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primeras paginas.

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Zona Arqueológica

EL TIEMPO DE LOS “BÁRBAROS”. PERVIVENCIA Y TRANSFORMACIÓN


EN GALIA E HISPANIA (ss. V-VI d. C.)
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Créditos AUTORES COORDINACIÓN EDITORIAL


Volker Bierbrauer Miguel Contreras Martínez
Jaroslav Tejral Esther Sánchez Medina
CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN Michel Kazanski
Javier Arce Martínez DISEÑO Y MAQUETACIÓN
PRESIDENTE Michel Rouche, Laureano Roche Abad
Ignacio González González Christine Delaplace, P&D Digital Copy
Luis A. García Moreno
VOCALES Alberto Ferreiro IMPRESIÓN
Bartolomé González Jiménez Patrick Périn B.O.C.M.
Concepción Guerra Martínez Rafael Barroso Cabrera
Jon Juaristi Linacero Jorge Morín de Pablos ISSN
José Luis Martínez-Almeida Navasqüés Jorge López Quiroga 1579-7384
José Pascual González Jean Guyon
Manuel Peinado Lorca Artemio M. Martínez Tejera ISBN Obra Completa
Isabel Rosell Volart Laura Benito Díez 978-84-451-3298-2
Michael Kulikowski
SECRETARIO Josep María Gurt DEPÓSITO LEGAL
Borja Sarasola Jáudenes Isábel Sánchez Ramos M-27813-2002
Pablo C. Díaz Martínez
Édith Peytremann
MUSEO Albert Vicent Ribera i Lacomba
Raúl Catalán Ramos
DIRECTOR Luis J. Balmaseda Muncharaz
Enrique Baquedano Anna Mastykova
Blanca Gamo Parras.
JEFE DEL ÁREA DE CONSERVACIÓN Isabel Velázquez Soriano
E INVESTIGACIÓN Julia Beltrán de Heredia Bercero
Antonio F. Dávila Serrano Luis Grau Lobo
Francisco Javier Ardanaz Arranz
JEFE DEL ÁREA DE ADMINISTRACIÓN Maria Victoria Escribano Paño
Antonio Esteban Parente Sebastián F. Ramallo Asensio
Achim Arbeiter
JEFE DEL ÁREA DE DIFUSIÓN Rafael Hidalgo Prieto
Paula Ramírez Jimeno Miguel Alba Calzado
Pilar Oñate Baztán,
COORDINADORA DE EXPOSICIÓNES José Mª Barranco Robot,
Inmaculada Escobar García Marcos Alonso García
Ana Belén Martínez Granero
Miguel Contreras Martínez
PUBLICACIÓN Christoph Eger
Jose Ángel Lecanda Esteban
EDITORES CIENTÍFICOS Antonio Manuel Poveda Navarro
Jorge Morín de Pablos M. Justino Maciel
Jorge López Quiroga Mateu Riera Rullán
Artemio Martínez Tejera Pedro Mateos Cruz
Fernando Regueras Grande
Pere Castanyer Masoliver
COORDINACIÓN CIENTÍFICA Joaquim Tremolada Trilla
Mónica Rodríguez Lovelle Sebastián Rescon Marques
Yves Modéran
NÚMERO1 1
ALCALÁDEHE NARE S,2010
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Índice

9 Presentación
IGNACIO GONZÁLEZ GONZÁLEZ
Vicepresidente Consejero de Cultura y Deportes, Portavoz de la Comunidad de Madrid
11 Gente Extranjera
ENRIQUE BAQUEDANO
Director del Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid
13 Presentación de los Editores
JORGE LÓPEZ QUIROGA, JORGE MORÍN Y ARTEMIO M. MARTÍNEZ TEJERA

GODOS, VÁNDALOS Y ALANOS, DESDE LOS ORIGENES HASTA EL 406 D. C.


16 Archäologie der Goten - von Ihren Anfängen bis 408
VOLKER BIERBRAUER

32 The Vandals from their origins to the year 406 AD


JAROSLAV TEJRAL

54 Les Alains dès son origine au 406 apr. J.-C.


MICHEL KAZANSKI

400 A.D. “BÁRBAROS” Y ROMANOS EN GALIA E HISPANIA


66 El siglo V en Galia e Hispania
JAVIER ARCE MARTÍNEZ

78 Les Wisigoths en Aquitaine (418-507)


MICHEL ROUCHE

86 Les Wisigoths en Septimanie d'après les sources écrites


CHRISTINE DELAPLACE

96 La emigración goda en España. Una perspectiva nobiliaria


LUIS A. GARCÍA MORENO

108 The Barbarian Invasions and Settlement in Gaul and Iberia: A Select Historiographical
Reflection
ALBERTO FERREIRO

122 Archéologie des Wisigoths en Gaule


MICHEL KAZANSKI Y PATRICK PÉRIN

134 La presencia 'bárbara' en Hispania en las necrópolis del siglo V d.C.


RAFAEL BARROSO CABRERA, JORGE LÓPEZ QUIROGA Y JORGE MORÍN DE PABLOS

148 El mundo funerario. De las necrópolis tardorromanas a los cementerios hispanovisigodos


en el oeste peninsular
JORGE MORÍN DE PABLOS Y RAFAEL BARROSO CABRERA

182 La «blanche robe» des premiers monuments chrétiens des Gaules (Ve -VIe siècles)
JEAN GUYON

222 La arquitectura cristiana de los siglos V-VI en Hispania: entre la 'oficialización' y la 'expan-
sión'
ARTEMIO M. MARTÍNEZ TEJERA

272 Entre la villa y la 'aldea'. Arqueología del hábitat rural en Hispania (siglos V-VI)
JORGE LÓPEZ QUIROGA Y LAURA BENITO DÍEZ

310 The urban landscape in Hispania in the fifth century


MICHAEL KULIKOWSKI

320 Topografía cristiana en Hispania durante los siglos V y VI


JOSEP M. GURT ESPARRAGUERA Y ISABEL SÁNCHEZ RAMOS.

500 A.D. LA FORMACIÓN DE LOS REINOS “GERMÁNICOS” EN GALIA E HISPANIA


348 El siglo VI en Gallia e Hispania a través de las fuentes escritas
PABLO C. DÍAZ.

364 Archéologie de l'habitat rural en Gaule au VIe siecle


ÉDITH PEYTREMANN
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380 El paisaje urbano de la tarraconense y la carthaginense litoral durante el siglo VI


ALBERT VICENT RIBERA I LACOMBA

392 El mundo funerario en Hispania en el siglo VI


RAFAEL BARROSO CABRERA Y JORGE MORÍN DE PABLOS

410 L'armée et l'armement en Gaule au temps des Barbares


MICHEL KAZANSKI

418 El registro arqueológico del 'equipamiento militar' en Hispania durante la Antigüedad Tardía
JORGE LÓPEZ QUIROGA Y RAÚL CATALÁN RAMOS

434 Orfebrería de la época visigoda


LUIS J. BALMASEDA MUNCHARAZ

460 Les perles en Espagne et en Gaule meridionale a l'epoque Wisigothique (Ve-VIe s.)
ANNA MASTYKOVA

476 Un material frágil y olvidado. El estudio del vidrio de época visigoda en Hispania
BLANCA GAMO PARRAS

488 La imagen de la realeza en el reino visigodo de Toledo a través de la iconografía y la epi-


grafía
RAFAEL BARROSO CABRERA, JORGE MORÍN DE PABLOS E ISABEL VELÁZQUEZ SORIANO

CATALOGO DE YACIMIENTOS
511 BARCINO
JULIA BELTRÁN DE HEREDIA BERCERO

515 BERGIDUM
LUIS GRAU LOBO

517 LA NECRÓPOLIS VISIGODA DE CACERA DE LAS RANAS (ARANJUEZ, MADRID)


FRANCISCO JAVIER ANDANAZ ARRANZ

521 CAESARAUGUSTA
MARIA VICTORIA ESCRIBANO PAÑO

527 CARRANQUE
JORGE MORÍN DE PABLOS Y RAFAEL BARROSO CABRERA

529 CARTHAGO SPARTARIA


SEBASTIÁN F. RAMALLO ASENSIO

533 CASTILTIERRA
LUIS J. BALMASEDA MUNCHARAZ

535 CENTCELLES
ACHIM ARBEITER

539 COMPLUTUM
SEBASTIÁN RASCÓN MARQUÉS

543 CORDUBA
RAFAEL HIDALGO

547 DAGANZO DE ARRIBA


JORGE MORÍN DE PABLOS Y RAFAEL BARROSO CABRERA

549 EL BOVALAR (SERÓS, SEGRIÁ, LLEIDA)


JOSEP Mª GURT I ESPARRAGUERA E ISABEL SÁNCHEZ RAMOS

553 AUGUSTA EMERITA


MIGUEL ALBA

557 LAS NECRÓPOLIS VISIGODAS DE LORANCA (FUENLABRADA, MADRID)


PILAR OÑATE BAZTÁN, JOSÉ Mª BARRANCO ROBOT, MARCOS ALONSO GARCÍA Y ANA BELÉN MARTÍNEZ GRANERO

561 GÓZQUEZ DE ARRIBA (SAN MARTÍN DE LA VEGA, MADRID)


MIGUEL CONTRERAS MARTÍNEZ

563 GUARRAZAR
CHRISTOPH EGER
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567 HIPPONA (HIPPO REGIUS)


YVES MODÉRAN

569 LA ALCUDIA (ELCHE, ALICANTE)


ANTONIO MANUEL POVEDA NAVARRO

573 MARIALBA DE LA RIBERA (VILLATURRIEL, LEÓN)


ARTEMIO MARTÍNEZ TEJERA

575 SANTA MARÍA DE MIJANGOS


JOSE ÁNGEL LECANDA ESTEBAN

579 EL MONASTIL (ELDA, ALICANTE)


ANTONIO MANUEL POVEDA NAVARRO

583 MONTINHO DAS LARANJEIRAS (ALCOUTIM, ALGARVE, PORTUGAL)


M. JUSTINO MACIEL

587 MUNIGUA
CHRISTOPH EGER

591 PLA DE SES FIGUERES (ISLA DE CABRERA, BALEARES)


MATEU RIERA RULLÁN

595 PLA DE NADAL (RIBAROJA DE TURIA, VALENCIA)


ALBERT VICENT RIBERA I LACOMBA

597 SON PERETÓ (MALLORCA, BALEARES)


M. RIERA RULLÁN, M.A. CAU, S. ALCALDE, M. SALES Y M. MUNAR

601 SANTA EULALIA DE MÉRIDA


PEDRO MATEOS CRUZ

605 TARRACO
JOSEPH Mª GURT I ESPARRAGUERA E ISABEL SÁNCHEZ RAMOS

609 TINTO JUAN DE LA CRUZ


JORGE MORÍN DE PABLOS Y RAFAEL BARROSO CABRERA

611 TORREDONJIMENO
LUIS J. BALMASEDA MUNCHARAZ

613 VALENTIA
ALBERT VICENT RIBERA I LACOMBA

617 VILLAFÁFILA (ZAMORA)


FERNANDO REGUERAS GRANDE

619 VILAUBA (BANYOLES, GIRONA)


PERE CASTANYER MASOLIVER Y JOAQUIM TREMOLADA TRILLA
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Resumen
A lo largo de la quinta y sexta centurias Hispania fue el destino de una serie de ‘pueblos bárba-
ros’ (suevos, alanos, vándalos y godos) que formaron parte de ese complejo fenómeno históri-
co conocido como ‘Grandes Migraciones’. Pero durante este periodo (400-600) también tuvo
lugar en Hispania la oficialización y expansión del Cristianismo, la consolidación de la ecclesia
como institución (personalizada en la figura del episcopus) y la conversión del reino godo al
Catolicismo (589). Estos tres hitos marcarán el desarrollo de la arquitectura cristiana tardoanti-
gua en Hispania, una vieja arquitectura, la tardorromana, readaptada a una nueva religión, a
unos nuevos usos y costumbres. Unas construcciones todavía en fase experimental que buscan
su identidad en una liturgia que no será plenamente hispana hasta finales del siglo VII.

Palabras clave: Antigüedad Tardía, Hispania, Arquitectura Cristiana.

Abstract
A long fifth and sixth centuries Hispania was the destiny of a series of ’ Barbarian groups ' (Suevi,
Alans, Vandals and Gothic) that formed a part of this complex historical phenomenon known as
“Big Migrations”. But during this period (400-600) also there took place in Hispania the oficializa-
tion and expansion of the Christianity, the consolidation of the ecclesia as institution (persona-
lized in the figure of the episcopus) and the conversion of the Gothic kingdom to the Catholicism
(589). These three milestones will mark the development of the Late Antique Christian architec-
ture in Hispania, an old architecture, the Late Antique re-adapted to a new religion, to a few new
uses and customs. A few constructions still in experimental phase that they look for his identity
in a liturgy that will not be fully Hispanic until the ends of the VIIth century.

Keywords: Late Antique, Hispania, Christian Architecture.


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La arquitectura cristiana de los siglos V-VI en


Hispania: entre la ‘oficialización’ y la ‘expansión’

Artemio M. Martínez Tejera*

INTRODUCCIÓN La ausencia de uniformidad, la heterogeneidad en defi-


En el marco cronológico de la Späte Antike en Hispania los nitiva, que caracteriza la articulación espacial e icnografía
restos y vestigios de ‘arquitectura monumental’ documenta- de las construcciones culturales cristianas de la Antigüedad
dos y conocidos hasta el momento están vinculados, en gran Tardía en Hispania viene condicionada tanto por la ‘anar-
medida, al Cristianismo. Y una arquitectura, la cristiana de los quía’ litúrgica y ritual imperante en aquellos momentos
siglos V-VI en Hispania, que no es sino una edilicia tardorro- como por la función a la que estas edificaciones estuvieron
mana al servicio de una nueva religión; una arquitectura que destinadas; los edificios cristianos reflejan las ceremonias
se transformará y desarrollará a medida que el Cristianismo y ritos, la liturgia, para cuya práctica fueron concebidos, y
evolucione ideológicamente, a medida que se vaya consoli- esta no será plenamente “hispánica” sino a partir de finales
dando y expandiendo la Ecclesia como institución1. Una pri- del siglo VI, momento en el que se inicia la “Era Isidoriana”.
mera edilicia cristiana que tras su ‘oficialización’, en el último Los liturgistas coinciden en afirmar que nuestra primitiva
cuarto del siglo IV, todavía se encuentra, como es obvio, en liturgia aglutinó influencias sirias, norteafricanas, milane-
fase plenamente experimental, pero también en un evidente sas, romanas, galicanas, célticas, etc. (Blázquez, 1967 y
periodo de expansión (Martínez Tejera, 2006b). 1977; Pinell, 1971, 1972 y 1978; Díaz y Díaz, 1973;
El intimismo y recogimiento que refleja la arquitectura Sotomayor, 1982); y no les faltan motivos para tal asevera-
cristiana del siglo IV, esencialmente funeraria en lo funcio- ción pues ya el canon I del Concilio de Gerona, celebrado
nal, se irá diluyendo a lo largo del siglo V para transformar- en el 517, instaba a que cada provincia eclesiástica obser-
se, a lo largo del VI, en un espacio mucho más social y vase el mismo orden; incluso había diferencias entre las
dinámico, en un espacio más abierto a los fieles y a la iglesias de una misma provincia eclesiástica, si no ¿De qué
sociedad, especialmente a partir del 589, fecha de la con- otra forma se puede entender la recomendación, hecha por
versión de la monarquía goda al Catolicismo. Su función el concilio gerundense anteriormente citado, de que en la
principal ya no será la funeraria (que, no obstante, conser- provincia Tarraconense -respecto a la celebración de la
vará) sino la evangelizadora. Y si las necesidades fueron misa y orden de los himnos y del servicio- se siguiera la
otras muy distintas es de suponer que las soluciones a las práctica de la iglesia metropolitana?: “Ut unaquaeque pro-
mismas fueran también diferentes. Nuestros primeros edifi- vincia in officio ecclesiae unum ordinem teneat. De institu-
cios cristianos (ss. IV-V) reflejarán, necesariamente, una tione missarum, ut quomodo in metropolitana ecclesia fiunt,
liturgia “prestada”, pues hasta al menos la segunda mitad ita in Dei nomine in ovni Tarraconense provincia tam ipsius
del siglo VI no se puede comenzar a hablar de una liturgia missae ordo quam psallendi uel ministrando consuetudo
plenamente “hispánica”. De ahí que los esquemas formales servetur” (CVH, 39).
o funcionales presentes en los edificios de los siglos IV y V Los textos de la época reiterarán una y otra vez la falta
no puedan considerarse un recurso válido para explicar la de unidad ritual incluso en un mismo ámbito provincial, y no
sucesión de las formas, especialmente cuando estas no
participan de más de un “estilo” (Godoy, 1995). Este trabajo es resultado de la Acción Complementaria HUM2006-
26494-E/: Las Grandes Migraciones y la presencia ´bárbara´en la
Península Ibérica (siglos V-VI), concedida por la Dirección General
* Universidad Autónoma de Madrid. de Investigación (Ministerio de Educación y Ciencia) y dirigida por
Correo electrónico: artemio.martinez@uam.es el Dr. D. Jorge López Quiroga.
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224 El tiempo de los “Bárbaros”. Pervivencia y transformación en Galia e Hispania (ss. V-VI d.C.)

