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Ética del feminismo

Donovan

El concepto de feminismo se refiere a los movimientos de liberación de la mujer que


históricamente han ido adquiriendo diversas nociones. Al igual que otros
movimientos, éste ha generado pensamiento y acción, teoría y práctica. Lo que se
ha ido entendiendo en estos tiempos es que el feminismo es una ideología que se
manifiesta en un conjunto de movimientos políticos, culturales y económicos que
tienen como objetivo la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, la cual lleva
varios siglos. El feminismo propugna un cambio en las relaciones sociales que
conduzca a la liberación de la mujer (y del varón) a través de la eliminación de las
jerarquías y desigualdades entre los sexos. También puede decirse que el
feminismo es un sistema de ideas que, a partir del estudio y análisis de la condición
de la mujer en todos los ámbitos (familia, educación, política, trabajo, etc.), pretende
transformar las relaciones basadas en el androcentrismo y la opresión sexual,
mediante una acción movilizadora. El feminismo, además de analizar y diagnosticar
los fenómenos sobre la población femenina, busca explícitamente los caminos para
mejorar esa situación.

Aunque no es homogéneo en su totalidad, ni constituye un cuerpo de ideas cerrado,


podemos decir que éste es un movimiento político integral contra el sexismo en
todos los terrenos. Actualmente, muchas de las mujeres que conforman este
movimiento, prefieren que los hombres no se vean involucrados, pues sienten que
esa lucha no les pertenece y prefieren hacerse con su propio mérito. Esto último es
un tema polémico todavía en nuestros tiempos.

Algunas autoras ubican los inicios del feminismo a fines del siglo XIII. Un ejemplo
es cuando Guillermine de Bohemia planteó crear una iglesia de mujeres. Otras más,
rescatan como parte de la lucha feminista a las predicadoras y brujas de la época.
Desde el siglo XV algunas de estas brillantes mujeres elevaron la voz para expresar
su rechazo a las tradiciones arraigadas que sustentaban la inferioridad femenina y
la convivencia de la sujeción de las mujeres a los varones.

Los humanistas conservaron las antiguas tradiciones que promovían la inferioridad


“natural” de la mujer, incluso aquellos que decían defender un cierto acceso para
ellas a la cultura. Bajo estas circunstancias, las mujeres elevaron su voz por primera
vez para negar la inferioridad femenina. Los cambios que conllevó el inicio de la
Edad Moderna en Europa habían pronunciado la disparidad entre mujeres y
hombres, mientras que la noción renacentista de la potencialidad humana y los
beneficios de la economía mercantil hicieron posible que las mujeres de la
burguesía tuvieran un mayor acceso a la cultura. De entre las mujeres cultas de
estos siglos surgieron las primeras voces feministas. El feminismo nació en Europa,
a principios del siglo XV, con la llamada “Querella de las mujeres”, polémica literaria
y filosófica sobre la naturaleza y el valor del sexo femenino en el mundo, de la cual
participaron tanto letrados varones, como autoras femeninas. La Querella se
prolongó hasta el siglo XVIII y tuvo mayor relevancia en futuros momentos.

Pero también se dice que el feminismo comenzó en el siglo XVIII, después de las
luchas de clases con las cuales se consiguió igualdad de derechos para los
hombres, mas para las mujeres, no. Las mujeres participaron en los grandes
acontecimientos históricos de los últimos siglos como el Renacimiento, la
Revolución Francesa y las revoluciones socialistas, pero de forma subordinada. La
lucha de la mujer comienza a tener finalidades precisas a partir de la Revolución
Francesa, ligada a la ideología igualitaria y racionalista del Iluminismo, y a las
nuevas condiciones de trabajo surgidas a partir de la Revolución Industrial. Olimpia
de Gouges, en su "Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana" (1791),
afirma que los "derechos naturales de la mujer están limitados por la tiranía del
hombre, situación que debe ser reformada según las leyes de la naturaleza y la
razón" (y por esta razón fue guillotinada por el propio gobierno de Robespierre, al
que adhería). En 1792 Mary Wollstonecraft escribe la "Vindicación de los derechos
de la mujer", planteando demandas inusitadas para la época: igualdad de derechos
civiles, políticos, laborales, educativos, y derecho al divorcio como libre decisión de
las partes. En el siglo XIX, Flora Tristán vincula las reivindicaciones de la mujer con
las luchas obreras; publica en 1842 “La Unión Obrera”, donde presenta el primer
proyecto de una Internacional de trabajadores, y expresa "la mujer es la proletaria
del proletariado [...], hasta el más oprimido de los hombres quiere oprimir a otro ser:
su mujer". Si bien los principios del Iluminismo proclamaban la igualdad, la práctica
demostró que ésta no era extensible a las mujeres. La Revolución Francesa no
cumplió con sus demandas, y ellas aprendieron que debían luchar en forma
autónoma para conquistar sus reivindicaciones.

