Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
net/publication/298215283
CITATIONS READS
0 491
1 author:
Freddy Cante
SEE PROFILE
All content following this page was uploaded by Freddy Cante on 23 June 2017.
Resumen
En este artículo son controvertidos supuestos básicos del problema de la acción
colectiva desde sus enfoques economicistas. La acción colectiva no es sólo un
problema del tamaño del grupo, los individuos participantes son heterogéneos y
buscan resolver también problemas de negociación sobre unos bienes públicos
que presentan ciertas impurezas. La elección racional, aún cuando se admita la
interacción estratégica es insuficiente para lograr una obtención voluntaria de
bienes públicos. Las preferencias sociales, en especial la filantropía y las redes
de comunicación ofrecen una solución más estable del problema.
Abstract
In this article are discussed the basic assumptions of the problem of collective
action, specifically the economicist view. This is not only a problem of the size of
groups; certainly the individuals are heterogeneous and they are sending to solve
problems of negotiation about public goods that have certain impurities. The
rational choice, although let us admit strategic interaction, is insufficient in
order to attain a voluntary provision of public goods. The social preferences,
especially philanthropy and the social networks of communication, offer us a
most stable solution to this problem.
con Elster (1989) se puede entender —en su forma más simplista— como
un juego no cooperativo de n personas, lo cual significa que los jugadores
eligen, como estrategia dominante, la no cooperación independientemente
de sus adversarios y/o aliados. La acción colectiva exitosa se traduce
entonces en la provisión voluntaria de bienes públicos que depende de una
variable independiente dicotómica (cooperar o no cooperar) y de una variable
dependiente (el número de cooperadores, los cuales son agentes homogéneos
y tienen similares preferencias).
1 Uno de los timos de la teoría estándar de la elección racional es el modelo de la utilidad esperada, uno de
cuyos supuestos es asumir que la acción humana se reduce al interés (utilidad), que sirve para evadir
otras motivaciones más complejas (por lo irracionales y no egoístas) de las personas como son las emociones,
las razones y las normas sociales. Una crítica interesante se halla en Simon (1986).
Para Olson (1965) la acción voluntaria y el mercado fallan para proveer tales
bienes públicos (esto básicamente por el problema de la no exclusión). Abunda
la evidencia empírica de esto: ni los consumidores, ni los desempleados, ni
los contribuyentes ni los pobres construyen organizaciones para actuar en
pro de sus intereses comunes. Para resolver el problema de la acción colectiva
este autor propone dos soluciones –marcadas por el pesimismo de Hobbes y
quizás por algún autoritarismo leninista, esto es, por el llamado a una
regulación centralizada y coercitiva–, las cuales son:
Entre los dos extremos ideales de la teoría, de un lado bienes privados puros
(caracterizados por la exclusión y la rivalidad) y, por otro lado, bienes públicos
puros (indivisibles, difíciles de apropiar privadamente y sujetos a plenas
externalidades), en la realidad solemos encontrar diversas mixturas de bienes
privados y públicos (ver Cornes y Sandler, 1996; Buchanan, 1965; y Cuevas,
2002). Aquí se destacan los bienes públicos impuros y los bienes club.
2 En esta sección se cuestiona la versión simplista de la acción colectiva, heredada de Olson, en la cual se
asume que los individuos son homogéneos y la única preocupación es el tamaño del grupo.
3 En este numeral se cuestiona el supuesto d), ver más arriba.
Los bienes club presentan menos problemas de congestión que los bienes
públicos impuros (esto en razón de la entrada exclusiva) y son tan
excluyentes como dichos bienes. Ejemplos de clubes son las familias, las
playas nudistas, los partidos, las asociaciones de intelectuales, los
gremios, etc.
5 En este numeral se evidencia el fatalismo de la inacción colectiva, el cual se desprende de los supuestos
b y d que se explicaron al comienzo.
en el cual es mejor para todos si todos cooperan que si nadie coopera, aunque
sea mejor para cada uno no cooperar.
Los valores de los pagos son ordenados así: a > b > c > d; teniendo que (a + d)
< 2b. A estos valores se les podrían asignar unos nombres para darles riqueza
expresiva. En consecuencia, a se podría llamar “tentación”, b se podría
denominar “premio justo” o “second best”, c podría llamarse “castigo”, y d se
puede llamar “redención” o “sacrificio del cooperador unilateral”.
