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Serie Tyché
Directora: Damasia Amadeo de Freda
Delgado, Osvaldo L.
LecUiras freudianas 2
1" edición - San Martin: Universidad Nacional
de Gral. San Martin. UNSAM EDITA;
Fundación CIPAC, 2014.
176 pp.; 15 X 21 cm. (Tyché / Damasia Amadeo
de Freda)
ISBN 978-987-1435-72-2
Parte I 13 U\ TRANSFERENCIA
Clase 1 15
Transferencia y repetición
Clase 2 2J
Transferencia y resistencia
Clase 3 31
Transferencia y sugestión
Parte 2 37 EDIPO-CASTRACIÓN
Clase 1 39
Complejo nuclear de la neurosis.
Anudamiento complejo de Edipo-complejo
de castración Clase 2 47
Odipu skomplex
Clase 3 55
Parte 3
Clase 3 111
Introducción a la segunda tópica
Clase 4 119
Introducción al superyó
Clase 5 123
Sobre la angustia de castración
Parte 5
127 SURGIMIENTO Y ACTUALIDAD
DEL PSICOANÁLISIS
Clase 1 129
El surgimiento del psicoanálisis:
su contexto cultural. Freud: hijo
subversivo de la Ilustración y del
ideal de la Razón
Clase 2 143
El psicoanálisis en el debate contemporáneo
Prólogo
FREUD: UN PENSAMIENTO DE ACTUALIDAD
1^ TRANSFERENCIA
Clase 1
niANSFERENCIA Y REPEnCIÓN
Neurosis
vulgar/neurosis
artificial %
Sugestión/psicoanál
isis
En la hipnosis y en el enamoramiento, el
EDIPO-
CASTRACIÓN
Clase 1
COMPLEJO NUCLEAR DE LAS NEUROSIS.
ANUDAMIENTO COMPLEJO DE EDIPO-
COMPLEJO DE CASTRACIÓN
Falo
Complejo de castración
Annafreud'tsmo-kleiniimo \
Lacanismo ^ Teorías Je
PERVERSIÓN Y
Clase 1
FETICHISMO
’^Fetichismo como
paradigma de la
perversión ^Las tres
estructuras clínicas y sus
Vamos a comenzar con un tema muy importante. En
general, para hacer un contrapunto, hemos trabajado
las estructuras clínicas de la neurosis y la psicosis.
¿Por qué? Si tomamos los primeros textos, vemos que
la neurosis -cualquiera esta fiiera- implicaba que la
operación de la defensa separaba la representación
del monto de afecto. En cambio, en la psicosis
paranoica no había tal separación. Desde ahí hemos
hecho el contrapunto entre neurosis y psicosis. Con el
complejo de Edipo, la relación respecto al padre, la
cuestión del cuerpo, la organización fálica, etcétera,
también diferenciaba neurosis y psicosis.
Si tomamos “Tres ensayos de teoría sexual” (1905)
-que es el texto para hacer la referencia a la
sexualidad infantil- tenemos la dimensión de las
desviaciones respecto al objeto y a la meta, y toda la
serie que Freud sitúa en relación con la dimensión que
llamaba perversa polimorfa, para dar cuenta de la
sexualidad infantil. Ubicábamos también la cuestión
del amor como desvío respecto a la meta. Recuerden
que desvío siempre es en relación con lo que sería un
ideal que funciona como tal, o sea que, como
referencia, son desvíos respecto a un ideal del
encuentro genital.
En ese momento, habíamos hablado de fetichismo, y
el nombre de un tipo clínico dentro de una estructura
clínica y, a la vez, es el paradigma de esa estructura.
Dentro de esa estructura clínica, que no se llama ni
neurosis ni psicosis, sino perversión, hay varias formas, y el
fetichismo es una de ellas. Hay otras como exhibicionismo,
voyerismo, sadismo, masoquismo, “travestismo” entre
comillas, etcétera. Si bien el fetichismo es parte de ese
conjunto, a la vez es el paradigma que da el ordenamiento
teórico para entender qué es la perversión. Entonces, en el
marco de esta estructura clínica que se llama perversión, el
paradigma es el fetichismo. Ahora van a ver por qué ocupa
este lugar. Primera cuestión.
Segunda cuestión. En el mismo texto, “Tres ensayos de
teoría sexual” (pp. 139-140), Freud diferencia ya fetichismo
de fetichización. Son dos conceptos diferentes y nombran
dos estructuras clínicas distintas: fetichismo habla de
fetichización habla de neurosis.
Entonces, a partir de lo que aprendimos hoy, tenemos las
tres estructuras clínicas ubicadas por Freud y
sistematizadas por Lacan: neurosis, psicosis y perversión.
Cada una de estas tres grandes estructuras clínicas que
tenemos en psicoanálisis, se diferencian por cómo
responde un sujeto al encuentro con la castración. Lo han
trabajado con la sexualidad femenina, con el eje Edipo-
castración y, en “Inhibición, síntoma y angustia”, lo harán
con la castración materna. Recuerdan que cuando
decíamos que el sujeto adviene como falo para esa mujer
que es la madre, para que esa mujer, en cuanto madre,
haga la ecuación simbólica pene = niño, es necesario
ocupar el lugar del falo, que es aquello que le falta a la
madre. De ese modo se realiza ese narcisismo primario, o
sea, la libidinización que constituye el narcisismo. A la vez,
ubicarse como falo de la madre es el modo de tapar,
encubrir, que la madre está castrada. Incluso hemos dicho
En la neurosis, el mecanismo es la represión', se
reprime el encuentro con esa verdad de la castración, y
como saben, cada vez que se reprime hay retorno de lo
reprimido. Entonces, la represión de ese no querer saber
nada de la castración, como es reprimido, retorna produ-
ciendo síntomas.
En las psicosis, es más radical ese no querer saber.