Es a partir del sufragismo cuando exigen su autonomía. Fue en el Reino Unido a


mediados del siglo XIX cuando surgió el movimiento sufragista. Éste fue un
movimiento reformista social, económico y político, llevado acabo por las sufragistas
feministas en el cual luchaban contra las desigualdades de género para así
conseguir incorporación de la mujer al derecho de voto, que aunque no tenía mucho
tiempo, sólo había sido válido para los hombres.
Pero pasa que las mujeres quedaron fuera de los avances sociales, por lo que un
grupo de mujeres británicas se rebeló contra esta injusticia y reclamó que la mitad
de la población, conformada por mujeres, deberían tener los mismos derechos que
la otra mitad.

Un momento decisivo en la historia del sufragismo fue la creación de la “Unión


Social y Política de Mujeres” (WSPU por sus siglas en inglés), de la mano de
Emmeline Pankhurst, histórica del movimiento feminista. Aquella asociación, nacida
en 1903, llevó a cabo distintos actos de protesta. No todos pacíficos.
Manifestaciones, huelgas, altercados en las calles. Esto provoca pensar que a un
grupo manifestante le prestan atención si protesta con actos de tinte vandálico.
Declarada ilegal en 1913, las integrantes de la WSPU fueron perseguidas y
encarceladas.
Uno de los actos de protesta más dramático de las sufragistas, cuando fue Emily
Davison murió arrollada por un caballo durante una carrera en la que pretendía dar
voz a sus reivindicaciones, aprovechando la gran atención mediática del Derby.
Aquella muerte cambió poco a poco la opinión pública de la conservadora y
patriarcal sociedad británica de comienzos del siglo pasado. Finalmente, el estallido
de la primera guerra mundial terminó por impulsar el movimiento sufragista. Muchas
mujeres se hicieron cargo de empleos que ocupaban hasta entonces hombres, los
cuales fueron enviados a la contienda. Esa numerosa entrada de las mujeres en el
mercado laboral fue la más evidente prueba de que las mujeres podían hacer los
mismos trabajos que los hombres, y, por tanto, debían gozar de las mismas leyes
(derecho al voto, la mejora de la educación, la capacitación profesional y la apertura
de nuevos horizontes laborales, y la equiparación de sexos en la familia como medio
de evitar la subordinación de la mujer y la doble moral sexual).

Luego se formó la Segunda Ola: el nuevo feminismo. Al finalizar la Segunda Guerra


Mundial, las mujeres consiguieron el derecho al voto en casi todos los países
europeos, pero, al mismo tiempo, se produjo un reflujo de las luchas feministas. El
denominado "nuevo feminismo" comienza a fines de los sesenta del último siglo en
los EE.UU. y Europa, y se inscribe dentro de los movimientos sociales surgidos
durante esa década en los países más desarrollados. Los ejes temáticos que
plantea son, la redefinición del concepto de patriarcado, el análisis de los orígenes
de la opresión de la mujer, el rol de la familia, la división sexual del trabajo y el
trabajo doméstico, la sexualidad, la reformulación de la separación de espacios
público y privado, y el estudio de la vida cotidiana. Manifiesta que no puede darse
un cambio social en las estructuras económicas si no se produce a la vez una
transformación de las relaciones entre los sexos. El feminismo contemporáneo
considera que la igualdad jurídica y política reclamada por las mujeres, si bien
constituyó un paso adelante, no fue suficiente para modificar en forma sustantiva el
rol de las mujeres.
La segunda ola del feminismo asume como desafío demostrar que la Naturaleza no
encadena a los seres humanos y les fija su destino. También se reivindica el
derecho al placer sexual por parte de las mujeres y se denuncia que la sexualidad
femenina ha sido negada por la supremacía de los varones. Por primera vez se
pone en entredicho que, por su capacidad de reproducir la especie, la mujer deba
asumir como mandato biológico la crianza de los hijos y el cuidado de la familia. Se
analiza el trabajo casero, denunciando su carácter de adjudicado a ésta por
nacimiento y de por vida sin consentimiento previo.

Dentro del mismo feminismo contemporáneo existen numerosos grupos con


distintas tendencias y orientaciones. De esta manera, lo más prudente es hablar de
los diferentes movimientos feministas y no de un feminismo universal. En primera
instancia, que abarca la denominada Segunda Ola, podemos sintetizar estas
corrientes en tres tipos principales: una radical, otra socialista, y otra liberal.

