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TUMBAS PROFANADAS
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Este trabajo, en realidad, es un informe periodístico técnico-
jurídico, para que España, a través de su Ministerio de Cultura,
pueda impugnar las subastas en las que se ponga a la venta
patrimonio español procedente de nuestros barcos de estado
naufragados. Las sentencias recientemente ganadas en los
tribunales de los Estados Unidos, nos abren la puerta de su
recuperación. Adjuntas en el apéndice final del libro.
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La leyenda negra de España difundida por el marketing geopolítico de
los ingleses triunfó en principio para ocultar que el Imperio Español fue
más grande que su decadente colonialismo. El admirado Imperio Romano
fue ocho veces más pequeño que el Español, que descubrió el 58% del
Mundo.
Nos hemos dejado contaminar por traidores que traducen todo lo que
llega del mundo anglosajón relacionado con nuestra historia, incluida la
naval, a pesar de que pocos la conozcan. Nada de lo que se dice de
nuestras Flotas de Indias es verdad; ni en número de barcos, ni en
naufragios, ni en la capacidad de nuestra extraordinaria gente de mar. Años
antes de los descubrimientos se fundó la universidad de Salamanca, que fue
el primer referente mundial de la cultura, el derecho Internacional y los
derechos humanos; ni Oxford, ni Cambridge ni la Sorbona; España liberó
América de sus caciques y asesinos antropófagos.
Incluso han tratado de quitarnos ser los padres de la primera globalización
económica mundial a través del Galeón de Manila. O de la primera moneda
global con los reales de a ocho durante 250 años.
“Su lecho es el fondo del límpido océano del mar de quien siempre fue amigo y
hermano; allí do el abismo sus ondas dilata y su frente acarician los peces de plata, y
yace callado tendido en la hondura con los ojos fijos mirando a la altura, y ve a sus
compañeros pasar en sus raudos veleros que cruzan llevados del viento que zumba
como aves enormes por sobre su tumba”
Samuel A. Lillo
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“La publicación de los naufragios de nuestros barcos de guerra conseguirá, tal
vez, modificar la opinión de la prensa, que hasta ahora ha solido ver en cada
naufragio un desacierto, y un motivo justificado para llenar sus columnas con
agrias censuras a la Marina. No ha mucho tiempo lo hacía con motivo del
incendio de una fragata, que no dejó de ser un caso fortuito que a nadie se culpó,
y no hubo pérdidas humanas.
En nuestro país se ven obras que pasan por formales en las que se habla de
mástiles, áncoras o gobernalle. En España la mar es antipática porque no se
conoce”
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Cuando España decidió firmar la Convención de la UNESCO para la
Protección del Patrimonio Sumergido lo hizo acertadamente a pesar de las
confrontaciones surgidas entre muchos ignorantes que hasta ese momento
nunca se habían ocupado de los pecios históricos. Y digo esto porque,
en realidad, no teníamos otra salida; con la firma se ponía orden en
los expolios que seguían produciéndose antes de la Convención. Que
España aceptase que los barcos de estado naufragados en el mar
territorial de cualquier país solo los pudiesen regular esos estados, en nada
cambia la inviolabilidad que ya tenían desde la firma por parte de casi
todos los países del mundo de la Convención sobre el Derecho del Mar.
Sin embargo con esta nueva regulación específica sobre los pecios,
ganábamos dos cosas más importantes: que esos países solo puedan
acceder a los pecios con arqueólogos profesionales estatales, y que
los bienes extraídos de ellos no se puedan comercializar, debiendo
pasar a formar parte de colecciones museísticas.
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TUMBAS PROFANADAS
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La crueldad de estas imágenes solo es comparable con la ilegalidad de
los actos practicados por quienes las hicieron, derribando una de las
pocas murallas que la humanidad no debería consentir. El pretexto de
que hacen arqueología es un argumento inaceptable.
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En la foto del medio, sacada en el navío el Salvador, hundido en
Uruguay, el militar aparece con su uniforme y su sable. Terrible imagen
permitida por españoles americanos.
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Estos restos pertenecen a tres náufragos españoles que tuvieron
vida, nombre, sentimientos y humanidad. A día de hoy, nadie sabe
qué fue de ellos.
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Durante cincuenta años he recogido cuanto se publicaba sobre restos
humanos en naufragios históricos; lo hice porque varios familiares
descansan en alguno, y me parece una canallada no protegerlos. Ahora que
se habla tanto de Memoria Histórica también debemos incluir en ella a
nuestros náufragos localizados.
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La banda de canallas que expoliaron el San Diego con el
silencio del Estado reconocen la existencia de restos humanos,
pero no hicieron nada para su protección.
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Más compatriotas olvidados y denigrados por la avaricia de los
anglosajones
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Y cuando se quieren hacer canalladas tan alejadas de nuestra
condición humana, estos criminales, carentes de principios,
cegados por el oro y la plata, hacen esto con los restos de
nuestros compatriotas. Nuestra embajada debería decir algo.
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Seguramente, estos esqueletos británicos se trataron de forma
diferente, aunque fueran piratas asesinos.
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Restos de españoles que viajaban en barcos de la Flota de Indias.
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Cuando los despojos humanos no pertenecen a nuestros marinos,
las quejas del mundo anglosajón se elevan hasta la ONU.
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Decir que hicieron estudios antropológicos parece que vale para
justificar sus canalladas.
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Enterramientos como éste se reparten por las costas del mundo con
la complacencia de los estados anfitriones.
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La hipocresía llega hasta su cota más alta permitiendo la profanación
de nuestras tumbas marinas, pero dando el máximo boato a sus
marinos, como en el caso de los muertos en el Arizona, en Hawai.
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Odyssey, reconoció la existencia de restos humanos, y dijo
lo que haría con ellos en el proyecto Sussex.
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Los ahogados de ayer son los grandes olvidados de hoy, y tenemos la
obligación de procurarles el respeto que merecen estos compatriotas que
sirvieron a su patria. Mi antepasado, Pedro Pablo Sanguineto yace en
una de estas tumbas submarinas en aguas de Cuba, como lo hace mi tío
abuelo Andrés Gamboa y Sánchez-Barcaiztegui.
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INTRODUCCIÓN
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A tenor del concienzudo trabajo del Capitán de Navío Cesáreo Fernández
Douro, los barcos españoles que navegaron entre 1500 y 1750 por los
mares del mundo fueron 15.000. Le faltó por computar, como así reconoce,
una parte de las naves de la carrera de Indias, que constituyeron el mayor
número entre los siglos XVI a XVIII, ya que muchos eran buques de
particulares que la Corona requisaba para que navegasen para ella,
entregando a sus propietarios y capitanes patentes reales con mando en
tropas de infantería y artillería para suplir su carácter civil; lo que las
convertía en buques de estado.
El archivo de Viso del Marqués esta formado en su mayor parte por los
legajos procedentes del archivo Central del Ministerio Marina que compila
las hojas de servicio de sus oficiales. Se creó en 1948, y atesora también
los documentos que enviaron por orden ministerial los archivos de Cádiz,
Ferrol y Cartagena entre 1950 y 1970. Sus funcionarios han comprobado
que ha desaparecido documentación muy importante, bien por corruptelas,
o para ocultar acontecimientos no deseados.
Cuando se quemó el archivo de San Fernando en 1976, perdimos, por
ejemplo, los documentos traídos de Cuba, entre los que había muchos
legajos sobre naufragios en el Caribe, el Golfo de México, América del
Norte, América Central y Puerto Rico.
Douro incluye en su trabajo, además de las naves Almirantas y
Capitanas, los barcos mercantes y los de escolta y guarda, que no
transportaban oro y plata.
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El archivo de Viso del Marqués ha recogido expedientes de la
Marina muy variados, y las hojas de servicio de nuestros marinos
de la Armada hasta principios del siglo XX. Lo construyó el Marques
de Santa Cruz, Álvaro de Bazán y Guzmán, héroe de la batalla de
Lepanto. El IX Marqués fue Joaquín de Silva y Sarmiento,
perteneciente a nuestra rama a través de su madre, Cayetana
Sarmiento.
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Tanto el archivo de Marina como el de Simancas, acataron las órdenes de
traspaso de documentos, aunque algunos papeles se perdieron en uno de
los sucesivos expolios que, a lo largo del siglo XIX, sufrió nuestro Archivo.
Todo empeoró con el incendio del Archivo de Alcalá de Henares en 1939,
donde se perdieron los documentos de la Gobernación de Ultramar y los que
correspondían al antiguo Ministerio de Indias y sus Consejos, que habían
sido trasladados desde Alcalá.
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El archivo de Indias siempre ha estado en el punto de mira de los
pseudo historiadores que solo buscaban pistas que les llevaran a los
barcos que sus clientes pretendían expoliar. Pero la culpa es nuestra por
permitirlo.
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Primeros instrumentos de navegación inventados por los
españoles
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Comprobarán el desbarajuste de nuestros archivos y el desconocimiento
y abandono por parte de nuestras autoridades sobre los asuntos de la mar,
por lo que no es una casualidad que no existan archivos unificados sobre
los naufragios de nuestras naves a lo largo de los siglos. Ahora, a modo
de parche, y tras el esperpento del caso Odyssey, que dejó a nuestra
administración con las vergüenzas al aire, se han interesado “un poco” en el
asunto, aunque todavía no existe consenso para llegar a un punto de
encuentro entre las administraciones de las que dependen archivos con
expedientes de barcos perdidos.
Los españoles seguimos siendo nuestros peores enemigos, pues somos
reos de rencillas políticas y celos provincianos entre comunidades
autónomas, lo que ha entorpecido la unificación durante cuatro siglos. Fue
lo que permitió a Odyssey expoliar durante años en nuestras costas, dada
la falta de coordinación entre administraciones: lo reconoce quienes
participaron en los hechos, tanto a nivel autonómico como en el Estado: se
impuso la lucha por las competencias en lugar de la defensa cerrada de
nuestro patrimonio, lo que aprovecharon los piratas y sus socios en
Reino Unido y Gibraltar para expoliarnos al menos veinte barcos de
diferentes épocas. La nueva Ley de Navegación obliga a que toda esa
pléyade de funcionarios deban pedir autorización a la Armada.
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Apesar de ello, cada cierto tiempo un historiador dice que fueron 20.000
los barcos que se hundieron por el mundo; o 30,000, asegura otro:
soberanas barbaridades dados los datos científicos de que disponemos,
que solo acreditan el descomunal desconocimiento de la mar que hay en
España a todos los niveles.
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Durante el tiempo que ayudé a consolidar la Asociación de Amigos
del Museo Naval de Madrid sentí una cierta condescendencia por
parte de quienes formaban parte de la Institución; algo así como
que, ayúdanos a traer dinero y objetos, pero no te metas en nada
más. Una consecuencia de que, para dirigir el Museo, se nombra
a militares a punto de jubilarse por periodos muy cortos, gente que
durante su carrera no tuvieron relación con la cultura museística,
una ciencia compleja que ha de llevarse con profesionales.
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Por todo esto, la obra de Cesáreo Fernández Douro hay que tomarla como
referencia y guía para la compilación de los naufragios de la Marina
Española. No contamos con otra. La escribió en 1846 cuando era Teniente
de Navío, y es una excelente aproximación al número real de naves perdidas
en diferentes siglos, pues fue al único que le preocuparon estos asuntos, al
comprobar que los expedientes sobre naufragios de barcos españoles
estaban diseminados en demasiados archivos y no podía conocer ni su
número ni el lugar de su naufragio en un tiempo razonable. Su interés se
despertó a instancia de familiares de marinos desaparecidos que se
acercaban a la administración de Marina donde trabajaba, y se sentía
incapaz de ayudarles.
Por ello empezó a recopilar los datos sobre naufragios españoles y
extranjeros acaecidos en nuestras costas, así como los sufridos por
naves españolas en ultramar: también compiló los que se produjeron en
las costas Americanas y en las islas del Caribe. Incluso, los naufragios
acaecidos en el Pacífico y el Índico, aunque solo encontró notas dispersas
escritas de forma enrevesada que tuvo que ir descifrando.
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Cuando descubrimos el caso Odyssey, miembros de esta entidad me
incitaron a que me uniese a la teoría del Estado de que lo expoliado por
Odyssey provenía del Atlántico y, de esa forma, ocultar la desidia, los
permisos otorgados y el abandono durante los SIETE años en los que
denunciamos y advertimos hasta la extenuación que nos estaban robando
el patrimonio. Lo que pasó en 2007 sería el colofón de otros muchos
expolios inadvertidos o tolerados por nuestra Administración.
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Tras comprobar que se sumaban a una mentira y colaboraban a su
perpetración, solicité mi baja, recordándoles que los hombres de
nuestra Armada, entre los que están mis abuelos, bisabuelos y
tatarabuelos, nunca hubieran aceptado ese chantaje por parte de
Exteriores y Cultura, que dieron permisos injustificados y mintieron en
todo lo relacionado con el expolio de Odyssey. Tanto hablar de
honor……….
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Desde 2011 no volví a tener noticias de una Entidad que contribuí
a formar para dar más visión al abandonado museo Naval
entonces. Por fortuna, el esperpéntico expolio de Odyssey ha
contribuido a que esta querida Institución haya tomado nuevo
impulso, de lo que me alegro sinceramente.
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NÚMERO DE BARCOS HUNDIDOS CON CARGAS VALIOSAS
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Fernández Douro incluye en su importante trabajo los naufragios que logró
recopilar en otros archivos cuando la Marina Española aún no los anotaba.
En el archivo de Indias encontró 68 desde el descubrimiento de America
hasta el año 1.600. Y 21 más en el siglo XVII. En el XVIII, hasta la creación
del Archivo de la Marina descubrió 13 más. Lo que eleva a 102 las naves
hundidas anotadas en el Archivo sevillano.
Por eso insisto que, cuando la prensa y los numerosos presuntos expertos
nacionales y extranjeros dicen que bajo los mares del mundo hay miles de
barcos españoles cargados con riquezas, es radicalmente falso.
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y que conservamos en carpetas imposibles de confeccionar en la era de
Internet; cuando las bibliotecas eran imprescindibles para los escritores e
investigadores. Pero sobre todo, nos hemos servido del meticuloso trabajo
del Capitán de Navío Cesáreo Fernández Douro.
Es cierto que 255 naufragios son bastantes, aunque se haya recuperado la
carga completa del 70%, pero si comparamos esta cifra con las 15.000
embarcaciones que surcaron los mares del globo bajo bandera española
durante tres siglos, no son nada: más, cuando sabemos el estado de
muchos barcos de nuestra armada que, al igual que hoy, siempre están
carentes de los fondos adecuados para mantenerlos, ya que sus dineros
están manejados por políticos que no saben lo que es la proa.
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Las nuevas leyes internacionales de protección del patrimonio sumergido, la
definición de los Correos Marítimos en aquellos siglos, y las patentes que
daba la Corona a muchos barcos mercantes, les otorgan la categoría de
buques de estado a la hora de defenderlos de los caza pecios.
Esperemos, como de hecho he podido comprobar, que algunos de los
barcos registrados en los Archivos de la Marina coincidan con los del
archivo de Indias pues, de lo contrario, tendremos nuevas disputas cuando
reclamemos nuestros barcos en aguas de diferentes países.
Para ese trabajo la Armada ha utilizado todos los Archivos Navales Militares
de nuestro país, y se ha creado un centro de datos informático incipiente
dada la dispersión de los documentos sobre naufragios por media geografía
hispana. La tarea empezó en 2011, y se han identificado ya los expedientes
de 1.580 naves naufragadas, incluidas las extranjeras que se hundieron en
nuestras aguas.
Los datos se han obtenido de los archivos de la Marina sitos en Viso del
Marqués, el Museo Naval, y el de Cartagena. Es una lástima que el archivo de
San Fernando, seguramente el segundo en importancia para la Marina, se
incendiase en 1974, acarreando una pérdida documental de gran
importancia, pues en ellos se guardaban cientos de expedientes sobre
naufragios necesarios para identificar pecios conocidos y otros por descubrir.
América del Norte, Central y América del Sur ocupan el segundo lugar con
el 26,7 % de los barcos hundidos: 490 naves, de las que SOLO UN 7%
TRASPORTABAN ORO Y PLATA DE LA CORONA.
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En 2019 visitamos el archivo de Simancas para interesarnos por
unos documentos familiares, y nos gustó la eficiencia en las
búsquedas, muchas de las cuales se pueden hacer por Internet.
Pero los referentes a los barcos hundidos que nos interesan para
este trabajo ya no están allí.
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El palacio que ocupa es una joya del siglo XV que construyeron
los Enríquez, Almirantes de Castilla, que fueron los principales
artífices del tratado de Tordesillas, en el que participó mi
antepasado Bernardino Sarmiento, Adelantado Mayor de Galicia,
conde de Ribadavia y de Santa Marta de Ortigueira. Todos
importantes servidores públicos.
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En Oriente y Australia se hundieron el 5,4%, con especial incidencia en las
costas de las Marianas e Islas Filipinas, con un total de 50 naufragios.
También en África hay constancia de que se fueron a pique 21 barcos.
Datos que no están lejos de los aportados por Fernández Douro, a pesar de
que a él le faltaron por computar los naufragios desde 1868, cuando escribió
su obra, hasta la actualidad: un tiempo en el que se fueron a pique bastantes
navíos tanto en la guerra de Cuba como en la Española, pero que no son
importantes para el propósito de este trabajo.
POR SIGLOS
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El archivo Nacional es un intrincado laberinto de documentos en
los que hay partes de naufragios desde que albergó algunos
papeles de los puertos de la España Americana.
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Para poder leer la mayor parte de los documentos de nuestros archivos
históricos hay que saber paleografía y escritura hispana
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EL POR QUÉ DE ESTOS NAUFRAGIOS
Cuando llegamos a este punto los marinos tenemos claro que la mayor
parte se produjeron por causas meteorológicas: huracanes y tormentas.
El 90% se hundió por esta razón. Por eso, a partir de mediados del
siglo XVI se dieron muchos menos, pues los capitanes y pilotos sabían
que no debían zarpar en la época en la que se daban estos fenómenos
atmosféricos, que se producen entre julio y septiembre. Algunas veces se
veían obligados a zarpar en esas fechas por exigencias políticas, y
nuestros marinos sabían que tendrían graves problemas. Pero zarpaban
como lo hacían nuestros hombres de mar con coraje y valor. Por eso,
nada más dejar por estribor las Bahamas, arrumbaban al Norte siguiendo
una derrota paralela a la línea de la costa de Florida separados por
diez millas, así, cuando llegaba el huracán podían embarrancar en sus
playas y salvar tripulación, pasajeros y carga; y si tenían suerte y
lograban pasar sobre los arrecifes de coquina que hay en esas aguas,
estaban a salvo.
Hoy, con el cambio climático, el periodo de huracanes se ha adelantado a
junio, y puede prolongarse hasta noviembre dada la altísima temperatura
que ha alcanzado la mar. Incluso, los llegamos a notar en las costas de
Europa con esos nuevos fenómenos llamados Danas, que no dejan de ser
pequeños huracanes formados por la alta temperatura que ha alcanzado el
Atlántico.
Otra parte de esos buques, un 5%, naufragaron en los muchos combates
navales a los que tuvo que acudir nuestra Armada dadas las provocaciones,
invasiones y litigios entre naciones.
Solo el 1% de los naufragios de nuestros barcos fue por culpa de piratas
ingleses, holandeses y otros formados por varias nacionalidades. Sin
embargo, nuestros enormes barcos eran muy temidos, ya que navegaban
fuertemente artillados, por lo que todas esas películas anglosajonas en las
que abordan con facilidad barcos de la carrera de Indias son patrañas
salidas de las calenturientas mentes de sus guionistas en su torpe empeño
de seguir manteniendo una historia negra de España, que ya nadie cree.
Algunos de los barcos clasificados por Douro se hundieron en los puertos del
Caribe azotados por huracanes: esto sucedió, por ejemplo, en 1768, cuando
se hundieron 30 barcos vacíos y sin tripulación fondeados en el puerto de
la Habana. O los 40 que naufragaron en el mismo lugar durante el violento
huracán de 1810.
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También los gobernadores mandaron hundir un número elevado de
barcos viejos para hacer barras en la entrada de algunos canales para
defender una ciudad, como se hizo en Cartagena de Indias o en el Cabo
San Antón de Cuba con el Neptuno, el Nuestra Señora del Pilar y el
Loreto en 1590, dificultando los movimientos de los atacantes ingleses.
Unos por abrir la mano sin control, y otros por corruptos y estúpidos,
hundieron más barcos que los huracanes y las guerras.
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CARGAMENTOS RECUPERADOS
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“Mandamos que en la Capitana y en cada flota vaya buzo y otro en la
Almirante, porque son muy necesarios en la navegación para los casos
fortuitos y accidentes del mar”
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Diferentes ingenios diseñados para la recuperación de cargas
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Al estrellarse contra los arrecifes la madera de los barcos se quebraba
con mucha facilidad.
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Con este invento se recuperó la carga de varios barcos en el siglo XVIII
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En la obra de Tomé Cano, escrita en 1611, ya figura el trabajo de buzo
como uno de los más importantes del barco.
“Buzo es de mucha importancia en una nao pues mediante su resuello
recorre por debajo del agua todo el galeón y busca por donde hace agua y
con que repararla, lo que hace que muchos navíos se salven”
“Un recuperador es forzoso que sea marinero y que sepa nadar. Sus
herramientas son un cuchillo jífero, una macetilla pequeña de madera de
pino de cinco libras, con un cabo corto con el que calafatea las costuras y
clava estoperoles en las planchas de plomo. Ha de estar bajo cubierta
tapando balazos”
“Modo para buscar en cualquier parte del mar desde cien brazas de fondo o
más hasta dos o tres brazas de cualquiera nao o navío que está perdido en
mucho distrito del egua. Modo de asir el galeón con cadenas una vez
hallado en el fondo del mar. Y otro para si se hubiese hallado el galeón en el
fondo del mar poderlo subir con instrumentos fuertes y con facilidad”
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En cuanto a cómo iban vestidos estos héroes contamos con un escrito
muy detallado de Diego de Ufano, que fue el primero en recuperar
cañones del mar:
“Hácese un vestido de baqueta -piel- que para este efecto a de estar muy
bien adobada y que sea suelta y blanda y vestido cerrado y rematado por la
parte de abaxo de la rodilla y ha de haber una correa de tres dedos de ancho
con su ebilla de hierro, apretado con esponjas para que no lastime al
hombre. Y tendrá unos anteojos de cristal para que vea el fondo cosidos a la
parte que cubre la cabeza. Y para coger aliento tiene en la misma baqueta en
la parte que cae enfrente de la voca una manga fecha de baqueta muy cosida
la cual siempre este arriba del agua en su otro extremo. Y lleva un cordelito
para hacer señales a los de la superficie”
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Sistema para recoger ostras perlíferas
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Sonda de metal para detectar pecios o barcos hundidos
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Sistema de poleas que empleaba el buzo para elevar cargas pesadas
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Con este sistema de redes detectaban los pecios y los arrastaban hacia
aguas menos profundas.
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Sistema ideado por John Lethbridge
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A patir de esa fecha las cargas que llevaban nuestros barcos se podían
recuperar, incluso las que estaban bajo la superficie. Se crearon flotas de
rescate que permanecían a la espera en puertos americanos como la
Habana,Veracruz, Cartagena de Indias y Panamá. Los primeros buceadores
carecían de gafas y aletas; actuaban a base de intuición provistos de una
campana de buceo en la que había aire, saliendo y entrando de ella para
tomar nuevas bocanadas. En la superficie les orientaban desde botes por
medio de unas cajas de madera a las que habían colocado un cristal
que permitía ver el fondo marino. Y como las aguas eran entonces muy
claras por la ausencia de contaminación, divisaban objetos con facilidad.
En los archivos españoles contamos con muchos documentos sobre esta
importante cuestión, como el expediente del Archivo de Indias relativo al
asiento o permiso concedido a Nuñez Melián en 1642 para buscar los dos
galeones más importantes de la flota que se fueron a pique en 1622 en los
bajos de Matacumbé, en los Cayos de Florida, el Atocha y el Margarita. En él
cuenta cómo recuperó miles de monedas de estos naufragios entre 1625 y
1630: también planchas de cobre, piezas de artillería y 350 barras de plata,
como se acredita en Indiferente, 2498 libro 13 folios 251 y 252. También en el
Inventario de los fondos de Consulados hay una petición hecha en 1603 en la
que un tal Jerónimo de Ayanz pide licencia para “sumergirse y sacar piezas
del mar” Un trabajo muy completo en el que describe una especie de
submarino. El Rey le dio una licencia por veinte años.
Por todo esto, no es cierto que haya tantos millones de oro y plata
perdidos en los mares: solo la calenturienta mente de muchos
anglosajones lo harían famoso.
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Dada la mala información que se ha venido dando en nuestro país sobre
esta cuestión, de la que han hecho bandera tipos que nada sabían de la mar
y ni tan siquiera se habían acercado a ella de forma rigurosa, vamos a
exponer las dos rutas que emplearon nuestras naves en el transporte de
mercancías desde lugares tan remotos como Filipinas o México.
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GALEONES DE INDIAS
Fueron los más deseados por los expoliadores, dado el número de ellos que
se tenía idea de dónde estaban tras su naufragio, lo que provocó que se
emprendieran sus saqueos. Sin embargo nadie sabía que solo una pequeña
parte de esos galeones cargaban bienes preciosos, ya que la mayoría
transportaban cargas comerciales; la otra mitad, eran barcos de guerra
para su protección. Se le llamó Flota de Nueva España: zarpaban de Cuba
y seguían la ruta ortodrómica, la distancia más corta entre dos puntos en
la superficie terrestre, que les llevaba a lo largo de la costa este de Florida,
dejando por estribor las Bahamas primero y las Bermudas después. Desde
allí ponían proa al Este hasta alcanzar las islas Azores, para descender
hacia el Cabo de San Vicente y ganar la desembocadura del Guadalquivir.