solo en la Tarraconense: la existencia de costumbres y nor- pios por parte de la institución eclesiástica, no obstante fir-
mas distintas en la Gallaecia también se constata en el memente asentada ya en el siglo V, lo que ‘invitó’ al patro-
canon primero del Concilio provincial de Braga celebrado cinio laico de las construcciones eclesiásticas3; una activi-
en el 561, que respecto a una cuestión tan concreta como dad evergética que en muchas ocasiones fue entendida,
es la del orden que habían de seguir los salmos en los ofi- también por los obispos, como un acto de propaganda y
cios, responderá de manera contundente, prohibiendo los autopromoción (Consolino, 1989). La iglesia hispana del
rezos “de manera diversa o privada” y la mezcla de las cos- siglo V inicia la evangelización más allá de la ciudad, por el
tumbres monásticas (“monasteriorum consuetudines”) con territorium, en un proceso que alcanzará uno de sus
la norma eclesiástica (“eclesiastica regula”): “De uno ordine momentos más álgidos a mediados del siglo VI. No obstan-
sallendi [De uno ordine in vespertinis uel in matutinis officiis te será unos años antes, a finales del siglo V y comienzos
a cunctis ecclesiis celebranda.] Placuit omnibus communi del siglo VI, cuando proliferen los “centros de evangeliza-
consenso ut unus atque idem psallendi ordo in matutinis uel ción”, que podían poseer un carácter cenobítico o bien
vespertinis officiis teneatur et non diverse ac private neque estar asociados al culto a las reliquias, tratarse de auténti-
monasteriorum consuetudines cum ecclesiastica regula cos ‘complejos de peregrinación’; incluso ambas cosas.
sint permixtae.” (CVH, 71). Un primer concilio de Braga que Recordemos que una fórmula de cristianización del territo-
en sus cánones IV y V ya pondrá de manifiesto un primer rio que ya encontramos en Siria a finales del siglo IV, prin-
intento por reunificar la variedad de ritos existentes a cipios del V, fue precisamente la instalación de solitarios
mediados del siglo VI en la Gallaecia: el primero ordenan- (monachus), de estilitas, sobre estructuras paganas. Un
do que la misa se celebrase por todos según la fórmula proceso del que, como tendremos ocasión de comprobar
“romana” y el segundo mandando lo propio respecto al más adelante, conservamos algún ejemplo -más tardío,
ritual a seguir en el Bautismo: Canon IV “De ordine missa- eso si- en la península.
rum. [Quod iuxta auctoritatem apostolicae sedis a Profuturo A diferencia de lo que ocurre en otros ámbitos, la arqui-
metropolitano episcopo susceptam missarum ordo debeat tectura “paleocristiana” hispánica del siglo V no era dema-
celebrari.] Item placuit, ut eodem ordine missae celebrentur siado conocida hasta ahora (Arce, 2005), aunque siempre
ab omnibus, quem Profuturus condal huius metropolitanae se había destacado su heterogeneidad icnográfica, su
ecclesiae episcopus ab ipsa apostolicae sedis auctoritate riqueza tipológica (Palol, 1956). Sin embargo, poco a poco
susceput scriptum.”. Canon V “De ordine babtizandi. Item y gracias a la Arqueología, esta va apareciendo ante nos-
placuit, ut nullus eum babtizandi ordinem praetermittat otros y mostrando toda su riqueza. Será a partir de ese
quem et antea tenuit metropolitana Bracarensis ecclesia et momento (a. 425) cuando surjan nuevos espacios para la
pro amputanda aliquorum dubitate praedictus Profuturus reunión de la comunidad cristiana; para entonces, para los
ab episcopis scriptum sibi et directum a sede beatissimi siglos V-VI, Hispania contará con un buen número de
apostoli Petri suscepit.” (CVH, 72). Ambos textos hay que sedes episcopales, alguna de ellas centros de vieja funda-
entenderlos como la adopción en el reino arriano de los ción: Tarraco (Tarragona), Barcino (Barcelona), Calagurris
Suevos -y probablemente por razones políticas- de la litur- (Calahorra), Emerita Augusta (Mérida), Hispalis (Sevilla),
gia romana. Cartago Nova (Cartagena), Aquae flavia (Chaves) Bracara
A lo largo de los siglos V-VI la comunidad cristiana his- Augusta (Braga), Turiasso (Tarazona), Pompaelo
pana comienza a expandirse por el mundo rural, por el (Pamplona), Osca (Huesca), Ilerda, (Lérida),
territorium, con un cierto ímpetu. Los textos nos dicen que, Caesaraugusta (Zaragoza), Asturica Augusta (Astorga),
de manera ortodoxa, esta expansión fue promovida desde Pallantia (Palencia), Ibiza, Iamona y Magona (Ciudadela y
el episcopado, que tejería así su red parroquial: son los que Mahón, en las Insulae Baleares), Lucus (Lugo), Egara
llamamos “centros o iglesias de evangelización” (López (Terrasa), Valentia, etc (Fig. 1). Su existencia muestra cla-
Quiroga y Martínez Tejera, e. p.). Pero también sabemos ramente el proceso de cristianización al que se vieron
de la existencia de fundaciones privadas, de la creación de sometidas muchas ciudades hispanas, aunque este fuera
centros religiosos por particulares, que en ocasiones ni lento y progresivo (Mateos, 2005; Gurt e Hidalgo, 2005;
siquiera fueron autorizados por la Iglesia. Hay que tener en Fernández Ochoa et alii, 2005).
cuenta, además, que las reliquias eran entonces un bien En el siglo V las villae -entendiendo como tal el espacio
escaso y caro y la actividad edilicia resultaba todavía muy que englobaba todas las edificaciones o edificios situados
costosa para una Iglesia que por aquél entonces comenza- en un fundus o propiedad (Gros, 2001: 265 y ss.)- y otros
ba a dotarse de patrimonio2. Fue la falta de recursos pro- tipos de asentamientos rurales (tales como loci, castra,
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ARTEMIO M. MARTÍNEZ TEJERA / La arquitectura cristiana de los siglos V-VI en Hispania: entre la ‘oficialización’ y la ‘expansión’ 225

Fig. 1. Ciudades episcopales de Hispania (ss. V-VI).

oppida, castellum, fundi, etc.,) compartirán protagonismo mente aristocrático en sus orígenes, influenciado por San
con las civitas; la quinta centuria. será, además, la de la Martín de Tours8, y de los primeros contactos personales
cristianización o evangelización de las villae, un proceso (viajes, correspondencia epistolar, etc.) de nuestras vírge-
propiciado por una ley imperial dictada por Teodosio (389) nes, ascetas y obispos con la tradición monástica oriental9.
que permitió a los cristianos propietarios de las mismas eri- No obstante, a pesar de que en el siglo IV ya el concilio de
gir en su interior iglesias y oratorios (Fernández - Ardanaz, Elvira, Granada (Meigne, 1975; Suberbiola, 1987; Ramos-
1992: 306)4; y quien dice “erigir” dice, también, “reconver- Lissón, 2005) hable de las “vírgenes consagradas a Dios”
tir” espacios paganos en cristianos. Un tipo de hábitat, el de y del castigo que recibirían si cometían adulterio o de que
la villa, que rápidamente la Iglesia hispana del siglo V aso- el I Concilio de Zaragoza (a. 380) nos informe de las
ció con la “herejía” priscilianista5, un movimiento básica- profesiones monacales en masa (CVH, cánones 4, 6, 9, 16,
mente aristocrático marcado por la soledad y el ascetis- 19, etc.,), será también a finales del siglo V y principios del
mo6. La iglesia mantuvo una tensa relación con este tipo de VI cuando se inicie el proceso que conducirá al asenta-
hábitat pues la villa fue, como ya se ha dicho, uno de los miento y consolidación en la península de la institución
últimos reductos del paganismo en Hispania7. Pero estas cenobítica (Bishko, 1938). Hasta entonces tan solo pode-
tensiones no vinieron por este motivo sino por su supuesta mos confirmar la presencia -en la segunda mitad del s. V y
ligazón con las herejías. en ciudades como Bracara Augusta- de grupos de vírgenes
Y será ahora también, a finales del siglo IV, principios que fueron expulsadas con motivo del saqueo de la ciudad
del V, cuando tengamos constancia de la presencia en tie- a manos de las tropas de Teodorico (compuestas por
rras de Hispania de un movimiento ‘monástico’, eminente- godos, francos y burgundios): “el 28 de octubre de 456,
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226 El tiempo de los “Bárbaros”. Pervivencia y transformación en Galia e Hispania (ss. V-VI d.C.)

Fig. 2. Monasterios y Cenobios hispanos (ss. V-VI).

Bracara fue saqueada, los romanos (o hispanorromanos) rurales, que seguirán en funcionamiento hasta bien entra-
hechos cautivos, se destruyeron las basílicas de los santos do el siglo V. La mayoría de los primeros espacios cristia-
(sanctorum basilicae), se tomó a las vírgenes como cauti- nos erigidos en las villae hispanas fueron esencialmente de
vas y se arrasaron los altares” (Campos, 1984: a. 456)10 carácter funerario-cultural, privado y doméstico. La arqui-
(Fig. 2). tectura cristiana del siglo V en Hispania forma parte indis-
¿Qué supuso, para la arquitectura “paleocristiana” his- cutible no solo de la topografía de la ciudad, también de su
pana, la presencia de alanos, suevos y godos?11, territorio, del mundo rural, de las villae et vici (Martínez
¿Condicionó esta el desarrollo de la arquitectura cristiana Tejera, 2006b). Además, la construcción no fue precisa-
hispánica? Su efímera estancia -a excepción de los sue- mente una de las actividades más desarrolladas o cultiva-
vos, que llegaran a crear un “Regnum suevorum” en la das por los ‘barbari’ que se instalaron en la península, en
Gallaecia que perdurará hasta el 585 (López Quiroga y su mayoría agricultores, como bien nos recuerda Orosio13.
Rodríguez Lovelle, 1995-1996 y 1997; Díaz Martínez, 1998 Y también practicaban distintas religiones: mientras que los
y 2000)- únicamente permite sugerir la posibilidad de que suevos y vándalos eran cristianos, los alanos practicaban
hubieran efectuado reformas o adaptaciones sobre edifi- el paganismo. Hasta el momento apenas se han relaciona-
cios ya existentes, especialmente en las villae (Chavarría, do algunos restos constructivos con los suevos instalados
1996; López Quiroga y Rodríguez Martín 2000 - 2001), en la Gallaecia (López Quiroga y Rodríguez Lovelle, 1995-
lugares en los que -junto con los “castelli aut vicus”- a 1996; López Quiroga 2001 y 2004a), pero en ningún caso
comienzos del siglo V se encontraban localizadas las de vándalos (concretamente los vándalos asdingos, insta-
ecclesiae (CVH, 21; IH, 108)12, pero también los últimos lados en la Baetica y en la Gallaecia) o de alanos (instala-
reductos de paganismo tras la clausura de los templos dos en la Lusitania y en la Carthaginense). Ni siquiera la
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ARTEMIO M. MARTÍNEZ TEJERA / La arquitectura cristiana de los siglos V-VI en Hispania: entre la ‘oficialización’ y la ‘expansión’ 227

presencia en Barcino del godo Ataulfo y su corte entre los nio de Gregorio de Tours, por su Historia Francorum, tam-
años 414/415-418 (se habla en torno a unas 12.000 perso- bién puede hablarse de ciertas costumbres contrarias a las
nas) parece haber dejado huellas en la ciudad, lo que se ha católicas, como la de que el rey comulgara a parte de los
interpretado como una muestra del mimetismo de la cultu- fieles. Pero poco más: que practicaban la hospitalitas por
ra material goda -y del ceremonial de su corte- con la roma- influencias de la iglesia siria, y también la inhumación; que
na (Gurt y Godoy, 2000; Ripoll, 2001). celebraban sus ritos religiosos al alba; que rechazaban a
Coincidiendo con el asentamiento de los Godos en los mártires como intercesores, al menos hasta el reinado
suelo hispano a comienzos del siglo VI, y con un episcopa- de Leovigildo y que ubicaban sus iglesias preferentemente
do ya consolidado, la arquitectura cristiana iniciará un claro en las periferias de las ciudades y cerca de la residencia
proceso de engrandecimiento material, de ‘monumentaliza- real.
ción’, a ir más allá de aspectos meramente culturales, a Pero el siglo VI también fue el de la eclosión de la vida
consolidar el papel evergético asumido por el obispo (epis- cenobítica y con ella la aparición de los espacios para la
copium, xenodochium, etc.). Y si el siglo VI en Hispania fue, vida en común de los primeros cenobitas hispanos. Aunque
al menos para el periodo 507-589, el siglo de la ‘arquitec- puede asegurarse, como ya hemos indicado, la existencia
tura arriana’, el siglo VII será, finalmente, y tras la conver- de un movimiento ascético eminentemente aristocrático en
sión de los Godos de manera oficial en el 589, el del triun- Hispania a finales del siglo IV, influenciado por las pautas
fo de la arquitectura católica, ortodoxa y trinitaria; es el establecidas a partir del 371 por San Martín de Tours en la
momento de las consagraciones “in católico” (Santa María Galia y por los contactos personales de nuestros monjes y
de Toledo, Innumerables Mártires de Zaragoza, etc.), de la obispos con la tradición monástica oriental, habrá que
‘reconsagración’ de edificios católicos arrianos por motivos esperar a finales del siglo VI, principios del VII para ver ini-
dogmáticos, medida a la que obligaba el canon III del II ciarse el proceso de asentamiento y consolidación de la
concilio de Zaragoza (a. 592): “Statuit sancta synodus ut institución cenobítica. Será a partir de entonces cuando se
episcopi de Arriana haerese venientes si quas ecclesias consolide también un cierto “organigrama cenobítico”, una
sub nomine catholicae fidei [consecraverint] necdum bene- cierta organización edilicia. Y en esto tuvo mucho que ver
dictione a catholico sacerdote percepta, consecrentur la llegada a Hispania del abad norteafricano Donato, discí-
denuo.” (CVH, 154. Martínez Tejera, 1996: 83 y ss.). pulo en África de un eremita, que además de llegar acom-
Pero, cuando en el siglo VI hablamos de ‘arquitectura pañado de setenta monjes y con extensa biblioteca, afirma
cristiana’, ¿hablamos de una única edilicia?, o por el con- San Ildefonso de Toledo que “fue el primero que trajo a
trario, ¿hablamos de dos tipos de edificios que sirvieron a Hispania la costumbre de aplicar una regla”, probablemen-
rituales distintos, de una ‘arquitectura católica’ y de una te la agustiniana si tenemos en cuenta su procedencia. Por
‘arquitectura arriana’? Desde el asentamiento de los godos eso pensamos que “este tipo de estructura (nos referimos
hasta los años 587/589 Hispania vivió una clara dualidad a los cenobios) no se implantará en Hispania -salvo algún
confesional: la estatal o arriana (la fe homeísta o “fides goti- caso aislado- al menos hasta el último cuarto del siglo VI, y
ca” que fuera definida en el concilio de Rímini celebrado en de manera más rotunda en el VII; hasta entonces la mayor
el 359), propia de la minoría que ostentaba el poder y la parte de los monasteria que aparecen en las fuentes no
popular, la católica, practicada por la mayoría de la pobla- serían sino asentamientos “monásticos” para solitarios o
ción, aunque no la única pues el paganismo todavía pervi- bien eremitorios o ‘lavras’ (Martínez Tejera, 2006a: 68, 77-
virá mucho más allá del 399, fecha de su prohibición oficial. 78, 86-87).
Desafortunadamente resulta imposible conocer muchos
de los usos y prácticas litúrgicas de los godos arrianos ya LAS FUENTES DOCUMENTALES
que tras la reunión conciliar del 589 se eliminaron la mayor Desafortunadamente, son escasas las fuentes escritas dis-
parte de sus libros, y, desgraciadamente, tampoco han lle- ponibles para estos momentos. No obstante, una de las
gado hasta nosotros testimonios de las obras antiarrianas más relevantes es, sin duda, el Peristephanon o “Libro de
redactadas en el siglo VI por el obispo Gregorio de Elvira y las Coronas”, obra de Aurelio Prudencio Clemente (finales
el obispo de Valentia, Justiniano. No obstante sabemos por del s. IV, principios del V) en la que encontramos cinco
esa gran enciclopedia que son las “Etimologías” de Isidoro pasiones de mártires hispanos completas y alusiones a
de Sevilla que los arrianos no aceptaban la concepción tri- otros nueve (Bayo, 1943; Ortega y Guillén, 1981). Se trata
nitaria de la divinidad y negaban la esencia divina de la de relatos martiriales o leyendas hagiográficas -con distin-
Tercera Persona, el Espíritu Santo14; y gracias al testimo- to valor histórico respecto de los hechos relatados
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228 El tiempo de los “Bárbaros”. Pervivencia y transformación en Galia e Hispania (ss. V-VI d.C.)

