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Grupo Leyendas Oscuras | 2
Esta traducción fue realizada por un grupo de personas que de manera

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altruista y sin ningún ánimo de lucro dedica su tiempo a traducir, corregir y
diseñar de fantásticos escritores. Nuestra única intención es darlos a conocer a
nivel internacional y entre la gente de habla hispana, animando siempre a los
lectores a comprarlos en físico para apoyar a sus autores favoritos.

El siguiente material no pertenece a ninguna editorial, y al estar realizado


por aficionados y amantes de la literatura puede contener errores. Esperamos
que disfrute de la lectura.
Sinopsis ........................................................................................... 5
Capítulo 1 ......................................................................................... 7

Capítulo 2 ....................................................................................... 27

4
Capítulo 3 ....................................................................................... 55

Capítulo 4 ....................................................................................... 73

Capítulo 5 ....................................................................................... 91

Capítulo 6 ..................................................................................... 117

Capítulo 7 ..................................................................................... 161

Capítulo 8 ..................................................................................... 195

Capítulo 9 ..................................................................................... 246

Capítulo 10 ................................................................................... 275

Capítulo 11 ................................................................................... 311

Capítulo 12 ................................................................................... 350

Capítulo 13 ................................................................................... 376

Capítulo 14 ................................................................................... 394


Epílogo ........................................................................................ 420
Tipos de magia ............................................................................. 433
Sobre los Autores........................................................................... 437
Serie Hidden Legacy ..................................................................... 438
Sinopsis

Justo cuando Nevada Baylor finalmente ha llegado a aceptar las


profundidades de sus poderes mágicos, también se da cuenta de que se ha

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enamorado. Connor ‘Mad’ Rogan es, en muchos aspectos su igual en lo que
respecta a la magia, pero ella está completamente fuera de su elemento cuando
se trata de sus sentimientos por él. Para complicar las cosas, una vieja llama
regresa a la vida de Rogan…

Rogan sabe que no hay nada entre él y su ex novia, Rynda Sherwood. Pero
así como Nevada comienza a aprender más sobre su pasado, su poder y su
futuro potencial, él sabe que ella enfrentará decisiones que nunca soñó y la
promesa de una vida sin él.

Mientras Nevada y Rogan compiten por descubrir el paradero del marido


secuestrado de Rynda y se ven obligados a enfrentarse a la abuela de Nevada,
que puede o no tener motivos malvados, estas dos personas deben decidir si
pueden confiar el uno en el otro o dejar que todo se haga humo

.
En 1863, en un mundo parecido al nuestro, los científicos europeos descubrieron el
suero Osiris, un brebaje que hacía despertar talentos mágicos en la gente. Estos talentos
son muchos y variados. Algunas personas ganaron la capacidad de ordenar a los
animales, algunos aprendieron a sentir el agua a millas de distancia, y otros pronto se
dieron cuenta de que podían matar a sus enemigos mediante la generación de una
explosión de un rayo entre sus manos.

El suero se extendió por el mundo. Se dio a los soldados con la esperanza de hacer las
fuerzas militares más mortales. Fue obtenido por los miembros de la aristocracia,
desesperados por mantenerse en el poder. Era comprados por los ricos, que deseaban

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hacerse más ricos.

Finalmente, el mundo se dio cuenta de las consecuencias de despertar poderes divinos


en la gente común.

El suero fue enterrado, pero era demasiado tarde. Los talentos mágicos transmitidos
de padres a hijos, cambiaron el curso de la historia humana para siempre. El futuro de
naciones enteras se modificó en el lapso de unas pocas décadas. Los que previamente se
casaban por el estado, el dinero y el poder ahora se casaban por la magia, porque una
magia fuerte les daría todo.

Ahora, un siglo y medio más tarde, las familias con fuerte magia hereditaria se han
convertido en dinastías. Estas casas —familiares, como ellos se llaman— verdaderas
corporaciones, tienen sus propios territorios dentro de las ciudades, e influencia política.
Emplean ejércitos privados, que pelean unos contra otros, y sus diferencias son
mortales. Es un mundo donde cuanta más magia se tiene y más potente es esta, más rico
y más importante eres. Algunos talentos mágicos son destructivos. Algunos son sutiles.

Pero ningún usuario de la magia debe tomarse a la ligera.


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Cuando la vida te golpea en el estómago, siempre es un golpe. Nunca lo ves
venir. En un momento estás caminando, preocupándote de tus pequeñas
preocupaciones y haciendo planes tranquilos, y al siguiente estás encogido en
posición fetal, tratando de luchar contra el dolor, frenético y tambaleante, tu
mente un revoltijo de pensamientos asustados.

Hice una pausa con mi mano sobre el teclado de la cerradura. Esta mañana
estaba en una casa de montaña jugando en la nieve con el hombre más
peligroso de Houston. Entonces el experto en vigilancia de Rogan le envió un
mensaje de texto, y aquí estaba yo, seis horas más tarde, con el cabello revuelto,
con la ropa arrugada por debajo de una pesada chaqueta, frente al almacén que
servía de hogar a mi familia. Tendría que entrar y dar la fea noticia, y a nadie le
gustaría lo que iba a suceder a continuación.

Lo principal era no entrar en pánico. Si yo entraba en pánico, mis hermanas y


mis primos también lo harían. Y mi madre haría todo lo posible para
convencerme de la única solución lógica a nuestra crisis. Había logrado
mantener una tapa en mis emociones desde la cabaña hasta el aeropuerto,
durante el vuelo en el jet privado, y en el paseo en helicóptero del avión a la
pista de aterrizaje a cuatro manzanas de distancia. Pero ahora todos mis miedos
y estrés estaban hirviendo.

Tomé una respiración profunda. A mi alrededor la calle estaba vigilada. No


tan ocupada como lo había estado hacía unos días, cuando ayudaba a Cornelius
Harrison, un mago de animales y ahora empleado de la Agencia de
Investigaciones Baylor, para averiguar quién asesinó a su esposa, pero todavía
vigilada. Las opiniones de Rogan sobre la seguridad eran bastante draconianas.
Estaba enamorado de mí y decidió que mi casa no era a prueba de asalto, así
que había comprado dos kilómetros y medio cuadrados de bienes raíces
industriales alrededor de nuestro almacén y lo había convertido en su propia
base militar privada.

La gente de Rogan vestía ropas civiles, pero no engañaban a nadie. No

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paseaban ni daban un paseo. Se trasladaban del punto A al punto B con un
objetivo definido en mente. Mantenían la ropa limpia, el cabello corto, y
llamaban a Rogan, Mayor. Cuando hicimos el amor, lo llamé Connor.

Un sonido seco y chocante vino de la calle. El recuerdo del desnudo


esqueleto de Olivia Charles me dio un puñetazo. Escuché el crujido que
hicieron sus huesos mientras chocaban contra el suelo de hormigón. Una ola de
ansiedad me ahogó. Dejé que se abalanzara sobre mí y esperé a que
retrocediera. Encontrar el asesino de Nari había sido un lío feo y brutal.

No quería volver a ese mundo. Yo solo… Solo quería un poco más de


tiempo.

Me obligué mirar en la dirección del sonido. Un ex soldado venía hacia mí,


de unos cuarenta años, con un rostro lleno de cicatrices, llevando un enorme
oso Kodiak con una correa muy delgada. El oso llevaba un arnés que ponía
Sargento Teddy.

El ex soldado estiró el brazo izquierdo y se retorció, como si tratara de


deslizar los huesos de nuevo en su lugar. Otro crujido seco, enviando una
nueva sacudida de alarma a través de mí. Probablemente una lesión antigua.

El oso se detuvo y me miró.


—Sé educado —le dijo el soldado—. No se preocupe. Solo quiere decir hola.

—No me importa. —Me acerqué más al oso. La enorme bestia se inclinó


hacia mí y me olió el pelo.

—¿Puedo acariciarlo?

El soldado miró al Sargento Teddy. El oso hizo un ruido bajo y corto.

—Dice que puedes.

Me acerqué y cuidadosamente acaricié su cuello grande y peludo.

—¿Cuál es su historia?

—Alguien pensó que sería una buena idea hacer osos mágicos muy
inteligentes y usarlos en combate —dijo el ex soldado—. El problema es que,

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una vez que haces que alguien sea inteligente, se convierten en conscientes de sí
mismo y te hacen comer tu mierda. El Sargento Teddy es un pacifista. La correa
es solo para que la gente no se asuste. El Mayor es de la opinión de que no se
debe obligar a luchar en una guerra a los que se muestran moralmente opuestos
a ella, humanos u oso.

—Pero todavía estás aquí —le dije al oso.

Él bufó y me miró con ojos marrones chocolate.

—Le ofrecimos una propiedad privada muy agradable en Alaska —dijo el ex


soldado—. Pero no le gusta. Dice que se aburre. En su mayor parte pasa el
tiempo con nosotros, come cereales que es malo para él, y ve los dibujos
animados los sábados. Y películas. Le encanta el Libro de la Selva.

Esperé el rumor familiar de mi magia que me dijera que estaba estirando la


verdad, pero no llegó nada.

El Sargento Teddy se levantó sobre sus patas traseras, bloqueando el sol, y


puso sus patas delanteras peludas alrededor de mí. Mi cara se clavó en su piel.
Lo abracé de nuevo. Nos mantuvimos así, luego el Kodiak bajó y volvió a su
paseo.

Miré al ex soldado.
—Debe haber sentido que necesitabas un abrazo —dijo—. Se queda en el
cuartel general la mayor parte del tiempo, por si quieres venir a visitarlo.

—Lo haré —dije.

El ex soldado asintió y siguió al oso.

Marqué mi código en la cerradura. Había sido abrazada por un oso gigante,


súper inteligente. Podría hacer esto. Solo tenía que entrar, hacer una reunión
familiar y decirles que Victoria Tremaine, mi malvada abuela, nos encontró, y si
no hacíamos algo para protegernos ahora, nuestra familia estaba condenada. Ya
casi era la hora de la cena. Un domingo, todos estarían en casa.

Abrí la puerta y entré en el pequeño espacio de oficinas que albergaba la


Agencia de Investigaciones Baylor, un pasillo corto, tres oficinas a la izquierda,

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una sala de descanso y una sala de conferencias a la derecha. La tentación de
ocultarme en mi oficina casi me hizo detenerme, pero seguí adelante por el
pasillo hasta la otra puerta que se abría hacia el espacio de aproximadamente
mil metros cuadrados que servía de hogar. Cuando vendimos nuestra casa
tratando de recaudar dinero para las facturas del hospital de mi padre,
mudamos a nuestra familia al almacén para recortar los costes. Habíamos
dividido el espacio en tres partes distintas: la oficina, el espacio habitable, y más
allá de ella, pasando por una pared muy alta, el taller de la abuela Frida, donde
trabajaba en vehículos blindados y artillería móvil para la élite mágica de
Houston.

Me quité los zapatos y marché por el laberinto de habitaciones. Venían voces


débiles de la cocina. Mamá… Abuela. Bueno. Esto me ahorraría tiempo.

Entré en la cocina y me congelé.

Mi madre y mi abuela se sentaban a nuestra mesa. Una mujer joven se


sentaba junto a mi abuela. Ella era guapa y hermosa, con un rostro en forma de
corazón enmarcado en olas de cabello rojo magnífico y ojos tan grises que
parecían plateados.

El hielo se apoderó de mi columna.

Rynda Charles. La ex pareja de Rogan. La hija de Olivia.


—¿Te acuerdas de mí? —preguntó. Su voz se estaba rompiendo. Sus ojos
estaban inyectados en sangre, su cara tan pálida que sus labios parecían casi
blancos—. Has matado a mi madre.

De alguna forma mi boca formó las palabras.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Rynda limpió las lágrimas de sus ojos y me miró, su cara desesperada.

—Necesito tu ayuda.

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Abrí mi boca. Nada salió.

Mamá me miró con ojos grandes y asintió con la cabeza hacia la mesa. Dejé
mi bolsa en el suelo y me senté.

—Bebe tu té —dijo la abuela Frida, empujó una taza de té humeante hacia


Rynda.

Rynda lo cogió y bebió, pero su mirada estaba fija en mí. La desesperación en


sus ojos se acercaba al pánico.

Bien.

Cerré los ojos, respiré profundamente desde el estómago hasta el final, lo


sostuve y lo solté lentamente. Uno… Dos… Calma… calma…

—¿Nevada? —preguntó la abuela Frida.

—Es una empática Prime —le dije—. Estoy molesta, por lo que le está
afectando a ella.

Rynda miró su taza.


Cinco… Seis… Inhala, exhala… Diez. Suficientemente bueno.

Abrí los ojos y miré a Rynda. Tenía que mantener mi voz y mis emociones
bajo control.

—Tu madre mató a todo un equipo de soldados de Rogan y a cuatro


abogados, incluyendo dos mujeres de tu edad. Fue una masacre no provocada.
Sus maridos son ahora viudos y sus hijos están sin madre por causa de ella.

—Una persona nunca es solo una cosa —dijo Rynda—. Para ti puede haber
sido un monstruo, pero para mí era mi madre. Abuela de mis hijos. Ahora no
tienen abuela.

—Lo siento por ti y por tu pérdida. Lamento que las cosas salieran como lo
hicieron. Pero era una muerte justificada. —Dios mío, sonaba como mi madre.

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—Ni siquiera sé cómo murió. —Rynda apretó las manos en un solo puño—.
Solo me devolvieron sus huesos. ¿Cómo murió mi madre, Nevada?

Tomé una respiración profunda.

—No fue una muerte limpia o rápida.

—Merezco saberlo. —Había acero en su voz—. Dímelo.

—No. ¿Por qué estás aquí?

Su mano tembló y la taza bailó un poco mientras la llevaba a sus labios.


Tomó otro trago de su té.

—Mi esposo ha desaparecido. Necesito tu ayuda.

Bueno. El marido desaparecido. Territorio familiar.

—¿Cuándo fue la última vez que viste…? —Rogan había dicho su nombre
una vez, ¿qué era?—… ¿Brian?

—Hace tres días. Fue a trabajar el jueves y no volvió. No contesta a su


teléfono. A Brian le gusta su rutina. Siempre está en casa a la hora de cenar. —
Una nota de histeria se deslizó en su voz—. Sé lo que vas a preguntar: ¿Tiene
una amante? ¿Hemos tenido un buen matrimonio? ¿Desaparece borracho? No.
No, no lo hace. Él me ama y a los niños. ¡Él vuelve a casa!
Debía haber hablado con el APD.

—¿Has completado un informe de personas desaparecidas?

—Sí. No van a buscarlo. —Su voz se volvió amarga. Se estaba agitando cada
vez más—. Él es un Prime. Es asunto de la Casa. Excepto que la Casa Sherwood
está convencida de que Brian está bien y que se está tomando un descanso.
Nadie lo está buscando, excepto yo. Nadie me devuelve las llamadas. Incluso
Rogan se niega a verme.

Eso no sonaba bien. Rogan jamás la rechazaría, aunque me diera un gran


ataque. Había visto a los dos hablando antes. Le gustaba y se preocupaba por
ella.

—¿Qué dijo Rogan exactamente?

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—Fui a verle el viernes. Su gente me dijo que estaba fuera. Volví el sábado.
Dije que le esperaría y me dijeron que era una pérdida de tiempo. No sabían
cuándo volvería. Puedo ser ingenua, pero no soy idiota. Sé lo que eso significa.
Hace dos semanas, tenía amigos. Tenía amigos de mi madre, poderosos,
respetados y siempre tan ansiosos por hacerle un favor a Olivia Charles. Hace
dos semanas, una llamada telefónica y la mitad de la ciudad estarían buscando
a Brian. Estarían ejerciendo presión sobre la policía, el alcalde y los
guardabosques de Texas. Pero ahora todo el mundo se ha ido. Todo el mundo
está demasiado ocupado para verme. Hay una pared invisible a mi alrededor.
No importa lo duro que grite, nadie puede oírme. La gente asiente con la cabeza
y ofrece disculpas.

—No ha puesto un muro a tu alrededor —dije—. Estaba fuera del estado.


Conmigo.

El silencio cayó, pesado y tenso.

—No debería haber venido aquí —dijo—. Voy a buscar a los niños y me iré.

—De acuerdo —dijo la abuela Frida.

—No —dijo mamá. Yo conocía esa voz. Era la voz del sargento Mamá. Rynda
también conocía esa voz, porque se sentó más derecha. Olivia Charles nunca
estuvo en el ejército, pero tres minutos hablando con ella me habían dicho que
había gobernado a su familia con un puño de hierro y que tenía una tolerancia
muy baja para las tonterías.

—Estás aquí ahora —dijo mamá—. Viniste a nosotros para pedir ayuda
porque no tenías a dónde ir y tienes miedo por tu esposo y tus hijos. Viniste al
lugar correcto. Nevada es muy buena en el seguimiento de personas
desaparecidas. Te ayudará o te recomendará a alguien que lo haga.

La abuela Frida miró a mamá como si le hubiese brotado una piña en la


cabeza.

—De acuerdo —dije. Puede que no haya asesinado personalmente a la madre


de Rynda, pero hice posible esa muerte. Y ahora era una paria, sola y asustada.
Perdió a su madre, a su marido y a toda la gente que pensaba que eran sus
amigos. Tenía que ayudarla. Tenía al menos que ponerla en la dirección

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correcta.

—¿Puedo hablar con vosotras dos durante un maldito minuto? —gruñó la


abuela Frida.

—Un momento —le dije a Rynda y me levanté.

La abuela agarró mi brazo con una mano, agarró la muñeca de mamá con su
otra mano y nos arrastró por el pasillo hasta el final, tan lejos de la cocina como
pudimos.

—¿Los niños? —Miré a mamá.

—Tus hermanas les están vigilando. Un niño y una niña.

—¿Habéis perdido la maldita cabeza? —susurró la abuela Frida.

—No está mintiendo —le dije—. Su marido se ha ido.

—¡Espero que huyendo de ella! —La abuela Frida me señaló con el pulgar,
mientras miraba a mi madre—. Pero debes tener mejor criterio, Penélope.

—Esa mujer está al final de su cuerda —dijo mamá—. ¿Cuánto crees que le
costó venir aquí? Esto es lo que hacemos. Ayudamos a gente como ella.

—¡Exactamente! —susurró la abuela Frida—. Está al final de su cuerda. Es


hermosa, rica, indefensa, y está desesperadamente buscando a alguien que la
salve. Y ella es la ex prometida de Rogan. Si Nevada toma su caso, no hay
manera de que los dos no tengan contacto.

La miré fijamente.

—Es un imán de hombres. —La abuela Frida apretó los puños—. Los
hombres se tragan ese desamparado rescate de mierda. Su marido ha estado
fuera durante tres días. Si no se ha escapado, probablemente esté muerto.
Necesitará consuelo. Ella estará buscando un hombro para llorar, un gran
hombro fuerte. ¿Necesito explicarlo? ¡Estás a punto de servir a tu novio en un
plato de plata!

Rynda era muy hermosa y estaba muy desamparada. Quería ayudarla. Sabía
que Rogan también lo haría.

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—No es así. Rompió el compromiso.

La abuela Frida sacudió la cabeza.

—Me dijiste que se conocían desde hacía años, desde que eran pequeños. Ese
tipo de cosas no desaparecen. La gente de Rogan también lo sabe, por eso no le
dieron ninguna información. Estás jugando con fuego, Nevada. Déjala. Deja que
otra persona se ocupe de ella. Es una Prime. Es rica. No es tu problema, a menos
que la hagas tu problema.

Miré a mamá.

—Tercera regla —dijo.

Cuando papá y mamá comenzaron la agencia, solo tenían tres reglas:


primera, una vez que nos pagaban, no se nos podía comprar; Segunda, hacer
todo lo posible para no violar la ley; y en tercer lugar, al final del día, teníamos
que ser capaces de mirar nuestro reflejo en el espejo. Podría vivir con la muerte
de Olivia. Tenía pesadillas al respecto, pero estaba justificado. Abandonar a
Rynda ahora, cuando estaba sentada a nuestra mesa de la cocina, era superior a
mí. ¿A dónde iría?

—Si el llanto de Rynda hace que Rogan rompa conmigo, entonces no duraría
de todos modos.
La mayor parte de mí creía las palabras que salían de mi boca, pero una
pequeña, mezquina parte no lo hacía. Eso estaba bien. Era humana y tenía
derecho a un poco de inseguridad. Pero maldita fuera si lo dejaba dictar mis
acciones.

—Gracias, abuela, pero lo tengo.

La abuela Frida lanzó sus manos hacia arriba con disgusto.

—Cuando tu corazón se rompa, no vengas a llorar.

—De todos modos, lo haré. —La abracé.

—Egh… —Hizo un intento desganado de golpearme, después me abrazó.

Abrí la puerta de la oficina y empecé a bajar por el pasillo hacia mi escritorio

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y mi portátil que esperaba.

—Fue James —dijo la abuela Frida tristemente detrás de mí—. Él arruinó a


todos mis prácticos nietos con su altruismo.

Mamá no respondió. Papá había muerto hacía siete años, pero oír su nombre
todavía le hacía daño. Todavía me hacía daño.

Cogí el portátil, un bloc de notas y la carpeta de nuevo cliente por si acaso,


luego regresé a la cocina, me senté a la mesa y abrí mi ordenador. Unas pocas
teclas me dijeron que Bern estaba en casa y en línea.

Le mandé un correo electrónico rápido.

POR FAVOR, ENVÍAME LOS DATOS BÁSICOS DE BRIAN SHERWOOD LO


ANTES POSIBLE.

Puse el portátil a un lado y cambié a la libreta de escritura y a la pluma. La


gente se preocupaba de las notas en papel mucho menos que en un ordenador
portátil o de ser grabado, y necesitaba a Rynda relajada. Ya estaba bastante
nerviosa.

—Empecemos por el principio.

—No te gusto —dijo Rynda—. Lo sentí en el salón de baile. Estabas celosa de


mí.

—Sí. —Eso es lo que obtengo por decidir tomar un empática como cliente.

—Y cuando entraste y me viste, sentías piedad y miedo.

—Sí.

—Pero me vas a ayudar de todos modos. ¿Por qué? No es por culpa. La culpa
es como hundirse en un pozo oscuro. Lo habría sentido.

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—Dímelo tú.

Sus ojos se estrecharon. La magia me acaricio como un toque de plumas.

—Compasión —dijo en voz baja—. Y deber. ¿Por qué sentirías un deber


hacia mí?

—¿Alguna vez has tenido un trabajo?

Ella frunció el ceño.

—No. No necesitamos el dinero extra.

Eso debe ser agradable.

—¿Tienes algún pasatiempo? ¿Alguna pasión?

—Yo… Hacer esculturas.

—¿Las vendes?

—No. No son nada espectaculares. Nunca he participado en ninguna


exhibición.

—Entonces, ¿por qué sigues haciéndolas?

Ella parpadeó.
—Me hace feliz.

—Ser un investigador privado me hace feliz. No lo hago por el dinero. Lo


hago porque a veces puedo ayudar a la gente. Ahora mismo, necesitas ayuda.

El ordenador portátil sonó. Un nuevo correo electrónico, de Bern, apareció en


mi bandeja de entrada. Lo leí.

BRIAN SHERWOOD, DE 32 AÑOS, SEGUNDO HIJO DE LA CASA


SHERWOOD, PRIME, HERBAMAGO. NEGOCIO PRINCIPAL: SHERWOOD
BIOCORE. VALOR PERSONAL ESTIMADO: $30 MILLONES. ESPOSA:
RYNDA (CHARLES), 29. NIÑOS: JESSICA, 6, Y KYLE, 4.
HERMANOS: EDWARD SHERWOOD, 38; ANGELA SHERWOOD, DE 23 AÑOS.

Brian Sherwood era un mago de las plantas. Rynda era una empática con un
talento telepático secundario. Eso no cuadraba. Los Primes generalmente se

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casaban dentro de su rama de la magia. Como Rogan una vez me explicó
elocuentemente en su discurso sobre abandonarme, preservar y aumentar la
magia dentro de la familia regía la mayoría de sus decisiones matrimoniales.

La miré.

—Todavía no sé si soy tu mejor opción. Puede ser que te fuera mejor con una
empresa diferente. Pero antes de que hablemos de nada de eso me llevarás a
través de tu jueves. Te despertaste. ¿Y luego qué pasó?

Ella se concentró.

—Me levanté. Brian ya estaba despierto. Se había duchado. Hice el desayuno


e hice los almuerzos para él y los niños.

—¿Preparas sus almuerzos todos los días?

—Sí. Me gusta hacerlo.

Brian Sherwood, por valor de treinta millones de dólares, tomó un almuerzo


común que su esposa le hizo para que se llevara a trabajar todos los días. ¿Lo
comió o lo tiró a la basura? Esa era la pregunta.

—Brian me besó y me dijo que estaría en casa a la hora habitual.

—¿A qué hora sería eso?


—Seis en punto. Le dije que tendríamos bistec cubed para la cena. Preguntó
si habría patatas fritas.

Ella se ahogó en un sollozo.

—¿Quién llevó a Jessica a la escuela?

Me miró sorprendida.

—¿Cómo sabes su nombre?

—Mi primo accedió a tus datos públicos. —Volví el portátil hacia ella.

Parpadeó.

—Toda mi vida en un solo párrafo.

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—Continúa —dije—. ¿Cómo llegó Jessica a la escuela?

—Brian la llevó. Llevé a Kyle a dar un paseo.

Mentira.

—Llamé a Brian para el almuerzo. Él respondió.

Verdad.

—¿De qué hablasteis?

—Nada serio.

Mentira.

—No soy tu enemiga. Sería de ayuda si fueras honesta conmigo. Vamos a


intentar esto otra vez. ¿Dónde fuiste con Kyle y de qué trató la llamada?

Ella puso sus labios en una línea plana y dura.

—Todo lo que me digas ahora es confidencial. No es privilegiado, como las


conversaciones con tu abogado, lo que significa que tendré que divulgarlo en
un procedimiento judicial. Pero aparte de eso, no irá a ninguna parte.

Se cubrió el rostro con las manos, lo pensó durante un largo rato y exhaló.
—La magia de Kyle no se ha manifestado. Yo la manifesté a los dos años,
Brian a los cuatro meses, Jessica lo manifestó a los trece meses. Kyle tiene casi
cinco años. Va retrasado. Está viendo a un especialista. Siempre llamo a Brian
después de cada sesión porque quiere saber cómo lo hizo Kyle.

Para un Prime, un niño sin magia sería devastador. La voz de Rogan


apareció en mi cabeza.

—Crees que no te importará, pero lo hará. Piensa en tus hijos y que tendrás que
explicar que sus talentos son insatisfactorios, porque no has podido asegurar una
correspondencia genética adecuada.

—Tu ansiedad aumentó. ¿Por qué? ¿Fue algo que dije? ¿Es importante el
especialista?

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—No lo sé todavía. —Ella sería un cliente muy difícil. Registraba todos los
cambios emocionales que tenía—. ¿Kyle ha manifestado su magia?

—No.

—¿Qué sucedió después?

Ella suspiró y repasó su día. Alimentó a los niños, luego leyeron libros y
vieron dibujos juntos. Hizo la cena, pero Brian no se presentó. Llamó a su móvil
varias veces durante las dos horas siguientes y finalmente llamó a su hermano.
Todavía estaba en el trabajo. Se dirigió a la oficina de Brian y le informó que
estaba vacía. También llamó a la recepción y el guardia confirmó que Brian se
había ido, salió del edificio un cuarto de hora antes de las seis.

—¿A qué distancia está su casa de Sherwood BioCore?

—Está a diez minutos en coche. Vivimos en Hunter Creek Village. BioCore


está en el círculo del Oak, cerca del hotel de Houstonian. Está a cinco kilómetros
y medio de Memorial Drive. Incluso con mucho tráfico, suele estar en casa en
quince minutos.

—¿Edward mencionó si Brian planeaba hacer paradas?

—No lo sabía. Dijo que no tenía noticias de ninguna reunión programada esa
tarde.
—¿Pareció que estaba preocupado?

Ella sacudió la cabeza.

—Dijo que estaba seguro de que Brian se presentaría. Pero sabía que algo
andaba mal. Solo lo sabía.

A continuación, hizo todas las cosas típicas que alguien hace cuando su ser
querido está desaparecido: llamadas a los hospitales y la estación de policía,
conducir por su ruta para buscar el coche averiado, hablar con la gente en su
trabajo, llamar a otros miembros de la familia preguntando si escucharon algo.

—Él no vino a casa —dijo, su voz apagada—. Por la mañana llamé a Edward.
Me dijo que no me preocupara. Dijo que Brian había parecido tenso
últimamente y que se presentaría. Le dije que presentaría una denuncia de

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desaparición. Dijo que no sentía que fuera necesario, pero si me hace sentir
mejor, debía presentarla.

—¿Cómo te pareció?

—Parecía preocupado por mí.

Interesante.

—¿Por ti? ¿No por Brian?

—Por mí y los niños.

—¿Y Brian nunca ha hecho algo así antes?

Ella no respondió.

—¿Rynda?

—A veces desaparece cuando está estresado —dijo en voz baja—. Solía


hacerlo. Pero no durante los últimos tres años y nunca tanto. Tienes que
entender, que Brian no es un cobarde, solo necesita estabilidad. Le gusta
cuando las cosas están tranquilas.

Eso explicaba por qué su hermano no pareció inmediatamente alarmado y no


le dio importancia.
—¿Me puedes decir más sobre eso? ¿De la última vez que desapareció?

—Fue después de la fiesta de cumpleaños de un año de Kyle. Edward


preguntó si la magia de Kyle ya se manifestaba, y Brian le dijo que no. Entonces
Joshua, el padre de Brian, que murió un año más tarde, dijo que Brian y yo
mejor teníamos otro, porque Jessica es una empática como yo y Kyle era
defectuoso y dudaba que pudieran guiar a la familia.

Llamó a su nieto defectuoso.

—Gracias —dijo Rynda.

—¿Por qué?

—Por tu disgusto. La ansiedad de Brian aumentó. Sentí una intensa


necesidad de escapar surgiendo de él, así que les dije que era tarde y que los

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niños estaban cansados. La familia se fue. Brian no se acostó. Subió al coche y se
marchó. Llegó a casa la noche siguiente. Esa fue la temporada más larga que
jamás ha desaparecido.

—¿Dijo dónde fue?

—Dijo que solo había conducido. Finalmente encontró un pequeño hotel y


pasó la noche allí. Volvió a casa porque se dio cuenta de que no tenía a dónde ir
y que nos echaba de menos a mí y a los niños. Estamos juntos, él y yo. Somos
nosotros contra el mundo. Él nunca me dejaría y la última vez que lo vi estaba
tranquilo y contento.

Verdad.

Me froté la frente.

—¿Compartiste esto con la policía?

—Sí.

Y la despacharon como una mujer histérica cuyo esposo se largaba cuando la


presión se hacía demasiada.

—¿Tienes acceso a los registros bancarios de Brian?

—Sí. —Ella parpadeó.


—¿Puedes comprobar si ha habido alguna actividad? ¿Ha usado sus tarjetas
en los últimos días?

Ella agarró su bolso, revolviéndolo frenéticamente.

—¿Por qué no pensé en eso? —Sacó su teléfono y tecleó con fuerza.

Pasó un momento. Otro.

Su cara cayó.

—No. Nada.

—Rynda, ¿mataste a tu marido?

Me miró fijamente.

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—Necesito una respuesta.

—No.

—¿Sabes lo que le pasó?

—¡No!

—¿Sabes dónde está?

—¡No!

Verdad en todo

—Hay varias posibilidades —dije—. Primero, algo malo podría haberle


pasado a Brian como resultado de la política de la Casa o de su trabajo. En
segundo lugar, algo traumático podría haber ocurrido durante la jornada de
trabajo del jueves que lo llevó a ocultarse. Puedo buscar a tu marido.
Alternativamente, puedo recomendar MII. Son una agencia de primer nivel y
muy bien equipada para manejar cosas como esta. Puedes permitírtelo. Debes
ser consciente de que somos una pequeña agencia con una fracción de los
recursos de MII.

Rynda se quedó quieta.

Alguien golpeó el pasillo con pies pequeños.


—¡Mamá! —Un niño pequeño corrió hacia la cocina llevando un pedazo de
papel. Tenía el cabello oscuro y los ojos plateados de Rynda. Abrió los brazos y
le empujó un pedazo de papel—. ¡Dibujé un tanque! ¡Tienen un tanque en el
garaje!

Catalina entró en la habitación, de cabello oscuro, delgada, y una pequeña


sonrisa en su rostro.

—Kyle quería enseñártelo.

—Es un tanque aterrador —dijo Rynda.

—Vamos. —Mi hermana extendió su mano al muchacho—. Te mostraré


cosas más interesantes.

Kyle puso el papel delante de su madre.

24
—Es un regalo para ti. ¡Voy a dibujar uno para papá! —Se fue corriendo.
Catalina suspiró y lo persiguió.

Rynda lo observó salir con una expresión extraña en su rostro.

—He hablado con MII. —Tragó saliva y vi una sombra de la lógica


despiadada de su madre en sus ojos—. Montgomery me rechazó.

Augustine Montgomery declinó involucrarse. Interesante. Yo era realmente


su último recurso.

—Muy bien —dije—. Voy a buscar a Brian.

Ella se movió en su asiento y dejó escapar un suspiro.

—Quiero un contrato.

—Bien.

—No quiero que esto sea un acto de caridad porque mataste a mi madre.
Quiero pagarte.

—Está bien.

—Quiero las cosas definidas y profesionales.

—Como yo.
—Y nuestra relación es la de un cliente y proveedor de servicios.

—De acuerdo —dije.

Oí que se abría una puerta. Una tormenta surgió detrás de mí y se movió a


través de nuestra casa, agitada con el poder y la magia. Rogan.

Giré. Llegó a nuestra cocina y apareció en la puerta, alto, de hombros anchos,


sus ojos azules oscuros y su magia envuelta alrededor de él como una mascota
viciosa rompiendo sus salvajes dientes. Si no lo conociera, me habría retirado y
sacado mi arma.

—¡Connor! —Rynda saltó de detrás de la mesa, cerró la distancia entre ellos,


y lo abrazó.

Y los celos me apuñalaron en el corazón. Él era mío.

25
Rogan la abrazó suavemente.

—¿Estás bien?

—No. —Rynda se ahogó con un sollozo—. Brian ha desaparecido.

Todavía me miraba. Asentí. Sí. Estoy bien.

Rynda se apartó de él.

—No sabía a dónde ir. Yo…

—Me ocuparé de ello —le dije a Rogan.

—Nevada es la mejor que puedas conseguir —dijo él, su voz perfectamente


tranquila.

Revisé mi portátil. 5:47 p.m.

—Rynda, tengo papeleo para que firmes. Hay algunas cosas preliminares
que puedo hacer hoy, pero mañana iré a llamar a las puertas de BioCore. Haría
las cosas más fáciles si llamas por adelantado e informaras a la familia de que
voy.

—Iré contigo —dijo ella.


—Sería mejor que fuese sola —le dije—. La gente puede decirme cosas que
podrían no mencionar en tu presencia. Si necesito acceso a los espacios
familiares de Sherwood u otras áreas restringidas, definitivamente te pediré que
vengas conmigo.

—¿Qué hago ahora? —Ella estaba mirando a Rogan, no a mí.

—Firma el papeleo y vete a casa. Brian podría llamar o aparecer —dijo


Rogan—. No estás sola, Rynda. Nevada te ayudará. Te ayudaré.

—Te odio por matar a mi madre —le dijo con voz tensa.

—Lo sé —dijo—. No lo puedo evitar.

—Todo se está desmoronando, Connor. ¿Cómo puede todo desmoronarse


así?

26
—Es la vida de las Casas —dijo.

Los hombros de Rynda se encorvaron. Se volvió hacia mí.

—¿Dónde firmo?

La guie en los trámites, los honorarios y las estipulaciones. Ella firmó y fue a
recoger a sus hijos.

Rogan esperó hasta que estuvo fuera de su vista antes de acercarse a mí.

—Necesitará una escolta —dije—. Y alguien para vigilar la casa. —No se


sabía dónde iba a llevar esta investigación y la seguridad extra nunca era una
mala idea.

—Yo me ocuparé —dijo y me besó. Fue un beso repentino y duro, feroz y


caliente. Quemaba como fuego.

Nos separamos y vi el dragón en sus ojos. Rogan se preparaba para ir a la


guerra.

—Tu abuela está en la ciudad —dijo y presionó una memoria USB en mi


mano—. Debes decidir esta noche.

Se volvió y se alejó, el recuerdo de su beso todavía me abrasaba.

Tomé una respiración profunda y conecté el USB a mi portátil.


2

27
La familia estaba sentada a la mesa del comedor. Esta vez me senté a la
cabecera. Una pila de papeles se encontraba a mi derecha, cubierta con una
carpeta. Había impreso el contenido de la unidad USB.

Mis dos hermanas habían tomado las sillas a mi lado, Catalina a mi derecha,
Arabella a mi izquierda. Catalina, que estaba a una semana de cumplir
dieciocho años, era morena, seria y tranquila. Le gustaban las matemáticas,
porque tenían sentido para ella, y haría cualquier cosa para no ser el centro de
atención. Arabella, todavía de quince años, era rubia, atlética, con tetas más
grandes y un trasero más curvo, y la calma ni siquiera estaba en su vocabulario.
Le gustaban las ciencias forenses y las humanidades. ‘Desafiar a la gente’ era su
método preferido de tratar con los problemas. El club de debate de la escuela
secundaria, que cometió el error fatal de despreciarla porque era un estudiante
de primer año en ese momento y además el equipo estaba completo, vivía en
terror mortal por ella.

Bernard, el mayor de nuestros dos primos, se sentaba junto a Catalina. Más


de uno ochenta de alto, con hombros que tenía problemas para pasar a través
de puertas estrechas, Bern estaba constituido de tal forma que luchaba para
ganarse la vida. Había luchado en la escuela secundaria y seguía acudiendo a
judo varias veces a la semana, lo que afirmaba que estaba haciendo algo para
equilibrar las largas horas dedicadas a escribir códigos informáticos. Cuando
era niño, tenía el pelo de color paja y rizado. Ahora los rizos se habían ido. Su
pelo se había vuelto rubio oscuro, y lo mantenía corto y desordenado.

Su hermano León era exactamente su contrario. León, moreno y rápido, León


alternaba entre el sarcasmo, la emoción y el enfado total tan rápidamente como
su cuerpo de dieciséis años podía producir hormonas. Adoraba a su hermano.
También pensaba que era un fraude sin ninguna magia. Yo sabía que no lo era,
y estaba haciendo todo lo posible para mantener ese conocimiento para mí,
porque solo había un tipo de trabajo abierto a alguien con el talento mágico de
León, y no era un trabajo que cualquiera de nosotros quisiera que tuviera. En

28
este momento, solo Bug, que era el experto en vigilancia de Rogan, mi madre, y
yo sabíamos de lo que era capaz, y la única razón de que se lo dije a mamá era
porque su talento saldría a la luz tarde o temprano y si yo no estaba cerca,
alguien más tendría que manejarlo. Tarde o temprano tendría que decírselo a
León.

Mi madre estaba sentada al otro extremo de la mesa. Ella solía ser soldado,
pero su tiempo como prisionera de guerra le dejó con una cojera permanente.
Ahora era más suave, su pelo castaño trenzado y atado en la nuca. Sus ojos eran
marrones como los míos. Cuando papá enfermó y tras su posterior muerte,
mamá nos mantuvo unidos. Estaba empezando a comprender cuánto le había
costado.

La abuela Frida se sentaba junto a mamá. Uno de mis recuerdos más


tempranos era estar jugando en el suelo del garaje con pequeños modelos de
coches, y la abuela Frida, que todavía tenía algo de rubio en su cabello retirado
hacia atrás, tarareando suavemente mientras trabajaba en un vehículo gigante.
La mayoría de la gente olía el aceite de motor y el caucho y pensaban mecánico.
Yo pensaba en abuela.

Familia.

Los quería tanto. Tenía que hacer todo lo posible para mantenerlos a salvo.
Esta sería una Navidad que nunca olvidaríamos.
—Victoria Tremaine sabe quiénes somos —dije.

Las palabras golpearon la mesa como un montón de ladrillos. Arabella


palideció. Catalina se mordió el labio. Bern se quedó muy quieto. León, ajeno,
frunció el ceño ante las expresiones alteradas que vio. Nadie habló.

Talentos como el mío eran muy raros. Había solamente tres Casas de la
búsqueda de la verdad en los Estados Unidos. La Casa Tremaine era la más
pequeña y la más temida. Solo tenía un miembro: Victoria Tremaine. Y ella
venía a por nosotros.

—¿Cómo estás segura? —preguntó finalmente mi madre.

—Intentó comprar nuestra hipoteca.

Mamá juró.

29
—Pensaba que la Casa Montgomery era dueña de nuestra hipoteca —dijo
León.

—La Casa Montgomery es dueña de la hipoteca de nuestro negocio —dijo


Bernard con paciencia—. La hipoteca sobre el almacén fue mantenida por un
banco privado hasta que Rogan la compró.

—Para que todo el mundo lo entienda —dije antes de que pudieran salirse
por la tangente—, Papá era el único hijo de Victoria. Nació sin magia, y lo odió
por ello. Se escapó después de la escuela secundaria, conoció a mamá, y vivió
en silencio, por lo que nunca lo encontró. Pero ahora ella lo sabe. Ella es el único
Prime de su familia. Una vez que muera, la Casa Tremaine morirá con ella.

—¿Cómo no sabía esto? —preguntó León—. ¿Soy yo el único que no lo


sabía? ¿Todos lo sabíais y no me lo dijisteis?

Levanté la mano.

—La cuestión es que Victoria Tremaine nos necesita desesperadamente. Es la


única sobreviviente de su Casa.

—La Casa lo es todo —dijo Bern en voz baja—. Ella necesita que tú y las
chicas seáis clasificadas como Primes para poder mantener su Casa viva.
—¡Pregunta! —dijo León—. Si ella es la única Prime, ¿cómo puede seguir
siendo una Casa?

—Cada vez que se registra un nuevo Prime, la Oficina de Registros


comprueba si la familia tiene dos Primes —dijo Catalina—. Si hay dos Primes
vivos, la familia es recertificada como Casa. No quitan el rango de la familia
hasta que muera el último Prime vivo en la última certificación.

Mi hermana había estado leyendo sobre las Casas.

—Ya sabéis lo que puedo hacer —dije.

Podría hacer mucho. Ser capaz de detectar una mentira era el menor de mis
talentos. Podría romper una mente humana como una nuez y sacar cualquier
conocimiento que necesitara de ella. Y no tenía que dejar la mente intacta.

30
—Victoria puede hacer todo lo que hago y mucho más, y lo hace mejor. Solo
estoy averiguando el alcance de mi poder. Ella ha sido entrenada en el uso de la
magia ya que pudo sostener tizas y hacer círculos desde pequeña. Tiene poder,
dinero y tropas que no tenemos. Hará todo lo que tenga que hacer para ganar
control sobre mí y Catalina por lo menos.

La abuela Frida puso su mano sobre su boca.

Bernard era generalmente tranquilo y firme, como una roca en una tormenta.
Pero ahora sus ojos estaban llenos de miedo.

—Ella puede hacer cosas con el talento de Catalina.

Cosas innombrables, feas. Cosas que harían que mi hermana reflexiva y


amable se odiara a sí misma.

—Y si se descubre la magia de Arabella… —No terminé.

Ni siquiera quería ir allí. La encerrarían y la mantendrían sedada durante el


resto de su vida. Nunca llegaría a ver el sol. Nunca se reiría de nuevo, nunca
amaría, nunca viviría.

Mi abuela no pondría sus garras sobre mis hermanas. No dejaría que


sucediera.

Catalina se inclinó hacia adelante, sus ojos desafiantes.


—¿Cuáles son nuestras opciones?

Miré la cara de mi madre. Estaba inmóvil, con expresión sombría.

—Podemos dejarnos llevar —dije—. Eso probablemente significará que tú y


yo tendremos que hacer lo que Victoria diga. Tendremos que alejarnos de
nuestro negocio.

Catalina hizo una mueca de dolor. Nuestros padres construyeron la Agencia


de Investigación Baylor, y yo pasé siete años haciéndola crecer. No era solo un
negocio. Era el futuro y el núcleo de nuestra familia.

Tenía que seguir adelante.

—Probablemente no veríamos a mamá, la abuela Frida, o Bern y León de


nuevo por un tiempo.

31
Eso me valió una mirada de puro horror.

—Tendríamos que obedecerla y hacer lo que quisiera. Estaría haciendo


interrogatorios y lobotomizando a la gente. —Mantuve la voz tranquila. No
necesitaban emoción de mí ahora mismo—. Finalmente, Victoria morirá. Es
vieja.

Y eso no sonaba morboso. De ningún modo.

Me enderecé.

—Finalmente heredaríamos la Casa Tremaine.

—¿En cuánto tiempo? —preguntó León.

—No lo sé. Tiene más de setenta años. Diez años, tal vez veinte.

—La puerta número dos, por favor —dijo Arabella.

—Estoy de acuerdo —dijo Bern—. No vamos a hacer eso.

—Podemos luchar —dije—. Victoria tiene más dinero, más tropas y más de
todo.

—Pero Rogan nos ayudará, ¿verdad? —preguntó Arabella.


Luché para encontrar las palabras correctas.

—Sí. Pero no siempre podemos contar con Rogan.

Estrictamente hablando, eso era mentira. Rogan haría cualquier cosa y todo
para ayudarme.

—No siempre debemos contar con Rogan —dijo mamá.

Todos la miraron.

—Este no es su problema —dijo—. Es nuestro problema.

—Si dejamos que Rogan nos salve, estaremos atados a él —dije—. Seríamos
vistos como sus vasallos. Tendríamos su protección, pero heredaríamos a sus
enemigos, y él tiene algunos poderosos.

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—Y si tu relación con Rogan se rompe, las cosas se complicarán —dijo Bern.

—Sí.

—Así que no queremos rendirnos y no podemos luchar contra la abuela


malvada. ¿Hay una tercera opción? —preguntó Arabella.

—Sí. Podemos convertirnos en una Casa.

Mis hermanas y primos me miraron fijamente. Había planteado esta


posibilidad una vez antes, pero estábamos un poco ocupados en ese momento
tratando de resolver un asesinato y lograr otras cosas importantes como no
morir.

—Guau. —León, parpadeó.

—No —dijo mamá—. Tiene que haber otra manera.

Me eché hacia atrás.

—Convertirnos en una Casa nos concedería inmunidad provisional contra


cualquier ataque de otras Casas durante tres años. Eso es suficiente para que
establezcamos una base de poder.

—¿Victoria seguiría esa regla? —preguntó Catalina.


—Rogan dice que sí. Es en el mejor interés de todos proteger a las Casas
emergentes, porque de lo contrario la consanguinidad se convertiría en un
peligro real. Aparentemente, esta es una de esas reglas que los Primes no
romperá bajo ninguna circunstancia. Nos compraría tiempo para construir
nuestra base de poder y hacer alianzas y hacer todas las cosas que hacen las
Casas.

—No puedes estar hablando en serio —dijo mamá.

—Lo hago.

—Ella no va a obedecer ninguna regla. Esa mujer es un monstruo. No puedes


ser tan ingenua, Nevada.

Conocía esa mirada de mi madre.

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—Sí, todavía puede atacarnos. Pero tendrá que hacerlo de una manera que
no pueda llevar hasta ella. Convertirnos en una Casa haría mucho más difícil
que nos golpeara. Y una vez que nos convirtamos en una Casa, podríamos
hacer alianzas como iguales.

—Estás llenando sus cabezas con visiones de ser una Casa. ¿Por qué no les
dices cómo es realmente? Háblales de Baranovsky.

—Mamá tiene razón —dije—. Las Casas son viciosas. ¿Recordáis esa gala de
caridad a la que fui con el vestido negro? Era muy exclusiva. El hombre que la
organizó, Gabriel Baranovsky, estaba bebiendo champán en la parte superior de
las escaleras del salón de baile. David Howling congeló el vino en la garganta
de Gabriel. Lo convirtió en una hoja que cortó el cuello de Gabriel desde dentro.

—Guau —ofreció León.

Todos lo miramos.

—Es elegante —dijo—. El hielo se derrite, y no hay evidencia. No hay


señales, no hay arma asesina, no hay nada.

Tenía que hablarle de su magia. Simplemente no había escapatoria. Esa era la


forma en que su mente funcionaba y no había manera de cambiarlo. Tal vez
podría acabar con eso ahora.
Mi madre se aclaró la garganta y me dirigió una mirada de advertencia. Era
como si fuera telepática o algo así.

—Cuando Baranovsky se ahogó con su propia sangre y se desplomó, nadie le


ayudó —dije—. Nadie gritó. Cientos de Primes se volvieron y empezaron a
caminar tranquilamente hacia la salida, porque la mansión sería bloqueada y no
querían ser molestados.

Esperé un momento para que lo entendieran.

—A los Primes no les importará que seamos jóvenes. No serán amables.


Intentarán usarnos, manipularnos o destruirnos. Podrías estar de pie en medio
de la Asamblea, y si un Prime convocara a una jauría de lobos salvajes para
desgarrarnos, no estoy segura de que alguien quisiera ayudar. Esa sería nuestra
vida.

34
Sus rostros eran sombríos. Los estaba perdiendo. Esperaba que mamá no
estuviera de mi lado, pero tenía por lo menos que convencer a mis hermanas.

—Pero si hacemos esto, podemos construir nuestra fuerza durante tres años
—les dije—. Victoria viene por nosotros ahora. Ahora mismo. Está en la ciudad.
La única razón por la que no nos ataca es porque la gente de Rogan está
fortificada a nuestro alrededor. Tendría que pasar a través de ellos, y no quiere
iniciar una pelea con la Casa Rogan a menos que tenga que hacerlo.

—Haced las maletas —dijo mamá—. Os vais los cinco.

—¿Mamá? —Arabella la miró—. No podemos irnos.

—Fuera de toda cuestión. —Sabía que ella reaccionaría así.

—No voy a dejar la universidad —dijo Bern.

—¡No te vamos a dejar! —indicó la voz de Catalina—. ¡No os


abandonaremos a ti y a la abuela!

Mi madre puso acero en su voz.

—Ya me habéis oído.

—¿Dónde? —preguntó la abuela Frida, con tono tan alto que parecía roto.
Mamá se volvió hacia ella.

—¿Dónde puedes enviarlos para que esa perra no los encuentre, Penélope?
Ella sabe cómo son. Sabe sus nombres. Conoce sus números de seguridad
social. Puede sacar la verdad de cualquier persona que conozca. ¿Dónde en el
planeta puedes encontrar un lugar donde su dinero y poder no llegue?

—Mamá —dijo mi madre en voz baja, mirándola atónita.

—Te dije hace veintiséis años, cuando te casaste con él que pagarías el precio.
Te dije que lo dejaras ir. No escuchaste. Los criaste para luchar. No van a dejarlo
y a correr ahora.

—Harán lo que yo diga —dijo mamá—. Soy su madre.

La abuela Frida la miró con los ojos entornados.

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—Aha. ¿Y cómo funcionó eso para mí?

Mamá abrió la boca y la cerró.

—¿Qué hay que hacer para convertirse en una Casa? —preguntó Catalina.

—Al menos dos de nosotros tendrán que someterse a las pruebas y


registrarse como Primes —dije—. Lo más probable es que seamos tú y yo.

Mi hermana frunció el ceño.

—¿Y si no me califican como tal?

—¡Yo lo haré! —anunció Arabella.

—No —dijimos todos al mismo tiempo.

—¿Por qué no?

—Sabes por qué no —dijo mi madre—. No me hagas sacar ese documental


de nuevo.

Mi hermana respiró hondo. Uh-oh.

—No voy a pasar mi vida escondida. ¡Nadie verá nunca lo que puedo hacer!
—Ella golpeó su puño pequeño sobre la mesa—. Voy a calificar.
El rostro de mi madre me dijo que tenía que arreglar esto o que intentaría
enviarnos a todos al exilio de nuevo.

—Puedes controlar tu magia —dije.

—¡Sí! —dijo Arabella.

—Lo sabemos, pero nadie más lo sabe. La gente tiene miedo, porque la
última persona con tu magia se volvió loca. La única forma en que te aceptarán
es si todos demostramos que tienes un control total sobre ti misma, y nosotros,
como familia, tenemos completo control sobre ti. Esto toma tiempo. Si nos dan
estos tres años, al final estaremos establecidos como una Casa. Y luego, a los
dieciocho años, puedes calificar.

—¡Nevada! —gruñó mamá.

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—Pero esto también significa que durante los próximos tres años todos
estaremos en el candelero —continué—. Y tienes que dejar de actuar como una
mocosa impulsiva.

—Sí —continuó Catalina—. No más estallidos de ira, no más gritos, no más


peleas a puñetazos, o empezar una mierda estúpida en Twitter.

Arabella cruzó los brazos sobre su pecho.

—Bien. ¡Pero me lo prometes! Me prometes que, si me comporto, calificaré en


tres años.

—Lo prometo.

Mi madre golpeó la mesa.

—Así que de ahí lo ha sacado ella —observó Bern.

—¿Cuál es la alternativa? —preguntó la abuela Frida a mamá.

—No ser encerrada para toda la vida, donde la mantendrían constantemente


sedada —gruñó mamá.

—Hay otras formalidades —dije—. Todos los que están calificados tendrán
que dar una muestra de ADN, para que puedan asegurarse de que todos
estamos emparentados. Tendremos que presentar un poco de papeleo, fijarán la
fecha para los juicios, luego nos someterán a prueba y, si calificamos, nos
convertiremos en una Casa.

—¿Eso es todo? —preguntó León.

—Sí. —Puse mi mano en la pila de papeleo—. Si decidimos hacer esto, eso es


todo. No hay marcha atrás.

—¿Y si no calificamos? —preguntó Catalina—. Pareceremos idiotas que


querían ser Primes y se quedaron cortos. Nadie volvería a hacer negocios con
nosotros.

—Calificaremos. Soy un Prime y tú también.

—Es posible que ni siquiera sepan lo que es mi magia —insistió—. ¿Qué pasa
si afecta permanentemente a las personas? Y si…

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—Oh cállate —le dijo Arabella—. Hiciste que un ejército de asesinos
contratados se sentara en el suelo y escuchara tu historia como si estuvieran en
el jardín de infantes. Y ahora están bien.

—Quiero registrarme también —dijo Bern—. Tal vez no como un Prime, pero
la última vez que me probaron, tenía diez años. Ahora soy más fuerte.

León se derrumbó dramáticamente en el respaldo de su silla.

—Calificar todos vosotros. Vosotros y vuestra magia. Solo me quedaré aquí


con mi propio error.

Abrí la boca y la cerré. Ahora no era el momento de lanzarlo sobre él.

—Nevada, tiene que haber otra manera —dijo mamá.

—No sé cuál —le dije—. Y tampoco Rogan. Si supiera de otra manera, lo


intentaría, mamá. Te lo prometo, lo haría. Esta es la única manera de
mantenernos a salvo.

—Si hacemos esto, nunca estaremos a salvo —dijo mamá.

—Las cosas nunca serán las mismas si hacemos esto. —Eso no fue
exactamente una respuesta a lo que ella dijo, pero tenía que seguir adelante—.
Por eso tenemos que votar como familia. Todos compartimos la responsabilidad
de esta decisión. Una vez lo hagamos, nadie se queja y todo el mundo tiene que
trabajar juntos. ¿Alguien quiere agregar algo?

Silencio.

—Todo el que quiera convertirse en una Casa que levante la mano.

Levanté mi mano. Y Bern, Arabella, León y la Abuela.

—¿Los que quieran huir y esconderse?

Mamá levantó la mano.

Miré a Catalina.

—Me estoy absteniendo —dijo.

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—No puedes abstenerte —dijo Arabella—. ¡Por una vez en tu vida, toma una
decisión!

Catalina respiró hondo.

—Voto por la Casa.

—Tontos —dijo mi madre—. He criado una manada de idiotas.

—Pero somos tus idiotas, tía Penélope —dijo León.

Recogí el papeleo cubierto de banderas de colores que indicaban líneas de


firma.

—Necesito que todos firméis.

—¡Espera! —La abuela Frida agarró su teléfono—. Debemos tomar una


imagen para la posteridad.

Se apiñaron para la foto a mi alrededor. La abuela Frida puso el teléfono en


remoto y sacó una imagen de todos a mi alrededor, el papeleo delante de mí,
una pluma en la mano. El frío me congeló el estómago.

Los amaba tanto. Solo esperaba estar tomando la decisión correcta.


La oficina de los expedientes de las Casas ocupaba una torre baja de vidrio
negro en el viejo barrio español, en la acera opuesta a la oficina de Estadística.
El edificio asimétrico se inclinaba hacia atrás, texturizado, su perfil extraño.
Cuando Rogan aparcó su Range Rover grisáceo en el estacionamiento, vi el
frente de la torre. Tenía la forma de una pluma.

El sol poniente jugaba en el cristal oscuro. Solo un puñado de coches

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esperaba en el estacionamiento.

—¿Estás seguro de que estará allí? —pregunté.

—Sí.

—Es el día de Navidad.

Rogan se volvió hacia mí.

—Está ahí, porque llamé y pregunté.

Agarré el archivo con cremallera con tanta fuerza que mis dedos se pusieron
blancos. Última oportunidad para retroceder.

Rogan se acercó, su magia se curvó a mi alrededor. Tomó mi mano y la


sostuvo en la suya.

—¿Quieres que dé la vuelta?

—No. —Tragué—. Hagámoslo.

Salimos del coche y caminamos hacia la puerta. Se abrió con un susurro, y


entramos en un vestíbulo moderno. El granito negro cubría las paredes, el
granito gris brillaba en el suelo y, en el centro del vestíbulo, líneas finas de oro
trazaban un círculo mágico. Un guardia nos miró desde detrás de su escritorio e
inclinó la cabeza. Rogan me condujo hasta los ascensores.
La carpeta parecía tan pesada en mis manos. Todas mis dudas burbujearon y
se negaron a desaparecer.

—¿Estoy haciendo lo correcto?

—Estás haciendo lo único que tiene sentido para mantener a tu familia a


salvo.

—¿Y si no califico?

—Tuviste un duelo mental con Olivia Charles, un manipulador Prime, y


ganaste. —Su voz era firme—. Calificarás.

—Gracias por venir conmigo.

Él no respondió. Había dejado claro en el pasado que esperaba que me

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alejara de él en el momento en que nuestra familia se convirtiera en una Casa.
No creía que nuestra magia fuera compatible. Si teníamos hijos, ni siquiera
serían Primes. Él veía esto como el principio de nuestro fin, pero vino de todos
modos. También era un completo idiota si pensaba que le dejaría escapar. Él era
mío. Mi Connor.

El ascensor se abrió. Nos adentramos en un pasillo, con una docena de


puertas que se ramificaban fuera de él, todas cerradas. Al final de la fila de
puertas, se abrían unas grandes puertas dobles. Caminamos hacia ellas, las
atravesamos, hacia una enorme sala circular. Los libros se alineaban en las
paredes, miles de libros en los estantes de madera curvados, de tres pisos de
altura, cada piso con su propio balcón. Una agrupación de sofás cómodos
tapizados en cuero oscuro ocupaba el centro de la habitación. Directamente
delante de él, entre nosotros y los sofás, se alzaba un mostrador redondo de
color rosa.

Un anciano se sentaba detrás del mostrador, leyendo un libro. Su piel era de


un marrón cálido, apuntando a una herencia latinoamericana, tenía el pelo
blanco y llevaba un traje gris de tres piezas con una corbata de tartán. Levantó
la cabeza, nos sonrió y saltó de su silla. Sus ojos, detrás de gruesos cristales,
eran muy oscuros, casi negros y brillantes como dos pedazos de obsidiana.

—Sra. Baylor —dijo, con voz suave y culta—. Por fin.


—Lamento molestarle en vacaciones.

Sonrió más amplio, mostrando los dientes blancos.

—Ni lo mencione. Después de todo, es mi trabajo. Lo habría hecho de


cualquier forma. Estaba en el centro de Houston, en los túneles, cuando cayó el
Viejo Edificio de Justicia. Le debo a usted y al señor Rogan mi vida.

Un hombre emergió de un hueco sombrío en la pared lateral, moviéndose


silenciosamente por el suelo. A sus veintitantos años, llevaba unos zapatos
caros y un traje negro impecable, con una camisa blanca que parecía aún más
blanca contra su piel de bronce claro y una corbata negra. Los tatuajes negros y
grises cubrían sus manos y cuello. Su cabello castaño oscuro, corto en los lados,
pero más largo en la parte superior de su cabeza y echado hacia atrás, definía
un largo y hermoso rostro, con ojos inteligentes del color del whisky. Parecía

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peligroso y ligeramente triste, como un gánster de la era de la Prohibición en un
funeral.

—No cada día uno consigue registrar una Casa emergente —continuó el
encargado de los expedientes. Se inclinó más cerca y me sonrió, como si
compartiera un secreto—. Especialmente uno con un buscador de verdad en
ella. Estoy muy emocionado de conocerte. Michael también está muy
emocionado, ¿verdad, Michael?

Michael asintió con la cabeza.

El Registrador se puso un par de guantes de lino y se volvió. Detrás de él, un


enorme libro estaba sobre un pedestal bajo una tapa de cristal. Levantó la tapa,
cogió el pesado volumen, atado con cuero y lo colocó en el mostrador. Una
elaborada cresta dorada decoraba el panel frontal.

—Es hermoso —dije.

—Lo es. Encuadernación holandesa del siglo XVIII. Las Casas de Texas han
sido registradas en este libro desde antes de la categoría de estado. —Lo abrió
suavemente y me mostró una página vacía—. Si pasas los juicios, tu casa será
inscrita aquí.
Volvió las pesadas páginas hasta llegar al marcador rojo. Cuatro columnas de
nombres escritos en caligrafía hermosa cubrían la página. Algunos estaban
tachados.

—¿Son esas las personas que fallaron las pruebas?

Él asintió.

—En efecto. Ahora, ¿tienes el papeleo necesario?

Le pasé la carpeta. La abrió, escudriñando las páginas.

—¿Dónde está el segundo testigo? —preguntó Rogan.

—Llega tarde. Dadas las circunstancias, quería asegurarme de seleccionar a


alguien cuya reputación está más allá de la duda. Alguien cuyo nombre infunde

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respeto. Creo que te sorprenderá gratamente.

—Un testigo de la creación de una Casa tiene ciertas obligaciones —me dijo
Rogan en voz baja.

—¿Cómo qué?

—Se espera que ofrezcamos asesoramiento y orientación.

El Guardián revisó las firmas y levantó la cabeza.

—Nos ha presentado un enigma, señor Rogan. Encontrar una prueba


adecuada para un buscador de la verdad era un reto, pero identificar la magia
de la joven Baylor era aún más importante. Debo decir, que el poder de su
hermana es algo realmente notable. Es, por supuesto, una rama mental, pero
¿qué subconjunto? Uno se inclinaría naturalmente hacia un psiónico, pero un
psiónico que evoca un amor genuino nunca se ha manifestado. Michael y yo
tuvimos que cavar muy lejos a través de nuestros archivos y otros archivos.
Reclamamos favores, solicitamos acceso a las bases de datos y se consultó a los
guardianes de registros extranjeros. Pero hemos perseverado, ¿verdad,
Michael?

Michael asintió de nuevo.

—Tuvimos que llegar muy lejos, y finalmente encontramos lo que estábamos


buscando en Grecia. Hay una sola Casa, solo una, claro, cuyo registro mostró la
aparición de un talento similar. Solo en descendientes femeninos. La última
manifestación verificada fue en la década de 1940. Al parecer, paso algo
desagradable.

—¿Qué clase de desagradable? —pregunté.

—La dama en cuestión luchó contra la invasión imperial rusa de su pequeña


ciudad. La leyenda afirma que ella se colocó en una isla rocosa a corta distancia
de los acantilados y luego llamó a un batallón entero de las tropas rusas
invasoras a ella. Ahogó tres compañías de rifle motorizadas antes de que los
pocos supervivientes finalmente lograran alcanzar la roca. Terminó destrozada.
Literalmente, me temo.

Oh, Catalina… Podría imaginar a mi hermana en esa roca. Eso era


exactamente lo que haría.

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—Algo desafortunado. —El Guardián de Archivos suspiró—. Desde
entonces, la Casa no ha tenido herederos. Una fuente muy conocedora ha
especulado que es una cuestión de elección más que de casualidad.

—¿Abortan a las niñas? —preguntó Rogan, su voz fría.

—Ese es el rumor. La Casa rechazó nuestros intentos de llegar a ellos para


una consulta. Son una familia muy solitaria. Por lo tanto, nos quedamos solos,
así que después de mucha deliberación, estamos creando una nueva categoría
para la Sra. Catalina Baylor. —El Guardián hizo una pausa—. La llamaremos
sirena.

Odiaría eso.

—Es muy emocionante. Si esta magia perdura dentro de su familia, esto


puede ser el comienzo de un nuevo subconjunto. Los rankings de los talentos
mágicos raros pueden cambiar. Estamos trayendo un poderoso antistasi Prime
para sus pruebas.

Al igual que los magos aegis bloqueaban las balas y los ataques físicos, los
magos antistasi se especializaban en la defensa, pero contra ataques mentales.
Bueno, por lo menos eso debería tranquilizar a Catalina.

—¿Qué Casa? —preguntó Rogan—. ¿Smith?


—Alessandro Sagredo —dijo el Guardián.

Rogan alzó las cejas.

Le eché un vistazo.

—El mejor antistasi Prime registrado —explicó Rogan.

—No nos arriesgamos —dijo el guardián—. Desafortunadamente, él está


ocupado en otra cosa por el momento, así que tendremos que esperar un par de
días. Por lo tanto, sus juicios se establecerán exactamente una semana a partir
de ahora, el próximo domingo.

Un hombre entró en la habitación. De unos sesenta años, pero aún atlético,


llevaba pantalones negros, una camiseta negra y una prenda negra que se
podría llamar una sudadera de la misma manera que un Porsche podría ser

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llamado un coche. Tenía unas solapas como un traje, la elegante versión de un
trapo de un abrigo de lujo, y probablemente costaría más que el pago de
nuestra hipoteca.

Su piel era de bronce claro, su cabello ondulado y negro con mucho blanco.
Tenía rasgos audaces y fuertes: una frente ancha, cejas negras, nariz prominente
y mandíbula cuadrada, en su mayor parte oculta por una corta barba más gris
que negra. Sus ojos avellanos, iluminados por la inteligencia, miraban al mundo
con un toque de humor. Cuando lo vi por primera vez, pensé que parecía el tío
favorito de alguien, que poseía un viñedo en algún lugar de Grecia o España,
pasaba mucho tiempo al aire libre y se reía a menudo. Eso fue antes de que
supiera quién era.

—Buenas noches, señor Duncan. —El Guardián sonrió.

La formación de mi Casa tendría de testigo a Mad Rogan, el Azote de


México, y Linus Duncan, el ex presidente de la Asamblea que gobernó las
familias mágicas de Texas. Querido Dios.

—Llego tarde, lo sé, lo siento. —El ex hombre más poderoso de Texas se


apresuró a cruzar la habitación—. Algunas personas insisten en ser
irritantemente difíciles. ¿Qué me perdí?

—Nada de importancia —le aseguró el Guardián.


Duncan asintió con la cabeza a Rogan.

—Mayor.

—Coronel —respondió Rogan.

El Guardián sacó una pluma estilográfica, se aclaró la garganta, y me miró,


sus ojos negros brillando detrás de sus gafas.

—Michael, por favor.

Michael dio un paso adelante y sacó una cámara de alta resolución.

—Se requiere reconocimiento verbal —me dijo el Guardián, su tono


confidencial—. Debes decirme estas palabras: Yo, Nevada Baylor, solicito al
Estado de Texas la evaluación y el reconocimiento de los poderes de mi familia.

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¿Estás lista?

—Sí.

Mi corazón estaba latiendo demasiado rápido.

El Guardián asintió con la cabeza a Michael. Michael golpeó la pantalla


digital de la cámara.

El Guardián levantó su pluma y me miró. Mi boca se había secado


completamente. De alguna manera hice mover mis labios.

—Yo, Nevada Baylor, solicito al Estado de Texas la evaluación y el


reconocimiento de los poderes de mi familia.

—Yo, Linus Duncan, Jefe de la Casa Duncan, actúo de testigo —dijo Duncan.

—Yo, Connor Rogan, Jefe de la Casa Rogan, actúo de testigo —repitió Rogan.

El Guardián escribió la fecha de hoy en la página y agregó, Nevada Baylor en


nombre de ella, Catalina y Bernard Baylor. Testificado por Linus Duncan de la Casa
Duncan y Connor Rogan de la Casa Rogan.

—Tu petición es concedida —dijo el Guardián.

Michael bajó la cámara y la dejó a un lado.


—Ya está hecho —dijo el Guardián.

—Felicidades, Sra. Baylor —me dijo Linus Duncan.

—Gracias por venir a ser mi testigo.

—Bueno, si vas a saltar a la guarida del lobo, es bueno tener un aliado.


Incluso si ese aliado es un viejo con dientes embotados.

Un músculo en la mejilla de Rogan se sacudió. No había dicho nada, pero


tanto él como Michael miraban a Linus Duncan como si le fueran a brotar
colmillos y garras en cualquier momento.

—Espero que tenga éxito —dijo Duncan.

—Gracias.

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El sonido de una mujer que venía por el pasillo sobre tacones altos resonó
por la habitación.

—¿Esperas a alguien? —preguntó Rogan.

—No —dijo el Guardián.

Victoria Tremaine entró en la habitación, dos hombres con trajes detrás de


ella. Ella me vio, se detuvo y me miró fijamente. Le devolví la mirada. Había
visto una grabación de ella, pero nunca nos habíamos visto en persona.

Era delgada, impecablemente vestida, con el tipo de rostro que hacía decir a
la gente, ‘buenos huesos’ a pesar de la piel arrugada. Pómulos altos, mandíbula
fuerte pero femenina, nariz estrecha, ojos grandes. Dado ese conjunto de
características, la mayoría de las mujeres se vería hermosa. Mi abuela no.
Parecía dura y viciosa, como un velocirraptor con piel humana. Incluso su pelo
platino, cortado en un estilo pixie, no hacía nada para suavizar el impacto.
Vulnerables o inseguros ni siquiera estaban en su vocabulario. Y cuando se
volvió hacia Rogan, vi a mi padre en su perfil. Tenían la misma nariz aquilina.

Rogan dio un paso adelante a mi izquierda. Linus Duncan dio un paso


adelante a mi derecha.

—Esta farsa ha durado lo suficiente —dijo Victoria—. Esta niña es mía.


Pertenece a mi Casa.
—No —le dije—. No le pertenezco ni a usted ni a nadie más.

—Ella solicitó al Estado de Texas el reconocimiento de sus poderes —dijo el


Guardián—. Está en el libro. Ya está hecho.

—¿Linus?

—Soy un testigo —dijo Duncan—. Estoy obligado a protegerla, Victoria. Ya


sabes cómo funciona esto.

Victoria Tremaine entrecerró los ojos.

—Me la llevaré de aquí.

—Me temo que no puedo permitir eso. —Los ojos del Guardián se volvieron
completamente negros. No quedaba nada de blanco.

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La oscuridad se estremeció en los nichos entre los libros y creció, resbalando
a través de las paredes, tragándose la luz, una terrible oscuridad viviente. Una
cosa primitiva antigua. Cada pelo en la parte posterior de mi cuello se elevó.

Un fuego azul envolvió las manos de Michael, encendidos contra la creciente


marea negra que ahogaba el techo.

—Conoce las reglas, Victoria —dijo el Guardián, su voz pura magia—. No


tendrá contacto con ningún miembro de la familia Baylor. No hará ningún
esfuerzo para interrumpir estas pruebas. No querríamos que pasara nada
desagradable.

La rabia hizo temblar las esquinas de la boca de mi abuela. Ella me fulminó


con la mirada.

—Eres idiota. Te arrepentirás de esto.

Su mirada apuñaló a Rogan.

—Deberías haber devuelto mis llamadas. Crees que la tienes, pero nunca la
conservarás. Te abandonará en el momento en que el Scroll le asigne pareja.

Se dio la vuelta y salió, sus Rottweilers humanos a remolque.


—Bueno, eso estuvo tenso —dijo Linus Duncan. Abrió su cartera, sacó una
tarjeta de ella y me la ofreció. No tenía nombre, solo un número de teléfono—.
En caso de que necesite ayuda o consejo. Llame en cualquier momento.

—Gracias. —Tomé la tarjeta.

La oscuridad desapareció. El Guardián me sonrió.

—Fue un placer conocerte, Sra. Baylor. Te estaremos observando. Estaremos


allí en caso de algún problema, ¿no es así, Michael?

Michael asintió con la cabeza.

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Rogan y yo no hablamos de camino hasta el coche. Afuera, el sol se había
puesto y el cielo sin fondo de Texas se extendía por encima de nosotros, un
océano negro invertido lleno de estrellas. Subimos al coche y Rogan salió del
aparcamiento.

La nocturna ciudad pasaba por mi ventanilla mientras toda la escena seguía


repitiéndose en mi cabeza una y otra vez: petición, mi nombre escrito en la
página de un libro antiguo, la mirada rapaz de mi abuela, la oscuridad en el
techo… No parecía real, como si le hubiera pasado a alguien más.

Miré a Rogan. Había una extraña distancia entre nosotros. Estaba allí, en el
coche conmigo, pero parecía contenido, como si yo fuera una extraña.

—¿Te llamó? —pregunté finalmente.

—Dejó un mensaje —dijo.

Esperé, pero no continuó.

—¿Qué dijo?

—Que si la ayudaba a llevarte a la Casa de Tremaine, serías mía.


—Bonito. ¿Y se suponía que iba a seguir ese plan?

—Lo harías si tenía a tus hermanas. O a tu madre. —Su voz era casual—.
Poner un cuchillo en la garganta de tu madre te volvería muy agradable.

Connor se había ido, y en su lugar, conseguí a Mad Rogan: frío, calculador,


cruel cuando tenía que serlo.

—¿Y el Scroll?

—El Scroll es una de las tres principales bases de datos de ADN —dijo—. Te
dirán que envíes una muestra al Guardián para probar que tú y Catalina sois
hermanas. Una vez que se envíe la muestra, debes elegir una base de datos.
Secuenciarán a toda tu familia.

—¿Se utiliza como base genética para los futuros cónyuges?

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—Principalmente, sí. También en los casos en que la paternidad está en
duda.

El abismo entre nosotros se estaba ampliando. Se estaba alejando de mí.


Seguía pensando en los niños y las Casas. ¿Estaba tratando de darme una
salida?

—Por favor, vámonos —dije.

Arrancó el coche. Me desabroché el cinturón de seguridad, me acerqué y lo


besé. Sus labios eran como fuego. Él no respondió, pero me esforcé más,
lamiéndole los labios con la punta de la lengua, queriendo probarlo.

Su cinturón de seguridad se soltó. Me cogió la parte de atrás de la cabeza con


la mano y tomó mi boca. Su magia se envolvió a mi alrededor, mezclándose con
la mía. El sabor de Connor, el embriagador y intoxicante sabor que ardía de
lujuria, poder y necesidad, me llenaba, y yo lo bebía, derritiéndome. Los golpes
de su lengua se volvieron posesivos, sus dedos enredados en mi pelo,
sujetándome contra él. Había un toque de amenaza en la forma en que me besó
que me advertía que cuando probara el fuego de dragón, me quemaría y
entonces ya nunca sería la misma. Me hizo querer desnudarle y estar desnuda
encima de él.
La magia se deslizó por mi nuca, como miel derretida, un placer
chisporroteante en mi piel. Me quedé sin aliento en su boca.

—Eres mía —dijo, su voz áspera—. No te voy a dejar ir.

—Me alegra que hayamos aclarado eso.

—¿Me entiendes, Nevada? No me voy. Pensé que podría, pero no puedo y


no quiero hacerlo.

Le rocé la mejilla con las yemas de mis dedos.

—¿Qué te hace pensar que te dejaría ir?

Me acercó más a él, y me subí a su regazo. Me besó en el cuello. La magia


giró a lo largo de mi espina dorsal, una felicidad caliente. Lo quería entre mis

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piernas. Lo quería dentro…

Había luces azules y rojas detrás de nosotros.

Rogan gruñó.

Un policía caminaba hacia nosotros, con una linterna en la mano.

Me arrastré de nuevo en mi asiento y me tapé la cara con las manos.

Rogan bajó la ventanilla.

—¿Sí, oficial?

—¿Su vehículo está averiado, señor Rogan?

—No —gruñó Rogan.

—Entonces debe moverse. La carretera está oscura, y representa un peligro


para la seguridad.

Guau. Al parecer nos topamos con el único policía en Houston que no se dejó
intimidar por el Carnicero de Mérida.

—Sra. Baylor —dijo el policía—. La DA Jordan dice hola.

Oh.
—Por favor, mueva su vehículo por la seguridad del público. —El policía dio
un paso atrás. No mostró señales de marcharse.

Rogan subió la ventanilla, ambos nos pusimos los cinturones de seguridad y


nos incorporamos al tráfico.

Lenora Jordan, fiscal de distrito del condado de Harris. Cuando estaba en la


escuela secundaria, ella era mi héroe. Incorruptible, intransigente, actuaba como
la última línea de la defensa pública contra el crimen, especialmente cuando era
cometido por las Casas. La primera vez que la vi en televisión, hace años; bajó
las escaleras del palacio de justicia, donde un Prime fulgurkinetic furioso
envuelto en una red de rayos se negaba a ser acusado por abuso de menores.
Lenora se acercó a él, convocó cadenas del aire, y lo ató, justo allí, delante de
todas las cámaras. Y luego lo arrastró a la corte.

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Nunca pensé que la conocería, pero lo hice. Ella era todo lo que parecía, y me
asustó a muerte. Incluso Rogan la trataba con el tipo de respeto que se le da a
un tigre hambriento.

—¿Fue un golpecito de apoyo en el hombro? —pregunté—. ¿Para decirme


que sabe lo que estamos presentando?

—Sí. Ven a casa conmigo esta noche.

—No puedo. Han sucedido muchas cosas y necesito estar con mi familia.
Tienen preguntas.

—Esperaré.

—No sé cuánto me llevará.

—Esperaré —repitió.

Daría casi cualquier cosa para ir con él. Me llevaría a su dormitorio, me


quitaría la ropa y me haría el amor hasta que ya ni siquiera pudiera pensar. Me
quedaría dormida envuelta en él, con su musculoso brazo a mi alrededor, y su
pecho duro y caliente presionando contra mi espalda, y por la mañana nos
despertaríamos y volveríamos a hacer el amor. Sin decir nada que hiciera daño.
Sin heridas.
—Rogan…

—¿Nevada? —Mi nombre salía de sus labios como una caricia.

—Acabo de cambiar la vida de mi familia. Todo está en ruinas. Necesito estar


allí esta noche. Si una de mis hermanas llama a mi puerta a las dos de la
mañana, quiero estar allí para tranquilizarla. Si mi madre no puede dormir y
viene a verme en medio de la noche, quiero estar allí. Y no puedo hacerlo si
estoy en tu casa, y no puedes estar en la mía, porque me haces gemir y gritar, y
eso no es lo que mi familia necesita oír.

Su cara me dijo que no le gustaba.

—¿Qué estás pensando?

—Estoy planeando secuestrarte hasta las pruebas —dijo.

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—Hemos intentado eso, ¿recuerdas?

—He puesto aire acondicionado en el sótano —dijo.

—¿Hay una bonita cadena esperándome?

—No —dijo—. Pero tengo unas esposas.

—No —le dije—. De acuerdo, tal vez. ¿Quién se pondrá las esposas?

Él sonrió.

Llegamos al almacén.

—Tengo que irme —le dije. No quería hacerlo.

Abrió la boca y le puse el dedo en los labios.

—Por favor, no digas mi nombre. Si dices mi nombre, no podré salir del


coche.

Él sonrió contra mi dedo. Era una sonrisa perversa y masculina, y lo hacía


parecer tanto guapo como malvado, como un demonio.

—Lo digo en serio, Rogan. No digas mi nombre, no me des un beso de


buenas noches, y no me mires… sí, así. No me mires así. Tengo que ir a
investigar la desaparición del marido de tu ex novia mañana, y necesito dormir.
Todavía no podía moverme del asiento. Me atrajo como un imán. No era por
el sexo espectacular y no era su apariencia, aunque ambos ayudaban. Era la
forma en que me miraba cuando pensaba que no lo estaba mirando. Como si yo
fuera el centro de su universo. Cuando me miraba así, haría cualquier cosa por
él. Me asustaba que pudiera amar a alguien tanto, así que luché como una loca
para mantener cada fragmento de independencia que me quedaba.

—Veo la sombra del César —dijo.

Yo también lo hacía. Pero hasta que tuviéramos alguna evidencia, saltar a


conclusiones no serviría de nada.

—Parece una gran coincidencia: la madre de Rynda muere, luego, en


semanas, su esposo desaparece. Pero, al parecer, él tiene una historia de
desapariciones cuando las cosas se ponen difíciles, y las cosas son difíciles para

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ella ahora mismo.

Me miró fijamente con la mirada de Mad Rogan.

—Si encuentras la conexión entre la desaparición de Brian y la conspiración,


quiero saberlo. No al final, no cuando sea conveniente, sino inmediatamente.

—Sí, señor. Iba a darte un beso de buenas noches, pero ahora no puedo. Va
contra las reglas confraternizar con mi oficial superior.

—Hilarante —dijo.

Abrí la puerta y salí.

—Nevada —me llamó, insinuando un mundo de promesas en una sola


palabra.

Seguí caminando.

Su voz me acarició como un toque.

—Vuelve y déjame darte un beso de buenas noches.

—No puedo oírte. —Corrí a mi puerta, entré y la cerré. Era una gran puerta
gruesa. No podía oírlo reír detrás de mí. Debía haberlo imaginado. Sí, eso era
todo.
Caminé por la casa. La luz de la cocina estaba encendida. Las voces flotaron
hacia mí. Todo el mundo estaba todavía despierto y esperándome.

Mañana tendría que ir a BioCore y empezar a buscar al marido de Rynda.


Mañana volvería a ver a Rogan. Pero primero, tenía que pasar por esta noche.
Suspiré, cuadré mis hombros y fui a hablar con mi familia.

54
3

55
Era por la mañana. Brillante luz del sol, alegre cielo azul, y un enorme dolor
de cabeza martilleante, que golpeaba el interior de mi cráneo. Había tomado
dos ibuprofenos tan pronto como abrí los ojos, porque tenía cosas que hacer
hoy, pero ni siquiera lo redujeron un poco.

Anoche llegué a casa y me enfrenté con todo tipo de preguntas. Y una vez
que les dije lo que pasó, se les ocurrieron aún más preguntas. Mi madre quería
saber sobre Victoria Tremaine, León quería saber si finalmente conseguiría un
arma cuando nos convirtiéramos en una Casa, Catalina quería saber sobre sus
pruebas, Arabella quería saber si Michael era lindo, y la abuela Frida dijo que
conoció a Linus Duncan una vez durante la guerra y quería saber si todavía
tenía esa ‘cosa caliente, de ojos oscuros y escocés’. Para el momento en que
contesté a todos, eran casi las dos de la mañana. Subí las escaleras, me quité la
ropa, caí en la cama y me desmayé. Soñé con Rogan, desperté una hora más
tarde, y no pude entender por qué no estaba en la cama. Ahora era por la
mañana, y cuando entré en nuestra oficina, sentí que estaba arrastrando una
excavadora detrás de mí.
Cornelius ya estaba en su escritorio. Llevaba un traje gris oscuro, una camisa
blanca y una corbata negra. Tenía el cabello rubio bien peinado. Incluso en su
peor momento, Cornelius siempre tenía cierto estilo. Era elegante, limpio y
tranquilo. Nunca podrías suponer que era el hombre que cantó a una horda de
ratas para que devoraran vivo a un ser humano.

Hoy no asistían las ratas, pero Talon, su halcón, se encaramaba sobre la


estantería, mirándome con ojos ámbar.

Cornelius levantó la cabeza de su portátil. Sus serios ojos azules se


ensancharon. Llevaba un traje negro de Armani sobre una costosa blusa gris
claro y zapatos Stuart Weitzman, que tenían la maravillosa ventaja de ser lo
suficientemente cómodos para correr, si la ocasión lo requería. Mi cabello
peinado y apartado de mi cara en un moño. Mi maquillaje aplicado con toda la
habilidad que pude reunir, teniendo en cuenta mi dolor de cabeza.

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—Pareces un agente de la CIA —observó Cornelius.

—¿Alguna vez has conocido a agentes de la CIA?

—No. Pero me imagino que se parecerían a ti.

—Este es mi look de inspira-confianza en los clientes —dije—. Tengo dos


trajes caros. Llevo uno a la reunión inicial y el otro cuando voy a cerrar el caso y
a cobrar mi pago. El resto del tiempo los trajes cuelgan en bolsas de plástico en
la parte trasera de mi armario.

—¿Planeas impresionar a un cliente? —preguntó.

—Ya tenemos un cliente. Necesito impresionar a su Casa. Su marido ha


desaparecido, y si su familia tiene algo que ver con esto, me gustaría que me
consideren una seria amenaza, para que puedan concentrarse en mí en lugar de
en ella. Me gustaría que vinieras conmigo. Sería una buena experiencia para ti,
y ayudaría a mi credibilidad.

