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En defensa de Arquías

Cicerón
• Presentación breve del autor y el contexto histórico

La República romana se caracteriza por una inestabilidad continua; con pequeños auges en
las conquistas, pero con muchos conflictos internos en su sistema político. Una forma de
gobierno que llevaría a dos grandes crisis: una social y otra económica. Es en este momento
cuando emerge la figura de Cicerón como fiel defensor de la República tradicional.

Como muestra de su creencia republicana, se decantará por el bando de Pompeyo en el


enfrentamiento contra Julio César. La victoria de César y su posterior nombramiento como
dictador perpetuo de la República romana hacía entrever el final de la carrera política de
Cicerón, por fortuna tan solo se retira de la vida pública gracias a la consideración de Julio
César.

Tras el asesinato de Julio César, Cicerón creyó en la restauración de la República tradicional


(sinónimo de libertad), es por esto que volvió a la palestra política para desprestigiar al
supuesto heredero de Julio César (Marco Antonio); no obstante, todos conocemos que el
verdadero heredero fue César Octaviano. Así pues, Marco Antonio lo declarará enemigo del
estado; le darán muerte (43 a.C.) en un intento de huida de la Península Itálica y expondrán
su cabeza en el foro romano como muestra de las consecuencias de traicionar a la
República romana.

Para entender la importancia de Marco Tulio Cicerón debemos tener en cuenta que no solo
es un orador o un poeta, sino que estas facetas fueron las que definirán su carrera política y
su legado filosófico. Es considerado un autor “humanista” (entre muchas comillas) de la
antigüedad, ya que constituye un símbolo de la literatura latina. Su papel fue destacable en
la prosa romana y se convirtió en un modelo del clasicismo para generaciones posteriores.

Gracias a su educación en Roma y su posterior formación en Atenas y Rodas conocerá


todas las grandes corrientes de la época; permitiéndole tener repercusión en la República
romana y, posteriormente, en todo Occidente. Parte de sus discursos han llegado hasta
nosotros y han servido de modelo de elocuencia en todas las épocas, especialmente para el
periodo ilustrado, con teóricos políticos como John Locke, David Hume o Montesquieu.

La popularidad ganada le permitió lanzarse con garantías a la vida política, a pesar de ser
un "homo novus", es decir, un hombre que pertenecía a una familia que no había
desempeñado ninguna magistratura política.

El latín de Cicerón representa el punto culminante de la prosa latina; en este aspecto solo su
contemporáneo Julio César se le puede comparar. Precisamente la coincidencia en el
tiempo de estos dos prosistas geniales convierte a esta primera mitad del siglo I a.C. en la
época clásica de la prosa latina.

• Presentación breve del género literario (y subgénero, en su caso).


La oratoria o elocuencia es el arte de hablar bien en público de manera persuasiva; su
objetivo es persuadir y agradar a un auditorio mediante el discurso. Para ello se apoya en
una disciplina auxiliar, la retórica, que proporciona las pautas para la correcta realización de
un discurso.

Una característica muy importante de la oratoria es la oralidad, ya que está destinada a ser
pronunciada ante un auditorio y, por tanto, no solo es importante la calidad literaria y la
capacidad persuasiva del discurso, sino también la puesta en escena (llamada actio por los
latinos), es decir, la gestualidad, la entonación, la musicalidad del discurso, etc.

Según el tema y finalidad del discurso, distinguimos tres tipos de discursos: los discursos
políticos, que eran los propios de los debates públicos para defender una postura o lograr
una votación, los discursos judiciales, los cuales tenían la finalidad de defender o acusar a
alguien en los tribunales y los discursos demostrativos que tenían la finalidad de alabar a
alguien.

La oratoria en Roma surge bajo influencia de la oratoria griega. Gracias al ambiente de


libertad política de la República se desarrolla este género y alcanza su máximo esplendor,
pero la llegada del Imperio supuso la decadencia de la oratoria ya que la situación política no
favorecía su crecimiento.

En la República, los oradores romanos toman consciencia de la importancia que alcanza


este género y deciden poner por escrito sus discursos; así como: Cicerón, cuyo esclavo
Tirón tomaba notas de sus discursos.

La oratoria anterior a Cicerón

A partir del siglo II con la helenización de la vida cultural romana, aumentan las escuelas de
retórica y la enseñanza de la técnica oratoria entre los romanos de familias acomodadas.

