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UNIVERSIDAD DE NAVARRA

FACULTAD ECLESIÁSTICA DE FILOSOFÍA

José Guilherme Carvalho de Souza

LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON:


EMERGENCIA, CONSTRICCIÓN Y REALIZACIÓN
DINÁMICA DE LA CAUSA FINAL

THE TELEODYNAMIC OF TERRENCE W. DEACON:


EMERGENCY, CONSTRICTION AND DYNAMIC
REALIZATION OF THE FINAL CAUSE

Tesis de Licenciatura dirigida por el


Prof. Dr. D. Miguel García-Valdecasas

PAMPLONA 2021
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ................................................................. 5

CAPÍTULO 1
LA FINALIDAD COMO AUSENCIA ............................... 27
1.1. Ausencias esenciales y fenómenos entencionales. 28
1.2. Medios y fines: la teleología ................................. 34
1.3. Dificultades de la noción de ausencia ................... 41

CAPÍTULO 2
LA EMERGENCIA ............................................................. 47
2.1. Los emergentistas británicos ................................. 48
2.2. Algunos problemas del emergentismo .................. 53
2.3. La reemergencia de la emergencia ........................ 61

CAPÍTULO 3
CONSTRICCIONES ........................................................... 71
3.1. Regularidades y patrones....................................... 72
3.2. Hacia lo menos diferente ....................................... 80
3.3. El estatuto ontológico y la causalidad de las
constricciones................................................................... 89
CAPÍTULO 4
LA TELEODINÁMICA ...................................................... 95
4.1. Los sistemas orgánicos y la segunda ley de la
termodinámica.................................................................. 96
4.2. Morfodinámica y homeodinámica....................... 104
4.3. La emergencia de la teleodinámica ..................... 115

CONCLUSIÓN .................................................................. 129

BIBLIOGRAFÍA ............................................................... 145


INTRODUCCIÓN

“Kaladin corrió hacia el abismo, sin pestañear


siquiera mientras los hombres eran masacrados a su
alrededor. Lo que lo impulsaba no era valentía, ni siquiera
el deseo de que aquellas flechas lo alcanzaran y le pusieran
fin a todo. Corría. Era lo único que hacía. Como un
peñasco que cae por una colina, o como caía la lluvia del
cielo. Ni los peñascos ni la lluvia tenían elección. Él
tampoco. No era un hombre, sino una cosa, y las cosas
hacían solo lo que hacían.” (Brandon Sanderson, “El
Camino de los Reyes”)

En el Camino de los Reyes, Brandon Sanderson narra


la situación en que se encuentra Kaladin Stormblessed, un
antiguo soldado que es reducido a la esclavitud y obligado a
cargar un pesado puente para que los ejércitos puedan cruzar
ríos y entablar la batalla. En este contexto, Sanderson presenta
la provocativa comparación entre la actividad de un hombre
incapaz de escoger medios o fines y la de fenómenos naturales
como la lluvia o la caída libre de unas rocas. Lo que los hace
parecidos es el cómo actúan, pero no el para qué.
Si algo distingue los sistemas vivos frente a los
sistemas inertes es que su comportamiento está orientado a
fines. Mientras que los sistemas inertes sencillamente
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

acontecen —“hacen lo que hacen”—, en el caso de los


sistemas vivos se puede hablar de una orientación, de una
consecuencia hacia la que están internamente dirigidos.
Esta intuición preside buena parte del trabajo de
Terrence W. Deacon (1950-), un biólogo y neuroantropólogo
de la Universidad de Berkeley, California. En un contexto de
abrumador predominio de las teorías que reducen la
causalidad final a formas de causalidad más elementales o la
ignoran, Deacon propone que la teleología contiene la clave
para comprender la emergencia de la vida en general, y de
otros fenómenos como la agencia, la individualidad o el valor,
que la tienen por base. En este trabajo presentaré los hitos que
marcan el camino que lleva a Deacon a defender la
irreductibilidad e importancia de estos fenómenos, y su
anclaje en el resto de la naturaleza.
Como es sabido, la teleología ha recibido importantes
críticas a lo largo de la historia. Desde la Edad Moderna, con
el auge y el impulso del nuevo ideal científico, la filosofía
debió enfrentarse a la tendencia de “superar con un enfoque
cuantitativo a la física cualitativa de cuño aristotélico”1. En
este choque aparecieron dos tradiciones “que difieren en
cuanto a las condiciones que debe satisfacer una explicación
para ser científicamente respetable. Una de las tradiciones a
veces se le llama aristotélica, la otra galileana” 2. Aunque ni
Aristóteles ni Galileo fueron adalides de un tipo dominante o
excluyente de causalidad, se puede decir que aparecen dos

1 Velázquez Fernández, Héctor, "Teleología", in González, Ángel Luis,


Diccionario de Filosofia, Pamplona: EUNSA, (2010): p. 1068.
2 Wright, Georg Henrik von, Explanation and Understanding, London:

Routledge & Kegan Paul, 1971, p. 2.

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INTRODUCCIÓN

estrategias contrapuestas que tienden a enfrentar la causa


eficiente (causalismo) y la causa final (finalismo) 3.
Las diversas tendencias actuales a describir las
diversas posiciones con respecto a la teleología podrían
empezar por el misterianismo. Ante la enorme dificultad que
supone descifrar el problema de la finalidad, el misterianismo
“postula que está más allá del intelecto humano comprender
la naturaleza de los fenómenos teleológicos porque su relación
con los procesos físicos es de alguna manera incognoscible en
principio”4. El misterianismo asume las intrínsecas
limitaciones del conocimiento humano para llegar a una
explicación profunda sobre los fenómenos teleológicos. Una
versión contemporánea de esta línea argumentativa se halla en
los escritos de D. Hofstadter que acentúan los límites de la
naturaleza humana para comprender esta misma naturaleza5.
En la filosofía de la mente, se pueden destacar C. McGinn, J.
Fodor y N. Chomsky.
Es habitual citar a Francis Bacon como exponente de
la tendencia a reducir la causalidad en la naturaleza a “las
leyes fijas que se hacen manifiestas en las operaciones de los
entes”6. Aplicada a los seres vivos, esta idea da lugar a lo que
podríamos llamar el mecanicismo o eliminativismo
materialista. En rigor, se trata de una forma más estricta de

3 Cfr. Mora, José Ferrater, Diccionario de Filosofía. V. IV, Barcelona:


Editorial Ariel S. A., 2009, p. 3458.
4 Sherman, Jeremy, and Deacon, Terrence, "Teleology for the Perplexed:

how matter began to matter", Zygon 42 (2007): p. 875.


5 Hofstadter, Douglas R., I am a Stranger Loop, New York: Basica

Books, 2008, p. 363.


6 González Suárez, Lucero, "Santo Tomás de Aquino vs. Bacon. Una

reflexión antropológica sobre la esperanza teologal y su degradación en


confianza", Cuadernos de Teología 10(2) (2018): p. 198.

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LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

causalismo que excluye de las ciencias cualquier concepto


teleológico, ya que solo representan “espejismos
conceptuales, el residuo del pensamiento precientífico” 7.
En el ámbito de la filosofía de la mente el
eliminativismo da lugar a la idea de que “no existe una
creencia, un deseo o una intención, salvo una disposición
específica de pesos sinápticos en un cerebro humano” 8. Un
importante representante de esta línea en la actualidad es el
filósofo D. Dennett, quien cree que el mismo “yo” del hombre
—sea él biológico, psicológico o narrativo— no pasa de un
tipo complicado de abstracción 9, y la conciencia solo consiste
en “procesos químicos en el cerebro, mientras que la
representación mental y la experiencia de la agencia son
ilusorias y no reflejan el verdadero determinismo del
mecanismo de relojería subyacente de los mecanismos
neuroquímicos”10. Tal postura, a su vez, resulta en que
cualquier concepto teleológico en biología —p. ej. la noción
de función o la de adaptación— “pueden ser reemplazadas por
explícitas descripciones de los componentes químicos,
mecánicos y físicos”11.

7 Sherman, Jeremy and Deacon, Terrence, “Teleology for the Perplexed”,


cit., p. 874.
8 Deacon, Terrence, and Cashman, Tyrone, "Eliminativism, Complexity

and Emergence", in Haag, James. W., Peterson, Gregory R. and Spezio,


Michael (eds.), The Routledge Companion to Religion and Science, New
York: Routledge, 2011, p. 194.
9 Cfr. Dennett, Daniel C., Counsciousness Explained, New York: Back

Bay Books, 1991, p. 414.


10 Sherman, Jeremy and Deacon, Terrence, “Teleology for the

Perplexed”, cit., p. 875.


11 Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Eliminativism, Complexity

and Emergence”, cit., p. 194.

8
INTRODUCCIÓN

Emparentada estrechamente con el eliminativo están


las explicaciones teleonómicas. La teleonomía es un concepto
de singular importancia para comprender el estado actual de
la filosofía de la biología, pues está latente en importantes
figuras del pensamiento. Aunque no vamos a entrar en sus
pormenores, es importante conocer sus presupuestos. El
término “teleonomía”, originalmente acuñado por C.
Pittendrigh, fue popularizado por E. Mayr y usado para
describir “el comportamiento ‘aparente’ dirigido a un fin” 12 de
los sistemas vivos. Para Mayr, es posible dar cuenta completa
de los seres vivos sin acudir a nociones teleológicas. Estas son
inherentemente problemáticas, y por eso, deberían quedar
fuera de las explicaciones científicas. Aunque la teleonomía
pueda describir un tipo de misterianismo sobre los fenómenos
teleológicos, es agnóstica “con respecto a la naturaleza de los
mecanismos que exhiben esta propiedad” 13.
Por último, algunos autores adoptan una posición
finalista, aunque existen modos distintos de justificarla. Uno
de ellos es el preformacionismo, que considera que los
fenómenos de carácter teleológico son especiales, y están
“presentes y totalmente formados en el tejido mismo del
universo”14. Su análogo en los estudios de filosofía de la
mente es el llamado panpsiquismo. El panpsiquismo
argumenta que “los fenómenos de intencionalidad,
representación y conciencia son reales y distintos de las meras

12 Deacon, Terrence, and Cashman, Tyrone, "Steps to a Metaphysics of


Incompleteness", Theology and Science 14(4) (2016): p. 410.
13 Deacon, Terrence, Incomplete Nature: how mind emerged from matter,

New York: W. W. Norton & Company, 2013, p. 121.


14 Sherman, Jeremy and Deacon, Terrence, “Teleology for the

Perplexed”, cit., p. 874.

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LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

relaciones mecánicas, pero están presentes en forma atenuada


en cada evento físico en el universo” 15. Aunque solo se
expresen como tales en los organismos vivos, las propiedades
mentales no son exclusivas de los animales, sino que están
presentes de alguna forma en toda forma de materia. Tal
postura se acerca bastante al dualismo de lo mental y lo físico
y en diversas manifestaciones 16; algunos autores que se hallan
en esta línea son W. James, T. Nagel o D. Chalmers.
En síntesis, Deacon considera que ni el misterianismo
de la conciencia, ni el mecanicismo materialista o
eliminativista, ni la teleonomía, ni el preformacionismo, se
pueden considerar como un verdadero “intento de explicar la
naturaleza de la finalidad. Son más bien esfuerzos para
deshacerse de ella o al menos deshacerse del problema que
supone”17. Esto es, según opina Deacon, un problema
mayúsculo para las ciencias en general, pues el rigor, la
elegancia y la amplitud de sus explicaciones dejan fuera
“nuestra característica más fundamental y definidora. En
efecto, nuestra actual ‘Teoría del Todo’ sugiere que no
existimos excepto como una colección de átomos”18.
Deshacerse de la finalidad en la explicación de las
realidades vitales nos coloca en la misma situación del héroe
de la citada historia de B. Sanderson. En el fondo, la realidad
vital, y consecuentemente la de los seres humanos con ella, no
son inherentemente distintos de una roca o la lluvia que cae.

15 Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Eliminativism, Complexity


and Emergence”, cit., p. 195.
16 Cfr. Id., p. 195.
17 Sherman, Jeremy and Deacon, Terrence, “Teleology for the

Perplexed”, cit., p. 875.


18 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 121.

10
INTRODUCCIÓN

Nuestra actividad se limita a lo que nos ocurre. La sensación


de elegir entre fines y encaminar acciones a ellos no pasa de
una ilusión. Por eso, Deacon, cree necesaria una teoría que
presente una alternativa rigurosa para explicar su naturaleza y
su causalidad de modo compatible con la ciencia.
En su opinión, esto es lo que ha intentado el llamado
“emergentismo”:
“Las propuestas que intentan ofrecer explicaciones
científicas de la naturaleza y los orígenes de estos
fenómenos se pueden encontrar agrupadas bajo el título de
emergencia. Son esfuerzos por tener ambas cosas; es decir,
consideran que la finalidad es totalmente compatible con la
causalidad física y, sin embargo, intentan mostrar cómo
tales fenómenos pueden exhibir propiedades causales sin
precedentes en el mundo que operan de acuerdo con
principios de las ciencias físicas y químicas. En estas
teorías, se presume que la teleología “emerge”
espontáneamente bajo ciertas condiciones a partir de
antecedentes físicos que carecen de estas propiedades.
Creemos que alguna versión de una explicación de
emergencia debe ser correcta, y estamos convencidos de
que solo un esfuerzo científico para tomar en serio los
fenómenos teleológicos y entenderlos como emergentes en
lugar de ilusorios o inexplicablemente fundamentales,
puede hacer suficiente justicia a ambos, al rigor científico y
a su [de los fenómenos teleológicos] indudable
peculiaridad.”19

19Sherman, Jeremy and Deacon, Terrence, “Teleology for the


Perplexed”, cit., pp. 875-876.

11
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

Entre las teorías de la emergencia más recientes


destaca la teoría de Deacon. El autor defiende que los
fenómenos teleológicos emergen naturalmente, por causas
positivamente cognoscibles, a partir de fenómenos no-
teleológicos más básicos. En este sentido, el autor intenta
mostrar cómo es posible hablar de la finalidad como una causa
real de acontecimientos distinta verdaderamente de la causa
eficiente, y al mismo tiempo, causalmente necesitada de ella
para emerger. Para Deacon, la causa final es resultado de la
interacción de las demás causas naturales en el contexto
marcado por la segunda ley de la termodinámica, por la que el
desorden tiende a prevalecer sobre el orden. Para hablar de la
finalidad en este sentido, el autor acuñará el término
“teleodinámica”, también conocida como “la realización
dinámica de la causalidad final”20.
Esta investigación tiene por objeto desentrañar la
noción de teleodinámica. En este sentido, no presentaré una
exposición completa del pensamiento de Deacon, ni siquiera
de Incomplete Nature. El presente trabajo buscará más bien
ofrecer una visión suficientemente amplia de algunos de los
temas de esta obra para explicar y justificar la posibilidad de
la teleodinámica, o de la emergencia de la causa final a partir
de dinámicas anteriores. Pero no tiene por objeto dar cuenta
de todos los motivos que justifican la noción de teleodinámica,
pues dada la profundidad teórica de esta teoría y su notable
amplitud, tal objetivo excede las posibilidades de una tesina
de licenciatura.
Para delimitar más el campo y llegar al objetivo de
explicar la posibilidad de la teleodinámica, me he propuesto

20 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 275.

12
INTRODUCCIÓN

satisfacer tres objetivos secundarios que hacen razonable la


afirmación de que la teleodinámica es la “realización dinámica
de la causalidad final”:
(a) en primer lugar está la descripción del tipo de dinamismo
de la causalidad final, es decir, en qué sentido el autor concibe
la teleología. Lo haré en el capítulo 1.
(b) en segundo lugar está la descripción de la propuesta
dinámica del autor, así como el modo en que se articula en el
contexto de otras teorías de la emergencia, y especialmente,
de las que hacen uso de la noción de constricción. Lo haré en
los capítulos 2 y 3.
(c) en tercer lugar intento mostrar cómo la causalidad final es
realmente (a) dinámica (b) para hablar justificadamente de una
“teleodinámica”. Lo haré en el capítulo 4.
La metodología de investigación de este trabajo ha
tenido tres fases:
(1) análisis: he realizado un primer acercamiento a las obras
del autor para comprender, al menos de modo general, los
principios filosóficos de su teoría. Especial lugar ha tenido su
obra Incomplete Nature: How Mind Emerged from Matter,
que ha servido de hilo conductor de esta investigación. A ella,
sin embargo, también he añadido algunos artículos y otros
escritos de Deacon que están listados en la bibliografía final.
(2) elección: tras analizar la propuesta de Deacon, he
seleccionado aquellos argumentos que más directamente
tenían que ver con la definición de teleodinámica de la que he
intentado dar cuenta. A la vez que creo haber reunido todo lo
indispensable para mi objetivo, he dejado de lado una serie de
razonamientos paralelos del autor, que, dado el volumen de la
obra, son cuantiosos, y en ocasiones, muy relevantes. La obra
de Deacon no versa exclusivamente sobre la teleodinámica;

13
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

esta es solo una parte. Además, en lo que hace referencia a


ella, Deacon construye sus argumentos teniendo ya en cuenta
un ulterior desarrollo de esta noción que no forma parte del
objetivo central de este trabajo. Así pues, solo he extraído la
información necesaria para el objetivo final.
(3) síntesis: en esta fase final del trabajo he procurado reunir
los argumentos elegidos y las ideas expuestas de manera que
se expresaran de forma lógica, progresiva, y transparente.
También he traído aportaciones de otros autores con los que
Deacon dialoga en su obra. Empero, por lo dicho
anteriormente, tampoco he ofrecido un análisis completo de la
obra de esos otros autores, que a veces he presentado en el
modo en que Deacon los describe o presenta. En otras
ocasiones, la introducción de sus ideas se ha empleado tan solo
como medios para ilustrar, esclarecer y explicar la teoría
Deacon, por lo que un análisis más detallado de sus opiniones
requeriría otra investigación. Estas limitaciones serán
debidamente apuntadas en los siguientes párrafos.
El trabajo está organizado en cuatro partes además de
la Introducción y Conclusión, cada una con 3 apartados. La
sinopsis de lo que trataré en ellas son esta:
En el primer capítulo establece el marco de la
teleología de Deacon. Además de esto, también presentaré
algunas objeciones que Deacon plantea a su propia teoría.
El primer apartado introduce la noción de ausencia
como una dimensión esencial de ciertos fenómenos sin la que
es imposible comprenderlos. Haré referencia a la doctrina
taoísta de Lao Tsu, de donde extraeré una primera definición
y los primeros ejemplos de este tipo de fenómenos.
Posteriormente, mostraré un rasgo importante de los
fenómenos ausenciales, a saber, que algunos de ellos se

14
INTRODUCCIÓN

pueden entender como incompletos. Esto, a su vez, lo


describiré como un tipo de orientación, de modo que para
hablar de estos utilizaré un neologismo de Deacon:
“fenómenos entencionales”. A raíz de esta caracterización,
Deacon pasará a hablar propiamente de la teleología,
entendiéndola como un tipo o categoría específica de
ausencia. Al final del apartado llamaré la atención sobre la
distinción real entre fenómenos ausentes sin más —sentido
general— y fenómenos propiamente entencionales —sentido
específico—.
El segundo apartado hace un breve recorrido histórico
de la noción de finalidad. Llamaré la atención sobre el hecho
de que para hablar de la finalidad hace falta cierta mediación
formal. Para esto empezaré con la base aristotélica del
discurso teleológico —la identificación entre fin y bien— e
inmediatamente examinaré su negación en la modernidad. En
especial, intentaré mostrar que tanto la paulatina
mecanización de la materia durante la modernidad cuanto el
hecho de que esta pasa a entenderse como desvinculada de su
principio formal hicieron que el discurso sobre los fines
deviniera en superfluo. Aunque muchos autores estén
implicados en este desarrollo, los trataré como un todo, pues
su opinión ilustra bien el problema. Más adelante, presento
brevemente la teoría de Kant sobre la finalidad natural. Este
autor tendrá gran influencia en el pensamiento de Deacon por
dos motivos: en primer lugar, por haber restringido la noción
de finalidad a los seres orgánicos, en segundo, por retomar la
identificación perdida en la modernidad entre los conceptos de
fin y bien. Con todo, me abstendré de tratar de los límites de
la filosofía kantiana como “su incapacidad para identificar el
origen último de la conducta intencionada [y] sus reservas

15
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

sobre la posibilidad de una descripción científica de la


misma”21.
En el último apartado de este capítulo, presentaré la
noción de ausencias de Deacon. Analizaremos tres principios
de la tradición filosófica y científica que la causalidad final
entendida como ausencia parece transgredir —el principio de
clausura causal del universo, el principio metafísico ex nihilo
nihil fit, el principio entrópico de la segunda ley de la
termodinámica—. Los tres están respectivamente
relacionados con la imposibilidad del surgimiento de nuevos
tipos de causalidades; la imposibilidad de una causalidad
general de las ausencias; la imposibilidad de una causalidad
específica de las ausencias. Mientras que en este apartado me
limitaré a anunciar por alto cada uno de estos principios, los
posteriores capítulos tratarán más específicamente de ellos.
En los capítulos 2 y 3 presentaré las dos partes distintas
de una misma propuesta, a saber, la noción de emergencia y la
noción de constricción. En efecto, considero que son las dos
juntas forman lo que Deacon llama de teoría de dynamical
depths. Esta propuesta es el contexto más amplio de la
teleodinámica. Si por un lado el autor habla de niveles
dinámicos emergentes, por otro, establece el concepto de
constricción como criterio para distinguir jerárquicamente un
nivel de otro. Siendo así, aunque emergencia y constricciones
estén íntimamente vinculadas dentro del pensamiento del
autor, pienso que, al menos a nivel analítico, conviene
presentar cada concepto de una vez. Lo hago por dos razones:
en primer lugar, porque, al menos en Incomplete Nature, así

21García-Valdecasas, Miguel, "On the naturalisation of teleology: self-


organisation, autopoiesis and teleodynamics", Adaptive Behaviour,
(2021): p. 3

16
INTRODUCCIÓN

es como procede el autor; en segundo lugar porque, aunque


emergencia y constricciones formen una unidad, cada una
responde a una de las aparentes contradicciones presentadas
al final del primer capítulo.
El segundo capítulo presenta la noción de emergencia
de Deacon. De modo especial, intentaré presentar las ventajas
que su comprensión de la emergencia aporta en la discusión
sobre la aparición de novedad en el mundo y, más
específicamente, en qué sentido su teoría no viola el principio
de clausura causal del universo.
En el primer apartado presentaré la noción general de
emergencia como una tercera vía respecto a dos tendencias
distintas: el mecanicismo y el vitalismo. Aunque hay autores
como C. L. Morgan y P. Humphreys que constituyen
referentes importantes en el desarrollo histórico de la noción
de emergencia, trataré de otros que, como J. S. Mill, C. D.
Broad o S. Alexander considero más importantes para el
emergentismo de Deacon. El criterio que he utilizado para la
elección de los autores descritos en la historia de la
emergencia ha sido su capacidad de mejor expresar aquellas
características del emergentismo que me ayudan a explicar la
emergencia dinámica de Deacon.
En un segundo apartado, y después de haber
establecido anteriormente lo que podríamos llamar de un
“emergentismo estructural”, me centraré en dos críticas que
han recibido las teorías emergentistas. La primera da ocasión
al emergentismo top-down, una importante teoría surgida en
el s. XX. Aquí me limitaré a presentar la formulación de R.
Sperry. Por los motivos ya señalados, su teoría sirve de
contraste a la teoría dinámica de Deacon. El punto de mayor
relevancia en este apartado será la exhibición de la crítica de

17
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

J. Kim al emergentismo. Presentaré dos de sus principales


argumentos: el argumento sobre la circularidad de la
emergencia top-down y el argumento sobre la contradicción
de proponer a la vez la irreductibilidad y dependencia del todo
con respecto a sus partes.
Finalmente, en el tercer apartado presentaré como
entiende Deacon la emergencia. Para esto empezaré
exponiendo la mereología, el paradigma filosófico en el que
se han basado los emergentistas citados y sus opositores.
Tanto los límites del emergentismo estructural como la fuerza
de las críticas de Kim depende de considerar la realidad como
un compuesto estático entre todo y partes. Señalaré los límites
metodológicos de esta cosmovisión natural y presentaré la
contra crítica de M. Bickhard desde su perspectiva cuántica de
la realidad. Como veremos, Bickhard subraya la dimensión
dinámica de la naturaleza a partir de la filosofía del proceso.
Asumiendo que la realidad es fundamentalmente cambio,
Deacon cree posible mantener que la emergencia genera
novedades dinámicas que no transgreden el principio del
cierre causal del universo. Para eso, es preciso adoptar un
cambio de paradigma que muestre que la relación
determinante de un sistema no existente entre todo y partes,
sino la existente entre procesos y organización. Por último,
expondré brevemente algunos límites de la noción de
organización que, justamente por ser esenciales para la
emergencia dinámica de nuevas formas causales, deberán ser
detenidamente tratadas.
El tercer capítulo introduce la noción de constricción,
el segundo elemento de la teoría de los dynamical depths de
Deacon. Se trata de uno de los conceptos más importantes del
autor en la medida que articula toda la arquitectura de su teoría

18
INTRODUCCIÓN

de la emergencia. El concepto de constricción hace que la


organización de un sistema biológico no sea un algo más
añadido o impuesto a sus partes, sino algo menos. Es el
resultado de una limitación impuesta al trabajo físico de un
sistema que limita sus posibilidades internas. Así, p. ej., el
ADN se puede ver como una constricción impuesta por la vida
a la química que limita sus posibilidades de crear nuevas
estructuras.
En el primer apartado expondré los principales
problemas que tiene la noción de organización, en especial las
críticas que ha recibido desde un tipo de “nominalismo”.
Deacon adapta el debate entre nominalismo y realismo —
específicamente, la disputa medieval sobre los universales—
al debate sobre si la organización de un sistema en abstracto
tiene o no un correlato real. Aquí me limitaré a apuntar el
problema de la insuficiencia del realismo organizacional para
fundamentar la individualidad y continuidad de un proceso
dinámica. Para ilustrar el realismo, introduciré la teoría de los
hábitos de C. S. Peirce. Deacon considera que Peirce entiende
las regularidades y patrones, a los cuales llama hábitos, en
términos de estricta redundancia. Esto permitirá criticar el
nominalismo que resultar en la reducción de estos procesos a
meras abstracciones mentales, es decir, a las formas que tiene
de la mente humana de percibir o moldear la realidad. Con
arreglo a esto, la organización no es algo real y con
consistencia ontológica, sino un mero ente de razón. Deacon
percibe que esta afirmación entraña algunas dificultades y —
aunque no opte por el realismo como el descrito—, propondrá
una nueva manera de concebir los conceptos que muestre que
regularidades y patrones reales están verdaderamente basados
en estados de cosas físicos.

