería
querer hacerlo? ¿Qué es esta extraña sensación que me hace querer coger de la mano a
un alienígena aterrador?
¿Aumentará aún más este extraño enamoramiento que tengo?
Su mano permanece extendida.
—Confía en mí. —Su voz es suave. —Cuidaré de ti para siempre.
Pero no puedo. Y no puedo decirle por qué. Sin embargo, tengo que fingir ser una
esposa-compañera adecuada por mi bien y el de mi bebé, cuando lo único que quiero es
volver a casa.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 66


Un nuevo hogar, lejos de la vida política y a la isla que me prometieron.
—No muerdo. —Sus dedos se agitan, instándome a cogerle la mano.
—Lo sé, pero puedo levantarme sola, —chasqueo, retorciéndome para empujarme
desde las pieles. Ignoro la silenciosa petición de confianza que hay entre nosotros.
Su mano permanece firme, extendida como si mi negativa no le disuadiera.
Soy una compañera horrible. Estoy segura de que la maravillosa Lilaina nunca dudó
en coger la mano de su compañero. Pero esto significa mucho más.
Respiro hondo y deslizo mi mano hacia la suya, jadeando un poco cuando se cierra
rápidamente sobre la mía, como si temiera que cambiara de opinión y se la arrebatara.
Me levanta de la cama y no me deja ni un centímetro de espacio entre nosotros.
Lo miro con recelo, preguntándome qué más puede querer.
Me rodea con sus brazos, tirando de mí contra las duras líneas de su musculoso
cuerpo. Su aroma envuelve mis sentidos y huele tan bien. Respiro profundamente
mientras me levanta y me acuna entre sus brazos. Dios, casi me da escalofríos pensar en
cómo debo de oler, a pesar de que anoche me lavó.
Pero no se queja ni una sola vez. Me mete la cabeza en el pecho con la barbilla y
oigo el sonido de sus tentáculos deslizándose por esta tierra extraña. Suspirando, cierro
los ojos en lugar de estudiar nada más de lo necesario. No necesito verlo. Sólo tengo que
soportar este extraño planeta durante seis meses. El cielo es amarillo en lugar de azul, el
agua es púrpura y la playa ni siquiera era de arena, sino de polvo dorado.
Al menos tierra de verdad cubre el resto del planeta.
El sol es púrpura como el agua. Un sol púrpura. ¿Quién ha oído hablar de un sol
púrpura? Aún no he visto el viento, que debería calmarme en cuanto lo vea.
Una tensión nerviosa me recorre la espina dorsal. ¿Y si aquí no hay viento? ¿Y si me
olvido de imaginar que puedo volar? Claro que hay viento. Tiene que haber viento. Hay
viento en todas partes, es nuestra salvación. Incluso en planetas extraños y alienígenas.
Si no estuviera tan nerviosa, tan agotada, tan... aterrorizada por esta tierra, quizá
no me habría permitido abrirme a Stratek tanto como lo hice anoche. Permitirme dormir
plácidamente en sus brazos, prácticamente desnuda. Tengo que recordar que él es el
enemigo, no un verdadero amante. Ni un amigo.
Después de todo, ya le dejé una vez. Debería estar preparado para que me fuera
otra vez. Pero incluso así, cuando esperaba que un hombre me golpeara o, como mínimo,

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me encerrara, lo más que ha hecho a cambio ha sido presionar su frente contra la mía e
inhalar profundamente mi aroma, como si pudiera impregnarse de mí, a pesar de mi olor
a prisión.
Uno de sus fuertes brazos se apoya bajo mis rodillas, el otro está a mi espalda,
sujetándome firmemente con una fuerza inimaginable contra su duro cuerpo.
No está bien. Debe de estar conteniendo su ira. Sin embargo, no puedo evitar
hundirme en su abrazo, volviendo la cara hacia el pliegue de su cuello, donde no notará
que lo huelo con delicadeza para memorizar su reconfortante aroma.
Y luego se hace más difícil olerlo cuando estamos rodeados por los manantiales. El
agua tiene su propio olor, algo salado y salobre. Aquí hace más calor, el aire está húmedo.
—Aquí es, —dice y me pone de pie.
Es un agujero pequeño y extraño, de unos cuatro metros de ancho, con los
extremos poco profundos, como el comienzo de una playa. Sale vapor del agua.
—¿Es... seguro?— Me pregunto.
—Por supuesto.
Sólo hay curiosidad en su voz, pero ¿cómo puedo decirle que, después de las
guerras, la mitad del agua del planeta estaba contaminada por los productos químicos
utilizados en las bombas? ¿Que el agua humeante significaba la lluvia ácida? ¿Que
teníamos que correr a refugiarnos antes de que cayera del cielo? Entonces yo era sólo una
niña y, cuando llegaron los británicos, hicieron de las lluvias ácidas un recuerdo lejano.
Se para en el borde del agua, mojando sus tentáculos como para mostrarme la
seguridad. La pura felicidad le hace suspirar.
—La temperatura es perfecta, —gime.
Cielos. A pesar de mi determinación de mantener las distancias, no puedo evitar
que se me muevan los labios ante sus dramáticas payasadas.
—Vamos, Tess, —me suplica. —Supera tu miedo al agua. Estás apareada con un
Adroki. Tengo tentáculos y branquias.
—Puedes respirar bajo el agua, ¿verdad?— Mi voz es burlona, pero él responde
con un tono fanfarrón.
—Sin problemas. Mis branquias son más grandes que las de la mayoría, —sigue

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 68


presumiendo.
—Las branquias grandes te dan derecho a presumir. —Disimulando mi sonrisa,
meto los dedos de los pies en el agua. Está caliente, no es venenosa. El calor me impregna
todo el pie y, al mismo tiempo, me pregunto qué sentiré en mis músculos cansados y
doloridos.
—Vale, —digo. Respiro hondo y me desato el vestido. Dejo que me caiga de los
hombros antes de quitarme las bragas y me quedo desnuda un momento, intentando no
imaginarme que sus ojos me miran. Luego tiro la ropa de la orilla y me zambullo en el
agua.
En cuanto me hundo, gimo suavemente. Tiene razón. Es pura felicidad.
—Ven aquí.— Su voz es más grave. Ruda.
Me coge en brazos y sus tentáculos se agitan en el agua, manteniéndonos a flote
mientras se adentra.
—No tienes que nadar para mantenerte a flote, —digo, asombrada. —Tus
tentáculos simplemente se mecen.
Se ríe. —Hace falta tan poco para impresionar a mi compañera, —bromea.
Si él lo supiera. Estaría tentado de quedármelo si no insistiera en vivir entre su
gente. Si viviera en mi isla, los humanos sabrían que está allí. Le harían la vida difícil.
—¿Por qué le das tantas vueltas?.
Me encojo de hombros. —Es que todo es tan nuevo. Aquí. Esta tierra. —Agito el
brazo detrás de nosotros y luego me hundo más cuando sus ojos se posan en mi pecho,
los pechos meciéndose justo debajo de la superficie.
Entrecierro los ojos.
—No puedo culpar a un hombre por mirar. —Sonríe de oreja a oreja, mostrando
sus afilados dientes. Podría haberme aterrorizado antes de conocerlo, pero ¿ahora? No es
más que un macho atractivo para su especie. ¿Estarán celosas sus mujeres de que lo haya
atrapado? ¿El príncipe de su clan?
—Eh, compañera, —dice, subiendo las caderas para darme un suave golpe. —No
quiero que te sientas incómoda cuando miro. Pero te deseo. Y sabes que somos
compatibles. Nos sentimos atraídos el uno por el otro aquella noche, hace tres ciclos
lunares.

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—Sí, lo sé, —digo en voz baja.
Me siento atraída por él. Por lo visto, fue cuando se me bajaron las inhibiciones,
hace tres meses.
—Hagamos un trato, —dice de repente. —Empecemos de nuevo. Imagina que fue
aquella noche de fiesta en la que nos conocimos, ¿vale? Solo estamos tú y yo, y ninguno
de esos espíritus de la tierra que me hicieron estar seguro de que iba a morir.
Resoplo.
—Nos llevábamos muy bien, Tessa, —continúa. —Nunca había conocido a una
mujer con la que conectara al instante. Me encuentra divertido. —Vuelve a sonreír y no
puedo evitar la burbuja de risa que se me escapa. —No muchas lo hacen.
—Lo dudo. Tienes un ingenio tan seco que probablemente los demás tarden un
minuto en ponerse al día.
—Pero mientras tanto, tú y yo nos morimos de risa, —dice. —Yo solía hacer
bromas rápidas a Lilaina todo el tiempo. —Frunce el ceño. —Hasta que los otros la
alertaron. Ahora no es divertida.
Me gustaría decir que estoy prestando atención, pero de alguna manera, me
concentré un poco en la forma de sus labios. Son generosos y llenos; los de Eric eran un
poco delgados. Los de Amos estaban más llenos, pero tenían una forma más extraña en el
labio superior. Le hacía parecer que sonreía continuamente.
—Si quieres besarme, hazlo, —dice, y su voz tiene un gruñido ronco. —Toma lo
que quieras, mi dulce compañera.
Algo tentador se retuerce en mi vientre ante sus palabras, pero dudo. Me gustaría
besarlo, sin duda. Pero, ¿querrá más? ¿Esperará más? No estoy segura de hacerlo, aunque
obviamente ya lo he hecho una vez.
—Sin presiones, Tess, —dice, y me encanta la forma en que mi nombre sale de sus
labios. —Solo es un beso. Nada más. Si lo quieres, cógelo. Es tuyo.
Y entonces me inclino hacia delante.
Mi boca se estrella contra la suya. Por un segundo, no pienso en lo que estoy
haciendo, me dejo llevar por los deseos y las necesidades. Sin embargo, un pensamiento
invade mi cerebro plagado de instintos: Stratek es más que paciente, es como un volcán a
punto de explotar. No sorbo ni exploro su boca; en su lugar, soy codiciosa, tomo y exijo.
Entonces cambian las tornas y mi lujuria se ve superada por la suya, porque me está

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besando y es muy, muy bueno besando.
Me agarro a sus anchos hombros. Su anchura me hace sentir delicada y femenina.
Enrosco los dedos sobre sus músculos. Su piel es un poco diferente, un poco más gruesa
que la mía. Demuestra nuestras diferencias y también lo hace muy interesante.
Aprovecha mi exploración para deslizar su lengua en mi boca, sus labios se deslizan
sobre los míos y alguien jadea. Estoy bastante segura de que soy yo.
Un alienígena me está besando.
Es primitivo y sexy y, de algún modo, divertido. Intento acercarme a pesar de que
no hay nada entre nosotros más que piel y agua y, de algún modo, aún no es suficiente.
Stratek me besa.
Con otro suave gemido, le rodeo el cuello con los brazos y sigo los patrones de
color a lo largo de su cráneo. Hay pequeñas crestas a lo largo de las estrías de color que
exploro con las puntas de los dedos.
Su gemido torturado me llena la boca. Su enorme mano se desliza por mi columna
hasta acariciarme las nalgas. Mis muslos se aprietan a sus costados.
Mi compañero me está besando.
Estoy húmeda y dolorida por dentro, y mi sexo palpita rítmicamente mientras nos
besamos. Entonces, con otro gemido, aparta la boca y me empuja para que haya una
ligera distancia entre nosotros.
—Lo siento, —jadea. —No quería tomar el control de esa manera.
—¿No querías?— Sigo algo aturdida, pero no puedo decir que me importe.
—No, —susurra, y su voz es profunda y áspera y... sexy. —Solo quiero que sepas,
que estés segura, de que somos compañeros en todos los sentidos. Quiero que te sientas
cómoda conmigo, que me busques cuando lo necesites. Que me cojas de la mano, que me
acaricies la frente, que me abraces cuando lo necesites. Que seas la elegida, que seas mi
persona.
Entiendo lo que quiere.
Alargo la mano por encima del agua para acariciarle suavemente la frente.

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—Te lo prometo.
—¿Qué prometes?
—Llegar a ti cuando quiera. Besarte. Abrazarte. A abrazarte.
Me recompensa con la sonrisa más hermosa que jamás podría haber imaginado.
No importa que tenga los dientes afilados. No importa que el blanco de sus ojos sea
amarillo.
Lo único que importa es que tengo permiso para tocarle siempre que quiera. Para
saciar este sentimiento interior, este dolor. Para entregarme al placer perverso.
Y así, me inclino para hacerlo. Se encuentra de nuevo con mis labios y nos besamos
suave y dulcemente durante largos momentos, pero un rugido en mi vientre me indica
que nuestro tiempo ha terminado.
—¿Tienes hambre?, —pregunta con una sonrisa.
—Me muero de hambre, —admito.
—Entonces vamos a vestirte, —dice y nos acerca de nuevo al borde del manantial.
Hay una nueva tensión en el aire mientras nos vestimos. Ahora nos miramos con
descaro, satisfaciendo nuestra mutua curiosidad. Un cosquilleo me hace ralentizar mis
movimientos cuando sus ojos se detienen en mi figura.
—Ven, —me dice y me tiende la mano. Deslizo la mía entre las suyas y caminamos
juntos, con mi mano caliente y hormigueante en contacto con la suya.
El aire es mucho más cálido, aunque antes era frío. Estoy a punto de preguntarle si
es el sol que nos calienta o el calor del agua que aún afecta a mi temperatura, cuando mi
nariz se estremece. Hay un ligero olor a humo en el aire. Me hace pensar que se está
asando comida. Miro a Stratek, que sonríe ampliamente mostrando sus afilados dientes
de color ámbar.
—¿Te has dejado algo cocinando?— le pregunto.
Doblamos la esquina. Dos hombres-pulpo están cerca de nuestro tipi, agazapados
junto a un pozo exterior, asando comida.
—Esos son Henyon y Jaze, —dice. —Los dos primeros de la cadena bajo mi mando.
Mis primeros comandantes. Han cogido el desayuno y están comiendo con nosotros.
Desean conocerte.

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Oh, Dios, ¿es así como empieza? ¿Es aquí donde empieza a pasarme a sus amigos?
Seguro que no tan pronto. Acabamos de hablar de conocernos. Lucho contra el pánico.
—¿Estás bien? me pregunta Stratek, mirándome a la cara.

Asiento con la cabeza, intentando tragar saliva. Sonrío, aunque estoy segura de
que no parece natural.
Bajamos entre los árboles y cada paso me resulta tan pesado como si aún llevara
las cadenas en los tobillos. Me gustaría pensar en una salida, pero mis pensamientos
saltan de un lado a otro, tratando de idear escenarios con rapidez, aumentando el pánico
a medida que nos acercamos a ellos.
—Capitán, —exclama uno mientras nos acercamos. Luego me mira. —Mi señora.
—Jaze y Henyon, esta es mi compañera Tessa, —dice Stratek.
Ambos hombres me estudian como si fuera la cosa más extraña que han visto en
su vida. Hay un silencio total mientras miran desde mi cabeza hasta mis pies. ¿La mirada
de uno se detiene en mis pechos? Oh, Dios, el otro se fija en la curva de mis caderas. Es el
momento. Van a hacer una propuesta a Stratek para compartirme. Para repartirme. Voy a
ser una yegua de cría, una mujer deseosa, haciendo múltiples bebés para su tribu. No
importa que a las mujeres les cueste quedarse embarazadas, me usarán como recipiente
de parto, como dijo Eric.
—¿Se supone que es de ese color?— pregunta Jaze, creo.
Me corre el sudor por la nuca y pequeñas manchas de oscuridad me nublan la
vista.
—¡Eh, grosero!— dice Stratek. —Sólo porque tenga problemas de pigmentación....
Espera, ¿me están rechazando? ¿No me encuentran atractiva?
¿En absoluto?
—Soy guapa, —suelto, aunque mi voz suena lejana, como si estuviera en un túnel.
Tres caras sorprendidas se vuelven hacia mí.
—Eh... ¿Seguro que lo eres?— dice Henyon, pero lo plantea como una pregunta. Es
un poco insultante.
No quiero que me cambien, pero tampoco quiero que piensen que soy fea. Es
importante para mí, pero no sé por qué. En realidad, creo que sí sé por qué.

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No quiero que Stratek tenga una compañera fea.
Una compañera inútil.
Una compañera embarazada de otro hombre.
—Bueno, ella es un poco delgada. Necesita algunas curvas, —dice Jaze.

Oh, cierto. Están negociando por mí. ¿Y este prefiere chicas más gruesas? También
Amos. ¿Cómo se atreve?
—No es como si la prisión ofreciera mucho más que sándwiches de mortadela, —
chasqueo. ¿Me estoy volviendo loca? ¿Qué demonios me pasa? ¿Son las hormonas del
embarazo? ¿Y por qué todos los hombres quieren cambiarme?
—Me quedo delgada, —anuncio y entonces me fallan las piernas.
Capítulo 8

Tessa:
Vuelvo en mí en los brazos de Stratek, Jaze abanica una rama de hojas sobre mi
cabeza, Henyon me lanza gotas de agua con la punta de los dedos.
—¿Qué estás haciendo?— pregunto, y no estoy segura de a quién se lo estoy
preguntando.
—Shh, te desmayaste, —dice Stratek. —No hables. Tengo que alimentaros a ti y a
nuestro bebé.

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¿Creen que me desmayé de hambre? Justo entonces me gruñe el estómago.
—Lo siento. Lo siento mucho, —jadeo, luchando por incorporarme.
—Relájate, compañera, —me dice. —Me gusta abrazarte.
—¿De verdad?
Los demás se desvanecen mientras busco sus ojos como si pudiera encontrar la
verdad en algún lugar.
—Sí, me gusta, —dice.
Entonces, ¿por qué quiere compartirme?
—¿Porque estoy embarazada?— Me muerdo el labio tembloroso, temerosa de lo
que dirá y temerosa de lo que no dirá.
—No, porque por fin te he encontrado. Un kishling es una ventaja, pero llevaba
tres ciclos de luna queriendo encontrarte. Tenía tanto que preguntarte a la mañana
siguiente.
Pero no podemos terminar la conversación porque Jaze nos está empujando un
plato de comida, colocándolo sobre mi regazo sin tocarme. Stratek coge un trozo de carne
y me lo lleva a los labios. Su olor, ahumado y decadente, me llega a la nariz. Un rizo de
vapor flota hacia arriba.
Abro la boca y él lo mete dentro. Una explosión de sabor estalla en mi lengua y lo
mastico rápidamente, mientras abro un poco la boca y resoplo, haciéndole sonreír.
—Dios mío, qué bueno está, —digo.
—¿Seguro que no es porque llevas tres meses en la cárcel a base de bocadillos de
bortadela?. —pregunta Stratek, recordándome que anuncié que había estado en la cárcel.
—Mor-ta-de-la.
Jaze resopla como si esa no pudiera ser la razón.
Henyon pone los ojos en blanco. —Algunos creen que es un gran cocinero y ahora
necesita atención constante.
—Es mi cocina, —asegura Jaze. —Las hembras acuden a mí por mi cocina.
Se me cae la boca. ¿Me está haciendo una proposición? ¿O diciéndome que tiene

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 75


mujeres en fila como marionetas en una cuerda?
—Mi compañera es una auténtica malota, —les dice Stratek, mientras me mete
otro trozo de carne que se deshace en la boca. —Hicieron falta veinte agentes para
derribarla y arrastrarla a una prisión de alta seguridad.
Resoplo y abro la boca cuando me ofrece un trozo de fruta. Yo no habría dicho
malota.
—¿Por qué entró?, —pregunta Jaze. pregunta Jaze, con un brillo en los ojos como
si le estuviera recordando a Stratek que yo evitaba el programa de emparejamiento.
¿Quizás hablaron mientras yo estaba inconsciente?
—Asesinato, técnicamente, —dice.
Doy un grito ahogado, pensando que ya se sabe lo de Helena y Beth, pero entonces
veo la sonrisa que tuerce sus labios porque lo está convirtiendo en el peor crimen posible
que se pueda cometer.
—Probablemente mató a la cocinera de su familia, —asiente Henyon.
Una mancha húmeda de grasa de pescado le cae en la frente y se le pega.
—Nadie mata a un cocinero, —responde Jaze. —Somos muy respetados.
—Tus hombres, tus soldados, tu equipo, están bajo tu mando, —digo cuando
Stratek parece confuso ante mi pregunta. —¿Son siempre tan... bueno, tan
desestructurados?.
—Sí, —dice con orgullo, como si fuera un cumplido. —Pero llevamos seis años
juntos y nunca hemos tenido una sola derrota.
—Muchas batallas, —asiente Henyon. —La última fue cuando aniquilamos a los
Tshiki en la última rotación.
—¿Acabaron con una especie entera?
Stratek se pone serio. —Oh, sí. Secuestraron a Lilaina. Teníamos una mujer celosa
llamada Kym que estaba interesada en Juris. Hizo un trato con los tshiki para fingir que la
secuestraban como distracción y ella les permitiría entrar en la aldea para diezmarla.
Mientras tanto, condujo a Lilaina y a sus compañeros fuera de las murallas para que
pudieran ser capturados. Aunque es posible que uno o dos Tshiki sobrevivieran y
procrearan. Lo averiguaremos dentro de ocho o nueve rotaciones, cuando lleguen a la
edad adulta y, si es necesario, emprenderemos otra batalla.

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Me sirve otro trozo de carne.
—¿Vendió a su propia gente?
Asiente, sombrío. —Después de que la acogimos. Su familia había desaparecido y
ella quería cambiar del clan del Tercer Ala, de donde era.
Lo mastico con avidez. —¿Qué le pasó?
—Juris la condenó a muerte.
No me lo imagino teniendo que hacer eso. Pero tampoco me imagino dejando que
el enemigo entre en tu aldea para diezmar a la gente que te acogió.
Me gustaría preguntar más, pero vuelvo a gemir cuando el bocado de carne se
deshace en mi boca. —¿Qué es eso? ¿Bistec? ¿Tienen vacas aquí?
—¿Qué es una vaca?
—Un animal con cuernos. Ya sabes, de donde sacas la ternera.
—¿Con cuernos?
—Sí. Dice muuu y tiene cola. Las ordeñamos, son blancas y negras ...
—¿Vagan por la tierra?
—Sí.
—Bueno, esto no es de una vaca. Obtenemos esto de un laniki, una criatura que
nada en las profundidades. Henyon fue a pescar.
—¿Esto es pescado?— Mis ojos son enormes. ¿Cómo pueden tener pescado que
sabe a filete?
Henyon asiente hacia Jaze. —Puede que él sea un buen cocinero, pero yo soy un
experto pescador.
Guardo silencio pero parece que palidezco. Realmente creo que están señalando
sus atributos porque quieren que Stratek me cambie.
Preocupado, Stratek sigue dándome de comer hasta que se acaba la comida.
—¿Más?, —pregunta.
—No, estoy llena.

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Le dan otro plato a Stratek para que coma y, de repente, me siento culpable. No ha
comido para poder alimentarme. Me retuerzo, intentando soltarme para que él pueda
disfrutar de su propia comida, pero se niega a dejarme salir de su regazo. En lugar de eso,
coloca su plato sobre el mío vacío y come con una mano.
Playa abajo, otro macho se acerca.

—Taloek, ven a comer, —dice Stratek, mientras Henyon prepara otro plato para el
recién llegado.
—Gracias, capitán, —dice el nuevo hombre, asintiendo con la cabeza mientras
acepta y se sienta a nuestro lado. —Juris dice que esperarás aquí hoy y enviará un
transporte.
—Bien, —exclama Stratek.
Sonríe ampliamente, pero yo desconfío. El compañero de Lilaina no envió un
transporte por la bondad de su corazón. Todos están protegiendo a este bebé, pero ¿qué
harán si no es suyo?
—Oye, ¿estás bien?— Stratek me susurra al oído.
Le sonrío, aunque es un poco débil.
—Es que... No quiero quedarme sola. Sin ti, quiero decir. ¿Te parece bien si te
quedas conmigo?.
Parece sorprendido, pero asiente. —Por supuesto, compañera. Permaneceré a tu
lado.
Come deprisa y me levanta con cuidado, evitando con sus manos que me roce las
muñecas. Los demás levantan la vista.
—Vamos a dar un paseo, —les dice.
Entrelaza mis dedos con los suyos mientras avanzamos por la playa, dejándolos en
un segundo plano.
Después de unos minutos, habla. —¿Recuerdas que anoche dije que quería discutir
las cosas con mi compañera para evitar confusiones?.
Asiento con la cabeza.
—Cuéntamelo, amor. ¿Qué te pasa? Estás recelosa cerca de mi equipo.
—No sé a qué te refieres, —evado.

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—Necesito que sepas que te protegerán con su vida. Eres mi compañera. Pero te
sientes incómoda.
—Yo... bueno...
—Tessa, vi esto con Lilaina, —dice, y su voz es muy suave. —Ella pensó que éramos
monstruos.
—Yo no...
Levanta una mano. —No pasa nada. Lo comprendo.
—Yo sólo... no quiero ser intercambiada, ¿de acuerdo?— Le suelto. —No quiero
que me compartan.
Decir que se queda boquiabierto es poco.
—¿Compartir? ¿De dónde has sacado una idea así?, —pregunta.
—Ya estoy embarazada, —susurro. —No quiero que me cambies por otras para
que también me dejen preñada.
—Tú no eres una mula de cría, —gruñe. —¿Quién te ha dicho que hacemos eso?.
Estoy confusa. —¿No lo hacéis?.
Sus ojos son suaves. —Eres mi compañera, Tessa. Mientras que algunos de los
nuestros comparten, y está bien entre las partes, yo no. Eres toda mía, hermosa.
¿Está bien entre las partes? —¿Le pedirías a tu pareja tener una tercera persona en
la relación?
—¿No es eso lo que hacen tus machos? Tu ex... ¿ese Amos? Tuvo otros cinco,
¿correcto?
Parpadeo y tardo un minuto en buscar en mi memoria. —No, la verdad es que no.
No preguntan. Simplemente se acepta.
—Yo nunca te haría eso, —dice. —Nunca te echaría encima a otra persona, ni te
pasaría a otros. Eres mía, Tessa. Soy egoísta cuando se trata de ti.
El viento levanta un mechón de pelo que me pasa por la frente. Stratek levanta los
dedos para atraparlo antes de colocármelo delicadamente detrás de la oreja.
Viento. Dios, aquí hay viento. Mi humor sube diez grados.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 79


De repente, soy consciente de lo cerca que estamos y de lo delicioso que huele.
Me relamo los labios sin dejar de mirarle. ¿Va a besarme? ¿Me rozará los labios con sus
afilados dientes? ¿Usará la lengua? Creo recordar que lo hizo aquella noche. ¿O sólo fui
yo, descuidada y borracha, lamiéndole la barbilla?
—A mí también me gustaría besarte, —dice, con voz grave y ronca, un acento más
marcado de lo habitual, y suena muy sexy. Se concentra en mis labios, y me doy cuenta de
que ha entendido lo que quería cuando me los lamí.
Asiento con la cabeza. —Me gustaría .
No duda, como si temiera que me retractara si lo pienso. Empuja sus labios contra
los míos y todos mis sentidos se disparan al sentir lo cálidos que están los suyos. Siento un
cosquilleo en el vientre. Permanezco completamente inmóvil, con las manos apoyadas en
su pecho. El calor que ya me resulta familiar hormiguea en mi interior y me siento
resbaladiza y húmeda.
Lentamente, su boca se abre un poco más y su lengua roza la mía. Me besa suave y
dulcemente. Se me entrecorta la respiración con cada caricia de sus labios contra los míos.
Dios mío. No me esperaba esto... estas sensaciones. Le rodeo el cuello con los brazos y
gimo en su boca.
Siento un cosquilleo en los labios cuando se separa.
—Quiero tener eso todos los días de mi vida, —murmura con su voz acentuada.
No creo que me importara mucho. Y somos compañeros. Está aceptado que nos
besemos. ¿Está bien hacerlo siempre que nos apetezca?

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 80


Capítulo 9

Stratek:
Puede que ella no sienta lo mismo por mí que yo por ella, pero no está muy lejos.
No está segura de mi gente, tal vez incluso tenga un poco de miedo, pero soy su salvación.
Su roca. No me ve como un monstruo. Acude a mí cuando tiene miedo, incluso cuando se
pone insolente y se hace la dura. Ha conseguido mantenerse a salvo a sí misma y a
nuestro kish incluso estando prisionera en su mundo salvaje lleno de miedo y mentiras,
haciendo lo que sea necesario por el bienestar de nuestro kish.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 81


La idea me pone la polla dura.
Estoy obsesionado con esta pequeña hembra humana. Su olor, su sonrisa, la
plenitud madura de sus labios. Incluso la curva de su vientre llevando mi kish me la pone
dura. Es todo lo que podía desear y más. Lo supe esa noche, hace más de tres lunas
lunares.
Por supuesto, sé que nos llevará tiempo conocernos y que sólo nos quedan unas
seis lunas, pero utilizaré todas y cada una de las que tengo a mi disposición para
cortejarla. Para amarla como se merece.
Si se parece en algo a mi cuñada Lilaina, no se siente digna. Depende de mí
enseñarle.
—Me encanta lo extraños que son tus dientes planos, —murmuro contra sus
labios.
Me da un vuelco el corazón cuando oigo su risita.
— Um... ¿Me encanta lo afilados que son los tuyos?
—Para pellizcarte en los sitios más firmes, —le digo, y veo cómo se estremece de
placer cuando le rodeo un pezón con una de mis garras. Se endurece y se clava a través de
la fina seda de su vestido. Pero entonces noto que algo se dibuja en su rostro -confusión- y
sé que debo retroceder y darle tiempo.
—¿Demasiado pronto?— le pregunto.
Su expresión se aclara. —¡No! No, no eres tú. No sientas que estás haciendo algo
mal. Estaba confusa porque, bueno, porque no entiendo estos extraños sentimientos
hacia ti. Surgieron de repente y estoy intentando comprenderlos.
No puedo evitar la sonrisa que se me dibuja en la cara. Sabía que quería una
relación de comunicación abierta con mi hembra. Nunca debería haber secretos entre
nosotros. Esa es la clave de una relación de pareja para toda la vida.
—¿Cuáles son esos sentimientos?— Le pregunto. —Por favor, compártelos
conmigo.
Sus mejillas tienen el más mínimo toque rosado, y me recuerda a las fresas de la
tierra que Lilaina plantó en macetas junto a las ventanas.
—Un cosquilleo en el vientre. Al principio pensé que era el bebé, pero creo que no.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 82


Y, bueno— -el color se intensifica- —sólo quiero pasar más tiempo contigo. Explorar esto.
—Tenemos todo el día, colega, —le digo. —¿Puedo enseñarte las maravillas de mi
planeta?.

