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PSICOANÁLISIS FREUD I • TITULAR PROF. DR.

OSVALDO DELGADO • TEÓRICO 2007

PSICOANÁLISIS FREUD ‐ CÁTEDRA I (049)


TITULAR PROFESOR DR. OSVALDO DELGADO

TEÓRICO 23 ‐ 17 DE OCTUBRE DE 2007

Buenos días. Hoy voy a articular tres textos: “Análisis terminable e interminable”, “La
escisión del yo en el proceso defensivo”, y “Esquema del psicoanálisis”. Respecto a
“Análisis terminable e interminable” voy a hacer el desmontaje conceptual, capítulo por
capítulo.
Para abordar estos textos vamos a situar, primero, un lugar como articulador de los tres;
esa es nuestra carretera principal. Y alrededor de ese eje la articulación de los tres textos.
El eje que vamos a tomar, es algo que ya han trabajado y que lo vamos a situar como en
el núcleo mismo de la problemática abordada. Se trata de la referencia, en “Inhibición,
síntoma y angustia”, de la castración en el otro materno, la castración en la madre, y
cómo es la castración el motor de la defensa y el referente del síntoma; esa referencia va
a anudar los tres textos.
Encontramos esto en el último párrafo del capítulo VIII de “Análisis terminable e
interminable”, en el que Freud se refiere a la desautorización de la feminidad. El núcleo
de la escisión del yo es la respuesta ante el encuentro con la castración, le escisión del yo
es un efecto en el que el sujeto en un mismo tiempo acepta y rechaza la castración.
En “La escisión del yo...”, esta cuestión queda aún referida al campo de la perversión,
tomando el ejemplo del texto “Fetichismo”, donde el núcleo del texto es la desmentida
de la castración en la madre y la construcción del fetiche, Freud dice, un pene de la
madre. El fetiche es, al mismo tiempo, la desmentida de la castración –ya que viene ese
objeto al lugar del falo–, y al mismo tiempo, es un monumento a la castración, está todo
el tiempo haciéndola presente.
Si la escisión del yo todavía está entramada en relación con el texto “Fetichismo”, en
“Esquema del psicoanálisis” la escisión del yo será un dato constitutivo de la neurosis
misma, implicará esa desgarradura primaria del yo: una parte acepta la castración y la

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otra la rechaza. Entonces, veremos que esta última parte de los textos se ordena en
relación con las vicisitudes, las respuestas al encuentro con la castración.
Al leer los textos se van a encontrar, con un ejemplo freudiano de dos hermanos que
rechazan el encuentro con que el padre había muerto, y al mismo tiempo, lo aceptan en
dos corrientes psíquicas. A ambos les ocurre que aceptan la muerte del padre y al mismo
tiempo, en esta escisión, rechazan esa muerte. Como pueden ver, si Freud está colocando
como ejemplo de escisión del yo, estos hermanos –que ambos tienen estas dos corrientes
ante la muerte del padre, o sea, no está hablando del genital de la madre–, podrán
entender que el horror a la castración, el rechazo de la castración y que la castración
como tal no está asentada sobre la naturalidad biológica de que a la madre le falte el pito,
porque qué relación hay entre que a la señora madre le falte el pito y la muerte del
padre.
Si estoy dando como sinónimos aceptación y rechazo de la castración, aceptación y
rechazo de la muerte del padre, ¿la muerte del padre qué tiene que ver con el dato
natural y biológico de la ausencia de pene en el organismo materno? Se trata de la
posición del sujeto respecto a algo que Lacan ubicará en su dimensión simbólica, que es la
posición del sujeto respecto a la falta como tal, la falta es la castración en el otro
materno. Se trata de la posición del sujeto respecto a la falta.
Entonces, tenemos nuevamente lo que enhebra los tres textos: la problemática alrededor
de la castración.
La desautorización de la feminidad de “Análisis terminable e interminable”, está en la
misma línea que en “El tabú de la virginidad” cuando se hace la atribución a lo femenino
en tanto que ajeno, hostil, y se le da valor de hostil a lo que es ajeno, a lo que es
radicalmente otro. La desautorización de la feminidad por hombres y mujeres, y la
escisión del yo como desgarradura central en el sujeto ante el encuentro con la
castración.
¿Con qué elementos tenemos que contar para esto? Primero, se formula una pregunta,
que dejaremos en el horizonte. Insisto, nuestra carretera principal es la problemática
alrededor de la castración, lo que enhebra los tres textos y una pregunta que dejamos en
el horizonte: ¿la escisión del yo ante el encuentro con la castración, es sinónimo o se

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relaciona con lo que Freud llamará alteración del yo?


