Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Jorge Urreta se lanza de nuevo a la literatura con la publicación de un libro inusual, de corte
fantástico en su cuarta obra, la novela Venganza. Un vuelo con destino a Nueva York acaba
estrellándose en el océano a causa de una espectacular tormenta. Solo cinco personas
sobreviven: César, un oficinista que ha decidido acudir a una prestigiosa clínica para poner fin
a su interminable insomnio. Daniel, un joven músico semiprofesional al que una prestigiosa
escuela neoyorquina le ha concedido una beca. Álex, un afamado odontólogo que va a
presentar su trabajo en la Gran Manzana. Óscar, un militar retirado, y Olga, su esposa. Tras
largos meses de supervivencia en una isla desconocida, parece que el regreso a casa está
cerca. Pero lo que estos supervivientes desconocen es que una decisión egoísta marcará por
siempre sus vidas.
Venganza está compuesta por dos mundos complementarios: lo cotidiano y lo fantástico. El
primero se mueve por el egoísmo y los intereses personales; el segundo, por la generosidad y
el respeto, por lo natural. El elemento común que los une es que, en ninguno de ellos, las cosas
suceden por casualidad. Jorge Urreta hace alarde de su genial narrativa una vez más para
convertirnos en una suerte de jueces, no de meros observadores. Pone de relieve los difusos y
extraños límites entre la venganza y la justicia, nos lleva a analizar a los personajes al tiempo
que, sin darnos cuenta, nuestra posición respecto a ellos nos conduce a un análisis de nosotros
mismos.
¿Qué haríamos de estar en la situación de César o de cualquiera de los protagonistas? ¿Hasta
qué punto la supervivencia se considera egoísmo? Millones de interrogantes como este van
surgiendo en nuestro interior página tras página. Y no hay nada más satisfactorio que una
historia no solo consiga enchancharte durante toda la lectura, sino que te haga reflexionar, que
te plantee ese tipo de cuestiones subyacentes que se reprimen tras el supuesto de que el
hombre es bueno por naturaleza.
Convirtiendo el dilema de los protagonistas en nuestro propio conflicto, comenzamos a
empatizar con César. Este se llega a transformar en uno de esos villanos de película que tanto
adoramos, que queremos que ganen por una vez y que permanecen con nosotros más allá de
la historia. Y aquí surge una vez la gran disyuntiva: ¿acaso César es realmente malvado? ¿Y
nosotros, convertidos sin remedio en sus cómplices? En Venganza, hay resarcimiento, sí. Pero
lo que nos atrae no es eso, tampoco los medios para conseguir un objetivo. Lo que nos atrae
no es sino la justicia poética que existe detrás de todo y que indudablemente queremos ver.
Jorge Urreta se mueve a la perfección por los dilemas morales y enfrenta los intereses
personales con el bien común, el individuo frente a los demás. Cada personaje tiene una luz en
el fondo, pero esta comienza a desvanecerse cuando el egoísmo aparece. Todos acaban
manchados del individualismo originado por la supervivencia en un entorno hostil, aunque la
ciudad no resulta menos dura que las condiciones en la isla.
César, Álex, Daniel, Óscar y Olga. El autor les ha dotado de tanto volumen, de tanta verdad y
coherencia que aparecen en nuestra mente con total claridad; los vemos y nos los creemos. A
través de ellos, sentimos, dudamos, reímos y odiamos. Nos movemos plácidamente entre el
territorio de lo cotidiano, marcado por situaciones inusuales, y el relato fantástico, que incluso
nos trae la añoranza de Elm Street. Y cada una de esas dos partes nos mantiene en
vilo. Venganza es un claro ejemplo de maestría en el manejo de los ritmos, de la intriga y de la
información, reservando y adelantando acontecimientos para atarnos ineludiblemente a la
historia, al tema. Y, como tal, se encuentra en ella a un gran compañero con el que compartir
inquietudes y secretos, ya sea en el salón de casa o en una isla desierta.
