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CAPÍTULO VIII

NOCIONES SOBRE INSTITUTOS DE DERECHO


PRIVADO ROMANO Y SU RECEPCIÓN

Por Diana Delest e Irma Adriana García Netto

En el presente capítulo trataremos los principales


conceptos que heredamos del derecho romano en
relación a las instituciones del derecho privado.
Primero nos ocuparemos de las personas, ya que ¿de qué
serviría conocer el derecho, si se las ignora? La
importancia del hombre como ser humano único, digno,
libre, es el fundamento del derecho como ordenamiento
jurídico. Por ello, veremos cuál era su reconocimiento en
la Antigüedad, sus capacidades, los derechos que le
correspondían, su posición en la familia y en la sociedad.
No debemos olvidar la importancia que tiene el sujeto de
derecho, siguiendo al jurista Hermogeniano: "el derecho
está constituido por los hombres y para los hombres”. Y
como decía Kelsen: “El sujeto es el centro de imputación
de las normas”..
Luego, analizaremos los conceptos de las cosas y los bienes que son el objeto de derecho; y el
patrimonio, elemento indispensable en la celebración de los negocios jurídicos, su composición;
distinguiendo los derechos reales de los personales, la forma de transmisión, si es por un hecho o
un acto jurídico, analizando sus requisitos de validez y una de sus principales consecuencias: el
nacimiento de las obligaciones. : Teniendo en cuenta el contenido de la materia a la cual va
destinada esta obra, veremos breves nociones de estos institutos en su evolución desde Roma hasta
la actualidad y su recepción por el ordenamiento jurídico argentino. Sólo respecto al tema de las
personas, en atención a su trascendencia se tratará en el capítulo siguiente el desarrollo del
concepto en la actualidad..

8.1 CONCEPTO DE PERSONA


Cuando hablamos de persona, nos estamos refiriendo al sujeto de derecho, es decir todo aquel que
tiene la capacidad de adquirir derechos y contraer obligaciones. Por ello, hoy en día el término se
identifica jurídicamente con el de sujeto.de derecho, término que no utilizaron los romanos.
Encontramos en los textos que se hacía mención a la persona refiriéndose tanto a los hombres
libres como a los esclavos, quienes no eran considerados sujetos de derecho. También se utilizaba
en este sentido: caput o capax, para hacer referencia a la capacidad de los hombres y, de allí, su
posible identificación con el término sujeto de derecho.
La palabra “persona” tiene su origen en las máscaras que utilizaban los actores en Grecia, al
representar los distintos personajes y, por su tamaño, la voz se amplificaba y se decía que era para
escuchar más fuerte: per sonare.
Las personas podían ser de existencia visible, es decir, los hombres, y de existencia ideal, que es el
reconocimiento que se les dio a corporaciones o agrupaciones de personas, de manera
independiente de cada una de las personas físicas que la componían, no tenían una existencia
visible, por ello eran ideales, las percibimos por los elementos que las componían: sus
representantes, su patrimonio, las normas que las regulaban, etc.
Con respecto a las personas físicas, en Roma sólo eran considerados como sujetos de derecho
aquellas que reunían los tres estatus o posiciones: 1. de hombre libre (status libertatis), 2. de
ciudadano romano (status civitatis) 3. los no sujetos a ninguna autoridad familiar (sui iuris dentro
del status familiae). A partir de la época imperial, esta última exigencia fue flexibilizándose al
reconocerles a los hijos de familia (alieni iuris, es decir, aquellos que dependen de la autoridad
familiar o pater) la aptitud de realizar negocios jurídicos.
Al hombre, para actuar y ser reconocido por el derecho, se le exigió tener capacidad. Se distinguió
entre la capacidad de derecho, que es la de ser titular de derecho, y la de hecho, que es la de poder
ejercer los derechos. Actualmente la capacidad de derecho es la regla, sólo pueden restringirsele al
hombre la titularidad de determinados derechos, en cambio en Roma existían los incapaces de
derecho absolutos que eran los esclavos, de allí la exigencia del status libertatis.