Porque la escisión del yo la encuentran en “La escisión del yo en el proceso defensivo” y
en “El esquema del psicoanálisis”; pero en “Análisis terminable e interminable” van a
encontrar la alteración del yo, no la escisión. Entonces, queda la pregunta en el horizonte
para desde ahí abrochar todo.
Para abordar “Análisis terminable e interminable” tienen que contar con una serie de
conceptos. ¿Cuáles son los conceptos necesarios para abordarlo? Uno, lo hemos
nombrado con “Inhibición, síntoma y angustia”: la castración es motor de la defensa y
referente del síntoma. Otro, el último modelo pulsional, pulsión de vida‐pulsión de
muerte; o sea la introducción del concepto pulsión de muerte. Otro concepto necesario
para abordar este texto, es el concepto de masoquismo erógeno, fundamento del
femenino y del moral. Otro, el fantasma “Pegan a un niño”, especialmente el segundo
tiempo del fantasma, “soy golpeado por el padre”, que reunía el sentimiento de culpa por
el deseo hostil, y bajo la modalidad regresiva “el ser golpeado” es ser amado o gozado
sexualmente, en la línea del masoquismo femenino.
¿Qué otro concepto se necesita? La segunda tópica. El aparato psíquico es no sólo
consciente, preconsciente e inconsciente, sino que además hay que formular yo, ello y
superyó. Por lo tanto, las resistencias estructurales que están formuladas en la
“Addenda” de “Inhibición, síntoma y angustia”.
Sin estos conceptos no podemos abordar “Análisis terminable e interminable”, ya que ese
texto anuda, respecto a la problemática del final de análisis, el conjunto de todos ellos.
El título –“Análisis terminable e interminable”–, también traducido “Análisis finito o
infinito”, refiere a dos cuestiones. Una, es la que hace a la cuestión del tiempo necesario
para concluir un análisis y si sería posible acortar en el tiempo el proceso de un análisis.
Esto tiene que ver con ciertas preocupaciones ya en aquella época, acerca de si el
psicoanálisis duraba mucho tiempo y había que buscar modos de acortarlo. Freud
desautoriza esto y refiere esta preocupación a poder poner el psicoanálisis a la altura de
la cultura norteamericana respecto a hacer las cosas lo más a prisa posible. Freud dice
que el psicoanálisis no puede entrar en la demanda de la cultura norteamericana de ese
momento. Por eso la aparición de tratamientos que ofertan como cuestión fundamental

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ser reducidos en el tiempo.


Freud desautoriza totalmente esto porque dice que sería lo mismo que si se cae una
lámpara, se prende fuego una casa, llegan los bomberos y retiran la lámpara en donde se
inició el fuego y nada más, ¿y el fuego? En realidad, esto que llama imperativo de la
cultura norteamericana de ese momento, es el imperativo del capitalismo. El capitalismo
necesita, para sostenerse como tal, la rapidez del circuito del mercado. Es necesario para
la lógica capitalista de acumulación de capital, la rapidez. En producción, inversión, venta,
etcétera, cuanto más rápido, más ganancia.
La otra preocupación, es pensar cuándo y cómo concluye un análisis. ¿Cuándo podemos
considerar que un análisis está concluido? Ya no la cuestión del tiempo sino cuándo
clínicamente y teóricamente podemos decir este análisis está concluido, problema mayor.
En el capítulo II Freud dice algo que les pido que presten atención. Dice que un análisis
implica un cambio de decisión, implica sustituir la decisión deficiente que viene de la
edad temprana por una tramitación correcta. O sea, que la cura analítica se produce por
un cambio de decisión, es una decisión. Así como Freud ya había hablado de elección de
neurosis, en el sentido de que el sujeto no es víctima sino responsable, y que hay un
consentimiento por parte del sujeto, y que su neurosis implicó una decisión, no como
acto voluntario, conciente, sino que hay una decisión respecto a su modo de satisfacción;
la cura analítica implica un cambio en esa decisión.
Quiero aclarar que un cambio en esa decisión puede implicar aceptar la decisión que se
tomó y dejar de estar peleándose con la decisión de satisfacción que se tomó en virtud de
algún ideal, que diría que tendría que satisfacerme de otro modo. Decisión deficiente no
es sólo cambio de decisión, sino que un cambio puede implicar un cambio de posición del
sujeto respecto a esa decisión que tomó; y dejar de colocar y sostener un ideal que todo
el tiempo le dice que esa decisión del modo en que se satisface es incorrecta, que debería
satisfacerse de otro modo, o que se toma demasiado trabajo para alcanzar aquella
satisfacción que desea alcanzar.
El síntoma, se presenta como algo egodistónico o egosintónico, puede ser tomado como
un disfuncionamiento respecto a una norma, respecto a un ideal, o respecto a un
imperativo, o puede ser tomado como un funcionamiento en sí mismo. Es más, que el

