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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACION CIVIL

Magistrado Ponente : Dr. JORGE SANTOS BALLESTEROS

Bogotá D. C., catorce (14) de marzo de dos mil uno (2001).-

Ref. Expediente No. 6550

Se decide el recurso de casación interpuesto por la parte demandante


contra la sentencia de fecha dieciséis (16) de diciembre de mil novecientos
noventa y seis (1996), proferida por el Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Medellín –Sala Civil-, para ponerle fin, en segunda instancia, al proceso
ordinario de Declaración, Existencia e Incumplimiento de Contrato de
Mutuo promovido por el BANCO DE COLOMBIA S.A. DE PANAMA contra
las sociedades INDUSTRIAL AGROPECUARIA LTDA. e INVERSIONES
BEDOUT GUTIERREZ LTDA. y los señores JAIRO URIBE JARAMILLO y
JORGE URIBE JARAMILLO.

I. ANTECEDENTES

1. Mediante demanda cuyo conocimiento correspondió al Juzgado 3º. Civil


del Circuito de Medellín, la entidad actora entabló proceso contra los
demandados mencionados, para que con su citación y audiencia y previos
los trámites pertinentes se profirieran la siguientes o similares
declaraciones:

PRETENSIONES PRINCIPALES:
a) Que se declare que los señores Jairo y Jorge Uribe Jaramillo celebraron
válidamente un contrato de mutuo con el Banco de Colombia S.A. de
Panamá.

b) Que se declare que las sociedades Industrial Agropecuaria Ltda. e


Inversiones Bedout Gutiérrez Ltda. son solidarias en el pago del crédito a
favor del Banco de Colombia S.A. de Panamá.

c) Que se declare el incumplimiento del contrato de mutuo por los


demandados.

d) Como consecuencia de las anteriores declaraciones, se condene a los


demandados antes citados a cumplir solidariamente el contrato de mutuo
válidamente celebrado y que por lo tanto deben pagar la suma equivalente
en moneda legal colombiana a US$90.575,20 dólares de los Estados
Unidos de Norte América, liquidados a la tasa de cambio vigente el día del
pago efectivo, más los intereses de 3 puntos anuales sobre Prime Flotante
desde el 2 de octubre de 1982 y moratorios de 4,5 puntos anuales sobre
Prime Flotante desde el 28 de mayo de 1986 hasta la solución total de la
deuda, de conformidad con el contrato celebrado, que constituye una ley
para las partes y por lo tanto de obligatorio cumplimiento para las mismas.

e) Que se condene a los demandados al pago de las costas del proceso.

PRETENSIONES SUBSIDIARIAS:
1-a) Que se declare que los señores Jairo y Jorge Uribe Jaramillo
celebraron válidamente un contrato de mutuo con el Banco de Colombia
S.A. de Panamá.

1-b) Que se declare igualmente, la resolución del pago efectuado en el


pagaré otorgado por los señores Jairo y Jorge Uribe Jaramillo y por las
sociedades denominadas Industrial Agropecuaria Ltda. e Inversiones
Bedout Gutiérrez Ltda., por no haber sido descargado, de conformidad con
el artículo 882 del Código de Comercio, y para tal fin devuelve el
instrumento mencionado que obra en el proceso ejecutivo que se adelanta
en el Juzgado 10º. Civil del Circuito de Medellín, el que será trasladado,
como lo solicita en el acápite de pruebas.

1-c) Que como consecuencia se condene a los señores Jairo y Jorge Uribe
Jaramillo y a las sociedades anteriormente citadas a pagar al Banco de
Colombia S.A. de Panamá, la suma equivalente a US$90.575,20 a la tasa
de cambio vigente el día en que surgió la obligación, es decir, el 2 de
octubre de 1982, más los intereses de plazo de 3 puntos anuales sobre el
Prime Flotante a la tasa de cambio vigente el mismo día, y los intereses
moratorios comerciales sobre la deuda en pesos colombianos, desde el 28
de mayo de 1986 hasta el pago efectivo.

2-a) Que se declare que los demandados se han enriquecido sin causa, por
no haber realizado el pago de la obligación consagrada en el contrato de
mutuo y documentada en el pagaré mencionado, y como consecuencia el
Banco de Colombia S.A. de Panamá se ha empobrecido patrimonialmente.

2-b) Que como consecuencia de lo anterior se ordene a los demandados a


resarcir al Banco de Colombia S.A. de Panamá en la suma equivalente en
moneda legal colombiana a US$90.575,20 dólares de los Estados Unidos
de Norte América, liquidados a la tasa de cambio vigente el día del pago
efectivo, más los intereses de 3 puntos anuales sobre el Prime Flotante
desde el 2 de octubre de 1982 y moratorios de 4,5 puntos anuales sobre el
Prime Flotante, desde el 28 de mayo de 1986 hasta la solución total de la
deuda, o la suma equivalente a US$90.575,20 dólares de los Estados
Unidos de Norte América liquidados a la tasa vigente el 2 de octubre de
1982, fecha en la cual surgió la obligación, más los intereses de plazo de 3
puntos sobre el Prime Flotante, liquidados a la misma tasa, y más los
intereses moratorios comerciales sobre la deuda en pesos colombianos
desde el 28 de mayo de 1986.

2-c) Condenar a los demandados al pago de las costas del proceso.


2. Para sustentar las anteriores pretensiones el demandante presenta los
siguientes hechos:

a- El 16 de octubre de 1979, los señores Jorge y Jairo Uribe Jaramillo,


mediante comunicación escrita solicitaron la colaboración del Banco de
Colombia S.A. de Panamá para obtener un préstamo en moneda
extranjera, con el fin de dedicarlo a capital de trabajo en el exterior, según
consta en documento que se encuentra en el expediente del proceso
ejecutivo adelantado en el Juzgado 10º. Civil del Circuito de Medellín.

b- Teniendo en cuenta esta solicitud, el Banco de Colombia S.A. de


Panamá, prestó a título de mutuo a los señores Jorge y Julio Uribe
Jaramillo, la suma de US$200.000.oo el 25 de marzo de 1980, mutuo
tramitado y perfeccionado en la ciudad de Panamá.

c- El 2 de abril de 1980 los señores Jorge y Jairo Uribe Jaramillo solicitaron


la apertura de una cuenta corriente en el Banco de Colombia S.A. de
Panamá, con un depósito inicial de US$188.372,22, producto del crédito
original otorgado por US$200.000.oo, al cual se le restaron los intereses
del primer semestre.

d- El mencionado préstamo recibió abonos a capital e intereses, y a la


fecha de su vencimiento, el 2 de octubre de 1982, fue prorrogado el saldo
insoluto de la obligación, mediante la suscripción de un nuevo pagaré.

e- El señor Jorge Uribe Jaramillo mediante comunicación del 28 de


septiembre de 1982, solicitó la renovación del préstamo señalado, radicado
con el número X4-4800211-9. En dicha comunicación hace referencia al
préstamo original de US$200.000.oo y que en dicha fecha estaba en la
suma de US$101.244,44 y a un pago parcial de US$30.000.oo para
cancelar intereses y el saldo a capital.

f- Teniendo en cuenta el pago mencionado anteriormente, al momento de


renovar el préstamo el saldo insoluto de la obligación era de US$90.575,20
que se documentó en el pagaré suscrito por todos los deudores, es decir,
por los señores Jorge Uribe Jaramillo y Jairo Uribe Jaramillo, y además por
las sociedades denominadas Industrial Agropecuaria Limitada e
Inversiones Bedout Gutiérrez Limitada, domiciliadas en Medellín,
convirtiéndose de esta manera en codeudoras y beneficiarias del dinero
dado en mutuo.
g- El 22 de abril de 1986 se presentó demanda ejecutiva contra los
suscriptores del pagaré mencionado anteriormente, ya que se había
presentado un incumplimiento total de las obligaciones contenidas en él y
en el contrato de mutuo que le dio origen y que constituye la causa u
obligación subyacente del mismo. Dicha demanda se tramitó en el Juzgado
10º. Civil del Circuito de Medellín.

