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Universidad Católica Andrés Bello

Materia: Sociología VI

Profesora: Elizabeth Gallardo

Alumna: Roxana Morales

Ervign Goffman, el modelo dramatúrgico en el auto-concepto de la adolescencia

Erving Goffman fue un sociólogo canadiense que se dedicó al estudio de la


interacción social y el comportamiento humano, siendo uno de los autores contemporáneos
más destacados de su época. Su obra más conocida es La presentación de la persona en la
vida cotidiana, publicada en 1959, donde introduce la teoría sobre el Modelo
Dramatúrgico; que a raíz de la corriente de pensamiento del Interaccionismo Simbólico,
analiza y profundiza, cómo las personas se muestran ante los demás, cómo gestionan la
impresión que causan, y además de cómo gestionan los conceptos de los roles ya
preestablecidos dentro del entorno social, ante lo que son los roles esperados dentro de la
sociedad. En este libro, Goffman nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la identidad,
la comunicación y la sociedad.

Para empezar, el modelo dramatúrgico es influenciado y nace, gracias a una


perspectiva sociológica, tomada por Herbert Blumer, que analiza cómo las personas
construyen y fijan el significado de las situaciones sociales a través de los símbolos y los
roles que desempeñan. Goffman, usa como metáfora al teatro para describir las diferentes
facetas que adoptamos según el contexto, público y las situaciones establecidas.

Por lo que propone el concepto de dramaturgia, que compara la vida social con una
obra de teatro, donde los individuos actúan según el escenario, el público y el guion que les
corresponde. De esta forma, el escenario está relacionado con el lugar establecido para la
acción según las normas preestablecidas, las expectativas sociales de los roles asignados
para el autor, y el bastidor, donde el actor se muestra más auténtico y relajado.
También, dentro de este mismo análisis, Goffman observa estos aspectos en los
grupos, o en “los equipos”. Basándose en la noción de que la interacción social es una
forma de hacer teatro, donde los actores desempeñan roles y siguen guiones para crear
impresiones en la audiencia.

Asi mismo, los equipos son grupos de actores que comparten un mismo objetivo y
que se coordinan para mantener una imagen coherente y convincente de su realidad. Estos a
su vez, tienen normas, valores, lenguajes y rituales propios que les permiten comunicarse y
cooperar entre sí. Los equipos también tienen estrategias para manejar las situaciones
imprevistas o problemáticas que puedan amenazar su representación. Por ejemplo, pueden
usar el trasfondo, el disfraz, la complicidad, la corrección o la justificación para ocultar o
minimizar los errores o las contradicciones. Goffman, consideraba que los equipos eran una
forma de organización social muy extendida y relevante, que podía encontrarse tanto en
ámbitos formales como informales. Según el artículo sobre el Interaccionismo Simbólico
(s.f):

Esta idea nos lleva al interés de Goffman por los equipos. Como
interaccionista simbólico, para Goffman el enfoque sobre los
individuos obscurece importantes hechos acerca de la interacción.
Su unidad básica de análisis era, pues, no el individuo, sino el
equipo. Un equipo es un conjunto de individuos que cooperan en la
representación de una rutina. Así el análisis anterior sobre la
relación entre el actor y la audiencia es, en realidad, un estudio
sobre el equipo. Cada miembro ha de confiar en los demás, porque
todos pueden destruir la representación y todos son conscientes de
que participan en un acto. Goffman concluía que un equipo es una
suerte de «sociedad secreta».

Por otra parte Goffman también desarrolla de manera más profunda, la idea del trasfondo
escénico. Para él, es el espacio donde los actores se preparan, ensayan y coordinan sus
acciones antes de presentarse en la región anterior, que es el escenario donde interactúan
con la audiencia. El trasfondo escénico tiene una función crucial para el éxito de la
actuación, ya que permite a los actores ajustar sus roles, sus expresiones y sus impresiones
según las expectativas y las reacciones de la audiencia.