19
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

El segundo apartado presentará el análogo físico de


abstractos como son el orden, los patrones y la organización.
Interesa resaltar el cambio de mirada del autor. Más que algo
añadido a la realidad física, estos fenómenos son una
reducción de las posibilidades de cambio o evolución de un
sistema. Esto le permite explicar la individualidad y
continuidad de los procesos dinámicos sin tener que referirse
a un modelo ideal, sino más bien como un espectro específico
de movimientos resultantes del impedir muchas otras
posibilidades de cambio. Ilustraré la lógica de las
constricciones por su relación con los conceptos de energía y
trabajo termodinámico. Como es sabido, el potencial para
realizar un trabajo depende de la transformación de energía en
un contexto de constricción. Esta observación está ya presente
en los escritos como autores S. Kauffman. Tras esta
sugerencia, mencionaré la teoría de Ross Ashby, de quien
Deacon extrae la idea de que la relación de elementos de un
sistema es tal que el movimiento en uno de ellos no supone
necesariamente el movimiento de otro, sino más bien la
inviabilidad de muchas otras maneras que tendría de moverse.
Así, se pueden ver las constricciones como un aumento de
similitud por la constricción de diferencias. Aplicando esta
idea a la noción de organización dinámica mostraré que desde
el concepto de constricción es posible fundamentar la
individualidad y la continuidad de un proceso dinámico. Por
último, examinaré la posibilidad de concebir la organización
de forma nominalista o puramente descriptiva. Deacon, a
pesar de eso, piensa que las constricciones deben ser un modo
de ser en la naturaleza con un poder causal real.
En el último apartado examinaré estatuto ontológico
de la constricción y su poder causal, pues si no se la entiende

20
INTRODUCCIÓN

como un modo concreto de ser en la realidad no será posible


considerarla como un análogo físico para la noción de
organización. Para esto, partiré de las distinciones que
establece Aristóteles entre modos de ser según las diez
categorías, y según las nociones de acto y potencia. Por un
lado, propondré que las constricciones son un tipo de relación
—un modo de ser en algo—, por otro, señalaré que el termino
al que hacen referencia son las posibilidades no desarrolladas
entendidas como ausencias —un modo de ser en potencia—.
Aun así, veremos que la terminología aristotélica no es de todo
apropiada ni suficiente para describirlas. Si este trabajo solo
estudiase las constricciones, convendría hacer algunas
distinciones más, en especial en lo que atañe a la causalidad
de un individuo concreto por medio de sus accidentes —un
asunto poco desarrollado en general—. Sin embargo, dado que
el tema central de la tesina es la teleodinámica, lo expuesto
parece suficiente para mostrar que la constricción puede
describir un tipo de causalidad pasiva. Esto nos permitirá
abordar propiamente la causalidad natural de las ausencias.
Las constricciones son un tipo de causalidad centrada en la
“posibilidad”, o bien, en un modo de entender relaciones
causales que escapa al cometido de cada una de las cuatro
causas aristotélicas. En conclusión, considero que la
causalidad de lo ausente según Deacon no es contradictoria
con la causalidad de la metafísica aristotélica y sería posible,
en caso de profundizar en ella, hacer una interesante
comparación entre los dos tipos de causalidad. Una vez
aceptado que las constricciones pueden tener un modo de ser
real, se puede considerar como superada la aparente
contradicción entre ellas con el principio ex nihilo nihil fit.

21
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

Una vez terminados los capítulos 2 y 3, tenemos ya la


caracterización de la dinámica de Deacon. En este sentido, lo
que nos quedará para explicar la teleodinámica es el modo por
lo que se da su realización. Es el objetivo del cuarto capítulo.
En el último capítulo, además de hablar de cómo se
puede realizar dinámicamente —conforme lo dicho en los
capítulos 2 y 3— la causalidad final, también expondré como
la causalidad de las ausencias puede dar lugar a un
comportamiento orientado a un fin u organizado hacia una
consecuencia. Para esto presentaré los tres niveles de los
dynamical depths para llegar al más profundo de ellos que es
la teleodinámica.
En el primer apartado estableceré las características
que debe tener un sistema para hablar propiamente de una
teleodinámica. La primera y principal de ellas es la capacidad
de resistir a la segunda ley de la termodinámica. Explicaré
brevemente en qué consiste y su funcionamiento. Como se
trata de un tipo de dinámica, partiré replanteando cómo
debemos entender la noción de movimiento, para lo cual
utilizaré la idea newtoniana de cambio y la noción de inercia
para redescribir las nociones de movimiento espontáneo y
provocado, que Deacon bautizará usando dos neologismos —
“movimiento contrágrado” y “ortógrado”— cuyo criterio es la
tendencia natural de un sistema a resistir a cambios.
Entendiendo la termodinámica en estos términos, veremos que
la segunda ley de la termodinámica describe una tendencia
estadística más que una regla. Tras esto, presentaré la
propuesta de E. Schrödinger, quien afirma que los organismos
vivos se pueden definir como sistemas capaces de resistir
internamente a esta tendencia. Al mismo tiempo, también
aportaré los criterios de Kauffman que hacen que los

22
INTRODUCCIÓN

organismos se puedan llamar individuos: su capacidad de


autorreproducción y de completar ciclos de trabajo
termodinámico. Mientras que el primer criterio Deacon lo
recibe como tal, el segundo lo entiende en términos de
autorreparación. Por fin, establecido que la teleodinámica solo
puede darse con la aparición de sistemas orgánicos, propondré
una última idea. Inspirados en la idea de propósito natural de
Kant, mostraré que lo más fundamental de organismo vivo es
la capacidad de tenerse a sí mismo como un bien.
En el segundo apartado entraré en lo que propiamente
es la propuesta de Deacon: los niveles dinámicos y las
transiciones de un nivel —o fase—_ a otra. Los dos primeros
niveles son, respectivamente, la homeodinámica y la
termodinámica. Ambos funcionan como mecanismo de la
segunda ley de la termodinámica, de modo que en esto no se
distinguen. No obstante, presentaré la termodinámica en
términos de constricciones, de modo que así veremos cómo
uno es realmente emergente respecto del otro. En efecto,
propondré que la segunda ley de la termodinámica se puede
entender como una tendencia general a la disipación de
constricciones en un sistema. En este sentido, expondré la idea
de que la homeodinámica es el nivel dinámico que expresa
esta lógica general en diversos ámbitos de la naturaleza.
También se verá que la morfodinámica ya supone cierta
diferencia respecto a la anterior, pues la disipación de
constricciones no se da de modo directo. En efecto, la
morfodinámica es básicamente la lectura que da su autor a los
procesos de autoorganización. Para hablar de estos traeré a
colación al físico ruso I. Prigogine, quien caracteriza estos
fenómenos como procesos disipativos. Las características de
los procesos disipativos, así como las condiciones para que

23
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

una organización emerja de manera espontánea, serán los


criterios que marquen el paso de la homeodinámica a la
morfodinámica. De modo general, los procesos
morfodinámicos emergen por la interacción entre dos sistemas
homeodinámicos de tendencias opuestas. Para Deacon, por
importantes que sean los procesos materiales de
autoorganización, son tan solo un paso de la mera mecánica a
las realidades propiamente vivientes. En último término, la
tendencia autodestructiva presente en estos sistemas hace no
sean más que un instrumento un poco más elegante de la
segunda ley de la termodinámica.
En el último apartado presentaré la teleodinámica de
Deacon. Empezaré mostrando un modo por el que un proceso
morfodinámico es capaz de generar un tipo de trabajo que,
aunque incapaz de contener totalmente su tendencia
autodestructiva, es al menos capaz de retrasarla. Esto dará pie
a presentar la idea de que la teleodinámica se da en el
encuentro entre dos procesos morfodinámicos con tendencias
opuestas que se limitan mutuamente evitando sus efectos
autodestructivos. Para ilustrar esta idea presentaré lo que
Deacon llama de “autogen”. Está formado por la relación
sinérgica de dos procesos de autoorganización: la autocatálisis
y el autoensamblaje. En efecto, el autor no los sacará de la
nada, sino autores como A. Juarrero han hablado de la relación
de causalidad descendente entre un sistema autocatalítico y
sus catalizadores; F. Varela y H. Maturana han propuesto que
la autopoiesis contiene procesos de este tipo; Kauffman habla
de los seres vivientes como un conjunto de sistemas de
autocatálisis mutuamente constreñidos. Deacon concibe que
efecto trinquete (ratchet effect) como el rasgo distintivo del
autogen que le permite esquivar la segunda ley de la

24
INTRODUCCIÓN

termodinámica. Una vez establecido cómo se desarrolla este


efecto, pasaré a explicar en qué sentido esta nueva dinámica
puede recibir el sufijo “teleo”, es decir, en qué sentido puede
emerger propiamente un sistema autogénico que se organice
con respeto a un bien.
Por último, después de tratar de cada uno de estos
problemas, en la Conclusión haré un repaso que logre
constatar cómo y en qué sentido se ha cumplido cada objetivo.
Añadiré finalmente una breve valoración de las aportaciones
de la teoría de Deacon.
Por fin, me gustaría agradecer a todos los que me
ayudaron e incentivaron a lo largo de la redacción de este
texto. Al personal de la Facultad Eclesiástica de Filosofía, de
la Biblioteca Central y de la Universidad de Navarra.
Agradezco también especialmente al CARF y a sus
benefactores por hacer posible este tiempo de investigación.

25
CAPÍTULO 1
LA FINALIDAD COMO AUSENCIA

En este primer capítulo me propongo caracterizar la


noción de “ausencias esenciales” de Deacon, una noción
central que sostiene toda la arquitectura teórica de Incomplete
Nature. Sobre la base de esta noción, inspirada en esas partes
de la naturaleza que no están materialmente presentes en la
realidad, se entiende el sentido en que la naturaleza es
“incompleta”. En esta obra, el autor intentará abrir espacio
para un discurso genuinamente científico sobre esas partes de
la naturaleza. En ellas se incluye la teleología, una noción que
fue expulsada del discurso científico en la modernidad, y que
todavía hoy permanece bajo sospecha para muchos.
En esta exposición se examinarán los motivos que
hacen de las ausencias un fenómeno muy especial, a la vez que
una fuente de posibles dificultades. Más particularmente, se
estudiará la relación entre la ausencia y la finalidad.
Para Deacon, la finalidad es un tipo especial de
ausencia que abarca los fenómenos organizados en torno a un
fin o consecuencia. Después, se comparará brevemente la
noción aristotélica de finalidad con algunas de sus acepciones
modernas hasta llegar a la noción kantiana, que es la que ha
ejercido mayor influencia en Deacon. Por último, en el tercer
apartado, se apuntarán algunas dificultades de la propuesta de
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

Deacon advertidas por el mismo autor. Estas dificultades se


refieren a la causalidad de las ausencias esenciales;
principalmente, a cómo evitar su incompatibilidad con
algunos principios de la tradición filosófica y científica.
Aunque se ofrecerán soluciones a algunas de estas
dificultades, es posible avanzar que su resolución completa
solo será posible cuando se expongan las propuestas de
Deacon sobre las nociones de emergencia, constricción y
teleodinámica en los siguientes capítulos.

1.1. Ausencias esenciales y fenómenos entencionales.


El sentido más general de la noción de “ausencia” se
refiere a algo que falta en un determinado contexto, o a algo
que no está presente. En ocasiones, lo que no está presente de
un fenómeno puede tener una especial relevancia en lo que
materialmente está, hasta de no poderse entender sin ella. Para
ilustrar esta idea, Deacon trae a colación la doctrina taoísta de
Lao Tsu, que se encuentra en Tao Te Ching, una obra del siglo
IV a. C. En ella, se señala que la realidad está compuesta de
dos principios fundamentales: el ausente (pasivo) y el
sustancial (activo) 22. Esta dicotomía entre ausente y presente
se ejemplifica en un verso de Tao Te Ching:
“Treinta radios convergen en el centro de una
rueda, en torno a un agujero que le permite rodar. La arcilla
se modela en un recipiente para encerrar un vacío que puede
llenarse. En los muros se abren puertas y ventanas para
permitir el acceso a su protección. Aunque solo podemos

22 Cfr. Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, "Steps to a Metaphysics


of Incompleteness”, cit., p. 406.

28
LA FINALIDAD COMO AUSENCIA

trabajar con lo que está ahí, el uso viene de lo que no está


ahí.”23

Aunque la cita tiene un alto sesgo metafórico, su


contenido ofrece algo más que simples metáforas. Fenómenos
como el agujero de la rueda o la superficie de un recipiente
aluden a algo que tiene carácter negativo. Por su naturaleza,
hay algo que falta en esas configuraciones materiales. Basta
pensar, p. ej., en una puerta. En tanto se puede ver, tocar,
pintar o derribar, es obvio que la puerta está materialmente
presente. Pero además de eso se puede también abrir. Al
abrirse, adquiere una determinada posición. Esto hace posible
que podamos pasar hacia dentro o salir hacia fuera. ¿Las
posibilidades que se generan con la apertura de la puerta son
materiales en el sentido en que lo son sus elementos
constituyentes? No; luego, ¿no podríamos decir lo generado
es “ausencial” con respecto a la materia de la que la puerta
está hecha? Esta es la intuición que subyace bajo muchas
propiedades naturales.
Veámoslo con otro ejemplo: el significado de la señal
“STOP”. ¿Qué es esta señal? Materialmente, es de una placa
hexagonal de hierro, blanca y roja. Su estructura física viene
dada por las propiedades físicas y químicas que le confiere el
metal, su estructura, y las capas de pintura. Con todo, por
completa que sea hay algo que escapa a su descripción
material, a saber, la información que transmite. Con esto en
mente, si un determinado conductor tiene la intención de
obedecer las normas de tráfico, se puede prever que frenará su
vehículo al acercarse a la señal “STOP”. A la pregunta sobre

23 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 18.

29
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

lo que ha provocado que frene, normalmente no se contesta


con la explicación de los factores que hacen posible la
detención del vehículo —el funcionamiento del mecanismo de
freno, la relación entre las ruedas y el estado de la calzada, las
señales enviadas por el cerebro a los músculos, etc.—, sino
que se toma en mayor consideración el significado mismo de
la señal. Dicho de otra manera: la mejor manera de explicar el
comportamiento de un conductor que lee la señal “STOP” es
recurrir a un fenómeno que solo se puede entender si lo que
está materialmente presente hace referencia a algo que es o
está esencialmente ausente.
Una ausencia esencial describe cualquier tipo de
ausencia respecto de la cual un fenómeno está esencialmente
determinado. Puede tratarse de algo sencillo como una puerta
abierta hasta fenómenos más complejos, como un estado de
cosas aún no realizado, un objeto representado, o una
propiedad general 24. Ejemplos más concretos son: la función,
la referencia, el propósito, el valor, la nostalgia, el deseo, la
pasión, el apetito, el luto, y la aspiración, entre otros 25. Aunque
sean aparentemente diferentes, todos poseen algo en común:
cada uno de ellos se entiende en la medida en que se definen
respecto a algo que ellos mismos no son o está ausente. Su
existencia está determinada con respecto a algo materialmente
no presente.
De los ejemplos citados se pueden extraer tres
características sobre la noción de ausencia: (1) en primer lugar
su carácter relacional. Para entenderlo, hace falta afirmar la
interdependencia y complementariedad entre lo ausente y lo

24 Cfr. Id., p. 3.
25 Cfr. Id., p. 3.

30
LA FINALIDAD COMO AUSENCIA

presente, relación que, según Deacon, el análisis científico


reduccionista ha negado sistemáticamente 26. Esto significa
que, por más importantes que sean las ausencias, no se las
debe interpretar como algo que existe independientemente de
su composición física, es decir, a la manera de un dualismo
presente-ausente. Deacon no defiende que lo ausente sea una
entidad real o un tipo de ente abstracto que subsiste de forma
paralela a lo presente. Más bien, es un aspecto intrínseco de lo
presente, aquello hacia lo cual hace referencia 27. (2) La
segunda característica es que son lo más importante para
entender algunos fenómenos. Lo materialmente presente es
insuficiente para constituir ciertos fenómenos; solo se los
entiende cuando se considera lo que está ausente. En ese
sentido, las ausencias pueden ser definitorias. En tercer lugar,
(3) las ausencias poseen un poder explicativo respecto a
ciertos sucesos físicos. Un análisis que solo considere las
interacciones mecánicas de los procesos no podrá dar cuenta
suficiente de ellos. Por consiguiente, un análisis completo de
la realidad debe siempre considerar a lo presente y lo ausente.
Hasta el momento, he presentado una noción general
de ausencia. Aparejado con ella, está la noción de
“incompletitud fundamental” 28. La incompletitud “no se trata
solo de algo que falta, sino de una orientación, o una existencia
condicionada, a este algo que falta” 29. En este sentido, lo
presente posee una direccionalidad respecto a lo ausente.
Deacon propone el concepto de propósito como “el tipo más

26 Cfr. Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, "Steps to a Metaphysics


of Incompleteness", cit., p. 401.
27 Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 3.
28 Cfr. Id., p. 25.
29 Id., p. 24.

31
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

característico y desarrollado de relación ausencial” 30. Un


propósito o un plan futuro es naturalmente “incompleto”, pues
dice relación a algo que aún no existe, pero que podría existir
y dar lugar a realidades si el agente lo ejecuta. Fenómenos
como este son ausenciales, y están internamente definidos por
aquello a lo que tienden.
Con esto, el autor empieza a hablar propiamente de
finalidad y teleología, temas que serán desarrollados en el
subsiguiente apartado, pero sobre los cuales conviene alguna
breve aclaración. Aunque no se puede decir que todos los tipos
de ausencias constituyan fines, algunos de ellos solo se pueden
caracterizar por un fin ausente 31, p. ej. la función —acciones
y procesos que se entiende en vista del fin—; el valor —según
el suceso o fracaso en lograr el fin—; la representación —
como el modo de organizar la acción en vista del fin—. Todos
los fenómenos que se hallan en una relación de dependencia
con respecto a un fin se llamarán “fenómenos
entencionales”32, y para estos, la finalidad es la característica
más importante.

30 “In an important sense, purpose is more complex than other absential


relationships because we find all others forms of absential relationship
implicit in the concept of purpose. It is most commonly associated with a
psychological state of acting or intending to act so as to potentially bring
about the realization of a mentally represented goal. This not only involves
an orientation toward a currently non-existing state of affairs, it assumes
an explicit representation of that end, with respect to which actions may
be organized. Also, the various actions and processes typically employed
to achieve that goal function for the sake of it, Finally, the success or failure
to achieve that goal has value because it is in some way relevant to the
agency for the sake of which it is purposed.” Id., p. 24.
31 Cfr. Id., p. 25.
32 “I propose that we use the term ententional as a generic adjective to

describe all phenomena that are intrinsically incomplete in the sense of


being in relationship to, constituted by, or organized to achieve something

32
LA FINALIDAD COMO AUSENCIA

Por último, conviene hacer un pequeño paréntesis para


evitar malentendidos: hay una equivocidad real entre los
términos “ausencia” y el neologismo “entención”. En el
discurso de Deacon sobre las ausencias es posible advertir por
lo menos dos sentidos: las ausencias como el elemento
distintivo de determinados fenómenos, sin el cual que no se
entienden. Este sentido es el más genérico. Además, el autor
se refiere a las ausencias en un sentido distinto, como aquello
materialmente no presente hacia lo que tiende o se refiere lo
presente. Este sentido es más específico. No toda ausencia
puede ser considerada como un fenómeno incompleto en el
sentido de dar lugar a un fin. B. Green lo advierte al describir
dos tipos posibles de ausencia33: formal —que podemos
identificar con el sentido genérico— y final —que podemos
identificar con el sentido específico—. Deacon, que acepta
esta observación, la matiza también al señalar que, aunque en
estados más desarrollados del proceso evolutivo tal distinción
sea clara, al hablar propiamente del surgimiento de un primer
sistema entencional ambas pueden confundirse. Convendrá
tenerlo en cuenta.
El sentido genérico describe ausencias esenciales sin
las que no se podrían entender fenómenos como lo emergente,
pero no describe fines hacia los que está intrínsecamente
orientado el sustrato material. Lo más próximo a la finalidad

non-intrinsic. By combining the prefix en- (for ‘in’ or ‘within’) with de


adjectival form meaning something like ‘inclined toward’, I hope to signal
this deep typically ignored commonality that exist in all the various
phenomena that include within them a fundamental relationship to
something absent.” Id., p. 27.
33 Cfr. Deacon, Terrence, and Cashman, Tyrone, "Deacon and Cashman

respond to Green, Pryor, Tabaczek and Moritz", Theology and Science 14


(2016): p. 467.

33
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

natural en estos fenómenos son los artefactos, fenómenos no


entencionales cuyo fin o finalidad es extrínseco al artefacto
mismo. Tener esto en cuenta es importante en la medida en
que Deacon saca a relucir ejemplos de ausencias esenciales
solo para esclarecer lo que quiere que se entienda sobre los
fenómenos entencionales.

1.2. Medios y fines: la teleología


Por cuenta de la incompletitud fundamental de los
fenómenos teleológicos, es posible hablar de fines que
determinan medios. Deacon considera que “este modo de ser
incompleto —ser con respecto a lo que no es— (…) es la
esencia de todas las relaciones teleológicas, incluyendo
funciones, propósitos, sentidos e intenciones” 34. Este
fenómeno describe lo que en la tradición filosófica se ha
llamado “teleología” 35, y que dice relación a los fines con
respecto a los cuales algo se orienta.
La teleología es una causa natural. La primera
referencia de Deacon es a la teoría de la causalidad de
Aristóteles, que se articula en torno a las cuatro causas. Según
Aristóteles, para explicar las causas de determinado ente
sensible, hace falta tener en cuenta aquello de lo cual está
hecho —causa material—, aquello que lo distingue de otros
—causa formal—, el principio primero de donde proviene en

34 Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Steps to a Metaphysics of


Incompleteness”, cit., p. 423.
35 “We recognize teleological phenomena by their development toward

something they are not, but witch they are implicit determined with respect
to. Without this this intrinsic incompleteness, they would merely be objects
or events. It is the end for the sake of which they exist – the possible state
of things that they bring closer to existing – that characterize them.”
Deacon, Incomplete Nature, cit., p. 24.

34
LA FINALIDAD COMO AUSENCIA

su cambio o reposo —causa eficiente—, y aquello para lo cual


está hecho —causa final—36. A su vez, el autor afirma que
aquello “para lo cual las cosas son tiende a ser lo mejor y su
fin (…) este fin es el bien mismo o el bien aparente” 37. En
efecto, la noción finalidad en la doctrina aristotélica se
entiende desde el concepto de bien.
El bien de algo, sin embargo, no debe pensarse como
algo superpuesto desde fuera. Por más que el autor muchas
veces describa la causa final tomando como referencia a la
técnica y el arte, y en consecuencia, al artesano, todas sus
cuatro causas, incluida la final, deben concebirse como
principios internos de lo físico que actúan simultánea y
espontáneamente en ámbitos distintos. La causalidad en lo
artificial y lo natural son también distintas, pues “en el caso
del arte el principio es exterior a la obra en vez de interior a la
misma tal y como es en la naturaleza” 38. En este sentido, lo
que hace posible hablar de la finalidad es el bien intrínseco a
todas las cosas que el autor advierte en diferentes partes de su
obra. Veamos algunos de los modos por los que Aristóteles
relaciona la causa final con la existencia de un bien.
En primer lugar, se puede hablar de movimientos
físicos locales regidos por un fin a partir de la teoría de los
lugares naturales. En la naturaleza, las cosas se mueven
siempre en dirección a un bien que les sería natural 39. Un
ejemplo son las llamas, cuya tendencia de moverse hacia

36 Cfr. Aristóteles, Física, Madrid: Editorial Gredos, 1995, 194b.


37 Cfr. Id., 195a.
38 Gilson, Étienne, From Aristotle to Darwin and Back Again. A journey

in Final Causality, Species, and Evolution, San Francisco: Ignatius Press,


2009, p. 18.
39 Cfr. Aristóteles, Física, cit., 205a.

35
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

arriba se considera como el bien según su naturaleza, tal como


lo sería la tendencia de una piedra a caer en el vacío.
También concibe la causalidad final a partir de las
partes que componen el viviente. Según Aristóteles, hay dos
tipos de partes40: (1) las homogéneas, es decir, las
esencialmente iguales que juntas dan lugar a un compuesto
igual a ellas mismas; (2) las heterogéneas que son distintas
unas de las otras, pero que juntas dan lugar a algo que ninguna
de ellas es. Para ejemplificarlo Aristóteles habla de la carne y
del rostro de los animales. Mientras que la carne está hecha de
trozos de carne, el rostro no lo está de trozos de rostro, sino de
partes heterogéneas que solo juntas lo componen (ojos, boca,
mejillas, entre otras). Para el Estagirita, mientras la unidad del
compuesto de partes homogéneas se fundamenta por una
causalidad eficiente, la unidad del compuesto de partes
heterogéneas necesita de la causalidad final 41. La composición
de partes heterogéneas parece poseer cierto tipo de
organización, es decir, unas partes solo se entienden en
función —o en vista del bien— de la otra. Tal relación entre
organización de las partes y finalidad será más tarde retomada
por Kant.
Aristóteles también propone la causalidad final a partir
de la unidad sustancial de materia y forma. Todas las cosas
que son sujeto de algo distinto de sí están compuestas de
materia y forma42. El autor describe el movimiento como un
cambio de la forma, mientras que la materia permanece: “la

40 Cfr. Aristoteles, Investigación sobre los Animales, Madrid: Editorial


Gredos, 1992, 486a.
41 Cfr. Gilson, Étienne, From Aristotle to Darwin and Back Again, cit., p.

4.
42 Cfr. Aristóteles, Metafísica, Barcelona: Editorial Gredos, 2019, 1029a.