Recuerdan que Freud, en los primeros textos cuando habla
de psicosis, decía que no se separaba el representante del
monto de afecto, por lo tanto, había un retorno de lo que
era expulsado del nexo asociativo. No se trata de un
representante que queda reprimido -produciendo el grupo
psíquico separado, antecedente del concepto de lo
inconsciente—, sino que queda por fuera de todo nexo
asociativo; tiene que retornar alucinatoriamen- te y en la
construcción de un delirio. Hay un término, un concepto
que aparece en Freud cuando trabaja el caso del Hombre
de los Lobos -y que retoma y formaliza Lacan-, que es el
concepto de forclusión. Es una expulsión fuera de la
articulación de los representantes psíquicos, no es un
representante psíquico que queda reprimido, sino que es
expulsado de la cadena de representantes psíquicos. ¿Cuál
representante psíquico? Aquel que nombraría esa
castración.
Hay un tercer modo de respuesta ante el no querer
saber nada de la castración, que se llama renegación o
desmentida, y que será propia de la perversión. Veremos
cómo responde a esto el fetiche.
Antes de ir específicamente a esto, recuerden que cada
estructura clínica tiene, dentro de ella, diferentes tipos
clínicos. Por ejemplo, la estructura clínica neurosis tiene la
neurosis obsesiva, neurosis histérica, neurosis fòbica; la
estructura clínica psicosis, la esquizofrenia, paranoia,
psicosis maníaco-depresiva o bipolar, la psicosis
melancólica, parafre- nia; la perversión, el fetichismo,
sadismo, masoquismo, exhibicionismo, voyerismo y
perversión, como rasgo, lo podemos encontrar también en
las neurosis y en las psicosis. Podemos encontrar
neuróticos (obsesivos, histéricos o fóbicos) con un rasgo o
una conducta a nivel del goce sexual perversa, sin por eso
ser perverso. También tenemos rasgos de perversión en la
psicosis que, en general, son funcionales, en el sentido de
que estabilizan al sujeto, con lo cual es algo que no es
conveniente conmover. Un ejemplo de esto último podría
ser un modo de lazo sexual homosexual con carácter
perverso -no porque homosexualidad y perversión sean
sinónimos-, en el sentido de que una conducta de goce
sexual perversa hace que un psicòtico no se desencadene
y pueda sostenerse en la vida. La psicosis se puede
mantener con cierta estabilidad en la vida y no producir el
quiebre de la alucinación y el delirio.
Repasemos. Primera cuestión: fetichismo es el
paradigma que da cuenta de qué es esa estructura clínica
que llamamos perversión y, a la vez, fetichismo es una
modalidad de perversión junto con otras. Segunda
cuestión: diferenciamos fetichismo (perversión) de la
fetichización que encontramos en la neurosis. Luego,
diferenciamos la perversión del rasgo de perversión. La
perversión como una estructura clínica, y los rasgos de
conducta respecto al goce sexual en las neurosis y en las
psicosis; en la psicosis puede tener un carácter funcional
porque estabiliza la posición del sujeto.
En las estructuras clínicas (neurosis, psicosis,
perversión) identificamos tres respuestas diferentes al
encuentro con la castración, con el no querer saber de la
castración en el Otro materno:
a) la represión para la neurosis;
b) la forclusión para la psicosis;
c) la desmentida o renegación para la perversión.
A su vez, cada estructura clínica tiene varios tipos
clínicos:
sádico como un perverso y otra cosa es, por ejemplo,
para un neurótico, que su rasgo de perversión sea
sádico, pero no es un perverso sádico. Cualquiera de
estas formas las podemos encontrar como rasgo de per-
versión en las neurosis y en las psicosis.
Veamos la diferencia entre fetiche y fetichización.
Cuando Freud escribe “Tres ensayos de teoría sexual”,
no dispone aún de la lógica Edipo- castración, con lo
cual, todavía no tiene formulado a qué lugar viene
exactamente el fetiche. Lo anticipo para que se vayan
orientando: el fetiche es elevar un objeto, en principio
cualquier objeto, al lugar del falo. Freud dirá que, en
general, los objetos fetiches son aquellos objetos ante-
riores al encuentro con la castración de la mujer.
Entonces, podemos encontrar que el objeto fetiche que
reniega de la castración es aquel objeto anterior al
encuentro con los genitales femeninos: el ruedo de una
pollera, una braga, para tonnar algunos ejemplos que
da Freud mismo. Antes del encuentro con lo que no hay
debajo de la braga, está la visión de la braga.
Les puede parecer un poco gracioso en esta época,
pero recuerden que Freud toma este ejemplo para
explicar una lógica: antes de encontrarse con los
genitales femeninos -o sea, con la castración en
términos de la lógica falo-castración-, ante el horror que
le provoca ese encuentro, el sujeto produce el objeto
anterior al encuentro -la braga, el ruedo de una pollera,
una bata, lo que puedan imaginar-. Eso que tapa es el
momento anterior al encuentro de la visión del genital
femenino. Lo fija como falo simbólico. Para entenderlo,
háganse la representación en lo imaginario: a aquello
que el sujeto vio antes de ver el horror de la castración,
se le da la dignidad del falo. El falo, en cuanto fetiche,
desmiente la castración pero, al mismo tiempo, es un
monumento a ella. Para Freud hay un momento de
S7
detención de la historia, como una película detenida en
una escena. Es una detención y una fijación.
físicos. Si bien es una condición erótica, no se desprende ese
rasgo de la persona, no se tiene una relación sexual con ese
rasgo separado de quien lo porta.
