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La teoría de la relatividad de Einstein explicada en

cuatro simples pasos

La teoría de la relatividad de Albert Einstein es famosa por su predicción de


fenómenos bastante extraños pero reales, como el envejecimiento más lento de los
astronautas respecto a las personas que vivimos en la Tierra y el cambio en la forma
de los objetos a altas velocidades.
La verdad es que si tienes una copia del artículo original de Einstein de 1905 sobre
la relatividad, es de lectura fácil. El texto es sencillo y claro y sus ecuaciones son,
en su mayoría, álgebra: nada que presente un problema para un estudiante de
instituto.
Eso se debe a que el objetivo de Einstein nunca fue elaborar una estrafalaria teoría
matemática. Le gustaba pensar de forma visual, creando experimentos en su mente
e intentando solucionarlos en su cabeza hasta poder ver las ideas y los principios
físicos con una claridad cristalina. Sus archivos llevaron incluso al FBI a investigar
sus documentos.
Ahora, más de 100 años después de que el genio presentara su ecuación sobre la
gravedad, el equipo de investigación del Instituto Max Planck de Radioastronomía
(MPIfR), en Alemania, ha probado nuevamente y de manera precisa que Einstein
tenía razón.
“Estudiamos un sistema de estrellas compactas, un laboratorio inigualable para
probar las teorías de la gravedad en presencia de campos gravitacionales muy
fuertes . Para nuestro deleite, pudimos probar una piedra angular de la teoría de
Einstein, la energía transportada por ondas gravitacionales", afirma el autor del
estudio Michael Kramer.
Los investigadores explican que las observaciones no solo están de acuerdo con la
teoría, también demostraron efectos que antes no se podían estudiar, como la
llamada danza de los púlsares. “Seguimos la propagación de fotones de radio
emitidos por un faro cósmico, un púlsar, y rastreamos su movimiento en el fuerte
campo gravitacional de un púlsar", explica Ingrid Stairs de la Universidad de British
Columbia, en Vancouver (Canadá).
Con velocidades de aproximadamente un millón de kilómetros por hora, es su
movimiento rotando entre sí lo que puede usarse "como un laboratorio de gravedad
casi perfecto".
Investigadores de todo el mundo continúan sus esfuerzos para encontrar
desviaciones en la relatividad general, lo que abriría una ventana a la nueva física
más allá de nuestra comprensión teórica actual del universo.
1895: Persiguiendo un rayo de luz
A continuación te explicamos cómo Einstein comenzó sus experimentos mentales
con solo 16 años y cómo esto le llevó finalmente a crear la ecuación más
revolucionaria de la física moderna.
Sus descabelladas predicciones de la relatividad acerca del comportamiento de la
materia, el espacio y el tiempo han probado ser correctas durante 100 años
consecutivos.
Para entonces, el desprecio mal disimulado de Einstein por los métodos educativos
rígidos y autoritarios de su Alemania natal ya le había supuesto la expulsión del
equivalente actual de instituto, por ello mudó su casa a Zúrich con la esperanza de
asistir a la Escuela Politécnica Federal (ETH).Sin embargo, Einstein decidió que
primero asistiría durante un año a una escuela en Aarau, una ciudad cercana, para
prepararse. La institución hacía hincapié en métodos vanguardistas como el
pensamiento independiente y la visualización de conceptos. En ese entorno feliz,
pronto empezó a preguntarse cómo sería correr junto a un rayo de luz.
Einstein ya había aprendido en la clase de física qué era un rayo de luz: una serie
de campos eléctricos y magnéticos oscilantes que se mueven a 299 792 458 metros
por segundo, la medida de la velocidad de la luz. Si corriera junto a un rayo de luz
a esa velocidad, razonaba Einstein, podría ser capaz de observar una serie de
campos magnéticos y eléctricos oscilantes justo a su lado, que en el espacio serían
aparentemente estáticos.
Pero eso era imposible. Para empezar, dichos campos estáticos violarían las
ecuaciones de Maxwell, las leyes matemáticas que codificaban todo aquello que
conocían los físicos del momento sobre la electricidad, el magnetismo y la luz. Las
leyes eran (y son) bastante estrictas: cualquier onda en los campos tiene que
moverse a la velocidad de la luz y no puede permanecer estática, sin excepciones.
Y lo que es peor: los campos estáticos no encajarían con el principio de relatividad,
una noción que los físicos han asumido desde los tiempos de Galileo y la era de
Newton en el siglo XVII. Básicamente, la relatividad afirmaba que las leyes de la
física no podían depender de la velocidad a la que te movieras; todo lo que podías
medir era la velocidad de un objeto en relación a otro.
Pero cuando Einstein aplicó este principio en su experimento mental, originó una
contradicción: la relatividad dictaba que cualquier cosa que pudiera ver mientras
corriese junto a un rayo de luz, incluyendo los campos estáticos, también debería
ser algo que los físicos de la Tierra pudiesen crear en el laboratorio. Pero nunca se
había observado algo así.
Einstein dio vueltas a este problema durante otros 10 años, durante sus años de
universitario en la ETH y tras mudarse a Berna, capital de Suiza, donde se convirtió
en examinador en la oficina de patentes suiza. Allí fue donde consiguió resolver la
paradoja de una vez por todas.