Se beneficiaban de los vientos del Oeste y Noroeste predominantes en esas
latitudes.
Para regresar al Caribe lo hacían por las islas Canarias empujados por
los vientos Alisios, una autopista de agua con vientos sostenidos de no más
de veinte nudos, que llevaban a los barcos hasta la barrera de islas que
forman Guadalupe, Martinica o Haiti. Nuestra flota subía un poco más
hasta alcanzar la latitud de Puerto Rico; desde allí, a Santo Domingo y la
Española. El puerto en el que se preparaba el regreso de los galeones era
la Habana, conectada con Veracruz, Portobello y Cartagena de Indias por
medio de la Flota de Tierra Firme.
Los almirantes que más travesías hicieron a bordo de estos barcos fueron
Lope Díez de Aux Armendariz, con 26 travesías entre 1602 y 1634. Había
nacido en Quito y es el mejor ejemplo de un criollo con poder. El segundo
fue el portugalujo Martín de Vallecilla, con 23. Y el tercero el también vasco
Pedro de Ursúa y Arizmendi con 20 travesías como Almirante de la Flota de
Indias.
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Los galeones eran barcos lentos que no podían navegar de ceñida; se
movían con vientos portantes o de través.
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Las rutas marítimas de entonces, y el imprescindible reloj de arena
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La vida a bordo era extremadamente dura, y la tripulación cedía los
mejores lugares de la nave para los pasajeros y la carga.
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En 1640 se creo la Armada de Barlovento para defender las
colonias y las flotas de los ataques de los piratas que llegaban desde
el Norte, tierras en posesión de ingleses y franceses. Los barcos tenían
sus bases en Veracruz, la Habana y Puerto Rico: estaba formada por
seis galeones de guerra. Cuando las defensas en tierra se completaron
tras la construcción de varios fuertes, estas naves se utilizaron para
acompañar a la Flota de Nueva España hasta el canal de Bahamas,
desde donde arrumbaban al Noroeste, alejándose de la costa.
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GALEONES DE MANILA
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Los galeones de Manila eran bastante más grandes que los de la carrera de
Indias. Tras las primeras travesías, se construyeron con las estupendas
maderas de Filipinas.
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Durante los 300 años de su existencia solo se fueron a pique 16 barcos; y
cuando lo hicieron, sucedió como en el Caribe, por tifones y tormentas.
Solo en cuatro casos se debió al ataque enemigo; sobre todo holandeses,
que navegaban por allí transportando especias. De esos 16, tres fueron
apresados por ingleses: El Santa Ana en 1587; la Encarnación en 1709, y
el Trinidad en 1762. Los holandeses se hicieron con el San Diego en
1600, aunque se hundió. El resto, se fueron a pique por tifones, como se
llama allí a los huracanes. Desde 1565 a 1600 hicieron la ruta 20 barcos.
En el siglo XVII 33. En el XVIII 52, y en el XIX 17. El último fue el Santa
Margarita en 1822.
En tres siglos navegaron 122 Galeones de Manila
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Pero el traslado de la Casa de Contratación a Cádiz en 1717, desde que
se fundara en Sevilla en 1503, fue un paso decisivo a la hora de
fomentar las relaciones con el mundo a través de la mar, convirtiendo a
su puerto en el más importante de Europa. La idea la tuvo Simón de
Anda y Salazar gobernador de Filipinas entre 1770 y 1776, apoyada por
el Rey Carlos III, para llegar allí bordeando África.
Para la nueva ruta, que duró 70 años, decidieron usar barcos de guerra
para no despertar resquemores entre las otras potencias europeas.
En su travesía de ida transportaron vino, aceite de oliva, aguardiente,
hierro y, sobre todo, material militar para abastecer el apostadero de
Filipinas. A su regreso traían seda, algodón, especias, añil, café y
cacao. La travesía duraba cerca de tres meses haciendo escala en
diferentes puertos africanos y asiáticos.
La Real Compañía de las Filipinas, 1785-1834, fue un éxito, pues tenía
la exclusiva comercial en el rentable mercado asiático y africano, con
los recelos de los holandeses, amos del tráfico de especias, y de los
ingleses, que lo eran de los tejidos y el té.
A partir de 1869 solo se utilizaría para llegar a Filipinas el recién abierto
canal de Suez. Uno de los primeros barcos que pasó el canal fue la
fragata María de Molina en 1877, que mandaba mi tatarabuelo Marcial
Sánchez-Barcaiztegui, haciendo escalas en Malta, Constantinopla,
Beirut, Port Said, Suez, Aden, Ceilán, Singapur y Manila, quedándose
allí hasta 1879, que regresó a España por la misma ruta.
81
Mi tatarabuelo Marcial Sánchez-Barcaiztegui y la página de su hoja de
servicios en la que consta dicha travesía.
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BARCOS HISTÓRICOS ESPAÑOLES EXPOLIADOS
En la fatídica lista sobre los barcos españoles que naufragaron y que fueron
saqueados sin que nuestras autoridades hicieran nada por evitarlo, desde los
años setenta he venido estudiando muchos de ellos en base, sobre todo, a
artículos aparecidos en publicaciones de diferentes partes del mundo. Una de
las más importantes y que me aportó mayor número de datos fue la National
Geographic que, en los años sesenta y setenta del siglo pasado publicaron
extensos artículos sobre los expolios que se produjeron en esas fechas; y lo
enfocaron como hazañas, confundiendo, no sé si de forma intencionada, la
palabra recuperación con expolio.
Fue la época en la que los buscadores de tesoros estadounidenses
empezaban a saquear el Caribe, las islas Bahamas y toda la costa de
Florida, Texas y Virginia. Sucedió por el avance de los sistemas de buceo
con botellas de aire comprimido, que pusieron al alcance de cualquiera los
inventos de el ingeniero Gañan en los años cincuenta del siglo pasado. Lo
que permitió que se pudiese descender hasta profundidades cercanas a los
cincuenta metros, límite máximo en el que se encontraban los barcos que
naufragaron en playas y arrecifes coralinos.
Y comenzó un incipiente expolio y saqueo de los pecios esparcidos por el
mundo, tanto de barcos españoles como portugueses, ingleses, holandeses
o franceses, potencias marítimas de aquellos siglos. Pero los expoliadores
solo se interesaron por los barcos que traían riquezas a la vieja Europa
desde los territorios descubiertos en diferentes mares del mundo.
83
Por el contrario las naves francesas no se especializaron en el retorno de
objetos de valor al carecer de minas y titularidad sobre espacios de tierra
abundantes en estos preciados bienes.
Sin embargo, dadas las escasas comunicaciones existentes en los años
cincuenta y sesenta del siglo pasado, las noticias de saqueos de nuestro
patrimonio marítimo no llegarían a España hasta los ochenta. El meticuloso
seguimiento que hicimos nos ha permitido confeccionar una lista de expolios.
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EN TOTAL 36 BARCOS
Tras la lectura de este libro, apreciareis lo poco que nos han expoliado
en comparación con los millones de toneladas de bienes que durante
tres siglos transportaron nuestros barcos por todos los mares del mundo.
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LOS PIONEROS
Por ello, hasta mediados del siglo XX solo se dieron pequeños robos de
piezas que la mar devolvía a las costas, sobre todo tras las tormentas más
fuertes. Cuando se comercializaron los primeros equipos de buceo
autónomo, se abrió la puerta a los expolios en la mar hasta profundidades
cercanas a los cuarenta metros.
El buceo deportivo con botellas de aire comprimido entró con mucha fuerza
en las costas del mundo occidental, actuando de plataforma para que se
encontrasen bajo las aguas someras objetos arqueológicos que, al no
existir leyes que lo regulase, fue un festín de robos y saqueos que nos han
privado de conocer aspectos de los naufragios históricos ubicados en las
aguas poco profundas de todos los mares y océanos.
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interés de la sociedad por estos asuntos ha sido nulo. Decía Albert Einstein,
90
EL PRIMER EXPOLIO
91
92
La flota de 1715 en aguas de Florida
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En realidad lo que sucedió fue que el huracán les sorprendió cuando
navegaban al través del Cabo, a diez millas de distancia al Este, que era
el respeto que se le daba antes de poner proa al Nordeste. Pero la fuerza
de unos elementos desatados les obligó a derivar hacia el Suroeste, hasta
alcanzar la altura de lo que hoy es Vero Beach y Sebastian Inglet, una
extensión de treinta millas en las que, años después, se encontrarían
restos de estas flotas.
Algunas veces los expertos capitanes y pilotos de nuestras flotas de Indias,
cuando eran alcanzados por un huracán, maniobraban contra la arena de
la playa si no había esperanza de salvar la nave: varaban a propósito: con
ello podían recuperar las valiosas cargas que llevaban, como pasó con
un gran número de los barcos de estas flotas. Un piloto sobreviviente dijo:
94
Un albañil que realizaba obras en la zona de Vero Beach encontró
en 1959 unos objetos de metal con formas amorfas que, en principio,
no supo qué eran. Advirtió que aparecían después de las tormentas, y
que cuanto más fuertes eran había más. A través de un amigo contactó
con el profesor de antropología de Yale, Irving Rouse, que acababa
de publicar un libro sobre las flotas españolas de Indias, citando entre
sus fuentes, Concise Natural History of Eas and West Florida, escrito
por el cartógrafo inglés Bernard Romans, publicado en 1775, en el que
dice:
95
96
A principios de 1962 el albañil elevado a cazapecios Kip Wagner escribió:
“Las piezas empezaron a encajar y supe lo de la flotilla de barcos que se
habían hundido donde yo encontraba las monedas desde hacia un par de
años. Envié una de las monedas de plata en las que aparecía la fecha 1714
a Mendel Peterson del Smitsoniam en Washington, y me respondió
diciendo que esa flotilla se había hundido en los Cayos de Florida; que
estaba escribiendo un libro sobre ello”
97
Hasta 1975 estos asuntos los llevaban los miembros de nuestra Armada,
entre los que estaban mis abuelos, bisabuelos y tatarabuelos. Ellos decían
que el lugar de un naufragio era una tumba, pues había muchos muertos
en cada uno y no se debían perturbar. Con la llegada de los sucesivos
gobiernos del PSOE fue cuando sus ministros de Cultura colocaron a sus
amigos al frente de estas instituciones, practicando un buenismo enfermizo
que solo trajo pulgas para defender su progresismo, entregando el
contenido de nuestros archivos a cualquiera que asegurase que era
“investigador”; y si era extranjero, mejor, pues creían que les daba mayor
patina de modernidad.
Los datos confusos sobre las ubicaciones de los naufragios de nuestros
barcos de estado protegieron a esta flota hundida en 1715 por un huracán;
aunque en realidad estaba compuesta por dos flotas diferentes, con dos
naves capitanas y dos almirantas, que navegaban en conserva fuera de
temporada con rumbo a España cargadas de riquezas. Pero fue muy poco
lo expoliado en comparación con lo que sabemos cargaban estas cuatro
naves: sus mercancías fueron recuperadas en su mayor parte por los
buzos de las compañías españolas que se dedicaban a estos trabajos a
porcentaje de lo que salvasen, pagando el derecho de pecio.
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Si hacemos un repaso de los naufragios de las flotas de Indias y los
acaecidos en el Pacífico, la cantidad de barcos hallados por los caza
pecios es insignificante. Y lo es, porque cuando había sobrevivientes,
podíamos conocer con exactitud la posición de los mismos, y no se daba
acceso a nadie para protegerlos del pillaje. Hasta 1950 no se buscaban
pecios en los archivos españoles, pues no existían medios técnicos para
recuperarlos. Sería a partir de 1960 cuando se comercializaron los primeros
equipos de buceo autónomo, y la llegada de los mal llamados tesoros
submarinos, que en realidad es patrimonio de una nación.
Cuando el caso Odyssey nadie se puso de acuerdo con la posición de la
fragata española Mercedes: unos decían que fue hundida por los británicos
cerca de la costa, como lo acreditan muchos documentos tanto españoles,
como portugueses e ingleses. Lo que nos advierte de que, la mayor parte de
las veces, los que presenciaron los hechos mentían, dando posiciones
falsas para después tratar de recuperar los bienes de esa nave.
Kip Wagner continuó encontrando monedas durante los años sesenta del
siglo pasado, al tiempo que un profesor de historia, A. Kerso, investigaba
para él en los archivos de la Sociedad Histórica de Florida de San Agustín,
que fue la primera ciudad europea en los Estados Unidos fundada por Pedro
Menéndez de Avilés. Pero la única información que encontró sobre esta flota
fue un microfilme con el relato de algunos testigos que habían sobrevivido al
naufragio. Las declaraciones las hicieron marineros que lograron alcanzar
las playas, y que caminaron setenta kilómetros hasta San Agustín: más de
cien hombres llegaron en dos botes que encontraron en la playa. Desde
allí, mandaron varios petaches con suministros para atender y controlar
a los náufragos que se afanaban, cuando pasó el huracán, en saquear la
carga de los barcos encallados en la playa. La ayuda desde Cuba llegaría
seis semanas después, entrado ya septiembre. Algunos de esos náufragos
fueron sentenciados a muerte por pillaje; otros, devueltos a España para ser
juzgados. Pero en los documentos de San Agustín no encontraron ninguna
otra referencia, ni el nombre de los barcos, ni el lugar donde naufragaron los
que no habían varado en la playa; tampoco el contenido de la carga.
Así que Wagner siguió moviéndose por intuición desplazándose todos los
días por la inmensa playa entre Sebastian Inglet y Palm Beach, hasta que
encontró socios para su pillaje: uno era un oficial mecánico de la base de
Patrics. Otro, un soldador vecino de Wagner. Pertenecían a un club de buzos
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al que llamaron Corporación de los Reales de a Ocho, que obtuvo varios
permisos del Estado de Florida para bucear en distintos puntos de la costa.
En 1962 los inspectores Goggins y Sears escribieron,
“La Corporación de los Reales de a Ocho está haciendo su trabajo de un
modo impecable. Han hecho detallados dibujos, fotografías y otros apuntes
que se corresponden con piezas rescatadas. Este es el primer y único
naufragio en Florida que ha sido investigado como es debido,
científicamente hablando”
Entre las singueras de coquina vemos la arena que mueven los temporales.
Abajo, Sebastian Inglet, que aporta a la mar agua dulce y arena.
100
Kip Wagner con objetos y monedas de esta flota
101
Algunas joyas pertenecientes a paticulares
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El número de monedas y joyas encontradas fue pequeño, lo que demuestra la
confusión de los caza pecios en estos asuntos, para los que hacen falta
ingentes cantidades de dinero, paciencia y capacidad para soportarlo.
103
En aquellos años las exigencias arqueológicas en los Estados Unidos
eran nulas. Durante los decenios posteriores siguieron concediendo
licencias en esa zona. Y, como la mar seguía arrojando a las playas oro y
plata, el Gobierno de Florida dictó en 1965 una Ley que llamó de
Antigüedades para controlar los hallazgos submarinos, los salvamentos
marítimos y los objetos históricos de valor científico o histórico. El control
lo ejercía el gobernador y su gabinete.
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Algunos de los naufragios
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El naufragio de las Cuñas fue uno de los que dio más objetos, la mayor parte sin
valor para ellos, pero importantes para los arqueólogos e investigadores del
pasado: cubiertos, loza, vasos de vidrio y metal y partes metálicas de la nave.
Dada su ignorancia sobre nuestras Flotas de Indias, los caza tesoros pensaban
que toda nave naufragada de estas flotas llevaba grandes tesoros; pero era lo
más alejado de la realidad. Solo dos cargaban, como ya hemos dicho, los
caudales. El resto eran barcos que transportaban productos como cacao, pieles,
animales etc. Las otras naves que componían la flota eran unidades de guerra
que protegían por los flancos a los mercantes, sobre todo a la Capitana y
a la Almiranta que, siempre que era posible, navegaban en mitad de la formación.
Por eso el número de tesoros encontrados de nuestros barcos de Indias fueron
tan pocos en relacion a los que hicieron las travesías del Atlántico durante tres
siglos.
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LA FLOTA EXPOLIADA
Una era la Flota de Nueva España, que estaba al mando del General
Ubilla, antiguo marino de la carrera de Indias. Su nave capitana era la
Nuestra Señora de Regla, San Dimas y San Francisco, de 248 toneladas.
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EL NAUFRAGIO
Tras romper varios pecios con bombas de succión sin encontrar demasiado,
Kip Wagner viajó a Sevilla junto a un historiador para buscar documentos
sobre la identidad de los barcos; reconoció “no haber encontrado
ninguno”. Además, el director Arana no le recibió, alegando enfermedad,
lo que deja claro que, en los años sesenta del siglo pasado, se hacían
mejor las cosas, y no se daba información a cualquiera, en una España
todavía bajo la Dictadura, y por tanto con estricto control militar en todo lo
relacionado con la mar. Tras mucho rogar, le mostraron algunos documentos
sobre la recuperación del cargamento, seguramente, para disuadirle de
seguir buscando.
Pudieron leer escritos en los que se narraban las operaciones de rescate
tanto de hombres como de la carga, pero en ninguno aparecía de qué
naves se trataban, ni los lugares identificados por los supervivientes.
109
Wagner estuvo en Barcelona con el numismático Xavier Calico, cuya
familia, que sigue dedicándose a la numismática, compraron un número
indeterminado de monedas cuando se subastaron en 1964.
Representación de un naufragio
110
Hay que recordar que el Archivo de Indias, antigua casa de Contratación,
lo fundó el Rey Carlos III en 1785. Y ordenó que se traspasaran al mismo
todos los documentos relacionados con América conservados hasta ese
momento en diferentes lugares como Simancas o el Ministerio de Ultramar.
Los papeles posteriores seguirían en sus respectivos ministerios. Sin
embargo, en 1898 se ordenó que los nuevos documentos del Ministerio de
Ultramar y del Consejo de Indias fueran enviados al Archivo Histórico
Nacional, fundado en 1866, que recuperó 511 documentos robados por un
funcionario pagado por diferentes enemigos de España que, en esa época,
tras la pérdida de Filipinas primero y Cuba después, eran muchos. En 1882
se trasladaron los archivos de la Capitanía de Cuba, los únicos que hemos
111
conservado de los miles de ellos que se quedaron en puertos de otras
ciudades españolas en América.
Entre ellos se encontraban los más importantes relacionados con el
naufragio de la flota de 1715, realizados por el sargento mayor de la
ciudad de la Habana, Juan del Hoyo, encargado de las operaciones de
salvamento en las playas de Florida. Según ellos, en marzo de 1716
navegó hasta el lugar de los naufragios para establecer un campamento a
dos millas al sur de Sebastian Inglet, frente a dos de los galeones
varados a escasos metros de la playa. La recuperación de la carga
fue un proceso largo y tedioso para los buzos, pues solo podían trabajar
cuando la mar estaba en calma. Solorzano dijo,
“La carga en los diferentes puntos donde se sumergieron estaba dispersa
por el fondo tras el choque de las quillas contra los arrecifes. Desde su
naufragio, a pesar de que solo habían pasado siete meses, la arena cubría
ya grandes extensiones alrededor de las naves, muchas de las cuales
sobresalían del agua”.
112
Durante ese periodo, ayudado por la infantería de Marina Española, hizo
300 prisioneros, la mayoría piratas ingleses, que trataban de expoliar en la
zona de los naufragios.
Finalmente, en 1719, cuatro años después de la tragedia, se suspendieron
los trabajos, tras recuperar el ochenta y cinco por ciento de las cargas
más valiosas e imperecederas. Por lo que podemos deducir que las monedas
y objetos que encontró Kip Wagner eran restos que las olas movieron tras
las tormentas; por lo general bienes de contrabando escondidos en las
bodegas, pero que no representaban nada comparado con las cargas que
transportaban las dos capitana y almirantas. Al concluir su trabajo, Hoyo
quemó los restos para que nadie supiera dónde estaban.
Lo que queda son las quillas de los barcos que permanecieron enterradas en
la arena, perdidas sus estructuras. A lo sumo se conservan unas cuadernas
que quedaron bajo la arena protegidas de los insectos, y que en esas aguas
tan calientes, se comen la madera a gran velocidad.
113
En 1965 Wagner organizó una exposición en la sede de la National
Geographic en Washington a la que asistió el fiscal General Earl Faircloth,
que dijo que las licencias otorgadas a Wagner y su equipo eran válidas para
el futuro. Para cuando volvieron a sumergirse en 1966 el Estado de Florida
había organizado ya una patrulla marítima formada por funcionarios del
Departamento de Conservación y expertos en buceo para supervisar
las operaciones efectuadas con licencia del Estado.
En 1993, vivimos unos meses en la zona de los naufragios y realizamos una
intensa actividad en el Museo de Florida y la Sociedad Arqueológica para
que cambiaran el tratamiento sobre los pecios encontrados en sus costas.
No se trataba de reclamarlos para España, pues nos parecía bien que dichos
restos se quedaran allí con un tratamiento arqueológico adecuado, alejados
del pillaje y el expolio. Para ello contamos con la ayuda de su presidenta
Virginia Culpepper y su junta directiva, que acabaron por entender el motivo
de nuestras reclamaciones. Con el paso de los años constatamos cómo
fueron cambiando de sensibilidad hacia estas tumbas de marinos españoles,
incidiendo de forma muy determinante en las leyes posteriores.
Buceamos los lugares de los naufragios aunque, como era otoño, las aguas
no eran propicias para ello. Tras estudiar los movimientos de la arena y los
lugares donde se habían encontrado objetos, llegamos a la conclusión de que
podría ser que la mar siguiera arrojando piezas durante años a modo de
recordatorio de que, en una franja de apenas cuarenta millas, se fueron a
pique diez barcos españoles destrozados por un potente huracán contra el
que ninguno de nuestros formidables marinos pudo hacer nada que no fuese
embarrancar para tratar de salvar a la gente y las valiosas cargas que
transportaban.
114
115
Nuestra modesta protesta ante el museo de Fisher con mis hijos Daniel y
Lorenzo con la bandera española de entonces en Florida.
116
En estos inmensos arenales, que fotografié hasta la extenuación, se
encuentran los restos de esta flota que nunca pudo llegar a España.
117
En nuestra estancia en esa parte de Florida vivimos muy de cerca
las gestas de nuestros antepasados, Menéndez de Avilés, De Soto,
Ponce de León. Además de las singladuras protagonizadas por
tanto marinos patrios, que pasaron por delante de esas playas.
118
Recorrer las costas de Florida fue un reconocimiento al valor de tantos
grandes hombres, y el resultado de un esfuerzo inversor que empezaron
los Reyes Católicos y lo continuaron Carlos I y Felipe II, así como el resto
de los Austrias.
Sus estatuas colocadas en parques y plazas de San Agustín, les
recuerdan sin complejos, poque en esa parte de norteamerica no se han
dejado intoxicar por la incultura y el populismo que, al parecer, hoy trata
de imponerse, borrando incluso las huellas de los que llevaron avances y
cultura a unas tierras pobladas solo por pequeñas tribus sumidas todavía
en los primeros años del poblamiento de América por los Homos Sapiens
que llegaron hasta ellas por el Estrecho de Bering.
119
La mayor parte de los objetos expoliados de esta flota fueron adquiridos
por museos locales, donde, además, el Estado de Florida ha despositado
los que les correspondían según los acuerdos con los caza pecios. Solo las
joyas y algunas barras de oro fueron subastadas.
120
Museo Mac Larty en Vero Beach, Florida
121
Algunas piezas son excepcionales y, sin duda, pertenecieron a los
pasajeros que llevaban algunas naves: objetos personales
acuñados en la España Americana.
122
Un cartel indica el lugar en el que hallaron los restos de uno de los
barcos de la Flota de 1715. Y modelo de uno de los galeones.
123
124
CONSECUENCIAS JURÍDICAS
Kip Wagner obtuvo en 1956 una licencia del Estado de Florida para buscar
barcos hundidos en sus costas: pagó cien dólares. Sin embargo, cuando
empezaron a proliferar las peticiones para buscar otros pecios el Gobierno
puso en marcha la Dirección Nacional de Antigüedades, dirigida por una
comisión presidida por el Gobernador. En 1968 se creo un pequeño cuerpo
de inspectores, formado por buceadores expertos, para controlar que no se
realizaran actividades sin los permisos correspondientes.
Años después, se continuó dando permisos para la búsqueda de los navíos
españoles de la flota de 1715, aunque los resultados no fueron buenos, pues
en los archivos españoles apenas hayaron documentos que no fueran del
rescate de la mayor parte de la carga de las naves. De todos los objetos que
se fueron encontrando de forma esporádica, la mitad debían entregarla al
Estado de Florida, que en un principio los guardó sin exponerlos.
A mediados de los ochenta el caza pecios Mell Fisher, que estaba inmerso
en el expolio de barcos españoles en los Cayos de Florida, obtuvo otro
permiso para buscar en una zona de diez millas a lo largo de la costa
entre Vero Beach y Miami: pero apenas obtuvo resultados, más allá de unas
monedas, loza, y diferentes objetos estropeados de poco valor para él, pero
de mucho para los arqueólogos. Pero los pleitos y disputas se sucedieron
en los años ochenta entre los expoliadores y el Estado de Florida, teniendo
que intervenir los tribunales.
En 1987, tras la presión de los arqueólogos de la administración, se inauguró
la primera Reserva Arqueológica Subacuática de Florida. Se hizo en la zona
donde había un barco que se creía era la Santísima Trinidad, que la
peliculera mente de muchos norteamericanos bautizaron como la Urca de
Lima, por ser un barco de mucha manga de origen holandés, y el apellido de
su propietario era Miguel de Lima Melo.
En 2001 se incluyó dentro del Registro Nacional de Lugares Históricos. En el
tiempo que vivimos en Melbourne entre 1993 y 1994, cerca de Sebastian
Inglet, pertenecimos a la Asociación para la Protección de los Lugares
Históricos, y dedicamos mucho tiempo en convencer a sus miembros de la
importancia de la arqueología como elemento vertebrador de la historia del
mundo. Visitamos sus museos y compartimos puntos de vista sobre las malas
acciones de los caza tesoros, tratando de convencerles de los graves daños
que provocan a la historia y a los familiares de los que murieron en ellos.
