TEMA 1
La crisis del Antiguo Régimen (1788‐1833): Liberalismo frente a absolutismo
0- Introducción
[Esta parte NO DEBE APARECER EN EL RESUMEN DEL TEMA, pero es clave para entender y
explicar este tema -y los siguientes- sin cometer errores GRAVES. Una vez que tengas claro
esto, puedes pasar a lo siguiente. En cualquier caso, las partes de esta introducción sirven para
resolver adecuadamente las fuentes históricas]
El proceso de instauración del liberalismo en España no fue un proceso lineal, no se produjo de
una vez, sino experimentando avances y retrocesos a lo largo de las primeras décadas del s. XIX
hasta su consolidación definitiva tras la victoria liberal en la primera Guerra Carlista (1839).
Este proceso de instauración del liberalismo en España es paralelo a la instauración del
liberalismo en Europa Occidental, pero en España presenta rasgos particulares. Tal vez la
característica más destacada es el escaso desarrollo de la burguesía en España; había un
reducido porcentaje de burgueses que estaba concentrado en lugares muy localizados del
territorio, sobre todo en Madrid y en la periferia (puertos marítimos que comercian con
América). Además, las actividades económicas vinculadas a este grupo social (financieras,
manufactureras, comerciales...) tenían todavía un escaso peso en el conjunto de la economía
del país ya que España seguía siendo una sociedad básicamente rural con una economía de
tradición agraria.
En todo caso, la burguesía es la clase social que va a liderar las revoluciones liberales en toda
Europa, aglutinando los deseos de cambio de una parte cada vez mayor de la sociedad [sobre
todo de la población urbana], aunque limitando la extensión de la transformación
revolucionaria a sus propios intereses de clase. Lo mismo ocurrirá en España.
¿Cuáles son los apoyos de la burguesía liberal en España en las primeras décadas del s. XIX?
Son tres: sectores ilustrados de los estamentos privilegiados del Antiguo Régimen (nobleza y
clero), militares liberales y clases populares urbanas.
Junto a la burguesía ilustrada están las élites ilustradas procedentes de los grupos privilegiados
del Antiguo Régimen, nobles e incluso gente del clero, que están dispuestas a apoyar una
versión moderada del liberalismo. Una minoría culta de nobles (y algunos clérigos) ilustrados
llevan desde mediados del siglo XVIII compartiendo tertulias, debates y lecturas con la
burguesía local en las Sociedades Económicas de Amigos del País. La Revolución Francesa les
asusta y aparta a muchos de ellos del apoyo al liberalismo, pero a lo largo de la primera mitad
del s. XIX, estos sectores sociales se irán reincorporando a las filas de un liberalismo
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doctrinario y conservador que protege sus intereses.
Otro importante apoyo para el liberalismo viene de sectores de las milicias y regimientos del
ejército que se han formado con motivo de la guerra de la Independencia (1808-1814);
muchos jóvenes oficiales, que han entrado en contacto con las nuevas ideas que se extienden
por Europa, son marginados del ejército con la restauración absolutista de 1833 y se apuntan a
las filas del liberalismo.
Finalmente, en las ciudades, las clases populares urbanas serán el principal apoyo a la
burguesía liberal, al menos hasta mediados del s. XIX. A partir de esta fecha de mediados del
XIX, en plena revolución industrial, quedó claro que la alta burguesía no iba a legislar en favor
de esas clases populares, lo mismo en España que en el resto de Europa. Es entonces cuando
empiezan a calar entre ellas las ideas del movimiento obrero (socialismo, comunismo,
anarquismo) y a desconfiar y distanciarse del liberalismo.
El campesinado y la España rural abarcaban la inmensa mayoría de la población del país a
comienzos del siglo XIX. El campesinado era favorable a la desaparición de los derechos
señoriales pero la decepción frente a los resultados de las primeras medidas liberales
(desamortizaciones) y la influencia de la iglesia -contraria al liberalismo- les llevará a alinearse
en ocasiones con los adversarios del cambio, básicamente, los carlistas.
Los motivos que llevan a la burguesía a protagonizar este proceso de cambios son:
- Motivos de tipo político: el rechazo a la monarquía absoluta y al monopolio de la
administración del estado por los grupos privilegiados.
- Motivos de tipo económico, porque defienden la supresión de todos los obstáculos al libre
desenvolvimiento de las actividades económicas de mercado, por ejemplo el sistema gremial..
- Motivos de tipo social: el objetivo de la burguesía era suprimir la sociedad estamental que los
marginaba y les imposibilitaba alcanzar los estratos elevados de la escala social y los cargos
más importantes de la administración y del estado.
La burguesía en España -como se ha dicho- era débil -como corresponde a un país estancado
económicamente-, sin un mercado interior [pésima infraestructura de caminos y carreteras,
casi imposible transporte fluvial] que impulsase el comercio, aunque esto se compensaba con
la pujanza del comercio colonial. España era un país de base agraria y comercio local al que
apenas había llegado la industrialización todavía.
En esas circunstancias, el poder y la influencia de la nobleza y la Iglesia -basado en la posesión
de la tierra, en el monopolio de los cargos públicos y en el control de la cultura- eran todavía
muy fuertes.
Pese a los obstáculos, la revolución liberal 1 triunfará en España. Podemos tomar la fecha de la
muerte de Fernando VII (1833) o la de la victoria sobre los carlistas en 1839 como referencia.
Se pueden entender tres aspectos que caracterizan la revolución liberal en España:
1- La revolución liberal es lenta e incompleta quedando restos del Antiguo Régimen como un
excesivo peso de la Iglesia y de los sectores más conservadores vinculados a la tierra (antigua
nobleza y nueva burguesía latifundista).
[Spoiler: Mientras el país no se industrializa, la agricultura es básica. Si la agricultura es básica,
quien tiene propiedades agrícolas tiene el poder (y prestigio social) y quien tiene el poder no
quiere cambios. Veremos cómo, además, una parte de la burguesía, en cuanto salen a la venta
las tierras de la Iglesia y de las tierras comunales (desamortizaciones), se dedica a comprar
latifundios y se sitúa por ello en comunidad de intereses con los descendientes de la antigua
nobleza terrateniente, convertida por la legislación liberal en ricos propietarios latifundistas.]