Le tiendo la mano para que la coja, complacido cuando pone la suya en la mía con
confianza. No puedo evitar darme cuenta de que parece disfrutar cogida de la mano. A mí
también me gusta. Su mano es pequeña, suave y delicada. Totalmente femenina.
—Vamos a un lugar único. —Sé qué camino tomar, y la acompaño por la playa, a
través de algunos árboles, hasta donde el terreno se despeja. —Tenemos que subir más
arriba, pero los demás se reunirán con nosotros aquí más tarde con el transporte. Pero
ten cuidado, hace un poco de viento.
Para mi sorpresa, Tessa se anima mientras caminamos. —Me encanta el viento.
—¿En serio?— Qué cosa más extraña.
Ella asiente con entusiasmo. —Cuando era niña, vivíamos en una zona llamada
Valle de los Vientos. Era inusual debido a la alta presión barométrica. Los vientos silbaban
a través del pueblo... todo el tiempo. La mayoría de la gente lo odiaba, pero a mí me
encantaba. Me hacía sentir libre. Había una zona con cuevas naturales excavadas en la
ladera de la montaña. Mi padre y yo solíamos sentarnos allí, al borde de la montaña, y
dejar que el viento aullara entre nuestros cabellos. No podíamos hablar ni oír, pero
aprendimos a comunicarnos a través del tacto. Un golpecito suyo en mi pecho significaba
que me cuidara. Un apretón en mi muslo significaba que era hora de irse.
—¿Tus padres han fallecido?
—Sí, murieron juntos cuando yo tenía catorce años. Agradezco que uno no tuviera
que seguir sin el otro. Ahora siempre me reconforta el viento y estoy muy agradecida de
que me dejaran disfrutarlo. Muchos habrían hecho que sus hijos se quedaran en casa,
temerosos de los peligros.
Sé que llevaría el viento a mi pareja si pudiera.
—Probablemente no haga tanto viento donde vamos, —digo.
—Aceptaré cualquier cosa. —Sus sensuales labios se curvan hacia arriba.
Definitivamente le llevaría el viento a ella si pudiera.
Me detengo ante una enorme piedra que marca la zona. —Aquí es, aunque luego
tendremos que salir al sendero para reunirnos con mis hombres.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 83


Cogiéndola de la mano, la conduzco a la zona que alberga a los seres más insólitos.
Las diminutas criaturas no pueden verse fácilmente a simple vista; revolotean entre las
sombras, sus movimientos acelerados como si vivieran en otra dimensión.
Pero lo sorprendente es su tierra.
—De algún modo, las criaturas que viven aquí consiguen separar su tierra del resto
del planeta como si viviera separada dentro de campos de fuerza invisibles. Sin embargo,
podemos ir y venir a voluntad, siempre que no dañemos nada dentro de los límites. Y si
hay otros presentes, no lo sabrás. No puedes verlos ni oírlos, te sientes como si estuvieras
solo en el vasto espacio, que no es vasto en absoluto. No estoy seguro de si las bestias
salvajes pueden entrar, ya que la mayoría camina por los límites de la zona
instintivamente. Cuando yo era pequeño, Shana y yo decidimos -y compartimos con
nuestro hermano mayor, Juris- que las criaturas que crearon esto eran mucho más
avanzadas y les gustaba observarnos, animándonos así a vagar por sus tierras. En aquel
momento, Juris y su mejor amigo Maleek se rieron. Ahora que somos adultos, Shana y yo
comprendemos las inocentes implicaciones de que pensáramos que las criaturas eran
voyeurs. Parecía que todas las parejas jóvenes exploraban juntas su sexualidad en el
bosque de espejos, un lugar de seguridad, silencio y soledad. Lo descubriríamos cuando
fuéramos mayores.
Mientras la acompaño hasta el límite del terreno, asegurándome de cogerla
continuamente de la mano para que no nos perdamos el uno al otro, jadea.
—Es tan bonito. Es... tan verde.
Las plantas son suculentas y ricas, el verdor parece cobrar vida con lozanía y
calidez. La paja parece esponjosa, como una cama. Los árboles se cubren de hojas y el
verde intenso del follaje deja entrever el cielo amarillo.
—Siéntelos, —la animo, tirando de ella hasta que se arrodilla.
—Es... tan suave, —dice, con una voz llena de asombro. —Casi parece... ...no sé.
Nunca había sentido nada igual.
Como cualquier hombre joven y cachondo, todos hemos llegado a la misma
conclusión. Se siente como una mujer. Como una mujer rica, cálida y acogedora, el follaje
verde y regordete se siente como los pétalos de un coño.
Tessa se extiende por el suelo blando, y suelto su mano ya que tengo contacto con
ella con mis tentáculos. No le he explicado que no podemos romper el contacto, por

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 84


miedo a asustarla.
—No quiero ofenderte, pero esto es conocido como un lugar travieso para jóvenes,
—le confieso.
—¿Qué?
—Huele el aire, Tessa. ¿No te huele sensual?
Inhala profundamente, sus pechos suben y bajan lentamente mientras se toma su
tiempo para soltarse. —Tal vez no tengo los mismos sentidos que tú. No lo huelo
exactamente, pero... lo siento. Todo me parece más atrevido. Mejor. Sin inhibiciones. No
puedo explicarlo.
—Imagínate a un hombre joven viniendo aquí. Solo.
Se ríe. —Oh, vaya. La Tierra se forraría con esto. Acabarían con la Casa del Deber.
—Tus granjas de ordeño tienen una diferencia, compañera.
—¿Oh? ¿Cuál es?
—Están ahí para el placer de los machos, no de las hembras. Aquí, todos cosechan
los beneficios de este lugar.
—Es tan tranquilo, —dice, después de un minuto de pensar en mis palabras.
—Porque no hay nadie. No pueden estar. Puedes entrar con cincuenta machos,
pero en cuanto traspasas el límite, ya no podéis veros, oíros ni sentiros, a menos que os
estuvierais tocando como lo seguimos haciendo nosotros.
Se vuelve hacia mí. —¿Qué? Así que aunque tus hombres trajeran el transporte
aquí....
—Que no lo harán porque nos reuniremos con ellos justo en la colina desde aquí.
Pero sí, aunque entraran a buscarnos, no nos encontrarían. No a menos que nos
fuéramos.
—Bueno, no me extraña que tus adolescentes cachondos hayan venido hasta aquí,
—dice, y yo sonrío.
Mi sonrisa se desvanece cuando ella me estudia. Su respiración se acelera y sé que
en parte es este lugar, pero también creo que mi compañera viene a aceptarme. Entonces
extiende un dedo para acariciarme la mejilla. Me recorre el cuello, la clavícula y arrastra la

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 85


mano por el pecho.
—Tienes tantos músculos, —susurra. —Me encanta tocarte.
—Quiero besarte.
—¿Nos detendremos en un beso?, —pregunta.
—Podemos si tú quieres. O podemos ir más allá si no me tienes miedo.
—No tengo miedo. Es sólo que no estoy segura... no recuerdo esa noche.
—La encontraste muy placentera.
—¿En serio?
—Inmensamente. Una y otra vez.
—Me gustaría explorar. Sólo un poco.
—Entonces Tessa, déjame complacerte, —digo. —Pararé cuando lo desees.
Se toma un momento antes de asentir. —De acuerdo, Stratek, —dice. —Necesito
esto. Necesito recordar cómo fue aquella noche.
Me alarma que no recuerde aquella noche mágica que compartimos, la bendita
noche en que creamos nuestro kish. Pero está siendo sincera y eso es lo que siempre he
querido de una compañera, así que me digo que no puedo enfadarme. Debo tomármelo
con calma y cortejarla como si fuéramos una nueva pareja, en lugar de como un macho
que ha amado y deseado a su hembra desde la primera vez que la vio. Un macho que
reconoce su determinación, su resistencia, su fuerza y, sin embargo, saborea el miedo y la
desesperación en su piel, casi como si estuviera atrapada en ese mundo infernal. Anhelo
liberarla.
Así que, aunque no puedo poseerla por completo -no hasta que esté realmente
preparada para el acto-, puedo aliviar sus necesidades. Las mías no importan, no cuando
se trata de la maman de mi kish.
—¿Qué quieres que haga, pequeña Tessa?— gruño, arrastrando la mirada por su
cuerpo encerrado en el vestido prestado. Ya le he enviado las medidas aproximadas para
que los Tiiblets empiecen a confeccionar algunas cosas. En cuanto lleguemos mañana, le
daremos la talla adecuada para que se vista como mi princesa.
Se le escapa un pequeño grito ahogado mientras contemplo su pecho turgente,
levantado y recogido por el vestido que lleva para mostrar su escote. Dios mío, está
deliciosa. Me pregunto de qué color serán sus pezones a la luz del día. ¿El color de las

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 86


fresas? ¿O más oscuros como su pelo? O quizás de un rosa más claro. ¿Serán sus pezones
grandes o pequeños como los dedos de sus manos? ¿Serán grandes círculos los deliciosos
pliegues de sus areolas? Dios mío, eso espero. Me encantan las areolas grandes. Un
pervertido con mi obsesión.
—Tócame aquí. —Su voz es jadeante.
—Si me las revelas, —regateo, —haré más que tocarlas. Las besaré.
Aunque jadea, sus ojos se dilatan de deseo. Levanta la mano y tira del cordón de la
parte delantera del vestido, que se abre y deja al descubierto sus pechos. Los globos están
pálidos y los pezones duros, firmes en el centro de cada seno. Y gracias a la diosa eterna,
sus areolas son enormes y coronan sus pechos como la realeza que es.
Mi polla se endurece y amenaza con salir de su nevra, la hendidura de mi cuerpo
que la alberga. Se me hace la boca agua al ver el tamaño de sus pechos, la suavidad de su
piel, la forma en que se estremecen con su respiración agitada.
Los acaricio posesivamente, más allá del punto en que puedo fingir que no son
míos. No puedo negarme a lamer cada capullo, y mi deseo aumenta al ver el tembloroso
arco de su espalda. Le chupo los pezones y le acaricio las areolas con un remolino de
lengua; luego me concentro en uno y acaricio con el pulgar el pico húmedo del otro. Se
estremece cuando arrastro ligeramente una garra sobre su piel tensa.
—Dios, Stratek, Dios. Es increíble. Se siente... eres increíble.
—¿Necesitas que te alivie, compañera?. —gruño, consciente del tono ronco de su
voz.
Parece un poco confusa.
—Mi objetivo como tu compañero es atender tus necesidades, Tessa. ¿Deseas
mostrarme otra área que necesite atención?.
Sus mejillas se sonrojan y su mano se extiende vacilante hacia su cintura, luego se
desliza sobre la curva de su cadera en un amplio gesto. Pero necesito que mi compañera
supere su timidez conmigo, que sea la hembra sin inhibiciones ni reservas que aquella
noche disfrutó en mis brazos.
—Revélamelo, —le recuerdo. —Y lo besaré.
Su mano le sube la falda, dejando al descubierto sus musculosos y elegantes
apéndices. Son sexys y fascinantes, y me imagino cómo me envolverán, estrechándome

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 87


posesivamente contra ella mientras la machaco.
Pero por ahora, observo cómo su mano se sumerge en la extraña prenda que
llaman bragas, delineando la forma de su mano mientras se acaricia el coño.
—Enséñamelo, —le ruego.
Sus ojos se dilatan. Esto la excita. Le excita que vea su zona íntima. Su mano aparta
la fina tela y me muestra los tiernos pliegues rosados de su coño.
Brilla con el rocío de la excitación.
Se me hace la boca agua y gruño, dándole a cada pecho otro largo lametón, una
rápida chupada, y luego desciendo por su cuerpo hasta donde quiero saborearla. Su coño
está bien abierto, sus pechos se agitan con cada respiración y yo deslizo lentamente mi
lengua por el centro de su cuerpo.
—Oh, Dios, —grita.
Y entonces la beso, como había prometido.
Su sabor, tan dulce, delicioso, totalmente Tessa. Sus labios se deslizan contra mi
lengua mientras los chupo suavemente. Introduzco la lengua en su cuerpo y sus caderas se
agitan contra mí. Canta y gime mi nombre y noto cómo su cuerpo se tensa, cómo olvida la
vergüenza que había sentido antes y cómo levanta los pezones al aire con lujuria.
Me muevo hacia arriba para besar su clítoris como si fuera una lengua, apretando
la mía contra ella, haciéndola jadear y gritar, sintiendo cómo se endurece como las puntas
de sus pechos. Dos de mis tentáculos se deslizan hacia arriba y se aferran a sus pezones,
chupando suavemente. Los succionadores de las puntas pueden saborear su lujuria,
propagándola como un contagio a través de mí, y no hay forma de que pueda mantener
mi polla encajada dentro de mi cuerpo.
Mi nevra se abre mientras mi erección estalla, mis pelotas cuelgan bajas y pesadas,
como enormes sacos. Sé que voy a correrme aquí mismo, empujando con las caderas el
suelo suave y carnoso que casi parece el calor del coño de una mujer.
—Stratek, Stratek, Stratek, —gime.
—Dime, amor, —aprieto. —¿Quieres que te llene tu coño? ¿Que bese tu clítoris
reluciente? ¿Que te pellizque esos pezones de rubí?.
—Sí, sí, sí, —grita.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 88


Y se lo doy todo. Aprieto mis tentáculos en sus pezones casi hasta el punto del
dolor, atraigo su clítoris entre mis dientes en una succión y deslizo un gordo tentáculo en
su sexo, dándome un gusto extra mientras lo veo introducirse en su sexo, retorciéndose
dentro y fuera, el contraste entre los colores de nuestros cuerpos evidente. Mi preciosa y
sexy compañera grita de lujuria cuando estalla su orgasmo y todo su cuerpo se
convulsiona, apretándose desesperadamente a mi alrededor, con el corazón latiéndole
casi en el pecho. Se retuerce y se retuerce, y yo lo mantengo todo quieto mientras dejo
que se corra, y entonces, con su sabor en mi boca mientras la aprieto sobre su coño, doy
un grito ahogado cuando mi semen empieza a fluir, lanzando chorros a la hierba mientras
follo y follo, fingiendo que estoy hundiéndome en su coño hinchado y no en el follaje
húmedo y carnoso que usan los machos adolescentes, perdido en mi propia fantasía. Mis
pelotas se agotan por fin y ella se queda quieta.
Cuando por fin levanto la cabeza, me está mirando. Sus labios se curvan y me
sonríe, con los ojos brillantes de satisfacción.
Dejo que mi tentáculo se deslice fuera de su coño con un húmedo chasquido y ella
se estremece ante la sensación.
—¿Te has corrido?, —pregunta.
Me levanto, mostrándole mi polla mojada, y recibo como recompensa otra sonrisa
deslumbrante.
—Es tan... sexy, —dice.
No puedo evitar mirarla. Es amor. Es pasión sin fin. Ojalá Tessa recordara lo que
sintió por mí aquella noche y dejara que ocurriera lo mismo.

Tessa:
Hay un delicado cambio en nuestra relación cuando sus hombres llegan con el
transporte, que tiene ruedas, pero largos postes en la parte delantera y trasera para sus
hombres para empujar. Me preocuparía el esfuerzo que les supondría, pero parece rodar
con bastante facilidad por el camino pavimentado que hay más allá de los árboles.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 89


Stratek sube al vagón y me tiende la mano para ayudarme. Me sienta en el mismo
lado que él para que podamos ver el mundo juntos. Nuestra conversación fluye con
facilidad y me hace reír, y a veces sus hombres también cuentan historias sobre él. Creo
que nunca me había reído tanto.
Esta tierra ha devuelto la risa a mi vida. La risa que solía tener cuando mis padres
vivían. Incluso cuando crecí con Amos, antes de su primera esposa. Todavía estoy un poco
nerviosa por cómo será la vida en la aldea, pero en este momento, las cosas son perfectas.
Casi puedo imaginarme permaneciendo unida a él.
Si sólo pudiera.
Capítulo 10

Stratek:
Cuando llegamos al pueblo, los demás vienen corriendo. Me alegro de que hagan
un esfuerzo por saludar a mi Tessa.
Los compañeros de Lilaina, criaturas entrometidas como son, son los primeros en
la fila.
—¿Qué es? ¿Qué es esto?— pregunta Driki con su voz excesivamente alta,
pinchando a mi compañera en la parte carnosa de su brazo.

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—Es un humano, —grita Bantu.
—¿Otro más? ¿Cuántos hay?. —Los ojos de Driki son enormes.
—Más de uno, —dice Bantu con voz mundana.
—Oh, —dice Driki, y luego susurra en voz alta por un lado de la boca. Se centra en
Tessa como si ella no pudiera darse cuenta de que su boca se está moviendo y hablando
de ella. —Esta es la que Lilaina no puede soportar. La madrastra malvada.
Tessa jadea.
—Um, nooo, —balbucea Bantu, con los ojos mirando al cielo mientras intenta
mentir sin mirarnos a los ojos. —Es la otra madrastra la que no le gusta.
Driki le da un codazo. —Sólo tiene una.
Bantu le devuelve el codazo. —Ella está aquí por seis meses enteros de la Tierra.
¿De verdad quieres hacer esto incómodo?
—Ah, sí, la otra madrastra, —acepta Driki.
No puedo evitar que se me muevan los labios. Tessa las mira, me ve intentando
controlar la sonrisa y se echa a reír con lágrimas en los ojos. —No soy su madrastra, —
jadea por fin. —Nunca me casé con su padre. —
—Vaya, —dice Driki con la boca abierta. Está claro por sus movimientos
exagerados que no la cree, pero no lo comparto con mi compañera. En lugar de eso, la
dirijo hacia mi ala del castillo.
—Bantu, —llamo por encima de mi hombro. —¿Traerás tu bálsamo curativo para
las muñecas y los tobillos de Tessa?.
Los Tiiblets se escabullen, murmurando que son médicos renacidos y que lo saben
todo sobre —las heridas humanas, —y luego asienten rápidamente con la cabeza con la
intención de complacer. Desde que Lilaina tuvo heridas similares, llevan los ungüentos de
los que presumen.
—Estamos en el lado sur, —le explico. —Mi hermana Shana está en el ala oeste,
Juris y Lilaina ocupan el norte. El centro del castillo se utiliza como centro comunitario.
Detrás del castillo hay un edificio del que se han apoderado los Tiiblet. Excepto Driki y
Bantu, que también viven dentro.
—Genial. ¿Así que los oiré cantar las alabanzas de Lilaina cada día?

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—Adoran a Lilaina, —le digo con dulzura. —Les salvó la vida arriesgando la suya. Le
tienen un afecto eterno.

—No quería decir eso, —dice, pero tiene los ojos entrecerrados y, sin tocarla, no
puedo saber si miente.
—Esta noche tenemos una cena de celebración con todos en el gran salón. Se abre
al exterior y normalmente cualquiera puede entrar, traer un plato y comer.
Respira hondo. —¿Deberíamos traer algo?
—Claro que no, compañera. Estás enferma.
Parpadea adorablemente. —¿Enferma? Vomito y me desmayo. Sigo trabajando.
No estoy enferma, sólo estoy embarazada.
—Esta cena es una celebración de nuestra unión. De un emparejamiento deseado
y la esperanza de éxito. Una presentación de las princesas de nuestro clan. Sería una
rareza que prepararas algo como invitada de honor.
Ella asiente. —Pero prefiero comer alimentos preparados por mí.
Qué extraño. No puedo imaginar por qué.
—Quizás mañana, —le digo.
—¿Tienes miedo de que te envenenemos?— pregunta Lilaina desde la puerta.
Detrás de sus faldas, los Tiiblets se revuelven y hacen muecas.
Me doy cuenta del significado de la negativa de Tessa. Cree que alguien del castillo
podría envenenarla.
—No, —mi compañera frunce el ceño. Pero mi tentáculo la está tocando, y la
dulzura de su piel disminuye.
Entonces tenía miedo.
—¿Trabajas con venenos?— Driki pregunta. —¿Eres una experta en venenos?
—No.— Su voz se tambalea un poco.
Siento como si estuvieran señalando a mi pequeña compañera.
—Para ser justos, —les recuerdo. —Lilaina era más confiada que Tessa y mira a
dónde la llevó con Kym.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 92


Los ojos de los Tiiblets se vuelven redondos, haciendo que parezca que sus ojos se
tragan toda su cara.
—Ese es un buen punto, —murmura Bantu.
—Muy buen punto, —murmura Driki. —Ella quería que nos comieran. Mujer
desagradable.

Lilaina corta a continuación. —Juris desea verte. Varios de los otros líderes de la
tribu están llegando para la fiesta y le gustaría que estuvieras allí para saludarlos. Me
quedaré con Tessa. Shana se está preparando.
No dudo de que Lilaina será amable con ella, pero sé por la repentina punzada de
las hormonas de Tessa que está preocupada. La estrecho entre mis brazos y beso sus
dulces labios. Me abraza y eso me encanta. Me encanta que no desconfíe de mí como lo
hace con los demás.
—Estarás bien con Lilaina y los Tiiblet, —le susurro al oído. —Estarás bien.
Esas palabras siempre parecían reconfortar a Lilaina.
Pero las hormonas del estrés de Tessa no cambian. Me inclino hacia atrás y la miro
a los ojos, confundida. ¿Por qué la frase humana no reconforta a mi propia compañera?

—¿Tess?— Pregunto. —¿Quieres que me quede? Puedo pedirle a mi hermano que


salude a los demás por su cuenta.
Su sabor vuelve a endulzarse y una sonrisa roza sus labios. Sus mejillas vuelven a
adquirir el tono de las fresas.
—No, estaré bien.
Ahí está, la frase. No puedo evitar la sonrisa que se dibuja en mi cara. A mi
compañera le encanta cuando sonrío. Es contagiosa y a ella también se le dibuja una. Me
inclino y sorbo de sus dulces labios.
—Más tarde, —susurro contra la carne flexible. La pellizco suavemente y luego
paso la lengua por el ardor.
Ella gime suavemente y entonces su lengua sale al encuentro de la mía. Atraigo su
lengua a la mía con un lametón persuasivo, y luego poseo esa boca deliciosa con un sabor
profundo y arrollador.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 93


Olvidando a los demás, dejamos que nuestras lenguas jueguen un momento antes
de que un Tiiblet se aclare la garganta.
—Lilaina también estaba bastante cachonda durante su primera gestación, —dice
Bantu, con naturalidad. —Y ésta también.
Lilaina y Tessa emiten un sonido estrangulado.
—No. Lilaina estaba cachonda por su macho antes de concebir, —argumenta Driki.
—Era la fiebre del apareamiento, —insiste Bantu.
—Todavía están cachondas. Por eso a veces tenemos a Mikki durante una hora
aquí y allá.
Todos notan la falta de protesta de Lilaina.
Bantu se rasca la cabeza. —¿Intercambiáis a vuestros vástagos aunque tengan
edades diferentes?.
—No, —gruño. —Los Adroki no intercambian descendencia.
—Pero los humanos podrían, —dice Bantu, con bastante conocimiento de causa.
—Sí, —dice Driki y suena bastante emocionada. —Deberíamos entrar en el celo de
apareamiento pronto. Tal vez podamos intercambiar bablets-
—No.
—Sólo piensa en ello, —dice Bantu. —No hay necesidad de responder todavía.
—Ya lo hice.
—No lo escuchamos, —dice Driki. —Así que piénsalo. Todavía quedan varios ciclos.
Tessa parece confundido.
—Dejaré que Lilaina te lo explique, mi amor. —Y casi desearía estar presente para
escucharla. Con un dulce beso más apretado contra sus labios, dejo a mi compañera.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 94


Tessa:
Tan pronto como Stratek se vaya, sé que debo trabajar para hacerme amiga de
Lilaina. Es mi trabajo ganarme su confianza y hacerle saber cómo violó las normas del
hogar.
Odio esa idea en cuanto se me pasa por la cabeza. Odio hacer cualquier cosa que
Eric me ordene. Pero, ¿de qué otra manera voy a ganar la entrada de nuevo a la Tierra? Y
necesito mantener mis opciones abiertas. Si mi bebé nace en la Tierra y es suyo, no tendré
más opción que quedarme. No puedo dejar a mi hijo en sus garras.
No como lo estuvo Lilaina.
—Todas los tiiblets entran en celo al mismo tiempo, —explica Lilaina, haciéndome
un gesto para que me siente. —Cuando nacen sus crías, las intercambian para que no haya
hermanos criados en el mismo hogar. Así pueden desarrollar vínculos de pareja para toda
la vida.
Se me cae la boca. ¿Piensan intercambiar mi cría con la suya? Las dos graciosas
criaturitas me miran con recelo. Es un momento decisivo. No puedo insultarlos
negándome como hizo Stratek. Él tiene una relación diferente con ellos, de confianza y
respeto mutuo. Yo no tengo nada de eso con nadie aquí.
Excepto tal vez Stratek, y me preocupa que pueda perder eso.
—Gracias por la oferta, —le digo dubitativo al que se llama Bantu. —Pero me temo
que tendré que dar a luz en la Tierra. Esas fueron las condiciones que me pusieron con el
programa.
El pequeño ser mide sólo un metro de alto y tiene una gruesa cola, parecida a la de
un lagarto, que barre el suelo con agitación. Su cara es una masa de pliegues gordos e
hinchados. En lugar de pelo, tiene unos dedos carnosos que le brotan por toda la cabeza
calva en picos. Sus ojos son profundos y grises, demasiado grandes en proporción con el
resto de su cara. Es más delgado que el otro, cuyas extrañas protuberancias capilares se
forman en hilera sobre su cabeza como un mohawk.
El Tiiblet más pequeño asiente como si fuera completamente factible que alguna
vez estuviera sobre la mesa intercambiar infantes. —Menos mal. Sería difícil para nosotros
enseñar a nadar a un pequeño híbrido humano/adroki.
—Nosotros flotamos, —dice el otro Tiiblet, con un rostro lleno de pliegues y
arrugas que sólo una madre podría amar. Pero se suavizan cuando sonríe. Sus ojos son

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 95


hermosos. De un impresionante azul grisáceo.
Lilaina sonríe con ternura mientras observa a los pequeños. Por primera vez, me
pregunto si no está tan loca como la pintan.
Pero, ¿cómo puede estar cuerda? Ha vivido con un maníaco toda su vida y nadie
sabe lo que ocurre a puerta cerrada.
Nadie más que yo, porque lo pude comprobar durante los seis meses que estuvo
fuera. Seis meses que me parecieron toda una vida.
Pero prometió que seré libre cuando regrese. Se me permitirá dejar sus garras y
vivir mi vida en la isla de Kaui, lejos de los demás. Una parte de mí sabe que depende de la
genética de mi hijo. Es lo único en lo que puedo pensar ahora. ¿De quién será?
El Tiiblet, más delgado, se coloca junto a mis tobillos, saca un bote de ungüento de
su delantal y lo frota entre las palmas de las manos para calentarlo.
—Esto estará caliente, —dice. —Pero puedes bañarte y no se irá.
—¿Cuándo conociste a mi padre?— suelta Lilaina.
Decido ser sincera. —¿La primera vez? Hace unos años. Vino a la ciudad para
hablar de vuestro nuevo Programa de Emparejamiento. Estaba en negociaciones y no
había nada concreto, pero quería transparencia. No fue un impulso abierto al programa,
sino más bien una forma de presentarlo.
—¿Cómo que mío?— La voz de Lilaina es confusa. —Sólo porque fui la primera en
introducirlo....
—Tú lo impulsaste. —No puedo evitar la amargura en mi voz. Por mucho que
quiera ganármela, es culpa suya que esté en esta situación. Ella fue la que lo estableció
para las mujeres de todo el mundo.
—Yo no presioné, —dice. —Mi nombre fue el primero en salir como sujeto de
prueba.
—Fuiste la primera porque era tu programa. Tu sacrificio. —Todos recordamos los
detalles que dio el Presidente.
Ella entrecierra los ojos y sé que tengo que dejarlo pasar.
—Nunca pensé ser el segundo nombre sorteado. No con todo el planeta ya en el
bote. No puedo evitar preguntarme si la generación de nombres se hace a partir de las

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 96


direcciones de los alrededores de la Casa Presidencial en lugar de una selección aleatoria.
Pero mi nombre debió ser introducido en cuanto rompí mi compromiso.
—Stratek estaba fuera de sí cuando desapareciste. Lo único que dejaste fueron tus
zapatos. Registró toda la Casa Presidencial de arriba abajo. Habló con los Britonianos.
Incluso habló con mi padre. Y durante tres meses sufrió, preguntándose por qué habías
desaparecido.
No puedo decirle lo peligrosos que son los alienígenas. Cómo la gente-tentáculo
intercambia mujeres a cambio de dinero entre ellos. Su compañero tiene todo el dinero
que necesita, pero al final, cuando su relación con ella envejezca, la intercambiará con
alguna de las otras tribus por favores, porque para entonces, la loca de Lilaina creerá que
es apropiado prostituirse. Es por eso que todos los demás están llegando para una
celebración.
Nos están acostumbrando a ver a los monstruos a los que serviremos.
Pero yo no. Yo me largo de aquí. Me voy a Kaui. Me entristece un poco dejar atrás
a Stratek, pero guardaré buenos recuerdos de él.
La Tiiblet unta el ungüento en la piel arruinada de mis tobillos mientras le doy una
versión de la historia. —Tenía que alejarme de la Casa Presidencial.
—¿Dijiste que tú y mi padre no intimabais?
Su franqueza me hace estremecer. No lleva tanto tiempo fuera de la Tierra como
para perder el respeto a sí misma y el pudor de hablar del acto conyugal con una
desconocida.
—No, —susurro. —Comprendió mi necesidad de esperar a conocernos en ese
sentido hasta nuestra noche de bodas. Nunca había estado con... es decir, nunca antes me
había acostado con....
Se relaja y un extraño sentimiento de culpa me invade.
—Bien. El caso es que... Le gustas a Stratek. Le gustas de verdad. Está medio
enamorado de ti. Perdió su corazón hace tres meses en la Tierra con una persona que ni
siquiera conocía. Cuando Juris supo de mí, se preparó. Buscó mis colores favoritos, mis
comidas, mis libros. Stratek quería hacer lo mismo por ti, pero no podía. Ni siquiera sabía
tu nombre.
No estoy seguro de cómo responder. Yo no sentía lo mismo que él. Estaba

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horrorizada por lo que había hecho y luego me concentré en correr, en proteger a mi
bebé.
—Verás, —dice agradablemente. —Stratek es mi cuñado. Quiero verle feliz. De
hecho, él te quiere a ti. Así que tú y yo tendremos que aprender a llevarnos bien, a pesar
de nuestra relación anterior.
—Ama, —dice Driki.
—¿Sí?— Lilaina responde.
—A Bantú le gusta, —dice Driki.
El Tiiblet más delgado -Bantu- me sonríe tímidamente. —Es guapa.
Lilaina suspira dramáticamente. —Como te decía, Stratek no ha tenido tiempo de
prepararte un vestuario. Mientras tanto, te prestaré algunas cosas para que te pongas.
Aquí las reglas son diferentes. Las cosas están abiertas. Los Adroki encuentran
desconcertante que tengamos la tentación de esconder nuestra carne. ¿Ves cómo usan la
ropa como decoración? Imagino que así era antes, en la Tierra. Tendrás que ajustar tu
forma de pensar. Al menos durante los seis meses que estés aquí.
Su tono no deja lugar a dudas de que cree que me iré. Al menos no lo finge.
Ella y sus Tiiblets esperan mientras me doy una ducha rápida y me peino. Cuando
salgo del baño con el albornoz de Stratek alrededor -que es bastante incómodo porque la
parte de abajo cae en tiras desde las caderas hacia abajo, pero por suerte él es más alto
que yo, así que le llega desde los muslos hacia abajo y se arrastra por el suelo-, Lilaina
tiene un vestido holgado sobre la cama.
Es de un verde esmeralda intenso y tan brillante que parece de seda. Toco la tela
con los dedos y se desliza suavemente bajo mi tacto. Es seda. Es la seda más elegante que
he visto nunca. También hay ropa interior y agradezco que no me guarde rencor y me
obligue a cometer un pecado yendo de comando.
Me detengo un instante y me pregunto si debería confesar que sólo se me permite
vestir de escarlata. Pero luego trago saliva y decido no hacerlo. Aquí nadie conoce mi
reputación.
Me pongo el vestido y evito mirarme en el espejo antes de dirigirme a la sala
principal.
La encuentro sentada con otra mujer en vez de con los Tiiblets.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 98


Capítulo 11

Tessa:
—Tessa, ésta es Shana, —dice Lilaina. —La hermana de Juris y Stratek.
Shana me sonríe desde un rostro idéntico al de Stratek. Sus rasgos son más
pequeños y delicados, pero su color es exactamente el mismo. Es obvio que son gemelos.
—Me alegro mucho de conocerte por fin, —dice, antes de estrecharme entre sus
brazos. Me quedo helada un segundo, atónita cuando sus tentáculos me rodean las
piernas al mismo tiempo que sus brazos me rodean el torso.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 99