125
En la placa colocada en el pecio. Adam y John los vigilantes, y
cañones del Trinidad expuestos en un parque.
126
Nos sentimos orgullosos de unas conquistas que irán calando en las
nuevas generaciones de norteamericanos, que aprenderán a ver en los
naufragios hechos históricos ajenos al mundo del dinero. Y si aparece
patrimonio, que se exponga en los museos para que todo el mundo pueda
disfrutar de ellos, como ya han empezado a hacer.
127
Curso de arqueologia submarina para escolares basado en la flota de 1715
128
En España no se conoció la existencia de esta Flota hasta 2013, cuando el
periódico El Mundo publicó esta noticia:
129
Pero no sería hasta 2.015 cuando saltaron a más medios nuevos hallazgos
sobre esta flota. La intervención de España no se hizo esperar tras el
escándalo de Odyssey y, el abogado James Goold inició varios procesos
judiciales para detener a la empresa 1715 Fleet-Queens Jevels, que
pretendía quedarse con los derechos.
130
La contundente acción de España fue ordenada por Cultura tras el informe
enviado por la Embajada Española sobre estos pequeños casos de expolio,
pero que son secuelas del primero, que comenzó Kip Wagner en los años
cincuenta. La imposibilidad de establecer relación directa con los barcos, y
la certeza reseñada por nuestro abogado de que España jamás abandonó
sus naves y nunca dio permiso para que se trabajase en ellas, acabó por
darnos la razón.
131
132
La esperpéntica defensa que hizo 1715 Fleet Queens Jewels, asegurando
que la carga de esa flota había sido expoliada a México y Perú, y que por
ello no pertenece a España, no convenció a los jueces.
A pesar de ello, esta compañía ha seguido defendiendo sus derechos, y
continúa publicado artículos sobre ello; aunque ahora tienen a James Goold
y a las autoridades del país propietario de los barcos para oponerse a sus
pretensiones.
133
En los museos de Tallahassee y Gainesville asistimos a dos exposiciones
sobre joyas propiedad del Estado de Florida extraídas a lo largo de sesenta
años, y que son restos de la carga que transportaban las flotas de 1715.
Vistas en esa dimensión cultural e histórica, es un placer comprobar la
potencia de nuestro país en aquellos siglos y los maravillosos artesanos que
teníamos. Qué más da que estén en España o en los Estados Unidos si
pertenecen ya al patrimonio de la humanidad. Lo importante es que muchos
norteamericanos han emprendido el camino de la conservación
arqueológica, como sucede ya en varios estados, y el futuro de nuestros
vestigios es muy prometedor.
134
Aunque parece mucho, apenas son una centena de monedas de plata
135
Desde el punto de vista de la arqueología son mucho más interesantes los objetos
de uso diario de nuestros barcos, por los que podemos conocer sus costumbres.
136
137
Auténticas obras de orfebrería expoliadas de uno de los barcos, que, con toda
seguridad, pertenecieron a viajeros que regresaban a España o iban por primera
vez a conocerla.
138
Oro, plata y joyas. Pero es de mayor valor arqueológico y científico este
astrolabio de navegación, de los que hay muy pocos en España.
139
Antes del caso Odyssey quién nos iba a decir que contaríamos con diferentes
apuestas culturales en Florida sobre nuestros barcos naufragados, y que los
jueces nos darían la razón. Si no lo hicieron antes fue porque España
nunca lo pidió. Hoy, contamos con varios museos donde se exponen la
mayor parte de las piezas arqueológicas que todos podemos disfrutar.
Los cursos para los estudiantes es otro paso de gran calado.
El que la Justicia Norteamericana fallase a favor de España ha tenido un
efecto propagador de asuntos desconocidos hasta entonces por la población,
lo que ha influido también en los cambios en la enseñanza de los jóvenes
americanos sobre la maldad de todo lo que venía del mundo hispano en la
época de los descubrimientos; una pedagogía trasgiversada por los ingleses
y sus descendientes intelectuales hasta cotas delictivas.
Las nuevas generaciones que viajan por todo el mundo solo quieren saber la
verdad de lo que pasó. Por ello, investigan tanto allí como en Europa, y han
dejado los libros demagogos escritos por una pléyade de anglosajones que
solo veían en la acción de España oro, plata, galeones y maltrato a los
indígenas. Olvidando que los españoles nos cruzamos con los primitivos
habitantes de esos lugares, creando una nueva raza criolla que hoy llena la
España Americana. Por el contrario, anglosajones, franceses y holandeses
los esclavizaron y los convirtieron en sus sirvientes. El secreto de nuestra
conducta fueron los sacerdotes que acompañaban a las expediciones por
Orden Real para que no se abusara de ellos. España amplio su Imperio, pero
nuca fue imperialista ni colonizadora.
Hoy, estados como Texas o Luisiana, por cuyas costas navegaron barcos
españoles, han prohibido las acciones de los cazatesoros, amparándose
en leyes de protección arqueológicas, pues saben que la mayor parte de los
pecios que puedan encontrar en sus aguas son barcos de Estado, tanto
españoles como ingleses o franceses, que están protegidos desde tiempos
del Presidente Clinton por el Acta de Protección de Barcos de Estado. Florida
ya ha empezado ese camino con la creación de dos Parques Submarinos:
uno, el de la Flota de 1715; el otro, en los Callos, donde se hundieron el San
Pedro, el Atocha y el Maravillas, que pertenecían a la flota de 1632.
El trabajo de los pocos que hemos estado en estos asuntos desde los
años setenta del siglo pasado, por fin, ha empezado a dar sus frutos y nos
congratulamos por ello.
140
En el museo de Talahasse podemos ver piezas de estos barcos, compradas
tras su expolio.
141
La mayor parte de estos objetos proceden de los primeros expolios
realizados entre 1965 y 1975. Otra parte pertenecían al estado de Florida y
a particulares, que las encontraron en las playas tras el paso de huracanes
y tormentas.
142
143
Dando un paseo por estos museos podemos disfrutar de objetos que
formaban parte de la vida de españoles de comienzos del siglo XVIII.
Apreciamos su belleza al tiempo que descubrimos qué bienes se
intercambiaban con aquella nueva parte de España llamada América. La
globalización es una ventajas contra los expolios, pues ahora podemos
viajar por todos esos lugares lejanos en lo que hay un valioso y bello
patrimonio español.
144
LOS EXPOLIOS DE ROBERT MARX
145
146
Unos años antes de los primeros expolios de la Flota de 1715, un militar
estadounidense de nombre Robert Marx, formado en la Marina Americana
como buceador, tras abandonarla, se dedicó a buscar barcos españoles en
base a la documentación obtenida de diferentes fuentes.
147
El capitán murió ahogado tratando de salvar la nave. Solo hubo 58
sobrevivientes, que lograron desembarcar una carga que consistía en
cuchillos, cucharas, tijeras, papeles, plumas para escribir, agujas de coser,
botones y hebillas. En total 40 toneladas de productos caseros. También
transportaba 90 toneladas de hierro colado y acero templado para la
construcción. Entre las cosas más valiosas que llevaba, 200 paneles de
vidrio para ventanas, azafrán, lavanda y herramientas para el campo. Lo
que acredita y enseña a los caza pecios que la mayor parte de nuestras
naves de la carrera de Indias transportaban cargas generales que
llevábamos a la América Española para el avance y desarrollo de esas
tierras; que los españoles no estábamos tan pendientes del oro y la plata;
148
Las piezas exhibidas en el museo del CEDAM son un tesoro en sí para los
arqueólogos y antropólogos, pues muestran el desarroyo tecnológico que
tenía nuestro país en esos años.
149
Algunas monedas de la tripulación, balas de cañón y un astrolabio
150
El cañón de la entrada pertenecía a la nave. También podemos ver
botellas de vino y todos los utensilios de una mesa para comer.
151
En una bolsa de cuero, enterrada en la arena, hallaron piedras
preciosas en bruto, pendientes y dos broches
152
Medallas de los tripulantes y hebillas para cinturones
153
154
El Gobierno de México se hizo con una colección de objetos de uso en
España que el barco transportaba al nuevo mundo, que mejorarían la
vida de sus habitantes. Muchos de los cuales, Marx y su banda robaron,
llevándoselos a Norteamerica.
155
Artículos de la época, y una fotografía de Pilar Luna, la arqueóloga que
cambió para siempre el concepto de patrimonio sumergido en Mexico, a
pesar de algunos políticos que acrecentaron la leyenda negra hispana
negociando con caza pecios.
156
En el Museo de Cozumel se exhiben piezas del Nuestra Señora de los
Milagros o Matancero, y objetos de los descubridores hallados en tierra.
157
158
Hoy, gracias a los arqueólogos mexicanos, una gran parte de los objetos
extraídos del barco se pueden ver en esos dos pequeños museos repletos
de encanto, construidos en los años setenta del siglo pasado, y que visitan
las cientos de miles de personas que pasan sus vacaciones en el Yucatán.
La enorme sensibilidad de México con la arqueología subacuática, como ya
he dicho, la encabezó, hasta hace unos meses que falleció, Pilar Luna,
defensora a ultranza del patrimonio de la humanidad, que popularizó en
esta frase:
“Los tesoros no se venden, se estudian”
159
160
OTROS EXPOLIOS DE ROBERT MARX
161
Parte de la obra viva permanecería unos años en el fondo hasta que los
taredros se comieron la madera. En apenas unos años, solo se conservaría
la parte de la nave que quedó tapada por la arena y el limo.
En 1962 Marx y la empresa Exploraciones de Canadá encontraron sus
restos por medio de algunos documentos del archivo de Indias, a los que
había tenido acceso gracias a su especial relación con el Ministerio de
Industria del franquismo que, incluso, le había financiado una expedición a
San Salvador a bordo de una réplica de la carabela la Niña. Haciendo buena
la frase: en nuestro país los enemigos siempre los tenemos dentro.
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163
Algunos de los baúles de los pasajeros quedaban en el fondo y las olas los
destrozaban dejando al descubierto su contenido. Muchos llevaban
objetos de contrabando para no pagar el impuesto de la Corona, por lo
que siempre había más carga que lo referenciado en los manifiestos.
De este naufragio, inscrito en los archivos del Puerto de Cuba y alguna nota
menor en el de Indias, en España nadie supo de él, hasta que en 1983, en
una subasta de Cristie´s en Amsterdan salieron a puja 176 lotes de piezas
expoliadas en varios galeones europeos, entre ellos el Nuestra Señora de
la Esperanza; también del barco holandés Slot Ter Hooge, hundido en
Madeira, expoliado por el belga Robert Stenuit, que traté en el libro Tesoros
Sumergidos. También se subastaron joyas extraídas de las naves Holandia
y Utrecht, ambas holandesas.
A la puja acudió gente del todo el mundo, pero no hubo sin embargo
nadie en representación de España: ni siquiera un funcionario de Cultura que
supervisara los objetos expoliados de nuestro barco, del cual se subastaron
dos cinturones de mujer de oro y cuatro broches y cierres. Se adjudicaron
en 295.000 florines, algo más de catorce millones de pesetas de los años
ochenta del siglo pasado. Y, como venía sucediendo, en nuestro país se
tapó la noticia y no se supo de los dos atropeyos cometidos por los piratas;
el primero, cuando expoliaron nuestro barco de estado; el segundo al
subastarse algunas de las joyas propiedad de los viajeros, cuyos restos
mortales también fueron profanados por estos bárbaros.
164
SANTA MARÍA DE LA CONSOLACIÓN
165
Como nunca se hizo un trabajo arqueológico, poco se sabe del pecio y su
estado; debemos conformarnos con elucubrar sobre los distintos tipos que
pasaban por la administración ecuatoriana hace veinte años, cuyo único
objetivo era hacerse rico, lo que propició acuerdos con piratillas de poca
monta. Así que, para cuando llegó Marx y su gente, quedaba poco que
expoliar, ya que los capitanes españoles, tras rescatar la carga, quemaron el
barco para que nadie pudiera rebañar lo que quedase, y no hubiera prueba
del lugar del naufragio.
España, desde luego, tampoco hizo nada, porque el estirado que ocuparía la
embajada en Quito no se enteraría, ocupado con sus chanchullos, como
por otra parte han hecho muchos de los diplomáticos españoles en nuestra
antiguas tierras del Imperio Español. Desde luego en sus papeles no consta
queja alguna sobre este nuevo expolio de un barco de estado.
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Algunos de los expoliadores locales del barco.
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Dos barras de plata, una de las anclas, y cuadernas en perfecto
estado que, con seguridad, eran de roble para lograr mantener tan
excelente estado de conservación.
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Dos barras de plata, un cañón y parte de una varenga
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Monedas de plata recuperadas por el estado Ecuatoriano.
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Objetos que pueden verse en el museo de Guayaquil
173
A Marx, que expolió sin miramientos varios pecios españoles, a algun
cretino se le ocurrió la idea de concederle la cruz de la Orden de Isabel
la Católica, que se otorga a personas que hayan contribuido al prestigio
de nuestra Nación.
Debían estar ciegos los que decidieron en 1963 colocar esta gran
distinción en la solapa de uno de los más contumaces expoliadores del
patrimonio submarino español.
174
El NUESTRA SEÑORA DE LAS MARAVILLAS
El Grifón
175
Los anglosajones han escrito muchas conclusiones pintorescas sobre este
naufragio, al que no tuvieron acceso en nuestros archivos gracias a
J.M.Arana, archivero del de Indias en los años sesenta y setenta, al que
debemos que no se hayan expoliado otros barcos de la carrera de Indias.
Por ello Marx lo tenía difícil, y pasó diez años navegando desde Florida
olisqueando por la zona en la que se creía que había naufragado la nave.
Pero, al carecer de la información de los archivos, contar con pocos medios, y
que la zona a explorar era inmensa, le costó dar con algunos objetos del
barco, que permanecían desperdigados por el lecho marino.
Pero lo que sí hizo Marx fue destrozar el lecho marino con tubos colocados
en las hélices del barco de Wagner. Tras años de pesquisas, hallaron treinta
piezas de cierto valor, que llevaron a Freeport.
176
Allí les esperaba la policía para confiscarles el botín, pues el Gobierno,
liderado por Darrelle Rolle, un tipo pintoresco, como la mayor parte de los
políticos de estas Islas, dijo que habían cambiado de opinión y que todo lo
hallado era para las Bahamas. No olvidemos que uno de los fundadores de
Odyssey era un antiguo presidente de estas Islas y, cuando Marx convenció
a un tribunal norteamericano que el Maravillas estaba en aguas
internacionales, los bahameños amenazaron con cerrar la base americana
que hay en las Islas.
Para salir del apuro, Marx logró un acuerdo con otro “ilustre” caza pecios
llamado James Hunfreys, también fallecido hace poco, que fue quien halló
las mejores piezas de la nave esparcidas por varias millas del Banco de
la Plata. Este bucanero era propietario de un barco tristemente famoso de
nombre Beacon, que ya había expoliado otro navío español: el Cazador,
en el golfo de Mexico, en aguas norteamericanas.
Lo primero que detectaron fueron balas de cañón, que les abrió las puertas
a empezar a destrozar el lugar arqueológico con los temibles propulsores de
hélice que producen enormes agujeros en la arena donde, tras el paso de
dos siglos y medio, los restos de la obra viva de la nave aparecieron
cubiertos por medio metro de arena: una canallada que todavía utilizan
algunos expoliadores, que facilita la búsqueda destrozando el entorno y
descolocando las piezas arqueológicas, lo que hace imposible el trabajo
de los científicos.
Conseguido el socavón, hallaron algunas barras de plata, cerámica y otros
objetos. De unos escasos metros cuadrados sacaron del agua algunas
piezas de plata y orfebería que, con toda seguridad, sus propietarios eran
algunos de los trescientos pasajeros que llevaba la nave.
España no tuvo representación en las Islas Bahamas hasta 1974, por lo que
cualquier reclamación sobre el pecio hubiera sido inviable. El hecho de ser
Bahamas miembro de la Comanwelch y la reina de Inglaterra su jefa de
estado, jamás hubiera permitido un acuerdo sobre barcos de estado, ya que
Inglaterra siempre se ha negado a firmar la Convención sobre la Protección
de estos barcos naufragados. Es más, Bahamas a la que pertenecía el
177
fatídico Prestige, es un lugar pintoresco en el mundo marítimo por ser
junto con Bermudas, Liberia, Malta, Panamá o Chipre, etc… donde más
barcos se abanderan de conveniencia para no pagar impuestos y no tener
que aplicar leyes del primer mundo.
178
Tubos usados para remover el fondo marino, y el socabón que dejan,
imposibilitando el estudio científico del pecio.
179
El patrimonio español expoliado del Nuestra Señora de las Maravillas dio la
vuelta al mundo por la publicidad que se hizo de las joyas recuperadas
para subir el precio de la subasta. El célebre Jay Leno en 1992 recibió en
su plató a la actriz Cybill Shepherd con una gran cruz de esmeraldas
colgada de su cuello expoliada del Maravillas.
Pero Robert Marx solo sacó un pellizco de este expolio, y siguió viviendo
de los libros que publicaba repletos de errores, inexactitudes y vulgares
mentiras, que le hacían aparecer como el padre de la arqueología submarina
en el mundo, cuando en realidad era un modesto caza pecios que no tuvo
demasiada suerte con sus negocios. Con el tiempo se convertiría en un
mentiroso compulsivo que se hizo pasar por arqueólogo, sir o profesor de
historia, pero que logró sobrevivir en este mundo de embusteros compulsivos
e ingenuos, que es en realidad lo que son los caza pecios, aunque no por ello
sean menos peligrosos para el patrimonio sumergido del Planeta. Murió en
2019, tras haber pasado unos años tratando de limpiar su imagen, y escribir
una biografía en la que la mitad de lo que cuenta es mentira. Descanse paz.
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Todavía hay empresas de numismática que siguen vendiendo monedas de plata
del Maravillas, para vergüenza de nuestros sucesivos gobiernos.
181
En 1978 la revista Bitácora le hicimos una entrevista en la que vertió todas
las mentiras que se le pasaron por la cabeza, asegurando que trabajó tres
años en el Archivo de Indias en 1962, hecho que investigamos con el Sr
Arana, archivero entonces, y confirmó que, “trató de hallar documentos
para localizar el Maravillas durante unos días, pero la política de la época
era crear confusión y no entregar los legajos importantes”
182
Los mejores objetos fueron subastados en Nueva York
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Vistos en su conjunto parece un gran botín, pero comparado con la enorme
cantidad de oro, plata y piedras preciosas que transportaba una nave
almiranta o capitana de la carrera de Indias, es calderilla.
184
La actuación de nuestros archiveros, sobre todo los militares, donde se
guardaban documentos sobre naufragios ayudó a que tres de los más
execrables expolios durante los años sesenta y setenta, Maravillas,
Atocha y la Fota de 1715, tardasen lustros en encontrarlos. De haberles
dejado ver nuestra documentación, lo hubieran conseguido en meses.
Los norteamericanos creían que nuestros barcos de la carrera de Indias
iban mandados por ineptos y que, cuando naufragaban, lo hacían porque
eran unos inútiles; todo lo contrario de la realidad, pero la leyenda negra
difundida por los británicos calaba más en ellos que la verdad. También
especulaban hasta la paranoia con las cargas que llevaban, aplaudidos
por la oligarquía de nuestras antiguas tierras en América que, con el paso
de los años, fueron multiplicando el oro y la plata extraída por España de
sus minas en función de sus intereses propagandísticos, olvidando que,
sin el azogue que llevábamos hasta ellas desde España nunca se habría
podido almagamar la plata.
A los anglos no se les ocurrió estudiar libros como el del Capitán de
Navío Cesáreo Fernández Douro, en los que se demuestra que, de los
cerca de 15.000 barcos que navegaron en la Carrera de Indias entre
los siglos XVI a XVIII solo se hundieron 150. Y del ochenta por
ciento de ellos se recuperó su carga casi al completo. En estas
travesías se hundieron el 0´5%, de los barcos. Y de esas naves solo 30
eran naves almirantas o capitanas, que eran las que transportaban en
baúles sellados de gran consistencia las cargas más valiosas propiedad
de la Corona, los nobles o la Iglesia. También contenían pagos de los
virreyes.
El desconocimiento sobre las compañías de rescatadores y de la protección
que nuestros militares dieron a los archivos, además de la quema de
las naves tras recuperar sus cargas, fue algo que los pioneros de los
expolios pasaron por alto en los años sesenta y setenta, los más activos
tras la llegada de las botellas de aire comprimido y los reguladores,
que permiten que cualquier persona pueda descender bajo la mar en un
curso de tres días.
Además, los historiadores extranjeros que buscaban en los archivos
españoles no hablaban bien castellano ni sabían paleografía, por lo que
era imposible que leyeran legajos que para cualquier español es como leer
chino. Estos matices en su conjunto les habrían servido para afrontar los
expolios con mayor realidad, en lugar de sustentarlos en la especulación,
la ignorancia, la avaricia y la historia negra propagada por los anglosajones.
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LOS EXPOLIOS DE TEDDY TUCKER
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Este es otro de los personajes que se hizo popular con el saqueo de tres
barcos españoles en aguas de las Bermudas, islas a las que dio nombre
Juan de Bermudez cuando las descubrió desiertas en 1505 al varar en un
banco de arena situado al Norte de Gran Bahama, el lugar más cercano a
estas islas por el que pasaban los barcos de la carrera de Indias de vuelta
a España. Su principal hallazgo fue el San Pedro, un galeón español que
se hundió en 1595. Lo encontró en 1951, en la época en la que varios caza
pecios empezaban sus andaduras en Florida.
Pero es verdad que Teddy Tucker es mucho más que un vulgar caza pecios
movidos por la codicia, pues llegó a las Bermudas tras su formación en
la Marina Norteamericana como buzo experto para recuperar el hierro de
los barcos que naufragaron en las islas en los siglos XIX y XX. Y, también
es cierto que el San Pedro lo halló de forma fortuita. Y lo más importante:
Tucker siempre defendió que los objetos hallados en la mar pasaran a ser
propiedad pública y se expusieran en museos, como de hecho sucedió
con la mayor parte de sus hallazgos en la complicada geografía marítima
de las islas Bermudas.
Por eso, hoy podemos ver la mayor parte de ellos en Nasáu: incluso, una
réplica de su pieza más famosa, la gran cruz de Tucker, que fue robada del
museo unos días antes de que llegase la reina Isabel de visita oficial; sin
embargo el ladrón tuvo la cortesía de dejar una réplica excelente
confeccionada con yeso y esmeraldas falsas. Del original nunca se ha vuelto
a saber.
Teddy Tacker murió en 2014 a los 89 años de edad tras una apasionante vida
bajo la mar que le convierte en uno de los buceadores profesionales más
celebrado por los barcos de todas las épocas que rescató e identificó en
aguas de Bermudas. Este norteamericano afincado en Bermudas procedía
de una familia adinerada, hijo del arquitecto más prestigioso de Virginia: pero
no quiso estudiar. Fue un apasionado de la mar a la que dedicó su vida.
Estudió arqueología marítima para conocer al detalle la construcción de las
naves que encontraba, aunque en su contra hay que decir que empleó los
mismos métodos de los caza pecios, como propulsores de aire y taladros
para arrancarle a la mar los objetos atrapados por ella.
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Este es uno de sus mapas en el que, solo en esta parte de las Islas, registro
20 naufragios, de los que cinco eran españoles. De ellos expolió cuatro: el
San José, La Viga, el Galgo y el San Antonio que, aunque este último era
una nave portuguesa navegaba para España. También empleó su tiempo
en estudiar la fauna de las islas, los corales y los cambios ambientales de
sus aguas, por lo que es justo darle un lugar mejor entre los caza pecios.
190
El San Pedro
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Lo primero que Tucker descubrió del pecio fue una montaña de piedras de
lastre y un cañón que asomaba de la arena a menos de tres metros de
profundidad, además de trozos de cerámica oriental.
En su libro, A Diver´s Life, dice que debido a la posición de los restos con
respecto a los arrecifes supo enseguida que el barco se había hundido en
condiciones extremas de mar y viento; posiblemente, por un huracán.
Durante dos años, en periodos de seis meses, que es la temporada segura
en las Bermudas para trabajar bajo el agua, encontraron nuevos restos: dos
cañones, dos anclas, armas y otros objetos de la nave. También unos cientos
de monedas de plata. El día más afortunado hallaron una barra de oro y
piezas amorfas del mismo metal, que pueden verse en el Museo de
Bermudas. En la segunda temporada fue cuando apareció la famosa Cruz
de Esmeraldas, que según los expertos, portaban los obispos y altos prelados
de la Iglesia Católica.
192
Primeros buceos con el narguille y la bomba de presión
193
El lugar del hallazgo, y la persona de contacto que tuvimos en Bahamas.
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El primer cañón, el compresor del narguille y algunos objetos hallados en
los años cincuenta del siglo pasado.
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Preciosas joyas y piezas de orfebrería que pueden verse en el museo de Nasáu
196
Y cómo no, el expolio de este barco de nuevo pasó desapercibido en España
pues, en aquellos años estas cuestiones eran inexistentes. Lo relacionado
con la mar lo llevaba la Armada, sumida en la disciplina y el consiguiente
secretismo. Pero lo que sí sabemos y hemos constatado es que durante
esos primeros expolios, al igual que sucedió con la flota de 1715 o el
Maravillas, el archivo de Indias carecía del nivel organizativo actual, y sus
documentos no se podían consultar con facilidad. Además, sus funcionarios
no querían dar demasiados datos, conscientes de que los usarían para
expoliar barcos españoles. Es verdad que entonces apenas había gente
interesada en estos datos, pues el buceo amateur acababa de llegar y
España vivía ajena a lo que pasaba en el exterior tanto por el nulo nivel de
comunicaciones como por el acceso de los medios oficiales a todo lo que
estuviese marcado por la censura.
