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PLANTEAMIENTO PROBLEMA
Objetivo general
ANALIZAR LA JURISPRUDENCIA Y LA NORMATIVIDAD VIGENTE RESPECTO DE
LA INIMPUTABILIDAD COMO EXIMENTE DE RESPONSABILIDAD PENAL EN
COLOMBIA
Objetivos específicos
CAPITULO 1
Capítulo 2
Como ya se dijo, el trastorno mental es una de las causales para que un
sujeto pueda ser declarado inimputable en el proceso penal (art. 33,
C.P.). De igual forma, el tratamiento que se les da o se les debe dar a
estas personas debe ser especial, teniendo en cuenta que padecen una
anomalía o disfunción mental que les impide comprender la ilicitud de
los hechos que han cometido o no se encuentren en capacidad de
autodeterminarse (Corte Constitucional, Sentencia C-107 de 2018,
M.P.: Luis Guillermo Guerrero Pérez). No obstante, la normativa
procesal penal vigente no hace mayor alusión al tratamiento
diferenciado que deben recibir los sujetos inimputables, bien sea que
el trastorno mental se siga manifestando durante la actuación procesal
o sólo haya sido determinante al momento de la ejecución de la
conducta sub judice. No obstante, el C.P., en su artículo 33 manifiesta
que el inimputable sólo tendrá estas calidades cuando se cumpla el
nexo de temporalidad con la conducta realizada. En este orden de
ideas, en la Ley 906 de 2004, contentiva del Código de Procedimiento
Penal en adelante C.P.P, es posible evidenciar la ausencia de normativas
en cuanto a la inimputabilidad. Es decir, es posible denotar que en la
normativa procesal penal no existe claridad sobre el tratamiento de los
procesados que padecen trastornos mentales durante el proceso
penal. Lo anterior, únicamente resalta que la Ley 906 de 2004 se
muestra indiferente frente al fenómeno de la inimputabilidad si se
tiene en cuenta la regulación de esta figura en la normatividad penal
sustantiva. Tan sólo se alude expresamente a la inimputabilidad en el
artículo 344 cuando se plantea la posibilidad de que, en la audiencia de
formulación de la acusación, aquella sea planteada por la defensa
como una estrategia defensiva frente a la pretensión de la Fiscalía. Más
allá de la ausencia de normatividad clara y precisa frente al tratamiento
procesal de los inimputables, la regulación de la Ley 906 abre la puerta
para que sea el juez quien 24 determine esta condición Yacamán, 2016.
Esto resulta altamente problemático en el sentido en que, primero, no
existe suficiente precedente frente al tema de la inimputabilidad para
fundamentar las decisiones del juez ni para refutarlas. Y, como bien se
mencionó al principio, el tema de la salud mental y de la
inimputabilidad es muy amplio y está sujeto a distintas
interpretaciones desde distintas disciplinas diferentes al derecho, razón
por la cual las decisiones tomadas por el juez son bastante subjetivas y
no se fundamentan en un mínimo normativo dispuesto tanto en el C.P.
como en el C.P.P. El problema verdadero, sin embargo, radica en el
hecho de que, al examinar las normativas anteriores a la Ley 906 del
2004, podemos notar que, por ejemplo, en la Ley 600 del 2000, se
establecía un tratamiento procesal para los inimputables acorde con su
condición Yacamán, 2016 Mientras tanto, en la Ley 906 de 2004, el
proceso penal es indiferente para quienes comprenden la calidad de
inimputables, resultando en un trato injusto e incorrecto frente a estos
sujetos. En línea con lo anterior, se puede decir que la Ley 906 de 2000,
que afianzó el sistema penal acusatorio en Colombia, fue promulgada
en aras de descongestionar el sistema judicial, pero fue diseñado,
primordialmente, para aquellos sujetos que acrediten cierta
“normalidad” afectiva, volitiva y cognitiva. Lo anterior, además de ser
una falla muy grande en el proceso penal, es una violación a los
derechos fundamentales de los ciudadanos que no reúnan estas
características, previstos en la Constitución Política de Colombia.