Me siento bloqueada.
Pero entonces se suelta y me alisa el flequillo, pasándomelo por detrás de la oreja
en un movimiento que me recuerda al Britoniano Mikhail.
—Mi compañero es Maleek, —dice. —Es uno de los capitanes, como Stratek, y
tenemos una kishling, Beshi. Está con su primo Mikki en la guardería de las habitaciones
superiores. Si alguna vez estás en las torretas, probablemente oirás las risitas que bajan
por las escaleras. No creas que son susurros fantasmales.
Me río porque ella lo hace, y es tan alegre y burbujeante y... como un soplo de aire
fresco de la tensión que domina a Lilaina.
Sin dejar de respirar, Shana mira a Lilaina. —¿Le diste el verde? Le queda fabuloso
con su pelo rojizo.
Y entonces echo un vistazo a las batas que llevan. Lilaina va de azul, y el color hace
que las mechas claras de su pelo parezcan aún más rubias de lo que eran en la Tierra. O tal
vez sea porque siempre los llevaba trenzados y tapados.
Su padre prefería las trenzas. Eran más fáciles de arrastrar.
Aún recuerdo cómo mis gritos resonaban en las habitaciones de techos altos
mientras me arrastraban por el suelo, pasando por donde había estado la mazmorra y
ahora estaba sellada...
—¿Tessa?—Lilaina pregunta y me arranco de mis oscuros pensamientos para
encontrarme con ella y Shana mirándome.
—¿Perdona?
—Stratek llega un poco tarde, pero se sorprenderá gratamente si te llevamos con
nosotras.
—Oh, claro. Por supuesto.
Lilaina continúa. —Tiene una sorpresa para ti, que habría sido maravillosa si te la
hubiera dado él mismo, pero, de nuevo, le llamaron. Y sabemos dónde está la sorpresa.
—Por favor, dime que no te importa que lo revelemos en lugar de tu compañero,
—exclama Shana, y su sonrisa sería aterradora con todos los dientes afilados que deja al
descubierto. Pero no puedo evitar sonreír ante su exuberancia.
—Me gustaría verlo, —digo.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 100


De algún modo, Shana flota grácilmente hasta un armario, con la falda fluyendo
alrededor de sus tentáculos, donde cuelga en tiras. Abre la puerta de un tirón.
—¡Ta-da!— anuncia.
Dentro hay un par de preciosos zapatos de tacón con tachuelas que brillan. Una
brillante veta de oro serpentea por el tacón de aguja como si hubiera sido fundida y
endurecida de nuevo y, cuando se los acerca, veo que el brillo se debe a los diminutos
trocitos de cristal incrustados.
Dios mío. El cristal no brilla así. Son diamantes. Cientos de diamantes incrustados.
Lilaina me observa atentamente.
—No puedo llevarlos, —jadeo.
—¿Por qué no? —Shana parece desconcertada. —Las hizo él mismo. Sé que le
sientan bien, los trajo de la Tierra. Son sus zapatos de la fiesta de aquella noche.
—¿Lo son?— Susurro y paso el dedo por delante. En todo caso, brillan aún más.
—Todo un artista, ¿verdad?, —me pregunta Lilaina.
—Son magníficos, —suspiro, y lo son. Son absolutamente preciosos.
Aprieta los labios como si yo fuera una puta golosa.
—Póntelos, —me dice, cogiéndolos de la almohada que sostiene Shana. —Te
quedarán bien. Harán feliz a Stratek.
Los tira al suelo, donde caen patas arriba.
Shana los recoge con un par de tentáculos, para no tener que agacharse, y me guía
hasta una silla con una mano en la parte baja de la espalda. —Hembras gestantes, —
regaña con una sonrisa a Lilaina. —¿Cuándo vais a aprender que ninguna de las dos puede
agacharse?.
Me gustaría protestar diciendo que no soy como Lilaina, pero no creo que me salga
bien.
Shana coloca los zapatos en posición vertical, uno al lado del otro, delante de la
silla y yo me siento, deslizando los pies en ellos.
—¡Perfectos!, —exclama, y Lilaina pone los ojos en blanco.
—Sabíamos que lo serían. Son sus propios zapatos.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 101


No me importa su grosería. Me siento como Cenicienta yendo al baile.
Un baile que afronto con inquietud porque me pregunto si los machos de los otros
clanes le harán a Stratek una oferta que no pueda rechazar. Él dice que no comercian,
pero... ¿de dónde si no habría sacado Eric la información?
No importa que las otras dos mujeres vayan ataviadas con joyas de piedras
preciosas. Gruesas cadenas de oro adornan la cintura de Shana, uniendo los tirantes de su
falda de seda. Grandes diamantes brillan en los lóbulos de las orejas de Lilaina.
Por un instante, siento la tentación de correr al baño para quitarme el anillo barato
de la nariz. El cristal se ha empañado hasta el punto de parecer enturbiado. Debe de tener
un aspecto horrible comparado con sus grandes piedras. Cuando veo que los ojos de
Lilaina lo estudian, levanto un poco la barbilla.
No, no me lo quitaré.
—Se maquilla a la manera de la Tierra, —anuncia Lilaina.
—Shana hace el mío. —Su maquillaje es un espectáculo, llamativo y extremo.
—Oh, déjame, Tessa, —suplica Shana. —Parecerás Adroki. La pareja adecuada para
un príncipe.
Asiento con la cabeza. Y me quedo quieta mientras Lilaina corre a por una cajita de
cosméticos y Shana saca lo que parece un pincel. Me siento como un payaso mientras me
dibuja formas a los lados de los pómulos y puntos sobre las cejas. Me hace cerrar los ojos
mientras pinta un poco más y entonces Lilaina saca un pintalabios dorado.
Dorado.
No rojo. Ni rosa. Nada de colores naturales. Voy a parecer una pintura antinatural.
Y aunque no dudo que Lilaina me prepararía para parecer una tonta, de alguna manera,
no creo que Shana lo haría. Además, su propio maquillaje es extremo y va a salir así en
público.
Cuando Shana por fin se aparta para admirar su trabajo, Lilaina va a buscar un
espejo y se lo tiende.
Durante un breve segundo, otro recuerdo me golpea: su mano, sosteniendo un
espejo, haciéndome pecar mientras me obliga a mirarme en él. Me hace repetir la
penitencia cien veces.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 102


—Míralo, Tessa, —me ordena Lilaina, y doy un respingo. Suena como su padre.
No vacilo. Miro al espejo y, antes de que pueda pensar demasiado en la situación,
jadeo.

Soy-hermosa. Tan guapa... tan brillante... tan dorada... como los zapatos.
Una estela de pequeñas joyas se alinea en la parte superior de mis cejas y asciende
majestuosamente hasta la línea de nacimiento del pelo, aumentando de tamaño a medida
que asciende, todo el diseño asomando a través de mi elegante cortina de flequillo que se
extiende lateralmente por mi cabeza.
Tengo el pelo brillante y liso gracias a los productos de limpieza que utilizan aquí, y
lo noto muy suave; de hecho, parece más rojo de lo que es en casa. No es que lo haya
visto a menudo, pero aquí parece más brillante.El pintalabios dorado no es horrible en
absoluto. Combina con los colores dorados de la sombra de ojos en los párpados e incluso
hace que las joyas parezcan mágicas. Las piedras preciosas cubren mis párpados.
Por si fuera poco, tengo unas marcas negras a los lados de la cara, que se
arremolinan desde los pómulos y desaparecen en mi pelo.
—Son las marcas del equipo de Stratek, —dice Shana. —Su mando. Esta noche
verás las mismas marcas en su cabeza. En los cráneos de todos sus hombres armados.
—Las marcas muestran que eres suya, —añade Lilaina.
Creo que eso me gusta. Sonrío para mis adentros. Y ella parece sorprendida, como
si esa no fuera la reacción que esperaba.
—¿Estamos listas, hermanas?— De pie en el centro, Shana enlaza un brazo con el
mío y otro con el de Lilaina.
Su entusiasmo hace sonreír incluso a la sombría Lilaina. —Preparadas.
—Preparadas, —repito.
Me llevan escaleras arriba hasta una gran habitación con pesadas cortinas. Shana
balbucea todo el tiempo.
—Estás preciosa, —me dice. —Stratek va a flipar.
—Pero no seas demasiado fácil, —dice Lilaina, observando la hinchazón de mi
vientre. —Haz que se esfuerce. —Me da un vuelco el corazón, preguntándome si sabe que
me han registrado como mujer escarlata. Shana suelta una risita, sin entender el insulto

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 103


apenas perceptible.
Le muestro los dientes a Lilaina.
Pero entonces las cortinas se descorren y la luz llena el balcón en el que estamos.
Más arriba, al otro lado del camino, hay otras escaleras que descienden en espiral hasta la
habitación.
—Les presento a la reina Lilaina del clan Adroki.
Con un rápido apretón de dedos, Shana suelta a Lilaina y ésta se dirige escaleras
abajo. Desde donde estamos, no puedo ver a la gente de abajo, pero oigo sus murmullos y
algunos aplausos.
—Princesa Shana del Clan Adroki.
—Vendrás cuando oigas tu nombre, —susurra. —Tu compañero se reunirá contigo
a mitad de la escalera y te acompañará el resto del camino.
Entonces Shana me deja para hacer su camino hacia abajo.
A pesar de que Stratek me asegura que no seré intercambiada, no puedo evitar el
temblor de inquietud en mi vientre. Acaricio suavemente el pequeño montículo.
—No pasa nada, cariño. No dejaré que nos pase nada, —susurro.
—Por último, pero no menos importante, nuestra nueva incorporación. La nueva
compañera del Príncipe Stratek, la Princesa Tessa del Clan Adroki. —Mi nombre sale de su
lengua acentuada y suena extraño y exótico.
Negándome a acobardarme ante mi inquietud, doy un paso hacia las escaleras... y
me detengo.
Hay un mar de caras extrañas que me miran, gente con tentáculos de varios
colores que llevan ropas obviamente diferentes. Hay un clan de guerreros, medio
desnudos y con un aspecto aterrador, con círculos negros pintados alrededor de las
hendiduras de la nariz y los ojos. Hay un clan compuesto de forma tan incongruente y tan
quietos que parecen muñecos de cera.
Dios mío. ¿Puedo hacer esto? ¿Puedo vivir entre estos seres extraños durante seis
largos meses?
Pero eso es todo lo que me da tiempo a notar antes de respirar hondo, mantener

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 104


la barbilla alta y oír un sonido de deslizamiento y crujido. Dos de los hombres de Stratek
de la playa, veo sus uniformes pero no sus caras, suben por la escalera de caracol.
Están rompiendo el protocolo por la compañera de su capitán. Sus ojos no dejan
de mirarme. Esta vez no temo a los hombres de Stratek. No desconfío de sus intenciones.
Estoy muy agradecida de que hayan pensado en mí y en mis inseguridades y hayan subido
a escoltarme. Por eso, les regalo una arrebatadora sonrisa.
Cuando llegan a lo alto de la escalera, cada uno me tiende la mano. Coloco las
puntas de mis dedos en las suyas y, al igual que cuando cojo la mano de Stratek, soy
consciente de que sus manos son mucho más grandes que las mías. Muy despacio, me
levantan las manos y me acompañan escaleras abajo. A mitad de camino, un hombre
espera en un pequeño rellano y mi corazón da un vuelco cuando estoy lo bastante cerca
para ver de quién se trata. Es tan apuesto y majestuoso, con marcas negras a los lados de
la cara y en la cabeza, marcas que coinciden con las mías.
—Stratek, —suspiro.
Está tan quieto, con los ojos fijos en cada paso que doy. Vacilo y me detengo en el
rellano frente a él. Algo indefinible se dibuja en su rostro.
—Diosa, eres tan hermosa, —murmura con un acento más marcado de lo habitual.
—Me dejas sin aliento. —Allí mismo, a la vista de todos, cae de rodillas y sus tentáculos se
extienden a nuestro alrededor.
En algún lugar detrás de mí, Henyon y Jaze desaparecen mientras suben los
escalones. Está cerca, muy cerca, pero no llega a tocarme. Rectifico inmediatamente,
rozando su cabeza con las yemas de los dedos y pasando los dedos de la otra mano por su
mandíbula cuadrada. Sus fosas nasales se agitan con mi contacto.
Es tan fuerte y guapo. Rezuma magnetismo sexual. Ahora entiendo por qué me
acosté con él aquella noche, hace tres meses. Veo por qué me puse escarlata por él.
Abre la solapa interior de su chaleco y saca una caja.
—Nada puede hacerte más hermosa, mi amor, —dice. —Estos son de mi madre, y
sé que ella querría que los tuvieras. Te mereces brillar.
Dentro hay un collar, un colgante de esmeralda con pendientes a juego. Le miro,
confusa, y luego observo su falta de lóbulos de las orejas.
Sonríe, me besa dulcemente la barriguita y se levanta despacio hasta alcanzar su
estatura máxima.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 105


—Los han modificado para tus apéndices craneales. —Me tira del lóbulo de la
oreja.
Resoplo. —Orejas.
—Póntelos, —me dice, y coge el collar, me lo cuelga del cuello hasta que descansa
en la amplitud de mi escote.
Recojo los pendientes y los deslizo en mis lóbulos.
Tienen cadenas de oro diminutas y delicadas que enlazan esmeraldas más
pequeñas en un puño que se ajusta a la concha de mi oreja. Está hecho a medida, un
regalo dulce y considerado de un hombre que ni siquiera tiene orejas.
Allí mismo, en el rellano, me olvido de la fiesta de abajo. Me olvido de la gente que
nos espera. Parece que en este momento sólo existimos él y yo.
Entonces mis ojos se cierran cuando él deja caer su frente sobre la mía y nuestras
respiraciones se mezclan. —Mi madre te adoraría.
Se me hace un extraño nudo en la garganta. —Es un honor llevar sus joyas.
Se separa y me besa ligeramente los labios. —Te empaparé con tantas joyas que
apenas podrás caminar bajo su peso.
Hablando de caminar...
—Gracias por mis zapatos, —le digo.
Su cara se ilumina. —¿Te gustan?
—Me encantan. Son preciosos.
Y allí, en el rellano, se gira para alinearse conmigo y me ofrece su brazo. Juntos
bajamos lentamente el resto de la escalera y, antes incluso de llegar abajo, comienzan los
aplausos en toda la sala.
No estoy segura de cuál es el protocolo aquí. En la Tierra, a las mujeres se las ve,
no se las oye. Así que subo un poco la barbilla y sonrío con recato, mi saludo político
habitual.
Pero Stratek debe ver la tensión en mi rostro.
—¿Por qué no enseñas a los demás tus zapatos?.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 106


—¿Q-qué?
—Saca tu apéndice para caminar. Muestra los zapatos que te hice.
Estamos en el último escalón y sólo pensarlo me hace sonreír. Una sonrisa de
verdad, no el movimiento de enseñar los dientes que me han enseñado. No, la sonrisa
viene porque es un...

Stratek. No le importan los protocolos ni las reglas. Hace lo que quiere cuando
quiere. Como quiere.
Y allí mismo, en el último escalón del rellano, me subo la falda y presumo de mis
zapatos de tacón enjoyados y deslumbrantes.
El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 107
Capítulo 12

Tessa:
El estruendo de las exclamaciones me arranca una carcajada espontánea mientras
muevo el tobillo de un lado a otro, mostrando todos los ángulos relucientes de los
preciosos zapatos. La gente vitorea alborotada y varios de los hombres le dan palmadas en
el hombro a Stratek. Sin embargo, sus ojos están totalmente clavados en mí, mientras se
ríe de mi estallido de risa.
Eso es todo lo que se necesita para hacer feliz a este hombre. La risa. Risas de
verdad. Y entonces me acerca a él y bailamos un vals por la habitación.
Recuerdo esto. Recuerdo haber bailado con él en el balcón, riendo mientras me

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 108


daba vueltas y vueltas, enseñándome los bailes de su tierra. Recuerdo la diversión,
recuerdo las risas, recuerdo que deseaba que la noche no acabara nunca. Pero la tonta de
mí la terminó, porque lo quería a él. Le cogí de la mano y le conduje a los aposentos de
invitados sin usar.
Stratek me deposita en el centro de la pista de baile y se inclina, y yo le sigo con
una reverencia -que no es exactamente la forma en que lo hacen ellos, teniendo en
cuenta que no tienen piernas-, pero básicamente inclina a la hembra. Me explicó que, en
el caso de las hembras, sus tentáculos se despliegan para bajarlas.
Su sonrisa es prácticamente resplandeciente.
Me coge la mano con la suya y nos acercamos, mejilla con mejilla pero sin
tocarnos, y luego hacemos rápidamente el otro lado. Me suelta la mano para moverse
detrás de mí, sin que ninguno de los dos gire la cabeza mientras nos movemos espalda con
espalda. Y entonces se gira para volver a estar frente a mí, y ahora puede cogerme en
brazos para moverse lentamente por la habitación.
—Recuerdas los movimientos, —me susurra al oído.
—Sí, me acuerdo.
—Debió parecer importante en su momento.
—O lo bailamos cincuenta o sesenta veces, mientras tomábamos chupitos.
Su risita me provoca una risita de respuesta.
—Se llama baile de apareamiento, Tessa, —susurra, y de pronto me acerca tanto a
él que resulta sensual. Las luces de la sala se atenúan y otros bailarines apartan por fin sus
ojos de nosotros, uniéndose a la pista en su propio baile, desviando la atención de
nosotros.
—¿Baile de apareamiento?
Me preparó para esta noche, incluso antes de saber que nos aparearíamos. O que
terminaría embarazada.
—Cuando un macho quiere a su hembra, se lo muestra.
¿Quiere? ¿Está hablando de sexo? Parece que no me importa; en cambio, el
pensamiento envía una chispa de excitación a través de mi núcleo.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 109


—Estás preciosa, —dice. —La princesa perfecta. Vestida de punta en blanco y
decorada con mis colores. Mis marcas.
—Tus marcas son preciosas, —le digo, recorriendo el lado de su cara donde se
enrollan sobre su cabeza.
—Gracias por ponértelas, —dice, dejando caer su frente sobre la mía.

Cuando está ahí, puedo concentrarme en otras cosas. La sensación de sus fuertes
brazos rodeándome. La presión de su pecho musculoso contra el mío. Lo grande que es su
mano cuando agarra la mía con ternura. Cómo uno de sus tentáculos se desliza por mi
espalda desnuda, presionando la punta de las ventosas triangulares contra mí como un
delicado beso. Entonces soy consciente del bulto que hay entre nosotros.
Sé por nuestra pasión a plena luz del día que una especie de bolsillo alberga su
polla y que ésta sale, caliente y reluciente. No recuerdo exactamente su aspecto, aparte
de que era de un gris más oscuro con la cabeza morada. También es más gruesa y parece
tener dos o tres puntos más redondeados y gruesos como la cabeza, pero en el tronco. No
tiene pelo y, aunque su piel parece más gruesa en todo el cuerpo, en la polla parece
mucho más delicada y sensible.
Presiono voluntariamente mi cuerpo contra su bulto, y él sisea.
—Tessa, —susurra.
—¿Mmm?— pregunto, pero no estoy segura de lo que pregunto. Mis pezones se
han endurecido y sobresalen del vestido, y siento como si todo en mi interior se hubiera
tensado y vuelto hipersensible.
Me hace girar hacia fuera y luego me enrosca de nuevo hacia él y esta vez sus
tentáculos envuelven mis caderas, aprisionándome contra él. Me mira a los ojos y sus
pupilas se dilatan, el iris púrpura crece y retrocede. Se concentra en mis labios, así que
vuelvo la cara, ansiosa.
Su boca está sobre la mía, mis brazos alrededor de su cuello y los suyos alrededor
de mi cintura. Abro la boca y le doy rienda suelta, lamiéndole a su vez cuando su lengua se
cuela en mi interior. Puedo saborearlo, y es sexy y seductor, como la cerveza que beben
con la esencia de Stratek. Introduzco la lengua para explorar la textura del interior de su
boca y descubro las afiladas puntas de sus dientes, deliciosamente tentadoras. Cuánto
poder y fuerza en él. Y todo para mí. Nadie sabe como Stratek. Nadie consigue retorcerme
las entrañas como él y hacerme sentir necesidad.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 110


Se aparta. —Ojalá tuviéramos la intimidad del balcón de la última fiesta.
Jadeo, pero mi vista se aclara y miro a mi alrededor. La gente intenta no mirar,
pero los ojos no dejan de posarse en nosotros. Estamos montando un espectáculo.

—Seremos sólo tú y yo más tarde, ¿verdad?— susurro.


—Oh, sí, compañera, —me dice, y me besa ligeramente.
No puedo evitar el temblor de anticipación que me invade por dentro.
Pero entonces me tocan el hombro y Stratek y yo nos detenemos para ver a Jaze.
—Lady Tessa, ¿me concede un baile?
Huh, eso es diferente. En lugar de preguntar a Stratek, su cultura pregunta a la
hembra. Jaze me sonríe, Stratek me sonríe, y después de que Jaze y Henyon me saludaran
en el balcón, ya no tengo miedo. Mi sonrisa se ensancha y extiendo los brazos para darle
la bienvenida.
Jaze me atrae con un giro que me hace soltar una risita y hace reír a Stratek. La
música cambia sutilmente y adquiere un ritmo más rápido, y los Adroki golpean sus
tentáculos al compás mientras se mueven.
—Gracias por hacer feliz a nuestro capitán, —me murmura Jaze al oído.
—Gracias por hacerme sentir aceptada, —digo yo.
Jaze frunce el ceño. —Siempre estaremos aquí para usted, Ama.
—Llámame Tessa.
Sonríe, enseñando los dientes. —Tessa.
Por alguna extraña razón, noto que las caras de los otros Adroki están más
relajadas, sonríen más todo porque estoy bailando con Jaze. Pero la cosa no acaba con
Jaze. Pronto entra Henyon, y después Taloek, el tercer hombre de la playa que sólo estuvo
allí uno o dos minutos. El ritmo de la música se ralentiza, como dándome un respiro, a
medida que más y más miembros del equipo de Stratek intervienen para bailar y
presentarse.
Y lo semejante atrae a lo semejante, porque sus hombres son alegres y
parlanchines, como él. No parecen nada serios, pero es evidente que son estructurados
cuando es importante.
Como cuando se dieron cuenta de que era la primera vez que me presentaban y

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 111


me acompañaron hasta mi pareja. Realmente, realmente espero que mi bebé sea de
Stratek. Se merece su propio hijo. Y el bebé merece quedarse aquí en este planeta.
Henyon vuelve para un segundo baile. —Milady.— Se inclina. —Estás muy guapa
hoy.
Resoplo. —Sólo hoy.
Se ríe. —Pensé que debía decírtelo antes de que tú me lo digas.
La afirmación podría haberme hecho sonrojar antes. Ahora sonrío ampliamente. —
Necesitabas saberlo.
Me lleva bailando por la habitación hasta donde me espera mi pareja. Pero justo
antes de llegar, uno de los machos del clan semidesnudo se interpone en nuestro camino.
—Soy Kiartrok. Seguro que la nueva Princesa compartiría un baile con uno del clan
del Tercer Ala.
No hay una sonrisa en la cara del nuevo hombre, en absoluto. Con las rayas negras
pintadas sobre sus ojos, parece despiadado y malvado. Pero no quiero romper el paso de
que su gente me acepte, así que no voy a rechazarlo. Además, todos han sido amables
hasta ahora, incluso cuando malinterpreto las cosas.
—La princesa Tessa declina respetuosamente, —suelta Henyon, y su voz ha
perdido todo su tono juguetón. —Ella está en Kish y no puede desgastarse. Debe volver
con su pareja.
En lugar de parecer molesto, la boca del hombre se tuerce en una sonrisa
sardónica. —Por supuesto. Mis mejores deseos para usted, Princesa. —No parece que lo
diga en serio. Suena algo sarcástico.
Mi mirada pasa de él a Henyon y, por el rabillo del ojo, veo que el resto de los
chicos con los que había bailado -el equipo de Stratek- se mueven rápida y
silenciosamente, formando dos filas a cada lado de mí. Uno a uno, extienden una mano y
cogen la mía sin apretar, luego se la pasan al siguiente, moviéndome de derecha a
izquierda a lo largo de la cadena hasta que la última mano que cojo es la de Stratek. Y
cuando nos tocamos, es como si me recorriera un zumbido. Podría estar ciega, pero sabría
cuál es su mano.
Me saluda con una sonrisa plena y segura. —Mi compañera, —retumba,
estrechándome entre sus brazos. Y realmente quiero estar aquí.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 112


De repente, la fila de machos que me trajo hasta aquí se ha ido, y el nuevo macho
aterrador se ha ido y solo estamos Stratek y yo juntos de nuevo.

Sus ojos son suaves mientras me mira a mi altura. —Vamos a cenar a la habitación
de al lado, mi amor.
No puedo evitar el pequeño atisbo de esperanza que me invade la tripa ante el
cariñoso comentario.
Capítulo 13

Tessa:
Hay un olor tenue y extraño que espesa el aire. Un poco almizclado. Cuando lo
huelo y trato de descifrarlo, se disipa de repente. Pero entonces, no importa, Stratek me
levanta en brazos y me lleva a nuestros aposentos.
La cena fue maravillosa, ruidosa y bulliciosa, llena de diversión cuando las parejas
hicieron una pausa en el baile para reunirse a comer. Después volvimos a bailar despacio
y, cuando apreté mi cuerpo contra el suyo de forma sugerente, gruñó y me levantó,
sacándome de la habitación.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 113


Está tan guapo con su uniforme, sus marcas tribales grabadas en la cara y sobre la
cabeza. Sigo calcándolas y me dice que la tinta es lo bastante permanente como para
durar varias semanas sin mancharse.
—¿Hay algo que se me olvide?, —me pregunta acariciándome el pelo. —He
alimentado a mi compañera y a mi kish. He bailado contigo; tuve cuidado de no dejarte
demasiado agotada....
—Puede que te hayas perdido algo, —digo y deslizo la mano dentro de su camisa.
Su piel está caliente, febril, y noto cómo se estremece cuando la recorro con la palma. Me
derrito por dentro y no puedo evitar la oleada de hormonas que me hace sentir tan
necesitada de él. Quizá sea el embarazo. Tal vez sea la tierra. Pero parece que no puedo
controlarme cuando estoy con él.
—Entonces tengo que satisfacer esa necesidad, —dice.
—Sí, —estoy de acuerdo. —Ocupémonos de eso.
—¿Estás segura?
—Nunca he estado más segura, —le aseguro. —Te deseo.
—Llevo una eternidad esperando oírte decir esas palabras. —Pero aún hay anhelo
en su voz.
Y entonces estamos dentro y él cierra la puerta de un golpe. Aprieto mi parte
superior contra él, mis pezones se clavan en su pecho, antes de deslizarme por su cuerpo.
Gruñe, un breve sonido de placer profundo, y agarra su camisa por el dobladillo
para pasársela por la cabeza. Rápidamente se quita la camisa sin importarle que los
botones de su elegante uniforme salgan volando. Tiene un pecho precioso, lleno de
relieves, músculos tensos y piel caliente. Su piel brilla de humedad. Le rozo con la yema
del dedo las profundas líneas de sus abdominales. Tiene ombligo, algo extrañamente
humano.
De algún modo, lo recuerdo.
—Tu tacto es increíble, —gruñe.
—No sé por qué hemos esperado tanto. No es que no hayamos hecho antes el
amor, —jadeo.
—Quería que me conocieras antes de que te cautivara irremediablemente de mi
polla.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 114


No puedo evitar la repentina carcajada que estalla en mí.
—Demasiado tarde, —le aseguro. —Estoy bajo el hechizo de tu polla.
Me encanta la mirada de orgullo que me dirige. Luego sus ojos se vuelven
sensuales y pesados. Me levanta con cuidado y me tumba en la cama.
—¿Puedo estudiarte otra vez? ¿Esta vez sin bragas?.
El brillo de la excitación en sus ojos me anima mientras doblo las piernas y me
recojo la falda en la cintura. Luego me paso las bragas por las caderas, consciente de su
ardiente mirada, del rechinar de sus dientes, de la sólida línea de su mandíbula donde
hace efecto un tic. Debería avergonzarme. Debería dudar. Pero no es así. Es muy sexy
desnudarme delante de él. Me llena de poder saber que me desea tanto. Y si lo admito, yo
también lo deseo.
Cuando las bragas me llegan a los tobillos, me las quito de una patada y dejo caer
las rodillas sobre la cama, abriéndome de par en par para él.
Entonces se limita a estudiarme como si memorizara cada pliegue de mi coño. Y
aun así, en lugar de avergonzarme como debería, me siento terriblemente excitada,
deseosa de que me toque. Preguntándome cuándo extenderá la mano y me acariciará.
—¿Necesitas algo, mi compañera?, —susurra. — Dime. Toma lo que necesites,
¿recuerdas?— Sus ojos nunca abandonan la intimidad de mi cuerpo.
Con él, me siento perfecta. Me siento sexy. Me siento completa.
—Necesito que me toques, —admito.
—¿Dónde?
Mi cuerpo se aprieta involuntariamente, imaginando dónde quiero que me toque,
y puedo decir por la lujuria instantánea que recorre su rostro que acaba de presenciar
cómo se me contrae el coño.
—Ahí, —susurro.
No vacila. Un dedo gordo se desliza por los labios resbaladizos de mi coño y se
hunde dentro.
Gimo y gimo ante la exquisita sensación que experimento cuando él introduce su

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 115


dedo en mi interior.
—¿Te gusta?
—Es perfecto, —jadeo. Esta sensación entre nosotros es mágica.
—Quiero verte entera, —ruge.