El primer orador del que tenemos consciencia es Catón el Censor (234/149 a.C.). Gracias a
este, la oratoria se implantó en Roma en el terreno político, donde el género encontraría su
mayor expansión.

Encontramos muy buenos oradores, así como: Escipión Emiliano, Lelio, Cayo y Tiberio
Graco. La mayoría hombres públicos, políticos en activo, destacamos la figura de Julio
César y el propio Cicerón, con quien la prosa latina alcanza una perfección formal
difícilmente superable.

Dado el auge de la oratoria en su época de esplendor (siglo I a.C), comienza a surgir la


reflexión teórica de la misma; de ahí la importancia que adquiere la retórica en Roma. La
retórica proporciona al orador técnicas expositivas necesarias para realizar un discurso
correctamente. El primer tratado de retórica que se conserva en latín, es la Rethorica ad
Herennium (siglo I a.C), atribuido erróneamente a Cicerón. El propio Cicerón escribió obras
de teoría oratoria, como De Inventione, Brutus. Se distinguen tres escuelas de retórica que
toman como modelo el mundo griego:

- La escuela ática
- La escuela asianista
- La escuela rodia
• Resumen de la lectura.

resumen de la presentación:

En este discurso, Cicerón defiende a Arquias, que emprendió un viaje hacia Roma. Este fue
bien recibido en todas las ciudades por las que pasó, especialmente en la Magna Grecia,
donde la actividad intelectual era tan alta que cualquier hombre de letras podía ser acogido.

En Roma, las artes y las ciencias adquirían más importancia gracias al impulso de la cultura
griega. Así, Arquias, intimó con familias de la aristocracia romana. Fue huésped de Cátulo,
al que escribió un poema. Pero sus patrones definitivos fueron los Lúculos.

Lucio Lúculo era el cabeza de familia, pero se ausentó de Roma y, a su vuelta, fue juzgado y
condenado por su poca honradez. Sus hijos iniciaron un proceso judicial: Marco Lúculo y
Arquias viajaron a Sicilia para recoger testimonios y, cuando regresaban, pararon en
Heraclea, donde vivía exiliado Lúculo.

Roma siempre había concedido la ciudadanía a comunidades enteras, pero no de forma


individual, pues con el fin de la guerra itálica Roma concedió la ciudadanía a todos los
itálicos y, además, Julio César creó una ley que concedía el derecho de ciudadanía a todas
las ciudades itálicas aliadas de Roma.

En el 89, Marco Plaucio Silvano y Gayo Papirio Carbón crearon la ley Plaucia Papiria, que
concedía la ciudadanía a todo aquel cuyo nombre apareciera en el censo de cualquier
ciudad itálica que guardase relación con Roma (Arquias afirmaba que era ciudadano romano
gracias a esta ley, porque era ciudadano de Heraclea y había tenido un domicilio fijo en
Roma).

En el año 89, Arquias estuvo en Roma, pero del 86 al 70 se ausentó, ya que estaba
acompañando a Lucio Lúculo hacia el este. Este es el motivo por el que todavía no aparecía
en las listas, porque seguía allí.

Cicerón asegura que desde su infancia Arquias fue una motivación para él, pero esto es un
mero recurso oratorio, ya que Arquias vivió en medio del círculo de los optimates y es
imposible que pudiera tener una relación cercana al poeta. Además, ambos tuvieron una
mala relación.

Cicerón defendió a Arquias por razones políticas, pero también porque estaba escribiendo
un poema sobre un asunto que consideraba noble y útil. Y así, después de ser defendido, el
poema no había avanzado nada, debido a que recibió un poema del propio Cicerón que lo
desanimó.

Durante los siguientes años, Arquias disfrutó de los derechos de la ciudadanía sin ningún
problema, ya que hizo su testamento según lo estipulado. Además, pudo recibir herencias
de ciudadanos romanos.

La acusación contra Arquias era con fines políticos y contra Lucio Lúculo, dándose por la
rivalidad entre este y Pompeyo, pues ambos tenían un gran interés por conseguir el favor de
Sila. Cuando Lúculo regresó a Roma, gran parte del senado vio en él una salvación que les
libraría de la tiranía de Pompeyo y ambos bandos se enfrentaron frecuentemente.

Los enemigos de Lúculo utilizaron contra Arquias la Ley Papia, ya que esta prohibía a los
extranjeros quedarse en Roma, surgiendo como consecuencia de un movimiento contra la
corrupción electoral.