Una aclaración fundamental que no hice: estoy hablando de
los varones, porque perversión encontramos en varones, no en
mujeres, que solo las hay neuróticas o psicóticas. La perversión
es propia de la sexualidad masculina; en la sexualidad
femenina no hay perversas. En una mujer, la única modalidad,
la única figura del fetiche que hay es el hijo o hija, el hijo
viniendo al lugar del fetiche. Que no hay mujeres perversas
-por la cuestión del fetiche que ahora vamos a ver- no quiere
decir que no haya histéricas que tengan unos cuantos rasgos
perversos, pero no estamos hablando de estructura perversa.
Puede haber una mujer que tenga fantasmas, fantasías
masoquistas, pero una verdadera perversa masoquista no
existe. Hay mujeres que alcanzan un modo de satisfacción
sexual con una fantasía masoquista, y por eso los varones
creen que las mujeres son masoquistas, pero es una fantasía
masculina. No hay masoquistas femeninas, porque no hay
perversas. Ya vamos a ver que el fantasma como tal, siempre
es masoquista. Esto me permite hacer una aclaración. La
perversión implica gozar con la angustia del partenaire. Un
sádico no toma como partenaire a un masoquista, porque si lo
castiga, no se angustia sino que goza, entonces no le sirve.
Les recomiendo que lean ha Venus de las pieles, una novela
de Leopoid von Sacher-Masoch, de donde proviene el término
masoquismo. El protagonista es un masoquista que se Uama
Severino, y su pareja, Wanda, es una histérica. Al final de la
novela el personaje está en una columna, amarrado con
cadenas, para que su partenaire le pegue latigazos. Pero la
joven Wanda está cansada, es histérica y se angustia todo el
tiempo. Se retira, y aparece en escena otro personaje, el
griego, un sádico, y no un histérico que se angustia cuando le
pega. Como al sádico le gusta, entonces, lo castiga. Severino, a
partir de ese encuentro, regresa a su pueblo, se hace cargo de
la empresa familiar, se casa, tiene hijos y se cura. Es una
novela, un perverso no se cura así, pero sirve como ejemplo. El
exhibicionista goza con la angustia que produce, por eso hay
El problema es la instalación de la transferencia analítica,
porque el perverso no le supone al analista un saber sobre su
condición de goce, porque el que sabe absolutamente es él.
Retomemos. Decíamos que una cosa es la fetichización, que
vale como condición erótica, y otra cosa es el fetiche. Dice
Freud:
El caso patológico sobreviene solo cuando ía aspiración
al fetiche se fija, excediéndose de la condición
mencionada -)a condición erótica-, y reemplaza a la
meta sexual normal; y además, cuando el fetiche se
desprende de esa persona determinada y pasa a ser un
objeto sexual en sí mismo. Estas son las condiciones
generales para que meras variaciones de la pulsión
sexual se conviertan en desviaciones patológicas (p.
140).
MÂS ALLÂ
DEL
PRINCIPIO DE
PLACER
Clase 1
INTRODUCCIÓN AL CONCEPTO DE PULSIÓN DE MUERTE
s Lm sueño
Vamos i traumáticos
a comenzar con unaí El agieren
ruptura en la
crucial
entransferencia fort-Da 1 ,a
las elaboraciones quecompulsión del
Freud produce
consigo mismo, dado que es tal el valor de
aquella, que produjo en sus discípulos un
gran rechazo, y posteriormente originó
diferentes corrientes. De un modo
privilegiado, podemos decir que todo el
posfreudismo se puede leer de acuerdo a que
posición se ha tomado respecto de este
problema.
En su autobiografía, Freud confiesa la
angustia, las incertidumbres, los temores, los
avances y retrocesos para dar ese paso;
confiesa que, probablemente, fue el
momento más difícil de su elaboración
doctrinaria.
Como hijo de la modernidad, agujerea el
ideal de la época al formular el inconsciente,
esa herida profunda que es la causa de que
los sujetos no sepan lo que dicen cuando
hablan ya que, aunque crean saber lo que
dicen, no es así.
Todas las filosofías y las psicologías se
habían quedado en el límite igualando
aparato psíquico-conciencia. Freud produce
una ruptura enorme, primero porque formula
que el aparato psíquico no es sinónimo de la
conciencia y, luego, porque ni siquiera está
gobernado por el principio de placer, ya que
injustos. En el siglo XX —el siglo de las dos grandes
guerras mundiales- Freud se encuentra con las masacres
de millones de personas, con el despliegue del estalinismo,
del fascismo, del nazismo. Y así como se halla con esto en
el campo social, también lo hace en su clínica, con este
modo de satisfacción en el dolor y con una tendencia en el
sujeto que no se guía por el bien, que no está gobernada
por el principio de placer. Esto no solo modifica todo lo que
había desarrollado, sino que la clínica le exige un
ordenamiento conceptual diferente.
Es fundamental la docilidad de Freud para ser
permeable —como él mismo dice—, porque si en su
práctica se le presenta un elemento discordante con todo
un ordenamiento conceptual, no se trata para él de
desecharlo por no entrar en dicho ordenamiento, sino todo
lo contrario. Se trata de darle una dignidad a eso que
surge en la práctica clínica, para hacer otro ordenamiento
conceptual y tirar abajo todo lo que se había construido,
para poder dar cuenta conceptualmente de ese real de la
clínica. Vemos ahí, realmente, un pensador con coraje, con
agallas, gobernado por una ética que hacía que el más
mínimo elemento que no entrara en el ordenamiento
conceptual pudiera tirar abajo todo con lo que contaba
hasta el momento. Hay que poder hacer eso; más, cuando
estaba en 1920 y hacía ya muchos años que venía
produciendo teóricamente y atendiendo pacientes.
Freud se fiie encontrando en la clínica con ciertas
cuestiones a las que trató de buscarle solución antes de
dar ese paso. Algo relevante con lo que se encontró fueron
los sueños punitivos. Al respecto, venía diciendo que los
sueños son una realización de deseos a partir de que el
aparato psíquico está gobernado por el principio de placer.