2-Igualmente hay un excesivo peso y protagonismo el ejército en la vida política, consecuencia
de la incapacidad, hasta el último cuarto del s. XIX, del sistema liberal para articular la
alternancia en el poder de las diferentes corrientes.
[Spoiler: La revolución liberal sale adelante gracias a la alianza de viejas y nuevas élites. Pactan
un tipo de constitución y un sistema electoral que les asegura gobernar sin intromisiones de la
oposición. A la oposición no le queda más remedio que recurrir a sublevaciones y
pronunciamientos que necesitan de la ayuda de militares afines (son los que tienen armas)
para llegar al poder. Y llegado el momento, también son militares de ideas políticas contrarias
los que les desalojan del poder. Y vuelta a empezar. Resultado: el ejército es clave en la vida
política y muchos generales hacen carrera en la política y ejercen de presidentes del
gobierno.]
3- En tercer lugar, se produce una división en el seno de la burguesía española, similar a la
producida en el resto de los países que han dejando atrás el A.R.:
- Liberalismo “moderado” o doctrinario: Son los defensores de los intereses de las clases más
pudientes y partidarios de pactar con la nobleza y la Iglesia. Se llaman a sí mismos
“conservadores” y el único sufragio que defienden es el sufragio censitario restringido.
- Liberalismo progresista: los exaltados (más tarde conocidos como progresistas) son los
defensores de extender los beneficios del nuevo sistema a capas más amplias de la sociedad
(clases medias, todavía muy escasas). Son partidarios de un sufragio censitario ampliado. Los
progresistas, durante décadas, contarán con el apoyo de las clases populares urbanas. Del ala
izquierda de los progresistas surgirán -a mediados de siglo XIX- los demócratas o radicales,
1 Como podrás ir observando, la “Revolución” liberal en España no es un acontecimiento específico en
un momento concreto con sublevaciones, barricadas y cambio de gobierno. Diversamente, es un
proceso de más o menos 30 años, desde la formación de las Cortes de Cádiz hasta el comienzo del
reinado de Isabel II.
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partidarios de extender la participación política la conjunto de la población masculina a través
del sufragio universal.
Frente a las diferentes facciones de los liberales están los absolutistas o ultrarrealistas -ya
después de 1833- llamados carlistas, que defienden la vuelta al Antiguo Régimen, a los
privilegios y al papel protagonista de la Iglesia Católica. En las áreas rurales del País Vasco y
Navarra, donde el carlismo es mayoritario, influirá también la reivindicación de los fueros, que
todavía conservaban y que los liberales pretendían suprimir.
A la muerte de Fernando VII, los liberales moderados (o conservadores), gracias a su alianza
con sectores de los grupos dominantes en el Antiguo Régimen, se harán con el poder y
dirigirán el nuevo estado liberal durante prácticamente todo el siglo XIX. Su falta de voluntad
para articular un sistema que facilitase la alternancia en el gobierno propiciará que el acceso al
poder de los grupos opositores tuviese que hacerse mediante la fuerza, con la concurrencia
sistemática de sectores del ejército en revoluciones, motines, sublevaciones y
pronunciamientos, único modo de sustituir los gobiernos del régimen por otros alternativos.
- IDEARIO DEL LIBERALISMO.
[ Esta parte de los apuntes no es necesario que la incluyas en la exposición del tema, pero es
FUNDAMENTAL sabérsela para no cometer errores graves frecuentes y para la comprensión del
resto del temario. En HMC se ve en el primer trimestre; sirva ahora de recordatorio]
a) Aspectos políticos
El liberalismo es una ideología que surge en la Inglaterra del s. XVII como oposición a los
intentos de la monarquía de acaparar todo el poder del estado durante la época del
absolutismo. Supone una oposición frontal a los principios del Antiguo Régimen. [La Ilustración
del s. XVIII, sobre todo en Francia, está muy influida por las ideas del liberalismo.]
Su primer ideólogo es el británico John Locke: frente a la tiranía de un monarca que pretende
detentar poderes absolutos con la excusa de proteger a sus súbditos y garantizar su seguridad
[esta era la propuesta de Thomas Hobbes], el liberalismo propone -al contrario- limitar el
poder del monarca y dar a los individuos instrumentos políticos para defender sus propias
libertades. John Locke afirma que los individuos poseen derechos inalienables -vida, libertad y
propiedad- previos a cualquier sociedad. El origen de la autoridad política (=el estado) es el
consentimiento del pueblo. Si la soberanía emana del Pueblo, entonces el poder del Estado es
siempre un poder limitado y principalmente orientado a garantizar la tolerancia y a
salvaguardar los derechos y libertades individuales de los ciudadanos.
Entre las libertades están la libertad de opinión y expresión, la libertad de asociación y de
imprenta, la libertad religiosa y las libertades económicas.
En los estados en los que se reconocen y respetan los derechos y libertades del individuo y la
soberanía nacional, las personas dejan de ser súbditos y se convierten en ciudadanos.
[Vocabulario: En el régimen político absolutista no hay ciudadanos sino súbditos].
Para impedir al estado la tentación de caer en la tiranía, Locke sostiene que el poder debe estar
compartido: por un lado, el rey (poder ejecutivo) y por otro, el parlamento (poder legislativo),
con el fin de que se equilibren mutuamente.
El parlamento -donde están los representantes del pueblo elegidos por sufragio universal o
censitario- es donde se expresa la soberanía y donde se hacen las leyes que deben cumplir
tanto el gobernante como los gobernados.
Esta primera formulación de la división de poderes influirá en las teorías de Montesquieu
(ilustrado francés del s. XVIII), quien en su obra El espíritu de las leyes, divide los poderes en:
Ejecutivo (gobierno), Legislativo (Cortes o Parlamento) y Judicial ( jueces y tribunales).
Según la teoría expuesta por Rousseau en El Contrato Social, el origen del estado se remonta a
un pacto entre la corona y el pueblo o bien a un pacto entre el propio pueblo. El pueblo se da
leyes e instituciones (por ejemplo la institución de la monarquía) pero sin perder la soberanía,
por ello se habla de soberanía nacional. El pueblo está por encima de la Monarquía aunque se
haya dejado gobernar por ella. De hecho, Rousseau considera mejor la República.
