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LIC.

DERECHO
Reporte de Lectura
ASIGNATURA: Obligaciones

ALUMNO: CARLOS ALBERTO SILVA MEDINA

MATRICULA: 69458

TUTOR: MARIO CASTILLO MENDOZA

ESCOBEDO, NUEVO LEON A 7 DE OCTUBRE DE 2023


INTRODUCCION
La declaración unilateral de la voluntad es una fuente de obligaciones que se
regula de diferente forma por los ordenamientos de diversos países, pues aún no
se llega a una conclusión determinante en la cual juristas y legisladores coincidan
sobre el alcance que puede llegar a tener, cosa que coloca a la declaración de
voluntad en un punto de debate. Este trabajo pretende demostrar que la
declaración unilateral de la voluntad es irrefutablemente una fuente de
obligaciones; y que esta fuente tiene un alcance limitado y no general como lo
sostienen algunos ordenamientos y doctrinarios. Las ideas expuestas se
obtuvieron a base de métodos de investigación entre los cuales podemos citar: el
método empírico – analítico en el cual se aplica un conocimiento progresivo y a su
vez auto correctivo; el método hermenéutico atendiendo a la exégesis
(interpretación) y coherencia interna de los textos; el método histórico en cuanto a
su evolución cronológica y el método comparativo al exponer las distintas
opiniones de juristas y doctrinarios. El presente trabajo está comprendido por tres
capítulos divididos a su vez en subcapítulos, en el primero se hace una referencia
histórica de cómo ha evolucionado la declaración unilateral de la voluntad, así
como su oposición al concepto clásico de obligación y los problemas que se
plantean por esta causa, en el segundo capítulo nos adentraremos al estudio de la
declaración unilateral de la voluntad en el Derecho Positivo, contemplando la
teoría que predomina en México, así como el singular caso del Código Civil.
La declaración unilateral de la voluntad como fuente de las obligaciones.

Después de haber estudiado al contrato que es considerado como la


principal fuente de las obligaciones contractuales, corresponde ahora
analizar a las obligaciones extracontractuales en el orden expuesto en el
Código Civil, por lo que daremos inicio con el tema de la declaración unilateral de
la voluntad. La declaración unilateral de la voluntad como fuente de obligaciones,
es una especie del género de los actos jurídicos unilaterales, lo que es necesario
tener en cuenta, puesto que el Código Civil para el Distrito Federal la regula
dentro del libro de las obligaciones y reconoce cuatro figuras dentro de esta
especie que son: La oferta al público La promesa de recompensa La estipulación a
favor de tercero Los documentos civiles a la orden o al portador. Es importante
señalar que estos supuestos no agotan todos los casos de actos jurídicos
unilaterales. De este modo, se encuentran también las figuras de la
remisión y el reconocimiento de deuda, el testamento, el legado impuesto al
heredero con efecto puramente obligacional, el abandono de bienes, el
poder, así como el régimen de propiedad en condominio. En general, la
declaración unilateral de la voluntad está relacionada con una persona que
manifiesta su voluntad de ejecutar una determinada prestación en favor del
destinatario o destinatarios de la declaración, con la intención de vincularse
inmediatamente, por el solo efecto de aquella, sin necesidad de que concurra la
manifestación de voluntad de él o los destinatarios de la misma. Igualmente,
resulta necesario precisar que la consideración de la declaración unilateral de la
voluntad como fuente de las obligaciones, es relativamente reciente en la historia
de la cultura jurídica europea continental; de hecho, la tradición es contraria
a reconocerla, aunque hubo casos en el Derecho Romano se les dio
validez a estas declaraciones unilaterales. La declaración unilateral de la
voluntad como fuente de obligaciones. Como hemos visto a lo largo del curso,
la fuente voluntaria por excelencia de las relaciones obligatorias ha sido el
contrato, que es por definición, un acuerdo de voluntades en el que cada
una de las partes que participan en él señala claramente los términos en los
que desea obligarse y definiendo los límites en los que está de acuerdo con
otra voluntad. Por tal motivo, por siglos se negó que la manifestación aislada
de voluntad pudiera reconocerse como fuente de obligaciones, hasta que a
principios del XIX la escuela alemana sustituyó la noción de contrato por la
de negocio jurídico, dentro de la cual se encuentra, cualquier declaración
unilateral de la voluntad.

