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La Europa

Revolucionaria
b (17891848)
Javier Paniagua

ANAYA
&

ntre 1789 y 1848 Europa se transfor­

E ma. La Revolución Francesa y los proce­


sos posteriores - e l Imperio Napoleónico,
la Restauración y los ciclos revolucionarios
de 1 8 2 0 ,1 8 3 0 y 1 8 4 8 -, acompañados de
profundos cambios económicos y sociales,
configuran la sociedad europea basada en
los principios liberales, impulsores de la
proclamación de constituciones. El Roman­
ticismo, el surgimiento de los movimientos
nacionalistas y el inicio de las ideas socia­
listas son algunos de los factores que esta­
blecen los fundamentos del mundo con­
temporáneo, que intenta superar la estruc­
tura feudal del Antiguo Régimen propug­
nando la igualdad, la libertad y la fraterni­
dad de todos los ciudadanos.
JAVIER PANIAGUA, profesor e investigador de
Historia Social, ha sido Jefe de Formación
del Profesorado del ICE de la Universidad
de Valencia, Director General de Enseñan­
za de la Generalitat Valenciana y Director
del centro de la UNED de Alcira (Valencia).
Es autor de numerosos trabajos sobre el I
i i
movimiento obrero español. ISBN 84-207-3442-X
1544044

9 7 88420 734422
Colección: Biblioteca Básica
Serie: Historia

Diseño: Narcís Fernández


Maquetación: Pablo Rico
Ayudante de edición: Estrella Molina y Olga Escobar

Coordinación científica: Joaquim Prats i Cuevas


(Catedrático de Instituto y
Profesor de Historia de la
Universidad de Barcelona)

Coordinación editorial: Juan Diego Pérez González


Enrique Posse Andrada

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el artículo 534-bis del C ódigo Penal vigente, podrán ser castigados
con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren
o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica
fijada en cualquier tipo de soporte, sin la preceptiva autorización.

© del texto, Javier Paniagua, 1989


© de la edición española, Grupo Anaya, S. A .. 1989
Telém aco, 43. 28027 Madrid
Primera edición, septiembre 1989
Segunda edición, corregida, julio 1992
I.S .B .N .: 84-207-3442-X
Depósito legal: M-18.639-1992
Impreso por O R Y M U , S. A . C/ Ruiz de Alda, 1
Polígono de la Estación. Pinto (Madrid)
Impreso en España - Printed in Spain
Contenido
De súbdito a ciudadano, de pueblo
a nación 4

1 La Revolución francesa:
el nacimiento de una nueva era 6

2 El Congreso de Viena:
intento de restauración
del viejo orden 28

3 El mundo de las ideas:


del liberalismo al socialismo 34

4 El ciclo revolucionario:
1820-1830 54

5 El ciclo revolucionario:
1848, «año de las revoluciones
democráticas» 80

Datos para una historia 90

G losario 92

Indice alfabético 94

Bibliografía 96
De súbdito a ciudadano, de pueblo a nación
Un viajero que recorriera los polvorientos caminos euro­
peos unos meses antes de julio de 1789 no observaría
nada especialmente significativo. Los tres estamentos
feudales — clérigos, nobles y ciudadanos— mantenían
su situación. Los monarcas absolutos, influidos por el
despotismo ilustrado, impulsaron el crecimiento econó­
mico de sus pueblos y acrecentaron el poder burocráti­
co del Estado.
Pero una tempestad se avecinaba. El llamado Tercer
Estado, amalgama de burgueses, comerciantes, campe­
sinos, artesanos y obreros, rechazaba las condiciones p o ­
Los h isto ria d o re s líticas que le imponían todo tipo de deberes sin ningún
han discutido las
derecho. La oportunidad de rechazar este esquema so­
causas y las conse­
cuencias de la R e­
cial surgió cuando el rey de Francia, Luis X V I, con vo­
volución Francesa. có los Estados Generales del Reino, a la manera de sus
Entre las explica­ antecesores. Ello marcaría el comienzo de una nueva
ciones destacan la era. La Revolución que siguió representa el inicio del
difusión de las ideas mundo contem poráneo y, a la postre, el cambio de la
de la Ilustración, la
humanidad entera: de súbditos, los hombres y mujeres
crisis económica de
aquellos años, la in­
pasaron a ser ciudadanos.
capacidad política Muchos sucesos acontecieron desde el 14 de julio de
para encauzar las 1789. El proceso no fue uniforme, y aquella fraterni­
protestas sociales, dad proclamada por la Revolución no se convirtió en
la m a la g estió n , un abrazo permanente de Repúblicas hermanas. La pro­
etc... Desde los pri­
pia Revolución pasó por períodos contradictorios, y uno
m eros m om entos
de sus generales — Bonaparte — , proclamándose em ­
d e lo s a c o n t e c i­
m ien to s a lg u n o s perador a la manera de los antiguos romanos, extendió
protagonistas y es­ su poder por toda Europa. Los europeos, al tiempo que
pectadores señala­ luchaban contra el ejército napoleónico, despertaban su
ron que éstos supo­ propia conciencia nacionalista y proclamaban constitu­
nían la derrota de la
ciones basadas en la D e c la r a c ió n U n iv e r s a l d e lo s D e ­
s o c ie d a d fe u d a l,
re c h o s d e l H o m b re .
con sus privilegios
de clase, y el ascen­ Después de W aterloo muchos reyes y nobles pensa­
so de los burgueses, ron que todo había sido un mal sueño; en 1815 inten­
t e s is q u e se h a taron volver a los viejos tiempos, pero ya nada era igual.
m an ten id o h asta Las nuevas ideas y la fuerza de los pujantes naciona­
n u e s tro s d ía s .
lismos, tanto de los pueblos oprimidos com o de los di­
O tros han cuestio­
nado esta interpre­
vididos en pequeños Estados, no podían ser conteni­
tación argumentan­ das. Las revoluciones de 1820, 1830 y 1848 consoli­
do que la burguesía daron el triunfo de la burguesía, la ideología liberal y el
y la aristocracia no pensamiento científico, al tiempo que la industrialización
4 eran antagónicas. se abría camino desde Inglaterra, país que no necesitó
d e l tra u m a r e v o lu c io n a r io p a r a a fr o n ta r las r e fo r m a s f 50-
líticas a d e c u a d a s a lo s n u e v o s t ie m p o s , q u e in tro d u je . De súbditos
r o n e n e l v o c a b u la r io d e lo s p u e b lo s té r m in o s ta le s 'o - a ciudadanos
m o « fá b r ic a » , « fe r r o c a r r il», « s o c i o l o g í a » , «n a c io n a lis m j » ,
« s o c ia lis m o » , « h u e l g a » . . . D e s d e e n t o n c e s , n u e v a s fu e r - i
za s s o c ia le s — lo s t r a b a ja d o r e s in d u s tr ia le s — lu ch a r á n
ta m b ié n p o r m a n ife s ta r su p r e s e n c ia .

E P O Q U E S n S É R fO B A B L E S

D E L A D É V D L I J T I O A F R A N Ç A I S E .

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La Revolución francesa:
el nacimiento de una nueva era
El 14 de julio de 1789, a media tarde, el pueblo de Pa­
rís se lanzó jubiloso a la calle y se extendió por doquier
una gran noticia: «L a Bastilla ha sido tom ada». La ca­
beza del gobernador de la fortaleza era paseada com o
trofeo del triunfo sobre aquella prisión del Estado, sím­
bolo del despotismo y la represión del poder real. En
aquellos momentos sólo había en ella siete reclusos: un
joven aristócrata pendenciero, dos locos y cuatro falsi­
ficadores. La guarnición la formaban 82 excombatien­
tes y 32 soldados suizos y, pese a disponer de cañones,
no tenían suficientes provisiones para resistir un asedio.
Los asaltantes eran una amalgama de carpinteros, eba­
nistas, cerrajeros, zapateros, tenderos, comerciantes y
asalariados cuyas edades oscilaban entre más de seten­
ta y dos y menos de diez años.
Aquel acontecimiento fijó el inicio de una nueva era,
y al mismo tiempo, el comienzo del fin del Antiguo R é ­
gimen, basado en el poder de un monarca absoluto y
que sólo concedía todos los derechos a las 350.000 per­
sonas que componían la nobleza en Francia. Existían,
sin duda, grandes diferencias entre ellos: unos pocos re­
sidían en la Corte de Versalles, donde llevaban una vi­
da de extraordinario lujo, mientras que la mayoría vivía
en las distintas provincias francesas a costa de los dere­
chos feudales que pagaban los campesinos.
El clero, al que pertenecían unas 120.000 personas,
también basaba su poder en el dominio de la tierra, de
la que recibían un impuesto especial: el diezmo. Su com ­
posición era muy desigual: obispos, abades y canóni­
gos procedían de la nobleza, mientras que párrocos y
vicarios, integrantes del bajo clero, a duras penas sub­
Los Sans-culottes,
sistían con sus escasas rentas.
llam ados así por el
pantalón que utili­ El resto de los ciudadanos, más de 25 millones, for­
zaban, en sustitu­ maban el llamado Tercer Estado: burgueses, obreros,
c ió n d e l c a lz ó n , artesanos y campesinos. La burguesía había consegui­
iban con gorro rojo, do acumular riquezas mediante el comercio, la banca
sable y pica. Prota­
o una industria todavía de carácter artesanal. Tenía plena
gonizaron m a s c a ­
conciencia de su dinamismo económ ico y de su escasa
radas, motines e in­
surrecciones por las representación política. En cambio, los artesanos y obre­
6 calles de París. ros aún carecían de independencia, tanto ideológica co-
mo política, y apoyaban los movimientos burgueses. Las
malas cosechas y el consiguiente encarecimiento del trigo El fin del
les ocasionaban dificultades para obtener su principal ali­ Antiguo Régimen
mento, el pan, y ello les llevaba a salir a la calle y pro­
nunciarse contra una monarquía a la que consideraban
corrupta. En efecto, todos los testimonios coinciden en
que ni el rey de Francia, Luis XVI, de aspecto rechon­
cho y bonachón, ni su esposa. María Antonieta, des­
pertaban el entusiasmo de las clases populares. El 14 de julio de
Los gobiernos de Luis X V I no habían podido atajar 1789 el pueblo de
la bancarrota de la Hacienda del Estado, a pesar de los París asaltó la ve­
esfuerzos del ministro Necker, y echaban mano de nue­ tusta fortaleza de
La Bastilla, inicián­
vos impuestos, con la subsiguiente protesta de las pro­
dose el proceso re­
vincias. Precisamente, la quiebra financiera fue lo que
v o lu c io n a rio que
obligó a convocar, el 8 de agosto de 1788, los Estados conducirá al fin del
Generales de Francia, que no se reunían desde 1614. Antiguo Régimen.
Una Asamblea Constituyente en un París tumultuoso
C om ienza la Los representantes, elegidos a razón de cuatro diputa­
Revolución dos por cada una de las 300 jurisdicciones — uno por
la nobleza, otro por el clero y dos por el Tercer Estado — ,
El Tercer Estado llegaron a París con sus cuadernos de quejas bajo el bra­
era un conglom era­ zo («L es cahiers de doléan ces»); en ellos se reflejaba el
do poco hom ogé­ malestar de los pueblos y ciudades, insistiendo en la si­
neo: b u rg u e se s,
tuación de los bienes comunales, los impuestos, la jus­
obreros y cam pesi­
nos. T odos tenían ticia o las cargas de los derechos señoriales.
algo en común: h a­ Las sesiones fueron inauguradas el 5 de mayo
bía que acabar con de 1789 por el monarca, en el palacio de Versalies.
el sistema feudal. Luis X V I y sus colaboradores pretendieron que los Es­
Para unos, la lucha tados Generales funcionaran a la vieja usanza, con los
era un medio para
tres estamentos (nobleza, clero y burguesía) separados,
salir de la miseria,
para otros, era un pero el Tercer Estado, que representaba el 96 por 100
m odo de hacerse de la población de Francia, deseaba una reunión con­
con el poder. junta, e intentó en vano que acudieran a ella la nobleza
y el clero. El 17 de junio se constituyeron en Asamblea
Nacional. El rey les impidió el acceso a la sala de deba­ C om ienza la
tes. y por tal causa hubieron de reunirse en una gran Revolución
sala, el J e u d e P a u m e — Juego de Pelota— ; el 20 de
junio juraron no separarse hasta elaborar una Constitu­
ción. Mientras, la camarilla de la Corte, aferrada a la
tradición, forzó la destitución del ministro Necker, que
intentaba llegar a un acuerdo con los asambleístas, y con­
El abate Sieyés pu­
centró tropas en Versalles. La Revolución había c o ­ b lic ó un fo lle t o
menzado. «¿Qué es el Tercer
Impulsados por el hambre y las privaciones, tras pa­ Estado?» en el que
decer dos años de malas cosechas, los ciudadanos de se pedía una repre­
sentación contraria
París, conocedores de estas intenciones, buscaron ar­
a la de los estamen­
mas en la noche del 12 al 13 de julio. Hallaron unos
tos del Antiguo R é­
30.000 fusiles en el Hotel des Invalides, que utilizaron gimen. La Revolu­
para asaltar la Bastilla. En el Ayuntamiento de París, un ción Francesa creó
Comité Permanente improvisó una milicia, que consti­ las elecciones polí­
tuyó el inicio de la Guardia Nacional, mandada por el ticas contem porá­
general La Fayette. neas, basad as en el
voto personal y se­
Al monarca no le quedó más remedio que aceptar
creto de aquellos
los hechos y volvió a utilizar los servicios de Necker. En­ ciudadanos que te­
tre tanto, cada uno de los 60 distritos de la capital eligió nían derecho al su­
a dos representantes, form ando una Asamblea perma- fragio.

9
nente de la Comuna de París. El hecho se propagó por
Los D erechos toda Francia, y las administraciones provinciales fueron
del H om bre ocupadas por los nuevos dirigentes burgueses. También
los campesinos, que constituían el 85 por 100 de la p o ­
blación, aprovecharon las circunstancias para manifes­
tarse y reclamar la abolición de los derechos señoriales
y otros tributos. Muchos aristócratas fueron sitiados en
sus mansiones, y se quemaron los archivos señoriales
para destruir los documentos justificativos de aquellas
cargas. En la noche del 3 al 4 de agosto de 1789 los
nobles y el clero, presionados por los acontecimientos,
renunciaron a sus privilegios: diezmos, derechos de ca­
za, exenciones fiscales y derechos señoriales. El 26 de
El espíritu de esta agosto los diputados de la Asamblea aprobaron por v o ­
caricatura. L o s tres tación la D e c la r a c ió n d e lo s D e r e c h o s d e l H o m b r e y d e l
e sta d o s fo rja n una C iu d a d a n o , símbolo de los nuevos tiempos y acta de
nueva co n stitu ció n , defunción del Antiguo Régimen. Allí se establecía la
pronto se reveló in­
igualdad y la libertad de los hombres, el derecho invio­
viable ante las pro­
lable y sagrado de la propiedad, la separación de p o d e­
fundas diferencias
que separaban al res y la soberanía popular, en una línea semejante a la
pueblo de sus cla­ que se había promulgado en 1776 en los Estados Uni­
ses dirigentes. dos con ocasión de su independencia.

10
Un rey acorralado
La presión popular obligó a Luis X V I a sancionar las re­ La huida
soluciones de la Asamblea, al tiempo que muchos pari­ del rey
sinos asaltaban el palacio de Versalles. La familia real
se instaló en el de las Tullerías en París, próximo al lu­
gar donde realizaba sus trabajos la Asamblea, que du­
rante 1790 y 1791 intentaba consolidar un régimen de
monarquía constitucional.
Pero el monarca no aceptaba fácilmente el recorte de
su poder absoluto y conspiraba enviando emisarios a
otros reyes europeos para que acudieran en su ayuda,
y él mismo optó por huir al extranjero, a fin de ponerse
al frente de un ejército contrarrevolucionario. En plena
huida, el mesonero Drouet, de Sainte-Menehould, le
reconoció al darle el monarca una moneda con su efi­
gie. La familia real fue apresada en Varennes, a cinco
leguas de París, el 22 de junio de 1790, pero se consi­
deró que el rey había sido secuestrado y que no era res­
ponsable, a pesar de que había firmado un manifiesto
crítico contra la Asamblea el 20 de junio.
El 13 de septiembre de 1791 se votó la Constitución,
la primera de Europa que se había redactado teniendo
com o referencia la D e c la r a c ió n d e D e r e c h o s . Sin em ­
bargo, sus preceptos eran bastante moderados: un sis­ Con trajes de bue­
tema de elección restringida, que sólo permitía votar a nos burgueses, Luis
los varones mayores de veinticinco años que pagaran XVI, M aría Anto-
nieta y sus hijos hu­
una contribución directa equivalente a tres jornadas de
yeron de París el 21
de junio de 1791,
para reunirse en
Metz con el ejército
contrarrevoluciona­
rio, comandado por
Bouillé. Reconoci­
dos, tuvieron que
regresar a las Tulle-
ría s fla n q u e a d o s
por la Guardia N a ­
cional y en medio
de un gran silencio
del pueblo, tal co ­
mo se había orde-
nad o: «El que
aplauda al rey será
apaleado, el que le
silbe, ah orcad o.» 11
trabajo. Se establecía la inviolabilidad del soberano con
La la divisa de «rey de los franceses por la gracia de Dios
Constitución y de la ley constitucional del Estado». Era, por tanto,
máximo representante de la nación y jefe del Ejército,
aunque correspondía a la Asamblea declarar la guerra
y firmar la paz. Con su rúbrica, el rey debía sancionar
las leyes emanadas de aquélla, pero tenía cierta capa­
cidad de veto por un tiempo máximo de cuatro años.
Gobernaba con los ministros y nombraba a los altos fun­
cionarios. Los jueces gozaban de independencia respec­
to de los demás poderes para ejercer su función.
Francia fue dividida en 83 departamentos, subdividi­
dos a su vez en distritos, cantones y municipios, con un
Consejo General de 36 miembros, elegidos por cuatro
años, y un procurador que representaba a la monarquía.
París formaba una unidad propia, con 48 secciones, cu­
yos representantes constituían el Consejo General de la
Comuna de París.
Los antiguos impuestos fueron sustituidos por contri­
buciones directas de carácter territorial y personal. Sólo
se mantuvieron algunos impuestos indirectos sobre el
Correo, Timbre o lotería. Quedaron suprimidas igual­
mente las tasas interiores y de peaje, que dificultaban
la libre circulación de las mercancías, y un decreto so­
bre la libertad de cultivo permitió las cosechas de nue­
vos productos.
Los bienes del clero se pusieron a la venta, com o re­
curso de urgencia para solucionar la crisis financiera,

La m ayoría del cle­


ro y los aristócratas
formaron el bando
de los contrarrevo­
lucionarios, debido
m
a la supresión de
sus bienes por par­ m
te del nuevo siste­
ma político. El con­
f m\
flicto de clases sur­
gía en paralelo al
12 conflicto político.
agravada ante la imposibilidad de recaudar los nuevos
impuestos: el catastro de las tierras no estaba hecho y
los municipios tendían a autoabastecerse. Sin embargo, Constitución
la aprobación en la Asamblea Nacional de la Constitu­
ción Civil del Clero dio lugar a múltiples tensiones. Las
circunscripciones eclesiásticas tenían que adaptarse a la
nueva división administrativa y adecuarse al signo de
los tiempos, y por ello párrocos y obispos debían ser ele­
gidos en asambleas. Luis XVI, tras muchas dudas, rati­
ficó la ley el 24 de agosto de 1790, pero los eclesiásti­
cos se dividieron en ju r a m e n ta d o s — partidarios de la
Constitución— y r e fra c ta rio s — contrarios a ella— . El pa­
pa Pío VI condenó esta ley en marzo de 1791, dejando
al rey en una difícil situación.
En resumen: las necesidades de libertad de los nue­ Ante la resistencia
vos intereses económ icos burgueses requerían una le­ de los estamentos
gislación adecuada y unos cauces políticos propios, don­ privilegiados a ser
de las proclamas de libertad no alcanzaban todavía el relegados a la con­
dición de «ciudada­
derecho de huelga y de asociación, prohibidos por la
nos», la represión
ley Chapelier, de junio de 1791.
llenó las cárceles de
El monarca, a pesar de todo, juró la Constitución, y sospechosos de «re­
la Asamblea Constituyente se disolvió con el grito de fractarios» a la R e­
«¡Viva el rey!». volución.