El trabajo del sueño como desfiguración, con el
desplazamiento y la condensación como operadores de la
censura onírica, estaba al servicio de expresar deseos
inconscientes que, al entrar en contradicción con la
Freud abre ese capítulo en cuestión, con el famoso sueño
“Padre, ¿no ves que me abraso?”, en el que el hijo muerto
increpa al padre con esa frase que produce el despertar. En
él, Freud realiza un esfuerzo teórico enorme para sostener
que había una realización de deseo al servicio del principio
de placer.
Si la función del sueño es conservar el dormir, hay allí un
fracaso, porque el sujeto despierta. El sueño es el siguiente:
a un padre se le había muerto su hijo; durante el velatorio,
deja a un anciano al cuidado del féretro -con velas
encendidas a su alrededor- y se va a dormir, pero se duerme
con la preocupación de si ese anciano iba a poder quedarse
despierto para velar a su hijo. En medio de la noche se
produce el sueño en el que el hijo le dice: “Padre,
¿entonces, no ves que me abraso?”. El padre despierta y se
encuentra con que una de las velas se había caído sobre el
ataúd y estaba prendiendo fuego la mortaja. Freud sostiene
que lo despertó esa intensa luminosidad del fuego, y que el
deseo que había en el sueño, como realización de deseo,
era que el hijo continuara viviendo.
En verdad, como veremos, no lo despierta la realidad de
la vela caída sobre el féretro; lo despierta la frase misma del
hijo como reproche. Quizá -dice Freud- la frase tiene que ver
con un momento en la enfermedad del hijo, en el cual algo
de estas palabras fueron dichas, y el hijo le reprochaba al
padre “no ves que estoy ardiendo” de fiebre. La verdad
aparece en el punto más cruel de un hombre: que un hijo lo
increpe como padre por no haber estado a la altura de su
función. En realidad, es este horror lo que despierta a ese
sujeto. FaUa la función del sueño; es un sueño traumático
en el que el desplazamiento y la condensación no pueden
operar. El sujeto despierta para poder seguir viviendo
dormido ante esa otra realidad. Más allá de la realidad
psíquica misma, está esa dimensión traumática en esa
frase.
el aparato está gobernado por el principio de placer, si
una y otra vez se vuelve a la escena del trauma?
Freud se encuentra en la clínica con otra cuestión -que
ya trabajamos en “Recordar, repetir y reelaborar” (1914)
—: la repetición. Teníamos la transferencia en su carácter
de motor, al servicio del despliegue del inconsciente, de
la emergencia de las producciones del inconsciente —vía
los sueños, los lapsus, los actos fallidos—; la
transferencia analítica como la palestra, el escenario
donde la repetición de los representantes psíquicos que
marcaron la historia de un sujeto se producen como
formaciones del inconsciente. Pero también, nos;
encontramos con el agieren, el actuar en transferencia,
que es otra cara de la repetición ya no son los
representantes psíquicos que se repiten en la producción
de las formaciones del inconsciente, sino lo que se repite
en acto.
Esto pone en juego ya no la transferencia positiva,
motor, sino la transferencia negativa, los modos de la
transferencia negativa gobernados por las dimensiones
eróticas o las dimensiones hostiles. Freud se encuentra
con que el sujeto repite en transferencia -y en relación
con la persona del analista—, fragmentos de su vida
infantil que siempre fueron penosos. O busca hacerse
tratar mal, con frialdad, hostilmente, busca promover
respuestas del analista en la línea del maltrato o, bien,
se pone en juego la presentificación erótica, una
interrupción del decurso del trabajo analítico como
asociación con la detención de ese modo de trabajo. El
análisis continúa por otros medios, vía el agieren, vía
ese repetir en la transferencia, como un actuar en
transferencia. Lo llamativo de esto, que es algo central
en la cura de la neurosis, es que lo que se repite como
actuación en transferencia —enlazando a la persona del
médico— son fragmentos de la vida que siempre fueron
penosos.
escondía detrás de un mueble pronunciando “o, o, o, o”
-que Freud traduce por un fort, que en alemán significa
“se fue”—, como escenificando la partida de la madre;
tiraba luego del piolín, y ahí pronunciaba T>a —“acá
está”-, con júbilo. Hasta ahí, es un juego que parece algo
nimio, que también puede hacer un animal doméstico,
claro que el animal doméstico no dispone de un orden
simbólico que le permita situar una supuesta identidad
entre el carretel que desaparece y el que vuelve a
aparecer, porque el fort-Da implica nombrar el mismo
carretel. ¿Qué hace que pueda nombrarse que el mismo
carretel que desapareció es el que apareció? ¿Qué es lo
que hace que haya posibilidad de identidad entre uno y
otro? En verdad, es una identificación: identifico el que
aparece con el que desapareció con una forma lógica que
sería A = A, pero para poder decir eso necesito dos cosas.
Primero, disponer de la letra A y del signo = y, segundo,
producir un desvío, porque una cosa es la primera letra A
y otra, la segunda. Es un problema lógico.
¿Qué le llama la atención a Freud? ¿Por qué sostiene
que se trata de un juego para superar lo doloroso de la
partida de la madre, un modo de elaborar la situación
traumática, como así también lo es esa primera respuesta
a los sueños traumáticos?
Freud observa, primero, que el niño no mostraba ningún
sentimiento de disgusto, dolor ni angustia por la partida
de la madre y, además, que la mayoría de las veces, la
parte del juego que más repetía era la de hacer
desaparecer el carretel -que sería el punto doloroso-.
Dado que el intento de reelaboración de lo traumático al
servicio del principio de placer debería ser siempre el
juego completo, ¿de qué se trata? ¿Qué quiere decir que
juegue a la desaparición misma, a lo que sería el punto de
dolor?
