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Lectura

Serie Tyché
Directora: Damasia Amadeo de Freda

Delgado, Osvaldo L.
LecUiras freudianas 2
1" edición - San Martin: Universidad Nacional
de Gral. San Martin. UNSAM EDITA;
Fundación CIPAC, 2014.
176 pp.; 15 X 21 cm. (Tyché / Damasia Amadeo
de Freda)
ISBN 978-987-1435-72-2

1' edición, abril de 2014 © 2014 Osvaldo L.


Delgado
© 2014 UNSAM EDITA de Universidad
Nacional de General San Martin © 2014 Pasaje
865
UNSAM EDITA
Campus Miguelete, Edificio Tornavía
Martin de Irigoyen 3100, San Martin
(B1650HMK), provincia de Buenos Aires
unsamedita@unsam.edu.ar
www.unsamedita.unsam.edu.ar
Pasaje 865 de la Fundación Centro Internacional
para el Pensamiento y el Arte Contemporáneo
(CIPAC)
(54 11)4300-0531 Humberto Primo 865
(CABA) pasaje865@gmail.com
Diseño de interior y
tapa: Ángel Vega
Edición digital: María
Laura Alori Corrección:
Wanda Zoberman
Ilustración de tapa: Francisco Hugo Freda, Líneas y
curvas (fragmento), 2012
Queda hecho el depósito que dispone la Ley
Lectur
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UNSA PASAJE 865/


M
Prólogo por Damasia Amadeo de Freda 9
Freud: un pensamiento de actualidad

Parte I 13 U\ TRANSFERENCIA
Clase 1 15
Transferencia y repetición
Clase 2 2J
Transferencia y resistencia
Clase 3 31
Transferencia y sugestión
Parte 2 37 EDIPO-CASTRACIÓN
Clase 1 39
Complejo nuclear de la neurosis.
Anudamiento complejo de Edipo-complejo
de castración Clase 2 47
Odipu skomplex
Clase 3 55

Consideraciones críticas de la concepción


fireudiana de los complejos de Edipo y de
castración

Parte 3
Clase 3 111
Introducción a la segunda tópica
Clase 4 119
Introducción al superyó
Clase 5 123
Sobre la angustia de castración
Parte 5
127 SURGIMIENTO Y ACTUALIDAD
DEL PSICOANÁLISIS
Clase 1 129
El surgimiento del psicoanálisis:
su contexto cultural. Freud: hijo
subversivo de la Ilustración y del
ideal de la Razón
Clase 2 143
El psicoanálisis en el debate contemporáneo
Prólogo
FREUD: UN PENSAMIENTO DE ACTUALIDAD

Lecturas freudianas 2 es el segundo volumen de


un conjunto de clases que el doctor Osvaldo
Delgado dictó en la materia Psicoanálisis: Freud
I, de la Facultad de Psicología de la Universidad
de Buenos Aires, en el año 2006.

Al igual que en Lecturas freudianas 1, se ha


mantenido sin modificación alguna el desarrollo
conceptual del curso. Las modificaciones que se
introdujeron fijeron necesarias para conservar las
reglas propias de lo escrito, sin por ello perder el
solamente un ejemplo, pensemos en el
vocabulario. Palabras que existían antes de su
descubrimiento, como “inconsciente”, “deseo”,
“fantasía” o “histeria”, adquieren un sentido
completamente nuevo a partir de su obra; o
palabras que antes no existían, como por ejemplo
“psicoanalista”, a partir de su creación, harán su
entrada en el siglo XX con una potencia tal como
para transformar la realidad efectiva, hasta el
punto de que la idea del hombre, pero sobre todo
el hombre mismo, nunca más volverá a ser lo que
era.

Basta con leer los índices de Lecturas


freudianas 1 y 2 para hacerse una idea de tal
transformación. El primer volumen comienza
planteando a la defensa como lo que constituye a
todo aparato psíquico; continúa con el problema
de la paradójica satisfacción del cuerpo -ilustrada
a partir de los síntomas histéricos de los primeros
casos de Freud-; sigue por la temática de la no
menos paradójica realización del deseo —cuyo
logro más acabado Freud la encuentra en el sueño
—; y concluye con el planteamiento acerca de
qué puede ser el inconsciente más allá de la idea
JO
En la segunda parte trata el complejo de Edipo
y el de castración. Allí, pone el acento en la
imposibilidad estructural de acceso al objeto por
estar perdido para siempre, luego de una primera
pero también mítica experiencia de satisfacción;
imposibilidad de acceso que luego el Edipo, en
cuanto aparato simbólico, en cuanto ficción, va a
ocuparse de transformar lo imposible en
prohibición. Asimismo, va a destacar en estas
clases que la función del falo, como “premisa
universal del pene”, es marcar el cuerpo femenino
con una ausencia, con una falta, que dará paso en
ambos sexos al horror a lo femenino por ser
considerado como afectado por la castración. Esta
segunda parte concluye con las desviaciones y
confusiones a las que se prestaron más tarde,
dentro y fuera del psicoanálisis, las ideas que
condensan el complejo de Edipo y el de
castración descubiertos por Freud.

Tres son las clases de la tercera parte, en


cuyas dos primeras se puede observar un
contrapunto entre lo que es fantasía y lo que es
perversión. Aquí, la idea freudiana de que la
neurosis es el negativo de la perversión, cobra
tipo de cultura y que permitieron -o al menos
fueron el contexto- del surgimiento del
psicoanálisis a fines del siglo XIX y principios del
XX. Se trata de un elogio a Freud y a su
descubrimiento; un verdadero homenaje a aquel
que subvirtió el saber y la idea que, hasta el
momento, el hombre tenía de sí mismo. Como en
el trazado de un arco, Osvaldo Delgado llega
hasta la actualidad y reflexiona sobre el malestar
actual en la cultura para compararlo con el de la
época de Freud. No se amedrenta ante la
aparición de nuevos síntomas; sin titubear,
fundamenta al cada vez más extendido “ataque de
pánico”, a partir de las nociones de angustia
trabajadas por Freud en distintos momentos de su
obra.

La complejidad que dejan entrever estos temas


indica que introducir el psicoanálisis -y más
específicamente la obra de Freud- no es tarea
sencilla. De hecho, lo asombroso de estos cursos
es que a medida que avanzamos en su recorrido,
nos vamos encontrando con temas cada vez más
complejos siempre tratados con mucha claridad.
Parte

1^ TRANSFERENCIA
Clase 1
niANSFERENCIA Y REPEnCIÓN

'^Abstención del analista s-


Recuerdo/repetición
Transferencia motor/obstáculo
•‘^Presencia del analista

Desarrollaremos dos conceptos fundamentales del


psicoanálisis: la transferencia y la repetición. Muchas veces,
suele haber cierta confusión entre ambos, ya que en algunos
momentos Freud se refiere a la transferencia como una
repetición, pero en verdad se trata de conceptos diferentes.
Tienen relación entre sí, pero el concepto de transferencia no
está subsumido al de repetición. Vamos a abordar
fundamentalmente dos textos: “Recordar, repetir y
reelaborar” y “Sobre la dinámica de la transferencia”.

Sabemos que la regla de la asociación libre es la que viene


a ocupar el lugar de la sugestión y del artificio de la presión
sobre la frente. Se puede pensar el surgimiento mismo del
psicoanálisis -a diferencia de los maestros anteriores a Freud-
a partir de la formulación de dicha regla, pues es la que da
Lo primero que vamos a despejar es que la regla de
abstinencia no tiene un fundamento moral —como
vulgarmente se la entiende—, sino ético. No se refiere a que
no haya encuentros sexuales entre analista y analizante, desde
ya. Va más allá de una cuestión de prohibición. En el mismo
momento en que hay una respuesta amorosa o sexual por parte
de un analista, deja de haber análisis; cae el dispositivo
analítico: o hay análisis o hay encuentro amoroso. Pero la
regla de abstinencia va mucho más allá de esto, pues el
analista puede satisfacer demandas del analizante de muchas
maneras. Sabemos que hay personas que se satisfacen con un
trato frío, distante u hostil. El absoluto silencio por parte del
analista también puede ser un modo de satisfacción. Hay gente
que cree que si un paciente pide un vaso de agua y el analista
se lo alcanza, está satisfaciendo una demanda cuando, en
verdad, puede estar satisfaciéndola al negárselo. Lo que Freud
dice es que no debemos satisfacer los subrogados amorosos. Y
se puede satisfacer un subrogado amoroso dando un beso o un
abrazo, o se puede satisfacer un subrogado amoroso con un
trato hostil. La regla de abstinencia se refiere a que el analista
debe abstenerse de satisfacerse subjetivamente y de la
satisfacción de sugestionar.

Por ejemplo, una manera puede ser colocarse en el lugar de


aquel que puede ser director de la vida de alguien, satisfacerse
con sus propios ideales y, entonces, dirigir la cura desde allí o
desde lo que considera conveniente para una persona. Debe
abstenerse de pretender que el analizante logre un modo de
armonía amoroso y sexual de acuerdo a los ideales o a la
moral propia, y debe abstenerse de satisfacer la demanda del
paciente de ser sugestionado, porque el neurótico demanda que
se lo sugestione. Pero la abstinencia central del analista; el
esto, porque el efecto del encuentro con el sin sentido -que es
uno de los nombres de la castración- causa angustia. El
analista debe ser muy cuidadoso ya que, por ejemplo, no sería
pertinente operar desde el sin sentido ante la llegada de un
paciente en un estado de angustia y de un desorden yoico
importante. Hay allí una cuestión muy delicada, dado que el
analista no solo debe sostener su decir como enigmático, sino
que debe estar atento a cómo es escuchado por el analizante;
no conformarse con que su decir ha sido enigmático y creer,
por lo tanto, que todo seguirá su marcha. Porque si es
escuchado como una orden, como un imperativo, la angustia
que aparece no es la angustia ante el encuentro del sin
sentido, sino que es la angustia por lo que provocó una orden,
que no es lo mismo. En este momento de la obra, el rol del
analista es el de no satisfacer la demanda de sentido y
explicar cosas, porque eso es dar sentido. Sería lo opuesto al
esfuerzo pedagógico que estoy haciendo ahora al dar sentido,
explicando, aclarando, razonando.

Ahora bien, hay momentos en los que un analista necesita


hacer cierta construcción de sentido; en una situación de
urgencia, en un momento de angustia, de precipitación de un
duelo, en un proceso de melancolización. Hay muchos
momentos en una cura en los cuales un analista debe aportar
algunas palabras para que se reconstruya cierto sentido. No
podemos vivir en el sin sentido; no es un lugar habitable. Las
ideologías, las religiones, etcétera, son sentidos. A veces hay
que hacer una construcción de sentido y otras, hay que
proponerle a alguien finalizar la sesión, que vuelva en una
hora, al día siguiente o esa misma noche. Y esto no es la
caída de la regla de abstinencia. Al contrario; es estar a la
la concepción de que el análisis es una teoría del recuerdo y
que, por lo tanto, trata de llenar las lagunas del recuerdo.
Según esta concepción, la neurosis tiene que ver con los
olvidos, y el trabajo del análisis es recuperar los recuerdos
olvidados. Si bien Freud trata de sostener esta idea, se le cae
a pedazos en el mismo texto. Allí se encuentra con que un
análisis no es armar una biografía en la conciencia ni es un
estudio antropológico biográfico. El inconsciente no es algo
que estaba ahí, esperando ser descubierto, como haría un
antropólogo. El inconsciente es algo que se produce en el
presente, es algo vivo, actual. El análisis no es una teoría del
recuerdo, y esto es así porque existe la repetición —un
concepto fundamental del psicoanálisis-: la insistencia
repetitiva de representantes psíquicos que, hasta cierto punto,
han traumatizado al sujeto. Si hay testimonio verificable de la
repetición, se puede ubicar el diagnóstico estructural entre
neurosis y psicosis. Les doy un ejemplo sencillo que no agota
el tema, pero aclara: cuando se dice que siempre se tropieza
con la misma piedra -algo que se suele ver claramente en las
cuestiones amorosas-: “Este me parecía diferente al otro, pero
es lo mismo, la misma situación, etcétera”. Eso es encontrarse
con un modo de la repetición en la vida. Es más, alguien
puede ir al análisis angustiado, sin saber qué le pasa, o estar
en un vínculo amoroso nuevo y, sin embargo, estar
angustiado. El analista pregunta y encuentra que en todos los
vínculos amorosos de esa persona hay un mismo elemento que
se repite. Encontrar el elemento repetitivo es una operación
fundamental del analista y de un análisis.

Tenemos un problema entonces: cae el psicoanálisis como


teoría del recuerdo. Ni con llenar las lagunas del recuerdo
hacemos nada, ni con la reconstitución de la biografía y el
lo han sido. Siempre, y en todos los casos, fueron penosos,
insisten, y se presentan en la cura por un andarivel distinto al de
la represión-retorno de lo reprimido. Que siempre hayan sido
penosos implica que no se trata de algo placentero para una
instancia y displacentero para otra -como en el caso en que
opera la represión y el retorno de lo reprimido-. No, fueron
displacenteros siempre. Esto es un anticipo de la pulsión de
muerte y del masoquismo primario que veremos más adelante.
Dice Freud, al hablar del circuito represión-retorno de lo
reprimido:
Los otros grupos de procesos psíquicos que como actos
puramente internos uno puede oponer a las impresiones y
vivencias (fantasías, procesos de refe- rimiento, mociones
de sentimiento, nexos) deben ser considerados separada-
mente en su relación con el olvidar y el recordar. Aquí

Ycontinúa más abajo:


Para un tipo particular de importantísimas vivencias,
sobrevenidas en épocas muy tempranas de la infancia y
que en su tiempo no fueron entendidas, pero han hallado
inteligencia e interpretación con efecto retardado
{nachträglich], la mayoría de las veces es imposible
despertar un recuerdo. Se llega a tomar noticia de ellas a
través de suei^os, y los más probatorios motivos
extraídos de la ensambladura de la neurosis lo fuerzan a
uno a creer en ella {p. 151).
fin de su análisis, busca conservar el padecimiento que lo trajo a
la cura y del que parecía querer desembarazarse, defendiéndolo
como su bien más preciado. Este punto entra en relación con los
fragmentos penosos que jamás fueron olvidados. Freud afirma
que el paciente se ve obligado a repetir lo reprimido como
vivencia presente, en lugar de recordarlo en calidad de
fragmento del pasado. Esa repetición se juega en el terreno de la
transferencia y se relaciona siempre con un fragmento de la vida
sexual infantil. Dicho fragmento revivido en el análisis sirve
para fundar la convicción del analizante en el inconsciente.

Les había dicho que son dos problemas: el primero, que no es


una teoría del recuerdo, ya que el inconsciente se produce en
acto; y el segundo, que no todo se juega en el circuito represión-
retorno de lo reprimido, debido a que hay fragmentos que
siempre fueron penosos y no fiieron reprimidos. ¿Cuál es la
relación entre ellos? Justamente, que el concepto de repetición no
coincide con el de transferencia. Si el aparato psíquico solo fuese
consciente e inconsciente -o sea, represión- retorno de lo
reprimido-, transferencia y repetición coincidirían.

Ahora, otra cuestión. El concepto de inconsciente psicoanalítico


incluye el papel del analista: sin analista, no hay inconsciente
psicoanalítico. Es cierto que todas las personas sueñan, pero una
desplazadamente, se lo transfiere, pero eso no es todo. Falta la
parte más compleja y complicada, porque el analista, a su vez,
viene a ocupar un lugar con relación a esos fragmentos de
vida penosos que no fueron reprimidos. Ahí, la transferencia
ya no es motor sino obstáculo, dado que aUí no hay apertura
del inconsciente ni falso enlace, ni desplazamiento, ni
asociación libre, ni producción de lapsus, ni actos fallidos. Y
allí aparece la otra cara de la transferencia: la transferencia
como obstáculo. Pero obstáculo no quiere decir que sea algo a
descartar. Todo lo contrario: es ahí donde se juega el partido
más importante. El analista ya no es un representante psíquico
para el falso enlace. Ya no tiene nada que ver con la
represión-retorno de lo reprimido; tiene que ver con un
fragmento de vida muy penoso.

En todo análisis, el psicoanalista está relacionado con la


transferencia motor -como apertura del inconsciente- y la
transferencia obstáculo -como cierre del inconsciente-. Quiero
que quede claro que “obstáculo”, en este caso, no es un
problema o un error, sino que aquí tiene un valor fecundo.
Esto habla de dos caras de la repetición; por un lado, como la
insistencia de los representantes psíquicos que no terminan de
nombrar el trauma y, por lo tanto, inscriben diferencia y, por
otro, como eterno retorno de lo igual, como lo que empuja a
la repetición de los representantes psíquicos. Es el eterno
retorno de un encuentro fallido.
de la teoría dei recuerdo, se trata de hacer recordar para
llenar las lagunas mnémicas y de ese modo se solucionan
los síntomas, la transferencia como falso enlace se le
aparece como obstáculo. Dice: “Tras enterarme yo del obs-
táculo y removerlo, el trabajo vuelve a progresar y hete
aquí, que el deseo que tanto espanta a la paciente,
aparece como el recuerdo siguiente: el recuerdo patógeno
exigido ahora por el nexo lógico...". El desplazamiento,
dijimos, es solidario de transferencia en ese momento y
solidario de faiso eniace; el desplazamiento se sostiene en
las asociaciones extrínsecas. En este punto el analista es
un representante cualquiera, nimio, como un resto diurno,
un representante cualquiera que hace posible el falso
enlace. En este sentido, el lugar del analista aparece
articulado con las formaciones del inconsciente (pp. 145-
146).

Las mociones inconscientes no aspiran al recuerdo -como la


cura lo demandaría-, sino que buscan reproducirse bajo su
capacidad alucinato- ria y atemporal. Dice Freud en “Sobre la
dinámica de la transferencia”:
Esta lucha entre médico y paciente, entre intelecto y vida
pulsional, entre discernir y querer "actuar”, se
desenvuelve casi exclusivamente en torno de los
fenómenos transferenciales. Es en este campo donde debe
obtenerse la victoria cuya expresión será sanar
duraderamente de la neurosis. Es innegable que domeñar
los fenómenos de la transferencia depara al psicoanalista
las mayores dificultades, pero no se debe olvidar que
justamente ellos nos brindan el inapreciable sen/icio de
volver actuales y manifiestas las mociones de amor
escondidas y olvidadas de los pacientes; pues, en
definitiva, nadie puede ser ajusticiado in absentia o in
efigie (p. 105).

La conexión transferencia-resistencia surge solo cuando se


Clase 2
TRANSFERENCIA Y RESISTENCIA

Neurosis
vulgar/neurosis
artificial %
Sugestión/psicoanál
isis

La satisfacción sintomática del paciente no requiere de


ningún otro; en cierto sentido es autoerótica. La operación
primera que realiza el analista es que esa satisfacción deje de
ser cerrada sobre sí misma e incluya el lugar del analista. El
efecto de esa operación se llama transferencia. Ella implica la
sustitución de la neurosis vulgar por una nueva neurosis
artificial, creada por el acto del analista y llamada neurosis de
transferencia.

Continuamos con el tema de transferencia, acercándonos a


los textos y marcando las diferencias entre transferencia y
sugestión. He situado en el texto “Recordar, repetir y
reelaborar” cuestiones que considero centrales en el conjunto
de los llamados Escritos Técnicos. Se despliega el agieren^ en
el que el sujeto, así como repite sin saberlo, en vez de
en el centro está el analista. Si no fuera así, en principio no se
entendería por qué razón se pueden transferir al analista la
repetición de los amores infantiles, edípicos, prohibidos. Para
que el analista entre en la serie, para que se ponga esto en
juego en el análisis, es necesario que el analista pase a ser parte
de la neurosis recién creada.

Hay dos series de objetos: por un lado, el objeto total, el


objeto del narcisismo, el objeto = persona, los objetos
prohibidos del Edipo y, por otro, el objeto parcial en el ámbito
de la pulsión. Encontramos que la pulsión no ama el objeto,
sino que precisa del objeto porque se satisface en su recorrido.
El objeto parcial va al lugar de soporte para hacer ese circuito.
Ese objeto parcial se fija, y por esa fijación sostiene las
condiciones de la repetición para un sujeto. El analista, así
como va a ocupar el lugar del objeto de amor en la neurosis de
transferencia, en la línea de los objetos prohibidos del Edipo,
también va a ocupar el lugar de uno de estos cuatro objetos en
el ámbito de la pulsión parcial. O sea que a nivel del objeto
total, puede ser el padre, la madre, la tía. A nivel del objeto
parcial, puede ser un objeto oral, un objeto anal, la voz, la
mirada; uno y solo uno, el objeto fijado contingentemente en la
trama infantil. El analista pasa a ser a quien se le destina el
amor -por la serie de los objetos totales-, pero también es un
objeto en el ámbito de la parcialidad de la pulsión.
el analista tiene que interpretarle la resistencia, pero es
justamente lo que no hay que hacer.
Ahora bien, parece que principiantes en el análisis se
inclinan a confundir este comienzo con el anáfisis en su

Interpretar la resistencia no solo no produce ningún avance en


el análisis, sino que produce el efecto contrario. En el último
párrafo del mismo texto, Freud establece la diferencia del
psicoanálisis con cualquier tratamiento sugestivo o
psicoterapèutico, y habla de la reelaboración. Ubica al
psicoanálisis no en relación con la emergencia de los recuerdos
reprimidos, sino en la elaboración del monto de afecto. Dice:
En la práctica, esta reelaboración de las resistencias puede

En mi libro La subversión freudiana y sus


consecuencias, en la página 65 del capítulo “La
‘reelaboración’”, afirmo:
a) La reelaboración produce el máximo efecto
primeros textos tanto el fracaso de la defensa como el
estatuto compulsivo del síntoma.
d) Toma el mismo sesgo de los “Nuevos caminos de la
terapia analítica", respecto a:"(...) pueden emerger a (a
luz infinidad de cosas, sin que se modifique el estado
patológico, si uno no hace entrar lo pulsional en la cura".
e) Reducir la transferencia a la repetición hace de la
práctica del análisis una práctica de sugestión.

Si bien las formaciones del inconsciente (lapsus,


fallidos, etcétera) se interpretan teniendo en cuenta
el circuito represión-retorno de lo reprimido,
consciente-inconsciente, el tratamiento
psicoanalítico no trabaja solo en esos campos. Hay
algo que excede a los representantes psíquicos, y
son aquellos fragmentos penosos de la vida real que
se presentan en la cura -como dice Freud-, que
siempre fueron penosos, displacenteros. Anticipa un
problema mayor del psicoanálisis que es el
masoquismo primario, y ubica la insistencia de la
pulsión no fijada a los representantes psíquicos. Si la
pulsión estuviera fijada a los representantes
psíquicos, la tarea solo sería interpretar lo reprimido.
Solo habría transferencia motor que permitiría esa
apertura del inconsciente. Pero, además de la
transferencia como motor, está la transferencia
como obstáculo, como cierre del inconsciente.
que estaba velado: que el analista viene a ocupar el lugar del
objeto pulsional, manifestándose la resistencia respecto de la
apertura del inconsciente. Y justamente por eso no es un
problema; es más bien un momento fecundo del análisis,
porque se revela ese objeto pulsional. ¿De qué se trata
estructuralmente esa resistencia? No tiene nada que ver con
una cuestión consciente -“no tengo ganas de hablar”-; no se
trata de nada de eso.

Ubicamos dos lugares Hmites en la cadena de


representantes psíquicos. Uno es el límite de la cadena de
representantes psíquicos que no está completa, dado que hay
un representante que falta -la garganta en el sueño de la
inyección de Irma-, hay un agujero. El otro está en relación
con el primero, pero no es lo mismo; se sitúa en el punto en
que la pulsión no se articula con el representante psíquico.
Son dos lugares límite que vamos a llamar con Freud
represión primaria. Hay un representante psíquico imposible de
recuperar que ha caído en el olvido estructural y que fúnda al
sujeto. Porque ese agujero está en relación con el sexo, es por
lo que el inconsciente habla de sexualidad. Los animales
tienen el sexo como acoplamiento perfecto; en cambio,
sabemos que no hay para la sexualidad humana, objeto
predeterminado: hay un agujero.

Entonces, un límite a la cadena de representantes psíquicos


minimizarla, ya que es la que anuda lo simbólico y lo real.
Pero hay otras dos dimensiones de la transferencia. Una es la
dimensión simbólica, que es ser un representante psíquico
cualquiera para el falso enlace, para el desplazamiento, y la
otra dimensión tiene que ver con la satisfacción pulsional, con
lo real. Dice Freud: “Cuando las asociaciones libres de un
paciente se deniegan, en todos los casos es posible eliminar esa
parálisis aseverándole que ahora él está bajo el imperio de una
ocurrencia relativa a la persona del médico” (p. 99).

O sea que en el punto de detención de las asociaciones, se


hace presente la presencia del analista, pero no hay que
interpretar eso. Esta fórmula plantea que la transferencia —que
es la más poderosa palanca del éxito- se transforma en ese
momento en el medio más potente de la resistencia.

Más adelante, dice:


Pues bien: si se persigue un complejo patógeno desde
su subrogación en lo consciente [llamativa como
síntoma o bien totalmente inadvertida] hasta su raíz en
lo inconsciente, enseguida se entrará en una región
donde la resistencia se hace valer con tanta nitidez que
la ocurrencia siguiente no puede menos que dar razón
de ella y aparecer como un compromiso entre sus
requerimientos y los del trabajo de investigación. En
(...) solo que por sugestión es preciso comprender (...) el
influjo sobre un ser humano por medio de tos
fenómenos transferenciales posibles con ól. Velamos por
la autonomía última del enfermo aprovechando la
sugestión, para hacerle cumplir un trabajo psíquico que
tiene por consecuencia necesaria una mejoría duradera
de su situación psíquica.

Este es un debate actual. Incluso hoy, hay psicoanalistas que


sostienen que curan por la influencia que tiene una persona
sobre otra, o sea, por efecto sugestivo.

¿Qué quiere decir que “aprovechamos la sugestión”? La cura


no se produce por sugestión, hay que garantizar la máxima
autonomía, y la sugestión es lo contrario de garantizar la
autonomía. Por ejemplo, cuando uno está enamorado no tiene
garantizada la autonomía, está sugestionado, por eso uno se
vuelve un poco tonto. Con “aprovechamos la sugestión”, se
refiere solo a una cosa. Habíamos ubicado el amor del
analizante hacia el analista porque supone que el analista sabe
sobre sus síntomas, cuando en verdad el saber está en el
inconsciente. Si el paciente no habla y produce sus lapsus, sus
actos fallidos, el analista no sabe. El analista se “aprovecha de
la sugestión”, ya que no le dice al analizante lo contrario; no le
dice que no sabe nada de sus síntomas. Se calla la boca y deja
que ese efecto sugestivo necesario se mantenga.
Dada la transferencia tierna, la resistencia la
transforma en odio o en demanda erótica; se sirve
de esc amor. Hay entonces, una responsabilidad
del analista, ya que la transferencia no se produce
espontáneamente, sino que para que suceda tiene
que haber un acto del analista. El analista, dice
Freud, “tendió el señuelo a ese enamoramiento ai
introducir el tratamiento analítico para curar la
neurosis”.
Clase 3
TRANSFERENCIA Y SUGESTIÓN

^La sugestión y la masa «•


Identificación y enamoramiento

En el capítulo IV de “Psicología de las masas y


análisis del yo”, que lleva por título “Sugestión y
libido”, Freud plantea dos tesis fundamentales
sobre la masa-,

a. Incremento del afecto I

(...) el yo resigna cada vez más todo


reclamo, se vuelve más modesto, al par
que el objeto se hace más grandioso y
valioso; al final llega a poseer todo el amor
de sí mismo del yo, y la consecuencia
natural es el autosacrificio de este. El
objeto, por así decir, fia devorado al yo.
Rasgos de fiumillación, restricción del
narcisismo, perjuicio de sí, están presentes
en todos los casos de enamoramiento; en
los extremos, no hacen más que
intensificarse y, por el re- legamiento de
las pretensiones sensuales, ejercen una
Esto ocurre con particular facilidad en el
caso de un amor desdichado, inalcanzable;
en efecto, toda satisfacción sexual rebaja
la sobrestimación sexual.
Contemporáneamente a esta “entrega" del
yo a! objeto, que ya no se distingue más de
la entrega sublimada a una idea abstracta,
fallan por entero las funciones que recaen
sobre el ideal del yo. Calla la crítica, que es
ejercida por esta instancia; todo lo que el
objeto hace y pide es justo e intachable. La
conciencia moral no se aplica a nada de lo
que acontece en favor del objeto; en la
ceguera del amor, uno se convierte en
criminal sin remordimientos. La situación
puede resumirse cabalmente en una
fórmula: El objeto se ha puesto en el lugar

Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre


identificación y enamoramiento? En el primer
caso, el yo se ha enriquecido con las propiedades
del objeto, lo ha introyectado, mientras que en el
segundo, el yo se ha empobrecido, se ha
entregado al objeto.