13
El rey muere ajusticiado
La Nación en nombre de la nación francesa
Soberana Un año después de aquel 14 de julio los miembros de
la Asamblea, junto a los representantes de los Departa­
mentos, celebraron en el Cam po de Marte de París el
aniversario de la toma de la Bastilla. Allí, La Fayette
juró, en nombre de la Guardia Nacional, fidelidad a la
Nación Soberana, y lo mismo hizo Luis XV I. Francia
había dejado de ser patrimonio de un monarca para for­
mar parte de una entidad colectiva, cuyos habitantes d e­
jaban de ser súbditos para convertirse en ciudadanos.
La Nación, com o fuerza integradora y política, sería a
partir de entonces un elemento de reivindicación popular
en Europa y en el mundo.
Las tropas francesas, que luchaban contra las monar­
quías europeas contrarias a la Revolución, lo hacían en
nombre de una patria en peligro, y pese a la desorgani­
zación de! ejército, privado de muchos oficiales, los v o ­
luntarios suplieron las múltiples deficiencias con entu­
siasmo, conscientes de su papel de defensores de una
Francia que proclama «la libertad, la igualdad y la fra­
ternidad» de sus ciudadanos.
Suprimido el poder absoluto del rey y los privilegios
de los nobles y el clero, la nueva Asamblea comenzó
a funcionar en octubre de 1791. con sus 745 diputados
electos. Pero la unidad de la Nación no se demostraba
ya por la fidelidad política; distintas alternativas ideoló­
gicas empezaban a circular entre los representantes del
pueblo. Los partidarios de cada tendencia se agrupa­
ban en c lu b s , según la afinidad de sus miembros: esta­
La Guardia N acio ­ ban naciendo los partidos com o cauce de las opiniones
nal, creada por la y expectativas de los ciudadanos; los términos iz q u ie r ­
Asam blea Constitu­
d a y d e r e c h a comenzaron a adquirir su significado.
yente, se convirtió
Los grupos más importantes eran los girondinos y los
en la alternativa al
ejército del Antiguo jacobinos. Los primeros, llamados así por proceder de
Régimen, y sostén la región de la Gironda, al sur del país, representaban
de los principios re­ a la pequeña burguesía ilustrada, partidaria de la des­
v o lu c io n a rio s . El centralización política y administrativa y de extender los
m arqués de La Fa-
principios revolucionarios por el mundo. Tenían en
yette (1757-1834)
Brissot, en el matrimonio Roland y en Vergniaud a sus
fue su primer jefe.
Sobre estas líneas, principales líderes. A su izquierda, los jacobinos, o mon­
v o lu n t a r io de la tañeses (así denominados por sentarse en la parte más
14 Guardia Nacional. alta de la Asam blea), eran una mezcolanza de grupos
•ocíales diversos; entre los más conocidos estaban Ro-
bespierre, Marat, Danton y Saint-Just, que cubrían des­ La Nación
de las posiciones más moderadas a las más radicales, Soberana
defendidas éstas, en parte, por los c o r d e lie r s , donde se
iqrupaban muchos artesanos y obreros.
Fuera de estos círculos, y sin representación política,
estaban los partidarios de volver al viejo orden, princi­
palmente los e m ig r a d o s , nobles en su mayoría, que
huían al extranjero y desde allí conspiraban para resta­
blecer la monarquía absoluta, com o el conde de Artois,
hermano de Luis XVI. Sus bienes fueron confiscados. Batalla de Jemap-
Si se les detenía, eran condenados a morir en la guillo- pes entre el ejército
lina. En algunos casos contaron con el apoyo del cam ­ francés y las fuerzas
pesinado, com o ocurrió en marzo de 1793, en los de­ imperiales austría­
partamentos de la Vendée, sublevados contra el inten­ cas. Las victorias
revolucionarias em ­
to de reclutar soldados para defender las fronteras. P e ­
pezaron a multipli­
ro en el fondo de estas revueltas estaba la política de carse después del
reparto de las tierras comunales, que perjudicaba a los inesperado éxito de
campesinos pobres, incapaces de adquirir ningún lote. Valm y, en 1792.

15
La fuerza radical la constituían los s a n s - c u lo tte s (los
«sin calzones»), amalgama de los sectores más humil­
des de la sociedad: artesanos, tenderos, obreros, mar­
ginados de las grandes ciudades, quienes con frecuen­
cia se identificaban con los discursos de Marat.
En esta situación, la guerra contra el exterior y la R e­
volución estuvieron estrechamente ligadas. La nación
se identificó con los revolucionarios. Las clases popu ­
lares veían al rey cada vez más vinculado a los emigra­
dos, y al Antiguo Régimen. De ahí que cuando el
duque de Brunswik, general de los ejércitos contrarre­
En m arzo de 1973 volucionarios. emitió un manifiesto amenazador para to­
estalla una de las
dos aquellos que osaran vituperar la persona del m o­
insurrecciones
c a m p e s in a s m ás narca, el ánimo de los parisienses se encrespó, mien­
sangrientas contra tras voluntarios de otras ciudades acudían a la capital
la Convención, la para defender a la patria. En aquellas circunstancias los
Vendée, en protesta marselleses hicieron popular la C a n c ió n d e l E jé r c it o d e l
por las levas forzo­
R h in (conocida después com o L a M a rs e lle s a ), que com ­
s a s , d irig id a por
pusiera un ingeniero, Rouget de Lille, expresión del sen­
monárquicos y esti­
m ulada por el clero timiento nacionalista y adoptada com o himno de la R e ­
católico. pública francesa.

16
El 10 de agosto de 1792 el pueblo de París asaltó el
palacio de las Tullerías y constituyó la Comuna, un g o ­ El rey
bierno revolucionario paralelo controlado por los jaco­ en la guillotina
binos, que presionó a la Asamblea para que tomara me­
didas contra los sospechosos de boicotear la Revolución.
Miles de detenidos fueron ajusticiados en la guillotina,
El médico francés
acusados de connivencia con los ejércitos contrarrevo­
José Guillotin
lucionarios. La Asamblea suspendió las funciones del
(1738-1814), funda­
rey y lo destituyó. Fueron convocadas nuevas eleccio­ dor de la Academ ia
nes por sufragio universal y nació la Convención N a­ de Medicina, pro­
cional, a imitación de la norteamericana. Girondinos y puso a la A sam blea
jacobinos mantenían un equilibrio de fuerzas. Legislativa el ins­
trumento que lleva
La victoria de Valmy sobre los prusianos el 20 de sep­
su nom bre a fin de
tiembre de 1792 el mismo día en que se inauguró la
disminuir los sufri­
Convención, dio fuerza a los revolucionarios para abo­ mientos de los con­
lir la monarquía, proclamar la república e iniciar el pro­ denados a muerte,
ceso contra el «ciudadano C apeto». Luis XV I. com o sa­ decapitados hasta
boteador de la Revolución. El 21 de enero de 1793 su entonces mediante
un hacha o m ando­
cabeza caía en la guillotina, y meses más tarde, el 16
ble. Los primeros
de octubre, su esposa, María Antonieta. sufrió la mis­
ensayos se hacen
ma suerte. La ejecución del rey provocó enfrentamien­ en 1792 en cadáve­
tos entre girondinos y jacobinos. res de animales.

17
Desde el Terror al Directorio
La situación se deterioraba día a día: una gran coalición
El Terror
de potencias europeas contra Francia amenazaba la es­
tabilidad política; las masas populares exigían la reduc­
ción de precios de los productos de primera necesidad;
entre los voluntarios del ejército se produjeron actos de
indisciplina (Dumouriez. el general victorioso en Valmy,
se volvió contra el gobierno para restablecer la m o­
narquía, después de ser derrotado en Bélgica en marzo
de 1973); las provincias reclamaban mayor autonomía
y los campesinos de la región de la V en dée se suble-
varón .
En tales circunstancias, con una Francia asediada
y con dificultades para encontrar los alimentos indis­
pensables. el ciudadano Robespierre (denominado e l
in c o r r u p tib le ) , uno de los líderes jacobinos, encauzó
la situación a través del Comité de Salvación Pública,
que, junto al Comité de Seguridad General, constituían
el verdadero gobierno de Francia. Es el período con o­
cido com o «el Terror» a causa de los numerosos ajusti­
ciamientos en la guillotina. Robespierre se desembara­
zó de izquierdistas, com o Hébert y Roux, líderes de los
e n r a g é s o exaltados, que exigían el derecho al trabajo,
instrucción gratuita y pensiones para los ancianos. De
la misma manera, se eliminó a los partidarios m o­
derados de Danton y a los girondinos, acusados de
traidores.
Revolucionarios com o Maximiliano Robespierre inten­
taron que sus ideales no se concretaran sólo en un cam ­
bio político, y abarcaron otros muchos aspectos de la
vida, creyendo así iniciar una nueva etapa de la histo­
El ciudadano Ro- ria. Tras abolir la monarquía, establecieron que el
bespierre fue el re­
año I. primero de la República, debía comenzar el 22
presentante más ra­
dical del partido ja ­ de septiembre de 1792, y los meses cambiaron de nom ­
cobino, que llegó al bre; Vendimiario, Brumario, Frimario, Nivoso, Pluvio­
poder a finales de so, Ventoso, Germinal, Floreal, Pradial, Messidor, Ther-
1792. Su gobierno midor y Fructidor. La religión fue racionalizada con el
fu e d e n o m i n a d o culto al Ser Supremo; Robespierre era partidario de la
con justicia del «te­
educación libre, al estilo de Rousseau, y creía en la exis­
rror», y la devasta­
dora cuchilla de la tencia del alma y en Dios. Un decreto del 18 de Floreal
guillotina apenas proclamaba la fiesta del Ser Supremo y de la Naturale­
tuvo reposo duran­ za, y cuando aquel puritano, convencido de su papel
18 te este período. de salvador de la patria, fue elegido presidente de la
Convención, acudió al acto con un ramo de flores y de
espigas en sus manos. Ham bre
La guerra y la falta de alimentos constituyeron los pro­ y guerra
blemas principales del gobierno revolucionario. Había
que controlar la producción de grano y equipar a los
soldados. Un millón de hombres fueron movilizados para
formar un ejército popular, cuyos miembros elegían a
sus jefes, y en el que la disciplina era elogiada com o un El funcionamiento
continuo de la gui­
principio básico. «Am ad la disciplina, que hace vencer»,
llo tin a defin ió el
decía Saint-Just. La Convención, para mantener el modelo político del
orden, decretó la pena de muerte contra ladrones y p eríod o conocido
desertores. com o «el Terror».

19
Ai mismo tiempo, los revolucionarios quisieron satis­
La nueva facer las reivindicaciones de los campesinos: los dere­
Constitución chos feudales quedaron suprimidos en su totalidad, sin
ningún tipo de indemnización, y muchas tierras de los
nobles emigrados fueron parceladas y repartidas entre
los agricultores.
Se elaboró una nueva Constitución, que fue votada
el 24 de junio de 1793; su declaración de derechos era
más avanzada que la de 1789. La Asamblea habría de
ser elegida por sufragio directo, y el Consejo Ejecutivo
— lo que llamaríamos gobierno— era designado por
aquélla. La educación pasó a considerarse com o un d e­
recho de todos los ciudadanos, y se aceptó el reconoci­
miento de la asistencia a los pobres. Un plebiscito p o ­
pular la aprobó el 10 de agosto, aniversario de la caída
de la monarquía. Sin embargo, su aplicación quedó
aplazada, depositada en el a rc a santa, hasta estar la R e­
En el plano político,
el equilibrio de fuer­ volución a salvo y lograrse la paz.
zas representado en A los catorce meses de la llegada de los jacobinos al
esta caricatura se poder, Francia había conseguido desembarazarse de sus
inclinó claramente, principales problemas y reforzar su nacionalismo popu ­
durante el mandato lar: rechazadas las invasiones extranjeras, el ejército pasó
jacobino, a favor de
a la ofensiva y ocupó Bélgica. Aquella alianza de las cla­
los elementos popu­
lares representados
ses medias y los s a n s - c u lo tte s funcionó a la perfección
p or lo s s a n s - c u - durante un año y sentó las bases de un Estado centrali­
lo tte s. zado y democrático.
Pero finalmente, una coalición de diputados m ode­
rados y radicales, que habían sido marginados y a los La muerte de
que unió el m iedo a la guillotina, derrotó a Robespierre Robespierre
y a sus seguidores, que fueron detenidos el 9 de Ther-
midor y condenados a la pena capital. Parece que las
últimas palabras de Robespierre fueron: «L a República
está perdida, los bandidos están en el poder». Esta reac­
ción thermidoriana, que propició un período de diez
años (1794-1804) de inestabilidad política y social, cul­
El mismo procedi­
minó con la coronación de Napoleón com o emperador. miento de elimina­
En 1795, III año de la República, se elaboró una nue­ ción física em plea­
va Constitución, más moderada, en la que desaparecía do por los jacobinos
el sufragio universal y se hacía una explícita alusión al fue utilizado contra
derecho de propiedad (según el artículo 5 .° , «L a pro­ ellos para desban­
c a rle s del p od er:
piedad es el derecho de gozar y disponer de los bienes,
Robespierre y otros
de las rentas, del fruto del trabajo y de las industrias») líderes ja c o b in o s
y a un concepto restringido de la igualdad («L a igual­ murieron en la gui­
dad consiste en que la ley sea igual para todos»). Se llotina.

21
establecieron dos Cámaras: el Consejo de Ancianos y
el Consejo de los Quinientos, renovadas en un tercio
El D irectorio
cada año. El Directorio ejercía el poder ejecutivo, con
cinco miembros nombrados por los Ancianos, y con la
obligación de cambiar uno de ellos cada año.
En aquellos años, el poder de los s a n s - c u lo tte s pari­
sienses íue disminuyendo, al tiempo que la escasez de
los bienes de primera necesidad incrementaba los pre­
cios. El hambre y la miseria se extendieron por los ba­
rrios de las principales ciudades. Estallaban frecuente­
mente reyertas en las grandes colas que se formaban
para comprar el pan, la carne o el carbón. Los nuevos
poderes trataban de controlar la situación mediante una
policía eficaz, que procuraba desbaratar cualquier nue­
va conspiración. Proliferaron las sublevaciones al grito
El ejército francés de «Pan y Constitución de 1793». En 1796, Babeuf pro­
descansa en Syene tagonizó la de mayor renombre y trascendencia, la de
(Egipto) durante su «L o s Iguales»: querían establecer una sociedad iguali­
cam paña por este taria; el intento llevó a la guillotina a sus principales di­
país, en la que des­ rigentes. También los realistas y los jacobinos em pren­
tacó un joven gene­
dieron conjuras para conquistar el poder, mientras un
ral que pronto ad ­
quiriría prestigio in­
joven general, Napoleón Bonaparte, cosechaba triun­
ternacional: N a p o ­ fos militares en Italia y en Egipto y asentaba, en cierto
león Bonaparte. m odo, la estabilidad de la República.
Napoleón, cónsul y emperador
Nacido en Córcega en los tiempos en que la isla había Napoleón
pasado de G énova a Francia, Napoleón había de repre­ Bonaparte
sentar a partir de entonces un papel importantísimo en
la historia de Europa. Napoleón Bonaparte es el sím­
bolo de muchas cosas y ha sido analizado com o proto­
tipo de la ambición personal para alcanzar el poder. En
efecto, aquel hombre de corta estatura y ancho de es­
paldas, a quien el pueblo llamaba «le petit tondu» (el
esquilado) por su peculiar peinado, tenía un afán des­
medido por convertirse en el centro del mundo. Se creía
destinado a salvar a Francia, a la manera de los em pe­
radores romanos, que imponían su ley a los pueblos bár­
baros. C om o todos en su época, sentía gran admiración
por el protagonismo histórico de la antigua Rom a y lo
que aquélla supuso para la humanidad: la supremacía
sobre la barbarie, que después consiguió prevalecer du­
rante muchos siglos, con la invasión de los pueblos de
más allá de las fronteras del Imperio. La Revolución,
en cierta medida, volvía a recuperar el sentido racional
de las cosas contra la arbitrariedad de los señores feu­
dales y los monarcas autocráticos.
Consideraba necesario un poder fuerte para defen ­
derse de los reyes absolutistas enemigos de Francia, y
al mismo tiempo, para encauzar a un pueblo tantos años
sometido a normas y formas de poder autoritarios, que

El pintor neoclásico
Proudhon imaginó
el triunfo de N a p o ­
león com o una vic­
toria de la ideología
ilustrada de finales
del xviil. El ascenso
del general corso a
las m ás altas ins­
tancias del poder
significaba el triun­
fo de este m o v i­
miento, que debía
reconducir el tam ­
baleante rum bo de
la Revolución fran­
cesa. 23
no podía fácilmente asimilar la camaradería que supo­
N apoleón nía la difusión del nombre de «ciudadano» a todas las
Bonaparte personas con uso de razón. Napoleón se coronó a sí mis­
mo em perador y estableció una corte fastuosa, al tiem­
po que sus tropas, bien pertrechadas, iban derrotando
a las europeas, pretendiendo liberar a los pueblos por
medio de los principios que habían configurado la R e­
volución Francesa. Paradójicamente, ocupaban después
los tronos de países vencidos, com o ocurrió con José
Bonaparte en España.
T o d o había comenzado el 18 de Brumario (19 de no­
viembre de 1799), con la desaparición del Directorio,
al que resultaba difícil mantener la autoridad del ejecu­
tivo. Una mayoría del Consejo de Ancianos y el de los
Quinientos confió el poder a tres «cónsules»: Bonapar­
te, Sieyés y Ducos. Se redactó una nueva Constitución
— la del año VIII — . El legislativo quedó muy fracciona­
do con el establecimiento de cuatro asambleas: sus pro­
yectos debían emanar de la iniciativa del primer cónsul,
que tenía el auténtico poder ejecutivo, con una dura­
ción de diez años.

La instauración del
Consulado, en no­
viembre de 1799,
con N apoleón co­
mo primer cónsul,
tan sólo significó un
paréntesis en la c a ­
rrera de Bonaparte
hacia el trono im ­
perial, com o si de
un n u e v o C é s a r
24 Augusto se tratara.
El Consulado le sirvió a Napoleón para reforzar sus
planes de hacerse con el control del gobierno; duró des­ N apoleón
de enero de 1800 hasta el 18 de mayo de 1804. m o­ Bonaparte
mento en el que decidió coronarse emperador. Sólo te­
nía treinta y cinco años y ya se le consideraba un genio
de la estrategia militar.
Su pretensión era tranquilizar los ánimos de la socie­
dad francesa, cansada de tantas vicisitudes y convulsio­
nada por la inestabilidad y la debilidad de sus sucesivos
gobiernos, tal vez com o reacción frente a lo que supu­
so una monarquía absoluta habituada a la arbitrariedad
y a decidir sin contar con ninguna otra instancia. Las
Asambleas Legislativas o Convenciones surgidas durante
la Revolución pretendían ser la expresión de la volun­
tad popular y habían intentado que los gobiernos actua­ El pintor Louis D a ­
vid recreó la coro­
ran según los dictados de aquéllas. Ahora, Napoleón
nación de Napoleón
imponía una autoridad que recordaba en muchos as­ y Josefina, una ce­
pectos a la de los antiguos soberanos. Sin embargo, el rem onia fastuosa
emperador respetó numerosas conquistas revoluciona­ que d aba a B o n a­
rias y elaboró un nuevo Código Civil, que después ins­ parte una aureola
piró las nuevas recopilaciones legislativas de derechos de nue v o C é s a r ,
con poderes y a m ­
y deberes en numerosos países europeos. Igualmente,
biciones muy simi­
contribuyó a la creación de la enseñanza pública, ins­ lares a los otorga­
taurando los liceos para la enseñanza secundaria, con­ dos a los em pera­
trolada por el Estado, que serían la base para la forma- dores romanos.
ción de una elite que contribuyera al engrandecimiento
N apoleón de la nación.
Bonaparte Al principio, Bonaparte adquirió fama y prestigio por
toda Europa. Beethoven. y como él muchos jóvenes ale­
manes, recibió con agrado a una figura que considera­
ba representativa de los ideales revolucionarios, y le d e­
dicó una de sus nueve sinfonías, la H e r o ic a , pero, al
parecer, le decepcionó que se coronase emperador y
tachó la primera dedicatoria, sustituyéndola por « A la
memoria de un gran hom bre», todo un símbolo de la
trayectoria de aquel imperio.
La guerra, que se extendió más allá de sus fronteras,
significaba también, al margen de la gloria, heridos,
muertos, campos y ciudades arrasados. Para que el resto
del continente respetara a Francia había que derrotar
y someter a sus monarquías absolutas y aislar a Inglate­
rra, que mantenía el dominio de los mares e impedía
la salida de los productos franceses; el almirante Nel-
son había vencido a la flota franco-española en Trafal-
gar (1805). En los primeros años parecía que los prin­
cipales planes de Napoleón se cumplían, al conseguir
victorias resonantes en Austerlitz (1805), Jena (1806)
o Wagran (1809), pero el esfuerzo militar causaba al país
innumerables gastos y fuertes pérdidas humanas, cal­
culadas en más de medio millón de muertos. Su poder
em pezó a declinar precisamente en España, con la d e­
rrota de la batalla de Bailén y el hostigamiento de gru­
pos «guerrilleros» — vocablo que adquirió difusión in­
ternacional desde entonces— que no pudieron ser
aniquilados. La campaña de Rusia debilitó profunda­
mente al emperador. Sus tropas se vieron acosadas por
la nieve, el hambre y las enfermedades. La retirada des­
Busto de Beetho-
de Moscú — iniciada el 19 de octubre de 1812— es uno
ven, el genial músi­
co alem án que h a­ de los episodios más trágicos de la historia contem po­
bía enaltecido en su ránea. De los 650.000 soldados que la iniciaron sólo
sinfonía H e ro ic a al unos 100.000 sobrevivieron.
em p era d o r B o n a ­ En 1813, los principales países europeos (Inglaterra,
parte, y que luego Prusia. Rusia y Austria) formaron una coalición. Des­
volvió la espalda a
pués de la batalla de Leipzig conocida com o la «batalla
los nuevos signos
del imperio y acabó de las naciones» por la cantidad de soldados de distin­
por a p o y a r a los tas nacionalidades que intervinieron, los acontecimien­
enemigos tradicio­ tos se precipitaron, y aunque su resultado fue incierto,
26 nales de N apoleón. el ejército napoleónico sufrió numerosas bajas. Los alia­
dos entraron en París el 30 de marzo de 1814: el em ­
perador fue sustituido por un gobierno provisional, pre­ Napoleón
sidido por Talleyrand, en nombre de Luis XVIII. N apo­ Bonaparte
león abdicó en Fontainebleau, asignándosele la isla de
Elba com o residencia, y Francia vio reducidas sus fron­
teras a las que tenía en 1792.
Sin embargo, aún haría Bonaparte otro intento de re­
cuperar el poder. En 1815 escapó de Elba y regresó a
París, aclamado por muchos franceses, mientras el rey
Borbón huía del país. Napoleón se mantuvo al frente
de la nación durante cien días. La derrota infligida a su
ejército por las tropas inglesas y prusianas, mandadas
por el general británico Wellington, en W aterloo, aca­
bó definitivamente con su carrera. De nuevo, renunció
al trono el 22 de junio y partió al destierro de la isla de
Santa Elena, donde murió, al parecer envenenado, el
5 de mayo de 1821.