Por un lado, el juego no es sin esos dos representantes
psíquicos: fort y Da. No es que solo juega con el carretel,
sino que pronuncia estos dos significantes en alternancia,
posible porque la madre se va, porque no está en presencia
de la madre. ¿Qué quiere decir que una madre se vaya para
que un hijo pueda jugar al fort-Da} Quiere decir que esa
persona que es la madre de ese niño, tenga un deseo más
allá de ese niño, por ejemplo, el padre del niño. Irse es que
no le esté todo el tiempo encima como objeto absoluto de
su deseo y de su goce; en otras palabras, que el niño no la
colme.
Entonces, para que haya juego, producción de los
representantes psíquicos, juego de alternancia -que es fort-
Da como sistema de diferencias, como operador lógico de
diferencias—, es necesario que, en ese sentido, una madre
se retire.
Primera cuestión, tenemos al niño jugando y
satisfaciéndose a nivel del fort y el Da, una satisfacción en
producir los representantes psíquicos de esta alternancia y
diferencia.
Segunda cuestión, ¿qué es ese carretel? ¿Es la madre que,
haciéndola pasar por él, le permite manejar la escena -él lo
hace desaparecer y lo vuelve a traer—? ¿La madre está
representada en ese carretel? No. Es una parte de sí mismo,
representa aquello que pierde para poder ser un sujeto,
aquello que le permite separarse de ese Otro. Pero ¿qué es
eso de sí mismo perdido y, al mismo tiempo, con lo que el
sujeto tiene un lazo, un piolín? Es el objeto de la pulsión
parcial. Decíamos que para Freud, el neurótico está
gobernado desde dos lugares, tiene dos amos. Por un lado,
está sobredeterminado por estos representantes psíquicos
en alternancia —el inconsciente— y, por otro, está fijado a
un objeto.
Esto abre la vía de la tercera cuestión respecto a este
juego: ¿al servicio de qué está este juego? Freud dice que a
partir de lo que se encuentra en la clínica y en la sociedad,
debe producir un concepto nuevo: un cambio en el modelo
pulsional.
la libido al yo; y en la esquizofrenia, regresión de la libido al
autoerotis- mo, se libidinizaba todo el aparato, aunque
quedaba un resto libidinal que no había pasado jamás a los
objetos, que no era efecto de la regresión, sino que era algo
que no había pasado nunca a los objetos.
Acá tenía otro problema, que había situado
tempranamente en el “Proyecto de Psicología” (1950
[1895]). En este texto, Freud ubica no solo la experiencia de
satisfacción que marcaba el destino del deseo en el sujeto,
como deseo añorante de aquello que ha perdido
-fundamento de la búsqueda fallida de la identidad de
percepción, fundamento de la realización alucinatoria dcl
deseo-, sino también la experiencia de dolor que dejaba un
resto llamado afecto, que era diferente al deseo.
En los primeros trabajos, se encontró también con la
hipótesis au- xihar como fundamento del conjunto de las
neuropsict)sis; esa fuente no era una fuente independiente
de placer, sino de displacer: fuente independiente de
desprendimiento de displacer.
A su vez, se encontró con que en la emergencia de la
defensa respecto a la representación inconciliable, había
una cara de éxito de la defensa, un representante psíquico
quedaba en el grupo psíquico escindido, inconsciente, que
luego retornaba como retorno de lo reprimido. Pero la
defensa es un éxito paradójico; opera, reprime, y eso
implica retorno de lo reprimido; pero hay un punto en el que
la defensa fracasa, ya no porque lo reprimido retorna
desfiguradamente, sino porque no puede frenar lo que es la
dimensión compulsiva que se expresa en los ceremoniales,
en los rituales obsesivos, en la compulsión del síntoma, en
la dimensión económica, cuantitativa, en la que el obsesivo
por más que desplace de representante en representante,
siempre tiene un exceso en sus pensamientos. Es la
imposibilidad de tramitar ese exceso.
Tenemos lo exitoso: se reprime el representante psíquico,
que retorna desfiguradamente, y el fracaso: no hay modo
de que esa versión está destinada al fracaso porque nombra
la imposibilidad de la completud. ¿Qué querría decir que la
completud fuera posible? Que tendríamos un objeto
predeterminado para la pulsión, pero sabemos que no es así.
Por eso hay tantas posiciones sexuadas: heterosexuales,
homosexuales, transexualismo, travestismo, etcétera; los
diferentes objetos parciales y sus revestimientos, y todo el
campo de las perversiones (voyerismo, exhibicionismo,
etcétera).
La otra referencia freudiana es el filósofo alemán
Schopenhauer, con su obra mayor Kl mundo como voluntad
y representación y, especialmente, lo que trabaja como
voluntad; porque para la cuestión de la representación Freud
tenía suficiente con Herbart y con Hartmann, el filósofo.
Schopenhauer hace entrar en la cuestión al cuerpo y afirma,
al modo freudiano, que no es que los pensamientos gobiernen
las pasiones sexuales, sino al revés, que las pasiones sexuales
gobiernan a los pensamientos.
Dice Freud, entonces, que hay una pulsión más originaria
-da explicaciones biológicas a modo de metáforas—; que hay
una tendencia del ser vivo a volver a lo inorgánico, a la
muerte. La pulsión de vida lo único que hace es retrasar y
marcar las vías por donde el organismo morirá, ubicando así
la dimensión del eterno retorno.
A la pulsión de muerte la llama también de destrucción, de
dominio, de apoderamiento y destrucción. Es el soporte de
esa satisfacción en el dolor propio y ajeno. La existencia de
una pulsión más originaria que la pulsión de vida fundamenta
que el aparato psíquico no está gobernado por el principio de
placer, sino que -es el título del texto- hay un más allá del
principio de placer que gobierna el aparato psíquico.