El principal problema para reconocer a la declaración unilateral de la


voluntad como fuente de obligaciones radica en que presenta la problemática de
determinar quién es el acreedor y cuál sería la prestación a la que está obligado el
declarante.

DECLARACIÓN UNILATERAL DE LA VOLUNTAD La postura adoptada en


nuestra legislación es la de negar la eficacia obligatoria de la declaración
unilateral de la voluntad, debido principalmente y como hemos de ver más
adelante, a que es causa de un deber jurídico, pero no de una obligación, en tanto
que no conlleva la posibilidad de que un acreedor exija a un deudor al
cumplimiento de una determinada prestación. El declarante adquiere un
deber jurídico, que no es, en sentido estricto, una obligación. Por tanto, es
necesario no confundir el deber asumido por quien manifiesta
unilateralmente su voluntad, con la obligación de cumplir la prestación prometida.
Oferta al público y promesa de recompensa. Es necesario señalar que para
que ambas figuras puedan considerarse como casos de declaración
obligatoria de la voluntad, éstas deben manifestarse públicamente frente a
persona indeterminada, y para el caso de la recompensa, que se premie una
actividad o un resultado. La naturaleza de estas figuras ha sido explicada
básicamente de acuerdo con dos parámetros. Por un lado, quienes niegan
su calidad de declaración obligatoria de la voluntad acentúan tanto el hecho de
la revocabilidad, como el que es necesario para que surja la obligación que se
tenga la intención de perfeccionar la relación jurídica. Por el otro lado están
quienes consideran que se trata de una declaración vinculante, que señalan que
es revocable solo excepcionalmente, cumpliéndose la misma forma que la
publicación y que el premio se debe a un cuando no se tenga la intención de
obtenerlo.

La forma en que nuestra legislación regula ambas figuras es la siguiente: Artículo


1860. El hecho de ofrecer al público objetos en determinado precio, obliga
al dueño a sostener su ofrecimiento. De lo anterior se observa que no obstante a
que el código se refiere expresamente a las ofertas de contratos en los que la
contraprestación es un precio, como es el caso de la compraventa y el
arrendamiento, una interpretación extensiva del precepto permite ampliar su
alcance, de manera que quede comprendido cualquier caso de oferta pública de
contratación; sin embargo no se desconoce que el caso más frecuente es
el de la compraventa. Por cuanto a la promesa de recompensa, ésta se regula de
la siguiente forma:

Artículo 1866. En los concursos en que haya promesa de recompensa para


los que llenar en ciertas condiciones, es requisito esencial que se fije un plazo.

Artículo 1867. El promitente tiene derecho de designar la persona que deba


decidir a quién o a quiénes de los concursantes se otorga la recompensa.
Adicionalmente, cabe hacer mención que en estas figuras el código
considera expresamente que se trata de casos de declaración unilateral de la
voluntad como fuente de obligaciones, pero en realidad no se considera que lo
sea, en virtud de que lo que se crea verdaderamente es un deber de no
revocar arbitrariamente la declaración y no ser una auténtica obligación que
pudiera ser exigida por un acreedor.