Me siento y él me ayuda a desabrocharme la prenda antes de levantármela por la


cabeza. Noto cómo se me sueltan los pechos. Luego se desliza hasta el suelo, y juro que
nunca había visto tanta lujuria en los ojos de un hombre como cuando me mira fijamente.
—Eres deliciosa, —dice. —Pechos perfectos. Coño perfecto.
Me hace arquear un poco la espalda, consciente de que mis tetas han crecido
desde el embarazo. Estoy segura de que mi coño parece algo recatado con la forma en
que estoy sentada, los muslos juntos, ambas piernas dobladas hacia un lado. Pero quizá
no sea tan recatado como creo, teniendo en cuenta que esta mañana me he afeitado el
vello y lo que él ve no es un pequeño rastro de color marrón rojizo, sino la hendidura de
mi raja.
Y entonces, al diablo el pudor. Vuelvo a abrir las piernas deliberadamente para
sentarme con las piernas más cruzadas.
—Te has afeitado. Ahora lo veo todo. Me vas a volver completamente loco, —
murmura. —Clítoris perfecto. Duro y sobresaliendo de tus pliegues.
Eso no debería excitarme tanto como lo hace. Pero aquí es diferente. Puedo ser
tan libertina como quiera. Por el resto de los seis meses, soy la compañera de este
hombre.
Y eso me da una sensación de satisfacción en mi interior.
—Tócalo, —le exijo.
Su gran dedo índice se desliza por mi hendidura, recogiendo mi fluidez, y rodea mi
clítoris. Gira y gira. Me siento tan bien que mi respiración se vuelve irregular y gimo.
Luego presiona firmemente el capullo rígido con su dedo caliente y húmedo, y yo
gimo. Noto el calor que emana del punto, que hace que los nervios agiten deliciosas
sensaciones por todo el resto de mi cuerpo.
Su enorme cuerpo cubre el mío mientras me empuja hacia atrás para tumbarme en

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 116


la cama y sus tentáculos me suben por las piernas, forzándolas hasta abrirlas de manera
imposible. Me estremezco al sentirle poseerme.
—¿Cuántas veces nos corrimos esa noche?. —le pregunto, acariciándome la
barriguita para que sepa a qué noche me refiero. O si no, quiero creer que este bebé es de
esa noche y no de la horrible noche anterior.
—Incontables, —dice mientras deslizo la mano por su pecho musculoso hasta sus
abdominales. Me encanta la forma en que su carne se oscurece y se estrecha como un
sendero feliz que conduce a su nido de tentáculos, que se separan fácilmente para mi
mano.
Trazo la hendidura que cubre su bulto, y un gemido torturado brota de su
garganta. La carne sensible se separa y su hermosa erección sobresale, derramándose en
mi mano. Sus pesados huevos caen de la bolsa y los acaricio una vez antes de volver a su
polla. La acaricio hacia abajo, sintiendo los grandes bultos de su interior, dos o tres si
contamos el último, que podría considerarse la cabeza de la polla. Es enorme y está
hinchada, su circunferencia es ancha. Donde están las protuberancias redondas, la piel es
más oscura. Su polla está resbaladiza por la autolubricación y, cuando le meto el dedo en
la hendidura de la esponjosa cabeza, rezuma más.
—Joder, —murmura.
Le froto el frenillo hacia delante y hacia atrás, un movimiento constante, hasta que
emite un gruñido de placer en lo más profundo de su garganta. Entonces lo cambio,
usando las dos manos para recorrerlo en un movimiento de sacacorchos, aumentando la
presión hasta que emite un gemido profundo y doloroso.
—Necesito comerte, —jadea, apartándome las manos con dos tentáculos que se
enroscan en mis muñecas. —Te encanta .
—¿Me encanta?— La idea de algo tan sucio me revuelve por dentro.
—Joder, sí, —dice. —Te vuelves loca y te corres en mi boca cuando mordisqueo
ese delicioso clítoris.
La idea de mi tierna carne entre sus dientes casi me produce ondas de plenitud.
Aprieto los muslos para controlar la imagen erótica que mi mente ha conjurado.
—Más tarde, —siseo. —Ahora quiero que me llenes.
Veo cómo se le oscurecen las pupilas y ni siquiera estoy segura de con qué quiero
que me llene. ¿Su polla? Sí. ¿Su semen? Dios, sí. Quiero que su semilla me llene, rebose y

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 117


gotee por mis piernas. Quiero olerlo en mí. Quiero las sábanas sucias y húmedas,
resbaladizas de nosotros.
De nosotros.
Voy a ser sincera conmigo misma y admitir mis sentimientos. Tengo unos meses
para vivir como nunca he vivido, y esta es la única vez en mi vida que podré hacerlo.
Sus tentáculos se extienden mientras me cubre. Dos me suben los brazos por
encima de la cabeza, inmovilizándome. Deslizo las piernas alrededor de sus caderas,
abriendo mi coño mientras él alinea su resbaladiza polla, deslizándola por mi raja y
rozando mi clítoris. Gimo por la intensa sensación.
Su polla vuelve a deslizarse hacia abajo, y ahora sé por qué su cabeza de polla es
tan grande. Está tan resbaladizo y húmedo que necesita una cabeza grande para
encerrarse dentro.
Empuja dentro de mí, se detiene y gemimos a la vez. Siento cada centímetro de él,
un enorme bulto que estira mis labios alrededor de su carne, y me siento tan perversa, tan
deliciosa.
—Te siento tan jodidamente bien, —dice con los ojos entrecerrados.
—Lo sé, —jadeo. —Más profundo, mi compañero, por favor.
Abre los ojos sorprendido. Es la primera vez que me refiero a él como mi
compañero.
Me la mete hasta el fondo, y juro que siento como si mi coño se cerrara un poco
alrededor de la cabeza de su polla, se abriera de nuevo para el siguiente bulto, se cerrara
firmemente alrededor del suave tronco y volviera a abrirse para la última parte. Es como si
me lo estuviera tragando. Como si mi coño estuviera... tragándolo profundamente.
Abro la boca y le doy un enorme mordisco en el cuello cuando está completamente
sentado dentro de mí, con sus pesados huevos golpeándome el culo. Estoy tan llena. Es la
única forma que tengo de no decirle lo que siento, de suplicarle que me folle, de pedirle
que se quede conmigo. Y sé que, a la luz del día, puede que no me parezca lo mejor.
Sisea de satisfacción y empieza a meter y sacar la polla. Suelto los dientes y le
chupo el cuello, preguntándome si le saldrá un chupetón. Pero entonces el placer se
apodera de mí.
Le aprieto la polla cuando se retira y me aprieto contra él, con las piernas
atrayéndolo hacia mí. Mi coño lo aprieta tanto que creo que no hay espacio entre

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 118


nosotros, pero entonces dos tentáculos se deslizan entre nuestros cuerpos sudorosos y se
adhieren a mis pezones duros, que se elevan en el aire como si necesitaran ser chupados,
pellizcados, lo que sea. Y otro se desliza a lo largo del pliegue de mi culo, alrededor de la
zona donde nos combinamos, y se aferra a mi clítoris hinchado.
Dios mío.
Son demasiadas sensaciones y grito cuando la lujuria se apodera de mí, y espirales
de orgasmo recorren mi vientre. Mi coño aprieta su polla al ritmo de las oleadas de placer
y grito su nombre.
Su boca se aferra a la mía y gime mientras se corre y me inunda con su semilla
caliente.
Luego me besa suave y dulcemente, se separa de mí y presiona su frente contra la
mía. Sus tentáculos sueltan mis manos, pero mantiene su cuerpo separado de mí con los
antebrazos apoyados en la cama.
—Eres mía, —me dice. —Nunca te dejaré marchar.
Tengo que reconocer que no quiero irme nunca. En lugar de decir las palabras, lo
rodeo con los brazos y lo abrazo fuerte.
El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 119
Capítulo 14

Tessa:
—¿Qué? ¿Qué está pasando?— El horror en mi voz hace que Shana y Lilaina
suelten una carcajada.

Stratek abandonó nuestra cálida cama de madrugada para ir a entrenar. No


entiendo cómo no está agotado, teniendo en cuenta las veces que nos hemos buscado
durante la noche. Es como si estuviéramos recuperando el tiempo perdido, admitiendo lo
mucho que nos deseamos. Lo mucho que siempre nos hemos deseado. Para ser justos, él
siempre lo supo. Era yo la que se estaba conteniendo.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 120


Parecía lleno de energía y preparado para el día cuando me dio un beso de
despedida, diciéndome que me reuniera con Shana y Lilaina después del desayuno en el
patio. Ellas me enseñarían la cabaña Tiiblet.
Pero apenas habíamos salido cuando me quedé helada.
No estoy segura de lo que veo. Por todas partes en el patio, Tiiblets se colocan
unos encima de otros. Algunos están descaradamente follando. Otros gimen. La mayoría
están desnudos. Algunos llevan algo de ropa, como un par de calcetines al azar. Nada más.
Un pañuelo. Nada más. Sólo piel rosada, muy rosada. Y arrugas. Pliegues hinchados.
Y veo una polla grande y brillante. Luego dos. Es una gran orgía.
Mi boca se abre, se cierra y se vuelve a abrir. Para ser tan pequeños, tienen las
pollas más grandes que he visto nunca.
Lilaina empieza a reírse y luego Shana se une, pero yo no puedo. Me quedo de
piedra.
—¿Esto... están...?
—Follando, —dice Lilaina. —Están follando.
—¿Qué?
—Prueba la palabra. Dila. Es bastante estimulante.
Jadeo. —Yo no podría.
—Lo decimos todo el tiempo, —dice Shana, y sus ojos brillan de alegría. —¿No
mencionamos que los Tiiblets entran en celo? Seguro que lo oliste en el aire.
Había olido algo... extraño. Almizclado y pesado. No era desagradable, pero ahora
me horroriza que no me pareciera ofensivo. ¿Seguramente no era el... almizcle de sus
testículos? ¿Era el almizcle de sus testículos? ¿Estaba oliendo los testículos de Tiiblet?
—¡Señora!— Driki llama a Lilaina, saludándola. Ella le devuelve el gesto con los
dedos.
—¿Por qué no se van a un sitio más privado?. —Pregunto, consciente de que mi
voz suena algo áspera. Prejuiciosa. ¿Pero cómo no voy a serlo? Nunca he visto nada como
gente follando en público.
Es porno en directo, que es sólo para hombres.
Bantu levanta la vista de donde está agachado encima de Driki. Me encojo,

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 121


sabiendo por el ensanchamiento de sus ojos que él también se ha dado cuenta de mi
presencia.
—Hola, princesa, —me dice Bantu, y luego suelta un gemido largo y agudo. Es largo
y jadeante, y creo que se estremece al pronunciar mi nombre.
—No me salen las palabras.
—Se está viniendo, —dice Lilaina con dureza. —Es un orgasmo. Suelta el manto de
virgen. Tú también estás embarazada y no eres precisamente pura e intacta.
Si supiera que mi hijo podría ser su hermano. Imagino la cara de asombro que
pondría si se lo dijera.
La voz de Shana suena algo suave en contraste, como si sintiera lástima por mí. —
Se juntan cuando entran en celo porque eso hace que segreguen más feromonas, que se
potencien mutuamente. El almizcle de cada uno intenta superar al de los demás. Cuanto
más altos sean sus niveles, más posibilidades tendrán de reproducirse durante este celo.
Han luchado por tener crías durante mucho tiempo, ya sabes.
—Princesa, —Bantu llama de nuevo, seguro de que no lo escuché la primera vez.
Pero se está ordeñando la polla mientras me llama y no estoy segura de que no se esté
masturbando conmigo, así que no contesto.
—Le pareces preciosa, —dice Lilaina con sorna.
—Ya me lo ha dicho, —replico.
—Entonces dale una sonrisa. Un saludo. Un reconocimiento. Lo que sea, —me
responde. —Le gustas.
Es un reto, porque creo que los tres sabemos por qué quiere que lo reconozca, y yo
no soy una versión alienígena de un club de striptease para excitarse.
—¡Princesa! Princesa!— La voz del Tiiblet tiembla ahora, suplicante, y estoy segura
de que está cerca de otro orgasmo.
Y entonces, para hacerla callar, levanto la mano saludando a Bantú y él esboza una
enorme sonrisa que se apodera de toda su cara, luego un suspiro largo y tendido mientras
se corre profundamente en el cuerpo inclinado y tembloroso de Driki, obviamente en la
agonía de su propio orgasmo.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 122


Qué asco. Justo lo que esperaba. Y pronuncio la única palabra que siento de
verdad. —Asqueroso.
Los otros Tiiblets situados a nuestro alrededor me miran con el ceño fruncido y
susurran, algunos incluso me señalan.
—¿La compañera de Stratek?— Alguien dice.
—¿Qué ve el buen príncipe en ella?— Murmura otro.
Lilaina se regodea positivamente en el hecho de que toda la gente pequeña me
odia. Mi corazón se hunde, dándome cuenta de que este era su plan desde el principio. Es
mi propio fracaso; debería haber sabido que no debía desairarlos.
Está decidida a convertirme en la madrastra malvada.
Me vuelvo hacia ella y le susurro: —Zorra.
—Vaya, vaya, mami querida, —me susurra. —Muestra un poco de respeto. No
olvides que soy la reina y tú la princesa de esta tierra.
Se da la vuelta para alejarse y vuelve a mirar por encima del hombro.
—Ah, y también en la Tierra.
Se aleja, dejándome con las manos en un puño mientras miro fijamente su espalda
en retirada.
Shana me mira con tristeza. —Lo siento. Dale tiempo, —dice. —Lilaina y tú
superaréis vuestras diferencias y os convertiréis en verdaderas hermanas. Las tres lo
seremos. Lo presiento.
—Nunca podré ver eso, —siseo. Realmente es una zorra, aunque no esté loca
como pensé al principio.
—Está de mal humor, —dice Shana. —Son las hormonas del embarazo.
Parpadeo. Eso no es excusa. Tengo tantas hormonas como ella.
Asiente como si estuviera de acuerdo con ella. —Cada embarazo es diferente.
Lleva gemelos. Gemelos. —Sonríe. —¡Todos nuestros bebés serán primos, Tessa! Mikki,
Beshi, el tuyo y el de Stratek, y los gemelos. —Entrelaza su brazo con el mío y me aprieta.
Tiene razón. Mi bebé -sea quien sea el padre- será sin duda primo de los hijos de
Lilaina, ya sean parientes suyos o de los Adroki. A través de Stratek.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 123


Por encima de dios.
—A veces, —continúa Shana, —cuando no nos gusta algo de otra persona, es
porque nos recuerda algo que no nos gusta de nosotros mismos. Lilaina recuerda haber
sido empujada a un mundo diferente y haber tenido que verlo de una manera totalmente
nueva. Pensaba que todo lo que hacían las mujeres era pecado, incluso amar a mi
hermano. Creo que le recuerdas a cómo era antes: ingenua y sorprendida por nuestro
mundo.
—Más bien le lavaron el cerebro, —murmuro, y Shana no discrepa. Se limita a
mirarme expectante y yo le devuelvo la mirada, preguntándome qué quiere de mí. Es
como si quisiera que se me iluminara la bombilla, pero no lo veo. ¿No creerá que me han
lavado el cerebro tanto como a Lilaina?
Suspira.
—Los Tiiblets solían vivir en los bosques. Se escondían de los Tshiki, nuestros
enemigos. Un día, y me avergüenza admitir que tardamos demasiado en darnos cuenta,
nos dimos cuenta de que habían desaparecido. No habíamos visto Tiiblets en los bosques
en años. Todos habían sido capturados por los Tshiki, obligados a reproducirse en
cautividad y los tenían como ganado. ¿Por qué perseguirlos como aperitivos cuando
estaban acorralados en su propia aldea? Nos enfrentamos a los Tshiki. ¿Sabes lo que
dijeron? Los Tiiblets no eran personas. Eran sólo animales. Se negaron a entrar en razón y
se negaron a dejarlos ir. Fuimos a la guerra con ellos por eso. Después de los Tiiblets,
¿quién sería el siguiente? ¿Nuestros niños? ¿Nuestros ancianos? ¿Nuestros débiles? La
guerra acabó con muchos en ambos bandos, pero los derrotamos.
Resultó que la suerte estaba de nuestro lado. Estaban entrando en su propio celo
de apareamiento; les ocurre una vez cada década. Tenían que proteger a su reina, así que
entregaron a todos los Tiiblets que quedaban y acordaron tratados de paz. Los Tiiblets no
pudieron volver a los bosques a vivir. Estaban traumatizados y temían cada susurro de las
hojas, cada ráfaga de viento. Necesitaban la seguridad de los muros, la protección de los
demás. Los trajimos a las aldeas, no sólo a la nuestra, sino también a las de los otros
clanes, y les construimos su propio espacio. Les encanta hacer cosas, sobre todo telas.
Excepto Driki y Bantu. No querían vivir con los demás. Querían servir en el castillo, así que
les dejamos. Juris les permitió convertirse en los acompañantes de Lilaina.
—¿Forzados a reproducirse?— Pregunto, horrorizada.
Ella asiente. —Es difícil para ellos concebir. Es un regalo para ellos permitir que
otros los observen. . . durante tanto tiempo, no tuvieron elección. Entran en celo cada tres

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 124


años y las condiciones tienen que ser las adecuadas. Tienen que ser felices. Eran
terriblemente infelices en cautividad, por supuesto, pero un par de embarazos se les
escaparon. Esos bebés fueron arrebatados a sus padres.
No quiero saberlo. No quiero saberlo. Pero como si presenciara el horror de un
choque de trenes, no puedo evitar preguntar. —¿De quién?
—De Bantu.
—Dios mío.— Se me nubla la vista y sólo el latido de mi corazón impide que me
desmaye.
—Es por eso que es un poco más delicado que Driki. Por eso Driki es tan protector
con él. Le llevó años y años recuperarse hasta el punto en el que está ahora. —Señala con
la mano a los dos pequeños, que siguen chillando de alegría. —Listos para reproducirse de
nuevo. Cruzo los dedos para que lo consiga.
—¡Mamá!— Una vocecita grita.
Su compañero, Maleek, se acerca con su hija, Beshi, sobre los hombros.
—Oh, mi bebé, —arrulla Shana.
Sonrío. Tengo que admitir que Beshi es una muñeca.
Maleek, el hombre enorme que es, tiene que inclinarse para besar a la delicada
Shana. —¿Almorzamos, mi amor?
—¡Sí!— Se gira hacia mí. —¿Tessa?
No estoy segura de lo que pregunta, pero le hago un gesto para que se vaya. —
Estoy bien. Volveré a casa o Stratek vendrá más tarde. Que lo disfrutes. —Sonrío, porque
es fácil caerle bien, a diferencia de Lilaina.
Y luego me acomodo para ver más apareamientos.

Stratek:

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 125


—¿Tessa?
Mi compañera apenas se gira hacia mí. —Ya casi han terminado, —susurra, con la
cara pegada al apareamiento de los Tiiblets que tiene delante.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí, cariño?— le pregunto. Ya ha pasado la hora de cenar
y ella y nuestro kishling deben estar hambrientos.
—Desde el almuerzo.
Entonces ya casi han terminado. Lilaina había aparecido de vez en cuando, y sé que
mi hermana había estado hasta que se fue a comer. Por primera vez, miro a mi alrededor.
Efectivamente, el calor de apareamiento de los Tiiblets se está ralentizando con respecto
al de esta mañana. No son tan frenéticos, sus movimientos son más lentos y lánguidos
ahora. Sé que cuando se detiene, su anciano será capaz de decir quién ha concebido.
—Debes de estar agotada, —le digo, y tiro de ella hacia mí.
Se desploma contra mí. —No, todavía no.
Me río porque sus movimientos desmienten sus palabras. Pero se niega a
admitirlo. A reconocerlo, como si fuera un signo de debilidad irse antes de que acaben los
Tiiblets. Aprieto los labios contra su cabeza, sabiendo que esto es importante para ella.
Respiro profundamente, inhalando la fresca esencia floral de su pelo.
—Ya falta poco, —susurro. —Y entonces se reunirán en círculo y comenzarán los
cánticos. Mientras entonan sus antiguos mantras, su anciano se acerca a cada una de las
personas del círculo y le toca una barriguita para ver si ha gestado. Cuando una ha
concebido, el canto de esa persona cambia a canción.
—¿Canción?, —susurra.
—Es increíble de ver. Mágico.
—¿Lo es?
—Definitivamente. Esperamos tres años para esto. Pero ha sido duro. Apenas hay
embarazos en las últimas rondas. Todavía se están recuperando. Pasaron tanto tiempo
como cautivos. Es difícil superarlo.
Finalmente, los Tiiblets comienzan a ponerse sus taparrabos. Sus pantalones. Un
jadeante Driki y Bantu tropiezan en nuestro camino.
—¿Nos viste, Princesa?— pregunta Bantu.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 126


Espero que la cara de mi compañera se tuerza de asco. Que suelte una risita de
vergüenza o que niegue que nos ha visto. No espero que entienda el regalo que supone
para los Tiiblet que queramos observar, pero su rostro se suaviza cuando responde. —Lo
he visto.
Y Bantu se sonroja, el rosa de su piel se vuelve aún más rosado en las mejillas y la
frente. Los demás empiezan a reunirse en círculo y comienzan los cánticos.
—Bantú, ven, —dice Driki y tira del Tiiblet para que ocupe su lugar en el círculo. A
lo largo del camino, Bantu saluda con la mano a Tessa antes de ocupar su lugar con los
suyos, y junto a su compañera.
Los cánticos en la sala se hacen más fuertes, frenéticos, a medida que todos los
presentes, Adroki incluido, los hacen suyos para la ceremonia.
El anciano Tiiblet recorre el círculo, tocando cada pequeño vientre redondeado. A
veces, una persona asiente con la cabeza, suspira y sigue cantando, y sabemos que la
crianza no ha cuajado. Pero de vez en cuando, el Tiiblet que está siendo frotado rompe a
cantar una antigua canción de Tiiblet, armonizando con el zumbido de los cánticos.
—Esa es positiva, —le susurro a Tessa. —Se forma un niño.
Para cuando el mayor llega a Bantú, Tessa casi se ha mordido las uñas. Y cuando el
mayor le frota la barriguita, chilla de emoción y se pone a llorar.
—Oh, mi amor, —dice Driki, abrazándolo con fuerza. Pero Bantú está lloriqueando
demasiado como para cantar la canción tradicional junto con los demás.
—Bueno, que me parta un rayo, —susurro. —Es positivo. Por fin.
El anciano se mueve y frota el vientre más grande de Driki, y luego rompe a cantar
y Bantu, todavía llorando, utiliza una voz temblorosa para cantar con él. Los cánticos de
los no embarazados se hacen más fuertes, manteniendo el ritmo de la canción para sus
hermanos que cantan, felices y alegres por ellos aunque su propio embarazo no haya
cuajado. Pronto toda la sala está cantando y coreando porque así es como son los Tiiblets.
Alegres unos por otros e inspiradores para los demás.
Me vuelvo hacia Tessa y veo que le corren lágrimas por las mejillas.
—Lo ha conseguido, —susurra. —Está embarazado.
Me aclaro la garganta. —Sí. Lo ha conseguido.
Los cánticos van in crescendo y luego se detienen bruscamente, dejándonos los

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 127


oídos zumbando en el repentino silencio. Todos los Tiiblets felicitan a las recién
embarazadas mientras tiro de Tessa en mis brazos.
Le limpio las lágrimas de las mejillas y ella me sonríe temblorosa. —Son las
hormonas del embarazo, —se excusa, pero yo sé que no es así. Sé que su corazón está
conmovido por los pequeños Tiiblets.
Entonces los dos vienen corriendo, cogidos de la mano.
—¡Princesa! Bantu está embarazado, —grita Bantu y se lanza a sus brazos.
—Driki también, —dice Driki y se lanza a los míos.
—Oomph, —digo, y le froto la barriguita. —Ya tienes el peso detrás.
—Estoy deseando engordar, —declara.
Abro la boca para decirle que ya lo está, pero mi dulce compañera me da un
codazo en el costado. Cierro la boca y le sonrío con ternura. Hará de mí un nuevo macho.
—Tengo un carruaje esperándote fuera, —le digo. —Daremos una vuelta por el
pueblo.
—Oh, bien, —se inquieta. —Bantu y Driki no pueden ir andando a casa en su
delicado estado. Tendremos que llevarlos hasta el carruaje.
Resoplo. La carga se me echará encima. Con lo pequeño que es Bantu, no me
imagino a mi compañera embarazada cargándolo.
—¡¿Nos cargarán durante todo el embarazo?!. —Bantu chilla y abraza a Driki.
Gimo ante la mirada de sorpresa de Tessa. Estoy a punto de protestar cuando
vuelve a darme un codazo.
—Solo son nueve meses, —dice.
Entrecierro los ojos con desconfianza. ¿Piensa bromear con que se irá a casa en
seis ciclos y me dejará cargando con las dos criaturas regordetas a todas partes?
—Oh, no, princesa, —dice Bantu. —Una Tiiblet sólo está embarazada durante un
ciclo lunar.
Se queda boquiabierta. —¿Eso es todo?
—Sí, —dice Bantu. —Pronto tendremos bablets.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 128


—Muy pronto, —asiente Driki, alisando las pequeñas protuberancias de pelo en la
cabeza de Bantu.
Henyon asoma la cabeza desde la puerta. Le hago señas para que se acerque.
—Mi Señora, —dice y se inclina respectivamente ante Tessa.
Ella resopla. —Ya basta .

A él se le dibuja una sonrisa en la cara y extiende los brazos para quitarle a Bantú.
—Cuidado, —advierte. —Está embarazado.
Henyon abre los ojos. —Felicidades, —le dice a Bantú, que se sonroja y luego
empieza a sollozar un poco más.
—Yo también lo estoy, —anuncia Driki mientras me levanto, aún abrazándole. —
Nuestros bablets crecerán juntos. Espero que se apareen. Pero si no, estoy seguro de que
seguirán queriéndose.
Henyon levanta una ceja mientras sigo sosteniendo a Driki en mis brazos. —Tessa
declaró que las Tiiblets deben ser cargados durante todo el embarazo, —le explico.
—Y mimados. —Frunce el ceño, muy seria e inconsciente del poder que ejercen sus
palabras. —Pero yo quería decir...
—Somos especiales para ella, —interrumpe Bantu.
Tessa no puede explicar que sólo quería llevarlos al carruaje para el viaje a casa,
pero se encoge de hombros.
Henyon y yo le tendemos una mano y tiramos suavemente de ella para ponerla en
pie. Veo que los otros Tiiblets observan atentamente a mi compañera mientras nos
vamos. Les sonrío y se alejan.
Una vez fuera, Jaze me quita a Driki para que pueda ayudar a Tessa a subir al
carruaje. Henyon coloca a Bantu en su regazo, donde se acurruca contra su pecho, y yo
me siento antes de que Jaze deposite a Driki en el mío.
No fue el viaje romántico que había planeado, pero no importa. Lo soportaré. Mis
machos se unen a los demás en los palos que se extienden desde el carruaje. Empujan
suavemente y el vehículo rueda por el patio, iluminado por antorchas y fuegos que
flamean en los hornos de barro que los albergan.
—Es precioso, —jadea Tessa, y sonrío al pensar en cómo se torcieron mis planes de

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 129


seducir a mi compañera.
—Es encantador, —balbucea Bantu.
Damos dos vueltas alrededor de todo el pueblo antes de que mis hombres se
detengan ante los gigantescos escalones del castillo. De nuevo, dos de ellos se adelantan
para recoger a los Tiiblets mientras nos ayudan a Tessa y a mí a bajar del carruaje y
vuelven a depositar al pegajoso Bantu en sus brazos.
Entiendo que esté enamorado de ella, y entiendo que su corazón se haya
ablandado hacia él después de que mi hermana le explicara su falta de kishren.
Cuando entramos en el castillo, Juris y una menuda Lilaina están en el gran salón,
junto con Shana y Maleek. Mikki y Beshi están coloreando en una mesita.
—¡Señora!— exclama Bantu, y luego rompe a llorar de nuevo.
—Oh, Bantu, ¿qué pasa?— Lilaina jadea y se levanta de un salto.
—Bantu es tan feliz, —solloza. —Estoy embarazado.
El embarazo parece haberle hecho referirse a sí mismo en tercera persona.
Lilaina le arrulla.
—Tessa ha declarado a los Tiiblet mimados durante todo el embarazo, —le explico
a Juris.
Mi hermano sonríe.
—Podemos hacerlo, —dice Juris y se levanta. Empuja dos sillas para hacer una
cama alargada. Deposito a Driki en una y luego cojo a Bantu de las hembras para que se
siente junto a su compañera de nido.
—Vamos a daros de comer, —dice Juris con suavidad, mientras Driki y Bantu se
abrazan.
Y continúan sollozando.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 130


Capítulo 15

Tessa:
Un mes.
No puedo creer que los Tiiblets den a luz en un mes o en un ciclo lunar, como dicen
aquí.
Ha sido agotador, pero Stratek se ha portado como un soldado. Cuando quise
llevar a Bantú hasta el carruaje, no me di cuenta de que tendría que cuidarlos durante
todo el embarazo, pero mi compañero se rió de mi error y se encargó de todo. Es un
hombre increíble.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 131


Y sin embargo, aunque ya están al final del embarazo, los Tiiblet siguen
exactamente igual. Aunque se quejan de los problemas del embarazo y del aumento de
peso, no parecen diferentes, salvo porque caminan con una mano apoyada en la espalda.
Se contonean de un lado a otro como Lilaina, pero de forma exagerada. Pequeñas
criaturas dramáticas. Para ser justos, incluso Lilaina ha hecho su parte. Todos lo han
hecho, en realidad. Todos quieren verlos felices y sanos con sus propios pequeñines.
Una parte de mí no puede imaginar el intercambio de un bebé con otra familia, sin
embargo. No me cabe en la cabeza y nadie lo ha mencionado. Me quedaré callada a ver
qué pasa.
Al menos, Lilaina y yo andamos de puntillas y somos educadas cuando estamos
cerca de Bantú, que no para de llorar. No tenemos tiempo para criticarnos, y me siento
aliviada. Porque he estado extasiadamente feliz, pasando todo el tiempo posible con
Stratek. Las noches, cuando los dos estamos juntos, son aún más increíbles y no puedo
evitar sentirme como... enamorada.
Ojalá hubiera una forma de salir de este lío. Ojalá hubiera una forma de llevármelo
a la isla conmigo. Ojalá este bebé fuera suyo y nunca tuviera que irme.
Pero esa no es mi suerte. Con mi suerte, será de Eric y tengo que prepararme para
lo inevitable. Pero no sé cómo.
—¡Tessa! ¡Tessa!— Unos golpes frenéticos en la puerta me despiertan.
Stratek ha salido con su hermano esta mañana para dar la bienvenida a la primera
oleada de Britonianos que están aquí para construir la red eléctrica del sistema de viaje.
Además, el clan del Tercer Ala viene a nuestra aldea. Parece traer tensión, pero no estoy
segura de por qué. Tendré que buscar a Shana para preguntarle.
Abro la puerta de golpe. —¿Qué?
—¡Ven rápido! Los Tiiblets no están en su habitación. —dice Lilaina.
Corro por los pasillos tras ella, más fácil para mí, ya que es más ancha. Y llega antes
que yo.
—¡He encontrado una cama llena de sábanas ensangrentadas y nada más!, —dice
con la cara tan blanca como las sábanas.
A pesar de mi corazón acelerado, estoy decidido a mantener la calma, ya que
Lilaina parece a punto de desmayarse.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 132


—Las sábanas están ensangrentadas, pero faltan las mantas, —observo con
cuidado.
Mis ojos se posan en un rastro de unas gotas ensangrentadas en el suelo que
conducen al armario. Ella también abre los ojos al ver el rastro. En pocos pasos llegamos al
armario y abro la puerta de golpe.
La luz repentina hace que dos Tiiblets somnolientos nos miren con grandes ojos
parpadeantes. Han hecho un nido con las mantas y se acurrucan desnudos, con la cabeza
de Bantu sobre el hombro de Driki. Y acurrucados en sus regazos están dos de las bolas de
amor más adorables, regordetas y arrugadas.
—Oooh, —decimos Lilaina y yo al unísono mientras nos arrodillamos.
Los bebés son adorables, del tamaño de una mano, redondos y mimosos. Sus
cabezas son demasiado grandes para sus cuerpos, sus diminutos brazos y piernas están
acurrucados contra sus torsos y sus colas aún no existen.
—¡Has tenido bebés!— susurra Lilaina y Bantu sonríe soñolienta.
—Anidar cuando hace frío, —murmura.
—Calentaremos la habitación, —digo.
Para ser una bestia tan desgarbada, Lilaina también se levanta. —Cambiaremos las
sábanas. Encenderemos un fuego. Lo pondremos todo cómodo para ti y los bebés.
Cerramos la puerta del armario para combatir el frío y desnudamos la cama en
silencio. Lilaina menciona que podemos tirarla y coger una nueva del cuarto de
suministros. Se dirige hacia allí mientras yo llevo las sábanas ensangrentadas a la
lavandería. Los Tiiblets que trabajan en la lavandería chasquean la lengua con complicidad
mientras miran las sábanas. La encargada murmura: —Anidando, ¿eh?, —me da un juego
nuevo de sábanas y mantas y menciona algo sobre un Aboula que viene a buscar a los
bebés.
Trago saliva, preguntándome si esto es el intercambio. Siento curiosidad -y pavor-,
pero no la suficiente como para preguntarle a la sabelotodo Lilaina qué opina al respecto.
Cuando vuelvo al dormitorio, Lilaina ha colocado dos nuevos cubrecolchones en la
cama, que parece más blanda y alta que antes. Coloco las sábanas en su sitio mientras ella
cierra la ventana después de ventilar la habitación. Luego enciende el fuego mientras yo
termino de hacer la cama.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 133


Llaman suavemente a la puerta y se me revuelve el estómago. Lilaina se levanta
para contestar y vuelve con un pequeño carro de comida y una palangana de agua
caliente. El alivio me hace exhalar.

Entonces bajo la cama y abrimos la puerta del armario.


