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Nuestra Opinión
Sobre el particular es del caso precisar, que el derecho al ofrecimiento y admisión de
medios probatorios se fundamenta en la necesidad de lograr la tutela jurisdiccional
efectiva de los derechos que corresponden a las partes como a los terceros
legitimados en un proceso, derecho que además justifica que en determinados casos
sea inaplicable el principio de preclusión u oportunidad con sujeción a que concurran
determinados supuestos que justifiquen la admisión de la prueba extemporánea, tal
como lo hemos explicado con anterioridad.
Sin embargo en el ejemplo propuesto, el Tribunal se encontrará en una encrucijada,
en cuanto conforme lo establecido por el artículo 374 del Código Procesal Civil, solo
en los procesos de conocimiento y abreviados se pueden ofrecer medios probatorios
al momento de apelar la sentencia, quedando por tanto excluidos de esta posibilidad
los procesos ejecutivos; sin embargo la nuevas pruebas de “A” no solo ponen en duda
el crédito exigido por “B”, sino que además dejan en evidencia indicios de la comisión
de delitos contra la fe pública y contra la administración de justicia; en tal sentido el
Tribunal debe decidir entre aplicar una norma restrictiva del Código Procesal Civil y
resolver conforme los formalismos del procedimiento establecido para los procesos
ejecutivos, o pronunciarse con un criterio de justicia, tomando en consideración que
las pruebas ofrecidas recién pudieron ser conocidas por “A” después de la notificación
de la sentencia de primera instancia, además del hecho que el Tribunal no puede
consentir la comisión de un delito con su fallo.
Alternativa de Soluciòn
Para resolver esta encrucijada, consideramos que antes debemos entender y
distinguir dos conceptos básicos, que a su vez tienen carácter de derechos
fundamentales, como son el derecho a la tutela jurisdiccional efectiva y el derecho al
debido proceso, regulados en los artículos 139, inciso 3 de nuestra Constitución y los
artículos I del Título Preliminar y 2 del Código Procesal Civil.[4]
No es nuestra intención crear una definición o hacer un análisis exhaustivo de estas
instituciones, razón por la para mejor explicar el sentido de las mismas acudimos al
Dr. Reynaldo Bustamante Alarcón, quien de forma muy clara explica estos conceptos
de la siguiente forma:
“En ese sentido, definimos al proceso justo o debido proceso como aquel derecho fundamental
a la justicia a través del proceso y también del procedimiento; es decir, como el derecho de
todo sujeto de derecho a un proceso o procedimiento en donde su inicio, desarrollo y
conclusión, así como las decisiones que en ellos se emitan, sean justos. Se trata de un derecho
fundamental de carácter instrumental que se encuentra conformado por un conjunto de
derechos esenciales (como el derecho de defensa, el derecho a probar, entre otros) que
impiden que la libertad y los derechos de los individuos sucumban ante la ausencia o
insuficiencia de un proceso o procedimiento, o se vean afectados por cualquier sujeto de
derecho (incluyendo el Estado) que pretenda hacer uso abusivo de estos.
La tutela jurisdiccional efectiva, en cambio, es el derecho de todo sujeto de derecho que le
permite exigir a los órganos jurisdiccionales del Estado o de la comunidad internacional (en
los temas que son de su competencia) que hagan eficaz su función jurisdiccional; es decir, que
ejerzan jurisdicción eficaz y oportuna a través de un proceso, más no de un procedimiento,
pues sólo en el primero se puede hablar propiamente del ejercicio de la jurisdicción o, si se
prefiere, de la función jurisdiccional.”[5]
Para complementar estos conceptos consideramos pertinente agregar, que tal como
lo establece el artículo III del Titulo Preliminar del Código Procesal Civil[6], el fin de
todo proceso es resolver una controversia o eliminar una incertidumbre con relevancia
jurídica, mediante una decisión justa que busque la verdad jurídica, debiendo
respetarse durante el proceso el derecho de las partes a un debido proceso y a la
tutela jurisdiccional efectiva. Es justamente esta finalidad la que justifica que nuestro
ordenamiento le otorgue al magistrado la facultad de actuar con un criterio que le de
prioridad a la búsqueda de la verdad jurídica sobre los formalismos de nuestro
ordenamiento, adecuando sus exigencias a lograr los fines del proceso.
Tomando en consideración lo expuesto anteriormente, consideramos que
correspondería al Tribunal evaluar los medios probatorios ofrecidos por “A” en su
recurso de apelación, y para ese efecto la Sala tendría, en nuestro concepto, dos
alternativas, 1) Inaplicar las restricciones del artículo 374 del Código Procesal Civil, en
cuanto su interpretación restrictiva transgrede el derecho al debido proceso o proceso
justo respecto de “A”, además que su acatamiento implicaría que el Tribunal emita un
fallo que apañaría la comisión de un ilícito penal y 2) admitir de oficio las pruebas en
mención conforme la facultad contenida en el artículo 194 del Código Procesal Civil.