La victoria de Aus-
terlitz fue uno de los
m ayores éxitos del
triu n fa d o r B o n a ­
parte. Pero las con­
tinuas c a m p a ñ a s
militares ocasiona­
ban innum erables
pérdidas hum anas:
la retirada de Rusia
es la otra cara de
una m oneda de do­
lor y gloria. 27
El Congreso de Viena, intento
de restauración del viejo orden
Las cuatro potencias vencedoras sobre Napoleón (Ru­
sia, Prusia, Austria e Inglaterra), a las que se uniría la
nueva Francia, intentaron establecer un acuerdo que
condujera al equilibrio de poder en Europa dentro de
los principios de legitimidad, es decir, llegaron al con­
vencimiento de que los distintos reinos habían de ser g o ­
Las potencias que
rem odelaron Euro­ bernados por las monarquías tradicionales y mantener
pa en el Congreso sus territorios históricos. Las ideas revolucionarias d e­
de Viena intentaron berían ser extirpadas radicalmente y no reaparecer nunca
resolver dos im por­ más, y lo ocurrido en Francia sería sólo un episodio re­
tantes problem as:
legado al recuerdo, triste testimonio de a lo que las tur­
desm antelar el Im ­
bas populares pueden llegar si no están sujetas a los
perio napoleónico
c o n s i g u i e n d o el sagrados principios de la tradición y el respeto a los so­
equilibrio entre los beranos, a la usanza del Antiguo Régimen.
estados más fuertes Reunidos en Viena, pretendieron la vuelta al viejo or­
y, así, una paz du­ den, condenando las ideas de la Ilustración com o pro­
radera, y restaurar
pias de francmasones y apoyando las tradicionales
los principios de la
costumbres políticas y sociales. El alma del Congreso,
so cied ad eu ropea
d e s tru id o s p o r la celebrado entre septiembre de 1814 y junio de 1815,
R ev o lu ció n F ra n ­ fue el canciller austríaco Metternich — conocido com o
cesa. «la roca del orden» — , quien elaboró prácticamente to-

28
das las cláusulas de la nueva realidad política, que su­
maron un total de 121 artículos. El C ongreso
Cabe destacar a otros dos personajes importantes. de Viena
Uno fue el inglés Castlereagh. ministro de Asuntos Ex­
teriores, quien pretendía atraerse a Francia y reducir la
influencia rusa. El otro era el zar Alejandro I de Rusia,
cuyo ejército participó activamente en la derrota de
Napoleón. Había accedido al trono en 1801, al ser ase­
sinado el zar Pablo, su padre, víctima de una cons­
piración palaciega. El novelista Pushkin lo calificó de
«enigm ático». Mantenía la creencia de que Dios le te­
nía destinado a salvar al mundo y que la paz había de
estar asentada sobre los principios del cristianismo.
En el Congreso de Viena se concentraron más de 200
diplomáticos de las naciones europeas, de los principa­
dos italianos, de las ciudades libres alemanas, los caba­
lleros teutones o de la Orden de Malta, así com o otras
muchas asociaciones que deseaban participar en la es­
tructura que se estaba fraguando, haciendo valer sus de­
rechos históricos.

El Congreso de Vie­
na (caricaturizado
aquí), pese al exce­
sivo protagonismo
del canciller a u s ­
tríaco Metternich y
del zar Alejandro I,
logró un principio
de a c u e rd o p a ra
instaurar un nuevo
y restaurado Anti­
guo Régimen. 29
Los palacios de los aristócratas servían de local a las
El C ongreso recepciones. Beethoven puso su música al servicio del
de Viena nuevo orden con el estreno de la ópera F id e lio , en un
ambiente de competencia entre los príncipes para mos­
trar el mayor esplendor posible.
Pese a estas frivolidades, las distintas reuniones g e­
nerales que se celebraron dispusieron la remodelación
del mapa de Europa. Una serie de comités abordaron
temas colaterales, com o la navegación por los grandes
ríos o la abolición del comercio de esclavos.
Las conclusiones del Congreso condicionaron la p o­
lítica continental durante varios años:
— E l I m p e r io A u s t r í a c o se anexionó el reino de Lom-
bardía-Venecia y las antiguas provincias Iliónicas, man­
teniendo una presencia importante en Italia, a la vez que
una fuerte influencia en la Confederación Germánica,
El príncipe de Met- que agrupaba a los 39 Estados alemanes.
ternich destacó por — G r a n B r e t a ñ a consiguió el dominio sobre el mar a
su defensa del Anti­ través de puntos estratégicos com o Malta o las islas Jó­
guo Régim en. De
nicas en el Mediterráneo, Heligoland en el mar del
joven fue diplomáti­
Norte, El Cabo en Sudáfrica, Ceilán en el Indico, y otras
co y enem igo de la
Francia revolucio­ islas en las Antillas.
naria. En 1809 fue
nom brado ministro
de Asuntos exterio­
res defendiendo un
equilibrio europeo
que evitase el pre­
dominio de una po­
tencia y permitiese
la pervivencia del
Imperio Austríaco.
Tuvo un papel pre­
ponderante en el
Congreso de Viena
(1 8 1 4 -1 8 1 5 ) que
puso fin al imperio
napoleónico, consi­
guiendo la restau­
ración del dominio
austríaco en Italia y
Alem ania y frenar
el expansionism o
de Rusia y Prusia
con la idea de un
equilibrio europeo.
R u s ia extendió sus fronteras 400 kilómetros hacia
el oeste, con la constitución de un reino polaco bajo su El C ongreso
protectorado, al tiempo que ocupaba Finlandia, antes de Viena
en manos de Suecia, a quien ahora se le agregó N o ­
ruega, tras separarse de Dinamarca.
— P ru s ia obtuvo otras tierras de Polonia y una zona de
Sajonia, así com o diversos territorios del Rhin.
— F r a n c ia , que logró formar parte de las potencias con
capacidad de decisión, se vio reducida a sus antiguas
fronteras y obligada a pagar una indemnización, mien­
tras nacían pequeños países a su alrededor, com o los
Países Bajos, la Confederación Helvética y el reino de
Piam onte-Cerdeña.
— Ita lia se fragmentó en siete Estados, al margen del
territorio incorporado a Austria, nación que instaló sus
propias dinastías en los principados de Parma, Módena
y el Gran Ducado de Toscana.
— A le m a n ia , con la Confederación de príncipes ale­
manes, quedó sometida a las fuerzas contrapuestas, de
Prusia y Austria, que acabarían enfrentándose. Una Die­
He aquí el m apa de
ta germánica constituía el único órgano común de to­
Europa en 1815. La
dos los Estados, pero sin verdadero poder decisorio. d e l i m i t a c i ó n de
áreas de influencia
I KUECIA en el viejo continen­
te daba una clara
CUALANDIA ventaja a Inglaterra
en su intento por lo­
grar la hegemonía
mundial, que ap o ­
y ará su creciente
p o d e río c o lo n ia l.
Tan sólo Rusia, en
el este, podía dispu­
tar a los británicos
su control del mun­
do, mientras que el
EUROPA EN 1815
resto de las nacio­
Confederación Germánica nes europeas no s a ­
lían de una condi­
ción de potencias
Imperio Austríaco secundarias, ya fue­
se por su dispersión
política (A lem ania
Reino de Prusia
e Italia) o por sus
MOfiEA crisis internas
(Francia y España). 31
U n a A lia n z a « S a n t a »
La Santa En septiembre de 1815 se reunieron en París el zar
A lianza Alejandro 1, el em perador de Austria. Francisco 1. y Fe­
derico II de Prusia. Firmaron, bajo la advocación de la
Santísima Trinidad, un acuerdo bautizado com o Santa
Alianza, según los principios apuntados en Viena y d e­
fendidos principalmente por el zar en una extraña com ­
binación entre diplomacia y religión. Su propósito era
controlar los intereses de las grandes potencias y evitar
la aparición de brotes revolucionarios. Inglaterra, repre­
sentada por Castlereagh, no quiso participar en un tra­
tado que no contenía ninguna disposición concreta, ale­
gando que el rey Jorge III no estaba en pleno uso de
sus facultades mentales, pero sí lo hizo en otra poste­
rior, la Cuádruple, en compañía de las demás poten­
cias. Los Estados firmantes se comprometían a mante­
ner la situación política establecida en el Congreso de
Viena, al tiempo que constituían una fuerza de interven­
ción para acudir a aquellos países que rompieran la le­
gitimidad histórica.
De acuerdo con el artículo 6 .°:

«... las altas partes contratantes han venido en renovar en épo­


cas determinadas reuniones consagradas a los grandes inte­
reses comunes y al examen de las medidas que serán juzga­
das más saludables para el reposo y la prosperidad de los pue­
blos y para el mantenimiento de la paz en Europa.»

L a s c o n c lu sio n e s
del C o n g r e s o de
Viena (abajo) repre­
sentaron el último
intento del viejo or­
den por perpetuarse
en el nuevo siglo
XIX. N o obstante, el
intento resultó limi­
tado en sus am bi­
ciones iniciales y
sin futuro a medio
32 plazo.
Representaba algo más que una alianza militar, en
cuanto intentaba extender los principios del despotismo La Santa
ilustrado, pero cuando ya habían sido superados por la Alianza
Revolución Francesa, que proclamó la soberanía del
pueblo por encima de la voluntad de los monarcas.
El sistema no había de durar mucho tiempo. La riva­
lidad entre los aliados hizo que los compromisos per­
dieran su eficacia. Escasos fueron los resultados de los
cuatro encuentros siguientes, celebrados entre 1818 y
1822. En el primero, el de Aquisgrán, Francia logró que
las tropas de ocupación se retiraran, al tiempo que se
incorporó al directorio de las potencias, convirtiéndola
en Quíntuple Alianza. En los siguientes (Troppau, 1820;
Laibach, 1821, y Verona, 1822) afloraron las diferen­
cias entre Inglaterra y Francia respecto a Austria, Pru-
sia y especialmente Rusia, al tiempo que el Imperio
austríaco temía la expansión rusa en los Balcanes. Los
distintos focos liberales surgidos en diversos puntos de
Europa fueron reprimidos no por fuerzas conjuntas, si­
no por el interés de cada Estado en los territorios afec­
tados. Austria actuó en las sublevaciones de Italia y
Alemania, mientras un ejército francés, los Cien Mil H i­
jos de San Luis, entró en España para restablecer el
absolutismo (en la figura de Fernando VII) y abolir la
Constitución de 1812.

La falta de proyec­
ción de los acuer­
dos de Viena vino
dada por la fuerza
de las nuevas ideo­
logías y la adhesión
de la burguesía a
los principios políti­
cos que antes había
com batido. Pronto
los s alo n es y las
reuniones sociales
se convirtieron en
cenáculos políticos
de nuevos conspira­
dores liberales. 33
El mundo de las ideas: del liberalismo
al socialismo
El liberalismo no es una doctrina muy elaborada, carac­
terizada por una filosofía concreta. Supone más bien una
mentalidad general, fruto de la confluencia de distintas
corrientes de pensamiento, que destacan la capacidad
de respuesta individual por encima de los principios in­
mutables establecidos por la tradición o las costumbres.
Es el fruto de un largo proceso, iniciado en las civiliza­
ciones grecorromanas, que fue creciendo y extendién­
dose a lo largo de la Edad Media y la Moderna, con la
conquista de fórmulas racionales para entender el mun­
do y rechazando argumentos de autoridad no co m ­
probados.
Los descubrimientos científicos producidos a partir del
siglo XVI, la filosofía empirista y las ideas políticas de la
Ilustración constituyen elementos fundamentales para
comprender la formación del liberalismo, desarrollados
a partir de la independencia de los Estados Unidos y de
la Revolución Francesa.
La ideología liberal corre pareja con el ascenso de la
burguesía en Europa, que se consolida con la Revolu­
ción Industrial, y con ella creará su concepción del mun­
do y la defensa de sus intereses, concretados en la sal­
vaguardia de los derechos individuales. Libertad, por
tanto, para fabricar, comerciar y ampliar los mercados.
Libertad para elegir el gobierno apropiado a los intere­
ses de cada uno y votar las leyes deseadas. Libertad para
El escritor y filó­
sofo Jean-Jacques pensar y expresarse sin censura. El Estado será siem­
Rousseau (según un pre el valedor de la libertad, y su objetivo consistirá en
retrato de Quintín velar por los derechos de las personas, sin intervenir en
La Tour). Producto las relaciones económicas o sociales.
de la cultura enci­
Pero en el liberalismo encontramos diversos matices
clopedista ilustrada
acerca de cóm o ha de ser entendida y practicada dicha
d e l s ig lo X V III,
Rousseau acabaría libertad. De ahí que se hable de liberalismo económ ico,
por ser reconocido político, moral, religioso, etc., y, dentro de ellos, dis­
com o p en sad or tintas posturas, desde las más radicales a las más m o­
esencial por los re­ deradas, configuran un panorama ideológico variado,
v o lu c io n a rio s del
pero que tiene com o punto de partida la D e c la r a c ió n
XIX. En la página
d e D e r e c h o s d e l H o m b r e y la potestad de todos los se­
opuesta, la Virtud
visita la tumba del res humanos a ser iguales ante la ley e intervenir en al­
filósofo francés. gún grado en las cuestiones de gobierno.
Fue en la Inglaterra del siglo XIX. el país más desa­
rrollado industrialmente en la época, donde estas ideas
El liberalism o adquirieron su mayor consistencia teórica. Son una bue­
na muestra economistas com o Adam Smith. Malthus o
Ricardo, y pensadores de la talla de Bentham y Stuart
Mili. Todos ellos, junto a los franceses Benjamín Cons-
tant y Alexis Tocqueville, establecieron los principios
fundamentales del liberalismo político y económ ico
moderno.
Tras la derrota de Napoleón, las fuerzas que intenta­
ron la vuelta al Antiguo Régimen reaccionaron contra
todo lo que les recordara la Revolución, considerada co­
mo fuente de todos los males acaecidos, al querer tras­
tocar el sentido tradicional de las sociedades. Pensaban
En la Inglaterra del que había sido un castigo de la Providencia ante unas
primer tercio del si­
doctrinas y una experiencia que alteraban el orden na­
glo xix, el miedo a
tural. El francés Joseph Maistre, teórico del tradiciona­
la Revolución caló
profundamente en­ lismo de aquella época, escribía:
tre su clase dirigen­
te, que veía de esta «El hombre puede plantar un pepino, hacer crecer un árbol,
fo rm a tan p e c u ­ perfeccionarlo mediante injertos y podarlo de cien modos dis­
liar el avance de tintos. pero jamás ha podido imaginar que pueda crear un ár­
las ideas liberales y bol. ¿Cómo ha podido entonces imaginarse que tuviera p o ­
democráticas. der para crear una Constitución?»

36
Sin embargo, para los liberales — denominación que
se utilizaba al principio en tono despectivo— , sólo a tra­
vés del descubrimiento progresivo de la verdad con el
El liberalism o
concurso de la razón puede el hombre alcanzar una so­
ciedad más justa. En este sentido, el parlamentarismo
liberal representa la confianza en el diálogo y en la con­
frontación organizada de opiniones. Los Congresos o
las Asambleas de diputados discuten distintos aspectos
de la realidad hasta lograr el acuerdo o consenso, se­
gún la relación de fuerzas políticas existentes. Esto lleva
a un rechazo de los dogmas impuestos por cualquier
Iglesia o por la tradición y a un reconocimiento del rela­
tivismo de todas las verdades. Por tanto, el poder ha­
brá de estar limitado, siendo lo más adecuado dividirlo
y establecer la separación entre ejecutivo — gobierno— ,
legislativo — Parlamento— y judicial — los tribunales de
justicia— , tal com o ya señalara Montesquieu.
La ideología liberal adquiere carácter revolucionario
durante la primera mitad del siglo XIX. a medida que
se convierte en la bandera reivindicativa frente a las
fuerzas del Antiguo Régimen. Por tanto, en aquellos
años fue un movimiento subversivo (1815-1848), pro­
tagonizado por burgueses, profesionales liberales (abo­
gados. médicos, funcionarios), comerciantes y también
por muchos obreros. Juntos lucharon en las barricadas

La pujanza indus­
trial de Inglaterra
d a b a a este país
una condición de
«la b o r a t o r io de
pruebas» del proce­
so re volu c io n ario
de la época indus­
trial. La formación
de partidos y sindi­
catos obreros en­
contró en Inglaterra
su m ejo r terreno
para fructificar, al
abrigo de las nue­
vas factorías y ciu­
dades industriales. 37
para derrotar a los reaccionarios, que querían mante­
ner el viejo orden social y económ ico, ajenos al empuje
El liberalism o de las nuevas fuerzas productivas que estaba generan­
do la creciente industrialización y las transformaciones
en la agricultura.
Sin embargo, para aquellos liberales era fundamen­
tal no compartir el poder que arrebataban a los monar­
cas absolutos; en muchos casos limitaron la capacidad
de voto o de elección únicamente a los dotados de un
cierto nivel económ ico o una alta formación intelectual.
Entendían que tan sólo en ellos podía recaer la sobera­
nía popular, pues eran quienes hacían progresar la na­
ción. El resto de la población habría de limitarse, según
ellos, a trabajar y disfrutar de la riqueza que habían crea­
do los hombres de empresa o los propietarios agrícolas.
Este punto encerraba una contradicción: si se predi­
caba la libertad para todos, resultaban injustificables las
trabas y exclusiones que sufría una inmensa mayoría de
los ciudadanos. Así, conforme avance el siglo XIX, ten­
dencias más radicales exigirán el sufragio universal. S o ­
cialistas y anarquistas ponían en evidencia las con­
tradicciones del liberalismo; la falsa libertad por ellos
proclamada, falsa porque sólo podían disfrutarla los p o ­
seedores de algún medio de producción, mientras los
obreros se veían en la obligación de vender su fuerza de
trabajo sin otras contrapartidas. Aun así, a principios del
El crecimiento eco­ siglo XIX. el pensamiento liberal constituyó una ideolo­
nómico que el libe­
gía revolucionaria frente a la legitimación de lo tradicio­
ralismo propugna­
ba derivó en una di­
nal propugnada por la Restauración.
visión social entre
los poseedores de
los medios econó­
micos, por un lado,
V, por otro, la fuer­
za del trabajo, com ­
puesta por el prole­
tariado industrial,
agrupado en los su­
burbios de las gran­
des c iu d a d e s . El
conflicto entre cla­
ses sociales enfren­
tadas era tan inmi­
nente com o inevita­
ble.
El ro m a n tic is m o
N o resulta fácil definir o delimitar cronológicamente el El
romanticismo, que desde principios del siglo XIX se con­ r o m a n tic is m o
virtió en la principal expresión literaria, artística y estéti­
ca de la nueva sociedad industrial naciente en Europa.
El neoclasicismo (la «vuelta a lo clásico») del siglo an­
terior concebía el arte com o la combinación de ciertos
elementos: armonía, unidad y carencia de individuali­
zación (los autores grecorromanos eran los modelos imi­
tados) y la estética estaba basada en reglas establecidas.
Así. las obras teatrales se regían por la unidad del espa­
cio (que no cambiaba en el transcurso de las mismas)
la unidad del tiempo (sólo estaba permitida una dura­
ción máxima de veinticuatro horas en el desarrollo de
la acción) y la unidad de la trama, tal com o señaló Aris­
tóteles. Igualmente, no podía mezclarse lo trágico con
lo cómico, ni representarse la violencia en escena.
El romanticismo tiene sus antecedentes en la segun­
da mitad del siglo XVIII. principalmente en escritores
alemanes que reaccionan contra el racionalismo de los
ilustrados. Un autor. Klinger, escribió en 1777 una tra­
gedia, S tu r m u n d D r a n g ( T e m p e s ta d y e m p u je ) , que

En Alem ania el ro­


manticismo se fun­
damenta en la crea­
ción filosófica y en
la teoría literaria.
Kant, Fichte, Sche-
lling y Hegel fueron
los pensadores más
importantes de fi­
nales del XVIII y
principios del XIX, y
constituirán una de
las bases de la in­
t e r p r e t a c ió n d e l
mundo contem po­
ráneo. 39
sirvió para dar nombre a un movimiento literario en el
El que se preconizaba la defensa del individuo contra la
rom anticism o uniformidad de la sociedad. Los hermanos Schlegel, Fe­
derico y Augusto, estudiaron y difundieron las obras de
Shakespeare y Calderón de la Barca com o prototipos
El pintor G a s p a r de autores que no seguían los moldes clásicos. También
D a v i d F r ie d r i c h la novela de Jean-Jacques Rousseau, L a n u e v a E lo ís a .
puede considerarse cargada de sentimentalismo, ejercía gran influencia en­
el más genuino re­ tre los escritores alemanes, primero, y posteriormente
presentante del ro­ entre los ingleses. Curiosamente, en la Francia revolu­
m a n tic is m o a le ­
cionaria la estética romántica desplazó a la tradición gre­
mán. Sus cuadros,
com o éste, titulado
corromana cuando el Imperio napoleónico empezaba
L a s tre s e d a d e s, re­ su decadencia. Quizá cabe pensar que existe una «re ­
bosan de una exal­ lación de opuestos»: los avances sociales y políticos
tación apasionada, refuerzan las ideas culturales tradicionales, mientras,
con un equilibrio contrariamente, el conservadurismo político genera m o­
com positivo entre
vimientos intelectuales radicales.
paisaje, luz y figura
humana, en el m ar­ Los románticos lucharon contra la situación vigente
co de una atm ósfe­ en cada caso. Eso explica que representaran muchas
ra fantástica. y variadas cosas: un sentido de rebelión amplia contra