8.1.1 Comienzo y fin de existencia de la persona física


Dado que la personalidad física es el presupuesto sin el cual no es posible hablar de sujeto de
derecho ni comenzar a hablar de supuestos de capacidad, incapacidad o estatus, se hace necesario
establecer cuando comienza a existir esa “persona” en sentido físico-biológico. En Roma era a
partir del nacimiento con vida, tras su completa separación del seno materno, debiendo probarse el
mismo, existiendo dos posiciones al respecto: la escuela de los proculeyanos, que exigía un sonido
(llanto) para probar el nacimiento, y, en cambio, la escuela de los sabinianos, cuya doctrina
prevaleció en la obra justinianea, para los que era suficiente cualquier signo de vitalidad
(respiración o un simple movimiento). Además del nacimiento con vida se exigía -en Roma, que
fuera un parto perfecto, esto es, dentro de los límites normales de la gestación ubicada entre los
180 días como mínimo y 300 como máximo, y también que la persona presentara signos de
humanidad.
Se discute en la doctrina romanística si a la persona por nacer, o nasciturus, se le reconocía
personalidad jurídica. Quienes se la reconocían entendían necesaria la protección de los derechos
que pudiesen adquirir en caso de un nacimiento con vida, designándole un representante llamado
curator ventris. Y para ello remiten a citas del Digesto justinianeo, en las que se establecían
alimentos a favor del no nacido y la posibilidad de tomar posesión de ciertos bienes a través de su
madre. Quienes no le reconocen personalidad aluden a citas en las que se consideraba al nasciturus
como parte de las entrañas de la mujer. En nuestro ordenamiento jurídico, la “persona" comienza
su existencia desde la concepción en el seno materno, sujeto a la condición suspensiva de su
nacimiento con vida.
Es evidente que tanto en el derecho romano como en el nuestro la personalidad se extingue por la
muerte de la persona. El principio, que parece por demás simple, presentó complicaciones en el
derecho romano, especialmente en los casos de accidente o catástrofe común en el que fallecían
personas emparentadas entre sí, pues la situación traía consecuencias, básicamente, en lo que
respecta al derecho de sucesiones, si no se podía establecer quién había fallecido primero.
En efecto, a la muerte de un pater familia ya falta de testamento, el patrimonio familiar era
heredado por las personas que estaban sometidas a su potestad, por ejemplo los hijos; y tras la
muerte de éstos, por los nietos. Sin embargo, si un hijo muere antes que su padre, técnicamente no
podría sostenerse que adquirió esta herencia, por lo que no podrá a su vez transmitirla a sus
propios descendientes.
Para superar la discusión que se suscitaba entre los herederos, se elaboraron dos soluciones. La
primera basada en la suposición de que todos habían fallecido al mismo tiempo - conmoriencia, y la
segunda que determinaba prioridades dependiendo de las mayores posibilidades de supervivencia-
premoriencia—; por ejemplo, entre un anciano y un joven se presumía que fallece antes el anciano.
En el Código Civil argentino se recepta la primera de las teorías en el art. 109.
En Roma se preveían otras causales de extinción de la personalidad, como ser la esclavitud o el
destierro que han perdido virtualidad actualmente.
8.1.2 Status libertatis. Matrimonio. Sucesiones.
Las personas podían ser libres o esclavas, eran libres todos aquellos que habían nacido libres
(llamados ingenuos) o aquellos esclavos a quienes se les había otorgado la libertad (llamados
libertos). La esclavitud era una institución aceptada por Roma, y de derecho de gentes, es decir,
común a todos los pueblos de la Antigüedad. En cambio, no se encontraba aceptada por el derecho
natural, para el cual todos los hombres gozaban de libertad."
La esclavitud puede tener origen: a) por nacimiento: los hijos nacidos de madre esclava. En Roma
existió el principio de favor libertatis, a partir de la época del emperador Adriano, por el que se
consideraba que la madre si en algún momento -desde la concepción hasta el parto- había sido
libre, le transmitía el status libertatis al hijo, sin perjuicio de que en el momento del nacimiento
fuese esclava; b) por ser prisionero de guerra: el cautivo se convierte en esclavo del enemigo que lo
ha sometido, se aceptaba que si la persona lograba escapar del cautiverio y volvía a la patria,
recuperaba automáticamente la libertad y todos sus derechos - esta regla se denominó ius
postlimine-. En el año 80 a.C. la Ley Cornelia determinó que si un ciudadano romano moría en
cautiverio, en "forma ficticia” entendían que la muerte se había producido en el momento en que
era tomado cautivo, con el fin de retrotraer los efectos al instante en que aún gozaba de libertad y
de ahí los derechos sucesorios que pudieran derivarse. c) A consecuencia de la imposición de una
condena. Ej.: por desertar del ejército, por rehusarse . a pagar impuestos, etc.
Los esclavos, al no ser considerados sujetos de derecho, eran objetos de derecho, es decir, "cosas”.
En tal carácter formaban parte del patrimonio de su dueño y por ello podían ser objeto de
transacciones comerciales. Sin embargo, se les reconoció ciertas atribuciones, como ser la
realización de negocios jurídicos con un “peculio” (pequeñas sumas de dinero que podían
administrar), pero siempre en beneficio del amo, por ser éste el titular del patrimonio. A fines de la
República comienzan a sancionarse leyes a efectos de evitar abusos por parte de los amos,
prohibiendo, por ejemplo, matar al esclavo sin motivo válido, o abandonar al enfermo.
El modo de extinción de la esclavitud se llevaba a cabo por el acto denominado "manumisión”, por
el cual el amo o una autoridad de gobierno-fundada en ley, le otorgaba la libertad al esclavo.
En el supuesto de realizarse de un modo solemne, no sólo adquiría la libertad sino también la
ciudadanía romana, mientras que si el acto era llevado a cabo sin solemnidad (por ejemplo, el amo
que en una carta expresaba que le otorgaba la libertad a su esclavo), obtenía una libertad de hecho
pero no la ciudadanía romana.
A comienzos del Imperio, como consecuencia de la gran expansión territorial romana por la
conquista de otros pueblos, llevó a los ciudadanos que participaban de esas campañas militares a
incorporar a su patrimonio gran cantidad de esclavos y, consecuentemente, se incrementaron las
manumisiones, ello provocó cambios sociales y económicos que llevaron al gobernante de esa
época a regular y limitar las mismas.
A partir de la concesión de la libertad se establecía, entre el ex amo y el ex esclavo, una relación
denominada “patronato”, que obligaba al liberto a respetar y realizar determinados servicios a
favor de su patrono.