En la hipnosis y en el enamoramiento, el

Fíjense que la línea del objeto no está punteada;


esto quiere decir que aun en la masa, cada individuo
conserva su fijación pulsional a un objeto parcial
explica la fuente del delirio de grandeza de la demencia
precoz, dado que la libido no regresa -en el narcisismo
secundario- a los objetos en la fantasía. El nombre para esta
colocación de la libido -“narcisismo”- lo toma de una
perversión descripta por Paul Nacke en el año 1899, en la
cual el individuo adulto prodiga al cuerpo propio todas las
ternezas que suelen volcarse a un objeto sexual ajeno.

Velamos por la autonomía última del enfermo


aprovechando la sugestión para hacerle cumplir un
trabajo psíquico que tiene por consecuencia necesaria
una mejoría duradera de su situación psíquica (p. 103).

Aprovechando la demanda sugestiva, haciendo cumplir al


sujeto un trabajo psíquico por medio de la asociación libre,
abre la posibilidad de la experiencia del inconsciente. En su
artículo de 1926 “¿Pueden los legos ejercer el análisis?”,
Freud aclara:
1 Los desarrollos que siguen, también se pueden
encontrar en el capítulo “Abstinencia a la
sugestión”, en Osvaldo Delgado. La subversión
freudiana y sus consecuencias. Buenos Aires,
JVE ediciones, 2005, p. 68 y ss.
Al comienzo, vaya y pase; pero luego contraría nuestros
propósitos analíticos y nos constriñe a adoptar las más
vastas contramedidas. Por otra parte, quiero mostrarle con
un ejemplo cuán lejos se encuentra la técnica analítica de
distraer y buscar excusas disuasivas. Si nuestro paciente
sufre de un sentimiento de culpa, como si hubiera cometido
un grave crimen, no le aconsejamos hacer caso omiso de
esa tortura de la conciencia moral insistiendo en su
indudable inocencia; (...) le advertimos que una sensación
tan intensa y sostenida no puede menos que fundarse en
algo efectivamente real (...) (pp. 177-178).

En el diccionario de filosofía de Andre Lalande, se define la


sugestión como:
Una idea o proyecto de acción que no nace
espontáneamente en el espíritu sino que se propone a él
desde afuera, como una apreciación, un ejemplo, un
consejo, una idea susceptible de ejercer alguna influencia
en sus sentimientos o en su conducta (Vocabu/ar/o técn/co
y cr/f/co de la filosofía, p. 71 ).

Para el debate actual con otras psicoterapias, en la “28*


Conferencia. La terapia analítica”, Freud dice:
La sugestión directa es una sugestión dirigida contra la
exteriorización de los síntomas, una lucha entre la
autoridad de ustedes y los motivos de la enfermedad. Al
practicarla no se hacen caso de estos motivos; solo se exige
al enfermo que sofoque su exteriorización en síntomas (p.
408).
c)Se dirige al padre buscando ese falo, primero, y luego,
realizando la equivalencia simbólica “pene = niño”, ingresa al
Edipo esperando el niño por parte del padre.

d)Solo la decepción de esa promesa hace que el


desligamiento del padre la oriente hacia otros hombres,
hombres que en el mejor de los casos la separen
definitivamente de la madre, y en el peor, encarnen a la madre
misma.

En el pasaje de la etapa preedípica a la etapa edípica debe


cambiar de objeto -la madre por el padre- y de zona -el
clítoris por la vagina-.
Parte 2

EDIPO-
CASTRACIÓN
Clase 1
COMPLEJO NUCLEAR DE LAS NEUROSIS.
ANUDAMIENTO COMPLEJO DE EDIPO-
COMPLEJO DE CASTRACIÓN

: ¡Mgar prevalcTitc del padre en el complejo de Edipo

V Madre prohibida corno referente del deseo

Para Freud, el complejo de Edipo fue su máxima


producción y su milximo descubrimiento. Aunque hay
conceptos tanto o más importantes, este se encuentra en el
núcleo de su obra. No se puede hablar de psicoanálisis si
no se habla del Edipo. Dicho concepto está tomado de la
saga griega de Sófocles Edipo rey y da cuenta, en
principio, de dos deseos: el incestuoso y el parricida.

Ya hemos diferenciado la doble serie de los objetos: el


objeto de la pulsión parcial y el objeto total del
narcisismo, ambos objetos de la trama infantil, de la
infancia. Nos proponemos ahora trabajar lo referido a las
figuras del Edipo.
en tanto que está prohibida, A su vez, la operación paterna
ordena los modos de satisfacción pulsional.

Llamamos neurótico a un sujeto cuya función padre se

Falo

Es por eso que en el complejo de Edipo no hay tres lugares


Cuando Freud habla del desarrollo libidinal, se refiere a
las fases oral, anal y fálica. No dice genital, sino fálica. Se
trata de un problema lógico que tiene que ver con que,
apoyado sobre un órgano del cuerpo —el pene—, se
establece una lógica de presencia-ausencia. A nivel lógico,
simbólico, quiere decir que todo se juega en torno a la
presencia- ausencia: tener o no tener falo. La diferenciación
sexuada será entre los que tienen y los que no tienen falo.
Esto en términos simbólicos, porque desde el punto de vista
biológico a las mujeres no les falta nada. En el campo de la
biología, no es que los varones tienen y las mujeres no
tienen. Para la medicina, los varones tienen pene —fíjense
que no digo “falo”- y las mujeres tienen vagina. Aquí se
trata de una lógica simbólica. El ordenamiento de presencia-
ausencia que marca el encuentro con la castración es, para
Freud, la premisa universal del falo. Dice Freud que el niño
cree que todos tienen: hombres, mujeres, perros, gatos,
pajaritos, mesas, sillas...

El pene no es el falo. Las mujeres pueden creer en algún


momento que el pene es el falo para alcanzar su
satisfacción, o pueden sentirse en inferioridad de
condiciones porque el varón tiene pene, tiene falo, o pueden
fingir tenerlo. Entonces, habrá cuatro posibilidades para las
mujeres: o sentirse inferiores porque no lo tienen; o
atacarlo; o usarlo para hacerse un hijo; o lo disfrutan. Por
eso hablo de las tres salidas freudianas de la feminidad.
Agrego, además, una cuestión central. El varón puede
pensar que tiene el falo, pero es una impostura: ambos
están castrados.
los casos, se dará una psicosis. O sea que, a partir del
encuentro con la castración y la solución de la posición
castrada, una de las tres salidas freudianas es la maternidad.

Partimos de ubicar una posición ante la castración en la


mujer: la maternidad, el hijo viene al lugar de ser el falo que
no tiene. A partir de ahí, se pueden dar diferentes
posibilidades. Esto vale para machos y hembras biológicamente,
porque se adviene hombre o mujer de acuerdo a cómo es el
pasaje por la trama Edipo-castra- ción; ahí es donde se define
si alguien será varón o mujer. Se puede ser biológicamente un
varón, pero a nivel de la posición sexuada ser una mujer, es lo
que llamamos complejo de Edipo invertido-, el varón, en vez de
tener al padre como objeto de rivalidad, el mismo pasa a ser el
objeto amado, teniendo como posible consecuencia la homo-
sexualidad masculina.

Ahora bien, hay una disimetría en el pasaje por la trama


Edipo- castración en los varones y en las mujeres. Freud
sostiene que el niño varón abandona, reprime su interés
incestuoso por la amena/a de castración; que el interés
al padre. En este cambio se abre una suerte de renuncia
que no lo es, una renuncia a tener el falo pero que no lo
es tampoco, ya que tener un hijo da cuenta del
equivalente. Renuncia al objeto y renuncia al ch'toris por
la vagina.

Entonces, el niño, por el complejo de castración, sale


del complejo de Edipo; ante la amenaza de castración
sale, reprime, y la madre pasa a ser el referente para los
objetos amorosos en sustitución. El complejo de
castración en el varón, lo hace abandonar el Edipo como
sepultamiento, como final, como identificación con la ley,
como instauración del superyó en la estructura psíquica.
Por el momento, el superyó es sinónimo de ley paterna;
ley paterna que se introyecta y que es sinónimo de la ley
que rige el “no” al incesto y al parricidio. La niña, por el
complejo de castración entra al Edipo; o sea que por el
complejo de castración abandona el objeto preedípico (la
madre). En el varón, el objeto preedípico y el objeto
edipico es el mismo: la madre. En cambio, en la niña el
objeto preedípico es la madre y el objeto edipico es el
padre; hay un cambio de objeto. La vagina no está
preparada a nivel del organismo, de las fibras nerviosas,
para la satisfacción. Podemos decir que es un lugar
ausente de sensibilidad orgánica, porque hay una carencia
de fibras nerviosas. Por lo tanto, que una mujer tenga
satisfacción en relación con esa nueva zona erògena es
gracias al poder del símbolo, no al poder de las fibras
nerviosas. Ese es el punto ideal —dice Freud— del
final del complejo de Edipo, porque el objeto materno en
verdad está reprimido, por lo tanto, en la niña persiste el
objeto preedípico y el edipico. A tal punto es así que
Freud sostiene, en textos posteriores, que siempre el
Complejo de Edipo

Complejo de castración

¿Cómo sale ia mujer del Edipo? ¿Cómo sale de esa


turbulencia, de esa guerra, de ese amor-odio con el primer
objeto que es la madre? Sale por una decepción; el padre no
cumple con aquella promesa de darle un hijo. La disyuntiva
será si esa mujer se limita a esperar el equivalente fálico de un
hombre; el hijo. Es por eso que dura mucho más tiempo, es
mucho más largo este proceso en la mujer. En verdad, es
importante que el padre diga ciertas cosas. Finalmente, no es el
padre el que termina de separar a la mujer del objeto
preedípico, de la madre, sino que debe ser un hombre. Eso
tiene consecuencias: hace que un padre, en el mejor de los
casos, funcione como promesa. Además, para un padre, esa hija
viene a ocupar un lugar importante para su Edipo con relación
a su propia madre, a la madre del padre.

Freud, como les mencioné, ubica tres salidas para la


feminidad:
Hay un problema que se genera en las mujeres cuando no
son bien alojadas por una madre; problema que surge por creer
que no han sido suficientemente el falo, por creer colmar a la
madre “casi” por la posición en cuanto castradas, y que puede
producir, por ejemplo, una homosexualidad femenina. Se trata
de la problemática falo-castración que está relacionada con la
desvalorización en ciertas mujeres de la posición femenina;
desvalorización de la posición femenina como parte, también,
de la misoginia masculina que considera que las mujeres son
seres inferiores. Hay una versión, en el ámbito de la cultura y
desde ciertas corrientes feministas, donde se critica a Freud, al
falocentrismo, como si filerà una lectura misógina o machista.
Para que no queden en el terreno de la ideología, vamos a
discutir estos temas. Hay que tener en cuenta que Freud se
refiere a cuestiones estructurales. A las mujeres no les falta
nada y a los hombres no les sobra nada. Se trata de un
problema simbólico y no de una ausencia en el cuerpo como
falta orgánica; no tiene nada que ver con la naturaleza de las
cosas, porque si no, se ideologiza y se puede estar diciendo
algo del fenómeno misógino en la cultura, en el que una niña
aparece como algo problemático o algo degradado. La premisa
universal es fálica -la problemática falo-castración-, porque no
hay significante en la estructura que dé cuenta del órgano
genital femenino. Lacan dirá que falta el significante que
nombre a la mujer como tal.

Decíamos que la salida normal para Freud es la maternidad.


Teniendo un hijo o una hija, la mujer responde por lo que
falta. La posición de la madre es la de alguien que ha hecho la
salida normal freudiana. También decíamos que, en cuanto
hijos, nacemos como falo materno, ya que, si no, estaríamos
investidos libidinalmente por la madre, y el resultado sería la
Por consiguiente, la palabra madre tendrá muchos
sinónimos. Cuando hablo de madre, me refiero a la relación
con un hijo en cuanto falo. Cuando hablo de mujer, me
refiero a la relación con un hombre. Es condición, al
advenir como tal, ese lugar de completud narcisista para
una madre, y es fijndamental la caída, ese corte, lograr que
un hijo salga de la posición de falo gracias a la fijnción
paterna. Esto vale tanto para varones como para mujeres.
Cuando hablamos de hombre y de mujer, hablamos de
posiciones y no de género.

Una última cuestión fundamental. Como habíamos dicho,


Freud habla de fase fálica y no de fase genital, y sostiene
que la misma -donde se juega la trama Edipo-castración- es
la que marca las pérdidas anteriores del sujeto, como por
ejemplo el destete o el desprendimiento de las heces en la
fase anal. Estos desprendimientos adquieren el valor de
pérdidas por la castración, se resignifican a posteriori ya que
el falo funciona como un operador de sustitución. Puedo
Clase 2
ÖDIPUSKOMPLEX

FA complejo de Edipo en la obra de Freud ■V


Relaciones con el mito y la tragedia de

Edipo es c] nudo de tres cuestiones:

a) Un operador de interdicción (prohibición), sustitución y


refuerzo.

b) Una subjetivación (interpretación neurótica, explicación,


sentido) de la imposibihdad de la satisfacción plena de la
pulsión.
tomada como una ley de la naturaleza, que el hijo herede las
deudas morales y comerciales del padre. Es más adelante
(siglo V a.C.) que va a aparecer el sentimiento arcaico de
culpabilidad. La tragedia verdaderamente nace en Grecia en el
paso del siglo VI al V a.C., y está basada en los mythos.
Debemos subrayar aquí que mythos significa dos cosas:

a) El relato tradicional que habla de los tiempos antiguos


de los héroes y los dioses.

b) El argumento en el terreno del drama.

Según sostiene Lévi-Strauss en su texto “La estructura de


los mitos” (1958), no hay más que un mito a partir del cual
todos los demás no serían más que versiones de aquel. A su
vez, debemos considerar que refiere a un destino, y aquí
podría decir que destino es uno de los primeros nombres del
universal solo se comprende si es también universalmente
válida nuestra hipótesis sobre la psicología infantil” (p. 269).
Podemos hallarlo también, en el “Manuscrito N” y en la
famosa “Carta 71”. Después de informarle a Fliess que ya no
cree en sus histéricas dice:
Un solo pensamiento de validez universal me ha sido
dado. También en mí he hallado el enamoramiento a la
madre y los celos hacia el padre, y ahora la considero
un suceso de validez universal de la niñez temprana {p.
307).

Aquí estamos en el núcleo mismo de la cuestión.


Destacaremos ahora, el primer eje: Interdicción-sustitución-
reforzamiento. En “Introducción del narcisismo”, Freud dice:
Aun para las mujeres narcisistas, las que permanecen
frías hacia el hombre, hay un camino que lleva al pleno
amor de objeto. En el hijo que dan a luz se les enfrenta
una parte de su cuerpo propio como un objeto extraño
al que ahora pueden brindar desde el narcisismo, el
pleno amor de objeto (p. 86).

Fundamentalmente, a partir de los textos “Sobre la


sexualidad femenina” y la “33* Conferencia. La feminidad”
(1933 [1932]), a partir del universal fálico, el complejo de
castración produce como efecto la entrada en el Edipo con la
esperanza de recibir un hijo del padre. Esta salida llamada
distinto, ya que el puerto seguro al que arribó, el complejo
de Edipo, va a implicar que su desasimiento sea más
prolongado y acontezca por la promesa paterna incumplida.

Freud, en “El sepultamiento del complejo de Edipo”


(1924), va a dar cuenta de la articulación organización
fálica-complejo de Edipo-amenaza de castración-formación
del superyó-período de latcncia -este último marca la
dimensión de la sustitución—. En “Algunas consecuencias
psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos” (1925)
afirma; “La actitud —postura- edípica del varon- cito
pertenece a la fase fálica, y se va al fundamento por la
angustia de castración, o sea por el interés narcisista hacia
los genitales” (p. 271). La privación del miembro fálico es
equivalente, en Freud, a una nueva separación de la madre.
La castración en la madre es la que origina la ecuación:
niño = pene (falo). “La alta estima narcisista por el pene
puede basarse en que la posesión de este órgano con tiene la
garantía para una reunión con la madre —con el sustituto
de la madre— en el acto del coito” (p. 271). Un individuo
que en el regreso al seno materno querría hacerse subrogar
por su órgano genital, sustituye ahora —en esta fantasía-
regresivamente ese órgano por su persona toda (cuerpo =
falo).
En “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia
anatómica entre los sexos” (1925), Freud se pregunta si la
excitación sexual del niño está causada por el complejo de
Edipo -pregunta que resulta fundamental, por lo que la
hemos desarrollado—. Va a responder que no, que aquella
surge como placer de órgano, causada por el espiar con las
orejas el coito de los progenitores. Este placer de órgano
“solo más tarde queda anudado al complejo de Edipo” (p,
269). Ese anudamiento ubica al placer de órgano en la
trama del Edipo, condición necesaria para una sexualidad
neurótica.

Pero más aún; “Sobre la más generalizada degradación de


la vida amorosa”, la segunda contribución a la psicología
del amor compuesta por textos sobre los testimonios e
impasses de las sustituciones, Freud afirma: “Creo que, por
extraño que suene, habría que ocuparse de la posibilidad de
que haya algo en la naturaleza de la pulsión sexual misma
desfavorable al logro de la satisfacción plena” (p. 182).

En este punto, la prohibición del objeto incestuoso vela,


encubre esa imposibilidad estructural. Al no haber objeto
predeterminado de la pulsión, y de lo que resulta de la
diferencia entre el placer buscado y el hallado, el objeto que
Donde podemos ubicar claramente los efectos de la falla en
esa operación de la ley del intercambio es en el Hombre de
las Ratas. En ese historial, podemos ubicar claramente los
efectos de lo que decíamos al inicio respecto de esa ley de la
naturaleza en la Grecia antigua, donde los hijos cargan las
deudas morales y comerciales del padre.

Freud destaca dos lugares cruciales en donde el padre del


Hombre de las Ratas no puso en juego esa ley del
intercambio, donde retuvo un modo de satisfacción que el hijo
carga culpable y sacrifl- cialmente. En el punto F, justamente
llamado “El ocasionamiento de la enfermedad”, la madre le
comunica que un primo rico suyo le entregaría una hija para
que se case con él, lo que despierta el conflicto y activa las
consecuencias de la elección del padre entre la amada pobre y
hnda y la madre del sujeto de familia adinerada. Como efecto
de un cálculo, el padre elige a la madre del Hombre de las
Ratas como objeto anal. En el punto G, “El complejo paterno
y la solución de la idea de las ratas”, Freud destaca la suma
de dinero que por deudas de juego, el padre no había devuelto
a un camarada de armas. Dice Freud; “Las palabras del
capitán: ‘Tienes que devolver las 3,80 coronas al teniente
primero A’ le sonaron como una alusión a la deuda impaga
del padre" (p. 165). Vemos ahí cómo el circuito del pago en
el correo postal coincidía con la muchacha pobre y linda que
entraba en competencia con la prima rica.
Podemos observar con toda claridad, el
impasse del mismo Freud respecto a la función
paterna como ley de intercambio en la lectura
que realiza en el historial de Juanito:
30 de abril. Como Hans vuelve a jugar con
sus hijos imaginarios, le digo: ¿Cómo es que
todavía viven tus hijos? Ya sabes que un
varón no puede tener hijos. Hans; Lo sé.
Antes yo era la mami, ahora soy el papi.
Yo: ¿Y quién es la marni de los niños?
Hans: Bueno, mami, y tú eres el abuelo.
Yo: O sea, te gustaría ser tan grande como
yo, estar casado con mami, y que ella tuviera
entonces hijos.
Hans; Sí, eso me gustaría, y la de Lainz (mi
madre) es entonces la abuela.
Todo termina bien. El pequeño Edipo ha
hallado una solución más feliz que la
prescripta por el destino. En lugar de
eliminar a su padre, le concede la misma
dicha que ansia para sí; lo designa abuelo, y
Clase 3
CONSIDERACIONES CRÍnCAS DE LA
CONCEPCIÓN FREUDIANA DE LOS
COMPLEJOS DE EDIPO Y DE CASIRACIÓN

Annafreud'tsmo-kleiniimo \
Lacanismo ^ Teorías Je

El mismo planteo del tema indica que el


cuestionamicnto no es del mismo Freud, aunque
bien podría ser posible. Por otra parte, el la
concepción freudiana...” en el título de la clase,
define el modo de abordaje y, como toda
elección, es excluyente. Esta elección, a su vez,
implica una reducción para centrar el punto de
investigación. Las consideraciones críticas de
estos complejos definen tanto corrientes del
posfreudismo como cuestionamientos por fuera
del psicoanálisis. Ejemplo de ello son las
llamadas “teorías de género”. Las consideraciones
críticas son posibles por la pertenencia propia de
la construcción doctrinaria misma. Según Paul
Bercherie, en su obra Génesis de los con-
ceptosfreudianos'.
(...) la idea de una síntesis que extraiga de la
obra de Freud un sistema completo, capaz de
cubrir el conjunto del campo de sus objetos,
por ello mismo parece tanto más inverosímil.
La práctica freudiana de la teoría condensa
anticipadamente el encarnizamiento estéril,
de quienes querrían hacer decir a Freud más
de lo que él puede; y paradójicamente
retoman de ese modo una concepción
empirista del saber analítico (p. 43).
A su vez, la misma construcción del saber en psicoanálisis
implica una operación sobre la represión de quien lo elabora.
Por otra parte, las consideraciones críticas abren el campo de
las ortodoxias y las herejías. Pareciera que son las segundas
las que fundan a las primeras, según J.-A. Miller, en su
curso “El desencanto del psicoanálisis”.

La protesta viril de Adler, la libido desexualizada de Jung,


el trauma de nacimiento de Rank, llevan a Freud a tener que
afirmar qué es y qué no es psicoanálisis, Pero dentro de la
ortodoxia., en la institución fundada por Freud, se abren dos
grandes corrientes; el annafreudismo y el kleinismo. El
primero, afirmado en la segunda tópica, pero velando el
desgarramiento interno del yo; y el segundo, en el cual
ocupa un lugar de gran importancia el estatuto del cuerpo
materno como imaginario, y sus objetos internos malos como
fundamentales en las primeras identificaciones del sujeto.
Este último punto es central para el desarrollo del superyó
precoz en la escuela inglesa. Luego de estas dos expresiones,
en el seno de la institución se produce la tercera gran
orientación que culminó con la expulsión de su agente:
Jacques Lacan. El llamó a un retorno a Freud “reabriendo”
el inconsciente freudiano —al que consideraba cerrado,
fundamentalmente en el annafreudismo-.
La alta estima narcisista por ei pene puede basarse
en que la posesión de ese órgano contiene ia garantía
para una reunión con la nnadre -con el sustituto de la
madre- en el acto del coito.
(...) un individuo que en el regreso al seno materno
querría hacerse subrogar por su órgano genital,
sustituye ahora -en esta fantasía- regresivamente ese
órgano por su persona toda [cuerpo = falo] (S. Freud,

Esta articulación anticipa la lógica del ser y del tener que


figura en el escrito de Lacan, “La significación del falo”. Si
bien es cierto que el complejo de castración implica la fase
fálica, esta no será posible sin la anterioridad lógica de la
castración en la madre. En cuanto hijo de una madre, el niño
es un objeto de intercambio producido por una mujer. Como
dice Oscar Masotta: “La castración, para decirlo con una
frase, es el lugar de la inserción del sujeto en el sexo, el
pasaje a los objetos múltiples de toda socialización del
deseo” (p. 52). Esto es posible a partir de que el término
que llamaremos padre sea introducido por el deseo de una
mujer clivada del todo madre, donde ahogaría todo su deseo
en un hijo.

Freud, en una nota a pie de página en el caso Juanito,


menciona que cuando se habla de castración, se trata del
peligro imaginario de la pérdida del pene y de ningún otro
tipo de pérdida. Así, destete, pérdida de excrementos y
trauma de nacimiento no son sino aportaciones al complejo,
pero no lo determinan. No se trata de desarrollo sino de
estructura. A su vez, en “La organización genital infantil”,
afirma:
En relación al primer punto de las consideraciones críticas,
ubicamos, con sus diferencias, al annafreudismo y al kleinismo.
Respecto al segundo, al lacanismo, y en relación al tercero, a las
teorías de género.

Para el annafreudismo, la concepción del yo como agente y


guardián de la realidad, sostenida en una lectura parcial del
último Freud, da asiento al lugar privilegiado de los llamados
mecanismos de defensa. En realidad, estos implican un modo de
satisfacción y resguardan del encuentro con el peligro de la
castración. Son respuestas estereotipadas, por fijación en el
núcleo del yo —el ello—, que pueden tomar a la cura
analítica misma como un peligro. Para Anna Freud, el niño es
absolutamente incapaz de transferencia, ya que está ligado a los
objetos primarios (los padres) y aún no ha internalizado lo
formativo superyoico. Esto va a implicar una inmadurez del
lenguaje que inhabilita el habla.

Por su parte, para Melanie Klein, a los tres años el niño ya ha


superado el Edipo, y los objetos son imagos de los primarios.
Klein lee las ausencias de asociaciones verbales no por
inmadurez, sino por represión. Los objetos primarios no indican
La envidia del pene y la amenaza de castración velan la
castración estructural que es efecto de la operación
simbólica. El complejo nombra como impotencia lo que
en verdad es imposible. El falo es soporte de un
universal en el que se inscriben tanto machos como
hembras. Lo propiamente femenino no hace conjunto y
ubica la cuestión más allá del falo. Lacan, en el
Seminario 17, ubicará al Edipo como un sueño de Freud,
como contenido manifiesto. Esta cuestión lo va a llevar a
poner en tensión el mito de Edipo con “Tótem y tabú”:
{...) en el enunciado del mito de "Tótem y tabú", el
mito freudiano es la equivalencia del padre
muerto y el goce. Esto es lo que podemos calificar
con el
término de operador estructural (pp. 130-131).

