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La rebelión de Juan Santos Atahualpa

Juan Santos estableció su cuartel general en el Gran Pajonal, luego de destruir 25 misiones franciscanas
y expulsarlos de la selva central. Rápidamente, el virrey Marqués de Villagarcía mandó expediciones
militares en 1742 y 1743, dirigidas por Pedro Milla y Benito Troncoso, integradas por soldados
profesionales, enviados del Callao y por milicias reclutadas en Tarma y Jauja. Los españoles fueron
derrotados gracias a una estrategia militar adecuada para el terreno del monte: la guerra de guerrillas.
La estrategia de emboscadas fue utilizada por los hombres de Juan Santos durante los diez años que
duró el movimiento, sumando a esto la toma de algunas ciudades importantes por algunos pocos días,
lo cual, si bien no significaba ningún éxito militar a largo plazo, sí calaba hondo en la moral de los
españoles y conseguía difundir los logros del movimiento en amplias zonas del virreinato, mientras
hacía aumentar el sentimiento de inseguridad. En la expedición de 1743, los españoles establecieron
un fuerte en Quimiri (La Merced), pero fue destruido por los rebeldes el 1 de agosto, consiguiendo
después la toma del valle de Chanchamayo.

Durante el mandato del siguiente virrey, José Antonio Manso de Velasco (1745-1761), Conde de
Superunda, veterano de la guerra de indios en Chile, se mandaron nuevas incursiones bajo la
comandancia del prestigioso general José de Llamas. Le fueron asignados 850 hombres, que fracasaron
en 1746, y luego repitieron la derrota en 1750, en la zona de Monobamba. En ambos casos, la
estrategia de emboscadas logró diezmar a los españoles lo suficiente para hacer fracasar la empresa.

Luego de estas victorias de Juan Santos es que su movimiento realizó la acción militar más importante
hasta ese momento, al tomar los poblados de Sonomoro y Andamarca en 1752, la zona más cercana a
la sierra a la que logró llegar la rebelión. Al parecer, se buscó tomar la región de Jauja y establecer una
cabecera de playa desde la cual organizar un ataque final a Lima, con la ayuda de las poblaciones
serranas que se habrían plegado al movimiento. Sin embargo, advertido de un contraataque de las
fuerzas coloniales, dejaron el pueblo tan sólo dos días después de haberlo tomado.

Para ese entonces, los españoles ya habían optado por una nueva estrategia defensiva. Se basaba en
convertir a Jauja y Tarma en bastiones militares para evitar que Juan Santos alcanzara la sierra y que
su movimiento influyera en una zona articulada con la capital, lo que hubiese comprometido el
abastecimiento de alimentos a Lima. También se quería evitar que el fenómeno escalara a un
levantamiento panandino. Así es que se dispuso utilizar cinco compañías de infantería y caballería,
apoyadas por milicias locales y patrullas de la región. Y el virrey designó a militares profesionales como
corregidores de la zona. Sin embargo, las fuerzas españolas y rebeldes nunca se volverían a enfrentar.

El movimiento de Juan Santos Atahualpa, luego de la toma de Andamarca, se diluyó hasta desaparecer,
y se dice que su líder murió luchando contra un curaca local en Metraro, alrededor de 1756.
Rebelón de Túpac Amaru II

