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Técnicas

avanzadas de
intervención
sistémica
PID_00277003

María José Pubill González

Tiempo mínimo de dedicación recomendado: 4 horas


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María José Pubill González

El encargo y la creación de este recurso de aprendizaje UOC han sido coordinados


por el profesor: Adrián Montesano del Campo

Primera edición: octubre 2020


© de esta edición, Fundació Universitat Oberta de Catalunya (FUOC)
Av. Tibidabo, 39-43, 08035 Barcelona
Autoría: María José Pubill González
Producción: FUOC
Todos los derechos reservados

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño general y la cubierta, puede ser copiada,
reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea este eléctrico,
mecánico, óptico, grabación, fotocopia, o cualquier otro, sin la previa autorización escrita
del titular de los derechos.
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Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 6

1. El procedimiento de la estrategia en terapia familiar............. 7

2. Reencuadres, redefiniciones y otras herramientas


técnicas del lenguaje analógico con las familias....................... 16
2.1. La redefinición ............................................................................ 16
2.2. El reencuadre ............................................................................... 18
2.3. La intervención paradojal ........................................................... 19
2.4. La metáfora ................................................................................. 23
2.5. Construir historias ...................................................................... 24

3. Prescripciones y tareas..................................................................... 28
3.1. Tareas y prescripciones paradójicas ............................................ 29
3.2. Prescripciones metafóricas .......................................................... 33

4. El uso de lo analógico: el espacio, los juegos y los juguetes..... 34


4.1. El material lo produce la familia ................................................ 35
4.2. El material lo introduce o produce el terapeuta ......................... 36
4.2.1. Jugar con la redistribución geográfica ........................... 36
4.2.2. Explicitar dinámicas relacionales con juguetes ............. 37
4.2.3. Utilizar los juguetes como mecanismo
externalizador del cambio en la familia ........................ 38

5. Rituales terapéuticos......................................................................... 41
5.1. Funciones de los rituales ............................................................. 42
5.2. ¿Cuándo es recomendable utilizar un ritual? ............................. 42
5.3. Cómo construir un ritual ............................................................ 43
5.4. Ejemplo de terapia ritualizada .................................................... 46

Resumen....................................................................................................... 49

Bibliografía................................................................................................. 51
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Introducción

En esta asignatura describiremos una serie de técnicas y estrategias conocidas


pero que, en este caso, son utilizadas de forma distinta. Así, dentro de los re-
cursos digitales, trabajaremos con herramientas tan acreditadas como la rede-
finición, el reencuadre, las metáforas, las paradojas y las historias terapéuticas,
diseccionándolas y ofreciendo la posibilidad de emplearlas a la forma tradicio-
nal o encajándolas en otras modalidades de uso. También encontraremos ta-
reas y prescripciones, jugando con ellas, no solo para modificar la intensidad,
la frecuencia o la aparición del síntoma, sino también como trampolín que
propicie la consolidación de una forma diversa de funcionamiento familiar.

Sin embargo, tal vez lo más significativo del programa sea la parte que se de-
dica a la comunicación no verbal, en la que nos encontraremos con lo analó-
gico, las esculturas y los rituales. Todo ello intenta impulsar a una zona de no
confort, también al estudiantado, para encontrar una manera de trabajar más
propia y personal.
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Objetivos

Con la lectura de este material, el estudiantado debe adquirir los objetivos


siguientes:

1. Conocer una serie de herramientas terapéuticas sencillas, eficaces y crea-


tivas para fomentar el cambio en las familias.

2. Desarrollar la habilidad técnica necesaria para emplearlas.

3. Tener la curiosidad para incitar a la creatividad a la hora de enfrentarse al


espacio terapéutico.
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1. El procedimiento de la estrategia en terapia


familiar

En la práctica sistémica el objetivo básico por el que trabajamos no es otro


que el de potenciar que la familia genere un marco�de�funcionamiento�más
flexible, con el fin de que pueda adaptarse a los cambios que conlleva su
ciclo vital y a los acontecimientos que la vida les presente, permitiendo la
individuación�y�el�crecimiento�emocional de sus miembros, sin�por�ello
traicionar�sus�valores�y�la�lealtad�y�la�confianza que se ofrecen mutuamente.

Para conseguirlo, las�líneas�estratégicas�básicas sobre las que hay que actuar


son:

1)�Destriangular: los conflictos de una díada han de ser de la díada y no invo-


lucrar a los demás. Por ello, intentamos sacar de en medio a los desactivadores
o «brazos armados» (normalmente los hijos) en la guerra explícita o implíci-
ta que existe entre la díada, ofreciendo claridad a los problemas verdaderos
a tratar.

2)�Poner�en�marcha�el�tiempo: para que el ciclo familiar siga adelante y todos


sus miembros puedan afrontar las dificultades propias de la etapa vital que les
corresponde y así, vivir, aprender y madurar.

3)�Equilibrar�lealtad�e�individuación: para que los límites de las familias y


entre subsistemas sean los adecuados, lo que genera el crecimiento de todos
sus miembros y permite la autonomía, libertad de ser y la responsabilidad de
cada uno de ellos sobre sus vidas.

Sabemos, también, que los movimientos básicos en el trabajo sistémico son


el de la acomodación y el de la reestructuración. La acomodación consiste
en una serie de acciones y gestos por parte del terapeuta que tiene como fin
conseguir la construcción de una buena relación con la familia, que la predis-
ponga a permitir el acceso a sus dificultades reales y, así, consienta al terapeuta
y al equipo la gestión de maniobras técnicas que potencien el cambio. La re-
estructuración son todos aquellos movimientos y acciones que llevará a cabo
el terapeuta, con la finalidad de que la familia se confronte con la necesidad
de cambiar.

Ambas maniobras son interdependientes, ya que la una sin la otra no llevará


a buen puerto la intervención que se haya diseñado. La reestructuración no
sería aceptada por la familia sin una acomodación previa o posterior a la in-
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tervención estresora de la homeostasis del sistema familiar. La acomodación


no tendría sentido por sí misma, si no propicia la posibilidad de un cambio en
el equilibrio disfuncional en el que se sostiene alguna área del juego familiar.

La danza (Bergman, 1986) que el terapeuta compone con estos dos movimien-
tos consiste en:

• Aceptar a la familia tal y como es y que no vivan el tratamiento como una


amenaza.
• Fomentar enlaces hacia otras narrativas sobre qué les sucede y quiénes son
(narrativas que emergen del propio discurso de la familia sobre su historia
y sus valores).
• Introducir elementos provocadores, que sitúen a la familia en la necesidad
de poner en marcha recursos innovadores u olvidados por desuso.
• Todo ello, dando un paso atrás sobre el cómo hacerlo. Prima su idiosincra-
sia y libertad a la hora de poner en práctica los cambios.

Como puede apreciarse, el primer punto tiene que ver con la acomodación,
mientras que los tres últimos se relacionan con la reestructuración. En cierto
sentido, el movimiento del terapeuta es el de un péndulo (Andolfi, 1985) que
oscila entre acomodación y desafío, que se acerca y se aparta sin cesar, hasta
que la familia está lista para reorganizarse sin sufrimiento y es capaz de au-
mentar la complejidad de construcción de sus significados familiares.

Ahora bien, al diseñar un proceso terapéutico, cabe preguntarse: ¿qué elemen-


tos son aquellos que nos dan la pista sobre las tácticas que hemos de utilizar
para moverlos más allá de su zona de confort? Evidentemente, la construcción
de unas buenas hipótesis, cimentadas en la observación de las interacciones,
son la base de este trabajo, conjugadas con elementos teóricos de las princi-
pales escuelas de trabajo con las familias. A continuación, indicamos los ele-
mentos principales de observación de las interacciones relacionales:

1) incongruencias entre lo digital y lo analógico

2) discrepancias en la puntuación de secuencias

3) relaciones simétricas o complementarias

4) familia aglutinada o desligada

5) reglas familiares

6) mitos familiares

7) etapa del ciclo vital


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8) lealtades familiares

9) parentalizaciones y conyugalizaciones

10) alianzas, coaliciones y triangulaciones

Responder a las siguientes cuestiones (Asen y Tomson, 1997) puede ser de gran
ayuda:

• ¿Cuál es la configuración de la familia y su fase del ciclo vital? ¿Qué tran-


sición están empezando o sufriendo?
• ¿Cómo perjudica el problema a esta familia en la vida diaria?
• ¿Cómo ayuda el problema a esta familia a afrontar la vida diaria?
• ¿Qué conseguiría esta familia si el problema se resolviese?
• ¿Qué perdería esta familia si el problema se resolviese?

(1)
Por lo tanto, ¿qué función1 tiene el síntoma para estabilizar a la familia? ¿Có- La función del síntoma es bási-
camente protectora, ya que, me-
mo funciona la familia para estabilizar el síntoma? diante su aparición, intenta dar a la
familia el tiempo necesario para el
reajuste de sus patrones de funcio-
Una vez realizada una buena observación, podemos contemplar el diseño de namiento.
la mejor estrategia para ese sistema familiar en concreto. Para ello, un posible
esquema básico de trabajo podría ser el siguiente (Pubill, 2018):
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Figura 1. Esquema básico de trabajo

Fuente: Pubill, 2018.

A partir de aquí, según la modalidad de intervención escogida, se trabajará


de una forma u otra. Por ejemplo, la terapia�centrada�en�soluciones (como
Shazer, Weiner, Berg, O’Hanlon, etc.) buscará los recursos positivos de la fami-
lia a través de las excepciones, mientras que las estructurales�y�estratégicas
(por ejemplo, Minuchin, Haley, etc.) tenderán a construir unos buenos límites
entre subsistemas y posicionar la jerarquía de forma adecuada para un buen
funcionamiento del sistema.

Uno de los temas más importantes a la hora de plantear la estrategia en el


procedimiento a seguir en el proceso de trabajo con las familias es la edad del
Paciente Identificado (PI). Si el PI es un� niño� o� un� adolescente, la familia
participa, en la mayoría de los casos, sin dudarlo. Por ello, al tener frente a
nosotros un niño, hemos de convocar a los padres y valorar si el enfoque, de
cara a la familia, es más psicopedagógico (enseñarles a manejar los síntomas,
ayudarles a construir límites entre subsistemas, etc.) o bien más terapéutico.
En este caso, habremos de valorar si la terapia familiar pasará a una terapia
de pareja, a una terapia individual de uno de los padres o una combinación
de ambas.
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La estrategia habitual en estos casos sería la siguiente:

1) Convocar a toda la familia a la primera sesión y analizar sus pautas de fun-


cionamiento (táctica: aceptar la definición familiar, tal cual, sin introducir un
reencuadre).

2) Trabajar una o dos sesiones con el PI su dificultad sintomática (táctica: re-


definir la definición familiar inicial).

3) Convocar a los padres como padres para enfocar el trabajo con los hijos
(táctica: poner el foco en la función parental):

• Asignarles el rol de coterapeutas y programar junto a ellos su intervención.

• Trabajar progresivamente la toma de contacto de sus dificultades como


pareja: desplazar la atención de las dificultades sintomáticas del hijo a las
quejas de pareja (táctica: pasar el foco en 3 familia a foco en 2 pareja).

(2)
• Iniciar el trabajo de pareja: hay que respetar los tiempos y resistencias ho- Las resistencias homeostáticas
2 hacen referencia a todos aquellos
meóstaticas de la pareja. intentos de la familia por seguir
funcionando como hasta ese mo-
mento, ya que para ella es la mejor
4) Trabajar con el PI por separado, que se centre en sus dificultades y deje de manera que ha encontrado para
encarar sus dificultades. Esa forma
inmiscuirse en la dinámica de pareja (táctica: potenciar su individuación). comporta repetir, una y otra vez,
estrategias que potencian el sufri-
miento familiar.
5) Simultáneamente hay que ir convocando a toda la familia para realizar in-
tervenciones relacionales dirigidas a desbloquear el síntoma (táctica: cambiar
las dinámicas disfuncionales):

• Trabajar pautas comunicativas (congruencia entre niveles).


• Marcar límites claros entre subsistemas: evitar triangulaciones y rotación
jerárquica.
• Establecer equilibrio de poder entre simetría y complementariedad entre
cónyuges.
• Delimitar bien las fronteras entre familia nuclear y familia extensa.
• Negociar nuevas reglas de funcionamiento adaptativas al ciclo vital fami-
liar.
• Desmontar juegos disfuncionales.

6) Todo ello lleva a buscar�alternativas�relacionales a la dinámica familiar.

7) Consolidar cambios�a�escala�individual�con�el�PI.

Ejemplo de Roger y su familia (3)


Un ritual de paso es una ceremo-
nia con la que la persona o la fami-
Demanda: Roger tiene catorce años y sus padres detectan que es muy tímido y que ello lia pasan de una etapa del ciclo vi-
interfiere en la vida que debería desarrollar a su edad. Apenas sale de casa. Vienen para tal a otra etapa o bien dejan atrás
intentar activar esa etapa del ciclo vital de su hijo. agravios o situaciones de gran su-
frimiento emocional.
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Figura 2. Genograma familiar

Fuente: elaboración propia

1.ª�visita

Convocatoria: toda la familia.

Estrategia: acomodación, exploración de la demanda y del funcionamiento del sistema


familiar, establecimiento de objetivos comunes.