36
LA FINALIDAD COMO AUSENCIA

sustancia definida por su forma es el producto final de la


generación”43. En este sentido, la configuración formal
específica que una materia recibe se entiende como el bien
hacia el que se dirige 44.
De este modo, la noción de finalidad de Aristóteles
está universalmente presente. La modernidad, por su vez, se
opondrá radicalmente a esta idea. Científicos y filósofos
modernos van paulatinamente reduciendo la teleología a la
causalidad material y eficiente 45. En efecto, cuando los
modernos “niegan la noción de forma sustancial (una forma
que constituye una sustancia por su unión con dada materia)
la noción de causa final pasa a ser inconcebible” 46. En
especial, Descartes, con su distinción entre res extensa y res
cogitans47, introduce una desvinculación de lo material y lo
formal que arrastrará a la causalidad final. Lo material, la res
extensa, es definida por su cantidad y nada más, de modo que
la distinción aristotélica entre partes homogéneas y
heterogéneas pierde en él su sentido. Todo lo corpóreo es
homogéneo y está extendido en el espacio, por lo que basta la
causalidad eficiente para explicar la composición de los
distintos cuerpos. Sin un principio formal intrínsecamente
unido a lo material en la composición de las cosas, tampoco
tiene sentido hablar de la forma como el fin del movimiento.
Los intercambios de masa y energía no tienen ninguna

43 Gilson, Étienne, From Aristotle to Darwin and Back Again, cit., p. 21.
44 Cfr. Aristóteles, Física, cit., 199a.
45 Cfr. Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, Steps to a Metaphysics of

Incompleteness, cit., pp. 408-409.


46 Gilson, Étienne, From Aristotle to Darwin and Back Again, cit., p. 21.
47 Cfr. Descartes, Rene, Meditations on First Philosophy. With Selection

from the Objections and Replies, New York: Oxford University Press,
2008, p. 55.

37
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

direccionalidad, y si la tienen, no aportan nada a la explicación


mecánica del movimiento físico. De esta manera, la
modernidad va “progresivamente restringiendo el concepto de
influencia causal al ‘empujar y tirar’ de las interacciones
físicas”48. Esta tendencia se ha acentuado con el incomparable
éxito de la ciencia, que durante los últimos siglos ha
conseguido explicar el mecanismo de muchos procesos que
anteriormente se entendían como resultado de un fin.
El éxito de las explicaciones mecanicistas, ¿justifica la
eliminación de la teleología en todo tipo de sistemas, incluidos
los orgánicos? Cuando toda la naturaleza se concibe
mecánicamente, toda ella pasa a ser como una gran máquina
compleja. En la perspectiva de Deacon, esta tendencia ha dado
lugar a la idea de un telos ex machina. Al mismo tiempo que
se niega la finalidad, se la presenta como algo que solo puede
aplicarse al mundo desde el exterior, algo que ejemplifica la
lógica de los artefactos, que tienen el fin puesto por su
artífice49 y su unidad es accidental. De hecho, más que negar
la finalidad acaban por rechazar una caricatura de ella.
El mecanicismo pasa por alto una idea importante: un
evento puede ser con relación a otro no dado aún, pero que, si
todo trascurre normalmente, se dará. Algunos fenómenos
ocurren de determinada manera por algo que actualmente no
existe —p. ej., el corazón bombea sangre para hacer posible la
distribución de oxígeno por el organismo—, o, que solo tiene
existencia en cuanto posibilidad implícita, pero aún no
desarrollada —p. ej., el desarrollo de un viviente—.

48 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 35.


49 Cfr. Id., p. 37.

38
LA FINALIDAD COMO AUSENCIA

Quizá algunas ciencias que se limitan a preguntarse


sobre el “cómo” de los fenómenos que estudian podrían
aceptar el mecanicismo metodológico. No ocurre lo mismo
con la biología. Siguiendo la propuesta de G. G. Simpson,
Deacon afirma que la biología debe ocuparse especialmente
del “para qué” de los fenómenos orgánicos 50: su fin. Sin él, es
inútil intentar comprender la dinámica de lo viviente. El
discurso sobre la teleología en los organismos parte de la idea
de que a diferencia de la teleología de los artefactos, la
finalidad de los seres vivos es intrínseca 51.
Kant recupera la idea de que lo orgánico tiene una
teleología interna. Su pensamiento representa una simbiosis
de las nociones moderna y clásica de finalidad. Por un lado,
rechazó la finalidad en el mundo inerte, pero por otro adoptó
la intuición aristotélica de que el fin tiene razón de bien.
Aunque heredero de la tradición moderna, Kant percibió que
hay una relación entre las partes y el todo de un ser viviente.
Un organismo solo se entiende en cuanto tal en la medida en
que las partes que lo componen tienen razón de medio y fin a
la vez. Por eso, un organismo no consiste simplemente en un
compuesto de partes separables, sino que cada una está en una

50 Cf. Deacon, Terrence, "Teleology versus Mechanism in Biology:


Beyond Self-Organization", in Henning, Brian G. y Scarfe, Adam C.
(eds.), Beyond Mechanism: Putting Life back into Biology, New York:
Lexignton Books, 2013, p. 292.
51 “The function that guides a tool’s construction as well its use is located

extrinsically, and so a tool derives its end-directed features parasitically,


from the teleology of the designer or user. It is not intrinsic. In contrast,
the function of a biological organ is not parasitic on any teleology in the
same sense. An organ like the heart or a molecule like hemoglobin inherits
its function via involvement in organism survival and reproduction (…) it
exists because of the consequences it tends to produce” Deacon, Terrence,
Incomplete Nature, cit., p. 25.

39
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

dinámica que tiene presente el todo. Cada parte está en función


de otra, que a su vez determina lo que deben lograr las
demás52. Mientras “una máquina solo tiene fuerza motriz (…)
un ser organizado tiene dentro de sí un poder formativo” 53.
El poder formativo de los organismos es la
característica más importante de los propósitos naturales 54.
Según Kant, este poder tiene dos características: en primer
lugar, (1) tal poder solo llega a estar presente en las partes a
través del todo, pues cada una de las partes, de forma
independiente, no lo posee 55. En segundo lugar, (2) puede
interpretarse como “el hecho de que los organismos se
organizan para resistir la disolución a base de reemplazar sus
componentes degradados y sus características
estructurales” . En otras palabras, un organismo capaz de
56

actuar así está dinámicamente organizado, o simplemente


autoorganizado.
Kant recuperó así la necesidad de la dimensión final
del viviente. Inspirado en Kant, Deacon cree que no es posible
elaborar un discurso biológico completo sin la teleología.
Además, el autor está convencido de que es posible ofrecer
una teoría sobre la causalidad final que resulte aceptable a la
ciencia, y por tanto una teleología naturalizada. Para ello, se
debe buscar su realización dinámica en la naturaleza.

52 Cfr. Id., p. 297.


53 Kant, Immanuel, Critique of Judgment, Indianapolis: Hackett Publishing
Company, 1987, p. 253.
54 Kant, Immanuel, Critique of Judgment, cit., p. 253.
55 Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 302.
56 Id., p. 302

40
LA FINALIDAD COMO AUSENCIA

1.3. Dificultades de la noción de ausencia


En este último apartado, consideraré algunas
dificultades de la noción de ausencia. Concretamente, estas
dificultades se centran en el poder causal de las ausencias —
y, consecuentemente, de la finalidad—. Vimos en el apartado
1.1 que algunos fenómenos se definen y explican por una
“incompletitud fundamental”57. Se dijo que estos fenómenos
tienen un carácter determinante para explicar lo presente, y en
el caso de la teleología, se hace patente que debe tener un
poder causal. Pero ¿cómo es posible que lo que no está
presente pueda ejercer algún tipo de acción causal sobre lo
presente? ¿En qué sentido pueden las ausencias ser origen de
otros fenómenos? El mismo autor percibe que no se trata de
un tema sencillo. La idea parece desafiar nuestras intuiciones
más elementales sobre la naturaleza.
Hay tres principios de la tradición científica y
filosófica que parecen verse afectados por la idea de que algo
no presente puede tener una influencia causal sobre lo
presente. De cada uno de ellos emergen tres dificultades
diferentes.
En primer lugar, está el principio de cierre causal del
universo. Según este, las leyes del universo constituyen un
sistema cerrado en el que las leyes más complejas son
resultado de la combinación de leyes más simples 58, que serían
a su vez inanalizables. El surgimiento de otro tipo de ley como
la causalidad teleológica sería, según la teoría del cierre
causal, una transgresión de este principio, que no deja lugar al
surgimiento de nuevas formas causales. Por el mismo motivo,

57 Cfr. Id., p. 25.


58 Cfr. Id., p. 37.

41
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

este principio entrañaría que no existen novedades en sentido


absoluto59. Y eso, a pesar de que hubo un tiempo en que las
ausencias —p. ej. los futuros potenciales—, no tenían ninguna
influencia causal. De este modo, a menos que se afirme que
siempre han existido tales modos de causalidad, o que se los
niegue sin más, hace falta una explicación sobre las
posibilidades de surgimiento de la novedad en el mundo.
En segundo lugar, está un principio ampliamente
utilizado en la filosofía clásica y escolástica: el ex nihilo nihil
fit. Su traducción literal es: “de la nada, nada se hace”. Según
esto, ningún efecto puede contener más perfecciones que su
causa60. Si, como se ha visto al presentar la doctrina de Lao
Tsu, las ausencias son una dimensión potencial de la realidad,
es muy difícil comprender su poder causal. ¿Cómo puede
causar lo que solamente existe como posibilidad? Esta es
quizás la crítica más acuciante para Deacon, pues parece
generar serias contradicciones metafísicas 61.
No obstante, el autor insiste en que estas hacen posible
explicar ciertos efectos físicos que serían inexplicables.
Tomemos, p. ej. un niño que tira una piedra en un lago para
verla rebotar en el agua 62. ¿Cómo explica la descripción física
del movimiento del brazo y la trayectoria de la piedra las
intenciones del niño? Estas tienen un medio material —los
estados cerebrales del niño—, pero estos hacen referencia y se
orientan hacia algo ausente —el acto de tirar la piedra que

59 Cfr. Id., p. 38.


60 Cfr. Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Eliminativism,
Complexity and Emergence”, cit., p. 193.
61 Cfr. Tabaczek, Mariusz, Emergence: Towards a New Metaphysics and

Philosophy of Science, Indiana: University of Notre Dame Press, 2019, p.


100.
62 Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 18.

42
LA FINALIDAD COMO AUSENCIA

todavía no ha ocurrido—. Aunque el niño haya aprendido por


imitación de otros, lo que mejor puede explicar su acción son
sus intenciones63. Este ejemplo parece también adaptable al
comportamiento de ciertos animales. P. ej., el de un pájaro que
hace un nido o el de un castor que construye un dique. Lo que
hacen no se explica por la mecánica de sus actos, sino por
referencia a un fin. De esta manera, parece que estas ausencias
son irrenunciables para entender los actos de un agente.
Además del principio anterior, está la segunda ley de
la termodinámica64. Esta prevé que cualquiera que sea el
estado en que se encuentra un conjunto de objetos, estos
tienden caer gradualmente en desorden 65. En un universo
mecánico en que los poderes causales se limitan a los “tirones”
y “empujones” de las leyes físicas, es extremamente
improbable que determinadas configuraciones de cosas
aparezcan sin ninguna mediación. Aun así, los fenómenos
entencionales frecuentemente provocan movimientos y
estados de cosas en la naturaleza que son muy poco probables.
De ahí que en cierto sentido, se puede hablar de una
discontinuidad de la causalidad de los fenómenos
entencionales con respecto a la realidad inerte. Deacon apunta
que la introducción de este orden es una inversión de la lógica
causal 66 implícita en la segunda ley. Por supuesto que, como
luego se verá, la misma noción de orden se podrá cuestionar
y, además, hay fenómenos inertes que revelan patrones de
movimiento o que pueden considerarse un tipo de

63 Cfr. Id., p. 20.


64 Cfr. Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Eliminativism,
Complexity and Emergence”, cit., p. 193.
65 Cf. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 4.
66 Cfr. Id., p. 21.

43
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

organización. No obstante, la causalidad de los seres vivos


parece hacer posible un nivel totalmente distinto de
organización de lo real. Retomando el ejemplo del niño, el
movimiento de la piedra podría darse sin el niño —p. ej., con
una piedra grande que cayera sobre una piedra menor en un
determinado ángulo y con una fuerza suficientemente capaz
de provocar tal fenómeno—, pero la probabilidad que ocurra
naturalmente es extremamente pequeña 67. Y lo mismo se
podría decir sobre la acción del pájaro o del castor en la
producción de nidos o diques. Ambos introducen un tipo de
regularidad en la naturaleza que, por más que pudieran
aparecer espontáneamente, la probabilidad de que ocurran sin
las intenciones de un agente es casi nula.
Dado que la causalidad final aparenta violar la
causalidad mecánica, algunos autores la conciben como una
ilusión o la reducen a un modo complejo de actuación de las
fuerzas mecánicas. Deacon cita la opinión de tres famosos
científicos para quienes la finalidad es algo irreal e
indebidamente añadida a la realidad natural: R. Dawkins —en
River Out of Eden—, S. Weinberg —en The First Three
Minutes—, F. Crick —en The Astonishing Hypothesis—.68
¿Qué tienen en común sus concepciones sobre la
finalidad? Deacon afirma que el problema está en pensar que
la finalidad es algo añadido a la realidad inerte y a sus
procesos físicos y químicos subyacentes. De ahí la
importancia de la noción de ausencia. En su opinión, los
sistemas teleológicos no son “algo más”, sino “algo menos”.
La causalidad entencional no agrega una nueva posibilidad de

67 Cfr. Id., p. 20.


68 Cfr. Id., p. 32.

44
LA FINALIDAD COMO AUSENCIA

organización de las cosas, sino que hace que ciertas


configuraciones se conviertan en más probables que otras. El
aumento de la probabilidad de que algo suceda es también
hacer que otras posibilidades sean menos probables. Al
impedir ciertas posibilidades de movimiento, otras empiezan
a darse con mayor regularidad. Así concebida, la causalidad
final no es algo superpuesto a las leyes químicas y físicas, sino
una limitación por exclusión de ciertas posibilidades de
interacción que hacen que otras sean más probables.
En el siguiente capítulo, me propongo esclarecer cómo es
posible que surjan nuevos tipos de causalidad que no
contradigan el cierre causal —lo que se verá al estudiar la
noción de emergencia—; luego examinaremos el sentido
genérico de la afirmación de que un determinado poder causal
no está realmente radicado en algo presente, sino ausente —lo
que se verá al estudiar la noción de constricción—; por último,
estudiaremos la posibilidad de una causalidad ausencial más
específica, aquella direccionada a un fin —lo que se verá
propiamente con la teleodinámica—.

45
CAPÍTULO 2
LA EMERGENCIA

De forma bastante inicial, la emergencia describe la


posibilidad de que surjan novedades en la naturaleza. Si el
universo ha ido desplegando grados de mayor complejidad a
lo largo de toda su historia, es posible pensar que la
complejidad que conocemos no siempre estuvo presente. ¿Por
qué el universo se fue haciendo internamente más complejo?
Desde mediados del s. XIX diversas teorías se han sucedido
para tratar de explicar el origen de las novedades en el
universo y la naturaleza. En este capítulo, se dará una visión
histórica sobre la noción de emergencia, y las diversas teorías
que la han defendido. El objetivo final es facilitar la
comprensión de la teleodinámica como realización dinámica
de la causalidad final.
En una primera parte, desarrollaré el concepto general
de emergencia llamando la atención —por medio de un breve
recorrido histórico desde J. S. Mill— al contexto en que surgió
y los problemas que pretendía explicar. Con esto se llegará a
una primera caracterización de la emergencia que podemos
llamar “estructural” o estática. En un segundo momento, (2)
presentaré el principio general que fundamenta y unifica las
distintas propuestas emergentistas. Hacia este principio se
dirigirán las principales objeciones a la noción. Aunque a la
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

vez existan intentos de superación de las críticas, todo


culminará en una gran aporía para la noción de emergencia.
Finalmente, (3) veremos que la resolución de las aporías
presentadas necesita un replanteamiento de las mismas bases
filosóficas de la teoría de la emergencia. Aquí es donde se
puede situar la propuesta de emergencia dinámica Deacon.

2.1. Los emergentistas británicos


En el capítulo anterior vimos que la causalidad final
parecía contradecir el principio del cierre causal del universo.
Según este principio, las leyes del universo constituyen un
sistema cerrado en el que las leyes más complejas son
resultado de la combinación de leyes simples 69, que serían a
su vez inanalizables. Siendo así, no habría novedades en el
mundo, sino que de algún modo todo tendría que estar ya
previsto en las posibilidades inherentes a las estructuras de lo
más simple. Pero como se apuntó, la dinámica de los
organismos vivos no es una versión compleja de la lógica
causal del mundo inerte, sino que parece darse de modo
inverso a aquella que le precede y le suministra las estructuras
materiales. Ante este dato, surgirán distintas maneras de
explicar los fenómenos orgánicos; en las polémicas entre ellas
se puede encontrar el contexto en el que se habla por primera
vez de emergencia.
De modo general, el emergentismo postula una
relación entre el todo y las partes de un sistema según la cual 70:
a la vez que el todo depende de las partes, pues cualquier
cambio en el todo supone también un cambio en las partes,

69 Cfr. Id., p. 37.


70 Cfr. Id., pp. 145s.

48
LA EMERGENCIA

hay discontinuidad entre las propiedades del primero respecto


a las propiedades de las segundas, de modo que aquellas son
nuevas con respecto a estas. Además de esto, el surgimiento
de las propiedades se entiende como un fenómeno espontáneo,
es decir, no necesita de una causa exterior al mismo sistema.
Las teorías que explican los fenómenos orgánicos se
dividen grosso modo en dos. Por un lado, se encuentran los
autores que defienden un reduccionismo materialista y
mecanicista según el cual los seres vivos no pasan de ser
máquinas ciertamente complejas. Toda emergencia será
resultado de la mera agregación de sus componentes. En este
campo están quienes conciben la vida como una propiedad no
cualitativamente distinta, sino tan solo cuantitativamente
distinta. Se puede entender tal tendencia como una forma
estricta de considerar el principio de cierre causal que acaba
dando lugar a la idea de que la teleología no pasa de ser un
tipo sofisticado de ilusión.
Como reacción a esta visión, aparece la corriente
vitalista, según la cual la vida resulta solo parcialmente
explicable desde lo inerte. Los vitalistas conciben la vida
como “el conjunto de las fuerzas naturales actuantes en los
seres vivos”71. Hay un principio vital, a veces descrito como
un “élan vital”, que hace al viviente radicalmente distinto de
lo inerte.
A finales del s. XIX y comienzos del XX un grupo de
autores empezará a proponer lo que puede considerarse como
una tercera vía. Los llamados The British Emergentists
buscarán un punto medio entre dos extremos: mantendrán que
es posible explicar las propiedades teleológicas de los

71 Gilson, Étienne, From Aristotle to Darwin and Back Again, cit., p. 118.

49
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

fenómenos complejos necesidad de descartarlas —como lo


hacían los reduccionistas—, pero sin invocar tampoco causas
enigmáticas e inmateriales 72.
La intuición compartida por los emergentistas
británicos procede de J. S. Mill. Este señaló que las estructuras
complejas poseen distintos niveles o capas que, permiten
hablar de la relación entre sus diversas partes (inferior) y el
todo (superior). Cada uno de estos niveles, a su vez, presenta
sus propias características y principios. Mill observa que
ciertos elementos de la naturaleza, analizados aisladamente,
pierden propiedades cuando forman parte de un todo. Cuando
forman parte de él ya no es tan simple afirmar que las
propiedades del todo son resultado de la suma de las
propiedades de las partes, pues algunas de estas últimas
simplemente desaparecen.
Hay una diferencia entre el resultado de la conjunción
de causas de las estructuras químicas y orgánicas, por un lado,
y las puramente mecánicas por otro. En lo que se refiere a las
mecánicas señaló que “si sabemos el efecto de cada causa al
actuar separada de la otra, normalmente somos capaces de
llegar deductivamente, o a priori, a una predicción correcta de
lo que sucederá cuando actúen juntas” 73. No sucede lo mismo
con las interacciones químicas, pues “la combinación química
de dos sustancias produce, como bien se sabe, una tercera
sustancia con propiedades enteramente diferentes” 74. Para
ilustrar este fenómeno, Mill describe el ejemplo de las
propiedades de una sustancia extremadamente común como lo

72 Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 154.


73 Mill, John Stuart, System of Logic Ratiocinative and Inductive, V. I,
New York: Cambridge University press, 2012, p. 425.
74 Id., p. 426.

50
LA EMERGENCIA

es la sal, también llamada cloruro sódico. Mientras que


algunos de los elementos que la componen —cloruro y
sodio— poseen la propiedad de ser extremamente nocivos,
una vez que ambos se combinan dan sabor a los alimentos y
pasan a ser beneficiosos 75.
Mill introduce así la posibilidad de hablar de una
discontinuidad de propiedades a pesar de la continuidad del
compuesto. En consecuencia, las meras combinaciones
mecánicas ya no son suficientes para explicar el surgimiento
de ciertas propiedades. Sobre la base de esta intuición, no por
todos compartida, los emergentistas británicos irán paso a
paso delineando una noción más enriquecida de emergencia.
Tras Mill, C. D. Broad definió una propiedad
emergente como “una cualidad que pertenece a un complexo
como un todo y no a sus partes” 76. Cree en la imposibilidad en
deducir las propiedades de nivel superior con el solo
conocimiento de las propiedades del nivel inferior 77. Su
propuesta se centra en la discontinuidad real entre las
propiedades emergentes de un sistema y aquellas presentes en
sus componentes, de lo cual también se desprende la
irreductibilidad del todo a la suma de sus partes. No se trata
tanto de un límite del conocimiento humano respecto a las
posibilidades del surgimiento de nuevas propiedades, sino
más bien que “el comportamiento del todo no podría, ni
siquiera en teoría, deducirse del conocimiento completo del

75 Cfr. Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Eliminativism,


Complexity and Emergence”, cit., p. 195.
76 Broad, C. M., The Mind and its Place in Nature, New York: Harcourt,

Brace & Company, INC., 1925, p. 23.


77 Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., pp. 157s.

51
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

comportamiento de sus componentes” 78. A esta se la llamó


“emergencia fuerte” —u ontológica—, según la cual, dado un
fenómeno emergente es posible hablar de una discontinuidad
causal en las leyes físicas. La nueva estructura no es
simplemente resultado de la reorganización de las mismas
leyes, sino que sus causas van más allá de los principios que
dieron lugar a la estructura anterior.
Limitando la discontinuidad entre el todo y sus partes
a su impredecibilidad, ya no hace falta sostener que la
causalidad del todo emergente sea realmente distinta de suma
de la causalidad de las partes que lo componen, sino tan solo
que no es posible predecirla. En efecto, para otro de los
emergentistas británicos, S. Alexander, la discontinuidad de
las propiedades emergentes no se da por una diferencia real
que posean con relación a las propiedades de las partes, sino
por los límites del conocimiento 79. Como Broad, Alexander
sostiene que hay discontinuidad entre parte y todo, pues una
cualidad emergente “no pertenece al nivel inferior, sino que
inserta a su poseedor en un nuevo orden de existencia con sus
leyes y comportamientos especiales” 80.
Con todo, Alexander acentúa demasiado la
dependencia de un sistema respecto a sus componentes.
Entiende los fenómenos emergentes como un hecho empírico
bruto sometido a las leyes espaciotemporales que lo
conforman81. Por más que la mente humana no sea capaz de
predecir cada tipo posible de emergencia, “la recurrencia

78 Broad, C. M., The Mind and its Place in Nature, cit., p. 59.
79 Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., pp. 158s.
80 Id., p. 46.
81 Cfr. Alexander, Samuel, Space, Time and Deity, New York: The

Humanity Press, 1950, p. 56.

52
LA EMERGENCIA

cíclica de grupos de propiedades físicas incluso entre los


elementos podría indicar que hay un orden calculable de
formas de existencia” 82, de modo que “una persona que
conoce todo el estado del universo en cualquier momento
podría predecir (…) todo el futuro” 83. Deacon entiende que
este determinismo expresa un tipo de emergencia débil —o
epistemológica— según la cual la continuidad ontológica
entre los niveles superiores e inferiores hace imposible el
surgimiento de nuevas leyes causales en sentido estricto 84.
Los emergentistas británicos están de acuerdo en que
las propiedades del todo no se deducen de la suma de las
propiedades de las partes, aunque la discontinuidad entre
ambas se pueda entender tanto como un fenómeno ontológico
cuanto como un fenómeno epistemológico. En la base de esta
alternativa está la teoría de la superveniencia, a la que Deacon
considera “la propiedad que define la emergencia, pero
también la fuente de gran parte de sus problemas
conceptuales”85. Veamos entonces en que consiste este
principio y de qué modo puede dar lugar a críticas.

2.2. Algunos problemas del emergentismo


Deacon resume así el principal problema del
emergentismo:
“El desafío fundamental del emergentismo clásico
es hacer buena la afirmación de que las propiedades de
orden superior (sobrevenientes) pueden ser irreductibles en
algún sentido crucial a las propiedades de los componentes

82 Id., p. 327.
83 Id., p. 328.
84 Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 159.
85 Cfr. Id., pp. 165.

53
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

de nivel inferior (subvenientes), y al mismo tiempo ser


enteramente dependiente de ellas. Así, si admitimos que no
puede haber diferencia en el todo sin diferencia en las
partes, ¿cómo es posible que haya algo en el todo que no
sea reducible a combinaciones de propiedades de las
partes?”86

Un primer esbozo de crítica en esta línea es la que


ofrece S. Pepper. Aunque salga al paso de la impredecibilidad
ontológica de las transiciones emergentes, su argumento
subraya la dependencia física entre el todo y sus partes 87.
Pepper parte de la afirmación de los emergentistas de que sus
teorías no necesitan de causas inmateriales para explicar la
diferencia entre los sistemas emergentes más complejos y
aquellos más sencillos. De esto, deduce que un estado
emergente debe ser un tipo de cambio físico en el sistema; si
no fuera así su causa ya no podrían ser material. Al tratarse de
un cambio físico, solo hay dos posibilidades: o lo emergente
es una simple suma de las propiedades de las partes o, por lo
menos, debe haber un principio físico que regule la relación
entre el estado anterior y el estado emergente. Como los
emergentistas niegan la primera posibilidad, queda asumir la
segunda. Bajo esta premisa, Pepper concluye que, habiendo
un principio físico que gobierna las transiciones de estados,
hay también regularidad física y, consecuentemente, una
posibilidad real de prever los cambios emergentes.

86Id., pp. 166.


87Cfr. Deacon, terrence and Cashman, Tyrone, “Eliminativism,
Complexity and Emergence”, cit., p. 196.