8.1.3 Status civitatis


No todo hombre libre que habitaba suelo romano poseía plena capacidad jurídica, también debía
ser ciudadano romano. La ciudadanía se obtenía por nacimiento, es decir, los hijos de quienes
gozaban de esta condición en el momento de ser concebidos; o se adquiría por concesión o premio
del Estado al reconocer alguna acción valerosa; o también en el caso del esclavo enfermo o anciano
que había sido abandonado por su amo. Este último supuesto era un beneficio para el esclavo y un
castigo para el amo por su falta de humanidad.
La condición de ciudadano romano implicaba el reconocimiento de derechos públicos y privados
que no poseían quienes no lo eran, a pesar de ser hombres libres. Entre éstos encontramos: las
facultades de contraer legítimo matrimonio; dejar testamento; ser legítimo heredero de un
testamento; poder ejercer cargos públicos en el gobierno de Roma; formar parte de los colegios
sacerdotales; ser identificado con la tria nomine (recordemos que era el nombre individual, el
familiar y el de la gens a la que pertenecía.
"Esta distinción dada por la “ciudadanía romana” era relevante a fin de determinar el
ordenamiento jurídico aplicable, tal como se señalara en el capítulo I, “el derecho civil romano"
sólo se aplicaba a los ciudadanos romanos, y el “derecho de gentes” a todos los demás habitantes y
extranjeros y a las relaciones de éstos con los ciudadanos romanos. Teniendo en cuenta lo
expresado anteriormente a modo de ejemplo y para clarificar el concepto: en Roma solamente
podía gobernar quien revestía el status civitatis de ciudadano, y no podía serlo quien era un
hombre libre pero no ciudadano.
En los comienzos de Roma la ciudadanía era un privilegio acotado a un grupo reducido. * La
concesión de beneficios a quienes no eran ciudadanos comenzó paulatinamente a otorgarse, a
quienes pertenecían a las colonias latinas, surgiendo así la distinción entre latinos veteres y latinos
coloniales. Los primeros eran aquellos que integraban la colonia que había celebrado algún tratado
con Roma. Y los segundos eran los habitantes de las primitivas colonias fundadas por Roma. A
estos latinos se les otorgó la facultad de celebrar negocios, testar, contraer matrimonios, pero se les
restringió los derechos políticos excepto poder votar en la colonia a la que pertenecían. En época de
Augusto, se sancionó la Ley Junia Norbana -año 19 a.C que otorgó la calidad de latinos junianos a
los esclavos manumitidos por formas no solemnes.
Todos aquellos hombres libres que no eran ciudadanos, ni latinos, pero que habitaban el suelo
romano fueron llamados peregrinos, a quienes se les reconoció la capacidad de llevar a cabo
negocios jurídicos y eran protegidos por el derecho de gentes. Estos peregrinos obtuvieron la
ciudadanía romana con la constitución de Caracalla en el año 212. Quienes habitaban fuera de las
fronteras de Roma eran llamados bárbaros.