Observaciones: la familia es claramente muy aglutinada, la descripción sobre su funcio-


namiento lo pone en evidencia. Llama la atención cómo se distribuyen en la sala: Roger
está sentado muy cerca de la madre y esta le coge de la mano, dándole seguridad como
si fuera un niño. En general, un adolescente de catorce años no toleraría esa actitud. Ello
contrasta con la demanda familiar en que se nos pide impulsar el crecimiento del hijo.
Ahora bien, la demanda en sí misma es muy funcional y ello da pistas de que, tal vez,
nos encontremos con un grupo familiar dispuesto al cambio. De hecho, ante una peque-
ña provocación en la devolución («Entrar en la adolescencia es como un parto para la
familia. Y hay partos más dolorosos que otros, con más gritos e insultos»), la familia se
muestra sorprendida pero acepta la posibilidad de cambios sonriente, lo que confirma
nuestra percepción sobre su poca�ambivalencia ante el cambio.

Objetivo�terapéutico: activar el ciclo vital de Roger.

2.ª�visita

Convocatoria: los padres.

Táctica: explorar el estado de la conyugalidad, utilizando la parentalidad: intentamos


comprobar si Roger está triangulado en una situación conflictiva de pareja, escondida
bajo el manto del mito de la armonía.

Estrategia: empleamos cómo se ha regulado la educación en las familias de origen co-


rrespondientes y qué valores han recogido ellos, como padres, de lo que recibieron como
hijos. Exploración de las historias familiares.

Observaciones: la conyugalidad es armoniosa (Linares, 1996) y nos centramos en ave-


riguar cómo ha funcionado la parentalidad en las familias de origen. Aparecen grandes
dificultades en la familia de origen de la madre para «dejar ir» y permitir la individuación,
mientras que, en la del padre, el proceso es bastante funcional.

Objetivo�terapéutico: regular la dimensión lealtad - individuación en esta familia.

3.ª�y�4.ª�visitas

Convocatoria: Roger.

Táctica: fomentar la individuación.

Estrategia: queremos ayudarle de forma divertida, con juegos y trabajos corporales, ya


que es un chico de pocas palabras, a entender cómo se utilizan ciertas herramientas para
sentirse más seguro y ser más asertivo. Se muestra muy colaborador.

Objetivo�terapéutico: acercarlo al mundo adolescente.

5.ª�visita
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Convocatoria: Roger y su padre.

Táctica: fomentar la relación entre Roger y su padre. Hacerle entrar en el mundo mascu-
lino (hacerse mayor - entrar en la adolescencia).

Estrategia: buscamos que, al modo de las culturas antiguas en que los hombres aleccio-
nan en las habilidades y los conocimientos básicos para convertirse en adultos, el padre
le ayude a ser más valiente y firme ante los demás. Para ello utilizamos la metáfora de los
caballeros Jedi aunque, en realidad, acabamos hablando de fútbol, ya que el padre había
practicado este deporte y, con posturas y diversos movimientos, alecciona a su hijo sobre
cómo plantarse delante de otro y no dejarle pasar o esquivarle si es necesario. La sesión
es muy productiva y acerca más a padre e hijo.

Objetivo�terapéutico: hacer un duelo por su infancia.

6.ª�visita

Convocatoria: Roger y su madre.

Táctica: romper el cordón umbilical entre madre e hijo.

Estrategia: el trabajo consiste en despedirse de la infancia del chico para poder pasar a
otra etapa. Tras una visualización en la que se repasan acontecimientos importantes de
la vida que ambos han compartido, se les pone de pie mirándose a los ojos y ambos dan
las gracias a la infancia de Roger por todo lo que les ha regalado. Después se le pide a
Roger que le dé el último abrazo como un niño a su madre, hecho que realiza de forma
muy significativa: se deja caer encima de la madre. Luego, vuelven a cerrar los ojos y
se les sitúa en el futuro (dos años después). Ambos se explican todo lo bueno que hay
en esa mañana. Los terapeutas se centran en los pequeños cambios en su relación y se
prescribe que cada uno escoja dos de esos pequeños cambios y los empiecen a llevar a
cabo ya, en su día a día.

Objetivo�terapéutico: trabajar el dejar crecer en los padres.

7.ª�visita

Convocatoria: padres.

Táctica: explorar desde la parentalidad las dificultades en la evolución de Roger.

Estrategia: se trabaja con ellos cuál es la distancia justa para dar espacio a su hijo, con
la finalidad de que pueda crecer. Utilizamos una cuerda. Cada uno de ellos trabaja en
solitario. Coge una punta de la cuerda y el terapeuta va tomando distancia con la otra
punta de la cuerda. El espacio que se deja con la cuerda es el que marca el padre o la madre
que realiza la tarea. Una vez marcada la dimensión del trayecto que ellos proponen, se
compara con el margen que ellos tuvieron en sus familias de origen y cómo ello les hizo
sentir. A partir de ahí, se plasma esa distancia en pequeños actos y en actitudes para que
sean coherentes sus comportamientos con sus objetivos parentales.

Objetivo�terapéutico: impulsar la individuación de Roger.

8.ª�visita

Convocatoria: Roger y sus padres.

Táctica: dar permiso a Roger para crecer. Responsabilizar a Roger de su crecimiento.

Estrategia: vamos a realizar un ritual de paso3 de una etapa del ciclo vital a otra. Para
ello, le hemos construido un pasaporte a Roger, en el cual se exponen todos los criterios
a cumplir para ser un adolescente (estos criterios incorporan elementos «sensatos» con
elementos en los que se le da permiso para portarse mal). Los padres se sitúan junto a
él, en el lado de la infancia. Los tres se despiden de esta etapa vital y los progenitores
le entregan a Roger unos objetos con el objetivo de que le ayuden a aventurarse en la
adolescencia (una brújula con los valores de la familia, un bote de vitaminas para que
encuentre siempre la fuerza para luchar, etc.). Luego se colocan al otro lado de la frontera
de la infancia (está marcada en el suelo por una cinta), en la adolescencia. Los terapeutas
trabajan con Roger para que sea consciente de qué significa cruzar al otro lado. Para
ello, realizan una visualización en la que, proyectando el futuro de Roger con sus nuevas
herramientas, posibilite que este se sienta más fuerte, seguro y valiente. Después, nuestro
cliente tiene que dar los motivos por los que cree que está preparado para dejar de ser un
niño. Una vez concretados esos criterios motivacionales, los terapeutas hacen la entrega
solemne del pasaporte y, tras respirar profundamente, le hacen caminar con conciencia
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hacia la frontera y atravesarla. Una vez lo hace, los padres y los terapeutas le felicitan y
toda la familia celebra con una cena esta nueva etapa vital.

Como se puede comprobar, el juego de las convocatorias es esencial en el en-


tramado del proceso terapéutico. La elección de la convocatoria viene dada
por diversos factores:

• El�objetivo�de�la�intervención: en ese tramo del proceso terapéutico, pue-


de necesitar hacer hincapié en un sistema en concreto. Por ejemplo, cuan-
do destriangulamos, por una parte, trabajamos con el subsistema parental
y con el conyugal y, por la otra, con el subsistema de los hijos, sobre todo,
con el hijo triangulado.

• El�momento�en�que�se�encuentra�la�familia: si la familia está en crisis,


es probable que les llamemos a todos las dos o tres primeras visitas, con
el objetivo de entender y encauzar los ánimos. Después, con la intención
de resolver el conflicto, podemos convocar a diferentes subsistemas e in-
tervenir en los diversos factores que pueden estar alimentando que la di-
ficultad no acabe de disolverse.

• El�momento�en�que�se�halle�la�terapia: quizá se necesite alentar la curio-


sidad y la implicación de alguien. Así, lo más adecuado no es convocarlo,
sino todo lo contrario. Es decir, a través de no citar a esa persona y «apar-
tarla» de las dinámicas de cambio, se fomenta que, aunque sea por llevar
la contraria, tenga ganas de participar en el espacio de trabajo.

• La�predisposición�de�los�miembros�de�la�familia�a�participar�en�la�te-
rapia�o�sus�dificultades�para�asistir: por mucho que se intente ajustar los
horarios, conjugar el tiempo de todos es complicado y más si se trabaja
en un formato público.

En el caso de que el PI sea un adulto, se evalúa hasta qué punto es indispensa-


ble una participación puntual o extendida de la pareja o familia. Si es puntual,
se les convoca alguna vez y se ajustan relacionalmente los parámetros con el
fin de que la relación continúe siendo adecuada pese al crecimiento de uno
de los dos (o de un miembro de la familia). Si es general, las convocatorias
serán más frecuentes y la participación de la pareja o familia será activa en el
cambio. El esquema de funcionamiento en estos casos es el siguiente:

1) Después de tres o cuatro sesiones (ya que la demanda, de entrada, ha sido


individual) se�pide�que�acuda�la�pareja�o�la�familia con la excusa de dar su
punto de vista sobre las dificultades.

2)�Se�les�pide�colaboración y se les pregunta si estarían dispuestos a venir


más veces. Se les dan unas�tareas.
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3) Se les convoca al cabo de un�mes y después, regularmente, cada cierto tiem-


po.

4) En el caso de intervención rápida� de� pareja (cuando es obvio –todo el


discurso gira alrededor de las dinámicas interaccionales– que la intervención
es fundamentalmente relacional, aunque la persona se haya presentado sola
en el espacio terapéutico), se trabaja el paso a este tipo de intervención, en la
primera�sesión�o�la�segunda como máximo.

A lo largo de toda esta asignatura iremos desgranando cómo todos estos mo-
vimientos tácticos se concretan en una serie de técnicas y ayudan a proponer
estrategias que flexibilicen y ajusten las interacciones familiares.
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2. Reencuadres, redefiniciones y otras herramientas


técnicas del lenguaje analógico con las familias

2.1. La redefinición

Una de las técnicas más utilizadas por los terapeutas, sea de la línea de trabajo
que sea, es la redefinición. Esta técnica consiste en fomentar una perspectiva
distinta a la hora de construir el significado que se le da a lo que está sucedien-
do. Así, podríamos decir que es el resultado de reetiquetar «la verdad» familiar
con una verdad, que recoge la que la familia propone pero que le da abertura,
flexibilidad y posibilidad de evolución. El proceso que se ha de dar para que
sea efectivo es el siguiente:

1) El terapeuta recoge las etiquetas, las definiciones y las metáforas que la


familia emplea y las inserta en su discurso.

2) Poco a poco, introduce�sinónimos�del�etiquetaje o las definiciones más


suaves�y�tolerantes (por ejemplo, de niño hiperactivo a niño inquieto). Si la
familia lo acepta, es decir, no insiste en su calificativo o repite la descripción
del terapeuta, el profesional aplicará un nuevo adjetivo que connote positiva-
mente a la persona (de niño inquieto a niño curioso, activo, etc.).

3) Para que ello resulte, es indispensable buscar situaciones de la vida cotidia-


na o de la historia familiar (aunque sean excepciones) que apoyen esa descrip-
ción. Solo así, la familia podrá construir una nueva verdad que les sea cómoda.

4) Es interesante, si estamos reescribiendo una situación, la utilización del len-


guaje�evocativo, es decir, metafórico. Por ejemplo, una adolescente adoptada
a la que tachan de tener mal carácter, al explicar su historia, relata que, aun-
que sus padres ya la habían adoptado a los pocos meses de nacer, no pudieron
recogerla hasta pasados dos años por motivos administrativos. En ese tiempo,
ella tuvo que sobrevivir en el orfanato. En la redefinición, utilizamos la fuerza
de su resiliencia para poner de manifiesto que su carácter es una fortaleza, pese
a que todavía no sepa cómo usarlo adecuadamente.

Por lo tanto, la redefinición requiere de un trabajo minucioso de observación


no solo del lenguaje de la familia sino también de los mecanismos que sus-
tentan la narrativa familiar, ya que tenemos que desencuadrar (romper el
significado que se da a los hechos) para poder encuadrar (crear�vínculos�di-
ferentes�entre�los�hechos�y�significados que amplían el marco en el que se
construye la dificultad relacional). En ese encuadre diferente, hemos de escu-
char el «ruido significativo», es decir, elementos diferenciales en la narración
de lo que ocurre y lo que ha ocurrido, que la familia señala por «casualidad»
© FUOC • PID_00277003 17 Técnicas avanzadas de intervención sistémica

y que indican posibilidades de cambio. Esos elementos podrían aparecer en


forma de excepciones a las reglas de funcionamiento y a los etiquetajes que,
habitualmente, se ponen los unos a los otros.

Un ejemplo de redefinición

Tenemos una familia que coloca a su hijo la etiqueta de «malo» porque no para de me-
terse en problemillas. El terapeuta, en un momento determinado, comenta: «Ustedes ven
en X una gran capacidad de meterse en problemas y estoy de acuerdo (aceptación�del
etiquetaje). Ahora bien, yo veo en él una especie de Tom Sawyer, curioso, listo, aven-
turero... (desencuadras�utilizando�encuadre). Es cierto que, tal vez, tiene que escoger
mejor sus andanzas, pero si encaminamos esa curiosidad, inteligencia, picardía y ganas
de conocer y experimentar hacia temas provechosos y que le interesen, su hijo realmente
puede aprovechar que es excepcional para algo que no le conlleve malentendidos con
la sociedad».

Existen una serie de estratagemas útiles a la hora de construir redefiniciones.


Conozcámoslas:

• La�amalgama: unir dos o más evidencias con una información y presen-


tarlas como ciertas: «Es cierto que estáis sufriendo y que la situación que
atravesáis es muy difícil, pero también es cierto que os habéis demostrado
más de una vez que podéis salir adelante. Por lo tanto, nosotros no duda-
mos de que esta vez también lo haréis».

• La�presuposición: es el empleo del lenguaje, las acciones y las situaciones


que necesariamente envuelven ciertos antecedentes o consecuencias. Por
ejemplo, a una mujer que no se cree bella: «No sé si usted sabe que, en
ciertas tribus de África, a las mujeres se les ensancha tanto el labio que
se les deforma. Es su forma de ver la belleza. De hecho, en estas tribus,
mujeres occidentales, bellas como usted, serían consideradas feas, por no
gozar del privilegio de tener un labio que aquí se vería deformado».

