Está en la página 1de 190

TIERRA FIRME

© Biblioteca Nacional de España


© Biblioteca Nacional de España
TIERRA FIRME
REVISTA TRIMESTRAL

1935
Número 3

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME
D lR E C tO R : SecRETAiuo;
ENRIQUE DiEZ-CANEDO ANTONIO MORÓN

SUMARIO
P ig io a i.

Luis de Zulueta. ¿ a P olitica exterior de la R ep ú blica.............. 5


Ventura García Calderón, ^Cómo era aquel esp añol?................. 29
Jorge Basadre, E l P erú actua l......................................................... 47
W . Röpke, L a Econom ia fa scista .— {De Econom ica, núme­
ro 5, 1935. Publicada por la London School of Econo­
mics and Political Science.)................................................... 65
Rodolfo Barón Castro, Unión y desunión de C en hvam érica.. . 93

INVESTIGACION

Angel Rosenblat, E l desarrollo de la población indigena de


A itiérica (conclusión)............................................................ 109

DOCUMENTOS

José María Ots, S evilla y la m oderna hisloriografia hispano-


am ericatia............................................................................... 143

NOTAS

A íiírico Castro, Las complicaciones del Arte barroco (i6i).—-E. DIsz-C ane-
00, Antologías poéticas — Ramón íoiesia, Silió, César: Don Alvaro de
Luna y su tiempo.— Jeschke, Hans: Die Generation von 1898 in Spanien (176).

AMÉRICA EM LAS REVISTAS

PRECIO DE SUSCRIPCIÓN;

España, 15 pesetas al año; Hispanoamórica, 20; Extranjero, 24.


N ú m ero su elto:

España, 4 pesetas: Hispanoamórica, 5; Extranjero, 6.

R e d a c c ió n : MEDINACELI, 4, MADRID.— T eléfon o 24660.

A d m in is t r a c ió n :

L ib r e r ía de E. PRIETO, PRECIADOS, 48. MADRID,— T e l é f o n o 22120.

© Biblioteca Nacional de España


LA POLÍTICA EXTERIOR
DE LA REPÚBLICA

ESPAÑA EN EUROPA — ESPAÑA EN AMÉRICA

¿T ie n e E sp a ñ a u n a p o l ít ic a in t e r n a c io n a l ?

A l reflexionar sobre la pregunta que encabeza estas


líneas, sospecho que no faltarán quienes se inclinen a
darle una respuesta negativa.
En efecto, más de una vez hemos oído decir que la
República española carece de una verdadera política in­
ternacional ; que debería tenerla, y que a sus gobernan­
tes y estadistas incumbe la urgente obligación de seña­
larla. Mas, por su parte, los que así piensan se guardan,
por lo común, de apuntar en qué habría de consistir con­
cretamente esa política exterior de España.
Nos dicen, a lo sumo, con qué nación o naciones de­
bería la nuestra mantener una inteligencia más estrecha
y una especial amistad. Y nos recomiendan, ya que nos
entendamos con Francia, por múltiples razones ; ya con
Inglaterra, por su actitud arbitral en Europa; ya con
las dos; ya con ambas y con Italia; ya en particular
con esta última, porque sus intereses políticos exterio­
res en nada tropiezan con los nuestros.
Semejante criterio delata, a mi juicio, un concepto
erróneo de este problema. Una política exterior no

© Biblioteca Nacional de España


n SR R A HRUE

consiste esencialmente en tin determinado sistema de


amistades internacionales. Por el contrario, ese siste­
ma debe ser la consecuencia de la politica previamente
adoptada. A sí ocurre en todos los Estados que tienen
una orientación bien definida para su acción en el mun­
do. A esa orientación se subordina después, en cada mo­
mento, el sistema todo de sus relaciones o alianzas.
Aquella ingenua manera de discurrir parece, ade­
más, partir del supuesto de que, en cada nación, la po­
lítica exterior se inventa. Pero la realidad es muy otra.
En cada Estado, en cada momento histórico, la orien­
tación internacional está determinada por una serie com­
pleja de factores que la condicionan. Responde a im­
pulsos profundos y a necesidades vitales. Así, en un de­
terminado país, y aun a través de los cambios más ra­
dicales, vemos reaparecer las líneas directrices de su
posición en el mundo y de sus actividades exteriores. La
Unión Soviética, por ejemplo, coincide con el Imperio
de los Zares en todos los puntos decisivos : recelo frente
a Alemania; alianza con Francia; antagonismo con el
Japón ; garantías en los estrechos del Bosforo y los Dar-
danelos, aunque ahora, por camino opuesto, busque esas
garantías en una inteligencia con Turquía y no en la
guerra contra Turquía.
L a política exterior no se inventa. Lo que ocurre es
que, en im momento dado, pueden un pueblo y un Go­
bierno tener conciencia viva de su interés esencial y de
su misión histórica, o pueden vegetar inconscientemen­
te, movidos tan sólo por los acontecimientos inmediatos.
En el primer caso, realizan su destino; en el segundo,
son arrastrados por él.
España tiene, en el siglo x x , su orientación interna­
cional. No la definió en los tiempos de la monarquía.
Sólo mostraba entonces el aspecto primario y negativo
de esa orientación, condensado en una palabra : neutra-

© Biblioteca Nacional de España


IK p o l ì t i c a e x t e r i o r d e l a r e p ú b l ic a

lidad. L a prueba de que esta palabra reflejaba oscura­


mente un instinto nacional muy hondo, está en la fuerza
con que a ella se aferraba nuestro pueblo. Pero la mera
neutralidad, la no beligerancia en una contienda, no es
más que la cara negativa, pasiva, de una política. La
cara positiva, activa, fecunda, manifestación adecuada
del espíritu español, ha empezado a encontrar su expre­
sión en la actitud internacional de la República.
Cabe discutir esta actitud. Lo que no puede negarse
es que, buena o mala, es toda una política, definida en
nuestra Constitución e iniciada por los primeros Gobier­
nos republicanos.
V oy a exponer cuáles son, a mi juicio, sus sólidos
fundamentos. No se trata de una posición teórica, ni de
una doctrina abstracta, sino de una verdadera política,
nacida de la realidad y fértil en consecuencias prácticas.
Y como habrá quien crea que esa política peca por ex­
ceso de idealismo, espero demostrar que, a la vez que
responde a los principios más elevados, coincide tam­
bién con nuestros más positivos intereses y con nuestras
más inmediatas conveniencias nacionales.

L a C o n s t it u c ió n d e la R e p ú b l ic a .

Aunque expresión de la realidad objetiva— o, acaso,


cabalmente, por serlo— , toda política digna de este nom­
bre responde a un estado general de conciencia de la
comunidad nacional.
“ L a política exterior de España— escribía al minis­
tro el embajador en París, D. Salvador de Madariaga—
tiene que ser, en el terreno de sus relaciones extranjeras,
la manifestación de una filosofía concreta de la Repú­
blica española.”

© Biblioteca Nacional de España


n iR R A n R U S

Lo mismo cabe afirmar de toda auténtica política


internacional. Debe responder a una filosofía concreta,
es decir, a algunas grandes ideas rectoras, unas veces
explícitas y formuladas por los hombres de Estado, y
otras veces implícitas y latentes en el alma de la nación.
En nuestro caso, esas ideas directoras se hallan ex­
presadas en el texto mismo de la Constitución de la Re­
pública.
Muy criticada ha sido ésta, desde distintos campos,
y quizá, en algún punto, no sin razón. Pero yo, que fui
uno de sus votantes y no he dejado nunca de ser uno de
sus defensores, debo recordar ahora que, en algunos de
sus más importantes aspectos, nuestra ley fundamental
no sólo es excelente, sino que representa un progreso en
el Derecho constitucional del mundo. Marcha por cami­
nos nuevos que habrán de ser, sin duda, continuados ma­
ñana en las futuras normas constitucionales de los paí­
ses avanzados.
Uno de estos aspectos es el de la vida internacional.
Nuestra Constitución, que fija las normas para la polí­
tica interior, las establece también para la política ex­
terior de España. Aquéllas y éstas son, en realidad, las
mismas. Los mismos principios generales de democra­
cia, libertad y justicia que, de acuerdo con el artículo
primero, informan nuestra organización nacional, ins­
piran también nuestras relaciones y actividades inter­
nacionales.
L a República tiene la noble audacia de proclamar
una doctrina, no sólo para su régimen interno, sino igual­
mente para su vida exterior. España adquiere con esto
una magnífica unidad institucional y acrece su autori­
dad moral ante el extranjero. No es uno de esos Estados
que basan su política interior en determinadas normas
de Derecho y practican en su política exterior las nor­
mas contrarias, o la desenvuelven en ausencia de toda

© Biblioteca Nacional de España


LA POLITICA EXTERIOR DE LA REPÚBLICA

norma, sin más ley que un egoísmo estrecho o un opor­


tunismo inmediato que, a la larga, pueden resultar con­
traproducentes.
Cierto es que esa tendencia a incluir determinados
principios jurídicos de vida internacional en la ley bá­
sica de un Estado aparece reflejada también en algima
otra de las nuevas Constituciones.
“ L a tendencia internacional— dice Mirkine-Guetze-
vitch en su libro sobre Las Constituciones de la Europa
nueva— es uno de los rasgos característicos del nuevo
Derecho constitucional europeo” ... A sí, por ejemplo,
en el preámbulo de la Constitución de la República che­
coslovaca, afirma ésta su decisión de formar parte de la
Sociedad de las Naciones “ en calidad de miembro civili­
zado, pacífico, democrático y progresivo” . Y otras Cons­
tituciones modernas, como la de Weimar, la de Estonia
y la de Austria de 1920, contienen la declaración de que
las reglas generalmente admitidas del Derecho de Gen­
tes forman parte integrante del Derecho nacional.
Pero ningpma Constitución, que yo sepa, ha desarro­
llado como la española esa nueva orientación.
E l gran cambio que se está produciendo en la vida
internacional consiste, a mi ver, en el anhelo— aun no
logrado, ciertamente— de sustituir la diplomacia secreta
por la que podríamos llamar “ diplomacia de la tabla re­
donda” . Con la primera, dos o varios Estados se con­
ciertan sigilosamente, a espaldas de los demás, para
adoptar acuerdos que creen que les convienen, aun cuan­
do a otros perjudiquen y sean con frecuencia nocivos
para el bien común de la humanidad. Los Estados risca­
les de aquéllos procuran, por su parte, defenderse, pac­
tando, también en la sombra, sus correspondientes acuer­
dos. El resultado de este método no puede ser, y la H is­
toria lo comprueba, más que la guerra.
La nueva diplomacia de la tabla redonda, caracteri-

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

zada por el Pacto de la Sociedad de Naciones, por las


reuniones de Ginebra y por otras análogas conferencias
mundiales, invita a todas las naciones interesadas para
que participen en la obra común; las reúne alrededor de
una mesa ideal en la que no hay cabecera, y se esfuerza
en resolver las cuestiones a plena luz y con la colabo­
ración general. Sería candoroso ocultar que este méto­
do está apenas en los comienzos ; atraviesa ahora, preci­
samente, una honda crisis; pasa por una etapa de fla­
queza y desprestigio; se practica, en todo caso, a me­
dias y con graves imperfecciones; sufre los embates
de la violencia y las infiltraciones de la hipocresía, y son
harto deficientes hasta ahora los resultados obtenidos.
Mas el nuevo método está en pie; abandonado hoy,
requerido otra vez mañana; sin que logre imponerse, ni
sea posible anularlo ; quebrantado en algunas de sus for­
mas, intacto en su fondo moral y jurídico. Sus dos no­
tas características son : publicidad y universalidad.
Estas dos notas, como reglas de política internacio­
nal, figfuran de la manera más explícita en el texto de
nuestra Constitución.
L a primera, publicidad. Los Tratados, en general,
según los términos del artículo 76, han de ser aprobados
por las Cortes. “ Los Tratados y Convenios secretos
— previene el citado artículo— ^y las cláusulas secretas
de cualquier Tratado o Convenio no obligarán a la Na-
cion.
Toda la Constitución de la República, por otra par­
te, está inspirada en la idea de imiversalidad. No exclu­
ye en rigor, pero no prevé en modo alguno, una política
de alianzas. Lo que abiertamente prevé, regula y alienta
es la política universalista de Sociedad de Naciones.
“ El Estado español— dice el artículo 7.®— acatará
las normas universales del Derecho internacional, incor­
porándolas a su derecho positivo.” He ahí la primacía

10

I. © Biblioteca Nacional de España


LA POLITICA E X n iU O R DR LA REPÚBUCA

de lo universal humano sobre lo meramente nacional.


Pero ello no implica un cosmopolitismo abstracto, por­
que lo universal vive y actúa en la nación y se expresa
de una manera diversa, pero armónica, por la voz de
las distintas naciones de la Tierra.
Por el artículo 65 de la Constitución, “ todos los Con­
venios internacionales ratificados por España e inscritos
en la Sociedad de las Naciones y que tengan carácter
de ley internacional, se considerarán parte constitutiva
de la legislación española, que habrá de acomodarse a lo
que en aquéllos se disponga” . Y una vez ratificado un
Convenio internacional, el Gobierno habrá de presen­
tar “ en plazo breve” a las Cortes “ los proyectos de ley
necesarios para la ejecución de sus preceptos” .
De un modo especial, la Constitución puntualiza— ar­
tículo 76— que “ los proyectos de Convenio de la orga­
nización internacional del trabajo serán sometidos a las
Cortes en el plazo de un año, y en el caso de circuns­
tancias excepcionales, de dieciocho meses, a partir de la
clausura de la Conferencia en que hayan sido adopta­
dos” . España quiere dar ejemplo en la universalización
de las leyes del trabajo.
Hasta tal punto es fiel la República española al prin­
cipio universalista de la Sociedad de las Naciones, que
para retirarse de ella, dentro siempre de los plazos y re­
quisitos que señala el Pacto de la Sociedad, sería preciso
que el Presidente de la República— artículo 78 de la
Constitución— estuviera autorizado para cursar el avi­
so previo de retirada mediante una ley votada en Cortes
por la mayoría absoluta de la Cámara. Si la amenaza
de la retirada es un arma que a veces esgrimen los Go­
biernos para ejercer presión en el seno de la Sociedad
de las Naciones, la República ha dado un ejemplo de
dignidad, de respeto y de elegancia al presentarse en el
Consejo de la L iga dejando el arma a la puerta. Con
II

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA n R U Z

ello, ciertamente, no disminuyó, sino que aumentó su


influencia legitima en las deliberaciones de Ginebra.
Nuestra Constitución concibe, pues, una política ex­
terior democrática. Repudia los Tratados secretos y
exige para los públicos el voto del Parlamento. Su es­
píritu de convivencia internacional la lleva a adherirse
lealmente a las instituciones que hoy, más o menos im­
perfectamente, lo encarnan y simbolizan. No admite, por
otra parte, la Constitución— artículo 31— que los ex­
tranjeros, cualquiera que sea su patria, puedan ser ex­
pulsados de España arbitrariamente sin las garantías
que una ley especial habrá de concederles.
Si, como decíamos, la vieja diplomacia secreta tenia
que acabar fatalmente en la guerra, este nuevo espíritu
abierto, intemacionalista, imiversalista, de nuestra Cons­
titución ha de tender lógicamente a la paz. No creo que
haya en el mimdo Constitución más explícita, en este
sentido, que la de la República española.
Su artículo 6.“ formula con el carácter de texto cons­
titucional la cláusula de renuncia a la guerra como ins­
trumento de política nacional. Según el artículo 77, Es­
paña no podrá declarar guerra alguna— por justa que
parezca— , “ sino en las condiciones prescritas en el Pac­
to de la Sociedad de las Naciones, y sólo una vez ago­
tados aquellos medios defensivos que no tengan carác­
ter bélico y los procedimientos judiciales o de concilia­
ción y arbitraje establecidos en los Convenios interna­
cionales” ... Y aun así, cumplidos todos esos requisitos,
no podrá el Presidente de la República declarar la gue­
rra más que después de estar autorizado por una ley.
Es decir, que la guerra tendría que ser votada por el
Parlamento, por un Parlamento, recuérdese bien, ele­
gido por todos los españoles y todas las españolas ma­
yores de veintitrés años.

12

© Biblioteca Nacional de España


LA PO LITICA S X T ta iO K DK LA REPUBLICA

D ip l o m a c ia s e c r e t a y d ip l o m a c ia d is c r e t a .

Política internacional con métodos de publicidad y


de universalidad, orientada hacia la organización de la
paz y la colaboración leal entre todos los países... Está
bien. Pero ¿ no corre esa política el peligro de estar de­
masiado bien?
La realidad presente no permite hacerse excesivas
ilusiones. Si el hombre es un lobo para el hombre, los
Estados, más aun que los individuos, mantienen sus uñas
y sus dientes bien aguzados bajo la piel de cordero de
las Conferencias del Desarme. E l pecado que más caro
se paga en política es el de la ingenuidad. Un ideólogo
irresponsable puede profesar las más generosas doctri­
nas. Pero no tiene derecho a practicarlas un hombre de
gobierno que actúa, no en nombre propio, sino en el de
una gran nación como España, que suma hoy, entre sus
habitantes y sus emigrados, cerca de treinta millones
de seres humanos.
Conviene, pues, hacer algunas aclaraciones acerca de
esta política exterior de la República española. Por for­
tuna, honra y provecho caben en este saco, y aun cre­
yendo que esa política es la más honrada y honrosa, ha­
bríamos dudado mucho en servirla si no hubiéramos lle­
gado a la convicción de que es, al mismo tiempo, la más
hábil por nuestra parte y la más útil para nuestra patria.
En primer término, unas palabras sobre la diploma­
cia secreta. E l dudoso éxito de las modernas asambleas
mundiales y el escaso resultado de sus prolongadas de­
liberaciones públicas y espectaculares con taquígrafos,
periodistas y fotógrafos, han llevado a muchos observa­
dores a desconfiar de ese naciente parlamentarismo in-

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA nR M S

ternacional y a recomendar el retorno a los métodos


tradicionales de la diplomacia clásica.
H ay en esto una parte de verdad y de razón que se­
ría torpe no reconocer. No es fácil negociar en público
ni con la intervención de varias docenas de nutridas de­
legaciones nacionales. E l acuerdo entre los Estados es
labor delicada en la que con frecuencia hay que rozar
prejuicios e intereses que a los respectivos países les pa­
recen sagrados y no puede normalmente confiarse a una
numerosa asamblea, que es una muchedumbre, aunque
sea una muchedumbre seleccionada.
L a psicología del diálogo entre dos es muy otra que
la de la conversación entre ocho o diez, y ésta, a su vez,
distinta de la del debate entre doscientos. Por eso, en la
misma Ginebra los temas difíciles suelen pasar de las
Asambleas a las Comisiones especiales; de las Comisio­
nes, a los Comités restringidos, y de éstos, muchas ve­
ces, a alguna Ponencia de dos o tres personas... En rea­
lidad, se negocia en los saloncillos de los hoteles.
Tanto en la política internacional moderna como en
la antigua, la etapa de la negociación exige reserva. Los
diplomáticos, que por algo se llaman “ secretarios” , es
decir: guardadores de los secretos, son los técnicos de
la negociación y los profesionales del silencio. “ Un di­
plomático no debe desaprovechar ninguna ocasión de
callar.” Durante la etapa de la negociación, una pala­
bra imprudente, unas declaraciones inoportunas pue­
den echarlo todo a perder. Mientras dos Gobiernos se
esfuerzan en entenderse, es posible que haya un tercero
interesado en hacer fracasar la negociación.
L a diplomacia no puede dejar de ser discreta. Pero
la diplomacia discreta no es la diplomacia secreta. E l re­
pudio de la diplomacia secreta obliga a dos cosas. La
primera, a que, por reservadas que hayan sido las con­
versaciones previas, todos los Tratados sean luego ín-

© Biblioteca Nacional de España


LA POLITICA KXTERIOR DB LA REPÚBLICA

tegramente públicos. Públicos, y democráticamente acep­


tados por el Parlamento.
Pero hay, además, otra obligación. No sólo deben
publicarse los Tratados después que han sido firmados
por los plenipotenciarios respectivos, sino que, para que
el país no se encuentre de pronto ante realidades casi
consumadas, conviene enterarle de la dirección general
que en cada punto sigue su política exterior.
Pública, al comienzo, la orientación general; públi­
cos, al final, los resultados concretos, existe entre aqué­
lla y éstos el período de las negociaciones, durante el
cual la reserva es conveniente, y a veces necesaria en ab­
soluto, incluso por reciprocidad internacional, pues po­
cos Estados tratarían regularmente con un Gobierno
que después de cada conversación diplomàtica entrega­
ra el extracto a la prensa.
También hay que interpretar con discreción el ver­
dadero carácter de una política de neutralidad y de paz.
No habría razón buena si mal fuere entendida...
Una nación neutral y pacífica no está obligada a ser,
al mismo tiempo, una nación inerme, viviendo en un
mundo de Estados formidablemente pertrechados para
la guerra. El territorio español ocupa una delicada po­
sición estratégica entre dos mares y entre dos conti­
nentes. Sus costas y sus islas no pueden quedar inde­
fensas sin que se pongan, precisamente, en peligro la
neutralidad de España y el pacifismo de la República.
L a neutralidad de una nación, su soberanía e inte­
gridad territorial, serán tanto más respetadas cuanto
mayores riesgos vea en ello la potencia extranjera que,
en un momento dado, tuviera interés en conculcarlas.
La guerra, una vez desencadenada, difícilmente recono­
ce otras leyes que las de la fuerza. Un beligerante se
abstendrá de utilizar un puerto o un territorio neutra­
les cuando esté seguro de que los quebrantos para él se-

15

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

rán mayores que las ventajas. Suiza es un claro ejem­


plo de República democrática, neutral, civil, pacifica,
pero no inerme.
L a organización de una defensa armada eficaz, pru­
dente, compatible con nuestros medios económicos, es
garantía de nuestra neutralidad. En nada se opondría,
por otra parte, a una política internacional de limita­
ción y reducción de armamentos, en la cual debe poner
España el mayor empeño. E l desarme general de las
potencias y el estatuto jurídico de la paz serían para
ima nación como la nuestra, si alg^n día esas aspiracio­
nes se realizasen efectivamente, la mejor garantía.

Ideales e in t e r e s e s .

Como antes he dicho, al trabajar sincera y resuel­


tamente en favor de la paz mundial y de la imión y
acuerdo entre las naciones, inauguraba la República una
política exterior que respondía a los más altos ideales,
pero también a nuestros intereses más positivos y a
nuestras más prácticas conveniencias. Hemos adopta­
do una posición de vanguardia moral que no por ser no­
bilísima deja de resultarnos— desde puntos de vista es­
trictamente nacionales— ^la más útil y provechosa.
¿Por qué? Porque España no podría ganar nada en
una guerra y podría en ella perder mucho aunque se es­
forzase en no ser beligerante. Porque España no espe­
ra beneficiarse de las discordias entre las grandes po­
tencias y, en cambio, puede verse perjudicada por las
salpicaduras del río revuelto. Porque España no quiere
verse obligada a gastar en cañones, acorazados y per­
trechos bélicos los millones que urgentemente necesita
para las obras públicas y la enseñanza, para el trabajo

i6

© Biblioteca Nacional de España


LA F O lin C A IXTERIOR DE LA REPÚBLICA

y la cultura. Porque a España, país de valor universal


por su historia, su lengua y su espíritu, le importa mucho
que en el mundo se cotice la autoridad moral, ya que en
esto ella es rica, mejor que la fuerza material, puesto
que de ella está hoy escasa. Porque España no pretende
actualmente nada que pueda conquistarse por las armas
y tiene, en cambio, aspiraciones universales que sólo po­
drían realizarse en una atmósfera internacional de paz
duradera y de recíproca confianza...
Si España, pasándose de lista, se aventurara en una
política pérfida de doblez e intriga, soñando en aprove­
charse de la rivalidad de grandes potencias, conspiraría
entonces de una manera suicida contra su propio y sa­
grado interés nacional. Imaginemos fríamente cuáles se­
rían, en alguna de las zonas geográficas que más nos
afectan— por ejemplo, en el Mediterráneo— ^los resulta­
dos de esa política. Entonces sí que la República espa­
ñola habría pecado de ingenua, incurriendo en la doble
culpa de un candor malévolo.
No. España no puede ser el tercero en discordia que
se aproveche de las querellas ajenas. Se expondría a ser,
por el contrario, la víctima de las ajenas luchas y de su
propia imprudencia. A España no le conviene el maquia­
vélico divide ut rcgnes. No vencería dividiendo, porque
el éxito que puede y debe apetecer lo obtendrá, cabalmen­
te, por la unión y la paz entre las naciones.
No le corresponde a la República, en la política de
Europa, ponerse del lado de unas potencias contra otras
potencias en una tensión de relaciones en la que latiría
el peligro de la guerra. Todo lo contrario. Aunque, por
razones obvias, cultive preferentemente la amistad de
las dos grandes naciones occidentales, a las que España
está más unida por motivos geográficos y por una es­
trecha afinidad de ideas y de intereses, debe esforzarse
siempre— ^y esto como la mejor prueba de esa misma

17

© Biblioteca Nacional de España


TISRRA FIRME

amistad leal— en favorecer cuanto pueda en cada caso


contribuir a un arreglo sincero entre esas dos grandes
potencias y Alemania o al acuerdo entre Francia e
Italia.
En general, aunque España no mirase más que a su
utilidad egoísta, no le aprovecharía fomentar la rivali­
dad entre las potencias, balanceándose entre uno y otro
campo, porque, en la querella, no tendría nada que ob­
tener. Lo que le conviene es ser un elemento leal de con­
cordia y de armonía en los problemas internacionales.
Sólo en una atmósfera general de confianza y de paz
nos será posible atender debidamente a nuestra obra de
reconstrucción interior y estimular el renacimiento cul­
tural que se está produciendo en España. Sólo en ese
ambiente podrán hallar soluciones favorables aquellos
problemas que en particular nos preocupan, como los
relativos a Tánger, Protectorado de Marruecos y E s­
trecho de Gibraltar.
Nuestra política debe ser siempre de unión y de paz.
Proclamaba noblemente Renan, bajo los cañones pru­
sianos, que cualquier discordia entre Francia, Inglate­
rra y Alemania constituía un duelo para la civilización.
Hoy cabría decir que la discordia entre las grandes po­
tencias no sólo es un duelo para la civilización, sino par­
ticularmente un duelo para España. La causa de la ci­
vilización y nuestro interés nacional van por fortuna
unidos. Nuestra política ha de ser, por todas las razo­
nes, una política de paz y de unión.

U n a f a m il ia d e n a c io n e s .

Esa política de buena voluntad y sincera concordia


entre todos los países adquiere un carácter especial cuan­
do se trata de aquellos pueblos que, con el nuestro, for-
i8

© Biblioteca Nacional de España


LA POLÍTICA EXTSIUOR DE LA REPÚBLICA

man en el mundo una gran familia de naciones. Con


ellos, la amistad y el acuerdo aspiran a convertirse en
verdadera fraternidad.
Ese espíritu queda también claramente proclamado
en la Constitución de la República. “ A base de una re­
ciprocidad internacional efectiva y mediante los requi­
sitos y trámites que fijará una ley— dice el artículo 24— ,
se concederá ciudadanía a los naturales de Portugal y
países hispánicos de América, comprendido el Brasil,
cuando así lo soliciten y residan en territorio español,
sin que pierdan ni modifiquen su ciudadanía de origen.”
“ En estos mismos países— añade el citado artículo
constitucional— , si sus leyes no lo prohíben, aun cuan­
do no reconozcan el derecho de reciprocidad, podrán na­
turalizarse los españoles sin perder su nacionalidad de
origen.”
E l valor de ese texto, cuyo espíritu es lo que im­
porta, consiste ante todo en que consagra en la Consti­
tución el problema hispanoamericano; es decir: el pro­
blema de las especiales relaciones que deben existir en­
tre todas esas naciones de lengua española y portuguesa.
Sobre este problema, creo lo mejor reproducir aquí
en sus líneas esenciales lo que, como ministro de Estado
de la República, tuve la honra de decir en Ginebra hace
tres años, en el banquete ofrecido a los representantes
hispanoamericanos en la Asamblea de la Sociedad de
las Naciones.
Se ha repetido muchas veces que el hispanoamerica­
nismo no es un problema oratorio, literario, que deba
enfocarse en un cambio de frases, por bellas que éstas
sean, en un trueque de manifestaciones verbalistas, aun­
que en ellas palpite quizás el fondo de nuestra alma. Tal
vez por reacción muy natural y explicable contra esa re­
tórica hispanoamericana, se ha venido en nuestros días
a decir que este problema es, en el fondo, una cuestión

19

© Biblioteca Nacional de España


n S I lR A FIEUie

de intereses materiales ; que ya es hora de que dejemos


el jardín de las bellas letras y entremos en el campo fe­
cundo de la economía, sustituyendo los mejores discur­
sos y poesías por buenos Tratados de comercio.
Que haya buenos Tratados de comercio es una con­
veniencia evidente, que entre los países de lengua es­
pañola debemos fomentar con el mayor entusiasmo y
en lo posible con la mayor eficacia. Mas ésta no es la
esencia de la cuestión, no es lo que especialmente carac­
teriza las relaciones que deben unir a estos países.
Excelentes Tratados de comercio se pueden concer­
tar por cada una de las naciones nuestras con otras na­
ciones extranjeras del habla más distinta, de la raza más
diferente, con tal de que entre ellas existan coinciden­
cias de intereses en el cambio de las mutuas produc­
ciones.
No quiere esto decir, evidentemente, que no sea Uti­
lísimo seguir este camino y desarrollar entre nuestras
naciones hermanas una buena política económica. Todo
lo contrario. Ese camino hay que seguirlo con los más
eficaces esfuerzos. Pero ello no puede constituir nunca
la nota diferencial, la nota específica de aquellas rela­
ciones que deben imir a los países hispanoamericanos.
No es éste un problema de retórica. No es tampoco
fundamentalmente un problema de economía. Es, en sín­
tesis, un problema espiritual. No porque no sea de retó­
rica hemos de afirmar que es simplemente de mtereses
materiales ; no porque sea espiritual hemos de decir que
es un problema ajeno al mundo de las realidades. Hay
realidades de orden material y hay realidades de orden
espiritual, y estas últimas, que son, a mi juicio, las que
nos unen, no son ni menos fuertes, ni menos claras, ni
menos positivas que las otras, ni menos importantes en
la vida. Y si nos entendemos en el terreno del espíritu,
ello habrá de producir una atmósfera tal de mutua com-
20

© Biblioteca Nacional de España


LA POLITICA EXTKHIOR DE LA REPÚBLICA

prensión, de reciproca simpatia, que impulsará a obte­


ner resultados fructíferos en el terreno de la economía,
en el campo de la producción y el comercio.

R e a l id a d e s h is p a n o a m e r ic a n a s .

¿ Cuáles son entonces estas realidades de orden espi­


ritual que nos permiten enfocar el problema de las rela­
ciones entre todo nuestro grupo de pueblos? Observé­
moslas rápidamente de modo sincero y objetivo. H ay
ante todo una realidad primera. Este grupo de países
habla el mismo idioma. En Ginebra, por ejemplo, una
tercera parte, más quizá de una tercera parte, del Con­
sejo de la Sociedad de las Naciones y una tercera parte
de países representados en la Asamblea de la misma So­
ciedad están formadas por países de lengua española. No
hay quizá otro idioma en el mundo que sea hoy hablado
por un número tan grande de naciones, y si tenemos pre­
sente que al lado del idioma español está el idioma por­
tugués con su magnífica literatura, y si recordamos ade­
más que entre estos dos idiomas, vecinos en la Penínsu­
la, vecinos en América, hay una tal semejanza de her­
manos gemelos que los españoles entendemos a los por­
tugueses cuando hablan su lengua y los portugueses nos
entienden sin dificultad cuando nosotros nos expresamos
en la nuestra, nos daremos cuenta de que más de veinte
naciones hablan de un modo semejante, y hablan de un
modo semejante porque piensan y sienten de una ma­
nera análoga, y piensan y sienten de una manera aná­
.■ i
loga, quiéranlo o no, porque esto no depende de su vo­
luntad, sino de las grandes líneas que a través de los
siglos han trazado sobre la tierra el impulso de la N a­
turaleza y el genio de la Historia.
A esta primera realidad sigue una segunda. Este
21

© Biblioteca Nacional de España


TUREU riRUE

grupo de naciones que piensan en el mismo idioma son


también de una misma estirpe. No digo de una misma
raza, porque la palabra raza tiene para mi un sabor de­
masiado étnico, biológico, materialista, ligada a los hue­
sos y a la sangre, en tanto que el vocablo estirpe, por lo
menos en mi intención, alcanza una amplitud mayor de
resonancias morales, de valores históricos y culturales,
y alude al mismo origen, no ya de una mera comunidad
de sangre, sino principalmente de una comunidad de
cultura.
Y con esto venimos a la tercera realidad, que inevi­
tablemente, por fortuna inevitablemente, se deriva de las
otras dos realidades anteriores. Tenemos una misma
lengua, somos de una misma estirpe. Tenemos, por tan­
to, una gran afinidad de cultura. Poseemos en común
los mismos clásicos. Ruiz de Alarcón, por ejemplo, es
tan mejicano como español. D e la misma manera que
Lope de V ega es tan español como mejicano, y en nues­
tros tiempos modernos, Rubén Darío es leído de la mis­
ma manera allá en sus vergeles de Nicaragua que en
Madrid o en Buenos Aires, y en Buenos Aires y en Ma­
drid no se le lee como un poeta extranjero, sino que sus
versos despiertan una emoción propia, familiar, en todos
los corazones ibéricos.
Leemos los mismos libros, aplaudimos sobre la es­
cena las mismas obras, tenemos una gran analogía en
nuestra manera de razonar, semejantes gustos artísti­
cos. Hemos heredado usos y costumbres muy parecidos
y muy parecidos principios morales. En suma, somos
una familia de países que están en común realizando
en el mundo la creación, la formación de una cultura.
Ante estas realidades de orden espiritual, ¿qué con­
secuencias podemos deducir, qué deberes nos imponen,
qué ideales nos señalan desde el punto de vista de la
política exterior de España ? Porque el ideal no baja de

22

L © Biblioteca Nacional de España


LA POLITICA EXTERIOR DE LA REPÚBLICA

las nubes. E l ideal se engendra en las entrañas de la


realidad. Y aun cabe decir que es la realidad misma, de­
purada, afinada, estilizada, elevada a su máxima per­
fección y a su última plenitud.
¿Qué ideales se desprenden de estas realidades? La
respuesta es clara. Tenemos un ideal común, que esta
misma realidad nos impone y al que deben colaborar ac­
tivamente todos los países de nuestra estirpe, en un plan
de absoluta igualdad. Que ponga más el qite más tenga.
Será este ideal el desarrollo en común de esta cultura
nuestra. Enriquecer, acrecentar entre todos este tesoro,
que es de todos. Desenvolver esta nuestra cultura lite­
raria y científica, moral e intelectual, para que, en unión
de las otras culturas de diferentes países y grupos de
pueblos, contribuya eficazmente al desarrollo de la total
cultura humana y al progreso general del mundo.
Los problemas hispanoamericanos, pues, se sitúan
en el terreno de la cooperación intelectual y de la labor
cultural. Publicaciones, revistas internacionales en nues­
tra lengua, discursos, conferencias, trabajos científicos
emprendidos en común, instituciones para la investiga­
ción científica o para la enseñanza, cambio de profeso­
res y cambio de alumnos, congresos universitarios, re­
uniones pedagógicas entre los educadores de los distin­
tos países que integran nuestra familia de naciones.
Cabe objetar que algo de eso se hace ya, existe ya.
E s cierto; pero se realiza espontáneamente, de un modo
ocasional. Debiera hacerse de una manera deliberada y
sistemática. Eso que existe ya en forma esporádica de­
biera transformarse en un organismo internacional para
la realización de una obra común de cultura.
Concretando estas ideas en una sugestión, podría­
mos preguntarnos si no ha llegado ya el niomento de es­
tablecer un organismo, bien con carácter de institución

23

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA riRME

permanente, bien en forma de reuniones o asambleas


periódicas entre todos los países de esta gran familia.
Este organismo, ajeno al terreno político, se des­
arrollaría solamente en la esfera cultural. Se trata nada
más que de nuestra cultura común. Y o añadiría : se trata
nada menos que de nuestra común cultura, en la que
cada uno de nuestros países tendría su carácter propio,
su acento fuertemente nacional ; pero que, sin embargo,
en la resultante reuniría tales analogías por la lengua y
por el espíritu, por el verbo y por el alma, que constitui­
ría una nota propia, una nota peculiar y específica en el
concierto general de la Humanidad.
Esta es una empresa grande. Pero se trata de un
grupo de pueblos que no han nacido para cosas pe­
queñas.
Estimulando esta empresa, impulsándola, cooperan­
do a ella, la República española completaría su labor in­
terna de reconstrucción nacional con una obra exterior
de gran aliento y vasto porvenir.

La c r is is d e l m u n d o .

L a necesidad de tener ideas claras acerca del senti­


do de nuestra vida internacional se hace sentir doble­
mente en horas de honda crisis como las que hoy atra­
viesa el mundo entero.
Esta crisis proviene, en realidad, de que el mundo
ha cambiado velozmente, mientras que la organización
jurídico-política de la sociedad humana no ha logrado
todavía adaptarse a la nueva situación universal. (Tal
vez todas las crisis procedan, en el fondo, de una inadap­
tación semejante.) E l mundo ha cambiado ahora radi­
calmente porque los gigantescos progresos de la cien­
cia y de la técnica, el desarrollo prodigioso de los me-
24

© Biblioteca Nacional de España


LA POLITICA EXTERIOR DE LA REPÓBLICA

dios de comunicación, han acortado de tal suerte las


distancias que nuestro planeta se ha hecho de pronto
muy pequeño, forma ya una estrecha unidad y todos
los países, quiéranlo o no, se encuentran en una situa­
ción de interdependencia y solidaridad espiritual y eco­
nómica.
Esta realidad mundial necesita encontrar su forma
orgánica y su estructura jurídica. De un modo u otro,
por estos o aquellos caminos, habrá que llegar a un co­
mienzo de auténtica Sociedad entre las naciones y a un
estatuto de Derecho que obligue a los Estados.
En nuestro siglo, dos países lejanos viven en rela­
ción mucho más estrecha que en otros siglos dos villas
cercanas. Este nuevo hecho pide ser ordenado en un nue­
vo Derecho. Subsistirán sin duda las naciones, como
subsisten las villas; pero será preciso que aquéllas, con­
servando cada una su plena personalidad, lleguen a vi­
vir en un estatuto legal que regule positivamente las re­
laciones internacionales.
Claro está que, a la vez que el perfeccionamiento
maravilloso de los medios técnicos y mecánicos impone
casi automáticamente la organización de la convivencia
entre los Estados, se produce violentamente la reacción
defensiva— ^y hasta cierto punto moderadora— de los
nacionalismos alarmados, inquietos ante los peligros del
cosmopolitismo, reacios a abdicar la corona del concep­
to clásico de la soberanía.
De ahí nace el estado crítico— ^más que crítico, caó­
tico— en que se halla el mundo. L a contradicción es in­
sostenible. Mientras los medios de locomoción nos per­
miten realizar el milagro de atravesar tres o cuatro fron­
teras en un día, la incomprensión internacional convier­
te artificialmente esas fronteras en fosos cada vez ma­
yores que dificulten y estorben esa misma comunicación
humana. Las conferencias del Desarme, los Pactos con-

25

© Biblioteca Nacional de España


n S R A A FLRHE

tra la guerra se suceden al mismo tiempo que aumentan


formidablemente los armamentos. Los nacionalismos re­
celosos se encierran en sus ciudadelas mientras los es­
tadistas y gobernantes de todos los países, los ciudada­
nos de todos los pueblos, pueden, merced al teléfono o
la radio, dialogar .a través de continentes y océanos, al­
rededor del globo, como si estuvieran sentados alrededor
de una mesa.
A esta profunda contradicción responde la situación
presente de la política mundial. Nimca han sido quizás
tan intensos los esfuerzos encaminados a la organiza­
ción de una paz duradera. Pocas veces, en cambio, ha­
brá sido tan grave y tan inminente el peligro de una
guerra, que ahora sería sin duda mucho más destruc­
tora que las anteriores. Aquella encrucijada: “ O la paz
o la guerra” , en que desde hace unos años nos encontra­
mos, va haciendo cada dia más apremiante, más an­
gustioso, su dilema.
E l mundo se prepara para la guerra- Que no nos
coja desprevenidos esta dura realidad. Puede la guerra
estallar en plazo no lejano y con esta cruel eventualidad
es necesario contar. Pero, cualesquiera que sean las vi­
cisitudes, las reacciones sangrientas, las curvas y retro­
cesos que nos amenacen, no hay duda de que esta crisis
mundial, si tiene remedio, habrá de resolverse al cabo
merced a una organización de la vida internacional.
Y el país que desde ahora, si bien extremando sus
posiciones de defensa y de cautela, se oriente y trabaje
en este sentido, se habrá colocado favorablemente para
el porvenir. Habrá montado el buen caballo. Acaso la
decadencia de España desde el siglo x v ii provenga esen­
cialmente de que, en la época de la grandeza, montó un
caballo que fatalmente tenía que perder. Ahora, en cam­
bio, se levantaría España acertando a cabalgar sobre el
corcel que, a la larga, ha de ganar la carrera.

26

© Biblioteca Nacional de España


LA POLITICA EXTERIOR DE LA REPÚBLICA

Sin dejarnos deslumbrar por ilusiones utópicas, no


debemos renunciar tampoco— ni los hombres ni los pue­
blos— a vivir para un ideal que merezca que le consa­
gremos nuestra existencia. Cuando, en siglos venideros,
contemplen los historiadores la evolución de la huma­
nidad, es posible que aprecien en ella dos momentos de­
cisivos : uno, perdido en el pasado, aquel en que la bar­
barie primitiva, la anarquía de los egoísmos individua­
les, fueron superados por la creación armoniosa de la
Ciudad, por la organización del Estado; otro, hoy toda­
vía lejano, aquel en que la barbarie de la guerra, la
anarquía de los egoísmos nacionales, que aun se llaman
sagrados, sean superados a su vez por un nuevo orden
de Derecho, de paz y de colaboración entre los países.

LUIS DE ZULUETA

27

© Biblioteca Nacional de España


© Biblioteca Nacional de España
¿CÓMO ERA AQUEL ESPAÑOL?

Estamos en Bruselas, acabamos de escuchar una ora­


ción magistral de Américo Castro y ya no me cabe la
esperanza de conciliar el sueño: tan lejos me llevarán
noche adentro estas cavilaciones sobre su raza y la mía.
“ Nacemos para saber y sabernos” , dijo Gracián. Este
sabernos significa la introspección, la mirada por den­
tro, la meditación de Segismimdo, el encierro en un cas­
tillo interior de Teresa, la “ notomía de sí” que describe
el padre Rivadeneyra, la composición de lugar de San
Ignacio, en suma, todas las formas del examen de con­
ciencia y el torcedor espiritual; porque hurgarse el alma
es afición del hombre hispánico y tal vez— Castro acaba
de apuntarlo— su más famoso invento. Para después,
para expresarlo en otras islas y tierra firme del mar
Océano, dejo un elogio ferviente que nuestro amigo no
querría ver aquí explayado. ¿Qué cosa es el español?,
acaba de preguntarse en público, y hemos ido siguién­
dole en esa exploración de antagonismos raciales, en esa
lucha de culturas fronterizas que constituye la historia
enrevesada de nuestra gente, visigoda y árabe, es decir,
mestiza— antes de serlo otra vez, de español y de indio,
como los hispanoamericanos...
¡Pobre español del tiempo viejo “ a quien tan cara
le cuesta la tierra” , como endechaba el poeta, pienso en t i !

29

© Biblioteca Nacional de España


n S K R A r iR ¥ E

Pienso en ti, que eres carne de mi carne, para compren­


der mejor estas alternativas tuyas de exaltación y des­
dén a todo lo creado, que me abruman sin haber con­
quistado nada. Tú, que todo lo hubiste a punta de
lanza, el cielo, el universo y la morisma, has de ven­
certe a ti propio también. Es fuerza que a tu victoria se
añada una síntesis de alma. Esas superaciones de que
nos habla Castro con tan cursivo y sutil lenguaje, ¿no
son en realidad la superabundancia de energía interior
que incita a vivir peligrosamente, como Gracián lo que­
ría y como lo aconsejaba Nietzsche, su discípulo? El
español, el superespañol (de quien el picaro se ríe a su
antojo) era, no sé si lo es aún, el hombre que debía vi­
vir y morir por algo superior a sí propio: la honra,
el pundonor, la gloria terrena o celestial. “ Muera
yo, viva mi fam a” , grita agonizando el hijo de Arias
Gonzalo. Cuando me acerco en la capilla de Toledo a
escuchar lo que dicen los amigos del Conde de Orgaz,
les oigo murmurar entre dientes: “ Muera esta carne
ruin para que vivan nuestras almas” . Veremos más ade­
lante que el conquistador está situado asimismo a medio
camino entre cielo y tierra.

E s ta sangre alborotada
que y a en tus venas revienta,
que y a p o r tus o jo s salta
es la que m e d ió C astilla.

Castilla, Extremadura, Andalucía; pero no estoy de


acuerdo con el padre del Cid en lo del alboroto de la san­
gre. Sorprenden la sagacidad y la ecuanimidad de ese
español atestiguado en los primeros documentos de la
conquista, mucho antes de que una retórica barroca pre­
tendiera embellecer hazañas que no requieren comen­
tario.

30

© Biblioteca Nacional de España


¿CÓMO ERA AQUEL ESPAÜOL?

Me acompaña desde París el libro raro que acaban


de obsequiarme y en que un andaluz refiere las andanzas
de algunos extremeños. Es ejemplar quizá único esta se­
gunda edición de la Conquista del Perú impresa en Sala­
manca por Juan de Junta “ a cinco días del mes de julio,
año del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, de mil
quinientos y cuarenta y siete años” . Tan infatigable ra­
tón de biblioteca como D. José Toribio Medina no ha
visto la edición que poseo, pues describe erradamente su
frontis.
Placer sutil de estar palpando el libro mismo que tu­
vieron en manos los coetáneos de la conquista, impreso
en letra gótica, a dos columnas, como coplas de ciego y
latín medieval. Su grabado figura el cerco de una ciudad
que no puede ser el Cusco : torres y almenas son de Euro­
pa, de sitio de Italia o de Flandes, pues en los impreso­
res de Salamanca no ha cuajado todavía la nueva reali­
dad estupenda. Tampoco Jerez, el autor de estas páginas,
se da cuenta de tal novedad cuando a cada paso alude a
las “ mezquitas” de los indios, como si todo fuera more­
ría para el español feudal.
i Cómo era aquel español ?, se me ocurre preguntarme
en esta noche de Flandes. Sí ; el que se marchó a América
por su propio gusto (la conquista no era entonces asunto
nacional, sino empresa particular), el que volvía a España
con ánimo de quedarse, y era ya considerado allí como un
indiano, según lo afirma el conquistador V argas Machu­
ca, el que regresaba a morir en su maraña palúdica. Un
indiano, un conquistador— lo mismo da— parecían ya
gente arbitraria, sospechosa, excesiva, no exenta de qui­
jotismo, como se verá en este artículo.
Sería pretensión querer trazar aquí, de buenas a pri­
meras, un retrato auténtico del conquistador español.
N o; bajo mi lámpara nocturna quiero apenas revivir, es
decir, imaginar escuchando el ritmo de mi sangre y la

31

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA F í r m e

memoria subconsciente, cómo fue el ímpetu de esos pri­


meros trujillanos. Me pregunto qué pasiones elementales
los movían, por qué se fueron a América. A lgo me dice
en el fondo de mí mismo que los conceptistas de la His­
toria nos han desfigurado su catadura. En los cuadros
viejos asoman ya marqueses que llevan en el puño un
pergamino enrollado, adelantados y capitanes genera­
les, gente lograda, en fin. Quisiera yo simplemente hu­
manizar al héroe cuando lo fué sin saberlo. Quisiera
bosquejar a este varón de pocas letras, un tanto crudo en
palabras, valiente hasta la temeridad, de ánimo constante
y de buen consejo, varón de carne y hueso, carne amoja­
mada y hueso recio. No sabe leer Don Francisco Pizarro,
ni hace falta. Sintaxis decorativa y razones de la docta
antigüedad saben otros, por ejemplo esos admirables clé­
rigos de más tarde, esos peligrosos hombres de iglesia y
de retórica t Lope, Calderón, Gracián o Góngora. En otra
parte he pretendido deslindar dos Españas que no siem­
pre se enchufan: una dramática, anhelante, que produce
conquistadores, místicos y picaros; la otra sólo compues­
ta de grandes escritores, eruditos y latinizantes, que sue­
len adulterar con elegancias romanas y arabescos mozá­
rabes la simplicidad enjuta de un romancero vivido.
E l romancero o su continuación es éste de América.
Este de Francisco de Jerez, secretario de Francisco Pi­
zarro, soldado oscuro^ que nació en Sevilla hacia 1504,
se embarcó a los quince años (?) para las Indias y volvió
ya maduro, invalidado, trayéndose ciento diez arrobas
de buena plata que había logrado peleando y trabajando,
no durmiendo mas velando, con mal comer y beber,
como él mismo lo anota. Su prosa es simple como su

• El Sr. A. Jiménez Placer, a quien debemos la mejor biografía de


Francisco de Jerez, subraya las dificultades de seguirle a través de su
asendereada existencia, “como si la suerte se hubiera empeñado en os­
curecer su vida".

32

© Biblioteca Nacional de España


(C Ó U O ERA AQUEL ESPAÑOL?

vida, como era entonces la literatura española Quizás


leyó, antes de escribir, algunos fragmentos del Lazarillo
de Tormes (cuyas tres primeras ediciones conocidas son
de 1554), pues se expresa con su limpia sencillez. Sólo
intenta referirnos hechos sabrosos, rehuyendo las di­
gresiones españolas de más tarde, y teme siempre, como
el autor de la novela picaresca, “ incurrir en prolijidad” .
Hoy desearíamos que hubiera sido más minucioso para
saber a carta cabal la aventura cotidiana de aquella gente
extraordinaria.
Por una fatalidad inexplicable, el mayor yacimiento
de energía hispánica está, a fines del siglo x v , en Truji-
11o de Extremadura. (¿ No es maravilla que los Pizarro,

Hernán Cortés y Pedro de Alvarado tengan sangre tru-


jillana? Mi admirable amigo D. Qodoaldo Naranjo
Alonso hace esta observación en su perfecta Guía espi­
ritual de Trujillo.)
Vamos en pos de aquel grupo de extremeños. Se
constituye una gavilla de conquistadores como una cua­
drilla de toreros. Todos son parientes, allegados, amigos
de buena y mala fortuna; todos son arrojados, animosos,
elásticos, deportivos diriamos hoy; el que mejor juega a
la pelota, como Francisco Pizarro; el que sabe pasar un
rio a nado, a volapié, como su hermano Hernando. De
los 167 hombres que estuvieron en Cajamarca en la toma
de Atahualpa, 37 son trujillanos, y la Historia, esa ma­
drastra sin memoria, no da cuenta y razón de los otros
que se fueron muriendo de hambre o de peste a lo largo
de los caminos, en las tentativas frustradas, o en las islas
del litoral que van de Panamá a Tumbes, primeros ce­
menterios de españoles. Un humilde testigo de la época
nos informa en su ingenuo lenguaje que “ eran en tan

' El suntuoso cronista de Indias solía corregir "con toda la lim­


pieza de su pluma”. Fernández de Oviedo enmienda el texto de Jerez
al transcribirlo porque no le parecía bueno el estilo...

