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No estudiamos aqui las releciones ontre estas identifica- ciones y el yo y el superyé como instancies. Para ello ha- briamos debido extender nuestra refloxidn ala articulacién, por un lado, de la relacién entre funcién de apropiacién- intrusin y represién y, por otro lado, de la relacién entre plano narcisista y plano edipico. Sélo efectuamos un ané- lisis parcial al referimnos al «tiempo nareisista dol Edipo». Nos falta preguntarnos 6 el teleseopaje de las generaciones es siempre explicable por las funciones de intrusién /apro- PPiacién que hemos designado como propias de la regulacién narcisista ‘i oe tomar en cuenta, on ol curso de une tims inta, e! hecho de que, en el easo de pacientes neuréti- 2s,!8 su conflicto puede concebirse en el marco del andlisis Ge una situacién edipiea cldsiea. No seria posible pensar ue el telescopaje de las generaciones existe en numerosos Pacientes, y que es incluso, por qué no, una situseién uni- versal! que, en uno otro momento del andlisis, podria ser interpretable a condicién de que el analista To tuviera en, cuenta?®® Si asi fuese, podriamos comprender mejor ya sea ‘momentos de angustia, frente a situaciones de cambio que exigen una reestructuracién de Ia identidad, ya sea situa- ciones enigmuiticas de reaccién terapéutica negativa, El andlisis de esto tipo de regulacién narcisista de parte de los «padres internose tiene importantes consecuencias linicas. Podemos aludir a ellos diciendo que entre la intra- dn y la apropiacidn, que entre lo demasiado-lleno y lo va- io, Ia interpretacién psicoanalitica busea la presencia que Ja palabra constituye para designar la ausencia, 8 De lo que el eas de Jacques soria un elem lieable por la concepeiia de a configurac ‘on el capitulo 6 de esta obra y en otro texto (1992). ‘Esta hipitesis ea explorada en ibid. edipiea que proponge 96 3, El delirio en herencia* Micheline Enriquez El objeto de este trabajo,a saber, la profundizacién teéri- co-linica de los efectos y dafios psiquioos de la psicosis de Jos padres sobre sus hijos, encontré su primer apuntala- miento en un material clinico especifico suministrado en andlisis por pacientes psiciticos delirantes. Estos, padres Ge nifios de corta edad, habian implicado 0 implicaban toda- via a estos tltimos en su delirio, haciendo de ellos el testigo, elaliado, el mplice, incluso el destinatario de su actividad delirante, Es decir que, desde un principio, sl proponerme estudiar estos cases sélo abarco una parte del campo de la observacién psicoanalitica, que «la psicosis en herencias nos ofrece de una manera general. Es decir, ademas, que aun dentro de este campo he cefiido mi estudio al abordaje de los ‘casos en que el nifo es incluido explicitamente en el delirio del progenitor. Estos son sélo casos particulares de la even- tual influencia psiquica del discurso delirante de los padres sobre los hijos. ‘El material clinico en el que me he apoyado para soste- nor mi reflexién se inscribe, pues, en la relacién privilegia- da, para bien o para mal, que algunos pacientes delirantes que han delirado mantienen 0 han mantenido con uno do sus hijos, hijo del mismo sexo que ellos, comprobacién. importante que, es necesario precisarlo, no tiene nada de ‘coincidencia fortuita. ‘Me parece que también merece subrayarse previamente otro notable elemento: la relacién del progenitor con el no era, por su parte, en la cura, objeto de interrogacién al- ‘guna. En realidad, el paciente se mostraba extremadamen- += Bote eetudio, publicado on 1968 en In revista Topique, 39, e8 una ex: capeional contsioucicn a la invostigacicn paicoanaliticn sobre la trasmt- sign pelquien entre la generaciores. Los nuevos lectores de Micheline