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sujeto es ese modo extraviado de funcionamiento, esto es un cambio de posición


respecto a esa cuestión.
Freud dice que tenemos tres problemas respecto a la operación, en relación con la
finalización de un análisis:
• Uno –algo que trae de la primera época– es la etiología traumática de la neurosis. La
etiología traumática refiere a un acontecimiento en la edad temprana.
• Otro, es lo que llama el hiperpoder pulsional, o sea, la fuerza de la dimensión pulsional,
que llama pulsiones hiperintensas.
• Y tercero, la alteración del yo.
En realidad, primero trata de separar traumas de pulsiones hiperintensas, pero después
dirá que, efectivamente, ocurre algo que es una fórmula mixta, y en la neurosis tenemos
siempre una dimensión traumática y pulsión hiperintensa. Hiperintensa quiere decir que
hay algo en la exigencia pulsional indomeñable. Una fijación, un acontecimiento
traumático adquiere el estatuto de una pulsión hiperintensa.
El ejemplo que hemos trabajado, simplemente porque permite descriptivamente poder
verlo, son las referencias que hacen los homosexuales varones en el sentido de haber
sido violados, y a partir de ese acontecimiento no poder dejar de buscar el modo de
satisfacción homosexual.
Respecto al modo de satisfacción que atenta contra el principio de placer, porque
siempre la exigencia pulsional atenta contra la homeostasis, la tendencia a la inercia, al
principio de placer, lo que irrumpe quebrando la estabilidad buscada, van a operar lo que
Freud llama los mecanismos de defensa. ¿Los mecanismos de defensa contra qué? Contra
la pulsión. Y el problema, la gran paradoja, es que, si los mecanismos de defensa del yo
buscan defender al yo del peligro de lo hiperintenso de la pulsión, los mecanismos de
defensa mismos pasan a ser ellos un problema más.
Freud lo despeja diciendo en el capítulo III que el origen de esos mecanismos de defensa
del yo no es la defensa contra la pulsión, sino que esos mecanismos de defensa son en sí
mismos una pulsión hiperintensa, esta es la gran paradoja. En el segundo capítulo
termina con esto, Freud se encarga de despejar una cuestión central, la alteración del yo,
los mecanismos de defensa tienen etiología propia, no es efecto de la intensidad

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pulsional.
O sea, en principio pareciera que, ante el peligro de la irrupción pulsional, el yo que busca
defenderse, ya que la exigencia pulsional conmueve el principio de placer, en verdad
mecanismo de defensa implica un modo de satisfacción hiperintensa que el sujeto se
resiste a abandonar. ¿Por qué?, ¿qué son los mecanismos de defensa del yo? Son las
resistencias del ello. Recuerden que la resistencia del ello es un modo de satisfacción y
que se vincula con el masoquismo femenino y con el fantasma “Pegan a un niño”, ya van
a ver qué tiene que ver esto con lo que empezamos, con la castración en el otro materno.
Pasamos al capítulo III. Comienza con una pregunta: ¿podemos domeñar la pulsión? ¿Qué
quiere decir en la pluma de Freud domeñar? Pareciera que es sinónimo de domesticar.
Freud lo dice con todas las letras, domeñar la pulsión es a la pulsión de muerte ligarla con
pulsión de vida; por lo tanto, volver inocua, no peligrosa a la irrupción de la pulsión de
muerte desligada, no mezclada con la pulsión de vida. Recuerden que trabajaron en
“Inhibición, síntoma y angustia”, más específicamente respecto a la cuestión de la
neurosis obsesiva, vieron también la clase pasada que regresión implica desmezcla
pulsional.
Freud en este tercer capítulo ubica dos cuestiones de importancia central. Una, trata de
explicarse de dónde puede provenir el incremento de la intensidad pulsional. Y pone dos
ejemplos, que siempre hay que leerlos como Freud los utiliza, al servicio de una operación
lógica; Freud no es un psicólogo descriptivo o desarrollista, evolutivo. Dice que podemos
ubicar el acrecentamiento de la intensidad pulsional, por ejemplo, en la irrupción de la
pubertad y en la menopausia femenina.
¿A qué se refiere? Se refiere a algo atinente al cuerpo, se refiere a la pérdida de un
cuerpo y a la adquisición de otro cuerpo, son acontecimientos del cuerpo. La pubertad
implica la pérdida de un cuerpo y la problemática de pasar a tener ese otro cuerpo. La
menopausia también implica la pérdida de un cuerpo y la adquisición de otro cuerpo.
Entonces fíjense que, lo que Freud pone como ejemplos, tienen que ver con la
problemática del sujeto respecto a la pérdida de un cuerpo y el pasar a tener un cuerpo y
la problemática del tener ese otro cuerpo. La problemática, pero más allá de los
problemas orgánicos, la cuestión es tener ese nuevo cuerpo.

