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Introducción
En el tratado sobre las ramas o disciplinas que constituyen la Filosofía, como saber
universal y totalizador sobre el mundo, hemos analizado el objeto de estudio de la
Historia de la Filosofía, es decir, las distintas posturas o formas de estudiar la
evolución y desarrollo del pensamiento a través de la historia (Capítulo IV).
Si nos referimos al evolucionismo, expuesto en “El Origen de las Especies” del gran
evolucionista Charles Darwin, tendremos que narrar la misma circunstancia; el
hombre surge con el pensamiento puesto en acción para resolver problemas y dar
respuestas a sus necesidades en el mundo. Así se origina el conocimiento, desde el
nivel más simple hasta el más complejo.
La Filosofía como actitud natural en el hombre consiste en la tendencia hacia todo,
pero siempre hacia la satisfacción del vacío que se produce en él al hacerse
consciente de sus necesidades. Entendida así, la Filosofía surge con el hombre y
por el hombre, surge con el pensar mismo, surge con la manifestación del
pensamiento, como una respuesta del hombre ante su necesidad, como una
respuesta, primero consigo mismo, luego con el medio, con los demás y con el
absoluto. Entonces, la respuesta a la cuestión ¿Cuándo surge el hombre? Será la
misma de la pregunta ¿Cuándo surge la filosofía?: Es la tendencia a la búsqueda de
aquello que satisface una necesidad. ¿Cuál es la necesidad originaria, de la cual
surgen todas las demás necesidades? Esta necesidad consiste en saber, pensar,
conocer. De aquí surge toda Gnosis o episteme.
Este “fenómeno” se da, desde el hombre y con el hombre, lo cual quiere decir que la
filosofía y el filosofar es una actitud del pensamiento, del conocimiento, de la
capacidad que distingue al hombre de los irracionales.
El hombre, desde el momento en que aparece sobre la tierra, ha poseído esta
facultad de pensar, y la ha ejercitado enfrentándose con los problemas que le
plantea la realidad, tratando de darles solución con sus propios recursos racionales;
sin importar que haya surgido por creación o por evolución.
Y la misma tendencia natural del hombre es definida por Heidegger como “una
disposición interior a través de la cual se abre el ser para conocer el ente.
Igualmente, el filósofo español José Ortega y Gasset define la primera fase de toda
filosofía como una “preocupación”; y sostiene: “...el que quiera vivir la verdadera vida
humana, vida de decisión continua, no tiene otra salida que preocuparse, pensar,
filosofar”.
Todos estos pilares de la filosofía coinciden, en diferentes épocas de la historia, en
señalar una misma actitud humana en la que se origina toda filosofía, todo
conocimiento y toda ciencia. De todas estas posturas sobre el origen del acto de
filosofar podemos definir la filosofía como la manifestación del pensamiento, como
una respuesta del hombre frente al mundo circundante, un resultado del contacto del
hombre consigo mismo, con los demás y con el mundo. Algunos filósofos han
denominado este inicio con el nombre de “asombro”. Cuando preguntamos ¿Qué es
el tiempo?, ¿Quién soy yo?, ¿Qué es el universo’?, estamos ante cuestiones que
resultan de la reflexión sobre la admiración que conduce al hombre filósofo el
encuentro con el ser.
6.1.2 Concepción Religiosa o Teocéntrica
Otra doctrina de la filosofía oriental es el budismo, que hace referencia al dios Buda
o el iluminado, que contenía la cuarta encarnación del ser supremo. Esta creencia
ha influenciado a todas las culturas orientales y occidentales hasta nuestros días.
De este modo surge la multiplicidad de las religiones, a través del politeísmo, como
una forma equivocada de volver a su Dios, falsificando la realidad de su deidad.
El hombre de los estados orientales antiguos realiza su cuestionamiento y “espera la
respuesta” a sus cuestiones e interrogantes de su dios, o del dios que representa la
necesidad que expresan estos cuestionamientos: dios de la lluvia, del sol, de la
tierra, del amor. En todas sus manifestaciones culturales nos encontramos con una
concepción religioso-filosófica basada en un dios.
Esto significa que el hombre deja de cuestionarse mirando hacia arriba (actitud
teocéntrica) y comienza a cuestionarse mirando hacia abajo, a su alrededor (actitud
científica). Se pregunta ¿cómo surge el universo? ¿Por qué se mueven o cambian
las cosas? Esto no significa que la filosofía, desde su origen histórico constituyó una
ciencia, con toda la rigurosidad que ésta conlleve; lo que queremos denotar en esta
afirmación es la actitud y el proceder de los primeros filósofos griegos en su
búsqueda de respuestas a sus múltiples cuestionamientos sobre la realidad
circundante.
En esta cultura griega se diseña lo que se conoce en los textos y mapas de la
historia de la filosofía, como la cuna de la filosofía occidental, cuya primera etapa se
denomina filosofía presocrática, porque contiene las diferentes posiciones filosóficas
anteriores al surgimiento de Sócrates en Atenas. Esta es la visión que desarrollamos
en el siguiente tema.
Este acontecimiento se produjo debido a las condiciones históricas que vivían los
griegos y las influencias recibidas de las culturas orientales, algunos ciudadanos
griegos y atenienses comenzaron el intercambio de todas clases de ideas y
descubrimientos, conjuntamente con la fundación de las grandes ciudades y la
expansión comercial en las costas del Asia Menor y el sur de Italia.
Por estas razones dedicamos estas referencias históricas de la filosofía para resaltar
sus puntos más sensibles al desarrollo del pensamiento filosófico de oriente y de
occidente hasta nuestros días.
6.2 LA FILOSOFÍA EN EL PENSAMIENTO ORIENTAL (VISIÓN TEOCÉNTRICA)
La idea del cambio: De este modo, la idea del cambio para los orientales significa
que la realidad fluye y cambia perpetuamente. Pero estos cambios no corresponden
a un caos, sino a una evolución con sentido, donde todo sucede por mutaciones
encauzadas dentro de las leyes naturales del movimiento. El tipo de mutaciones
permitidas que se dan en la realidad lo hacen de tres modos diferentes de cambio:
Por otra parte, los aportes de las filosofías orientales consisten en la idea de la
unidad del universo y la perfección humana lograda por el yoga. Por ejemplo, el
aporte en la filosofía china reside en la forma de ver el mundo y de vivir integrado en
el fluir de la naturaleza. Se excluye el concepto de ley y lo sustituye el orden.
Lo primero que debe tenerse en cuenta es que el espíritu de los indúes se dirige
más a lo eterno que a lo temporal, de ahí la dificultad para precisar las fechas.
Tampoco se habla de pensadores concretos, puesto que la persona no interesa,
sólo permanecen sus pensamientos.
En la evolución del pensamiento indú sobresalen dos períodos: Período Veda: (1500
a.C. — 500 a.C.) y Período Clásico (500 a.C. — 1000 d. C.)
a) Período Veda: Se caracteriza por la unidad alrededor de la religión Brahamánica
nombre que viene de unos escritos de carácter religioso, de épocas diversas y de
autores anónimos, llamados Vedas. La extensión de los vedas equivale a unas seis
veces la Biblia. Dentro de estos escritos hay una división según el oficio que
desempeñaba en el culto: Convocador: King Veda (versos). Cantor: Sama Veda
(cantos), Oficiante: Yagu Veda (plegarias), Sumo Sacerdote: Atarva Veda (fórmulas
mágicas).
Año por año, estos libros recibían adiciones de acuerdo al tiempo en que aparecían,
se hacían nuevas divisiones. La época principal es aquella en que surgen los
Upanishadas que son fórmulas muy secretas aparecidas más o menos del 750 al
500 a.C. Según esta doctrina de los Upanishadas, en un principio no aparece la
diferenciación entre las cosas animadas y las inanimadas… la materia se confundía
con el espíritu... se creía que todo estaba animado y que los hombres no se
diferenciaban de las cosas.
En este ambiente de bajo nivel cultural apareció una pregunta filosófica: ¿Habrá algo
oculto detrás de la multiplicidad de las cosas’ ¿Este mundo, con todas sus cosas,
habrá tenido un principio?. Todo se queda en la duda radical, pero lo que sí parece
claro es el deseo de buscar la unidad.