Estipulación a favor de tercero. El derecho de las obligaciones se encuadra dentro


del más amplio grupo de los derechos patrimoniales, en los cuales rige el
principio de acuerdo con el cual, corresponde exclusivamente al titular la
conservación y alteración de su patrimonio, o en su formulación negativa,
nadie puede intervenir en el patrimonio ajeno. Sin embargo, existen casos
excepcionales en los que la actuación de una persona produce consecuencias en
el patrimonio ajeno, tal y como acontece con la estipulación a favor de tercero.
Para poder hablar del tercero en el contrato, es necesario que el contrato
no haya sido celebrado en su nombre (como en el caso de la representación), ni
tampoco adquiera el mismo derecho del contratante que ha intervenido
directamente. De esta forma, debe entenderse por estipulación a favor de
tercero aquella que atribuye a una persona extraña al contrato, un derecho
completamente diverso de aquéllos que se originan a favor de las partes. El
Código Civil para el Distrito Federal faculta a los contratantes a celebrar
estipulaciones a favor de tercero de acuerdo con lo siguiente:

Artículo 1869. La estipulación hecha a favor de tercero hace adquirir a


éste, salvo pacto escrito en contrario, el derecho de exigir del promitente la
prestación a que se ha obligado. De lo anterior podemos observar que la
legislación concede acción al estipulante y al beneficiario en contra del
promitente, para exigir de este la prestación debida. Algunos autores afirman
que la estipulación a favor de tercero es un contrato, en tanto que el
derecho nace al momento en que el beneficiario acepta beneficiarse de ella
y se tendrá por no nacido si el tercero rehúsa la prestación a su favor.

En este caso la declaración unilateral de la voluntad sólo genera una expectativa


de derecho desprovista de acción y no sería una auténtica fuente de obligación.
Sin embargo, otra parte de la doctrina establece que el derecho del tercero nace a
través de una declaración unilateral de voluntad al momento de celebrarse el
contrato, debido a que la voluntad del tercero es irrelevante para que el derecho
surja, como lo establece el artículo 1870, que a la letra dice.

Artículo 1870. El derecho de tercero nace en el momento de perfeccionarse


el contrato, salvo la facultad que los contratantes conservan de imponerle las
modalidades que juzgue convenientes, siempre que éstas consten expresamente
en el referido contrato. Del artículo anterior se observa que el tercero puede no
beneficiarse de lo establecido en el contrato si no cumple con las modalidades
que el promitente le establece, entendida ésta como una condición necesaria
para la conducta del promitente. En este supuesto, ¿Tendría el tercero acción
contra el estipulante para exigir el cumplimiento? De hacerlo, es parte del contrato
y goza de interés jurídico para exigir el cumplimiento de las obligaciones
condicionantes de su derecho, por lo que, en el momento de aceptar las
condiciones impuestas y/o exigir su cumplimiento ya no sería un tercero en
el contrato, por extraño que esto parezca.

Documentos civiles a la orden y al portador. La creación de documentos en los


que se encuentra incorporado un derecho corresponde a la práctica y a la
dogmática mercantil. Sin embargo, debido a las ventajas prácticas que ellos
ofrecen, los civilistas introdujeron en su disciplina esta especie,
tradicionalmente señalada como otro caso de declaraciones unilaterales
de voluntad con eficacia obligatoria. El punto medular de las discusiones
se encuentra en la determinación de la naturaleza mercantil, civil o mixta de
estos títulos, y en el caso específico de la legislación mexicana, determinar si las
disposiciones conducentes del Código Civil han sido derogadas por la Ley de
Títulos y Operaciones de Crédito.

El Código Civil de 1928 reguló dentro del capítulo de la declaración


unilateral de la voluntad, la materia relativa a los títulos de crédito, de
acuerdo con las siguientes disposiciones:

Artículo 1873. Puede el deudor obligarse otorgando documentos civiles


pagaderos a la orden o al portador. De acuerdo al artículo anterior, se acepta la
posibilidad genérica de obligarse a través de esta institución, lo cual implicó en
su momento una innovación legislativa en la creación de derechos
incorporados a documentos en la materia civil. Por ello, fue necesario incorporar
un régimen especial a la legislación para la circulación de dichos documentos, por
medio del endoso y la simple entrega, que está contenido de los artículos 1874 al
1879 del Código Civil.se transfiere por simple endoso, que contendrá el lugar
y fecha en que se hace, el concepto en que se reciba el valor del documento, el
nombre de la persona a cuya orden se otorgó el endoso y la firma del endosante.