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La otra cuestión central que trabaja es con relación a otra pregunta que se hace en el
capítulo III, en las páginas 229 y 230:

¿Acaso nuestra teoría no reclama para sí el título de producir un estado que nunca
preexistió de manera espontánea en el interior del yo, y cuya neo‐creación
constituye la diferencia esencial entre el hombre analizado y el no analizado?

Frase central. El análisis reclama la creación de un estado absolutamente inédito que


diferencia un sujeto analizado de un no analizado. Ese estado inédito va más allá de los
efectos terapéuticos aliviantes en la vida del un sujeto, se trata de un cambio en la
economía libidinal. No quiere decir que al analizado le vaya mejor en la vida, se espera
que ocurra eso, pero no es ésta la referencia central. Sí se espera que esto tenga
consecuencias en la capacidad creativa de un ser humano, su relación con la producción
laboral, su relación con el amor, pero va más allá de lo que son las realizaciones del
sujeto, de que ya no padezca de sus inhibiciones y síntomas y se haya logrado una
dosificación importante de su angustia. Un psicoanálisis no garantiza que a un sujeto no
le puedan ocurrir desgracias en la existencia –vamos a ver esto un poquito más adelante–
, sino que es la diferencia económica, la economía libidinal entre alguien analizado y un
no analizado. ¿De qué se trata esa diferencia económica? Esta pregunta importantísima
está tomada de un modo brillante por Freud en “¿Pueden los legos ejercer el análisis?”,
en las paginas 241, 242 y 243.
Regresando a “Inhibición, síntoma y angustia”, ¿cómo se logra ese estado nuevo, inédito,
esta nueva creación?, ¿de qué modo se logra? Freud lo dice en la página 230:

[...] La rectificación, con posterioridad {nachträglich}, del proceso represivo


originario, la cual pone término al hiperpoder del factor cuantitativo, sería entonces
la operación genuina de la terapia analítica.

Entonces la operación genuina de la terapia analítica, además de lo atinente a los


síntomas, inhibiciones y angustia, es esa rectificación del proceso represivo originario.
Rectificación está en la misma línea de lo que plantea al comienzo como decisión.