Incluso, consideramos que el Tribunal tendría en teoría una tercera opción, que es la
de suspender el proceso en atención a lo establecido por el artículo 3 del Código de
Procedimientos Penales, al comprobarse de las pruebas ofrecidas por “A” que existen
indicios razonables de la comisión de uno o varios delitos, los mismos que tienen
conexidad con la materia controvertida en el proceso y podrían afectar el resultado
final del mismo.
Primera Alternativa: Admisión de Prueba:
Con respecto a la primera opción consideramos importante señalar que, tal como lo
hemos expresado anteriormente, nuestra constitución en su artículo 139 inc. 3
reconoce como principio y derecho de la función jurisdiccional la observancia del
debido proceso, siendo una de sus garantías el derecho a probar de las partes. A fin
de graficar mejor la importancia de este derecho contitucional, citamos la Sentencia
de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso Tribunal Constitucional
contra el Estado Peruano, la que en su numeral 68 señala que “…El respeto a los
derechos humanos -como es el debido proceso-constituye un límite a la actividad estatal“, y
que las autoridades jurisdiccionales deben conceder irrestrictamente a las partes “las
garantías del debido proceso”.
En este sentido, si bien es cierto el artículo 374 del Código Procesal Civil sólo permite
el ofrecimiento de medios probatorios en el escrito de apelación en las vías de
conocimiento y abreviado; en nuestra opinión esta norma debe ser analizada en cada
caso concreto tomando en consideración que la finalidad de todo proceso es lograr
una solución justa y reconocimiento de los derechos sustanciales de las partes, fin
que contiene los valores de verdad y de justicia que forman parte de la sustancia
misma del debido proceso, esto con el objeto de sopesar adecuadamente los
intereses en juego y poder lograr una solución proporcional y razonable.
Además, consideramos que en el caso puesto de ejemplo, la aplicación de la
restricción contenida en el artículo 374 del Código Procesal Civil implicaría una
inobservancia de las normas del debido proceso, puesto que no observaría el principio
de la proporcionalidad. En este sentido, la doctrina5 señala que la constitucionalidad de
cualquier actuación afectante de derechos fundamentales “viene determinada por la estricta
observancia del principio de proporcionalidad”.Ahora bien, el referido principio “…exige
evaluar si la limitación introducida al derecho constituye una medida equilibrada entre el
perjuicio que sufre el derecho limitado y el beneficio que de ello se deriva a favor del bien
público”6
En efecto, si se impide en el caso puesto como ejemplo ofrecer a “A” medios
probatorios que de un modo meridianamente claro acreditarían que no adeuda suma
alguna de dinero y que incluso existen indicios que el actor ha actuado de manera
dolosa, se estaría transgrediendo el derecho de las partes a la tutela jurisdiccional
efectiva, además de contravenir los fines del proceso pues se cometería una situación
de grave injusticia.
En otros términos, una aplicación equilibrada del principio de proporcionalidad llevaría
necesariamente a concluir que en el presente caso la preclusión y restricción
normativa debe ceder paso frente a valores trascendentales e incluso inherentes a la
misma vocación humana como son la justicia y la verdad. De otro lado, consideramos
que es insostenible pensar que la restricción al ofrecimiento de pruebas en apelación
en procesos que no sean de Conocimiento o Abreviado, constituye un criterio que
nuestro ordenamiento jurídico busca realizar incluso a costa o sacrificio de los fines
del proceso, y los derechos fundamentales de las partes.
debemos acotar que el artículo 194 del Código Procesal Civil establece que el juez de oficio “puede
ordenar la actuación de los medios probatorios adicionales que considere convenientes”. Esta opción
sería en principio viable, pues la norma adjetiva es clara al establecer la facultad referida, a efectos de
crear convicción en el juez para resolver conforme a derecho, esto es, dentro de los parámetros de la
verdad objetiva, cumpliéndose así, en última instancia, con la finalidad del proceso.
En este sentido, viene al caso citar a Héctor E. Lama More, Magistrado Titular del
Poder Judicial [7] quien señala que “la actuación de una prueba de oficio por los Órganos
Jurisdiccionales no debe limitarse sólo a la primera instancia, puede ser actuada también, de
modo excepcional y atendiendo a las circunstancias del caso concreto, en instancia de
revisión, siempre y cuando se permita a las partes el ejercicio de su derecho a la bilateralidad
y contradicción de la prueba, así como el de defensa. Para este caso no existe una regla
absoluta o general, y dependerá, como se ha señalado (…) de la situación que se presente en
cada caso”.