h- Una vez reformada la demanda en la oportunidad procesal, el juzgado


dictó el mandamiento de pago correspondiente, por medio del auto del 11
de febrero de 1987 en el cual se resuelve: Ordénese a las sociedades
comerciales Industrial Agropecuaria Limitada, representada por el señor
Jorge Uribe Jaramillo, e Inversiones Bedout Gutiérrez Limitada,
representada por Diego de Bedout Gutiérrez, y a los señores Jairo Uribe J.
y Jorge Uribe J. cancelar al Banco de Colombia, representado por el señor
Luis Rafael Lince Calle, dentro de los 5 días siguientes a la notificación que
de este auto se les haga, la suma de dinero en moneda legal colombiana
equivalente a US$90.575,20 dólares de los Estados Unidos de Norte
América el día de la liquidación del crédito, más los intereses al 3% anual
sobre Prime Flotante, desde el 2 de octubre de 1981 y moratorios al 4,5%
anual sobre el Prime Flotante desde el 28 de mayo de 1986 hasta la
solución total de la deuda.

i) Notificado el mandamiento de pago, los ejecutados propusieron las


excepciones que consideraron procedentes, pero en ningún momento las
relacionadas con el negocio jurídico que dio origen a la creación o
transferencia del título, lo que implica que los demandados reconocieron
haber recibido el dinero y no haberlo pagado.

j) El 28 de noviembre de 1988 el juzgado dictó sentencia inhibitoria por


considerar que los otorgantes del pagaré no cumplieron con las
disposiciones cambiarias relativas al servicio de la deuda, registro en la
Oficina de Cambios, obtención de licencias de cambios y venta de divisas
al Banco de la República.

k) El 12 de diciembre de 1988 se interpuso el recurso de apelación


correspondiente y el 26 de febrero de 1990 el Tribunal Superior de
Medellín, Sala Civil, confirma la sentencia dictada en primera instancia, y
en dicha providencia sostiene lo siguiente: “Corolario de lo expuesto es,
que si bien es cierto que el pagaré creado en el exterior en moneda
extranjera, y adjunto ha (sic) este proceso como título de recaudo, reúne
los requisitos legales, para poder apreciársele como título valor, éste no
puede hacerse efectivo en contra de los aquí demandados, y por las
sendas procesales que demarca nuestra legislación, sin el lleno de los
requisitos indicados en el estatuto cambiario anteriormente reseñados,
porque el Estado Colombiano con las citadas normas, está regulando un
mercado (flujo y reflujo) de divisas, y como tal, está interviniendo con
normas que son de típico orden público económico, y por ende, de riguroso
cumplimiento”.

l) Lo anterior demuestra que la sentencia inhibitoria, confirmada por el


Tribunal, tuvo como fundamento una interpretación discutida del artículo
246 del Estatuto Cambiario, pero que de todas maneras sólo se refiere a la
acción ejecutiva, ya que la existencia de la obligación no fue discutida por
los ejecutados y por lo tanto el título valor cuyo mérito ejecutivo no se
reconoció es prueba formal de la existencia de la obligación a cargo de los
demandados y da al actor vía clara para reclamar la acreencia a través del
proceso ordinario atendiendo a lo que ella misma establece en relación con
la vía ejecutiva del cobro.

m) En conclusión, los demandados tantas veces citados deben al Banco de


Colombia S.A. de Panamá, la suma equivalente a US$90.575,20 más los
intereses equivalentes a 3 puntos anuales sobre el Prime Flotante, desde el
2 de octubre de 1982 y moratorios de 4,5 puntos anuales sobre el Prime
Flotante desde el 28 de mayo de 1986 hasta la solución total de la deuda,
de conformidad con el contrato de mutuo celebrado.

n) El contrato de mutuo se celebró en Panamá, para ser pagado en


Panamá, y por lo tanto en su celebración no estaba sometido al régimen
cambiario colombiano.

3. Notificada la demanda a los demandados, estos en tiempo se opusieron


a las pretensiones en ella deducidas, y frente a los hechos, niegan unos, y
aceptan algunos parcialmente. Así mismo presentaron excepciones
perentorias de: 1. Inexistencia de la obligación, por haberse extinguido de
conformidad con la legislación tanto colombiana como panameña. 2.
Novación, pues la relación jurídica a que se refiere la demanda, fue novada
por lo cual por este título también se extinguió. 3. Prescripción y caducidad
de la acción, tanto la cambiaria como la de enriquecimiento sin causa. 4.
Nulidad, por alteración sustancial con abuso de hoja en blanco, de los
documentos llenados por el Banco a fin de que aparentaran la forma de
instrumentos crediticios. 5. Subsidiariamente, la de ausencia de causa para
los demandados que no fueron parte de la relación jurídica que originó la
emisión de los títulos valores a que se refiere la demanda.

4. Finalizó la primera instancia mediante fallo del 5 de junio de 1995 (fls.


139 a 157 cd.1) el cual desestimó las pretensiones de la demanda,
principales y subsidiarias y condenó en costas a la parte actora.

5. Inconforme con lo resuelto, la parte demandante interpuso recurso de


apelación, subió el expediente al Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Medellín que profirió sentencia el 16 de diciembre de 1996 (fls. 35 a 57
cd.5) confirmando íntegramente la providencia apelada y condenando en
costas a la parte vencida.

II. FUNDAMENTOS DE LA SENTENCIA RECURRIDA

Luego de resumir los antecedentes procesales así como la oposición de la


parte demandada, pasa el Tribunal a estudiar si se encuentran reunidos los
presupuestos procesales para poder decidir de fondo, entre los que se
encuentra el de demanda en forma, citando para este efecto jurisprudencia
de esta Corporación sobre los casos en los que, por no ser precisa la
demanda, permite su interpretación por el fallador para desentrañar la
verdadera intención del demandante, y agrega que en el presente caso el
libelo inicial contiene algunas afirmaciones que deben ser concatenadas
con los diversos actos ejecutados por la actora a fin de darle un alcance
lógico a juicio del ad quem.

Al efecto advierte que en el hecho 13º. de la demanda se afirma lo


siguiente: “El contrato de mutuo se celebró en Panamá, para ser pagado en
Panamá y por lo tanto su celebración no estaba sometido (sic) al régimen
cambiario Colombiano”, por lo que, si se atendiera a este postulado, se
llegaría a la conclusión que se presentaría la falta de competencia para
conocer del asunto, pero como esta afirmación no se compadece con las
conductas y los actos que ejercitó la parte demandante, quien solicitó la
aplicación del artículo 882 del Código de Comercio colombiano y
acompañó copia informal del anterior proceso y el pagaré que sirvió de
soporte jurídico a dicha demanda ejecutiva que se adelantó ante el
Juzgado 10º. Civil del Circuito de Medellín, por lo que concluye el Tribunal
que en el presente caso se dan, tanto el presupuesto de demanda en forma
como la competencia, pues respecto a los demás presupuestos procesales,
de la simple lectura del expediente se observa que éstos se cumplen en
cuanto a su estructura formal. Igualmente se encuentran las condiciones
materiales para proferir fallo de mérito relacionadas con la legitimación en
la causa e interés para obrar, lo que permite pasar al estudio de las
pretensiones.

Respecto de la pretensión principal en la que solicita se declare la validez


del contrato de mutuo y la condena por unos rubros y las costas como
consecuencia de su incumplimiento, considera el Tribunal que está llamada
al fracaso, porque si el mutuo se incorporó a un título valor que se optó por
cobrar en Colombia, esta opción marcó su derrotero jurídico, esto es, lo
normado por el artículo 882 del C. de Co., pues “evidentemente no se
puede pretender en momento dado la operancia del Estado Colombiano
para el cobro de un título valor por la vía ejecutiva y luego ante
determinado decaimiento, pretender la aplicación de un derecho foráneo”, y
considera que lo que ha reclamado la parte demandante es la acción de
enriquecimiento prevista en el inciso final del artículo citado, “pero en
ningún caso en nuestro Derecho, la resurrección por llamarla de alguna
manera de la relación fundamental mediante el proceso ordinario”.