En tercer lugar, en este período clásico se desarrolló la doctrina del Budismo, con
una amplia expansión en las culturas occidentales posteriores. Se fundamenta en la
persona de Buda, nacido probablemente en el año 576 a.C. Su verdadero nombre
era Sidharta Gautama. Su vida está envuelta en muchas leyendas de carácter
mitológico. Pertenecía a una familia noble, pero pronto se dio cuenta de los
sufrimientos de los demás y se propuso realizar una renovación. Se hizo monje, con
un método de penitencia exagerado... pronto se decidió a adoptar otro método.
Adoptó el nombre de Buda que significa el Iluminado y agrupó a sus discípulos en
pequeñas comunidades.
Las verdades fundamentales del Budismo las podemos resumir en las siguientes:
Los elementos que constituyen esta doctrina son: El Dharma, que es el nombre dado
a todos los elementos constitutivos de las cosas y son inanimados. Incluso los
elementos constitutivos de los seres animados y de los dioses, son inanimados para
esta doctrina. Los Dharmas duran un instante, por eso el mundo es una ilusión, una
fantasía, por cuanto todo va cambiando. También el alma es un cambio continuo,
sólo vivimos u instante. El Dharma es, pues, un instante.
Otros elementos importantes del budismo son: El Dharma como Ley, sostiene que el
cambio continuo no se realiza por el azar, sino que obedece a una ley: la ley de la
causalidad que también se llama Dharma y que rige, no sólo la casualidad física,
sino también el obrar del hombre. Esta ley se va desarrollando en un ciclo continuo y
puede considerarse como absoluta... todo lo demás es relativo.
b) El Taoísmo (Lao Tse): Probablemente del año 600 a.C., por tanto, anterior a
Confucio. Su nombre significa “Viejo Maestro”. Escribió una obra llamada “Tao-Te-
King”, que se traduce “Libro sobre el Camino y la Virtud”. Entendiendo el Tao como
principio. Lao Tse considera que el Tao es el principio de todas las cosas, la causa
primera, identificada con la ley que rige todo cuanto existe, y esa ley, a su vez, no
está condicionada por ley alguna, es ley en sí misma... es una ley eterna e
impersonal.
Subsiste así el problema sugerido de averiguar cuál haya podido ser la religión que
estableciera dicha jerarquía de dioses.
Las últimas dos formas tienen a su favor el hecho de ser fuerzas elementales de la
naturaleza. Algunas de sus divinidades más importantes las conocemos como Ra (el
sol), Nut (el firmamento), Set o Tyfón (la tierra). Además, sus grandes leyendas
religiosas, inseparables de su complicadísima mitología, hacen de Osiris (una de
cuyas múltiples actividades es la de personificar las fuerzas y fecundidad de la
naturaleza), de su mujer Isis y de Horus, su hijo, divinidades del orden natural.
Creían que el destino del alma después de la muerte, su destrucción o felicidad
dependía de la conducta que el individuo había practicado en vida.
Para que el muerto pudiese defender su causa ante el tribunal de Osiris, se colocaba
al lado de su sarcófago el Libro de los muertos, especie de guía para el otro mundo,
donde el muerto encontraba las indicaciones de todo lo que debía hacer para
justificarse ante sus jueces. Razón tenía Heródoto, el gran historiador griego, al
referirse a los egipcios como “los más religiosos de todos los hombres”. Admirado
este ilustre viajero de la proliferación de los dioses en las tierras del Nilo, dijo
igualmente de sus habitantes: “Oh buenas gentes, a quienes hasta en sus mitos
huertos nacen dioses”.
Las nobles conquistas del espíritu y la razón, una de las más gloriosas de las cuáles
es la filosofía, o la investigación del cómo y el porqué de las cosas, no medra allí
donde la fuerza bruta sojuzga al espíritu y donde el látigo del amo habla más recio
que todas las voces del alma.
No fue otro el medio en que vive su historia el Egipto faraónico. La enormidad de las
realizaciones materiales de este pueblo, en pirámides, ciudades, templos, estatuas,
canales, mausoleos, etc., no guarda proporción de ninguna clase con lo escaso de
su desarrollo espiritual.
No existió entre los hebreos, como tampoco existió entre los egipcios, ni en el
mazdeísmo, la Filosofía racional y científica, o la Filosofía sistemática. Sin embargo,
y gracias a la revelación divina, el pueblo hebreo conoció y poseyó un conjunto de
verdades teológicas, metafísicas, morales y político-sociales, que constituyen una
Filosofía y una ciencia, muy superiores, en cuanto a verdad y pureza de doctrina, a
todas las ciencias y a todos los sistemas filosóficos de las antiguas culturas y
civilizaciones orientales; algunos sostienen que hasta superiores a las de Grecia y
Roma. Para convencerse de ello, bastará exponer sumariamente ese conjunto de
verdades, comparándolas de paso con las ideas, máximas y práctica de otras
naciones y pueblos.
Dios pues, es principio y causa del mundo y de todos los seres, no sólo en cuanto a
su forma, distinción y orden, sino también en cuanto a la materia, y, por
consiguiente, es causa, principio y razón suficiente de todo lo que constituye el
Universo-mundo, sin que por eso el mundo sea parte de su substancia, ni Dios
dependa en nada ni para nada del mundo, sin el cual existió desde la eternidad.
Hasta los nombres mismos y las definiciones que la Escritura atribuye a Dios,
entrañan y revelan altísimo y superior concepto de la divinidad sobre todos los
demás pueblos, aun los más civilizados.
Dios es autor, creador y padre común de todos los hombres, los cuales, todos, sin
distinción de razas, pueblos ni personas, son iguales entre sí, porque son hecho a
imagen y semejanza de Dios; son hermanos e iguales, porque son hijos del mismo
padre terreno y celestial, llevan impreso el sello divino, y están destinados todos a la
vida eterna en Dios. Excusado es llamar la atención acerca de la inmensa
superioridad de esta doctrina, sobre las teorías y máximas de los demás pueblo
contemporáneos del hebreo, en los cuales, aparte de la esclavitud, dominaba el
régimen de castas bajo una forma u otra.
Para Manú, y en general para el panteísmo, el mal trae su origen de Dios; Zoroastro
busca su origen en un segundo dios opuesto al Dios del bien. Moisés enseña que el
mal trae su origen de la voluntad finita y creada, o sea del abuso de la libertad
concedida a los ángeles y al hombre, única teoría que es dable conciliar con la
bondad infinita y creadora de Dios, la existencia y el origen del mal moral.
Es muy común decir que el gobierno del pueblo israelita fue teocrático; afirmación
muy inexacta ciertamente, a no ser que por teocracia se entienda el reconocimiento
del dominio supremo de Dios sobre todo reino, como lo tiene sobre todo el mundo.
Con más propiedad y verdad que en el pueblo de Israel, la teocracia debe buscarse
en el Egipto de la antigüedad, la Asiria, la Caldea y otras naciones, cuyos reyes
recibían apoteosis en vida y recibían culto divino, con estatuas, templos y demás
manifestaciones idolátrico-teístas, cosa que no sucedía con los jefes y reyes del
pueblo de Judá.
Entre los hebreos, más que teocracia, podemos hablar democracia. Es verdad que
Dios solo reina en Israel; pero su representante humano, su oráculo, por decirlo así,
no es el sacerdocio o sacerdote, sino el pueblo o el ciudadano. El pueblo es el que
gobierna, o por sí mismo, o por medio de delegados legos, unas veces con el
nombre de jueces, y otras con el carácter de reyes. Mientras que el sacerdote
egipcio lo posee todo, el sacerdote judío, nada posee, lejos de alimentar a los demás
hombres, espera y recibe de ellos su subsistencia.
Otra concepción que distingue las culturas hebreas es que la condición de la mujer,
del hijo y hasta la del esclavo entre los judíos, era muy superior y muy diferente de la
que tenían entre las naciones que carecían de la luz de la revelación mosaica, y que,
tanto en esta parte como en otros muchos puntos, el mosaísmo fue la preparación
del cristianismo y el prólogo del Evangelio.