Artículo 1875. El endoso puede hacerse en blanco con la sola firma del
endosante, sin ninguna otra indicación; pero no podrán ejercitarse los derechos
derivados del endoso sin llenarlo con todos los requisitos exigidos por el artículo
que precede.

Artículo 1876. Todos los que endosen un documento quedan obligados


solidariamente para con el portador, en garantía del mismo. Sin embargo, puede
hacerse el endoso sin la responsabilidad solidaria del endosante, siempre que
así se haga constar expresamente al extenderse el endoso.

Artículo 1877. La propiedad de los documentos civiles que sean al portador, se


transfiere por la simple entrega del título.

Artículo 1878. El deudor está obligado a pagar a cualquiera que le presente y


entregue el título al portador, a menos que haya recibido orden judicial para no
hacer el pago.

Artículo 1879. La obligación del que emite el título al portador no


desaparece, aunque demuestre que el título entró en circulación contra su
voluntad. Ahora bien, de acuerdo a diversos autores, entre los que se
encuentra Manuel Borja Soriano, las disposiciones transcritas del Código fueron
derogadas por la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito de 1932, misma
opinión que ha sido sostenida por la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, de acuerdo con la Tesis denominada “Endoso de documentos
civiles”. Quinta Época, T. XVVIV, p. 4567. Delgado Abeytia Héctor. Sin embargo,
hay autores como Rafael Rojina Villegas que sostienen lo contrario, es
decir, que los artículos citados gozan de plena vigencia, ya que postulan
que los documentos civiles a la orden y al portador pueden coexistir
perfectamente con los títulos crédito mercantiles, en tanto que los primeros
pueden contener exclusivamente obligaciones de hacer, mientras que los
segundos se refieren a las de dar.

En conclusión podemos señalar que, no obstante que éstos artículos se


encuentran vigentes, no tienen ninguna práctica, justamente porque no siguen la
realidad social, sino un modelo ideal de codificación, válido en otras
circunstancias, pero ajeno a nuestra realidad social.
CONCLUCION
El deber jurídico y sobre entendido como la necesidad que tiene una persona de
observar voluntariamente una conducta conforme a lo que prescribe una norma de
derecho. Así, las normas jurídicas imponen deberes, y al reconocer la facultad que
se pone en manos de otro de constreñir al cumplimiento de un deber determinado,
que de otra forma sería un comportamiento voluntario, se da origen a la
obligación.

Es en ese sentido que el deber jurídico es género y la obligación es especie.

Ahora bien, bajo esta distinción, la obligación consiste en el vínculo (o facultad


coercitiva) que existe para que un acreedor pueda exigir a un deudor una
prestación de contenido patrimonial En cambio, el deber jurídico puede prescindir
tanto del vínculo como del acreedor, pues puede imponerse solamente sobre el
que está constreñido a realizar la conducta.

No obstante, debe advertirse que no es posible realizar una prestación al vacío,


sin mayor contenido que el simple cumplimiento, pues en tal caso, y aun cuando
redundará en exclusivo beneficio del que la realiza, no interesaría en absoluto al
ordenamiento jurídico.

Así, en todo caso es posible relacionar al sujeto que realiza la conducta con
alguien que se beneficia de ella y que a partir de la emisión de la declaración
unilateral de la voluntad queda facultado a exigir el cumplimiento de dicha
prestación, por lo que la conducta deja de ser voluntaria a prioritaria.
BIBLIOGRAFIA
ROJINA VILLEGAS, Rafael, Compendio de Derecho Civil III Teoría General de las Obligaciones,
Editorial Porrúa, México.

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