El liberalismo se basa en el estado de derecho y la igualdad ante la ley. Por estado de derecho
se entiende todo estado en el que gobernantes y gobernados están sometidos por igual a la
ley y regulan sus relaciones a través de leyes que respetan sus derechos y libertades. Supone la
protección legal frente a los abusos y arbitrariedades del poder.
Las leyes se rigen -aunque no es imprescindible- por una Constitución, o código supremo, que
estipula la forma política del estado (monarquía, república, etc...), el funcionamiento y tareas
de sus diferentes instituciones (parlamentos, tribunales...) y los deberes y derechos de los
ciudadanos. Se aprueba y redacta por unas denominadas “Cortes Constituyentes” que
habitualmente se disuelven en el momento en el que se aprueba la constitución.
La pluralidad de ideas se refleja en la aparición de partidos políticos, agrupaciones -más
adelante, organizaciones-, que reúnen a individuos de la misma o parecida ideología con la
finalidad de defender los intereses de determinados grupos sociales. Existe un partido (sólo o
en alianza con otros), que asume el gobierno y otros que harán la función de la oposición,
según la representatividad obtenida mediante el sufragio (censitario o universal).
A nivel institucional, el liberalismo supone el triunfo del Estado-Nación: Estado que se
identifica con el pueblo que lo habita, en oposición al estado patrimonial de la Edad Media y
de la Edad Moderna identificado con la dinastía que lo gobierna por herencia. Este Estado
racionaliza [simplifica, perfecciona y ordena] las leyes e instituciones y regula [pone normas y
leyes] la vida pública, simplificando el complejo y variopinto régimen de leyes y privilegios del
A.R.
Se prefiere la idea del centralismo -gobierno desde la capital- y de igualdad entre los territorios
del Estado-Nación. Para ello, el Estado liberal organiza nuevas entidades territoriales
racionalizadas e uniformes -las provincias-, frente a los heterogéneos reinos y principados con
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sus fueros y libertades propios y diferentes que existían en el Antiguo Régimen.
Es importante considerar, que para el liberalismo del XVIII y de la primera mitad del XIX, el
“pueblo” (la “nación”) se reduce básicamente a los (grandes) propietarios, excluyendo de la
participación política a una parte mayoritaria de la sociedad. En este caso hablamos de
liberalismo doctrinario o conservador que defiende que la representación de la nación se
establece a través un sistema de elección basado en el sufragio censitario restringido. El
liberalismo progresista defiende la extensión del sufragio a las clases medias, escasas en el s.
XIX. El liberalismo democrático, finalmente, propugna el sufragio universal (masculino) y, con
frecuencia, exige la sustitución de la monarquía por un sistema republicano.
b) Aspectos económicos
A partir de los principios del liberalismo político, economistas ingleses (destacadamente Adam
Smith) desarrollan en el s. XVIII el liberalismo económico, sentando las bases teóricas de la
economía capitalista. El liberalismo propugna la privatización de la propiedad
(desvinculaciones, desamortizaciones, desaparición de la propiedad común en municipios y
comunidades rurales para convertirla en privada). Defiende asimismo la libertad de empresa y
de contratación y la liberad de comercio (eliminación de aranceles, de los gremios y de los
monopolios del Antiguo Régimen), lo que se expresó con el lema laissez faire, laissez passer
(“dejad hacer, dejad pasar”) o lo que es lo mismo la desregulación máxima de las actividades
económicas (libertad para fabricar, libertad para comerciar).
Según esta teoría económica (el liberalismo económico o capitalismo), el estado no debe
intervenir en la economía, o intervenir lo mínimo. La economía, según el liberalismo
económico, se “autorregula” a través de la “ley de oferta y demanda” y la libre concurrencia en
el mercado. Para ello se plantea la libre competencia en las condiciones de producción y
circulación de bienes aboliéndose los monopolios del A.R, los gremios y el resto de los
obstáculos a los negocios.
c) Aspectos sociales
El liberalismo basa su concepción social en la igualdad jurídica: igualdad de derechos y
libertades, el todos iguales ante la ley. Por ello, se elimina la sociedad estamental, basada en la
existencia de privilegios y diferenciación social por nacimiento.
En la nueva sociedad resultante persisten las desigualdades (incluso aumentan), pero estas
desigualdades son económicas y ya no jurídicas.
La sociedad del estado liberal o burgués se divide en clases sociales, de ahí que se denomine
sociedad de clases. Es una sociedad de ricos y pobres, de burgueses y proletarios, pero es una
sociedad abierta (posibilidad teórica de cambiar de clase social), no cerrada como en el
Antiguo Régimen.
El liberalismo no es incompatible con la religión, pero se tiende a limitar al máximo el poder
económico y la influencia cultural y política de la Iglesia. El liberalismo -en general- es laico
(propugna la separación iglesia-estado que relega la religión al ámbito privado). Sin embargo,
allí donde la Iglesia es especialmente poderosa y se opone con más fuerza a la pérdida de sus
privilegios, se desarrollará entre los sectores liberales un fuerte anticlericalismo.

d) Liberalismo, burguesía y revolución.

La Ilustración francesa del XVIII difunde las ideas liberales en el continente que, lógicamente,
calan especialmente entre la burguesía, clase poderosa económicamente pero marginada del
poder político y privada de prestigio social durante el Antiguo Régimen.
Todo ello está en la base de la Revolución Francesa (1789) que acaba con el Antiguo Régimen e
instaura en Francia un régimen liberal similar al que ya tenía desde hacía un siglo Gran Bretaña;
Napoleón a través de sus conquistas impone por la fuerza en muchos territorios el final del
A.R.; como sabemos, con su derrota, la Restauración planificada en el Congreso de Viena
(1815) devolverá a las viejas dinastías europeas su trono absoluto durante un breve periodo:
Las sucesivas oleadas revolucionarias de 1820, 1830 y 1848 acaban con esta restauración
absolutista y consiguen establecer regímenes liberales en la mayor parte de los estados
europeos occidentales a lo largo de la primera mitad del s. XIX. En España, la primera
manifestación del liberalismo son las Cortes de Cádiz (1810) y el último rey absolutista es
Fernando VII, que muere en 1833.