Acerca de la pretensión subsidiaria primera, en la que intenta el


demandante la resolución del pago efectuado en el pagaré que ya fuera
objeto de contienda procesal que finalizó con sentencia inhibitoria, indica el
ad quem que la norma positiva que consagra dicha posibilidad está prevista
en el numeral 2º. del artículo 882 del C. de Co. que señala presupuestos de
índole formal y de tipo probatorio que no se observaron en el presente
caso, presentación con la demanda del título valor o en su defecto el
ofrecimiento de caución, siendo factible su cumplimiento desde el mismo
inicio del proceso y que la parte demandante soslayó y que aún no
ingresan como pruebas, por lo que, a juicio de la Sala, también debe
desestimarse esta pretensión y sus consecuenciales.
A continuación el Tribunal entra a analizar la segunda pretensión
subsidiaria, la declaración del enriquecimiento sin causa de los
demandados, que considera como la única susceptible de configuración y
de análisis unido a las defensas esgrimidas, tema que, afirma el ad quem,
el legislador colombiano innovó con relación al proyecto INTAL y cuyo
contenido ha sido analizado en reciente jurisprudencia de esta
Corporación, y para el efecto hace una larga transcripción de la sentencia
del 6 de diciembre de 1993 referente a la acción de enriquecimiento
cambiario consagrada en el inciso final del artículo 882 del C. de Co., sus
requisitos para hacerla valer, quiénes están legitimados para ejercerla, y las
condiciones indispensables para que sobre ella recaiga una decisión
judicial estimatoria.

Dice el ad quem que es esta institución un típico derivado del derecho


cambiario, un remedio extremo que tiene características que la asemejan a
la acción de enriquecimiento sin causa del derecho común, pero con un
plazo muy breve para su ejercicio, un año, so pena de que opere la
prescripción.

Pasa luego el Tribunal a considerar desde cuándo se debe contabilizar ese


tiempo de prescripción y señala que en primer término hay que tener en
cuenta lo establecido en el artículo 2545 del C.C., y en segundo lugar
destaca que dicho plazo se descuenta a partir del día en que se extinga la
acción cambiaria, como lo sostiene un tratadista nacional en su libro sobre
títulos valores, en el que señala que el plazo de un año debe contarse
desde el día en que el tenedor no pueda ejercitar ninguna otra acción
cambiaria ni causal.

Para finalizar, el ad quem reitera que los anteriores razonamientos lo llevan


a señalar como fecha de prescripción de la acción cambiaria del pagaré el
día 2 de octubre de 1986, y agrega que como este título valor era el
soporte de la acción judicial que se adelantaba por esa época, “…los
efectos de la interrupción civil que irradió tal contienda, desaparecen del
mundo jurídico en virtud del despacho formal que se dio en aquella
oportunidad y es entonces necesario el cómputo de un año más para lo
atinente a la acción de enriquecimiento sin causa prevista en el artículo 882
del Código de Comercio. Tal interregno se agotó entonces el día 2 de
octubre de 1987 y como consecuencia de ello se virtualiza una de las
excepciones formulada por los demandados, precisamente la vinculada al
descuento de tal plazo motejada de prescripción”.

Por último señala el Tribunal, que habiendo operado la prescripción, no


considera necesario analizar los otros dos requisitos: el enriquecimiento sin
causa de los demandados y el correlativo empobrecimiento de la
demandante, pues no queda una alternativa diferente a declarar los efectos
de aquella y en consecuencia, confirma la sentencia del a quo.

III. LA DEMANDA DE CASACION

Con apoyo en la causal primera del artículo 368 del C. de P.C., el


recurrente formula dos cargos contra la sentencia del Tribunal, los cuales
se estudiarán en el mismo orden en que fueron planteados.

PRIMER CARGO:

El censor acusa la sentencia por la vía directa, por falta de aplicación de los
artículos 1602, 2221, 2222, 2224, 2225, 2232, 2233 y 2513 del C.C., de los
artículos 822, 824, 831, 1163 y 1164 del Código de Comercio, y por
interpretación errónea de los artículos 882 y 869 del Código de Comercio.

1- Al desarrollar el cargo la parte recurrente comienza por destacar que el


Tribunal no aplicó el artículo 1602 del C.C. ni las normas que regulan el
contrato de mutuo en la legislación colombiana, pues según su criterio, no
es cierto que el mutuo pierda su existencia, validez y ejecutoriedad por
haberlo documentado en un pagaré, el que, simplemente es un medio del
contrato que le da origen, el cual sigue vinculando a las partes a título de
negocio causal y la consecuencia de su expedición es que, en el evento de
su circulación, el título valor se independiza del negocio causal, pues de lo
contrario seguirán relacionados. Agrega que, incluso en los procesos
ejecutivos, si el título valor no ha circulado, el ejecutado puede formular
todas las excepciones de fondo que tengan relación con el negocio que le
dio origen, y si ya circuló, solamente puede proponer las que se deriven del
mismo título.

Añade el censor, que si bien es cierto que a los títulos valores se les
concede la acción cambiaria para ejercitarla por medio del proceso
ejecutivo, esto no implica la inoperancia jurídica y procesal del negocio
causal, pues el pagaré puede servir de fundamento para un proceso
ordinario, bien de responsabilidad contractual, bien de enriquecimiento sin
causa, y con mayor razón si se tiene en cuenta que la demandante agotó la
posibilidad del proceso ejecutivo el cual terminó con sentencia inhibitoria y
por cuanto el contrato de mutuo existe con independencia de la existencia
o no de un título valor, por lo que, de conformidad con el artículo 1602 del
CC., continúa siendo una ley para las partes.

2- El recurrente denuncia la sentencia como violatoria, de manera directa,


de normas de derecho sustancial por falta de aplicación del artículo 2513
del C.C. y al hacer esta acusación destaca que los fenómenos jurídicos de
la prescripción y caducidad sólo operan a petición de parte, la que, en el
presente caso se presentó en el proceso ordinario cuya sentencia de
segunda instancia fue recurrida en casación, pero nunca se presentó en
relación con la acción cambiaria, proceso en el que no se alegó y la
sentencia no fue de fondo, por lo que concluye que el término de un año
contemplado en el artículo 882 del C. de Co., al momento de dictar
sentencia no había empezado a correr, por lo que, si el Tribunal hubiera
aplicado la norma citada, no hubiera declarado la prescripción de la acción,
puesto que al momento de presentarse la demanda ordinaria no existía
declaración alguna de caducidad o de prescripción.

3- Considera el censor en este cargo, que el ad quem interpretó


equivocadamente los artículos 882 y 869 del C. de Co., pues en su sentir,
la naturaleza jurídica de la entrega de títulos valores de que habla la
primera de las normas citadas, no es otra que “la de ser un pago sometido
a condición resolutoria, nunca una novación, como equivocadamente se
estructuro (sic) en la sentencia objeto de este recurso”. Y si es así, dicha
entrega tiene una serie de implicaciones jurídicas que no fueron tenidas en
cuenta por el Tribunal al proferir su fallo, a saber: a) La condición es
resolutoria del pago, por lo tanto su incumplimiento determina que en
ningún momento existió pago. b) El tenedor del título recibido como pago
condicional, tiene la carga de convertirlo en dinero ante los obligados y una
vez cumplida la condición resolutoria, por haber sido rechazado o no fuere
descargado por cualquier causa, el tenedor tiene diversas alternativas
jurídicas: en primer lugar, puede iniciar la correspondiente acción
cambiaria, como ya se hizo en este caso, y que finalizó con sentencia
inhibitoria; en segundo lugar, puede deshacer el negocio causal,
adelantando el proceso ordinario, que para el caso en estudio culminó con
la sentencia que es objeto de este recurso de casación, en lo referente a
las pretensiones principales de la demanda; una tercera alternativa, para el
caso de que la acción cambiaria haya caducado o prescrito, es la acción de
enriquecimiento sin causa, que es la que se relaciona en las pretensiones
subsidiarias y que se impetra igualmente de manera subsidiaria pues esta
acción puede tener como fundamento tanto el título valor como el negocio
causal.
Manifiesta el casacionista que los demandantes ejercieron la segunda
alternativa, es decir iniciaron el proceso ordinario para deshacer el negocio
causal, el cual tiene existencia jurídica propia e independiente del título
valor, sin que el ad quem hubiera analizado su procedencia y dejando de
aplicar el artículo 882 citado y agrega que, inclusive si se aceptara que la
alternativa escogida fue la tercera, también existiría un error de derecho en
la sentencia, por cuanto la prescripción de la acción cambiaria debió
alegarse en el proceso correspondiente, por lo que no ha caducado pues la
prescripción requiere petición de parte interesada.