• La� connotación� positiva: es una lectura positiva de ciertos comporta-


mientos de algún miembro de la familia o funcionamientos relacionales
que o bien son etiquetados negativamente o bien no son considerados a la
hora de valorar las dinámicas cotidianas. «Es obvio que, cuando su marido
le prepara la cena, no lo hace solo por obligación. En realidad, no sé si
es usted consciente, Sra. X, de que le está enviando un mensaje sobre lo
mucho que se preocupa por su bienestar y sobre lo mucho que la quiere».

• Implicar�a�la�familia: el resultado del trabajo depende de su compromiso


en el proceso terapéutico: «Nosotros, los profesionales, solos no somos ca-
paces de conseguir el cambio; sois vosotros, con vuestra implicación, tra-
bajo y esfuerzo, los que conseguiréis darle la vuelta a la situación. Necesi-
tamos colaborar para que todo cambie».

• Decir�la�evidencia: poner sobre la mesa lo que nadie se atreve a decir es


algo que ayuda a que el proceso llegue a buen puerto: «Siento decir que
vuestra relación se encuentra en la UCI, esperando a que os decidáis a des-
conectar la máquina que la mantiene con respiración artificial. Supongo
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que tenemos que trabajar para que lo hagáis de la forma más indolora po-
sible».

• Sembrar�ideas: ir soltando impresiones, como si no tuvieran importancia,


pero que conectándolas constituyen una serie de hipótesis alternativas y
redefinitorias del problema: «Siempre que pienso en vosotros (padre, ma-
dre e hijo) se me aparecen un montón de ideas que no acabo de encajar las
unas con las otras. Por una parte, me digo que los comportamientos que
tenéis el uno con el otro no se parecen en nada a la relación que debería
tener un hijo con una madre (al hijo). De hecho, tu reacción, cuando tu
madre dijo que se iba a separar de tu padre, fue más de amante abandona-
do que de hijo preocupado. Por otro lado, la relación entre vosotros tres
es más de competición que cariñosa. No sé, a ratos creo que el trofeo eres
tú (a la madre) y otras que, en cambio, eres tú (al hijo)».

• Inserción�de�opuestos: dar un sentido positivo a los aspectos que la fa-


milia presenta como negativos: «Aunque ustedes crean que esta crisis ha
derrumbado su matrimonio, nosotros opinamos que no es así: véanse a
ustedes mismos, aquí, juntos, decididos a afrontar su futuro, convencidos
de querer recorrer el mismo camino. ¿Están seguros de que nada les une?
Porque lo que nosotros vemos es a dos personas que se aman por encima
del orgullo y que deciden trabajar para perdonarse y seguir adelante».

• El�cuestionamiento: plantear preguntas que desplazan el foco de atención


del síntoma hacia otros aspectos relevantes del funcionamiento familiar:
«Me pregunto cómo dificulta vuestra relación el tener que lidiar con el
problema de la abuela».

Todas estas estratagemas enmarcan los nuevos etiquetajes y nos ayudan a cons-
truir un marco narrativo mucho más flexible y amplio.

2.2. El reencuadre

La redefinición está relacionada con otra técnica sistémica, el reencuadre. Este


procedimiento recoge todas las redefiniciones que la familia ha ido asimilan-
do y elabora un marco alternativo a la realidad que vive y se construye en el
grupo familiar. Para ello, toma aspectos de la historia del ciclo vital, ciertos
etiquetajes, secuencias de lo que ha ido ocurriendo en terapia, y presenta una
narrativa que enfoca la realidad a través de una nueva óptica, teniendo en
cuenta la estrategia de cambio planteada y la perspectiva desde la que se in-
cidirá en los mecanismos homeostáticos familiares. Para ello, tendremos que
valorar la ambivalencia de la familia ante el cambio.

Para reencuadrar, debemos seguir el siguiente protocolo:


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1) Resumir brevemente lo comentado hasta ese momento. Poner sobre la mesa


cómo está avanzando el proceso.

2) Enlazarlo con parte de la historia del ciclo vital, secuencias del proceso te-
rapéutico o del presente, etiquetajes, etc.

3) Utilizar la redefinición (las ya realizadas o nuevas) para construir una visión


positiva o nueva de la dificultad que se está trabajando.

4) Presentar una perspectiva abierta y flexible que permita salir del bloqueo
en que se encuentra la familia o el proceso terapéutico.

De hecho, esa ambivalencia familiar ante el cambio toma un papel muy im-
portante a la hora de decidir qué tipo de etiquetaje y reencuadre vamos a cons-
truir para la familia. Cuando nos encontramos con una familia con una fuerte
ansiedad y poca motivación y, por lo tanto, dificultades ante el cambio o la
terapia, la redefinición y el reencuadre pueden tender más a un enfoque pa-
radojal, con la intención de que la estrategia empleada neutralice un tanto el
miedo que les provoca salir de su modo interaccional.

2.3. La intervención paradojal

Pagg (1988) señala dos situaciones principales en las que es útil usar un posi-
cionamiento paradójico:

• Si la familia persiste en no responder a las intervenciones directas, esto


podría ser una señal de que ciertas reglas, secretos o transacciones ocultas
están bloqueando el cambio.
• Algunas familias dan indicios desde un comienzo de que las intervencio-
nes lógicas resultarán inútiles. Por ejemplo, familias con transacciones ex-
trañas o en las que la existencia de un alto grado de ansiedad, de actitudes
defensivas, de negación, de culpa o de ira, impiden que la familia pueda
escuchar al terapeuta.

En realidad, algo que nos suele resultar sospechoso a los terapeutas es cuando
el contenido explícito de lo que comunica la familia no coincide con el con-
tenido analógico (no verbal). Evidentemente, ello puede ocurrir en algún mo-
mento de la sesión. Sin embargo, cuando nos encontramos con ello con una
cierta reiteración, cuando forma parte del modo comunicativo de la familia,
empezamos a temer que la comunicación paradójica forme parte del conjunto
de reglas que la familia utiliza en su interacción. Por ello, adoptar nosotros
también esa modalidad pretende forzar la dinámica hacia una vía diferente y
más funcional.

De hecho, pensemos que la familia con este tipo de comunicación se sitúa en


una posición simétrica (Andolfi, 1985) con respecto al sistema terapéutico: le
reta a que le ayude sin que nada cambie. Por lo tanto, deja al terapeuta en un
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callejón sin salida, ya que cualquier estrategia de cambio será invalidada por
ser amenazante para las reglas homeostáticas. Por ello, el sistema terapéutico
practicará una de las modalidades estratégicas básicas, forzar�el�cambio�sin
pelearse, redefiniendo y reencuadrando lo que ocurre desde la perspectiva del
sistema, ofreciendo un horizonte apetecible, pero alejándolo del sistema por
definirlo como no preparado y maduro para alcanzarlo.

Para poder construir una intervención paradójica (Pagg, 1988), los pasos son
los siguientes:

1)�Redefinición: síntoma y sistema han de haber sido redefinidos de forma


positiva previamente, en sesiones anteriores, o bien se redefinen positivamen-
te en este momento. De hecho, cada conducta ha de ser connotada como de
preocupación y cuidado hacia el clan familiar. La construcción de la paradoja,
en este apartado, solo recoge lo ya dicho y sabido por la familia.

2)� Provocación: se asocia la continuidad del síntoma con un determinado


funcionamiento familiar. Ese nexo debe�contener�una�afirmación�inacep-
table por parte de la familia, ya que atenta a la mitología familiar (si fuese
aceptable ya no nos serviría para hacer saltar los plomos familiares). Esa afir-
mación debe ser expuesta de forma�clara,�breve�y�concisa. Se debe presentar
con respeto y seguridad.

3)�Prescripción: se despliegan argumentos positivos a favor del cambio, pero


se alerta a la familia sobre el hecho de que no está preparada para la transfor-
mación, presentando hipótesis que resaltan sus miedos disfuncionales. En el
caso de la prescripción de no�cambio, se utiliza la restricción, es decir, la es-
trategia de insistir muchísimo en que, pese a lo bueno que fuera evolucionar
para la familia, lo mejor es que no�lo�haga, ya que el equipo no se quiere hacer
responsable de lo que pueda suceder después.

La intención es enfadar a la familia y, a través de la rabia que se le provoca


intencionadamente, producir el incitamiento a llevar la contraria al terapeuta
y posicionarse en desear y ser capaz de cambiar.

Un ejemplo de devolución paradojal, basada en la visualización de un corto-


metraje, Ojos que no ven, que podéis encontrar en YouTube, sería el siguiente:

«Carmen,

Después de haber realizado varias sesiones contigo y con tu familia, nos gustaría trans-
mitirte nuestra profunda admiración. Por un lado, admiramos de ti el sacrificio que ha-
ces por tu familia y la protección que ejerces para evitar cualquier cosa negativa que les
pueda hacer daño. (Redefinición)

Admiramos también la capacidad que tienes de conseguir que tu familia deje a un lado
su voz para que solo se escuche la tuya, a la que consideras más madura y sabia. Por otro
lado, de tu familia admiramos la capacidad de proteger a los débiles, hasta el punto de
llegar a expulsar a algunos de los vuestros, si su voz no coincide con el sentir general, y
que esta expulsión sea aceptada sin queja por parte de nadie.
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Pese a que crees que esta sobreprotección favorece el cuidado de tu familia, en el fondo
estás siendo egoísta, ya que tu sacrificio no está dirigido a cuidarlos a ellos, sino, en
realidad, a ti misma. (Provocación)

Así pues, puedes estar tranquila, si sigues así conseguirás que toda tu familia se vuelva
tan ciega como tu madre y, de este modo, podrás seguir decidiendo sobre ellos como lo
haces con tu progenitora.» (Prescripción)

(Gonis y Urieta, 2019).

Fijémonos en las estratagemas redefinitorias que se han utilizado en esta de-


volución paradojal:

1)�Metáforas: recursos definitorios de tipo provocador: «La familia se vuelva


tan ciega como tu madre». Utilizamos esta metáfora para hacer entender a
Carmen que el funcionamiento que hasta ahora ha estado usando invalida al
resto de miembros, dado que no les permite tener voz ni poder de decisión en
situaciones en las que todos se encuentran involucrados, como lo es la muerte
del padre. Esta metáfora se expresa en forma de analogía.

2)�Calificaciones: connotaciones positivas con relación a las capacidades de


Carmen para cuidar a su familia y el sacrificio por todos ellos.

3)� Sembrado� de� ideas: se sugieren algunas impresiones sobre el funciona-


miento familiar, que constituyen hipótesis y redefiniciones sobre el problema:
«Admiramos también la capacidad que tienes de conseguir que tu familia deje
a un lado su voz para que solo se escuche la tuya, a la que consideras más ma-
dura y sabia (primera�idea: monopolizar la voz). Por otro lado, de tu familia
admiramos la capacidad de proteger a los débiles, hasta el punto de llegar a
expulsar a algunos de los vuestros, si su voz no coincide con el sentir gene-
ral (segunda�idea: expulsión) y que esta expulsión sea aceptada sin queja por
parte de nadie (tercera�idea: aceptación de la expulsión sin queja).

También existen ciertos recursos que añaden más intensidad a la paradoja,


dramatizándola, y que son interesantes de considerar:

• La�capitalización�de�la�desdicha: en esta técnica, después de ver y escu-


char la dificultad o el problema que presenta la familia, se exagera empáti-
camente sus consecuencias. Por ejemplo, un cliente utiliza la sintomatolo-
gía para llamar la atención del terapeuta y familia y, ante las mejoras, teme
perder esa forma de sentirse importante. Por ello, en la visita, «dramatiza»
los síntomas experimentados esa semana. El terapeuta podría intervenir
de la siguiente forma: «Realmente, debe ser desesperante vivir con la ten-
sión de no saber si mañana estarás bien. De hecho, yo que soy tu terapeuta
vivo también con esa tensión, porque no sé intuir si lo que trabajamos
durante la visita te va a ser útil. Creo que me siento, en este sentido, como
tú, jugando a una especie de ruleta rusa, sin saber si en la siguiente ronda
voy a salir gravemente herido. Por eso, a veces, pienso en si no es mejor
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dar por hecho que te vas a sentir mal. Asumir simplemente esa certeza y,
al menos, acabar con la duda».

• La�olla�a�presión: el terapeuta describe un terrible futuro si la familia no


se atreve a cambiar, aunque pone hincapié en que el posible cambio es una
amenaza para el funcionamiento familiar. Por ejemplo, con una familia
con un hijo al que no saben ponerle límites. «Debe ser muy duro no poder
prever lo maleducado que será vuestro hijo el día de mañana, observando
como se comporta. Supongo que muchas veces se imaginan pasando mu-
cha vergüenza y sintiendo el peso del juicio social en el futuro, ante este
hijo suyo que será capaz de comportarse como un energúmeno, sin respe-
to ninguno ante la más mínima norma establecida. No obstante, alguna
función debe cumplir en sus vidas tener un hijo así. Me pregunto: ¿de qué
les estará distrayendo intentar domar a su pequeño salvaje?».

• El�trabajo�de�Hitchcock: el terapeuta se dedica a dar pistas sobre la fun-


ción del síntoma sin afirmar nada, suscitando la curiosidad. «¡Qué intere-
sante lo que están apuntando! Es decir que su hijo se pone explícitamente
enfermo cuando ustedes discuten... Me pregunto ¿qué querrá decir eso?
Ya saben ustedes que los psicólogos le buscamos los tres pies al gato y, en
ese sentido, decimos que todo lo que ocurre tiene un sentido metafórico...
¿Será que su hijo encontrándose mal quiere conseguir algún efecto en sus
discusiones? Y, si es así, ¿cuál sería?».