(Delehaye, 1933)-, generalmente noveladas y pertenecien- miento a las leyes (pues la vieja legislación romana prohi-
tes, en su mayoría, al grupo de “pasiones épicas” (Castillo, bía el enterramiento en el interior de los edificios urbanos,
1999: 27, 32, 34 y 38). Escasez de textos que no impide no así en los suburbanos) ya que en la Hispania del siglo V
revelar la existencia en Hispania, a finales del siglo IV o no resultan extrañas las inhumaciones intraurbanas aso-
principios del V, de ‘centros de peregrinación’ (Recio ciadas a edificios cristianos (Martínez Tejera, 1993b: 164-
Veganzones, 1995). 170)18. La presencia de enterramientos en el interior de la
Gracias a una constitutio dictada por emperador ciudad muestra, sin duda, un nuevo modelo de cristianiza-
Máximo (a. 386) los mártires podían ser honrados allí ción del paisaje urbano (Godoy, 2005: 66).
donde se encontrase su sepultura, pudiéndose erigir en Para el primer cuarto del siglo V contamos, en el ámbi-
dicho lugar un monumento (monumentum, martyrium) para to de la Tarraconse, con una interesante información epis-
su veneración. Desde entonces la proliferación de monu- tolar: se trata de las cartas redactadas por el obispo Severo
menta y martyria es una realidad de sobras contrastada, de Menorca (a. 417-420/421), la enviada por Consencio
alcanzando un gran auge el culto a muchos de los mártires desde las Insula Baleares a Agustín de Hippona en el 419
locales presentes en el Peristephanon, especialmente San (Ep. 11, 51-80) y la del teólogo Liciniano de Cartagena diri-
Vicente en Valencia y Santa Eulalia en Mérida (Llobregat, gida al obispo Vicente de Ibiza (Amengual, 2005). Y para
1977; Soriano, 2000a; Mateos, 1999). Es el momento, en el un amplio periodo de dicha centuria (401-468) contamos
siglo V, en el que el mártir asume el papel de protector o con varios textos cronísticos, como la “Crónica de
patrono de la ciudad (Vilella, 1992) y en el que se desarro- Hydacio”, un escrito -mezcla de historia general y eclesiás-
lla la práctica de los enterramientos “ad sanctos”, de los tica19- que continúa la Chronica de San Jerónimo
enterramientos junto a las reliquias de los santos y márti- (Torres, 1956). Carecemos, sin embargo, de textos con-
res15: para el caso hispano contamos con algún que otro temporáneos para la segunda mitad del siglo V, teniendo
testimonio escrito de esta modalidad inhumatoria y, curio- que recurrir a textos del siglo VI: la “Chronica del 511” y la
samente, relacionados con enterramientos infantiles: un Chronica Caesaraugustana, una historiolam o historia corta
“enterramiento privilegiado” efectuado a comienzos del -redactada probablemente por el obispo Máximo, al que se
siglo V fue el de Celso, hijo de la noble hispanorromana refiere Isidoro de Sevilla en su De viris Illustriubus
Therasia y del galo Paulino de Nola, enterrado a la sombra (Codoñer, 1964: 65)- que narra acontecimientos acaecidos
de las reliquias del tumulus erigido a los santos niños már- en la península desde mediados del siglo V hasta el tercer
tires Justo y Pastor en el suburbium de la ciudad de cuarto del siglo VI, hasta el 568 (Martínez Tejera 2006b:
Complutum, en el Campo Laudable (Rascón y Sánchez, 113 y ss.). Desgraciadamente conservamos muy pocos
2006 y e. p.). textos litúrgicos hispanos anteriores al siglo VII y tan sólo el
Sabemos, por los textos, que a finales del siglo IV se “Oracional de Verona” o “Libellus oratorium de festivitati-
conocía el lugar en el que permanecían enterrados los már- bus” -que recoge las oraciones del oficio catedralicio festi-
tires complutenses (los ‘santos niños’ Justo y Pastor), vo- puede situarse entre los años 700 y 717 (Oracional
entonces indicado o señalado por un sencillo tumulus, por visigótico).
un montón de tierra levantada. Por el momento desconoce-
mos su realidad material, ni siquiera si se trató de dos LA ARQUITECTURA MONUMENTAL CRISTIANA
espacios (túmulo y basílica) o bien de un único espacio DE LOS SIGLOS V Y VI
transformado o ampliado, y tampoco el momento exacto de Superada la visión del siglo V como un siglo totalmente
la monumentalización del tumulus, aunque es posible que “vacio”, de caos y destrucción, como de una época de la
dicho proceso se efectuase a lo largo del siglo V, bajo el que apenas se conservan registros arqueológicos con una
episcopado de Asturio16 (Martínez Tejera, e. p.). El otro precisión cronológica fiable, la construcción de espacios
caso corresponde a Teodosio, hijo de los monarcas Ataúlfo funerario-martiriales y la monumentalización y ampliación
y Gala Placidia, fallecido en el a. 415; su inhumación tuvo de algunos ya preexistentes se convierten en señas de
lugar, según el cronista Olympiodoro de Tebas, en un sar- identidad de la arquitectura cristiana de aquél momento
cófago o urna de plata que fue trasladado a una capilla u (Martínez Tejera, 2006b). Los textos señalan inequívoca-
oratorio situado cerca, extramuros, de la ciudad de mente la existencia de una serie de edificios y conjuntos
Barcino17. ¿Porqué un enterramiento en un edificio subur- (tanto ‘urbanos’ como ‘rurales’) conocidos de manera muy
bano? Solo una acusada relevancia martirial ofrece una fragmentaria -o todavía por conocer- desde el punto de
explicación satisfactoria a esta cuestión y no el someti- vista arqueológico. Además, la Arqueología muestra ahora
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ARTEMIO M. MARTÍNEZ TEJERA / La arquitectura cristiana de los siglos V-VI en Hispania: entre la ‘oficialización’ y la ‘expansión’ 229

Fig. 3. Arquitectura doméstica en Vitoria-Gasteiz (ss. IX-X): reconstrucción, de Azkárate, 2002.

un paisaje arquitectónico doméstico rural tardo-antiguo (el 2006a); una edilicia rural no monumental erigida principal-
de las aldeas) en el que la arquitectura en madera o bien mente con materiales tan perecederos y efímeros como el
mixta, con zócalo pétreo y alzado leñoso (las cabañas de barro (adobe) o la madera o bien con una técnica mixta que
fondo o suelo rehundido), la edilicia no monumental, cobra emplea la piedra para los zócalos, el adobe para los muros
una especial relevancia (Vigil-Escalera, 2000; Azkárate y y la madera para la cubierta; una ‘arquitectura invisible’
Quirós, 2001) (Fig. 3). Obviamente resulta imposible, en hasta no hace demasiado tiempo en Hispania; una edilicia
el marco de un estudio de esta índole, analizar y religiosa que, sin duda, no habrá de presentar muchas dife-
estudiar todos y cada uno de los restos y edificios de estos rencias en cuanto a materiales y técnicas respecto a la ya
momentos sacados a la luz por la Arqueología siquiera tan conocida para la arquitectura doméstica de algunas ciuda-
solo en los últimos años. De hacerlo reduciríamos el des hispanas (Mérida, Vitoria, Valencia, Alcalá de Henares,
presente estudio a un mero catálogo de edificios, por León, Gijón, Tarragona, etc., hasta un total cercano a los
eso nos centraremos únicamente en aquellos cuyo cuarenta yacimientos). Puede que, efectivamente, no pase
conocimiento pueda aportar interesantes novedades al mucho tiempo para que comencemos a hablar de edificios
tema en cuestión. singulares religiosos de gran porte, de ‘longchurch’ erigidas
¿Dónde se encuentran los edificios culturales que darí- con materiales muy distintos a la sillería20 empleada en la
an servicio religioso a estos cristianos, rustici, que vivían arquitectura monumental, la única conocida en la penínsu-
alejados de las aglomeraciones urbanas, de las ciudades y la hasta hace pocos años y en la que, por el momento, nos
urbes, de la época? Sin duda que aparecerán, y además vamos a centrar. Sabemos que la arquitectura monumental
mostrando una realidad constructiva bien distinta a la per- cristiana hispánica del siglo V es una arquitectura tardorro-
cibida hasta ahora; la ‘arqueología de gestión’ nos viene a mana adaptada a una nueva ideología, la del Cristianismo.
mostrar ‘otra’ arquitectura cristiana, la realizada por los rus- Pero, ¿y la arquitectura ‘no monumental’? ¿Cómo eran los
tici, por los habitantes del mundo rural (coloni, servi, etc.), edificios cristianos rurales, la arquitectura cristiana rústica?
un mundo muy ligado a otras manifestaciones arquitectóni- Esta es una de las muchas cuestiones que tiene que acla-
cas, las rupestres y semirupestres (Martínez Tejera, rar la Arqueología Medieval Española.
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230 El tiempo de los “Bárbaros”. Pervivencia y transformación en Galia e Hispania (ss. V-VI d.C.)

La edilicia urbana y suburbana cipalmente galas y norteafricanas de finales del siglo IV,
Aunque la expansión por el mundo rural, por el territorio, siglo V: concilios de Aquileya del a. 381; Cartago, a. 397,
acaparará una gran parte de los intereses de la institución 419 y 425); Arlés, a. 449 y 461; etc.), los secretaria -que
eclesiástica del siglo V, no hay duda (pues existen testimo- también desempeñan la función de espacio para la reu-
nios literarios y arqueológicos al respecto) de que el pro- nión- pueden localizarse en el interior de la iglesia, pero
grama arquitectónico más ambicioso abordado entonces también en el exterior ya que este término se empleaba
estuvo al servicio del episcopus y de la iglesia urbana (y también para identificar aquella sala anexa de la iglesia en
suburbana)21. Mientras que a lo largo del siglo V el forum y la que permanecían los clérigos y obispos que no oficia-
otros edificios públicos (circos, anfiteatros, hipódromos, ban24. Sea como fuere sobre lo que no caben dudas es de
etc.) van a ir perdiendo su función y protagonismo original, que se encontraba vinculada a la iglesia principal (principa-
el espacio episcopal se irá erigiendo en uno de los espa- lis ecclesia), que en el caso de Tarraco muy probablemen-
cios urbanísticos más significativos. Pero este, el episco- te se situaría en la ciudad alta, en el interior de lo que
pal, no va a ser el único programa arquitectónico que se fue el templo de Roma y Augusto (Bosch et alii, 2005)25
desarrolle, aunque si el más relevante. Y no solo en (Fig. 4). Hay que suponer, además, que dicha estancia
Hispania, también en la Galia (Guyon, 2005). poseía unas considerables dimensiones ya que allí se reu-
En la Tarraconense sabemos, desde fechas muy tem- nieron, además de los episcopii, el clero, el pueblo, el
pranas, de la existencia de secretaria22, de espacios en los comes y los soldados de la guardia personal de este último.
que se llevaban a cabo la reunión de asambleas episcopa- No hay duda de que Tarraco estaba dotada, ya en la
les, conciliares, en Caesaraugusta y Tarraco23. ¿Dónde segunda década del siglo V, de una importante infraestruc-
estaban situados estos secretaria? Por la información que tura edilicia episcopal, pues los documentos escritos
se desprende de fuentes documentales no hispanas (prin- hablan también de la existencia de un hospitium, aquel en

Fig. 4. Reconstrucción virtual de la sede del Concilium Provincial, con el circo de Tarraco, de Macias et alii, 2005.
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el que se alojó el obispo Siagrio cuando acudió a la ciudad Pablo, de una necrópolis de medio centenar de tumbas
para participar en el juicio contra los priscilianistas26. Nos aproximadamente, que se localizaban en el interior “de un
encontramos ante la que creemos es la primera mención recinto con características de culto” que ha sido identifica-
de un edificio de estas características, dedicado al hospe- do con la iglesia extramuros de San Félix, ya existente en
daje, en la Hispania del siglo V. el siglo VI (Galve et alii, 2005: 496-497).
Y los hallazgos arqueológicos efectuados hasta el ¿Y qué sabemos del conjunto o grupo episcopal intra-
momento en el recinto alto de la ciudad tarraconense pare- muros de Barcino en los siglos V y VI? Fue a finales del
cen confirmar los datos ofrecidos por las fuentes escritas, siglo IV y a lo largo de la primera mitad del siglo V cuando
pues los primeros restos de época visigoda localizados se se erigieron dos edificios -gracias a las donaciones y bene-
datan entre los años 475-550 (Aquilué, 1993: 114; Macias, ficios económicos obtenidos de las explotaciones industria-
1999: 235-238). Un área que se monumentalizó en el les propiedad del episcopado (dedicadas al garum y sala-
momento en el que el obispo trasladó la sede desde la zón y a actividades vinícolas)- relacionados con el papel
zona del río Francolí al antiguo recinto de culto imperial representativo del obispo: el aula (o sala de recepción) y el
(Fig. 5). Como tendremos ocasión de comprobar este pro- palacio episcopal (el episcopium y la domus pontificalis),
ceso de monumentalización no será exclusivo de la sede generalmente asociado a una capilla privada, conserván-
episcopal tarraconense. Respecto al conjunto episcopal de dose de aquellos momentos además restos epigráficos de
Caesaraugusta en los siglos V-VI nada sabemos; tan solo indudable significación cristiana (Godoy, 1995: 202-207;
daremos cuenta del reciente hallazgo, en el barrio de San Bonnet y Beltrán, 2001: 76 y ss.; Járrega, 2005).

Fig. 5. Basílica del Francoli, según Macias, 2000.


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últimos años en Mérida y Córdoba (Palol, 1999; Mateos,


1999; Olmo, 1988) y con las noticias ofrecidas por Gregorio
de Tours, que sitúa esta dependencia en comunicación con
el baptisterium. Aunque el conocimiento arqueológico del
palacio episcopal es, por el momento, limitado, su articula-
ción espacial parece definida por una sucesión de depen-
dencias organizadas en torno a un espacio central (que
podría estar o no cubierto) o bien a lo largo de corredo-
res28. Destacar en último lugar la reciente hipótesis sobre
la ubicación extramuros, en la actual plaza de Antonio
Maura, de la iglesia martirial de San Cugat (Járrega, 2005:
154-156): ¿sería en este edificio -un martyrium o mauso-
leum (Ripoll, 2001: 42-43)- o en el de Sant Cugat del Rec,
en el que recibió sepultura la urna que contenía los restos
del hijo de Teodulfo y Gala Placidia y no en Sant Cugat del
Fig. 6. Restos del aula episcopal de Barcino, s. V, de Beltrán, 2000. Vallès?29.

El aula episcopal, sala destinada a audiencias, recep-


ciones y reuniones, se erigió adosada al muro noreste del
baptisterium (Fig. 6). De icnografía desconocida -pues no
se conservan restos de la zona septentrional del edificio- su
interior se articula en tres naves de desigual anchura
mediante dos arquerías sobre columnas, localizándose el
espacio reservado al obispo en la nave oriental; este ámbi-
to, en el que el episcopus permanecía sentado (residens),
poseía su propio acceso desde el exterior y a él se llegaba
a través de un pasillo o corredor. Una estancia -acotada
mediante canceles y con su pavimento sobreelevado res-
pecto al del resto del aula- a la que se podía acceder por
cuatro puertas, siendo la ianua o puerta principal27 la nor-
oeste, que aparece precedida de un vestibulum. Otra de
estas puertas, en este caso “seguramente destinada al
clero”, comunicaba el aula con una estancia de planta rec-
tangular con un banco corrido adosado a sus muros. La
cuarta y última comunica el aula con el baptisterium. El
modelo arquitectónico del aula episcopal barcelonesa
hemos de buscarlo en las salas de representación existen-
tes en los complejos palatinos tardíos, en las salas vincula-
das a la actividad civil de la aristocracia de la época, entre
la que, obviamente, se encontraba el obispo (Picard, 1998).
La construcción del episcopium o residencia episcopal,
que se inició sobre los restos de una domus de época
altoimperial, no se completará hasta finales del siglo VI,
principios del VII, momento en el que se erige la iglesia
localizada hoy en día bajo la Plaza del Rey y se reconstru-
ye la residencia episcopal (Fig. 7). Su disposición junto a
los edificios de culto (eclessia y baptisterium) resulta cohe-
Fig. 7. Barcino, palacio episcopal (ss. V-VII), de Bonnet - Beltrán,
rente con los hallazgos arqueológicos efectuados en los 2001.
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Más conflictivos respecto a su filiación cronológica son do, como otras muchas ecclesiae de esos momentos, unas
los restos de otra antigua sede episcopal tarraconense, viejas estructuras termales romanas30- una pequeña cella
desgajada de la de Barcino a mediados del siglo V y asen- memoria (un auténtico martyrium-basilica según la defini-
tada sobre un Municipium Flavium, la de Egara (Terrasa, ción que de este espacio hizo Grabar (1943-1946, 98-102,
prov. de Barcelona). Los primeros restos vinculados a la 195-196, 357-361, etc.) perfectamente orientada cuya fun-
sede episcopal egarense se encuentran localizados bajo la ción primigenia fue la de albergar los restos de un persona-
actual iglesia de Santa María o en su exterior: la basílica, je ‘santo’ (Nolla et alii, 1995. Godoy, 1995: 217-219. Nolla,
de cabecera rectangular y con pavimento de mosaico, y el 2000: 248). Esta brevi opere, cuyo desarrollo arquitectóni-
baptisterium un edificio exento de planta octogonal dotado co vendrá condicionado por el espacio sobre el que se
de una piscina bautismal (Junyent, 1955-1956; Palol, 1967: asienta, aparece dotada de un único absida31 -semicircular
45-51; Moro, 1987; Guyon, 1992; Gros, 1992; Godoy, 1995: peraltado y pavimentado con opus signinum- y una sola
212-217; Ferran i Gómez, 1999). Pero, como ya hemos nave, esta con suelo de opus segmentatum, y tuvo la
indicado, Santa María de Tarrasa es un caso tremenda- misión de proteger y recordar al “personaje privilegiado”
mente complejo puesto que podemos estar hablando de un que se enterró delante del sanctuarium, justo delante del
espacio arquitectónico episcopal con una gran continuidad ábside (Fig. 9).
en el tiempo, con una gran evolución diacrónica (Fig. 8). Pero también hay espacios y/o edificios urbanos de la
Pero la edilicia cristiana de la Tarraconense todavía Tarraconense cuya existencia conocemos únicamente, por
sigue estando muy vinculada a lo funerario, a la Muerte, y el momento al menos, por las fuentes escritas o bien por
los ejemplos son múltiples. Aunque más adelante hablare- restos arqueológicos de imprecisa filiación cronológica:
mos de algunos casos localizados sobre villae, recordare- este es el caso del archivum existente en la iglesia princi-
mos ahora que en un momento indeterminado, a caballo pal (episcopal) de Ilerda ya en la segunda década del siglo
entre los siglos IV y V, se erigió en Ampurias -aprovechan- V y de la iglesia episcopal de Turiasso (Tarazona), donde

Fig. 8. Terrasa (Egara): planta del conjunto y fases constructivas, según Ferran i Gómez, 1999.
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Fig. 9. Ecclesia sobre espacio termal en Ampurias, de Nolla, 1995.


