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Marco teórico

Antecedentes investigativos:

Se realizó una revisión bibliográfica en la que se encontró una serie de investigaciones a


nivel internacional que incluyen en su desarrollo conceptual el nacionalismo, las guerras
revolucionarias, la martirización y la mención de los héroes nacionales. Se tomaron en
cuenta para esta investigación dos estudios que apuntan a entrever la relación entre estas
conceptualizaciones.

Título: Comunidades imaginadas

Autor: Benedict Anderson

Fecha: 2000

Síntesis: El texto entiende a la nación, la nacionalidad y el nacionalismo como “productos


culturales” vistos desde una perspectiva histórica que los analiza en su composición. Estos
productos culturales nacieron a finales del siglo XVIII a partir de una confluencia de
fuerzas históricas que generaron un tipo de modelo de organización y control social.

Primeramente se define a la nación como una comunidad política imaginada en la que los
miembros no se conocen, pero sienten una afinidad entre ellos. Algo que se expresa como
una comunión.

Por su parte, el nacionalismo en los nuevos estados americanos de los siglos XVIII y XIX,
no puede ser definido ni en términos de lenguaje ni en los de una clase media. Porque en
Latinoamérica no existía la capacidad suficiente para movilizar al pueblo en nombre de la
nación. Además, el liderazgo de las independencias latinas estaba en manos de latifundistas
y no de intelectuales. Por lo que, su objetivo no fue integrar a las clases bajas en la lucha,
sino tener un ejército para reprimir futuras rebeliones.

Esto a su vez, se relaciona con el hecho de que una unidad administrativa puede convertirse
en una patria; ya que las organizaciones administrativas tienen la capacidad de crearse a sí
mismas. Sin embargo, a diferencia de los españoles, los criollos sufrían una notable
inmovilidad vertical a raíz de que había ciertos cargos a los que no podía acceder.
Los criollos no eran sometidos del mismo modo que los indios, y el hecho es porque no
solo eran cristianos y blancos, sino también porque estaban preparados y eran importantes
para garantizar la estabilidad del poder. Por su parte, los mestizos dejaron de ser solo una
presencia incómoda y se transformaron en un grupo social que luchaba por ganar poder y
representación política. Pero contra ellos también fue el impulso nacionalista por
considerarlos inferiores.

Esto se relaciona con una generación en la que las naciones americanas nunca antes habían
intentado legitimarse en la historia, ya que se sentían nuevas y estaban imbuidas de un
espíritu moderno y revolucionario que tomaba en cuenta a la historia como interrumpible.

Título: Las mujeres en la colonia y la independencia; una mirada a la imagen heroica de


Policarpa Salavarrieta

Autor: María Carolina Alfonso Gil, María Paula Calle Nassiff

Año: 2010

Síntesis: En las campañas militares se configuraron la imagen del héroe, de los mártires, de
sus batallas, las cuales colmarían los relatos de la historia patria. En estas mismas se
legitimó el lugar de los hombres como fundadores de la república, poseedores de nobles
ideales y almas dispuestas a dar sus vidas por la libertad. Fueron ellos, los próceres, quienes
pasarían a ocupar un lugar de privilegio en el hito fundacional de las nuevas repúblicas
americanas. Ahora bien, las mujeres en este escenario histórico en el que la figura
masculina domina los relatos, jugaron un papel determinante en el período de la
independencia.

La heroína del siglo XIX debía ser una mujer valiente y de fe, virtuosa y decidida, que
luchaba por una causa justa, contrario a la mujer de la colonia que era opacada por el papel
protagónico del hombre. La mujer de la época colonial tenía dos opciones, ser calificada
como mujer virtuosa y con ello merecer un buen marido, o ser calificada como pecadora y
perder la posibilidad de casarse y de tener una descendencia con privilegios.

