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Perdió a su madre y padre a los siete años de edad. Aún adolescente fue enviado
a Caracas al cuidado de su padrino, el arcediano de la catedral, presbítero Antonio Patricio de
Alcalá, para iniciar estudios de ingeniería militar en la Escuela de José Mires. En 1809, con su
hermano Pedro y otros jóvenes, integró como cadete la compañía de Húsares Nobles de
Fernando VII, en Cumaná, unidad organizada por Juan Manuel Cajigal y Niño, gobernador de
la provincia de Nueva Andalucía.
La batalla de Ayacucho[editar]
Artículo principal: Batalla de Ayacucho
Bolívar convocaba desde Lima al Congreso de Panamá, el 7 de diciembre, para la unidad de
los nuevos países independientes. El proyecto fue ratificado únicamente por la Gran
Colombia. Cuatro años más tarde la Gran Colombia a causa de una escasa visión institucional
y del personalismo de Bolívar se desmembró siguiendo el proceso desintegrador del
movimiento independentista. A raíz de la victoria de Ayacucho, en la que participaron 5.780
soldados,24 el Mariscal Sucre entra triunfante en el Cuzco y liberta después las provincias del
Alto Perú. En 1825 convoca a los representantes de dichas provincias para reunirse en
asamblea, y con la aquiescencia de Bolívar ésta decide la creación de Bolivia. Es significativa
la obra cumplida por el mariscal Sucre en Bolivia, especialmente en la organización de la
Hacienda Pública y de la administración general. Se empeñó en promover la libertad de los
esclavos y el reparto de tierras a los indios, y sobre todo en beneficio de la educación y la
cultura. Ante el Congreso fue categórico al declarar que: "Persuadido de que un pueblo no
puede ser libre, si la sociedad que lo compone no conoce sus deberes y sus derechos, he
consagrado un cuidado especial a la educación pública". En el transcurso de las 13 semanas
que van del 3 de febrero al 5 de mayo de 1826, dio a Bolivia 13 decretos referentes a la
creación de colegios de ciencias y artes, más institutos para huérfanos y huérfanas en todos
los departamentos, y a establecer escuelas primarias en todos los cantones de la República.
La historia recoge la cuenta de su orgullo: "La educación pública es lo que ha hecho más
progresos. Los colegios quedan establecidos y marchan bien en todas las capitales de los
departamentos, donde también se han abierto escuelas de enseñanza mutua que adelantan
rápidamente. En 1829 la República requiere sus servicios para mandar el ejército que debe
enfrentar la ofensiva peruana en el sur del Ecuador. Triunfa en la batalla del Portete de
Tarqui y ofrece a los vencidos una capitulación que es modelo de generosa fraternidad
americanista, fiel a su lema que "Nuestra justicia era la misma antes y después de la batalla".
Su hija Teresita, que vivirá solo 2 años, nació el 10 de julio de 1829. En La Paz había nacido
un hijo natural suyo y de Rosalía Cortés, José María, el 13 de enero de 1826. La provincia
de Cumaná, permanente afecto lo escogió como su representante al Congreso. En camino
a Bogotá tiene conocimiento de la agitación separatista que José Antonio Páez fomenta en
Venezuela. En la difícil circunstancia de 1830, se destaca en el quehacer político por su
consecuencia hacia la persona y la obra de Bolívar. El Congreso Admirable, reunido en
Bogotá, lo elige su presidente en enero de ese año; en febrero, el mismo cuerpo le encarga
una misión conciliadora ante el Gobierno de Venezuela que se reúne en Cúcuta.
Últimos días[editar]
Sucre era conocido en el ejército con los apodos de “Mulei” o “Mulengue”, alusión que hizo el
general Luis Urdaneta, cuando escribió a Juan José Flores desde Tocaima 19 días antes del
asesinato: “... A García, el diputado por Cuenca, le instruí de todo lo que debía decir a Ud. y
ahora le añado que es preciso que Ud. redoble su vigilancia con el M...”. Tres días antes de su
muerte, el periódico "El Demócrata" de Bogotá publicó un artículo en el que se expresaba:
“Acabamos de saber con asombro, por cartas que hemos recibido por el correo del Sur, que el
general Antonio José de Sucre ha salido de Bogotá... Las Cartas del Sur aseguran también
que ya este general marchaba sobre la provincia de Pasto para atacarla; pero el valeroso
general José María Obando, amigo y sostenedor firme del Gobierno y de la libertad, corría
igualmente al encuentro de aquel caudillo y en auxilio de los invencibles pastusos. Puede que
Obando haga con Sucre lo que no hicimos con Bolívar...”