33

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA riR U E

gran número los trabajos que pasaban que estuvieron


muchas veces por dejar el dicho descubrimiento por ser
tan grandes las mortandades de la gente que se moría
que era cosa sin número” .
Después de misa, elige el primer matador a sus pica­
dores y banderilleros. Irán con él Tomé, Gonzalo, Mar­
tín, Ñuño, García, peritos en cosas de guerra, hombres
de a pie y de a caballo, jinetes diestros en ambas sillas.
Cada uno lleve su armadura y sus armas, pues hacen la
conquista “ a su costa y misión” como entonces se decía.
D e la remonta se encargarán quizá los amigos y parien­
tes de Pizarro, como Alonso y Francisco García Calde­
rón, cuya casa vieja se mantiene todavía en Trujillo.
Bueno será llevar petrales de cascabeles, porque dicen
que con ellos se atemorizan los indios, a la vez que el
caballo se alienta mucho. Sean las espuelas de pico de
gorrión, porque las de acicate son peligrosas. E l gru­
po discute en el figón vecino. Cada uno opina, la bar­
ba en la mano, el codo apoyado en la mesa de roble;
y la bota de vino pasa de unos a otros como en una
Cena frugal de apóstoles mozos. La alegría es condi­
ción obligatoria: el conquistador no sólo debe resig­
narse a sufrir miserias, sino que ha de estar ufano
de serlo. A l conocido ademán de Pizarro en la isla del
Gallo cuando trazó una raya para que la pasaran los
hombres de pelo en pecho, futuros amos del Perú, justo
parece añadir, en plena soledad de mis serranías, aquel
pregón del gobernador para que los que deseaban regre­
sar a Tumbes se fuesen, “ y que él iría a conquistar con
los que quedasen, pocos o muchos” .
Pocos, pero excelentes, quiere Pizarro. E l conquis­
tador ha de saber morirse de hambre en las islas y de
frío en las sierras. Tiene el vientre feudal de Tragalda­
bas. Cuando no hay a la mano huevos de pájaros mari­
nos o tasajo de caballo muerto, meriendan los aventure-

34

© Biblioteca Nacional de España


¿CÓUO ERA AQUEL ESPASOI?

ros un cuero de vaca curtido que llevaban para zurro­


nes y, cocido, lo reparten. Un compañero de Jerez refiere
que una vez “ mataron un galgo harto flaco” para co­
mérselo. Más lejos, cuando han dejado atrás las cos­
tas áridas del Perú y escasean los abastecimientos por­
que los indios no vienen de paz o se alejan despavori­
dos, quemándolo todo, o tiran piedras grandes como
huevos de gallina, deben aparejarse los conquistadores
a probar “ la culebra y el perro, el mico, el papagayo
y otras sabandijas peores” , apunta V argas Machuca.
En nuestro Jerez encuentro imas palabras primorosas
— queja y desdén— cuando sus compañeros se vieron
obligados a probar “ los mantenimientos bestiales de
aquéllos que no tenían noticia de pan ni vino” .
E l pan del indio es esa extraña mazorca; el vino es
el licor fermentado que con él fabrican estos bárbaros...
Nosotros, los nietos, que mordemos a pleno diente el
choclo de oro y el maíz reventado al fuego, tan blanco
como la flor del algodón; nosotros, que al cabo de la jor­
nada serrana aspiramos a la fruición agreste y áspera
de un poto de chicha, debemos adivinar y compadecer el
gesto avinagrado de Roque, de Sancho y de Tomé cuan­
do faltó la harina de Castilla y la bota de pajarete. Lo
demás, la guerra y la muerte, importan menos.
Tantos exotismos \ ioIentos que van a asombrar al
mundo no mellan esta raza de bronce. Nada puede asom­
brarla. Cuando Atahualpa envía como presente a Piza-
rro dos cargas de patos secos degollados para que, he­
chos polvo, se sahume con ellos. Jerez comenta apenas:
“ porque así se usa entre los señores de su tierra” . Y al
soberano suntuoso que asomaría en Cajamarca en su
litera enchapada de oro, le envía el capitán Don Fran­
cisco una camisa de Castilla. Una camisa de soldado tru-
jillano es gran merced.
Cuando queramos ponerle fecha al orgullo español

35

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA nRU K

en América, acordémonos del obsequio de esa prenda ín­


tima. Y aquí se remansa nuestra cavilación para pre­
guntarnos si el secreto de ese español no estuvo precisa­
mente en ese orgullo. ¿ Hubo, acaso, en la Historia algún
otro más ancho bajo más vasto sol? No se diría un capi­
tán de doscientos hombres enflaquecidos, desgarrados,
palúdicos, trepando por ajena y fragosa tierra, sino un
Cid en campo raso, un Diego Ordóñez de Lara, el que
responde a un emisario de Atahualpa: “ Pues hágote sa­
ber que mi señor el Emperador, que es rey de las Espa-
ñas y de todas las Indias y Tierra Firme, y señor de todo
el mundo, tiene muchos criados mayores señores que
Atabalipa, y capitanes suyos han vencido y prendido a
muy mayores señores que Atabalipa” . E l forma parte
de esa gran escuela de capitanes muy semejantes a los
mendigos de grandes siglos, que eran “ hidalgos como el
rey, dineros menos” . Cuando Hernando se adelanta a
entrevistarse con Atahualpa en nombre de su hermano
y el Inca, halagüeño y falaz, reniega de unos soldados
suyos a quienes se Ies atribuye la muerte de algunos es­
pañoles con sus caballos, Hernando replica (y parece que
escuchamos su acento en cualquier cabecilla contempo­
ráneo nuestro): “ ¡Cómo podrán matar cristianos ni ca­
ballos siendo ellos unas gallinas!” Si Atahualpa le pro­
mete enviar gente de guerra para reducir a un caci­
que sublevado, replica el trujillano, con la insolencia
del Cid:
— Para un cacique, por mucha gente que tenga, no
es menester que vayan tus indios, sino diez cristianos a
caballo los destruirán.
Diez cristianos bastan y sobran. Garcilaso nos cuen­
ta a cada paso anécdotas semejantes en su Historia de
la Conquista de la Florida. Y recordad a Cieza de León.
A l saber Gonzalo Pizarro que gran número de indios
vienen con dardos y flechas, apercibidos a matar su re-

36

© Biblioteca Nacional de España


¿còlio ERA AQUEL ESP a KOL?

ducida hueste, se echa a reir— es el más alegre de los


hermanos— , exclamando;
— ¡ Por Nuestra Señora ! ¡ Como yo me vea encima de
mi caballo, no se me da más que haya mil indios que
cien mil !
Y no es que fuera muy jactancioso; Hernando,
tampoco; Francisco, mucho menos (a pesar de tal o cual
frase de mal humor sobre su Capitanía General, que se
extendía “ hasta Flandes” ).
Este primer contacto de la familia Pizarro con el
Inca es deliciosa estampa, y vamos a detenernos a ima­
ginarla. Hasta el riñón del vasto imperio, geométrico en
su paisaje y en las estilizaciones de sus tapices, hasta el
centro de la monótona colmena ha llegado la pequeña
hueste. Todo debiera acongojar a estos audaces: el cli­
ma, ardoroso en los arenales, bruscamente glacial en los
Andes, donde se resfriaron ayer los caballos porque la
nieve les daba a las cinchas. Padecieron, tal vez, de ma­
rco, como llamaban los españoles al soroche. Bajo el
cielo azul purísimo o la luna embrujada descubren éstos
una sierra más áspera que todas las de España ; la puna
con sus caramillos resonantes en la oquedad de las rocas,
su vegetación arisca y puntiaguda, que araña el vellón
de las alpacas y las llamas. En los primeros relatos, el
conquistador apellida a éstas “ carneros de la tierra” ,
para humanizar un universo de asombros...
Los hombres son tan desconcertantes como el pai­
saje. Aquí está el más famoso de todos. Un poco grueso
y grande es Atabalipa, juvenil de aspecto, pero tan gra­
ve como los ancianos— y taciturno— . No mira con esos
ojos encarnizados, sino los mantiene bajos. Sonríe, sí.
Una sonrisa inmóvil, inquietante, reproducida por los
viejos alfareros en tantos huacos de cenotafios, que
ya no puede erizarnos la carne. Cuando de soslayo y con
un simple batir de párpados ha posado los ojos en Her-

37

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA f l R U t

nando Pizarro, el vehemente conquistador no puede adi­


vinar el aciago designio. “ Con el casco de tu cabeza
— e.stá pensando Atahualpa— Abarán mañana mis embal-
samadores un vaso grande, donde beba la chicha votiva
del desagravio” . No es un proyecto romántico ni hemos
inventado esta coyimtura, sino es ésa la manera impe­
rial de utilizar los cráneos de grandes caciques muertos.
Lo mismo estuvieron a punto de hacer más tarde con
Gonzalo Pizarro.
Sobre anchos tapices donde la fiera y el ave se trans­
formaron en geometría de colores, verde, amarillo, ocre
peruano, hay servidores agazapados en actitud de mo­
mias. Alguno tapa con la mano, como ellas, parte del
rostro hasta los ojos. H ay mujeres de largas trenzas y
nariz cortada a pico como las montañas de los Andes.
H ay ancianos prodigiosamente arrugados mirando con
la impasibilidad de las tortugas. Aquel servidor de
poncho rojinegro junta al pecho las manos para rete­
ner ahí el vaso de chicha. Callan todos como saben callar
los indios : generales en cuclillas que besaron pies y ma­
nos del monarca ; honderos que, a ima señal, lanzarán la
piedra certera; un chasqui llegado “ enantes” de “ aqui-
cito no más” , y que jadea todavía; los flecheros, cuyas
armas tienen puntas de palma enervadas con yerba de
veinticuatro horas; mujeres despavoridas que pasado
mañana serán esposas de conquistadores... Y cuando
avanza el fogoso potro cordobés de Hernando, espu­
meantes los belfos, tascando el freno sonoro sobre una
algarabía de cascabeles, cada cual debe imitar la com­
postura del Inca. E l más leve mohín de asombro o de
espanto será castigado con pena de muerte.
Han acudido las servidoras temblando. Entonces el
Emperador levanta apenas los ojos de la alfombra donde
los tiene fijos ahincadamente— como un serrano de
hoy— , y ellas comprenden que deben traer en un santi-

38

© Biblioteca Nacional de España


¿cótio ERA AQUEL ESPAfiOL?

amén las grandes calabazas de oro con la chicha amaña­


da por nobles manos.
Estamos en la frontera de dos civilizaciones, en una-
pausa de la Historia. E l destino del mundo, la economía
del mundo, la imaginación del mundo van a transfor­
marse con la asunción de esta tierra firme que emerge
del mar y de la mente como una entelequia de Aristóteles.
Hernando ha dicho, con la imprudencia verbosa de su
gente, que los indios son cobardes como gallinas; que
diez cristianos bastan para afrontarse a sinnúmeros pa­
ganos. Y en el silencio prodigioso que sigue a estas ma­
jezas sólo se escucha una ligera risa de indio gentilhom­
bre. “ Entonces Atabalipa se rió y dijo que bebiesen” .
Jerez, de quien son tales palabras, no las comenta ni
puede medir su alcance. Toda la tragedia peruana estaba,
empero, en ese semidiálogo de una bravata y una risa.
L a baladronada vehemente del español; la taimada pa­
ciencia del indio, tan parco en razones como toda su raza.
(¿ Cómo haremos ahora para armonizar espiritualmente
a ese indio y a ese español que dialogan en nuestra pro­
pia sangre?)
Pero sería equivocarse mucho suponer que aquellos
peninsulares no estaban de acuerdo con su paisano Sé­
neca (sin haberlo leído). Ante el peligro sabían guardar
la misma compostura de Atabalipa. H ay una frase de
Francisco Pizarro en vísperas de la acción de Caja-
marca, que no he visto comentada jamás. L a citan mal
o la desfiguran los historiadores. Maravillosas péilabras
éstas, que deberían saber de memoria todos los niños
del Perú. A los soldados, tal vez inquietos de su corto
número frente al innumerable ejército de Atahualpa; a
los “ hombres de poca fe ” , como llamó Cristo alguna
vez a sus más aguerridos apóstoles, les dijo el gober­
nador “ que hiciesen de sus corazones fortaleza, pues
no tenían otras'’ .

39
Z
■i

© Biblioteca Nacional de España i


Tt&flRA FIRME

M i señor Don Francisco, una vez más merecéis el


calificativo de “ archicorazón” , palabra de Gracián. For­
taleza de ánimo siempre ha de quedar a los españoles de
verdad. Este centenar de infantes provisto de rodelas de
madera y jubones fuertes colchados; estos lanceros (la
espada, invento suizo, les sienta menos) tendrán que ha­
bérselas con treinta a cuarenta mil adversarios aposta­
dos en los aledaños de Cajamarca. Todo ha de ser sa­
gacidad, prudencia, vigilancia constante, las cualidades
mismas que asigna Gracián al héroe y al discreto. La no­
che entera han de permanecer los caballos ensillados y
enfrenados, para que surja su ímpetu incontinenti, sin te­
ner que tocar a botasilla. Aconseja Don Francisco arre­
meter con “ mucha furia y tiento” , como si acabaran de
leerle ambos libros de Gracián, que no pudo conocer,
puesto que fueron publicados en 1637 y 1646. Ningún
desorden en el asalto, sino esa violencia clarividente en
los pulsos cuando se dice la palabra “ Santiago” , como
sube regularmente la espuma a los belfos de los caballos.
Estaban ayer éstos, en las vecindades de Cajamarca, res­
friados, desanimados; hoy machucan y muerden con
tanta furia, que dejan sorprendidos a sus propios jine­
tes. Me place que a la batalla asistiera un negro tinto
como para que en la natividad del Perú estuvieran pre­
sentes Gaspar, Melchor y Baltasar.
Mesura en el acometer, discreción en el triunfo. Las
razones de Pizarro para consolar a Atahualpa las hemos
leído en el Quijote.
♦ * *
Temerario y prudente, ecuánime también, cruel mu­
chas veces, como lo era su siglo, el español que ha con­
quistado mundos está íntimamente convencido de ser un
evangelista armado. No queramos medir con nuestras
ideas actuales su propósito de apoderarse del universo.
E l globo terráqueo parece entonces el mapa de una re-

40

© Biblioteca Nacional de España


¿CÓMO ERA AQUEL ESPAflOL?

conquista católica, comenzada en España y que debe ex­


tenderse a todos los ámbitos. Los soldados españoles se
consideran los misioneros cruentos de un gran proyecto
de Dios. N o tachemos de hipocresía lo que fué insensato
orgullo ni le pidamos al hombre de guerra las virtudes
abstinentes del sacerdote. Pero sería equivocarse redon­
damente pensar que el conquistador se parecía a todos los
españoles de entonces. Los picaros, en primer lugar, se
ríen de él, y los hombres de pro, también.
Comprendamos lealmente que para la España de
grandes siglos, los descubridores, los conquistadores son
a manera de Quijotes, de bohemios, de gitanos aprove­
chables, de hijos pródigos y excesivos, de locos sueltos.
De locos de atar, en quienes se supera y se expresa lo
mejor del alma española, su afán de plus ultra, su des­
contento de la vida prosaica, su desasosiego espiritual.
Quitadles las armas, como a Ignacio, y comenzarán el
propio asedio. Y a nadie puede escribir con visos de se­
riedad que la codicia de oro explica al conquistador: la
mejor prueba d rebours sería la sonrisa semiburlona con
que lo mira pasar, cuando vuelve a España, el burgués
español de entonces. Existe ya un burgués español que
se pregunta: “ ¿Para qué tantas conquistas? ¡Mientras
haya garbanzos en la olla!”

Como tú no me faltes,
pan de mi alforja,
como tú no me faltes,
todo me sobra.

E l desabrimiento con que hoy se recibe al indiano en


los pueblos adonde llega rico y envejecido nos servirá
para actualizar ese retorno del conquistador, que tiene
tonos de elegía en las páginas de V argas Machuca. La
tragicomedia de los hermanos García, de cuyo suntuoso

41

© Biblioteca Nacional de España


TtEf^RA FISGUE

jardín versallesco se burla todo el pueblo en Betanzos,


me ayuda a formarme una idea actual, concreta, del con­
quistador cuando regresaba. ¿Jactábase alguna vez?
Probablemente sí. Costumbre es de hombres de acción
exaltar su vida hazañosa. Además, como confesaba Gra-
cián, “ hay naciones ostentosas, y la española lo es con
superioridad” . “ ¿ Y quién se igualará con los de Espa­
ña?” , dice nuestro Jerez. Los que se quedaron porque
prefirieron el modesto garbanzo, les perdonaban difícil­
mente a los héroes su heroísmo. Ahora bien; éstos se
desfogaban cantando, como el autor de la Conquista del
Perú:

¿Queréis ver que tales son


solos vuestros castellanos?
Digan franceses, romanos,
moros y cualquier nación
cuáles quedan de sus manos...

Seamos justos; en España comenzó el afán denigran­


te mucho antes de ser leyenda negra en plumas de escri­
tores extranjeros. Los mozos de pueblo que desnarigan
las estatuas en el maravilloso jardín de los hermanos
García, los que les mataron todas las fieras traídas a Be­
tanzos del mundo entero, los que no comprenden su sun­
tuoso parque— “ veinte millones de pesetas, señorito; una
barbaridad” — , son nietos de aquellos que nos describe
V argas Machuca al esbozar en breves líneas la penosa
odisea del conquistador, extranjero en su patria Nues­
tro Lasarillo de ciegos caminantes que escribió tantas
verdades de tomo y lomo apunta que “ estos grandes

’ Jerez mismo se dispone a reg;resar con su mujer a N icara^ a o


al Perú. Le dice al Rey que quiere “volver a las dichas Indias... y per­
petuamos en las dichas Indias” . Y entre lineas se oye clara su queja:
“No es justo se me deniegue lo que tengo pedido porque seria desani­
mar a otras personas de mi calidad...”

42

© Biblioteca Nacional de España


¿CÓMO Z K A AQUEL ESPADOL?

hombres (los conquistadores) fueron injustamente y lo


son perseguidos de propios y extraños” . V argas Ma­
chuca es más explícito aún. Describe su regreso a E s­
paña, donde suele ser víctima de burlones y pedigüeños.
Y en América, ¡ a h !, en América otros advenedizos, lle­
gados de Madrid con cédulas reales, se dieron maña
para frustrarle al “ pobre caudillo” los legítimos frutos
de su conquista...
¿Legítimos? Don Bartolomé de las Casas, adversa­
rio cerrado de conquistadores, va a tirarnos a la cabeza
diez volúmenes de teología sobre el derecho natural del
americano a no ser sojuzgado. Q aro está que no carece
de hermosura este firme examen de conciencia histórico
llevado a cabo por un español con la vehemencia evangé­
lica de San Pablo. Pero el exuberante fraile, tan quijo­
tesco, en suma, como su adversario, no supo escudriñar
que esa ambición febril, esa voluntad de poderío, como
dicen los pedantes de hoy, no estaba limitada a España,
ni provino de ahí. España era entonces el espolón del
mundo occidental: en su proa, iluminada como una pan­
talla, todo se agiganta a la vista del universo.
Sino conviene recordar que Europa toda tuvo la
culpa. Consustanciales me parecen la palabra Europa y
la palabra conquista. Sucesivamente miro acrecentarse
en tal o cual punto neurálgico del más breve continente
la misma fiebre, la urgencia de salirse de sus propios lí­
mites, de rebasar el mapa, de ejercer en ajeno predio
ese afán de rapiña que suele disfrazarse con elegantes
nombres. Roma, España, Francia, Alemania, la Rusia
actual (omitiendo a los grandes países navegantes, como
Inglaterra, Holanda y Portugal, que iban a buscar lejos
idéntica forma de vasallaje) se parecen fraternalmente
en la cúspide de su hegemonía transitoria. Todos fin­
gen lo que no son. Detrás de la falange, del tercio, de
la floresta viviente de picas o de bayonetas, avanzan

43

MfiM - © Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

juristas, teólogos, pedagogos, historiadores, “ coronis-


tas” , para disimularnos con rótulos espirituales la misma
ambición carnal y sin medida. Roma atraviesa mares y
tierras— Tito Livio lo afirma— para implantar por do­
quiera el derecho y la justicia. España, conquistado­
ra y católica, sólo aspira a vencer a Lucifer con el
arma temporal (son palabras de Francisco de Jerez en el
libro que comentamos). L a Francia napoleónica preten­
de llevar al mundo las libertades de la Revolución Fran­
cesa. Alemania, a partir de su victoria de Sadowa y de
su invención del fusil de aguja, va a expandir su cultura
sin pecado concebida. L a Rusia actual fomenta un for­
midable ejército de aire y tierra para difundir su mar­
xismo evangélico...
Una inmensa gritería retórica no llega a cubrir las
carcajadas del diablo Mefistófeles, que conoce las argu­
cias y las uñas del europeo, el más inteligente de los car­
nívoros. Y es singular, tal vez jocoso, que al apreciar y
adjetivar la palabra conquista coincidan— por un ins­
tante no más— dos hombres tan lejanos en el espacio y
el tiempo como el candoroso padre Las Casas y Spen­
gler, el doctrinario de la nueva Alemania, que ha fre­
cuentado, como Lutero y Goethe, al diablo autóctono.
L a conquista es, según Don Bartolomé: “ término y vo­
cablo tiránico, mahomético, abusivo, impropio e infer­
nal.” L a tendencia expansiva— dice Spengler— es una
fatalidad, algo demoníaco y fantástico, que solivianta al
hombre, quiéralo o no.
* * *

Conquistar es— así entendida la palabra— una dia­


bólica voluntad de sojuzgar a Zutano y Mengano, sin
otra razón que la Real Gana o la que apuntó el latino en
el rey de las fieras: “ porque tengo nombre de león” . Such
is Ufe, dicen los ingleses, que han aceptado la vida como

44

© Biblioteca Nacional de España


(CÓM O I R A A^U ZL ESPAROL?

es. Sólo en el cielo de Milton los ángeles del mal son


derrotados; y cuando en la Mancha del Quijote un ca­
ballero arcangélico ampara el derecho y la justicia, na­
die, ni su propio creador, se atreve a tratar su caso en
tono épico, con muy justo recelo a la sonrisa incompren­
siva de los positivistas de la época. Por eso el clérigo
Renán, que ha seguido a través de los tiempos las vici­
situdes y las derrotas del idealismo, en su ansia irrepri­
mible de progreso moral, desde los profetas hebreos has­
ta los socialistas de Europa en los albores del siglo x i x ;
por eso Renán menea la cabeza de elefante sagaz para
decirnos: “ L a Historia es un escándalo permanente” .
No pretendamos enmendar este escándalo incorre­
gible cuando no tenemos ya la edad del conquistador. Es
bueno que toda juventud quiera cambiar la faz del mun­
do, conquistarlo o evangelizarlo, y es bueno que toda
madurez se encoja de hombros. Un Quijote de veinte
años no nos hubiera hecho reír...
Tampoco podemos colocar la coroza de irrisión en
la cabeza de esos mozos ardientes y alegres que se des­
pedían de su pueblo, de la buena moza, del sabroso lagar
y los festivales paganos de la vendimia para irse un día
a causa del malestar de la aventura y del secreto or­
gullo— “ a conquistar lo no visto ni sabido” , como dice
Jerez, agostando su juventud en tierras insalubres, de
donde no se vuelve o se regresa viejo, para ser presa de
burlones y pedigüeños. ¡A y!, nos ha faltado un Cervan­
tes criollo para contarnos el fracasado regreso del héroe,
la desazón del conquistador y la alegría de los jayanes
que desnarígan a pedradas el Rocinante y el Babieca de
su jardín.

VENTURA GARCIA CALDERON

45

© Biblioteca Nacional de España


© Biblioteca Nacional de España
EL PERU ACTUAL

E l hom bre, la c iu d a d y el cam po.

Hace pocos años se publicó un mapa del Perú en el


que se indican las naciones de Europa que caben cómo­
damente en él. A llí estaban reunidas la Gran Bretaña,
Austria, Italia, Holanda, Bélgica, Suiza, Portugal, Che­
coslovaquia, Hungría, Bulgaria, Estonia, Lituania, y
aun sobraba espacio. Las estadísticas oficiales sinteti­
zan esa enorme extensión en una cifra: 1.769.804 kiló­
metros cuadrados.
La población, en cambio, no pasa de cinco a seis mi­
llones. En ella los indios representan poco menos del 50
por 100 y, por desgracia, todavía no colaboran en la
vida del país. El conjunto de los peruanos está cercado,
pues, por la inmensidad espacial; y, además, vive, por
ahora, una vida de busto, con las extremidades yacentes
o estáticas.
De las tres zonas en que se divide geográficamente
el Perú— la costa, la cordillera y la selva— la costa ha
mantenido a lo largo de la vida republicana o indepen­
diente una función directiva, salvo pasajeros momentos
de anarquía. No sólo se debe esto al mayor contacto

47

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA nRM C

con el exterior. Anota el geógrafo alemán Sievers


que la costa abarca sólo el 9 por 100 del total del te­
rritorio; la zona andina o montañosa, el 63 por 100,
y la selva, el 28 por 100. L a población se distribuye en
forma bien distinta. L a costa alberga el 22 por 100 de
los habitantes del país; la zona andina, el 73 por 100, y
la selva, el 5 por 100. T al discrepancia todavía no da idea
de la magnitud de los contrastes. H ay que inquirir acer­
ca de las cifras referentes a los centros de gobierno y
representación, o sea la población urbana.
En la capital, la sensación de progreso y modernidad
embriaga a algimos. L as anchas avenidas asfaltadas,
los palacetes presuntuosos, el gran número de mujeres
atractivas y de hombres bien servidos por el sastre o el
librero, la prisa y el tráfago de las horas del mediodía
y del crepúsculo, inflan el infantil orgullo criollo que
desprecia lo antiguo y lo quieto. “ Estamos a la altura
de cualquier país del mundo” , afirma ese orgullo. Sa­
liendo de la urbe y escrutando todo el ámbito del país,
se hallan, sin embargo, sólo una o dos ciudades definidas,
y aun en ellas la vida no pierde del todo su aspecto an­
tañón, y no muy lejos de la plaza pública la vega irrum­
pe con sus gentes, sus trajes, sus usos, sus modos. El
resto es aldea o campo puro o, más frecuentemente, in­
mensidad aún no domeñada por el hombre.
En el conjunto de la vida peruana prepondera el ru-
ralismo. Una cifra escueta lo expresa: la población ur­
bana reúne apenas el 11,5 por 100 de la total. Contra lo
que podría esperar el observador desprevenido que co­
nociera únicamente las proporciones del área territorial,
la costa (9 por 100 del total del territorio, 22 por 100
del total de la población) absorbe nada menos que el 61
por 100 de los habitantes urbanos. Queda para la zona
andina (63 por 100 del territorio, 73 por 100 de la po­
blación) apenas el 36 por 100 de dichos habitantes urba-

48

© Biblioteca Nacional de España


EL PERÚ ACTUAL

nos; y para la selva (28 por 100 del territorio, 6 por 100
de la población), el 3 por 100. Y a esta desproporción se
une otra más: en la costa se concentran las ciudades
cerca de Lima y al norte de Lima, pues el sur casi care­
ce de ellas.
La distancia ha sido siempre un factor importantí­
simo en el destino de la vida peruana. Con la implanta­
ción del tráfico aereo, el problema de los transportes y
de las comunicaciones se ha simplificado en parte; pero
antes no era posible viajar por tierra de un extremo a
otro del país, y para ir de Lima, la capital, a Iquitos, la
ciudad más importante a orillas del río Amazonas, era
preferible subir hasta Panamá y descender por el A t­
lántico para entrar por la desembocadura del Amazo­
nas. La dificultad de los transportes y de las comunica­
ciones produjo la inaccesibilidad o la escasez de los mer­
cados. A manera de ejemplo, he aquí algunas de las pa­
radojas derivadas de esas circunstancias. Pais produc­
tor de fruta espléndida, el Perú ha estado importando
ese alimento de California y otras partes. Contando con
los abundantes árboles de la selva, compran la costa y
la región andina madera a los Estados Unidos y a Cos­
ta Rica. El departamento amazónico de Loreto importa
patatas y cebollas de Europa a pesar de su abundancia
en las zonas aledañas.

II

L a s f u e r z a s s o c ia l e s , e c o n ó m ic a s y p o l ít ic a s .

Los factores más poderosos en la vida del Perú ac­


tual son la aristocracia de la costa, el capitalismo ex­
tranjero, el caciquismo andino y la burocracia militar.
Alrededor de esas fuerzas, que se presentan, por cierto.

49

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA riR U B

muy entrelazadas y confundidas en el plano de los acon­


tecimientos, giran las clases mesocráticas y populares
y los partidos y caudillos políticos.
E l clima seco convierte a la costa en una estepa in­
terrumpida por las franjas de verdor que esporádica­
mente forman con sus valles los ríos procedentes de
la cordillera. E s pequeño el total de las tierras regadas
— 640.000 acres tan sólo, con la posibilidad de que un
millón de acres más puedan ser regados también— . La
agricultura se dedica preferentemente al azúcar y al
algodón, y en proporción mucho menor, al arroz, la vid
y el olivo. E l azúcar y el algodón son artículos de ex­
portación en gran escala. En el año 1930— año de crisis,
si bien es el último acerca del cual nos ha sido posible
conseguir aquí estadísticas— , sobre un total de expor­
taciones evaluado en 33.508.146 libras peruanas, las pri­
meras materias en bruto o simplemente preparadas su­
maron 29.393.487 libras peruanas; y entre ellas, como
es ya de costumbre, al lado del petróleo y del cobre, las
cifras más altas fueron las del azúcar y el algodón. La
dependencia de los mercados europeos y norteamerica­
nos se hace más evidente si se consigna que, en las im­
portaciones, más del 50 por 100 se dedica a artículos de
consumo.
L a agricultura costeña conserva algunas caracterís­
ticas de atraso en su laboreo. Antaño utilizó negros es­
clavos, después “ colíes” chinos de condición servil, y en
la actualidad está muy extendido el empleo de braceros
mestizos o indios, bajo el régimen del “ yanaconaje”
(arrendamiento a cambio de trabajo) o bajo el régimen
del “ enganche” . Sin embargo, ha ido recibiendo maqui­
narias nuevas e incorporándose a otros sistemas técni­
cos de producción. L a forma adoptada recientemente
por algunas empresas azucareras ha facilitado el des­
arrollo de los grandes consorcios, con ingerencia de ca­

so

© Biblioteca Nacional de España


F.l P * w 5ACTUAL

pítales extranjeros. A pesar de todo, se puede decir, en


general, que la agricultura continiia en manos de pro­
pietarios peruanos.
La aristocracia costeña no está integrada únicamen­
te por los grandes hacendados. A ella pertenecen, ade­
más, la gente de banca y alto comercio, así como los due­
ños de fincas urbanas y los profesionales de más éxito.
N o obstante la acentuación del carácter plutocrático que
en ella se nota, ejercen todavía su patrícíado algunos de
los descendientes de la nobleza colonial.
La zona andina fue tradicionalmente una zona mi­
nera. Durante los tres siglos que duró el coloniaje, el
Perú mandó a España, casi exclusivamente, plata, ha­
biendo sido decisivos esos envíos para la revolución de
los precios y la abundancia del dinero circulante que sur­
gieron en Europa a partir del siglo x v i. Más tarde, las
guerras civiles e internacionales, el agotamiento de al­
gunas minas, la abolición del servicio de trabajo llama­
do “ mita” , la baja del precio de la plata, entre otras cau­
sas, paralizaron la minería. A fines del siglo x i x em­
pezó un renacimiento con la explotación del cobre en la
r^ ió n andina central, a la cual siguió la explotación
del petróleo en la costa norte, ambas merced a maquina­
rias, laboratorios, capitales e ingenieros norteamerica­
nos principalmente. En general, se puede decir que hoy
la mayor parte de la minería está dominada por los ex­
tranjeros, cuyo objetivo básico es la exportación.
Además de las empresas mineras existen algunos
bancos y grandes casas comerciales de nacionalidad nor­
teamericana o europea, aparte de un sector del pequeño
comercio y de la pequeña industria, donde se observa
en los últimos tiempos una curiosa penetración japonesa.
E l capitalismo extranjero ha actuado en la política en
forma tangencial o subterránea, usando, en ocasiones,
su influencia para que el Parlamento, el gobierno o los

51

© Biblioteca Nacional de España


TU RRA FIRME

municipios le hicieran determinadas concesiones, o apo­


yando la resistencia contra movimientos de tipo peligro­
so. Si bien en la distribución de los capitales extranjeros
hay un predominio de los de nacionalidad inglesa, por
tener ellos la posesión de los ferrocarriles, hállanse más
extendidos por todo el país los de nacionalidad norte­
americana; fenómeno que se ha complicado con la gran
cantidad de empréstitos hechos a los Estados Unidos
durante el período 1920-1930, el pago de cuyos intere­
ses está ahora suspendido, aunque sólo temporalmente.
A l lado de la minería, la zona andina posee como
fuente de riqueza la ganadería, sobre todo la de tipo la­
nar en las mesetas. Se enlaza con la ganadería en esa
zona la agricultura, dedicada de preferencia en las que­
bradas de las regiones templadas al maíz, el trigo y la
cebada, y en los valles, a la caña, la coca, el tabaco, el
café y a otros frutos. A l contrario de lo que ha ocurri­
do en la costa, en los Andes la agricultura ha seguido
más o menos estacionaria. Es frecuente allí la existen­
cia de grandes propiedades que comprenden, a veces, te­
rrenos pertenecientes a las comunidades de indígenas y
terrenos arrendados a “ yanaconas” , a cambio de ser­
vicios. “ Empresas fragmentadas” llama a estas hacien­
das en su libro Sobre el indio periuxno el mexicano Moi­
sés Sáenz, que las visitó en 1931, “ operando con méto­
dos primitivos pequeñas unidades agropecuarias bajo
el control del dueño o de su representante” ... “ Los te­
rrenos propios para el cultivo son relativamente peque­
ños, irregulares y fraccionados, por obligaciones de la
topografía” .
Los terratenientes andinos son llamados “ gamona­
les” , o sea “ caciques” . El caciquismo o “ gamonalismo”
no vive indiferente a la política. La regularidad en el
funcionamiento del Congreso a partir de 1895 le afecta
muy de cerca, porque el Parlamento es de base provin-

52

© Biblioteca Nacional de España


EL PERÚ ACTUAL

cial. L a creación de las provincias ha obedecido mu­


chas veces a motivos localistas o momentáneos, y así
ocurre que provincias nominales o seminominales tienen
representación igual o análoga a la de los grandes nú­
cleos económicos y urbanos, es decir, hay una desigual­
dad entre la “ ciudadanía” y su representación, al extre­
mo de que menos de la mitad de los votantes resulta que
eligen la mayor parte de los diputados. Con esta impor­
tancia concedida a las comarcas de población corta, rural
y manejable, salen favorecidos, en algunos casos, los go­
biernos, que imponen desde la capital sus candidatos y,
en la mayoría de las veces, los caciques y los aspirantes
a caciques locales. Se explica, pues, el forcejeo que por
las diputaciones se suscita, en las provincias de realidad
territorial y social, entre los gamonales o su “ clientela”
y los abogados y politicastros lugareños empeñados en
ser también personajes. Los “ representantes” parlamen­
tarios consolidan un caciquismo ya inveterado o crean
otro nuevo. Por medio del Parlamento y de los demás
centros políticos de la capital se ponen así en contacto
el caciquismo andino, indio o mestizo, de cultura harto
restringida, poco preocupado por el exterior, y la aris­
tocracia costeña, blanca o semiblanca, europeizada, de
educación a veces superior o exquisita. Surge un canje
de servicios, pues los “ gamonales” dan sus votos en el
Parlamento y su adhesión personal y local a la política
imperante, y los señores costeños los ponen en franquía
para todo lo que se relaciona con los nombramientos gu­
bernativos o judiciales y el dominio general dentro de
las provincias.
Todavía hay otra fuerza que influye poderosa aun­
que intermitentemente en la vida peruana: el militaris­
mo. Remóntanse los orígenes del militarismo a los días
de la emancipación. No sólo ella, que fué una guerra lar­
ga y dura, sino la serie inmediata de conflictos de ca-

53

© Biblioteca Nacional de España


T U R R A nE^UE

rácter mixto civil e internacional, lo favorecieron. Las


revoluciones se fraguaron en los cuarteles por obra de
generales y coroneles impelidos por el interés personal,
al frente de tropas predominantemente indígenas, arran­
cadas de sus lares con violencia. Había entre aquellos je­
fes hombres de las viejas y preclaras familias colonia­
les; pero a su lado emergieron también indios y mesti­
zos audaces, encaramándose en ocasiones a la dirección
del país. El militarismo vino a resultar así un vehículo
de arbitraria ascensión social.
Poco a poco, mientras más se alejaban los días de
la Independencia, el militarismo perdió fuerza. L a cre­
ciente importancia de las preocupaciones de carácter eco­
nómico a partir de 1869 llevó en esa época al gobierno
a elementos civiles. Después de la desastrosa guerra con
Chile (1879-83) reapareció el militarismo; pero el go­
bierno de 1895-99 ejército una reforma radi­
cal, modernizó su organización y lo encuadró dentro de
las funciones técnicas. Sólo en los últimos tiempos, en si­
tuaciones de debilidad social y política, la aristocracia
costeña ha ido mimando y aumentando la burocracia mi­
litar y, al fin, la ha estimulado para que tome el mando
nacional. Cabe decir, pues, que en las épocas plácidas la
burocracia militar cumple una misión de apoyo y usu­
fructo, y que en las épocas difíciles tiende a predo­
minar.
Los demás factores económicos y sociales son gran­
des en número; pero dispersos y de escasa o discontinua
actividad. L a población indígena, que, en conjunto, es,
por lo menos, la mitad de la población del país, no fun­
ciona todavía como fuerza política o social. Súbitas y
sangrientas sublevaciones de indios renuevan con pe­
riodicidad en nuestros días la tristeza de los levanta­
mientos indígenas de la época colonial; en ellos ha tra­
tado recientemente de injertarse la agitación comunís-

54

© Biblioteca Nacional de España


£L PERÚ ACTUAL

ta, con resultados aún dudosos. Las selvas del Amazo­


nas y del Madre de Dios albergan indios en estado de
salvajismo o semisalvajismo, misiones aisladas, focos
urbanos incipientes, empresas de colonización muy mer­
madas después de la baja del caucho, en cuyo auge los
métodos despiadados de los “ siringueros” originaron
un escándalo mundial ; desde entonces han vivido las
selvas una vida subalterna, hasta que una reciente y
absurda disputa de límites con Colombia estuvo a punto
de renovar en ellas los horrores de la guerra del Chaco.
De inmigración blanca no cabe hablar mucho; no
se ha producido en gran escala en el Perú debido a la
lejanía de Europa y a la falta de un gran señuelo de es­
pacio y bienestar como el que pobló las praderas nor­
teamericanas. Por el carácter incipiente de las indus­
trias, la clase obrera urbana es, en conjunto, poco nu­
merosa; y las grandes distancias, así como el dominio
patronal, dificultan su contacto con el proletariado de
los algodonales, ingenios de azúcar y minas.
Aunque existen algunos pequeños propietarios inde­
pendientes, su número total no pesa. L a clase media pro­
viene de gente venida a menos, desplazada de la corrien­
te social, más que de gente oriunda de abajo. En la atrac­
ción que despierta el brillo del poder dentro de un medio
tan decorativo como es el de la antigua sede virreinal y
en las necesidades y nostalgias de la clase media, vive el
grueso de los profesionales, demasiado numerosos en los
últimos tiempos y acumulados en un número asaz res­
tringido de profesiones.
De la clase media, sobre todo de los profesionales,
han surgido, en ocasiones, movimientos democráticos
que, para ser poderosos, han necesitado de la fascina­
ción de un caudillo. El caudillaje ha venido a ser, a ve­
ces, la esperanza mesiánica por medio de la cual se ha
querido romper la supremacía de las clases tradicional-

55

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

mente dirigentes; o, por el contrario, el remedio heroi­


co adoptado por dichas clases para defenderse, recogien­
do e inutilizando el fervor popular.
Ante la propagación arrolladora de un caudillaje
mesocrático y popular, eventualmente, en instantes de
debilidad originada por una crisis económica o interna­
cional, las clases directoras han tolerado la victoria de
dicho caudillaje, si es que no han visto en él un peligro
grave. En el pasado, el movimiento mesocrático y po­
pular fue primero encarnado por Piérola, caudillo aris­
tócrata y clerical, pero provinciano y pobre (1868-1913) ;
triunfó luego fugazmente con Billinghurst, capitalista
de las salitreras chilenas (1912-14); y logró imperar du­
rante once años con Leguía, hombre de negocios influi­
do por el mercantilismo anglosajón, que tendió entonces
a crear, con ayuda de la “ prosperidad” de la postgue­
rra, una nueva plutocracia que no llegó a la madurez
(1919-30). Los últimos años presentan la aparición de
la propaganda socialista y comunista y la actuación del
partido del “ A p ra ” (que se titula “ marxista filosófico”
o “ marxista americano” , si bien recoge algunos ele­
mentos del típico caudillaje criollo, así como algo de los
modos, la escenografía y la coreografía nacionalsocia­
listas). Habiendo adquirido con tales motivos un carác­
ter amenazador las promesas de igualitarismo y de re­
forma social y administrativa que han sido predicadas,
la aristocracia costeña, el caciquismo andino y la buro­
cracia militar han ido a la represión, a veces cruel y ex­
tremada, a veces mañosa y cazurra. E s posible que en
el futuro más próximo, con motivo de la victoria de esta
represión, el movimiento mesocrático y popular tienda a
asumir formas de más templanza.
En el juego de la política peruana hay que conside­
rar, además, los elementos sueltos o adventicios que in-

56

© Biblioteca Nacional de España


KL PERÚ ACTUAl

tervienen sirviendo de empresarios, accionistas, jauría


o feligresía de las fuerzas más poderosas.
La abundancia de partidos políticos con nombres
más o menos pomposos no debe desorientar. Algunos de
ellos representan conjuntos aglutinados por intereses
del momento y otros son fruto de intereses antiguos
que tratan de perdurar al amparo del prestigio de un
caudillo difunto o en retiro. L a mayoría lleva vida ac­
tiva sólo en vísperas electorales, para tener cabida en
el reparto de las prebendas y de las sinecuras subalter­
nas. De tiempo en tiempo suelen producirse fracciona­
mientos y subfraccionamientos, eclipses y resurreccio­
nes en la forma más variada y amena. De pronto, un
candidato presidencial suele alterar por completo la
ubicación de los personajes y la nomenclatura de las
agrupaciones.
Junto a tantos partidos que parecen existir y no exis­
ten, hay un partido que, según mucha gente en el Perú,
no parece existir y existe. Se trata del histórico partido
civil que en 1872 logró llegar a la Presidencia de la Re­
pública, reducida con anterioridad a ser el postrer en­
torchado de la carrera militar. E l partido civil no fun­
ciona ya; pero el “ civilismo” se mantiene si, como se
ha pretendido recientemente, con ese nombre cabe de­
signar a la aristocracia costeña, al “ gamonalismo” an­
dino más activamente unido a ella y aun a ciertos sec­
tores de la burocracia militar puestos a su servicio. A sí
se ha podido decir que se nace “ civilista” y que el “ ci­
vilismo” tiene más de un siglo de existencia. En ese sen­
tido, serían más o menos “ civilistas” o herederos del
“ civilismo” los partidos de derecha.

57

© Biblioteca Nacional de España


TIERRAriRMB

III

L as fu erzas cu ltu rales.

Las fuerzas culturales actúan, hasta ahora, en un


ambiente muy restringido. Redúcese el tráfico de las
ideas a núcleos intelectuales aislados dentro de la capi­
tal y a dos o tres ciudades ; y razones políticas, regiona­
les o personales escinden aún más a esas minorías en
capillas múltiples y, a veces, enemigas. Sin embargo, el
joven que se cree dotado de vocación intelectual halla
facilidades en los primeros momentos de su aparición.
Precoces y vivas como son las inteligencias allá, desde
la escuela encuentra seguramente simpática resonancia.
En las aulas universitarias, en las redacciones de los pe­
riódicos y revistas no suele haber, por lo general, un
clima adverso a los “ nuevos” ; antes bien, en los últimos
tiempos, ha surgido el afán de cortejarlos, sea por sin­
cero propósito de renovación, sea por el temor a la vio­
lencia de juicios y de actitudes, tan acentuada en las úl­
timas promociones. E s más tarde, pasada la primera ju­
ventud, cuando el drama empieza, si se carece de una
fortuna propia. En la vida cultural también existen en
algunos países americanos los fenómenos que suelen al­
terar su normalidad física: el volcán y el terremoto.
Alegoría visible en el caso de la Universidad peruana,
cuyas clausuras y “ cerrojazos” son bien frecuentes; y
cuando, después de períodos más o menos largos, vuelve
a abrir sus aulas, los cambios en la nómina son la huella
que esos remezones han dejado. Análoga inseguridad de
terreno sísmico y volcánico presenta todo lo que se re­
laciona con la burocracia escolar, desde las altas oficinas
directivas hasta los más modestos profesorados oficiales
de provincia. Quedan la enseñanza secundaria en los co-

58

© Biblioteca Nacional de España


EL PERÚ ACTUAL

legios particulares, cuyos sueldos son míseros, y el pe­


riodismo, que en la mayor parte de los casos también
vive inerme frente a los mandobles de la política, o arras­
tra una existencia bohemia y fugaz. En lo que puedan
producir los libros no hay que pensar, porque el número
total de lectores es pequeño y resulta un favor preciado
y no muy frecuente el hecho de que un autor encuentre
editores particulares. Es, en conjunto, el mismo fenó­
meno de falta de estímulo intelectual que ya observa­
ron en América en el siglo x v iii Antonio de Ulloa y Jor­
ge Juan y que había preocupado al padre Feijóo en el
tomo segundo de su Teatro Crítico.
Como consecuencia, la mayoría emigra y opta por
la política o las profesiones liberales, generalmente la
abogacía; abandona la cultura, la vive en forma sub­
sidiaria e intermitente o, lo que es peor, la prostituye ante
conveniencias y pasiones del momento. No habría que
atribuir exclusivamente al factor racial el hecho de que
en Hispanoamérica en general no existan grandes hom­
bres de ciencia, grandes inventores, grandes filósofos.
Habría que mencionar, también, para explicar esas de­
ficiencias, la falta de Universidades con tensa y perenne
disciplina mental y con personal consagrado a su fun­
ción, la falta de gabinetes y laboratorios, la falta de un
ambiente sedimentado. E l niímero de gente culta, fina y
apta es, en conjunto, harto pequeño; y sobre él conver­
gen requerimientos y tentaciones variados y contradic­
torios. L a división estricta de trabajo, la continuidad
en la faena especializada son, salvo casos muy excep­
cionales, una quimera en esos países.
Ocurre algo parecido al fenómeno de las lomas en
la costa peruana. Carente de lluvia y de obras hidráu­
licas, esa costa es, como se ha dicho, muy árida y, fuera
de las zonas regadas por los ríos salidos de la cordille­
ra, no hay más vegetación en ella que los brotes tímidos,

59

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA n a U E

silvestres y espontáneos llamados las lotnas, producidos


por las nieblas de mediados o fines del invierno, median­
te un breve goteo de agua llamado la garúa. Cultura de
loma, cultura de gai'íía es la cultura peruana. H a dado,
sin embargo, frutos menos desmedrados que los que se
podían esperar.
La cultura se inclina predominantemente hacia la
literatura, y la influencia de las “ bellas letras” se deja
sentir aún en las disciplinas más alejadas. También hay
una producción relativamente cuantiosa de carácter his­
tórico y ima tradición de estudios jurídicos. A l lado de
la literatura propiamente dicha, han cundido en los últi­
mos tiempos las polémicas sobre problemas sociales.
Después de haber sido abordado en otra época por
un grupo ilustre de canonistas y regalistas, el problema
religioso no parece inquietar hoy mucho a la intelectua­
lidad peruana. A principios del presente siglo. James
Bryce notaba que en Hispanoamérica, en general, las
mujeres eran casi siempre devotas practicantes del ca­
tolicismo, al igual que la gente campesina, si bien en el
fervor de los indios supervivían reminiscencias idolá­
tricas ancestrales; y que, en cambio, los hombres de la
clase alta o educada parecían indiferentes a la liturgia
y a la teología, sin ser activamente hostiles a ellas. En
los últimos tiempos, al par que ha crecido difusamente
el fermento anticlerical con la propaganda de las doc­
trinas socializantes, ha nacido, acentuado por el peligro
implícito en el caso de España y México, el afán de de­
volver a la Iglesia su influencia sobre las nuevas gene­
raciones intelectuales, no sólo suministrándoles instruc­
ción y educación escolar y universitaria, sino informan­
do su conciencia y su acción. E l resultado de esta ten­
tativa pertenece al futuro ; tal vez en el Perú esté en vís­
peras de producirse un movimiento “ neocatólico” . En
todo caso el protestantismo, cuya infiltración se une en
6o

© Biblioteca Nacional de España


EL PERÚ ACTUAL

Hispanoamérica a cierto tipo de expansión norteameri­


cana, no ha logrado grandes avances hasta ahora a pe­
sar de las misiones de la secta adventista en los Andes
del sur y de alg^unos colegios y asociaciones en las ciu­
dades.
Sin tiempo ni lugar ahora para un estudio deteni­
do de la cultura peruana, basta, para mencionar siquie­
ra sus figuras más destacadas, ubicarlas según sus ac­
titudes esenciales en relación con el pasado, el presente,
el mundo circundante, el mundo de la imaginación y el
porvenir.
En posesión de im fastuoso abolengo, no es sorpren­
dente que en el Perú se ame la reviviscencia histórica.
E l inca Garcilaso de la Vega, abuelo no tanto de la
ciencia histórica como del cuento y de la poesía perua­
nos, abrió un surco ; y, a distancia, con forma y espíri­
tu bien distintos, sigue su línea de arte y evocación don
Ricardo Palma, cuyas Tradiciones Peruanas son, a la
vez que la fusión de una prosa clásica y de la sápida jer­
ga criolla, un donoso anticipo de la moderna biografía
novelada. Nostalgias e inspiraciones del pasado hay, a
veces, en la poesía de José Santos Chocano, cuya gran­
dilocuencia le llevó a aspirar a la colonización poética
de todo el continente ; y, dentro de un tono mucho más
circunscrito en el tiempo y en el espacio, existen también
en la obra de José Gálvez sobre La Lima que se va.
L a vida criolla de nuestros días ha servido de mo­
tivo al costumbrismo de Abelardo Gamarra, E l Tunan­
te, muy valioso aunque un poco burdo, como suele ocu-
rir en esa línea de escritores, bastante desarrollada en la
historia literaria peruana. En otro terreno, aunque tam­
bién reflejando el presente, están los cuentos andinos y
jurídicos de Enrique López Albújar; y, con un refina­
miento sutil y poemático, los cuentos infantiles y hoga-

6i

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA rlRMB

renos, de provincia de la costa, que escribió Abraham


Valdelomar.
No bastan el pasado ni el presente circundantes; más
allá está el mundo exterior, el de la civilización europea;
y su contacto con el Perú lo han mantenido dentro de
una alta jerarquía dos grandes escritores, Francisco y
Ventura García Calderón, residentes en París, que des­
de hace muchos años cumplen la bella y difícil labor de
presentar Europa a América y América (especialmente
el Perú) a Europa. En lugar aparte hay otro mundo
más, el mundo fantasmagórico de la belleza en sí, en el
que ha vivido siempre José María Eguren, el poeta de
Simbólicas y de La Canción de las Figuras, creador de
seres que parecen de bagatela y tienen un patético sig­
nificado de alegorías. Por fin, frente al pasado, al pre­
sente, al mundo contemporáneo y al mundo de la ima­
ginación, está el porvenir. En el porvenir soñó Manuel
González Prada, el polemista agrio y parnasiano; y,
años más tarde, con análogo descontento ante la reali­
dad, enfocó con una actitud más coherente esa misma
esperanza redentora José Carlos Mariategui, que in­
trodujo la inquietud marxista en el periodismo y el en­
sayo.
E n el terreno de la política de partido actúan anti­
guos amigos de Mariátegui : Víctor Raúl Haya de la T o­
rre, figura de resonancia internacional, fundador del
movimiento del “ A pra” ; Luis Alberto Sánchez, Manuel
Seoane y otros. Víctor Andrés Belaúnde, historiador y
crítico de cepa socialcristiana, devoto del pasado, pero
permeable a intensas reformas, ha intentado (hasta
ahora aisladamente) un eclecticismo de centro entre los
dos extremismos.
En el debate sobre los problemas sociales suelen sur­
gir valoraciones de carácter racial. Se ha llegado a in­
tentar un movimiento “ indigenista” que, a su vez, tiene

62

© Biblioteca Nacional de España


EL p s r 6 acto al

sus matices; entre ellos uno de romántica exaltación de


la raza aborigen y de regresiva condena de las demás,
y otro que trata de enlazar el indigenismo con la agita­
ción de extrema izquierda. No faltan quienes han creí­
do que es más realista y auténtico exaltar al mestizo o
“ nuevo indio” . Existe también el nacionalismo llamado
“ colonialista” que antes tácitamente y, en días más re­
cientes, con enérgico orgullo ha afirmado sus vínculos
con la tradición virreinal. Encarna el indigenismo ro­
mántico la obra de Luis E. Valcárcel, Tempestad en los
Andes; el indigenismo unido al mesianismo comunista,
la obra de José Carlos Mariátegui Siete ensayos de in­
terpretación de la realidad peruana; la defensa del mes­
tizo, la obra de J. Uriel García E l nuevo indio; el “ co­
lonialismo” , los libros y los discursos últimos de José
de la Riva-Agüero, gran erudito, castizo prosador.
En la pintura se ha iniciado también desde hace poco
tiempo una tendencia en pos de la veta racial. Las rea­
lizaciones más cabales de tul tendencia artística hállan-
se, hasta ahora, en la pintura de José Sabogal y sus dis­
cípulos, que no obstante recibir la influencia de la es­
cuela mexicana, se perfila con personalidad propia y re­
moza la belleza del arte alfarero y textil preincaico y la
de los imagineros y canteros de la colonia.
H a huido este desmedrado esbozo de todo gárrulo
ditirambo. L e anima el amor patrio ahondado por va­
rios años de emigración; pero lleno de un afán de fran­
queza y de lucidez que no debe ser confundido con la crí­
tica estéril, improcedente en este caso. Ambos extremos,
el de la exaltación boba como el del denuesto zafio, son
condenables. Tan dañosos son en las selvas americanas
el mono y el papagayo como la víbora, el jaguar y el mos­
quito. Para un país como el Perú que aún no es un he­
cho logrado, sino en cierto modo una evidente posibili-

63

© Biblioteca Nacional de España


1
T £RRA FIRME

dad, Io lògico es erguir, sobre la base de un conocimien­


to de la verdad lo más preciso posible, un espíritu de
avance relativista dentro del presente, y con rotundo
optimismo para el porvenir.

JORGE BAS ADRE

64

© Biblioteca Nacional de España


LA ECONOMÍA FASCISTA

En vista del enorme progreso alcanzado en los años


últimos por el radicalismo antiliberal en política y eco­
nomía, ha llegado a ser materia de urgencia e importan­
cia extremas el estudio de las nuevas tendencias en filo­
sofía y política económicas, que acompañan y caracteri­
zan en amplia medida a este gran movimiento de nues­
tro tiempo. Si para mayor comodidad designamos este
movimiento con el nombre de fascismo en un sentido
más amplio, e interxíacionalmente aplicable, podremos
también hablar de una economía fascista. L a cuestión
que planteamos es la siguiente: aceptado el punto de
vista de que el fascismo italiano, el nacionalsocialismo
alemán y los correspondientes movimientos satélites de
Europa y, quizá también, de América poseen un deno­
minador político común, ¿qué significación debemos atri­
buir a estos movimientos de masas en el terreno de la
economía ? Esta es la pregunta a cuya respuesta se pro­
pone cooperar en modesta medida el presente artículo.
L a economía fascista tiene un doble aspecto. Por una
parte es cuestión del mayor interés político para todo
el que desee comprender el fenómeno del fascismo con
sus múltiples ramificaciones e, incidentalmente, con to­
dos sus puntos débiles y llegar a una satisfactoria inter-

65

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA riRMR

pretación de aquél desde el punto de vista sociológico.


Por otra parte, podemos contemplar la cuestión por el
lado económico, en el que atraería nuestra curiosidad el
hecho de que la economía fascista implique el ofreci­
miento de prometedoras alternativas a la economía ca­
pitalista, aunque no ensordecieran nuestros oídos con
su propaganda a toque de trompeta los representantes
de esa economía más moderna y mejor. En tanto que
sea imposible separar por completo estos dos aspecto.s
haremos principalmente hincapié en el económico. H a­
ciéndolo asi estoy sinceramente convencido de que los
economistas descuidarían en gran manera el deber que
por su preparación especial recae sobre ellos si persis­
tiesen como Arquímedes en trazar sus esquemas mien­
tras el enemigo no cesa de amenazar la plaza. Debemos
preparar nuestro intelecto ya para unirnos al enemigo
y hacer nuestra su causa, ya para resistirle con todas
nuestras fuerzas morales e intelectuales que aún no es­
tén en juego. Debemos reconocer que la causa del li­
beralismo y el capitalismo está perdida estratégicamen­
te, inclusive allí donde aún no ha sido tácticamente de­
rrotada. Debemos cesar de ignorar en nuestro retiro al­
tanero el hecho de que las ideas más capaces de dar for­
ma al futuro de nuestro sistema económico son hoy más
extraacadémicas quizá que en ninguna época anterior
y que esas ideas son en mayor o menor grado deci­
didamente anticapitalistas y opuestas en sus nueve dé­
cimas partes al pensamiento económico tradicional. En
este aspecto destaca indudablemente el anticapitalismo
de tipo fascista, que en el terreno económico represen­
ta lo que el antiliberalismo en el campo político.
Por desgracia no podemos salvar el comienzo de
nuestra investigación con un número de prolegómenos.
La primera observación que puede hacerse es que sería
tarea de tremenda dificultad el definir claramente la esen-

66

© Biblioteca Nacional de España


LA eCONOMfA FASCISTA

eia de la economia fascista. Leyendo la literatura y los


verbosos documentos sobre fascismo y nacionalsocialis­
mo (más verbosos que todos los menospreciados Parla­
mentos juntos), podemos sentirnos desesperanzados y
tentados de suspender la tarea, descartándola como da­
daísmo económico. E l programa anticapitalista del co­
munismo es, por lo menos, claro e inequívoco y propor­
ciona una base de discusión relativamente bien deter­
minada. Sabemos dónde estamos y podemos tomar par­
tido. No así con el fascismo. En vano buscamos un pro­
grama económico que englobe la economía fascista, tan
claramente como la producción planificada y colectiva
engloba la economía comunista. En su lugar encontra­
mos una vaga locuacidad que irrita al admirador de la
lucidez en el estilo y en el pensamiento tanto como pa­
rece atraer a las masas. Nos hallamos sumergidos en
ima atmósfera de lírica fantasía y de futilidad termino­
lógica. Aun el propalado Estado corporativo italiano
parece ser idea tardía, más o menos incidental, y poco
menos que un hábil grito de combate publicitario, antes
que realización de algo preconcebido. No debemos ol­
vidar, sin embargo, que es justamente esta falta de
cohesión racional lo que quizá más que ninguna otra
cosa caracteriza el fascismo \ Más que ninguna otra for­
ma de radicalismo político, el fascismo se hace a la vela
con un mínimo de carga intelectual y se enorgullece de
ello. Cualquier interpretación del fascismo que no dé
la debida importancia a ese irracionalismo desdeña uno
de sus más indispensables puntales. Es por su despre­
cio de la razón y por su preferencia de los sentimientos,
ideas incoherentes, prejuicios y actos violentos, por lo
que el fascismo se revela como movimiento de masas,

' Además de los muy conocidos libros de G eorges S orel, L e Bon


y otros, conf. R. B ehreitdt: PsychoIogU et sociologie du radiealisme po-
Uiique. Revue des Sciencies poliiiques, octubre-diciembre 1933.