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falleció el obispo León a mediados del siglo V, probable- con el edificio de Illa del Rei, en el puerto de Maó (Godoy,
mente ejerciendo sus funciones de defensor civitatis32. Al 1995: 182-186). Por el momento la arqueología tardo-anti-
parecer, de nada le sirvió refugiarse en la ecclesia principa- gua de las Baleares se nutre de edificios ‘paleocristianos’
lis33 de la ciudad acogiéndose al derecho de asilo vigente (S. V-VI) de carácter eminentemente rural.
entonces34 (Martínez Tejera, 2006b: 127-128). En la Carthaginense hay que hablar, obviamente, de la
Totalmente desconocidos resultan, desde la perspecti- sede episcopal de Valentia, surgida en torno a los restos
va arqueológica, los edificios de culto utilizados por las aparecidos en el solar de la plaza de l’Almoina, relaciona-
comunidad de Ciudadela y Mahón (Iamona et Magona dos con el martirio de San Vicente (circa 304) y que sirven
Menorca) e Ibiza (Ebuso, Ibiza) en el primer cuarto del siglo para constatar la cristianización de este espacio a partir del
V35 así como la ecclesia suburbana de Mahón, en la que se s. IV, aunque también su destrucción en el s. V; y será a la
depositaron y custodiaron (entre los años 417 y 421) las sombra de esta memoria passionis donde aparezca poste-
reliquias de San Esteban, probablemente patrocinada por riormente, el espacio episcopal (Ribera y Roselló, 2000:
judíos conversos (Buenacasa, 2003: 138). Ya indicamos 167; Ribera, 2005: especialmente 214 y ss.) (Fig. 10). Los
que la basílica de Es Cap des Port (Fornells, Menorca), a restos conocidos hasta el momento remontan el origen
medio camino entre Mahón y Ciudadela, fue un ‘centro de material de la sede episcopal al menos al segundo tercio
evangelización’ de una gran relevancia espiritual y propusi- del siglo VI, pues el obispo Justiniano ya organizó un con-
mos su identificación con la basílica de la que nos habla el cilio provincial que reunió a los obispos de la
obispo Severo (Martínez Tejera, 2006b: 128). A priori solo Carthaginensis ¿546 ó 549? Para entonces se han datado
la situación geográfica que parece derivarse del texto cues- los restos de la catedral o ecclesia principalis valenciana
tiona tal posibilidad y hace más plausible su identificación (Ribera, 2005: 230), dotada de un único ábside, semicircu-

Fig. 10. Grupo episcopal de Valencia en el s. VI, según Ribera, 2005.


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236 El tiempo de los “Bárbaros”. Pervivencia y transformación en Galia e Hispania (ss. V-VI d.C.)

lar peraltado y reforzado exteriormente con gruesos contra- del edificio. La galería norte conduce por su parte a un
fuertes; tres naves y dos corredores o galerías laterales monumental baptisterium de probable icnografía crucifor-
que hacia oriente desembocan, la más meridional en un me. Bautismal y funeraria, esa es la funcionalidad de las
auténtico mausoleum, conocido como ‘Cárcel de San capillas; dos espacios a los que se accedería desde el
Vicente’ (Fig. 11) (con planta de cruz latina y precedida de exterior, pues al parecer los corredores a los que se abren
un corredor funerario, con tumbas en arcosolio, que lo con- carecen de comunicación con las naves laterales de la
vierten en una auténtica habitatio sepulcrum, tal vez pante- basílica. Dos espacios probablemente adosados y sufraga-
ón episcopal), posteriormente convertido en un hamman o dos por el propio obispo Justiniano, el gran benefactor eco-
baño árabe. Una capilla dedicada sin duda a San Vicente: nómico y espiritual de la sede valenciana (Fig. 12). Del
solo las reliquias del mártir justificarían que el enterramien- palacio episcopal, el episcopium, apenas se posee dato
to situado en el centro de la cruz corresponda al obispo algún.
Justiniano que, no olvidemos, llegó a donar todas sus La ‘cárcel de San Vicente’ es un edificio cristiano de
posesiones y riquezas al mártir. Y son esas mismas reli- acentuado carácter funerario con una tipología iconográfi-
quias las que generan también una pequeña necrópolis “ad ca cruciforme, una asociación que en Hispania cuenta con
santos” compuesta por cuatro tumbas monumentales, dos una cierta tradición. No hace mucho aparecieron en los
situadas en los ángulos de su cabecera y dos hacia los pies garajes del actual edificio de la Diputación de Córdoba, en

Fig. 11. Interior de la 'Carcel de San Vicente'. (Foto Ángela Crespo Espinel).
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ARTEMIO M. MARTÍNEZ TEJERA / La arquitectura cristiana de los siglos V-VI en Hispania: entre la ‘oficialización’ y la ‘expansión’ 237

Fig. 12. Exterior del posible baptisterium (capilla norte) de la ecclesia principalis de Valentia (Fot. Ángela Crespo Espinel).

Fig. 13. Hipogeo monumental con recinto funerario (Palacio de la Merced, Córdoba, siglo I), de Vaquerizo, 2001.
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238 El tiempo de los “Bárbaros”. Pervivencia y transformación en Galia e Hispania (ss. V-VI d.C.)

el ‘Palacio de la Merced’, los restos de un edificio funerario La presencia de grafitti (cruces) en el interior del mausoleo
romano de idéntica tipología (Figs. 13-14); una extraordina- indica una reutilización cristiana de la tumba, aunque en un
ria construcción funeraria, una tumba monumental de la pri- momento por el momento difícil de precisar. No olvidemos
mera mitad del siglo I destinada a albergar los restos del que la aparición de la Cruz, “el signo de la venerable reli-
médico M. Telemachus (Vaquerizo, 1996: 194 y ss. y 2001: gión cristiana” en construcciones paganas es sinónimo de
210-213; Martínez Tejera, 2006b: 120). Pero ¿únicamente? sacralización, de purificación (López Quiroga y Martínez
Tejera, 2006: 139). El mausoleum o capilla funeraria locali-
zado en ‘La villa del Val’ (Complutum, Alcalá de Henares),
en la Carthaginensis, plasmará idéntica planimetría pocos
siglos después pues sus excavadores lo datan entre fina-
les del siglo IV y comienzos del VI (Rascón y Sánchez,
2004 y 2005: 503 y ss.) (Fig. 15).
Respecto a la Baetica, hay que recordar que en el año
428 el vándalo arriano Gunderico ocupó Hispalis (capital de
la provincia desde la segunda mitad del siglo IV), y llegó a
profanar la iglesia de la ciudad36. Pero, la iglesia profana-
da, ¿era urbana o suburbana? El hecho de que estuviera
dedicada probablemente a San Vicente y de que se pre-
sente como un edificio destinado al culto martirial nos hace
dudar sobre su posible carácter urbano37. Desgracia-
Fig. 14. Detalle de la anterior. Interior del mausoleo del médico M. damente es muy poco lo que conocemos hasta el momen-
Telemachus (Foto Ángela Crespo Espinel). to de la arquitectura cristiana de los siglos V-VI en la

Fig. 15. Planta Villa del Val (detalle), de Rascón - Sánchez, 2004.
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Baetica cuando, paradójicamente, es la provincia hispana (Hidalgo y Ventura, 2001). Sin embargo su singularidad
que posee una mayor concentración de sedes episcopales tipológica y sus características hidráulicas (con conduccio-
y de ‘vestigios de prestigio’, pues es rica en elementos nes en los escalones destinadas al abastecimiento y eva-
arquitectónicos ornamentales y en sarcófagos importados, cuación del agua) parecen indicar que “quizá nos encontre-
testimonios materiales que avalan la existencia de una mos ante la reutilización y readaptación de una estructura
importante aristocracia cristiana en la provincia38. O al preexistente, a un nuevo uso y función impuesto por la
menos hasta no hace demasiado tiempo, pues en los últi- implantación y difusión del cristianismo” (Hidalgo, 2005:
mos años las excavaciones realizadas en la ciudad de 411). De ser así este sería un proceso que se repetiría en
Córdoba están dando a conocer su topografía cristiana en otra ciudad romana en época tardoantigua, en este caso de
época tardoantigua, aunque todavía no con demasiada la Lusitania: Conimbriga (Figs. 16-17). Desgraciadamente
exactitud (Hidalgo, 2005; Sánchez Ramos, 2005). son todavía muchas las dudas cronológicas y funcionales
Para los siglos IV-VI contamos con escasos testimonios que se ciernen sobre la conocida ‘basílica de Conimbriga’,
arqueológicos, pudiéndose destacar, entre otros, los restos por lo que no estamos en condiciones de establecer una
de un edificio cultual cruciforme que, datados entre los relación cronológica precisa. Ni siquiera para el ámbito
años 552 y 574 y con un ciertos aires de bizantinismo, se interpretado -con mucha cautela por Pere de Palol- como
conservan en el actual monasterio de Santa Clara. Un edi- baptisterium, localizado a los pies de una posible basílica,
ficio dotado probablemente de un “iconostasio” (o ‘puerta que puede que no se trate sino de un impluvium de una
monumental’) sobre pilares (Marfil, 1996a, 1996b y 2000: domus reutilizado, es decir, de un dispositivo ornamental
132, nota nº 168). Mucho menos precisos en cuanto a fun- doméstico reconvertido en pieza de equipamiento litúrgi-
cionalidad, son los restos conservados en los sótanos del co39. Un caso muy similar al que encontramos en Son
Convento de la Merced, en un primer momento relaciona- Peretó (Menorca): ocupando también el contexto de una
dos con una piscina bautismal, con un baptisterium casa romana en el que se aprovechó el antiguo impluvium

Fig. 16. Planta y secciones del 'baptisterio' del Palacio de la Merced (Córdoba), de Vaquerizo, 2001.
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Fig. 17. 'Baptisterium' de Conimbriga (Coimbra, Portugal), según Justino - Campos, 1992.

Fig. 18. Palatium de Cercadilla. Detalle de la cabecera triconque del aula y de las tumbas del entorno, de Fuertes - Hidalgo, 2005.
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como baptisterio (Palol, 1967: 10; Maciel y Campos, 1992: 411; Fuertes e Hidalgo, 2005: 40 y ss.) (Figs. 18-19). Sin
87-88). Como allí, también en Conimbriga el baptisterio embargo en un texto del siglo X, como es su passio (PH,
reocupa un espacio preexistente que se transforma, al 17), se nos dice que la noble Miniciana dio sepultura a al
mismo tiempo, un en auténtico nartex introductorio al espa- mártir en su propio domicilio: “ueniens quedam femina
cio basilical. De ahí que la morfología de esta ‘piscina’ - christianissima, nomine Miniciana... collegit corpora... et
intermedia entre la circular y la cruciforme- resultase un sancto Acisclo fecit sepulturam in domum suma…”. Ese
unicum entre los baptisterios paleocristianos (por sus gran- monumentum sería el deshonrado por Agila y su localiza-
des dimensiones, poca profundidad, ausencia de peldaños ción suburbana viene acredita por la Crónica Albeldense (s.
y dependencia formal de los estanques de las domus de IX), que al relatar lo más destacado del reinado de Agila
Conimbriga). (549-555) sitúa tal acción luchando de camino a la ciudad
Y si hablamos de la Córdoba tardoantigua hay que refe- de Córdoba (“ad Cordubam urbem...”: CAST, 168). Para
rirse obligatoriamente al yacimiento de Cercadilla, en el otros investigadores, la identificación de uno de los edifi-
que se encuentra el palatium construido para la estancia en cios de Cercadilla con la basílica de San Acisclo es erró-
Hispania del emperador Maximiano Hercúleo (años 296- nea, situando esta última al oeste de la ciudad, en el barrio
297). Formando parte de las estancias palatinas se ha de los Pergamineros, donde se encontraron -en 1950- res-
encontrado una sala trichora que al parecer ya fue utiliza- tos de un edificio cultual ‘de época goda’ (Marfil, 2000). Las
da como lugar de culto en el siglo IV, pudiéndose localizar contradicciones que muestran textos y restos obligan a la
allí los restos de la iglesia de San Acisclo (Hidalgo, 2005: cautela.

Fig. 19. Palatium de Cercadilla. Detalle del aula trichora que se supone reutilizada como ecclesia ya en el siglo IV (Foto Ángela Crespo
Espinel).
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En la Lusitania sabemos que se efectuaron ‘monumen-


talizaciones’, ampliaciones de edificios ya existentes, como
en la ciudad de Mérida, capital política y administrativa. Allí
se llevaron a cabo, a lo largo del siglo V, varios programas
constructivos40, pero el que ahora interesa esta relaciona-
do con la ampliación de un espacio suburbano, el marty-
rium de Santa Eulalia (Fig. 20). Dicho martyrium (o tal vez
una memoria) fue, en la quinta centuria (con anterioridad al
429 pues consta que ese año el suevo Heremegario profa-
nó el martyrium)41, absorbido por una nueva ecclesia.
Construida sobre una domus altoimperial del s. I -sucesiva-
mente reformada y abandonada definitivamente antes de
comienzos del siglo IV- la nueva ecclesia acogerá en su
cabecera el martyrium de la mártir, que construido en la pri-
mera mitad del siglo IV dio lugar al surgimiento a su alrede-
dor de una importante necrópolis ‘ad sanctos’, tal y como
ocurría también en Valencia. La nueva basílica martirial
surge entre los años 429 y 530, probablemente en la
segunda mitad del siglo V, y fue reformada (en la zona de
la cabecera) con la construcción de torres sobre los ábsi-
des laterales en la década 560-570, durante el obispado de
Fidel (Mateos, 1999: 197 y ss.).
Pero no fue el engrandecimiento material de Santa
Fig. 20. Planta de la basílica de Sta. Eulalia de Mérida (ss. V-VI), Eulalia la única empresa constructiva abordada en Mérida
de Mateos, 1999 (modificada).