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Ahora, ¿qué quiere decir rectificación del proceso represivo originario? No es anular la
represión primaria, no es forzar a que el sujeto recuerde ese saber perdido para siempre
que marca ese olvidado radical permitiendo que haya olvidos. Forzar eso tiene
consecuencias serias, hay allí un problema clínico y ético. Entonces, ¿de qué se trata esa
rectificación?
Recuerden que cuando trabajamos represión primaria, dijimos que la represión primaria
implica un doble movimiento. No sólo el movimiento del representante psíquico caído en
el fondo como un saber irrecuperable, sino que, además, implica la fijación pulsional, eso
en el capítulo III del texto sobre Schreber, pero esta rectificación es un horizonte.
Ahora, en ese capítulo III Freud dice que se trata de una operación compleja, de un
cambio: la rectificación como decisión de las condiciones de la fijación, ya capítulo IV.
Freud realiza una pregunta de una actualidad absoluta. Se pregunta si el análisis podría
tener –así lo llama– valor de profilaxis, en el sentido de si uno podría prevenir conflictos
futuros en el sujeto; conflictos que hoy son latentes, no manifiestos, no emergen para el
trabajo de la cura, pero que están. Su pregunta es si sería posible operar de tal modo de
producir profilaxis, algo preventivo. En verdad, Freud está hablando de un problema
central de la función del analista, dice qué hacer ante los conflictos latentes, que
emergerán, será manifiesto dentro de 5, 10, 15 años ¿qué hacer con esto, si no se
presenta como conflicto actual y manifiesto?
Freud dice, hay tres posibilidades. Una, es el analista mostrárselo, explicarle, darle un
saber sobre que está este conflicto y que podría llegar a hacerse actual y manifiesto en el
curso de la vida. Sin embargo, dice que esto no sirve para nada porque comunicar el
saber no produce ningún efecto sobre la economía psíquica del sujeto, no tiene ningún
valor, no logramos nada, es un saber impotente. Segunda posibilidad, intervenir sobre la
realidad del sujeto, sobre la vida, y decirle, por ejemplo: “mire sepárese de su pareja
porque dentro de 15 años, este conflicto que hoy es latente se va a volver actual y
manifiesto y puede tener consecuencias serias para usted”, o “deje ese empleo,
abandone esa empresa”. Freud dice claramente primero, que éticamente no podemos
intervenir sobre la vida de las personas, porque tenemos que garantizar la autonomía
absoluta del sujeto y sus elecciones. Además, no tiene ninguna utilidad práctica ni clínica,

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porque hacer esa operación no implica resolver el conflicto, el conflicto aparecerá igual
dentro de 5, 10, 15 años.
Entonces ¿de qué se trata? La tercera posibilidad. Freud dice que podemos afectar el
conflicto latente para que se haga manifiesto, lo podemos afectar con maniobras en la
transferencia. Ya de por si lo hacemos, dice Freud, porque como la cura analítica se
realiza en la abstinencia y no respondemos a los subrogados amorosos, por ejemplo, la
misma posición de abstinencia del analista ya es una operación respecto a los conflictos
latentes. La abstinencia, el no responder a la demanda amorosa, por ejemplo, hace
manifiesto y actual un conflicto latente. También, dice Freud, producirle celos al paciente,
producirle decepciones amorosas, partir de cierta escenificación de celos del analista,
pueden tener el efecto de volver actual y manifiesto el conflicto latente.
Recomiendo a los docentes de la cátedra la lectura atenta de este capítulo, para ponerlo
en relación con lo que Lacan trabaja en sus últimos seminarios, en relación con molestar,
afectar, la defensa y la función del analista como aquel que es un productor, en cada
sesión, de contingencias. Produce efectos de contingencias y molesta a la defensa.

Freud dice ¿qué hacemos con alguien que por formación reactiva se presenta como hiper
generoso y en verdad esa es una formación reactiva de su mezquindad? ¿Qué hacemos
con aquel que se comporta siempre con una elevada ternura como formación reactiva y
en verdad, guarda en sí los sentimientos más hostiles? ¿Cuáles son los modos que el
analista puede hacer para conmover las formaciones reactivas que revela lo mezquino del
supuesto generoso y que revela el hostil del tan tierno? Es una operación que Freud llama
formación reactiva, cómo hacer para que aparezca esto.
Al final del capítulo se refiere al cuidado que hay tener con estas operaciones, porque
pueden producir un efecto de transferencia negativa. En este punto toma a la
transferencia negativa como algo negativo, pero sabemos que la transferencia negativa
es un momento fundamental y fecundo de un análisis. La transferencia negativa, como
obstáculo, la conexión transferencia‐resistencia, es un momento fecundo para el análisis;
no es un problema si queremos saber operar con ella. No se trata de estar molestando a
las personas para que nos odien y disparar el odio porque sí, es una operación y tiene que

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ser el cálculo al servicio de la operación analítica.