Reitera que la acción de enriquecimiento cambiario no es derivada del


enriquecimiento sin causa, pues éste pretende obtener el resarcimiento de
un empobrecimiento patrimonial injustificado como consecuencia de un
negocio jurídico o acontecimientos fácticos, en cambio la primera, “se aleja
de dicha intención y se constituye en una institución independiente,
autónoma. Por independiente y por autónoma y por encontrarse
circunscrita de manera exclusiva al derecho cambiario se puede afirmar
que la acción de enriquecimiento cambiaria es una evidente acción
cambiaria referida de manera exclusiva a los títulos valores”

En criterio del recurrente la esencia de esta acción se refiere “a la


posibilidad última de obtener del obligado por medio de un título valor el
pago de la obligación en él incorporada. Se trata simplemente de una
excepción a los términos de prescripción y de caducidad como modos de
adquisición de dominio. La acción se concreta en la posibilidad de cobro
extemporáneo de la obligación contenida en un título valor y se ve
reflejada, simplemente, en la ampliación a un año más a los términos
generales de prescripción y caducidad cambiarios”.

Considera que el término de un año de que habla la ley no se concreta


desde que se hizo imposible ejercer la acción cambiaria, sino que debe
computarse desde que se declare efectivamente la prescripción o la
caducidad, puesto que hay que alegarlas, lo que para este caso significa
que esta acción podrá ejercerse hasta un año después de que quede en
firme la sentencia recurrida en casación porque es en esta sentencia donde
se decide la prescripción de la acción cambiaria.

4- Indica adicionalmente el recurrente, que en la sentencia se presenta


error en la interpretación del artículo 882 del C. de Co. consistente en que
el ad quem sostiene “que no proceden las pretensiones por no haberse
entregado por la parte demandante el título valor correspondiente ni
ofrecido caución” como supuestamente lo ordena dicho artículo,
interpretación que, en sentir del censor, no es correcta, “ya que tanto la
devolución del título, como la caución, serían un requisito de eficacia de la
sentencia, y por lo tanto deben ser ordenados en la misma, pero en ningún
momento se constituyen en un presupuesto procesal de la demanda,
máxime que el título se encuentra en el expediente que contiene los
trámites adelantados en el proceso ejecutivo mencionado en la demanda y
cuyo expediente fue trasladado a este proceso”. Lo anterior quiere decir
que no es indispensable presentar con la demanda el título valor, ni dar
caución, pues en ese momento procesal no es posible saber cuál es el
monto de ésta que el juez considere aceptable.

5- Menciona el recurrente que el Tribunal no dio ninguna aplicación al


artículo 831 del C. de Co. que consagra el enriquecimiento sin causa,
estando presentes en el caso los requisitos para su procedencia, puesto
que los demandados se enriquecieron, el demandante se empobreció
correlativa e injustamente, y no existe otra acción para su resarcimiento.
Además, reitera que este ataque se formula en relación con las
pretensiones subsidiarias de la demanda, referentes al enriquecimiento sin
causa.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE:

1. En el sub lite se observa que el Tribunal, para confirmar la sentencia


desestimatoria de las pretensiones de la demanda proferida por el a quo
señaló que por diversas razones de índole formal no pueden considerarse
la petición principal ni la primera subsidiaria, dado que, en relación con la
primera, “si el mutuo se concretó o mejor se incorporó a un título valor para
el cual se hizo uso de la opción legal de cobrársele en Colombia, resulta de
suyo que tal fenómeno de recepción legal signó para lo futuro el derrotero
jurídico del título, al menos en nuestro ámbito jurídico. Y vistas así las
cosas, el artículo 882 del Código de Comercio señala la inequívoca suerte
de la relación originaria o fundamental cuando quiera que el efecto de
comercio decaiga a consecuencia de la prescripción o la caducidad”; y
respecto a la segunda, por cuanto la parte demandante no cumplió con los
presupuestos formales y probatorios exigidos por el numeral 2º. del artículo
882 del Código de Comercio, esto es, acompañar a la demanda el título
valor o en su defecto ofrecer prestar caución para precaver los perjuicios
que se le puedan causar a la otra parte. En consecuencia, señala que la
única pretensión susceptible de analizarse es por lo tanto la segunda
subsidiaria, esto es, la de enriquecimiento sin causa, la que tampoco salió
avante por la prosperidad de la excepción de prescripción formulada por los
demandados, puesto que la interrupción civil originada en la demanda
ejecutiva quedó sin efectos, dado el fallo inhibitorio proferido en dicho
proceso.

2. El recurrente en la fundamentación del cargo considera que el Tribunal


no aplicó los artículos 1602 y 2513 del C.C. y 831 del C. de Co., e
interpretó erróneamente los artículos 882 y 869 de esta última normatividad
y en consecuencia violó en forma directa la ley sustancial, por las
siguientes razones: 1) por cuanto la expedición de un pagaré con el fin de
documentar una obligación derivada de un contrato de mutuo, no trae como
consecuencia que el negocio causal desaparezca del mundo jurídico sino
que dicho contrato sigue siendo una ley para las partes; 2) porque para
poder iniciar el conteo del término de prescripción de un año de la acción
de enriquecimiento cambiaria es preciso que previamente se haya
declarado judicialmente, por petición de parte, la prescripción o la
caducidad de la acción cambiaria; 3) porque en su sentir no es necesario
presentar con la demanda el título valor, ni prestar caución, puesto que en
ese momento procesal no es posible determinar su monto, ni es un
requisito para la procedibilidad de la acción; 4) por cuanto el Tribunal no
aplicó el artículo 831 del C. de Co. que consagra la acción de
enriquecimiento sin causa del derecho común, a pesar de darse todos los
presupuestos normativos para que procediera, y 5) por errónea
interpretación del artículo 882 ib. que le impidió concluir que la expedición
del pagaré es un pago condicional que “permite al beneficiario del pago
revivir en todos sus efectos el negocio causal”, o ejercer la acción
extracambiaria, de la cual se analizan los fenómenos de prescripción y
caducidad al momento de presentarse la demanda, relacionados con la
caducidad de la acción cambiaria previamente alegada y declarada.

3. Vistas la sentencia del Tribunal y la posición del recurrente, que fue la


misma asumida en el curso de las instancias, la Corte abordará el análisis
de este asunto exclusivamente bajo esta perspectiva, sin entrar, por
consiguiente, a cuestionar la decisión del Tribunal de Medellín en el
proceso ejecutivo adelantado entre las mismas partes, del que se ha hecho
mención, acerca de la sentencia inhibitoria allí proferida al considerar que
el pagaré base de la ejecución carecía de mérito ejecutivo al faltarle
requisitos que contemplaba el Decreto Ley 444 de 1967, atinentes al
registro que se exigía de operaciones en moneda extranjera.