e) Liberalismo y nacionalismo.
La lucha contra el Antiguo Régimen sobre la base del ideario liberal propició el nacimiento del
nacionalismo. El nacionalismo, por decirlo así, exige para la nación los derechos y libertades
inalienables que el liberalismo había adjudicado al individuo: la nación tiene derecho a existir,
a ser libre, etc...
El contexto histórico en el que surge el nacionalismo es doble: imperios dinásticos del Antiguo
Régimen (Austria, Rusia, Imperio Otomano) que engloban en sus territorios patrimoniales
diferentes naciones (italianos, polacos, griegos, húngaros...) o bien, estados que reaccionan
contra la dominación napoleónica (España, Alemania...).
Se entiende la idea de nación como el conjunto de ciudadanos con derechos políticos,
depositarios de la soberanía y que se identifican con una trayectoria histórica, lengua,
territorio, cultura, etc. comunes y que políticamente se organizan (o aspiran a organizarse) en
un Estado (“Estado-nación”).

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1.- La crisis del Antiguo Régimen y la Revolución Liberal en
España
[Aquí comienza el tema propiamente dicho. Los apartados en azul son innecesarios para el resumen del
tema pero son necesarios para los comentarios de fuentes]
La crisis del Antiguo Régimen se abre en Francia en 1789 con la Revolución Francesa. Estas
circunstancias van a afectar muy profundamente a España: Carlos IV había empezado a reinar
apenas unos pocos meses antes.
La crisis definitiva del Antiguo Régimen en España se desencadena con la invasión francesa y la
Guerra de la Independencia (1808-1814) y finaliza tras la muerte de Fernando VII (1833).
a) El reinado de Carlos IV (1788-1808)
b) La Guerra de la Independencia (1808-1814), con el inicio de la revolución liberal encarnada
en las
c) Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.
d) El reinado de Fernando VII (1814-1833), en el que se distinguen tres etapas: Sexenio
Absolutista (1814‐1820), el Trienio Liberal (1820‐1823) y la Década Ominosa (1823‐1833).
a) EL REINADO DE CARLOS IV (1788-1808)
Con Carlos IV y su hijo y sucesor Fernando VII se cierra una época de la Historia de España, el
absolutismo borbónico. El caso español no es un caso aislado; Europa entera está viviendo un
periodo crucial desde que en 1789 estalla la Revolución Francesa y se inicia la demolición
acelerada del Antiguo Régimen.
La invasión napoleónica de 1808, al suspender temporalmente la autoridad absoluta del
monarca, precipita el comienzo del fin del Antiguo Régimen en España.
La época de Carlos IV es, por ello, una etapa de crisis: A la crisis económica que ya padecía el
país se le suman las tensiones internacionales provocadas por la Revolución Francesa que
finalmente se traducen también en una crisis interna de carácter político, con Fernando VII
intentando hacerse con el trono de su padre. Esta crisis culmina en la Invasión francesa y en la
guerra de la Independencia.
Carlos IV llega al poder con 40 años, en 1788. Pretende continuar la política de su padre y
antecesor Carlos III, representante en España del despotismo ilustrado, es decir, reformas
administrativas, económicas y sociales -más o menos tímidas- sin tocar el núcleo duro del
Antiguo Régimen (monarquía absoluta de derecho divino y privilegios estamentales). Carlos IV
mantuvo en un primer momento a los ministros ilustrados de su padre, dejando el gobierno al
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conde de Floridablanca y, más tarde, al aragonés Pedro Pablo Abarca de Bolea, Conde de
Aranda.
Sin embargo, el estallido de la Revolución Francesa pone fin a las políticas ilustradas en España:
Floridablanca decreta un llamado cordón sanitario, que consiste en censurar y prohibir la
difusión en España de cualquier noticia o publicación procedente de Francia para evitar el
“contagio” revolucionario.
El dirigente más importante del reinado de Carlos IV es Manuel Godoy. Era un simple miembro
de la Guardia de Corps del rey, pero hizo una carrera fulgurante hasta convertirse en mano
derecha del monarca merced a su íntima amistad con la influyente reina María Luisa de Parma.
De formación ilustrada y talante ambicioso se convirtió desde 1792, con 25 años, en jefe de
gobierno.
La Paz de Basilea (1795), con la nueva República Francesa, que Godoy vendió como un gran
éxito personal y la victoria frente a Portugal en la breve Guerra de las Naranjas (1801)
acabaron por encumbrar a Godoy.
Pese a todo, tenía múltiples enemigos. En primer lugar, la iglesia, que no le perdonaba sus
simpatías ilustradas y los primeros decretos de desamortización. En segundo lugar, La nobleza,
que le consideraba un advenedizo y, en tercer lugar, el príncipe de Asturias (futuro Fernando
VII), que le odiaba por haberse convertido en el favorito de sus padres en detrimento suyo.
Fernando (futuro FdoVII) intenta fallidamente (Conspiración de El Escorial, 1807) hacerse con
el trono. Iglesia y nobleza alentaban y difundían entre el pueblo animadversión contra Godoy,
llegando a convertirle en un personaje odiado entre sectores amplios de la población. Este
rechazo gozó de gran eco debido a la pésima situación económica que afectaba al país.
Con Carlos IV la situación de la Hacienda Real era de bancarrota. Sus ministros ilustrados
promueven diversas reformas para aumentar los ingresos, pero todas chocan con la nula
intención del monarca de levantar la exención de impuestos a los privilegiados. Se recurre a
emitir títulos de deuda pública (los vales reales), aumentar la presión fiscal (= aumentar
impuestos) y contratar préstamos en el extranjero. Finalmente, Godoy (primer ministro de
Carlos IV) decidió recurrir a la primera desamortización que se lleva a cabo en España.
Esta primera desamortización puso a la venta las propiedades de hospitales, hospicios, casas
de misericordia, cofradías y ofrecía la desvinculación voluntaria de mayorazgos.
Estas propiedades pertenecían fundamentalmente a la iglesia; la desamortización de Godoy
tocaba por ello directamente a uno de los pilares del Antiguo Régimen. Pero no se fue más allá,
y en todo caso, los problemas de la hacienda no se resolvieron: los ingresos se destinaron a
renovar el material bélico y al sostenimiento del ejército.