Nótese bien que esta moral tan pura y superior a la de las demás naciones, y, sobre
todo, que esta grande idea monoteísta, a la vez que las elevadas ideas religiosas
que la acompañan en el pueblo judío, arrancan en el terreno histórico de un hombre
que había nacido, se había educado y crecido en medio de un pueblo cuya moral y
cuyas costumbres eran la antítesis del Decálogo, como sus ideas y prácticas
religiosas eran la antítesis del monoteísmo judaico.
Del cielo a la tierra descendieron entonces en el Verbo y con el Verbo ideas nuevas,
grandes y fecundas, a cuyo contacto se estremeció la humanidad, abatida a la sazón
y postrada en el lecho del dolor y de la muerte. Pero resonó en su oído la voz
augusta del Salvador, que le decía: “Surge et ambula”, levántate y marcha. Y la
humanidad marchó desde entonces, y marcha hoy y marchará siempre, a la victoria
contra el mal en la vida presente, a la conquista del bien supremo en la vida futura.
6.3 PERÍODO, ESCUELAS Y FILÓSOFOS MÁS DESTACADOS DE LA EDAD
ANTIGUA EN OCCIDENTE
Como han sostenido algunos, la filosofía es hija del ocio. Esta idea nos permite
afirmar que solo cuando la sociedad se divide en clases y aparecen hombres que
pueden vivir del trabajo ajeno se dan las condiciones necesarias para el surgimiento
y desarrollo del pensamiento filosófico. Este suceso se ubicaría en el periodo
histórico en que se desintegra la comunidad primitiva y comienza a establecerse la
formación económica social esclavista.
Esta revolución llevada a cabo por algunos “intrusos” de la Grecia antigua se debió a
los grandes cambios producidos por la naciente democracia, el desarrollo de las
técnicas de navegación el cambio del trueque por la moneda, la intervención de una
ideología mítica clara iniciada por la síntesis de Homero a través de la Ilíada y la
Odisea.
Por estas razones apoyamos la idea de que la filosofía en sus comienzos estuvo
mezclada con la mitología, con el misticismo y concepciones religiosas, debido a
que, por un lado, esta filosofía griega estuvo vinculada con las culturas orientales de
Egipto, India, China y Babilonia; pero, por otro lado, experimentó el cambio de visión
del mundo, iniciada por hombres específicos, como Tales de Mileto y una larga lista
de “hombres de ciencia” que aplicaron teorías racionales para explicar los
fenómenos a su alrededor. Pues, no fue toda la cultura griega, sino algunos griegos
los que propiciaron enderezar las costumbres de sus conciudadanos y enunciar
lecciones que la experiencia les dictaba. Eran hombres de acción y prudentes;
poetas e intérpretes de las tradiciones religiosas, que tomaron la decisión de la
especulación filosófica.
Sin embargo, Grecia se vio enriquecida por las influencias recibidas desde el oriente,
a través de sus relaciones culturales de muchos siglos. Esta influencia era pobre en
las hipótesis de comprobación de los fenómenos; pues, como hemos dicho, en el
oriente existían concepciones en las que la divinidad lo hacía todo; el hombre se
cuestiona, pero espera las respuestas, lo cual implica una actitud contemplativa.
Por esto los griegos se ven en la necesidad de crear y formular hipótesis para
explicar la nueva realidad circundante, lo cual implica una actitud reflexiva,
adquiriendo así la paternidad de los sistemas elaborados que han servido de fuente
al pensamiento filosófico de occidente; el hombre se cuestiona, pero busca sus
propias respuestas.
Todas las hipótesis del pensamiento griego perseguían describir y justificar el origen
del mundo concreto. Lasdos primeras hipótesis más generales de toda la filosofía en
el primer período presocrático fueron: ¿De qué se hizo todo en el universo? y ¿Por
qué se produce el cambio o el movimiento? Estas dos cuestiones condujeron a la
búsqueda de un principio u origen del mundo físico y del cambio que en él se opera
(Arjé o Arché). Estos planteamientos se convierten, más tarde, en el objeto por
excelencia de la filosofía occidental, por lo menos de todo lo que se ha conocido a
través de la historia como la filosofía antigua, que abarca desde Tales de Mileto
(Siglo VII a. C.) hasta la Filosofía Helénica (Siglo IV d. C,).
Estos primeros filósofos griegos del Período Presocrático, conocidos como filósofos
de la naturaleza o fisiólogos, porque estudiaban la fisis, para dar la explicación o
buscar el fundamento primigenio o el principio que sirviera de causa u origen a todo
lo existente. A este Principio lo identificaron con los términos griegos “Arjé” o “Arché”.
Cada uno de estos filósofos daba una solución distinta a las mismas hipótesis de la
constitución y movimiento del universo, siempre en busca de la respuesta a la
pregunta ¿De qué se originó todo lo existente?
En conclusión, fueron los griegos (“intrusos”) los primeros que se inquietaron frente a
la realidad circundante y comenzaron a filosofar. Fueron los primeros que se
lanzaron tras la búsqueda de un primer principio, que les diera una explicación
fundamental de la realidad. Nos enseñaron que para filosofar hay que admirarse
(Platón y Aristóteles).
a) Escuela Jónica o de los Milesios (Corriente Cosmológica): Esta escuela sigue una
reflexión filosófica basada en la corriente cosmológica. Está representada
fundamentalmente por Tales de Mileto, Anaximandro y Anaxímenes. Es la escuela
naturalista propiamente dicha, fundada en Jonia.
También en esta forma supone que a todo fenómeno sucede uno que le es contrario
cualitativamente, lo cual le lleva a establecer como contrario: Agua - Fuego, Húmedo
- Seco, Verano - Invierno. Esta paridad simétrica de la naturaleza, que implica la
concepción de cadenas causales, se desarrollará en el pensamiento griego
posterior.
2)ANAXIMANDRO (610 a.C. 545 a.C.)
Es posible que el gran pensador y matemático viajara entonces a Mileto, para visitar
luego Fenicia y Egipto; en este último país, cuna del conocimiento esotérico, se le
atribuye haber estudiado los misterios, así como geometría y astronomía. Algunas
fuentes dicen que marchó después a Babilonia con Cambises, para aprender allí los
conocimientos aritméticos y musicales de los sacerdotes.
El camino de ese saber era la filosofía, término que, según la tradición, Pitágoras fue
el primero en emplear en su sentido literal de «amor a la sabiduría». También se le
atribuye haber transformado las matemáticas en una enseñanza liberal mediante la
formulación abstracta de sus resultados, con independencia del contexto material en
que ya eran conocidos algunos de ellos; éste es, en especial, el caso del famoso
teorema que lleva su nombre y que establece la relación entre los lados de un
triángulo rectángulo, Una relación de cuyo uso práctico existen testimonios
procedentes de otras civilizaciones anteriores a la griega.
Cada par de opuestos es una pluralidad y, a la vez, una unidad que depende de una
reacción equilibrada entre ambos; el equilibrio total del cosmos se mantiene merced
a la interacción sin fin entre los opuestos, garantía de que el cambio en una
dirección acabará por conducir a otro cambio en la dirección contraria. El Logos
expresa la coherencia subyacente de las cosas, que los hombres deben tratar de
comprender, ya que la sabiduría consiste en entender cómo se conduce el mundo, y
ese entendimiento ha de ser la base de la moderación y el autoconocimiento, que
Heráclito postuló como ideales éticos del hombre.
Existe aún polémica sobre si debe entenderse esta afirmación en sentido literal o de
otro modo. En cualquier caso, los atributos que Parménides atribuyó al ser fueron
transferidos por Demócrito y Empédocles al átomo, y se hallan en el origen del
materialismo filosófico. Por otro lado, su doctrina inició la llamada escuela eleática,
cuya figura más representativa fue Zenón de Elea, que dedicó sus esfuerzos a
problematizar la posibilidad del movimiento a través de una serie de paradojas que
se harían célebres.