4. De conformidad con la legislación y la jurisprudencia nacionales, cuando


el acreedor recibe un título valor de contenido crediticio de manos de su
deudor, acepta implícitamente que la prestación originaria, esto es, el
abono directo del dinero se le sustituya por el abono indirecto mediante el
cobro o la negociación posterior del título en cuestión, con lo que se
configura una “cesio pro solvendo” que deja en pie la relación subyacente
que puede operar en un futuro si se cumplen los requisitos exigidos en la
ley, por cuanto ésta le otorgó el derecho de elegir cuál de las dos acciones
ejercita, la cambiaria o la causal, siempre que existan y no se hayan
extinguido por prescripción, pero en relación con la causal, únicamente
podrá impetrarla si el título ha sido rechazado o no sea descargado de
cualquier manera.
4.1. Por lo tanto, cuando se ha entregado con fines solutorios un título valor
de contenido crediticio, se efectúa el pago de la obligación, pero no un
pago puro y simple sino sometido a condición resolutoria en caso de que el
instrumento no sea descargado de cualquier manera, por lo que, mientras
esté pendiente dicha condición, “la obligación que se reputa saldada no
tiene la calidad de exigible y por ende contra el acreedor ninguna
prescripción corre respecto de acciones a su favor derivadas de la relación
causal” 1.

4.2. Una vez cumplida la condición resolutoria a pesar de la conducta


diligente del acreedor para el cobro del título, se reactiva el negocio jurídico
que dio base a la expedición del instrumento y vinculó a las partes en
conflicto, el cual, como lo señaló esta Corporación en la sentencia citada
“no es ciertamente un resurgir omnímodo que faculte a ignorar de plano el
ensayo de pago ocurrido, sino que lo restringen precisos límites previstos
por el legislador para evitar abusos originados en la pluralidad de acciones
disponibles e incompatibles en cuanto a sus posibles objetivos, ya que de
no existir tales restricciones el deudor podría acabar pagando varias veces
una misma obligación o lo que también reviste singular gravedad, verse
obligado a cubrir indebidamente prestaciones materia de deudas
desaparecidas”.

4.3. Teniendo en cuenta lo anteriormente expuesto, es preciso señalar que


el artículo 882 ib. en su inciso final expresamente indica que “Si el acreedor
deja caducar o prescribir el instrumento, la obligación originaria o
fundamental se extinguirá así mismo”, esto es, que si por responsabilidad
del tenedor caducó o prescribió el instrumento, este último no puede
proceder contra el deudor con fundamento en el negocio causal, norma que
deja sin piso la acusación del censor respecto a la falta de aplicación del
artículo 1602 del C.C., el que por haberse presentado el evento previsto en
la ley, no era aplicable al caso en estudio.

5. En relación con la pretensión primera subsidiaria en la que el


demandante impetra la resolución del pago efectuado con el pagaré
otorgado por cuanto no fue descargado, para que prospere y pueda
hacerse efectivo el pago de la obligación fundamental, tiene como requisito
entregar el título valor o en su defecto prestar caución para garantizar los
eventuales perjuicios que puedan seguirse para el deudor por la no
devolución oportuna del instrumento, sin que del texto de la norma, inciso
segundo del artículo 882, pueda establecerse, como pretende el
casacionista, que esta carga procesal es una condición para la eficacia de
la sentencia pero no para la procedibilidad de la acción, pues la ley así no
lo establece, y por consiguiente esta es una interpretación acomodada del
recurrente que no se compagina con la filosofía de dicha norma. Sobre este

1
Sent. 279 de 30 de julio de 1992.
particular la Corte ha dicho que “...de acuerdo con las normas generales, si
al acreedor le bastara con demostrar la existencia de la obligación
originaria o fundamental, esto es la nacida del contrato, y con afirmar que el
deudor no la ha satisfecho, para en tal virtud demandar la resolución, en el
caso especial del artículo 882 del Código de Comercio, ese acreedor como
tenedor del título valor que recibió en pago (..) bien podría exigir igualmente
que éste le fuera pagado. Mas aún, esa posibilidad de cobro del título valor
la tendría cualquier endosatario o tenedor del mismo, que sería tercero en
el contrato que le dio origen. Esta mera posibilidad debe precaverse y
evitarse a todo trance, porque comportaría nada menos que el ejercicio
simultáneo de dos derechos que en forma alternativa concede para los
contratos bilaterales el artículo 1546 del Código Civil, lo que es absurdo. La
única manera de impedir que se produzca esa ocurrencia a todas luces
inmoral e injurídica, es precisamente la de exigir al demandante en acción
resolutoria de contrato bilateral que presente el título valor que había
recibido en pago de la obligación a su favor (...) o que preste caución para
garantizar al deudor los perjuicios que pueda causarle, entre los cuales
está la posibilidad del ejercicio simultáneo de la acción resolutoria y de la
cambiaria derivada del título valor...”2.

6. Sobre la prescripción y la caducidad de la acción cambiaria, fenómenos


que, según señala el casacionista requieren solicitud de parte y que se
propusieron en el presente proceso pero nunca en el ejecutivo en relación
con dicha acción, por lo que en su sentir, al momento de dictar sentencia
no había comenzado a correr el término de un año señalado en el artículo
882 del C. de Co., debe precisarse que si bien en la caducidad se ataca la
acción y no el derecho, mientras que en la prescripción se extinguen, tanto
la acción como el derecho, en ambos casos la ley atribuye este fenómeno
al vencimiento de ciertos plazos en ella señalados sin que se ejercite la
acción correspondiente, por lo que el acreedor que acepte la entrega de
títulos valores, debe ceñirse no solamente al cumplimiento de los requisitos
de índole formal, sino someterse a las condiciones de presentación para
su cobro dentro de los términos que la ley impone, so pena de que se le
apliquen las sanciones señaladas en las mismas normas y es así como el
artículo 2535 del C.C., aplicable al caso por virtud del artículo 822 del C. de
Co., indica que: “La prescripción que extingue las acciones y derechos
ajenos exige solamente cierto lapso de tiempo durante el cual no se hayan
ejercido dichas acciones. Se cuenta este tiempo desde que la obligación se
haya hecho exigible”; a su vez, el artículo 789 del C. de Co. establece que:
“La acción cambiaria directa prescribe en tres años a partir del día de su
vencimiento”.

6.1. En relación con este particular es preciso señalar que al impetrar en


este proceso la parte demandante la acción de enriquecimiento sin causa,

2
G.J., Tomo CLVIII, pág. 268. Citada en Sent. 279 de 30 de julio de 1992.
acepta que tanto la acción ordinaria como la cambiaria han caducado o
prescrito, punto por lo demás pacífico en el presente trámite, dado que son
presupuestos de dicha acción, sin que esto signifique que se exija, por lo
demás sin norma expresa, un pronunciamiento judicial sobre dicha
prescripción, porque sería imponer un requisito que la ley no contempla.
Señala el demandante en la fundamentación del cargo que la prescripción
de la acción cambiaria no fue impetrada en el proceso ejecutivo, sin tener
en cuenta que esta defensa no podía ser esgrimida en dicho litigio, dado
que cuando éste se adelantó no había transcurrido el término fijado en la
ley para que pudiera declararse. En efecto, la demanda ejecutiva fue
presentada el 25 de abril de 1986 y el pagaré base de la acción vencía el 2
de octubre de 1983 por lo que prescribía el 2 de octubre de 1986; por lo
tanto no podía exigírsele a los demandados en dicho proceso ejecutivo una
conducta diferente a la asumida, y quienes en el presente proceso sí
propusieron esta excepción.

6.2. Corolario de lo anterior es que si bien es cierto la excepción de


prescripción no puede ser declarada de oficio por el juzgador sino que tiene
que ser solicitada por la parte, sin embargo los términos para que dicho
fenómeno ocurra están señalados por el legislador y deben ser
contabilizados como lo señala la misma ley, artículo 829 del C. de Co., es
decir, que para el caso que ocupa la atención de la Corte el año fijado en el
artículo 882 tantas veces citado empieza a correr desde el día en que haya
caducado o prescrito el instrumento sin que se requiera declaración judicial
de prescripción respecto de la acción cambiaria.