En el quinto capítulo aborda la alteración del yo.
Primero que nada, Freud dice que lo que podemos llamar un yo normal, la síntesis yoica,
un yo no desgarrado, es una ficción ideal, o sea, que eso no existe. El yo por definición
está desgarrado y la desgarradura tiene que ver con la castración, es una respuesta a la
castración.
Recuerden cuando trabajen este capítulo quinto que ya en “Pulsiones y destinos de
pulsión” Freud había dicho que los cuatro destinos de pulsión –represión, sublimación,
transformación en lo contrario, vuelta contra sí mismo–, eran defensas contra la pulsión.
Freud recupera el concepto de defensa.
Una aclaración que no está explicitada en el texto. Cuando hablamos de defensa tenemos
que aclarar a qué nos referimos porque defensa tiene tres denominaciones conceptuales.
Una, es la que hemos trabajado al inicio, la defensa primaria pero que Freud la recupera
en “Inhibición, síntoma y angustia”, cuando habla de una defensa anterior lógicamente a
toda instancia psíquica, anterior al yo, el ello y el superyó. Defensa primaria. ¿Qué es esa
escisión primaria? Es la escisión misma. Recuerden que operaba la defensa y se producía
en grupo psíquico separado antecedente del concepto de lo inconciente. La defensa
primaria es esa desgarradura estructural que también llamamos represión primordial.
Desgarradura imposible de suturar, imposible de emparchar. Estamos condenados a vivir
con esa división, en el mejor de los casos, los psicóticos no están condenados a vivir con
esa división, por eso son psicóticos. Primer concepto de defensa.
Freud ubica en “Inhibición, síntoma y angustia” métodos de defensa, la represión, por
ejemplo, es uno de ellos, especialmente es el mecanismo de la histeria, y habla de otros
métodos de defensa –aislamiento y anulación– para dar cuenta de la neurosis obsesiva.
En esa línea defensa, método de defensa, define el tipo clínico histeria, neurosis obsesiva,
fobia.
La tercera denominación de defensa es como mecanismo de defensa, como resistencia
del ello. Son tres conceptos distintos:
• Un concepto es defensa primaria = desgarradura estructural, escisión del yo, represión
primaria, etcétera.

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• Otro concepto de defensa es la defensa que implica el tipo clínico. Según qué defensa
prevalece nos dará histeria, neurosis obsesiva o fobia.
• Y, mecanismo de defensa = resistencia del ello. Un modo de satisfacción, una resistencia
estructural.
Entonces, el gran problema que aborda este capítulo es que los mecanismos de defensa
toman a la cura misma como un peligro, se presentan como una resistencia al
restablecimiento, como una resistencia al descubrimiento de la resistencia.
¿Qué ocurre entre el quinto y el sexto capítulo? Los mecanismos de defensa en principio,
parecía que nos defendían del hiperpoder pulsional y después nos encontramos que ellos,
los mismos mecanismos pasan a ser un problema. Los mecanismos de defensa implican
que el sujeto se defiende de la curación misma, la curación pasa a ser un peligro, curarse
es un peligro. Por lo tanto, curarse es un encuentro con el horror de la castración.
Porque ¿de qué se trata? De dejar de taponar con un modo de satisfacción la castración y
la cura en ese sentido es una amenaza para el neurótico. Recuerden que el síntoma tiene
en el núcleo la satisfacción masoquista de la necesidad de castigo y el análisis amenaza
con dejarlo al sujeto sin masoquismo, hace perder masoquismo del ello, masoquismo
femenino y masoquismo moral, el análisis conduce a una pérdida masoquista. Y el sujeto
se defiende vía los mecanismos de defensa, vía la resistencia del ello y la resistencia del
superyó.
La resistencia del superyó se presenta clínicamente no como un mecanismo de defensa,
sino como reacción terapéutica negativa, porque el análisis mismo amenaza con dejar al
sujeto sin la satisfacción paradójica del superyó que lo maltrata. En el núcleo del síntoma
la necesidad de castigo. El análisis amenaza con perder la satisfacción de ser golpeado por
el padre, amenaza con perder la satisfacción de ser humillado, ultrajado. Amenaza con
hacer perder esa capacidad del superyó de vivir mortificando al sujeto, acusándolo,
diciéndole que siempre logra poco. El sujeto defiende esto como joyas preciosas por eso
es un problema mayor cuando se acerca. El analista le dice al sujeto “vamos, que bien que
están sus cosas, el análisis viene marchando muy bien”, y el tipo empeora. Es un ejemplo
didáctico para que entiendan, pero no crean que si no le dice fantástico no vaya a ocurrir
esto,

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Respondiendo a una pregunta que me hicieron. El hiperpoder de la pulsión a la que


debemos domeñar implica una desmezcla pulsional no absoluta sino una presencia mayor
de la pulsión de muerte. Un ejemplo extremo de la desmezcla pulsional es la psicosis
melancólica, el delirio “soy una basura”. Ahí no contamos con la pulsión de vida, es ese
desencadenamiento de la pulsión de muerte prácticamente sin velos.
Sexto capítulo. Este capítulo continúa con el problema del anterior. Este yo alterado por
las fijaciones del ello. Dice Freud en la página 242:

[...] Pero no descuidemos que ello y yo originariamente son uno, y no significa


ninguna sobrestimación mística de la herencia considerar verosímil que el yo todavía
no existente tenga ya establecidas las orientaciones del desarrollo, las tendencias y
reacciones que sacará a la luz más tarde.