67

© Biblioteca Nacional de España


TIE RRA FIRME

confirmando de ese modo la brillante interpretación de


José Ortega y Gasset^. Una vez que ha logrado po­
der indiscutido, uno de los principales medios de man­
tener su autoridad consiste en sofocar cualquier desper­
tar del razonamiento crítico y “ disector” , monopolizan­
do el ambiente con las mismas repetidas ideas sentimen­
talistas que señalan la subida del fascismo y forman una
de las más poderosas armas de su estrategia, y tam­
bién de la comunista. Estas observaciones pueden pare­
cer más bien digresiones políticas, faltas de tacto, pero
no es fácil comprender cómo pueden suprimirse si de­
seamos una explicación científica del fenómeno completo.
Es obvio que compulsando este aspecto del fascismo
en general se dice mucho, también, sobre la economía
fascista.
Este punto está en estrecha relación con otro de igual
importancia. La bibliografía sobre el asunto es abun­
dante, pero en conjunto de poca o ninguna utilidad para
aclarar los pasajes oscuros. Podríamos decir, llevando
la cuestión más lejos, que ninguna clase de literatura
actual posee tan gran cantidad de hojarasca desprecia­
ble. Una de las razones principales de ese deplorable es­
tado de cosas es el hecho de que la economía fascista
afecta a países donde la libertad de investigación y dis­
cusión científica se halla severamente restringida. De
este modo se ha roto un engranaje esencial de la com­
plicada maquinaria que permite alcanzar la verdad ob­
jetiva. Por encima de la “ ecuación personal” de cada
autor, que en sí misma es bastante mala, pero que puede
ser corregida por la libre discusión, se ha impuesto
ahora una maciza “ ecuación nacional” , que es mucho
peor y que por ausencia de la discusión libre no se presta
a enmienda. Por lo que toca al país en cuestión, una
' José O rtega y G assct : La rebelión de las masas. Madrid, Re­
vista de Occidente.

68

© Biblioteca Nacional de España J


LA e c o n o m ìa f a s c is t a

nube de encubridores oficiosos haría extremadamente


difícil la investigación de los problemas económicos y
sociales. Por la misma razón, cualquier discusión sobre
los resultados vitales de la política o la economía, entre
los economistas de tm país fascista y los de los países
liberales tropieza con los handicaps del oficialismo y de
la irreductible “ ecuación nacional” , resultando, lo más a
menudo, que una asamblea de esta especie degenera en
pura propaganda. Muy bien podriamos preguntar como
dato por qué en la Conferencia Internacional de Estudios
de Londres (1933)— donde entre otros asuntos se discu­
tió la política económica de Italia con los representantes
italianos— nadie objetó en contra del valor de las afirma­
ciones sobre el Estado corporativo, preguntando, desca­
radamente, si tal Corporazione tan alabada poseía exis­
tencia real Leyendo las actuaciones no se puede por
menos de pensar cómo hubiera enfriado a la Asamblea
cualquier indiscreto con la revelación de la verdad pura,
al confesar que después de cuatro años de hablar de
Estado corporativo sólo una Corporazione, como por
ironía, lograba existencia hasta entonces: la Corpora­
zione degli Spettacoli. Parece obvio que tal discrepan­
cia entre ideología y realidad no existiera, a menos que
el aparato para destilar la verdad se hubiese destruido
al suprimir la libertad de discusión; hasta los admira­
dores del fascismo reconocen esto. Mirando la cuestión
a otra luz, tenemos que, siempre que se compara en el
terreno internacional, la economía fascista obtiene des­
de el primer momento una ventaja leonina sobre la eco­
nomía no fascista por la alabanza unánime de todos los
economistas del país fascista mientras los economistas
del país liberal pueden siempre opinar como gusten acer-

' Los documentos (que en otros aspectos son bastante interesantes)


han sido publicados bajo el título The State and EcMomic Life. Parl^
J934 -

69

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA niU IE

ca de su propio sistema econòmico y, muy frecuente­


mente, se gozan en abusar de las descripciones calami­
tosas de lo propio, en contraste con el paraíso terrenal,
que pintan sus colegas fascistas. De este modo se forma
muy naturalmente una atmósfera capaz de extraviar a
los espectadores descuidados. He aquí la razón de por
qué incluso la literatura ajena a los países fascistas rara
vez nos aporta luz. Para tomar un solo ejemplo men­
cionaré el libro del Dr. Einzig sobre Las bases econó­
micas del fascismo que con su notoria falta de sentido
crítico y de perspicacia analitica representa muy bien el
conjunto de esta literatura y la actitud adoptada por
los principales periódicos ingleses.
Las deficiencias del libro del Dr. Einzig se han he­
cho notar más desde que L. Rosenstock-Franck ha de­
mostrado recientemente en su brillante libro L ’ économie
corporative fasciste en doctritie et en fait^ lo que a
despecho de los obstáculos puede hacerse si nos tomamos
el trabajo de estudiar con suficiente cuidado los docu­
mentos disponibles.
Aun la existencia de una amplia literatura antifas­
cista en el extranjero no nos presta toda la ayuda que
pudiéramos suponer. U n investigador concienzudo tie­
ne que consultarla, pero no puede negarse que en con­
junto esta literatura es tan monótona como la fascista
del interior del territorio. Ambas experimentan la falta
de una discusión que sólo tiene lugar cuando la tesis y
la antítesis se encuentran en el mismo terreno. Tenemos
que observar, además, que por lo menos en el caso de
Italia, la crítica del fascismo en general y de la econo­
mía fascista en particular procede casi enteramente de

* P aul E in z ig ; The Eeonemiie Foundalicnts o f Fatcism, 2.' ed.


Londres, 1934.
* L. R osentooc-F ranck : L'íconomie corporative fasciste en doc­
trine el en fail, 2.* ed. París, 1934.

70

© Biblioteca Nacional de España


L\ ECONOMIA FASCISTA

fuentes socialistas que parece han tomado sobre sí la


tarea de denunciar al fascismo como un capitalismo sin
paliativos, y que desde luego se hacen eco de toda suer­
te de deformaciones y falsedades Lo mismo podría
decirse de libros como el de R. Palme Dutt sobre E l
Fascismo y la Revolución social^, que incidentalmente
es un buen ejemplo de la actitud del socialismo “ revo­
lucionario” inglés ante el fenómeno fascista.

II

Ahora se nos plantea la cuestión de si es posible de­


ducir algunos principios definidos de la naturaleza in­
trínseca del fascismo. H ay un grupo que cree muy fácil
hacerlo demostrando que el fascismo no es sino el sim­
ple hecho del dominio indiscutible establecido por una
clase social sobre las demás, valiéndose de todos los me­
dios de violencia y coacción. A l investigar cuál sea esa
clase nos encontraremos con el locus, que determina las
tendencias políticas y económicas del fascismo. El úni­
co problema estriba en determinar esta clase, problema
que origina una entretenida pero ineficaz discusión. ¿ Es
la clase capitalista? ¿L a clase media? ¿O quizá una
combinación del último escalón de la clase media con el
escalón superior del proletariado?
Como la filosofía del materialismo económico, a la
que debe su origen, este razonamiento sobre que el fas-

' Uno de los principales grupos de italianos antifascistas es el mo­


vimiento “Giustizia e Liberta”, en París, que trata de combinar una es­
pecie de socialismo económico con el liberalismo cultural y político, pre­
conizando el socialismo en nombre de la libertad, Evidentemente no ha
resuelto las dificultades que de tal combinación surgen. En el mismo
sentido, también, ha escrito I gnazio S ilone su instructivo libro Der
Fasckismus. Zurich, 1934.
• R. P alme D utt ; Fascism ¡utd Social Revolulion. Londres, 1934.

71

© Biblioteca Nacional de España


TtSftRA FIRME

cismo sea en el fondo un fenómeno de clase parece muy


atractivo, desde el momento en que produce la satisfac­
ción de ver a través de la superficie ideológica. Esta
podría ser una de las razones que expliquen el hecho dé
por qué ésta y las supervivencias semejantes del marxis­
mo se hayan insinuado hasta en la moderna filosofía po­
lítica^. Como recientemente ha demostrado Benedetto
Croce, con todo el peso de su autoridad, este concep­
to de la clase dominante no es realmente una guía
muy útil en filosofía política Considerando que exis­
te verdadera heterogeneidad entre atender los intere­
ses de la economía particular y ordenar los del Esta­
do, la idea de una clase dominante es en extremo desca­
rriada. “ L a vera classe dominante política è la classe
dirigente, coi suoi concetti religiosi, filosofici, morali,
quali che siano” (Croce). Esto continúa siendo cierto
en el caso del fascismo. La verdadera clase dominante
son los fascistas o, en el caso de Alemania, los nacional­
socialistas y nadie más *. Tal declaración es absolu­
tamente compatible con el hecho evidente de que los in­
tereses económicos y los sentimientos de ciertas clases
han sido previamente movilizados para ayudar al fas­
cismo en el poder. Evidentemente es inexacto que la po­
lítica de los países fascistas haya sido creada en interés

‘ Entre la más reciente bibliografía constituye un chocante ejem­


plo el libro de R. N iebukr : Reflections on the End o f on Era. New-
York, 1934. En este Kbro, bien escrito y Heno de estímulos, el autor,
que es teólogo y hombre de convicciones religiosas conservadoras, pre­
senta al fascismo como la desesperada lucha por la vida del capitalismo
y de la clase por él representada. Partiendo de los falaces conceptos
de la economía popular (el hartazgo general), condena totalmente el ca­
pitalismo y, como conclusión, también el fascismo. Luchando al mismo
tiempo contra el liberalismo (en su sentido amplio), cae en el otro error
marxista de concebir la libertad como un “prejuicio burgués”.
* B enedetto C roce: Orientamenti, 2.* ed. Milán, 1934, págs. 34-49.
* Esto ha sido también claramente demostrado por L. M. L ach-
h a n n ; Probleme des Korporativen Staates, "Zeitschrift für die ge-

samte Staatswissenschaft”, abril 1933.

72

© Biblioteca Nacional de España


LA ECONOMIA FASCISTA

de una determinada clase, hecho enigmático para los que


aboguen por la teoría de las clases y también para aque­
llas clases que apoyaron el fascismo, pero que armoniza
con el punto de vista antedicho. He aquí por lo que pa­
recen tan fútiles muchas discusiones sobre el fascismo.
Llegamos, pues, a la conclusión de que la estruc­
tura del fascismo es demasiado complicada para acomo­
darse a los moldes de la filosofía marxista o semimar­
xista. En adelante no preguntaremos: ¿cuál es la clase
dominante?, sino más bien: ¿cuáles son las ideas domi­
nantes entre los fascistas y qué obstáculos encuentran
para llevarlas a cabo? Ese es el único camino que nos
conduce a alguna parte, pero en cuanto exponemos el
programa, fácilmente se echan de ver sus enormes difi­
cultades. Yendo un paso más allá podríamos decir que
mientras las ideas dominantes en el fascismo son una
borrosa mezcla de sentimientos racionalizados y de
conceptos sentimentalizados, nos sería dable lograr al­
gún orden si distinguimos las ideas esenciales de las ac­
cesorias, internacionalraente uniformes las primeras y
diferentes las segundas en los diversos países fascistas.
Estas ideas están más o menos entrelazadas, y si agre­
gamos además que los obstáculos para realizarlas son
diferentes en cada nación, no podremos ignorar en ri­
gor que la economía fascista no representa un progra­
ma fijo y claramente definido. ¿Qué otra cosa podría­
mos esperar de una combinación de tantas y tan incier­
tas variantes, en las que las ideas directrices son nebu­
losas, complejas y propensas a cambio y en el que los
obstáculos con que tropiezan varían de un tiempo a otro
y de un lugar a otro ? Debemos observar, sin embargo,
que existe siempre por parte del Gobierno fascista una
tendencia muy natural a hacer todo lo posible para dar
la impresión de que sigue en política económica una

7 J

© Biblioteca Nacional de España


TIERilA FIRME

marcha atrevida y bien definida de que blasona como in­


vención original del fascismo, dándola como contribu­
ción suya a la historia universal, a pesar del carácter
vacilante y provisional de su actual política económica.
Con vistas a esto gusta de crear términos más o
menos pomposos para cosas algo triviales y poner nue­
vos rótulos a instituciones económicas cuyo verdadero
carácter no ha cambiado apenas. Por ejemplo : nadie nie­
ga el hecho de que la famosa “ Carta del L/avoro” de 1927
queda en realidad muy por bajo de la importancia que
se ha pretendido darle. Dentro del carácter revoluciona­
rio que se le asignó fue comparada con los “ droits de
l’homme et du citoyen” de 1789, pero en realidad, fuera
de algunas vagas disposiciones sobre el trabajo como
deber social y cosas parecidas, no contiene más que or­
denanzas concernientes a los sindicatos, tribunales de
trabajo y materias semejantes que, en otros países, se
encuentran en modestos rincones de los códigos. Como
más adelante veremos, podría decirse lo mismo del “ Sta­
to Corporativo” , que ha reemplazado a la “ Carta del
Lavoro” como pièce de resistance de la publicidad fas­
cista.
Asimismo lo que en Alemania se llama “ Ständischer
A ufbau” es de carácter ampliamente terminológico,
puesto que consiste principalmente en rebautizar las
asociaciones económicas actuales y sustituir a algunos
de sus directores por hombres del partido, aunque debe
concederse que el gobierno nacionalsocialista ha tenido
la laudable franqueza de cortar todo esto desde los pri­
meros momentos. Examinada esta tendencia, se siente
tentación de denominarla irónicamente “ política econó-
ca terminológica” .
Esta revelación de su verdadero carácter no impli­
ca necesariamente que no pueda servir para algún pro-

74

© Biblioteca Nacional de España


LA ECOKOUiA EASCISTA

pósito útil Muy posiblemente lo logra, pero, por su­


puesto, no vamos ahora a puntualizarlo aquí.
Debemos por el momento emprender la tarea de ex­
poner aquellos principios generales del fascismo que son
a propósito para influir en las tendencias de la economía
fascista. Lo primero que ha de decirse a este respecto es
que el fascismo es de esencia antiliberal, en el sentido
de ser decididamente totalitario o, en otros términos,
que necesita sujetar toda actividad individual al Estado
omnipotente, como si tuviese ante sus ojos el ideal del
Estado termita^. Hasta aquí no existe diferencia entre
fascismo y comunismo. Pero se diferencia del comunis­
mo en que de acuerdo con los sentimientos fundamen­
tales de aquellos que le ayudaron a subir, no.desea cam­
biar social ni económicamente la estructura de la socie­
dad. Esto tiene una doble consecuencia. Mientras el co­
munismo ha extendido a la esfera económica su tota­
litarismo inflexible, convirtiendo toda actividad econó­
mica en actividad dirigida y controlada por el Estado, el
fascismo necesita combinar su totalitarismo general con
el carácter individualista de la sociedad. De aquí re­
sulta un intervencionismo sumado a una fraseología
colectivista. Para dar idea más completa del tipo de sis­
tema económico que caracteriza al fascismo podría de­
cirse que la marcha emprendida por éste entre una eco­
nomía de competencia y una economía colectivista con­
duce en la práctica a una sociedad profundamente mo-
nopolizadora e intervencionista, engalanada con orna-

' Haci«ndo justicia al fascismo debemos notar c]ue la tendencia arri­


ba indicada pertenece tradicionaimente al arte de gobernar. Como ejem­
plo más reciente debemos recordar aquí la “socialización" puramente no­
minal de Alemania en IQ19.
* No deja de ser curioso que el rector de una gran universidad de
Alemania baya preconizado recientemente el Estado Termita como mo­
delo para el Estado Nacionalsocialista, no se sabe si en serio o en
broma.

75

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA riR U E

mentos fraseológicos y terminológicos y que ejerce un


extenso control gubernamental sobre las inversiones de
capital y los precios con amplia “ socialización de pérdi­
das” , por medio de la cual la institución capitalista de la
bancarrota ha sido reemplazada, en cierta medida, por
los campos de concentración y las islas de Lípari.
Está fuera de lugar llamar a esto “ Stato Corpora­
tivo” o “ Völkische W irtschaft” desde el momento en
que el resultado es más o menos el mismo. Evidentemen­
te, no se trata de un sistema para hacer la felicidad de
todos. Los obreros se quejan de su carácter despiadada­
mente capitalista, en tanto que los agricultores e indus­
triales gimen bajo la sujección y la burocracia, si bien
las dos últimas clases están dispuestas a conservarlo por
la creencia, fundada o no, de que la sola alternativa, en
la práctica, sería el comunismo. De esta forma se busca
una delicada balanza del poder que produzca el necesa­
rio, aunque algo incierto, equilibrio del sistema comple­
to. Por otro lado— y ésta es la segunda consecuencia del
compromiso que arrastra el fascismo— , las clases pode­
rosas han permanecido intactas y constituyen obstácu­
los en potencia ante cualquier intento de cambios econó­
micos revolucionarios.
No se debe excitar a los comerciantes, industriales,
banqueros y agricultores basta el extremo de hacerles
sentir que no haya diferencias reales entre el fascismo
y el comunismo en tanto que existan amplios grupos pro­
letarios e intelectuales empeñados en acortar la distan­
cia entre ambos. E l hecho de que ni en Italia ni en A le­
mania haya sido capaz el fascismo de atacar el proble­
ma del sector feudal representado por las grandes pro­
piedades rurales, demuestra cuán poderosos son algu­
nos de estos obstáculos. Finalmente debemos observar
que el sistema económico monopolizador e intervencio­
nista, resultante del conflicto de todas estas fuerzas, tie-

76

© Biblioteca Nacional de España


LA e c o n o m ì a EASCISTA

ne el doble merito de ser un sistema favorecedor de los


partidarios del fascismo, cosa muy importante por tra­
tarse de un movimiento de masas, y de permitir al go­
bierno atribuirse los éxitos económicos y poner de re­
lieve su maravillosa previsión mientras colma de censu­
ras a los negociantes privados por sus negligencias eco­
nómicas y los principios liberales que representan, sien­
do así que en realidad lo contrario tendría más visos de
certeza.
Este sistema monopolizador e intervencionista es
nacionalista en cuanto se limita a relaciones económicas
con países extranjeros, como debe serlo cualquier siste­
ma económico que tenga el liberalismo por punto de par­
tida, desde el momento que subraya la importancia eco­
nómica de las fronteras nacionales. Esta tendencia na­
tural está reforzada por sentimientos nacionalistas in­
natos que son otro elemento esencial de la ideología fas­
cista E s un hecho notorio que el nacionalismo fascista
es tan intenso que puede conducir a una manifiesta be­
licosidad, a un estado de espíritu en que encuentre sitio
la preparación guerrera y que anteponga a todo el pun­
to de vista militar. Esto es tan importante considerado
en cualquier aspecto que debemos decir algo más so­
bre ello.
Poco puede entenderse la historia social y económi-

' Debe entenderse que el espíritu colectivista no es, a la larga,


más que un espíritu negativo, puesto que pide adversarios contra quie­
nes pueda excitarse el sentimiento público. Para movilizar las masas e
imbuirles una intensa conciencia del “nosotros" deben dirigir su temor
y su odio contra enemigos comunes, dentro y fuera del país. Dentro del
país, los liberales, marxistas, francmasones, y en Alemania los judíos,
sirven para tal fin. Fuera del país, los extranjeros en general y algún
enemigo favorito en particular. Por lo tanto, resultó que la estructura
del nacionalismo fascista es bastante complicada, puesto que el nacio­
nalismo “horizontal" está penetrado por el nacionalismo “vertical”, lo
que significa el fin del viejo nacionalismo liberal demócrata. En otras
palabras : si por la propaganda fascista han progresado las cosas hasta
el punto de que las gentes de iguales convicciones políticas, pero de

77

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA PIRUB

ca, desde los tiempos feudales hasta el presente, sin pres­


tar la debida atención a los cambios de sistema militar;
tan es así que podría hablarse de una filosofía militar
de la historia. Su fase última consiste en la democrati­
zación del sistema militar en todos aquellos sitios don­
de se cree que la guerra exige, como último recurso, la
movilización total de lo que directa o indirectamente
constituye la fuerza militar de una nación.
Queramos o no, los acontecimientos actuales se en­
cauzan sin remedio en esta dirección. La guerra ha ce­
sado de ser asunto privativo de ejércitos uniformados
y más o menos feudalmente constituidos, transformán­
dose, como cualquier otra cosa, en asunto de masas de
hombres y productos. También por eso ha cambiado la
estructura sociológica del ejército, incluso en Alemania,
donde fué despojado de casi todo su carácter feudal
cuando LüdendorfE lo reorganizó de manera radical
en 1917.
L a máquina militar ha llegado a ser una moderna
empresa racionalizada según las normas capitalistas en
la que los oficiales actúan como ingenieros. Todo esto,
que aquí sólo podemos tocar superficialmente, h/a traído
muy profundas consecuencias económicas, que en la ac­
tualidad el mundo entero reconoce. Como el fascismo está
más propenso a subordinarlo todo a consideraciones mi-

países diferentes, se entiendan entre sí mejor que las gentes del mismo
país que tengan distintas convicciones, el antiguo concepto de nación
pertenece al pasado, y con él el viejo concepto de patriotismo, que des­
pués de todo es la herencia de la era liberal demócrata. En relación con
esto es interesantísimo hacer notar que, en los países fascistas, los
sentimientos contra los "enemigos interiores” (nacionalismo vertical)
son comúnmente mucho más fuertes que los sentimientos contra los
"enemigos de fuera” (nacionalismo horizontal). Estas son observaciones,
quizá aforísticas, para explicar por qué el nacionalismo económico en
los países fascistas no es tan fuerte como podría esperarse algunas
veces.

78

© Biblioteca Nacional de España


LA bconou Ia fascista

litares, aquellas consecuencias económicas se hacen más


notorias en los países de tal régimen.
Entre esas circunstancias, la más aparente es la ine­
xorable militarización de la entera economía nacional aun
en tiempo de paz, es decir, la tendencia a regular el con­
junto de la vida económica del país de acuerdo con las
necesidades de una “ movilización total” y establecer una
economía planificada bajo aspectos militares Por creer
que tan sólo de esta manera puede lograrse el máxi­
mo de “ potencial de guerre” , ha sido declarada cues­
tión de vida o muerte para la nación, y el recurso de la
economía dirigida parece inevitable. En cambio, el libe­
ralismo económico, de acuerdo con sus principios, en­
traría en amargo conflicto con las necesidades de la de­
fensa nacional y se vería obligado a ceder, honorable,
pero irrevocablemente, testimoniando con ello que el li­
beralismo termina siendo devorado por sus propios hi­
jos. Esto será verdad en tanto que no se encuentre ma­
nera de domesticar a Marte. Pero, aun suponiendo que
se admita la guerra y la “ movilización total” , ¿debe­
mos aceptar por completo ese razonamiento? Parece
muy explicable que los soldados se muestren siempre in­
clinados a aplicar los principios de la organización mi-
' La reciente bibliografía alemana está en particular cuajada de
razonamientos del tipo antes expuesto. Ya llega a ser casi imposible el
dar una completa bibliografía de esta literatura. La idea principal está
bien expuesta, pero con una ingenuidad casi encantadora, en la revista
mensual Widerstand (octubre 1934), de la que tomo los siguientes pá­
rrafos (citados en el Journal des Nalions, 31 octubre 1934): “Si perci­
bimos claramente lo decisiva que es una ventaja, aunque sólo sea de
dias, en la guerra moderna, comprenderemos la necesidad de colocar,
aun en tiempo de paz, todas las actividades económicas de un territorio
nacional bajo la dirección del Estado unificado, metódico y controlado
desde el punto de vista militar... La economía nacional debe organizarse
siguiendo los mismos principios del propio ejército... Las mismas razo­
nes que al final de la guerra de los treinta años indujeron al Estado a
retirar los asuntos de la guerra de manos de los condotieros, estable­
ciendo el ejército del Estado, fuerzan ahora al Estado a tomar iguales
medidas con respecto a la actividad económica."

79

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

litar a la organización de la economia nacional, aunque


ambas sean de estructura distinta. Pero es otra cuestión
la de que esa opinión la compartan los economistas. Los
que abogan por una economía dirigida no tienen derecho
a protestar contra el tipo de economía militar dirigida,
puesto que piden que sea reemplazado el presente siste­
ma económico que, hablando grosso modo, gobierna la
democracia de los consumidores por una economía di­
rigida autocràticamente, sujeta a un plan adoptado ar­
bitrariamente e impuesto desde arriba. En adelante de­
ben dejar la elección de plan al cuidado de los políticos
para quienes, económicamente hablando, cualquier plan
es tan bueno como otro. Pero si examinamos las razo­
nes meritorias en favor de una economía militar diri­
gida, concluiremos que son muchas menos de las que
aparecen a primera vista. E s inevitable, desde luego, al­
guna clase de intervención encaminada a armonizar por
completo la estructura económica de un país con sus ne­
cesidades militares, dependiendo el alcance de esta in­
tervención de la estructura económica del país de que
se trate. Sin embargo, en conjunto, los argumentos mi­
litares no contienen nada que desapruebe el hecho, esta­
blecido por la experiencia y el raciocinio, de que la com­
petencia económica en el mercado suponga el máximo
de satisfacción de todas las necesidades mercantiles que
se presenten, incluyendo las necesidades de carácter mi­
litar, representadas en el mercado por el Estado como
consumidor. Incluso la intervención gpibernamental que
parecería inevitable aquí o allá no podría llevarse dema­
siado lejos sin destruir sus propios fines.
Para un pais es imposible poseer al mismo tiempo,
debido a los recursos de la intervención gubernamental,
la mayor población posible, o la mejor cualitativamen­
te, la más amplia industria y las mayores posibilidades
de independencia en artículos alimenticios y materias

8o

© Biblioteca Nacional de España


LA ECONOMIA EASCISTA

primas. Dar demasiadas recetas para la estructura eco­


nòmica de un país es el camino más seguro de hacerla
menos adecuada, aun para propósitos militares. Todo
esto es pertinente en particular al caso de Alemania, el
país donde en la actualidad el anticapitalismo militar está
recibiendo mayores y más vigorosos impulsos. Resu­
miendo : incluso si se acepta como algo inevitable la no
restricción de los armamentos, el liberalismo económico
no tiene por qué claudicar. No hay que maravillarse, sin
embargo, de que en los países fascistas se encuentren
escritores que yendo aún más lejos que los defensores
de la economía militar, pidan la militarización de la so­
ciedad entera, aunque sea sorprendente para aquellos
que no han seguido su reciente actividad publicitaria, el
encontrar dentro de este grupo a un hombre como W er­
ner Sombart. En su último libro, Deutscher Sosialisjmus,
usa su versátil e infatigable pluma para pregonar una
belicosidad del género más salvaje, adoptando alegre­
mente el lema de la “ guerra por la guerra” y pidiendo
que se valúe todo en este mundo en orden a su utili­
dad militar. De los razonamientos de Sombart se de­
duce directamente que en la Esparta ideal que concibe
se debe atribuir mayor valor a un nuevo gas asfixiante
que al Faxtsto de Goethe o a la Historia Romana de
Mommsen, o incluso que a la obra del propio Sombart
E l capitalismo moderno. Si Sombart, al cabo de su ca­
rrera, ha llegado a la conclusión final de que su país debe
transformarse en un amplio cuartel, será inútil discutir
con él y decirle que pide algo inhumano. Lo que aqui hay
que poner de relieve es que esta militarización inhuma­
na de la sociedad en conjunto y la perversión del orden
que envuelve, constituyen ciertamente un error incluso
desde el punto de vista puramente militar, por las razo­
nes que pueden leerse en la inmortal oración fúnebre de

8i

© Biblioteca Nacional de España


TIEE^RAPiaUE

Pericles, tal como Tucidides nos la ha transmitido. (His­


torian, lib. II.)
La tendencia fascista hacia la militarización de la
economia nacional corresponde a una actitud más ge­
neral de la ideologia fascista. Es la actitud de filosofar
a propòsito de la superioridad asignada a las llamadas
cuestiones políticas sobre las económicas— “ der Primat
der Politile über die W irtschaft” , en la terminología bi­
bliográfica alemana— que ha sido especialmente prolifi­
ca en desarrollar esta idea y en filosofar vagamente so­
bre ella. Esta orgullosa manera de tratar las cuestiones
económicas se hace aparecer como profundamente filo­
sófica y da a los que toman esa altiva actitud, gentes por
lo general bien acomodadas, el aire de heroicos menos-
preciadores de las cuestiones puramente materiales. Pero
tropezamos aquí otra vez con el desagradable deber de
la critica científica que impolíticamente interrumpe es­
tos fuegos artificiales de la retórica con algunas obser­
vaciones prosaicas. Ante todo, el problema de la priori­
dad entre lo político y lo económico es, por si mismo,
cuestión política y no puede ser nunca científicamente
resuelto, puesto que la ciencia de la economía no se halla
afectada por los fines en sí.
E l problema, por lo tanto, implica una petitio prin­
cipa. Lo que la ciencia económica puede y debe hacer,
sin embargo, es alzar su voz allí donde el sistema im­
puesto por el gobierno fascista sea tan irracional como
para promover un conflicto de los diversos fines entre
sí, engendrando de este modo resultados que el mismo
gobierno no desea.
Esto es aplicable a todos los países ; la única diferen­
cia de relieve entre los países fascistas reside en el hecho
de que, en el primer caso, la preferencia por ciertos fines
se halla impuesta por un gobierno que no pide el con­
sentimiento del pueblo, sino que se esfuerza en hacer
82

© Biblioteca Nacional de España


LA ecohou Ia fascista

propaganda a favor de sus propias preferencias, cuan­


do al mismo tiempo hace callar despiadamente no tan
sólo cualquier crítica sobre los fines elegidos, sino tam­
bién cualquier otra a propósito de la posible desarmonía
entre ellos, aunque esto pudiera ser en parte legítimo
objeto de un análisis científico. Por consiguiente, la “ Pri-
mat der Politik über die W irtschaft” lo más a menu­
do es justamente otra frase para denotar el privilegio
de arruinar la economía nacional que los dilettanti po­
seen y para proporcionarles una coartada en aquello en
que hayan fracasado sus esfuerzos para aumentar los
muy despreciables rendimientos de las cuestiones pu­
ramente materiales. En otras palabras : la economía fas­
cista tiene dos caminos : en tanto que es posible se inten­
ta proclamarla como sistema económico superior, pero
allí donde resulta demasiado evidente que es una ruta
de privaciones más bien que de abundancia se en­
comia la excelsitud de la ética fascista que coloca la
meta política por encima de la económica. Para com­
pletar la serie de incongruencias, el fascismo combina
esta idea de la primacía de la política sobre la eco­
nomía con la del Estado Corporativo, de un estado
cuyo principio estructural es económico y no político.
Puesto que sea lo que fuere el Estado Corporativo
no puede tener un sentido de demarcación, sino de pe-
netrabilidad en lo económico y en lo político, en tanto
que la verdadera esencia del sistema liberal democrático
(con sus partidos, su parlamento y las ideologías co­
rrespondientes) reside en organizar el Estado, siempre
que sea posible, según otros principios que no sean pu­
ramente los intereses económicos. En el capítulo siguien­
te, en el que se discutirán las formas especiales del fas­
cismo en Italia y en Alemania, insistiré en esto con ma­
yor amplitud en relación particularmente a la reciente
bibliografía sobre el asunto.

83

© Biblioteca Nacional de España


T 16RRA FIRHS

III

Como es bien sabido, y en este artículo se ha dicho


en varias ocasiones, el gobierno italiano ha hecho del
“ Stato Corporativo” centro de la discusión sobre el sis­
tema económico de Italia. L a propaganda realizada en
torno a esta palabra mágica ha sido tan intensa que se
da por supuesto que el término en conjunto es no sólo
una palabra, sino una cosa real de insuperable impor­
tancia, que debería ser imitada por cualquier otro país
que buscase una salida a la presente crisis económica.
L a falta de sentido crítico con que ha sido aceptado este
punto de vista no acredita mucho el nivel intelectual de
nuestro tiempo, tanto más cuanto que hasta hace muy
poco no existían en absoluto las Corporazioni^ objeto
de la discusión.
Muchos críticos del “ Stato Corporativo” se han con­
tentado, en el fondo, con ridiculizar esta palpable distan­
cia entre la teoría y la realidad pero su actitud es
evidentemente muy poco satisfactoria, aunque sólo sea
por el hecho de que hace varios meses fueron creadas,
por fin, veintidós corporaciones. H ay desde entonces
instituciones a las que el Gobierno italiano da el nombre
de Corporaciones, y nuestra tarea debe consistir en ave­
riguar qué significan y hasta qué punto constituyen el
“ Stato Corporativo” . En ese aspecto no cabe hacer nin­
gún progreso hasta tanto que no haya sido aclarada la

' SiLONE, cn Der Faschismus, Zürich, 1934, dcclara ilanamenle:


“Rundum wird vorgcschiagen, dieses Korporative italienische System
zu adoptieren. Und dabei existieren in Italien die Korporationen über­
haupt nicht. Ich kann sie nicht beurteilen, ich kann den Leser nicht über
sie informiercn->ic sind einfach nicht" (pig. 227).

84

© Biblioteca Nacional de España Á


LA ZCONOUlA FASCISTA

grave confusión de ideas que llena por completo las dis­


cusiones sobre el Estado Corporativo
Si comparamos el verdadero carácter del fascismo
y el corporativismo (en su más amplio y tradicional sig­
nificado, que deriva de la corporación medieval, o sea
un sistema autónomo de gobierno económico de grandes
grupos de profesiones e industrias), no podemos por me­
nos de concluir que estos dos sistemas pueden difícil­
mente unirse. Son realmente tan incompatibles entre sí
que corporativismo bajo fascismo debe significar algo
muy diferente del sentido tradicional y legitimo de aque­
lla palabra y de lo que parecen entrever una gran parte
de los que hablan de “ Corporative State” y “ Ständes­
taat” , es decir, de un estado cuyo principio estructural
sea la Corporación. Sería ridículo pretender que el Es­
tado fascista iba a otorgar de buen grado un simple áto­
mo de su absolutismo a Corporaciones verdaderamente
autónomas. Por supuesto que el Gobierno italiano no
hizo nada parecido al crear las Corporazioni. Como pue­
de enseñarnos un cuidadoso estudio de los fundamentos
jurídicos de las Corporazioni, han sido tomadas todas
las precauciones para mantener bajo el más estricto con­
trol del Estado las posibles actividades de aquéllas ^
E s evidente, por lo tanto, que dado el caso de un país
fascista es muy impropio hablar de Estado Corporativo
desde el momento en que no existe el Estado “ Corpora­
tivo” , sino la Corporación “ Statale” . Sería un error,

‘ Para este fin sirven de mucha ayuda los libros siguientes : E. B ö h ­


ler , Korporative Wirtschaft, Zürich, 1934: L. R osenstock-F ranck , L'ico-
nomie corporative fasciste en doctrine et en fait, 2.* ed., París, 1934;
L . S t .-K osier , Staat und Wirtschaft, Das Problem der berufsständischen.
Repräsentation, 3.* ed., Viena, 1933. Estos libros son las únicas islas que
he encontrado en medio de ese majestuoso mar de confusiones.
• Surge la comparación con la postura de los gremios y corpora­
ciones durante el periodo mercantilista. El absolutismo de ese periodo
no podía tolerar la existencia de corporaciones autónomas y las trans­
formó, por consiguiente, en sencillos órganos de su sistema totalitario.

85

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

sin embargo, descartar el conjunto del “ Stato Corpo­


rativo” como mera apariencia. Es ciertamente algo más
y quizá nos aproximemos a la verdad si interpretamos
el “ Stato Corporativo” como una inmensa institución
fascista encaminada a tres propósitos. Ante todo, sirve
al propósito político de organizar la economía nacional
de tal manera que facilite su control y su penetrabilidad
por el gobierno fascista. Hasta aquí el “ Stato Corpora­
tivo” es nada más que un sutil ardid de la técnica del
dominio político, y no estoy seguro de que no sea éste
su principal propósito. No podemos negar, sin embar­
go, que aunque el carácter autónomo de las corporacio­
nes medievales está ausente por completo del corporati­
vismo fascista, éste contiene otro elemento de aquéllas
que hace resaltar el sentido económico del “ Stato Cor­
porativo” . Lo que quiero expresar es la tendencia, inhe­
rente a todo corporativismo, a establecer toda clase de
restricciones dentro del carácter de la sociedad econó­
mica, fundado en la competencia, por una especie de car-
telización imiversal, vigorizada por el Estado, siendo
quizá los medios más poderosos para este fin el estricto
control de las nuevas inversiones en los diversos campos
de la actividad industrial (una especie de principio de
numerus clausus). L a osificación económica acarreada
por esta política es exactamente la que los productores
del mundo entero parece que reclaman por el momento
y lo que aquellos que están vituperando las competen­
cias que caracterizan a nuestro sistema económico pa­
recen mirar como de realización más deseable. Es qui­
zá esto justamente lo que, en el fondo, produce la popu­
laridad universal de la idea corporativa.
Y a hemos señalado que el nombre de este sistema
está en absoluto fuera de lugar, salvo para fines publi­
citarios. L a política económica del Tercer Reich encami­
na todos sus propósitos prácticos al mismo objeto y aun

86

© Biblioteca Nacional de España


t A ECOHOMÍA FASCISTA

el abigarrado edificio del New Deal muestra fuertes tra­


zos de este tono chocante. Dentro de la literatura con­
temporánea italiana, el profesor Einaudi ha tenido el
gran mérito de llamar la atención sobre lo que él deno­
mina con un término suyo propio: “ trincherismo eco­
nómico”
Dejando aparte la cuestión del significado económico
del “ Stato Corporativo” , llegamos ahora a su tercera
fimción, que podemos llamar su función social, puesto
que concierne a las relaciones entre empresarios y em­
pleados y las cuestiones en conexión con esto. Además
de todos los hechos, tan bien conocidos, sobre la prohi­
bición de huelgas y lock-outs habría que mencionar los
sindicatos fascistas, los tribunales de trabajo y otras co­
sas parecidas. En este aspecto el “ Stato Corporativo”
sirve justamente para dar un nombre más a todos estos
hechos y al carácter regimental de la política social fas­
cista. Sin embargo, discutir las consecuencias económi­
cas de esta política nos conduciría más allá de los estre­
chos límites de este artículo.
Parece que éstas son las verdaderas razones por las
que el Gobierno italiano ha adoptado el Corporativismo
como forma especial de la política monopolístico-inter-
vencionista que está cada vez más a la orden del día en
todos los países. Algunos escritores italianos procla­
man que tal forma es superior a la adoptada por los paí­
ses no fascistas, pero es extremadamente dudoso que ese
aserto pueda justificarse. Con respecto a esto debemos
' L. E inaudi: Trincee economiche e corporotivismo, La Riforma
Sociale, Turin, noviembre-diciembre 1933, y también en otro artículo,
La corporasione aperta, en el mismo periódico, marzo-abril 1934. Que
incluso Italia— y quizá ese país, por su gloriosa tradición en la ciencia
de la economía, más que otros muchos— tienen aún abogados del razo­
namiento económico sobrio, lo demuestra el ejemplo de A ttilio C abiati
(cf. su libro reciente Críri del Liberismo o errori di uomíníf, Turín,
1934). Muchos entusiastas de la economía antiliberal harían bien en
consultar a estos autores.

87

© Biblioteca Nacional de España


TIB RRA mue

distinguir claramente los méritos del fascismo como sis­


tema político autoritario y los del corporativismo. Na­
turalmente no puede haber ninguna duda de que un go­
bierno fuerte, independiente y autoritario, con claro dis­
cernimiento sobre el mecanismo de nuestro sistema eco­
nómico, podría hacer mucho para poner término al la­
mentable estado actual, en el cual la política económica
de un país es poco menos que resultado de los intereses
económicos privados que la determinan, y restaurar la
posición del Estado como árbitro en lugar del Estado
como botín.
Es difícil, sin embargo, descubrir ningún síntoma
de la superioridad alegada por la política económica ita­
liana y escapar a la impresión de que se halla en el justo
medio : ni mejor ni peor que la de muchos otros países
en estos momentos, a pesar de la mucha propaganda
para demostrar lo contrario
La influencia de los intereses creados parece ser aún
más fuerte en Italia que en los muchos países liberal-
demócratas, lo que prueba, después de todo, la eterna
verdad del famoso dicho de Cavour: “ Je prefére la pire
des Chambres à la meilleure des antichambres” . Pero
si aun esto no ocurriese no sería por mérito del cor­
porativismo, sino del fascismo. Por el contrario, cuanto
más genuino sea el corporativismo más se caracterizará
por la verdadera autonomía de las Corporaciones, y
mayor será el peligro de que la política económica esté
influida por los intereses privados. D e esto parecen no
darse cuenta tantos defensores, bien intencionados, del

' Los materiales están muy bien reunidos en el libro de L. R osen-


stock-F ranck , op. ctt. Cf. también su artículo “Le corporatisme fas­
ciste”, en la revista Esprit, París, núms. 23-24, 1934. En el libro de
R osenstock se encuentra también una discusión muy instructiva sobre
los intentos de varios escritores italianos para desarrollar una doctrina
del corporativismo económico.

88

© Biblioteca Nacional de España


L A ÍC O N O U ÍA FASCISTA

Estado Corporativo (en el propio sentido anteriormen­


te indicado) \
L a mayor parte de lo que hasta aquí se ha dicho
sobre la economía fascista en general y mucho de lo di­
cho sobre la economía fascista italiana es aplicable tam­
bién, en particular, al caso de la Alemania nacionalso­
cialista. Poco es necesario, sin embargo, para completar
nuestro estudio en este sentido, sobre todo desde el mo­
mento en que algimas peculiaridades del caso germáni­
co han sido discutidas ya. Para empezar, diremos que
la vena romántica es aquí mucho más fuerte que en Ita­
lia, donde el romanticismo está más confinado a la esfe­
ra política. Uno de los elementos dominantes de la ideo­
logía económica en la Alemania de hoy es un fuerte sen­
timiento de reacción contra el urbanismo y tecnicismo,
una especie de nostalgia por una mayor simplicidad y
espontaneidad en la vida económica, que cae más bien
dentro de las líneas que G. K . Chesterton ha preconiza­
do en Inglaterra. E l grito de combate “ sangre y suelo”
que es tan popular actualmente en Alemania refleja esa
actitud. Basta con sólo poner de relieve la política agraria
del Tercer Reich, especialmente el Reichserbhofgesetz“,
a fin de ilustrar el éxito práctico de esta divisa de “ san­
gre y suelo” . E l desarrollo autárquico de Alemania, que .
a despecho de todas las aseveraciones en contrario es re-

' En reiaeión con esto debe recordarse que no hace mucho W al­
th er R atheííau (Dif Neue l i ’irtschaft, Berlín, 1918) ha sido el primero
en anticipar la idea del corporativismo, y las simientes echadas por él
(y por Wissel y Moellendorf) fructificaron en 1919 en los diversos or­
ganismos económicos autónomos de Alemania. La experiencia hecha
con estos organismos fué tan descorazonadora como para matar todas
las candideces de los contemporáneos entusiastas del “Ständestaat".
• Es el principal objeto de esta ley someter prácticamente toda
granja alemana para la sucesión o enajenación al principio del "entail"
inglés. La brusca forma en que esta ley echó por tierra la tradición y
los sentimientos de más de un milenio (con gran descontento de los
agricultores) es un buen ejemplo de la contradicción entre el romanti­
cismo económico y la manera racionalista y autoritaria de imponerle.

89

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

sultado de una política deliberada, más bien que efecto


inevitable de fuerzas imposibles de controlar, pertenece
a esta misma clase A sí lo demuestra toda la literatura
sobre el “ Ständstaat” . No es éste el lugar apropiado
para discutir los méritos o deméritos del romanticismo
económico. Podremos experimentar gran simpatía hacia
él o ridiculizarlo. Sin embargo, el punto importante a
este respecto es el hecho concreto de ser el centro de in­
numerables confusiones y contradicciones. L a primera
contradicción está en el conflicto aparente entre política
económica romántica y una política económica que se
dirija a la producción intensificada e incluso a conser­
var un standard de vida humanamente soportable. Otra
grave contradicción resulta evidente cuando considera­
mos que el totalitarismo y el absolutismo político— epí­
tetos del nacionalsocialismo y del fascismo— son abso­
lutamente incompatibles con la espontaneidad que trata
de lograr el romanticismo económico. E l colmo de la
confusión se alcanza cuando los verdaderos enemigos
infatigables (con razón o sin ella) del carácter raciona­
lista y mecánico del industrialismo y el urbanismo de
nuestro tiempo se encenagan en proyectos de planes
económicos, organización y reglamentación. Esta es una
de las razones que hacen tan ilegible el Deutscher Sozia^
lismus de Sombart. Casi todos los libros alemanes sobre
Ständestaat padecen la misma confusión, y aun aquellos
vieneses de Othmar Spann y sus secuaces (Andreae,
Heinrich y otros), de quienes esperábamos que sus ten­
dencias católicas los inmunizasen de pecar contra la na­
turaleza íntima de su programa, que pretende esponta­
neidad y diversidad en lugar de centralización raciona­
lista y totalitarismo pagano

Cf. W, R ö p k e : Gemían Commercial Policy. Londres, 1934-


* Como ejemplo reciente me referiría al libro de W alter H einrich ,
Die sosiala Frage, ihre Entstehung in der individualistischen und ihre

90

© Biblioteca Nacional de España


Là e c o n o u ìa f a s c is t a

Otra cosa es mucho más chocante en Alemania que


en Italia. H ay un patético contraste entre el vigor con
el que la vieja economía (“ liberal” ) es vituperada por
el nuevo plantel de economistas y la cosecha, extrema­
damente pobre en ideas nuevas e incluso en ideas reju­
venecidas, que constituye la nueva economía. En los dos
últimos años no se han escrito ni libros ni artículos de
alguna importancia ni originalidad por ninguno de los
nuevos economistas, por no decir nada de los autores
extrauniversitarios. Verdaderamente no tiene objeto
enumerar unos pocos títulos y autores y someterlos a
un análisis crítico, y no quedan por este lado muchas
esperanzas de que alguna vez reciba luz el mundo sobre
los numerosos problemas palpitantes de nuestra ciencia.
Casi todo lo que se nos presenta como algo nuevo y re­
volucionario se nos aparece después de examinarlo ín­
timamente como vino viejo en botellas nuevas de llama­
tivos marbetes.
Si, por ejemplo, leemos que en el nuevo concepto de
la economía los capitalistas son simplemente considera­
dos como fideicomisarios de la sociedad y que el princi­
pio de la función social es el que va a dominar, de ahora
en adelante, la vida económica, dudamos en verdad de
que los autores hayan leído nunca a Adam Smith. P a­
rece seguro que vamos a acabar este artículo concluyen­
do que la economía fascista no tiene nada nuevo que

Lösung in der Ständischen Ordnug, Jena, 1934, que da una buena idea
del punto de vista de esta escuela. En el libro de otro miembro de la
misma, W i l h e l m A n d r e a e , Ka/'ilaJismits, Bolsehevistnus, Faschismus,
Jena, 1933, se encuentra un pasaje dedicado a las contradicciones arri­
ba indicadas (pág. 1S6) ; pero el autor pasa por ello ligeramente. Para
darse cuenta del contraste entre el fascismo y la economia del catoli­
cismo moderno, debe consultarse la importantísima encíclica "Quadra­
gesimo Anno" del Papa Pio XI (1929), que es la base espiritual de la
presente reforma economica y politica de Austria. Cf. también la inte­
resante colección de documentos publicada por autoridades austríacas
“Der Katolische Staatsgedanke". Vicna, 1934.

91

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRUB

ofrecernos, ni en la práctica ni en la teoria. L a presente


posición de nuestro sistema económico es ciertamente
insostenible, pero la alternativa que la economía fascis­
ta parece presentarnos no es, desde luego, tal alternativa.
¿ No atravesamos por la época más a propósito para re­
flexionar sobre si la restauración de la libertad, elasti­
cidad y espontaneidad de la vida económica no serían,
después de todo, el camino más razonable para escapar
del presente callejón sin salida, siempre que no consista
en restaurar un periodo histórico, con todos sus errores,
inconsistencias e, incluso, locuras, sino en la restaura­
ción de principios basados en ideales eternos ?

W. RÖPKE

92

© Biblioteca Nacional de España


UNIÓN Y DESUNIÓN
DE C E N T R O A M É R I C A

Los tres siglos de dominio español en el Nuevo Mun­


do tuvieron, por encima de todo, la virtud fecimda de
crear una de las comunidades espirituales más vastas del
universo. Supo España— argamasa de raza y cultura—
unir elementos bien dispares, dándoles contextura orgá­
nica.
En la alborada del siglo x ix , sin embargo, el todo
americano no había cuajado de manera definitiva. Si la
constitución gaditana, que entendía la nación española
como la reunión de todos los españoles de ambos hemis­
ferios, no hubiera sido desgarrada por la pezuña absolu­
tista de Fernando V II, acaso el proceso de fragua hu­
biera proseguido normalmente, llegando el mundo hispá­
nico a tener una consistencia capaz de evitar el fraccio­
namiento, así como las pérdidas territoriales que siguie­
ron a la independencia.
Por ello, el conservar la unidad forjada durante el
dominio metropolitano, fue preocupación perenne del L i­
bertador. “ Es una idea grandiosa— escribió en 1815—
pretender formar de todo el Nuevo Mundo una sola na­
ción, con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y
con el todo. Y a que tiene un origen, una lengua, unas
costumbres y una religión, debería, por consiguiente, te-

93

© Biblioteca Nacional de España


n S R R A riR U B

ner un mismo gobierno que confederase los diferentes


Estados que hayan de formarla.”
¿Qué mejor y más claro reconocimiento de la obra
de España ?
No es, pues, la lucha emancipadora, amalgama ac­
cidental de grupos disímiles que se coaligan contra un
común opresor, sino despertar de una entidad que tiene
conciencia de sí misma y busca su propia expresión.
Desgraciadamente, una vez destruido el poder coac­
tivo del Estado español, no pudo organizarse la parte es­
pañola del continente dentro del sistema bolivariano. El
Congreso de Panamá, que debía articular la gran Con­
federación, fracasa ruidosamente. Los plenipotenciarios
que acuden en 1826 representan sólo una fracción de las
antiguas colonias: Méjico, Centroamérica, Gran Co­
lombia y Perú. Las Provincias Unidas del Río de la Pla­
ta, así como Chile, se desentienden de la empresa. “ La
idea de establecer una autoridad suprema o sublime— ale­
gan las primeras— que regle los negocios más importan­
tes entre los Estados del Nuevo Mundo, es, desde todos
los aspectos, peligrosa, y no sería extraño que llegara a
ser el germen de guerras destructoras entre pueblos que
tanto necesitan del sosiego de la paz.”
A sí, la “ autoridad sublime que dirija la política de
nuestros Gobiernos, cuyo influjo mantenga la uniformi­
dad de sus principios, y cuyo nombre solo calme nuestras
tempestades” , no pasa de ser una bella ilusión del Liber­
tador.
Y la América hispana, débil en su magnitud, va de­
jando a lo largo de la centuria pasada, en manos rapaces,
centenares de miles de kilómetros cuadrados, alimentan­
do con ellos el creciente poderío de los Estados Unidos,
en el norte, y del imperio brasileño, en el sur.
E l orbe hispánico se achica cada día más. El pro­
ceso de desintegración, por otro lado, no se interrumpe.

94

© Biblioteca Nacional de España


UNIÓN y PESUHIÓN DE CEK TRO AtlÉRICA

La Gran Colombia desaparece, dando lugar al nacimien­


to de tres Estados, en el siglo x ix , y en los comienzos del
actual, tardíamente, a otro... L a antigua Capitanía Ge­
neral de Guatemala, convertida en República federal de
Centroaraérica, pártese en cinco repúblicas, faltando
no poco para que fueran seis...
A pesar de todo, los territorios de los nuevos Esta­
dos— aparte los centroamericanos— son lo suficientemen­
te vastos como para asentar en ellos potentes nacionali­
dades. Las corrientes migratorias fluyen hacia los del
Atlántico sur en rápida avalancha. Miles y miles de hom­
bres, llegados de las cinco partes del mundo, hormiguean
en las tierras vírgenes, creando nuevas fuentes de rique­
za. L a tarea es ingente y perentoria : gobernar es poblar.
E l programa bolivariano queda relegado al papel de
lírica reivindicación. Nadie piensa, en serio, convertirlo
en realidad. Tampoco en rehacer los grandes grupos na­
cionales, como la Gran Colombia, ni en recuperar terri­
torios perdidos para siempre. L a vida de las repúblicas
americanas parece terminar en sus propias fronteras.
Mal que bien, las nacionalidades van perfilándose. Unas,
con enteriza reciedumbre, lanzadas a un próspero futu­
ro : otras, entecas, inmersas en tremendos barullos polí­
ticos y entorpecidas por múltiples problemas de solución
difícil, ofreciendo, cada día, más puntos vulnerables a
la codicia extranjera. En este último caso, desde la rup­
tura del pacto federal en 1838, las cinco repúblicas de
Centroamérica.