Parménides escribe más como poeta que como filósofo. Para entender su
pensamiento hay que distinguir entre ente y ser. Lo ente es lo que aparece, lo
constituido como existente, determinado, visible. El ser es el aparecer mismo, lo que
hace que algo en general aparezca. (Parménides pretende quitar al ser todas las
determinaciones del ente o dicho de otra manera todo no ser). Lo ente en realidad
es apariencia, propiamente no es. El “ente” es propiamente inmóvil, no cambia,
siempre permanece. Las cosas sensibles, por ser sensibles propiamente no son
“ente”, cambian, no permanecen. Pensar es oponerse al conocimiento sensible para
buscar el conocimiento en lo inmutable, es decir, en el ente.
Filósofo y poeta griego. Para dar cuenta de los cambios a los que está sometido el
mundo, Empédocles afirmaba que debe haber más de un principio, por lo cual
postuló la existencia de cuatro elementos: la tierra, el aire, el fuego y el agua, de
cuyas combinaciones surgen todas las cosas. Por ello, nada es verdaderamente
destruido, sino sólo transformado en otra combinación. El amor y el odio serían los
principios de atracción y repulsión que dominan alternativamente el curso del
universo, en un ciclo siempre repetido. Empédocles desempeñó también un papel
muy importante en el desarrollo de la escuela de medicina de Sicilia y al parecer
salvó a la ciudad de Sileno de una plaga. Una leyenda explica que, cansado de la
vida y de que la gente no cree en su carácter divino, Empédocles se suicidó saltando
al cráter del volcán Etna.
La inmutabilidad de los átomos se explica por su solidez interior, sin vacío alguno, ya
que todo proceso de separación se entiende producido por la posibilidad de
penetrar, como con un cuchillo, en los espacios vacíos de un cuerpo; cualquier cosa
sería infinitamente dura sin el vacío, el cual es condición de posibilidad del
movimiento de las cosas existentes.
El átomo será así una unidad física concreta, pero partiendo de un concepto
matemática racionalista. Esto elimina las incongruencias lógicas de Pitágoras al
considerar al número abstracto como físico. Pues, los átomos no son números,
aunque se llegue a ellos mediante el razonamiento matemático, son una pluralidad
infinita de materia en cantidades discretas.
Las enseñanzas de Sócrates eran realizadas caminando por las plazas y los
mercados de Atenas, donde tomaba a las gentes del común (mercaderes,
campesinos o artesanos) como interlocutores para someterlas a largos
interrogatorios. Este comportamiento correspondía, sin embargo, a la esencia de su
sistema de enseñanza la mayéutica, que él comparaba al arte de comadrona que
ejerció su madre, La Mayéutica fue su método por excelencia, se trataba de llevar al
interlocutor a alumbrar la verdad, a descubrirla por sí mismo como alojada ya en su
alma, por medio de un diálogo en el que el filósofo proponía una serie de preguntas
y oponía sus reparos a las respuestas recibidas, de modo que al final fuera posible
reconocer si las opiniones iniciales de su interlocutor eran una apariencia engañosa
o un verdadero conocimiento.
La cuestión moral del conocimiento del bien estuvo en el centro de sus enseñanzas,
con lo que imprimió un giro fundamental en la historia de la filosofía griega, al
prescindir de las preocupaciones cosmológicas de sus predecesores. El primer paso
para alcanzar el conocimiento, y por ende la virtud (pues conocer el bien y
practicarlo era, para Sócrates, una misma cosa), Consistía en la aceptación de la
propia ignorancia. No dejó doctrina escrita, ni tampoco se ausentó de Atenas (salvo
para servir como soldado), contra la costumbre de no pocos filósofos de la época, y
en especial de los sofistas, pese a lo cual fue considerado en su tiempo como uno
de ellos.
Sócrates, del que no tenemos más noticias de las que nos da Platón, se empeñó en
una oposición a la filosofía sofista que dominaba su tiempo. Pretendía una ática de
carácter científico, es decir, basada en verdades universales y necesarias. Su
pensamiento se definió como el intelectualismo ético o moral, por hacer coincidir los
conceptos de verdad y bien, de sabiduría y virtud.
El método de la filosofía de Sócrates tiene dos procedimientos, que más tarde serían
repetidos por Platón: La Mayéutica y la Ironía. Con la ironía se libera al interlocutor
de sus prejuicios y opiniones gratuitas, para que tome conciencia de su ignorancia.
Más tarde, con la mayéutica, a partir de preguntas, se saca a la luz los conceptos
exactos que estaban ocultos en el alma. Este método presupone admitir las ideas
innatas y que el conocimiento no consiste más que en descubrirlas.
Su nombre original es Aristocles, apodado Platón, que significa «el de las anchas
espaldas» por su prestancia física, perteneció a una rica familia aristocrática. A los
dieciocho años, y a través de su maestro Cratilo, entró en contacto con Sócrates,
abandonando su primer interés por la poesía en favor de la filosofía. Permaneció en
estrecha relación con Sócrates hasta la condena y ejecución de éste en el 399 a.C.,
tras lo cual, descontento con la actuación de los demócratas, se refugió en Megara
junto con otros miembros del círculo socrático.
Viajó luego por Egipto y visitó también Siracusa, donde conoció a Dión, cuñado del
tirano Dionisio el Viejo; según una historia poco fiable, a raíz de un conflicto entre el
tirano y Platón, el filósofo acabó siendo vendido como esclavo.
Hacia el 387 a.C., regresó a Atenas y un tiempo después fundó allí su escuela, la
Academia. En el 367 a.C. viajó de nuevo a Siracusa, donde permaneció más de un
año. De nuevo surgieron tensiones, esta vez con Dionisio el Joven, quien había
sucedido a su padre el mismo año de la llegada de Platón; si se considera auténtico
el testimonio de una de las cartas tradicionalmente atribuidas a éste, el motivo de su
viaje fue, a instancias de Dión, el de contribuir a la reforma del gobierno de la ciudad
por su unión con la filosofía, objetivo que se vio frustrado cuando el tirano desterró a
Dión; un tercer viaje a Siracusa (361 a.C.) terminó de modo parecido. Afincado ya en
Atenas, el filósofo murió a la edad de ochenta años.
Las ideas no pertenecen al mundo que vemos, es decir al sensible. Ni siquiera están
en nuestro pensamiento, son una realidad auténtica y su mundo es el de las ideas.
Además, las ideas son el paradigma o el modelo de todas las cosas que
encontramos en el mundo sensible. Todas las cosas sensibles reflejan la realidad de
las ideas, y en su forma imitan lo que las ideas son las cosas del mundo sensible en
realidad no son propiamente, sólo tienen la forma de una idea. Un hombre que
encontramos por la calle no es “el hombre”, tiene forma de hombre, nada más. Ni es
inmutable, ni eterno, ni independiente, ni único.
La otra manera de estar unidos los dos mundos es la ejemplaridad ética, camino
contrario al de la participación. La participación es un camino descendente que va de
las ideas a las cosas materiales, la ejemplaridad ética es un camino ascendente que
va desde las cosas materiales a las ideas. Las ideas son el fin, el para qué hacia
donde se dirigen las cosas materiales.
El mundo de las ideas está jerarquizado. En cierta manera unas ideas participan de
otras. Este modo de participación se llama comunicación. La comunicación explica
que todas las ideas sean ser en sí, jerárquicamente, porque todas participan de la
idea de Bien. Cada idea de orden inferior está incluida en otra idea de orden
superior, la cual, a su vez, incluye otras ideas al mismo tiempo que está contenida
dentro de Una idea de orden superior. Esta jerarquización de las ideas culmina en la
idea suprema, la idea de Bien. Dicha idea no debe entenderse en su sentido
meramente moral, sino que la idea de Bien es equivalente a la de Orden, y es un
principio de inteligibilidad o de racionalidad, por ello podemos decir de una cosa que
está «bien» en la medida en que realiza todas las funciones que le son propias
según sus fines.
Platón hizo filosofía rechazando dos corrientes: Contra los fisiólogos, y contra los
sofistas. De los fisiólogos criticaba el “materialismo’ y de los sofistas, el relativismo.