El barco de Tucker
197
198
La Viga y el Galgo
Asegura Tucker que fue otro huracán el que hizo zozobrar a estos dos
barcos. Y no se equivocaba a pesar de no conocer el documento del
Archivo de Indias donde uno de los tripulantes de la Viga narró con todo lujo
de detalles lo acontecido. En principio pensó que la Viga era un galeón,
aunque era una urca; el Galgo un petache. Y constató que ambas naves
habían sido recuperadas y expoliadas después, y que apenas quedaba algo
de valor en ellas.
Pero es mejor leer lo que dijo Juan de Rivera y Saavedra, escribano mayor
de la Guardia de la Carrera de Indias, que viajaba a bordo de la Viga, en su
escrito de Relación de la Pérdida de la Urca la Viga y el Petache el Galgo
que, navegando con la Armada Real de la guardia de la carrera de Indias
en año 1639, siendo General D. Gerónimo Gómez de Sandoval, caballero
de la Orden de Santiago y del Consejo de Guerra de SM, vararon en la Isla
de la Bermuda. Escrito el 9 de febrero de 1640: dice,
199
obra el gran fondo de mi voluntad que me acredite de agradecido por
proveerme de regresar.
200
todo lo que había en él. Estos trogloditas ingleses llegaron a aquel
maderoso cuerpo atascado en el arrecife arrasando con todo a mucha
velocidad. Fuimos alojados en unas cabañas a cinco leguas -25km- de Saint
George la capital. Los capitanes fueron de nuevo a los barcos para
comprobar su estado, y era tan malo que decidieron abandonarlos y salvar a
los tripulantes y viajeros. Ya en la capital el Gobernador mandó entregar
todas las armas y hacer recuento de la gente, estableciéndose en 200
náufragos. Y ordenó que, como eran barcos de guerra, se desembarcase su
artillería y se guardase en el fuerte mientras él pedía instrucciones a Gran
Bretaña.
Al final los ingleses pidieron 12.000 pesos por un barco que habían
construido en San George, pero los capitanes se negaron y mandaron carta al
embajador de España en el Reino Unido. Mas tarde bajarían el precio a 7.500
pesos. Así pues, tras 104 días de permanencia en la isla Bermuda, se bautizó
al navío como El Salvador, y nos hicimos a la mar el 3 de febrero de 1640
ciento sesenta almas al mando del capitán Francisco Martín. El 9 de febrero
zarparían para Inglaterra los 40 náufragos restantes”
201
Objetos de la Viga en el museo de Nasáu
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El San Antonio
203
Taker con su mujer, y las excelentes cuadernas del San Antonio.
204
Objetos de los tres barcos en el museo de Nasáu
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Desde el principio de los trabajos Tucker notó que el pecio había sido
recuperado; no podía saber si por españoles o portugueses, pero dado que
llegó hasta la quilla del barco y que permanecía intacta tras pasar siglos
bajo la arena que la protegió, vió que había partes de la nave en ciento de
metros a la redonda. También pudo constatar el impecable trabajo que
realizaban los portugueses a la hora de construir naves, bastantes más
robustas que algunos galeones españoles, usados durante demasiado
tiempo sin someterlos a profundas reparaciones.
Sin embargo, entre los espacios de las cuadernas y varengas halló joyas;
no fueron muchas, pero las que obtuvo eran dignas de un museo; y eso
hizo, convenció al gobernador de la Isla para que las comprase. Por eso hoy
podemos verlas en todo su esplendor, con lo que mitiga la pena de su
pérdida ante la posibilidad de admirarlas tras ser reparadas. Quizás sea
esta la mejor compensación a los expolios de nuestros barcos. Al menos
Tucker, romántico donde los haya con sus hallazgos, así lo exigió, lo que le
convierte en un caza pecios muy especial.
Para terminar con los expolios de Tucker diremos que fue un romántico
pues, al no vivir de lo que sacaba de ellos, pudo hacer filantropía. Gracias
a él, podemos ver las piezas que se recuperaron de estas naves: todas
pertenecientes a particulares. El de Virginia tuvo que improvisar mucho pues,
los archivos españoles, a los que mandó gente en diversas ocasiones para
saber de qué barcos se trataba, no le dieron nuinguna pista, en unos años
de franquismo y poder militar en lo referente a la cultura que, como ya hemos
señalado, cerraban la puerta a todo investigador con desinformaciones y
trabas.
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Algunas piezas que expolió las mantuvo durante años en un pequeño museo que
llamó Wreck Museum. Años después, las llevaría al de Nasáu.
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Tedy Tucker con la reina de Gran Bretaña en 1975, y
con su marido Felipe en 1998, en la inauguración del
museo de Nasáu.
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LOS EXPOLIOS DE ROBERT STENUIT
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No es arqueólogo, ni periodista, ni tampoco historiador, solo es un caza
pecios de la más baja condición. Formado en buceo profesional en varias
compañías franceses, se dedicó a buscar y expoliar cuantos barcos tuvo a
tiro. Menos mal que solo logró hacerse con una nave de la Gran Armada,
mal llamada Invencible, y un intento de recuperación de los navíos que
se hundieron en la gallega bahía de Rande, que la leyenda dice que
estaban cargados de plata, aunque no sea cierto pues, Diego Sarmiento,
III conde de Gondomar y su Merino Mayor, Tomás Sarmiento, fueron
testigos de ello. Diego fue ascendido a Mariscal, y nuestro antepasado
Tomás a Capitán de Infantería de Marina, tras la pérdida de su brazo
izquierdo en el combate. Ambos dieron la orden de desembarcar los
cofres con la plata ante la llegada de la flota anglo holandesa que
pretendía hacerse con ella. El mes que pasó entre la llegada de la flota
española y francesa, y el ataque por mar de la anglo holandesa, dio
tiempo suficiente para desembarcar la carga que llevaban dos de las naves
españolas.
Pero Stenuit tuvo más suerte con un barco español que se hundió al norte
de Irlanda cuando regresaban a España tras la derrota que les propinó un
durísimo temporal, que obligó a suspender la invasión. Y tuvo más suerte
cuando unos impresentables de la Universidad de Vigo le homenajearon en
2015 por sus “ejemplares libros”, y sus “ideas criminales” en la forma de
tratar el patrimonio submarino.
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Mi editor, Juventud, también editó uno de sus libros, y alguien de la editorial
puso en su contraportada estas perlas: “El autor nos explica las peripecias de
la auténtica caza de los fabulososo tesoros de los galeones españoles”…
Lo que da una idea de la sensibilidad que había en los años sesenta sobre
estas cuestiones.
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Los barcos de la batalla de Rande
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Este es el arado construido a base de cadenas que utilizó Stenui y su
banda para rastrear el fondo marino, destruyendo todo lo que tuviese vida
bajo la arena. Se hizo con el permiso e indiferencia de las autoridades de
entonces, que les mandaban a hablar con los pescadores locales para que
les dieran pistas sobre la ubicación de los pecios.
“Hay un tejido de leyendas oscuras sobre este tema. Pero desde mi punto de
vista, el mito sobre el tesoro es precioso, pero las investigaciones al
respecto nos llevan al fracaso de esta teoría. El príncipe de Barbanzón, un
Zúñiga, capitán general de Galicia por aquel entonces, con la ayuda de Diego
Sarmiento, III conde de Gondomar, dirigió una expedición en la que cerca de
mil carros de bueyes venidos desde Pontevedra partieron hacia Madrid. En
el Acta del Cabildo de Lugo puede comprobarse la asignación de dinero para
acoger estos carros en Lugo, además de otros muchos documentos de
nuestros archivos”
224
“Los barcos de Indias fueron vaciados de la plata que traían; tuvieron un
mes para hacerlo desde la fecha de su arribada hasta el ataque anglo-
holandés”
225
Pero sin duda el documento más importante sobre este asunto es un escrito
que se conserva en mi familia desde hace siglos en el que Benito Santana,
de los Santana que trabajaron durante casi tres siglos para la rama de los
Sarmiento de Galicia, cuyo antepasado, García Sarmiento y Manrique de
Lara, hermano de nuestro ascendiente Diego, envió al padre Sarmiento, en
el que contaba lo que aconteció en esa batalla cuando regresaba a España
en uno de esos barcos con su señor José Sarmiento de Valladeras, Virrey de
Nueva España y Duque de Atrisco. Lleva por título:
226
Benito Santana, testigo presencial de cuanto acontece en la bahía de Vigo
esos días de 1702, dice:
Todo esto no hay que decir que satisfacía a los mercaderes que ya se veían
en Andalucía haciendo mangas y capirotes con las cuentas auqnue hubiera
llegado a Vigo un inspector de la Casa de Contratación de Sevilla, llamado
Juan Larrea, conocido por aquellos buitres como el Pollo Larrea, a quien
solo había que llenarle el buche de oro para cohecharle. Ved paternidad qué
oficiales tenía y tiene Su Majestad.
227
Los ingleses y holandeses que llegaban humillados tras la batalla del asedio
de Cádiz del que dependía el control que pretendían de la Carrera de Indias,
expoliaron Redondela y los pueblos cercanos, así como los efectos
personales de marinos y viajeros buscando oro y plata que justificase sus
derrotas. Es verdad que debieron llevarse la plata de particulares y de
algunos comerciantes, pero nada que ver con lo que pretendieron haberse
llevado. Pero como dice el historiador Ramón Patiño:
La gran derrota del Imperio Español no fue tal como airearon los ingleses.
Si bien se perdió una batalla, la Corona española solo tuvo la baja de DOS
NAVÍOS DE GUERRA, el otro era privado con patente, además de los
galeones mercantes atracados a los muelles. A cambio, recibió la mayor
cantidad de plata de la historia del comercio indiano. Y fue tanta, porque los
funcionarios reales por una vez no tuvieron que luchar contra la corrupción
de cada envío, en el que se escondía la tercera parte de lo que
transportaban para no pagar el quinto Real. Lo conseguido por los ingleses
fue fruto de lo que había quedado a bordo de algún particular, y de la rapiña
en tierra”
228
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Pero, ¿cuantos barcos participaron en la Batalla? 19 españoles y 21
franceses. El número de naves atacantes inglesas fue de 18 más 8
holandesas. Una masa inmensa de madera y hierro formada por sesenta y
seis navíos, galeones, urcas y petaches. Una flota enorme que no es
posible que se moviera a la vez en la bahía de Vigo junto a Redondela sino
fuera porque tanto los barcos franceses como los españoles permanecían
atracados o fondeados. Además, estas naves se desplazaban con el
viento o remolcadas, así que es difícil comprender como fue el ataque. El
poco espacio restante sería utilizado por los navíos atacantes que llevarían
sus velas izadas para poder maniobrar y disparar. No he encontrado un
solo trabajo que narre cómo fue el ataque, y por qué los barcos franceses
solo fueron capaces de hundir un barco de los 26 que atacaban. El
desembarco de la artillería debió contribuir a ello.
Se hundieron seis naves mercantes españolas. Cuatro fueron capturadas
por los ingleses, aunque una naufragó antes de llegar a las islas Cies. Otras
dos de guerra las apresaron varadas y no pudieron robarlas. Y cinco
mercantes más fueron capturados por los holandeses, aunque solo dos
llegarían a Holanda. De los diecinueve barcos que llegaron a Vigo desde
América se salvaron tres, entre ellas la almiranta. Las razones de tantas
pérdidas radican en que españoles y franceses desembarcaron su artillería
para colocarla en los flancos de la ría, y sus hombres de guerra pelearon
fuera de las naves, con lo que se convirtieron en blancos muy fáciles.
230
Equipo y sistemas utilizados para buscar los barcos en el siglo XIX
231
Pero a mí, que soy marino y conozco la ría de Vigo, no me entra en la
cabeza que tanto los barcos españoles como los franceses que los protegían
tomaran medidas preventivas tan laxas sabiendo de la llegada de la flota
anglo-holandesa y se abarloaran al fondo de la ría junto a Redondela.
Tampoco se puede comprender que desde los fuertes cercanos no se
hiciera blanco contra tal masa de madera movida por el viento, que en la
Ría suele ser del Oeste-Noroeste, con lo que los movimientos del enemigo
debían ser muy predecibles; sobre todo por tener que navegar en un espacio
tan pequeño empujados por las complicadas velas de unas naves tan
grandes. A la historia se le ha escapado algo..
232
Expediciones para recuperar la inexistente carga
233
Los primeros rescates de los galeones no se hicieron esperar. El primero fue
el sueco Liebert Wolters en 1722, que pagó a la Corona 300 escudos por los
derechos. Usó una campana de madera, pero acabó arrestado por expoliar
varios cañones. El 15 de octubre de 1728, por una Real Cédula expedida
en Madrid se concedió permiso al capitán de navío y subinspector de la
marina gala Alejandro Goubert, autorizámdole a sacar del agua cualquier
navío.
Se sabe que visitó varios pecios y que incluso levantó del fango uno
suspendiéndole con cabrestantes y cajas de aire, llevándolo a varar a la
playa. Extrajo 14 cañones de hierro, balas y unos cuantos objetos más.
234
En 1903 la Vigo Bay Treasure, bajo la dirección de John Boyle, intentó
levantar los restos de un galeón con cadenas, pero se rompió al subirlo.
235
Las expediciones se sucedieron de forma compulsiva por tipos que no
sabían nada de recuperaciones submarinas, o soñadores ilusos que solo
veían plata cuando metían la cabeza debajo del agua. La mayor parte de
ellos eran estafadores que le sacaron el dinero a pobres incautos; también
inversores agresivos que buscaban rentabilidades desorbitadas. Pero la
realidad de lo hallado es la más baja en los naufragios de una flota histórica
y, salvo algunas monedas y joyas de los oficiales españoles y franceses, el
balance de tanto capital invertido es vergonzoso.
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Que los barcos estuviesen en las frías aguas de la ría de Vigo a la que
vierten muchos arroyos, unido a una profundidad de 25 metros de media,
en la que se hace difícil ver más allá de un metro, complicó todavía más la
vida de estos aventureros, cazadores de fortuna que, seguramente,
quienes les mandaban lo hacían desde cómodos despachos.
Pero la realidad es que,
los ingleses solo lograron 80.000 pesos y los holandeses 10.000.
Así que, cuando Robert Stenuit llegó a Vigo en 1954, se encontró con
los restos de sesenta expediciones de rescate anteriores. Lo hizo junto al
buceador norteamericano Oven Llee, que había expoliado con Jaques
Cousteau en otros pecios. La presencia de Stenuit en Rande se prolongó
por periodos de no más de un mes durante cuatro años, en los que no
pudo expoliar nada, pues solo quedaban trozos de madera corroída por
los insectos marinos.
Eso sí, escribió un libro en el que, de forma muy gallega, ni afirma ni niega.
La versión inglesa la tituló A la Caza de los Galeones. Y otro posterior
que lleva por título Los Pecios del Oro. Además de un último para hacer
caja que tituló Los Galeones de Rande.
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El Castro de Vigo y el monumento a la batalla de Rande
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Desde hace unos años se celebra la conmemoración de la batalla.
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Saqueo del Gerona, un barco de la Gran Armada
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Tenía localizados dos pecios en esas duras aguas de Irlanda del Norte a
través de documentos oficiales que fue rastreando de archivo en archivo. Lo
ayudaron tres ingleses miembros de una banda de caza pecios, que usan
como bandera la falta de respeto por las tumbas de guerra que, en realidad,
son estos pecios históricos, protegidos por varias convenciones.
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Ambas naves también encallaron en la costa unas millas después: sus
restos fueron localizados por Templeremore Archaeology, estrictos
conservadores del patrimonio arqueológico, que impidió su expolio.
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Para consuelo de los españoles y amantes de la historia y la arqueología, la
mayor parte de los objetos de valor se los quedaron las autoridades de
Belfast que, tras treinta años de exhibirlos en un pequeño edificio, les
han dado acomodo en el Museo del Ulster en Belfasta, en unas salas
modernas donde las joyas y piezas del Girona lucen en todo su esplendor.
Es verdad que los anglosajones no pueden evitar decir que fue el final de la
flota española: pero es una estupidez de grueso calibre, pues en los siglos
posteriores derrotamos a su armada en muchas ocasiones con nuestras
flotas, que potenció Carlos III y el Marqués de la Ensenada.
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En estas costas también naufragaron el San Esteban y el San Marcos. El Rey
Juan Carlos inauguró un monumento el 2 de julio de 1986. La tradición dice
que allí están enterrados los cerca de mil muertos de estas dos catástrofes.
La mayoría ajusticiados por Boetius Clancy, que Dios confunda. Solo hubo
diez sobrevivientes que fueron ahorcados por este villano.
En el expolio del Gerona Stenuit no mostró el menor respeto por los restos
oseos que encontró, muchas veces unidos a las joyas que expoliaba. Los
lugareños, católicos la mayor parte de ellos, contaron que fueron arrojados de
nuevo a la mar como material de desecho, sin dignidad, con la indiferencia
de este saquedor de patrimonio que antepuso las riquezas materiales a la
dignidad humana. Alonso de Leiva y Hugo Moncada, caballeros de la orden
de Santiago, descansan allí junto a sus hombres.
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Descubrimiento de otros barcos de la Gran Armada.
Apesar de las falacias y exageraciones de los brits cuando tratan sobre esta
fallida invasión de Inglaterra, lo único cierto son los números: Zarparon 136
embarcaciones de Coruña, muchas diseñadas para el Mediterráneo que
jamás habían navegado fuera de él. Tres se retiraron por avería, cinco
fueron dañadas por los brulotes ingleses, y veintiseis se perdieron en las
costas de Irlanda cuando regresaban a España sacudidos por un brutal
temporal. Solo UNO fue hundido por la escuadra Inglesa: regresaron
102 barcos.
Los barcos que naufragaron en la playa de Sligo han abierto todo tipo de
debates desde 2015, hasta el extremo que el director del Museo de
Arqueología Submarina de España participó en unas jornadas sobre el
futuro de estos pecios. Se trata de colaborar con Irlanda en la recuperación
y traslado a un museo local de los bienes que se fueran extrayendo de
estos pecios. En los naufragios murieron mil persona, logrando salvarse
menos de quinientos.
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Y, aunque los irlandeses no tienen la arrogancia e hipocresía de los
británicos cuando tocan estos asuntos, mucho me temo que no se llegará
a nada; en principio, porque para los actuales gobernantes de nuestro
país son temas menores, siendo un gobierno del PSOE el que propició el
expolio de tantos barcos por parte de Odyssey ubicados en nuestras aguas
jurisdiccionales. El hecho de que Irlanda no haya firmado la Convención de
la UNESCO para la Protección del Patrimonio Subacuático deja pocas
esperanzas. Es posible que, para buscar dinero, hubieran preferido un
acuerdo con España, pero no habiéndolo, lo harán solos, profanando de
nuevo varias tumbas de guerra.
Por eso, cuando sales de todos estos museos, que de por sí son buenos
para la cultura, te queda un tufo a vieja rivalidad. A la certeza de que pocas
cosas avanzan en el mundo. Y, mientras se consiguen acuerdos elementales
en hechos de escasa trascendencia, en lo que nos debe unir a todos no hay
manera de avanzar. Si se hiciese, tendríamos ya una norma de obligado
cumplimiento que declarase que en los pecios de los barcos de estado hay
un componente humano inalterable que no puede sustituirse por palabrería o
derechos comerciales.
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Museo de Belfasta con restos del Rata Coronada y el Duquesa Santa Ana
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Es difícil entender que en países en los que tenemos embajadores puedan
pasar estas cosas. El hecho de que ambos pertenezacamos a la Unión
Europea debería ser un aliciente para lograr acuerdos. Se trata de asuntos
pequeños en comparación con temas de mayor calado. Pero, justamente
por ello, deberían resolverse con sentido común y buena voluntad.
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El último expolio de Robert Stenuit
Este tipo ha sido una pesadilla para los amantes del patrimonio pues, cuando
no era el protagonista del expolio se le fichaba como coordinador de otros
aventureros norteamericanos a los que les quedaban muy lejos no solo los
archivos españoles sino también cómo buscar en ellos. Es otra de las
razones por las que en los años sesenta y setenta los informes guardados en
ellos no les daban demasiadas pistas, pues había que saber paleografía, o
ciencia encargada de estudiar los documentos antiguos. En España eran
muy pocos los que podían leerlos. Stenuit vendía que podía hacerlo, pero
no era cierto: pagaba a uno de los pocos investigadores que sabían leer
estos documentos para que buscase nuestros barcos.
Su última tropelía fue el Cazador, una nave apresada en el Caribe que
llevaba de nombre The Hunter. Y como la superstición de los hombres de
mar es no cambiar el nombre del barco, pusieron cazador, traducción de
Hunter. La Armada Española lo utilizó para vigilar las aguas del Caribe en
1766 a modo de bergantín. Le dotó de 8 cañones pedreros y una tripulación
de 80 hombres. Acaba de carenar en Veracruz cuando zarpó para Louisiana
con un cargamento de 450.000 monedas de plata para pagar las nóminas
de los funcionarios españoles destacados allí. Pero un huracán le alcanzó
por la popa cuando estaba a 40 millas del puerto de destino, y no se volvió
a saber de él. Era 1784: su capitán, Gabriel de Campos, Teniente de Navío.
Fue una pérdida silenciada, como por otra parte ha hecho la Armada en varias
ocasiones para que no se pudiera saquear el pecio y se violentasen las
tumbas de tantos servidores públicos. Por eso no hay documentos sobre este
naufragio, a pesar de que la gente de Stenuit trató en 1993 de hacerse
con ellos. Lo que sí hemos hallado son los registros de Veracruz en los que
aparece que, en 1788 se le concedía una plaza de cadete en un regimiento al
hijo mayor del contador real embarcado, Francisco de Amate para suplir la
falta de ingresos de la familia. Un apaño tantas veces repetido a lo largo de
nuestra historia marinera.
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Dibujos de barcos similares, lugar del naufragio y objetos expoliados del mismo.
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En 1993, estando en Louisiana, leímos la noticia de que un pescador había
subido en sus redes unas monedas de plata deterioradas. En principio
pensaron que eran piedras, hasta advertir que eran monedas de plata.
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Por este artículo pudimos saber que el pescador Jim Reahard pidió ayuda,
y le dijeron que el mejor asuntos era Paul Horan, un experto en expolios
consentidos que fue abogado de Fisher y de otros muchos saqueadores,
incluidos Odyssey, y que representó en el proceso a Perú. Este llamó a
Stenuit para que buscase documentos sobre el naufragio en el archivo de
Indias, pero no halló nada, dado que los archivos de los puertos mexicanos
nunca regresaron a España.
Pero como el pescador tenía las marcas de donde había sacado la plata,
contrataron a la empresa Marex, que ya habían expoliado el Maravillas en
las Bermudas. Uno de sus dueños era James Hunfreys, militar de la Navy y
caza pecios enfermizo ya desaparecido para tranquilidad de pecios y tumbas
de agua españolas. Como el barco estaba a 90 metros de profundidad,
hasta donde un buceador que no sea un profesional no debe bajar, usaron
el mismo barco que destrozó el pecio del Marvillas: el Beacon y sus dos
robot recién adquiridos, que les permitían operar desde el puente del barco.
Eran tiempos en los que vivíamos en Melbourne, Florida, y pudimos seguir
muy de cerca este asunto.
“En esa zona no hay ningún otro barco hundido que no sea el Cazador”
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“Estamos muy interesados en los aspectos educacionales e históricos de
todo lo recuperado como nos ha pedido Myrna Reahard, esposa del marino
que encontró el naufragio”
Sin embargo esta señora, aunque estuvo en el barco de los cazapecios
muchas semanas controlando lo que hacían, pudo mantener durante un
tiempo un pequeño museo con piezas como cañones, anclas y la campana
del barco, pero tuvo que cerrarlo al tiempo que vendió los objetos de esta
nave sin hacer mayores concesiones a la ciencia.
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266
Pero la rentabilidad de este, en principio enorme tesoro, como se había
anunciado, nunca llegó a consolidarse, pues los gastos de Marex en robots,
buzos de inmersión profunda, abogados y permisos dejaron muy poca
ganancia al pescador que lo halló. Por el contrario, se expolió un lugar
arqueológico que dejaron destruido, y se profanaron ochenta tumbas, que
era el número de tripulantes que llevaba el barco de guerra español.
Las monedas que transportaba no eran muy valiosas, pues acababan de
ser acuñadas en la ceca de Mexico: duros de plata que, al carecer de valor
numismático solo pudieron vender a la unidad, tras un importante gasto en
publicidad. Las que estaban en mejor estado las trató NGC, famosa casa de
restauradores, que lograron subir un poco su valor.
Miles de ellas estaban en bloques y era muy caro restaurarlas, por lo que
se fundieron e hicieron bloques para joyería. Al sumar lo vendido y restarle
los gastos y un stok de 3000 monedas que, veinte años después siguen
tratando de vender, quedó un pobre balance para tanto esfuerzo. Como ha
pasado con las monedas expoliadas por Odyssey Marine, tras restar los
gastos que España pagó en abogados, viajes y testigos, junto al elevado
precio de la restauración de algunas de ellas, el valor residual peritado fue
de siete millones de euros, muy lejos de los 500 que Odyssey anunció para
subir el valor de sus acciones en bolsa. Una estafa perfectamente ejecutada.
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Las monedas se siguen vendiendo por 100 euros la unidad
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Este era el aspecto del abogado Paul Horan en los 80. Hoy tiene 81 años y
su hijo se encarga del despacho: aparece con joyas del Atocha expoliadas
por su cliente Mell Fisher. Este sujeto representó a los descendientes de los
Peruanos que reclamaron las monedas de Odyssey, asegurando que eran
sus dueños porque la plata venía de las minas de Potosi: y se quedó tan
fresco. Pero la justicia le puso en su sitio. La otra foto es de Robert Stenuit
en aquella época.