—Por supuesto. —Cornelius se levantó.

—Nuestra cliente es Rynda Sherwood. Anteriormente Rynda Charles.

Se quedó inmóvil.
—Apareció aquí anoche —le expliqué—. Su marido ha desaparecido.

Cornelius encontró su voz.

—¿Ella… sabe?

—Ella sabe que Rogan y yo estuvimos presentes. No sabe exactamente cómo


fue asesinada Olivia o quién lo hizo. Entiendo que preferirías quedarte.

—Pero, ¿por qué iba a venir aquí?

—Porque todos los amigos de su madre la abandonaron y la Casa Sherwood


no parece preocuparse por la desaparición de su marido. Realmente no tiene
dónde ir.

—¿Crees que esto está relacionado con la conspiración en la que estaba

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implicada su madre?

—Tal vez —dije—. O tal vez su marido es un alcohólico estresado y decidió


desaparecer durante unos días.

Cornelius reflexionó.

—También debo mencionar que he presentado la documentación para ser


reconocidos como una Casa.

Parpadeó de nuevo.

—Felicidades.

—Victoria Tremaine es mi abuela —continué—. No está muy contenta con


este desarrollo, y aunque hay reglas que le impiden interferir, no puedo
prometer que no vaya a intentar algo.

—¿Estás nerviosa? —preguntó Cornelius.

—Sí. —No tenía sentido mentir—. Si me dieran opción, preferiría


esconderme aquí hasta las pruebas, pero le prometí a Rynda que buscaría a su
marido.
—No puedes esconderte —dijo Cornelius en voz baja—. Tu nombre está en
el libro. La gente os estará observando a todos, pero especialmente a ti, para ver
en qué clase de Casa os convertiréis. Las primeras impresiones son importantes.

—¿Primeras impresiones?

Cornelius hizo una pausa.

—Cuando se presenta la petición de formación de la Casa, se lee ante la


Asamblea y, más prácticamente, se anuncia en su boletín interno.

Estupendo. Cada Casa en Texas vería nuestro nombre en su caja de correo


electrónico.

—¿Así que todo el mundo lo sabe?

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—Sí. Se hace para desalentar la interferencia de otras Casas.

—¿Sabrán qué talentos estamos solicitando para ser probados?

—Sí.

Así que el gato estaba fuera de la bolsa. Me había anunciado como un


buscador de la verdad a todo el estado de Texas.

—Ten cuidado —dijo Cornelius—. La forma en que te comportes ahora es


muy importante.

Tenía razón. Ocultarme estaba fuera de cuestión. No podíamos darnos el lujo


de parecer cobardes.

Miré a Cornelius.

—Gracias.

—De nada.

—¿Estás dentro o fuera?

No perdió el ritmo.

—Dentro. Déjame tomar una taza de viaje para mi café.


BioCore ocupaba un edificio rectangular de vidrio negro en el Post Oak
Circle, frente al Houstonian. A diferencia de las torres del centro, este edificio
era largo, comiendo un montón de bienes raíces, pero solo tenía unas pocas
plantas.

Cornelius y yo aparcamos frente a él. Hace unas semanas, Rogan había


destruido mi minivan Mazda rasgándolo por la mitad y lanzando piezas a

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algunos magos que nos atacaban. Lo había reemplazado por un Honda CR-V
azul, el cual, descubrí después del hecho, estaba totalmente blindado. La abuela
Frida pasó un montón de tiempo divirtiéndose poniéndolo a punto. Si nos
enfrentáramos a magia y balas, haría un sprint a mi coche.

Me di cuenta de que estaba escaneando el edificio, buscando peligro oculto.


Mis aventuras con Rogan me habían vuelto paranoica.

Crucé el aparcamiento hasta las pesadas puertas de cristal. Talon se acomodó


en el hombro de Cornelius. Cornelius tenía una expresión contenida. No podía
decir si estaba concentrado, nervioso, o ambos. No me valía. Necesitaba que
fuera tranquilo y profesional.

—¿Has pensado en invertir en una pierna de madera y en un sombrero de


tricornio?

Él parpadeó.

—¿No, por qué?

Señalé su reflejo en la puerta de cristal. Lo estudió.

—Supongo que Talon se asemeja un poco a un loro. Me temo que no soy


muy pirata.
—Todo está en la actitud —le dije—. Imagina que este edificio es un galeón
español cargado de tesoros robados y que eres capitán de un equipo de piratas.

Cornelius se estudió a sí mismo un poco más, su pelo perfectamente


estilizado, su rostro afeitado y su costoso traje a medida, abrió la boca y dijo:

—Arrr.

Sonreí y empujé la puerta giratoria.

En el interior, un vestíbulo estéril en forma de media luna nos recibió:


paredes blancas, luces ultramodernas y suelos de mármol negro. En la parte
más ancha de la media luna, un contorno apenas visible en la pared pálida
indicaba una puerta doble. A la izquierda de él, dos guardias en uniformes
verde oliva se sentaban en la recepción. Los guardias nos miraron y le echaron a

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Talon una mala mirada. Nos acercamos a la recepción. Di a los guardias mi
nombre y mi tarjeta y pedí hablar con Edward Sherwood. El guardia más bajo
cogió el teléfono y habló en voz baja.

Esperamos.

Las puertas se abrieron de golpe y un hombre alto emergió. Tenía treinta y


tantos años, cabello castaño, ojos color avellana y mandíbula cuadrada. Se
movía como un ex deportista que no se había vuelto blando, sobre todo porque
no sabía cómo hacerlo. El traje gris a medida hacía que sus hombros fueran aún
más anchos. Daba la sensación de que, si te interponías entre él y algo que
realmente importaba, pasaría por encima de ti, y no perdería la calma, porque
no sería personal. También era idéntico a las fotografías que había buscado esta
mañana. Edward Sherwood, el hermano mayor de Brian.

Ojos tranquilos, andar seguro, ningún indicio de tensión en la mandíbula o


en la línea de sus hombros. Si tenía algo que ver con la desaparición de su
hermano, estaba completamente seguro de que se saldría con la suya o de ser
un excelente actor.

—Sra. Baylor —dijo. Su voz era meditada y tranquila como el resto de él—.
Rynda me dijo que vendrías.

—Buenos días.
Nos estrechamos la mano. Tenía un firme apretón. La verdadera pregunta
era, ¿leyó el boletín de la Asamblea y recordaría mi nombre?

—Gracias por recibirnos con tan poca antelación. —Me volví hacia
Cornelius—. Uno de nuestros investigadores, Cornelius Harrison.

Cornelius también consiguió un apretón de manos.

—Vamos a hablar en algún lugar más cómodo. Por favor, síganme. —Se
dirigió a la puerta. Se abrió a su paso, cruzamos y se cerró detrás de nosotros.
Me quedé boquiabierta.

Un enorme atrio se extendía frente a nosotros, un laberinto de zonas


cultivadas y plantas, tantas que el suelo formaba un sendero de piedra entre
ellos. Tenían que ocupar la mayor parte de sus tres primeros pisos. Ni siquiera

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podía empezar a adivinar la cantidad de metros cuadrados. Podrías meter
nuestro almacén varias veces en su interior.

Edward caminó por el sendero y me moví para mantenerme a su altura.


Varios árboles viejos crecían en lechos elevados, cubiertos cada uno con varios
hongos: una enorme masa de hilos blancos colgantes que parecían una fregona
extraña o una lámpara ultramoderna; setas de cola de pavo en una docena de
colores que nunca había visto antes, desde el gris del granito hasta el verde
intenso y el intenso burdeos; un nido de serpientes naranjas que probablemente
era un hongo o quizás un extraterrestre del espacio exterior; una enorme masa
de setas amarillas brillantes, y así sucesivamente.

Líquenes florecían en los árboles. Los moldes de limo de todos los colores del
arco iris teñían la corteza y las enormes rocas estaban cubiertas de musgo.
Algunos líquenes brillaban débilmente en la sombra. Más setas crecían de las
raíces: amatista, índigo, verde casi fluorescente. Un hongo envuelto en una red
de filamentos blancos como un velo. Un hongo que parecía un trozo de piedra
caliza de Texas sangrando líquido rojo brillante de los agujeros. En las paredes,
bajo el plexiglás, enormes colonias de bacterianas prosperaban como pinturas
abstractas.

Era como pisar un planeta alienígena. Todo lo que podía hacer era mirar.

Talon se alejó del hombro de Cornelius y voló entre los árboles.


—Está abrumado —dijo Cornelius—. Mis disculpas.

Edward sonrió mientras caminábamos por el sendero.

—No se preocupe. Los biomagos tenemos que lidiar con las idiosincrasias de
nuestros cargos. La vida es impredecible.

—¿También es un herbamago como Brian? —pregunté. Su comprobación de


antecedentes indicaba que lo era.

—Sí. Pero mis talentos se encuentran con los árboles. Específicamente,


árboles frutales. Brian gobierna sobre los hongos. Este es su reino. —Edward
levantó su mano para abarcar el paisaje extraño—. Por aquí.

Giró a la derecha. Lo seguimos El reino de hongos terminó abruptamente.


Una corriente de koi se extendía delante de nosotros, ensanchándose en un

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estanque con una pared de roca y una cascada en el extremo lejano. En el otro
lado se extendía un hermoso jardín. Los árboles frutales, algunos de floración,
algunos con manzanas de oro, albaricoques y cerezas, se levantaban de los
lechos.

Edward nos condujo a través de un pequeño puente japonés hacia el jardín.

—Probablemente se están preguntando por qué no dirijo a la familia. Todo el


mundo lo hace —dijo—. Simplemente son demasiado cortés para hacer la
pregunta. Soy el mayor y un Prime.

—¿Por qué no diriges a la familia? —pregunté.

—En nuestra familia Brian nació con una cuchara de oro en la boca. Hay
mucho más dinero en productos farmacéuticos producidos por hongos que en
deliciosas manzanas.

Edward extendió la mano, y el manzano más cercano se inclinó hacia él,


acariciando su palma con sus hojas.

—¿Te molesta? —pregunté.

—Ya no.

Mentira.
El camino terminó abruptamente. El sendero seguía allí, pero en lugar de las
baldosas de piedra un césped verde se extendía delante de nosotros. Caminar
sobre el en tacones estaba fuera de cuestión. Me hundiría a cada paso.

Edward esperó, observándome.

Me quité los zapatos, los recogí y seguí adelante. La hierba se sentía fresca
bajo los dedos de los pies. Tenía que hacer esto cuidadosamente. Él era un
Prime, y un paso equivocado nos eliminaría. Le debía a Rynda algunas
respuestas.

—Señor Sherwood —dije—. Rynda ha contratado a nuestra agencia para que


investigue la desaparición de su marido.

—Fue un shock —dijo—. Considerando su papel en la muerte de su madre.

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Bien, ahora que nos habíamos quitado la muerte de Olivia fuera del
camino…

—Nos gustaría hacerle algunas preguntas. Algunos temas pueden ser


delicados. Todo lo que nos diga es confidencial, pero no privilegiado.

—Seré tan sincero como pueda. Dentro de lo razonable.

Esperé el sentimiento familiar de que me engañaba, pero mi magia


permaneció en silencio. Era sincero.

—¿Cuándo fue la última vez que vio a su hermano?

—El jueves por la noche un poco antes de las seis. Hablamos brevemente de
la reunión presupuestaria del viernes. Le pregunté si quería asistir. Dijo que
estaría ocupado con su investigación. Salió de la oficina. Me levanté y vi los
árboles del otro lado del aparcamiento desde mi ventana. Me ayuda a pensar.
Todavía estaba delante de la ventana cuando salió al aparcamiento, subió a su
coche y se marchó.

Verdad. Un buen comienzo.

—¿Le preocupa el bienestar de tu hermano?

—Sí.
Mentira. Hablé demasiado pronto.

—Estoy preocupado por Rynda —ofreció—. Y los niños.

Verdad.

El camino nos llevó a la curva del estanque koi. Tres simples bancos de
madera, del tipo que se podía encontrar en cada tienda de mejoras para el
hogar, esperaban, dispuestos en un círculo aproximado. Un enrejado encima de
cada uno, llevando un aerosol de claveles. Carmesí, blanco, borgoña, azul, las
grandes flores mixtas enviaban un aroma sutil y complicado al aire.

—Por favor. —Edward me invitó al banco.

Me senté. Cornelius tomó un lugar a mi lado. Edward eligió el banco frente a


nosotros.

64
Se estaba tan tranquilo aquí. Podía sentarme a leer un libro en este lugar
durante horas, oler los claveles, mirar el estanque y sentir la suave y sedosa
hierba bajo mis pies. Y fue precisamente por eso que me trajo aquí. Esta era su
pieza del reino. Estaba cómodo aquí, y contaba con el ambiente relajante para
suavizar la conversación.

—Cuando Brian era un niño, no le gustaba estar en problemas —dijo


Edward—. A ningún niño le gusta, pero mi hermano se veía fácilmente
abrumado. Nuestro padre tenía una visión dura de la crianza de los hijos. Eran
un producto de su generación. Cuando mi hermano hacía algo que sabía que lo
pondría en la mira de nuestro padre, desaparecía. Se escondía durante horas y
era muy bueno en ello. Al principio, todo el mundo esperaba a que saliera.
Luego, unas horas después de su desaparición, mi madre entraba en pánico,
segura de que esa vez algo malo debía haber ocurrido. Toda la familia lo
buscaba, a veces hasta la mañana siguiente, y cuando finalmente lo
encontraban, todo el mundo estaría demasiado cansado y demasiado aliviado
para la disciplina.

—¿Cree que Brian se está escondiendo?

—Sí.

Cierto.
—¿Por qué?

Se echó hacia atrás.

—BioCore se dedica a la investigación de alto perfil de antibióticos. La


persona promedio rara vez presta atención a cuánto debemos a los antibióticos.
Simplemente dan por sentado que pocas personas mueren de infección después
de las cirugías. Infecciones de garganta, neumonía y UTIs son inconvenientes
desagradables, pero rara vez una causa de pánico. A pesar de los viajes a otros
lugares, ya no tenemos plagas y epidemias. Nos hemos vuelto cómodos. Es un
error.

—La naturaleza siempre encuentra un camino —dijo Cornelius.

Edward asintió con la cabeza.

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—Estamos ante un fuerte aumento de las bacterias resistentes a los
antibióticos. Nuestros medicamentos milagrosos ya no funcionan. Esto está
sucediendo ahora, hoy, en este minuto. Estamos perdiendo la batalla. MDR-TB,
la cepa bacteriana responsable de la tuberculosis, es resistente a una multitud
de antibióticos. MRSA, VRE, KPC, la lista continúa. Podría darle siglas más
aterradoras, que equivalen a lo mismo. Pronto una visita de rutina al hospital
por una infección respiratoria o una cirugía relativamente segura, como la
extirpación del apéndice, pueden costarte la vida. La carrera para encontrar
nuevos y mejores medicamentos está en marcha. Brian estaba en la vanguardia
de eso. Utilizó su magia para facilitar la rápida mutación de los hongos en
respuesta a las amenazas bacterianas. Estaba tratando de desarrollar nuevos
agentes antibacterianos. Es un campo de estudio peligroso y lucrativo.

—Competitivo —supuse.

—Mucho. Prometí ser sincero. La participación de Olivia en la muerte del


Senador Garza y la consiguiente avalancha de publicidad negativa nos
perjudicó. Mucho. Brian se casó con Rynda por los contactos comerciales de su
madre. Ahora esos contactos están corriendo para cubrirse.

Era como si Rhinda tuviera la plaga. Todo lo que conectaba a su madre


estaba contaminado.
—Dos de nuestros mejores inversores retiraron su dinero. La suma no era
insignificante. Un gran contrato, el cual estaba todo firmado y entregado,
fueron a nuestro mayor competidor en su lugar. Estamos teniendo dificultades
consiguiendo muestras de virus necesarias.

—¿Están enfrentando una crisis financiera? —pregunté.

—Sí. —Parecía extrañamente casual sobre eso—. Sobreviviremos. Son


contratiempos temporales. Encontraremos otros inversores, y habrá otros
contratos. Pero mientras tanto las cosas están muy tensas. Más tensas de lo que
Rynda es consciente.

Eso no estaba alineado con Rynda diciéndome que Brian era tranquilo, pero
Edward no estaba mintiendo.

66
—¿Brian sabía sobre estos problemas?

Un parpadeo de algo pasó por los ojos de Edward. ¿Desprecio o


exasperación? Fue demasiado rápido para determinarlo.

—Brian es un genio. Su reino es la ciencia y la búsqueda. Los problemas


financieros y las operaciones del día a día de la compañía son mi
responsabilidad. Le hice consciente de la situación hace un par de días.
También le hice saber que nuestra situación no era desesperada. De alguna
manera, como he mencionado, Brian se abruma. Esto no estaría fuera de su
carácter desaparecer y volver cuando el problema ha sido resuelto. Como dije,
es excelente escondiéndose.

Brian sonaba más y más como una pieza real de trabajo.

—¿Tiene acceso a dinero aparte de las cuentas bancarias? —preguntó


Cornelius.

—No estaría sorprendido —dijo Edward—. Le gusta alejar las cosas durante
un día de lluvia.

—¿Eres consciente de algún problema en el matrimonio entre Brian y Rynda?


—pregunté.

—Rynda trabaja muy duro siendo una esposa ideal para mi hermano. Ella
anticipa sus necesidades, y Brian no tiene ningún estallido emocional. Mi
hermano es tranquilo y se le lastima fácilmente, así que prefiere la tranquilidad
y la rutina.

Él no respondió a la pregunta.

—¿Brian ha expresado alguna insatisfacción con su matrimonio? —preguntó


Cornelius.

—Todos expresan alguna insatisfacción con su matrimonio una vez en algún


momento —dijo Edward—. Él no ha dicho nada últimamente.

—¿Podría definir últimamente? —pregunté.

—El último par de años.

Cierto.

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—¿Cree que Brian abandonaría permanentemente a su esposa? —pregunté.

—No.

Una afirmación verdadera otra vez.

—¿BioCore ve a Rynda como un lastre?

Edward se inclinó hacia delante, su mirada de repente enfocada.

—Rynda nunca ha sido un lastre. Es una mujer de gracia, amable, e


increíblemente paciente. Es compasiva e inteligente. Somos afortunados de
conocerla. Tiene todo el apoyo de la Casa Sherwood.

El verdadero Edward Sherwood finalmente hizo una aparición. Había tocado


un nervio. No estaba preocupado por su hermano, pero en el momento en que
traté de implicar a Rynda, estaba listo para morderme la cabeza. Interesante.

—¿Ha secuestrado a su hermano, señor Sherwood?

Sus ojos brillaron.

—No voy a dignarme con una respuesta.

—Señor Sherwood —dije—. Rynda está muy molesta. Ella vino a mí porque
todos los demás la habían rechazado. Quiero resolver esto tan pronto como sea
posible para minimizar su angustia emocional. Cuanto antes pueda eliminarle
del grupo de posibles sospechosos, antes podremos pasar a averiguar qué le
pasó realmente a su hermano.

—¿Qué le hace pensar que le diría la verdad? Podría estar mintiendo.

—Soy un excelente juez de carácter —dije—. ¿Secuestró a su hermano?

—No. —Músculos jugaban a lo largo de su mandíbula.

Verdad.

—¿Lo mató o le causó daño?

—No.

—¿Ha ordenado o contratado a alguien para hacer que Brian desapareciera?

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—¡No!

—¿Sabe dónde está?

—No.

—¿Sabe dónde podría estar?

—No.

—¿Ha intentado contactar con usted desde que desapareció?

—No.

Ni una sola mentira en el montón. Me levanté.

—Gracias, señor Sherwood.

Edward se puso de pie. Estaba furioso, pero su ira estaba fuertemente


controlada, apretada por su voluntad como un puño.

—¿Terminamos?

—Lo hicimos.

Pulsó su teléfono y se lo llevó a la oreja.


—Margaret, necesito que acompañes a alguien.

Margaret nos escoltó hasta la salida. En nuestro camino, Cornelius se había


detenido en un árbol grande, el primero que vimos cuando Edward nos había
llevado al interior del santuario. Estaba junto a la entrada, sosteniendo gruesos
racimos de setas amarillas con gorras relucientes y húmedas. Cornelius lo miró
durante unos segundos, llamó a Talon y salimos del edificio.

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—¿Qué te parece? —pregunté mientras sacábamos el coche del
estacionamiento.

—Creo que era sincero.

—Lo era. En su mayor parte. No secuestró a su hermano, y no tiene ni idea


de dónde fue Brian. Está enamorado de la esposa de su hermano.

Cornelius asintió con la cabeza.

—Se casó con el hermano equivocado.

—¿Qué te hace decir eso?

—¿Recuerdas el árbol por el que pasamos? ¿El de hongos amarillos?

Asentí.

—Se llama hongo de miel, y preparado de la manera correcta puede ser


delicioso. Si lo preparas mal, es venenoso. Es un saprófito facultativo. Mata el
árbol en el que crece y luego se alimenta de su madera podrida. —Cornelius
hizo una pausa—. Está creciendo en un manzano.

Brian Sherwood podría haber elegido cualquier tipo de árbol para cultivar
sus hongos. En su lugar, escogió un árbol frutal. Y decidió ponerlo justo en la
entrada del atrio, donde no podía evitarse.
—Cada día Edward Sherwood tiene que pasar por ese árbol —dijo
Cornelius—. Lo siente lentamente morir, ahogado por el hongo, y no puede
hacer nada al respecto.

—Gracias. Me hubiera perdido eso.

—Me alegro de haber sido útil. —Cornelius sonrió.

—Brian parece ser pasivo-agresivo en su crueldad —dije—. Y es un cobarde.


Tiende a huir cada vez que las cosas se ponen difíciles y confía en que su esposa
o su hermano lo solucionen.

—¿Por qué conduces tan despacio?

—Porque Edward Sherwood dijo la verdad. Vio a su hermano dejar el


estacionamiento en su vehículo, lo que significa que, si algo sucedió, paso en el

70
tramo de cinco kilómetros a lo largo de este camino. No quiero perdérmelo.

—¿Qué estamos buscando?

—Cualquier cosa fuera de lo común. Cristales rotos. Piezas de un neumático


reventado.

—¿Qué conducía?

—Mercedes-Benz, S550, acabado metálico plata iridio, que básicamente


significa el color del acero inoxidable.

Cornelius hizo una mueca.

—Probablemente debería haberlo sabido. Lo haré mejor la próxima vez.

Le devolví la sonrisa.

—Es culpa mía. Todos los detalles están en tu correo electrónico. Al principio
del caso, hacemos un paquete de información básica, que incluye toda la
información relevante que conocemos, y Bern lo deja en nuestro correo
electrónico para que podamos acceder a él en nuestro teléfono. Debería
habértelo dicho, pero hemos operado como empresa familiar durante mucho
tiempo y nunca he contratado a nadie para un puesto permanente.

—¿Crees que Brian fue secuestrado? —preguntó Cornelius.


—Ahora mismo me inclino a que lo abandonó todo y se ha escapado a algún
lugar tranquilo durante unos días. Su compañía está al borde de un desastre
financiero, su hijo todavía no puede manifestar magia, y su esposa, que se
suponía que debía abrirle las puertas de la élite de las Casas, es vista como
impura. Parece haber engañado a todos al hacerles pensar que es sensible y se
siente fácilmente abrumado, pero el árbol me hace pensar que hay algo
calculado en sus respuestas…

Cruzamos un puente sobre un barranco. Delante la barandilla estaba


ligeramente doblada, como si hubiera sido golpeada. Me detuve y salí del
coche. Una mancha de pintura plateada marcaba la curva de la barandilla. Me
agaché y tomé una foto de ella con mi teléfono. Nada más fuera de lo común.

—¿Qué pasa ahora? —preguntó Cornelius.

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Giré sobre mis pies. Al otro lado de la calle, una nueva gasolinera hacía un
buen negocio.

—Ahora vamos y les pedimos su grabación de seguridad.

Tres minutos más tarde, estábamos en la gasolinera. Una de sus cámaras de


seguridad apuntaba hacia ese tramo de la calle para cubrir la salida de su
estacionamiento, y todas las grabaciones eran subidas a un servidor y
guardadas durante noventa días. El gerente y yo negociamos. Pedía diez mil
dólares. Le pregunté si realmente quería que volviera con un policía y una
orden judicial, lo que daría como resultado que no recibiera nada en absoluto.
Me dijo que las órdenes tomaban tiempo. Le dije que buscara en Google mi
nombre. Entonces él y su ayudante vieron a Mad Rogan desgarrar el centro
como si fuera un demonio del infierno. Acordamos doscientos dólares más el
lápiz USB de 19,99 dólares. Lo cual fue un robo para 8 GB, pero decidí elegir
mis batallas.

Conecté el USB a mi portátil y adelanté el video.

5:00 pm.

5:30 pm.

5:45 p.m.
Lo dejé funcionar a velocidad normal. A las 5:51 p.m., un Mercedes plateado
apareció a la vista. Un SUV negro, tal vez un GMC Yukon, lo seguía, le hizo
salir de la carretera y chocar contra la barandilla. Un hombre salió del
Mercedes, presumiblemente Brian Sherwood, aunque tendría que pedirle a Bug
que mejorara el material para estar segura.

Dos hombres salieron del Yukón. El conductor alzó la mano. Brian


convulsionó en el suelo. Taser. El conductor lo levantó como si Brian fuera un
niño y lo llevó al Yukón. El pasajero entró en el Mercedes. A las 5:52 p.m. Los
dos vehículos abandonaron la carretera.

Cornelius arqueó las cejas.

Saqué mi teléfono y llamé a Rynda.

72
—¿Sí? —Sonaba al borde de las lágrimas.

—Usted tenía razón. Brian fue secuestrado —dije.

—¡Lo sé! —Su voz alcanzó un tono histérico—. ¡Han llamado a casa!.
4

73
Brian y Rynda Sherwood vivían en Hunters Creek Village, en lo que el
listado de propiedades inmobiliarias llamaba una ‘encantadora casa familiar
diseñada para un estilo de vida activo’. Compraron la casa hace cuatro años y
los sitios de bienes raíces guardaban listas archivadas para siempre. La casa
estaba asentada en un acre. Tenía seis dormitorios y cinco cuartos de baño,
ciento ochenta metros cuadrados de espacio habitable, una piscina, una ‘cabaña
de fiestas’ y una gruta de vino, que tuve problemas para imaginarme. Mi mente
seguía viendo algo de una película de Disney, pero llena de vino en vez de agua
del océano.

La casa también se vendió por tres millones y medio, aproximadamente la


media del barrio. Conduciendo hacia ella, pude ver por qué. Estábamos
rodeados de bosques. Los pájaros cantaban. Las ardillas se entreveían
ocasionalmente en la vegetación que crecía entre los robles. Nunca sabrías que
Houston estaba a solo dos minutos en coche.

Llegamos a la casa. Aparqué junto a un familiar Range Rover de color gris


cañón. Rogan llegó antes que nosotros. Rynda o alguien de su equipo de
seguridad debió haberlo llamado. Bueno. Parecía escucharle mejor a él que a
mí.

—¿Ese es el coche de Rogan? —preguntó Cornelius.

—Sí.

—¿Te molesta?

—Un poco. —Tendría que ser un robot para que no me molestara—. Pero
trato de mantener las cosas en perspectiva.

Inclinó la cabeza, esperando que continuara.

—Rynda acaba de perder a su madre y a todos sus amigos. Tengo la


sensación de que debe haber confiado mucho en su esposo, y ahora también

74
está desaparecido. Es madre, y está enfocada en sobrevivir y mantener a sus
hijos seguros. Conoce a Rogan desde que era niña. Es prácticamente de la
familia, y tiene la magia y los recursos para mantenerla a ella y a los niños vivos
a través de esto. Es natural que se acerque a él.

—No creo que ella lo vea como familia —dijo Cornelius.

—Ella puede verlo como quiera. Solo me importa cómo me ve Rogan.

Me dijo que me amaba y no estaba mintiendo. Habría confiado en él incluso


sin mi talento. Rogan era peligroso, a veces impredecible, y siempre terco. Dale
la oportunidad y pasaría sobre la gente como un bulldozer para lograr sus
metas. Pero nunca le había visto engañar. Era demasiado directo para eso. No
estaba en su naturaleza.

Los dos caminamos hacia la puerta. Un guardia armado nos bloqueó el


camino. Ninguno de los ex militares culo duro de Rogan; este tipo parecía un
cruce entre un culturista y un guardabosques, sus pantalones cargo verde oliva,
calzado con botas del desierto, y su camisa de polo caqui estirada sobre sus
amplios hombros y grueso pecho. Estaba, obviamente, hecha a medida para
acomodar su físico excesivamente desarrollado. Alrededor de una cintura
sorprendentemente estrecha colgaba un cinturón táctico de nylon grueso con
una pistola en una pistolera, esposas y una radio portátil. Completando el
conjunto había un par de gafas de sol de aviador con espejo y una gorra con
‘Sherwood Security’ bordada por encima del nombre de la Casa. Músculo
contratado de alto precio.

—Nevada Baylor y Cornelius Harrison —le dije.

Murmuró algo en la radio y abrió la puerta para nosotros.

El interior de la casa era tan hermoso como el exterior. El lugar estaba lleno
de ratas de gimnasio igualmente uniformadas, todas las cuales hicieron una
pausa para darnos sus versiones de duras miradas. Caminamos por el pequeño
vestíbulo a una habitación familiar enorme. Muebles delicados, una hermosa
alfombra oriental, un camión de juguete, una pistola de agua en el suelo, y
pinturas de un niño en la pared en hermosos marcos modernos. Un enorme
árbol de Navidad se erguía en el lugar de honor, reluciente de blanco y oro.

75
Rynda estaba de pie en el medio, abrazándose a sí misma. Rogan estaba muy
cerca de ella, con una mano en su hombro. Sus ojos eran cálidos, y su rostro
estaba preocupado.

Ella me vio.

—¿Grabaste la llamada? —pregunté.

—Sí. —Levantó su móvil y presionó una tecla.

Una voz masculina dijo:

—Sabes lo que queremos.

La grabación se cortó.

—¿Han dicho nada más?

—No.

—¿Sabes lo que quieren?

—¡No! —Las lágrimas humedecieron los ojos de Rynda—. Si supiera lo que


querían, ¿no crees que ya se lo habría dado? ¡Tienen a mi marido!

No estaba mintiendo.
—Recoge a los niños y haz tus maletas —dijo Rogan—. Tengo una base
segura en medio de la ciudad.

Y solo se ofreció a trasladarla a su cuartel general.

—No voy a ninguna parte. —Rynda sacudió la cabeza—. Esta es mi casa.

La expresión de Rogan se convirtió en una máscara sin expresión. Estaba a


punto de ordenárselo y Rynda se resistiría. Ella era una Prime. Silenciosamente
moví mi cabeza hacia él.

—Vamos a sentarnos —dije—. Todo el mundo está muy molesto, así que
vamos a tomarnos un momento y recuperar el aliento.

Me senté. Rynda se sentó frente a mí en el sofá adornado. Estaba respirando


demasiado rápido. Si no la calmaba, hiperventilaría. Tenía que romper la línea

76
de pensamiento.

—¿Las pinturas en las paredes son de Kyle?

Ella frunció el ceño.

—Sí. Mi madre las enmarcó.

—Tiene mucho talento.

—Gracias —dijo, probablemente en piloto automático.

—¿Y la pistola de agua?

—Esa es de Jessica. Le encanta emboscarlo con ella.

—¿Dónde están los niños ahora?

—En la sala de juegos con Svetlana.

Su respiración se hizo más profunda.

—¿Quién es Svetlana?

—Es del servicio de niñeras.

—¿Cómo conseguiste el servicio de niñeras?

—Todas las madres del barrio lo usan. No recuerdo quién me lo recomendó.


—¿Cuándo recibiste la llamada? —Mantuve la voz tranquila y firme.

Consultó el teléfono.

—Doce minutos después de las diez.

—¿Reconoces la voz?

—No.

—Escúchala de nuevo, con cuidado.

Lo hizo.

—No.

—¿Puedes pensar en algún enemigo que tenga Brian?

77
—Ya te lo dije, no.

—Rynda —dijo Rogan—, alguien raptó a un Prime en la calle a plena luz del
día. Tiene que ser una Casa rival. Nadie más tendría las pelotas. ¿Brian dijo
algo? ¿Estaba enfadado con alguien?

—Brian no se enfada. —Rynda suspiró.

—¿Quién es su mayor competidor? —pregunté.

—La Casa Río —dijo—. Pero no lo sé con seguridad. Edward dirige el


negocio. Brian hace crecer hongos.

Rogan me estaba mirando.

—Edward está limpio —le dije.

—¿Creías que Edward había secuestrado a Brian? —Rynda negó con la


cabeza—. Edward nunca haría nada que me hiciera daño.

El móvil de Rynda sonó.

—Ponlo en altavoz —le dije.

Respondió a la llamada y presionó el botón del altavoz en la pantalla. Se lo


quité suavemente.
La misma voz masculina, controlada, incluso.

—Dánoslo, o él volverá a casa en pedazos.

—Me llamo Nevada Baylor —dije—. Estoy autorizada a negociar con usted
en nombre de Rynda.

—No hay negociaciones.

—Estamos tratando de satisfacer sus demandas. Queremos que Brian vuelva


a casa seguro. Pero necesitamos pruebas de vida, así sabremos que estamos
tratando con las personas adecuadas. En nuestro lugar, usted querría una
prueba de vida, ¿no?

Hubo una pausa. Una voz masculina más suave dijo:

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—¿Rynda?

—¡Brian! —Rynda hizo una loca búsqueda del teléfono, pero Rogan la
apretó—. Brian, ¿estás bien?

—Solo dales lo que quieren. Por favor.

La llamada terminó.

Rynda enterró su rostro entre sus manos.

—FBI… —empecé.

—No —dijeron Rogan, Rynda y Cornelius al mismo tiempo.

Sí, ¿por qué no llamamos a profesionales que se especializan en este tipo de


delito? Eso sería tonto.

—Llamarán de nuevo.

—¿Y si lo matan?—

—No lo matarán —dijo Rogan—. Ellos pasaron por la molestia de


secuestrarlo, lo que significa que quieren su rescate. Si lo matan, no tendrán
nada con lo que negociar.

Le pasé el teléfono.
—Rynda, la próxima vez que llamen, tienes que establecer una conexión
emocional. Es crítico. Hazles preguntas. Si responden, repite la respuesta y
pregunta si es correcto. Llévalos a una posición donde estén de acuerdo contigo.
Necesitan acostumbrarse a verte como si estuviera de su lado. Usa tu magia. Sé
que es difícil, pero no puedes enfadarte y no puedes estar histérica. Hazles
pensar que todos estáis en esto juntos y que quieres que tengan éxito. Haz que
te digan lo que quieren.

Cogió el teléfono y asintió.

—Estarás más segura conmigo —dijo Rogan—. Están llamando a tu móvil.


Puedes llevarlo contigo.

—No seas ridículo, Connor. Soy un Prime en una casa que está construida
como una fortaleza y llena de guardias armados. Mis hijos ya están asustados, y

79
quieres que nos mudemos con tu gente a tu cuartel. No. Me voy a quedar aquí.
Tenemos que quedarnos aquí, porque estamos esperando a que papá llegue a
casa.

La cara de Rogan prometía tormenta.

—Muy bien. En ese caso, pondré un equipo en tu casa.

Rynda alzó la mirada hacia él, y había acero en sus ojos detrás de toda la
fragilidad.

—No, no lo harás. Tenemos nuestra propia seguridad. Aprecio la oferta, pero


no. Voy a cuidar a mis hijos. Si quieres ayudarme, por favor, encuentra a mi
marido.

No había nada que pudiera decir después de eso.

Fuera tomé una respiración profunda.

—¿Quieres explicarme por qué no podemos llamar al FBI?

—El secuestro de Neumann —dijo Cornelius.

—Una Casa rival secuestró a George Neumann en los años 80 —aclaró


Rogan—. El FBI entró y perdió más de cuarenta agentes. Nadie fue condenado.
—¿Cómo es eso posible?

Rogan se encogió de hombros.

—Conexiones y dinero suficiente para abogados excelentes. El FBI ya no se


involucra en nuestros secuestros. Esto es asunto de las Casas. Nosotros mismos
lo manejamos.

Bonito. Otro beneficio de ser una Casa con el que no había contado: cuando
estás en problemas, la policía no te ayudará.

Rogan tecleó algo en su teléfono.

—Deberías haberme ayudado a convencerla de que saliera de la casa.

—Es madre y empática. Sabe exactamente lo asustados que están sus hijos.

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Siente que necesitan estabilidad y un ambiente familiar. Caballos salvajes no
podrían sacarla de esa casa ahora mismo. —Me froté la cara—. ¿Puedes enviar a
un negociador de rehenes para que la ayude?

—Está de camino —dijo Rogan—. Es también un empático. Pero no lo


necesitamos. Rynda es uno de los mejores negociadores del planeta. No tendrá
que usarlo. Va por delante.

—¿Podrías ayudarme a comprender? —preguntó Cornelius—. La madre de


Rynda nunca dudó en usar su poder. Rynda parece casi reacia.

—Rynda es amable —dijo Rogan—. Se dio cuenta desde temprana edad que
su magia hacía que otros se sintieran incómodos. Ella nunca quiso hacer que
nadie se sintiera incómodo. Sabremos si alguien la llama de nuevo.

—¿Has clonado el teléfono?

Rogan me guiñó el ojo.

—Encontramos la grabación del secuestro de Brian —dije—. Le envié un


correo electrónico a Bern. Probablemente lo compartió con Bug.

Dejó de escribir.

—¿Y no me lo has enseñado?


—Si te lo enseñaba, Rynda lo habría visto. No lograría nada excepto hacer
que estuviera más nerviosa. —Me dirigí a mi coche.

Rogan me alcanzó.

—¿A dónde vas?

—Vuelvo a BioCore. Tengo que convencer a Edward Sherwood para que


llame a la Casa Río y obtenga una audiencia para poder eliminarlos como
sospechosos.

—No es la Casa Río —dijo Rogan—. Hice un análisis financiero de BioCore.


La Casa Sherwood no es una amenaza para nadie en su estado actual.

—Lo sé, pero tengo que cruzar mis t y puntear mis i.

81
—Iré contigo.

Si Sherwood decidiera molestarme a mí y a Cornelius, Rogan sería muy útil.


Una cosa era bloquear a la Agencia de Investigación Baylor y un Significativo
de una Casa Menor, otra cosa era decir no a Mad Rogan.

Fingí pensar en ello.

—Promete no romper ningún edificio.

Él me dio su más educada sonrisa de dragón.

—Lo prometo.

Cornelius y yo usamos el tiempo de conducción para informar a Rogan de


nuestra visita por la mañana allí. Aparqué en el mismo lugar, salí, y los tres
marchamos hasta sus puertas. Los dos guardias de seguridad seguían en sus
puestos. El más bajo se levantó.
—No se le permite estar aquí.

—Por favor, dígale a Edward que tengo información sobre su hermano —le
dije—. Además, este es Mad Rogan.

Rogan frunció el ceño.

El guardia más bajo palideció. Su amigo tomó el teléfono y habló en un


susurro rápido y urgente.

Rogan estaba examinando la puerta.

—Por favor, no la rompas —murmuré.

—Quiero ver el manzano con setas.

—Si te quedas, estoy segura de que lo verás cuando salga Edward.

82
Un par de minutos pasaron, luego las puertas blancas se abrieron, y Edward
emergió, parecía enfadado.

—Así que tú estás detrás de esto —dijo a Rogan—. Y trajiste contigo a tu


mascota.

Al parecer, Edward había encontrado el boletín de la Asamblea que le decía


quién era yo y quiénes eran mis testigos. Me preguntaba cuánta gente sabía que
yo era un buscador de la verdad a estas alturas. Una ansiedad familiar me
atacó. Había pasado mi vida guardando mi secreto, porque no quería terminar
como un interrogador. Ya no importaba. Una vez que fuéramos una Casa,
podía rechazar cualquier agencia de tres al cuarto que me presionara para que
hiciera su trabajo sucio.

—No es la mascota de nadie —dijo Rogan—. Por lo menos no mía.

Y entonces sonrió. Sabía exactamente lo que pasaba cuando sonreía así. Si no


entraba en acción, el edificio se derrumbaría sobre la cabeza de Edward.

—No te enfades —dije—. Está celoso de ti porque está enamorado de Rynda


y eres su ex prometido.

Edward Sherwood se volvió de un color púrpura encantador. Su boca se


abrió, pero no salió nada. Cornelius sonrió.
Rogan miró a Edward con interés casual.

—Como he dicho, nadie es mi mascota. Tu hermano ha sido secuestrado. ¿Te


gustaría ver las imágenes?

Edward recuperó su capacidad de hablar y decidió que, de hecho, le gustaría


ver las imágenes. Nos trasladamos a su oficina, donde vio la grabación. Luego
juró y maldijo durante unos cinco minutos. Dijo palabras como ‘idiota’ y ‘tonto
y ‘le dijeron cien veces que llevara guardaespaldas’. Se resistía a ir a ver a la
Casa Río, porque no quería que BioCore y la Casa Sherwood parecieran débiles.
Entonces Rogan abrió la boca y toda clase de información financiera cayó, y
Edward decidió que Rogan tenía razón y que no podían parecer más débiles
ante ellos.

La visita a la Casa Río duró cuatro horas, principalmente porque su cuartel

83
general estaba en la ciudad y el tráfico era asesino. Nos reunimos con la jefa de
la Casa, sus tres hijos, dos hijas y todos los cónyuges. Nadie sabía nada sobre el
secuestro de Brian, nadie lo orquestó, nadie lo perpetró, y todo el mundo dijo la
verdad.

En el camino de regreso a nuestra base, Bug proporcionó a Rogan una


actualización. Él y Bern habían hecho maravillas con la grabación de seguridad,
y habían seguido el coche de Brian y el vehículo de los secuestradores hasta
llegar a la I-10 West, momento en el que dejaron Houston propiamente dicho y
entraron en el tramo de pequeñas ciudades y un montón de nada que había
entre Houston y San Antonio. El rastro proverbial se enfrió. Le pedí a Rogan
que condujera para que Cornelius y yo pudiéramos revisar el informe de Bern.
Mi primo había peinado las redes sociales de Brian y hackeado su cuenta de
correo electrónico personal. Los resultados fueron deprimentes.

—Tiene que estar conectado con Olivia —dije—. Brian vivió su vida sin hacer
olas: iba a trabajar, volvía a casa, no tenía aventuras, no expresaba opiniones
políticas ni religiosas fuertes, no hizo amigos ni enemigos.

—Así que el hombre es un hongo. —Rogan levantó sus cejas hacia mí.

—No seas malo. Tenía cuenta en una red social.

—¿Oh?
—Pinterest.

—Dime que es porno. Por favor.

—Ha guardado fotos de hongos —dijo Cornelius desde el asiento trasero.

Rogan suspiró.

—No entiendo por qué se casó con él.

—Me dijiste antes que se casó con él porque necesitaba estabilidad. —Algo
que Rogan no podía darle a Rynda aunque lo intentara.

—Déjeme hacer la pregunta de otra forma. No entiendo por qué se quedó


casada con él. Esto no es estabilidad, es una asfixia lenta. —Rogan giró hacia
nuestra calle, guiando el coche más allá de la cabina de seguridad—. Rynda

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quería ser amada. Necesitaba ser amada. Necesitaba a alguien que diera ese
paso adicional para apoyarla y protegerla. Por encima de todo, necesitaba a
alguien que se acercara y estuviera allí. En lugar de eso ella consiguió a este
imbécil que atormenta a su hermano y huye al primer signo de problemas,
dejándola para recoger los restos.

—No es demasiado tarde. Podrías ser ese fuerte hombro de apoyo para ella.
—Y simplemente se cayó.

Rogan aparcó el coche frente al almacén, se volvió y me miró, sus ojos azules
incrédulos.

—¿Estás celosa?

—No —mentí.

Miró de nuevo a Cornelius. El mago animal levantó las manos, con las
palmas hacia arriba.

Rogan reflexionó durante un largo segundo y se rio. Me las arreglé para salir
del coche sin cerrar la puerta. Había un Volvo desconocido aparcado en nuestro
aparcamiento. Teníamos un visitante.

El Volvo se levantó en el aire y aterrizó suavemente delante de la puerta del


almacén.
Me giré. Rogan se apoyaba en el Honda, con los brazos cruzados sobre el
pecho.

—Me gusta que estés celosa.

—Rogan, vuelve a poner el coche en su sitio—.

—Ven a cenar conmigo esta noche y lo consideraré.

¡Sí!

—No. No negocio con terroristas.

—Si no vienes a cenar conmigo, tendré que hacer algo drástico como estar
bajo tu ventana con una radio casete y una canción sensiblera e idiota.

—¿Dónde encontrarías un radio casete?

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—Estoy seguro de que puedo encontrar uno.

Fingí pensar en ello.

—Recógeme a las seis.

—Siete —dijo—. Son las cinco ahora y estarás ocupada por lo menos durante
una hora. Diviértete dando tus muestras.

¿Qué muestras?

El Volvo se levantó y volvió a su lugar. Tenía una placa personalizada


ATCG105, que no me dijo nada.

Rogan se alejó, dirigiéndose hacia su cuartel general.

Cornelius abrió la puerta del coche y se asomó cautelosamente.

—¿Sí? —pregunté.

—Comprobando para ver si es seguro salir.

Todo el mundo era comediante. Suspiré y fui a mi oficina.


Un hombre me esperaba en nuestra sala de reuniones. Bernard estaba
sentado con él. Levantó la vista de su portátil y me hizo un pequeño gesto
cuando entré.

El hombre tenía unos cuarenta años, con la constitución de un corredor de


maratón, delgado, alto, de piernas largas. Llevaba un traje negro conservador
sobre una camisa negra con un elegante lazo negro. Tenía el pelo oscuro y

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peinado, la montura de sus gafas también era negra y, contra toda esa
oscuridad, sus ojos azules claros destacaban.

—Nevada, este es el señor Fullerton de Scroll, Inc. —dijo Bern—. Dice que
está aquí para obtener nuestro ADN en nombre de la Oficina de Registros.

La ansiedad me atravesó. Tarde o temprano, Arabella tendría que someterse


a pruebas de ADN, y no tenía ni idea de lo que sucedería después. Los
monstruos se escondían en nuestra línea de sangre, y una vez que fueran
encontrados, sería demasiado tarde para hacer algo al respecto.

El señor Fullerton se levantó y me ofreció su mano. La estreché. Tenía un


apretón de manos firme y seco.

Detrás de mí, Cornelius entró en el pasillo y se detuvo ante la puerta de la


sala de conferencias.

—Buenas noches, señor Harrison —dijo Fullerton—. ¿Cómo está su hija?

—Buenas noches —le dijo Cornelius—. Matilda está bien.

—Me alegra oír eso.

Cornelius me miró.

—Tuve que pasar por pruebas genéticas dos veces, primero como niño, y la
segunda vez como padre. ¿Quieres que me siente contigo?
—Sí. Por favor.

Cornelius asintió y se sentó a la mesa.

Fullerton y yo nos sentamos también.

—Catalina debería estar aquí también. —Recogí mi teléfono y envié un


mensaje de texto a mi hermana.

Esperamos. Un par de minutos más tarde, Catalina entró por la puerta y


tomó un lugar junto a Bern sin decir una palabra.

—Como sabe, Sra. Baylor, debe presentar una muestra genética de todos los
que califican con usted —dijo Fullerton—. El muestreo genético realizado por la
Oficina de Registros de la Casa es muy básico. Solo se asegura de que usted y
todos los que van a ser probados con usted para la posible Casa Baylor están

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relacionados y su estado familiar coincide con el que usted indica. En otras
palabras, buscarán pruebas para determinar que usted y Catalina son hermanas
y que Bernard es su primo.

—¿Alguna vez cometen errores? —preguntó Catalina.

—La OHR es extremadamente completa —dijo Fullerton—. Pero el error


humano siempre es posible. Es por eso que todos los resultados de OHR
también son verificados de forma independiente por un tercero, por lo general
uno de los archivos genéticos, que es donde entré la imagen. Represento a
Scroll, Inc., el archivo genético más grande de América del Norte. Hoy estoy
aquí para obtener las muestras genéticas para la Oficina de Registros; sin
embargo, también quiero aprovechar esta oportunidad para presentarle
nuestros servicios. Las pruebas que ofrecemos son considerablemente más
extensas. Creamos un perfil genético completo, una instantánea de su familia.
Probamos todas las predisposiciones conocidas a las enfermedades genéticas. A
su solicitud, podemos rastrear las raíces de su línea de sangre. También
podemos sugerir parejas potenciales que serían los más propensos a producir
descendencia con los talentos mágicos que especifique.

El espectro de Rogan se elevó en mi mente. No somos compatibles, Nevada…


Me preguntaba cuánto le importaba. Tal vez más de lo que admitió. Brian
Sherwood apenas podía soportar que su hijo no fuera un Prime.
—Pero no es una garantía —dije—. Esa correspondencia genética no siempre
produce… ¿el niño que uno quiere?

—La magia es un fenómeno mal entendido —dijo Fullerton—. A través de


nuestras proyecciones, podemos aumentar en gran medida la probabilidad de
un niño dentro de una rama en particular. Matemáticamente hablando, tenemos
una tasa de éxito del ochenta y siete por ciento cuando se trata de predecir qué
rama de la magia el niño caería en elemental, mental o arcano. Esta es una
estadística amplia. Las posibilidades reales dependen del partido específico.

—¿Cómo funciona eso? —preguntó Catalina.

—Si usted decide emplearnos, recogeré muestras de sangre. Los transportaré


a nuestro laboratorio, donde se analizará su ADN. Los resultados de ese análisis
están sellados. No podemos ser obligados a divulgarlos incluso ni con una

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orden judicial. Usted tiene control completo sobre la información que le
proporcionaremos. Si otra Casa desea considerarla como un posible partido,
puede solicitar su perfil, que contiene información básica. Se le notificará, en
cuyo momento podrá aceptar o rechazar la solicitud. No liberaremos nada sin
su aprobación. Si el consentimiento es concedido y la otra Casa encuentra los
resultados intrigantes, pueden solicitar un perfil en profundidad. De nuevo,
depende de usted permitirlo o rechazarlo.

Fullerton hizo una pausa y se inclinó hacia adelante, sus ojos azules
enfocados y claros.

—Protegemos su información genética. Si nos damos cuenta de cualquier


intento de una agencia sin escrúpulos de recolectar, analizar o vender sus
muestras genéticas o los resultados de su análisis, los perseguiremos con un
prejuicio extremo.

—¿Los demandarás? —preguntó Catalina.

—Los mataremos —dijo Fullerton.

Mi hermana me miró.

—Es la práctica habitual —dijo Cornelius en voz baja—. Cualquiera de las


mayores agencias registradoras hará lo mismo.
—Su privacidad es de suma importancia para nosotros —dijo Fullerton—.
Tomamos cualquier intento de robo de ADN muy en serio. Por ley, estoy
obligado a darte la lista de nuestros rivales.

Él abrió un archivo delante de él y me pasó un pedazo de papel con una lista


de compañías en él.

—Espero que nos considere. Como mencioné, somos el archivo más grande
de América del Norte. Hemos secuenciado más del sesenta por ciento de todas
las Casas de los Estados Unidos, incluida la casa Rogan.

Es curioso cómo lo mencionó.

—Si usted está interesada en una línea de sangre en particular, podemos


procesar su solicitud con mayor conveniencia. Si no tenemos un perfil para una

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Casa, trabajaremos con cualquier agencia que lo haya secuenciado, lo que
puede añadir unos días al procesamiento de la solicitud. Nos ocuparemos de su
Casa, Sra. Baylor. Nos enorgullecemos de nuestra discreción.

—¿Qué pasa si otra Casa quiere tener acceso a los registros por razones
distintas a las de encontrar pareja? —pregunté.

—Le enviaremos su solicitud para que usted lo apruebe.

—¿Y si es una Casa muy poderosa? —pregunté.

—No importa —dijo Fullerton—. Todas las Casas tienen los mismos
derechos, todas tienen los mismos contratos, y todas pagan los mismos
honorarios. Si eres una Casa agonizante con un solo Prime o una floreciente
Casa con diez Primes, a nuestros ojos eres igual.

—¿Cuánto es la tarifa? —pregunté.

—Una cuota de establecimiento de cincuenta mil dólares para el primer año


y luego veinte mil anualmente. Después del primer año, cada perfil de ADN
adicional también lleva una cuota de veinte mil dólares.

—¿Cincuenta mil dólares? —Catalina hizo un sonido ahogado.

Fullerton no dijo nada.


Cincuenta mil dólares. No podía recordar si alguna vez había escrito un
cheque tan grande. Era una sexta parte de nuestro presupuesto anual para
operaciones y nuestra reserva de días lluviosos combinados. Miré a Cornelius.

—Estás pagando un poco más por la seguridad y la comodidad del archivo


más grande —dijo Cornelius—. Pero los honorarios de otros archivos son
comparables.

—¿Bern?

—Yo voto que terminamos con esto —dijo.

—¿Catalina?

—Si tenemos que hacerlo, está bien.

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Me levanté, entré en mi oficina y saqué el talonario de la empresa
5

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Me quedé de pie frente al espejo de mi cuarto de baño y me miré. Llevaba un
vestido verde pálido que se pegaba a mí y un par de sandalias negras claras con
diminutos brillantes. Las sandalias me daban unos seis centímetros más de
altura. Rogan todavía sería más alto que yo, pero ahora estaría seis centímetros
más cerca.

Mi cabello y la humedad de Houston nunca se llevaban demasiado bien, así


que lo alisé y cayó en una cortina lisa y brillante que enmarcaba mi rostro. Mi
maquillaje era perfecto: rímel, colorete, polvo, lápiz labial; todo era como yo
quería. Siempre odié usar maquillaje, e incluso mi cara cooperó hoy. Sin granos.

El vestido era un poco sencillo. Necesitaba algo brillante para compensar el


escote bajo. No tenía nada a mano, así que tendría que valer así.

Revisé mi teléfono. Casi las siete.

Último retoque en el cabello. Un pequeño toque de perfume y…, hecho.


Cogí mi bolso y taconeé bajando las escaleras de mi apartamento del desván
a la sala de conferencias. León y Arabella estaban jugando WWF en la
televisión.

—¡Sí! —rugió mi hermana—. Toma, toma, toma.

En la pantalla, su avatar mujer luchaba con una silla golpeándola sobre la


cabeza de León. La abuela Frida se sentaba en la esquina del asiento, bebiendo
té.

Me aclaré la garganta.

Todos hicieron una pausa y me miraron.

—¡Once sobre diez! —declaró Arabella.

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León levantó dos pulgares.

—Ahora este es un vestido apropiado de 'no puedes tener a mi hombre' —


dijo la abuela Frida.

—¿Quién va a llevarse a su hombre? —preguntó Arabella.

La abuela Frida entrecerró los ojos.

—Rynda Sherwood.

—¡Abuela! —gruñí.

—¿Qué? —Arabella se dio la vuelta—. ¿Por qué no lo sabía?

—Ella no está tratando de tomar a mi hombre. Su marido ha desaparecido.


Además, Rogan no la quiere, él…

Mi teléfono sonó. Rogan. ¡Sí!

Pasé mi dedo por la pantalla.

SURGIÓ ALGO. DAME UNA HORA EXTRA.

—Oh no —dijo la abuela Frida—. Oh no, no, no. Eso es algo malo. ¿Lo ha
cancelado?

—No lo ha cancelado. Lo ha retrasado.


—Pareces preocupada —dijo la abuela Frida.

—Mhm. —Nada menos que una verdadera emergencia habría retenido a


Rogan. No tenía un buen presentimiento sobre esto.

—¿Dijo dónde estaba? —preguntó la abuela Frida.

—No. —Por lo que sabía, me mandó un correo electrónico mientras lanzaba


un autobús a alguien y derribaba un edificio de oficinas.

—Apuesto a que está con Rynda. —La abuela Frida colocó su taza sobre la
mesa con tanta fuerza que tintineó—. Deberías llamar a esa mujer y decirle que
retroceda.

—Sí, deberías llamar a esa perra —dijo Arabella.

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—Primero, ella no es una perra. Es una clienta con un marido desaparecido.
En segundo lugar, no es parte de mi vida amorosa.

—Llámala —dijo Arabella.

—¡Dile que Rogan es tuyo! —La abuela Frida apretó el puño.

—¡No dejes que se lleve a tu hombre! —declaró León.

Todos lo miramos.

—Me sentía excluido —dijo.

—Cotillas. Dejadlo ya. Lo digo en serio.

Taconeé en mi salida de la sala y me dirigí hacia mi oficina. Ese era el único


lugar al que no me seguirían.

Probablemente había una explicación perfectamente razonable de por qué se


retrasaba. Y cuando apareciera, le preguntaría sobre ello. Si consiguió una pista
y no me lo dijo… lo lamentaría. La cooperación era en ambos sentidos.

Cornelius todavía estaba en su oficina, leyendo algo en su portátil y bebiendo


café, bañado en la suave luz amarilla de la lámpara en la esquina. Su puerta
estaba abierta. Golpeé el cristal.

—Todavía estás aquí.


Levantó la vista de su portátil y sonrió.

—Matilda pasa la noche con Diana.

Progreso. Hace unas semanas la hermana de Cornelius apenas reconocía el


hecho de que su sobrina existía.

—¿Es la primera vez?

Cornelius asintió con la cabeza.

—Mi hermana está nerviosa. —Levantó su teléfono—. Tengo seis mensajes


hasta ahora. Tuve que recordarle que es una Prime y la cabeza de nuestra casa.

Prime o no, las niñas de cinco años eran aterradoras. Cuidé a mis hermanas
cuando tenían esa edad. Todavía tenía pesadillas.

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—¿Estás nervioso?

—No. Tengo fe. Lo resolverán. Pero mientras tanto, pensé que leería más
sobre el caso. Me gustaría ser bueno en esto. Me gusta hacer esto, incluso si no
tengo ninguno de los requisitos para hacerlo. Al menos no todavía.

—Cuando empecé, pensé que no tenía ninguna calificación. —Me apoyé


contra la pared—. Pensé que sería como el cine o el programa de televisión
Justice and Code. Pasaría a través de las puertas con un chaleco blindado y
persiguiendo a la gente. En realidad, incluso los policías rara vez hacen esas
cosas. ¿Sabes cómo se resuelven la mayoría de los asesinatos? Alguien revisa
cien horas de grabación de cámaras CCTV, pasa una semana conversando con
gente del vecindario, recibe algunos consejos y luego detiene a su tío en
silencio.

—Paciencia —reflexionó Cornelius.

—Mucha paciencia. Ser minucioso y meticuloso. A veces terminas siguiendo


a alguien durante semanas, solo para conseguir veintidós fotos de él trabajando
en un banco de pesas, tomadas por una ventana del gimnasio, para probar que
está engañando a su compañía de seguros. —Me encogí de hombros—. La
mayoría de la gente lo encontraría aburrido.

—¿Por eso siempre hay libros en tu coche?


Asentí.

—Todavía me encanta, aunque sea aburrido.

—Creo que también podría gustarme —dijo.

Sonreí, fui a mi oficina y me senté a mi escritorio. El reloj se burló de mí: 7:16.


Sin nuevos mensajes de Rogan.

No estaba bien.

Todo este lío con el marido de Rynda desapareciendo olía mal. Cuando
pensaba en ello, tenía una sensación de hundimiento en mi estómago, como si
estuviera de pie en algún lugar alto y mirando por encima del borde. Era
demasiada casualidad que su esposo fuera secuestrado después de que su
madre muriera.

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En teoría, tenía sentido. Una vez que Olivia estaba fuera de imagen, sus
conexiones e influencias desaparecían. Los antiguos amigos ahora trataban
activamente de distanciarse. La Casa Sherwood estaba desorientada y tratando
de orientarse en el nuevo clima social. Si Brian tenía enemigos, era el momento
perfecto para atacar.

Ese era precisamente el problema. Brian no tenía enemigos. Su compañía se


balanceaba de un lado a otro, como un gigante con las piernas de arena. Incluso
su competidor directo no estaba interesado en empujarlo.

El secuestro por rescate era un crimen poco común en países con una fuerte
aplicación de la ley. En los EE.UU., era extremadamente raro. El problema era
recuperar el rescate. Ponía al secuestrador o a su cómplice en contacto directo
con la familia y a los agentes de la aplicación de la ley acechando. Con todos los
medios diferentes para que las Casas rastrearan a la gente, empezando por
contratar expertos para usar su propia seguridad privada, el secuestro resultaba
de demasiado alto riesgo. Además, las Casas harían todo lo posible para evitar
pagar el rescate. No se trataba del coste monetario. Era la pérdida de poder e
influencia.

Tendrías que estar desesperado para secuestrar al jefe de una Casa. A menos
que fueras un Prime. O varios Primes conectados a una conspiración detrás de
los intentos de lanzar al país a un estado de intranquilidad para crear un
imperio, una nueva Roma. La gente detrás de ella estaba cansada de la
democracia. Se irritaban bajo la responsabilidad y las limitaciones legales que
traía la sociedad democrática. Ya estaban en posiciones de poder debido a su
magia y riqueza, pero no era suficiente. No, querían gobernar con cada paso
siendo escudriñado; no, querían gobernar con absoluto poder, nunca ser
criticados o llevados a responder por sus ofensas bajo la ley. Querían un
imperio, dirigido por un César de la edad moderna.

Olivia Charles era una de esas personas. Habíamos tropezado con esta
conspiración cuando Adam Pierce intentó incendiar Houston, tratando de
desestabilizarlo. Cuando fracasó, los conspiradores inventaron un plan
diferente, menos obvio. Diseñaron el asesinato de un senador estadounidense,
que Olivia Charles y David Howling llevaron a cabo, y planeaban utilizarlo

96
para ejercer presión política sobre su oposición dentro de la Asamblea. Cuando
eso no funcionó como estaba planeado, porque Rogan y yo interferimos,
trataron de usar el incidente para inflamar el malestar. Al final, tanto David
como la madre de Rynda murieron por su causa. Todavía no teníamos ni idea
de quién era César. Cualquier cosa que Olivia y Howling supieran había
muerto con ellos.

Olivia Charles había sido un pilar de la élite de Houston. Cuando se


involucraba con cualquier cosa, incluyendo la conspiración secreta para
derrocar el orden social, se implicaba hasta el fin. No se conformaría con nada
menos. Sería más ingenuo aferrarse a la noción de que el secuestro de Brian era
un incidente aislado, pero tenía que mantener abierta esa posibilidad. Papá
siempre me advirtió contra saltar a conclusiones demasiado pronto. Así es
como se cometen errores, y en nuestra línea de trabajo los errores tenían coste
humano real: reputaciones, matrimonios y a veces vidas.

Debería consultar a Rynda. Todo esto me producía mala espina, y eso era
extraño. Su marido había sido secuestrado. En su lugar, estaría perdiendo la
cabeza. Cogí mi teléfono y marqué el móvil de Rynda.

Ring.

Otro Ring.

Ring.
Algo iba mal.

Ring.

Ring.

Has llamado a Rynda Sherwood. Deje un mensaje después de la señal.

Mierda. Me levanté de un salto y marché al frente de la oficina, donde había


dejado mis zapatillas de repuesto en la sala de descanso.

—¿Qué ocurre? —preguntó Cornelius desde su escritorio.

Saqué mis zapatos brillantes y me puse los zapatos viejos.

—Rynda no responde a su móvil.

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—Tal vez no lo oyó —dijo Cornelius.

—Es el número que los secuestradores de Brian usaron para sus llamadas de
rescate. Ese teléfono es lo más importante en su vida ahora mismo. Lo tendría
con ella en todo momento. —Y yo era la persona en quien había confiado para
arreglarlo. Ella aceptaría mi llamada.

Cornelius se levantó y agarró su chaqueta.

Aceleré por la I-10. La circunvalación había estado atascada, y la I-10 era una
pesadilla, pero a esta hora las calles de la superficie eran aún peores. Había
unos once kilómetros entre nuestro almacén y la casa de Rynda y yo conducía
como una maníaca.

Cornelius apartó su móvil de la oreja.

—Aún sin respuesta.


Habíamos llamado a Rynda tres veces en los últimos dos minutos.

—Por favor, inténtalo con Edward Sherwood.

—No hay respuesta en su móvil.

—Prueba BioCore.

Si la gente se quitara de mi camino, podríamos estar allí en quince minutos.

—Estoy tratando de contactar con Edward Sherwood —dijo Cornelius en su


móvil—. Es una emergencia referente a su cuñada.

Un camión blanco me cortó. Frené, evitando golpear su parte trasera por


centímetros.

—Cornelius Harrison. Ella está en peligro… Soy un Significativo de una

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Casa. Te digo que la esposa del jefe de tu Casa está en peligro. Cumple con tu
deber y envíale ayuda.

Cornelius miró fijamente al teléfono, incrédulo.

—Edward ya se ha ido, y este idiota dice que tiene órdenes de impedirme


entrar en el edificio. Encima me colgó.

El tráfico se abrió frente a mí y me metí rápidamente hacia el carril derecho.


Dejamos la I-10 y tomamos la salida de Wirt Road, volando a través de ella
como una bala. Tomé un giro cerrado a la derecha en Memorial Drive y corrí
por la calle. Los árboles pasaron por delante de nosotros, oscuras sombras
espeluznantes en la noche.

Presioné el botón de voz en mi volante y pronuncié cada palabra claramente.

—Llamar. Rogan.

Mi teléfono, unido al estéreo del coche, marcaba obedientemente el número


de Rogan.

Ring.

Por favor contesta.

Ring…
—¿Sí?

—Rynda no coge su móvil.

Él juró.

—¿Dónde estás?

—A dos minutos de su casa.

—¿Quién está contigo?

—Cornelius.

Rogan volvió a jurar.

—¿Por qué no tomaste respaldo?

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—¿Qué respaldo, Rogan? Edward tampoco responde a su móvil.

—Tengo doce personas en mi cuartel general.

—Son tu gente. No puedo caminar hasta ellos y ordenarles moverse.

¿Cómo pensaba exactamente que funcionaría? Hola, soy la novia de Rogan,


necesito que arriesguéis vuestras vidas por su ex novia a quien no querías dejar entrar
en vuestra base… Sí, dejarían todo y correrían por encima de mí. Eran su gente,
no la mía. No tenían lealtad hacia mí.

Hubo una pausa.

—Estoy en camino. Mi gente irá a respaldarte. Ten cuidado. No entres en


tromba allí y no seas asesinada.

La línea se cortó.

Giré a la izquierda por la larga y sinuosa calzada de Rynda. Los faros


iluminaron en la oscuridad a un cuerpo con un uniforme de Sherwood Security.
Estaba tendido en el camino de entrada, con las manos extendidas. Algo se
agachaba sobre él, algo peludo, con la espalda encorvada y patas que parecían
manos con dedos y largas garras. Miró hacia arriba. Dos pares de ojos amarillos
acuosos me fulminaban con la mirada, colocados uno debajo de otro en una
cara de pesadilla sobre una boca llena de un bosque de dientes. La carne
húmeda y sangrienta colgaba de sus mandíbulas.

Aceleré. El blindado CR-V se estrelló contra el cuerpo, aplastando a la


criatura. El impacto reverberó a través del coche. Un golpe húmedo golpeó en
los bajos del coche. Algo arañó el metal. Apreté los frenos, di marcha atrás y
aceleré. Huesos crujieron. Pisé el pedal del acelerador y rodamos sobre él de
nuevo. Si todavía estaba vivo, no estaría feliz. Avancé

—¿Era una invocación? —pregunté.

Cornelius tragó saliva, sus ojos claros abiertos de par en par.

—¿Cornelius?

100
—Sí.

Un mago invocador había alcanzado profundamente en el reino arcano y


sacó esa cosa y nadie sabía cuántos más. Invocadores Promedios y Notables
podrían convocar a una criatura, pero desaparecían en el momento en que
perdían el foco. Los Significativos podían convocar a varios, y cuando los
Primes alcanzaban el reino arcano, lo que traían de vuelta permanecía en
nuestro mundo hasta que lo desterraba de vuelta. Rogan y yo nos habíamos
enfrentado a criaturas convocadas antes. Eran difíciles de matar. Debería haber
comprobado a Rynda antes.

La puerta principal estaba abierta, derramando una cálida luz amarilla sobre
dos cuerpos arrugados en la puerta. Un hombre y una mujer, con sus uniformes
verdes manchados de rojo. Algo se había comido sus labios y orejas.

Coloqué el CR-V lo más cerca posible de la puerta, apagué el motor y las


luces, abrí la guantera y agarré mi Dessert Agle y un cargador de repuesto.
Veinticuatro disparos. Tenía mi arma de seguridad Sig allí también.

—Cornelius, ¿has disparado alguna vez un arma?

—No. No me siento cómodo con las armas.

Olvida esa idea. Lo último que necesitaba era que se sintiera incómodo y me
disparara por la espalda por accidente.
—Hay siete criaturas en la casa —dijo Cornelius—. Siento que se están
moviendo.

—Este es un coche blindado. Estás a salvo aquí.

—No voy a quedarme atrás. Tengo que intentar ser útil al menos.

—Pensaba que los magos de los animales no tenían poder sobre las criaturas
convocadas.

—Nunca traté de hacerme amigo de una.

—No creo que quieran hacer amigos. —Estaba bastante segura de que
querían matarnos y devorar nuestros cadáveres.

—Me gustaría ir —dijo Cornelius. Su boca era una línea delgada y firme. Los

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músculos de su mandíbula apretados. Su mirada era directa. Conocía esa
mirada. La había visto antes en Rogan, León y mi propio padre. Era el aspecto
de un hombre que había tomado una decisión y no permitiría que la lógica, la
razón o los argumentos interfirieran con su curso de acción elegido. Si lo dejaba
en el coche, él me seguiría. No podía detenerlo y no tenía tiempo de discutir.

—Quédate detrás de mí.

Él asintió.

Salí del coche, levanté mi arma y caminé hasta la puerta, obligándome a


prestar atención a los cuerpos. Los guardias estaban muertos. Muy muertos,
más allá de toda ayuda. Alguien había tomado sus armas. El olor de la sangre
me golpeó, salado y horrible, mezclándose con algo más, un olor extraño que
me recordaba vagamente el ozono durante una tormenta. Tragué la bilis y
caminé sobre los cadáveres hacia el vestíbulo iluminado.

La sangre ensombrecía el costoso azulejo de mármol, rojo brillante contra los


suaves tonos crema. Unas pocas manchas largas, que se desvanecían, alguien se
había escurrido frenéticamente sobre su propia sangre, tratando de escapar.
Una mancha de sangre con bordes emplumados, como si alguien hubiera
presionado un pincel contra el suelo, la cabeza sangrante de alguien se encontró
con el azulejo de mármol. Un fuerte golpe, cualquiera que hubiera caído aquí
fue arrastrado a la sala de estar y él o ella había intentado agarrarse al suelo con
las manos ensangrentadas. Por favor, no dejes que sea Rynda o los niños. Por
favor.

Recorrí la pared, evitando las manchas de sangre. Estaba tan contenta de


haber cambiado mis zapatos por las zapatillas. La mejor decisión de la noche.

El amplio salón se abrió frente a mí. El árbol de Navidad volcado yacía en el


suelo, señalando como una flecha hacia el centro de la habitación, donde, a
veinte metros de distancia, había dos criaturas agachadas sobre sus caderas
sobre otro cadáver extendido sobre la alfombra oriental. Con aproximadamente
metro y medio de largo desde la cabeza hasta la base de una cola prensil, tenían
la estructura de un elegante galgo, pero había algo siniestro en la forma en que
se sentaban sobre sus caderas, recogiendo el cuerpo de un joven con su pata
negra, manos armadas con largas garras blancas. Su pelaje tieso, azul-grisáceo

102
se erguía como las cerdas de un jabalí. Sus cabezas, redondas y coronadas por
orejas de murciélago, giraron hacia mí.

El hombre que se estaban comiendo tenía apenas veinte años. La muerte


había congelado su rostro en una expresión de horror absoluto. Sabía que
estaba a punto de morir. Probablemente lo sentía mientras se lo comían vivo. La
ira se apoderó de mí. No se comerían a nadie más.

Criaturas convocadas o no, se veían lo suficientemente similares a nuestros


animales, lo que significaba que sus ojos estaban cerca de su cerebro. El cerebro
era un objetivo excelente.

Disparé.

El cañón rugió. El primer disparo rompió el hocico de la criatura de la


izquierda. El segundo acertó en el ojo superior derecho. La criatura se tambaleó
hacia atrás.

Me volví y disparé a su amigo. Las balas perforaron la cara de la segunda


bestia, rasgando a través del hueso y el cartílago.

Dos disparos.

Tres.

La bestia se desplomó boca abajo.


La primera bestia se sacudió en el suelo, entre espasmos, pintando con su
propia sangre la alfombra. Cuidadosamente pisé sobre el cuerpo y puse otra
bala en la parte posterior de su cráneo por si acaso decidía levantarse. Seis balas
gastadas.

Cornelius tocó mi hombro, señaló a la derecha, hacia la cocina, y levantó un


dedo.

Algo llegó a nosotros. Ecos de débiles voces flotaban hacia abajo.

Si subíamos las escaleras y la cosa en la cocina decidía seguirnos, estaríamos


en una situación peor. Ser atacado desde atrás no era divertido.

Me trasladé a la cocina, girando la esquina. Una forma oscura saltó hacia mí


desde la isla de la cocina. Hice un solo disparo antes de que el mono murciélago

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se posara sobre mí. Mi espalda se estrelló contra el suelo. Todo el aire salió de
mis pulmones. La bestia rasgó mis hombros, atrapándome. La terrible boca se
abrió, los dientes de aguja como las mandíbulas de una trampa a punto de
encerrar mi cara. El olor del ozono me invadió.

Algo se estrelló contra la bestia, quitándomela de encima. Me puse de


rodillas. Cornelius se adelantó y golpeó la cabeza de la bestia con una sartén.

El murciélago trató de levantarse.

Lo golpeó de nuevo, luego otra vez, usando la sartén como martillo. La


sangre salpicaba las paredes. El murciélago tembló y se quedó quieto.

Cornelius se enderezó. Me levanté del suelo y miré el cadáver mutilado.


Cornelius levantó la sartén y reflexionó sobre el cuerpo.

—¿Pero no decías que no te gustan las armas? —susurré.

—Esto es diferente —susurró de nuevo—. Así es como un animal mata. Esto


se siente más real.

Mi nuevo empleado era un salvaje, pero no iba a quejarme. Tomaría esta


sorpresa de salvajismo y estaría agradecida.

—Gracias.
Me hizo un gesto solemne.

Salí de la cocina y subí las escaleras. Cornelius me siguió.

—¿Tienes suerte con lo de hacer amigos? —susurré.

—No. Sus mentes son muy primitivas. Es como tratar de vincularse con un
insecto. Todo lo que siento es hambre.

Delante, la escalera giraba en una amplia curva. Un gruñido bajo y


misterioso vino de más profundo dentro de la casa. Todos los pequeños pelos
en mi nuca se elevaron. Una voz se oyó, urgente, femenina, pero demasiado
baja para distinguir las palabras. Rynda.

Tomamos la curva y me adentré más profundamente en la casa hacia el

104
sonido. Miré a Cornelius. Levantó cuatro dedos. Cuatro criaturas. Solo tenía
cuatro balas en este cargador. Necesitaría mucho poder de fuego y a toda prisa.
Quité el cargador, lo guardé en mi bolsillo y puse el de repuesto. Trece
disparos, doce en el cargador y uno en la recámara. Tendría que contarlos.

Un corto pasillo giró a la izquierda, llevándome a la segunda sala de estar.

—… sangrando. No hay necesidad de violencia —dijo Rynda. Su voz tembló.

—Dame el archivo y todos tus problemas desaparecen. —Voz masculina.

—¿Cómo sé que no nos matarás?

—Estás jugando buscando hacer tiempo, pensando que quien disparó esa
arma abajo te va a rescatar.

Apreté la espalda contra la pared junto a la puerta. No podía ver la


habitación, y una vez que entrara allí, tendría que actuar rápido.

—He estado haciendo esto hace mucho tiempo. Nadie vendrá a salvarte,
Rynda.

Cornelius cerró los ojos y los abrió lentamente. Eran muy azules y
luminiscentes, casi felinos.

—Tu caballero de brillante armadura se aferra a sus entrañas en el suelo. Al


parecer, no te importa.
Un hombre gimió.

—¡Detente! —gritó Rynda.

—Sigue así y te haré ver como se lo comen vivo.

—¡Déjalo en paz!

—Bien. Elige a un niño. Lo tomaré en su lugar.

—No te atreverías, Vincent.

—Sabes muy bien que lo haría. Solo dame el maldito archivo. Esta resistencia
de madre se está haciendo aburrida. Así que voy a elegir por ti. Este.

—¡Mamá! —gritó una niña.

105
Entre en la habitación. Alguien hizo una pausa en el mundo, la habitación
fue cristalina en una fracción de segundo. A la izquierda, un hombre de cabello
oscuro vestido de negro con los brazos cruzados sobre el pecho. El invocador
Prime. Vincent.

Una criatura esperaba junto a él, de color azul índigo, con un rocío de
ronchas azules fantasmagóricas y más pálidas y manchas en su piel. Al menos
de medio metro de alto, y metro y medio de largo, con un grueso cuello
coronado con una franja de zarcillos, un hocico corto y ancho con dientes como
dagas y patas anchas tan grandes como mi mano. Me recordó a un tigre.

Dos simios murciélagos acurrucados junto a Vincent, uno a sus pies y el otro
sobre la mesa detrás de él. A la derecha, a quince metros de distancia, el tercer
simio murciélago se sentaba sobre el cuerpo de Edward. Edward yacía de
espaldas sobre la alfombra azul. Una herida húmeda en el estómago. El tercer
simio murciélago estaba cavando en él con sus garras. Los ojos de Edward
estaban abiertos y llenos de dolor.

Rynda estaba detrás de Edward, sus brazos alrededor de sus dos hijos, su
rostro una máscara sin sangre.

Si mataba a Vincent, curaría todo lo que estuviera mal con esta foto.

—¡Corre! —ladré, y disparé.


El mundo volvió a su velocidad normal en un rugido de disparos. El
bastardo a los pies de Vincent se levantó de un tirón y se lanzó al camino de la
bala destinada al invocador. Lo había perdido por una pequeña fracción de
segundo.

Disparé tres balas al mono murciélago. Su cabeza se sacudió con cada


impacto, pero todavía se mantuvo erguido.

Cuatro.

Cinco.

Rynda no se movió. Ella solo se quedó en el mismo lugar como un ciervo


ante los faros. Maldición.

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La criatura de Edward saltó sobre su cuerpo y cargó contra mí. Disparé y
puse seis balas en su cráneo. Se derrumbó. Me di la vuelta. El primer mono
murciélago estaba en el suelo, muerto. El último había tomado su lugar,
protegiendo a Vincent.

Solo quedaba un disparo. Apunté al ojo izquierdo del murciélago, tiré el


cargador y saqué el otro…

—Yo no lo haría —dijo Vincent.

La bestia felina gruñó, un extraño sonido que era medio gruñido tigre y
medio profundo bramido de un león marino. La franja de zarcillos azules
brillantes, de medio metro de largo, se encontraba enrollada en torno al cuello
de la niña, los extremos engrosados brillaban con azul brillante. Su enorme boca
se abrió, con sus dientes de puñal a un centímetro de la hija de Rynda.

—Esto fue divertido —dijo Vincent—. Suelta el cargador.

Abrí la mano y lo dejé caer al suelo.

—Baja el arma.

Me agaché y dejé el arma en el suelo.

—Patéala.
Le di a la Desert Eagle un empujón con el pie. La pistola se deslizó por el
suelo hacia el lado izquierdo. Si me tiraba hacia ella, sería capaz de agarrarla. Si
pudiera acercarme lo suficiente a Vincent, podría sorprenderlo.

El último mono murciélago, el nuevo escudo de Vincent, se agachó,


revelando al invocador. Vincent era de la edad de Rogan, hermoso cabello
castaño oscuro, mandíbula cuadrada, ojos oscuros y la cantidad perfecta de
barba en una barbilla de hoyuelos, generaciones de todos los genes correctos en
todos los lugares correctos.

Si me lanzaba hacia él, el mono murciélago me desgarraría.

Vincent puso los ojos en blanco.

—No puedo creer que tenga que decir esto. ¡Tú, exquisito ayudante! Deja

107
caer la sartén.

La sartén cayó al suelo detrás de mí.

Vincent sonrió.

Esa sonrisa lánguida y segura me dijo todo lo que necesitaba saber: ninguno
de nosotros saldría vivo de aquí. Me mataría a mí y a Cornelius, y luego
acabaría con Edward, Rynda y los niños. Vincent era una de esas personas que
obtenían placer ejerciendo poder sobre otros, y no había mayor poder que la
vida o la muerte. Jugaba con nosotros, como un gato con un pájaro herido, y
luego nos mataría.

—La próxima vez que alguien te diga que corras, Rynda, debes seguir su
consejo —dijo.

Debería haberme aterrorizado, pero en su lugar estaba enfadada.

—Hay que tener muchas pelotas para aterrorizar a dos niños.

Él me miró.

—Otra idiota con escrúpulos morales. ¿Qué pasa hoy? ¿Te gustaría ser
voluntaria en su lugar?
—Sí. —Solo tenía una oportunidad con esto. Empujé mi magia hacia fuera y
lo agarré en su puño.

La sorpresa apareció en la cara de Vincent. Trató de moverse y no pudo. Su


mente se retorcía en el apretón de mi voluntad. Mierda, era fuerte.

Me estremecí, esforzándome por sujetarlo, tratando de agarrarme a su mente.


Su voluntad se enfrentó a la mía. Era como tratar de sostener una manguera de
bomberos con la explosión de agua que salía de ella. Él era un Prime y su poder
estaba fuera de las listas. Tomó toda mi fuerza de voluntad contenerlo. Ni
siquiera podía moverme.

Tenía que hacer preguntas. Si no lo hacía, me dominaría. Las preguntas lo


forzarían a ocultar la verdad y a drenar parte de su poder.

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Mi voz salió profunda, cada sonido goteando con magia.

—¿Cuál es tu nombre?

Maldición. Debería haber preguntado algo más útil.

Su rostro se estremeció con el esfuerzo de intentar liberarse.

Los dos animales convocados lo miraron, confundidos.

Mi agarre estaba resbalando.

Ahora, Cornelius. Ahora. Haz algo. Rynda, corre. Sálvate a ti misma. Venga.

Desnudó los dientes. Dejó que sus criaturas se alimentaran de la gente. Iba a
asesinar a los hijos de Rynda, que no tenían voz en nada de esto. La rabia estalló
en mí, impulsando mi magia. Mi voluntad aplastó a Vincent.

Un gruñido cruento y gutural salió de él.

—Vincent Harcourt.

El dolor floreció en la base de mi cuello y rodó hacia abajo en una ola pesada,
como plomo fundido. Mis dientes se sacudieron. La magia estiró los huesos,
como si alguien tomara un rallador de queso y lo pasara por mi espina dorsal.

—¿Qué quieres de Rynda?


El mundo vaciló. La negrura se arremolinaba en las esquinas de la
habitación, amenazando con expandirse y tragarme. No podía desmayarme.
Tenía que aferrarme a la conciencia.

Las gotas de sudor salpicaban el cabello de Vincent. Un temblor lo sacudió.


Su mente se abrió ligeramente, y dentro de su profundidad, sentí la sólida
pared de un hexágono. Yo había hecho algo así antes, pero había creado la
ilusión. Esto era real, una trampa saturada de magia.

—Su…

Mi poder rozó el hexágono, y casi retrocedí. Se sentía familiar. Fue fijado por
un buscador de la verdad.

—… madre…

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Mi agarre se deslizó. La agonía estalló en mi cerebro, y me tambaleé hacia
atrás por el impacto.

—¡Puta mierda! —gruñó Vincent.

El mono murciélago cargó, golpeándome con la mano. Me eché hacia atrás,


pero sus garras rozaron mi pierna, pintando una línea roja de dolor en mi
muslo izquierdo.

La enorme cosa gato saltó delante de mí, sorprendentemente rápido,


golpeando al murciélago a un lado. La criatura más pequeña voló del impacto,
aterrizando sobre mi arma. Trató de levantarse, pero el gato-monstruo se lanzó.
Una enorme pata se elevó, las garras destellaron, y el monstruo gato desgarró al
mono murciélago con un solo golpe. Una espesa sangre roja se derramó en el
suelo.

—¡Qué mierda! —gruñó Vincent.

—El pacto está hecho —dijo Cornelius con voz distante y de otro mundo.

—Al infierno si lo está. ¡Es mío!

Magia salió de Vincent, agarrando al gato.


Me detuve, tratando de quitar al mono murciélago de encima de mi pistola.
El cuerpo pesado se negaba a moverse. Mis manos se deslizaron en la sangre.

Cornelius y Vincent estaban cara a cara, la criatura gato agazapada con


Cornelius. La magia se agitaba entre los dos hombres. No podía verlo, pero lo
sentía.

Puse mis piernas en la criatura, hice rodar a la bestia a un lado, agarré a mi


Dessert Eagle empapada en sangre, y me giré, revolviéndome para agarrar mi
cargador.

Cornelius abrió la boca y cantó una larga nota que sonaba como el aullido de
un gato.