Bases teóricas:

Se tiene en cuenta seis bases teóricas, retomando los conceptos de diferentes autores que
presentan su concepción sobre la situación de la época que engloba la participación de
Policarpa Salavarrieta en las bases de la independencia.

Nación:

La palabra nación surgió del latín natio y se usaba para designar comunidades humanas sin
consideración ni negación de su carácter político. En latín clásico, se prefería la palabra
gens. Muy poco usada, natio era un sinónimo de gens con el que se quería subrayar la
“extranjería” de la gente; a veces se empleaba para denominar a los extranjeros, es decir, a
los que no pertenecían al pueblo romano. Y, en los primeros siglos de nuestra era, algunos
apologistas cristianos dieron en recurrir a ella para referirse a los “paganos”.

Pero la expresión no se impuso definitivamente hasta el siglo XIII y lo hizo concretamente


en las universidades que empezaron a aflorar en el occidente de Europa y forzaron a
profesores y estudiantes a definirse de algún modo. El uso del latín como lengua común
facilitó enseguida la migración de personas y hubo que distinguir a la gente extranjera de la
del lugar.

El concepto de nación ya como comunidad de parentesco permitió a un mismo individuo


ser nacional de naciones distintas, según dónde y cómo.

Nacionalismo: Cuando hablamos del nacionalismo como ideología, en realidad nos


estamos refiriendo al de corte liberal. El cual tiene su origen a finales del siglo XVIII, en la
época de las revoluciones liberales y los primeros movimientos independentistas de las
colonias.
La ideología nacionalista surge como respuesta a la legitimidad del poder, que después de
las revoluciones liberales (Independencia estadounidense y Revolución francesa) pasa a
estar representado por el Estado, elemento político, en lugar de por las monarquías y los
derechos dinásticos.

Se fundamenta en la idea de identidad nacional y en sus orígenes el nacionalismo fue


mucho más que una argumentación contrarrevolucionaria al servicio de los sectores más
conservadores de la sociedad que un elemento movilizador.

Martirización: En el martirio se observa la diferenciación entre las esferas política y


religiosa, ya que éste implica una creación política de sentido a partir de movilizaciones
sociales originadas en el ámbito religioso.

La cuestión del martirio participa plenamente en el surgimiento de una de las características


centrales de la modernidad: la sociedad civil, entendida como un cúmulo de movilizaciones
autorreguladas que buscan tener cierto control sobre el Estado, sin pretender por ello la
toma del poder político.

Así, el martirio es un fenómeno complejo. Si bien permanece ajeno a nuestras ideas


políticas modernas, el estudio del martirio como evento cohesionador y movilizador social
permite observar un conjunto de acciones socialmente significativas. La movilización
social que los mártires suelen provocar se construye en torno de la imposibilidad de separar
nítidamente las esferas política y religiosa. Los dos reinos no sólo están entrelazados, sino
que se comunican por lo que diferenciarlos implica erosionar la propia lógica del martirio.

Guerras revolucionarias: El marco interpretativo de las guerras de independencia


hispanoamericanas debe ubicarse en los problemas centrales que atañe el nacimiento de la
modernidad en Occidente. Esto es el paso de la legitimidad de tipo tradicional del poder (el
ejercicio del poder como voluntad divina a través de una dinastía monárquica) a la
legitimidad como demostración de la voluntad del pueblo. De esta manera, los hechos
acaecidos entre 1808 y la primera mitad del siglo XIX deben interpretarse a la luz de un
problema político, el problema de las soberanías.

A esto se une que la identidad con la que se reconoce la población es de tipo étnico en
cuanto a que ser español, por ejemplo, estaba relacionado a una cuestión étnico–cultural
como ser "blanco", no español (peninsular) o criollo.

También se incluye que la idea de las oposiciones –peninsular vs criollo– en la guerra era
imposible, particularmente porque los peninsulares nunca fueron un grupo
demográficamente importante en América. Por lo que, las guerras de independencia no
fueron un problema de criollos contra peninsulares, tampoco de clases sociales ni, menos
todavía, de naciones en conflicto. Por ende, las guerras de independencia no fueron guerras
que liberaran naciones preexistentes, ni una lucha de identidades confrontadas, ni una lucha
de etnias/clases sociales.