En este expolio el Gobierno Español no hizo nada, a pesar de nuestras
denuncias desde América. En 2013 subastaron tres cañones pedreros
de bronce de dos libras, que usaba nuestra Marina a mediados del Siglo
XVIII, de los que hay pocos en nuestros museos: una maravilla de la época
muy bien trabajados por los metalúrgicos de entonces, repletos de signos y
marcas que los identificaban. Se remataron en 47.000 dólares cada uno.
Tampoco nadie informó de que había restos humanos, aunque los hubo
según testigos consultados. Pero si lo dicen, entran en acción las leyes de
superficie y los cementerios, con lo que los trabajos quedan parados hasta
que los forenses oficiales y jueces decidan sobre la cuestión; es lo último que
quieren los caza pecios, subordinados siempre al dinero por día que cuestan
estos expolios. Por el contrario, suelen mostrar huesos de animales, pero
nunca aparecen restos humanos en los documentos oficiales. Aunque todos
sabemos por qué.
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EL ATOCHA Y EL MARGARITA
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El galeón Atocha es el protagonista del mayor expolio de un barco de
estado de nuestro país, a pesar de que el 80% de su carga había sido
recuperada. El Margarita, por el contrario, fue vaciado por completo por la
empresa de rescates de Sánchez Melián a los pocos meses de su naufragio
en 1622. Ambos son tumbas de agua donde perdieron la vida 500 personas
entre militares y pasajeros. Se fueron a pique en los Cayos de Florida
golpeados por un huracán: pero sobre todo por la estupidez y avaricia de
los cortesanos españoles que nunca debieron obligar a zarpar a esta flota en
pleno verano. A esas alturas del siglo XVII se conocían muy bien estos
fenómenos meteorológicos.
273
Melian trabajó durante cuatro años en los barcos en los periodos de calma.
Provisto de unas campanas como las que hemos visto al principio del libro,
hicieron una gran labor recuperando, desde 15 metros de profundidad, gran
parte de lo que transportaban ambas naves. Por ello, aunque los yankees
montan bien sus exhibiciones cuando expolian alguno de nuestros barcos,
se puede comprobar que lo que exhiben no es demasiado en comparación
con las toneladas de carga y objetos de valor que transportaban estos
grandes galeones: el Atocha desplazaba 550 toneladas: tenía 112 pies de
eslora, 34 de manga y 4 de calado, y cargaba 24 toneladas de plata. También
llevaba 180.000 pesos en monedas de plata, 600 lingotes de cobre, 125
barras y discos de oro, además de 20 cañones de bronce y 1.200 libras de
objetos de plata elaborada. Visto lo acreditado por Fisher tras su expolio,
podemos afirmar que lo robado era una parte ínfima de su carga.
Así que, por mucho que el expolio de Fisher fue grande, apenas llegó al 10%
de lo que transportaba el Atocha. Sus campañas para atraer compradores
muestran lo poco que quedó bajo el agua tras el trabajo de los rescatadores.
Del Margarita expoliarían menos pues, por la posición de la nave sobre el
arrecife, las labores de recuperación fueron más efectivas. Según los
documentos del archivo de Indias, la mayor parte de lo robado pertenecía a
particulares, que escondían sus pertenencias entre las cuadernas con la
complicidad de algunos tripulantes para no pagar el quinto del Rey. El
contrabando alcanzaba en ocasiones hasta el veinte por ciento de la carga,
tras el soborno a los contramaestres, contadores reales y oficiales.
En 1668 se ordenó quemar los restos que quedaban en la superficie para que
no pudieran ser localizados. Las tormentas acabarían por taparlos de arena
en pocos años. Consta en documentos oficiales que se rescataron muchos
cuerpos de ambos barcos, y que fueron llevados a tierra para darles sepultura.
274
Pero pasarían nueve años hasta que diese, primero con el Margarita, tras
seguir el rastro de algunos objetos que fue dejando el barco antes de su
naufragio. Lo que certifica lo protegidos que estaban nuestros archivos
navales por los militares ante conductas sospechosas de buscadores de
pecios que, desde 1960, comenzaron a llegar a Sevilla. En esa época los
caza pecios tampoco sabían que nuestra hiostoria naval estaba dispersa
en diferentes lugares. Por lo que los funcionarios les mareaban con
documentos, pero nunca entregaban los que marcaban la posición exacta
del naufragio.
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Este es el invento de Fisher que provocó la catastrofe que puede verse. La foto inferior
corresponde al barco que usaban los norteamericanos de la operación Bahía en
Cádiz, que pasó desapercibido para las autoridades.
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El potente chorro que arroja el movimiento de las hélices a través de los tubos
de metal, los concentra en lugares concretos, haciendo enormes socavones en
la arena que dejan al descubierto lo que hay bajo ella, destruyendo cualquier
vida animal. Artículo del Correo de 1986 cuando se anunció el hallazgo del
Atocha.
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Fisher, sus barcos, y parte del patrimonio expoliado
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Eugen Lion, la cara amable del expolio, aunque solo le interesaba lo que se
pudiera robar de nuestros barcos de estado.
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Los novedosos sistemas electrónicos que le ayudaron a encontrar los barcos.
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En este artículo de ABC de 18-8-1988, se habla del tema con una frivolidad y
desconocimiento de lo que realmente se estaba haciendo con nuestros barcos de
estado, que evidencia porque siguió pasando décadas después.
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Para hallar objetos usaron esa canallada que habéis visto, que levanta el
fondo produciendo inmensos socavones. Con el tiempo se convertiría en
el sistema más usado por los caza pecios a lo largo de cincuenta años.
Se compone de dos tubos de metal acoplados a las hélices del barco
que, al girar, desplazan un potente chorro de agua a alta velocidad: algo
que nuestras autoridades no supieron ver en un barco de la operación
Bahía en 2006, que permaneció durante años navegando por aguas de
Cádiz sin levantar sospechas, y que nosotros nos cansamos de denunciar
y publicar sus actividades.
Mientras tanto el inefable Lyon se aferraba a los documentos del archivo de
Indias tratando de allanar el camino a Fisher; es verdad que sin conseguir
nada durante quince años. Pero cuando llegó el partido Socialista al poder
abrió los archivos, cosa que Lyon aprovechó para encontrar algunos
documentos del rescatador del Atocha y el Margarita, Nuñez Melián, en los
que había algunos datos de dónde podían estar ambos barcos.
El personaje clave en este asunto fue la historiadora española Ángeles
Flores Maldonado que, durante unos meses, investigó para ellos al ser la
mayor experta en las Flotas de Indias. Esto es lo que dice de ella el
“arqueólogo” Duncan Matethewson, en su libro sobre el Atocha,
Pero en los círculos del archivo de Indias se comentaba en los años setenta
y ochenta que Ángeles siempre supo donde estaba el barco, pero que
dio diferentes posiciones para que se perdieran y no lo tocaran. Sabemos
que a ella la afectó mucho el saqueo de la Flota de 1715 unos años antes,
por lo que, de errores nada: patriotismo.
282
Seguramente, el artífice fue Lyon, con la intención de que España siguiera
sorda y muda ante semejante tropelía y así continuar, como de hecho han
hecho, expoliando los dos barcos españoles en los que sus tripulantes
siguen sin ser respetados en sus tumbas de agua.
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También comprometieron a Alfonso de Borbón, primo del Rey, en otro acto
impresentable de propaganda.
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Durante unos meses, las autoridades del Estado de Florida confiscaron los
objetos más valiosos del expolio, que más tarde un juez federal ordenaría
devolver a Fisher.
285
Fue un periodo duro para Fisher, pues el Estado de Florida le reclamó los
objetos extraídos de la mar, aplicando una Ley de Protección de Objetos
Arqueológicos de los sesenta que, de haber prosperado, hoy podríamos
ver en un museo gran parte de lo robado, como ha sucedido en otros
saqueos que venimos contando. Sin embargo, el abogado Paul Hogan
logró sacarle indemne de este embrollo, y la Corte Suprema de Florida
acabó por darle la razón, tras el pago de un canon.
Pero pagó un precio muy alto al tener que lamentar la pérdida de su hijo
mayor y su nuera tras volcar el barco en el que expoliaban: hecho
que, según dijo, “nunca compensaría el oro y la plata hallados”
286
España siguió en la línea de sumisión hacia al único país importante del
mundo que trató con el Franquismo. Pero quienes ya entonces conocíamos
estos asuntos y habíamos buceado en pecios, además de ser licenciados
en Derecho, nos pareció un enorme desatino que personalidades españolas
se fotografiaran junto a los expoliadores de un barco de estado. Un acto de
propaganda bien preparado por el movimiento de caza pecios
norteamericano, que logró implicar a la Reina de España, regalándole un
cañón a modo de premio de consolación. Es verdad que la comunidad de
historiadores y arqueólogos españoles tampoco abrieron la boca, sometidos
como estaban a sueldos de universidades y organismos públicos. Por lo
que, unos por otros, ya eran diez barcos expoliados hasta ese momento sin
que nuestro país dijera nada.
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El 20 de julio de 1985 descubrieron el pecio del Atocha, de cuya carga solo
expoliaron los restos, y cuyos manifiestos de carga no se habían enviado
a la Casa de Contratación de Sevilla por haber atracado la nave en lo
que hoy es Mexico, cuyos archivos España no recuperó, ya que los
mexicanos los quemaron. Sin embargo los Fisher aseguraron que el Atocha
estaba intacto para seguir ganando accionistas; pero no era cierto. A pesar
de ello, hicieron actos de propaganda a base de exhibiciones cubiertos de
oro por los Estados Unidos para recabar inversores.
Pero, si comprobamos su manifiesto de carga, encontrado hace poco en
Sevilla, el Atocha transportaba 24 toneladas de plata en 1.200 lingotes, más
otros 300 pertenecientes a particulares. Seiscientos lingotes de cobre y
125 barras de oro y discos del mismo metal; más un 20% de contrabando.
Por lo que solo pudieron expoliar el 10% de la carga que llevaba la nave, y
nada de las 1.500 libras de objetos de plata labrados en América que, sin
duda, recuperó Núñez Melián en 1664. Tampoco el marfil proveniente de
Ceilán llevado hasta Acapulco por los galeones de Manila.
El excelente trabajo de nuestros archiveros entre los años sesenta y
ochenta hicieron que estos ladrones tardaran 20 años en encontrar la
parte central de su botín, mandándolos a lugares erróneos y no contándoles
lo que sabían de estos naufragios. Haciendo lo contrario que los políticos
de turno que, para ganarse los favores de los norteamericanos, hicieron
cuanto estuvo en su mano para que nos expoliaran, como pasó en el caso
Odyssey. Los héroes, los de siempre, el pueblo, que suele conservar un
elemental sentido del patriotismo.
Tras el reconocimiento que hizo un juez de la Corte Suprema Americana
hacia el expolio sistemático, relacionándolo con el espíritu eventurero de los
americanos, y no sé cuántas estupideces más, que por fortuna hace poco
cambió su Tribunal Supremo, cuando sentenció en el caso Odyssey la
protección universal de los barcos de estado de cualquier país, ya no se
podrán expoliar barcos españoles por americanos y, aunque es verdad que
los anglosajones se niegan a firmar los tratados internacionales sobre esta
materia, la sociedad ha tomado una postura cada vez más alejada de estos
espectáculos circense de tipos colgándose cadenas de oro o bañándose
con barras de plata. Apesar de ello, en varias televisiones y libros se llegó
a decir y escribir,
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Da vergüenza leerlo. Claro, un relativo triunfo con los medios del siglo
XX; una hazaña a base de magnetómetros, sonares de barrido lateral y
aparatos que habrán destrozado la fauna para los próximos 300 años. Lo
que sí tuvo un mérito extraordinario fue el trabajo del buzo Núñez Melián
que, con los medios del siglo XVII logró recuperar las carga de muchas
naves españolas hundidas. Gracias a estos pioneros del buceo profesional
solo se ha expoliado el UNO POR CIENTO de las riquezas que traían
nuestros barcos desde el nuevo mundo durante TRES SIGLOS empleando
la anticipación, el coraje, la sabiduría marinera y la inversión de miles de
millones que mejoraron la vida de los españoles americanos.
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Fue una tragedia ver cómo subastaron dos astrolabios: uno fabricado en
nuestro país por un antepasado nuestro, Antonio de Rojas y Sarmiento,
inventor del mismo, que se adjudicó por 55.000 dólares; otro, de origen
portugués, por 50.000 dólares. Y una de las piezas más bonitas, un rosario
engarzado con oro y coral, que se lo quedó un potentado americano por
140.000 dólares.
Tras la muerte de Mell Fisher, sus hijos, piratillas de poca monta, que han
seguido escarbando en las inmediaciones de los pecios sin resultados, han
descapitalizado los dos museos que su padre quería conservar en Vero
Beach y los Cayos. En 1993 y 1994, cuando residiamos cerca de allí ya
estaban muy abandonados. Mientras vivió su padre, todavía se conservaban
algunos objetos de valor. Tras su muerte en 1998, sus hijos vendieron las
piezas más valiosas.
En la subasta celebrada en Nueva York en 2015 salieron a puja los mejores
objetos de sus colecciones privadas, aunque la mayor parte de ellos se
quedaron sin comprador, seguramente por sus precios disparatados.
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La exposición de Nueva York de 2015 antes de la subasta
Hoy, los dos pequeños museos han perdido todo su esplendor, y más
que lo harán, pues los herederos de Fisher solo piensan en ganancias
rápidas. Ya solo quedan las piezas que no tienen valor per sé, al ser
artilugios que, por otra parte, son la esencia de la arqueología.
Un ejemplo del lamentable hecho que supone que estas piezas únicas
para la historia de la humanidad caigan en manos de gente privada, en
lugar de exponerlas en centros públicos para que todos las podamos
admirar, tras el estudio y recuperación que hacen de ellas la ciencia de la
arqueología.
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Museo Fisher en Cayo Hueso, en el que solo quedan objetos militares
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La venta de monedas continúa
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Del Margarita se recuperaron pocos objetos, pero al menos hicieron un
pequeño trabajo arqueológico con sus cuadernas y parte de la quilla tras
desenterrarlas de la arena. La presión de los arqueólogos nortamericanos
obligaron a Duncan Mathewson a levantar un plano de su posición.
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Las mejores piezas del Atocha
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Pero lo más repugnante de un acto como el expolio, ya de por sí punible, es
el esqueleto que, al menos en 1994 había en el museo Fisher de Cayo
Hueso, en el que, con una crueldad impensable para alguien civilizado, se
podía ver a un tripulante español de uno de estos barcos con una cruz al
cuello a modo de mofa. Lo incomprensible es que nadie lo haya denunciado.
Nosotros mandamos una carta a la embajada de España en Washington,
pero nunca recibimos respuesta. Volvimos a hacerlo a nuestro regreso a
España, con el mismo resultado. Lo que no sabemos es si hoy sigue allí.
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EL NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO
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Stemm y su socio Norris, y el robot submarino que utilizaron en1991
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En esta primera aventura lograron expoliar cientos de objetos como los
que mostramos en estas páginas, que vendieron en 3.000.000 de dólares.
Pero los abultados gastos que tuvieron les llevó a la quiebra y disolvieron
la compañía, dejando a sus socios en la estacada. Stemm y Norris
salvaron su patrimonio, y constituyeron Odyssey Marine Exploration, con
la que vaciaron un barco norteamericano de la época de la fiebre del oro,
el Republic, al que ganaron varios millones, que les propicio una parte de
los fondos y la publicidad para salir a bolsa y venir a España a rapiñar
todo lo que hallaron en el mar de Alborán.
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Durante la campaña en las islas Tortugas dijeron que los restos encontrados
pertenecían a un barco español de nombre Concepción, aunque pronto
advirtieron que se trataba del Nuestra Señora del Rosario, que naufragó el
mismo día y en la misma zona que el Atocha y el Margarita, y que la banda
de Fisher no pudieron encontrar por estar a 400 metros de profundidad.
En el año 2013, tras el palo judicial que recibieron, que ha sido trascendental
para el futuro de la protección de los barcos de estado de cada nación,
enrabietados por tener que devolver la parte de lo expoliado que habían
hecho pública, y que consistía en monedas de plata, dieron una rueda de
prensa en la que dijeron que harían una exposición sobre un pecio que
habían encontrado en los noventa, que había dado muchos beneficios. Pero
la realidad era otra: fue un acto de sobervia por parte de Stemm para
decirnos que él seguiría a pesar del revés judicial. Y mostró un par de barras
de oro y cuatro cosas extraídas de los recovecos de la bodega del Nuestra
Señora del Rosario, donde los pasajeros metían el contrabando. Y era así,
porque ese barco era un mercante que no llevaba carga de oro y plata.
Y los más tontos del colegio, elevados a periodistas en algunos países,
entre otras muchas lindeces, dijeron lo siguiente:
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Y cómo no, había restos humanos como en todos los expolios. No sé quien
se lo dijo a este periódico, pero el hecho cierto es que siempre los hay, pero
lo callan para no tener problemas con las autoridades, ya que en los países
occidentales hay que avisar a la policía; ésta, al juzgado de guardia, y los
jueces llaman a los médicos forenses antes de decidir nada, lo que paraliza
cualquier acción.
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EL EXPOLIO DE LOS GALEONES DE MANILA
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LA NAO SAN DIEGO
Un expolio político
Se movió con soltura por África, Asia y el mundo árabe con encargos del
ministro Duma, que más tarde le abriría su agenda de alto nivel para que
nos pudiera expoliar cinco barcos de estado en aguas de Filipinas: entre
ellos la nao San Diego.
Su primera maniobra fue constituir en 1985 una ficción de corte privado que
llamó de forma rimbombante Instituto Europeo de Arqueología Submarina,
con la que fue a Filipinas y se movió como pez en el agua durante el
tiránico mandato de los Marcos, que pusieron a su disposición los escasos
medios del Museo de Filipinas donde, hasta su llegada, nadie había tocado
las naves hundidas en sus costas, procedentes de la larguísima etapa
como parte del Imperio Español.
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Extraído de sus propios documentos, podemos confirmar que ya en 1988
expolió el primer barco de estado español: el galeón San José. Al año
siguiente el Nuestra Señora de la Vida, de cuyos resultados, por ser
inconfesables, nunca publicó nada.
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Un libro escrito por Olivier Noort a su regreso a Holanda, Descripción de
un Penoso Viaje, tras la derrota que le infringió el San Diego antes de
naufragar, le puso a Goddio en la pista de la nave española. Para ello contó
con el historiador Patrick Lizé, que publicó Naufragios de Oro.
Se trata de otro especulador que tampoco tuvo respeto por los barcos de
estado, y que se ampara, como Goddio, en institutos y universidades. Pero
el título de su libro, Naufragios de Oro, Secretos de los Tesoros Bajo
el Mar, es muy significativo de lo que realmente hace.
Goddio utilizó al Comisariado Francés de la Energía Atómica, que le prestó
dos ingenieros especializados en alta tecnología electrónica para la búsqueda
de objetos bajo el agua: Gérard Schnepp y Jaques Groussard, que pusieron
a su disposición un equipo ultrasónico que permite buscar con ondas
magnéticas. En abril de 1991 encontraron tres cañones: en uno de ellos se
podía leer con claridad, Philipus II, con lo que supieron que se trataba de un
pecio español. Y, en esa zona del mar de Filipinas solo se había reportado el
naufragio de la nao San Diego.
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A partir de ahí, la gente de Odyssey empezó a buscar con potentes
bombas por el lecho marino y, como en otros naufragios estudiados,
destrozaron el lugar arqueológico, además de aniquilar los ecosistemas
para la fauna y la flora submarina. Goddio, como buen árabe, jamás se
metió al agua; las pocas veces que lo hizo utilizaba pequeños submarinos.
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El director del DRASM, algo similar a nuestro Centro de Arqueología
Subacuática de Cartagena, dijo a los medios:
“Nous avons pu établir que le San Diego netait lún de ces fameux galions de
Manile construits pour faire la route d Ácapulco. El San Diego ce le seul
temoignage concret de la construccion navale européenne aux Philippines”
318
Michel L´Hour, el tipo que ayudó a Goddio a desvalijar el San Diego es ahora el
representante de Francia en la Convención de la Unesco. Aquí aparece junto
a Xavier Nieto, un verdadero arqueólogo submarino español. Vivir para ver…
319
Este caza tesoros repleto de recursos, se contradice cuando pone la
fecha de 1490 al junco Santa Cruz; un barco español que navegó por
esas islas cincuenta años después, pues los españoles no
administramos estas Islas hasta bastante después. Otro expolio de un
barco español realizado por este tipejo que va por el mundo de
protector de naufragios y da conferencias en España de la mano de
nuestra Armada.
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Goddio y sus comparsas pertenecientes a respetables entidades públicas
francesas expoliaron 5.260 objetos del San Diego, entre ellos 14 cañones
de broce, muchos de los cuales se habían retirado de las defensas
costeras, por tener el San Diego muy poca artillería.
Fueron unos meses de pillaje ininterrumpido, asistidos por los medios del
Estado Galo y la Fundación Elf, que pagaba cuantas facturas le mandaba
el francés-marroquí, protegido por las altas esferas de la petrolera, que
acabarían en la cárcel. En Francia, al cerrar ELF y pasar sus activos a la
actual Total, muchos quisieron hacer una investigación en la Fundación
pero, como el escándalo era mucho mayor en la matriz, se fue diluyendo,
sin lograr juzgar a sus responsables, a pesar de la fuerte presión ejercida
por varios medios de comunicación, que sospechaban de los manejos
con Goddio y sus muchas relaciones de los tiempos en los que trabajó
para el ministerio de Asuntos Exteriores galo. Pero las nuevas generaciones
de franceses desconfían de él.
323
¿Es Goddio un busca tesoros? Se pregunta la gente. Es un franco
tirador que inquieta a los universitarios, dice este medio.
324
En este barco español expoliado por los franceses no había oro o plata,
pero estaba repleto de objetos maravillosos procedentes de los países
asiáticos con los que España comerciaba desde las Filipinas.
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En estas fotos podemos apreciar que era una nave pequeña comparada
con los galeones de Manila; el buzo, junto a sus cuadernas, así lo atestigua.
326
Loza de porcelana de una manufactura que no existía en Europa: los
españoles las traíamos desde China a través del Pacífico y el Atlántico.
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El inmenso barco de prospecciones que utilizaron costaba 30.000 euros al día
328
Durante diferentes conversaciones con algunos miembros del mundo de la
arqueología submarina, uno me envió un correo electrónico que dice:
Celebro que una persona de tantos conocimientos dijese que Goddio era
uno de los tres caza pecios más peligrosos del mundo dada su habilidad.
Por eso no sorprende que metiera a la familia Real dadas las informaciones
que tenía, y que, poco después, se harían públicas.
329
Distribuyeron los objetos en función de su composición: unos, en la Unidad
de Tratamientos, Información y Conservación Arqueológica UTICA, que
pertenece a la red de museos franceses. Otros, a la fundación que la
eléctrica estatal EDF tiene para trabajos culturales en Valectra; los demás,
a la Asociación Francesa de Acción Artística, también pública. Por ello, el
Estado Francés participó en el expolio sin ambigüedades, dando cobertura a
un vil caza tesoros de maneras amables y diplomáticas.
330
331
Tras restaurar los objetos, hicieron una exposición en le Grand Halle de la
Villete de París, con la colaboración de la asociación Acción Artística de
Francia, dependiente del Ministerio de Exteriores.
Un año después el esperpento llegó a Madrid con la intervención del Conde
de Castesa. La solicitud de compra de los objetos del San Diego que se
quedó Goddio llegó desde muy arriba del Estado, y su interlocutor fue este
noble venido a menos, íntimo amigo de nuestra casa Real, emparentado con
los Borbón Dampierre por matrimonio.
332
Visto lo visto en estos últimos años sobre el comportamiento de la casa
Real entonces, surgen muchas preguntas sin resolver; la más importante es
qué pintaba el conde de Castesa en todo esto. Y, por qué unas instituciones
públicas como Caja Madrid y la Comunidad de Madrid se vieron obligadas a
comprar algo para otra institución, como era el museo Naval. Preguntas
que nos hicimos las pocas personas que sabíamos de estos asuntos en
aquellos años, y de las que nunca recibimos respuesta.
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En esta entrevista que le hizo Santiago Mata cuando trabajaba para la
Gaceta de los Negocios, Goddio se mofa de nosotros cuando dice:
“lo que hace Odyssey no es arqueología”
335
En el Boletín del Estado de 20 de marzo de 2007 plasmaron y dieron forma a la estafa a
los españoles, estableciendo un Covenio de Colaboración entre el ministerio de
Defensa y la Comunidad de Madrid para el DEPÓSITO, CONSERVACIÓN Y EXHIBICIÓN
DE DETERMINADOS RESTOS ARQUEOLÓGICOS PROVENIENTES DEL GALEON SAN
DIEGO. Llamando galeón a un barco que era una modesta nao. Si la Armada intervino
en su redacción, es para preocuparse.
336
Santi Mata fue el único periodista que le tomó la medida a Goddio, poniéndole
contra la pared, tras las horas de conversaciones que mantuvimos.
337
En España se escribieron cosas tan bochornosas como éstas, seguramente,
por el total desconocimiento que siempre hubo de la mar; se dice,
“se recuperaron objetos con las mejores técnicas arqueológicas por el
especialista, historiador y arqueólogo Goddio”
338
Lo que se dice en este artículo es bochornoso y de un desconocimiento
supino del tema
339
El dato más escalofriante lo aportó la revista Marina Civil, dependiente del
ministerio de Fomento,cuando asegura que se encontraron muchos restos
humanos: entre ellos, un coxis de mujer, que no sabían qué podía hacer
en un barco de guerra, demostrando su incultura, pues en los barcos
españoles viajaron miles de mujeres como pasajeras tanto en la Carrera
de Indias como en los Galeones de Manila.