Vincent arañó el aire con las manos. La magia giró lejos de Cornelius,

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chispeando en el aire vacío. Un oscuro nudo de humo se formó sobre el suelo,
atravesado por un relámpago. Estaba a punto de abrir otro portal.

Golpeé el cargador en la pistola. Te tengo, bastardo.

Rynda gritó. El poder surgió de ella en un torrente y se estrelló contra


Vincent.

Disparé. El arma rugió dos veces.

Se sacudió una fracción de segundo antes de apretar el gatillo, su cara se


contorsionó con pánico crudo, y atravesó la ventana en una explosión de
fragmentos de cristal.

No.

Me puse de pie y corrí hacia la ventana. Un patio bien iluminado se estiraba


en la noche, la piscina en perfecto estado todavía. Mi primer disparo le había
rozado el hombro. El segundo no lo había alcanzado. Yo estaba apuntando a su
cabeza. Si Rynda no hubiera hecho lo que hizo… No importaba. Vincent se
había ido.

Rynda se desplomó sobre las rodillas ante el cuerpo de Edward. Los niños
lloraban. Edward levantó la cabeza e intentó decir algo.

Rynda le agarró la mano.


—No hables. Estarás bien.

La criatura gato azul frotó su cabeza contra la mano de Cornelius.

Vincent se escapó. Quería tirar mi arma contra la pared. No lo hice, pero


realmente quería hacerlo. En su lugar, saqué mi teléfono y marqué el 911.

La gente de Rogan ganó a los paramédicos por cuatro minutos y trajeron a la

111
Dra. Daniela Arias con ellos. Cuando nos encontraron, yo presionaba la
chaqueta de Cornelius contra la herida de Edward, los niños lloraban a pesar de
los mejores esfuerzos de Rynda para calmarlos, y el gato monstruo estaba
haciendo ruidos demoníacos que Cornelius afirmaba que era una forma de
ronroneo. Gato no era una descripción exacta. Había algo felino, algo que
recordaba al tigre poderoso y ancho, pero su nariz era una cosa complicada de
cuatro fosas nasales, y la franja de tentáculos que rodeaba su cuello se movía
por sí sola. La bestia me miró con una comprensión, como si fuera mucho más
inteligente que cualquier animal de la Tierra. Era extraño. Realmente extraño e
inquietante.

La gente de Rogan estabilizó a Edward, nos fuimos todos al salón de arriba,


que estaba libre de los desagradables cuerpos, asignó a un hombre con una
escopeta táctica Beretta para protegernos, estableció un perímetro y comenzó
un barrido sistemático de la casa y los terrenos. Cornelius y su nueva mascota
fueron a ayudar.

Mientras lo hacían, llamé a casa, conté lo que había pasado a Bern y luego
hice una búsqueda rápida de Vincent Harcourt. Vincent, el único hijo y
heredero aparente de la Casa Harcourt, Prime, Convocador, que era el término
oficial para los magos convocadores. Sin tendencias políticas, sin antecedentes
penales, valía alrededor de cincuenta millones de dólares. La convocación no
tenía grandes aplicaciones en el mundo real, pero los Harcourts claramente lo
habían hecho bien por sí mismos.

Rynda sostuvo la mano de Edward hasta que los paramédicos se lo llevaron.

—Saldrá de esta —dijo Daniela—. El daño no es significativo. El principal


peligro es la infección.

—Gracias —le dije.

Ella entrecerró los ojos hacia mí.

La doctora Arias y yo no nos llevábamos muy bien. Ella había intentado


advertirme que mi relación con Rogan era una mala idea, y yo no escuché su
consejo. También la había amenazado. Teniendo en cuenta que Daniela era al
menos veinte centímetros más alta que yo y construida como una mujer que

112
podía detener un caballo a pleno galope agarrándolo, en retrospectiva,
amenazarla no era una de mis decisiones más sabias. Pero quería estar con
Rogan y no dejaría que nadie me detuviera.

Y seguía desaparecido en acción. La preocupación me mordió.

—¿Algo de esa sangre es tuya? —preguntó Daniela.

—Algo.

—Así que tienes una herida abierta y estás cubierta de sangre del reino
arcano.

—Sí.

—¿Pensabas decírmelo?

—Sí.

—¿Cuándo?

—Ahora. —Me miró muy mal.

—¿Cómo es que nadie más tiene sangre sobre ellos?

—Uh…
Ella metió la mano en su bolsa y sacó una botella gigante de agua y otra de
desinfectante de alcohol.

—Vamos a verlo.

Levanté mi vestido. Tres rasguños brillantes rasgaban mi muslo izquierdo.


Solo arañazos. También tenía arañazos en los hombros.

—Estoy bastante segura de que las garras me han pinchado.

Daniela suspiró y sacó una jeringa sellada en plástico y un vial.

—¿Qué es eso?

—Antitoxina. Las criaturas secretan veneno por sus garras. ¿Duele?

113
—No.

—Debería. —Sacó el plástico de la jeringa y pinchó el vial a través del sello


en la parte superior—. Te dolerá en unos diez minutos si el veneno se
neutraliza.

Me dolía como si alguien me apuñalara con un atizador caliente. Mi muslo


estaba en llamas. Me ardían los hombros. Le tomó unos quince minutos limpiar
bien mis heridas y sellarlas con un adhesivo para la piel. Nada de eso era
profundo, pero dolía como el infierno.

Luego empezó a limpiarme las manos y las piernas. En el momento en que


me liberó, me sentí como si me hubieran restregado con uno de esos estropajos
verdes que se usaban para fregar bien las cazuelas. Mi piel estaba limpia. Mi
vestido era otra historia. No había forma de exponer los hombros sin quitarlo
por completo. Tuvimos que cortarlo. Eso dolió casi tanto como la antitoxina.

—Hecho —dijo Daniela.

—Gracias.

Ella me miró de nuevo.

Me levanté y fui donde estaban Rynda y los niños sentados en el sofá. Los
niños estaban acurrucados alrededor de ella. Kyle finalmente se había quedado
dormido. Lo había cubierto con una manta. Jessica estaba casi dormida
también, con el rostro somnoliento, los ojos cerrados, metida en la esquina del
sofá.

Me senté frente a ellos en un escabel, tratando de no hacer una mueca de


dolor. Rynda me miró. Parecía que había pasado por el infierno y vuelto.

—Cuéntame que pasó —le dije.

—¿Ahora mismo?

—Sí, por favor.

—Nos estábamos preparando para ir a la cama. Fui a usar el baño y mientras


estaba allí, Jessica vino y me dijo que Kyle se había escapado. Empezamos a
buscarlo. Fue cuando Edward llegó.

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Su voz se quebró. Suspiró.

—Quería disculparse. Se sentía mal, porque pensaba que Brian estaba en una
de sus rabietas. Me ayudó a buscar a Kyle. Lo encontramos en la oficina de
Brian. Se negó a ir a la cama, porque quería esperar hasta que su padre llegara a
casa. Escuché disparos en el piso de abajo, así que cerré la puerta con llave.
Entonces una de esas cosas atravesó la ventana. Edward agarró una silla y la
golpeó. Le atacó y se derrumbó en el suelo. Entonces vino Vincent.

Verdad.

—¿Quién es Vincent? —Ya lo sabía, pero no vendría mal que me lo


confirmara.

—Vincent Harcourt de la Casa Harcourt. Fuimos a la escuela juntos. Era un


matón y se convirtió en un bastardo despreciable.

—Eso es una palabrota —dijo Jessica, con voz adormecida.

Rynda besó su cabello.

—Es un hombre muy malo.

—¿Qué quería?
—Un archivo. Quería un archivo de mi madre. Le dije que no tenía ninguno
de sus archivos. La finca todavía está en sucesión. Ni siquiera tengo acceso a su
casa. No me creyó. Dijo que estaba seguro de que tenía el archivo.

—¿Tienes idea de lo que podría estar hablando?

Ella sacudió la cabeza.

—No. Tenía una de esas cosas monstruosas con los dientes a centímetros de
los cuellos de mis hijos. Le habría dado todo.

—¿Tu madre tenía tratos con Harcourt?

—No lo sé, ¿vale? —La voz de Rynda se alzó—. No sé en qué estaba


involucrada mi madre. ¡Todo el mundo asume que sí, pero no sé nada! Ella no

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lo compartió. Ella no pidió mi consejo. ¿Me dejarás en paz? ¡Solo durante unos
minutos, por el amor de Dios!

Verdad.

—Ella te salvó la vida —dijo Daniela por encima de mi hombro—. Está


tratando de encontrar a tu marido. ¿Tal vez podrías dejar de ser poco
cooperativa durante unos minutos y hacer un esfuerzo?

Rynda abrió la boca. No salió nada.

Podría haber abrazado a Daniela. Me partiría por la mitad, pero valdría la


pena.

—Pensé que íbamos a morir —dijo Rynda en voz baja—. ¿Es eso lo que
querías oír?

—¿Qué pasó al final?

—Emané. Sintió todo lo que me hacía sentir. Todo mi miedo. Toda mi


desesperación. No lo hago a menudo. Es una cosa muy violenta imponer tus
emociones a los demás. Simplemente no podía pensar en otra cosa que hacer.

—Gracias.

Me puse de pie.
El guardia de la puerta estaba más recto. Rogan entró en la habitación.

Rynda corrió por mi lado y le echó los brazos al cuello.

Oh por amor de Dios. ¿De verdad?

—Fue horrible —dijo Rynda.

—Tienes que hacer las maletas —dijo Rogan, abrazándola suavemente—. Te


sacaré a ti y a los niños de esta casa.

—De acuerdo —dijo ella.

No dijo nada más. Ella permaneció de pie durante otro largo momento
abrazándolo, luego sus manos cayeron, y dio un paso atrás.

116
Rogan se volvió hacia mí. Miró mis zapatillas de deporte, mi vestido
arruinado y ensangrentado, las vendas en mis piernas, y luego estaba en sus
brazos.
6

117
Rogan me metió en su Range Rover. Le dije que estaba bien para conducir mi
propio coche, pero fingió no escucharme. Cornelius de alguna manera logró
meter a la criatura gato en un Ford Explorer, abatiendo tantos asientos como
pudo. Nos informó que el gato era un él y que lo llamáramos Zeus.

Rynda finalmente se recuperó lo suficiente como para llamar al jefe de


seguridad de Sherwood. Antes de que nos fuéramos, varias personas con los
uniformes de la Casa Sherwood se presentaron para asegurar la casa,
encabezada por el jefe mismo. Cornelius decidió que sería un momento
apropiado mencionar que habíamos llamado a BioCore y que nos habían
colgado. Rynda dio una bofetada al jefe de seguridad. La gente de Rogan
confiscó los ordenadores de Sherwood, montó a Rynda y a los niños en un
coche blindado, y nuestro pequeño convoy de cinco vehículos volvió a la base.
Dos de los vehículos todo terreno de Rogan encabezaban el camino, Rynda y
Cornelius estaban emparedados con seguridad en el medio, y Rogan y yo en la
retaguardia.
Solo estábamos Rogan y yo en el coche. Me gustaba verlo conducir. Lo hacía
con tranquilidad, concentrado en el camino. Me gustaban las líneas de sus
musculosos brazos, la forma en que golpeaba el mando de las luces largas con
su pulgar izquierdo mientras sujetaba el volante, y la forma en que seguía
mirándome como si se asegurara de que estaba bien en el asiento del pasajero.
No me gustó la oscuridad en sus ojos. La había visto antes. Era una mala señal.

—¿Es por mi culpa?

Él no respondió.

—¿Estabas preocupado por mí?

—La preocupación implica marinarse en tu propio temor —me dijo—. No


me preocupo.

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—Entonces, ¿qué estás haciendo?

—Estoy planeando matar a Harcourt.

Rogan no toleraba las amenazas, y Vincent Harcourt era una amenaza. No


quería pensar en lo cerca que había estado de morir esta noche.

—Era realmente fuerte. Lo envolví con mi magia y lo perdí después de solo


dos preguntas. Diez, quince segundos como máximo.

—Invocar es un talento basado en la voluntad.

Así era también la búsqueda de la verdad. Eso explicaba por qué Vincent era
tan difícil de sujetar.

—Victoria Tremaine habría derretido su cerebro —dije—. Apenas pude


sostenerlo durante unos segundos. —Estaba desgastada. Me quedaba muy poca
magia. La familiar fatiga del excesivo uso de la magia se estaba instalando.

—Hiciste más de lo que nadie podía esperar. Compraste más tiempo para
que Cornelius usara su sartén de hierro y que Rynda escapara.

—Cornelius trataba de hacer amistad con Zeus. Rynda estaba en estado de


shock.

No dijo nada, pero la oscuridad en sus ojos se volvió más profunda.


—Rogan, estoy en una sola pieza. Y lo que es más importante, los niños están
bien.

—Si Cornelius se hubiese acercado a ese bastardo mientras lo sujetabas,


tendríamos una conversación completamente diferente. Ninguno de ellos tenía
la intención de recoger un arma o huir.

—No puedes culpar a Cornelius. Estaba fascinado con el gato. Era una
compulsión, Rogan. Él no piensa de la misma manera que nosotros, y al final
ayudó.

—Necesitas un respaldo mejor.

Lo que necesitaba era alguien que me enseñara los entresijos de mi magia.


Los buscadores de la verdad eran raros y guardaban sus secretos. Estaba

119
practicando, pero apenas había empezado a rascar la superficie.

—La mente de Vincent estaba hechizada. Se sentía familiar. Creo que es el


mismo tipo de pared que he puesto en Agustine.

Hace una semana, Victoria Tremaine se había concentrado en Agustine, el


Prime propietario de la gran empresa de investigación que tenía la hipoteca de
nuestro negocio. Agustine me había ayudado a salvar a una niña de una muerte
lenta organizándolo para que pudiera abrir la mente de su secuestrador.
Victoria había venido a descubrir la identidad de ese buscador de la verdad.
Para mantener a Agustine a salvo y salvarme a mí misma, había puesto una
pared en la mente de Agustine. Era un engaño, un hechizo falso, pero se veía
bastante real y no había manera de averiguar si era falso a menos que Victoria
realmente atacara a Agustine. Decidió no arriesgarse.

—¿Era falso? —preguntó Rogan.

—No. El de la mente de Vincent era real.

—Mejor respaldo —repitió Rogan, asintiendo para sí mismo—. Alguien


entrenado. Alguien que pondrá tu seguridad primero.

—¿Cómo quién?

—Como yo.
—¿Qué estás diciendo?

—Estoy diciendo que a partir de ahora iré contigo. Justo como antes.

—Connor…

Tomó mi mano y la apretó con sus fuertes dedos. Su voz era desigual.

—Debería haber estado allí. Estaba en el lugar equivocado en el momento


equivocado. Podrías haber muerto. Eso me mata.

Le apreté la mano.

—No he muerto.

Me sostuvo la mano.

120
—¿Dónde estabas? —pregunté.

—Bug encontró uno de los coches que salía de una carretera rural. No podía
ver la matrícula, pero juró que era el mismo vehículo. Tomé algunas personas y
fui a comprobarlo.

Pensó que Brian podría haber estado en alguna parte de ese camino.

—¿Tuvisteis suerte?

—Hay cinco ranchos en esa carretera. Podría estar en cualquiera de ellos,


asumiendo que es ahí donde lo dejaron. Está conectado con la conspiración, así
que el camino estará bien escondido.

—¿Qué podría haber en ese archivo?

—No lo sé —dijo—. Pero si está en los ordenadores de Rynda, Bug lo


encontrará.

—Bernard lo encontraría más rápido.

—Bien. Pueden buscarlo juntos. Siento no haber estado allí.

—No estoy molesta porque no estuvieras. Estaba haciendo mi trabajo. No te


culpo por nada, Connor. Excepto que no me dijiste que tenías una pista. Eso no
estuvo bien. —Bajé mi voz, intentando igualar la suya—. Cuando tengas una
pista, quiero saberlo. No al final, no cuando sea conveniente, sino
inmediatamente.

No se tragó el cebo. Al parecer, estaba decidido a culparse a sí mismo

—Entonces, ¿seguimos esta noche? ¿Para nuestra cena? —pregunté.

—Oh sí. Seguimos esta noche. Seguimos mañana. Seguimos en un futuro


previsible. No irás a ninguna parte sin mí.

Y yo aquí pensando que estaba siendo romántico.

—¿Quieres envolverme en un plástico de burbujas?

—Si puedo encontrar del tipo a prueba de balas.

121
—Rogan…

—Lo digo en serio. —Miró el espejo retrovisor. Sus ojos se estrecharon.

Me volví para ver un enorme y negro Jeep Wrangler acercándose a nosotros.


Fuertemente modificado, era muy alto y asentado en neumáticos de gran
tamaño. Parachoques de encargo, barra ligera, y una parrilla hecha para parecer
colmillos con una M grande en el medio. El jeep parecía listo para morder
nuestro parachoques.

Busqué en la guantera y saqué mi Dessert Lady. Había conseguido algo de


munición de los chicos de Rogan.

El Jeep destelló sus luces hacia nosotros.

—¿Alguien que conozcas?

—Casa Madero. Probablemente Dave Madero. —La mirada de Rogan


adquirió una intensidad peligrosa. Calculando algo en su cabeza.

—¿Por qué nos está dando las luces?

—Nos advierte que está a punto de usar un cañón EMP. —Rogan presionó
un botón en su volante—. ¿Rivera?

—¿Mayor? —dijo la voz de Rivera desde los altavoces.


—Sigue adelante sin mí. Tengo que ocuparme de algo.

—Sí, señor.

Rogan tomó la salida de Kempwood Drive. El Jeep lo siguió.

—¿No huimos?

—No. El cañón EMP pararía el vehículo en medio del carril. La carretera


lleva tráfico. No voy a arriesgarme contigo en el coche.

Rogan se metió en el carril de la derecha. Una estrecha franja de hierba,


rodeada por una pared de árboles que estaba al borde del Parque Agnes
Moffitt, rodamos por ella.

—Madero es un arma de alquiler —dijo Rogan—. Puede endurecer su piel

122
con una capa de magia y es sobrenaturalmente fuerte. Lo vi tomar un golpe de
un SUV a cincuenta kilómetros por hora. Se dobló alrededor de él. Dispararle
no servirá de nada. La bala no penetrará, pero solo para estar seguro, también
viaja con una égida.

Un mago protector, capaz de proyectar un escudo de magia que absorbería


disparos. Estupendo.

—¿Qué le hiciste a Dave Madero? —pregunté.

—No está aquí por mí.

Victoria Tremaine. La alarma se disparó.

La pared de los árboles terminó. Rogan hizo un giro agudo en Hammerly


Boulevard. El Range Rover saltó a la acera, y Rogan cruzó la hierba sobre el
césped y lo detuvo.

El Jeep se detuvo unos veinte metros detrás de nosotros. La oscuridad había


caído, pero las luces de las farolas inundaron el parque de luz.

La puerta del conductor se abrió y un hombre salió. Al menos, tenía una


forma vagamente humana. Tenía que medir más de dos metros de alto. Llevaba
pantalones negros sueltos y una camiseta negra. Músculo duro constituía su
pecho y sus hombros monstruosos. Sus enormes brazos ondularon. Sus bíceps
tenían que ser tan grandes como mis muslos. Su pelo rubio estaba cortado a un
mero recuerdo. Parecía una caricatura de un ser humano, una figura de acción
de un culturista que cobró vida.

—¿Es real?

—Sí. —Rogan apagó el Range Rover.

La puerta del pasajero se abrió y una mujer rubia salió. Esa tenía que ser la
égida.

—Si me acerco lo suficiente, puedo sorprenderlo.

—No, no puedes. Gastaste toda tu magia conteniendo a Vincent. Si la usas


ahora, también morirás.

Rogan abrió la puerta.

123
—Quédate en el coche.

—¡Rogan!

Salió de un salto.

Quédate en el coche, mi culo.

Abrí la puerta, rodeé el coche por el capó y apunté a Dave Madero con mi
arma.

—Su abuela quiere hablar con ella. —Dave Madero sonaba de la forma en
que se veía, su voz profunda y sin prisas—. Tu magia no funcionará
directamente conmigo, Rogan. No hay nada aquí que me haga suficiente daño.
Dame a la chica y nos iremos por caminos separados.

—No.

—Lo entiendo. No quieres quedar mal. Pero voy a cogerla de todos modos y
llevarla con su abuela. Me dijo que debía asegurarme de que está viva. No dijo
en buena forma y no dijo nada sobre ti. Esas cosas dependen de mí. Me das a la
chica y no será maltratada.

Realmente quería dispararle.

Rogan no respondió.
—Tú mismo.

La piel de Madero se hinchó, volviéndose más oscura, roja. Se dirigió hacia


Rogan, lento y confiado. Rogan lo observó. No debería haber salido del coche.
Podía hacer cosas terribles a un cuerpo humano con sus manos, pero patear o
darle puñetazos a Dave no serviría para nada. Rogan solo se haría daño. Haría
cualquier cosa para evitar que se lastimara.

La égida detrás de él se adelantó, un arma en sus manos. Tenía mi edad, era


pelirroja, y sus ojos reflejaban incertidumbre. Observaba a Rogan con
aprensión.

Tenía que neutralizarla. Rogan ya tenía las manos llenas.

La miré e imité a mi madre.

124
—Si disparas, te mato.

—Soy una égida.

—Lo sé. Nunca fallo.

Abrió la boca y la cerró. Hice todo lo posible para parecer que me refería a
los negocios, porque lo hacía. No podía disparar y mantener su escudo al
mismo tiempo. En el momento en que usara el arma, dispararía y la mataría
para salvar a Rogan.

—No puedes… —empezó ella.

—Pruébame y lo descubrirás.

Se quedó dónde estaba, con la pistola apuntando al suelo.

Dave Madero hizo rodar sus hombros y avanzó. Era por lo menos veinticinco
centímetros más alto y probablemente dos veces más pesado que Rogan, que
era más alto que yo. El cuerpo de Rogan estaba rodeado de músculos duros y
flexibles, pero al lado de Dave parecía un adolescente que aún no había
terminado su desarrollo.

Rogan también se movió, con fácil gracia natural, centrado en Dave. Todo su
cuerpo se reajustó, transformándolo del hombre civilizado que había estado
conduciendo un coche hacía un momento en otra cosa, algo salvaje y casi
primitivo. Se acercó a Dave con una anticipación depredadora. El vello en la
parte de atrás de mi cuello se puso de punta.

Dave debió darse cuenta de que estaba siendo acosado y enfrentado.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —preguntó—. No será bonito.


Crees que vamos a pelear, vas a dar un puñetazo, quizás a lanzar patadas. Ella
estará impresionada. No va a funcionar así. No sé qué clase de entrenamiento
tienes, pero sea lo que sea, no va a ser suficiente. Esto no es el dojo. No nos
daremos la mano y nos inclinaremos. Y tu chica estará peor cuando pierdas.

—Deja de hablar. —La voz de Rogan estaba helada—. Adelante.

—Bien. Tu entierro.

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Dave giró. Fue lento al lanzar a Rogan un gancho de derecha. Rogan se
apartó del camino.

Dave amagó a la izquierda. Abanicando el pecho de Rogan sin llegar a darle,


dejando mucho espacio libre.

—Lento —dijo Rogan.

Dave puso los ojos en blanco.

—Cada generación es más grande, más lenta y más tonta —dijo Rogan.

—Sigue hablando. Veremos qué clase de ruido haces cuando te haga tragarte
los dientes.

Se movieron en círculo.

Dave disparó un rápido gancho derecho. Rogan se apartó del camino como si
sus articulaciones fueran fluidas.

—Cuando las otras familias quieren un gran gamberro tonto, te llaman y


aquí estás. Cualquier trabajo, en cualquier momento. Secuestro. Dolor. Robo
usando la fuerza bruta. Bruto es la palabra clave. Eres de una Casa de idiotas.

Dave cerró los dientes. Rogan golpeó un nervio. Estaba cabreando a Madero
a propósito.
—Pronto perderás el poco cerebro que tienes.

—¿Vas a hacerlo tú? —gruñó Dave.

—Seguro. Solo me pregunto cuándo comenzarán a usar las correas. ¿Esta


generación o la siguiente?

Dave lanzó un golpe rápido. Rogan lo esquivó por un pelo.

Golpe, golpe, duro a la derecha.

Rogan seguía moviéndose. Dave lo arrinconaba contra el Jeep. La égida lo


vio y se movió a un lado, manteniendo la pistola lista.

Dave dirigió un golpe largo y recto, con la palma hacia arriba, convirtiéndolo
en un gancho. Rogan se agachó. Dave lanzó un loco y duro derechazo. De

126
alguna manera, Rogan lo esquivó y el puño de Dave golpeó el Jeep. El metal
chirrió. El capó se abolló por el impacto. Dave gruñó y empujó el jeep hacia
atrás con la mano izquierda. El vehículo rodó treinta metros hacia atrás, todo el
camino hasta la línea de árboles.

Sudor frío me empapó. Si Rogan recibía solo un golpe, incluso de refilón,


todo habría terminado.

—La pelea está aquí —dijo Rogan.

—Me hiciste herir a mi bebé —dijo Dave—. Eso es un extra. Te voy a matar
por eso.

No estaba bromeando. En realidad, mataría a Rogan.

Dave cargó como un toro enfurecido. Fue a por Rogan, estallando en un


torbellino de golpes.

Golpe, golpe, gancho.

Golpe izquierdo. Gancho derecho.

Gancho izquierdo, cruce de derecha, gancho izquierdo al cuerpo.

El gancho rozó el lado de Rogan y voló cinco metros, aterrizó duro, se puso
en pie. El miedo golpeó directamente mi pecho y bajó por mis piernas.
Dave lo persiguió. Rogan retrocedió, tratando de esquivar una tanda salvaje
de golpes. Dave estaba sobre él, balanceándose, su respiración pesada y dura.
Su rostro se volvió morado. Estaba tomando aire en jadeos superficiales.

Golpe, derechazo, gancho cruzado.

Rogan entró en el puñetazo, deslizándose entre los brazos de Dave, envolvió


su brazo izquierdo sobre el derecho de Dave, atrapándolo en la curva de su
codo, de modo que el antebrazo del hombre gigante descansó sobre el hombro
de Rogan. Cerró los dedos de sus manos y se retorció, arrojando todo su peso a
la derecha. Un fuerte estallido resonó por el parque. Dave aulló, un crudo,
terrible grito de puro dolor. Sonaba como un animal aullando.

Rogan se alejó. Dave se enderezó, su cara se contorsionó por la rabia. Su

127
brazo derecho colgaba inútil a su lado. Rogan había roto su codo como una
ramita.

La égida se estremeció en su lugar, su rostro pálido.

Dave cargó, alcanzando la garganta de Rogan. Rogan retrocedió en el último


minuto, socavando la velocidad del ataque de Dave, se movió hacia adentro,
girando todo el camino a la izquierda, de forma que su brazo derecho se deslizó
sobre el izquierdo de Dave, y dobló su codo, atrapando el brazo de Dave en su
axila. Los dedos de Rogan se clavaron en la muñeca de Dave. Hubo otro
estallido afilado. Dave gritó y se derrumbó en el suelo, su muñeca todavía en la
mano de Rogan. Rogan movió su pierna izquierda sobre Dave, sujetó el brazo
del hombre entre sus piernas, dio un paso hacia la derecha y lo retorció de
nuevo. Otra rotura. Dave estaba gritando con todo su corazón. La égida gritó
como un pájaro moribundo.

—Rogan, basta —dije—. Es suficiente.

—¿Es suficiente? —preguntó Rogan.

—¡Vete a la mierda! —escupió Dave.

—¡Dave! —gritó la égida.

—Todavía no está acabado. Aún le quedan dos piernas buenas.


Rogan cogió la pierna izquierda de Dave, tiró de ella hacia delante y se
volvió hacia atrás, sentándose en ella, así que su pierna derecha estaba
bloqueada sobre el muslo de Dave. Apretando la rodilla de Dave.

La égida lanzó su arma a través del césped y me miró, su rostro desesperado.

Corrí hacia Rogan y me arrodillé.

—Suficiente. Por favor. Por favor.

—¿Es suficiente? —preguntó Rogan.

Dave gimió. Estaba púrpura como una ciruela ahora, su respiración tan
rápida, que no conseguía nada de aire.

Puse mis manos en la pantorrilla de acero de Rogan.

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—Por favor. Ya ni siquiera puede hablar. No puede decirte que te detengas.

Dave levantó la palma y golpeó el suelo.

Rogan soltó su pierna y se levantó en un solo movimiento fluido. Su voz


podría haber congelado el Golfo.

—No te acerques a ella. Ella no me detendrá la próxima vez. Díselo a tus


hermanos. Vuelve a buscarla de nuevo y arrasaré tu Casa hasta que ninguno de
vosotros quede vivo.

Dave se desinfló ligeramente, su piel se volvió de un color más humano. El


sudor lo empapaba. Tomó aire, se apoyó en su costado y vomitó.

La égida se arrodilló junto a él, con una botella de agua en la mano.

Envolví mi mano alrededor del brazo de Rogan.

—Vamos a casa.

Llegamos al coche. Me deslicé en el asiento del conductor, rodeé el Range


Rover y regresé a la calle antes de que Rogan decidiera volver a por él.

Se recostó en su asiento, su rostro tranquilo. Tenía que estar sufriendo.

—¿Estás bien? —pregunté.


Él asintió.

—¿Cómo está de mal?

—Viviré.

Dave estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Daniela me


dijo una vez que Rogan odiaba sentirse indefenso más que nada. Haría
cualquier cosa para evitarlo. Mi entrada en la casa de Rynda mientras él estaba
al otro lado de la ciudad lo hizo sentirse indefenso y asustado. Necesitaba
dejarlo salir. Necesitaba herir a alguien, y Dave se había presentado como una
amenaza para mí. Rogan lo rompió y habría seguido rompiéndolo si no lo
hubiera detenido.

La guerra de Belice había cambiado a Rogan. Cambió a todo el mundo, pero

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lo había desgarrado y tuvo que rehacerse para sobrevivir. Él sirvió como arma
final del ejército. Caminaba hacia una ciudad, llegaba a la parte más profunda
de su alma, donde la magia era salvaje, y la dejaba salir, y la ciudad se
derrumbaba y caía a su alrededor. Inspiraba miedo. Le dieron un nombre que
causaba miedo. El Carnicero de Mérida. La Plaga de México. Huracán. Como si
no fuera un hombre, sino alguna leyenda aterradora que cobrara vida. Y luego
terminó en una jungla, kilómetros en territorio enemigo, con soldados que
dependían de él. Usar la magia lo habría salvado pero sus soldados no
sobrevivirían. Así que no la usó. Los sacó de aquella selva, pero muy pocas
personas sabían lo que le había costado esas semanas en Belice. Nunca volvería
a encajar en la vida civil. Rogan nunca sería ‘normal’. Abandonó el ejército
hacía cinco años, pero no hizo ninguna diferencia. Todavía estaba en él.

—¿Te asusté? —preguntó.

—Sí.

—Lo siento.

—No tenías que ir mano a mano con él.

—Sí, tenía. —La comprensión se alzó en él—. Espera. ¿Tenías miedo por mí?

—¡Sí!
—Le he visto luchar. Cuando se arma, no puede sudar. Tiene un marco de
tiempo limitado antes de comenzar a sobrecalentarse. Cuanto más se mueve,
más caliente se pone.

—Todavía era peligroso.

—No me precipité en la lucha. Fue un riesgo calculado —dijo.

—Oh, bueno, eso hace que todo sea mejor, ¿no? Podrías haber cogido un
árbol y haberlo aplastado.

—Eso habría parado a Dave, pero no a su familia. La Casa Madero no


entiende la telequinesis. Comprenden la fuerza bruta y los huesos rotos. Envié
un mensaje y lo hice lo suficientemente simple para que incluso ellos no lo
malinterpreten.

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Bueno, tenía un punto. No lo malinterpretarían. No volverían a trabajar para
Victoria Tremaine.

—Hay una diferencia entre la autodefensa y la tortura. Entiendo por qué le


rompiste los brazos. Pero no había necesidad de romperle las piernas.

No dijo nada.

—Ocasionalmente habrá momentos en que estaré en peligro —dije.

—Lo sé.

—Puede que no siempre haya un Dave a mano.

—Lo sé… Aprenderé a lidiar con ello. Pero te protegeré, Nevada, no importa
lo que me cueste.

Simplemente lo declaró como un hecho. Oh, Connor.

—Me alegro de que me hayas detenido —dijo—. No me gustó cuando lo


estaba haciendo. Pero ahora me alegro.

Probablemente era la única que podía. Si hubiera estado con uno de sus
hombres, él habría seguido adelante. Y la próxima vez, si yo no estaba allí,
rompería las piernas de Dave.
Comprendí por qué Rynda se esforzaba tanto para congraciarse con él.
Estaba en modo de pánico y sabía que, si Rogan se preocupaba por ti, no se
detendría ante nada para mantenerte a salvo. Si él y yo alguna vez teníamos
familia…

¿Niños? ¿Realmente pensaba en tener hijos? Imaginé cómo serían los hijos de
Rogan. Inteligentes, y hermosos, y mortales. E imposibles. Serían pequeños
niños demonios, entrarían en todos los sitios, probarían todo, y no entenderían
la palabra no.

Sus ojos se habían vuelto a congelar. Cuando Olivia Charles había matado a
su gente, Rogan entró en un lugar sombrío. No había nada allí excepto la
ausencia de luz, hielo y venganza. Lo había salido de esa oscuridad, y nunca
dejaría que lo volviera a tener.

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Pasamos el puesto de control y aparqué el coche delante de su cuartel
general. Él soltó su cinturón de seguridad y me estudió. El aire del coche vibró
con su tensión y energía, toda oscuridad.

—Hay algunas cosas en las que no puedo ser normal —dijo.

—Lo sé.

—Pero lo intentaré.

—Eso es todo lo que pido.

Miré sus ojos oscuros y vi el borde de una tormenta formándose. Se


concentró solo en mí. Nada más existía. Tenía toda la atención del dragón. El
aliento quedó atrapado en mi garganta.

Se inclinó hacia delante. Iba a besarme.

La anticipación me atrapó, mezclada con un toque de alarma instintiva.

Sus labios tocaron los míos. Su beso me abrasó. Jadeé y lo dejé entrar. Su
lengua reclamó mi boca y yo lo probé, el sabor único que era Rogan, masculino,
áspero e irresistible. Su mano me acarició la parte de atrás de la cabeza, sus
dedos deslizándose por mi cabello. Me bebió, posesivo y seductor.
Magia tocó la parte posterior de mi cuello, su toque de terciopelo puro
éxtasis en mi piel. Se deslizó por mi columna vertebral, haciendo que cada
nervio sensible ardiera.

Mi cinturón de seguridad se abrió. Me senté allí, aturdida, cuando salió del


coche, caminó hacia mi puerta y la abrió. Rogan me tendió la mano. La tomé.
Sus dedos se enrollaron alrededor de los míos. Me condujo al edificio, a través
de la planta baja, por lo general llena de sus hombres, pero ahora vacía,
subiendo las escaleras hasta el segundo piso, pasando por la estación de
observación de Bug, una pared creciente de pantallas de ordenador, donde otra
escalera conducía a la tercera planta. Caminamos hacia arriba, abrió una puerta
de metal, entramos y cerró detrás de nosotros.

Un espacio abierto se extendió ante mí, un amplio tramo de suelo de

132
hormigón sellado. Una cama grande estaba a la izquierda, en la que alguien,
probablemente Rogan, había arrojado una manta de lana gris. En el otro lado, a
la derecha, una pantalla de cristal curvado, probablemente escondiendo una
ducha y un cuarto de baño.

La pared de la derecha era de yeso normal, pintada de un gris profundo. La


pared izquierda era de cristal. Pesados cuadrados de un metro de cristal
ahumado ascendían nueve metros para encontrarse en un ángulo agudo sobre
nosotros. Había visto este edificio una docena de veces y nunca me había dado
cuenta de que la cubierta de cristal encima de él era transparente. Parecía negro
sólido desde el exterior.

Caminé hacia la ventana. Afuera, la noche había nacido. Las estrellas se


extendían por encima de nosotros, brillando como chispas de joya contra la
negrura de terciopelo. Un tesoro que era la envidia de cualquier dragón.

Rogan envolvió sus brazos a mi alrededor, mi espalda contra su pecho. Le oí


inhalar el olor de mi pelo. Su larga y dura longitud me oprimía. Me incliné
sobre él. Hizo un áspero ruido masculino que hablaba de hambre y necesidad.
Las rodillas se me volvieron débiles. Me apartó el pelo y me besó en el cuello.
Pequeñas descargas eléctricas me atravesaron. La magia bailaba sobre mi piel,
caliente, lenta y deliberada. Los músculos de sus brazos estaban tensos bajo mis
dedos.
Sus manos se deslizaron sobre mis pechos, acariciando, jugando. Una
sacudida de placer rodó a través de mí. Jadeé. Quería más.

La cremallera de mi vestido se deslizó hacia abajo. Cayó alrededor de mis


tobillos. Su cálida mano se deslizó sobre mi estómago. Lentamente. Por favor.

Mi sujetador se desabrochó. Deslizó las correas por encima de mis hombros,


me quité las copas de los pechos y le dejé caer al suelo. Sus dedos se deslizaron
sobre mis pezones. La súbita explosión de sensaciones fue tan intensa, que me
sacudí en su abrazo.

Me besó justo debajo de mi oreja derecha, poniendo mis nervios en llamas.


Miré hacia sus manos deslizándose sobre mi estómago y vi manchas oscuras. La
sangre de la criatura invocada.

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—Rogan…

—Sí.

El beso mi cuello de nuevo. Apenas podía hablar.

—Estoy cubierta de sangre.

Se detuvo y me dio la vuelta.

—¿Estás herida?

—No. Solo sucia.

Miró hacia la sangre seca en mi estómago.

—Yo puedo arreglar eso.

Tomó mi mano y cruzamos el suelo hasta la pantalla de cristal. Una ducha


esperaba, tres paredes de azulejos llenas de grifos. Giró los mandos y chorros
de agua salieron de las paredes. El vapor subió. Me quité la ropa interior y entré
en la pared de agua. Se sentía como el cielo. Al instante estaba empapada. El
agua cayó sobre mi pelo, aplastándolo contra mi pecho y mi espalda. El agua
corrió oscura, luego casi inmediatamente se aclaró. Limpié mi rostro,
desterrando los últimos rastros de maquillaje, y me volví.

Estaba frente a la ducha, observándome, como hipnotizado.


Caminé por el agua hacia él, dejando que los chorros rociaran mis pechos y
mi estómago. El agua corría entre mis piernas, mojando los rizos de pelo donde
se encontraban. Ya estaba mojada por dentro.

Rogan juró.

—¿Qué?

—Eres tan hermosa.

Se quitó la camisa y la dejó caer. Era grande y dorado, su cuerpo todo


músculo duro, afilado a la eficacia letal. Sus amplios hombros y su potente
pecho se adelgazaban hasta un estómago plano y duro. Quería pasar mis dedos
por las crestas duras de sus abdominales. Sus pantalones siguieron a la camisa,
revelando piernas musculosas. Estaba erecto y listo, toda su longitud era

134
enorme y tensa. Se quedó desnudo frente a mí, altísimo, todo poder y fuerza
bruta. Sus ojos estaban llenos de lujuria.

Abrí los brazos.

Vino a través del agua hasta mí. Chocamos. La magia giró alrededor de mí,
girando sobre mi piel, una presión de terciopelo caliente que fluía como líquido
sobre mi cuello, mis pechos, en los pliegues de mi trasero, deslizándose entre
mis piernas… Me besó, duro y posesivo, sus brazos alrededor de mí. Nuestras
lenguas se enredaron y le probé de nuevo. Era como estar borracho.

Envolví mis brazos alrededor de él. Los cables de los músculos de su espalda
eran duros como el acero bajo mis dedos. Sus manos recorrían mi cuerpo,
alimentando el fuego. Un dolor húmedo zumbaba entre mis piernas, una fuerte
presión que exigía liberación. Lo besé de nuevo, desesperada por más, y lo
empujé contra la pared.

Me sonrió, una sonrisa masculina, no solo sexy, sino carnal. Era como un
sueño que cobraba vida. Coloqué mis manos sobre su pecho, sobre sus
abdominales, hacia abajo, sobre su gruesa circunferencia. Él gimió. El dolor
entre mis piernas era insoportable ahora. Lo necesitaba dentro de mí.

Le acaricié, apretando, me acerqué más a él, mis pezones presionando contra


su pecho húmedo, y me deslicé hacia abajo. Mi boca se cerró alrededor de él.
Apenas le abarcaba. Succioné y Rogan gruñó y me levantó. Sus manos
agarraron mi culo y me alzó, sobre sus caderas. Su mano se deslizó entre mis
piernas, se sumergió en el calor húmedo, y acarició el capullo sensible. El placer
me sorprendió. Su magia se derramó y se unió a sus dedos. Fue demasiado.
Arqueé mi espalda y cabalgué en su mano.

Me empujó la espalda contra el azulejo fresco. Sentí su grueso eje presionar


contra mí. Empujó todo el camino, justo en el centro del dolor, y fuimos uno.

Empujó una y otra vez, en un ritmo incansable, enloquecedor. El clímax me


quemó, eliminando todo. Siguió moviéndose, entrando en mi calor. Abrí los
ojos y vi que me miraba. Me aferré a sus hombros, besando la fuerte columna
de su cuello, su mandíbula, sus labios. Un estremecimiento lo sacudió y se
vació. El maremoto de su liberación reverberó a través de su magia,
enviándome al éxtasis de nuevo. Me envolví sobre él, sin huesos y flácida. El

135
placer era tan intenso, que casi lloré.

—Lo eres todo para mí —me dijo al oído.

Quería decirle que él era todo para mí, que no dejaría que la oscuridad lo
tuviera, que nunca tenía que preocuparse de que me diera por vencida. Pero los
ecos de nuestro placer compartido robaron las palabras, y le dije lo mejor que
pude:

—Te amo.

Algo estaba pitando. Me moví y levanté la cabeza. Junto a mí, Rogan juró,
levantó suavemente mi brazo de su pecho, y rodó fuera de la cama. Habíamos
colapsado allí después de la ducha, apenas nos molestábamos en secarnos, y me
había dormido sobre su pecho, agotada, feliz y segura, con su brazo alrededor
de mí. Dormir junto a él era como volver a casa.
Parpadeé hasta que mi visión ya no estaba borrosa. Rogan sacó su teléfono
de la pila de ropa junto a la ducha y respondió.

Se volvió hacia la cama y sostuvo el teléfono a un par de centímetros de su


oreja.

La voz aguda de Rynda emanaba del teléfono, salpicada por el gemido de


niño.

—… No puedo calmarlo. Por favor. Por favor. Necesito tu ayuda. Por favor,
Connor.

Gemí y me derrumbé en la cama.

—Estoy ocupado —dijo Rogan.

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—Si solo hablas con él, solo tiene cuatro años, por favor…

Rogan parecía que quería tirar su teléfono contra la pared.

—Estaré ahí.

Me puse una almohada en la cara.

La almohada desapareció y se inclinó sobre mí.

—Espérame.

—Déjame adivinar, ¿es otra crisis que solo tú puedes resolver?

—Kyle está entrando en pánico. La puse a ella y a los niños en el edificio al


norte de nosotros. Me llevará treinta segundos.

—Acabamos de tener relaciones sexuales, y ahora te vas para ver a tu ex


prometida.

—Vuelvo enseguida. Dormiremos en la misma cama esta noche. Lo digo en


serio.

Gesticulé con la mano.

—Vete.

Se puso sus jeans y una camiseta.


—Espérame.

Abrió la puerta y se fue.

Suspiré. No es que Rynda lo estuviera manipulando conscientemente. Era


más que confiaba en otras personas para arreglar sus problemas. Primero su
madre, luego su marido, y ahora Rogan. Era la clase de persona que vería una
olla que se desbordaba en la cocina y venía a decírtelo, en lugar de recogerla y
quitarla del fuego. Y entonces estaría orgullosa de sí misma por actuar
rápidamente en una crisis.

Rogan, por otro lado, resolvería el problema. Eso es lo que hacía.

Revisé el pequeño despertador digital en la mesita de noche: 10:03 p.m.


Pensaba que era mucho más tarde. Debí quedarme dormida cuando Rynda

137
llamó. Excepto que ahora estaba completamente despierta.

Estudié el techo de cristal estrellado sobre mí. La noche era tan hermosa
desde aquí. Habría sido aún más hermosa si Rogan estuviera aquí conmigo.

Había dejado mi teléfono en mi coche. Había querido cogerlo, pero habían


pasado tantas cosas.

La habitación se extendía delante de mí. No había estantes, pero había una


pila de libros en el suelo cerca de la ventana.

10:10 p.m.

Me levanté y tomé el libro superior de la pila. Monstruos dentro de nosotros: un


estudio de casos de metamorfosis inducidas mágicamente. Bueno, eso era algo
importante. Arrastré el libro conmigo hasta la cama, encendí la lámpara y lo
ojeé. La magia hacía cosas extrañas a los seres humanos. Hace un siglo y medio,
cuando se desarrolló por primera vez el suero de Osiris, se lo vio como algo
bueno. Nadie sabía exactamente cómo el suero de Osiris hizo lo que hizo.
Algunos pensaron que creó nuevos poderes. Algunos dijeron que despertaron
los talentos inactivos que habíamos reprimido. Pero cómo actuaba fue menos
importante que los resultados. Algunas personas lo tomaron y ganaron gran
poder. Otros se convirtieron en monstruos. Aquellos magos-deformados
tuvieron que ser destruidos.
Ahora, años más tarde, los casos de monstruos eran raros. Conocía a uno,
Cherry. Era una drogadicta y se vendió a algún ensayo dirigido por una Casa.
La habían expuesto a algo y ahora Cherry pasaba sus días en las turbias aguas
del Pozo, una desagradable zona inundada de Houston, comiendo ranas. Parte
de ella era más caimán que humano.

10:19 p.m. Treinta segundos, ¿eh?

Envolví la manta a mi alrededor y seguí con el libro. Conocía muchos de


estos casos. El caso del alemán Orr, el minotauro de la vida real. El alemán era
un sicko, que podía transformarse en una bestia similar a un toro. En su forma
de minotauro estaba extremadamente bien-dotado, y utilizaba sus talentos para
ser una estrella en pornografía realmente fuerte. Fue arrestado por cargos de
bestialidad y fue a los tribunales, argumentando que se trataba de una

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discriminación mágica y sus derechos estaban siendo violados. Perdió, fue
encarcelado durante seis años y luego abandonó el país.

Jeraldine Amber, la Banshee de Bangor. Cuando Jeraldine usaba su magia


sonora, se transformaba en una extraña criatura pálida con ojos negros y cabello
blanco y acuoso. Ella era normal en todos los otros aspectos, y mientras que sus
talentos pasaron a sus hijos, la capacidad de metamorfosis no. O eso decían.

10:35 p.m. ¿En serio, Rogan?

Pasé la página. La bestia de Colonia. Conocía esta historia tan bien, que
podría escribir un libro sobre ella. Misha Marcotte, una mujer belga, descubrió
su talento a los veinte años. Podía asumir la forma de una enorme bestia, una
criatura de pesadilla. Era prácticamente indestructible en esa forma, pero no
tenía control sobre ella. Una vez que se metamorfoseaba, se volvía loca. Las
Fuerzas Armadas belgas, en colaboración con la Legión de Sorciers, la Legión
Sorcerer, intentaron evaluar sus habilidades y, durante su tercera
transformación, perdió permanentemente su humanidad. Cruzó la frontera
belga-alemana y pasó a través de Colonia, casi destruyendo la ciudad, hasta que
finalmente fue contenida. Cómo exactamente lograron hacerlo era un secreto,
pero el rumor dominante era que los alemanes la ahogaron en las aguas del Rin.
Ella era un cuento de advertencia para cualquier persona con el poder de la
metamorfosis.
Había rumores de que había vuelto a su forma humana, sobrevivido al
ahogamiento, y estaba siendo mantenida viva en alguna parte bajo constante
sedación. Lo creía. Los Primes nunca se desharían de un talento, no mientras
esperaban recoger algún conocimiento o aumentar su poder con él.

Golpeé el libro cerrándolo. 10:48. Lo había estado esperando durante casi una
hora. Ya bastaba. No podía sentarme aquí, languideciendo en la oscuridad sola,
desnuda. Tenía familia que comprobar.

Me levanté de la cama. La idea de ponerme el vestido manchado de sangre


me dio repelús. No, gracias. Tenía que haber algo de ropa por aquí.

Busqué por la habitación. La curva de cristal de la ducha se extendía unos


pocos metros más allá de la ducha en sí, y detrás de ella estaba el espacio del

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armario. Las estanterías contenían pilas de camisetas y pantalones deportivos
bien doblados, y una barra sostenía una docena de perchas, ofreciendo de todo,
desde camisas hasta trajes ridículamente caros, precisamente organizados y
rápidamente disponibles. Los hábitos militares eran difíciles de romper.

Cogí una camiseta. Llegaba hasta la mitad de mi muslo. Robé un par de


pantalones de chándal. Previsiblemente, estaban un poco apretados en mis
caderas y eran demasiado largos. Los enrollé. Suficientemente bueno. Pateé los
restos de mi vestido, mi sujetador y mi ropa interior en un montón en el suelo.
Realmente me gustaba ese sujetador, pero no había manera de que fuera a salir
de su casa con mi sujetador en las manos. Con suerte, nadie me vería, pero no
quería arriesgarme.

Metí los pies en mis zapatillas de deporte y bajé por la escalera hasta el
segundo piso. Bug se sentaba en su silla, absorto en el resplandor de nueve
pantallas de ordenador dispuestas en una formación de tres por tres en la
pared.

Parpadeó hacia mí. Bug siempre parecía que había perdido su sándwich y
necesitaba desesperadamente encontrarlo, porque estaba al borde del
nerviosismo. Antes de que Rogan lo atrajera para que viniera a trabajar para él,
Bug estaba en mal estado. Se suponía que el Enjambre que los militares habían
sacado del reino arcano y que estaba atado a él lo habría matado en dieciocho
meses. Solo los voluntarios se convertían en Enjambres, por lo general por una
gran cantidad de dinero. Bug nunca compartió por qué lo hizo o en que gastó el
dinero. De alguna manera sobrevivió más allá de su tiempo. Cuando lo conocí,
vivía en un edificio abandonado, que había ocupado. Un vigilante delgadísimo,
sucio, paranoico, buscando un golpe ocasional de Equzol, una droga militar y la
única cosa que ‘calmaría’ el Enjambre según él, Bug tenía un pie en su tumba.
Napoleón, un hijo bastardo de un bulldog francés y una mezcla mixta
aventurera, era lo único que lo mantenía en tierra.

Rogan lo había sacado de su escondite. Ahora Bug había engordado, su


cabello castaño oscuro estaba perfectamente cortado y limpio, y llevaba ropa
decente. Parecía más tranquilo. Su paranoia había retrocedido. Podía mantener
una conversación sin temblar. Napoleón, también limpio y rollizo, roncaba a los
pies en un pequeño sofá, tapizado con tela roja y motivos de Île-de-France.

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—¿Te vas? —preguntó Bug.

—Sí.

—No te vayas —dijo Bug.

—Tengo que irme.

—¿Qué le digo cuando regrese?

—¿Rogan te dijo que me vigilaras? Dile lo que quieras, Bug.

Crucé el suelo, doblé la esquina y bajé la escalera. Las luces estaban


encendidas. Media docena de ex soldados de Rogan, cuatro hombres y dos
mujeres, mantenían una conversación tranquila. Murió cuando me vieron.

Reconocí a Nguyen Hanh, una mujer asiática que trabajaba como mecánica
principal de Rogan, y Michael Rivera, el segundo al mando de Rogan. A
mediados de los treinta y latino, Rivera tenía una gran sonrisa. Generalmente
sonreía después de disparar a alguien.

—¿Te vas? —preguntó Rivera.

—Sí. —Que alguien me mate.

—¿Por qué? —preguntó Nguyen.

—Porque me voy a casa.


—Pero el Mayor no ha vuelto todavía —dijo Rivera.

—Ya me he dado cuenta.

—No puedes irte. Dijo que volvería enseguida, y se supone que debemos
mantenerte a salvo mientras él no está. Si te vas, no podremos mantenerte a
salvo —dijo Rivera.

—Todavía puedes mantenerme a salvo. Voy a mi casa al otro lado de la calle.


—Señalé a través de la doble puerta abierta en el almacén—. Nunca cierras estas
puertas de todos modos, así que puedes verme caminar veinte metros hasta mi
casa.

—Estará de mal humor si te vas —dijo un hombre moreno.

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Rivera lo miró un segundo, luego se volvió hacia mí, sonriendo
tormentosamente.

—¿Tal vez podrías esperarlo?

—No, realmente no puedo.

Caminé recto hacia Rivera. Se apartó, salí por las puertas y me dirigí al
almacén.

—Es por la mujer Sherwood —dijo otra voz masculina detrás de mí.

—Por supuesto que lo es —dijo Nguyen—. Dije cuando apareció por primera
vez que sería un problema.

Crucé la calle, marqué el código en la cerradura, entré en la oficina y cerré la


puerta detrás de mí. Había tenido un infierno de día. Había dejado mi teléfono
en mi coche, mi pistola en el coche de Rogan, y no tenía ropa interior. Caminar
sin ropa interior se sentía extraño. Estar sin mi teléfono era aún más extraño.
Había probablemente una cierta conclusión derivada del hecho de que perder
mi teléfono me perturbaba más que perder mi ropa interior.

No era yo. Siempre tenía mi teléfono y mi arma. Y ropa interior.

Abrí la puerta interior. El almacén estaba tranquilo. Una luz solitaria brillaba
al final del pasillo de la cocina. Con cuatro adolescentes en la casa, alguien
siempre estaba allanando la nevera durante la noche, y por lo general se dejaba
la lámpara sobre la mesa para los aperitivos de medianoche. Esta noche no
escuché voces.

Eran las once y once minutos, y era noche de escuela así que todos estarían
en la cama, pero habíamos decidido que no salieran hasta las pruebas. ¿Dónde
estaban?

Caminé de puntillas por el pasillo, doblé a la derecha, dejé atrás otro pasillo
corto y eché un vistazo a la Cabaña del Mal, un pequeño edificio dentro del
edificio donde Bern reinaba de forma suprema con todo su equipo. Vacilantes
voces flotaron hacia mí.

—… Derecha… Está en la parte superior del edificio…

142
—Lo tengo.

Bien. El equipo Baylor estaba manteniendo el mundo a salvo de zombis


alienígenas con ciber disparos. En otro momento, me gustaría entrar allí y
unirme a ellos, pero esta noche no era así.

Me incliné un poco más y vislumbré a Bern. No llevaba los auriculares del


juego. Su rostro, iluminado por el resplandor del monitor, parecía ojeroso, las
cejas fruncidas. Estaba concentrado en lo que estuviera delante de él ignorando
todo lo demás. Probablemente estaba repasando el contenido del ordenador de
Rynda, buscando el archivo que los secuestradores querían.

Me di la vuelta y entré en la cocina. Cuando encontrara algo, me lo diría.

Mi móvil estaba sobre la mesa de la cocina, iluminado por la lámpara como


un señuelo. Cornelius debió haberlo traído. Lo levanté. Una cosa que
recuperaba.

Una llamada perdida. Toqué el ícono y escuché el correo de voz.

—Soy Fullerton de Scroll, Inc. Por favor, llámeme lo más pronto posible, no
importa la hora.

Todos los músculos de mi estómago se tensaron en una dura y apretada bola.


Eran las once pasadas. Dijo lo antes posible. Llamé al número.
Él lo cogió al primer ring.

—Hola, Sra. Baylor.

—Hola, señor Fullerton.

—El análisis de su ADN se ha completado. Se verifican sus relaciones


familiares, y está lista para las pruebas.

Yo exhalé.

—Hemos recibido dos solicitudes para su perfil básico. Bajo las


circunstancias de los juicios inminentes, sentí que tenía que avisarle lo antes
posible.

—¿Déjeme adivinar, la Casa Tremaine?

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—Es uno de ellos.

—Deniéguelo. —Victoria no pondría sus garras en ninguna información


sobre mí.

—Lo imaginaba.

—¿El segundo es de la Casa Rogan? —¿Quién sabe? Después de todo, a


Rogan le importaba la genética.

—No. —La Casa Shaffer.

—¿La Casa Shaffer? —De las tres Casas de buscadores de la verdad en los
Estados Unidos, la casa Tremaine era la más temida, porque mi abuela malvada
hacía negocios con la brutalidad de un asesino del hacha. La Casa Lin tenía la
mayoría de los miembros. La casa Shaffer estaba en medio de la carretera y
sabía muy poco de ella.

—Sí. ¿Debo negar o aceptar la solicitud?

—¿Por qué estarían preguntando por mi perfil genético?

—Hay muchas razones —dijo Fullerton con cuidado.

—Eres un experto y esto es nuevo para mí. Solo estoy pidiendo una idea.
—El perfil básico se puede utilizar para una serie de cosas. No contiene
suficiente información para una planificación a fondo. Sin embargo, es muy útil
para eliminar la posibilidad de relaciones familiares.

Oh.

—¿Sientes que están tratando de asegurarse de que no estamos relacionados


con la Casa Shaffer?

—Eso es lo que creo. Los talentos del buscador de la verdad son muy raros.
Como un gesto de buena voluntad, han puesto su perfil básico a su disposición,
si usted decide examinarlo.

—¿Has examinado su perfil?

—Sí. La Casa Baylor y la Casa Shaffer no están relacionadas.

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Lo medité. Si yo accedía a su petición, se preguntarían si era algún tipo de
pariente ilegítimo. Si les dejaba tener acceso al perfil básico, rápidamente se
darían cuenta de que no era el hijo del amor de nadie y nos dejarían en paz.

Si solo fuera así de fácil. El bloqueo en la mente de Vincent fue puesto allí
por un buscador de la verdad.

Me sentía como si estuviera jugando a un juego de ajedrez ciego.

—Que tengan acceso a nuestro perfil básico.

—Como desee.

—Gracias.

—Es un placer, Sra. Baylor. Buenas noches.

Colgué. Demasiado tarde para eso.

Lo que necesitaba ahora era una buena siesta larga… Giré. Mamá estaba
apoyada en la puerta, con los brazos cruzados.

No tenía ropa interior, pero llevaba pantalones de chándal. No podía ver a


través de mis pantalones de chándal y preguntarme dónde estaba mi ropa
interior y por qué me metía furtivamente en casa con la ropa de Rogan.
—¿Qué era eso?

—Otra casa de buscadores de la verdad quiere acceder al resumen de


nuestros registros. Fullerton piensa que quieren descartar la posibilidad de una
relación familiar.

—¿Qué piensas?

—Un invocador atacó a Rynda esta noche.

—Cornelius nos lo dijo.

—Sentí un bloqueo en su mente. Fue puesto allí por otro buscador de la


verdad. —Me incliné contra la mesa y crucé mis brazos también—. El secuestro
de Brian está ligado a la conspiración para crear la Nueva Roma. Vincent, el

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invocador, me dijo que cualquier rescate que quieran de Rynda está conectado
con su madre, y su madre estaba metida en esta conspiración hasta los huesos.
También sabemos que cuando la conspiración comenzó a mostrarse, con Adam
Pierce tratando de armar piezas de un artefacto que lo haría lo suficientemente
poderoso como para quemar la ciudad, la ubicación de los segmentos del
artefacto fue confiada a una determinada familia. Sus mentes estaban
protegidas con un hexágono protector. Un buscador de la verdad habría
logrado mirar por debajo de ese hexágono, como hice yo, para obtener la
información que Adam necesitaba.

—Y piensas que esta otra casa…

—La Casa Shaffer.

—¿Está involucrada la Casa Shaffer?

Suspiré.

—No lo sé. El hexágono era muy poderoso. Se necesitaría un Prime para


superarlo. Es lógico que sea una de las tres Casas de buscadores de la verdad
dentro de los Estados Unidos. Tienen más piel en este juego, lo que significa
que es Lin, Shaffer o Victoria Tremaine. Nuestro perfil genético no puede haber
estado disponible por más de unas pocas horas, y en el momento que lo estuvo,
Shaffer saltó sobre él. Así que les dejo tener el resumen. Veamos qué hacen con
esa información.
—¿Es realmente inteligente? ¿Y si lo comparten con tu abuela?

—Digamos que lo hacen. Confirmará lo que ya sabe. Somos sus nietos. —Me
encogí de hombros—. Sabes que tenía el ADN de papá secuenciado en el
momento en que nació. Ella probablemente puede predecir nuestra
composición genética basándose en eso solo.

Mi madre frunció el ceño.

—Esto me preocupa. Este es el mundo del que escapó tu padre, Nevada. Lo


hizo por una razón. Lo odiaba. Es peligroso y no quería tener nada que ver con
eso. No quería que sus hijos formaran parte de ello.

Me sentía muy cansada.

—¿Qué quieres que haga, mamá? Estamos atrapados en esta conspiración. La

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única salida es exponerla. Es un gran nudo enredado y el buscador de la verdad
es una cuerda que está saliendo. Estoy tirando de ella.

—No quiero que te estrangules con esa maldita cuerda. Nunca deberíamos
habernos presentado para ser una Casa.

—Bueno, es demasiado tarde para eso, ¿no? Mamá, estoy tratando de


sobrevivir y mantener a todos a salvo. Sigues criticándome, pero no puedo
hacer nada más. Tú y papá debisteis saber que un día nuestra abuela nos
encontraría. ¿Cuál era el plan de contingencia?

Ella no respondió.

—Está bien. No había uno.

El rostro de mi madre se volvió más pálido.

—Podríamos huir.

No de nuevo. Yo estaba harta de eso.

—No. Papá y tú podríais huir, porque solo erais dos. Pero no podemos.
Ahora somos Catalina, Arabella, los chicos, tú, la abuela Frida y yo. Somos siete
personas. ¿A dónde vamos a ir? ¿Cómo esconderemos a siete personas?
¿Debemos dividirnos, para que Victoria pueda conseguir a los más débiles y
que utilice a esa persona como una moneda de cambio? Sabes que es una mala
idea. Tu plan era esconderte para siempre. Bueno, no funciona así. Un talento
mágico siempre sale a la luz. Es inevitable. Es parte de lo que soy. Soy un
verdadero buscador de la verdad, igual que mi abuela.

Su expresión se volvió áspera.

—Eso no es lo que eres.

—Sí lo es. Soy nuestra mejor esperanza. Ahora me corresponde mantener a


las niñas y a Bern y León a salvo. Excepto que papá y tú nos escondisteis tan
bien que ahora no tengo entrenamiento. Ni siquiera he usado un círculo arcano
hasta este año. Ni siquiera sabía que tenía otros poderes además de ser un
detector de mentiras vivo. Todo está en mí ahora, y no tengo armas con las que
luchar. Hiciste lo mismo con Catalina y con Arabella, y ahora tú y yo se lo

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estamos haciendo a León. No puedes meternos en una caja de vidrio y evitar
que usemos nuestros poderes, mamá. Nos volveremos locos. ¿Qué tal si en vez
de criticarme, me ayudas? Porque necesito ayuda.

Me volví y salí de la cocina a través de la otra entrada.

Me recosté en la cama. Había abandonado los pantalones de chándal tan


pronto como me metí en mi desván, me puse ropa interior y me metí en la
cama, todavía usando la camiseta de Rogan.

Cuando vendimos la casa y nos mudamos al almacén, mis padres me


construyeron un apartamento tipo loft, un dormitorio y un baño, accesibles solo
por una escalera de madera. Podría retraer los últimos diez escalones de ella, lo
que efectivamente frustraba los intentos de mis hermanas de molestarme
cuando quería que me dejaran sola. Incluso tenía una ventana en mi dormitorio.
Era un espacio acogedor, mi retiro del mundo, mi lugar favorito, donde me
escapaba cuando estaba cansada y abrumada. En este momento parecía vacío.
Mi cama parecía demasiado grande y vacía.

¿Cómo demonios me acostumbré a dormir junto a Rogan tan rápido? Podía


contar con los dedos de una mano el número de noches que dormimos juntos.

No pidió mi perfil de ADN. No podía decidir cómo sentirme al respecto.


Dependía de por qué no lo pidió. ¿No lo pidió porque me quería y no le
importaba si éramos genéticamente compatibles, o no lo pidió porque no
pensaba en nada serio como el matrimonio?

¿Quería casarme con Mad Rogan?

El matrimonio significaba exclusividad, pero en el mundo de los Primes, las


aventuras no solo eran comunes, eran casi la norma. Yo haría casi cualquier

148
cosa para quedarme con él, pero compartirlo con alguien más estaba más allá
de mí.

Algo golpeó en mi ventana.

Tal vez era un murciélago.

Golpe. Golpe. Golpe.

Salí de la cama y caminé hacia la ventana. Una pequeña roca gris golpeó el
vidrio desde el exterior. Golpe, golpe.

Miré hacia abajo. Rogan estaba de pie en la acera.

Bien. Piensa en el diablo.

Abrí la cerradura y abrí la ventana. La roca cayó al suelo.

—Estoy intentando dormir.

—Te dije que me esperaras.

—Lo hice. Esperé una hora. Luego tuve que irme a casa.

—Estás enfadada conmigo.

Gracias, capitán obvio.


—¿Por qué estaría enfadada contigo? ¿Quizá porque en cuanto terminamos
de tener relaciones sexuales, saltaste de la cama y corriste a ver a tu ex
prometida y te fuiste durante casi dos horas?

—Una hora.

Revisé el reloj junto a mi cama.

—Una hora y veintidós minutos.

—Había un niño histérico al otro extremo de la línea. Cuando llegué allí, su


hermana se despertó y comenzó a llorar. Entonces Rynda también lloró.

—¿La calmaste para que pudiera dormir?

Apretó los dientes.

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—Me he asegurado de que no sigan llorando.

—Estupendo. Entonces problema resuelto. Voy a volver a la cama.

—Te pedí que me esperas y no lo hiciste.

—¿Por qué me quedaría allí, Rogan? No estabas allí. Aquí tengo mi propia
cama.

—¿Qué querías que hiciera exactamente? ¿Debía escuchar su grito y decirle


que se fuera a la mierda porque preferiría quedarme en la cama contigo?

—¿Así que ahora soy la mala?

—Bueno, sí, un poco. Fui a hacer algo bueno y te enfadaste por ello. Estás
exagerando.

Ooh, no, no lo hizo.

—Nevada, como Jefe de una Casa, habrá veces que tendré que levantarme de
la cama, no importa lo que hagamos, e ir a encargarme de las cosas.

—¿Cuidar a tu ex prometida es asunto de la Casa?

—La conozco desde que éramos niños.

—Mhm.
—Es prácticamente de la familia.

—¿Y qué soy yo?

Se dio cuenta de que andaba en terreno resbaladizo.

—Sucede que estoy a punto de convertirme en Jefe de una Casa. Tienes


razón, a veces surgen cosas y tenemos que irnos y encargarnos de ellas. No me
voy a poner toda triste en tu cama esperando cuando decidas que ya terminaste
de borrar las lágrimas de otra mujer. Tengo peticiones de perfil para evaluar y
secuestros que resolver.

—¿Quién ha pedido tu perfil? —gruñó—. ¿Quién?

—Tú no, si eso es lo que me estás preguntando. No comprobaste nuestra

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compatibilidad genética.

—¿Quién, Nevada?

—¿Crees que, si gruñes lo suficiente, te lo diré? No estés tan asustado, Rogan,


y yo no respondo bien a la intimidación. Tal vez deberías rabiar un poco.

—¿Quién ha sido?

Era como un perro con un hueso. No lo soltaría hasta que se lo dijera, y tenía
muy poco que ver con que quisiera pelear. Bien.

—La Casa Tremaine y la Casa Shaffer.

—¿Has dicho que sí?

—No a Tremaine.

—¿Has dicho que sí a Shaffer?

—Sí.

Se quedó en silencio. Su cara mostrando una máscara fría.

—Tienes razón. Te estás convirtiendo en el Jefe de tu Casa. Está bien que


empieces a mirar opciones ya.

Oh, por el amor de…


—Ellos pidieron mi perfil básico para eliminar la posibilidad de relaciones
familiares, porque están preocupados de que pueda ser un hijo ilegítimo de la
Casa Shaffer.

—Lo pidieron para asegurarse de que no hay complicaciones que impidan


una posible unión —dijo—. Ese es el primer paso.

Me incliné por la ventana y saboreé las palabras.

—Estás exagerando.

Una puerta se abrió en algún lugar y Catalina gritó:

—Mamá dice que deberías tener sexo o dejar de discutir, porque es más de
medianoche y todos estamos intentando dormir. ¡Escuchaos a vosotros mismos!

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La puerta se cerró de golpe.

—Eso está bien —siseé—. Terminamos de hablar. Solo una pregunta antes de
irme: en tu opinión de experto como Jefe de una Casa, cuando Rynda te llamó,
¿fue una verdadera emergencia? ¿Fue algo que absolutamente no pudo ser
resuelto sin tu presencia, o fue otra oportunidad por su parte para asegurarse
de que estás emocionalmente comprometido para cuidar de ella y de sus hijos si
Brian no lo hace? Y si fue una verdadera emergencia, ¿por qué no me pediste
que fuera contigo?

Cerré la ventana. Así. Lo dejé fuera.

Me miró por la ventana, se volvió y caminó a través de la calle.

Está bien. Solo vete.

Me tiré en la cama. Bueno, eso fue bien.

Algo golpeó fuera.

¿Ahora qué?

Me levanté y fui a la ventana. Estaba en medio de la calle. Un montón de


palets y grandes neumáticos pasó volando junto a él, apilándose en el suelo bajo
mi ventana.
Me quedé mirando, muda.

La pila creció con una velocidad ridícula. Estaba construyendo una rampa a
mi ventana.

Abrí la ventana de nuevo.

—¿Estás loco?

Tenía el rostro sombrío.

—No.

—Estás gastando una gran cantidad de magia haciendo esto.

Su expresión me dijo que no le importaba.

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La lluvia de neumáticos terminó a medio camino de la ventana; los palets se
detuvieron también. Se había quedado sin materiales de construcción.

La puerta se abrió de nuevo.

—Mamá dice… —empezó mi hermana.

Una escalera de incendios se arrancó del edificio al otro lado de la calle a mi


izquierda y se metió en el montón. Varias bolsas de cemento aterrizaron sobre
su base, anclándola.

Catalina cerró la puerta sin decir nada.

Subió la rampa, subió por la escalera a mi ventana y me tendió la mano.

—¿Qué crees que estás haciendo?

—Te estoy secuestrando de vuelta a mi guarida. Vas a dormir en mi cama


esta noche y todas las demás.

—¿De verdad?

—Sí.

—¿Y tengo algo que decir en esto?

—Siempre tienes algo que decir. Si dices que no, me iré.


Llevaba su rostro primitivo, inescrutable y desapegado. Pero sus ojos lo
traicionaron. Apenas mantenía el control y estaba colgado de las puntas de sus
dedos.

Podíamos hablar y pasar a través de este lío o yo podía sentarse en mi


habitación y soltar vapor sobre mis sentimientos heridos. Cogí su par de
pantalones de chándal, me los puse, metí mis pies en las zapatillas, y puse mi
mano en la suya.

Mi móvil sonó.

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¿Quién diablos me llamaría a medianoche?

Levanté un dedo.

—Un segundo.

El teléfono cruzó la habitación y se detuvo frente a mí.

Lo tomé y contesté.

—Nevada Baylor.

—Ahí estás —dijo Vincent Harcourt.

—Hola, Vincent. —Mi voz era tan dulce, que podía gotear en panqueques.
Lo puse en el altavoz—. Muy amable de tu parte tomarte un momento lejos de
aterrorizar a los niños para llamarme.

—Tenía un momento libre.

Su voz hacia rechinar los dientes. Tan presumido.

Rogan me cogió de la mano. Caminamos juntos por la escalera, luego por la


rampa hacia su cuartel general.
—Veo que has presentado una petición.

No era suficiente que casi hubiera matado a los hijos de Rynda, Edward, y
una casa llena de gente. No, decidió llamarme en medio de la noche para
hacerme rabiar.

—¿Crees que puedes ser un Prime?

—Dímelo tú, ¿cómo te sentiste cuando no podías moverte y te quedaste allí


agitándote, tratando con toda tu voluntad de mantenerme fuera de tu mente?
¿Se sintió como si fuera un Prime?

El calor ardía en los ojos de Rogan. Sonrió, bajo y perezoso, mirándome como
si estuviéramos en medio de un salón de baile y llevara un vestido de diez mil
dólares en lugar de su camiseta.

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—Touché —dijo Vincent—. Lástima que no vayas a llegar a las pruebas.
Habría sido interesante.

—¿Es esta la parte en la que me amenazas?

—No, esta es la parte donde educo. No sabes cómo se juega, así que te lo
explicaré. Estás muerta. Tu madre está muerta.

En mi cabeza vi a mi madre acostada en lugar de Edward Sherwood, una


criatura murciélago escarbando en su estómago. Bastardo.

—Tu linda hermana está muerta.

Pagaría por esto.

—Tu otra hermana está muerta.

¿Otra? Se había tomado tiempo para opinar sobre la belleza de mis hermanas
mientras amenazaba matarlas. Oh, me gustaría que estuviera dentro del alcance de
las balas. Lo deseaba.

—Los dos idiotas que viven contigo están muertos.

Entramos en la sede. Rivera, Nguyen y los otros dos de antes, la rubia y el


moreno, todavía estaban allí. Al oír la voz de Vincent, Rivera cobró vida como
un tiburón sintiendo una gota de sangre en el agua. Rogan sacudió la cabeza.
—El mago animal está muerto…

—Estás perdiendo el tiempo —dije—. Solo di que todo el mundo que


conozco y amo está muerto. Es más eficiente.

Él rio en silencio.

—Eres tacaña.

—Y tú eres un psicópata.

—Lo dices como si fuera algo malo. Es prácticamente un requisito para las
personas en nuestra posición.

—Sí, bueno, David Howling lo hizo mejor.

155
—Rogan no estará siempre allí para hacerte el trabajo sucio.

—Rogan no mató a David. Yo sí. Él luchó por su vida y perdió. La próxima


vez que nos encontremos sacaré todos los secretos sucios de tu mente y los
expondré al aire libre. Cuando haya terminado, te doblarás en una bola y
llorarás, igual que todos los demás. Así es como amenazas, Vincent.

Nguyen parpadeó. Rivera dio un cuidadoso paso atrás.

Pasé el teléfono a Rogan. Mis dedos temblaron y el teléfono tembló


ligeramente. Él lo tomó y entrelacé mis puños.

—Tiene razón —dijo él—. Tienes que trabajar en tu entrega.

—Me alegro de que estés ahí, Rogan. Me ahorra una llamada telefónica.

—Siempre estoy aquí para ti —dijo Rogan, su voz engañosamente ligera—.


Ha pasado mucho tiempo. Deberíamos reunirnos.

—Estaba pensando lo mismo. Ya vamos tarde para un encuentro.

—No puedo esperar. —Rogan sonrió.

—No puedes matarnos a todos, Rogan.

—Pero puedo matarte, Vincent. No te preocupes por los otros. Nunca sabrás
cómo saldrá de todos modos.
—Ya veremos. Tu prima te envía su amor.

—Dile que la he extrañado.

La llamada telefónica se interrumpió.

Rogan se volvió hacia mí.

—La casa Harcourt desautorizó a Vincent hace una hora. Afirman no tener ni
idea de dónde está ni qué está haciendo.

—Que conveniente.

—He pensado en ir a la Casa Harcourt por la mañana. —Su tono seguía


siendo ligero—. Podría llamar a su puerta y tú podrías hacerles algunas
preguntas. ¿Te gustaría eso?

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—Sí. Sí, que me gustaría.

Rogan miró a Rivera.

—Haz los arreglos.

—Sí, señor.

Rogan me llevó a la escalera. Subí los escalones.

—Sabe que lo hemos identificado. Esperará represalias.

—Sí —aceptó Rogan mientras cruzábamos el segundo piso. Bug nos vio y no
dijo nada.

—Si yo fuera él, atacaría la base tan pronto como nos fuéramos.

—He contemplado esa posibilidad.

—¿Y si ataca esta noche?

—No lo hará. —Rogan me condujo a la escalera al tercer piso—. Realizó una


invocación de alto nivel esta noche. Con la invocación, la totalidad de la materia
que viene a través es lo que cuenta. Una criatura grande es igual a varias más
pequeñas. Vincent convocó a nueve seres esta noche y luego gastó energía y
magia manipulándolos, defendiéndose contra ti, y combatiendo a Cornelius por
el control. No correrá el riesgo de atacar esta noche sabiendo que estoy aquí.
Necesita recargarse.

—¿Qué pasa con Cornelius? Es un blanco aislado.

—Cornelius se queda aquí esta noche, en el mismo edificio donde puse a


Rynda. Matilda está con su hermana y su hermano en su rancho familiar. Los
llamó mientras estaban en camino. Vendrán por la mañana para ver a Zeus.

—¿Cuándo te has enterado de eso?

—Cuando me levanté para tratar con Rynda. Te lo habría contado si no te


hubieras ido en un arrebato.

Caminamos a través de la puerta del dormitorio.

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—¿Atacará Harcourts a Brian? Brian es nuestra primera prioridad.

—No —dijo Rogan—. No creo que Vincent se preocupe por hacerle daño,
pero incluso si lo hace, falló en el ataque a Rynda. Como dijiste, se espera la
venganza.

Cerró la puerta y se volvió hacia mí. Lo miré fijamente.

—Déjalo salir —dijo—. Te lo has guardado desde la llamada telefónica.

—Amenazó a mi familia —dije—. Lo vi dejar que una criatura se comiera a


un hombre mientras todavía estaba vivo, delante de su sobrina y sobrino. Lo
disfrutó, Rogan. Lo vi en sus ojos. Nos hubiera matado a todos, incluso a los
niños de Rynda. Sé que es un monstruo. Y luego llama aquí y pretende ser
cortés y encantador y quiere tener una conversación cortés. Es como un asesino
en serie que mata a una persona delante de todos, se lava las manos y se va a
una fiesta de disfraces.

—Es un psicópata. Siempre fue uno.

—Hay una desconexión, Rogan. Hizo cosas horribles y ni siquiera se dio


cuenta de lo dañado que está. No se siente mal. Esta no puede ser la primera
vez que hizo esto. ¿Cómo llegó a su edad sin que alguien se diera cuenta de lo
que es?
—Es un activo útil para su Casa —dijo Rogan—. Su utilidad supera sus
acciones no autorizadas. Ellos lo castigan, le hablan severamente, pero al final lo
necesitan. Saber que Vincent existe es suficiente para evitar que otras Casas
ataquen a Harcourt.

—Eso es lo que me molesta. —Me giré y comencé a caminar hacia adelante y


hacia atrás. Si no me movía, explotaría—. ¿Qué clase de mundo es ese donde
Vincent es necesario? Donde él es un activo. ¿Dónde Dave puede secuestrar a la
gente de la calle y nadie hará nada al respecto? ¿No ves lo terriblemente jodido
que está eso? —Me detuve—. Y estoy a punto de arrastrar a mis hermanas y
primos. Tengo miedo, Connor. Estoy asustada.

—Cuando estás en él, no tienes ni idea de que no es normal —dijo en voz


baja—. No me di cuenta hasta que me uní al ejército que todo el mundo no vivía

158
así. Esto es por lo que estamos luchando. Si la conspiración tiene éxito, Vincent
quedará en libertad.

Las ganas de pelea me abandonaron. Me senté en la cama.

—Cuanto más sé, menos opciones tengo. Ni siquiera somos una Casa todavía
y ya tengo que asegurarme de que nos veamos lo suficientemente fuertes como
para no ser atacados. Todo lo que haga a partir de ahora tiene que ser orientado
a conseguir más magia, más poder, más riqueza, solo para que podamos
sobrevivir.

Se arrodilló junto a mí, apoyando las manos en mis brazos.

—Si no hago esto, mi propia abuela nos va a aplastar. No soy solo


responsable de asegurarme de poner un techo sobre la cabeza de mi familia y la
comida sobre la mesa. Ahora soy responsable de sus vidas. Quiero asesinar a
Vincent Harcourt antes de que sus bestias rompan a mi madre en pedazos.
Maté a David y tengo pesadillas al respecto, pero ahora quiero matar a Vincent,
porque no tengo elección. Incluso la elección de mi marido tiene que ser
calculada sobre la base de alguna mierda genética que dice que Rynda es un
partido mejor que yo…

Había dicho demasiado. Cerré la boca con fuerza.

—¿Me amas?
La pregunta me pilló desprevenida.

—Sí.

—¿Quieres a tu familia?

—Sí.

—¿Harías cualquier cosa para protegerlos?

—Sí.

—Entonces no importa, Nevada. Nada ha cambiado. Te quiero. Me amas.


Estamos juntos. No me importan los enlaces genéticos. Me dijiste antes que no
importaba. ¿Ha cambiado eso?

159
—No.

—Entonces estamos bien. —Él deslizó sus cálidas manos por mis hombros y
tomó mis manos en las suyas—. Cada mundo tiene peligros. Hay tontos,
disparos, accidentes de coches, adicciones a drogas, relaciones abusivas. No
tiene nada que ver con ser un Prime. Así es la vida. La única diferencia es que
ahora puedes ver los peligros más claramente.

Me apretó los dedos.

—Tu abuela era una amenaza para ti antes de que nacieras. Tu padre no
huyó de ella porque fuera una madre amorosa y cariñosa. Encontró a tu madre
y se casó con ella sin ninguna compatibilidad genética. Eres al menos tan fuerte
como Victoria Tremaine. La diferencia entre vosotras es la educación y la
experiencia, y puedes obtener ambas cosas.

Tomé una respiración profunda.

—Todo va muy rápido —dijo—. Han sucedido muchas cosas en los últimos
dos días. Conociste a tu abuela, te registraste para las pruebas, te ocupaste de
Rynda, luchaste contra Vincent y casi moriste. Necesitas tiempo para resolver
todo esto. Pero estás aquí esta noche, y nada te tocará mientras estoy contigo en
esta habitación. Te prometo que no me iré, pase lo que pase y si me voy, iremos
juntos.
Puse mis brazos alrededor de su cuello y lo abracé. La cálida fuerza de él se
sentía tan bien. Tranquilizador.

Sus brazos se cerraron a mi alrededor.

—Te tengo. Estarás bien. Te tengo.

Nos quedamos así por mucho tiempo.

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7

161
—Despierta —dijo Rogan en mi oído.

Mis ojos se abrieron bruscamente. Me agité durante un segundo en las


sábanas y me senté, parpadeando.

Me miró con una sonrisa divertida. Ya estaba levantado y llevaba pantalones


oscuros y una camiseta suelta. La luz de la mañana fluía a través de la pared de
la ventana. Me había dormido.

Era por la mañana. Harcourt. Los restos de sueño huyeron. Estaba


completamente despierta.

—Arabella dejó esto para ti. —Él puso una maleta grande en la cama.

Abrí la bolsa. La Baby Desert Eagle y cuatro cargadores, ropa interior,


suéteres, vaqueros, calcetines… Una bolsa Ziploc con mi cepillo de dientes,
desodorante y maquillaje. Preservativos con sabor a chicle. Pagaría por esto.

—Tienes una mirada extraña en tu cara —dijo.


—Estoy tratando de decidir si esto significa que he sido expulsada de mi
casa. —Teniendo en cuenta la pelea que tuve con mamá anoche, no me
sorprendería.

—Eso sería un giro interesante. —Cruzó sus brazos—. No tienes a dónde ir.

—No es gracioso.

—Es hilarante. Es materia de comedia romántica. Rechazada por su familia,


arrojada a los brazos de un multimillonario obsesivo y paranoico…

Le tiré una almohada. Se detuvo a tres centímetros de su rostro. La apartó


con los dedos, se inclinó y me besó. La almohada aterrizó en la cama.

—Soy tu única esperanza. Afróntalo. Tu única oportunidad de atacar por tu

162
cuenta y asumir el control de tu negocio familiar, finalmente destruyendo a tu
malvada abuela.

—Yo ya controlo el negocio de mi familia. Y no quiero destruir a Victoria.


Solo quiero que nos deje en paz. —Salí de la cama y me di cuenta de que él no
llevaba zapatos. Un pedazo de tiza yacía sobre la mesa. La última vez que
estuvo vestido así llevaba una tiza y realizó un ritual para recargar su magia—.
¿La Llave?

Él asintió.

—Necesitaré el poder. Los documentos para una Excepción de Verona se


presentaron ante el fiscal esta mañana.

La Excepción de Verona significaba que el Estado de Texas reconocía el


conflicto entre las Casas y se lavaba las manos de ello. Daría a Rogan la libertad
de atacar a los Harcourts en nombre de Rynda.

—¿La concedieron?

—Lo averiguaremos en la próxima hora.

—¿No fuiste personalmente? —Lenora Jordan, fiscal de distrito del condado


de Harris, no era la persona favorita de Rogan. Pensaba que era peligrosa, por
lo que prefería tratar con ella directamente.

—Te dije que me quedaría contigo.


Lo hizo. Si me lo prometía, se quedaría conmigo. Era tan simple como eso.

—Además, si iba personalmente, Lenora habría pasado algún tiempo


sermoneándome sobre la locura de ayudar a la hija de Olivia Charles. No estoy
dispuesto a tolerar una conferencia. Envié un equipo de abogados. Tengo cosas
que necesito hacer.