II

Por tal motivo, es decir, por no contar con posibili­


dades de desarrollo en el aislamiento, fueron las únicas
en alimentar una corriente unificadora, que ha persisti-

9S

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

do, desde el momento mismo de la separación, hasta nues­


tros días.
En torno de unionismo y separatismo (antiunionis-
mo, mejor) ha girado toda la vida política de Centro-
américa independiente. Sin duda— aunque algo amino­
rada por el primer plano actual de los problemas socia­
les y económicos— continúa siendo la cuestión pública
fundamental del istmo.
Vale más decir antmnionismo porque, abiertamente,
casi nadie ha sido partidario del separatismo. H e aquí
una curiosa particularidad del asunto. Las fuerzas opues­
tas a la unión han actuado siempre sobre realidades del
momento que les han favorecido, mas sin atreverse a ne­
gar la excelencia del principio. H a habido en esto una
pugna de potencias nobles, contra fuerzas en cierto modo
siniestras y solapadas. Tampoco puede, en puridad, sos­
tenerse que fuera una lucha de partidos. H a sido, senci­
llamente, la antinomia entre un principio lógico, justo,
y una serie de intereses creados que han tenido a su ser­
vicio a unos u otros partidos, según las circunstancias.
Nadie, honradamente, ha pensado en Centroaméri-
ca— ni en el siglo pasado ni en el actual— que la existen­
cia de cinco repúblicas, pobres en recursos— a pesar de
su riqueza intrinseca— ^y más pobres en población, pudie­
ra servir de valladar a las ambiciones de los Estados im­
perialistas, codiciosos de las comunicaciones interoceá­
nicas.
Baste recordar que en el momento de la disgregación
(1838), en un territorio casi tan grande como el de Es­
paña, vivían no más de millón y medio de habitantes,
muy desigualmente repartidos, por añadidura (casi un
millón sólo entre Guatemala y E l Salvador).
Estas exiguas poblaciones habían de soportar un apa­
rato estatal que, por muy elemental que fuese, siempre
resultaba harto pesado. Agregúese a esto la inestabilidad

96

© Biblioteca Nacional de España


UNIÓS Y DESUNIÓK DE CEKTROAMÉRICA

política interna— revoluciones— y las frecuentes guerras


internacionales— otras guerras civiles— , y se compren­
derá que no sólo se hallaban en la imposibilidad de sal­
vaguardarse de las acechanzas externas, sino que encon­
trábanse maniatadas para toda obra de progreso inte­
rior. En esto los unionistas han tenido siempre razón:
el separatismo ha sido la remora principal en el adelanto
centroamericano y la causa primordial de la situación se-
misoberana de algunos de sus Estados.
Pero tampoco hay que creer que la unión, por sí sola,
hubiera bastado para apartar de Centroamérica tan
graves males. Existen causas económicas y sociales,
motivos internacionales, que habrían perturbado igual
el desenvolvimiento de la república de Centroamérica,
en el caso de que hubiera subsistido. Mas, de todas for­
mas, habría llegado a nuestros días— con las agitacio­
nes, luchas y enconos que se quiera— en una situación de
relativa fortaleza, no muy diferente de la de Colombia,
Chile o P erú ; es decir que, Centroamérica sería, o esta­
ría camino de ser, un Estado capaz de enderezar su des­
tino y pesar un poco en el concierto internacional.

III

El unionismo centroamericano, como cosa de senti­


miento de todo un pueblo, ha tenido una épica. Las lu­
chas postreras de Morazán defendiendo la Federación
que se derrumba, adquieren, por su dramatismo, alturas
de epopeya.
L a muerte del caudillo, frente al pelotón que ejecuta
la sentencia, cierra trágicamente el ciclo de una vida ab­
negada y tenaz, devota a la causa nacional, con devo­
ción difícilmente superable. Perece con él lo más puro
del sentimiento unificador y sucumbe definitivamente la
unidad política del istmo.

97

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA H R U E

Siguiendo su huella, ilústranse en las luchas unionis­


tas otros héroes populares. Un destino trágico, sin em­
bargo, cébase siempre en ellos. Muere fusilado Gerardo
Barrios, en San Salvador, el año 65 ; el 85 deja la vida
en el campo de batalla, después de proclamar la unión, el
guatemalteco Justo Rufino Barrios... Otros no logran
sino persecuciones y amarguras... Cada una de las par­
celas (así, familiarmente, al modo campesino) cuenta
con una figura máxima en las incontables jornadas del
batallar imionista: Máximo Jerez, en Nicaragua; Juan
Rafael Mora, en Costa Rica. Desde las cumbres de los
Cuchumatanes hasta las de Talamanca, el pueblo— mez­
colanza de indios, blancos y mestizos— respeta y venera
el recuerdo de los que supieron sacrificarse por los idea­
les comunes.
De entre el cúmulo de caudillos americanos, cabezas
de montonera, jefes ocasionales, sin raigambre en los
profundos problemas de aquellos pueblos, los luchadores
del unionismo merecen estrado aparte. Adscribíanse a
una reivindicación de sentido profundo, permanente, po­
pular. Luchaban por volver las cosas a su cauce lógico ;
por hacer de Centroamérica una nación fuerte, sólida,
unida.
Contaban con el aliento de las gentes, que intuían la
grandeza del ideal y sumábanse a sus empresas bélicas,
con entusiasmo distinto del que lleva a la accidental ba­
lacera, al molote trágico, sanguinario y vulgar, que para
en el encumbramiento perecedero de un cacique ambi­
cioso.

IV

¿Qué es el unionismo en lo presente? ¿Cuáles son


sus posibilidades ? He aquí la cuestión primordial de estas
líneas. Importa saber si ha pasado— como la integración

98

© Biblioteca Nacional de España


UNIÓN Y DESUNIÓN DE C EN TRO A U tRICA

bolivariana— al rincón de los motivos meramente líricos,


o si aun tiene condiciones de hecho vivo, de aspiración
concreta y factible.
Con responder que la República federal de Centro-
américa llegó a reconstruirse— aunque en forma preca­
ria y efímera— el año de 1921, parecería contestada afir­
mativamente la cuestión. Sin embargo, el asunto, más
hondo, merece análisis detenido.
No en balde ha transcurrido casi un siglo desde que
rompióse el pacto federal. En el discurrir de los años, han
ido acentuándose indudables diferencias existentes entre
los pueblos de la América Central ; diferencias, es ver­
dad, no muy profundas, pero que en manera alguna es
lícito olvidar.
En la época prehispánica habitaban el territorio cen­
troamericano distintos grupos étnicos, distribuidos de
modo muy desigual. Contaba con población más nutri­
da la costa del Pacífico, especialmente en Guatemala y
El Salvador. Durante la colonia, prodújose un mestizaje
que alcanzó mayor intensidad en E l Salvador, Hondu­
ras y Nicaragua. Quedaron en Guatemala grandes ma­
sas indígenas sin cruzarse con los dominadores y, en
Costa Rica, apenas si llegó a producirse el fenómeno.
Esto, continuado en la época independiente, ha deter­
minado características raciales que, someramente, pue­
den resumirse así: predominio de indios en Guatema­
la; de mestizos en El Salvador, Honduras y Nicara-
gtia; de blancos en Costa Rica. País indio el primero,
mestizos los otros y blanco el último. He aquí un hecho
capaz de imprimir personalidad propia a las distintas
fracciones del istmo.
Ahora bien, dueños desde la independencia criollos y
buena parte de mestizos del poder político, social y eco­
nómico en los cinco países, podíase muy bien hablar de
unidad racial en cuanto a las clases directoras; pero in-

99

© Biblioteca Nacional de España


T12K KA f i r m e :

corporados cada día con mayor rapidez los otros ele­


mentos a las funciones rectoras, han matizado, y mati­
zarán aún más cada día, el país respectivo, de acuerdo
con su estructura etnográfica.
Estas situaciones ejercen un influjo nada desdeñable.
A sí, problema como el de la incorporación de la masa in­
dígena, capital en Guatemala, carece de sentido en Costa
Rica, donde los representantes de la población primitiva
han desaparecido casi por entero y no cuentan en las pre­
ocupaciones nacionales sino en proporción muy exigua.
En cambio, emparenta con los de Solivia, Perú, Ecuador
y Méjico.
Por otro lado, formas políticas semejantes han pro­
ducido muy diversos resultados en unos y otros lugares
de Centroamérica. Cuando en Guatemala ha sido normal
— acaso por la misma composición de sus masas— el
mantenimiento de gobiernos dictatoriales de larga du­
ración (Carrera, Barrios, Estrada Cabrera), en E l Sal­
vador, el principio de la alternabilidad en el poder cons­
tituye una evidencia y, en Costa Rica, las prácticas de­
mocráticas han logrado afirmarse como una honrosa
tradición.
Las condiciones sociales y económicas son asimismo
divergentes. Mientras E l Salvador, con 70 habitantes
por kilómetro cuadrado, tiene su territorio cultivado en
proporción comparable con las más elevadas del mun­
do (el 80 por 100), cuentan las otras repúblicas con
inmensas zonas horras de cultivo. Mientras Nicaragua,
Honduras y Costa Rica, con seis, ocho y diez habitantes
por kilómetro cuadrado, respectivamente, carecen de bra­
zos para desarrollar su riqueza agrícola. E l Salvador ca­
mina rápidamente hacia la industrialización, enfrentán­
dose con problemas de raíz desemejante.
Desigual es también la situación de las cinco repú­
blicas con respecto al Extranjero, en sus aspectos eco-

xoo

© Biblioteca Nacional de España


UNIÓN Y DESUNIÓN DE CENTROASIÉRICA

nómico y político. En tanto que unas son más o menos


dueñas de sus principales fuentes de riqueza— agrícolas
hasta ahora— , otras, como Honduras, tienen su primer
producto exportable— el banano— en manos de podero­
sas compañías extranjeras que, no dejan en el país otra
cosa que salarios.
Empréstitos estadounidenses mediatizan en mayor o
menor grado la economía de todo el istmo y, abiertamen­
te, la política de Wàshington interviene desde hace
algunos años en los asuntos nicaragüenses como en tie­
rra conquistada.
De tal modo, durante el siglo escaso de separatismo,
no sólo hanse pronunciado las diferencias internas que
se hallaban en potencia en 1838, sino que, ha perdido
Centroamérica parte de los atributos necesarios para
disponer libremente de su destino.

Mas, a pesar de las diferencias señaladas, existe una


medular unidad centroamericana que descansa en el fac­
tor geográfico, en la comunidad de razas (las variantes
en este aspecto son únicamente de proporción), en el
acerbo cultural e histórico, y que se manifiesta, de mane­
ra innegable, en la persistencia de un sentimiento centro­
americano, contra el cual no han podido, ni la acción del
tiempo, ni los embates de la insana política.
Esta conciencia de que la América Central vive pro­
visionalmente desunida ha sido capaz de crear, incluso
en el aspecto legal, un vago anfictionado, singular en
América y digno de comento.
Efectivamente, las Constituciones de las cinco repú­
blicas— en mayor o menor escala— reconocen como una

lOI

© Biblioteca Nacional de España


n C H R A FIHUE

deplorable realidad la vida de aislamiento y propugnan


una vuelta al estado de cosas anterior a 1838. Los ar­
tículos siguientes pueden dar una idea de ello:
“ Siendo E l Salvador una parte disgregada de la Re­
pública de Centroamérica, queda en capacidad para con­
currir con todos, o con alguno de los Estados de ella, a
la organización de un Gobierno nacional cuando las cir­
cunstancias lo permitan y convenga así a sus intereses,
lo mismo que a formar parte de la gran Confederación
latinoamericana.” (Art. 151.)
“ Honduras es un estado disgregado de la República
de Centroamérica. En consecuencia, reconoce como una
necesidad primordial volver a la unión con las demás
secciones de la República disuelta. A este efecto, queda
facultado el Poder legislativo para ratificar definitiva­
mente los tratados que tiendan a realizarla con uno o
más Estados de la antigua Federación.” (Art. i.®)
“ Mantendrá y cultivará [Guatemala] con las demás
repúblicas de Centroamérica íntimas relaciones de fa­
milia y reciprocidad. Y siempre que se proponga la na­
cionalidad centroamericana de una manera estable, jus­
ta, popular y conveniente, la República de Guatemala es­
tará pronta a reincorporarse en ella.” (A rt. 2°)
“ En consecuencia, no se podrán celebrar pactos o tra­
tados que se opongan a la independencia e integridad de
la nación, o que afecten de algún modo a su soberanía,
salvo aquellos que tiendan a la unión [de Nicaragua]
con una o más de las Repúblicas de Centroamérica.”
(Artículo 2.®)
“ Los artículos i.®, 2.®y 15 de la Constitución no im­
piden que se celebren tratados de unión política de Costa
Rica con alguna o las demás repúblicas de Centroamé­
rica.” (Decreto de 6 de julio de 1888, art. i.°)
E l fervor unionista de los legisladores centroameri­
canos queda bien de manifiesto. Desde los hondureños.
102

© Biblioteca Nacional de España


DHIÓS Y DESUNIÓN DE CENTROAUÍRICA

que “ reconocen como una necesidad primordial volver


a la unión” , hasta los costarricenses, que en una ley pos­
terior a la carta fundamental declaran que sus prescrip­
ciones “ no impiden” que se realice, hay un aliento de
alto valor sintomático.
En un pasado no muy lejano, abundaba el Derecho
constitucional centroamericano en concesiones— no con­
dicionadas por la reciprocidad— de las cuales eran bene­
ficiarios los nacidos en alguna de las cinco repúblicas.
Representaba la Constitución guatemalteca de 1879
el más alto exponente de esta plausible actitud jurídica,
que culmina en los siguientes preceptos, cuya simple
enunciación basta para recomendarlos :
“ Se consideran también como guatemaltecos natu­
rales los hijos de las otras repúblicas de Centroamérica,
por el hecho de encontrarse en cualquier punto del terri­
torio de Guatemala, a no ser que ante la autoridad co­
rrespondiente manifiesten el propósito de conservar su
nacionalidad.” (Art. 6.®)
“ Para ser elegido presidente [de la República] se re­
quiere : I .“ Ser natural de Guatemala o de amlquiera de
las otras repúblicas de Centroamérica.. ” (Art. 65.)
Las sucesivas reformas de que han sido objeto los
textos fundamentales del istmo, han ido poco a poco eli­
minando estas anomalías, privando en ellas un cerrado
criterio nacionalista. No obstante, perduran vestigios de
aquel ánimo desinteresado y fraternal.
Estima la Constitución hondureña de 1924 como na­
turales a “ los hijos de las otras repúblicas de Centro­
américa domiciliados en el país, salvo que ante la pri­
mera autoridad política departamental, manifiesten el de­
seo de conservar su nacionalidad...” (art. 8.®); y la de
El Salvador, de 1886, estipula en su artículo 86 que,
“ también pueden ser ministros los ciudadanos origina­
rios de las otras repúblicas de Centroamérica que reúnan

103

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA n R K B

las demás cualidades prescritas en el inciso anterior, y


cinco años de residencia en E l Salvador...”
Para obtener carta de ciudadanía en cualquiera de
las repúblicas de Centroamérica, cuentan los naturales
de ellas con facilidades grandísimas. Por lo común basta
expresar ante las autoridades competentes el deseo de
pertenecer a la nación, sin más requisitos. Las leyes de
extranjería no suelen rezar con los centroamericanos es­
tablecidos en aquellos lugares, teniendo para todas sus
actividades el mismo trato que los nacionales.

VI

Pero además de lo que estatuyen las leyes internas de


las cinco repúblicas, existen tratados centroamericanos
que contemplan problemas de conjunto. V aria ha sido
la suerte de los muchos que se han firmado, y sería largo
exponer, aun de modo muy somero, el cúmulo de circuns­
tancias que los hicieron, las más de las veces, ineficaces.
Los actuales, firmados en Guatemala el 12 de abril de
1934, contienen cláusulas que, siquiera por su valor pro­
gramático, merecen destacarse. He aquí las principales:
“ Las repúblicas de Centroamérica consideran como
su deber primordial mantener la paz entre ellas, alejan­
do todo motivo de desacuerdo y promoviendo por todos
los medios posibles el mayor acercamiento, la más cor­
dial armonía y una generosa fraternidad en sus relacio­
nes recíprocas. Hacen solemne declaración de que nunca
apelarán a la fuerza para dirimir sus diferencias, que
la guerra es imposible entre ellas, quedando proscrita
para siempre.” (A rt. i.“)
“ Las repúblicas de Guatemala, Costa Rica, Hondu­
ras, Nicaragua y E l Salvador reconocen que la unión
política de Centroamérica es la suprema aspiración de
104

© Biblioteca Nacional de España


VNIÓK Y DESUNIÓN DE CEHTROAMÍIUCA

stis pueblos, y que para realizar ese ideal en lo futuro los


gobiernos aquí representados están dispuestos a prestar
su cooperación efectiva, para unificar los intereses que
les son comunes, sin mengua ni detrimento de su sobe­
ranía, a fin de preparar el advenimiento de la reconstruc­
ción nacional.” (Art. 2°)
“ E l principio de no intervención de cada uno de los
Estados contratantes en los asuntos internos de los otros
queda expresamente reconocido como obligatorio y la
más estricta neutralidad será observada por cada Gobier­
no en sus relaciones con los demás...” (Art. 4.®)
“ Los conflictos que en lo futuro puedan surgir entre
los Estados centroamericanos serán resueltos única y
exclusivamente por medio del arbitraje... No habrá ex­
cepción alguna que impida el arbitraje...” (Art. 5.®)
“ Los originarios de Centroamérica residentes en
cualquiera de los Estados no serán considerados como
extranjeros: gozarán de idénticos derechos, sin limita­
ción alguna, y tendrán las mismas obligaciones civiles
que los nacionales. Serán considerados como nacionales
del país donde residan cuando lo soliciten de conformi­
dad con la Constitución de dicho país; para el ejercicio
de los derechos políticos será necesario que tengan la ca­
pacidad legal conforme a las leyes de su país de origen y
de aquel donde hayan de ejercerlos. El incorporado ten­
drá los derechos y obligaciones que conciernen a los na­
cionales, de acuerdo con sus respectivas constituciones.”
(Artículo 7.®)
“ Los títulos facultativos y académicos expedidos en
favor de los centroamericanos de origen por institucio­
nes oficiales de cada Estado, asi como los estudios cientí­
ficos hechos en las Universidades, escuelas facultativas
e institutos oficiales de enseñanza, serán reconocidos en
los otros Estados, sin más requisitos que el de la auten-
105

© Biblioteca Nacional de España


TIERKA H R U E

ticidad de los doaimentos y el de la identidad de la per­


sona...” (A rt. I I . )
Prescriben también los tratados la unificación de la
enseñanza, del derecho, de la economía, etc. ; compromé-
tense, además, los gobiernos signatarios a incrementar
las comunicaciones, el turismo y todos los medios que
puedan servir para facilitar el conocimiento mutuo.

V II

Con todo, el problema de raíz, el de cómo hacer la


unión y qué estructura darle, queda intocado. Sobre esto
mucho se ha escrito y discutido. Nadie piensa, desde lue­
go, en llevar a cabo la obra unificadora por medios bé­
licos. Espérase que un gran movimiento de opinión
— como el de 1921— haga saltar en pedazos las barreras
antiunionistas y establezca de nuevo la antigua nacio­
nalidad.
En cuanto al modo de organizar la república, sub­
sisten viejas querellas entre unitarios y federales. El
partido imionista centroamericano, fundado el año 99
por el infatigable luchador Salvador Mendieta— ^toda
una vida austera consagrada al ideal— , ha mantenido
una tendencia francamente unitaria. “ Uno de los gran­
des errores de nuestra única Asamblea Nacional Consti­
tuyente— dijo en solemne ocasión— fue elevar a la cate­
goría de Estados federados a las confusas agrupaciones
territoriales que con el nombre de provincias formaban
el reino de Guatemala.”
Propugna el partido, además, una división territorial
en veinte secciones, pretendiendo de tal modo rectificar
“ el error básico de nuestros constituyentes de 1824 al
crear cinco dictaduras omnímodas regidas nominalmen-

106

© Biblioteca Nacional de España


UNiÓK Y DESUNIÓN DE CENTROAMÉRICA

te por un poder federai sin fuerza, sin dinero, y, en una


palabra, sin autoridad” .
Mas por encima de esta disputa entre unitarios y fe­
derales han surgido hechos nuevos, que han desplazado
el problema hacia otros derroteros.
Los motivos internacionales — económicos y políti­
cos— son en nuestros días, en el fondo, los que cuentan.
L a unidad centroamericana— con sistema unitario o fe­
deral— no puede ser un hecho en tanto que Nicaragua
siga en condición semisoberana y otras repúblicas ten­
gan como árbitro de su economía a una potencia extran­
jera.
L a cuestión unionista enlaza aquí con el problema
antiimperialista, común a casi todo el continente hispano­
americano. L a unión de 1921 fracasó exclusivamente por
estos factores. Nicaragua no pudo entrar en ella a causa
del tratado Bryan-Chamorro y Costa Rica, al quedar
aislada del cuerpo de la nacionalidad vióse imposibilita­
da de incorporarse a ella. L a Federación tripartita ha­
llábase, pues, condenada al fracaso y no tardó en disol­
verse.
Bien es verdad que los apetitos imperialistas— ingle­
ses y estadounidenses— en ningún momento dejaron de
manifestarse como enemigos de la unidad centroameri­
cana ; aunque también es cierto que no revistieron, en el
siglo XIX al menos, magnitud de obstáculo infranqueable.
A poco de rasgarse el pacto federal, intentaron los
primeros adueñarse de la costa atlántica nicaragüense,
protegiendo los pretendidos derechos de un ridículo rey
de la Mosquitia. E l tratado Clayton-Bulwer— firmado
entre Inglaterra y los Estados Unidos en 1850— dió al
traste con tan grotesca comedia, dejando el pabellón
británico desamparado al monarca costero y, a los E s­
tados Unidos, prácticamente, con libertad de influir en
los acontecimientos centroamericanos. No tardaron és-

107

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

tos en aprovechar su privilegiada situación, iniciando


particularmente, la conquista del istmo. Pero no conta­
ron con lo inesperado. E l rescoldo del patriotismo cen­
troamericano aún ardía y formóse apretado haz contra
el invasor. Los filibusteros fueron aniquilados y su jefe,
William Walker, pasado por las armas.
Mejor resultado hubo de darles la dallar diplomacy.
Con ella han logrado afirmar sus posiciones, al grado de
tener en sus manos, por ahora, la clave del asunto.
¿ Significa esto que toda tentativa sea inútil ? No tal.
Suma a su favor el unionismo tal cantidad de fac­
tores, cuenta con tal arraigo en la parte más sana del
pueblo centroamericano, con tan poderosa fuerza de ra­
zón, que, por mal que momentáneamente haya de verse,
podrá, aprovechando coyunturas que en el mundo pue­
den siempre producirse, cumplir su destino histórico.

RODOLFO BARON CASTRO

io8

© Biblioteca Nacional de España


INVESTIGACIÓN

EL DESARROLLO DE LA POBLACIÓN INDÍGENA


DE AMÉRICA
(C o n c lu sió n .)

S. La población americana en 1492.

Hemos seguido paso a paso el movimiento de la población


indígena de América, retrocediendo desde la actualidad has­
ta 1570. Estamos, pues, en condiciones de planteamos el proble­
ma final : la población que tendría el continente a la llegada de
Colón. Demás está decir que la fecha de 1492 tiene sólo un valor
convencional : significa, en términos generales, el momento en
que se produce el contacto entre el mundo americano y la civi­
lización europea. Ya hemos visto que ese contacto se produce
por etapas y que en 1570 una gran parte del continente, apenas
descubierta, seguía sometida a sus propias leyes demográficas.
Las apreciaciones de los contemporáneos, que juegan con
los millones (S7 )< están falseadas fundamentalmente en cuatro
sentidos :
1. Cuando Juan Diez de la Calle dice que en Méjico los re­
ligiosos de la Orden de San Francisco bautizaron a 43 millones
de indios (según Fr. Buenaventura Salinas, eran “más de 18 mi­
llones”, y según Pedro Fernández de Quirós, 16 millones) trata
sin duda de exaltar la obra misionera de la Orden (58).
2. Cuando Hernán Cortés, en carta a Carlos V, describe
una lucha contra más de 149.000 tlascaltecas, “que cubrían toda
la tierra” (el número tiene hasta apariencias de precisión), trata
sin duda de destacar el valor temerario de los 400 soldados que
le acompañan y su maestría de capitán (59).
3. Cuando el historiador mejicano Clavigero cree verosímil
que hayan acudido seis millones de indios a las fiestas de inaugu­
ración del templo de Méjico en i486 se hace expresión de la

log

© Biblioteca Nacional de España


•nE R R A FIRME

tendencia, muy general, a engrandecer e idealizar el pasado in­


dígena (6o). ^ ,
4. Finalmente, cuando el P. Las Casas afirma que los
conquistadores de Méjico exterminaron más de cuatro millones
de indios en los doce años que siguieron a la entrada de Cortes,
no hace indudablemente una afirmación de tipo estadístico, sino
que exagera las cifras con espíritu de polemista y de honibre
de partido, como defensor apasionado de la causa de los indios
y como acusador del poder civil y militar (61). ^
Esas cifras tienen sin duda un valor histórico, aunque no
desde luego un valor estadístico. ¿Pero hay acaso datos de otro
género? Evidentemente, si. Cuando se sale de las polémicas po­
lítico-religiosas, debidas muchas veces a rivalidades entre las or­
denes, a conflictos entre el poder eclesiástico y el temporal o a
rencillas y rivalidades entre los mismos capitanes y gobernado­
res, se encuentran abundantes elementos que se prestan para un
cálculo aproximado: número de pobladores, censos parciales,
repartimientos de indios realizados al día siguiente de la con­
quista y a veces también la magnitud de los ejércitos. Con ayu­
da de esos elementos, tomando en cuenta el desarrollo histó­
rico y analizando el medio de vida de las poblaciones preco­
lombianas y los restos arqueológicos de sus culturas, hemos ela­
borado el cuadro que damos a continuación (62):

P oblación de A m érica h ac ia 1492-

I. Norteamérica, al Norte del río Grande........................


II. Méjico, América Central y Antillas................. S-Goo.ooo
...................................................... 4-SOO‘Ow
Haití y Santo Domingo (la Española). iot.ooo
Konoo

Jamaica ....................................................

Venezuela .................................................... 3^ ' ^


gc'i?dor.................................
...................................................................... 800.000

Argentina ..............................................
U™?uay.......................................
c í^ ; 6«>.ooo_
Población total de América en 149^..................................................... 13- 385.000

lio

© Biblioteca Nacional de España


POBLACIÓN INDIGENA DE A U ÍR IC A

Esta cantidad de casi trece millones y medio de indios, con


un margen de error' que en conjunto no creemos mayor del
2 0 por loo, está de acuerdo con las líneas generales que se des­
prenden del conocimiento histórico. Desde 1492 hasta 1570 se
ha producido una disminución de 2.557.850 indios, el balance
del primer período de contacto en toda la amplitud del conti­
nente. ¿A qué se debe entonces que se haya hablado de la des­
aparición de decenas de millones de indios ? Sería ingenuo creer
en la mera fabricación de una leyenda negra. Por un lado, se
ha generalizado a todo el continente un proceso cumplido ente­
ramente en las Antillas; por el otro, se han tomado los hechos
aislados— el proceso que hemos llamado periférico— como índice
de una evolución general. Analicemos con alguna detención el
proceso antillano.

Dos cuestiones vamos a considerar:


1. ¿Cómo se explican los millones de indios atribuidos a
esas islas cuando nosotros apenas encontramos un total de
300.000 indios?
2. ¿Cómo se explica la extinción total y vertiginosa del
indio antillano?
"Veámoslo en la Española, el primer ensayo de colonización
americana. Es un hecho comprobado repetidas veces que los
primeros viajeros que se han puesto en contacto con un país
exótico han exagerado considerablemente su población, en mu­
chos casos hasta decuplicarla con exceso. Es lo que pasó con
Groenlandia, con Taiti y las islas Sandwich, con Marruecos y el
Africa occidental. Es lo que pasó también con las Antillas. El
navegante, propenso siempre a descubrir maravillas, calcula
la población total por las gentes que sus barcos atraen a la
costa o generaliza a todo el país la densidad de población del
punto hospitalario donde desembarca (63).
La Española fué por muchos anos el Dorado por sí sola. Co­
lón, sugestionado por su propio descubrimiento, o calculando
sus frases con frialdad de propagandista, había visto en ella un
puerto hondo “para cuantas naos hay en la Cristiandad” , un río
en el que cabían “cuantos navios hay en España” y hasta mon­
tanas “que no las hay más altas en el mundo” (64). La Espa­
ñola era el Ofir de las Sagradas Escrituras. Pero la realidad fué
algo distinta. El segundo viaje de Colón — 17 naves, 1.500 hom­
bres— debía iniciar la gran empresa colonizadora. Años des-

III

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

pues apenas quedaban más que recuerdos fatídicos: por las


ruinas de la Isabela, la primera colonia, vagaban, según la le­
yenda, los espectros blasfemantes de los que habían muerto de
hambre. El Nuevo Mundo no era aún capaz de alimentar a 1.500
europeos. Hubo que expedir urgentemente barcos a España en
busca de víveres. Hubo que desistir de expediciones iniciadas,
por miedo a morir de hambre en el trayecto. La isla, fuera de
las cordilleras casi inaccesibles, de las depresiones áridas y de
los bosques espinosos, era de una fertilidad extraordinaria. Los
indios conocían el cultivo de la tierra (yuca, batata, aje, maíz, al­
godón, etc.), pero no lo habían generalizado. El único instrumen­
to agrícola era la coa, una especie de azada de madera. La base
de la alimentación era el pan de yuca, el famoso cazabe antilla­
no. La cultura taina, que dominaba en la isla, una rama de la
cultura arahuaca del continente, se encontraba aún en la edad de
piedra y no había alcanzado un grado avanzado de agregación
social, la única base para la existencia de poblaciones densas. La
isla estaba dividida en una serie de cacicatos independientes
(cinco al menos, los “cinco reinos” de Las Casas), y no había
más que pequeñas aldeas de bohíos y caneyes. La población de
un territorio cualquiera está limitada por el medio geográfico y
el sistema de producción, expresión de un estado de cultura.
Una población de 100.000 habitantes es lo máximo que podía
haber sustentado la isla en 1494, cuando se inicia el choque, y
es lo máximo que permiten suponer los 60.000 habitantes con
que cuenta al parecer en 1508 y los 30.000 de 1514.
La fama de la isla, como expresión de la riqueza de las In­
dias, debía difundirse rápidamente por España. No sería ajeno a
ello sin duda la necesidad de alentar la empresa colonizadora y
de neutralizar los primeros fracasos. Rápidamente surgieron
villas y ciudades: en 1502 había tres pueblos; en tres o cua­
tro años se fundaron 15, “con mucha gente de vezinos, tra­
tantes e trabajadores de minas y granjerias” (65). Las ilusiones
habían creado una grandeza ficticia, que pronto se desmoronó.
Cuando se percibió el fracaso de la explotación minera y el Do­
rado se desplazó hacia la tierra firme, sobre todo hacia Méjico y
el Perú, los colonos empezaron a emigrar. Sólo quedó el re­
cuerdo de una grandeza, mejor dicho, de la ilusión de una gran­
deza. Colón había creído luchar con 100.000 indios en la Vega
Real, había creído que la isla era tan grande como Portugal,
aunque con el doble de población, y que con los indios había
112

© Biblioteca Nacional de España


I-OGLACIÓtl INOiCENA DE AMÉRICA

‘‘para hinchar a Castilla, y a Portugal, y a Aragón, y a Italia, y


a Sicilia, e las islas de Portugal, y de Aragón, y las Canarias’'.
¿Qué tenía de extraño que Las Casas, que había visto 25.000
ríos riquísimos de oro sólo en la Vega de Maguá, hubiese visto
también tres o cuatro millones de indios en la isla?

Con todo, ¿ cómo se reducen esos loo.ooo indios de la Espa­


ñola a 60.000 en 1508, a 30.000 en 1514, incluyendo en este nú­
meros los introducidos de otras islas y de Tierra Firme, y a unos
500 escasos en 1570, para desaparecer lentamente en los siglos
siguientes, absorbidos en el grueso de la población blanca y ne­
gra? El proceso, al mismo ritmo, se repite en Cuba, Puerto Rico
y Jamaica, y luego, con un siglo de intervalo, en las Antillas Me­
nores y Bahamas, colonizadas por franceses, ingleses, daneses,
holandeses y suecos.
Siempre que se ha puesto en contacto una raza conquista­
dora con un pueblo aborigen, ese contacto, aunque haya sido
pacífico, se ha producido a expensas del pueblo conquistado: su
población ha descendido necesariamente, al menos en la prime­
ra etapa. Este hecho ha sido estudiado entre los pueblos co­
loniales de Africa y Asia, y sobre todo en las islas de Ocea-
nía. El mismo proceso se ha registrado hasta en la conquis­
ta de un pueblo de cultura superior: la Grecia antigua, con­
quistada por el Imperio Romano. Es el “clash of peoples” de
los ingleses, choque entre pueblos que ha sido tantas veces mor­
tal. Aun en los casos en que el conquistador, por necesidad im­
perial, ha puesto todos sus esfuerzos para estimular el creci­
miento demográfico de la colonia, la población ha descendido
día a día, en forma incontenible. Se ha llegado a hablar de “una
atmósfera pestilencial’’ creada por la raza vencedora, de pue­
blos destinados por la naturaleza a la extinción como una espe­
cie de vegetación inferior y hasta de una acción oculta de carác­
ter misterioso (66).
Pero la extinción del indio antillano no tiene nada de mis­
terioso ni de oculto. Un siglo antes de la llegada de Colón los
tainos de la Española y de Puerto Rico se encontraban en una
fase expansiva: colonizaron el Este de Cuba, superponiéndose a
la cultura, más primitiva, de los ciboneyes, Les detuvo el avance
de otro pueblo, el caribe, que en 1492 había conquistado ya gran
parte de las Antillas Menores, llegando a hacer incursiones, se­
gún parece, hasta en Haití y Puerto Rico. Por un lado, “los

113

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA rm U B

indios cobardes y fuera de razón” de Colón frente a la ‘‘gente


sin miedo”. Expresión clara de este proceso es la coexistencia
en algunas islas de dos lenguas, una lengua de las mujeres, de
origen arahuaco; otra de los guerreros, de la familia caribe, ma­
nifestación lingüística de un sistema de conquista bastante ge­
neral en el mundo primitivo: exterminio de los hombres y apro­
piación de las mujeres. La llegada del blanco vino a interrumpir
la e^qpansión caribe y a inaugurar un periodo nuevo (67).
Resumamos brevemente los hechos externos de la extinción
del indio haitiano. El primer contacto entre Colón y “los indios
cobardes” fue pacífico. Pero al volver en su segtindo viaje en­
contró las ruinas del pequeño fortín que había dejado y muertos
los 40 hombres de la guarnición. A principios de 1494, fundada
la Isabela, comenzaron las expediciones al Cibao, el Dorado hai­
tiano. Las ansiadas riquezas seguían ocultas. Colón inició una
activa campaña contra los indios, que duró casi un año (aimas
de fuego, caballos, perros de caza). Los indios se sometieron.
Pero cuando se les impusieron tributos de oro y algodón o el
servicio personal en minas y granjerias, talaron los campos y
huyeron al monte. Era imprescindible llevar oro a España, pagar
las primeras expediciones, apaciguar a los colonos descontentos
y desmentir a los que se habían fugado a la Península prego­
nando la pobreza de las decantadas Indias. Esta misión debía
recaer sobre los indios. Prosiguió la campaña (la caza del indio)
hasta lo más intrincado de los bosques. Se les esclavizó, se les
marcó a fuego en la frente, como a los negros (la prohibición
de herrar a los indios es del 13 de enero de 1532), y hasta se
enviaron cargamentos, varios centenares de indios, para ser ven­
didos en la Península. Los primeros años transcurrieron en lu­
chas contra los indios y en disensiones entre los españoles. Has­
ta 1500 la empresa era un fracaso. Símbolo de ese fracaso. Colón
vuelve a España con grillos en las manos y cargado de cadenas.
Desde 1502 (administración de Ovando) surgen ciudades y
comienza la explotación intensiva. A cada colono se le concedió
una cantidad de indios, a veces 50, a veces 100 (a los oficiales
del rey, mucho más). Los indios repartidos trabajaban a la
fuerza en la construcción de edificios, en la agricultura, en las
minas. Era preciso alternar la vigilancia del trabajo con cruen­
tas expediciones punitivas y con la caza constante de indios.
En 1508 quedaban, según parece, unos 60.000. Como no alcan­
zaban, se empezaron a traer indios caribes, los temidos antropó-

114

© Biblioteca Nacional de España


POBLACIÓN i n d ì g e n a DE A U ÍR IC A

fagos, de las Lucayas y de Tierra Firme. En 1509, al llegar Die­


go Colón con su nueva corte de favoritos, se inician otros re­
partos. Entonces comienza en favor de los indios la violenta
campaña de los dominicos que va a culminar con el aposto­
lado vehemente y fanático de Las Casas (68).
Fray Antonio de Montesinos da carácter público a la pro­
testa dominica. En 1511 predica en la iglesia de Santo Domingo,
con violenta elocuencia, contra los abusos de los colonos y con­
tra la encomienda como atentado a la naturaleza libre del in­
dio. Diego Colón le acusa ante los superiores de su Orden,
que se solidarizan con el predicador. Se desencadena una vio­
lenta hostilidad entre dominicos y el poder temporal. Los fran­
ciscanos se pronuncian contra la orden rival. Los dominicos lle­
gan a negar los sacramentos a los que tienen indios encomen­
dados. La lucha se encona, El provincial dominico de España
reprende a sus hermanos de la Española y les anuncia que en la
corte se había pensado expulsarles de la isla. Fray Antonio re­
curre ante Femando el Católico. Se proclama la libertad del
indio, pero se autoriza la encomienda como forma forzada, pero
paternal, de trabajo a.salariado. Entonces se produce el reparti­
miento de Alburquerque.
El repartimiento de indios hecho por Rodrigo de AJburquer-
que en 1514 muestra el proceso de la extinción indígena en una
fase aguda. El dinamismo demográfico de la Española estaba
ya roto. Hay repartimientos de 40 y 50 indios en que consta ex­
presamente que no hay ni un solo niño; sobre un total de
22.336 hombres y mujeres de servicio, no había con seguridad
más de 3.000 niños, a juzgar por los datos parciales (hemos con­
tado 1.515; no siempre consta el número). Pero hay otro
factor de desequilibrio: existían más hombres que mujeres, con­
tra lo que se podía esperar después de un periodo de guerra (en
la Concepción, por ejemplo, contamos 1.072 hombres por 880
mujeres). Oficialmente, 60 encomenderos estaban casados con
“mujeres de la isla” , con “cacicas” . ¿Y el resto de los varios
miles de españoles que poblaban la isla? Lo indudable es que
en 1514 la población indígena de la Española, con unos 30.000
indios, estaba a un paso de la extinción, ¿ Se debería ello a epi­
demias que habían atacado fundamentalmente a la infancia o se
había quebrado la capacidad vital del indio? Pocos años des­
pués casi no quedan indios, y casi tampoco quedan colonos, ahu­
yentados por la miseria.

115

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

El repartimiento de Alburquerque, con su cohorte de favo­


ritismos, injusticias y venalidades, desencadenó la lucha entre
dominicos y el poder temporal. Las Casas había llegado a la
Española en 1502. En 1511 había acompañado a Velázquez en la
conquista de Cuba, mientras fray Antonio predicaba contra las
encomiendas en Santo Domingo. Luego, en 1514, vende sus tie­
rras, pone en libertad a los indios que tenía en encomienda y se
entrega, durante cincuenta años, incansable, heroico, fanático,
arrostrando burlas, amenazas y persecuciones, acusado de deli­
rante, de revoltoso y de sedicioso, a la lucha contra “los tiranos
que comen la carne y beben la sangre de sus ovejas” y a su
apostolado : la conquista pacífica y una especie de república in­
dia bajo la tutela de los dominicos.
La campaña de Las Casas, proseguida ante el rey y ante el
cardenal Cisneros, determina el envío de tres padres Jerónimos
para que pongan paz en la isla. Las instrucciones que llevaban
habían sido redactadas por el mismo Las Casas, con modifica­
ciones del Cardenal y de su Consejo. Los Padres Jerónimos lle­
gan en diciembre de 1516; según algunos creían, para poner en
libertad a los indios. Encuentran a los nativos “derramados por
toda la isla e tan pocos en cada asiento, por estar todos divididos
por las minas e estancias de ios castellanos”, que no era posible
ni convertirlos en buenos cristianos ni asegurar su procreación.
Deciden reunirlos en pueblos de 400 ó 500, manteniendo las en­
comiendas. Las Casas, de nuevo inquieto, vuelve a España con
el propósito de mudar “el tiránico gobierno” de la encomienda
por otra manera “razonable y humana” de regir a los indios. El
poder temporal, sin renunciar al indio (era la principal, casi
la única riqueza), pone todos sus esfuerzos en conservar y
aumentar la población indigena. Entonces, para relevar al in­
dio del trabajo exterminador de las minas, y ante las deman­
das insistentes de los colonos, apoyados en ello por los Jeró­
nimos y por Las Casas, se intensifica el comercio negrero,
practicado ya intermitentemente desde 1511, pero suspendido
por temores políticos. El negro, más fuerte, más resistente, des­
plaza al indio del trabajo. Los colonos, con un criterio econó­
mico, piden un negro por cada cinco indios. Para el cultivo de
la yuca, un indio fuerte puede hacer 12 montones diarios ; un
negro puede hacer 140 (69). En 1560, cuando apenas quedan
unos centenares de indios, hay ya unos 20.000 negros en la
isla.

116

© Biblioteca Nacional de España


POBLACIÓN INDIGENA DE AMÉRICA

Pero el negro va a agravar la situación del indio aun desde


otro punto de vista : las epidemias. A las enfermedades intro­
ducidas por el blanco, para las que el indio carecía de inmuni­
dad (epidemias exterminadoras de sarampión), vinieron a agre­
garse las enfermedades africanas. Se ha dicho que la caballería
invisible de los microbios ha hecho en toda conquista más vícti­
mas que las armas. El antropólogo alemán Waitz ha llegado
a atribuir a las viruelas el exterminio de la mitad de la pobla­
ción indígena de América. En diciembre de 1518, cuando los
indios de la Española iban a abandonar las minas para ir a sus
pueblos, a los treinta pueblos donde los Padres Jerónimos es­
peraban que se harían buenos cristianos y podrían procrear, “ha
placido a Nuestro Señor— dicen los Padres— de dar una pesti­
lencia de viruelas que no cesa, e en la que se han muerto e mue­
ren hasta el presente [10 de enero de 1519] casi la tercera
parte de los dichos indios". Los oficiales y oidores reales, en
carta al rey, calculaban el 20 de mayo de 1519 que de esa pes­
tilencia había muerto más de la mitad de los indios. I-as vi­
ruelas, el sarampión, el romadizo y cualquier enfermedad in­
fecciosa cobran especial virulencia cuando son el sello de la
conquista en una población desnutrida. La gran mortalidad es
además un síntoma de que la población indígena estaba aplas­
tada. Contra ello, frente a la extraordinaria receptividad para
el germen, no tenían más defensa que los recursos de su magia.
Los esfuerzos para salvar al indio fueron estériles. Irre­
mediablemente, entra en franca extinción. Su vida espiritual
(sentimientos, creencias, jerarquías) estaba aniquilada. Tiene la
sensación de su impotencia y de su esterilidad. La anarquía se
adueña de su mundo moral y psíquico. Lo que pasa a su alre­
dedor es superior a su capacidad intelectual. De su familia poli­
gàmica, de su desnudez, de sus placeres primitivos, se le quiere
llevar a la monogamia rígida, al trabajo forzado, a vestirse, a
un Dios único. Se sintió abandonado por sus “zemíes” protecto­
res. Su “perversidad" llega entonces hasta el punto de negarse
“a los deberes de la reproducción" o a usar hierbas para practi­
car el aborto. Para "sustraerse al trabajo” se suicida (con zumo
de yuca brava, ahorcándose, despeñándose de las rocas o co­
miendo tierra), y lo hacen familias enteras, grupos de 50 indios
o pueblos enteros que “se convidan a ello” ; su crueldad llega
hasta el punto de hacerlo “por pasatiempo” (70). Sin embargo,
todavía es capaz de una insurrección cruenta y larga: desde

117

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FTRUe

1519 hasta 1533, Enriquillo, un indio educado por los fran­


ciscanos, con 4.000 indios según unos, con 50 según otros, diri­
ge la resistencia. Hubo que llevar 200 hombres de la Penínsu­
la y movilizar más soldados que los que acompañaron a Cortés
en la conquista de Méjico. En 1542, cuando se dictan las Leyes
Nuevas, con disposiciones de favor para el indio antillano
— es el triunfo de Las Casas— , sólo quedan para poner en li­
bertad unos centenares de indígenas.
Pero ¿no ha sido el mismo el proceso histórico del conti­
nente? ¿Era el indio antillano efectivamente tan débil que su
existencia, como se ha dicho, constituía “un milagro fisiológico” ?
Su historia prueba evidentemente que no, aunque, desde luego,
era más débil que el negro. ¿Por qué se ha extinguido entonces,
mientras se conserva hasta nuestros días con plena vitalidad el
indio continental? Precisamente por su carácter de indio insular.
El proceso antillano se ha cumplido y se sigue cumpliendo en el
continente desde el descubrimiento hasta nuestros días. En los
Estados Unidos, en la Argentina, en todos los países, el indio ha
sido arrojado hacia las fronteras, hacia la meseta, hacia las tie­
rras de renta inferior. El indio se ha visto obligado a replegarse
hacia la que hemos llamado zona nuclear. En las Antillas, pres­
cindiendo de los indios que huyeron de isla en isla hasta el con­
tinente, en proporciones difíciles de determinar (71), ese pro­
ceso tenía poco margen. La zona de extinción debía abrazar
pronto todo el ámbito de las islas. Eso explica que mientras
la población indígena del continente ha aumentado en conjunto
desde 1492 hasta la actualidad, en las islas del Mar Caribe no
hayan quedado más que algunas personas en las que el ojo ex­
perto puede reconocer, a través del mestizaje, un resto de la
antigua sangre antillana.

6. C onclusión.

Hemos seguido hasta ahora el camino inverso al de toda in­


vestigación histórica : desde la actualidad nos hemos remontado
paulatinamente hacia el pasado. Desandemos ahora el camino
recorrido. El desarrollo de la población indígena y el proceso
demográfico de América desde la llegada del blanco se expre­
san en las siguientes cifras :

118

© Biblioteca Nacional de España


POBLACIÓK IKDIGEHA DE A M ÌttIC A

Porcentaje
Ano PobUcióo lodlgena Aumento 0 disminución PobUclóD total indígena
V.

1492 13.385.000 13.3S5.000 100


•5 7 0 10.827.150 — 2.557.850 11.229 ^50 96,41
ló to 10.035.000 — 792-150 12.41 1.000 80,85
1825 8.634.301 — 1.400.699 3 4 -5 3 1 -5 3 6 25,10
1930 15.619.3s8 -f- 6.985.057 247.245099 6,31
Dentro de su valor relativo, esos números constituyen un
índice de la historia de América en los tiempos modernos. La

Población indígena y población total de América desde 1492


hasta la actualidad.

población indigena, sometida a un proceso continuo de extin­


ción (epidemias de origen europeo y africano, guerras de con-

119

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FERUE

quista, régimen de trabajo, sistema colonizador, alcoholismo,


mestizaje), llega hasta nuestros días acrecida en número, pero
mermada enteramente en su integridad racial. Pueblos ente­
ros, y hasta una cultura floreciente como la chibcha, han des­
aparecido casi sin dejar rastros. En la mayor parte del conti­
nente no quedan hoy ni las huellas del indio. Pero las cifras

Poblacián de América en 1930 (véase nota 72).

muestran al mismo tiempo un proceso acelerado de reestructu­


ración étnica y cultural.
Hace unos cuarenta siglos que un conjunto de pueblos,
portadores de la lengua y de la cultura indoeuropeas, penetran
en Europa. Por todos los procedimientos, desde la conquista
pacífica hasta el exterminio, se superponen a los pueblos primi­
tivos del continente, creando lo que llamamos hoy civilización

120

© Biblioteca Nacional de España


POBLACIÓN INDIGEKA DE AUÉRICA

occidental. La historia moderna de América no es más que


una fase de ese mismo proceso. En cuatro siglos de expansión
indoeuropea, el continente americano se ha incorporado plena­
mente al mundo occidental. Aun los grandes núcleos de la
América india (Méjico, Perú) o de la América negra (Haití)
viven, en su vida histórica, dentro de los moldes culturales,
políticos y económicos de Europa. Culturalmente, aun más que
étnicamente, el continente está ganado para la raza blanca. ¿ Se­
rán capaces los restos de la América india— como hoy se afir­
ma— de un nuevo retoño de la cultura autóctona? Parece que
el porvenir está decidido y que, cuanto más, podrán poner su
matiz, su estilo, en la gran obra colectiva y universal de nues­
tra cultura.
A ngel R osesblat .