40
la sociedad, contra el clasicismo, la Iglesia establecida,
la Revolución Francesa y Napoleón, la aristocracia, el
absolutismo y contra los comportamientos de la burgue­ rom anticism o
sía. Al mismo tiempo crean sus propios héroes, unos
inspirados en el m edievo — el Corsario, Guillermo Tell,
Don Juan — , mientras otros siguen un m odelo que pa­
sa por ser el prototipo de vida romántica, con personajes Lord G eorge G or-
inmersos en la amargura, la melancolía, el desengaño, don Byron (1788-
dispuestos a sacrificarse por un ideal — el poeta inglés 1824) encarna al
Byron murió de peste en Missolonghi, donde había ido héroe rom ántico,
identificado con sus
para luchar por la independencia de G recia— , por un
personajes litera­
amor no correspondido — Kleist. que se suicidó después rios. Perseguido por
de matar a su amante, o Larra, que se quitó la vida a el escándalo de una
los veintiocho años— . Otros padecieron la desespera­ vid a sentim ental
ción, las privaciones y fallecieron también jóvenes, co ­ a g i t a d a , en u n a
época de costum­
mo Novalis. Shelley, Keats, Leopardi. Schubert, Cho-
bres muy rígidas,
pin y el pintor Delacroix.
abandonó Inglate­
A pesar de lo difícil de encontrar una definición g e ­ rra en 1816. Resi­
neral del movimiento romántico pueden destacarse al­ dió en G inebra y
gunos rasgos característicos, tales com o la libertad de Venecia y murió,
imaginación no sujeta a ninguna norma, ni constreñida víctima de la peste,
en M is s o lo n g h i ,
a resaltar determinados principios morales. Se valora la
donde se encontra­
creación artística por sí misma y se buscan nuevos es­ ba para defender la
cenarios en donde la experiencia humana se desenvuel­ in dependen cia de
va; de ahí que los lugares lejanos — la India, o Egipto— Grecia.
adquieran un gran atractivo. Delacroix buscó inspiración
El en Argelia, y Teófilo Gautier popularizó una imagen exó­
rom anticism o tica de España con sus gitanos, bandoleros y majas. De
igual manera, les resultaba sugerente la Edad Media y
se divulgaron el R o m a n c e r o español, la C h a n s o n d e R o -
la n d , el S ig fr id o de los Nibelungos y las M il y u n a n o ­
c h e s , entre otros. El escocés Walter Scott escribió mul­
titud de novelas de ambiente medieval.
Otra característica fue el valor que se atribuía a la na­
turaleza, que no tenía ya el sentido de materia científi­
ca, regida por leyes inmutables descubiertas por el aná­
lisis de la razón y comprobadas por la experimentación,
es decir, desprovista de significado moral. Para el ro­
mántico constituye una fuente de inspiración y conoci­
miento en la que el poeta, el novelista, el escultor o el
músico se reconocen e intervienen, desde una perspec­
M adam e de Staél, tiva subjetiva, en la visión de los paisajes. Junto a ello,
c u y o a u té n t ic o una tendencia a buscar nuevos símbolos que reflejen
nombre era G erm a­ los sentimientos, las pasiones, al m odo del F a u s to de
na Necker, hija del Goethe, que pacta con el diablo para adquirir la eterna
m inistro de Luis
juventud, o la condición humana, com o en L o s mise­
XVI, fue la primera
teorizadora del m o­ rables de Víctor Hugo.
vimiento romántico En resumidas cuentas, en Europa este movimiento,
fra n c é s , con su que va de 1770 a 1850, representó la expresión de una
obra «D e la literatu­ nueva sensibilidad artística en un mundo cambiante,
ra», en la que cues­
donde los modelos políticos habían sido alterados por
tiona la teoría clási­
la Revolución Francesa y los económicos, por la indus­
ca de la belleza a b ­
soluta y propone la trialización. El impacto de todo ello condicionó la obra
relatividad de la de muchos artistas, quienes, fieles testigos de su tiem­
misma según paí­ po, supieron recoger las contradicciones de una época
ses o lugares. Pero que parecía no poder ser entendida únicamente por m e­
fue V ícto r H u g o dio de la razón y la ciencia. Se mostró a la vez reaccio­
(1802-1885) el es­
nario y revolucionario, burgués y antiburgués, en per­
c rito r ro m á n tic o
m ás im p o rta n te , fecta sincronía con la situación vivida por los hombres
cuya obra teatral y mujeres de aquellos años en que la cultura adquiría
«H ernani» supuso, cada vez más difusión entre las clases medias.
el día del estreno en El romanticismo acentuó el individualismo en contra­
1830, la b a t a lla posición a los que defendían el arte com o expresión de
frontal contra los
las ideas comunes, y no de los sentimientos persona­
presupuestos de la
dramaturgia greco- les. El ser humano había com enzado su nuevo destino
rom ana. Sobre es­ de soledad entre la multitud, en un m edio inestable,
tas líneas, Víctor cambiante, donde se impone el anonimato, en unas ciu­
42 Hugo. dades cada vez más populosas.
El nacionalismo
La conciencia En los albores de la Edad Media el sentimiento común
nacional más importante era el de ser cristiano, en unas condi­
ciones bajo las cuales la mayoría de las gentes vivían y
El liberalismo apor­ morían en el mismo lugar donde habían nacido. Con
tó un sentimiento el transcurso del tiempo fue formándose una concien­
nacionalista a pue­ cia vaga, primero, y definida, después, de pertenecer
b lo s so m etido s a
a una comunidad más amplia que el espacio donde es­
poderes ajenos a su
propio espíritu na­
taba el hogar permanente, vinculado por lazos de leal­
cional. Italia y A le ­ tad o servidumbre a un señor feudal o a un rey.
mania constituían, El despertar de las naciones fue un proceso que ad­
en la primera mitad quirió su mayor fuerza en el siglo XIX y continuó vigen­
del s ig lo X IX , un te en el XX. La Revolución Francesa sustituyó, como sa­
m osaico de peque­
bemos, al rey com o fuente de soberanía por la Nación;
ños estados, que se
levantaron contra
los Estados Generales pasaron a denominarse Asam ­
sus opresores, en blea Nacional, y los soldados franceses clamaron en
pro de la unidad de Valmy: «¡V iva la Nación!». Ella se convirtió a partir de
sus terrotorios na­ entonces en el elemento aglutinador de los pueblos que,
cion ales respecti­ por su propia voluntad, han decidido vivir juntos.
vos. Aquí, plebisci­
Sin embargo, esta concepción supone el expreso con­
to en la Universidad
de N ápoles a favor
sentimiento por parte de los individuos de un territorio
de la unidad italia­ determinado. En esto difieren la mayoría de los pensa­
na, en 1830. dores alemanes, para quienes la nación es algo vivo,

44
con fuerza interior, generadora de un espíritu popular
(«Volgeist») que la convierte en algo superior a los hom ­ La conciencia
bres. Los ciudadanos no pueden alterar algo no creado nacional
por ellos, sino que, transmitido de generación en gene­
ración, representa el sustento de unas costumbres, una
lengua, un folclore, una cultura en suma, que no cam­
bia por la iniciativa momentánea de unas personas.
Estas dos visiones de la nacionalidad pugnarán entre
sí a lo largo del siglo XIX Un autor francés, Ernest R e­ Italia mantuvo una
nán, en una conferencia pronunciada en 1882 sobre el difícil lucha por su
identidad nacional;
tema «¿Q ué es la Nación?», mantenía — en defensa de
tanto en el norte co­
la soberanía francesa sobre Alsacia y Loren a— el prin­ mo en el sur se pro­
cipio de la voluntad de los habitantes de un territorio dujeron revueltas
para permanecer juntos. Mientras, los alemanes alega­ nacionalistas con­
ban argumentos históricos, étnicos y lingüísticos para tra a u s t r í a c o s y
anexionarse dichas regiones y, siguiendo al filósofo Her- borbones, así como
contra el poder p a­
der, afirmaban que «el alma era la madre de toda cul­
pal en los Estados
tura en la tierra». Pontificios del cen­
Esta conciencia de diferenciación fue también una tro de la península
fuerza ideológica que movilizó a muchos pueblos duran- Italiana.

45
te el siglo XIX. Napoleón despertó con sus conquistas
La conciencia dicho sentimiento, y precisamente el nombre de «bata­
nacional lla de las naciones», dado a la coalición contra el em pe­
rador en Leipzig en 1813, tiene un carácter simbólico.
A partir de entonces, ideas com o «las fronteras na­
cionales» o «la soberanía nacional» adquieren mayor
fuerza, y habrían de concretarse en el concepto de Es­
tado, unido principalmente por un idioma común que
condiciona una manera determinada de pensar. El poeta
alemán Arndt solía decir que la patria se extiende «tan
lejos com o resuena la lengua alemana».
A partir del primer tercio del siglo XIX el término «n a ­
cionalidad» adquirió plena vigencia. La Academia Fran­
cesa lo adoptó en 1835, y el movimiento Joven Euro­
pa, prom ocionado por Mazzini — luchador en pro de la
unificación italiana— proclamaba en el mismo año que

«todo pueblo tiene su misión especial, que es cooperar al lo­


gro de la misión general de la humanidad, la nacionalidad».

Si para los italianos, polacos, griegos, húngaros, ser­


vios, alemanes..., el nacionalismo fue una ideología pro­
gresista que propugnaba la autodeterminación y la lu­
cha contra sus opresores, sirvió también para inspirar
a los conservadores, defensores de la tradición, que

Para los italianos la


unidad nacional era
algo más que una
consecuencia ideo­
lógica: significaba
la posibilidad histó­
rica de form ar un
sólo estado desde la
d e s a p a r ic ió n del
Im p e rio ro m a n o .
La bandera tricolor
se convirtió en el
sím bolo de la uni­
46 dad nacional.
reaccionaron contra lo que representaba Napoleón: la
difusión de las ideas revolucionarias y de unificación de La conciencia
los Estados. nacional
El nacionalismo estimuló en cada país los estudios fi­
lológicos sobre la lengua propia y dio lugar a que se des­
pertara el interés por el pasado histórico. El folclore, la
épica, las costumbres ancestrales se analizaron y se di­
vulgaron: en todo el proceso fue clave el papel de los
autores románticos que glorificaron la supuesta libertad
de otras épocas, ahora perdida.
Cuando existe una disparidad entre idioma oficial
de un Estado y el que habla una determinada minoría,
éste se convierte en un arma reivindicativa de reafirma­
ción nacional, y de él se hace bandera política. Húnga­
ros, polacos y muchos otros lucharon por extender su
lengua en todos los ámbitos de la vida, sobre todo en
las escuelas. También en el caso de diferencias de cre­
do, com o en Irlanda respecto a Gran Bretaña, Bélgica
respetó a Holanda, Grecia al Imperio Turco, etcétera:
la religión actúa com o catalizadora de «los movim ien­
tos nacionales».
En suma, el nacionalismo, al igual que el liberalismo
o el romanticismo, no es una ideología de una sola di­
rección y puede adquirir, según el contexto, un carác­
ter progresista o reaccionario. En algunos casos cabal­
gan juntos para establecer un régimen constitucional que
elimine los elementos tradicionales y feudales de la so­
ciedad del Antiguo Régimen: el movimiento de unifica­
ción italiana, la independencia de Bélgica o la batalla El esfuerzo de Italia
por su unidad na­
c io n a l im p lic a b a
pactar un modelo
de E stado. P a ra
ello, el rey del Pia-
monte, Víctor M a ­
nuel III (arriba) hu­
bo de llegar a un
acuerdo con el muy
re p u b lic a n o G iu -
s e p p e G a r ib a ld i,
que tras su victoria
en Calafatini (iz­
quierda), tenía la
llave de la unidad
nacional italiana. 47
de los liberales españoles contra los sectores tradiciona­
La conciencia les. En esa dinámica, las revoluciones del 48 serán con­
nacional sideradas com o la «primavera de los pueblos». En unas
ocasiones se busca la unidad de zonas divididas; en
otras, la separación de un Estado que controla la admi­
nistración política y cultural. A pesar de que muchas de
estas iniciativas no llegaran a consolidarse, las reivindi­
caciones de libertad y progreso que esgrimían perma­
necieron vigentes durante los siglos XIX y XX
C om o ya se ha dicho, los sentimientos nacionales no
La definición ideo­ fueron siempre acompañados de una ideología progre­
lógica del naciona­
sista, sino que reclamaban derechos antiguos, vincula­
lismo no fue unifor­
me. En España, el dos a los intereses de la aristocracia — tal fue el caso de
carlismo representó Hungría. Checoslovaquia y Polonia, en parte— . Repre­
un movimiento na­ sentaba una corriente contraria a la centralización ad­
cionalista de carác­ ministrativa, a las ideas racionalistas de la Ilustración,
ter tradicional que y conducía a la glorificación del pasado com o fuente de
propugnaba un es­
las reivindicaciones nacionales. En España, los carlistas
tado au to crático,
basado en los prin­
se identificaron con esta concepción, defendiendo una
cipios del Antiguo nación basada en la rehabilitación de los antiguos fue­
Régimen. ros y el rechazo de un Estado unitario y laico.

48
El socialismo
El siglo XIX es también el período de articulación del m o­
E1 socialism o
vimiento y la ideología socialistas. El término em pezó
a divulgarse en la década de los años treinta en Inglate­
rra y Francia. Parece que se em pleó por primera vez
en el periódico francés L e G lo b e , dirigido en 1832 por
Pierre Leroux, y desde cuyas páginas se defendían las
ideas de Saint-Simon. Sin embargo, su significado en
aquellos años era diverso y en él se incluían todo tipo
de proyectos, profecías o protestas sobre las condicio­
nes sociales y económicas de la época.
Tras las guerras napoleónicas, un gran número de sol­
dados británicos se encontraron con dificultades para en­
contrar trabajo. Muchas empresas metalúrgicas y texti­
les cerraron, al no tener ya un mercado asegurado por
las necesidades bélicas, y dejaron en paro a numerosos
trabajadores, que deambulaban por campos y ciudades
buscando algún em pleo ocasional o dedicándose a la
caza furtiva. Adem ás, el Parlamento había dispuesto la
protección del trigo inglés, favoreciendo a los grandes
terratenientes e impidiendo la importación de grano, con
el consiguiente encarecimiento del pan, base de la ali­
mentación de las clases obreras.
El malestar social provocó que muchos obreros reco­
rrieran por la noche, y sin dejar rastro, determinadas zo­
nas de Inglaterra, destruyendo las máquinas de las na­
cientes fábricas, a las que consideraban responsables de
sus males. Eran los lu d d ita s , llamados así por su diri­
gente, un tal Ludd. Hubo otros estallidos violentos, co-

Esta im agen repre­


senta una de las pri­
meras asociaciones
socialistas inglesas.
Inglaterra, por su
especial desarrollo
in d u stria l, fue el
país donde se inspi­
raron para sus an á­
lisis teóricos, que
con taban con los
precedentes de los
s o c ia lis t a s p rim i­
tivos. 49
mo el protagonizado por Jeremías Braudeth, tejedor en
paro, quien organizó una revuelta y condujo a sus se­
El socialism o guidores contra Londres para participar en una revolu­
ción que creía inminente. Shelley escribiría después de
presenciar su muerte en la horca un apasionado p o e ­
ma, C a n c ió n a lo s h o m b r e s d e In g la te r r a :

«Hombres de Inglaterra, ¿por qué labráis?, ¿para dar de co ­


mer a los señores que os humillan?... (...) Lo que los hom­
bres ganan dignamente / eso sólo deberían poseer.»

No eran muy favorables tampoco las condiciones de


vida de los que tenían trabajo en la Inglaterra de la R e­
volución Industrial. La jornada se prolongaba más de
quince horas diarias en fábricas y minas. Los niños y
las mujeres tenían que trabajar para contribuir al salario
familiar. En 1832, una comisión parlamentaria recogió
testimonios de la situación de la mujer y la infancia y
sólo logró que se limitara su horario a doce horas. Diez
años más tarde las cosas no habían cambiado mucho,
y está documentado el caso de un niño de seis años que
pasaba todas esas horas en el fondo de una mina, con
La necesidad de los
obreros ingleses de
la misión de cerrar y abrir las compuertas de la ventila­
m ejorar sus inhu­ ción para permitir el paso de las vagonetas.
m anas condiciones Las condiciones no eran mucho mejores fuera de
de trabajo les obli­ Gran Bretaña. En Francia o Alemania, a principios del
gó a asociarse para siglo XIX. los sectores industriales no habían adquirido
defender sus intere­
el predominio económ ico y social y los trabajadores
ses. La respuesta de
la prensa conserva­ padecían igualmente la crisdis del mercado. El nivel
dora fue identificar de vida no superaba la pura subsistencia y residían en
el socialism o con viviendas precarias, construidas rápidamente para gua­
un enemigo público recerse, sin desagües y en calles llenas de barro y su­
decidido a envene­ ciedad.
nar los centros de
Todo era consecuencia de los cambios acelerados que
trabajo; el empeño
no tuvo dem asiado
desde mediados del siglo XVIII venían produciéndose en
éxito gracias a la Inglaterra a causa de la Revolución Industrial y que se
fu erza m o s tra d a fueron extendiendo con mayor o menor intensidad por
por los obreros en el resto de Europa. La reflexión sobre esta realidad y
la defensa de sus el deseo de buscar solución a las alteraciones de la vida
derechos, pese al
tradicional de muchas familias en la ciudad y en el campo
coste social de las
huelgas y a la dure­
estimularon la proliferación de escritos y manifiestos en
za de la represión los que se opinaba sobre el mejor m odo de resolver las
50 política. contradicciones sociales y económicas.
51
N o obstante, en aquellos primeros años del siglo XIX.
el incipiente movimiento obrero y las ideas socialistas
El socialism o expresadas por diversos autores no iban necesariamente
unidos. Estas se desarrollaron, en un principio, aislada­
mente, manteniendo una influencia restringida en cier­
tos círculos, para ir poco a poco calando en la clase tra­
bajadora. En 1848, el M a n if ie s to C o m u n is ta de Carlos
Marx significó un salto importante en la vinculación de
ambos. Hasta entonces, los programas elaborados tenían
matices muy dispares, y en ellos influía decisivamente
la Revolución Francesa, sobre todo, episodios com o el
de la «Conspiración de los Iguales», de Graco Babeuf
(1796), descrita años más tarde por Filippo Buonarro-
ti. uno de sus colaboradores. En ella se proclamaba:

«H a llegado el momento de fundar la República de los Igua­


les, este inmenso albergue abierto a todos los hombres.»

Jean-Jacques Rousseau fue tal vez el primero en ana­


lizar las causas de las desigualdades sociales entre los
hombres y apuntó una explicación de la historia de la
Humanidad, según la cual ésta, al evolucionar la civili­
zación, se habría desviado de un orden natural en el que
todos eran iguales, al compartir sus bienes en comuni­
dad. En ningún caso el pensamiento rousseauniano pue­
de ser considerado socialista, pero dio pie a que se cues­
tionara la inamovilidad de la propiedad privada.
Las propuestas de aquellos primeros socialistas para
solucionar los males del capitalismo fueron heterogé­
neas. Fourier atacó el nuevo orden industiral y buscó
en las comunas libres el camino adecuado. Robert Owen
defendió el cooperativismo y pretendió aplicarlo en una
ciudad tipo. El francés Pierre Proudhon desechó la ac­
ción política, propició un mutualismo permanente en­
El socialism o a d ­
tre los obreros, sin la intervención del Estado (m odelo
quirió pronto rango
reivindicado años más tarde por los anarquistas). En
de movimiento po­
lítico transnacional. cambio, Louis Blanc veía en los Talleres Nacionales un
La creación de la sistema de proporcionar trabajo y eliminar la com peten­
Primera Internacio­ cia a la que consideraba nefasta para la estabilidad so­
nal en 1864 p ro ­ cial. Auguste Blanqui creía que la capacidad revolucio­
pició el encuentro
naria de un grupo de hombres formados estimularía la
entre las diferentes
insurrección para construir un nuevo orden. En algu­
corrientes del pen­
52 samiento socialista. nos casos se partía de una diferencia radical entre las
clases sociales y su imposibilidad de concertación, y en­
tonces utilizaban el término c o m u n is ta , com o lo haría
El socialism o
Marx en su M a n ifie s to .
De uno u otro m odo, todos estaban imbuidos del d e­
seo de igualdad y justicia social, y criticaban el enrique­
cimiento de unos pocos y la pobreza de muchos, cues­
tionando así el derecho de propiedad y la libertad de
mercado defendidos por el liberalismo. Un seguidor de
Fourier, Víctor Prosper Considérant, llegaría a expre­
sarlo nítidamente en 1847: R e tra to d e P rou d-
h o n y su fa m ilia ,
«Las generaciones que nacen en la penuria, la pobreza o la cuadro de Courbet
miseria ven transcurrir su existencia en medio de la penuria, dedicado al creador
la pobreza o la miseria, y transmiten tan fatal herencia a sus del entonces inci­
descendientes.» piente anarquismo.