El mito mexica del origen de la luna y del conejo atrapado en ella
En la noche, al subir la mirada al cielo, es posible percibir la silueta de un conejo atrapado en la
luna llena. El relato que explica el por qué de este fenómeno es parte de la civilización mexica
y del mito de las cinco eras cósmicas.
De acuerdo con la información recopilada por Enrique Ortiz, mejor conocido como “Tlatoani
Cuauhtémoc” en redes sociales, para la cosmovisión nahua, actualmente nos encontramos en
la quinta era de la creación. Sin embargo, antes de esto hubo humanidades que fueron
destruidas.
Así pues, según la explicación del divulgador histórico, lo anterior se debió a conflictos entre
deidades, quienes a pesar de pertenecer a otro orden, tenían emociones humanas como
soberbia, envidia y orgullo. Por su parte, los hombres que habitaban esos mundos no veneraban
a los dioses ni realizaban sacrificios.
Sin embargo, tras el paso de tres soles, los dioses hermanos Tezcatlipoca y Quetzalcóatl
acordaron crear la tierra y el cielo a partir de un lagarto de la era anterior que por una catastrófica
inundación habitó aquel gran océano.
Para llamar la atención de esta criatura, Tezcatlipoca metió su pie al agua, como carnada,
trampa en la que el gigantesco reptil cayó de inmediato mordiendo la extremidad de la deidad.
En ese momento, Quetzalcóatl tomó al reptil de las fauces y lo partió en dos, dando inicio con
esto una nueva era, en donde la parte superior del lagarto sería el cielo y la inferior la tierra. No
obstante, Tezcatlipoca perdió su pie, razón por la cual los mexicas lo representaban con un
espejo humeante en lugar de la extremidad cercenada.
Luego de esto, acordaron que sería Tecciztecatl, morador del caracol, quien se arrojaría al
fogón sagrado para crear el sol. Sin embargo, a pesar de que hizo cuatro intentos por lanzarse
al vacío, retrocedió abrumado frente al intenso calor que emergía de este.
Desesperado, el dios menor Nanahuatzin caminó hacia el gran fogón y se lanzó, “emergiendo
por el oriente como el sol”. Apenado ante dicha situación, Tecciztecatl se arrojó y surgió como
un segundo sol.
“Era imposible que hubiera dos soles, así que Quetzalcoatl tomó un conejo por las orejas y lo
lanzó a uno de ellos. Esto apagó el fuego del astro y dio origen a la luna. Por eso se comenta
que aún se puede ver la silueta de un conejo cuando hay luna llena”, se lee en la obra de
Enrique Ortiz.
Solo Xolotl se negó al sacrificio, escapando transformándose en maguey, en una planta de maíz
y en un ajolote. Sin embargo, de nada le sirvió, pues más pronto que tarde Quetzalcóatl lo cazó
y asesinó.
En tanto, para crear a la humanidad, la serpiente emplumada se adentró a Mictlán, el
inframundo, en busca de los retos de los seres previos. Fue guiado por su nahual Xolotl, no
obstante, el dios regente de las profundidades le impidió cumplir con su cometido.
Tras una serie de maniobras, Quetzalcóatl logró adueñarse de los huesos; sin embargo, antes
de dejar Mictlán, Mictlantecuhtli le arrojó una parvada de codornices que lo hizo perder el
equilibrio y soltar los restos de las humanidades antiguas.
Desconsolado, Quetzalcóatl llevó los huesos en pedazos a la diosa Quilaztli, quien habitaba en
un paraíso mítico. Esta, ayudada de un molcajete hecho de obsidiana, hizo polvo los restos y
los entregó de nuevo al dios nahua. “En ese momento, el dios perfó su pene con un punzón de
hueso y arrojó sangre sobre las osamentas pulverizadas para darles vida”, refiere el libro El
mundo prehispánico para gente con prisa.
Fue así como fueron creados los habitantes del quinto sol, a quienes se les llamó macehualtin,
que significa los merecidos, “en alusión a lo afortunados que fueron al ser creados”.