Teniendo en cuenta lo anterior, el artículo 29 de la Constitución
determina que: El debido proceso se aplicará a toda clase de
actuaciones judiciales y administrativas. Nadie podrá ser juzgado sino
conforme a leyes preexistentes al acto que se le imputa, ante juez o
tribunal competente y con observancia de la plenitud de las formas
propias de cada juicio. 25 En materia penal, la ley permisiva o
favorable, aun cuando sea posterior, se aplicará de preferencia a la
restrictiva o desfavorable. Toda persona se presume inocente mientras
no se la haya declarado judicialmente culpable. Quien sea sindicado
tiene derecho a la defensa y a la asistencia de un abogado escogido por
él, o de oficio, durante la investigación y el juzgamiento; a un debido
proceso público sin dilaciones injustificadas; a presentar pruebas y a
controvertir las que se alleguen en su contra; a impugnar la sentencia
condenatoria, y a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho
Constitución Política de Colombia, 1991. Así pues, el debido proceso
debe ser una garantía mínima de los sujetos inimputables en el proceso
penal, ya que, como se ha venido diciendo, y lo ha sostenido de
manera enfática la doctrina, los sujetos inimputables deben tener un
tratamiento especial en el sistema penal y esto no excluye el
enjuiciamiento de estos. En este sentido, el tratamiento procesal de un
sujeto con disfunciones mentales debe estar sometido a mayores
garantías, teniendo en cuenta la protección especial que debe proveer
el Estado a las personas con disfunciones mentales Constitución
Política de Colombia, 1991, art. 13, inc. 3. Así las cosas, el proceso
penal debe realizar una serie de ajustes de procedimiento que le
permitan al sujeto desempeñar sus funciones efectivamente dentro del
proceso (CSJ, Sala de Casación Penal, Sentencia No. SP4760-2020. M.P:
Patricia Salazar Cuellar). Entonces, frente a las garantías de los
inimputables en el proceso penal, el artículo 4.1 de la Ley 1618 de 2013
manifiesta que: “En ese contexto de garantías fundamentales debidas a
personas con alguna discapacidad y que son reconocidas con fuerza
constitucional, resulta indispensable que el Congreso de la República,
sin más demora, estructure reformas al proceso penal, inclusive la
creación de uno especial de ser necesario, que sean suficientes y
pertinentes para garantizar el acceso efectivo de los procesados que se
encuentren en esa situación especial, especialmente por razones
mentales y/o sensoriales, más aún cuando la misma pueda tener
relación con una causal de inimputabilidad. 26 Sin embargo, y por más
optimistas que han sido los promotores de la ampliación y aclaración
del régimen de inimputables en Colombia, las lagunas y los vacíos
normativos siguen vigentes. Pese a esto, el legislador penal sigue
fallando en la comprensión global del tema de la inimputabilidad,
partiendo de la dudosa forma en la que se trata a un inimputable en el
mismo proceso 2016, y si este proceder es congruente con los
lineamientos establecidos en el artículo 33 del C.P. Así pues, como ya se
mencionó, el proceso penal en Colombia, con la Ley 906 de 2004, se ha
tornado indiferente con el tratamiento de inimputables desde el inicio
de este. Lo anterior, teniendo en cuenta que la primera mención del
tema de la inimputabilidad en el proceso penal se hace hasta el artículo
344, es decir, en el momento en que se dicta la formulación de la
acusación de un sujeto por cometer un hecho punible. Para este
momento, el sujeto ya ha atravesado varias etapas del proceso penal,
en donde no se ha determinado si este es o no es un sujeto imputable.