Por este doble enfrentamiento Platón se plantea el problema del conocimiento con
dos intenciones, demostrar que no toda la naturaleza es materia, y por otro,
demostrar que es posible alcanzar la verdad, que ésta es única y en ella se
fundamenta una única moral posible.
En contra del relativismo de los sofistas, defiende Platón que como el alma preexiste
a todo, y es común a todos los que usan la razón, ha de haber algo que es
inmutable, y puede ser comúnmente conocido por todos los seres que tienen alma
racional. Su pensamiento se encaminará a buscar el auténtico objeto del
conocimiento y, bajo la influencia pitagórica, considerará las matemáticas como
modelo de conocimiento.
Sin embargo, Platón intentó conciliar posturas presocráticas ya que, dando la razón
a Heráclito, afirma que el mundo sensible está continuamente sometido al cambio y
al devenir, de forma que nunca es propiamente, ya que siempre está siendo, con lo
cual muestra que no tiene la razón de ser en sí mismo y, por ende, es una realidad
derivada.
Pero Parménides tiene razón, piensa Platón, si en lugar de pensar en el mundo que
captan nuestros sentidos pensamos en aquellas entidades que, como los números o
las figuras geométricas, no se alteran. Estas tres mesas concretas que están ahí,
por ejemplo, hace cien años no existían y dentro de cien años probablemente
habrán dejado de existir, pero las nociones de «tres» y de «mesa» no se alteran por
ello. De la misma manera debe entenderse lo real sensible: todo cuanto existe en el
mundo físico es una repre5entón de otra realidad diferente, la del mundo de las
ideas.
b) La Teoría del Conocimiento: Con el entendimiento se alcanza el conocimiento de
lo que realmente es, muchas veces, llamado por Platón lo realmente “ente”. Para
Platón, el conocimiento es intuitivo y lo que se conocen son ideas, que en griego
proceden del verbo ver. La palabra idea tiene dos sentidos, uno como acto de la
mente que conoce, (la idea subjetivamente considerada), otro sentido, como el
objeto que se conoce (idea objetiva). Platón utiliza la palabra idea siempre en el
segundo sentido.
La percepción sensible sólo nos ofrece apariencias y las ideas que de ellas surgen
son mera opinión (doxa). La verdad está en el mundo de las Ideas, inmutables y
eternas, que sólo se puede alcanzar con el empleo de la Dialéctica, mediante el
verdadero saber (episteme). Las cosas participan de las Ideas y son su copia
imperfecta.
Para salir de las tinieblas de la caverna e ir a la luz del reino de las Ideas, primero,
debe estudiarse la Aritmética, para elevarse por medio de la pura inteligencia a la
contemplación de la esencia de los números. En segundo lugar, la Geometría, a
condición de fijamos en las ideas que represente. En tercer lugar, una Geometría,
aún no inventada, decía Platón, la de los cuerpos sólidos de las tres dimensiones.
En cuarto lugar, la Astronomía, estudiada con el mismo espíritu científico.
Pero todo esto no es más que el preludio de la verdadera ciencia, la Dialéctica, que
es la ciencia filosófica que permite llegar a la verdad. La Dialéctica es ciencia y es
método, y permite llegar a las ideas más elevadas. Sin embargo, existen dos tipos
de dialéctica: La Ascendente, que culmina en las ideas del bien; y la Descendente,
que culmina en las cosas más humildes, la cual permanece en la búsqueda
constante de la verdad.
Así, la idea del bien como culminación de todas las ideas indica que todas ellas
están ordenadas jerárquicamente según un orden, y es la que permite que, en el
mundo de las ideas, todo cuanto es sea como debe ser, es decir, según su orden.
En la cumbre de la jerarquía de ideas se sitúan de menor a mayor las ideas de
Justicia, Belleza y Bien. El bien es lo más perfecto, la causa de todo lo justo y de
todo lo bello. La idea que ofrece toda verdad. El bien tiene un doble papel: Difusivo y
Unitivo. Difusivo porque es causa de todo y unitivo porque es la cúspide de toda la
realidad.
Ante la pregunta ¿Cuántas ideas existen?, cabe contestar: Hay tantas ideas como
especies de cosas en el mundo sensible; hay tantas ideas como conceptos
abstractos podamos pensar.
En los últimos diálogos Platón tiene ciertas dudas sobre la teoría de las ideas, al
tener que admitir ideas que se corresponden con la esencia de cosas ridículas. Así,
Platón evoluciona, por influencia pitagórica, de lo cualitativo a lo cuantitativo,
concibiendo las ideas como esencias objetivas, realmente existentes,
independientes de la mente humana, y son el fundamento del conocimiento, a la vez
que las bases ontológicas del conjunto del mundo sensible. Y no es necesario
afirmar (como lo había hecho en “la República”) que hay ideas de todas las cosas
(incluidas las artificiales, como las mesas o las camas), sino sólo es preciso aceptar
la existencia de algunas clases de ideas: la idea del Bien, la de la Belleza, la Verdad
y la Simetría; las ideas éticas y las virtudes fundamentales (justicia, sabiduría,
templanza, fortaleza), y las ideas de las relaciones y entidades matemáticas y
lógicas (mayor que, menor que, igual a, etc.).
La estructura de las ideas es dialéctica, puesto que unas ideas son fundamento
ontológico de los seres sensibles, y a la vez están en comunicación con otras ideas
superiores. Ascendiendo de idea en idea se llega progresivamente a una
manifestación más universal de la realidad, hasta alcanzar la idea de bien.
Estas ideas no pueden obtenerse por los sentidos corporales, puesto que toda
experiencia las supone, ya que, ¿cómo podríamos dirigir nuestra investigación hacia
algo si no supiéramos ya previamente, aunque de manera difusa e imprecisa, ¿qué
es lo que buscamos? Este es el tema que Platón expone en el conocido ejemplo del
esclavo del Menón. En este ejemplo, Sócrates, mediante unas cuantas preguntas
dirigidas a un esclavo analfabeto logra que éste, solamente razonando, logre
descubrir el teorema de Pitágoras. Mediante las preguntas el esclavo recuerda el
teorema geométrico.
Esta presencia en nuestra mente de unas directrices del conocimiento, así como la
posibilidad de relacionar, comparar, establecer juicios, etc. es previa a toda
experiencia, y en el acto del conocimiento lo que hacemos es recordar o
reactualizar. Así, conocer es recordar: el conocimiento es “anámnesis”. Nuestra alma
inmortal, preexistente al cuerpo y puesto que ha morado en el mundo de las ideas,
puede, mediante la ayuda de los datos sensoriales o guiada por el maestro, recordar
un conocimiento que ya poseía.
Esta es la base de la teoría platónica del conocimiento. No es que ya conozcamos
desde siempre, es que poseemos desde siempre, la posibilidad de juzgar, de
valorar, de relacionar, de comparar, de establecer relaciones; en definitiva, de
«recordar» las ideas fundamentales. Es decir, en tanto que seres racionales
poseemos el logos que nos permite pensar y aprehender la verdadera realidad, y es
este logos (orden, pensamiento) el que nos preexiste.
Para explicar estos grados de conocimiento y sus relaciones con los diversos
ámbitos de lo real (con la ontología), Platón utiliza la conocida metáfora de la línea y
el mito de la caverna a su vez, para explicar el motor que impulsa hacia la búsqueda
del conocimiento y nos permite superar el estado de encadenamiento en el fondo de
la caverna-ignorancia, propone diversas explicaciones: uno de los motores es, sin
duda, el maestro, cuya personificación es Sócrates; otro de ellos lo proporciona el
amor; otro lo proporciona (por ejemplo, en el Menón) la misma reminiscencia o
“anámnesis”; en el Fedón y en el Fedro, se acude a la inmortalidad del alma y a su
preexistencia; en el Teeteto, sitúa la admiración como inicio del filosofar.