El comercio también vivió momentos difíciles como consecuencia de los conflictos bélicos en
que se vio inmersa la monarquía de Carlos IV. Las guerras contra Gran Bretaña redujeron
drásticamente el tráfico mercantil con América, importantísima fuente de ingresos para el
estado.
La crisis final del reinado
En 1804 Napoleón se hace coronar emperador y reemprende la guerra contra Gran Bretaña.
Su proyecto de acabar con el poderío naval inglés requería necesariamente la participación de
la todavía potente flota española. Sin embargo, la derrota de la armada franco-española en la
batalla de Trafalgar (1805) supuso el fin de ese sueño y forzó un cambio de planes. Napoleón
decretó un bloqueo comercial contra Gran Bretaña en el que participó una Europa controlada
directa o indirectamente por el emperador francés. Portugal, aliado de Gran Bretaña, era
reacio a someterse a la imposición napoleónica.
En este contexto, Napoleón y Godoy firman en octubre de 1807 el tratado de Fontainebleau
que planeaba la desaparición de Portugal y su desmembración (el sur pasaría después de la
victoria a ser patrimonio de Godoy, convertido en “rey de los Algarves”). Con dicho fin, los
ejércitos franceses inician la penetración en la Península con el consentimiento del gobierno.
Se instalan en lugares estratégicos, plazas fronterizas como Pamplona o Figueras y puntos clave
de comunicación como Burgos o Barcelona.
El motín de Aranjuez (marzo 1808)
En marzo de 1808, una pequeña multitud -muchos de ellos a sueldo de la nobleza- inicia una
sublevación, el motín de Aranjuez, pequeña ciudad palaciega cercana a Madrid. La revuelta
está alentada por Fernando (VII), impaciente por reinar, quien pretende aprovecharse del
descontento popular generado por la presencia francesa. Los amotinados cercan el palacio real
y asaltan el palacio de Godoy, quien salva su vida por poco; Carlos IV -a regañadientes- se ve
obligado a abdicar en su hijo ( Fernando VII, rey) pero, en secreto, el padre solicita ayuda a
Napoleón para recuperar el trono.
Abdicaciones de Bayona (mayo 1808)
Napoleón ve entonces claro que es el momento de intervenir directamente. Carlos IV y
Fernando VII son atraídos a finales de abril a Bayona y allí obligados a abdicar y entregarle el
trono a él. Napoleón nombra entonces rey de España a José I Bonaparte (hermano mayor de
Napoleón y Rey de Nápoles): son las Abdicaciones de Bayona.
Pocos días antes, cada vez más consciente de las verdaderas intenciones de Napoleón, el
pueblo madrileño se ha rebelado frente a las fuerzas de ocupación: es el 2 de mayo de 1808,
capítulo que corresponde al primer acto de la guerra de la Independencia. Casi de inmediato
multitud de pueblos y ciudades se rebelan contra el invasor.
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b) LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA 1808-1814
Es clave para entender → El fin del Antiguo Régimen en España
→ El contexto histórico de la Constitución de Cádiz
→ Los orígenes del liberalismo español
El intento de los franceses de llevar hacia Francia al resto de la familia real provoca una
insurrección popular contra las tropas francesas en Madrid el 2 de mayo de 1808, que
enseguida se extiende por todo el país. Estas revueltas, duramente reprimidas por el ejército
invasor dirigido por Murat y retratadas magistralmente por Goya en dos pinturas -La carga de
los mamelucos y Los fusilamientos del 3 de mayo- , darán lugar a la Guerra de la Independencia
(1808-1814).
La ausencia del país de los borbones junto al no reconocimiento del nuevo monarca por parte
de un sector importante de las autoridades españolas genera un vacío de poder que va a
ocupar por primera vez en la historia el propio pueblo español, creando Juntas locales y
provinciales a lo largo y ancho del país con el fin de organizar la resistencia frente a los
franceses y tratar de poner en pie un gobierno alternativo. Para ello, las Juntas locales envían
representantes a una Junta Suprema Central reunida en Aranjuez, presidida primero por
Floridablanca y después por el Marqués de Astorga, cuyo cometido es ejercer de gobierno
provisional en ausencia del rey.
Estas Juntas tienen ciertamente un cierto carácter “revolucionario” porque es el pueblo quien
elige a unos representantes a los que exije que se hagan cargo del poder en ausencia del rey
“secuestrado”: en la práctica se está asumiendo el principio revolucionario de que la soberanía
reside en la nación, autoorganizada.
Sin embargo, la sublevación poco tiene que ver con la revolución, en la medida que la mayor
parte de los sublevados no tiene ninguna intención de cambiar el sistema político. En todo
caso, una importante minoría entiende que sí, que es el momento de cambiar el sistema, que
es el momento de acabar con el Antiguo Régimen.
De ellos, una parte -los llamados afrancesados- apoyará a los invasores y colaborarán
lealmente con el rey José I Bonaparte, convencidos de que esta monarquía “extranjera” es el
precio a pagar para acabar con el Antiguo Régimen. Otros, mucho más numerosos, no aceptan
al nuevo rey y, en ausencia del legítimo monarca y en su lugar, optan por convocar Cortes en
1810 reunidas para dotar al país de un nuevo marco legal, la que será la primera constitución
en la Historia de España, la Constitución de Cádiz de 1812.
Tras sofocar la sublevación y la resistencia en las ciudades con presencia de tropas francesas, y
mientras mantienen sitiadas las ciudades de Girona y Zaragoza, el ejército de Napoleón se
dirige a ocupar Andalucía pero sufre una inesperada derrota, la primera en Europa de la
Grande Armée, la batalla de Bailén (julio de 1808). El ejército y la corte de José I se retiran
hacia bases seguras al norte del Ebro, abandonando el ejército francés el sitio (asedio) de
Zaragoza.
Napoleón, contrariado, contraataca, esta vez al mando de sus mejores tropas: destruye el
ejército español y se hace con el control de buena parte de la península.