7. El censor afirma en el cargo que el Tribunal dejó de aplicar el artículo


831 del C. de Co. que señala que ”Nadie podrá enriquecerse sin justa
causa a expensas de otro”, por cuanto en el proceso ejecutivo adelantado
con fundamento en la acción cambiaria que terminó con sentencia
inhibitoria por el incumplimiento de unos requisitos cambiarios que
impedían la eficacia del título, la disposición aplicable en relación con la
acción de enriquecimiento era la contemplada en dicha norma, y no la del
artículo 882 de la misma obra.

7.1. Sobre esta censura es preciso anotar que el recurrente en este mismo
cargo se refirió expresamente a la acción contemplada en la última norma
citada y expuso su criterio sobre su prescripción, aceptando que esta era la
invocada en la segunda pretensión subsidiaria. Como se trata de dos
acciones esencialmente distintas, no puede pretenderse que en un solo
proceso el fallador de aplicación a las dos, y el ad quem se apoyó en la de
enriquecimiento cambiario consagrada positivamente en el inciso final del
artículo 882 del C. de Co., dado que esta norma, a diferencia de la
establecida en el artículo 831, permite el ejercicio de la acción a pesar de
que el acreedor haya dejado caducar o prescribir el instrumento que ha
recibido pro solvendo de una obligación anterior, y por cuanto, como lo ha
sostenido esta Corporación “...se trata de una regulación normativa
específica, concerniente exclusivamente a los casos en que se paga una
obligación causal preexistente, como se dijo atrás, con uno o varios títulos
de contenido crediticio respecto de los cuales se produce la caducidad o la
prescripción; por lo que impónese afirmar que la norma da un tratamiento
particular a la actio in rem verso cuando ésta se apoya en tal tipo de
documentos crediticios.”3

7.2. En sentencia posterior, refiriéndose al inciso 3º. del artículo 882 citado
ha dicho igualmente la Corte: “Pero se trata en este evento, de una acción
de enriquecimiento especial no sólo por su consagración normativa de este
orden, sino también porque se estructura particularmente, con los
requisitos generales de aquel principio, establecidos por la doctrina y la
jurisprudencia y ahora consagrados en el artículo 831 del Código de
Comercio, pero concretados y especificados en dicha disposición, para la
caducidad o prescripción de los títulos valores. De ahí que aquel precepto
del inciso final del art. 882 citado (distinto en lo pertinente al
correspondiente en el proyecto INTAL), en armonía con sus incisos
precedentes, conceda expresa y claramente dicha acción al ‘acreedor’
específico de la obligación fundamental que ha sido cancelada por el título
valor que se ha dejado caducar o prescribir, y que, además, también haya
resultado empobrecido por este motivo, siempre que se encuentren
satisfechos todos los requisitos contemplados en el contenido integral del
artículo 882 C. Co. ...”.4

Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, el cargo no prospera.

SEGUNDO CARGO:

Acusa la sentencia de ser violatoria, por vía indirecta, por falta de


aplicación de los artículos 1601, 2221, 2222, 2224, 2225, 2232, 2233 y
2513 del C.C., y de los artículos 822, 824, 831, 882, 869, 1163, 1164 del C.
de Co., a consecuencia de errores evidentes de hecho en la apreciación de
las siguientes pruebas:

a) El Tribunal no apreció correctamente la demanda, pues en ella se


solicita que se declare un enriquecimiento sin causa, que el juzgador
enmarcó como la acción consagrada en el artículo 882 del C. de Co., esto
es, la extracambiaria, cuando puede ser la misma acción, pero en el
derecho común, de conformidad con el artículo 831 ib., puesto que al no
haber circulado el pagaré, subsisten las acciones derivadas del negocio
que le dio origen y las del título entregado como pago condicional.

3
Cas. Civil de 18 de agosto de 1989 reiterada en Sent. 038 de 31 de marzo de 1993.
4
Cas. Civil de 5 de octubre de 1989 reiterada en Sent. 038 de 31 de marzo de 1993.
b) Falta de apreciación de la prueba documental allegada al proceso: el
Tribunal apreció equivocadamente la sentencia que se dictó en el proceso
ejecutivo, dándole un alcance equivocado a su contenido, e igualmente al
pagaré suscrito por las partes, declaró una prescripción nunca alegada y
mucho menos decretada, y en consecuencia dejó de valorar otras pruebas,
como los interrogatorios de parte rendidos por los demandados, en los
cuales se encuentra de manera clara que éstos recibieron un dinero del
Banco de Colombia S.A. de Panamá en calidad de mutuo, el ingreso de
este a su patrimonio y el no pago de dicho dinero. Indica que si el Tribunal
hubiera analizado en su totalidad estas pruebas, hubiera declarado la
viabilidad de las pretensiones, bien las principales o bien las subsidiarias.

c) Falta de apreciación de los interrogatorios de parte: manifiesta el censor


que se encuentra debidamente probado, por medio de la confesión, la
existencia del contrato de mutuo que por motivos meramente probatorios
se documentó en un título valor (pagaré) que no circuló, y que en
consecuencia, las partes pueden discutir en su integridad el negocio
causal, existiendo fundamento jurídico para ejercer la acción relacionada
con éste y en consecuencia el ad quem ha debido aplicar el artículo 1602
del C.C. a fin de revocar la sentencia apelada y declarar la prosperidad de
las pretensiones principales.

Concluye el recurrente, que si el ad quem hubiera tenido en cuenta el


contenido de los documentos allegados con la demanda, de la sentencia
inhibitoria y de los interrogatorios de parte, no hubiera interpretado
equivocadamente el pagaré suscrito por las partes “y le hubiera dado el
alcance correcto, de pago sujeto a condición resolutoria, pues la autonomía
de los títulos valores sólo se predica de manera plena una vez circulan, de
lo contrario siguen ligados al negocio causal que les sirvió de origen, lo que
implicaba bien la procedencia de las pretensiones principales o bien de las
subsidiarias”.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE:

Como en reiterada jurisprudencia lo ha expresado esta Corporación,


cuando se erige una acusación en casación por violación indirecta de
normas sustanciales, debe demostrarse el error de hecho en la apreciación
de la demanda, de su contestación o las pruebas sobre las que radique, o
el error de derecho en la apreciación de estas últimas, yerro que en
cualquiera de las dos hipótesis ha de ser trascendente, que guarde relación
de causa a efecto con la decisión judicial combatida.

Es preciso reiterar respecto de la suficiencia técnica de los cargos


fundados en la primera de las causales de casación cuando se enfoca por
la vía indirecta, que en cuanto a la apreciación de las pruebas por parte del
juzgador de instancia, ha de respetarse por norma la autonomía de dicho
órgano para formarse su propia convicción sobre la determinación
probatoria del asunto debatido, pues la facultad de la Corte en casación es
por principio, velar por la recta inteligencia y la debida aplicación de las
leyes sustanciales, pero no la de revisar una vez más y con total discreción,
las cuestiones de hecho y de derecho que fueron ventiladas en las
instancias, por cuanto como reiteradamente se ha dicho, la Corte, al
estudiar un recurso de casación, “...ha de recibir la cuestión fáctica tal
como ella se encuentre definida en el fallo sujeto al recurso
extraordinario...” 5.