Por eso, el síntoma neurótico puede llamarse satisfacción de
la necesidad de castigo; por eso es que el masoquismo es
primario; por eso es que los sujetos vuelven una y otra vez a
de la pulsion de muerte; transforma el más allá en
ganancia de pia- cer, en un plus de placer.
Es muy importante diferenciar si cuando se habla
de displacer se está refiriendo al más allá o a ese
momento de displacer dentro del principio de placer.
Es por eso que Freud sostiene que uno: al principio
de placer habría que llamarlo principio de placer-
displacer y, dos: fiiera de él, se trata del más allá
del principio de placer, porque el displacer, una vez
dentro del artefacto, no es más allá del principio de
placer, es la pulsión de muerte ligada a la pulsión de
vida, y la pulsión ligada al deseo. A este artefacto,
Freud lo llamaba fantasía cuando todavía no disponía
del concepto pulsión de muerte. Produce una
ganancia de placer, puede implicar una situación
dolorosa acotada al servicio de un modo de
satisfacción dentro del marco de esc artefacto. Para
utilizar el ejemplo anterior: no es lo mismo decirle a
alguien en un acto amoroso “te quiero matar”, a que
el partenaire diga “mátame”. En un caso funciona el
artefacto de la ganancia de placer y, en el otro, ha
caído esa precipitación en el más allá.
Clase 2
INTRODUCCIÓN AL MASOQUISMO
* Masoquismo erògeno ^
Masoquismo femenino ft
Masoquismo moral
s Masoquismo primario »
Masoquismo moral ^
Retomaré Sentimiento
dos textos:
inconsciente
“El problema
de económico del
culpa Necesidad
masoquismo” y “El yode ycastigo s
el ello”, para ampliar sus
desarrollos, dos textos imbricados el uno con el otro. El
primero se apoya necesariamente en la segunda tópica, es
decir, en el desarrollo que hace Freud respecto al
ordenamiento dcl aparato psíquico. A su vez, no se podría
entender “El yo y el ello” si no tuviéramos la referencia de
“El problema económico dcl masoquismo”; así es que son
dos textos que se necesitan, son textos de un mismo
ordenamiento conceptual, pertenecen a una misma área
de interrogación, a un mismo problema u obstáculos en la
clínica. Ya no portan la pregunta por cómo se desarrolla un
psicoanálisis, sino por cuáles son los obstáculos para la
conclusión de un tratamiento anah'tico, aportan la
pregunta respecto del final de análisis.
Ambos textos enlazados provienen de un lecho común:
“Más allá dcl principio de placer”, donde se encuentra la
introducción del concepto de pulsión de muerte y la tercera
formulación del modelo pulsional. Con lo cual tenemos el
aparato psíquico regulado por el más allá del principio de
placer, las pulsiones de autoconservación y sexuales re-
unidas en pulsiones de vida (Eros) y, por otro lado, la
necesidad clínica y teórica de la introducción del concepto
de pulsión de muerte.
¿De qué nos habla cada uno de estos textos en su
estrecha copertenencia? “El problema económico del
masoquismo” ubica las modalidades de satisfacción de la
pulsión; opera sobre “Pulsiones y destinos de pulsión”
(1915). La tesis freudiana acerca de que el sadismo era lo
primario, como intencionaÜdad o voluntad pulsional
-sostenida en aquel texto-, aquí sucumbe. El sadismo es
segundo. Podíamos anticiparlo en el texto cuando trabaja
Lo primario es el masoquismo, lo primario es el placer
en el dolor contra sí mismo. El ser humano tiene una
satisfacción en el dolor contra sí mismo. Estoy uniendo
satisfacción con dolor y, en el mismo acto, estoy ligando
la pulsión de vida con la pulsión de muerte. El
masoquismo habla de la ligadura, de la fusión, o de la
mezcla -de acuerdo a las traducciones- entre la pulsión
de vida y la pulsión de muerte; pulsión de muerte que
hemos visto en la clase sobre “Más allá del principio de
placer” con los tres referentes freudianos; el juego del
carretel, los sueños traumáticos y la compulsión de
repetición en la transferencia.
Freud sostiene que tenemos que suponer en el origen,
en la constitución del sujeto, una expulsión de grandes
cantidades de pulsión de muerte -lo trabajó en la
relación yo placer-yo realidad en “Pulsiones y destinos
de la pulsión”- Sostiene que lo que produce placer es el
yo, y lo que produce displacer es el no-yo, lo otro, lo
extraño, lo extranjero.’ Podemos decir que el
masoquismo es la ligadura de la pulsión de muerte que
resta -no expulsada- con la pulsión de vida. Esa primera
ligadura forma lo que Freud llama el masoquismo
erògeno. Por lo tanto, el masoquismo erògeno habla de
la primera ligadura del resto de pulsión de muerte que
quedó a partir de esa primera expulsión, el resto de
pulsión de muerte que quedó con la pulsión de vida.
Esto parece una construcción metafísica, pero lo voy a
poner a raya de la clínica, de lo observable. Para que un
sujeto se pueda constituir como tal, en su origen tuvo
que haber perdido algo que jamás volverá a recuperar;
podemos decir, un estado de goce absoluto, completo.
Por otro lado, no perderlo, quedarse en ese estado de
1 Este tema está trabajado, fundamentalmente, en el
texto “La negación” (1925), en S. Freud. Obras
completas, tomo XIX. Buenos Aires, Amorrortu
editores, 1990.
violar, hacerse golpear, torturar; tal como es la fórmula
del fantasma “Pegan a un niño”. Entonces, la referencia
conceptual del masoquismo femenino no son los textos
sobre la feminidad, sino el texto “Pegan a un niño”, en el
que ubica la segunda fase -la que nunca existió, la que es
construida: soy pegado por el padre- como identificación
del sujeto con esa posición de objeto: hacerse pegar,
pegado. La voz segunda del esquema de la construcción
del fantasma, el segundo momento, el más importante, es
en voz reflexiva que, en términos gramaticales de la
construcción del fantasma, se coagula como participio
pasivo o pretérito, no es pegar ni ser pegado, violado,
amordazado, etcétera: es “hacerse” pegar. Es una
actividad al servicio de una meta pasiva. En el campo de
la neurosis, todos portan masoquismo femenino como
universal, en todos está el “hacerse” pegar, pero para
cada uno es a su manera, en sus variaciones personales.