Lejos de rendirse al invasor, a partir de ese momento los restos del ejército regular tratan de
reorganizarse y se unen a las tropas británicas y portuguesas que combaten desde Portugal o
junto con paisanos armados improvisan un nuevo tipo de lucha, la guerrilla. Los guerrilleros
renuncian a las batallas frontales contra el invasor y se limitan a hostigar su retaguardia o sus
líneas de comunicación y aprovisionamiento, causándole numerosas bajas. Buenos
conocedores del terreno, desaparecen tras cada ataque para volver a reagruparse días
después para una nueva acción.
En 1810 se disuelve la Junta Central dejando la misión de organizar unas cortes constituyentes
a un Consejo de Regencia. Así se reúnen en Cádiz unas Cortes por primera vez no
estamentales que asumen la soberanía nacional. Dominadas por los liberales, las Cortes de
Cádiz abolieron los señoríos y la Inquisición, la tortura y las pruebas de limpieza de sangre para
acceder a los cargos públicos.
La Constitución de 1812 fue la obra más importante de las Cortes de Cádiz. En ella se
reconocen la soberanía nacional, la división de poderes y el sufragio universal (indirecto).
Supone (el inicio de) el fin del Antiguo Régimen en España.
En ese año 1812, al tiempo que Napoleón se centra en la invasión de Rusia, el ejército español
con la ayuda de las fuerzas británicas dirigidas por el duque de Wellington una gran ofensiva
contra las tropas francesas, venciéndolas en Arapiles (Salamanca), lo que obliga a José
Bonaparte a huir de España. En 1813, el ejército hispano-británico al mando de Wellington
triunfa en las batallas de Vitoria (julio) y San Marcial (agosto).
Napoleón ordena la retirada de sus fuerzas de España y, por el tratado de Valençay (diciembre
de 1813), devuelve el trono a Fernando VII. Fernando VII el deseado, a su regreso, aconsejado
por los sectores más absolutistas, deroga la Constitución de 1812 y todos los Decretos de las
Cortes de Cádiz, reinstaurando el absolutismo y el Antiguo Régimen.
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c) CORTES DE CÁDIZ (1810-14) Y CONSTITUCIÓN DE 1812
Desde un punto de vista económico ya en tiempos de Carlos IV y en el contexto político del
Despotismo Ilustrado, se habían introducido algunas tímidas reformas tomadas de la
Ilustración liberal: las desamortizaciones y desvinculaciones parciales que plantean ministros
como Jovellanos o Godoy.
En todo caso, es la Guerra de la Independencia entre 1808 y 1814, la que precipita la crisis
política interna de la monarquía absoluta y abre el camino a la transformación de las viejas
estructuras políticas y sociales.
El momento clave es en 1810 la convocatoria de las Cortes Generales y Extraordinarias por la
Junta Suprema Central (máxima autoridad en ausencia del rey Fernando) como única salida al
vacío de poder existente; Cada provincia debe enviar como representantes diputados a las
cortes, lo que supone en la práctica la afirmación de la soberanía nacional y permite hablar de
inicio de la revolución liberal en España.
El liberalismo defiende la eliminación de las características propias del Antiguo Régimen,
a la vez que pretende construir otra sociedad basada en los principios liberales. En lo
político, la Constitución se erige como la norma reguladora de la vida pública. Se
rechaza la monarquía absoluta y se apuesta por la monarquía constitucional. Se eliminan
los privilegios de la nobleza y el clero, así como el régimen señorial. Se proclaman los
derechos del individuo y la soberanía nacional, se establece la división de poderes y el
sufragio -censitario (masculino). Se formula la nación como conjunto de los españoles,
con igualdad de derechos políticos y como depositaria de la soberanía nacional. El
liberalismo aboga por un estado unitario y centralizado.
En lo económico defiende la propiedad privada libre y plena, se rechazan los bienes
vinculados, amortizados y los comunales, se aspira a la libertad de comercio e industria, a la
libertad de contratación de los trabajadores y a la fiscalidad común. No se rechaza la
religión (de hecho, la Constitución de 1812 establece que ”La religión de la nación española es,
y será perpetuamente, la Católica Apostólica y Romana, única verdadera”.), pero se tiende a
limitar el poder económico y político de la Iglesia; el anticlericalismo cobrará fuerza con la
resistencia de la Iglesia a perder privilegios, poder e influencia.
De las Cortes de Cádiz (1810-1814), surge entonces el primer liberalismo español basado en:
-un nuevo orden político y jurídico que reconoce derechos y libertades
-Soberanía nacional como única fuente de autoridad y legitimidad.
-Elaboración de una Constitución (1812) como eje del nuevo régimen político: Monarquía
Constitucional.
-Aprobación de una serie de decretos de carácter socieconómico que ponen fin al Antiguo
Régimen: Fin de los privilegios estamentales, de la inquisición, de los señoríos, las
vinculaciones, amortizaciones y mayorazgos, fin de los gremios, fin de la Inquisición, etc
d) EL REINADO DE FERNANDO VII
Al finalizar la Guerra de la Independencia, Fernando VII, traicionó a las Cortes de Cádiz y
quienes habían luchado por él desde el bando liberal. Suprimió la Constitución e impuso de
nuevo el Antiguo Régimen. A partir de ahí se desata un conflicto entre absolutismo y
liberalismo que se desarrolla durante el reinado de Fernando VII (1814-1833) y se prolonga,
más allá de su muerte, en las Guerras Carlistas. La alternancia en el poder del absolutismo y
de la monarquía constitucional durante su reinado permite distinguir tres etapas:
a). Sexenio absolutista (1814-1820).
La vuelta de Fernando VII a España tras el tratado de Valençay (Napoleón le “devolvía” el
trono) y el “Manifiesto de los Persas” (redactado por diputados absolutistas pidiendo al rey el
regreso al Antiguo Régimen y la abolición de las reformas de la Revolución Liberal), supone la
derogación de la Constitución de 1812 y de toda la obra legislativa de las Cortes de Cádiz . La
reimplantación del absolutismo en España debe entenderse y fue posible gracias al nuevo
contexto internacional de la Restauración en Europa, organizada desde el Congreso de Viena
(1815), que suponía la devolución a todas las dinastías absolutistas el trono que Napoleón les
había arrebatado y la reinstauración en toda Europa -incluso en Francia- del Antiguo Régimen.
En esta restauración del absolutismo por Fernando VII, también influyó -indudablemente- la
propia debilidad del liberalismo en España.