—¿No crees que la Casa Harcourt se reuniría con nosotros? ¿Cómo la casa
Río?

—La Casa Río son investigadores y botánicos. La Casa Harcourt es una casa
de combate. Creen que pueden ganar esta pelea, pero incluso si llego hasta sus
puertas con mil soldados, todavía pelearían. No pueden darse el lujo de parecer
débiles.

163
Sí, no podían darse el lujo de parecer débiles, y Rogan no podía permitirse el
lujo de no tomar represalias después del ataque de Vincent, y yo no podía
arriesgarme a que fueran tras mi madre, mis hermanas o mis primos. Porque
ninguno de nosotros podía permitirse nada de eso, todos íbamos a la guerra. La
gente saldría herida. Algunos podrían morir. Si todo el mundo dejara de lado
su orgullo, nada de esto sería necesario.

—¿Cómo de bien conoces a Vincent? —pregunté.

—Lo suficientemente bien. Estaba un par de años detrás de mí en la escuela


secundaria. Tenía reputación de bravucón y propensión a la crueldad.

—La línea de tiempo de esto no tiene sentido para mí. Los secuestradores de
Brian llamaron para negociar. Les hemos dicho que tenemos toda la intención
de cooperar. Por lo general, hay una lenta escalada de negociaciones. En
cambio, Vincent aparece y rompe todo con un martillo.

—Se impacientó —dijo Rogan—. Como he dicho, Vincent no es mucho de


esperar y planificar. Rynda lo frustró, por lo que decidió aplicar su particular
marca de presión.

—Pero, ¿por qué no simplemente aparecer en su casa y mantener a los niños


como rehenes desde el principio? Brian y Rynda le habrían dado lo que pidiera.
Ninguno de ellos es un Prime de combate. ¿Por qué secuestrar a Brian? No
parece el estilo de Vincent.

—Eso es porque no lo es. Alguien lo mantiene con una estrecha correa para
esta operación en particular. —Una luz peligrosa se introdujo en los ojos de
Rogan. —Se soltó anoche.

—¿Quién tiene el poder suficiente para contener a Vincent Harcourt y


hacerle seguir un plan?

—Eso es lo que tendremos que averiguar.

Rogan inclinó la cabeza, obviamente pensando.

—¿Sí?

164
—La Casa Harcourt tiene una estrategia de batalla: convocan a una horda de
monstruos del reino arcano y los lanzan contra sus oponentes. Será sangriento y
caótico.

—No he cambiado de opinión. Vincent amenazó a mi familia.

—¿Me dejarás ponerte un chaleco antibalas?

—Sí. —Miré la tiza en su mano—. ¿Tienes otra?

Él sonrió. Otro trozo de tiza apareció de la otra parte de la habitación y se


posó frente a mí.

—¿Qué obtengo si te doy esta tiza?

—Cena. Tú y yo esta noche. —Me merecía la buena cena que me prometió.


Yo usaría ropa bonita y maquillaje bonito. Además, me di cuenta de que me
estaba muriendo de hambre. No había comido desde el almuerzo de ayer.
Tendría que ver si Rogan tenía provisiones en la cocina de abajo.

—Hecho.

Lo besé y agarré la tiza del aire.


Los círculos arcanos se usaban para todo, desde el ajuste fino del poder de un
mago hasta la canalización de la magia en un hechizo particular. Tenían que ser
dibujados a mano o perdían su poder, razón por la cual la mayoría de Primes se
entrenaban con los círculos tan pronto como podían sostener un pedazo de tiza
en sus dedos. Yo no era la mayoría de los Prime. Dibujar un círculo en el suelo
era muy difícil. Dibujar un círculo de carga estaba entre los niveles séptimo y

165
noveno del infierno. Comenzaba como un círculo grande, con un círculo más
pequeño en su interior, tres pequeños círculos dentro de ese círculo interior,
dibujados uno al lado del otro, formando así un triángulo y luego tres círculos
exteriores exactamente opuestos a los círculos interiores. Me tomó veinte
minutos y cuando terminé, me dolía la espalda y había dicho suficientes
palabrotas para hacer que Bug, que vino a pasar el rato conmigo, alzara las
cejas. Al menos llegué a allanar el mostrador de la cocina de Rogan y devorar
un pastelito antes de empezar.

Finalmente, me puse un sujetador deportivo y pantalones cortos de spandex


para maximizar la carga, entré en el círculo, y me senté. Mi poder se disparó a
través del círculo. Las líneas de tiza palpitaron en blanco y se desvanecieron. La
magia fluyó hacia mí, lenta al principio, luego una corriente constante,
deslizándose en mi cuerpo. Me relajé y cerré los ojos.

—Este está torcido —dijo Bug.

Abrí los ojos y miré el círculo al que señalaba.

—Estará bien.

—Podrías haber pedido ayuda al Mayor.

Si Rogan hubiera dibujado el diseño, le habría tomado tres minutos y todos


los círculos habrían sido perfectos.
—Tengo que dibujar mis propios círculos.

Eché un vistazo a la izquierda. El segundo piso tenía una amplia puerta


industrial, que se abría sobre un gran patio cuadrado de hormigón sellado,
inundado de luz solar. Las puertas estaban entreabiertas y pude ver a Rogan.
Había dibujado círculos sobre el hormigón y se movía dentro de ellos,
moviéndose, pateando, y golpeando, su cuerpo musculoso grande, gracioso y
flexible. Su gracia no era la de un bailarín, sino de un asesino entrenado para
centrarse en su objetivo y perseguirlo a toda costa. Sus pies eran armas; sus
manos cortaban como cuchillas, luego golpeaban como martillos, rompiendo a
sus oponentes invisibles. La Llave de la Casa Rogan era una llave de guerrero, y
cuando se movía a través de ella, la salvaje, fiera cosa que lo hacía Mad Rogan
salía a la superficie y asumía el control. Me asustaba y me atraía como un imán,
por lo que dibujé mi círculo de carga aquí, para poder verlo.

166
Esperaba verlo en la intimidad. Pero Bug se apropió del sofá justo detrás de
mí, con Napoleón metido bajo el brazo y el portátil descansando sobre su
regazo. Comerme con los ojos a Rogan en estas circunstancias sería un poco
espeluznante. Cerré los ojos e intenté concentrarme en la magia que emanaba
del círculo como el calor del asfalto en un caluroso día de Texas.

—¿Está todo bien? —preguntó Bug.

—Mhm.

—¿Él y tú estáis bien?

—Mhm.

—¿Habéis hablado?

Maldición. Abrí los ojos y lo miré por encima del hombro.

—Una buena comunicación es importante en una relación —dijo Bug.

—Todo está bien.

—¿Ya no estáis peleados?

—No. Estoy tratando de recargar. Necesito concentrarme.

Bug asintió solemnemente.


Me volví, saboreé la visión de Rogan y cerré los ojos.

—¿Cómo es el sexo?

—¿De verdad me has hecho esa pregunta?

Bug y Napoleón se alejaron más de mí en el sofá.

—Solo queremos saber que todo está bien.

—¿Nosotros?

—Uh… Napoleón y yo.

Mentira.

—Bug, gira ese portátil hacia mí y no te atrevas a golpear ninguna tecla.

167
Abrazó el portátil.

—No.

—¿Están Nguyen y Rivera al otro lado?

—No.

Mentira.

—Bien, voy a decirlo muy fuerte para que puedan escucharlo. ¿Estás listo?
¡No os metáis en nuestra relación!

—Bien, ¡bien! —Él agitó sus brazos.

—Si realmente quieres ayudarme, háblame de los Harcourts.

—¿Qué hay que decir? Owen Harcourt, sesenta años, Ella Harcourt,
cincuenta y cinco, Alyssa Harcourt, veintitrés, y Liam Harcourt, dieciocho.
Todo el mundo es un Prime invocador. Va a ser un baño de sangre.

—Bien. Ahora voy a concentrarme, así que cállate.

Cerré los ojos. Durante unos minutos, reinó un dichoso silencio y me hundí
más profundamente en la corriente de magia.

—Viene alguien —anunció Bug.


Giré. Rynda subió las escaleras, cruzó la habitación y se sentó en el otro sofá.
Llevaba pantalones vaqueros negros de diseño y una blusa rosa de seda que
recubría recatadamente sus pechos mientras que simultáneamente se hundía
entre ellos. Bug fingió ignorarla. Napoleón le echó a Rynda mal de ojo.

Rynda estudió mi círculo y muy cuidadosamente no dijo nada. Sí, lo sé. Está
torcido.

Me senté en silencio. Los minutos se estiraron. Bug tecleó en su portátil,


golpeando las teclas, tan fuerte que podía oírlo desde varios metros de
distancia.

—¿Vas con Rogan a pelear contra los Harcourts? —preguntó.

—Sí.

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—¿Eso es prudente?

—Rogan necesitará mi ayuda cuando les pregunte.

—Los Harcourts tienen una reputación —dijo Rynda—. Será brutal. No eres
un mago de combate.

—Gracias por tu preocupación. Estaré bien.

Ella se quedó en silencio, luego miró a Bug.

—¿Podrías traerme un poco de café?

—No —dijo Bug.

Ella parpadeó.

—Soy un especialista en vigilancia, no camarero —dijo Bug, con su dicción


perfecta, su voz plana—. El café está en el mostrador de la cocina. Sírvete tú
misma.

Abrió la boca y la cerró.

—¿Nevada? —preguntó Bug.

No lo hagas, no lo hagas…

—¿Quieres un café?
—No, gracias. —Imbécil

—Porque realmente te lo traería.

Rynda se levantó y caminó hasta el mostrador de la cocina, mirando durante


un momento a Rogan.

—Estás siendo cruel —murmuré.

—Demándame —susurró Bug de vuelta.

Rynda regresó con una taza de café y se sentó en el sofá. Bug reanudó su
mecanografía agresiva. Rynda lo estudió durante un largo rato y se aclaró la
garganta. Bug no mostró señales de moverse. Toda esta tensión me distraía.

—¿Kyle se siente mejor esta mañana?

169
Ella se sobresaltó.

—Sí.

—Me alegra oírlo. —Ahí. Un poco menos tenso.

—No sabía que estabas allí cuando llamé a Connor.

Y estamos de vuelta a tensos. Estupendo.

Le sonreí y miré a Rogan por la ventana.

—Entiendo que tú y Connor tenéis una relación —dijo Rynda—. Pero lo


necesito más que a tú ahora mismo. Espero que lo entiendas.

Oh no. No.

—Rogan y yo tenemos algo. —Mantuve mi voz lo más suave posible—. No


eres parte de eso.

—Lo conozco mucho más que tú.

—Y yo entiendo que Brian se ha ido y tienes miedo. Pero Rogan no será el


plan B de nadie. No es una opción alternativa.

—¿Es eso una amenaza?


Suspiré.

—No. No voy a amenazarte. Eres mi cliente y has pasado por mucha presión.
Esto no es una conversación ‘de devuélveme a mi hombre’. Simplemente estoy
diciendo que lo que Rogan y yo tenemos es genuino. No te culpo por intentarlo
y si de alguna manera lo logras, no estaría tan enfadada contigo como con él.
Ese no es mi punto.

Sus labios estaban apretados tan fuertes, que casi estaban exangües.

—¿Cuál es tu punto?

—Supongamos por un momento que Rogan se involucra de alguna manera


contigo. ¿Qué pasaría luego?

170
Ella no respondió.

—¿Sentiste alivio cuando rompió el compromiso?

—Eso es un asunto privado.

—Estabas aliviada, porque en realidad no lo querías. Es volátil y aterrador.


Quieres la seguridad que su presencia proporciona, pero no amas al hombre
que la crea. —Pero yo lo hacía. Lo amaba y a toda su volatilidad.

—No me conoces —dijo ella—. No sabes nada de mí.

—Me preguntaste cuál era mi punto. Aquí está mi respuesta: si continúas


confiando en otros para esa seguridad, nunca la encontrarás. Eres una Prime,
una mujer y una madre. Hazte segura. Toma el control de ti misma. Mi círculo
puede ser tembloroso y torcido, pero es mío. Aprendí cómo hacerlo estudiando
libros y ahora lo estoy usando. No le pedí a Rogan que lo dibujara para mí,
porque no tenía que hacerlo.

Rynda se levantó, su café en sus manos, se acercó a las puertas abiertas y se


paró en el lado izquierdo, observando el poder de Rogan a través de los últimos
movimientos de la Llave. Terminó y entró en la habitación, asintiendo con la
cabeza a Rynda.

—Buenos días.
—Nadie me quiere aquí, Rogan —dijo, con voz suave y rota. —A tu gente no
les gusto.

—No tienes que gustarles —dijo—. Sin embargo, te protegerán a ti y a tus


hijos con sus vidas.

—Me siento como una intrusa.

—No eres una intrusa. Estás aquí porque te he invitado.

Ella se abrazó.

—¿Puedo hablar contigo? En privado.

La invitó al patio con un movimiento de la mano. Ella caminó bajo el sol, y él


la siguió. Caminaron hasta el borde, Rynda diciendo algo, una mirada de

171
urgencia en su rostro.

—Puedo decirte lo que le está diciendo —dijo Bug.

—Gracias, pero no.

—Solo me tomaría un segundo. Dos teclas. —Levantó su portátil y me hizo


un gesto con la mano—. No es una cirugía de cohetes.

—No.

Bug lanzó un exagerado suspiro.

—¿No quieres saberlo?

—No.

—¿Por qué?

—Porque no importa. Confío en Rogan.

Cerré los ojos y dejé que la magia fluyera hacia mí.


—¿Nevada? —La voz de Rogan me sacó del pozo profundo de magia dentro
del círculo.

Abrí mis ojos. Él estaba agachado a mi lado. Llevaba un uniforme de


combate del ejército, pero en lugar del patrón familiar de camuflaje o la variante
más oscura del bosque/selva, su uniforme era negro y gris. Un chaleco táctico
negro abrazaba su pecho. Un conjunto sofisticado de comunicación se curvaba

172
alrededor de su cuello en un escudo, con el fino filamento del micrófono
extendiéndose hasta sus labios. Otro hombre estaba junto a él, de la edad de mi
madre, probablemente japonés, de hombros anchos, pero no voluminosos. El
cabello encanecido, tan corto que era casi calvo, tenía una barba y un bigote
bien recortados y unos penetrantes ojos oscuros. Llevaba la ACU urbana
regular de camuflaje y se veía como si hubiera pasado la mejor parte de su vida
en algún tipo de uniforme.

—Tenemos la Excepción de Verona —dijo Rogan—. ¿Estás lista?

La magia corrió a través de mí, fuerte y potente. Me sentí más fuerte, más
concentrada. Me hubiera gustado otro par de horas, pero tendría que valer. Me
levanté.

Bug sujetaba un montón de ropa para mí: calcetines, botas, el mismo


uniforme que Rogan, pero en lugar de negro, mi ACU era en tonos gris y beige.
La variante urbana. También un casco.

—¿Vamos a la guerra?

—Tan cerca de la guerra como se nos permite —dijo Rogan.

—Tengo mi propia ropa.

—Si usas esto, te mezclarás con el resto de mi gente y disminuirás la


probabilidad de que te identifiquen como blanco.
Miré su uniforme negro.

—No te importa que te apunten.

—No. Estoy usando esto para que me vean. Tendré un aegis personal.

Podría quedarme allí y discutir sobre el uniforme, o podría simplemente


ponerme la ACU y dejar de fastidiar a todo el mundo. Tomé el montón de ropa.
El hombre mayor me observó cuidadosamente.

Rogan me ofreció mi teléfono.

—Tu madre ha llamado varias veces.

—¿Ha dicho lo que quería?

173
—No, pero sonaba urgente.

Estupendo. Cogí mi teléfono y me escapé a su oficina para vestirme y llamar


a mamá.

Ella contestó en el primer ring.

—¿Qué está pasando?

—Rogan va a atacar la Casa Harcourt.

—Tiene dos transportes blindados modificados delante. Estoy viendo a su


gente cargarlos. Está empacando suficiente potencia de fuego para comenzar
una pequeña guerra.

—Ese es el plan. Los Harcourts son invocadores. Habrá muchas criaturas de


otro mundo.

—¿Vas con él?

Me preparé para una discusión.

—Sí.

—Voy contigo.

—¿Mamá?
—Ya me has oído.

Ella colgó.

Terminé de vestirme, apreté mi chaleco antibalas, me puse mi casco y salí.

—Mi madre se unirá a nosotros.

Rogan no perdió el ritmo.

—Me alegro de tenerla.

Bajamos las escaleras. Un grupo de personas de Rogan en equipo de combate


esperaban en los dos vehículos blindados de transporte de personal, algunos en
ACU urbana, algunos en camuflaje de estilo más antiguo. Tuve la sensación de
que solo llevaban lo que se sentía familiar. El tercer vehículo, un camión táctico

174
de movilidad enorme y de gran movilidad, permanecía ocioso detrás de los dos
transportes, su carga en el largo y reforzado remolque escondido por una lona
verde.

Rivera apareció a mi lado y me entregó un rifle.

—Ruger AC 556. Tres modos de fuego: semi-automático, explosión de tres


rondas, y totalmente automático. El Mayor pensó que te gustaría.

Tomé el arma y la revisé en piloto automático.

Mi madre salió del edificio, llevando su Light Fifty, una Barrett M82 Sniper
Rifle. León trotaba a su lado, como un perrito faldero.

—Vendrá conmigo —dijo—. Necesito un observador.

—Gracias por venir con nosotros —dijo Rogan.

Recordé recoger mi mandíbula del suelo y me subí a un transporte.


Montar en un vehículo de transporte de tropas era tan cómodo como montar
en un tanque. Se sentía como si estuviera sentada en una bolsa de patatas
mientras se retorcía y saltaba sobre cada pequeña protuberancia en la carretera.
El transporte tenía dos hileras de asientos a lo largo de las paredes, uno frente al
otro. Me senté junto a Rogan hacia el frente. Mi madre y León se sentaron frente
a nosotros. El anciano japonés se sentó tranquilamente al otro lado de mí,
observando a León y a mi madre. A mi izquierda, en las profundidades del
transporte, cuerpos uniformados y cabezas con casco llenaban el espacio. El
zumbido de las voces humanas colgaba en el aire mientras la gente de Rogan
hablaba. Los fragmentos de la conversación flotaban, interrumpidos por risas
repentinas.

Una extraña expresión se asentó en la cara de mi madre. Las comisuras de su


boca se habían levantado ligeramente. La arruga del ceño entre sus cejas que

175
había estado permanentemente allí durante los últimos tres días se alisó. Ella
estaba sentada relajada, tranquila y perfectamente en paz, como si estuviera
yendo a un picnic en la playa. Había algo casi meditativo en su mirada. A su
lado, León apenas podía quedarse quieto en el asiento. Si pudiera, habría
saltado y saltado alrededor del transporte.

El hombre mayor junto a mí tocó el auricular y dijo con voz profunda y


tranquila:

—De acuerdo.

El sistema de comunicación de mi casco canalizó su voz en mis oídos.

Toda la conversación se detuvo.

—Esto es para la gente nueva y aquellos de ustedes que no prestaron


atención. La Casa Harcourt ocupa una instalación fortificada. Tiene forma de U,
con las alas izquierda y derecha sobresaliendo. La entrada está situada entre
ellas. Solo hay una entrada, a través de la puerta principal, a través de un
pasillo entre las dos alas. Este es su campo de muerte. Cuando entremos, los
tiradores de las dos alas dispararán. La puerta principal se abrirá y los
Harcourts liberarán el MCM.
MCM significaba monstruos creados mágicamente. Mi memoria revivió la
boca de un bastardo que me miraba, a punto de hundirme los dientes en la cara.
Un escalofrío rodó por mi nuca. Me senté más recta.

—Los francotiradores, incluyendo a la Sra. Baylor y su observador, bajarán


antes de que lleguemos y tomarán posiciones en Magnolia Apartment Towers,
edificios A y F. Se concentrarán en eliminar a los tiradores en las dos alas del
edificio de Harcourt. Al llegar al edificio Harcourt, los transportes formarán
una barricada. Se colocarán detrás de esa barricada. El Mayor estará detrás
trabajando en su círculo. Melosa protegerá al Mayor. Tom y Li Min proveerán
escudo superior para la línea. La Casa Harcourt utiliza tácticas basadas en
guerras relámpago. Enviarán ola tras ola de criaturas tratando de abatir nuestra
defensa. Mantendremos esa línea hasta que el Mayor termine el círculo y libere
el molinillo.

176
¿Qué diablos era el molinillo?

—No importa qué pesadilla salga de esas puertas, mantendrán la defensa.


¿Está claro?

Un coro de voces exhaló al mismo tiempo.

—Sí, Sargento.

—El Mayor y la Srta. Baylor son VIPs. Los mantendrán vivos. ¿Me
entienden?

—Sí, Sargento.

El sargento se reclinó y me miró.

—Mi nombre es Heart. Quédese conmigo, señora Baylor.

Asentí.

El transporte retumbó. El tiempo se alargaba. Rogan se acercó y tomó mi


mano. No dijo nada. Él solo tomó mi mano en la suya.

—¿Qué es el molinillo? —le pregunté en voz baja.

—Un hechizo de la Casa Rogan.


Los hechizos de las Casas eran del orden más alto. Desataban una magia
increíble, pero requerían mucha preparación y círculos complejos.

León estaba sonriendo.

—No hagas nada estúpido —le dije.

—No lo haré. —Se frotó las manos. Su sonrisa parecía positivamente


malvada.

—Habrá que hablar después de esto. —Miré a mi madre para asegurarme de


que ella entendía lo que quería decir.

—¿Es Heart tu nombre real? —preguntó León al sargento.

—Es el nombre que elegí.

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—¿Por qué?

—Porque me importa demasiado —dijo el sargento.

León decidió callarse.

Yo había estado en un tiroteo antes, pero estar sentada mientras te dirigías


hacia uno era completamente diferente. El impulso de saltar, gritar, hacer algo,
recorría mi cuerpo. Mi rifle se sentía demasiado pesado en mis manos. Mi
adrenalina se había elevado y la lucha ni siquiera había comenzado. Mi madre
todavía estaba en su lugar serena. El sargento Heart a mi izquierda tenía una
expresión casi idéntica en su rostro. Rogan a mi derecha sonreía tranquilamente
para sí mismo. Al menos León no había ido a su feliz lugar.

Mi primo se movió en su asiento.

—¿Por qué no disparamos un cohete al edificio? Sería más rápido y más fácil.

—Porque la Excepción de Verona nos obliga a evitar la pérdida innecesaria


de vidas —respondió Rogan—. Cuando haces explotar edificios, los escombros
y explosivos caídos no discriminan entre combatientes y civiles.

—¿Qué pasaría si lo hiciéramos de todos modos? —preguntó León.


—Tú prima y yo seríamos llevados ante la Asamblea y obligados a
explicarnos. Dependiendo de nuestras respuestas, seríamos liberados con una
multa, encarcelados o asesinados.

—Pero tú eres Mad Rogan. Un Prime.

—Los Primes tienen reglas —le dije. Yo las estaba aprendiendo, y eso no me
hacía feliz.

—Revisen sus armas —gritó Heart.

Revisé mi rifle. Tenía un cargador de treinta y tres y tres más en los bolsillos
de mis ACU. Mi casco se sentía demasiado pesado. El sudor se acumulaba en
mi línea del cabello.

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Heart se inclinó hacia mí.

—No se preocupe. Estará bien. Míreme, mire lo que hacen los demás, sigua
órdenes, y sobrevivirá a esto.

Saqué mi teléfono y mandé un mensaje de texto al grupo, credo de mis


hermanas, Bern, y la abuela Frida.

OS QUIERO MUCHO.

Eso es. Había otras cosas que decir, pero eso tendría que ser suficiente.
Apagué el teléfono y lo guardé.

El transporte se detuvo. Mi madre se levantó y asintió con la cabeza a León.


Se desabrochó el arnés y se dirigió hacia la puerta lateral. Tuve la terrible
sensación de que nunca volvería a verlos.

Mi madre miró al sargento a mi lado con su mirada de francotiradora, lejana


y fría.

—Mantén a mi hija viva.

—Lo haré —le dijo.

—Te quiero —dije—. Lo siento.

—Yo también te quiero. No te olvides de respirar.


Mi madre salió del vehículo, la puerta se cerró de golpe, y nos pusimos en
marcha de nuevo.

El teléfono de Rogan sonó. Él respondió y lo puso en altavoz.

—Liam, qué placer.

—Como he dicho, no sabemos dónde está Vincent. Así que le sugiero que dé
la vuelta a sus transportes y regrese por donde vino.

—Prefiero preguntar a tu padre en persona.

—Eso no va a pasar.

—Debo insistir.

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—No, no debes. Tenemos cuatro Primes en la residencia. ¿Las vidas de tus
soldados significan tan poco para ti? ¿Crees que vais a venir aquí y patearnos el
culo? Ambos sabemos que no va a suceder. Si te preocupas por ellos, llévalos a
casa.

—Tu preocupación por mi gente es conmovedora. Si quieres evitar el


derramamiento de sangre, abre las puertas y podemos hablar como gente
civilizada.

—No. No vas a entrar. No vas a hablar con nadie. No vengas aquí con tus
soldados disparando y amenazando. Nadie tiene miedo, Rogan. Si persistes en
tu idiotez, te limpiaremos de la faz del planeta.

—Esa es una gran promesa. —Rogan sonrió.

—De acuerdo. Es tu entierro.

Liam colgó.

Rogan metió el teléfono en un bolsillo interior y me apretó la mano.

—Espera.

El vehículo hizo un giro cerrado y mis entrañas fueron hacia los lados. La
parte trasera del transporte cayó abierta, convirtiéndose en una rampa. Rogan
ya se estaba moviendo, perdido delante de mí detrás de los cuerpos que
bajaban. El Sargento Heart se metió en mi vista y ladró:

—¡Sígame! ¡Muévase!

Agarré mi Ruger y salí del blindado.

Fuera, la brillante luz del sol me dio una bofetada. Las balas zumbaban hacia

180
nosotros como abejas enloquecidas, golpeando la parte superior del blindado
con pings metálicos. El espacio directamente encima de nosotros pulsaba con
azul, ya que las dos égidas nos protegían con magia.

—¡Muévete! —gritó el sargento Heart.

Avancé, siguiendo la línea de los ex soldados. Agarraron el borde de la placa


blindada en el costado del transporte. El metal golpeó, deslizándose en su
lugar. La placa blindada se partió y su mitad inferior cayó, formando una
plataforma unida al flanco del blindado.

—¡Arriba!

Salté sobre la plataforma y me situé entre los otros soldados. Los


servomotores gimieron y la plataforma se elevó, llevándonos hacia arriba. La
gente de Rogan agarró la mitad superior de la placa blindada, todavía atada al
blindado. El metal chocó de nuevo, y la placa blindada se deslizó hacia arriba.
Heart se puso delante de mí, tiró de una palanca, tiró un obturador rectangular
abierto dentro del plato, y lo aseguró. Estaba mirando a través de una ventana,
sesenta centímetros de ancho y treinta de altura. La parte superior del vehículo
blindado estaba justo enfrente de mí y podía descansar mi rifle sobre ella.

Un patio de hormigón se extendía frente a nosotros, bañado por la luz del


sol. En ambos lados se alzaban muros transparentes y, a unos doscientos metros
de distancia, otro muro se elevaba. En su interior se alzaba una enorme puerta,
pintada de negro, como la puerta de algún castillo gigante.

Junto a mí, Heart gritó:

—Vale, chicos y chicas, las armas listas. Quitar los seguros.

Coloqué el selector de mi rifle en auto completo.

Un coro de voces ladró hacia atrás.

—Roger, Top.

—Rodríguez, alcance del objetivo.

Un hombre gritó:

181
—Doscientos once metros.

—Fuego a mi orden.

Heart se inclinó a mi lado.

—Trabajamos en equipos de dos. Soy tu compañero de equipo. Cuando dé


orden de fuego, disparas. Cuando tengas que parar, di ‘¡Fuera!’ Y das dos pasos
atrás. Si te atascas, di '¡Atascada!' y da dos pasos atrás. ¿Entendido?

Mi corazón estaba latiendo demasiado rápido.

—Sí.

La enorme puerta se separó en el medio, mostrando una total oscuridad.

—Esperen a mi orden —ordenó Heart.

Me temblaban las manos. Tomé una respiración profunda, todo el camino


hasta mi estómago, lo sostuve durante unos segundos y poco a poco lo dejé
salir, concentrándome solo en la respiración.

La brecha se amplió. Algo se movió en la oscuridad negra.

Dentro… y fuera. Dentro… y fuera. No funcionaba.


Las puertas se abrieron. Una pálida pierna esbelta empujó a la luz del sol de
un gris enfermizo manchado, el color del hormigón viejo.

—Espera —dijo Heart a mi lado, su voz resonando en mi casco.

Una criatura dio un paso al frente. Estaba de pie sobre cuatro piernas
esbeltas, dobladas hacia atrás como las de un saltamontes, con sus rodillas
nudosas que sobresalían. Su cuerpo colgaba entre ellas, poco más que un saco
de carne. No había cabeza, ni ojos, ni nariz. Solo una boca, una boca redonda y
cavernosa, llena de filas y filas de dientes cónicos alrededor. Era un monstruo
diseñado para alimentarse.

Las criaturas tropezaron con la luz del sol. Otra salió de las sombras, luego
otra y otra.

182
Estábamos a doscientos metros de distancia. Eso significaba, considerando la
puerta, que eran… del tamaño de un coche pequeño.

La primera bestia se congeló. Dos largos y plumosos látigos salían de sus


hombros, como antenas. Se volvieron hacia nosotros. Un mar de antenas
plumosas surgió. Oh Dios mío.

—Esperen —dijo Heart.

Las criaturas cargaron.

Venían hacia nosotros en una pálida multitud, corriendo en un torbellino de


piernas, con la boca abierta.

—¡Distancia! —gritó Heart.

—Doscientos metros —dijo una voz masculina desde la izquierda.

El sudor envolvía mis palmas.

—Ciento noventa.

Mi boca se secó. La espera era una tortura.

—Ciento ochenta.
Miré por encima de mi hombro. Detrás de nosotros, protegido por una esfera
azul de la magia de Melosa, Rogan dibujaba un complejo círculo arcano con
tiza.

—¡Ojos al frente! —gritó Heart.

Me volví hacia la horda. El olor a ozono me golpeó, el mismo que olí en la


casa de Rynda.

—Ciento setenta.

Vi a la bestia directamente enfrente de mí, una gran criatura fea. Disparar en


la bolsa arrugada que era su cuerpo probablemente no haría mucho bien. Las
piernas flacas serían un objetivo mucho mejor. Moví el selector a una ráfaga de
tres rondas.

183
—Ciento sesenta.

Mi respiración se profundizó. Me concentré en las piernas.

—Ciento cincuenta metros.

—¡Fuego! —gruñó Heart.

Apreté el gatillo. La primera ráfaga no acertó. Apunté y disparé de nuevo. La


pierna izquierda de la bestia crujió y se rompió. Apunté a la segunda pierna
delantera y disparé. La criatura se derrumbó.

La segunda bestia tomó su lugar. Apunté y apreté el gatillo. Eliminaría a los


Harcourts, a sus bestias y las amenazas de Vincent. Yo era la hija de mi madre y
no fallaba.

Los cuerpos se apilaban delante de mí. A la derecha alguien lanzó una


granada. La explosión dispersó los cuerpos. El icor amarillo y las tripas pálidas
volaron.

Cambié al auto completo. Ya estaba totalmente concentrada, y era más


rápida.

El arma chasqueó.

—¡Fuera! —Di dos pasos atrás.


Heart tomó mi lugar, lanzando una nueva y agresiva ronda de disparos.
Solté el cargador vacío de un golpe. Una mujer corrió hacia mí, me quitó el
cargador vacío de la mano y me ofreció uno lleno. Lo tomé.

—¡Fuera! —ladró Heart, y dio dos pasos atrás.

Introduje el nuevo cargador y tomé su lugar.

Las criaturas seguían viniendo, escarbando sobre los cadáveres. Los dos
enormes cañones de .50 grados montados en la parte superior de los transportes
cobraron vida y escupieron truenos y muerte, masticando a través de la horda
que avanzaba.

Más bestias salían de las puertas: criaturas amarillas más pequeñas que
parecían gatos flacos con cabezas de lobo; cosas parecidas a rapaces de color

184
similar a la sangre que se movían rápidamente sobre dos piernas gruesas; un
horror de seis patas, cubierto de brillantes y delgados tentáculos que se
retorcían como lombrices de tierra, cuya mitad superior estaba erecta como si
fuera alguna versión de pesadilla de un centauro… Vinieron y vinieron y
vinieron. El tiempo perdió todo significado. Solo dos cosas importaban:
Apuntar y disparar y gritar ‘¡Fuera!’

El espacio entre los transportes y los monstruos se redujo. Apenas nueve


metros nos separaban ahora.

Descargué el último de mis cargadores en una monstruosidad tentaculada.

—¡Fuera! —Retrocedí, eyecté el cargador vacío…

Cogí uno nuevo, lo metí en el arma…

Un enorme gato azul que se parecía al Zeus de Cornelius se lanzó sobre la


parte superior del blindado y cargó contra nosotros. Heart disparó, su rifle
escupiendo una corriente de balas. El gato gruñó y golpeó la placa blindada. Se
dobló. Empujó sus enormes patas a través de la ventana, tratando de arañar a
Heart con sus garras.

Me tiré contra la placa blindada, empujé el rifle por la ventana, apuntándolo


casi hacia arriba y hundí una corriente de balas en la garganta del gato. La
sangre me salpicó. La gran bestia se derrumbó, la luz se desvaneció de sus
hermosos ojos.

—Fuera —gritamos Heart y yo al mismo tiempo.

Nadie vino. Saqué un cargador de repuesto de mi bolsillo. Heart hizo lo


mismo.

Las criaturas se apilaban en la parte superior del blindado, gruñendo,


chirriando, arañando, resbalando en la sangre. Disparamos.

Una mujer gritó a la derecha.

Un tentáculo azotó la ventana y se envolvió en el brazo de Heart. Sacó un


cuchillo y lo cortó por la mitad.

185
Último cargador. Estábamos invadidos.

La magia se movió detrás de mí como un tsunami. El vehículo blindado que


estaba debajo de mí se deslizó. Me agarré a la cubierta blindada. Los dos
enormes vehículos se deslizaron a diferentes lados como las dos mitades de una
puerta abierta de par en par.

Giré. Rogan estaba dentro de uno de los círculos más complicados que había
visto. Resplandecía en blanco.

La horda animal abandonó los blindados, fluyó hacia él y chocó contra el


límite del círculo. Rogan había dibujado un hechizo de alto nivel. La cantidad
de magia que estaba alimentado el círculo era tan alta que su límite exterior ya
no existía en nuestro mundo.

La lona verde que cubría la carga del camión voló a un lado. Tres largos
cilindros de metal estaban en la parte trasera del camión, cada uno de nueve
metros de largo y dos veces más ancho que un poste de teléfono. Rogan levantó
los brazos en una pose clásica de mago, con las palmas hacia arriba, los codos
doblados. Los cilindros se dispararon hacia arriba y giraron en su lugar.
Docenas de cuchillas se deslizaron fuera de los ejes de metal. Los cilindros
giraron hacia los lados, formando un triángulo, dos en la parte inferior, uno en
la parte superior, rodaron uno sobre otro y cortaron a las bestias. Los miembros
cortados volaron.
El molinillo.

Las aspas barrieron la horda, mordiendo la carne. La sangre empapaba el


pavimento, acumulándose en charcos bajo los montones de cuerpos cortados. El
aire olía a sangre y ozono.

Alguien vomitó. Ni siquiera podía vomitar. Lo miré, muda. La matanza era


tan brillante, tan vívida, que no había defensa contra ella.

El torrente de criaturas se detuvo. En la parte trasera, frente a la puerta, un


nudo de magia se formó a nueve metros sobre el suelo. Negro, atravesado con
un violento relámpago, se agitaba, cada vez más y más grande. Algo se tensaba
dentro de él, extendiéndose desde dentro.

Las cuchillas limpiaron la última de las bestias y flotaron cerca de ello,

186
esperando.

La magia pulsaba. La invisible ola de explosión me golpeó en el pecho. Mi


corazón se saltó un latido. Por un tortuoso segundo, mis pulmones se
encerraron. Me tambaleé hacia atrás y conseguí tomar un aliento trabajoso.

La oscuridad se desgarró. Un pie colosal aterrizó en el pavimento, con los


dedos gruesos extendidos. El transporte blindado tembló.

Otro pie, de color púrpura grueso, su textura rugosa. Las gruesas garras,
cada una del tamaño de un coche, se clavaban en el pavimento.

Mi mente se negó a aceptar que algo tan grande pudiera estar vivo.

Una bestia gigante aterrizó frente a las puertas. Estaba de pie, con las patas
extendidas como las de un dragón de Komodo. Picos gruesos de cuerno se
clavaban en su piel purpúrea y se unían en placas de hueso en sus hombros. Su
cabeza se parecía a la de una tortuga, pero un bosque de dientes llenaba su
boca. Enojados ojos blancos nos miraban.

Las cuchillas se movieron hacia ella y la tierra contra el lado de la bestia. Un


ruido abrasador me golpeó los oídos.

La bestia golpeó las aspas y las dejó a un lado. El cilindro voló, girando. La
gigantesca criatura levantó su pierna delantera izquierda y caminó hacia
nosotros.
Boom. El blindado tembló.

Boom. Otro paso.

Las cuchillas le raspaban a lo largo de sus costados y se zambullían bajo su


estómago. Sin efecto. La bestia abrió la boca y rugió, un sonido sobrenatural. La
explosión sonora nos golpeó. Si no fuera por el casco, habría llevado las manos
sobre mis oídos.

Boom.

No teníamos cobertura. El transporte blindado no lo pararía. Si la criatura lo


pisoteaba, el vehículo sería un panqueque de metal. El muro estaba detrás de
nosotros. Todo lo demás alrededor de nosotros era algo similar a una película
gore.

187
—¡Fuego a discreción! —exclamó Heart con precisión en mi casco—. Todo lo
que tengan. Úsenlo.

Boom

—Esperen —dijo la voz de Rogan en mi casco.

Uno de los cilindros de paletas cayó al suelo. Los otros dos se levantaron,
girando tan rápido que las cuchillas se convirtieron en un borrón. Los cilindros
se dirigieron a la bestia y perforaron sus ojos, perforando su camino en su
cráneo.

La criatura gritó.

En el círculo, todo el cuerpo de Rogan temblaba como si estuviera tratando


de levantar un gran peso. La luz del círculo se desvaneció, su poder se agotó.

Las palas excavaron más profundamente.

Rogan gruñó.

Las láminas se hundieron todo el camino y desaparecieron en el cráneo de la


criatura.

No era suficiente. Todavía estaba moviéndose. Todavía estaba…


El coloso tembló. Su cabeza se inclinó hacia atrás. Se tambaleó hacia delante y
se derrumbó. El pavimento se agrietó bajo su peso, rompiéndose en grandes
trozos, como hielo en un lago congelado.

Dejé escapar un suspiro. Me cedieron las piernas y me senté en la plataforma.

Heart se agachó junto a mí y palmeó mi hombro.

—Lo hiciste bien.

Me di cuenta de que algo mojado estaba en mi mejilla y lo toqué. Una


lágrima, teñida de sangre de criaturas alienígenas.

—Míralo —susurré—. Es horrible. Tanta muerte. ¿Por qué?

—La guerra de las Casas —dijo Heart, y volvió a palmearme mi hombro.

188
Me quité el casco. Alguien me entregó una toallita húmeda y limpié la sangre
de mi cara. Rivera apareció junto a mí, como por arte de magia, y le devolví el
rifle. La batalla había terminado.

Saqué mi móvil con los dedos ensangrentados. Había dos mensajes de


Catalina y Arabella, exigiendo saber qué estaba pasando, uno de la abuela Frida
preguntándome si me sentía bien, y una cara sonriente de Bern.

Marqué el número de mi madre.

El teléfono sonó.

Ella lo cogió.

—¿Mamá?

—Estamos bien. ¿Estás bien?


Casi lloré.

—Sí.

—Bien. —Ella colgó.

Rogan salió del círculo. Tenía el rostro húmedo. Caminó como si todo su
cuerpo estuviera dolorido. Me estaba mirando. Caminé hacia él. Nos
encontramos a medio camino entre la sangre. Él me abrazó, apretado, duro, y
me besó el pelo.

Caminamos juntos hasta las puertas. La gente de Rogan formó alrededor de


nosotros. Entramos en el oscuro edificio. No había nada allí. Era básicamente un
hangar cavernoso, paredes de acero reforzado y un piso de hormigón, vacío a
excepción del olor a ozono y signos de muchos animales abarrotados en un

189
pequeño espacio: grumos de piel extraña, unos cuantos tentáculos arrancados y
charcos de orina. Lo cruzamos hasta una puerta en el extremo izquierdo,
caminamos por un pasillo corto con el mismo suelo de cemento y paredes
reforzadas, y a través de otra puerta.

Parpadeé. Una costosa alfombra negra y roja persa corría sobre un hermoso
suelo de madera dorada. Las pinturas decoraban las paredes altas. Era como
entrar de repente en un palacio.

Rogan asintió, y el núcleo de nuestra fuerza se desprendió para proteger la


entrada, pasando por delante de nosotros para asegurar otras puertas,
dejándonos solo a Rogan, Rivera, Heart y a mí.

Caminamos por el pasillo hasta una puerta abierta de par en par y entramos
en una habitación grande. El suelo era de madera dorada, protegido por otra
alfombra persa, está en tonos calmantes de blanco, beige y marrón, brillando
con lo que podría haber sido toques de oro real. En el interior, un conjunto de
sofás caros esperaba, dispuestos alrededor de la mesa de café. Delicado y
adornado, con los marcos de madera curvados apoyando los cojines brillantes
oscuros de gris, era a la vez elegante e invitadora. Si el Rey Sol hubiera
construido Versalles en el siglo XXI, habría elegido este conjunto.

Una familia descansaba en los muebles. Un hombre mayor se echaba hacia


atrás en una silla, con un pañuelo apretado contra la nariz. Owen Harcourt.
Una mujer de unos cincuenta años, con el pelo rojo caoba, delgada, con un
pantalón azul, se sentaba a su lado, acariciando suavemente su brazo. Su
esposa, Ella. Otra mujer, esta de mi edad, y con el mismo pelo rico de caoba, se
inclinaba hacia adelante en el otro sofá, con las manos crispadas en un solo
puño. Ésa sería su hija, Alyssa. El más joven de los cuatro, Liam, por la llamada
de teléfono, con el pelo rubio oscuro y el rostro pálido, parecía que podía ser
uno de los amigos universitarios que Bern ocasionalmente traía a casa cuando
se quedaban sin dinero y necesitaban una comida casera.

Liam nos vio y saltó del sofá, con la mirada fija en Rogan.

—¡Bastardo!

—Siéntate —dijo Owen.

190
—Padre…

—Siéntate. Perdimos. Eres el futuro de la Casa. No le des un motivo para


matarte.

Liam aterrizó de nuevo en el sofá, su boca una fina línea en su cara.

Ella nos miró.

—Hemos retirado a nuestra gente para evitar más derramamiento de sangre.


Ganaste. Pero Vincent es nuestro hijo. No conseguirás nada de nosotros.

—Él atacó a Rynda Sherwood en su casa —dijo Rogan—. Mató a sus


guardias, hirió gravemente a su cuñado, y luego lo torturó delante de su
sobrina de seis años y su sobrino de cuatro años. Habría matado a los niños.

—No lo sabes —replicó Alyssa.

—Yo lo sé —dije—. Estuve allí.

Ni siquiera me miró. Claramente, yo no era lo suficientemente importante


como para justificar una respuesta.

—Trae tus torturas. —Ella cruzó sus brazos sobre su pecho—. Estamos listos.

Rogan suspiró, sacó un pedazo de tiza y me lo ofreció. Lo tomé.


La hermosa alfombra persa se deslizó a un lado. Me agaché y dibujé un
simple círculo de amplificación. Me observaron. Me puso de pie dentro y me
concentré. Antes de empezar, tenía que evaluar su fuerza.

Mi magia se apoderó de ellos. Me hundí en ella, buscando una forma de


afinarla. Lo había hecho una vez antes, con Baranovsky, otro Prime, cuando
buscaba al asesino de Nari y trataba de sacar la información de su mente. Mi
magia se movía, brillando en mi mente. Venga…

Ahí. La magia cayó en su lugar con un extraño e inaudible broche de presión.


En mi cabeza, los cuatro brillaban con luz pálida, casi plateada, cada mente un
lugar de oscuridad.

Fuerte voluntad. Cada uno de ellos. Estaban exhaustos, pero sus defensas

191
mentales eran fuertes. ¿Quién sería el más probable para saber algo sobre
Vincent? Tenía que ser el padre. Owen era el Jefe de la Casa. Él querría
controlar a su hijo.

Envolví mi magia alrededor de Owen, dejándola saturarlo. Se puso rígido.


Guau. Su mente era una pared. Si atravesaba con fuerza bruta, lucharía
conmigo en cada paso del camino. No estaba segura de que hubiera una mente
después de haber terminado.

—¡Es para hoy! —exclamó Liam.

—Cállate —le dije—. Estoy tratando de asegurarme de que todavía tengas un


padre después de que acabe.

Los Harcourts me fulminaron con la mirada.

—¿Quién es esta idiota? —preguntó Alyssa.

Su pared era fuerte. Dura, densa, pesada, como el granito. Pero el granito
también era frágil. Golpea el punto correcto y se fractura. Necesitaba golpearle
de la manera correcta.

Como una ola. Una ola que golpeaba el muelle.

Sentí un impulso para dibujar una ola dentro del círculo. Nunca antes lo
había hecho. Pero lo necesitaba. Necesitaba el patrón. La magia lo quería.
Me agaché y dejé que fluyera a través de mí. La línea blanca se extendía
desde la punta de mi tiza, una onda sinusoidal perfecta a lo largo del límite
interior del círculo.

Ella Harcourt jadeó.

La magia me golpeó, fuerte y pura, como un claro manantial de montaña.

—¿Dónde está Vincent? —La voz que salió de mi boca no pertenecía a un ser
humano.

Liam me miró fijamente, sus ojos horrorizados. La voluntad de Owen luchó


contra la mía, y le envié la primera ola. Se estrelló contra su pared mental y la
agrietó.

192
—¡Tremaine! —Ella se levantó de un salto, el disgusto y el horror en su
rostro—. ¿Has traído aquí a un Tremaine? ¿Estás loco? ¡Esto es demasiado
incluso para ti!

—Oh Dios. —Alyssa sujetó su mano sobre su boca—. Oh Dios.

Liam se puso blanco.

—Quiero a mi padre. —Alyssa tragó saliva, las palabras salían demasiado


rápido—. Es el único que tengo. Por favor, por favor, no nos lo arrebates. ¡Por
favor! —Se dio la vuelta—. ¡Mamá!

—Te diremos lo que quieras —dijo Ella—. Haz que esa abominación libere a
mi marido.

Rogan se volvió hacia mí.

—¿Cómo quieres proceder?

Me miraban, una mezcla de pánico, asco y desesperación en sus rostros. Yo


era el monstruo de la habitación.

—¿Abominación? —pregunté—. Usted forzó a cientos de criaturas de otro


mundo a una matanza innecesaria para proteger a su psicópata enfermo. Dejó
que sus seres convocados se comieran a la gente viva. Vi a uno de ellos cavar en
el estómago de Edward Sherwood jugosas tajadas mientras dos niños
abrazaban a su madre, demasiado asustados para llorar. Tu precioso Vincent
me llamó y me prometió asesinar a mi madre, a mis hermanas pequeñas, a mis
primos y a mi abuela. ¿Pero soy una abominación? ¿Qué demonios te pasa?
¿Eres humana?

Owen se movió dentro del control de mi magia. Las palabras salieron de él


lentamente, con gran esfuerzo.

—Casa… Harcourt… no… atacará… a… tu… familia.

Liam se cubrió la cara con las manos. Sus hombros temblaban.

—Déjalo ir —le suplicó Alyssa—. Por favor, déjalo ir.

Ella Harcourt dio un paso atrás.

—Por favor.

193
Tiré de mi magia hacia mí. Owen se desplomó en su silla, respirando
profundamente.

Todos se agolpaban a su alrededor, como si trataran de protegerse de mí. Me


sentí enferma.

—¿Dónde está? —preguntó Rogan.

—No lo sabemos —dijo Ella.

—Dice la verdad —dije—. Vincent secuestró al marido de Rynda. Quiere


algo de ella. ¿Qué?

Owen sacudió la cabeza.

—No lo sabemos.

Maldición.

—Él no hizo esto por su cuenta —dijo Rogan—. Vincent no vale para los
esquemas elaborados. Prefiere la fuerza bruta. Alguien está tirando de su
correa. Alguien con suficiente poder para mantenerlo bajo control.

—Estoy de acuerdo contigo —dijo Owen.

—¿Así que sabes quién es?


El patriarca de la casa Harcourt se enderezó en la silla.

—¿Crees que si tuviera alguna idea de dónde está mi hijo o con quién está,
no habría tomado medidas? No servimos a otras Casas. Estamos por nuestra
cuenta. ¿Crees que permitiría que mi heredero caiga bajo la influencia de otro
Prime?

—Alexander Sturm —dijo Liam.

Todos lo miraron.

—Está con Alexander Sturm. Sturm tiene una colección de espadas


medievales. Posee una espada Oakeshott XIIIa, una espada de guerra Grete. Es
un precursor de un claymore escocés. El que Sturm tiene se supone que es la
verdadera espada de William Wallace. Vincent me envió una foto de él con ella

194
hace dos días.

Owen y Rogan juraron.


8

195
Me senté en un vehículo blindado. Fuera, los ex soldados de Rogan estaban
cargando los cilindros del molinillo en el transporte. Se necesitaron doce de
ellos para levantar uno con seguridad y llevarlo. Rogan se quedó con los
Harcourts. Aparentemente, había algunos papeles que firmar. Todos habíamos
participado en una matanza masiva, y ahora teníamos que formalizarla.
Aquella parte de la guerra de las Casas nunca tuvo sentido para mí. Nunca
olvidaré el momento en que Rogan y Cornelius negociaron sobre quién
conservaría el derecho de matar al asesino de la esposa de Cornelius y luego
redactaron un contrato explicando su acuerdo.

Incluso dentro del vehículo, el aire olía a sangre. Si me inclinaba hacia


adelante, podía ver los restos de los cuerpos.

Rogan subió al transporte y se sentó a mi lado, apoyado contra el mamparo,


con el casco quitado y los ojos cerrados. Por un rato nos sentamos uno al lado
del otro.

—¿Has cogido los papeles?


Él asintió.

—Firmaron un acuerdo de no-represalia. Reconocen legalmente que tenían la


culpa y la promesa de no seguir adelante con el asunto.

—¿Van a cumplirlo?

—Sí. Si lo rompen, las sanciones de la Asamblea serán severas.

Asentí y miré hacia otro lado.

—¿Estás bien? —preguntó.

—No.

—Dime.

196
—¿Crees que hicieron que estos monstruos salieran de la nada, o hay un
lugar real, otro mundo del que los sacaron?

—Nadie lo sabe.

—Mucha muerte, Connor. Por tan poco.

Se acercó y me apretó la mano.

—¿Es así como la gente me va a ver? —pregunté—. Una abominación.

—Así es como ven a tu abuela. Hace unas dos décadas, Victoria Tremaine se
volvió loca —dijo Rogan—. Fue antes de mi tiempo, pero le pregunté a mi
madre y ella lo recuerda.

Le eché un vistazo.

—¿Qué?

—¿Tu madre? ¿Pensé que estabais separados?

Él frunció el ceño.

—No. Hablo con ella cada semana.

—¿Por qué no está ella… involucrada en todo esto?

Se encogió de hombros.
—No quiere estarlo. Mi madre sobrevivió a más intentos de asesinato que
varios jefes de estado juntos, jugó a la política de las Casas, y después de que mi
padre muriera y yo tomara el poder, decidió que había terminado. ¿Puedes
culparla?

Eché un vistazo a la pila sangrienta de partes del cuerpo animal.

—No.

—Como he dicho, mi madre recuerda el reinado de terror de tu abuela.


Victoria Tremaine cortó una amplia franja a través de las Casas. Los Primes
desaparecerían y luego aparecían balbuceando como idiotas, sus mentes fritas.
La gente era arrebatada de la calle, llevada ante ella, e interrogada. Aquellos
que sobrevivieron lo llamaron violación mental. Les tomó mucho tiempo

197
recuperarse. Algunos nunca lo hicieron. Mi madre cree que Victoria debe haber
hecho un trato con los federales, porque la dejaron sin control durante
demasiado tiempo. Los rumores decían que estaba buscando algo, pero nadie
que se las arreglará para escapar de sus garras estaba en forma para hablar de
ello.

—Estaba buscando a mi padre. El tiempo coincide.

—Creo que sí. —Rogan estiró los hombros. Algo apareció en su pecho. Él
hizo una mueca—. No eres Victoria, Nevada.

—Pero lo soy. ¿Has visto cómo me miraban?

—Sí. Tienen miedo de ti.

—Aterrorizados. Están aterrorizados y disgustados.

Él sonrió, un dragón descubriendo sus colmillos.

—Sí.

No parecía molesto por eso. Había aterrorizado a los Harcourts. Yo era la


terrible abominación, y estaban dispuestos a derramar sus secretos más oscuros
solo para mantenerme fuera de sus mentes.

Oh.
—¿Lo sabrá más gente?

—Posiblemente. Tu nombre estaba en el paquete de Excepción de Verona. —


Parecía insoportablemente satisfecho consigo mismo.

Lo sabría todo el mundo. Para esta noche, los promotores y agitadores de


Houston sabrían que la futura Casa Baylor tenía su raíz en Victoria Tremaine. El
número de Casas que estaban considerando atacarnos una vez que nuestro
período de gracia terminara acababa de ser recortado a un gran porcentaje.

—Ella estará lívida. Ahora todos sabrán que nos hemos rebelado contra ella.

—Lívida, sí. También estará orgullosa —dijo Rogan—. Entraste e hiciste que
una Casa de combate con cuatro Primes se sometiese sin levantar un dedo. Tu
abuela disfrutará mucho.

198
Parecía que también lo estaba disfrutando.

Me incliné más cerca de él.

—¿Qué hay de ti, Rogan? ¿Tienes miedo de dormir con una abominación?

Él sonrió, sus ojos azules se iluminaron, levantó su mano, y apartó un


mechón suelto de mi mejilla.

—Cuando estábamos en la cabaña, y estabas bailando en la nieve, me


preguntaba por qué no se estaba derritiendo. Eres como la primavera, Nevada.
Mi primavera.

Rivera subió la rampa del transporte.

—Estamos listos, señor.

—Vámonos —dijo Rogan.

—Sí, señor.

Rivera dio un pisotón y ladró:

—¡Fuera! Ya hemos terminado.

Saqué mi teléfono. Muerto. Debería haberlo cargado esta mañana. Ahí iba mi
reunión de inteligencia.
—¿Qué pasa con Alexander Sturm? —pregunté, mientras el transporte
empezaba a llenarse de gente.

—Es un Prime —dijo Rogan.

No me digas.

—¿Qué clase de magia?

—Es un doble Prime fulgur y aero, la más alta certificación en ambos.

Santo cielo. Alexander Sturm controlaba tanto el viento como el relámpago.

—Bonito nombre.

—Su bisabuelo cambió legalmente su nombre cuando estableció la Casa —

199
dijo Rogan.

El gran vehículo rugió a la vida. Estábamos fuera.

—¿Cómo es de poderoso?

El rostro de Rogan adoptó su expresión Prime, neutral y tranquilo.

—Cuando tenía dos años, mi padre se reunió con otros jefes de las Casas
para discutir la estrategia que iban a utilizar en la Asamblea en respuesta al
conflicto bosnio. Se encontraron en un bunker reforzado con hormigón,
hundido veinte pies en el suelo, porque algunos de ellos estaban paranoicos
sobre la vigilancia.

—Bien.

—Gerald Sturm se molestó por no haber sido invitado. Creó un tornado de


categoría 4 y lo mantuvo en el lugar durante dieciocho minutos. El tornado
excavó parcialmente en el bunker, arrancó parte de la pared y el techo y lo
arrojó a más de veinte metros. Maxine Abner fue absorbida por el tornado. Era
una saltadora y se las arregló para saltar de él, pero en la caída se rompió las
dos piernas.

—¿Que paso después?


—Finalmente, Gerald se quedó sin fuerza. Cuando murió el tornado, había
nueve Primes fuera de combate. Gerald tuvo que pagar la restitución y
disculparse públicamente. Pero mi padre nunca olvidó sentarse en ese búnker
mientras el cielo rugía por encima. Tampoco ninguno de los que estaban allí.
Alexander Sturm es más poderoso que su padre. —La oscuridad se deslizó en
los ojos de Rogan—. Tendremos que ajustar nuestras defensas.

El transporte se detuvo. Mi madre subió, seguida por León. Ella seguía


tranquila, su rostro sereno. León tenía una mirada soñadora en su rostro. La
última vez que la vi, tenía siete años y lo llevamos a Disney World.

—¿Cómo fue? —pregunté.

Mi primo me sonrió.

200
—Glorioso.

Mamá puso los ojos en blanco.

El teléfono de Rogan sonó. Él respondió.

—Relájate, Rynda, no te entiendo… Bueno. Ponla en hielo. Estamos en


camino.

Colgó. Tenía el rostro sombrío.

—Le han enviado la oreja de Brian.

La oreja llegó en una bolsa Ziploc en un sobre acolchado amarillo. Estaba


dirigida a Rynda y a mí y la dejaron frente al puesto de seguridad en la calle
Gessner. Dejó la oreja en la bolsa. Yo habría hecho lo mismo, excepto que habría
puesto la bolsa en un pedazo de papel blanco para examinarla.
La oreja era caucásica y había sido cortada en un solo corte preciso, del tipo
que un cirujano experimentado podría hacer con un bisturí. El corte me
molestaba. Las cosas no cuadraban.

Estábamos en el cuartel general de Rogan en el segundo piso. En el momento


en que llegamos, la gente corrió hacia el transporte con una mirada de urgencia
en sus rostros y Rogan se fue con ellos, lo que me dejó para lidiar con la oreja.

Rynda había estado esperando todo este tiempo en el tierno cuidado de Bug,
que parecía un poco asustado. Por lo menos habían tenido suficiente sentido
para conseguir una nevera y llenarla con hielo.

—No se va a solucionar, ¿verdad? —preguntó Rynda con voz apagada—. No


vamos a salir bien de esto.

201
—Lo harás —le dije—. ¿Brian se había perforado las orejas, tenía cicatrices,
tatuajes, algo que nos permita confirmar que es suya?

—Por favor, no me preguntes si se parece a la oreja de mi marido —dijo


Rynda en voz baja.

—¿Estás registrada en Scroll?

Ella parpadeó, sorprendida.

—Sí

—Por favor, solicita el análisis de ADN de la oreja. Vamos a confirmar que


pertenece a Brian.

—¿Por qué me enviarían la oreja de otra persona?

Y esa era la pregunta del millón de dólares.

—Me gusta ser concienzuda.

Se sonrojó.

—Haré la llamada. Voy a ir a ver a los niños ahora. No lo saben. Por favor, no
se lo digas.

—No lo haré.
La vi descender las escaleras. Ahora parecía tan frágil. Yo medio esperaba
que sus piernas cedieran. Esa pobre mujer.

Me quedé perpleja con la oreja un rato más.

Bug se me acercó.

—¿Qué pasa con la oreja?

—Te lo diré, pero tienes que prometer que lo guardarás para ti.

—Puedo llenar este cuarto con cosas que guardo para mí mismo.

—Lo digo en serio.

—Que me muera si miento.

202
—Siéntate.

Se sentó en el sofá. Tomé una pluma de la mesa de café.

—Digamos que estás atado, así que sujétate las manos.

Apretó las manos en un solo puño.

Le mostré la pluma.

—Fingiremos que es un cuchillo. —Le agarré la cabeza con una mano y me


acerqué a ‘cortarle’ la oreja. Se apartó bruscamente.

—¿Ves?

—Esto no explica nada.

Cogí la bolsa suavemente y le mostré la oreja.

—Un corte preciso. Sin dudas, sin bordes dentados, sin mellas. Tendría que
estar completamente inmóvil mientras esto sucedía. ¿Por qué inmovilizar la
cabeza de alguien así? Cuando puedes simplemente cortar la oreja.

—Tal vez lo sedaron.

—¿Por qué? Es un mago botánico. No es peligroso. ¿Por qué pasar por todos
esos problemas? No conozco a Sturm, pero Vincent con seguridad querría
atormentarlo. Se alimenta de control y miedo. Además, la sedación es peligrosa.
Nunca se sabe cuándo la persona puede tener una reacción adversa a ella y
morir.

Bug lo meditó.

—Hay otra cosa —le dije.

—¿Qué?

—Mira la oreja.

La miró de forma intensa y concentrada.

—No lo veo.

—Yo tampoco.

203
Me entrecerró los ojos.

—Dímelo Nevada, me estás volviendo loco.

—Cuando te cortan la oreja, sangra. Mucho.

—Sí. Todas las heridas de la cabeza sangran, ¿verdad?

—¿Dónde está la sangre?

Se quedó mirando la oreja.

—Huh. ¿La lavaron?

—Si quisieras aterrorizar a la mujer de un hombre para que pagara un


rescate, ¿le enviarías un pedazo de carne mutilada y sangrienta que le cortaron
de la cabeza, o le enviarías esta oreja limpia y quirúrgica?

Bug parpadeó.

—Así que, ¿qué significa?

—Significa una de dos. O Brian está muerto o no es su oreja.

—¿Y? —preguntó Bug.

—Y voy a casa a pensar en ello. ¿Encontraste algo en los ordenadores de


Rynda?
—No. Bern y yo estuvimos con ellos anoche. Está cavando más profundo
hoy. No hay nada allí. Fotos de los niños, una base de datos de hongos, recetas
de vacaciones de Rynda. —Bug agitó los brazos—. Tanta felicidad doméstica,
podría vomitar.

—Dime si encuentras algo, por favor.

—Vaya, iba a guardarlo todo para mí, pero ahora que me lo has dicho,
supongo que te lo diré. —Bug puso los ojos en blanco.

—Un día tu cara se quedará así —le dije.

—¿Es todo lo que tienes? —preguntó.

—He tenido un día duro. No me pongas a prueba, Abraham.

204
Abrió la boca y la cerró con un clic en el nombre. Sí. Sé tú verdadero nombre.

—Eso es jugar sucio.

—Lo es.

—¿Cómo lo supiste?

—Soy un buscador de la verdad, ¿recuerdas? Podría llenar toda la habitación


con cosas que conozco y guardo para mí misma.

Cogí la nevera con la oreja bajo el brazo y bajé las escaleras. Era finalmente
hora de ir a casa.

En teoría, el secuestro exitoso dependía de que la víctima se mantuviera viva.


En la práctica, las cosas salían mal. Vincent, estaba enfadado por no intimidar a
Rynda, podría haber entrado en cualquier lugar donde estuviera Brian y
matarlo en un ataque de rabia. O trataron de sedar a Brian, y él murió. O podría
haber intentado huir y haberlo matado accidentalmente. La última posibilidad
parecía remota. Por todas las indicaciones, Brian no era el tipo de correr o tomar
una acción peligrosa y decisiva. Probablemente cumpliría con todas sus
demandas, confiando en otras personas para resolver sus problemas igual que
confiaba en su hermano mayor para manejar los asuntos de los negocios y en su
esposa para protegerlo de las luchas domésticas. Brian llevaba una vida
encantada. No lo pondría en peligro. No solo eso, sino que las personas que lo
sacaron de la calle eran profesionales: lo obligaron a detenerse, lo atraparon y se
fueron en segundos. No dejaron rastros detrás, y Bug todavía no los podía
encontrar. Los profesionales lo habrían mantenido vivo.

Si esto fuera un castigo por nuestro ataque contra la Casa Harcourt, la oreja
habría sido mucho más sangrienta.

Si la oreja de la nevera no era de Brian, estábamos en aguas completamente


nuevas. Tal vez mantuvieron las cabezas frías, y Alexander Sturm y Vincent
Harcourt decidieron no mutilar a un Prime de otra Casa. Vincent lo haría por
diversión, pero, en realidad, ¿qué logro sería cortar la oreja de Brian? Agarramos
a este impasible hongo mago de la calle, lo golpeamos y le cortamos la oreja. Somos
malos totales, nos temen. Si hubieran puesto sus manos sobre Rogan, eso sería una
cosa. Pero hacérselo a Brian solo generaría burla de otras Casas.

205
Si realmente querían aterrorizar a Rynda, habrían enviado la oreja real de
Brian.

Eso solo dejaba una posibilidad, y realmente no me gustaba.

Marqué el código en la puerta, entré en el almacén, cerré la puerta, me volví


y me congelé.

Zeus estaba a tres metros de mí. Su enorme cabeza estaba nivelada con mi
pecho. Los ojos turquesa me miraban con ligera curiosidad. Ocupaba todo el
ancho del pasillo. Un enorme perro tigre de otro mundo con dientes del tamaño
de cuchillos de carnicero y una franja de tentáculos en su cuello.

Se me ocurrió que estaba cubierta de sangre seca.

Me quedé muy quieta. Podía saltar hacia atrás y cerrar la puerta con fuerza
detrás de mí, pero me llevaría un segundo abrirla. Un segundo sería más que
suficiente para Zeus.

—Él es amable —dijo Cornelius desde la sala de conferencias—. Solo quiere


decir hola.

—Cornelius…

—Solo trátalo como un caniche.


¿Qué estaba mal con mi vida y cómo llegué a este lugar?

Lentamente, levanté la mano y se la ofrecí a Zeus. Me olisqueó los dedos y


me dio un toque en la palma de la mano con su ancha nariz.

—Me está dando un toque.

—Intenta acariciarlo.

Pasé los dedos por la ancha nariz de Zeus y por el pelaje azul de su frente.
Hizo un bajo ruido que podría haber sido un ronroneo o podría haber sido una
señal de que tenía hambre. Sus tentáculos se movieron, tomaron mi mano, y la
soltaron. Él miró la nevera en mi otra mano.

—No.

206
Zeus parpadeó con sus pestañas de caoba.

—No. No puedes tenerlo.

Abrió la boca, se apartó, y siguió andando y se lamió los labios.

—Absolutamente no.

Lo esquivé y me dirigí cuidadosamente a la sala de conferencias. Bern se


sentaba en la mesa frente a su portátil. La fatiga le recorría el rostro, tirando de
las esquinas de sus ojos. Cuando entré, Cornelius se apartó del mostrador de la
cocina, llevó dos tazas de café y puso una en frente de Bern.

—Gracias —dijo mi primo.

Cornelius bebió café de su humeante taza.

Zeus me dio un codazo en las costillas con la nariz y miró con ansia el
contenedor.

—¿Hay algo comestible ahí? —preguntó Cornelius.

Abrí el contenedor y les mostré el contenido.

—Oh —dijo Cornelius.

Bern parpadeó.
Cerré la hielera y lo metí en la nevera, junto a mi escondite de zumos.

Zeus suspiró.

Me serví una taza de café y me senté frente a Bern. Me miró por encima del
portátil, su rostro sombrío.

—He repasado tres veces el contenido del ordenador de Rynda. He revisado


toda su correspondencia, y he analizado la base de datos de hongos por
patrones ocultos. No es un código para nada. Si el archivo existe, no está ahí.

—Gracias por mirar —dije.

—No encontré nada —suspiró Bern.

Zeus se puso delante de mí y miró melancólicamente mi café.

207
—Le gustas —dijo Cornelius.

—¿Le ha visto Matilda?

—Aún no. Con todo lo que ha sucedido, les pedí que retrasaran su visita
hasta esta noche.

Me levanté y miré la nevera. Zumos, un manojo de uvas viejas. Debería


haberlo tirado hacía tres días, un paquete de queso de mozzarella con palitos de
queso sellados juntos en un bloque con envoltura de plástico. Eso era todo.

—¿Puedo darle queso?

—Creo que es un mamífero, así que sí.

Arranqué varios palitos de queso, volví a mi asiento, abrí uno y se lo ofrecí a


Zeus. Pensó en el queso durante un largo rato y abrió la boca. Deposité el palito
en ella.

Zeus masticó pensativo.

—Bern, ¿te importaría revisar la correspondencia personal de Brian una vez


más? —pregunté—. Si estás demasiado harto de eso, puedo conseguir a Bug.

—No, no estoy harto. —Bern se enderezó—. ¿Qué estoy buscando?


—Me gustaría ayudar también —dijo Cornelius.

El tigre arcano me empujó. Le di otro palo a Zeus.

—Necesito saber si hay indicios de que Brian Sherwood haya colaborado con
sus secuestradores.

—¿Por qué? —preguntó Bern.

Les conté lo de la oreja. Mientras escuchaban, el ceño fruncido en el rostro de


Bern se profundizó.

—Creo que no es la oreja de Brian —dije—. Es posible que Brian sea inocente,
y de alguna manera lo inmovilizaron y muy cuidadosamente le cortaron la
oreja, pero no creo que se vayan a tomar esa molestia. También es posible que

208
decidieran no mutilarlo.

—¿Pero? —preguntó Bern.

—Se requiere más preparación —dijo Cornelius—. Tendrían que encontrar


un cadáver fresco que pudieran mutilar. Es mucho más simple cortar la oreja de
Brian, y Alexander Sturm no tendría ningún problema en cortar una oreja o un
dedo para hacer valer un punto. Él es… directo.

Asentí.

—Asumiendo que sea la oreja de Brian, significa que tenían un anestesista y


un cirujano listos. Aunque no dudo de que el dinero de Sturm los comprara, es
una complicación que no necesitan. Dos personas más conscientes del
secuestro, un riesgo adicional para la vida de Brian al ponerlo bajo anestesia, y
así sucesivamente. Mucho más fácil cortarle la oreja y acabar con ello. Sin
embargo, si Brian fuera cómplice de su propio secuestro, dejarían sus orejas en
paz.

Di el último palo al perro tigre y me froté las manos una contra otra para
mostrarle que ya no había nada.

—¿Estás segura de eso? —preguntó Bern.

—Conociendo a los Primes, probablemente firmaron un contrato, y se


aferrarían a él.
Cornelius hizo una mueca.

—Tristemente, eso es exacto. Somos una sociedad de tigres. Somos


exquisitamente educados y formales, porque si no explicamos todas las reglas
desde el principio, un malentendido accidental tendrá consecuencias fatales.

Tigres y dragones, oh vaya. Y yo sin mis zapatos de rubí.

Pero, ¿quién necesita zapatos de rubí cuando se puede lobotomizar a la gente


sobre la marcha? Suspiré.

—Así que estoy buscando cualquier conexión con Sturm o Harcourt —dijo
Bern.

—O cualquier otra persona que sepamos seguro que ha estado involucrada

209
en la conspiración —dije—. Howling. La prima de Rogan.

Su cara brilló ante mí. Por un segundo estaba de vuelta en el coche que se
precipitaba por la calle mientras Rogan giraba para evitar golpear a Kelly
Waller y la multitud de niños pequeños que usaba como escudo vivo. Kelly
Waller traicionó a Rogan. No iba a conseguir lo que se merecía lo
suficientemente rápido para mi gusto.

Me volví hacia Cornelius.

—Conoces este mundo mejor que nosotros. Cualquier cosa fuera de lo


ordinario podría ser importante. Un almuerzo en un lugar donde normalmente
no se vería a Brian. Una función a la que un hombre de su rango no asistiría.

—Esto será muy interesante —dijo Cornelius.

—¿Quieres que se lo diga a Bug? —preguntó Bern.

—No.

—¿Puedo preguntar por qué no?

—Porque Rynda está apoyándose mucho en Rogan, y Bug se resiente por


ello. Si piensa que Brian cooperó, y aún no sabemos si lo hizo o no, puede que
lo diga en el momento en que cree que hará más daño.
Unas campanas sonaron a través de la oficina. Alguien estaba en la puerta
principal.

—Debe ser Scroll para recoger la oreja. —Me levanté—. Espera un momento.

Me dirigí a la puerta.

—Nevada. —Me llamó Bern.

—Un momento. —Comprobé la cámara. Un hombre rubio con un traje


oscuro estaba de espaldas a mí. Yo esperaba a Fullerton. Interesante.

Abrí la puerta.

El hombre se volvió hacia mí. Alrededor de los treinta, tenía un rostro


masculino fuerte, tan guapo que bien podría haber sido cincelado en piedra.

210
Mandíbula cuadrada, labios llenos, nariz bien definida, y ojos verdes
inteligentes bajo las cejas oscuras. Su pelo rubio, unos pocos tonos más claros
que sus cejas, y cortado a una longitud media, ingeniosamente enmarcaba su
rostro, haciendo hincapié en su poder. El efecto era impresionante. Si lo hubiera
visto en un centro comercial o en la calle, me habría vuelto discretamente a
darle una segunda mirada.

—Hola —dijo—. ¿Eres Nevada Baylor?

—Sí.

Sonrió, mostrando dientes blancos.

Guau.

—Estoy tan feliz de conocerte. Soy Garen Shaffer.

Oh mierda.
Tenía que decir algo.

—Qué sorpresa. —Oh genial. Eso era genial—. Por favor entra.

Antes de que Rogan te vea y decide aplastarte con un tanque que ha mantenido en
algún lugar de su garaje industrial.

Me aparté para dejarlo pasar. Zeus aprovechó esta oportunidad para situarse
en el espacio que desocupé y echar a Garen una ojeada.

Garen se quedó paralizado.

—Ignóralo. —Le di un golpe a Zeus con mi cadera. Se negó a moverse—. Es


un rescate reciente. No hemos tenido la oportunidad de entrenarlo. No está
acostumbrado a los extraños. —¿Qué diablos salía de mi boca?

211
—¿Del refugio de animales de Houston? —preguntó Garen, una pequeña
chispa en sus ojos.

—No. De una Casa de invocadores, en realidad. Ve a ver a Cornelius.

La enorme bestia estremeció las orejas.

—Zeus —llamó Cornelius.

El perro tigre se volvió y entró corriendo en la sala de conferencias con gracia


líquida.

Garen entró. Cerré la puerta principal y lo llevé a mi despacho. Tarde o


temprano, alguien informaría a Rogan que una persona de la Casa Shaffer
apareció en mi puerta. Lo más probable era que lo denunciaran en el momento
en que se dirigió al puesto de control. Las consecuencias serían interesantes.

Me senté detrás de mi escritorio. Garen Shaffer se sentó en mi silla de cliente.


Toqué mi portátil. Se encendió. Se abrió un mensaje de Bern.

GAREN SHAFFER, HEREDERO DE LA CASA SHAFFER, BUSCADOR DE


LA VERDAD

Mejor y mejor.

Puse mi sonrisa profesional y toqué el pequeño icono en la esquina del


portátil, iniciando la grabación. Teníamos una cámara oculta colocada en el
estante detrás de mí. Habíamos tenido problemas con clientes que mostraban
memoria selectiva, y era sorprendente la rapidez con que la amenaza de un
juicio se desvanecía una vez que presentábamos una grabación de ellos
diciendo las palabras que decían que no podían recordar.

—¿Qué puedo hacer por usted, señor Shaffer?

Se echó hacia atrás, cruzando una larga pierna sobre la otra.

—He venido a contratarte.

Mentira. Esto era una prueba.

—Eso sería una mentira, señor Shaffer. ¿Quieres intentarlo de nuevo?

—¿Te importaría?

212
—No.

La magia se acrecentó a su alrededor.

—Tengo treinta y un años.

Mi poder se apretó contra la pared mágica y se deslizó a través de ella.

—Verdad.

La pared mágica se hizo más densa.

—Tengo tres hermanas.

—Mentira.

La magia se derramó fuera de él como agua de un géiser. Lo envolvió en un


capullo de poder. ¿Cómo diablos hizo eso?

—Soy hijo único.

El capullo parecía impenetrable. Mi magia lo envolvió. La pared del poder se


mantuvo firme. Si lo martilleaba con fuerza bruta, estaríamos encerrados en una
pelea, su voluntad contra la mía. Era fuerte. Muy fuerte. Posiblemente más
fuerte que yo, aunque no lo sabríamos hasta que nos enfrentáramos. Una parte
de mí realmente quería averiguarlo.
Ignora la pared. Imagínate que es porosa. Imagina que no está allí.

Él entrecerró los ojos.

Su pared era de piedra, pero mi magia era agua. Se deslizó a través de las
grietas. Todo lo que tenía que hacer era guiarla y dejarla fluir…

Mentira.

—Creo que deberíamos parar. —Me incliné hacia atrás.

La pared desapareció. Su magia me envolvió.

—¿Estás tratando de parecer más fuerte que yo o más débil?

—Ninguna de las dos. Simplemente no quiero que lo sepas.

213
—¿Por qué?

—No confío en ti. —Agité mi mano delante de mi cara, como si estuviera


despejando humo—. Por favor, mantén la magia para ti.

Él sonrió. Su poder se desvaneció.

—¿Por qué hay un contenedor en la nevera? —preguntó Arabella desde la


sala de conferencias.

¿Cuándo había entrado?

—Deja el contenedor tranquilo. Quédate fuera de la nevera.

—¿Hermana? —adivinó.

Le hice una mueca.

—Yo mismo tengo uno. A veces son difíciles.

Arabella metió la cabeza en mi oficina y me mostró la bolsa Ziploc con la


oreja.

—¿Por qué estás vestida como un soldado? ¿Es sangre lo que hay en tu ropa?
Además, ¿por qué hay una oreja humana en la nevera?

Argh. Solo argh.


Garen arqueó las cejas.

—Es una evidencia —dije—. Ponlo en el refrigerador.

—Bien, bien.

Volvió a la sala de conferencias.

—Me encantaría invitarte a cenar.

Hice el gesto de mirar hacia mi ACU.

—Hoy no sería un buen día.

—¿Qué tal mañana?

Levanté la cabeza y fingí considerarla.

214
—Desafortunadamente, estoy en medio de algo, así que no puedo prometer
que no te daré plantón.

Sentí algo, un leve chasquido, como si hubiera golpeado sus dedos contra mi
palma. ¿Su magia estaba trabajando? ¿Era eso lo que se sentía?

—Está bien. Soy un hombre muy paciente.

Cierto. Estaba coqueteando conmigo.

—De acuerdo, iré a cenar contigo si respondes a una pregunta.

Se inclinó hacia delante, con los ojos verdes fijos en mí.

—Es un trato.

—¿Sientes un clic cuando compruebo que tus respuestas son verdad, y si es


así, lo siente todo el mundo o es una cosa de los buscadores de la verdad?

—Son tres preguntas.

Dos podrían jugar el juego de coqueteo.

—¿Quieres que vaya a cenar contigo o no?

Él fingió considerarlo.
—Negocias duro. Sí, no, y es una cosa de buscadores de la verdad. Lo
llamamos ping. No hay nada como llegar a casa tarde en un coche con un golpe
y tener a tus padres ping en estéreo para que respondas a sus preguntas.
¿Mañana a las seis?

—¿Dónde?

—Bistro le Cep. Me dicen que es el mejor lugar en Houston para una


conversación tranquila.

No tenía ni idea de dónde estaba.

—Muy bien. Mañana a las seis.

Los dos nos levantamos. Él mantuvo la puerta de mi oficina abierta para mí.

215
Lo acompañé hasta la puerta exterior y lo vi entrar en un Cadillac negro. El
coche retrocedió y rodó por la calle, sin sufrir molestias.

Arabella se acercó a mí.

—Era muy guapo.

—¿A qué se debió todo eso? Nunca me interrumpes mientras estoy con los
clientes.

—Bern me envió un mensaje de texto y me dijo que lo hiciera. Dijo que tú y él


estabais completamente inmóviles, mirándoos el uno al otro durante diez
minutos. Pensó que algo podría haber salido mal y dijo que debía comprobarlo.

Movimiento inteligente. Garen consideraría a Bern con su construcción de


luchador y los hombros de judo una amenaza. Pero Arabella, apenas metro y
medio y quizá cincuenta kilos mojada, parecería inofensiva. Garen no tenía ni
idea de lo cerca que había estado de ser aplastado hasta morir.

Diez minutos. Debía haber sido cuando estaba tratando de encontrar un


camino a través de su pared. Lo sentí como unos segundos. Me pregunto si eso
es lo que quería Agustine Montgomery. Hace más de una semana intenté
convencerle de que me dejara proteger su mente de Victoria Tremaine, y saqué
de su mente una información inofensiva, pero privada. Nunca se dio cuenta de
que sucedió hasta que yo se lo dije. Era como si un trozo de tiempo
simplemente desapareciera de su memoria.

El sudor frío me empapaba la línea del cabello.

Me di la vuelta, corrí los pocos metros hasta mi oficina y agarré mi portátil.

—¿Qué? —preguntó Arabella—. ¿Qué es?

La imagen de Garen y yo sentados frente a frente llenó la pantalla.

—¿Qué puedo hacer por usted, señor Shaffer?

—He venido a contratarte.

Hice clic para avanzar rápido. Gestos frenéticos y voces juveniles. Bla, bla,

216
bla… Ahí.

Garen y yo nos mirábamos. Me hice un zoom sobre mí misma y encendí el


sonido.

Nada. Me quedé completamente inmóvil, como una estatua. Lo mismo hizo


él. Sin movimientos. Sin palabras. Solo mirándonos tranquilamente. Todos mis
secretos seguían siendo míos.

Me desplomé en la silla. De pronto me sentí tan agotada.

—¿Nevada? —Arabella cogió una caja de pañuelos de papel de la esquina de


la mesa y me la acercó.

Toqué mi cara y me di cuenta de que estaba llorando.

—Creo que estás estresada —dijo mi hermana—. Tengo un paquete de


cigarrillos que he estado ocultando de mamá para cuando Catalina y yo nos
estresamos. Queda uno.

—Mamá te va a matar cuando se entere.

—No lo sabrá si no se lo cuentas.

Me levanté y la abracé.

—¿Estás bien? —preguntó mi hermana pequeña.


—No. Pero voy a estarlo. Todos lo vamos a estar…

Mi portátil pitó. El rostro de Bug apareció.

—¡Ven aquí! ¡Ahora, ahora, ahora!

Salí corriendo por la puerta hacia la sede de Rogan, Arabella en mis talones.

217
Corrí por el primer piso, pateé las escaleras y subí al segundo piso. Rynda
estaba junto a Bug, su cara pálida, su teléfono en la oreja. Los secuestradores.

—… me asustó. Estoy muy asustada.

Ella escuchó por un momento.

—Mi marido es todo para mí. Voy a darle el teléfono a la Sra. Baylor. Está
autorizada para negociar en nuestro nombre. —Ella me entregó el teléfono.

—Soy Nevada Baylor.

—Bien —dijo una voz masculina educada en el otro extremo—. Puede que
finalmente podamos llegar a algún sitio.

—Rompiste las reglas del acuerdo —le dije.

Los dedos de Bug bailaron sobre el teclado y la voz del hombre resonó por la
habitación.

—¿Oh?

—Teníamos un acuerdo y lo rompiste.

—¿Qué clase de acuerdo, señorita Baylor?

—Quieres tu rescate. Mi cliente quiere que el padre de sus hijos esté en casa.
Confía en que no involucraremos a las autoridades y que entregaremos el
rescate, y confiábamos en que mantendría a Brian a salvo y nos daría tiempo
para preparar el rescate. Usted hizo una demanda, no nos dio la oportunidad
de responder, y luego envió a Harcourt para atacar a Rynda y a sus hijos en su
casa. Y ahora nos envía una oreja cortada. Este es un grave incumplimiento de
la confianza.

Hubo una larga pausa.

—El incidente de Harcourt no fue planeado —dijo finalmente el hombre—.


No se repetirá.

—¿Está Brian vivo? —pregunté.

—Sí.

218
—Quiero una prueba de vida, por favor.

—Muy bien.

El teléfono se quedó en silencio. Rynda apretó los puños.

—Hola. —La voz tranquila de Brian resonó por la habitación.

Bug empujó un micrófono hacia Rynda.

—¿Cómo estás? —preguntó ella, su voz quebrándose.

—Me duele —dijo.

—¿Trataron tu herida? ¿Trajeron a un médico? —preguntó Rynda.

—Sí, pero todavía duele. Por favor, dales lo que quieran.

—Te amo —dijo ella—. Lo estoy intentando, cariño. Estoy haciendo todo lo
que puedo. Espera un poco más.

—Yo también te quiero —dijo Brian. Sonaba aburrido, sus palabras carentes
de emoción. Tal vez era su oído, y estaba en estado de shock.

Rynda apretó las manos en un solo puño. Parecía que quería gritar.

—Ahora que ya han visto que está vivo —dijo el secuestrador—, volvamos al
negocio, ¿de acuerdo?
—Nos ayudaría mucho si nos dijera lo que estamos buscando —le dije.

—No puedes creer que Rynda sea tan ingenua.

—No necesito creer nada —dije—. Soy un buscador de la verdad, y te estoy


diciendo que mi cliente no tiene ni idea de lo que estás pidiendo. Todo lo que
conseguí de Vincent, antes de que saltara por la ventana, fue que era algo
relacionado con la madre de Rynda.

Otra pausa.

—Vincent no debió habérselo dicho. —Ha.