N O TAS

(S7) Véanse nuestras notas i - i s y 27. Un memorial a S. M. del


capitán Pedro Fernández de Quirós en 1609 (Calece, de docwm. inéá.,
de L. T orres de M endoza, Madrid, V, 507*511) dice lo siguiente: “...se
tiene por cierto <]ue quando se descubrieron las Indias dcl Occidente
había en ellas 30 millones de sus naturales...; no se deben tener por
muchos los 30 millones de naturales que digo, pues yo mismo vi escrito
en un convento de San Francisco que está en un lugar que se llama
Suchimilco, cinco leguas más acá de la ciudad de Méjico, que solos los
frailes de su Orden bautizaron 16 millones dellos, y éstos, juntados con
los que bautizaron todos los otros sacerdotes y con los que no se bau­
tizaron y con más 14 millones que se dice había en las islas Española,
Cuba, Jamaica, P. Rico y otras, parece que serían 60 y más millones"
(págs. 507-508). B arberena , op. cif., 82, afirma que en los tres siglos
dcl coloniaje la población indígena se redujo a la décima parte, es decir,
que era mayor de 80 millones al empezar la conquista. H. J, S pin pen ,
en The Americtm Aborígenes, publicado por D u m o n d J eness , Toronto,
>9 3 3 . pág. 219, dice que Colón encontró el continente y los archipiélagos
vecinos de América poblados con 40 ó 50 millones de indios. K arl
S apper , i. c ., da el siguiente cálculo: Norteamérica, hasta los grandes
lagos, medio millón; Norteamérica, desde los lagos hasta la frontera
mejicana, 2-3 millones; Méjico, 12-15 millones; Ccntroamérica, 5-6 mi-

I2I

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRUE

llones; Antillas, 3-4 millones; países tropicales de los Andes, 12-15 mi­
llones ; Oriente tropical de Sudamérica, 2-3 millones; Sudamérica, fuera
de los trópicos, 1-2 millones. T otal, 40-50 millones. K roebeh, i. c., da el
cálculo siguiente: A l N. del Río Grande, 900.000; NO. y NE. de Mé­
jico, probablemente menos de 200.000; Centro y Sur de Méjico, con
Guatemala y Honduras, 3.000.000; Honduras y Nicaragua, 100.000. Total
de Norteamérica, 4200.000. Imperio Incaico, 3.000.000: resto de Sur-
américa, con Panamá y C. Rica, 1.000.000; Antillas, 200.000. Total de
Sudamérica, 4200.00O- Total de América en 1492, &400000.
(58) D íez de l a C alle , N otiñas sacros y reales de los dos Imperios
de las Indias occidentales, i 6 5 7 - Ms. de la Biblioteca Nacional 3-023-4.
fol. 7r.-. “En el Goviemo de Méjico sólo los religiosos de la Orden
de San Francisco le administraron [el bautismol a 4 3 millones de indios,
sin los que bautizaron los de Sancto Domingo y el clero. Fr. B uena ­
ventura S a lin a s , op. cit. (nota 27), pág. 291: “...se dize en las historias
de México que solos los frailes de S. Francisco baptizaron en aquellos
reinos más de diez y ocho millones; y éstos, sin los que baptizaron los
otros sacerdotes y otros que no se baptizaron; y sin veinte millones
que avía en las islas Española, Cuba, Jamaica, Puerto Rico y otras
muchas". Para F ernández de Q u ir ó s , véase la nota anterior. H umboldt,
Essai (edic. París, 1825), I, 298, dice que “todos los partidos estaban
igualmente interesados en exagerar el estado floreciente de los países
recién descubiertos: los Padres de S. Francisco se vanagloriaban de
haber bautizado desde 1524 hasta 1540 más de seis millones de indios,
y, lo que es más, de indios que no habitaban más que las regiones veci­
nas a la capital”. Esa es la cifra de Fr. T oribio de M otolinía , el cual
dice que entre 1524 y 1540 fueron bautizados en el Valle de Méjico y
provincias vecinas más de seis millones de habitantes (cit. por C lavicero ,
Sloria, IV , 282: sólo Fr. Motolinía, 400.000, “de los que dejó el recuento
escrito por su mano”). G i l (Gon zález D á v il a , Teatro eclesiástico de la
primitiva iglesia de leu Indias Occidentales, Madrid, I, pág. 25, afirma
que los dominicos y franciscanos bautizaron en Méjico y sus contornos,
de 1524 a 1339, 10.500.000 indios (cit. por G ranados, op. cit., 5). E zequiel
A. C h Avez , Fray Pedro de Gante, cit. por G ranados, le atribuye a fray
Pedro haber bautizado en la provincia de Méjico, con otros compañe­
ros, más de 200.000, “y aun tantos, que ya no sabía el número: en un
día 14.000 personas; a veces diez y a veces ocho mil". C lavicero , Sto-
ria, IV , 282, alude a las estrepitosas controversias suscitadas por el he­
cho de que los misioneros, ante la extraordinaria multitud de catecúme­
nos, omitían algunas ceremonias del bautismo, entre otras la de la sali­
va, “mentre dal tanto trame, si seccavano loro la bocea, la lingua, e le
íauci”.
(59) H e r n á n C órtés , Cartas de relaeián de la conquista de M é­
jico, I, Madrid, 1922. Anotamos los siguientes pasajes: Página 43. 5 a
6.000 hombres de guerra en Sienchimalen; pág. 4 S. una población de
5 a 6.000 vecinos: pág. 48, 4 a 5.«» indios; pág. 49, "más de 100.000
indios de pelea que por todas partes nos tenían cercados...; otro día
dan sobre nuestro real más de 149.000 hombres, que cubrían toda la
tierra” : pág. SO, “hubo pueblo de más de 3.000 casas” ; un pueblo de

122

© Biblioteca Nacional de España


POBLACIÓN INDIGENA DE AMÉRICA

más de 20.000 casas ; pág. s6, la ciudad de Tlaxcala “muy mayor que
Granada" y con “un mercado en que cuotidianamente... hay en ¿I de
30.000 ánimas arriba vendiendo y comprando, sin otros muchos merca-
dillos"; pág. 57, “hay en esta provincia [Tlascala], por visitación que
yo en ella mandé hacer, 500.000 vecinos" ; pág. 61, 100.000 tlascaltecas
“muy bien aderezados de guerra” le custodian hasta dos leguas de Cho-
lula; pág. 63, 50.000 soldados de Moctezuma; pág. 64, descripción de
Cholula, con cuotrocientas y tantas torres y gran multitud de gente;
pág. 71, Amaqueruca (prov. de Chalco), con más de 20.000 vecinos ;
pág. 73, Iztapalapa, con 12.000 ó 15.000 vecinos; pág. 74 , Mesicalsingo
con 3.000 vecinos, Niciaca con más de 6.000 y Huchilohuchico con 4.000
ó 5.000; pág. 90, Tezcuco, con 3aooo vecinos; Acurumán y Otumba, con
3.000 a 4.000 cada una; págs. 97-98, la ciudad de Méjico, tan grande como
Sevilla y Córdoba, con una plaza “tan grande como dos veces la ciudad
de Salamanca..., donde hay cotidianamente arriba de 60.000 ánimas com­
prando y vendiendo” ; etc Más moderado en sus cifras es B ern al D íaz
DEL C astillo , Historia verdadera de la conquista de la Nuevo España,
Madrid, 1928. Anotamos los siguientes pasajes: Página 102 (capítu­
lo X X X IV), en una batalla contra los indios de Tabasco, Diego de
Ordaz dice que había 300 indios para cada uno de los españoles [algo
más de 400 X 300 = más de lao.oooj ; pág. 200 (cap. LXII), un escua­
drón de 3.000 tlascaltecas; pág. 201 (cap. LXIII), dos escuadrones de
guerreros, que habría 6.000; más de 40x100 guerreros trascaltecas, con
su capitán general Xicotenga; pág. 206 (cap. L X IV ), el capitán Xico-
tenga traía consigo cinco capitanes, y cada capitanía 10.000 guerreras;
pág. 226 (cap. LXX ), el capitán Xicotenga tenía apercebidos 20.000
guerreros escogidos; pág. 471 (cap. CX X VI), los mejicanos “tenían tan­
tos escuadrones que se remudaban de rato en rato, que aunque estuvie­
ran allí 10.000 Héctores troyanos y otros tantos Roldanes no les pudieran
entrar..."; “ unos tres o cuatro soldados que se habían hallado en Italia...
juraron muchas veces a Dios que guerras tan bravosas jamás habían
visto en algunas que se habían hallado entre cristianos y contra la ar­
tillería del Rey de Francia ni del Gran Turco; pág. 496 (cap. C X X V III):
Xicotenga hace juntar 30.000 guerreros trascaltecas para ir en socorro
de Cortés; etc Es característico para la significación de las cifras el
siguiente pasaje de Bernal ; en el íol. 139 v. del Ms. de Guatemala (pá­
gina 299, col. a de la edición critica que tiene en prensa la Sección His­
panoamericana del Centro de Estudios históricos) dice que salen al
encuentro de Gonzalo de Sandoval sobre 15.000 mexicanos; primera­
mente había escrito 30.000, luego 20.000 y, por fin, se decidió por 15.000.
Correcciones de este tipo son frecuentes en el Ms. de Bernal. En cam­
bio, tiene más valor estadístico, como observa C lavigero , Storia antica,
IV , 281, 287, el recuento de los ejércitos aliados del conquistador (el
conquistador Ojeda contó 150.000 indios aliados de Cortés que se diri­
gen a cercar la ciudad de Méjico; Cortés afirma que más de 100.000
indios le acompañaban en la guerra contra Quauhquechollan y más de
200.000 en el asedio de Méjico).
(60) Véase nuestra nota 6. F rancisco S averio C lavigero , Storia
antica del Messico, IV , Cesena, 1781, Disertación V II, § i i (sobre la

123

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA n R M E

población del Anáhauc). págs. 271-287. combate la tendencia de PAW,


Recherches phxlosophiques. y de R obestson , Histoire. a reducir 1«
cifras de la población mejicana (Paw consideraba una exageración de
los autores españoles atribuir 30 millones a Méjico en 1518); en la p^
gina 275 dice que se sabe que entre los feudatarios de la corona de
Méjico había 30, cada uno de los cuales tenía alrededor de loo-»» sub­
ditos, y otros 3.000 señores con menor número de vasallos (cita a Goma­
ra y Herrera); afirma (pág, 276) que el valle de Méjico estaba tan po­
blado, al menos, como el país más poblado de Europa. Había 40 ciu­
dades enormes...’’ : pág. 277, resume los testimonios sobre la ciudad de
Méjico: según Herrera, el doble de Milán; según H. Cortés, tan grande
como Sevilla y Córdoba; Lorenzo Surio, citando documentos del A r­
chivo Real de Carlos V , dice que tenía :30.00o casas; Torquemada, apo­
yándose en Sahagún y en otros historiadores, calcula 120.000 casas, y
agrega que en cada casa había de cuatro a diez habitantes; según el
C onquistador A n ó n im o , y ésta es la opinión que comparte Oavigero y
que compartían también Gomara y Herrera, había más de 60.000 ho­
gares, y “más bien más que menos”. P a w (Clavigero, 277) orce que esas
60.000 casas equivaldrían a 350.000 habitantes, lo que sería exagerado,
porque la ciudad, que ha aumentado bajo la dominación española, no
conUba en su tiempo con más de 60.000 habitantes, incluyendo 20.000
negros y mulatos (Clavigero cree que tiene más de 200.000). Analiza
luego la población de otras regiones y ciudades y el número de indios
que participaron en el asedio de Méjico (afirma que murieron m ^
de 150.000 en el asedio). F ernando de A lva I x t l ie x u c h it i ., Obras histó­
ricas, publicadas y anotadas por A lfredo C havero , Méjico, pági­
nas 57-58, afirma que según la historia de los Toltecas (del periodo pre­
colombiano). en la guerra que sostuvieron contra los tres reyes rivales,
murieron por ambas partes 5 Ú00.OOO personas, y que era tal la pobla­
ción del reino tolteca "que hasta los muy altos montes estaban cubier­
tos de casas y sementeras, pues no había palmo de tierra que estuviese
baldío”. En las págs. 82-83 dice que en el año 1012 de nuestra era
Xolotl conducía 3.002.200 chichimecas, hombres y mujeres, al valle de
Méjico (el rey contó exactamente el número de los invasores, dando una
piedra a cada uno antes de la partida; en la p ^ . 268 dice 1.600.000
hombres); en las págs. 165-170 habla de muchos millones “de la gente
común” de la nación Aculhua, y que había el doble de gente que cuando
vino Cortés, que el más pequeño pueblo “que hoy ya no tiene ninguna
persona” , pasaba de 30.000 vecinos. Véanse además págs. 304 (500.000
hombres contra 200.000), 316, etc. L a tendencia a engrandecer e idealizar
el pasado indígena se encuentra también en Las Casas y su escuela. Cuan­
do F uentes y G uzm An (véase más adelante nuestra nota sobre Centro-
américa) cree que los reyes de Quiché tenían, al llegar Alvarado, 1.400.000
hombres en estado de tomar las armas, exalta a la vez el pasado indí­
gena y el valor de los conquistadores.
(61) Véase nuestra nota i. Del mismo modo, Alonso de Zorita,
enemigo de los tributos y de utilizar a los indios en los trabajos públi­
cos, que eran para él una de las peores plagas de la Nueva España, dice
que “pasó de dos millones la gente de peones y albañiles que se ocupó

124

© Biblioteca Nacional de España


POBLACIÓN IN d ICENA DE AMÉRICA

en hacer la albarada de Méjico”, en cuatro meses o poco menos (Coleee.


de doc. ittéd. de Torres de Mendoza, II, iis). F ernando de A lva I x t u l -
XUCHITL, Horribles crueldades de los conquistadores de M éxico, Méji­
co, 1829, pág. 19, dice que tardaron en hacer la zanja “50 días más de
cuatrocientos mil hombres de los reinos de Tezcoco que tenía puestos
allí Ixtlilxuchitl...: trabajaban ocho o diez mil cada día” (el editor
corrige en el texto 40.000, considerando 400.000 como "yerro de pluma”,
en vista, sin duda, de la cantidad que trabajaba diariamente y de que en
las págs. 13 y 16 habla de 60.000 hombres de Ixtlilxuchitl).
(62) La población está calculada dentro de los límites actuales.
Damos a continuación todos los datos y elementos bibliográficos que
hemos podido reunir. Servirán para discutir el valor del cuadro y como
aportación para estudios especiales.
A m é r ica a l N. del Río G rande : El primer estudio científico sobre la
población se debe a J ames M ooney, The aboriginal population o f America
N orth o f M exico, en Smithsonian Miscellaneous Collections, tomo 80,
número 7, 1928 (resumido en el Handbook o f American Indians de
Webb Hodge, s. v. “Population”). Se basa en la capacidad de población
de cada área según el medio de vida: las áreas de caza, de acuerdo a
las posibilidades de la fauna; las áreas agrícolas, según el sistema de
cultivo empleado. Llega a la conclusión de que había antes de la llegada
del blanco alrededor de 1.150.000 indios, distribuidos del siguiente modo:
Estados Unidos, 846.000: Canadá, 220.000; Alaska, ynaoo-, Groenlan­
dia, lo.ooa (En cuanto a G roenlandia , el Ewald Banse's Lexicon der
Geographie dice que en el siglo x ii tenía 4.000 colonos; en cambio, la
Geographie de L a B la ch e et G a ulois calcula unos 2.000 colonos en
1492.) A. L . K roeber ha rehecho posteriormente los cálculos de Mooney,
primero en su Handbook o f the Indians o f California, Bureau of Ethno­
logy, Bulletin 78, Washington, 1925 (págs. 488-491 y 880-891), y última­
mente, en su Native American Population, en American Anthropologist,
volumen 36, 1934, 1-25. Su sistema consiste en estudiar las distintas tri­
bus en el momento del contacto con el blanco, tratando de apreciar el
número de miembros en esa época y generalizar luego las proporciones
a toda la superficie que las investigaciones históricas y arqueológicas
asignan a cada tribu. Tomando como base para California sus propios
cálculos (133.000 en lugar de los 260.000 de Merriam), para Arizona y
Nuevo México los de K idder ( Southwestern Archaeology, 1924), reduce
cl total de Mooney a 1.000.800, pero cree que en realidad la población
indígena oscilaría alrededor de goo.ooo habitantes. W. C. M a c L eod,
The American Indian Frontier, 1928 (dt. por W iLicox, 55), calcula en
alrededor de tres millones la pobladón preeuropea al N. del Rio Grande
(Willcox asigna más valor a los cálculos de Mooney y su escuela).
Hay que tener en cuenta que los cálculos de Mooney se refieren a co­
mienzos del siglo XVII y los de Kroeber para California al año 1770.
(Véase, además, nota 33.) S apper , op. eit., 10, asigna a Norteamérica,
desde el N. hasta los grandes lagos, 500.000 indios, y desde los lagos
hasta la frontera mejicana, de dos a tres millones. W a it z , D ie Indianer
Nordamerikas. Leipzig, 1865 (cit. por G eorg G erland , Über das Aus-
Slerben der Naturvölker, Leipzig, 1868, 4), calculaba 16 millones de

125

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA H R U B

indios en Norteamérica antes de la llegada del blanco (en su tiempo


quedaban— dice— dos millones). El profesor W ilton M a rio n K eocman ,
de Cleveland (Ohio), anuncia un estudio completo sobre el desarrollo
de la población indígena de los Estados Unidos desde los primeros tiem­
pos (v. Zeilschrift fü r Rassenkunde, I, 1935- Stuttgart, 90-91). H umboldt,
Essai, I, 334, habla de una epidemia en las regiones atlánticas de los
Estados Unidos antes de la llegada de los españoles. Para el tratamiento
de los indios en la conquista y colonización de Norteamérica veanse
Handbook o f American Indians, 1. c .; T he Cambridge M odem History.
vol. V II, Cambridge, 1907 (cap. I l l : “The French in America", y
cspec. págs. 3, 8, 18, 32, 36-37. 3 9 . 4 2 , 7 5 . 9 7 . 98, 9 9 . too lOl, 220, 3 3 7
y sigs.); J o h n B artlet B rebner , T he explorers o f N orth Am enca,
1492-1806, Londres, i 9 3 3 (P^gs. 117, 119-120. 124, 126, 139-140. iSL
153-154. 157. 158, IS9 . 171. 172, 174-S, 194. 23 9 ). Encontramos citados
(O r t iz , en Introd. a S acco, Historia de la esclamlud de los indios, pági­
nas xxxv-xxxvi) los siguientes trabajos: E l l e e y B . C rane , The
Treatment o f the Indians by the Colonists, Proceedings of the Worcester
Society of Antiquity, Worcester, 1904, y R. R. M ac M ahon , The Anglo-
Saxon and the North American Indian, Baltimore, 1876.
M éjic o ; Véanse nuestras notas i, 5, 6 y 58-61. R afael G arcía G rana ­
dos, Capillas de indios en Nueva España (1530-1605), en Archivo Español
de A rte y Arqueología, núm. X X X I, Centro de Estudios Históricos, Ma­
drid, 1935, págs. 3-29, admite “una gran disminución de las poblacio­
nes indígenas [de Méjico] en el curso de los dos últimos tercios del
siglo xvi", y cree “de una manera arbitraria, casi intuitiva” , que “en
1519 habría en Méjico (incluyendo a Guatemala y excluyendo a los Es­
tados del Norte) un mínimo de doce millones de habitantes", de los que
hasta 1540 habrían disminuido unos dos millones (el trabajo contiene
abundante bibliografía; cita afirmaciones poco concretas de Fr. Diego
Durán, Pedro Mártir de Anglería, Hernán Cortés, Francisco López de
Gomara, Andrés Pérez de Rivas, G. Fernández de Oviedo, Fr. Alonso
L a Rea, Fr. Diego Basalenque, Fr. Antonio Tello, Fr. Jerónimo Mendieta
y Fr. Francisco de Bolonia). H umboldt, Essai, I, 56-7, cree que entre
los 18' y los 20° de latitud la población era más densa antes de la con­
quista que en su tiempo (eso en poco espacio), pero que la población
total de Méjico era mayor a fines del x v iii que al llegar Cortés (calcu­
laba 6.500.000). W illco x , op. cit., 56, le atribuye cinco millones o quizá
menos. Y a hemos visto que para A m u n Atecui la población del antiguo
Anáhuac no podía bajar de 10 a 12 millones, para S apper era de 12 a
15 millones y para K hoeber (incluyendo Guatemala y Honduras, pero
sin contar el NO. y NE., donde calcula unos 200.000), 3.000.000 (hace un
análisis detenido de los medios de vida). M ig u el O. M endtzAbal, In­
fluencia de la sal en la distribución geográfica de los grupos indígenas
de M éxico, México, 1928, estudia documentalmente el sistema alimen­
ticio de las distintas tribus indígenas antes de la conquista (datos numé­
ricos de población, muy parciales, en el Apéndice, págs. 71-109). S alvador
B rau , Puerto Rico y su historia. Valencia, 1894, pág. 306, nota, dice que
la población del imperio azteca se calculó en 400.000 almas después de
la conquista (no hemos podido averiguar de quién es el cálculo). B ernal

126

© Biblioteca Nacional de España


POBLACIÓN INDIGENA DE A U ÍR IC A

D íaz del C astillo , cap. CXXIX, pág. 505, ridiculiza las exageraciones
de Góuara sobre el número de combatientes indios (“eso se le da poner
ocho mili que ochenta mili”), y sobre los habitantes de las “ciudades y
pueblos y pobiazones, que eran tantos millares de casas no siendo la
quinta parte, que si se suma todo lo que pone en su historia son más
millones de hombres que en todo el Universo están poblados" (la edi­
ción de R emón, Madrid, 1632, dice “si se suma todo lo que pone en su
historia, son más millones de hombres que en toda Castilla están
poblados"). Dice R a y n a l (cit. por Nuix, Reflexiones, edición Cer-
vera, 1783, págs. 44 y 382), que los españoles, para exagerar sus
triunfos, dijeron en sus historias que la población de Méjico ascendía,
cuando ellos llegaron, a diez millones, pero que es mucho admitir “que
no haya sido exagerada más que en la mitad”. En cuanto a la antigua ciu­
dad de Méjico, los cálculos de los autores oscilan entre 60.000 y 1.500.000.
H umboldt , Essai, 77-78, dice que “a juzgar por las ruinas, el relato de
los primeros conquistadores y, sobre todo, el número de combatientes
que los reyes Cuitiahuatzín y Quauhtimotzin opusieron a los tlascaltecas
y a los españoles, la población de Tenochtitlán parece haber sido por
lo menos tres veces la de la moderna ciudad de Méjico" (137.000 X 3 =
411.000 habitantes). H e r n á n C ortés , Cartas de relación de la conquista
de M éjico, Madrid, Calpe, 1922, págs. 97-98, dice que en el mercado de
la ciudad de Méjico se veían cotidianamente arriba de 60.000 ánimas
comprando y vendiendo; luego asegura que después del sitio el concurso
de los artesanos mejicanos que trabajaban para los españoles como car­
pinteros, albañiles, tejedores y fundidores era tan considerable, que en
1524 la nueva ciudad de Méjico contaba ya con 30000 habitantes (cit por
H umboldt, 1. c.). Según L ópez de V elasco , 190, la ciudad tenía, en 151S,
60.000 casas de indios. Según el historiador mejicano D. Nicolás de
León, las pérdidas de los mejicanos durante los ochenta y cinco dias de
sitio de la ciudad de Méjico fué de unas 140.000 personas, de las cuales
50.000 debidas a la peste; se calculan en 30.000 las bajas de los indios
auxiliares de Cortés (cit. por J. B ecker , L a politica española en ¡as
Indias, Madrid, 1920, 384, nota i). Véase además el resumen de C lavigero
en nuestra nota 60 y Nuix, Reflexiones imparciales, Cervera, 1783, 212-
214 (edic. de Madrid, pág. 124). H. B e u c k a t , Manuel d’A rchiologie A m i-
ricaine, París, 1912, pág. 366, resume la opinión de Torquemada (un
millón), la de Cortés y Pedro Mártir (60.000 casas, que según Jourdanet
equivaldrían a 300.000 habitantes), y la de los autores modernos que
tienden a atribuirle de 50 a 60.000 habitantes (60.000 era la cifra de
Roberston). Sobre el carácter de la conquista y la disminución de ios
indios se ha escrito abundantemente y en todos los tonos : Fr. Toribio
Paredes de Benavente (Fr. Motolinia), y luego Fr. Alonso Zorita,
op. cit., 37, 108-119, pàssim han dado dos versiones de las diez plagas de
la Nueva España (las viruelas y el sarampión, la g;uerra y el hambre, los
abusos, trabajos forzados y tributos, la utilización del indio como bestia
de carga y el comercio de esclavos; dice Motolinia que las viruelas de
1520— introducidas, según Bernal Diaz, cap. 124 (lo niega Herrera,
Décod., 2, libro 10, cap. 4), por un negro de Cuba que iba en el ejército

127

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA n R U E

de Narváez— exterminaron a la mitad de la población; ya hemos citado


a Torquemada sobre las epidemias de matlazahuatl de 1545 ^ <5 7 ^ (800.000
y dos millones de víctimas, respectivamente; es poco probable— dice
Humboldt, £ jíai, I, 334— que esos cálculos se funden en datos exactos).
Véanse, además, Calece, de doc. de G. Icazbalceta, II, 237 (carta del
Dr. Ceynos, 1565); Calece, de docum. inéd. de L. Torres de Mendoza,
VII, Madrid, 1867, 254-289, carta contra Las Casas atribuida a Fr. To-
ribio de Motolinia; C lavigebo, op. cit. (afirma que la conquista de Mé­
jico costó más vidas que las sacrificadas a sus dioses en toda la dura­
ción del imperio mejicano y la población se redujo a la décima parte,
cit. por Gerland, op. cit., 106); C. P érez B üstamante, Don Antonio de
Mendosa, Santiago, 1928, 107 y sigs.; D ieuo de L anda, Relación de las
cosas de Yucatán, París, 1928, 118-122; Calece, de doc. inéd. del Archi­
vo de indias, por Torres de Mendoza, X II, 291-297 (merced de 23.000
indios a H. Cortés); Nuix, op. cit., 218-221 (edic. Cervera); F ernando
de A lva I x t u l x u c h it l , Horribles crueldades de los conquistadores
de M éxico, Méjico, 1829 (pág. 13: 20.000 tlascaltecas, 60.000 soldados
de Ixtlilxuchitl; pág- 16: 60.000 hombres de guerra; pág. 18; 15.000
hombres de guerra; pág. 20: 200.000 hombres de guerra y 50.000 labra­
dores de parte de Cortés; pág. 21: casi 300.000 mexicanos para defen­
der la ciudad de Méjico; pág. 60: más de 400.000 hombres ocupados
en reconstruir la ciudad de Méjico, etc. (el trabajo forma parte de las
Obras históricas publicadas por Alfredo Chavero, Méjico, 1891, I,
335-451). En cuanto al Méjico precolombiano, ToRguEMADA, op. cit., pá­
gina 38 (libro 1, cap. 14), registra un mito que revela sin duda una epi­
demia tolteca que habría hecho emigrar a este pueblo; pág. 44 (libro I,
cap. 19) dice que, según las pinturas antiguas, son más de un millón
los chichimecas que invaden la llanura de Méjico. S finden , op. cit.,
habla de las civilizaciones tolteca y maya hacia el año 1200. D iego de
L anda, Relation des chases de Yucatán, París, 1928, págs. 93-94, una
grave pestilencia en Yucatán antes del descubrimiento. C lavicero , H is­
toria antigua de M éjico, libro IV , cap. X II (I, pág. 181 de la edic. in­
glesa de 1787), menciona una gran carestía en 1448-1449 a consecuencia
de una inundación.
L a s A n till a s : Fr. B uenaventura S a u n a s , h e . cit., calculaba 20 millo­
nes; P edro F ernandez de Q u ir ó s , loe. cit., 14 millones; S appeh , loe. cit.,
de tres a cuatro millones; W illcox , op. cit., 56, apoyándose en una afir­
mación de Humboldt sobre Cuba, cree que se puede calcular toda la po­
blación antillana en menos de 600.000 habitantes; K roeber, loe. cit., sólo
calcula 2oaooo. Según Pedro Mexía de Ovando, op. cit. (y. nota 28), los
quintos y derechos reales de la Española, P. Rico, Cuba, Margarita y
Cubagua ascendían por los años 1515 y 1537 a un millón y ochocientos y
tantos mil ducados “como parece de los libros reales". Veamos cada
una de las islas:
L a E spañ ola : Y a hemos visto que L a s C asas calculaba tres millones
(cifra repetida por multitud de autores ¡ en la Historia de ¡as Indias, li­
bro III, cap. X IX , dice que había visto "tres y cuatro cuentos"), Fr. To-
uAs DE A ngulo , dos millones (cantidad que repite P edro M e x ía de
O vando, op. cit., fol. 28); L ópez de V elasco , más de un millón (como

128

© Biblioteca Nacional de España i


rO B lA C IÖ K INDIGEHA d e AUÉRICA

a n tc r io n n e n te F ern A ndez de O viedo, Historia, l i b r o I I I , c a p . V I , p á ­


g in a 7 , y G ómaha , Historia de las Iiuiias, « d ie . R i v a d e i i e y r a , p á g . 1 7 2 ;
t a m b i é n Calece, doc. inéd., I , 2 5 5 ) . A d e m á s , F r . B e r n a r d i n o d e S a n t o
D o m i n g o , 1 . 10 0.0 0 0 ( c i t a d o p o r M anuel S errano S an z , Orígenes de la
dominación española en América, N u e v a B i b l i o t e c a d e A u t o r e s E s p a ­
ñ o le s . M a d r id , 19 1 8 , 3 9 7 : ta m b ié n e n u n M e m o r ia l d e lo s fr a n c is c a n o s
d e la E s p a ñ o la a l c a r d e n a l C is n e r o s , c iL p o r S aco, op. cit., I I , 3 2 8 ). E l
lie . Z u azo, en 1518 (Calece, de doc. inéd., I, M a d r id , 1 8 6 4 , p á g . 3 J 0 ).
c a l c u l a b a e x a c t a m e n t e 1 .13 0 .0 0 0 , “ a l o q u e s e a l c a n z a d e l o s r e p a r t i m i e n ­
to s p a sa d o s” . N icolás F edermann , Narration du premier voyage, H age­
nau. 15 57 (en Voyages p u b l i c a d o s p o r H en r i T ebn au x , P a r í s . 18 3 7 ),
p á g . 2 6 . d i c e q u e d e 50 0 .0 0 0 h a b i t a n t e s q u e h a b í a h a c e c u a r e n t a a ñ o s n o
quedan 2 0.0 0 0 a cau sa de la s v ir u e la s , g u e r r a s y tr a b a jo m in e r o (h a y
q u e s u p o n e r q u e lo s c u a r e n t a a ñ o s s o n h a s t a 15 2 9 , e n q u e h a c e e l v i a j e ,
y n o h a s ta 15 5 7 , e n q u e s e p u b lic ó la o b r a ) . G. B enzoni of M ilan , His­
tory o f the N ew W orld ( c i t . p o r J. W isse , Selbstmord und Todesfurcht
bei den Naturvölkern, Z u t p h e n , 1933, p á g . 2 1 3 ), d ic e q u e e n s u t ie m p o
I15 7 3 ]. "d e lo s d o s m illo n e s d e a b o r íg e n e s ... n o se e n c u e n tra n a c tu a l­
m e n te n i 15 0 ” . A u t o r e s h a itia n o s m o d e r n o s ( L é g e r , J u s tin ) se in c l i n a n
a a d m it ir u n m illó n ( c it . p o r C arlos P er eyra , Historia de la América
Españolo, V , M a d r id , 192 4, p á g . 2 2 ). P a r a C o ló n , la E s p a ñ o la e r a “ m á s
g ra n d e q u e P o r tu g a l, y m á s p o b la d a a l d u p lo " . H a y u n m o m e n to — d ic e
C. P er eyra , Hist, de Am ., V , 20— e n q u e l a c r e e m á s g r a n d e q u e I n g l a ­
te rra . C r e ía c o n ta r co n d o s m illo n e s d e in d io s “ p a r a h in c h a r a C a s tilla
y a P o r tu g a l y a A r a g ó n y a I t a lia y a S ic ilia e la s is la s d e P o r tu g a l y
de A ragó n y la s C a n a r ia s ” (ibid., 2 0 -2 1). S e g ú n L a s C asas , e l a r z o b is p o
de S e v illa D. D ie g o de D eza le h a b ía d ic h o que “ e l A lm ir a n te h a b ía
c o n t a d o u n c u e n to y c ie n m il á n im a s . P e r o é s to s e r a n s ó lo a q u e llo s q u e
e sta b a n a lr e d e d o r d e la s m in a s d e C ib a o . P e r o , segú n c r e o , s in te m o r
d e q u e c r e y é n d o lo m e e n g a ñ e , m á s h a b ía e n to d a la is la d e t r e s m illo n e s ”
(L a s C a sas , Hist., lib r o I I , c a p . X V I I I , c it. p o r C. P ereyra , op. cit.,
2 ). S e g ú n lo s P a d r e s J e r ó n im o s , “ a l tie m p o q u e lo s c a s te lla n o s e n tr a ­
r o n e n e s t a is la h a b ía m u c h o s m illa r e s e a u n c ie n t o s d e m ile s d e in d io s
e n e lla " (Colecc. doc. inéd., I , 3 0 0 ). M e i n d i c a D . P e d r o H e n r i q u e z U r c -
ñ a u n tr a b a jo d e K a r l O o rich t , Clima y Evolución, en Revista de Oc­
cidente, M a d r i d , 1 9 3 0 , X X V I I , 4 0 -8 4 , 2 2 2 - 2 7 1 ; e n l a p á g . 2 3 2 d i c e q u e e l
c u lt iv o c o n a z a d a n o p u e d e a lim e n t a r e n la s r e g io n e s f é r t i l e s d e l t r ó p ic o
m á s q u e , a lo s u m o , d e 20 a 30 h a b ita n te s p o r k iló m e tr o c u a d r a d o ; s e ­
g ú n e s o , e n la is la d e S a n t o D o m in g o , d o n d e se u s a b a la c o a , h a b r ía , e n
l o s 73 .0 0 0 k m .’ , d e 1.46 0 .0 0 0 a 2 .19 0 .0 0 0 h a b i t a n t e s ; p e r o p arece que no
s e h a c ia m u c h o c u lt iv o y s e p e s c a b a ( v é a s e a e s t e r e s p e c to A lvaro R e y ­
noso, Agricultura de ¡os indígenas de Cubo y Haití, P a r í s , 1 8 8 1 ) . S p in ­
den, op. cit., 6 4 3 , a p o y a d o e n l a s i n v e s t i g a c i o n e s a r q u e o l ó g i c a s , c r e e q u e
t o d a la c iv iliz a c ió n d e lo s ta in o s ( P u e r t o R ic o , S a n to D o m in g o y £ . de
C u b a ) t e n i a u n m i l l ó n d e h a b i t a n t e s ( p a r a P . R i c o c a l c u l a 10 0 ,0 0 0 , y d i c e
q u e C u b a e s ta b a p o c o p o b la d a ) . M anuel S errano S an z , Orígenes de la
dominación españota en América. Estudios históricos, N ueva B ib lio te c a
d e A u t o r e s E s p a ñ o le s , M a d r id , 19 18 , p á g . 389, c r e e q u e la p o b la c ió n n o
b a j a b a d e 400.000 h a b i t a n t e s . C o l ó n l u c h a e l 2 4 d e m a r z o d e 14 9 5 c o n t r a

129

© Biblioteca Nacional de España


T IB R R A F IR M E

e l e jé r c ito d e l r e y M a n ic a te x ; c o n s u s 200 s o ld a d o s d e s b a r a ta e l e jé r ­
c ito e n e m ig o , q u e le p a r e c ió ser de 10 0.0 0 0 h o m b r e s (A ntonio de H e­
rrera , Descripci&n de las Indias Occidentales, M a d r id , 1730 , D é c a d a I ,
lib r o I I , ca p . X V I I , p á g . 6 1). D ic e e l c r o n is ta H errera , op. cit.. D éca­
d a I, lib r o X , c a p . X I I , p á g . 286, q u e e l a ñ o d e 1508 , c u a n d o lle g ó a la
is la M ig u e l d e P a s a m o n te , h a b ía en e l l a 6 0.0 0 0 v e c i n o s i n d i o s (y a en­
to n c e s se h a b la b a d e la e sc a se z d e in d io s ], y cu an d o lle g ó el rep a r­
tid o r R o d r ig o de A lb u r q u e r q u e no h a b ía m ás de 14 .0 0 0 , “p o rq u e lo s
d e m á s s e a u s e n t a r o n y m u r i e r o n " . E s a c i f r a d e 14 .0 0 0 , t a n r e p e t i d a (T o­
rres S aldakando , op. cit-, I I , 94, q u e c ita a H e r r e r a , M u ñ o z , L . P in e lo ,
I r v in g , S o ló r z a n o , M e n d ib u r u ) , e s e r r ó n e a . E l r e p a r tim ie n to h echo por
R o d r ig o d e A lb u r q u e r q u e en 15 14 {Colección de doc. hUditos del A r ­
chivo de Indias, I , M a d r i d , 1 8 6 4 , S O -236) d i ó p o r r e s u l t a d o 2 2 .3 3 6 i n d i o s
d e s e r v ic io ( s in c o n t a r n iñ o s n i v ie jo s ) , d is tr ib u id o s e n la s ig u ie n te f o r ­
m a: c iu d a d de la C o n c e p c i ó n , 2 .9 2 4 ; v i l l a de S a n t i a g o , 2 .2 2 3 ; v i l l a y
p u e r t o d e L a P l a t a , 5 8 7 ; c i u d a d d e S a n t o D o m i n g o , 5 .9 8 3 : v i l l a d e S a l v a -
le ó n d e H i g u e y , 1 .1 9 8 ; v i l l a d e A ? u a , 8 1 3 ; v i l l a d e B u e n a v e n t u r a , 1 .5 1 3 ;
v i l l a d e I b o n a o , ix > 5 5 ; P u e r t o R e a l, 8 3 9 ; v illa d e G u a h a v a , 4 6 7 ;
S a n J u a n d e l a M a g u a n a , 1 .5 2 9 ; L a V e r a P az, 1 .2 6 6 ; L a C ab an a, 900;
V i l l a N u e v a d e Y a q u i m o , 1.0 3 9 . E l d o c u m e n t o r e g i s t r a e n m u c h o s c a s o s
e l n ú m ero d e n iñ o s (h e m o s s u m a d o 1 .5 1 5 ) y v ie jo s ( 1 .5 8 4 ) , p e r o o tra s
v e c e s d a , a d e m á s d e lo s in d io s d e s e r v ic io , “ lo s n iñ o s , s u s h ijo s , q u e n o
s e a n d e s e r v ic io ” , o “ to d o s lo s v i e j o s e n iñ o s q u e t u v ie s e n e n s u s n a b o ­
r ía s " . N o creem o s que h aya p asad o d e 30 .00 0 e l t o t a l d e i n d i o s r e p a r ­
tid o s (S e r r a n o y S a n z c a l c u l a 3 2 .0 0 0 ; S aco, 11, 306, q u e su m a e r r ó n e a ­
m e n t e 2 0 .9 9 5 i n d i o s d e s e r v i c i o , c a l c u l a 4 .5 4 5 n i ñ o s y v i e j o s , o s e a u n t o ­
t a l d e 2 5 .5 4 0 ) . S e g ú n S aco, op. cit., I I , 306, e l p r im e r r e p a r t im ie n t o q u e
h iz o e l s e g u n d o a lm ir a n te e n e s o s m is m o s p u e b lo s (c u a tro a ñ o s a n te s)
h a b ía a r r o ja d o 3 3 .5 2 3 in d io s . £1 d o c u m e n to del r e p a r tim ie n to de A l­
b u r q u e r q u e a lu d e a u n c ó m p u to a n te r io r q u e h a b ía a r r o ja d o m e n o r n ú ­
m ero d e i n d i o s . L o s 60.0 0 0 d e 1 5 0 8 ( n o l o s h e m o s p o d id o d o cu m e n ta r)
lo s a d m ite ta m b ié n Las C asas, "de m a n e r a — d ic e — q u e d esde el año
de 494, en el cual com en zó su d e s v e n t u r a ..., h a sta el de 1508, que
fu e ro n c a to r c e a ñ o s , p e r e c ie r o n e n la s g u e r r a s y e n v ia r p o r e s c la v o s a
ven der a C a s tilla y e n la s m in a s y o t r o s tr a b a jo s , s o b r e tr e s c u e n to s d e
á n im a s q u e e n e lla h a b ía ” . E n 1509, s e g ú n L a s C a s a s , s ó l o h a b í a 40.000,
y e n 1 5 1 4 , s ó l o 1 3 ó 14 .0 0 0 ( l i b r o I I I , c a p . X X X V I , c i t . p o r P e r e y r a , V ,
2 1 ) . P e r o é l m is m o d ic e q u e e n 15 10 , e n o t r o re c u e n to , s e e n c o n tr a r o n
4 6 .0 0 0 (lib r o I I I , c a p . X C I V ; ibtd.). E l lie . Z u a z o d i c e q u e O v a n d o ( 1 5 0 2 -
1508 ) h i z o m a t a r s ie te u o c h o m il in d io s e n l a p r o v . d e H i g u e y (Colec­
ción de doc. inéd-, I , 3 0 7 ). S e g ú n lo s P a d r e s J e r ó n im o s , e n 15 17 eran
ta n p o co s "c u a n to e s el r e d r o jo que qu ed a en io s á r b o le s d e s p u é s d e
c o g id a la fr u ta " (Calece, de doc., I , 3 0 0 ). E n e n e r o d e 1 5 1 8 , e l l i e . Z u a z o
c a lc u la b a u n o s n . o o o i n d i o s (¡bid., 3 10 ); d e 10 .0 0 0 a 12 .0 0 0 c a l c u l a b a n
h a c ia e s e tie m p o lo s d o m in ic o s y fr a n c is c a n o s (S aco, I I , 3 5 1). S o b r e la
e p id e m ia de v ir u e la s de 15 18 -15 19 , véase Colección de doc. inéd., I,
3 & 7 -3 7 a E n u n a in fo r m a c ió n h e c h a e n 1 5 2 0 s o b r e l a d e s p o b l a c i ó n d e la
E s p a ñ o la d e c la r a b a u n v e c in o , c o m o ca u sa , “ la g ra n p e s tile n c ia que ha
h a b id o d e la s v ir u e la s e s a r a m p ió n e r o m a d iz o e o t r a s e n fe r m e d a d e s q u e

130

© Biblioteca Nacional de España


POBLACIÓN IN n iG E SA DE AMÉRICA

h a n d a d o a lo s in d io s d e s ta is la ” . P a r a c o m p e n s a r la d e s p o b la c ió n íu e -
ro n in tr o d u c id o s in d io s lu c a y o s (se g ú n L as C a s a Sj 4 0 .0 0 0 en cu a tro
años) y c a r ib e s , y d e s d e 1 5 1 1 , c o n in te r m ite n c ia , n e g r o s e s c la v o s ( s o b r e
e l c o m e r c i o n e g r e r o v é a n s e S errano S anz , op. cit., 4 16 -4 2 3 ; J erónim o
B ecker , La política española en las Indias, M a d r i d , 1 9 2 0 , 4 0 9 -4 2 2 ) . H a ­
c ia 1520 ( ? ) , F r . P ed ro de M c x ia , q u e e sta b a en la I s la d esde h a c ía
ca si d o c e a ñ o s , r e g is tr a 15 .0 0 0 i n d i o s (Colecc. de T o rres de M en doza,
X I , 18 6 9 , 1 5 1 ) . E n 1522 , u n a s u b le v a c ió n d e lo s n e g r o s c r e ó u n a s itu a ­
c ió n d if íc il. E n 15 4 2 , c u a n d o L a s C a s a s e s c r ib e l a Destruyción, d ic e q u e
n o q u e d a b a n m á s q u e 200 p e r s o n a s , c i f r a q u e y a d a b a F r . T o m á s d e A n ­
g u lo e n 1535. S in em b argo , en 1544 ( s e g ú n S aco, (fp. cit., 2 6 4 ), e l l i c e n ­
c ia d o C e r r a t o , c u m p lie n d o la s L e y e s N u e v a s , p u s o e n lib e r t a d a lo s in ­
d io s en n ú m e r o q u e s e c r e e d e 6æoo, l a m a y o r í a p r o c e d e n t e s d e o tr a s is ­
la s . E n 1548,’ F ernández de O viedo, loe. cit., a f i r m a q u e n o se cree que
q u e d a r a n 50 0 p e r s o n a s , e n t r e g r a n d e s y c h i c o s , d e s c e n d i e n t e s d e l o s i n ­
d io s d e l a I s la . U n d o c u m e n to d e h a c ia 1560 {Calece, doc., I , 1 6 , 2 2 , 23,
3 4 , 3 s ) m e n c i o n a 2 0.0 0 0 n e g r o s y pocos in d io s . S o b r e la s c a u s a s d e la
e x tin c ió n , v é a n s e S errano S anz , op. c it, 3 8 9 -4 2 3 ; S aco, Historia de la
esclavitud de los indios, I , 9 9 -18 6 ; I I , 4 7 ( I , 1 1 3 : c r e e q u e en 14 9 6 h a ­
b ía p e r e c id o la t e r c e r a p a r t e d e lo s in d io s ) ; Colección de doc. inéd. d e
T o r r e s d e M e n d o z a , I , 1864, p à s s im ; C arlos P er eyra , L ’ œuvre de l'Es-
poffne en Antérique, P a r ís , 19 2 0 , 2 3 8 - 2 4 1 , y l a Historio de la América
Española, V .
C u b a ; A lbert H ü n e c a lc u la b a u n m illó n d e h a b it a n t e s p a r a 1 5 1 1 , a l
r e a liz a r s e la c o n q u is ta ( v é a s e n u e s tr a n o ta 4 ), c á lc u lo m u y c o r r ie n t e e n ­
tre lo s e s c r ito r e s cu b a n o s. P edro M e x ía de O vando, op. cit., f o l . 10 6
( v é a s e n u e s tr a n o t a 2 8 ), c a lc u la m á s d e m e d io m illó n . S e g ú n W illcox ,
op. cit., 56, p a re ce que p ara H u m b o ld t la I s la te n d r ía a lg o m enos de
200.000 h a b ita n te s a l lle g a r C o ló n . S e g ú n S pinden , op. c it, 643, la is la
e sta b a e sc a sa m e n te p o b la d a h a c ia 149 2 (e x c e p to Cabo M a is O - Según
V a ld é s ( c it. p o r P edro J osé G u iteras , Historia de la Isla de Cuba, H a­
b a n a , 1928 . I I I , 2 6 1 ) , L a s C a s a s y P á n f i lo d e N a r v á e z c a lc u la r o n e n su
e x c u r s i ó n p o r l a i s l a c o m o 200.000 h a b i t a n t e s . R am iro G uerra y S án­
ch ez , Historia de Cuba, H a b a n a , 19 2 1, I , p á g . 43, a fir m a q u e “ la flo r a y
l a f a u n a in d íg e n a s n o c o n t a b a n c o n la s p la n ta s y lo s a n im a le s in d is p e n ­
s a b le s p a r a la v id a d e c o m u n id a d e s n u m e r o s a s . L a p o b la c ió n in d ia p r i­
m itiv a , a is la d a casi to ta lm e n te p o r e l m a r , d e b ió ser co rta n e c e s a r ia ­
m e n te " (en la p á g. 48 c re e q u e q u iz á n o lle g a b a a iooaxw p e r s o n a s ; y
l u e g o , p á g s . 3 8 2 -3 8 4 , v u e l v e a in s is tir y cree q u e la p o b la c ió n e r a a lg o
m e n o r d e 10 0.0 0 0 h a b i t a n t e s ) . V é a s e t a m b i é n A lvaro R eynoso , Agricul­
tura de los indígenas de Cubo y H » ti, P a r í s , t S 8 i . S e g ú n H umboldt
(Ensayo politico de la Isla de Cuba, H a b a n a , 19 3 0 , I , 13 5), " p o r m u c h a
q u e s e a la a c tiv id a d q u e s e q u ie r a s u p o n e r a la s c a u s a s d e d e s tr u c c ió n ,
a la t ir a n ía d e lo s c o n q u is ta d o r e s , a la ir r a c io n a lid a d d e lo s g o b e r n a d o s ,
a lo s t r a b a jo s d e m a s ia d o p e n o s o s d e lo s la v a je s d e o ro , a la s v ir u e la s
y l a f r e c u e n c ia d e lo s s u ic id io s , s e r ía d i f íc il c o n c e b ir c ó m o e n tr e in ta o
c u a r e n ta a ñ o s h a b r ía n p o d id o d e s a p a r e c e r e n te r a m e n te , n o d ig o u n m i­
lló n , s in o s o la m e n t e t r e s c ie n t o s o c u a t r o c ie n t o s m il in d io s ” ( v é a n s e a d e ­
m ás p ágs. 13 5-14 0 )- José M . F. de A rrate , Llave del N uevo Mundo

131

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

(en L o s tres primeros historiadores de ¡a ¡sla de Cuba, H a b a n a , 18 7 6 .


I ) , p á g . 6 2 ( n o t a d e P . P . d e S .) , d ic e q u e e l p u e b lo m á s h a b it a d o q u e
e n c o n tr ó C o ló n en su p r im e r r e c o n o c im ie n to era de 50 casas, y que
c u a n d o V e l á z q u e z , c o n 30 0 h o m b r e s , c o n q u i s t ó l a I s l a , n o t e n d r í a e n n i n ­
g ú n c a s o m á s d e 3 0 0.0 0 0 h a b i t a n t e s . E n 1 5 1 7 , a lo s s e is a ñ o s d e la c o n ­
q u is ta , h a b ía 14 .0 0 0 i n d i o s , s e g ú n H üne ( c it. p o r H uíibolut , loe. cil.).
En 1 5 3 2 h a b í a d e 4 .5 0 0 a 5 .0 0 0 i n d i o s , s e g ú n c a r t a d e l l i c e n c i a d o V a d i l l o
(A ltam ira , Hist, de Esp., I I I , 237, 24i). E n 15 3 4 e l g o b e r n a d o r R o ja s
e s c r ib ía a S . M . q u e lo s in d io s e r a n “ca si acab ad o s” (F ernando O r t iz ,
en la in tr o d u c c ió n a L a esclavitv^ de ¡os indios, de J. A . S a c o , p á g i­
na x x x i), y e n e l m is m o a ñ o la s a u t o r i d a d e s p e d ía n al em p erad o r el
e n v í o d e 7.0 0 0 n e g r o s p a r a q u e s e a c o s t u m b r a r a n a l t r a b a j o “ a n te s que
s e e x t in g u ie r a n lo s in d io s ” ( n o ta d e T h r a sh e r a l E n r a y o politico de la
Isla de Cuba, d e A . d e H u m b o ld t, I , 136, n o ta i ) . S in e m b a r g o , e n 1532 -
I S 33 > 1 5 3 ^ y 1 5 4 0 h u b o s u b l e v a c i o n e s d e i n d i o s , d e b i d a s , s e g ú n e l a l c a i d e
m ayo r, a “ lo s m a lo s tr a ta m ie n to s " (véa se G u erra y S á n c h e z , op. cit.,
I , 248, y R . A ltam ira , Hist, de España, I I I , 2 3 8 ). E n 154 4 , e l P . D ie g o
S a r m ie n to , o b is p o de Cuba, en un in fo r m e al em p erad or ( C o le c c ió n
M u ñ o z , to m o 92, fo ls . i i i V .- 1 1 2 r . ¡ e l d o c u m e n t o e s t á p u b l i c a d o e n l a
Colecc. de doc. inéd., 2 .* s e r i e , p u b l. p o r l a R e a l A c a d e m ia d e la H is ­
t o r ia , t. V I , M a d r id , 18 9 1, 2 2 1 -2 3 2 ), h a b la d e lo s in d io s , q u e a l p a r e c e r
s e g u ía n s ie n d o n u m e r o s o s (e n P u e r t o d e l P r ín c ip e , 2 3 5 in d io s e n c o m e n ­
dados y 1 6 0 n e g r o s e i n d i o s d e Y u c a t á n ; e n l a H a b a n a , 12 0 i n d i o s n a b o ­
r ía s n a tu r a le s de la I s la y m ás de 200 i n d i o s y n egro s e s c la v o s ; en
S a n c t i S p ir it u , 58 n a b o r ía s , e n c o m e n d a d o s io s m á s , 1 4 n e g r o s y 50 in d io s
e s c la v o s ). E n 1546 , e l C a b ild o d e B a y a m o s e q u e ja d e l a “ f a lt a d e c a s i
t o d o s lo s n a tu r a le s y e s c a s e z d e e s c la v o s " (fin 'd ., f o l . 12 0 v . ) . E n 15 55
— segú n G uerra y S á n c h e z , op. cit., I , 386, 388, y I I , 95— , lo s h a b ita n ­
t e s i n d i o s q u i z á n o b a j a b a n d e 5 .0 0 0 . E n 1556 , e l g o b e r n a d o r M a z a r ie g o
h iz o r e u n ir e n G u a n a b a c o a “ lo s p o c o s in d io s ” q u e q u e d a b a n en el D e ­
p a r t a m e n t o O c c i d e n t a l , a f in d e c o n s e r v a r l a r a z a (F ernando O rtiz , loe.
c it); P . J. G u iteras , op. dt., 264, c ita n d o a A r r a l e , d ic e q u e e n 15 54 se
f u n d a r o n lo s p u e b lo s d e G u a n a b a c o a y T a r r a c o p a r a q u e v iv ie s e a llí e l
“ c o r tís im o n ú m e ro " de in d io s “ q u e andaban v a g a b u n d o s p o r lo s cam ­
pos" ( d e lo s d e G u a n a b a c o a q u e d a b a n d e s c e n d ie n te s e n 15 7 1). E n 1567,
B a r to lo m é B arcaso p id e que se le a u to ric e a r e d u c ir a una p o b la c ió n
lo s in d io s q u e a n d a b a n e s p a r c id o s p o r lo s m o n te s ( A rrate , op. cit., 6 5 ) .
D a t o s p a r c ia le s d e p o b la c ió n p r e c o lo m b ia n a , e n F ernando O r t iz , Histo­
ria de la Arqueología indocubaua. H a b a n a , 19 2 2 . p á g . 3 2 ; P edro J. G u i ­
Historia de ¡sla de Cuba, H a b a n a , 1 9 2 8 ,
te r as , 2 6 1-2 6 6 (e n la p á g . 263,
c i t a n d o a H e r r e r a , d i c e q u e 7.0 0 0 i n d i o s r e s i s t i e r o n a N a r v á e z e n l a p r o ­
v in c ia d e B a y a m o ) ; I. A . W r ig h t , Santiago de Cuba and its District
( 6 0 7 - 1 6 4 0 ), M a d r id , 1918 (e n la s p á g s . 7 7 -8 3 m e n c io n a p u e b lo s de in ­
d io s “ a u n q u e e s p a ñ o la d o s ” en 16 0 8 ). S o b re ¡a in tr o d u c c ió n de n egro s,
P edro J osé G u iteras , Historia de la Isla de Cuba, H a b a n a , 1 9 2 8 , I I ,
4 1-S 3 : G u erra y S á n c h e z , op. dt., 3 6 3 ; A rrate , op. dt., 7 0 - 7 3 . S o b r e
e l t r a t a m i e n t o d e l o s i n d i o s , v é a n s e G uerra y S á n c h e z , op. dt., I , 3 4 5 -
3 6 3 , 3 8 4 -3 8 9 . I I . 9 5 - 1 0 0 ; S aco, I , 1 6 0 y s i g s . , 1 8 0 y s i g s . ; A rrate , op. cit,,
6 1-70 .