8.1.4 Status familiae. Matrimonio. Sucesiones


En último término, era necesario que la persona no se encontrara sometida a la potestad de otra.
Esta posición se la denominó sui iuris, es decir, sometida a su propio derecho, a su propio poder.
La posición contraria es la del alieni iuris, es decir, dependiente de una autoridad ajena que era el
patero jefe familiar. La patria potestad sobre los hijos era vitalicia (a diferencia de la actualidad en
que la patria potestad cesa al cumplir el hijo la edad de 21 años), extinguiéndose con la muerte del
pater familia o por emancipación, acto por el cual el hijo se liberaba de la autoridad paterna. . La
familia romana estaba constituida por los ciudadanos romanos, a partir de un legítimo matrimonio,
creándose un vínculo civil denominado “agnaticio” entre todos sus miembros, el que se transmitía
por vía masculina y regulaba las relaciones familiares con implicancias patrimoniales como, por
ejemplo, los derechos hereditarios.
El matrimonio en Roma era una situación de hecho, no se requería de un acto jurídico para su
celebración, pero sí de dos elementos muy importantes para su constitución: la cohabitación
(elemento objetivo) y la affectio maritalis (elemento subjetivo que implicaba la intención de
establecer una comunidad permanente de vida y no una simple unión pasajera) para ello se
requería de la capacidad biológica que daba la pubertad, la capacidad civil que gozaban los
ciudadanos romanos y el consentimiento de los contrayentes y de los padres si se trataba de alieni
iuris.
Existieron dos tipos de matrimonios: el cum manu y el sine manu. En el primero, la mujer quedaba
sometida a la potestad del marido o del pater del marido; para acreditarse la existencia de esta
potestad se regularon especiales formas de celebración, en este matrimonio la mujer era una alieni
iuris y todo lo que adquiría pasaba al patrimonio del marido o su pater, a los efectos hereditarios se
la consideraba en igual posición que los hijos del marido, por ser parte de la familia agnaticia de
éste; era el tipo de matrimonio común que celebraban los patricios en épocas primitivas. En el caso
del matrimonio sine manu, la mujer no se encontraba bajo la potestad del marido y si era sui iuris
conservaba esta posición y todo lo que adquiría formaba parte de su propio patrimonio
independiente del de su marido, no se incorporaba a la familia agnaticia de éste, porque continuaba
conservando los lazos familiares agnaticios con su propia familia de origen. No tenía derechos
hereditarios respecto de su marido, porque los tenía en relación a sus parientes agnados.
En Roma el matrimonio se disolvía por la muerte de uno de sus contrayentes o por la capitis
deminutio, o por divorcio, ya que, como situación de hecho que era el matrimonio, la ausencia de
alguno de los elementos constitutivos (cohabitación o affectio maritalis) derivaba en su extinción.
Como hemos manifestado previamente, los hijos nacidos de un legítimo matrimonio pertenecían a
la familia agnaticia de su padre y estaban bajo la autoridad del pater de esa familia. En todos los
supuestos de que los hijos de familia realizarán negocios jurídicos, adquirían a favor del patrimonio
del patero jefe de familia. En el transcurso de la República, se reconoció al filius la posibilidad de
tener su propio peculio. En aquellos casos de bienes adquiridos por su intervención en campañas
militares, se les reconoció la titularidad de los mismos, en cambio, si se trataba de bienes otorgados
por el padre se les adjudicó sólo la administración. En este último supuesto podríamos decir que el
pater, a fin de limitar su propia responsabilidad, ponía al frente de determinados negocios jurídicos
a sus hijos, quienes respondían frente a terceros exclusivamente con ese peculio sin afectar el