53
El ciclo revolucionario: 1820-1830
Europa era a principios del siglo XIX la zona más desa­
rrollada del planeta, a pesar de las diferencias entre los
distintos países. Su población crecía con más rapidez y
disfrutaba de mejores condiciones económicas y socia­
les que los americanos, africanos o asiáticos. Si en 1800
su población suponía el 21 por 100 de la mundial, en
1850 alcanzaba ya el 23 por 100, es decir, pasó de los
187 millones de habitantes a 266. La capacidad cientí­
fica y tecnológica permitía controlar territorios exten­
sos en otros continentes y proseguir la exploración de
tierras ignotas, comunidades aisladas y desconocidas,
allende los mares. Las travesías marítimas planteaban
todavía ciertas dificultades y los nuevos buques a vela,
los c lip p e r s . aunque más rápidos, necesitaban aún n o­
venta días para cubrir la ruta Londres-Hong Kong o C a ­
lifornia. Los barcos de vapor estaban aún poco adapta­
dos para largos recorridos y requerían gran cantidad de
carbón com o combustible.
La capacidad productiva, científica y cultural no puede
hacernos olvidar que la Revolución Industrial estaba en
sus inicios, y salvo en Inglaterra, las fábricas, con sus
chimeneas humeantes, resultaban extrañas en el paisa­
je europeo. La mayoría de la gente vivía en el campo
y cultivaba la tierra de acuerdo con las tradiciones de
la zona, talando los bosques o sacando a pastar a las
ovejas, cabras o vacas. Hubo mejoras, sobre todo en
el siglo XVIII, de los sistemas de cultivo, desigualmente
extendidas, que trajeron consigo el incremento de la pro­
ducción de forrajes, la supresión de barbechos y m ejo­
ra de las cosechas de cereales (el trigo seguía siendo la
base de la alimentación de la mayoría de la población).
El hambre, frecuente en épocas de clima adverso, co ­
menzaba a reducirse, aunque el aumento de la pobla­
El siglo XIX es el si­
glo de la burguesía.
ción incitaba a roturar tierras de bajo rendimiento. La
Su triunfo económi­ situación sirvió al economista inglés Malthus para d e ­
co y político dotó a nunciar, en tono pesimista, la imposibilidad de adecuar
esta clase de los el ritmo de crecimiento dem ográfico con la producción
medios para osten­ de alimentos en su libro E n s a y o s o b re e l p r in c ip io d e
tar su riqueza en los
p o b la c ió n , publicado en 1798.
salones y a la vez
permitirle el control En general, la alimentación mejoró poco a poco, prin­
54 del poder político. cipalmente gracias a la extensión del cultivo de la pata­
ta, la habichuela, el maíz y el arroz, que permitieron en
muchos casos suplir las malas cosechas de trigo. Los Epocas de
campesinos, además, también vivían de realizar traba­ revoluciones
jos industriales a domicilio: los fabricantes les propor­
cionaban las materias primas, y ellos les entregaban el
producto acabado. Con todo, un mal año para el cam­
po seguía representando hambre. Tal es el caso de la
crisis que asoló Irlanda en 1847, con la pérdida de la
cosecha de patata, que provocó una elevadísima
mortandad.
En términos generales, la estructura social agraria no
experimentó grandes alteraciones, a pesar de lo que su­
puso la lucha de los campesinos de la Revolución Fran­
cesa. Las formas de propiedad continuaban siendo muy
diversas de un país a otro, e incluso de unas regiones
a otras de un mismo Estado. La nobleza terrateniente
mantenía los grandes latifundios, unos, gracias a la lar­
ga tradición de su estirpe: otros, ennoblecidos por m e­
dio de fortunas más recientes, logradas en los nuevos
negocios, que invirtieron en la compra de tierras. Los
pequeños campesinos o los jornaleros padecían la pre­
sión de los señores, con altos impuestos o salarios ba-

La estructura eco­
nómica del capita­
lis m o g e n e ró un
crecimiento de la
o ferta de trab ajo
que, en condiciones
m uy p r e c a r ia s ,
m arcó el nacimien­
to de un mercado
laboral, con perío­
dos sucesivos de
trabajo y de paro
forzoso, lo cual fa­
cilitó la aparición
de «oficinas de em ­
pleo» com o la que
aparece aquí.
jos y duras condiciones de trabajo. Las formas y las men­
Epocas de talidades del sistema de servidumbre siguían vigentes en
revoluciones muchos lugares, pese a la teórica libertad que se iba pro­
clamando por todos los países. Las rentas agrícolas cons­
tituían el elem ento básico de prestigio y poder en la so­
ciedad. Los terratenientes eran todavía los verdaderos
dirigentes sociales, imponiendo su control político so­
bre las instituciones. Los nuevos ricos, salidos del capi­
talismo industrial y comercial, imitaban en sus gustos y
costumbres a la nobleza, con la que trataban de em ­
parentar.
En este contexto, tras la derrota de Napoleón en
1815, los supervivientes del Antiguo Régimen creían ha­
ber acabado definitivamente con las fuerzas revolucio­
narias y consideraban el tiempo pasado desde 1789 co­
mo una pesadilla. Los aristócratas franceses, a su regre­
so, reclamaron sus viejas tierras, que les fueron devuel­
En 1816 se inaugu­ tas siempre que no hubiesen sido vendidas — lo que ocu­
ra una escuela en rría en la mayoría de los casos— , o recibieron una in­
N ew Lanark inspi­ demnización en tiempos de Carlos X. En el resto de
r a d a en la s id e a s Europa, los nobles mantenían sus privilegios, actuando
de R o b e r t O w e n ,
com o si nada estuviera pasando.
quien hacía de la
educación elem en­ Sin embargo, las cosas ya no serían iguales. A lgo es­
to básico de la for­ taba cambiando en la vieja Europa y los ideales de la
mación del indivi­ Revolución Francesa irían calando poco a poco en
duo. Este galés h a ­ las mentalidades de todos sus habitantes. Para enal­
bía em pezado de
tecerlas o criticarlas, la libertad y la igualdad estarían
te n d e ro a los 10
presentes durante todo el siglo XIX. y a medida que cre­
años y se convirtió
en un rico fabrican­ cían las nuevas clases populares urbanas, la presión con­
te. Q uiso reformar tra las leyes, normas y hábitos del antiguo orden se iba
el capitalism o fun­ incrementando.
d a n d o c o o p e ra t i­
vas, creando ciuda­
des m odelo com o
N ew H arm ony en
los Estados Unidos
y c o n s t it u y e n d o
Bolsas de Trabajo.
Fueron los obreros
ligados a las Bolsas
quienes impulsaron
en 1834 una Gran
Asociación de T ra ­
bajadores, de corta
56 duración.
Los habitantes de las ciudades,
base de las revoluciones El proletariado
La peste bubónica, que había azotado y diezmado des­ urbano
de la Edad Media los campos y ciudades europeos,
desapareció casi por completo, tal vez a causa del ex ­
terminio de la rata negra, transmisora de la enfermedad.
Sin embargo, otras epidemias dejaron su huella, com o
el cólera, introducido en los años treinta por las tropas
rusas en su campaña de Armenia, y posteriormente, en
Polonia, y que difundieron a partir de 1833 los barcos
procedentes de Asia, a través de Portugal. En España
provocó más de 100.000 víctimas entre 1833 y 1834.
El tifus y la tuberculosis eran enfermedades endém i­
cas, contra las que no existían remedios efectivos, y pro­
vocaron numerosas muertes en distintos períodos a lo
largo del siglo. La viruela fue controlada poco a poco,
gracias a la vacuna descubierta por Jenner. La lepra re­
dujo su extensión a las zonas mediterráneas, en las que
también tenía importancia el paludismo, en concreto en
las regiones pantanosas.
Las ciudades absorbieron la población rural a medi­
da que se extendieron las industrias o los servicios, de
reciente aparición. En 1800 había en Europa unas
22 ciudades con más de 100.000 habitantes; en 1847
eran 47. Londres superaba los dos millones: París, el

Los m ás «afortuna­
dos» entre los prole­
tarios vivían en b a ­
rrios com o éste di­
b u jad o por D o ré,
perteneciente al ex­
trarrad io de L on­
dres. donde las pé­
sim as condiciones
de habitabilidad y
salubridad diezm a­
ron a la población
de estos poblados
de s e m ic h a b o la s,
en los que la morta­
lidad infantil y adul­
ta era altísima. 57
millón; Viena contaba con 700.000; Nápoles, 450.000,
El proletariado y Birmingham, centro industrial inglés, alcanzaba los
urbano 437.000. De igual m odo, la fisonomía urbana fue cam ­
biando: se destruyeron las antiguas murallas, y cre­
cieron nuevos barrios a su alrededor, donde fueron
instalándose los negocios de los burgueses. Los edifi­
cios modernos sustituyeron com o lugar de residencia a
los tradicionales palacetes. Fue un tiempo de esplendor
para arquitectos y urbanistas.
N o obstante, no todo resultaba tan innovador y agra­
dable: eran mayoría las familias que se hacinaban en ca­
sas de mala construcción, carentes de servicios higiéni­
cos, con calles embarradas, por las que deambulaban
durante todo el día niños y viejos, rebuscando entre las
basuras algo para comer. Fue en ese ambiente de las
grandes urbes, lleno de contrastes, donde en los prime­
ros años del siglo XIX estallaron buen número de las re­
vueltas, que posteriormente se extendieron a otras p o ­
blaciones. En las calles, las barricadas sirvieron para
luchar por sus reivindicaciones políticas y sociales a los
obreros, funcionarios y burgueses, que en aquel tiem­
po todavía se mostraban unidos: unos batallaban por
mejores condiciones sociales y económicas; otros, por
conquistar el poder político, pero siempre solidarios con­
tra las fuerzas reaccionarias del Antiguo Régimen, que
pretendían que la sociedad no cambiara sus normas ni
La burguesía adqui­
alterara sus estructuras.
rió pronto la nece­
s a ria c a p a c id a d
te cn o ló gica p ara
lle v a r a c a b o la
transformación del
medio agrario que
debía abastecer a
las crecientes ciu­
d a d e s . La nueva
maquinaria agríco­
la re p re se n tó un
enorme avance en
las técnicas de su-
p e r p r o d u c c ió n .
Aquí vemos una de­
mostración de m a­
quinaria agrícola a
m e d ia d o s del s i­
58 glo XIX.
Las ciudades presentaban también el amplio abanico
de las diferencias sociales. La burguesía no constituía El proletariado
un grupo social hom ogéneo, ya que comprendía des­ urbano
de grandes financieros — los Rothschild. los Peper o los
Peel— , a toda una gama de capas escalonadas de acuer­
do con sus posibilidades económicas. Así, la alta bur­
guesía, minoritaria, dueña de las fábricas, los ferroca­
rriles, las navieras, los bancos..., poco o nada tenía en
común con los pequeños burgueses, propietarios de pe­
queños negocios: tenderos, abogados, médicos, profe­
sores, etcétera, conjunto heterogéneo e inestable, que
oscilaba en sus tendencias políticas. En el mismo senti­
do, las llamadas clases populares se mostraban fragmen­
tadas en grupos con ocupaciones muy variadas: arte­ A m ed id a que el
sanos. obreros, pequeños comerciantes. Muchos oficios avance económico
se consolidaba, los
artesanales empezaban a retroceder ante la com peten­
intercambios finan­
cia de las industrias, que reunían un número variable
cieros crecían a rit­
de operarios, trabajando ya distintos aspectos de un mis­ mo acelerado; los
mo producto. Sus salarios eran, en general, bajos, ló m ercados de valo­
justo para subsistir, y sufrían las consecuencias de las res o bolsas de co­
crisis económicas, con el paro y el hambre cebándose mercio, com o esta
en sus familias. El alcoholismo o la delincuencia eran de N u e v a Y o rk ,
alc a n z a ro n cifras
los resultados más frecuentes de estas situaciones de
de negocios muy
miseria.
elevadas.

59
Los transportes acercan a los pueblos
Mejores Los caminos europeos a principios del XIX eran por lo
comunicaciones general polvorientos, difíciles de transitar en épocas de
lluvias o nieves a causa del barro. Muchos pueblos qu e­
daban incomunicados gran parte del año, y las gentes
tendían a vivir casi toda su vida en la misma comarca,
o se trasladaban a pie. Sin embargo, a medida que la
Revolución industrial se consolidó, la Europa al oeste
del Elba experimentó un aumento importante de las c o ­
municaciones, que facilitó el intercambio de mercancías
y personas. Las carreteras se reforzaron con nuevos
revestimientos. Francia e Inglaterra disponían de la red
viaria más tupida, con 30.000 y 32.000 kilómetros,
respectivamente. Los servicios públicos de transporte
intensificaron sus recorridos, y el c o a c h (diligencia) in­
glés hacía en cuarenta y dos horas la distancia entre Lon ­
dres y Edimburgo. Las diligencias francesas, con capa­
cidad para 15 pasajeros, tardaban seis días en recorrer
el trayecto de París a Lyon, siempre al ritmo de un fuerte
e incóm odo traqueteo.
Los ríos y canales permitían transportar a bajo coste
toda clase de mercancías, que tardaban varias semanas
o meses en alcanzar su destino. La gran revolución del
transporte llegó con el ferrocarril, que no adquirió ple­
na expansión hasta la segunda mitad del siglo. En reali­
dad. los raíles y las vagonetas para el carbón arrastra­
das por caballos ya existían en Inglaterra desde el siglo
XVIII. pero fue G eorge Stephenson (1781-1848) quien
aplicó y perfeccionó la máquina de vapor: así nació la
locomotora. En 1825 em pezó a funcionar el primer tren
La m ejora de los en un tramo de tres kilómetros, entre Stockton y Dar-
transportes fue po­ lington, al sur de la ciudad inglesa de Newcastle. El
sible gracias al uso
primer gran triunfo lo constituyó la línea que unió
de las m áquinas de
vapor. Mares, ríos y
Manchester con Liverpool, diseñada y construida por
canales vieron las Stephenson, a pesar de la oposición de los transportis­
siluetas de las chi­ tas de los canales y de los terratenientes, temerosos de
m en eas surcan d o que el ferrocarril perjudicara a sus vacas. Su hijo Robert
sus aguas, mientras ganó un concurso convocado al efecto con la locom o­
en tierra los ferro­
tora R o c k e t ( C o h e t e ) para arrastrar los vagones de
carriles unían ciu­
dades y países entre
viajeros y mercancías. El 15 de septiembre de 1830 se
sí, favoreciendo el inauguró la línea, y quiso el destino que el diputado Hus-
c o m e r c i o y lo s kisson, de Liverpool, gran admirador del invento, mu­
60 viajes. riera accidentalmente arrollado por la máquina.
La extensión del ferrocarril por Europa fue impara­
ble y se convirtió en el símbolo de los nuevos tiempos. Mejores
Para algunos, era un artefacto infernal, que podía ma­ comunicaciones
tar a las personas por su alta velocidad, o destruir el pai­
saje con el humo, pero para otros representaba el triunfo
del progreso y la posibilidad de conseguir intercambios
más rápidos y seguros. En 1850, Gran Bretaña tenía
ya 10.000 kilómetros de vía férrea, y ello contribuyó sin
duda a movilizar fortunas y al crecimiento de la siderur­
gia. La vida de muchas personas cambió y los merca­
dos tendieron a su unificación. Francia tardó algunos
años más en construir su red ferroviaria, que despega­
ría a partir de 1845, mientras que en Alemania fue el
gobierno de Prusia el prom otor de su construcción. En
España, el primer tramo se tendió entre Barcelona y Ma­
tará en 1848. Pero donde alcanzó mayor desarrollo fue
en los Estados Unidos. En general, impulsó la industria­
lización y el capitalismo.

Pese a los avances


en los transportes y
en las economías
nacionales, las in­
fraestructuras pú­
blicas de comunica­
ciones y urbanismo
pronto resultaron
insuficientes, des­
bordadas por el in­
cremento de la po­
blación. Doré vio
de esta manera el
desordenado creci­
m ie n to d el g r a n
Londres, superpo­
blado y agobiado
por su gigantesco
crecimiento. 61
La ciencia, estímulo del progreso
Ciencia La ciencia dejó de ser la actividad aislada de unos cuan­
y progreso tos solitarios que con tesón y trabajo conseguían ciertos
resultados espectaculares, ante la indiferencia general.
Nuevos métodos y teorías se difundieron por los labo­
ratorios, y algunas universidades comenzaron a acoger
ya a los científicos dispuestos a demostrar sus hipótesis
mediante experimentos, contando además con la posi­
bilidad de aplicación práctica de los inventos. C om en ­
zaron a funcionar las Escuelas Politécnicas y a difundir­
se las ideas científicas y técnicas en los congresos.
Las Matemáticas fueron la base de posteriores des­
cubrimientos en la Física y la Astronomía. M onge ini­
ció la Geometría Descriptiva: Pierre Simón Laplace
(1749-1827) escribió T e o r ía a n a lític a d e la s p o s ib ilid a ­
d e s , y en su M e c á n ic a c e le s te explicó el origen del
mundo a partir de la disgregación de una gran nebulo­
sa. William Herschel (1738-1822) descubrió el planeta
Urano; años más tarde haría lo mismo Le Verrier
(1811-1877) con Neptuno. El francés Cauchy avanzó
en el estudio las funciones de una variable imaginaria,
y Evaristo Galois, un matemático de vida novelesca, par­
tidario de la Revolución y muerto en un duelo, desa­
rrolló la T e o r ía d e lo s g r u p o s , que tuvo ulteriores apli­
caciones en la Geometría y en el cálculo diferencial.
El ingeniero francés Fresnel estableció las vibraciones
de los fenóm enos luminosos y aplicó sus teorías a las
lentes escalonadas utilizadas en los faros. El italiano Volta
El trazado de los fe­
rrocarriles implicó
no sólo la m ejora
de las comunicacio­
nes, sino también
un crecimiento p a­
ralelo de las nuevas
ciencias y técnicas
al servicio del pro­
greso industrial y
económ ico que exi­
gía una sociedad en
proceso de transfor­
m a c ió n . En esta
im agen, ferrocarril
de la línea París-
Versalles, a m edia­
62 dos del siglo XIX.
inventó la pila eléctrica, para la que no se encontró en­
tonces ninguna aplicación. El inglés Faraday obtuvo Ciencia
corriente alterna mediante un imán introducido en una y progreso
bobina. Los trabajos de Gauss posibilitarían que Morse
descubriera en 1833 el telégrafo eléctrico.
Los estudios de Chevreyl, Dumas, Liebig y Wóhler
iniciaron la química orgánica, con aplicaciones en la ela­
boración de los abonos químicos. El naturalista Cuvier
(1769-1832) sentó las bases de la anatomía compara­
da y de la paleontología. Jean Lamarck (1744-1829)
abrió el camino a la biología evolucionista, con la teoría
de la transmisión de los caracteres adquiridos, que le
serviría a Darwin (1809-1882) para desarrollar sus tesis
sobre la evolución.
Las co m u n icac io ­
Los inicios de la fotografía datan de 1839, cuando se nes, m ejoradas por
iniciaron los experimentos de Daguerre. El inglés Lyell, el uso del vapor, re­
con sus P r in c ip io s d e la g e o lo g ía , describió la secuencia dujeron el espacio
de los ciclos geológicos de la Tierra, y la geografía dió universal, favo re­
un gran paso con la obra del alemán Alexander von ciendo el co n o ci­
miento del mundo
Humboldt, quien publicó Kosmos, obra de gran trascen­
gracias a los viaje­
dencia en los estudios posteriores sobre la materia. ros que recorrieron
También las ciencias humanas buscaron métodos de los cinco continen­
análisis científico, y ello repercutió en la filología, las ins­ tes, aportando su
tituciones políticas y sociales, en la historia, etc. Franz visión de todas y
Bopp (1791-1867) propugnó el parentesco de las len­ c a d a u n a de las
partes de un plane­
guas europeas con el lenguaje de los libros antiguos
ta que en este siglo
escritos en la India y propuso el indoeuropeo com o ori­ tomó conciencia de
gen de la mayoría de las lenguas de Europa. La arqueo­ su v e r d a d e r a d i­
logía experimentó un fuerte empuje, con los hallazgos mensión territorial.

63
de los palacios asirios y los restos de la civilización grie­
Ciencia ga. El francés Champollion descifró los jeroglíficos egip­
y progreso cios por medio de la piedra R o s s e ta . Ranke (1795-1866)
basó el estudio de historia en las fuentes primarias. Eu­
ropa em pezó a concebirse com o un conjunto cultural
unitario, y así, el ministro de Luis Felipe. Guillermo Gui-
zot, escribió la H is t o r ia g e n e r a l d e la c iv iliz a c ió n e u r o ­
p e a . Augusto Comte (1798-1857) pretendió establecer
leyes, com o en las ciencias naturales, para medir el com ­
portamiento social, y puso los cimientos de la sociolo­
gía, por la que habría de descubrirse el camino auténti­
co del desarrollo de la sociedad.
Las ideas de Rousseau indujeron a prestar una aten­
ción cada vez mayor a la educación. Jean Pestalozzi
(1745-1827) fue un claro antecedente de los movimien­
tos de renovación de la enseñanza, concebida com o vía
de la liberación del hombre.
Aquellos primeros cincuenta años del siglo XIX fu e­
ron, en suma, una época de profundas transformacio­
nes, lentas y pausadas algunas, violentas y radicales
otras. Todas contribuyeron al progreso de Europa y, en
última instancia, al de toda la humanidad. La revolu­
ción constituye un proceso global, que afecta a todos
los aspectos de la vida. Esta, en su evolución, pasó pri­
mero por la etapa religiosa; después, la metafísica, y,
por último, la científica, que era la que debía ocupar el
interés del investigador.