Es por esto que la jurisprudencia de esta Corporación tiene sentado que


partiendo del supuesto de que la autonomía de los juzgadores de instancia
en la apreciación de las pruebas hace que los fallos por ellos proferidos
lleguen a la Corte amparados en la presunción de acierto, es preciso
subrayar que en relación con los errores de hecho que se denuncien,
deben ser ostensibles o protuberantes para que puedan infirmar el fallo,
esto es, que el desacierto por falta de cuidadosa observación del material
probatorio disponible ha de ser de tal consistencia que la estimación del
mismo propuesta por el casacionista sea la única posible, con lo que torna
en contraevidente la formulada por el juez. Por el contrario, la decisión del
sentenciador que no se aparte de las alternativas de razonable apreciación
que ofrezca la prueba o que no se impone frente a ésta como afirmación
arbitraria e ilógica, no producirá tal efecto, es decir, que cualquier ensayo
crítico sobre el ámbito probatorio, de la causa que pueda hacer más o
menos factible un nuevo análisis de los medios demostrativos apoyándose
en razonamientos lógicos, no tiene la virtualidad indispensable para
quebrar la sentencia si no va acompañado de la evidencia de la
equivocación por parte del sentenciador, error que, según lo precisa el
artículo 368 del C. de P. C., debe aparecer manifiesto, palmario, porque si
el yerro no es de esta naturaleza, “...si para advertirlo se requiere de
previos y más o menos esforzados razonamientos, o si se manifiesta
apenas como una posibilidad y no como una certeza, entonces, aunque se
demuestre el yerro, ese suceder no tendrá incidencia en el recurso
extraordinario...” .
En el caso en estudio se observa que, contrario a lo afirmado por el censor,
el Tribunal efectuó un detallado análisis de la demanda a fin de desentrañar
las reales intenciones del actor y así darle un alcance lógico a juicio de
dicha Sala, dado que contenía algunas imprecisiones, llegando a la
conclusión que ni la petición principal ni la primera subsidiaria podían ser
consideradas, por diversas razones de tipo formal, pero que la segunda
petición subsidiaria sí tenía asidero jurídico y que lo que en dicha
pretensión se impetraba era la acción de enriquecimiento cambiario
consagrada en el último inciso del artículo 882 del C. de Co., de
conformidad con lo señalado sobre este “remedio extremo” por la
jurisprudencia de la Corte, y en consecuencia aplicó las normas sobre

5
G.J., Tomo CXXX, pág. 63.
prescripción consagradas para esta acción, teniendo en cuenta las
consideraciones que se expusieron al analizar el primer cargo.

En relación con la acusación de que el Tribunal no apreció la prueba


documental allegada al proceso, ni tampoco los interrogatorios de parte, y
en consecuencia desconoció la existencia del contrato de mutuo, observa
la Sala que esto no es así, pues precisamente el ad quem los examinó
detenidamente para determinar que la pretensión principal y la primera
subsidiaria no podían ser consideradas, pero la segunda subsidiaria si
tenía base jurídica y lógica, con fundamento en los documentos allegados
al proceso, incluida la copia informal de la anterior contienda judicial y de la
legislación panameña sobre el tema.

De otra parte, es cierto que el Tribunal no hace ninguna mención de las


declaraciones de parte rendidas por Jairo Uribe Jaramillo y Jorge Uribe
Jaramillo, quienes aceptaron que habían suscrito un contrato de mutuo y
un pagaré con la entidad demandante, sin embargo, como lo ha sostenido
la Corte, el hecho de que dejen de mencionarse individualmente unas
pruebas en la sentencia, no puede decirse que el fallador no las tuvo en
cuenta, y aún si esta omisión del sentenciador permitiera tenerlas por
preteridas, no podría, por ese solo hecho, deducirse de manera
indiscutible, que ese silencio pone en evidencia un yerro probatorio en la
conclusión del ad quem, pues al examinar dichas declaraciones no se
advierte que la sentencia recurrida pecó contra la lógica probatoria, ni que,
de haberse hecho actuar efectivamente estas pruebas, la decisión hubiese
sido necesariamente otra.

De lo anterior se desprende que el Tribunal no erró de hecho en la


valoración de la prueba, máxime si se tiene en cuenta que la conclusión a
que llegó se demuestra con éstas, además de que la censura no cumplió
con la exigencia del artículo 374 del C. de P.C. de demostrar el yerro,
porque de conformidad con esta norma al recurrente no le basta con
enunciar en qué consistió el error, sino que tiene que confrontar lo que
dicen los medios de convicción que considera inapreciados y lo resuelto
por el Tribunal, de qué manera y por qué la conclusión fáctica de éste
contraviene el caudal probatorio y cómo necesariamente, dado el contenido
de las pruebas por él aducidas, la conclusión debía ser diferente. Sin
embargo el censor se limita a señalar que el ad quem no aplicó los
artículos señalados en la enunciación y a expresar su propio parecer sobre
la no apreciación de los medios de prueba, pero no indica cómo debía
haberlos apreciado, ni logra descubrir los yerros manifiestos y
trascendentes en que incurrió el ad quem, requisito indispensable, se
repite, para que la Corte pueda casar la sentencia recurrida.

Por consiguiente no se abre paso el cargo en estudio.


DECISION

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, en Sala de


Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y por
autoridad de la ley, NO CASA la sentencia del 16 de diciembre de 1996
pronunciada por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Medellín, en el proceso ordinario promovido por el BANCO DE COLOMBIA
S.A. DE PANAMA contra las sociedades INDUSTRIAL AGROPECUARIA
LTDA. e INVERSIONES BEDOUT GUTIERREZ LTDA. y los señores
JAIRO URIBE JARAMILLO y JORGE URIBE JARAMILLO.

Condénase en costas del recurso a la parte recurrente. Tásense en su


oportunidad.

COPIESE, NOTIFIQUESE Y DEVUELVASE EL EXPEDIENTE AL


TRIBUNAL DE ORIGEN.

CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO

MANUEL ARDILA VELASQUEZ

NICOLAS BECHARA SIMANCAS

JORGE ANTONIO CASTILLO RUGELES

JOSE FERNANDO RAMIREZ GOMEZ

JORGE SANTOS BALLESTEROS

SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO


Aclaración de voto

Expediente No.6550

En forma comedida expreso a continuación las razones por las cuales


aclaro el voto en el presente caso, visto que no comparto una de las
motivaciones que comprende el despacho del primero de los cargos.

Ciertamente, dentro de los diversos planteamientos comprendidos en dicha


acusación figura el de que sin que se haya alegado y declarado la
prescripción, en este caso referida a la acción cambiaria, no es posible
arribar a la de enriquecimiento injusto, cosa que se me antoja más que
cierta. Que la prescripción debe alegarse, y que, por tanto, descarta la
oficiosidad, nadie lo discute. Así ha sido de día y de noche. Porque
cualquiera que sea el razonamiento con el que pretenda justificarse la
prescripción, no es posible desconocer el fundamento ético que la anima,
en la inteligencia de que sólo al deudor incumbe decidir si la invoca o no;
es este en su fuero interno el que determina si apela al transcurso del
tiempo, las más de las veces para que en adelante se lo tenga como si
efectivamente hubiese pagado la deuda.

Y la sentencia de que discrepo ha pasado de largo ante ese secular


postulado, y entroniza entonces la idea de que es posible que al deudor se
le escamotee el poder de disposición de ese derecho, el cual, como lo
señalara la Corte, no es del acreedor, "es una facultad de que está
investido el deudor y, por lo tanto, solo a él corresponde ejercitar" (Cas. 17
de octubre de 1945, LIX, 724). Evidentemente, se da el caso de que el
acreedor se ha presentado a este juicio ordinario metiéndose, por así
decirlo, a la casa del deudor, partiendo de la base de que la letra de
cambio está prescrita, sin que el deudor, hasta allí, hubiese alegado algo
por el estilo. Como si el acreedor estuviese facultado para penetrar los
pliegues de su corazón y decidir por él, birlándole incluso el derecho que
tiene de renunciar a la prescripción. Allá quien vea en eso una cuestión de
poca monta.

