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Convendrán conmigo en que una gran parte del público incurrirá, con mayor
o menor talento, en garabatear algo de forma circular, decorando su
perímetro con protuberancias en formas de punta, capullo, hongo, o cómo
ustedes prefieran denominarlas. También creo que coincidirán en que
muchos de los dibujantes serán capaces de contarnos que allí dentro hay
material genético viral, y que el virus es capaz de entrar en nuestras células y
replicarse para salir e infectar otras. Ahora, volvamos por unos momentos a
esas protuberancias. ¿Qué representan y qué hacen allí? Algunos serán
capaces de decirnos que esas puntas representan un componente que tiene
este virus, y otros, más atentos aún, nos explicarán que aquello es la proteína
espicular del virus, mejor conocida como Spike. Lo que hemos aprendido
todo este año es realmente brutal.
En la primera línea
Como ya mencioné, la Spike es esencial para que el SARS-CoV-2 entre en
nuestras células. Es la encargada de tocar a la puerta. Al reconocer al
receptor convertidor de angiotensina 2 (ACE2) que está presente en células
de varios de nuestros tejidos, la Spike genera el primer contacto virus-célula.
Pero, no contenta con tan valiente empresa, luego de dejarse cortar por otros
componentes de nuestras membranas celulares, cambia de forma cual
Megatron en Transformers para lograr que las membranas viral y celular
entren en contacto, en un proceso llamado fusión. En resumen, no sólo toca a
la puerta, sino que también la abre.
A partir de entonces, el virus tiene gran parte del partido encaminado; ahora
le resta liberar el material genético dentro de la célula y esperar que la
maquinaria celular produzca nuevas partículas virales que saldrán y
posiblemente infectarán nuevas células, en un ciclo más que virtuoso (desde
el punto de vista del virus, claro está). Por eso, no cuesta entender las razones
por las que esta proteína se ha transformado en uno de los principales blancos
a la hora de desarrollar estrategias terapéuticas para la covid-19: si logramos
incomodar a la Spike, con la administración de algún fármaco, por ejemplo,
es posible que podamos impedir el ingreso del virus a la célula.
Por ejemplo, las variantes P.1 y B.1.351 presentan ambas dos mutaciones
muy particulares llamadas coloquialmente EricK y NellY (la comunidad
científica suele hacer estas cosas para enmendar el inconveniente de ponerle
nombres horribles a todo). Estos dos acrónimos se refieren a una mutación en
que el aminoácido ácido glutámico (E) reemplaza a una lisina (K) en la
posición 484 (E484K=EricK), y el aminoácido asparagina (N) sustituye a una
tirosina (Y) en el lugar 501 (N501Y=NellY).
Algunos, con buen tino, se preguntarán cómo es posible que dos pequeños
cambios en una proteína de más de 1.000 aminoácidos tengan un gran efecto.
Otros, quizás con un poco más de conocimiento o algún recuerdo de clases
de biología, notarán que las mutaciones cambian completamente las
características del aminoácido original. En efecto, estas mutaciones no son
para nada silenciosas, sino que al estar ubicadas justo en la región de la Spike
que interactúa con el receptor y al cambiar drásticamente las propiedades de
los aminoácidos, EricK y NellY son en gran parte la explicación de la
ganancia de transmisibilidad de estas variantes. La buena noticia: la
información hasta ahora disponible sugiere que aunque estas variantes
podrían evadir en parte la respuesta de anticuerpos generadas por la
vacunación, las vacunas funcionan tan bien que efectivamente los individuos
vacunados logran contrarrestar la infección, sobre todo disminuyendo
drásticamente el peligro del desarrollo de la enfermedad en forma grave.
Esta pandemia nos puso a todos la vida patas para arriba. Cursamos tiempos
cargados de angustia e incertidumbre. Prima cuidarnos y sobre todo cuidar a
los más vulnerables. Los médicos y científicos hacen un esfuerzo invalorable
y contra reloj para atenuar los efectos de la pandemia, intentando entender
cada vez más y mejor el fenómeno en su totalidad. Sin embargo, a veces, en
medio del torbellino, vale la pena tomarse un respiro para contemplar la
plasticidad y belleza de esta máquina, la Spike, la reina de la corona. Le
llaman “reconocer las cualidades del adversario”, y vaya que esta es una gran
cualidad. Una de las mejores vacunas contra el miedo es justamente el
conocimiento.
Referencias