Como vemos, este tipo de estrategias plantean una cierta ambigüedad comu-
nicativa. Esa ambigüedad permite explicitar el juego familiar y mantener una
buena relación terapéutica, ya que, al aseverar diferentes hipótesis a través de
diversos estratos comunicativos, amparados, además, en muchas ocasiones en
la opacidad de trabajar en equipo, franquea la posibilidad de derrapar a los
terapeutas, sin chocar de lleno en las defensas familiares. Así, la propuesta de
esbozar una nueva narrativa para que la familia dibuje formas reconocibles
pero variadas a su historia es puesta en escena como parte del protocolo del
cambio.

En realidad, la clave de este trabajo está en el grado de tensión que se intro-


duce, a través de la redefinición y del reencuadre, en cada uno de los acerca-
mientos del sistema terapéutico a la familia. De hecho, la inclusión de imáge-
nes�contrapuestas a las que la familia propone como propias es progresiva.
La evaluación del grado de asimilación de estas nos dará la pista de hasta�qué
punto�la�familia�es�capaz�de�flexibilizar�la�mitología�que�ondea�como�de-
finitoria. Sin embargo, hemos de ir con cuidado: hay familias que no digieren
nuestras propuestas, sino que las fagocitan, en el sentido de que se apropian
de ellas para encajarlas en las justificaciones de su discurso. Ello no es muestra
de flexibilidad sino de rigidez y de dificultad para el cambio. Por ejemplo, si
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estamos redefiniendo etiquetajes familiares y algún miembro de la familia re-


coge esas nuevas definiciones para enmarcar su conducta, nuestro trabajo no
estará siendo fructífero, sino todo lo contrario.

2.4. La metáfora

Terapéuticamente hablando, ¿qué podemos considerar una metáfora? Una


metáfora es una imagen o frase utilizada para describir o comunicar experien-
cia de una manera no literal. Según O’Hanlon (1989), las metáforas, en el es-
pacio psicoterapéutico, pueden aparecer en diversas formas.

• La�analogía: una cosa se asemeja a otra («El hecho de que su hijo duerma
con usted nos hace pensar en hasta qué punto su hijo parece realmente
su marido»).

• Los� encuadres� metafóricos: cuando hay una imagen implícita en una


descripción (encuadre de relaciones familiares: «Cada vez que tienes un
ataque de asma, parece que dijeras que te falta el aire, que no puedes res-
pirar, que estás encerrado en un espacio pequeño y protegido, con el aire
viciado, por no estar abierto al exterior»).

• La�historia�metafórica: se narra una historia, caracterizada por una acción


con principio, nudo y final. Después dedicaremos un apartado a ello.

Ya hemos señalado más arriba que, en la redefinición es interesante utilizar


el lenguaje evocativo, es decir, el metafórico. En realidad, la creación de una
metáfora que encaje en una familia implica una comprensión de la comuni-
cación analógica de la familia, del significado emocional de sus reglas y del
valor de cada uno de sus gestos en las dinámicas interaccionales. A través de
las metáforas es como si diéramos pinceladas de color a nuestro discurso, ayu-
dando a que las personas se sientan más entendidas, ya que nos aproximamos
empáticamente a lo que justifica su forma de reaccionar. Ello facilita recoger
información que, de otro modo, sería difícilmente obtenible y promover un
cambio, a través de tomas de conciencia a veces dramáticas («parece que, cada
vez que su marido habla, se le clava a usted una estaca en el corazón»).

En general, para construirlas es interesante utilizar imágenes sencillas de la


naturaleza, de la vida cotidiana, anécdotas, usando el canal�perceptivo�prin-
cipal�(auditivo,�visual,�olfativo,�gustativo�o�cinestésico)�para�cada�uno�de
los�miembros�de�la�familia (nos remitimos a la PNL, Bandler y Grinder, 1979).
No obstante, si queremos emplear este tipo de lenguaje es interesante tener en
cuenta que la metáfora ha de utilizarse en el momento�correcto�y�de�manera
adecuada para conseguir poner en marcha lo evocador (emocional). Para ello,
se ha de enmarcar adecuadamente el discurso para que conduzca a un espacio
emocional donde la metáfora surja el efecto deseado. Por eso, el diálogo ha
de alternar razonamientos lógicos con ejemplos metafóricos: una vez llegados
a un acuerdo en el diálogo a nivel lógico, se puede ofrecer al cliente una ima-
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gen evocadora. Evidentemente, hay que encontrar imágenes que encajen a


la perfección en la situación y en la persona y, para ello, el terapeuta ha de
tener abiertos sus canales mentales, emocionales y sensoriales al cien por cien
para conectar totalmente con el cliente, utilizando el canal perceptivo predo-
minante y la clave de memoria que ha captado a través de lo analógico.

2.5. Construir historias

Una forma de trabajar analógicamente a través de la comunicación digital


es explicando historias. Las familias, las personas, narramos leyendas sobre
quiénes somos y los acontecimientos que han impactado en nuestra historia
vital, para convertirnos en las personas o en las familias que están ahora en el
presente. Todos seleccionamos aquellos hechos que son más coherentes con
la historia que queremos explicarnos. El trabajo del profesional es conseguir
abrir la narración sobre los acontecimientos que hemos vivido y sobre quiénes
somos. El sentido de la introducción de las historias terapéuticas no es otro que
el de permitir la exploración de nuevos relatos más fluidos y flexibles. Estas
historias pueden ser anécdotas�personales�del�terapeuta, con una base real,
pero añadiendo detalles ficticios, a modo de moraleja no moralizante, o bien
cuentos�terapéuticos que encajen en lo que se quiere transmitir a la familia,
o tal vez cuentos que se crean�exclusivamente para aquello que queremos
trabajar con la familia o la persona. En esta línea, también se puede seguir la
estrategia de que la�familia�y�el�terapeuta�creen�el�cuento�conjuntamente
(Pubill, 2018), con el fin de evidenciar lo que ocurre en la dinámica familiar
o bien con la intención de fijar objetivos de trabajo.

Una anécdota personal que en alguna ocasión explico, cuando alguien se queja
de que el cambio no es fácil y requiere esfuerzo, es la siguiente:

«Estaba un día en mi consulta y me tropecé con una alfombra, con tan mala suerte que
me hice un esguince en el pie derecho. No podía apoyarlo. Además, no tenía a mano, en
ese momento, una muleta y no podía marcharme hacia el ambulatorio porque esperaba
un grupo de alumnos que venían en quince minutos, por primera vez, a un espacio
de supervisión. Cuando llamaron a la puerta y fui a abrirles, fui consciente de que no
podía caminar. Me explico. Tomé consciencia de que, primero, normalmente, apoyo el
pie derecho en el suelo y, luego, el izquierdo. Así que, cuando intentaba caminar, me
quedaba bloqueada. Entonces pensé que si, en una cosa tan sencilla, cuando pretendemos
hacerla de una forma distinta, necesitamos poner toda nuestra atención, en cosas más
importantes cómo pretendemos que nos salga automáticamente».

Cuando pretendemos escribir un cuento es importante tener en cuenta los


siguientes puntos (Burns, 2005):

• El personaje debe ser adecuado al reto y al tipo de resultado pretendido.


• Se debe prestar atención a los aspectos�particulares�del�problema que se
trate.
• Se ha de dar pistas sobre los recursos actitudinales para que el cliente
alcance su objetivo.
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Escribir un cuento es como construir un edificio: primero hemos de levantar


una estructura (sus pilares, vigas y paredes maestras) y, luego, completar la
obra con detalles como puertas, ventanas, revestimientos, etc. Si no diseñamos
bien la estructura (o no la diseñamos en absoluto), es muy probable que la
historia que escribamos no se sostenga, con lo que el lector u oyente es posible
que pierda el interés por el relato de los hechos.

En un cuento, nuestro protagonista ha de pasar por un conflicto que le enseñe


algo, a través del que ha de realizar un aprendizaje y ha de trabajar sobre algún
aspecto esencial que le dé luz sobre que el cambio es necesario o posible. En
general, se suele decir que la estructura se sustenta bien si:

• Presenta un�problema.
• Ofrece recursos (aprendizajes y descubrimientos por parte del protagonis-
ta).
• Obtiene algún tipo de resolución que transforma al protagonista.

Al escribir un cuento hay que elegir bien:

• El tema a tratar: en qué va a cambiar el protagonista.


• El protagonista y sus características que se van a transformar durante la
historia.
• Las características de la historia: dónde, cuándo, cómo.
• El conflicto al que se va a enfrentar y que va a permitir el cambio.
• La resolución�del�conflicto�y�el�aprendizaje.

Así:
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Figura 3. Esquema de un cuento

Fuente: elaboración propia

Un ejemplo de cuento escrito exclusivamente para una clienta es el que se


expone a continuación. El motivo de demanda eran crisis de ansiedad y, du-
rante el trabajo que se realizó con ellas, se detectó miedo y un exceso de preo-
cupación por todo. Este es el relato que construyó su terapeuta (Gaspar, 2019)
como cierre del proceso terapéutico:

Isla Presente

En Isla Presente vivían Ahora y Preocupado. Preocupado pasaba las horas pensando qué
sería de él. Sabía que allí estaba de paso, que allí no se podía quedar y tenía que lanzarse
al mar, y eso le angustiaba porque no sabía hacia dónde le llevaría la corriente marina.
Preocupado, pasaba horas pensando qué habría más allá del horizonte.

—¿Y si es oscuro? ¿Y si no me gusta? O quizás no llegue a ninguna parte, quizás el mar


me envuelva con sus olas gigantescas, o quizás me devoren los tiburones...

Y así, Preocupado iba pasando los días. Mientras, Ahora disfrutaba de Isla Presente. Ahora,
consciente de lo confortable que le resultaba el calor del sol, decidió que cada día tomaría
un ratito el sol. Ahora también disfrutaba mucho escuchando el sonido de las olas del
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mar que se mezclaba entre los sonidos que hacían las gaviotas y los pájaros singulares
de la isla. Y le decía a Preocupado:

—¿Oyes qué música tan bonita? ¡Ven! ¡Bailemos!

Pero Preocupado no podía escuchar la música, porque tenía que pensar «qué había más
allá del horizonte». Ahora una noche tuvo un sueño, «Ir más allá del horizonte». Por la
mañana, al despertar, estaba eufórico, ¡tenía un nuevo proyecto! Ahora, consciente de
sus limitaciones, sabía que no podía ir nadando, así que miró a su alrededor y con los
recursos que tenía empezó a construir una barca. Decidió qué dirección quería tomar y se
puso a navegar. Cruzó el horizonte y llegó a Isla Futuro. Tras él, a lo lejos, arrastrado por el
oleaje, llegaba Preocupado. La isla era un espejo. Ahora, al verse reflejado, se sorprendió
de su tamaño. ¡Había crecido mucho! Pero reconocía su cuerpo. Cada centímetro era una
experiencia vivida, una emoción sentida o una decisión tomada. Todo formaba parte de
la imagen que le reflejaba Isla Futuro. Ahora, entusiasmado, gritó a Preocupado:

—¡Preocupado, corre, ven, mira, es fantástica esta isla!

Pero Preocupado no entendía su entusiasmo. Preocupado solo veía un reflejo vacío.

Es interesante trabajar con historias terapéuticas cuando la sintomatología es


muy aparatosa, sea en estado agudo o muy cronificada, o cuando la familia
presenta graves dificultades ante el cambio en algún aspecto muy concreto.
En general, se suelen presentar en las fases intermedias de la terapia, cuando el
proceso de acomodación ha permitido crear una alianza terapéutica sólida, o
bien en una fase temprana, si el cliente o la familia presentan sintomatología
muy aguda. Por ejemplo, recuerdo el caso de una chica con unos trastornos
gastrointestinales tan graves que le impedían salir de su casa. Literalmente, no
podía dar dos pasos sin tener una diarrea. En la segunda visita, se le construyó
un cuento que explicitaba los beneficios secundarios de su síntoma. A partir
de ese momento, gestionó mejor la sintomatología y pudo empezar a moverse
de forma más autónoma.

Ciertamente, la redefinición, el reencuadre, la utilización de metáforas en sus


distintas modalidades se van introduciendo como cuñas durante la sesión te-
rapéutica. No obstante, es en la devolución cuando toman mucha más fuerza,
ya que ahí podemos reunir todo aquello significativo que se ha afirmado en
ese espacio, tanto lo ya reestructurado como lo que todavía se ha de redefinir.
Por tanto, la devolución nos permite enmarcar, definir y profundizar sobre
perspectivas que descoloquen a la familia de su zona de confort y que la em-
pujen hacia espacios más fructíferos y enriquecedores.

Vemos, por lo tanto, que, a través de la redefinición y el reencuadre se consi-


gue ese movimiento de unión (aceptación de la familia) y de desmarque (em-
puje hacia la zona de no confort) que posibilita la asunción responsable de la
experiencia diferencial transformadora por parte de la familia.
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3. Prescripciones y tareas

Las tareas terapéuticas consisten en una serie de actividades o cambios espe-


cíficos que se deben realizar fuera del espacio terapéutico. Cumplen una serie
de funciones muy importantes en el proceso terapéutico. Por una parte, ayu-
dan a que la familia (pareja, persona) se involucre en el proceso de cambio
más allá del setting terapéutico (espacio y tiempo de la sesión). En ese senti-
do, promueven que la terapia extienda su influencia en el día a día. Por otra
parte, contribuyen al asentamiento de las pautas de reestructuración y de las
habilidades indispensables para que la dinámica homeostática se modifique.
Además, sirven para paliar una sesión donde las cosas no han ido como espe-
rábamos (Beyebach y Herrero de la Vega, 2010), redirigiendo la estrategia de
ajuste terapéutico.