Es a la carta.
Entonces, el masoquismo femenino entra en
correspondencia conceptual y lógica con “Pegan a un
niño”, y entra en conexión lógica y conceptual con la
resistencia del ello —como una de las resistencias
estructurales-. Por ahora, lo dejo ahí hasta que tome el
ordenamiento de la segunda tópica. Ese “hacerse” pegar
se pone en juego en el análisis, y el analista debe saber
maniobrar para rechazar esa satisfacción. No tiene que
ver con la feminidad, ni tampoco con la perversión
masoquista. El neurótico se toma de los materiales de los
perversos para la construcción de sus fantasías, pero no
es del campo de la estructura perversa.^
Freud se encuentra con algo que ya había trabajado en
2 El fantasma Implica la perversión en la medida en
que se trata de un modo privilegiado de obturar la
castración del Otro. Esa perversión no tiene que ver
con la psicopatologia perversa; es lo mismo que la
resistencia del ello al final del análisis, cuando este
último se convierte en un peligro para el sujeto.
m
maria-reproche-conciencia moral. ¿Y el autorreproche? Era
un modo de satisfacción. El autorreproche mismo se
transformaba en una satisfacción al servicio de la hipótesis
auxiliar: íiiente independiente de desprendimiento de
displacer, fórmula con la que contaba cuando todavía no
tenía todo el ordenamiento.
Tenemos, entonces, una satisfacción en la conciencia
crítica. ¿Recuerdan Crimen y castigo^ de Dostoievski?
Allí, el personaje central, Rodión “Rodia” Raskólnikov, vivía
absolutamente torturado por un profundo sentimiento de
culpa. Para poder aliviar ese sentimiento tiene que reahzar
un asesinato, y mata a una anciana. Freud lo trabaja res -
pecto de los que delinquen por sentimiento de culpa.
Como un modo de calmar el martirio, esa satisfacción que
es mortificante, la resuelven cometiendo un delito para ser
sancionados, dado que esa sanción los alivia. Alivia porque
lo localiza un Otro ^1 juez, la cárcel- que da una sanción.
Esa es la paradoja. La cuestión no es primero el crimen y
después el castigo; es, primero, la necesidad de castigo y,
luego el crimen para obtener una sanción del Otro, en este
caso de la justicia. En el caso de la economía psíquica, es
exactamente lo mismo. Primero, la necesidad de castigo
del yo y, luego, lógicamente, el sentimiento inconsciente
de culpabilidad a partir del superyó. Es un modo de
satisfacción paradójica cuya zona erogena es la
conciencia, la mortificación del superyó y la necesidad de
castigo del yo.
Según Freud, hallamos en los sujetos un masoquismo
moral —esto es una atrocidad en la cultura occidental
judeocristiana-, la moral como un modo de satisfacción. El
superyó, en cuanto instancia heredera del complejo de
Edipo, heredera de la supuesta referencia normativa de la
prohibición paterna, en su hipermoral se satisface; y no
solo lo conocen claramente los obsesivos, sino que
también se produce en el campo de lo social. Un dictador
puede decir: vamos a eliminar a los subversivos, después
a los que
ÍÍ4
los apoyan, a los que hacen la logística; después
don Esto es lo paradójico del superyó. Freud dice que así
como el ello es “amoral”, el superyó es hipermoral, sin
comillas, ya vamos a ver por qué. Entonces, la conciencia
moral, como masoquismo moral, es una satisfacción en el
dolor a partir de la moral misma; la moral como un modo
de satisfacción en el dolor.
Pero una aclaración importante —que no hubiese sido
necesaria hace qxiince o veinte años-: ¿nos lanzamos
todos a procurarnos nuestros modos de satisfacción sin
miramiento por nada ni por nadie, ya que no le vamos a
dar el gusto a la moral que está todo el tiempo
diciéndonos “este pecado no, este pecado no”? ¿El
psicoanálisis es una práctica que lleva hacia un modo de
vida que impÜcaría lanzarse a los modos de satisfacciones
pulsionales de cada uno? No. El psicoanálisis produce
sujetos responsables, sujetos que respetan la diferencia y
al otro; no con una hipermoral, pero sí sujetos con
principios, que tienen que ver con la responsabilidad.
Una cosa es el poder hipermoral del superyó, el
masoquismo moral, y otra cosa es el efecto del
psicoanálisis al operar para hacer caer eso, porque esa
satisfacción paradójica del superyó se presenta en la clíni-
ca. ¿De qué modo? Freud lo llama reacción terapéutica
negativa. La reacción terapéutica negativa es la
resistencia del superyó jugándose en el tratamiento
mismo. Es la expresión, el modo de presentación del
masoquismo moral, de la satisfacción del superyó en
transferencia. Entonces, la referencia del masoquismo
moral, el autorreproche obsesivo —de los primeros textos-,
es el superyó.
Aquí se abre otra articulación con “Inhibición síntoma y
angustia”. Freud se encuentra con que los síntomas no
solo querían decir algo, sino que eran un modo de
satisfacción; llega a decir -en uno de los primeros textos
que han trabajada- que son la práctica sexual de los
neuróticos. Más adelante, se presentan ciertos obstáculos
sentirse culpable por sus deseos incestuosos y parricidas
-deseo de acostarse con su madre y matar al padre-, es
paradójico porque no se siente culpable, sino enfermo, Pero
ahí donde se siente enfermo, sabemos que en verdad se
siente culpable por sus deseos incestuosos y parricidas. La
fórmula del Edipo es deseo incestuoso hacia la madre-
deseo parricida hacia el padre-sentimiento inconsciente de
culpa-busco ser castigado por mis deseos prohibidos.