Las fijaciones son primeras lógicamente, luego un nuevo acto psíquico produce al yo.
Estas fijaciones dan cuenta de la viscosidad de la libido, con perturbación del
desasimiento de ciertos objetos. Recordemos que, en la pluma de Freud, nadie enferma
por una fijación pulsional sino por el contrario, cuando se ve constreñido a abandonarla.
Enfermar en esta línea tiene el estatuto de una deslocalización de la satisfacción
pulsional. Esta inercia psíquica de la fijación, es designada como resistencia del ello.
También en este capítulo se presenta la otra resistencia estructural, la del superyó, bajo
la representación clínica de la reacción terapéutica negativa. Implica un aferrarse a la
enfermedad, bajo el ordenamiento conceptual de la “necesidad de castigo” en el núcleo
del síntoma. La referencia económica de esta resistencia es el masoquismo moral, como
el femenino lo es de la resistencia del ello.
Recordemos que el segundo tiempo del fantasma “pegan a un niño” –“soy golpeado por
el padre”– aúna el castigo por la conciencia de culpa y la satisfacción como masoquismo
femenino gracias a la regresión de la fase fálica a la sádico anal. Freud lo dice con todas
las letras: “ya conseguir influjo psíquico sobre el masoquismo simple pone a dura prueba
nuestro poder”.
Pero este capítulo concluye con un enigma que se presenta pudiendo desarticular lo
construido. Se trata de que la inclinación. Dice en la página 246:
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[...] al conflicto, que aparece de manera independiente, difícilmente se pueda reducir


a otra cosa que a la injerencia de un fragmento de agresión libre.

Finalmente, Freud presenta la referencia a Empédocles y sus dos principios: el de amor y


el de discordia.
Capítulo VII. Este capítulo da cuenta del anudamiento de todo lo desarrolló hasta aquí en
relación con el advenimiento de nuevos analistas.
Se trata, al mismo tiempo, de dar cuenta de por qué analizar, junto con educar y gobernar
es una “profesión imposible”. La llamada por Freud “aptitud de analista” se adquiere en
dos tiempos: durante el análisis con la convicción de la existencia del inconciente, y el
tiempo posterior, a partir de “los procesos de recomposición del yo”. ¿El obstáculo a tal
adquisición? Los mecanismos de defensa.
A la vez, si la terminación de un análisis es una cuestión práctica. Dice en la página 251:

[...] Mucho menos se distancia la práctica de la teoría en casos del llamado «análisis
del carácter» [...].

Cuestión esta última a retomar.


Octavo capítulo. Tanto en los análisis terapéuticos como en los de carácter los dos temas
que sobresalen son los aunados en la llamada “roca de base”: la envidia del pene en la
mujer y la protesta masculina en el varón. Predicar en el vacío, dice Freud, es la fórmula
de la impotencia para remover la envidia del pene y la sobre compensación desafiante
remite al “sustituto del padre”. Pero más allá de la “roca de base”, la desautorización de
la feminidad.
La referencia del texto “La escisión del yo en el proceso defensivo” es “Fetichismo” de
1927. El fetiche es el sustituto del falo de la madre como respuesta al horror de la
castración. La creación del fetiche implica a la desmentida (verleugnug) ya que el sujeto
tanto ha conservado como ha resignado la creencia en el falo materno.
La referencia en este texto, de los dos hermanos que habían “escotomizado” la muerte
del padre, abre la cuestión de que existe un modo de respuesta diferente a la instalación
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del fetiche y, radicalmente, que el horror a la castración no se asienta en ninguna