132

© Biblioteca Nacional de España


POBLACIÓK in d ìg e n a DE AUÍRICA

P uerto R ic o : P ed ro M e x ía de O vando (véa se n u e s tr a n o ta 28)


c a lc u la u n m illó n , q u e e s lo q u e p o r o t r a p a r t e a d m it e e l g e ó g r a f o E li­
s e o R e c lu s ( c it. p o r G er m án L atorre, Relac. geográficas, I I I , 35 ) - L as
C asas ( v é a s e n u e s t r a n o t a i ) c a l c u l a b a 600.000, q u e e s l o q u e r e p i t e f r a y
l f 5i c o A bbad y L asjerra {Historia geográfica, civil y naturai de la Isla
de San Juan de Puerto Rico, n u e v a e d i c ., a n o t a d a p o r J . J u l iá n
S o K / t5 / a
DE A costa y G albo, P . R i c o , 1 8 6 6 ) : p e r o J u l iá n de A costa , a l a n o t a r
la e d ic ió n d e A b b a d , p á g s . 2 8 9 -2 9 0 , c r e e e x a g e r a d a e s a c a n t i d a d p o r q u e
n o e s c o m p a tib le c o n u n a c iv iliz a c ió n t a n a t r a s a d a y p o r q u e n o s e e x p l i ­
c a r ía que en v e in tiú n a ñ o s (13 0 9 -15 3 0 ) d e s a p a r e c ie s e u n a p o b la c ió n ta n
e n o r m e ( c r e e q u e n o p a s a r í a n d e 200.000 e n 1 5 1 1 , c u a n d o s e s u b l e v a r o n ) .
T a m b ié n rech aza esas c ifr a s S ta h l , L o s indios borinqueños. P u e rto
R i c o , 18 8 9 , p o r q u e la e x te n s ió n te r r ito r ia l de P . R ic o d ifíc ilm e n te po­
d r í a p r e s t a r l o s m e d i o s d e v i d a p a r a u n a p o b l a c i ó n t a n c r e c i d a ( c iL p o r
J uan A ugusto y S alvador P erea , Historia del adelantado Juan Ponce
de León, C a r a c a s , 1 9 2 9 ). I g u a l m e n t e r e c h a z a l a s c i f r a s e l e v a d a s S alvador
B rau , Puerto Rico y su historia. V a l e n c i a , 1 8 9 4 , 3 0 3 -3 3 8 . S pinden , op.
c it, 6 4 3 , a p o y a d o e n i n v e s t i g a c i o n e s a r q u e o l ó g i c a s , a t r i b u y e 10 0.0 0 0 h a ­
b ita n te s a la is la e n 14 9 2. P e r o e l a r q u e ó lo g o n o r t e a m e r ic a n o J ess W al ­
ter F ewjces, e s p e c ia lis ta e n a r q u e o lo g ía p u e r to r r iq u e ñ a , e n su tr a b a jo
The aborígenes o f P. R ico and neighbouring Islands (X X V A nnual R e­
p o r t o f t lie B u r e a u o f A m e r i c a n E t h n o l o g y , W a s h i n g t o n , 19 0 7 ), s e b a s a
e n e l n ù m e r o d e s o ld a d o s d e G u a r i o n e x p a r a c o n c lu ir q u e l a p o b la c ió n
n o p o d í a p a s a r d e 30 .00 0 h a b i t a n t e s ( c i t . p o r J osé C. R osario , The Deve­
lopment o f the Puerto Rican Jibaro, U n iv e r s ity of P. R ic o , 19 3 S ). E n
15 10 se p r o h ib ía q u e lo s en com en d eros de la E s p a ñ o la tu v ie s e n in d io s
e n P . R i c o ‘‘p o r q u e a ü n h a y p o c o s i n d i o s p a r a l o s q u e a l l í f u e r e n a p o ­
b la r e se a v e c in d a r " {Colección de documentos inéditos, segu n da s e r ie ,
p u b lic a d a p o r la R e a l A c a d e m ia de la H i s t o r i a , M a d r i d , 18 9 0 , V , 2 10 ,
2 3 5 - 2 3 6 ). S e g ú n lo s c r o n is ta s — d ic e B rau, P. Rico y jw historia, 3 1 1 — ,
P o n c e d e L e ó n d e r r o t ó e n J a c a g u a s a 5 .0 0 0 i n d i o s . F ernández de O v ie ­
do, I , l i b r o X V I , c a p . I V , p á g . 470 , m e n c io n a m ás de 3 .0 00 i n d i o s de
g u e r r a q u e a ta c a n a lo s e s p a ñ o le s . H errera , D é c . I , lib r o V I I , c a p . X I I I ,
p á g . 2 9 5 , h a b l a d e 4 .0 0 0 i n d i o s d e g u e r r a . C u a n d o lo s in d io s s e a lz a r o n
e n 1 5 1 1, e n e l c a m p o d e Y a g ü e c a , p a r t i c i p a r o n , s e g ú n H e r r e r a y O v i e d o ,
ii.o o o in d io s : s e g ú n C astellanos {Elegías de Varones Ilustres, B ib l. d e
A u t o r e s E s p a ñ o l e s , t o m o I V ) , 15 .0 0 0 . S e g ú n e l p r e s b í t e r o P o n c e d e L e ó n
y el b a c h ille r S a n ta C la ra , "al tie m p o del r e p a r tim ie n to que se h iz o
cuando se g a n ó la is la ” hubo 5 .50 0 i n d i o s , “ s i n lo s q u e q u ed aro n por
r e p a r tir q u e n o e s ta b a n d o m é s tic o s ” (A bbad, op. c it, 14 2 . n o t a d e A c o s ­
ta ; segú n la M e m o r ia d e l c a p itá n M e lg a r e jo , cap. V , c it. por B rau ,
P . Rico y su h is t, 312, u n a p a rte d e lo s in d io s s e p a s ó a o tra s is la s ) .
El re p a r tim ie n to de 15 15 h a b ía a r r o ja d o m enos de 4 .0 0 0 in d io s ( s in
c o n t a r “ lo s in d io s d e V . A . y o fic ia le s ” , e s c r ib e e l l i e V e lá z q u e z a l re y
D . F ern an d o , c it p o r A bbad, op. cit, 94, n o ta d e A c o s ta ; ad em ás, p á ­
g in a 140 , a l r e y se le h a b la n co n c e d id o 50 0 i n d i o s ) . B rau , P. Rico y
su hist., 3 1 3 , d ic e q u e c o n ta n d o lo s 400 d a d o s a la C o r o n a , 10 0 a l o b is ­
po y a lo s o fic ia le s r e a le s — e l t e s o r e r o , c o n t a d o r , v e e d o r , f a c t o r , v is it a ­
d ores y dem ás en cargad o s de a d m in is tr a r la s re n ta s— , r e s u lta n unos

133

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

5 .5 0 0 , c o m o e n e l r e p a r t i m i e n t o a n t e r i o r . U n d o c u m e n t o d e 1 5 1 9 - 1 5 2 0 c o n ­
s ig n a 6 6 4 in d io s {Biblioteca histórica de P. R ico, p o r D . A le ja n d r o T a ­
p ia y R i v e r a , P . R ic o , 18 54 , p á g . 1 7 0 ; p á g . 1 8 6 : p o b la c ió n b la n c a e n 1 5 4 1 ¡
pág- 347: re p a rto de 200 i n d i o s ) . D e 1530 a 1536 h a y te s tim o n io s de
q u e lo s in d io s s e h a b ia n acabad o (A bbad, 14 2 ), p e r o en 1544, a con se­
c u e n c ia d e la s L e y e s N u e v a s, se p on en e n lib e r ta d 60 (B rau , P. Rico
y su hisl., 3 14 y s ig s ., d is c u te e s t a c ifr a y cree que se tra ta b a ú n ic a ­
m e n te d e lo s in d io s d e la c a p it a l o d e u n c á lc u lo m u y a p r o x im a d o del
o b is p o q u e in f o r m a a S . M . ; a d e m á s , p á g . 3 5 6 ). E n 15 8 2 q u e d a b a n u n o s
12 ó 1 5 , p r o c e d e n te s d e in d io s tr a íd o s d e T i e r r a F i r m e : “ s ir v e n a lg u n o s
c o m o s o ld a d o s y o tro s e stá n en s u s h a c e n d illa s e n t r e e s p a ñ o le s ” (p res­
b íte r o P o n c e d e L e ó n y b a c h ille r S a n t a C la r a , loe. cit.). B rau , P . Rico y
su hist., 3 3 7 , d ic e q u e q u e d a b a n in d io s d o s s ig lo s d e s p u ís y q u e n o h a y
q u e c r e e r e n lo s in fo r m e s o fic ia le s . E n e f e c t o , e n s u o b r a p o s te r io r , H is­
toria de Puerto Rico, N . Y o r k , 19 0 4 , m e n c i o n a u n a s e r i e de cen so s de
p o b la c ió n : e l d e O la n d o , e n 1 5 3 1, q u e a r r o j ó 4 7 3 in d io s e n c o m e n d a d o s ,
6 7 5 i n d i o s e s c l a v o s , 1 .5 2 3 n e g r o s y 3 6 9 v e c i n o s b l a n c o s ( p á g s . 7 0 - 7 1 ) ; e n
17 7 7 , 1 7 5 6 in d io s p u r o s , y en 1 7 8 7 , 2 .3 0 2 i n d i o s p u r o s ( p á g s . 1 9 9 - 2 0 0 ) ;
en 1 7 9 7 , 2 .3 1 2 i n d i o s . S o b r e l a e x t i n c i ó n d e lo s in d io s , v é a n s e Relacio­
nes geogr., d e G . L atorre , I , 3 9 ; S aco, op. cit., I , 1 5 5 - 1 6 1 , I I , 2 9 4 -2 9 8 :
A bbad, op. cit. ( c o n n o t a s d e A c o s t a ) , 4 1 , 8 4 , 10 6, 1 3 9 -1 4 3 . 2 8 9 -3 0 7 :
B rau , P . Rico y su hist., 3 0 3 -3 3 8 , 3 5 2 - 3 6 9 . ( L a m a y o r p a r t e d e lo s d a to s
so b re P. R ic o me lo s p r o p o r c io n a mi a m ig o p u e r to r r iq u e ñ o Tom ás
B la n c o ).
J amaica ; Las C asas, que c a lc u la b a 6 00 .0 0 0 p a r a P. R ic o , cree que
b a b ia m á s d e u n m illó n e n P . R i c o y J a m a ic a ( v é a s e n u e s t r a n o t a i ) . E n
1 5 15 » Juan d e M á z n e lo (véa se S aco, op. cit., I I , 2 7 4 -2 7 5 ) h iz o un re­
p a r tim ie n to del que r e s u lta r o n 1 4 .6 3 6 in d io s (8 .6 0 0 con su s c a c iq u e s ,
1 .5 0 0 n a b o r í a s r e p a r t i d o s a c r i s t i a n o s , 5 6 6 v i e j o s y v i e j a s , 3 .9 7 0 n i ñ o s y
n iñ a s ) . S e g ú n e l lie . Z u a z o (Calece, doc. inéd. de L . T o rres de M en ­
d o za, I, 3 2 9 ), c u a n d o C o ló n lle g ó a J a m a ic a le a ta c a ro n 10 u 1 1 .0 0 0
in d io s .
A n till a s M enores y B ah am as : L a s C a s a s a d m i t í a m á s d e 500 .0 0 0 i n ­
d io s en la s I s la s de lo s Lucayos (B a h a m a s ' a c tu a le s , 1 1 .1 0 0 k m .* ) , y
a f i r m a q u e 40 .0 0 0 i n d i o s f u e r o n in tr o d u c id o s c o m o e s c la v o s e n la E s p a ­
ñ o la e n c u a tr o años (H errera , D éc. I, lib r o V I I , c a p . I I I ) . D ic e L as
C asas q u e “ e n m á s d e c in c u e n ta is la s , a lg u n a s m e jo r e s q u e la s d e C a n a ­
r ia s , q u e e s t a b a n lle n a s c o m o u n a c o lm e n a , n o d e ja r o n s in o s o la s 1 1 p e r ­
s o n a s , d e la s c u a le s s o m o s te s tig o s , q u e u n b u e n h o m b r e q u e s e lla m a
P ed ro de I s la ..., m o v id o de p ie d a d , h iz o un b e r g a n tín y e m b ió a re­
b u s c a r to d a s la s d ic h a s is la s ; y e s tu v ie r o n en e s c r u d iñ a r la s y e n b u s c a r ­
la s m á s d e d o s a ñ o s , y n o h a lla r o n m á s d e la s d ic h a s o n c e p e rs o n a s , q u e
c o n n u e s tr o s o jo s v im o s ” (L as C asas , R e m e d i o 6 .“ , R a z ó n 6 .* , c i t por
S aco, I. 16 4 -16 5 ). S o b r e e l tr a ta m ie n to . S aco, I , 16 1-17 8 .
C entroamérica : P a r a l o s c á l c u l o s d e F e r n á n d e z d e O v i e d o , v é a s e
S afper . loe. cit., c a l c u l a b a d e c i n c o a s e i s m i l l o n e s , y
n u e s tr a n o ta 7.
K roeder, ¡ o c . cit., s ó l o e n H o n d u r a s y N i c a r a g u a , 10 0.0 0 0 . C r e e B ar -
BERENA, op. cit,, 84, q u e la p o b la d ó n d e l is tm o c e n tr o a m e r ic a n o e r a p o r
lo m e n o s d e t r e s m illo n e s a p r in c ip io s d e l x v i . J o s é M illa , Histenia de

134

© Biblioteca Nacional de España


POBLACIÓN INDIGENA DE AMERICA

la A m irica Central, G u a te m a la , 18 79 , p á j s . 6 5-6 6 , c i t a l a a f ir m a c ió n d e


F uentes y Gu zu An , Recordación Florida (to m o I I , lib r o V I I , ca p . I V ) ,
d e que T ecu m , je fe in d íg e n a q u e s a le a c o m b a tir a A lv a r a d o e n 1527,
s a c a d e l a c a p i t a i , U t a t l à n , 72 .0 0 0 g u e r r e r o s , q u e e n T o t o n i c a p a m en con ­
tró r e u n i d o s o t r o s 9 0.0 0 0 , q u e e n Q u e z a l t e n a n g o s e l e a g r e g a r o n 24.0 0 0
v ete ra n o s y lu e g o ii p r in c ip e s con 4 6 .0 0 0 h o m b res m ás, o sea un
t o t a l d e 2 32 .0 0 0 s o l d a d o s ; esa c ifr a no le p a re c e exagerad a a F u e n te ?
y G u z m á n p o r q u e d i c e q u e l o s r e y e s d e Q u i c h e “ t e n í a n a l i s t a d o s 1.40 0 .0 0 0
h o m b r e s e n e s ta d o d e to m a r la s a r m a s " ; M il l a c r e e q u e s i e l Q u ic h e
( s ó lo e l p r in c ip a l d e lo s r e in o s d e la a c tu a l C e n tr o a m é r ic a ) h u b ie s e te ­
n id o ese e jé r c ito , h a b r ía que s u p o n e r le una p o b la c ió n de 40 m illo n e s
d e h a b ita n te s , c u a n d o m e n o s , lo c u a l s e r ía a b s u r d o ( e n l a p á g . 7 8 d ic e
que B rasseu r c a lc u la b a 30 0 x0 0 h a b ita n te s a la a n t ig u a c iu d a d d e U t a -
tlá n , d e s tr u id a p o r A lv a r a d o ) . E n 15 39 q u e d a b a n u n o s 15 .0 0 0 i n d i o s e n

H o n d u r a s ( c a r t a d e l l i e . P e d r a z a , c it . p o r S aco, I, 18 3 , n o t a ) . E l a d e ­
la n ta d o D . F rancisco de M ontejo e s c r ib e a l e m p e r a d o r e l i.° d e ju n io
de 15 39 s o b re v a r io s a su n to s r e la tiv o s a la g o b e r n a c ió n de H on du ras
(Colección de docum. in¿d. d e L . T o r r e s d e M e n d o z a , I I , M a d r id , 1864,
2 12 -2 4 4 ), y d e s p u é s d e d e s c r ib ir la s lu c h a s c o n lo s in d io s ( u n c a c iq u e j u n ­
t ó t o d o s lo s in d io s d e la p r o v in c ia " y e n trá ro n se en u n p e ñ o l” ) , h a b la
de “ lo s p o c o s in d io s q u e h a y e n e lla " y d e lo s m ir a m ie n to s q u e tie n e
p a r a q u e n o se e x tin g a n ; p á g s. 2 2 1 -2 ; s ó lo a lg u n a s n a b o r ía s s a c a n o r o
“ p o r s u v o lu n ta d " ; s i “y o s u p ie s e q u e a n d a n c o n tr a su v o lu n ta d n o se
c o n s e n tir ía , p o r q u e a la v e r d a d e s t a g e n te e s m u y p o c a y d e lic a d a ” ; d e
la tie r r a d e H o n d u r a s y v a lle d e Z u r a y N a c o d ic e q u e “ n o h a y h o m b re
n i p u e b lo " (p á g . 222) ; e n N a c o , “ d e 10 .0 0 0 q u e h a b í a . . . , h a l l é 4 5 ” ( p á g i­
n a 2 2 8 ); d ic e que en d o s c a rta s a n te r io r e s ha h echo r e la c ió n “de la
d e s tr u ic ió n q u e s e h iz o e n e s ta t ie r r a y lo s m u c h o s e s c la v o s q u e d e lla

sacaro n " ( o t r o s d a t o s , p á g s . 2 2 9 -2 3 0 ). D omingo J u asro s , Coínpendio de


la hiítoria de ¡a citfdad de Guatemala, G u a te m a la , 18 0 8 , p á g . 8, d ic e
que en 1778 e l p a d ró n a r r o ja b a 7 9 7 .2 1 4 m o r a d o r e s , " q u a n d o a l tie m p o
de la c o n q u is ta eran in n u m e r a b le s su s h a b ita n te s ” .
C olombia : M igu el T riana , Civilización Chibeha, p á g s . 1 0 1-10 2 , e s t u ­
d ia la in flu e n c ia d e la s a l e n la d is tr ib u c ió n d e lo s in d io s d e C o lo m b ia
( c it. p o r O . M e n d iz á b a l, op. cit., 2 3 -4 ). R obertson , Histoire, I V , c it. p o r
N u ix , Reflexiones, e d ic . d e C e r v e r a , p á g . 8 7 , d ic e q u e la p o b la c ió n d e la
N . G r a n a d a c a s i n o h a d is m in u id o p o r n o h a b e r s e e s t a b le c id o la e x p lo t a ­
c ió n m in e r a . P edro de C ie ^a de L eón , Parte primera de la Chrónica del
Perú, A m b e r e s , 1554 , p r o p o r c io n a d a to s v a lio s o s : p á g . 4 6 (c a p . X V I I I ) ,
m á s d e 20.000 i n d i o s d e g u e r r a , “ s in l a s m u g e r e s y n i ñ o s ” , e n l a p r o v i n c i a
d e A r m a ; p á g . 5 0 ( c a p . X X ) , p r o v . d e P a u c u r a , 5 -6 .0 0 0 i n d i o s ; p á g . 5 3 ( c a ­
p it u lo X X I ) , in d io s d e P o z o , P i c a r a y G a r r a p a ; p á g . 5 5 (c a p . X X I I ) , P i ­
c a r a , " g r a n d e e m u y p o b la d a ” ; p á g . 5 9 (c a p . X X I V ) , la p r o v . d e Q u im -
b a y a “ to d o e llo m u y p o b la d o " ; p á g . 6 4 (ca p . X X V I ) , t o d o e s te v a lle d e
l a c iu d a d d e C a li... " f u é p r im e r o m u y p o b la d o d e m u y g r a n d e s y h e r m o ­
s o s p u e b lo s " ( d e s tr u id o s p o r la g u e r r a d e s d e q u e e n tr ó B e n a lc á z a r ) ; a d e ­
m á s , p á g s . 7 2 , 7 7 - 7 9 , 8 1 , 8 2 , 8 3 V . (6 a 7.0 0 0 i n d i o s d e g u e r r a e n l a p r o ­
v in c ia d e lo s P á e z ) , 86 v . ( la v i lla d e P a s t o " tie n e m á s in d io s n a tu r a le s

135

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

s u b je to s a s í q u e n in g u n a c iu d a d n i v i l l a d e to d a la g o b e r n a c ió n d e P o *
p a y a n y m á s q u e Q u ito y o t r o s p u e b lo s d e l P e r ú ” ), 8 9 v ., e t c
V enezuela : Gabriel de V illalobos, op. cil. (véa se n u e s tr a n o ta 56),
f o l. 404, d ic e q u e i o s in d io s d e la T i e r r a F i r m e “ e r a n t a n t o s q u e n o c a ­
b í a n e n t o d a s s u s c o s t a s , y n o s o n h o y 14 .0 0 0 e n t o d o s , q u a n d o s e c o n t a ­
ban p o r m illo n e s " . Raynal ( c it. p o r N u i x , Reflexicmes, 4 14 ) d ic e que
la H is to r ia a c u s a a lo s a le m a n e s d e h a b e r h e c h o p e r e c e r u n m illó n de
in d io s . L a s C asas le s acu sa de h a b e r e x te r m in a d o c in c o m illo n e s . La
c o lo n iz a c ió n d e l in t e r io r d e V e n e z u e l a e s ta r d ía .
E cuador : P edro de C ie^a de L eón, Pea-te primera de la Chrónica del
Perú, A m b e r e s , 1 5 5 4 p r o p o r c i o n a d a t o s p a r c i a l e s : f o l . 9 4 v . ( c a p í t u ­
lo X X X V l, “ to d a v ía a y in d io s , a u n q u e n o ta n to s com o s o lía n , n i con
m u c h o " ) , c a p . X L , 10 4 -10 6 ( m e d io s d e v i d a d e Q u i t o ) ; h a y a b u n d a n te s
n o tic ia s g e o g r á fic a s e n io s c a p ítu lo s s ig u ie n te s . T a m b ié n e n la Historia d el
in c a G a r c ila s o (v é a s e P erú ).
P erú ; Y a h e m o s v is to (n o ta 8) q u e L araburre y U n Xk u e c a lc u la b a
de 10 a 12 m i l l o n e s . D ic e B ahberena , op. cit., 83, q u e c á l c u l o s m o d era­
d o s h a c e n a s c e n d e r a s e is m illo n e s la p o b la c ió n d e l P e r ú a n te s d e la c o n ­
q u is ta .S apper , h e . cit., a s i g n a b a d e 12 a 13 m i l l o n e s a l o s p a í s e s t r o p i c a ­
le s d e lo s A n d e s , yK roeber, t r e s m i l l o n e s a t o d o e l i m p e r i o i n c a i c o . S e ­
b a st iá n L orente , Historia antigua del Perú, L i m a , 1860, 208, d i c e q u e
" p o d e m o s a fir m a r s in e l m e n o r r ie s g o d e e x a g e r a c ió n q u e e l im p e r io d e
lo s I n c a s c o n t a b a c o n m á s d e 10 m i l l o n e s d e h a b i t a n t e s ” ( e s l a c i f r a q u e
a d m ite U garte , Historia económica del Perú, p á g s . 5 - 6 ) , y c r e e q u e e x a ­
g e r a n l o s q u e s u p o n e n 20 m i l l o n e s ( s e b a s a , c o m o m u c h í s i m o s o t r o s a u t o ­
r e s , e n l o s 8.285.000 d e L o a y s a , c á l c u l o f a l s o , c o m o h e m o s v i s t o ) , E l p r o ­
f e s o r S ch m ieder ( c i t . p o r W illcox , op. c it, 60) c a l c u l a b a p a r a e l o a s i s
Län­
d e la c o s t a , a l l l e g a r lo s b la n c o s , u n o s a o o i x o in d io s ( o t r o s d a t o s e n
derkunde, 43, 62, 64, 65). P edro de C ieza de L eón , Relación de los Ingas,
L o n d res, 1878 { ? ], cap. X V I , pág. 59, d ic e q u e lo s in c a s h a b ía n d ic ta d o
r ig u r o s a s d is p o s ic io n e s p a r a fis c a liz a r e l m o v im ie n to d e m o g r á fic o y que
“ c a d a p r o b in g ia , e n f in d e l a ñ o , m a n d a b a a s e n t a r e n l o s q u i p o s , p o r la
q u e n t a d e s u s ñ u d o s , t o d o s lo s h o m b r e s q u e h a b la n m u e rto e n e lla en
a q u e l a ñ o y p o r e l c o n s ig u ie n te lo s q u e h a b ía n n a c id o ; y p o r e l p r in c ip io
d e l a fio q u e e n tr a b a n b e n ía n c o n i o s q u ip o s a l C u z c o , p o r d o n d e s e e n t e n ­
d ía a s i lo s q u e e n a q u e l a fio h a b ía n n a c id o c o m o lo s q u e f a lt a b a n p o r s e r
m u e r to s , y e n e s t o h a b ía g r a n v e r d a d y c e r tid u m b r e " (e l s is te m a s e r v ía
— d ic e — p a r a l a t r i b u t a c i ó n , p a r a a y u d a r a l o s p o b r e s y v i u d a s y p a r a lo s
c a s o s d e g u e r r a ) . T a m b ié n e l I n c a G arcilaso , H i s t o r i a p en erat d el P e r ú o
Conponlarios reales (e d . M a d r id , 1829), I V , c a p . X X X V I I I , pág, 233, d ic e
q u e c o n lo s n u d o s a s e n ta b a n e l tr ib u to a n u a l p a g a d o a lo s in c a s , la g e n te
q u e ib a a l a g u e r r a , la q u e m o r ía e n e lla , lo s q u e n a c ía n y fa lle c ía n c a d a
año. C ieza , Chrónica ( e d ic . 1554), p r o p o r c io n a a b u n d a n te s d a to s g e o g r á fi­
c o s s o b r e t o d a s la s r e g io n e s d e l v ir r e in a t o d e l P e r ú (e n lo q u e a l P e r ú
a c tu a l c o n c ie r n e , d e s d e e l c a p . L X V I I ) . L a s o b r a s d e l in c a G a r c ila s o c o n ­
tie n e n m a te r ia le s v a lio s o s so b re el P erú p re y p o s tc o lo m b ia n o ; v é a s e
Historia general del Perú o Comentarios reales, M a d r i d , 1829, I , p á g i ­
n a s 143-6 ( m á s d e ICO p u e b l o s y s u s h a b i t a n t e s ) , 251-2 ( r e g i s t r a b a n l o s
v e c i n o s d e lo s p u e b lo s p o r d e c u r ia s d e 10 en 10), II, 70-73 (tre ce o ca -

136

© Biblioteca Nacional de España


POfiLACIÓM IXOIGEMA DE AMÉRICA

t o r c e m il in d io s d e g u e r r a e n H uaychu, de lo s q u e m u eren 6 .0 0 0 ), 8 3
(1 2 .0 0 0 h o m b r e s d e g u e r r a ) , 9 1 ( m á s d e 3 .0 00 c a s a s ) , 9 8 -9 9 12.00 0
g u e r r e r o s a y m a r á s y m á s d e 3 0 .00 0 á n i m a s ) , 9 9 - 1 0 0 ( m á s d e 2 .0 0 0 c a s a s ) .
1 0 7 ( c i n c o e j é r c i t o s d e 5.000 h o m b r e s c a d a u n o ) , 2 6 8 ( 3 0 .0 0 0 h o m b r e s d e
g u e r r a d e l in c a R o c a , “ e jé r c it o q u e h a s ta e n to n c e s n o lo h a b ía le v a n ta d o
n i n g u n o d e s u s a n t e p a s a d o s ” ) , 2 9 5 ( m á s d e 40 .0 0 0 h o m b r e s d e g u e r r a d e
l o s c h a n c a s y o t r o s ) ; I I I , 9 8 (20 X C O h o m b r e s d e g u e r r a ; l u e g o , p á g . r o í ,
o t r o s 1 7 .0 0 0 ), 1 1 3 ( m u r i e r o n m á s d e 30.000 i n d i o s e n l a b a t a l l a ) , 2 4 7 ( m u ­
r ie r o n d e a m b as p a rte s m á s de in d io s ) , 2 55 (4 0 .0 0 0 h o m b res de
g u e r r a ) , 2 8 1 ( “ m u c h a g e n t e d e g u e r r a " d e C h i n c h a ) , 2 9 3 (30 .0 0 0 v e c i n o s
e n e l v a l l e d e C h i n c h a ) ; I V , 1 9 ( m á s d e 3 0 .0 0 0 v e d n o s e n H u a r c u ) , i 9 9
(1 0 .0 0 0 h o m b r e s d e g u e r r a p a r a l a c o n q u i s t a d e C h i l e p o r l o s i n c a s ) , 201
( o t r o s 1 0 .0 0 0 h o m b r e s ) , 2 0 4 (2 0 .0 0 0 h o m b r e s d e g u e r r a ) , 2 0 5 ( 1 8 a 20.000
p u r u m a u c a s c o n s u s a l i a d o s ) , 2 1 4 ( 1 2 a 13-000 a r a u c a n o s ) , 2 7 5 ( o t r o s 20.000
s o l d a d o s p a r a l a c o n q u i s t a d e l o s c h a c h a p o y a s ) , 2 8 9 (8 .0 0 0 m u e r t o s e n
la g u e rra ), e tc . A d e m á s, Primera parle de tos Coméntanos reales, M a­
d r i d , 1 8 2 9 , I I I , 4 9 7 ( 1 1 - 1 2 .0 0 0 h o m b r e s d e g u e r r a ) , 6 1 1 (40 .0 0 0 h o m b r e s d e
g u e r r a ) , 6 1 2 ( m á s d e 6 0.0 0 0 i n d i o s ) , e t c . G u iiíe r m o H. P rescott , Historia
de la conquista del Perú. M a d r id , 18 5 1, d e s c r ib e la a g r ic u lt u r a in c a ic a (e n

l a p á g . 3 9 d e s c r i b e u n a e s p e c i e d e a r a d o i n c a i c o , a p o y á n d o s e e n e l in c a
G a r d ia s o ; d iv e r s o s a u to r e s han s e ñ a la d o la in te r p r e ta d ó n e r r ó n e a q u e
P r e s c o t t h a d a d o a l p a s a je d e G a r d la s o ) . E l a r s o b is p o V illa g ó m e z d e d a
q u e la s p o b la c io n e s d e lo s in d io s e r a n “ d e c o r t a v e c in d a d y m u y d is ta n ­
te s u n a s d e o t r a s , p o r q u e la c o r t e d a d y c a r e n c ia d e lo s f r u t o s n e c e s a r io s
n o s u f r e m á s g e n t e p a r a p o d e r l a s u s t e n t a r j u n t o s ” (J orge B asabre , La
multitud, 1 0 4 ) . D i c e G óm ara , c a p . 1 5 1 ( d t . p o r e l i n c a G a r c i l a s o , Segun­
da parle de ¡os Comentarios reales, M a d r i d , 1 8 3 9 , I V , 99 ) . Q u e p e r e c i e ­
r o n m i lló n y m e d i o d e i n d i o s e n l a s g u e r r a s d e l P e r ú ( c it . t a m b i é n p o r
G erland , op. cit., 10 7 ). L o s c á lc u lo s s o b r e e l P e r ú in c a ic o a b a r c a n t a m ­
b ié n g r a n p a rte d e l E c u a d o r , B o liv ia , C h ile y A r g e n tin a .
B olivia : D atos en las obras de C ieza de L eón y del Inca G arcilaso
(véase P e r ú ).
P araguay: E n 1 5 5 6 s e c a l c u l a b a q u e h a b í a n s i d o l l e v a d a s 50.000 i n d i a s

c o m o e s c la v a s a l a A s u n d ó n , d e la s c u a le s n o q u e d a b a n s in o 1 5 x 0 0 (S aco,
op. cit. 2 17 ).
A rg e n tin a : V é a s e E m m anuel de M artonne , L e milieu physique et
les conditions anciennes du peuplement dans le Nord-Ouest Argentin, en
Journal de la Société des Améneanistes de Paris, i 9 3 4 , X X V I , 3 0 t* 3 0 7 -
U ruguay: Según B i-2»-jam în F ern Aiîdez y M edina y J uan L eón B en -
COA, E l Uruguay en su primer cenlenono (18 3 0 -19 3 0 ), M a d r i d , 19 3 0 . P a ­
g in a 18 , “ c u a n d o lo s e s p a ñ o le s d e s c u b r ie r o n e l t e r r i t o r i o q u e a c tu a lm e n t e
c o n s titu y e la R e p ú b lic a O r ie n ta l d e l U r u g u a y , e s ta b a p o b la d o por unos
4 .0 0 0 in d io s , d e lo s c u a le s la [tr ib u ] d e lo s c h a r r ú a s e r a la m á s p o d e ­
ro sa y b r a v ia ” . S e g ú n E l libro del Centetiario del Uruguay (18 2 5 -19 2 5 ),
M o n t e v i d e o , 1 9 2 5 , p á g . 1 8 , " l o s c h a r r ú a s n o t u v i e r o n n u n c a m á s d e 6 00
g u e r r e r o s e n su m ilic ia a c tiv a " .
B r a s i l : N u i x , Reflexiones í« i/ > o r c to / íf ( e d i c . d e M a d r id , 178 2, p á ­
g in a s 8 4 -8 5 ), h a b la n d o d e la s c o r r e r la s d e lo s m a m e lu c o s d e l B r a s il c o n -

137

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

t r a la s r e d u c c io n e s d e l P a r a g u a y , d ic e q u e s e g ú n la s Cartas £ d i/ £ í’ai»¡/ej
“ h a n m u e r to o h e c h o e s c la v o s e n e l e s p a c io d e c ie n to t r e in ta a ñ o s d o s
m illo n e s d e in d io s y d e s p o b la d o m á s d e m il le g u a s d e l p a ís , h a s t a e l r ío
d e la s A m a z o n a s ” . C ita s e e n la s m is m a s C iw f o f— a g r e g a — “ u n in s tr u m e n ­
t o a u t é n t i c o e n e l c u a l s e h a l l a l a o b s e r v a c i ó n q u e d e 3 0 0.0 0 0 i n d i o s q u e
e llo s h a b ía n ro b ad o en e l e s p a c io de c in c o años no s u b s is tía n n i aun
20000" (n o h e m o s e n c o n tr a d o e s te p a s a je e n la e d ic ió n d e C e r v e r a , h e ­
c h a p o r u n h e r m a n o d e l a u t o r ) . E l m is m o c r it e r io n u m é r ic o e n C harles
E x pilly , La traite, ¡‘émigratioa et la colonisalion a» Brésil, P a r í s , 18 6 5 ,
p á g s. 1 1 - 1 4 ( e l P - V ie ir a e s tim a q u e d e 16 15 a 1652 lo s p o r tu g u e s e s h an
h e c h o p e r e c e r d o s m illo n e s d e in d io s ) .
C h ile : S chmieder, Länderkunde Südamerikas, 75, c re e que en e l m e­

j o r d e l o s c a s o s h a b í a 300.000 a r a u c a n o s a n t e s d e l a l l e g a d a d e lo s e s ­
p a ñ o le s . D omingo A munátegui S olar, Las encomiendas de indígenas en
Chile, S a n t i a g o d e C h i l e , 19 0 9 , p á g . 6 4 : “ l o s c e n t r o s m á s a b u n d a n t e s d e
in d íg e n a s s ó lo lle g a b a n , a lo m á s , a c ie n t o , y , e n s u m a y o r ía , a 50 in d i­
v i d u o s , s i n f a l t a r a l g u n o s d e a 3 0 ” . I d ., Chile bajo la dominación españo-
la. Compendio destinado a la enseñansa, S a n t i a g o d e C h i l e , 1 9 2 5 , p á g . 10 ,
d ic e q u e “ a m e d ia d o s d e l s ig lo x v i e l n ú m e r o d e lo s n a tu r a le s q u e h a ­
b ita b a n e l t e r r it o r io c h ile n o lle g a b a a m á s d e u n m illó n d e in d iv id u o s ” .
F elipe Gómez de V idaukre, Historia geográfica, natural y civil del reino
de Chile, p u b lic a d a c o n u n a in tr o d u c c ió n b io g r á fic a y n o ta s p o r J . T . M e ­
d i n a , S a n t i a g o d e C h i l e , 18 8 9 , I , 2 9 7 - 8 , d u d a d e l a g r a n p o b l a c i ó n d e C h i ­
le , c r e e q u e e s e x a g e r a c ió n d e lo s c o n q u is t a d o r e s o d e lo s q u e a u m e n ta n
la in h u m a n id a d d e lo s c o n q u is ta d o r e s , q u e f r e n t e a l e s p a ñ o l lo s in d io s n o

tu v ie r o n n u n c a g r a n d e s e jé r c ito s y q u e a d e m á s h a b ía n e s ta d o e n g u e r r a
c o n tin u a u n a s p a r c ia lid a d e s c o n o tr a s . D a t o s p a r c ia le s e n D ieco B arros
A rana, Historia general de Chile, S a n tia g o , 18 8 4 I, 242 ( a l h a b la r d el
e jé r c ito in d íg e n a q u e a s a lt a la c iu d a d d e S a n tia g o e l ii de s e p tie m b r e
de 1541 cree exagerad a la c ifr a de 8 a 10 .0 0 0 h o m b res que dan lo s
c r o n i s t a s ( o t r o t e s t i m o n i o a s i g n a 10 .0 0 0 a l o s i n d i o s ) , 1 7 0 ( s e c a l c u l a e n
cerca de 15 .0 0 0 e l n ú m e r o de in d io s q u e s e g u ía n a A l m a g r o ) , 2 78 -2 8 1
( r e p a r to d e in d io s e n t r e 6 0 e n c o m e n d e r o s ) , 3 3 7 -8 ( d u r a n te lo s p r im e r o s
a ñ o s s ó lo 200 p o b la d o r e s e s p a ñ o le s ; a fin e s d e 1549 , 5 0 0 ; d e s d e 15 4 3 lle ­
gan m u je r e s e s p a ñ o la s ; se d e s a r r o lla e l m e s tiz a je X 430, n o ta 3 0 (h a y
q u i e n a s i g n a 1 5 .0 0 0 h o m b r e s a l e j é r c i t o d e L a u t a r o ; “ p r o b a b l e m e n t e n o
p a s a b a d e c in c o o s e is m il g u e r r e r o s ” ). J uan Ignacio M olina, Compen­
dio de la historia civil del reino de Chile, tr a d u c id o p o r N ic o lá s d e la
C ru z y B a h a m o n d e , M a d r id , 179 5, p á g . 14 (n o p a re c e q u e h a y a n e x a g e ­
ra d o m uch o lo s p r im e r o s e s c r it o r e s cuando d ix e r o n h a b e r e n c o n tr a d o
a q u e lla s m o n t a ñ a s lle n a s d e g e n t e ” ; d e s c r ib e lo s m e d io s d e v id a ) , p á g . 144
( s o b r e e l e j é r c i t o d e V a ld i v i a y d e C a u p o lic á n ) . E n c o n tr a m o s c it a d o a d e ­
m ás so b re p o b la c ió n u n t r a b a j o d e P oeppic (G erland,
p r e c o lo m b ia n a
op. cit.y. D a to s a d em ás en el I nca G arcilaso ( v é a s e P erú).
(6 3 ) V é a s e Gastón B outhoul, La Population dons le monde, P a ­
r í s , 1 9 3 5 , p á g . 7 5 ; H umboldt, Ensayo político de la Isla de Cuba, I , 1 3 3 ,
138 {Essai, I , 2 9 9 : “ C o o k c a l c u l ó e n 1 0 0 .0 0 0 e l n ú m e r o d e h a b i t a n t e s d e
la I s la d e T a i t í ; lo s m is io n e r o s p r o te s ta n te s d e la G r a n B re ta ñ a no su -

138

© Biblioteca Nacional de España


POBLACIÓN INOlOBNA DE AMÉRICA

p o n ía n m ás que una p o b la c ió n de 49-000 a l m a s ; el c a p itá n W ils o n la


f i j a e n 16 .0 0 0 ; T u r n b u l l c r e e p r o b a r q u e e l n ú m e r o d e h a b i t a n t e s n o p a »
de 5 .0 0 0 . D u d o q u e e sta s d ife r e n c ia s sean e fe c to de una d is m in u c ió n
p r o g r e s iv a " ) . T o d a v ía e n la s e g u n d a m ita d d e l s ig lo x v i i i lo s te s tim o n io s
so b re la p o b la c ió n de P a r ís v a r ía n e n tre 500 .0 0 0 , 70 0 .0 0 0 y un m i lló n

(C lavicero, Sloria, I V , 278, n o ta ).


(64) V éa se a este respecto el interesantísim o trabajo de R a m ó n I gle­
sia P arca , E l hombre Colón, en RevUla de Occidente, M adrid, febrero
d e 19 3 0 , 1 5 Ó - 1 9 2 . j
(65) Memorial de Hernando de Gorjón acerca de la despoblación de
la Isla Española, en Colección de documentos inéditos relativos al descu­
brimiento, conquista y colcmisoción, Madrid, 1864, I. 428-429- En el mis­
mo volumen hay numerosos documentos que atestiguan los dos momen­
tos, el apogeo y la decadencia de la isla.
(66) Véanse G eorg G erland, Das Ausslerben der Naturvölker. Leip­
zig, 1868; R e ñ í M aun ier , L e s causes de la dépopulaticm des indiqéties
daiis les colonies, en A c t a s del Congreso Internacional de Estudios s o b r e
la Población, Roma, VI. 1934 . 235 y S‘gs- (con bibliografía).
(6 7 ) F ernando O btiz , Historia de la Arqueología Indocvbatia, H a­
b a n a , 19 2 2 , r e s u m e lo s t r a b a jo s a c tu a le s s o b r e a r q u e o lo g ía c u b a n a , e s p e -

d a lr a e n te lo s d e F e w k e s y H a r r in g t o a
(68) V éa se S errano y S anz , op. cit., y S ilvio A . Z avala , L a enco­
mienda indiana, M adrid, I93S. púgs. 1-39-
(6 9 ) C arlos P ereyra , Historia de la América Española, V , c a p . I I .
(70) J. W isse , Selbstmord und Todesfiwchl bei den Naturvölkern, Z u t -
p h e n , 1 9 3 3 , p á g s . 3 0 J-2 3 0 ( e l s u i c i d i o e n l a s A n t i l l a s ) . E l s u i c i d i o c o m i e n ­
d o t ie r r a p o d r ía s e r u n s ín to m a d e a n q u ilo s to m ia s is , e n fe r m e d a d in tr o d u ­

c id a p o r lo s n e g r o s .
(71) Du T ertre , op. cit., I I , 363. d ic e (2.* e d .) q u e p o r in f o r m e s d e
M . d e r O l i v e , s ie u r d e l a R a m é y d e lo s h a b ita n te s m á s v i e j o s d e “ n u e s ­
t r a s i s la s " , h a b ía d ic h o e n l a i.* e d i c ió n q u e lo s h a b ita n te s d e la s A n t illa s
fr a n c e sa s era n r e s to s d e la s m a ta n z a s d e lo s e s p a ñ o le s e n C u b a , la E s ­
p a ñ o la y P . R ic o ; a h o r a d ic e q u e e llo n o e s tá ta n le jo s d e lo v e r o s ím il
c o m o c r e e s ie u r d e R o c h e fo r t. H umboldt, Ensayo político sobre la I s h
de Cuba, I , 13 6 , d ic e q u e s i e s c ie r t a l a a fir m a c ió n d e G o m a r a d e q u e e n
15 5 4 -1 5 6 4 y a n o e x i s t í a n in g ú n in d io , “ e s a b s o lu ta m e n t e p r e c is o c o n v e n ir
q u e lo s q u e s e e s c a p a r o n a la F lo r i d a e n s u s p ir a g u a s e r a n r e s to s m u y
c o n s id e r a b le s de a q u e lla p o b la c ió n , c r e y e n d o , segú n a n tig u a s tr a d ic io ­
n e s , v o l v e r a l p a ís d e s u s a n te p a s a d o s " . A bbad, op. cit., 12 2 , d ic e q u e lo s
in d io s d e P . R i c o d e s a m p a r a r o n l a is la ( h a c ia 15 3 0 ). p a s á n d o s e a la s c i r ­
c u n v e c in a s d e M o n a , M o n ic o , V ie q u e s y o t r a s d e la c o s ta , d o n d e s e a li­
m e n ta b a n c o n la p e s c a y a lg u n a s c o r t a s s e m e n te r a s . E l in f o r m e d e l c a ­
p it á n M e l g a r e j o d i c e q u e , a l c o n q u i s t a r s e l a i s l a , u n a p o r c i ó n d e l o s i n d í ­
(B rau , P . Rico y su Msi., 3 1 3 ) .
g e n a s s e p a s ó a o t r a s is la s c o n to s c a r ib e s
I gnacio J. de U r r u tia y M ontoya , Teatro histórico, jurídico y politíco-
m i 'l i í o r de la Isla Femandina de Cuba, e n L os tres primeros hist. de la
isla de Cuba, I I , H a b a n a , 1 8 7 6 , 1 0 9 - 1 1 0 , h a b l a d e m u c h o s i n d i o s q u e d e
la E s p a ñ o la s e r e tir a r o n a la is la d e C u b a , e n tr e e llo s e l c a c iq u e H a tu e y .
E n n u e s tr a n o ta 3 3 h e m o s m e n c io n a d o y a la s u e r t e d e l o s c a r ib e s d e D o -

139

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

m in ic a tr a n s p o r ta d o s a la A m é r ic a C e n t r a l M e e s c r ib e D . P ed ro H en-
r íq u e z U r e ñ a lo s ig u ie n te : “ S o b r e lo s in d io s e n la s A n t illa s , d e b o ob­
s e r v a r l e q u e , s i b ie n l a d i s m i n u c i ó n f u é m u y r á p i d a e n e l s i g l o x v i , lo s
q u e s o b r e v i v i e r o n p r o b a b l e m e n t e y a r e s i s t i e r o n b ie n . E n C u b a h u b o i n ­
d io s p u r o s e n O r ie n te ( la r e g ió n m á s p o b la d a a n te s d e l D e s c u b r im ie n ­
to ) h a s t a h a c e p o c o : m i h e r m a n o M a x c o n o c ió u n o e n E l C a n e y (n o m ­
b r e in d io ), c e r c a d e S a n t ia g o d e C u b a . L o s d e m á s s e m e z c la r o n . C o m o en
C u b a h u b o d u ra n te e l s ig lo x t x e n o r m e a flu e n c ia d e e s p a ñ o le s y gran
t r á fic o d e e s c la v o s , e l m a t iz in d io e s c a s i im p e r c e p tib le . E n S a n to D o­
m in g o la c o s a e s d is tin ta . D e s d e e l s ig lo x v i , a llí n o lle g a b a g e n te n u e v a .
A penas puede record arse una pequeña in m ig r a c ió n c a n a r ia en el s i­
g lo x v i i i ; p e q u e ñ o s g r u p o s d e ita lia n o s (r e g ió n d e G e n o v a ) y d e ju d ío s
p o r tu g u e s e s ( d e C u r a z a o , d o n d e s e h a b ía n r e f u g ia d o e n lo s s ig lo s x v i i
y x v i i i ) e n e l s ig lo x i x . E n e l s ig lo x x s í h a h a b id o in m ig r a c ió n e s p a ­
ñ o la y s ir ia y g r a n a flu e n c ia d e c o c o le s ( n e g r o s d e la s is la s in g le s a s ) y
de h a itia n o s , que e stá n e n n e g r e c ie n d o el p a ís con una ra p id e z e x tra ­
o r d in a r ia . A fin e s del s ig lo x ix la p o b la c ió n era p r e d o m in a n te m e n te
b la n c a o m e s t iz a ; p e r o n o n e g r a n i m u la ta . E l m e j o r s ín to m a s o n lo s
s ir v ie n te s : d e m i in fa n c ia recu erd o a lg u n o s s ir v ie n te s n e g r o s , p e r o la
m a y o r ía e r a n b la n c o s ( N ic a s ia , M e r c e d e s , M a r ía , E lis e o , F r a n c is c o ... E n
1911 la s cosas eran to d a v ía com o en 19 0 1). De e sta ir r u p c ió n de la
p o b la c ió n n e g r a de H a ití y de la s c o lo n ia s in g le s a s y fra n c e sa s tra ta
Ramiro G uerra e n Asúcar y pob¡ación en ios Anlií/as, y A raquistáin e n
L a agonía antillana. L o s i n d i o s d i s m i n u y e r o n m u c h o , p e r o l o s e s p a ñ o ­
le s e r a n p o c o s , d e m o d o q u e la b a s e d e la p o b la c ió n e r a e u r o p e o - a m e r i­
can a. H u b o ta m b ié n a f r ic a n o s ( s ó lo lo s lle v a r o n d u ra n te e l s ig lo XVi),
p e r o d u r a n te t r e s s ig lo s e s tu v ie r o n r e la tiv a m e n te s e p a r a d o s e n tr a to . L a
is la f u é ta n p o b r e , q u e p r o n to n o h u b o d in e r o p a r a c o m p r a r e s c la v o s d e
A f r i c a . H o y e n S a n t o D o m in g o s e n o t a la s a n g r e in d ia e n m u c h a s f a ­
m ilia s : A lfo n s e e n , S o to (y Z uazo S o to ), R a m ír e z G u erra, M o lin a (el
la d o m a te rn o d el a c tu a l P r e s id e n te T r u jillo ) , C a r v a ja l (y H e n r iq u e z
C a r v a ja l) , P e lá e z , R a v e lo , C a b r a !.”
(72 ) V é a se e l cu a d ro n ú m ero i so b re Población indígena en la aclua-
Hdad. L o s d a t o s s o b r e p o b la c ió n n e g r a y m u la ta , q u e d a m o s a c o n tin u a ­
c i ó n , t ie n e n u n v a l o r m á s r e l a t i v o a ú n q u e l o s d e l a p o b l a c i ó n i n d í g e n a .
L a s e s ta d ís tic a s d e a lg u n o s p a ís e s n o e s ta b le c e n d ife r e n c ia s e n tr e n e g r o
y m u la t o , q u e in c lu y e n b a j o l a d e n o m in a c ió n de “n e g ro s” o com o “po­
b la c ió n d e c o lo r ” . O t r o s p a ís e s n o r e g is tr a n n e g r o s p o r n o a d m itir en
l a s e s t a d í s t i c a s u n a d i f e r e n c i a c i ó n d e r a z a s . O t r o s , e n fin , n o d i s t i n g u e n
m e s tiz o s y m u la to s , y a u n m e n o s z a m b o s u o tr a s v a r ie d a d e s d e l c r u z a ­
m ie n to . H em os te n id o que s u p lir la s la g u n a s con c a n tid a d e s conven­
c io n a le s , s ó lo a p r o x im a d a s , p a r a p o d e r d a r u n c u a d r o d e c o n ju n t o . E n
a lg u n o s c a s o s h e m o s u tiliz a d o p a r a n u e s tr o c á lc u lo de 193 0 l a p r o p o r ­
c ió n r a c ia l d e c e n s o s a n te r io r e s . C o m p le ta m o s a c o n tin u a c ió n lo s d a to s
d el cu ad ro n ú m ero i :
C anadA, 20.000 n eg ro s; E stados U m o o s , 11.891.143 negros, incluyendo
tam bién los m ulatos; 108.864.207 blancos; M éjico , 75.000 n eg ro s; A n t i ­
llas , aproxim adam ente, 5.142.000 negros y 1.600.000 m ulatos (C uba ,
923.000 de co lo r; las estadísticas registran 2.570.202 blancos, o sea el

140

© Biblioteca Nacional de España


POBLACIÓN INDIGENA S E AUÍR1CA

68 por 100, pero gran parte de los que figuran com o blancos son sin
duda m ulatos: S anto D omingo, unos 300.000 negros, o sea el 25 p o r 100,
y unos 600.000 m ulatos, o sea el 50 por 100; H a it í , 2.070.000 negros, o
sea el 90 por 100; unos 230.000 m ulatos, o sea cerca del 10 por 100;
unos 3.000 blancos: P uerto R ico, 397.000 habitantes de co lo r: algunos
admiten un 73 por 100 de población blanca, pero gran parte de la que
figura com o población blanca es m u lata: Jamaica , 660.000 n egros y unos
300.000 m ulatos: se calculan unos 15.000 blancos: R esto de las A n t i ­
llas , unos 750.000 n egros y unos 470.000 m u la to s; en m uchas islas los
n egros y m ulatos constituyen el 99,9 por 100 de la población): C entro -
A M É R ic A , 244.000 negros y unos 100.000 m ulatos (G uatemala , calculam os

5.000 n eg ro s: H onduras B r it Anica , calculam os 10.000 n eg ro s; la ma­


y o ría de la población es m u lata: hay menos de 2.000 blancos: H onduras,
unos 43.000 negros, o sea el 5 por 100 de la p oblación : E l S alvador, cal­
culam os unos i . o o o n eg ro s; N icaragua , unos 57.400 negros, o sea el
9 por 100: C osta R ica , unos 42.600 negros, o sea el 8 p or 100: P anam A,
86.000 negros, o sea el 18 por 100); C olombia, 392-SSO negros, o sea el
5 por 100: 1.413.180 m ulatos, o sea el 18 p o r 100; 20 p o r 100 blancos;
V enezuela , 165.800 negros, o sea e l 5 por 100; aproxim adam ente un m i­
llón de m u lato s; G u ayan a I nglesa , 124-203 n eg ro s; G uavana H olan ­
desa, 17.000 n eg ro s; G uavana F rancesa , 22.000 n eg ro s; E cuador, unos
100.000 negros, o sea el 5 por 100; P erú , unos 100.000 negros, o sea el
2 por 100; B olivia , unos 35.000 negros, o sea el 1 por 100; B ra sil ,
4.873.000 n e g r o s , o s e a e l 12,1 p o r 100; l o s c á l c u l o s a d m i t e n u n 31,9 p o r
100 d e m a m e l u c o s , m u l a t o s y c a f u s o s , p r o p o r c i ó n s o b r e l a q u e c a l c u l a ­
m o s u n o s c u a t r o m i l l o n e s d e m u l a t o s ; h a y u n 44,1 p o r 100 d e b l a n c o s ;
P araguay , U ruguay , C h il e y A rgentina n o r e g i s t r a n n e g r o s e n s u s
c e n s o s ; l a a n t ig u a p o b la c ió n n e g r a h a s id o a b s o r b id a ; c a lc u la m o s a p r o ­
x im a d a m e n te 100.000 n e g r o s . T otal de S udamérica , 5.829.553 n e g r o s y
6.413.180 m u la to s .T otal de A m érica , 23.201.696 n e g r o s y 8.113.180 m u­
la to s . En c o n ju n to , la p r o p o r c ió n d e m u la to s es e v id e n te m e n te m a y o r
q u e la q u e r e s u lt a d e n u e s tr a s c i f r a s ( m u c h o s d e lo s q u e fig u r a n c o m o
n e g r o s s o n m u la t o s y h a s t a u n a p a r t e d e lo s q u e fig u r a n c o m o b la n c o s ).
L o s d a t o s d e a lg u n o s p a ís e s , e s p e c ia lm e n t e lo s d a t o s q u e fig u r a n c o m o
a p r o x im a d o s , p r e s e n ta n u n m a r g e n d e e r r o r q u e p u e d e p a s a r d e l 30 por
100. L a p o b la c ió n b la n c a d e A m í r i c a la c a lc u la m o s a p r o x im a d a m e n te e n
152 m illo n e s (115 m illo n e s e n N o r te a m é r ic a , in c lu y e n d o M é jic o ; 3 m i­
llo n e s e n la s A n t i l l a s ; i m illó n e n C e n t r o a m é r ic a y 3 3 m illo n e s e n S u d ­
a m é r ic a ), c o n lo c u a l q u e d a n u n o s 17 m illo n e s d e h a b it a n t e s in c la s ific a ­

d o s e n t o d o e l c o n t in e n t e .

I4I

© Biblioteca Nacional de España


© Biblioteca Nacional de España
DOCUMENTOS

SFAVILLA Y LA MODERNA HISTORIOGRAFIA HISPANO­


AMERICANA

A r c h i v o d e I n d ia s . A r c h i v o d e P r o to c o lo s . B i b l i o t e c a
C o l o m b in a .

No es para nadie un secreto el interés excepcional que en­


cierran para el estudio histórico de la colonización española en
América los fondos, manuscritos o impresos, que se conservan
en el Archivo General de Indias, en el Archivo de Protocolos
Hispalense y en la Biblioteca Colombina de Sevilla.
Representa el primero de estos tres grandes núcleos docu­
mentales el testimonio histórico, detallado y minucioso, de lo
que fué nuestra obra colonizadora en las Indias, vista a través
de una complicada burocracia que ha dejado huella escrita de
toda su prolija actuación sobre territorios de una extensión enor­
me y durante un período de tiempo varias veces secular.
Si en los primeros años del descubrimiento de América hubo
de adoptar el Estado español una actitud expectante y descon­
fiada frente a los proyectos en buena parte quiméricos de Colón
y aun frente a las realidades sorprendentes conseguidas por el
esfuerzo heroico de sus continuadores, pronto hubieron de aban­
donar esta posición recelosa los hombres de gobierno consejeros
de nuestros monarcas y asumieron, con brío, el papel de regir
con un criterio estatal la obra de los descubridores y de estruc­
turar jurídicamente los nuevos territorios incorporados a la
Corona de Castilla.
Reales Cédulas y Ordenanzas, Instrucciones y Cartas di­
rigidas a las autoridades coloniales. Informaciones y Memorias
descriptivas, empezaron a surgir con profusión cada día au­
mentada, para servir los designios de una política colonizadora

143

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

orientada con un criterio acentuadamente reglamentista y des­


arrollada bajo la pauta de regir desde la metrópoli los aspec­
tos todos de un vasto imperio colonial de complejidad difícil­
mente igualada. Nada había de escapar a la atención y cuidado
de nuestros gobernantes: desde la administración y política de
virreyes y Audiencias hasta los aranceles promulgados por el
último Concejo municipal. La desconfianza, nacida de la enor­
midad de las distancias y la dificultad de las comunicaciones,
fué la norma de nuestra alta política colonial. Se quiso evitar
el probable abuso producido por un relajamiento de la autori­
dad, legislando con minuciosidad para prever hasta lo imprevi­
sible.
Difícilmente se encuentra en la historia ejemplo parecido de
un pueblo, que haya dejado constancia escrita tan copiosa y de­
tallada de su sistema colonizador. Si se piensa que el Archivo
General de Indias, nutrido fundamentalmente con los papeles
de la antigua Casa de la Contratación de Sevilla y del Real y
Supremo Consejo de las Indias, guarda hoy el núcleo funda­
mental de las actividades escritas de nuestra vieja burocracia,
se comprende con facilidad hasta qué punto han de ser sus nu­
tridas series de legajos el objeto principal de la atención de los
modernos historiadores.
Pero si este Archivo ostenta la más alta jerarquía entre los
que conservan núcleos documentales de interés para el estudio
del pasado colonial hispanoamericano, el Archivo de Protoco­
los Hispalense ofrece, por su parte, un interés subordinado y
distinto, aun cuando también en grado suficiente para que se le
destaque con relieve propio.
Constituyen las viejas escrituras protocolizadas en estos ar­
chivos notariales un testimonio de un valor insuperable, donde
se refleja, en toda su complejidad, el desenvolvimiento de la vida
social de un país en un momento determinado. Y siendo esto así,
y teniendo en cuenta el papel tan destacado que Sevilla jugó en
la empresa de la colonización española en América, entre otras
razones por ser su puerto durante muchos años único punto de
partida y de regreso de nuestras flotas comerciales, se compren­
de fácilmente la importancia grande que para el mejor conoci­
miento de esta acción colonizadora ha de tener el estudio his­
tórico de los grandes núcleos documentales conservados en su
Archivo de Protocolos.
Puede decirse que así como en el Archivo General de In-

144

© Biblioteca Nacional de España


SÍVIILA Y LA MODERNA HISTORIOCRAt Ia HISPANO-AMERICANA

dias es donde se contiene el gran caudal de documentos cuyo


estudio es indispensable para llegar a una posible reconstruc­
ción de las bases políticas, económicas y sociales sobre las cuales
hubo de estructurarse la acción colonizadora del Estado espa­
ñol en los territorios americanos, es a este Archivo de Protoco­
los donde forzosamente hay que acudir para poder completar
una visión certera de la participación activa que el pueblo tomó
en esta obra colonizadora. Agricultores y comerciantes, buró­
cratas y aventureros, fueron muchos los que dejaron constancia
de su paso por Sevilla a través de escrituras notariales otorga­
das momentos antes de emprender su viaje hacia lo descono­
cido. Representan, por lo tanto, estos viejos documentos una
fuente del más alto interés para el estudio de nuestras relacio­
nes comerciales con aquellos territorios, sirviendo al mismo
tiempo para esclarecer puntos oscuros en las vidas de persona­
lidades que alcanzaron un gran relieve histórico en la obra de
la conquista y del descubrimiento de América.
Pero el estudio de estos fondos documentales es hoy poco
menos que imposible, dado el estado de su catalogación. Du­
rante muchos años han constituido estos Archivos notariales un
coto cerrado, inaccesible a las búsquedas de nuestros investiga­
dores. Y aun cuando ya hoy las cosas han cambiado y se ha rec­
tificado satisfactoriamente este criterio erróneo, todavía la in­
vestigación se hace difícil, puesto que la inexistencia de buenos
catálogos redactados según las normas metodológicas modernas
hace que todo intento de trabajar ordenadamente en estos ar­
chivos constituya una empresa penosa, de resultado muy dudoso.
No podía ser el Archivo de Protocolos de Sevilla una ex­
cepción de este estado de cosas general. Y aunque en su honor
hay que hacer constar que ha sido el primero de entre los de su
clase que, abandonando viejos prejuicios, ha abierto de par en
par sus puertas a la legitima curiosidad de los estudiosos, no
puede tampoco desconocerse que en la actualidad todo intento
de investigación en sus copiosos fondos documentales presenta
el carácter de una verdadera aventura exploradora, en la cual,
más que el estudio sistemático de una institución o de un punto
concreto de nuestra historia, se puede perseguir el hallazgo de
algún documento desconocido que sea de particular resonancia
por referirse a figuras muy destacadas del pasado colonial his­
panoamericano.
Con esto se fomenta el estudio de la anécdota histórica con

M5

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

la emulación que entre algunos eruditos se despierta por llegar


a un nuevo descubrimiento documental de positivo relieve. Pero
se desatienden intereses culturales de un orden superior, que
sólo pueden verse satisfechos con una investigación disciplina­
da que pueda desenvolverse con seguridad y sin grandes sor­
presas por entre un gran caudal de documentos.
Si nos fijamos ahora en la Biblioteca Colombina, fundada,
como es sabido, por D. Femando Colón, y acrecentados sus fon­
dos iniciales con aportaciones ulteriores muy valiosas, no será
tampoco necesario insistir demasiado para poner de relieve su
positivo interés para los modernos historiadores. Prescindiendo
de otras facetas que han atraído la atención de los eruditos por
el carácter misceláneo de esta Biblioteca, subrayemos sólo el alto
valor histórico de sus núcleos impresos y manuscritos más anti­
guos para rehacer con un sentido crítico la historia de los des­
cubrimientos colombinos y el positivo interés de sus series más
modernas de folletos, manifiestos y proclamas para el estudio
de los movimientos precursores de la emancipación americana.