patrimonio del pater. Hoy lo veríamos con el caso de las empresas subsidiarias.
Contrapuesto al vínculo agnaticio se hallaba el parentesco basado en lazos de sangre llamado
cognaticio. El derecho civil romano no protegía este último; con la evolución del derecho
pretoriano, se comenzó a reconocer derechos a quienes sin formar parte de la familia agnaticia pero
vinculados biológicamente con el fallecido eran puestos en posesión de los bienes, sin ser
designados herederos como lo hacía el derecho civil. Ello con el fin de paliar la injusticia de la
situación. Finalmente, en el derecho justinianeo prevaleció el vinculo cognaticio sobre el agnaticio,
en materia sucesoria como en nuestro derecho vigente.
La sucesión para los romanos implicaba la sustitución en la persona del causante. Es decir, no sólo
se transmitía el patrimonio sino que se heredaba su posición social, familiar y el culto religioso
familiar. En nuestro ordenamiento, la sucesión se refiere a la transmisión del patrimonio de la
persona fallecida a sus herederos.
Así definido, la forma, los alcances, condiciones y modalidades de esa transmisión pueden ser
previstos y definidos por el mismo causante mediante el acto jurídico previo a su muerte
denominado testamento, o bien por la ley, que determina quiénes pueden o no ser herederos, bajo
qué condiciones y con qué alcances. En el primer caso, hablamos de sucesión testamentaria. En el
segundo caso, de sucesión ab intestato (sin testamento). : Los romanos otorgabàn amplia libertad
para designar herederos en un testamento. En nuestro ordenamiento, no se regula en forma tan
amplia, ya que existe una protección para los herederos legítimos y forzosos como son, por
ejemplo, los hijos, en un porcentaje del patrimonio (legítima). Esta protección fue prevista en la
época del Imperio aunque en porcentajes diferentes a nuestros días.
En el derecho primitivo se consideró que la regla era morir con testamento. En el supuesto de que
el testamento no fuese válido o no existiese, el derecho civil romano disponía un orden sucesorio.
Éste es el que encontramos en la Ley de las XII Tablas. En ese orden sucesorio, sólo se contemplaba
designar heredero a quien poseía un vínculo agnaticio con el causante. En el primer orden se
designaba a los descendientes bajo su autoridad, luego al agnado más próximo y, en caso de no
aceptar la herencia, a un miembro de la gens, lo que denota los caracteres primitivos de esta
regulación.
Esta disposición del derecho civil romano no contemplaba situaciones como las de aquellos hijos
que ya no se encontraban bajo la autoridad del pater al momento de su fallecimiento o de agnados
en grados inferiores o cognados o de los cónyuges, lo que provocaba claros ejemplos de injusticia
que fueron morigerados por obra del pretor, al crear la sucesión de bonorum possessio, porque
disponía a éstos como poseedores de los bienes del fallecido y les permitía de ese modo llegar a
adquirir la propiedad en un futuro.
Finalmente, dos constituciones del emperador Justiniano que obran en las Novelas 118 y 127
establecen el orden sucesorio que ha sido receptado por el Código Civil argentino, mencionadas
estas constituciones como fuente del mismo por el codificador Vélez Sarsfield en la nota de los
artículos correspondientes al orden en las sucesiones intestadas, desde el 3565. Este orden se basa
en el parentesco por sangre, no se hace distinción entre hijos varones y mujeres y heredan en
primer orden los hijos; en caso de fallecimiento de uno de ellos, sus hijos por representación; a
falta de éstos, los ascendientes y luego los parientes colaterales, es decir, aquellos unidos por un
origen común pero que no son entre sí ni ascendientes ni descendientes, por ejemplo, los
hermanos, primos.

