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HOBBES

2. Estado de naturaleza y ley de naturaleza

Hobbes afirma que, por su naturaleza, los hombres se sienten llevados a soportarse más que a
asociarse, y que por ello el origen de la sociedad está no en la muta simpatía, sino en el
recíproco temor: «a la sociedad el hombre ha sido adaptado por la educación (disciplina), no
por la naturaleza».

La condición natural de los hombres, antes que constituyesen la sociedad, era un estado de
guerra de cada uno contra los demás. Y en este estado de continua guerra, “nada pudo ser
injusto. Las nociones de derecho, de justicia e injusticia no tenían lugar. Donde no existe una
autoridad común, no existe ley: y donde no existe ley, no existe la injusticia”.

En el estado de naturaleza hobbesiano no rige un Derecho objetivo natural, sino la pura fuerza.
No existen tampoco derechos subjetivos innatos, sino sólo la facultad de hacer lo que se
quiere; si de leyes o derechos se pudiera hablar se debería decir que en él tiene vigor la ley de
la fuerza y el Derecho del más fuerte (referido al Derecho de Dios sobre todas las cosas).

El hombre tiene necesidad de asegurar su propia conservación: en ocasiones desea la paz y


teme a la muerte, y la razón le sugiere oportunas condiciones de paz en la que los hombres
pueden encontrar un acuerdo. Estas condiciones son las que constituyen las leyes de la
naturaleza.

Según Hobbes Derecho “no significa otra cosa que la libertad que cada uno tiene de usar,
según la recta razón, de las propias facultades naturales”. Y así, la ley de la naturaleza es una
norma que la razón dicta instrumentalmente, al servicio de la naturaleza egoísta y utilitaria del
hombre: “un precepto o regla general, pensado por la razón, que prohíbe al hombre hacer lo
que es nocivo para su vida o que le priva de los medios para conservarla”. LA razón no es
entonces constitutiva del Derecho natural.

Por ello, la primera y fundamental ley de naturaleza es que el hombre, ha de buscar la paz; ,a
ella le corresponde el supremo Derecho natural, que es el de defenderse a si mismo con todos
los medios posibles. Y de esta ley fundamental deduce el precepto de “no hacer a los demás lo
que no quisieras te fuese hecho a ti”.

Las leyes de la naturaleza son inmutables y eternas, pero, no son leyes propiamente dichas, ya
que ley verdadera y propia es solamente el mandato de quien tiene podre sobre otros y las
leyes de la naturaleza son dictados de la razón; solo en cuanto se refieren al mandato de Dios
se puede hablar de leyes.

3. De la ley natural a la ley del Estado absoluto

Las leyes naturales no son suficientes por sí solas para garantizar lo que constituye su objetivo,
la paz y la seguridad, ya que únicamente el temor a una autoridad puede contrarrestar las
pasiones de los hombres. Se precisa así dar vida a una autoridad y esto se logra mediante el
pacto social, repartido en sus dos etapas de pactum unionis y pactum subiectionis.

Nace de esta forma el Estado, que es «una única persona, cuya voluntad, en virtud de los
pactos convenidos recíprocamente por la totalidad de los individuos, se debe tener por
voluntad de todos». El Estado, que nace del pacto social hobbesiano, es el ejemplo perfecto
del Estado absoluto: los individuos, al darle vida, se desprenden de sus derechos en beneficio
del soberano, el soberano goza de inmunidad y no puede ser acusado por los súbditos. El
soberano no está, obligado a observar las leyes del Estado. El Estado es el «Dios mortal», el
«gran Leviathan».

La doctrina jurídica de Hobbes es ciertamente positivista, y es la primera enunciación


sistemática del positivismo jurídico. No debe confundirnos la alusión que Hobbes hace a las
leyes naturales. Las leyes naturales no tienen otra función que la de demostrar la necesidad
del hombre a someterse incondicionalmente a las leyes positivas.

Ley propiamente dicha es el mandato de una autoridad, solo por el mandato del Estado,
aquellos juicios de la razón que son las leyes naturales se transforman en autenticas leyes que
con las leyes civiles. “Las leyes son la regla de lo justo y de lo injusto, no teniéndose por injusto
nada que no sea contrario a la ley”

Su iuspositivismo constituye el instrumento esencial de su absolutismo: quiere privar de


validez al common law y al Derecho natural, al objeto de que nada se sustraiga al poder
legislativo del soberado.

4. Iusnaturalismo y positivismo jurídico en la doctrina hobbesiana

Hobbes es cronológicamente el primer iusnaturalista debido a la particular teoría del Derecho


natural que quiere deducir de la razón todo un sistema de normas.

Si es característica del iusnaturalismo de los siglos XVII y XVIII la exigencia de determinación de


las leyes naturales, podemos decir que Hobbes es su primer y más consecuente representante:
nadie antes que él concluyó con tanta precisión la transposición de exigencias ético-políticas y
jurídicas contingentes en un sistema «científico» de normas de aparente validez universal que
es propia del iusnaturalismo moderno.

Igualmente, si consideramos como característica la premisa individualista, es Hobbes el primer


iusnaturalista auténtico. El punto de partida de la teoría hobbesiana es el individuo no ya sólo
asocial, sino claramente enfrentado con los demás individuos que tienden por naturaleza a
causarse mal recíprocamente. Para Hobbes, la sociedad surge únicamente por un acto de
voluntad de los hombres, determinado por un cálculo de utilidad.

No parece descabellado asignar a Hobbes a la «Escuela del Derecho natural», si bien por otra
parte los argumentos de validez empleados nos inducen a considerarlo el iniciador del
positivismo jurídico, es decir, de la doctrina que es la antítesis del iusnaturalismo.

El iusnaturalismo de la Edad Moderna no se agota en la afirmación de la existencia de leyes


naturales y en la teoría de un estado de naturaleza del que se pasa. Los iusnaturalistas
propiamente dichos tienen una finalidad concreta; la garantía de los derechos innatos del
hombre. Para ellos, el Derecho natural constituye un límite para el legislador, para que el
Estado con sus leyes no pueda modificar los derechos subjetivos afirmados como innatos. Esto
es exactamente lo contrario de cuanto hace Hobbes, para quien vale más el poder del Estado y
ninguna garantía se confiere a los derechos de los ciudadanos.

Pero, sobre todo, el iusnaturalismo, tanto moderno como antiguo opone la razón a la
autoridad. Para los auténticos iusnaturalistas, la razón es la base del Derecho; quien ponga por
fundamento a la autoridad, se halla más sobre posiciones propias del positivismo jurídico que
del iusnaturalismo.

Además, Hobbes propugno una religión de Estado, en nombre de la unidad e indisolubilidad de


tos los poderes, lo que le hace salir completamente del marco del iusnaturalismo moderno,
que es esencialmente laico.

En conclusión, el objetivo de Hobbes es exclusivamente el Estado absoluto y a él sacrifica todos


los ideales de la Edad Moderna desde la libertad del individuo a la laicidad del Estado. Al final
del Leviathan Hobbes dirá que el único propósito de su obra ha sido el de demostrar que no
existe ningún pretexto con el que justificar la violación de las leyes.

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