Por ende, si se hace un análisis minucioso de varias de las normas
procesales del C.P.P. se puede evidenciar que no existe un tratamiento
diferenciado para los inimputables en las etapas procesales de la
formulación de la imputación, aceptación de cargos y la audiencia
pública de cargos Corte Constitucional, Sentencia C-330 de 2013, M.P.:
Luis Ernesto Vargas Silva. Esto, teniendo en cuenta las disposiciones del
artículo 126 del C.P.P, en donde se establece lo siguiente: “El carácter
de parte como imputado se adquiere desde su vinculación a la
actuación mediante la formulación de la imputación o desde la
captura, si esta ocurriere primero. A partir de la presentación de la
acusación adquirirá la condición de acusado. Así las cosas, la lectura de
este artículo evidencia la falta de diferenciación entre los sujetos
imputables e inimputables desde que se da inicio al proceso penal, lo
cual implica que de lege data exista una presunción legal de
inimputabilidad que la defensa debe desvirtuar en el juicio. En este
sentido, se podría entender que un sujeto inimputable se considera
imputado desde que se le formula su imputación o desde que se le
captura. Todo 27 ello implica que a la defensa se le obliga a realizar una
defensa afirmativa durante el juicio para demostrar que la persona
juzgada es inimputable. Esto implica, necesariamente, que la persona
inimputable tiene que esperar hasta llegar al juicio, viéndose en
algunos casos obligada a acogerse a los mecanismos de terminación
anticipada del proceso, como serían aquellos propios de la justicia
premial, no obstante, su calidad de inimputable. Al respecto, la Corte
Constitucional en Sentencia C-330 de 2013 sentó precedente para
denotar las fallas en el sistema procesal penal para los sujetos
inimputables. En primer lugar, teniendo en cuenta lo dispuesto en el
artículo 293 del C.P.P., la aceptación de los cargos por parte del
imputado es un reconocimiento libre, consciente y espontáneo de
haber participado en alguna forma o grado en la ejecución de la
conducta delictiva que se investiga. Teniendo en cuenta lo anterior, se
puede entonces decir que la aceptación por parte de un sujeto que
padece de un trastorno mental transitorio o permanente no cumple
con los requisitos dispuestos en la legislación vigente en tanto que
estos sujetos no están en capacidad de autodeterminarse ni de
conocer la ilicitud de sus actos (art. 33, C.P.). Lo anterior, en tanto no
existe un tratamiento diferenciado para aquellos sujetos que cometen
un delito bajo las condiciones expuestas en el artículo 33 del C.P. En
este caso, se está frente a una clara omisión legislativa por parte del
sistema penal, en tanto que debería existir una norma que establezca –
de forma clara el tratamiento que debe recibir una persona
inimputable cuando se inicia la persecución penal en su contra. El
régimen procesal penal contenido en la Ley 906 de 2004 falla
completamente en la diferenciación del tratamiento a los inimputables
quienes, según los doctrinantes mencionados y según la normativa
penal, deben ser tratados de manera especial, empezando con su
enjuiciamiento (Sotomayor, 1996). Por ello, no es posible que una
persona que no se encuentra en capacidad de comprender, se deba
someter a todo un proceso (que inicia desde la imputación, en donde
se parte de la base que el sujeto es “imputable”), hasta llegar a la etapa
de la acusación (Capítulos I, II, III, C.P.P), en donde finalmente puede
manifestar que alegará en la audiencia del juicio oral su condición de
inimputable. Entonces bien, resulta ilógico pensar que una persona
que, en el momento en que cometió una conducta susceptible 28 de
ser considerada típica y antijurídica, no tuviere la capacidad de
comprender su ilicitud o de determinarse de acuerdo con esa
comprensión (art. 33, C.P.), pueda y tenga la plena capacidad de
comprender todo lo que presupone un proceso penal Corte
Constitucional, Sentencia C-330 de 2013, M.P.: Luis Ernesto Vargas
Silva. En línea con lo anterior, la Ley 906 de 2004 resulta muy parca a la
hora de diferenciar el tratamiento de los inimputables, teniendo en
cuenta que antes de que sean declarados como tal, pueden recibir las
mismas medidas cautelares de un imputable. De igual forma, se
establece la posibilidad de que los sujetos implicados en un proceso
penal puedan acceder a mecanismos de justicia premial, como los
preacuerdos, o a la aplicación del principio de oportunidad que
favorezcan su pena o, inclusive, la perdonen (arts. 321 y ss. y 348 y ss.,
C.P.P.). Ante esto, no existe una regulación específica que determine
que los sujetos inimputables pueden o no pueden acceder a estos
mecanismos de negociación, razón por la cual se reitera la
incongruencia de la ley procesal penal frente al tratamiento a los
inimputables. Esto, en tanto que para realizar este tipo de actuaciones