Platón acepta, como los sofistas, que todo lo que existe, está gobernado por la
convención, es decir, es objeto de pura opinión y se opone al ser. Se opone a los
sofistas al afirmar que hay un punto fijo de referencia para obtener verdad, no
opinión. Este punto fijo es la idea de una antigua naturaleza no corrompida, de la
cual quedan leves manifestaciones en lo que hoy llamamos realidad y, en realidad,
no es.
La filosofía de la culpa procede de interpretar lo que existe como una degradación
de lo que es. Lo que existe es culpable en la medida en que se aleja de la
perfección. El sofista considera que su realidad, sujeta a la opinión es la única
perfección posible, olvidándose de aquella naturaleza originaria de la que
necesariamente debe proceder.
Los tres diálogos que recogen la concepción platónica sobre el hombre son La
República y Fedro. Explica la esencia del hombre con uno de sus mitos, el del carro
alado. El alma es como un carro que en su carrera viene a caer al mundo material.
El hombre es un compuesto de dos realidades sustanciales distintas, el cuerpo y el
alma, que temporal y accidentalmente se unen entre sí.
Platón niega la identidad de cuerpo y alma, pero tiene que afirmar la influencia entre
ellos. Ejemplos: En la República defiende que el alma se perfecciona también
mediante la educación física y que las deformaciones físicas tienen su imagen
nociva en el alma. El alma no es identificable con nada material. Tampoco es el
resultado de la armonía existente entre las distintas partes del cuerpo. Es el principio
rector de la materia humana. La única cosa con inteligencia, es el principio de
automovimiento. El alma es inmortal y espiritual, es decir, participa de la naturaleza
de las ideas. Solo el cuerpo que es material puede corromperse, la muerte del
hombre es sólo la destrucción del cuerpo. El alma está destinada a una eterna
transmigración en los cuerpos.
El alma está estructurada en tres partes no físicas, son tres formas, funciones o
principios de acción: 1) Alma racional; 2) Alma irascible; y 3) Alma apetitiva. Cada
una de las formas del alma se localiza de la siguiente manera en el cuerpo: El alma
racional, que se encuentra en la cabeza; el alma irascible, en el pecho y el alma
apetitiva, en el vientre.
Las dos últimas quedan subordinadas a la primera, porque tiene el poder para
gobernarlas. El alma racional es como un auriga, que sujeta dos caballos. Estos dos
caballos son las pasiones (alma irascible), y los sentimientos (alma apetitiva). A las
tres funciones del alma le corresponden tres virtudes: Al alma racional, la sabiduría o
prudencia; al alma irascible, la fortaleza y al alma apetitiva, la templanza.
Junto a estas virtudes está la justicia que sintetiza las tres virtudes. La perfección
sólo es conseguible en sociedad. El Estado es el único capaz de garantizar la
justicia. La sociedad debe estructurarse en tres clases de ciudadanos: Filósofos,
guerreros y artesanos, en las que predominan respectivamente cada uno de los tres
tipos de alma. y de la misma manera que un alma es justa cuando sus tres partes
están en armonía, también en el Estado aparece la justicia como armonía de las
otras tres virtudes (sabiduría o prudencia, fortaleza y templanza).
Para evitar el nepotismo y la tentación de favorecer a los amigos o a uno mismo, las
dos clases superiores no han de tener derecho a propiedades privadas, ni siquiera a
formar una familia estable. De esta manera, se trata de que vivan comunitariamente
y que sus hijos sean considerados todos como si cada uno de los progenitores fuese
su padre.
1) Origen y nacimiento: Es el uso más general, pero parece una falsa interpretación
etimológica.
2) Aquello de lo que las cosas se desarrollan: Sería sinónimo de simiente.
3) La fuente del movimiento o del cambio en los objetos naturales (los que se
muevena sí mismos).
4) La materia primitiva de las que están hechas las cosas.
5) La esencia o forma de las cosas naturales.
6) Esencia o forma en general (éste es el uso de Platón).
7) Esencia de las cosas que poseen la fuente del movimiento en sí mismas.
c) La teoría de la potencia y el acto (hilemorfismo): Para Aristóteles la naturaleza es
el conjunto de las cosas que se mueven a sí mismas, por lo tanto, es proceso,
desarrollo y cambio. Pero si algo cambia es porque pasa de un estado o modo de
ser a otro, y esto exige tres elementos: Lo que fue; lo que será; y, lo que permanece
o subyace.
d) La idea del cambio: Existen diversos tipos de cambio. Los cambios más profundos
que experimentan los cuerpos son la generación y la corrupción. Los animales
ingieren como alimento sustancias vegetales, destruyéndolas o convirtiéndolas en
sustancias animales que incorporan a su propio cuerpo. La materia, que desposeída
de toda forma subyace en este cambio sustancial, recibe el nombre de materia prima
o primera, y la forma que recibe con el cambio se denomina forma sustancial por dar
lugar a la constitución de una nueva sustancia.
La Lógica estudia las diversas formas válidas de argumentar y construir juicios con
los conceptos que designan al ser y sus categorías. La lógica aristotélica se basa en
el principio de no-contradicción; y toma como estructura básica del razonamiento el
silogismo.
Por último, emitimos juicios aplicando las categorías a los conceptos abstractos, por
tanto, un proceso inductivo, que logra principios generales, de los cuales se deducen
conclusiones siguiendo las reglas de la Lógica.
La psicología: Aristóteles tiene una concepción hilemórfica del hombre. Pensó que el
hombre era una realidad dual compuesta de dos sustancias distintas, cuerpo (Hile o
Materia) y alma (Morfo o Forma espiritual). Entiende que ni el alma ni el cuerpo son
sustancias independientes completas, sino que ambas constituyen una unidad. Así,
Aristóteles, a diferencia de su maestro Platón, ni es materialista, ni exageradamente
espiritualista.
g) Los seres vivos son sustancias corporales en las que se distinguen dos principios:
Materia y Forma. La forma es precisamente lo que les hace a los seres vivos ser
vivos, lo que les diferencia de los inanimados.
El alma entonces, es una “idea” que dirige, organiza y configura al ser vivo en un
organismo unitario, dando a sus partes un sentido y función específica.
Las distintas partes del ser vivo son entonces instrumentos destinados a la
consecución del ideal del ser vivo. Hay que tener en cuenta que el concepto forma,
es en Aristóteles equivalente al concepto idea en Platón.
h) La idea del alma: Al igual que Platón, Aristóteles expone tres clases de alma:
Vegetativa, Sensitiva y Racional. A diferencia de Platón, el alma racional es única en
el hombre e incluye todas las capacidades de los tipos de alma inferiores. Así, las
plantas tienen un alma (vegetativa), los animales (sensitiva) y los hombres (racional).
En contra de Platón, la vida racional no es sólo teórica, sino también práctica, por
eso hay dos tipos de virtudes. Virtudes intelectivas o dianoéticas (las teóricas), y
virtudes morales o éticas (prácticas). Las virtudes exigen una disposición
permanente y una elección voluntaria. Son hábitos, una manera o aptitud
permanente de comportarse en un sentido determinado. Hay que aclarar que no
todos los hábitos son virtuosos, lo son aquellos que evitan el exceso y el defecto,
aspirando a un justo término medio. Las virtudes éticas son la justicia, fortaleza y
templanza y la no ética, la prudencia.
j) La política: De forma parecida a Platón la política de Aristóteles se subordina a la
ética. Al definir el hombre como animal político o social concluye que el bien
supremo o la felicidad sólo son alcanzables dentro de una sociedad que tenga como
fin el bien común. Aristóteles reconoce tres tipos de Estado, es decir, tres formas de
organizar la ciudad o Polis. Estas son: Democracia, Aristocracia y Monarquía.
Lo que caracteriza a la Democracia es que todos los ciudadanos participan del poder
y tienen los mismos derechos. La Aristocracia reduce la participación y los derechos
a una minoría, y la Monarquía a uno solo. Para Aristóteles el régimen por excelencia
es la democracia, pero los otros dos son también legítimos mientras tengan como fin
el bien común.
Admite que toda forma de Gobierno puede degenerar hacia la injusticia, cuando se
abandona el ideal de bien común, apareciendo así la tiranía, la oligarquía y la
demagogia (respectivamente degradación de los anteriores). Entiende Aristóteles
que hay un proceso cíclico que comienza y acaba de nuevo en ella.