Existen muchas modalidades en la aplicación de tareas que se pueden dar de


forma individual o grupal. Sin embargo, es interesante atender a la clasifica-
ción más tradicional. Pagg (1988) señala dos categorías de intervención en
función del tipo de respuesta de la familia a los movimientos reestructurado-
res del equipo terapéutico (como ya se ha subrayado más arriba en las redefi-
niciones paradojales):

• Enfoque�directo. Se aplica si el síntoma es primordialmente una respuesta


a una crisis de desarrollo o una crisis por unos acontecimientos inespera-
dos (Pittman, 1990), que no esconde ningún tipo de crisis estructural y,
por lo tanto, no se detectan dificultades que hagan sospechar que el sín-
toma es fruto de triangulaciones rígidas o juegos familiares cronificados.

• Enfoque�paradojal. Se utiliza cuando el síntoma está siendo usado como


un arma secreta, en una batalla encubierta o si se ha enquistado en un
ciclo de interacción repetitivo. También cuando la familia ya ha acudido
a otros profesionales sin éxito y, por lo tanto, es probable que el síntoma
se haya cronificado.

Un ejemplo de tarea directa sería la tarea más típicamente cognitivo-conductual (auto-


registros, prácticas en técnicas de asertividad, etc.). Con respecto a las tareas paradojales,
una tarea muy conocida es pedirle a alguien que, obsesivamente, piense en algo, que
marque una hora del día y un lugar. En ese sitio y en el período de tiempo que ha decidido
ha de encerrarse y pensar solo y exclusivamente en lo que le atormenta. El resto del día,
si aparece el pensamiento, ha de darse la consigna «Ahora no es el momento. A tal hora,
pensaré en esto» y, evidentemente, cumplirlo.

En general, cuando planteamos una tarea pretendemos:

1)�Promover�interacciones�positivas�que�gratifiquen�a�la�familia. Por ejem-


plo, les pedimos que cojan una caja de zapatos y que le hagan una hendidura
en la parte superior. Será el buzón de aquello que les ha gustado que hagan los
otros. Cada semana, cada uno de los miembros de la familia ha de poner un
© FUOC • PID_00277003 29 Técnicas avanzadas de intervención sistémica

mensaje para todas las personas que conforman el núcleo familiar (uno para
cada uno), resaltando algún aspecto de la actitud o el comportamiento que les
ha gustado. Es inevitable que mejore la relación familiar.

2)�Tareas�dirigidas�a�modificar�(perturbar,�interrumpir�o�incluso�revertir)
interacciones�negativas. Lógicamente, para ello necesitamos conocer el valor
homeostático del síntoma o la pauta sintomática o relacional que necesitamos
cambiar. Un ejemplo de tarea directa de este estilo sería que, una vez a la se-
mana, una madre y una hija que, en el presente, tienden a comunicarse a tra-
vés del padre, salgan a tomar algo o al cine solas, con el fin de que establezcan
una relación sin intermediarios, mientras el padre se va a hacer una partida
de dominó con sus amigos.

3.1. Tareas y prescripciones paradójicas

En este subapartado profundizaremos, sobre todo, en las tareas�paradojales,


ya que son el tipo de intervenciones donde la mayoría de los terapeutas tienen
dificultades. Diseñarlas requiere creatividad y un tanto de coraje (ya que la
tarea va en contra de la lógica del propósito terapéutico), así como cimentar
una relación terapéutica que promueva que la familia confíe en que el equi-
po terapéutico es una buena brújula a la hora de guiarlos hacia el puerto del
cambio y que, por lo tanto, digan lo que digan no lo consideren una locura,
aunque les sorprenda la tarea impuesta.

Muchas de las intervenciones paradojales se basan en prescripciones. La pres-


cripción es una directiva que se le da a una familia y que tiene como objetivo
que la familia (persona, pareja) haga�algo�de�forma�repetitiva, con la inten-
ción de modificar la sintomatología o la pauta sintomática o relacional que
contribuye a la rigidez del sistema. ¿En qué se diferencia de una tarea? Preci-
samente, en el término repetición. Una tarea no tiene por qué ser repetitiva.
Pensemos, por ejemplo, cuando le pedimos a alguien que escriba una carta
para expresar sus emociones con respecto a algo, o cuando le indicamos que
externalice el síntoma. Es una tarea que se hace una sola vez.

En la mayoría de las tareas paradojales se juega con las prescripciones. Si�el


síntoma�es�resistente,�la�tarea�ha�de�ser�insistente, a tal punto que sature�el
sistema�por�hiperutilización. Esa es una idea muy ericksoniana. De hecho,
gran parte de los ítems que hemos de tener en cuenta a la hora de elaborar una
buena tarea paradojal parten de los principios de la terapia de Milton Erickson
(O'Hanlon, 1989): según Erickson, la estrategia consiste en utilizar el marco
referencial del cliente en todas sus vertientes a favor de la intervención. Nos
fijaremos, por lo tanto, en su lenguaje, su forma de expresarse, sus metáforas,
sus intereses y motivaciones, sus creencias y valores, su conducta, su síntoma,
su resistencia, etc.

Un ejemplo muy conocido es el caso de Jesucristo de Milton Erickson. En el hospital


donde trabajaba este psiquiatra había un paciente que se creía Jesús y, por ello, intenta-
ba evangelizar a todos los que por allí pasaban, a veces incluso de una forma agresiva.
© FUOC • PID_00277003 30 Técnicas avanzadas de intervención sistémica

Erickson se le acercó un día y le preguntó si tenía experiencia como carpintero (es sabi-
do que el padre de Jesús, San José, era carpintero). El paciente dijo que sí, y Erickson le
dijo entonces que necesitaba ayuda y le preguntó si quería echarle una mano. Nuestro
paciente se mostró colaborador, cosa que aprovechó Erickson para ponerlo a trabajar y lo
puso a construir una librería para la biblioteca de Psicología. Ello potenció que los sínto-
mas de «Jesús» se canalizasen y estuviese más compensado. En este ejemplo vemos cómo
Erickson utiliza sus creencias y marcos de referencias para canalizar la sintomatología y
reconducir la resistencia al cambio.

En general, la prescripción suele dirigirse hacia:

1)�Prescripciones�del�síntoma�o�pautas�sintomáticas: tendientes a prescribir


el síntoma. Por ejemplo, prescribir a un niño que hace pataletas que, cada día,
de 5 h a 5.30 h de la tarde, se encerrará en la habitación y gritará, llorará y tirará
todos sus juguetes al suelo. A las 5.30 h, sonará una alarma y su madre y su
hermana entrarán y, cantando, lo ayudarán a recogerlo todo. Solo el domingo
se «libra» de hacer la tarea.

2)�Prescripciones�de�las�reglas: pretenden implicar a la familia, la persona, la


pareja, mediante la prescripción de reglas «peculiares» que llevan a compor-
tarse de forma distinta con respecto al síntoma o a la pauta relacional disfun-
cional. Por ejemplo, cuando la madre le pregunta insistentemente a la hija si
está o no estudiando y cumpliendo con sus tareas, se le pide a la hija que, en
vez de enfadarse porque cree que su madre no confía en ella, le diga que ella
también la quiere y que le dé un abrazo y se vaya a estudiar. El resultado suele
ser una mejora de la relación y una disminución de la conducta de control y
sobreprotección por parte de la madre.

Cuando pretendemos cambiar las pautas sintomáticas, con el objetivo que


la persona o familia vean que tienen control�sobre�el�síntoma (ya que si lo
modifican es que no es un comportamiento sobre el que no tienen control),
podemos incidir en los siguientes parámetros (O’Hanlon, 1989):

• Cambiar la frecuencia�o�velocidad�del�síntoma�o�de�la�pauta-síntoma.
Por ejemplo, se puede programar a una persona con comportamientos
compulsivos para que, cada día, cambie la frecuencia en que efectúa ese
comportamiento, dándole una pauta de frecuencias diaria, a practicar, des-
de el espacio terapéutico.

• Cambiar la duración�del�síntoma o de la pauta-síntoma. Pactar con un


cliente que se autocastiga (aleatoriamente) que, cada día, durante una hora
se ha de insultar diciéndose aquello (que ya se ha explicitado) que más le
duele. No puede parar de hacerlo en el tiempo marcado.

• Cambiar el momento (del día, de la semana, del mes, del año) del síntoma
o de la pauta-síntoma. Ya hemos comentado más arriba la tarea de despla-
zamiento a una hora del día en el caso de la preocupación obsesiva.
© FUOC • PID_00277003 31 Técnicas avanzadas de intervención sistémica

• Cambiar la intensidad�del�síntoma o de la pauta-síntoma. Trabajar con


el cliente parámetros para medir la intensidad del síntoma. Programar a
diferentes horas que aparezca en la intensidad señalada.

• Cambiar la ubicación (en el cuerpo o en el mundo) del síntoma o de la


pauta-síntoma. Con una clienta que decía sentir que el corazón le iba muy
rápido, se le propuso hacer que los dedos de los pies siguieran el ritmo
de las palpitaciones del corazón durante cinco minutos y, después, que el
corazón fuera al compás de la pauta marcada por los dedos de los pies.

• Cambiar alguna otra cualidad�o�circunstancia del síntoma. Una clienta


solo podía dormir tranquila si ponía una toalla encima de la almohada.
Ello le provocaba dificultades si se quedaba a dormir en casa de una amiga
o novio. La tarea consistió en que fuera modificando aquello que ponía
encima de la almohada. Primero el color de la toalla, después el tamaño de
la toalla, tras ello se pasó a un trozo de tela, después a un tipo de perfume
sobre la tela, luego simplemente a poner bien estirada la tela de la funda
de la almohada.

• Cambiar la secuencia (el orden) de los acontecimientos que rodean al sín-


toma. Un cliente comentaba que no era constante en las rutinas que se
proponía, aunque constatara que le sentaban bien. Lo único que se le de-
mandó es que, cada día, hiciera todas las tareas de la rutina, pero en orden
distinto, hasta que encontrara el orden que le permitiera ser constante. No
teniendo orden, consiguió hacer todos los días su rutina.

• Crear un cortocircuito�en�la�secuencia. A una chica que tendía a some-


terse a autolesiones en los brazos si algo no le salía como quería, se le pro-
puso que, cada vez que quisiera autolesionarse, antes de hacerlo, cogiera
un cojín y empezara a darle patadas con todas sus fuerzas, a poder ser di-
ciendo palabrotas. Tras ello si quería podía dañarse. La frecuencia bajó a
cero en una semana.

• Interrumpir�o,�de�alguna�manera,�impedir que se produzca toda la se-


cuencia, o parte de ella («descarrilamiento»). Una clienta necesitaba com-
probar varias veces si las ventanas de la casa estaban cerradas antes de irse a
dormir. Ello le provocaba perder unos veinte minutos en esa compulsión.
La tarea consistió en que, cada vez que fuera a cerrar una de las ventanas,
se grabara haciéndolo. Ello suponía preparar la cámara, buscar el ángulo,
etc. Al final, decidió comprobarlas solo una vez y no grabar. Era demasiado
complicado.

• Agregar�o�suprimir (por lo menos) un elemento en la secuencia. A una


clienta que necesitaba comprobar si había cerrado bien la puerta de la calle,
abriendo y cerrando varias veces la puerta, se le prescribió, después de abrir
© FUOC • PID_00277003 32 Técnicas avanzadas de intervención sistémica

y cerrar la puerta, unos pasos de baile y, luego, podía volver abrir y cerrar
la puerta.

• Hacer�presente�el�síntoma, sin la pauta-síntoma. A una chica con atraco-


nes bulímicos los fines de semana, usados como una forma de relajación y
de elemento evitativo para forzarse a confinarse y no enfrentarse a sus di-
ficultades de relación con los otros, se le prescribió que, cada lunes, miér-
coles y viernes, a la hora del desayuno, comprara una gran cantidad de
dulces y los llevara al trabajo e invitara a todos a desayunar. Ella comería
todo lo que le apeteciera junto a los demás. El síntoma desapareció rápi-
damente y empezaron a mejorar sus dificultades interpersonales.

• Hacer que se presente la pauta-síntoma,�excluyendo�el�síntoma. Un se-


ñor apareció en consulta por un gran dolor de estómago por causas ner-
viosas. El dolor siempre aparecía cuando se enfadaba mucho con alguien
y no era capaz de decírselo. La tarea consistió en pedirle que, cada vez que
alguien lo molestara, le escribiera una carta, expresando toda la rabia que
sentía. Tras ello podía decidir si le enviaba la carta tal y como estaba, si se
la enviaba modificada o si la rompía a trocitos minúsculos, la lanzaba en
la taza del váter y luego tiraba de la cadena, diciendo al mismo tiempo «a
la mierda». El dolor de estómago desapareció progresivamente.

• Invertir la pauta. Con un cliente muy exigente y que no se permitía des-


cansar, se trabajó que, antes de ponerse a trabajar compulsivamente, había
de dedicar una hora y media a sí mismo y ello incluía hacer deporte, desa-
yunar bien, tomarse un tiempo para arreglarse... Solo así podría trabajar lo
que le viniera en gana. El resultado es que siguió trabajando, pero moderó
la exigencia porque le cogió el gusto a tratarse bien. Así, progresivamente,
fue incorporando, por iniciativa propia, más actividades de ocio.