Por eso, el trasfondo escénico debe estar aislado y protegido de la mirada indiscreta de la
audiencia, que podría descubrir los secretos, las contradicciones y las inconsistencias de la
actuación. Los actores emplean diversos recursos para mantener la separación entre el
trasfondo escénico y la región anterior, como puertas, cortinas, señales, códigos o normas
de etiqueta. Sin embargo, a veces esta separación se rompe o se vulnera, ya sea por
accidente, por curiosidad o por malicia. En esos casos, los actores se enfrentan a una
situación difícil y comprometida, en la que tienen que improvisar, justificar o negar lo que
ocurre en el trasfondo escénico.

Por último, existe una región residual que no forma parte ni del trasfondo escénico ni de la
región anterior, sino que corresponde al exterior, al ámbito donde los actores no están
actuando ni preparándose para actuar. En el exterior, los actores pueden mostrar su
verdadera identidad, sus opiniones y sus sentimientos sin tener que fingir ni adaptarse a las
demandas de la audiencia. Según el artículo sobre el Interaccionismo Simbólico (s.f):

El trasfondo escénico es, por lo general, adyacente a la región


anterior, pero también está separado de ella. Los actores confían en
que ningún miembro de la audiencia aparezca en el trasfondo
escénico. Además, emprenden diversas manipulaciones de las
impresiones para asegurarse de ello. Una actuación puede hacerse
dificultosa si los actores son incapaces de impedir que la audiencia
entre en el trasfondo escénico. También hay una región residual, el
exterior, es decir, todos los dominios que no pertenecen ni a la
región anterior ni a la posterior.

Por último, otro de los aspectos relevantes para lograr culminar lo que explica
Goffman, es sobre la manipulación de las impresiones; Según el artículo sobre el
Interaccionismo Simbólico (s.f):

Goffman estudió los diversos métodos de solventar estos


problemas. Primero, hay una serie de métodos que implican
acciones cuyo objetivo es producir lealtad dramatúrgica
fomentando, por ejemplo, una gran lealtad grupal, impidiendo que
los miembros del equipo se identifiquen con 1a audiencia y
cambiando las audiencias periódicamente para que éstas no lleguen
a conocer en demasía a los actores. Segundo, Goffman sugería
varias formas de disciplina dramática, entre ellas ser siempre
consciente de la actuación para impedir deslices, mantener el
autocontrol y manejar las expresiones faciales y verbales de acuerdo
con la propia actuación. Tercero, identificó varios tipos de
circunspección dramática, como determinar con anticipación cómo
va a resultar la actuación, planear las emergencias, elegir miembros
de equipo leales, elegir buenas audiencias, pertenecer a pequeños
equipos donde hay una menor probabilidad de disensión, hacer
actuaciones breves, impedir a la audiencia el acceso a la
información privada y establecer una agenda para impedir eventos
inesperados.

Para esto es importante comprender lo que Goffman llama como fachada, siendo el
conjunto de elementos expresivos el cual el individuo usa para presentarse ante los demás y
transmitir una determinada imagen de nosotros mismos. La fachada incluye lo anterior
expuesto, sobre los elementos dramatúrgicos, como la apariencia, el vestuario, el lenguaje,
los gestos, las emociones y las actitudes. Ahora bien, la manipulación de las impresiones
consiste en controlar y ajustar nuestra fachada según el contexto, la audiencia y el objetivo
que queremos lograr. De esta manera, evitamos que se produzcan situaciones que puedan
dañar nuestra reputación o credibilidad, como mostrar signos de nerviosismo, inseguridad,
incompetencia o deshonestidad. “En términos generales, la manipulación de las
impresiones se orienta a impedir una serie de acciones inesperadas, como gestos
espontáneos, intrusiones inoportunas y pasos en falso, así como acciones deliberadas como
«hacer una escena»”.

Así, por ejemplo, un político puede manipular sus impresiones para proyectar una
imagen de liderazgo, confianza y honestidad ante sus votantes; un profesor puede hacer lo
mismo para generar respeto y autoridad entre sus alumnos; o un vendedor puede intentar
persuadir a sus clientes mostrándose amable, experto y servicial.