Si el Edipo es un sueño, la castración no lo es. Edipo,


en la elaboración lacaniana, va a venir al lugar del
discurso como tratamiento de la castración y el goce y,
más tarde, al lugar de la realidad psíquica para,
finalmente, en su última enseñanza, ser el punto de
basta propio de la neurosis. Esto va a permitir tres
lugares posibles del padre:
a) El padre muerto, impotente.
b) El padre terrible, gozador.
c) El padre como modelo de la fiinción, en la medida en
que su deseo lo lleve a tomar a una mujer como causa
de deseo y a la cual hace madre.
La tercera consideración crítica se va a referir a las
teorías de género. El blanco de la polémica aquí, es
precisamente a partir de la confusión falo-pene. Esto va
a implicar una crítica al supuesto falocentrismo
misógino de Freud. Al falo se lo toma como una
dominancia de lo masculino sobre lo femenino. Se critica
Parte
3

PERVERSIÓN Y
Clase 1
FETICHISMO

’^Fetichismo como
paradigma de la
perversión ^Las tres
estructuras clínicas y sus
Vamos a comenzar con un tema muy importante. En
general, para hacer un contrapunto, hemos trabajado
las estructuras clínicas de la neurosis y la psicosis.
¿Por qué? Si tomamos los primeros textos, vemos que
la neurosis -cualquiera esta fiiera- implicaba que la
operación de la defensa separaba la representación
del monto de afecto. En cambio, en la psicosis
paranoica no había tal separación. Desde ahí hemos
hecho el contrapunto entre neurosis y psicosis. Con el
complejo de Edipo, la relación respecto al padre, la
cuestión del cuerpo, la organización fálica, etcétera,
también diferenciaba neurosis y psicosis.
Si tomamos “Tres ensayos de teoría sexual” (1905)
-que es el texto para hacer la referencia a la
sexualidad infantil- tenemos la dimensión de las
desviaciones respecto al objeto y a la meta, y toda la
serie que Freud sitúa en relación con la dimensión que
llamaba perversa polimorfa, para dar cuenta de la
sexualidad infantil. Ubicábamos también la cuestión
del amor como desvío respecto a la meta. Recuerden
que desvío siempre es en relación con lo que sería un
ideal que funciona como tal, o sea que, como
referencia, son desvíos respecto a un ideal del
encuentro genital.
En ese momento, habíamos hablado de fetichismo, y
el nombre de un tipo clínico dentro de una estructura
clínica y, a la vez, es el paradigma de esa estructura.
Dentro de esa estructura clínica, que no se llama ni
neurosis ni psicosis, sino perversión, hay varias formas, y el
fetichismo es una de ellas. Hay otras como exhibicionismo,
voyerismo, sadismo, masoquismo, “travestismo” entre
comillas, etcétera. Si bien el fetichismo es parte de ese
conjunto, a la vez es el paradigma que da el ordenamiento
teórico para entender qué es la perversión. Entonces, en el
marco de esta estructura clínica que se llama perversión, el
paradigma es el fetichismo. Ahora van a ver por qué ocupa
este lugar. Primera cuestión.
Segunda cuestión. En el mismo texto, “Tres ensayos de
teoría sexual” (pp. 139-140), Freud diferencia ya fetichismo
de fetichización. Son dos conceptos diferentes y nombran
dos estructuras clínicas distintas: fetichismo habla de
fetichización habla de neurosis.
Entonces, a partir de lo que aprendimos hoy, tenemos las
tres estructuras clínicas ubicadas por Freud y
sistematizadas por Lacan: neurosis, psicosis y perversión.
Cada una de estas tres grandes estructuras clínicas que
tenemos en psicoanálisis, se diferencian por cómo
responde un sujeto al encuentro con la castración. Lo han
trabajado con la sexualidad femenina, con el eje Edipo-
castración y, en “Inhibición, síntoma y angustia”, lo harán
con la castración materna. Recuerdan que cuando
decíamos que el sujeto adviene como falo para esa mujer
que es la madre, para que esa mujer, en cuanto madre,
haga la ecuación simbólica pene = niño, es necesario
ocupar el lugar del falo, que es aquello que le falta a la
madre. De ese modo se realiza ese narcisismo primario, o
sea, la libidinización que constituye el narcisismo. A la vez,
ubicarse como falo de la madre es el modo de tapar,
encubrir, que la madre está castrada. Incluso hemos dicho
En la neurosis, el mecanismo es la represión', se
reprime el encuentro con esa verdad de la castración, y
como saben, cada vez que se reprime hay retorno de lo
reprimido. Entonces, la represión de ese no querer saber
nada de la castración, como es reprimido, retorna produ-
ciendo síntomas.
En las psicosis, es más radical ese no querer saber.
Recuerdan que Freud, en los primeros textos cuando habla
de psicosis, decía que no se separaba el representante del
monto de afecto, por lo tanto, había un retorno de lo que
era expulsado del nexo asociativo. No se trata de un
representante que queda reprimido -produciendo el grupo
psíquico separado, antecedente del concepto de lo
inconsciente—, sino que queda por fuera de todo nexo
asociativo; tiene que retornar alucinatoriamen- te y en la
construcción de un delirio. Hay un término, un concepto
que aparece en Freud cuando trabaja el caso del Hombre
de los Lobos -y que retoma y formaliza Lacan-, que es el
concepto de forclusión. Es una expulsión fuera de la
articulación de los representantes psíquicos, no es un
representante psíquico que queda reprimido, sino que es
expulsado de la cadena de representantes psíquicos. ¿Cuál
representante psíquico? Aquel que nombraría esa
castración.
Hay un tercer modo de respuesta ante el no querer
saber nada de la castración, que se llama renegación o
desmentida, y que será propia de la perversión. Veremos
cómo responde a esto el fetiche.
Antes de ir específicamente a esto, recuerden que cada
estructura clínica tiene, dentro de ella, diferentes tipos
clínicos. Por ejemplo, la estructura clínica neurosis tiene la
neurosis obsesiva, neurosis histérica, neurosis fòbica; la
estructura clínica psicosis, la esquizofrenia, paranoia,
psicosis maníaco-depresiva o bipolar, la psicosis
melancólica, parafre- nia; la perversión, el fetichismo,
sadismo, masoquismo, exhibicionismo, voyerismo y
perversión, como rasgo, lo podemos encontrar también en
las neurosis y en las psicosis. Podemos encontrar
neuróticos (obsesivos, histéricos o fóbicos) con un rasgo o
una conducta a nivel del goce sexual perversa, sin por eso
ser perverso. También tenemos rasgos de perversión en la
psicosis que, en general, son funcionales, en el sentido de
que estabilizan al sujeto, con lo cual es algo que no es
conveniente conmover. Un ejemplo de esto último podría
ser un modo de lazo sexual homosexual con carácter
perverso -no porque homosexualidad y perversión sean
sinónimos-, en el sentido de que una conducta de goce
sexual perversa hace que un psicòtico no se desencadene
y pueda sostenerse en la vida. La psicosis se puede
mantener con cierta estabilidad en la vida y no producir el
quiebre de la alucinación y el delirio.
Repasemos. Primera cuestión: fetichismo es el
paradigma que da cuenta de qué es esa estructura clínica
que llamamos perversión y, a la vez, fetichismo es una
modalidad de perversión junto con otras. Segunda
cuestión: diferenciamos fetichismo (perversión) de la
fetichización que encontramos en la neurosis. Luego,
diferenciamos la perversión del rasgo de perversión. La
perversión como una estructura clínica, y los rasgos de
conducta respecto al goce sexual en las neurosis y en las
psicosis; en la psicosis puede tener un carácter funcional
porque estabiliza la posición del sujeto.
En las estructuras clínicas (neurosis, psicosis,
perversión) identificamos tres respuestas diferentes al
encuentro con la castración, con el no querer saber de la
castración en el Otro materno:
a) la represión para la neurosis;
b) la forclusión para la psicosis;
c) la desmentida o renegación para la perversión.
A su vez, cada estructura clínica tiene varios tipos
clínicos:
sádico como un perverso y otra cosa es, por ejemplo,
para un neurótico, que su rasgo de perversión sea
sádico, pero no es un perverso sádico. Cualquiera de
estas formas las podemos encontrar como rasgo de per-
versión en las neurosis y en las psicosis.
Veamos la diferencia entre fetiche y fetichización.
Cuando Freud escribe “Tres ensayos de teoría sexual”,
no dispone aún de la lógica Edipo- castración, con lo
cual, todavía no tiene formulado a qué lugar viene
exactamente el fetiche. Lo anticipo para que se vayan
orientando: el fetiche es elevar un objeto, en principio
cualquier objeto, al lugar del falo. Freud dirá que, en
general, los objetos fetiches son aquellos objetos ante-
riores al encuentro con la castración de la mujer.
Entonces, podemos encontrar que el objeto fetiche que
reniega de la castración es aquel objeto anterior al
encuentro con los genitales femeninos: el ruedo de una
pollera, una braga, para tonnar algunos ejemplos que
da Freud mismo. Antes del encuentro con lo que no hay
debajo de la braga, está la visión de la braga.
Les puede parecer un poco gracioso en esta época,
pero recuerden que Freud toma este ejemplo para
explicar una lógica: antes de encontrarse con los
genitales femeninos -o sea, con la castración en
términos de la lógica falo-castración-, ante el horror que
le provoca ese encuentro, el sujeto produce el objeto
anterior al encuentro -la braga, el ruedo de una pollera,
una bata, lo que puedan imaginar-. Eso que tapa es el
momento anterior al encuentro de la visión del genital
femenino. Lo fija como falo simbólico. Para entenderlo,
háganse la representación en lo imaginario: a aquello
que el sujeto vio antes de ver el horror de la castración,
se le da la dignidad del falo. El falo, en cuanto fetiche,
desmiente la castración pero, al mismo tiempo, es un
monumento a ella. Para Freud hay un momento de
S7
detención de la historia, como una película detenida en
una escena. Es una detención y una fijación.
físicos. Si bien es una condición erótica, no se desprende ese
rasgo de la persona, no se tiene una relación sexual con ese
rasgo separado de quien lo porta.
Una aclaración fundamental que no hice: estoy hablando de
los varones, porque perversión encontramos en varones, no en
mujeres, que solo las hay neuróticas o psicóticas. La perversión
es propia de la sexualidad masculina; en la sexualidad
femenina no hay perversas. En una mujer, la única modalidad,
la única figura del fetiche que hay es el hijo o hija, el hijo
viniendo al lugar del fetiche. Que no hay mujeres perversas
-por la cuestión del fetiche que ahora vamos a ver- no quiere
decir que no haya histéricas que tengan unos cuantos rasgos
perversos, pero no estamos hablando de estructura perversa.
Puede haber una mujer que tenga fantasmas, fantasías
masoquistas, pero una verdadera perversa masoquista no
existe. Hay mujeres que alcanzan un modo de satisfacción
sexual con una fantasía masoquista, y por eso los varones
creen que las mujeres son masoquistas, pero es una fantasía
masculina. No hay masoquistas femeninas, porque no hay
perversas. Ya vamos a ver que el fantasma como tal, siempre
es masoquista. Esto me permite hacer una aclaración. La
perversión implica gozar con la angustia del partenaire. Un
sádico no toma como partenaire a un masoquista, porque si lo
castiga, no se angustia sino que goza, entonces no le sirve.
Les recomiendo que lean ha Venus de las pieles, una novela
de Leopoid von Sacher-Masoch, de donde proviene el término
masoquismo. El protagonista es un masoquista que se Uama
Severino, y su pareja, Wanda, es una histérica. Al final de la
novela el personaje está en una columna, amarrado con
cadenas, para que su partenaire le pegue latigazos. Pero la
joven Wanda está cansada, es histérica y se angustia todo el
tiempo. Se retira, y aparece en escena otro personaje, el
griego, un sádico, y no un histérico que se angustia cuando le
pega. Como al sádico le gusta, entonces, lo castiga. Severino, a
partir de ese encuentro, regresa a su pueblo, se hace cargo de
la empresa familiar, se casa, tiene hijos y se cura. Es una
novela, un perverso no se cura así, pero sirve como ejemplo. El
exhibicionista goza con la angustia que produce, por eso hay
El problema es la instalación de la transferencia analítica,
porque el perverso no le supone al analista un saber sobre su
condición de goce, porque el que sabe absolutamente es él.
Retomemos. Decíamos que una cosa es la fetichización, que
vale como condición erótica, y otra cosa es el fetiche. Dice
Freud:
El caso patológico sobreviene solo cuando ía aspiración
al fetiche se fija, excediéndose de la condición
mencionada -)a condición erótica-, y reemplaza a la
meta sexual normal; y además, cuando el fetiche se
desprende de esa persona determinada y pasa a ser un
objeto sexual en sí mismo. Estas son las condiciones
generales para que meras variaciones de la pulsión
sexual se conviertan en desviaciones patológicas (p.
140).

O sea que no es que tal color de cabello es condición para,


sino que es ese cabello el objeto mismo; el fetiche se
desprende de esa persona determinada y pasa a ser un objeto
sexual por sí mismo. ¿Se entiende la diferencia entre
fetichización y fetiche? Se separa, vale como condición
absoluta, no es un rasgo del objeto, sino que pasa a ser en sí
mismo el objeto, y se fija como objeto. La fetichización, la
condición neurótica también tiene que ver con la fijación, la
diferencia es que es un elemento que permite el acceso
amoroso, erótico, con respecto a un partenaire. En una nota
de la página siguiente, Freud afirma:
[Nota agregada en 1910:] En muchos casos de
fetichismo del pie puede demostrarse que la pulsión de
ver, originariamente dirigida a los genitales y que
quería alcanzar su objeto desde abajo, quedó detenida
en su camino por prohibición o represión y por eso
retuvo como fetiches al pie o al zapato. Y en ese
proceso los genitales femeninos se imaginaron, de
acuerdo con la expectativa infantil, como masculinos (p.
141, nota 22),

En el marco del texto “Fetichismo” de 1927, Freud se hace


una pregunta respecto a un caso clínico. Fíjense que la
cuestión es mucho más compleja que ver solo el último objeto,
el pie o una braga. Lo leo para que vean el punto de
complejidad y la riqueza al mismo tiempo;

El caso más asombroso pareció el de un joven que había


elevado a ia condición letichista cierto “brillo en ia
nariz". Se obtuvo un esclarecimiento sorprendente al
averiguar que el paciente había sido criado en
Inglaterra pero luego se estableció en Alemania, donde
olvidó casi por completo su iengua materna. Ese
Glanz es en alemán y glance es en inglés, por lo tanto, hay
una transliteración y formación de una problemática clínica que
toma la cuestión del lenguaje; dos idiomas y el efecto de
consonancia fónica de estas dos palabras. Se arma Glanz, “brillo
en la nariz”, cuando en realidad se refiere a glance, una “mirada
en la nariz”. Ya tenemos una complejidad, porque un
determinado brillo en la nariz vale como objeto fetiche e implica
una transliteración, un efecto de traducción de una lengua a otra
y la resonancia fónica de la lengua materna olvidada, reprimida,
pero que retorna bajo este modo.
Y continúa diciendo:
Por eso me apresuro a agregar que no es el sustituto de
uno cualquiera, sino de un pene determinado, muy
particular, que ha tenido gran significatividad en la
primera infancia, pero se perdió más tarde. Esto es;
nonnalmente debiera ser resignado, pero justamente el
fetiche está destinado a preservarlo de su sepultamiento
{Untergang).
Es el sustituto Para decirlo
del pene, y nocon mayor claridad;
de cualquiera sino delelmaterno.
fetiche
es
Re* el sustituto del
cuerden ustedes falo de la
queyantes mujer -de la madre- en el que
el varoncito ha creído no haubiqué
queridolasrenunciar
estructuras clínicas
(...) {pp.
como tres respuestas distintas del encuentro con la castración
147-148),
de la madre. Bueno, Freud dice más adelante:
No es correcto que tras su observación de la mujer pa
madre] el niño haya salvado para sí, incólume, su
creencia en el falo de aquella. La ha conservado, pero
también la ha resignado; en el conflicto entre el peso de
la percepción indeseada [la castración] y la intensidad
del deseo contrario [de que no esté castrada] se ha
llegado a un compromiso como solo es posible bajo el
imperio de las leyes del pensamiento inconsciente -de
los procesos primarios- [o sea, ei fetiche como
compromiso]. Sí; en lo psíquico la mujer sigue teniendo
un pene, pero este pene ya no es lo mismo que antes
era. Algo otro lo ha reemplazado; fue designado su
sustituto, por así decir, que entonces hereda el interés
que se había dirigido al primero. Y aún más; ese interés
experimenta un extraordinario aumento porque el horror
a la castración se ha erigido un monumento recordatorio
con la creación de ese sustituto (,,,) (p. 149),
Si el fetiche viene al lugar del pene materno -aquel pene que
la madre no tiene-, incluyendo el fetiche, se desconoce que la
madre está castrada. Al mismo tiempo, la instalación del fetiche
hizo un monumento mismo a la castración, porque tiene que
tenerlo siempre presente y no puede desprenderse de él; pasa a
ser esclavo absoluto de ese fetiche. Ambas cosas: coloca el
fetiche como aquello que taponaría, que
desmentiría, que renegaría de la castración materna, pero la
instalación del fetiche mismo es un monumento al encuentro
con la castración.
Freud sostiene que es una solución de compromiso,
fórmula que también utiliza para el síntoma. La diferencia es
que interpretando se disuelve el síntoma, pero no el fetiche,
porque no es un representante psíquico, es un objeto,
entonces no hace metáfora. Si al sujeto de “brillo en la
nariz”, “mirada en la nariz”, le comunico como
interpretación este deslizamiento, la interpretación no hace
caer el fetiche. Si fuera un síntoma en el que hay
deslizamiento de un representante psíquico a otro, una
transliteración -un trabajo de relación entre la lengua mater-
na y la otra lengua—, cuando le digo Glanz y glance, “brillo”
y “mirada”, este equívoco y la consonancia de este
representante psíquico harían caer, desaparecer el síntoma.
Como es un fetiche, me puedo pasar la vida jugando con el
equívoco Glanz-glance, sin que caiga, sin que desaparezca:
es inmutable, y vamos a ver por qué.
Si vuelvo a la descripción de fetichismo, tengo que
señalar que ciertamente hay numerosas e
importantes pruebas de la bi-escindida actitud del
fetichista frente al problema de la castración de la
mujer. En casos muy refinados, es en la construcción
del fetiche mismo donde han encontrado cabida tanto
¡a desmentida como la aseveración de la castración.
Así un hombre cuyo fetiche consistía en unas bragas
íntimas, como las que pueden usarse a modo de malla
de baño. Esta pieza de vestimenta ocultaba por
completo los genitales y la diferencia de los genitales.
Según lo demostró el análisis, significaba tanto que la
mujer esté castrada cuanto que no esté castrada, y
además permitía la hipótesis de la castración del
varón, pues todas esas posibilidades podían
esconderse tras las bragas, cuyo primer esbozo en la
infancia había sido la hoja de higuera de una estatua.
Un fetiche tal. doblemente anudado a partir de
opuestos, se sostiene particularmente bien, desde
luego. En otros casos, la bi-escisión se demuestra en
lo que el fetichista hace -en la realidad o en la
fantasía- con su fetiche. No sería exhaustivo destacar
que venera al fetiche: en muchos casos lo trata de
una manera que evidentemente equivale a una
figuración de la castración (...) (p, 151).

Cada vez que dice “mujer”, ustedes reemplácenlo por


“madre”. Finalmente, aparece la cuestión de los cortadores
de trenzas, que toman la trenza como fetiche.
La diferencia entre el cortador de trenzas y el fetichista es
que para este último es condición absoluta y, además, es un
como sí se deshace un síntoma. Ese objeto que viene a
desmentir no es un síntoma, no tiene un valor metafórico.
Desmentida es el nombre de la operación. Pero la
desmentida implica no solo no querer saber sobre la
castración femenina, sino que también, en el lugar en el que
podría encontrarse con la castración, erige algo como falo.
Entonces, es una operación completa. Esto da cuenta de una
estructura clínica soportada en el mecanismo de la
desmentida. Así como ubicábamos la represión para la
neurosis y la forclusión para la psicosis, el mecanismo propio
para la perversión es la desmentida. Entonces, fetichismo es,
por un lado, el paradigma de la perversión en el sentido de
que toda perversión implica la desmentida. Cuando hablo de
perversión no hablo ni de represión ni de forclusión, hablo de
desmentida. Siempre se trata no solo de “no querer saber
sobre la castración femenina”, sino que, además, eleva algo,
un objeto, a la dignidad de falo. Entonces, fetiche,
“fetichismo”, marca la diferencia con otras estructuras
clínicas, define la estructura perversa y, a la vez, es una de
las formas, una de las figuras de la perversión.
Quiero hacer una diferencia importante. Hablamos de la
función de velo antes del encuentro con la castración -las
bragas, polleras, una toalla, etcétera- que puede servir como
objeto fetiche. Esto es una cosa, pero hay otra relación,
especial, de lo femenino con el velo. Las mujeres velan sus
órganos para producir un efecto en el partenaire. Si tomamos
como referencia la castración, algo propiamente femenino,
que es velar una falta, velar una nada, esto habla de un poder
creativo en las mujeres, ya que no es que con un velo velan
algo, como en el caso del travestí, que sí vela algo. Las
mujeres, al velar esa falta, le dan un lugar destacado al velo y
lo que velan. Pero eso no es fetichismo ni perversión, es
feminidad.
Podemos definir a una mujer como un sujeto que sabe velar
una nada de un modo especial, ya que reconoce el valor que
tiene la dimensión del velo, pero ese velo vela la castración,
no está al servicio de ía desmentida en términos de la
perversión. Ese velo produce una atracción mayor hacia
Clase 2
EL FANTASMA “PEGAN A UN NIÑO”

% Argumento y rnodo de satisfacción


Vamos a trabajar un tema muy interesante e importante. Es
sobre un texto fundamental en la obra de Freud y en el
psicoanálisis: “Pegan a un niño”. Habla también de un
problema clínico crucial en el curso de cualquier análisis, una
problemática de las más importantes que, a la vez, puede
arrojar luz para poder entender ciertas cuestiones en el
campo de lo social. Fundamentalmente, tratar de pensar qué
hay de la satisfacción en los humanos con relación al dolor:
hacerse producir dolor y producir dolor. Esa satisfacción
propia del ser humano que encontramos en la clínica -que se
expresa en el trabajo con los pacientes— y que también
encontramos en los fenómenos sociales. Pienso en los
atentados a la Embajada de Israel y a la Asociación Mutual
Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires, y pienso cuando
hace algunos años, la presidenta Cristina Fernández de
Kirchner -por entonces candidata— en las Naciones Unidas
hizo mención sobre esta cuestión.
Esto también remite a las preguntas que se abren con
relación a lo que fiie el Holocausto, en el que fueron
aniquilados no solo miUones de judíos, sino también millones
de no judíos. Hay un capítulo en el Seminario 11 de Jacques
Lacan, donde sostiene que incluso las categorías hegeliano-
marxistas no pueden explicar acabadamente cómo es
posible que haya sucedido algo así. Cómo es posible ese
sacrificio, esa matanza que fue el Holocausto, que es una de
las tantas matanzas que se han producido y se están
produciendo en el mundo. La matanza de la población
originaria de millones y millones de indígenas en América
Latina; las masacres del pueblo palestino y de Irak. El
del todo el Holocausto, las guerras en la ex Yugoslavia, las
masacres entre serbios, bosnios, entre otros.
Estos temas no pueden entenderse solo por cuestiones
ligadas al campo de la política y la acumulación de capitales, la
acumulación de ganancias. No ignoramos que estas
problemáticas están en juego, porque no se trata de
desconocer que las guerras son guerras por intereses políticos,
económicos, militares, pero no solo por eso. Hay un plus que
tiene que ver con esa satisfacción paradójica de los humanos,
esa satisfacción en hacerse matar, en matar, etcétera.
En la clínica psicoanalítica nos encontramos con que, en
principio, los pacientes hablan de sus síntomas desde un lugar
de malestar y displacer. Puntualmente, se quejan de sus
síntomas: “<Por qué no puedo dejar de hacer tal cosa?”, o
“¿Por qué hago tal cosa en contra de mí?”. Los pacientes son
muy habladores al momento de dar el más mínimo detalle de
todo lo que puedan ubicar como cuestiones sintomáticas.
Respecto a lo que Freud llama fantasía, los pacientes no
hablan, no se quejan de las suyas; más bien se satisfacen con
ellas, las tienen presentes, son conscientes, pero de eso no
hablan. Cuando logran comunicarlas, lo hacen siempre con una
dimensión de pudor y de vergüenza, como un acto de
confesión. Pues no se trata de retorno de lo reprimido, sino que
las fantasías están presentes para la conciencia, y los sujetos
las relatan de ese modo y las preservan para su intimidad.
En general, la fantasía se articula con un modo de
satisfacción masturbatoria. Recuerden siempre lo que hemos
trabajado acerca de que la conexión de la práctica
masturbatoria con la fantasía es una soldadura, no es algo que
viene dado. Está el placer de órgano que se suelda, que se
articula con una fantasía. Una fantasía que tiene una práctica
que no requiere de otro. Es un modo de satisfacción fálica en
varones y mujeres, masturbatoria, autoerótica, ya que no
requiere de otros cuerpos, de otros. Estas fantasías siempre
son contradictorias con los ideales del sujeto. Tenemos sujetos
que en su vida social son muy generosos y en su fantasía hay
de contenido de la neurosis. Dice Freud que de las
fantasías que los sujetos relataban, aquella era la que
producía una elevada satisfacción sexual. La encontrarán
en el texto “Pegan a un niño. Contribución al
conocimiento de la génesis de las perversiones
sexuales” de 1919.
Así como les dije la clase pasada que fetichismo es
una de las expresiones de la perversión sexual y,
también, el paradigma de la perversión, la fantasía
“Pegan a un niño” es el paradigma del fantasear de
todos los neuróticos; en efecto, los casos que analiza —
seis- son de pacientes neuróticos. Entonces, ¿cómo es?
¿Se trata de dos categorías clínicas? No, se trata de la
misma categoría clínica en cuatro mujeres y dos
hombres, de los cuales tres son pacientes obsesivos, uno
histérico, otro sin un diagnóstico fijo, y del último se
olvida. Hay una especie de lapsus en Freud que hace
que hable de seis casos y, sin embargo, explique cinco,
olvidando uno. Lo importante es que son pacientes
neuróticos. Entonces, ¿de qué se trata? ¿De perversos o
de neuróticos?
Una fantasía es como un rasgo primario de perversión,
pero en la neurosis. El sujeto no las realiza; piensa en
ellas, se regocija en el pensamiento con ellas. Las
fantasías- de la cual “Pegan a un niño” es el paradigma-
tienen, como los sueños, un estatuto de imágenes, una
dimensión imaginaria, porque son personajes, son
escenas, son lugares. También tienen un texto, un
argumento igual que el texto del sueño, con lo cual
tienen una dimensión simbólica. A la vez, dan cuenta de
una fijación pulsional. Las fantasías son tres lugares
-anticipo lo que van a trabajar el próximo año-: tienen
una dimensión imaginaria, una dimensión simbólica y
una dimensión que Lacan llama real. Tienen imágenes,
figuras, personajes; un texto, un argumento; y una
fijación a un objeto —imaginario, simbólico, real-.
Freud sostiene que la fantasía “Pegan a un niño” tiene
en las mujeres. Aclaro esto porque a veces en la
fantasía, fundamentalmente en la de los varones, la que
aparece pegando es una mujer, la madre, pero es una
desfiguración. Freud afirma que siempre se trata del
padre: detrás de la figura de la madre siempre
aparecerá el padre. Esto puede ocurrir para preservarse
el sujeto de la dimensión homosexual que implicaría. El
padre, entonces, le pega al niño odiado por mí. ¿Por
qué? Por la rivalidad y los celos. Que el padre le pegue a
otro niño, a partir de la rivalidad con ese hermano o ese
sustituto de hermano, ese otro chico, me permite creer
ser el hijo amado por el padre. Dice Freud que esta
fantasía -el padre le pega al niño odiado por mí, y de
este modo soy el hijo amado- es sádica. Los sujetos
recuerdan esta fantasía, recuerdan ia fase primera y
recuerdan la fase tercera, no la segunda.
La segunda fase, los sujetos no la recuerdan. Se trata
de una construcción en el análisis -recuerden que están
trabajando la construcción-. La segunda fase es soy
pegado por el padre. Esta fantasía del segundo tiempo
no es sádica, es masoquista. Presten atención a que
digo, como dice Freud, “soy golpeado por el padre”, no
digo “el padre me pega a mí”. Hay una inversión de
sujeto-objeto: soy pegado por el padre,
gramaticalmente, es en voz pasiva. No es en voz activa
como la primera fase el padre pega al niño odiado por
mí. Es soy pegado por el padre. Es un segundo tiempo
que no está reprimido, que nunca se lo puede ubicar
como retorno de lo reprimido; es más, dice Freud, es
una construcción del análisis.
Este segundo tiempo es masoquista. Freud lo explica
con dos argumentos: en el pasaje de el padre pega al
niño odiado por mí a soy pegado por el padre, ese
“soy pegado” tiene dos fuentes. Por un lado, por el sen-
timiento inconsciente de culpa que produce la
satisfacción de el padre pega al niño odiado por mí\
por el otro, el sentimiento inconsciente de culpa hace
que el segundo tiempo sea soy pegado por el padre.
y que, sobre ese masoquismo primario, erògeno, se
fundan los otros dos: masoquismo femenino y
masoquismo moral. Del masoquismo femenino, en la
página 167, Freud dice que es la satisfacción en ser
golpeado, atado, humillado, degradado. Lo llama
femenino, pero no tiene nada que ver con la feminidad,
es una expresión, es la fantasía de ser humillado,
degradado, atado, calumniado, vejado, y satisfacerme
con eso. El masoquismo femenino de ese mismo texto, da
cuenta del segundo tiempo de “Pegan a un niño”. El
segundo tiempo soy golpeado por el padre, da cuenta
del masoquismo femenino pero, a la vez, como se trata
de la culpa, también del masoquismo moral.
Entonces, son tres fases:
a)La primera es sádica: el padre golpea al niño
odiado por mi por celos, rivalidad, etcétera.
b)La segunda es masoquista; es la que se construye:
soy golpeado por el padre.
c) La tercera parece sádica, pero en verdad es
masoquista.
Como decíamos antes, la satisfacción en ser golpeado,
correspondiente a la segunda fase, obedece a dos
cuestiones. Por un lado, al sentimiento inconsciente de
culpa. Como decía el texto: como me satisfice en eso,
para mi conciencia moral debo ser castigado. ¿De qué se
trata ese sentimiento inconsciente de culpa? Del
masoquismo moral. Por el otro, el soy pegado conlleva
en sí mismo la satisfacción, ya que “soy pegado” es “soy
amado” y, a la vez, el soy gozado por ei padre es el
masoquismo femenino. Por lo tanto, en esta segunda fase
del fantasma “Pegan a un niño” tenemos el masoquismo
femenino y el masoquismo moral del que Freud nos habla
en “El problema económico del masoquismo”.
La tercera fase es, nuevamente, alguien pega a un
niño, “el padre pega a un niño”, “el padre pega a otro
masoquista porque ese niño me representa a mí. Me
represento en el otro, y mirando. El sujeto está en los dos
lugares: en el que es pegado y, además, está mirando.
Cada sujeto, todos y todas -siempre pensando en la
neurosis-, tenemos una versión de soy pegado por el
padre. A nivel de nuestro fantasma, tenemos una versión
de soy pegado por el padre con la cual nos satisfacemos.
El fantasma “Pegan a un niño” es un argumento, un texto
para producir esta satisfacción autoerótica que parte de la
fuente, circunvala el objeto de la pulsión parcial y se
satisface en la fuente. Con Edipo, que es el segundo tiempo
lógico, la construcción del fantasma permite que esa
fijación pulsional, como satisfacción autoerótica sostenida
en ese texto, se satisfaga. Entonces, puedo crear un
argumento propio de soy pegado por el padre. Con ese
argumento realizo la satisfacción pulsional en relación con
un objeto fijado de la pulsión parcial.
Con el fantasma “Pegan a un niño”, Freud está
recogiendo los dos destinos de la pulsión que trabajó en
“Pulsiones y destinos de pulsión”. ¿Cuáles? Vuelta contra sí
mismo y transformación en lo contrario. Ya están
trabajando “Más allá del principio de placer”, pulsión de
vida y pulsión de muerte. En los capítulos 2 y 3, Freud
habla de la tendencia masoquista del yo (p. 16), de una
fuerza independiente del principio de placer. En la página
17 ubica tendencias más originarias que las del principio de
placer. Luego, es fundamental la referencia inconsciente
del ello en la página 19.
Pero ¿qué dice Freud? Cuando está trabajando la nueva
dicotomía pulsional dice que el aparato psíquico no está
gobernado por el principio de placer, hay un más allá
sostenido en la pulsión de muerte. Lo ubica como un
retorno a lo inanimado, la pulsión de muerte que lleva el
goce del sujeto. Una cosa es decirle al partenaire “te
quiero comer” en el medio del acto amoroso, y otra cosa es
hacer lo que hizo hace dos años ese alemán que se los
allá del principio de placer”, el fort-Duy el juego del nieto
de Freud. El niño juega a hacer desaparecer y aparecer,
pero muchas veces se queda solo con el hacer
desaparecer, y se satisface en ello, logra una satisfacción,
que es la gran pregunta de Freud, ya que supuestamente
tendría que satisfacerse en la aparición. ¿Cómo es que se
satisface en la desaparición? ¿De qué satisfacción se trata
el satisfacerse en la compulsión de repetición de solo
hacer desaparecer el carretel? Se trata de una
satisfacción que excede la formulación de que el aparato
psíquico está gobernado exclusivamente por el principio
de placer. No es otro principio, sino que el más allá del
principio de placer da cuenta de lo que Freud Uama
pulsión de muerte. En las neurosis de destino, en los
sueños traumáticos, en el juego del fort-Da, en la
transferencia, se da esa satisfacción paradójica,
satisfacción en el neurótico.
Entonces, así como el fort-Da es una maquinaria que
transforma el más allá del principio de placer en ganancia
de placer, el fantasma y los modos de fantasma “Pegan a
un niño” de cada uno, es un artefacto que llevamos en la
estructura psíquica que realiza este trabajo
permanentemente.
A veces esa maquinita tiene desperfectos, que hoy
llaman ataque de pánico. Es cuando la maquinita no
realiza su trabajo habitual, y también cuando los pacientes
consultan. Cada neurótico que viene a la consulta, viene a
decirnos el modo particular en que está descompuesta su
maquinita de transformación de más allá del principio de
placer en ganancia de placer; algo ha quedado
desajustado en su modo de satisfacción.
Nosotros vendríamos a ser los mecánicos de este
artefacto que a veces se descompone. Sabemos que se
trata de una situación de angustia tremenda por parte de
alguien, y que durante el primer tiempo trabajamos para
arreglarle la maquinita -recuerden “Pegan a un niño”-.
artefacto se pueda arreglar: lo atamos con alambre, y
que pueda continuar con su artefacto, con su fort-Da,
con su “Pegan a un niño”.
El fantasma “Pegan a un niño” da cuenta del campo
de la neurosis. La psicosis es psicosis porque no hay
construcción de “Pegan a un niño”. El deUrio -momento
restitutivo de la psicosis- viene al lugar en el que
tendría que estar el fantasma.
Para ir diferenciando, Freud nos habla en la página
182 y 183 de las tres fases, fundamentalmente de la
primera y la segunda. La tercera la aborda en la página
186 más detenidamente. ¿Cómo podemos ubicar la
correspondencia con “El problema económico del
masoquismo”? El masoquismo erògeno y el
masoquismo femenino, páginas 167, 170; y el
masoquismo moral, páginas 171 y 172.
Finalmente, si el masoquismo moral en el que se
sostiene el sentimiento inconsciente de culpa nombra a
una instancia psíquica, se sostiene en la instancia
psíquica del superyó. Freud dice que hay algo también
Clase 3
ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE “ANÁUSIS
TERMINARLE E INTERMINABLE”