—¿Qué queréis que hagamos para ayudar?. —pregunta Lilaina a los Tiiblets.
Driki responde. —¿Podéis lavar los bablets? Nosotros iremos al baño de enfrente y
nos limpiaremos.
—Por supuesto, —dice ella, con las manos extendidas hacia el bebé que lleva en el
regazo.
Me abalanzo sobre el pequeño bulto de alegría dormido de Bantu. Me recuerda a
un cachorro, acurrucado, durmiendo y haciendo ruiditos mientras duerme. Me dan ganas
de reírme porque el bebé tiene un pene enorme que sobresale y orina, rociando la pared.
Driki y Bantu se ayudan mutuamente y caminan desnudos hasta el baño mientras
Lilaina coge una de las mantas y la extiende. Prueba el calor del agua, sumerge una
esquina y lava al bebé de Driki.
Cojo otra esquina, mojo la manta y limpio los piececitos. Con suavidad, froto el
diminuto abdomen, la humedad hace que el pequeño se retuerza y abra la boca como si
fuera a llorar, pero luego cambia de opinión y se limita a bostezar.
Me río entre dientes.
—Qué bostezo más grande para semejante monada, —le digo.
Juro que sonríe.
—¿Verdad que sí, precioso?. —Le arrullo.
Lilaina ha rebuscado en un cajón unas cosas que parecen pañales y se nos ocurre
cómo envolver sus culitos. Y luego los envolvemos en unas adorables mantitas de bebé
justo cuando Bantu y Driki vuelven a entrar, tiritando pero con batas pequeñas.
—Venid a la cama, mamás, —dice Lilaina. —Hay sopa caliente para vosotros. Tessa
y yo cogeremos a los bebés para que podáis comer.
Resoplo. Qué penuria.
Cuando Driki y Bantu están acurrucados en las mantas, Lilaina me da el bebé que
lleva en brazos, así que yo acuno a dos, un bebé en cada brazo. Son tan ligeros, apenas

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 134


pesan uno o dos kilos. Luego acerca el carrito y saca la bandeja. Una vez que Driki y Bantu
están comiendo, vuelve a sentarse en la cama conmigo y coge la bandeja más grande.
Demasiado pronto terminan de comer y es hora de devolverles a sus adorables
bebés. Me abrazo las rodillas cuando me quitan el bulto de los brazos y veo a Lilaina
abrazándose su enorme barriga. Al menos tiene a Mikki para abrazarla después.
Un suave golpe en la puerta me hace girar la cabeza.
—Adelante, —dice Driki.
La puerta se abre y entran dos pequeños Tiiblets, cada uno con un bebé envuelto.
—¡Aboula! ¡Fenlik! Bienvenido. —Bantu está positivamente radiante. —¡Mira lo
que tenemos!
¿Aboula es una persona? Creía que era el título de la persona encargada de las
adopciones.
—Nos hemos enterado, —dice Aboula y los dos entran. Se sientan también en la
cama y desenvuelven a sus bebés para enseñárselos a Bantú y Driki.
—El mío nació hace dos vueltas al sol. El de Fenlik sólo cuatro.
—¿Y ya estás en pie? Casi has recuperado tu figura, —dice Bantu, mientras Aboula
se sonroja.
Entrecierro los ojos, intentando averiguar a qué figura se refiere Bantu. Y me tapo
la boca para ocultar una sonrisa al imaginar qué cosa estrafalaria diría Stratek. Lilaina me
pilla y, para mi sorpresa, sonríe.
Los cuatro Tiiblets ríen y bromean y parecen muy buenos amigos, relatando las
historias de dolores de parto e instintos de anidamiento. Lilaina me llama la atención y
hace un gesto con la cabeza hacia la puerta. Estamos a punto de irnos cuando la cosa se
pone seria.
—Ama. Princesa. Por favor, quédese, —dice Bantu. Su voz es un poco más grave de
lo normal y tanto Lilaina como yo giramos la cabeza.
—Mi gente, mi familia, —dice Aboula también con voz grave. Fenlik se une. —Os
bendigo con el mayor amor de mi vida. Mi corazón y mi alma.
—Mi pueblo, mi familia, —repiten Bantu y Driki. —Os bendigo con el mayor amor
de mi vida. Mi corazón y mi alma.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 135


—Prometo amar tu regalo como si fuera mío. Prometo cuidar tu regalo con mi
vida. Ningún daño llegará a tu corazón con mi amor para protegerlo, —dice Aboula y besa
la frente del bebé.

Driki repite las palabras, besa a su bebé en la frente y luego lo coloca en medio de
la cama. ¿Va a sacrificar al suyo para que Bantú pueda quedarse con su propio hijo?
Aboula intercambia los bebés envueltos, primero besa a uno en la frente y lo pone
en brazos de Driki, luego coge al suyo de la cama y lo acuna con cariño antes de besarlo en
el mismo sitio.
Driki besa en la frente al bebé que tiene en brazos, en el mismo lugar donde había
besado al que había regalado.
—Amor de mi vida, espero que encuentres a tu pareja en la descendencia de mi
compañero. Si no, tengo la bendición de ser tu apoyo en la búsqueda de la tuya.
—Me honras con tu presencia, —susurra Aboula.
Luego, los otros tres Tiiblets repiten la misma frase.
—Prometo mantener puro mi amor, —dice Driki. —Amar a tu bablet como si fuera
mío. Y dejarte amar mi bablet como si fuera tuyo, por el bien de nuestros jóvenes.
Siempre por el bien de los jóvenes.
Aboula repite la frase, luego Fenlik, seguido de Bantu, y luego los cuatro la dicen
juntos. Se hace un silencio absoluto en la habitación y Aboula besa la frente de Driki y
Driki besa la de Aboula. Sin mediar palabra ni mirar atrás, Aboula y Fenlik recogen a sus
bebés y se van.
Esperaba que Driki se sintiera triste... o que Bantu se sintiera culpable de que su
compañero renunciara a su bebé... pero no hay nada de eso. En lugar de eso, se miran a
los ojos con cariño e intercambian bebés, cambiándoles los pañales, vistiéndoles con
trajes a juego y amamantándoles. Los bebés son ahora hijos de ambos... lo cual tiene
sentido. Me doy cuenta de que ambos son padres de dos niños, no un solo padre de uno.
No son posesivos en cuanto a qué bablet dieron a luz. Las reglas de la Tierra me
confunden, ya que el hombre asume el papel de padre.
Dios mio.
La Tierra trata a las mujeres como criadoras, no como Pimeon.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 136


—Te queremos, —susurra Lilaina cuando los bablets empiezan a dormirse. —
Pronto iremos a ver cómo estás.
—Gracias, Ama, —dice Bantu y acurruca la cabeza en el hombro de Driki.

Es conmovedor y hermoso y emotivo, aunque sólo sea para nosotros. Es una


lección de amor verdadero, de amor puro. Lilaina y yo salimos de su habitación por la
parte de atrás, por la escalera cercana a las torres.
Caminamos por los oscuros pasillos en silencio, con lágrimas cayendo por mi cara.
Un rápido vistazo a Lilaina muestra también sus mejillas húmedas.
—No era lo que esperaba, —dice.
Trago saliva. —Yo tampoco.
—Ha sido precioso.
Y entonces no puedo evitarlo. Rompo a llorar. No unas lágrimas cualquiera, sino
enormes sollozos. Un llanto feo, un torrente de emociones contenidas para siempre,
como si se hubiera roto un dique.
—¿Tessa?— Lilaina dice con cautela.
—No puedo... no puedo, —sollozo. —No puedo imaginarlo.
—¿No puedes imaginar qué?
—En la Tierra -nuestros hijos- somos tratados como posesiones. Nos levantamos
en armas si oímos hablar de abusos, o de la interrupción de un embarazo, pero ninguno
de nosotros tiene el amor y la fuerza que hacen falta para hacer lo que hace esta gente.
En algún lugar de mi mente, pasaron de ser criaturas a ser personas.
Y en algún otro lugar de mi mente, tengo que dejar salir todo este razonamiento.
Todo el desorden mental que me está estresando.
—Tu padre... no te ama. Te posee. Quiere que te haga saber lo decepcionante que
eres para tu pueblo, no porque se preocupe por el pueblo, sino porque eres su posesión y
debes hacer lo que él dice. Pero el mayor amor debería ser el de un padre que antepone
las necesidades de un hijo a las suyas propias. Esos Tiiblets quieren que un niño tenga el
beneficio o incluso la posibilidad de criarse con su futura pareja y están dispuestos a
sacrificarse para que eso ocurra. Por el niño. No por ellos mismos.
—La Tierra ha pasado por tantas cosas que puedo entender por qué queremos lo
mejor para nuestros hijos. Lo que nosotros no tuvimos.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 137


—Pero esa es la clave, ¿no lo ves? Fuimos torturados y maltratados por la guerra y
el hambre y criamos niños que nunca deberían conocer el término sufrir. En lugar de
enseñarles a amar y a trabajar juntos, nos limitamos a darles lo que creían que querían.
¡Son niños! ¿Cómo pueden saber lo que quieren? Deberíamos haberles regalado amor y
adoración, enseñarles a quererse. En lugar de eso, criamos un mundo de narcisistas— -
respiro hondo- —empezando por tu padre.
—Lo sé, —dice Lilaina con dulzura. —Pero no puedo cambiar el pasado. Eso es lo
que me enseñaron los Adroki. Sólo puedo aprender del pasado y cambiar el futuro. No el
futuro de todos, sino el mío.
Mis sollozos se calman. —Conozco el infierno en el que te criaste.
—¿Qué te ha pasado, Tessa?, —pregunta, y su voz tiene una cualidad nueva que
nunca antes había oído.
—La gente se pregunta cómo superas el infierno... y luego justifican que no lo
hayas hecho. Simplemente lo sobrellevas estando un poco loca. Yo pensaba que lo
estabas. Nunca me di cuenta de que superaste esa infancia porque no tenías elección.
Porque durante mucho tiempo no supiste que abusaban de ti.
Sonríe con pesar. —No, cuando eso es lo normal, no hay nada con lo que
compararlo, ¿verdad?
—Pero yo tenía normalidad, —le digo. —Y aún así caí en ella. Nunca me di cuenta
de hasta qué punto.
Me gustaría decirle que sólo rompí con su padre porque era su plan. Que todo el
tiempo supo que podía traerme a este planeta. Después de todo, si una hembra era
arrancada de sus garras, la reemplazaba por otra para ver si esa también era arrancada. Y
funcionó.
¿Pero me creerá? Me temo que no. Nadie lo hará.
—Y durante mucho tiempo, yo también pensé que estabas loca. Pensé que mi
misión era hacer que te dieras cuenta y volvieras a la Tierra. Pero no podía permitir que
volvieras a las garras de tu padre. Y sin embargo, no podía volver a menos que hiciera
esto.
—¿Por qué querrías volver?— susurra ella. —¿Ahora que ves lo que es la vida
normal? Cómo los Adroki son diferentes. Cómo tratan a sus compañeros con reverencia.
Con respeto.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 138


—Porque no puedo quedarme.
—Tienes el poder de tomar la decisión.
—¿Y si lo elijo y Stratek decide que no me quiere?
—¡Él te quiere! ¿Por qué elegiría que te fueras?
—No lo entiendes.
—Hazme entender.
Me gustaría gritarle la verdad. Que no sé si este niño es su hermano o su sobrino.
Que una vez que Stratek vea mi traición, no tendrá nada que ver conmigo. Que el único
lugar al que puedo volver es la Tierra, y ahora no puedo tener mi isla sin llevar a cabo mi
plan.
En lugar de eso, huyo.
El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 139
Capítulo 16

Tessa:
Los ventanales del castillo parecen contener la furia del viento. Azota mi cabeza y
se hace más fuerte a medida que subo los escalones. Oigo que Lilaina me llama, pero no
puede alcanzarme, ya que no está tan embarazada.
Por fin, cuando llego a la habitación de arriba, puedo respirar. El viento es fuerte,
reverbera por la habitación redonda desde las ventanas dobles abiertas.
Pero no es suficiente. Quiero sentir el viento, saborearlo en la lengua. Cerca de las
ventanas hay grandes escaleras. Me subo a una y asomo la cabeza. Mi pelo se balancea

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 140


por mi cara, soltando el flequillo que llevo detrás de la oreja.
Dios, hay una cornisa fuera, entre las ventanas de la torreta. Parece bastante
segura, hecha de ladrillo para confundirse con los muros exteriores. Es ancha y está
rellena de tierra, como una jardinera. Puedo sentarme fuera con el viento cálido
azotándome el pelo. No hay nada que me haga sentir tan viva. Donde no tengo que
pensar ni preocuparme. Puedo simplemente ser. Antes de desequilibrarme demasiado por
el peso del embarazo.
Me subo con cuidado a la cornisa. Como sospechaba, es robusta y está bien hecha,
lo bastante pesada como para soportar a un macho adroki más grande. El sol está cayendo
sobre el horizonte y es espectacular. Aunque el cielo sigue siendo amarillo, el sol brilla en
rojo y rayas de color naranja rojizo atraviesan el cielo y se intercalan entre las nubes
amarillas.
Es impresionante.
Con el viento que sopla, puedo oler el humo que sale de las hogueras del pueblo.
Los olores de la carne cocinándose. Incluso las antorchas que iluminan la escalera del
castillo más allá de la torreta. Con las familiares ráfagas de viento -viento que nunca
cambia, estés donde estés- puedo sentirme en paz.
Abajo, la gente parece hormigas que se escabullen por los caminos. No distingo
rasgos ni extremidades, sólo movimiento. Desde aquí arriba, no importa que tengan
tentáculos o piernas.
Pero con mi bebé, sí.
Me froto la barriga. Un pequeño movimiento recorre mi vientre, como si se
encontrara con mi mano. Me hace recuperar el aliento y persigo el avance con la punta de
los dedos. La recompensa es una patada más fuerte. De repente me pregunto: ¿es un
tentáculo o una pierna? Si tan sólo lo supiera.
—No te preocupes, cariño, —susurro. —No te preocupes nunca. Pase lo que pase,
yo te cuidaré. Cuidaré de ti. Tú sólo corre y salta y aprende y explora y haz todas las cosas
que a los kishren-niños-les encanta hacer. Te lo prometo.
—¡Tessa!— Una profunda voz masculina me hiela la sangre por su furia.
Stratek.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 141


Unos pasos pesados suben las escaleras y tardan un rato. Puedo oír exactamente
cuando llega al final de la escalera y busca en qué torreta he entrado. Casi puedo sentir
cuando su mirada se posa en la escalera que lleva a la ventana.
—¡Tessa!
Sus manos se agarran al alféizar y asoma la cabeza. Intenta alcanzarme y yo me
escabullo por el alféizar, lejos de su alcance.
—¡Tessa, ven aquí!, —ruge.
—No. ¡Vete!— Sigo bajando y entonces aparece la cara de su hermano junto a él.
Desde la ventana del lado opuesto, veo a Maleek y Henyon asomar la cabeza por la
ventana, apretados mientras comparten la escalera. Los ignoro. —Vete, Stratek. Vete. —
Muevo mi cuerpo hacia delante y hacia atrás, lentamente. Rítmicamente. El balanceo me
calma, como me calma el viento. Pero he perdido el impulso del viento y necesito algo
más para recuperarlo.
Juris pone una gran mano en el hombro de Stratek, que simplemente se encoge de
hombros.
—Tessa, —suplica, pero me tapo los oídos con las manos para no oír esa nota en su
voz. No quiero que me ruegue... ni un príncipe. Nunca debería rebajarse ante alguien
como yo.
Por alguna razón, los ojos de Juris se abren de par en par cuando quito las manos
de la repisa para taparme los oídos y bloquear el sonido, y entonces arrastra a Stratek
desde la ventana. Se produce un alboroto, los otros dos desaparecen y estoy segura de
que hacen falta los cuatro para arrastrarlo.
Bien. Al menos está a salvo.
Un hombre -Jaze- aparece en la otra ventana, observándome. Está bien, mientras
no hable. Mientras no salga. Mientras esté callado.
Al cabo de un rato, me quito las manos de las orejas y vuelvo a agarrarme a la
cornisa. Sigo meciéndome por si Jaze hace algo más que mirar. Pero él asiente a otra
persona, y entonces Lilaina alcanza el último escalón de la ventana a mi izquierda.
Donde había estado Stratek.
—Soy yo, —dice, y su voz es suave y tranquilizadora. Me gusta.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 142


—¿Está bien?
—Le han obligado a ir al pasillo, —dice ella. —Hasta que se calme. O hasta que esté
listo para hablar.
Espero un minuto antes de responder. —Bien. Es más seguro para él ahí fuera.
—Está preocupado por ti.
—No necesita preocuparse por mí. Nunca por mí. Puedo cuidar de mí misma.
—Estás afuera en una cornisa en el viento. No estoy segura de que sea la mejor
decisión.
No digo nada porque ella nunca entenderá cómo me calma el viento. Cómo me
gusta el aire libre. Cómo viviría en una torreta si pudiera.
—Háblame, Tessa.
Esta gente no me va a dejar en paz.
—No lo merezco.
—Claro que lo mereces. ¿Qué te hace pensar eso?
Jaze sigue en la otra ventana, pero se limita a mirar, así que me parece bien.
Probablemente se esté asegurando de que Lilaina no sufra ningún daño.
—Es un príncipe. Puede tener a la mujer que quiera. ¿Por qué me querría a mí? Soy
mercancía usada, las sobras de tu padre.
—Eso no importa. Yo también soy las sobras de mi padre. Juris todavía me quiere.
Ojalá fuera así de sencillo. Me balanceo con más fuerza mientras intento pensar
qué decir para que se vaya sin preguntar la paternidad de mi hijo.
—¿Por qué te meces?.
Me detengo bruscamente, pero mi cuerpo se balancea como si quisiera continuar
con el balanceo. O tal vez sea mi mente, mi cerebro, que necesita la comodidad del
movimiento de balanceo.
—Estás intentando pensar en cómo evitar decirnos algo, —dice Lilaina.
—¿Qué...?
—Me doy cuenta, Tessa. También puedo decir que nadie sale ileso de mi padre. Yo
lo sé y todos aquí lo saben.

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—Eso no es lo que pensabas cuando llegué aquí, —murmuro.
—Entonces no te conocía, —dice. —Pero le conozco. Por eso sé que hay más de lo
que dices.
Oh, lo hay. Definitivamente lo hay. Y me hace empezar a balancearme de nuevo.
Dios, estoy teniendo un colapso. Una crisis. Lo que sea.
—Y seguirá comiéndote viva. En este momento, ni siquiera puedes ver cómo
Stratek te ama porque estás tan jodida por dentro. Yo era igual. No sabía que Juris me
amaba, pero me amó durante años, Tessa. Durante tres años, mucho antes de conocerlo.
Y yo estaba dispuesta a volver a la Tierra si no podía quedarme embarazada para que él
pudiera tener hijos con otra. Ni siquiera me di cuenta de que me quería a mí, no sólo
bebés.
Ese no es nuestro caso. Detiene mis movimientos.
—No tienes ese problema con Stratek. Ya te has quedado embarazada. Así que no
sé por qué no ves que lo eres todo para él.
—No es eso, —digo, y empiezo a mecerme de nuevo.
—¿Por qué te meces?— Sigue preguntando, una y otra vez.
—¡Porque no sé qué hacer!— Le grito a Lilaina. —¡Tengo que tener a mi bebé en
ese planeta! Tengo que tomar una decisión y no sé qué hacer.
Su voz permanece tranquila. —¿Quieres a Stratek? Esa es la única pregunta que
tienes que responder ahora mismo.
—Sí, lo hago, —resoplo, y me parece tan natural. Dios, ¿por qué nunca lo he dicho
en voz alta? ¿Por qué no se lo he dicho?
—Entonces la respuesta está clara, Tessa. Iremos contigo. Tendrás al bebé. Mikhail
también estará allí para protegerte. Tú eliges, y vuelves a casa.
—No es así de simple, —admito.
—Habla conmigo, —dice Lilaina. —Ya he pasado por eso. No importa cuál sea la
historia entre tú y yo, te ayudaré.
Su voz es tan relajante, y quiero creerla desesperadamente. ¿Puedo creerle?
—Regresa de esa cornisa antes de que el viento se levante de nuevo. —Su voz está
bien modulada y calmada, pero hay una sensación subyacente de urgencia. ¿Qué le

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preocupa? ¿El viento? La mayoría de la gente teme al viento, pero yo no. Años de estar
expuesta a él me han enseñado a reconocer a qué velocidad vuelan las ráfagas, y cuán alta
debe ser la velocidad para vencer el peso de mi cuerpo. Estar en el viento me tranquiliza,
aleja la fealdad de mi interior.
En cambio, me acaricio el vientre. —Si este niño nace en la Tierra, será un
ciudadano. Tendrán derecho a tenerlo allí.
—Tessa, —susurra. —Tendrá la ciudadanía de la Tierra, claro. Pero será ciudadano
de Pimeon por su parentesco. Es una doble ciudadanía. Nadie tiene derechos sobre él. Irá
donde tú vayas.
—¿Y si nace con piernas?— Me quejo. —El tuyo tuvo suerte y nació con tentáculos.
—Que un bebé nazca con piernas no significa nada, —dice. —Puede que tenga los
ojos de su padre. Puede que tenga la piel morada. A Mikki le está creciendo pelo, aunque
era calvo como los Adroki cuando nació....
No lo entiende.
—¡He sido registrada como una mujer escarlata! Puede que no sea de Stratek. —
suelto.
—¿Qué?, —susurra. Y de repente cae en la cuenta. —¡Dios mío! ¿Mi padre?
Las lágrimas empiezan a brotar con fuerza ahora que mi secreto ha salido a la luz.
—Sabía que me iba. Me dijo que primero íbamos a demostrar nuestro amor. Fue sólo una
vez, pero ... yo no quería. No podía detenerlo. No pude. —Intento explicarle que no me
acosté voluntariamente con los dos hombres ese mismo fin de semana. Que no soy una
mujer libertina, merecedora de los antiguos rituales de lapidación por tener diferentes
hombres en el mismo lapso de tiempo. —Y no quise acostarme con Stratek la noche
siguiente. Estaba drogada e intentaba escapar antes de que los efectos me afectaran, pero
eran más fuertes de lo normal y me afectaron rápidamente. Y luego me tomé unos
chupitos con Stratek, lo que no ayudó. No recuerdo haberme acostado con él, pero a la
mañana siguiente me desperté antes del amanecer y me escapé. Quería coger el tren de
vuelta a casa y rogarle a Amos que se casara conmigo. Pero cuando llegué, ya habían
llamado mi nombre para el programa y Eric estaba allí para llevarme a la cárcel.
—¿Estuviste en la cárcel todo el tiempo, desde la fiesta hasta que llegaste?.
—Sí, —digo con hipo. —Pero los registros no muestran el marco de tiempo

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adecuado. No me ingresaron de inmediato porque...— Me detengo de repente porque
sigue siendo tan espeluznante.

—¿Tessa?— pregunta Lilaina. —Continúa, por favor. Dime qué está pasando.
¿Me creerá?
—Él las mató, —susurro. —Las dos primeras esposas de Amos. Habíamos tenido
algunas palabras en el estacionamiento y les dije algo feo. Eric dijo que diría que me había
separado de él y que ingresé en la cárcel con una semana de retraso. Durante esa semana,
hubo un accidente en una granja— -hago comillas con los dedos- —y si me paso de la
raya, Eric va a revelar que me vieron escondiéndome en la granja donde ocurrió el
accidente. —Hipo. —Que hay que reabrir la investigación.
—Te tendió una trampa, —dice Lilaina.
—Por supuesto. Pero no puedo hacer nada al respecto.
—Puedes hablar con Stratek. Lo entenderá.
—¿Comprenderá que el hijo que creía suyo puede ser el de su enemigo?. —
Susurro con voz áspera.
—Sí. —La voz más grave nos hace girar la cabeza en dirección a la puerta.
Uno a uno, Juris, Maleek, Henyon y Stratek se introducen en la habitación.
Lilaina baja por la escalera, dejando la vista abierta para que yo lo vea. Pero ella
podría haberse quedado porque yo sólo tengo ojos para Stratek. Ahora tiemblo, aunque
probablemente sea la reacción del horrible secreto revelado, el secreto que guardé
durante tanto tiempo. Y ahora depende de él.
—No me importa si es suyo, —dice Stratek y su voz es sombría, su cara un poco
triste. Me rompe el corazón.
Continúa. —El bebé será la mitad de ti. ¿Cómo no voy a quererle?.
Rompo a llorar.
—Para, —dice, extendiendo las manos con impotencia. De repente está allí, en la
escalera, donde había estado Lilaina. —Por favor, entra. Me pone nervioso que te quedes
aquí fuera.
Miro la habitación detrás de él. Jaze está tenso y sombrío, apoyado en la escalera
de la otra ventana, como si fuera a cogerme si me caigo; Lilaina solloza suavemente en el

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 146


cuello de Juris, que le frota la espalda con los brazos. Maleek tiene los puños cerrados
como si quisiera romper algo. Henyon tiene los ojos muy abiertos y respira con dificultad.
Oh, Dios. Todos pensaron que estoy en la cornisa para saltar. Sólo Stratek entiende
cuánto me gusta el viento.
Pero tal vez Stratek está preocupado de que me caiga. Desde su punto de vista, no
ve lo ancha que es la cornisa para una hembra humana más pequeña, cuánto espacio
tengo, lo segura que es.
Los he preocupado a todos con mi crisis mental.
Extiendo los brazos y en un instante él está ahí, tirando de mí.
—Lo siento. Lo siento mucho. No sabía cómo decírtelo, —le susurro. —Yo no
quiero que la gente piense mal de él por esto, especialmente ese hombre desagradable
del clan del Tercer Ala, pero aquí sólo está nuestra propia gente....
—Shh, —me dice, sentándose conmigo en sus brazos, acunándome contra él,
alisándome el pelo con la palma de su mano. —No puedo creer que hayas estado viviendo
con esto tanto tiempo, poniéndote enferma. Todo lo que tenías que hacer era hablar
conmigo. —Me mece en su sitio -me mece a mí, al mismo ritmo que tenía en la cornisa- y
mi cabeza encaja perfectamente en la cuna de su cuello. Es perfecto. —Mujer tonta. Te
quiero a ti. Amo a nuestro bebé. Eres mi vida.
—Si tengo que tener este bebé en la Tierra y tiene piernas, —sollozo. —Intentará
quedárselo. Será un ciudadano de la Tierra.
—Entonces nos mudaremos a la Tierra. Pero no te preocupes. Todo se puede
arreglar. Tiene las mismas posibilidades de ser mío. —Me agarra el pelo con la mano y me
levanta la cabeza para que le mire.
Su expresión es intensa. —Aquella noche que estuvimos juntos, estabas cubierta
de moratones. ¿Eran de él?.
Asiento con la cabeza. —Le dije que no.
—¿Entonces no fue consentido?
—No. Nunca. No como contigo. —Quiero que entienda, necesito que entienda que
disfruto de sus caricias. Pero sólo me abraza.
—Tessa, —dice. —Te amo. ¿Tú también me amas?
—Sí. Para siempre, —trago saliva. —¿Pero cómo vas a creerme ahora? ¿Cómo no

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 147


te preguntarás si sólo intento que alguien se haga cargo de mi bebé?.
—Porque no importa lo que digan de ti, conozco tu verdadero yo. Siempre te he
conocido. Sabía que había algo que me ocultabas, y sabía que era importante. Tenía que
serlo. Sé que eres duro cuando tienes que serlo. También sé que amas intensamente.
Harás lo que sea necesario para proteger a nuestro kish.
—Lo amo. Y te amo a ti, —digo entre besos porque se ha acercado para reclamar
mis labios. Y me encanta esto, me encanta besar sus labios, probar su sabor, abrazarlo
como si fuera mi vida. Lo es todo para mí. Me hace sonreír, me hace reír. Es protector y
tonto. Es guapo y sexy, atento y amable.
Daría mi vida por él.
Cuando se separa, me levanta fácilmente en brazos. Mi mano se posa en su bíceps,
sintiendo el duro abultamiento de su músculo.
Su poder, su fuerza.
—Te llevo a casa, —me dice. —Y no voy a dejarte marchar.
—Ojalá no tuviera que irme nunca, —admito, con la voz entrecortada por el
miedo.
Apenas me fijo en nadie más mientras me lleva por las escaleras de la torreta hasta
nuestros aposentos.
Hasta que oigo los sollozos de Lilaina.

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Capítulo 17

Tessa:
—Hemos puesto nombre a nuestros bablets, —anuncia Driki.
Stratek gime mientras se da la vuelta en la cama y entierra su cara en mi cuello. —
¿Alguien llama a la puerta?, —murmura. Pero se queda a medias porque es más de
mediodía y los Tiiblets llevan horas levantados.
—Sí. Nombres humanos, —asiente Bantú, siguiéndole y empujando un diminuto
cochecito de bebé. Dentro, los bebés están acurrucados juntos, envueltos en una manta.
—En realidad, fue idea de la princesa Tessa. Llamó al mío Bestia y me pareció un nombre
tan bonito y fuerte....

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 149


Levanto la cabeza al oír mi nombre. —Oh, pero...
—¿Llamas al tuyo Bestial?. —Stratek suena un poco horrorizado.

—Sí, —dice Bantu con orgullo. —¿Te gusta?


—¿Cómo se llamará el otro?— pregunta Stratek, evitando la pregunta.
—Bella, —dice.
—Bella y Bestia, —murmuro. —Van bien juntos.
—¿A que sí?— dice Bantu, radiante. —¡Nombres de la Tierra! Estarán tan
orgullosos cuando crezcan y vean lo únicos que son sus nombres. Estoy deseando
decírselo a la Ama. ¡Ven, Driki! Vamos a buscarla.
Salen corriendo de la habitación antes de que Stratek pueda gritar: —¡Esperad a
que Lilaina y Juris salgan de la cama!.
Se me escapa una risita, y él me fulmina con la mirada antes de que una sonrisa
asome por la comisura de sus labios. —¿Qué?
—Ya están fuera de la cama. Ya ha pasado media mañana. —Estábamos perezosos,
despertándonos y abrazándonos, haciendo el amor, volviéndonos a dormir.
Me sonríe con facilidad. —Supongo que podemos empezar el día.
Pero poner en marcha nuestro día me lleva un poco más de tiempo de lo esperado
cuando hago mi cosa favorita. Paso junto a la puerta del baño para ver a Stratek
duchándose. Siempre deja la puerta abierta, y no puedo evitar admirar la vista.
—¿Tessa?, —pregunta al verme en la puerta. —¿Quieres acompañarme, amor?.
El pobre no tiene ni idea de que me encanta mirar. O quizá sí, porque cuando me
desnudo lentamente, arquea una ceja. Cuando entro en la ducha, me levanta para que le
rodee la cintura con las piernas, me apoya contra la pared y me penetra.
—Dios mío, estás empapada, —murmura.
Supongo que eso es lo que me provoca mirarle. Y cuando me toma así, de pie
contra la pared de la ducha, mirándome fijamente a los ojos, puedo concentrarme en la
exquisita sensación de su erección entrando y saliendo antes de que vuelva a penetrarme.
Cada sensación, cada movimiento, cada terminación nerviosa que se activa. Y cuando me
corro y grito su nombre en su cuello, él finalmente libera su semilla dentro de mí.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 150


Para cuando nos duchamos y nos vestimos, Lilaina y Juris están almorzando en el
comedor, en una de las mesas redondas más pequeñas que a ella le gusta utilizar para sus
almuerzos. Stratek me sienta a su lado y toma asiento entre Juris y yo.