54
LA EMERGENCIA

La causalidad top-down, presentada por el psicólogo y


premio nobel R. Sperry88, permite responder a Pepper. Esta
noción presta apoyo a la emergencia fuerte, a la vez que
describe cómo un sistema emergente puede poseer una
regularidad física sin que se torne previsible. Sperry tiene en
mente la relación entre los estados mentales y físicos. Su idea
es que las propiedades emergentes de un sistema complejo no
dependen de la suma de las propiedades de las partes,
añadiendo de dónde podrían surgir tales. Mill observó que
ciertas propiedades que los elementos de un sistema presentan
aisladamente desaparecen al formar parte de un todo. No
obstante, Broad y Alexander parecieron no captar esta
intuición. Antes que en las propiedades de las partes que
dejaban de aparecer, concentraron su interés en las que
emergían en el todo. Sin embargo, Sperry saca mejor
provecho de la intuición de Mill al afirmar que en un sistema
emergente no solo se dan nuevas propiedades del todo, sino
también, que las propiedades de las partes se modifican con la
emergencia del todo89.
Este cambio obedece al hecho de que un sistema
complejo impone cierta configuración sobre los elementos
que lo componen90, ejerciendo una influencia causal de orden
superior sobre estos. No se trata de que el todo imponga un
cambio en las partes, sino más bien de que altere sus
probabilidades causales 91. En efecto, hablando de la relación
entre mente y cerebro, afirma que “los poderes mentales

88 Id., p. 196.
89 Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 160.
90 Cfr. Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Eliminativism,

Complexity and Emergence”, cit., p. 196.


91 Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 161.

55
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

emergentes deben ejercer lógicamente un control causal


descendente sobre eventos fisiológicos en la actividad
cerebral”92. Esta es la característica más importante de la
causalidad top-down, también conocida como “causalidad
descendente”, con la que según Deacon se da por primera vez
una “visión configuracional de la emergencia” 93.
Sperry ilustra su teoría mediante el ejemplo del
movimiento de una rueda y sus partes 94. En caso de analizarse
una a una, en una realidad tridimensional las moléculas que
componen una rueda tienen la posibilidad de moverse en toda
posible dirección. Sin embargo, a partir del momento en que
varias moléculas pasan a estar unidas según una cierta relación
para formar un continuo, reciben una configuración especial.
Asumida cierta relación entre las moléculas del caucho
emerge un nuevo patrón de movimiento que reduce las
posibilidades que las moléculas tenían de moverse. Mientras
la rueda gire, sus moléculas solo se mueven según el patrón
giratorio que les impone la configuración del todo.
La causalidad descendente es una las propuestas más
populares en teoría de la emergencia, pero posee ciertos
límites. Para explorarlos, se puede invocar al filósofo coreano
J. Kim, que en las últimas décadas del s. XX la sometió a una
severa crítica. Conviene advertir que su crítica no se refiere
tanto a la lógica de la causalidad descendente por sí misma. El
mismo Kim acepta ámbitos en que se puede dar.
Si decimos que un objeto posee una masa de 1
kilogramo, esta propiedad solo es atribuible al todo. Todas

92 Sperry, Roger W., "Mind-brain interaction: Mentalism, yes; dualism,


no", Neuroscience, 5 (1980): p. 196.
93 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 160.
94 Cfr. Id., p. 160.

56
LA EMERGENCIA

partículas del objeto se mueven a la misma velocidad, pero


ninguna posee esta propiedad, cada una tiene su propio peso.
En este sentido, la propiedad del objeto como un todo es capaz
de causar un tipo de movimiento en sus partículas que ellas
mismas no presentarían. No obstante, Kim llama la atención
al hecho de que la masa no es una propiedad emergente, sino
“una propiedad resultante (…) meramente aditiva o
sustractiva”95.
Kim apunta que la causalidad descendente “debe ser
vista en el contexto de la doctrina de que las propiedades
emergentes surgen de sus condiciones basales” 96. Hay una
relación entre todo y partes según la cual, dado que un
dominio que superviene a otro, “debe haber un sentido fuerte
según el cual el primero depende del segundo, o el segundo
determina el primero” 97. Al subrayar esta relación de
dependencia, la afirmación de que “cierta actividad o evento
involucrado en un todo W es causa de, o tiene una influencia
causal en, los eventos que involucran sus propios
microconstituyentes”98 parece caer en cierta circularidad
causal.
Para dar sentido de la relación entre todo y partes desde
la causalidad descendente, Kim propone pensar no como algo
acontecimiento en un tiempo específico (t1), sino más bien en
un período de tiempo (t1-t2). Para esto aporta el ejemplo de
un pájaro y sus partes. Si un pájaro en movimiento está en el

95 Kim, Jaegwon, "Making Sense of Emergence", Philosophical Studies


95 (1999): p. 26.
96 Id., p. 27
97 Kim, Jaegwon, Supervenience and Mind. Selected Philosophical

Essays, New York: Cambridge University Press, 1995, p. 276.


98 Kim, Jaegwon. “Making Sense of Emergence”, cit., p. 26.

57
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

tiempo (t1) en el lugar (p1) es causa que en (t2) la cola esté en


(p2). Como efecto, las propiedades del pájaro como un todo
son causa de la propiedad de la cola en cuanto que es parte
suya, y “no hay nada misterioso o incoherente en esto”99.
Empero, Kim insinúa que “estos casos simplemente no son
casos de emergencia causal” 100, pues para que se hable de
emergencia es importante que el dominio del todo no se
reduzca al de las partes, es decir, que “un dominio dado pueda
ser superveniente sobre otro sin ser reducible a él” 101. Esto,
por su vez, es justo lo que niega Kim, ya que “si un emergente,
M, emerge de la condición basal P, ¿por qué P no puede
desplazar a M como causa de cualquier efecto putativo de
M?”102. El argumento sigue del siguiente modo:
Un efecto M’ supone una causa M en las propiedades
de nivel inferior P’ de M’. Pero si hablamos en el ámbito de
causalidad emergente descendente, entonces M debe ser una
propiedad de nivel superior cuya base es P, aunque es
irreductible a ella. A su vez, por la dependencia entre M y P,
P debe ser suficiente para M. Ahora bien, si M es suficiente
para P’, entonces P también lo es. Siendo así, M es dispensable
para explicar la ocurrencia de P’; se puede explicar solo en
términos de P. Para afirmar lo contrario, es decir, que solo M
y no P es causa de P’ y de M’, “se debe proporcionar un
argumento positivo, y todavía tenemos que ver uno”.
En resumen, Kim denuncia una incongruencia entre
dependencia e irreductibilidad causal entre el todo y las partes.

99 Id., p. 30.
100 Id., p. 31.
101 Kim, Jaegwon, Supervenience and Mind. Selected Philosophical

Essays, cit., p. 276.


102 Kim, Jaegwon, “Making Sense of Emergence”, cit., p. 32.

58
LA EMERGENCIA

Por subrayar la dependencia, el autor excluye la idea de que


las propiedades causales de un nivel superior no pueden ser
atribuidas a la suma de interacciones de las propiedades del
nivel inferior.
Deacon presenta una versión más resumida del mismo
argumento103:
(1) si se asume como verdadero el principio de cierre
causal, todo tipo de entidad compleja debe estar compuesta de
componentes más simples y no más (no debe haber residuos);
(2) al asumir que las interacciones físicas requieren
que los elementos simples de sistemas complejos, bien como
sus poderes causales, son el sustrato de tales interacciones,
cualquier poder causal del todo debe estar presente en sus
partes;
(3) a partir de (1) y (2), se deduce que hablar de
propiedades emergentes del nivel superior es simplemente
redundante, pues si todo lo que cambia en el todo se modifica
como resultado de cambios de las partes y no más, entonces
todo el movimiento se puede reducir a movimientos de
partículas fundamentales y “todo lo demás es una glosa o
simplificación descriptiva de lo que ocurre a ese nivel” 104.
Deacon reconoce las importantes dificultades
implícitas en el argumento de Kim y afirma que su crítica “es
devastadora para la concepción de emergencia que ataca”105.
En su opinión el problema está en la misma noción de
superveniencia. Ahora bien, ¿Qué se entiende por
superveniencia? Llamamos “superveniencia” a un principio
que describe las relaciones entre tipos cualesquiera de

103 Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 165.


104 Id., p. 165.
105 Id., p. 164.

59
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

propiedades. El primero en usar el término, D. Davidson lo


aplicó a la relación de superveniencia de lo mental y lo físico.
Davidson señaló que “no es posible que haya dos eventos
exactamente iguales en sus aspectos físicos que difieran tan
solo en sus aspectos mentales, un objeto no puede cambiar en
sus propiedades mentales sin cambiar también en sus
propiedades físicas”. Dicho de otro modo, una propiedad
mental X sobreviene sobre una propiedad física Y en caso de
que X solo puede modificarse si se modifica Y. Este es el
modo en que X superviene con respeto a Y.
Consciente de la crítica de Kim, Deacon cree que el
problema no está en la superveniencia en sí misma como en el
marco conceptual en que se conciben y articulan los sistemas
complejos. El autor entiende que, mientras se considere a los
sistemas complejos como un todo y sus partes de manera
estática, la afirmación que el todo depende y, al mismo
tiempo, es irreductible a sus partes introducirá una inevitable
tensión interna. Siendo así, lo que Deacon propone es un
cambio de paradigma con respecto a la visión de la realidad
emergente desde la perspectiva de todo y parte. Esta
concepción de la realidad, que es mereológica, parece basarse
en una metodología intachable 106: en efecto, la realidad
material realmente se puede potencialmente dividir y analizar,
y en esas divisiones solo emergen partes. No obstante, como
es la naturaleza de cualquier método, hay algo de la realidad
que la mereologia deja escapar.

106 Cfr. Id., p. 166.

60
LA EMERGENCIA

2.3. La reemergencia de la emergencia


Según Deacon, las teorías clásicas de la emergencia
están inspiradas en una visión mereológica. Deacon entiende
que la mereologia es una cosmovisión filosófica que se
“remonta a los pensadores presocráticos, destaca en el
pensamiento de Platón y Aristóteles, y sigue siendo casi un
axioma de la ciencia moderna” 107.
Pero la teoría mereológica contiene importantes
límites; entre ellos, el de considerar los fenómenos naturales
tan solo desde una perspectiva estática, es decir, como si las
partes integrantes y estructurantes de un sistema fueran
partículas indivisibles sin organización 108. Dicho de otro
modo, en esta visión, cualquier entidad sería solo la
combinación ordenada o desordenada de estas partículas.
Aunque legítima en ciertos contextos, esta visión tiene
los límites propios de cualquier análisis sincrónico: pierde de
vista la dimensión dinámica de la realidad. Especialmente en
el caso de la emergencia, esta dimensión no se puede dejar al
margen, pues un sistema emergente es “intrínsecamente
histórico y dinámico”109.
En este último apartado, se examinará qué es una
visión dinámica de la emergencia. Para esto, primero
exploraré el concepto de realidad como un todo dinámico a
partir de la aportación de las teorías cuánticas de M. Bickhard.
Luego se apuntarán algunos avances científicos que
confirman esta intuición y han servido como modelos para
algunas teorías de la emergencia. Finalmente, se desarrollará

107 Id., p. 166.


108 Cfr. Id., p. 168.
109 Id., p. 175.

61
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

la manera en que Deacon recoge lo anterior en su propia teoría


de la emergencia.
Según Bickhard, el problema de la concepción
mereológica de la realidad es la manera estática en que se ha
concebido la noción de sustancia 110. Esta noción se ha hecho
así incompatible con las propuestas de la física cuántica111.
Mientras que la mereologia presume que el sustrato más
fundamental de la realidad son partículas individuales, en el
análisis cuántico este sustrato son los llamados “campos
cuánticos”. Para el autor, “lo que aparecen como interacciones
de partículas son, en cambio, procesos de campo oscilatorio
cuantificado”112. De esta manera, el propio término
“partículas cuánticas” acaba siendo ambiguo, pues da a
entender que los componentes fundamentales de la realidad
son algo sustancial con una extensión discreta. A su vez,
Bickhard explica que “los campos cuánticos son procesos, y
los procesos están organizados de forma inherente; un proceso
puntual es una noción incoherente” 113. Según Deacon, “en este
presunto nivel [cuántico] no hay partes discretas”114; una
partícula fundamental no es una sustancia, sino una
organización dinámica de posibilidades que puede dar lugar a
distintos tipos de configuraciones. Solo cuando los fenómenos
se observan desde niveles macroscópicos, los procesos dan
lugar a las características de la materia observables en el nivel
macro115, donde las entidades tienen un carácter más estático.

110 Cfr. Id., p. 167.


111 Cfr. Id., p. 167.
112 Bickhard, Mark H., "Process and Emergence: Normative Function and

Representation", Axiomathes 14 (2004): p. 123.


113 Id., p. 124.
114 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 167.
115 Cfr. Id., p. 167.

62
LA EMERGENCIA

Si asumimos que los componentes más fundamentales


de la realidad no son partículas, sino procesos, “todo el poder
causal reside en las organizaciones de proceso. Todo lo que
tiene poder causal está organizado y tiene el poder causal
particular que tiene en virtud, entre otras cosas, de su
organización”116. Con arreglo a esto, Deacon comenta que,
asumiendo que la propiedad causal de un proceso es su
organización, “cualquier reorganización fundamental de un
proceso, a cualquier nivel, debería asociarse con una
reorganización de la potencia causal” 117.
Aunque Bickhard no presente propiamente una nueva
teoría de la emergencia, su razonamiento puede servirnos para
eludir las críticas de Kim 118. “Si la composicionalidad de un
fenómeno físico es consecuencia de relaciones dinámicas, ya
no hay entidades últimas que puedan poseer todos los poderes
causales”119. En los términos en que el problema se presentó,
una parte P no puede desplazar el todo M como causa una vez
que no hay realmente un P discreto que pueda ser sustrato de
M. En último término, el dinamismo de cada conjunto de
partículas que actúa coordinadamente explica mejor los
fenómenos cuánticos que cada partícula individual. Por este
motivo, un sistema es en sí más dinámico que estructural.
La propuesta de Bickhard se podría enmarcar en la
llamada filosofía del proceso. “La idea rectora de este enfoque
es que la existencia natural consiste y se comprende mejor en

116 Bickhard, Mark H., "Process and Emergence: Normative Function and
Representation", cit., p. 124.
117 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 168.
118 Cfr. Id., p. 168.
119 Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Eliminativism, Complexity

and Emergence”, cit., pp. 197s.

63
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

términos de procesos en lugar de cosas, de modos de cambio


en lugar de estabilidades fijas” 120. Aunque se trate de una
visión que siempre presente en la historia de la filosofía, en las
últimas décadas ha recibido especial impulso como
consecuencia de las ideas de Whitehead y sus seguidores121.
No obstante, no se trata de una tendencia filosófica que se
pueda atribuir de modo monolítico a un grupo o autor, sino
que hay que reconocer que se trata de una “posición filosófica
que tiene una vida propia más amplia, aparte de cualquier
exposición o expositor particular” 122.
Junto a esta tendencia, en los últimos años diversas
ciencias han desarrollado modelos biológicos o matemáticos
que reproducen la creación de nuevas estructuras y
dinamismos, dando lugar a lo que se podría llamar una
“reemergencia de la emergencia” 123 o una redefinición del
concepto mismo de emergencia en el contexto actual de la
ciencia en el s. XXI. El contexto en que debe estudiarse la
emergencia es así doble. Por un lado está (1) el estudio de los
procesos de autoorganización de fenómenos inorgánicos, por
otro (2) el desarrollo de las técnicas de simulación
computacional que producen modelos de procesos complejos
y no lineales.
Tal como (1) servirá a Deacon para proponer su propia
teoría; (2) le servirá especialmente como ilustración de que es
posible la emergencia de “regularidades complejas de
organización global, a partir de interacciones entre

120 Rescher, Nicholas, Process Metaphysics. An Introduction to Process


Philosophy, New York: State University of New York Press, 1996, p.7.
121 Cfr. Id., p.8.
122 Id., p. 8.
123 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 169.

64
LA EMERGENCIA

componentes no organizados” 124. De otro modo: las teorías de


la computación muestran que ciertos procesos de nivel global
se basan en interacciones dinámicas de nivel inferior. En este
contexto, estas teorías muestran que hay regularidades en un
nivel superior que resultan de la interacción dinámica de
componentes de nivel inferior; las regularidades del nivel
superior no poseen términos análogos en las propiedades del
inferior, y no son, ni pueden ser, una suma de estas. Por este
motivo, hasta que las regularidades emergentes aparecen,
estas son total y radicalmente impredecibles. Así pues, prestar
atención a las características de las regularidades globales que
surgen espontáneamente en estos fenómenos es importante,
pues ilustran bien cómo se pueden entender los fenómenos
emergentes desde el punto de vista dinámico 125.
Según Deacon, los logros de estas teorías han sido
notables:
“A pesar de no proporcionar la explicación de las
propiedades entencionales que buscaban los primeros
emergentistas, estos fenómenos han ofrecido numerosos
ejemplos ilustrativos de procesos donde interacciones de
orden inferior dan lugar a consecuencias de orden superior
distintivas y sin precedentes, y han proporcionado
poderosas herramientas heurísticas para elaborar una
explicación fundamentada empíricamente de toda una
clase de procesos emergentes.”126

A pesar de lo anterior, se puede decir que ni las teorías


computacionales ni las teorías de la autoorganización están

124 Id., p. 173.


125 Cfr. Id., p. 173
126 Id., pp. 173s.

65
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

abiertas a fenómenos entencionales de carácter crítico para la


vida. Deacon llama atención sobre el peligro de pensar que
estos modelos de emergencia dinámica son los únicos
modelos posibles de emergencia. Esto sería tanto como caer
en una nueva forma de reduccionismo 127. Hace falta así,
considerar que sistemas emergentes que no se encuadran
nítidamente en los nuevos modelos de emergencia lo puedan
ser al menos a su manera.
Una de ellas es justamente la que propone Deacon. Su
noción parte de la existencia de cuatro fases del universo
desde su explosión inicial —un proceso estimado en 16.000
millones de años128—. La primera fase abarca los primeros
13.000 millones de años, período en el que no hay noticia de
fenómenos entencionales. La segunda abarca los últimos
3.000 millones de años, donde se observan ciertos sistemas
que permiten hablar de bienes, funciones y valores, con una
noción de teleología todavía muy primitiva. La tercera fase
son los últimos 150 millones de años. En este tiempo, los
sistemas de la fase anterior se hacen más complejos hasta dar
lugar a organismos con un sistema nervioso capaz de
conciencia. En la cuarta fase surgen los primeros seres
humanos, para quienes es posible considerar sucesos y
acciones en términos de bien o mal, correcto o incorrecto,
valioso o carente de valor.
Cada una de estas fases genera nuevas formas de
complejidad no presente en los elementos anteriores. En el
paso de una fase a otra hay una transición de un modelo o
dinamismo causal a otro que el autor considera como

127 Cfr. Id., p. 174.


128 Cfr. Id., p. 144.

66
LA EMERGENCIA

novedades verdaderamente emergentes 129. No obstante,


considerando la emergencia dinámicamente, el surgimiento de
seres entencionales, organismos vivos, debe entenderse como
un tipo de proceso emergente. Pero ¿cómo es posible concebir
los seres vivientes como entidades dinámicas? Deacon se
remite al análisis de Bickhard para afirmar que “estos
fenómenos tienen que ver con el carácter especial de las
transformaciones entre estados, no con la constitución de la
cosa en algún momento (…) Estar vivo no consiste solo en
tener una composición determinada. Consiste en cambiar de
una manera particular” 130. Bajo esta visión, los organismos
son fundamentalmente procesos, y secundariamente
estructuras compuestas.
Aunque podamos analizar sincrónicamente las partes
de un organismo y su funcionamiento, este método se queda
corto para reflejar el motivo último por el que un sistema
presenta ciertas regularidades. La noción de parte y todo no
explica qué distingue a los organismos de las máquinas, cuyas
partes permiten conocer su función. Más que de partes, en el
ámbito orgánico se debe hablar más bien de procesos en los
que diferentes moléculas se organizan y sintetizan
mutuamente131.
Para Deacon, las nociones de proceso y organización
son indisociables. Si las teorías mereológicas conciben el
organismo como una relación estructurada entre las partes y el
todo, desde la perspectiva procesual se caracteriza como una
relación dinámica entre procesos y organización 132. Lo

129 Cfr. Id., p. 144.


130 Id., p. 175.
131 Cfr. Id., p. 175.
132 Cfr. Id., p. 177.

67
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

interesante es que, si se definen los procesos por su


organización, esta resulta determinante para regular la
causalidad física. Un proceso dinámico de nivel inferior
puede, por la manera en que se organiza, dar lugar a
regularidades o estructuras que solo se entienden como tales
en un nivel dinámico superior. Tales regularidades, a su vez,
pueden tener influencia causal. Como esta influencia no
depende de los procesos de nivel inferior en sí mismos, sino
de las regularidades que nacen del modo como se organizan,
en el fondo, el poder causal no se origina tanto por los
procesos como su tipo de organización.
Si la organización de procesos engendra nuevas
regularidades, se puede hablar de una escala de influencia
causal en la medida en que “a diferentes niveles de escala y
composicionalidad hay diferentes posibilidades de
organización”133. Cada nivel de profundidad dinámico tendrá
una influencia causal que ni se deduce ni se reduce a la del
anterior, sin ser independiente de él. Según esto, “los
regímenes dinámicos de nivel superior requieren regímenes
dinámicos de nivel inferior” 134. No parece contradictorio
pensar así que exista una irreductibilidad del todo a las partes
a la vez que depende de los niveles inferiores de organización.
Para eso, debemos asumir que los “procesos no son
descomponibles en otros procesos más simples. O, por decirlo
más llenamente, los procesos no tienen otros procesos como
partes”135.
Deacon advierte la necesidad de “concebir nuevos
criterios para definir regímenes dinámicos jerárquicamente

133 Id., p. 177.


134 Id., p. 179.
135 Id., p. 180.

68
LA EMERGENCIA

distintos y su relación con los regímenes dinámicos de nivel


inferior”136. Dicho de otro modo, aunque cada nivel dinámico
tenga sus propias propiedades causales, hace falta describir la
relación que defina la transición de una fase dinámica a la
siguiente. Hablar de “organización” o “reorganización” de las
estructuras sin más parece insuficiente para definir la
transición de fase por dos motivos 137: en primer lugar, (1) la
misma noción de organización puede verse no tanto como
algo real, sino como un mero epifenómeno. En este sentido,
como veremos de modo más amplio en el capítulo siguiente,
la organización no sería algo real en la naturaleza, sino una
simple abstracción, generalización o descripción conforme al
modo humano de conocer. Por otro lado, incluso si suponemos
que la organización existe en sí misma, (2) ¿cómo podría ser
origen de una causalidad distinta e independiente de sus
componentes, cuando hay algo en ella que está causalmente
por encima de sus componentes?
Para responder a estas dificultades, Deacon sacará a
relucir el concepto de “constricción”. Esta noción permite
explicar que la organización es un fenómeno físico, y que tiene
un efectivo poder causal en el marco de las ausencias
esenciales.

136 Id., p. 179.


137 Cfr. Id., p. 179.

69
CAPÍTULO 3
CONSTRICCIONES

Tras analizar en el capítulo anterior la emergencia de


distintos tipos de causalidad, se examinará a continuación la
teoría de Deacon sobre la emergencia de constricciones. La
noción de “constricción” es uno de los conceptos
determinantes y más recurrentes a lo largo de su obra, y la
clave para iluminar dos de los problemas que se quedaron
parcialmente tratados en los capítulos anteriores: el problema
del poder causal de las ausencias y el del estatuto ontológico
de la organización.
Para describir adecuadamente el papel de las
constricciones, procederé del siguiente modo: en el primer
apartado (1) presentaré una versión del clásico debate entre
nominalismo y realismo aplicado a la naturaleza de cualquier
organización. Este debate nos servirá para conocer las
principales maneras de entender las regularidades comunes a
todos los sistemas vivos. Posteriormente, (2) se examinará el
“nominalismo de ausencias”, la posición de Deacon con
respecto a la naturaleza de las regularidades, de la que surge
su noción de constricción. Por último, (3) para comprender
mejor el modo en que opera la causalidad natural, en el último
apartado se examinará el estatuto causal y ontológico de la
constricción. Este estudio, a su vez, también servirá para
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

justificar al menos parcialmente en qué sentido las ausencias


constituyen un modo de poder causal que no viole el principio
físico ex nihilo, nihil fit.

3.1. Regularidades y patrones


Al hablar de un sistema organizado, es normal que se
destaquen regularidades y patrones que manifiestan un cierto
orden. Los seres vivos, y buena parte de los inertes, son seres
organizados en niveles más o menos de complejidad; tienen
moléculas, células, órganos, sistemas que exhiben patrones y
regularidades en todos sus niveles. Todos los organismos son
sistemas complejos que pueden adquirir niveles muy variados
de complejidad e interacción entre sus partes. Tal complejidad
aumenta en los niveles superiores a la vez que se reducen las
formas posibles en que esta se puede dar. Esto sucede como
consecuencia de una reducción en el tipo de dinamismos que
rigen el dinamismo de lo natural a tales niveles.
La noción de “constricción” hace referencia
precisamente a la reducción de esas posibilidades. No
obstante, para proveer a esta noción de un contexto adecuado
y suficientemente amplio, Deacon desarrolla un paralelismo
entre el debate medieval sobre la existencia o no de los
universales, y las formas contemporáneas en que se han
entendido la organización y las regularidades de un sistema.
En este paralelismo se presentan las dos posturas conocidas:
el nominalismo y el realismo.
Como es sabido, el mayor exponente del nominalismo
en el s. XIV fue el filósofo inglés Guillermo de Ockham.
Ockham argüía que, no existiendo en la realidad dos entes
particulares que sean estrictamente iguales, la suposición de
que dos entes parecidos pueden caer bajo un mismo concepto

72
CONSTRICCIONES

solo refleja los límites del conocimiento humano 138. De otra


forma: si los conceptos universales —aunque sean válidos
para la organización de un discurso— no tienen un correlato
real en el mundo, no dicen nada respecto a las cosas mismas.
En el otro extremo, el realismo considera que tal correlato
existe, y que los conceptos apuntan directamente a la realidad.
El nominalismo y el realismo medieval están presentes
en las teorías del viviente. Deacon interpreta lo que podríamos
llamar el “nominalismo organizacional” como la teoría según
la cual las propiedades y disposiciones generales de la materia
no pasan de “una manera de agrupar mentalmente
interacciones físicas individualmente diversas” 139. Así, los
conceptos universales mediante los que se concibe la
organización en partes de cualquier sistema no se refieren ni
apuntan a entidades concretas, sino que “no son más que
conveniencias del pensamiento abstraídas de observaciones, y
por lo demás epifenómenos en el mundo físico” 140.
Cuando se niega la existencia de universales reales,
tampoco tiene sentido atribuirles ningún poder causal. Ya
Aristóteles afirmó que solo los entes individuales y concretos
que encarnan las características generales pueden ejercer
algún tipo de causalidad141. Tomemos la espada de Sancho el
Fuerte. Sabemos que es un objeto concreto e individual que
permitió al antiguo rey prevalecer sobre sus enemigos. En ese
sentido, ha tenido una influencia causal en la realidad física.
Pero ¿qué correlato en la naturaleza física hay que refleje una
espada en general? A diferencia de la espada de Sancho el

138 Cfr. Id., p. 186.


139 Id., p. 185.
140 Id. pp. 184-185.
141 Cfr. Aristóteles, Metafísica, cit., 1071 a.

73
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

Fuerte, el concepto universal de espada no puede llevar un rey


a la victoria, pues no ejerce influencia causal alguna. El
concepto universal de espada solo es una abstracción de la
mente humana a partir de múltiples experiencias basadas en
espadas individuales que, a pesar de parecidas, en realidad
poseen sutiles diferencias, muchas nos pasan desapercibidas.
En el otro extremo, se encuentra la corriente realista,
que “afirmaba que las propiedades generales, las leyes y las
disposiciones físicas a cambio de esta o aquella manera son
hechos fundamentales sobre la realidad con independencia de
que alguien los tenga en cuenta” 142. El realismo concibe los
universales como independientes de la mente. En su particular
manera de interpretar este debate, Deacon entiende que el
realismo organizacional se basa en la filosofía platónica según
la cual las cosas concretas no pasan de ser correlatos
imperfectos de formas ideales que son perfectas e
inmutables143. En este sentido, un sujeto que llega a un
concepto universal a partir de la repetición de múltiples
experiencias particulares accede a una forma ideal existente
independientemente de la mente.
En su opinión, aunque el nominalismo defienda la
negación de la causalidad de las organizaciones, su fuerza
reside en “un conjunto particular de supuestos platónicos
acerca de lo que constituye algo general” 144, es decir, en una
insuficiencia del planteamiento realista. La pregunta, pues, es
qué es el realismo platónico en el contexto de los sistemas
organizados y cómo se ha presentado históricamente.