6 Hay que recordar que el criterio de Pareto (Optimo de Pareto) está referido a una situación en la que no
es posible mejorar la situación de un individuo sin perjudicar a otro, más aún puede existir mejora para
un individuo sin que mejore la situación del resto de la sociedad. El óptimo de Pareto no da cuenta de la
situación distributiva (el problema de la desigualdad) de una sociedad.
El juego del seguro presenta una estructura de pagos diferente a la del dilema
del prisionero, en apariencia, porque los pagos por cooperar son más altos.
La estructura de pagos y la lógica del juego del seguro son diferentes a la del
dilema de los prisioneros. La cooperación es posible en el juego del seguro,
fundamentalmente, porque los individuos poseen preferencias sociales (por
un genuino cambio en su comportamiento) y no porque exógenamente algún
gobernante autoritario les hubiese impuesto incentivos selectivos (como
en la perspectiva olsoniana). La peculiaridad del juego del seguro es que
cada jugador busca cooperar si hay seguridad de que el otro lo hace; de lo
contrario no coopera. Los atributos de este juego consisten que sintetiza
algunos de los dilemas morales que sufrimos al decidir si cooperar o no en
un proceso de acción colectiva y, además, no es determinista. Una
interesante discusión sobre el tema se encuentra en Parfit (1984).
Gráfica 2
Dilema del prisionero y juego del seguro
Dilema del prisionero
Jugador II
Cooperación No
cooperación
Jugador I Cooperación 5, 5 - 10, 10
No cooperación 10, - 10 0, 0
Otros autores como Medina (2002, 2007) han optado por presentar el tema de
la acción colectiva como un juego de coordinación. En tal juego se asume que
existen dos jugadores que, por ejemplo, sufren la opresión de un déspota y a
quienes convendría emprender una acción colectiva en contra del tirano. En
tal perspectiva se asume que la acción colectiva es un problema de coordinación
estratégica y no un dilema de los prisioneros. La coordinación significa que
para cada individuo lo mejor es cooperar si los otros individuos cooperan, y
viceversa. Las decisiones estratégicas son inciertas, a tal punto que, por
ejemplo, todos y cada uno de los conspiradores que van a derrocar a un déspota
dudan hasta el último segundo si, efectivamente, sus compañeros van a
cooperar como ellos intentan hacerlo. Efectivamente, el juego tiene tres
equilibrios, a saber:
8 En Medina (2002) aparece la demostración del equilibrio de Nash en estrategias mixtas para este juego.
9 Sobre el tema de redes y comunicación ver Petersen (2002) y Bonachich (1995).
10 El caso de las personas que cooperan incondicionalmente aparece al final del artículo.
Los incentivos impuestos (del tipo de los que propone Olson (1965) para resolver
el problema de la acción colectiva), entendidos como motivaciones
extrínsecas, de acuerdo con Kohn (2001) tienen las siguientes características,
las cuales los hacen más contraproducentes que deseables, a saber:
• Los premios y los castigos son las dos caras de una misma moneda, a saber:
el comportamiento extrínsecamente manipulado, mediante estímulo-
respuesta. Entre el garrote y la zanahoria, el premio y el castigo, existe
todo un degradé de estímulos que van desde la agresión directa que castiga
hasta el gesto elegante que seduce. En todos los casos se trata de estímulos
orientados a obtener una respuesta mecánica del subordinado, gracias al
mayor poder y control que posee el agente manipulador.
La fragilidad del Tit-For-Tat: “En el Éxodo (21:22) se nos dice “Si unos hombres
peleando pegan a una mujer embarazada y ésta da a luz prematuramente pero
no se da lesión grave, el ofensor debe pagar lo que pida el marido de la mujer.
Pero si se produce una lesión grave, entonces debe tomar vida por vida, ojo por
ojo, diente por diente, mano por mano, quemadura por quemadura, herida por
herida, moratón por moratón”.
Esta es la misma regla de oro que aconsejó Kant (no tratar a las otras
personas como medios para nuestros fines, tratarlos como quisiéramos que
nos trataran a nosotros mismos). En la vida cotidiana, en la entrega
incondicional de los líderes y héroes que comienzan un proceso de acción
colectiva, esta exigente norma se hace realidad y, mejor aún, hace posibles
y más estables procesos de acción colectiva que no podrían comenzar o
mantenerse por la racionalidad o por meras preferencias recíprocas.
7. Conclusión
Bibliografía
AXELROD, R. (1984). The evolution of cooperation. Basic Books, New York.