340
Los cientos de huesos de nuestros marinos que aparecieron en el pecio
del San Diego fueron convenientemente enterrados en una parte muy
apartada de uno de los muchos cementerios que hay en Manila, donde
hay gente que vive entre las tumbas. Las fotos que acompaño demuestran
cómo tratan los norteamericanos a sus caídos allí en la II Guerra
Mundial, y como lo hicimos con los nuestros: una indignidad tras otra.
341
Goddio vendió todo lo que le había tocado en el reparto con el museo
de Manila. La primera operación la realizó con el museo de Asía de
Paris, donde su amigo y director, Paul Desroches, le compró las mejores
piezas provenientes de China. El gabacho-marroquí le devovería el favor
escribiendo juntos un libro titulado, Un Tesoro Bajo el Mar.
342
El segundo lote se lo encajó a la Marina Francesa, que lo envió al museo
de Lorien, donde podemos ver los mejores cañones de bronce de la Nao
San Diego. Una ignominia de la que hoy se arrepienten, ya que han
cambiado los carteles que presentaban los objetos llamámdolos de forma
genérica TESOROS DE LOS OCEANOS. Antes del caso Odyssey, el
cartel decía que provenían del San Diego. Es urgente y necesario pedir
su devolución en base a las leyes de la Unión Europea.
343
El mayor escándalo de este expolio no denunciado por nuestras autoridades
fue la compra de una parte muy pequeña del material robado a nuestro país,
que Goddio convirtió en un espectáculo mediático y de poder, obligando a la
Comunidad de Madrid y a Caja Madrid a comprar unos objetos que ya eran
nuestros por una desorbitada cifra de cerca de cinco millones de dólares. La
presiones vinieron desde miembros de la casa Real hasta políticos y
financieros de mucho poder en España. El que la exposición la financiase la
corrupta petrolera ELF, en la que sus directivos acabaron en prisión, el Banco
de Santander, que dejó sus instalaciones para la muestra, y Cepsa, que se
había hecho con Ertoil cuando ELF ya tenía el 20% de la misma, batía una
marca de corrupción y tráfico de influencias nunca antes visto ante las narices
de los españoles. Este es el cartel de la exposición se dice,
344
De este escándalo de dejación de funciones y corrupción protagonizado por
funcionarios y políticos solo han quedado unas piezas en el museo Naval
de Madrid, como premio de consolación a tanta estupidez, corrupción,
desidia y complejo de inferioridad de tantos analfabetos.
345
La difusión del expolio no se hizo esperar, y este sátrapa de los pecios
ajenos buscó nuevas alianzas para seguir obteniendo ingresos del San
Diego, por lo que hizo coautor de la versión francesa de su libro sobre el
San Diego a Jean Paul Desroches, conservador del Museo Guimet de arte
asiático, al que vendió las mejores piezas provenientes de Asia.
346
En la edición española, que se pudo comprar durante la exposición que se
hizo en Madrid, pudimos leer con asombro y vergüenza:
El San Diego, un Tesoro Bajo el Mar, con el alto patrocinio de la Casa
de su Majestad el Rey
Junto a notas de prensa de la petrolera CEPSA, cuyo 20% era de ELF,
que se erigió en la patrocinadora del evento en el que ilustraban a los
españoles de cómo nos habían expoliado un BARCO DE ESTADO por
parte de un país que, durante 300 años fue parte de España, Filipinas,
y otro vecino y socio en la Comunidad Europea, Francia.
CEPSA fue protagonista porque en 1990 la corrupta ELF, en la que sus
máximos responsables acabaron en prisión, compró el 20% de la compañía
española. Unos meses antes ELF había comprado ERTOIL al grupo
Explosivos Río Tinto, tras otro escándalo de sobornos y corrupción cuando
el presidiario Javier de la Rosa era su Presidente.
ELF, y más tarde Total, petrolera estatal gala, que la absorbió tras los
escándalos de corrupción, llegó a tener el 48% del capital de CEPSA. En
2011 los franceses se llevaron 3.500 millones de euros por la venta de su
parte a International Petroleum de Abu Davi, con un escandaloso beneficio
tras la desaparición de los españoles de la compañía.
Estas relaciones son las que manejada Goddio, prestidigitador de los pecios
que aparece en todos los saraos y presentaciones al lado de reyes,
presidentes y poderosos del mundo de la industria y las finanzas.
Eso sí, admite donaciones para sus trabajos de expolio submarino. Además
hoy, ante el acoso que sufren sus actividades sobre los barcos españoles, se
ha mantenido alejado de ellas, y a puesto sus ojos en los restos sumergidos
de la antigua ciudad de Alejandría, donde también trabaja con fundaciones
y dinero del estado Egipcio.
Los caza pecios, sean de donde sean, es verdad que son tipos duros que
suelen sobrevir en ese mundo de mentirosos e intrigantes compulsivos en el
que siempre están inmersos, y Goddio es su rey.
347
Libros financiados por el Estado Francés.
348
La página Web de su Instituto. Tras el caso Odyssey borró toda relación con los
fastos de Madrid y la venta de objetos a través de Caja Madrid y la Comunidad.
349
Las mejores piezas del San Diego las podemos ver en el Museo de
Antropología de Manila, donde, con tristeza y rabia, apreciamos cómo los
españoles siempre somos víctimas de la incultura, la avaricia y la estupidez
de nuestros dirigentes a lo largo de la historia.
350
351
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La reina de España también tuvo que pasar por la indignidad de inaugurar
otro museo al sur de Filipinas con restos de barcos expoliados. Quedó
referenciado en una placa.
354
Es una vergüenza que sigamos leyendo estos titulares en el museo Naval
de Madrid, pues Goddio no es arqueólogo y tampoco descubrió nada;
expolió nuestro barco. En el segundo cartel se dice que los objetos están
reunidos en tres museos, cuando están en varios más: para vergüenza de
cualquier militar, el mayor numero de cañones y objetos de guerra del San
Diego están en el museo Naval de Lorient, en Francia.
No he podido saber quién escribe estas cosas, pero flaco favor le hacen
a la causa de la verdad y la reclamación de nuestros barcos de estado
naufragados por el mundo. A las cosas hay que llamarlas por su nombre,
sobre todo en asuntos de esta índole; de lo contario, la mentira y la
indignidad perduran para siempre.
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356
EL CONCEPCIÓN
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358
El primer Galeón de Manila expoliado
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Estos dibujos están expuestos en el pequeño museo que construyó en
Guam la compañía japonesa que compró la mayor parte de los objetos
valiosos del barco: expuso los de menor valor y los más grandes como
anclas, cañones y ánforas. Apex Corporation de Japón los adquirió en una
subasta de Christie´s por cinco millones de dólares; el 25% lo cobró el
gobierno de las Marianas.
360
.
Mathers con las ánforas chinas que transportaba el Concepción. Abajo, el barco
de trabajo amarrado a tierra, en el límite de la parte somera del arrecife.
361
Para localizar el pecio utilizaron un pequeño submarino.
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El círculo señala el casco del barco
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En la lista de objetos recuperados podemos ver que, como en todos
los pecios, había restos humanos, que no pudimos saber qué tratamiento
les dieron.
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365
Viendo el numeroso equipo que expolió nuestra nave de estado, más el
coste de barcos y submarinos, se hace difícil creer que cubrieran gastos.
366
Su libro dedicado
367
William Mathers es otro tipo de expoliador. Al menos sus bases se cimientan
en una licenciatura en historia y en unos enormes conocimientos del buceo y
los mares tropicales. Por ello apenas cubrió gastos para pagar barcos,
equipos, ayudantes y financiación. Es remarcable que se empeñase en que
los objetos más preciados fuesen a parar a un museo, como consiguió
en parte. Es verdad que la empresa nipona que se adjudicó su parte del
botín no cumplió con lo pactado y subastó las joyas más valiosas, dejando
en el museo de Guam las de menor valor.
368
En 1994 la depredadora IOTA, como he dicho el grupo que pretende expoliar
el San José en Colombia, consiguió un contrato de tres años con la empresa
de Mathers para seguir vaciando el Concepción, pero dada la gran
profundidad a la que están sus restos, que hace necesario equipos muy
costosos para acceder a él, apenas consiguieron algún objeto de relevancia,
aunque continuaron sus operaciones durante 1995.
En 1998 Mathers encontró un cañón enterrado en la arena y otras pequeñas
piezas que los nativos habían sacado hacía muchos años. Pero dados los
escasos réditos recibidos, a partir de 2010 el Gobierno de las Marianas y
sus arqueólogos cambiaron de actitud, declarando:
369
Al menos Mathers publicó un trabajo arqueológico.
370
Las joyas españolas que se quedó la empresa japonesa
371
372
El lugar de los naufragios: un sello español de la época, y una moneda
alemana, tras la venta de las Islas a los germanos en 1898.
373
Piezas del Concepción y el Margarita en el museo de Guam
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Loza china de nuestros dos galeones de Manila
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La campana del Concepción y otros objetos arqueológicos
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Maqueta del Concepción
378
Un cañón de broce del Concepción en muy buen estado y cerámica
china del museo de Acapulco en el fuerte San Diego.
379
Carta marina del Tornaviaje y maqueta de un galeón de Manila
380
,
En 1998, justo cuando vimos por primera vez en el mar de Alborán a los
barcos de Odyssey, una delegación del ministerio de Cultura viajó a
las Marianas y Filipinas para realizar unas conferencias sobre libros y arte,
sin que a nadie se le ocurriese tratar sobre el San Diego, el Concepción
y el Margarita. Y se interesasen, de paso, por los restos humanos de
nuestros compatriotas encontrados durante los expolios, lo que deja clara la
forma de actuar de nuestros nefastos diplomáticos, solo pendientes de las
formas, nunca del fondo. Nadie se interesó por los restos de nuestros
compatriotas.
381
En todos estos indecentes pasteleos diplomáticos se habla de todo menos
de la verdad. Y, a pesar de costarnos un dineral a los españoles, no sirven
para nada; si acaso para que empresas privadas y editoriales hagan
sus negocios, en la promesa de que, cuando estos tipos ya no estén
en el gobierno, les editarán sus soporíferos y egocéntricos libros, que no
interesan ni lee casi nadie. Mucho pasado común, pero desprecio absoluto
por nuestros barcos de estado y por los restos de tantos hombres y mujeres
que murieron en ellos, a los que ni siquiera les han permitido descansar
en paz en esas tumbas de agua que son los pecios.
382
EL SANTA MARGARITA
383
384
Un galeón de manila cuya travesía fue muy corta
385
386
Los galeones de Manila eran unas naves formidables de 50 metros de
eslora, 15 de manga y 1.500 toneladas de desplazamiento. Su obra muerta
y franco bordo tenían la altura de una casa de dos pisos; cuatro cubiertas
inferiores, en cuya sentina se colocaba un lastre de piedras que variaba en
función de la carga. Eran tres veces mayores que los galeones de Indias.
Durante el siglo XVII y parte del XVIII fueron los barcos más grandes que
surcaban las mares del mundo.
387
Sin aparejo para maniobrar, su experto capitán, tal como hacían todos en
aquellos años, decidió embarrancar el Margarita contra la costa: para ello
siempre buscaban el lugar de menor rompiente; y si podía ser de arena,
mejor. Pero en las playas de las Marianas abundan los arrecifes de coral
de apariencia plácida en superficie pero de poca profundidad, que fue donde
acabó nuestra nave.
Pero la mar era tan brutal, y el barco estaba tan lejos de la orilla, que la mayor
parte de la gente murió ahogada: solo se salvó uno, llamado Sancho, que
meses después contó lo sucedido a las autoridades de Guam. Con presteza,
mandaron dos barcos de rescate, que lograron vaciar la nave prácticamente
en su totalidad. Lo demuestra el hecho de que las tres empresas de caza
tesoros que trataron de expoliarlo apenas consiguieran nada, y terminaron por
abandonar. A pesar de ello, todavía hoy, la misma compañía norteamericana
que encontró el San José en Colombia, IOTA, sigue buscando, convencidos,
dada su supina ignorancia, que parte de su carga todavía está allí, aunque en
los archivos de Filipinas hay actas del recate de la mayor parte de su carga.
388
Posición de los dos pecios
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Algunos de los pocos objetos expoliados del Santa Margarita
390
En este naufragio se encontraron pocos restos humanos, pues la mayoría
fueron apareciendo en las playas las semanas posteriores al naufragio.
Según contó Sancho, el único sobreviviente, fueron enterrados por él y los
miembros de la compañía de salvamento que recuperaron su carga.
En la isla de Rota no hay cementerio español: sí los hay en Saipan y
Umatac, o de los españoles. También los de Pago e Inarajan. Es emotivo
contemplar tanto nombre español en unas tumbas muy blancas que
recuerdan a los cementerios andaluces y extremeños estando tan lejos de
España.
La mayoría de los nombres que podemos leer sobre las tumbas son españoles
391
En la Isla de Rota hay un diminuto museo, si se le puede llamar así,
llamado la Cueva, en el que se exponen objetos del Margarita, como
ánforas para las especias, agua y otros frutos, además de trozos de marfil y
cerámica. Un lugar en los límites de lo pintoresco.
392
Los argumentos de las dos principales compañías de caza tesoros que han
expoliado entre las cuadernas del barco son los mismos que defienden
otros cazatesoros, fundamentados en el abandono de la nave y la
exclusividad del Gobierno de Marianas para hacer lo que quieran con ella,
en base a que son sus aguas territoriales y no han firmado la Convención
de la Unesco para la Protección de los pecios, como tampoco lo ha hecho
su protector los Estados Unidos.
Acompaño el resumen que hizo Pacific Sea Resources, en el que dicen
que deben entregar el 25% de lo expoliado al Gobierno de Guam, como
hicieron con el expolio del Concepción, que fue de un millón y medio de
dólares por las licencias. Atrocidades que ninguna autoridad española
de las que viajaron a estas islas descubiertas por España, denunció; se
limitaron a darse palmaditas y a pronunciar palabras vacías y amañadas
por parte de los nefastos modos diplomáticos de nuestro país.
Al final, IOTA tuvo muchos problemas con las autoridades por reventar
arrecifes con dinamita, lo que provocó que les anulasen los permisos.
393
En la entrada de algunos cementerios grababan la calavera
con los huesos cruzados de las banderas piratas y las palabras
latinas pater noster -padre nuestro- como acto de mofa.
394
NUESTRA SEÑORA DEL PILAR otro
galeón de Manila muy buscado
Fue otro de los pocos galeones de Manila que se hundió en las aguas de las
Marianas: en concreto en un arrecife llamado de los Cocos, situado a una
milla al sur de la isla de Guam. Según documentos del archivo de Indias,
consta la apertura de un proceso por negligencia a su capitán, Juan de
Etxebarría. Pero en realidad encalló en un arrecife de coral que no se podía
ver en la superficie, por lo que se abrió una vía de agua, naufragando en
unas horas.
Las 387 personas embarcadas fueron trasladadas al Santo Niño, buque con
el que navegaba en conserva. El Pilar iba armado con 10 cañones de 14
libras, 24 de 10, y ocho de seis, además de siete pedreros de tres libras.
La tripulación estaba compuesta por el capitán, un sargento mayor, tres
pilotos, un contramaestre, un condestable de artillería, además de escribano,
capellán, cirujano, carpintero, aguacil del agua, calafate, buzo, 42 artilleros,
70 marineros y 27 soldados de infantería de Marina bajo el mando de un
capitán de mar y de guerra. Gran parte de ellos habían nacido en América,
y su preparación y competencia era la misma que la de los españoles nacidos
en Europa. Este dato es poco conocido.
395
De nuevo estamos delante de la propagación de historias negras sobre
temas españoles, movidos por los anglosajones, empeñados, incluso a día
de hoy, en ningunguear a nuestro país. Lo que ha generado tantos
estúpidos y vanales ríos de tinta sobre este espléndido Galeón, que se fue
a pique por carecer sus mandos de cartas de navegación más precisas.
396
Las sociedades Maritime Investments y Pilar Proyect ltd lograron un acuerdo
con el Gobierno de las Marianas en el que se comprometían a entregar
el 25% de todo lo que se expoliase. La zona de trabajo estaba situada
a una milla del arrecife de coral que defiende su playa
397
Maqueta del Pilar y la cubierta de artillería de la nave
398
Distancia a la isla de Cocos, donde encontraron la
quilla y las cuadernas del barco.
399
Utilizaron toda la tecnología electrónica disponible en la época
400
Batieron los fondos a lo largo de cinco millas cuadradas con la ayuda de
toda la electrónica que había a comienzos de los noventa del siglo pasado,
incluidos sonares, sondas multiaz y de barrido lateral, manipuladas por el
ingeniero electrónico Clay Cranford.
En tres meses solo encontraron un ancla y 36 monedas de plata. También
láminas de plomo, restos de una estructura y cinco toneladas de piedra que
se corresponden con el lastre de un barco de la eslora del Pilar. El periódico
The New York Times publicó en 2001 estas estupideces:
401
402
Los caza pecios tardaron demasiado tiempo e invirtieron mucho dinero
hasta darse cuenta que los españoles, cuando un barco naufragaba a
menos de 20 metros de profundidad rescatábamos su carga casi en su
totalidad, por lo que la expedición fue otro sonado fracaso. No me canso
de repetir que la historia escrita por los anglos sobre todo lo español les
ha llevado a equivocar a los caza pecios. Su desconocimiento de nuestra
historia y el colonialismo que ejercen donde llegan, no les ha permitido
saber que, solo el 0,2% de nuestros barcos fueron expoliados a lo
largo de cuatro siglos, al fundamentar sus pretendidos expolios en
películas, en lugar de hacerlo en la ciencia y en los miles de documentos
que conservamos en nuestros archivos.
403
Artículos como éste, no hacen más que transmitir desinformación
sobre la verdadera historia de nuestros pecios, y dar alas a los piratas
y sus compinches.
404
SANTO CRISTO DE BURGOS
405
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Primer Galeón de Manila hallado en la costa norteamericana
Este enorme barco desaparecido, del que hay evidencias, está en Oregón,
en Nehalem: se cree que es el Santo Cristo de Burgos, que se hundió
en 1693. Hay un proyecto arqueológico en marcha llamado Beeswax Wreck
Project, que dirige el arqueólogo Scott Williams, del Servicio de Parques del
Estado de Washington Oeste.
Desde el siglo XIX se han recogido en las playas de Nehalem trozos de
cerámica con marcas grabadas. El piloto de la nave, Antonio Pérez Gil, logró
llegar a una misión al norte de California, e hizo un detallado plano de la
ensenada donde naufragó el Santo Cristo de Burgos, documento registrado
en el archivo de Indias: 141, N 15, Carta al gobernador de Filipinas.
407
Se tiene la certeza de que este barco fue expoliado durante los más de
trescientos años transcurridos desde su naufragio. Pero la frialdad de las
aguas y su nula visibilidad hacían difícil hasta hace muy poco tiempo
cualquier trabajo submarino. También se sabe que los nativos de esas
tierras recogieron objetos que aparecían en las playas tras los temporales
en los siglos XVIII y XIX.
408
EL SAN FELIPE
409
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Un curioso expolio japonés de un Galeón de Manila
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Los impresionantes galeones de Manila
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El monumento a los veintiseis mártires que los japoneses
construyeron en Nagasaki.
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LA FLOTA DE LOS AZOGÜES
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GALEONES GUADALUPE Y TOLOSA
Estos dos grandes barcos, que se utilizaban para el transporte del azogue
desde las minas de Almadén hacia las explotaciones de plata españolas en
América, se fueron a pique el 24 de agosto de 1724 en una época que
ya se sabía que no era la adecuada para navegar por aguas del Caribe.
Pero la avaricia de los cortesanos y la estupidez de los funcionarios forzaron
a que, en muchas ocasiones, las naves de la Carrera de Indias se vieran
forzadas a zarpar en esas fechas, como hemos visto en la mayor parte de
los naufragios que venimos contando, a pesar de las protestas de nuestros
capitanes, que se resignaban pensando que, cuando les alcanzaran los
temidos huracanes, tratarían de embarrancar sus barcos en las playas
cercanas para salvar pasaje, tripulantes y carga.
Solo los marinos sabemos lo que es la impotencia ante vientos de más de
cien kilómetros por hora a pesar de que vayamos embarcados en modernos
veleros: son momentos en los que el timón no obedece y se hace imposible
seguir un rumbo aunque hayamos arriado velas. En el caso de los galeones
y naos era peor, pues su imponente francobordo, con alturas de casas de
dos pisos, les hacía de vela y los arrastraba a mayor velocidad contra
cualquier obstáculo que hubiera en los alrededores. Cuando no eran
abatidos sus palos cayendo por la borda y perforando el casco. El que no
existieran cartas precisas de navegación sobre unas mares que empezaban
a conocer, tampoco ayudaba a la hora de tomar la decisión de llevar el barco
hacia un refugio.
Así sucedió por culpa de los incompetentes de siempre en tierra firme, como
pasó en el caso Odyssey y otros muchos, que hundieron nuestras naves con
desconocimiento y órdenes extravagantes. Por eso, tras los cientos de
artículos publicados por los medios españoles a raíz de la exposición de la
Caixa en Madrid en 1998 sobre la Flota de los Azogues, me centraré en
la primera parte de este expolio que pasó desapercibido en España en los
años setenta del siglo pasado, y del que guardé muchos documentos y
fotos inéditas: lo que ayudará a comprender a los que venimos estudiando
y denunciando estos asuntos desde hace 50 años, sin que, hasta la
sentencia del Juno y la Galga, empezáramos a ver luz al final de túnel, y
poner coto a los expolios sistemáticos, amparados en falsos arqueólogos
movidos por la propaganda anglosajona, con sus películas, libros y vídeos
repugnantes desde el punto de vista arqueológico y patrimonial.
417
Nada más hundirse el barco presentaba este aspecto, salvo que quedara
embarrancado en el propio arrecife de coral. Con el paso de los años la
estructura principal se derribaba por la acción de las olas, los enemigos
de la madera y las corrientes, permaneciendo la quilla, la sobre quilla, las
varengas bajas y las cuadernas. Alguna vez se ha conservado el timón,
pero eso depende de que los restos estuviesen o no cubiertos por limo
y arena. Cuando la nave quedaba parcialmente en la superficie, tras
vaciarla, se quemaba para no dejar huella del naufragio.
418
En estos barcos también aparecieron restos humanos de sus tripulantes,
de los que tampoco sabemos nada.
419
La sociedades evolucionadas no podemos consentir estas cosas, pero
todavía no conozco ningún país que lo haya denunciado. Cuando
ganamos el caso Odyssey en los Estados Unidos, los jueces federales
Steve Meryday y John Pizzo pusieron especial énfasis en que los
pecios son tumbas y que, debido a ello, son inviolables: afirmaciones
que sorprendieron a abogados y caza pecios. Nosotros contribuimos a
ello con nuestro discurso y datos aportados.
420
El caza pecios Tracy Bowden incompresiblemente bien tratado en España,
y el saqueo que siguió tras la retirada del mercurio.
421
Uno de los artífices de hallar el Guadalupe fue Jack Haskins, un azote de
los barcos de estado españoles que trató con los pescadores locales, que
eran quienes mejor conocían los fondos. El Tolosa llevaba 500 personas a
bordo entre tripulantes y pasajeros, de los que solo se salvaron 14. El
Guadalupe 470; sobrevivieron 400, que lograron llegar por las playas hasta
Santo Domingo.
Sin embargo y a pesar de que los caza pecios aseguraban que habían
encontrado documentos claros de la ubicación de los barcos, pasarían
meses sin hallarlos. Por lo que hay una evidencia clara de lo que he
mantenido a lo largo de estas páginas sobre la información que se les
facilitaba en los archivos en tiempos de la Dictadura y los años siguientes. En
conversaciones con antiguos archiveros, de los que quedan muy pocos,
todos me manifestaron la rabia que les daba la llegada de bucaneros de los
documentos, como los llamó alguno, y que su ayuda fuese trascendental
para poder expoliar barcos españoles en los que murieron muchos
compatriotas. Aunque es verdad que en los expolios de nuestras naves,
de una u otra manera, siempre está presente el archivo de Indias.
Solo cuando hubo dinero para los expertos en estos asuntos, la cosa
comenzó a cambiar, como me dijo otro de los patriotas de que se hayan
encontrado tan pocos barcos de estado en las aguas del mundo. Pero
traidores los hay en todas partes, también entre nuestros archiveros. Sin
embargo, la mayor parte de ellos fueron héroes anónimos a los que
debemos mucho. Las actuales leyes Internacionales espero que los protejan
para siempre.
La primera petición les llegó de uno de los caza pecios más importantes del
Caribe, Tracy Bowden y la Seaquest INC del inefable Burt Weber. Para que
pudieran operar, se les exigía que embarcaran a miembros de la Armada y
Cultura. Si encontraban algo, lo repartirían a partes iguales. Al principio
funcionó bien, y ambas partes compartieron lod objetos que transportaban un
par de barcos mercantes que, a día de hoy, no sabemos nada de ellos. A
partir del hallazgo del Tolosa y el Guadalupe fue cuando empezaron a sacar
422
dinero con las subastas a las que llevaron sus piezas más valiosas sin que
nunca se haya hecho público un reporte de lo vendido.
Contamos con las fotografías de Jonatan Blair, contratado por Webber
para plasmar el expolio cuando emergió de la arena la parte principal de
ambas naves.
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Preciosos objetos españoles que ahora están en casas privadas tras su venta en
los Estados Unidos.
425
También encontraron restos humanos que, como hemos visto, trataron
sin respeto, agarrándose a las sediciosas leyes de la arqueología que los
consideran objetos de estudio. Hipocresía submarina igual que la que se
practica en la superficie, por la que todavía se pueden ver restos humanos
en vitrinas de muchos museos. Una falta de respeto que no se puede
consentir por el bien de nuestra humanidad.