De lo anterior, se deduce que el asesinato del Mariscal Sucre fue planificado y ejecutado en
las Montañas de Berruecos - Arboleda (Nariño) cerca de San Juan de Pasto. En el lugar del
crimen permaneció su cadáver por más de 24 horas hasta que los pobladores de las
localidades cercanas le dieron sepultura. Si el Mariscal Sucre se hubiese ido por
Buenaventura, allí lo esperaba el general Pedro Murgueitio para darle muerte; si optaba por la
vía de Panamá lo acechaba el general Tomás Herrera, y desde Neiva lo vigilaba el
general José Hilario López. El Libertador, Simón Bolívar, al saber del asesinato, expresó en
una carta: “...Yo pienso que la mira de este crimen ha sido privar a la patria de un sucesor
mío...¡Santo Dios! ¡Se ha derramado la sangre de Abel!... La bala cruel que le hirió el corazón,
mató a Colombia (La Gran Colombia) y me quitó la vida".
Durante mucho tiempo se corrió la noticia de que fue el general Juan José Flores, compatriota
y compañero de gestas independentistas, quien había ideado el crimen, debido a la simpatía
del pueblo quiteño al Mariscal y la posibilidad de este, al radicarse en Quito con su esposa y
su hija, de convertirse en el primer presidente del Ecuador –como ocupó las presidencias de
Bolivia y Perú–, cargo que ocupó Flores desde 1830. Simón Bolívar le escribió una carta a la
viuda de Sucre agradeciéndole el ofrecimiento de conservar la espada de su esposo, el 5 de
noviembre de 1830. De esta manera, ella cumplió con una de las cláusulas del testamento de
Sucre; sin embargo Bolívar, en el suyo, ordenó que la espada del prócer le fuese devuelta a
ella. Los restos del Mariscal Sucre fueron llevados a Quito por su esposa y mantenidos en
secreto en el Palacio de El Deán, una propiedad familiar ubicada en el Valle de los Chillos, en
las afueras de Quito. En 1832 y cumpliendo la voluntad de Sucre, que deseaba ser enterrado
en la capital ecuatoriana, fueron depositados en secreto en el Convento del Carmen Bajo.
En 1900, durante la presidencia del general Eloy Alfaro, fueron llevados a la Catedral
Metropolitana de Quito, donde ocupan una capilla. Una anciana religiosa, que había
escuchado de sus antecesoras la historia, relató al arzobispo de Quito, Federico González
Suárez, que la Marquesa de Solanda visitaba siempre el altar en donde fueron colocados los
restos. Alertado el Gobierno de esto, solicitó a la Facultad de Ciencias Médicas de la
Universidad Central del Ecuador se nombre una junta médica forense la misma que reconoció
el esqueleto encontrado, y lo identificó por las heridas de bala en el cráneo y en brazo,
producto del crimen de Berruecos y la revuelta en Bolivia. Sin embargo no existe consenso
respecto al paradero de los restos del Gran Mariscal ya que a inicios del siglo XX, la primera
mujer que ingresó a la Academia de Historia de Venezuela, Lucila Luciani afirmó en su texto
"Maravillosa historia de unos restos" la imposibilidad de que los restos del gran mariscal
Antonio José Sucre estuvieran en Ecuador y desglosó una serie de argumentos para afirmar
que los restos aún estarían en Colombia, aunque esto no pasa de ser simples elucubraciones.
El catafalco que contiene los restos del Gran Mariscal, está hecho de andesita del volcán
Pichincha, y el mausoleo está decorado con alegorías de la Independencia, La Libertad y la
Victoria. El Gobierno venezolano donó una réplica de la espada del Libertador, que se
encuentra en la pared del mausoleo. Periódicamente, la Guardia de Granaderos de Tarqui,
que custodia el cercano Palacio de Gobierno, rinde honores a los héroes.
A.J. de Sucre
Varios años después, el investigador Jorge López Falcón encontró en la Biblioteca Nacional
de Venezuela, un documento manuscrito escrito en Bogotá el día 25 de mayo de 183031 que
es otra carta que, en apariencia, dirigió a modo de despedida el Mariscal Sucre a Simón
Bolívar, cuyo texto es el siguiente:
Bogotá, Mayo 25 de 1830
Mi querido Bolívar:
De pronto partir para Quito donde está el reposo tan deseado y al alejarme de todas las luchas políticas,
quiero antes avisarle mi adiós y mi eterno cariño. Dios bien sabe cuánto hemos luchado por la libertad
de todas estas tierras y cuán mal nos han pagado. Sé que al alejarme no me guía ningún síntoma de
cobardía y de traición, sólo el gran amor y cariño a mi esposa e hija, las cuales hace mucho tiempo que
no abrazo, me obligan a ello y también para dejar el puesto a todos nuestros enemigos, que con sus
apetitos y sus falacias llevan la República al caos y a la ruina.
Allá, en el remanso de [palabra rota] da pu [palabra rota] la, en la belleza de mi [ilegible]. Sie[mpre roto]
[ten]drá usted, noble y viejo amigo un puesto de honor, y [palabra rota] no de quien lo quiere de veras.
A.J. de Sucre