La p rim e ra m ita d
del siglo XIX fue una
época de profundas
tra n s f o rm a c io n e s :
el a p rovecham iento
de las m a te ria s p ri­
m a s y el auge de la
m inería dieron paso
a nuevas industrias
de tra n s fo rm a ció n ,
que a b rie ro n nu e ­
vos c a m p o s a las
64 ciencias a p lica d a s.
1819-1824: la represión del liberalismo
El sistema ideado por Metternich, con la Quíntuple La represión
Alianza, hubo de enfrentarse pronto a una serie de m o­ antiliberal
vimientos contrarios al orden político y social estableci­
do en Viena. El pensamiento del primer ministro aus­
tríaco de que «...e n Europa sólo hay un problema: la
revolución», resumía bien una situación que cada día
se veía desbordada por las exigencias de libertad.
En Alemania, fragmentada en pequeños estados, que
oscilaban entre la influencia de Prusia o Austria, surgie­
ron entre los universitarios distintas asociaciones que pre­
tendían fomentar la conciencia de una patria común.
Intentaban superar una inoperante Dieta establecida en
Francfort en 1816, com o expresión de la Confedera­
ción Germánica, en la que en territorios, com o Ba-
viera, Wittenberg o Sajonia-Weimar, ya se habían
otorgado constituciones. En 1818 surgió la Asociación
General de Estudiantes Alemanes, partiendo de la fun­
dada en Jena, con la participación de 14 universidades.
Esta «joven Alemania» no comulgaba con los principios
legitimistas de la Restauración y era proclive al liberalis­
mo. Ni Prusia ni Austria estaban dispuestas a permitir
un movimiento que no controlaban ni favorecía sus in­
tereses. Y cuando, el 23 de marzo de 1819, un estu­
diante, Carlos Sand, asesinó a un escritor famoso de
la época, Kotzebue (quien hacía propaganda, al pare­
cer pagado por Rusia, contra las propuestas universita­
La m a so n e ría , aso­
rias de proclamar una Constitución para Alemania),
cia ció n nacida en
Metternich aprovechó el suceso para desencadenar una los co m ie n zo s del
fuerte represión, intentando que se identificasen libera­ sig lo XVIII a g ru p ó
lismo y amenaza francesa entre aquéllos que habían lu­ en el sig lo XIX a los
chado contra la Francia revolucionaria. C om o él mis­ elem entos liberales
mo proclamaría en el balneario de Calrstad: de diferentes ten­
den cia s, que se re ­
fu g iaro n en la c la n ­
«Espero vencer la revolución alemana con la ayuda de Dios, destinidad ante la
como he vencido al conquistador del mundo.» creciente represión
de lo s g o b ie r n o s
Las universidades eran vigiladas por representantes conservadores c o n ­
gubernamentales, muchos profesores fueron destituidos tra sus m iem bro s, a
y prohibidas todas las asociaciones estudiantiles, con ­ los que se acusaba
de c o n s p ira r para
centrándose en Maguncia una comisión central de in­
a lte ra r el o rden so­
vestigación, y la Dieta aún fue más vaciada de conteni­ c ia l y d e s tru ir la
do, no quedándole ninguna capacidad de maniobra. m o ra l tra d ic io n a l.
En España se sublevó una parte del ejército que se
La represión concentraba en Cádiz para ir a combatir contra los re­
antiliberal beldes americanos — que lograrían finalmente la in­
dependencia— , reclamando la Constitución de 1812,
abolida por Fernando VII a su regreso al país, tras la
derrota napoleónica. El complot revolucionario, instiga­
do por la masonería y acaudillado por el entonces co ­
mandante Riego desde Cabezas de San Juan, consiguió
restaurar la Constitución de Cádiz, con la consiguiente
puesta en libertad de muchos liberales encarcelados. Es­
tuvo vigente durante un trienio (1820-1823), durante
el cual moderados y exaltados lucharon entre sí, mien­
E l lib e ra lism o p o lí­ tras el monarca conspiraba contra una situación que le
tico del p rim e r te r­ obligaba a gobernar contando con unas Cortes y un g o ­
c io de l s ig lo XIX bierno democráticos. Los absolutistas acudieron a la
m a n tu vo posiciones Quíntuple Alianza en busca de ayuda, y en octubre de
revolucionarias, co­
1822, en la reunión de Verona, se decidió, contra la
m o las pro tagoniza­
das por los liberales opinión de Inglaterra, que Francia interviniera. Un ejér­
e s p a ñ o le s c o n t r a cito francés, el llamado L o s C ie n M il H ijo s d e S a n L u is ,
F e rn a n d o V i l. P ero cruzó la frontera, sin que los militares liberales espa­
a m e d id a qu e a l­ ñoles contaran con un apoyo popular decidido para
c a n z a ro n c o ta s de
oponérseles. Gobierno. Cortes y rey se refugiaron en
p oder, su actuación
Cádiz, importante núcleo de comerciantes con ideas li­
p o lítica se diversifi­
c ó , a p a re cie n d o li­ berales, pero no se pudo resistir la presión de las tropas
berales, ra d ica le s y francesas, al mando del duque de Angulema. El abso­
co n se rva d ore s. lutismo volvió a España.

66
En Italia, las ideas de la Revolución y la invasión de
Bonaparte habían extendido el proyecto de una unidad La represión
nacional. Los siete Estados en que se dividía la penín­ antiliberal
sula Itálica sufrían la presión de Austria. El papa Pío VII
restableció la administración pontificia en sus territorios,
mientras que, en Ñapóles, el general napoleónico Mu-
rat fue desposeído del reino en favor de la monarquía
tradicional, encarnada en Fernando I, quien abolió la
Constitución de 1812, inspirada en la española del
mismo año.
Los carbonarios, organización similar a la masonería,
influyentes en el ejército, conspiraban, y en julio de
1820. el día de San Teobaldo, su santo protector, el ge­
neral Pepe, siguiendo los pasos de Riego, levantó a sus
tropas y consiguió que el rey aceptara la Constitución,
al tiempo que era nombrado primer ministro. Fernan­
do I partió con la promesa de defender ante las poten­
cias extranjeras reunidas en enero de 1821 el siste­
ma constitucional. Lejos de hacerlo, pidió al canciller
Metternich que interviniese, y así un ejército austríaco
entró en Nápoles y acabó con la situación. L o mismo

El modelo impues­
to por la insurrec­
ción militar de Rie­
go en España fue
segu id o en Italia
por la sociedad se­
creta de los C a rb o ­
narios que, infiltra­
dos en el ejército,
promovieron el le­
vantamiento liberal
de 1812 en N á p o ­
les, una de las pri­
m eras chispas que
encenderían la ho­
guera de la inde­
pendencia nacional
de Italia en los años
siguientes. 67
hizo en el de Piamonte, donde, tras la abdicación de
La represión Víctor Manuel 1, el regente Carlos Alberto había otor­
antiliberal gado una Constitución en marzo de 1821, ante la pre­
sión liberal. La represión se extendió por toda la p e ­
nínsula Itálica y muchos liberales fueron fusilados o
tuvieron que emigrar. La causa de la unidad italiana que­
La entrada de C a r­
los Alberto de S a - daba aplazada para años después.
boya en Pavía, en El pronunciamiento de Riego influyó igualmente en
1848, fue un hecho Portugal, donde se produjo un alzamiento militar en
más en el proceso Oporto en agosto de 1820, que pronto se extendió a
de unidad italiana todo el país. Un consejo de regencia establecido a la es­
(acontecida definiti­
pera del retorno del rey Juan VI desde Brasil aceptó las
vam en te en 1861)
por el que la m o­ bases de una Constitución similar a la española, pero
n a r q u ía d el P ia - los núcleos absolutistas contrarrestaron el impulso libe­
m onte aceptó re­ ral y el monarca la anuló en 1824. En marzo de 1826
presentar a todas el heredero del trono, Pedro, otorgó una Carta Consti­
las corrientes políti­ tucional e intentó una alianza con su hermano Miguel,
cas italianas, inclui­
líder de los absolutistas, sin lograrlo. Los absolutistas ocu­
das las republica­
nas, que convivie­ paron Lisboa en 1828, le proclamaron rey y pretendie­
ron en un modelo ron volver a la monarquía absoluta, en la línea de Car­
de estado liberal. los X de Francia.

68
La independencia de Grecia
Cuna de la civilización occidental, Grecia estaba desde Grecia
hacía siglos bajo el dominio del Imperio turco, que ha­ independiente
bía perdido su fuerza militar y social de principios de la
Edad Moderna, y en los albores del siglo X IX se limita­
ba a mantener el control militar y político sobre una se­ La m a ta n z a de
rie de pueblos de los Balcanes. Y a desde finales del XVlll Q u io s, pintada por
surgieron en estas comunidades núcleos de resistencia, Delacroix, es el tri­
buto del rom anti­
y en 1815 Servia conquistó una autonomía relativa. En
cismo francés a la
Grecia, campesinos, comerciantes y religiosos reclama­ lucha por la inde­
ban su independencia, protagonizando un movimiento pendencia nacional
nacional que culminó en el alzamiento popular de 1821. del pueblo griego.
En las colonias mercantiles helénicas de todo el Medi­
G recia terráneo oriental surgieron las h e te r ia s , sociedades
independiente nacionalistas que organizaban la resistencia antiturca y
proporcionaban recursos para la lucha. Los turcos apli­
caron una dura represión, con grandes matanzas. Un
ejército de guerrilleros se refugió en las montañas y ob­
tuvo algunos éxitos en la península de Morea. En Epi-
dauro se celebró en 1821 un congreso que proclamó
la independencia de la zona y estableció la capital en
Corinto. La reacción otomana fue violenta, y con la ayu­
da del pachá de Egipto, vasallo suyo, ocasionó la muerte
de más de 23.000 personas en Quios, y otras muchas
fueron vendidas com o esclavos. Este suceso generó en
toda Europa un sentimiento de simpatía por los venci­
dos, y románticos conservadores, com o Chateaubriand,
recordaron las pasadas luchas entre la cruz y la media
luna, pero fue sobre todo el poeta Byron el más ardien­
te defensor de los griegos.
Distintas facciones nacionalistas se disputaban el lide­
razgo, mientras que las grandes potencias no mantuvie­
ron al principio una postura clara, por las implicaciones
que tenían en la región. Austria, defensora de la legiti­
midad, no deseaba cambios, por temor siempre al ex ­
pansionismo zarista. Inglaterra optaba por una Turquía
débil, que daba facilidades a sus barcos y podía propor­
cionarle el control del estrecho del mar Negro, cosa que
Toda la península no ocurriría en el caso de una hegemonía rusa. Rusia,
balcánica se vio in­
cristiana ortodoxa, com o los griegos, les apoyaba
fluida por las aspi­
raciones de inde­ decididamente.
pendencia logradas A partir de 1826 un acuerdo entre Inglaterra y Rusia
por los griegos con­ — gobernada ahora por el zar Nicolás 1— , al que se ad­
tra Turquía. D e es­ hirió Francia, junto a la neutralidad austríaca y prusia­
ta m anera, B u lg a ­ na, supuso el respaldo definitivo a la causa helénica. En
ria, cuyo pueblo, de
1827 una flota aliada destruyó a la escuadra turca y una
religión cristiana,
soportaba la dom i­ expedición francesa expulsó a los egipcios de Morea;
n ac ió n is lá m ic a , en ese mismo año los rusos invadieron los Balcanes, lle­
encontró en el m o­ gando a las puertas de la ciudad de Adrianópolis. El tra­
delo griego el cam i­ tado del 14 de septiembre de 1829 terminó con la gue­
no para su posterior rra. Rusia consiguió prerrogativas en el mar Negro, y
independencia, re­
Grecia logró la autonomía, que se transformaría en com ­
presentada aquí por
esta alegoría de la pleta independencia por la Convención de Londres de
nueva nación de los 1830. El príncipe bávaro Otón 1 fue proclamado rey de
70 Balcanes. Grecia dos años después.
Francia, 1830: el triunfo del liberalismo moderado
Por muchas declaraciones que se hicieran, la Restau­ El liberalismo
ración iniciada en Viena tras la derrota de Napoleón en Francia
no acabó con el mundo creado por la Revolución Fran­
cesa. Luis XVIII, el nuevo monarca, mayor, obeso, mor­
daz, bonachón y de temperamento flemático, sabía
que no era posible volver a la corte esplendorosa de
Luis X V I. Ni siquiera se instaló en Versalles, acondicio­
nado com o asilo de ancianos nobles sin hogar que re­
gresaban de la emigración.
Tras la restauración
El rey fijó su residencia en las Tullerías. Posiblemen­ de la monarquía le-
te desde sus balcones veía la plaza donde fue guilloti­ gitimista a la caída
nado su hermano. Pretendía apaciguar los ánimos de de Napoleón se pro­
muchos aristócratas que regresaron con deseos de ven ­ dujeron sucesivos
levantam ientos li­
ganza, que lograron llevar a la práctica en algunas zo­
b e ra le s contra el
nas, com o en la Provenza y el Languedoc, donde esti­
nuevo absolutismo.
mularon y dirigieron matanzas y apaleamientos contra A sí, en 1820, París
aquellos que se habían significado en el pasado por d e­ conoció la primera
fender la Revolución o manifestarse a favor de N a p o ­ de las muchas revo­
león . El denominado te r r o r b la n c o adquirió fuerza en­ luciones para reins­
taurar los principios
tre 1815 y 1816, sobre todo acabados los cien días de
de libertad, igual­
gobierno napoleónico. La represión indiscriminada de­
dad y fraternidad
jó profundas huellas en la población e impidió la recon­ c o n q u is t a d o s en
ciliación. El mariscal Fouché, que había sido jacobino la R evo lu ció n de
y ministro de Bonaparte, se puso ahora al servicio de 1789.

71
la monarquía restaurada y dirigió la persecución poli­
El liberalismo cial contra cualquier intento de desestabilizar el nuevo
en Francia orden.
Luis X VIII no gobernó según el absolutismo a la anti­
gua usanza: respetó la administración napoleónica y sus
códigos civil y penal. En 1817 dictó una ley electoral,
y en 1818 una tímida ley de prensa abría caminos a las
opiniones divergentes. La Carta Constitucional otorga­
da, de 1814, pretendía inspirarse en el Parlamento bri­
tánico: había dos cámaras, la de los Pares, nombrados
con carácter hereditario por el monarca, generalmente
entre las familias nobiliarias, y la de los Diputados, ele­
gidos sólo por electores mayores de treinta años y que
pagaran más de 300 francos de impuestos. Los elegi­
bles superarían los cuarenta años y los 1.000 francos.
Su poder se limitaba a votar las leyes, al ser com peten­
cia del gobierno su elaboración. Sin embargo, el asesi­
nato del sobrino del rey y heredero del trono, el duque
de Berry, en 1828, a manos de un antiguo soldado del
em perador que declaró querer exterminar a los Borbo-
nes, permitió a los «ultras» contrarrestar las medidas li-
beralizadoras: reaccionaron contra la libertad de prensa
y provocaron la caída del primer ministro. La Iglesia c o ­
laboró con estas posiciones, reivindicando la moral, la
educación y las costumbres tradicionales, al tiempo que
los liberales franceses publicaban clandestinamente fo ­
lletos contra la casa reinante, componían canciones bur­
lescas y los libelos glorificaban el pasado imperial, en
contraposición a la decadencia borbónica.
Carlos X, sucesor Cuando Carlos X sucedió, en 1824, a su hermano,
de Luis XVIII en el muerto a los sesenta y siete años, los partidarios de pos­
trono francés, m an­ turas más reaccionarias creyeron haber ganado definiti­
tuvo desde su coro­ vamente. El nuevo monarca fue consagrado en la cate­
nación posiciones
dral de Reims, para recordar las glorias de la monar­
de in tran sigen cia
política que le en­ quía tradicional, y en el transcurso de la ceremonia se
fre n ta ro n co n la exhibió com o reliquia una espada de Carlomagno. Pro­
mayoría de sus súb­ mulgó enseguida una ley contra el sacrilegio — que cas­
ditos. Su rigor a b ­ tigaba con pena de muerte la profanación de las formas
solutista provocó consagradas— y otra por la que indemnizaba a la aris­
una sublevación po­
tocracia que había perdido sus posesiones durante las
pular que le costó el
trono y supuso el fin Revoluciones, gravando el Tesoro Público en más de
de su dinastía en 600 millones de francos. Trató de rehabilitar los m ayo­
72 Francia. razgos, pero las protestas fueron tantas que el primer
ministro, Villeté, retiró la ley, en cuyo preámbulo se pro­
clamaba claramente que: E1 liberalism o
en Francia
«...S e comprende que en una república haya igualdad entre
los hijos para las herencias de ios padres, pero en una monar­
quía es de toda evidencia que el régimen debe ser la
desigualdad.»

La oposición recordaba las semejanzas con la Fran­


cia de antes de la Revolución, y algunos hacían com ­
paraciones históricas: si Carlos I de Inglaterra había su­
frido igual suerte que Luis XVI, Carlos X terminaría des­
tronado, com o Jacobo II. En las principales ciudades
la carestía del pan cundió a partir de 1827, y el trabajo
escaseaba. Las protestas callejeras eran cada día más
frecuentes, con gritos de «¡Abajo los ministros!»
Las elecciones de noviembre de 1827 dieron la ma­
yoría a los monárquicos moderados, temerosos de que
las disposiciones de los «ultras» hicieran estallar otra re­
volución. Villeté dimitió y su sucesor, Martignac, inten­
tó medidas contemporizadoras, siendo destituido por el
rey sin previo conocimiento de la Cámara de Diputa­
dos. La protesta se extendió por todo el país y el an-

El levan tam ien to


popular contra C ar­
los X tuvo muchos
rasgos similares a
los sucesos de 1789
y 1792. Nuevam en­
te el pueblo de P a ­
rís invadió el recin­
to de las Tullerías y
se dedicó al saqueo
y al desorden, co­
mo exponentes más
espectaculares de
una nueva revolu­
ción, dirigida por la
burguesía m ás m o­
derada, partidaria
de Luis Felipe de
Orleans. 73
ciano general La Fayette, recuerdo vivo de 1789, fue
El liberalism o aclamado en un viaje a Auvernia. Algunos periódicos,
en Francia com o L e N a t io n a l, pidieron directamente el destrona­
miento del monarca.
Luis Felipe de O r- La crisis estalló entre el 26 de julio y el 6 de agosto
leans, el «rey ciuda­ de 1830, al suprimir el rey la libertad de prensa, disol­
dano», subió al tro­ ver la Cámara, pretender reformar la ley electoral y con­
no el 9 de agosto de
vocar nuevos consejeros, a la vez que emprendía una
1830, convirtiéndo­
política de expansión colonial con la conquista de A r­
se en representante
de los intereses de gel. En los famosos tre s d ía s d e ju lio , el pueblo de París
la burguesía, defen­ y otras ciudades saltó a la calle, y entre manifestaciones
sora de un liberalis­ y barricadas hizo frente al ejército, que no pudo ni supo
mo m oderado. Era contener la presión popular. Las gentes vitoreaban a N a­
el primogénito de poleón y la República. Carlos X abdicó en favor de su
Luis Felipe José de
nieto Enrique V , pero ya era demasiado tarde y se im­
O rleans quien, par­
tidario de la Revo­ puso la candidatura de Luis Felipe de Orleans, apoya­
lu c ió n F r a n c e s a , da por La Fayette y liberales moderados, com o Thiers
cam bió su nom bre y Laffitte, que preferían cambiar de soberano antes que
p o r el d e F e l i p e de régimen. El 7 de agosto la Cámara de los Diputados
Ig u a ld a d . Colaboró refrendó su nombramiento y la bandera tricolor volvió
con los jacobinos,
a sustituir a la flor de lis borbónica. Quedaba inaugura­
hasta que en 1793
se exilió a Suiza, re­ da la m o n a r q u ía d e ju lio , triunfo del liberalismo m ode­
gresando a Francia rado de los grandes burgueses, y se ponía fin al princi­
en 1817. pio de legitimidad proclamado por Metternich.
El liberalismo se extiende por Europa
Francia no fue el único caso de alteración de los presu­ E1 liberalismo
puestos de la Restauración. La Revolución afectó tam­ en Bélgica
bién a Bélgica y Polonia, donde la influencia francesa
siempre fue importante.
El Congreso de Viena había creado el reino de los
Países Bajos bajo la dinastía holandesa de los Orange-
Nassau, asimilando a los belgas para impedir la expan­
sión francesa. Bélgica era en realidad una nacionalidad
dual, formada por flamencos, con su lengua propia, y
valones, de habla francesa, en contacto con las ideas
de la Ilustración y que sólo tenían en común el catoli­
cismo frente al calvinismo de los holandeses. El peso
político de Holanda era muy superior, al controlar la ad-