• Vincular la aparición de la pauta-síntoma con�otra�pauta (normalmente


indeseada, actividad evitada o meta deseable pero difícil de obtener). A
una pareja con unas grandes discusiones, se les prescribió que, cada vez
que hubiera una gran disputa, uno de ellos (alternativamente, en una oca-
sión uno y en la siguiente el otro), tras dejar pasar una hora de tiempo,
se acercara al otro y le lavara los pies y se los masajeara. Después de ello,
cada uno podía seguir con su jornada. Al día siguiente, ambos se pedirían
disculpas y se abrazarían. Aquí se vincula la discusión a abandonar el or-
gullo y a cuidarse el uno al otro.

Pero ¿cuándo sería interesante hacer una prescripción paradojal? Según An-
dolfi (1985) sería conveniente:

• Ante una previsible recaída.


• Cuando la mejoría tiene escasas garantías de estabilidad.
© FUOC • PID_00277003 33 Técnicas avanzadas de intervención sistémica

• En casos en que el mejoramiento sintomático parece utilizado en términos


particularmente manipulativos.

En realidad, a través de saturar y jugar con la homeostasis que mantiene a la


familia en la posición de no cambio, se pretende potenciar que esta lleve la
contraria al terapeuta y estimular, así, alternativas de conducta en la familia.
De alguna manera, estas prescripciones y tareas paradójicas son un modelo
de jugar al juego de «ayúdame a cambiar sin cambiar», permitiendo que pue-
dan posicionarse de forma simétrica con respecto al equipo terapéutico. Lo
interesante es que, en el intento de oponerse al equipo terapéutico, la familia
se encuentra en la encrucijada de elegir entre la ejecución de lo que el equipo
ha prescrito (pautas rígidas) o hacer autónomamente un nuevo juego. La in-
tención implícita es que la familia escoja apostar por un juego nuevo.

3.2. Prescripciones metafóricas

Por último, quisiéramos mencionar otro tipo de prescripciones, las metafóri-


cas. Son aquellas en que las tareas funcionan por analogía. El terapeuta, utili-
zando símbolos socialmente aceptados o bien objetos que tienen un valor en
la narrativa de la familia, prescribe un comportamiento que ayuda a desblo-
quear la pauta-síntoma. Veamos un ejemplo:

Una clienta apareció por un duelo de pareja. Ella se había implicado mucho en la relación.
Su pareja no tanto. Hicimos un trabajo de duelo al modo tradicional. Cuando estábamos
a punto de cerrarlo, un día de casualidad se encontró con él. Tras ello, la clienta llegó
muy enfadada a la sesión. Relató que, aunque ella no había sentido nada especialmente
y ello la hacía estar contenta, se encontraba indignada porque, al día siguiente de la
coincidencia, él le envió un mail donde le expresaba que estaba muy feliz de que ella
estuviera bien, ya que le sabía mal que ella se hubiera involucrado tanto en una relación,
cuando, para él, la relación no había tenido demasiada relevancia. La tarea que se le
propuso fue que cogiera un rollo de papel de váter y que, en él, escribiera el nombre de
su ex. Luego debía doblarlo bien y guardarlo en una bolsa. Cada vez que necesitara ir
a defecar, se debía limpiar con ese papel y, cuando tirara de la cadena, debía decir «a la
mierda». Al cabo de quince días, dijo haber cerrado esa relación definitivamente.

Como se ve, las tareas y las prescripciones son grandes recursos terapéuticos
que pueden ayudar a las familias, a las parejas o a las personas a dar grandes
saltos a la hora de enfrentarse a sus dificultades.
© FUOC • PID_00277003 34 Técnicas avanzadas de intervención sistémica

4. El uso de lo analógico: el espacio, los juegos y los


juguetes

Cuando hablamos de utilizar lo analógico en el espacio psicoterapéutico, nos


referimos al uso del cuerpo,�el�espacio�y�los�objetos como miembros inte-
grantes del sistema terapéutico. De hecho, todos ellos se convierten en cote-
rapeutas (Andolfi, 1989) que facilitan a la familia la expresión de sus meca-
nismos de funcionamiento y de sus emociones subyacentes y, también, de su
capacidad de salir de su zona de confort y de sus recursos para potenciar el
cambio. Vamos a desgranar en este apartado cómo estos tres elementos pue-
den sernos de ayuda a la hora de hacer una intervención familiar.

Ahora bien, la elección de un enfoque analógico para afrontar el desvelamien-


to progresivo de las reglas del juego vendrá dada por las dificultades de abor-
daje desde un posicionamiento directo. Por ejemplo:

1) La familia está enzarzada en continuas luchas comunicativamente.

2) La familia insiste en un discurso reiterado y monotemático sobre el síntoma


o sus relaciones, sin que el terapeuta pueda encontrar un abrelatas narrativo.

3) La familia rechaza o descalifica cualquier sugerencia, redefinición o aporta-


ción terapéutica.

(4)
En realidad, a través de lo analógico, pretendemos simplemente aplicar una La intensificación del estrés pre-
4 tende provocar movimientos rees-
estrategia típicamente sistémica, la de la intensificación�del�estrés (Minu- tructuradores en las pautas de fun-
chin,1977). No obstante, debido a la forma de funcionar de ciertas familias, cionamiento familiar, mediante el
bloqueo de las formas habituales
algunas veces resulta complicado implementar esa estrategia en su forma más de comunicarse y relacionarse, in-
citando a que la familia deba ha-
habitual y hemos de forzar que, utilizando otro tipo de lenguaje (Navarro Gón- llar estilos nuevos, más cómodos y
gora y Beyebach, 1995): ajustados a sus circunstancias.

• Se�pongan�de�manifiesto�situaciones�o�relaciones�que�a�la�familia�le
cuesta�observar,�concretar�y�modificar. A través de encontrarse con la
evidencia, no puede escapar y deberá tomar una postura diversa, sea la
que sea.
• Se�propicie�la�cooperación de la familia que, hasta ese momento, había
cerrado puertas, como hemos dicho más arriba.
• Se�aumente�la�intensidad�de�un�mensaje�central�(Minuchin y Fishman,
1984) con la finalidad de producir el cambio.
• Se�incremente�la�duración�del�impacto�del�mensaje debido a la función
evocativa emocional que tienen los objetos, dramatizándolo.
© FUOC • PID_00277003 35 Técnicas avanzadas de intervención sistémica

Desde el punto de vista de la producción existen dos posibles modalidades de


trabajo:

1) El material lo produce la familia.

2) El material lo introduce o produce el equipo terapéutico.

4.1. El material lo produce la familia

En estos casos, pedimos a los miembros de la familia que creen algún tipo de
material (escudo familiar, las máscaras que cada uno lleva en su casa, la brú-
jula de los valores familiares, que construyan genogramas con emoticonos o
muñequitos, etc.). Nuestra intención es que empiecen a hablarnos de sus va-
lores, de su forma de funcionar. Así, podremos detectar sus narrativas domi-
nantes, los etiquetajes que hacen servir para regular su funcionamiento y, de
este modo, intentaremos explorar el grado de rigidez y flexibilidad a la hora
de adaptarse a las diferentes circunstancias, utilizando, para ello, las preguntas
circulares. Aquí tenemos ejemplos de escudos, máscaras y genogramas:

Figura 4. Muestras de escudos familiares y máscaras producidos por la familia

Fuente: elaboración propia


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Figura 5. Muestras de genogramas producidos por la familia

Fuente: elaboración propia

4.2. El material lo introduce o produce el terapeuta

En esta modalidad en la que es el terapeuta quien introduce los elementos


analógicos, existen múltiples opciones y formas creativas de intentar fomentar
un cambio. A continuación, describiremos las más comunes.

4.2.1. Jugar con la redistribución geográfica

En esta técnica se emplea el espacio físico de la sala de terapia y la posición


de cada miembro de la familia o de la pareja en la misma para dar algún tipo
de mensaje. Es decir, el o la terapeuta recoloca�a�los�miembros�de�familia,
haciendo que se levanten de donde están sentados y los sitúa en otra posición.
De esta forma, el posicionamiento en el espacio se utiliza como una forma de
obstruir el funcionamiento habitual de la familia y de intensificar el estrés,
rompiendo alianzas y posibles coaliciones. En este sentido, se puede jugar con
el espacio tanto en horizontal como en vertical.

El eje vertical se emplea, sobre todo, para remarcar cuestiones de poder. Por
ejemplo, es interesante utilizar la verticalidad�ante�situaciones�de�comple-
mentariedad�rígida�en�pareja, señalando la posición up y la down con arriba
y abajo: los que están up sentados mucho más arriba (por ejemplo, subidos en
una escalera, taburete alto), y los que están down sentados mucho más abajo
(cojín en el suelo, sillita), ambos con la tarea de seguir conversando normal-
mente. El efecto esperado es que la incomodidad se vaya instalando y la ob-
viedad del mensaje que se quiere señalar abra la puerta a poder hablar de ello
de forma más franca y abierta.

Por otro lado, podemos jugar con la horizontalidad en situaciones de confron-


tación simétrica, así como en situación de distancia afectiva o de incomuni-
cación. Para ello, podemos colocar a los miembros de la pareja o a diferentes
miembros de la familia en dos puntos del espacio, en diagonal, como en un
ring de boxeo, o también de espaldas sin verse, en diferentes espacios en la
© FUOC • PID_00277003 37 Técnicas avanzadas de intervención sistémica

sala, con las manos en las orejas, etc. En realidad, se trata de magnificar ciertos
aspectos del funcionamiento para potenciar la incomodidad de la familia a
continuar del mismo modo, a través de hacer explícito lo evidente.

4.2.2. Explicitar dinámicas relacionales con juguetes

Los juguetes (por ejemplo, muñecos, Playmobils, etc.) pueden ser muy útiles
como espejo metafórico de dinámicas relacionales de la familia. La técnica
consiste en proporcionar a la familia dichos juguetes para que representen
y simbolicen una cierta interacción clave. El objetivo final es descolocar, in-
comodar y provocar una rebelión interna hacia el posicionamiento de cada
miembro en la dinámica actual.

Las pautas principales para llevar a cabo ese trabajo (Pubill, 2018) son las si-
guientes:

1) Lo primero a tener en cuenta es el tipo�de�relación�que�queremos�resaltar


y� dramatizar: ¿La lucha, la agresión, el dolor que genera una persona a la
otra? Es importante escoger bien, ya que solo podremos poner encima de la
mesa una de ellas con total potencia o, como máximo, dos. A más objetos,
más pérdida de intensidad dramática.

2) Una vez escogido el objetivo, deberemos tener un buen baúl lleno de cachi-
vaches�para�poner�en�práctica�nuestra�estrategia�externalizadora (coronas,
pistolas, hachas, delantales, plumeros, corazones, tiritas, varitas mágicas) para
poder acertar más la escenografía de lo representado.

3)�Entregar�en�mano (o poner en la cabeza o en la parte correspondiente del


cuerpo) el�objeto,�sin�comentar�nada,�mientras�la�familia�se�sigue�comu-
nicando. Se fomentan, así, congruencias relacionales pero incongruencias co-
municativas porque, aunque se expone lo que sucede en realidad en el plano
relacional, ello se da de tal manera que nada tiene que ver con lo que se es-
pera racionalmente (el uso didáctico y moderador de lo verbal) de un espacio
terapéutico.

4)�Ante�el�cambio�de�posiciones,�el�terapeuta�toma�la�batuta e introduce
discursos facilitadores de reencuadres y redefiniciones, que establezcan puen-
tes propicios entre síntoma y sistema y que conlleven la posibilidad de inter-
vención terapéutica.

Un ejemplo de la aplicación de esta técnica sería, en una sesión de pareja en que conti-
nuamente se tiran en cara reproches y se descalifican, entregar a uno de ellos una pistola
y situarlo apuntando a su pareja, y al otro, un hacha, poniéndole el gesto de ataque en el
brazo. Eso haría que fueran bajando la intensidad del ataque y que pudiéramos establecer
una dinámica más flexible y enriquecedora a nivel relacional.
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4.2.3. Utilizar los juguetes como mecanismo externalizador del


cambio en la familia

La aplicación de los juguetes como mecanismo de cambio se basa en la estra-


tegia de desfocalizar la atención de un discurso narrativo en concreto para
concentrarlo en otro, a través de introducir�«jugando»�un�código�de�traba-
jo�distinto (Angelo, 1979), con la finalidad de redefinir las relaciones en el
sistema terapéutico.

En este tipo de intervención, el objetivo tiene que estar definido en la mente


del terapeuta para que, a la hora de trasladar el peso de la sesión al juguete
(que será la fuente potenciadora de la comunicación), la estrategia resulte. Los
objetos escogidos han de ser:

• Lo suficientemente�simbólicos (en la mente colectiva) y representativos


de valores y emociones (corazón = sentimientos; reloj de arena = tiempo
vivido, etc.).
• Lo suficientemente�dúctiles para permitir gran variedad de proyecciones
(sabio = Merlín, Yoda de la Guerra de las Galaxias, Gandalf de El Señor de los
Anillos); así, cada miembro de la familia los podrá utilizar como necesite.

Podemos utilizar los objetos como potenciadores de cambio en las siguientes


situaciones:

1)�Para�formular�objetivos�de�trabajo en el espacio terapéutico. En este caso,


utilizaremos el juguete escogido (una varita mágica, una lámpara de Aladino,
una bola de cristal, etc.) junto a una pregunta en condicional (tipo pregunta
del milagro) y formularemos nuestra demanda a cada uno de los miembros
de la familia.

2)�Para�introducir�temas�y�expresar�emociones�prohibidas por la mitología


familiar. Para ello, emplearemos objetos a los que daremos un contenido me-
tafórico (corazón para hablar de sentimientos; un muñeco para expresar mie-
dos, que representará a su hijo o hija; un mapa para que señalen a donde se
dirigen, etc.), o bien que tengan un significado para ellos (un muñeco querido
que represente la etapa infantil de uno de los hijos, objetos que se regalaron
en la etapa de enamoramiento una pareja, etc.).