8.1.5 Capitis deminutio


Las alteraciones en cualquiera de estos estatus (transformación de un hombre libre en esclavo, de
un ciudadano en extranjero, de un sui iuris en alieni iuris o viceversa) se conocían en el derecho
romano con el nombre de capitis deminutio.
Podían ser: a) máxima en el supuesto de pérdida de la libertad, ya que acarreaba la pérdida de los
otros dos estatus; b) media, si perdía la ciudadanía y c) mínima, en el caso de un cambio en la
posición familiar, aunque no implicase una pérdida.

8.2 LAS COSAS Y EL PATRIMONIO


En sentido jurídico, las cosas son todos los objetos materiales susceptibles de apreciación
económica. Es éste el concepto que encontramos en el art. 2311 del Código Civil argentino y que
coincide en sentido restringido con el término res, que usaron los romanos. En nuestra legislación,
también se le da el tratamiento de las cosas a aquello que es inmaterial pero que posee un valor
pecuniario co no es la energía. Esta ha sido una ampliación a la redacción original del código, que
se debió al hurto de energía eléctrica al cual no se le podía aplicar una sanción penal por no ser
considerada un objeto material. Actualmente, se le da el tratamiento ... de las cosas a la energía y a-
las fuerzas naturales susceptibles de apropiación.
Las cosas consideradas en su conjunto son pasibles de ser calificadas en subgrupos o categorías,
según su naturaleza o por sus características distintivas, que nos interesa a fin de conocer el
régimen legal aplicable.
En Roma ya existieron la: clasificaciones que trata nuestro Código Civil (las que veremos en el
capítulo VII), sólo se dejaron de lado aquellas que se referían a un momento histórico anterior al de
la época justiniana.
Las cosas junto a los objetos inmateriales susceptibles de valor, llamados bienes, forman el
patrimonio de una persona, conforme el artículo 2312 del Código Civil argentino.
Para Roma el término patrimonio derivaba de lo que podía tener el pater, por lo tanto, no todos los
hombres podían ser titulares de un patrimonio. Sólo los sujetos de derecho podían ser titular de un
patrimonio, es decir, sólo el hombre libre, ciudadano y sui iuris. Como hemos señalado al tratar los
peculios de los hijos de familia, con el derecho pretoriano se permitió que los alieni iuris fueran
titulares de un patrimonio.
Para los romanos el patrimonio era el conjunto de los bienes, descontadas las deudas, es decir que
debía representar un valor positivo. Podía ser transmitido por actos entre vivos o a causa de muerte
(sucesión). Por actos entre vivos, podía serlo, por ejemplo, en el caso de un matrimonio cum manu
que la esposa fuera sui iuris antes del matrimonio y titular de un patrimonio, al pasar bajo la
potestad del marido, pasaba a ser alieni iuris y le transmitía el patrimonio a su marido. En nuestro
ordenamiento por considerarse al patrimonio un atributo de la personalidad, como veremos en el
capítulo siguiente, toda persona tiene patrimonio aunque no posea bienes porque se le reconoce la
aptitud de ser titular y por consecuencia de este carácter sólo se transmite a causa de su muerte.
En ambos sistemas el patrimonio constituye la garantía común de todos los acreedores, es decir
que, ante el incumplimiento del titular de sus deudas, cualquiera de sus acreedores puede ejecutar
los bienes de ese patrimonio, por ello se habla que es una garantía común..
Forman parte del patrimonio los derechos reales y personales que por ser inmateriales son bienes:
Los romanos no realizaron la distinción entre estos derechos, sino que crearon distintas acciones
judiciales para defender a cada uno de ellos, acciones in rem o in personam. De ellas, podemos dar
estas características de ambos derechos:
Derechos reales: a) pueden oponerse a cualquier persona que intente violarlos (son erga omnes); b)
sw número es limitado, ya.que sólo pueden ser creados por la ley (sistema del numerus èlarsues); c)
confieren a su titular ius persequendi o derecho a perseguir la cosa en manos de quien se encuentre
(terceros) y el ius preferendi derecho de cobro preferente sobre créditos anteriores o posteriores sin
privilegio; d) posee un sujeto activo determinado (titular del derecho) y un sujeto pasivo
indeterminado erga omnes (todos deben respetarlo); e) la acción nace de la preexistencia del
derecho.
Derechos personales. a) sólo pueden oponerse a la persona obligada por el contrato o el delito; b)
su número es ilimitado, ya que son creados a voluntad de las partes; c) no confieren ius
persequendi, ya que sólo se puede exigir. el cumplimiento al deudor; ni tampoco ius preferendi,
salvo privilegio especial; d) los sujetos activo y pasivo de la obligación se hallan siempre
determinados; e) la acción nace de la relación con la contraparte.
En la actualidad, además de los derechos reales y personales, se consideran que componen el
patrimonio, por su apreciación económica, los derechos intelectuales, que tienen una regulación
específica por la Ley de Propiedad Intelectual.
1. García Netto, Irma y Amans, Carla, Derecho Romano, Buenos Aires, Docencia, 2001, *p. 210.