—Juris necesita ayuda con el nuevo sistema de transporte, —dice Lilaina. —Se va a
reunir con un par de britonianos en el lugar del portal junto con los líderes de los otros
clanes. —Su sonrisa es fácil, aunque sus ojos están un poco enrojecidos. —He pensado
que si Stratek va a ayudarle, tú y yo podríamos explorar un poco. Tendremos a Beshi
mañana, así que eso me deja libre por hoy.
—¿Y quieres pasarlo conmigo?.
—Bueno, mis acompañantes están ocupados con sus bablets, —bromea. —Así que
supongo que eres la segunda mejor. —Se inclina. —Además, tengo muchas ganas de
compartir algo contigo. Va a ser muy divertido, Tessa. Pero no se lo digas a los chicos, no
nos dejarán recorrer la corta distancia estando embarazadas y todo eso.
—¿Qué tan lejos es?— susurro. Desde luego no quiero preocupar a Stratek
innecesariamente, no después de asustarle ayer con el saliente.
—Es un paseo de cinco minutos. Volveremos enseguida. Elex tiene a Mikki y le
pediría a Shana que viniera pero... Realmente quiero que seamos tú y yo. Dos mujeres de
la Tierra que totalmente... lo entiendan. Entiendan la importancia de lo que voy a
compartir contigo. —Pone su mano en la mía y la aprieta.
—De acuerdo, —asiento. Porque a pesar de nuestro duro comienzo, confío
plenamente en Lilaina. No creo que esté loca y no creo que me lleve por mal camino.
—¿Qué están susurrando ustedes dos?— le pregunta Juris a Lilaina con
complicidad.
—Estamos haciendo planes para el día. —Me guiña un ojo.
—¿Te importa si me tomo un par de horas para ayudar a Juris, amor?. —pregunta
Stratek.
—En absoluto, —le digo. —Estaré bien.
Lilaina sonríe.
Asiente y tira de mí hacia él. —De acuerdo, entonces. Si necesitas algo, llama a Jaze
o Henyon.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 151


—Lo haré.
Se inclina hacia delante y toca su frente con la mía antes de besarme
profundamente. Apenas soy consciente de que Juris besa a Lilaina antes de que se vayan
juntos. Desde las escaleras del castillo, vemos a los dos hermanos dirigirse hacia las
puertas principales.
Lilaina suspira mientras vemos sus siluetas cada vez más pequeñas.
—Es tan perfecto, ¿verdad?, —pregunta.
—Dios, sí. —Yo también suspiro profundamente, pero mis ojos están puestos en
Stratek. Ese hombre me excita, sin duda.
Ella suelta una risita. —Es Diosa, aquí. Y te vas a quedar, así que acostúmbrate.
Imagínate la cara de asombro de los humanos cuando lo pronunciemos.
—Se van a santificar, —digo yo.
Y entonces ambas soltamos una risita atroz. Es malo e indecente burlarse de
nuestros congéneres, pero de alguna manera la experiencia horrible que compartimos de
nuestra raza también nos une.
—El tiempo es estupendo, —dice Lilaina. —Pero los Tiiblets nos han traído un par
de capas con capucha para ponernos. Ambas son blancas porque podemos elegir los
colores en los que las queremos teñir, pero— -se inclina- —no puedo evitar preguntarme
si el blanco nos hace parecer angelicales.
Suelto una risita. —Claro que sí.
Me tiende una, me la paso por los hombros y la abrocho en el pecho. Los Tiiblet
confeccionaron cada capa a medida porque, con la estatura mucho más baja de Lilaina, la
suya no arrastra el suelo en absoluto.
Cuando salimos por la puerta, uno de los guardias nos mira con los ojos
entrecerrados. —¿Adónde vais?
Lilaina suspira con fuerza y se quita la capucha de la cabeza. —Sinceramente,
Relion. Por algo vamos de incógnito.
—Probablemente no deberías vestir de blanco, —afirma con facilidad. —Destacas.
Él mira su vientre, y parece que ella es enorme de repente. Como si de la noche a
la mañana hubiera pasado de pesada a floreciente.

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—¿Cuánto te falta?— Pregunto, mirando su barriga con recelo.
—Al final del séptimo mes, —dice alegremente. —O por ahí. Es un poco
complicado con el recuento de Adroki, pero tengo tiempo. Mikhail va a enviar a su médico
con los hombres que llegan hoy para ayudar con el sistema de transporte. Se quedará
hasta el nacimiento.
—¿Y tú a dónde vas?— presiona Relion.
Lilaina suspira y se acerca para susurrarle al oído. Su voz es lo bastante baja como
para que no la oiga, aunque su barriga es tan enorme que no puede acercarse mucho.
—Te acompaño, —dice, y su tono no deja lugar a discusiones. —Y las dos os
quedaréis aquí hasta que encuentre a alguien que releve mi puesto o pueda enviar a
alguien a acompañaros de vuelta.
—Son sólo cinco minutos...
—Más vale prevenir que curar.
—Estás dejando el puesto vacío durante cinco minutos, —señala Lilaina.
—Tus compañeros preferirían eso a que sus hembras estuvieran sin escolta.
Además, son cinco minutos para un macho Adroki adulto que viaja rápido. No para
apéndices rechonchos que caminan llevando barrigas llenas de kishlings.
Lilaina gruñe y tira de mí. Relion se queda atrás, dejándonos espacio, mientras
comparte conmigo la historia de su primer viaje por este camino. Me cuenta cómo Stratek
le tendió una trampa al no decirle que los Tiiblet son tan abiertos sexualmente y
decidieron parar en mitad del viaje para echar un polvo rápido entre los árboles.
No puedo evitar reírme. Suena como algo que Stratek haría. Y pensar en la pobre
Lilaina horrorizada viendo el acto sexual -con todos los demás mirándola- sólo puedo
imaginar cómo reaccionaría yo. Pero lo que más me hace reír es la imagen en mi mente de
la profunda risa de mi compañero. Diosa, adoro a ese hombre.
Cuando salimos de una cueva, se vuelve hacia mí. —Llegó el momento, —me dice,
con voz emocionada.
—Recuerda, no te vayas hasta que alguien venga a buscarte. Y no te dirijas a la
zona de trabajo. No es seguro, —dice Relion.
Lilaina asiente y le hace un gesto con la mano para que se vaya. —¿Lista, Tessa?

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 153


Vas a morir. Simplemente muere, —dice y me arrastra hacia ella.
El interior de la cueva está oscuro, pero Lilaina enciende tranquilamente una
antorcha en la pared. La coge y enciende la siguiente, y la siguiente. La miro mientras
cuelga la última antorcha en su sitio. Entonces me coge por los hombros y me gira
lentamente.
No puedo evitar un grito ahogado.
Toda la habitación brilla con el resplandor de las llamas que bailan en las paredes.
Brilla el montón que hay en el centro.
—¿Qué es esto?
—¡Diamantes!, —grita. —Se ven mejor a cierta hora del día, cuando la luz del sol
entra en la cueva. El equipo de Juris trabajó aquí durante semanas, extrayendo los
diamantes, cortándolos y puliéndolos. Hay tantos tamaños diferentes.
Coge un puñado y encuentra uno enorme, del tamaño de un globo ocular, pero los
demás van desde trozos diminutos hasta uno del tamaño de un nudillo. Los tira al montón
y coge otro puñado.
—Hostia puta, —digo, y me tapo la boca horrorizada por la palabrota que sale con
más facilidad de mis labios ahora que estoy lejos de cualquiera que pueda recordarme el
pecado.
Lilaina suelta una risita.
Yo también cojo un puñado. Los diamantes resbalan por mis palmas y se deslizan
por mis dedos como agua fresca.
—Divertido, ¿verdad? —dice Lilaina. —Encuentra el tamaño perfecto para tu anillo
de la nariz. Stratek va a sustituirlo.
—¿En serio?
Ella asiente. —Él me lo dijo.
—Hay tantos para elegir.
—¡Entonces sé codiciosa, Tessa!, —se ríe, lanzando un puñado hacia arriba para
que llueva sobre mi cabeza mientras se sienta en el montón montañoso. —Tendrás
cientos de aros en la nariz. Nos perforaremos todo alrededor de nuestros 'apéndices de la
cabeza' para poder brillar con diamantes por todas partes.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 154


Yo también me río y tomo asiento con ella. Puede que esté loca, pero yo también.
—Imagínate la cara de mi padre cuando nos presentemos a tu parto, —dice. —
Derramando los diamantes y el oro que él quiere. Y tú le mirarás a los ojos y le dirás: 'No
te tengo miedo'.
Nuestras risas se apagan. Al cabo de un minuto, digo: —Todavía le tengo un poco
de miedo.
Se deja caer de espaldas sobre el montón de diamantes y yo me uno a ella. Su
mano se abre paso hasta la mía. —Yo también. Pero estarás bien cuando veas que
nuestros chicos nos protegen, aquí o allá. Ninguno de ellos dejará que nos hagan daño a
ninguna de las dos.
Agarro su mano con fuerza mientras estudio las sombras que danzan por el techo
porque, de todas las personas de este mundo, ella lo entiende. Me entiende.
—Señoritas, —dice una voz suave.
Lilaina salta y chilla, incorporándose bruscamente.
El hombre extiende las manos. —No quería asustarlas. Sólo he venido a
acompañarlas.
Me resulta vagamente familiar; entonces me doy cuenta de que es el hombre del
baile al que Henyon impidió bailar conmigo. El hombre temible del clan de la Tercera Ala.
Lilaina no parece preocupada. —Esperábamos un poco más de tiempo.
—Parece que nos quedamos sin tiempo. —Su sonrisa es dura y deja ver las afiladas
puntas de sus dientes.
Ella entrecierra los ojos. —¿Le conozco?
Él se inclina. —Kiartrok, del Clan de la Tercera Ala.
El rostro de Lilaina palidece. —Entonces conoces a Kym Shertak del Tercer Ala.
—Se cambió el nombre cuando se fue a tu clan. Era Kim Shertrok.
A su favor, Lilaina mantiene la cabeza alta. —Entonces, ¿qué es ella para ti?
—Kym era mi compañera.
—¿Y ella te dejó por otro clan?

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 155


—Ella siempre tuvo la intención de volver. Pero no tuvo esa oportunidad. Ahora, si
a ninguno de los dos les importa, llevemos esta discusión a otra parte.
Grito cuando sus tentáculos se extienden y nos agarran por los brazos,
enroscándolos con fuerza. Intento apartarme, pero es fuerte, más fuerte que los hombres.
Nos arrastra a Lilaina y a mí por los oscuros túneles traseros de la cueva. Debe de tener
mejor visión nocturna porque se mueve con rapidez cuando tropezamos.
Las profundidades de la cueva siguen y siguen, conducidas por los túneles a salas
más grandes, interrumpidas por zonas tenues que no son tan oscuras como otras. Tiene
que haber una abertura en las vastas cavernas si ciertas zonas tienen un poco de luz. Me
pregunto si habrá una forma de escapar de esta zona si lo distraemos.
—Más despacio, —digo. —Lilaina está desorientada.
—¿Crees que me importan tus cachorros mestizos?.
—¡Debería importarte! Stratek y Juris tendrán tu cabeza en una bandeja. —Miro a
mi alrededor. Este no era un buen lugar para detenerse. Los bordes de la cueva por donde
caminamos son estrechos porque hay un enorme foso excavado en medio de la sala. Está
cubierto por tablas y correas de seguridad, pero sigue siendo un pozo enorme. Debe ser
donde los adroki se instalan en la zona minera.
—Esto es lo que tiene vivir con dolor, —dice el macho, —te vuelve descuidado.
Una vez que os encuentren muertas, conocerán el dolor. Conocerán el dolor con el que
vivo cada día, esperando que mi pareja vuelva a mí.
—Eres un idiota si crees que iba a volver, —jadea Lilaina, encorvándose mientras
recupera el aliento. —Kym tenía su propia agenda, y era ser reina.
—Por supuesto, tonta, —suelta. —Y una vez que fuera reina, ¿quién crees que iba
a trasladarse a este clan para ser el futuro rey?.
—Bueno, ese es un plan estúpido, —digo, más que nada para distraerlo. Si Relion
viene a escoltarnos de vuelta y nos encuentra desaparecidos, vendrá a buscarnos. —Juris
ya es rey.
—He dicho futuro. —Sus ojos resplandecen de color, incluso en la penumbra de la
cueva.
—¿Y qué? ¿Estabas esperando a que Juris muriera? ¿Porque sabías que no podrías
con él?

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 156


—Me estoy enfrentando a él ahora, ¿no? A él y a su hermano.
—Kym te estaba engañando, —jadea Lilaina. ¿Debería estar jadeando? Hace un
poco de calor y una gota de sudor me resbala por la espalda. —Sabía que si le pasaba algo
a Juris, Stratek sería el siguiente. Y después de Stratek, Shana. Ya está apareada con
Maleek, el mejor amigo de Juris, así que mientras ella gobierna como la próxima reina, su
pareja se convierte en el próximo rey de la orden.
—Cállate, —dice, delatando que lo sospechaba desde que llegó a este clan y vio
cómo funciona aquí la jerarquía. Debe ser diferente a la de su clan.
—¿Por qué?— Dice Lilaina. —¿No puedes soportar la verdad? ¿No puedes aceptar
que tu compañera te estaba mintiendo?
—Ella no estaba mintiendo. Teníamos esto planeado desde hace años.
—Entonces, ¿ella te informó que hubo un cambio de planes cuando no pudo
conseguir a Juris?— dice Lilaina.
Ambas podemos notar por la quietud de su rostro que no había tenido noticias de
ella.
Ambas sabemos por la quietud de su rostro que no había tenido noticias de ella.
—¿Te informó de que Juris estaba interesado en una humana de otro planeta?. —
pregunto en voz baja. —Tres años. Tardó tres años en traer a Lilaina. Otros seis meses
para cortejarla.
—Y durante ese tiempo, Kym traicionó a nuestro pueblo permitiendo que los tshiki
entraran en la aldea para apoderarse de ella.
—No, —dice él. —Ella no habría hecho eso. La engañaron.
—No la engañaron. Ella les prometió la aldea si me llevaban lejos. Estaba
obsesionada con Juris. Esperaba consolarlo en mi ausencia. No habría habido más
aldeanos para gobernar, no una vez que los Tshiki invadieron. —La voz de Lilaina se
suaviza, aunque parece algo áspera. —Ella no pensaba mandar que tú te convirtieras en
rey. ¿No lo ves? Ella tenía su propia agenda y sólo incluía a Juris.
—¡Mientes!
—¿Entonces cómo lo explicas?— Lilaina pregunta. —Su sentencia de muerte decía
que traicionó a su pueblo y permitió que los tshiki invadieran la aldea. ¿Realmente crees
que aceptaron sólo probar un Tiiblet aquí y allá?

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Es imposible que no pueda afrontar la verdad. Está en su cara, pero también hay
una mirada atrapada y sus ojos parecen volver hacia el frente de la cueva.
—¡Muévete!, —gruñe y tiende la mano hacia Lilaina.
Pero ocurren dos cosas a la vez y me avergüenza admitir que me quedo mirando
en un silencio glacial. Cuando agarra el brazo de Lilaina para tirar de ella, ella le
desequilibra empujándole con fuerza hacia atrás y, al mismo tiempo, se desprende de su
capa, dejándole tambaleándose durante una fracción de segundo sosteniendo una
antorcha apagada cubierta por la capa blanca como un brazo postizo. Se tambalea
desequilibrado antes de palidecer y deslizarse hacia el pozo tras él al mismo tiempo que
Lilaina cae al suelo, arrastrándome con ella hacia la seguridad de la tierra firme.
—Joder. —Digo palabrotas como un granjero, y ahora mismo, en la situación
desesperada en la que nos encontramos, ni siquiera parece pecaminoso. —Joder, joder.
Cayó sin gritar.
—Tessa, —respira Lilaina. —Enciende una antorcha.
Me gustaría decirle que se llevó la antorcha con él a la fosa, pero entonces veo que
me tiende un mechero de un collar que lleva, y señala la pared. Me apresuro a coger uno y
lo enciendo rápidamente, inundando la habitación de luz. Luego enciendo la antorcha que
hay junto a ella y, de repente, la escena parece mucho más espantosa.
Lilaina tiene la cara retorcida de dolor y toda la parte inferior mojada.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 158


Capítulo 18

Tessa:
—Lliliana, —digo. —¿Qué pasa? ¿Estás herida?
—Rompí aguas mientras nos arrastraban por la cueva, —jadea. —No quería que él
lo supiera. Pero tengo molestias muy fuertes y rápidas, Tessa.
—Vale, vale, —respiro. —Déjame mirar por el borde para ver si es posible que esté
subiendo de nuevo.
Cojo una de las antorchas y la apoyo en una de las tablas que aún está entera y en

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 159


su sitio, en lugar de estrellarse contra el pozo con él. Luego miro hacia abajo. Su cuerpo
retorcido yace en el fondo. No va a ninguna parte, aunque veo varias escaleras al borde
del pozo, así que si había sobrevivido, era prudente comprobar si estaba allí. Podría haber
sido capaz de salir por sí mismo en cualquier momento.
—Está muerto, —anuncio. —Ni siquiera estoy muy segura de lo que ha pasado.
—Todavía tengo algunos trucos bajo la manga, —gruñe. —Aunque soy enorme.
Cuando discutías con él, cogí una antorcha y la sostuve bajo mi capa, donde podría haber
estado mi brazo. Y cuando la agarró pensando que era yo, le empujé. —Ella respira a
través de otro dolor. —Elemento sorpresa. Gracias a Relion por eso. Me enseñó que
cuando alguien va a arrastrarte, empuja en su lugar. Los desequilibra porque esperan lo
contrario. Exactamente lo que necesitábamos con un foso detrás de él.
—Eres una auténtica fiera, —le digo. —Vamos a ver si podemos hacer nuestro
camino de regreso...
—No puedo, —jadea. —Puedo sentir... Diosa, siento cosas deslizándose de mi
cuerpo. —Se le quiebra la voz.
Oh, mierda, oh, mierda, oh, mierda. Pero en lugar de decirlo, respiro hondo y me
sorprende lo tranquila que sueno. —Vale, déjame echar un vistazo, ¿vale?
Hay mucha más humedad de la que debería haber en las aguas rotas, y me aterra
que pueda ser sangre. Pero controlo mis facciones mientras la ayudo a doblar las piernas
hacia arriba y hacia fuera.
—Menos mal que ya he asistido a partos, —le digo para tranquilizarla.
—Dios, Tessa, eres perfecta, —respira.
—Diosa, —corrijo con una sonrisa.
Me tiemblan las manos, pero ella no puede verlo mientras le subo las faldas.
—Llegan un poco pronto, —dice, y su voz contiene una nota de histeria.
Creo que tengo que calmarla. Creo que el nerviosismo va asociado a más dolor.
—No necesariamente. Son gemelos, ¿recuerdas? Quizá esto sea normal en otra
especie, —la tranquilizo.
—Mikki tuvo una gestación de nueve meses.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 160


Me encojo de hombros y uso las palabras de Shana. —Cada embarazo es diferente.
La calma de mi tono, a pesar de que no sé lo que hago, parece relajarla. Otro dolor
la atraviesa y tensa las extremidades, luego da un grito que hiela la sangre.
—Empuja, Laina. —Miro entre sus piernas y estoy bastante segura de que ya está
coronando, aunque es un poco tenue. Sé que no le importará que acorte su nombre; he
oído a otras hacerlo. Y desde que tengo mis manos en su vagina, creo que hemos
superado ese punto. Ahora somos prácticamente mejores amigas.
Gruñe cuando ha pasado la oleada de dolor y, en la penumbra, veo que asoman
una cabeza calva y unos hombros, pero también un tentáculo y no sé muy bien qué hacer
al respecto, así que lo ignoro. Los tentáculos no tienen huesos en las extremidades,
¿verdad? Si es así, imagino que los huesos de un bebé son lo suficientemente flexibles
como para doblarse. Dios, eso espero.
—¿Va todo bien?, —jadea, con una nota de pánico en la voz.
—Perfecto. Tienes a un pequeñín a medio salir. El próximo esfuerzo debería bastar,
así que empuja. —Le doy una gran sonrisa, sin importarme que sea la sonrisa de enseñar
los dientes que se practica para las fotos. Tengo que decirme a mí misma que todo va bien
para no vomitar. No tengo ni idea de lo que hago, pero soy todo lo que tiene.
Entonces recuerdo la sonrisa de Lilaina cada vez que alguien dice la palabra —bien.
—Cómo Stratek me dijo que todo estaba bien un par de veces y esperó a que yo tuviera la
misma reacción que ella. Es lo suyo. Como el mecerme a mí.
—Todo parece estar bien, Lilaina, —susurro. —Todo va a ir bien.
Su sonrisa es tan brillante y contagiosa que no puedo evitar esbozar una sonrisa de
verdad también. Y entonces una oleada de dolor le cruza la cara, empuja, da otro grito
crudo y un bebé retorcido cae en mis manos. Es un poco rosa y un poco morado, pero no
sé si es un cruce de genética humana y adroki o qué. Tal vez se deba a la falta de luz en la
habitación, pero no voy a preocuparme porque abre su pequeña boca y emite un llanto.
¿No significa eso que está sano? Todo tiene que ir bien, ¿no?
Unos tentáculos cortos y regordetes se retuercen, se extienden y se retraen y,
entre la masa que se retuerce, me doy cuenta de que no es un hombrecito. Es una niña.
Me quito la capa a tirones, la envuelvo en ella y se la entrego a su madre.
—Una niña. El primero es una niña.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 161


Me siento algo aliviada y por primera vez -aunque me da un poco de vergüenza
admitirlo, porque cómo no me di cuenta- veo que Lilaina lleva un cuchillo atado al muslo.
Rápidamente lo desabrocho y corto el dobladillo de la capa para hacer una tira de tela
para atar el umbilical. Creo que tengo que cortarlo. Al final. Trago saliva. No sé
exactamente cuándo se corta eso, pero me preocuparé después de que nazca el segundo
bebé, supongo. Aunque, tengo el cuchillo para atravesar el umbilical. ¿Quizás eso facilite
el próximo nacimiento? No tengo la menor idea. Sólo presencié el nacimiento de un
cachorro, y no he parido bebés antes precisamente. No como le dije.
Apenas un minuto o dos después, mientras Lilaina acaricia y besa a su bebé, vuelvo
a oír su respiración entrecortada.
—¿Tienes ganas de empujar?— le pregunto.
—¡Unhh! Sí. —Su voz es un poco carrasposa por los gritos.
—Entonces hazlo.
Lo hace y el saco sale rodando de su cuerpo, sus labios vaginales se estiran a su
alrededor mientras se desprende. Me trago una oleada de náuseas.
Vale, es una buena señal, ¿no? Y puede que hayamos terminado. Quizá no haya
otro bebé ahí arriba. Dios, ojalá hubiéramos terminado. Por supuesto, no podrá volver
caminando. Y no puedo dejarla abierta y ensangrentada así. Pensar que podría haber sido
una granjera ahora. Repartiendo para gatos, vacas y perros, en vez de mentir sobre ello.
Entonces jadea y veo que un par de tentáculos salen disparados, luego vuelven a
entrar, luego salen como si estuvieran probando el aire, y luego vuelven como si hiciera
demasiado frío.
Oh, mierda. Mierda, mierda. Mierda, mierda. Una fisura. No hay manera de que
pueda hacer esto. De ninguna manera.
—¿Todo bien, Tess?— Lilaina pregunta y su voz ya no es tan fuerte. Está cansada.
Tengo que ser fuerte por ella porque no hay forma de que sepa lo asustada que estoy. Lo
insalubre que es este parto en el suelo húmedo de una cueva, cómo no hay luz, apenas
calor y un cadáver en la habitación.
—Todo va bien. Acabas de liberar el saco. Déjame ver a esa monada antes de que
venga su hermano o hermana. —Diosa, debería hablar más a menudo. Mi voz tranquila y
serena suena como si supiera lo que hago, y me tranquiliza incluso a mí.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 162


Lilaina la levanta orgullosa y yo me muevo para frotarle la barriguita, luego finjo
limpiarla con la capa en la que está envuelta. En lugar de eso, cuento sus tentáculos.
Supongo que un gemelo tendría el mismo número. Rápidamente, cuento ocho. Igual que
un pulpo. Eso está bien. También tomo nota mental de lo gruesos y largos que son.
Definitivamente no son tan largas como las de un Adroki adulto. Son rechonchos, como
los brazos y las piernas de un bebé comparados con los de un humano adulto. Bien, ahora
sé cuántos agarrar mientras salen de su cuerpo. ¿Quizás debería atarlos juntos, para que
ninguno se pierda al salir?
—Viene otro dolor, —jadea roncamente, y vuelvo a mirar entre sus piernas.
Esta vez, cuando veo salir pequeños tentáculos, los agarro. Antes de que puedan
volver a entrar, los ato donde deberían estar las rodillas.
—Vale, da otro empujón, —digo, y rezo por estar haciendo lo correcto.
Da un grito y otro tentáculo asoma. Rápidamente, lo agarro. Ya son cuatro. Utilizo
el extremo largo de la tira de tela para atarlo al siguiente que aparece.
Casi los tengo todos. Tengo cinco y me faltan tres.
Uno está doblado en el canal del parto, pero Lilaina grita como una loca mientras
empuja y salen más tentáculos. Rápidamente ato esos dos a los otros, pero no estoy
segura del tentáculo protuberante atrapado que me recuerda a una hernia.
Pero antes de que pueda darme cuenta, Lilaina empuja una última vez y el último
tentáculo se despliega, flotando débilmente. No necesito atarlo porque el pobre se ha
ganado el movimiento y parece un poco hinchado por su lucha.
De repente, el resto del cuerpo de la cría sale disparado. Lo cojo y sus bracitos
están enroscados en el pecho, protegiendo sus extremidades y sus ocho tentáculos
parecen estar bien aunque uno esté hinchado y siete estén atados, y oh-es otra niña.
Es más pequeña que la primera y eso probablemente sea bueno, ya que venía de
nalgas y el canal de parto ya estaba dilatado por su hermana. Un golpe de suerte. Respiro
hondo e intento que Lilaina no se dé cuenta de lo asustada que estoy.
—La tengo. Hermosas niñas. Hermanas gemelas. Probablemente van a ser un
verdadero revoltijo, —digo, usando la parte inferior de la capa para envolverla y llevarla
hasta el vientre de Lilaina para que se reúna con su hermana.
El bebé llora suavemente y la adrenalina me abandona rápidamente. Se me pasa

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 163


una oleada de mareos, y odio ser tan débil con este embarazo.
Consigo subir las piernas y bajar la cabeza. Las piernas abiertas de Lilaina me
impiden verme. —Estoy aquí abajo esperando el saco. Tú ocúpate de tus bebés, —le digo,
y me sorprende lo natural que suena mi voz. Aunque empieza a sonar un poco lejana,
signo revelador de uno de mis desmayos. Los desmayos que creía superados hace tiempo.
—¡Tessa!— Stratek grita, su voz hace eco en la cueva.
—¡Lilaina!— Juris grita.
—Oh, Dios, están aquí. Nos encontraron. —Nunca me había sentido tan aliviada.
Mi cabeza rebota de entre sus piernas justo cuando noto que el segundo saco abandona
su cuerpo.

Stratek:
La escena que nos espera es más que espantosa. Sé que los humanos no tienen
buena visión nocturna, así que hay un par de antorchas encendidas, pero sólo sirven para
proyectar sombras por la vasta cueva.
Hay sangre por todas partes.
Tessa levanta la vista, con los ojos desorbitados en su rostro blanco, su pelo rojo
escapando de sus confines como si hubiera pasado por una máquina de lavar. Peor aún es
el cuchillo ensangrentado que sostiene en la mano mientras se inclina sobre el cuerpo
tendido de Lilaina.
A mi lado, mi hermano cede a sus instintos y gruñe.
Detrás de nosotros, Relion, Elex, Jaire, Maleek y el médico britoniano que acaba de
llegar se abren paso por la cueva. Hay más detrás de ellos, liderados por mis machos,
Henyon y Jaze.
La cara de Tessa palidece aún más, como si no pudiera aguantar más. —Dos niñas,
—balbucea. —Y tened cuidado. Vigila donde pisas. Hay un pozo con un cuerpo ahí abajo.
Por supuesto que sabemos que hay un pozo, hemos trabajado en esta mina
durante horas. El cuerpo sólo puede ser el del macho del clan Tercera Ala. Cuando Relion

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regresó a su puesto en la aldea, Elex se dio cuenta de que el macho se había marchado
durante los pocos minutos que Relion estuvo fuera. Se enviaron machos al portal donde
Juris y yo estábamos saludando a los britanos que llegaban para la construcción del
sistema de transporte. Allí estaban los jefes de otros clanes, entre ellos V'cer, el líder de la
Tercera Ala.
A V'cer le pareció curioso que Kiartrok dijera estar enfermo esta mañana, cuando
era hora de ir a la playa, y que saliera de la aldea justo después que nosotros. Dado que
Kym procedía del clan del Tercer Ala, no corríamos ningún riesgo. Nuestros capitanes se
dirigieron a la mina de diamantes para recoger a Lilaina y Tessa, pero se habían ido. Relion
sabía que no se irían solas. Registramos el terreno entre la cueva y la aldea, pero no
encontramos rastro de ellas. Cuando llegamos hasta allí, decidimos adentrarnos en la
mina, sabiendo que ellas no entrarían solas a menos que las forzaran.
Inmediatamente después de hacer su anuncio, Tessa se desmaya y se echa a un
lado. Juris la alcanza primero y le arranca el cuchillo de los dedos sueltos mientras yo la
atrapo. Me distrae su color pálido, pero puedo oír a Lilaina hablando con Juris y los suaves
llantos de los kishlings.
El médico, Calbin, pasa el escáner por Tessa y dice que está bien y luego se vuelve
hacia Lilaina y los pequeños.
—Está sangrando. Deja que consiga que se detenga, —dice Calbin, y me doy
cuenta de que el caso de Lilaina es mucho más grave.
—¿Ha perdido mucha sangre?. —pregunta Juris, y puedo oír la preocupación en su
voz.
—Un poco. Se pondrá bien. Acabo de inyectarle algo que reproducirá sus glóbulos
rojos en los próximos minutos, junto con otro agente para prevenir infecciones por las
condiciones de aquí. Déjame ocuparme ahora de estos dos pequeños.
Lilaina ya se siente mejor porque empieza a contarle a Juris lo del macho muerto
en la fosa mientras Calbin se ocupa de los cordones umbilicales.
—¿Por qué éste tiene los tentáculos atados?. —le pregunta Calbin a Lilaina.
—¿No estoy segura? Así me la entregó Tessa. Ella trajo al mundo a nuestros bebés,
Juris. —Dice Lilaina. —No me preocupaba en absoluto. Me había dicho que ya había
atendido partos antes.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 165


—Creo que éste venía de nalgas, —le dice Calbin a Juris, estudiando uno de los
tentáculos. —Ella se ve bien. Sana. Muy ingenioso por parte de Tessa rastrear sus
tentáculos.
Estoy tan orgulloso de mi preciosa compañera.
—Bueno, la placenta está entera. La hemorragia ha cesado. Los bebés están
estables. Carguemos a tu familia en la camilla y llevémoslos de vuelta a la aldea, —dice
Calbin.
Tessa comienza a agitarse mientras Calbin carga a Lilaina y sus kishlings en una
camilla, y son llevados por el resto de los capitanes de Juris.
—Stratek, —murmura Tessa.
Calbin vuelve hacia nosotros.
—Mi amor, ¿estás herida?
—No. ¿Lilaina? ¿Y los bebés?
—Están sanos, —dice el médico Britoniano, iluminando sus ojos con una luz azul
para comprobar sus pupilas. —¿Uno venía de nalgas?
—Sí, ¿está bien su pequeño tentáculo? No sabía qué hacer.
—Lo ha hecho muy bien. Está un poco hinchado, pero nada de qué preocuparse.
¿Tengo entendido que has asistido a partos antes?
—Oh, bueno, sobre eso... puede que haya mentido.
El britoniano levanta las cejas.
—No era exactamente un bebé. Más bien un... perrito. Un cachorro.
Su rostro se vuelve inexpresivo.
—Y tal vez yo no lo haya 'hecho nacer' exactamente. Más bien alguien lo trajo al
mundo y yo miré. —Hay una pausa. —Después del parto. Cuando el cachorro estaba
siendo lamido por su mamá.
Hay un silencio absoluto en la cueva y entonces mis hombres se vuelven locos.
Comienzan las risitas, seguidas de carcajadas.
No puedo evitar reírme también.
—Tal vez debamos guardarnos esto para nosotros y dejar que Lilaina y Juris

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 166


asuman que diste a luz a un bebé humano, ¿eh?. —le digo.
Ella asiente, moviendo la cabeza rápidamente. —No sabía qué más hacer. Estaba
aterrorizada.
La estrecho entre mis brazos. —Estoy muy orgulloso de ti. Yo también habría
estado aterrorizado. Especialmente al acabar con Kiartrok.