142 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit. p. 185.


143 Cfr. Id. pp. 184.
144 Id. p. 187.

74
CONSTRICCIONES

Según Deacon, C. S. Peirce ilustra una forma de


entender platónicamente los patrones y regularidades
naturales. Uno de los temas más recurrentes de su sistema es
la noción de hábitos como “regularidades de comportamiento
tanto en el contexto físico como en el contexto orgánico”145.
Tales regularidades funcionan como principios incorporados
a patrones de comportamiento146. P. ej., la persona que aclara
constantemente la garganta mientras habla, desarrollan este
automatismo de forma semi inconsciente. Simplificando a
Peirce, hábitos como este son formas de redundancias que
indican la existencia de organizaciones y patrones naturales,
incluidos los del comportamiento humano147. Aunque la
noción de hábito de Peirce tiene la virtud de “permitirnos
considerar una mayor clase de fenómenos casi regulares que
no fácilmente corresponden a las nociones de orden patrones
y organización”148, se queda corta en la medida en que asume
la noción de redundancia como criterio para determinarlos149.
Tal redundancia se refiere a la repetición y similitud estricta
de ciertos procesos y comportamientos. Las realidades
concretas y los procesos dinámicos deben estar constituidos o
darse de manera exactamente igual siempre y en todos los
casos. A pesar de eso, tal como había apuntado Ockham —y
ahora se sabe con mayor propiedad por la capacidad de los
recientes aparatos de observación y medición—, en el mundo
físico las cosas no se dan siempre y en todos los casos de modo

145 Id. p. 183.


146 Cfr. Massecar, Aaron, Ethical Habits, Lanham: Lexington Books,
2016, 54.
147 Id. p. 64.
148 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 184.
149 Cfr. Id. p. 187.

75
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

estrictamente igual. Objetos que caen bajo el mismo concepto


no son realmente redundantes en cada una de sus
características, ni tampoco lo es el desarrollo de un proceso
dinámico. De ahí resulta en que la individualidad de un
proceso no se justifica suficientemente por una noción de
redundancia entendida como igualdad estricta. Deacon lo
ilustra al preguntarse por la individualidad de un remolino de
agua150, una masa de agua que gira rápidamente sobre sí
misma impulsada por la corriente.
Para predicar la realidad e individualidad de un
remolino de agua, este debe superar al menos uno de estos tres
criterios: en primer lugar (1) algo puede ser individual por la
estabilidad de su constitución material. En este criterio falla el
remolino en la medida en que las moléculas de agua que lo
constituyen cambian con el flujo. Luego, (2) algo puede
considerarse como individual porque se distingue de su
entorno. El remolino de agua, sin embargo, está hecho de las
mismas moléculas que de su entorno, de modo que no se
distingue materialmente de él; solo lo distingue su patrón de
movimiento. Este patrón de flujo es (3) lo único que lo puede
diferenciar de su entorno. La individualidad del fenómeno no
estaría así ni en la igualdad de la composición material del
remolino ni en su desigualdad con respecto a su entorno, sino
en la continuidad de su flujo molecular. Ahora bien, ¿hasta
qué punto lo hace? Usando los aparatos adecuados, es posible
discernir que el remolino no exhibe un patrón dinámico
uniforme y siempre repetitivo. Lo que de hecho se observan
son pequeñas irregularidades en el movimiento de las

150 Cfr. Id. pp. 187-188

76
CONSTRICCIONES

moléculas de agua que, según la estricta redundancia como


criterio, no pueden considerarse propiamente un patrón.
En resumen: el remolino de agua no es individual —
pues solo se distingue de la masa de agua por el modo como
se mueven algunas de las moléculas—. Además, sus
moléculas se mueven irregularmente, y no hay una
organización dinámica que sea perfectamente regular, por lo
que “no hay dos casos idénticos de una categoría en general
de organización dinámica” 151. Para Deacon, esto demuestra
que los patrones observables que Peirce llamaba “de
redundancia” en realidad son ilusorios, pues “la similitud se
evalúa desestimando las diferencias a cierto nivel de
detalle”152.
La insuficiencia del realismo de Peirce da alas a las
corrientes nominalistas. Sin una redundancia estricta en el
desarrollo de procesos dinámicos, regularidades, patrones y
organizaciones pasan a considerarse meros epifenómenos, es
decir, “idealizaciones abstraídas a partir de la observación”153.
En esta lógica, hablar de “ordenación” u “organización” física
no pasaría de describir un modo de ordenar objetos en el
espacio en el que unos resultan seleccionados por encima o
por delante de otros con arreglo a un criterio. El acto de
ordenar se convierte ahora en un mero posicionar objetos y
comprender procesos de una manera bastante específica, pero
cualitativamente indiferente respecto a las demás154. Los
patrones de cambio que parecen repetirse siempre de modo
regular solo constituyen sucesos físicos muy parecidos que

151 Id. p. 188.


152 Id. p. 189.
153 Id. p. 194.
154 Cfr. Id. p. 194.

77
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

acaban siendo indebidamente clasificados como si fueran del


mismo tipo por la incapacidad del observador de captar sus
cuasi imperceptibles diferencias.
El nominalismo tiene un efecto devastador para las
teorías de la emergencia. En una organización
epifenoménica155 nos impediría “determinar qué interacciones
causales particulares ocurren y cuáles no, por encima de
cualquier estado físico antecedente” 156. Así pues, aceptando
sin reservas la propuesta nominalista, “parecería que
estuviéramos identificando la emergencia en términos
meramente descriptivos, pero no en términos causales. La
emergencia en este sentido solo existiría en la mente del
observador.”157 La crítica nominalista es extensible a
cualquier conjetura filosófica o científica que se base en la
identificación de patrones de cambio, pues todo lo que parece
comportarse bajo algún tipo de tendencia o disposición sería
un efecto ilusorio que tendría su origen en los límites mismos
del conocimiento.
¿Hasta qué punto son oportunas estas objeciones a la
realidad de regularidades y patrones en la naturaleza? Para
Deacon, las ideas nominalistas ocultan un indebido salto
argumentativo. Desde la posibilidad de que algo sea o se
pueda considerar una abstracción, no se deduce que carezca
internamente de un correlato real. Si así fuera, estos críticos
tendrían en manos un gran problema. Es un hecho que los
seres humanos evalúan la realidad física en términos de
órdenes y patrones. Ahora bien, ¿de dónde viene este hábito

155 Se entiende por tal una organización que solo lo es en apariencia.


156 Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit. p. 187.
157 Id. p. 189.

78
CONSTRICCIONES

mental? ¿Existe algún medio de abstracción observacional


indefinido y misterioso que desconocemos?
Mientras que las corrientes nominalistas no presenten
una respuesta convincente a esta pregunta, excluir
regularidades y patrones de la realidad física por partir de
abstracciones haría imposible su conocimiento, es decir, su
misma captación a nivel epistemológico. Por este motivo,
Deacon considera que la propuesta del nominalismo estricto,
al menos en lo que dice respecto a las regularidades y
padrones, “equivale a escurrir el bulto” 158. La percepción de
regularidades es anterior y más fundamental que cualquier
elucubración filosófica. Como pueden considerarse formas de
abstracción, debe existir algo análogo en el mundo físico que
las fundamente159. De acuerdo con esto, en lo que respecta a
las teorías de la emergencia, la aceptación de un realismo de
base nos debería llevar a aceptar la existencia de propiedades
universales que gozan de cierta independencia y efectos
causales en lo real 160.
Al afirmar la realidad de las regularidades como un
hecho empírico bruto advertido por observación, Deacon se
muestra un tanto confiabilista. No obstante, como veremos a
continuación, su argumento principal contra la tendencia
nominalista no se basa solo en esta idea, sino que destaca
positivamente como una propuesta que permite identificar un
correlato empírico de las regularidades como abstracciones.
Así pues, observando los problemas del realismo y el
nominalismo, Deacon propondrá una tercera vía que logre
sortear los inconvenientes de uno y otro.

158 Id. p. 189.


159 Cfr. Id. p. 188.
160 Cfr. Id. p. 185.

79
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

3.2. Hacia lo menos diferente


Las críticas hacia la organización dinámica como un
fenómeno real que tiene influencia causal adolecen de una
virtud y un defecto. Por un lado, señalan correctamente que el
fundamento realista de las nociones universales en una
redundancia absoluta de los fenómenos es insuficiente; por
otro lado, la negación absoluta de la existencia de
regularidades en la naturaleza se hace insuficiente para
explicar cómo es posible que se perciba el mundo según
patrones. Siendo así, es decir, aceptando lo que hay de virtud
en estas críticas —el rechazo a una redundancia física
estricta—, Deacon propondrá un camino que consiga “apartar
nuestro foco de atención de lo que es similar o está presente
de manera regular y trasladarlo a aquellos atributos no
expresados y aquellos estados no realizados” 161. Deacon cree
que una organización dinámica no es la forma específica y
repetible de un proceso, sino los diversos modos en los que se
impide su desarrollo.
Para comprender su propuesta, conviene reparar en lo
que resulta constreñido en cualquier proceso de
transformación de la energía. A veces, se tiende a concebir la
energía como una sustancia invisible que hace posible el
trabajo físico. Unas veces hay energía a disposición otras
veces —cuando esta se gasta— no. Empero, el término “gastar
energía” no es de todo correcto. De acuerdo con la primera ley
de la termodinámica, la cual “es esencialmente la declaración

161 Id. p. 190.

80
CONSTRICCIONES

del principio de conservación de la energía” 162, la energía se


transforma en otro tipo de energía. En estas transformaciones
se pierde “la habilidad de realizar más trabajo con la energía
subsecuente”163, pero no la energía.
Un importante eslabón para comprender cómo se
transforma la energía fueron las investigaciones de J. P. Joule,
uno de los físicos más destacados del s. XIX. Sus
investigaciones sobre las máquinas a vapor —que convertían
calor en movimiento mecánico— le llevaron a proponer una
unidad de valor para calcular la cantidad de energía que
tendría que ser transformada para realizar determinado
trabajo. El uso de esta medida ha permitido un análisis
riguroso y profundo de lo que resulta disipado y lo que es
preservado en un proceso de transformación energética 164.
La energía está relacionada con la capacidad de
generar trabajo. Para realizar cierto trabajo, hace falta una
transformación de la energía en un sistema. Pero más que la
materia165, lo que realmente cambia es la diferencia de
distribución de cierta propiedad —“agua en caída, reacciones
químicas espontáneas, gases calientes, masas en
movimiento”166—. La diferencia energética de dos sujetos
vecinos hace que, si nada lo impide, lo más cambiable y
dinámico en uno pase al otro de manera más distribuida, de
manera que la diferencia tenderá “espontáneamente a
nivelarse, por cualquier camino que se les presente” 167. En

162 Fermi, Enrico, Thermodynamics, New York: Dover Publications,


INC., 1956, p. 11.
163 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 214.
164 Cfr. Id., p. 217.
165 Id., p. 217.
166 Id., p. 217.
167 Id., p. 218.

81
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

este sentido, la producción de trabajo y su direccionamiento


depende de las vías de propagación de las diferencias internas.
Según Deacon, “la clave para comprender el concepto
de energía es prestar menos atención a aquello que la
incorpora, y a la vez considerar la forma en la que se
incorpora”168. Como señala Deacon, “el trabajo físico requiere
la liberación de energía en un contexto limitado
[constrained]”169. Si se obstruyen parte de las vías de difusión
—si se limitan las posibilidades de propagación— la
eliminación espontánea de diferencias puede ser una fuente de
trabajo. Aunque las constricciones de un sistema no sean una
fuente activa de trabajo, son su condición de posibilidad. Por
eso, su causalidad describe más bien una forma de
“posibilidad”. Para ilustrarlo, tracemos una rápida analogía
con cómo consigue un cristal iluminar un espacio. Aunque la
causa efectiva de la iluminación sea una fuente de luz externa,
las propiedades no absorbentes del cristal son indispensables
para que la luz ilumine el interior. En este sentido, colocar un
cristal —o imponer una cierta constricción en un sistema—
debe contarse entre los factores causales que hacen posible el
efecto resultante.
Aunque las constricciones no tienen un rol activo, es
decir, “no realizan trabajo, [sino que] habilitan y canalizan el
resultado de la liberación de energía” 170, promueven la

168 Id., p. 219.


169 Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Steps to a Metaphysics of
Incompleteness”, cit., p. 419.
170 Cfr. Id., p. 420

82
CONSTRICCIONES

realización de cierto trabajo físico que puede imponer nuevas


constricciones en otros sistemas 171.
A este fenómeno se le puede llamar la “propagación
de constricciones” —o propagación de trabajo—. Eso
describe la relación entre la organización de procesos
dinámicos y el surgimiento de regularidades de nivel superior
que da lugar a nuevas posibilidades de organización y nuevas
regularidades. La diferencia es que ahora, la organización
emergente “no es algo añadido, sino más bien un reflejo a
escala aumentada de algo restringido y escondido, debido a
constricciones propagadas desde los procesos dinámicos de
bajo nivel”172. Deacon entiende que “estados no realizados o
improbables en un proceso dado pueden tener un papel crítico
en la generación de constricciones de orden superiores” 173
Además, la descripción de la causalidad en términos
de constricción posee otra virtud, a saber, excluye la
posibilidad de un análisis reduccionista basado en la relación
entre todo y partes —la mereologia—. En efecto, “el análisis
que descompone un fenómeno complejo de constricciones en
sus partes y relaciones observables puede terminar
descartando lo que puede ser la característica crítica” 174, es
decir, las mismas constricciones. Este se da en la medida en
que “la constricción es el hecho de que estados posibles no se
realizan, y lo que no se realiza no está sujeto a análisis
componencial”175.

171 Cfr. Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Eliminativism,


Complexity and Emergence”, cit., p. 220.
172 Deacon, Incomplete Nature, cit., p. 203.
173 Id., p. 202.
174 Id., p. 204.
175 Id., p. 204.

83
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

Ahora bien, “si no todos los estados posibles se


realizan, la variedad de las maneras en que pueden diferir las
cosas se reduce. La diferencia es lo opuesto de la similitud”176.
Deacon encontró en W. Ross Ashby la posibilidad de hablar
de la similitud de un sistema por exclusión de sus posibles
diferencias. En su artículo Principles of the Self-Organizing
Systems, Ashby trazó un vínculo entre la noción de orden,
comunicación y condicionalidad177. En este marco, la
organización da lugar a un tipo de comunicación entre dos
variables (A) y (B) que correlacionan ciertos eventos 178. Dado
un determinado evento en (A), las posibilidades de eventos en
(B) se reducen por su mutuo condicionamiento. Así, si un
evento en (A) supone de hecho una reducción de las
posibilidades de eventos en (B), entonces “la presencia de
organización entre variables es equivalente a la existencia de
una constricción en el espacio de producción de
posibilidades”179. Con este argumento, Ashby presenta su
noción de constricción. Inspirada en la teoría de Ashby,
Deacon define esta noción como aquello “que no está ahí, pero
podía haber estado, con independencia de que se registre o no
por algún acto de observación” 180. En otro lugar la describe
como “la propiedad de estar restringido o variar menos de lo

176 Id. p. 190.


177 Cfr. Ashby, W. Ross, "Principles of the Self-Organizing Systems", in
Foerster, H. Von and Zopf, G. W. (eds.), Principles of Self-Organization:
Transactions of the University of Illinois Symposium, London: Pergamon
Press, 1962, p. 255.
178 Cfr. Id. p. 257.
179 Id. p. 257.
180 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 192.

84
CONSTRICCIONES

que sería posible, siendo todo lo demás igual, y con


independencia del porqué de la constricción” 181.
En términos generales, se pueden advertir al menos
dos elementos comunes a la noción de constricción: (1)
aunque la constricción aluda a lo ausente, su correlato
metafísico no es tanto el no-ser, como la noción de posibilidad
—uno de los modos de ser en Aristóteles—182. Además, (2) si
esta posibilidad es independiente del acto de observación de
un determinado agente, no puede describir un mero
epifenómeno. Así pues, las constricciones, tal como se las
presenta Deacon siguiendo a Ashby, se presentan como “un
modo negativo de definir conceptos como orden, hábito y
organización”183 desde las posibilidades no realizadas de un
sistema.
En su opinión:
“El concepto de constricción no trata la
organización como si fuera algo añadido a un proceso o
conjunto de elementos. No es algo (…) por encima de estos
constituyentes y sus relaciones mutuas. Y sin embargo, ni
degrada la organización a un estatuto meramente
descriptivo, ni la confunde con las especificidades de los
componentes y sus relaciones mutuas particulares y
singulares.”184

Volvamos las razones que impiden que el remolino sea


un fenómeno individual. En lo que se refiere a los dos
primeros criterios —la estabilidad de su constitución, y su

181 Id., p. 192.


182 Cfr. Aristóteles, Metafísica, cit., 1045b.
183 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., pp. 191-192.
184 Id. p. 192.

85
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

distinción con respecto al entorno— no hay cambios. Sigue


siendo un fenómeno cuyos componentes no lo distinguen de
su entorno; solo lo hace su flujo energético, que revela
interacciones entre sus componentes. Según Ashby, este flujo
es efecto de un condicionamiento mutuo. Con él, surgen
ciertas constricciones que restringen cada vez más los
movimientos posibles de las moléculas que lo componen. La
disminución de posibilidad de tales movimientos se expresa
en una mayor similitud observable a nivel macro que no
necesita ser entendida como una igualdad absoluta.
Dado lo anterior, para que un remolino pueda
considerarse como un fenómeno individual y continuo, no
hace falta que posea un flujo de moléculas constante e
idéntico, sino tan solo que se dé en un espectro limitado de
posibilidades. Así pues, lo mismo que se dice del movimiento
de partículas en un remolino, puede decirse de cualquiera de
las características o propiedades redundantes de un sistema:
son el resultado de aquello que no ocurre o deja de ocurrir por
ciertas interacciones 185.
Una organización se puede entender como efecto de un
proceso que reduce sus posibilidades futuras de
comportamiento. Estas constricciones redundan en una mayor
similitud dinámica de sus partes, de modo que un
ordenamiento dinámico ya no es un patrón de interacciones
que se repite de modo estricto en cada pequeño detalle. Más
bien, son “rasgos posibles excluidos de posibilidades no
realizadas”186.

185 Cfr. Id. p. 191.


186 Id. p. 194.

86
CONSTRICCIONES

En este sentido, un sistema será tanto más ordenado y


organizado cuantas más constricciones presenta, es decir,
cuanto más mutuamente condicionados se encuentran todos
sus elementos. La fuente del orden no es la observación de
rasgos generales positivos, sino las restricciones de
posibilidad de sus dinamismos. Así, se “prescinde de criterios
dependientes del observador para discernir pautas” 187, y no
tiene sentido hablar de orden, regularidad y organización
como epifenómenos.
Las constricciones son la clave para superar el
nominalismo y el realismo organizacional. El autor llama a su
vía media de “nominalismo de ausencias” 188. Por un lado, esta
postura niega la conclusión nominalista clásica según la cual
las regularidades no pasan de ser un mero fenómeno
observacional; por otro, no mantiene que estas existan como
modelos o formas ideales, como propone la tendencia realista.
La clave para entender la fuerza de esta propuesta reside en el
nuevo fundamento en el que reposa la independencia de estos
fenómenos respecto al observador: las constricciones son el
efecto de los mutuos condicionamientos surgidos por las
interacciones y relaciones de los elementos de un sistema.
Deacon sostiene a su vez que las constricciones son un
análogo físico de la noción de abstracción, pues surgen de “la
eliminación de ciertos rasgos que podrían haber estado
presentes”189 pero no lo están ya. Aunque las nociones de
patrón y regularidad sean abstractas, están legítimamente
basadas en procesos físicos. Volviendo al ejemplo del
remolino de agua, si el flujo que se forma en la corriente es

187 Id. p. 195.


188 Id., p. 192.
189 Id., p. 198.

87
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

resultado de la constricción del flujo de las moléculas de agua,


“los rasgos posibles no expresados y los grados de libertad no
exhibidos son hechos individuales específicos” 190. Estos no
solo funcionan como un criterio de individuación de su
realidad física, sino que, son “ubicadas” y “extendidas” en el
espacio y el tiempo191 respecto al medio material.
Las constricciones no son parte integrante de la
materia, pero “pueden ser fenómenos físicos con
consecuencias para los individuos y se debe, por tanto,
atribuírseles un estatus ontológico como un modo de ser”192.
Pero, por tratarse de un concepto bastante contraintuitivo,
muchas veces parece que “su papel en la naturaleza es
puramente descriptivo” 193. Si fuera así, todo lo que se ha
presentado a lo largo de este capítulo no sería realmente
ninguna solución; se limitaría simplemente a pasar las
dificultades de un concepto a otro. En efecto, aún habría cierto
epifenomenalismo, no respecto a la noción de organización,
sino a la noción misma de constricción. Por este motivo, hay
que entender que son un modo de ser, o una expresión posible
de ella. Ahora bien, ¿qué ontología tienen? Por supuesto, las
constricciones no son algo en el mismo sentido en que lo es
una piedra, una persona o un remolino, puesto que son causas,
pero tampoco son la ausencia de ser. Nuestro modo natural de
pensar nos lleva a entenderlas causas mecánicas en el que un

190 Id. p. 194.


191 Cfr. Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Steps to a Metaphysics
of Incompleteness”, cit., p. 419.
192 Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Deacon and Cashman

respond to Grun, Pryor, Tabaczek and Moritz”, cit., p. 474.


193 Tabaczek, Mariusz, “Aristotelian Complement to the Metaphysics of

Incompleteness: Philosophical and Theological Reflections on Deacon


and Cashman's Project”, Teology and Science 14, (2016): p. 458.

88
CONSTRICCIONES

estado físico precedente causa el siguiente estado físico. Para


Deacon, el problema es que “quizás estamos pensando sobre
algo y nada del modo equivocado” 194, de manera que hace
falta profundizar las nociones de ser y no-ser respecto a las
constricciones. Esto permitirá no solo establecer en qué
sentido se da su poder causal, sino replantear y prestar cierto
fundamento ontológico a la causalidad de ausencias esenciales
—una tarea que se quedó pendiente de respuesta en el primer
capítulo—.

3.3. El estatuto ontológico y la causalidad de las


constricciones
En la metafísica clásica se advierten dos maneras en
las que algo se entiende como ser: por un lado, como sustancia
y accidente, y por otro, como acto y potencia.
Aristóteles, en sus diez categorías para comprender la
realidad, señala que la primera, a saber, la sustancia (o
entidad) se dice respecto a lo que es en sí mismo. Las otras
nueve se dicen respecto a distintas maneras por las que algo
es en otro —y se llaman “accidentes”—195. A partir de esta
distinción, lo primero que se puede hacer es buscar desde en
qué tipo de categoría se pueden encajar las constricciones.
Al no tratarse de individuos, sino causas naturales, no
pueden formar parte de la categoría de sustancia. En efecto,
más que constricciones en sí mismas, en la realidad hay
fenómenos que están sujetos a constricción. Esto nos permite

194 Deacon, Terrence, "Emergence: The Hole at the Wheel's Hub", in


Clayton, Philip and Davies, Paul (eds.), The re-Emergence of Emergence.
The Emergentist Hypothesis from Science to Religion, New York: Oxford
University Press, 2006, p. 119.
195 Cfr. Aristóteles, Categorías, Madrid: Editorial tecnos, 1999, 1b.

89
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

pensar que si las constricciones se dan, entonces pueden ser


un tipo de accidente. A su vez, determinar qué clase de
accidente es más complejo. Las razones son dos: en primer
lugar, (1) en su discurso sobre los accidentes, Aristóteles
utiliza muchas veces los mismos ejemplos para ilustrar
distintos tipos de accidentes. El mismo autor lo advierte y
comenta que, en realidad, no hay problema que una misma
cosa pueda decirse como siendo a la vez de dos tipos de
accidentes distintos 196. Luego, por parte de Deacon, (2) la
noción de constricción parece desempeñar funciones distintas
en contextos diferentes. Siendo así, conviene partir de su uso
más habitual.
En el capítulo anterior, la constricción se presentó
como “un fenómeno intrínsecamente relacional. Refleja en
relaciones entre los grados de libertad que son excluidos y los
que no”197. Parece así posible entenderlas desde la categoría
aristotélica de relación. Para Aristóteles, relación son “todas
aquellas cosas tales que, lo que son exactamente ellas mismas,
se dice que lo son de otras cosas o respecto a otra cosa” 198. En
este sentido, pueden concebirse como una relación de
impedimento respecto a posibilidades no actualizadas. Así
pues, si volvemos a la idea de que lo presente es lo que no ha
sido impedido199, el poder causal de las constricciones es una
relación de privación respecto a lo que podría ocurrir o haber
ocurrido.