—Eso debería ser suficiente —dijo.

—Estamos buscando una aguja en un pajar y ni siquiera sabemos si es una

219
aguja. Podría ser una pluma o una manzana. Hemos buscado en los
ordenadores de Brian y Rynda. No lo encontramos.

—No está en un ordenador. —Una nota de irritación se deslizó en su voz—.


Está en alguna parte de la casa. O fuera de ella, en una caja de seguridad
personal, o dondequiera que Olivia lo escondiera.

—Quieres que encontremos algo que no sabemos en un lugar que no


conocemos.

—Y lo encontrarás si quieres que Brian sobreviva.

—¿Podrías por lo menos darnos tiempo?

—Muy bien. Tienes cuarenta y ocho horas.

Había esperado veinticuatro.

—Te sugiero que hagas buen uso de ellas. Odio ver a los niños llorar porque
echan de menos a sus padres, ¿de acuerdo? Si no tengo lo que necesito en
cuarenta y ocho horas, entregaré a su padre en pedazos.

La señal de desconexión llenó la habitación. Bug apagó la conexión.

—Alguien tiene que aplastarlo —dijo Arabella. El rojo teñía sus mejillas.
Apretó los dientes. Realmente se las arregló para enojarla.
Me volví hacia Rynda.

—No tienes que preocuparte por Brian durante cuarenta y ocho horas.

—Pero, ¿qué pasará al final? —Ella se abrazó.

—Nos ocuparemos de eso entonces. ¿Has llamado a Scroll?

—Sí. Están en camino.

—Bien. Necesito que durante esta tarde recuerdes las últimas semanas.
Parecen estar absolutamente seguros de que lo que quieren está en tu casa o en
algún lugar donde tendrías acceso a ello. ¿Tu madre te dio algo como recuerdo?
No importa que no parezca importante. Pregunta a los niños.

Ella suspiró.

220
—Lo haré.

—Puedo hablar yo con los niños.

—No. —Levantó la mano—. No, yo lo haré.

—Gracias.

Bajó las escaleras.

Me volví hacia Bug, tendí mi teléfono y escribí un texto a Bern, con el


teléfono para que Bug pudiera ver lo que estaba escribiendo. No quería correr el
riesgo de que Rynda o alguien lo escuchara.

HABLÉ CON EL SECUESTRADOR. ESTÁ ABSOLUTAMENTE SEGURO DE


QUE LO QUE ESTAMOS BUSCANDO NO ESTÁ EN EL ORDENADOR DE
BRIAN. ¿PODRÍAMOS COMPROBAR SI PUEDES ACCEDER A LOS
ORDENADORES DE SHERWOOD USANDO LAS CREDENCIALES DE BRIAN A
VER SI ENCUENTRAS ALGO INUSUAL?

AHORA MISMO.

Me incliné hacia Bug y susurré.

—¿Podrías por favor comprobar la ruta que Brian tomó para trabajar y
averiguar cuántas cámaras enfocan a esa calle?

Bug parpadeó y corrió a su estación de trabajo.


Mi móvil sonó. Por favor que sea algo bueno. Lo miré. Rogan.

Aquí vamos. Teníamos que hablar de Garen Shaffer. Sabía que esto ocurriría
tarde o temprano.

—¿Hola?

Su voz tenía la calma y recolectada armonía de un Prime.

—Me prometiste una cena.

Mi mente hizo un giro de 180 grados y me tomó un segundo ponerme al día.

—Sí.

—Te recogeré dentro de una hora y media. Traje de cóctel.

221
Traje de cóctel significaba que probablemente había una reserva. Estaba
usando ACUs ensangrentadas.

—¿Necesitas un vestido?

¿Qué estaba tramando?

—No. Tengo uno.

—Nos vemos a las siete.

Exhalé y volví a bajar las escaleras para tomar una ducha y vestirme.

Detrás de mí, Arabella habló por teléfono.

—Catalina, ¿qué estás haciendo?… ¿Puedes dejarlo? Nevada necesita ayuda.

—¿Dijo a dónde ibais? —preguntó la abuela Frida la duodécima vez.


—No.

Me senté en la mesa de la cocina y traté de trabajar en mi portátil. Bern y


Cornelius seguían revisando la correspondencia de Brian, así que decidí
recorrer su cuenta Pinterest de hongos.

Cuando esperas una llamada telefónica importante, noventa minutos


parecían un tiempo increíblemente largo. Cuando tenías que quitarte la sangre
de encima y arreglarte, noventa minutos no era nada. Por suerte para mí, mis
hermanas se habían movilizado para ayudar. En el momento en que salí de la
ducha y con la toalla enrollada a mi alrededor, Arabella atacó mi cabello.
Catalina apareció con un aerógrafo que le compré la última Navidad, porque
seguía preocupándose por su acné inexistente y me dijo que me sentara y no
moviera mi cara. Estaba seca, con estilo, y tenía una niebla líquida de maquillaje

222
rociado en mi cara. Dibujé la línea en el contorno. Si les diera rienda suelta,
saldría de mi cuarto de baño con las mejillas marcadas y ojos del estilo
Cleopatra en mis ojos. Pero gracias a ellas, había terminado en tiempo récord.

Ahora Rogan tenía que aparecer.

Su anterior plantón debía de ser de conocimiento común, porque toda la


familia encontró su camino a la cocina uno por uno. Bern estaba leyendo un
libro de texto en la esquina. La abuela Frida se sentó a mi lado y trató de tejer
algo que era probablemente una bufanda, pero parecía un intento brillante de
un nudo gordiano. Mi madre reorganizó el cajón del té, lo que nunca había
hecho desde que teníamos uno. Arabella se sentó frente a mí, su mirada pegada
a su móvil. Catalina se sentó a mi izquierda, escribiendo mensajes furiosamente.
Zeus se tumbó bajo la mesa junto a mis pies, y Cornelius bebía té en la mesa.
Incluso León entró y se apoyó contra la pared, esperando.

Nadie hablaba.

—Solo por curiosidad —dijo Cornelius—, si Rogan no llega, ¿le despellejareis


vivo?

—Sí —dijeron todos excepto yo al mismo tiempo.

Suspiré.

El timbre sonó.
Hice clic en la tecla de mi portátil. La vista desde la cámara frontal lo llenó.
Una mujer estaba de pie junto a la puerta, vestida con un pantalón oscuro, con
el cabello rubio plateado atrapado en una cola de caballo. Una niña de pelo
oscuro estaba junto a ella sosteniendo un gran gato blanco. Un enorme
Doberman aguardaba obediente junto a ambos. Diana, Matilda, su gato y
Bunny.

—Matilda está aquí —dije.

Catalina se levantó y fue a abrir la puerta. Unos momentos después, la


hermana de Cornelius y su hija se dirigieron a nuestra cocina.

—Papá. —Matilda extendió las manos. Cornelius se levantó de su silla, se


agachó y la abrazó. Arabella discretamente tomó una foto con su teléfono. No

223
podía culparla. Matilda era demasiado linda para describirla.

Matilda parpadeó. Se parecía mucho a su difunta madre, Nari Harrison, pero


su expresión, seria y sombría, era puro Cornelius.

Detrás de ella, Diana frunció el ceño.

—¿Qué es eso?

Matilda abrió mucho los ojos.

—Un gatito.

—Tengo una sorpresa para ti. —Cornelius sonrió.

Oh. No se lo había dicho.

Zeus se movió bajo la mesa, una enorme figura peluda, y su enorme cabeza
se extendía a medio palmo de la cara de Matilda.

Matilda abrió la boca, con los ojos muy abiertos.

—¡Oh, Dios mío! —dijo Diana.

Bunny se congeló en su lugar, claramente inseguro de qué hacer.


Matilda le tendió la mano. Zeus la empujó con la nariz. Ella retrocedió, y la
enorme bestia se acercó más. Era treinta centímetros más alto que Matilda. Ella
jadeó.

La bestia azul bajó la cabeza, y Matilda abrazó su cuello peludo.

—Es muy suave.

Mis hermanas sacaron fotos simultáneamente.

—Es bonito. —Diana se agachó y rascó bajo la barbilla de Zeus. Los ojos.
Como joyas—. ¿Cómo lo hiciste? Esto no es posible.

—Le siento —dijo Cornelius.

—Yo también. Esto es notable.

224
La puerta sonó de nuevo. Comprobé mi portátil.

Rogan estaba de pie frente a nuestra puerta. Detrás de él, un Mercedes Benz
E200 grisáceo aguardaba, sus luces encendidas. Rogan llevaba un traje negro.
Estaba perfectamente proporcionado, y a menos que estuvieras junto a él, era
fácil olvidar lo grande que era. El traje hacía hincapié en todo, desde su altura y
sus largas piernas hasta su estrecha cintura y vientre plano y sus amplios
hombros. Se había afeitado. Su cabello corto estaba peinado. Parecía un
millonario.

Definitivamente estaba a la altura de algo.

—¡Está aquí! —anunció la abuela Frida.

Mi familia se olvidó del tigre y se apiñó a mi alrededor.

—¡Está caliente! —declaró Arabella.

—Se va a declarar. —La abuela Frida se frotó las manos.

—¡Mamá! —gruñó mi madre.

—No se va a declarar. Vamos a cenar. ¡Déjame levantarme!

Me las arreglé para escapar de la mesa.

—¿Una cita? —preguntó Diana, sonriendo.


—Una cena —dije.

—Pareces una princesa —me dijo Matilda.

—¡Gracias! —La abracé, pero ya se había olvidado de mí. Zeus era mucho
más fascinante.

Caminé por la oficina hasta la puerta principal y salí al invierno de Texas,


donde Rogan me estaba esperando. Inclinó la cabeza, y vi el momento exacto en
que el calor le chispeaba en los ojos.

—Estás fantástica —dijo.

Llevaba un vestido negro, un original de Adriana Red, de un prometedor


diseñador de Houston. Lo compré por trescientos dólares el año pasado,

225
cuando su tienda boutique acababa de abrir. Dos meses más tarde una joven
estrella llevaba su vestido verde a los Emmys, y de repente Adriana se convirtió
en un nombre de moda. No podía pagarla más, sus precios se habían triplicado
de la noche a la mañana, pero por lo que a mí respecta, llevaba su mejor trabajo.
El vestido era simple, pero se deslizaba por mi cuerpo en una cascada
controlada, haciendo hincapié en todas las curvas, mientras que todavía me
hacía ver elegante. Su dobladillo caía un par de pulgadas por encima de la
rodilla, la longitud perfecta para mostrar mis piernas mientras seguía siendo
profesional. El cuello en V era un poco más escotado de lo que era estrictamente
apropiado para una cena de negocios, pero no estaba teniendo una cena de
negocios. Mi cabello caía sobre mi espalda en ondas suaves. Mis zapatos me
daban diez centímetros de altura extra. Mi equipo no tomaría ningún
prisionero, pero nadie podría fallar con él.

Los ojos de Rogan se habían vuelto cálidos y oscuros.

—Te ves genial también —le dije.

—El vestido necesita un poco de brillo. —Sacó una caja negra rectangular de
su bolsillo y la abrió. Una bella esmeralda yacía dentro. Un poco más grande
que mi uña pulgar, la piedra atrapó la luz de la lámpara sobre la puerta y brilló
con un verde impresionante teñido con un toque de azul. Colgaba sobre la
pálida cadena de oro como una lágrima.
—¿Sí? —preguntó Rogan. Había un ligero recelo en él, como si esperara que
las cosas salieran terriblemente mal en cualquier momento.

—Es magnífico —dije honestamente.

Lo sacó de la caja. Levanté mi cabello y me deslizó la cadena por el cuello. La


piedra se posó sobre mi piel, una radiante gota de luz.

—Solo para la cena —le dije—. No puedo quedármelo.

—Lo compré para ti —dijo—. Quería dártelo para Navidad.

Su cara me dijo que si rechazaba el collar le rechazaba a él. Sí, era una costosa
esmeralda. Probablemente llevaba cincuenta mil dólares en mi cuello, que era
más que todas las joyas que había poseído en mi vida juntas. Pero él tenía más

226
dinero del que podía contar en toda una vida, y si quería que me quedara el
collar, lo haría.

—Gracias.

Sonrió, un dragón satisfecho.

—Si sigues mirándome así, no vamos a cenar —le dije en voz baja.

—Entonces es mejor que subas al coche.

Me abrió la puerta y me metí en el cálido interior del Mercedes.

Flanders 'Steakhouse estaba en la parte superior de un edificio de veinte


pisos en Louisiana Street, justo al suroeste del distrito de los teatros, y se
aprovechaba plenamente de la vista. Ventanas de suelo a techo presentaban la
espectacular extensión del cielo nocturno, por debajo de la cual se extendía
Houston, brillando con cálido amarillo y naranja contra la oscuridad. Las
autopistas sinuosas entre las torres, canalizando la corriente de los coches
aparentemente a través del aire. El suelo, el techo y las paredes ofrecían
marrones calmantes, y las delicadas arañas, espirales de hierro forjado que
sostenían triángulos de cristal pálido, suavizaban aún más la decoración. Había
salido en unas cuantas cenas de negocios, y la mayoría de los asadores de
Houston que atendían a ejecutivos con cuentas de negocios estaban más en la
línea del Texas rústico, con cráneos de cuernos largos y pieles de vaca en las
paredes, o se parecían a los clubes de caballeros, donde uno tenía que ser
miembro. Esto era agradable.

Finalmente me golpeó. Estábamos en una cita. Nuestra primera cita real.

Un metre impecablemente vestido nos llevó a través del restaurante, pasando


por comensales bien vestidos. Algunos de ellos tenían que ser miembros de las
Casas, porque al pasar, vieron a Rogan y detuvieron lo que estaban haciendo.

227
También obtuve algunas miradas, algunos sorprendidos y desconcertados,
algunos abiertamente curiosos, especialmente las mujeres. Las mujeres
observaban a Rogan dondequiera que iba, y yo las recibía también cuándo
trataban de averiguar qué había de especial en mí. Eso estaba bien. No me iban
a arruinar la cita.

Llegamos a una mesa aislada cubierta con un mantel de color chocolate.


Rogan me sostuvo la silla. No la deslizó hacia fuera con su poder. No hubo
fuegos telekinetics. Esta noche seríamos solo Connor y yo.

Me senté. Tomó su lugar frente a mí, con la espalda contra la pared, un lugar
que convenientemente le permitiría ver todo el restaurante en busca de peligro.

Una camarera apareció en nuestra mesa como por arte de magia. Los menús
fueron colocados delante de nosotros.

—¿Vino? —me preguntó Rogan.

Por qué no.

—Sí.

—¿Qué te gusta?

Me gustaba Asti Spumante. Era dulce y burbujeante y costaba cinco dólares


la botella.
—Tinto. No demasiado seco. —Tenía la esperanza de no pasar por tonta.

Rogan ordenó un vino de la lista. La camarera inclinó la cabeza como si le


concedieran el título de caballero de algún rey y se alejó.

Sonreí a Rogan por encima de mi menú.

Él me sonrió de vuelta. Sus hombros se relajaron ligeramente.

Miré el menú. Oh Dios.

—Estoy hambrienta. No he comido nada desde que robé un pastelito de tu


cocina esta mañana.

—No la robaste. Todos mis pasteles son tuyos.

228
Estudié los aperitivos. Raviolis de champiñones Portobello asado. Carpaccio
de lomo. Coctel de mariscos refrigerados.

—¿Hay algo mal? —me preguntó. Allí estaba, aquella cautela en sus ojos.

—Estoy tratando de decidir qué puedo pedir que tenga las menores
probabilidades de que derrame.

Él rio silenciosamente en voz baja.

—Nunca te he visto derramar nada.

—Eso no es cierto. Cuando estábamos subiendo por los contenedores en el


rascacielos de Sam Houston, me derramé espagueti rancio por encima.

Y por qué acabo de mencionar los espaguetis rancios. Suspiré.

—Eso no cuenta. Lo pisaste.

Más como que rodé en ello, pero ahora no era el mejor momento para señalar
la distinción.

La camarera volvió a aparecer con una botella de vino tinto. La abrió


dramáticamente y sirvió dos vasos. Había algún tipo de ceremonia aquí que
recordaba a las películas. Sostienes el vaso de una cierta manera, giras el vino
dentro, lo hueles o algo así. Levanté el vaso y tomé un pequeño sorbo. Se posó
sobre mi lengua, cálido y refrescante.
—Es delicioso —dije.

Rogan asintió con la cabeza a la camarera. Ella sonrió y se apartó. Apareció


otro camarero. Una cesta de pan fue colocada en nuestra mesa conteniendo
varios pequeños panes, crujiente y recién sacados del horno. Pequeños platos
calentados con dos tipos de aceite de oliva con una base de hierbas la siguieron.
El aroma a pan recién horneado me hizo la boca agua.

—¿Qué van a tomar? —preguntó la camarera.

Me golpeó la parálisis de la indecisión completa.

—Elige tú.

—Carpaccio —dijo.

229
Yo había pedido carpaccio la primera vez que comimos juntos, en Takara,
cuando él estaba tratando de convencerme de trabajar para él. Se acordó.

La camarera asintió y nos quedamos solos otra vez.

Tomé un trago de mi vino. La tensión del día desapareció lentamente.

Se acercó y cubrió mi mano con la suya, entrelazando sus dedos con los míos.

—Hey —le dije.

—Hey. —Sonrió y Mad Rogan se fue. Connor me estaba mirando. Podríamos


haber estado solos en el mundo entero.

—Gracias. Lo necesitaba después de hoy.

—Gracias por venir conmigo. No siempre tiene que ser sangre y sangre.
También puede ser esto.

—Esto está muy bien.

—Me alegro de que te guste.

El Carpaccio llegó. Pedí una chuleta de cerdo de doble grosor, y Rogan fue a
por bistec flambeado.
El carpaccio sabía divino. Lo tomamos con pan crujiente sumergido en aceite
de oliva.

—Esta noche estuviste en peligro mortal —le dije.

—¿Sí?

—Toda mi familia esperaba en la cocina a que aparecieras. Si me hubieras


dado plantón, habrías tenido que pasar por un infierno.

Él sonrió.

—Tu familia me quiere. Los encandilaría para salvar mi vida.

—No lo sé. Estaban muy decididos.

230
Se inclinó hacia delante.

—Pero puedo ser muy encantador.

Oh sí. Sí, que podía. No era difícil ser encantador cuando eras tan atractivo. Y
marcas tu propio ritmo.

El restaurante vaciló a mi alrededor, retrocediendo. La luz cambió, creciendo


suave y dorada. Estaba en la cama con Rogan. Ninguno de nosotros llevaba
nada de ropa. Su gran mano se deslizó por mi muslo…

Me aparté de la proyección lo suficiente como para verlo mirándome desde


la mesa.

—Ten cuidado —le dije, y lamí el vino de mis labios. Su mirada se clavó en
mi lengua—. Puede que hagas arder el mantel.

Parecía a punto de levantarse y arrastrarme fuera del restaurante para tener


sexo increíble en el coche. Y yo iría totalmente con él.

La proyección desapareció, como la llama de una vela apagada.

Los ojos de hielo de Rogan volvieron. Cogió su vaso y se echó hacia atrás
cuando un hombre se acercó a nuestra mesa. Alto y de hombros anchos, llevaba
un traje a medida con una elegancia casual. Su piel era de color marrón oscuro,
el cabello cortado muy corto, y una precisa y estrecha barbilla trazaba su
mandíbula. Solo lo había conocido una vez, pero me había causado impresión.
Eran los ojos. Lo mirabas y sabías que era un hombre peligrosamente
inteligente.

—Rogan.

—Latimer —dijo Rogan—. ¿Quieres sentarte?

Michael Latimer asintió con la cabeza. Una silla se movió por sí misma de la
mesa vacía más cercana y se deslizó a la nuestra. Latimer se sentó.

—Los Harcourts se acercaron a mí hoy —dijo—. Ofrecían una alianza


estratégica en términos muy favorables. ¿Tengo que preocuparme por ti,
Rogan?

Cierto.

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—Mi negocio con ellos está concluido —dijo Rogan. Excepto por Vincent.

—¿Tienes planes para Vincent?

—Sí.

—¿Esos planes dependen de que ya no respire?

—Sí.

Latimer se echó hacia atrás. La silla crujió ligeramente.

—Han renunciado. No creen que puedan proteger a Vincent.

—De acuerdo. Saben que serán vulnerables sin su arma más grande —dijo
Rogan.

Latimer levantó las cejas, pensando.

—Buena información para tener. Disfruta tu velada.

Se levantó y me miró.

—La oferta sigue en pie. En cualquier momento, en cualquier lugar.

—Gracias.

Michael Latimer se alejó.


Rogan se volvió hacia mí.

—¿Qué oferta?

—Cuando Agustine me llevó a la gala de Baranovsky, Latimer vio las


contusiones en mi cuello y me confundió con una víctima de abuso doméstico.
Su tía distrajo a Agustine, mientras él me ofrecía salir de la gala y llevarme a un
médico y darme un lugar seguro para quedarme.

Rogan se inclinó hacia un lado para mirar a Latimer.

—¿Michael Latimer?

—Mhm. No estaba mintiendo.

—Interesante —dijo Rogan.

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Nuestra camarera apareció por nuestra mesa con nuestra comida.

Mi chuleta de cerdo era increíble. Decidí que no me importaba si me tiraba la


comida encima. Me importaba si otras personas me veían llevarme la comida a
la boca como si fuera una mujer de las cavernas, así que me obligué a tomar
bocados dolorosamente pequeños.

—Deberíamos tener postre —dijo Rogan.

Miré mi chuleta de cerdo. Mi plato tenía suficiente carne para alimentarme


durante dos días.

—¿Cuál es tu postre favorito? —preguntó.

—No sé cómo se llama. Lo comí una vez cuando tenía unos nueve o diez
años. Mamá estaba desplegada, y la abuela Frida y el abuelo León nos llevaron
a mis hermanas y primos a Rockport Beach durante tres días. Tenía que ir con
ellos, pero enfermé y pasé el primer día vomitando en la oficina de papá. Me
encontraba muy mal. Todo el mundo estaba en la playa, y aquí estaba yo
durmiendo en la oficina junto a un cubo. En la mañana del segundo día comí
algunas galletas y por la noche estaba muerta de hambre. Papá cerró y me llevó
a algún restaurante para celebrarlo. No recuerdo lo que tomé para cenar, pero
papá dijo que podía tener lo que quisiera para el postre. Así que pedí algo
llamado la caja del tesoro. Lo sacaron y ahí estaba ese gran cubo de chocolate.
Lo intenté con la cuchara y la parte superior se rompió. El chocolate era delgado
como el papel. Dentro tenía una increíble crema mezclada con frambuesas y
arándanos. Fue lo mejor que he comido. —Sonreí ante el recuerdo—. Tu turno.

—Mousse de chocolate —dijo sin vacilar—. Lo anhelaba en la selva. No sé


por qué. Nunca me gustó mucho el chocolate antes. Algunos días cuando
estábamos hambrientos, me despertaba con el sabor de él en mi boca, pensando
que era real. Cuando salimos, nos pusieron en helicópteros y nos llevaron a
Arrow Point, a la base en Belice. Me quedé despierto hasta que nos llevaron al
hospital. Todas estas personas estaban corriendo, frenéticamente tratando de
asegurarse de que nadie moría en su turno. En algún momento alguien me
preguntó qué quería. Debí habérselo dicho, porque cuando me desperté en la
cama del hospital me estaba esperando.

233
Quería abrazarlo. Tuve que conformarme con alargar la mano y acariciar
suavemente su mano con mis dedos.

—¿Estaba bueno?

—Sí. Lo estaba.

Una mujer joven se acercó a nuestra mesa con tacones altos. Tenía unos
veinte años, con el pelo rubio claro, retorcido en un arreglo complicado en la
parte posterior de su cabeza. Su piel era perfecta y su maquillaje aplicado
expertamente. Llevaba un vestido de cóctel negro, pero a diferencia de mi
conjunto simple, el suyo consistía en tiras cosidas artísticamente de ligera seda
negra, cada tira cruzada con una raya de oro. El vestido gritaba dinero. Sabía
que era hermosa y estaba acostumbrada a vestir como era debido.

Ella me ignoró, su mirada fija en Rogan.

—Me llamo Sloan Marcus de la Casa Marcus.

Rogan la miró.

—Somos la tercera Casa telekinetic más grande en Texas —dijo—. Soy un


Prime de tercera generación. Tengo veintiún años, buena salud y libre de
enfermedades genéticas. Soy graduada por Princeton. Me interesas. Mi perfil
estará disponible a petición.
Acababa de proponerse justo delante de mí.

Rogan asintió con la cabeza.

—Mi compañera es demasiado educada para explicarte los hechos, Sloan, así
que tendré que hacerlo yo. Ella y yo tuvimos una mañana bastante difícil, y,
una vez nos lavamos la sangre, vinimos aquí para una comida tranquila. La
estás interrumpiendo.

El color teñía sus mejillas. No estaba avergonzada. Estaba enfadada por ser
rechazada.

—No creo que lo entiendas —dijo—, mi perfil estará disponible para ti.

—No creo que quiera ver tu perfil —le dije—. Ni siquiera ha mirado el mío, y

234
estamos durmiendo juntos.

Ella se dignó a mirarme.

—Los Primes se casan con otros Primes.

Le sonreí y seguí comiendo.

Sloan levantó la barbilla.

—Nadie me dice que no.

—Mientes —le dije.

—¿Cómo te atreves?

—Es un hecho —le dije—. Alguien te dice que no mucho. Mientes sobre tener
veintiuno, pero fue un buen discurso, así que no lo interrumpí.

Rogan se rio en silencio.

—¿Quién crees que eres…?

—Déjanos —dijo Rogan. Su voz tenía un tono de inconfundible orden.

Sloan abrió la boca. La magia de Rogan se extendía a su alrededor, una


corriente invisible pero violenta. El dragón había abierto sus alas.
Sloan se tambaleó hacia atrás, su cara sorprendida, y se apresuró en sus
tacones imposibles.

La magia de Rogan desapareció.

—¿Alguna vez has comprobado si tú y yo somos compatibles? —pregunté.

Él frunció el ceño.

—Tendría que conseguir los registros de Tremaine para eso. ¿Crees que tu
abuela me daría acceso?

—Lo dudo. Aunque nunca se sabe con ella. ¿No te prometió que me podrías
tener?

—Sí.

235
Ahora era tan buen momento como cualquiera.

—Garen Shaffer vino a verme hoy.

El rostro de Rogan estaba relajado, casi casual, mientras cortaba su bistec.

—El heredero.

—Me pidió cenar conmigo mañana. —Corté otra pequeña rebanada de


chuleta de cerdo—. Dije sí.

Algo crujió. Rogan seguía comiendo, su expresión perfectamente tranquila.


El vidrio grueso de la ventana a nuestro lado desarrolló una grieta de rayitas en
toda la esquina superior, justo encima de Rogan.

—Pensar en el futuro es importante —dijo Rogan, su voz neutral—. Entiendo


por qué quieres mantener abiertas todas las posibilidades.

Oh, idiota.

—Un buscador de la verdad estuvo involucrado en romper el hexágono y


ayudar a Pierce a encontrar el artefacto. Un buscador de la verdad también creó
una barrera en la mente de Harcourt. Aún no hemos sido confirmados como
una Casa, pero en el momento en que nuestro perfil subió, Shaffer saltó sobre él.
Me gustaría saber más sobre él.
—Esa es tan buena razón como cualquiera.

—Si está trabajando con Harcourt, puede saber dónde está Brian.

—Suena lógico. —Estaba cortando su carne con precisión quirúrgica.

—Me gustaría que lo vieras.

—Por supuesto. —Se congeló con su tenedor en el aire—. ¿Puedes repetir eso
otra vez?

Hablé despacio.

—Voy a grabar la conversación con una cámara oculta y enviar la comida en


directo a Bern. Me gustaría que lo vieras.

236
Se limitó a mirarme fijamente.

—Ver a Shaffer conlleva un riesgo. Él hizo algo hoy en mi oficina que me


hizo difícil reconocer si estaba mintiendo. Estaba probando mi magia. Hay
alguna posibilidad de que intente hacer conmigo lo mismo que yo hice con
Agustine. Si me oyes comenzar a confesar cosas, por favor llámame. Espero que
una llamada telefónica sea suficiente para interrumpirme, pero no puedo estar
segura.

—¿Así que no te importa si escucho tu cita?

—No es una cita.

—Una cita para cenar.

Suspiré.

—Si me importara, no te pediría que controlaras la conversación.

Volvió a la vida como un tiburón sintiendo una gota de sangre en el agua.

—¿Qué pasa si voy contigo y me siento en una mesa diferente?

—No.

Sus ojos se estrecharon.


—Estás claramente preocupada. También me preocupa tu seguridad. Si me
lo permites, puedo estar cerca en caso de que las cosas salgan mal.

—No.

—¿Por qué no?

—Porque en el momento en que Shaffer ponga su tenedor en el camino


equivocado, entrarás allí y le cortarás la cabeza con los cubiertos. O con algún
cambio suelto que lleves en el bolsillo.

—No necesito cubiertos ni nada más. Si te hace daño, le retorceré el cuello


con las manos.

Le señalé con mi tenedor.

237
—Y es exactamente por eso que me darás tu palabra de que mantendrás una
cierta distancia.

—¿Cuánta distancia?

—Un montón.

—¿Puedes ser más específica?

—Rogan, para.

Tomó un trago de su vino. Su expresión no cambió, pero sus ojos lo hicieron.


Se volvieron inexpresivos.

—Sturm —dijo en voz baja.

Tiré de mi magia y la dejé salir, empapando la mesa en ella.

Un hombre se acercó. Aproximadamente uno ochenta de alto, era delgado y


pálido, con los ojos color café. Su cabello castaño oscuro enmarcaba su rostro en
ondas suaves, el largo suficiente para rozarle el cuello. Se había afeitado esa
mañana, pero ahora el rastrojo le salpicaba la mandíbula, y no parecía
importarle. Tenía una cara atractiva, pero no era guapo. Donde las
características de Agustine tenían la perfección de la belleza, y Rogan hablaba
de poder, Sturn indicaba enfoque. Era un hombre que planeaba y pensaba
pacientemente en una estrategia. Sus ojos decían que sería implacable en su
ejecución. Verlo no era realmente una elección, era una compulsión. Tropezó
con una alarma instintiva en el interior de mi cerebro que decía: ‘Peligro’, y mi
supervivencia dictaba que tenía que vigilarlo para ver qué haría a continuación.

—Rogan. Increíble encontrarte aquí. Qué sorpresa tan maravillosa —dijo


Sturm. Su voz tenía un ligero gruñido. Si los lobos pudieran asumir forma
humana, sonarían así. Pensándolo bien, parecía un lobo también. Un lobo
enfermo, vicioso, inteligente.

—Sturm —dijo Rogan, como si no tuviera un problema en el mundo.

Sturm se sentó en la silla libre. Bebí mi vino y moví mi magia, una hebra fina
a la vez, para envolverlo.

—Pensaba que te habías convertido en un completo recluso —dijo Sturm—.

238
Un héroe dañado por la guerra y retirado de nosotros los mortales ordinarios.
Sin embargo, aquí estás con un bistec flambeado, con ropa presentable incluso,
y tu cita lleva la Lágrima del Egeo alrededor de su cuello. Que equivocado
estaba.

¿La Lágrima del Egeo?

—Las suposiciones pueden ser peligrosas —dijo Rogan.

—En efecto. Un hombre puede asumir que tiene razón, solo para encontrarse
inesperadamente del lado equivocado de la historia. —Sturm sonrió—. Me
alegro de verte, Rogan, disfrutando el lado más elegante de la vida. Esto es,
después de todo, lo que es un Prime. Comodidad. Riqueza. Poder.

—Deber —dijo Rogan.

Sturm puso los ojos en blanco.

—No eres divertido. ¿Qué piensas de todo esto, Sra. Baylor?

—Es agradable. Mi chuleta de cerdo estaba deliciosa. El vino también es


excelente.

Sturm mostró sus dientes con una sonrisa aguda.

—Su chuleta de cerdo. Eso no tiene precio. Eres encantadora.


—Qué bien. ¿Conoce a Vincent Harcourt, señor Sturm?

—Por supuesto.

Envolví los hilos de magia alrededor de él.

—¿Le parece un hombre errático? ¿Alguien que puede arruinar un plan


cuidadosamente estructurado al no seguir órdenes simples?

Sturm rio su lupina risa ronca.

—Ni siquiera has sido certificada como Primer, Sra. Baylor, pero juegas tan
bien el juego. ¿No es así, Rogan?

Rogan no respondió. Tomó otro trago de su vino.

239
—Un hombre en nuestra posición tiene que jugar bien, como Rogan le dirá,
Sra. Baylor. De lo contrario corremos el riesgo de perderlo todo. Gente que
trabaja para nosotros. La gente que amamos. Antes de que se entere, nos
encontramos encogiéndonos en un búnker minúsculo mientras que los tornados
rujen encima. Pero a veces la tradición de perder se perpetúa en la familia.
¿Cómo está tu sobrino, Rogan?

Rogan sonrió. La ventana junto a nosotros se agrietó con un crujido musical.

Esa sonrisa significaba asesinato. Extendí la mano y la puse en su muñeca.

—Por favor, no lo hagas.

—Ah. —Sturm sonrió otra vez—. La influencia civilizadora de las mujeres.


¿Qué harían los hombres sin ella?

Me volví hacia él.

—Algunos hombres son demasiado obtusos para darse cuenta de que


cuando empujan demasiado lejos, otros hombres pueden asesinarlos sin pensar
en las consecuencias. Tales hombres serían sabios si recordaran que las
consecuencias no les importarán, porque estarían muertos.

Sturm miró hacia la ventana. Finas grietas como cabellos enmarcaban


fragmentos de vidrio extremadamente afilados. Si la ventana se rompía, los
fragmentos podían cortarle a tiras, especialmente si eran guiados por una
precisión telekinetic Prime.

—Veo que me he quedado más tiempo del conveniente.

—No —dijo Rogan—. Quédate. Charla un poco más. Vamos a ponernos al


día.

—Lo siento, pero tengo que irme. —Sturm se levantó—. Piensa en lo que dije,
Rogan. No es demasiado tarde para caminar por el lado correcto.

Se marchó.

—¿Qué me has dado, Rogan? —pregunté.

Su rostro parecía dolorido.

240
—Una piedra brillante.

Cierto. Bien. Saqué mi teléfono y escribí ‘Lágrima del Egeo’ en la ventana de


búsqueda.

Lágrima del Egeo, un diamante de 11,2 quilates clasificado como de Intenso Brillo
Gris Azulado, fue descubierto recientemente en un antiguo naufragio frente a la costa
del Egeo. La Lágrima del Egeo es solo el tercero de todos los diamantes conocidos que
poseen un tono azul-verdoso, otros son Ocean Paradise y Ocean Dream, por lo que era
uno de los diamantes más raros del mundo. (El color azul verdoso era común en los
diamantes artificialmente mejorados y se lograba a través de diversos métodos de
irradiación, sin embargo, era extremadamente raro en la naturaleza.) La Lágrima del
Egeo fue vendida recientemente a un coleccionista privado por $16,8 millones.

Me atraganté al tomar aire.

—¿Quieres quedarte para el postre? —preguntó.

—No.

Nuestra camarera apareció, como si la hubiéramos llamado.

—Estamos listos para irnos —le dijo Rogan—. Ponga la factura en mi cuenta.

Salimos del Asador y subimos al coche. Rogan atravesó la ciudad nocturna.


—¿Por qué? —pregunté finalmente.

—Porque te amo.

—Dieciséis millones de dólares.

No dijo nada.

Las brillantes luces de Houston se deslizaron por la ventana.

—Quería mostrarte el otro lado de ser un Prime —dijo—. Los beneficios de


ello.

—¿Te refieres a los beneficios de un imbécil en un traje de Armani que nos


amenaza o a la parte en que alguna mujer al azar se lanza sobre ti? Vale, eso no
fue justo.

241
—La diferencia entre ella y Garen es la práctica. Mejorará con la experiencia.

—Garen no se acercó a mí.

—Lo hará.

Suspiré.

—Quería que esta noche fuera solo para nosotros —dijo Rogan—. Libre de
muerte y sangre. Solo tú y yo. Ningún negocio de Prime.

Y en cambio hubo un desfile sin fin, al final del cual Alexander Sturm vino a
regodearse. Y yo me quejaba por ello. Oh, Connor.

—Puede ser pacífico —dijo—. Estamos en guerra ahora mismo, pero no


siempre lo estaremos.

Se volvió hacia nuestra calle.

—¿Me dejas en mi casa? —pregunté.

Paró el coche suavemente ante el almacén. Busqué la cadena alrededor de mi


cuello.

—No —dijo él, con voz de acero.

—No puedo. Es muy valioso. Yo…


—Lo compré para ti —dijo.

Si le obligaba a aceptarlo, lo lanzaría por la ventana y se alejaría. Podía verlo


en sus ojos.

—Bueno. No me esperes. Estaré un poco ocupada.

Su rostro se cerró.

Salí del coche y puse el código en la puerta del almacén.

Mamá y la abuela Frida todavía estaban en la cocina, discutiendo algo en voz


baja. En el momento en que entré, todo se detuvo.

Saqué la cadena y puse el diamante sobre la mesa.

242
—Ooo, brillante. —La abuela Frida la miró fijamente—. ¿Qué es?

—Son dieciséis millones de dólares.

Caí en una silla. Mi madre y mi abuela me miraban, mudas.

—¿Te lo propuso y lo rechazaste? —preguntó la abuela Frida.

—No. No se declaró. Es un regalo de Navidad. Fue una cena agradable. —No


era culpa de Rogan que Sturm la arruinara al final.

Mi madre se frotó las sienes.

—¿Dónde lo pondremos? No tenemos una caja fuerte.

—Puedo ponerla en la caja de munición de repuesto y puedes guardarla en


tu dormitorio —dijo la abuela Frida.

—Haremos eso. Y por favor, no se lo digas a mis hermanas. —Lo último que
necesitaba era que se tornaran posesivas con la Lágrima del Egeo. Me levanté y
fui a la nevera. Veamos, huevos, crema batida, mantequilla… Teníamos
chocolate en algún lugar.

—¿Dieciséis millones de dólares? —Mamá finalmente encontró su voz.

—Es un diamante verde-azulado. Solo hay tres en el mundo. —Traté de


explicar.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó mamá.

—Voy a hacer mousse de chocolate.

—¿Ahora? —preguntó la abuela Frida.

—Sí.

Treinta minutos más tarde, con el diamante a salvo debajo de mi cama, cogí
mi camiseta de dormir favorita de la cesta de la colada, mi portátil, y un
paquete de toallitas de desmaquillar y lo metí todo en una bolsa de lona, agarré
la cacerola con seis tazas de té llenas de mousse y un pequeño recipiente de
crema recién batida, y me acerqué a la sede de Rogan.

Bug seguía en su puesto. Su rostro se iluminó cuando me vio.

243
—¡Hey, tú!

—Hey. ¿Hay noticias?

—No más llamadas. Todo silencioso. ¿Qué hay en la cazuela?

—Mousse de chocolate.

—¿Por qué?

—Porque a Rogan le gusta. Buenas noches.

—Buenas noches.

Subí otra escalera y probé la puerta de Rogan. El manillar de la puerta giró


en mis manos. Entré. Estaba sentado en un escritorio, su rostro iluminado por el
resplandor del ordenador. Llevaba pantalones de chándal y una camiseta
blanca. Tenía los pies descalzos. Éste era Rogan en su modo apagado-relajado,
cansado, e insoportablemente caliente.

Se volvió y me vio. Sorpresa apareció en su cara. No pensaba que fuera a


venir. Pensó que estaba enfadada con él. Tonto, tonto Rogan.

Caminé hasta la nevera pequeña en la esquina, que, como descubrí anoche,


contenía bebidas y dejé la cazuela. Entró un poco justa, pero me las arreglé. Fui
al armario en la pared de la derecha, me quité los zapatos, me quité las medias,
salí de mi vestido y me quité el sujetador. Finalmente. No había nada tan bueno
como salir de un sujetador al final del día. Me puse mi camiseta de dormir, fui
al lavabo, y me quité la pintura de guerra de mi cara. Me llevó un tiempo. El
suelo frío se sentía tan bien debajo de los dedos de mis pies después de haber
sido aplastados en esos zapatos terribles durante dos horas.

Por último, con la cara limpia, los dientes cepillados, agarré mi portátil y caí
en la cama de Rogan, boca abajo, con mis pies hacia la cabecera. Había
descuidado mi correo electrónico durante la última semana y media. Había
cosas que no podían esperar, como facturas y pagos de facturas.

Un minuto después, Rogan se movió, abrió la nevera y miró dentro.

El silencio se estiró.

244
Me concentré en los correos electrónicos. Por lo general, habría al menos uno
o dos casos nuevos allí, considerando que no lo había revisado por lo menos en
diez días, pero no había nada. Houston estaba esperando para ver si
pasaríamos las pruebas. Si fracasábamos, nuestro negocio se llevaría un serio
golpe y no estaba segura de que se recuperara. Sin embargo, más presión,
porque claramente no tenía suficiente en mi vida ya.

Un correo electrónico de Bern. PUEDO TENER ALGO PARA TI POR LA


MAÑANA. Bueno, eso no era críptico ni nada.

Un correo electrónico de Rivera. Extraño. BUENAS NOCHES, SRA.


BAYLOR. PIDIÓ AL HOSPITAL QUE LE AVISARA CUANDO EDWARD
SHERWOOD SE DESPERTARA. ESTÁ DESPIERTO. ACOMPAÑÉ A RYNDA
SHERWOOD A VISITARLO ESTA NOCHE. LA CASA SHERWOOD TIENE UN
NUEVO JEFE DE SEGURIDAD Y EDWARD SHERWOOD ESTÁ BAJO GUARDIA
24-7.

La casa Sherwood jugando a la defensiva de nuevo. Idiotas. Escribí una


rápida nota de agradecimiento.

Rogan se metió en la cama a mi lado y se sentó con las piernas cruzadas, su


portátil delante de él. Tenía una de las tazas de mousse en su mano, y había
colado una pequeña montaña de crema batida encima.

—Todavía no está listo —le dije.


—No me importa.

Su portátil mostraba una imagen de una página amarillenta, del tipo que
provenía de un cuaderno, cubierto de letra cursiva precisa.

—¿Qué estás leyendo? —pregunté.

—Las notas de mi padre —dijo Rogan, metiéndose más mouse en la boca—.


Guardaba un archivo de cada amenaza potencial. Éste es de Sturm. Dijiste que
no sabías cocinar.

—No puedo. No tengo tiempo, pero no quiere decir que no sepa cocinar
algunas cosas.

Asintió con la cabeza, me acerqué más a él, así que nos tocamos y volví a mis

245
correos electrónicos. Sus dedos me rozaron la espalda. Lo hizo sin apartar la
vista de su portátil. Solo comprobando que todavía estaba allí.

Esto es lo que sería, me di cuenta. Podríamos volver a casa cada noche.

No tenía que ser todo sangre y gore y cenas de lujo. También podría ser esto,
y esto se sentía muy bien.
9

246
Estaba sentada en la cocina de Rogan, tomando café y comiendo otro
pastelito con almendras. El pastelito tenía una delgada capa de azúcar que
crujía bajo mis dientes con cada bocado y luego se derretía en mi boca.
Probablemente era ridículamente malo para mí, pero no me importaba.

Frente a mí, Rogan estaba bebiendo su café. Anoche, después de que


terminara de repasar mis correos electrónicos, Rogan decidió que ambos
necesitábamos un poco de ejercicio antes de acostarnos. Fue muy convincente.
Podría haber usado otra hora de sueño hoy. En vez de eso, me levanté, bebía
café y vestía mi ropa de trabajo semi profesional: pantalones vaqueros, una
camiseta y un suéter de gran tamaño, lo suficientemente grande como para
ocultar mi arma.

Heart, Rivera y Bug estaban sentados alrededor de la isla, tomando café y


hablando en voz baja.

—¿Cómo está la vigilancia? —preguntó Rogan.

Todos se callaron.
Bug se aclaró la garganta.

—No hay señal de Vincent. Se está escondiendo. He estado vigilando a los


Harcourts. No hay movimiento allí. No hay señales de Brian.

—¿Sturm? —preguntó Rogan.

—Volvió a su casa después del restaurante y no ha salido.

—¿Victoria Tremaine? —preguntó Rogan.

Bug sacudió la cabeza.

—Si se está moviendo, no puedo verlo.

Era poco probable que Brian estuviera detenido en la casa de Sturm.

247
Demasiado obvio y demasiado condenatorio si la presencia de Brian era
descubierta. Lo más probable era que Brian estuviera retenido en otro lugar.
Vincent, por otra parte, estaría en la casa de Sturm, porque si yo fuera Sturm, lo
querría con una correa corta después de su última salida de juerga.

Rogan miró a Heart.

—¿Análisis de seguridad?

—He enviado a la gente a instalar más pararrayos —dijo Heart—, pero no


hay mucho que podamos hacer contra un tornado. Este edificio es sólido y tiene
sótano, así como los otros dos que designamos como cuarteles. Tenemos los tres
sótanos abastecidos con primeros auxilios, agua y raciones. Estamos instalando
puertas blindadas. Hoy haremos los procedimientos de evacuación.

—¿El almacén? —preguntó Rogan.

—Está debidamente anclado y las paredes de acero se doblarán en lugar de


romperse —dijo Heart—. Técnicamente, está clasificado para soportar vientos
de 270 Km por hora. Prácticamente, depende de con quién hablas. Si le
preguntas a los fabricantes de edificios de acero, te dirán historias de personas
que sobrevivieron a un F-4 en uno. Pero nadie sabe qué pasará si Sturm crea un
tornado y lo mantiene en un solo lugar.
Si Sturm hiciera eso, nuestro almacén se arrugaría como una lata de Coca-
Cola vacía.

—Necesitamos un refugio —dije.

Heart asintió con la cabeza.

—Hay problemas con eso. El refugio ideal debería estar hundido en el suelo;
sin embargo, requeriría ingeniería y construcción cuidadosa para hacerlo
correctamente, porque el refugio tiene que soportar el peso del almacén y del
suelo. Eso llevará tiempo, que no tenemos. La otra opción sería construir un
refugio reforzado dentro del almacén; sin embargo, el almacén está lleno de
vehículos pesados. Cuando sean recogidos por un tornado, se convertirán en
proyectiles aéreos, que tienen una alta probabilidad de aplastar cualquier
refugio dentro del almacén.

248
—Así que nuestra mejor opción es correr hasta el sótano —dije.

—Sí —dijeron Rogan y Heart al mismo tiempo.

—Estupendo.

—Sturm y yo somos dos magos ofensivos —dijo Rogan—. Las defensas son
nuestro punto débil, así que quienquiera que lance el primer golpe tiene la
ventaja.

Y no podíamos tirar el primer golpe. No teníamos pruebas ni causa probable.


Tampoco Sturm, por lo demás, no podía esperar si esperaba mantener intacta
su imagen pública. Sería un ataque no provocado de cualquier manera. La
pregunta era: ¿quién sería el primero?

—Estamos instalando un sistema de alerta temprana —dijo Rivera—. Él


puede crear un tornado del aire, pero no puede enmascarar la caída de la
presión del aire y el cambio en el movimiento del aire. Tendremos varias
sirenas listas.

—Informaré a tu madre esta tarde —dijo Heart.

Mi teléfono sonó. Era un mensaje de León. FULLERTON ESTÁ AQUÍ.


Salté de la silla, llevé mi taza al fregadero, la enjuagué y la puse boca abajo en
el estante de los platos. Rogan extendió la mano y lo dejé atraparme mientras
pasaba.

—¿Cuál es el plan de hoy? —preguntó.

—Voy a seguir excavando. El reloj sigue corriendo, y tenemos que tener el


rescate para mañana.

—¿Qué vas a hacer hoy? —Había hecho la pregunta con mucho cuidado.

—Voy a reunirme con Fullerton en el almacén ahora, y luego iré al hospital


para hablar con Edward. Dependiendo de lo que me diga, puedo estar en la
ciudad por más tiempo. Tendré que tocar de oído. Estaré en casa a tiempo para
prepararme para la cena con Garen.

249
—Sobre lo que me preguntaste —dijo Bug—. Tres, pero solo una ofrece una
vista sin obstáculos de la calle.

Estaba hablando de las cámaras frente a Memorial Drive. Más curioso y


curioso.

—¿De qué se trata? —preguntó Rogan.

—Te lo explicaré cuando tenga algo sólido. —Si se lo decía ahora, él podría
decírselo a Rynda, y yo quería estar cien por cien segura antes de dejar caer esa
clase de bomba sobre ella—. Sabré más después de hablar con Edward.

—¿Quieres respaldo? —preguntó Rogan en voz baja.

—No. No puedo correr por Houston con guardias armados, Rogan. —


Especialmente si eran sus guardias armados.

—Es mejor tener protección y no necesitarla —dijo Heart, sonando


razonable—. ¿Cuál es el problema de llevar a un par de personas contigo?

—No quiere ser vista con mi gente —dijo Rogan—. Está siendo observada.
La Casa Baylor debe surgir como una Casa independiente, no como un vasallo.

Heart lo miró.

—Pensé que eso estaba resuelto.


Rogan sacudió la cabeza, apenas.

—No.

—Mis disculpas. No entendí bien la situación —dijo Heart.

¿De qué estaban hablando?

—Llevaré a Cornelius conmigo —dije. Si podía alejarlo de Zeus.

El rostro de Rogan me dijo que no le gustaba.

—Mi abuela no va a intentar nada a plena luz del día, no después de parar a
Dave. Sturm nos dio cuarenta y ocho horas. Estoy tratando de encontrar lo que
quiere. No está en su mejor interés obstaculizarme, y dudo que dejara a Vincent
fuera de su vista ahora. Tratar de agarrarme en la calle es arriesgado y no

250
tendría sentido. Él ya tiene todo el apalancamiento que necesita. Bug me
vigilará y me avisará si surge algo extraño.

Todas las palabras que estaba diciendo tenían sentido total, y estaban
rebotando en Rogan sin hacer ningún impacto. Tenía que redirigir esto antes de
que pensara en algunas formas creativas para mantenerme segura y no
paralizar mi investigación en el proceso.

La mejor defensa es un buen ataque.

—¿Dónde estarás hoy?

—Voy a ver a la Casa Ade-Afefe en Austin —dijo Rogan.

¡Ah! Ahora la paranoia tenía sentido. Estaría fuera de la ciudad, así que, si
algo pasaba, no podía dejarlo todo y correr a mi lado para asesinar a todos a la
vista.

—¿Qué clase de Casa es?

—Son magos meteorológicos —dijo Rogan—. Una Casa muy fuerte. Hemos
hecho negocios antes. Voy a pedir ayuda. Sé a quién quiero, pero dudo que la
consiga, así que me llevaré a quien quieran. Si me dejan tener a alguien. Volveré
a tiempo para la cena.

Los Primes nunca hacían nada gratis.


—¿Qué te costará?

Por un segundo el cansancio cobró vida en su rostro, luego desapareció tan


rápido que, si no lo mirabas directamente, te lo habrías perdido.

—No es el costo. Voy a tener que explicar todo el alcance de lo que estamos
enfrentando. Tendré que hacerlo en persona.

Eso significaba explicar la conspiración y las ramificaciones de escoger un


lado. Esta era una decisión de no retorno. Una vez que la elección era hecha,
estabas contra César o con él. De cualquier manera, la elección no se olvidaría.
¿Qué era lo que Sturm dijo ayer? Un hombre puede asumir a menudo que él
está en el lado correcto, solamente para encontrarse inesperadamente en el lado
incorrecto de la historia. La historia era escrita por los ganadores. La Casa Ade-

251
Afefe probablemente necesitaría un montón de persuasión para ser convencida.

—¿Necesitas que vaya contigo? —pregunté.

—No.

Sí, pensándolo bien, llevar a la nieta de Victoria Tremaine para tratar con las
negociaciones sensibles no le haría ser apreciado por ninguna Casa. Indicaba
que esperaba que mintieran y que necesitaba que le dijera cuándo lo hacían. Mi
presencia destrozaría cualquier ilusión de confianza como una bola de
demolición que se balanceaba contra una casa de cristal.

—Está bien —dije—. Hazme saber si puedo ayudar.

Su brazo todavía estaba a mi alrededor, y no mostraba señales de dejarme ir.


Sus ojos rebosaban de energía, calculadores, inteligentes y preocupados.

—Fullerton está esperando —le recordé en voz baja.

—Que espere. —Rogan buscó su portátil—. Quiero mostrarte algo.

Le diría que había oído eso antes, pero Bug, Rivera y Heart estaban allí.

Rogan abrió su portátil e hizo clic en un archivo. Una imagen de mi madre


llenó la pantalla. Estaba tumbada en el suelo alfombrado de algún edificio, su
arma apuntando a un pequeño agujero perfectamente circular en la ventana.
León estaba a su lado. El edificio de Harcourt se alzaba a lo lejos.
—Vete a tres alfa, tres en punto, dieciséis kilómetros —dijo León.

El juego del sector. Recordé haberlo jugado en la cocina cuando era niña.
Dividías tu campo visual en sectores por puntos de referencia. Del portal a la
mesa, sector uno. Del borde izquierdo de la mesa a la pieza central, sector dos.
Desde la pieza central hasta el borde derecho de la mesa, sector tres… A
continuación, te ibas al fondo. Desde la mesa hasta la isla, sector alfa. De la isla
a la nevera, sector bravo. Entonces mamá llamaba, y nos identificábamos. La sal
en el lado izquierdo de la mesa se convirtió en dos alfa, nueve en punto.
Cuando cada uno de nosotros creció, mamá nos llevó al campo de tiro y el
juego se hizo un poco más complicado.

León lo estaba jugando de verdad ahora.

—Contacto —dijo mamá—. Segunda ventana desde la izquierda. Sin

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objetivo.

—Esquina inferior derecha. Un poco más a la izquierda. Un poco más.

León rompía el protocolo. No era así como se hablaba al francotirador para


fijar el objetivo.

—Un poco más.

Debería estar diciéndole que estaba comprobando trayectoria y la distancia.


Una vez consiguiera la distancia lo diría en voz alta, lo metería en el ordenador
de disparo, lo confirmaría, esperaría el ‘listo’, y entonces comprobaría dirección
y velocidad del viento. Nada de eso estaba sucediendo. Y mi madre no lo estaba
corrigiendo.

—Fuego —dijo León.

Mamá apretó el gatillo. La ventana se rompió.

León rio en voz baja.

—¿Dio al blanco? —pregunté.

—Todo lo que hemos podido averiguar —dijo Rivera—, es que la bala golpeó
algo dentro del edificio, hizo un giro de casi noventa grados y sacó al tirador
por el otro lado. León puede literalmente disparar alrededor de las esquinas. El
chico es mágico.

—Dos bravo, seis en punto —dijo León—. Un poco a la izquierda.

Nunca me habría consentido ‘un poco a la izquierda’.

Esperé. Todos habíamos hecho pruebas para ver nuestro rango, incluyendo a
León. Mi madre lo sabía. Tenía que haber sabido de la magia de cualquiera de
nosotros. Habría salido en los rangos. Cuando le conté mi gran revelación sobre
el talento de León, ella ya lo había sabía.

Bueno, yo era idiota y mamá y yo estábamos atrasadas para una charla.

Otro disparo sonó.

253
—¿Cuántas muertes confirmadas? —pregunté.

—Trece —dijo Heart—. Es difícil de determinar con exactitud, porque como


Rivera dijo, tu primo se alinea con disparos que matan a dos personas. Tu
madre disparó veintiuna veces. Tu primo se rio o sonrió diecisiete veces, así que
estimamos el número de muertos en diecisiete.

León sonreía cuando mataba a la gente. Me froté la cara.

—Tal vez si puedo conseguirle alguna terapia…

Los cuatro hombres de la isla me miraron.

—Se ríe cuando mata a la gente. Piensa que es gracioso.

—No me importa si se ríe —dijo Rivera—. Mientras él esté a mi lado, estoy


bien.

Rogan lo miró. Rivera apretó la boca.

—No ríe porque está matando a alguien —dijo Rogan suavemente—. Se está
riendo porque finalmente está usando su magia. Esto es para lo que nació. En el
momento en que la bala golpea al objetivo, no se siente pequeño, o débil, o
inútil, porque funciona. Se reiría de la misma manera si disparara contra sacos
de arena. Piensa en cómo te sentiste cuando utilizaste un círculo de
amplificación por primera vez.
Cuando envié mi magia al círculo y esa primera oleada de poder volvió,
rugiendo a través de mí, dos veces más potente que antes, parecía que había
aprendido a volar. León había deseado tanto tener magia. Ni siquiera se dio
cuenta de que la tenía.

—Espero que esté bien.

—Pregúntale.

—Lo haré.

Rogan cerró su portátil.

—Por favor, llévate a León contigo.

—¿Quieres que me lleve a mi primo pequeño conmigo en caso de que me

254
meta en un tiroteo?

—Por favor, considéralo —sugirió Rogan.

—Lo pensaré.

Rogan me estudió. Su poder se desenrolló alrededor de él y me rodeó, como


si tampoco quisiera dejarme ir.

—Ten cuidado ahí afuera —dijo el dragón.

—Llevaré mi espada y mi escudo —murmuré, rocé un beso en sus labios y


me dirigí a la escalera.

Rynda estaba de pie en la escalera, apenas fuera de la vista. Ella se apresuró,


fingiendo que estaba subiendo las escaleras, pero la habría oído moverse. No,
había esperado en los escalones hasta que me fui.

—¿Cómo estás esta mañana? —pregunté.

—Aún no tengo a mi marido —dijo en voz baja.

—Estoy trabajando en ello.

—Lo sé.

No parecía que hubiera mucho que decir después de eso, así que bajé las
escaleras.
En la planta baja, a la izquierda de las puertas abiertas, alguien había armado
un televisor de pantalla grande. El sargento Teddy estaba tendido frente a él.
Matilda se sentaba en el hueco de su pata, un gran tazón de mezcla de frutos
secos en su regazo. Jessica y Kyle se apoyaban en el costado del sargento Teddy.
Me froté los ojos para asegurarme de que no estaba teniendo visiones.

En la pantalla, Oso en la Gran Casa Azul cantaba una canción sobre la


limpieza. Matilda cogió unas manzanas secas del tazón. El sargento Teddy
abrió la boca y le puso la fruta en la lengua. El enorme grizzly masticaba. Los
niños vieron el espectáculo, contentos.

Tomé una foto con mi teléfono y me fui a casa.

255
Fullerton esperaba en mi oficina, tan desgarbado y sombrío como recordaba.
Me detuve tarareando ‘Vamos, limpiemos la casa’, asentí hacia él a través del
cristal, recogí el contendor y lo llevé a mi oficina.

—He recibido una solicitud de la Casa Sherwood —dijo Fullerton—.


Específicamente, de Rynda Sherwood. Me pidió que le diera mi plena
cooperación y asistencia.

Abrí el contenedor y lo dejé mirar dentro.

—¿Podrías extraer ADN y determinar si esta oreja pertenece a Brian


Sherwood?

—Sí. —Fullerton me miró, su larga cara pensativa—. ¿Lo necesitan con


urgencia?

—Sí.

—¿Necesita confirmación o prueba que se presentaría en un tribunal de


justicia?
—La confirmación será suficiente.

Fullerton retiró la manga de su traje y sostuvo su mano sobre la oreja, con los
dedos extendidos. La magia pulsaba de él en una ráfaga corta y controlada.
Levantó la mano y tiró de la manga.

—La oreja no pertenece a Brian Sherwood ni a ningún otro miembro de la


Casa Sherwood.

Lo sabía.

—¿Está seguro?

—Nunca me equivoco —dijo.

—Gracias por sus servicios. Por favor, envíeme un recibo.

256
—Lo haré —dijo.

—¿Ha habido alguna consulta en nuestra cuenta?

—No. Se lo hubiera notificado inmediatamente. ¿Hay alguna investigación


en particular que esté esperando, señora Baylor?

—Sí. La Casa Rogan.

Fullerton hizo una pausa, su rostro pensativo.

—Usted puede recibir solicitudes para el perfil genético. También puede


hacerlas. No se le darán los resultados hasta después de sus pruebas y el
establecimiento formal de su Casa, pero se puede hacerlas ahora. Buenas
noches, Sra. Baylor.

Lo vi llegar a la puerta, volví a meter el contenedor en la nevera y me dirigí a


la oficina de Cornelius. No estaba en ella.

Podría solicitar el perfil de Rogan.

¿Y si él decía que no?

Y lo que era más importante, ¿realmente me importaba si sus genes eran


compatibles con los míos si simplemente lo quería como era, sin ningún
calificador?
Sí. Solo lo quería.

Regresé a mi oficina y revisé mi portátil. Bern no estaba en la red familiar.


Presioné el intercomunicador.

—¿Alguien sabe dónde está Bern?

—Se fue con Cornelius para revisar algo —respondió León.

—¿Dónde está todo el mundo?

—Tu madre está con la abuela ayudándola en el garaje. El monstruo del


control y el mal encarnado están en la habitación del monstruo de control.

Monstruo de control y el mal, ¿eh? A alguien le pasaba algo.

257
—¿Qué están haciendo allí?

—No me lo dijeron. Algo ocurrió en Instagram. Miré sus cuentas, pero no


puedo ver nada.

¡Ah! León tenía la curiosidad de un gato. Cuando le bloqueabas, le volvía


loco.

Todo el mundo estaba ocupado. Solo éramos León y yo. Las estrellas se
habían alineado. Suspiré.

—Ven a la oficina.

—¿Por qué?

—Te lo diré cuando vengas.

Abrí la pequeña caja fuerte del arma que guardaba escondida en el cajón
inferior de mi escritorio y saqué mi Sig 210 y un cargador.

León entró en mi despacho y se dejó caer en mi silla de cliente, la imagen de


la apatía adolescente.

Le mostré el cargador.

—Ocho rondas, 9 mm.


Los ojos de León se iluminaron. Se inclinó hacia delante, con los ojos fijos en
el arma.

—Seguridad manual. El cargador se mecaniza a partir de un bloque sólido.


Es una pistola antigua, pero es duradera, confiable y es muy precisa. Con esto
es con lo que practiqué y esto es lo que mi padre disparó.

Empujé la pistola y el cargador hacia él. Lo cogió de la mesa, introdujo el


cargador en la pistola y lo hizo todo, en un abrir y cerrar de ojos. En un
momento el arma estaba sobre la mesa, al siguiente saltaba en su mano.

—Consigue una funda —le dije—. Y una sudadera con cremallera. No se


debe ver el arma bajo tu ropa. Voy a salir y tú eres mi respaldo.

Saltó del asiento y se fue. Suspiré. Probablemente esto no era lo correcto.

258
León cumpliría diecisiete en doce días, justo después de Catalina, que cumpliría
dieciocho en tres. Todavía necesitaba comprarles un regalo. De esta manera,
Catalina terminaría presentándose a las pruebas justo en su cumpleaños. Todos
los días de fiesta se habían fastidiado este año. Primero Navidad, ahora su
cumpleaños, y probablemente el cumpleaños de León. Ugh.

Un año más y León podría alistarse legalmente en el ejército, donde se le


daría un arma de fuego y estaría acondicionado para usarlo. En un año y
medio, podría estar en el frente, matando a diestro y siniestro. Nada mágico
sucedería para separar su decimoctavo cumpleaños de su decimoséptimo. Se
convertía en un adulto, pero no se sentiría como uno.

Era hora de que lo supiera. No podíamos protegerlo para siempre.

Saqué mi teléfono y le escribí a Bern.

¿DÓNDE ESTÁS?

COMPROBANDO UNA PISTA CON CORNELIUS. ¿DÓNDE ESTÁS?

Preguntar sobre la pista provocaría una reacción en cadena de explicaciones,


y conociendo a Bern, empezaría con él levantándose esta mañana y luego
pasaría los próximos veinte minutos presentándolo de una manera lógica.

IRÉ A VER A EDWARD AL HOSPITAL. LEÓN ESTÁ CONMIGO. TENED


CUIDADO.
LO TENDREMOS.

Le escribí a Arabella.

¿QUÉ SUCEDE CON VOSOTRAS DOS?

ALESSANDRO SAGREDO LE HA HECHO UN FOLLOWING A CATALINA EN


INSTAGRAM. ESTÁ ASUSTADA.

¿Quién diablos era Alessandro Sagredo y por qué su nombre me sonaba


familiar?

Tiré de mi portátil más cerca y escribí el nombre. ALESSANDRO SAGREDO,


SEGUNDO HIJO DE CASA SAGREDO, ANTISTASI PRIME… Oh. Era el Prime
Italiano que la Oficina de Registros había traído para probar la magia de
Catalina.

259
Así que la seguía en Instagram. ¿Cuál era el problema? —VA A CALIFICARLA
EN LAS PRUEBAS. DILE QUE NO ES NADA RARO.

ESTÁ TOTALMENTE FUERA DE SÍ. ESTOY TRATANDO DE CALMARLA.


QUIZÁS TENGA QUE CONSEGUIR ALGO DE VINO. O UNA BOTELLA.
¿PUEDO COMPRAR UNA BOTELLA?

NO.

ES MEDICINAL.

NO HAY BOTELLA O SE LO DIGO A MAMÁ.

León reapareció, llevando una sudadera con capucha azul. Estaba flaco, y la
sudadera colgaba de su escaso cuerpo. Él podría haber escondido un bazooka
debajo y no podría decirlo.

Lo fijé con mi mirada seria.

—Vas como mi respaldo. No espero problemas, pero si suceden, solo


disparas cuando te doy la orden. Si disparas antes de darte permiso, nunca te
llevaré conmigo de nuevo, y me aseguraré de que no te acerques a un arma
durante el próximo año y medio. ¿Nos entendemos?

León frenéticamente asintió.

—Bien.
Los ojos del guardia de Edward Sherwood me miraron fijamente. Era un
hombre musculoso que parecía que podía pasar a través de una pared, y estaba
haciendo lo posible por intimidarme. Tenía la sensación de que debía
marchitarme bajo esa mirada.

—No vamos a entregar nuestras armas de fuego —le dije.

260
—Entonces no verá al señor Sherwood.

—Por favor pregúntele si él nos verá de todos modos. Este asunto concierne
a su hermano.

—No va a entrar en esa habitación de hospital armada —dijo.

—La última vez que vi al señor Sherwood, estaba armada, y me metí entre él
y la criatura que estaba intentando comérselo.

—Somos conscientes de su papel, Sra. Baylor. La Casa Sherwood está


agradecida por su ayuda.

Era hora de sacar las armas pesadas.

—Antes de llegar al incidente que resultó en esta situación, mi asociado


llamó a la Casa Sherwood e informó a su jefe de seguridad que creíamos que
Rynda Sherwood estaba en peligro. Nos dijeron que nos ocupáramos de
nuestro propio negocio.

La compostura helada del guardia se agrietó un poco.

—Esa persona ya no es empleada por la Casa Sherwood.

—Estoy muy contenta de escuchar eso. Es muy desalentador cuando se trata


de ofrecer información importante solo para se te quiten de encima. Pregúntele
a Edward si nos verá de todos modos. Es importante y urgente.
El hombre me miró fijamente. Un interruptor hizo clic en su cabeza. Así es, la
última vez que tu gente no hizo caso, tu Prime fue herido y tu jefe de seguridad
fue despedido.

—Por favor, espere aquí. —Se dio la vuelta y caminó por el pasillo,
dejándonos en la sala de espera bajo los ojos vigilantes de un hombre y una
mujer en uniformes de la Casa Sherwood.

León les guiñó un ojo. Se mantuvieron estoicos.

Mi teléfono sonó. Cornelius. Respondí a la llamada.

—¿Sí?

—Hemos repasado los recibos de Brian —dijo Cornelius—. El 21 de

261
diciembre, se detuvo en el Millennium Coffee House. Brian no bebe café o té.
Millennium Coffee House está situado cerca de la intersección de Gulf y el 610.
Condujo quince millas. Hay dieciséis tiendas de café que están más cerca de
BioCore.

No tenía sentido para él conducir quince millas en el tráfico de Houston para


un café que no bebe.

—¿Estaba solo?

—No. El camarero lo recordaba porque ordenó un té de frutas y luego hizo


un escándalo porque escribió Bryan con una Y en lugar de Brian con I en su
taza. Se encontró con un hombre. Se sentaron fuera y hablaron durante unos
cuarenta y cinco minutos. Podía verlos a través de la ventana. Le mostramos
algunas fotos y eligió a Sturm.

Y las piezas habían caído en su lugar.

—Gracias.

—¿Eso ayuda?

—Es exactamente lo que necesitábamos.

—Fantástico. Aquí está Bernard.

—¿N Nevada? —preguntó mi primo al teléfono.


—¿Sí?

—Bug y yo rastreamos los inicios de sesión de Brian. Alguien utilizó sus


credenciales para iniciar sesión en su red doméstica el 21 de diciembre. Según
sus correos electrónicos y Facebook de Rynda, pasaron la noche con su suegra y
Edward.

—¿Hay alguna manera de rastrear a lo que se accedió? ¿Copiaron algo?

—No. Para un sistema informático, abrir un archivo y copiarlo es


prácticamente lo mismo. No registra la diferencia. Todo lo que puedo decirte es
que alguien que no era Brian Sherwood tenía acceso completo a su red.

—Gracias.

262
—Nos vamos a casa.

—Tened cuidado.

—Lo tendremos.

Colgué.

El jefe de seguridad salió del pasillo.

—Les verá ahora.

Edward estaba tendido en una cama de hospital, su piel solo un par de tonos
más oscura que el blanco de las sábanas. La luz del sol fluía a través de las
cortinas abiertas, cayendo sobre un hermoso bonsai en la mesa junto a él. Una
mujer compacta, con el cabello recogido en una cola de caballo, esperaba
discretamente en la esquina, observándome a mí y a León como un halcón.
Llevaba una Beretta. León se puso a su lado, pareciendo que no tenía ningún
problema en el mundo. Ella le miró una vez y lo descartó.

El jefe de seguridad estaba de guardia junto a la puerta y no mostraba


señales de moverse.

Levanté una silla.

—¿Cómo te sientes?
—Como un hombre que esquivó una bala —dijo en voz baja. Tocó los
controles de la cama, y la movió hasta estar en una posición semi-sentada—.
¿Has encontrado a Brian?

—No.

—¿Cómo está Rynda?

—Está aguantando.

—Vino a verme anoche. —Él extendió la mano y tocó las hojas del bonsai.

—¿Trajo el árbol?

—Sí. Satsuki Azalea, setenta y dos años. Flores de mayo a junio. Las flores
son hermosas de color rosa y blanco. Tienen una gama muy diversa de patrones

263
de floración, incluso en el mismo árbol. He querido uno durante un tiempo,
pero he estado muy ocupado últimamente. Ella lo recordó. —Sonrió, luego me
sorprendió—. Gracias por salvarla a ella y a los niños. Y a mí. A todos.

—No tienes que darme las gracias. Cualquiera en mi lugar habría hecho lo
mismo.

—Lo dudo.

No había manera fácil de decirlo.

—¿Cuánto confías en tu gente de seguridad?

Tenía que concedérselo; incluso en su lecho de enfermo Edward logró la


mirada.

—Confío en ellos.

—Lo que estoy a punto de decir no puede salir de esta habitación.

—Di lo que sea.

Mantuve la voz baja.

—Alexander Sturm está involucrado en el secuestro de tu hermano.


Un pesado silencio descendió. Cada vez que se mencionaba el nombre de
Sturm, la gente se detenía.

—¿Estás segura?

—Sí. No podemos probarlo todavía, pero estamos seguros.

—¿Pero por qué?

—Alexander Sturm y Vincent Harcourt son parte de una conspiración que


involucró a Olivia Charles. Pertenecen a una organización de Primes que está
tratando de desestabilizar Houston para poner a su líder en el poder. Lo llaman
César. Adam Pierce también era parte de esta conspiración.

Edward se quedó boquiabierto.

264
—Sturm tiene la impresión de que Olivia escondió algo en la casa de Brian y
Rynda. Algo vital. Lo quiere de vuelta, pero se niega a decir claramente lo que
está buscando. No estaba contento con nuestro fracaso en encontrar el rescate,
así que envió una oreja humana cortada a Rynda para tratar de convencernos
de acelerar nuestros esfuerzos.

—Querido Dios. —Edward trató de levantarse.

—Por favor, no se levante —dijo el jefe de seguridad—. Por favor, señor.


Necesitamos que esté bien.

Edward se dejó caer en la cama.

—El 21 de diciembre, tu hermano visitó Millennium Coffee House a unos


quince kilómetros de BioCore. Allí conoció a Sturm.

Dejé que calara.

Edward frunció el ceño.

—¿Estás segura?

—Sí. Encontramos a un testigo que escogió a Sturm de un conjunto de fotos.

—Brian no tenía ninguna razón para encontrarse con Sturm. BioCore no hace
negocios con Sturm Enterprises. Y si quería conocerlo, ¿por qué ir solo? Todo el
mundo conoce la reputación de Sturm. ¿Por qué no me lo contó?
Esas eran excelentes preguntas.

—Más tarde esa noche, cuando Brian y Rynda se encontraron contigo y tu


madre para cenar, alguien usó las credenciales de Brian para entrar en su red
doméstica.

No dijo nada.

—El secuestro de Brian ocurrió en cuestión de segundos. Las personas que lo


perpetraron fueron eficientes y profesionales. Brian es predecible. Él conduce la
misma ruta para trabajar y volver a la misma hora todos los días, a lo largo de
Memorial Drive, que es en su mayoría boscoso. Hay tres cámaras a lo largo de
la ruta que Brian toma para trabajar, pero solo una ofrece una vista sin
obstáculos de la carretera.

265
Edward todavía no dijo nada. No podía decir si había conectado los puntos o
no.

—Ellos lograron obligarle a detenerse en el lugar exacto a lo largo de su ruta


donde estaba garantizado que su secuestro fuera a ser grabado. Nueve metros
en cualquier dirección, y el crimen nunca habría sido capturado en una cámara.
Es muy improbable que un equipo tan eficiente no haya hecho los deberes y no
sepa dónde se encuentran las cámaras. También es interesante que una vez que
golpearon su parachoques, Brian golpeó el quitamiedos, marcando
convenientemente la ubicación de su secuestro.

Los ojos de Edward se oscurecieron. Era el momento de dar el golpe final.

—Cuando Rynda le preguntó a Brian si estaba bien, después de que la oreja


fuera entregada, declaró que tenía dolor. Cuando ella le preguntó si su herida
fue tratada por un médico, él dijo que lo fue. Contratamos a Scroll para realizar
un análisis de ADN en la oreja cortada. No pertenece a tu hermano.

Edward levantó la vista. Su cara se tensó. Su mandíbula apretada. Miró al


techo como si fuera a quemar un agujero con su mirada. Sus manos se curvaron
en puños, aplastando las sábanas. Edward Sherwood estaba monumentalmente
enfadado, y estaba haciendo todo lo que podía para contener su rabia.

Esperé.
Aflojó la mandíbula. Su voz era un gruñido bajo.

—Voy a matarlo.

El bonsai crujió. Su tronco se espesaba, sus ramas empujaban hacia arriba,


creciendo. Las raíces se retorcían bajo el suelo.

—Lo estrangularé con mis propias manos.

Se formaron yemas en las ramas.

—Siempre supe que era un cobarde. Pero esto es… —Se estremeció de furia.

El tiesto de cerámica se agrietó y estalló. Piezas de ella salpicaron mi ropa.


Detrás de mí León debió haberse movido, porque el jefe de seguridad sacó su
arma.

266
La azalea extendió sus raíces, agarrando la mesa como un monstruoso pulpo.
Había cuadruplicado su tamaño, sus ramas colgando sobre la cama.

—Esto está más allá de cualquier cosa que haya hecho antes. Ese mierda. Ese
cobarde y débil mierda.

Los brotes se abrieron bruscamente. Un alboroto de flores cubría el árbol, las


flores delicadas en todos los tonos de blanco a intenso rosa tan denso que no se
podían ver las hojas. Un aroma dulce llenó la habitación.

Edward cerró los ojos y respiró profundamente.

La azalea floreció más intensamente, como si tratara de consolarlo.

—Bajen las armas —murmuré.

El jefe de seguridad bajó lentamente su arma.

—Casi mató a sus propios hijos, el maldito imbécil —gruñó Edward—. Casi
asesinó a su esposa. Casi me mató. Arruinó el futuro de nuestra Casa. Ahora,
cuando la gente hable de Sherwoods, pensarán en asesinato, traición y
conspiración.

Sus ojos se abrieron bruscamente.


—Catorce años. Catorce años mantuve BioCore a flote. Lo retiré del borde de
la bancarrota después de que nuestro capullo senil de padre la arrojó al suelo.
Lo mantuve a flote cuando la investigación de Brian se paralizó, porque
necesitaba tiempo para sí mismo, porque estaba demasiado abrumado y bajo
demasiada presión. Ese pequeño cabrón, ¿qué diablos sabe de presión? Todos
lo protegimos de ella desde que era un bebé. Mantuve a los acreedores a raya.
Hice tratos. Puse mi propio futuro en espera para mantener la Casa a flote.
Olivia solo estaba marginalmente conectada con nosotros, y el efecto a nuestro
negocio fue catastrófico. La traición de Olivia nos lastimó, pero con el tiempo,
habría conseguido sacarlo adelante. Pero ahora se acabó. Él es el jodido Jefe de
nuestra Casa. Su participación saldrá. Rynda ya es una paria social. Con su
marido y su madre conectados a este lío, nadie creerá que es inocente. No hay
manera de superar la contaminación. Estropeará el futuro de sus hijos.

267
Finalmente nos ha matado. Ya estamos acabados.

No sabía qué decir. Eso eran décadas de resentimiento derramándose.

La habitación estaba silenciosa como una tumba.

—Colin —dijo Edward.

—¿Sí, señor? —preguntó el jefe de seguridad.

—Informa a mi madre que, a la luz de los acontecimientos recientes, asumo


el liderazgo de la Casa. Lo que queda de ella. Explíquela que el niño de oro nos
ha arrojado al barro. Además, aconséjele que se prepare para la declaración de
bancarrota de BioCore.

—Sí, señor.

El jefe de seguridad salió al pasillo.

Edward me miró.

—Tengo que averiguar por qué —le dije—. ¿Podría haberlo hecho por
dinero?

Edward sacudió la cabeza.


—Rynda es independientemente rica. Anoche se ofreció a rescatar a la
compañía. Ella ve todos nuestros problemas actuales como culpa suya.

—¿Lo aceptaste?

—No.

Cierto.

—No solo eso, sino que me aseguré de que nuestra riqueza personal
estuviera al menos parcialmente protegida. Si… Cuando BioCore caiga, Brian
todavía tendrá amplios fondos para vivir su vida en comodidad. No
extravagantemente, sino con comodidad.

—¿Es posible que lo hiciera para mantener a BioCore a flote?

268
Edward se echó a reír.

—Supongo que eso es un no.

—No.

Brian tenía muy pocas ambiciones. Eso dejaba solo un motivo posible.

—¿Su hermano alguna vez expresó su descontento con su matrimonio?

Edward suspiró.

—Él vino a mí hace aproximadamente un año y medio y me dijo que quería


divorciarse de Rynda. Dijo que sus hijos eran defectuosos.

Cierto.

—¿Qué le dijiste?

—Le dije que fingiría que nunca escuché lo que había dicho. Entonces le
expliqué que Jessica y Kyle eran sus hijos y que, como padre, se suponía que los
amaba incondicionalmente. Se suponía que debía protegerlos y cuidarlos. Que
no podían ser desechados o negociados por un nuevo modelo como el coche del
año pasado. Si no podía sentirse orgulloso de ellos, porque no tenían el talento
mágico que esperaba, todavía no podía abandonar sus responsabilidades.
También le recordé lo encantador que era nuestro padre y lo trágico que sería si
Brian se convertía en nuestro viejo.
—¿Que dijo él?

—Me preguntó qué pasaría si lo hiciera de todos modos. Dijo que el


matrimonio lo estaba estresando. —El disgusto goteó de la voz de Edward—.
Le recordé que Olivia Charles tenía amigos poderosos. El efecto sobre BioCore y
su posición social sería devastador. También le dije que, si esa idiotez salía de
su boca de nuevo, me retiraría y le dejaría a cargo de la compañía, para que
pudiera defenderse por sí mismo. Eso último lo consiguió.

—¿Es importante para él la situación social?

—Sí. Nuestros padres se aseguraron de que tuviéramos papeles claramente


definidos. Él es un investigador brillante, y yo soy su hermano mayor,
destinado a ser su cuidador. No le gusta cuando la gente habla de él de alguna

269
manera que no sea su papel asignado. Él toleró a Jessica porque ella es, con toda
probabilidad, una empática como su madre. Pero Kyle estaba en conflicto con la
opinión de Brian sobre sí mismo. Brian era un talentoso Prime herbamagos, por
lo tanto, su hijo también sería un talentoso Prime herbamagos.

Si Rogan y yo nos casábamos y nuestros hijos no fueran Primes, ¿se sentiría


molesto? Mi corazón se apretó en una pequeña bola dolorosa.

—Mi hermano no es estúpido. Sabe perfectamente que su posición como Jefe


de la Casa le permite flotar a través de la vida. Las puertas se abren. El maître
de siempre encuentra tu reserva, y si no se ha hecho, una mesa se encuentra
milagrosamente de todos modos. La gente lo trata con respeto. A todo el
mundo le importa sus sentimientos. No tiene que tratar con inversionistas y
acreedores. No tiene que tomar decisiones dolorosas sobre despedir a la gente.
Él delega sus problemas en mí y en su esposa. Kyle lo amenazó. ¿Qué sucederá
cuando Brian se retire? ¿Quién se hará cargo? ¿BioCore aún tiene un futuro?
Llama a la esencia misma de quién es Brian. No hay nada peor que un vector
que falla. El estigma es como el veneno. Mancha toda la Casa.

Había oído el término antes. Un vector que fallaba significaba una persona
cuyos ancestros poseían una poderosa magia, pero que no lograba transmitirla
a sus hijos, por lo que la magia de la familia se debilitaba con cada generación.

—¿Crees que Brian es un vector que falla?


—No me importa —dijo Edward—. Pero no. Creo que Kyle desarrollará su
propia magia. Y aunque no lo haga, es un niño brillante. Cualquiera que le
hable más de un minuto puede verlo. Mi madre nunca se preocupaba mucho
por los niños, incluso por los suyos, pero Olivia lo veía. Ella lo adoraba.
Enmarcó todas las pinturas que hizo.

—Gracias por tu tiempo. —Me levanté.

Me miró con los ojos atormentados.

—¿Se lo has dicho a Rynda?

—Aún no.

—Podría romperla. Quiero estar ahí.

270
—Haré todo lo posible para asegurarme de que estás allí, pero no puedo
prometer nada. No sé qué va a pasar.

Salí de la habitación con León siguiéndome.

Quería tomar una ducha para lavar el estrés.

—Está enamorado de Rynda —dijo León—. Todo su rostro se iluminó


cuando habló de ella.

—Sí.

—¿Por qué no se casó con ella? ¿Por qué se casó con Brian?

—Probablemente porque Brian era el Jefe de su Casa, y Olivia Charles no


habría visto a Edward como un ganador. Era muy orgullosa.

Cogimos el ascensor hasta el vestíbulo.

—Si nos convertimos en una Casa, serás el Jefe de la Casa Baylor.

—Sí. —Y qué alegría sería.

—Seríamos una Casa seria —dijo—. Eres un Prime, Catalina es un Prime,


Arabella es probablemente un Prime, Bern podría ser un Significativo.
Tendríamos cuatro usuarios mágicos de nivel superior.

—Mhm. —Obviamente él lo había pensado.


—¿Vas a casarte con Mad Rogan? —preguntó León—. Los dos seríais Jefes de
las Casas.

—Um. No me lo ha pedido.

Caminé por las puertas exteriores y parpadeé contra el sol brillante.

—Tal vez deberías pedírselo tú —dijo León.

Si solo fuera así de fácil. Nos dirigimos a mi coche. El aparcamiento estaba


medio desierto. Había aparcado en el lateral porque el aparcamiento en la
entrada principal y el de urgencias estaba lleno.

—Solo quieres estar relacionado con Mad Rogan.

—No —dijo, sus oscuros ojos serios—. Quiero que seas feliz.

271
—¿Perdona? —Me detuve.

—Quiero que seas feliz —repitió—. Te hace feliz.

—Rogan y yo no somos compatibles.

León parecía haber mordido un limón.

—¿Cómo… en el sexo…?

—Hijos, León. Es un telekinetico y soy una buscadora de la verdad. Nuestros


hijos pueden no ser Primes. Ya viste cómo lo llevó Brian.

—¿A Rogan le importa?

La última vez que lo hablamos abiertamente, Rogan me dijo que, aunque


pensaba que no importaba, lo haría.

—No lo sé. Dijo que no…

Mi teléfono sonó justo cuando un enorme camión blindado entraba en el


estacionamiento frente a nosotros. Recordé un vehículo igual. La abuela había
trabajado en uno antes. Parecía un camión blindado de seguridad desde el
exterior y una limusina por dentro. Capacidad de asientos para veinticinco.
Mierda. Nunca llegaríamos a nuestro coche. El hospital y la seguridad de
Sherwood eran nuestra mejor apuesta.
—¡Corre! —ladré, y corrí hacia el hospital. León me adelantó como si ni
siquiera me moviera.