—Lo matamos.
—Vinimos en cuanto supimos que había abandonado la aldea. Debe haberte
observado a ti y a Lilaina y te oyó hablar con Relion. Imagino que rastreó a donde fuiste,
sabiendo que Relion te dijo que te quedaras donde estabas. Cuando nos dimos cuenta de
que era del clan de la Tercera Ala, corrimos hacia allí.
—Él era su pareja. Él pensó que ella se aparearía con Juris, se convertiría en reina, y
luego Juris moriría, y ella se aparearía con él, convirtiéndolo en el nuevo rey.
—Nuestra jerarquía no funciona así.
—Creo que se enteró cuando llegó aquí. Pero no podía dejarlo, ni siquiera cuando
Lilaina le dijo que Kym no tenía intención de traerlo. —Se estremece. —Incluso
enormemente embarazada, ella lo aceptó. Discutió con él y lo empujó a la fosa; todo el
tiempo estuvo de parto, y yo ni me enteré.
—¿Y sabes lo que hiciste? Mantuviste a salvo a Lilaina, y mantuviste a salvo a
nuestras dos princesas más recientes, incluso cuando nunca antes habías dado a luz a un
kishling. ¡Diste a luz a un bebé, Tessa! Eso es un gran logro. Eres una mujer muy, muy
fuerte. Nunca he estado más orgulloso del amor de mi vida. Me honra que lleves a
nuestros kish y futuros kishren. Pueden aprender mucho de ti sobre perseverancia, fuerza
y honestidad.
Sus ojos se llenan de lágrimas. —Me siento tan honrada de que me ames, Stratek.
Te amo con todo mi corazón.
—Ven, mi pequeña compañera. Vamos a llevarte a casa para que mis hombres
puedan deshacerse de ese cadáver antes de que se pudra.
Sonrío tiernamente mientras ella se pone verde y jadea. Es adorable mientras
gesta. Veo a mis hombres buscar a su alrededor algo parecido a una rama de hojas para
abanicarla sobre ella. Cuidan a su nueva princesa casi tanto como yo la quiero a ella.
—Toma, querida, —dice Calbin, acercándole un frasco a la nariz. Su color se

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normaliza y deja de tener arcadas.
—Vaya, es una maravilla tenerte cerca, —dice, después de unas cuantas bocanadas
de aire.

—Me alegra oírlo, —dice él con una sonrisa amable. —He venido pronto para traer
al mundo a la cría de Lilaina. Pero volveré a la Tierra. Yo seré quien asista al parto de los
tuyos.
A Tessa le tiemblan los labios al recordar la paternidad de nuestro kish.
Calbin extiende la mano y le acaricia la mejilla, y en ese momento, sé que es
consciente del dilema de la paternidad.
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Capítulo 19

Tessa:
Cuando Stratek y yo entramos en el comedor para el almuerzo, ya está lleno y se
está utilizando la mesa larga. Maleek y Shana están sentados con Beshi. Juris y Lilaina
están allí con Mikki. Driki y Bantu están allí, y Bantu me sonríe tímidamente. Relion y Elex
ya están comiendo, y también Jaze y Henyon. A lo largo de la pared hay dos cunas.
Con una mirada compartida, Stratek me coge de la mano y nos acercamos a los
bebés para mirar dentro antes de unirnos a los demás. En la primera cuna, las gemelas de
Lilaina se acurrucan juntas. En el otro están los bablets Tiiblet, que maúllan suavemente
mientras bostezan. Son mucho más pequeños que la cuna, o que los bebés
humanos/Adroki. Siguen siendo bolitas arrugadas de amor.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 169


—Son del tamaño de mis testículos, —me murmura Stratek al oído.
Accidentalmente suelto una tos antes de darle un codazo en las costillas.
—¡Dr. Calbin!— Driki chilla y miro por encima del hombro para ver al médico
entrar con Jaire.
El britoniano sonríe a los tiiblets. —Soy el médico Calbin. Pero no hace falta que
me llames así. Calbin a secas está bien.
—¡Calbin!— Driki sigue chillando. —¿Serías tan amable de mirar nuestros bablets?
—Por supuesto, lo haré, —dice, y lleva su bolsa hasta donde estoy con Stratek.
—Buenos días, —le digo.
—Saludos del alba del nuevo día, —dice Stratek, tirando de mí hacia él con un
tentáculo que me rodea la cintura por debajo de la barriga de bebé.
—Bendiciones, —dice Calbin. —Déjame echar un vistazo a todos estos pequeñines
mientras estoy aquí.
Desenvuelve a Bestia y se ríe cuando el bablet estira los brazos y las piernas y luego
los vuelve a enroscar. Le hace un rápido examen y le pasa el escáner por encima.
—Perfectamente sano, —dice a Driki y Bantu, que se han acercado corriendo. —
Este pequeño medirá unos treinta y tres centímetros. Su peso rondará los quince kilos.
Ahora bien, —descubre a Bella, —nos estamos quedando un poco cortos de vitamina C.
¿Estás amamantando?.
Bantu asiente.
—Asegúrate de tomar un poco más de fruta durante los próximos dos meses. No
hay ningún problema, sólo vamos a subir los niveles. —Bella será de alrededor de
veintinueve pulgadas y el peso fluctuará alrededor de cuarenta y cinco libras .
—¡Gracias, doctor!— respira Bantu, que ya se ha olvidado de llamar al médico por
su nombre.
Calbin examina rápidamente a las gemelas de Lilaina y, ahora a la luz del día,
puedo ver que son una mezcla de rosa violáceo. Es un hermoso lavanda. Una combinación
de color de piel humana y Adroki. La gemela más pequeña no tiene ningún problema con
su tentáculo hinchado; ni siquiera puedo decir cuál era el que había quedado atrapado en

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el canal de parto.
—Son preciosas, —murmuro.
Tienen orejas, que Mikki no tiene. Mikki parece un Adroki puro, aunque su color de
piel sea humano. Y los dos gemelos tienen la mínima cantidad de pelo claro en la parte
superior de la cabeza. Diez dedos en las manos, sin dedos en los pies, y eso está bien. En
algún momento dejé de pensar en ellos como tentáculos y sólo los considero apéndices.
—Venid a sentaros, —nos llama Lilaina.
Nos dirigimos a la mesa y Calbin sonríe al ver que Bantu coge una ración de fruta.
—Mikhail me envió una placa con el nombre de la urna de mi madre, —dice
Lilaina, señalando con la cabeza a Calbin, que debe de habérsela traído. —Antes, la urna
decía Primera Dama Montgomery. Pero él investigó su nombre para mí, incluido su
apellido de soltera. Creo que le resultará interesante.
Me entrega la pequeña placa de plata grabada que lleva una delicada cadena que
se colocará alrededor del cuello de la urna. Destacará sobre el oro macizo, que había sido
su precio de novia, pero ella insistió en fundirlo y convertirlo en la urna. Pero no es eso lo
que estoy mirando. Se me corta la respiración cuando veo el nombre de su madre.
Esther Grace Minaya.
Amada madre a los veinte años de edad.
—Esther, —susurro, con los dos ojos desorbitados. Dios, el bastardo me estaba
modelando según la esposa que mató. ¿Cómo sobrevivió Lilaina a su locura? Mi corazón
se rompe por su pobre madre, desaparecida hace tiempo y cuyo destino se mantuvo en
secreto durante tanto tiempo.
Ella asiente. —Acababa de alcanzar la edad legal para casarse y quedó embarazada
de mí.
Juris se aclara la garganta mientras sus tentáculos rodean a Lilaina y acercan su silla
a él. —Queremos darte las gracias por traer al mundo a nuestras hijas gemelas, —me dice
Juris. —Las pequeñas Essie y Grace Juris.
Aww. Llamó a sus hijas como su madre. Pero entonces todos en la mesa empiezan
a aplaudir y eso hace que se me calienten las mejillas. —Por supuesto, —le aseguro. —No
hay nada que no haría por mi familia.
Juris asiente solemnemente y luego Stratek choca los cinco con Mikki, cuyos dedos
pegajosos se elevan en el aire hacia su tío. —¿Qué te parecen tus nuevas hermanas,

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machito?.
Mikki sonríe, mostrando unos dientes diminutos. —¡Yah!
No puedo evitar la enorme sonrisa en mi cara. Me encanta ver a Stratek con su
sobrino. Hay puro amor entre los dos.
—¿Crees que queda raro si comemos contigo sentada en mi regazo?. —me susurra
Stratek, acariciándome el cuello. Me acerca una silla, se sienta y me hace un gesto para
que me siente con él.
Me río. —Probablemente un poco.
Parece cabizbajo. —No puedo perderte de vista. Cuando pienso en Kiartrok a solas
contigo y con Lilaina....
Le tapo la boca con una mano. —No pienses en eso. Estamos bien. Todo está bien.
Y como no nos importa que a nadie le parezca raro, me subo a su regazo. Suelto
una risita cuando Lilaina pone los ojos en blanco, llena un plato de comida y lo desliza por
la mesa hacia nosotros.
Stratek y yo lo cogemos con las manos opuestas cuando baja a toda velocidad.
—Somos una familia real con los mejores modales, —dice Stratek con orgullo.
—Mmm, —digo yo, mientras le corto un trozo de carne con el tenedor y se lo llevo
a la boca para que le dé un mordisco.
Luego me coge el mismo tenedor y ensarta un trozo para que yo me lo coma.
—Qué asco, —oigo que se ríe Lilaina, pero es de risa.
—Calbin, —pregunta Juris. —¿Cuánto tiempo tendremos el placer de tu
compañía?.
—Sólo un día más, —dice. —Revisaré los otros bablets de la cabaña Tiiblet, le haré
un chequeo a Tessa, vigilaré a Lilaina....
—Yo te haré un chequeo, —me susurra Stratek al oído. —Tómate la temperatura a
la antigua.
—¿Qué manera es esa?— Le susurro, porque sé que no está tramando nada bueno
y el resto de la mesa no necesita oírlo.

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—Debajo de la lengua. Sobre la lengua. Detrás de la garganta.
—Espera un minuto. ¿Estás usando un termómetro?— pregunto con suspicacia.
—No exactamente, —dice, y me chupa el lóbulo de la oreja. Utilizando sus
tentáculos, me acerca más a él para que pueda sentir el bulto de la bolsa que alberga su
polla. Crece bajo mi culo mientras me retuerzo contra él.

Su polla. Oh, Dios, quiere tomarme la temperatura con su polla. Y no puedo evitar
el escalofrío que me recorre el cuerpo porque es tan tentador explorar todas estas cosas
nuevas con él.
—¿Seguro que podemos irnos?— le pregunto, girando entre sus brazos para
apretar con besos la mandíbula cuadrada que tanto me gusta. —¿No tienes que ir a
entrenar hoy? ¿Trabajar? ¿Hacer algo para Juris?
—¿Estás interesada?, —pregunta, y de repente su voz adquiere un tono serio. Es
como si esperara que me comportara como la Tierra y dejara de lado todo lo que me
produce placer. Pero no voy a perder ni un minuto más de mi preciosa vida.
—Siempre, mi amor.
—Diosa, eres tan perfecta.
Y entonces me envuelve en sus brazos, presiona un 'beso de ventosa' en la frente
de Mikki con la punta de su tentáculo, e ignoramos las risitas y risitas mientras salimos de
la habitación.
—Somos unos pervertidos, —digo, sin importarme que todo el mundo sepa lo que
nos vamos a hacer.
—Sí, lo somos, —asiente él.
En cuanto cerramos la puerta de nuestra suite, su boca está sobre la mía y sus
tentáculos suben y bajan por mis piernas, mi espalda, uno incluso serpentea entre mis
muslos, donde puedo frotarme en la gruesa circunferencia como si fuera un muslo
musculoso.
—¿Sabes que cuando te duchabas, yo te miraba?.
—¿Qué?— La sorpresa en su cara es algo cómica.
—Sí. La primera vez que te levantaste de madrugada antes que yo, me levanté a
tomar algo mientras oía correr la ducha. Luego descubrí que siempre dejabas la puerta

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abierta y, cada vez que pasaba, veía el contorno de tu cuerpo duro como una roca, algo
empañado por el vapor de la ducha, pero aún así deliciosamente tentador cuando estás
empapado.
—No es lo único que haría ahí dentro, —admite.
—Lo sé, —susurro. —No pude evitar mirar. No creí que te importara.
—Oh, mi amor, no me importa. Puedes mirarme cuando quieras.

Stratek:
Tessa me mira desde debajo de las pestañas, mordisqueándose el labio inferior,
con un aspecto realmente magnífico en su vestido prestado que muestra todas sus
deliciosas curvas, sus hombros, sus pechos. Incluida la curva de su redondeado vientre. No
hay nada más hermoso. Aunque he ordenado que le hagan un guardarropa a mi
compañera, me alegro de que lleve ropa prestada. Algo me dice que Tessa no elegiría
faldas ceñidas y tops de corte más bajo por sí misma y, en este momento, ofrezco una
bendición a mi hermana y a Lilaina, que se han aficionado a vestirse como fulanas, según
Lilaina. Creo que Tessa se acostumbró, y no se resistirá a la nueva ropa que le será
entregada este mismo día. Ropa en colores brillantes y cortada para revelar el profundo
escote entre sus pechos, incluso faldas con aberturas para mostrar sus sensuales
apéndices del muslo.
— ¿Me... ¿me deseas?— La vulnerabilidad de su voz me golpea el estómago y me
dan ganas de gruñir de forma primitiva.
—¿Qué?— Me ahogo. ¿Cómo podría un hombre no desearla? —Te deseo más que
el aire al respirar.
Sonríe con picardía. —He oído que puedes respirar bajo el agua. —Es una
provocadora, me pone nervioso.
—Bueno, eso es, —estoy de acuerdo. —Pero sigo deseándote más que a nada en
este mundo.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 174


Y la beso.
Apenas se da cuenta de que la levanto y la llevo a nuestro dormitorio, donde
pretendo recorrer con mi boca cada centímetro de su cuerpo. Quiero despertarla con mi
lengua entre sus piernas todos los días de nuestra vida.
Por la forma en que frota su coño hinchado contra mi tentáculo entre sus piernas,
sé que ya está mojada y lista para mí, su excitación dulce como la miel. El calor me
revuelve las tripas porque quiero probarla. Probarla.
Se estira sobre la cama y yo la agarro por las caderas, acercándola con un gruñido.
Deslizo las manos por sus dulces mejillas y me la llevo a la boca.
Pero, ¿qué es esto?
—Sorpresa, —dice mi compañera con una risita. Tiene el coño liso y desnudo,
cortesía de la larga ducha que se ha dado esta mañana.
Está hinchado, fresco y rosado, brillando entre sus labios que ahora están cerrados.
Y un hombre no tiene fuerzas para tanto. Su sabor estalla en mi lengua y gimo al sentir su
esencia. Mi compañera. Toda mía.
Casi no tarda en correrse en mi lengua, su bonito coño agitándose con espasmos
orgásmicos. Con un gruñido de triunfo, la pongo de rodillas. Descubro que me gusta tomar
a mi compañera de esta forma, ya que nuestras diferencias son evidentes con su parte
inferior desnuda hacia mí, apuntando hacia arriba. Encuentro la entrada de su coño y
deslizo mi polla hasta la primera muesca, escucho su respiración entrecortada y casi
pierdo el control cuando se echa hacia atrás como si quisiera forzarme a entrar más.
—Más profundo, —me suplica.
Le introduzco hasta la segunda muesca y los labios de su coño se estiran alrededor
de la forma bulbosa.
—Una más, nena, —me suplica de nuevo. —Sé que la tienes dentro. Hasta el
fondo.
Joder. Golpeo mi polla contra su carne blanda, haciendo que las mejillas blancas y
tensas se agiten, y mis pelotas golpean contra la parte delantera de su coño. Los dos
gruñimos como animales mientras el sonido de la carne golpeándose se mezcla con los
gemidos de Tessa, que suplica que la libere, y entonces... pide un tentáculo.
Me satisface complacerla y dejo que uno se deslice entre sus húmedos muslos para

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aferrarse a su pequeño clítoris rígido. Otros dos alcanzan los pezones perfectos que me
encantan, tirando de las tres zonas a la vez. Y cuando mi compañera se corre por segunda
vez, gruño de placer cuando mi orgasmo se libera, disparando la semilla muy dentro de
ella.
Nos desplomamos sobre nuestros costados, yo acurrucándola por detrás, nuestros
cuerpos aún conectados.
—No me has tomado la temperatura, —se queja.
Me río a carcajadas de la treta que he utilizado para llevarla a mi cama. Pero mi
risa se acalla rápidamente cuando Tessa se arrastra por mi cuerpo y toma su propia
temperatura con mi polla aún dura.
Se me pone dura como una piedra al sentir el calor de su boca sobre mí y sé que,
una vez más, vamos a estar en la cama todo el día. No me importa. Es donde más me
apetece estar.
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Capítulo 20

Stratek:
La vida no puede ser más perfecta. Tessa y yo estamos completamente
enamorados. Como siempre he estado con ella, mi pareja ahora me corresponde. Soy el
hombre más afortunado del planeta.
La única turbulencia que queda es cuando ella piensa en el temido plazo de seis
meses en el que debe regresar a la Tierra. Se pone un poco ansiosa y yo me divierto
distrayendo su tensión haciéndole el amor dulcemente. Recordándole lo mucho que
disfruta con mi cabeza entre sus piernas. Nuestro kish ha crecido en su vientre y hemos
llevado nuestro sexo a nuevos niveles, más suave y lento.

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Pero entonces se acerca su hora. A falta de pocas rotaciones, nos levantamos,
desayunamos y comienza el parto.

—¡Stratek!— Tiene los ojos desorbitados y el plato vacío que lleva cae al suelo.
En un instante estoy a su lado, cogiéndole las manos para llevarla a una silla. Para
calmarla, para ser su roca. —Amor mío. Respira. ¿Es nuestro kish?
Su voz es pequeña, frenética. —Significa que tenemos que irnos pronto. Tengo que
tener al bebé allí.
Lo sabemos. Hemos hablado de esto muchas veces, pero en su estado de pánico,
ella se estresa porque no quiere volver y enfrentarse a él y a las mentiras de las que la
acusó.
El bastardo que se excita aterrorizando a las mujeres.
Pero me trago el gruñido y pego una plácida sonrisa.
—Está bien, mi amor. Avisaré a nuestro equipo para que se prepare para partir....
—¿Seguro que no les importará? ¿Que querrán acompañarnos para volver a ese
planeta olvidado de la mano de Dios?
Me río cuando utiliza el término que Juris pronuncia con frecuencia.
—Mi compañera, lo disfrutan. Nuestra familia, nuestra guardia, se ofreció
voluntaria para acompañarnos, ¿recuerdas? Shana se ofreció a quedarse con los niños
para que incluso Lilaina no se preocupara y pudiera venir.
—De acuerdo, —dice ella. —¿Estás seguro de que realmente quiere venir?
—Sí, mi amor. Ella realmente desea venir. Desea pavonearse en su planeta natal
con su malhumorado compañero a su lado como si fuera algo de lo que presumir. —
Sacudo la cabeza. —Pobre crédula Lilaina.
—Lo he oído, —dice Lilaina, entrando en el comedor. Se arrodilla ante Tessa. —
¿Cómo estás, cariño?
—Estoy bien. Supongo que me entró el pánico.
—No hay necesidad de entrar en pánico. Nosotros nos encargamos. Iré a avisar a
todos para que preparen el portal. Tú y Stratek tómense su tiempo y vamos a tener a mi

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sobrino. O sobrina.
—Probablemente varón, —digo. —Tengo grandes genes de polla que transmitir.
Lo digo tan en serio que Tessa olvida su tensión y suelta una carcajada. Pero
funciona porque mi compañera está más relajada.
—Todo está bien, Tess, —dice Lilaina, dándole una palmadita en la rodilla antes de
levantarse. —Aunque este sobrino sea mi hermano, lo traeremos a casa, ¿recuerdas?. —
Le guiña un ojo. —Puede que tenga todo el poder de la Tierra, pero ya no tiene poder
sobre ti y sobre mí.
Mis hombres han preparado el carruaje, pero Tessa dice que quiere descargar su
energía nerviosa. No me preocupa. Si su parto empeora, puedo cargarla. Ella piensa que
es pesada en lo avanzado de su gestación, pero todavía es una minúscula cosa. Dejamos el
carruaje allí mismo, en el patio, y caminamos en procesión hasta la playa.
—¡Princesa! Buena suerte, Princesa!— grita Bantu desde una ventana superior. A
su lado, Driki saluda con la mano. Entonces, tanto Bantu como Driki se llevan el chaleco al
pecho y levantan un bracito para que los pequeños saluden.
Tessa sonríe y devuelve el saludo a los Tiiblets.
La procesión a pie se toma su tiempo para llegar a la playa, consciente de que las
contracciones de Tessa se hacen más fuertes y llegan más rápido con el ejercicio.
—Stratek, —gime, se detiene a medio camino y se mira los pies. Acaba de romper
aguas. Me doy cuenta de que el parto avanza muy deprisa y puede que sea porque está
estresada por tener que ver a su ex.
—No hay problema, —le digo y la cojo en brazos.
—Te estoy mojando, —gime.
—Yo ya te he mojado, —le recuerdo, e incluso con las mejillas sonrosadas, suelta
una risita.
Cuando llegamos a la playa, el portal está abierto. Juris me hace un gesto con la
cabeza para que lo atraviese. El portal permanecerá abierto unos breves segundos y los
demás intentarán entrar a cuestas sin abrir otro, ya que los nuevos portales adicionales
llevan su tiempo.
—Ven, mi amor, —le susurro. —Déjame ver si puedo crear tu precioso viento para
ti.

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Meto la cabeza de Tessa bajo mi barbilla mientras nos adentramos en el remolino
de luz. Durante unos dolorosos segundos, la luz se intensifica hasta hacerse casi
insoportable, y entonces el mundo empieza a cambiar en un instante y el aire se
arremolina a nuestro alrededor, levantando su pelo suelto, que ella y Lilaina han decidido
llevar suelto, probablemente para fastidiar al Presidente. El verde sustituye al dorado de la
playa mientras nos adentramos en el pasadizo oculto de arbustos que disimula el portal
de su planeta.
Mi compañera gime con otro dolor de parto y su columna se pone rígida. La llevo
rápidamente por el largo camino y salgo por la puerta.
En cuanto veo la cara de Mikhail, le digo que Tessa está de parto. Otros britonianos
nos esperan, llegan para saludarnos porque todos han sido avisados de la apertura del
portal. Protegen el portal de otras personas que entran y salen entre los mundos.
No se me escapa que el Presidente se frota las manos con regocijo. —¿No debería
ser relegada a vestir de escarlata?.
En mis brazos, Tessa se tensa. Los demás ignoran sus palabras.
Mikhail hace un gesto al médico, Calbin. El Britoniano nos saluda suavemente, y
luego pasa sus manos sobre el vientre hinchado de Tessa.
—El parto está en pleno apogeo. Tienes algo de tiempo, pero no hay necesidad de
sufrir. Déjame darte algo para que te relajes.
—No debe tomar nada que pueda traspasar la barrera placentaria, —clama el
presidente, como si tuviera algo que decir al respecto. —Querrá dar a luz de forma
natural, sin analgésicos. Al fin y al cabo, las mujeres llevan dando a luz desde el principio
de los tiempos y el dolor lo da Dios por algo. Es un rito de iniciación. Quieres hacer lo
correcto por tu hijo, Esther.
Todos le ignoramos.
—No hay razón para que una madre sufra. —Calbin mira a Tessa inquisitivamente.
Ella asiente y él saca un frasco de cristal de su maletín médico. Le quita el tapón y le pone
el contenido bajo la nariz, que ella inhala. Inmediatamente se relaja.
—La llevaremos a la unidad médica para que tenga intimidad, —anuncia Mikhail.
Apenas soy consciente de que más de los míos salen de los arbustos que hay detrás de mí.
—Como es mi antigua prometida, —dice el Presidente, —insisto en estar presente

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 180


durante el parto. —Me mira con picardía. —Después de todo, puede que yo sea el padre.
No permito que ninguna expresión cruce mi rostro, consciente de que me está
provocando. En lugar de eso, imagino el momento en que le aplastaré la nariz con el puño.

Tessa se retuerce en mis brazos. —No. Sólo quiero que Stratek esté presente. Mi
compañero.
El Presidente se vuelve hacia Mikhail. —¿Me engañarías con mi única oportunidad
de presenciar el nacimiento de mi hijo?
—Podría muy bien ser mi hijo, —le digo.
—Es decisión de Tessa quién estará presente durante su parto, —dice Mikhail.
—Piénsalo detenidamente, —dice el Presidente con voz suave.
—No amenaces a mi compañera, —gruño.
Tessa no duda. —Stratek, —dice. —Elijo a Stratek.
—Así es, —asiente Mikhail.
—¿Estás segura, Esther?— dice el Presidente dando un paso adelante, e incluso yo
puedo decir que su voz suena amenazadora hacia ella. El gruñido retumba en mi garganta,
advirtiéndole que se mantenga alejado. A mi alrededor, mis primeros comandantes se
acercan con los puños cerrados.
Entonces aparece mi cuñada, que se acerca a su padre sin miedo. —No se llama
Esther. Se llama Tessa. Úsalo, —dice. —Ahora apártate.
—Si ese niño es mío..., —amenaza él.
—Entonces, como Primera Dama, no dudaré en dar una rueda de prensa y
compartir con el mundo cómo mi planeta amará y acogerá a cualquier niño, incluso a uno
nacido de una violación, —suelta. —No importará cómo nos traigan a un niño. No nos
importa de quién sea la genética.
La cara de su padre se pone blanca y da un paso atrás. —Eso no se puede probar,
—dice. —Estábamos enamorados. Comprometidos para casarnos.
—Hasta que descubrió lo que hacéis con vuestras esposas, —dice Lilaina,
mencionando a su madre, que estaba encadenada de por vida en su sótano. —Y conoció
su futuro destino.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 181


—Nadie te creerá, —dice. —Todos saben que no estás bien de la cabeza.
—Y pronto sabrán que tú tampoco estás bien, —dice ella. —Si corren rumores
sobre nosotros, también correrán sobre ti. Después de todo, padre, —se burla, —tú la
presentaste al mundo como Esther cuando su nombre legal era Tessa. Eso no lo pasará
por alto la gente.
—Ella quería cambiarlo...
—Y creo que es hora de revelar quién era mi madre. Su nombre legal.
El Presidente no dice nada más.
Marchamos junto a él en una unidad médica de espera, una cápsula. Después de
varias horas, Calbin trae al mundo un kishling macho sano y lo lleva a los brazos de Tessa.
Ella llora al ver el color púrpura de su piel, acariciando sus pequeños y gordos brazos. Sus
tentáculos son demasiado rechonchos y descoordinados para moverse correctamente
todavía, pero aun así encuentran el camino hacia su madre, envolviéndola lo mejor que
pueden mientras él aprende a saborear con sus ventosas, inundándose de sus alegres
hormonas.
—Hola, hijo mío, —le susurro, dejando que cierre el puño alrededor de mi dedo.
Nunca he estado más orgullosa. —Bienvenido al mundo.
—¿Tessa?— Mikhail pregunta desde la puerta. —Nos gustaría una declaración en
cuanto a su decisión. Y hay bastante gente preguntándose si será televisada.
Ella asiente. —Podemos hacerlo.
Mikhail sonríe. —Eso está bien. Porque Lilaina también está preparada. ¿Crees que
una hora estará bien?.
Tessa asiente. —¿Puedes enviar a Lilaina? Me gustaría saber si ella pintaría las
marcas de nuestro clan.
Me inclino sobre ella, desprendiendo el puño de mi hijo de mi dedo y besando la
parte superior de su cabeza. —Iré a buscarla.
Porque tengo que tomar un camino. Mi hermano no pudo obtener su satisfacción
en nombre de Lilaina a causa del tratado. Sin embargo, estoy dispuesto a perder mi título
por ella. Estoy dispuesto a hacer el sacrificio por todos nosotros. Juris, Lilaina y mi dulce
Tessa. Aprieto los puños al pensar en lo que ha sufrido a manos del Presidente: su
inocencia robada, su encarcelamiento e incluso su esclavitud. Pero respiro hondo y dejo

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 182


que la ira desaparezca de mi rostro, porque no puedo dejar que se entere.
Encuentro a Lilaina en el patio con Juris. La zona bulle de actividad. Los britonianos
están presentes y los capitanes de Juris lo rodean como protección. Mis machos se dirigen
hacia mí, pero les indico que deben proteger a Juris. Aunque parecen desconcertados,
obedecen sin rechistar.
Son buenos machos. No quiero que sean penalizados de ninguna manera por lo
que estoy a punto de hacer.
—Laina, —le digo, e intento dedicarle mi característica sonrisa despreocupada,
aunque parece un poco forzada. —A Tessa le gustaría saber si puedes pintar nuestras
marcas tribales en tu cara y en la suya antes de su anuncio televisado.
A Lilaina se le ilumina la cara. —Me encantaría. Qué gran idea.
Se dirige por donde he venido y, en lugar de unirme a mi gente en su lado del
patio, me acerco a donde está el Presidente, rodeado de su Servicio Secreto. Ahora es
cuando el macho está más gallito, rodeado de su protección. Drones zumban alrededor
del patio, filmando eventos para los medios de comunicación, aunque estoy seguro de
que son editados por su equipo antes de su lanzamiento.
—Presidente Montgomery. —Mi voz es ligera y jovial, y me enorgullece la forma en
que sale cuando una rabia tan candente se arremolina dentro de mí. —Estoy seguro de
que querrá esperar a la coincidencia del ADN, pero seguro que le han dicho que mi hijo se
parece a mí.
El hombre mayor se encoge de hombros. —Había un cincuenta por ciento de
posibilidades de que yo engendrara a su hijo. Me gustaría decir que ganó el mejor, pero...
bueno, a ti te tocó la peor parte. Mercancía usada. Una puta contaminada...
Mi puño choca contra su cara antes de que pueda terminar. Oigo un satisfactorio
crujido de huesos y un chorro de sangre brota antes de que caiga de espaldas al suelo.
Su Servicio Secreto se queda mirando, con la boca abierta, atónito por un
momento. Estoy seguro de que nunca han visto en directo la velocidad de un ataque
adroki. Cuando se dan cuenta de lo ocurrido, desenfundan sus armas, pero no pueden
disparar porque los britonianos han levantado un escudo de paz en el patio.
Mikhail se apresura al lado del Presidente que gime. —Que alguien traiga a Calbin,
si ha acabado con Tessa y su bebé, —dice suavemente.
Incluso en su dolor, el Presidente intenta hablar. —Exijo castigo.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 183


—Lo tendrás, —dice Mikhail. —Rey Juris, es tu responsabilidad celebrar un juicio
contra el capitán Stratek y dar a conocer la decisión de ese juicio.
—Así se hará, —dice mi hermano, con voz sombría.

Yo sigo mirando fijamente al macho que maltrató a mi compañera y a la de mi


hermano.
—Aceptaré de buen grado mi castigo, —digo, consciente de que el tono más alto
de los zánganos significa que este drama está siendo grabado. —Perder mi posición en el
ejército del Rey vale la pena para defender el honor de las hembras de la Tierra. —Miro en
dirección a los drones.
—¿Honor?, —se burla el Presidente. —¡Tu compañera está registrada como mujer
escarlata en nuestra tierra! ¿Sabes lo que eso significa? Su virtud no estaba intacta, y
admitió haber tenido dos hombres en un fin de semana. No es más que una puta, —se
burla.
—Mi compañera fue forzada ese fin de semana por ti. —En contraste con la suya,
mi voz es tranquila. —La noche siguiente, fue drogada por ti cuando me reuní con ella. Soy
testigo de los moratones que cubrían su cuerpo y si la gente de la Tierra necesita pruebas,
tengo esas fotos, aunque no las publicaré sin su permiso. A continuación, la chantajeó y la
aterrorizó hasta el punto de no poder creerlo antes de encarcelarla falsamente. Le dijiste
que le tendiste una trampa por el asesinato de dos mujeres inocentes al no registrarla en
la prisión de seguridad. Sin embargo, estoy seguro de que los Britonianos son capaces de
descubrir los registros de Tessa trabajando en la granja de ordeño al lado de la prisión a
pesar de que no era una prisionera registrada. Así que su falsa acusación, en caso de que
la haga, ya tiene lagunas.
No es mi imaginación que el Presidente haya palidecido bajo la sangre escarlata
que cubre su rostro y que aún mana del apéndice facial roto conocido como nariz.
—Eso es mentira. Tiene una enfermedad mental. Ni una sola vez dije que la
acusaría en el accidente ocurrido en una granja. Simplemente quería saber si su hijo no
nacido -un niño creado de nuestro amor- era mío. —La mujer fue encarcelada por no
presentarse cuando la llamaron para el Programa de Emparejamiento.
—¿Cómo pudo aparecer si estaba huyendo del maltrato de un hombre?. —
Entrecierro los ojos. —¿Cuando descubrió que la Primera Hija fue esclavizada por su padre
y encerrada en un sótano con el cadáver de su madre? ¿Una madre cuyo nombre ni
siquiera sabía que era Esther Grace Montgomery? ¿Un nombre al que se vio obligada a
responder cuando usaste los mismos grilletes con ella aquella noche que le expresaste tu

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 184


amor?.