Esta teoría bajo el foco de esta metáfora resulta útil para comprender el auto-
concepto y su importancia en la adolescencia, una etapa de desarrollo donde los jóvenes se
enfrentan a múltiples cambios y desafíos que afectan a su identidad y a su autoestima. En el
trabajo de investigación hecho por Nerea Cazalla-Luna y David Molero, observan este
proceso de la formación del auto concepto, y su importancia en la adolescencia, así como
las principales variables que lo influyen, como el género, la cultura o el contexto educativo.

Ellos se refieren al auto concepto como la que un individuo tiene de sí mismo,


basada en sus características, habilidades, valores y creencias. De tal forma que, el auto-
concepto se forma y se modifica a través de las interacciones con los demás, especialmente
con los grupos de referencia, como la familia, los amigos o los profesores.

Para Cazalla-Luna y Molero, la adolescencia es una de las etapas más importantes,


ya que es ahí donde el individuo empieza hacerse preguntas y cuestionamientos de gran
importancia, como el quién soy, qué haré entre otras cosas. En cierto punto, el adolescente,
en esta etapa empieza a definir puntos relevantes en su personalidad, tomando aspectos
importantes de los elementos de su alrededor así como de quien admira.

En definitiva, las autopercepciones del adolescente tiene mucho que


ver con sus conductas y actitudes, los esfuerzos del adolescente por
desarrollar un auto-concepto claro y positivo chocan frontalmente
con la ambigüedad manifiesta de las normas culturales. De suma
importancia es el hecho de que el adolescente debe asimilar y
demostrar la responsabilidad de un adulto, pero se les niegan los
correspondientes privilegios (Cazalla-Luna y Molero; 2013).

En esta etapa el individuo adolescente, empieza a crear su propia fachada ante el


mundo, por una parte tiene todas las normas sociales, y las conductas aceptadas dentro de
los espacios de referencia más arraigados, como de aquellos donde el individuo quiere
realmente expresarse. Esto se relaciona al manejo de impresiones según Goffman. Pues el
adolescente adquiere lo que para él es correcto, sin embargo puede que no esté al margen
de lo que la familia espera. Por ejemplo, un adolescente que quiere ser aceptado por sus
compañeros de clase puede adoptar una actitud rebelde, desafiante o divertida, según lo que
considere más apropiado para cada grupo. Así, puede vestir de una forma determinada, usar
un lenguaje específico, mostrar interés por ciertos temas o actividades, etc. De esta manera,
está realizando un manejo de impresiones para proyectar una imagen de sí mismo que le
permita encajar y obtener reconocimiento social. Sin embargo, esta imagen puede no
coincidir con su auto-concepto real, es decir, con lo que él realmente piensa, siente o desea.
Esto puede generar un conflicto interno, una baja autoestima o una falta de identidad.

En conclusión, el adolescente que se adapta a las expectativas sociales de su entorno


está siguiendo la teoría del modelo dramatúrgico de Goffman, que sostiene que las personas
actúan como si estuvieran en un escenario, mostrando una fachada que les ayude a lograr
sus objetivos. De esta manera, el adolescente busca proyectar una imagen de sí mismo que
le permita encajar y obtener reconocimiento social. Sin embargo, esta imagen puede no
coincidir con su auto-concepto real, es decir, con lo que realmente siente o espera de sí
mismo. Esto puede generar un conflicto de roles, donde se cuestione su autoestima o
identidad. Es por esto que en el trabajo de Cazalla-Luna y Molero (xx), finalizan
explicando la importancia de que el adolescente pueda desarrollar un auto-concepto
coherente y positivo, que refleje su verdadera personalidad y valores, y le pueda permitir
expresarse libremente y relacionarse de forma auténtica con los demás.

Referencias.

Interaccionismo Simbólico. Unidad 5. (s.f).


http://ual.dyndns.org/biblioteca/sociologia/pdf/unidad_05.pdf

Cazalla Luna; N y Molero; D. (2013). Revisión teórica sobre el auto-concepto y su


importancia en la adolescencia. Revista Electrónica de Investigación y Docencia (REID),
10, Julio, 2013, 43-64.

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