En los albores de los años setenta del siglo pasado, en España nadie
estaba por estas cuestiones, envueltos en las pasiones democráticas en
una materia olvidada y desconocida. Nuestros pecios eran expoliados
sin que importase a nadie, pues no había una ley para protegerlos. Años
después, y con la boca pequeña, se hicieron leyes de patrimonio y para la
mar que no abarcaban lo submarino, posiblemente, por pensar nuestros
iletrados mandamases que lo que estaba debajo del agua era imposible
tocarlo.
Los artífices de dar dignidad por vez primera a estos pecios españoles en el
Caribe fueron Carlos León Amores, Cruz Apestegui y Manu Izaguirre,
arqueólogos profesionales y buceadores, que trabajaron meses en ellos, y
que hicieron posible la exposición en España de las Flotas del Azogüe.
426
En principio fueron requeridos por el Gobierno Dominicano para estudiar
la construcción naval de dos galeones españoles hundidos en sus aguas.
Tras dos años de trabajo bajo la mar, encontraron muchas piezas que
se habían escapado a los ávidos ojos del caza pecios Tracy Bowden,
certificando la autenticidaz de los galeones del azogue Tolosa y
Guadalupe. Trabajaron para el nuevo museo de Santo Domingo instalado
en las atarazanas construidas por los españoles en el siglo XVI, y que
fueron reformadas y reinaguradas en 2019.
En las exposiciones de Caixa, tanto en Madrid como en Barcelona estuvo
Tracy Bowden, que ahora va de protector de pecios, cuando fue uno de
sus precursores, expoliando los restos de varios barcos del siglo XVII como
el Concepción. Es verdad que en los expolios del Guadalupe y el Tolosa
tuvieron que ir con más tiento al estar supervisados por funcionarios
dominicanos. A pesar de ello, destrozaron grandes extensiones de coral y
arrasaron los fondos situados junto a los pecios con el uso de sopladores y
aspiradores subacuáticos.
427
Las justificaciones que vierten estos tipos oportunistas sin escrúpulos son
disparatadas: decir que el oro pertenecía a México o la plata a Perú, es
ganas de decir bobadas. Ni el oro ni la plata se hubieran extraído sin los
procedimientos españoles y sus técnicos, en un tiempo en que esos países,
hoy independientes, eran parte de España. Pero jamás dicen que los barcos
de estado son inviolables en cualquier lugar del mundo; y no porque lo
diga yo, sino porque lo recoje la Convención de la ONU sobre el Derecho
del Mar desde hace cuarenta años.
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En 2021 la República Dominicana ha firmado la Convención para la
Protección del Patrimonio Subacuático. Con ello, practicamente todo el mar
Caribe ha quedado protegido de los caza pecios; salvo Colombia, que al
final no le quedará más remedio que suscribirla presionada por sus
excelentes arqueólogos.
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Ha ayudado mucho a cambiar su punto de vista universidades como la de
Indiana en los Estados Unidos, que ha tomado la mano de los estados de
Texas y Luisiana en defensa de este patrimonio tan importante, que tiene
por eslogan:
“Sacar solo fotos. Dejar solo burbujas”
Con nuestra financiación, dice Ted Gayoway, se han creado simulaciones que
atraigan a los buceadores a disfrutar de estos entornos. El Centro para la
Ciencia Subacuática de la Universidad de Indiana, a través de su director
Charles Beeker, dijo que este tipo de centros proporcionan una alternativa
sostenible a la búsqueda de tesoros:
“Los cazadores de tesoros solo pueden venderlos una vez, pero con el
modelo de museo vivo, podemos vender historia siempre”
430
Este barco caza pecios fue hundido en Santo Domingo para hacer
un arrecife artificial.
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Un cañón del Tolosa y el momento del hundimiento del barco caza pecios
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Lo que ha llevado a la República Dominicana a ratificar la Convención para la
Protección del Patrimonio Submarino arrancó en 2017, cuando se celebraron
allí unas jornadas en las que participaron miembros de la Unesco y dos
expertos españoles. Gracias a ellos, este país por fin está de acuerdo en
proteger nuestro legado histórico bajo la mar.
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El trabajo del arqueólogo español Carlos León Amores fue vital para conseguirlo
434
Y para quienes queráis ver muchas de las joyas y piezas recuperadas de
estos dos barcos, el nuevo museo de las Atarazanas Reales os ofrece una
cuidada visión de cómo fueron estos dos galeones de los azogues. También
en el Faro de Colón encontraréis un mundo de barcos y aventuras que vale
la pena visitar.
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Objetos de barcos españoles que le correspondieron al Estado
Dominicano en el reparto con varios caza pecios.
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La tumba de Cristóbal Colón, en permanente discusión con España
sobre su ubicación. Un edificio discutible que se ve desde la mar a
muchas millas de distancia.
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Objetos de nuestros barcos expoliados
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EL JUNO Y LA GALGA
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Solo la presión de los funcionarios de Parques de los Estados
Unidos salvaron del expolio a estos dos barcos de estado expolio
Es difícil definir lo que sucedió con estos dos barcos que naufragaron en
aguas del Atlántico muy cerca de la isla de Assateague en el estado de
Virginia. Pero fueron los norteamericanos quienes presionaron a España
para que reclamase la propiedad de estas dos naves que se fueron a pique:
el Juno en 1802; la Galga en 1750. Sea Hunt fue la compañía que obtuvo
en marzo de 1997 los derechos del Estado de Virginia para expoliar el
Juno, en un convenio en el que debía entregar el 25% de lo que obtuviesen
del saqueo del pecio al Estado. Decían saber dónde estaba hundido con
mucha precision, aunque hasta ese momento solo habían mostrado unas
cuantas monedas.
Ante la tesitura de tener que permitir que los caza tesoros destrozaran una
parte del Parque Nacional, Richard Waldbauer, jefe de conservación y
recursos del Departamento de Interior y de los Parques Nacionales se
enfrentó a Sea Hunt y su dueño Bob Benson por la forma de trabajar en
espacios marinos protegidos. Tales eran las diferencias que, Waldbauer,
conocedor de las leyes referentes a los barcos hundidos en aguas de
su jurisdicción, decidió informar a la embajada de España, alentándole a
que reclamase la propiedad del Juno. El aviso llegó a una funcionaria
de nuestra embajada en Washington, que se puso en contacto con un
arqueólogo español, ante la manifiesta desidia del embajador y la Dirección
de Bienes Culturales del ministerio de Cultura.
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Estos son extractos de los correos que intercambié con el arqueólogo
español, del que no diré su nombre por razones obvias, en los que se ven
manos negras e intereses que coinciden con lo que pasaría después en el
caso Odyssey
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En esta carta podemos constatar lo que decimos, tal como advirtió el
arqueólogo español.
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El País 1998. Javier Valenzuela hizo un contudente artículo sobre el caso, que
sonó en la prensa estadounidense porque era la primera vez que su Gobierno
apoyaba a la víctima, en este caso España.
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Pero lo tratado en estas reuniones no llegó a cuajar y, de una forma inusual,
Cultura del PP se dejó convencer para hacer un contrato con Sea Hunt que
nos encasillaba con los países más impresentables del mundo en temas
de patrimonio arqueológico. De su lectura se extrae que se les permitía
expoliar el barco por una parte del botín. Lo adornaron con palabrería, pero
lo cierto es que se trata de un documento impresentable que, por fortuna,
no tuvo recorrido, a pesar de estar firmado por las partes, gracias al cambio
de Gobierno en 2004. La nueva ministra de Cultura se trajo de Andalucía al
que había sido su secretario en la Consejería de Cultura, Antonio Martínez,
que fue quien detuvo la tropelía, y decidió esperar al resultado del pleito en
los Estados Unidos.
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Tras la sentencia favorable a España el Departamento de Interior propuso lo
mismo que acabábamos de firmar con nuestra adhesión a la Convención
para la Protección del Patrimonio Subacuático, que aconseja, cuando un
pecio de estado está en las aguas jurisdiccionales de otra nación, dejarlo
donde está protegido, y solo cuando los titulares de la bandera del buque y
de las aguas lo acuerden, se podrá establecer un procedimiento
arqueológico para su recuperación.
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Apartir de las sentencias sobre los buques Juno y Galga y la interpretación
que hizo el Supremo Norteamericano sobre la propiedad de los buques de
estado naufragados en aguas de jurisdicción norteamericana, además del
hecho de que nunca se dan por abandonados si no hay una declaración
específica al respecto, se abrió la puerta a concretar lo que Cultura del
PSOE, recién llegados al poder, habían pactado con el Departamento de
Interior de los Estados Unidos: en concreto, con la Delegación de Parques.
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En 2008 los cien objetos expoliados por Sea Hunt de estos buques se
restauraron en una compañía especializada que los fue entregando poco a
poco al Parque de Assateague Island, donde algunos están expuestos en
su centro de acogida. Sin embargo, un ancla del Juno viajó a Cartagena,
donde la podemos ver en el Museo de Arqueología Subacuática. Los
arqueólogos norteamericanos lo celebraron en su prestigiosa revista:
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El director del Parque, y una maqueta del Juno del escritor John Amrhein,
que en un libro cuenta como los caballos que transportaba el Juno lograron
llegar a tierra, y sus descendientes siguen allí. Años después, de forma
sorprendente, declararía contra España en el caso Odyssey.
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Unas de las pocas monedas extraídas del Juno, que el Juez Federal
de Virginia obligó a devolver a España, y que están expuestas en el
museo del Parque.
461
El Juno y la Galga eran dos fragatas que naufragaron con cincuenta
años de diferencia en la misma zona de la costa de Virginia. España ha
aceptado que se queden donde están al menos por un periodo de 30
años, aunque los Estados Unidos han certificado nuestra propiedad,
y que nunca se podrán tocar sin nuestro permiso. Un buen trabajo que
contribuyó mucho en la sentencia contra Odyssey.
462
Ben Benson y unos objetos expoliados que han vuelto a nuestro poder
463
Se ha confirmado que los caballos salvajes del Parque descienden
de los animales españoles que transportaba el Juno.
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Una de las anclas del Juno en el museo Nacional de Arqueología Subacuática
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EL NOTRE DAME DELIBERANCE
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Este barco francés, que navegaba para la Corona de España, se fue a pique en
1755 por un huracán. Murieron 300 personas entre tripulación y pasaje; los
sobrevivientes fueron masacrados por los indios Clusas en las costas de
Florida. El pecio se encuentra a 60 metros de profundidad y a 38 millas de
Key West. De 50 metros de eslora, se defendía con 64 cañones. Era una nave
capitana.
La empresa Sub Sea Research lo localizó en 2003: dijo no tener que pedir
permiso para desbalijarlo por estar fuera de las aguas de competencia del
Estado de Florida. Pero un Juez Federal les dijo que, para trabajar en él
necesitaban el permiso de España. Nuestra embajada acababa de recibir el
soplo de sus colegas norteamericanos, tal como contó un arqueólogo español
implicado en el caso. De nuevo fue el letrado James Goold, que ya había
actuado en el caso del Juno y la Galga, quien se hizo cargo del asunto, con
cierta desidia por parte de nuestro país, según dijo. En 2005 el letrado envió
una carta al director del Florida Keys National Marine Sanctuary, donde se
encuentra el pecio, en la que decía,
El asunto se ha llevado con una buena estrategia diseñada por James Goold,
que ha consistido en que Sub Sea acredite de qué barco se trata, a pesar de
que hayan manifestado en los juzgados que es el Deliberance. Se repite el
asunto del Juno y la Galga, pues el pecio también se ubica dentro de un parque
nacional. Goold, buen conocedeor de estas bandas de roba pecios, sabía
que iban a quebrar antes de poder poner un solo dedo en el barco.
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El pecio ha quedado protegido de los cazatesoros con la decisión
judicial: solo cuando España y los Estados Unidos lo acuerden se
podrá trabajar en él dentro de los parámetros de la Unesco, que
imposibilita la venta de lo rescatado, y dirigido solo por arqueólogos.
Nuestro país no debe sacar pecios de barcos de estado. En mi opinión
y dados los nefastos gestores culturales de lo público que tenemos,
han de quedarse de momento donde están. Que sean las próximas
generaciones, que estarán mas sensibilizadas con estos asuntos, las
que decidan.
Sin embargo es otro barco que hemos logrado arrancar de las garras
de estos moder nos bucaneros. Y, aunque en España algunos medios
se han rasgado las vestiduras por el silencio de la administración en
este asunto, la verdad es que se consiguió otra victoria pagando
muy poco por ella; a lo sumo los gastos de un par de escritos
llevados al juzgado por el experto letrado en estas lides, James Goold.
470
El barco que lo encontró, hoy confiscado por un juzgado de Miami.
471
Los objetos más significativos que Broks encontró en el poco tiempo
que pudo expoliar en él, fueron una medalla y cuatro monedas.
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BÚSQUEDA DEL GALEÓN NUESTRA SEÑORA DE LA CONCEPCIÓN EN LA
REPÚBLICA DOMINICANA
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Jaques Cousteau lo buscó, pero lo encontraron los caza pecios Tracy
Bodwen y Burt Webber
477
La idea de ir en pos de un tesoro fue de su amigo Remy de Haenen,
aventurero y caza pecios que puso de moda la isla de Saint Barth. Piloto y
buceador, acabó siendo su alcalde. El aeropuerto de la isla lleva su
nombre. Era junio de 1968.
478
Escribió un polémico libro para el mundo anglosajón que leí con atención, y
que enseña cómo se puede expoliar más deprisa mientras se bucea:
una obra vergonzosa para el que quiso ser el defensor de los mares, y
que no se atrevió a publicar en Francia.
Situación del Banco de Plata, nombre dado por los caza pecios
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480
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Plano realizado por Cousteau de los objetos que expolió.
482
Esta nota, extraída de su libro, dice que harán saltar el arrecife con dinamita
483
Un expolio en toda regla llevado a cabo por quien se paseaba por el mundo
cultural como defensor de los mares, y que siempre trató muy mal a España.
484
En este texto, que de joven censuré con rabia, dice que la conquista del nuevo
mundo fue obra de aventureros, especuladores y expediciones privadas, no la
obra de un estado. Y que sus protagonistas pertenecían a lo más bajo de la
escala social: Pizarro era porquero, cuando era hijo de un hidalgo, oficial del
ejército de Gonzalo Fernández de Córdoba en Nápoles. Asegura también que
muchos de los expedicionarios eran franceses, alemanes, ingleses y
venecianos, y que a la Corona solo le interesaba cobrar sus impuestos.
Con comentarios como estos Cousteau solo acredita su incultura y una nula
formación en historia que empequeñece su legado. Miembro de la Armada
Gala, siempre se comportó con arrogancia, hablando de cualquier cosa con
pedantería y desconocimiento. Muchos franceses criticaron duramente estas
palabras, sabedores del esfuerzo de la Corona Española para crear y dar
forma a la España Americana con la construcción de colegios, ciudades,
hospitales y universidades, en los que compartimos existencia con las razas
nativas, creando una nueva llamada criolla. Quizás por ello, tras su muerte,
nadie puso un euro para recuperar su famoso barco Calypso.
485
486
EL CONCEPCIÓN Y BURT WEVER
Tras dejar atrás el Canal de Bahamas, le alcanzó por la proa un huracán con
vientos de 200 kilómetros por hora, a los que estos barcos no podía hacer
frente. Su salvación consistía en poner popa a la mar y dejarse llevar por los
elementos. Con esa maniobra de fuga derivaron hasta lo que hoy se llama
el banco de la Plata, antes de los Abrojos, o abre los ojos, por el poco
calado que había en ellos y lo extensos y someros que eran sus arrecifes
de coral.
Por los sobrevivientes que dejaron escritas sus declaraciones sabemos que el
barco se partió en dos tras embarrancar entre dos singueras de coral, y su
obra muerta o superestructura sobresalía del agua hasta la cubierta. Sin
embargo, la ausencia de tierra en los alrededores y una distancia de 65
millas hasta la costa, les obligó a permanecer aferrados a los restos del
buque hasta que llegó la ayuda. De los 470 tripulantes solo salvaron la vida
189.
Cinco días después del naufragio llegó la ayuda desde la Habana y Santo
Domingo, llevando a los náufragos a tierra. Los rescatadores españoles
lograron recuperar anclas, cañones y treinta baúles con oro y plata; el 80%
de su carga. Pero el Concepción se desintegró muy deprisa por la fuerza de
la mar y desapareció de la superficie en unos meses, quedando a 15 metros
de profundidad su parte más alta, y a 25 la más baja. Los rescatadores
volvieron dos veces más, pero el mal estado de la mar les obligó a desistir
definitivamente; la parte de carga que quedó sin extraer era ya muy poca, y
solo se podía acceder a ella con medios muy sofisticados, que en aquella
época eran inexistentes.
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En 1687 William Phips, un capitán de Nueva Inglaterra, conoció de forma
casual a un marinero que había sobrevivido al naufragio del Concepción;
éste le dio la posición exacta de la nave a cambio de una parte del botín.
Como buen inglés, aceptó el reto y, junto con otro barco gobernado por su
amigo Francis Rogers, pusieron proa al banco de la Plata. Para despistar a
los españoles, Phips atracó en Puerto Plata con el pretexto de comerciar,
mientras Rogers y el sobreviviente del naufragio se quedaron en las marcas
que tenía del naufragio.
Los buceadores, indios caribes que llevaban a bordo, enseguida hallaron
el pecio que ya había perdido gran parte de su estructura de madera
tras el paso de 46 años, pero todavía se distinguía con facilidad gracias
a unos cañones que aparecían sobre el coral. Expoliarlo fue sencillo, y se
llevaron un botín, que Phips evaluó como un cuarto de su carga. Y, cómo
no, la Corona Británica lo hizo sir y gobernador de Massachusetts, tras
repartir el botín con ella.
Con el paso de los años publicaría varios libros, y dedicó su tiempo a dar
conferencia sobre el expolio del galeón. En España eran años de transición
y preocupaciones de otra índole, que no permitieron que nadie supiese de
estos asuntos a pesar de que el presidente de la República Dominicana
Trujillo viniese a vivir a España, expulsado por sus compatriotas por
criminal.
Webber fue otro tipo que creyo de forma equivocada que el fondo de la
mar está lleno de tesoros de barcos españoles.
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Se comercializó todo lo que le correspondió a Weber
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El permiso a Tracy Bodwen
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Fueron operaciones ruinosas que no les dio ni siquiera para
pagar barcos, equipos y sueldos, aunque, con el secretismo
con el que actúa, poco más sabemos de sus actividades.
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JESÚS Y MARÍA DE LA LIMPIA CONCEPCIÓN
Llamada la Capitana
499
500
Con nombre parecido al anterior, dado que a lo largo de los 300 años de la
Carera de Indias se repetían las denominaciones de los barcos. Solo
habían pasado trece años desde el naufragio del galeón Concepción en el
banco de la Plata, cuando en 1654 la nave capitana de la flota que se
dirigía desde el Callao a Panamá con las monedas acuñadas durante los
dos últimos años, se fue a pique en un gran arrecife que se adentra en la
mar desde la pequeña villa de Chanduy, en el Ecuador. Formaba parte de la
Armada del Mar del Sur, creada en 1580.
Se sabe lo que pasó pues solo hubo siete muertos de los más de 150
personas que llevaba la nave. Una equivocación de su capitán provocó que
el enorme galeón de 1.100 toneladas perdiese el rumbo y se acercase en
exceso a la costa, cosa poco habitual en la época, pues estos grandes
barcos solo se sentían seguros lejos de cualquier tierra, al carecer de otra
propulsión que no fuesen sus velas. Se perdió en la habitual bruma del
Pacífico cuando toca la corriente de Humboldt, y que se origina por un
juego de calor en el aire y temperatura de sus aguas, que te hace avanzar
hacia el Norte. El barco había sido construido en Guayaquil, en un astillero
muy cotizado que armó barcos durante tres siglos. En su cercanía había
mucha madera de buena calidad y estopa de coco para calafatear.
501
Tras el impacto con el arrecife el piloto logró llevar la nave hasta una playa
cercana, donde la embarrancó para que pasajeros y tripulantes pudieran
desembarcar. Quedaron de guardia varios infantes de marina para proteger
la carga, pero optaron por robar un buena cantidad de monedas de plata y
refugiarse en lo que hoy es Colombia.
En menos de tres días el Gobernador de Guayaquil envió a toda la gente
que pudo. Desde Panamá y el Callao también mandaron barcos con buzos
y marineros para ayudar a rescatar la carga del galeón.
Mi pariente García Sarmiento de Sotomayor, para el que había servido un
ascendiente nuestro, Martín Sarmiento y Sanz de Vega, era el Virrey del
Perú y el responsable de que se recuperara la mayor parte de la carga
del barco, aunque nadie pudo evitar que el contrabando que llevaba se
perdiese por los robos.
Testigo del naufragio y de los meses que permaneció la nave varada en el
arrecife,fue el padre Diego Portichuelo de Rivadeneira, que escribió un
informe completo que todavía puede leerse en el archivo de Indias, y
del que más datos sacarían los caza pecios en siglos posteriores
El galeón iba cargado con tres millones de pesos registrados y uno que no
lo estaba. 11.000 jarras de vino chileno, 4.000 bloques de sal, 2.000 de
harina de 50 libras cada uno, y cajas de plata labrada. Además de cientos
de losas para la construcción y 12.000 fardos de lana de vicuña.
502
El lugar del naufragio, y una maqueta de la preciosa nave
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Dave Horner, otro caza pecios de menor entidad que los nombrados hasta
hora en este trabajo, fue quien comenzó en 1997 el expolio de la nave que
llamaban la Capitana. Lo hizo con todo el sigilo que pudo a pesar de tener
firmado un acuerdo con el Gobierno de Ecuador, con el que se repartirían
a partes iguales lo que encontrasen. Pero como el Gobierno de Ecuador
dependía entonces de la inmigración a España, no podían estropearlo con el
expolio de un barco de estado, a pesar de que a nuestro país no le
importaban nada estos asuntos.
Horner escribió en 1999 un libro en los Estados Unidos titulado Shipwreck a
Saga of Sea Tragedy and Sunken, basado en los apuntes del padre Diego
Portichuelo de Rivadeneira y de las actas de los juicios sobre la
responsabilidad del naufragio archivadas en Sevilla. Un bodrio escrito por un
impresentable que expolió las migajas de un buque de estado español sin el
menor remordimiento. Pero al menos fue el único expolio en el que no se
profanaron tumbas de marinos, por haberse salvados todos sus tripulantes.
Su compañía Maritime Explorations International fue la que más objetos se
llevó del escasísimo botín recuperado pues, en los tres siglos pasados hasta
la llegada de los caza pecios modernos, habían ido apareciendo en la playa
de Chanduy monedas y trozos de porcelana para alegría de su pescadores
de panga, siempre sumidos entre la miseria y la desesperación: uno de
ellos, escribió:
505
Luego vendría un turbio asunto de estafa entre las compañías Rescates
Submarinos de Indias COIND y Sub America Discoveries, que acabaría
en los juzgados de Ecuador acusándose mutuamente de estafa. La primera
pertenecía a la empresa nórdica La Capitana Invest integrada por unos
avariciosos, que se dejaron engatusar por abogados ecuatorianos, y que
jamás recibieron una sola moneda. En 1996 todavía no se había solucionado
el litigio, pero el Gobierno de Ecuador nunca soltó prenda de lo ocurrido:
incluso, tras dar el permiso a Horner, el único que ganó algo, aunque
fuera muy poco, con lo que ni siquiera cubrió los gastos de los días que
estuvieron en el pecio.
La revista de Arqueología de Ecuador Apachita publicó en 2007 un extenso
artículo sobre la Capitana firmado por el arqueólogo Ernesto Salazar, en el
que dice:
506
Fue un asunto tercermundista del que se aprovecharon los anglosajones
con sus promesas de millones y mentiras a los funcionarios de Ecuador, a
los que desprecian y consideran corruptos e indocumentados; pero esto se
acabó y, Ecuador ha cogido el paso del futuro firmando la Convención
para la Protección del Patrimonio Subacuático.
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Monedas de la Capitana o Concepción, vendidas por Internet
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Objetos expuestos en los museos de Guayaquil y Quito
510
511
Horner explotó los escasos días que logró expoliar en la Capitana con
libros y conferencias. Tras pagar los gastos, apenas le quedó para
bolígrafos.
512
Pero la verdadera historia fue esta: Horner conocía al presidente de la
República de Ecuador, Sixto Durán Ballén, nacido en Boston, que estudió
arquitectura en Nueva York y trabó amistad con muchos norteamericanos
a los que, años después, pediría favores en el Banco Mundial y otras
instituciones, tras llevar a Ecuador a la bancarrota con sus estrafalarias
formas de entender la economía; como segundo tuvo a Alberto Dahik,
prófugo a día de hoy, como también lo están los familiares de Durán, que
se fugaron del país cuando iban a ser juzgados por delitos de corrupción.
El conseguidor era el argentino Herman Moro.
Con estos mimbres Horner y sus amigos hicieron lo que les vino en gana
durante la década de los noventa del siglo pasado, y nadie supervisó sus
acciones en la mar que, por suerte, fueron muy cortas, pues había poco
que expoliar. Me consta que desde las sociedades de arqueólogos se
pidieron explicaciones, pero la penetración de las compañías españolas en
Ecuador en aquellos años pararon la queja y no siguieron adelante. Las
piezas expoliadas por Horner se subastaron en Chicago, obteniendo
150.000 dólares por 6.000 monedas españolas de plata.
De este naufragio apenas quedan unas monedas y unos utensilios en los
que poder recrearnos en cómo se vivía a bordo de uno de estos
galeones. A los ecuatorianos no les gusta hablar de esta nave por lo que
implica un pasado que detestan.
Patrañas que, por otra parte, nuestros nefastos diplomáticos no han sabido
contrarrestar a lo largo de nuestra compleja pero brillante historia naval, a la
que hace falta poner en valor en esta tierra nuestra de envidiosos, corruptos,
malvados y héroes por un día, que son los que siempre se llevan los méritos.