^ ¿(.luánJo termiriu eltinálifis^

Cuando trabajamos “Pegan a un niño”, habíamos


formulado los tres pasos lógicos de la constitución del
mismo. Recuerden que el segundo paso era una
construcción del análisis. Este paso, “soy pegado por
el padre”, era el más importante de los tres. Estaba
formulado en voz pasiva -la acción del verbo recae en
el sujeto como objeto directo- y reunía tanto la
culpabilidad como la satisfacción, articulada como
masoquismo femenino bajo una modalidad regresiva.
Esta construcción difiere de lo que va a formular Freud
en el texto “Construcciones en el análisis”.
Ante el límite que la represión primaria le marca a
la interpretación analítica, y ante la problemática del
campo pulsional, Freud producirá esta otra
“herramienta” del analista. El antecedente en la
construcción conceptual freudiana es la reelaboración
de los montos de afecto. En el texto, Freud va a decir
que ante la comunicación de una construcción, “a
todas luces certera", pueden producirse tres efectos
distintos:
a) rclanzamiento de la cadena asociativa;
b) conmoción de los ante pórticos psíquicos
(fantasía) y respuesta de la pulsión emergente de
restos visuales y auditivos cuando el niño era aún
hoy es llam;iclo “ataque de pánico”-. Se trata de la
construcción de un sentido que restituye la institución
imaginaria del cuerpo.
Con estas importantes referencias, vamos a abordar la
articulación del texto “Análisis terminable e interminable”
(1937) con “La escisión del yo en el proceso defensivo”
(1938 |1940]). Estos textos deben tener como referencia
“Esquema del psicoanálisis” (1938 [1940]), específica-
mente la parte II llamada “La tarea práctica” y, dentro de
ella, el capítu- k) Vil, cuyo título es “Una muestra de
trabajt) psicoanalítico”.
Tengamos presente que esta lectura supone los
antecedentes de la ubicación de la castración en la madre
como motor de la defensa y referente del síntoma en
“Inhibición, síntoma y angustia”; que ya fue producida la
segunda tópica y las resistencias estructurales del ello y el
supery('); que se introdujo la última teoría del modelo
pulsional; pulsión de vida y pulsión de muerte; y que al
masoquismo se lo ubicó como primario, siendo el erogeno
la base del femenino y del moral.
Freud produjo “Pegan a un niño”, en el cual situó la
importancia del segundo momento de la construcción
fantasmática. A su vez, la regresión es formulada como
desmezxla pulsional, y la represión se constituye
solamente como uno de los métodos de defensa. También
contamos con el texto “Fetichismo” y la solución perversa
respecto al horror a la castración. ¿Cuál es el punto de
articulación de los dos textos situados al inicio? La
desautorización de la feminidad y la desgarradura dcl yo
ante el encuentro con la castración. ¿Cuál es la relación de
la “alteración del yo” de “Análisis terminable e
interminable” y “La escisión del yo”? Ambos son efecto de
la defensa.
Con esta guía, pasaremos al desmontaje de ambos
textos. Comenzaremos por‘Análisis terminable e
interminable”.
a) Primer capítulo:
a una resolución eficaz, ya que el paciente puede
“sustituir la decisión deficiente que viene de la edad
temprana por una tramitación correcta” (p. 223). La cura
se produce por un cambio en la decisión. Esta formu-
lación es heredera de la fórmula “elección de neurosis” o
consentimiento del sujeto. A su vez, los factores más
desfavorables para la conclusión son la intensidad
constitucional de las pulsiones y la alteración perjudicial
del yo. Freud se encarga de despejar una cuestión
central; la alteración del yo tiene etiología propia, no es
efecto de la intensidad pulsional.
c) Tercer capítulo;
En este capítulo, donde en principio ubica los tres
factores decisivos para “las posibilidades de la terapia
analítica”: influjo de traumas, intensidad pulsional,
alteración del yo, va a formular que se ocupará del
segundo de ellos.
¿Es posible domeñar la pulsión? Strachey nos recuerda
que “domeñamiento” (Beendigung) implica la mezcla o
ligadura de la libido que, de este modo, vuelve inocua a
la pulsión de muerte. Por lo tanto, es la ligadura lo que
“domeña” y liga a la pulsión de muerte y, desde el
“Proyecto de Psicología” (1895), es una operación
respecto a los recuerdos penosos. Freud ubica dos
factores que pueden acrecentar la intensidad pulsional;
ambos implican una irrupción del cuerpo: la pubertad y la
menopausia. El cuerpo que se pierde, el cuerpo que se
adquiere: la irrupción del cuerpo sexuado. Es en este
capítulo donde se van a producir dos grandes y centrales
formulaciones económicas:
1. “¿Acaso nuestra teoría no reclama para sí el título de
producir un estado que nunca preexistió de manera
espontánea en el interior del yo, y cuya neocreación
constituye la diferencia esencial entre el hombre
analizado y el no analizado?” (p. 229).
2. Pregunta en consonancia con el texto “¿Pueden los
legos ejercer el psicoanálisis?”. La rectificación, con
d) Cuarto capítulo:

Este capítulo propone un problema y tres modos de


abordarlo. El problema es si el análisis puede proteger de
conflictos futuros. Freud lo va a llamar profilaxis. Dice
Freud;
Reflexionemos sobre los medios que poseemos
para volver actual un conflicto pulsional latente
por el momento. Es evidente que solo dos cosas
podemos hacer: producir situaciones donde
devenga actual, o conformarse con hablar de él en
el análisis, señalar su posibilidad (p, 233).
Hablar de el acaba en un saber inocuo, sin
consecuencias, un saber impotente. Producirlo en la
realidad es una intrusión como corte libidinal, con las
investiduras de objeto del paciente: lazos amorosos,
laborales, etcétera. Esta modalidad tiene objeciones
éticas y teóricas de primer orden, por lo tanto queda
descartada. La segunda, que implica volver actual un
conflicto latente dentro de la transferencia, se produce
“espontáneamente” por la técnica analítica misma, en el
“sentido del precepto según el cual el análisis tiene que
ejecutarse en la frustración” {versagun^. La regla de
abstinencia es un operador de ese volver actual un
conflicto latente. Freud se refiere a la producción de
escenificaciones por parte del analista para producir, por
ejemplo, celos o desengaños amorosos, o tomando el
capítulo anterior sobre las formaciones re- activa.s (lo
generoso del mezquino, lo hostil de! comprensivo,
etcétera). Volver actual el conflicto latente implica
conmover las defensas. Freud no recomienda esas
escenificaciones ya que, además, dañan la transferencia
positiva y dan lugar a la transferencia negativa. Está
formulado aquí un debate sobre la importancia de la
emergencia de la transferencia negativa para una cura
analítica y la función del analista como productor de
contingencias.
e) Quinto capítulo:
En este capítulo se va a ocupar de la alteración del yo.
La primera cuestión que formula es que un “yo normal”
es una “ficción ideal”. El yo media entre el mundo
Los mecanismos de defensa sirven
a[ propósito de apartar peligros. Es in-
cuestionable que lo consiguen: es dudoso
que el yo, durante su desarrollo, pueda
renunciar por completo a ellos, pero es
también seguro que ellos mismos pueden
convertirse en peligros (p. 239).
(...) pero estos [los mecanismos de
defensa] se fijan en el interior del yo, de-
vienen unos modos regulares de reacción
del carácter, que durante toda la vida se
repiten tan pronto como retorna una
situación parecida a la originaria {pp. 239-
240).

El gran problema que aborda este capítulo es que los


mecanismos de defensa toman a la cura misma como un
peligro, se presentan como una resistencia al
restablecimiento, como resistencia al ticscubriniiento de las
resistencias. Esta es la fórmula misma de la alteración del
yo.
f) Sexto capítulo:
Aquí continúa con el problema del anterior capítulo. Este yo
alterado por esas fijaciones del ello es un yo que “todavía no
existente tenga ya establecidas las orientaciones del
desarrollo, las tendencias y reacciones que sacará a la luz
más tarde” (p. 242). Las fijaciones son primeras, lógicamente;
luego, un nuevo acto psíquico produce al yo. Estas fijaciones
dan cuenta de la viscosidad de la libido con perturbación del
desasimiento de ciertos objetos. Recordemos que en la pluma
de Freud nadie enferma por una fijación pulsional sino, por el
contrario, cuando se ve constreñido a abandonarla. Enfermar,
en esta línea, tiene el estatuto de una dislocación de la
satisfacción pulsional. Esta inercia psíquica de la fijación es
designada como resistencia del ello. También en este capítulo
se presenta la otra resistencia estructural, la del superyó,
bajo la presentación clínica de la reacción terapéutica
negativa. Implica un aferrarse a la enfermedad bajo e!
ordenamiento conceptual de la necesidad de castigo en el
núcleo del síntoma. La referencia económica de esta
resistencia es el masoquismo moral, así como el femenino lo
es de la resistencia del ello. Recordemos aquí que el segundo
tiempo del fantasma “Pegan a un niño”, que es “soy pegado
Finalmente, Freud presenta la referencia a Empédocles y
sus dos principios: el de amor y el de di: cordia.
g) Séptimo capítulo:
Este capítulo, de central importancia, da cuenta dcl
anudamiento de todo lo hasta aquí des irrollado en
relación al advenimiento de nuevos analistas. Se trata, y l
mismo tiempo, de dar cuenta de por qué, junto con
educar y goberna , psicoanalizar es una “profesión
imposible”. La llamada por Freud “apti ud de analista” se
adquiere en dos tiempos: durante el análisis, con la c<
nvicción de la existencia dcl inconsciente, y el tiempo
posterior a este, i partir de “los procesos de
recomposición del yo”. ¿Cuál es el obstácu o a tal
adquisición? Los mecanismos de defensa. A su vez, si la
termin ición de un análisis es una cuestión práctica,
“mucho menos se distancia a práctica de la teoría en
casos del llamado ‘análisis del carácter”’(p. 25] ).
Cuestión esta última a retomar.
Cuando Freud se inter: oga por el advenimiento de
nuevos analistas, la primera respuesta cf que la aptitud
de analista que se adquiere en el propio análisis es
condición necesaria, pero no suficiente. Esa aptitud se
alcanza solo en m tiempo posterior al análisis. Pero puede
haber habido análisis y, sir embargo, no necesariamente
haber adquirido esa aptitud.
Desde entonces, él sabrá ser un desecho. Es lo que
el analista ha debido al menos hacerle sentir £i él
no lo ha llevado al entusiasmo, bien puede haber
habido análisis, pero analista, ninguna probabilidad
(J. Lacan. “Nota italiana", p. 329).
Ese tiempo posterior, c ue es donde se decide, en
efecto, el advenimiento o no de un nuevo analista, implica
la recomposición espontánea de las alteraciones del 'o, la
cual solo es posible por una afectación de los mecanismos
de deft nsa, en la medida en que cree un estado inédito
en la economía libidi lal. Esta creación original, efecto
de! análisis, no se refiere a ninguna din: ensión
terapéutica, como el mismo Freud se encarga de aclarar.
de “hostilidad y partidismo” en la comunidad analítica.
Por este motivo, la hahilitación estatal dcl título de
psicoanalista es antifrciidiana.
Debemos pues, diferenciar los mecanismos de
defensa como fantasma -como métodos de defensa que
dan cuenta del tipo clínict>- de la defensa, tal como es
formulada en el último párrafo del ]iunto C dcl capítulo
titulado “Addenda” de “Inhibición, síntoma y angustia".
Ksta defensa así formulada, es anterior y fundante de
las instancias psíquicas, por eso solo puede ser
afectada a partir de los objetos voz y mirada.
Por otra parte, en las diferentes traducciones de la
obra de Freud se nombra la palabra aptitud, tanto para
la pregunta que Freud se formula como para la
respuesta que se da; “¿Dónde adquiriría la aptitud
ideal? (...) el período posterior al análisis puede -o no—
otorgar al analizado aptitud de analista’”. Sin embargo,
en el original alenián, l'reud utiliza dos palabras
distintas. La primera palabra es cignung, sustantivo
que se traduce como idoneidad, talento, dotes. La
segunda, iaugUch, adjetivo que se traduce como capaz
o hábil, remite al quehacer, a la pragmática. La
“■A^ú\.\iá-eignung" se adquiere en el propio análisis;
la “aptitud- tauglich", en el período posterior. Esta
diferencia da todo su lugar al problema de la fijación y
del lugar del analista, en el texto “Consejos al medico
sobre el tratamiento psicoanalítico". Estas fijaciones
son el soporte de las respuestas estereotipadas
llamadas mecanismos de defensa.
El padre muerto devela la impotencia, el protopadre
hace presente al padre gozador. Sí^n las dos vertientes
de “Tótem y tabú”. En el primero, los varones rehuyen
de las mujeres gracias al sentimiento inconsciente de
culpabilidad, en el segundo, son expulsados o
“feminizados”. Sabemos que Freud le confiesa a
Kardiner: “Tengo muchas cosas que me descalifican
como gran analista. Una de ellas es que soy mucho el
padre”. Este padre no es con el que se encuentra en
la rivalidad, de acuerdo a los “complejos”, como diría el
mismo Freud en “Consejos al médico sobre el tratamiento
psicoanalítico”. Sacrificando la verdad al servicio del principio
de placer, restituye al padre interdictor. Se trata aquí de
restituir el sentido mediante lo que J.-A. Miller ha llamado lo
religioso en el psicoanálisis, el “Dios del significante”.
La argumentación del episodio en Atenas es, quizá, el
momento más patético de salvar al padre de la religión como
significante amo; porque se revela como este SI que es un
producto, no es fijndante. Es lo que Lacan supo leer y por eso
Uamó a la realidad psíquica el anudamiento freudiano. Es
también un sacrificio en oposición al Tao del psicoanalista, que
a partir del “vacío-intermedio” permite que alguien pueda
circular en lo que retornó para él.
La contingencia que implica el modelo de la función
articula, como lo subraya el mismo Laurent, l a v e r s i ó n y la
variación de la verdad; y en su uso de goce “conjuga el
significante en su aspecto de letra y de goce”. Este vacío-
medio es el que considero que se presentifica en la obra “Seis
personajes en busca de un autor”, no solo entre los actores y
el público, sino que más radicalmente, en el fundamento
mismo de la obra de Pirandello. Vacío entre personajes y autor
y entre actores y personajes. J.-C. Milner descubre una tesis de
F. Regnault respecto de esta obra, y la llama “personajes de
una obra que no puede existir más, son el imposible del
teatro”. En tanto que el hijo dice no al sacrificio, no hay
tragedia, tal como ocurre en el Edipo de Sófocles. Por otra
parte, debemos recordar la diferencia con la versión homérica,
que no es sacrificial -movimiento que marca el pasaje en la
antigua Grecia de una cultura de la vergüenza a una de la
culpabilidad, y la herencia de las deudas comerciales y
morales, que pasan de padre a hijo hasta que se establece el
derecho profano-.
El Freud que toma la última versión de Edipo es el que
inventa el psicoanálisis en la misma época que surge la
arquitectura moderna, la música atonal, la pintura no
figurativa y el positivismo lógico. También es el que es
confrontado por Otto Weininger a partir de su texto Sexo y
como desmentida. La otra, posterior y correspondiente a
su última enseñanza, como forclusión del Nombre del
Padre y su retorno en lo real como ley de hierro. Este
Nombre del Padre no refiere al Tnterdic- tor freudiano de
su primera época. No es el atinente a la formulación
obsesiva de la religión del Padre. Como dice J.-C. Maleval:
quizá podríamos disponer aquí del concepto de
fallo de un anudamiento bo- rromeano, pero
haciendo esta aclaración: no se encontrará ningún
obstáculo para mantener la forclusión del Nombre
del Padre como estructura de la psicosis, aunque
su concepción resulte renovada (p. 75).
Se trata del Padre-síntoma, el que hace de una mujer
causa del deseo y que está desencadenado de la versión
freudiana, /Vn-versión que articula goce y deseo. Es el
Padre como nombrante, como existencia y con sus
consecuencias. Marca la diferencia entre “creer en” y
“creer allí”. Hombre deseante, sin ambages, incauto del
enigma. El Padre modelo de la función, deseante,
nombrando hace posible un goce acotado (fl-peritivo) y
una versión de cómo arreglárselas con el Otro sexo:
“hace funcionar la Función abriendo al Otro”. Es
necesario que cualquiera pueda hacer excepción para
que la función de excepción se convierta en modelo.
Abrir al Otro es lo opuesto a pretender nombrar el ser co-
mo ideología totalitaria.
Es necesario que los personajes de Pirandello no
encuentren autor y que no se cierre la hiancia entre
personaje y actor. De lo contrario, se produce el triunfo
absoluto de la religión de los hijos sacrificados bajo una
norma: tragedia.
¿Dónde se revela, precisamente en este punto, el
impasse de Freud, pese a sus advertencias respecto al
advenimiento de nuevos analistas en “Análisis terminable
e interminable”? En su texto posterior, “Esquema del
psicoanálisis”, llamará al analista “nuevo superyó”. Del
padre a lo peor.
A diferencia de esto, J.-A. Miller propone, en lo que
llama la “era pospaternal”, como la vía de su escapada,
el cada uno particularizado por la vía propia. El pase,
según Miller en “Marginalia de Milán”, implica verificar
ese estado original del sujeto, lo que llamare la aptitud-
taiiglich. La función de los analistas implica sostener esa
dimensión incauta del querer decir dcl síntoma, de creer
verdad, buscan transformar al psicoanálisis en un
gadget del panóptico universal. No son incautos,
colaboraran con las nuevas tragedias.
h) Octavo capítulo;
Tanto en los análisis terapéuticos como en los de
carácter, los dos temas que sobresalen son los aunados
en la llamada roca de base\ la envidia dcl pene en la
mujer y la protesta masculina en el varón. Predicar en
el vacío es la fórmula de la impotencia para remover la
envidia del pene, y la sobrecompensación desafiante
remite al “sustituto del padre”. Pero más allá de la roca
de base, está la desautorización de la feminidad.
La referencia del texto “La escisión del yo en el
proceso defensivo” es “Fetichismo” (1927). El fetiche es
el sustituto del falo de la madre como respuesta al
horror de la castración. La creación del fetiche implica la
desmentida (Verleugnun^, ya que el sujeto ha
conservado tanto como ha resignado la creencia en el
falo materno. La referencia en este texto de dos
hermanos que habían “escotomizado” la muerte del
padre, abre la cuestión de que existe un modo de
respuesta diferente a la instalación del fetiche y,
radicalmente, que el horror a la castración no se asienta
en ninguna naturalidad biológica de la ausencia del pe-
ne. En estos hermanos existía simultáneamente la
actitud acorde al deseo -de que el padre seguía con vida
— y la acorde a la realidad -la muerte del padre-.
En el texto de “La escisión del yo en el proceso
defensivo” (1938 [1940]), se revela que la amenaza de
castración solo adquiere significación por el encuentro
de la castración en la mujer. Lo fundamental que Freud
nos aporta es que “las dos reacciones contrapuestas
frente al conflicto -horror a la castración-, subsistirán
como núcleo de una escisión del yo” (p. 276). Esta
escisión preserva la satisfacción masturbatoria, pero no
sin angustia. Recordemos que desde “Inhibición, síntoma
y angustia” el interés narcisista del pene se explica
posturas opuestas o independientes entre sí es un “rasgo
universal de las neurosis”: “solo que en este caso una
pertenece aJ yo, y la contrapuesta, como reprimida al
ello” (p. 205).
La escisión del yo es, por lo tanto, un resto, un residuo
de esas dos posturas opuestas. Pero aquí tenemos un
problema teórico importante, ya que Freud nombra al ello
como lo reprimido cuando ya, desde 1920, diferencia el
inconsciente reprimido del ello. Por otra parte, ¿cuál es la
relación entre el peligro pulsional exterior-interior y el
horror de la castración? Propongo diferenciar “escisión del
yo” de “alteración del yo”. La primera correspondería a la
defensa primaria, la defensa del punto C del capítulo
titulado “Addenda” de “Inhibición, síntoma y angustia”:
No es difícil que el aparato psíquico, antes de la
separación tajante entre yo y ello, antes de la
conformación de un superyó, ejerza métodos de
defensa distintos de los que emplea luego de
alcanzados esos grados de organización (p. 154).
La alteración del yo es, por su parte, efecto de la
resistencia dcl ello, de los mecanismos de defensa como
respuesta estereotipada de un modo de satisfacción
orientado por el masoquismo. Diferencio, a su vez, a estos
dos de un tercero: los métodos de defensa que definen el
tipo ch'nico (histeria, neurosis obsesiva, etcétera).
Por lo tanto, respecto a la formación de los analistas, se
alcanza la primera aptitud con el encuentro de esa
escisión irreparable, y la segunda, por la pérdida de la
satisfacción de la respuesta estereotipada por fijación,
satisfacción que obturaba el encuentro con lo que había
producido la escisión. Los “procesos de recomposición del
yo” no indican alcanzar la síntesis que el mismo Freud
nombró como ideal sino que, por el contrario, indican el
encuentro con esa verdad nombrada núcleo de una
escisión del yo y con la pérdida de la satisfacción que se
expresaba como resistencias estructurales .
Parte 4