La acusación de Gracio sobre Arquias se debía a dos factores: Por una parte, Arquias no
podía presentar documentos que demostraran su ciudadanía, pues se destruyeron en un
incendio y por otra, nunca se había inscrito como ciudadano.

Gracio no quería acusar a Arquias, sino exiliarlo para que Lúculo se viera obligado a alejarse
de él, ocurriendo todo esto en el año 62 y concluyendo con la absolución de Arquías

Finalmente, este suceso provocó que Arquias ganara gran importancia como poeta, aunque
no nos han llegado ninguna de sus obras.

Resumen del discurso:

Estamos frente a un discurso diferente a los habituales. Cicerón afirma que él no solo ha
estudiado oratoria, sino que se ha formado también en otros géneros literarios. Pide que se
le permita usar un estilo de oratoria diferente a lo que era usual.

Desde un primer momento, Cicerón afirma que Arquias se encuentra en el registro de


ciudadanos, más si no lo estuviese tiene motivos más que suficientes para estar incluído en
los mismos.

Empieza hablando de la infancia de Arquias y cuenta que se ha dedicado a escribir desde


una edad temprana, empezando en Antioquía, la ciudad donde había nacido, y más tarde en
lugares de Asia y toda Grecia.

Los habitantes de diversas ciudades de Roma le concedieron el derecho de la ciudadanía,


además de otorgarle un gran reconocimiento, llegando incluso a ser conocido por quienes
no lo habían visto antes. De igual manera, un cónsul le ofreció empresas gloriosas y una
opinión fundada y, siendo este aún joven, fue acogido por los Lúculos, a quienes les tiene un
gran aprecio.

Cuando Arquias se marchó a Heraclea, después de estar un tiempo en Sicilia, quiso


inscribirse como ciudadano y lo logró por su prestigio y cualidades..

Cicerón defiende que no es necesario que se pidan más pruebas, ya que hay un hombre
que ha declarado y que no hace falta consultar más registros. Además, Arquias tenía
domicilio en Roma.

El orador pone como otro argumento a favor de Arquias que Lucio Lúculo, quien era
procónsul, lo había incluido en el erario como merecedor de gratificaciones.

Cicerón cuenta que él se ha entregado a los estudios, y que no se avergüenza de ello como
hacen otros. Confiesa que hay que tener ambición de alcanzar gloria y honor.

Defiende que aunque solo se buscara en el estudio un placer espiritual, el estudio es lo más
propio del hombre. Es un placer adecuado para todas las personas sin importar la edad o la
época. Afirma que aunque las personas no estudien, deben admirar a quienes sí lo hacen.
Pone el ejemplo de Roscio, que por el talento que poseía, no iba a morir en la mente de las
personas.

El orador muestra el afecto que le tiene al poeta, ya que le admira por su habilidad en los
poemas, incluso cuando este improvisaba.

Cicerón expone el ejemplo de Homero que, a pesar de su muerte, algunas personas todavía
pelean para que sea reconocido como ciudadano suyo. Entonces reclama que si hay
personas que reivindican a Homero como ciudadano, por qué motivo van a repudiar a
Arquias, quien siempre ha dedicado su talento a divulgar la gloria del pueblo romano.

Cicerón afirma que Ennio era admirado en gran medida por el primer Escipión Africano,
creándose una estatua suya y enalteciendo tales alabanzas al propio pueblo romano.

Entonces, el orador llega a la conclusión de que si este pudo obtener la ciudadanía por sus
actos, al igual que Teófanes de Mitilene (el cual se dedicó a escribir las hazañas que realizó
Pompeyo), Arquías no tiene por qué carecer de ese mismo derecho.

Cicerón expone que Lucio Cornelio Sila recompensó a un mal poeta con la compra de todos
los bienes de la subasta en la que este se encontraba, por tanto, se cuestiona si se la
hubiera entregado a Arquías en caso de que la hubiera pedido, pues, a diferencia de ese
poeta, Arquías presentaba un gran talento.

Además, su gran amigo Metelo Pío concedió la ciudadanía a muchas otras personas y,
como este era gran admirador de la obra de Arquías, no sería un hecho tan extraño que se
la concediese.

Cicerón afirma que “no hay que disimular lo que no se puede ocultar, sino que debemos
confesarlo abiertamente”. Esto se debe a que todos deseamos la sensación de éxito,
incluidos los filósofos, generales, jueces e incluso el propio Cicerón, el cual confiesa ante el
juzgado su anhelo de gloria y, además, expone que Arquías se dedicó a escribir un poema
acerca de las medidas que tomó (con la colaboración de los jueces) para salvar la ciudad.