E l I n s t i t u t o H is p a n o -C u b a n o d e H i s t o r i a d e A m é r i c a .

Todo este vastísimo panorama documental ha permanecido


años y años poco menos que olvidado, sin un intento serio, sis­
temático y coordinado de penetrar en su estudio para hacerle
producir el rendimiento debido como instrumental de trabajo.
Salvemos, con el respeto obligado, algunos esfuerzos individua­
les que no es ocasión ahora de citar nominalmente y subraye­
mos el hecho del abandono censurable por parte de los organis­
mos culturales del Estado para estimular una nueva política
rectificadora de negligencias reiteradas.
Un claro ejemplo del camino a seguir nos lo proporcionan
el Instituto Hispano-Cubano de Historia de América, debido a
la iniciativa generosa de un mecenas benemérito, y el Centro
de Estudios de Historia de América de la Universidad de Se­
villa, creado por ley de 21 de noviembre de 1931 a propuesta
del primer Gobierno de la República.
Es de justicia destacar aquí el nombre de D. Rafael Gonzá-
lez-Abreu, fundador ilustre del Instituto Hispano-Cubano. A
su generosidad se debe el que Sevilla cuente hoy con un mag­
nífico edificio, el antiguo convento de los Remedios, cuidadosa-
146

© Biblioteca Nacional de España


S S V llL A y LA MODERNA HISTORIOGRAFÍA H ISPANO-AUERICAHA

mente restaurado, en cuyos locales funciona una Biblioteca es­


pecializada en fondos de interés para el estudio de la historia
de América, con seminarios anejos de investigación histórica
donde pueden manejarse nutridas series de ficheros bibliográ­
ficos y documentales.
El tono general de las actividades historiográficas desarro­
lladas por el personal técnico de este Instituto quedó fijado en
las siguientes palabras del estudio preliminar que precede al
tomo primero del Catálogo de los fondos cubanos del Archivo
General de Indias, con que hubo de iniciarse la primera serie
de las publicaciones proyectadas :
"Persigue este Instituto fomentar por todos los medios el
estudio de la historia de América de un modo general, y más
especialmente el de la historia de Cuba, singularmente durante
el período postcolombino, y se ha pensado que el medio más efi­
caz de llenar esta finalidad es orientar toda su actividad en el
sentido de auxiliar lo más ampliamente posible la labor de los
historiadores del pasado colonial americano que acudan a in­
vestigar en aquellos de nuestros archivos donde se guardan los
núcleos más importantes de documentación referentes a la ma­
teria y al periodo mencionados.”
"Inútil parece destacar el papel preeminente que a este res­
pecto asume el Archivo General de Indias, radicado en Sevilla.
Ello obliga, por tanto, a concentrar sobre este Archivo la má­
xima atención y a procurar con la mayor intensidad la mejor
utilización de sus fondos.”
“Una de las dificultades con que tropieza el investigador del
mencionado Archivo estriba en la carencia de una buena biblio­
teca especializada, que pueda prestar en un momento dado el
necesario auxilio bibliográfico complementario de una labor de
investigación. La biblioteca con que hoy se cuenta, formada al
azar por aportaciones voluntarias de algunas entidades y per­
sonas particulares simpatizantes con lo que este Archivo signi­
fica, no llena esta necesidad. Acudir a las otras bibliotecas de
Sevilla— la Colombina, la Universitaria, etc.— no siempre resol­
vería la cuestión, y además implicaba una pérdida grande de
tiempo, porque se carecía en ellas de buenos índices por mate­
rias que permitieran al lector orientarse rápidamente sobre los
fondos americanistas, impresos y manuscritos, que en las mis­
mas se custodian.”
"Tratando de allanar en lo posible estos obstáculos, se ha

147

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA flR U E

procedido por el personal de este Instituto a la formación de


inventarios sistemáticos de los libros y manuscritos de interés
para la historia de América que se guardan en las Bibliotecas
de referencia: Colombina, Universitaria de Sevilla y la de la
Facultad de Filosofía y Letras.”
“Con estos índices, que se han redactado por duplicado para
agrupar las fichas correspondientes en ordenación alfabética
por autores y en ordenación sistemática por materias, puede
ya hoy el Instituto ofrecer a los investigadores del Archivo de
Indias una información rápida y segura de todo el material bi­
bliográfico que en Sevilla pueden utilizar.”
“Otra de las dificultades a vencer consiste en la incertidum­
bre con que hoy se desenvuelve el investigador del Archivo de
Indias en punto al carácter de inédita o publicada que pueda
tener la documentación en estudio.”
“Qaro está que semejante problema no es nuevo ni peculiar
de los estudios históricos hispanoamericanos. Pero presenta en
este orden de actividades caracteres tan agudos que le hacen
merecer una consideración particularisima. La gran cantidad
de documentación inédita y su extraordinaria diseminación, de
una parte; la existencia de numerosas colecciones de documen­
tos, publicadas las más de ellas sin seguir una concepción sis­
temática previamente establecida, y el abuso de lo que pudié­
ramos llamar historia anecdótica en multitud de folletos y re­
vistas de escasísima resonancia, en que se persigue sólo el dato
pintoresco, basado en el documento desconocido, hacen que nin­
gún investigador de la historia colonial hispanoamericana pueda
pronunciarse con seguridad sobre si la documentación por él
manejada ha sido o no utilizada en algún estudio anterior, por
sólida que sea su preparación historiográfica.”
“Una serie de ficheros, en los cuales se anotan los documen­
tos de nuestros archivos— empezando por el de Indias—que ya
han sido publicados o utilizados, total o parcialmente, con indi­
cación del lugar de la publicación y de las circunstancias de fide­
lidad en punto a su interpretación y lectura que concurran en el
mismo, evitará en lo posible las dificultades enunciadas. Para
la mayor eficacia de esta labor, ya en curso, entablará este Ins­
tituto a este respecto relaciones de correspondencia con orga­
nismos análogos de los distintos Estados hispanoamericanos.”
Respondiendo a este mismo criterio se iniciaron al propio
tiempo diversos trabajos de catalogación en el Archivo Gene-
148

© Biblioteca Nacional de España


SEVILLA Y LA UODEUNA IUSTORIOCRAFIa HISPANO-AMERICAMA

ral de Indias, en el Archivo de Protocolos Hispalense y en los


Archivos más importantes de Córdoba y su provincia.
“Con respecto al Archivo General de Indias— se decía en
el estudio preliminar anteriormente citado— , la cantidad extra­
ordinaria de legajos a catalogar impuso desde el primer mo­
mento un criterio restrictivo. Planear aquí la tarea con la mayor
amplitud hubiera sido acometer una labor de realización difi­
cilísima por excesivamente ambiciosa. Se delimitó, por tanto,
el área de trabajo, señalando como una primera parte del pro­
grama a cumplir la catalogación de los fondos cubanos de este
Archivo, abarcando con tal designación a todos aquellos que
ofrecen un interés directo o indirecto para la historia de Cuba
durante el período colonial. Aun así, el número de legajos a
estudiar asciende a varios millares, lo que implica la redac­
ción de una cantidad de fichas difícil de calcular por el mo­
mento, pero que desde luego llega a cifras muy elevadas.”
“Una buena administración de los esfuerzos que a esta buena
tarca se dediquen hace abordable, sin embargo, la empresa, ya
que en algunas de las secciones del Archivo se cuenta con viejos
catálogos, todavía hoy perfectamente aprovechables a pocas in­
novaciones que en sus índices se introduzcan. Tal ocurre, por
ejemplo, con el inventario de la sección primera (Patronato),
hecho por Juárez; con los de las secciones segunda y tercera
(Contaduría y Contratación), hechos por Ceán Bermúdez; con
el de la sección cuarta (Justicia), hecho por Antillón; con el de
la sexta (Escribanía de Cámara), aun cuando carece de índices,
y con el de la novena (Papeles del Estado), hecho en fecha
todavía reciente por el personal del Archivo.”
“Teniendo esto en cuenta, se ha iniciado la labor por una
de aquellas otras secciones cuya catalogación actual ofrece de­
ficiencias mayores y que, sin embargo, es una de las mas impor­
tantes del Archivo, tanto por el interés histórico de los docu­
mentos que comprende como por el número de sus legajos, que
asciende a la elevada cifra de 18.395. Nos referimos a la sec­
ción quinta, que se conoce con la designación oficial de Siman­
cas, Consejo y Ministerios”.
“Se clasifican dentro de esta sección los diversos núcleos do­
cumentales según la Audiencia a que pertenecieron, y a su vez
dentro de cada Audiencia se distinguen, atendiendo a su pro­
cedencia, tres grupos: Simancas, Secretaría y Consejo y Minis­
terios. Cada uno de estos tres grupos se subdivide en dos ramos:
149

© Biblioteca Nacional de España


n S R R A FIRME

Secular y Eclesiástico, y en cada uno de estos ramos están colo­


cados los legajos por materias y respondiendo a una ordenación
cronológica. Fuera de estos núcleos de documentos pertenecien­
tes a las distintas Audiencias quedan los agrupados bajo la de­
signación de Indiferente (Indiferente General e Indiferente de
cada luia de las Secretarías de Nueva España y del Perú).”
“Ha sido, por tanto, necesario buscar en el Inventario de
esta sección los fondos pertenecientes a la Audiencia de Santo
Domingo para identificar entre ellos los que de un modo directo
se refieren a la isla de Cuba. El siguiente cuadro estadístico pone
de manifiesto, gráficamente, el resultado de esta exploración:

SECCION V: SIMANCAS, CONSEJO Y MINISTERIOS

N Ú C L E O S D E DOCUM ENTOS Q U E O FRECEN UN IN T E R É S D IR E C T O

PARA LA H IS T O R IA DE CUBA.

A udiencia de S anto D omingo.

Santo Domingo {en general)-

S ig n a lu r a .
Número
d e le g a jo s .

4 I s la d e C u b a . C o n s u lta s y d e c re to s. Años 15 8 6 -
1 6 » ...................................................................................................... I

I sla de C uba.

Simoncas.
99 a 149 S e c u la r . A ñ o s 1 5 1 9 - 1 7 0 0 ........................................................ 50
IS O a 1 5 4 E c le s iá s t ic o . A f i o s 1 5 3 9 - 1 7 0 0 ............................................. S

Secretaria de Nueva España.


324 a 357 S e c u la r y e c le s iá s tic o . A f i o s 1 6 2 7 - 1 8 3 3 ...................... 34
358 a s u S e c u la r . A fio s 1 6 0 6 - 1 7 6 4 ....................................................... 154
$ 12 a 534 E c le s iá s t ic o . A ñ o s 1 6 0 1 - 1 7 6 5 ............................................. 22

Consejo y Ministerios.
1121 a 13 4 6 C o n s e jo . A fio s 1 5 2 9 - 1 8 5 0 ...................................................... 225
1347 a 1638 C a rta s y e x p e d ie n te s . A fio s 1 7 2 6 - 1 8 5 8 .................... 293
16 3 9 a 2069 H a c ie n d a . Años 1 5 9 5 - 1 8 3 1 ................................................. 431
2070 a 2212 G u e r r a y M a r i n a . A f i o s 1 5 5 8 - 1 8 4 8 .................................. 14 3
2 213 a 2279 E c l e s i á s t i c o . A f i o s 1 6 1 9 - 1 8 5 0 .............................................. 67

T otal....................................................................... 142 5

150

© Biblioteca Nacional de España


SEVILLA Y LA M OPERNA H ISTORIOGRAFIA H iSPAKO-AM ERICANA

Aparte de estas series que de un modo especial se refieren a


Cuba, hay en la misma Audiencia de Santo Domingo otras en
cuyos legajos se encuentra documentación que afecta igualmente
a esta isla. Deben señalarse como tales las series relativas al dis­
trito de toda la Audiencia, que se hallan al principio de cada uno
de los grupos mencionados, y son las siguientes:

A udiencia de S anto DoMiNca

Sanio Domingo (en general)-


N ú m e ro
S % n s tu r a . d e le g a jo s .

Simancas.
7 a 70 Años 1522-1700.............................................. 64

Secreloría de Nueva España.


236 a 275 Años 1607-1759................................................................ 40

Consejo y Ministerios.
868 a 971 Años 1536-1821............................................................... 104

T otal ............................................................ 208

“Y saliendo ya de las series de la Audiencia de Santo Do­


mingo, pero dentro de la susodicha sección quinta, en la parte
llamada “Indiferente”, encontraremos en muchas series del In­
diferente de Nueva España (257 legajos) y del Indiferente ge­
neral (2.701 legaj'os) documentación referente también a la isla
que nos ocupa.”
“Como se ve por este cuadro, aun prescindiendo por el mo­
mento de los núcleos documentales de esta sección que sólo ofre­
cen un interés indirecto para la historia de Cuba, resulta un to­
tal de 1.425 legajos a catalogar; y aunque bastantes de estos
documentos han sido utilizados o publicados en diversos traba­
jos monográficos y en algunas colecciones documentales, esto
sólo en parte facilita la tarea, ya que obliga a indicar en cada
ficha de catalogación el lugar en que un determinado documen­
to haya sido publicado y las circunstancias que concurran en su
publicación.”
Se comprende, a la vista de los datos anteriormente trans­
critos, que una empresa de tales proporciones obliga a una bue-

151

© Biblioteca Nacional de España


TIEREIA »RUE

na administración de los esfuerzos a realizar para la mejor efi­


cacia en el logro de los resultados perseguidos. Por ello ha pa­
recido oportuno iniciar la publicación de este Catálogo con la
edición modernizada de unos viejos Inventarios manuscritos en­
contrados en sus investigaciones por D, José M.‘ de la Peña,
funcionario facultativo del Archivo de Indias y colaborador des­
tacado del Instituto. La descripción de los Inventarios de refe­
rencia es como sigue:
L— Sección V. Audiencia de Santo Domingo, leg. 1128.
(Sign. antigua 79-4-8.)
“Inventario de Consultas y Decretos=i664-i820.”
"Havana/y/Cuba/Inventario de todas las Consul/tas y De­
cretos originales del citado/Negociado que se halla en esta/Se-
cretan'a del Supremo Consejo y/Cámara de Yndias, por lo to­
cante a las Provincias de Nueva España/— En el que por orden
de sus/fechas se señala el número de las que con facilidad se
pueden hallar/siempre que sea necesario/— Formado por Martín
Osorio, Oficial/Archivero de la misma Secretaría.”
En la portada del tomo I I : “Nota. También se comprehen-
de en este Inbentario las respectivas a las Provincias de Luisia-
na y Florida”. /Hay de éstas en los dos tomos/.
En los tejuelos: “Hauana/y/Cuba/Inventario/de/Consultas
/y/Decretos/T” I/Año de/1664 a 1784 V— n» 78” = “Habana/y
Cuba/Inventario de/Consultas * Tomo 2«/n® 79/[Con lápiz]
1784 a 1820”. II Ms. Tomo I: 13 hojas de índice + 448 fol.
Tomo II: 48 hojas de índice + 333 fol.
Fol. Perg.
II-— Sección V. Aud. de Santo Domingo, leg. 1347. (Sig­
natura antigua 80-4-11,) Inventario de Expedientes diarios =
1642-1799.
“Ymbentario/de los Expedientes diarios del Negociado de la
/Ysla de Cuba y Ciudad de Sn. Christóval de la Ha/bana que
existen en el Archivo de esta Secretaría/del Consejo y Cámara
de Yndias de la Ne/gociación de la Nueva España/Comprehen-
sivo desde el año 1642 hasta el de i78i/Con/Yndice alfabético
de las materias a que se contrahen y de/los sujetos a favor o
contra quienes se han pro/movido/Formado/por Dn. Lorenzo

’ H a y u n a s ie n to d e 16 6 4 y o t r o d e 16 9 2 ; p e r o e n r e a lid a d e m p ie z a
en 170 1.
• T a m b ié n t ie n e D e c re to s.

152

© Biblioteca Nacional de España


SEVILLA V LA UODERKA H ISTORIOGRAFIA HISPAMO-AUERICAMA

Thomás Simonet, Oficial Archibero/de la referida Secretaria en


el año del 1784”.
Fol. 252. “Libro segundo”. Años 1782 a 1799.
Ms. 97 hojas de índice + 346 fol.
Folio. Perg.
III.— Ultramar, leg. 119. “Inventario de Cartas y Expedien-
tes=i68i-i8oo” .
“Ymbentario/de los Expedientes dimanados de Cartas del/
— criado de la Ysla de Cuba y Ciudad de Sn. ChristóvaJ/de la
Habana que existen en el Archivo de esta Secreta/ría del Con­
sejo y Cámara de Yndias de la Negociación de la/Nueva Es-
paña/Comprehensivo/Desde el año de 1681 ’ hasta el de 1780/
En/el qual se incluyen también los Expedientes parti/culares
sueltos del mismo Negociado/Con Yndice alphabético de las ma­
terias a que se contr[a]/hen los primeros y de los sujetos a favor
o contra quie/nes se han promovido/Formado/Por Dn. Loren­
zo Thomás Simonet, Archivero/de la referida Secretaría en el
año de 1783”.
Folio 354. “Libro segundo. Ymbentario de los Expedientes
/dimanados de Cartas de la Ysla de Cuba y Ciudad/de la Haba­
na”. Años 1781 a 1800.
Folio 416. “Resumen de los Expedientes matriculados en
este libro desde el año de/1760 al de 1799 * inclusives que se han
remitido a Sevilla en el de/1828 con exclusión de los que según
las notas puestas en los már/genes no han parecido, han tenido
curso posteriormente o se han pasado a la Casa de Sta. María”.
Ms, = 95 hojas de indice + 509 folios— Folio. Perg. Al te­
juelo lleva el número 53.
De la lectura de estos viejos manuscritos resulta claro que
se trataba de Inventarios redactados con una finalidad pura­
mente administrativa: pero aun asi ofrecía positivo interés su
posible utilización, ya que con ello podían quedar suficientemen­
te catalogados un número de legajos muy considerable. El cua­
dro estadístico que a continuación transcribimos puntualiza de­
bidamente estos extremos:

' En r e a lid a d c o m ie n z a e n el año 1700, pues d e lo s a n te r io r e s so n


m u y p o c o s l o s e x p e d i e n t e s i n v e n t a r i a d o s , y e n a lf r u n o d e e l l o s n i n g u n o .
' H ay d el i8 o a H ay ta m b ié n e x p e d ie n t e s d e P u e rto R ic o y S a n to
D o m in g o .

IS3

© Biblioteca Nacional de España


T1£RKA FIRME

Númoro Ltg«]os
de expe­
dientes in- que com­
ANOS ve nterie-
dos. p ren d en .

T o m o I .— I n v e n ta r io d e C o n s u lta s y D e­
c r e to s d e M a r tin O s o r io . V o l, 1 ........ 16 6 4 -18 2 0 ü io 14
T o m o I .— I n v e n ta r io d e C o n s u lta s y D e­
c r e to s d e M a r t ín O s o r io . V o l. I I ...... 178 4 -18 2 0 1 .2 4 3 10
T o m o I I .— I n v e n t a r io d e E x p e d ie n t e s d ia ­
r i o s d e T o m á s S i m o n e t ........................................... 16 4 2 -17 9 9 2421 67
T o m o I I I . — I n v e n t a r io d e E x p e d ie n t e s d i­
m a n a d o s d e ... c a r ta s ... d e T o m á s S i ­
m o n e t ..................................................................................... 16 8 1-18 0 0 2 .8 6 8 16 4

T otales................................................. 7-742 255

La tarea a desarrollar para poner estos Inventarios manus­


critos en vías de moderna utilización por los investigadores del
Archivo ofrecía múltiples dificultades. Había que identificar, en
primer término, las series de legajos donde pudieran encontrarse
en la actualidad los expedientes en ellos registrados; había que
redactar nuevas fichas de catalogación de los documentos con­
tenidos en estos legajos que no hubieran sido anotados en los
inventarios de referencia; había que redactar, por último, índi­
ces circunstanciados de personas, materias y lugares geográficos
que facilitasen a los investigadores el manejo de los volúmenes
asi restaurados.
Con acierto han sido vencidas estas dificultades por el se­
ñor Peña y ya han sido publicados los dos primeros volúmenes
de este Catálogo, estando en vías de publicación los otros dos
volúmenes siguientes.
Se han simultaneado estas tareas en el Archivo de Indias
con la redacción de nuevas fichas de catalogación de diversos
legajos pertenecientes a esa misma Sección V del Archivo, pre­
paradas por los Sres. Tamayo y Jiménez-Placer y con la re­
producción fotográfica de mapas y planos de interés para la
Historia de Cuba seleccionados por el Sr. Tamayo, colaborador
también del Instituto y jefe del Archivo mencionado.
En cuanto al Archivo de Protocolos Hispalense, se decía en
el tomo primero del Catálogo de los fondos americanos de este
Archivo, publicado también por el Instituto Hispano-Cubano:
"La naturaleza especial de la documentación que en estos
archivos notariales se guarda impone normas particularísimas

IS4

© Biblioteca Nacional de España


SEVILLA Y LA UODERHA HISTORIOGRAFIA HISPAKO'AUERICAMA

que han de ser tenidas en cuenta, al intentar catalogar un deter­


minado sector de sus fondos. Se trata de viejos tomos de pro­
tocolos, clasificados según las escribanías de su procedencia, y
dentro de cada escribanía, según el año de su redacción. Es, por
lo tanto, necesaria una minuciosa revisión de todos los libros
de cada una de las escribanías para registrar de entre el con­
junto de las escrituras que los integran aquéllas que por su con­
tenido deben figurar en el catálogo que trate de formarse.”
"En nuestro caso se aspira a inventariar toda la documen­
tación que puede ofrecer un interés directo para el estudio de la
historia de América, bien por el contenido del documento en
cuestión, bien por las personas que intervinieron en su otorga­
miento. Los límites cronológicos de nuestra labor han de ser,
por lo tanto, la fecha misma del descubrimiento de América
— y aun en rigor habría de extenderse a los anos inmediatamen­
te anteriores para el posible esclarecimiento de las biografías
de algunos de los primeros descubridores— y la de la emancipa­
ción política del último de nuestros dominios coloniales de Ul­
tramar.”
“ Por el momento, sólo el límite inicial de nuestra tarea es
el que debe preocupamos, y a este respecto importa advertir
que en este volumen se registran, fundamentalmente, escritu­
ras otorgadas en diversos años del siglo xv— recogiendo sólo
algunos documentos sueltos surgidos al paso— , porque esta la­
bor ha sido realizada ya, en cuanto a la documentación de in­
terés para lo que a la historia de América se refiere, por los
Sres. Diánez y Guillen, en trabajo no publicado todavía."
“Los diversos asientos de catalogación se insertan con un
orden rigurosamente cronológico. Pero esto no implica que en
volúmenes talteriores de este Catálogo no se registren nuevas
escrituras otoi^das en fecha anterior a la de muchas de las que
figuran en este volumen primero, ya que la labor de cataloga­
ción que viene realizando el personal del Instituto no se ajusta,
dentro de las diversas escribanías del siglo xvi, a un criterio ri­
gurosamente cronológico, sino que se busca registrar primero
aquellos oficios donde se cree contar con mayores probabilida­
des de que la investigación arroje un resultado positivo. Esto
no excluye la posibilidad de que en definitiva se llegue a un
examen exhaustivo de todas y cada una de las escribanías del
siglo X V I . En cambio, permite adelantar en la publicación de
este Catálogo, y los inconvenientes que de la adopción de este

155

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRUE

criterio pueden resultar se subsanarán, en su día, con unas ta­


blas cronológicas complementarias del conjunto de la obra.
“ Por encontrarse sin foliar la mayoría de los libros regis­
trados, sólo se indica en la generalidad de los asientos de este
Catálogo la circunstancia de figurar en la primera o en la se­
gunda mitad del legajo el documento que se registra.^ Cuando
por estar equivocada la signatura o alterada la colocación de los
legajos se incluyen dentro de un libro fechado en un año deter­
minado, documentos redactados en años distintos del que se in­
dica en la cartela del legajo, se ha situado el asiento correspon­
diente en el lugar en que cronológicamente debe figurar, según
la fecha verdadera del documento.”
“Aquellos documentos de un interés excepcional por las per­
sonas que intervinieron en su otorgamiento y cuyas circunstan­
cias de conservación han hecho posible una buena transcripción
paleográfica, se insertan literalmente en forma de apéndices.”
“Para el mejor manejo de este volumen se han redactado
índices de personas, de materias y de lugares, en los cuales se
recogen todas las variantes que se han observado en la redac­
ción de los nombres propios en los distintos documentos, com­
pletándose estos índices con unas tablas de las escribanías re­
gistradas y unas listas de las naos que en los distintos asientos
del Catálogo se citan.”
Son tres los tomos publicados hasta ahora de este Catálogo.
En ellos se contienen cinco mil trescientos sesenta y siete asien­
tos de catalogación correspondientes a otros tantos documentos
hasta hoy rigurosamente inéditos y desconocidos, de positivo
interés todos ellos para la historia de América. Algunos, refe­
rentes a figuras de tanto relieve histórico como el propio Cris­
tóbal Colón y sus familiares, los Pinzones, los Niños, fray Bar­
tolomé de las Casas, Sebastián Caboto, Velâzquez, Diego de Ni-
cuesa, Rodrigo de Bastidas, Pedrarias Dávila, Hernán Cortés,
Pizarro, Magallanes, Araérico Vespucio. etc. Muchos de estos
documentos se transcriben literalmente en los Apéndices.
El tomo cuarto será publicado con motivo del XXVI Con­
greso Internacional de Americanistas que se ha de reunir
en Sevilla en octubre de 1935, como publicación oficial ofre­
cida a los congresistas por el Comité organizador de este Con­
greso.
La preparación de estos volúmenes se debe a los colabora­
dores técnicos del Instituto, Sres. Hernández Díaz y Muro. Con

156

L, © Biblioteca Nacional de España


SEVILLA y LA MOPERNA HISTOHIOGKArlA HISPANO-AliEItlCANA

ellos han colaborado en la redacción de los Indices y transcrip­


ción de los Apéndices los Sres. Peña, Tamayo y Jiménez-Placer.
Señalemos, por último, que con la valiosa colaboración del
erudito investigador cordobés D. José de la Torre, se han re­
gistrado para este Instituto los fondos de interés para la his­
toria de América que se conservan en el Archivo de Protocolos
de Córdoba y en el Archivo Municipal de esta misma ciudad.
Fruto de estos trabajos ha sido el interesante libro, basado fun­
damentalmente en documentos rigurosamente inéditos, sobre
Beatriz Henríquez de Arana y Cristóbal Colón, en el cual se es­
clarecen puntos hasta hoy oscuros en la vida del primer Almi­
rante de las Indias. En breve publicará el Instituto nuevos es­
tudios históricos debidos también a D. José de la Torre, sobre
Garcilaso de la Vega, el Inca, y sobre Jiménez de Quesada, el
fundador de Nueva Granada.

E l C e n t r o d e E s t u d io s d e H i s t o r i a d e A m é r i c a
DE LA U n iv e r s i d a d d e S e v i l l a .

Representa este Centro la continuación en el orden oficial


de las actividades historiográficas iniciadas por el Instituto His-
pano-Cubano y su natural desarrollo y complemento. Puede de­
cirse que con su creación ha tratado la República española de
encontrar el órgano adecuado para desarrollar con el estilo nue­
vo que las circunstancias exigen la política cultural que precisa
imponer en orden a un aspecto importantísimo de las relaciones
espirituales hispanoamericanas.
El hecho de que tanto este Centro como el Instituto Hispa-
no-Cubano estén sometidos a una misma Dirección técnica, ha
permitido armonizar las actividades científicas de una y otra
institución, aumentando el rendimiento del trabajo y evitando
interferencias contrarrestadoras.
La función docente de tipo universitario constituye su finali­
dad preferente. Así como el Instituto Hispano-Cubano preten­
de con sus trabajos de catalogación de archivos y con sus nutri­
das series de ficheros bibliográficos y documentales prestar efi­
caz auxilio a los investigadores del pasado colonial hispanoame­
ricano, el nuevo Centro persigue, ante todo, la formación de
nuevos investigadores, adiestrando a nuestras juventudes uni­
versitarias con vocación por este orden de conocimientos histó-

157

© Biblioteca Nacional de España


n l R R A FIRMS

ricos en el estudio de los problemas fundamentales de la histo­


ria de América, mediante la explicación de Cursos de carácter
general y de otros monográficos, con el complemento obligado
de trabajos de investigación realizados en los Seminarios anejos.
El cuadro de sus enseñanzas está puntualizado en el artícu­
lo I.®de su ley fundacional en los términos siguientes:
A) Cursos generales de:
1. ® Historia de América.
2. ® Arqueología y Arte Colonial Hispanoamericano.
3. ® Geografía de América.
4. ® Instituciones económicas, jurídicas y sociales hispano­
americanas del período colonial.
5. ® Bibliografía y Paleografía hispanoamericana.
B) Cursos monográficos acerca de Historia de América;
Arqueología y Arte colonial hispanoamericano; Geografía de
América; Instituciones económicas, jurídicas y sociales hispa­
noamericanas del período colonial.
C) Trabajos de investigación en cuatro Seminarios afectos
a cada uno de los Cursos monográficos.
D) Cursillos breves sobre puntos concretos de cualquiera
de las disciplinas profesadas en el Centro.
La explicación de los Cursos generales ha corrido a cargo
del propio director técnico del Centro, de los catedráticos de la
Universidad de Sevilla D. Diego Angulo y D. Juan M.‘ Agui-
lar, del catedrático del Instituto de Bilbao D. Emiliano Jos y de
los funcionarios facultativos del Cuerpo de Archivos seño­
res Ventura, Peña, Tamayo y Jiménez-Placer.
Los cursos de carácter monográfico explicados hasta ahora
han sido los siguientes:
A ) Durante el Curso académico 1932-1933 =
1. “Los portugueses en el descubrimiento de América”, por
Jaime Cortesao.
2. “Instituciones sociales hispanoamericanas del período co­
lonial”, por Jorge Basadre.
3. “Arquitectura mejicana del período colonial”, por Pablo
Gutiérrez Moreno.
4. “La arquitectura española durante la época del descu­
brimiento de América” , por Leopoldo Torres Balbás.
5. “El barroco madrileño” , por Elias Tormo.
6. “Geografía americana del periodo colonial”, por Juan
Dantín Cereceda.

158

© Biblioteca Nacional de España


SEVILLA y LA UOSERMA HISTORIOGRAFÍA HISPANO-AMERICANA

B) Durante el Curso académico :933-i934:


"Valoración crítica de las fuentes sobre que descansa
todo cuanto sabemos acerca del proceso mental del descubrimien­
to de América por Cristóbal Colón”, por Rómulo D. Carbia.
2 . "Las ideas geográficas de la Antigüedad y de la Edad
Media en los descubrimientos oceánicos”, por Carlos Pereyra.
3. “El Derecho privado hispanoamericano del período co­
lonial”, por José M.‘ Ots.
4. “Instituciones de Derecho público de la América espa­
ñola durante el periodo colonial”, por C. H. Haring.
C) Durante el Curso académico 1934-1935:
1. “ Génesis del descubrimiento de América”, por Antonio
Ballesteros.
2. "El régimen municipal hispanoamericano del período
colonial. Concejos y ciudades”, por José M.* Ots.
3. “La literatura en Nueva España durante el siglo de oro”,
por Jorge Guillén.
Para auxiliar debidamente en el conocimiento de la histo­
ria de España— como precedente o complemento obligado del
estudio histórico de la América española del período colonial—
a aquellos estudiantes e investigadores extranjeros que acuden
a nuestros Archivos, se organizan también cursillos breves de
divulgación, que son confiados a profesores especializados en es­
tas materias. Han colaborado en la explicación de estos Cursi­
llos los catedráticos de la Universidad de Sevilla D. Jorge Gui­
llén, D. Juan de Mata Carriazo y D. José Antonio Rubio.
Junto a estas actividades de tipo docente se han proyectado
diversas series de publicaciones históricas. En fecha reciente se
ha editado un interesante estudio monográfico del profesor ale­
mán Sr. Schäfer sobre L a s t ú b r k a s d e l C o n s e jo d e In d ia s. Es­
tán corrigiéndose las pruebas del tomo I de la H is to r ia d e l R e a l
y S u p r e m o C o n s e jo d e la s In d ia s, del mismo autor, y pronto
serán enviados a la imprenta los originales del Curso monográ­
fico explicado por el profesor Haring sobre las Instituciones de
Derecho público hispanoamericano del período colonial, los de
una serie de publicaciones preparada por D. Diego Angulo sobre
A r t e e n A m é r ic a y F ilip in a s , cuyo primer estudio versará sobre
L a A c a d e m ia d e S a n C a r lo s y s u s p in tu ra s esp añolas, y el de
un avance monográfico de D. Emiliano Jos sobre E l p la n y la
g é n e sis d e l d escu b r im ie n to co lom bin o.
Como trabajo colectivo de profesores y alumnos del Cen-

159

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

tro se está preparando una edición critica de la Recopilación


de Leyes de Indias de 1680, sobre la base de los papeles del in­
signe erudito panameño D. Manuel Josef de Ayala, que se con­
servan principalmente en el Archivo Histórico Nacional, en la
Biblioteca del Palacio Nacional de Madrid y en la Biblioteca
de la Sociedad Económica de Amigos del País, de Sevilla.
En fecha próxima y con la colaboración del Instituto His-
pano-Cubano se publicará una Revista Española de Historia
de América.
Señalaremos por último que la tesis presentada por el pro­
fesor Carbia sobre la Crónica Oficial de Indias, para obtener el
titulo de Doctor en Historia Americana que este Centro está fa­
cultado para conceder por ministerio de la ley, ha sido editada
por la Universidad Nacional de la Plata.

Jo s é M a r ía O t s .

• U'.
r'
160

© Biblioteca Nacional de España


NOTAS

LAS COMPLICACIONES DEL ARTE BARROCO i

Quién sabe aún durante cuánto tiempo las ideas sobre el ba­
rroco aparecerán influidas por el mismo embrollo que caracteri­
za las formas decadentes del barroquismo. Lo que no significa
desear que las ideas sobre aquel estilo sean simples como el agua
clara; a un objeto difícil y enredado hay que afrontarlo con se­
ries de ideas algo enmarañadas, a reserva de que no abandone­
mos en ningún momento la secuencia de los enredijos en que nos
hayamos enfrascado.
Las dificultades del caso comienzan con la misma inteligencia
del nombre barroco, que algunos diccionarios consideran de ori­
gen desconocido y otros más técnicos derivan de barrueco, nom­
bre de una perla de forma irregular. Hoy es sin embargo seguro,
no probable, que barroco se dijo por una figura de! silogismo lla­
mada baroco, vocablo mnemotécnico en que la vocal a designa
una proposición universal afirmativa, y la o una proposición par­
ticular negativa. Tal combinación debió prestarse a formar silo­
gismos extravagantes, por el contraste que fácilmente podía pro­
ducirse entre la premisa mayor y la conclusión, apto para oca­
sionar efectos sorprendentes o ridículos. He aquí un silogismo
en b a r o c o “Todos los peces se ahogan fuera del agua; Aristóte­
les no se ahoga fuera del agua ; luego Aristóteles no es pez”.
No ha mucho pensaba, y asi lo escribí, que el primero en
hallar tan sencilla como fecunda etimología fué el alemán Bo-
rinski en un libro poco manejado, de hace veinte años. Mas ahora

‘ C o n m o tiv o d e l lib r o d e W erner W eissb a c h , E l arie harroco, B ar­


c e l o n a , 19 3 4 .

i 6 t

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRUE

acabo de averiguar que ya por lo menos en 1867, el anónimo re­


dactor del artículo baralipton (nombre de otra figura del silogis­
mo) en el G ra n d D ictio n n a ir e L a r o u sse , notó la conexión entre
ambas cosas. No sé quién fuera aquél ni si su dicho fué hallazgo
o no. Poco importa. Lo curioso es que una obra de vulgarización,
mientras los libros técnicos divagaban sobre el origen de la pala­
bra y de la noción del barroco, señalara el rumbo fecundo por
donde intentamos caminar los hoy interesados en tal problema.
Lo chusco es que el mismo Larousse de nuestros días sigue repi­
tiendo en su artículo b aroq ue la ya absurda etimología barru eco,
invalidada por la misma obra hace sesenta y siete años.
Encuentro que el primero que se fija en la voz barroco para
simbolizar con ella la insuficiencia y la pedantería del razonar
escolástico, es Montaigne en sus E n s a y o s : “No es sabiduría
quien vuelve confusos a los sabios; es baroco y b aralip ton quien
pone a sus representantes tan sucios y ahumados”. Más tarde
Pascal recoge la actitud crítica de Montaigne, y destaca las notas
de afectación, elevación y suspensión de ánimo (rasgos en efecto
de lo barroco en arte) para oponerles la claridad de la razón y
lo que empezaba a denominarse el “buen sentido”. He señalado
por primera vez tan significativos hechos al analizar no hace
mucho la L ite r a tu r a española, de Pfandl, en la R e v is ta d e F ilo ­
lo g ía E sp a ñ o la . Ahora puedo aumentar la serie de datos sobre la
génesis del sentido actual de lo barroco, datos que explican la
cargazón de desdén que hunde aquel desventurado concepto, na­
cido en medio del implacable racionalismo del siglo xviii. Un
pasaje de la L ó g ic a de Port-Royal, revela la gran marejada que
sacude a los ya célebres terminachos de la silogistica medieval;
“No hemos creído deber detenemos en la repugnancia de ciertas
gentes, que sienten horror por algunos términos artificiales, for­
mados para retener más fácilmente determinadas maneras de
razonar, como si fueran vocablos de magia, y que a menudo gas­
tan bromas bastante frías sobre baroco y baralipton, por su ca­
rácter pedantesco”. La L ó g ic a , de Port-Royal, no rompe todavia
abiertamente con aquellas denominaciones. Quien les asesta el
golpe definitivo ante el público docto es la E n c y c h p é d ie (1765)
en su articulo “silogismo” : "El Sr. Locke dice haber conocido
a un hombre que, no obstante la ignorancia profunda en que se
hallaba de todas las reglas del silogismo, notaba en seguida la
debilidad y los razonamientos falsos de un largo discurso, artifi-

162

© Biblioteca Nacional de España


cioso y plausible, en el cual se habían dejado prender gentes ave­
zadas a todas las figuras de la lógica”.
En fin, en el mentado L a r o u s s e de 1867 se lee: “Hoy esos
términos cabalísticos casi no son más que un objeto de curiosi­
dad arqueológica, y todo el sistema está tildado de barroco, de­
nominación sacada de la palabra boroco , que él mismo nos ha
suministrado”.
En los libros de Werner Weisbach y de Benedetto Croce
{S to rta d e ll’ éta baroca) encontrará el lector las primeras aplica­
ciones que del término barroco hacen algunos escritores del si­
glo X V I I I para referirse a las formas arquitectónicas de un estilo,
que pronto sería reemplazado por los esquemas fríos y rectilí­
neos del arte neoclásico. Durante el siglo último lo barroco fué
mirado como expresión del mal gusto, localizada primero en la
arquitectura; paulatinamente ese concepto se va ampliando a la
escultura y a la pintura, y en nuestro tiempo se ha extendido al
arte literario. Hoy se habla de lo barroco como de un gran blo­
que dentro de la historia de la civilización, articulado interna­
mente, y cuyo signo expresivo, consciente, fuese el estilo barroco.
Mas aquí comienza la estricta dificultad de la cuestión. ¿Exis­
te una unidad barroca, circunscrita a un tiempo determinado, es­
tética y conceptualmente acotada? Porque el concepto de barroco
es de una magnífica imprecisión, y aun cuando objetivamente se
lograra (cosa no fácil) determinar su contenido, siempre que­
daría el rabo por desollar, a saber, cómo sea posible que lo ba­
rroco constituya un valor y viva gratamente dentro de quien lo
contemple. Notad que cuando se habla de Romanticismo o de
Renacimiento, los intereses del observador pueden ser diversos,
los gustos más o menos propicios, pero no es frecuente indignar­
se. Lo barroco, en cambio, llega a irritar. B. Croce sostiene que
ese estilo es la expresión del feísmo en arte: se funda— cree él—
en el propósito de asombrar, y carece de sustancia y contenido
valiosos. Si dentro de esa época o próximo a ese tipo de arte apa­
rece algún artista o escritor de indudable valia, entonces aquéllos
son considerados como ajenos al barroco.
En las enciclopedias usuales no se sospecha que el término
barroco pueda aplicarse a algo que no sea la arquitectura, y el
concepto sigue rodeado del cerco desdeñoso con que nace a la
vida en el siglo xviii, en el momento de las luces racionalistas,
cuando el buen sentido, entonces recién descubierto, se desliza­
ba por espacios y líneas inequívocas. La noción y el nombre ba-

163

© Biblioteca Nacional de España


TIEftElA FIRME

rroco vienen a instalarse justamente dentro del enojo provoca­


do por los excesos de la escolástica decadente, vuelta artificio
exterior, frivola pedanteria, apta tan sólo para dejar estupe­
factos a los bobos. En suma, el barroquismo sufre la desdicha
de haber sido observado y valorado como algo distinto del Re­
nacimiento cuando ha llegado a su senectud, cuando repite fór­
mulas sobadas, y ha roto sus enlaces con el conjunto de circuns­
tancias que presidieron su formación durante los siglos xvi
y XVII.
En Alemania es donde con mayor mesura se ha tratado del
concepto que nos preocupa, tal vez porque no existió allá pugna
entre estilos opuestos, según aconteció en Francia, y porque el
florecimiento artístico de Germania durante el siglo xvii fué
bastante escaso. Como es sabido, los libros alemanes llaman ba­
rroco a todo un período de la historia del arte y de las letras ; e
historiadores y pensadores germánicos fueron los primeros en
preguntarse con rigor qué fuera todo ese mundo confuso y
torcido que se esconde bajo tan equívoco término. Justamente,
en este año, acaba de salir a la luz en español un espléndido
volumen de! profesor de Berlín Werner Weisbach, titulado
A r t e B a r r o c o , dedicado especialmente a la arquitectura, aunque
con alusiones a otros aspectos de la civilización europea. Una
maravillosa colección de ilustraciones gráficas permite ver en
conjunto lo que fué el barroquismo dentro de las artes plásticas
y figurativas. En presencia de tan bellas imágenes quisiera ra­
zonar brevemente sobre algún aspecto de tan complicado asunto,
para cuyo análisis tal vez ofrezca España elementos de primer
orden, y una disposición de espíritu despojada de preocupacio­
nes dogmáticas o nacionalistas.
Una dificultad para caracterizar lo barroco viene de que tras
ese tipo de estilo— por lo demás multiforme— no percibimos un
bloque de cultura fácilmente caracterizable, esencialmente articu­
lado con aquél, un sistema de ideas o de formas de vida, según
acontece dentro de esas moles de la civilización europea que se
llama lo gótico, lo renacentista, lo neoclásico o lo romántico.
¿Hay acaso un pensar delimitadamente barroco, una filosofía
barroca? ¿No renuncia lo barroco a sus modos de ser cuando
interviene la razón, que es secuencia y es límite? El hombre
medio encuentra difícil, por otra parte, imaginar fuera de la
plástica temas ejemplares de barroquismo. Sé sabe que el ba­
rroco prefiera la linea curva retorcida, el movimiento sin re-

164

© Biblioteca Nacional de España


NOTAS

poso, el dorado deslumbrante, el gesto ultraexpresivo, etc.; mas


tras ese estilo no surgen temas equiparables a los que sin es­
fuerzo hallamos en el neoclasicismo (reglas dramáticas, el de­
recho natural, el lutm eau de María Antonieta, el naturismo ru-
soniano, la noción del Ser Supremo); o en el Romanticismo,
que fuera de lo que sea en la pintura o en las letras, lleva
a pensar en el espíritu del pueblo, en el sentido histórico, en
la unidad cordial del yo con su mundo; un rayo de luna da a
la ruina el único y posible esclarecimiento; y un corazón an­
helante, tras de su amada, busca lo absoluto. En otro sentido,
hasta las personas de más leve cultura usan expresiones como
“un hombre del Renacimiento” ; se sabe o se sospecha que eso
quiere decir que los hombres de aquel ciclo de civilización aspi­
raban a dominar el universo, poseían curiosidad y aptitudes
múltiples, junto con una vitalidad de tono aristocrático, que se
alia con las audacias de la razón o con el placer de los sentidos.
El barroquismo, por el contrario, apenas sugiere nada que
no sea plástico, inmediatamente al menos. Hace falta bastante
reflexión para saltar de las artes figurativas a los versos de
Góngora, a la prosa de Quevedo, o a las cortesías también en
voluta e inacabables de la sociedad española del siglo xvii. Tie­
ne uno la impresión de que las formas barrocas desbordan de
sus contenidos, y llegan a ser absolutamente líricas. Algo así
como si el actor en un arrebato de entusiasmo quedase súbita­
mente incorporado al papel que metafóricamente encarnó en un
momento.
Desde luego observemos, volviendo atrás y para ser riguro­
samente precisos, que es más hacedero mencionar hechos evi­
dentes e inequívocos que sirvan de trasfondo al neoclasicismo
o al romanticismo, que no a lo que hoy llamamos Renacimiento.
Aquel enorme momento de la vida europea no suscitó en su
tiempo (¿desde dónde hasta dónde?) la conciencia de algo muy
prietamente enlazado, con límite claro que permitiera saber
quién estaba de un lado y quién de otro; no era entonces ma­
nifiesto que a unos propósitos y a unas actividades correspon­
diera un modo semejante de visión del mundo. Compárese, por
ejemplo, con lo que ocurre en el siglo xvm, cuando Francia
aprovisionaba los restantes países de estructuras neoclásicas;
desde San Petersburgo o desde Madrid se encargan a París
sistemas cabales de neoclasicismo racionalista: razón, pedago­
gía, ciencias, vestidos, gestos, etc. Compárese ahora con lo

165

© Biblioteca Nacional de España


T16RRA FIRME

anterior lo que acontece durante el siglo x v i: Italia exporta


entonces modelos de arte, ideas de gloria, inquietudes de toda
suerte, magia y ocultismo, ideas religiosas y antirreligiosas,
ciencias y saberes de toda clase, todo admirable, pero no regu­
lar ni sistemático, y sin que los aspectos y los núcleos marcha­
sen de perfecto acuerdo. Renacentista es lo culto y lo espontá­
neo, lo racional y lo absurdo. Pues bien, de ahí es de donde hay
que partir, de una visión integral de lo que acontece a aquellos
inmensos y desconcertantes tiempos, si queremos descubrir los
fundamentos de esas construcciones flotantes, de esos jardines
aparentemente en el aire que denominamos barroquismo.
Durante el Renacimiento quiníentista se creyó posible ha­
llar una forma de expresión para el ser nuevo que se adivinaba
latiendo tras de cada apariencia, un ser que no se dejaba ya in­
cluir en la atmósfera mítica y trascendente de la edad anterior.
Cuando se trataba de expresar la realidad mediante la palabra
o el color, era posible hacer una separación relativamente pul­
cra entre el objeto representado y su ambiente; en cambio, en la
escultura, el artista ha de habérselas con el único elemento ex­
presivo de que dispone: el perfil y los planos del ropaje. Y asis­
timos entonces a la ruptura de los trazos seguros y escuetos de
la imaginería clásica, que no aspiraba a recrear, a dar vida,
tanto a individuos como a tipos. La escultura de entonces pre­
tendía individualizar, retratar; y así como el lirismo de enton­
ces se diferenciaba esencialmente del de los griegos, así también
son nuevas las ideas y la emoción en tomo al bulto individual.
La escultura ha sentido antes que las otras artes la urgencia de
agitar y agigantar sus bultos; lo que en la poesía es en la pri­
mera mitad del siglo acento e insistencia, en la escultura es esti­
ramiento, sacudida. De este modo, lo que luego, muy tarde,
ha de llamarse barroquismo, asoma antes que en otra parte en
la escultura, sin conciencia alguna de ser un estilo peculiar (esto
es muy importante), como mera necesidad expresiva, suscitada
por el torrente de pensar y sentir nuevos que cruza el momento
quinientista. Ya en el 1543 encuentro en el coro de San Mar­
cos, de León, una serie de figuras de patetismo y movilidad in­
quietantes. Su autor, Guillermo Doncel o quienquiera que fuese,
ha inscrito allí, como lema de la admirable creación, una frase
que juzgo esencial para lo que vengo diciendo: O m n ia n o va
p la ce n t (todo lo nuevo causa placer). Se tiene conciencia de la

166

© Biblioteca Nacional de España


novedad, y se aperciben modos nuevos para darlos a la luz y a
la vida.
No es éste, por supuesto, el único elemento inicial del fu­
turo barroco. Ese tipo de arte y de civilización nace adherido
a rasgos característicos de la edad renaciente, que nunca en
realidad abandonará del todo. El Renacimiento remueve al
hombre, interna y externamente, tal vez como ninguna otra
época de la historia. Frutos manifiestos de tal sacudida son lo
mismo la sonrisa de Gioconda que las luchas impías provoca­
das por la intelección de los textos bíblicos. Todo es entonces
crisis, crítica: la creencia religiosa, la idea científica del mimdo,
el arte de la creación, los placeres y los odios. El europeo re­
cibe como tarea una mole tan voluminosa de problemas, que a
veces se deja aplastar por ellos. Como siempre acontece, no se
digiere y elabora sino lo que está al alcance de los medios reci­
pientes y apercipientes. Una parte del mundo natural y hu­
mano será aprehendida y fijada por los tentáculos racionales
del hombre renacentista (Galileo, Descartes, la literatura de
Francia). Mas toda otra inmensa porción de estímulos, de ape­
tencias, de nociones confusas, de reacciones provocadas por el
mismo hecho de la ciencia nueva, de incomprensiones, de me­
lancolía, todo ese dominio amplificado de lo humano no se deja
captar por los supuestos claros y distintos. Y ahora me parece
que se puede ver con bastante justeza que el fondo trascendente
que corresponde al fenómeno del barroco, su fondo y perspec­
tiva, no pueden ser otros que esa cargazón vital que dispara al
Renacimiento y que va a posarse en una zona cuyo destino será
permanecer dislocada, en barbecho, respecto de los adminículos
constructivos de la razón.
A esta manera irregular de civilización renuncia Francia,
que a fuerza de renuncias (por lo pronto a la mitad de su vo­
cabulario) se toma el país menos barroco de Europa'. España,
en cambio, no penetra nunca del todo en la región del imperio
racional, y permanecerá agitándose largo tiempo entre la inci­
tación de los impulsos y las exigencias de las formas rigurosas.
El barroquismo español es la respuesta de España a las suges­
tiones renacentistas que le fueron hechas.
Por estas rápidas observaciones, dirigidas al buen enten-

’ Fenóm enos com o el “ p r e c io s is m o " lit e r a r io o el a rte ro co có no


a fe c ta ro n n u n ca a la e s e n c ia d e la c iv iliz a c ió n fr a n c e s a .

167

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRUE

dedor, se comprenderá qué rumbo vamos a imprimir a nues­


tras ideas sobre el arte barroco. Cuando se emprenda una his­
toria ágilmente articulada de dicho arte, habrán de distinguirse
dos momentos dentro de aquel afán expresivo; en el primero,
la forma de expresión no pretende alejarse del objeto que la
integra; en el segundo, la forma expresada, el estilo, incita a
huir del objeto presente y a pensar en algo nuevo y distinto,
hasta el punto de hacer perder de vista el punto inicial, de par­
tida (la columna se “salomoniza”, la metáfora adquiere vida
propia). Tales diferencias habría que fijarlas para cada clase
de arte y para cada país, y sólo entonces se podría empezar a
ver la unidad y el sentido de lo barroco. Con tal método se lle­
garía a hacer perceptible el contorno del alma barroca, alma
a dos vertientes, insegura, dolorida, rebosante de anhelos, ilimi­
tada, vuelta hacia el pasado y hacia un futuro incierto. Por eso
hallamos en la España barroca tales complacencias por lo pre-
rrenacentista y por las nativas espontaneidades. Lo barroco se­
ria, pues, junto al Renacimiento logrado o por lo menos llegado
a conclusiones formulables, el inmaturo o malogrado, y que
pugna, gesticulante, con nervosismo irrefrenable, por aproxi­
marse a un paraíso que le anunciaron y juzga perdido. De ello
se desprende que el nombre barroco no debe aplicarse, si quere­
mos ser estrictos, a ninguna otra época de la historia Lo ba­
rroco corresponde a lo que acaece en Europa desde que empie­
za a volverse confuso e inquieto el alborear rutilante del Rena­
cimiento, hasta que surge con firmeza indiscutible el imperio
de la razón segura, insensible ya a las voces de las sirenas.

A u é r ic o C a str o .

' Si en épocas a n te r io r e s de la h is to r ia hubo m a n ife s ta c io n e s de


a r t e a g it a d a m e n te o r n a m e n t a le s , n o le s d a r í a l a d e n o m in a c ió n d e b a r r o ­
c a s , p o r lo m i s m o q u e n o l l a m o ro m á n tic o a lo q u e p a r e c e s e r lo a n te s
d e l R o m a n tic is m o . E n u n h e c h o d e e s t a c la s e , l o e s e n c ia l e s e l sentido.
E n e l s ig lo x v i i , l o b a r r o c o e s s e n tid o c o m o a lg o q u e v i v e p o lé m ic a m e n ­
te , q u e e s a si p o r q u e n o e s d e o tr a m a n e ra . L o p r u e b a n la s o b je c io n e s
a l G r e c o , a l t e a t r o e s p a ñ o l, a G ó n g o r a y a ta n ta c o s a m á s.

168

..y © Biblioteca Nacional de España


fiü .
ANTOLOGÍAS POÉTICAS

O nís: A n to lo g ia d e la P o e s ía E sp a ñ o la e H is p a ­
F e d e r ic o d e
noam ericana. (1882-1932.) Madrid. Publicaciones de la R e ­
v ista d e F ilo lo g ia E sp a ñ o la . (Imp. Casa Editorial Her­
nando, S. A.)
P o e s ía E sp a ñ o la . A n to lo g ia . P o e s ia d e la E d a d M e d ia y poesia
d e tipo tradicional, i. Selección, pròlogo, notas y vocabula­
rio por D á m a s o A lo xso. Madrid. Signo, 1935. (S. Aguirre,
impresor.)