MÂS ALLÂ
DEL
PRINCIPIO DE
PLACER
Clase 1
INTRODUCCIÓN AL CONCEPTO DE PULSIÓN DE MUERTE

s Lm sueño
Vamos i traumáticos
a comenzar con unaí El agieren
ruptura en la
crucial
entransferencia fort-Da 1 ,a
las elaboraciones quecompulsión del
Freud produce
consigo mismo, dado que es tal el valor de
aquella, que produjo en sus discípulos un
gran rechazo, y posteriormente originó
diferentes corrientes. De un modo
privilegiado, podemos decir que todo el
posfreudismo se puede leer de acuerdo a que
posición se ha tomado respecto de este
problema.
En su autobiografía, Freud confiesa la
angustia, las incertidumbres, los temores, los
avances y retrocesos para dar ese paso;
confiesa que, probablemente, fue el
momento más difícil de su elaboración
doctrinaria.
Como hijo de la modernidad, agujerea el
ideal de la época al formular el inconsciente,
esa herida profunda que es la causa de que
los sujetos no sepan lo que dicen cuando
hablan ya que, aunque crean saber lo que
dicen, no es así.
Todas las filosofías y las psicologías se
habían quedado en el límite igualando
aparato psíquico-conciencia. Freud produce
una ruptura enorme, primero porque formula
que el aparato psíquico no es sinónimo de la
conciencia y, luego, porque ni siquiera está
gobernado por el principio de placer, ya que
injustos. En el siglo XX —el siglo de las dos grandes
guerras mundiales- Freud se encuentra con las masacres
de millones de personas, con el despliegue del estalinismo,
del fascismo, del nazismo. Y así como se halla con esto en
el campo social, también lo hace en su clínica, con este
modo de satisfacción en el dolor y con una tendencia en el
sujeto que no se guía por el bien, que no está gobernada
por el principio de placer. Esto no solo modifica todo lo que
había desarrollado, sino que la clínica le exige un
ordenamiento conceptual diferente.
Es fundamental la docilidad de Freud para ser
permeable —como él mismo dice—, porque si en su
práctica se le presenta un elemento discordante con todo
un ordenamiento conceptual, no se trata para él de
desecharlo por no entrar en dicho ordenamiento, sino todo
lo contrario. Se trata de darle una dignidad a eso que
surge en la práctica clínica, para hacer otro ordenamiento
conceptual y tirar abajo todo lo que se había construido,
para poder dar cuenta conceptualmente de ese real de la
clínica. Vemos ahí, realmente, un pensador con coraje, con
agallas, gobernado por una ética que hacía que el más
mínimo elemento que no entrara en el ordenamiento
conceptual pudiera tirar abajo todo con lo que contaba
hasta el momento. Hay que poder hacer eso; más, cuando
estaba en 1920 y hacía ya muchos años que venía
produciendo teóricamente y atendiendo pacientes.
Freud se fiie encontrando en la clínica con ciertas
cuestiones a las que trató de buscarle solución antes de
dar ese paso. Algo relevante con lo que se encontró fueron
los sueños punitivos. Al respecto, venía diciendo que los
sueños son una realización de deseos a partir de que el
aparato psíquico está gobernado por el principio de placer.
El trabajo del sueño como desfiguración, con el
desplazamiento y la condensación como operadores de la
censura onírica, estaba al servicio de expresar deseos
inconscientes que, al entrar en contradicción con la
Freud abre ese capítulo en cuestión, con el famoso sueño
“Padre, ¿no ves que me abraso?”, en el que el hijo muerto
increpa al padre con esa frase que produce el despertar. En
él, Freud realiza un esfuerzo teórico enorme para sostener
que había una realización de deseo al servicio del principio
de placer.
Si la función del sueño es conservar el dormir, hay allí un
fracaso, porque el sujeto despierta. El sueño es el siguiente:
a un padre se le había muerto su hijo; durante el velatorio,
deja a un anciano al cuidado del féretro -con velas
encendidas a su alrededor- y se va a dormir, pero se duerme
con la preocupación de si ese anciano iba a poder quedarse
despierto para velar a su hijo. En medio de la noche se
produce el sueño en el que el hijo le dice: “Padre,
¿entonces, no ves que me abraso?”. El padre despierta y se
encuentra con que una de las velas se había caído sobre el
ataúd y estaba prendiendo fuego la mortaja. Freud sostiene
que lo despertó esa intensa luminosidad del fuego, y que el
deseo que había en el sueño, como realización de deseo,
era que el hijo continuara viviendo.
En verdad, como veremos, no lo despierta la realidad de
la vela caída sobre el féretro; lo despierta la frase misma del
hijo como reproche. Quizá -dice Freud- la frase tiene que ver
con un momento en la enfermedad del hijo, en el cual algo
de estas palabras fueron dichas, y el hijo le reprochaba al
padre “no ves que estoy ardiendo” de fiebre. La verdad
aparece en el punto más cruel de un hombre: que un hijo lo
increpe como padre por no haber estado a la altura de su
función. En realidad, es este horror lo que despierta a ese
sujeto. FaUa la función del sueño; es un sueño traumático
en el que el desplazamiento y la condensación no pueden
operar. El sujeto despierta para poder seguir viviendo
dormido ante esa otra realidad. Más allá de la realidad
psíquica misma, está esa dimensión traumática en esa
frase.
el aparato está gobernado por el principio de placer, si
una y otra vez se vuelve a la escena del trauma?
Freud se encuentra en la clínica con otra cuestión -que
ya trabajamos en “Recordar, repetir y reelaborar” (1914)
—: la repetición. Teníamos la transferencia en su carácter
de motor, al servicio del despliegue del inconsciente, de
la emergencia de las producciones del inconsciente —vía
los sueños, los lapsus, los actos fallidos—; la
transferencia analítica como la palestra, el escenario
donde la repetición de los representantes psíquicos que
marcaron la historia de un sujeto se producen como
formaciones del inconsciente. Pero también, nos;
encontramos con el agieren, el actuar en transferencia,
que es otra cara de la repetición ya no son los
representantes psíquicos que se repiten en la producción
de las formaciones del inconsciente, sino lo que se repite
en acto.
Esto pone en juego ya no la transferencia positiva,
motor, sino la transferencia negativa, los modos de la
transferencia negativa gobernados por las dimensiones
eróticas o las dimensiones hostiles. Freud se encuentra
con que el sujeto repite en transferencia -y en relación
con la persona del analista—, fragmentos de su vida
infantil que siempre fueron penosos. O busca hacerse
tratar mal, con frialdad, hostilmente, busca promover
respuestas del analista en la línea del maltrato o, bien,
se pone en juego la presentificación erótica, una
interrupción del decurso del trabajo analítico como
asociación con la detención de ese modo de trabajo. El
análisis continúa por otros medios, vía el agieren, vía
ese repetir en la transferencia, como un actuar en
transferencia. Lo llamativo de esto, que es algo central
en la cura de la neurosis, es que lo que se repite como
actuación en transferencia —enlazando a la persona del
médico— son fragmentos de la vida que siempre fueron
penosos.
escondía detrás de un mueble pronunciando “o, o, o, o”
-que Freud traduce por un fort, que en alemán significa
“se fue”—, como escenificando la partida de la madre;
tiraba luego del piolín, y ahí pronunciaba T>a —“acá
está”-, con júbilo. Hasta ahí, es un juego que parece algo
nimio, que también puede hacer un animal doméstico,
claro que el animal doméstico no dispone de un orden
simbólico que le permita situar una supuesta identidad
entre el carretel que desaparece y el que vuelve a
aparecer, porque el fort-Da implica nombrar el mismo
carretel. ¿Qué hace que pueda nombrarse que el mismo
carretel que desapareció es el que apareció? ¿Qué es lo
que hace que haya posibilidad de identidad entre uno y
otro? En verdad, es una identificación: identifico el que
aparece con el que desapareció con una forma lógica que
sería A = A, pero para poder decir eso necesito dos cosas.
Primero, disponer de la letra A y del signo = y, segundo,
producir un desvío, porque una cosa es la primera letra A
y otra, la segunda. Es un problema lógico.
¿Qué le llama la atención a Freud? ¿Por qué sostiene
que se trata de un juego para superar lo doloroso de la
partida de la madre, un modo de elaborar la situación
traumática, como así también lo es esa primera respuesta
a los sueños traumáticos?
Freud observa, primero, que el niño no mostraba ningún
sentimiento de disgusto, dolor ni angustia por la partida
de la madre y, además, que la mayoría de las veces, la
parte del juego que más repetía era la de hacer
desaparecer el carretel -que sería el punto doloroso-.
Dado que el intento de reelaboración de lo traumático al
servicio del principio de placer debería ser siempre el
juego completo, ¿de qué se trata? ¿Qué quiere decir que
juegue a la desaparición misma, a lo que sería el punto de
dolor?
Por un lado, el juego no es sin esos dos representantes
psíquicos: fort y Da. No es que solo juega con el carretel,
sino que pronuncia estos dos significantes en alternancia,
posible porque la madre se va, porque no está en presencia
de la madre. ¿Qué quiere decir que una madre se vaya para
que un hijo pueda jugar al fort-Da} Quiere decir que esa
persona que es la madre de ese niño, tenga un deseo más
allá de ese niño, por ejemplo, el padre del niño. Irse es que
no le esté todo el tiempo encima como objeto absoluto de
su deseo y de su goce; en otras palabras, que el niño no la
colme.
Entonces, para que haya juego, producción de los
representantes psíquicos, juego de alternancia -que es fort-
Da como sistema de diferencias, como operador lógico de
diferencias—, es necesario que, en ese sentido, una madre
se retire.
Primera cuestión, tenemos al niño jugando y
satisfaciéndose a nivel del fort y el Da, una satisfacción en
producir los representantes psíquicos de esta alternancia y
diferencia.
Segunda cuestión, ¿qué es ese carretel? ¿Es la madre que,
haciéndola pasar por él, le permite manejar la escena -él lo
hace desaparecer y lo vuelve a traer—? ¿La madre está
representada en ese carretel? No. Es una parte de sí mismo,
representa aquello que pierde para poder ser un sujeto,
aquello que le permite separarse de ese Otro. Pero ¿qué es
eso de sí mismo perdido y, al mismo tiempo, con lo que el
sujeto tiene un lazo, un piolín? Es el objeto de la pulsión
parcial. Decíamos que para Freud, el neurótico está
gobernado desde dos lugares, tiene dos amos. Por un lado,
está sobredeterminado por estos representantes psíquicos
en alternancia —el inconsciente— y, por otro, está fijado a
un objeto.
Esto abre la vía de la tercera cuestión respecto a este
juego: ¿al servicio de qué está este juego? Freud dice que a
partir de lo que se encuentra en la clínica y en la sociedad,
debe producir un concepto nuevo: un cambio en el modelo
pulsional.
la libido al yo; y en la esquizofrenia, regresión de la libido al
autoerotis- mo, se libidinizaba todo el aparato, aunque
quedaba un resto libidinal que no había pasado jamás a los
objetos, que no era efecto de la regresión, sino que era algo
que no había pasado nunca a los objetos.
Acá tenía otro problema, que había situado
tempranamente en el “Proyecto de Psicología” (1950
[1895]). En este texto, Freud ubica no solo la experiencia de
satisfacción que marcaba el destino del deseo en el sujeto,
como deseo añorante de aquello que ha perdido
-fundamento de la búsqueda fallida de la identidad de
percepción, fundamento de la realización alucinatoria dcl
deseo-, sino también la experiencia de dolor que dejaba un
resto llamado afecto, que era diferente al deseo.
En los primeros trabajos, se encontró también con la
hipótesis au- xihar como fundamento del conjunto de las
neuropsict)sis; esa fuente no era una fuente independiente
de placer, sino de displacer: fuente independiente de
desprendimiento de displacer.
A su vez, se encontró con que en la emergencia de la
defensa respecto a la representación inconciliable, había
una cara de éxito de la defensa, un representante psíquico
quedaba en el grupo psíquico escindido, inconsciente, que
luego retornaba como retorno de lo reprimido. Pero la
defensa es un éxito paradójico; opera, reprime, y eso
implica retorno de lo reprimido; pero hay un punto en el que
la defensa fracasa, ya no porque lo reprimido retorna
desfiguradamente, sino porque no puede frenar lo que es la
dimensión compulsiva que se expresa en los ceremoniales,
en los rituales obsesivos, en la compulsión del síntoma, en
la dimensión económica, cuantitativa, en la que el obsesivo
por más que desplace de representante en representante,
siempre tiene un exceso en sus pensamientos. Es la
imposibilidad de tramitar ese exceso.
Tenemos lo exitoso: se reprime el representante psíquico,
que retorna desfiguradamente, y el fracaso: no hay modo
de que esa versión está destinada al fracaso porque nombra
la imposibilidad de la completud. ¿Qué querría decir que la
completud fuera posible? Que tendríamos un objeto
predeterminado para la pulsión, pero sabemos que no es así.
Por eso hay tantas posiciones sexuadas: heterosexuales,
homosexuales, transexualismo, travestismo, etcétera; los
diferentes objetos parciales y sus revestimientos, y todo el
campo de las perversiones (voyerismo, exhibicionismo,
etcétera).
La otra referencia freudiana es el filósofo alemán
Schopenhauer, con su obra mayor Kl mundo como voluntad
y representación y, especialmente, lo que trabaja como
voluntad; porque para la cuestión de la representación Freud
tenía suficiente con Herbart y con Hartmann, el filósofo.
Schopenhauer hace entrar en la cuestión al cuerpo y afirma,
al modo freudiano, que no es que los pensamientos gobiernen
las pasiones sexuales, sino al revés, que las pasiones sexuales
gobiernan a los pensamientos.
Dice Freud, entonces, que hay una pulsión más originaria
-da explicaciones biológicas a modo de metáforas—; que hay
una tendencia del ser vivo a volver a lo inorgánico, a la
muerte. La pulsión de vida lo único que hace es retrasar y
marcar las vías por donde el organismo morirá, ubicando así
la dimensión del eterno retorno.
A la pulsión de muerte la llama también de destrucción, de
dominio, de apoderamiento y destrucción. Es el soporte de
esa satisfacción en el dolor propio y ajeno. La existencia de
una pulsión más originaria que la pulsión de vida fundamenta
que el aparato psíquico no está gobernado por el principio de
placer, sino que -es el título del texto- hay un más allá del
principio de placer que gobierna el aparato psíquico.
Por eso, el síntoma neurótico puede llamarse satisfacción de
la necesidad de castigo; por eso es que el masoquismo es
primario; por eso es que los sujetos vuelven una y otra vez a
de la pulsion de muerte; transforma el más allá en
ganancia de pia- cer, en un plus de placer.
Es muy importante diferenciar si cuando se habla
de displacer se está refiriendo al más allá o a ese
momento de displacer dentro del principio de placer.
Es por eso que Freud sostiene que uno: al principio
de placer habría que llamarlo principio de placer-
displacer y, dos: fiiera de él, se trata del más allá
del principio de placer, porque el displacer, una vez
dentro del artefacto, no es más allá del principio de
placer, es la pulsión de muerte ligada a la pulsión de
vida, y la pulsión ligada al deseo. A este artefacto,
Freud lo llamaba fantasía cuando todavía no disponía
del concepto pulsión de muerte. Produce una
ganancia de placer, puede implicar una situación
dolorosa acotada al servicio de un modo de
satisfacción dentro del marco de esc artefacto. Para
utilizar el ejemplo anterior: no es lo mismo decirle a
alguien en un acto amoroso “te quiero matar”, a que
el partenaire diga “mátame”. En un caso funciona el
artefacto de la ganancia de placer y, en el otro, ha
caído esa precipitación en el más allá.
Clase 2
INTRODUCCIÓN AL MASOQUISMO

* Masoquismo erògeno ^
Masoquismo femenino ft
Masoquismo moral

(...) el psicoanálisis sería el único enfoque posible, y


sin coartada, de todas las traducciones virtuales entre
las crueldades del sufrir “por el placer", del hacer
La procedencia de lo que estamos trabajando se
ubica también en otro filósofo, uno de los grandes
filósofos que ha incidido en la obra de Freud, Friedrich
Wilhelm Nietzsche. Leo unos pequeños pasajes,
antecedentes centrales de lo que están trabajando y
van a trabajar. El primero es del texto Así habló
Zaratustra. Dice Nietzsche en el capítulo “De los
desprcciadores del cuerpo”:
Quiero decir mi palabra a los despreciadores
del cuerpo. Deben tan solo saludar a su cuerpo
y luego enmudecer.
“Yo soy cuerpo y alma”, afirma el niño. ¿Por
qué razón no hemos de hablar como los niños?
Más ya despierto, el sabio dice: "todo mi yo es
cuerpo; y el alma no es sino el nombre de algo
propio del cuerpo”.
El cuerpo es una gran razón, una enorme
multiplicidad dotada de un sentido propio;
guerra y paz, rebaño y pastor.
Tu pusilánime razón, hermano mío, es también
un instrumento de tu cuerpo, la razón, y a eso
llamas espíritu, un Instrumentito, un juguetito
a disposición de tu gran razón.
No obstante, lo más urgente, algo en lo que no
quieres creer, es que tu cuerpo y tu gran razón,
la cual no dice ciertamente yo, pero es lo que
hace yo.
Lo que los sentidos sienten, lo que el espíritu
conoce, nunca tienen su finalidad en sí mismo.
Pero los sentidos y el espíritu intentan
convencerse de que son en absoluto la
finalidad de todas las cosas: tan vanidosos son.
Los sentidos o el espíritu son instrumentos o
juguetes: tras ellos se oculta el sí-mismo (...)
(pp. 50-51).
tomado dcl sí-mismo nietzscheano. Continúa:
Ese sí-mismo mira también con los ojos de ios
sentidos y oye con oídos del espíritu; el sí-mismo
siempre inquiere y escucha, contesta, reprime,
conquista y destruye. Él domina también sobre el yo.
Hermano mío, detrás de tus sentimientos se ocuita
un poderoso señor, un sabio desconocido. Se llama sí-
mismo, reside en tu cuerpo, es tu cuerpo.
Tu sí-mismo se mofa de tu yo y de sus vanidosas
piruetas."¿Qué son para mí esos saltos y esos vuelos
de pensar?, llega a preguntarse. No son sino rodeos
hacia algún fin, pues yo soy ei sí-mismo, las
andaderas del yo y el apuntador de sus mensajes”.
El sí-mismo le inculca al yo; “iSiente dolor!". Y
entonces el yo sufre y medita en torno a io que hará
para no sufrir Precisamente para eso debe actuar su
pensamiento.
El sí-mismo dice otras veces “¡Regocíjate!”, Y el yo se
alegra, fuente en sí-mis- mo quien creó tanto la
estima y el menosprecio, como ia alegría y el dolor El
creador se creó así el espíritu sí-mismo, como una
mano de su voluntad (p. 51 ).
Y ahora, una cita de La genealogía de la moral, también
de Nietzsche, antecedente del masoquismo moral y del
superyó;
Ver sufrir sienta bien, hacer sufrir todavía mejor; esta
es una afirmación dura, un viejo y poderoso principio
fundamental humano demasiado humano, que por io
demás, puede que también los monos suscribirían; no
en vano se cuenta que en la ideación de rebuscadas
crueldades ya anuncian profusamente ai hombre y,
Y por
en elasí decir,
capítulo lo "preludian". Sin crueldad no hay
XIV:
Esta iista no es completa, ciertamente resulta patente
que ei castigo ocaso dei aiiado, con utilidades de todo
tipo [se está refiriendo al castigo a aquel que cometió
aigún pecado].
Tanto más iícito será, por tanto, negarle una utilidad
supuesta, pero que en la conciencia popular pasa por
ser la más esencial de todas; la fe en el castigo, que
actualmente se tambalea por diferentes razones, sigue
encontrando precisamente en esa utilidad su más
fuerte apoyo. El castigo, se dice, tiene el valor de
despertar en el culpable el sentimiento de culpa; se
busca en él el auténtico instrumentum de la reacción
anímica que recibe el nombre de mala conciencia,
remordimiento de conciencia.
Caracterizado por una seriedad sombría y seca. Pero si
pensamos en los milenios transcurridos antes de la
historia del hombre, podemos juzgar sin reparo alguno,
que precisamente el castigo es lo que más fuertemente
ha detenido el desarrollo del sentimiento de culpa.
La mala conciencia, que es la más inquietante e
interesante planta de nuestra vegetación terrestre, no
ha crecido en este suelo; realmente, en la conciencia
de juzgadores, de los castigadores
mismos, no se expresó durante el más
largo período de tiempo nada de que se
estuviese ante un culpable. Sino ante
causante de daños.
(...) con todo ello el castigo amansa al
hombre, pero no lo hace ser mejor, y
con más derecho sería lícito afirmar lo
contrario [de los palos también se
aprende], dice el pueblo, pero en la
medida en que enseñan algo, hacen
también malo al que aprende.
Se trata Afortunadamente,
de la satisfacción cruel, con mucha moral
de la conciencia
misma.
Ahora tengo que dejar de lado mi pasión por Nietzsche.
Tendremos, en lo que venimos trabajando, dos referencias
cruciales en dos textos de Freud, uno es “Más allá del
principio de placer”, en el que ubica que existen unas
enigmáticas tendencias masoquistas en el yo. Debemos
suponer -dice ahí- que en el núcleo del yo habría unas
tendencias masoquistas. Lo otro que sitúa es que, también
en el núcleo del yo, hay un inconsciente no reprimido. Su
nombre es el ello -el sí-mismo nietzscheano- en el núcleo
del yo, de donde parte la tendencia masoquista y en el que
se sostiene la dimensión compulsiva del síntoma. Es un in-
consciente no reprimido, por lo tanto no interpretable, no es
un texto a ser descifrado. Para ser preciso, no es una
retórica, es una gramática.
El otro texto que hay que tener en cuenta es ‘‘El
problema económico del masoquismo”. De este último
vamos a extraer dos cuestiones para dar el marco a la
temática que nos ocupa. Una es la satisfacción en el dolor
como masoquismo erogeno. Ese masoquismo erògeno es
constitutivo del aparato psíquico, es más, no habría aparato
psíquico si no existiera esa ligadura primordial pulsión de
vida-pulsión de muerte. Lo que Freud dice es que la pulsión
de muerte, 'Ihánaíos, tiende al retorno a lo inanimado lo
más rápido posible. En cambio, Eros, la pulsión de vida, lo
que hace es molestar ese decurso inmediato de retorno a lo
inanimado. La pulsión de vida perturba, encarrila y posterga
el retorno a lo inanimado. Pero recuerden que no hay
aparato psíquico sin esa primera ligadura. Ese masoquismo
femenino. Acuérdense también, que es en voz pasiva; esa es la
expresión en el sujeto humano. Por supuesto que estamos
hablando de neurosis, porque para hablar de la psicosis hay
que revertir todo esto.
Resumiendo, una expresión de ese masoquismo erògeno, de
ese masoquismo de base que es la ligadura pulsión de vida-
pulsión de muerte -constitutiva del aparato psíquico-, es el
masoquismo femenino. Su ejemplo paradigmático es “Pegan a
un niño”, lugar de inercia, de fijeza en el sujeto, trama que da
cuenta de una fijación a un objeto parcial.
Recuerdan las dos series de objetos: el objeto parcial en la
pulsión parcial y el objeto total del narcisismo. Incluso cuando
trabajamos la represión primaria, dijimos que era una relación
compleja que tiene dos referencias: un representante psíquico
imposible de recuperar y una fijación a un objeto parcial.
Gracias a la trama edípica, esa fijación de la pulsión parcial
encuentra una trama, ese argumento de cada uno, la versión
de cada uno de un niño es pegado. Cada uno está fijado a un
objeto parcial y se satisface con relación a ese objeto; se
satisface a través de un argumento, una pequeña historia, que
en su núcleo tiene el objeto parcial al cual cada uno está fijado.
Es el circuito pulsional con el argumento.
Cuando hablamos de represión primaria, tenemos, en la
constitución del sujeto, el circuito de la pulsión parcial, el
circuito autoerótico: el Drang, que parte de la fiiente, circunda
al objeto, y la meta, que es la satisfacción en la misma fiiente,
esa es la fijación pulsional. Un objeto se fija y alrededor de él se
produce el efecto de la satisfacción autoerótica, porque da la
vuelta; es una de las dos referencias de la represión primaria.
Luego, con la trama edípica, esta fijación encuentra un
argumento. Cada uno tiene un argumento del soy pegado por
el padre mediante el cual obtiene la satisfacción alrededor de
un objeto parcial. Esta expresión es una de las resistencias más
fuertes a la conclusión de un análisis, es un punto de inercia,
un punto difícil de atravesar y conmover. Ahora bien, ¿cuándo
se presenta en un análisis? En un momento preciso; es lo que
trabajaron en seminarios acerca de la transferencia articulada a
la resistencia, el punto de transferencia como resistencia, la
la fantasía “Pegan a un niño”, la segunda fantasía, soy
pegado por dpadre, resumía dos cosas: por un lado, la
culpa por el deseo y la satisfacción en que el padre le
pegue al niño odiado por mí pero, a la vez, el ser
pegado por el padre no solo era por sentimiento de
culpa sino, también, una modalidad regresiva del amor,
de la satisfacción. Entonces, en el ser pegado conviven
la culpa por el deseo hostil y un modo de satisfacción.
El masoquismo moral se expresa, así, mediante la
conciencia de culpa, el sentimiento inconsciente de
culpa —dice Freud-, y su instancia es el superyó. El
sujeto, al ser culpable de sus deseos incestuosos
respecto a la madre y parricidas respecto al padre, es
castigado por su propio superyó. Pero el sujeto se siente
enfermo -y no culpable-, cuando en verdad se trata de la
culpabilidad por los deseos incestuosos y parricidas; se
trata de la necesidad de castigo: el sujeto se castiga
para obtener su satisfacción. En el núcleo del síntoma lo
que hay es la necesidad de castigo; el sufrimiento del
síntoma le aporta al sujeto una satisfacción.
Por lo tanto, los sujetos se resisten a concluir el
análisis, no quieren desembarazarse de ese sufrimiento;
es más, defienden ese sufrimiento como el tesoro más
preciado, y es uno de los impedimentos fundamentales
para la conclusión de los análisis. Es el modo en que se
presenta la resistencia del ello, el masoquismo erògeno,
el “Pegan a un niño”. El punto en el que se presenta en
un análisis es en el de la conexión transferencia-
resistencia, o sea, transferencia como obstáculo. El
punto donde se expresa la satisfacción superyoica, la
resistencia del superyó, se Uama reacción terapéutica
negativa,
IResistencia del ello ► Masoquismo femenino: “Pegan a
un niño”.
—* Se presenta en la cura en la
transferencia como obstáculo, en la conexión
transferencia-resistencia.
I Resistencia del superyó —♦ Masoquismo moral:
Segunda época, cuando cae la teoría del trauma,
¿dónde ubicamos la causa de los síntomas? En la
fantasía; ya no eran experiencias acontecidas, sino
fantasías inconscientes que se expresan en el síntoma.
Tercera época, ¿dónde ubicamos la causa de los
síntomas? En la castración, en la castración de la madre.
En términos lacanianos, en la castración del Otro
materno.
Primero, la causa era el trauma, luego, la fantasía
inconsciente y, finalmente, la causa del síntoma la
ubicamos en la castración de la madre.
Siempre en el campo de la neurosis, de un lado
tenemos el lugar de la causa y del otro, las respuestas
del sujeto al encuentro con la castración en el Otro
materno.
El fetichismo —una de las manifestaciones clínicas de
la perversión- es el ejemplo paradigmático de respuesta
al encuentro con la castración de la madre: al elegir un
objeto, se erige el falo, pero no cualquiera; algo que
venga al lugar del falo materno, del falo que la madre no
tiene. Y el horror que el sujeto tiene a la castración
requiere poner un objeto fetiche que es, asimismo, un
monumento de la misma.
El superyó es otro de los modos de respuesta del
Clase 3
INTRODUCCIÓN A LA SEGUNDA TÓPICA

s Masoquismo primario »
Masoquismo moral ^
Retomaré Sentimiento
dos textos:
inconsciente
“El problema
de económico del
culpa Necesidad
masoquismo” y “El yode ycastigo s
el ello”, para ampliar sus
desarrollos, dos textos imbricados el uno con el otro. El
primero se apoya necesariamente en la segunda tópica, es
decir, en el desarrollo que hace Freud respecto al
ordenamiento dcl aparato psíquico. A su vez, no se podría
entender “El yo y el ello” si no tuviéramos la referencia de
“El problema económico dcl masoquismo”; así es que son
dos textos que se necesitan, son textos de un mismo
ordenamiento conceptual, pertenecen a una misma área
de interrogación, a un mismo problema u obstáculos en la
clínica. Ya no portan la pregunta por cómo se desarrolla un
psicoanálisis, sino por cuáles son los obstáculos para la
conclusión de un tratamiento anah'tico, aportan la
pregunta respecto del final de análisis.
Ambos textos enlazados provienen de un lecho común:
“Más allá dcl principio de placer”, donde se encuentra la
introducción del concepto de pulsión de muerte y la tercera
formulación del modelo pulsional. Con lo cual tenemos el
aparato psíquico regulado por el más allá del principio de
placer, las pulsiones de autoconservación y sexuales re-
unidas en pulsiones de vida (Eros) y, por otro lado, la
necesidad clínica y teórica de la introducción del concepto
de pulsión de muerte.
¿De qué nos habla cada uno de estos textos en su
estrecha copertenencia? “El problema económico del
masoquismo” ubica las modalidades de satisfacción de la
pulsión; opera sobre “Pulsiones y destinos de pulsión”
(1915). La tesis freudiana acerca de que el sadismo era lo
primario, como intencionaÜdad o voluntad pulsional
-sostenida en aquel texto-, aquí sucumbe. El sadismo es
segundo. Podíamos anticiparlo en el texto cuando trabaja
Lo primario es el masoquismo, lo primario es el placer
en el dolor contra sí mismo. El ser humano tiene una
satisfacción en el dolor contra sí mismo. Estoy uniendo
satisfacción con dolor y, en el mismo acto, estoy ligando
la pulsión de vida con la pulsión de muerte. El
masoquismo habla de la ligadura, de la fusión, o de la
mezcla -de acuerdo a las traducciones- entre la pulsión
de vida y la pulsión de muerte; pulsión de muerte que
hemos visto en la clase sobre “Más allá del principio de
placer” con los tres referentes freudianos; el juego del
carretel, los sueños traumáticos y la compulsión de
repetición en la transferencia.
Freud sostiene que tenemos que suponer en el origen,
en la constitución del sujeto, una expulsión de grandes
cantidades de pulsión de muerte -lo trabajó en la
relación yo placer-yo realidad en “Pulsiones y destinos
de la pulsión”- Sostiene que lo que produce placer es el
yo, y lo que produce displacer es el no-yo, lo otro, lo
extraño, lo extranjero.’ Podemos decir que el
masoquismo es la ligadura de la pulsión de muerte que
resta -no expulsada- con la pulsión de vida. Esa primera
ligadura forma lo que Freud llama el masoquismo
erògeno. Por lo tanto, el masoquismo erògeno habla de
la primera ligadura del resto de pulsión de muerte que
quedó a partir de esa primera expulsión, el resto de
pulsión de muerte que quedó con la pulsión de vida.
Esto parece una construcción metafísica, pero lo voy a
poner a raya de la clínica, de lo observable. Para que un
sujeto se pueda constituir como tal, en su origen tuvo
que haber perdido algo que jamás volverá a recuperar;
podemos decir, un estado de goce absoluto, completo.
Por otro lado, no perderlo, quedarse en ese estado de
1 Este tema está trabajado, fundamentalmente, en el
texto “La negación” (1925), en S. Freud. Obras
completas, tomo XIX. Buenos Aires, Amorrortu
editores, 1990.
violar, hacerse golpear, torturar; tal como es la fórmula
del fantasma “Pegan a un niño”. Entonces, la referencia
conceptual del masoquismo femenino no son los textos
sobre la feminidad, sino el texto “Pegan a un niño”, en el
que ubica la segunda fase -la que nunca existió, la que es
construida: soy pegado por el padre- como identificación
del sujeto con esa posición de objeto: hacerse pegar,
pegado. La voz segunda del esquema de la construcción
del fantasma, el segundo momento, el más importante, es
en voz reflexiva que, en términos gramaticales de la
construcción del fantasma, se coagula como participio
pasivo o pretérito, no es pegar ni ser pegado, violado,
amordazado, etcétera: es “hacerse” pegar. Es una
actividad al servicio de una meta pasiva. En el campo de
la neurosis, todos portan masoquismo femenino como
universal, en todos está el “hacerse” pegar, pero para
cada uno es a su manera, en sus variaciones personales.
Es a la carta.
Entonces, el masoquismo femenino entra en
correspondencia conceptual y lógica con “Pegan a un
niño”, y entra en conexión lógica y conceptual con la
resistencia del ello —como una de las resistencias
estructurales-. Por ahora, lo dejo ahí hasta que tome el
ordenamiento de la segunda tópica. Ese “hacerse” pegar
se pone en juego en el análisis, y el analista debe saber
maniobrar para rechazar esa satisfacción. No tiene que
ver con la feminidad, ni tampoco con la perversión
masoquista. El neurótico se toma de los materiales de los
perversos para la construcción de sus fantasías, pero no
es del campo de la estructura perversa.^
Freud se encuentra con algo que ya había trabajado en
2 El fantasma Implica la perversión en la medida en
que se trata de un modo privilegiado de obturar la
castración del Otro. Esa perversión no tiene que ver
con la psicopatologia perversa; es lo mismo que la
resistencia del ello al final del análisis, cuando este
último se convierte en un peligro para el sujeto.