8.3 NACIMIENTO Y EVOLUCIÓN DE LOS NEGOCIOS JURÍDICOS


La vida en sociedad nos lleva a la realización continua de negocios jurídicos, por ejemplo: al
efectuar una compra, al viajar en tren, etc. No se utilizó en Roma la terminología de negocio
jurídico, sin embargo, se regularon los requisitos esenciales para su validez, el modo
de ser exigidos, y vicios que los afectaban. - Consideramos necesario, antes de definir al negocio
jurídico, hacer mención a conceptos que se encuentran enlazados.
Al mencionar un hecho nos estamos refiriendo a todo acontecimiento. Si éste provoca el
nacimiento, modificación, transformación o extinción de derechos, se dice que produce efectos
jurídicos y, en consecuencia, se trata de un hecho jurídico.
Los hechos jurídicos pueden ser de la naturaleza (por ej., un terremoto que provoca la muerte de
una persona y consecuente nacimiento de derechos sucesorios) o del hombre. Estos últimos, que
son aquellos en los que interviene el hombre en su creación, pueden ser voluntarios o involuntarios
(el-realizado por un demente).
El hecho jurídico voluntario que es conforme al ordenamiento jurídico, es decir, lícito, es el llamado
Acto Jurídico, concepto que la doctrina desarrolló en la teoría del negocio jurídico, al cual podemos
definir como la manifestación de voluntad destinada a reglar derechos.
Desde los inicios se exigieron elementos esenciales para la existencia del acto jurídico, que eran la
voluntad, el objeto y la causa. A falta de uno de ellos el negocio resultaba inexistente.
La voluntad debía ser manifestada por el sujeto que hubiera obrado con discernimiento, intención
y libertad. : El objeto era el contenido del acto jurídico y el mismo debía ser determinado o
determinable, posible física y jurídicamente, lícito y con valor económico.
Y la causa era el fin por el cual se realizaba el acto y debía ser lícita.
En un inicio también se exigían solemnidades para la validez del acto y no interesaba cuál era la
verdadera voluntad de las partes sino tan solo lo que ellas habían manifestado. Ese rigorismo en las
formas y en las palabras se dejó de lado, y excepcionalmente por disposición de la ley fue exigido.
Fue el pretor el que fue introduciendo acciones para proteger a quienes habían sido engañados o
violentados en la celebración de un negocio y permitió su anuląción.
Para el derecho quiritario, los negocios sólo producían efectos entre las partes que lo habían
celebrado, no se permitía la representación voluntaria en los actos. El derecho pretoriano admite
que una persona encargue a otra la realización de un negocio jurídico y que sea el mandante quien
se vea obligado por el acto. Criterio que hemos receptado.
Los actos jurídicos podían ser unilaterales si emanaban de la voluntad de una persona o bilaterales
si surgían por la voluntad de dos partes, caso del contrato que desde época republicana se celebró
por el acuerdo de dos o más voluntades, ya hemos señalado en el capítulo I la importancia del
consentimiento en el contrato, especialmente a partir del siglo I de nuestra era. El contrato es una
de las más importantes fuentes creadora de obligaciones.