Fig. 21. Basílica de Sta. Eulalia y xenodochium a finales del s. VI, comienzos del VII, según Caballero - Mateos, 1993.
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a lo largo del siglo VI. En Emerita Augusta se conservan los sias ricamente decoradas42. Pero los textos a menudo no
restos de la única construcción asistencial conocida hasta indican a qué iglesias se refiere ni a su ubicación (urbana o
ahora en Hispania, los restos de un probable xenodochium, suburbana). De la primera arquitectura cristiana en Astorga
de un asilo para viajeros y peregrinos, un edificio relaciona- sabemos tan poco como de la de León (Fernández Ochoa
do con la actividad evergética del obispo emeritense et alii, 2005: 100-103 y 104-106). No obstante hay que
Masona y situado a tan solo unos 200 m. de Santa Eulalia hacer alusión al descubrimiento de un edificio de compleja
(Fig. 21). Un edificio de icnografía rectangular dotado de un adscripción cronológica (¿ss. VII-IX?), hasta el momento,
edificio cultual y dos corredores de dos plantas separados el testimonio más antiguo entre los edificios religiosos cris-
por un patio (Mateos, 1995). tianos de la ciudad de Astorga: la antigua iglesia de Santa
Y también sabemos, gracias a los textos, que la segun- Marta (Sevillano, 2000-2001; Sevillano y Vidal, 2001) (Figs.
da ciudad de la Gallaecia sueva, Asturica Augusta, poseía 22-23), dedicada a una mártir de tiempos de Decio y cons-
en el 457 -año en el que fue víctima de un ataque cruento truida sobre su casa (Quintana, 1970: 453). Por el momen-
por parte de los aliados integrantes del ejército godo- igle- to seguimos sin conocer la primitiva arquitectura cristiana

Fig. 22. Topografía cristiana de Astorga (ss. IV-VII), según Fernández - Morillo - López, 2005.
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Fig. 23. Planta de la iglesia de Santa Marta (Astorga), parcialmente descatada sobre el pavimento (Foto Ángela Crespo Espinel).

de Astorga, paradójicamente, junto con León y Mérida, la “periférico-cementerial” (Ariès, 1983: 37-38), un edificio de
primera comunidad cristiana conocida en Hispania, de culto funerario-martirial con su ábside orientado al sur
mediados del siglo III. (mausoleum o martyrium) que por funcionalidad ha de rela-
Y probablemente para el servicio de algunos miembros
cionarse obligatoriamente con el mausoleo de La Alberca
de la comunidad cristiana asentada en el territorium de
(Murcia)43. Aunque resulte muy complejo datar con exacti-
León se erigió el edificio de Marialba de la Ribera, a tan
tud la secuenciación crono-constructiva de su pórtico a los
solo 4 km. al sur de la ciudad, en una zona ya cristianizada
pies (ss. IV-VI) -y más si tenemos en cuenta que su uso
en la segunda mitad del siglo III (Martínez Tejera, 2006b:
cementerial a lo largo de toda la Edad Media- se trata de
121-122) (Fig. 24). Un conjunto erigido en varias etapas
uno de los primeros casos conocidos del uso “ad cimite-
constructivas (una anterior al 350 y otra que abarca desde
rium” de este espacio aunque por ahora sea imposible
el siglo V hasta finales del VI, comienzos del VII) y con un
acentuado uso funerario a lo largo de toda la Edad Media determinar si surgió o no, por esta razón, en un segundo
(Hauschild, 1968, 1970 y 1972; Viñayo, 1970). En la prime- momento constructivo (Schlunk y Hauschild, 1978: 147 y
ra etapa (s. IV) Marialba fue tan solo un edificio funerario ss.); si realmente el pórtico, en el caso de los edificios de
(de una sola nave rematada por un espacio absidal ultrase- culto martirial, determinaba “el itinerario de los peregrinos y
micircular), pero a finales del s. VI, comienzos del VII su las procesiones realizadas por el clero en las grandes
fisonomía había variado sensiblemente tras la construcción solemnidades…” (Godoy, 1995: 23) entonces cabría afir-
de un pórtico a sus pies y de un baptisterium; en su conjun- mar que su materialización pudo derivarse de un incremen-
to resulta hoy por hoy, el más claro ejemplo de basílica to del número de visitantes y que su uso funerario vino des-
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Fig. 24. Marialba de la Ribera (León), según Hauschild, 1970.


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Fig. 25. Plano de la superficie excavada en el yacimiento de Recopolis (2005), de Olmo, 2006.

pués, fue a posteriori. Pero esta es tan sólo una hipótesis Un hábitat con un emplazamiento privilegiado, con el Tajo
(Martínez Tejera, 1993b: 168-169). a sus pies, que sin embargo no disfrutó de una gran longe-
En el siglo VI, concretamente en el 578 según la “cróni- vidad urbanística ya que no sobrevivió mucho más allá de
ca Biclarense”, el monarca funda, en honor de su hijo finales del siglo VIII, comienzos del IX.
Recaredo, la nueva urbe (novae urbis) de Recopolis44 (Fig. La existencia de un primer momento constructivo a
25). Sin duda se trata de una de las empresas arquitectó- comienzos del siglo V, como quería Cabré, en la iglesia reco-
nicas más singulares y ambiciosas de cuantas emprendie- politana ya fue rechazada por Lauro Olmo, que insiste en las
ron los monarcas del regnum gothorum: la construcción de dos fases constructivas señaladas previamente por Pere de
un hábitat fortificado, amurallado. Los restos de la ciudad Palol (Fig. 26): en la primera se erigiría el ábside, la nave
regia de Recopolis se han identificado con los excavados trasversal y la nave y en la segunda las naves o anexos cola-
en el ‘Cerro de la Oliva’ (Zorita de los Canes, Guadalajara), terales, el vestíbulo y el baptisterio (además hay que recor-
hoy en día convertidos en un Parque Arqueológico que dar que el texto del Biclarense afirma de manera precisa que
alberga vestigios de estancias “palatinas”, de un edificio la de Recopolis es una fundación ex novo) y rechaza, con
cultual, de estructuras defensivas (lienzos y puerta monu- razón, las correspondencias formales y organizativas seña-
mental) y también edificaciones comerciales, zonas habita- ladas con edificios como Segobriga, San Pedro de Mérida y
cionales y una cisterna (Olmo, 1988: 163 y 2006: 60 y ss.). Villa Fortunatus, acercando la configuración y articulación
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espacial de Recopolis, en el ámbito peninsular, a la de edifi- siglos V y VI. Y las entidades poblacionales de esta índole
cios como San Juan de Baños (otra edificación regia, aun- que contaron con edificaciones cristianas fueron las villae y
que de mediados del siglo VII), Quintanilla de las Viñas, San villulae, pagi, castella, vici, etc.
Pedro de la Nave, El Trampal y Sâo Giâo de Nazarè, todos
dotados de santuario, sacristías y un transepto dotado con La arquitectura cristiana y las villae
puertas hacia el oeste (Caballero y Bueno, 1989: 286-287). La aparición de edificios cristianos en las villae (possesio-
Todos ellos edificios que en la actualidad son objeto de un nis, praedioli) tardorromanas45 hispanas es un fenómeno
intenso debate cronológico. que comienza a generalizarse a finales del siglo IV y prin-
cipios del siglo V46. San Isidoro deriva la villa (propiedad
La edilicia cristiana en el territorium rural) de vallum (cerca), es decir, tierra que suele servir de
La aparición de edificios culturales cristianos en el ámbito lindero, mientras que praedium (hacienda) recibe tal deno-
rural es otra de las singularidades de la arquitectura de los minación porque de todos los bienes del paterfamilias este

Fig. 26. Recopolis, planta de la ecclesia arriana mandada erigir por el monarca Leovigildo, de Olmo, 1988:165.
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era el que estaba más a la vista (praevidere) o tal vez por-


que los antiguos aplicaban el nombre de praeda (botín) a
los campos conquistados en la guerra (ETYM., XV, 13,
“Sobre los campos”: T. II, 252-253). El obispo hispalense,
cuando habla de las villae, se refiere a un centro de produc-
ción, no a un centro de ocio ni recreo y menos aún en el
sentido de un núcleos poblacionales tipo civitas / urbs. Pero
nada dice respecto a la expresión villula, que en las Vitae
Sanctorum Patrum Emeritensis fue empleada para desig-
nar pequeños hábitats poblacionales del siglo VI (aunque
no dice cuáles) que se encontraban cercanos al cenobio de
Cauliana (VSPE, Cap. II, 21: 47). Este término, que tam-
bién estará presente en el texto de la Regula Communis al
rechazar la existencia de las iglesias propias, al prohibir la
construcción de monasterios por parte de los presbíteros
seculares y al ordenar al monje el rechazo de toda propie-
dad privada desde el momento en el que ingresa en el
cenobio: “Neque facultates aut villulas quas semel relique-
runt possidere praesumant…” (RMEV, Caps. I-II y VI: 172,
175 y 182) define un espacio que en el s. VII era apto para
la construcción de cenobios, como demuestra el hecho de
que el obispo toledano Ildefonso erigiera uno en la villula
Delbisensi (CIL 1973, T. I, 60).
En los primeros momentos del Cristianismo y en zonas
como las del noroeste hispano, la villa romana inspirará una
nueva forma de organización territorial y una nueva manera
de vivir e interpretar el Cristianismo (Fernández-Ardanaz,
1992: 308). En un principio se trató de “mausoleos”, como
la pequeña cella funeraria portuguesa de San Miguel de
Odrinhas, erigida entonces “sobre una casa romana de
época tardía”, como anexo a una villa tardía (Fig. 27). Una
construcción con una acusada icnografía ultra-semicircular
que muestra la expansión más allá del mundo urbano de los
grandes modelos arquitectónicos funerarios de época cons-
tantiniana, como el mausoleo romano de Santa Constanza
(Fontaine, 1978: 437; Maciel, 1996: 114; Maciel y Baracho,
1994; López Quiroga, 2005: 209 y 220; López Quiroga y
Martínez Tejera, 2006; Bowes, 2006: 75 y ss.). Un intrínse-
co valor funerario del que carecen otras dos construcciones
lusitanas de finales del s. IV o principios del V igualmente
erigidas en villae y reaprovechando estructuras paganas, en
un momento en el que ya la memoria religiosa pagana del
lugar casi habría desaparecido de la memoria colectiva
(Deickmann, 1939: 108-110; Arce, 2005: 245 y 247): Milreu
(Estoi, Portugal) y San Cucufate.
El primero se construyó sobre un templo de prin-
cipios del siglo IV localizado en una villa suburbana
Fig. 27. San Miguel de Odhrinhas (Sintra, Portugal), según Maciel- situada en las cercanías de Ossonoba: dicho templo,
Baracho, 1994. probablemente dedicado a una divinidad acuática, fue
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Fig. 28. Basílica cristiana de Villa Fortunatus (etapas ss. V-VI según Tuset), de Paz Peralta, 2001.

convertido en iglesia a finales del siglos IV o principios Barcino hacia los años 303-304, en el reinado del empera-
del V, fue “cristianizado” en época teodosiana, gracias dor Máximo y el procónsul Galieno; sus restos habrían sido
a la instalación de inhumaciones a su alrededor y a la sepultados al parecer en la actual localidad barcelonesa de
construcción, ya en el siglo VI, de una fons o piscina Sant Cugat del Vallés (Barral, 1974; Riesco, 1995: 153-
bautismal de forma rectangular en la zona occidental del 163).
recinto sagrado (Schlunk y Hauschild, 1978: 111 y ss.; Pero sin duda que uno de los ejemplos más significati-
Fontaine, 1978: 436; Hauschild, 1984; Maciel, 1996: 114; vos la encontramos en villa Fortunatus (Fraga, Huesca),
Brogiolo y Chavarría, 2003: 19 y ss.; López Quiroga, 2005: una villa altoimperial en la que a lo largo de los siglos V y
206). El segundo edificio aparece localizado junto a la villa VI se readaptó su primitivo triclinium como espacio cultual
de Sâo Cucufate (Vidigueira, Beja, Portugal), abandonada (Fig. 28); en sus primeras fases (circa 420-430) dicha
a mediados del siglo V; se trata de un templo privado cons- ecclesia estuvo constituida por una cabecera tripartita de
truido en la segunda mitad del siglo IV y transformado en testero recto (del llamado “tipo siríaco”) con cripta sepulcral
iglesia dedicada al mártir a lo largo de la primera mitad del en su recinto central y contracoro. Es decir, nos encontra-
siglo V, que es cuando la presencia de sepulturas en todo mos ante una construcción religiosa eminentemente fune-
el perímetro de la cella certifica con exactitud la cristianiza- raria (Godoy, 1995: 227-237; Escribano et alii, 2001: 74),
ción del edificio (Alarcâo et alii, 1990: 126, 259 y 265 y como las señaladas anteriormente. Y relacionado reciente-
1995: 383. Maciel, 1996: 115)47. Según la passio del santo mente con ella parece encontrarse la ecclesia cruciforme
mártir Cucufate (elaborada en la 1ª mitad o mediados del erigida a lo largo del siglo V en la villa suburbana de
siglo VIII), escilita de origen, este fue martirizado en Navatejera, en la provincia de León (Fig. 29), erigida en el
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Fig. 29. Villa de Navatejera (León), de del Val y Escribano, 2004.

siglo I y en uso hasta avanzado el siglo V; un espacio reli- el que se localizan (Martínez Tejera, 1993a)48 (Fig. 30).
gioso que se ha interpretado “como una iglesia privada, Desde su primera aparición en los siglos IV-V (Torre de
una basílica del propietario que fue utilizada como panteón Palma, Patio de los Naranjos de la Mezquita de Córdoba49,
familiar” (Gómez-Moreno, 1925; Regueras, 1996: 96 y 102- etc.), este espacio arquitectónico intermedio aparecerá
103; Gutiérrez y Benéitez, 1996: 110; Del Val y Escribano, localizado en un grupo de edificios que geográficamente
2004: 124-126). hablando se distribuyen principalmente, como ya hemos
Y un caso muy similar lo encontramos en Alconétar dicho, por la Baetica y la Lusitania: Torre de Palma, Vega
(Garrovillas, Cáceres), donde se encuentran los restos del Mar, Casa Herrera, La Cocosa y El Germo. Es decir, al
arqueológicos de un edificio erigido, según todos los indi- menos a priori, en la edilicia hispánica tardo-antigua el con-
cios, a finales del siglo V, principios del VI también sobre traábside es una estancia o espacio arquitectónico propio
una antigua villa (Caballero y Arribas, 1970; Schlunk y de edificios no cenobíticos, característica que comparte
Hauschild, 1978: 45-46; Godoy, 1995: 292-294; Caballero, con las construcciones norteafricanos analizados en su
2003: 57 y 62); un ejemplo más de edificio cristiano del momento por Noël Duval50. Es una estancia muy vinculada
siglo VI dotado de un ábside occidental, de un ábside a los a aquellos edificios cristianos erigidos sobre villae.
pies de la nave o naves, y surgido en el espacio de una En el caso hispano, y desde un punto de vista ya estric-
villa, lusitana o bética, pues ese es el ámbito geográfico en tamente planimétrico, el contraábside -al que desde la
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publicación de N. Duval pasó a denominarse en muchas V, en una zona, la norteafricana (África Preconsular, Argelia
ocasiones “contracoro”51- aparecerá vinculado especial- y Túnez actuales), que mantuvo estrechos lazos culturales,
mente a basílicas datadas entre los siglos IV y VI52, a dife- religiosos, comerciales, etc., con Hispania y a través de
rencia de lo que ocurre en otras latitudes en donde encon- ella, directa e indirectamente, con Bizancio (Schlunk,
tramos estructuras basilicales contraabsidadas (a modo de 1945c; Bourget, 1968: 112, fig. 30).
hemiciclo) que se creen importadas por arquitectos orienta- En estos primeros edificios hispanos predomina la
les, ajenas al Cristianismo: la basílica de Trajano o basílica forma semicircular o ligeramente peraltada y ovalada del
Ulpia, s. II, en Roma y la basílica de Septimio Severo, pri- contraábside, tanto al interior como en el exterior, una par-
mera mitad del siglo III, en la urbs norteafricana de Lepcis ticularidad que los diferencia de los norteafricanos, que
Magna, en la Tripolitana (Fontaine, 1978: 87-88; García y además esconden al exterior su curvatura con un testero
Bellido, 1972: 80-82, 338-340 y 538-540). Sus paralelos recto. Tan sólo La Cocosa parece escapar a esta norma: de
extrapeninsulares más inmediatos se encuentran en basíli- verificarse su carácter religioso nos encontraríamos ante el
cas del norte de África y Egipto (entre otras la de Abou primer contraábside ultrasemicircular, tipología planimétri-
Mina) erigidas a finales del siglo IV y durante todo el siglo ca que para la península pudo estar ya en todo su apogeo

Fig. 30. Basílica contrabsidada de Alconétar (Cáceres), según Caballero, 1970.


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a comienzos del siglo V (Caballero, 1977-1978: 359). Sólo


en una ocasión se construyó el ábside occidental antes que
el oriental (Vega del Mar). La construcción del ábside orien-
tal en estos edificios se debió a una reorientación motivada
por causas litúrgicas, lo que se ha conocido como “occiden-
talización”, un fenómeno regional particular del norte de
África, muy frecuente en Túnez y de menor incidencia en
Argelia (Hubert, 1962; Hübener, 1963; Duval, 1971-1973:
9, 27-28 y 358-359). Pero también encontramos contraáb-
sides erigidos en un periodo constructivo posterior, es
decir, siendo el primitivo el oriental y el añadido o adosado
el occidental (Torre de Palma, tanto el edificio basilical
como el martyrium), como ocurre en las argelinas de
Orleansville y Rusguniae (Duval, 1982: 76). No obstante,
por lo general, tanto uno como otro parecen formar parte
de un mismo impulso constructivo, se trata de espacios
prácticamente coetáneos (Casa Herrera, El Germo).

