El versículo comienza diciendo no hay griego ni judío en la
iglesia, el cuerpo de los creyentes. Esta era una división
religiosa o una distinción que se hacía en los tiempos de Pablo. La frase circuncisión ni incircuncisión nos recuerda la división religiosa de la época. Y después el apóstol mencionó al bárbaro o extranjero (o escita, como traducen otras versiones). Se llamaba "bárbaros" a los que no eran griegos, y a quienes hoy llamaríamos paganos. Los "extranjeros o escitas" eran la peor clase de bárbaros, que provenían de Escitia, la región situada al norte del Mar Negro y el Mar Caspio. Eran salvajes nómadas. Eran paganos, malos y brutales. Capturaban a sus enemigos y les arrancaban la cabellera. Entonces tomaban el cráneo y lo usaban como una copa, con la que bebían la sangre de sus víctimas. Los antepasados de muchos de raza blanca provienen de ese territorio y son llamados caucásicos, de acuerdo con el nombre de la región en la cual vivían. Incluso en los días de Pablo, algunos de aquellos bárbaros fueron conducidos a Cristo. El evangelio se había difundido y realizado una gran obra, y algunos de ellos eran miembros de la iglesia de Colosas. Los misioneros se habían dirigido hacia el norte, a los mares Negro y Caspio, y de esa manera los escitas habían sido ganados para Cristo. Aun siendo bárbaros, habían sido introducidos en ese nuevo cuerpo que es la iglesia. Y el versículo 11 culmina diciendo: Cristo es el todo y en todos. Uno no puede encontrar una realidad más maravillosa que ésta. Supera toda descripción. Cristo es el catalizador que reúne a individuos y grupos que están separados y los hace uno en Él. Un catalizador es una sustancia que se coloca con elementos que se oponen entre sí y los une en un nuevo compuesto. Esto es exactamente lo que Cristo hace. Todos hemos sido hechos uno en Él. Recordemos que nos encontramos en la sección práctica de Colosenses. En la sección doctrinal vimos a Cristo, que es la plenitud de Dios y la cabeza de la iglesia. Los creyentes están llenos, han sido hechos completos en Él. Encontramos todo lo que necesitamos para nuestra vida cristiana en Cristo, y no en ningún sistema legalista humano, ni en un sistema filosófico.
Pero ¿dónde estaban los cristianos? Fuera de la ciudad,
básicamente. Muchos habían sido expulsados de Jerusalén por la persecución décadas antes. Eusebio de Cesarea (263- 339) escribió que, cuando comenzó la revuelta en el año 66 d.C., algunos de los cristianos judíos restantes huyeron a Pella, una ciudad al otro lado del río Jordán. Después del año 70 d.C., a los cristianos no se les permitió entrar de nuevo en las sinagogas. La caída de Jerusalén, entonces, hizo a los cristianos aún más distintos de los judíos e impulsó a la iglesia a desarrollarse principalmente entre los gentiles.