8.4 LA OBLIGACIÓN Y EL SISTEMA DE RESPONSABILIDAD


La obligación es el vínculo jurídico que une a dos personas, una llamada deudor, que debe una
prestación a favor de un acreedor, quien tiene una acción judicial para exigir su cumplimiento.
Siguiendo el lineamiento de separación entre los derechos reales y los personales, la obligación es
el típico derecho personal, en el que sus elementos son: a) los sujetos: pasivo (deudor) y activo
(acreedor); b) el objeto. Para los romanos era la prestación que podía ser un dar, un praestare (dar
algo constituyendo un derecho real), un hacer o un no hacer; y c) el vínculo: lazo que ata a los
sujetos y que le da al acreedor la acción de reclamar el cumplimiento y la excepción de no-devolver
lo que recibió en pago.
En el mundo antiguo romano, obligatio y actio iban juntas; así, en los textos antiguos; muy pocas
veces se usó el término obligatio. Se decía que el acreedor tenía un crédito y, por lo tanto, disponía
de la actio, es decir de un instrumento jurídico que le permitía.exigir de otro individuo, que es el
deudor, el cumplimiento de algo que se ha convenido.
La naturaleza propia de la obligación es la vinculación del deudor con el acreedor, que
originalmente cae sobre la persona del deudor. La primera acción que conocemos es la manus
iniectio, si el deudor no cumplía la sentencia que lo condenaba a cumplir la prestación pactada, el
acreedor podía aprehenderlo y llevarlo prisionero a su casa, y si no pagaba, podía disponer de su
vida o venderlo como esclavo. Lo que primaba era la atadura, el vínculo que hacía a la
responsabilidad, requiriendo de la realización de un acto contrario formal al de su creación para su
extinción sin importar que se hubiera cumplido con la prestación debida. No se permitió discutir si
se pagó erróneamente, o si hubo engaño o error. El juez sólo comprobaba la existencia del vínculo y
las formalidades que lo rodearon, de manera rígida conforme a la ley. És lo que se llamaba la
interpretación stricti iuris.
Desde el siglo I el cumplimiento de la prestación debida, que era el pago, va a extinguir :: la
obligación y desatar al deudor, ya no se requirió de formalidades. Desaparecen los modos formales
de extinguir la obligación, el deudor siguió estando vinculado, pero a cumplir la prestación y la
responsabilidad sólo nacía cuando no se cumplía la prestación, incumplimiento que otorgaba
acción. Pasó a ser el elemento básico de la obligación, la prestación, y por ello la responsabilidad
nace cuando no se cumple la prestación. Este cambio se produce porque el pretor, al tutelar las
situaciones de hecho que se le presentaban, debía basarse en los hechos con aplicación del
principio de buena fe.
A partir de la sanción de la ley Aquilia (posiblemente del siglo II a.C.) con la creación del delito del
damnum iniuria datum; se consideran a los delitos fuente creadora de obligaciones. La ley Aquilia
establecía que el autor de un daño injustamente causado estaba obligado a reparar el perjuicio
ocasionado. A partir de la interpretación que llevó a cabo el pretor de las disposiciones de esta ley,
se desarrolló la teoría de la responsabilidad extracontractual, la que se encuentra plasmada en los
artículos 1107 y siguientes del Código Civil argentino. La importancia de la ley Aquilia radica en
haber introducido el concepto de culpa (negligencia o imprudencia en el actuar) contrapuesto, al de
dolo (intención de causar el daño) y que ambos, al ocasionar un perjuicio, hace 'nacer en su autor la
responsabilidad de repararlo.
La teoría de la responsabilidad contractual y extracontractual tuvo un gran desarrollo en Roma con
las respuestas de los juristas en la variedad de casos que se presentaban, tal como lo comprobamos
en la obra del Digesto Justinianeo, y es esa jurisprudencia la que ha permitido elaborar las reglas
incorporadas en nuestras legislaciones.

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