196 Cfr. Id., 11a.


197 Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Steps to a Metaphysics of
Incompleteness” cit., p. 420.
198 Aristóteles, Categorías, cit., 6a.
199 Cfr. Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Steps to a Metaphysics

of Incompleteness” cit., p. 422.

90
CONSTRICCIONES

Esta caracterización, sin embargo, plantea otro


problema, pues en la filosofía aristotélica “es necesario dar
aquello respecto a lo cual se dice con propiedad una cosa”200.
No hay relación si no hay un término dado hacia con lo que
algo se relaciona. Ahora bien, las constricciones no se dicen
necesariamente respecto de algo dado anteriormente en la
realidad física, sino de opciones dinámicas que no se dan
ahora o se darán, es decir, como ausencias.
Además de las categorías, Aristóteles introdujo la
distinción entre ser en acto y ser en potencia. Según esto,
“‘ser’ y ‘lo que es’ significan tanto lo que se dice en potencia
como lo que se dice que es ya plenamente realizado” 201. Con
arreglo a esto, parece lógico pensar en las ausencias como
posibilidades no actualizadas del devenir. Esta aclaración nos
permite volver a uno de los problemas que se quedaron
pendientes en el primer capítulo: la aparente contradicción
entre el poder causal de las ausencias y el principio ex nihilo
nihil fit —de la nada, nada se hace—.
Cuando se afirma que las constricciones se entienden
con relación a posibilidades no realizadas, en el fondo se está
diciendo que un sistema está constreñido respecto a ciertas
formas de ausencias. Estas, entendidas de forma
independiente constituyen una relación de impedimento con
respecto a una forma posible de cambio o alteración que no se
realiza, pero que en ese sentido es real, pues la realidad
hubiera devenido de otro modo si no hubiera estado
constreñida.
Deacon lo expresa de esta manera:

200 Aristóteles, Categorías. cit., 7b.


201 Aristóteles, Metafísica. cit., 1017a.

91
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

“No es tanto las ausencias en sí mismas lo que es


crítico, sino cómo afectan aquello que permanece y cómo
esto puede relacionarse con otras cosas. El pensamiento
occidental ha visto la causalidad primeramente en la
presencia de algo, en los empujones y en la resistencia que
estos objetos ofrecen. Aquí nos enfrontamos a un sentido
diverso de causalidad, en la forma de posibilidad: una
específica gama constreñida de posibilidades, un potencial
creado en virtud de algo ausente.” 202

En su perspectiva, la ausencia es “un sentido nuevo de


causalidad, en forma de ‘posibilidad’: un específico rango
limitado [constrained] de posibilidades, un potencial creado a
partir de algo ausente” 203. Como efecto de la constricción, en
todo proceso físico hay algunas posibilidades de cambio que
son descartadas, es decir, que quedan descartadas en favor de
otras. Estas son la razón de la posibilidad que se hacen
paulatinamente presentes, y a las cuales está condicionando el
proceso.
Aunque la teoría de Deacon no sea estrictamente
aristotélica, y la categoría de relación no se ajuste bien a la
noción de constricción, su teoría no representa una ruptura
absoluta con la metafísica clásica. En efecto, la noción de
Deacon no parece contradecir la noción aristotélica de
causalidad ni de potencia. Si, por un lado, las constricciones
no son propiamente potencias, parece posible describirlas a
partir de esta noción en el sentido de que las ausencias serían
inconcebibles en un mundo sin disposiciones.

202 Deacon, Terrence, “Emergence: The Hole at the Wheel's Hub”, cit., p.
120.
203 Id., p. 120.

92
CONSTRICCIONES

De todo lo dicho sobre la noción de constricción, así


como su centralidad en el pensamiento de Deacon, estas son
las conclusiones más importantes que podemos extraer en este
capítulo: (1) las constricciones son una relación de
impedimento, fruto de las interacciones físicas de un sistema,
respecto a posibilidades de movimiento y cambio que los
elementos del mismo sistema podrían actualizar, pero que no
actualizan. (2) Su influencia causal no está tanto en la
producción directa de dinámicas en el sistema, sino más bien
en el modo de transformación de energía que ella potencializa
o cuya probabilidad aumenta 204. (3) El modo mediante el que
causan cambios y dan lugar a formas de trabajos es la
“producción” de ausencias. La constricción es “responsable de
lo que no está allí, de aquello que se impide. Lo que es
presente es, entonces, aquello que ha sido impedido” 205. (4)
Además de establecer por exclusión las dinámicas y los
trabajos que se pueden realizar, “la reducción de opciones de
cambio en un proceso puede conducir a una reducción de
opciones aún mayor en otro proceso que depende de algún
modo del primero”206, lo que se entiende como una
propagación de constricciones o propagación de trabajo.
Aunque lo expresado por Deacon podría no definir
suficientemente el estatuto ontológico de la constricción, al
menos se han sentado algunas bases para tratarla
metafísicamente, su compatibilidad con Aristóteles, y el
motivo por el que su asunción no viola el principio ex nihilo,
nihil fit. Nos queda pendiente explicar cómo es posible que, a

204 Cfr. Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Steps to a Metaphysics


of Incompleteness” cit., p. 416.
205 Id., p. 422.
206 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 203.

93
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

través de la propagación de constricciones, lleguemos a


ausencias de tipo final. Esto es propiamente lo que aporta la
noción de “teleodinámica” de Deacon.
Sobre la base de lo establecido hasta el momento, en el
siguiente capítulo veremos cómo concebir la emergencia de
un sistema finalizado o teleológico.

94
CAPÍTULO 4
LA TELEODINÁMICA

Tras haber introducido tanto la noción de constricción


como la de emergencia, el terreno está abonado para abordar
la teleodinámica, la realización dinámica de la causa final en
la naturaleza según Deacon. Propiamente hablando, el nombre
más apropiado de su teoría dinámica es dynamical depth —o
teoría de la profundidad dinámica—. Esta idea describe la
relación entre tres modelos de sistemas dinámicos entendidos
en una jerarquía ascendente. Estos niveles son: la
homeodinámica, la morfodinámica y la teleodinámica. Esta
relación depende de las constricciones —y,
consecuentemente, de la realización de trabajo— que se hace
en cada nivel. Aunque la finalidad de este trabajo sea
fundamentar la posibilidad de la teleodinámica, el análisis de
la morfodinámica y la teleodinámica lo hará más fácil.
Con el fin de introducir la teleodinámica, en el primer
apartado (1) examinaré las características de un sistema
teleodinámico tomando como referencia los sistemas
orgánicos. (2) Luego pasaré a analizar de los dos primeros
niveles dinámicos. Su mutua relación nos servirá de criterio
para desarrollar la posibilidad de una emergencia
teleodinámica. Por último, (3) partiendo de los mecanismos ya
establecidos, presentaré la propuesta de Deacon para mostrar
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

el origen de un sistema teleológico desde un contexto en el


que no hay teleología.

4.1. Los sistemas orgánicos y la segunda ley de la


termodinámica
En el primer capítulo señalé tres problemas derivados
del poder causal de las ausencias. Mientras he considerado
caminos posibles de resolución para dos de ellos —el
principio de clausura causal del universo y el principio ex
nihilo nihil fit—, nos queda por resolver una última aparente
contradicción, la que parece surgir entre la direccionalidad de
la causalidad final en cuanto ausencia y la segunda ley de la
termodinámica.
Antes de entrar en la termodinámica, recordemos algo
ya analizado: una mirada meramente sincrónica de la realidad
física se queda corta. Hace falta considerar los procesos
biológicos desde el tipo de movimiento al que dan lugar en la
naturaleza.
A grandes rasgos, existen dos tipos diferentes de
cambio: el espontáneo y el provocado. Según Aristóteles, todo
movimiento es provocado en la medida en que “todo lo que
está en movimiento tiene que ser movido por algo” 207. La
tendencia espontánea de las cosas y por lo general, el estado
mayoritariamente común entre los cuerpos es el estado de
reposo. En este contexto, las cosas tienden a no moverse y solo
lo hacen cuando una causa actúa sobre ellas. No obstante,
científicos modernos como Galileo y Newton señalaron las
limitaciones de este análisis. Ambos advirtieron que “si un
objeto está en reposo, se requiere un empuje para ponerlo en

207 Aristóteles, Física. cit., 241b.

96
LA TELEODINÁMICA

movimiento, pero luego continuará moviéndose hasta que


algo lo frene”208. En este aspecto se presenta la primera ley de
la mecánica newtoniana, según la cual “todo cuerpo persevera
en su estado de reposo o de movimiento uniformemente hacia
adelante, excepto cuando se ve obligado a cambiar de estado
por [el concurso de] otra fuerza” 209. En cierto sentido, un
objeto que está en movimiento constante no necesita de una
causa externa para seguir en su trayectoria, sino que
espontáneamente la mantendrá hasta que algo lo impida. Es lo
que se ha llamado la “ley de la inercia”.
Newton transforma la espontaneidad del cambio
aristotélico en resistencia al cambio. A partir de él, el
movimiento pasará a ser parte de la termodinámica, en la que
“también tenemos un análogo parcial a esta propiedad de la
resistencia al cambio: la resistencia de un sistema
termodinámico (sólido, líquido o gaseoso) a cambiar de
estado”210.
Un sistema termodinámico es “un dispositivo o
combinación de dispositivo que contiene una cantidad de
materia que está siendo estudiada” 211. Un ejemplo puede ser
un gas conservado en un recipiente térmico que lo aísla
totalmente del medio externo. Se dice que este sistema está en
equilibrio en la medida en que “tiene la propiedad de no variar
siempre que las condiciones externas permanezcan sin

208 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 205.


209 Newton, Isaac. Philosophical Writings. New York: Cambridge
University Press, 2004, p. 70.
210 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 208.
211 Borgnakke, Claus, and Sonntag, Richard E. Fundamentals of

Thermodynamics. United States of America: John Wiley & Sons, 2013,


p. 2.

97
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

cambios”212; en ese sentido, se puede observar cierto reposo


global del sistema. Pero lo interesante es que el sistema “no
está en reposo a nivel microscópico, solo lo está en términos
de su distribución global de propiedades macroscópicas”213.
Las propiedades globales del sistema —p. ej. la temperatura o
la presión— permanecerán siempre las mismas mientras este
permanezca aislado. Aun así, observadas con los aparatos de
medición adecuados, se descubre que cada molécula está en
constante perturbación e interacción con las demás. Deacon
cifra de este modo la analogía entre la termodinámica y la
dinámica newtoniana214: el sistema termodinámico en estado
de equilibrio no es una realidad estática, sino más bien un
movimiento continuo que no se manifiesta en el nivel de las
propiedades globales del sistema, sino en el nivel
microscópico.
Desde la idea de resistencia al cambio podemos
reformular la distinción entre tipos de movimientos desde una
nueva perspectiva: “entre los cambios que requieren una
intervención extrínseca para que tengan lugar y aquellos que
requieren una intervención para que no ocurran” 215. El autor
acuñará dos neologismos para describirlos:
“A los cambios en el estado de un sistema que son
congruentes con la tendencia espontánea ‘natural’, con
independencia de las interferencias externas, les llamaré
cambios ‘ortógrados’. El término significa literalmente: ir a
favor del gradiente, inclinación o tendencia de las cosas,
como dejarse caer, o ‘seguir la corriente’. A los cambios en

212 Fermi, Enrico, Thermodynamics, cit., p. 4.


213 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 208.
214 Id., p. 209.
215 Cfr. Id., p. 223.

98
LA TELEODINÁMICA

el estado de un sistema que deben forzarse extrínsecamente,


porque van en contra de las tendencias espontaneas, los
llamaré cambios ‘contrágrados’.”216

Analicemos un sistema termodinámico respecto a esta


distinción. Un proyectil que sigue un itinerario lo hace de
modo ortógrado hasta que un cambio contrágrado que lo
impida. Lo mismo ocurre con un sistema termodinámico que
presenta la tendencia ortógrada a mantenerse en equilibrio;
solo mediante un cambio contrágrado cambiaría. Supongamos
ahora la entrada de un cambio contrágrado tanto en el
proyectil como en el sistema termodinámico: para que el
proyectil recupere su movimiento previo haría falta un
segundo cambio contrágrado que lo devuelva al estado
anterior. Ahora bien, los sistemas termodinámicos no
necesitan este cambio. Tras cualquier cambio contrágrado que
lo lleve a perder el estado de equilibrio, su tendencia natural
es volver a este estado. Así pues, respecto a los sistemas
termodinámicos, podemos hablar no solo de una tendencia
ortógrada a mantenerse en equilibrio, sino también a volver a
él cuando es perturbado.

El fenómeno anterior se traduce en el principio


entrópico de la segunda ley de la termodinámica, según la cual
hay un constante e irremediable aumento de la entropía de un
sistema217. El término “entropía” fue introducido por R.
Clausius, a quien se considera uno de los padres de la
termodinámica. De modo general se entiende “como el estado

216 Id., p. 223.


217 Cfr. Id., p. 107.

99
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

relativo de ‘mezcolanza’ de un sistema, cuyo valor máximo


caracteriza el estado límite en que ningún cambio adicional
puede hacer con que todo esté aún más homogéneamente
mezclado”218. Esta mezcla se refiere a la composición total del
sistema; en ninguna de sus áreas se podrán observar
diferencias entre sus propiedades. Una vez que un sistema
termodinámico alcanza su “estado de máxima entropía
consistente con su energía, no puede sufrir ninguna
transformación adicional” 219; sus propiedades permanecerán
igual mientras no sufra una perturbación.
Esta lógica también tiene una expresión en otros
ámbitos naturales como en la interacción entre objetos.
Algunos cambios —como p. ej. la interacción entre bolas de
billar en un contexto sin fricción— son totalmente simétricos.
Señala Deacon: “proyectemos la película de una colisión de
esta clase hacia delante y hacia atrás y nos resultará harto
difícil discernir cuál es la versión real” 220. Sin embargo, si
miramos la película de 15 bolas que son golpeadas y empiezan
a moverse, es bastante fácil identificar cuándo la película va
hacia delante y o hacia atrás. Esta imposibilidad se debe a que
advertimos empíricamente la tendencia ortógrada de las cosas
a mezclarse cada vez más, más que a asumir posiciones
simétricas, como sucede cuando las 15 bolas se ordenan en
forma de triángulo.
En realidad, “hay muchísimas más trayectorias de
cambio que conducen de distribuciones menos simétricas a
distribuciones más simétricas que al revés” 221, de modo que la

218 Id., p. 107.


219 Fermi, Enrico, Thermodynamics, cit., p. 55.
220 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 220.
221 Id., p. 230.

100
LA TELEODINÁMICA

probabilidad de desorden es mayor que de orden. Con esto en


mente, cabe señalar que “la segunda ley no es necesariamente
una ley. Es una tendencia ubicua, pero una tendencia puede
tener excepciones”222. Concretamente, su excepción más
conspicua en el orden de lo natural es un sistema vivo.
Además de tener una estructura extremadamente bien
organizada, el organismo es capaz de ese tipo de influencia
causal que parece superficialmente moverse de atrás hacia
delante223, es decir, que manifiesta cierto ordenamiento de la
realidad física que se puede entender como el resultado final
de su acción.
En el s. XX se produjo un avance crucial en la
termodinámica de los sistemas vivos con E. Schrödinger, uno
de los físicos más importantes de la mecánica cuántica. El
autor afirmó que “es evitando caer en el estado inerte de
‘equilibrio’ que un organismo parece tan enigmático”224.
Deacon cree que la característica paradigmática de los seres
vivientes es su capacidad de “esquivar” la tendencia entrópica
inherente a todo sistema físico, manteniéndose
constantemente en un estado lejos del equilibrio
termodinámico225. La noción de “agente molecular
autónomo” del biólogo S. Kauffman, expresa esta misma idea.
Para Kauffman, los organismos son como “un sistema
molecular que se reproduce a sí mismo y es capaz de llevar a

222 Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Eliminativism, Complexity


and Emergence”, cit., p. 200.
223
Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 109.
224 Schrödinger, Erwin. What is Life? The Physical Aspect ofthe Living

Cell. New York: Cambridge University Press, 2013, p. 70.


225 Cfr. Deacon, Terrence, “Beyond Mechanism: Putting Life back into

Biology”, cit., p. 292.

101
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

cabo uno o más ciclos de trabajo termodinámicos”226.


Kauffman propone tres criterios que determinan a un sistema
autónomo: autorreparación, autorresconstitución y
autorreplicación. Deacon, a su vez, reduce estas propiedades
a dos: la autorreparación y la autorreproducción a las que ve
como las dos caras de la misma moneda dinámica 227. Uno de
los retos de este capítulo es el de estudiar el contexto dinámico
en que aparecen y se desarrollan.
¿Qué otras características mínimas deben tener un
sistema para ser un sistema vivo?
Para empezar, conviene distinguir entre tipos posibles
de organismos vivos. Si intentáramos explicar la emergencia
de un sistema excesivamente complejo —como un perro o un
gato—, podríamos identificar fácilmente las características
entencionales típicas de los sistemas teleodinámicos, pero
fracasaríamos en el intento de explicar cómo han podido
emerger a partir de las leyes físicas y químicas que
conocemos. Por otro lado, cuanto menos complejo es un
sistema, más sencillo debe ser explicar su aparición. El
problema es que las características entencionales de estos
sistemas no se perciben muy claramente. Deacon advierte que
esta dificultad nace de la carga mentalista portan los
fenómenos entencionales, es decir, del hecho que los
concebimos a partir de sus manifestaciones en los seres
humanos o, por lo menos, en animales más evolucionados en
la escala taxonómica. No obstante, el autor entiende que no es
necesario pensar en estos términos 228. Si la finalidad se

226 Kaufmann, Stuart A., Investigations, New York: Oxford University


Press, 2000, p. 8.
227 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 230.
228 Cfr. Id., cit., p. 230.

102
LA TELEODINÁMICA

entiende como un tipo de ausencia, no hace falta llegar hasta


las representaciones mentales, sino que nos basta con la idea
de una incompletitud esencial por la cual el presente se orienta
a posibilidades futuras no actualizadas.
Deacon lo expresa así:
“Demostrar cómo un telos puede haber surgido de
procesos meramente físicos y químicos de una manera
rigurosa y compatible con lo mejor de las ciencias teóricas
y empíricas no es solo un desafío abrumador; algunos dirían
que la idea es contradictoria en sí misma. Frente a este
desafío, ofrecemos solo un primer paso: una evidencia
respecto a una mínima concepción de telos asociada con el
origen de la vida, bien como con las nociones de función,
autodeterminación, evaluación de circunstancias y
direccionalidad que esto conlleva.”229

Para justificar la propuesta de Deacon sobre la


posibilidad real de la teleodinámica, basta con demostrar
cómo podría surgir un cierto tipo de sistema que, al menos de
modo muy primitivo, pudiera considerarse un viviente.
Según Kant, una de las características diferenciales de
los organismos respecto de los artefactos es “un poder
formativo que se propaga a sí mismo” 230, al que también
caracteriza como su “finalidad intrínseca”231. Según ella en un
organismo hay una relación recíproca entre las partes por la
que estas son causa y efecto de sí mismas. esto se puede
interpretar finalísticamente. En palabras de S. Kaufmann: “las

229 Sherman, Jeremy and Deacon, Terrence, “Teleology for the


Perplexed”, cit., p. 876.
230 Kant, Immanuel, Critique of Judgment, cit., p. 253.
231 Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 302.

103
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

entidades vivientes —bacterias, plantas y animales—


manipulan el mundo en beneficio propio” 232. Kauffman y
Deacon comparten la intuición de que los sistemas vivientes
tienen una direccionalidad hacia sí mismos. En efecto, Deacon
relaciona la posibilidad de un sistema que trabaja en beneficio
propio con la agencialidad autónoma de Kauffman, para quien
“debe haber un sistema finito individualizado claramente
definido que sea tanto una fuente de trabajo como el
beneficiario de ese trabajo” 233.
La teleodinámica se basa en este presupuesto. Un
sistema teleodinámico debe ser capaz de explicar la aparición
de un sistema finito que es beneficiario de sí mismo. Solo
después de esto se puede considerar beneficiario de otros
bienes que darán lugar a las nociones de función, valor y
agencialidad, entre otras. En este texto nos centraremos en el
primero.

4.2. Morfodinámica y homeodinámica


Una vez determinado qué tipos de sistemas son los
sistemas teleodinámicos, me propongo exponer los dos
primeros niveles de emergencia de los dynamical depths. Esto
nos servirá para aclarar dos ideas: (1) en primer lugar, la
relación entre los niveles de profundidad y las transiciones
dinámicas entre cada uno de estos niveles; (2) después, lo que
se descubre en los límites que genera la tendencia
termodinámica al aumento continuo de la entropía. Una vez

232Kaufmann, Stuar A., Investigations, cit., p. 2.


233Deacon, Terrence, “Beyond Mechanism: Putting Life back into
Biology”, cit., p. 301.

104
LA TELEODINÁMICA

desarrolladas, nos centraremos en el análisis de las relaciones


que marcan el paso de un nivel a otro.
Los dos primeros niveles dinámicos de los dynamical
depths incluyen el trabajo y las constricciones propias de cada
uno. Mientras que el primero describe las tendencias
termodinámicas en general, el segundo presenta un caso
específico cuya distinción “se hará indispensable cuando
comencemos a analizar las interdependencias dinámicas que
abarcan a más de dos niveles de escala” 234. Para ir por orden,
primero examinaré cómo Deacon replantea la termodinámica
desde la noción de constricción, pues en esto está la lógica
general de los sistemas homeodinámicos.
Hemos visto que la segunda ley de la termodinámica
da lugar a una tendencia ortógrada al aumento de entropía
hasta un estado de equilibrio donde ya no es posible introducir
más desorden. Cuando en el capítulo anterior dijimos que el
orden es fruto de las constricciones en un sistema,
establecimos que este será más o menos ordenado según la
mayor o menor presencia de constricciones. El desorden se
puede entender así como ausencia total de cualquier clase de
constricción, de modo que el principio entrópico de la segunda
ley de la termodinámica puede expresarse como la tendencia
ortógrada a la disipación de constricciones. En efecto, cuando
se dice que las macro propiedades del sistema son las mismas
independientemente de la zona donde se mida, lo que se nota
es que sus atributos no se encuentran constreñidos en una parte
específica del sistema, sino que están globalmente distribuidos
por todo el mismo.

234 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 232.

105
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

En ausencia de una perturbación exterior que constriña


las posibilidades de interacción molecular para engendrar una
configuración más simétrica, la consecuencia estadística será
siempre la tendencia hacia la asimetría. De esto podemos
inferir que lo que realmente permanece estable en un sistema
termodinámico en equilibrio es el nivel de constricciones
dinámicas del sistema y no otra cosa235. En esta línea, la
homeodinámica se caracteriza por “describir las más básicas
dinámicas ortógradas dondequiera que se encuentren. Una
dinámica que espontáneamente reduce constricciones a su
mínimo”236. No obstante, dadas ciertas condiciones de un
sistema, es posible que la tendencia ortógrada hacia el
aumento global de entropía cree condiciones que favorezcan
la producción de constricciones locales —o la disminución de
entropía— en el mismo sistema. En esto consiste el segundo
nivel emergente de Deacon, la morfodinámica.
El término “morfodinámica” está presente en muchas
otras áreas de las ciencias, por lo que es una terminología
bastante equívoca. Al presentar la morfodinámica, Deacon
tiene en mente el concepto de “autoorganización” tal como lo
introduce Ashby —“[sistemas] cuyas partes actúan de modo
que cambien hacia la formación de conexiones” 237—, aunque
lo reinterpreta en términos termodinámicos desde la noción de
sistemas disipativos. El físico ruso I. Prigogine recuerda que
hay sistemas que “en condiciones alejadas de su equilibrio
dinámico pueden transformar el desorden, del caos térmico, al

235 Cfr. Id., p. 229.


236 Id., p. 232.
237 Ashby, W. Ross, “Principles of the Self-Organizing Systems”, cit. p.

266.

106
LA TELEODINÁMICA

orden”238. Deacon considera que el desarrollo de una


organización global más ordenada es capaz de “disipar de
manera más eficiente una perturbación impuesta
incesantemente”239. Según Prigogine, a estos sistemas se les
puede nombrar “estructuras disipativas para enfatizar el papel
constructivo de los procesos disipativos en su formación”240.
La morfodinámica obedece a esta función disipativa. Sin
embargo, antes de hablar propiamente del paso de la
homeodinámica a la morfodinámica, hace falta exponer
brevemente la relación que hay entre los dos tipos de
movimiento —ortógrado y contrágrado— pues en ella Deacon
encuentra el motor de la emergencia 241.
En un primer momento, podría parecer que los
cambios ortógrados son naturales y espontáneos, mientras que
los contrágrados son artificiales. Deacon, por contra, afirma
que “el cambio contrágrado es la consecuencia natural de la
influencia de un proceso ortógrado sobre otro diferente”242. Si
el mundo fuera homogéneo, tan solo habría movimiento
ortógrado, es decir, una tendencia general al aumento de
entropía. En la medida en que el mundo es heterogéneo, hay
distintos sistemas con distintas tendencias ortógradas que
llegan a interactuar. En esta interacción, “cada uno de los
cuales deshace los efectos del otro. Expresándolo en los

238 Prigogine, Ilya, and Stengers, Isabelle. Order Out of Caos: Man's new
dialogue with nature. New York: Bantam Books, 1984, p. 12.
239 Deacon, Terrence, “Beyond Mechanism: Putting Life back into

Biology”, cit., p. 294.


240 Prigogine, Ilya and Stengers Isabelle, Order Out of Caos: Man's new

dialogue with nature, cit., p. 12.