1. Introducción
La escuela Cínica fue fundada por Diógenes de Sínope (413 - 323), llamado “el
cínico”, que en griego significa “perro”; fue discípulo de Antístenes. Su estilo de vida
excéntrico, antisocial y anticultural propuesto por el cinismo parecía una vuelta a la
naturaleza, a la animalidad, a través del rechazo de la cultura. Se cuenta que,
durante un banquete, algunos detractores lanzaron huesos a Diógenes, como a un
animal doméstico; el filósofo, en lugar de retirarse, orinó sobre los huesos tal como
lo hace una bestia y abandonó el banquete. En otra ocasión fue invitado a una casa
suntuosa, se le rogó que no escupiese en el suelo por respeto al anfitrión; entonces
Diógenes escupió directamente a la cara del huésped y afirmó que no había
encontrado en toda la casa un lugar más bajo.
El objetivo de esta filosofía es, como el del resto de escuelas morales helenísticas, el
arte de la vida, la realización de una vida buena y feliz. Para el cumplimiento de este
objetivo Epicuro consideró que la filosofía tiene una doble tarea: combatir las ideas
falsas que fomentan el miedo y el sufrimiento y crear en el sabio un estado de ánimo
o talante favorable en toda circunstancia y lugar. Entre aquellas ideas hay que incluir
fundamentalmente el miedo al dolor, el temor a la muerte, a los dioses y al destino;
la parte de la filosofía que permite resolver estas cuestiones será la Física. La
segunda tarea está en manos de la Ética.
La filosofía es para Epicuro el arte de la vida feliz. Por eso la física y la lógica son
solo medios para conseguir este fin. Divide la filosofía en Ética, que incluye también
consideraciones psicológicas o relativas al alma, Física y Canónica,
fundamentalmente lógica, y teoría del conocimiento.
Los seguidores de esta escuela fueron denominados “los del jardín”, en las
postrimerías del siglo IV a. C., ya que Epicuro, su maestro, eligió como punto de
reunión un tranquilo jardín en las afueras de la ciudad, lejos del tumulto de la
política, donde los filósofos y alumnos podían meditar en silencio y en contacto con
la naturaleza.
La Naturaleza ha puesto como objetivo de todas las acciones de los seres vivos,
incluidos los hombres, la búsqueda del placer, como lo muestra el hecho de que de
forma instintiva los niños y los animales tienden al placer y rehúyen el dolor. El
placer y el dolor son pues los motivos fundamentales de todas las acciones de los
seres vivos. El placer puro es el bien supremo, el dolor el mal supremo.
Existen dolores del alma y dolores del cuerpo, pero el mal es el del dolor corporal,
pues el del alma es consecuencia directa o indirecta de los dolores del cuerpo,
presentes o venideros. No hay que temer el dolor corporal, pues cuando es intenso e
insoportable generalmente dura poco y cuando dura más tiempo es menos fuerte y
más soportable. Cabe aliviar el dolor físico con el recuerdo de alegrías pasadas y en
casos extremos con el suicidio.
Los placeres del alma son superiores al placer del cuerpo, el corporal tiene vigencia
en el momento presente, mientras que los del alma son más duraderos; además, los
placeres del alma pueden eliminar o atenuar los dolores del cuerpo. Aunque el
placer es un bien y el dolor un mal, no es inteligente elegir siempre el placer y
rechazar siempre el dolor, debemos rechazar los placeres a los que les siguen
sufrimientos mayores y aceptar dolores cuando se siguen de ello placeres mayores.
Antes de obrar hay que pesar cuidadosamente el placer o el dolor que se seguirá de
ello y establecer un balance placer-dolor. No hay que renunciar a los placeres
corporales sin ordenarlos y administrarlos de cara al bienestar físico y espiritual. Las
razones represen un papel decisivo en lo que respecta a nuestra felicidad: nos
permite alcanzar el estado de total sosiego (ataraxia), de absoluta imperturbabilidad,
ante todo.
Epicuro lo compara con el total reposo del mar cuando ningún viento mueve su
superficie, y nos da libertad ante las pasiones, los afectos y los apetitos. El sabio
alcanza la vida buena y feliz gracias a esta autonomía frente al dolor y los bienes
exteriores, a los amigos con los que convive y a su aislamiento respecto de lo social.
También encontramos en Epicuro una concepción y clasificación de las virtudes,
aunque siempre subordinadas al fin último que es el placer. La virtud es necesaria
para la felicidad, pero, según su filosofía, no hay que buscarla por ella misma sino
porque en su realización se halla presente el placer.
EPICURO (341 - 270 a.C.): Filósofo griego. Perteneció a una familia de la nobleza
ateniense, procedente del demo ático de Gargetos e instalada en Samos, en la que
muy probablemente nació el propio Epicuro y donde, con toda seguridad, pasó
también sus años de infancia y adolescencia. Cuando los colonos atenienses fueron
expulsados de Samos, la familia se refugió en Colofón, y Epicuro, a los catorce años
de edad, se trasladó a Teos, al norte de Samos, para recibir las enseñanzas de
Nausífanes, discípulo de Demócrito.
A los dieciocho años se trasladó a Atenas, donde vivió un año; viajó luego a Colofón,
Mitilene de Lesbos y Lámpsaco, y entabló amistad con algunos de los que, como
Hem’ de Mitilene, Metrodoro de Lámpsaco y su hermano Timócrates, formaron luego
el círculo más íntimo de los miembros de su escuela. Ésta, que recibió el nombre de
escuela del Jardín, la fundó Epicuro en Atenas, en la que se estableció en el 306
a.C. y donde transcurrió el resto de su vida. El Jardín se hizo famoso por el cultivo
de la amistad y por estar abierto a la participación de las mujeres, en contraste con
lo habitual en la Academia platónica y en el Liceo aristotélico.
De hecho, Epicuro se opuso a platónicos y peripatéticos, y sus enseñanzas
quedaron recogidas en un conjunto de obras muy numerosas, según el testimonio
de Diógenes Laercio, pero de las que ha llegado hasta nosotros una parte muy
pequeña, compuesta esencialmente por fragmentos. Con todo, el pensamiento de
Epicuro quedó inmortalizado en el poema latino La naturaleza de las cosas, de Tito
Lucrecio Caro.
De las obras de Epicuro nos han llegado: Tres cartas, cuarenta máximas, el
Testamento, la Carta a Heródoto, sobre física; la Carta a Pitocles, sobre los
fenómenos celestes, la Carta a Meneceo, sobre ética.
En este sentido, el universo concebido por Epicuro incluye en sí mismo una cierta
contingencia, aunque la naturaleza ha sido siempre como es y será siempre la
misma. Éste es, para la doctrina epicúrea (y en general para el espíritu griego), un
principio evidente del cosmos que no procede de la sensación, y la contemplación
de este universo que permanece inmutable a través del cambio es uno de los pilares
fundamentales en los que se cimienta la serenidad a la que el sabio aspira.
Tendrá seguidores hasta el siglo IV d.C. Cicerón, Plutarco, Sexto Empírico y Séneca
se hacen eco de sus doctrinas ampliamente. La filosofía es, para los epicúreos, un
tetra fármaco, porque ella debe ser un cuádruple remedio contra los cuatro males de
la vida, debe librar el temor a los dioses, del temor a la muerte, del temor a no
alcanzar el bien y del temor a los males y peligros de la vida.
La filosofía será, en consecuencia, la sabiduría vital que sepa mantener la vida feliz
con una adecuada labor de vigilancia, para que, proclamando el placer como
principio, haga consciente al hombre de que este puede recibir precisamente en la
continencia y en la vida desmedida.
2) El carácter cíclico de la historia del Universo: a partir del fuego originario y creador
(el Logos) y siguiendo un orden determinado, se van creando todas las cosas, van
ocurriendo todos los acontecimientos, van desapareciendo todas las cosas y así
sucesivamente en un eterno retorno, renacimiento y muerte de lo mismo en idénticas
formas y con idénticos destinos (palingenesia).