La arquitectura cristiana como origen de poblamiento


Pero no solo hubo edificios cristianos en las ciudades y en
las villas. Si recordamos el canon V del I Concilio de
Toledo, 397-400, también se dieron en otro tipo de estruc-
turas poblacionales. En un vicus sitúan el edificio leridano
de El Bovalar (Serós), iniciado a finales del siglo V, un edi-
ficio de planta rectangular, tres naves y cabecera tripartita
(Pita y Palol, 1972; Palol, 1986 y 1989), al que se le añadi-
rá, circa 550 y a los pies, un baptisterium. Una ubicación, la
de la piscina bautismal, que se ha considerado como una
particularidad litúrgica de esa provincia, de la
Tarraconensis (Godoy, 1995: 224 y ss.) (Fig. 31). El Bovalar
es un edificio singular del siglo VI por muchas cuestiones,
entre otras topográficas, pues aparece ligado a un patrón
de asentamiento conocido como “poblamiento de altura”
(peuplemente perché), una modalidad extendida por zonas
geo-políticas periféricas que ha sido considerada “margi-
nal” por sus propias características; un fenómeno poblacio-
nal posterior al periodo romano, generalizado entre media-
dos del siglo V y finales del VI en la fachada mediterránea
(Guichard, 1984: 392; Gutiérrez Lloret, 1996: 275 y ss.;
Menasanch, 2003 y 2005).
Pero El Bovalar no sería solo un edificio con una impor-
tante relevancia funeraria que se constata mediante la pre-
sencia casi obsesiva de enterramientos, entre los que pre-
dominan los sarcófagos y las tumbas de losas. Esta asocia-
do a un poblado, a un asentamiento rural. Resulta muy pro-
bable, afirma Pedro de Palol, que la basílica fuese anterior
a los primeros niveles de ocupación; lo que si parece estar
claro es que la convivencia entre el poblado y la ecclesia Fig. 31. El Bovalar (Serós, Sagría) y sus espacios litúrgicos, según
tendría lugar en una época “als darrers anys del regne dels Palol, 1989: 6.
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ARTEMIO M. MARTÍNEZ TEJERA / La arquitectura cristiana de los siglos V-VI en Hispania: entre la ‘oficialización’ y la ‘expansión’ 253

visigots de Toledo” y que se trata de un asentamiento no los intereses religiosos de una próspera comunidad de fie-
visigodo, del hábitat de un pueblo no germánico (Palol, les; en efecto, los hallazgos de cultura material hablan de
1989: 8 y ss.). Pero si se trata de un complejo cultual cris- contactos de la Tarraconense con Oriente, aunque no
tiano, entonces, ¿donde residía la comunidad que custo- directamente sino vía Mallorca y Menorca (Riera Rullan,
diaba el edificio? La articulación de este espacio habitacio- 2005: 178 y ss.). Podría considerarse (junto con el conjun-
nal adosado al muro sur de la basílica rememora modelos to de Son Peretó, si se corrobora la hipótesis planteada)
arquitectónicos clásicos, evidencia una ordenación muy muestra evidente de la existencia de iglesias con una
clara y precisa, una expresa planificatio. Y esta gira en importante función funeraria a la que, en un segundo
torno a una concepción similar a la observada en un con- momento, habría que sumar la bautismal, una función
junto edilicio que bien pudiera interpretarse como un ceno- evangelizadora o cristianizadora, que tendrá importantes
bio: el conjunto del “Parque Central”, en Tarragona (Mar et consecuencias en lo que a estructuración y vertebración
alii, 1996; Mar y Salom, 1999), un conjunto compuesto por eclesiástica del territorio se refiere. Pero también podrían
un edificio cultual y un espacio arquitectónico a modo de tratarse de “iglesias de fundación privada”; incluso de
atrium situado a sus pies del que hablaremos más adelan- “pseudomonasterios”, de “monasterios familiares”, de
te. El Bovalar presenta ciertas singularidades (como el “carácter agrícola”, surgidos por la ‘irresistible’ atracción
ábside occidental o las dos habitaciones, comunicadas que generaría la presencia de reliquias, fundados en su
entre si y con la nave norte, adosadas al muro septentrio- mayoría con la intención de obtener beneficios económi-
nal del ábside) y se articula en varios espacios: uno absi- cos. De hecho, el II Concilio de Braga (572) calificará de
dal, de testero recto y orientado; una nave transversal o “abominables” a aquellos laicos que, reclamando estar
chorus y tres naves longitudinales. Y a los pies del edificio construidos los edificios sobre tierras de su propiedad,
basilical se abre un espacio, como se ha señalado, a modo reclamaban para si la mitad de las oblaciones de los fieles:
de atrium, en torno al cual se articulan una serie de estan- “Ut qui oratorium pro quaestu suo in terra suo fecerit non
cias o dependencias. La organización de uno y otro obede- consecretur. Placuit ut si quis basilicam non pro devotione
cen a idénticos principios de ordenación espacial, en torno fidei sed pro quaestu cupiditatis aedificat, ut quidquid ibi-
a un patio. Y como señalaba Palol, las dimensiones del dem oblatione populi colligitur medium cum clericis dividat,
baptisterium no se explicarían por las dimensiones del eo quod baselicam in terra sua ipse condiderit, quod in ali-
asentamiento sino porque en un momento concreto la igle- quibus locis usque modo dicitur fieri, hoc ergo de cetero
sia ejerció como centro parroquial (complejo cultual) para observari debet, ut nullus episcoparum tam abominabili
todos los habitantes del valle (Palol, 1989: 12). Y ese voto consentiat, ut baselicam quae non pro sanctorum
momento, según la cronología del baptisterio, habría que patrocinio sed magis sub tributaria conditione est condita,
situarse a mediados del siglo VI, precisamente cuando audeat consecrare.” (CVH, 83. Sotomayor, 2004: 530).
tiene lugar ya en toda Hispania un proceso que, estima- Incluso pudo darse el caso de edificios construidos en pro-
mos, puede estar relacionado con la aparición de edificios piedades privadas por iniciativa de sus dueños (potentes)
como El Bovalar: el que conducirá al final de las villae como en connivencia con la autoridad episcopal, como ocurre en
forma hegemónica de ocupación territorial (López Quiroga, la Galia (Pietro, 2005) y también en Hispania, pues esto es
2006). En la arquitectura y disposición litúrgica de El lo que debió de suceder tanto en la villa romana de El
Bovalar se recoge el repertorio balear, cabecera tripartita, Saucedo (Castelo et alii, 2000), donde a finales del siglo VI,
contracoro y baptisterium a los pies, que encontramos en la con la villa todavía en funcionamiento, se readapta una
iglesia de Son Peretó (Menorca). Fue en edificios como estructura de la misma como basílica cristiana y se erige un
este de Bovalar donde aparece por vez primera en baptisterio a los pies de la misma, una auténtica ‘célula
Hispania un espacio, el contracoro, que fue literalmente misionera’ en la propagación del cristianismo (López
plagiado, siglos más tarde, para dar forma al panteón regio Quiroga, 2005: 210). La entidad de los objetos localizados
de la monarquía astur: Santa María del Rey Casto, una pertenecientes al mobiliario litúrgico del edificio y a la vida
iglesia funeraria (Martínez Tejera, 1993a: 155 y ss.). cotidiana del poblado hace pensar que en un principio se
Y El Bovalar posee, además, un baptisterium; es decir, trató de una “iglesia de peregrinación” -con unas reliquias
ejerció como “iglesia de evangelización”. Cierto, pero este que ejercieron una gran atracción funeraria (y económica)-
fue añadido a mediados del siglo VI, afirman sus excava- y que a partir de 550 esta se convertiría, con la construc-
dores, en un momento en el que el edificio ejercía ya como ción del baptisterio, en una iglesia de evangelización”
centro parroquial. El Bovalar es un edificio que serviría a (López Quiroga y Martínez Tejera, e. p.).
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¿Cuál habría sido el carácter de un edificio como El necesidades (no solo espirituales, también culturales) por
Bovalar? En nuestra opinión, y a falta de una documenta- parte de la Iglesia. Pues bien edificios como El Bovalar,
ción textual o epigráfica que lo certifique, no podemos cali- probablemente nacieron para dar respuesta a dichas nece-
ficar esta ecclesia como episcopal, aunque cuente, no obs- sidades.
tante, con todos los espacios arquitectónico-litúrgicos Pero, en realidad ¿Qué era un vicus en la Hispania de
necesarios. Como también cuentan con ellos determinadas los siglos V y VI? (Martínez Melón, 2006: 120 y ss.) Para
iglesias galas de la Provença, algunas con un marcado San Isidoro el vicus (barrio, aldea, arrabal, finca, quinta) se
acento funerario, a las que, también a lo largo del siglo VI, encuentra en la misma categoría de poblamiento que el
se las dotó de un espacio bautismal a los pies de la nave o castellum y los pagi y reciben tal denominación por tratar-
naves: Notre Dame du Brusc, Saint Hermentaire, Saint se de una agrupación de viviendas o habitaciones (habita-
Maximin, etc. (Codou, 2005: 83 y ss.). La presencia de bap- tionibus) que, haciendo las veces de la ciudad (“vice civita-
tisterios en ambos casos responde, funcionalmente, a las tis”) y a pesar de estar dotadas de calles (vias), carece de
mismas necesidades, a una misma iniciativa, constatada la defensa que proporcionan las murallas; es decir, nos
también en la Galia: a la misión misionera, cristianizadora encontramos ante un núcleo no amurallado, “sine muris”.
o evangelizadora ejercida ya por la Iglesia -con la ayuda, No obstante, también es cierto que recibían igual denomi-
auxilio y participación, de los potentes, de la aristocracia- nación todos y cada uno de los barrios de las urbes (“habi-
desde los siglos IV-V, pero potenciada en el transcurso del tationibus urbis”), de ahí que a sus habitantes se les deno-
siglo VI (López Quiroga y Martínez Tejera, 2006; Martínez mine “vecinos”53. La diferencia entre vicus y villa en la
Tejera, 2006b). Una cristianización del mundo rural que en Hispania de época goda dependería únicamente de cues-
Hispania ha dejado su huella en los baptisterios de la tiones cuantitativas, “pudiéndose designar villa con prefe-
Lusitania y en la Gallaecia, erigidos en su mayoría en los rencia a una agrupación aldeana de tamaño reducido en
siglos VI y VII, especialmente en este último (López relación con el vicus…” (García Moreno, 1989: 205)54.
Quiroga, 2005: 204). Nos encontraríamos ante una fórmu- Obviamente nos encontramos ante otro tipo de construc-
la eclesiástica de ocupación y organización del territorio en ciones, ante una arquitectura ‘no monumental’, o al menos,
torno a un elemento polarizador muy concreto: la ecclesia, menos monumentalizada, ante una arquitectura cristiana
“ante un sistema de poblamiento articulado y estructurado rústica -realizada en materiales perecederos (madera y
en el marco de una red eclesiástica fuerte y muy presente adobe, principalmente)- para la que por el momento care-
en el territorium” (López Quiroga, 2006: 34). Un momento cemos de un referente arqueológico claro. El vicus, ya en
que en Galia coincide con la expansión, a partir de la eccle- el último cuarto del siglo VII, estaba considerado un tipo de
sia matrix o iglesia episcopal, de la red diocesana por el hábitat inapropiado para la creación de un obispado
mundo rural a través de iglesias filiales (Heuclin, 2005). (Martínez Melón, 2006: 121)
Podríamos considerar a El Bovalar un núcleo rural vincula- No obstante conocemos edificaciones de una cierta
do a un proceso de ampliación del espacio ocupado (desde monumentalidad en la provincia Baetica que bien pudieran
el punto de vista de la red de poblamiento) y evidentemen- formar parte de construcciones religiosas ligadas a hábitats
te vinculado a la cura animarum (como el propio edificio y de este tipo pues en dicha provincia se encuentra la basíli-
sus dependencias así lo evidencian). Bien se trate de un ca sevillana de Gerena (Huerta de Nicomedes) (Fig. 32).
complejo cultual de carácter pre-parroquial, tal y como Ya afirmamos en su día que los muros aparecidos a los
acontece en la Gallaecia o en la Lusitania (López Quiroga, pies de la basílica (datada entre los ss. V-VI) parecían con-
2005) o de un ‘pseudo-monasterio’ o de un monasterio de formar la cimentación de un coro superior (Martínez Tejera,
‘carácter agrícola’, su relación con la intensificación de la 1993b). Pues bien bajo este coro superior pudo encontrar-
actividad evangelizadora en el medio rural a lo largo del se una zona de paso, a modo de vestíbulo situado ante la
siglo VI y su papel como núcleo intermediario entre la sede posible entrada inicial de la basílica. Sin embargo el hecho
episcopal y el extenso territorio de la diócesis ilerdense, no de que esta posibilidad no fuera contrastada en su momen-
hacen sino evidenciar la singularidad y relevancia de El to por las excavaciones (Fernández y Sierra, 1986; Sierra,
Bovalar en el conjunto de la edilicia cristiana tardo-antigua 1987; Godoy, 1995: 266-269) deja la sugerencia en mera
de la Tarraconense. Se ha afirmado recientemente (Díaz y conjetura. En los siglos V-VI la prioridad constructiva cris-
Díaz, 2005: 17) que la población hispanorromana del siglo tiana ex novo ya no se encuentra en los edificios funerario-
VI, aunque ya estaba relativamente cristianizada, necesita- martiriales (aunque algunos sean ahora monumentaliza-
ba de una atención inmediata y radical para cubrir sus dos, como sucede en Mérida, Ampurias y Alcalá de
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Henares), sino en otros conjuntos monumentales, como los liares son casi constantes (concilios de 546, 572, 633, 666
episcopales y los monásticos y cenobíticos, muchos de y 691). Pero aún éstas, las iglesias ex novo “de fundación
ellos conocidos casi únicamente por los textos: Tarragona, privada”, se debían encontrar bajo el control episcopal
Barcelona, Lérida, Tarazona, Ciudadela, Mahón, Gerona, (Martínez Díez, 1959; Sotomayor, 1982 y 2004: 527 y ss.).
etc., y en algunos casos co-financiados por la monarquía y Unos edificios rurales que se han caracterizado (Caballero,
la nobleza. 2000: 213-214) por la presencia de un ábside o coro con-
Hablamos de iglesias rurales, de iglesias “parroquiales” trapuesto, o contraábside y contracoro, un espacio para la
y “diocesanas”; de ecclesiae destinadas a cristianizar y “conmemoración martirial” (Martínez Tejera, 1993a; Godoy,
vertebrar, desde el punto de vista de la administración ecle- 1995: 87 y 341-342).
siástica, el territorio dependiente de la ciudad sede episco- ¿Dónde se ubicaban los monasterios y cenobios hispa-
pal. De iglesias parroquiales que según la legislación canó- nos de los siglos V y VI? Sinceramente, todavía no lo sabe-
nica del último cuarto del siglo VI podían ser convertidas mos con certeza pues en la mayoría de los casos resulta
por los obispos en monasterios, sin la necesidad de reali- muy complejo identificar arqueológicamente un espacio
zar -o al menos los textos no informan de ello- grandes monástico y/o cenobítico, diferenciarlo del resto de espa-
cambios o transformaciones (Canon IV del III Concilio de cios habitacionales de la época. En su regla monástica -y
Toledo (589): CVH, 126). Pero que se encuentren en un por tanto en las primeras décadas del siglo VII- San Isidoro
territorium diocesano no significa que fueran promovidas define el hábitat comunitario del monje como un ente prác-
por los obispos, aunque si estarían sometidas a la ley dio- ticamente autosuficiente, muy alejado de las villae con el fin
cesana: para este tipo de edilicia se abre un abanico de de que su cercanía no ocasionase peligros o menoscaba-
grandes posibilidades, recogidas también en las actas con- se su prestigio y dignidad: “uillam sane longe remotam
ciliares y en las reglas monásticas hispanas de los siglos VI esse oportet a monasterio ne uicinius posita aut laborem
y VII: “iglesias de fundación privada”, “monasterios pro- ferat periculi aut famam inficiat dignitatis…” (RMEV 91. IH
pios”, “pseudomonasterios”. Es más, da la impresión de 129).
que la acción cristiana en las zonas no urbanas, en el terri- Postura que también recoge unos años después la
torium, se apoyó más en el patrocinio privado laico, en el Regula Communis de forma aún más contundente si cabe
evergetismo laico que en estructuras creadas desde el puesto que condena enérgicamente la fundación y existen-
episcopado, ya que en este sentido las referencias conci- cia de monasterios familiares como anteriormente lo hiciera

Fig. 32. Basílica de Gerena (Sevilla), de Godoy, 2005.