De ese modo, la decisión mayoritaria perdió de mira que la acción de


enriquecimiento injusto es esencialmente subsidiaria, esto es, que sólo
procede a falta de toda otra alternativa, y de ahí que se la denomine como
remedium extremum. En efecto, si el deudor no ha alegado la prescripción,
síguese -tiene que seguirse-, que la obligación no se ha extinguido y que,
por consiguiente, subsiste la probabilidad de su cobro, aun coactivamente.
A este propósito bien vale añadir cuán inconsistente resultaría pretender
rebatir este argumento alegando que de cualquier modo en el juicio
ordinario puede discutirse el fenómeno prescriptivo, por supuesto que,
entonces, la tal subsidiariedad quedaría al talante del demandado, pues en
caso de no invocar la prescripción – y seguramente estará tentado a no
hacerlo- sin más provocaría el fracaso de una pretensión que despegó
apenas con la esperanza de toparse en el camino con tal o cual actitud del
demandado, y se desgajaría la consecuencia de que, frente a la ausencia
de alegación semejante, al quedar viva la obligación -que, por lo demás,
nunca había muerto según acaba de analizarse-, podría acudirse a su
cobro. Es decir, las cosas marchando al revés: curiosamente la que fungiría
de residual sería la acción ejecutiva, y no la de enriquecimiento como es lo
correcto. Se andaría reconociendo así que el tenedor, en estrictez jurídica,
no había perdido la acción cambiaria, condición sine qua non para que
pueda, como todo el mundo lo admite sin reserva de ninguna especie,
abrirse la puerta de la acción de in rem verso consagrada en el artículo 882
del código de comercio. No queda, pues, sino reconocer que al momento
de entablarse el proceso, el acreedor no tenía interés serio y actual para
convocar a juicio al demandado.

En esa línea de pensamiento, tampoco parece de recibo argüir, como lo


hace, por ejemplo, el tratadista Héctor Cámara, que para estos efectos
puede acudirse directamente al ordinario, por cuanto, según él, resulta
suficiente demostrar que las obligaciones se hayan extinguido “por el
transcurso del tiempo o el incumplimiento de las cargas legales, de acuerdo
a la lógica y al buen sentido. Nada justifica - agrega- mandar promover una
acción para que se oponga la excepción de prescripción o caducidad, con
dispendio de tiempo y gastos”.(Letra de Cambio y Vale o Pagaré, tomo III,
pág. 451) Terrible ironía; todo el derecho sustancial sacrificado por venir
en pos de quien resulta ser el único responsable de su dejadez, pues que
si no hubiera permitido que el título prescribiera no estaría inmerso en esa
nueva situación. Resulta que ahora amén de dispensársele un último
remedio, hay que allanarle el camino, evitándole toda incomodidad. Esto
sin contar con que inexplicablemente dicho autor admite, paradójicamente,
que la pérdida efectiva de toda acción cambiaria es una de las condiciones
para promover en estos casos la de enriquecimiento sin causa. Y ya está
visto que mientras no se alegue la prescripción, jamás puede decirse que
la cambiaria ha fenecido.

De otra parte, otro problema se presenta: la sentencia arranca del


supuesto de que la prescripción es fenómeno objetivo; tal cosa fluye de los
términos en que está concebido el despacho del cargo que se comenta; de
ese modo, cree la Sala, erróneamente en mi sentir, que el demandante
bien puede darla por establecida, y el juez admitirlo así, al término de los
tres años contados a partir del vencimiento de la letra de cambio. Ocurre,
empero, que igualmente se echa al olvido cómo la prescripción no es una
cuestión meramente objetiva, que se dé con el simple transcurrir del
tiempo. Algo va de la caducidad a la prescripción. Sí. La prescripción
supone, al lado del tiempo, la inacción del acreedor, y está imbuida, por
contera, de un elemento subjetivo. De ahí que admita interrupciones.

Al respecto, no hace mucho esta misma Sala afirmó, en un caso en que


precisamente se ocupó de la acción de que viene tratándose, que cuando
las prescripción se confina al ámbito estrictamente jurídico, "sus efectos no
son obra exclusiva del tiempo. Es menester algo más que esto; ya no es
bastante a extinguir la obligación el simple desgranar de los días, dado que
se requiere, como elemento quizá subordinante, la inercia del acreedor (...);
razón le asiste a Giorgi cuando dice, con su proverbial maestría, que
derecho que no se manifieste equivale a un derecho que no existe, porque
'lo cubre el olvido y lo sepulta el silencio de los años'.

Y agregó: "dicho esto, naturalmente se larga la conclusión de que al


compás del tiempo ha de marchar la atildada figura de la incuria, traducida
en un derecho inerte, inmovilizado, cual aparece dicho en el artículo 2535
del código civil”.

Advirtiendo que, todavía, “es probable que la pereza del acreedor se vea
purgada por la actitud del obligado, dado el reconocimiento que éste haga
de la deuda”.

Recogiendo así su pensamiento: “el comportamiento tanto del acreedor


como del deudor puede interferir el lapso prescriptivo. De este modo,
háblase lisamente de la interrupción de la prescripción, sin que esté de
sobre recordar a este respecto que su principal consecuencia es la de que
el tiempo anterior queda como borrado para esos fines (artículo 2539
ejusdem ) ... Recuérdese que pueden existir, de otra parte, circunstancias
especiales que obstruyan el decurso de la prescripción, y se habla ya de la
suspensión de la misma (art. 2541 in fine)”.

Concluyendo definitivamente cómo: “todas estas cosas proclaman que


jamás la prescripción es un fenómeno objetivo, de simple cómputo del
tiempo (...).En la prescripción juegan factores subjetivos que, por razones
más que obvias, no son comprobables de la 'mera lectura del instrumento'
contentivo de la obligación. La conducta de los sujetos de la obligación es
cuestión que siempre ameritará un examen orientado a establecer si
concurrentemente se configuran todas las condiciones que deben
acompañar al tiempo para que con certeza se pueda decir si la prescripción
ocurrió verdaderamente. Sólo así se llegará a determinar lo relativo a la
interrupción y suspensión de la prescripción". (Cas. 11 de enero de 2000.
Exp. 5208).

Así que la sentencia que ha suscitado hoy mi desacuerdo da por


configurada una prescripción, sin preocuparse de si pudiera haberse
presentado interrupción alguna.
Ahora. Pasando a otro tema, consideré de sumo interés que se abordase
el estudio sobre la duda que aflora de la circunstancia de que en este caso
el tenedor del título ya hubiese intentado la acción cambiaria, la que a la
postre le resultó fallida. Habida consideración que si, como es cierto, en
el pasado se procuró en tiempo el recaudo ejecutivo del importe de la letra
de cambio, sólo que fracasó porque el juzgador de entonces estimó que el
título era ineficaz por inobservancia del estatuto cambiario vigente a la
sazón, pónese al descubierto que el acreedor corrió presuroso a la acción
de enriquecimiento , no propiamente porque hubiese dejado prescribir el
título como perentoriamente lo exige el artículo 882 del código de comercio,
sino porque no resultó airoso en la acción cambiaria. Nótese que, puestas
así las cosas, el tenedor del título no estaría padeciendo por el rigor del
formulismo cambiario - que es el fundamento por el cual sin embargo de la
acidia del tenedor del título se le otorga un último remedio en la acción de
enriquecimiento- sino que está padeciendo los rigores de una sentencia
adversa.

Por ese camino, llegaríase, pues, a consentir que quien no tuvo acción
cambiaria tiene no obstante la de enriquecimiento, contrariándose
subsecuentemente la filosofía que inspira a esta última. Para mejor
expresarlo, parecería que peligrosamente la de enriquecimiento acabaría
convirtiéndose en el refugio de los tenedores que están perjudicados, no
por la prescripción, sino por la deficiencia de sus títulos. Este tema, en mi
sentir, era necesario tocarlo, pues es tanta su ligazón con el que
concretamente se expuso en el cargo, que basta mirar que para determinar
la prescripción de la acción cambiaria, es de necesidad absoluta mirar que
ésta hubiese existido efectivamente; ni para qué decir, que sólo muere lo
que ha nacido.

En suma: la Sala ha debido descartar la prescripción que de la acción


ordinaria decretó el tribunal, por supuesto que no se dio la condición previa
de la prescripción de la cambiaria.

De esta manera dejo consignado mi disentimiento.

Manuel Ardila Velásquez

Fecha ut supra

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