Este período se caracteriza por:
a) La restauración de los señoríos y de las jurisdicciones señoriales.
b) Se restablece la Inquisición y los privilegios de la Iglesia.
c) La represión sistemática contra los liberales: muerte, cárcel o exilio. Pese a ello, los liberales
se organizan clandestinamente en sociedades secretas (como las sociedades patrióticas o la
masonería)
d) La crisis agraria y económica y la quiebra de la Hacienda.
e) Guerras de la independencia en las colonias españolas de América.
Los liberales no se resignan y se organizan y conspiran con ayuda de sectores del ejército
mediante pronunciamientos contra el absolutismo. [Pronunciamiento: Acto de sublevación
militar, en ocasiones violento, con el que un sector de los mandos del ejército, los “espadones”,
persigue conseguir el apoyo de las organizaciones políticas y de la opinión pública para forzar
un cambio de gobierno; pueden ser de ideología moderada o progresista]. Varios
pronunciamientos fracasan (Espoz y Mina, 1814, héroe de la Independencia consigue escapar;
pero los generales Porlier en 1815, Richart 1816, Lacy 1817 y Vidal, 1819 acabaran fusilados o
ahorcados tras ser derrotados por los absolutistas).
Sí que triunfa el pronunciamiento del coronel Rafael del Riego, al mando de las tropas que
debían embarcar hacia América para sofocar a los independentistas: se pronuncia en 1820 en
Cabezas de San Juan a favor de exigir al rey el acatamiento de la Constitución de Cádiz. El
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apoyo popular a la insurrección obliga al rey a aceptar. Hipócritamente Fernando VII declarará
aquello de: “Marchemos francamente, y Yo el primero, por la senda constitucional”
(Manifiesto Fernandino o Manifiesto a la Nación de 1820)
[Esta revolución española de 1820, primera gran rebelión contra el absolutismo de la
Restauración inspiró revoluciones en Italia, Portugal, Grecia y Rusia (Ciclo de revoluciones
liberales de 1820).]
b) Trienio Liberal (1820-1823).
El triunfo del pronunciamiento de Riego supone el restablecimiento de la Constitución de 1812
(el rey se ve obligado a jurarla) y la reanudación de las medidas políticas y económicas de corte
liberal: desamortizaciones y desvinculaciones, supresión de señoríos, mayorazgos e
Inquisición, esto último será definitivo. [Aunque en la llamada Década Ominosa (1823-1833) se
pongan en marcha las llamadas Juntas de Fe con funciones similares a la Inquisición pero
mucho más limitadas].
Pero tampoco fue un periodo de estabilidad; durante el Trienio Liberal, el gobierno tuvo que
soportar grandes tensiones:
- Existe una oposición absolutista o realista que quiere suprimir la constitución y volver al A. R.
- Se produce la primera división profunda en el seno del liberalismo: el liberalismo empezaba a
convertirse en una ideología de amplio apoyo social, más allá de las élites ilustradas y
burguesas, y esta circunstancia favorece la formación de dos grandes tendencias (no se trata
de partidos políticos), los moderados o doceañistas y los exaltados o veinteañistas.
Los moderados buscaban un pacto con los llamados notables [notables = personajes
influyentes en la vida pública por los cargos que han tenido o tienen todavía, por el prestigio
de su familia, por su dinero , etc. ] y con los grandes terratenientes de la vieja sociedad
estamental. Eran partidarios del respeto a las libertades personales y consideraban sagrada la
propiedad privada, que veían en peligro en caso de revolución. Eran partidarios de la
Constitución de 1812 (de ahí que se les denominase “doceañistas”) pero sólo si previamente
era expurgada de sus aspectos más radicales. Así, consideraban que debía reforzarse el poder
del rey y limitar las atribuciones de las Cortes, establecer un Parlamento bicameral con una
cámara para los notables, el senado (designados por el rey) y eliminar el sufragio universal
masculino. En resumen persiguen un gobierno fuerte en manos del rey, libertad de imprenta
limitada, sufragio censitario y defensa prioritaria de la propiedad y del orden. Se trata en
definitiva de los principios que defiende el liberalismo doctrinario. Destaca Francisco Martínez
de la Rosa [Al que más adelante veremos como ministro en la Regencia de María Cristina y
autor del Estatuto real de 1834. Este sector del liberalismo es el que gobernará durante la
mayor parte del XIX excepto tres breves momentos: el periodo de Mendizábal, el bienio
progresista y el sexenio democrático]
Frente a los liberales doctrinarios se sitúan los liberales exaltados, radicales (o
“Veinteañistas”), defienden la constitución del 1812 como un punto de partida que debe
reformarse para limitar el poder del rey. Exigen el control parlamentario del gobierno [=Quien
gobierna está obligado a dar explicaciones en el Parlamento], la ampliación del sufragio, la
libertad de opinión, la formación de la milicia nacional [= cuerpo armado formado por
ciudadanos para la defensa de los logros de la revolución liberal]...
Los partidarios del liberalismo tenían una importante presencia en las ciudades. Entre sus
líderes destacan Riego y Mendizábal .
3.-La oposición liberal cada vez más extendida y numerosa y el contexto internacional de
evolución hacia el constitucionalismo a partir de 1830: En 1830, en las llamadas tres jornadas
gloriosas de julio, la Revolución de 1830 terminó definitivamente con el absolutismo en
Francia, expulsando a los borbones para siempre y elevando al trono a Luis Felipe de Orleans,
el “Rey Burgués”.
Con vistas a sanear las arcas del estado, Fernando VII trata de realizar tímidas reformas
administrativas y económicas convirtiéndose este periodo en una especie de despotismo
reformista.