Una vez escogido el objeto, se pone en las manos de uno de los miembros
de la familia, acompañándolo de una frase que contiene una sugerencia hip-
nótico-emocional («Este es tu corazón; sostenlo. Si le prestas atención, tiene
muchas cosas que decirte»). Es importante salir de la escena, que el terapeuta
se aparte para que el foco esté en el juguete y, así, la persona proyecte en él sus
dificultades. Si la persona se bloquea, el terapeuta tiene que ayudarla hacién-
© FUOC • PID_00277003 39 Técnicas avanzadas de intervención sistémica

dole preguntas breves y concisas que la centren. Una vez acabe de hablar esa
persona, se pasa el objeto a otro miembro de la familia, intentando mantener
el clima emocional.

3)�Para�resolver�conflictos�enquistados en las dinámicas familiares. La me-


cánica sería igual que la anterior.

4)�Para�trabajar�de�forma�circular�y�creativa�sobre�modificaciones�en�las
relaciones. Se trataría de introducir juegos para que la familia aprenda a re-
lacionarse de forma diversa. Eso ya se ha utilizado en las tareas terapéuticas
(Beyebach y Herrero de la Vega, 2010) pero no se ha practicado tanto en el
setting terapéutico.

Para poder llevar a cabo esta técnica es preciso que el objetivo esté bien defini-
do para escoger un juego que conduzca a este fin y, también, tener en cuenta
las características de las familias (dificultades físicas, tono vital, capacidad de
dejarse llevar, valores, etc.), y el espacio en que se llevan a cabo las visitas, ya
que algunos juegos necesitan de exploración o hacer ruido y, por lo tanto, no
todos los juegos se pueden realizar en ciertos espacios.

Cuando «jugamos» hemos de presentar la actividad como algo distinto y di-


vertido. Una vez explicada la mecánica del juego nos hemos de apartar y dejar
que la familia juegue. Después de un rato interaccionando, paramos el juego
y les transmitimos nuestras impresiones, señalando las dificultades para cola-
borar y comunicarse. Activamos otra vez el juego, esperando que las aporta-
ciones les impulsen a buscar otras formas de relacionarse. Si estas aparecen se
subrayan y se trabaja cómo generalizarlas en su vida cotidiana.

Un ejemplo de este tipo de trabajo es pedir a una pareja, con dificultades para llegar a
acuerdos como padres, que construyan un castillo. Se les unen los brazos (el izquierdo de
él y el derecho de ella), con la intención de transmitir que son uno. Sin embargo, cada uno
construye el castillo a su manera sin comunicar su forma de hacer y su intención al otro,
y la construcción queda como un guiñapo. Se hace una analogía entre su forma de hacer
el castillo y la forma en que afrontan la crianza de la niña. Ellos lo captan y comienzan
a comunicarse y a pactar. Su construcción la definen como «fuerte y bonita». Desde ahí,
se trabaja para que aprendan a utilizar la experiencia en la negociación cotidiana.

5) Para elaborar rituales�terapéuticos (duelos, agravios, paso de ciclo). Lo ve-


remos en un apartado posterior.

6)�Para�cerrar�el�espacio�terapéutico. Para poder utilizar juguetes a modo de


colofón es interesante inspirarse en las metáforas (por ejemplo, mochilas an-
tes cargadas de piedras y ahora de recursos para explorar la vida, regaderas que
den amor al jardín relacional, semillas que hagan crecer nuevas experiencias
familiares, etc.) que se han empleado durante el proceso. Materializar dichas
metáforas en el cierre de la terapia con un objeto acompañado de un mensaje
redefinitorio, puede suponer un buen anclaje de cambio para la familia. Tam-
bién se puede construir un material que pueda ayudar a la familia a recordar
los aprendizajes (una caja de herramientas, un tarro con sales donde cada sal
sea lo que la familia necesita para sentirse cómoda, respetada y amada, etc.).
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Otra posibilidad es regalar un cuento, escrito exclusivamente para ellos o una


carta donde les felicitemos, resaltando sus aprendizajes y dándoles pistas para
que no vuelvan atrás.

Como se puede comprobar, trabajar desde lo analógico aporta muchas posibi-


lidades para elaborar intervenciones creativas, útiles y eficaces.
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5. Rituales terapéuticos

(5)
¿A qué nos referimos cuando hablamos de ritual? Un ritual es una serie de El cambio de tipo 2 es aquel en
el que se da un cambio cualitati-
procedimientos que, utilizando el pensamiento mágico (pensamiento que se
vo en la familia, modificándose las
activa en momentos de incremento del estrés), favorecen las transiciones a reglas estructurales que regulan el
funcionamiento familiar (Palo Alto.
nivel emocional en la familia, ayudándola a dar un salto tipo 25. Ya sabemos Modelo Estratégico)
que el pensamiento mágico es el más característico entre los dos y los siete años
(Piaget, 1961). Sin embargo, en las situaciones de mucha tensión, tanto los
niños como los adultos pueden regresar a este tipo de funcionamiento. Pensad
en un examen: ¿cuánta gente lleva su bolígrafo de la suerte o la estampita de
un santo?

Por lo tanto, nuestro objetivo, cuando trabajamos con rituales, es generar una
situación que ayude a la familia a salir de su forma de funcionamiento habi-
tual, creando las condiciones de trabajo para que puedan entrar en un estado
de conciencia distinto. Ello facilitará la activación del pensamiento mágico y
la posibilidad de vehiculizar el cambio de forma natural, ecológica y sencilla.

Al utilizar los rituales, trabajamos con:

• Un�conjunto�de�pautas con valor simbólico para la familia.


• Una�serie�de�actos�de�preparación.
• Estos actos conducirán a una�ceremonia representativa del paso de una
etapa a otra en las relaciones, en el tipo de interacciones o en la vivencia
de una serie de experiencias dolorosas.

En realidad, nuestro objetivo es activar la posibilidad de que esa ceremonia


ponga en marcha la entrada en un espacio más emocional que propicie el
cambio y, para ello, es indispensable que el ritual genere un marco de expec-
tación. Con tal finalidad, tenemos que conseguir que la familia esté implicada
en cada uno de los pasos que preparan para la ceremonia, ya que, solo así,
será capaz de darle la transcendencia adecuada. Y eso solo se consigue si cada
uno de los gestos y pasos que se den tenga un valor verdaderamente simbólico
para esa familia en concreto.

Tradicionalmente, las sociedades han elaborado verdaderos programas de


transición para ayudar a las personas a adaptarse a los cambios propios del
crecimiento en la etapa vital o a circunstancias críticas (por ejemplo, duelos).
En cambio, en nuestra sociedad de velocidad rápida, esos procesos se han re-
ducido al máximo, si es que se dan, por lo que el tiempo vivido externo y
el tiempo vivido interno van desincronizados en muchas ocasiones. Los tera-
peutas, a través de los rituales, intentamos vehiculizar esos tiempos y ayudar a
© FUOC • PID_00277003 42 Técnicas avanzadas de intervención sistémica

canalizar emociones que se han quedado atrapadas en las etapas de transición,


cerrando procesos y dando la posibilidad de continuar el ciclo vital de forma
más flexible.

5.1. Funciones de los rituales

Los rituales tienen, principalmente, funciones organizativas y de manteni-


miento de la estructura social, ya que es el eje transmisor de sus valores, roles
de funcionamiento y de transformación de sus normas (Roberts, 2006). Pero,
en el terreno terapéutico, ¿para qué sirven? (Pubill, 2018).

• Vehiculan los�pasos�de�una�etapa�vital�a�otra, procurando que haya una


buena transición. Por ejemplo, ayudar a que los hijos puedan irse de casa
sin sufrir por traicionar la lealtad familiar.
• Canalizan emociones�y�sentimientos�en�momentos�complejos�para�la
familia. Por ejemplo, una separación de la pareja o bien trasladarse de
ciudad.
• Ponen en�marcha�el�tiempo, cuando hay una disincronía entre el tiempo
vivido y el tiempo sentido. Por ejemplo, en un duelo cronificado.
• Sanan�relaciones�dañadas, dándoles una vía de salida. Por ejemplo, tras
un adulterio o por dificultades por dar prioridad a las necesidades de la
familia de origen frente a las de la pareja.

5.2. ¿Cuándo es recomendable utilizar un ritual?

Evidentemente, para poner en marcha un ritual, la relación terapéutica ha de


ser sólida y la familia ya ha de confiar en el sistema terapéutico. Los rituales
facilitan el trabajo en las siguientes situaciones:

• Dificultades en el cambio�de�etapa�de�ciclo�vital.
• Rotación jerárquica de algún hijo con respecto al subsistema parental: so-
breprotección a través del síntoma.
• Cambios contextuales del entorno familiar: cambio de ciudad, colegio.,
etc.
• Duelo cronificado o duelo con dificultades de afrontamiento familiar (due-
lo de niños, duelo de alguno de los progenitores en familia con niños pe-
queños).
• Agravios diversos: traiciones, deslealtades, adulterio...
• Incorporación de miembros nuevos a la familia: familia reconstituida, na-
cimiento de un bebé.
• Divorcios y separaciones.
• Superar un problema/síntoma.
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5.3. Cómo construir un ritual

Lo primero a tener en cuenta es que el ritual ha de tener una serie de propie-


dades:

1) El terapeuta debe haber logrado construir un puente entre sintomatología,


funcionamiento y resolución a través del ritual. Por lo tanto, ha de abordar la
función del síntoma a través de una redefinición que involucre su resolución
por medio del ritual.

2) El ritual debe tener una estructura que recoja los pasos indispensables pa-
ra que la transformación ocurra. Ello significa activar el tiempo familiar, uti-
lizando la narración de un proceso de cambio cualitativo, que permita crecer
sin romper.

3) El ritual se debe concretar en un acto (ceremonia) que ha de reunir la emo-


cionalidad que se ha ido creando a partir de su preparación.

4) Los símbolos que se empleen para trabajar en el ceremonial han de contener


una metaforización que posea, por un lado, significado para�la�familia y, por
el otro, que esté vinculada al proceso transformativo que se tiene que llevar
a cabo.

Por tanto, el conocimiento de las peculiaridades y los valores de la familia per-


mitirá que la dramatización de los símbolos que los representan propulsen el
cambio 2. Además, pensemos que, mediante el ritual, lo analógico y lo digital
se�conjugan, permitiendo que el aspecto «mágico» enlace procesos que la ló-
gica racional rechazaría de lleno (Pubill, 2015, 2018).

En un ritual se han de contemplar dos aspectos:

• Un�aspecto�formal: un ritual prescribe un conjunto de acciones simbóli-


cas que han de ejecutarse de un modo determinado y en cierto orden (en
un tiempo y lugar adecuados) y que pueden o no estar acompañadas por
fórmulas verbales. Esta parte dota a la familia de la estructura que necesita
para sentirse lo suficientemente segura en la expresión de sus sentimien-
tos y emociones.

• Un�aspecto�vivencial: implica la exigencia de un fuerte compromiso en


su realización, sin el cual la experiencia carecería de significado privado,
y se convertiría en algo vacío y ridículo. Para evitarlo, un ritual ha de ser
flexible�y�adaptarse a las necesidades individuales, familiares o sociales,
propias de una cultura y su tiempo.

Por otra parte, su estructura debe contar con dos partes:


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• Una�parte�cerrada�que�marca�su�formalismo�y�conduce�a�su�finalidad.
Son pasos lógicos, y es esa lógica la que propicia que se caminen sin reti-
cencias. Resuelven�la�contradicción�hacia�el�cambio, ya que contienen
en lo analógico aquello que, primariamente, está en la base de la dificul-
tad. Recordemos que esto ya se ha redefinido cuando preparamos el tra-
bajo con el ritual.

• Una�parte�abierta, que permite que la simbología adecuada a las peculia-


ridades del caso se introduzca, con el fin de que el ritual surta efecto. Así,
la estructura lógica de un ritual puede reproducirse, siempre y cuando el
símbolo que se incluya permita su aplicación. Símbolos, modalidades de
ceremonias, settings, tiempos, etc., son las partes abiertas de un ritual.

Es importante tener en cuenta que en los rituales parte del trabajo preparatorio
implica que la familia haga�algo�repetidamente�que�se�salga�de�lo�habitual
y que, en las ceremonias, es importante servirse de símbolos para ayudar al
lenguaje más evocativo y dramático. Pensemos que necesitamos que entren
en un tipo de pensamiento distinto.

El procedimiento es el siguiente:

1)�Se�redefine�adecuadamente�la�sintomatología: el cambio será fruto de una


maduración. El síntoma es fruto de que la familia no ha sido capaz de transitar
de una etapa vital a otra o bien no ha podido superar ciertas dificultades (due-
los, agravios, etc.). Así, el ritual sirve de puente entre el funcionamiento de la
familia y el significado del síntoma y dibuja el cambio como algo natural.

2) Cada uno de los�objetivos�terapéuticos�ha�de�estar�enlazado�con�los�pasos


del�ritual.

3) Se debe buscar una escenografía que ayude a la familia a romper con su


racionalidad y entrar en el juego para que pueda dejarse llevar y experimentar
la emoción que la posicione en el cambio. Para ello, utilizaremos sus valores,
gustos y aficiones.

4)�La�ceremonia, punto culminante, del ritual se ha de pactar en el tiempo y


en el espacio. En la mayoría de las ocasiones, se da en el espacio terapéutico
(por ejemplo, en los rituales de paso). Otras, se da fuera del setting (por ejemplo,
en duelos), aunque gran parte de la preparación se haga en sesión.