La magia golpeó el suelo delante de mí. La explosión me golpeó de nuevo.


Tropecé.

Un hombre apareció a sesenta centímetros de mí. Medía casi dos metros


cuarenta, con músculos y desnudo. Su piel era de color rojo brillante, el rojo
brillante de la armadura biológica de la Casa Madero, y tenía la cara de Dave
Madero. Pero eso no podía estar bien, porque Rogan había roto a Dave como un
palillo.

Alguien lo había teletransportado brilló en mi cabeza.

Las manos del hombre sujetaron mis hombros. Me levantó sobre mis pies.

272
Mis huesos gimieron.

—¡La Casa Madero dice hola, perra! —Me sacudió como una muñeca de
trapo—. ¿Dónde está tu novio? ¡Hizo daño a mi hermano!

No era Dave. Frank o Roger Madero.

—¿Dónde está? —Me sacudió. Mis dientes se sacudieron en mi cráneo—. Tu


abuela me ha dicho que te lleve viva. No dijo de una sola pieza.

Eso fue demasiado. Todo el estrés, la preocupación y el miedo ardieron con


furia dentro de mí y estallaron en un infierno. Tenía mis hombros pero no tenía
mis manos. Tiré de mis antebrazos y apreté mis dedos en su cara. El dolor brotó
dentro de mí y rodó por mis brazos, convirtiéndose en pura agonía. Un rayo
salió de mis dedos y se hundió en la piel blindada.

Madero gritó.

Bienvenido a la sorpresa, perro. Alguien gruñó como un animal rabioso y me


di cuenta de que era yo.

Madero aulló y cayó de rodillas. Me aferré a él. Mis uñas cortaron su piel,
provocando sangre. Su armadura estaba fallando.

El dolor era casi demasiado para aguantar.


Madero se quedó sin aire. Su grito se rompió en gemidos débiles y
desesperados, su voz ronca.

Una luz resplandeciente apareció en mi vista. Tenía que soltarlo, o gastaría


toda mi magia y moriría.

Tiré de mis manos. Madero se desplomó a mis pies, con la cara baja,
convulsionando.

Me alejé de nuevo. La gente corría desde el camión hacia nosotros. El mundo


estaba nadando, fuera de enfoque. Había gastado demasiada magia.

Mi primo se metió en mi vista, su arma en sus manos.

—¿Ahora?

273
—¡Ahora! —Mi mano encontró a mi Baby Dessert Angel.

León disparó. No hubo pausa. No esperó. No respiró. Tiró de la pistola y


disparó los ocho tiros en lo que se sentía como un solo segundo.

Ocho personas cayeron. Quedaron cuatro. Por un momento, se detuvieron,


sorprendidos, luego giraron y volvieron a su camión.

Alcé mi arma, alineé un tiro, disparé. El neumático delantero del camión


estalló. Otro disparo, otro neumático. Los cuatro atacantes que huían se alejaron
del vehículo, corriendo hacia el estacionamiento.

Yo exhalé.

Ninguno de los ocho cuerpos se movió.

Madero yacía a mis pies, respirando como si estuviera a punto de tener un


ataque al corazón. Se había encogido algo y su piel se volvió de un color casi
normal.

—Cinco —dije.

León me miró con los ojos desorbitados.

—La Casa Baylor tendrá cinco usuarios de magia de nivel superior. Esto es lo
que haces, León. Esta es tu magia.
León miró fijamente los ocho cuerpos en el estacionamiento.

—Oh Dios mío. Oh Dios mío. Están muertos. Están muertos-muertos.

—Sí.

Giró hacia mí.

—Los maté.

—Sí.

La expresión de León se desmoronó. Se inclinó y vomitó sobre el pavimento.

274
10

275
Una vez que León terminó de vomitar, le dije que entrara y le dijera al
personal del hospital que necesitábamos ayuda. Se necesitaron seis personas
para cargar a Dave 2.0 en una camilla y meterlo en la sala de emergencias.

Un administrador del hospital, una gorda mujer hispana de unos cuarenta


años, corrió hacia mí, su rostro pálido, su boca era una línea delgada y tensa.

—¿Debería llamar a la policía?

¿Qué diría Rogan?

—Es asunto de la Casas.

Se enderezó. Parte de la frenética agitación salió de su rostro. Había dicho las


palabras mágicas absolviéndola de toda responsabilidad.

—Se lo notificaré a las autoridades —dije—. Por favor, cuide a los heridos.

—¿Qué heridos? Todo el mundo está muerto.

—Entonces vea a mi primo.


Se volvió hacia donde estaba León en el bordillo. Su piel había adquirido un
matiz verdoso.

—De acuerdo —dijo ella—. Lo haremos.

Me acerqué a León, me agaché y lo abracé. No luchaba ni hacía ruidos


asquerosos. Una muy mala señal.

—Lo hiciste muy bien —le dije.

—Antes no era real —dijo en voz baja.

—¿Cuándo hiciste de observador para mamá?

Él asintió.

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—Ahora es real. Los maté. Están muertos por mí.

Tenía que arreglar esto ahora, o lo paralizaría.

—No, yo los maté. Te ordené que dispararas y obedeciste mi orden. Esto


recae sobre mí, no en ti.

Sus manos temblaban.

—León, esta gente nos atacaba. Si no los hubieras detenido, me habrían


llevado hasta Victoria Tremaine. Podrían haberte matado. Toda nuestra familia
estaría en peligro. Hiciste lo correcto. No huiste. Me has salvado, a mamá, a la
abuela, a tus primas y a tu hermano. Nos has salvado a todos.

Un hombre con el uniforme del hospital se acercó y envolvió una manta


alrededor de León. Suavemente doblé la manta alrededor de él.

—Lo hiciste genial.

Él me miró.

—Lo hice.

—Sí. Mamá estará muy orgullosa. Mi padre estaría muy orgulloso. Nos
defendiste.

—De acuerdo —dijo.


Victoria pagaría por esto. Yo la haría pagar.

—¿Enfermaste? —preguntó.

—¿La primera vez que le disparé a alguien? Me sentí enferma.

—¿Pero llegaste a vomitar?

—No tuve tiempo. El edificio explotó y me desmayé. Pero si hubiera tenido


la oportunidad, lo habría hecho con seguridad. La primera vez que vi a Rogan
matar a alguien, casi enfermé. Estábamos en el Pozo y dejó caer un edificio en
ese desastre. Acababa de cortar un trozo del edificio y lo aplastó con él. Me
tomó mucho tiempo superarlo.

—¿Siempre es tan malo?

277
—No. Terminas entumeciéndote. —El sonido del cuello de David Howling
cuando se lo rompí acudió a mis oídos. León no necesitaba saber nada de eso.
No necesitaba saber cómo se sentía. Me gustaría mover el cielo y la tierra para
asegurarme de que nunca se enteraba.

Dos SUV blindados entraron en el estacionamiento y de ellos salieron Rivera


y seis miembros más de la gente de Rogan. La caballería había llegado en un
tiempo récord, pero era demasiado tarde.

Corrieron hacia mí, Rivera dando órdenes.

—Vigilancia aquí, aquí y allí. No quiero puntos ciegos. Si algo apunta a este
estacionamiento, quiero saberlo antes de que llegue aquí.

La gente rompió el grupo. Él se acercó a mí.

—¿Está bien, señora Baylor?

Define bien.

—Todo está bien.

—¿Dónde está Frank Madero?

Me tomó un segundo recordar que él estaría en contacto constante con Bug y


Bug habría identificado a Frank en el momento en que apareció.
—En la sala de urgencias.

—¿Deberíamos llevarlo bajo custodia?

—No.

Rivera parecía incómodo.

—¿Quieres guardias en su habitación?

—No. —No se levantaría pronto.

—Bug dijo que había supervivientes. ¿Quieres que los persigamos?

—No creo que sea necesario.

Los cuatro malos ex militares restantes parecían casi desesperados.

278
—El Mayor fue muy específico. —El rostro de Rivera tenía la expresión de un
hombre que caminaba sobre brasas—. Se supone que debemos prestarte ayuda
y mantenerte a salvo. No estábamos aquí.

Ahora tenía sentido. Rogan les dijo que me cuidaran y dejaron que me
atacaran y llegaron aquí después de que terminara la pelea. Por eso estaban tan
nerviosos.

—Cuando el Mayor regrese, puedes decirle que hiciste tu trabajo. Hubo un


altercado, se acabó y estoy a salvo. Si pregunta por los detalles, dile que hable
conmigo.

Rivera no parecía convencido.

Suspiré.

—¿Quieres prestarme alguna ayuda?

—Sí.

—¿Qué es en lo que Rogan te dijo que me podías ayudar?

—Cualquier cosa que necesites.

—Por favor recoge a los muertos e identifica a tantos como sea posible.
Alguien teletransportó a Frank delante de mí, y sería bueno identificar al mago
teletransportador. Por favor sigue cualquier protocolo que Rogan utilice y
notifica a las autoridades que un enfrentamiento violento tuvo lugar entre la
Casa Madero y la familia Baylor. Si pudiéramos involucrar al departamento
legal de Rogan, sería genial, porque tengo que estar en casa por la noche, y no
puedo pasar el resto del día en la central de policía siendo interrogada. También
necesito los números de teléfono de la familia Madero y Victoria Tremaine.
Quisiera neumáticos nuevos para el Bóveda. Vale doscientos cincuenta mil
dólares y vamos a llevarlo a casa para mi abuela. Y una vez que todo se haya
hecho y las autoridades nos liberen, agradecería una escolta a casa. Eso debería
mantener al Mayor contento.

—Sí, señora.

En menos de un minuto, Bug envió los dos números de teléfono, uno de la

279
Casa Madero, gobernado por Peter Madero, y el otro de las suites alquiladas de
Victoria Tremaine en Landry Tower. Me senté en la acera junto a León y vi a la
gente de Rogan mover los cadáveres.

¿Madero o Tremaine primero? La lucha contra Madero sería más simple. Los
había buscado después del ataque de Dave. La Casa Madero consistía en el
patriarca Peter Madero, que tenía setenta años; su nuera Linda; y sus nietos
David, Frank, Roger, y los gemelos de catorce años, Ethan y Evan. Roger estaba
casado y su esposa estaba embarazada.

A juzgar por Dave y Frank, su abuelo Peter sería desagradable y duro como
las uñas. En primer lugar, envió a su nieto tras de mí y Rogan, luego después de
que Rogan hizo una grulla de origami de Dave, envió a su otro nieto. Peter no
se rendía fácilmente, pero no sobrevivió tanto tiempo sin sabiduría.

Marqué el número y puse la llamada en el altavoz.

—Casa Madero —chirrió una mujer en el teléfono.

—Soy Nevada Baylor. Déjeme hablar con el Jefe de la Casa.

—¿Y quién demonios es usted?

—Soy la persona que acaba de mandar a Frank a urgencias. Pásame con él.

Hubo una pausa, luego una voz masculina ronca se oyó en la línea.
—Así que tú eres la perra que Tremaine quiere.

Aha. Ya conozco tu actitud.

—Encantador. Tu familia no tiene cerebro, así que voy a decir esto


lentamente. Frank está en las urgencias del Houston Memorial. Lo mandé allí.
Si habla con él, le dirá que trajo a doce personas con él contra mí y mi primo de
dieciséis años. Ocho de ellos están muertos. Cuatro huyeron. Me llevo su
transporte como botín de guerra.

—Jodida puta.

—Será Prime puta para ti.

Peter Madero se ahogó en su propio escupitajo.

280
Rivera y León me miraron fijamente.

—No sé si Tremaine te prometió dinero y eres simplemente codicioso y


estúpido, o si tiene algo contra ti y tienes miedo, pero yo soy su nieta. Carne y
sangre. Piénsalo.

—No tengo miedo de ti ni de tu abuela.

—Hasta ahora uno de tus nietos tiene los dos brazos rotos y el otro puede
estar muriéndose. Necesito saber si va a dejar el contrato o intentarlo de nuevo.
Porque si vuelves a intentarlo, voy a dejar que la gente de Mad Rogan se haga
cargo de Frank.

—Te arrancaré la garganta y te morderé el cuello.

—No sobreviviste hasta los setenta porque tomaras malas decisiones


empresariales. Envía a Roger tras de mí, su bebé crecerá sin padre. Lo sabes, y
lo sé. ¿Quién queda? ¿Los gemelos?

—Lo hare yo mismo.

—No, no lo harás. Tuviste un triple bypass hace tres meses. Frank y Dave
apenas podían respirar tras tres minutos de lucha. No tendré que pelear
contigo, sino que correré en círculos alrededor tuyo hasta que tu cuerpo
colapse. ¿Y entonces dónde estaría la familia?
—¡Deja en paz a mi familia!

—Necesito una decisión sobre Frank. No puedo sentarme aquí todo el día.
Además, ¿qué quieres hacer con tus muertos?

—Devuélveme el transporte y pensaré sobre renunciar al contrato.

—No, ese es mi trasporte. Me lo he ganado de forma justa.

Él juró.

—Solo admite que estás vencido, viejo bastardo.

—Bien. Deja a nuestros muertos en el hospital; los recogeremos. Y no dejes


que te encuentre allí, o te retorceré el escuálido cuello.

281
Colgué. Rivera me miraba como si nunca me hubiera visto antes.

—Una vez tuve un cliente así —le dije—. La única manera de ganar su
respeto era ponerme a su mismo nivel y hacerlo lo mejor que pude.

Miré el número de mi abuela. Debía hacer algún tipo de respuesta. Nos atacó
por segunda vez. ¿Podía llamar y emitir un ultimátum? ¿Llamaba a la Oficina
de Registros y me quejaba? ¿Esto nos haría parecer débiles o nos veríamos más
débiles por no quejarnos y dejar que ella siguiera aterrorizándonos?

León se acurrucó a mi lado. Rivera lo estudió durante un momento y habló


en su audífono.

—¿Kurt? Ven aquí.

Un momento después, un hombre de aspecto brusco se acercó a nosotros.


Tenía una densa barba roja y hombros que no cabía a través de una puerta.
Miró a León y asintió.

—Ven conmigo.

León se levantó y lo siguió.

—¿Qué pasa?

—Kurt es nuestro especialista en PTSD —dijo Rivera—. Es un ex Navy SEAL,


muy condecorado.
—¿Y con un alto número de muertos?

Rivera asintió con la cabeza.

—León necesita ayuda, y Kurt podrá ayudarlo. Él sabe que decir.

—Gracias —dije.

—Es un chico con talento —dijo Rivera, y se alejó.

Miré mi teléfono. Necesitaba consejo. Si Rogan estuviera aquí, podría haber


acudido a él, pero si lo hubiera hecho, podría decidir ir a charlar personalmente
con Victoria Tremaine. Hasta el momento había estado casi dolorosamente
atento a no pisarme los dedos de los pies, pero casi se perdió cuando me
acerqué a él para preguntar sobre cómo manejar a Agustine. Estuvo cerca de

282
matar a su amigo, probablemente su único amigo, por mi bien.

No, necesitaba un tercero neutral. Alguien que no tenía problemas para


navegar en aguas de las Casa, pero no tenía ninguna participación personal en
el asunto. Busqué a través de mis contactos. Allí estaba, Linus Duncan. Una vez
el hombre más poderoso de Texas. Dijo que llamara si necesitaba algún consejo.
Cornelius le tenía en un buen concepto, y Rogan lo respetaba.

Marqué el número.

—Hola, señora Baylor —dijo Linus Duncan al teléfono con su barítono rico y
ligeramente divertido—. ¿Cómo puedo ayudar?

—Necesito un consejo.

—¿Es algo urgente?

—Sí.

—¿Dónde está?

—En el Memorial de Houston.

—¿Está herida?

—No. Pero acabo de sobrevivir a un segundo ataque de Victoria Tremaine.

Hubo una pequeña pausa.


—Tiene razón —dijo Linus, una nota de preocupación se deslizaba en su
voz—. El asunto es urgente. Si recuerdo bien, el Memorial de Houston tiene una
cafetería tranquila. Estaré allí en cuarenta minutos.

El sargento Munoz me miró. Un hombre fornido y de pelo oscuro, con el


doble de mi edad, parecía un policía, que era exactamente lo que era. Los
policías de carrera tenían ese aire extraño de autoridad arraigada y cansancio

283
mundial. Lo habían visto todo, esperaban siempre lo peor y la locura, y ya nada
les sorprendía. Si un extraterrestre aterrizaba en el estacionamiento y apuntaba
un desintegrador contra nosotros, el sargento Munoz no miraría a nadie. Le
ordenaría levantar los miembros y echarse al suelo, pero no se sorprendería.

El estacionamiento se había llenado rápidamente de policías. El sargento


Munoz se hizo cargo, y claramente no le gustaba lo que veía.

—Te conozco. Longhorn Hotel, enerkinetic engañando a su esposa.

—Sí, señor. —Fue un caso de rutina de cónyuge engañando hasta que la


esposa apareció en el hotel para confrontar a su esposo contra mis instrucciones
explícitas. Tenía la fuerte sensación de que, si el marido engañador llevaba a su
mujer al coche, nadie volvería a verla, así que entré y me metí de cabeza en el
problema, antes de que pudiera llevársela.

—Y ahora tenemos esto. —Se volvió hacia los ocho cuerpos dispuestos en
una fila. Cada uno de ellos mostraba un solo disparo en el mismo lugar exacto.

—Esto es lo que llamamos una matanza de T-box. ¿Sabes lo que es un T-box?

—Sí.

Si dibujas un rectángulo vertical alrededor de la nariz y un rectángulo


horizontal sobre el puente de la nariz que terminaba en el centro de cada
cuerpo, obtendrías un área en forma de T. La gente pensaba que los disparos en
la cabeza siempre eran letales. No lo eran. A veces las balas rebotaban en el
cráneo, o causaban algún daño cerebral, pero fallaban en matar al objetivo. A
veces penetraban en el cráneo, pero solo causaban una pequeña lesión. Pero un
tiro a la T-box siempre era letal. Una bala en la T-box acertaba en la parte
inferior del cerebro y el tronco cerebral, que controlan los procesos de órganos
automáticos que necesitamos para vivir, como la respiración. La muerte era
inmediata. Era la manera más segura y más misericordiosa de acabar con tu
objetivo. La víctima nunca se daría cuenta de que estaban muriendo. Su último
recuerdo sería un arma y luego su cerebro explotaría.

León había puesto una bala en cada una de las ocho personas exactamente
entre sus ojos. Ocho disparos, ocho muertes instantáneas.

284
Una Harley-Davidson entró en el estacionamiento adyacente. Su piloto, con
una chaqueta de cuero negro y pantalones vaqueros, saltó, se quitó el casco de
la cabeza, revelando un halo de pelo rizado negro, y corrió hacia nosotros. Una
mujer negra de piel café con leche, unos treinta y cinco años. Un patrullero se
interpuso en su camino y ella le ladró algo y siguió adelante.

—¿Los hiciste ponerse en fila? —preguntó al sargento Munoz—. ¿Fue una


ejecución?

—No. Fue autodefensa. Les disparamos mientras corrían hacia nosotros con
sus armas.

Munoz miró los cadáveres y se volvió hacia mí.

—¿Desde qué distancia?

—¡No contestes a eso! —exclamó la mujer vestida de cuero.

Munoz se volvió hacia ella.

—No conteste nada. —Ella sacó una identificación y la empujó delante de


Munoz—. Mi nombre es Sabrian Turner. Soy el asesor legal de la Casa Rogan y
de la futura Casa Baylor.

—Tenemos múltiples homicidios. Su cliente tiene que responder a mis


preguntas.
—Usted está pidiendo información privilegiada bajo la Ley de Protección de
las Casas. Y usted lo está haciendo en medio del estacionamiento, donde no
puede garantizar que la información no será oída. Mi cliente no está obligada a
revelar el grado exacto y la naturaleza de su magia o la magia de los miembros
de su familia, a menos que pueda garantizar su confidencialidad.

Munoz apretó la mandíbula.

—Su cliente no es miembro de una Casa.

—Mi cliente está registrado para someterse a las pruebas. Hasta que falle, las
protecciones y los derechos de las Casas se extienden a ella.

—Disculpe —dije.

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—Bajo el mismo acto, su cliente se supone que debe ofrecer completa
cooperación en casos donde la seguridad de la gente está en juego.

—¿Qué gente? Estas personas fueron contratadas por la Casa Madero. Esta es
una guerra entre Casas.

—Disculpe —dije más alto.

—Yo juzgaré si esto es una guerra entre Casas.

Sabrian cruzó los brazos.

—¿Oh en serio?

—¡Hey! —ladré.

Los dos me miraron.

—Hay una cámara encima de nosotros —dije—. Estoy segura de que lo ha


grabado todo.

—Ya llegaremos a eso —prometió Munoz, y se volvió a Sabrian—. Tal vez


tenga que llevarme a tu cliente a un lugar más privado.

Sabrian entrecerró los ojos.

—Mi cliente contestará sus preguntas cuando ella elija.


—Deberían conseguir unas espadas y blandirlas —dije.

—Oh, no creo que eso sea necesario, ¿verdad? —dijo Linus Duncan.

Munoz se apartó, revelando a Linus Duncan con un traje negro impecable.


Un largo pañuelo azul le colgaba de los hombros. Sonrió, mostrando dientes
blancos contra su barba oscura, tocada con plata.

—Después de todo, la Casa Madero estuvo involucrada, y todos sabemos lo


que eso significa. Disculpe.

Dio un paso entre Sabrian y Munoz y me ofreció su mano. La tomé, y él me


ayudó a bajar de la acera.

—Sra. Baylor me debe un café. Estaremos en la cafetería del hospital si nos

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necesita.

—Sí, señor —dijo el sargento Munoz.

La cafetería era pequeña e íntima, amueblada en ricos marrones y beige


calmantes, y solo llena en una tercera parte. Linus y yo nos quedamos en una
cola corta. Él pidió un expreso y yo un té de hierbas. Mis manos temblaban
ligeramente, consecuencia de la adrenalina y los nervios.

Cogimos nuestro número de pedido y nos sentamos en una mesa aislada


cerca de la ventana. Desde allí tenía una excelente vista del lío en el
aparcamiento. Al menos León estaba a salvo. Dudaba seriamente que alguien
pudiera superar a Kurt para hablar con él.

—No quería interrumpir su día —dije.

Linus me guiñó el ojo.

—Por favor. Las invitaciones para un café con una joven interesante son raras
a mi edad. ¿Cómo podría dejarlo pasar?

Sonreí. Algo en Linus me hacía sentir a gusto. Sabías que era sincero y que lo
que dijera no sería mentira.

El camarero trajo nuestras bebidas y se fue.


Linus sorbió el líquido negro de una pequeña taza blanca e inclinó la cabeza
de un lado a otro, pensando. Debía haber decidido que el expreso era adecuado,
porque tomó otro pequeño sorbo.

—¿Hablamos de tu abuela?

—¿Cómo es?

—¿Victoria? Inteligente. Implacable. Determinada. Piensa que siempre tiene


razón y frecuentemente así es. Esto… —Miró por la ventana—… no es típico de
ella. Prefiere operar en silencio. Debe estar desesperada.

—¿Por qué?

—Eres de la familia —dijo—. La familia es lo que cualquiera de nosotros

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tiene. Eres su legado oculto, el futuro de su casa. Sus padres murieron cuando
solo tenía doce años. Ella deseaba un hijo. La vi poco después de que James
naciera. Parecía feliz por primera vez desde que la conocía. Prácticamente
brillaba.

—Fue horrible con mi padre.

—No lo dudo. Es exigente y difícil. Se mantiene a sí misma al más alto nivel


y nunca se para a pensar que tal vez no todo el mundo posee la capacidad o la
voluntad de igualar la suya.

—Es la segunda vez que nos ataca.

—¿Cuándo fue la primera vez? —preguntó.

—Hace dos días. Dave Madero nos persiguió a Rogan y a mí en su Jeep.

Bebió su expreso.

—¿Cómo terminó?

—Rogan rompió los brazos de Dave por cinco sitios.

Linus sonrió.

—Si Dave Madero persiguiera a la mujer a la que amara, yo también le


habría roto las piernas.
—Oh, lo intentó. Le pedí que no lo hiciera.

—Deberías haberlo dejado. La Casa Madero ha librado una guerra contra la


sutileza durante los últimos cincuenta años. Comprenden la fuerza bruta y los
mensajes claros.

—Eso es casi palabra por palabra lo que Rogan me dijo. —Bebí mi té a través
de una pajita. Sabía amargo, pero era mejor que la pátina metálica de cobre en
mi lengua.

Linus suspiró.

—Rogan está bien versado en la política de las Casas. Ha estado jugando


durante mucho tiempo. Nació en él, y sus instintos son generalmente correctos.
Sin embargo, está en una posición delicada. Perdón por preguntarte, pero

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¿habéis hablado de vuestro potencial futuro?

Tosí.

—Lo tomaré como un no. —Linus me miró con sus ojos oscuros—.
Permíteme aventurar una conjetura: él empujó y tú empujaste más. Empujó con
más fuerza, y estableció algunos límites y se negó a alejarse de ellos.

Me las arreglé para decir una palabra.

—Sí.

—Eso fue probablemente una nueva experiencia para él.

—Sí. —Tuve una súbita necesidad de arrastrarme bajo la mesa. Se sentía


como si tuviera doce años de nuevo y mi madre decidiera tener la charla
conmigo—. ¿Lo conoces?

—Conocí a su padre cuando tenía la edad de Connor. Teníamos negocios


juntos, en su mayoría contratos militares. Connor tenía doce años en ese
momento, y me di cuenta por la forma en que se comportaba que la manzana
no rodaría lejos del árbol.

Cierto. Traté de imaginar a dos Rogans y fracasé.

—Rogan es muy consciente del hecho de que pronto serás el Jefe de una Casa
emergente. Como Jefe de su propia Casa, tiene ciertas obligaciones éticas, y
obviamente no puede dirigir su entrada a nuestra sociedad, porque él se
preocupa por ti y quiere que la Casa Baylor surja como una entidad
independiente, no como un vasallo de la Casa Rogan. Como un hombre que te
ama, no quiere imponer su voluntad a la tuya, incluso cuando es en interés de
tu seguridad, porque no se permite ser tratado de esa manera. Sabe que, si
empuja demasiado, lo dejarás. Desafortunadamente, obviamente eres un
objetivo en el sentido físico y emocional de la palabra. La gente quiere
secuestrarte, manipularte y aprovechar tu inexperiencia. Él lo ve todo, por lo
que está luchando contra un poderoso impulso de meterte en una armadura
completa, encerrarte en una habitación sin ventanas y estar de guardia hasta
que las pruebas terminen. Le entiendo. Una vez tuve que pasar por algo similar.

Cierto.

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—Fue una experiencia única y frustrante. Me volvió el pelo gris. ¿Ves? —
Señaló su sien.

No sabía qué decir.

—Mi consejo no solicitado sería que continúes con el rumbo actual. Has
aterrorizado a los Harcourts, has vencido a Madero, y has resistido a Tremaine.
Pareces estar manejándolo bastante bien.

—¿Qué hago con mi abuela?

—¿Qué te dicen tus instintos?

Suspiré.

—Me atacó dos veces. Requiere una respuesta.

Él asintió.

—Sí.

—Pensé en quejarme ante la Oficina de Registros de la Cámara, pero puede


hacernos parecer débiles.

—¿Quieres ser la niña que corre a la maestra porque alguien te empujó en el


patio de recreo?
—No.

—No lo creía. Tienes una opción. Puedes ser vista como una Casa que
depende de otros o una Casa que maneja sus propios problemas. Deje a tu
abuela un mensaje. Que sea corto y al grano.

Cogí mi teléfono y marqué el segundo número que Bug me envió.

—Confía en tus instintos —dijo Linus, y sonrió.

—TRM Enterprises —respondió una voz masculina educada.

—Apunte un mensaje para mi abuela —dije.

Ni siquiera se detuvo.

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—Sí, señora Baylor.

—La casa Madero está fuera. Le toca mover.

Colgué.

—Bien —dijo Linus, y sorbió su expreso—. Las cosas serían mucho más
fáciles si las dos pudierais sentaros y hablar.

—No quiere hablar. Quiere secuestrarme y obligarme a servirla.

—Victoria es práctica. Finalmente, comprenderá que debe tranquilizarse, al


igual que tú llegarás a la conclusión de que no puedes escapar completamente
de ella. Seguramente las dos podéis encontrar un punto medio. Tu abuela solo
necesita un ligero empujón. Si os encontrarais en algún lugar público y
hablarais quizá llegarais a un compromiso.

—¿Y si no se compromete?

—No estará peor que cuando empezó.

Cierto.

—¿Quieres que la empuje en la dirección correcta? —preguntó.

—Sí, pero ¿cómo sé que no intentará nada?


—Lo sabes porque te doy mi palabra y me ocuparé personalmente de tu
seguridad con Victoria. Si no está de acuerdo con mis términos, entonces no hay
reunión.

—Bien.

—Entonces cuídate. Aquí viene el ángel vengador con su espada flameante.

Sabrian venía hacia nosotros y se detuvo.

—Frank Madero llegó y confirmó que esto es un asunto de las Casas. Te


puedes ir.

—Gracias.

Ella asintió con la cabeza y se alejó.

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—Gracias —le dije a Linus.

—De nada. Para eso estoy aquí. Es mi función como testigo. —Sonrió de
nuevo—. Además, las cosas que te rodean tienen una forma de volverse
interesante. Odio estar aburrido.

Llegamos a casa unos minutos después de las 4:00 p.m. Mamá estaba en la
cocina, preparando la cena. Arabella estaba sentada en la mesa de la cocina con
la nariz en el teléfono.

Mamá vio a León, que todavía parecía un poco verde, y me clavó con su
mirada.

—¿Qué hiciste?

—Lo llevé conmigo como respaldo —dije.

—¿Qué pasó?
Miré con ojos grandes en dirección de Arabella. Mamá se negó a entender la
pista.

—¿Qué pasó?

—Victoria Tremaine nos atacó. Envió al hermano de Dave Madero. Y a


algunos otros. Yo me ocupé de Frank. León se encargó de los demás.

Así, eso era agradable y neutral.

Arabella se levantó y cruzó la cocina.

Mamá abrió el armario, sacó la jarra llena de whisky y sirvió tres pequeños
vasos.

—¿Estás bien?

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El intercomunicador se encendió.

—¡León mató a alguien! —anunció la alegre voz de Arabella.

—Voy a asesinarla —gruñí.

—Demasiado tarde —dijo mamá—. Preparaos.

Las puertas se abrieron y se cerraron de golpe dentro de la casa. Los Baylors


se habían movilizado.

Mamá puso un vaso delante de León y empujó el otro hacia mí.

—Bebed.

Bebimos. Un fuego líquido se deslizó por mi garganta. León tosió.

Bern llegó primero. Derrapó en la cocina, agarró a su hermano por los


hombros y lo sacudió.

—¿Estás bien?

—No lo estará si sigues agitándole así —advirtió mamá.

Catalina entró en la cocina, con el rostro indignado.

—¿Qué pasó?
La abuela Frida vino después.

—¡Detalles! ¡Quiero detalles!

Arabella volvió a la cocina detrás de ella.

La señalé con el dedo.

—Estás muerta.

Se encogió de hombros.

—¿Alguien me dirá los detalles? —preguntó la abuela Frida.

—Pregúntale a León —le dije.

Todos lo miraron. Él se encogió incómodamente de hombros.

293
—No podía dejar que se llevaran a Nevada.

—¿Y bien? —me dijo la abuela Frida—. ¿Es tan bueno como tú?

—Oh no. Es mejor. Mucho, mucho mejor. —Saqué un USB de mi bolsillo. Me


aseguré de obtener una copia de las imágenes de la cámara del hospital antes de
irme. El hospital no se opuso. Negocios de las Casas y todo eso—. León,
¿quieres dejar que lo vean?

Pensó en ello.

—Kurt dijo que podría ayudar a lidiar con ello.

Levanté el lápiz USB.

—Necesitamos un televisor.

Todos nos apresuramos a la sala de estar, donde enchufé el lápiz USB en el


televisor. Las imágenes de León y mías caminando llenaron la pantalla. El
vehículo de transporte entró en el estacionamiento. Hice una pausa en el video.

—Tenemos el transporte. Está aparcado fuera.

Los ojos de la abuela Frida se iluminaron.

—Buena chica.
—¡Sigue con el vídeo! —exclamó Arabella.

Presioné el botón. En la pantalla nos dimos la vuelta y corrimos hacia la


puerta, León corriendo delante de mí. Frank Madero apareció justo delante de
mí. La familia jadeó.

En la pantalla los relámpagos de los shockers parecían plumas. Finas plumas


blancas que parpadeaban hasta la existencia y lamían la piel de Frank.

Estaba todo tan tranquilo, que se podía oír un alfiler caer.

Frank cayó de rodillas. Lo solté. Se desplomó boca abajo. Tropecé, buscando


a tientas mi arma. La gente corría hacia nosotros.

León se metió en la imagen junto a mí, la Sig 210 en sus manos. La levantó y

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disparó. Pensé que solo le llevó un segundo. Era más como dos o quizás dos y
medio. Disparó tan rápido como pudo apretar el gatillo.

Ocho personas cayeron como si les hubieran cortado los hilos. El resto dio la
vuelta y huyó por sus vidas.

Nadie dijo nada.

—Un disparo, una muerte —dijo mamá finalmente.

—¿Crees que está alrededor de Notable, como tu padre? —le preguntó la


abuela Frida.

Mamá entrecerró los ojos en la grabación.

—¿Qué hay, cincuenta metros entre ellos?

—Algo más. —Saqué mi teléfono y le mostré a mamá una foto de dos


cuerpos.

Ella abrió los ojos.

—¿Cada uno?

Asentí.

—¿Qué? —preguntó Catalina.


—Les disparó a todos entre los ojos —dijo mamá—. Muerte instantánea. Lo
hizo a cincuenta metros de distancia, fuego rápido. Es como poco Significativo.

La abuela Frida silbó.

Bern agarró a León y lo aplastó en lo que podría haber sido un emocionante


abrazo de oso fraternal o una llave de judo. Era difícil saberlo con seguridad.

—Esto es especial, León —dijo mamá—. Eres especial.

La cara de León se puso roja.

—Lo estás asfixiando —le dije a Bern.

Bernard lo dejó ir.

295
—¿Vas a presentarte a las pruebas? —preguntó Arabella.

—No —dijo León.

—¿Qué demonios le pasa a esta familia? —Arabella agitó los brazos—. ¿Por
qué no quieres registraste?

—Porque no lo necesito —dijo León—. Es mejor que no lo haga.

—¿Por qué? —gimió mi hermana.

—Kurt me lo explicó.

Mamá me miró.

—Ex Navy SEAL —le expliqué—. El especialista de PTSD de Rogan.

—A veces sucede algo malo y tienes que proteger a la gente que quieres —
dijo León—. Estaría bien si puedes hacer eso y mantener tus manos limpias,
pero la vida no funciona de esa manera. La vida es desordenada, y a veces
debes hacer lo que debes hacer para mantener a tu familia segura. Eso no te
hace una mala persona.

Tendría que darle las gracias a Kurt.

—Un día algún otro Primer amenazará nuestra Casa, y cuando llegue ese
día, lo mataré.
¿Qué?

—Lo haré tranquila y limpiamente, y nadie lo sabrá jamás. —León sonrió—.


Voy a ser un caballo oscuro, el secreto de la Casa Baylor. Seré el mejor asesino.
Una leyenda. Nunca me verán venir.

Mataría a Kurt. Lo estrangularía con mis propias manos.

296
Subí las escaleras hasta el segundo piso de la sede de Rogan, donde Heart y
Bug me esperaban. Napoleón vio mi cara y corrió detrás de la silla de Bug para
esconderse.

—¿Dónde está Kurt? —gruñí.

Bug parpadeó.

—No estoy seguro de que deba darte esa información.

—¡Bug!

—Kurt es un valioso miembro del equipo, y tienes el asesinato escrito en la


cara.

—¿Qué ha hecho? —preguntó Heart

—Habló con León, y ahora mi primo de dieciséis años ha decidido ser un


asesino cuando crezca.

Bug lo meditó.

—Bueno, tienes que admitir que no es una mala opción para alguien con su
habilidad particular.

—¡Bug!
—¿Qué más va a hacer? ¿Competición de tiro?

Busqué algo para arrojarle, pero nada estaba cerca.

—Dudo que Kurt sugiriera que León se convierta en un asesino —dijo


Heart—. Esa no es la filosofía de Kurt.

—Y antes de empezar una pelea —añadió Bug—, tu cena es en setenta y dos


minutos, así que tendrás que cazar a Kurt después de tu cita con Garen.

—No es una cita.

—Perdóname, vuestra veneración. Me refiero a tu reunión de negocios en un


romántico bistró francés con un joven soltero y millonario Prime por el que
llevas un traje pantalón sexy —dijo Bug.

297
—No llevo un traje pantalón sexy, llevo un traje pantalón de correr-rápido-si-
es-necesario. Para tu información, lo compré en Macy's, por doscientos dólares,
porque de vez en cuando tengo que hacer vigilancia en la ciudad y me hace
parecer que estoy de regreso a mi casa. Garen Shaffer probablemente encuentra
doscientos dólares cuando se vacía el cambio suelto de sus bolsillos.

Bug levantó las manos en el aire.

—Estaba equivocado. ¿Qué equipo llevas?

—¿Por qué te lo iba a decir?

—Solo quiero saber si llevas algo bueno o una de esas cámaras basura de
diez pixeles por segundo.

—Soy un IP. La vigilancia es mi pan y mantequilla. —Papá siempre había


subrayado la importancia de un buen equipo, por lo que actualizaba el nuestro
cada año—. Le retransmitiré la comida en vivo a Bern.

—Pero quiero verlo.

—Puedes verlo con Bern.

—Pero mis pantallas son más grandes.

Lo ignoré.
—¿Dónde está Rogan?

—En algún lugar de la I-10 —dijo Heart.

—Creí que había dicho que iba a llevar un avión a Austin.

—Lo hizo. Hay una tormenta de granizo y los aviones están varados en
tierra. Está de vuelta —dijo Bug.

Realmente quería verlo antes de la cita.

—Bien.

—¿Qué precauciones has tomando? —preguntó Heart.

—Voy a llevar a Cornelius y él llevará a Bunny.

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—¿Quién es Bunny? —preguntó Heart.

—Doberman. —Bug levantó sus manos, mano derecha arriba, izquierda


abajo, curvó los dedos y las abrió y cerró, imitando las mandíbulas—. Dientes.

—El Pub de Molly está en la misma plaza —dijo Heart—. Tres de los
nuestros estarán allí. Uno de ellos es una égida. ¿Cómo sabrán si algo va mal?

—Si necesito ayuda, cubro la cámara con el dedo y lo dejó así durante un
segundo. Bern sabe lo que significa.

—Bien —dijo Heart—. Entonces estamos listos.

—Sigo diciendo que mis pantallas son más grandes —murmuró Bug.

Entré en Bistró le Cep a las seis menos cinco. Los comentarios lo describían
como acogedor, pintoresco, tradicionalmente europeo, y no mentían. Paredes
blancas que mostraban cuadros con temas franceses; techo blanco, atravesado
por vigas de pino dorado; ventanas grandes. Los elaborados estantes de pino
exhibían botellas de vino oscuro. Las filas de mesas, cubiertas cada una con un
mantel rojo, rematado con lino blanco, y flanqueadas por las sillas acolchadas,
ofrecían asientos cómodos. Las velas brillaban suavemente con una luz íntima.
Las calles ocupadas de Houston se desvanecieron. Era como entrar en un
mundo diferente.

El restaurante estaba lleno en dos tercios. Cornelius estaba sentado a dos


mesas desde la entrada, a la izquierda. Bunny estaba discretamente a sus pies.
Normalmente, conseguir que un perro entrara en cualquier restaurante en
Houston estaría fuera de cuestión, a menos que fuera un animal de servicio,
pero la gente hacía excepciones para los magos de animales.

Un gerente me sonrió.

299
—Buenas noches. ¿La cita del señor Shaffer?

—Sí.

—Por aquí por favor.

Me condujo por los estantes de pino a una sección diferente del restaurante.
Garen se sentaba en una mesa apartada, absorto en su menú. Llevaba un traje
gris que le sentaba como un guante. Su pelo rubio tenía ese aspecto ligeramente
despeinado que adquiría cuando casualmente pasabas tu mano a través de un
corte de pelo de mil dólares. Se veía tranquilo y con confianza en sí mismo; no
había nada llamativo en él. Cuando Rogan entraba en una habitación, su
presencia te daba un puñetazo. Emanaba peligro. Garen emanaba… Ni siquiera
estaba segura de lo que era. El encanto parecía demasiado zalamero para
describirlo. Solo sabías que se trataba de un hombre que estaba perfectamente
cómodo en su propia piel y seguro de su lugar en el mundo. Siempre estaba
donde se suponía que estaba, no era fácil de alterar, y si se presentaba a un
evento formal con pantalones vaqueros y una camiseta, lo dejarían entrar sin
hacer una pausa. Seguiría estando elegante, y todos los demás se sentirían
horriblemente vestidos.

Levantó la cabeza. Nuestras miradas conectaron. Garen sonrió.

Guau.
Apostaba a que iba a pedir en francés.

Garen se levantó y me sujetó la silla. El tratamiento real. Sonreí y me senté.

—Has venido —dijo.

—Dije que lo haría.

—No estaba seguro.

Cierto. Saqué mi teléfono y lo puse en la mesa junto a mí. Él lo miró.

—Lo siento —le dije—. Trabajo. —Además, la cámara escondida en el lateral


de la funda del teléfono ahora tenía una excelente vista de él y enviaba la
comida en directo a Bern. Era una cámara mejor que la oculta detrás de la
solapa izquierda de mi traje, pero era mejor tenerlas ambas en caso de que una

300
de ellas decidiera morir repentinamente.

—No te preocupes.

Un camarero apareció, sonriendo, se presentó, y trajo tostadas y paté


gratuitos. Pedí agua. Garen hizo lo mismo.

—¿Vino? —preguntó.

—El que elijas.

Miró la lista de vinos y murmuró algo al camarero, quien asintió y se


marchó.

—Siempre me siento incómodo pidiendo vino para todos —dijo Garen.

Cierto.

—¿Por qué?

—Porque es muy subjetivo. El sabor del vino tiene muy poco que ver con el
precio. Algunas personas entrenan su paladar durante años para convertirse en
conocedores y algunos simplemente quieren una deliciosa bebida. He estado en
una cena donde el anfitrión abrió una botella de Riesling de cinco mil dólares.
Sabía a corteza de roble empapada en vinagre.

Me reí.
—Y el hombre me miró directamente mientras lo probaba. Sabía que tenía
que decir algo.

—¿Qué dijiste?

Garen se inclinó hacia delante, asintiendo con la cabeza.

—Oh, mentí. Creo que le dije que era exquisito.

Oh, Señor Lobo. Qué hermosos ojos tienes y que encantadoras historias cuentas.
Apenas puedo ver los colmillos.

—Las mentiras de una palabra son las más fáciles.

—Sí, lo son.

301
Las bebidas llegaron. El camarero abrió una botella de vino blanco y vertió
un poco en los dos vasos.

—Por favor —me invitó Garen.

El vino sabía limpio y dulce.

—Me gusta.

Sentí un ligero chasquido contra mi piel. Garen estaba comprobando si era


verdad. Estaba sonriendo.

El camarero llenó nuestros vasos y cortésmente pedimos los entrantes. Me


decidí por las vieiras scallop.

—Traiga dos —dijo Garen, y volvimos a estar solos.

Me estudió con ojos verdes y elegantes.

—Hagamos un pacto por esta noche.

—¿Mmm?

—Seamos honestos el uno con el otro.

—¿Cómo de honestos?
—Brutalmente. Hazme cualquier pregunta, y te responderé honestamente.
Sin escudos, sin intentos de bloquear la sonda. Pido lo mismo a cambio.

Rodé el vino en mi copa.

—Es un juego peligroso.

—Me di cuenta de ello.

—No te gustarán mis preguntas —dije.

—Me gusta vivir peligrosamente.

Nos enfrentamos uno al otro en la mesa, como dos pistoleros, armados con
vasos de vino en lugar de un revolver.

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—Adelante —me alentó.

—¿Alguno de vosotros o un miembro de vuestra familia ha roto un


hexágono con el propósito de encontrar la tercera pieza de un artefacto, que
estaba localizada en la estatua del Parque del Puente?

Había considerado esa pregunta cuidadosamente. Así fue como la


conspiración apareció la primera vez. Hicieron un trato con un Prime llamado
Adam Pierce. Pierce quería quemar Houston, pero necesitaba un artefacto para
amplificar su poder. La ubicación del artefacto era un secreto muy bien
guardado, confiado a la familia Emmens. Todos los miembros de esa familia,
que guardaban ese conocimiento, tenían un hexágono implantado en sus
mentes para protegerlos de revelar su secreto. Los miembros de la conspiración
habían secuestrado al miembro más joven de la familia y sacado ese
conocimiento de su mente, a pesar del maleficio, de la misma manera que yo lo
había hecho con el miembro más viejo de la familia, excepto que en mi caso él se
había ofrecido para ayudarme a salvar Houston.

Un buscador de la verdad había roto el maleficio del Emmens más joven, y


yo quería saber si Garen era el buscador de la verdad que lo había hecho.
Preguntarle por la familia Emmens era inútil. Puede que no le hubiera dicho el
nombre del hombre cuya mente los conspiradores querían desbloquear. Sin
embargo, si Garen tenía algo que ver con romper el hexágono, sabría la
ubicación del objeto.
—No sé de qué se trata, pero eso es extrañamente específico. No.

Cierto. El alivio me inundó. Sorprendente. No me di cuenta que, en cierto


nivel, me gustaba. No quería que estuviera conectado con la conspiración.

Él me estudió, un indicio de anticipación depredadora en sus ojos. A pesar


de todo su encanto y desarmante honestidad, Garen era un Prime.

—Mi turno. ¿Eres realmente la nieta de Victoria Tremaine?

—Sí.

El camarero apareció con nuestros aperitivos e hicimos nuestro pedido.

—Pargo rojo —dije.

303
—Medallion de Marcassin à l'aigre-doux.

Gané la apuesta. Pidió en francés.

El camarero se marchó.

—Continuemos —dijo Garen—. Tu turno.

—¿Cuál es el significado de una línea ondulada?

—No te sigo.

—Cuando te enfrentas a alguien con defensas mentales fuertes, y deseas


aflojar su voluntad en lugar de golpear a través de ella por la fuerza bruta, se
dibuja una línea ondulada dentro del círculo de amplificación. ¿Por qué la gente
se asusta cuando lo ven?

Garen me miró durante un segundo, cogió su vaso y tragó todo el vino en un


trago.

—¿Lo has hecho?

—Sí. Responde a la pregunta.

—Ellos se asustan, porque es un hechizo de la Casa Tremaine. Nadie más lo


hace.

Se inclinó hacia adelante, se centró en mí.


—¿Cómo determinas el patrón de las olas?

—Se adapta a las defensas específicas de la persona. Puedo sentirlo.

—Lo sabía. —Golpeó ligeramente la mesa—. Lo sabía. Hemos estado


tratando de duplicarlo durante años. ¿Me enseñarás?

—Tal vez. Es tu turno.

Pensó en ello.

—En la oficina, cuando te hice la última pregunta sobre que yo era hijo único,
¿sabías que estaba mintiendo?

—Sí. —Corté un pedazo pequeño de mi vieira. Se estaba quedando fría, y


parecía delicioso. Sería una pena desperdiciarla.

304
Se apoyó en su silla. Sus ojos brillaban y no todo era vino.

—Tu turno.

—¿Por qué has venido aquí, Garen?

Hizo una pausa.

—Vine a ver si eras verdadera.

—Ya sé eso. Eso no es lo que quise decir.

—Esa es una pregunta más complicada.

Nuestra comida apareció. El pargo rojo parecía divino y olía aún mejor, pero
apenas me di cuenta.

Garen esperó hasta que estuvimos solos otra vez.

—Como he dicho, vine a averiguar si eras verdadera. Si determinaba que


mentías o tu magia no fuera lo suficientemente fuerte, ya estaría en un avión.

—Pero todavía estás aquí.

—Lo estoy.

Pensé en el medallón de carne en su plato.


—¿Qué es eso? —pregunté.

—Jabalí. ¿Te gustaría probarlo?

—No, gracias.

—Tengo entendido que Rogan y tú tenéis una historia —dijo—. Una historia
tumultuosa y violenta, muy emocionante pero llena de peligro, temor e
incertidumbre.

—Sí.

—¿Ha pedido tu perfil?

—No.

305
—Entonces es un idiota al esperar.

Intenté tragar mi pargo para responder, era difícil. Se derretía en mi lengua.

—Probablemente no debería haber dicho eso —dijo—, pero ahora es


demasiado tarde.

Sonreí.

—¿Tienes miedo de que lo oiga?

—No. Pero obviamente te preocupas por él, y no quiero enfadarte. He hecho


algunas preguntas. Siento lo de tu padre.

Bueno, eso fue un giro de 180 grados.

—Gracias.

—Te hiciste cargo de una empresa de IP al borde del fracaso y la sacaste


adelante. No intentaste acaparar demasiado ni creciste demasiado rápido,
contratando a gente para hacer frente a tantos casos como pudieras. En cambio,
te concentraste en la calidad. Fuiste esencial en salvar a Houston de Adam
Pierce, pero te mantuviste fuera del centro de atención. Sospecho que ser
discretamente competente es mucho más importante para ti que ser el sabor del
mes. ¿Voy bien?
—Sí. No necesitamos ese tipo de atención. Nuestro número de casos es
pequeño, pero perfectamente manejable. Nuestro negocio pone comida sobre la
mesa.

—Tú cuidas a tu familia. Hago lo mismo. Tomé el relevo después de que mi


padre fuera diagnosticado con Alzheimer de inicio temprano.

—Lo siento.

—Gracias. Tenía dieciocho años. Cuando hice una auditoría y me di cuenta


de lo profundo que era el problema, nuestra empresa estaba en serio peligro.
Durante los siguientes doce años viví y respiré Shaffer Security. Sé exactamente
lo que cuesta. Pones tu vida en espera, y te levantas cada mañana para ello, es
una obsesión, reconstruirlo bloque por bloque, caso por caso, cliente a cliente.

306
Te quedaste despierta por la noche, preguntándote cómo ibas a pagar las
facturas. Se necesita dedicación y perseverancia. Así que cuando un idiota con
un micrófono viene y lo empuja en tu cara, queriendo que le des un buen
reportaje de diez segundos sobre un caso en el que trabajaste durante ocho
meses, te vas, porque eso no es lo que es tu trabajo.

—La Agencia de Investigación Baylor se enorgullece de su discreción.


Nuestros clientes esperan confidencialidad.

Él asintió.

—Ir a la televisión y hacer el circuito de tertuliano en los espectáculos


enviaría el mensaje equivocado.

—Sí. —Lo entendía—. ¿Has salvado tu compañía?

—Sí. Somos la segunda empresa de seguridad más grande de los Estados


Unidos. MII es el tercero. Agustine Montgomery ha estado tras mis talones
durante años. —Garen sonrió—. Desafortunadamente para él, está destinado a
permanecer como un mordedor de tobillos.

El pargo se fue por el camino equivocado por mi garganta. Yo tosí.

Garen sonrió.
—Pensé que te gustaría eso. En una nota seria, mi patrimonio neto personal
es más de cuatrocientos millones y está aumentando. La compañía tiene un
valor de más de mil millones.

—¿Por qué me lo has dicho?

—Porque prometimos ser honestos el uno con el otro, y quiero que tengas
toda la información pertinente, para que puedas tomar una decisión informada.

Me detuve con el vaso en la mano.

—¿Hay una decisión al final de todo esto?

—Sí. Te estoy pidiendo que te cases conmigo.

Fue bueno que no estuviera bebiendo cuando lo dijo.

307
—No me conoces, Garen. No te conozco. Ayúdame a entender esto.

—El matrimonio es una asociación. Creo que seremos buenos compañeros.


Somos similares. Ambos valoramos la familia, la integridad y la competencia.
Hacemos el mismo tipo de trabajo, y nos dedicamos a ello. Nos preocupamos
por la reputación en lugar de la fama. Ambos somos cuidadosos, porque
sabemos lo que está en juego. Creo que sería un buen partido.

—¿Y la genética no tiene nada que ver?

Él suspiró.

—La genética tiene todo que ver con ello. Si fueras una oportunista vaga,
todavía lo habría considerado seriamente, dado tu conjunto de genes.

—Las posibilidades no son muchas, ¿verdad?

—Sí. Somos una raza rara, y cuando salimos fuera de nuestro propio tipo de
magia, siempre hay un riesgo de diluir el poder.

—¿No habría sido aconsejable al menos esperar hasta las pruebas, para que
lo supieras con certeza?

Bajó el tenedor.
—No necesito las pruebas. Sé que eres un Prime. Dibujaste la onda Tremaine
sin siquiera saber lo que es. Eso sugiere que tu habilidad es genética, y será
transmitida a tus hijos. Eso es oro.

—Mmm.

—¿Te molesta que estemos hablando de esto como si fuéramos un tipo raro
de ganado que estamos considerando criar?

—Por supuesto, me molesta. Soy un ser humano, Garen. Tengo sueños y


expectativas. Quiero casarme por amor, no por mis genes.

—Yo también.

Cierto.

308
Él suspiró.

—Pero siempre hay ese momento catastrófico cuando las expectativas se


encuentran con la realidad fría y dura. Puedo garantizar que nuestros hijos
serán Primes poderosos. Esa es una rara oportunidad para los dos. Eres una
Casa emergente. Tendrás que formar alianzas para sobrevivir. Tendrás que
invertir en seguridad y personal para ti y los miembros de tu familia, lo que
significa capital inicial. Tendrás que aprender a navegar por las aguas
infestadas de tiburones de las Casas. Necesitarás entrenamiento. Puedes ser
naturalmente más fuerte que yo. No lo sabremos hasta que realmente nos
enfrentemos. Pero en una lucha de vida o muerte, te mataría. Tengo el
conocimiento y la experiencia de usar mi magia, y te faltan ambos. El
matrimonio te garantizaría que todas esas necesidades serían atendidas.

Mucho de lo que dijo tenía sentido.

—¿Y qué hay para ti?

—Un socio que realmente me entiende. Alguien que será leal, que trabajará
conmigo hacia objetivos comunes. Alguien que va a crecer conmigo, que será
un activo. Una mujer fascinante e inteligente. Alguien que será una madre
notable. —Hizo una pausa—. La relación conmigo será honesta, Nevada. No te
mentiré. No puedo, pero incluso si pudiera, no querría. Ambos sabemos que es
una espada de doble filo, pero es mejor que pongamos todo esto aquí ahora.
—No te quiero, Garen —dije suavemente.

—Lo sé. Como dijiste, no nos conocemos. Pero te sientes atraída por mí. Me
siento atraído por ti. Es un buen comienzo. Con el tiempo, podríamos llegar a
querernos. Ya lo he visto antes. Así sucedió con mis padres. Mi infancia fue
idílica, porque mi padre amaba a mi madre y la trataba con respeto, y ella lo
amaba y le ofrecía el mismo respeto. Ninguno de ellos tenía asuntos. Vivieron
felices, hasta la enfermedad de mi padre y su muerte final hace tres años. Los
matrimonios arreglados pueden tener éxito.

—No quiero casarme porque marqué todas las casillas correctas.

—¿No es ese el criterio para todo matrimonio? Te casas con alguien


precisamente porque te cuadran todas las casillas.

309
—Estoy en una relación con otra persona —le dije.

Apartó su plato y se inclinó hacia delante.

—Dije que no quería criticar a Rogan, pero tal vez tenga que renegar de mi
palabra. Realmente quiero esto, Nevada. Esta es mi oportunidad de toda una
vida.

Guau. Tan hábil.

—Rogan es más grande que la vida. Alto, impactante. Peligroso, y ese peligro
puede llevar cierto encanto. Pero también es impredecible y despiadado. Mide a
todos según sus propios estándares. Te pondrá en peligro suponiendo que
puedes manejarlo, y no notará el momento en que no puedes. Haría todo lo que
esté en mi mano para evitar que te pongas en una situación peligrosa, porque
eso es lo que se supone que tiene que hacer el marido. Pregúntate a ti misma,
¿sería un buen marido? ¿Un buen padre? ¿Podría controlar su temperamento?
Ambos venimos de familias numerosas. Sabes lo loca que pueden volverte tus
hermanos pequeños. Piensa en él en el papel de un cuidador. Piensa en todo ese
estrés. ¿Te sentirías segura dejando a los niños con él? ¿Te sentirías más segura
dejándolos conmigo?

Era muy bueno en esto. Mucho mejor de lo que esperaba.


—Ofrezco seguridad, estabilidad y comodidad. Ofrece emoción, peligro y
riesgo. Ofrezco matrimonio, un acuerdo formal que te da derechos y
protecciones. Él ni siquiera lo ha considerado.

Garen se inclinó hacia delante y me tocó la mano con sus elegantes dedos. La
conexión personal.

—Nevada, la conclusión es que Rogan y yo queremos dos mujeres diferentes.


Quiero a la mujer inteligente, confidente, cauta que construyó su propio
negocio, que entiende la lealtad y la integridad. Él quiere una guerrera, alguien
que pueda ir de puntillas con él a cualquier empresa de alto riesgo que quiera
sumirse. Quiere que la gente le tenga miedo. Para decirlo de forma tosca, quiere
ser libre. Si me aceptas, te convertirás en el jefe de una corporación Fortune 500
conmigo, con toda la influencia y seguridad que esa posición trae. Si te quedas

310
con él, te convertirás en tu abuela. Tienes que decidir quién quieres ser. Al final,
se trata de la familia.
11

311
Garen ofreció postre, pero lo rechacé. No insistió. Me hizo caminar hacia el
estacionamiento y me vigiló mientras entraba en mi coche. Vi a las tres personas
que convenientemente salían de Molly's Pub a la misma hora y se metieron en
un Silver Range Rover.

Me metí en el tráfico.

—Llamar a Bern.

El coche marcó el número.

—Hola —dijo mi primo.

—Sobreviví. ¿Dónde está Cornelius?

—Acaba de salir del restaurante.

—¿Regresó Rogan?

—Sí. —Hubo un toque de diversión en la voz de mi primo—. Todos estamos


en la parte de atrás, en el garaje.
—Estaré allí en breve. Necesito hacer un breve desvío. —Algo de lo que dijo
Garen estaba rondando mi cabeza. Se trataba de la familia. Si tuviera un secreto,
un terrible secreto que no quería que nadie supiera, confiaría en mi familia.
Olivia Charles era una Prime. Confiaría en su familia. El rescate tenía que estar
en algún lugar de la casa de Rynda.

El tráfico era sorprendentemente ligero. Mi escolta se quedó a la distancia de


un coche detrás de mí todo el camino hasta que paré frente a la casa de Rynda.
Salí. Las puertas de la camioneta trasera se abrieron y tres personas saltaron: un
hombre asiático de unos veinte años con una cicatriz deslucida en la mejilla
izquierda; un hombre moreno de aspecto serio y de treinta años; y Melosa, la
aegeis personal de Rogan.

—¿Por qué no estás en Austin con él? —le pregunté.

312
—Porque considera tu seguridad una prioridad más alta —dijo—. ¿Por qué
estamos aquí?

—Necesito buscar en la casa de Rynda.

—Ya se ha buscado —dijo el hombre moreno.

—Lo sé. —Me dirigí hacia la puerta.

—Oh no, no entras. —Melosa corrió delante de mí y me bloqueó el camino—.


¿Delun?

El hombre asiático se acercó a la puerta y marcó el código. La puerta se abrió


bajo la presión de las yemas de los dedos. Se movió dentro, caminando
ligeramente, y se detuvo.

Transcurrió un largo momento.

—Despejado —dijo—. Está vacío.

Se volvió y encendió las luces. Entré en la casa. Alguien había limpiado el


desorden. Las manchas de sangre habían desaparecido de las baldosas y el
árbol de Navidad había desaparecido.

Me detuve en la sala de estar. Trozos y fragmentos de conversaciones


pasadas flotaban sobre la superficie de mi memoria.
… Era una maravillosa abuela para mis hijos. Ella los amaba tanto…

… No está en el ordenador. Está en algún lugar de la casa…

… Pero Olivia lo vio. Ella lo adoraba. Enmarcaba cada pintura que hacía…

… Al final, es todo acerca de la familia…

Me acerqué a la pintura más cercana de la pared. Dos árboles, cerca uno del
otro, sus troncos casi tocándose. Las líneas de la pintura fueron dibujadas
obviamente por un niño, levemente temblorosas y básicas, pero los colores, los
verdes vibrantes y los marrones ricos, captaban la atención. Las copiosas copas
de los árboles casi brillaban. Me hizo querer salir a respirar el aire y pasar mi
mano a través de la corteza. Lo colgaría en mi oficina y sonreiría cada vez que
lo miraba.

313
La quité de la pared. Un marco negro simple, rectangular, de madera, el tipo
que podrías conseguir en cualquier tienda de arte. Suavemente lo abrí y quité el
marco. Ningún código secreto, ninguna escritura en la parte de atrás, ninguna
pieza de papel de arroz translúcido escondido entre el marco y la pintura.
Separé la pesada pieza de papel de acuarela y sostuve la pintura para que la luz
brillara a través de ella.

Pinturas y fibras de papel. Incluso si utilizara material para buscar alguna


solución espía improbable, una tinta invisible todavía dejaba rastros. Una
pluma habría dejado rasguños en el papel liso y denso. Un cepillo habría dejado
patrones mientras se empapaba en la textura. Las pinturas de acuarela tenían
un pH variable y planteaban un riesgo significativo al reaccionar con la tinta,
por no hablar de que la pintura de acuarela requiere una gran cantidad de agua.
Empapar el papel con el mensaje oculto en él era arriesgado. No, la pintura era
exactamente lo que pretendía ser.

Golpeé el marco, buscando zonas huecas. Solo la madera sólida respondió.

—¿Qué buscas? —preguntó Melosa.

—Lo sabré cuando lo vea.

—Puedo ayudarte a buscar —sugirió el hombre de cabello oscuro.


Puse la pintura en el suelo y probé la siguiente. Una foto de la casa, dos
adultos y dos niños, y un esquema fantasmal de un perro. ¿El perro estaba
muerto? ¿Deseaba Kyle un cachorro? Saqué la pintura de la pared, al igual que
el hombre de pelo oscuro y Delun trajo cuatro más. Subieron al piso de arriba,
mientras Melosa y yo separábamos el siguiente marco.

Media hora más tarde, las veinticuatro pinturas yacían en el suelo. Había
pasado por cada centímetro de papel y madera concienzudamente. Nada.

La decepción me aplastó. Había estado tan segura.

Las pinturas marcaban todas las casillas correctas, situadas allí con zonas
huecas como un escondite de cliché: la mayoría de la gente no lo pensaba, por
lo que aquellos que pensaban que estaban siendo muy inteligentes y
disfrutaban sabiendo que sus objetos de valor estaban ocultos a simple vista.

314
Era el tipo de cosas que esperaba que Olivia Charles hiciera. Enmarcó todas las
pinturas de Kyle.

—¿Quieres mirar en otro lado? —preguntó Delun.

—No esta noche. —Regresaría por la mañana con una luz ultravioleta y le
daría otra oportunidad—. Vamos a casa.

La escolta me siguió fielmente hasta el estacionamiento frente al almacén,


luego se dirigieron hacia la sede de Rogan. Aparqué el coche, salí y caminé
rodeando el almacén. Era más fácil que introducir el código y pasar por todas
las puertas del interior.

Giré en la esquina. Un montón de metal retorcido que podría haber sido un


coche en algún momento estaba destrozado en la calle. Alguien había tomado el
bastidor del automóvil, lo había aplastado y retorcido, como un trozo de papel
de aluminio, y luego lo arrojó a la calle. Raro.

Delante, la puerta del garaje de tamaño comercial estaba abierta, derramando


luz eléctrica amarilla en la calle y otros restos hundidos. Parecía que un gigante
hubiera golpeado el coche para hacer una pelota y decidió practicar trucos de
fútbol con él.

Aceleré.
El garaje estaba casi vacío. Alguien había movido convenientemente los
vehículos a un lado, dejando un espacio abierto en el centro. Pequeños trozos
de metal, arrancados y retorcidos, cubrían el suelo de hormigón. La abuela
Frida se apoyaba en Romeo. Era el proyecto de la abuela Frida. Había
comenzado su vida como un M551 Sheridan, un tanque blindado ligero,
armado con nueve misiles Shillelagh antitanque, y otras cosas divertidas. Sin
embargo, la abuela Frida había hecho modificaciones, y desde que Romeo vio
algo de acción hace casi dos semanas, había estado jugueteando con él sin
parar.

En el extremo opuesto, cerca de la pared interior, Rogan parecía la


encarnación viviente de la oscuridad varonil, mirando dos grandes pantallas,
estudiando las imágenes de Garen. A la izquierda, Bern se sentaba en una silla a
pocos metros de la pantalla con el teclado en el regazo. Bug se había sentado a

315
un lado en la silla de la derecha, y se había inclinado sobre la parte de atrás, con
la barbilla apoyada en los antebrazos. Mi madre estaba sentada cerca de Bug,
tenía la labor de tejido de la abuela Frida en su regazo. Cuando me acerqué,
desenredó otra parte del lío de madejas. Dos mantas yacían en el suelo, junto a
un tazón de palomitas medio acabado. Mis hermanas debían haber estado
presentes.

Hice una pausa ante la abuela Frida y asentí con la cabeza ante la carnicería
de metal.

—Estaba mirando tu cita y las paredes comenzaron a moverse. Necesitaba


desechar algunos viejos coches así que le di algo que hacer.

—¿Y las chicas?

—Se fueron a la cama. Mientras tuviste tus aventuras, hemos estado


haciendo ejercicios de tornado todo el día. Están cansados a muerte de correr a
través de la calle al sótano. No te preocupes, lo vieron todo. Tendrás un buen
día mañana.

Puse los ojos en blanco. Eso es lo que faltaba en mi vida, la perspectiva


adolescente.

—¿Qué está haciendo mamá?


La abuela Frida me echó la mirada.

—Ese hilo costó treinta y ocho dólares la madeja. Quiero salvarlo. Intenté
hacerlo yo misma, excepto que ahora tengo los nervios deshechos. Iba a
quemarlo, pero tu madre me quitó el soplete.

Asentí con la cabeza y me acerqué a Rogan.

—¿Has visto todo?

—Sí. —La voz estaba fría de glacial.

—Me gustó especialmente la parte donde casualmente me amenazó.

—Yo también lo capté —dijo.

316
Me incliné para mirar su cara. El dragón estaba en toda su gloria aterradora.
Yo sonreí.

—¿Qué estás pensando?

—Nada.

Mentira.

—No puedes matar a Garen Shaffer.

—Técnicamente, puedo. Elijo no hacerlo. Y no pensaba en matarlo.

—Si vas a su casa y le rompes los brazos por cinco lugares, estaría mal. La
gente tendrá miedo de hacer negocios conmigo.

—Tampoco estaba pensando en romper sus brazos. Estaba pensando en


entorpecer su corporación, destrozándola y vendiéndola pieza por pieza
mientras mira.

Mad Rogan, la Plaga de México. Un enemigo civilizado y considerado.

—No puedes arruinar a todo hombre que me amenaza.

—Sí, puedo. Además, solo tendría que arruinar a los primeros y el resto
captaría la indirecta. Excepto por los Madero, que son particularmente
estúpidos, aparentemente.
—Está bien. Tuve una buena charla con el abuelo de Frank y Dave. Ahora
nos entendemos.

En la pantalla, Garen extendió la mano y tocó mi mano. El bíceps tallado en


el brazo de Rogan se tensó visiblemente. Detrás de nosotros, un pedazo de
metal se alzó en el aire y se crispó, doblándose con un chillido áspero.

Tenía que descongelarlo.

—Mira cómo mantiene contacto visual. Un toque suave, pero firme, lo


suficientemente breve como para subrayar la sinceridad. Tranquilizándome de
que está a mi lado, él está a cargo, y él se encargará de todo.

Bug se volvió y me miró, su cara sorprendida.

317
Le guiñé el ojo.

—Garen sabe leer a la gente. Los ha visto mentir toda su vida. Te da una
perspectiva única. Él sabe cómo obtener una confesión. Lo haces convenciendo
a la persona que estás de su lado. Comenzó con esa confesión encantadora de
sentirse incómodo con la elección del vino y solo mejoró a partir de ahí. Era
sincero, encantador y lógico.

—¿Es magia? —preguntó Bug.

—No, es la naturaleza humana. Shaffer es un interrogador profesional. Pero


yo también. —Le di a Bug mi mejor sonrisa tranquilizadora—. Puedo ver en tu
cerebro, Bug. Sé lo que te gusta.

Se estremeció.

—No hagas eso.

Bern rio en su silla. Rogan permaneció estoico. Todavía sin deshielo.

—La buena noticia es que Garen no está involucrado en la conspiración, así


que no es nuestro problema. Podemos dejar esto a un lado y seguir adelante.

Rogan no dio ninguna señal de que me oyera.

—Tengo algo que contarte, Rogan.


Su expresión no cambió.

—Rogan. —Toqué su brazo.

Él se acercó, se volvió y me miró, su atención se concentró completamente en


mí. El efecto era abrumador. Por el momento no existía nada en el universo de
Rogan excepto yo. Me encantaba cuando hacía eso.

—¿Sí?

—Tengo una fuerte razón para creer que Brian Sherwood está trabajando con
Alexander Sturm.

—Mierda.

—Sí.

318
—¿Por qué?

—No estaba satisfecho con la forma en que salió su familia. Su hija es una
empática, que es inútil en lo que a él respecta. Kyle no tiene magia, y amenaza a
Brian. Sus padres criaron a Brian como su hijo de oro, cuyo único valor estaba
en su talento, que aseguraría que heredaría BioCore y se convertiría en un
Prime de cierta posición. Toda su autoestima está ligada a ser Brian Sherwood,
el brillante herbamago Prime y Jefe de la Casa Sherwood. Brian sabía desde el
nacimiento que es especial y se ha acostumbrado a que la gente lo reconozca.
Odia la idea de que alguien pueda cuestionar su capacidad para engendrar
Primes. Quería dejarlo hace tiempo, pero mientras Olivia Charles estuviera
viva, no se atrevía a hacer olas en esa plácida charca. Y como su esposa se
convirtió en un paria social, ahora la ve como una responsabilidad.

Pensó en ello.

—Olivia está muerta. ¿Por qué no solo divorciarse de Rynda?

—Porque Edward le dijo que Brian tiene ciertas responsabilidades como


esposo y padre y si las eludía, Edward se retiraría, dejando BioCore en manos
de Brian. Brian no puede dirigir esa compañía. No tiene ni idea de cómo
hacerlo. Si Edward se retira, todo el prestigio de Brian se evapora. Él sabe qué
hará que BioCore se hunda. Ya no sería tratado con deferencia. Nadie pensaría
que es importante.
Los ojos de Rogan se oscurecieron, su expresión era áspera.

—Pero si algo le pasaba a Rynda, y Brian se convertía en viudo, las cosas


salen muy bien.

—Sí. No contrataría a un asesino. Es demasiado arriesgado y ni siquiera sabe


dónde buscar uno. Probablemente está aterrorizado de que, si trataba de
encontrar a alguien, resultaría ser un policía encubierto y acabaría en la cárcel.
De esta manera se libra de todo: sus nuevos amigos violentos consiguen lo que
quieren mientras la espera tranquilamente en alguna mansión, y cuando llega el
momento de hacer el intercambio, Rynda es asesinada trágicamente.

Rogan asintió con la cabeza.

—Si no en el intercambio, entonces poco después. Quizás los niños mueran

319
con ella.

—Sí. Él es entonces libre de seguir su nueva vida, y nadie es más listo que él.

—Es plausible. ¿Cómo de sólido es eso?

—Sabemos que el secuestro se produjo a la vista de una de las tres cámaras


que enfrentan Memorial Drive —dijo Bug.

—Podemos situar a Brian y Sturm en una cafetería dos días antes del
secuestro —dijo Bern—. También sabemos que alguien accedió a su ordenador
en casa esa noche, usando las credenciales de Brian, mientras que Brian y
Rynda estaban fuera.

—Tenemos a Edward Sherwood, que me habló de la conversación que tuvo


con su hermano. Él no mintió. Y, la oreja que nos mandaron no pertenece a
Brian —terminé.

—¿Se lo has contado a Rynda? —preguntó Rogan.

—Aún no. Pero lo haré. Ella es mi cliente, y su vida y la de sus hijos pueden
estar en peligro.

—Si ella es tan empática, ¿por qué no ha visto venir esto? —preguntó la
abuela Frida.
—Escuché la entrevista inicial —le dije—. Ella nunca dijo, ‘Brian me ama’.
Ella dijo que Brian cuida de ella y de los niños. Habló de lo mucho que los niños
lo echan de menos. Creo que sintió el resentimiento. Lo que no entiendo es por
qué el matrimonio se realizó en primer lugar. Rynda no necesitaba su dinero, y
tanto como ella ansiaba estabilidad, me resulta difícil creer que vio algo
irresistible en él.

—Puedo explicar eso —dijo Rogan.

—¿Cómo lo averiguaste?

—Pregunté a mi madre. Rynda tiene el NPTN WC variante.

—¿Qué significa eso? —pregunté.

320
—NPTN es un gen responsable de codificar la neuroplastina, una proteína.
Algunas variantes del gen NPTN están vinculadas a la inteligencia superior —
explicó Rogan—. Normalmente la magia se transmite de padres a hijos, y es
hereditaria en el poder y el tipo, por lo que tenemos las Casas.

Eso tenía sentido. Si los padres eran aquakinetics, magos del agua, sus hijos
probablemente serían magos del agua también. Había alguna variación, pero el
talento no variaba ampliamente. Dos magos de agua podían tener un niño que
era psychrocinetic, capaz de controlar el hielo, o mistukinetic, capaz de
controlar la niebla. Pero no harían un buscador de la verdad, por ejemplo.

—Las personas con NPTN WC variante son una apuesta —dijo Rogan—. WC
significa tarjeta comodín. Sus hijos pueden o no ser mágicos, y aquellos que
tienen poder son impredecibles. Si los niños de Rynda tienen magia,
probablemente será de tipo mental. Pueden ser empáticos, telépatas, precog o
armonizadores. No hay manera de predecir la naturaleza exacta de la misma.
Mi padre estaba dispuesto a tirar los dados con Rynda, porque estaba seguro de
nuestra línea genética. Pensó que al menos uno de mis hijos sería un telekinetic
fuerte, y si alguien podía producir telepath telekinetic, sería Rynda.

—Pero la mayoría de Primes no quieren arriesgarse —adiviné—. Rynda


podría poner en peligro la línea.

Rogan hizo una mueca.


—Sí y no. Algunas Casas saltarían sobre la posibilidad de la variación, pero
la mayor parte de estos matrimonios no se harían con el Jefe de la Casa. Los
Jefes de la Casas quieren que sus hijos hereden el trono de la familia. Según mi
madre, Olivia no se conformaría con nada menos para su hija, por eso me
odiaba. Arruiné su plan perfecto rompiendo el compromiso.

—Brian ofreció todas las cosas correctas —pensé en voz alta—. Era el Jefe de
su Casa. Poseía una corporación próspera que aseguraría renta para la Casa. Era
estable, centrado en la seguridad, lo suficientemente discreto como para no
molestar a Rynda con salvajes cambios emocionales, y susceptible a la presión.
Apuesto a que Olivia había invertido en BioCore.

—Estás pensando de nuevo como un Prime —afirmó Rogan, la complacencia


en sus ojos.

321
Asentí.

—Si se salía de lo dispuesto, podría presionarlo social y financieramente.


Estaba tratando de mantener a su hija a salvo. Olivia debió haber querido
mucho a Rynda.

Mi madre suspiró.

—Tu mundo da asco, Rogan.

—Lo sé —dijo en voz baja.

—Y ahora mi hija está en él. —Mamá dejó la bufanda medio desenredada—.


Terminaré por la mañana.

Se fue.

—Es tarde para mí también —declaró la abuela Frida.

—Está bien, está bien —gruñí—. Captamos la indirecta.

Bernard se levantó y apagó el equipo. Las pantallas se volvieron negras. Bug


saltó de su silla y salió trotando. Rogan meneó la cabeza para mirarme. La
máscara se deslizó y Connor me miró. Capté un destello de la habitación de
arriba, con el sudario del cielo nocturno extendido por encima de nosotros. Fue
rápido y débil, un mero destello de proyección. Debí haberlo aplastado en el
instante en que lo pensó, pero lo cogí de todos modos.

Ven a casa conmigo.

Por supuesto que lo haré, Connor.

Me acerqué a él, acomodándome en su brazo.

—Estoy cansada y me duelen los pies.

Él se rio entre dientes.

—¿Quieres que te lleve?

Podría y probablemente lo haría si se lo dijera.

322
—No. Tengo una imagen que mantener.

Salimos del garaje. La puerta se cerró tras nosotros.

—¿Qué imagen es esa?

—De acuerdo con Garen, soy una joven Victoria Tremaine, terrible y
gloriosa.

—¿Quieres que te pida un palanquín de oro?

—Posiblemente. —El cielo nocturno era interminable por encima de


nosotros—. Busqué en la casa de Rynda. Pensé que lo que buscaban podría
estar en las pinturas de Kyle. No estaba.

—Lo siento —dijo.

—El plazo es para mañana a las cuatro. Todavía no tenemos nada.

—Lo sé. Una cosa buena salió de este lío. Al menos no tenemos que
preocuparnos por mantener vivo a ese bastardo. No lo van a matar.

—Y si lo hacen, nos estarían haciendo un favor —terminé.

—Tan mala.

—Esta es la peor traición. Es peor que una aventura. Es el marido de Rynda.


Ni siquiera tuvo las agallas de pedir el divorcio.
—Lo atraparemos —prometió Rogan.

—¿Cómo te fue en Austin?

—Los Ade-Afefe están pensando en ello. Eso fue lo mejor que pude
conseguir. —Su voz goteaba decepción—. A veces se gana, otras se pierde.

—Día estelar para los dos, ¿eh?

—Sí. —Se quedó en silencio—. Shaffer tiene razón en una cosa. Cuando se
trata de asegurar la estabilidad hereditaria del talento buscador de la verdad,
sus genes ganan.

Así era el verdadero amor. Shaffer no lo sabría si lo miraba en la cara.

—Lo tomaré en consideración.

323
Todo estaba arruinado. El plazo estaba a punto de terminar, y todavía no
tenía nada. Sturm no pararía. Habría repercusiones, y teníamos muy poca
protección contra su magia. Mañana tendría que explicarle a Rynda que
probablemente su esposo planeó asesinarla. Mi malvada abuela todavía estaba
tratando de secuestrarme. León todavía quería ser un asesino cuando creciera.
Las pruebas estaban cada vez más cerca.

Solo quería un descanso de todo. Quería dejarlo hasta mañana, porque si lo


pensaba demasiado, colapsaría como un edificio implosionando.

Subimos las escaleras a la segunda planta. Pensé en la habitación bajo el cielo


nocturno, y la cama enorme, y él desnudo, su peso sobre mí, la sensación de
músculo duro de acero, la forma en que me miraba, el sabor intoxicante de su
magia que goteaba en mi piel y poniendo mis nervios en llamas…

—Nevada —dijo, su voz ganó un borde áspero.

—¿Sí?

—Muévete más rápido.

Dejé que me persiguiera por las escaleras. Me atrapó en el rellano y me besó.


Saboreé a Rogan, hombre y café, inhalé el aroma de sándalo en su piel, y sentí
sus brazos alrededor de mí. La magia me acariciaba el cuello, caliente y
aterciopelada, y entonces el mundo ya no importaba.

La mañana llegó demasiado pronto.

—Estás mintiendo. —Manchas rojas aparecieron en las mejillas de Rynda.

—Lamentablemente no. Todo lo que te dije está respaldado por pruebas y

324
conversaciones personales. Edward verificará su parte en ella. No me mintió.

Ella apartó la mirada de mí. Estábamos en el balcón de la segunda planta, tan


lejos de cualquier público como pudimos. El dolor crudo en su cara me hizo
enfermar. Me había convencido a medias de que debía haber sabido o por lo
menos sospechar que Brian estaba implicado en todo. Estaba equivocada. No
tenía ni idea. La golpeó como una tonelada de ladrillos.

—¿Por qué? —dijo ella, con la voz rota—. ¿Cómo? ¿Cómo pudo hacernos
esto? ¿A mí y a los niños?

—Es egoísta y manipulador. Los adultos no huyen del estrés y de los


problemas. Nos ocupamos de ellos. La primera vez que se escapó, alguien
debería haberle sentado y explicarle lo mucho que le preocupaba a todo el
mundo. Y entonces debieron haberle castigado para que no lo hiciera de nuevo.
En su lugar, lo animaron y cayó en un patrón. Tiene miedo de las
confrontaciones. Matarte a ti y a los niños es más fácil que enfrentarse a Edward
o lidiar con el divorcio. Eres empática, Rynda. Lo conoces mejor que nadie.

—Lo dejé —dijo. Sus ojos estaban obsesionados.

—¿Dejaste qué?
—Dejé de escanearlo hace años, después de que Kyle naciera. La indiferencia
era demasiado. No podía manejarlo. La indiferencia de él, la burla de sus
padres, la decepción de mi madre. Lo dejé. No había usado mi talento en años.

No usar tu magia era como cortar un pedazo de tu alma. Debió haberle


dolido tanto saber lo que Brian realmente sentía por ella. Por sus hijos.

—Las únicas personas seguras para escanear son los niños y…, los hijos.

Y Edward. Casi había dicho.

—Y no necesito empatía para saber lo que están sintiendo. Son mis bebés.
Crecieron dentro de mí, y yo los crie. Son parte de mí y una parte de él. Y los
quiere muertos. ¿Cómo les digo eso?

325
No lo haría.

—Soy penosa.

—¿Perdona?

Rynda se volvió hacia mí, con los ojos enrojecidos. Estaba al borde de las
lágrimas.

—Soy la hija con el talento mágico inútil, una decepción para mi madre. Ella
me amaba, pero no podía ocultarlo. Una novia abandonada. Un partido que
nadie quería por sus genes salvajes. Una esposa cuyo marido no la amaba. Una
madre que no logró transmitir el ADN correcto a sus hijos.

Bueno, esto progresaba hacia una catástrofe completa. No tenía ni idea de


qué decir.

Rynda sorbió por la nariz.

Me levanté y le traje una caja de Kleenex.

—No tienes ni idea de lo que es ser un empático. La gente te mira como si


fueras un monstruo horrible.

Me incliné hacia delante.

—Victoria Tremaine es mi abuela.


Rynda retrocedió como si hubiera arrojado una serpiente venenosa sobre la
mesa entre nosotras.

—No necesito ser un empático para saber que estás horrorizada. —Sonreí.

—Yo… No quise decir…

—La primera vez que hice a un hombre decirme sus secretos contra su
voluntad, se acurrucó en el suelo y lloró. Era un mercenario experimentado,
pero lloraba como un niño herido, porque yo había violado su mente. Así que
tú y yo tenemos cosas en común. No eres una decepción para nadie. No
necesitas la aprobación de nadie.

Cerró la boca y se enderezó.

326
—¿Rogan sabe de la traición de Brian?

—Sí.

—¿Quién más?

—Mi familia, Cornelius, Bug, Edward y el jefe de seguridad de Edward.


Posiblemente tu suegra.

—¿Qué pasa ahora?

—Procedemos como si no supiéramos lo de Brian. Todavía tenemos que


encontrar lo que quieren. No van a parar hasta que lo hagamos, o hasta que
terminemos con toda la organización permanentemente.

Ella se levantó.

—Tendré que decírselo a los niños. Deben saber que no pueden confiar en su
padre.

—Rynda…

Ella se alejó.

Bueno, eso fue bien.

Me levanté y crucé la calle hasta nuestro almacén. Teníamos horas hasta que
el plazo terminara. Prácticamente podía sentir que el tiempo pasaba. Me
engullía. Teníamos que encontrar el secreto de Olivia. Tenía que encontrarlo.
Rynda y su pequeña familia no estarían a salvo hasta que lo hiciera. Si Sturm no
obtenía lo que quería, tomaría represalias. De todas maneras, probablemente
tomaría represalias. Rogan casi lo mató en el asador. Sturm no dejaría que eso
sucediera.

Todo salió mal para Rynda. Todo salió mal en esta investigación. Algo tenía
que ir bien.

En el interior, la voz aguda de Catalina azotó mis tímpanos.

—¡No quiero hablar de ello!

Cada vez que se enfadaba, su voz se elevaba en notas penetrantes.

327
Doblé la esquina.

—¡Catalina! —Arabella la persiguió. Matilda la siguió, su suave gato blanco


la siguió. No sabía que ella todavía estaba aquí.

—¡No quiero hablar de eso! —La puerta de la habitación de Catalina se cerró


de golpe.

—Estás siendo ridícula —gruñó Arabella.

—¿Qué pasa?

—Suprimió su cuenta de Instagram.

—¿Por qué?

—Alessandro Sagredo. —Arabella puso sus manos en sus caderas.

—¿Él le dijo algo? —Si le había dicho algo malo a mi hermana, le arrancaría
la piel.