Hasta aquí la explicación cierra, pero para eso no se
necesita el masoquismo primario; ¿para qué se necesita
esto si hay primero una satisfacción en procurarse dolor?
Freud dice que a esos deseos incestuosos, la prohibición
dice no, por lo tanto aparece la culpa por tener esos deseos.
Por eso el neurótico padece la conciencia crítica, la culpa-
bilidad y el superyó que lo critica. Paga con el padecimiento
porque es culpable de estos deseos. El sujeto, en vez de
sentirse culpable, se siente enfermo. Ese sentirse enfermo
es una metáfora de sentirse culpable por los deseos
incestuosos. Pero, como decíamos, para eso no se necesita
el masoquismo primario, alcanzará con la explicación
edípica. Sin embargo, primero está el masoquismo, está la
enigmática satisfacción en el dolor contra sí mismo. Todo lo
demás es una construcción neurótica para darle un texto,
una autointerpretación de esa enigmática tendencia a
satisfacerse en el sufrir.
Freud explica que el yo es masoquista y el superyó es
sádico, aunque en realidad sabemos que no hay
complementariedad entre sadismo y masoquismo, pero
descriptivamente el yo necesita, para satisfacerse,
castigarse, y tiene a partenaire, el superyó, que le dice
“Sos culpable”. En la actualidad, el superyó no es
prohibidor, exige gozar más, siempre le resulta poco; es uno
de los problemas clínicos fundamentales.
En el “El yo y el ello” afirma que no alcanza con el
conflicto de instancias consciente-preconsciente-
no es el yo completo del narcisismo, tampoco es el yo =
conciencia. En su núcleo hay algo diferenciado,
desgarrado estructuralmente, que se llama ello, sede de
las pulsiones, sede de los restos visuales y auditivos. Es
el punto freudiano en el que la gramática del ello se
articula con la construcción del fantasma, y es el nombre
de una de las resistencias estructurales, la resistencia
del ello.
Se trata entonces, ahora, de saber qué hacer ya no
con lo que es reprimido, porque lo reprimido lo
interpretamos, sino con ese inconsciente no reprimido.
Ya no alcanza la interpretación, porque interpretamos lo
reprimido. Con lo cual, si ya no se trata de
representantes psíquicos reprimidos que retornan
desfiguradamente, ¿cómo operar?
Freud sostiene que la resistencia del cUo —como sede
de las mociones pulsionales- es también la sede de
donde toma fiicrza económica el superyó. El superyó
abreva su energía, en términos de economía libidinal, en
las mociones pulsionales del ello. Así como tenemos un
lugar diferenciado -una desgarradura dentro del yo que
es el ello-, tenemos otro desgarramiento, otro lugar
diferenciado que es el superyó, la conciencia moral, la
instancia crítica que se abastece de las mociones
pulsionales del ello. Y también -aunque de un modo ab-
solutamente diferente-, se abastece de restos auditivos,
de lo oído; de dichos de la trama infantil, de la trama del
Edipo; dichos formulados que fijncionan como imperativo
moral pero, recuerden, son dichos como frases que
funcionan como imperativo moral. La frase en el famoso
ejemplo freudiano de obsesión del Hombre de las Ratas:
“Serás un gran hombre o un gran criminal” es tremenda,
porque la alternativa, si no es un gran hombre, es ser un
gran criminal; es insensato ya que no es tan fácil ser un
gran hombre. Pero así como está el dicho, insensato, que
no reconoce la debilidad del sujeto, que lo aplasta con
sus exigencias y sus críticas, también aparece en esos
dichos resto auditivo, la voz. Está lo que se dice, pero
Clase 4
INTRODUCCIÓN AL SUPERYÓ
SURGIMIENTO Y
ACTUALIDAD DEL
PSICOANÁLISIS
Clase 1
EL SURGIMIENTO DEL PSICOANÁLISIS; SU CONTEXTO
CULTURAL. FREUD: HUO SUBVERSIVO DE LA ILUSTRA-
CIÓN Y DEL IDEAL DE LA RAZÓN
757
Clase 3
CULTURA, MALESTAR Y SEGREGACIÓN
<-f-Angustia
traumática K Angustia
La primera pregunta que nos formulamos es: ¿cuál
señal « Perturbación
La Transferencia
Edipo-castración
tomo X.
tomo XIX.
las perversiones
completas, tomosexuales”, en Freud,
XIX. Buenos Aires,S.:Amorrortu
op. «V., tomo XVII.
editores,
1990.
^Inhibición, síntoma y angustia”, en Freud, S.: Obras completas, to-
mo XX. Buenos Aires, Amorrortu editores,
1990.
‘Fetichismo”, en Freud, S.: Obras completas, tomo XXI. Buenos Ai-
res, Amorrortu editores,
1990.
“Cartaen
Acrópolis)”, a Romain
Freud, Rolland (Una
S.: Obras perturbacióntomo
completas^ del recuerdo en la
XXII. Buenos
Aires, Amorrortu editores, 1990.
tomo XXIII.
-----R.S.I., inédito.
-----“Nota italiana”, en Lacan, J.: Otros escritos. Buenos Aires,
Paidós, 2012.
41,2004.
m
mo XIX. Buenos Aires, Amorrortu editores, 1990.
“Nuevas
op. conferencias
fi/., tomo XXII. de introducción al psicoanálisis”, en Freud, S.:
Í75
Impreso en BMPress
Av. San Martín 4408
Ciudad de Buenos Aires
Abril de 2014