De esta forma, la percepción de las guerras suscitadas a partir de 1808 bajo connotaciones
como revoluciones o guerras de independencia se muestra como una construcción a
posteriori, desarrollada bajo los requerimientos de las nuevas naciones de formar una
historia nacional.

Héroe nacional: Los paganos, durante la época de los griegos, consideraban como tal a,
aquel hombre que nacía producto de la relación entre un dios o diosa y un mortal; y al cual
se le atribuían características más humanas que divinas. Otras definiciones que se fueron
construyendo en distintas etapas históricas, dieron el título de héroe a los hombres ilustres
que se destacaban de entre los demás, por sus hazañas o por su participación en actos
considerados como heroicos. Independientemente de los momentos históricos en los cuales
se halla acuñado este término, al héroe se le han asignado características físicas,
intelectuales y actitudinales que alimentadas por la tradición oral popular lo colocan en una
categoría superior al común de la gente. Sin embargo, el concepto de héroe va más allá, su
imagen se ha utilizado con diversos propósitos: como símbolo unificador, como actor
principal en la construcción de eventos gloriosos y como eje clave en los discursos
nacionales.

Heroína de la independencia: La historiografía de la independencia se ocupó de rescatar


la actuación de las mujeres en la gesta de la libertad. Su incorporación se presenta asociada
a sus extraordinarias virtudes morales y a su amor a la patria. No hay diferencias entre ellas.
En calidad de heroínas ingresan al elenco de la historia y en el mismo acto se las despoja de
sus valoraciones individuales, de sus definiciones personales, de sus especificidades
biográficas.

En toda la América Hispana las valoraciones, actitudes y prácticas sociales respecto a la


mujer provenían de una misma fuente: la doctrina cristiana. En consecuencia, el modelo era
uniforme. Estaban contempladas una serie de virtudes, propias de la mujer: castidad,
moderación, discreción, obediencia, sumisión, fortaleza, generosidad, disposición al
sacrificio, contención. El espacio natural de su desenvolvimiento era la vida doméstica y su
destino no ofrecía mayores alternativas: su vida la entregaría a su marido e hijos o al
mismísimo Señor.

Cuando estalló el movimiento de la Independencia, no estuvo previsto modificar este


esquema modelado desde antiguo. El proyecto era eminentemente político: se trataba de
desalojar a las autoridades españolas para asumir el control del poder. Como en otras
revoluciones y procesos de carácter político, la mujer no formaba parte del inventario de los
asuntos que debían atenderse.

Sin embargo, el impacto de la independencia fue de tal magnitud que alteró a la sociedad
en general. No solamente en sus bases sociales, económicas y, por supuesto, políticas, sino
también en su desenvolvimiento cotidiano. Las familias se vieron sometidas a las
exigencias de la guerra, y las mujeres, madres, esposas e hijas de los involucrados en el
conflicto no pudieron abstraerse. La Independencia invadió la vida femenina y, por tanto,
las mujeres respondieron a su ineludible convocatoria.
Será la historiografía de la emancipación la responsable de justificar y avalar la
incorporación femenina a la causa de la Patria.

Tempranamente, las primeras relaciones que atienden el tema de la presencia femenina en


la guerra, ofrecen una lectura que recoge esta idealización heroica de las mujeres patriotas.
Por lo que, todas las heroínas, sin excepción, actúan movilizadas por un sentimiento
inequívoco: el amor a la patria y el deber de defenderla ante el agresor. En esa medida sus
actos no pueden interpretarse como una acción disruptiva contra el mandato de la virtud,
sino por el contrario como una reafirmación elocuente de su condición femenina, expresión
natural de sus deberes de esposas, hijas y madres.

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