Al abrir Menéndez y Pelayo su famosa A n to lo g ia d e P o e ­


tas L ír ic o s ca stella n os, que llegó a formar trece tomos de la
Biblioteca Clásica (y cuya continuación, emprendida por don
José Rogerio Sánchez, no fué más allá de otro volumen), el
gran polígrafo, con su copiosa erudición, quiso pasar revista a
las obras análogas que nuestra literatura contaba hasta enton­
ces. Su propósito era el de superarlas, y, sin limites en el plan,
lo hubiera conseguido seguramente, de alcanzarle para ello la
vida. Sin límites y sin verdadero rigor para el desarrollo de su
plan ; porque si bien es cierto que, según proclama en el umbral
del primer tomo, "los romances viejos y populares tampoco figu­
ran en nuestro museo”, y para conocerlos "nada más conve­
niente que reimprimir, como vamos a hacerlo, con algunas adi­
ciones propias, la excelente P rim a v e r a y F lo r d e R a tn a n ces, de
Wolff, que es hasta el presente el mejor texto conocido”, no por
ello la reimpresión, que lleim, con sus adiciones, cinco tomos,
deja de formar hoy parte principalísima de la A n to lo g ía , en
que hay volúmenes enteros integrados por los magníficos prólo­
gos de Menéndez, con todos los cuales se formó después, pres­
cindiendo de los textos poéticos recopilados, la H is to r ia d e ¡a
P o e s ía C a stella n a en la E d a d M e d ia para las “Obras Comple­
tas” en curso lentísimo de publicación. En cuanto a textos, ni
aun llegó Menéndez a elegir los de Boscán, con cuyo estudio,
obra de admirable madurez, vino a quedar cortada en 1908 la
ingente tarea emprendida. De sus trabajos preparatorios se co­
nocen aún las anotaciones a Fray Luis de León, publicadas por

169

© Biblioteca Nacional de España


TIKRRA F ia U E

D. Miguel Artigas, con la edición del pc»eta en la biblioteca aca­


démica de Clásicos Españoles.
Vino, pues, a interrumpirse el trabajo de Menéndez y Pe-
layo cuando llegaba a la formación de la poesía clásica española,
y no ha tenido después quien hasta hoy le complete, salvo el
intento de la misma Biblioteca Qásica ya mencionado. De la
amplitud con que el insigne maestro concebía su plan da mues­
tra en el prólogo al decir que piensa incluir a los poetas hispano­
americanos: “Existen, además, por lo común con los títulos de
L ir a o de P a rn a so , numerosas colecciones de poesías de Méjico,
Cuba, Centroamérica, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bo-
livia, Chile, República Argentina y el Uruguay, de todas las
cuales tenemos propósito de aprovechamos en nuestro libro, para
que éste sirva como de lazo de unión entre todos los que hablan
y cultivan la lengua y la poesía española en ambos mundos y
para que de una vez, si es posible, queden entresacados los mu­
chísimos granos de oro puro que dichas colecciones encierran
de la innumerable cantidad de escorias con que andan revueltos,
por aquel frecuentísimo error que induce a todos los colectores
a fijarse más en la cantidad de las páginas que en su calidad y
sustancia.”
Pueden, sin embargo, suplir esta parte los cuatro volúmenes
de la A n to lo g ía d e P o e ta s H isp a n o a m e rica n o s publicados por
la Academia Española en 1892 con los prólogos de D. Marcelino
Menéndez, que pasaron más tarde a sus O b r a s C o m p le ta s con el
título de H is to r ia d e la P o e s ía H isp a n o a m e rica n a sin otra aña­
didura que la de algunas brevísimas notas de D. Adolfo Bo­
nilla y San Martín, por cuyo celo se reimprimieron.
De otras antologías no cabe hablar, porque sólo algunas, he­
chas con fines didácticos y para los alumnos de determinados
profesores y en general no limitadas a la poesía, han aumen­
tado el antiguo acervo. Con otros fines y públicos diversos, la
reducidísima que con el titulo de L a s c ie n m e jo r e s p o e s ía s ( lír i­
cas) d e la le n g u a española, autorizada por el propio Menéndez
y Pelayo, publicó la casa Gowans; el O x f o r d B o o k o f S p a tiish
V e r se , recopilado por el hispanófilo Fitzmaurice Kelly, y los
tres tomitos que el citado Bonilla y San Martín hubo de com­
pilar para la colección titulada “Clásicos de la Literatura Es­
pañola” (Madrid, Ruiz Hermanos, 1917) con sendos títulos;
A n to lo g ía d e p o eta s d e lo s s ig lo s X I I I a l X V , F lo r e s d e p o eta s

i;o

© Biblioteca Nacional de España


ilu str e s d e lo s s ig lo s X V y X V I I y P a rn a so E s p a ñ o l d e lo s s i ­
g lo s X V I I I y X I X , son obras dignas de nota.
El siglo X I X encontró recopiladores particulares en D. Juan
Valera (F lo r ile g io d e p o e s ía s ca stella n a s d e l sig lo X I X , Madrid,
Fe, 1902-1904 ; cinco volúmenes), y en el P. Gómez Bravo, S. J.
{ T e s o r o p o é tic o d e l sig lo X I X , Madrid, Jubera Hermanos, 1902,
seis volúmenes, que incluyen autores hispanoamericanos). Muy
recientemente (Valladolid, 1934) ha publicado D. Narciso Alon­
so Cortés L a s c ie n m e jo r e s p o esía s d e l sig lo X I X , y en 1933
D. Manuel Altolaguirre una A n to lo g ía d e la P o e s ía R o m á n ­
tica E sp a ñ o la . No pretenden estas notas agotar la materia; por
lo que toca a los poetas contemporáneos, hecha está la nómina
de sus colecciones de poesías selectas en los preliminares de la
A n to lo g ía d e ¡a P o e s ía E sp a ñ o la e H isp a n o a m erica n a (1882-
*932), publicada por D. Federico de Onís, que vamos a estu­
diar más detenidamente. Aún podría echarse de menos en esa
bibliografía la mención de ciertas antologías provinciales, como
la de Alonso Cortés para Valladolid o la de Ortiz de la Torre
para Santander, por no mencionar sino las más cuidadosamente
elaboradas.
Esto aparte, la A n to lo g ía de Onís ordena un extenso reperto­
rio bibliográfico, tanto en lo que se refiere a obras generales
como a publicaciones y estudios particulares de cada autor, y
ofrece, no por vez primera en obra peninsular, puesto que cier­
tas antologías del modernismo se le adelantaron en ello, pero sí
por primera vez de un modo consciente y sistemático, seleccio­
nes de poetas españoles y americanos en un mismo plan, como
representantes de tendencias comunes. Precisamente el moder­
nismo significó desde el primer momento, por la presencia e in­
flujo directo de algunos poetas de América en España, ese lazo
de unión a que aspiraba Menéndez y Pelayo y que en el libro
de Onís se afirma de modo evidente. De él tendrán que partir
no sólo ya las antologías ecuménicas que en adelante se compa­
ginen, sino las mismas antologías nacionales. Y bastaría esta
consideración para señalarle desde luego como de capital impor­
tancia.
No era fácil salir airoso en un empeño como el que repre­
senta esta antología. Onís ha tenido a su favor la circunstan­
cia de su puesto en el Instituto de las Españas, de Nueva York,
adonde afluyen, con los libros españoles, los de todo el conti­
nente americano, y en donde se lleva a cabo de unos años a

171

© Biblioteca Nacional de España


T IB R R A F IR U E

esta parte, bajo la dirección del propio Onis, una importante la­
bor bibliográfica. De nada serviría esto sin otras cualidades per­
sonales no asequibles por el mero estudio bibliográfico; cualida­
des de buena crítica e independencia de carácter para imponer
el propio juicio. Probablemente Onís habra tenido que rechazar
muchas sugestiones, y, puesto a elegir, dejar de lado no pocas
inclinaciones puramente amistosas. La materia es tan vasta que
para llegar a una conclusión es necesario prescindir sin reparo
de grandes aportaciones. Todo el que recorra la A n to lo g ía con
la suficiente información echará de menos algún nombre: si re­
flexiona, tal vez reconozca motivo para la ausencia, aunque no
se dé por convencido. Es el sino de todas las recopilaciones de
este género, en que el gusto personal entra por tanto. Pero ya
será suficiente que contente a los más y no desagrade en todo
a los menos.
Primer capitulo de discusión pudiera ser, cabalmente, el pro­
pósito mismo de la A n to lo g ía . ¿ Cómo es posible representar en
un solo cuerpo a tantos paises, distintos en su vida y en sus aspi­
raciones ? Hay, empero, una alta unidad que nadie puede negarse
a reconocer; el idioma. Nada que esté escrito en la lengua que
todos hablamos puede parecemos ajeno. Y no es sólo materia
de ostentación para España. Todos los pueblos representados
en la A n to lo g ía pueden sentirse orgullosos, porque de todos es
patrimonio la expresión y entre todos la elaboran y pulen. Aun
los provincialismos y popularismos más exclusivos y peculiares
son gala de la lengua común.
Otro punto digno de consideración es el porqué de la ausen­
cia de ciertos paises (algún estado de Centroamérica, el Para­
guay, Filipinas). Quizá haya considerado el autor que en ellos
la lírica, materia de su selección, no alcanza el nivel tal vez ob­
tenido por otros géneros literarios. Y en cuanto al archipiélago
filipino, se advierte desde luego que no entraba en el plan del
recopilador; pero también pudo tener puesto, si su producción
poética le da rango.
Veamos ahora el plan seguido por el autor. Su obra toma
como punto de arranque el movimiento llamado "modernista”,
común a España y a América; las evoluciones posteriores de la
poesía lírica están consideradas con respecto a aquel movimiento.
Rubén Darío, en quien se personifica su plenitud, y Juan Ramón
Jiménez, que, compartiéndola también, inicia muchas tendencias
posteriores, forman por sí solos sendos capítulos. La parte más

172

© Biblioteca Nacional de España


fluida corresponde al P o stm o d e r n is m o , dividido por Onís en seis
secciones que corresponden a tendencias diferentes : “Modernis­
mo refrenado (Reacción hacia la sencillez lírica)”, esto es, ten­
dencia tocante primordialmente a la forma (en que quizá de­
biera incluirse, y no entre los poetas del llamado "Triunfo del
modernismo", al mejicano Enrique González Martínez); “reac­
ción hacia la tradición clásica” ; “reacción hacia el romanticis­
mo"; “reacción hacia el prosaísmo sentimental” (no sin relacio­
nes con la división primera) ; “reacción hacia la ironía sentimen­
tal” y “poesía femenina”. Es evidente que las cinco primeras
secciones quedan, con las reservas indicadas entre paréntesis,
bien'diferenciadas. No así la sexta, especie de gineceo, tal vez
susceptible de ser distribuido en los distintos grupos, aunque la
particular sensibilidad femenina, exaltada en las obras, tan dis­
tintas entre sí, de las admirables poetisas americanas, justifique
en cierto modo su agrupación aparte.
Y también el último capitulo grande, “Ultramodemismo” ,
con sus dos secciones, “Transición del modernismo al ultraísmo”
y “Ultraísmo”, se presta a la discusión. Es evidente que Onís ha
tomado la palabra "ultraísmo” en un sentido diverso del que le
dió el grupo que en España forjó el vocablo como etiqueta ; y
tanto es así, que ninguno de los llamados u ltra ísta s españoles
entra en la selección, como no sea el ambiguo Gerardo Diego,
que prefería llamarse “creacionista”. Los que Onís elige para
ese grupo, con Diego, son Salinas, Guillen, García Lorca y Al­
berti, sin duda los más notables entre los poetas españoles de
juventud ya consagrada. Es probable que todos rechacen el ape­
lativo; pero a la larga Onís pudiera tener razón. Esto no es ya
poesía, sino historia literaria, y todo será que a los historiadores
les dé por admitir como buena le denominación aceptada, y no a
la ligera, sino después de maduro examen, por Onís. El que esto
escribe declara, desde luego, que no la encuentra de su gusto,
porque recuerda las especiales tendencias y formas de expresión
literaria, los nombres, las revistas que propugnaron el “ultraís­
mo” ; pero tampoco puede dar a aquellos poetas denominación
más exacta, no obligado a ello por una exigencia como la que
ha determinado la adopción del término por Federico de Onís.
En el vocablo “ultraísmo” hay un sentido de exageración que
no caracteriza precisamente a los jefes de nuestra poesía mili­
tante, todos ellos adalides de un orden nuevo, contra la disper­
sión que fué propiamente el ultraísmo. El propio Onís lo reco­

rd

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRUE

noce al titular la primera parte de su capítulo último en esta


forma: “Transición del modernismo al ultraísmo”. Con esto
parece romper su plan, saltando de un centro bien caracterizado,
el modernismo, a otro, vago todavía, el ultraísmo. Acaso hu­
biera sido suficiente llamar “dispersión del modernismo” a aque­
lla primera parte y “poetas nuevos” a los de la segunda, acre­
centando esta parte con algunos nombres de la primera. Pero
así no se resuelve la cuestión, sino que se elude, y Onís no ha
querido eludir nada, aceptando desde luego la responsabilidad
del error como los honores del acierto.
Queda, por último, lo que atañe a la selección de poesías, tan
amplia en los poetas mayores, tan representativa en todos. Mas
aquí es en donde el gusto de cada cual se mostrará más quisqui­
lloso e impertinente. ¿Por qué estas poesías y no otras? Todo
buen lector es en sí mismo una antología viviente, es decir, un
escollo para los recopiladores, que no han de cambiar por el
ajeno el propio gusto. Un antologo de Italia (mujer, por cierto)
resolvió el trance poniendo al final del volumen un pliego en
blanco para que cada cual transcribiese las poesías que echara
de menos o las que, por dificultades de propiedad literaria, no
habían podido entrar en el libro. Sabia medida que debiera ge­
neralizarse, o insinuación irónica que vale por un argumento.
Tal como está, la A n to lo g ía de Federico de Onís es hasta
ahora el libro más importante para conocer la lírica de España
y de América en los últimos cincuenta años; sus valores vivos,
sus problemas y sus rutas, las influencias entrecruzadas de con­
tinente a continente (si todos en España deben algo a Darío, es
fácil ver, por ejemplo, cuánto deben ahora muchos en América
a un García Lorca) y las repercusiones en nuestra lírica de la
lírica universal, que en su desarrollo presenta en los distintos
países fases no contradictorias con las señaladas por Onís en
esta magistral colección.
Uno de los poetas no incluidos en ella, pero bien digno de
figurar en sus páginas, Dámaso Alonso, ha compaginado la otra
antología que da tema a esta nota : P o e s ía E sp a ñ o la . A n to lo g ía .
P o e s ía d e la E d a d M e d ía y d e tip o tradicional. El número i, que
sigue a este rótulo, indica que el libro es tomo primero de una
serie de cuatro, en que Jorge Guillén se ha encargado del
S ig lo X V I ; Gerardo Diego y Pedro Salinas, del B a rro q u ism o y
S ig lo X V I I I , y los mismos poetas, en orden inverso, del R o m a n ­
ticism o y R ea listn o . Los cuatro nombres representan en la nue-

174

© Biblioteca Nacional de España


va poesía muy altos valores; todos ellos, además, son universi­
tarios, profesores de literatura llamados a influir directamente
en el fusto de las generaciones nuevas. La forma y disposición
del tomo publicado lo aproxima a la antología contemporánea
de Gerardo Diego en su segunda edición, que vendrá a ser, por
lo tanto, el tomo quinto de la serie, con haber sido su arranque
inicial.
Dámaso Alonso tenía para su tarea un precedente formida­
ble, no recordado quizá como se debía, porque lo limita a men­
ción en alguna nota, como caso particular; el de los trece tomos
de Menéndez y Pelayo. Cubre el mismo tiempo, e incluye tam­
bién los romances. Más fiel a un plan que su ilustre predecesor,
no se cierra a la “Musa épica”, y así los extractos del M ió C id
con que empiezan sus textos van naturalmente en su sitio, y no
como lo hizo su antecesor, movido por ineludible necesidad, de
pasada, en las citas del prólogo. Dámaso Alonso advierte que
en la literatura española no es posible separar completamente
lo épico de lo lírico. Tal vez no lo sea en ninguna. La dis­
tinción arranca, no de la poética misma, sino de la didáctica.
Pero, sin aventurarnos en dilucidaciones inoportunas, patente a
todos está la íntima compenetración de lo lírico y lo épico en
España y, sobre todo, en la literatura primitiva.
El concepto de persistencia de lo medieval después de los
poderosos influjos que transforman la técnica literaria y la sen­
sibilidad poética desde el siglo xvi ha sido luminosa guía para
Dámaso Alonso. En él está probablemente “la gran originalidad
de España y de la literatura española, su gran secreto y la clave
de su fuerza y de su desasosiego íntimo”. No podrá negarse que
la veta de lo autóctono, de lo popular, se advierte asimismo en
otras literaturas, y no es ajeno a la francesa, por ejemplo (la
más académica en su clasicismo). Es en todas partes tan benefi­
cioso su contacto como el de la tierra para Anteo.
Lo importante es que el libro de Dámaso Alonso no represen­
ta, ni mucho menos, una repetición o simplificación del de Me-
ncndez y Pelayo. Su trabajo persona!, fuera de lo que pone de
gusto al elegir poesías vivas y no simples muestras históricas de
nuestra evolución poética, se dñe a cuatro páginas preliminares
y a las notas que con el glosario cierran el tomo, notas que indi­
can procedencia de textos o particulares cronológicos y biográfi­
cos, todo breve y concisamente tratado, como para dejar que
hable por si sola la poesía. En las transcripciones se huye de acu-

175

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRUE

mular dificultades para el lector medio, simplificándole los textos


hasta donde es posible sin desfigurarlos. Y ha podido traer a su
acervo textos que Menéndez y Pelayo no conoció, porque se han
descubierto con posterioridad.
Acierto indudable es el de incorporar a su colección de poe­
tas muchas piezas de cancionero anónimas, algunas de las cuales,
recogidas por los poetas del siglo de oro, dejan ver, en prolon­
gación, el espíritu popular de una lírica más jugosa y espontánea,
pronta a caer en olvido ante el predominio de más sabias o pre­
suntuosas concepciones. Como antecedente de Alonso en esta
parte se podría citar el Cancionero que doña Carolina Michaelis
de Vasconcelos dió a la colección española de Brockhaus. Esas
breves canciones dan entrada en este volumen a Camoens, a
Tirso, a Lope, cuyos nombres halla el lector no sin sorpresa en
el índice, pero no por obras propias, sino por los dechados de
poesía tradicional en que bordaron sus glosas.
La A n to lo g ía de Dámaso Alonso, por su extensión, ni abru­
madora ni mezquina—pero ya se sabe que, como dijo interesa­
damente im autor inglés: “The valué oí anthologies is not really
in inverse but rather in direct proportion to íhe quantity oí their
contents”— , viene a ser, hoy por hoy, el libro más a propósito
para tener un conocimiento adecuado de la antigua poesía espa­
ñola. Las enseñanzas de Menéndez Pidal, que han renovado por
entero el campo de estos estudios, han servido de guía al recopi­
lador, cuyo acierto es de esperar y de encarecer que sea emu­
lado por sus colaboradores en los tomos siguientes de la co­
lección.
E. D í e z -C a x e d o .

SiLió, CÉSAR; D o n A lv a r o d e L u n a y s u tiem p o. Madrid, Es-


pasa-Calpe, 1935. (“Vidas Extraordinarias”, núm. 13.)

Recordábamos, al leer el último libro del Sr. Silió, una frase


de Andró Gide, quien dice en alguna parte: todo está dicho,
pero como nadie hace caso, hay que volver siempre a comen­
zar. En efecto, difícilmente podrán escribirse sobre los años de
la primera mitad del siglo xv páginas más vivas que las de la
crónica de Don Juan II, la estupenda de Don Alvaro de Luna
o las G en era cio n es y s e m b la m o s de Pérez de Guzmán, con-
176

© Biblioteca Nacional de España


temporáneas todas ellas de los sucesos relatados. Sin embargo,
las famosas “exigencias de la critica moderna” hacen que, de
tiempo en tiempo, surjan nuevas historias de ese periodo, en las
que se barajan los datos de las fuentes, haciéndoles perder a
éstas su frescura originaria en aras de una pretendida impar­
cialidad y de una adaptación al gusto y estilo de nuestros días.
La obra del Sr. Silió es un relato discreto, que marcha al
filo de las crónicas, sin añadir gran cosa por su parte. No hay en
ella ni siquiera un esbozo de la personalidad del valido de Don
Juan II. Aparece éste como “la figura más importante de su
tiempo— y de muchos— Si la primera parte del juicio es, sin
duda, exacta, la segunda, el “de muchos”, nos despista bastante.
Y no es ésta la única ocasión en que el Sr. Silió nos sorprende
con sus apreciaciones. Véase lo que dice de los tiempos de Don
Alvaro: “El contraste entre este ambiente de lujosa ostentación,
costumbres libres, atrevimientos femeninos, cortesías extrema­
das y graciosos decires, de una parte, y de otra falsías y ase­
chanzas, quebrantamiento de solemnes promesas y juramentos,
deslealtades y enconos, es característico de esta época”. A decir
verdad, el contraste entre la libertad de costumbres y el que­
brantamiento de las promesas no se nos antoja tan marcado
como al Sr. Silió. Véase ahora lo que dice sobre el propio con­
destable: “¿Fué Don Alvaro un varón ejemplar? Si se tratara
de un expediente de canonización habría que pronunciarse re­
sueltamente contra él. No fué un santo, ni siquiera se aproximó
a la santidad”. Aunque estén muy al día las canonizaciones de
personajes políticos, no comprendemos cómo puede asomar en
las páginas de un libro de historia semejante comentario sobre
Don Alvaro.
Nos sorprenden también, en una prosa que se esfuerza por
mantener el tono digno, frases como: “En el recibimiento de
los reyes Don Alvaro echó el resto”. “Don Alvaro... en una sola
jomada se plantó en Tordesillas con su hijo.”
Los defectos apuntados no impiden que la obra se lea con
gusto y que el relato alcance momentos de tensión dramática,
especialmente en los últimos capítulos, en los que se refiere el
fin del condestable. Lástima que una larga digresión sobre si
hubo o no proceso contra Don Alvaro rompa la unidad de estas
últimas páginas. Seria preferible darla en forma de nota o
apéndice.
R a m ó n I g l e s ia .

177

© Biblioteca Nacional de España


TU FIRA F IR M I

J e s c h k e , H a n s : D ie G en era tio n v o n i i p 5 in S p a n ie n . Halle/


Saale, Max Niemeyer, 1934.

El autor de este folleto tiene la ventaja de ganar en espacio


la perspectiva que a nosotros nos falta en el tiempo. Quienes
andamos hoy por los treinta años nos hemos educado en la lec­
tura de los hombres del 98. Y nos resulta difícil ver los con­
tornos de su producción. Jeschke lo hace con una claridad que
rara vez logran sus compatriotas alemanes. En las cien páginas
de su folleto analiza no sólo el espíritu, sino también los oríge­
nes de la generación del 98. Hay en ellas una visión rápida y
precisa de lo que es el krausismo y de su difusión por España,
gracias a Sanz del Río y a Francisco Giner; de la reacción tra-
dicionabsta, encamada en M. Pelayo, cuya producción se re­
sume a grandes rasgos. Nota Jeschke cómo lo mismo liberales
que tradicionalistas, partidarios de la europeización que defen­
sores de la vuelta al pasado, se proponen un fin único: el mejo­
ramiento de España.
Después de explicamos brevemente el estado en que hoy se
encuentra el estudio del problema de las generaciones, pasa a
ocuparse Jeschke de lo que se entiende por generación de 1898.
Analiza los artículos en que “Azorin” la definió y las distintas
opiniones emitidas respecto al número de autores que en ella
deben o no incluirse. Para Jeschke está formada por Benaven-
te, Valle Inclán, Baroja, “Azorin” y Machado. Son precursores
de ella Unamuno, Ganivet y Rubén Darío. Estudia luego cuá­
les son las ideas políticas y estéticas de estos autores y su actitud
frente a la vida. Termina con un análisis estilístico de su len­
guaje, para el que utiliza obras de la primera época.
Señala como rasgos fundamentales en los hombres del 98
pesimismo y escepticismo. Y aunque esto sea verdad, también
lo es que junto a Femando Osorio se alza Aviraneta en la obra
de Baroja, y junto al Marqués de Bradomín, D. Juan Manuel
Montenegro en la de Valle Inclán, que subsiste en estos auto­
res el interés apasionado por la acción y por los caracteres vio­
lentos y aventureros. Es ésta una vertiente en la producción
del 98 de la que no encontramos trazas en el folleto de Jeschke,
quien se limita al análisis de las obras primeras, sin seguir la
evolución posterior. No toca así el trágico dilema que consti­
tuye tal vez el problema más interesante de estos hombres y de
su obra.
178

© Biblioteca Nacional de España


NOTAS

En quien mejor puede apreciarse este brusco oscilar entre


el desenfreno de la acción y ia abulia aniquiladora es en Una­
muno, quien nos da el Augusto Pérez de N ie b la y el Alejandro
Gómez de N a d a m en o s q u e tod o u n h om b re. Pero Unamuno
queda fuera del estudio de Jeschke—^no sabemos hasta qué pun­
to si con razón— debido a la preocupación casi supersticiosa que
sienten por fechas y edades los partidarios de las nuevas teorías
sobre las generaciones.
En el análisis estilístico nos muestra Jeschke la predilección
de estos autores por todo lo que significa matices sensoriales.
Sale singularmente airoso de esta prueba de investigación lin­
güistica, cuyas dificultades para un extranjero él mismo nos
advierte.
En toda la obra las citas son profusas y están muy bien
elegidas. Una buena bibliografía aumenta la utilidad de este
folleto, que desearíamos ver pronto traducido al español.

R a m ó n I g l e s ia .

17 9

© Biblioteca Nacional de España


© Biblioteca Nacional de España
AMERICA EN LAS REVISTAS

B o le t ín d e l I n s titu to d e I n v e s t ig a c io n e s H is t ó r ic a s .— B uenos
A ir e s . J u lio 19 3 4 . M a r z o 193 5. E m il io A . C oni , Contribución a la his­
toria del gaucho.— P a r a f e c h a r l a a p a r ic ió n d e l g a u c h o , e m p ie z a C o n i p o r
e s t u d i a r s u circunstancia. C o m o e le m e n t o p r im o r d ia l de é ste fig u r a e l
c a b a llo . Y a en 16 0 0 e x i s t í a n p o t r o s s a lv a je s p ara d om ar. L o s b la n c o s
a p r e n d e n d e lo s in d io s e l u s o d e l la z o y d e la s b o la s . P r o n t o c o m ie n z a
la c a p tu ra d el gan ad o c im a r r ó n . E l te s tim o n io de la e x i s t e n c ia d e lo s
p r im e r o s g a u c h o s lo te n e m o s e n 16 1 7 , e n u n c o m u n ic a d o d e l g o b e r n a d o r
H e m a n d a r ia s , q u e n o s h a b la d e u n o s “ m o z o s p e r d id o s ” a q u ie n e s q u i­
so r e d u c ir a la c o n d ic ió n de la b r a d o r e s p a c ífic o s . N o es en Buenos
A i r e s , s in o e n S a n t a F e , d o n d e s e d e s a r r o lla e l tip o d e c r i o l lo q u e s e v a
a v i v i r e n tr e lo s in d io s y a d o p ta su g é n e ro d e v id a . L a v o z “g a u c h o ”
e m p ie z a a u sarse en 18 11, im p o r ta d a de la banda o r ie n ta l. C o n i p r o ­
m e te s e g u ir d e s a r r o lla n d o e ste te m a ta n s u g e s tiv o en o tro s a r tíc u lo s .
E s in te r e s a n te , c o m o e s ta m p a d e l B u e n o s A i r e s c o lo n ia l, e l t r a b a jo d e
J osé T orre R evello s o b r e la s fie s ta s d e d ic a d a s p o r la c iu d a d a su p a ­
tro n o San M a r tin d e T o u r s . J u an M anzano e s tu d ia d o c u m e n ta d a m e n te
la v id a de M an uel José de A y a la , c o m p ila d o r de la s le y e s de I n d ia s
en e l s ig lo x v iii. E l in fa tig a b le E n riqu e ue G andIa se o cu p a d e la e x ­
p e d ic ió n d e l v a le n c ia n o J a im e R a s q u ín e n 1559 .

B o le tín de la S o c ie d a d G e o g r á fic a de L i m a . — L im a . 1 y II
t r im e s t r e d e 19 3 5 . N ú m e r o e s p e c ia l, c o n s a g r a d o a l c u a r t o c e n t e n a r io d e
la f u n d a c ió n d e la c iu d a d . E n t r e o t r o s a r t íc u lo s c o n tie n e n lo s d e R . Cú ­
neo V iu A L , Antecedentes de la fundación de lo Ciudad de ¡os Reyes y el
v a lo r etimológico del nombre de Lima.— 'El a u t o r a s e g u r a q u e l a p a l a b r a
L i m a n o e s s in o u n a m o d if ic a c ió n d ia le c t a l d e l a p r o n u n c ia c ió n d e R i-
m ac, en c u y o v a lle se fu n d ó la c iu d a d . J enaro E. H errera , Reparti-
niietito de tierras y solares en la Ciudad de los Reyes y sus anejos.— Da
c u e n ta d e l p r im itiv o re p a rto h ech o p o r P iz a r r o e n tre lo s c o n q u is ta d o ­
res y lo s q u e v e r ific a r o n v ir r e y e s s u c e s iv o s . H a b la d e la p r im itiv a s i­
tu a c ió n d e l p a la c io d e P iz a r r o , y a co m p a ñ a e l a r tic u lo c o n la re p r o d u c ­
c i ó n d e l p la n o d e L i m a h e c h o e n A m b e r e s e n e l s i g l o x v ii.— C arlos I.
L is s o N , Esquema geológico de los alrededores de Lima.— D e s c r ib e la s
d iv e r s a s e t a p a s d e l a f o r m a c ió n d c l s u e lo lim e ñ o y a n a liz a su d is tr ib u ­
c ió n . S ig u e n n u m ero so s e in te re s a n te s a r tíc u lo s so b re la d e m a r c a c ió n
d e la r e g ió n lim e ñ a , c lim a , flo r a , f a u n a , c o m u n ic a c io n e s , e t c , y s e c ie r r a

18 I

© Biblioteca Nacional de España


TIE RRA FIRME

el número con un Itinerario arqueológico ¿e L im a, p o r P edro V ill a r de


CÓRDOBA, de indiscutible interés histórico y turístico, especialmente e x ­
tenso en cuanto a l valle de Pachacam ac se refiere, y Las balai^ cam­
pales de Lima, p o r C arlos D e l iíp ia n e , artículo en el que se habla de los
com bates habidos en los alrededores, deteniéndose el autor, sobre todo,
en lo s que ocurrieron durante la gu erra chilenoperuana del P acífico, so­
bre los cuales apo rta datos, para sacar la conclusión de que los peruanos
llevaron a cabo una resistencia heroica, dados su escaso núm ero y fa lU
de preparación militar.

R e v is ta Cabana.— F e b r e r o - m a r z o i 935- N ú m e r o s 2 y 3. E d i t a d a
por la D ir e c c ió n de C u ltu r a S e c r e ta r ía de E d u c a c ió n . La H abana
F ernando O r t iz a b o r d a u n a v e z m á s te m a s d e p r e h is to r ia c u b a n a en e l
a r tíc u lo En Vueltabajo no hubo civilisación taina. P ortell V il L e s t u ­
(1788-1853). t™ o d e
d ia e l id e a r io p o lític o d e l P . F é l i x V a r e la lo s “ e m i­
g r a d o s c u b a n o s , d e lo s m illa r e s q u e a l c a b o d e c a s i u n s ig lo d e te n ta ­
tiv a s r e v o lu c io n a r ia s y de d u ras y s a n g r ie n ta s r e p r e s io n e s , q u ed aro n
p ara s ie m p r e d e s v in c u la d o s , e llo s y lo s su yo s, de n u e s tr o s u e lo y de
n u e s t r o p u e b lo ” . K P . V a r e la fu e u n g ra n p o líg r a fo , fig u r a d e s ta c a d a
d e la in te le c tu a lid a d c u b a n a . P e r s e g u id o p o r la r e a c c ió n a b s o lu tis t a d e
Fem ando V II, tu v o que e m ig r a r a lo s E sta d o s U n id o s . “E l
p o lít ic o d e l P - V a r e l a f u é d e l a u to n o m is m o a l a in d e p e n d e n c ia d e C u b a ,
con t r a n s ito r ia c o n s id e r a c ió n a un tip o e s p e c ia l d e a n e x ió n a lo s E s­
t a d o s U n id o s .” C o n t ie n e e l n ú m e r o o t r o s a r t íc u lo s d e in te r é s , e n t r e lo s
q u e d e s t a c a u n fin o e n s a y o d e R afael S o Ar ez S o lís titu la d o Poesía.

A t e n e a . — R e v is ta de C ie n c ia s , L e tra s y A rte s. P u b lic a d a por la


U n iv e r s id a d de C o n c e p c ió n ( C h ile ). M ayo IMS- A ugusto d’H almar ,
Puntos de vista. Leonardo Pena.— A p r o p ó s ito d e l fa lle t ím ie n t o d e l c o ­
n o c id o e s c r i t o r c h i l e n o . d ’H a l m a r r e c u e r d a la f r a t e r n a l in tim id a d que
u n ie r a a am bos y e x a lta l a s c u a l i d a d e s d e l d i f u n t o , c u y a _ h e r e n c ia e s ­
p i r i t u a l e s p e r a s e a r e c o g i d a p o r C h i l e . A lejandro L ip sc h ü t z , Algunos
aspectos fundamentales de ¡a fisiologia moderna y la mediana dentaria.
C o n fe r e n c ia u n iv e r s ita r ia d e d ic a d a a l a m e m o r ia d e l e m in e n te o d o n tó ­
lo g o e s p a ñ o l D . F lo r e s t á n A g u i la r , c u y a s id e a s s o b r e l a im p o r t a n c ia d e
U fis io lo g ía co m p a rte a l c o n s id e r a r e s ta c ie n c ia com o fu n d a m e n to de
la m e d ic in a “ d in á m ic a " a c tu a l. A ntonio G arcía , La sequía.—Catato que
fo r m a p a rte d e l lib r o “ C o lo m b ia ” del nuevo lite r a to c o lo m b ia n o : na­
r r a c ió n fu e r t e d e t o n o s p o p u la r e s , q u e tie n e p o r m a r c o e l d e p a r ta m e n ­
to d e T o lim a . V íctor D omingo S ilva , Hombres y cosas de España.— El
a u to r, m á s q u e r e fe r ir s e a E sp a ñ a , p e n e tra y d e ta lla l a e s p e c ia l p s ic o ­
lo g ía d e M a d r id , ta n b u llic io s a , a le g r e y c o m p lic a d a . H a b la c o n e n tu ­
s ia s m o d e l c a r á c t e r s im p á tic o y la in g é n ita d e m o c r a c ia d e l m a d r ile ñ o ,
y te rm in a r e la ta n d o su c o n te n to cuan do fu é te s tig o del a d v e n im ie n to
de la R e p ú b lic a . A lejandro F ueksaj . ida G randón , Barros Arana y su
época.— Se rep rod u cen tro zo s d e l lib r o in é d ito de F u e n s a lid a so b re el
ilu s t r e c h ile n o , q u e t u v o p o r c o n t e m p o r á n e o s a P o r t a l e s y A n d r é s B e llo .

182

© Biblioteca Nacional de España


AUÍRICA EN LAS REVISTAS

A r th u r H oerce , Eroder Chrisliansen, profeta de un nuevo Díoj.— Es­


tudia el libro de Cristiansen "Der Neue Got”, según el cual “Dios no
es, sino que deviene", y el porvenir de las grandes religiones depende
de su poder de renovarse, abandonando la tendencia hacia el más allá
indefinido por el más allá de la acción heroica. E rnesto M ontenegro,
Destierro y muerte de Francfjco Conireras y Leonardo Pena.— Habla
de ambos escritores, citándolos como ejemplo típico de gentes desarrai­
gadas de la patria por no encontrar en ella ambiente a su medida.
Junio 1935. E nrique M olina , Del espíritu.— Analiza y critica las posi­
ciones actuales, y especialmente la de Bergson, con respecto a este
problema, para concluir que el espíritu está integrado por la obra com­
pleta de la inteligencia “iluminada, disciplinada y sacudida de emo­
ción”. O scar C errüto , L o s combatientes escriben cartas.— Se reprodu­
cen varios trozos muy interesantes de una novela en preparación, "Cli­
mas de Sangre”, cuyo asunto es la desdichada contienda del Chaco.
M aría P ascal , Márgenes de Paul Valéry.— Examina la labor de Valéry
mas como pensador que como poeta y expone su doble personalidad so­
ñadora y analítica, finamente intelectual, introvertida hasta el punto de
engendrar un solitario.

A a a lc B d e l a U n iv e rsid a d C e n tr a l.— Quito. Octubre-diciembre


de 1934. Destaca un largo artículo de P ablo A rturo S u á r e z , profesor
de Higiene de la Universidad Central, sobre Contribución al estudio de
las realidades entre las clases obreras y campesinas.— Es un análisis de­
tallado de las condiciones de vida entre las clases pobres ecuatorianas.
Vemos en gráficos detallados la cantidad de comida de que disponen,
el tipo de viviendas, etc. El panorama resulta desolador. El Dr. Suárez
sugiere diversas medidas para sacar a estas ciases de su miseria, que,
como es lógico, produce un tipo espiritual totalmente degenerado.

A n a le s d e l a U n iv e rs id a d d e C h ile — Santiago (Chile). Primer


trimestre 1935, número homenaje a D. Andrés Bello. E ugenio O rrego
V icuña , Don Andrés Bello.— Hace Orrego Vicuña una extensa biogra­
fía del ilustre caraqueño, compañero de Bolívar. Divide la vida de
Bello en tres etapas— Caracas, Londres, Santiago— , de las que la úl­
tima es la más tecunda, Llamado Bello a Chile en 1843, funda la Uni­
versidad de Santiago, continuadora de la colonial de San Felipe, pero
totalmente modernizada y adaptada a la vida chilena. Esta misión edu­
cadora, junto con la labor legislativa de Bello, siguen hoy dando sus
frutos, y su figura destaca entre la de los muchos criollos que han
mantenido la fraternidad cultural hispánica. B enjamín V ic u ñ a M acken -
NA, Andrés Brl/o.— Discurso pronunciado en la Universidad en el home­
naje al ilustre patricio que tanto se distinguió en el cultivo de las diver­
sas disciplinas intelectuales y que tanto contribuyera a formar el espí­
ritu chileno. E ugenio O rrego V icuña , Correspondencia entre Bolívar
y Andrés B e ilo .-Reproduce las cartas cambiadas entre el Libertador y
Bello cuando éste representaba en Londres al Estado colombiano. Ta-

183

© Biblioteca Nacional de España


TIERRA FIRME

les docum entos revelan, en m ás de una ocasión, los apuros económicos


y sinsabores que proporcionó a B e llo su m isión diplomática. A ndrés
B ello, La Universidad de D iscu rso pronunciado con m otivo de su
inauguración en 17 de septiembre de 1843- E n esta pieza o rato ria B ello
sintetiza los que, a su parecer, deben ser objetivos de la U niversidad
futura, y con certera visión analiza el sentido cultural de las diversas
enseñanzas.

Paerto Rico.— M ayo de 19 3 5 . La actualidad del Jibaro. En e ste


a r tíc u lo , su a u to r, A ntonio S. P edreira, se p la n t e a el p r o b le m a del
a u g e p resen te d el jib a r o f r e n t e a l m e n o s p r e c io e n q u e se le h a b ía te ­
n id o en o tra s ép o cas. C re e ver e n e llo u n a m a n ife s ta c ió n c la r a de la
p r e o c u p a c ió n e x is t e n t e h o y e n P u e r t o R ic o p o r to d o lo n e ta m e n te n a ­
c io n a l. S e le o c u r r e ta m b ié n p e n s a r s i la gran boga d el te m a n o será
in d ic io d e q u e e l j ib a r o d e s a p a r e c e . N o r e s u lta fá c il p r e c is a r lo q u e e s
e l jíb a r o . P e d r e ir a s e p r e g u n ta si n o lo s e r á n t o d o s lo s p o r to r r iq u e ñ o s .
D e s c r ib e s u s c u a lid a d e s , e n tr e la s q u e d e s ta c a la f a n ta s ía y la a fic ió n a
l a m ú s i c a . D a u n ín d i c e d e t a l l a d o d e l a s o b r a s q u e s e o c u p a n d e l t e m a .

Anales de la Sociedad de Geografia e Historia de Guate­


m ala. __M a r z o 1 9 3 5 . C o n t i e n e u n b u e n n ú m e r o d e i n t e r e s a n t e s a r t í c u ­
lo s , e n tr e lo s q u e d e s ta ca n lo s resú m en es de la s in v e s t ig a c io n e s fis io -
g rá fic a s y g e o ló g ic a s lle v a d a s a cabo en p o r W allace
G u a te m a la
W . A twood, R ollin S. A twood, F. W . M c . B ride y E . G . Z ies , a e x p e n ­
s a s d e la I n s titu c ió n C a m e g ie . H ans L üdendorff, E l origen del periodo
Tsoikin en el Calendario de los Mayas. Las inscripciones astronómicas
de los M a y o r . — E n e s t o s d o s a r t í c u l o s , e l n o t a b l e a s t r ó n o m o a l e m á n s e
r e fie r e a la p e r io d ic id a d d e l a ñ o tz o ik in y a l c a r á c t e r p o s ib le m e n te n o
a s tr o n ó m ic o d e a lg u n a s in s c r ip c io n e s m a y a s q u e h a s t a a llo r a s e h a b ia n
c o n s id e r a d o a s i. J. A ntonio V illacorta, Historia antigua de Guate­
mala.— Después d e a lg u n a s c o n s id e r a c io n e s p r e lim in a r e s e x p o n e e l p la n

s e g ú n e l c u a l s e d e s a r r o lla s u n u e v o lib r o .

Híspanle American Historical Review.— D u r h a m , N . C ( E s t a ­


A rthur P . W hitaker , Antonio de Ulloa.— Se-
d o s U n id o s ) . M a y o 193 5.
p r o p o n e e l p r o fe s o r W h it a k e r s e n ta r c o n e s te a r t íc u lo la s b a s e s p a r a u n a
b io g r a fia d e U llo a . B u e n c o n o c e d o r d e n u e s tr o s a r c h iv o s , a p o r ta d a to s
in é d ito s d e in te r é s . S ig u e c o n d e t a lle la s v i c is it u d e s d e l a v i d a d e U l lo a
y e s tu d ia b re v e m e n te su s o b ra s, d e s ta c a n d o la im p o r t a n c ia que t ie n e n
d e n tr o d e n u e s tr o s ig lo x v i i i . U llo a n a c e e n S e v illa e n 17 16 . E s t u d ia en
la E s c u e la d e G u a r d ia s M a r in a s y a lo s d ie c in u e v e a ñ o s e s d e s ig n a d o
p ara fo r m a r p a rte de la m is ió n fr a n c e s a en cargad a de m e d ir e l a r c o
d e l m e r id ia n o e n e l E c u a d o r . D e s e m p e ñ a s u p a p e l a llí b r illa n te m e n te y
v u e lv e a E sp añ a d espu és de on ce añ os. R e s u lta d o d el v ia je e s , e n tre
o t r a s o b r a s , la Relación histórica del viaje a la América meridional, es­
c r it a e n c o la b o r a c ió n c o n J o r g e J u a n . B u e n a p r u e b a d e l in te ré s q u e d e s -

184

© Biblioteca Nacional de España J


AMÉRICA EK LAS REVISTAS

p e r t ó e l l i b r o e s q u e f u é t r a d u c i d o a l a l e m á n , f r a n c é s , i n g l e s y h o la n d é s .
V u e l v e U l l o a a A m é r i c a c o m o g o b e r n a d o r d e la s m in a s d e H u e n c a v e -
lic a , p u e s to q u e tie n e q u e a b a n d o n a r p o r n o p o d e r v e n c e r la c o r r u p c ió n
a llí e x is te n te . M á s t a r d e e s g o b e r n a d o r d e la L u is ia n a . S u v e je z tra n s ­
cu rre en C á d iz , e n tr e s u s d e s c e n d ie n te s y su s lib r o s . W h i t a k e r v e en
é l a l p r o to tip o d e l e n c ic lo p e d is ta c u r io s o , h u m a n ita r io y d e ñ c ie n te m e n te
d o ta d o a n te la r e a lid a d . A lfred H asbrouck re su m e en La conquista del
desierto lo s r e la to s d e la s o p e r a c io n e s lle v a d a s a cabo p o r la s tro p a s
a r g e n tin a s c o n tr a lo s in d io s d e la pam pa en el s ig lo x ix . D e sta c a la
c a m p a ñ a d e l g e n e r a l R o c a e n l o s a ñ o s 1 8 7 9 -8 0 . S u a r t íc u lo , s in p r e te n ­
s io n e s d e in v e s tig a c ió n d ir e c ta , s e d ir ig e a lo s le c to r e s d e le n g u a in ­
g le s a .

Revista del Archivo 7 Biblioteca Naclooales.— T e g u c i g a l p a


Carta a S. M. del Adelantado D. Francisco de Montejo
(H o n d u ra s).
acerca del Estado de su Gobernación.— J u n t o c o n e s t e i m p o r t a n t e d o c u ­
m e n to c o lo n ia l se p u b lic a n o tr o s r e la tiv o s a lo s m o v im ie n to s p o lític o s
o c u r r id o s e n H o n d u r a s d u r a n te e l s ig lo x i x y u n n o ta b le e s t u d io s o b r e
e l s ig n if ic a d o d e lo s n o m b r e s g e o g r á f ic o s in d íg e n a s , p o r e l D a . A lberto
M embreko.

Ibero Amerlcanisches Archlv. — A b r il 1935. I. R ich ard -S imons


e s tu d ia la s n u e v a s C o n s titu c io n e s d e B r a s il y U r u g u a y . A p r e c i a e n e lla s
la r e p e r c u s ió n d e la s a c tu a le s te n d e n c ia s p o lític a s e u r o p e a s . L a d e l B r a ­
s il a c u s a u n a m a y o r c e n tr a liz a c ió n e n d e tr im e n to d e la s fa c u lta d e s d e
lo s E ls t a d o s y la a p a r ic ió n del c o r p o r a tiv is m o en la c o n s titu c ió n d el
P a r la m e n to . H ans S teffen p r o s ig u e un e s tu d io so b re lo s d e s c u b r i­
m ie n to s g e o g r á fic o s e n la e x t r e m id a d s u r d e C h ile . Y a e n e l s ig lo x v i
s o n n u m e r o s a s la s e x p e d ic io n e s q u e p a rte n d e la is la d e C h ilo é y s e d e ­
d ic a n a la c a p t u r a d e in d io s . M á s t a r d e son im p o r ta n te s lo s v i a j e s d e
m is io n e r o s .

185

© Biblioteca Nacional de España


© Biblioteca Nacional de España
REVISTA DE FILOLOGÍA ESPAÑOLA
DIRECTOR: R . M E N É N D E Z P ID A L

REDACTORES: A . A io its o , D íu a so A lonso, A . C sstbo , V . G a b c U d i D isco ,


T. N iv a sb o T o k Xs , F . db O nís, B . S ínchbs A lonso, A . G . S olauhde.
SECRETARIO D E REDACCIÓN: J. F. Monissibos .
ENCARGADOS D B L A B IB LIO G R A FÍA : H . S s s ís , E . A . V illoldo.

Se publica en cuadernos trimestrales, formando cada año un


tomo de unas 450 páginas. Comprende estudios de bibliografía,
historia de la civilización, lengua, literatura y folklore, y da infor­
mación bibliográfica de cuanto aparece en revistas y libros, espa­
ñoles y extranjeros, referente a la ñlologia española.

PRECIOS:
suscripción :

España.................... 20 pesetas al año.


Extranjero............... 22 —

NÓMBRO SUBLTO:

España............................ pesetas.
Extranjero........................ 5,50 —
Suscripción a la tirada aparte de la B ib lio g ra fía : 4 pesetas al año.

E s t a tir a d a a p a r t e s e im p r im e s ó lo p o r u n la d o , p a r a f a c ilit a r la in c o r p o ­
r a c ió n in d iv id u a l d e la s p a p e le t a s o ñ c h a s e n io s c a tá lo g o s b ib lio g r á fic o s .
E s tá n a g o ta d a s la s tir a d a s c o r r e s p o n d ie n t e s a lo s a ñ o s d e 19 14 a 1 9 17 . S e
a d m it e n p e d id o s d e la s d e 19 18 a 193 4 .

C O L E C C IO N E S COM PLETAS

P u e d e n a d q u ir ir s e c o le c c io n e s c o m p le t a s d e la R e v is t a a l m is m o p r e c io
d e s u s c r ip c ió n , e s d e c ir , lo s v e in tiú n v o lú m e n e s p u b lic a d o s (19 14 -19 3 4 ):
E s p a ñ a , a r a ió n d e 20 p e s e t a s v o lu m e n , 420 p e s e ta s ; e x t r a n je r o , a 22 p e s e ­
t a s v o lu m e n , 4 6 a p e s e t a s . S e h a lla n t a m b ié n a la v e n t a t o m o s y c u a d e r n o s
s u e lt o s d e t o d a la s e r ie , c o n e x c e p c ió n d e lo s t o m o s c o r r e s p o n d ie n t e s a lo s
a ñ o s > 9 1 4 , 1 9 1 5 , > 9> 6, 1 9 2 3 , 1 9 2 4 7 1 9 2 5 , q u e s ó l o s e p u e d e n s e r v i r e n c o ­
le c c ió n c o m p le ta .

R E D A C C IÓ N Y A D M IN IS T R A C IÓ N :

CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS


M bdinaceli, 4.— M adrid .

muL.- © Biblioteca Nacional de España


A R C H I V O ESPAÑOL DE
ARTE Y A R QUE OL OGÍ A
P U B L IC A C IÓ N CU A TR IM ESTR A L
D E L A S SE C C IO N E S D E ARQ UEOLOGÍA Y D E A R TE
D E L CENTRO D E E ST U D IO S H ISTÓ RICOS

DIRECTOR*.

F. J. SÁNCHEZ CANTÓN
d ir íj a s e la c o R R E s P o iitis K c t A AL S E Ñ O R A D M IN IS T R A D O R

DEL A R C H I V O ESPA Ñ O L D E A R TE Y A R Q U E O L O G IA :

CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS


M e o i n a c e l i , 4 .— M a d r i d .

R R E C I O S :

EipaSa, un ano. 30 pías. Porlugal y América, 35 pías. Oíros países. 40 pías. Húmero sse ito. 1 as
Pueden adquirirse colecciones completas del A rchivo al mismo precio de suscríp-
ciún, es decir, los diez volúmenes publicados (1925-1934); España, 30 pesetas vo-.
lumen; América y Porlugal, 35 pesetas, y los demás paises, 40 pesetas. También
se hallan a la venta tomos y números sueltos, con excepcíún del primer número
de la publicación.

A N U A R I O DE HI STORI A
DEL DERECHO ESPAÑOL
Este Anuario, dirigido por los discípulos de don
Eduardo de Hinojosa, y en el que colaboran repu­
tados especialistas de Europa y América, consti­
tuye la primera publicación periodística dedicada
al estudio de la Historia del Derecho Español.

S e h a p u b lica d o e l tom o X , 1 ^ 3 3 , 4 ° , 3 5 1 p á g in a s .
E n p r e n s a e l tom o X I .

Precio de suscripción: 22 pesetas; número suelto: 25 pesetas.


d ir íj a s s l a co R R B S P O R D B N a A A D . C L A U D I O S Á N C H E Z -A L B O R N O Z

CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS


M b d i n a c b l i , 4 .— M a d r i d .

© Biblioteca Nacional de España


^EMERITA=—
B O L E T ÍN E S P A Ñ O L D E L IN G Ü ÍST IC A Y F IL O L O G ÍA C L Á S IC A S

Acaba de aparecer el tercer tomo de este Boletín semes­


tral, que aspira a estimular y coordinar los estudios de lingüistica
y de filología clásicas en España.
He aquí el sumario del último fascículo:
P. (J. G onzílbz ds la C alle, Algunas observaciones acerca de la prosa de
Marcial.— M. SXncbbz B abrado, Estudio comparativo del ^praesens pro fu -
turo*.— ü . Bonfante, E i origen del nominativo singular sigmático indoeuropeo.
H. HsRNANno B alkori, Sobre la inscripción bilingüe de Lamas de Moledo.—
A. Magariííos, Notas sobre el posible valor de los proverbios.— Reseñas de
revistas.—-Reseñas de libros.— Muerte de Mauricio Croiset.— Muerte de Gui­
llermo Schulte.— I I Congreso de la Asociación Guillaume Sudi.

Suscripción: España, 20 ptas. Extranjero, 22 ptas.


Pasciculo suelto: España, 10 ptas. Extranjero, 11 ptas.
ADMINISTRACIÓS:
CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS
M boikacbli, 4.— M adrid .

A R C H IV O S D E L IT E R A T U R A C O N TE M PO R Á N E A

ÍNDICE LITERARIO
Revista mensual. Publica al año diez cuadernos, correspondien­
tes a los meses de enero, febrero, marzo, abril, mayo, junio, agosto,
octubre, noviembre y diciembre. Informa sobre la producción lite­
raria española contemporánea, dando reseñas o análisis sumarios
de libros de reciente aparición.

Precios de suscripción:

fispafia, 10 pesetas al año.—Extranjero, 12 pesetas al año.


Número suelto: España, 1 peseta.—Extranjero, 1,25 pesetas.

CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS, SECCIÓN DE LITE­


RATURA CONTEMPORÁNEA, MEDINACELI, 4. MADRID

© Biblioteca Nacional de España


CRUZ Y RAYA
R E V IS T A DE A F IR M A C IÓ N Y N E G A C IÓ N
d ir e c t o r : s e c r e t a r io ;
JOSÉ BERGAMÍN EUGENIO IMAZ
R E D A C C IÓ N Y A D M IN IS T R A C IÓ N :

G EN ER AL M IT R E , 5

M ADRID

SUMARIO DE LOS ÚLTIMOS NÚMEROS:


Número 27, junio: P. L. L andsberg , ExptrUncia de la
muerte - D ámaso A lonso , Aquella arpa de Bécquei - J. B er-
E l purgatorio de Santa Catalina - Cristal del tiempo -
G A M ÍN ,

Notas. Número 28, julio: L uigi S turzo , E l Estado totali­


tario - A ntonio P orras, Nombre y cartel del personaje y
tres de sus cuatro mujeres - P ablo N eruda , Poesía de Villa-
mediana - Ciistal del tiempo - Criba. Número 29, agosto:
A lexandra E verts , Visión griega de E l Greco - M anuel
A ltolaguirre , Milton - C arlos M artínez de C ampos,
Arte bélico: E l dominio de la mar.

P R E C IO D E L e j e m p l a r :

España, 3 ptas. Extranjero, 4 ptas.

S U S C R IP C IÓ N A D O C E N Ú M ER O S:

España, 30 ptas.; países adheridos a la tarifa reducida de Correos (envío


certiñcado), 35 ptas.; todos los demás países (envío certiñcado), 42 ptas.

© Biblioteca Nacional de España

También podría gustarte