—No.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

Arabella sacó su teléfono y lo metió debajo de mi nariz.

—¡Es este!
El hombre en el teléfono parecía de unos veinte años y era impresionante.
Mandíbula cuadrada; boca llena y perfectamente estirada; nariz fuerte estrecha,
ojos casi verde avellana bajo las cejas oscuras. Una masa de cabello castaño
chocolate, cortada en un costoso corte de pelo, lo enmarcaba todo, mostrando
las fuertes líneas de su rostro que prometían hacerse cinceladas con el tiempo.
La vida no lo había golpeado todavía, y todavía había algo fresco en su rostro,
pero la dureza había comenzado a aparecer. Parecía que era el hijo de un
gladiador romano a punto de entrar en la arena por primera vez. Y estaba
apoyado en un hermoso Maserati plata y azul.

—Él sigue como a tres personas en Instagram —dijo Arabella—. Y Catalina.


Se despertó con seis mil seguidores, por lo que eliminó la cuenta, ¡porque es
una idiota!

328
—¿Vas a casarte con él, Catalina? —preguntó Matilda seriamente.

La puerta se abrió, revelando a Catalina. Ella apuñaló con el dedo a Arabella.

—Quédate fuera de mis asuntos pequeña psicópata. Tú también Matilda.

Cerró de golpe la puerta.

Matilda miró a la puerta, me miró y se echó a reír como pequeñas


campanillas de plata resonando.

—No tengo tiempo para esto. —Me fui por el pasillo. Era por la mañana, por
lo tanto, Bern estaría en la cocina, comiendo su segundo o tercer desayuno.

—¡Nevada, haz algo! —gruñó Arabella detrás de mí.

—No tengo tiempo.

—¡Odio a esta familia!

—Te odiamos también.

—¡Hehe! —Sonaron las campanillas de plata.

Bern se sentaba a la mesa de la cocina, tomando un plato de cereales.

—¿Podrías venir conmigo a la casa de Rynda? Quiero mirar en ella una vez
más en caso de que me haya perdido algo. No quiero ir sola, y no quiero
preguntarle a Cornelius porque traerá a Zeus y tengo problemas para
concentrarme cuando él está cerca. Tampoco quiero llevar a León, porque no
quiero ser responsable de que dispare a nadie. Solo quiero pensar en silencio.

Bern se levantó y llevó su tazón de cereal al fregadero.

—Vámonos.

329
La casa de Rynda estaba en silencio. Bern y yo caminamos por la entrada
principal de la sala de estar, nuestros pasos sonaban alto en el suelo de
baldosas. Houston decidió que realmente necesitábamos algo de lluvia, y la luz
que se filtraba a través de la densa manta de nubes era aguada y tenue. El aire
se sentía opresivo.

—Penumbras —observó Bern.

—Sí. —La casa parecía una cripta—. Me pregunto si Rynda la venderá.

—Yo lo haría —dijo Bern—. ¿Dónde quieres mirar?

—No estoy segura —dije—. ¿Divide y conquistarás?

Nos separamos. Me dirigí a la cocina. La gente de Rogan ya había peinado el


lugar. Había revisado el informe de búsqueda. Fueron exhaustivos y eficientes.
Pero podrían haber pasado algo por alto.

Comencé con la despensa. Una hora más tarde terminé con la cocina. El café
resultó ser café, el arroz resultó ser arroz, y un contenedor de azúcar contenía
solo azúcar. No había bolsas escondidas de Ziploc que contuvieran pruebas
misteriosas. Sacudí las latas una a una. Ninguna mostró signos de alteración.
No había lugares ocultos en los platos. Nada grabado en el interior de los
armarios. Estábamos perdiendo el tiempo que no teníamos, pero cada instinto
me decía que lo que estábamos buscando estaba aquí en alguna parte.
—¿Nevada? —llamó Bern.

Entré en la sala de estar. Estaba frente a las pinturas de Kyle. Me acerqué a su


lado.

—¿Qué son? —preguntó.

—Las pinturas de Kyle. Olivia Charles los había enmarcado. He buscado en


ellos. Sin tinta oculta. Nada en los marcos. Estaba tan segura de que había algo
escondido aquí.

Bern se agachó y recogió la pintura superior. Un camino curvo flanqueado


por los árboles.

—Hay algo en ellos —dije—. Te hace querer seguir mirándolos.

330
Bern se dirigió al centro de la habitación donde la luz de la ventana trasera
brillaba sobre la alfombra y dejó el cuadro.

—Dame el resto —dijo.

Cogí una pila de pinturas y le di la siguiente, un pequeño mar con un barco


pirata demasiado grande. Dio unos pasos hacia atrás y colocó la pintura a la
izquierda y debajo de la primera.

—Siguiente.

Un patio de recreo con un simpático monstruo sosteniendo un globo rojo y


mirando fuera de los arbustos siguió, luego la curva de un camino con un coche
deportivo de color amarillo brillante, luego las nubes con una blanca, casi
transparente nave voladora. Otro camino con un caballero armado montado en
su caballo. Bern lo puso entre la primera pintura y el coche amarillo. Los
caminos encajaban.

Los diminutos pelos de mi nuca se elevaron.

Pasamos por la pila, Bern colocando las imágenes una por una en una
cuadrícula de seis por cuatro, como piezas de un rompecabezas haciendo clic
cuando los juntabas. Terminamos y nos echamos hacia atrás. Un camino que
trazaba un amplio arco alrededor de una casa que era parte casa suburbana,
parte castillo, y parte torre mágica. Un patio de juegos estaba a la derecha, un
estanque justo debajo, montañas a la izquierda, y en la esquina inferior
izquierda, cuatro pinturas se juntaron para formar una X cerca de un árbol
nudoso.

—Un mapa —susurré.

—No es un fracaso —dijo Bern—. Es Magister Examplaria. Un mago de


patrones, como yo.

La abuela le dio a Kyle un tesoro. Lo escondió y luego dibujó un mapa,


porque no podía evitarlo. Y Olivia debía haberlo sabido. Yo había ayudado a
quitar a la única persona en la vida de Kyle que lo entendía.

—Soy una idiota —dije.

331
Bern me miró.

—Debería haber preguntado a los niños. En lugar de eso dejé que Rynda lo
hiciera, porque estaban traumatizados por Vincent. Dejé que se hiciera
personal, y me cegó. —Es por eso que papá siempre advirtió sobre involucrarse
demasiado.

—Lo tenemos ahora —dijo Bern—. Puedes golpearte más tarde. El mar es la
piscina. Necesitaremos una pala. Debe haberlo enterrado. El tesoro pirata
siempre está enterrado.

Tomé una foto del mapa con mi teléfono. Encontramos un par de palas en el
cobertizo del jardín y seguimos nuestro camino a través del terreno hasta la
parte trasera de la propiedad, donde el bosque se mantenía denso. Pasamos a
través de la maleza hasta un pequeño claro.

El cielo encapotado se abrió golpeando lluvia fría sobre nosotros. Examiné el


claro. A la derecha un gran roble extendía sus ramas, a la izquierda dos tocones
y más maleza. Ninguna señal de excavación marcaba el suelo del bosque.

Si yo fuera un niño, ¿dónde enterraría mi tesoro?

Se había asegurado de señalar el árbol en el mapa. El árbol era importante.

Rodeé el gran roble. Pequeñas marcas redondas pinchaban la corteza en el


lado norte, dos en una fila, a intervalos regulares.
—¿Qué es? —preguntó Bern.

—Este era un árbol para trepar. Estos son los agujeros de los clavos. Deben
haber clavado tablones y luego alguien los ha quitado.

Bern salió corriendo y saltó. Sus manos atraparon la gruesa rama inferior y se
izó.

—¿Algo?

—Un hueco. Espera.

Saltó al suelo, con una bolsa de lona en las manos. La puso en el suelo, y yo
con cuidado abrí las cuerdas. Un cofre de plástico de piratas, del tipo que se
podía conseguir en una tienda de artesanías u online, el plástico hecho para que
pareciera oscura madera antigua. Había una calavera donde la tapa se

332
encontraba con la caja, con dos espadas de plástico que atravesaban los huesos
del cráneo. Cráneos más pequeños adornaban la superficie.

Bern retiró cuidadosamente las espadas y abrió el cofre. Saqué los objetos
uno a uno, colocándolos cuidadosamente en la tela. Un cuchillo del ejército
suizo. Un pequeño saco de terciopelo que contenía diez monedas de oro de
dólar, cada uno con un presidente diferente. Tres balas. Un coche deportivo
amarillo. Una linterna. Y una caja de joyería de cartón pequeña, del tipo que
usarías para guardar un collar.

Suavemente la abrí. Una sola llave USB estaba en el cojín de terciopelo.


Dentro de la tapa, en una cursiva confidente femenina, alguien había escrito—:
El Secreto de la abuela—.

Abracé la caja. Tenía ganas de llorar.

Conduje por el tráfico de Houston.


—Está encriptada —dijo Bern, con los dedos sobre el teclado de su portátil.

—¿Puedes abrirlo?

—Necesitaré tiempo. No es uno de los encriptados comercialmente


disponibles. Este es un trabajo personalizado y es muy bueno.

—Llamar a Rogan.

El coche marcó obedientemente el número.

—¿Sí? —respondió.

—Tenemos el USB de Olivia Charles. Podemos satisfacer sus demandas.

—¿Qué hay en él?

333
—Está encriptado. Lo llevamos a casa, pero Bern lo está subiendo a nuestro
servidor de casa mientras hablamos.

—Bien. Estupendo.

—De acuerdo, adiós. —Dudé un momento. ¿Por qué no?—. Te amo.

Hubo una pequeña pausa.

—Yo también te amo.

Colgué y sonreí. El Azote de México acaba de decirme que me amaba. Nunca


me cansaría de oírlo.

—¿Qué va a pasar cuando esto termine? —preguntó Bern.

—¿Qué quieres decir?

—¿Qué pasará contigo y con Rogan una vez que esta emergencia haya
terminado?

—Entonces tendremos que hacer las pruebas.

—Estás evitando la pregunta.

—¿Cuál es exactamente la pregunta, Bern?


—Una vez que todas estas crisis hayan terminado, ¿qué pasará contigo y con
Rogan? ¿Te mudarás con él a su casa? ¿Irás todos los días de casa al trabajo?
¿Planeas casarte con él? ¿Quieres casarte con él?

Bueno, esto era inesperado.

—Has estado pasando tiempo con la abuela Frida. ¿Te preocupa que pueda
aprovecharme de la virtud de Rogan y le deje abatido?

—No, me preocupa que no tengas ningún plan. No estás pensando en


ninguna de estas cosas, y necesitas resolverlas, no por nosotros, sino por ti.
¿Qué es lo que quieres?

Esa parte era fácil. Quería despertar al lado de Rogan cada mañana. A veces
se llamaba Connor, a veces era Mad Rogan, y yo era buena con eso. Le amaba

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en todas sus facetas.

—No sé cómo resultará. Tomo un día a la vez.

—Estaremos bien —dijo Bern—. No tienes que preocuparte por nosotros.

—¿Qué quieres decir?

—Revisé las cuentas. Tenemos suficiente dinero para sobrevivir durante


unos diez meses. Tal vez un año si lo estiramos. Sin nuevos casos.

—Ya lo sé.

—No tienes que preocuparte por el dinero. Podemos necesitar cosas como la
seguridad de la Casa. No brinques en algo porque crees que la familia necesita
cosas, porque nos hemos convertido en una Casa.

Gracias, Garen Shaffer.

—No es por eso. Lo amo, Bern. Eso es totalmente cierto.

—Tenía miedo de eso —dijo en voz baja—. No quiero que te hagan daño.

—Gracias. Rogan no me hará daño.

—No estabas allí cuando te estaba mirando con Garen. Su cara era plana.
Fría. Se quedó allí, sin una expresión en su rostro, y el metal sólido se retorció
como si fuera de juguete.
—No me impidió ir a esa cena. Él nunca me pidió que no fuera. Cuando
Garen entró en mi oficina, no le atropelló y trató de echarlo fuera. Se puso una
cadena para mi beneficio, porque tanto como él quiere envolverme en plástico
de burbujas y secuestrarme en su guarida, sabe que no lo soportaría. Está
tratando de asegurarse de que veo todas las opciones disponibles para nosotros
como una Casa emergente. Mientras caminábamos a casa, después de verme a
mí y a Garen, me dijo una vez más que desde el punto de vista genético, Garen
era la mejor opción.

—¿Es Garen la mejor opción?

—No. Porque no lo amo. Incluso si el amor no fuera un factor, elegiría a


Rogan sobre él. Cuando estábamos desnudos y helados en la cisterna de David
Howling, Rogan se sacrificó por mí. Esperaba morir. Si Garen y yo

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estuviéramos en peligro, y solo uno de nosotros pudiera salvarse, Garen
racionalizaría por qué él era la mejor opción para sobrevivir y dejarme.

—Solo ten cuidado, Nevada.

Era demasiado tarde para eso.

—Lo tendré.

El teléfono sonó. Un número desconocido. Descolgué.

—Has llamado a Nevada Baylor.

—Querías hablar —dijo una voz femenina—. Nos encontraremos en Takara


en quince minutos. Si no apareces, sabré en qué situación estamos.

La llamada finalizó.

—¿Quién era? —Bern parpadeó.

—Esa era Victoria Tremaine. —Cuando Linus Duncan te hace una promesa,
la cumple. Había escogido Takara, el lugar donde comía a menudo. Fue un
aviso para mí. Mira, sé dónde comes y qué te gusta pedir. Tengo toda tu vida bajo
vigilancia.

Apreté mi mandíbula y tomé la salida.


—No puedes estar hablando en serio —dijo Bern.

—Lo ha intentado dos veces y ha fallado en ambas ocasiones. Quiere hablar,


hablaré con ella.

—Esto no es prudente.

—Si no hablamos, ella continuará intentándolo y no podemos permitirnos


eso. Finalmente, las chicas y León tienen que ir a la escuela. Tenemos que tener
vidas normales. La formación de nuestra Casa nos protegerá, pero está
decidida. No quiero que nos cause más problemas.

—¿Cómo sabes que es seguro?

—Porque Linus Duncan lo arregló. ¿Quieres que te deje?

336
Bern sacó el teléfono.

—¿Qué estás haciendo?

—Mandándole un mensaje a Bug. Quiero saber en qué nos estamos


metiendo. Quiero que tenga los ojos puestos en el restaurante, y quiero que nos
traiga algún respaldo.

Takara era el restaurante donde pedíamos el sushi para llevar. Se anunciaban


como comida de Fusión asiática, que en su caso significaba auténtica cocina
japonesa y bulgogi en el menú. Un lugar tranquilo, amueblado en tonos ricos de
marrón y verde con una decoración elegante pero confortable. Cuando Rogan
me invitó a nuestro primer almuerzo, decidí reunirme con él allí, porque Takara
se encontraba justo en medio de una gran plaza comercial de la I-10 que tenía
de todo, desde Toys-R-Us y Sports Academy, hasta Olive Garden y HEB, la marca
registrada de Texas supermercado. Tráfico sin parar, mucha gente, y muy poca
privacidad. El lugar perfecto para conocer a alguien en quien no confías.
A pesar de los dos tercios de estacionamiento completo, reconocí el coche de
Victoria inmediatamente. Era el único Mercedes con un Rottweiler humano con
traje. Aparqué en el extremo opuesto del estacionamiento.

—¿Quieres entrar? —le pregunté a Bern.

—No. Ella no quiere verme. Me voy a quedar aquí y mantener el coche en


marcha por si acaso sales corriendo.

Le entregué las llaves y salí del vehículo. El guardaespaldas de Victoria me


observó mientras cruzaba el estacionamiento. Veinte metros me separaban de la
puerta, y cada paso resultó más difícil que el anterior. Apenas podía moverme.
Finalmente, mi mano se sujetó alrededor del tirador de la puerta. Lo conseguí.

Respiré profundamente y entré en Takara con la cabeza en alto.

337
El restaurante estaba vacío, excepto por un camarero. Victoria Tremaine
estaba sentada al fondo, junto a la ventana. Casi la misma mesa que Rogan
había elegido. Llevaba un traje negro muy bien hecho. Un deslumbrante
pañuelo azul turquesa, fino y bordado con plumas de pavo real, colgaba de su
hombro izquierdo. Brillaba, capturando la luz de la ventana, con lo que
probablemente era verdadero hilo de oro.

La camarera me sonrió.

—Estoy con la dama del chal —le dije.

Su sonrisa vaciló ligeramente.

—Por favor, por aquí.

—No hay necesidad. La veo.

Me dirigí a la mesa y revisé el suelo buscando rastros de un círculo arcano,


por si acaso.

Victoria Tremaine se burló.

—Uno nunca puede ser demasiado cuidadoso. —Me senté en la silla.

Un camarero se acercó a nosotros.


—Té caliente —ordenó Victoria—. Verde o negro, lo que sea mejor en la casa.
Dos tazas. Deje el hervidor y manténgalo lleno. Mi nieta y yo hablaremos. No
nos molestes.

El camarero se fue corriendo.

Cuando pensaba en la abuela, pensaba en la abuela Frida, con su halo de rizos


platino y el reconfortante olor a grasa de máquina y aceite de pistola que
parecía seguirla por todas partes. Para mí, esa palabra significaba seguridad y
calidez. No importaba lo mal que estuviera con mamá y papá, la abuela Frida
siempre estaría allí para escuchar, para hacerme reír.

Victoria Tremaine no podía ser más diferente. Era más alta y más pesada que
la abuela Frida, que siempre estaba delgada, pero era una pesadilla formidable.
No era gorda, era sólida, como si la edad se acrecentara a su alrededor. Arrugas

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surcaban su rostro. A diferencia de la mayoría de los ancianos ricos, ella no se
había molestado con la cirugía plástica o la magia de la ilusión. Su cabello, la
última vez que vi una grabación de ella, había sido cortado artísticamente en un
corte más corto que enfatizaba las líneas severas de su rostro. Miré sus ojos y
deseé no haberlo hecho. Eran del azul exacto de los de mi padre. Pero los ojos
de mi padre habían sido buenos, risueños, a veces severos. Los ojos de Victoria
eran los de un raptor. Ella no era una bruja malvada, era la reina envejecida. En
lugar de amansarse con la edad, solo se había vuelto más peligrosa, despiadada
e implacable

—Te pareces a James —dijo ella.

—También mantengo sus valores.

—¿Y cuáles son?

—Cuido de mi familia, y trato de ser una buena persona.

—¿Una buena persona? —Se inclinó un poco hacia delante—. ¿De verdad?

Si seguíamos así estaríamos aquí un tiempo.

—Querías hablar conmigo. Estoy aquí.

—Quiero que dejes esa tontería de la Casa Baylor. Perteneces a la casa


Tremaine.
—No. ¿Algo más?

—No tienes conexiones. No tienes dinero, ni mano de obra, y ni siquiera


sabes lo suficiente para darte cuenta de lo mucho que no sabes.

—Ya aprenderé.

El camarero trajo el té y lo puso delante de nosotros con dos tazas.

—¿A qué costo? No tienes ni idea de lo profundas que son estas aguas.
Estamos relacionadas por sangre. La sangre es la única cosa en este mundo en la
que puedes confiar.

El camarero sirvió el té y se fue.

—Sé exactamente lo profundas que son. Sé que hay una organización que

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intenta desestabilizar Houston con el objetivo a largo plazo de instalar un
gobierno autoritario basado en el Imperio Romano. Sé que el hombre a la
cabeza se llama César. Sé que este plan comenzó con Adam Pierce. Sé que
Olivia Charles y David Howling formaban parte de la misma conspiración, que
también incluye a Vincent Harcourt y Alexander Sturm. David Howling me
dijo esto antes de que le rompiera el cuello. Sé que esta conspiración apuntó
repetidamente a mi familia, llegando a contratar a mercenarios para asaltar el
almacén donde vivimos. Tenían órdenes de matarme a mí y a mis hermanas.
También sé que fuiste tú quien levantó la protección en la mente de un joven
para encontrar el artefacto de Adam Pierce. Y que protegiste a Vincent Harcourt
para evitar que divulgara los secretos de César. Estás en esta conspiración hasta
las cejas.

Tomé un respiro.

—Así que estoy un poco confundida. Me dices que se supone que debo
confiar en ti porque tú y yo somos de la misma sangre. ¿Cuándo fue la sangre lo
más importante para ti? ¿Cuándo los mercenarios llegaron en mitad de la noche
para atacarnos, cuando Howling heló el paso superior mientras yo estaba en el
coche detrás de él, así me destrozaría y moriría, o cuando Adam intentaba
quemarme hasta muerte en medio del centro de la ciudad?

Victoria entrecerró los ojos.


—Una chica inteligente.

Tomé un sorbo de té.

—No tienes pruebas.

—No necesito pruebas. Un buscador de la verdad hechizó la mente de


Vincent. Hay solamente tres Casas de buscadores en los EEUU. Conocí a Garen
Shaffer y lo eliminé como sospechoso.

—¿Has roto a Garen Shaffer? —El escepticismo llenó su voz.

—No tenía que hacerlo. Quería jugar una partida y perdió.

—¿No se protegió?

340
—Lo hizo en algún momento, pero lo agarré finalmente. Garen Shaffer está
demasiado centrado en el bienestar de su familia y su salud corporativa para
involucrarse en una conspiración. Está muy contento con las cosas tal como son.
La Casa Lin está a punto de caer en los contratos del gobierno. —Rogan había
compartido ese hecho útil conmigo una noche, mientras discutíamos el futuro
de la Casa Baylor—. Involucrarse con la conspiración sería demasiado
arriesgado, ya que están bajo un pesado escrutinio. Eso te deja a ti. Tú encajas
en el perfil.

—Ah, ¿hay un perfil?

—Sí. Todos los involucrados provienen de alguna vieja Casa poderosa, por lo
menos cuatro generaciones. Todo el mundo está insatisfecho con el status quo.
Pierce quería quemar el mundo libre de repercusiones y restricciones de la ley.
David Howling quería destruir a su hermano y hacerse cargo de su Casa. Olivia
Charles odiaba ver a su única hija atrapada en un matrimonio sin amor por sus
genes. Había alcanzado el ápice de su ascenso social, pero no era suficiente.
Quería el tipo de estatus que permitiría a Rynda elegir a su marido entre la élite
de las élites, sin importar sus genes. Vincent Harcourt es un sádico, que casi
nunca se la da rienda suelta por su Casa. No estoy segura de cuáles son los
problemas de Sturm, pero definitivamente tiene algo.

—¿Y yo? —Su voz era engañosamente suave.


—Tu único hijo huyó cuando todavía era un adolescente. Nunca tuviste otro
hijo, probablemente porque no puedes. Sin herederos, la Casa Tremaine morirá
contigo.

El rostro de Victoria no mostraba ninguna emoción. Nada en absoluto, como


si estuviera tallada en roca.

—Le buscaste y aterrorizaste a todos los que pensabas que podrían estar
relacionados con su desaparición. Pero fuiste demasiado lejos, y te hicieron
parar. Querías la libertad de buscar a tu hijo. Querías tener acceso a todas las
bases de datos, a cada banco de información, a todas las personas a las que
decidieras interrogar sin limitaciones molestas como el código penal o las
resoluciones de la Asamblea. Querías más poder. Lo que hiciste fue traición. Mi
padre no lo toleraría y yo tampoco. No quiero tener nada que ver contigo.

341
Me levanté, me volví y di un paso.

—La del medio es una sirena —dijo Victoria detrás de mí—. Como su abuelo.
Pero la más joven no es una sirena, ni un buscador de la verdad. Ella es otra
cosa. Algo que nunca puedes dejar salir.

Catalina y Arabella. Me di la vuelta.

Victoria señaló la silla.

—Siéntate.

Me senté.

—Tuve doce abortos espontáneos. Es común en la familia, algo que puede


que tenga que preocuparte en el futuro. Tenemos una descendiente por
generación, y contamos nuestras estrellas de la suerte si el niño sobrevive. Yo
era el noveno y último embarazo de mi madre. Ella murió cuando yo tenía doce
años. Mi padre la siguió dos años más tarde. Soy la Casa Tremaine. Sola. Quería
un hijo. El futuro de la Casa lo requería, pero yo quería uno. Y ese niño tendría
que ser fuerte. Un débil sería asesinado. El padre tenía que ser un Prime. Lo
intenté con tres Primes diferentes, cada uno cuidadosamente elegido,
engatusado, seducido, sobornado. Lo que fuera necesario.
Sus manos se curvaron alrededor de su taza como garras. Un viejo dolor
ardía en sus ojos.

—¿Por qué no te casaste?

—Porque el hombre que amé murió tres semanas después de nuestro


compromiso. Era precog de la Casa Vidente. Nunca previó su propia muerte. Su
rival de negocios se encargó de él. Le dispararon cuando salíamos del teatro. —
Ella se acarició la mejilla—. Me tomó mucho tiempo dejar de ver la sangre en mi
piel. Se fue, por fin, después de matar a los últimos de la Casa.

—¿Has matado a toda la Casa rival?

—Sí. Todos ellos, el esposo, la esposa, los hijos. Su perro.

342
Garras de hielo me perforaron la columna vertebral.

—Para mí, solo había un hombre. Pero mi hijo necesitaba un padre. Lo


intenté doce veces antes de que finalmente lo entendiera. Tenía que ser una
fertilización in vitro. ¿Tienes idea de lo difícil que es convencer a un Prime para
que done su esperma? ¿Qué miedo tienen de que su precioso ADN crezca con
piernas y despegue al mundo? Puedes seducir a un hombre en su cama y
decirle mentiras cómodas acerca de cuánto lo deseas y cómo tu anticoncepción
es impecable, pero le pides que eyacule en un tubo y no se puede ocultar el
verdadero propósito de la solicitud. Se dan cuenta de que tienes intención de
tener a su hijo, y corren, porque son cobardes.

Debería haberme alejado, pero ahora no podía. Tenía que saberlo.

—¿Qué hiciste?

—Al final, encontré uno. Anteriormente de la Casa Molpe. Ahora se llaman


algo más. Supongo que Molpe no era lo suficientemente bueno. La Oficina de
Registros está encantada de llamar sirena al talento de Catalina. Ellos piensan
que son inteligentes y se les ocurrió algo nuevo, pero la verdad es que la familia
de su abuelo llamó a su magia así durante generaciones.

—¿Cómo lo convenciste?

Ella hizo una mueca.


—Dinero. Lo habían eliminado de la Casa. Era una sirena, un verdadero
Prime, aterrorizado por usar su talento porque no le traía nada más que miseria.

—Pensaba que el talento de la sirena solo se manifestaba en las mujeres.

—Les gustaría que pensaran eso, pero no. Créeme, lo comprobé. Tenía
demasiadas cosas en él. El padre era el menor obstáculo. También tenía que
encontrar una madre sustituta. Tenía que ser una Prime. Cualquier cosa menos
que un Prime, y corría el riesgo de disminuir la magia del niño o su incapacidad
para llevarlo a término. Tampoco podía permitirlo. Encontrar una madre
sustituta que fuera Prime era imposible.

—Oh no. Dios mío, no. No lo hiciste.

Ella sonrió por primera vez, una rápida separación de labios y un destello de

343
dientes.

—Lo hice.

—¿Cómo?

—Chantaje y dinero. Dos de las palancas más antiguas que uno presiona
cuando trata de mover a la gente a que hagas lo que quieres.

Me quedé mirándola, horrorizada.

—Tu padre no era solo especial. Era único en su especie. Nunca habrá otro.
Tuve que neutralizarla.

—¿Qué?

—Ella está bajo constante sedación. Esa es la única forma en que pueden
mantenerla contenida. Nunca supo que el embarazo ocurrió. El costo fue
astronómico, pero valió la pena.

—Esto es horrible. Eres horrible.

—Lo soy.

Tomó un sorbo de té.


—Tu padre era un triple portador. Su propia magia no pudo expresarse, lo
que se esperaba. Nunca se lo tuve en cuenta. Tenía suficiente magia para
nosotros dos. Su verdadero valor estaba en los niños que él produciría. Siempre
tuve fe en que los genes se expresaran. Pero para hacer eso, para ser un sucesor,
tenía que ser moldeado y educado. Había lecciones que tenía que aprender.
Lecciones prácticas y útiles que lo mantendrían vivo después de mi ausencia.
Las odiaba y me odiaba por enseñárselas.

Teniendo en cuenta lo que acababa de oír, esas lecciones no habrían sido del
tipo suave.

—Se fue.

—Lo hizo. Lo subestimé. Mantuvo su fuerza muy bien escondida. Empujé y


empujé, esperando que él aprendiera o se rompiera, pero no lo hizo. Planeó su

344
huida y la ejecutó tan bien que ni siquiera todo mi poder pudo encontrarlo.
Estaba muy orgullosa. Mi hijo me había engañado. Debería haberlo esperado,
pero estaba tan concentrada en asegurarme de que sobreviviera. Tenía mucho
que enseñarle y tenía prisa.

—Eres un monstruo —le dije.

—Una abominación. Creo que ese es el término preferido.

Me estremecí. Ella sonrió otra vez.

—Veo que por fin lo entiendes.

—No puedo creer que hayas hecho eso.

—Lo haría de nuevo.

—¿Qué?

—Mira lo maravilloso que resultó. ¡Santiago no hizo uno, sino ¡tres, tres!
niños. Todos Primes. Lo hizo muy bien. La Casa Tremaine continuará. Todo lo
que tengo que hacer es convencerte de que veas las cosas a mi manera. Y
acabamos de establecer que puedo ser muy convincente. ¿Qué dices, Nevada?

—La respuesta aún es no.


—Harás lo que dije. —El poder de su magia me sujetó como una abrazadera.
Luché por liberarme.

—No, no lo haré.

Victoria rio. Ella actualmente reía.

—Eres todo lo que siempre quise.

Mi teléfono sonó. Lo comprobé. Un mensaje de texto de Bern.

¡SAL DE AHÍ!

Salté a mis pies.

Cinco hombres entraron en el restaurante, las pistolas desenfundadas.

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—Al suelo —ordenó el líder. Los clientes cayeron al suelo. A mi izquierda,
los dos cocineros detrás de la barra de sushi golpearon el suelo.

—Las manos dónde pueda verlas —ordenó el líder.

Ellos no habían disparado, así que me querían viva. Levanté mis manos y
miré a Victoria.

—En serio?

Ella miraba más allá de mí hacia los hombres.

—¿Cuál es el significado de esto?

—Alexander dice que lo siente —dijo el líder—. Necesita a la chica. Esto es


por la causa. Dijo que lo comprenderías.

—Oh no, queridos —dijo mi abuela—. No se trata de la causa. Se trata de la


familia.

Magia salió de ella. Cuando sujetaba a la gente con mi voluntad, mi magia se


convertía en un torno, una red que los sofocaba y los ataba. Victoria giró la suya
en una espada y apuñaló al líder con ella. Gritó, un débil sonido que se
desvanecía, sus ojos se volvieron en su cráneo, y se derrumbó.

Saqué mi Baby Desert Eagle.


En el mismo instante, el hombre a la izquierda del líder gritó y se arañó los
ojos. El hombre de la derecha cayó de rodillas y se golpeó la cabeza contra el
suelo.

Necesité cuatro disparos antes de darme cuenta de que los dos objetivos
restantes permanecían completamente quietos. Mis balas golpearon en sus
pechos. Lentamente, se derrumbaron. Cinco cadáveres yacían en el suelo. No
quedaba nadie para matar.

Algo me empujó por detrás. Me tambaleé hacia adelante. El ruido de los


cristales rompió en mis oídos, increíblemente fuerte. Giré a la derecha, hacia la
ventana rota. Un hombre estaba allí de pie con su rifle apuntando, preparando
otro disparo. Un Ford Explorer saltó fuera del estacionamiento y se estrelló
contra él. El tirador cayó, un muñeco de trapo bajo las ruedas. Bern pasó sobre

346
él, su rostro exangüe, dio marcha atrás y volvió a pasar sobre el cuerpo.

Me volví hacia Victoria. Una mancha oscura y húmeda se extendía por su


hombro Me había apartado del camino. La bala con mi nombre la había
alcanzado en su lugar.

—Necesitas una ambulancia.

Ella hizo una mueca.

—Estaré bien. Tengo un médico privado.

—Estás sangrando. Necesitas a los paramédicos ahora. —Agarré mi teléfono


para marcar el 911—. ¿Por qué lo hiciste?

—Porque eres mi nieta, idiota.

Mi teléfono murió. Qué diablos, lo había cargado completamente en el


coche…

—Espera… —Victoria se puso pálida, mirando algo más allá de mí.

Miré por encima de mi hombro. Una oscuridad se extendió por el


restaurante, expandiéndose desde la entrada, trepando por las paredes,
reclamando el espacio. Una oscuridad antigua que me tomó en sus fauces y me
mantuvo inmóvil.
Michael de la Oficina de Expedientes entró en el restaurante. Todavía llevaba
el traje estirado y una camisa muy bien planchada, blanca contra su cuello
tatuado. Sus manos ardían con fuego azul.

Hoy no parecía un gánster en un funeral. Parecía el Grim Reaper del siglo


XXI.

—No rompí las reglas —dijo Victoria a través de sus dientes apretados. El
sudor estalló en su frente. Ella se tensó, cerrando de nuevo los dientes.

No pasó nada.

Intenté agarrarme a mi magia. Fluía de mí. La oscuridad se precipitó y la


devoró. Dolía. El dolor arrancó un jadeo de mí. Oh, dolía.

347
Michael levantó el teléfono. En ella el Guardián de Registros sonrió.

—Pero lo intentó dos veces indirectamente y ahora en público. Es hora del


castigo, Victoria. Lo siento mucho.

Michael alzó la mano derecha. El fuego azul saltó por el espacio y salpicó a
mi abuela.

Victoria Tremaine gritó.

El fuego azul se derramó.

Victoria se deslizó de la silla y cayó al suelo. No solo la estaban haciendo


daño. La estaban matando.

Escuché mi propia voz.

—¡Para! ¡Por favor para!

—Michael —dijo el Guardián de Registros.

Las llamas azules disminuyeron. Victoria se esforzó por respirar, su piel


cenicienta.

—¿Estás pidiendo que nos detengamos, señora Baylor?

—Sí.
—¿Por qué?

—Es mi abuela. Ella me salvó. No quiero comenzar nuestra Casa con su


muerte.

El Guardián de Registros lo consideró.

—¿Es una petición formal, señorita Baylor?

—Sí.

—La Oficina de Registros lo concederá, siempre y cuando nos conceda un


favor a cambio en un lugar y hora de nuestra elección.

—No lo aceptes —dijo Victoria, con la mano en el pecho, la sangre goteando


de sus dedos.

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—Estoy de acuerdo.

—Muy bien —dijo el Guardián—. Nos vemos en las pruebas, Sra. Baylor.

El teléfono se puso negro.

Michael abrió la boca.

—Un error.

Se dio la vuelta y se alejó, llevando la oscuridad con él.

A lo lejos se oían las sirenas, acercándose.

Una ambulancia llegó al estacionamiento y se detuvo bruscamente. Los


paramédicos salieron corriendo, llevando una camilla a través de la ventana
rota.

Me agazapé al lado de Victoria.

—Si miro bajo el hexágono de Vincent, ¿encontraré tu nombre allí?

—Sí.

—Deberías huir, abuela. No te protegeré de las consecuencias.

Me mostró los dientes.


—Soy demasiado vieja para correr. Haz lo que tengas que hacer.

Mi teléfono se incendió y sonó. Bug.

Deslicé los dedos por la pantalla para contestar.

—¡Vete por la autopista! ¡Vete por Katy ahora! —juró al teléfono.

—¿Qué pasa?

Algo golpeó y la voz de Catalina llenó el teléfono.

—¡Vincent secuestró a Kyle y a Matilda! ¡Tiene a Matilda!

Corrí al coche.

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12

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—¿En qué dirección tomo la autopista? —grité al teléfono.

—¡Oeste! —respondió Bug.

Bern hizo un giro brusco a la derecha, cortando a un Honda. El conductor


nos tocó el claxon, pero ya estábamos acelerando a través del carril de entrada.
Eran 11:00 a.m. tráfico de hora punta. Bern se metió en el carril densamente
sembrado de coches, y nos llevó a una impresionante velocidad de 50
kilómetros por hora

La adrenalina me golpeó. Mi piel se sentía caliente, todo mi cuerpo estaba tan


tenso que era como una pistola cargada esperando a que apretaran el gatillo. Se
llevó a los niños. Esa jodida mierda. Le arrancaría la cabeza.

—¿Qué estoy buscando? —Puse el teléfono en el altavoz.

—Un coche blanco —dijo Bug.

Tienes que estar bromeando.

—¿Tienes un modelo?
—Chevy Silverado. Del 2011 o 2015.

El segundo coche más común en Texas.

—¿De verdad?

—Todo lo que tengo para trabajar es una imagen lateral.

Estiré el cuello. Mi visión, pateada por la adrenalina podía ver tres coches
blancos. Gritarle a Bug no haría nada bueno. Él lo estaba haciendo lo mejor que
podía.

—¿Qué pasó?

—Edward apareció y quiso hablar con Rynda. Catalina se ofreció a cuidar a


los niños. Kyle, Jessica y Matilda querían jugar en el sótano de evacuación.

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Montamos un fuerte para ellos allí para que no se asustaran durante el
simulacro de tornado. Jessica quería ir al baño, y Catalina la llevó, porque
Jessica era demasiado tímida para subir sola. Kurt estaba vigilando a los niños.
Ese cabrón convocó algo que podía cavar. Se estrelló en el sótano, atravesó el
suelo y agarró a Kyle y a Matilda.

El frío se apoderó de mí.

—¿Kurt?

—No lo logró.

Maldición. Maldita sea, maldita sea, maldita sea. Pobre Kurt. Pobre León.

—Catalina lo encontró cuando regresaron. Cuando llegué allí todo lo que


cogí fue a Vincent, que se iba por Hammerly a Sam Houston. Lo he seguido
hasta la I-10 y luego lo he perdido.

—¿Estás seguro de que era él? —preguntó Bern.

—Vi al gato blanco en la ventana.

Matilda nunca iba a ninguna parte sin ese gato.

Pasamos por Addick's Road.

—¿Dónde está Rogan? —pregunté.


—Mira por encima de ti —dijo Bug.

Incliné la cabeza para mirar por el parabrisas. Un helicóptero volaba bajo por
encima.

—Ese túnel habrá llevado un tiempo —pensé en voz alta—. Vincent tuvo que
ver como hacíamos los simulacros de tornado y esperar una oportunidad. Él
sabía el momento exacto. —Lo que significaba que Vincent Harcourt o su gente
nos vigilaba, o alguien nos traicionó. A Rogan le encantaría.

—Buena estrategia con el coche —observó Bern de manera desapegada.

—Sí. Vincent sabía que no sería capaz de superar a Rogan, así que no lo
intentó. —Incluso si Vincent tuviera un helicóptero propio, nada impediría a
Rogan entrar en un rango notable.

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—¿Por qué Matilda? —preguntó Bern.

—Porque Jessica no estaba allí. Las criaturas que envió probablemente sabían
que tenían que agarrar al niño y a la niña, así que lo hicieron.

Los minutos pasaban. Bern entró y salió del tráfico con márgenes de error
estrechos. Preguntar a Bug si tenía algo era inútil.

—¿Crees que es lo bastante tonto como para tomar el carril HOV? —le
pregunté.

—No lo haría —dijo Bern—. Estaría atrapado en él.

Una hilera de postes metálicos blancos separaba el carril de vehículos de


ocupación del resto del tráfico. El tráfico HOV se movía más rápido. Menos
coches, más visibilidad. Me escondería en el carril de la derecha o en el centro
por si quería salir si las cosas se ponían demasiado calientes.

El helicóptero giró hacia la izquierda.

—¿Qué está pasando? —dije al teléfono.

—Un coche blanco tomó la salida a Barker Cypress. La cámara captó algo
blanco en la ventana. —La voz de Bug vibró con tensión.

—¿Debo tomar la salida? —preguntó Bern.


¿Salir o no? Salir por la calle lateral era una buena estrategia. Pondría a
Vincent lejos del foco de nuestra búsqueda.

—¿Nevada?

La salida esperaba justo delante. Saldría de la carretera en su lugar, pero no


lo haría con el helicóptero por encima. Demasiado arriesgado. Y si era el coche
adecuado Rogan lo manejaría

—Necesito una respuesta —dijo Bern.

—No. Quédate en el carril.

Avanzamos hacia adelante. Esto era horrible, incluso para Houston. Algo
tenía que ocurrir delante, un accidente, algún desastre para explicar este atasco.

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—El coche aceleró —informó Bug—. Lo están persiguiendo.

Greenhouse Road.

—Estoy recibiendo información ahora. Es la furgoneta correcta.

Si Bug decía que era la furgoneta correcta, era la furgoneta correcta. Tenía
una de las mejores capacidades de reconocimiento visual del planeta.

Simplemente no se sentía bien.

La salida de Fry Road apareció delante.

Bern me miró. Sacudí la cabeza. Nos quedaríamos.

Quería correr, golpear, gritar, hacer algo, pero en vez de eso tenía que
sentarme. Avanzamos.

Vi un destello azul por encima de mi hombro. Saqué la cabeza por la ventana


abierta. Zeus.

—¡Sigue al gato Bern!

Dio un volantazo y bajó por el arcén entre la sinfonía de bocinazos


indignados, entre la línea de coches y la alta barrera de hormigón que bordeaba
el borde de la carretera.
El tigre azul corría por la carretera, las enormes piernas moviéndose
rápidamente, su cola se curvaba y se enderezaba con cada salto. La franja de
tentáculos se extendía verticalmente desde su cuello como una corona
resplandeciente con una estrella turquesa en cada extremo del rayo. Si vivía
cien años, nunca me olvidaría de esto.

Zeus saltó, hacia adelante y hacia la izquierda, y aterrizó en la parte superior


de un coche en el carril medio. Sus patas se deslizaron. Se tambaleó, saltó hacia
delante y se agachó en la parte trasera de una furgoneta Ford 150 negra. Bern se
detuvo bruscamente.

El pelo de Zeus estaba erizado. Su hocico se arrugó. Sus labios se elevaron en


un gruñido feroz, revelando colmillos como dagas curvadas. La franja pulsaba
con carmesí. La magia golpeó. Un pulso de carmesí se estrelló contra el coche,

354
mordiéndolo. El Ford arrancó del carril, golpeando a un Honda Civic azul. El
impacto sacó al Civic de su carril, bloqueándonos. El enorme Ford chilló libre y
aceleró con un rugido con Zeus gruñendo.

Mierda.

Bern presionó el claxon. La mujer en el Civic agitó sus brazos, dando vueltas.
Atascada.

—¡Bug, no es un Chevy blanco, es un Ford negro! —Saqué la cabeza por la


ventana y grité—. ¡Apártese del camino!

La mujer se dio la vuelta.

—¡Apártese del camino!

La gente detrás del Civic tocó la bocina. La mujer cogió su teléfono móvil.
Maldición se quedaría allí sentada hasta que llegara la policía.

Bern volvió a tocar el claxon.

Algo golpeó contra nuestro coche. El Ford Explorer se balanceó y gimió,


aceptando un peso enorme. Me di la vuelta y vi algo oscuro en la ventana
trasera. La parte superior de la cabina se dobló hacia adentro. Saqué mi arma.
Una enorme y peluda pata bajó, luego otra, y luego un gigantesco vientre de
oso bloqueó el sol. El sargento Teddy se deslizó de nuestro techo y aterrizó
frente al coche. Caminó hacia el Civic.

La mujer dejó caer su teléfono.

El enorme grizzly se apoyó contra el Civic y empujó. El pequeño coche se


deslizó hacia atrás en su carril. El sargento Teddy dio un paso atrás y aterrizó
en nuestro capó. El Ford crujió. El grizzly se deslizó sobre nosotros y aterrizó en
el pavimento, su enorme cabeza ocupando toda la ventana trasera. Las garras
rascaban contra el metal. El portón trasero se abrió y el sargento Teddy subió a
la parte de atrás. Incluso con la tercera fila de asientos abatidos, apenas cabía.
De repente, el coche estaba lleno de oso.

355
Bern se volvió lentamente y me miró, con los ojos tan grandes como platos.

—¡Están escapando! —le grité—. ¡Conduce!

Él se sacudió y pisó el acelerador. El Ford aceleró bruscamente. Bajamos por


el arcén.

Delante, la magia carmesí volvió a destellar.

—¿Bug? —Resistí el impulso de sacudir el teléfono—. ¿Bug?

—… ¿Sí?

—Ford F-150 negro, conduciendo por el arcén de la I-10 justo al oeste de la


salida de Fry Road. Consigue ojos en él.

Hubo una pausa.

—Lanzando un Drone ahora. Tardará unos minutos en llegar desde el


helicóptero.

La autopista ascendió mientras la carretera recogía a los coches en un paso


elevado. Si nos íbamos ahora, todo había terminado.

Delante, el Ford negro se bamboleó violentamente, raspó el costado de la


barrera de hormigón, rebotó, recorrió la línea de los coches y frenó. Zeus se
aplanó sobre el coche. Estaban tratando de sacudirse el tigre.
—Hay niños en ese coche —gruñó Bern.

—No creo que le importe.

Los disparos de arma de fuego parecieron petardos. El profundo rugido de


un carnívoro cabreado respondió.

Bern aceleró hasta setenta kilómetros por hora. Nuestro Explorer rozó el
hormigón a la derecha con un chirrido repugnante. Se enderezó.

La distancia entre nosotros disminuyó.

—Casi lo tengo —dijo Bern, con la cara salvaje.

La señal para la salida de Westgreen Road apareció.

356
—Toma la salida —recé.

El Ford tocó el claxon. La línea de coches se abrió y salió del


embotellamiento.

—Maldición.

Bern tocó el claxon. El sargento Teddy rugió. Los coches frenaron y nos
disparamos a través del mismo hueco. Introduje mi dedo en mi oído izquierdo
y lo sacudí para intentar eliminar el zumbido.

El Ford estaba a solo una docena de metros ahora, pero aumentando la


velocidad. Golpeó los coches a la izquierda y rebotó en la barrera de hormigón.
Mi corazón se saltó un latido.

La barrera aguantó.

El coche parecía viejo, la parte de atrás de la ranchera desconchada.


Probablemente robada. El coche robado probablemente significaba que no tenía
neumáticos de lujo.

—Mantenlo firme. —Me incliné por la ventana.

—Niños —me recordó Bern.

—Lo recuerdo.
O bien disparaba a los neumáticos ahora, o se alejarían y saldrían de la
autopista. Apunté al neumático trasero derecho y apreté el gatillo.

El disparo salió.

—¿Le has dado? —preguntó Bern.

—Sí.

A esa distancia y a la velocidad relativamente baja, la munición de calibre .40


perforaría el neumático y probablemente saldría por el otro lado. El neumático
se desinflaría gradualmente.

Los segundos pasaban.

El neumático se desinfló. La furgoneta negra desaceleró ligeramente.

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—Tengo ojos en el Ford negro —dijo Bug—. Los niños están en él. Repito, los
niños están en él.

Otra explosión de magia roja estalló en la parte trasera de la camioneta. Zeus


aún no había terminado.

La salida de Mason Road. Tampoco la tomó.

—El helicóptero está llegando —dijo Bug.

—¿ETA? —pregunté.

—Al menos cuatro minutos.

Un montón de cosas podrían pasar en los próximos cuatro minutos. Solo le


tomaría un segundo a la furgoneta negra golpear algo y volcar por encima de
esa barrera de hormigón hasta el suelo que estaba muy abajo. La imagen de un
camión triturado y volcado brilló ante mí. No podíamos dejar que sucediera.

El sargento Teddy gruñó.

—Si vamos más rápido, nos estrellaremos —le dije—. O él se estrellará.

—¿Entiendes lo que dice?


—No, pero puedo adivinarlo. Tenemos que mantener a los niños a salvo.
Solo tenemos que seguirlo.

La salida de Fontage Road quedó atrás. Una señal electrónica indicaba en


letras que brillaban intensamente en naranja. SIGUIENTE SALIDA CERRADA.
A continuación, una señal naranja apareció. CARRIL DERECHO CORTADO
MÁS ADELANTE.

Mierda.

OBRAS EN LA AUTOPISTA.

MULTAS DE TRÁFICO MÁS ALTAS.

Una barrera de carretera blanca y naranja salió volando por delante. La

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camioneta negra se abrió paso a través de las barricadas de plástico y salió
disparada por la salida del paso elevado hacia la Grand Parkway. ¿Qué diablos
estaba haciendo Vincent?

Adelante, el Ford negro giró a la derecha bruscamente y chirrió hasta


detenerse, bloqueando el carril, el lado del pasajero hacia nosotros.

Un hombre saltó del coche, sosteniendo a Matilda con una mano y una
pistola en la otra. Ella seguía agarrando su gato blanco.

Bern pisó los frenos. El Ford Explorer se detuvo. Salté del coche antes de que
incluso se detuviera y apunté mi arma.

—¡No te muevas!

—¡Voy a volarle la puta cabeza! —El hombre apuntó el arma a la cabeza de


Matilda.

Matilda dejó caer al gato. La bestia blanca lanzó un gruñido y se lanzó sobre
las piernas del hombre, arañando su camino hacia arriba. El pistolero gritó y
giró, tratando de sacudir al pequeño gato. Matilda cayó al suelo. El gato lo
arañó en un frenesí salvaje, retorciéndose demasiado rápido para darme un tiro
claro. Zeus saltó de la camioneta y aplastó al hombre bajo su peso. La enorme
boca se abrió y los dientes de sable se hundieron profundamente en el costado
del cuello del hombre. Sus pies golpearon en el suelo y quedaron laxos.
Zeus se giró hacia nosotros, su hocico ensangrentado.

El sargento Teddy cargó más allá de nosotros, dirigiéndose hacia la


camioneta.

Zeus gruñó, agarró a Matilda por su suéter como si fuera un gatito, y corrió
más allá de nosotros, volviendo por el camino por el que habíamos venido. El
gato blanco los persiguió.

Corrí hacia la furgoneta. Bern y yo llegamos al mismo tiempo. Detrás de


nosotros el ruido del helicóptero sacudió el aire.

La magia me dio un puñetazo, una aterradora avalancha de poder. Me


esforcé por respirar y no pude. Bern y yo jadeamos al mismo tiempo.

359
Estiré el cuello y miré alrededor de la parte trasera del camión. El sargento
Teddy retrocedía hacia mí un pie a la vez, gruñendo. Frente a él, Vincent estaba
en medio de un círculo de ampliación, agarrando a Kyle. Detrás de ellos el paso
elevado se dividía, una salida iba a North Grand Parkway, la otra al sur. Los
vehículos de construcción y barreras de hormigón bloqueaban ambos. La única
salida era a pie.

Por encima de Vincent, una oscuridad enojada revoloteaba, atravesada por


un rayo púrpura, cada vez más grande. Brilló con púrpura brillante y se rasgó.
Un gigante se derramó a la existencia. Erguido, vagamente humanoide, y
completamente sin pelo, se elevaba sobre nosotros, con sus pies más grandes
que la camioneta negra. Su piel, del color de la cinta adhesiva, se extendía
demasiado apretadamente a través de su cuerpo y formaba lo que parecían
afloramientos rocosos sobre sus hombros y la parte superior de su cabeza
redonda. Negras garras de noventa centímetros salían de sus manos y patas. La
criatura no tenía nariz, solo un amplio corte de boca, lleno de dientes largos y
delgados y dos ojos rojos inclinados, brillando como alumbrados por fuego
desde el interior.

Tenía que tener dos metros diez de altura.

La enorme mano se inclinó hacia abajo. Las garras atraparon el cadáver del
secuestrador muerto, lo levantaron y la criatura lo arrojó a su boca. Los huesos
crujieron. Miró hacia el mar de coches y dio un enorme paso. El paso superior
tembló.

Estaba dirigiéndose hacia el tráfico y no había nada que pudiera hacer al


respecto. Miré hacia atrás. La gente corría entre los coches. La criatura se centró
en ellos. Su boca se abrió de par en par y un grito alto y agudo resonó.

El helicóptero de Rogan se cernía sobre los vehículos abandonados. El rápido


staccato de una ametralladora resonó. Las balas se estrellaron contra la criatura.
Ni siquiera se dio cuenta.

No había nada que Rogan pudiera tirar. Tirarle coches sería como lanzar
guijarros a un toro.

El helicóptero de Rogan giró hacia un lado, donde un campo vacío y el gran

360
edificio rectangular de un teatro Cinemark bordeaban la carretera.

La criatura dio otro enorme paso, aplastando a varios coches que habían
estado esperando para incorporarse al carril medio, y gritó de nuevo.

—¡Nevada! —me gritó Bern—. ¿Qué hacemos?

—No lo sé.

—¡Nevada!

Nunca me había sentido tan indefensa en toda mi vida.

Algo cayó del helicóptero de Rogan, un destello oscuro que se desplomó a


tierra y explotó en una colosal forma peluda. Oh no. No…

Un monstruo aterrizó en el Cinemark. Corpulento, inmenso, cubierto de


largos mechones de piel negra, con los brazos musculosos armados de garras y
una cabeza contundente, protegida por un caparazón de hueso. Dos gruesos
cuernos protegían los lados de su cabeza, curvándose hacia delante como si
alguien hubiese tomado dos enormes cuernos de carnero y los hubiera dado la
vuelta. Los colmillos gruesos del carnívoro llenaban su boca. Sus dos ojos
redondos brillaban de amarillo.

—¡Joder! —escupió Bern.


La gente dejó de correr y se quedó boquiabierta. Todo el mundo había visto
las imágenes. Todo el mundo lo reconoció.

La bestia de Colonia que era mi hermana rugió un desafío ensordecedor, se


abalanzó sobre la criatura gris, y lo sacó del paso superior al campo. La criatura
cayó. Un temblor sacudió el paso superior. La roja C de Cinemark cayó al suelo.

La cosa gris arañó a Arabella, tratando de defenderse. Ella aterrizó encima de


él, una pesadilla enorme, musculosa, peluda llena de rabia, y la rasgó en un
frenesí, golpeando, rompiendo, agarrando, lanzando los pedazos mojados de
ella dondequiera que aterrizaran. El terrible volcán templado que impulsaba a
Arabella había estallado y no había manera de detenerlo.

Mamá nos mataría. Mamá nos mataría a todos. Nunca podríamos volver a
casa.

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La cosa gris gritó de nuevo, desesperada ahora. Mi hermana se agachó sobre
ella, sujetó su cabeza con un brazo, su hombro derecho con otro, y le mordió el
cuello. No quería verlo, pero no podía apartar la vista. Ella lo roía, cortando el
músculo y el tendón. El gigante gris se agitó, pateando débilmente, cada vez
más débil. Mi hermana mordió una última vez, sacudió la cabeza que había
mordido en el aire, la arrojó detrás de ella, y rugió.

Y docenas de personas lo grabaron con sus móviles.

Arabella se echó hacia atrás, se sentó en su trasero, se clavó las garras en la


boca y sacó un largo cordón carnoso. Ella lo escupió, su boca se arrugó, escupió
otra vez, su hocico retorcido como si hubiera mordido una fruta ácida.

Bajo control. Todo estaba bajo control. No se había vuelto loca. Giré. A unos
cuantos pasos, Vincent estaba helado, con la boca abierta.

Levanté el arma. Me vio y puso a Kyle delante de él. Estaba sosteniendo una
enorme pistola, tan grande que parecía un atrezo de película. El cañón tenía que
ser de veinticinco centímetros de largo.

Le amenazó con el arma y comenzó a retroceder.

Las barreras de hormigón detrás de él se deslizaron poniéndose juntas,


cortando el estrecho espacio que los trabajadores usaban como camino abierto.
Un vehículo pesado de la construcción se arrastró a través del pavimento,
ensamblando las barreras. No tenía que buscar para saber que Rogan estaba
subiendo el paso elevado detrás de mí.

Vincent se puso pálido y echó una rápida mirada detrás de él. Sí, estás
atrapado.

Rogan se acercó a mí, un puñado de monedas colgando en el aire frente a él.


Lo había visto lanzarlas antes a una velocidad cercana a la de una bala.

Las monedas no se movieron. Había llegado a la misma conclusión que yo. Si


queríamos alguna posibilidad contra Sturm, necesitaríamos a Vincent vivo.

—Quédate dónde estás —gritó Vincent.

362
—Se acabó —dijo Rogan—. Baja el arma.

—No te acerques o dispararé. —El enorme cañón tembló.

—Estás sosteniendo un Magnum BFR —le dije—. Big Frame Revolver.


También conocido como Big Fucking Gun. Pesa más de dos kilos cargada y
tiene un horrible retroceso. La única manera de disparar es agarrarlo con ambas
manos y sujetarlo firme. Tu mano está temblando por el peso. Si intentas
apretar el gatillo, la bala se perderá y te golpearás en la cabeza con tu propia
pistola. Entonces te dispararé donde sea necesario.

Vincent apretó la pistola con más fuerza, lo que hizo que el cañón temblara
más.

—Vas a dar al chico —replicó Vincent.

—No lo haré. Soy Magus Sagitarius.

Vincent apretó su mano y apuntó con su cañón a la cabeza de Kyle.

—El niño te está manteniendo vivo —dijo Rogan. Su voz era de hielo—.
Mátalo, y te mataré en este paso, lentamente, trozo a trozo.

Vincent tragó saliva.

—Hay dos formas en que esto puede terminar —dijo Rogan—. Deja al niño y
vives. Daña al muchacho y morirás.
—Decide rápidamente —le dije—. Has matado a Kurt. Me gustaba Kurt.

Vincent tragó de nuevo y abrió la mano. El enorme revólver cayó al suelo.

—Dame al muchacho —dijo Rogan.

Vincent apretó a Kyle hacia él. Sus ojos se pusieron furiosos. Parecía que se
precipitaría al borde más cercano y saltaría sobre él. Si corría, tendría que
dispararle en la cabeza. Cualquier otra cosa era demasiado arriesgada para
Kyle.

La voz de Rogan se quebró como un látigo.

—¡No tengo todo el día, Harcourt!

Vincent soltó a Kyle. El chico corrió hacia mí y lo recogí. Rogan se acercó a

363
Vincent. El invocador dio unos cuantos pasos hacia atrás, levantó las manos y
cargó salvajemente contra Rogan. El golpe no acertó por metros. Rogan
extendió la mano, casi casualmente. Sus dedos se clavaron en la muñeca de
Vincent. La retorció y Vincent se dobló, con los ojos llorosos. Rogan agarró la
camisa de Vincent con la otra mano y medio arrastró, medio lo hizo caminar
hacia nosotros.

Por el rabillo del ojo, vi a Arabella acudiendo a la salida de Frontage Road


que se curvaba debajo de nosotros. Un familiar Range Rover plateado se
detuvo. Mi hermana se encogió a su ser humano normal, desnuda y cubierta de
sangre arcana. La puerta del pasajero se abrió. Ella saltó dentro y el Range
Rover aceleró por la curva de la carretera, dirigiéndose hacia el norte.

—Gracias —le dije a Rogan.

—Necesitamos hablar más tarde —dijo.

La gente de Rogan esposó a Vincent y lo puso en el helicóptero. Rogan y yo


lo vimos entrar. Bern dio marcha atrás con nuestro Ford por el paso elevado. El
sargento Teddy subió a la parte trasera.

A lo lejos una cacofonía de sirenas gritaba y ululaba, acercándose.

Otro Range Rover de la flota de Rogan llegó con Troy al volante. Rogan me
abrió la puerta del pasajero. Su rostro me dijo que esperaba que entrara en el
maldito coche y si no lo hacía me pondría en él. Una tormenta se acumulaba en
el horizonte y yo estaba a punto de estar en el epicentro de la misma.

Bern también vio el huracán.

—Llevaré a Teddy a casa.

Entré en el coche y puse a Kyle en el centro del asiento. Rogan entró en el


otro lado, Troy pisó el acelerador, y nos fuimos.

Nos movimos en silencio durante casi cinco minutos.

—¿La bestia de Colonia? —preguntó finalmente Rogan.

—Sí.

364
—¿Cómo? —La palabra cortó como un cuchillo—. ¿Cómo puede hacer eso,
cuánto tiempo, cuántas veces, cuánta gente lo sabe?

—Ella puede hacer esto porque es su magia. Lo ha hecho desde que era un
bebé. Se ha transformado un total de doce veces. Nadie lo sabe excepto la
familia y su pediatra.

—Así que puede controlarlo.

—Sí. Tuvo algunos problemas entre los once y catorce años, pero está
madurando lentamente. Somos cautelosamente optimistas de que logrará un
control completo cuando sus hormonas se estabilicen, lo que debería ser
alrededor de los veinte.

—Cautelosamente. —Rogan ahogó la palabra. Sus ojos azules eran fríos


como un glaciar—. ¿Es genético?

—Sí.

—¿Hay alguna posibilidad de que tus hijos lo manifiesten?

—Sí.

—¿Cómo?

—Victoria Tremaine no podía llevar un niño a término, por lo que pagó a un


Prime para obtener su esperma, hizo fertilizar uno de sus óvulos y se lo
implantó a Misha Marcotte, que se mantiene bajo sedación en algún lugar de
Europa. Misha era la única Prime disponible para ser vientre de alquiler. Mi
padre llevaba el gen de la búsqueda de la verdad de su madre, el talento de la
sirena de su padre y, aparentemente, la habilidad de la bestia de Colonia de la
gestante sustituta. No sé cómo es posible, ya que se supone que los talentos son
genéticos, y nada del material genético de Misha debería haberse introducido
en su ADN, pero aquí está. Somos sus hijas. Todas llevamos su legado.

Rogan apretó los ojos durante un largo momento. Bueno, aquí estaba. Su
cabeza explotaría.

—¿Hay algo más que quieras decirme?

—Olvidé mencionar que Victoria Tremaine también lo sabe. Lo admitió

365
cuando almorzamos juntas hoy.

Me miró fijamente.

—La Oficina de Registros mandó a Michael a matarla, pero les persuadí de


que no lo hicieran, porque ella es mi abuela y porque me apartó de la
trayectoria de una bala cuando uno de los matones de Sturm trató de matarme.
Estaba sangrando por su hombro y no podía dejarlo y mirar cómo Michael la
freía hasta la muerte. Ahora les debo un favor.

El rostro de Rogan se volvió una máscara impenetrable.

—Connor…

Levantó la mano. Me callé. Claramente necesitaba un minuto.

Rogan me miró, abrió la boca para decir algo, la cerró y negó con la cabeza
sin decir nada. Se estaba produciendo una terrible lucha interna.

—Usa tus palabras —sugirió Kyle amablemente.

Rogan lo fulminó con la mirada durante un segundo, luego me miró de


nuevo.

—Está bien que hayas salvado a tu abuela, pero si alguna vez viene a por ti,
la mataré.
—No me hará daño. Soy de la familia.

Rogan hizo un ruido que podría haber sido un gruñido o un rugido, era
difícil de decir, y sacó su teléfono.

—Buenas tardes, Guardián —dijo—. Debido a circunstancias sin precedentes,


yo, como testigo, exhorto a la Oficina a acelerar las pruebas de la familia Baylor.
La Sra. Baylor y su familia necesitarán la inmunidad inmediatamente… Sí,
relacionado con el incidente de la I-10… Sí. —Se volvió hacia mí—. ¿Se
registrará Arabella? Di que sí.

Dudé.

—Si demuestra su capacidad de razonar durante el juicio, su estatus como


Prime de su Casa la protegerá de las autoridades federales. De lo contrario, la

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llevarán en custodia bajo la Ley de Peligro Público —dijo Rogan.

—Sí. —Ella estaría encantada.

—Ella se registrará… Demostración sellada… Gracias.

Colgó y marcó otro número.

—¿Madre? Tengo un favor que pedir. Te estoy enviando a una niña en coche.
¿Podrías mantenerla escondida hasta que vaya a buscarla?… No, no es hija de
mi amor secreto. Lo explicaré más tarde. Gracias.

Marcó un tercer número. Escuché el crispado hola del Sargento Heart.

—Estamos a punto de recibir visitas federales. Bloquearlo. Nadie entra, nadie


sale, nadie sabe nada.

Colgó y me miró.

—No más sorpresas. Al menos durante las próximas doce horas.

—Lo haré lo mejor que pueda.


—Tenías un trabajo. —Mi madre se enfureció—. Uno.

Bern, Catalina y yo estábamos en la cocina. La abuela Frida se sentaba a la


mesa, descansando la barbilla en las manos, la expresión grave. León se había
marchado porque no quise dejarle matar a Vincent.

—Tenías que mantenerla oculta. Sabes que ella no tiene cabeza. Y fracasaste.

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Esperé. No tenía sentido hablar.

Mamá nos fulminó con la mirada.

—¿Tienes algo que decir a tu favor?

Abrí la boca. Catalina me golpeó.

—La dejaste entrar en el helicóptero.

Mamá parpadeó. Catalina casi nunca entraba en una pelea excepto con
Arabella y conmigo.

—Yo estaba cuidando de Jessica. Dejé que saliera corriendo de la casa y


subiera al helicóptero, mamá. ¿Qué se supone que debíamos hacer? ¿Se suponía
que telepáticamente la haría comportarse? ¿Se suponía que Bern y Nevada
hicieran que mágicamente parara mientras les disparaban?

Mamá abrió la boca.

—No —dijo Catalina—. Estoy harta de que todo el mundo busque excusas
para ella. Es especial. Está bajo mucha presión. Es una mocosa mimada que está
acostumbrada a conseguir lo que quiere. Bueno, ella es demasiado mayor para
que hagamos eso. No voy a escuchar más esto. He terminado. En serio, estoy
jodida.
Se volvió y se marchó. Una puerta se cerró de golpe.

—La presión de las pruebas la está afectando.

—¿Qué le está pasando a esta familia…? —murmuró la abuela Frida.

—Arabella hizo lo que le enseñaste a hacer —le dije a mamá—. Se volvió, se


ocupó del problema, salvó a cientos de personas, cambió y se fue. No se retrasó,
no montó ningún numerito, y no posó para ninguna foto. Hizo su trabajo y
desapareció.

—Una vez que entró en el helicóptero, no había manera de detenerla —dijo


Bern.

Mi madre aterrizó en una silla. Parecía derrotada y mayor, más mayor de lo

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que la había visto. Era como estar apuñalándola en el corazón. Me acerqué y me
agaché junto a ella.

—¿Mamá?

Ella me miró, con los ojos vidriosos.

—Estará bien.

Mamá no respondió.

—¿Mamá? Me estás asustando.

—Simplemente no puedo detenerlo —dijo suavemente—. He hecho todo lo


que he podido y no pude mantenerla a salvo.

Tomé sus manos.

—Estará bien. Lo prometo.

—¿Cómo?

—Las pruebas se están adelantando. Ella hará una prueba a puerta cerrada,
donde estará frente a un pequeño grupo de testigos. Demostrará que mantiene
el uso de la razón durante el ensayo, que todos sabemos que no será un
problema. Ella sigue siendo ella misma cuando se transforma. No puede hablar.
Una vez que califiquemos como Casa, estará protegida bajo la Ley de la Casa
Emergente.
Mamá me miró fijamente.

—La Ley de la Casa Emergente establece que ningún miembro de la Casa


puede ser presionado para el servicio militar o ser detenido por autoridades
federales, estatales o locales en ausencia de una evidencia clara de cometer un
acto criminal —dijo Bern—. Si nos constituimos como Casa, no pueden tocarla.

No estaba segura de que nos escuchara.

—¿Mamá?

—¿Y si la detienen antes de las pruebas?

—No lo harán —le dije—. Está con la madre de Rogan. No van a violar la
privacidad de la Casa Rogan. No tienen causa ni pruebas. Si lo intentan, hará

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que se arrepientan.

—Saldrá en la televisión —dijo la abuela Frida.

—Que salga en la televisión. Confío en Rogan y su madre para mantenerla a


salvo. Estará bien.

Mi teléfono sonó. Respondí.

—Siento interrumpir —dijo Rivera—. Estamos preparados.

—Estaré ahí.

Colgué.

—Tengo que irme ahora, pero volveré. No te preocupes. —Abracé a mi


madre y salí fuera. Crucé la calle hasta el Cuartel General de Rogan solo me
llevaba unos segundos, pero no iba a su cuartel general. Iba al edificio de una
sola planta detrás de él. Antes de que Rogan la comprara, tenía una imprenta, y
aún quedaban algunas huellas de ello, incluyendo el mostrador de granito en el
frente, ahora ocupado por uno de los empleados de Rogan, una mujer alta y de
pelo dorado. Asentí con la cabeza y pasé junto a ella, a través de la pesada
puerta a una gran sala rectangular. Habían eliminado todo su contenido y la
habían pintado con pintura negra. En el centro de la sala, Vincent se sentaba,
esposado a una silla. Me vio y se burló. Al parecer, estaba de vuelta a su
antiguo yo.
En la pared más cercana a la puerta, Bug estaba en una silla, con dos
pantallas delante de él. Una hilera de sillas había sido instalada. Rogan se
sentaba en una, Heart en otra, Rivera en la tercera, y Rynda en la cuarta. Su
columna estaba recta. Cornelius estaba en la quinta silla, Matilda en su regazo.
Su hermana, Diana, Jefe de la Casa Harrison, se sentaba a su lado. Sus ojos fijos
en Vincent. Los ojos de Cornelius brillaban en azul, verde los de Diana, y
cuando Matilda me miró, una misteriosa luz ámbar rodó sobre sus iris.

Entre las sillas y Vincent, dos pedazos de tiza me esperaban.

Me acerqué y cogí una.

—¿Qué crees que vas a hacer con eso, eh? —preguntó Vincent—. Ni siquiera
sabes cómo usarlo correctamente. Sabemos todo sobre ti. No estás preparada.

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No tienes educación.

Mi magia se derramó.

—Pobrecilla arrancada del árbol genealógico con un papá muerto. Tu padre


era un pedazo de mierda, débil y estúpido. Las dos cosas son comunes en tu
familia.

Dibujé un simple círculo de amplificación en el suelo.

—Ugh. ¿Estás ciega o tienes los dedos rotos? Rogan, ve y hazlo por ella. Esto
es embarazoso.

—¿Señor? —murmuró Bug.

Entré en el círculo y me concentré. La habitación se atenuó, la figura de


Vincent en una silla que se oscurecía con ella. Un vago resplandor de plata
brilló en su cabeza, el hexágono que reaccionaba con mi magia.

Necesitaba verlo más de cerca. Necesitaba bucear más profundo, hasta el


lugar en el que había llegado cuando Olivia Charles me atacó.

—¿Nevada? —preguntó Rogan a mi lado.

—¿Sí? —Me concentré en el resplandor.

—A tu familia le gustaría estar presente. Tu madre, hermanas, primos y


abuelas.
—Está bien.

—Ambas abuelas —dijo.

Su voz me arrastró de regreso al mundo real. Miré hacia arriba. Bug había
puesto un ordenador portátil en el escritorio a la derecha. En ella, Victoria
Tremaine se reclinaba en una silla de felpa, su brazo en cabestrillo.

Detrás de mí alguien respiró hondo y supe que era mi madre.

—Está bien.

Me agaché. Necesitaba más poder. Dibujé un segundo círculo más pequeño,


unido al primero, giré y añadí un tercero, del mismo tamaño que el segundo,
luego un cuarto. La tétrada, también conocida como Madre y Tríada. Lo había

371
encontrado en uno de los libros que Rogan me había enviado secretamente hace
un tiempo. No era mucho más poderoso que la perfecta sencillez del habitual
círculo de amplificación, pero cuando lo practicaba, me permitía perfeccionar
mi magia con la precisión de un bisturí. Necesitaría un bisturí hoy si esperaba
romper el hexágono de mi abuela y dejar suficiente de Vincent intacto para
interrogarlo.

—Eres una maldita traidora —gruñó Vincent a Victoria.

Ella sonrió como un tiburón de aguas profundas.

Alimenté el poder en el círculo. Pulsaba azul pálido. La corriente de la magia


me golpeó, clara y fuerte. Me concentré en el hexágono, dejando que todo se
desvaneciera.

La luz se oscureció.

Regula la intensidad.

Regula la intensidad.

Cuanto más oscuro se ponía, más brillante era el resplandor en la mente de


Vincent. Un patrón comenzó a formarse en la neblina resplandeciente. Una
chispa parpadeaba en línea recta, como un hilo de plata brillante, delgado como
un cabello.
Alimenté más poder en el círculo. La habitación quedó completamente
oscura. Más chispas, más hebras plateadas.

Un poco más de energía.

—Está vertiendo demasiado —advirtió Rynda.

—Puede manejarlo —dijo Rogan.

Estaba cayendo, cayendo a través de un pozo negro hacia el brillante


hexágono en el fondo.

Un poco más de poder.

—¡Rogan! —La voz de Rynda se oyó en algún lugar lejano.

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—La estás distrayendo —dijo Cornelius suavemente.

Caí hasta el fondo, de alguna manera aterrizando sobre mis pies. El


hexágono brilló delante de mí. Era un círculo arcano, una deslumbrante y
radiante creación de poder puro tejido en encaje de gasa. Su complejidad me
hizo marear.

¿Cómo lo rompo?

La magia fluía a través del patrón, un circuito completo. Interrumpe el flujo,


y se derrumbaría. ¿Qué pasaría…?

No era un solo un círculo, sino tres, uno encima del otro. Dentro de la
segunda capa, nueve triángulos se extendían hacia el centro. Si atacaba,
tratando de forzar mi voluntad sobre la de Vincent, el círculo superior se
derrumbaría en el centro, los triángulos apuntarían hacia abajo, como las aspas
de una daga, pincharían la capa inferior, y el poder de todo el hexágono
surgiría entonces en las dagas. Se hundiría y apuñalaría en la psique de
Vincent. Era una trampa de genio, imposible de desarmar.

Romperlo estaba fuera de cuestión.

¿Podría cambiar el patrón? Tal vez podría separarlo…

Demasiado arriesgado.

Si rompía el hexágono en cualquier momento, el colapso era inevitable.


Cuando David Howling nos atrapó dentro de un círculo arcano, Rogan lo
había alterado. Un hexágono era básicamente un círculo. Un círculo realmente
complicado, difícil de entender, dibujado con pura magia en la mente de
alguien. ¿Podría dibujar en él?

Un dolor sordo provenía de algún lugar dentro de mí. Había gastado


demasiada magia y probablemente necesitaría más.

—Esto es demasiado para ella. —La voz de mamá—. Le estás pidiendo que
desmantele algo… construido por una mujer con años de experiencia.

—Tiene razón.

—Shaffer. ¿Quién le dejó entrar?

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—Puedo sentir el conjuro en su mente. Es extremadamente complejo. Es una
trampa y ella es demasiado inexperta para darse cuenta. —Shaffer otra vez.

—¿Pero se puede romper? —preguntó Rynda.

—No —dijo Shaffer—. Es una trampa perfecta. Sáquenla de allí antes de que
se exceda.

—Está bien —dijo Rogan—. Ella conoce sus límites.

Todos necesitaban callarse.

El hexágono era demasiado complicado para alterarlo. Había bucles dentro


de lazos, retorciendo la magia sobre sí misma.

Pero no necesitaba alterarlo. Todo lo que tenía que hacer era proteger la
mente de Vincent de las dagas.

Me concentré en mi magia. Vino de dentro de mí, extendiéndose en una


delgada línea brillante de azul plateado. La deslicé debajo de la capa inferior y
comencé a tejer. Un escudo directo no funcionaría, no más que un enfoque
contundente habría trabajado con el padre de Vincent. Había demasiado poder
en el hexágono. Tenía que redirigir la energía del hechizo una vez que se
derrumbara. Tenía que hacerlo… Sí. Eso funcionaría.
—Si quiere que tu hija viva, parará esto —dijo Shaffer—. Míralo. No le
importa si vive o muere, siempre y cuando consiga lo que quiere. Me importa.
Quiero casarme con ella.

—Nevada sabe lo que está haciendo. —La voz de mamá. Fría. No le gustaba.

El patrón se hizo más complejo, extendiéndose bajo el hexágono como un


copo de nieve, desplegándose desde el centro.

Un insistente golpeteo comenzó en mi cabeza, una señal segura de que mis


recursos mágicos habían disminuido. Estaba caminando sobre una cuerda floja.

—¿Han perdido todos la cabeza? —preguntó Shaffer.

—¿Alguien puede cerrarle la boca a ese imbécil? —exclamó Victoria.

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El último toque a la capa inferior. Era todo o nada.

Moldeé mi magia en una hoja y corté la capa superior del hexágono.

La oscuridad se rompió. Estaba de vuelta en la habitación, con el patrón


brillante delante de mí. Lo había dibujado con tiza en el suelo, un círculo de
riachuelos con nueve puntos dentro de él encerrado en las espirales. El
resplandor fantasmal del hechizo de Victoria estalló sobre él, un eco del
verdadero hexágono.

Alguien jadeó.

La capa superior se derrumbó, fluyendo hacia la segunda, como arena o agua


que se derrama de un agujero en el fondo de un jarrón. Su poder fluía en los
triángulos, inclinándolos, alimentándolos, estirándolos en cuchillas afiladas.

La segunda capa se derrumbó en la tercera. Las dagas perforaron a través de


él y se encontraron con los riachuelos suaves de mi círculo. Sus puntos tocaban
los nueve puntos donde las líneas se retorcían. Estallaban con plata,
canalizando el poder. El brillo plateado se extendió por el azul, dominándolo.
Las líneas se hicieron más gruesas, canalizando la magia. Las espirales que
había hecho aumentaron, alimentadas por el colapso del hexágono, que se
extendía cada vez más alto, brillante, hermoso, desplegándose a medida que
crecían. Un clavel etéreo floreció en la mente de Vincent, sus nueve pétalos
delicados y brillantes de magia.
Resplandeció durante un largo momento y desapareció, el poder del
hexágono se agotó.

Un sonido malicioso resonó en el silencio y me di cuenta de que era la abuela


Victoria riéndose.

Me giré. Shaffer se puso en pie. Sus manos temblaban. Me miró, se volvió y


huyó.

Rogan me sonrió. Había orgullo en el rostro de mamá, shock en la abuela


Frida, y respeto en Catalina. León parecía ligeramente asustado, mientras que
Bern actuaba como si nada hubiera pasado. Rynda se quedó quieta.

Me volví hacia Vincent. Tragó saliva.

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Mi magia se disparó y lo agarró en su tornillo. Mi voz cayó en un registro
inhumano, impregnado de poder.

—¿Dónde está Brian Sherwood?.


13

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Parpadeé. El techo parecía familiar. Estaba tumbada en la sede de Rogan, en
uno de sus sofás del segundo piso. La tristeza envolvía la habitación, las
ventanas oscuras y llenas de noche. Me cubría una cálida manta. Alguien me
había quitado los zapatos, y encogí los dedos de los pies bajo la manta. Mmm,
cómoda.

El interrogatorio fue como se esperaba. Vincent respondió a todas mis


preguntas. Alexander Sturm era dueño de un rancho fuera de Houston. Brian
Sherwood estaba escondiéndose allí. Se habían puesto en contacto con él con la
intención de ofrecerle el rescate financiero de su empresa a cambio de los
archivos de Olivia. Cuando descubrieron que no tenía ni idea de dónde estaban
escondidos los archivos de Olivia, hicieron un trato. Brian sería su víctima, pero
no quería dinero. Quería que su esposa muriera en su lugar. Antes de ponerse
en contacto con Brian, Sturm y Vincent habían considerado brevemente el
secuestro de Kyle o Jessica, pero Sturm temía que Rynda se rompiera y llevarse
a un niño era más arriesgado. Brian resultó ser perfecto para la tarea. Conocía a
Rynda, sabía qué botones debía pulsar y estaba seguro de que la amenaza de su
muerte podría sacarle los archivos de Olivia.
Rynda debía morir durante el rescate. A falta de eso, Brian quería que la
mataran en un trágico accidente de coche. Según Vincent, a Brian no le
importaba si los niños estaban en el coche con ella o no. Al parecer, él había
dicho:

—Lo que sea más conveniente.

Vincent no tenía ni idea de lo que había en los archivos de Olivia, sino que
Sturm se refirió a ello como ‘vital’. Vincent tenía la impresión de que, a menos
que los archivos fueran recuperados, todos ellos ‘desaparecerían’. Harían
cualquier cosa para conseguirlos. Sturm había dirigido todos los aspectos de
este plan, excepto el ataque a la casa de Rynda, donde Vincent había decidido
tomar la iniciativa.

377
Vigilaron a Edward Sherwood, y una vez que se movió para declararse Jefe
de la Casa, Sturm se dio cuenta de que debían ser conscientes de que Brian
estaba en todo el lío. Necesitaban nuevos rehenes. No había traidor. Habían
visto nuestros simulacros de tornado a través de algunos equipos de alta
tecnología, que fue como averiguó dónde estarían los niños. Las criaturas de
Vincent habían hecho un túnel durante dos días para agarrar a los niños.

Rynda escuchó todo, se excusó cortésmente y se fue.

Después de sacar todo lo que Vincent sabía, lo solté. Se deslizó al suelo, se


enrolló en una bola, y lloró. No sentía lástima por él. La fatiga me asaltó.
Recordé que quería café. Salí de la habitación y subí las escaleras, y luego todo
quedó en blanco.

Ahora estaba en el sofá.

Voces venían desde el área de la cocina.

—… Y ahora no tengo a nadie —dijo Rynda—. Estoy verdaderamente y


completamente sola. ¿Sabes cómo es eso?

—Sí —dijo Rogan.

Debería haberme sentado. En vez de eso, me volví en silencio. Estaban de pie


en la isla de la cocina, iluminada por el suave resplandor de la lámpara de la
cocina. Una taza de café estaba delante de Rogan. Parecía un poco cansado y un
poco áspero alrededor de los bordes. Un dragón en su modo desactivado. Me
gustaba cuando se veía así.

Rynda estaba de pie junto a él, su delgado cuerpo casi tocando el suyo. Y una
pequeña puñalada de celos me llegó al corazón. Nunca fallaba. Se veían bien
juntos.

—No sé cómo vamos a sobrevivir —dijo en voz baja.

—Siempre has sido más resistente de lo que tu madre creía. Lo conseguirás,


Rynda. Te ayudaré. No voy a ninguna parte.

—Gracias. Gracias por salvar a mi hijo. Gracias por todo.

Ella se acercó, deslizó sus brazos alrededor de su cuello, estirándose contra

378
él, y lo besó en la boca.

Eso iba demasiado lejos. La mitad de mí sentía tristeza desgarradora por su


desesperación y la otra mitad quería correr y golpearla en la cara.

Rogan no se movió. Él no puso sus manos alrededor de ella. No la apartó.


Solo se quedó allí.

Ella bajó los brazos y se alejó.

—Esto fue un error —dijo con una voz rota.

—Sí —dijo él.

—¿Por qué, Connor?

Era absurdo odiar a una mujer solo porque usaba el nombre de Rogan.

Buscó su rostro con su mirada.

—Nos conocemos. Tenemos una historia. Tenemos cosas en común. El


mismo fondo, el mismo conjunto de amigos al crecer. Soy bonita. No
tendríamos que pasar por todo el proceso de aprender.

Gracias, Rynda.

—Sería una buena esposa.

—Estoy enamorado de otra persona.


—Pero ¿por qué, Rogan? ¿Qué hay en ella? ¿Es porque es violenta como tú?

—Estaba durmiendo —dijo—. Y me despertó.

—No lo entiendo.

—Está bien. No es necesario. Me preocupo por ti, Rynda, y por tus hijos. Pero
tú y yo nunca estaremos juntos. Seríamos miserables.

Ella se apartó de él y se apoyó contra la isla con ambas manos, como si


temiera caerse.

—Tienes razón —dijo—. Eres como un incendio forestal, Connor. Me


enfurecerías y me quemarías hasta que no quedara más que cenizas.

No dijo nada.

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—Me siento muy patética ahora —dijo—. No tengas lástima de mí. No creo
que pueda manejar eso.

—No lo hago. Compruébelo tú misma.

Ella sacudió su cabeza.

—Todo lo que siempre quise era que alguien me amara.

—Alguien te ama. Tranquila y desesperadamente. Simplemente no te has


dado cuenta.

Ella lo miró.

—No lo entiendo.

—Es hora de dejar de esconderse —dijo Rogan—. Eres un Prime. Olivia se ha


ido. Nadie te juzga. Usa tu talento.

Levantó la barbilla.

—Quizás lo haga.

Se quedaron quietos durante un largo rato.

—¿Vas a casarte con ella?


—Voy a preguntárselo.

—¿Cuándo?

—Después de que se confirme como una Casa.

—¿Lo sabe ella?

—No.

—¿Y si dice que no?

Su voz era controlada y casual.

—Entonces es un no.

—Tú no eres así. Vas tras lo que quieres, derribando obstáculos y sacando a

380
la gente fuera del camino.

—Eso no es cierto. Ocasionalmente la esquivo.

—Ya sabes lo que quiero decir. —Ella se inclinó hacia atrás—. ¿Se lo has
dicho?

—No.

—¿Por qué no?

—Porque en las pruebas pueden preguntarle sobre alianzas y asociaciones


con Casas actuales.

—No quieres que esté a tu sombra.

Él asintió.

—Eso es muy noble, pero debería tener tiempo para revisar el contrato. Ella
no tiene experiencia, y una vez que sea declarada una Casa, será bombardeada
con ofertas. Es fácil sentirse abrumado.

—No habrá contrato.

Rynda frunció el ceño.

—¿Vas a entrar en este matrimonio sin un acuerdo prenupcial?