m
maria-reproche-conciencia moral. ¿Y el autorreproche? Era
un modo de satisfacción. El autorreproche mismo se
transformaba en una satisfacción al servicio de la hipótesis
auxiliar: íiiente independiente de desprendimiento de
displacer, fórmula con la que contaba cuando todavía no
tenía todo el ordenamiento.
Tenemos, entonces, una satisfacción en la conciencia
crítica. ¿Recuerdan Crimen y castigo^ de Dostoievski?
Allí, el personaje central, Rodión “Rodia” Raskólnikov, vivía
absolutamente torturado por un profundo sentimiento de
culpa. Para poder aliviar ese sentimiento tiene que reahzar
un asesinato, y mata a una anciana. Freud lo trabaja res -
pecto de los que delinquen por sentimiento de culpa.
Como un modo de calmar el martirio, esa satisfacción que
es mortificante, la resuelven cometiendo un delito para ser
sancionados, dado que esa sanción los alivia. Alivia porque
lo localiza un Otro ^1 juez, la cárcel- que da una sanción.
Esa es la paradoja. La cuestión no es primero el crimen y
después el castigo; es, primero, la necesidad de castigo y,
luego el crimen para obtener una sanción del Otro, en este
caso de la justicia. En el caso de la economía psíquica, es
exactamente lo mismo. Primero, la necesidad de castigo
del yo y, luego, lógicamente, el sentimiento inconsciente
de culpabilidad a partir del superyó. Es un modo de
satisfacción paradójica cuya zona erogena es la
conciencia, la mortificación del superyó y la necesidad de
castigo del yo.
Según Freud, hallamos en los sujetos un masoquismo
moral —esto es una atrocidad en la cultura occidental
judeocristiana-, la moral como un modo de satisfacción. El
superyó, en cuanto instancia heredera del complejo de
Edipo, heredera de la supuesta referencia normativa de la
prohibición paterna, en su hipermoral se satisface; y no
solo lo conocen claramente los obsesivos, sino que
también se produce en el campo de lo social. Un dictador
puede decir: vamos a eliminar a los subversivos, después
a los que
ÍÍ4
los apoyan, a los que hacen la logística; después
don Esto es lo paradójico del superyó. Freud dice que así
como el ello es “amoral”, el superyó es hipermoral, sin
comillas, ya vamos a ver por qué. Entonces, la conciencia
moral, como masoquismo moral, es una satisfacción en el
dolor a partir de la moral misma; la moral como un modo
de satisfacción en el dolor.
Pero una aclaración importante —que no hubiese sido
necesaria hace qxiince o veinte años-: ¿nos lanzamos
todos a procurarnos nuestros modos de satisfacción sin
miramiento por nada ni por nadie, ya que no le vamos a
dar el gusto a la moral que está todo el tiempo
diciéndonos “este pecado no, este pecado no”? ¿El
psicoanálisis es una práctica que lleva hacia un modo de
vida que impÜcaría lanzarse a los modos de satisfacciones
pulsionales de cada uno? No. El psicoanálisis produce
sujetos responsables, sujetos que respetan la diferencia y
al otro; no con una hipermoral, pero sí sujetos con
principios, que tienen que ver con la responsabilidad.
Una cosa es el poder hipermoral del superyó, el
masoquismo moral, y otra cosa es el efecto del
psicoanálisis al operar para hacer caer eso, porque esa
satisfacción paradójica del superyó se presenta en la clíni-
ca. ¿De qué modo? Freud lo llama reacción terapéutica
negativa. La reacción terapéutica negativa es la
resistencia del superyó jugándose en el tratamiento
mismo. Es la expresión, el modo de presentación del
masoquismo moral, de la satisfacción del superyó en
transferencia. Entonces, la referencia del masoquismo
moral, el autorreproche obsesivo —de los primeros textos-,
es el superyó.
Aquí se abre otra articulación con “Inhibición síntoma y
angustia”. Freud se encuentra con que los síntomas no
solo querían decir algo, sino que eran un modo de
satisfacción; llega a decir -en uno de los primeros textos
que han trabajada- que son la práctica sexual de los
neuróticos. Más adelante, se presentan ciertos obstáculos
sentirse culpable por sus deseos incestuosos y parricidas
-deseo de acostarse con su madre y matar al padre-, es
paradójico porque no se siente culpable, sino enfermo, Pero
ahí donde se siente enfermo, sabemos que en verdad se
siente culpable por sus deseos incestuosos y parricidas. La
fórmula del Edipo es deseo incestuoso hacia la madre-
deseo parricida hacia el padre-sentimiento inconsciente de
culpa-busco ser castigado por mis deseos prohibidos.
Hasta aquí la explicación cierra, pero para eso no se
necesita el masoquismo primario; ¿para qué se necesita
esto si hay primero una satisfacción en procurarse dolor?
Freud dice que a esos deseos incestuosos, la prohibición
dice no, por lo tanto aparece la culpa por tener esos deseos.
Por eso el neurótico padece la conciencia crítica, la culpa-
bilidad y el superyó que lo critica. Paga con el padecimiento
porque es culpable de estos deseos. El sujeto, en vez de
sentirse culpable, se siente enfermo. Ese sentirse enfermo
es una metáfora de sentirse culpable por los deseos
incestuosos. Pero, como decíamos, para eso no se necesita
el masoquismo primario, alcanzará con la explicación
edípica. Sin embargo, primero está el masoquismo, está la
enigmática satisfacción en el dolor contra sí mismo. Todo lo
demás es una construcción neurótica para darle un texto,
una autointerpretación de esa enigmática tendencia a
satisfacerse en el sufrir.
Freud explica que el yo es masoquista y el superyó es
sádico, aunque en realidad sabemos que no hay
complementariedad entre sadismo y masoquismo, pero
descriptivamente el yo necesita, para satisfacerse,
castigarse, y tiene a partenaire, el superyó, que le dice
“Sos culpable”. En la actualidad, el superyó no es
prohibidor, exige gozar más, siempre le resulta poco; es uno
de los problemas clínicos fundamentales.
En el “El yo y el ello” afirma que no alcanza con el
conflicto de instancias consciente-preconsciente-
no es el yo completo del narcisismo, tampoco es el yo =
conciencia. En su núcleo hay algo diferenciado,
desgarrado estructuralmente, que se llama ello, sede de
las pulsiones, sede de los restos visuales y auditivos. Es
el punto freudiano en el que la gramática del ello se
articula con la construcción del fantasma, y es el nombre
de una de las resistencias estructurales, la resistencia
del ello.
Se trata entonces, ahora, de saber qué hacer ya no
con lo que es reprimido, porque lo reprimido lo
interpretamos, sino con ese inconsciente no reprimido.
Ya no alcanza la interpretación, porque interpretamos lo
reprimido. Con lo cual, si ya no se trata de
representantes psíquicos reprimidos que retornan
desfiguradamente, ¿cómo operar?
Freud sostiene que la resistencia del cUo —como sede
de las mociones pulsionales- es también la sede de
donde toma fiicrza económica el superyó. El superyó
abreva su energía, en términos de economía libidinal, en
las mociones pulsionales del ello. Así como tenemos un
lugar diferenciado -una desgarradura dentro del yo que
es el ello-, tenemos otro desgarramiento, otro lugar
diferenciado que es el superyó, la conciencia moral, la
instancia crítica que se abastece de las mociones
pulsionales del ello. Y también -aunque de un modo ab-
solutamente diferente-, se abastece de restos auditivos,
de lo oído; de dichos de la trama infantil, de la trama del
Edipo; dichos formulados que fijncionan como imperativo
moral pero, recuerden, son dichos como frases que
funcionan como imperativo moral. La frase en el famoso
ejemplo freudiano de obsesión del Hombre de las Ratas:
“Serás un gran hombre o un gran criminal” es tremenda,
porque la alternativa, si no es un gran hombre, es ser un
gran criminal; es insensato ya que no es tan fácil ser un
gran hombre. Pero así como está el dicho, insensato, que
no reconoce la debilidad del sujeto, que lo aplasta con
sus exigencias y sus críticas, también aparece en esos
dichos resto auditivo, la voz. Está lo que se dice, pero
Clase 4
INTRODUCCIÓN AL SUPERYÓ

« Origen del superyó »


Conciencia moral/masoquismo
moral » Superyó en
Hemos trabajado “Fetichismo”, “Pegan a un niño”;
hemos nombrado “Más allá del principio de placer” y
“El problema económico del masoquismo”. Veremos
ahora los capítulos IV y V de “El yo y el ello”.
¿Qué ubica Freud fundamentalmente en el capítulo IV
y que Uama “las dos clases de pulsiones”? Lo central:
problema de la mezcla y desmezcla de pulsiones,
pulsión de vida y pulsión de muerte. Allí dice que así
como la mezcla pulsional, la flisión, la ligadura
pulsional, es constitutiva, hay fenómenos de desmezcla
pulsional no absoluta. Si bien lo va a desarrollar recién
en el capítulo siguiente, anticipa la diferencia respecto
a la presentación dentro de la pulsión en la neurosis
obsesiva, en la histeria y en la melancolía,
estableciendo un contrapunto. El efecto de la
desmezcla pulsional en la neurosis obsesiva significa
que el obsesivo destina su hostilidad hacia un objeto
exterior, preservándose de ese modo.
Freud aborda la relación de las dos clases de
pulsiones y la segunda tópica. En relación con esta
conexión de la articulación pulsión de vida y pulsión de
muerte en el ello y en el superyó, leo un párrafo: “Ahora
bien, el yo está sometido a la acción eficaz de las
pulsiones, lo mismo el ello, del que no es más que un
sector particularmente modificado” (p. 41). Y al final de
la página:
Sobre la base de consideraciones teóricas,
Nuestro interés apuntará, casi naturalmente, a
estas preguntas: ¿No podrán descubrirse vínculos
instructivos entre las formaciones del yo, el superyó
y el ello que supusinnos, por un lado, y las dos
clases de pulsiones, por otro? ¿No podremos asignar
al principio de placer, que gobierna los procesos
anímicos, una posición fija respecto de las
diferenciaciones del alma? (...) (p. 43).
Para darles la clave de la cuestión, la ligadura pulsional
es la sede de las pulsiones, especialmente de las
silenciosas y mudas pulsiones de muerte. Efectivamente,
es desde el ello de donde abreva el superyó. Freud dice
que el superyó proviene de lo oído, de restos auditivos,
pero que su energía de investidura proviene de las
mociones mudas del ello.
Entonces, el ello —sede de las pulsiones—, que se
expresa en forma directa como compulsión en el síntoma,
es un ejemplo de expresión directa; la compulsión del
síntoma, lo que en el síntoma no es una articulación de
representantes psíquicos, se expresa en forma indirecta a
través del superyó.
En la página 45, en una nota al pie donde se refiere a la
energía desplazable, Freud remite a “Introducción del
narcisismo”, texto en el que habla de esta energía psíquica
indiferente que únicamente al enlazarse al objeto se
convierte en libido, porque como respuesta de ese resto
pulsional queda un más en los objetos; es un modo, en
Freud, de un goce autístico-acústico del sujeto, que
muchos años después lo retomará Lacan en su última
enseñanza.
¿Qué dice en el capítulo V? Freud argumenta el doble
origen del superyó, algo que habíamos anticipado.
Primero, ubicamos una identificación primaria -que ya
trabajamos con el capítulo VII de “Psicología de las masas
y análisis del yo”, cuyo título es “La identificación —
anterior a toda carga de objeto que no es un vínculo
amoroso, que no es “como el padre quiero tener”, sino
“como el padre quiero ser”.
Para formar el superyó se requiere por un lado, una
identificación primaria y, por el otro, la resolución del
testimoniar de cómo esa voz mantiene diálogos en su
cabeza, y cómo esa voz Ies reprocha algo, cómo siempre
los está acusando de algo: “es poco”, “está mal”, “es
defectuoso”, “debe estar en un lugar distinto del que
está en cada momento”, “debe estar haciendo otra cosa
que lo que hizo”, etcétera. Y escuchan esa voz en forma
permanente, por eso Freud lo llama, en relación con
Kant, el imperativo categórico. Es una voz crítica que
está siempre, que es acusatoria de los mismos deseos
del sujeto.
La paradoja del superyó es que cuanto mejor uno se
porta, más se incrementa. No se trata de que si no
comete un pecado se alivia el superyó. Al contrario,
cuanto mejor se porta el obsesivo, el superyó es más
feroz, voraz, más crítico, y más atormenta. ¿Por qué?
Porque, nacido de la introyección de la instancia
paternal, de la ley edípica, nacido de la desexualización
que implica su internalización cruel, como masoquismo
moral se resexualiza. Esa prohibición, ese reproche, ese
castigo permanente, es una satisfacción de lo más
poderosa. La paradoja del superyó, la gran paradoja de
la ley está trabajada eficazmente por Freud en “El
malestar en la cultura”. Allí nos enseña que, en la ley
moral, lo que hay es una satisfacción despiadada. Quiere
decir, que el sujeto siempre quiere ser mejor de lo que
en realidad puede ser, y exigirles a los hombres que
sean mejores de lo que su naturaleza les permite
conduce a lo peor. Es por eso que tiene un valor sádico,
y su modo de ley imperativa es una satisfacción de lo
más poderosa. Van a encontrar la diferencia crucial entre
la conciencia moral y el masoquismo moral, en la página
175 de “El problema económico del masoquismo”, dife-
rencia muy importante para trabajar con “El malestar en
la cultura”.
Freud dice que el yo es un siervo sometido a tres
presiones: las tres servidumbres del yo. En primer lugar,
tironeado desde el mundo exterior para adaptarse a las
exigencias de este; segundo, tironeado por las
Respecto al superyó y al sentimiento
inconsciente de culpa, Freud se pregunta —en otra
nota a pie de página del mismo texto-, cuándo
podemos tener alguna chance de influir sobre él,
ya que la expresión mayor de la instancia
superyoica la encontramos ya no en la neurosis
sino en la psicosis, particularmente en la psicosis
melancólica. En ella, el sujeto, además de la
depresión total en la que vive, padece lo que se
llama núcleo de indignidad: se la pasa diciendo
“soy una basura”, “soy una porquería”, “usted (el
analista o psiquiatra) pierde su valioso tiempo
ocupándose de algo tan despreciable como yo”. Es
casi imposible hacer algo con esa psicosis, ya que
su superyó le dice todo el tiempo que es una
basura. No es que se siente mal y que por
momentos sea una basura, como en la neurosis.
La neurosis obsesiva se define hostigando al
objeto, mientras que en la melancolía el sujeto
incorpora al objeto en el yo, y la hostilidad recae
sobre el propio yo. En la histeria, la crítica es
reprimida. Y ahí se abre una polémica con “El
malestar en la cultura” que diferencia a los
varones y las mujeres en relación con el superyó.
Mientras que en las mujeres el superyó es más
externo, en los varones es interno. Para las
mujeres significaría que algo está mal, que hacen
Clase 5
SOBRE LA ANGUSTIA DE CASTRACIÓN

mLa amenaza de castración *La


castración materna « La pérdida
del amor
Voy a leerles •»El síntoma
algunos como
párrafos de “Inhibición, síntoma y
angustia” para orientarlos sobre la causa del síntoma.
Dice Freud;
Mediante esta última puntuaiizaclón, a saber, que
el yo se pondria sobre aviso de la castración a
través de pérdidas de objeto repetidas con
regularidad, hemos obtenido una nueva
concepción de la angustia. Si hasta ahora la
considerábamos una señal-afecto del peligro, nos
parece que se trata tan a menudo del peligro de la
castración como de la reacción frente a una
pérdida, una separación. A pesar de lo mucho que
enseguida puede aducirse contra esta conclusión,
tiene que saltarnos a la vista una notabilísima
concordancia. La primera vivencia de angustia, al
menos del ser humano, es la del nacimiento, y este
objetivamente significa [a diferencia de lo que
decía Otto Rank] la separación de la madre, podría
compararse a una castración de la madre -de
acuerdo con la ecuación hijo - pene-. Sería muy
satisfactorio
Tenemos aquí que la angustia
angustia se repitiera
de castración, y tenemoscomola
símbolo
castración de
de la una
madre separación
en el lugar a
de raíz
la de
causa. cada
Ante el
separación posterior (...){pp. 123-124).
encuentro con la castración de la madre surge la
angustia, y ante la angustia por la castración, el síntoma
es un modo de taponar esa castración. Tenemos,
entonces, la castración en el lugar de la causa y las
respuestas ante la angustia que produce el encuentro
con la castración.
Continúa Freud más adelante: ¿Qué relación hay entre
la amenaza de castración que ejerce el padre sobre el
niño -como fantasía edípica- y la castración de la madre?
Dice en el mismo texto:
La alta estima narcisista por el pene puede basarse
en que la posesión de ese órgano contiene la
garantía para una reunión con la madre -con el
Por lo tanto, la fantasía como amenaza de castración
también está de este lado. La amenaza de castración -“te
lo voy a cortar”- que le hace el padre, provoca el retiro del
sujeto, como dice Freud, para preservar narcisísticamente
sus genitales ante esa amenaza. El niño abandona ese
objeto primero, la madre, y se dirige a otros. En verdad, la
alta estima narcisista de los genitales no vale por sí
misma, sino que vale porque su genital es lo que se juega
en ese reencuentro con el otro materno vía el coito. Todo
sujeto se hace subrogar por su genital, como sabemos,
pero lo que sostiene Freud es que la cuestión no pasa por
la figura imaginaria de cortar el miembro, ya que la
amenaza de castración ftinciona para la mujer del mismo
modo que para los varones.
Se pueden preguntar, entonces, cuál puede ser el temor
que puede tener la mujer de estar ante la amenaza de
castración, dado que no lo posee. El equivalente en la
mujer -dice Freud- es la pérdida del amor. Para la mujer, la
pérdida del amor, que se la deje de amar, es el equiva-
lente a la amenaza de castración del pene en el varón.
Pueden ver que la operación es simbólica, que no tiene
nada que ver con la imaginería de “te voy a cortar ese
pedacito de carne entre las piernas”; apunta a una
dimensión distinta. Para una mujer, la amenaza de
castración es la pérdida del amor. Algo que encontramos
todo el tiempo en la clínica, no porque los hombres no
sufran por amor, pero la dimensión de la pérdida del amor
está en relación con la mujer, ocupa un lugar central en
relación con la posición femenina. En general, en la
cKnica, aunque los varones también sufren el amor, llegan
devastados, melancolizados, cuando han perdido el
trabajo y no pueden sostenerse ni sostener a la familia. En
las mujeres, lo que más les produce ese efecto de
melancolización es cuando pierden el amor. Esta es una
cuestión importante a tener en cuenta en la clínica, tanto
en un caso como el otro.
Leíamos más arriba que la alta estima narcisista al pene
declarar a la angustia de castración como el único
motor de los procesos defensivos que llevan a la
neurosis” (p. 135). La angustia de castración es,
entonces, el motor de la defensa y el referente del
síntoma. Recuerden que anticipé que el síntoma es
un “no quiero saber de la castración de la madre”.
La gran pregunta es: ¿por qué genera angustia?
¿Por qué es necesario, bajo estas modalidades,
defenderse del encuentro con la castración?
Recuerdan los modos de respuesta que hemos
trabajado. Ahora iremos del lado de las defensas;
la angustia de castración es el motor de la defensa
y es el referente del síntoma. La defensa es un “no
quiero saber de la castración en la madre”, y el
síntoma habla todo el tiempo de eso que no quiero
saber.
Parte 5

SURGIMIENTO Y
ACTUALIDAD DEL
PSICOANÁLISIS
Clase 1
EL SURGIMIENTO DEL PSICOANÁLISIS; SU CONTEXTO
CULTURAL. FREUD: HUO SUBVERSIVO DE LA ILUSTRA-
CIÓN Y DEL IDEAL DE LA RAZÓN

La modernidad en el Imperio austro-húngaro

Vamos a ubicar el contexto histórico en el que surge el


psicoanálisis: la modernidad en el Imperio austro-húngaro.
Es un momento de grandes cambios. Por un lado, una
irrupción liberal en Europa; un liberalismo diferente a cómo
entendemos el liberalismo actualmente. Hay movimientos
liberales muy fuertes y republicanos. Empieza a surgir la
problemática antisemita. Es una situación muy compUcada,
de mucha efervescencia, de grandes descubrimientos y de
grandes avances en la ciencia y en el arte. Al mismo
tiempo, es una época caracterizada por el surgimiento de
un profundo malestar social que va a tener tres grandes
respuestas a lo largo del siglo. Tres grandes respuestas que
se producen en la misma época y en el mismo contexto
sociocultural y geográfico. Una es el psicoanálisis -aunque
muchos hoy lo consideran muerto, está más vivo que
nunca-. Otra gran respuesta al malestar en la cultura es la
de Karl Marx y su marxismo en sus vertientes materialismo
dialéctico e histórico -que tampoco ha muerto, como
muchos lo pregonan—. La tercera gran respuesta fue el
fascismo en sus formas fijndamentales: fascismo italiano y
nazismo alemán. Respecto a esta última, quizá es mejor no
pensar que ha muerto, me refiero al fascismo, porque
siempre tiende a retornar, y es mejor estar advertido.
nos informa que Sigmund Freud nació a las 18.30 horas
del 6 de mayo de 1856, en la calle Schlossergasse,
número 117, en Freiberg, Moravia, y murió a las 20 horas
del 23 de septiembre de 1939, en Maresfield Gardens,
Londres. El nombre de la calle Schlossergasse fiie
cambiado más adelante en su honor, por el de Freudova
Ulice. Freud vivió y trabajó durante el último tiempo del
Imperio austro-húngaro de los Habsburgo. Fue un período
muy paradójico ya que, así como fue fértil para el
desarrollo de la filosofía, la psicología, el arte, la música y
la arquitectura, aJ mismo tiempo fue la época en que se
incubaban los primeros gérmenes del nazismo. Para
entender ese momento histórico, les recomiendo la
película El huevo de la serpiente^ de Ingmar Bergman,
y la serie de televisión Berlín, Alexanderplatz.
Para Alain Badiou, en su texto El siglo, el comienzo del
siglo XX es solo comparable con el renacimiento
florentino y el siglo de Peri- cles. ¿Cuáles son algunos de
los momentos cruciales de ese comienzo de siglo, los
hechos correlativos contemporáneos al surgimiento del
psicoanálisis? Es el momento de un nuevo arte que
combina arte e industria -del cual prácticamente no hay
referencias en Freud-: el cinc. Como dice Badiou, el cine
encuentra a Charles Chaplin. El filósofo Husserl desarrolla
la fenomenología, que tendrá un importante destino en el
campo de la filosofía; en 1900, Freud publica “La inter-
pretación de los sueños”; en 1902, Lenin escribe su texto
mayor ¿Qué hacer?, libro en el que trabaja sobre qué
hacer con la problemática en la Rusia zarista, antes de la
revolución de 1905 y de la revolución del 17 de octubre
de 1917. Albert Einstein, en 1905, inventa la teoría de la
relatividad y la teoría cuántica de la luz; en 1908,
Schóenberg fúnda la música atonal; en 1912, Picasso
estremece la lógica pictórica; en 1917 se desencadena la
Revolución rusa. Proust pubÜca su obra más importante:
En busca del tiempo perdido'. James Joyce escribe
Ulises, obra maestra de la literatura que sigue
preocupando a intelectuales, escritores y psicoanalistas
modelo moral y científico de la alta burguesía era similar a
las diversas formas que tomaba la impronta victoriana en
Europa. En lo moral, era firme, recto y represor. En lo
político, estaba interesado en el imperio de la ley, que
incluía tanto los derechos personales como los de orden
social. En lo intelectual, pretendía instaurar el dominio de
la mente sobre el cuerpo, de la razón sobre el sentimiento
y la pasión. Tanto en la literatura como en el arte, aparece
la preocupación por la misma problemática que inquietó a
Freud: levantar los velos, quitar las máscaras y desmitificar
las tradiciones en busca de una nueva verdad. Es el mo-
mento más fuerte del ideal de la Razón, propio de la
Ilustración, que busca expresarse en todos los campos y
que conducirá a fines nefastos, ya que -el mismo Freud ya
lo anticipaba— se pondrá en juego en la maquinaria
industrial asesina nazi. El ideal de la Razón producirá un
cambio en la concepción de la modernidad en la que, a
partir de cierto efecto de secularización -ya no estaba tan
asegurado que Dios o los dioses garantizaban al ser
humano-, comienza a producirse un fenómeno importante
que es la fuerte relación entre la política secularizada y la
vida, entre la pohtica y bios^ la vida. Debido a una pérdida
de poder de los señores feudales, de los reyes, del papa,
hay un gran proceso de secularización; se comienza a
poner en juego en la política el cuidado de la vida. A nivel
de la relación de la política con la vida, la seculariza ción
lleva a una cuestión absolutamente paradójica: de un lado,
se trata de cuidar la vida, de preservarla y, del otro,
encontramos su vertiente más cruel. Muy pocos -entre ellos
Freud- darán cuenta de esto.
Paralelamente a este proceso, se ubica el paradigma
dominante de la época: Isaac Newton y su Principios de
matemáticas de filosofía de la naturaleza (1686). La
voluntad fundamental del hombre moderno es
gnoseològica, quiere conocer, y su instrumento es la
ciencia como saber privilegiado. Este saber científico es
En ia vertiente de cuidar la vida se empiezan a producir
las prácticas inmunitarias/ que implican la protección del
cuerpo frente a las bacterias que puedan afectarlo. Surgen
las vacunas, la medicina preventiva, etcétera, pero junto a
este desarrollo científico importante, se producen
procesos ideológicos complicados y terribles. Así como
hay que cuidar al cuerpo de que las bacterias no lo
ataquen, hay que cuidar al cuerpo social para que las
bacterias no lo infecten, no lo degraden, no lo pudran, no
lo desintegren. Así, por ejemplo, los homosexuales, los
discapacitados, los gitanos y los judíos pasaban a ser las
bacterias, los microbios que iban a infectar el cuerpo puro
de la raza aria. Entonces, dado que había que cuidar el
cuerpo sano ario, se debía eliminar absolutamente a todos
los microbios y bacterias que pudieran infectar la pureza
de este cuerpo.
Junto con la medicina preventiva, comienzan formas de
guerras preventivas, y de estas últimas, actualmente hay
un impresionante desarrollo al respecto. Allí está la
paradoja: supuestamente, para conservar la vida hay que
matar, y la gran maquinaria del asesinato masivo es la
gran maquinaria de eüminar las bacterias que podían
infectar al cuerpo puro, la pureza aria. Poco a poco se va
produciendo una biologización de la política; los médicos y
científicos del campo de la genética empiezan a tener en
la Alemania nazi, un papel cada vez mayor. Más adelante,
esta biologización se empieza a articular con formas
ideológicas étnicas, provocando que las guerras empiecen
a transformarse, progresivamente, en guerras étnicas.
Esto lo hemos visto en la ex Yugoslavia, donde se produjo
una guerra étnica atroz, que sucedió a lo largo del siglo
pasado y comienzos de este siglo.
Se cree que habría, en lo étnico, un ser ahí', es como si
existiera un ser argentino, un “ser nacional argentino”,