En- ‘iques descubrrdn su riguroto y sensible pensamiento, amigos, la fe tcandidad do lo que les trasmitis (RK. 7 te reticente, incluso perseguido, si incidentalmente la rela cién con su hijo amenazaba verse abordada y exeminada, La historia de Lazare Para apoyar mi proposicién, expondré, desde el princi= io, la observacién del paciente que llamaré Lazaro, los te- mas de muerte y resurreccién que eran pregnantes en su dolirio y sus mitos familiares. Lazare habia entrado brutal- ‘mente en un periodo delirante extremadamente activo on el momento en que, en una visin alucinatoria, creyé recohocer ‘4 su padre muerto hacia afjos en el hall de la estacién Saint- Lazare. Imaginé entonces que este padre habia regresado precisamente a la tierra para enoontrarlo y denunciarlo a la Policia, porque él, su hijo, en su calidad de gedlogo apasiona- doen vuleanologia, guardaba un saber secreto, una férmula matemdtice, cya utilizacién podia destruir la tierra y ala humanidad entera. Este padre resucitado perseguia a su hi- 0 y, para impedirlo hacer daito, tenia como misidn entregar- Jo a verdugos-justicieros encargados de ejecutarlo sin eseu- charlo. Lazare debia, pues, huir y ocultarse para escapar de ‘enemigos desconocides, que identificaba mas o menos por la mirada fija y penetrante que le dirigian sin pestafiear cuan- do lo observaban. Asi, legé a errary a deambular durante horas por Paris, n citcuitos inverosimiles, a fin de escaparse y desbaratar Jos planes de sus perseguidores. Ahora bien, en el momento de este episodio delirante (episodio del que surgis con poste- rioridad la pregunta que motivé la demanda de ayuda psi- quica), Lazare habia arrastrado en su errar a su segundo hijo, un pequeiio de cuatro o cinco atios, al que queria mu- cho y con el que estaba nareisistamente identificado. Este hombre me hablaba a veces en sesiin de eso nitio en térmi- ‘nos quo penunilian suponer que mantenia con él un vineulo privilegiado, exclusivo, sobreinvestido, que so traducia en. particular en tentativas de sustraccién de la funcién ma- tera y un deseo de dominacién habilmente encubierto de- tras de fines educativos. Cuando Lazare pidis a su hijo que lo acompaiiara en sus peregrinaciones delirantos, este lo habia seguido inmediatamente sin discusién, sin decirselo a su madre, Supe progresivamente y no sin dificultad que 98 lun indiscutiblo Ie habia parucido osto que habia exigido » nu hijo, pura protogerse, comportamientos aberrantes (ace- har bajo puertas cocheras para descubrir a los persegui- ores, hacer carton ademancs, preferentemente obscene, para elejarlos, entrar en tiendas para hacer preguntas s0- tio una u otra persona que acababa de salir.) Entiendo ademés, a partir de ciertas preguntas del nifio que Lazare recuerda en sesién, que el paire habia tenido para con su hijo, durante el periodo delirante agudo, y tiene todavia ‘ahora, durante los pascos qu: da regularmente con él los domingos por la matizna, un discurso cuyo tema es la in- ‘mortalidad de los padres, su regreso repentino a la tierra para atormentar y perseguir a sus hijos, eventualmente maldecirios y organizar su muerte porque «saben dema- sido». . ‘Ahora bien, el nacimiento de este hijo, el segundo, largo tiempo deseado por su padre, resperado»* por él con angus- tia y la mayor ambivalencia, habia sido motivo para este il- timo de una eclosién psicstice con delirio de celos hacia su ‘mujer, duda sobre su paternidad, manifestacién de preocu- paciones homosexuales expresadas de modo proyectivo. ‘Lazare se encontraré asi en una clinica psiquidtrica duran- te los primeros meses de vida del nifio. Bn cuanto a la ma- dre, le har mucho daiio enfrentar semejante coyuntura. Se refugiard, completamente deprimida, en su propia