El feminismo radical sostiene que la mayor contradicción social se produce en


función del sexo y propugna una confrontación. Las mujeres estarían oprimidas por
las instituciones patriarcales que tienen el control sobre ellas y, fundamentalmente,
sobre su reproducción. El feminismo radical tiene como objetivos centrales retomar
el control sexual y reproductivo de las mujeres y aumentar su poder económico,
social y cultural; destruir las jerarquías y la supremacía de la ciencia; crear
organizaciones no jerárquicas, solidarias y lineales. Otro rasgo principal es la
independencia total de los partidos políticos y los sindicatos. Propone una
revalorización de lo femenino, planteando una oposición radical a la cultura
patriarcal y a todas las formas de poder, por considerarlo propio del varón; rechazan
la organización, la racionalidad y el discurso masculino. Esta tendencia tuvo su
mayor repercusión en Francia e Italia, y tuvo bastante fuerza en España. Sus
principales ideólogas fueron Annie Leclerc y Luce Yrigaray en Francia, Carla Lonzi
en Italia y Victoria Sendón de León en España.
Al anterior se contrapone el feminismo de la igualdad, que reconoce sus fuentes en
las raíces ilustradas y el sufragismo, pero se plantea conseguir la profundización de
esa igualdad hasta abolir totalmente las diferencias artificiales en razón del sexo.
Las defensoras de la igualdad niegan la existencia de valores femeninos y señalan
que la única diferencia válida es la que tiene su origen en la opresión.

Las corrientes del feminismo que se proponen una alternativa de poder, como son
las socialistas y liberales, se pronuncian por la igualdad, aunque esta noción
adquiere significados muy distintos para ambas partes. El feminismo liberal, con
peso en especial en EE.UU., considera al capitalismo como el sistema que ofrece
mayores posibilidades de lograr la igualdad entre los sexos. Cree que la causa
principal de la opresión está dada por la cultura tradicional, que implica atraso y no
favorece la emancipación de la mujer. El enemigo principal sería la falta de
educación y el temor de las mujeres al éxito.

El feminismo socialista coincide con algunos análisis y aportes del feminismo


radical, reconociendo la especificidad de la lucha femenina, pero considera que ésta
debe insertarse en la problemática del enfrentamiento global al sistema capitalista.
Relaciona la explotación de clase con la opresión de la mujer, planteando que ésta
es explotada por el capitalismo y oprimida por el patriarcado, sistema que es anterior
al capitalismo y que fue variando gradualmente en la historia. Durante la Primera
Ola, la preocupación era articular las luchas de las mujeres contra el imperialismo.
Los movimientos de mujeres meramente heterogéneos están constituidos
básicamente por grupos de amas de casa, villeras, pobladoras, sindicalistas,
trabajadoras de salud, etc., en general pertenecientes a los sectores populares.
Aunque mayoritariamente no se reconocen como feministas, muchas veces
comparten reclamos comunes (divorcio, anticoncepción, aborto, patria potestad,
eliminación de leyes discriminatorias), constituyendo frentes con las feministas y
otros sectores.

Según algunas autoras y autores, la producción teórica más importante ha tenido


lugar en las tres últimas décadas (Tercera Ola), sin estar acompañada por un
movimiento social pujante como había sucedido durante el principio de la Segunda
Ola. Desde su espacio en las universidades, el feminismo aumentó la investigación
y la construcción de tesis, profundizando y complejizando sus reflexiones con mayor
rigor académico. Es indudable que la teoría feminista ha absorbido elementos de
nuevas propuestas dentro de la teoría social general (post-estructuralistas,
postmodernas, etc.) precisamente en un momento en que ésta se fragmentaba por
una crisis notable de paradigmas. En los ochenta, uno de los mitos más
cuestionados es el de la naturaleza “única y ontológicamente buena” de la mujer,
prevaleciente en las décadas de los sesenta y setenta. La producción de los
ochenta, contrariando esta visión de observar lo común, subrayó la diversidad entre
las mujeres, expresada según la clase, raza, etnia, cultura, preferencia sexual, etc.

Respecto al poder, se critica la visión común que lo considera como prerrogativa


masculina. Señala el carácter relacional entre los géneros y denuncia las estructuras
de poder que se dan entre las mujeres. Los aportes del psicoanálisis permitieron
visualizar la manipulación emocional que suelen ejercer las madres; se rompe con
la idea prevaleciente de la mujer víctima. La polémica con el feminismo de la
diferencia permitió que emergieran estos mitos, así como también, el de una
supuesta identidad política "mejor", menos contaminada de las mujeres. Respecto
al medio ambiente, se polemiza con el “eco-feminismo”, que defiende la relación
mujer/naturaleza, y sostiene que las mujeres tendrían una buena relación con el
entorno, por lo que se desprendería una mayor responsabilidad para cuidar y salvar
al planeta.

Por otro lado, existen también amplios grupos y/o movimientos de feministas
denominadas populares, que tienen como prioridad la militancia, recogiendo
demandas e intentando nuevos liderazgos. En los últimos años, este peculiar
movimiento ha generado más controversia que nunca por el modo en que adquieren
protagonismo las feministas (odio injustificado hacia el varón, modificaciones
extremistas en su cuerpo, intolerancia en debates argumentativos, entre otras).

Como síntesis, podemos decir que, sea la ideología feminista que sea, ve por el
bienestar de las mujeres y porque se logre, por lo menos, una igualdad de derechos
para erradicar la discriminación que existe hacia ellas.

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