241 Cfr. Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 234.
242 Id., p. 244.

107
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

términos introducidos en el capítulo anterior, cada uno debe


constreñir al otro”243.
El autor señala que “la dinámica contrágrada a un nivel
produce una dinámica ortógrada a un nivel superior” 244. Como
se ha indicado, el estado de reposo termodinámico solo se
aplica a sus propiedades globales, pues a nivel microscópico
hay una constante interacción molecular que provoca
constantes movimientos contrágrados. De esta manera, la
tendencia ortógrada de un sistema termodinámico es resultado
de la relación de cambios contrágrados entre sus
componentes. Esto, a su vez, se puede entender en términos
de emergencia. Mientras que las interacciones moleculares
contrágradas se observan en un momento estático, cada una de
ellas sería totalmente simétrica, tal y como lo son p. ej. las
interacciones entre bolas de billar en la mecánica newtoniana.
Por otro lado, vistas en su conjunto y a lo largo del tiempo,
“cada interacción tenderá a dar valores que divergen
progresivamente del estado previo” 245. De este modo,
producen una direccionalidad asimétrica que solo se percibe
desde la perspectiva del sistema como un todo. De esta
manera, podemos decir que la tendencia ortógrada global de
un sistema termodinámico es emergente respecto a la
interacción contrágrada de las partes que lo componen.
Deacon identifica una doble vía de dependencia entre
el movimiento ortógrado y contrágrado por la que uno se
puede entender como origen del otro. Aunque esta doble vía
parezca redundante, desde la lógica de los procesos
emergentes es necesaria: los dos tipos de movimiento no son

243 Id., p. 225.


244 Id., p. 225.
245 Id., p. 229.

108
LA TELEODINÁMICA

a la vez y al mismo tiempo causas recíprocas, sino que “las


dinámicas ortógradas y contrágradas invierten su relación de
dominio cuando consideramos procesos de niveles
adyacentes”246. Dicho de otro modo, una tendencia ortógrada
es causa de un movimiento contrágrado que, a un nivel
superior, es causa de una nueva tendencia ortógrada. Esta, a
su vez, puede ser causa de nuevos movimientos contrágrado,
y así sucesivamente.
Aplicando esta lógica a los sistemas homeodinámicos,
es posible afirmar que la posible interacción de dos de ellos,
cada uno con su propia tendencia ortógrada, los constriña
mutuamente hasta ejercer provocar cambios contrágrados.
Dado que, a su vez, los cambios contrágrados pueden dar lugar
a una nueva dinámica ortógrada de nivel superior, en
condiciones específicas, la emergencia de un sistema
morfodinámico puede obedecer a una tendencia espontánea,
surgida del encuentro entre dos sistemas homeodinámicos de
tendencias opuestas.
Para ilustrar el tipo de emergencia que es la
morfodinámica, Deacon propone un ejemplo mental:
“Supongamos que adosamos un dispositivo a un
recipiente de gas en equilibrio, por lo demás aislado, para a
su vez calentar un lado del recipiente y enfriar en la misma
medida el otro lado, de manera que la energía total del
recipiente se mantenga constante. En todo momento entrará
tanto calor cuanto saldrá. Si esta perturbación cesara y
luego el sistema permaneciera aislado, el estado asimétrico
comenzaría enseguida a derivar hacia el estado de
equilibrio, con distribuciones del movimiento molecular

246 Id., p. 232.

109
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

cada vez más simétricas. Ahora bien, ¿qué ocurre si la


perturbación se mantiene?”247

Tomemos un sistema homeodinámico común —p. ej.,


(a) un gas en estado de equilibrio— que entra en contacto con
otros dos sistemas —(b) un dispositivo que calienta y (c) un
dispositivo que enfría—. Del cruce de ambos aparece un
sistema compuesto —(abc)— donde aún se nota la tendencia
al aumento de entropía general por “la redistribución de las
velocidades moleculares mayores a un lado y menores a otro
lado que contrarresta la perturbación” 248. Sin embargo,
considerando solamente el sistema (a), habría “un gradiente
estable de temperaturas, del caliente al frío, de un lado del
recipiente al otro, que nunca se acerca al estado de equilibrio
de temperatura uniforme”249. Esto es una asimetría regular en
las propiedades globales de (a). El surgimiento de tales
regularidades es una transición emergente.
¿En qué sentido representa el ejemplo del gas una
transición emergente? Se puede decir que en primer lugar
hablamos de (1) una influencia contrágrada de producción de
constricciones moleculares desde (b) y (c) hacia (a). Esta
influencia resultaría en (2) una tendencia ortógrada de
disipación de constricciones en el sistema (abc). Esta
disipación, a su vez, generaría (3) una tendencia ortógrada de
producción de nuevas constricciones globales en (a). Tal
descripción nos permite identificar dos de los elementos de
emergencia dinámica examinados en el segundo capítulo.

247 Id., pp. 247-348.


248 Id., p. 248.
249 Id., p. 248.

110
LA TELEODINÁMICA

En segundo lugar, las constricciones globales en (a) se


pueden se pueden describir como una tendencia ortógrada —
o espontánea—no provocada propiamente por algo, sino “que
puede atribuirse a factores intrínsecos que influyen en las
interacciones dinámicas de los componentes” 250. En efecto,
aunque hay que perturbar el sistema —provocar un
movimiento contrágrado—, esta perturbación no impone las
regularidades globales, sino que estas emergen
espontáneamente. Así pues, “la generación de un nuevo
régimen dinámico ortógrado es lo que justifica describir el
proceso morfodinámico como emergente del proceso
homeodinámico”251.
En tercer lugar, mientras exista una perturbación
contrágrada en un sistema, “la tendencia morfodinámica
ortógrada de nivel superior es una sobreveniencia dinámica de
la tendencia termodinámica ortógrada (homeodinámica) de
orden inferior”252. Deacon atribuye a la relación entre las
moléculas perturbadas y las regularidades globales formadas
una relación análoga a la superveniencia. Las constricciones
globales son totalmente dependientes de las constricciones
moleculares y de la tendencia homeodinámica de disiparlas.
De ahí que la relación de dependencia entre niveles no se dé
en sentido mereológico, sino en sentido dinámico. En el tercer
capítulo vimos que este análogo dinámico a la noción de
superveniencia se denomina “propagación de constricciones”.
Describe que un proceso de nivel inferior puede estar
organizado de tal manera que surjan regularidades que solo
determinables a nivel superior, que solo son atribuibles a él.

250 Id., p. 238.


251 Id., p. 261.
252 Id., p. 255.

111
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

Entre tanto, en el plano molecular se observa sencillamente


una multiplicidad de interacción individuales entre las
partículas.
¿Por qué ocurre así? Como hemos visto anteriormente,
un sistema morfodinámico es un sistema disipativo cuya
generación ortógrada de constricciones globales “compensa la
imposición externa de constricciones en un ritmo más rápido
de lo que pueden disiparse espontáneamente sin esta
regularidad global”253. Solo la aparición de constricciones
locales globales permite la disipación de las constricciones
impuestas desde el exterior. En sí mismos, los sistemas
disipativos tienen la propiedad de ser autodestructivos [self-
undermining]. En los procesos morfodinámicos, “la
organización espontánea de orden superior (…) acaba por
espontáneamente socavar el mismo gradiente que sostiene
esta condición”254.
Este fenómeno se puede considerar también desde la
noción de trabajo. En el encuentro entre dos tendencias
homeodinámicas de tendencia distinta, una impone sus
constricciones a la otra. Cuando es constreñido, este sistema
genera trabajo. No obstante, sobre la idea que de que las
constricciones se propagan, el trabajo a nivel molecular da
lugar a nuevas constricciones ortógradas a nivel superior —en
lo que propiamente se percibe la emergencia de la
morfodinámica—. De esta forma, contando con que “un
nuevo dominio de constricción ortógrada ofrece un nuevo
dominio potencial causal para introducir cambio” 255, las

253 Deacon, Terrence, “Beyond Mechanism: Putting Life back into


Biology”, cit., p. 295.
254 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 262.
255 Id., p. 255.

112
LA TELEODINÁMICA

constricciones de nivel superior dar lugar a un tipo de trabajo


distinto y novedoso con respecto al de nivel interior. Las
características disipativas de los sistemas morfodinámicos
están justamente en que el trabajo de nivel superior es capaz
de aumentar el grado de disipación de un trabajo que toma
origen en la dinámica de nivel inferior. Para ilustrar esta
propiedad, veamos el ejemplo del proceso de enfriamiento de
un edificio y su morfodinámica256:
Cuando un edificio está más caliente que el aire del
exterior, su tendencia termodinámica es a enfriarse. Esto
ocurre por el intercambio de calor que se realiza con el medio
externo a través de paredes y ventanas. Si se abre una ventana,
se elimina una de las constricciones de disipación de calor,
pues el aire caliente del interior del edificio pasa a estar en
contacto directo con el aire frío del exterior. Este contacto
aumenta la tasa de intercambio de temperatura y el interior se
enfría más rápido. Tal efecto, además, se puede acelerar si la
ventana se abre una ventana un piso más arriba. Como las
moléculas de aire caliente son menos densas, y por tanto, más
ligeras que las de aire frio, la tendencia ortógrada del aire frio
lo lleva a descender y la del aire caliente a ascender. En
consecuencia, como en la zona donde está abierta la ventana
el aire interior se enfría más rápido que en otras zonas del
edificio con las ventanas están cerradas, la diferencia de
densidad resultará en un flujo de moléculas de aire de una zona
a otra, es decir, en un tipo de corriente. Este flujo de
moléculas, a su vez, acercará a la zona de la ventana abierta
las moléculas de aire caliente de las zonas de abajo, de modo
que estas se enfriarían de forma más eficiente y repentina. A

256 Cfr. Id., p. 262.

113
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

resultas de ello, la temperatura total del edificio llega más


rápido a un estado de equilibrio con el medio externo. Al
ocurrir, la corriente de aire cesa, pues la diferencia de
temperatura entre espacios se ha cancelado.
Si tomamos la corriente como una regularidad
ortógrada global emergente de la interacción contrágrada de
moléculas en distintas temperaturas, tenemos un proceso
morfodinámico. Si añadimos que esta corriente es capaz de
aumentar la tasa de intercambio de calor entre el interior y el
exterior, se puede considerar un mecanismo de disipación de
la energía. De este modo, el trabajo de la corriente resulta en
la disolución de sus efectos, a saber, las asimetrías
moleculares de temperatura. De ahí que “el trabajo de orden
superior puede menoscabar el trabajo de orden inferior del que
depende”257.
Tanto la homeodinámica como la morfodinámica
están irremediablemente confinadas a la lógica disipativa de
la segunda ley de la termodinámica. Mientras que la primera
describe de modo general la tendencia entrópica del universo,
la segunda da cierta impresión de resistirla, pero resulta
inevitablemente en un mecanismo favorable al aumento de
entropía en las circunstancias concretas de un sistema. Ambas
dinámicas son incapaces de explicar la capacidad de los
sistemas vivos de resistir de modo estable a su propia
degradación.
Ahora bien, Deacon afirma que:
“Las dinámicas de autoorganización (…) pueden
proporcionar un puente esencial desde la termodinámica
simple hasta el ámbito de procesos organizados en función

257 Id., p. 263.

114
LA TELEODINÁMICA

de sus consecuencias. La tendencia de los procesos alejados


de equilibrio a desarrollar regularidades intrínsecas
(constricciones) en respuesta a una perturbación persistente
que la aleja del equilibrio es la clave del poder formativo
invocado por Kant.”258

4.3. La emergencia de la teleodinámica


En este último apartado, me propongo mostrar cómo
los inherentes límites de los procesos morfodinámicos pueden
ser el instrumento que dé lugar a un radical cambio de fase, o
de una nueva transición dinámica. La pregunta que debemos
enfrentar es esta: ¿cómo se puede dar a lugar sistemas que son
beneficiarios de sí mismos a partir de fuerzas cuya principal
tendencia es la degradación, y su inevitable fin, su propia
disolución?
Deacon concibe la posibilidad de que un sistema
disipativo pueda originar un tipo de efecto que, sin impedir
totalmente el aumento de entropía global, la retrasa. Para
comprenderlo, volvamos a examinar el ejemplo del edificio
que se enfría.
La corriente de aire es un flujo formado por moléculas
que se mueven en un espectro de dirección ordenado —o
constreñido—. Como tales, estas moléculas son la fuente de
un nuevo tipo de trabajo potencial capaz de generar cambios
a su alrededor. En caso de que la corriente se acelere podría
provocar que una ventana se cierre de golpe. Aunque este
efecto no impida el enfriamiento del edificio, lo ralentizaría.
La tendencia termodinámica a disipar asimetrías en un
sistema es más eficiente por la propagación de constricciones

258Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Eliminativism, Complexity


and Emergence”, cit., p. 201.

115
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

de nivel inferior —homeodinámico— hacia un nivel superior


—morfodinámico—. Una posibilidad que se desprende de
este proceso es la creación de “condiciones contraproducentes
en virtud de la organización del trabajo local para introducir
una nueva constricción que incidentalmente dificulta la
disipación”259.
Ahora bien, sabemos que el trabajo termodinámico no
se limita a provocar cambios en el sistema, sino que puede
usarse para provocar diferencias en otros. Siendo así, ¿qué
pasaría si el trabajo de un determinado proceso
morfodinámico constriñera los medios disipativos de un
segundo proceso morfodinámico? El resultado sería
consecuentemente la disminución de la capacidad disipativa
—o autodestructiva— de este segundo proceso. Y si, a su vez,
¿este segundo proceso fuera capaz de un trabajo que
constriñera las posibilidades de disipación de energía del
primero? De la misma manera, su resultado sería la
disminución de la capacidad disipativa del primer proceso.
Dada tal posibilidad de relación entre distintas
morfodinámicas, Deacon propone lo que considera el camino
para la emergencia del siguiente nivel dinámico:
“La transición hacia una organización teleodinámica
es producto de un equilibrio de orden superior entre
tendencias morfodinámicas persistentes en cierta relación de
oposición y a la vez complementaria, una relación que les
impide de alcanzar su estado final de equilibrio
termodinámico.”260

259 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 264.


260 Id., p. 277.

116
LA TELEODINÁMICA

Deacon abstrae la lógica de la emergencia


morfodinámica para aplicarla a la teleodinámica. Así como los
sistemas morfodinámicos pueden surgir del encuentro entre
dos procesos del nivel inferior que son tendencias opuestas —
la homeodinámica—, el siguiente nivel puede ser fruto del
encuentro de dos procesos morfodinámicos que se constriñen
mutuamente. En este último caso, las constricciones mutuas
deben darse con respecto a las respectivas capacidades de
disipación, para llegar a una situación donde “las condiciones
y limitaciones creadas por ambos procesos son
complementarias y tienen un efecto mutuamente
sustentador”261.
Antes de examinar cómo este nuevo sistema formado
por la mutua cancelación de los efectos nocivos de dos
sistemas morfodinámicos opuestos, examinemos el ejemplo
de sistema teleodinámico que Deacon presenta como hipótesis
en Incomplete Nature: el sistema autógeno.
El autogen es un sistema expuesto a tendencias
entrópicas que se daña y se reconstituye como efecto del cruce
de dos procesos morfodinámicos. El primer dato que según
Deacon debe tenerse presente es que “mientras la vida
demanda una explicación de sus propias peculiaridades
moleculares, la teleodinámica meramente demanda una
explicación de sus requerimientos dinámicos” 262. En este
sentido, me abstendré de los detalles moleculares concretos
del autogen para centrarme en la mutua facilitación entre dos
procesos morfodinámicos diferentes —la autocatálisis y el

261 Id., p. 304.


262 Id., p. 289.

117
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

autoensamblaje—, que, a su vez, podrían darse mediante una


amplia variedad de sustratos moleculares 263.
En primer lugar está la autocatálisis, “uno de los tipos
más relevantes de procesos químicos sin equilibrio”264. De
modo general, “las reacciones autocatalíticas (o de
autorreproducción) tienen lugar cuando un producto cataliza
una reacción y promueve su propia creación” 265. Deacon
explica que esta reacción ocurre cuando en un pequeño grupo
de catalizadores —p. ej. moléculas que reaccionan entre sí—
cada elemento aumenta la producción de otro elemento del
grupo, de modo que este grupo va se autoproduciendo hasta
que cesa el sustrato para la producción de nuevos
elementos266. Mientras que la tendencia entrópica sería la total
mezcla de moléculas y sus reacciones, un ciclo autocatalítico
genera una distribución no homogénea de posibilidades de
reacción. A su vez, siendo un proceso morfodinámico, posee
una tendencia ortógrada de autodestrucción que se manifiesta
en la amplificación de ciertas reacciones específicas. Como la
continuidad de estos procesos depende de la “disponibilidad
constante de materia prima y energía” 267, el constante
aumento de ciclos resulta en un vertiginoso consumo de los
gradientes necesarios hasta que se agotan268.
El otro tipo de sistema morfodinámico es el
autoensamblaje de “estructuras autoorganizadas que surgen de

263 Id., p. 306.


264 Id., p. 292.
265 Tzafestas, Spyros G., Energy, Information, Feedback, Adaptation,

and Self-organization. The Fundamental Elements of Life. Cham:


Springer, 2018, p. 568.
266 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 293.
267 Id., pp. 302-303.
268 Id., p. 294.

118
LA TELEODINÁMICA

un estado inicialmente desestructurado sin la acción de un


agente”269. El proceso de cristalización, p. ej., supone la
formación continua de estructuras macromoleculares que se
agregan como resultado de “la geometría intrínseca de las
moléculas componentes, las simetrías colectivas que ofrecen
en agregación y el estado menos energético de las formas
cristalizadas”270. La cristalización es una tendencia
espontánea de reducción de entropía total en la que “la
influencia de sus características estructurales y de carga puede
contribuir a la amplificación de constricciones” 271. Esto pasa
una vez que ciertas disposiciones globales de moléculas se
hacen asimétricamente más probables que otras, resultando en
un macro formato específico. No obstante, este proceso
también presenta su propia característica disipadora. La
similitud global resultante de la exclusión de otras posibles
interacciones moleculares depende de “concentraciones
locales de moléculas idénticas” 272 que se unen para formar la
macromolécula. Una vez que todas las moléculas están unidas
al todo, el sistema termina en un estado estático comparable al
estado de equilibrio de los sistemas termodinámicos 273. Al
igual que la autocatálisis, el autoensamblaje aumenta de modo
asimétrico el consumo de ciertos gradientes que, una vez
consumidos, hacen inviable el proceso mismo.
Tanto la autocatálisis cuanto el autoensamblaje se
autolimita, es decir, “tomados de forma aislada y considerados

269 Desai, Rashmi C., and Kapral, Raymond. Dynamics of Self-Organized


and Self-Assembled Structures. New York: Cambridge University Press,
2009, p. 1.
270 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 298.
271 Id., p. 298.
272 Id., pp. 302-303.
273 Cfr. Id., p. 296.

119
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

individualmente, ninguno de estos procesos de


autoorganización está dirigido a un fin. Menos aún se puede
decir que constituyen un individuo real” 274. Empero, Deacon
indica que “estas limitaciones intrínsecas de la autocatálisis y
el autoensamblaje son fuente de sinergia potencial” 275. Esto
significa que (1) el autoensamblaje puede darse como un
círculo de contención alrededor de un sistema autocatalítico
que imposibilita el desparramamiento de sus catalizadores:
por un lado, al permitir que las moléculas necesarias para dar
continuidad al proceso se mantengan juntas —y de este modo
potencialmente activas— cuando se agoten los sustratos
necesarios. A su vez, (2) un proceso de autocatálisis podría
constantemente “alimentar” un proceso de autoensamblaje por
la constante producción de moléculas idénticas en una misma
región, lo que hace falta para su continuidad 276.
La emergencia de este nuevo proceso “es una
posibilidad esperada” 277. ¿En qué contexto podrían concurrir
las tendencias que lo originan? Deacon explica cómo sería
posible:
“Esto ocurriría en el caso de que un ciclo
autocatalítico diera un producto secundario susceptible de
autoensamblarse en una forma que pudiera servir de
recipiente. En esta configuración, cada proceso
autoorganizado contribuiría recíprocamente a crear las
condiciones que promueven la estabilidad, la persistencia o
la recurrencia del otro. Podrían producirse materias primas

274 García-Valdecasas, Miguel. "On the naturalisation of teleology: self-


organisation, autopoiesis and teleodynamics." Adaptive Behaviour (2021)
p. 10.
275 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 305.
276 Cfr. Id., p. 304.
277 Id., p. 304.

120
LA TELEODINÁMICA

para la formación de recipientes. En la vecindad de la


autocatálisis más activa tendería a formarse
espontáneamente un receptáculo que encerraría el conjunto
de moléculas autocatalíticas. Y la clausura del receptáculo
impediría el desparramamiento de los componentes del
conjunto autocatalítico.”278

El autogen es un nuevo nivel emergente que da lugar a


una tendencia ortógrada “contraria a lo que la precede y ha
originado”279. Concretamente, se trata de la tendencia
espontánea de preservación de constricciones que contrarresta
la tendencia espontánea de disipación de energía de los
procesos morfodinámicos. Pero, ¿de qué manera es capaz de
resistir de modo consistente a la tendencia entrópica? Para
responder esta pregunta, tenemos que considerar lo que
Deacon llama el “efecto trinquete” (ratchet effect) de la vida.
El “trinquete” es un mecanismo que facilita el
movimiento de un engranaje en una dirección y lo imposibilita
en otro. Algo parecido ocurre en el autogen: separadamente,
como procesos disipativos, la tendencia de la autocatálisis y
del autoensamblaje es la de engendrar una entropía constante.
Su mutua constricción hace que “la disipación total se evita en
un punto en el que se logran las condiciones óptimas para
reiniciar rápidamente el proceso” 280. Mientras que la
autocatálisis del autogen incrementa la entropía del sistema, el
cierre del receptáculo por el autoensamblaje “cesa la
producción de entropía antes de que se agote el potencial para

278 Id., p. 304.


279 Id., p. 319.
280 Id., p. 317.

121
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

continuar”281. No se trata tanto de impedir definitivamente el


aumento de entropía, sino de retrasarla lo suficiente para
“proporcionar un lugar persistente para las constricciones
globales específicas requeridas para canalizar la energía de
una manera que realice un trabajo de que preserve
continuamente esta misma capacidad” 282. En esto consiste
justamente lo que Kauffman ha llamado “ciclo de trabajo”
(work-cycle). Según este autor, “el trabajo genera
constricciones, pero las constricciones en la liberación de
energía son necesarias para realizar el trabajo” 283. Como se ha
señalado, la tendencia habitual en la mayor parte de los
procesos morfodinámicos es que la posibilidad de realizar
trabajo vaya disminuyendo hasta agotar todo su potencial. El
autogen es diferente, ya que da lugar a “un proceso generador
de constricciones para producir las constricciones necesarias
para repetir el proceso incesantemente” 284. Se produce así un
mecanismo circular.
La posible sinergia de dos procesos disipativos
satisfaría el criterio de Schrödinger, el mecanismo por lo que
un sistema teleodinámico puede resistir los embistes de la
segunda ley de la termodinámica. Con el efecto trinquete,
“nunca se completa la disipación total de las constricciones.
Las que se generan nuevamente por este proceso se
estabilizan”285. Aunque no logremos llegar a un sistema capaz

281 Deacon, Terrence, “Beyond Mechanism: Putting Life back into


Biology”, cit., p. 305.
282 Cfr. Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Steps to a Metaphysics

of Incompleteness” cit., p. 416.


283 Kaufmann, Stuart A., Investigations, cit., p. 4.
284 Deacon, Terrence, “Beyond Mechanism: Putting Life back into

Biology”, cit., p. 305.


285 Id., p. 305.

122
LA TELEODINÁMICA

de estar constantemente en un estado lejos de equilibrio, al


menos hay uno capaz de evitar de forma estable la tendencia
entrópica de la naturaleza. No obstante, queda aún una
pregunta: ¿en qué sentido este nuevo nivel dinámico puede
recibir el prefijo “telos”?
Repárese en que la mutua complementariedad entre
autocatálisis y autoensamblaje “crea el potencial para la
autorreparación, la autorresconstitución y hasta la
autorreplicación”286 —otro de los criterios presentados por
Kauffman para el reconocimiento de un organismo vivo—.
Pensemos en un sistema autógeno que debido a una fuerte
perturbación. Teóricamente deberían seguirse dos efectos287:
(1) el autogen que se rompe sería capaz de producir nuevas
moléculas para su autoensamblaje, de modo que reconstituiría
y repararía la rotura inicial. Después, y más importante aún,
(2) las partes desparramadas, por poseer las características
dinámicas del sistema, posiblemente acabarían por dar lugar a
un segundo autogen que herede las constricciones y la
dinámica del primero. Así pues, “no es inapropiado describir
el receptáculo de autoensamblaje de un autogen como algo
que tiene la función de mantener y perpetuar la capacidad del
conjunto autocatalítico de completar ciclos” 288. En términos
kantianos, podríamos decir que “cada uno de estos procesos
componentes está se hace posible el otro. Cada uno es
recíprocamente fin y medio a la vez” 289. A su vez, la
autocatálisis, el receptáculo y su mutua relación “están ahí
para beneficio de la integridad de un autógeno individual y su

286 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 305.


287 Cfr. Id., p. 309.
288 Id., p. 321
289 Id., p. 321.

123
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

capacidad de contribuir a la continuación de esta forma de


individuo autónomo”290.
En segundo lugar, la autorreparación y la
autorreproducción de los sistemas autógenos indica que la
sinergia existente entre los procesos de los cuales se compone
“proporciona una autosemejanza [self-similarity] activa que
mantiene la cualidad que constituye una forma de
individualidad, o un yo (self)”291. Este, a su vez, no lo es con
respecto a una identidad material o energética, sino más bien
con respecto a una identidad de organización dinámica.
Mientras que los componentes materiales del autógeno
cambian con el tiempo y permanecen estáticos en ciertos
períodos —en el estado de clausura del receptáculo—, “el
autogen tiene identidad solo con respecto al patrón general
persistente de mantenimiento y replicación de constricciones,
e independientemente de cualquier constituyente molecular
particular”292. Deacon entiende que el autogen representa la
prima forma de individuo en la naturaleza, y puede explicarse
como una forma de constricción de orden superior que se
conserva a sí misma293. Es importante saber que lo preservado
no son los componentes materiales específicos del sistema,
sino las constricciones que hacen posible que el ciclo de
trabajo se perpetúe.
Ahora bien, “¿por qué este proceso tiene un objetivo
final? Porque está organizado con respecto a algo diferente de
esos componentes, es decir, la integridad restringida del todo

290 Id., p. 321.


291 Id., p. 309.
292 Id., pp. 309-310.
293 Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Steps to a Metaphysics of

Incompleteness”, cit., p. 424.

124
LA TELEODINÁMICA

individualizado: su beneficiario” 294. En este sentido, “la


identidad y el beneficiario [del proceso] no es una cosa, sino
una forma dinámica”295, es decir, la misma teleodinámica.
Esto nos permite finalmente hablar de una causalidad final
aristotélica en el sentido de que en este proceso, hay algo que
se posibilita con vistas a un fin. La finalidad se advierte por lo
menos en dos aspectos: (1) la relación de medios y fines entre
los distintos procesos morfodinámicos que componen el
autogen —la autocatálisis y el autoensamblaje—; (2) la
dinámica “consecuente-organizada [del proceso] que es [o da
lugar a] su propia consecuencia” 296, que de esta forma se tiene
a sí misma como fin.
Así, las constricciones emergentes de un sistema
teleodinámico no constituyen simples regularidades, sino que
“su propiedad más distintiva no es nada presente o intrínseco,
sino algo que potencia, (…) que hace que sea más probable
que suceda en el futuro”297. Como vimos en el segundo
capítulo, una posibilidad o estado de cosas se hace más
probable en la medida en que otros se impiden. De esta forma,
el trabajo teleodinámico se orienta a impedir una serie de
posibilidades del sistema en las que este deja de existir, de
modo que otras tantas en las que se pueda perpetuar se hagan
más probables. En este sentido, la direccionalidad de un
sistema teleodinámico se puede entender en términos de
ausencia e incompletitud. Aunque haya ya un individuo

294 García-Valdecasas, "On the naturalisation of teleology: self-


organisation, autopoiesis and teleodynamics.", cit., p. 11.
295 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 322.
296 Id., p. 275.
297 Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, “Steps to a Metaphysics of

Incompleteness”, cit., p. 416.