L a s c o s tu m b re s ,
ideología y formas
e x p re s iv a s de la
burguesía triunfan
definitivamente en
1830. Los banque­
ros, industriales, al­
tos cargos de la A d ­
ministración, iban a
co n vertirse en la
clase dirigente de la
sociedad europea,
que en muchos c a ­
sos emparentaron
con la vieja aristo­
cracia o accedieron
directam ente a la
nobleza. Defendían
un liberalismo m o­
derado, con sufra­
gio censitario, don­
de sólo vota un nú­
mero restringido de
ciudadanos. Otros
sectores — peq u e­
ños n e g o c ia n te s ,
artesan o s, o b re ­
ro s— pugnarán por
alcanzar los dere­
chos políticos. En
la im agen, calles y
canales de la ciu­
dad de Utrech. 75
ministración pública y al favorecer la ley electoral a sus
El liberalism o representantes, pese a ser dos millones frente a los tres
en B élgica millones de belgas.
Los sectores industriales — patronos y obreros— , va­
lones principalmente, eran los más partidarios de la in­
dependencia, mientras que los comerciantes y armado­
res de Amberes tenían mayor interés en continuar con
la unión para mantener el mercado colonial holandés.
Los acontecimientos acaecidos en Francia precipitaron
las cosas, y el 25 de agosto, al finalizar en la Ópera de
Bruselas la representación de L a m u e tte d e P o r tic i, obra
en la que se narra la rebelión de un pescador napolita­
no contra los españoles, una manifestación se extendió
por la ciudad, asaltó el palacio del ministro de Justicia
y la casa del jefe de la policía; en el Ayuntamiento se
izó la bandera negra, amarilla y roja, símbolo de los
belgas. Una extraña alianza entre el clero católico, que
veía perjudicada su posición ante el laicismo de Guiller­
mo I, y los liberales dio fuerza al movimiento de libera­
ción, que en sus inicios no tuvo unos objetivos claros.
Las tropas enviadas por el rey fracasaron ante las barri­
cadas. Se constituyó entonces un gobierno provisional,
que proclamó la independencia el 4 de octubre. Un C on ­
greso Nacional ofreció la corona al duque de Nemours,
El espíritu naciona­ hijo de Luis Felipe.
lista de la primera
Las grandes potencias no reaccionaron, a pesar de
mitad del siglo XIX
la promesa del zar Nicolás I de ayudar a Guillermo de
iba asociado a sen­
timientos de em oti­ Orange en el sofocamiento de la rebelión. Inglaterra es­
vid ad difíciles de taba de acuerdo en aceptar la situación, siempre que
controlar, tanto en
sus manifestaciones
políticas com o a r­
tísticas. La ópera y
el teatro sirvieron
en esta época como
elementos de agita­
ción social. Los es­
trenos de L a M uet-
te d e P o rtic i, de
Auber, y E m a n i son
dos muestras repre­
sentativas de este
clima de exaltación
m elodram ática li­
76 gad a a lo político.
el trono no fuese ocupado por un descendiente de
la casa de Orleans. Para facilitar el proceso el nuevo El liberalism o
monarca francés, en nombre de su hijo, rehusó el en Polonia
trono. El 20 de noviembre, la Conferencia de Londres
acordó la independencia de Bélgica, y el 20 de enero
de 1831 se estipuló su neutralidad perpetua. El 4 de ju­
nio el Congreso Nacional nombró rey a Leopoldo de
Sajonia-Coburgo.
Los polacos gozaban de cierta autonomía con respecto
a Rusia. Disponían de una Dieta y un ejército con man­
dos propios, pero vinculado al imperio de los zares. Sin
embargo, el deseo de alcanzar la soberanía nacional se
mantenía vivo. Un amplio movimiento de intelectuales,
aristócratas, campesinos y burgueses respaldaba las
aspiraciones de independencia. Las tropas polacas, m o­
vilizadas por Nicolás I para intervenir en Bélgica, apro­
vecharon la ocasión para ocupar Varsovia el 29 de no­
viembre de 1830. El 3 de diciembre establecieron un
gobierno provisional, presidido por el antiguo general
napoleónico Chlopicki, que intentó negociar con el zar
la reincorporación de aquellos territorios segregados en
el reparto de 1772. Ante su negativa a cualquier tran­
sacción, los sectores más radicales declararon la inde­ Incidentes calleje­
pendencia. La Guardia Imperial ocupó el país y una ros en Dublín du­
fuerte represión se extendió por Varsovia y otros nú­ rante la d o m in a ­
cleos. Francia no acudió en defensa de los patriotas, c o ­ ción inglesa de Ir­
landa. El apoyo in­
mo estos esperaban, y se limitó a expresar sus sim­
glés a movimien­
patías por la causa polaca. El contexto internacional
tos n a c io n a lis ta s
europeos (polacos,
b e l g a s , g r ie g o s ,
etc.), era más pro­
ducto de sus intere­
ses estratégicos que
de la ideología bri­
tánica a favor de la
independencia de
los pueblos. La ac­
titud de Inglaterra
ante los patriotas ir­
landeses que lucha­
ban por la indepen­
dencia no fue muy
diferente a la de
otras potencias co­
lonizadoras. 77
no favorecía la ayuda a Polonia, que quedó reducida
Italia a simple provincia rusa, mientras muchos polacos eran
y A lem ania deportados a Siberia y otros se exiliaban.
También en Italia y Alemania el nacionalismo y el li­
beralismo continuaron ampliando su influencia, por m e­
dio de los carbonarios y los círculos de jóvenes univer­
sitarios. En la Romana, región controlada por el Papa,
así com o en Parma y Módena, estallaron motines. El
ejército austríaco, a petición del pontífice Gregorio X VI,
intervino sofocando el movimiento, pero el primer mi­
nistro francés, Casimiro Pesier, amenazó con enviar tro­
pas para contrarrestar la presión austríaca. La guerra no
llegó a producirse y muchos liberales acabaron en el
exilio, y en algunos casos radicalizaron sus propuestas:
Mazzini (1805-1872), apóstol de la unidad italiana, en
su periódico, L a J o v e n Ita lia , proponía claramente ins­
taurar la República.
En Alemania hubo manifestaciones y altercados en
determinados puntos: Sajonia, Brunswick, Hesse y
Hannover consiguieron constituciones. En Hambach,
ciudad del Palatinado bávaro, en el transcurso de un
banquete, un gran número de comensales liberales al­
zaron sus voces en pro de una Alemania unificada. R e­
nació la «Joven Alemania», en la que destacaba el poeta
Italia y A le m an ia Heine. Metternich, de nuevo, la reprimió, contando con
conseguirán en este la colaboración de Prusia, que, con mayor sentido prác­
s ig lo su a n s ia d a tico y pensando tal vez en el futuro, estableció en 1832
unidad. El panger-
la «Zolverein», especie de unificación aduanera, con los
manismo reivindi-
cativo de una cultu­
ra común a los pue­
blos teutónicos, re­
presentado en esta
edición de cancio­
nes medievales ale­
m anas, fue un ele­
mento de unión en­
tre los alem anes,
com o lo fue la his­
toria m onum ental
de las espléndidas
ciudades italianas,
com o Parm a (a la
derecha), para los
habitantes de la pe­
78 nínsula italiana.
Estados vecinos, en la que no participaba Austria. El can­
ciller austríaco, en una carta dirigida al emperador en Suiza, Portugal
1831, ya predecía el futuro: y España
«Austria será considerada un cuerpo extraño, y esta exclusión
A sam blea nacional
material tendrá consecuencias políticas.»
alemana reunida en
Francfort en 1848.
Los vientos de libertad llegaron igualmente a Suiza, El Imperio austría­
Portugal y España. La muerte del monarca español Fer­ co trató de frenar la
nando VII propició la llegada al poder de los m odera­ unidad a le m a n a ,
dos, que apoyaron a su hija Isabel II, en contra de su defendida por libe­
rales y conservado­
hermano Carlos, absolutista. El enfrentamiento arma­
res, unas veces con
do entre carlistas y liberales se extendió por algunas re­
la represión y otras
giones y perduró con altibajos hasta finales de siglo. En mediante concesio­
Suiza una profunda división entre cantones liberales nes e c o n ó m ic a s ,
(Berna, Zurich, Lucerna...) y reaccionarios (Basilea, com o la creación
Uri...) llevó a una guerra civil que acabó con el recono­ del Zolverein: pero
cimiento de la abolición de los privilegios de las antiguas en am bos casos la
idea de nación y es­
familias, la implantación de la igualdad jurídica y la li­
tado alem anes su­
bertad de prensa. Muchos exiliados políticos fueron aco­ peraran los propó­
gidos allí sin problemas desde entonces. sitos imperiales.
El ciclo revolucionario: 1848,
«año de las revoluciones democráticas»
A 1848 se le llama e l a ñ o d e la s r e v o lu c io n e s . La ma­
yor parte de Europa se vio envuelta en un proceso que
adquirió tanta repercusión com o el de 1789. Los levan­
tamientos populares, las barricadas, las insurrecciones,
los cambios políticos y la represión se sucedieron en p o­
cos días en gran número de ciudades italianas — Turín,
Nápoles, Venecia. Milán, R om a— , así com o en París,
Praga, Viena, Budapest, Berlín, Badén, Varsovia y
en otros muchos lugares. Aquellos revolucionarios no
consiguieron sus ideales democráticos de inmediato, y
en 1851 todo parecía nuevamente controlado por los
La fecha de 1848 gobiernos, pero habían conm ovido profundamente los
cierra el ciclo revo­ regímenes políticos y dieron un paso importante hacia
lucionario de la pri­ la extensión de los derechos civiles y nacionales, el su­
mera mitad del si­
fragio universal, la liberación de la servidumbre de los
glo. Las banderas
tricolores, signos de campesinos centroeuropeos, el avance en la libertad de
libertad y naciona­ prensa o la difusión de libros.
lism o, invaden el Los historiadores han descrito, analizado y discutido
continen te, entre los orígenes y causas de todo el proceso. Algunos lo hi­
las barricadas ocu­ cieron desde las circunstancias propias de su naciona­
padas por militares
lidad, y de esa manera, para italianos y alemanes, el
y paisanos unidos
por el común de­ objetivo de la revolución era la unificación de sus terri­
n o m in ad o r de su torios. Franceses e ingleses, según la ideología del ana­
ideología liberal. lista, mostraron que todo fue continuación de la gran
catástrofe que supuso el rompimiento de la legitimidad
o, por el contrario, el paso de gigante dado por el pue­ E l«a ñ o de las
blo en la lucha por la libertad, frustrada de nuevo por revoluciones»
Napoleón. En otros casos se expusieron razones basa­
das en la «gran conspiración internacional» provocada
por revolucionarios profesionales.
En los últimos tiempos, los investigadores han pre­
tendido dar una explicación global y unitaria a los di­
versos brotes revolucionarios que aparecieron en aquel
año, a pesar de que las motivaciones difieran según los
países. Los factores económicos fueron ya resaltados por
contemporáneos de los hechos, com o Marx, Engels y
Tocqueville, que los achacaban a la crisis de 1847, con
el cierre de numerosas empresas, la baja de los salarios
o un paro intenso que sumió en la miseria a muchas
familias. También los campesinos vieron disminuir sus
recursos a causa de las malas cosechas, con el encare­ El gobierno provi­
cimiento del precio del trigo y al ir desapareciendo una sional de la Repú­
de sus fuentes de ingresos, el trabajo domiciliario que blica, em anado de
realizaban para muchos fabricantes textiles. La mecani­ la revolución del 48
en Francia, intenta
zación desplazó a la industria rural de tejidos, y éste fue
garantizar el traba­
un factor más de desestabilización en el mundo agra­
jo a todos los ciuda­
rio. Pero la revolución tuvo su fuerza en las ciudades. danos, la jornada
laboral queda redu­
cida a 10 horas y se
crea una «Comisión
para los Trabajado­
res» con represen­
tantes de los patro­
nos y obreros para
alcanzar acuerdos
sobre temas labora­
les. Se pone en fun­
cionamiento la idea
de Luis Blanc de
constituir desde el
estado unos T alle­
res Nacionales para
em plear a los p ara­
dos, pero con esca­
so éxito por los re­
sultados antieconó­
m icos, q ued an do
reducidos a meras
instituciones de c a ­
ridad. 81
entre los artesanos, obreros, comerciantes y pequeños
El «año de las burgueses, y las motivaciones políticas adquirieron gran
revoluciones» empuje.
París en aquellos años era la capital del liberalismo,
donde pervivía el recuerdo revolucionario. Allí emigra­
ban los exiliados de otras naciones y las tertulias p o ­
líticas y literarias estaban en todo su esplendor: en
ellas participaban Georges Sand — una de las prime­
ras escritoras feministas— Liszt. Chopin, Mickiewicz
— máximo representante del romanticismo polaco— ,
Lamartine, Víctor Hugo, Michelet y muchos más.
Aquella generación no había vivido directamente la
convulsión de los años anteriores, pero su presencia se
dejaba sentir en la cultura transmitida por los mayores,
aunque entendida ya com o parte de la historia. Los
firmantes de la paz de Viena habían presenciado mul­
titud de acontecimientos, el paso del Antiguo Régimen
a la sociedad moderna. Políticos com o Talleyrand vi­
vieron desde 1754 a 1838; Castlereag, de 1769 a 1822;
Metternich, de 1773 a 1856; Alejandro 1, de 1772 a
1822. La infancia de otros transcurrió en los años revo­
lucionarios y en el imperio napoleónico. Guizot y Comte
Aunque es en París
donde se inició la habían nacido en 1789; Thiers, en 1799; el novelista
revolución de 1848, Balzac, en 1790; Víctor Hugo, en 1802; Tocqueville
se propagó rápida­ y Mazzini, en 1805; Marx, en 1818. Durante estos
mente por todo el años mueren figuras de gran importancia: Beethoven,
continente, y es tal en 1827; Schubert, en 1828; Constant, en 1830;
vez la m ás europea
Hegel, en 1831 G oethe y Walter Scott, en 1832; La
de todas las que se
produjeron con pos­
Fayette. en 1834. Ahora es el tiempo de la «Joven A le ­
terioridad. C o m o mania», la «Joven Italia» o los «Jóvenes hegelianos».
diría en la C ám ara
de los Diputados de
Francia el pensador
Alexis de Tocquevi-
lle a principios de
aquel año: «E sta­
mos durmiendo so­
bre un volcán. ¿No
se d an u s te d e s
cuenta de que la tie­
rra tiembla de nue­
vo? So p la un vien­
to revolucionario y
la tempestad se ve
82 ya en el horizonte.»
Gran Bretaña, un caso aparte
Las convulsiones revolucionarias que afectaron al con­ El caso
tinente desde finales del siglo XVIll no tuvieron inciden­ británico
cia en el Reino Unido, sin que por ello dejara éste de
experimentar crisis y revueltas importantes, si bien nin­
guna de ellas afectó al régimen parlamentario o a la
monarquía. Muchos liberales conservadores europeos
consideraron modélicas las reformas paulatinas introdu­
cidas en Gran Bretaña. La industrialización estaba más
avanzada que en el resto de los países europeos y los
burgueses comenzaban a ser los dirigentes de la socie­
dad, desplazando a los grandes terratenientes, partida­
rios de mantener el proteccionismo sobre la agricultura
inglesa. El industrial Richard Cobden desató una cam ­
paña en pro del librecambismo y contra la ley anti-grano.
que triunfó a finales de los años cuarenta y facilitó el
despegue del capitalismo inglés por todo el mundo.
El sistema parlamentario estaba dominado por los
grandes propietarios, agrupados en dos partidos, el Tory
(representantes de la aristocracia agraria) y el Whig (co­
merciantes e industriales). El sistema electoral favore­
cía a los condados que poseían extensas explotaciones
agrícolas, en perjuicio de los núcleos fabriles. Así, L o n ­
dres sólo tenía derecho a cuatro diputados en la Cám a­
ra de los Comunes; Manchester o Birmingham no te­
nían ninguno, mientras que otras circunscripciones casi

Asam blea de cartis-


tas en M anchester
para exigir la refor-
m a d e l s is t e m a
electoral vigente en
Gran Bretaña. La
dem anda de mayor
re p re se n ta tiv id a d
del sistema parla­
mentario fue p ara­
lela al nacimiento
de a s o c i a c i o n e s
obreras y al mayor
peso de la clase tra­
bajadora en los par­
tidos re fo rm is ta s
británicos. 83
despobladas — los llamados b u r g o s p o d r id o s — casi su­
El caso peraban los 30.
británico Desde principios del siglo XIX, una serie de reforma­
dores reivindicaron el cambio. La agitación política se
extendió fundamentalmente por la Inglaterra industrial,
y en algunos casos se mezcló con la crisis provocada por
la mecanización. La represión provocó en ocasiones si­
tuaciones dramáticas, com o la de St. Peter Fields — el
Peterloo, parodiando a W aterloo— , cerca de Manches-
El r á p id o c r e c i ­ ter, donde los soldados dispararon contra una gran mu­
miento del capita­ chedumbre allí concentrada. En 1832, el sufragio se am­
lismo inglés provo­ plió de 430.000 a 800.000 electores, desapareció la
có un movimiento representación de muchos condados y, aunque las
de respuesta en los
medidas no se consideraron plenamente satisfactorias,
sectores m ás des­
p r o t e g id o s , que
permitieron que los burgueses propietarios de fábricas
veían la necesidad tuvieran representación parlamentaria. El cartismo, de­
de asociarse ante nominado así por los seis puntos recogidos en una C a r ­
los abusos del siste­ ta aprobada el 8 de mayo de 1828 en una magna Asam­
ma. Esta caricatura blea celebrada en Glasgow, demandaba la ampliación
muestra la opinión
de los derechos electorales a los obreros. Fue un m ovi­
de los obreros sobre
el sistema capitalis­ miento de masas heterogéneo, que osciló entre plan­
ta en los años trein­ teamientos revolucionarios, pidiendo del reparto de las
ta del siglo XIX. grandes propiedades, y posiciones moderadas.

84
La revolución se expande como una mancha de aceite
París, una vez más, va a ser el foco de una nuevo pro­ La revolución
ceso revolucionario. La monarquía de Luis Felipe, «el se extiende
rey burgués», acumulaba cada día mayor impopulari­
dad, y sus partidarios estaban divididos. Desde la dere­
cha y la izquierda se conspiraba para su derrocamien­
to. Los legitimistas deseaban la vuelta de los Borbones;
otros, el retorno del bonapartismo con el sobrino del em ­ La victoria de los
perador. Desde la izquierda se hablaba claramente de prin cipales m o vi­
República. El rey intentaba aplacar los ánimos. Su esti­ mientos revolucio­
lo populista le llevaba a pasear por las calles de la capi­ narios en 1848 sig­
tal y estrechar la mano a los transeúntes. En algunos nificó el estableci­
miento de un nuevo
momentos el ejército intervino para reprimir las pro­
sistema político p a­
testas. com o la insurrección de los obreros de Lyon ra Europa. La bur­
en 1831. Los gobiernos se sucedían a ritmo acelerado, guesía de inspira­
incrementando la inestabilidad. Thiers, del ala izquier­ ción liberal asumió
da del orleanismo, buscó sostener el régimen recurriendo en casi todos los
a medidas de prestigio y a reformas de las Cámaras, pero países el protago­
nismo político que,
no pudo desarrollar su cometido. El conservador Gui-
desde la Revolución
zot fue dueño de la situación a partir de 1841, pero pron­ francesa, le habían
to escapó a su control, en medio de una creciente agi­ disputado los pode­
tación y una fuerte crisis económica. res tradicionales.
Los días 22, 23 y 24 de febrero, por un incidente que
La revolución aparentaba no revestir ninguna importancia, estalló la
se extiende revolución: se suspendió en París uno de tantos ban­
quetes políticos que se venían celebrando en las princi­
pales ciudades francesas, organizados por los sectores
radicales. Una gran multitud se concentró en la plaza
de la Concordia y com enzó a gritar: «¡Abajo Guizot!»,
«¡Viva la República!», al tiempo que entonaban L a M a r-
s e lle s a . Pronto hicieron su aparición las barricadas, y la
Guardia Nacional al final se les unió. Una manifestación
se dirigió al día siguiente a la plaza de la Magdalena y
se enfrentó al ejército, que disparó indiscriminadamen­
te, matando a muchas personas. Algún manifestante al­
zó una bandera roja, que se convirtió en símbolo revo­
lucionario. Thiers volvió a hacerse cargo del ejecutivo
e intentó tranquilizar el ambiente, prometiendo la diso­
lución de las Cámara de Diputados y una serie de re­
formas, pero todo estaba perdido. Los sublevados ocu­
paron las Tullerías y el rey abdicó en su nieto, quien no
pudo tomar posesión porque la Guardia Nacional y una
multitud de voluntarios armados lo impedía. Un gobier­
no provisional tom ó el poder; en él figuraban, entre
otros, Lamartine, Leduc-Rollin, Garnier-Pagés, Louis
En diciem bre de Blanc y el obrero Albert. Q uedó proclamada la II R e ­
1848 Luis Napoleón pública y se convocó una Asamblea Nacional constitu­
Bonaparte es elegi­ yente. A partir de entonces se aprobaron muchas leyes:
do presidente de la
repú blica con el
apoyo mayoritario
de los cam pesinos
franceses. Era su
venganza contra un
régimen que les ha­
bía olvidado total­
m e n t e . C o n su s
banderas acudieron
a las urnas. «¡N o
m á s im p u e s t o s !
¡Mueran los ricos!
¡V iv a el e m p e r a ­
dor!». En 1851, el
presidente B o n a ­
parte se p roclam a­
ría, tras un golpe de
Estado, en N a p o ­
86 león III.
sufragio universal, libertad de prensa, abolición de la p e­
na de muerte, supresión de la esclavitud, garantía de La revolución
trabajo para todos mediante la creación de los Talleres se extiende
Nacionales, impulsados por Blanc, etc.
Toda Europa vivía momentos de convulsión. El Im­
perio austríaco, férreamente controlado por Metternich, En Italia, la exalta­
poco industrializado y con un campesinado que vivía ción política no era
aún bajo la servidumbre feudal, sufrió en parte el envi­ menor que en Fran­
te. En realidad, era un estado débil, formado por un con­ cia. La alianza en­
tre la m o n arqu ía
glomerado de pueblos diversos que reclamaban su auto­
del Piamonte y los
determinación. En Hungría se constituyó un gobierno republicanos para
autónomo. Los checos clamaban por sus derechos p o ­ expulsar a austría­
líticos. Viena protagonizó el 13 de marzo una gran ma­ cos y borbones se
nifestación en demanda de una Constitución. El can­ consolidó en 1848,
ciller Metternich huyó de la ciudad y el emperador pero el gran proble­
ma eran los E sta­
Fernando 1 hubo de ceder. En Italia el reino de Lom-
dos Pontificios: el
bardía-Véneto se alzo en armas, los austríacos fueron Papa no estaba dis­
expulsados de Venecia, mientras la multitud liberaba a puesto a perder sus
los líderes nacionalistas encarcelados. La agitación se ex- dominios.