Fernando VII se siente prisionero al verse convertido ahora en un monarca constitucional y Estas reformas conviven con una gran represión contra los liberales (Empecinado, Torrijos,
conspira desde el principio para acabar con el gobierno liberal que limita su poder. Para ello, Mariana Pineda, Riego
sabe que puede contar con el apoyo de la Santa Alianza (Pacto de mutua defensa firmado por incluso Goya2).
las monarquías absolutas en el Congreso de Viena de 1815, para ayudarse unas a otras frente a Esta represión no consigue
posibles futuras revoluciones de tipo nacionalista o liberal). acabar con los liberales ni
contentar a los más
Dentro del país, la oposición a los liberales -los llamados contrarrevolucionarios o reaccionarios.
reaccionarios- estaba formada por los absolutistas o realistas. Este grupo contaba con el Esto último es una
respaldo de: novedad: A Fernando VII le
1.- El clero (por ello abundaba el anticlericalismo entre los liberales), surge en este periodo una
2.- Sectores ultraconservadores de las élites privilegiadas y oposición
3.- Parte del campesinado, influido por el clero y porque no percibe ventajas con el ultraabsolutista: los
cambio de sistema. llamados apostólicos o
realistas puros que le
Tras el Congreso de Verona (1822), la Santa Alianza decide intervenir contra la revolución reclaman la reinstauración
española enviando un ejército francés, los llamados Cien Mil Hijos de San Luis. Derrotados de la Inquisición y medidas
los liberales y ejecutado Riego, Fernando VII recupera en 1823 el poder absoluto y reanuda la todavía más reaccionarias;
persecución de sus adversarios.
2 Juan Martín Díez, El Empecinado, es uno de los líderes guerrilleros más célebres de la
c) Década Ominosa (1823-1833). Guerra de la Independencia. Ascendido a mariscal, es marginado por Fernando VII por ser
liberal. Apoya el pronunciamiento de Riego. Tras el fin del Trienio liberal, Fernando VII le
La tercera fase (Década absolutista u “ominosa”), supone una segunda (y última) restauración ofrece dinero si se pasa a su bando, pero él lo rechaza y afirma su fidelidad a la
del absolutismo en España. Constitución de 1812. Furioso, el rey ordena su detención y ahorcamiento en 1825.
Viéndose de nuevo como monarca con poderes ilimitados, Fernando VII anula de inmediato El general Torrijos, de ideas liberales, es detenido al desembarcar en Málaga en 1831,
todas las leyes y nombramientos del Trienio Liberal (Decreto de octubre de 1823) y se lanza a traicionado por el gobernador, que la había prometido previamente su apoyo. En la misma
una represión desenfrenada de liberales, masones y “enemigos del trono”. playa es fusilado junto con sus 48 compañeros. El pintor Antonio Gisbert medio siglo
después, en 1888, un celebre cuadro representado este episodio. Es uno de los más grandes
Sin embargo, era muy difícil la restauración del Antiguo Régimen debido a que expone el Museo del Prado (3 x 6 metros).
1.-La inviabilidad económica del régimen señorial. Mariana Pineda es una joven liberal que actúa como activista antiabsolutista en la
2.-La pérdida del mercado americano (La América continental española se acababa de clandestinidad. Es detenida, acusada de bordar supuestamente una bandera ensalzando la
independizar), libertad y ejecutada mediante el método del garrote vil a los 26 años, en 1831.Federico
García Lorca le dedicó una obra de teatro.

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su líder era el hermano y heredero del trono de Fernando VII el infante Carlos María Isidro.
Grupos ultrarrealistas llegaron a provocar una sublevación en zonas rurales del noreste (sobre
todo en Cataluña...), la guerra dels Malcontents o agraviados (1827).
*El problema sucesorio (→ origen de las Guerras Carlistas)
Para entenderlo, tenemos que retroceder un siglo. En 1713, mediante el Auto Acordado, Felipe
V instauraba la Ley Sálica siguiendo tradición borbónica francesa que suprimía los derechos de
las mujeres al trono. En 1789, Carlos IV decide anular mediante una Pragmática Sanción el
Auto Acordado: lo aprueba pero no lo sanciona -condición indispensable- en ese momento. El
estallido de la Revolución Francesa, con sus urgencias, hizo que la Pragmática Sanción quedara
olvidada en algún cajón.
En 1829, Fernando VII, después de enviudar de su tercera esposa, contrajo matrimonio con
Mª Cristina de Borbón. Todavía sin descendientes, dispuso publicar la Pragmática Sanción que
derogaba la Ley Sálica y permitía reinar a las mujeres si no existía hijo varón. Ante el
nacimiento en 1830 de la princesa de Asturias, Isabel, se abrió una grave crisis sucesoria.
Según la recién publicada Pragmática Sanción, Isabel sería reina, al tiempo que su hermano
Carlos Mª Isidro, que hacía tiempo esperaba su turno para reinar, quedaba definitivamente
apartado del trono. Esto acabó por situar a los ultrabsolutistas en abierta rebelión contra
Fernando VII y llevó al rey, a pesar de sus propias convicciones, a pensar en buscar el apoyo de
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los liberales más moderados para asegurar el futuro trono a su hija frente a sus nuevos
adversarios.
En 1832 se produjeron los llamados “Sucesos de (el Palacio de ) la Granja”: los ultrabsolutistas
conseguían que el rey enfermo firmara la anulación de la Pragmática Sanción. Pero, una vez
recuperado, Fernando VII volvió a ponerla en vigor y desterró a su hermano y a su familia a
Portugal por conspirar contra su mujer y su hija.
La muerte del rey en 1833 y el establecimiento de la Regencia de Mª Cristina de Borbón
(Isabel sólo contaba con tres años), supuso el estallido de la (primera) Guerra Carlista.
El carlismo es una ideología a favor de mantener el absolutismo y el Antiguo Régimen y se
caracteriza por su antiliberalismo, niega la soberanía nacional y defiende el sistema foral
[mantener los fueros en Navarra y provincias vascas; restaurar los fueros en Aragón, Cataluña
y Valencia] frente a la centralización liberal.
Los carlistas encontrarán apoyo en el medio rural del Norte/Noreste, donde los pequeños
propietarios campesinos son el principal apoyo social. También encuentra apoyo en los
artesanos perjudicados por la abolición de los gremios), la pequeña nobleza (perjudicada por la
pérdida de privilegios), así como en parte de la jerarquía eclesiástica y del bajo clero. Desde el
punto de vista geográfico, el carlismo se extendió por País Vasco, Navarra, Cataluña, Aragón,
Valencia, Galicia y Castilla la Vieja [Castilla La Vieja es una antigua región que incluía las
provincias del este de Castilla -León, además de Cantabria y La Rioja].