el imputado debe estar en plena capacidad de entendimiento y, por
consiguiente, deberá proveer su consentimiento para realizar dichas
actuaciones. Bajo este entendimiento, se podría decir entonces que el
consentimiento de una persona inimputable no es válido, en tanto que,
en línea con lo dispuesto en el artículo 33 del C.P., los inimputables no
tienen la capacidad de autodeterminarse y, mucho menos, tener
libertad de acción. Por ello, se puede decir que la ley procesal penal
colombiana ha omitido claramente la necesidad de regular este tema
en los artículos mencionados, razón por la cual se entiende que las
personas inimputables, pueden seguir el curso de un proceso penal
hasta la acusación dando un consentimiento que no es válido ante el
ordenamiento jurídico. Así las cosas, es claro que los sujetos
inimputables se encuentran en una situación de desventaja manifiesta
frente a los sujetos imputables en el proceso penal, en tanto que los
imputables les es permitido actuar dentro del proceso demostrando su
consentimiento ante las actuaciones Corte Constitucional, Sentencia C-
330 de 2013, M.P.: Luis Ernesto Vargas Silva. Por ejemplo, los sujetos
imputables pueden acceder a los mecanismos mencionados 29 del
preacuerdo o principio de oportunidad entendiendo plenamente lo
que estos presuponen. De igual forma, pueden allanarse a cargos o
declararse culpables en el transcurso del proceso para poder obtener
rebajas en sus penas (arts. 267, 268, 293, 348, 350, 351, 352 y 356,
C.P.P). En cambio, cuando un sujeto que padece de un trastorno o
discapacidad mental se enfrenta a las mismas situaciones en el proceso
penal, se visibiliza una desventaja en la capacidad de comprensión de
los mecanismos o ventajas mencionadas para los imputables. Lo
anterior, denota una clara e inequívoca desventaja entre los sujetos
imputables y los sujetos inimputables en tanto que las medidas de
seguridad, las cuales se otorgan únicamente a los inimputables, no
están sujetas a rebajas (Corte Constitucional, Sentencia C-330 de 2013,
M.P.: Luis Ernesto Vargas Silva). Entonces, no solo es clara la situación
de desventaja en la que se encuentran los inimputables en el proceso
penal frente a los sujetos imputables, sino la clara vulneración de los
derechos fundamentales al debido proceso y la igualdad, previstos en
la Constitución Política. Además, es bastante claro que tanto en el
derecho penal como en el derecho procesal penal colombiano no se
respetan las garantías de los inimputables. Como lo vimos
anteriormente, se parte del presupuesto de que desde el mismo
tratamiento que se le da a los inimputables a lo largo del proceso penal
se suprimen y se restringen las garantías mínimas de los sujetos
inimputables. Con todo, volviendo a la pregunta principal que
concierne a este trabajo investigativo, se podría decir que no es posible
aplicar la normativa dispuesta en C.P. frente al tema de la
inimputabilidad utilizando la estructura del proceso penal contenida en
la Ley 906 de 2004 puesto que existe una clara omisión legislativa en el
segundo estatuto. Esto, no sólo presupone una falla procesal inmensa,
sino que también conlleva a la vulneración de los derechos
fundamentales de la población inimputable.
Capitulo 3
La fórmula del Código Penal de 1936, era confusa en extremo, tal como
lo señala Federico Estrada Vélez, pues el artículo 29, disponía que:
Cuando al tiempo de cometer el hecho, se hallare el agente en estado
de enajenación mental o de intoxicación crónica producida por el
alcohol o por cualquier sustancia o padeciere de grave anomalía
síquica, se aplicarán las sanciones fijadas en el capítulo II del título II de
este libro31. Seguía este Código la tendencia siquiátrica, que no define
la imputabilidad sino que enuncia su aspecto negativo, es decir, la
inimputabilidad, elimina así, toda función jurídico normativa, para
reducirla a un estado de anormalidad síquica, además creaba tres
situaciones de enfermedad mental, con valores y contenidos propios,
que estaban fuera de la ciencia psiquiátrica32, de suerte que su mera
Para fundamentar la responsabilidad, se hace necesario, en ocasiones,
el análisis de procesos psicológicos que sirven de base a la formación
de la voluntad, que no siguen fielmente las reglas de la naturaleza,
tales como la presión sanguínea, la respiración o la digestión, sino que
se rigen a las reglas de determinación. La determinación de la
actuación descansa en la capacidad de controlar los impulsos que
sobre él inciden y de dirigir su decisión según contenidos de sentido,
valores y normas. Constituye entonces la esencia del ser humano,
realizar un comportamiento, que sale del mundo meramente instintivo,
como lo señala Santo Tomás de Aquino: “Differt autem in agenda
natura rationalis praedita libero arbitrio ab omnia alia natura.