—Es falso, —balbucea el Presidente. —Exijo que este hombre sea encerrado.
—Juris. —Mikhail sólo tiene que pronunciar una palabra.
Maleek viene detrás de mí y me encadena las muñecas. Sin embargo, en nuestro
planeta, mis tentáculos habrían sido anclados y la cara de un macho estaría cubierta para
evitar las púas venenosas que puede escupir por la boca.
Desde detrás de nosotros, Calbin cruza el patio. No parece tener prisa, y lo he visto
apresurarse ante emergencias, como cuando buscamos a Lilaina y Tessa en las cuevas de
diamantes.
Se inclina sobre el Presidente y agita sus instrumentos médicos.
—Tendrás que tomar medicamentos humanos para el dolor, —dice. —Te daría
algo creado por nuestra tecnología britoniana, pero investigamos específicamente cosas
que no crucen la barrera placentaria para las mujeres. No hay pruebas de que nuestra
tecnología sea segura para el esperma masculino humano, y desde luego no queremos
inhibir tus esfuerzos de procreación en este planeta.
Mikhail parece ligeramente sorprendido por la declaración de Calbin.
—Nariz rota, —declara Calbin, agitando su escáner sobre él. —La hemorragia se ha
detenido. Tus ojos también se están oscureciendo. Por desgracia, no he llegado a tiempo
para detener la formación de hematomas. Tendrás que dejar que la naturaleza siga su
curso. Probablemente tendrás los ojos morados entre una semana y diez días.
El médico se levanta y hace un gesto al Servicio Secreto para que le pongan en pie.
Pero no puedo ver nada más mientras me llevan...

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 185


Capítulo 21

Tessa:
—¿Dónde está tu papa?— le pregunto a mi hijo, cambiándole de nuevo el pañal.
No porque lo necesite, sino porque no puedo dejar de jugar con él. Le he puesto tres
camisetitas diferentes y he cambiado dos veces el color de su gorrito. Apenas abre los ojos
antes de volver a cerrarlos dulcemente. Le encanta acurrucarse cerca de mí, con sus
tentáculos de bebé tocando mi piel. Sé que sus tentáculos delanteros tienen pequeñas
ventosas en forma de triángulo en las puntas, que les permiten saborear. Stratek dice que
a esta edad se inundan de las feromonas de su madre hasta que empiezan a producir las
suyas propias. Por eso, los envolvemos en mantas como pequeños burritos abiertos para
que los extremos de sus tentáculos puedan salir. Los Adroki usan mantas con un cordón
atado en el medio como una pequeña bata. Lilaina y yo atamos las fajas de nuestras
mantas de bebé con enormes lazos como si fueran un regalo de cumpleaños.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 186


Lilaina ya me ha pintado los dibujos en un lado de la cara y, como no tengo
ninguna habilidad artística para devolverle el favor, un risueño Mikhail pinta los suyos,
aquí mismo, en mi habitación, mientras amamanto al bebé, que se queda dormido en el
pezón por enésima vez. No pasa mucho tiempo antes de que haga mi declaración
eligiendo irme -rezo para que Eric no encuentre alguna forma de cargarme con cargos
adicionales como no llevar mi firma escarlata aquí en el planeta- y luego me dirijo a casa.
Conociendo a Stratek, probablemente responderá que llevé una sábana escarlata
cubriéndome en la sala de partos. Claro que, con lo tontorrón que es mi compañero,
probablemente también jurará que era la sábana más sexy que había visto nunca, guiñará
un ojo y dará las gracias al Presidente por haber declarado que yo debía vestir de rojo.
Sonrío al pensarlo. Y luego frunzo el ceño. ¿Dónde está Stratek?
Solo quiero volver a casa con mi hijo, mi compañero y mi familia. Estoy lista para
enfrentarme a la situación. Tomar mi decisión. Es mucho más fácil ahora que el
parentesco del bebé está claro.
—¿Estamos listos?— Oigo a Lilaina preguntar.
—Todo está completo. Tessa, este es un regalo de Calbin. Está presente en el patio,
esperando cerca del portal donde están todos los demás.
Mikhail me trae un paquete enrollado. Lo desenvuelve para revelar una hermosa
tela de color verde menta, grabada con flores amarillas y revoloteando pájaros blancos
mingae, introducidos por los Britonianos para reemplazar nuestras abejas. Entiendo que el
diseño simboliza los colores de Stratek, el verde brillante adaptado más suavemente para
un bebé, el amarillo es un color apagado del oro, un valioso recurso de su planeta, y los
pájaros-un precioso regalo traído a la Tierra por los Britonianos cuando estábamos en una
situación tan desesperada.
—Es para llevar al bebé pegado al pecho, —dice Mikhail en voz baja. —¿Te ayudo a
ponértelo?.
—Sí, por favor, —suspiro.
Me enseña a atar las correas y Lilaina coge a mi hijo, que aún no tiene nombre. —
Hola, precioso sobrino, —me arrulla, y besa su dulce cabecita de bebé. —Hueles tan bien,
a bebé recién nacido. Me haces echar mucho de menos a los míos. Pero están a salvo en
casa con su familia y los conocerás muy pronto.

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Puede que sean gases, pero juro que sonríe.
Ella lo desliza en el portabebés de manta atado a mi cuello y cintura, y él se
acurruca cómodamente contra mi pecho.

—Muy bien. —Mikhail da una palmada. —Señoras, permítanme acompañarlas al


portal donde las esperan sus compañeros. Tessa, para que no te sorprendas, Stratek está
bajo custodia.
—¿Custodiado? ¿Por qué?
Lilaina parece tan sorprendida como yo.
—Violó el tratado de paz. —Pero la sonrisa en la cara de Mikhail no es en absoluto
molesto. —Te enviaré las noticias a casa. —Guiña un ojo.
Lilaina y yo compartimos miradas de desconcierto.
Recorremos la corta distancia que nos separa del patio y, de nuevo, me asombra la
tecnología médica de los Britonianos. Sea lo que sea lo que me hizo Calbin, ni siquiera
parece que acabe de dar a luz a un bebé. Si no tuviera la prueba en la manta de bebé
atada a mi cuello, no lo habría creído. No me siento cansada, ni dolorida, ni hinchada. Es
asombroso.
Toda nuestra gente está reunida en el centro del patio, donde Mikhail había estado
conmigo hace seis meses. Stratek está rodeado por dos guardias y tiene las manos detrás
como si estuviera esposado.
—¡Cariño!— Inmediatamente voy hacia él y le rodeo con los brazos, con nuestro
hijo entre los dos. Baja la cabeza y me besa la nuca, el único abrazo que puede darme con
los brazos esposados.
—¿Estás bien? le pregunto.
Su sonrisa es brillante. —Estoy más que bien. Ha merecido la pena.
Me pregunto qué habrá hecho. Miro al otro lado del patio. Eric está erguido, con la
nariz hinchada y la cara manchada. Me quedo boquiabierta. ¿Stratek le habrá golpeado?
Eric me mira y el odio es evidente.
Pero no me acobardo. No con mi precioso bebé acurrucado entre mí y mi fuerte y
apuesto compañero. Aunque sus brazos no pueden rodearme como de costumbre, sus
tentáculos sí. Y los míos están a su alrededor. Y nuestra gente está aquí para protegernos.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 188


Mikhail hace una señal para que nos traigan el dron. Cuando está cerca, lo miro
fijamente.
—Tessa Minak, ¿tu elección es volver a casa, a la Tierra, o volver a Pimeon?—
pregunta Mikhail.
—Mi elección es volver a casa— -hago una pausa y se hace un silencio sepulcral en
el patio, el único sonido es el zumbido de los zánganos- —a Pimeón, con mi compañero y
mi bebé recién nacido. Si les parece bien, me gustaría añadir un par de palabras más para
las mujeres de la Tierra que puedan temer que su nombre sea el siguiente en salir
sorteado.
Mikhail asiente.
—Hermanas de la Tierra. —Hago una pausa. —Nunca me he sentido cómoda
refiriéndome a nadie en ese sentido, pero los adroki me han enseñado el significado de
esa palabra. Cuando vivía aquí en la Tierra, me aterrorizaba el Programa de
Emparejamiento. Me decían que los adroki me cortejarían con sus riquezas y luego me
intercambiarían entre sus clanes para utilizarme como reproductora. Pero aquí, yo era el
peón del hombre, y no tenía ni idea. Como estaba tan aterrorizada, no lo pensé bien. Una
vez que lo hice, ¿sabes de qué me di cuenta? Durante años nos dijeron que nuestra tasa
de natalidad era baja porque era culpa de las mujeres. Para compensarlo, se creó la Casa
del Deber, y todas las mujeres debían trabajar un día al mes, ordeñando la semilla de un
hombre para fomentar una nueva producción. Una vez más, era culpa nuestra que
nuestras tasas de natalidad fueran bajas. Sin embargo, aquí estoy con mi recién nacido.
¿La Primera Dama, Lilaina? Ella tiene tres hijos. Así que, hermanas mías, ¿es realmente
culpa nuestra? ¿Somos nosotras las estériles? ¿O son... nuestros hombres?
—¿Estamos condenadas a ser esclavas para siempre porque la mayoría de nuestros
hombres murieron en las guerras? También murieron mujeres. Pero no tantas, porque
entonces ni siquiera se aceptaba a muchas mujeres en el ejército. A veces estamos
oprimidas sin siquiera saberlo. Si te aterroriza ser una reproductora y temes ser
intercambiada entre hombres... Te sugiero que pruebes el Programa de Emparejamiento.
Si alguno de mis viejos amigos quiere ver cómo es el planeta, por favor venga a visitarme.
Ahora, si me disculpan, me gustaría ir a casa con mi familia.
Y entonces caigo en la cuenta de otra cosa.
—Por cierto, no significa no. No había nadie que me defendiera hace nueve meses.
Pero ahora sí lo hay.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 189


Miro directamente a Eric e incluso con su piel moteada e hinchada, palidece. Casi
puedo oír cómo se le revuelve la cabeza pensando en cómo va a escabullirse de esto
cuando me vaya.
Mikhail hace una señal para que las cámaras se apaguen y el portal pueda abrirse.
Los drones se acoplan, porque cuando el portal se activa, su capacidad de volar se detiene
y se estrellan contra el suelo.
—¿Estamos listos, mi amor?— Stratek pregunta.
—Muy listos.
—¡Tessa!
Me giro al oír mi nombre. Amos está de pie en el borde del patio, flanqueado por la
guardia Britoniana.
—Por favor. ¿Podemos hablar?, —me dice.
—Es Amos, —le susurro a Stratek. —¿Me concedes un segundo?.
—Por supuesto, cariño. Pero llámame si me necesitas.
Sonrío ante su dulzura, aunque estoy segura de que no me hará falta, ya que los
Britonianos están alineados alrededor de Amos.
Calbin cruza miradas con Stratek y se dirige hacia nosotros. Me pone una mano en
la espalda. —Me aseguraré de que esté a salvo.
—Gracias, —dice Stratek.
No me importa. Tengo un bebé en mis brazos que debe ser protegido a toda costa.
Escoltada por Calbin, acurruco a mi hijo con la mano en lo alto de la cadera sobre el
portabebés y camino hacia el borde del patio.
Los ojos oscuros de Amos no se apartan de mí mientras me acerco. Dios mío, había
olvidado lo guapo que es. Tiene los hombros anchos y el cuello grueso. Lleva el pelo
oscuro peinado de forma informal y su rostro está sano y bronceado. Ninguna de sus
esposas está presente esta vez.
Me detengo a unos metros de él y me pregunto por qué. Desde esa distancia, nos
miramos torpemente.
—Vaya, estás muy cambiada, —dice por fin. Le estudio. Por muy atractivo y
musculoso que sea, no tiene nada que envidiar a Stratek, cuyo glorioso cuerpo avergüenza

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 190


al de Amos.
La mirada de Amos sigue mis marcas tribales pintadas hasta donde mi pelo ondea
con la brisa, siguiendo su longitud. ¿Cree que me veo diferente porque tengo el pelo
suelto? Claro, me ha crecido un poco, pero sigo siendo yo. Tal vez se siente incómodo de
decir su parte con todo el mundo mirando.
—Amos, ¿cómo estás?— Pregunto amablemente. —Siento lo de Helen y Beth.
Asiente y de repente parece roto. —Gracias. Yo también lo siento. Por todo.
Asiento con la cabeza. Pero hay una cosa de la que me doy cuenta: cada vez que
me pongo al lado de alguien, intentan asomarse a la manta que llevo alrededor del pecho
para echar un vistazo al bebé. Amos no. Amos se mantiene erguido y me mira a los ojos
como si mi hijo no existiera.
—¿Eso es todo?— pregunto, y aunque puede que sea un poco grosero -algo a lo
que Amos no está acostumbrado por la forma en que abre los ojos-, no tengo tiempo para
estas gilipolleces. Estoy lista para ocupar mi lugar junto a mi hombre.
—No, yo— -respira hondo- —quiero decirte que lo siento mucho, Tessa. Y quiero
que sepas que ahora tengo sitio para una cuarta esposa. Lo siento, sé que deberías haber
sido la primera, pero... bueno, ¿podemos dejar atrás el pasado y empezar de nuevo?.
Santo cielo. ¿Este hombre es real? Ni siquiera sé qué decir. ¿Está tan seguro de que
voy a decir que sí que me lo va a proponer mientras mi pareja está al otro lado del patio?
¿Mientras mi hijo recién nacido está atado a mi pecho?
—No, Amos. Es demasiado tarde. Tengo un hijo.
Acaricio el trasero curvado de mi hijo a través de la suave manta. Un hijo al que ha
evitado mirar.
Traga saliva. —Lo sé. Si quieres quedártelo, seré bueno con él, Tessa.
Hostia puta. Su comentario acaba de hacerme maldecir mentalmente, y no me
disculpo por ello.
—Basándome sólo en esa respuesta, mi elección es un no rotundo, Amos. Porque
ya deberías haber asumido que me quedaría con mi hijo. Pero en cualquier caso, amo
Stratek. Amo mi hogar. Amo a mi familia. No los cambiaría por nada. —Me doy la vuelta
para alejarme, Calbin me sigue. Luego miro hacia atrás por encima del hombro. —La

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mejor de las suertes.
Lo digo en serio. Estoy enamorada de mi pareja perfecta, mi príncipe, y quiero que
los demás sean tan felices como yo.

—¿Todo bien?— Stratek pregunta, sus ojos siguen cada uno de nuestros
movimientos, incluso cuando acaricio a nuestro bebé a través de la manta.
—Todo perfecto, guapo. ¿Podemos por fin volver a casa y vivir felices para
siempre?.
Su sonrisa lo es todo.
Mientras seguimos a la procesión por el largo sendero oculto por los arbustos,
Maleek nos detiene con una mano en el hombro de Stratek. Nos detenemos un momento
mientras le quita las esposas a Stratek. Tras frotarse brevemente las muñecas, Stratek me
pasa un brazo por los hombros justo cuando la luz se enciende y abarca a todo nuestro
equipo.
Capítulo 22

Tessa:
La primera orden del día es el juicio de Stratek. Independientemente de lo que
piensen de que le rompiera las narices al Presidente de la Tierra, violó el tratado
establecido por los Britonianos. Desgraciadamente, dio un mal ejemplo a nuestro pueblo,
que ya es tachado de animal violento e incivilizado. No es un buen augurio para las
mujeres que son reclutadas para el Emparejamiento.
Estamos todos reunidos en el patio, vestidos con nuestros trajes formales. Al igual
que Lilaina y la llorosa Shana, llevo las joyas que Stratek me regaló y que pertenecieron a
su madre. Son esmeraldas y el verde simboliza a su equipo. Shana incluso insiste en que

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lleve una pequeña diadema en el pelo, una que brilla en oro. Toda la Guardia del Rey está
presente, los Tiiblets están presentes, incluso los Britonianos están aquí, los que están
trabajando en nuestro sistema de viaje. Pero esta vez, en una rara ocurrencia, Mikhail está
presente. Eric insistió en que asistiera al juicio para informar sobre los resultados del
castigo de Stratek. Bastardo maleducado.
La docena de hombres del equipo de Stratek son los más malhumorados,
exacerbado por el hecho de que esto es lo más serio que han estado nunca. Porque
perder a un capitán nunca se ha hecho. Es una degradación enorme, ¿y que le ocurra al
propio hermano de Juris?
Stratek está arrodillado, con la cabeza inclinada. Sus manos están de nuevo
maniatadas, pero esta vez frente a él. Está tenso, los músculos abultados muestran la
enorme amplitud de sus bíceps y hombros. No puedo evitar el escalofrío que me recorre
al contemplar su hermosura.
—Tío Tek, —Mikki se retuerce en los brazos de Lilaina. No le gusta que su tío esté
encadenado y no pueda acercarse a él. Beshi y él están atendiendo, mientras que los
bebés más pequeños están en la guardería del castillo, donde los Tiiblets ancianos los
vigilan.
—No, Mikki, no puedes ir a ver al tío Stratek, —susurra Lilaina mientras él sigue
retorciéndose.
Pero Mikki no quiere saber nada de eso. Se revuelve en sus brazos y, al final, un
Juris de rostro adusto hace señas a un Tiiblet para que lleve a Mikki de vuelta al castillo.
Escuchar sus aullidos por Stratek es desgarrador, ya que se vuelven más débiles cuando se
lo llevan.
Mi corazón se rompe cuando veo una lágrima recorrer la mejilla de mi amor.
No puedo soportarlo. Este hombre, este héroe, no debería estar solo.
Me levanto y camino despacio por el jardín hasta donde él se arrodilla y, cuando
sus tentáculos se separan para dejarme acercarme, me arrodillo con él y dejo caer la
cabeza del mismo modo que la suya.
—¿Princesa Tessa?— pregunta Juris en voz baja.
Levanto la cabeza y lo miro directamente a él y a Mikhail, que está de pie con él.
—Apoyo a mi compañero y permaneceré a su lado sea cual sea el castigo que le
impongan.

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—¿Y si lo azotan en vez de degradarlo?. —pregunta Juris suavemente.
Stratek gruñe. —¡No!
Levanto la barbilla. —Estuve prometida al hombre al que Stratek rompió la nariz.
¿Crees que no me han azotado?.
El patio está en silencio, salvo por el dron terrestre que Mikhail trajo para grabar
los acontecimientos para los humanos.
Continúo, más que nada para romper el incómodo silencio. —Aceptaré cualquier
castigo que se le dé a mi compañero.
—Tessa, —gruñe Stratek. —Me mataría.
Le sonrío. —Estamos juntos en esto, tú y yo.
—Y nosotros. —Hay movimiento detrás de nosotros, ruidos de hierba que cruje
mientras los tentáculos se deslizan. Miro por encima del hombro y veo a los hombres de
Stratek, uno a uno, arrodillándose en filas ordenadas detrás de nosotros.
Sólo Henyon y Jaze permanecen de pie.
—¿Comandantes?— pregunta Juris, con voz tan suave como cuando me habló.
—Nosotros también apoyamos a nuestro capitán, —dice Henyon. —Nuestra
patrulla acepta el mismo castigo de nuestro capitán y nuestra dama.
Entonces él y Jaze se arrodillan, inclinando la cabeza.
Cuando Stratek se da la vuelta y baja la cabeza, uno de sus tentáculos se desliza
por detrás de mis piernas y me rodea la cintura. A su vez, enlazo un brazo con el suyo,
sintiendo cómo sus músculos se contraen como si quisieran tirarme hacia atrás, pero por
supuesto no puede.
Entonces agacho la cabeza y espero nuestra sentencia.
—Capitán Stratek Elear Benedi del Clan Adroki. Te permitiré que les digas a todos
por qué un Capitán de la Guardia del Rey rompió el tratado Britoniano.
—Juré proteger a las hembras y hago honor a ese juramento. Cuando lo hice por
primera vez en mi coronación, pensé que era para proteger a las hembras adroki. No tenía
ni idea de que existieran las hembras de la Tierra. Pero cuando conocí a mi cuñada, la
reina Lilaina, y la vi sufrir atrocidades a manos de su propio padre, algo se rompió dentro
de mí. Lilaina aún tiene las manos llenas de cicatrices, no sólo por la esclavitud forzada,

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 194


sino también por golpearse las manos contra una puerta de madera mientras estaba
encerrada en una fría y húmeda mazmorra con el cadáver de su madre. Hasta el día de
hoy, Lilaina es incapaz de permanecer en lugares oscuros. Vi cómo mi hermano tenía que
quedarse de brazos cruzados y no proteger a su compañera de los puñales verbales de su
padre. Tuve que ver cómo su adorable compañera era calumniada por los humanos y
llamada loca por no querer volver. Y entonces conocí al amor de mi vida. Descubrir que mi
compañera estaba prometida a ese monstruo... Ya sabía que la habían tratado igual que a
mi hermana. Pero con una diferencia. La elección de mi compañera de dar a un hombre el
don más sagrado -el acto de la intimidad- le fue arrebatada por la fuerza. Además de
robarle su inocencia, la encarcelaron por ello, la tacharon de puta y la obligaron a
responder al nombre de una esposa a la que asesinó. Este macho se jactaba de ello e
incluso insistió en estar presente durante el nacimiento de mi hijo, por si el cachorro era
suyo, como él decía. Así que, en ese momento, tomé una decisión consciente. Protegería a
Lilaina. Protegería y vengaría al amor de mi vida, Tessa, con todo lo que tengo. Y además,
protegeré a las futuras hembras humanas que sigan cayendo bajo el dominio de este
hombre por ignorancia o sin elección propia. Porque si un hombre de la Tierra es capaz de
vender a su hija como el Presidente vendió a la Primera Hija, no dudo que otros padres
terrícolas venderán a sus hijas a un monstruo como él. Por esa razón, aceptaré cualquier
castigo que se me imponga con tal de que este vídeo se comparta con la Tierra para que
las futuras hembras que sufran puedan ver que su sufrimiento no es silencioso. Alguien se
preocupó lo suficiente como para protegerlas. Perderlo todo para llamar la atención sobre
su difícil situación. Me gustaría reconocer a esas mujeres de la Tierra que se unen para
hacerse más fuertes y proteger a sus hermanas. La forma en que Lilaina protegió a Tessa y
la forma en que Tessa protegió a Lilaina. La forma en que los guardias de la prisión
femenina protegieron a mi compañera de un aborto permitiéndole trabajar en las granjas
de ordeño cuando ni siquiera estaba registrada como reclusa. Estoy agradecido por estas
valientes hembras, y hago este sacrificio de buena gana.
Apenas soy consciente de las lágrimas que arden como senderos de fuego mientras
recorren mis mejillas. Cada palabra que cae de su boca es hermosa, por dentro y por
fuera, igual que él.
Juris se adelanta, con la espada en la mano. ¿No se le ocurrirá matar a su propio
hermano?
—Stratek Elear Benedi del Clan Adroki, por la presente quedas despojado de tu
título de Capitán. Nunca más responderás al más alto honor que una vez se te concedió.
Ser despojado de tu título militar es un castigo nunca antes impuesto a un miembro de la
Guardia del Rey.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 195


Con la punta de la espada, extiende la mano y arranca una cinta del hombro de
Stratek. Stratek se queda quieto, con la mirada fija hacia delante.
La cinta dorada y verde ondea en la brisa antes de caer suavemente cerca de mi
rodilla.
—Henyon y Jaze, levantaos.
Oigo el susurro de los dos hombres detrás de mí.
—¿Qué hago con una manga completamente entrenada de mi guardia sin un
líder?. —Juris pregunta, pero es obvio que no es realmente una pregunta. —Una rama que
me ha hecho sentir tan malditamente orgulloso con su determinación de permanecer
junto a su líder y su valiente compañera, Lady Tessa. Una rama que está dispuesta a
aceptar el castigo aunque sé que mi hermano los protegió al ordenarles que me sirvieran
en aquel patio de la Tierra. —Da golpecitos con sus tentáculos en el suelo como si
estuviera pensando, pero el patio está completamente en silencio mientras esperan a ver
cómo va a salir esto.
—Todos de pie, —ordena Juris.
Detrás de nosotros, Jaze y Henyon se adelantan para ayudarnos a Stratek y a mí a
ponernos de pie.
—No puedo permitir que mi propia guardia caiga. Asignaré un nuevo líder para
reemplazar al capitán caido...
Algunos de los hombres de Stratek protestan.
—¡Silencio!— ladra Juris.
El revoltoso equipo se calla.
Entonces su voz se suaviza. —Sé que seguir a un capitán es un acto íntimo de
confianza y lealtad. Mi hermano os reclutó, os entrenó y vio algo en cada uno de vosotros
que nadie más vio. Pulió esa chispa hasta que brilló, y os enseñó a ser todo lo que podéis
ser. Os hizo un equipo. Y estoy demasiado orgulloso de él para perder eso.
Es un momento tan agridulce. Ser elogiado en medio de tanta tristeza. Tener a tu
líder cortado mientras te construyen-y sabiendo que han llegado allí gracias a él. Por mi
leal, valiente y maravilloso compañero. Quiero llorar por él y por todo lo que está
pasando, pero sé que no cambiaría nada. Si pudiera hacerlo todo de nuevo, aún le
rompería la nariz a Eric.

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 196


—Este equipo no merece ser roto y absorbido por los otros equipos. Y
sinceramente, no creo que sea del todo efectivo para mi guardia en su conjunto tener
vuestras posiciones individuales integradas y reentrenadas. En su lugar, mantendré tu
equipo entero y asignaré un nuevo líder. La única persona con la experiencia, lealtad,
entrenamiento y valentía... y un título lo suficientemente alto como para mandar, sería mi
propio hermano. Príncipe Stratek del Clan Adroki, dé la bienvenida al equipo a su guardia.
—Desbloquea la cadena de las muñecas de Stratek.
¿Puede hacer eso? ¿Puede asignar un príncipe a un guardia ya entrenado? Hay
caras de asombro por todas partes y luego estalla una ovación en el patio. Stratek me
coge en brazos y su guardia desciende a nuestro alrededor en una masa de abrazos y
tentáculos, en medio de la cual estoy yo.
No me gustaría que fuera de otra manera.
Epilogo

Tessa:
Soleih Liek Stratek, pronunciado Saul, una combinación de Paul y Sarah, los
nombres de mis padres, conoció formalmente a su familia esa misma noche. Su segundo
nombre es el nombre del padre de Stratek, pronunciado Lee-yek. Al parecer, los bebés de
Pimeon toman el nombre de su padre como apellido, de ahí el apellido Stratek.
Pero me enamoré del nombre Soleih, sobre todo cuando lo oí pronunciar. Le
mencioné los nombres de mis padres a Juris, y enseguida me señaló el nombre.
Mikki está embelesado con su primito y siempre necesita estar tocándolo. Sus
tentáculos regordetes se han alargado un poco y siempre está cerca de Sol, balbuceándole

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 197


en lenguaje infantil con un tentáculo entrelazado con el suyo para que tengan una
conexión. A Sol le encanta y mira a su primo con ojos grandes y aparentemente
impresionados.
Beshi le ha dado besos a Sol de vez en cuando, pero le gustan más Grace y Essie,
probablemente porque se mueven y son más activas que mi recién nacido.
Mikki estaba decidido a no separarse de su tío Stratek después del juicio. Pasaron
dos días enteros hasta que por fin volvió a casa con sus padres, y eso sólo con la promesa
de que esa noche nos reuniríamos todos para cenar en los aposentos principales, donde
volvería a ver a su tío. Es un hombrecito leal y su padre le anima. Puedo ver el instinto
paternal que debió surgir cuando Juris, Stratek y Shana crecían, sobre todo con los doce
años de diferencia de edad entre Juris y sus hermanos gemelos.
Stratek y Shana están tan unidos como deberían estarlo unos gemelos. Incluso el
corpulento y rudo Maleek tuvo un brillo en los ojos cuando abrazó a Stratek y le dijo que
estaba muy orgulloso de él por su defensa de las hembras. Incluso los machos de los otros
clanes se sintieron subyugados al oír que Stratek había hecho el sacrificio supremo de
perder el título más alto ganado en un clan y lo había hecho de buena gana, sin tener ni
idea de que podría gobernar como Príncipe, gracias a la previsión de su hermano.
Los Britonianos han terminado el sistema de transporte y estamos celebrando una
gran fiesta para celebrarlo. Varias de sus mujeres han venido a visitarnos por primera vez.
Para sorpresa mía y de Lilaina, Mikhail y Calbin forman parte de un trío con una mujer
menuda y delicada llamada Minerva. Está de pie entre los dos hombres, orgullosa, con una
pequeña mano en cada uno de ellos. Entiendo por qué no se les ve en la Tierra. A pesar de
que nuestros hombres tienen una media de tres y cuatro esposas, nuestro planeta se
alborotaría por la audacia de una mujer compartiendo hombres. No hay otras palabras.
Pero ninguna es necesaria. Gracias al sacrificio de mi compañera, las mujeres se
han dado cuenta de que las cosas no son siempre lo que parecen. El cambio viene
lentamente, pero puedo ver que hay esperanza. Especialmente cuando Mikhail nos dice
que tengo cientos de cartas de mujeres de todo el planeta diciéndome lo valiente que soy
y expresando su interés en visitar nuestro planeta.
Pero se avecinan cambios. Lilaina, encontrando su poder como Primera Dama, ha
decidido enviar varones al planeta para ayudar a abolir las granjas lecheras. En su lugar,
vamos a convertir los edificios en centros de formación para matronas. Las prisiones
aprovecharán especialmente los centros de formación, ya que la mayoría de los presos

El Desván de Effy con la colaboración de Alisa - Página 198


están en la cárcel por evitar las normas establecidas por nuestra sociedad dominada por
los hombres y centrarse en curar a las mujeres será bueno para ellos. Su padre, Eric, sigue
intentando suavizar a la gente, escupiendo excusas como malentendidos culturales y una
hija con el cerebro lavado que corrompió a su ex prometida, con la que esperaba reunirse
antes de que yo decidiera entrar en el programa para novias. Está trágicamente
disgustado por haberme encarcelado durante tanto tiempo.
Lilaina me dice que Stratek no se contuvo cuando golpeó a su padre. La nariz de
Eric está permanentemente desfigurada. Necesita operarse, pero la cirugía estética no es
una opción para el Presidente, ya que conlleva ciertos riesgos y está totalmente prohibido
que el líder del país se ponga en peligro innecesariamente. Espero que le sirva de
recordatorio cada vez que se mire al espejo.
Pero por ahora, miro a Stratek mientras abraza a nuestro hijo en su pecho. Los dos
se miran fijamente a los ojos. Coinciden a la perfección; Sol tiene exactamente el mismo
tono de piel de Stratek, en morado. Sus ojos son los de su padre, pupilas verticales con
una diferencia: el iris es de mi tono de verde. Verlos a los dos juntos me derrite el corazón.
—Este es Pimeón, tu planeta, —le susurra Stratek. —Aunque naciste en el planeta
de tu madre, la Tierra. Bienvenido al mundo, mi kish. Te quiero más de lo que las palabras
pueden expresar, y doy gracias a la Diosa cada día por traerme a tu madre. Por darme dos
preciados regalos.
Sol gorjea suavemente como si lo entendiera. Hago un pequeño ruido, abrumada
por la sobrecarga de dulzura.
Stratek levanta la vista de nuestro hijo, sus ojos llenos de amor se posan en mí.
—¿Eres feliz, cariño? —me pregunta Stratek, con voz grave y sexy, mientras se
levanta y me acerca a nuestro hijo.
Como no puedo dejar de sonreír, no sé qué contestar. Así que levanto la cara para
que me bese y balanceo a mi bebé, mi precioso Sol, hacia mi otro brazo.
—Tan feliz, —murmuro entre besos. —Te amo muchísimo.

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Fin~

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