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el canon III del concilio de Lérida (546), haciéndose eco de monasterio uiuant…” (RMEV, 182. Bango, 1995: 61). No
una serie de medidas promulgadas por el concilio de Adge cabe duda de que el obispo hispalense, intentando preve-
(506) que impedían erigir o fundar monasterios si no se con- nir posibles males, se nos presenta como un buen conoce-
taba con la aprobación y beneplácito del correspondiente dor de la realidad social y monástica de la época. Y aunque
obispo diocesano (Martínez Díez, 1991: 574; Fernández- no alcanza la radicalidad de San Jerónimo o de San Juan
Ardanaz, 1992: 319)- al prohibir, por no contar con el debi- Crisóstomo, San Isidoro también consideró, esta vez en
do permiso abacial o episcopal, la construcción de monas- sus ‘Sentencias’, el “desierto” -entendido como “aparta-
terios “per villulas” a cargo de presbíteros seculares, una miento del mundo” o “renunciamiento al siglo”- el comple-
práctica que debió estar tan generalizada que se hizo nece- mento perfecto del monje cenobita, que debía estar sepa-
sario adoptar medidas en contra: “Ut presbiteri saeculares rado física y espiritualmente “del siglo” (Libro III, Cap. XVII,
non praesumant absque episcopo qui per regulam uiuit aut RMEV, 446). E insta a los cenobitas a que se alejen de las
consilio sanctorum patrum per uillulas monasterium cons- villae, pero nunca que se pierdan en agrestes e incomuni-
truere…”. Una regla que también rechaza las “iglesias pro- cados parajes como suele generalizarse, salvo notables
pias”: “et suis sibi ut diximus villis et nomine martyrum eccle- ocasiones (García Moreno, 1989: 223).
sias consecrare…”, y que prohibe a los seglares levantar y Pero alejado de la villa, de la propiedad privada y de los
consagrar iglesias y basílicas en nombre de los mártires y peligros mundanos y religiosos que ésta puede conllevar,
llamarlas bajo tal título monasterios (“et suis sibi ut diximus no significa que estuviesen alejados de la ciudad, de los
villis et nomine martyrum ecclesias consecrare et eas tale núcleos de población. Esta sencilla matización, que a pri-
nomine monasteria nuncupare…”) a su arbitrio y en sus pro- mera vista pudiera parecer insignificante, no lo es tanto si
pias casas (“in suis domibus monasteria componere…”) tenemos en cuenta los peligros que desde la perspectiva
junto con sus mujeres, hijos, siervos y vecinos si no vivía allí religiosa entrañaba un tipo de hábitat, el de la villa -enten-
una comunidad religiosa bajo una regla aprobada por el dida como mansión señorial de recreo o centro productivo-
obispo (Bango, 1995: 61). Iglesias a las que la misma regla que desde finales del s. IV sirvió como lugar de reunión un
no denomina monasterios (“Nos tamen haec non dicimus tanto sospechoso desde el punto de vista religioso; y sirvan
monasterio”) sino perdición de almas y subversión de la como ejemplo las medidas adoptadas por varios concilios
Iglesia, foco de herejías, cismas y controversias intermo- de la cuarta centuria destinadas a evitar las reuniones que
nasteriales: “sed animarum perditionem et ecclesiae allí tenían lugar o bien aquellas otras dirigidas a impedir su
subuersionem. Inde surrexit haeresis et schima et grandis utilización como espacios en los que sustraerse de las obli-
per monasteria sed animarum controuersia…”. Y el mismo gaciones religiosas (IH, 148). Lo que el texto isidoriano
texto, en su capítulo XV, rechazará la cohabitación de hom- parece aconsejar es el alejamiento de las villae en el sen-
bres y mujeres en un mismo cenobio, aunque deje las puer- tido no de distanciamiento de las ciudades (en donde
tas abiertas a posibles necesidades o causas mayores (“por encontraremos monjes desplazados custodiando depen-
grave necesidad”): “Qualiter monasterium uirorum ac pue- dencias de almacenaje) como se ha venido afirmando
llorum se custodire debeant:... Placuit sanctae communi hasta ahora, sino en cuanto a espacio privado que pudiera
regulae ut monacho sororibus uno monasterio habitare non servir para albergar reuniones religiosas55 mal vistas por la
audebat…” (RMEV, 172, 175, 196 y 198). jerarquía eclesiástica56; en definitiva evitar toda posible
Es decir, condena expresamente -como siglos antes lo contaminación espiritual del monje impidiendo cualquier
habían hecho los asistentes al concilio de Adge (506)- la tipo de contacto con aquellos ambientes en los que solían
existencia de monasterios dúplices y familiares no consti- proliferar los monasterios privados o familiares ajenos a
tuidos conforme a norma, pero no la coexistencia de fami- toda disciplina. De ahí también que San Fructuoso prohíba
lias dentro de un mismo cenobio -evidentemente no como vagar al monje por pueblos, aldeas y fincas de seglares:
integrantes de la comunidad monástica sino como huéspe- “uicos, uillasque circuire adque ad saecularem possesio-
des y viajeros- siempre y cuando los miembros de uno y nem accedere non licebit…” (RMEV, 161-162).
otro sexo menores de siete años hubieran realizado la per- En nuestra opinión hemos de relativizar el texto isidoria-
tinente traditio, siempre y cuando permanecieran bajo la no, al que se le ha concedido una excesiva importancia,
autoridad del abad: “Cum uenerit quispiam cum uxore uel tanta que se ha considerado la ruralidad y alejamiento de
filiis paruulis id est infra septem annos, placuit sanctae los núcleos de población uno de los rasgos más definitorios
communi regulae ut tam parentes quam filii in potestaten se de los cenobios hispanos altomedievales, cuando en reali-
tradant abbatistamquam hospites et peregrini subiecti in dad hay testimonios que indican, si no lo contrario, al menos
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ARTEMIO M. MARTÍNEZ TEJERA / La arquitectura cristiana de los siglos V-VI en Hispania: entre la ‘oficialización’ y la ‘expansión’ 257

una profunda transformación social ya en el período anterior mitad del siglo IV, a tan solo 200 m. de la necrópolis
al 711. Parece evidente que el concepto de villa se amplia paleocristiana del Francolí (Mar et alii, 1996; Mar y Salom,
con los siglos y que deja de estar vigente la idea de que las 1999; Cortés y López, 2000: 171) (Fig. 33). Un complejo
reglas tendieron a aconsejar que los monasterios se cons- dotado de un edificio de planta basilical (con un único
truyeran en lugares alejados de las grandes ciudades (IH, espacio absidal como sanctuarium altaris, de testero recto
129). Partiendo de la premisa de que tanto San Isidoro y orientado; una nave transversal a modo de chorus y tres
como el texto de la Regula Communis definen este tipo de naves longitudinales como espacio extra chorus) precedido
hábitat como “granjas rurales”, como una posesión y no por un espacio a modo de atrium y dotado de varias
como un núcleo habitacional específico tipo instalaciones o dependencias cercanas que presentan un
civitas / urbs (lo que podría explicar, por ejemplo, la acentuado carácter agrícola. El edificio presenta ciertas
fundación por parte de Ildefonso de Toledo de un singularidades (su uso, casi obsesivo, del espacio basilical
monasterio femenino en una villa) como se ha venido interior como espacio funerario; la presencia de un ábside
afirmando hasta ahora, sino en cuanto a un centro de pro- occidental60 y la existencia de dos habitaciones comunica-
ducción, de ahí que resulta lógica la localización de cons- das entre si y con la nave norte adosadas al muro norte del
trucciones religiosas paleocristianas (por ejemplo Marialba, ábside).
a unos 4 km. al sur de León) asentadas sobre viejas villae De confirmarse su cronología y funcionalidad, nos
rusticae romanas, significativamente abundantes en el valle encontraríamos ante el primer “cenobio” identificado hasta
del río Esla y en la zona del Bierzo adyacente a León y el momento en la península. En otro lugar ya indicamos las
Astorga, especialmente a partir del 398, año en el que el razones que, en nuestra opinión, favorecen la filiación
emperador Teodosio dictó la ley que permitía a los propieta-
rios de las villae erigir en su interior iglesias y oratorios
(Fernández-Ardanaz, 1992: 306). Con su alejamiento
Isidoro pretendía impedir el riesgo de posibles contamina-
ciones espirituales que entrañaba el aislamiento en propie-
dades privadas fuera del control episcopal. Recordaremos
la complicada cuestión de los monasterios privados o fami-
liares en época goda, con los que probablemente Isidoro
querría eliminar toda posible relación. Y no olvidemos lo que
al respecto afirmaba Fructuoso en su regla: la inconvenien-
cia del contacto entre el monje y los núcleos de población
tipo vicus /villa.
Los primeros testimonios literarios de la presencia
de espacios habitacionales para solitarios (monjes y
cenobitas), de monasteria et coenobia, en Hispania
vinculados a la urbe de Tarraco, pues allí fue donde el
monje Frontón, en la segunda década del siglo V, se cons-
truyó (para él mismo, dice el texto) un monasterio (“mihi
monasterium instruxi”)57, se construyó un espacio en el
que vivir apartado, un “espacio para solitarios”. Decíamos
hace no demasiado tiempo que muy probablemente este
‘monasterio’ estuviera localizado en el suburbium de la
ciudad58. Y es precisamente en este espacio suburbano,
en el espacio que rodea la ciudad, a los pies (“quasi sub
urbe”)59 de Tarraco, donde se localiza el conjunto más
antiguo que se ha supuesto perteneciente a un ‘monaste-
rio’ (Arbeiter, 2003: 190-191; Boto, 2006: 157; Caballero,
2006: 101-103; Martínez Tejera, 2006b: 126): el ‘Complejo
del Parque Central’, surgido a lo largo de la primera mitad Fig. 33. Vista aerea del desaparecido Conjunto del Parc Central de
del siglo V en una villa/palacio construida, en la primera Tarragona, de Macias et alii, 2005.
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“cenobítica” del conjunto y su datación en el siglo V demos que por lo que respecta a la Península Ibérica, una
(Martínez Tejera, 2006b: 126): un hallazgo numismático de las primeras provincias en manifestar la presencia de
(una moneda de la ceca de Barcino acuñada a comienzos ‘solitarios’ fue la Tarraconense. Y junto al caso del monje
del s. V), un hallazgo epigráfico (el epitafio de la “beata” Frontón habría que recordar, aunque ya para la primera
Tecla, de procedencia egipcia, que falleció a la edad de 77 mitad del siglo VI, el de Asán (en el pirineo leridano), un
años) y sus paralelos organizativos con cenobios sirios de hábitat eremítico al que poco después del 520 llegó el ita-
los siglos IV-VI, como el de Id-Dèr61. Su ubicación, subur- liano Victoriano († 558) para recluirse en una oscura gruta
bana pero abierto a la vía romana, parecen hablar además de la cercana Peña Montañesa (Durán, 1977) y el de San
de la existencia de un centro con una importante función Millán (La Rioja), un eremitorio o lavra surgido en la segun-
hospitalaria, de asistencia a viajeros y peregrinos, una cos- da mitad del siglo VI en torno a la figura de un “eremita des-
tumbre derivada de las raíces orientales del ‘monasticismo’ honesto”, el solitario Aemilianus, un pastor que, sin expe-
entonces imperante62. riencia cenobítica previa, se lanzó a la vida solitaria
Pero poco tendría que ver este cenobio, desde el punto (Martínez Tejera, 2006a: 64 y ss.) (Fig. 34).
de vista material y organizativo, con el ‘monasterio’, un E interesantes y no solo por su cronología (ss. V-VII)
‘espacio para solitarios’, construido por el monje Frontón en sino por contextualizar los dos tipos de hábitats para solita-
el suburbium de Tarraco entre los años 410 y 420. No olvi- rios conocidos hasta el momento (eremítico y cenobítico)

Fig. 34. Monasterio de Suso (La Rioja), según Gómez-Moreno, 1919 (modificado).
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ARTEMIO M. MARTÍNEZ TEJERA / La arquitectura cristiana de los siglos V-VI en Hispania: entre la ‘oficialización’ y la ‘expansión’ 259

Fig. 35. Santuario romano de Mura en Edeta (Llíria, Valencia), de Escrivá - Martínez - Vidal, 2005.

son los hallazgos localizados en Pla de Ses Figueres, el los monasterios y cenobios de la provincia Baetica en
principal asentamiento tardo-antiguo localizado hasta el estos siglos. ¿Inexistentes? Seguro que no, pero esta, la
momento en el archipiélago balear de Cabrera. Allí se han realidad del paisaje monástico y cenobítico de la Baetica,
encontrado multitud de fragmentos cerámicos, así como es una de las muchas cuestiones que la Arqueología
interesantes estructuras relacionadas con la producción y, Medieval ha de aclarar en un futuro, esperemos, no muy
también, el posible espacio “ad cimiterium” monástico- lejano.
cenobítico (Riera, 2005; Riera y Riera Rullan, 2005). Nada
se sabe todavía del edificio o edificios que lo conformaban
ni, por supuesto, de su posible organización. Abreviaturas
Para la Carthaginensis habría que hablar de los recien- CAST: Crónicas Asturianas.
tes hallazgos que han tenido lugar en Edeta (Llíria, Camp CJB: Crónica de Juan de Biclaro.
de Túria, Valencia), donde en la primera mitad del siglo VI CSM: Corpus Scriptorum Muzarabicorum (Gil Fernández).
(531-548) el antiguo santuario romano de Mura pudo haber CVH: Concilios visigóticos e hispanorromanos (Vives, Marín y
sido transformado en cenobio (Fig. 35): “La tipología del Martínez).
edificio, la presencia de elementos litúrgicos y la prolifera- ETYM: Etimologías.
ción de enterramientos en su interior parecen indicarlo” HAL: Historia de Al-Andalus (Ibn Idari).
(Escrivà et alii, 2005: 269; Roselló, 2005: 291-292). Es HGWS: Historia Gothorum, Vandalorum et Sueborum.
decir, se trataría de un cenobio de fundación privada, de un IH: Iglesias Hispánicas (Puertas Tricas).
“pseudo-monasterio”. PH: Pasionario Hispánico (Fábrega i Grau).
Y cabría destacar, por último, el llamativo silencio RMEV: Reglas monásticas de la España visigoda
-tanto textual como arqueológico- que gira en torno a VSPE: Vitas Sanctorum Patrum Emeritensium
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260 El tiempo de los “Bárbaros”. Pervivencia y transformación en Galia e Hispania (ss. V-VI d.C.)