Desarrollo de la gran rebelión


Después de su visita a Lima, José Gabriel regresó frustrado a Tinta donde empezó a organizar la rebelión, la cual
estalló el 4 de noviembre de 1780 día del cumpleaños del rey Carlos III. Los rebeldes tomaron preso a Antonio
de Arriaga, corregidor de Tinta, odiado por sus abusos y maltratos, y quien fue ejecutado el 10 de noviembre en
ceremonia pública luego de un juicio sumario. El primer grito de guerra de Túpac Amaru II no fue muy diferente
al de otras rebeliones de la época: "viva el Rey, muera el mal gobierno", dejando en claro que su lucha era contra
los funcionarios coloniales subordinados que contravenían las órdenes del rey y sacaban provecho a costa del
sufrimiento de los indios, pero no contra la autoridad real. Hasta entonces el levantamiento de Túpac Amaru II
no se diferenciaba en mucho de otros anteriores, pues aún respetaba las reglas del juego colonial y pedía
reivindicaciones puntuales de acorde a sus intereses de grupo.
El 16 de noviembre Túpac Amaru declaró la abolición de la esclavitud, sin muchos resultados favorables debido
a la poca población esclava de la sierra. El 18 de noviembre tuvo lugar el primer enfrentamiento entre las tropas
rebeldes y los españoles en Sangarará, donde la victoria de los alzados fue clara. Murieron 576 personas entre
criollos y mujeres que se habían refugiado en una iglesia, acción que fue aprovechada por las autoridades
coloniales para difundir el carácter violento y anticriollo de la rebelión, reduciéndolo a una guerra de castas. Esto
a la postre afectaría en el poco apoyo que los criollos, mestizos y hasta nobles indígenas dieron a la rebelión,
además de otros factores como las alianzas locales que dividieron a la elite indígena, siendo más la que apoyó a
la represión española. Por otra parte también demostró que la rebelión no podía controlar a un contingente más
radical conformado principalmente por indígenas que vieron en la rebelión el fin de siglos de explotación y de
maltratos.
El cerco del Cusco y las derrotas rebeldes
Luego de la victoria de Sangarará, un contingente se dirigió a Tinta para reunir refuerzos y otro liderado por
Túpac Amaru II se dirigió a la zona de Titicaca para difundir la rebelión en el altiplano. Quizá el principal error
táctico de Túpac Amaru da lugar en ese instante en que se aleja del Cusco en vez de tomar la que fue la ciudad
imperial de los Incas. El Cusco no había logrado organizar una defensa adecuada debido a lo rápido que los
rebeldes habían logrado organizar un gran contingente de personas y era presa fácil de una invasión. El 9 de
diciembre los rebeldes tomaron Lampa y el 13 Azángaro, y para fines de mes ya se había propagado por
Moquegua, Tacna, Arequipa y Arica, mientras que algunos poblados cuzqueños se plegaban al movimiento.
Recién los rebeldes asediaron la ciudad el 28 de diciembre, momento en el cual ya se había organizado una
defensa no sólo de las huestes españolas sino también de indígenas liderados por Mateo Pumacahua, curaca
rival de José Gabriel Condorcanqui. De todas maneras, los seis mil hombres comandados por Túpac Amaru II
hubieran podido atacar la ciudad, pero el líder del movimiento prefirió negociar una rendición de la ciudad a
cambio de proteger los intereses de los criollos. El fracaso de la toma de la ciudad del Cusco significó el punto
crítico de la rebelión, pues dio tiempo para que las tropas españolas se reorganizaran y fortalecieran, mientras
que el movimiento rebelde no volvió a conseguir ninguna victoria de envergadura.

El 23 de febrero el visitador Areche llegó a la ciudad del Cusco con más de 17 mil soldados, además de una gran
cantidad de indígenas y curacas que se habían plegado al movimiento. En marzo se inició la contraofensiva
realista, liderada por Mateo Pumacahua quien venció a los rebeldes en Llocllora y en Mitamita a inicios de abril.
Finalmente, el 5 de abril de 1781 fue capturado junto a sus familiares y principales líderes del movimiento. El 18
de mayo José Gabriel Condorcanqui fue ejecutado en la plaza del Cusco junto a su esposa Micaela Bastidas, quien
tuvo un importante papel en la organización del movimiento, a sus hijos, otros familiares y colaboradores más
cercanos.
El saldo de la gran rebelión fue el más impactante de la historia colonial de levantamientos, más de cien mil
muertos de una población de 1.2 millones de personas, lo cual provocó de inmediato un colapso demográfico en
el sur andino. Hay que dejar en claro que gran parte de las bajas no se produjeron durante las batallas, sino en
la rebelión española posterior que duró varios años.

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