5) Es importante utilizar símbolos�que�estén�relacionados�emocionalmente


con�el�trabajo�a�hacer (en duelos, por ejemplo, se piden objetos de la persona
muerta), o bien que tengan una carga�metafórica con respecto al tema que
se trabaja (por ejemplo, una corona para simbolizar sentirse importante para
uno mismo, ocupar su lugar en la propia vida).
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Sin embargo, algo que hemos de tener muy en cuenta es que, a mayor�en-
quistamiento�en�el�problema,�mayor�preparación�necesita�la�concreción
en�un�cierre-ceremonia�del�ritual, ya que el proceso emocional a vivir para
su resolución es más complejo.

En la siguiente tabla, presentamos diferentes situaciones problemáticas y un


breve esquema de planteamiento de ritual. Tengamos en cuenta que explica-
mos una historia, un cuento, una narración que la familia pueda asimilar y
donde todos tienen un papel importante a la hora de conseguir llegar al cam-
bio deseado. En el próximo apartado desarrollaremos un ejemplo de terapia
familiar construida desde un espacio ritualizado.

Tabla 1. Esqueleto del procedimiento para trabajar con rituales en cierto tipo de dificultades

Situación / Eje central de Esqueleto del pro-


Problema la intervención cedimiento esencial

Duelo�y�cambios�con- Dejar ir Explicitar todas las emociones: dejar sa-


textuales lir el dolor → explicarse la historia de la
relación → dar las gracias por lo vivido
→ despedirse de la persona que se ha
perdido → soltar la relación → dibujar
un nuevo horizonte → construir la mo-
chila para caminar sin la otra persona →
paso a la nueva etapa

Agravio Pedir disculpas Dar espacio a las heridas → pedir discul-


pas o disculpar → soltar el dolor y el pa-
sado → explicitar lo positivo → compro-
miso de lealtad/no agresión → paso a la
nueva etapa

Cambio�de�etapa�del Activar el tiempo Señalar el tiempo parado → dramati-


ciclo�vital zar el miedo de la familia → explicitar
el peso del pasado → desprenderse de
lo que pesa y no es útil → transformar
lo que uno se queda en aprendizajes a
transmitir → transmitir la sabiduría →
reconocer las herramientas de la perso-
na que ha de cambiar de etapa → dar-
le permiso para pasar de etapa → cru-
zar toda la familia la frontera de paso de
etapa → celebrarlo

Rotación�jerárquica Renunciar al poder. Acep- Explicitación de la situación incongruen-


tar el poder te → señalamiento de las desventajas de
estar up y de las ventajas de ocupar el
lugar que a uno le corresponde → dra-
matización del sistema de protección
parental → renuncia al poder del hijo →
aceptación del poder por parte de los
padres → celebración

Incorporación�de�nue- Abrirse al otro Explicitación de la «avaricia» de ocupar


vos�miembros el�lugar uno solo → trabajar sobre las
ventajas de compartir → conocer al otro
→ abrir el corazón → comprometerse
en la lealtad

Divorcio Agradecer lo vivido Repasar las vivencias compartidas y los


aprendizajes adquiridos → dar las gra-
cias por todo lo aportado → desear al
otro una buena vida, reconocer todo
aquello que lleva en la mochila → cele-
brar la nueva vida de los dos

Fuente: Pubill, 2018


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Situación / Eje central de Esqueleto del pro-


Problema la intervención cedimiento esencial

Superación�problema Vencer el miedo Externalizar la dificultad → reconocer


su poder sobre uno mismo → recono-
cer las propias cualidades → crear la po-
sición del héroe → dotarse de valor →
vencer el problema → reconocerlo y ce-
lebrarlo

Fuente: Pubill, 2018

5.4. Ejemplo de terapia ritualizada

Luisa y Margarita son tía (segunda) y sobrina. Luisa tiene treinta y dos años y Margarita
diez. La primera tiene la custodia de la segunda desde hace dos, tras un largo recorrido
en que Margarita ha ido de una mano a otra, sufriendo abandonos (de su madre –por
adicción a las drogas y trastornos mentales graves– y de su padre) y malos tratos emocio-
nales y físicos (por parte de su padre, de las diferentes compañeras de su padre, de su
abuela paterna). La lucha de Luisa y sus padres por la niña ha marcado la juventud y los
primeros años de adulta de Luisa. La demanda que la tía nos hace tiene que ver con todo
el dolor que ha vivido la niña. Teme que todo ello estalle en la adolescencia y deteriore
la relación tan especial que tienen. Acuden a la primera visita las dos. Son realmente una
«pareja» encantadora. Se parecen a la maestra y a la niña en la película Matilda.

Hemos preparado una sesión divertida de autopresentación, ya que no sabemos cómo


responderá la niña al formato terapéutico. Jugamos con post-it notes que una pone a la
otra. La dinámica es activa y muy positiva. El ambiente es fluido. No notamos problemas
relacionales entre ellas. Tras una devolución en que resaltamos las herramientas que nos
han mostrado, convocamos a Luisa para entender mejor su demanda.

En la siguiente sesión, Luisa nos habla de la trayectoria de la niña y pone de manifiesto


el periplo desafortunado de idas y venidas con sus padres, y la poca protección que ha
recibido por parte de los servicios públicos. También nos explica que, tanto sus padres
(los de Luisa) como ella, siempre han estado ahí y han ayudado a Margarita. Luisa teme
dos cosas: que la niña no haya conseguido digerir todo lo bien que muestra los traumas
vividos y que la madre de la niña logre manipularla y consiga que Margarita, por pena,
vuelva a vivir con ella.

Decidimos convocarlas a las dos y nuestro objetivo en esta sesión es doble: ayudar a que
la niña muestre su dolor y, por otra parte, reforzar la relación entre tía y sobrina. Para
ello, preparamos una sesión ritualizada. El formato será el siguiente.

Tabla 2. Formato de la sesión ritualizada

Acción Objetivo

Redefinición del trabajo: curar heridas del Enlazar el trabajo con la resolución de po-
corazón como forma de dejar atrás el pa- ner en marcha el tiempo.
sado.

Corazón de cartulina para Margarita, seña- Conocer la vivencia de los agravios de la


lar áreas del corazón dañadas con un rotu- vida por parte de Margarita. Expresión del
lador, poniendo una palabra que defina el dolor.
dolor. Luego recortar esas áreas y ver có-
mo queda el corazón.

Dar tiritas a Luisa y que con ellas una los Permitir a Luisa explicarle a Margarita qué
trozos de corazón, explicando cada vez es lo que ha hecho y está haciendo para
que pone una tirita qué ha hecho o está reparar todo ese dolor.
haciendo para curar esa herida.

Luisa le entrega un corazón de peluche a Establecer un vínculo de confianza, entre-


Margarita expresando por qué se lo entre- ga y generosidad entre ellas.
ga y qué significa eso para ella.

Fuente: elaboración propia


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Acción Objetivo

Margarita expresa qué siente ante el cora- Ayudar a Luisa a recibir agradecimiento.
zón de Luisa.

Fuente: elaboración propia


El ejercicio fue un ejemplo de madurez, amor y generosidad por parte de las dos. Margarita
señaló cuatro heridas: el maltrato de la mujer de su padre hacia ella, el maltrato de su
padre a su mujer y la imposición del secreto (ella no lo podía contar), el bullying que
sufrió en el otro colegio, y el maltrato de su abuela paterna que la dejaba sin comer todos
los días. Cuando recortó su corazón se quedó muy sorprendida al ser consciente de lo
mucho que la había dañado todo esto. Luisa cogió las tiritas y fue diciendo todo lo que
había hecho y hacía para curar o amortiguar esas heridas. Puso muchas tiritas...

Después le dimos el corazón de peluche. Luisa se lo entregó a su sobrina, diciéndole que


era lo mejor que le había sucedido en la vida y que la quería muchísimo. Margarita abrazó
al corazón y dijo que era el corazón más bonito del mundo y el más incondicional (¡tenía
diez años!) porque siempre había estado y estaba ahí, que era muy generoso y que ella
también lo quería mucho. Luego se abrazaron. Nuestra devolución subrayó esa relación
abierta, confiada, respetuosa y generosa entre las dos, que era capaz de sanar cualquier
herida.

La terapia continuó convocando a la niña y trabajando con ella con la técnica de los
círculos (Asen y Tomson, 1997), a la que integramos añadir muñecos Disney para perso-
nificar a las personas más relevantes. A destacar algunas cosas que sucedieron:

• A su padre lo puso fuera del círculo más grande: «No se merece ser mi padre por como
me ha tratado» (lo decía sin rabia y con mucha asertividad). El muñeco elegido fue
un Pachá.
• A su madre, la representó a una distancia media. Era la Sirenita: «No sé nunca cómo
estará y si estará porque está enferma».
• A su tía, la posicionó muy cerca de sus padres. Luisa era la mamá de los Increíbles, su
madre era la Blancanieves y el padre de Luisa era Batman.
• A ella, se construyó como la reina de Blancanieves. Cuando le preguntamos sobre
ello, nos respondió que, a veces, no tenía buenos sentimientos sobre algunas personas
y que creía que eso la hacía mala.

Nuestra devolución fue dirigida a tranquilizarla sobre lo que sentía. En este sentido, se le
explicó que le habían pasado cosas muy duras ya desde bebé, y que había notado las aris-
tas de la vida antes de tiempo, sin que estuviera preparada para atravesarlo y entenderlo.
Por ello, sentía algo que sus amigos empezarían a notar muy pronto: ambivalencia. Eso
no�la�hacía�mala�sino�humana.�No�se�puede�ser�bueno�totalmente�o�malo�totalmen-
te.�Solemos�estar�en�el�gris.�Ella�era�sabia�y�más�madura�de�lo�que�le�correspondía.

En la siguiente sesión, recogiendo el miedo de Luisa a que la madre de Margarita pudiera


manipularla y esa sensación de la niña de no saber situarse ante su madre (que manifestó
en la tarea del anterior encuentro), decidimos explorar sus vínculos con las personas
importantes de su vida. Para ello, diseñamos un camino que representaba su línea de
vida. En ella tenía que destacar con piedras todo aquello malo que le había ocurrido y con
caracolas todo lo bueno. Debía añadir en cada acontecimiento, pegando un pósit, quién
le había acompañado. El resultado fue que en todo lo bueno y todo lo malo (ayudándola)
estaban Luisa y los padres de esta última. Cuando se lo hicimos notar, ella contestó: «Si
tenéis miedo de que yo quiera estar con mi madre, os digo que no os preocupéis. Mi
madre está bien para pasar un rato el fin de semana. La quiero mucho pero no quiero
vivir con ella. No me hace bien».

La próxima reunión fue con la tía. Le propusimos un juego. En un bol, tenía que ir me-
tiendo pelotas de ping-pong. Cada pelota era un miedo con respecto a lo que podría
ocurrir con Margarita. Puso unas cinco relacionadas con las heridas de la niña y la posi-
ble adolescencia a la que tenerse que enfrentar. Después le dimos una jarra de agua, le
dijimos que tirara un chorrito de agua por cada cosa compartida, por cada herramienta
que una u otra poseía como habilidad o capacidad. Tanta agua como importante fuera
lo compartido o la herramienta. En nada, las pelotas salieron del bol. Luisa entendió que
sus miedos no tenían fundamento. Para finalizar la sesión, le enseñamos las fotografías
del círculo y del camino de la vida que Margarita había realizado en las visitas. Se puso a
llorar al verlas y expresó que comprendía ahora que todo iba bien.

Decidimos cerrar las sesiones con una visita conjunta, en la que les agradecimos, de todo
corazón, habernos dejado participar de una relación tan maravillosa como la que tenían.
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Este proceso terapéutico es un ejemplo de cómo, a través de los rituales, se


convierte un trabajo complejo y lleno de dolor en un camino de cambio sen-
cillo, mágico y amoroso. La práctica de este tipo de técnica requiere un tanto
de atrevimiento y romper con la vergüenza de hacer algo distinto. La efecti-
vidad es notable y la satisfacción de la familia alta. Vale la pena atreverse a
practicarlo.
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Resumen

En esta asignatura hemos trabajado con técnicas que son fruto de la integra-
ción de muchos modelos de intervención psicoterapéutica. El ser efectivo en
un setting terapéutico depende, en gran parte, de la capacidad del terapeuta de
ser flexible a la hora de adaptarse a la familia que tiene delante. Eso requiere el
dominio de la maleabilidad de las hipótesis y de las estrategias que hemos de
afrontar en el camino del cambio. Los psicólogos también tenemos que salir
continuamente de nuestra zona de confort. Las familias, de hecho, también
potencian la danza del péndulo con nosotros: nos hacen sentir que nos siguen
y, luego, se apartan para que tengamos que ir más allá de lo que creemos que
sabemos y dominamos. Eso es el crecimiento como profesional.

Las técnicas que hemos expuesto os encaminan a entrenaros en la tolerancia


a la incertidumbre, en la curiosidad y la experimentación, en crear protocolos
para cada familia y cada cliente, en aventuraros a ir más allá. Siempre tiene
recompensa ser valiente. Ahora bien, también tiene recompensa ser cauto y
precavido en elaborar hipótesis, en observar, en modular la intensidad de las
intervenciones cuando todavía no se tiene claro el grado de lealtad de una fa-
milia a sus mecanismos homeostáticos. La terapia es un arte que se construye
con la disciplina de ejercitar sus técnicas de forma artesanal. Espero que dis-
frutéis del proceso de construiros como profesionales.
© FUOC • PID_00277003 51 Técnicas avanzadas de intervención sistémica

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