14. “Ariani ab Ario Alexandrino prebytero orti sunt, qui coaeternum


Notas Patri Filium non agnoscens, diversas in Trinitate substantias adse-
1. En Hispania encontramos el término ecclesia en textos del últi- ruit, contra illud quod ait Dominus (Ioh. 10, 30): ‘Ego et Pater unum
mo cuarto del s. IV haciendo referencia al espacio en el que tenía sumus’ “: (ETYM., VIII, 43 (T. I, 698))
lugar la “congregatium fideles”; aunque en un principio, ss. VI-VII, 15. Privilegiados por cuanto que rápidamente estos “lugares san-
se vinculó especialmente con edificios martiriales (Valencia y tos” se convirtieron en objeto de comercio y subasta accesible solo
Zaragoza), también es verdad que las fuentes del mismo período a los más acaudalados: Buenacasa, 2003: 131. En Hispania esta,
informan de la existencia de múltiples tipos de ecclesiae: rurales o los “enterramientos privilegiados”, será una cuestión latente toda-
‘menores’ (edificios parroquiales o diocesanos) y urbanos o ‘mayo- vía en la segunda mitad del siglo VI, cuando el canon XVIII del pri-
res’ (edificios catedralicios, principales o senior). Será en estos últi- mer concilio de Braga (561) recuerda que “en modo alguno se de
mos donde tenga lugar la celebración de concilios, colocándose sepultura a los cadáveres en el interior de las basílicas de los san-
entonces bajo la denominación de “Santa Jerusalén”, nombre con tos”: “De corporibus defunctorum. [De corporibus hominum intra
el que se conocen distintas iglesias principales de época goda: baselicas sanctorum nullatenus sepelliendis.] Item placuit, ut cor-
(Martínez Tejera, inédito: T.III, 18 y ss.) pora defunctorum nullo modo intra basilicam sanctorum speliantur,
2. En gran medida gracias a la publicación de una ley constantinia- / sed si necesse est de foris circa murum baselicae usque aedo
na (a. 321) que permitía a la iglesia “ser instituida heredera por tes- non abhorret. Nam si firmissimum hoc hoc brebilegium usque nunc
tamento” (Buenacasa, 2003: 129) retinent civitates, ut nullo modo intra ambitus murorum cuiuslibet
3. Como hizo el propio Constantino, según cuenta Eusebio de defuncti corpus humetur, quanto magis hoc venerabilium martyrum
Cesarea: Libro I, 42-2, 185. Para el patrocinio laico en Bizancio: debet reverentia obtinere.” (CVH, 75). López Quiroga-Martínez
(Kitzinger, 1992) Tejera (2007) e.p.
4. Sabemos que en la Gallia personajes de la talla de San Martín 16. “Item Tumulus terra congesta, ubi nulla memoria est…Tumulus
ya intentaron, en el último cuarto del siglo IV, convencer a los pro- dictus quasi tumens tellus…”: (ETYM., XIV, 8, 21 (206 y 250))
pietarios de las villae para que en ellas construyesen iglesias u 17. Fragmenta, 26.
oratorios que ayudasen a erradicar el paganismo (Mâle, 1950: 61- 18. Un análisis más detallado de esta cuestión en Martínez Tejera,
64). inédito: T. II, 313 y ss.
5. La villa, junto con los hábitats en cuevas, fue señalada por los 19. Una obra breve, concisa, plagada de condicionamientos y con
obispos hispanos asistentes al I Concilio de Zaragoza (380) y al III una acusada intencionalidad apocalíptica que al adoptar parcial-
Concilio de Toledo (589) (CVH, 16 y 140) como un espacio procli- mente en su texto la aera o “Era Hispánica”, inaugura una nueva
ve a dar cobijo a las herejías. La vida en las villae y la soledad de corriente historiográfica regional (Galán, 1994: 64; Arce, 2005: 26,
los monachoi, de los primeros monjes solitarios, en sus celdas nota 24).
rupetres y semirupestres, no era del agrado de la Iglesia, que veía 20. Azkarate–Quiros, 2001; Azkárate, 2002. Una edilicia perecede-
la vida individual, por aislacionista, como potencialmente herética. ra de sobras conocida ya en otros países: Gelichi- Librenti, 1997;
Una visión, la de los herejes que se escondían en las cavernas Galetti, 2004.
“para predicar falsas doctrinas…”, condenada en la misma centu- 21. Pues en esta situación topográfica se encuentran en la Galia
ria por San Gregorio Magno: Fontaine, 1991: 252; Martínez Tejera, algunos conjuntos episcopales (Clermont, Tours, Auxerre). Un
2006a: 63. estado de la cuestión en: Guyon, 2005: 17 y ss.
6. Sobre las herejías, ETYM., VIII, 5 (T. I, 698-701). 22. Entre las funciones asumidas por el secretarium destaca la de
7. Que el paganismo seguía vivo en la Gallaecia del tercer cuarto acoger la celebración de sínodos y concilios (IH, 113 y 137-138;
del siglo VI lo demuestra el hecho de que tres de los “Capítulos Picard, 1998: 95-97).
orientales” recogidos en las actas del segundo concilio bracarense 23 Hydatii, 11, 9, 1: “ad ecclesiam venit et mox secretarium in quo
(a. 572) informen de la pervivencia de actividades paganas entre episcopi residebant…”. Allí se celebrará también el II Concilio de
los cristianos, concretamente los nº LXXI ([De eo quo non liceat Sevilla (619), “in secretario sacrosanctae Ierusalem spalensis
christianis obsecrationes diversas adtendere]), LXXII ([De eo quod ecclesia...”): CVH, 163.
non liceat christianis tenere tradiciones gentilium et observare 24. Incluso textos elaborados con posterioridad a la llegada de los
lunae aut stellarum cursus]) y LXXIII ([De eo quod non liceat kalen- musulmanes a la península ratificarán dicha costumbre al señalar
das observare]): (CVH, 103). la celebración de varios concilios “in secretario”: el primero reinan-
8. La Vita de este insigne propagandista de la áscesis monástica, do Sisebuto, celebrado en el de la iglesia principal de Sevilla (“con-
obra de Sulspicio Severo (396-397), fue editada por Fontaine, tra Acephalorum heresim magna auctoritate Ispalim in secretario
1966 y por Codoñer, 1987. sancte Ihereusalem concilium agitat…”) y el segundo en el 675 (XI
9. Para Egeria, Baquiario, etc, se trata de una concepción itineran- concilio de Toledo), celebrado en Santa María Virgen de Toledo (“in
te de la espiritualidad monástica en la que predomina la peregrina- Toletana urbe in beate matris Domini Merie virginis sede atrio in
tio pro Christo, muy distinta a la stabilitas loci -complementaria de secretario...”) (Martínez Tejera, inédito: II, 156-157).
la fuga mundi- que proclamará para el monacato occidental San 25. Para el proceso de conversión de los templos paganos en cris-
Benito: García y Bellido, 1954; Mundó, 1957: 78; Engelmann, tianos en la Hispania de la Antigüedad Tardía: Arce 2006b, López
1975. Quiroga, 2005; López Quiroga y Martínez Tejera, 2006.
10. Hydatii, 166 y 167. 26. “ilico ad hospitium ad quod diverterat decucurri et salutatione
11. Una algo más que sugerente revisión del siglo V a partir del praemissa” (Epistula 11, 11, 17), (Arce, 2005: 225)
análisis del ajuar funerario la ofrece: López Quiroga, 2004b. 27. “Ianua a Iano quodam apellatur, cui gentiles omne introitum uel
12. Al menos en la parte oriental del imperium a partir del 30 de exitum sacraverunt […] Est autem primus domus ingressus; cete-
julio de 381 sí, pues una ley dirigida al praefectus de ra intra ianuam ostia vocantur generaliter” ETYM., XV, 7 (T. II: 244).
Constantinopla prohibía los enterramientos “ad sanctos” en el inte- 28. Con una disposición muy similar por tanto a la de las residen-
rior de las ciudades (Buenacasa, 2003: 131), lo que significa que cias episcopales de Mileto, Priene y Tarraco, esta última datada a
al menos hasta ese momento se estaban produciendo. lo largo del siglo V, principios del VI (Müller-Wiener, 1984; Aquilúe,
13. Los bárbaros -dice (7. 41. 7)- se dedicaron al arado. Más los 1993).
vándalos que los alanos, estos últimos nómadas con una 29. En Martínez Tejera, 2006b: 119, nos hacíamos eco de la trans-
economía basada en el pastoreo. formación de este espacio en una cella bichora, pero al parecer no
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hay evidencia de la existencia de una espacio absidal añadido sobre las trece tumbas del ábside estuviera ubicado el sanctua-
(Járrega 2005: 154). rium, el altar.
30. Para las edificaciones cristianas sobre estructuras termales en 44. CJB, 88: “4. Leuugildus rex extinctis undique tyrannis, et per-
Hispania: Fuentes, 2000; Fernández Ochoa y Zarzalejos Prieto, vasoribus Hispaniae superatis sortius requiem propriam cum plebe
2001; Jiménez y Sales, 2004. resedit civitatem in Celtiberia ex nomine filii condidit, quae
31. Etimológicamente, según San Isidoro, se trata de una palabra Recopolis nuncupatur: quam miro opere et in moenibus et subur-
griega que en latín se traduce por “lúcida”, pues resplandece al banis adornans privilegia populo novae Urbis instituit”. También
recibir la luz a través del arco. Pero para el obispo hispalense exis- hacen alusión a dicha fundación San isidoro (HGWS, Cap. 51, 90:
te la duda de si debemos decir “ábside” o “ábsida” pues se trata de “condidit etiam ciuitatem in Celtiberia, quam ex nomine filii sui
una palabra de género neutro: “Absida graeco sernone, Latine Recopolium niminauit…”) y el anónimo redactor de la Crónica
interpretatur lucida, eo quod lumine accepto per arcum resplende- Albeldense, 19 (CAST, 169: “Urbem in Celtiberia fecit et Recopolim
at. Sed utrum absidam an absidem dicere debeamus, hoc verbi nominabit”). Su fundación por el monarca Leovigildo viene avalada
genus anmiguum quidam doctorum existimant...”) (ETYM., XV, 7 también por las dos monedas conmemorativas publicadas por
(T. II, 246)) Aloïs Heiss en 1872 (Campos, 1960: 129).
32. Hydatii, 133.; Liebeschuetz, 1997: 117. 45. Un texto elaborado a más tardar en el s. VII - la pasión de
33. O en su atrium: Martínez Tejera, 1993b: 171 y ss.; Godoy y Eulalia de Mérida, martirizada a raíz de los decretos promulgados
Tuset, 1994; Bango, 1997. Una vieja realidad funcional del atrio, la por Diocleciano (303-304) revela el uso indistinto de villa y posse-
del asilo, que ya se refleja en las medidas adoptadas por la Iglesia sio (posesión): “ciues et incola provincie Lusitanie, quum paulo lon-
hispana en tiempos de Ervigio (XII Concilio de Toledo de 681) y gius ab urbe, miliario tricesimo fere et octabo ultra Emeritam villa
más concretamente en su canon X, que permite a los que se refu- est nomine Promtiano in finibus prouencie Betice...ad supra dictem
gian en la iglesia moverse libremente dentro de la misma en una possessionem suam fuisset euocata...” (PH, 51, nota nº 1 y 52-53).
distancia de treinta pasos a contar desde las puertas de la misma: Y otro texto del pasionario ya citado, el de Santa Eulalia de
Martínez Tejera, 2008. Barcelona, cuenta como la futura mártir, ciudadana y habitante de
34. “Privilegio que perdurará en el siglo VI ya que es al que se aco- Barcelona (“barcinonensium ciues et incola…”) en el momento pre-
gerá Vagrila, seguidor emeritense del obispo arriano Sunna, que vio a su martirio residía junto con sus padres en un praediolo
junto con su mujer e hijos pidió asilo en la basílica de Santa Eulalia (hacienda) situado no lejos de la ciudad: “Morabatur autem cum
[…] Recaredo ordenó que todos ellos, junto con su patrimonio, parentibus suis in prediolo proprio, quod erat situm paulo longius a
vivieran allí como servi de la virgen Eulalia…” Ibídem. ciuitate...” (Idem, 104-105. Texto del s. VII, según Fábrega, 1953:
35. Incluso se llegó a destruir la sinagoga: Epistula, 4, 2; 20, 5; 20, T. I, 117).
4 y 24, 2. Algunos autores localizan en el yacimiento de Es Trabucs 46. Para otras latitudes occidentales: Guyon, 1992.
lo que pudo haber sido la ciudad tardo-antigua de Iamona 47. Aunque también hay opiniones contrarias: Godoy, 1995: 207-
(Amengual, 1991: T. I, 302). 212; Salas, 2004. Sea como fuere y en virtud de la ley imperial que
36. La conversión de los vándalos al arrianismo tuvo lugar en el permitía el traslado de un cuerpo enterrado de una ciudad a otra,
428 de la mano del rey Genserico (Arce, 2005: 121). esta traslación tuvo que realizarse siempre a partir de 386.
37. Hydatii, 79; Rodríguez Alonso 1975: 73. 48. Sexta centuria en la que, en lo concerniente a la Península
38. Nulo o casi nulo es nuestro conocimiento arqueológico de la Ibérica, se fijaba su acta de nacimiento pero también de defunción,
tardo-antigüedad en ciudades tan importantes como Córdoba: “[…] puesto que no volvería a presentarse como una cierta constante
de la Córdoba tardoantigua contamos sólo con algunas pinceladas (al menos a simple vista y en un primer acercamiento) hasta la
que permiten, cuando más, atisbar los rasgos generales que defi- décima centuria, momento en el que sería reincorporado al progra-
nen la organización del nuevo paisaje urbano” (Hidalgo, 2005: ma arquitectónico de varios edificios (Bango, 1989: 72-74).
401). 49. Noticia recogida por Vicent, 1976.
39. La ‘basílica de Conimbriga’ ha sido objeto de un estudio en el 50. Duval, 1969. De los 21 edificios contraabsidados que analiza
marco de un Proyecto Arqueológico hispano-francés -De la el investigador francés, cuatro son catedralicios (Bulla Regia I,
‘domus tancinus’ a la ‘domus ecclesia’: Evolución y transformación Sbeitla I y II -o iglesia de Vitalis- y Cyrenne) y otros siete probable-
de un barrio residencial intramuros de la ciudad de ‘Conimbriga’ mente también (Orleansville, Matifu, Belalis Maior II, Uppena,
(Condeixa-à-velha, Portugal) entre la Antigüedad y la Edad Media- Mactar III, Mididi y Skhira I); dos son iglesias cementeriales o
financiado por el Ministerio de Cultura (Dirección General de Bellas martyria (capilla de Alejandro en Tipassa y la Basílica Maiorum de
Artes y Bienes Culturales) y dirigido por el Prof. Jorge López Cartago); cinco son iglesias urbanas (Belalis Maior I, iglesias car-
Quiroga (Universidad Autónoma de Madrid. En breve saldrá publi- taginesas de Dermech II-III, Thélepte III y probablemente Iunca III),
cado el estudio de la “basílica de Conimbriga” en los BAR. y, por último, una rural (Hr Goraat ez-Zid).
40. Recordemos que durante esta centuria sus murallas fueron 51. A pesar de que definió el contraábside como una exedra semi-
destruidas violentamente pero también que la ciudad conservaba circular, interior o exterior, con respecto a la fachada, frente a con-
su pasado esplendor romano cuando el godo Tedodorico se insta- tra-coro y contra-altar, cuadrados o rectangulares; en su opinión la
ló en ella. Incluso algunos años después, “en tiempos de Eurico, identidad de su función importa más que su tipología. Unos y otros
potente rey de los Godos”, concretamente en el 483, el obispo representan un segundo centro de culto (o simplemente devocio-
Zenon, auténtico líder local de la ciudad, instigará la restauración nal) ubicado frente al santuario principal. En su opinión es mucho
de la muralla y de un puente (Arce, 2003; Ramírez- Mateos, 2001: más importante su función que su emplazamiento (Duval, 1971-
Nº 10). 1973: 374-376).
41. Hydatii, 80. 52. Puesto que en edificios como La Cocosa (Badajoz) y Bruñel
42. “Altaribus direptis et demolitis sacer ovnis ornatus et usus (Jaén) todavía está por definir su carácter eclesiástico o religioso:
aufertur; duo illic episcopi inventi vum ovni clero abducuntur in cap- (Palol y Sotomayor, 1972: plano lámina nº 171).
tivitatem…”: Hydatii, 179. 53. “Vicus autem dictus ab ipsis tantum habitationibus, uel quod
43. Marialba pudo ser, en sus orígenes, un edificio de dos plantas vias habeas tantum sine muris. Est autem sine munitione muro-
ya que se han hallado unas escaleras que llevaban a un nivel rum; licet et vici dicantur hipase habitaciones urbis. Dictus autem
superior del ábside (Godoy, 1995: 336-337). Aunque por el vicus eo quod sit vice civitatis, uel quod vias habeat tantum sine
momento solo se puede afirmar con ciertas reservas, puede que muris” ETYM., XV, 2, (T. II: 228-229); (IH, 147). Cervera 1993-
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262 El tiempo de los “Bárbaros”. Pervivencia y transformación en Galia e Hispania (ss. V-VI d.C.)

1994: 74 y 76, nota 42, señala el alejamiento del hispalense de la Arquitectura Cristiana en Extremadura: época tardoantigua y
definición clásica del término, estudiada por Homo, 1971. altomedieval. Anejos de AEspA, XXIX: 177-230. Mérida.
54. Para Gutiérrez y Benéitez, 1996: 109, los vici no son sino
“pequeños núcleos rurales o unidades de producción agraria, cre- ARCE MARTÍNEZ, J. (2003): Mérida Tardorromana, 300-580 A. D.
ados quizá por pequeños grupos de campesinos independientes Mérida.
de los latifundios”.
- (2005): Bárbaros y romanos en Hispania (400-507 A. D). Marcial
55. Y probablemente también civiles: como los Compita o Conpita,
en los que los campesinos acostumbraban a celebrar sus reunio- Pons Historia. Madrid.
nes: “Conpita sunt ubi usus est conventos fieri rusticorum; et dicta - (2006a): “Villae en el paisaje rural de Hispania romana durante la
conpita quod loca multa in agris eodem conpetant; et quo conveni-
Antigüedad Tardía”. En A. Chavarría, J. Arce y G. P. Brogiolo
tur a rusticis” (ETYM., XV, 2, 15 (T. II, 228)).
56. Muy distinto a lo que ocurrió en el mundo galo, en donde la (eds.): Villas Tardoantiguas en el Mediterráneo Occidental.
herencia de Martín de Tours (s. IV) se plasmó “en la villa transfor- Anejos de AEspA, XXXIX: 9-15. Madrid.
mada en monasterio, donde la comunidad campesina se integra
en las estructuras dominantes, del mismo modo que las creencias - (2006b): “Fana Templa, Delubra, destrui praecipimus”. El final de
primitivas se integran en la religiosidad cristiana…”: (Plácido, los templos de la Hispania Romana, Archivo Español de
1990: 202). Arqueología. Vol. 79: 115-129.
57. Epistula 11.
58. Arce, 2005: 224 y nota 49. Sobre conceptos tales como monas- ARIÉS, Ph. (1977): L`homme devant la mort. Editions du Seuil. Paris
terium y coenobium en la época que nos ocupa: Martínez Tejera, (edic. española 1983: La muerte en Occidente. Taurus. Madrid).
2006a.
AZKARATE GARAI-OLAUN, A. (2002): “Intereses cognoscitivos y praxis
59. Cervera, 1993-1994: 74, afirma que tanto el suburbio como
los Compita son dos tipos de asentamientos urbanos, el segundo social en Arqueología de la Arquitectura”. Arqueología de la
rústico (¿?). Para San Isidoro suburbanus es un tipo de nombre Arquitectura, 1: 55-71.
local que proviene del lugar al que se hace referencia (loci a
- y QUIROS CASTILLO, J. A. (2001): “Arquitectura doméstica altome-
loco): “Suburbana sunt circumiecta civitatis aedificia, quasi sub
urbe” (ETYM, Libro II, (T. I: 229)). dieval en la Península Ibérica. Reflexiones a partir de las exca-
60. Un pórtico según Godoy, 1995: 191. vaciones arqueológicas de la catedral de Santa María de
61. Respecto al conjunto de Id-Dèr ya señaló Braunfels, 1975: 31:
“Delante de la iglesia se encuentra un patio cuadrado en forma de Vitoria-Gasteiz (País Vasco)”. Archaologia Medievale, XXVIII:
atrio, rodeado de edificaciones de piedra. Una vez más ni el aspec- 25-60.
to ni las dimensiones permiten deducir a qué funciones iban desti- BANGO TORVISO, I. G. (1989): Alta Edad Media. De la tradición his-
nadas […] También aquí se hecha de menos un recinto reservado
a la vida monástica […] La concepción global del monasterio orien- panogoda al románico. Silex. Madrid.
tal, con el contraste entre el más rígido ascetismo anacoreta y el - (1995): Edificios e imágenes medievales. Historia y significado de
público servicio a los peregrinos y viajeros, estaba arraigada en las Formas. Colección Historia de España, 11. Madrid.
unas costumbres de vida radicalmente distintas…”.
62. Para los espacios monásticos y/o cenobíticos relacionados con - (1997): “La vieja liturgia hispana y la interpretación funcional del
la asistencia durante la Antigüedad Tardía y Alta Edad Media: templo prerrománico”. VII Semana de Estudios Monásticos de
Martínez Tejera, 1997; (inédito): T. I, 333 y ss.; e. p.
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