1 Roberto Esposito, un filòsofo italiano actuat, trabaja de


modo brillante este tema.
freudiano la encontramos en múltiples disciplinas de la
cultura occidental: en teoría social, en la lingüística, en
las ciencias pt)líticas, en la filosofía, en las artes, entro
otros. A partir de la producción de Freud, ha sido
afectado el campo mismo de la cultura en los inicios del
siglo XX.
En su dimensión de práctica clínica, hoy encontramos
el psicoanálisis en relación con dos cuestiones centrales:
en una dirección, se inscribe en el campo de la salud
mental y entra en debate con las llamadas terapias
alternativas. El psicoanálisis asegura los resultados de su
eficacia mucho más que aquellas, pues estas se
inscriben en la resolución de ciertos síntomas, pero al
poco tiempo el mismo síntoma retorna o aparece
desplazado en otro diferente. El psicoanálisis sigue
siendo de una eficacia terapéutica mucho mayor que
cualquier otro tratamiento: puede producir, afectar la
dimensión pulsional de un sujeto en su dimensión de
eficacia terapéutica. El encuentro con un analista puede
permitir que alguien que está en un estado de urgencia
subjetiva, de desesperación, al borde de precipitarse en
cualquier acción contra sí mismo o contra otros, pueda
suspender ese acto y transformar ese impulso en una
pregunta sobre su deseo. Un psicoanálisis permite que
alguien atrapado por las adicciones, las drogas, el
alcohol, pueda hacer de esa adicción que lo consume y lo
arrastra a la muerte, una pregunta, posibilitándole
historizar aquello que le acontece. O en los casos de las
anorexias devastadoras, permite ubicar cómo detrás de
ese síntoma hay un cierto impasse de la posición de
deseo en una histeria. Un psicoanálisis también puede
permitir la resolución de un estado de duelo patológico
en un sujeto.
Todas estas, entre otras, son cuestiones dcl campo
propio de la eficacia dcl psicoanálisis en su dimensión de
efecto terapéutico. A su vez, como práctica clínica, un
en educación, en el ámbito que fuera, incluso en el amor
mismo. Ser menor de edad es, para Kant, una posición
cobarde, pues desde la minoría de edad siempre somos
víctimas de lo que nos hizo nuestro padre, nuestra madre.
Cierto bastardeo del psicoanálisis ha contribuido a
favorecer la posición de víctima del neurótico. Un
psicoanálisis, en su dimensión ética, impHca la asunción
de la responsabilidad del sujeto respecto de sus deseos y
de sus actos. En este sentido, el sujeto no es ninguna
víctima, sino que es responsable. Esto quiere decir
atreverse a tener pensamientos propios, a vivir sin un
amo, un tutor. Pero también es ser responsable de
nuestros deseos, de nuestras pasiones. Es una operación
respecto a la moral de víctima.
Cuando se llega a un análisis -si se trata de un
psicoanálisis, del encuentro con un psicoanalista—, ni bien
se pasa la puerta del consultorio, se debe dejar colgado en
el perchero el rol de víctima, porque se trata de
responsabilidad. Para el psicoanálisis, todo aquel que no
es responsable de sus dichos y de sus actos, es un niño, le
cabe el estado kantiano de minoría de edad. El
psicoanálisis es una práctica de la mayoría de edad, es
una práctica que le dice al sujeto “usted no es víctima”.
Hay una satisfacción en verse como víctima y en
presentarse como víctima; ante esto, el psicoanálisis le
dice “usted es responsable hasta de sus sueños, de un
tropiezo de la lengua, de un lapsus, de un deseo incons -
ciente y usted tiene responsabilidad sobre esos deseos”.
La práctica del psicoanálisis es una práctica de la
responsabilidad, es una práctica en contra del refugio en
la minoría de edad.
Kant se hace una pregunta importante: <qué es la
Ilustración -uno de los nombres de la modernidad-? Dirá
que la Ilustración, articulada al ideal de la Razón, es lo que
le permite al sujeto salir de la minoría de edad. Kant en su
texto “Filosofía de la historia”, sostiene;
En efecto, siempre se han encontrado algunos
hombres que piensen por sí mismos, hasta los
tutores instituidos por la confusa máquina, ellos
después de hat>er reforzado el yugo de la minoría
Entre las enormes e impresionantes paradojas del
invento freudiano, está la de la determinación que,
aunque es inconsciente, el sujeto es responsable de la
misma. Efectivamente, Freud trabaja muy tempra-
namente la dimensión de determinación, con la
cuestión de la determinación de los síntomas y la de la
posición de un sujeto a partir de ciertas causas. Las
cuestiones de la determinación, de la relación de la
causa y el efecto, son consecuencia de la relación de
Freud con la modernidad, con el estatuto de las
ciencias -y de las ciencias naturales en particular- y
con el desarrollo científico. Alguien es histérico,
obsesivo o paranoico a partir de una determinada
experiencia llamada sexual prematura traumática.
Ese acontecimiento traumático está en la línea de la
determinación. Pero Freud, además de esta dimensión,
ubica la cuestión de la libertad y del sentido. Por eso se
va a referir en la “Carta 125”, a lo que llama elección
de neurosis. ¿Por qué alguien se vuelve histérico,
obsesivo o paranoico? Hay elección, hay un punto que
va más allá del determinismo, porque donde hay
elección, soy responsable en lugar de víctima. Freud,
como estudiante de medicina, además de concurrir a
las clases obligatorias, asiste al curso de filosofía de
Brentano. Freud quiere reabsorber el psicoanálisis en
las ciencias de la naturaleza, y se encuentra con el
problema de cómo hacer compatible el determinismo y
la decisión -elección-. El sentido se da, y si se da es
porque no está determinado. En ese cruce que da
cuenta tanto del determinismo científico como de la
respuesta de la elección del sujeto, allí surge el
psicoanálisis. Freud habla incluso de la responsabilidad
moral por el contenido de los sueños. Este es un aporte
muy grande para el campo del derecho, de la
criminología, en cuanto a los criterios de imputabi-
hdad e inimputabilidad, ya que si estamos
determinados por el inconsciente puedo cometer
cualquier atrocidad y decir: “no soy yo, es mi in-
consciente” y como no tengo dominio de lo
me deprimo porque no estoy a su altura. En ese
sentido, el psicoanálisis no se inscribe en ninguna
moral. No es Victoriano ni libertino, para utilizar los
términos de la época. No puede estar guiado por
ningún ideal, ni por el del capitalismo tardío neoliberal
de la actualidad ni por el de las prácticas humanitarias.
No puede estar orientado por ninguna moral, porque es
solo desde la propia moral que uno puede desear
hacerle el bien a alguien. Pero sí lo está por una
dimensión ética. El analista tiene como principio ético
la abstención absoluta de poner en juego sus ideales,
su moral. No es ningún director de conciencia ni de
conducta, no dirige la vida de nadie. ¿Qué es un
psicoanalista? Podríamos decir que es alguien ubicado
en las antípodas más absolutas de cualquier ejercicio
de poder. Tiene que hacer de su lugar, lo más alejado
de cualquier práctica de poder. Eso debe ser un
psicoanalista.
Justamente, en la experiencia de formación que es el
control, el analista supervisa sus materiales clínicos,
supervisa los puntos en los que queda enredada su
propia subjetividad en un análisis, que muchas veces
es el deseo de hacer el bien. No está mal ser
absolutamente solidarios, aunque sea un significante
caído en desuso en esta época; todo lo contrario, no
está nada mal procurar una sociedad más justa, en
relación con los ideales. Pero un psicoanalista, en su
acto, no se dedica a eso, no puede hacerlo porque
estaría cometiendo un ejercicio de poder, estaría
dirigiendo desde una moral que, aunque presentada
con los mejores valores, es la propia. En el acto
analítico tiene que abstenerse de sus creencias,
prejuicios, ideales, fantasmas y radicalmente de su
inconsciente. Quizá la más enorme paradoja del acto
analítico es que Freud descubre que somos guiados por
el inconsciente, que el inconsciente determina nuestros
dichos, nuestros actos. Un psicoanalista no puede estar
metafísicas (1641), del filósofo René Descartes,
fiindamento crucial de la subjetividad moderna. En la
Segunda meditación, “De la naturaleza del espíritu
humano, que es más fácil de conocer que el cuerpo”,
Descartes asegura que, aunque sea como sujeto de la
duda, este existe. Es una cosa (jes) que como cosa
que piensa {res cogitans) está cierta de sí misma.
Cogito ergo sum: “pienso, luego existo”. Se trata de
un ente tan indubitable como Dios.
La palabra sujeto, antes de Descartes, estaba
reservada a Dios. En el medioevo el hombre no es un
sujeto, sino un objeto llamado persona. En el mismo
texto Descartes se pregunta qué es la existencia, la
existencia de las cosas. Dice:
de suerte que después de pensar mucho y
examinar cuidadosamente todas las cosas, es
preciso concluir que esta proposición: “yo soy,
yo existo" es necesariamente verdadera siempre
que la pronuncio o la concibo en mi espíritu (p.
59),
Si suspende lo que va a decir, lo pone entre
paréntesis, hay algo que se sostiene, algo que se
conserva, que es su propio acto de pensar. Este “yo
existo en mis pensamientos” es el fundamento mismo
del sujeto moderno, igual a un ser pensante que tiene
existencia como pensamiento. Continúa: “Pero yo,
¿qué soy ahora, que supongo que hay cierto genio
maligno y astuto, que emplea toda su industria y toda
su fiierza en engañarme?” (p. 59).
El pensar es un atributo, me pertenece y no se
separa de mí; yo soy, yo existo, pero ¿cuánto tiempo?
El tiempo que pienso, porque si cesara de pensar, en
ese mismo momento dejaría de existir. “Pienso, luego
existo” es la fórmula de Descartes, en tanto que
pienso, existo; si dejo de pensar, no existo.
Nada quiero admitir, si no es verdaderamente
verdadero, hablando con precisión: no soy más
que una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un
entendimiento. una razón, términos que antes
¿Qué es lo que imagino cuando la concibo de
este modo? Consideremos el objeto
prescindente de todos, lo que no pertenece a
tal objeto, y veamos lo que queda, lo más
extenso, flexible y mudable, ¿qué es eso de
flexible y mudable? {p. 62),

Ahí comienza a trabajar la relación entre la res


extensa y la res cogitans. Se sitúa en el fundamento de
la subjetividad moderna; es la fórmula misma que dirá
que el sujeto humano es, existe en la medida que piensa.
La existencia no se enlaza a ninguna referencia natural o
supranatural, sino que la definición misma de la
subjetividad está en el hecho mismo del pensar.
Es por este motivo que Freud llamará a su
inconsciente, pensamientos inconscientes, y para
diferenciarlo de las formulaciones previas o posteriores a
él, dado que en la actualidad también se habla de sub-
consciente o del inconsciente como una especie de fondo
irracional. El inconsciente freudiano tiene un orden lógico.
Es diferente del ideal de la Razón de la Ilustración, del
Iluminismo.
Decíamos que no podría haber surgido el psicoanálisis
sin René Descartes, ya que es quien funda las
coordenadas del sujeto moderno con su “pienso, existo”.
Tampoco hubiera sido posible sin Kant y sin el desarrollo
de las ciencias, Freud es hijo de la Ilustración y del ideal
de la Razón, pero es un hijo subversivo, porque se va a
ocupar de todo aquello que desde aquel ideal es
considerado irracional, desecho, de aquello que no entra
en el cientificismo gobernado por ese ideal. Pero además
va a decir que el inconsciente no es algo difuso, sino que
tiene una razón propia y obedece a ciertas leyes, y va a
entrar en debate -hasta la actualidad- con el campo de la
ciencia, dado que esta excluye la subjetividad, y con la
religión. Ambas —la ciencia y la religión- van en la línea
del sentido.
No hay nada más tremendo para un neurótico en
análisis que el encuentro con el sin sentido, con la caída y
meses el síntoma brote desplazadamente de un modo
mucho peor- y por los fundamentalismos religiosos. El
psicoanálisis está todo el tiempo siendo amenazado
porque, efectivamente, es una práctica que se orienta
hacia la dimensión de la apertura -ya no de sentido-:
habilita la posibilidad de la pregunta que se abre en
relación con el sin sentido mismo. Todas las religiones
-sea cristiana, musulmana, judía, entre otras- tienen en
común la dimensión del sentido; dan como respuesta al
desamparo del sujeto, el sentido: hay un sentido de la
vida, hay un sentido de la muerte, vivimos para tal cosa,
etcétera. Alguien llega a análisis a partir de que, por
alguna razón, un sentido que aseguraba su vida se
revoluciona: una muerte, una separación, un sueño,
alguna situación fortuita de la vida, alguna contingencia,
alguna eventualidad en sentido amplio, que modifica el
sentido que tenía la vida hasta ese momento. Y la
demanda que el neurótico le dirige al analista no es
poder atravesar la dimensión del sentido, sino
restablecer el sentido que tenía su vida. Puede ocurrir,
por ejemplo, que una histérica que se ha dedicado
siempre a seducir y que siempre ha tenido a los hombres
a sus pies sin haberse enamorado, permaneciendo como
excepción intocable, un día se encuentre con uno y se
enamore. Se podría decir “Fantástico, por fin”. Sin
embargo, esto la angustia y la conmueve absolutamente,
lo que la lleva a pedir un análisis para restablecer el
sentido de excepción que tenía, para poder dejar de
amar, ya que la posición de amar la deja en falta,
produce efectos de inseguridad, de intranquilidad, está a
expensas de si el otro la llama o no, si la va a seguir
queriendo o no, etcétera. Lo digo en estos términos para
que quede más clara la demanda consciente a
restablecer el sentido anterior perdido, el equilibrio, la
homeostasis.
Recuerden que Freud plantea la tendencia del aparato
psíquico a la búsqueda del equilibrio, de la homeostasis.
Si por algún motivo ingresa algo perturbador, el aparato
psíquico va a tender a desembarazarse de esa cantidad,
perfectamente asegurada y este encuentro o esta
pérdida, esta contingencia, ha hecho que el aparato
psíquico la pierda; vengo aquí para que usted, que es el
técnico mecánico del equilibrio de la homeostasis del
aparato, se dedique a ajustar tuercas”. No se dice de
este modo, pero se trata de esto. El problema es que el
equiübrio del aparato es paradójico, porque es un
equilibrio que porta la tensión deseante.
La felicidad del obsesivo es que no haya tensión
deseante. El obsesivo aspira al equilibrio, a que las
cosas no se muevan, a mantener todo en el confort de
la seguridad homeostática. Por eso puede dedicarse a
pensar en la amada durante días, meses y años, pero
nunca jamás encontrarse a tomar un café, ya que es
perturbador para el equilibrio. Es un ser intrasubjetivo;
más que amar a la mujer, ama la idea de la mujer, está
todo el tiempo coleccionando ideas, y hay que
diferenciar si se trata de un caso o de otro. Ama la idea,
es un hombre enamorado del pensamiento, goza
pensando, esa es su satisfacción.
Como pueden ver, la demanda que siempre se exige
es la de poder devolverle la homeostasis al aparato. En
ese punto hay que diferenciar si se trata de alguien que
Uega en un estado desgarrado de angustia o se trata
de una situación particular de angustia, porque de ser
así, en un primer momento tenemos que dedicarnos a
restablecer cierto sentido para el sujeto, dado que el
estado de angustia desgarradora en el cual puede
llegar puede ser peügroso para sí mismo o para otros.
Si se trata de ese estado, tenemos que operar
restableciendo cierta dimensión de estabilidad por un
tiempo, porque el psicoanálisis no tiene nada que ver
con dedicarse a restablecer el sueño obsesivo o ese
sueño de la tranquilidad de los cementerios, como
tampoco se dedica a tratar de restablecer la anestesia
2. Una conceptualización del padecimiento.
3. Un criterio sobre la finalidad de la cura.
4. Una formulación específica del lugar del
psicoanalista.
El primer momento tiene un clivaje fundamental.
Abarca la consideración del inconsciente descriptivo y
del dinámico, y es pasible de ser ordenado a partir de
la formulación de la regla de la asociación libre. Es el
descubrimiento o la invención del psicoanálisis como
tal. Hasta ese momento era solo un estado de
subconciencia. Es lo que luego Freud pasa a llamar
preconscientcy o sea, algo es inconsciente en el
sentido de que no está en este momento en mi
conciencia. Pero Freud inventa un concepto nuevo de
inconsciente.
El segundo momento alcanza al obstáculo del amor
de transferencia y la regla de abstinencia. Es el
momento donde el paciente deja de asociar
libremente. Es la apertura de la pregunta que ya venía
como preocupación desde la referencia de Anna O.
El tercero, reordena esa problemática a partir de la
inclusión de la pulsión de muerte hasta la
consideración del fin dcl análisis. El texto mayor de
esta última época, junto con “Mas allá dcl principio del
placer” (1920) y “El yo y el ello” (1923), es “Inhibición,
síntoma y angustia” (1925).
Este es el último ordenamiento psicopatológtco de
Freud, donde ya el síntoma no es solo un modo de
expresar un deseo inconsciente, sino que es un modo
de satisfacción que se expresa como deseo
inconsciente. En eso mismo se satisface. Es la
dimensión libidinal del inconsciente. Hay una
satisfacción propia en tener un lapsus, no solo es que
se presenta un deseo inconsciente; además se
presenta una satisfacción.
Clase 2
EL PSICOANÁUSIS EN EL DEBATE CONTEMPORÁNEO

^ Salud pública/salud privada » El dispensario de Viena * Efectos terapéuticos »


Efectos analíticos
A partir de la Revolución francesa, y por sus
contradicciones internas, el régimen de la salud
pública se Ínstala como derecho y como mercancía.
Desde esta perspectiva, la institución hospitalaria es
una modalidad jurídico-cultural que adquirió el
discurso del amo.
Según las vicisitudes de la organización social, el
Estado oferta un servicio social y las empresas
privadas, una mercancía al servicio de la acumulación
capitalista. Así, desde el Estado tenemos un “para
todos los ciudadanos”, propio de los ideales de la
Revolución francesa, y desde las empresas un “para
todos los clientes que puedan pagar”, que se afianza
en el actual capitalismo tardío y con la casi
desaparición del rol del Estado. Ambas —el Estado y
las empresas privadas— demandan en su inscripción
una identificación con su moral. Entre la demanda dei
amo y el “confort” que promete, en cuanto sostiene
un sentido, por un lado, y el imperativo freudiano, por
otro, que es un deber ético y no moral, se producen
efectos que portan las marcas de cada época.
Ciertas características que adquieren en la
Argentina, en el espacio de la llamada salud mental,
los modos de presencia del neoliberalismo y sus
crisis, son las siguientes:
a) Instalación cada vez mayor de las terapias
alternativas, incremento acelerado del mercado
/43
segunda -la preventiva-, abrirá la moral de
los derechos humanos del ciudadano
orientada por el ideal comunitario. Aquí es
necesario destacar que esta última, la
comunitaria, es sensible al estallido de los
lazos sociales que implica el discurso
capitalista.
Ustedes saben que el discurso capitalista,
en verdad, no es un verdadero discurso, sino
una deformación del discurso del amo.
Justamente, no es un discurso, ya que
traspasa la barrera de la imposibilidad en re-
lación al goce y, tal como lo formuló Lacan,
se sostiene del rechazo a la castración y de la
presencia feroz del goce superyoico que
implica también, entre otras cosas, el
estallido de los lazos sociales. Lo vamos a
retomar cuando veamos efectos analíticos y
efectos terapéuticos. Continúo.
La modalidad preventiva es una versión
actualizada de aquella modalidad que tuvo
amplio despliegue en la década de 1960 y
comienzos de los setenta -época de
presencia reducida del lacanismo y anterior a
la implantación, a finales de los setenta y
comienzos de los ochenta, de las “modernas
corrientes psicológicas”-, articulada al
movimiento de las izquierdas y contestataria
del psicoanálisis “modelo IPA”. Todo esto con
un agregado, que es que en la década de
1970, a partir de la implantación de la
dictadura militar, se produce un efecto de
del neoliberalismo en esta época del capitalismo tardío, se sostiene
en el sacrificio de los llamados improductivos^ para conservar y
aumentar el plus de goce. Ese sacrificio se expresa en “nuevos
campos de concentración” que son nuestras villas de emergencia,
donde se realiza un genocidio lento. El imperativo de goce de la ley
del mercado, como dios oscuro, se presenta como correlativo de la
inexistencia del Otro; más velado, pero más eficaz que el amo
fascista, bajo la barra, en el lugar de la verdad, con el semblante
de democracia liberal. Entonces, tenemos semblante de
democracia liberal y, funcionando en el lugar de la verdad como
amo oscuro al cual se manda al sacrificio, ya no a Hitler o a
Mussolini, sino a la ley de mercado. Y esto implica un lento
exterminio del ciudadano y un rechazo del sujeto.

Voy a saltear una cantidad de cuestiones. La proletarización cre-


ciente -en el sentido que lo entiende Lacan- de sujetos por fiiera de
todo lazo, que los vuelve caducos, pone en juego diversas maneras
de producir un modo de lazo. En este sentido, los dispositivos
asistenciales abren la posibilidad de producir, en algunos casos y al
mismo tiempo, tanto “la neurosis vulgar” como la “artificial”. La
creación de una “zona intermedia”, en términos freudianos, es ya
un tratamiento de los efectos de los impasses de la civilización
actual, en tanto pone en juego un condescender del goce. Voy a
repetir esto porque es una tesis central de mi propuesta de trabajo.

Cuando hablamos del discurso capitalista, de su presencia en la


actualidad -que implica la dimensión del estallido de lazos
sociales-, hablamos de la creciente proletarización y la producción
del sujeto como deshecho; el discurso capitalista, en la medida en
que se sostiene en el rechazo a la castración e implica la
presentificación más pura del goce superyoico, hace caer la
dimensión de lo que, desde Freud, Uamamos la Otra escena. Y es
así que nos encontramos en las presentaciones clínicas con modos
de padecimiento que no están soportados en un mecanismo
psíquico, como sucede con un síntoma, sino con padecimientos
subjetivos por ausencia de este último. Los llamados ataques de
pánico, en última instancia, son eso: un padecimiento subjetivo por
la ausencia de mecanismo psíquico.

La toxicomanía generalizada, los fenómenos abundantes en la


clínica de anorexia y bulimia implican nuevos modos de
padecimiento subjetivo que dan cuenta de cómo esta época vive la
pulsión. De hecho, aunque la pulsión siga siendo un concepto
ahistórico, Lacan advierte que debemos estar a la altura de la
subjetividad de la época no solamente como ciudadanos, sino
también en calidad de analistas, dado
que cada época vive la pulsión de un modo diverso. Y el
modo diverso tiene que ver con los diferentes modos de
presentificación de los padecimientos subjetivos.
Esto no quiere decir que haya nuevas estructuras
clínicas. Para mí -siguiendo a Freud y Lacan— hay tres
estructuras clínicas: neurosis, perversión y psicosis. Lo
que sí hay son nuevos modos de presentificación del
padecimiento subjetivo. Esto implica, incluso si hablamos
de rechazo a la castración, que tenemos que hablar de la
caída de los términos del valor de la dimensión amorosa
del mundo. Por lo tanto, también tenemos dificultades
para la apertura clínica del inconsciente y para la
instalación de la transferencia analítica.
Si el discurso capitalista, articulado a la tecnociencia,
oferta los objetos -gadgets los llama Lacan- que podrían
colmar la división del sujeto, si se produce justamente
una promoción de la caída de los términos de los
significantes articulados al ideal, los modos de
presentación del padecimiento subjetivo van a ser
diversos. Entonces, tendremos en la actualidad
dificultades para la instalación de la transferencia y para
la apertura del inconsciente.
Por eso digo que la Uamada por Freud “zona
intermedia”, neurosis artificial, ya implica un tratamiento
del impasse de esta civilización actual en tanto pone en
juego un condescender del goce. Ya las entrevistas
preliminares marcan un punto de rechazo al imperativo
de goce, al hacer pasar esto por el significante, Y el poner
en juego los modos de cifrado del inconsciente, eso
mismo ya implica un tratamiento del goce, como ocurre
con el tratamiento de la angustia, que es otro modo de
llegada de los pacientes. Efectivamente, en nuestra
clínica hay una abundancia de presentación preliminar de
los pacientes en estado de angustia, dado que el objeto
que debería estar velado ha dejado de estarlo -como lo
define Lacan enU6 el Seminario 10-, mientras falta la falta,
distorsionada. Una lectura débil interpretó esta
formulación de Freud como una capitulación de los
principios, cuando en realidad se trataba de un
compromiso con el mundo; compromiso no como
ciudadanos -cuestión no excluyente-, sino con la
consideración del psicoanálisis como una respuesta a lo
real, como lo pensamos desde Lacan.
Freud mismo despejó la cuestión cuando afirmó que,
sin importar de qué elementos se conforme esta
psicoterapia para el pueblo -presten atención- de todos
modos sus componentes más efectivos e importantes,
seguramente seguirán siendo los del psicoanálisis más
serio y no tendencioso.
Fue Eduard Hitschmann, uno de los primeros
seguidores de Freud, quien Uevó a cabo la creación del
Ambulatorio Psicoanalítico, en una Viena donde la
socialdemocracia tomó la administración de la ciudad
con la mayoría absoluta y llevó adelante una política
comunal progresista, que habría de recibir el
reconocimiento del mundo entero bajo la denominación
de la “Viena roja”. Esta referencia es muy importante,
porque pensar los dispositivos asistenciales tal como lo
venimos haciendo aquí, resulta inseparable de la
dimensión relativa a los derechos humanos. En otro
momento, quizá, sería interesante trabajar la arti-
culación psicoanálisis-salud mental-derechos humanos.
Aquí, simplemente, lo estoy esbozando.
Javier Aramburu, un colega nuestro fallecido hace un
par de años, sostuvo en el N° 2 de la revista Dispar
-editada por Grama, y de la cual fui uno de sus
directores-, que los derechos humanos borran el goce de
exterminar al Otro, nos dicen que todos renunciemos al
goce de aniquilar la diferencia. Los derechos humanos
reconocen, de esta manera, solo a los que han
renunciado al goce asesino. Eso es posible solo si esa
“ficción necesaria” que es la democracia, está
a la posición de goce del sujeto. Incluso a los asesinos los
reconoce, enviándolos a la cárcel. Esto quiere decir que
los derechos humanos reconocen la diferencia limitada,
no la diferencia ilimitada que consiste en gozar
exterminado al otro; ese goce está prohibido. Para el
psicoanálisis esto es así; su dimensión ética es el
reconocimiento y el respeto más absoluto a los modos de
goce singulares. Cualquier tratamiento distinto a eso,
implica una práctica totalitaria.
Ahora pasamos a lo que, seguramente, les va a
interesar más: la diferencia efecto terapéutico-efecto
analítico. Lo voy a tomar desde un sesgo un tanto
novedoso, y con eso voy a concluir.
Para no reiterar cuestiones harto formuladas a lo largo
de la historia de la doctrina psicoanalítica, desde “el
efecto por añadidura” en adelante, y de la diferencia
psicoterapeuta/psicoanalítica o psicoterapia/psicoanálisis,
me parece pertinente preguntarnos qué entendemos por
efectos terapéuticos y efectos analíticos. ¿Se trata de dos
cuestiones de un mismo campo de interrogación? ¿Se
trata de una misma área de problemas? ¿Responden a un
ordenamiento conceptual semejante? ¿Es, desde un
mismo lugar y con una misma finalidad, que nos
nterrogamos sobre esta cuestión? Lo que nombramos
como “efectos”, es una diferencia del objeto de
interrogación o es una diferencia animada en otro lugar?
Finalmente, ¿qué son efectos terapéuticos? Los efectos
terapéuticos refieren al alivio, desaparición de un pade-
cimiento del cuerpo y/o del pensamiento. Su inscripción
refiere a la salud pública y, dentro de ella, a la salud
mental. Es algo que requiere el Estado, el cuerpo social,
los órganos públicos, como un bien para el ciudadano o
como una mercancía para las empresas privadas. Queda
articulado, de este modo, a la serie del “arte de curar”
-vean que se va enlazando con la primera parte-. Es lo
que estos estamentos -públicos o privados- le exigen
¿Qué es el efecto analítico? Es una modificación de un
sujeto, el sostenimiento de un espacio entre los
enunciados y la posición de enunciación. Claramente, una
experiencia del inconsciente que puede tener o no efectos
terapéuticos. Su orientación -la del efecto analítico- es un
forzamiento. Porque no hay deseo de saber, no hay
pulsión epistémica. El hecho de que no haya pulsión
epistémica, que no haya deseo de saber, implica que el
anahsta realiza un forzamiento. El deseo del analista es,
por decirlo de alguna manera, forzante, ya que no hay en
el deseo humano un deseo de saber. Por lo tanto, así
como Miller afirma “que el psicoanálisis no puede estar al
servicio de ninguna finalidad superior a la operación
analítica misma, y solo puede estar al servicio del deseo
del analista”, podemos sostener lo contrario: para los
órganos públicos y/o privados de salud mental no hay
ninguna eficacia superior a la eficacia psicoterapèutica
misma. Para estos órganos, el comentario de Freud en el
capítulo VI de “Esquema del psicoanálisis” donde dice:
“Los resultados curativos producidos bajo el imperio de la
transferencia positiva están bajo sospecha de ser de
naturaleza sugestiva” (p. 177) no tiene ninguna
importancia.
En cuanto psicoanalistas, pensamos el inicio de análisis
desde una concepción del final. En algunos casos, es
posible esa conclusión, pero en otros, como nos enseña
Lacan en sus conferencias de Estados Unidos, nos
retiramos en silencio y con todos los respetos -como decía
Freud- cuando el sujeto es feliz por vivir, por estar vivo.
Para el Otro social, la posición del sujeto es una
enfermedad. Para nosotros, una “decisión inconsciente
que sigue una lógica ignorada y que el descubrirla
permite al deseo liberarse para hallar otras opciones” (R.
Masip Argilaga, “De Freud a Lacan: una pérdida en
juego”). ¿Por qué nos inmiscuimos en el padecimiento
subjetivo? Por ese “demasiado trabajo” que se dan los
sujetos para la satisfacción pulsional en el campo de la
neurosis, ya que nadie enferma por una fijación pulsional,
en sentido freudiano, sino cuando se ve constreñido a
abandonarla.
En un caso afloja las identificaciones ideales
cuyas exigencias asedian a un sujeto. En el caso
en el que el yo es débil, extrae de los dichos de
un sujeto con qué consolidar una organización
viable. Si el sentido está bloqueado lo hace
fluido, lo introduce en una dialéctica. Si el
sentido se desliza sin detenerse en ninguna
significación sustancial, instalannos puntos de
detención (“Psicoterapia y psicoanálisis", p. 27).
¿Qué implica finalmente? Una operación sobre el
ideal que le exige al sujeto gozar como se debe y no
como lo hace. Efectivamente, o nos dedicamos a hacer
que las personas traten de gozar como desde el ideal
se debería gozar o, más bien, nos dedicamos a lo
contrario: al reconocimiento de la singularidad en su
deseo y la particularidad en su posición respecto al
goce. Es más: no hacemos campaña por ninguna
moral.
Pensar los efectos terapéuticos es un modo de no
autosegregarnos, de hacer valer la eficacia de nuestro
saber en el mundo y de horadar, agujerear, el ideal de
fin de análisis como un a priori de máxima pureza, que
también puede llevar a lo peor.
Cuando Freud habla de mezclar el oro puro con el
cobre, o cuando propone la psicoterapia para el
pueblo, no se refiere a ninguna capitulación de los
principios ni a ninguna degradación en el rigor de la
práctica cHnica. En todo caso, a mi entender, está
afirmando que no todos son candidatos, que no para
todo somos “didactas”, que no en todos está en juego
el advenimiento de un nuevo analista.
Una única interpretación, la caída de un significante
amo que sostenía un campo de significación anudando
un goce, la resolución de la angustia como único modo
de anudamiento, la superación de una inhibición, un
en el plano del deseo, su resultado es terapéutico, aunque conlleve
por un momento la presentificación contingente de un monto de
angustia que le es inherente.