3) La Ética estoica: Los filósofos estoicos creyeron que existe el alma como algo
distinto del cuerpo, alma que se genera por procreación y se extingue
completamente tras la muerte del cuerpo. El alma (pneuma) es un soplo o viento
seco e ígneo formado por partículas materiales sutiles y que tiene la propiedad de
moverse a sí mismo y al cuerpo en el que habita. Es el principio vital por el que
respiramos, vivimos y razonamos. alma humana es una parte del alma del mundo,
del Logos que domina el universo, y destaca en ella el Hegemonikón, la parte
racional de la que depende el conocimiento y la virtud y la más parecida al Logos
mismo.
Todos los filósofos estoicos se sienten hermanos de todos los seres humanos,
ciudadanos del mundo, en lo cual consiste el cosmopolitismo.
La moral ética prescribía “vivir según la naturaleza”. Pero sostenían que nada se
origina por azar o por suerte, proponiendo un racionalismo metafísico, cósmico y
absoluto, según el cual cualquier acontecimiento ocurre por necesidad. Esta
concepción se basaba en la idea del eterno retorno.
La idea del alma consiste en una sustancia invisible que anima los organismos, que
anima y regula el mundo en toda su complejidad y cada cosa en particular. Pneuma
es el término para referirse a esta sustancia. Así como se encuentra en forma activa
en cada individuo viviente, también en forma pasiva en el mundo mineral e
inorgánico. Toda parte del universo está impregnada de Pneuma.
Esta doctrina sobre el alma está llene de animismo, vitalismo y panteísmo. El alma
es una energía vital difundida por el universo. Entre los representantes del
estoicismo tenemos:
Emprendió una carrera política y se distinguió como abogado, por lo que fue
nombrado cuestor. Su fama, disgustó a Calígula, quien estuvo a punto de
condenarlo en el 39 d. C. Al subir Claudio al trono, en el 41 D.C, fue desterrado a
Córcega, acusado de adulterio con una sobrina del emperador. Ocho años más
tarde fue llamado de nuevo a Roma como preceptor del joven Nerón y, cuando éste
sucedió a Claudio en el 54 d. C, se convirtió en uno de sus principales consejeros,
cargo que conservó hasta que, en el 62 d. C, viendo que su poder disminuía, se
retiró de la vida pública.
Su máxima: «No existe filosofía sin bondad, ni tampoco bondad sin filosofía.»
Tras buscar, sin éxito, el apoyo de Pompeyo, Cicerón marchó al exilio. Regresó a
Roma apenas un año y medio más tarde, pero para entonces su carrera política
estaba prácticamente acabada, situación que pareció hacerse definitiva con la
dictadura de César (48-44 a.C.). Sólo cuando éste fue asesinado, Cicerón volvió a la
escena política para promover la restauración del régimen republicano. En un
principio, mientras Marco Antonio aún no se había afianzado en el cargo, gozó de
cierto poder y consiguió la amnistía para los asesinos de César, pero apenas aquél
se sintió seguro, Cicerón se encontró con una fuerte resistencia, a la que hizo frente
verbalmente con las catorce Filípicas.
En vano intentó entonces aliarse con Octavio, hijo adoptivo de César, contra Marco
Antonio. Tras la batalla de Módena, Octavio se reconcilió con Marco Antonio y unió
sus fuerzas con las de éste y con el ejército de Lépido para la formación del segundo
triunvirato (43 a.C.). Ese mismo año, Cicerón fue apresado y ejecutado.
Sus obras: Discursos (70 a.C.); De las leyes agrarias (63 a.C.); Tratados sobre la
retórica (55 a.C.); Sobre la República (54-55 a.C.); Sobre las leyes (52 a.C.); Sobre
la vejez (46 a.C.); Sobre la adivinación (45 a.C.); Sobre la amistad (45 a.C.); Sobre
la naturaleza de los dioses (45 a.C.) y Sobre el deber (44 a.C.), entre otras.
Su máxima: «No se puede decir nada tan absurdo como para que no haya sido
dicho por algún filósofo.»
1) La idea del Unum: Dios es una cosa incomprensible e innominable para nosotros:
es todo lo que existe y nada de lo que existe; contiene en sí toda la realidad, pero no
es una esencia determinada; de aquí se infiere que el nombre menos impropio que
le podemos atribuir es el de Uno. Es, pues, la unidad absoluta, necesaria, inmutable,
infinita; pero no es la unidad numérica, es la unidad universal en su perfecta
simplicidad.
Este Unum, abstracto y universalísimo está sobre todas las cosas, sobre todas las
ideas y perfecciones que podemos concebir: siendo, como es, el principio y el ser de
todas las cosas, no es bondad ni libertad; no es pensamiento ni voluntad, sino que
es algo superior a todo esto, y hasta superior al ser. El Uno no es el ser ni es la
inteligencia, está sobre toda acción, sobre toda determinación, sobre todo
conocimiento; no es movimiento ni quietud, no es alma ni inteligencia, no es ni
siquiera cosa individual ni determinada.
En varios de sus pasajes Plotino habla de este segundo principio, son obscuros y
hasta contradictorios; resultando de aquí su gran diversidad de opiniones por parte
de sus intérpretes y de los historiadores de la Filosofía, cuando se trata de fijar su
origen y su esencia. En nuestro sentir, la Inteligencia suprema significa y representa
una primera evolución del Unum absoluto, por medio de la cual éste pasa del estado
inconsciente al conocimiento consciente de sí mismo como realidad absoluta y
universal, y como principio de los seres y del mundo por medio de las Ideas
contenidas, o, digamos, identificadas con la Inteligencia suprema.
3) La idea del mundo: En relación y armonía con esta doctrina, Plotino enseña que la
materia de que se compone el mundo visible es privación de ser, más bien que ser.
Este mundo material carece de verdadera realidad, según el filósofo neoplatónico;
porque la verdadera realidad pertenece al mundo inteligible, al mundo divino de las
Ideas, las cuales constituyen las esencias de las cosas. El mundo inteligible,
compuesto de genios inteligentes o de espíritus, penetra, mueve y vivifica al mundo
material, el cual es como una imitación, un reflejo de aquél. Las ideas, realizadas y
como encarnadas en las cosas, mediante las formas que producen en éstas,
constituyen su esencia íntima y son el origen y la razón suficiente de su movimiento
y vida.
Por consiguiente, la idea o el pensamiento está dentro de todos los seres; palpita
dentro de todas las cosas; comunica vida y movimiento a toda realidad: toda realidad
es pensamiento (Hegel), y toda esencia real es racional. Todas las Ideas, que son
inmanentes en la Inteligencia, se imprimen y son participadas por los seres que
constituyen el mundo visible, por medio de la acción productora y plástica del Alma
universal.
La materia, que forma parte de los cuerpos, es lo que se aleja más del Ser o del
Unum, la participación más imperfecta de las Ideas, el último reflejo de la acción
plástica del Alma universal; su extensión y solidez la alejan y separan de la materia
ideal, de la cual se distingue específicamente, y con la cual sólo tiene cierta analogía
remota. Considerada en sí misma, carece de realidad y tiene mucho de no ser: Toda
la realidad y ser que en ella se manifiestan, proceden de las formas, las cuales, a su
vez, son derivaciones de las ideas.
La materia del mundo inteligible es distinta de la de los mundos sensibles. Ésta (La
idea de los mundos sensibles) pasa sucesivamente de una forma a otra,
transformándose en toda clase de cosas, por medio de las nuevas generaciones y
corrupciones, de manera que está sujeta a continuas mutaciones, al paso que la
materia del mundo inteligible o superior es permanente en el Ser del cual forma
parte, sin experimentar mutaciones o cambios de forma.
Sólo después de la separación del cuerpo puede llegar el alma a tener esta intuición
de una manera permanente. Sin embargo, durante la vida presente, es dada por
breves instantes y muy rara vez a ciertas almas privilegiadas, cuando éstas han
llegado al último grado de purgación moral, de abstracción del mundo material y de
elevación intelectual.