En cuanto a los marinos criollos, fueron tan excelentes como los españoles
europeos, pues se formaron con nosotros y demostraron gran valor.
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Esta es la página web de los arqueólogos profesionales que, por fin,
tiene Ecuador; españoles americanos que empiezan a colaborar con
nosotros para esclarecer otros barcos, aunque no estén cargados de
oro y plata.
514
En 2006 Ecuador ratificó la Convención para la Protección del Patrimonio
Subacuático, cerrando las puertas a cualquier acto de expolio en sus aguas,
donde todavía quedan algunos barcos españoles de estado por preservar,
en los que se podrá trabajar conjuntamente.
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EXPOLIOS RECIENTES EN URUGUAY
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EL PRECIADO
Un expolio en toda regla
Pero todavía fueron más estúpidas las medidas que impuso la Prefectura
Marítima con quienes trabajaban en el pecio haciendo chequeos permanentes
y sometiendo a los buzos a interrogatorios cada vez que abandonaban la zona
demarcada para dejar los botes y equipos de buceo.
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En Uruguay entró una fiebre de avaricia, expolio e insensatez que España
permitió gracias a sus complejos y a la desidia de sus diplomáticos que,
una vez más, fallaron a la sociedad que representan. El Ministerio de
Cultura Español continuó con más de lo mismo: ni escuchó, ni supo nada.
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El impresentable acto de subasta en Nueva York de la parte más valiosa
de lo expoliado a un barco de estado español. Y la comparecencia de
miembros del Gobierno Uruguallo.
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En 1993 nuestro patrimonio fue subastado por la irrisoria cifra de tres
millones de dólares: un pobre botín, tras destrozar la posibilidad de
ampliar nuestra historia, y profanar las tumbas de nuestros marinos.
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LA INACEPTABLE POSTURA DE URUGUAY CON LA FRAGATA EL
SALVADOR
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El pecio lo hallaron en 1990 los buceadores Héctor Bado y Sergio
Pronczuk, que dijeron:
“Cuando llegamos al Salvador tuvimos suerte, porque entonces estaba
al descubierto. Se conservó porque estuvo tapado por la arena y los
movimientos de ésta lo destaparon, aunque no sabemos desde cuándo”
Durante veinte años han estado expoliando el barco llevándose 2.000
objetos entre cañones, loza, vajillas, instrumentos de navegación e
indumentaria de los marinos, así como armas y uniformes. Como los
permisos para vaciar el barco se fueron renovando, y los depositarios
de los objetos eran particulares, en 2018 el ministerio de Defensa y los
expoliadores llegaron a un acuerdo para repartir el botín al 50%. Nadie
puede comprender cómo puede suceder una cosa así en Uruguay,
cuando ha solicitado incorporarse a la Convención para la Protección
del Patrimonio Subacuático, además de ser miembro de la Convención
del Derecho del Mar.
Por fortuna, la fragata Nuestra Señora del Loreto, que navegaba con
rumbo a el Callao, pero que pretendía hacer una escala en Montevideo,
naufragó en 1792 a causa de un temporal. Collado trató de hacerse con
los derechos para expoliarla, pero Uruguay declaró su pecio monumento
histórico, seguramente, tras acuerdos comerciales inconfesables, pero
tanto el pecio como las tumbas de 300 españoles, a día de hoy, no han
sido saqueados.
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Patrimonio español expoliado por un país en principio amigo
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No son objetos de mucho valor comercial, pero sí de gran interés para los
arqueólogos y estudiosos.
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Y España sin decir nada
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Sin embargo, se impuso el sentido común y el Estado Uruguayo impidió
la subasta. Es verdad que había sentencias contradictorias, pero ha
primado el interés de los arqueólogos para que se respeten los
principios del Derecho Internacional.
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Los que quieran ver algunas de las piezas expoliadas se pueden
dirigir al museo Naval de Montevideo, donde hay objetos del
Salvador y de otras naves perdidas en esas aguas.
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EN AGUAS DEL PACÍFICO CHILENO
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EL NUESTRA SEÑORA DEL BUEN CONSEJO Y SAN LEOPOLDO,
antes llamado L´oriflamme
Era un barco francés que también había pasado por manos inglesas.
Construido en Toulon, y botado en 1743, zarpó de Cádiz el 18 de
febrero de 1770 con 176 tripulantes entre marineros e infantes de
marina, además de 38 pasajeros. Su capitán era José Antonio de Alzaga.
El piloto, uno de los mejores en aquellos años, el también vasco
Manuel Buenechea; el contramaestre, otro vascongado, José de
Zabalza
Tras cruzar el cabo de Hornos, la nave fue avistada por el buque Ballardo
entre Valparaiso y Concepción; llevaba las velas a medio izar y no se
veía actividad a bordo. El capitán Ezpeleta mandó un bote aprovechando
el buen estado de la mar, y se encontró una situación dantesca, ya que
durante los cinco meses de travesía habían tenido que arrojar a la
mar 78 cadáveres victimas del escorbuto y otras enfermedades. A bordo
solo quedaban 106 enfermos graves y otros 30 en un estado deplorable,
pero que se empeñaban en seguir tripulando la nave utilizando solo las
velas más bajas.
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Feliciano Letelier fue el primero que llego a la zona del naufragio,
manifestando que vio la nave partida con la popa separada cien metros.
Estaba desarbolado, y sobre la arena había algunas cajas y fardos que
las rompientes llevaron hasta la orilla. También vio varios cadáveres y
ocho hombres subidos en el boprés pidiendo ayuda.
Dos días después llegaron los hombres del corregidor Francisco López
Sánchez para recoger los bultos y enterrar a los muertos, que fueron
inhumados en el cementerio de Huenchullamí.
Sin embargo, el rescate de la carga no pudo comenzar hasta el ocho de
marzo del año siguiente debido al constante mal estado de la mar durante
el invierno austral, y estar el barco en el centro de las rompientes de una
barra de arena provocada por el aluvión del río cercano.
Desde Lima mandaron a Juan Antonio de Bonaechea, otro vasco curtido en
mil batallas, acompañado por nueve marineros y tres buzos, que trataron,
sin demasiado éxito, de recuperar la carga. En diferentes documentos
podemos leer que solo se hicieron con el 20% de la misma, ya que el
tiempo no mejoraba y las poderosas olas del Pacífico Sur la habían
diseminado durante los seis meses que se tardó en asistirla.
Hasta que el capitán José de Gama, apoderado de los propietarios del
barco, Manuel y Nicolás Ustariz, decidieron poner fin a la operación dados
los elevados gastos que debían sufragar.
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El lugar del naufragio y documentos del archivo de Indias
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Maqueta del barco, la ruta que siguió antes de hundirse y un esquema de
su estructura
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En el pequeño museo de Curupeto se conservan algunos objetos del barco
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LOS PECIOS DE PANAMÁ
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BARCOS ESPAÑOLES EN PANAMÁ
Tratar con caza pecios es un error garrafal, pues no existe una sola compañía
que trabaje por amor a la arqueología; persiguen oro y plata como una
enfermedad, sin que les importe los procedimientos.
Los nuevos mandatarios panameños parece que quieren poner coto a las
bandas de piratas patrimoniales que navegan por sus aguas; una mar inmensa,
repleta de pobreza étnica y una policía marítima inexistente, que no puede
controlar ni veinte millas de costa pues, para ellos, la mar solo es el Canal,
del que extraen los mayores ingresos de su PIB. Al navegar por Panamá solo se
observa pobreza y miseria; las embarcaciones locales son el reclamo fácil para
hacer prospecciones ilegales, que sus autoridades nunca podrán castigar.
Por ello, cuando escucho desde la borda de mi velero a todos los salvapatrias
que creen que unos acuerdos de barra de bar o mesa de universidad pueden
acabar con el expolio de nuestro barcos, me indigno, pues no saben de lo que
hablan, pues no conocen las complicaciones del mundo de la mar.
Por poner un ejemplo: uno de los capos del expolio principal del San José en
2.013 era el Gobernador de Colón, con lo que todo queda dicho. Es loable que
España trate de echarles una mano porque nos ayudamos a nosotros mismos.
Sin embargo no creo que nuestro actual estamento de Cultura permita cambiar
la desidia histórica de nuestro país, no solo por los barcos, sino por la mar en
general. O que lo hagan los voceros que nada han sabido de esto hasta el caso
Odyssey, y ahora se creen los gurús intelectuales de todo naufragio.
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EL SAN JOSÉ
Uno de los casos más sordidos de los barcos que nos han expoliado y que
todavía nadie ha podido concretar cómo pasó, pues la nave debió rasgar
su obra viva contra un escollo y derivó 30 millas entre las islas de las Perlas,
en el Pacífico panameño, para terminar naufragando; sucedió en 1631 en
aguas muy complejas. Era una nave capitana.
La forma en la que se hundió hizo imposible que los rescatadores pudieran
sacar toda su carga, a excepción de algunos baules con plata y diez fardos
con barras de plata. Se hicieron varios intentos de rescate, pero no dieron
resultado. A pesar de ello y a lo largo de los siglos siguientes los pescadores
locales fueron hallando monedas que guardaban con celo por el miedo a
que la policía se las confiscase. En aquellos tiempos no había turismo, y las
40 millas que separan las Islas del continente las convertían en un lugar
perdido al que no llegaba nadie.
Hasta que en en el 2000 llegó una banda de facinerosos que se hacían llamar
Investigaciones Marítimas del Itsmo, que hicieron un contrato con el Gobierno
Panameño para buscar barcos hundidos por el Archipiélago de la Perlas. La
compañía estaba formada por personajes tan variopintos como el gobernador
de la ciudad de Colón, Gassan Salama, el empersario de deportes
norteamericano, Pat Croce, un ingeniero mexicano, Alberto Vázquez, y un
cantamañanas australiano, Mike Mc Dowell. Durante diez años tuvieron
patente de corso navegando por esas aguas a su antojo, sin que se pueda
saber qué encontraron y lo que expoliaron.
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Hasta que un grupo de particulares y arqueólogos locales preguntaron al
Gobierno cómo podían haber dado semejante permiso tras haber
ratificado la Convención para la Protección del Patrimonio Subacuático. Y
se entablo un pleito que la justicia Panameña falló a su favor en 2007 y
2009. Pero hasta ese momento la banda de expoliadores seguía campando
a sus anchas por el desolado archipiélago con la sola mirada de las
familias pobres de pescadores que las habitan.
Los panameños firmaron la Convención en la creencia de que dicha
adhesión les hacía propietarios de los barcos naufragados en sus
aguas y que, con ello, salvaban la inmunidad que les daba la UNESCO:
una argucia que acabó muy mal, como por otra parte acaban siempre las
relaciones con caza pecios. Algún golfo les debió decir que la
Convención les permitía hacer lo que quisieran con los barcos hallados en
sus aguas; y eso hicieron.
Sin embargo con el cambio de Gobierno y la llegada al ministerio
de Cultura de gente nueva y joven, se echaron las manos a la cabeza
de lo que habían permitido, y rectificaron con celeridad constituyendo el
INAC o Instituto para la Cultura Nacional. Los españoles entraron en
acción tras el caso Odyssey cuando el secretario de estado de Cultura
español José María La Salle pidió explicaciones a la directora del Inac,
Mariana Nuñez, por imposición del Presidente Rajoy, que seguía
tratando de rectificar lo acontecido con Odyssey, y quería evitar otro
saqueo con el San José.
Quien conozca Panamá sabe que allí puede pasar cualquier cosa; desde
que te den la razón a que te detengan por no tenerla. Por ello, los caza
pecios fueron detenidos en 2012 acusados de expoliar y carecer de
métodos y expertos en arqueología a bordo de su barco Blue Water Rose,
una embarcación para la pesca del pez espada en el Caribe a la que habían
colocado en la popa los destructivos tubos para levantar los sedimentos
marinos, tal como vimos en uno de los barcos de la Operación Bahía
en Cádiz, cuando Odyssey expoliaba el mar de Alborán.
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Días más tarde sería arrestado el mexicano Vazquez cuando introducía
un cargamento de monedas en su coche. El jefe del IMDI Salama se
quejó argumentando que tenían un contrato con el Estado y que ellos
ya habían entregado al Gobierno el 35% de lo hallado; que esa era su
parte. El pirata sin embargo omitió que tenían que haber trabajado
con arqueólogos, cosa que nunca hicieron. El caso es similar a cuando
Odyssey llegó a Sotogrande con el barco Minibex con el permiso de
España pero, en cuanto nuestros técnicos embarcados se daban la
vuelta, violaban todos los puntos del acuerdo.
Los Guardacostas norteamericanos a solicitud de Panamá
intervinieron el barco de IMDI en cuanto el barco cruzó el Canal y
regresó a sus aguas de actuación cercanas a Miami: aunque esta vez
lo hiciesen con otra embarcación de nombre Sea Reapter III. Cuando
la revisaron incautaron 100 monedas de oro.
552
Este asunto se llevó con la misma desidia y descoordinación que el
caso Odyssey en España, y también sería la sociedad civil y los
periodistas los únicos que se atrevieron a levantar la voz ante la
prepotencia de un gobierno que ni siquiera sabía de lo que hablaba.
Sin embargo algo ha cambiado tras Odyssey, y nuestro país envió un
equipo de profesionales de los pecios al mando de Iván Negueruela
para establecer una base de colaboración con Panamá, incluidos
cursos de formación en España para universitarios panameños que
quieran especializarse en estas disciplinas.
“Ójala que Panamá sirva de inicio, y que los demás países de la región
imiten su modelo. Al actual Gobierno no le gustó nada lo que se hizo
entonces con el San José: al dividir el tesoro, aquella compañía fue
muy canallesca con los panameños y les entregó muy poco material y
en muy mal estado; la mayoría fueron monedas destrozadas sin
ningún valor comercial.
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No sabemos a quién pertenecen estos esqueletos
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Lugar del naufragio, sección del barco y un inquietante resto
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Efectos que provocan con sus potentes toberas
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La cabaña que utilizaron como campamento y los
dos barcos norteamericanos usados para el expolio
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Aparecieron restos humanos que no sabemos qué se hizo con
ellos. Los arqueólogos panameños piensan que los tiraron a la mar.
Es urgente que la Convención de la Unesco tome cartas en un
asunto en el que está en juego la dignidad humana.
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Muestras del imperialismo norteamericano elevado al grado de estupidez
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Monedas expoliadas mostradas solo en Norteamérica
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Lo poco que los piratas entregaron al Museo de Panamá
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EL NUESTRA SEÑORA DE LA ENCARNACIÓN O CHAPERÓN
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“Es muy emocionante, pues está a poca profundidad y hay una gran
parte del casco que permanece bajo la arena, lo que hará posible el
estudio de la construcción de esta nave, escasas en esta parte de
América.
Al tocar y estudiar todos estos artefactos, realmente se crea una conexión
física con el pasado. Este sitio arqueológico es muy importante porque
arroja visibilidad a unos objetos que eran de uso diario en las colonias
españolas. Nos permiten echar un vistazo a la vida colonial española de
finales del siglo XVII, y nos ofrece la posibilidad de compreder los
sistemas y las redes de una incipiente globalización que hoy forma parte
de nuestras vidas y que los españoles inventaron”
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Modelos de carracas, que nada tienen que ver con lo galeones
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Foto montaje del casco del barco realizado por la Universidad de Texas,
y una foto de la desembocadura del río Chagres donde se hundió.
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En estas fotos de la universidad de Texas podemos ver la perfecta
estiva de la carga, a modo de los contendores de hoy, pero hace 320
años.
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La gran cantidad de arena que lo cubría ha permitido que tuviera
este extraordinario estado de conservación.
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Estos sellos se retiraron de los cajones que llevaban espadas y otros
productos como hazadas, arcos y cuchillos.
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PECIOS EN EL GOLFO DE MÉXICO
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EL SAN ESTEBAN Y EL ESPÍRITU SANTO
En los años sesenta del siglo pasado España apenas tenía conexión
con el resto del mundo: menos aún con los Estados Unidos, del que solo
veíamos a sus militares pulular por nuestras bases. Sin embargo, logré
guardar noticias de la mar y el mundo submarino que conseguía en la
cercana Francia, a donde iba todos los fines de semana. Allí, no solo
conseguía información de ese país, sino también del resto del mundo
a través de publicaciones francesas, inglesas y americanas. En una
de ellas me encontré con el expolio de varios barcos españoles en
aguas de Texas, pero que el Estado de Texas se opuso y los denunció
ante los tribunales por apropiarse de un patrimonio histórico que, como
dijo su fiscal jefe entonces, pertenece a los habitantes del Estado. Es
verdad que se olvidó decir que al ser barcos de Estado, en realidad eran
propiedad de España; pero ese matiz estaba entonces demasiado lejos
de la realidad; pero parecía un buen comienzo.
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Veinte días después de zarpar de Acapulco les alcanzó el huracán. Tras
embarrancar, contabilizaron 300 muertos de las 450 personas
embarcadas, la mayor parte de ellos atacados por las tribus locales. Solo
tres hombres pudieron hacerse con el esquife del barco y remar hacia
Mexico siguiendo la línea de la costa, donde dieron parte del suceso. Una
de las naves de la flota logró llegar a Cuba. Los barcos de salvamento
tardaron cuarenta días, pero rescataron la mayor parte de las cargas, pues
todavía aparecía sobre el agua un palo del Espíritu Santo; también el San
Esteban mostraba su obra muerta por encima de las olas.
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Una carraca, y operaciones de rescate de la carga.
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Esta parte del parque nacional son arenales interminables
sometidos a mucho calor y, de vez en cuando, a durísimos
huracanes.
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Dos fantásticos astrolabios. Una barra de oro con sus marcas y una ballesta.
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Objetos pertenecientes al Estado de Texas en el museo de Corpus Cristi
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El precioso museo de Corpus Cristi
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Diferente literatura sobre estos barcos que compramos allí en 1994
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EL NUEVO CONSTANTE
El barco era propiedad de las hermanas María y Mariana San Ginés, cuya
representación la tenía el consignatario Felipe Arzac, que lo ponía a
disposición de la Corona cuando era requerido para transportar cargas en la
Carrera de Indias. Esta nave, convertida en barco de estado, apenas traía
oro y plata, pero ejercía de mercante de la Corona cargando productos
americanos como la cochinilla o el cacao.
Un pescador de gambas, Curtis Blume, solía enredar su red en una zona, por
lo que avisó a las autoridades de Louisiana. En una semana el servicio de
arqueología del Estado llegó hasta allí con un magnetómetro, y vieron
reflejado en su pantalla la forma de un barco. Estábamos en 1979. El lugar
del hallazgo está situado a una milla de la costa. Pero hasta 1980 no se
haría la primera prospección. El pecio estaba a 15 metros de profundidad,
aunque la visibilidad era nula por estar en medio de la desembocadura del
potente río Mississippi.
Cuando llegaron hasta él, los buzos constataron lo que siempre se produce
en lugares como ese; la arena del aluvión cubría cualquier objeto con un
manto muy fino que, por otra parte, lo había protejido del paso del tiempo.
Fue una lástima que los Estados Unidos no notificaran a España el hallazgo,
y nos tuviéramos que enterar por un edil del archivo de Indias, que atendió
a los norteamericanos Pearson y Hofman cuando investigaron la identidad
del barco localizado en las aguas de Louisiana. Pero Cultura no le dio
importancia, a pesar del aviso, y no hizo nada para saber qué había pasado
con sus restos, ni se interesó por los españoles que fallecieron en el
naufragio. Algo que se vino repitiendo durante cincuenta años de desidia,
incompetencia, incultura, pero sobre todo de crueldad para con nuestros
compatriotas.
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El pesquero que lo encontró y dos dibujos del barco
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Mapa del lugar en el que fue hallado
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Estudio arqueológico sobre la manera de ensamblar la nave realizado por
la universidad de Texas.
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Dos cañones de hierro y balas de cañón
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Otros objetos extraídos del pecio
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Fue sorprendente encontrar granos de cochinilla y restos de los fardos de
pieles que transportaba, hecho que se produjo por haber estado el barco
enterrado en agua prácticamente dulce.
593
Página del estudio arqueológico que realizó la Universidad,
analizando las diferentes piezas que fueron hallando.
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Maderas y un plano de la localización de objetos de la nave
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Diferentes libros que estudiamos in situ en 1994
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Decreto de exhibición y estudio para los escolares y universitarios que difundió
en 1990 el Estado de Lousiana; todo un ejemplo a seguir, pero que todavía está
muy lejos de los habitos de nuestros arqueólogos, que siguen hablando solo
para ellos.
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LOS PECIOS DE CUBA
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No es verdad que en las aguas de Cuba haya cientos de barcos naufragados
cargados de oro y plata. Y no lo es porque nuestros buques solo pasaban
por la costa Noroeste de la Isla procedentes de lo que hoy es Mexico. El
único obstáculo que debían salvar antes de alcanzar el puerto de la Habana
era el cayo Inés de Soto, en el que hay constancia de un naufragio del
que la sociedad estatal Carisub expolió algunos bienes: el navío pudiera
tratarse del Nuestra Señora de la Piedad.
601
Por lo general la Flota de Indias esperaba en la cercana península del
Yucatán el paso de los huracanes, y solo navegaban a la Habana, una
travesía muy corta, cuando el tiempo era estable. Por eso, apenas se
hundieron galeones en Cuba. Cosa distinta es cuando zarpaban para
España y debían navegar por el canal de Bahamas y les sorprendia un
huracán que, por lo general, les hacía abatir hacia el noreste, como le
pasó a algunas de nuestras naves de la Carrera de Indias.
602
El hecho de que España se llevara todos esos documentos del puerto
de la Habana, los únicos que trajimos de todos los guardados en los
puertos de América, contribuyó a su error.
Cuba firmó un convenio con dos empresas canadienses, una francesa y otra
de sudáfrica, repartiéndose a partes iguales lo que se encontrase. La más
activa, y la que más tiempo permaneció en la Isla fue Visa Gold Resources,
que se adjudicó la zona Norte y el puerto de la Habana. Terra West, también
canadiense, obtuvo el permiso para la costa Sur, donde trabajaron con los
franceses; y los sudafricanos lo hieron en diferentes lugares. Cuba participaba
con Geomar, que dependía del departamento Hidrográfico. Los primeros
convenios datan de 1.998 pero, salvo Visa Gold, las otras compañías no
encontraron nada.
Visa Gold fue la única que halló los restos de un barco español tras muchos
años de búsqueda. Al parecer se trata del Nuestra Señora de la Piedad,
que naufragó en esas aguas en 1556, sin que hasta la fecha se supiera
dónde se había producido su naufragio. Era una nave de carga variada que
llevaba a España mercancías tales como cacao, tels y pieles.
Por parte cubana participó el historiador César García del Pino, que publicaría
un libro titulado Naufragio en Inés de Soto, un hallazgo de cuatro siglos. Pero
salvo este barco, los demás fueron buques de la guerra de Cuba.
En el Piedad hallaron dos cadenas de oro, cuatro barras del mismo mineral
y algunas joyas de los pasajeros, así como dos astrolabios en muy buen
estado; pero de la carga principal, nada. Seguramente fue rescatada,
como sucedió con la mayor parte de los barcos de la Flota de Indias que
embarrancaban en bajos de aguas someras o en playas. La proximidad del
Cayo a la Habana debió facilitar mucho la recuperación de su carga, a pesar
de que las que estaban compuestas por productos agrícolas desaparecían.
603
En los primeros buceos en el Cayo Inés de Soto, en los que
intervino el propio Fidel, hallaron dos cañones
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Carisub trató de encontrar pecios españoles ricos en oro y plata, pero
su falta de preparación y lo poco que sabían de la historia de estas
flotas, les llevó al fracaso más absoluto.
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La quilla y algunas cuadernas de la nave de Cayo Soto. El barco
de Carisub, y piezas de loza.
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En el museo de la Habana se pueden ver, como todo botín,
cinco lingotes de oro y algunas monedas de plata: dos anillos
y una cadena.
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También, procedente de este barco, un astrolabio y
varias monedas de oro.
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Hay una sección de restos del crucero Sánchez-Barcaiztegui
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Coincidiendo con el quinto centenario de la fundación de Santiago de
Cuba, se celebró en 2015 Simposub para declarar Monumento
Nacional el Parque Arqueológico del Patrimonio Cultural Subacuático
con los restos de varios barcos de la batalla naval de Santiago de
Cuba de 1898. Se colocaron dos placas a 15 metros de profundidad
junto al pecio del crucero Oquendo. Está formado por cinco pecios
españoles y dos norteamericanos en una extensión de 60 millas. Una
extraordinaria muestra de civismo y respeto.
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ANEXOS
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Este pequeño museo de Delaware ha comprando joyas y piezas de los
expolios que hemos contado. Pero se han permitido la macabrez de mostrar
una calavera tras un ojo de buey: lo que acredita, una vez más, la nula empatía
que muchos anglosajones tienen para con los demás.
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En nuestro museo Nacional de Arqueología Subacuática de Cartagena hay
una sala en la que se rinde homenaje a Costeau y su barco Calypso,
demostrando lo poco que saben sus regidores sobre expolios submarinos,
pues, como hemos visto en la página 465, este sujeto expolió un barco
español en aguas de la República Dominicana; además de insultarnos en
varios libros siempre que tenía ocasión.
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Las palabras que transcribo del ministro de Cultura entonces, Cesar Molina,
son muy esclarecedoras de lo que Cultura ha venido haciendo desde siempre
con estas cuestiones.
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En 2010 se celebraron unas conferencias en las que intervino Goddio
junto a miembros de nuestra Armada: una ignominia que no habrán
aceptado los descendientes de quienes murieron en el naufragio del San
Diego. Pero así son las cosas y por ello nunca salimos del bucle.
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TRAVESÍAS DE LA CARRERA DE INDIAS
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Resumen de las sentencias sobre las fragatas Juno y Galga
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Resumen y fallo de la sentencia sobre el caso Odyssey
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