Este animó a Arquías para que terminara el poema, ya que así alcanzaría más éxito, hecho
que no considera para nada negativo, pues, según él, “la virtud no desea otra recompensa a
sus trabajos y peligros que los elogios y la gloria”

Cicerón explica que “en todo hombre de bien, reside un sentimiento interior que día y noche
le aguijonea el alma con la idea de la gloria y que le advierte de que no hay que dejar
extinguir, al mismo tiempo que la vida, el recuerdo de nuestro nombre, sino perpetuarlo
hasta la más lejana posteridad”.

Todas las personas que se dedican a la política creen que una vez lleguen al final de su vida
deben querer dejar la imagen de sus obras y valores escrita por los mayores talentos, más
no la representación de sus cuerpos, hecho que muchos realizan mediante la creación de
esculturas y retratos.
Cicerón pide a los jueces la protección de Arquías, cuya causa está garantizada por el
beneficio de una ley, la autoridad de un municipio, el testimonio de Lúculo y los registros de
Metelo.

Recurre a los dioses para justificar su gran talento y así convencer a los jueces de que
acepten su ciudadanía, además de exponer su promesa de que dará testimonio eterno de
alabanza a los peligros internos que han padecido.

Cicerón concluye exponiendo su confianza en la aprobación de la ciudadanía de Arquías,


pues cree que con todos los aspectos positivos mencionados a lo largo de todo el discurso
son más que suficientes para que éste la reciba.

• Conclusiones

En conclusión, Pro Archia es una de las obras más importantes de la literatura universal.
Este discurso es poco habitual a lo que era común en otros discursos tanto en estilo como
en temática .

Por una parte, Cicerón con este discurso intenta agradar y persuadir a los jueces con la
suavidad y la fluidez de su lenguaje. En cambio, la temática además de defender al acusado
incluye cómo innovación la defensa de las humanidades. Es decir, se centra en llamar la
atención sobre lo importante que son las letras y las actividades literarias. Esta obra inicia la
reflexión sobre lo importante que es el intelecto del hombre.

Ciceron solía recurrir al patriotismo en sus discursos porque era un punto sensible que podía
favorecer al defendido.

-un discurso de defensa tiene que utilizar determinados recursos para lograr su propósito

Ciceron solía recurrir al patriotismo en sus discursos porque era un punto sensible que podía
favorecer al defendido.

el Pro Archia es el primer texto destinado centralmente a llamar la atención sobre la


importancia personal y social de las letras, de la actividad literaria y de los estudios literarios.
Para Cicerón, en suma, las letras constituyen un muy apropiado camino para el hombre que
aspira a la plenitud de su humanidad. Además de darnos descanso y recreación, además de
ser fuente de formación técnica para actuar eficazmente, además de orientarnos en la
comprensión del hombre y del mundo, las letras son, con su inagotable repertorio de figuras
y situaciones ejemplares, un medio privilegiado de modelación ética. Las letras, en suma, le
ofrecen al hombre la oportunidad de ser un homo humanus, de alcanzar su formación
integral, de realizar en sí el ideal de la cultura humana, la humanita

la calidad de su cliente Ie ofrece una ocasion para hacer en este discurso una brillante laudatio del
oficio de las letras: no pre- tende solamente que la ciudadania de Arquias sea reconocida y
respetada, sino que, en la Roma utilitaria, las letras humanas alcancen tambien carta de ciudadania.


​ - - CONCLUSIÓN DE INTERNET

Y es que, en cuanto pieza oratorio-forense (esto es, en cuanto defensa legal de un


acusado), el Pro Archia no tiene ni la importancia política ni la fuerza retórica de otros
discursos de Cicerón; pero desde el punto de vista de sus consideraciones marginales o
extraprocesales, esta es una obra fundacional, pues inaugura con lucidez y brillo en el
mundo latino la reflexión acerca de la importancia de la actividad intelectual del hombre. Es
una encendida defensa de lo que fue, para el propio Cicerón, parte central de sus intereses
y ocupaciones: el cultivo del verbum, el disfrute de la palabra, el gozo del despliegue de las
ideas en el cuerpo siempre sugerente de la lengua; en suma, la experiencia literaria, en
sentido amplio.

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