125
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

dinámico que puede ser fuente de trabajo, el individuo futuro


“no es algo, sino un modo de ausencia” 298. A partir de ahí, es
posible vislumbrar todo el trabajo que un sistema
teleodinámico hace posible —desde aquel existente entre sus
componentes hasta la posibilidad de autorreparación y
autorreproducción—, como orientado a constreñir las
posibilidades del sistema de cesar de existir, con el objetivo
de asegurar que pueda perpetuarse establemente.
Señalamos anteriormente que para justificar la teoría
teleodinámica de Deacon era bastaba demostrar cómo podría
surgir un cierto tipo de sistema que —al menos de modo muy
primitivo—pudiera considerarse un sistema vivo. Esta es la
teoría del autogen.
Como es lógico, el autogen representa solo el primer
eslabón de la causalidad final, por lo que el
automantenimiento de las constricciones no debe tomarse
como el único rasgo de un sistema teleodinámico. Pero es
verdad que otros fines solo serían posibles si se da este. Solo
en la medida en que el sistema es capaz de vencer la entropía
en un entorno de vulnerabilidad puede aspirar a fines distintos
de la preservación de sus propias constricciones y la capacidad
de regenerarlas tanto como sea posible.
La teleodinámica es el grado más alto de profundidad
dinámica (dynamical depth) en la escala de los procesos
emergentes. Con ella, el proceso teleodinámico adquiere cada
vez un mayor grado de independencia y autonomía con
respecto a las constricciones, mayor complejidad, y un mejor
uso de las constricciones disponibles para promover nuevas y
variadas formas de trabajo, como se percibe en las actividades

298 Id., p. 242.

126
LA TELEODINÁMICA

vitales del viviente en Aristóteles como el automovimiento, la


nutrición, la reproducción, etc. que se basan en la constricción
de procesos disipativos.
En último término, Deacon articula una forma de
describir la finalidad de los sistemas autoorganizados que no
solo apela al bien, sino que lo inserta en continuidad con el
resto de los procesos dinámicos. Un sistema solo puede ser
beneficiario de sí mismo en la medida en que la consecuencia
hacia la que se ordena la constricción del movimiento da lugar
a un beneficio. Mientras que los procesos homeodinámicos y
morfodinámicos no se organizan con respecto a una
consecuencia, un sistema autógeno se organiza con respecto a
ella. Por ser capaz de hacerlo, y porque su fin tiene carácter de
bien, el sistema que se comporta teleodinámicamente es un
individuo. En consecuencia, de una manera suficientemente
intuitiva, Deacon describe la causa final como la causa
constitutiva de la noción de individuo, y como aquella que
hace que por primera vez en la naturaleza pueda emerger un
yo.

127
CONCLUSIÓN

En la Introducción de esta tesina establecí un objetivo


principal —explicar la teleodinámica como la realización
dinámica de la causalidad final— y, posteriormente, otros tres
objetivos secundarios para desarrollar el objetivo principal.
Concluida ya la exposición de la tesina, en las Conclusiones
me propongo constatar cómo se han satisfecho los objetivos
iniciales. Para esto repasaremos de modo sintético el
contenido aportado en cada capítulo.
En el primer capítulo, teniendo en cuenta la definición
de teleodinámica he introducido el concepto de causalidad
final o teleología en Deacon. Para eso, presenté la noción de
ausencia y la causalidad final como un tipo de específico de
ausencia. Argumenté de modo específico que los fenómenos
ausenciales no solo se refieren a algo que no está, sino a una
realidad a la que tiende o se orienta materialmente el presente.
Bajo este sentido de ausencia puse de relieve en primer lugar
la noción de “propósito”, a partir la cual se desprenden algunas
nociones más —p. ej. la de función, valor, representación
etc.—. Para hablar de todos estos tipos de ausencias con
carácter teleológico he presentado un neologismo acuñado por
Deacon: fenómenos entencionales.
He delineado un poco más la noción de causalidad. He
articulado un breve apartado sobre la causalidad final teniendo
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

en cuenta sus dos momentos opuestos. En primer lugar, he


repasado la doctrina aristotélica para llamar la atención sobre
tres elementos de la causalidad final: primero, con respecto a
su alcance: el Estagirita entiende que todos los entes
materiales tienen un fin. Segundo, este fin se entiende en
términos de bien, por lo que todo lo que tiene un fin tiende a
estar orientado hacia un bien específico. Tercero, Aristóteles
entiende que la causalidad final está mediada de alguna
manera por la causalidad formal. El hecho de que los entes
compuestos posean una forma específica nos permite
atribuirles un bien —o el fin— con respecto a esta forma.
Esta mediación se abandona en la modernidad.
Descartes desvinculará la realidad material y su determinación
formal, lo que propició la negación de la causalidad final o, al
menos, en la consideración de que esta no tenía mucho que
aportar al conocimiento científico. No obstante, la
consiguiente explicación de los fenómenos naturales en
términos solamente mecánicos no permite excluir del todo la
causalidad final, sino que da habitualmente lugar a una
finalidad extrínseca a la naturaleza que no pasa de una
caricatura. Conjuntamente, apuntamos también que el
mecanicismo deja de lado un rasgo importante en los seres
vivos: que estos se mueven por estados de cosas no ocurridos
u otros fenómenos cuya única entidad es su posibilidad de ser
o llegar a ser.
Hemos traído a colación la doctrina de Kant para
delimitar el ámbito de la causalidad final en Deacon. Para
Kant, solo es posible hablar de los seres vivos si hay un fin.
Un organismo está compuesto de partes muy distintas que, a
su vez, pueden ser consideradas a la vez como fin y medio las
unas de las otras. Aseveró que el ser vivo tiene el poder

130
CONCLUSIÓN

formativo, diferente al de los artefactos que les hace capaces


de producir e insertar en cada parte la lógica del todo. Influido
por esta idea, aunque presente también en gran parte de la
tradición organizativa, Deacon cree que la finalidad es un tipo
de ausencia limitada al ámbito de los seres vivos, aunque no
tenga su origen en ellos. De esta manera, podríamos dar por
cumplido el primer objetivo secundario. No obstante, en un
segundo apartado presenté algunas dificultades del sentido
causal de la ausencia analizadas por el mismo Deacon.
El segundo objetivo secundario no lo he presentado en
un capítulo específico, sino a lo largo del segundo y el tercer
capítulo. Se trataba de establecer qué entiende Deacon por
“dinámica” o “dinámica causal”. Así pues, he presentado
separadamente los dos elementos principales de la teoría
dinámica del autor: la emergencia y la noción de constricción.
No obstante, al tratar de estos conceptos he salido al paso de
las dos primeras dificultades relativas a la noción de ausencia.
En el segundo capítulo he descrito la teoría de la
emergencia de Deacon. Empecé tratando de la emergencia en
su contexto histórico: el debate entre vitalistas y
reduccionistas. De modo general, el emergentismo ha
intentado explicar la posibilidad de que aparezcan nuevas
propiedades en un sistema que sean irreducibles a la mera
suma de sus partes, pero que tampoco sean independentes de
ellas. Tras presentar las doctrinas de algunos de los primeros
emergentistas, he apuntado la característica más importante y
problemática del emergentismo. Se trata de la teoría de la
superveniencia, que consiste justamente en la afirmación de la
relación de dependencia entre el todo y sus partes, de modo
que hace falta explicar en este contexto como se da la
irreductibilidad.

131
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

Después, he presentado una primera crítica a la


relación entre todo y parte inspirada por las teorías de la
emergencia top-down. La causalidad descendente tiene
especial importancia, pues aunque no sea lo que propone
Deacon, el mismo autor la considera ya como un paso desde
una emergencia estructural hacia lo que hemos visto ser su
emergencia dinámica. En efecto, he apuntado que la gran
virtud del promotor de este tipo de emergencia, Sperry, ha sido
centrarse no tanto en las propiedades que surgían en el todo,
sino más bien en las que desaparecían de las partes. Aunque
esta idea estuviera presente ya en J. S. Mill, solo ha sido
debidamente considerada con la emergencia de la causalidad
descendente. No obstante, la teoría de Sperry también ha
tenido sus problemas, como mostró J. Kim. Para Kim, aunque
la lógica de la causalidad descendente pueda considerarse
razonable, su emergencia parece resultar en una circularidad,
pues esta teoría no explica en qué sentido el todo puede ser
causa y efecto de sus partes. Por otro lado, también vimos que
el principio de la superveniencia por el que el todo es
dependiente de sus partes hace que el todo ya no pueda ser
causalmente irreducible a ellas. Si las partes son causalmente
suficientes para explicar el todo, y este es causalmente
suficiente para explicar las propiedades emergentes, entonces
estas mismas propiedades tendrían que ser suficientemente
explicadas también por las partes. Al final, las propuestas
emergentistas darían lugar a una explicación redundante.
No obstante, hemos visto que la gravedad de la crítica
de Kim, solo lo sería realmente si pensamos en los distintos
sistemas físicos como un todo mereológico. Pero hemos
examinado los límites de este tipo de análisis en los que se
asienta la superveniencia. Para esto, introduje el argumento de

132
CONCLUSIÓN

Bickhard de que el sustrato más fundamental de la realidad no


son sus partes individuales, sino los campos cuánticos
entendidos como procesos. Esto nos ha permitido sustituir el
discurso basado en una relación estática de todo y partes por
un nuevo discurso basado en la relación dinámica entre
procesos y organización. Este cambio permite superar el
reduccionismo de Kim, pues en este ámbito ya no tiene sentido
hablar de partes concretas que puedan tener la potencial causal
del todo. Sin embargo, y aún más importante, mostré la
posibilidad de que un nuevo nivel dinámico, totalmente
basado en los procesos autoorganizados, es capaz de generar
un tipo de causalidad imposible en los niveles más bajos. La
clave está en entender la organización como fuente de poder
causal de un proceso. La organización de procesos dinámicos
de un determinado nivel puede dar lugar, por su propia
virtualidad, a regularidades que solo se entienden en un nivel
emergente. Estas regularidades pueden describirse como
formas de organización propias de aquel nivel, de modo que
tengan una capacidad causal propia de este nivel e irreductible
al nivel inferior. De esta manera, las regularidades del nivel
superior siguen siendo dependientes de procesos y sus
organizaciones en el nivel inferior. Pero al mismo tiempo, una
vez surgidas las regularidades emergentes, en virtud de su
propia organización son capaces de un nuevo tipo de
influencia causal irreducible a la de sus procesos
componentes. La noción de emergencia es así un modo
legítimo de hablar de la aparición de nuevas capacidades
causales que no suponen algo añadido, sino que son resultado
de la constricción de posibilidades.
No obstante, la misma noción de organización entraña
ciertos problemas, pues ella misma puede considerarse como

133
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

un tipo de fenómeno totalmente abstracto sin un correlato


causal en la realidad física cuya causalidad no ha sido
satisfactoriamente explicada. Tras señalar estas dificultades,
afirmé que Deacon trata de superar estas dificultades con su
noción de constricción.
En el tercer capítulo presenté el segundo elemento de
la teoría dinámica de Deacon: la noción de constricción. Esta
nos ha servido como complemento de su teoría de la
emergencia, pues plantear la organización en estos términos
nos ha permitido fundamentar tanto su realidad como su
causalidad. Además de esto, por la relación que poseen con la
noción de ausencia, la explicación de su causalidad ha hecho
posible apuntar una manera por la que lo ausente puede ser
fuente de poder o influencia causal, aunque con una forma de
causalidad que no es propiamente activa.
En primer lugar, presenté el debate entre realismo y
nominalismo en lo que atañe a la realidad de los universales
y, más específicamente, de órdenes y patrones naturales. De
modo general, el nominalismo defiende que solo los objetos
individuales y concretos son reales y fuente de poder causal,
de modo que aquellos conceptos que no puedan vincularse con
eventos en la naturaleza deben reducirse a epifenómenos.
Deacon emplea a menudo la noción de constricción para
superar las aporías del nominalismo. A su vez, introduce su
idea de órdenes y patrones desde el realismo. Para lo cual traje
a colación la teoría de los hábitos de Peirce, por la que aquellas
nociones se fundamentan en una estricta redundancia. No
obstante, esta propuesta se queda corta cuando se aplica a
fenómenos como un remolino de agua. Lu individualidad y
continuidad del remolino no puede fundamentarse ni en la
permanencia de sus elementos ni en su diferencia respecto a

134
CONCLUSIÓN

su entorno. La única manera de reconocerlo como individuo


sería el patrón de flujo dinámico que lo origina. Como este
flujo no es un patrón estrictamente redundante, la crítica
nominalista ha podido decir que, en última instancia, el
remolino en cuanto tal no pasa de ser un epifenómeno.
Más tarde, he aplicado la lógica nominalista a la
noción de organización como un todo. En ella, la organización
se reduce a una manera de entender ciertos fenómenos que
carece de distinción esencial alguna. Esto ha resultado en la
idea de que no hay fenómenos realmente organizados en la
naturaleza, sino que los patrones y regularidades son
simplificaciones de la mente frente a sucesos muy parecidos
frente a los que somos incapaces de percibir sus diferencias.
Dada la problematicidad intrínseca de esta postura, Deacon
argumenta que, si de hecho somos capaces de observar
patrones, o estos existen de alguna manera en la realidad, o la
mente humana posee un modo de conocer independiente de la
realidad cuyo fundamento es un misterio. En efecto, Deacon
ha considerado que la simple afirmación de la organización
como un mero epifenómeno no es tanto un intento de explicar
la realidad, sino una manera deshacerse de un problema.
Sobre esta crítica, propuse un realismo mínimo, por el
que algo puramente físico puede servir de correlato a la
tendencia humana de percibir patrones y regularidades.
Deacon entiende que el problema reside en que miramos
demasiado lo que aparece al observar ciertos fenómenos,
cuando tendríamos que prestar mayor atención a lo que
desaparece. En el fondo, la organización dinámica no es algo
estrictamente repetible en cada uno de sus procesos, sino
resultado de la exclusión de otras posibilidades de cambio.
Para ilustrarlo, he hablado de las nociones de energía y

135
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

trabajo. La transformación de un tipo de energía en otro se ha


entendido como una imposición de diferencias de un sistema
sobre otro. Cuando la difusión de las diferencias es
imposibilitada en ciertas direcciones, el resultado es la
producción de un trabajo en las direcciones disponibles.
Siendo así, la reducción de las posibilidades de difusión
permite el trabajo físico de un sistema sobre otro en un
contexto de entropía. Con esto hemos introducido la idea de
que el trabajo es fruto de la liberación de energía en un
contexto de constricción. Hemos presentado esto como un tipo
de causalidad de “posibilitación”, la causalidad típica de las
constricciones.
Expuse brevemente la teoría de Ashby desde la que
Deacon entiende que la relación entre los elementos de un
sistema. Según esta, al imposibilitarse ciertos tipos de
movimientos, la ocurrencia de otros se torna más probables.
Desde esta lógica, hemos vuelto a analizar el ejemplo del
remolino de agua. La novedad ha sido que su flujo dinámico
ya no se plantea como una repetición de patrones, sino como
una exclusión de las posibilidades de cambio de las moléculas
involucradas por una relación de constricción mutua. El flujo
dinámico es resultado de un espectro de movimientos
similares que se origina en la exclusión de muchas otras
posibilidades de cambio.
Si la noción de organización se percibe de esta manera,
ya no es fruto de patrones y regularidades que son estricta y
exactamente iguales, sino más bien, de posibilidades de
cambio constreñidas por la relación entre sus procesos
constitutivos. Si la constricción es independiente del
observador, esta no se puede concebir ya como un mero
epifenómeno; es más bien un análogo físico a la noción de

136
CONCLUSIÓN

organización. En este sentido, la causalidad de una ausencia


se entiende como aquel tipo de causalidad de posibilitación
resultado de la constricción de un sistema.
Tras esto, se dio pie a considerar las vías para superar
la aparente contradicción entre la causalidad de las ausencias
y el principio ex nihilo nihil fit. La clave para entender esta
compatibilidad es que las constricciones son un modo
entitativo de ser real en el mundo. Para verificar esta
posibilidad, traté de localizar la noción de constricción en la
división aristotélica de los modos de ser. No puede ser una
sustancia, pues no es algo en sí. Pero una de las categorías de
accidente, que describen lo que es en otro, es la relación.
Específicamente, la constricción podría verse como una
relación de impedimento entre dos términos. No obstante,
apunté también los límites de esta caracterización, pues el
término del que las constricciones son relaciones no está dado
en la realidad, sino que se trata de posibilidades no realizadas.
No obstante, el mismo Aristóteles entiende que las
posibilidades son un modo de ser en potencia más que un no-
ser.
Más tarde, he completado la explicación sobre la
noción de dinámica en Deacon. Se trata de una relación entre
organización y procesos, entendida en términos de
constricción, que da lugar a distintos niveles emergentes en
los que los superiores no se reducen a los inferiores. Con esto
he dado por cumplido el segundo objetivo.
Por último, en el cuarto capítulo, he buscado tanto
cumplir el último objetivo como superar la última dificultad
de la noción de ausencia. Se refiere a explicar cómo es la
realización dinámica de la causalidad final y, al mismo
tiempo, indicar cómo las ausencias podrían dar lugar a un tipo

137
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

de causalidad específica donde el presente se oriente a ellas


como a un fin. Ha sido el capítulo más largo y desarrollado, y
la cumbre de la explicación iniciada al comienzo de este
trabajo.
Primero establecí las características de los sistemas
teleodinámicos. Presenté la noción de termodinámica y la
tendencia hacia el estado de equilibrio entrópico que entraña.
Señalé, siguiendo a Schrödinger, que los seres vivos son
sistemas que parecen “esquivar” esta tendencia. Un organismo
vivo es un sistema capaz de eludir los efectos equilibrio
entrópico. Siendo así, hemos establecido que los sistemas que
buscamos encontrar son los sistemas orgánicos. Kauffman ha
sentado que la autorreproducción y la capacidad de completar
un ciclo de trabajo, o lo que hemos simplificado como
autorregeneración son los rasgos mínimos que han de
presentar los sistemas autónomos. Pero este criterio parece
insuficiente en tanto que solo describe sistemas
autoorganizados. Para que haya un viviente, debe haber un
beneficiario, es decir, un sistema para el que la propia
dinámica y los estados que promueve puedan entenderse como
un bien, es decir, como un fin.
Así, he pasado a describir la teoría de los dynamical
depths de Deacon. Para ilustrarla, he presentado los dos
primeros niveles emergentes —la homeodinámica y la
morfodinámica— llamando atención sobre el hecho de que
ambos funcionan como un mecanismo de la segunda ley de la
termodinámica. Esta, a su vez, ha sido reelaborada en términos
de constricciones. La entendemos así como una tendencia
espontánea a la disipación de constricciones. Mientras que en
el primer nivel esto ocurre de manera directa, el rasgo
distintivo de la morfodinámica es la aparición de

138
CONCLUSIÓN

regularidades de nivel superior en un sistema —fruto de la


interacción entre dos tendencias homeodinámicas opuestas—
que agilizan la disipación de constricciones. Estas
regularidades son, a la vez, fruto de las constricciones
disipadas, en línea con la noción de Prigogine de proceso
disipativo o, que tiene como efecto final la autodestrucción del
sistema. No obstante, también hemos examinado que el
trabajo posibilitado por las regularidades de nivel superior
podría disminuir la tasa de disipación general del sistema. A
partir de esto, Deacon ha propuesto la manera en que es
posible llegar a la teleodinámica desde la morfodinámica.
En el último apartado del capítulo, he tratado
propiamente de la teleodinámica de Deacon. El autor aplica la
misma lógica de la emergencia morfodinámica a la posibilidad
de la emergencia teleodinámica. La confluencia de dos
procesos morfodinámicos da lugar a un nuevo sistema en el
que cancela la tendencia disipativa de los sistemas anteriores,
ganando cierta estabilidad; el trabajo de uno detiene
temporalmente las características autodestructivas del otro, y
viceversa. En este sentido, Deacon describe la teleodinámica
como una sinergia entre procesos morfodinámicos. Para
ilustrarlo, hemos presentado la teoría del autogen, un tipo de
sistema formado por la confluencia de dos procesos distintos,
uno de autocatálisis y otro autoensamblaje. El caso del
autogen nos ha permitido identificar las características
mínimas de un sistema vivo tal y como las presenté.
En primer lugar, hemos explicado cómo resisten la
tendencia entrópica de la segunda ley de la termodinámica por
medio de su “efecto trinquete” (ratchet effect). Este efecto no
hace capaces de describir acertadamente la manera en que el
autogen completa un ciclo de trabajo, y en ese sentido,

139
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

satisface unos de los criterios de los sistemas autónomos de


Kauffman.
En segundo lugar, hemos expuesto por qué el autogen
se mueve teleológicamente. Por una la relación sinérgica entre
los distintos procesos morfodinámicos permite decir que
ambos están en función del otro, es decir, uno ocurre para
beneficio del otro. Además, la presencia de estos procesos
también se ha presentado como algo en función del sistema
como un todo. Esto nos ha permitido afirmar también que este
proceso presenta una autosemejanza (self-similarity) por la
que puede ser entendido como un tipo de “yo”, es decir, como
un posible beneficiario para el que un estado de cosas futuro
es bueno o malo. Esto solo es posible si se piensa en este
sistema desde una constricción de orden superior que —en
este sentido— es legítimamente emergente. Así, hemos
llegado a la idea de que su constricción teleodinámica tiene
como fin su propia persistencia. No son los componentes del
sistema los que deben mantenerse, sino la dinámica que los
organiza. El trabajo teleodinámico existen así para prevenir
todos aquellos posibles estados de cosas en los cuales el
sistema estaría amenazado. En este sentido, hemos llegado
propiamente a un tipo de constricción que se entiende en vistas
a un fin, es decir, de un estado de cosas futuro.
Tanto por la explicación de la emergencia de los
procesos morfodinámicos como por los teleodinámicos, se
puede considerar logrado el tercer objetivo secundario. Con
esto, considero que el objetivo principal de este trabajo ha sido
debidamente alcanzado, pues a lo largo de las ideas que he
desarrollado he establecido los elementos necesarios para
comprender que la teleodinámica es la realización dinámica
de la causalidad final.

140
CONCLUSIÓN

Para dar por concluido este trabajo, presentaré


brevemente algunas valoraciones que me parecen pertinentes.
En primer lugar, conviene apuntar que la propuesta de
Deacon hace posible un nuevo entendimiento físico de los
procesos organizados por una consecuencia. Esta
consecuencia da lugar a un tipo de causalidad encarnada e
inseparable de otras formas causales. Como señala Deacon:
“no es posible establecer una correspondencia simple de uno
a uno entre las relaciones teleodinámicas y las relaciones
mecánicas (…) requiere pasar por el puente intermedio de los
procesos morfodinámicos” 299. Dicho en términos casi
aristotélicos: “sostenemos que un tipo de causalidad formal
media el surgimiento de la causalidad final a partir de la
causalidad eficiente” 300.
En segundo lugar, la noción de ausencias y de
constricción permite replantear lo que se entiende por
teleología. Una vez que la semejanza se dice como resultado
de la disminución de diferencias, ya no necesitamos explicar
los fenómenos entencionales como fenómenos inertes con
algo añadido, sino con algo menos: los entendemos desde las
dimensiones y estados que no se materializan. En efecto, tanto
el origen de la vida como de la experiencia mental pueden ser
entendidos desde “la forma en que las ausencias pueden
engendrar nuevos modos de ausencia” 301.

299 Deacon, Terrence, Incomplete Nature, cit., p. 323.


300 Haag, James W., Deacon, Terrence W. and Ogilvy, Jay, "The
Emergence of Self", in Eardmans, William B., In Search of Self,
Cambridge: Publishing Company, 2011, p. 322.
301 Deacon, Terrence and Cashman, Tyrone, "Steps to a Metaphysics of

Incompleteness”, cit., p. 424.

141
LA TELEODINÁMICA DE TERRENCE W. DEACON

En tercer lugar, la teoría de los dynamical depth de


Deacon aporta cuatro importantes elementos respecto a otros
autores302: (1) no utiliza la emergencia como un rótulo de
irreductibilidad, sino como una transición física en la que se
reorganizan las dinámicas causales globales; (2) acepta la
existencia real de fenómenos teleológicos sin afirmar que
siempre han existido, es decir, su teoría prevé la emergencia
desde un antecedente no teleológico; (3) trata del surgimiento
de la vida desde principios genéricos que son aplicables a
cualquier sistema primitivo posible, y no de un sistema
específico o concreto en el que difícilmente podría
fundamentarse; (4) corta el vuelo a la especulación sobre un
mecanismo misterioso de la causa final, como p. ej. la
causalidad hacia atrás, o la “causa de las causas”, como
propusieron algunos modernos. Las leyes de la química y la
física son la base para la emergencia de un sistema
teleodinámico.
Por último, en cuarto lugar, la restricción de la
causalidad final a los sistemas vivos le permite eludir una serie
de críticas sobre la posible orientación a fines de la realidad
inerte. También le otorga la posibilidad de hablar de la
teleología sin usar a la teleología humana —aunque su teoría
tenga por fin explicarla también—. En este sentido, el
ejemplar de agente que actúan en vista de un beneficio aún no
logrado no tiene que ser solo el ser humano, sino cualquier
sistema que presente la característica de ser el beneficiario de
sus propias acciones. Así pues, a la vez que no se le puede
acusar de finalismo en el sentido de afirmar que incluso las

302Cfr. Sherman, Jeremy and Deacon, Terrence, “Teleology for the


Perplexed”, cit., pp. 878-879

142
CONCLUSIÓN

cosas inertes actúan por un fin, su propuesta “no nos obliga a


encontrar rastros de beneficiarios [self] en piedras y gotas de
agua. Los beneficiarios [self] están asociados con la vida” 303.

303Haag, James W., Deacon, Terrence and Ogilvy, Jay, "The Emergence
of Self", cit., p. 320.

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