87
tendió a los ducados de Parma y Módena. Desde el
Nuevos reino del Piamonte, Cavour intentó convencer al rey
planteam ientos Carlos Alberto para que encabezara el proceso de uni­
ficación de Italia y se enfrentara a los austríacos.
De la misma manera, en Alemania la revolución ad­
quirió fuerza com o movimiento de reivindicación nacio­
nal, acompañada de las peticiones de libertad política.
Los campesinos se sublevaron en muchas regiones, pi­
diendo la abolición de las rentas señoriales. En Berlín,
en medio de barricadas y manifestaciones, se imponen
los derechos ciudadanos, y Federico Guillermo IV acepta
que una Asamblea Nacional redacte el Estatuto de Pru-
sia. Sajonia y Hannover participan del mismo ambien­
te de agitación. El 31 de marzo se reúne en Francfort
un parlamento integrado por 600 miembros, que pro­
pone una Asamblea Nacional Constituyente alemana,
elegida por sufragio universal. Su primera sesión se abrió
el 18 de mayo y se estableció en ella un gobierno provi­
sional con la misión de formar un ejército y elaborar una
Constitución para todos los germanos. Los partidarios
de la Gran Alemania incluían en ella a Austria, y los de
la Pequeña Alemania la excluían por su antiliberalismo.
Retrato del músico El 28 de mayo fue elegido emperador Federico Guiller­
W agn er, uno de los mo IV de Prusia por 290 votos contra 248. Austria no
intelectuales y artis­ aceptó los hechos, y la revolución fue remitiendo. El
tas inspiradores del nuevo Parlamento acabó disolviéndose.
nacionalism o a le ­
El reflujo comenzó a finales del año 1848. Las con­
mán. A la derecha,
in au gu rac ió n del
tradicciones entre los sectores liberales y nacionalistas
monumento a W a g ­ afloraron pronto: los burgueses no podían aceptar el pe­
ner en Berlín. El ci­ so, cada vez mayor, del proletariado; los reyes no d e­
clo revolucionario seaban una libertad política, que haría peligrar su tro­
inspirado en el na­ no, y las nacionalidades oprimidas tuvieron dificultades
c io n a lism o h a b ía
para aglutinar una fuerza coherente para conseguir un
triu n fa d o ; a h o r a
surgirán las contra­ Estado soberano. El papado y el rey de Ñapóles temie­
dicciones entre los ron la preponderancia del reino de Piamonte, los hún­
sectores dom inan­ garos y los checos fueron aplastados por las tropas aus­
tes en la nueva si­ tríacas, que también derrotaron a los italianos en la
tuación, y aparece­ batalla de Custozza.
rán tensiónes socia­
Después de 1848 los planteamientos no tendrían ya
les que darán a la
segunda mitad del el carácter unitario de lucha contra la reacción. Los tér­
siglo un signo cla­ minos libertad y fraternidad se ampliaron con las recla­
ramente reivindica- maciones de igualdad real, formuladas por el socialis­
88 tivo y social. mo y el anarquismo.
89
Datos para una historia
| Añ o Política y sociedad A rte, cultura, ciencia y técnica

1789 Francia, inicios de la Revolución. Tom a de Haydn: Sinfonía «O xford *.


la Bastilla (14 de julio). Declaración de Los Cadalso: Cartas marruecas.
Derechos del H om bre (26 de agosto).
EE UU.: Washington. l e' presidente.
1790 Francia: reformas de la Asamblea Consti­ Kant publica la Crítica de la razón pura.
tuyente; adopción de la bandera tricolor; Lavoisier elabora su tabla de 31 elemen­
abolición de la nobleza. tos químicos.
1791 Francia: Luis X V I intenta huir y es deteni­ Mozart com pone La Pauta y el Réquiem.
do . Se aprueba la Constitución (3 de sep­ Mirabeau: Discursos.
tiembre) . Paz de Sistova entre Austria y el Sade: Justine.
Imperio Otomano.
1792 Francia declara la guerra a Austria (20 de Schlller publica la Historia de la Guerra de
abril). Proclamación de la República (20 de los Treinta Años.
septiembre). El rey y su familia, encarce­
lados. Los rusos invaden Polonia.
1793 Francia: ejecución de Luis X V I (21 de ene­ París: el Louvre, Galería Nacional de A r­
ro). Sublevación de la Vandée. Asesinato te; se funda la Escuela Politécnica.
de Marat. Comienzo del Terror. Ejecución Primer telégrafo visual (París-Lille),
de María Antonieta (16 de octubre).
1794 Francia: ejecución de hebertistas. (24 mar­ Robespierre: Sobre el Ser Suprem o
zo), seguidores de Dantón (5 abril) y Ro- Hólderlin: Hyperion.
bespierre (28 julio).
1795 Francia: comienza el Directorio Insurrec­ Jovellanos: Informe sobre los problemas del
ción de los «sans-culottes» en París. Nue­ cam po español.
va Constitución. Paz con Prusia y España.
1796 Campañas de Napoleón en Italia. Goethe publica Wilhelm Meister. Jenner
Muere Catalina 11 de Rusia. inicia sus estudios sobre vacunación.
1798 Campaña de Napoleón en Egipto. Malthus: Ensayo sobre la población.
1799 Francia: instauración del Consulado (9 de Beethoven: sonata para piano Patética.
noviembre); Napoleón, primer cónsul. Hallazgo en Egipto de la piedra Rosetta.
1800 Francia derrota a Austria en Marengo. Volta fabrica la primera pila eléctrica.
1802 Francia: Napoleón, cónsul vitalicio por ple­ Dalton enuncia su teoría atómica.
biscito (2 de agosto). Beethoven: Segunda Sinfonía.
1804 Francia: coronación imperial de Napoleón Chateaubriand: El genio del cristianismo.
(2 de diciembre). Beethoven: Tercera Sinfonía. «H eroica*.
1805 La flota inglesa derrota a la hispanofran­ Ingres: Mademoiselle Riviére.
cesa en Trafalgar. Cuvier: Lecciones de anatomía
Napoleón derrota a austríacos y rusos en Gros: Bonaparte visitando a los apestados
Austerlitz (2 d e diciembre). de Jaffa (1804).
1808 Francia ocupa España: inicio de la Guerra Gay Lussac: combinación de los gases.
de la Independencia (2 de mayo) Primera máquina de escribir práctica.
1810 Napoleón casa con María Luisa de Austria. Davy: Lámpara eléctrica de arco.
90
| Añ o Política y sociedad Arte, cultura, ciencia y técnica

1812 Napoleón emprende la campaña de Rusia. Berzelius enuncia su teoría electroquímica.


1814 Napoleón abdica: es exiliado en Elba. Primera locomotora de Stephenson.
Comienza el Congreso de Viena. Impresoras a vapor en el Times.
1815 Napoleón regresa a Francia («los Cien Davy inventa la lámpara de minero.
Días»). Derrotado en Waterloo (18 de ju­ Laennec (Fr.) inventa el estetoscopio.
nio) y confinado en Santa Elena. Pellico: Francesco da Rim iní
1820 España: pronunciamiento del coronel Rie­ Gericault pinta La balsa de la Medusa,
go para restaurar la Constitución.
1821 Grecia inicia su guerra por la indepen­ H egel: Leccion es sobre filosofía del
dencia contra el Imperio Otomano. derecho.
1823 España: la rebelión de Riego, aplastada; in­ Beethoven com pone la N ovena Sinfonía
tervención de los «Cien Mil Hijos de San Stephenson (Inglaterra: Primer tren de pa­
Luis». sajeros con locomotora (1825)
1830 Francia: la Revolución de Julio, en París, Balzac: La comedia humana (1829)
derriba a Carlos X. Víctor Hugo: Hernani
Bélgica, independiente. Primeras vías férreas en Francia y EE.UU.
Insurrec. en Polonia, Suiza y Alemania. Lyell: Principios de geología.
1832 Inglaterra: el Acta de Reforma permite votar Goethe: segunda parte de Fausto.
a las clases medias. Darwin inicia su viaje en el Beagle.
1833 Inglaterra: abolición de la esclavitud en el Babbage desarrolla la primera calculadora
Imperio; prohibición de trabajar a los m e­ analítica.
nores de nueve años. Primera turbina práctica de agua (Fourney-
España: primera Guerra Carlista. ron, Francia).
1834 Francia: insurrecciones obreras en París y Alexis de Tocqueville: La Dém ocratie en
Lyon. Amérique.
1838 Inglaterra: movimiento Cañista, pro voto Napier inicia la construcción de barcos de
de todos los varones adultos. hierro.
1845 Hambrunas en Irlanda por la crisis de la José Zorrilla: D on Juan Tenorio (1844).
patata. Primeros neumáticos (Thomson. Ingl.).
1847 Inglaterra: se aprueba la jornada laboral de Singer: máquina de coser doméstica.
diez horas. Cavour funda en Turín el periódico Risor-
gimento.
1848 «A ñ o de las Revoluciones» en Europa. Morse transmite su primer mensaje tele­
Manifiesto Comunista de Marx y Engels. En gráfico. Pasteur sienta las bases de la este­
París, Luis Felipe abdica; se proclama la S e­ reoquímica.
gunda República: Luis Napoleón, presiden­ Claude Bemard estudia la fisiología del azú­
te (se proclamará emperador en 1851). car en el hígado.
Insurrecciones en Milán, Nápoles, Venecia Stuart Mili publica los Principios de E con o­
y Roma. El Piamonte se rebela contra Aus­ mía Política.
tria. Rebeliones en Berlín, Viena (donde el Holman Hunt, Millais y Rossett fundan en
emperador Femando 1abdica y huye). Pra Inglaterra la Hermandad de Pintores Prerra-
ga y Budapest. Austria: abolición de la es­ faelistas.
clavitud; subida al trono de Francisco José.
91
Glosario
absolutismo de un problema sucesorio, sino del enfrenta­
Evolución lógica de la monarquía autoritaria miento entre dos concepciones políticas: los
mediante el aumento de poder de los monar­ carlistas apostólicos, que defienden el Antiguo
cas, apoyados por juristas que justifican el Régimen, y los isabelinos, que propugnan las
poder absoluto de la realeza basándolo en su transformaciones liberales. El carlista Vázquez
origen divino, por lo que sólo ante Dios deben de Mella definió los principios fundamentales
responder de sus actos. La oposición de la bur­ del carlismo: monarquía autoritaria y no par­
guesía a la estructura del Antiguo Régimen y lamentaria; proteccionismo y corporativismo
al absolutismo, se plasmó por primera vez económico; fueros y tradición católica. Ambos
en la Revolución inglesa de 1688, que limitó partidos se enfrentaron en las llamadas guerras
el poder de los reyes, convertidos en m o­ carlistas.
narcas parlamentarios, y que hacía recaer aquél
en los representantes del pueblo La evolución catastro
final se dio a partir de la Revolución fran­ Censo de las fincas rústicas y urbanas, En Es­
cesa de 1789, que limitaba el poder del rey paña se denominó así a la contribución que Fe­
a ser la encarnación del estado, del que es lipe V impuso a Cataluña tras la Guerra de Su­
jefe; pero el poder real recae en el pueblo, cesión Este sistema tributario, más equitativo
que ejerce su soberanía a través de sus repre­ y racional, indujo a los gobernantes ilustrados
sentantes en el parlamento y del gobierno sa­ a implantarlo en Castilla, con el nombre de úni­
lido de éste. co contribución

anarquismo Cien Mil H ijos de San Luis


Doctrina política que defiende la libertad del in­ Ejército francés que invadió España en 1823
dividuo, la supresión del Estado y de la pro­ por decisión del Congreso de Verona para d e­
piedad privada de los bienes de producción. fender el absolutismo de Fernando Vil contra
Sus comentarios ideológicos son difíciles de de­ los liberales. Contaba con 130.000 soldados
finir. Se dan en él influencias de la Ilustración, al mando del duque de Angulema La exp e­
el liberalismo y el socialismo. dición entró el 7 de abril por el Bidasoa y los
generales españoles pactaron o capitularon sin
presentar resistencia En Cádiz, las tropas de
carbonarios
Angulema tomaron el 21 de septiembre el cas­
Miembros de una sociedad secreta surgida en
tillo de Santi Petri, y el rey refrendó la acción
el sur de Italia (Nápoles) en los inicios del si­
uniéndoseles en el Puerto de Santa María. Así
glo XIX con el propósito de difundir las ideas
terminó el gobierno liberal y se restableció el
liberales y establecer un régimen político que
régimen absolutista.
acabara con la monarquía absoluta y proda
mara un sistema constitucional. A l principio lu­ Dieta
charon contra la dominación napoleónica Nombre dado a las asambleas del Sacro lm
(1807-1812) y después contra la restauración perio, Polonia, Hungría, la Confederación Hel­
borbónica. En años subsiguientes también ac­ vética, Suecia. Dinamarca y Croacia en la Edad
tuaron contra la dominación austríaca en la R o­ Media. Desapareció en 1805, a la vez que el
mana. Piamonte y otras zonas de Italia. A partir Imperio. El Congreso de Viena la restableció
de 1831 sus elementos más activos pasaron a en 1815 y fijó su sede en Francfort. Reunía a
formar parte de la «Joven Italia» de Mazzini. los embajadores de los 39 Estados alemanes
Su nombre viene del origen de sus primeros y tenía una mera función testimonia!, ya que
organizadores; traficantes de carbón carecía de poderes para imponer una política
com ún.
carlism o
Movimiento político que tuvo su origen en el estamento
enfrentamiento entre el infante Carlos María Isi­ También llamado estado u orden, es la base de
dro — del que recibe su nombre— y la reina la sociedad feudal europea. Tres eran los es­
Isabel II. por la Sucesión al trono de España. tamentos: el clero, que reza; la nobleza, que
92 a la muerte de Fernando V IL No se trata sólo guerrea, y el pueblo, que trabaja, y con su tra­
bajo debe mantener a los otros dos. Esta divi­ democrática basada en el sufragio universal.
sión social se justificaba con argumentos reli­ Fueron suprimidos en 1794 con el golpe de es­
giosos: era la voluntad de Dios la que había tado de Termidor Por extensión, posterior­
elegido a cada cual para cumplir una misión mente se ha aplicado este calificativo al libera­
terrenal que beneficiaba por igual al propio lismo radical y democrático.
estamento y a los otros dos. Los siervos, el pue­
blo llano, con su trabajo se mantenía a sí mis­ librecam bism o
mo y a los otros dos estamentos, los cuales, Teoría económica opuesta al proteccionismo,
bien los defendían del enemigo (la noble­ que propugna un mercado libre de restriccio­
za), bien intercedían ante Dios por ellos (el nes. Históricamente la teoría librecambista apa­
clero). rece en el siglo xvn com o reacción al protec­
cionismo.
girondinos
Miembros de un grupo político de la Revolu­
masonería
ción francesa que actuó en la Asamblea Legis­
Institución que se define com o una asociación
lativa y en la Convención. El nombre provie­
universal, filantrópica y progresiva, favorece­
ne de que tenían varios diputados de la
dora de la verdad, de las ciencias, de la tole­
región de Gironde. Revolucionarios y republi­
rancia y la solidaridad. Los masones constitu­
canos progresistas, apoyaron las medidas más
yeron sociedades secretas a partir del siglo
importantes de la Revolución, oponiéndose al
XVill, estructuradas en «logias», que conserva­
radicalismo de los jacobinos, quienes los e x ­
ron y adaptaron los rituales de los gremios de
pulsaron de la Convención y los persiguieron,
constructores medievales (la palabra masón de­
hasta su desaparición.
riva de la francesa maçon: albañil) y sirvieron
para difundir las ideas liberales durante todo
Ilustración el siglo XIX Muchos de sus prosélitos eran ofi­
Movimiento intelectual europeo centrado en­ ciales del ejército o funcionarios, pero también
tre finales del siglo xvn y la Revolución fran­ había grandes propietarios
cesa de 1789 Nacido en Gran Bretaña, se e x ­
tendió por el continente, en especial por Francia
donde adquirió mayor fuerza. Se caracterizó m ayorazgo
por la confianza que despiertan la razón, la cien­ Institución que hacía que los bienes territoria­
cia y la educación como elementos del progreso les de la nobleza pasaran íntegros al heredero
que llevará a los hombres a la felicidad. D e­ del título: el hijo mayor. De esta manera la pro­
fendía la libertad frente al dirigismo de la so piedad formaba una unidad que no se podía
ciedad del Antiguo Régimen y frente al abuso vender ni dividir. Su origen se remonta a la
de poder del absolutismo. Estas críticas crea­ Edad Media castellana y se Interpreta como una
ron el ambiente en que se gestó la necesidad medida para evitar la descomposición del pa­
de introducir cambios profundos, que culmi­ trimonio familiar. Su permanencia hasta prin­
naron en la Revolución francesa cipios del siglo XIX constituyó una dificultad
para el desarrollo agrícola. Durante el Trienio
jacobinos Liberal (1820-1823) se abolieron los mayoraz­
Calificación que recibieron durante la Revolu­ gos y se autorizó la venta libre de las propie­
ción francesa los miembros del club localizado dades
en el convento de los dominicos, conocidos co­
mo jacobinos (lat. lacobus) que estaba situado reaccionario
en la Calle Saint-Jacques de París. Se carac­ Término que se aplica a quien pretende resta­
terizaron por su radicalismo revolucionario bur­ blecer lo abolido o es contrario a las inno­
gués y democrático. Se impusieron durante el vaciones.
período del Terror. A partir de 1792 figuraron
com o líderes más destacados algunos republi­ sufragio universal
canos radicales, com o Robespierre. Danton y Sistema electoral que no excluye del derecho
Saint Just, Intentaron instaurar una república de votar a ninguna categoría de ciudadano. 93
Indice alfabético
Alejandro I de Rusia. 29, clubs, 14 Engels, 49, 81
32. 82 Cobden, 83 enragés, 18
Antiguo Régimen, 7, 10, 16, Comité de Salvación Pública. Ernani, 76
28, 29. 36, 37, 47, 56, 18 Escuelas Politécnicas, 62
58. 82 Comité de Seguridad Estados Generales del
Artoise, conde de, 15 Nacional, 18 Reino, 4, 7, 8, 44
Asamblea Constituyente, 8, Comte, A ., 64, 82 Estados Pontificios, 45
13 Comuna, la, 18 Estados Unidos, 10, 34
Asamblea Nacional, 8, 13. Confederación Germánica,
44. 86 30, 65
Asociación General de Confederación Helvética, 31 Federico II de Prusia, 32
Estudiantes Alemanes. 55 Congreso de Aquisgrán. 33 Federico Guillermo IV de
Austerlitz, 26, 27 Congreso de Laibch, 33 Prusia. 88
Ayuntamiento de París. 9, Congreso de Troppau, 33 Femando V il. 33, 66, 79
74 Congreso de Verona, 33 Fernando I de Nápoles.
Congreso de Viena. 28, 29. 67
30, 31, 32, 75 Fidelio, 30
Babeuf, 52 Consejo de Ancianos. 22. Floreal. 18
Bailón, batalla de, 26 24 Fontainebleau, 27
Bastilla, la, 6, 7, 14 Consejo de los Quinientos, Fouché, 71
Berry, duque de. 72 22 Fourier, 52
Beethoven. 26. 30 Consejo General de la Francisco I de Austria,
Bentham, 36 Comuna de París. 12 32
Blanc, Louis, 52, 86, 87 Considérant, 53 Fresnel, 62
Blanqui, Auguste, 52 Constant, B. 36 Frimario, 18
Bonaparte, José. 24 Constitución Civil del Clero, Fructidor, 18
Bonaparte. Napoleón, 4, 20. 13
22, 23. 24. 25. 26, 27. Convención Nacional, 17
36. 41. 46, 71 Cordellers, 15 Galois, 62
Bopp, F. 53 cuadernos de quejas, 8 Garibaldi, 47
Brandeth, 50 Cuvier. 63 Gautier, T.. 42
Brissot. 14 Germinal, 18
Brumario. 18, 24 girondinos, 14, 17
Brunswik, duque de, 16 Champollion, 64 Goethe, 42, 82
Buonarroti, 52 Chateaubriand, 70 Gregorio XVI, 78
Byron, 41. 70 Chlopicki, 77 Guardia Nacional, 9, 14
Chevreyl, 63 Guillermo I de Orange,
Chopin, 41. 72 76
Calderón de la Barca. 40 guillotina, 18, 22
Cam po de Marte. 14 Guizot, 64. 82, 85, 86
carbonarios, 67, 78 Daguerre. 63
carlistas. 48 Danton, 15, 18
Carlos Alberto de Saboya, Darwin, 63 Hébert, 18
68. 88 David, Louis, 25 Heine, 78
Carlos X de Francia, 56, 68, Declaración Universal de los Herder, 45
72, 73, 74 Derechos del Hombre. 4, Heroica, sinfonía, 36
carlismo, 84 10. 11. 34 Herschel, 62
Castlereagh, 29, 32 Delacroíx, 41, 42 heterias, 70
Cauchy, 62 Directorio, 18, 22 Hugo, Víctor, 42, 82
Cavour, 88 Drouet, 11
Cien Mil Hijos de San Luis, Dumouriez, 18
94 33, 66 Ducos, 24 Isabel II, 79
jacobinos, 14, 16, 17, 21. Messidor. 18 Rouget de Lille, 16
22 Metternich, 28, 65, 67. 74. Rousseau, J. J., 18, 34,
Jemappes. batalla de, 15 82, 87 40, 52, 64
Jena, 26 Mili. Stuart. 36 Roux, 18
Jorge III de Inglaterra, 32 Monge, 62
Juan VI de Portugal, 68 Montesquieu. 37
Juego de Pelota, 9 Muette de Portici, la, 76 Saint-Just, 15, 19
juramentados, 13 Mural, 67 Saint-Simon, 49
Sand, Georges, 82
sansculottes, 16, 20. 22
Keats. 41 nacionalismo, 44. 47. 78 Santa Alianza, 32, 33
Kleist. 41 Necker, 7, 9 Schlegel, A . 40
Klinger, 39 Nelson, almirante, 26 Schlegel, F., 40
Nemours, duque de, 76 Ser Supremo. 18
neoclasicismo, 39 Shakespeare, 40
La Fayette, 9. 14. 74 Nicolás I de Rusia, 70, 76, Shelley, 41, 50
La Tour, Quintín, 34 77 Shubert, 41, 82
Laffitte, 74 Nivoso, 18 Sieyés, 24
Lamarck, 63 Novalis, 41 Smith. Adam , 36
Laplace, P. S., 62 Syene, 22
Larra, 41
Leipzig, batalla de, 26, 46 Otón I, 70
Leopardi, 41 Owen, 52 Talleyrand, 27, 82
Leopoldo de Sajonia- Tercer Estado, 4. 6, 8
Coburgo, 77 Terror, el, 18. 19
Leroux, 49 Pesier, Casimiro, 78 terror blanco, 71
Le Verrler, 62 Pestalozzi, 64 Thermidor, 18, 21
Liberalismo, doctrina del, 34, Pío VI, 13 Thiers, 74, 82, 85, 86
36-38, 44, 47. 71-78 Pío VIL 67 Tocqueville, A. 36
Liebig, 63 Pluvioso, 18
Liszt, 82 Pradial, 18
luddltas, 49 proletariado urbano, Valmy, batalla de. 15, 17,
Luis X V I de Francia, 7, 8, 57-59 18, 44
11, 13-15, 71, 73 Proudhon, 23, 52, 53 Varennes, 11
Luis XVIII de Francia. 27, Pushkin, 29 Vendée. la, 15, 18
71, 72 Vendimiario, 18
Luis Felipe de Orleans, 73, Ventoso, 18
74, 76, 85 Quíntuple Alianza, 33, 65, Vergniaud, 14
Lyell, 63 66 Versalles, 8, 9, 11
Maistre. J., 36 Víctor Manuel III, 47
Malta, Orden de, 29 Villeté, 73
Malthus, 36, 54 Ranke. 64 Volta, 62
Manifiesto Comunista, 52, refractarios, 13
53 Renán, E., 45
Marat, 15, 16 Revolución Industrial, Wagner, R. 88
Marta Antonieta, 7, 17 50, 54 Wagran, 26
Marsellesa, la. 16, 86 Ricardo, 36 Waterloo, 4. 27
Martignac, 73 Riego, 66-68 Wellington, general,
Marx, 49, 81, 82 Robespierre, M., 15, 18, 27
masonería, 65 21
Matanza de Quios, 68, 70 Roland, 14
Mazzini, 46, 78. 82 romanticismo. 39-42, 47 «Zolverein», 78, 79 95
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