Ultimo punto. Retomando ahora las preguntas iniciales respecto


a efectos terapéuticos-efectos analíticos, son un nudo para
nosotros, tal como lo formula muy bien Lacan en la “Proposición
del 9 de octubre”. Hay un nudo ahí, entre trabajo en intensión y
trabajo en extensión, entre la formación de los analistas y el efecto
analítico, y lo que él va a llamar en ese mismo texto, proyecto
terapéutico. Ese nudo es importante sostenerlo. Desanudarlo
implica la desaparición del psicoanálisis mismo, ya que se
eliminaría la dimensión de extimidad. Un mundo sin psicoanálisis
sería un mundo sin el valor subversivo que este porta. Un
psicoanálisis sin mundo, portando el goce de la autosegregación,
haría de sí mismo un todo, lo que Freud llamó cosmovisión.
Efectos terapéuticos y efectos analíticos es el nombre de la tensión
que, como división, debemos soportar. La historia está plagada de
los desastres que implica no soportar esas escisiones. Poner en
correlación ambos efectos es, también, un modo de nombrar
nuestra propia diferencia limitada, nuestro lugar en el mundo, por
decirlo así.

En la guardia, en la interconsulta, incluso en una emergencia,


en los diferentes dispositivos asistenciales como el hospital de día,
la escucha analítica puede utilizar el mismo dispositivo asistencial
-que no es de origen psicoanalítico, sino de origen médico-
psiquiátrico- para hacer una operación sostenida desde la ética
psicoanalítica y que tenga efectos sobre el sujeto. Pero si bien es
posible, a veces no lo es. En muchos colegas de formación
psicoanalítica, noto que se produce, muchas veces, una desviación
histérica o una desviación obsesiva. Vienen con su análisis, Freud,
Lacan, etcétera, y no importa si están en un hospital público, si es
nombrado agente de salud o terapeuta. Funcionan exactamente
igual que funcionarían en su consultorio, en el sentido de no darle
ningún lugar al ámbito donde se desarrolla su acción. Esto, para
mí, es una desviación histérica absoluta, ya que hay que
considerar el lugar de inscripción, donde también hay otros
discursos. Hay que considerar el lugar donde la acción se realiza,
no se la puede histéricamente descartar. Está el discurso jurídico
cuando interviene la policía, está el discurso médico; si se trata de
un hospital de día, están las personas encargadas de coordinar los
talleres, etcétera. Hay toda una cantidad de articulaciones que
implican, muchas veces, efectos de malestar. Esto me parece
absolutamente equivocado. Tenemos también la versión obsesiva.
Esta es: “Estoy en un hospital público y hago lo que se debe
hacer en un sitio como este. Entonces, mi lugar es funcionar
absolutamente con cierta práctica sugestiva o apelar solamente a
la medicación. Como estoy en este lugar, me someto
absolutamente a esta modalidad de discurso del amo que es el
hospital público”.

Ambas desviaciones, tanto una posición como la otra, me


parecen muy complicadas, porque es necesario más bien poder
soportar los efectos de malestar que se producen por los efectos de
discurso, en los cuales muchas veces hay que compartir con
colegas de la misma formación, y también de otra, la dirección o el
abordaje de un paciente, o la pertinencia de la medicación en
muchos casos de psicosis, etcétera. Y es importante tener en
cuenta esto. Estas modalidades se van a expresar hasta en el
mismo Derecho, dado que la misma jurisprudencia está basada en
eso. La jurisprudencia, en última instancia, es un armado en tér-
minos del campo de la neurosis: son los derechos de la histeria, las
obligaciones de la obsesión. Lo jurídico es efectivamente eso:
obligaciones y derechos. Tenemos militantes de los derechos y
tenemos a los otros soportando las obligaciones. Pero esto origina
muchas desviaciones.

No es una creencia; verifico permanentemente cómo una


intervención analítica produce efectos, un cambio en la posición del
sujeto, que muchas veces implica cierta elaboración de un saber en
el lugar de la verdad y puede impedir el pasaje al acto
perfectamente. Esta intervención, este cambio, puede implicar la
puesta en marcha del mecanismo psíquico cuando hay un
padecimiento que se presenta como ausencia del mismo. Sabemos
que cuando hay un padecimiento por ausencia de mecanismo
psíquico, lo único que está anudando es la angustia. Como Freud
nos decía en “Más allá del principio de placer”, cuando hay un
efecto de desanudamiento real, simbólico e imaginario, la única
pantalla es la angustia, es lo que hace de velo. En efecto, muy
lúcidamente Freud decía que lo único que queda anudando ahí es la
angustia. La posición de escucha del analista puede implicar que se
ponga en juego la Otra escena, que se cree la dimensión de la Otra
escena. El inconsciente es una suposición lógica a partir de una
operación; no es algo que ande por el mundo. Si bien las personas
sueñan, el inconsciente en términos psicoanalíticos es el resultado
directo de una operación analítica. Y podemos hacer esto, así como
podemos mensurar la angustia. Está en el deber del analista
regular, temperar la angustia de un paciente. Tenemos que ver en
qué situación llega.

En el campo de las psicosis, permanentemente vemos cómo


cierta operación es un “no”, un “todavía no”. Es el “todavía no” en
el campo de las psicosis. En muchas ocasiones, los profesionales
que trabajan
con pacientes psicóticos escuchan que el paciente, ante algo que dice que
quiere hacer o que va a hacer, dicen: “Bueno, muy interesante, pero
todavía no”. El “todavía no” es introducir un artificio de castración, da do
que introducir la castración no podemos. No podemos introducir nosotros el
nombre del padre que falta en la operación del sujeto, pero ese “todavía
no” viene a este lugar. Es un artificio de castración, un ar tificio de
tratamiento del goce que implica que no se precipite algo que se
desencadenaría brutalmente. Por ejemplo, cuando el paciente dice que ha
decidido ir a lo de la tía Rosita, los analistas saben muy bien que, por el
trabajo que vienen realizando, es mejor que mantenga cierta distancia con
la casa de la tía Rosita, porque ahí estallaría lo peor. En una guardia lo
hacemos muchas veces.

El hospital de día puede ser importantísimo respecto del


tratamiento de goce que se produce vía los objetos
separables en los diferentes talleres. El trabajo de hospital
de día es la posibilidad de producción de los objetos como
objetos separados; hace un tratamiento de goce mediante
los objetos separables que, además, circulan como
mercancía entre el resto de los compañeros, lo cual implica
también un tratamiento del goce. Ahora bien, ¿cómo
evaluamos para dar una entrada en un hospital de día?
Muchas veces debemos decirle a un paciente que todavía no
puede ingresar, porque sabemos que si lo hace, el
ordenamiento del hospital de día no va a tener un carácter
propiciatorio para el tratamiento del goce, sino que el mismo
hospital de día se va a transformar en un mandato
superyoico para el paciente. Por lo tanto, le decimos no.

En las adicciones, podemos hacer una pregunta que


puede introducir una dimensión de malestar, una piedra en
el zapato, para que empiece a molestar algo y para que ese
algo se empiece a constituir como síntoma. Síntoma en este
caso quiere decir algo que lo moleste e insista, aunque por
momentos no nos hagamos cargo de ser esa piedra.
¿Cuántos pacientes atendemos, que vienen para que los
molestemos, para que les pongamos la piedra en el zapato,
para que los alteremos, y todavía pagan por eso? Y es
fiindamental la operación que estamos haciendo, porque
algo que no marcha del todo bien, o la piedra en el zapato,
tiene que ver con lo humano. Los hombres siempre se
buscan alguna mujer como piedrita en el zapato que les
complica un poco la cabeza con este tipo de cosas. Pero a
veces nos encontramos con sujetos que vienen
especialmente a consultarnos, no solo una vez, años
enteros, para que los conmovamos todo el tiempo; vienen
alojamiento, en ocasiones, como único lugar en el mundo.
Y gracias a eso, es posible que puedan ir situándose
respecto a otros lugares. Y creo que esas cosas se pueden
hacer en la interconsulta, la guardia, el hospital de día,
consultorios externos.
Pero a veces es ante la inminencia de un pasaje al acto.
Ha ocurrido muchas veces que digan: “Vengo aquí como
último recurso, porque he decidido matar a mi marido,
envenenándolo esta noche, y se me complica con la
policía. Estoy decidida, completamente decidida a matar a
mi marido, no lo aguanto más”. Uno escucha. En el hecho
de que venga a contar esto, ya hay ahí algún clivaje
respecto a la inminencia del pasaje al acto. Pero se puede
terminar esa entrevista y decirle que no se vaya, que
vuelva en media hora, para luego atenderla por diez
minutos, media hora. ¿Y qué es esa pavada que hacemos?
No es una pavada. Esa media hora es fundamental, ya que
le puede permitir a la señora ver que, quizá, se puede
separar del marido, divorciarse sin necesidad de matarlo
con veneno. Conceptualmente, ¿qué es lo que estamos
introduciendo? Estamos introduciendo algo que es central
-estoy en este momento basándome en el tiempo lógico—,
que es una suspensión de un momento de concluir. El decir
“venga en un rato y lo seguimos hablando”, es poder
introducir un efecto de tiempo para comprender.
Ustedes recuerdan que Lacan diferencia claramente
entre el instante de ver, el tiempo para comprender y el
momento de concluir. El pasaje al acto marca la
destitución del momento de concluir. Es una precipitación
de esa forma de realización del fantasma en el mundo que
implica “soy, no pienso”, como lo trabaja Lacan en el
Seminario “El acto analítico”. Y esta operación de
introducir el “pienso” del tiempo para comprender, en
términos del tiempo lógico, y no el “pienso” de los
pensamientos obsesivos conscientes, junto con una
articulación de “venga dentro de media hora y lo seguimos
hablando”, puede producir un corte que permita poner en
Entonces, la apertura del deseo de saber que implica
un psicoanálisis es un forzamiento. Pero una cosa es el
forzamiento en términos del deseo de saber -que es el
forzamiento desde una ética- y, otra, es un forzamiento
desde el ideal -el ideal hecho desde la cabeza de un
ana- lista-. Hacer un forzamiento desde un ideal no
tiene que ver con una dimensión ética sino moral, y la
moral dcl analista conduce a lo peor. Recuerdan el
discurso del amo:
SI S2 S a
Los otros tres discursos -del analista, de la histeria y
de la universidad- son torsiones de un cuarto de giro.
En última instancia, es un intento de matematizar lo
dicho por Freud. Primero, una marca. Segundo, un
tiempo, que se asocia con lo que fue el trauma y
transforma al primero: la fórmula del après-coup.
El asunto es que no solo se invierten dos términos,
sino que cae la relación de imposibilidad de un goce. El
discurso capitalista dice -en cuanto es superyoico- que
es posible el goce. Lacan dice que debería ser
necesario que no lo fuera. Es la famosa formulación de
Lacan del Seminario 20, “Aún”: ese goce Otro que sería
necesario que no lo fuera. ¿Qué es ese goce? El goce
que sería necesario que no. Efectivamente, el discurso
capitalista se sostiene en el rechazo de la castración
que implica una devaluación de los términos del amor,
por ejemplo. Por eso, alguien puede estar
perfectamente con un objeto, una música, una droga. El
discurso capitalista promueve la relación con un objeto
imaginario en el campo especular, sin pasar por el Otro.
El amor, ¿qué es? Es introducir algo del Otro, es ir a
buscar el objeto al campo del Otro; eso es enamorarse.
Por esa razón es mucho más sencillo no enamorarse, no
amar, porque así “no me complico”. Se es mucho más
feliz con una botella de vino: no habla, no coquetea; la
botella de vino es fantástica. La cocaína, lo mismo
zona intermedia, dice Freud, la neurosis artificial, ya es
un tratamiento del modo de goce de la
contemporaneidad.
Esto es importante. Asistir a las entrevistas con
nosotros significa poner palabras, empezar a tener
algún lazo en relación a nosotros. Esto quiere decir que
hay ya una inclusión de nuestro deseo —en cuanto
analistas- en la formación del inconsciente. Ya estamos
realizando un tratamiento del impasse del goce de la
civilización actual, porque ya estamos operando para
que haya una caída de la fijación a un objeto; lo pierdo
para ir a buscarlo, vía la transferencia, en el campo del
Otro.
Somos absolutamente anticapitalistas porque les
decimos a los sujetos que vengan a vernos, y nos pagan
para dejar algo y llevarse nada. Dejan algo relativo al
objeto para llevarse una porción de castración.
¡Totalmente anticapitalistas! No hay ningún mercado
que se interese en eso. Pero esto mismo marca el lugar
del psicoanálisis en el mundo, como un modo de
tratamiento del impasse en la civilización marcada por
el desencadenamiento del discurso capitalista; en la
sociedad de la ley del mercado que en estos últimos
años, en estas últimas décadas, se ha desencadenado
absolutamente con total crudeza, como vemos a diario.
Se pueden capturar aviones, hacerlos estallar contra las
Torres Gemelas, destrozar, matar a miles de personas.
No sabemos exactamente quién tiró las Torres Gemelas,
pero es posible que lo hayan hecho los fundamentalistas
afganos. También pudo haber sido la CIA misma.
Pudieron ser tanto los fascistas afganos como los
fascistas norteamericanos. Estamos haciendo entrar
esto con un efecto de anestesia: un tipo entra con una
bomba y mata a todas las personas, niños, niñas. No es
un blanco militar, es una pizzeria. Por otra parte,
ustedes saben perfectamente que los tanques israelíes
aplastan casas con la gente dentro. La gente queda
enterrada viva y muere aplastada por los escombros.
ante los adictos, los autistas; mucho menos vamos a
retroceder frente a los angustiados por un ataque de
pánico. No les vamos a dejar ese lugar a los
neurólogos que desconocen la histeria y la tratan
como esquizofrenia, para que los empastillen. No
vamos a hacer lo que hacen en Estados Unidos, que
quitan del manual de salud pública la histeria como
categoría, lo que les permite tratar un ataque de
pánico como un trastorno de personalidad múltiple o
como una esquizofrenia y, entonces, empastillar y
producir efectos catastróficos en la vida de una
persona. Padecimientos por ausencia de mecanismo
psíquico: ¿qué quiere decir? Es muy importante.
Quiere decir que el padecimiento no es por un
mecanismo psíquico, o sea, por un significante
reprimido. Porque padecimiento por mecanismo
psíquico es la fórmula primera del síntoma, en el cual
hay un significante reprimido, hay un significante
que retorna, se trata de una economía libidinal con
ausencia de un mecanismo psíquico. Ahora volvamos
al tema.
¿Qué es un ataque de pánico? Sencillamente, el
ataque de pánico es la significación que queda en
suspenso. La articulación significante está todo el
tiempo produciendo efectos de significación,
ordenando un sentido. Por lo tanto, articula
enunciado-enunciación y, al mismo tiempo, ordena
un sentido como sentido de goce para el sujeto. El

757
Clase 3
CULTURA, MALESTAR Y SEGREGACIÓN

< Renuncia puisional-condicián de la cultura ? Los excluidos


Fraternidad-segregación V Frustración -prohihiíión-pri'uaciótx
En 1930, Kreud se pregunta por el malestar en la cultura
y, al tiempo que intenta cernir la causa del primero, logra
ubicar la condición para el surgimiento de la segunda. La
cultura es presentada como una modalidad de lazo que
implica un distanciamíento respecto del viviente, como
estado de naturaleza supuesto. Así, asegura la
protección del hablante, resguardándolo tanto de la
amenaza de las fuerzas naturales, como del peligro que
acarrea la convivencia entre los hombres. El peligro
situado a nivel del la/x) social será respecto de lo cual
Freud habrá de interrogarse especialmente. Haciendo un
paralelo entre el desarrollo -o advenimiento- de la cultura
y el desarrollo libidinal del individuo, Freud ubicará el
punto de articulación entre ambos. El nexo quedará
delineado en torno de la renuncia a la satisfacción
pulsional.
La pulsión sexual en la infancia obtiene la ganancia de
placer, prescindiendo de los objetos. Sin embargo, el
autoerotismo merece ser sofocado, debido a que su
permanencia implicaría que la pulsión sexual no podrá
ser gobernada en el futuro. Dice Freud: “De tal suerte, las
fuerzas valorizables para el trabajo cultural se consiguen
en buena medida por la sofocación de los elementos
llamados perversos de la excitación sexual” (“La moral
sexual ‘cultural’ y la nerviosidad moderna”, p. 169). Para
que un niño no devenga criminal, deberá abandonar -en
el sentido de la represión- el perverso polimorfo.
Cabe entonces preguntar: ¿se trata de ubicar, con
Freud, la condición de la cultura -la renuncia- y, por
ende, de lazo, en el lugar mismo del malestar?
Aparece allí una solución de compromiso. Algo se
pierde -la satisfacción total- y algo se gana —el lazo
social y la posibilidad de convivencia en el marco de
una cultura que regule™. ¿Hay alguna posibilidad de
inclusión en la cultura que no sea a partir de una
operación de renuncia sobre el punto mismo de la
imposibilidad? Y a partir de allí, ¿cómo pensar el
malestar contemporáneo?
La cultura produce un malestar, el cual se trata de
un modo de inclusión que genera insatisfacción o
incomodidad. Ahora bien, puntualmente, ¿cómo leer
los fenómenos que testimonian sobre un no-estar, o
quizá, hasta un haber quedado por fuera de la
modalidad de inclusión-mal-estar? Los excluidos,
punto de retorno de la segregación estructural.
Al hablar de la constitución del lazo social, en las
páginas 120- 121 del Seminario 17, Lacan toma como
referencia el mito de la horda primordial. En ella, la
fraternidad nace como efecto del asesinato del padre,
un padre no atravesado por la ley. ¿Es posible pensar
a este padre por fuera de la cultura, en la medida en
que su muerte instaura la posibilidad de un padre
simbólico? Su asesinato produce un ordenamiento
que da cuenta de la cultura como instancia simbólica,
instauración de lo prohibido que delimita el campo de
lo permitido —la madre, como prohibición; las otras
mujeres, como posibles— Por otra parte, en el mismo
texto señala que el empeño en enfatizar la
hermandad indica el punto mismo de inconsistencia
del lazo. Así, cuestiona la idea de igualdad que
sostiene la fraternidad. La fraternidad existe si y solo
si hay ordenamiento, es decir cultura. En el origen de
la fraternidad es posible encontrar la segregación.
¿Qué quiere decir esto? Que la fraternidad se trata de
estar separados juntos.
Hay privaciones universales como el incesto y el
homicidio. Se trata de reclamos que la cultura establece
para todos por igual. Asimismo, hay privaciones que se
circunscriben a individuos, clases o grupos —solo para
algunos-, Freud enuncia en “El porvenir de una ilusión”
(1927):
Cabe esperar que estas clases relegadas envidien a
los privilegiados sus prerrogativas y lo hagan todo
para librarse de su “plus” de privación. Donde esto
no es posible, se consolidará cierto grado
permanente de descontento {...} no cabe esperar
en ellos una interiorización de las prohibiciones
culturales; al contrario: no están dispuestos a
reconocerlas, se afanan por destruir la cultura
misma... (p. 12).
Ese plus de privación que afecta a algunos genera
cierto grado de descontento dentro de la cultura, cuya
respuesta es la hostilidad. Ahora bien, ¿cómo ubicar estos
grupos respecto de la cultura? ¿Están dentro o fiiera de la
misma? ¿Es posible nombrarlos como segregados? Freud
nos da la pista cuando postula que la interiorización de los
preceptos culturales no es el único bien anímico para la
apreciación de la cultura. Están también su patrimonio de
ideales y de creaciones artísticas y las satisfacciones
obtenidas en arabos. Desde esta perspectiva, estos
grupos dan cuenta de la cultura en crisis, pero
permanecen dentro del marco de la misma.
Se trata de la misma lógica con la que Freud trabaja la
moral sexual cultural de su época. La moral sexual
victoriana prohibía el comercio sexual fuera del
matrimonio monógamo. Dicha prohibición retorna, en su
tiempo, en la doble moral que la sociedad le consentía al
varón, y le imprime otras exigencias: matrimonio
heterosexual, sexualidad al servicio de la reproducción,
prohibición de la masturbación y abstinencia sexual
prematrimonial y para aquellos que no contraigan
matrimonio. La sexualidad normal es la exigida por la
cultura; no hay en ella nada de “natural”. Freud reconduce
la nerviosidad moderna a aquella moral sexual,
otorgándole el estatuto de respuesta o de tratamiento
posible del neurótico al malestar que produce la moral
sexual dominante, malestar que da cuenta de la inclusión
en la cultura.
no genitales resultaron modalidades de exclusión de la
moral sexual cultural imperante.
Renuncia y protección son dos caras de la cultura al
servicio de soportar la vida. El resto o producto de esta
operación es una cuota de padecimiento para los hombres
que habitan la cultura. La cultura impone rodeos a la
satisfacción pulsional, y sus restricciones darán lu- gar a
diferentes tratamientos que podrá darle el sujeto en su
época. El síntoma neurótico es un modo singular -no
universal, como lo sería la psicología tic masas- de
tratamiento dcl padecimiento. Se trata de lo que no hace
serie. Si la cultura le impone rodeos a la satisfacción pul-
sional, ¿cuál es la modalidad de satisfacción de estos
grupos, respecto de los cuales Freud dice que no es
esperable la interiorización de las prohibiciones
culturales? ¿Se tratará acaso de una satisfacción directa?
¿A qué se refiere Freud con el “phis de privación”?
Se trata, sin dudas, del campo de un cierto exceso.
Parece, entonces, que la renuncia se presenta como una
operación que solo puede venir a producirse ah), donde
algo de lo imposible de la satisfacción pulsional se ha
recortado a nivel del discurso. ¿Un plus de privación
implica una satisfacción pulsional consistente?
Todo lo que hagan las clases relegadas está al servicio
de liberarse dcl plus de privación. En este sentido, la
hostilidad surgirá como una forma de tratamiento a la
diferencia social. La perspectiva de la hostilidad será,
incluso, funcional a la regulación social en la medida que
permita tramitar el descontento que, si está inhibido —
dice Freud-, puede llevar a rebeliones.
La pregunta que quizá haya que introducir es: ¿cuál es
el límite?
Y en este sentido, habilitar la dimensión de la
singularidad. Tal como señala Freud en el texto de 1908,
“La moral sexual ‘cultural’y la nerviosidad moderna”;
“Quien, a consecuencia de su indoblegable constitución,
Quizá se trata de situar con Freud, la doble
vertiente de la segrega- ción: efecto de
exclusión como rechazo del Otro y la
exclusión como efecto de una decisión
singular. En el primero, es el sujeto de las
clases relegadas ubicado como resto
producido del sistema, fuera de sistema. En
el segundo, Freud sitúa al criminal, quien
queda ubicado como el que no acepta las
prohibiciones universales (incesto, homicidio
y canibalismo). Se trata de no obturar el
lugar de la elección. ¿Salida del lugar de
segregación? ¿Posibilidad de lazo ?
Clase 4
FUNDAMENTO MEIAPSICOLÓGICO FREUOUUIO DEL
LLAMADO “ATAQUE DE PANKO”

<-f-Angustia
traumática K Angustia
La primera pregunta que nos formulamos es: ¿cuál
señal « Perturbación

es la relación de la angustia y “Más allá del


principio del placer”, de Freud? La segunda
pregunta es respecto de la diferencia entre la
angustia traumática y la angustia señal. En “Más
allá del principio de placer”, la angustia surge
como reacción ante un peligro determinado por la
ruptura de la barrera protectora. El peligro en el
nivel de la angustia traumática es la perturbación
económica producida por un incremento de las
magnitudes de estímulo -núcleo genuino del
peligro-. El estado de desamparo no implica, como
angustia real, una fantasía de amenaza sino,
claramente, una amenaza real.
El concepto de desamparo del “Proyecto de
psicología” es retomado a esta altura, en su
articulación con la falta de significación. La barrera
de protección antiestímulo revela su punto de falla,
indicando lo pulsional no ligado que queda por
fuera de la cadena.
Precisamente, desde el “Proyecto de psicología”,
el resto que deja la experiencia de satisfacción
(el deseo), realiza el tratamiento permanente de lo
que dejó la experiencia de dolor, que es
lógicamente anterior (el afecto). Este es el
antecedente de la diferencia deseo-pulsión. El
ejemplo paradigmático es el trabajo del sueño,
El incremento de las magnitudes de estímulo en espera de
tramitación implica el peligro del desvalimiento psíquico en
relación con el período de inmadurez del yo. En la situación
traumática, frente a la cual se está desvalido, coinciden el
peligro externo y el interno, lo que Freud llama peligro
realista y exigencia pulsional (externo-interno). La situación
económica es, en ambos casos, la misma, y el desvalimiento
motor encuentra su expresión en el desvalimiento psíquico.
Freud afirma en la “32" Conferencia, Angustia y vida
pulsional", que lo esencial respecto de esa gran excitación que
es sentida como displacer, estado en que firacasan los
esfiierzos del principio de placer y es el instante traumático.
El instante traumático paraliza la fiinción del principio de
placer y da a la situación de peligro, su significación. La
represión primaria nace directamente de instantes
traumáticos. Entonces hay una línea que ubica:
a) Desvalimiento.
b)Inundación de magnitudes de estímulo-ruptura de la
barrera protectora,
c) Respuesta ante un peligro.
d)Instante traumático como fracaso del principio de placer y
base de la represión primaria.
e) El principio de placer nos asegura contra un daño
determinado de nuestra economía.
¿Qué obtenemos de esto? La angustia traumática es
respuesta a la ruptura del principio de placer a partir de una
exigencia pulsional. Y desde la misma Conferencia, a partir de
que Freud afirma que hay un doble origen de la angustia,
hacemos la segunda articulación:
a) Del instante traumático.
b) Como señal que amenaza la repetición de tal instante.
su condición, la pérdida del objeto. La
ausencia de la madre devieno ahora el
peligro. El lactante da la señal de
angustia, tan pronto como se produce,
En esta
aun línea,
antesla que
angustia vale comolauna
sobrevenga función. ;Cuál?
situación
Ser una señal para la evitación de la situación de peligro.
Señal que imjilica dos cuestiones;
a) Expectativa del trauma (anticipación).
b) Repetición amenguada de él.
Respecto de la primera: la situación de peligro es la
situación de desvalimiento discernida, recordada, esperada.
Respecto de la segunda: el yo que ha vivcnciado
pasivamente el trauma repite iijjicderholeti) ahora,
activamente, una reproducción (rcproduktion) morigerada
de este, con la esperanza de poder guiar de manera
autónoma su decurso. l^>r lo tanto, la angustia, cuya
función como señal implica tanto la expectativa como la
reproducción morigerada, se articula con la repetición y el
recuerdo. Entonces, esta reacción es una forma de recuerdo
y se sitúa en el marco de la historia del sujeto. El peligro
del desvalimiento psíquico se adecúa al período de la
inmadurez del yo, así como el peligro de la perdida de
objeto, a la falta de autonomía de los primeros años de la
niñez.
Precisamente, en relación a la angustia señal se destaca
el lugar central del yo. El yo es la sede misma de la
angustia, y su precocidad no es madurativa sino, por el
contrario, estructural en la medida en que la existencia de
la señal en el niño responde a la anticipación que se es boza
en la tríada Desamparo, Otro Auxiliador y Llamado, aquello
que permite que la estructura del lenguaje se posesione en
el organismo y produzca sus restos y efectos. La angustia,
en cuanto estado afectivo, solo puede ser registrada por el
yo. El instante traumático tiene el valor de fijación pulsional
-restos visuales y auditivos del encuentro con la escena
Í67
con la formación de síntomas. Pero los instantes
traumáticos surgen de la vida anímica, sin relación con
las situaciones traumáticas supuestas en las cuales la
angustia no es despertada, por lo tanto como señal, sino
que nace basándose en un fundamento inmediato
-irrupción-.
Si la represión primaria se sostiene en instantes
traumáticos, para que puedan retornar esos “instantes”
es necesario que haya una vacilación en la estructura
misma de aquello que articula la represión primaria y el
masoquismo primario. Esta articulación implica la fusión
pulsional. La angustia traumática, por lo tanto, se
articula con la irrupción de la pulsión no ligada al deseo.
Paralización de la función del principio de placer en su
capacidad de ligar las magnitudes de estímulo, daño en
la economía psíquica, fracaso de las formaciones del
inconsciente. Esta angustia nombra la caída de la otra
escena, de la realidad psíquica, ya que no operan el
desplazamiento y la condensación.
La realidad psíquica anuda los representantes
psíquicos, la figurabi- lidad significadora -la puesta en
imágenes del sueño, por ejemplo- y la pulsión. La
realidad psíquica freudiana es nombrada por Lacan como
el cuarto que anuda Real, Simbólico e Imaginario
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La Transferencia

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Impreso en BMPress
Av. San Martín 4408
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Abril de 2014

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