naturalidad biológica de la ausencia de pene.
En estos hermanos existía simultáneamente la actitud acorde al deseo (de que el padre
seguía con vida) y la acorde a la realidad (la muerte del padre).
En el texto de “La escisión del yo en el proceso defensivo” (1940 [1938]) se revela que la
amenaza de castración sólo adquiere significación por el encuentro de la castración en la
mujer.
Lo fundamental que Freud nos aporta es que “las dos reacciones contrapuestas frente al
conflicto [horror a la castración] subsistirán como núcleo de una escisión del yo” (p.276).
Esta escisión preserva la satisfacción masturbatoria pero no sin angustia.
Recordemos que desde “Inhibición, síntoma y angustia”, el interés narcisista del pene se
explica porque éste asegura el lazo con la madre no castrada. El instrumento fálico
representa al “individuo todo”.
En el capítulo III de “Esquema del psicoanálisis” (1940 [1938]), Freud afirma que el hecho
de la dualidad de los sexos se levanta ante nosotros a modo de un gran enigma, una
ultimidad para nuestro conocimiento, que desafía ser reconducida a algo otro.
Es en el capítulo VIII en el que recupera esta cuestión para abordar la temática de la
escisión del yo. El fetichismo pasa a constituirse sólo uno de los procedimientos
defensivos ante el horror a la castración. Además, “la solución” fetichista no excluye, no
anula en forma asegurada la angustia de castración.
En esta perspectiva, la coexistencia de dos posturas opuestas o independientes entre sí,
es un “rasgo universal de las neurosis”, “sólo que en este caso una pertenece al yo, y la
contrapuesta, como reprimida al ello” (p.205).
La escisión del yo es, por lo tanto, un resto, un residuo de esas dos posturas opuestas.
Pero aquí tenemos un problema teórico importante ya que Freud nombra al ello como lo
reprimido, cuando ya desde 1920 diferencia el inconciente reprimido del ello.
Por otra parte ¿cuál es la relación entre el peligro pulsional exterior‐ interior y el horror a
la castración?
Propongo diferenciar “escisión del yo” de “alteración del yo”. La primera correspondería
a la defensa primaria, la defensa de la “Addenda” de “Inhibición, síntoma y angustia”, en

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PSICOANÁLISIS FREUD I • TITULAR PROF. DR. OSVALDO DELGADO • TEÓRICO 2007

la página 154:

[...] No es difícil que el aparato psíquico, antes de la separación tajante entre yo y


ello, antes de la conformación de un superyó, ejerza métodos de defensa distintos de
los que emplea luego de alcanzados esos grados de organización.

La alteración del yo, por su parte, es efecto e la resistencia del ello, de los mecanismos de
defensa como respuesta estereotipada de un modo de satisfacción orientado por el
masoquismo. Diferencio a su vez a estos dos, de un tercero de los métodos de defensa
que definen el tipo clínico (histeria, neurosis obsesiva, etcétera)
Por lo tanto, respecto a la formación de los analistas, se alcanza la primera aptitud con el
encuentro con esa escisión irreparable, y la segunda por la pérdida de la satisfacción de la
respuesta estereotipada por fijación. Satisfacción que obturaba el encuentro con lo que
había producido la escisión.
Los procesos de recomposición del yo, no indican alcanzar la síntesis que el mismo Freud
nombró como ideal sino que, por el contrario, indican el encuentro con esa verdad
nombrada “núcleo de una escisión del yo” y la pérdida de la satisfacción que se expresaba
como resistencias estructurales.

Bibliografía
Freud, S., (1937) Análisis terminable e interminable. Obras completas. Tomo XXIII. Buenos Aires.
Amorrortu. 1989.
Freud, S., (1940 [1938]) La escisión del yo en el proceso defensivo. Obras completas. Tomo XXIII.
Buenos Aires. Amorrortu. 1989.
Freud, S., (1940 [1938]) Esquema del psicoanálisis. Obras completas. Tomo XXIII. Buenos Aires.
Amorrortu. 1989.

Bibliografía citada
Freud, S., (1911 [1910]) Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (Dementia
paranoides) descrito autobiográficamente. Obras completas. Tomo XII. Buenos Aires.
Amorrortu. 1990.
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Freud, S., (1915) Pulsiones y destinos de pulsión. Obras completas. Tomo XIV. Buenos Aires.
Amorrortu. 1990.
Freud, S., (1918 [1917]) El tabú de la virginidad (Contribuciones a la psicología del amor, III). Obras
completas. Tomo XI. Buenos Aires. Amorrortu. 1988.
Freud, S., (1926) ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Obras completas. Tomo XX. Buenos Aires.
Amorrortu. 1990.
Freud, S., (1926 [1925]) Inhibición, síntoma y angustia. Obras completas. Tomo XX. Buenos Aires.
Amorrortu. 1990.
Freud, S., (1927) Fetichismo. Obras completas. Tomo XXI. Buenos Aires. Amorrortu. 1990.

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