1904: Medición de la luz desde un tren en movimiento


No fue tarea fácil. Einstein puso a prueba todas las soluciones en las que pudo
pensar, pero nada funcionaba. Empujado por la desesperación, empezó a pensar
en una noción simple pero radical. Las ecuaciones de Maxwell funcionan para todo,
pensó, pero quizá la velocidad de la luz siempre haya sido constante.
En otras palabras, cuando ves pasar volando un rayo de luz, no importa si su fuente
se mueve hacia ti, se aleja de ti o se desplaza hacia un lado, ni tampoco importaría
la rapidez a la que se mueve dicha fuente. Siempre medirías la velocidad del rayo
a 299 792 458 metros por segundo. Entre otras cosas, eso significaba que Einstein
jamás podría ver campos estáticos oscilantes, porque nunca podría atrapar ese rayo
de luz.
Esta era la única forma en la que Einstein podía reconciliar las ecuaciones de
Maxwell con el principio de relatividad. Aun así, en un principio parecía que su
solución tenía un gravísimo defecto. Einstein explicó posteriormente el problema
mediante otro experimento mental: imagina disparar un rayo de luz a lo largo de una
vía férrea mientras un tren circula en la misma dirección a unos 3200 metros por
segundo.
Alguien que esté junto a las vías mediría la velocidad del rayo de luz mediante el
número estándar: 299 792 458 metros por segundo. Si la velocidad de la luz no
fuera constante, las ecuaciones de Maxwell tendrían que funcionar de forma
diferente dentro del vagón de tren y se habría violado el principio de relatividad,
concluyó Einstein.
Esta aparente contradicción dejó a Einstein devanándose los sesos durante casi un
año. Más adelante, en una hermosa mañana de mayo de 1905, se dirigía al trabajo
con su mejor amigo, Michele Besso, ingeniero al que conocía desde sus días como
estudiante en Zúrich. Ambos estaban debatiendo el dilema de Einstein, algo que
hacían con frecuencia. Y de repente, Einstein vio la solución. Trabajó toda la noche
y cuando se volvieron a ver la mañana siguiente, Einstein le dijo a Besso: «Gracias.
He resuelto completamente el problema».

Mayo de 1905: Un rayo alcanza un tren en movimiento


La revelación de Einstein consistía en que los observadores en movimiento relativo
experimentan el tiempo de forma diferente: es perfectamente posible que dos
acontecimientos tengan lugar de forma simultánea desde la perspectiva de un
observador, pero que ocurran en momentos diferentes desde la perspectiva del otro.
Y ambos observadores estarían en lo cierto.
Einstein ilustraría posteriormente este argumento mediante otro experimento
mental. Imagina que de nuevo tienes un observador que está junto a las vías
mientras pasa el tren. Pero este momento, un rayo alcanza el primer y último vagón
justo cuando pasa frente a él el vagón central del tren. Debido a que ambos impactos
ocurren a la misma distancia del observador, su luz llega al ojo al mismo tiempo. Así
que este observador puede afirmar sin equivocarse que ambos han sucedido de
manera simultánea.
Mientras tanto, el otro observador está sentado en el punto medio exacto de este
tren. Desde su perspectiva, la luz de ambos impactos también tiene que viajar la
misma distancia, y del mismo modo medirá la velocidad de la luz como igual en
ambas direcciones. Pero debido al movimiento del tren, la luz que procede del rayo
en el vagón de cola tiene que viajar más distancia hasta el observador, alcanzándolo
unos instantes más tarde respecto a la luz procedente del primer vagón. Debido a
que los pulsos de luz han llegado en momentos diferentes, dicho observador solo
puede concluir que los impactos no han sido simultáneos y que el impacto frontal
sucedió primero.
En resumen, Einstein se dio cuenta de que lo que es relativo es la simultaneidad.
Una vez aceptas eso, todos los efectos extraños que asociamos a la relatividad son
simplemente una cuestión de álgebra.
Einstein redactó rápidamente sus ideas en un estado de euforia extrema y envió su
artículo para que fuera publicado pocas semanas después. Le otorgó un título
(Sobre la electrodinámica de cuerpos en movimiento) que reflejaba su lucha por
reconciliar las ecuaciones de Maxwell con el principio de la relatividad. Como
conclusión incluyó un agradecimiento a Besso («a quien agradezco por algunas
sugerencias valiosas») lo que garantizó a su amigo ser recordado por la posteridad.

Septiembre de 1905: Masa y energía


Sin embargo, este primer artículo no fue el último. Einstein siguió obsesionado con
la relatividad durante todo el verano de 1905 y en septiembre envió un segundo
artículo como una especie de idea adicional.
Estaba basado en otro experimento mental. Imagina un objeto en reposo, escribía.
Ahora imagina que espontáneamente emite dos pulsos de luz idénticos en
direcciones opuestas. Este objeto permanecerá quieto, pero debido a que cada
pulso transporta cierta cantidad de energía, el contenido de energía del propio
objeto disminuirá.
Ahora bien, decía Einstein, ¿cómo vería este proceso un observador en
movimiento? Desde su perspectiva, el objeto simplemente seguiría moviéndose en
línea recta mientras los dos pulsos echan a volar. Pero aunque la velocidad de los
pulsos sería la misma (la velocidad de la luz) sus energías serían diferentes: el pulso
que se mueve hacia delante, en la dirección del movimiento, tendría una energía
mayor que el que se mueve hacia detrás.
Mediante fórmulas algebraicas, Einstein demostró que para que todo esto fuera
coherente, el objeto no solo tiene que perder energía cuando emite estos pulsos de
luz, sino que también tendría que perder un poco de masa. O, en otras palabras, la
masa y la energía son intercambiables.
Einstein escribió una ecuación en la que relacionaba ambos conceptos. Empleando
la notación actual, que abrevia la velocidad de la luz mediante la letra c, creó la que
probablemente sea la ecuación más famosa de la historia: E = mc2.

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