—Sí.

—¿Has perdido la cabeza? La conoces desde hace menos de tres meses.

—Cuatro.

—Vales más de mil millones. Esa es la riqueza de tu familia. ¿Y si se divorcia


de ti después de un mes? ¿Le vas a dar la mitad de tu dinero?

Él no respondió.

—¿Has hecho un estudio de compatibilidad genética?

Silencio.

—Connor, esto es una locura. Estás actuando como si fueras una persona

381
normal. No lo eres. Tienes que proteger los intereses de tu Casa.

—Seguiste todas las reglas y saltaste a través de todos los aros correctos.
¿Cómo te ha ido?

Ella retrocedió.

—Eso es un golpe bajo.

—Me aceptará o no lo hará, Rynda. No voy a forzarla. No la voy a meter en


un contrato que la penalizará si intenta dejarme. No me importa si nuestros
hijos son perfectos en la concepción de acuerdo a un gráfico de genes. Así es
como es.

Sentí el más leve susurro de magia de Rynda.

—Oh, Connor —dijo suavemente—. Espero que estés bien. Espero que no te
haga daño y no le hagas daño.

Extendió la mano, le tocó suavemente la mejilla y se alejó.

Permaneció en la isla un rato, bebiendo lo que tenía que ser café frío ahora.
Enjuagó la taza, la puso en el mostrador, se acercó y se agachó junto a mí.

—Hey.

—Hey —dije.
—Estás despierta.

—¿Te he dicho alguna vez que tienes un gran poder de observación?

Él sonrió.

—No.

—Lo tienes. Deberías ser detective.

—¿Cuánto has oído?

—Todo lo que importaba.

Él asintió, su cara ilegible.

—Es lo que es. Todas las cartas están sobre la mesa.

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—No exactamente. —Me incorporé.

—¿Oh?

—El verdadero Rogan no me lo ha pedido.

Él frunció el ceño.

—Quiero que el dragón me lo pregunte.

—Ten cuidado —advirtió.

—Sé lo que el Jefe de la Casa Rogan quiere. Oí todas sus nobles advertencias
sobre el futuro de la Casa Baylor. Te vi mantenerte al margen. Quiero saber lo
que quieres, Connor. ¿Qué quieres de mí? Pregúntame.

Algo cambió en sus ojos. Antes de que pudiera averiguarlo, me alzó del sofá
como si no pesara nada, y me llevó hasta las escaleras. Muy bien entonces.

La puerta se abrió frente a él y se cerró detrás de nosotros por su cuenta. Me


arrojó sobre la cama. Su cara era salvaje, sus ojos azules tenían hambre. Me
estremecí.

Magia me rozó, destrozando mi ropa. Agarró un puñado de tela que solía ser
mi camiseta y jeans y los tiró a un lado. Mi sujetador les siguió. Mis bragas
cayeron. El entusiasmo me atravesó, rápido y eléctrico, mezclado con alarma y
anticipación. Un insistente calor bajo empezó a mezclarse entre mis piernas. Mi
cuerpo sabía lo que venía y cada célula en mí lo quería.

Se desnudó. Músculo duro sostenía su cuerpo bajo la piel dorada. Era grande
y estaba erecto, y cuando me encontré con sus ojos, casi me prendió fuego. Me
clavó en la cama, su enorme cuerpo me enjauló. Su mano se deslizó bajo mi
cabeza. Cogió un puñado de pelo. El aliento quedó atrapado en mi garganta.

Su boca se cerró sobre la mía. No había nada gentil o seductor en ese beso.
Me besó como si yo le perteneciera. Su lengua invadió mi boca, y lo probé, los
ecos del café y el olor masculino profundo que me indicaba que era Connor. Me
hizo temblar. Me besó como si pudiera hacerme cualquier cosa y quería dejarlo.
Le pediría que lo hiciera.

383
Rompió el beso. Sus ojos eran oscuros y sin fondo. El calor entre mis piernas
se volvió líquido. De repente tenía una terrible prisa.

—Mírame. —Su voz era áspera.

Lo miré.

—¿Querías verme? Aquí estoy.

Él parecía apenas humano, todo poder masculino crudo, necesidad sexual


intensa, y magia oscura hervía a su alrededor. Los músculos de sus brazos eran
rocas. Si me apretaba, podría aplastarme. Nunca lo haría, pero saber que podía,
ver todo ese poder contenido en un momento, esperando ser dedicado a hacer
el amor conmigo, era lo más erótico que había visto.

Traté de arquear mi espalda para presionarme contra él y no pude. Me


sostuvo en mi lugar.

—¿Tienes miedo? —preguntó el dragón.

—No.

—Deberías tenerlo.

Sonreí y dejé salir mi propia magia.

Sus ojos brillaron.


Me pasó el pulgar por los labios. La primera gota intoxicante de su magia
cayó en el hueco entre mis pechos, caliente, fundido, terciopelo. Cada nervio en
mí zumbaba en respuesta. Era un adicto que había olido su droga favorita. Lo
necesitaba dentro de mí.

Deslizó su mano bajo mi culo, apretándolo, sintiéndolo, y me arrastró más


cerca, moviendo mis caderas donde él me quería. La brusca cabeza de su pene
se apretó contra mí.

La magia se dividió en dos corrientes, serpenteando alrededor de mis


pechos, y se deslizó hasta cada pico, calentando mi piel. Mis pezones
repentinamente fríos y erectos, y luego el calor mágico con crestas sobre ellos.
La sacudida del placer me recorrió, justo cuando él inclinó su cabeza y selló sus
labios en los míos. Me quedé sin aliento en su boca. Él me besó mientras la

384
magia se retorcía alrededor de mis pezones, enviando diminutas chispas de
felicidad a través de mí, y entonces el arroyo se movió más bajo. Me besó
mientras fluía sobre mi estómago, sobre mi regazo, en el pliegue entre mis
piernas. Me lamió el clítoris con su lengua, ya no solo caliente y terciopelo, sino
ligeramente áspera. Todo mi cuerpo se contrajo en respuesta. Fue demasiado.
Esperar era demasiado duro. Luché contra él, retorciéndome con todo lo que
tenía y sin moverme ni un centímetro.

Me dejó respirar. La dura necesidad en sus ojos se había convertido en un


hambre que consumía todo.

—¿Por qué debería tener miedo? —pregunté.

La magia apretó y lamió mi clítoris, deslizándose dentro y fuera de mí. Era


una exquisita tortura. Él bajó la cabeza y chupó mi pezón izquierdo. Casi me
corrí.

—Si alguien te amenaza, los mataré. Si no estás ahí para detenerme, primero
los torturaré.

—Puedo manejar eso —me las arreglé para decir. Esa parte de él nunca
cambiaría y yo había hecho las paces con ello.

La magia se hizo más caliente. Se trasladó al pezón derecho. Si no empezaba


a moverse, le gritaría o comenzaría a suplicar.
—Cuando miras a otros hombres, quiero matarlos. Si me engañas, puede que
lo haga. No más citas con otros hombres, Nevada. No me importa cuál sea la
razón.

—De acuerdo. No más besos de otras mujeres.

Su lengua trabajó mi pezón. Su mano derecha se deslizó entre mis piernas.


Sus dedos se sumergieron dentro de mí. Mi cabeza estaba girando. Mi cuerpo se
puso caliente y pesado. Necesitaba una liberación. Lo quería todo.

Hizo un duro ruido masculino. Sus dedos rozaron el sensible capullo de mi


clítoris. Di un manotazo.

—Vivirás conmigo. Dormirás conmigo en nuestra cama —gruñó—. Cada


noche.

385
—Suéltame.

Soltó mis brazos y enrosqué el izquierdo a su alrededor, y bajé el derecho y


dejé a mis dedos deslizarse arriba y abajo por la dureza sedosa de su eje.

—Mmmm… —Él me besó otra vez, empujándose en mi mano.

—Ninguna otra mujer va a llamarte Connor —suspiré—. Solo yo.

Connor sonrió, un destello aterrador de dientes.

—Eres mi Connor. No comparto.

—De acuerdo. Te quiero. Eres todo lo que quiero en esta vida. Cásate
conmigo, Nevada.

Le besé los labios, luego la mandíbula y le susurré al oído.

—Sí.

Se introdujo en mi interior, su grosor se deslizó y me estiró. Me llenó,


profundo y duro. Era más de lo que podía soportar. La presión que alimentaba
su magia creció como una ola y me ahogó. El clímax me agarró en su deliciosa
felicidad, bloqueando el mundo. Floté a través de él, ese primer momento de
puro éxtasis que se extendía hasta la eternidad, y lo pasé con mis brazos
rodeando a Rogan, observando sus ojos mientras los ecos de mi orgasmo
rodaban a través de él. El placer me sacudió en olas. Ni siquiera podía hablar.

Finalmente, las réplicas se desvanecieron. Él me besó y empujó de nuevo,


profundo y duro, construyendo un ritmo rápido, salvaje. Lo igualé. No era
suave ni tierno. Era feroz, porque eso es lo que éramos. Nos abrazamos
mientras otro clímax me sacudía y otra vez, envueltos en la magia, unidos por
el placer, y cuando finalmente se vació dentro de mí, me sentí entera.

386
Nos tumbamos en la cama, envueltos el uno en el otro. Con todo lo ocurrido,
deberíamos habernos desmayado, pero por alguna razón los dos estábamos
despiertos. Me acosté en su pecho y miré las estrellas por encima de nosotros.
Su mano me rozó el brazo. Lo hacía inconscientemente cuando pensaba en algo.

—¿Por qué dejaste entrar a Shaffer? —pregunté.

—Porque soy un bastardo egoísta.

Lo miré, alzando las cejas. Él sonrió.

—Quieres asignarme todas esas intenciones altruistas, pero quiero estar


contigo más que nada. Soy despiadado cuando se trata de tu seguridad, tu
felicidad, y estar contigo. —Sonrió de nuevo—. Es demasiado tarde para
cambiar de opinión. Dijiste que sí.

Lo besé.

—¿Cómo supiste que demostrar a Shaffer lo que podía hacer lo haría huir?

—Algo que dijo durante la cena. Fue muy cuidadoso al especificar que no
estaba claro que fueras más fuerte que él. Algunas otras cosas que mencionó
confirmaron que debajo de todo ese pelo bonito y ropa costosa, tenía algunas
inseguridades sobre su propio lugar en el mundo. La forma en que habló de
Agustine, por ejemplo. Desesperadamente quiere que todos lo vean como un
poderoso jefe de familia, a cargo de su pequeño imperio y su familia. Quedó
vulnerable y lo exploté. Juzgué que, si descubría lo poderosa que realmente
eres, no sería capaz de manejarlo. Tenía razón.

—Nunca me interesó Shaffer.

—Y ahora nunca lo hará. —Él me dio una sonrisa satisfecha.

—Eres terrible.

—Ya dijiste que sí —me recordó de nuevo.

—Lo recuerdo.

—El Guardián llamó mientras dormías —dijo Rogan—. Tus pruebas están

387
programadas para mañana por la noche.

—¿Te asusta que sea la nieta de Victoria?

—No.

—Sabes que nunca puedes mentirme.

—Lo sé. —Me apretó contra él.

—¿Qué pasará cuando esté vieja y arrugada y te pregunte si todavía piensas


que estoy caliente?

—Siempre estarás caliente. Además, yo también estaré viejo y arrugado.

—Todavía no entiendo por qué es tan importante la declaración de que


vamos a casarnos.

Me apretó contra él.

—Porque una vez que lo declares, nuestras Casas estarán atadas juntas.
Heredarás todos mis amigos y mis enemigos. Un compromiso anunciado en los
juicios casi nunca se rompe. Nunca podrás deshacer eso, Nevada. Incluso si te
niegas a casarte conmigo, nadie podrá pensar en la Casa Baylor sin pensar en la
Casa Rogan. Quiero que salgas con el menor número de obligaciones posible.
No tienes que declararlo en los juicios. De hecho, te aconsejo que no digas nada.
Todavía estaba tratando de darme una salida.

—Te amo —le dije.

—Yo también te amo.

El teléfono de Rogan sonó en el montón de su ropa. Me senté.

Saltó de la cama, sacó el teléfono y respondió.

—¿Sí?… Ahora bajo.

—¿Qué pasa?

—Adeyemi Ade-Afefe está abajo. Dice que estamos en peligro.

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Adeyemi Ade-Afefe era una mujer baja y negra de mi edad. Había
investigado a la familia después de que Rogan los mencionara por primera vez.
Eran de ascendencia Yorubana, provenían de Nigeria, y el nombre de su Casa
se traducía como ‘Coronado por el viento’. Adeyemi llevaba una blusa blanca
con vaqueros azules. Un pañuelo en la cabeza de seda gris y azul brillante del
color del cielo claro, ocultaba su pelo, coronando su cabeza en un nudo
elaborado. Miraba al mundo a través de grandes ojos marrones y gafas de
montura delgada, e instintivamente supe que, si sonreía, su rostro se iluminaría.
No estaba sonriendo ahora.

—Tienes que salir. —Ella hizo un movimiento cortante con su mano—. Salid
y evacuad la ciudad.

El sargento Heart, Rivera, Bug, Rogan, y yo la rodeamos.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Rogan.

—Sturm está moviendo los vientos hacía aquí. Tienes que salir.
—Pensé que Adepero dijo que no querías involucrarte —dijo Rogan.

—No, padre dijo que pensaríamos en ello. Pensamos en ello. No vamos a


ayudarte a luchar en una guerra privada, pero esto es más grande que eso.

—¿Cómo es de malo? —preguntó Rogan.

Adeyemi se subió las gafas por la nariz.

—Será el peor tornado que jamás hayamos visto. Aplastará esta parte de la
ciudad. Puede destruir toda la ciudad. No sé si quedará alguien.

—¿Es un F4? —preguntó Rivera—. ¿F5?

—Un tornado F5 tiene velocidades superiores a doscientos kilómetros por


hora —replicó Adeyemi—. Este será de más de trescientos. Esta tormenta

389
arrancará edificios de sus cimientos, lanzará coches como pelotas de béisbol y
derribará árboles. Doblará el metal, cortará las líneas eléctricas y cavará grietas.
¿Necesito dibujarlo para que lo entiendas?

Caminé tres metros hasta las puertas de la calle. Una densa manta de oscuras
nubes agitaba el cielo, escondiendo las estrellas. Ráfagas de viento me tiraron
del pelo. Me metí de nuevo dentro.

—¿Puedes pelear con él? —preguntó Rogan.

Adeyemi encorvó los hombros.

—Los hechizos meteorológicos requieren tiempo y preparación. El ambiente


se envuelve alrededor de nuestro planeta como una gran manta. Es continuo.
Todo está conectado. Si haces llover en alguna parte, eso significa que habrá
sequía en otro lugar, lo que habría conseguido naturalmente la lluvia o la
humedad. Esa pesadilla afuera es el resultado de semanas de trabajo. Sturm ha
estado manipulando los patrones climáticos durante al menos un mes. Los
hechizos utilizados son tan complejos, que tomaría días solo dibujar los círculos
correctamente. Puedo contenerlo, pero no puedo pararlo. Nadie puede
detenerlo ahora.

—¿Así que sabías que estaba haciendo esto? —pregunté—. ¿Por qué no
dijiste algo?
—Porque una cosa es crear condiciones climáticas para una tormenta y otra
para iniciar una. —Adeyemi apretó los puños—. No creí que lo hiciera.
Ninguno de nosotros pensó que lo haría. Esto es… La pérdida de vidas
humanas será catastrófica. Esta será una emergencia nacional.

—¿Por qué ahora? —preguntó Rivera.

Eso, al menos, era obvio.

—Sabe que tenemos los archivos —dije—. Sabe que tarde o temprano los
descifraremos y que Brian es ahora inútil como moneda de cambio. Quiere
enterrarnos. Si todo el mundo está muerto y la ciudad está en ruinas, a nadie le
importará la conspiración. ¿Podemos demostrar que él es el responsable de la
tormenta?

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Adeyemi sacudió la cabeza.

—No, a menos que lo veamos. Los hechizos meteorológicos son


intransitables, al igual que otras magias. Uno podría adivinar, pero una
suposición no sería lo suficientemente buena como para presentarse ante el
tribunal o ante la Asamblea. Tienes que decidir rápido. Nos estamos quedando
sin tiempo.

Los tres hombres miraron a Rogan. La pregunta era obvia en sus rostros.
¿Qué hacemos?

Miró a Adeyemi.

—¿Cuánto tiempo tenemos?

—Una hora —dijo—. Puedo comprarte tal vez otros treinta minutos.

—Golpearemos primero —dijo Rogan, su cara salvaje.

Rivera sonrió.

Rogan se giró hacia mí.

—¿Cuál es la posición de Baylor en este asunto?

¿Puedo ir y preguntarle a mi familia?


Me estaban mirando. Me di cuenta de que yo era el Jefe de la Casa. Tenía que
tomar la decisión ahora.

—La casa Baylor prestará toda la ayuda necesaria a la Casa Rogan dentro y
fuera del campo.

Rogan sonrió.

—Gracias. Heart, quiero los planos del complejo de la familia Sturm.

Heart se volvió y se alejó.

—Rivera, quiero que todo el mundo salga de sus estanterías y entre en modo
plena batalla, en diez minutos en el garaje con los líderes del equipo en la sala
de reuniones.

391
Rivera despegó en una carrera.

—Bug, toma a la Sra. Ade-Afefe y consíguele lo que sea necesario para


empezar a trabajar, luego avisa a Diana, Cornelius y a Rynda Charles.

Rogan sacó su móvil del bolsillo.

Me fui al almacén. Detrás de mí, Rogan dijo al teléfono:

—Lenora, tenemos un problema.

Entré en el almacén. Eran apenas las once y la luz de la cocina estaba


encendida. Presioné el botón en el intercomunicador y dije:

—Necesito a todos en la cocina ahora, por favor.

En veinte segundos, mamá, la abuela Frida, Bern, León y Catalina me


miraron fijamente en la cocina.

—Sturm está creando una tormenta que llegará a Houston en una hora —
dije—. Todo será destruido. No sé si el almacén sobrevivirá. Nuestra única
oportunidad es golpearlo rápido ahora. Rogan me preguntó qué haríamos. Le
dije que pelearíamos.

El silencio se instaló en la mesa.

—Si alguien prefiere macharse, ahora es el momento —dije.


Nadie dijo nada. Miré a Catalina. Mi hermana me mostró los dientes. Era el
tipo de expresión que habría esperado de Arabella.

—Yo voy.

—Tercera regla —dijo León—. La agencia Baylor tenía solamente tres reglas,
y la última era la más importante. Al final del día teníamos que poder mirar
nuestros reflejos.

Estudié sus rostros. Me miraron con sombría determinación. Los Baylor


hacíamos retiradas estratégicas cuando la ocasión lo exigía, pero cuando nos
empujaban demasiado, no corríamos.

—Bern, ¿está todo preparado?

392
Él asintió.

—Todos nuestros registros comerciales se almacenan en un servidor en San


Francisco. Nuestros archivos personales también, las fotos, copias de
documentos, y todo eso.

—Entonces tendremos que operar como si nuestra casa fuera a ser destruida.
Todo el mundo tiene que coger cualquier cosa sin la que no pueda vivir. Nos
reuniremos aquí dentro de cinco minutos y pasaremos a asistir a la reunión
informativa de Rogan.

El shock golpeó la cara de Catalina. Finalmente lo entendía.

—Pero todas nuestras cosas están aquí. Toda nuestra vida está aquí —dijo mi
hermana. Su voz casi hizo que mi corazón se rompiera.

Mamá le sonrió.

—Son cosas sencillas, cariño. Obtendremos cosas nuevas. Vamos. No hay


tiempo.

La familia se marchó.

Subí corriendo las escaleras hasta mi desván. Toda mi vida estaba en esta
habitación. Los últimos ecos de mi infancia. Si fracasábamos, e incluso si no lo
hacíamos, todavía podría desaparecer. Me di la vuelta. Todos mis pequeños
tesoros: mis cuadros, mis libros, el perro de peluche llamado Trinidad que
había guardado desde que era una niña, que ahora descansaba en el estante…
¿Qué debo hacer? ¿Qué tomo?

Había demasiado. Agarré fotos nuestras. Tenía unos diez años, papá, mamá,
la abuela Frida, mis hermanas y mis primos, todos apiñados en el mismo plano.
La saqué el marco, la doblé, la metí en mi bolsillo y me dirigí a la puerta.

Espera.

Me giré, me arrodillé y saqué la caja de munición de debajo de la cama. La


Lágrima del Egeo brilló dentro. Me deslicé la cadena alrededor de mi cuello —
era el lugar más seguro en el que podía pensar— dejé caer la hermosa piedra
dentro de mi camiseta y bajé corriendo.

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14

394
Las nueve pantallas de Bug estaban encendidas. Se sentaba en su puesto de
trabajo como un mago cocinando pociones en su arcano laboratorio, mirando
las pantallas colocadas tres por fila.

Los tres monitores de la derecha mostraban una vista aérea de lo que parecía
una cápsula de hormigón, rodeada por dos anillos de paredes, el interior de
piedra y el exterior una cerca de cadena, probablemente electrificada y anclada
por cuatro postes. Las vistas se deslizaron y se volvieron, cuando las aves de
presa que portaban cámaras combatieron las ráfagas de viento. La casa
Harrison había enviado a sus exploradores. Incluso si los Drones de Bug
pudieran haber manejado los vientos ascendentes, la gente de Sturm los
detectaría y los derribaría.

El lugar estaba iluminado como un árbol de Navidad. Lámparas enormes


inundaron el interior del complejo alrededor de la cúpula con luz blanca, y las
luces industriales desterraron la oscuridad un total de cincuenta metros más
allá de la cerca electrificada exterior. Fuera todo era negro, pero en el interior
podía haber sido un día luminoso. Sturm claramente esperaba un ataque.
Su factura eléctrica tenía que costar una pequeña fortuna.

Las dos pantallas centrales mostraban los esquemas de la misma fortaleza,


mientras que la pantalla debajo de ellos ofrecía puntos destacados. Cerca
exterior: cerca electrificada, ocho postes de guardia. Muro interior: cuarteles,
aproximadamente cien personas, hormigón armado, ametralladoras. La cúpula
en el centro: un solo domo de hormigón armado, veintiocho pilotes de acero
anclados al suelo, más de nueve kilómetros de refuerzos de acero; resistente a
terremotos, huracanes y tornados, el tipo de hogar que un mago de tormentas
construiría para soportar lo peor que el planeta y la magia podrían lanzarle.

El lugar era una maldita fortaleza. Sturm también poseía el rancho vecino y
algunos edificios adicionales, pero eran de poco interés. La lucha se centraría en
su base fortificada.

395
Las dos pantallas de la parte inferior izquierda mostraban lecturas
atmosféricas y alimentación en vivo desde el radar Doppler. La pantalla de
arriba a la izquierda mostraba a Lenora Jordan. De unos treinta años, con la piel
chocolate con leche tenía un tono enrojecido. Su cabello castaño oscuro,
normalmente retirado hacia atrás de su rostro, caía alrededor de él en largas y
rizadas trenzas. Parecía un paladín a punto de entrar en la batalla. Si sus ojos
pudieran disparar, la habitación estaría ardiendo. Detrás de ella, la gente se
apresuraba de un lado a otro, algunos frenéticamente hablando por teléfono.

Nuestra habitación estaba llena también. Cornelius y Diana se sentaban en el


sofá. Rivera, Heart, y tres de los líderes del equipo de Rogan, dos mujeres y un
hombre, estudiaban la base. Mi familia estaba cerca de una pared. Rynda y
Edward Sherwood, todavía pálidos, se sentaban en las dos sillas a mi derecha.
Todos habíamos escuchado el informe hacía diez minutos. La fortaleza de
Sturm podía detener a un pequeño ejército.

El débil sonido de los tambores flotaba en el aire, subrayado por una


poderosa corriente de magia. Detrás de las pantallas, en el espacio al aire libre
donde Rogan había realizado su Llave, Adeyemi bailaba en un ritmo furioso,
las líneas del círculo arcano que la rodeaba brillaban con relámpagos.

—¿Cuánto tardarás en llegar? —preguntó Lenora.


—Veinte minutos —dijo Rogan—. Menos si dejas de preguntarme cosas cada
treinta segundos.

Ella lo miró furiosa.

—Señor —dijo Bug—. Tengo una llamada de Alexander Sturm, señor.

—Quiero completo silencio —gruñó Rogan, su voz chasqueando como un


látigo.

Todo el mundo se congeló. La habitación se volvió tan tranquila, que se


podía oír un alfiler caer.

Rogan echó un vistazo a las puertas que daban al exterior donde Adeyemi
bailaba. Se cerraron de golpe, ahogando el tambor.

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Toda la estación de trabajo giró sobre su eje hacia la cocina, lo único que
Sturm podría ver. Rogan caminó hacia el mostrador de la cocina. Una taza de
café salió del armario y aterrizó en su mano. Se apoyó en el mostrador, la taza
en la mano, y asintió con la cabeza hacia Bug. Parecía completamente solo en
una habitación vacía, solo un hombre disfrutando de una taza de café tardía.

—Rogan —dijo Sturm desde la pantalla—. ¿Te desperté?

—Sí. —La voz de Rogan era indiferente—. Estaba teniendo el mejor sueño.
Estaba envolviendo mis manos alrededor de tu garganta, y estabas suplicando.
En realidad, me sentí avergonzado por ti.

Hubo una pausa momentánea.

—No tenía ni idea de que dedicabas tanto tiempo a pensar en mí.

—Realmente no. ¿Qué quieres, Sturm?

—Lo que siempre quise. Los archivos de Olivia.

Rogan fingió considerarlo.

—No.

—¿Por qué tienes que ser tan tedioso? ¿Para qué los quieres?

—No quiero que los tengas.


Sturm suspiró.

—Tengo muchas cosas que no quieres. La historia demuestra que cuando


nuestras Casas luchan, la tuya pierde.

Rogan sonrió. El pelo en la parte de atrás de mi cuello se erizó.

—Pruébame.

—Tengo esa intención —dijo Sturm—. Habrá enormes pérdidas de personas


y de bienes, y al final, ganaré. Tengo una ventaja simple, Rogan. Puedo dirigir
la destrucción, mientras que tú apenas la controlas. Está claro que tengo la
ventaja táctica. ¿Por qué no nos saltamos todo eso y discutimos nuestras
opciones?

397
—No tienes opciones —dijo Rogan con voz áspera.

—Déjame adivinar, tienes un plan Boy-Scout. Vas a romper el cifrado y luego


¿qué? ¿Se lo entregaras a Jordan?

—El pensamiento cruzó mi mente.

Sturm se echó a reír.

—Venga. Incluso si te lo permito, y suponemos que voy a sentarme sobre las


manos mientras todo eso sucede, incluso si puedes adivinar el calibre de las
personas involucradas. No pasará nada, Rogan. Ellos lo enterrarán, y si Jordan
intenta enfrentarse a ellos, enterrarán a esa perra. Han estado hablando de
quitarla de en medio durante meses.

Puse mi mano sobre mi boca, para que nada escapara.

—Entonces no tienes nada de qué preocuparte.

—Excepto por mi reputación. Que es precisamente por eso que no me


quedaré sentado sobre mis manos. Mientras tus informáticos están tratando de
romper el código, voy a demoler Houston.

—¿Y esto te ayuda cómo?

—Cuando haya terminado, no habrá ciudad. ¿Sabes lo que sucede después


de un desastre natural de tales proporciones? No hay ley ni orden. No hay que
rendir cuentas. Solo hay caos. Para cuando lleguen a entender quién puede ser
responsable de qué, nadie será capaz de implicarme. Los hechizos
meteorológicos no se pueden rastrear. De hecho, la prueba creíble puede revelar
que tú eres responsable de la destrucción de la ciudad. De nosotros dos, tú eres
el que tiene los apodos lindos, Huracán.

—No tenía ni idea de que mis poderes se expandieran a la manipulación


atmosférica —dijo Rogan.

—Tal vez contrataste a un mago de la tormenta y usaste la tormenta como


una cubierta para destruir la ciudad. Cada vez que sucede algo así, la gente
busca una historia, Rogan. Y un antiguo héroe, que nunca regresó de la guerra y
finalmente se rompió, hace una gran historia. Incluso derramaré una lágrima
por ti.

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—¿Te das cuenta de que estoy grabando esta llamada?

—Bueno. Reprodúcela y escúchala hasta que te des cuenta de que no me


importa. No estoy preocupado. No estoy preocupado por ti. Pregúntate por
qué. Cuando averigües la respuesta, llámame. Te deseo buenas noches, pero
dudo que estés durmiendo.

—Ha colgado, señor —dijo Bug.

La estación de trabajo se volvió hacia nosotros, la pantalla de arriba a la


derecha oscura.

Rogan arrojó la taza un lado —flotó hasta el fregadero— y asintió con la


cabeza a Lenora.

—¿Has cogido todo eso?

—Sí —dijo Lenora Jordan, con la voz cortada—. Lo hice.

—Está ganando tiempo —dijo Rogan.

—Haz lo que tengas que hacer para evitar que ese tornado golpee a Houston.
No puedo evacuar la ciudad en una hora. Nos vemos allí. ¿Y Rogan? Sturm es
mío. Soy la ley. Nadie está por encima de la ley.

Su pantalla se oscureció.
—Bien. Tenemos una base que destruir —dijo Rogan—. Tenemos un muro
exterior con ocho torres de guardia. Me gustaría pasar por esa pared con el
menor ruido posible. Eso significa sacar cuatro equipos de guardias.

—Eso no será un problema —dijo Diana.

Todos la miraron.

—Se llevó a mi sobrina —dijo—. Y está tratando de destruir la ciudad. —Ella


se levantó.

—Gracias —dijo Rogan.

Diana asintió con la cabeza.

—Harrison se encontrará contigo en el campo. Necesitamos tiempo para

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cavar.

Ella salió y Cornelius la siguió.

—Asumiendo que el perímetro exterior ya ha caído, tendremos que atravesar


la pared interior —continuó Rogan—, que alberga los cuarteles y la mayor parte
del personal.

—Yo me ocuparé —dijo Catalina.

Todos se volvieron hacia ella. Mi hermana levantó la barbilla, su rostro


pálido.

—Si me metes en el interior, los sacaré. Mientras puedas garantizar que serán
detenidos y sacarme de allí antes de que me ataquen.

Rogan me miró. Asentí. Si ella quería hacerlo, entonces la ayudaría a hacerlo


de la manera más segura posible.

—Lo haremos —dijo Rogan—. Melosa.

Melosa dio un paso adelante.

—Tu equipo va con Catalina y la saca. Una vez que esté afuera, necesitará
evacuación inmediata, por aire o con coche. Protección y protocolo de
seguridad como para un psionic altamente eficaz o dominador.
Amortiguadores de sonido, sin contacto visual directo.

—Entendido.

—Me ocuparé de la cúpula —dijo Rogan—. Heart una vez que hayamos
atravesado el muro interior, asumirás el mando y evacuarás a todo el
personal…

—Mayor —dijo Bug.

La pantalla derecha se acercó. En el amplio tramo de tierra clara entre la


pared interior y la cúpula, tres enormes formas extrañas esperaban. Rogan
entrecerró los ojos.

400
—Zoom más cerca.

Las tres formas se precipitaron ante la pantalla. Tres estatuas, congeladas a


mitad de movimiento, construidas a partir de metal pálido, engranajes y piezas
de plástico de forma extraña. Uno se parecía a un caballo con mandíbulas de
cocodrilo lleno de dientes de metal, el segundo era vagamente un rinoceronte, y
el tercero me recordó a un tigre, una masiva bestia con garras y dientes de
sable.

—¿Cómo son de grandes? —preguntó uno de los líderes del equipo.

—El más alto tiene unos siete metros y medio —respondió Bug.

—Son extraños adornos de jardín —murmuró León.

—No son adornos —dijo mamá, con voz dura.

Rogan tenía los ojos oscuros.

—Son constructos. Grado militar, montados y animados por un zoefactor


Prime.

—¿Es eso como el constructo con el que peleamos antes? —pregunté.

Ese constructo fue hecho con piezas al azar, los pernos, y las pequeñas cosas
del metal que una encontraría típicamente en una zona de obra. Cada vez que
Rogan lo rompía, el constructo se reformaba. Casi aplastó a Rogan. Después
parecía que había sido atropellado por un coche.

—No. Estos son mejores —dijo Rogan—. Ese fue hecho sobre la marcha.
Estos han sido diseñados.

—¿No necesitan un Prime animador? —le pregunté.

Rogan sacudió la cabeza.

—Una vez que un Prime los ha creado y animado, un Promedio y Superior


pueden activarlos.

—Hemos tenido a Sturm bajo vigilancia desde que su nombre fue


mencionado —dijo Bug—. No hay indicación de que un animador Prime esté en

401
su residencia.

—¿Se reformarán cuando sean golpeados con munición convencional? —


Uno de los líderes del equipo quería saber.

—Sí —respondió Rogan—. Puedes lanzar una granada en medio de uno.


Volará y se reformará.

—Impresionante —dijo León, sus ojos se iluminaron.

Mamá lo fijó con una mirada parental.

Las construcciones no eran robots. Los robots eran estructuras


interconectadas, impulsadas por una fuente de energía, donde cada parte estaba
conectada y dependía de las otras partes para funcionar. Destruir suficientes
partes o las partes correctas, y la estructura se volvía inútil. Una construcción se
mantenía unida por la magia. Destruye una parte, y simplemente se reforma,
con la magia compensando la pérdida. Era la diferencia entre la construcción de
un caballo con un conjunto Erector, con placas de metal, pernos y tuercas, y
arroja todas esas partes a una forma de caballo definido por la magia.

—¿Cómo los matamos? —pregunté.

—La única manera es reducir el número de partículas por debajo de críticas


—dijo Rogan—. Normalmente ese número es del veinticinco a treinta por
ciento. Hay tres maneras de hacer eso. Destruir las partículas, echarlas más allá
del radio de reforma, o aislar parte de la construcción para evitar que se
reformen.

Desechar las piezas no funcionaría. Lo había intentado antes con la


construcción con la que peleamos. Lo envolvió e intentó aplastarlo. Lo
empujaría de nuevo, entonces lo aplastaría de nuevo. Por supuesto, en aquel
momento teníamos un Prime activo manipulando el constructo. Esta vez
probablemente no sería así, pero teníamos tres constructos en lugar de uno, y
no estarían de pie mientras Rogan jugaba al béisbol telekinetic con sus
partículas. Si fueran hechos de una sola pieza, los lanzaría tan lejos y tan rápido
que harían un alto sonido mientras pasaban. Pero estaban hechas de muchas
piezas pequeñas, lo que significaba dirigir cada parte individualmente.

—El aislamiento es lo más eficaz —dijo Rogan—. Necesito enterrarlos bajo

402
algo con suficiente masa y peso, para que no puedan reformarse.

—Podríamos romper la pared para usted, señor —dijo uno de los líderes del
equipo—. Con la colocación correcta de la carga, podemos dividirla en pedazos
en vez de simplemente volarla. No podemos garantizar que todos sean del
mismo tamaño, pero haremos todo lo posible, señor.

Rogan frunció el ceño. Necesitaría un círculo y tiempo. Teníamos que


ocuparnos de los constructos hasta entonces.

Mantenerlos ocupados…

—¿Tienen protocolos de prioridad de destino? —pregunté—. ¿Serían capaces


de diferenciar entre un objetivo de alta y baja prioridad?

El rostro de Rogan se cerró.

—No.

—No, ¿no? —aclaré.

—No, no te dejaré hacer esto.

—La última vez que lo comprobé, no era un vasallo de la casa Rogan. —Le
sonreí—. Puedo hacer lo que quiera. Y sabes que Sturm piensa que soy un
objetivo de alta prioridad. Incluso si no tienen prioridad de objetivo, el mago
animador que va a activarlos me reconocerá.
Sus ojos azules se oscurecieron.

—No, no puedes hacer lo que yo juzgo que estratégicamente sea un peligro.


Tengo la ventaja de los números en esta operación, estoy a cargo de ello, y te
estoy diciendo que es demasiado peligroso. No jugarás a ser el cebo.

—Rogan, ¿qué es exactamente lo que vas a hacer si no te escucho? —le


pregunté—. ¿Negarte a pelear contra Sturm?

—Puedo impedirte físicamente que te acerques a la fortaleza de Sturm.

—No, no puedes —dijo Catalina en voz baja.

La magia de Rogan se extendía a su alrededor, una furiosa neblina elemental.


Las personas sensibles a la magia de la habitación se sentaron más rectas,

403
inconscientemente tratando de poner cierta distancia entre ellos y el poder de
agitación. Se disparó y se encontró con la pared fría que era mi magia.

Nos miramos el uno al otro. La tensión en la habitación era tan gruesa, que se
podía cortar con un cuchillo y servir con té.

León silbó una melodía de un pistolero del Oeste.

Rogan cruzó sus brazos, mirándome.

—Solo por curiosidad, ¿cómo piensas sobrevivir lo suficiente?

—Ella va a dejar que su abuela se encargue de eso —dijo la abuela Frida.

—Me gustaría ayudar —dijo Edward Sherwood.

La habitación se volvió hacia él.

—No eres un mago de combate —dijo Rynda suavemente—. Y todavía te


estás recuperando.

—Pero soy un Prime. Mi hermano está en la raíz de todo este lío. —La
mandíbula de Edward estaba apretada.

—Gracias —dijo Rogan—. Podemos usar tu ayuda.


Me agazapé en el campo. Rogan esperó como una estatua impasible a mi
lado. Unos centenares de metros más allá, el complejo de Sturm brillaba, una
brillante joya eléctrica en los campos de medianoche. Habíamos pasado
alrededor del complejo, a través de los pastos. La única carretera que conducía
al recinto estaba a nuestra izquierda, donde se encontraba con la puerta y la
guardia principal dentro del perímetro electrificado de la cerca. Otra guardia

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más pequeña esperaba a la derecha, y dos más estaban detrás del anillo de la
pared interior, fuera de la vista.

El lugar parecía una prisión.

A mi alrededor la gente de Rogan esperaba, silenciosas sombras en la noche


oscura. Revisé mi reloj. A quince minutos del plazo que Adeyemi nos dio. Lo
habíamos ajustado demasiado. El viento se elevaba, el aire espeso como sopa
con magia violenta.

Detrás de mí, Cornelius estaba con la cabeza inclinada. Detrás de él, Diana y
Blake, el hermano mayor de Cornelius, esperaban tranquilamente, ocho
jaguares sentados a sus pies, tres negros y cinco dorados. Los grandes gatos
observaban la noche con sus ojos sin fondo. Matilda se sentaba con los gatos, un
niño humano de alguna manera parte de su grupo. No pude entender por qué
todos insistían en llevarla con nosotros a pesar del peligro. Cuando le pregunté
a Diana, ella solo sonrió.

Edward Sherwood se quedó solo en un terreno llano. Había estado rociando


semillas de un gran paquete alrededor de sí mismo durante los últimos cinco
minutos.

No quedaba más que esperar.

—¿Seguro que quieres usar ese tanque viejo? —me preguntó Rogan por
tercera vez—. Todavía puedo conseguir una mejor…
—¡Hey! —La abuela Frida extendió la mano y le dio un golpe con el dedo—.
Puedes conseguir un tanque nuevo, pero no mejor.

Otro minuto pasó.

—Los tejones han terminado —dijo Cornelius, y se secó el sudor de la frente.

Los jaguares se precipitaron en la noche. Sobre ellos dos búhos se elevaban.


Tanto Diana como Blake miraron en pequeñas tabletas, susurrando en sus
unidades de comunicación.

Cornelius vino a sentarse a mi lado. Se veía demacrado.

—¿Los gatos pasarán por el túnel del tejón? —pregunté.

—No en circunstancias normales —dijo—. Pero harán lo que les pidamos.

405
Los gatos llegaron al borde de la luz y se deslizaron hacia adelante,
moviéndose en silencio.

Otro largo momento.

—¿Y si los ven?

—No lo harán —dijo Cornelius—. La palabra jaguar significa aquel que mata
en un solo bocado. No asfixian a sus presas. Ellos les perforan el cuello con un
mordisco. Sus mandíbulas pueden aplastar un cráneo humano. En términos de
un depredador emboscado, son perfectos.

Otro minuto.

La tensión me rodeó. Tuve que aplastar el impulso de correr por ese campo
de luz gritando solo para dejarlo salir.

Otro minuto…

—Ya han terminado —dijo Cornelius.

Nada había cambiado. Por la apariencia externa, la base parecía intacta.

Talon aterrizó en el brazo de Cornelius. Cornelius miró a Edward, quien


asintió con la cabeza. El mago animal entregó un pequeño saco a Talon. El
halcón lo agarró con sus garras y se alejó volando.
Era hora de ponerse en posición. Me levanté y me moví a través de nuestro
perímetro para tomar mi lugar con el equipo pequeño en el engranaje táctico.
Seis personas formaron alrededor de mi hermana. Rivera estaba delante,
Melosa detrás de Catalina, y León a la izquierda de Catalina. Tomé el lugar a su
derecha.

Catalina miró su chaleco antibalas. Parecía que tenía doce años con ese casco,
vulnerable y delicada. La preocupación de sus ojos me golpeó.

—¿Estás segura? —pregunté por la quincuagésima vez.

—Sí.

Me puse el casco.

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En el extremo derecho, Edward Sherwood se enderezó y extendió las manos.
La hierba blanca brotaba alrededor de él, formando con sus tallos un complejo
círculo arcano. Guau.

Los segundos se arrastraron.

—Ha terminado —dijo Diana en mi oído.

—Equipo Alfa, adelante —dijo Heart.

Salimos a través del campo, apuntando hacia la guardia más cercana y su


puerta. Unas pocas respiraciones y la oscura oscuridad terminó. De repente
estábamos en la luz, expuestos como patos sentados. Mi hermana estaba a mi
lado con un estúpido casco, y si había un francotirador en el techo, podían
dispararle directamente a la cara.

No pienses en ello, no lo pienses, solo hazlo.

Corrí, tratando de cubrir tanto de Catalina con mi cuerpo como pude.

Los latidos del corazón resonaron en mi cabeza, uno, dos, tres…

Nos agachamos junto a la puerta. Rivera sacó grandes cortadores de alambre.


Detrás de la valla, un guardia estaba caído sobre la consola dentro de la
guardia. Una mancha roja y húmeda marcaba la ventana.
La puerta se abrió. Nos precipitamos a través de la pared y la puerta dentro
de ella. Uno de los otros ex soldados le dio una pequeña carga. Rivera nos
empujó hacia atrás, y nos aplastamos contra la pared.

La carga estalló como un petardo.

Rivera comprobó la puerta. Los disparos rompieron el silencio. Una sirena


gritó en alguna parte.

Rivera señaló a León y Melosa, y asintió con la cabeza a la puerta.

León se lanzó contra la puerta, Melosa detrás de él, su pantalla mágica


flameando para protegerlos del granizo de balas.

—¡Ahora! —gritó León.

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Cuatro disparos se oyeron como uno.

—Despejado —dijo León.

Llegamos a un pasillo estrecho, con formas caídas en las dos zonas de


guardia a ambos lados de nosotros.

Una ex mujer soldado deslizó una cámara sobre un alambre flexible, revisó el
pasillo y retrocedió mientras las balas respondían.

—Pasillo largo. Habitaciones en ambos lados.

El pasillo probablemente recorría la longitud de la pared.

—Marko, dime cuantos hay —dijo Rivera.

Un soldado de más edad cerró los ojos.

—Tres docenas en el cuarto de la izquierda, unas cinco docenas a la derecha.

Habían sacado todo el personal de la pared para encerrarnos.

Catalina estaba de pie contra la pared, su cara sin sangre.

Un pequeño objeto de metal rodó hacia el pasillo.


—¡Granada! —Melosa se lanzó hacia adelante.

Me arrojé sobre Catalina.

La magia se encendió frente a Melosa en una pantalla azul. Una explosión


sacudió el edificio. Melosa voló hacia atrás. Algo me quemó la espalda. Los
escombros nos atacaron.

Melosa rodó por el suelo, gruñendo.

—Joder.

Estábamos aquí estancados. Había muchos más de ellos que nuestros. No


podíamos seguir adelante. No podíamos sentarnos aquí, porque llamarían para
conseguir un poder de fuego superior y nos expulsarían. Si salíamos corriendo,

408
nos disparaban.

—Ahora —le dije a Catalina.

Mi hermana me empujó a un lado y dio un paso adelante. Sus manos


temblaban.

—Tienes que hacerlo ahora. Puedes hacerlo.

Se empujó desde la pared. La magia la atravesó. Lo sentí. Como el calor de


una estufa.

—Inicia el modo silencio —replicó Rivera.

No oí nada, pero si todo iba bien, en este momento el software de cancelación


de ruido de los cascos emitía sonidos en los oídos de los soldados.

Catalina se volvió hacia el pasillo. Melosa siguió a Catalina, la pantalla azul


que protegía a mi hermana. La magia la atravesó. La respiración quedó
atrapada en mi garganta. Tanto poder…

Las balas rompieron en la barrera, enviando ondas a través de ella. Catalina


abrió la boca. Su piel brillaba como si una luz dorada la calentara desde dentro.
Levantó las palmas de las manos en la pose de mago. Su voz, increíblemente
hermosa, rodó por el edificio, un susurro íntimo que de alguna manera sonaba
tan fuerte como una campana de iglesia, llevando un pulso de magia que
paraba el corazón con él.
—Venid a mí.

Muy fuerte. Había vertido una gran cantidad de magia en ello.

Los disparos murieron.

Me moví al lado de ella, bloqueándola de la gente de Rogan.

Un hombre entró en el pasillo. Dejó caer su arma, se quitó el casco y se


arrodilló ante mi hermana.

Rivera me miró, tratando de echar un vistazo a Catalina. Sacudí la cabeza.

Hombres y mujeres venían por el pasillo, arrojaban sus armas y se


arrodillaban.

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—Seguidme a la seguridad.

—¡De cara a la pared! —ladré, y señalé la pared. El escuadrón de Rogan se


volvió y miró hacia la pared.

Me aparté. Catalina se volvió y pasó junto a mí hacia fuera.

La gente la siguió, todos juntos, pasando a nuestro lado sonriendo.

—¡Ve! —le dije a León.

Empujó a través de la columna de gente hacia afuera, arrastrando a Catalina,


levantando su arma. Si alguno de ellos trataba de tocarla, los dispararía.

Se alejaron cada vez más. Toqué el enlace de comunicación de mi casco.

—Rogan, usó mucha magia. Necesitará una evacuación inmediata. No dejes


que maten a mi hermana.

—Estará a salvo —dijo su voz tranquilizadora—. Lo prometo.

Dos de las personas de Rogan siguieron a la columna. Marko y Melosa


saltaron sobre ellos.

La columna marchaba por los campos. Por encima de ellos el cielo rugía,
atravesado por un rayo. El viento me rasgó la ropa. Teníamos minutos hasta
que la tormenta golpeara.
La última persona dejó la pared. Siguieron caminando, inconscientes de que
otra forma se apresuraba en la dirección opuesta de su rastro, la enorme pistola
apuntaba directamente a la pared y el Equipo Bravo, los zapadores de Rogan,
corrían junto a él. Catalina había hecho su parte. Era mi turno.

Salí corriendo del edificio. El equipo de Rivera me siguió.

Romeo atravesó la cerca de la cadena. Corrí hasta él, subí por la parte
superior y entré por la escotilla. El interior del tanque era pequeño y oscuro.
Busqué a tientas el arma que le dije a la abuela Frida que me dejara. Mi mano
rozó el pesado metal frío. Ahí.

Romeo se tambaleó.

—¿Lista para hacer esto? —gritó la abuela Frida.

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—Lista.

Romeo disparó, estremeciéndose. Otro disparo, otro estremecimiento.

—¡Tenemos un agujero! —gruñó la abuela Frida. El tanque se tambaleó hacia


delante—. Viejo tanque, mis narices. Le mostraré lo que es un tanque viejo.

Cogí mi arma de fuego y salí por la escotilla. La luz eléctrica brillante me


cegó un segundo. El muro era una barrera oscura detrás de nosotros. Parpadeé
y vi la construcción más cercana, una enorme bestia con la figura de un caballo,
brillando a la luz de los focos. Sus ojos brillaban con un azul eléctrico brillante.
Abrió sus mandíbulas, probando dientes similares a tijeras como mi antebrazo.

Esto fue una mala idea. Era una idea horrible, ridícula.

El XM25 en mis manos pesaba una tonelada. Apunté a la construcción, me


apoyé y apreté el gatillo. El lanzador de granadas lanzó una granada. El
retroceso me sacudió.

La granada se estrelló contra el pecho del caballo y explotó, rasgando un


agujero en su centro y enviando metal y plástico volando por el aire. El
constructo vaciló. ¡Ha! No lo llamaban el castigador por nada.

Partes arrancadas por la explosión fluyeron hacia atrás para llenar el agujero.
Mierda.
—¡Vamos! —le grité a la abuela—. ¡Adelante!

Romeo avanzó, rodeando la cúpula. El caballo gruñó, un áspero rugido


metálico.

Santo cielo.

Chasqueó los colmillos y empezó la persecución.

El pequeño tanque iba tan rápido como podía, que no era lo suficientemente
rápido. El caballo se precipitó hacia nosotros.

Le lancé otra granada. Esta rasgó a través de la parte inferior de su estómago


y quité parte de sus piernas. El caballo tropezó. Detrás de él, el constructor
enorme del tigre rodeó la curva.

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—¡Agáchate! —gritó la abuela Frida.

Me di la vuelta justo a tiempo para ver la enorme construcción de


rinoceronte que nos atacaba desde la dirección opuesta.

Me agaché dentro. La construcción se estrelló contra el tanque, enviándome


contra el mamparo. Mi casco golpeó en algo duro, sacudiendo mi cráneo. Las
cosas se pusieron borrosas.

Romeo se estremeció. La abuela Frida disparó otro misil.

Los dientes de acero bloquearon la luz en la escotilla sobre mí. Vi agallas de


metal brillando con magia. El horrible chirrido de un metal que rasgaba metal
me golpeó los oídos. El tigre estaba encima de nosotros y tratando de cavar.

El metal gimió. Estaban destrozando nuestra armadura.

Cuando disparé al caballo, la explosión debería haberse llevado las


partículas, pero no lo hizo. Salieron disparadas unos cuantos metros y cayeron
de nuevo. La magia contenía la explosión.

Empujé el lanzagranadas hacia arriba, hacia la garganta metálica, disparé y


caí. Los dientes de metal se rompieron, casi me cortaron el brazo.

La onda expansiva me dio un puñetazo, pero no tan fuerte como debería


haber sido. De repente, la luz inundó la escotilla. Me levanté. El tigre estaba
rodando por el suelo, un desorden rápidamente reformado donde su cabeza
solía estar. El rinoceronte se las había arreglado para venir a nuestro alrededor.
El caballo estaba a solo unos metros.

Disparé y seguí disparando, tratando de comprarnos tiempo. Arañazos


enormes marcaban a Romeo donde el tigre había rasgado. No podríamos
aguantar otro ataque. Si dejábamos que el tigre llegara, el constructo nos abriría
como una lata.

Una explosión rodó por el aire. Rodeamos la cúpula y vi la pared colapsar en


enormes trozos.

Subimos a la hierba, el pequeño tanque y tres gigantes que lo siguieron: el


caballo, el tigre y el rinoceronte.

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El caballo saltó sobre Romeo, se alzó sobre mí. Enormes dientes bajaron.

Disparé mi última granada en su intestino y caí en el tanque, escuchándolo


florecer en una hermosa explosión. Eso es. Sin munición. Me quedaban tres
granadas regulares. Las agarré y me asomé. El caballo había vacilado y el tigre
tomó la delantera.

Tiré del pasador y tiré la granada. El tigre la esquivó y saltó, la cola de metal
agitándose, las garras extendidas para matar.

Eso es. Ya hemos terminado.

Un enorme trozo de pared se alzó y se estrelló contra el tigre, tirándolo a un


lado en el aire. El tigre se estrelló, la sección de la pared en la parte superior de
él, su cola frenética, saliendo de debajo de los restos. Un segundo pedazo le
aterrizó encima.

Por delante, Rogan estaba en el círculo que había dibujado en la calzada


pavimentada. Flexionó, sus manos agarrando el aire.

Otra enorme sección de la pared se levantó en el aire y aplastó al caballo. No


se levantó, enterrado bajo los escombros.

Romeo pasó junto a Rogan.


Detrás de nosotros, el rinoceronte estaba subiendo, imparable, enorme,
golpeando el suelo con sus pies.

Rogan levantó las manos.

Una sección de veinticinco metros de la pared temblaba. Estaba tratando de


liberarlo del resto, pero se mantuvo firme.

El tanque se detuvo, girando.

—¡Salta! —ordenó la abuela Frida.

—¿Qué?

—¡Salta! —gruñó ella.

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Salí por la escotilla, salté y rodé hacia la hierba. Romeo se dirigió hacia el
rinoceronte.

Oh no. No…

El pequeño tanque golpeó la construcción. El rinoceronte giró en el último


momento, lanzando toda su masa contra el flanco de Romeo. El tanque rodó
sobre su costado. El rinoceronte lo rasgó con sus pies, perforando agujeros en la
armadura. El miedo volvió mi interior líquido. Corrí hacia él, porque eso era
todo lo que podía hacer.

Una sombra cayó sobre mí. La sección de la pared se deslizó sobre mí y


barrió el rinoceronte a un lado, enterrándolo.

El montón de escombros se estremeció y explotó. El rinoceronte saltó


libremente, reformándose.

El suelo debajo de él se partió. Un bosque de brotes brotó, girando en espiral


hacia el cielo, alimentado por magia, recto a través del rinoceronte. La
construcción flotaba, tratando de liberarse, pero los brotes atraparon las
partículas que hacían su sustancia y seguían creciendo, más y más gruesas,
convirtiéndose en ramas, y su madera envolvía las partes capturadas. Magia
sacudió el césped. El árbol barrió al rinoceronte del suelo, atrapando las piezas
perdidas cuando cayeron. Un enorme árbol esparció sus ramas, cuarenta y
cinco metros de alto, su tronco de siete metros y medio. El colosal ciprés de
Montezuma tembló una vez y se quedó quieto, dominando el césped.

Guau.

La abuela Frida salió de Romeo, con el rostro manchado de sangre. Corrió


por los restos de la pared.

El cielo se rasgó. Un embudo giró desde las nubes, acercándose hacia


nosotros. Nos habíamos quedado sin tiempo.

—¡Nevada! —gruñó Rogan.

Giré. Estaba corriendo hacia mí. Corrí hacia él. Chocamos. Sus brazos se
cerraron a mi alrededor.

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El viento desapareció. De repente, estaba tranquilo y pacífico. Miré hacia
arriba. Los ojos de Rogan se habían vuelto turquesas. Había accedido a su
último poder. Nos situábamos en un círculo de espacio nulo. Nada penetraría.
Así fue como rompió ciudades enteras, reduciéndolas a escombros.

A nuestro alrededor la tormenta rugía. Un enorme tornado se estaba


formando justo más allá de la cúpula, como si alguien hubiera tomado las
nubes de tormenta desde el cielo y las hubiese convertido en un torbellino.

La pared de aire nos cortó y se detuvo, cortada por el círculo perfecto del
espacio nulo alrededor de Rogan. Más allá, otro tornado tocó el suelo. Luego
otro.

Querido Dios…

El círculo que nos contenía pulsaba, su eco sacudía mis huesos. La cúpula
frente a nosotros se agrietó.

Otra pulsación.

Pedazos de la tapa de la bóveda se rompieron, estrellándose abajo.

Rogan miraba a lo lejos. Empezó a elevarse.

Lo sujeté a mí. Si no lo hacía, seguiría hasta que se quedara sin magia. No


quedaría nada y nuestra gente no podría escapar. Estaban demasiado cerca.
Él seguía elevándose.

—¡Connor! Quédate conmigo.

Sus manos seguían cerradas a mi alrededor. Mis pies dejaron el suelo.

El tercer pulso. La cúpula se agrietó como un huevo roto.

—Te quiero, Connor. Por favor vuelve a mí. Vuelve. —Lo besé—. Vuelve.

Volvió la cabeza lentamente y me miró, con los ojos todavía distantes, como
si despertara de un sueño profundo. El reconocimiento brillaba en el turquesa
saturado de su magia.

—Estoy aquí —dijo.

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El cuarto pulso golpeó la cúpula. Se rompió, sus trozos se estrellaron contra
el suelo.

Alexander Sturm estaba dentro de ella, atrapado en la columna de aire


giratorio, sus manos levantadas, su pelo volando por el viento.

Juntó las manos. Un tornado avanzó hacia nosotros, una pared de aire
enfurecido cavando una profunda zanja en el césped desgarrado. Se deslizó
sobre nosotros, y por un momento vi el cielo despejado. Luego pasó y todavía
estábamos allí, flotando en la columna del poder de Rogan.

Rogan sonrió a Sturm.

Alexander descubrió los dientes. Un segundo tornado osciló sobre nosotros y


pasó.

Sturm gruñó algo. Vi sus labios moverse, pero no pude oír las palabras.

La magia se encendió en un destello carmesí. Lenora Jordan apareció entre


nosotros, desnuda y sin miedo, con la cabeza en alto. Se había arriesgado con
un teletransporte. Oh guau.

Lenora miró a Sturm y alzó las manos.

Cadenas de plata tan gruesas como mi pierna salieron disparadas del suelo,
atravesaron el tornado privado de Sturm manteniéndolas a flote, y se cerraron
alrededor de su cuerpo. Gritó, su rostro una máscara de agonía. Las cadenas se
arremolinaron, lo apretaron y lo arrastraron hacia abajo. Se estrelló contra la
hierba a los pies de Lenora.

Ella lo miró durante un largo momento, la mofa en su cara, y levantó su


mano. La magia brilló en ella en un amplio círculo. Otro espacio nulo. Ella se
quedó dentro de él, Sturm atado a sus pies, y esperó hasta que un nuevo
tornado, ligero y transparente, trajo Adeyemi Ade-Afefe sobre la pared y la
depositó entre nosotros. Adeyemi levantó las manos y comenzó a bailar.

Ella bailó y bailó, golpeando con un ritmo rápido, inclinándose hacia


adelante, luego enderezándose de nuevo. Cuando sus pies se movieron, los
tornados perdieron poder. Giraron más y más lentamente, separándose del
suelo, hasta que finalmente se disolvieron en el cielo. Las nubes de tormenta se

416
abrieron, revelando la primera luz del amanecer.

Adeyemi sonrió, yacía en la hierba sobre su espalda, y se quedó dormida.

Un bosque de espadas tachonaba el césped. El tornado había recogido la


colección de Sturm y sembrado los terrenos con ellas. Por alguna extraña razón,
todas las cuchillas desenvainadas apuntan hacia abajo y ahora se elevaban en
diagonal, como flores mutantes afiladas.

Rogan me estaba sujetando. Se había negado a soltarme y así nos quedamos


juntos, observando la ráfaga de actividad en el césped de la fortaleza de Sturm.

A la izquierda mi madre estaba tratando de administrar algunos primeros


auxilios a la abuela Frida. La abuela Frida no quería ser ayudada.

—¿Quieres dejar de molestarme? —La abuela Frida apartó la mano de mi


madre.

—Tranquilízate, madre. Estás sangrando.


A nuestro alrededor la gente de Lenora Jordan procesaba la escena. Ya
habían sacado a Sturm, atado, amordazado y sedado. Lenora seguía aquí,
completamente vestida ahora, caminando a través de la escena y gritando
órdenes con voz nítida.

La gente de Sturm se sentaba en el suelo, esposados. Dos psiónicos se


movieron entre ellos, transmitiendo pensamientos tranquilos y felices. Un
helicóptero había sacado a Catalina de la zona justo antes de que la tormenta
rompiera, y ante las varias docenas de mercenarios endurecidos llorando y
lamentándose porque se había ido, Lenora Jordan recurrió a las grandes armas
y trajo a los psiónicos.

A pocos metros de nosotros, Rynda estaba haciendo todo lo posible para


cuidar de Edward. Estaba caído en el suelo, contra el tronco de su ciprés. Hacer

417
crecer la enorme estructura del árbol debió haber tomado cada reserva que
tenía. La expresión de su rostro no era solo preocupada, era tierna.

Un vehículo blindado atravesó el agujero que Romeo había hecho y se


detuvo. La puerta se abrió, Rivera saltó y mantuvo la puerta del pasajero
abierta, sujetándola deferentemente. Brian Sherwood salió a la luz. La misma
altura y estructura que Edward, hombros anchos, cuerpo robusto, miembros
largos. Se parecía a su hermano y al mismo tiempo no se parecía en nada a él.

—Rynda —gritó—. Oh, Dios mío, Rynda. Aquí estás.

Se volvió y lo fulminó con la mirada como si hubiera visto una serpiente.

—¡Te he echado mucho de menos! —Brian se dirigió al otro lado del césped
hacia su esposa. No sabía que éramos conscientes de su traición.

—¿No se lo dijo nadie? —murmuré.

La sonrisa en la cara de Rogan era aterradora.

Rynda se levantó, su columna perfectamente recta, la cara helada, cada


centímetro la hija de su madre.

—¿Me has echado de menos? —preguntó, con la voz fría como un glaciar.

Brian se detuvo.
—Sí.

—Yo también te extrañé, Brian. He soportado tanto mientras no estabas.

Dio otro paso hacia adelante.

—Está bien. Estoy aquí ahora. Todo estará bien ahora.

—Sí. —Rynda se dirigió hacia él—. Todo se arreglará. Me alegra que estés
aquí, Brian. Déjeme compartir contigo todo lo que he pasado.

La magia salió de ella en un torrente, tan potente que lo sentí a unos metros.
Terror, pánico, desesperación, ansiedad, preocupación, aplastante tristeza y
rabia. Tanta rabia. Simplemente me rozó y casi lloré solo para liberar la presión.

Brian se estremeció. Su boca se abrió. Cayó de rodillas.

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—¡Detente! Rynda, ¡para!

Siguió caminando, su rostro despiadado.

—¿Por qué no huyes ahora, Brian? ¿Estás estresado todavía?

—¡Por favor déjalo! ¡Por favor!

—Quisiste asesinarnos a los niños y a mí. Nos querías muertos. ¡Nuestros


hijos! Deberías haberme disparado mientras dormía, Brian. Porque ahora, te
haré sufrir. Siente, esposo. Siente cada gota.

Las lágrimas corrían por su rostro.

—¡Detente! Detente, jodida puta, ¡para!

—No.

Brian se puso rojo, sus ojos enloquecidos. Se levantó bruscamente, su rostro


una mueca furiosa, y cargó contra Rynda, con las manos extendidas hacia su
garganta. Edward Sherwood se abalanzó en su camino, con una enorme espada
en las manos. La hoja se elevó y bajó con terrible finalidad. Brian Sherwood se
estrelló contra el suelo, la sangre mojando su ropa. Edward levantó la espada, la
empujó directamente hacia abajo a través del pecho de su hermano, y la retorció
con un tirón afilado.
Todos se quedaron inmóviles.

Edward se enderezó, su rostro impasible, como un caballero medieval sobre


el cuerpo de su enemigo.

—La Casa Sherwood ha resuelto su conflicto interno —dijo—. Ahora estamos


bien.

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Epílogo

La arena de las pruebas estaba delante de mí, una habitación cavernosa con

420
un espacio claro de sesenta metros de largo y treinta de ancho en su centro,
rodeada de hileras y filas de asientos. Bern, Catalina, Arabella y yo estábamos a
un lado. A mitad de camino, un podio estaba colocado a un lado, como la silla
de un árbitro. El Guardián de los Registros estaba allí. A la derecha y a la
izquierda de él, tres sillas esperaban a cada lado. Seis personas se sentaban en
ellos, los Prime que servirían como árbitros de las pruebas. Uno de ellos era
Sylvester Green, el actual jefe de la Asamblea. Dos asientos debajo de él estaban
Lenora Jordan, Fiscal de Distrito del Condado de Harris. Se veía
sorprendentemente serena, no pacífica, sino imperturbable, como si nada en
este mundo pudiera afectarla ahora. Entre los árbitros, flanqueando el podio,
nuestros dos testigos estaban de pie, Rogan por un lado y Linus Duncan por el
otro.

—Lo harás muy bien —me había dicho Rogan antes de salir.

Toqué el colgante a través de mi camiseta. Todavía lo llevaba.

Mi madre, la abuela Frida y León estaban sentados en el lado opuesto en las


sillas reservadas para los amigos y la familia. Habíamos optado por pruebas
selladas, lo que significaba nada de audiencia excepto la familia, y toda nuestra
familia no se lo perdería por nada del mundo. Todo el mundo estaba presente,
incluyendo a la abuela Frida, que tenía una enorme sonrisa en la cara y un
vendaje en el brazo.
Mientras que la gente de Lenora había resuelto las detenciones de Sturm y de
su personal, y los primeros en responder habían sacado a la abuela Frida de los
escombros de la pared, Bern había roto el código en los archivos de Olivia.
Detallaba todo lo que sabía sobre la conspiración: nombres, detalles, crímenes
cometidos en nombre de la causa. Sabíamos todo excepto la identidad de César.
Eso seguía siendo un secreto.

Justo antes de las pruebas, Rogan y yo hicimos un trato: entregaríamos la


información sobre la conspiración a Lenora si ponía el peso de Houston detrás
del registro de Arabella. Si mi hermana se registraba como Prime, Houston la
defendería contra las autoridades federales. A Lenora no le gustó, pero aceptó
hacerlo.

El nombre de la abuela Victoria estaba entre los listados en los archivos de

421
Olivia. Ya la había advertido y me quedé con lo que dije. Los archivos fueron
entregados a Lenora intactos y sin editar.

Ahora nos tocaba a nosotros cuatro.

—No puedo hacer esto —susurró Catalina a mi lado. Dio un paso atrás—. No
puedo.

La abracé y le dije lo mismo que Rogan me había dicho.

—Lo harás bien.

—Empecemos —dijo el Guardián en un micrófono—. La Oficina de Registros


llama a Nevada Frida Baylor. Preséntese a la prueba.

Caminé hasta el podio. Estaba a solo unos treinta metros, pero se sentía como
una vida entera.

—Declare sus intenciones —dijo el Guardián de Registros.

—Soy Nevada Frida Baylor. Vengo a ser reconocida como un Elenchus y


Buscador de la Verdad de la Casa Baylor.

—Antes de comenzar, ¿hay alguna afiliación y alianzas con otras Casas que
desee declarar?
—Sí. En caso de la formación de la Casa Baylor, la Casa Baylor tiene la
intención de firmar un Pacto de Ayuda Mutua con la Casa Harrison.

—Así lo anoté —dijo el Guardián.

—Además, deseo anunciar mi compromiso con Connor Rogan, de la Casa


Rogan.

Todos se enderezaron y miraron a Rogan. Por primera vez desde que lo


conocí, el shock apareció en la cara de Rogan. Estuvo allí solo durante un fugaz
segundo, pero lo vi y lo saborearía durante el resto de mi vida.

Linus Duncan rio en silencio.

—¿Alguien te ha presionado o amenazado con hacer este compromiso? —

422
preguntó el Guardián.

—No. Estuve de acuerdo en casarme con Connor Rogan, porque lo amo.

—¿La Casa Rogan confirma el compromiso? —preguntó el Guardián.

—Sí —dijo Rogan, su rostro de nuevo una máscara neutral—. Amo a Nevada
Baylor y quiero casarme con ella.

—Así lo anoté —dijo el Guardián—. Adelante.

Una mujer entró en la habitación. Era alta y asiática. Parecía de la edad de mi


madre. Se detuvo al otro lado de la línea blanca dibujada en el suelo.

—Enfréntate a tu examinador —dijo el Guardián.

Caminé y me detuve en mi lado de la línea blanca. La mujer alzó las manos.


Su mente desapareció tras una cortina densa. Un Buscador de la Verdad,
usando el mismo truco que Shaffer. Pero su escudo no era tan denso.

—Nevada Baylor, debes discernir la verdad de la mentira —dijo el


Guardián—. Tu examinador es un Elenchus registrado. Solo puedes responder
una vez. Si cambias de opinión, tu segunda respuesta no se contará. ¿Entiendes?

—Sí.

—Prepara tu magia. ¿Estás lista? —preguntó el Guardián. La mujer asintió


con la cabeza.
Envolví mi magia alrededor de su capullo defensivo y empecé a resbalar
zarcillos dentro. Solo necesitaba uno para sobrevivir. Y ahí estaba.

—Sí —dije.

—Comenzad —dijo el Guardián.

—Mein Bruder hat einen Hund —dijo la mujer.

Mi magia zumbaba. No tenía ni idea de lo que decía, pero no importaba.

—Mentira.

La mujer parpadeó, sorprendida. Ella vertió más magia en el capullo.


Alimenté un poco más de la mía en los zarcillos.

423
—Ich besitze ein Boot.

—Verdad.

—Rosen sind meine Lieblingsblume.

—Mentira.

—¿Están satisfechos los árbitros? —preguntó el Guardián.

—No —dijo Lenora—. Deje que continúe.

—Mentira —le dije.

Linus Duncan volvió a reír, mostrando dientes blancos.

—Tengo cuarenta y dos años —dijo un viejo árbitro.

—Verdad. —Aunque parecía una década mayor.

—Estamos satisfechos con su prueba —dijo Sylvester Green—. Queremos ver


la demostración de la voz antes de tomar la decisión final.

El Guardián inclinó la cabeza hacia mi examinadora. Se volvió y se marchó.


Un hombre de unos treinta años la reemplazó, su rostro cuidadosamente
neutral. Me acerqué a probar las aguas. Su mente estaba cerrada, envuelta en
una cáscara de nuez de protección. Era muy sutil, pero estaba allí.
Miré al Guardián.

—Obligar a otra persona a responder a mis preguntas contra su voluntad es


traumático.

—La Oficina de Registros entiende su preocupación —dijo el Guardián.

—Este hombre tiene un escudo protector alrededor de su mente. Puedo


romperlo por la fuerza bruta, pero si la Oficina me permitiera usar tiza, puedo
obligarle a responder con el mínimo daño.

—No hay tiza —dijo el árbitro de cuarenta y dos años.

Me volví hacia el hombre.

—Lo siento.

424
—Deja de hablar —dijo el hombre.

Me concentré y apuñalé con mi magia, convirtiéndola en una daga. La


cáscara se agrietó y se partió. Gracias, abuela Victoria.

Mi magia se derramó y agarró la mente del hombre en su puño.

—Dime tu nombre.

Mi voluntad aplastó la suya.

—Benjamin Cars.

—La protección en tu mente no es tuya. ¿Quién te la puso?

—Orlando Gonzales.

Una conmoción estalló detrás de mí, pero no podía darme la vuelta.

—¿Por qué?

—No quiere que te conviertas en una Casa.

—¿Por qué?

—No me lo dijo.
Me di la vuelta. Todo el mundo estaba mirando a uno de los árbitros, el que
me dijo su edad.

Solté al otro hombre y sujeté el árbitro con mi voluntad. Detrás de mí,


Benjamin se derrumbó, llorando.

La concha alrededor de la mente de Orlando era más gruesa y fuerte. La


apuñalé. Se mantuvo. Apuñalé una y otra vez.

Se levantó de la silla y se tambaleó hacia atrás.

Otra puñalada. Él luchó conmigo, mi voluntad se tambaleó, pero si no lo


hacía ahora, habría alguna duda sobre la legitimidad de mi juicio. No podía
permitirme la duda. La supervivencia de nuestra familia dependía de ello.

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Puñalada. La cáscara se agrietó. Derramé mi magia a través de la brecha y la
abrí.

Pensé en Sturm y Vincent y en Kurt muerto. La ira se apoderó de mí. El


árbitro se rompió bajo mi presión.

—¿Por qué protegiste la mente de Benjamin?

Su cuerpo entero se sacudió por la tensión. Lo apreté. El mundo vaciló. Tanta


magia usada tan rápidamente.

No me impedirían proteger a mi familia. No me importaba lo mucho que se


burlaran, cuántos obstáculos me pusieran en el camino, me convertiría en una
Casa hoy.

—Respóndeme.

Las palabras salieron una por una.

—Yo… lo hice… porque… Colleen Shaffer me lo pidió.

Colleen Shaffer era la madre de Garen.

—¿Por qué Colleen te pidió que interfirieras en mis pruebas?

—Porque… ella quiere… que aceptes a su hijo. Si fallas en los juicios, tú…
serás… vulnerable.
Lo solté. Un segundo más, y me habría desmayado.

Orlando se derrumbó en el suelo en un montón. Las lágrimas brotaron de sus


ojos.

—Interferir en las pruebas es una ofensa mortal —dijo el Guardián.

Michael se adelantó como si se materializara desde el aire. Levantó a


Orlando, lo puso de pie y se lo llevó lejos.

—¿Están satisfechos los árbitros? —preguntó el Guardián.

Un coro de síes respondió.

—Que se sepa que Nevada Frida Baylor fue examinada y se dictaminó que
era un Elenchus. Felicidades, Sra. Baylor. Puedes sentarte.

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Alguien había reemplazado los músculos de mis piernas con algodón
húmedo. De alguna manera, llegué a las sillas y me senté.

—Patea culos —murmuró Arabella en mi oído desde la derecha.

—Lo has hecho —dijo Catalina desde la izquierda.

—La Oficina llama a Bernard Adam Baylor.

Bernard ordenó un patrón complejo en un tiempo récord. Lo registraron


como Significativo de nivel superior.

Catalina fue la siguiente. Ella se levantó con las piernas tambaleantes.

Alessandro Sagredo era tan devastador como su foto de Instagram.

—Catalina Baylor —anunció el Guardián—. Para ser certificada como Prime,


debes usar tus poderes para hacer que Alessandro pase por encima de la línea
blanca. Si no puede obligarle a hacerlo, tenemos a un mago de menor habilidad
preparado para usted.

Mi hermana tragó saliva. Estaba visiblemente temblorosa.

—¿Está lista?

—Dame lo peor que tengas —le dijo Alessandro con una sonrisa.
Catalina se cubrió la cara con las manos.

Puedes hacerlo.

—¿Está lista? —repitió el Guardián.

—Sí. —Bajó las manos y lo miró—. ¿Vives en Italia?

—Sí.

—Hay bonitas playas en Italia. Una vez fui a la playa en Florida con mi
familia. Las playas no son como las de aquí. El agua es cristalina, y la arena es
blanca, y se puede flotar durante horas y horas, mirando a los peces pequeños.
Nadan a tu alrededor en el agua y a veces te puedes estirar y casi tocar uno.

El sudor estalló en la frente de Alessandro.

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—¿Te gusta la playa?

—Sí —dijo él con los dientes apretados.

—Me gusta nadar. Un día me gustaría salir en un barco. Iba a probar el Jet
Skis, pero llegó una tormenta. Tenemos tormentas terribles en Florida, y aquí
también en Texas. ¿Tenéis tormentas en Italia?

—Sí.

—¿Vienes a contármelo?

Alessandro dio un paso por encima de la línea y se dirigió hacia mi hermana.

Cuatro personas le cortaron el paso. Tiró a dos de ellos y golpeó al tercero en


la cara.

—Lo siento mucho —dijo Catalina.

—Está bien. —Alessandro dejó de luchar—. Suéltenme. He dicho, está bien.

Los controladores lo soltaron. Alessandro se sacudió, se volvió hacia el


Guardián y dijo:

—La joven es una Prime.

—La Oficina de Registros agradece a la Casa Sagredo sus servicios.


Alessandro asintió brevemente y se dirigió a la otra puerta. Guau. Esa fue la
primera vez que vi a alguien además de nosotros, resistirse a la magia de
Catalina.

Mi hermana fue declarada Prime. Ella vino y se sentó a mi lado. La abracé.

Ahora era el turno de Arabella. Los árbitros la miraron fijamente mientras


caminaba hacia la línea blanca. Llevaba una bata blanca y nada más. Parecía tan
pequeña, solo una niña pequeña y rubia de pie en la línea.

—La Oficina pondrá a prueba tu capacidad de razonar —le dijo el Guardián.

Una enorme pizarra se deslizó desde el techo y se detuvo, suspendida sobre


el suelo. Un pedazo de tiza tan ancha como un poste de teléfono colgaba de él
en una cadena.

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—Una vez que se transforme, dará la vuelta a esta pizarra. Verá una serie de
ecuaciones matemáticas. Debe resolverlas. Esto nos demostrará que es
verdaderamente una Metamorfosis Prime y que está en control de sus
habilidades.

—¿Tienen que ser matemáticas? —preguntó Arabella—. ¿No puedo escribir


un ensayo corto?

—Las matemáticas es la última prueba de la razón —dijo el Guardián.

Mi hermana menor suspiró.

—Bien.

—Puede transformarse.

Mi hermana levantó su bata.

—No mires.

El Guardián bajó los ojos.

La bestia de Colonia se arrancó de mi hermana.

Los árbitros se congelaron. Algunos se quedaron boquiabiertos, petrificados,


otros trataron de moverse y deslizaron sus sillas hacia atrás.
La pesadilla peluda se sacudió, se acercó a la pizarra y la dio la vuelta.

67 + 13 =

7 × 11 =

981/8 =

Ella señaló el último con la tiza, se volvió y miró al Guardián.

—Hágalo lo mejor que pueda —dijo el Guardián.

Arabella lanzó un suspiro. La primera no le causó ningún problema, aunque


en algún momento contó con sus dedos con garras. La segunda la resolvió en
segundos. La tercera…

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—Es matemáticas para bebés —gruñó Catalina—. Podía hacer esto dormida
en segundo grado.

Arabella se quedó sin espacio en la pizarra, se agachó y comenzó a dividir en


el suelo.

—Esto es lo que conseguimos por enseñarles Núcleo Común —dijo uno de


los árbitros.

—No hay nada malo en el Núcleo Común —dijo alguien más.

Arabella escribió:

—¡Esto es una mierda! —En el suelo y siguió dividiendo. Finalmente, se puso


de pie, escribió 124 en el tablero y miró al Guardián. Catalina se dio una
palmada en la cara.

—Yo digo que lo aceptemos —dijo Linus—. De lo contrario, podríamos estar


aquí toda la noche.

Quince minutos después, la Casa Baylor, triunfante, surgió de la Oficina de


Registros. Finalmente. Ganamos. Nada nos cubría la cabeza. La conspiración
estaba en las últimas. Obtuvimos inmunidad para nuestra familia durante los
próximos tres años. Rogan me pidió que me casara con él. Había cosas que
resolver en el futuro: mi traslado, una nueva base de operaciones, encontrar
dinero para mantener al día nuestro nuevo estatus. Pero esas cosas esperarían.
Quería celebrarlo.

Mi familia se acercó a los coches. Rogan se volvió hacia mí.

—¿Vienes conmigo?

—¿A dónde?

—Pensé en ir al campo durante un par de horas.

—¿Qué hay en el campo?

—Mi madre.

—¿Me llevas a casa para conocer a tu madre?

—No puede esperar a conocerte. De hecho, si no te llevo, podría estar en

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peligro. ¿Quieres venir conmigo? —Él tendió su mano.

—Siempre. —Puse mi mano en la suya. No estaba segura de lo que traería el


futuro, pero sabía que no lo enfrentaría sola.

Connor me sonrió, y caminamos juntos hasta su coche.

—¿Te gustaría una celebración de compromiso formal? —preguntó.

—No.

—¿Entonces un anillo?

—Un anillo sensato.

—Define sensato.

—Algo que podría usar cada día mientras trabajo y no tener miedo de
perder, porque es demasiado caro.

No dijo nada.

—Lo digo en serio, Rogan. No me compres uno con un diamante del tamaño
de una uva.

Se rio, mi loco, loco dragón.

—¡Lo digo en serio!


—Por supuesto, cariño.

Esto iba a ser un viaje salvaje.

Victoria Tremaine paseaba por el sendero del jardín, dolorosamente


consciente del hombre a su lado. Las rosas florecían a ambos lados. Nunca se
preocupó por las rosas. Ella prefería flores más simples y resistentes. Como los

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claveles.

—Tienes que admitir que, para ser una prisión, esto es bastante elegante —
dijo el hombre.

—Una prisión es una prisión, aunque se trate de un club de campo.

—Piensa en ello como unas vacaciones largamente merecidas. Algo me dice


que no durará mucho.

Siguieron caminando.

—Tu nieta envió ondas de choque a través de la ciudad de Houston.

Victoria sonrió.

—Últimamente he oído que están comenzando la construcción de una nueva


Casa para la familia. No muy lejos de la Casa Rogan, por lo que sé.

—¿Quién quiere un viaje largo para visitar a la familia? —dijo Victoria.

—En efecto.

—Lo que le pasó a esa pequeña comadreja, el que empezó este lío. ¿Brian
Sherwood? Oí que su hermano lo había matado.

—Lo hizo. Apareció con una de las espadas de Sturm.


—No creía que tuviera las agallas.

—¡Victoria! Eres terrible.

—Pensaba que era muy inteligente. ¿Y la esposa?

—Edward y Rynda están comprometidos. Al parecer se van a trasladar a la


Costa Oeste. Edward quiere comenzar a cultivar manzanos y ella parece
deseosa de seguirle.

Caminaron un poco más.

—¿Sospechan algo? —preguntó ella.

—No. Han hecho su última ronda de arrestos de los archivos de Olivia. Estoy
limpio. La causa no está muerta, Victoria. Construiremos la Nueva Roma.

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Tomará tiempo, quizás unos pocos años, pero perseveraremos.

—Sin mí.

—Eso sería una vergüenza.

—No hay nada que me puedas ofrecer —dijo ella.

—Oh, no lo sé. Podrías cambiar de opinión. Eres como yo, Victoria. —Él
sonrió—. Te gusta hacer cosas que hacen la vida interesante. Los dos odiamos
estar aburridos.
Tipos

En el mundo de Hidden Legacy, la magia pasa a través de la línea de sangre,


de padres a hijos. Por lo general, una persona tendrá un tipo dominante de
magia, y si bien hay una manera de mejorar y fortalecer su talento mágico

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mediante la práctica y el uso de círculos arcanos, no podrá aprender un tipo
diferente. Es decir, si nació con la habilidad de disparar un rayo desde la punta
de sus dedos, no puede aprender a controlar el agua, sin importar cuánto lo
intente.

A continuación, se encuentra la lista de algunos talentos mágicos:


Los usuarios de magia elemental controlan
las fuerzas de la naturaleza. Algunos
pueden doblar el agua a su voluntad,
algunos pueden causar la formación de

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moho y otros pueden conjurar fuego o
crear una corriente eléctrica. Los magos
elementales pueden causar un gran daño.
La mayoría trabaja en la producción. Las
casas elementales más grandes tienden a
operar corporaciones industriales y de
construcción.

Pyrokinesis: dominio sobre el fuego.

Aquakinesis: dominio sobre el agua.

Geokinesis: dominio sobre la tierra

Aerokinesis: maestría sobre el aire.

Fulgurkinesis: dominio sobre los rayos.


La magia de la mente se describiría mejor
como la magia de la voluntad. Esta categoría
incluye una gran cantidad de poderes que
dependen de la voluntad del usuario. Los

435
talentos mentales son muchos y variados,
desde la telequinesis, que puede usarse con
efecto devastador, hasta la armonización, lo
que permite al mago hacer hermosos
arreglos florales.

Telequinesis: capacidad de mover objetos con la mente.

Proyección: capacidad de transmitir imágenes y sentimientos a las mentes de


los demás.

Therionología: capacidad de comunicarse con los animales. Los practicantes


son generalmente conocidos como magos animales. Es un don raro.

Armonización: capacidad de organizar el entorno para invocar un


sentimiento o estado de ánimo específico.

Elenchus: capacidad de distinguir la mentira de la verdad, también conocida


como búsqueda de la verdad. Extremadamente raro.
La palabra "arcano" significa “cosa
conocida o entendida por muy pocos”. Fiel
a la definición, la rama arcana de los
talentos mágicos es poco conocida incluso
por aquellos que nacen con estos poderes

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mágicos. El poder de los usuarios de la
magia arcana proviene de alcanzar el reino
arcano, un lugar de magia fuera de nuestra
realidad típica. Sus talentos son
frecuentemente perturbadores.

Enerquinesis: dominio sobre la energía mágica.

Invocación: capacidad de provocar la manifestación de criaturas.

Animar: capacidad de impartir vida a objetos inanimados.

Encuadernación: capacidad de fusionar o unir algo encontrado en el reino


arcano con el anfitrión humano con el propósito de darle al anfitrión nuevos
poderes mágicos

.
Autores

Ilona Andrews es el nombre usado por la misma


Ilona Andrews y su marido Gordon Andrews para

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la publicación de sus novelas de fantasía urbana.

Autores de dos grandes series, la de Kate


Daniels y The Edge, sus novelas se sitúan en un
entorno contemporáneo con grandes dosis de
fantasía y fenómenos paranormales.

Ilona nació en Rusia y llegó a Estados Unidos


siendo una adolescente. Asistió a la Universidad de Western California, dónde
se especializó en bioquímica y conoció a su esposo Gordon, quién la ayudó a
escribir y enviar su primera novela, La magia muerde. Su secuela, La magia
quema, alcanzó el puesto nº 32 en el New York Times en la lista de los más
vendidos en abril de 2008.

Ilona y Gordon en la actualidad viven en Texas


Serie

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1.- Burn for Me (2014)

2.- White Hot (2017)

3.- Wildfire (2017)


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