madre, que se ocuparé del bebé y la incitaré al divorcio. ‘Con mucha prudencia, ya habia intervenido varias veces ante Lazare intentando hacerle comprender que tal ver.fue- ra dificil y angustiante para un nifio tan pequefio verse en {alos situacionos y escuchar do parte de un padre cosas tan, dificiles de entender, a lo que me respondia invariablemen- te que nocomprendia en absoluto mi inquietud, En realidad —decia—, entre este segundo hijo y é] existia un vinculo in- dofinible, como si no hubiera diferencia entre ellos. Hste nnifio era su tiniea tabla do salvacién contra la hostilidad ge- neral de los hombres y mas particularmente de Jos que re- presentaban para él figuras paternas. El nifio comprendia perfectamente y no podia veren ello ningxin inconveniente, ‘Lazare lleva ahora una vida social y profesional «normal», evitando lo mejor posible los conflictos que podrian hacer re- * Attend, ademas de veapernder,connot lo wviston sproviston, eae chador, temido,(N. de [a 7)) surgir sus angustias persecutorias. Su vida familiar se ha estabilizado. Ha encontrado un equilibrio relativo con su mujer y ha elegido refugiarse en la investigacién mateméti- ca, En este terreno puede pensar sin riesgo y obtener gran placer. Ya no veo a Lazare hace tiempo, pero desde la finali- zacién do su psicoterapia me escribe regularmente una ex- tensa carta con ocasién del afio nuevo. En esta carta me ha- ce el balance del afio que acaba de trascurrir y nunca olvida ‘hablarme de su segundo hijo, cuya evolucién estima entera- ‘monte satisfactoria. Bn su tltima carta, me decia que este hijo, que es ahora un adolesconte de dieciséis 0 diecisicte aiios, se apasiona por las matemiiticas y que en adelante van a hacerlas juntos todos los fines de semana. (Desde luego, es menos inquietante compartir una teoria \ matematiea que una teoria delirante, Sin embargo, sigue también grabado en mi memoria el hecho que Lazare habia | evocado a menudo que en la adolescencia habia trabajado | enormemente y con la mayor felicidad las matematicas con { su propio padre, padre que, veinto aiios después, en su deli- rio, lo acusaba de poser la férmula matematica capaz de destruir el mundo. En este caso es inevitable proguntarse sobre lo quo el ni- fo, que sélo tenia cuatro aos en el momento del episodio de- lirante de su padre, ha conservado, como memoria descrip- tiva.e inconciente, de las palabras y de los comportamientos de su padre, de los que fue testigo y eémplice forzado. ZA qué represin, renegacién, desinvestidura destinada al borra- miento de las huellas, pero ademas a qué representaciones, inseripeiones psiquicas y corporales puede dar lugar una experiencia semejante? Por ejemplo, lo que Lazare formula- a a su hijo sobre la funcién paterna y la trasmisién inoluc- table de un desco de muerte del padre sobre el hijo el padre persigue al hijo con su maldicién, el hijo debe proteger al pa- Are de la muerte y de la persecucién, la salvacién esta en el reconocimiento de una indiferenciacién entre las generacio- nes. ..) dodmo se abre camino? 4A qué elaboracién psiquica puede estar sometido? éEs recubierto por Ia amnesia in- fantil, lo mismo que la sexualidad infantil yla globalidad de Jos sucesos de Ia infancia? Sinceramente, no lo creo. Mi ex- pperioncia me incita a pensar que, en la mayoria de los casos, tales mandatos identificatorios estén destinados a tomar otras vias que la represién para borrarse de la conciencia, 100 Su olvido me paroco gonsrador ds un hueco en la memoria, hhucco que resulta de una renegacién, de una forclusién, de tuna proyeceién, Este olvido se acompafia a menudo de una fijacién hipermnésiea, la mayoria de las veces ininteligible, bizarra, dosligada, paro que tiene a pesar de todo valor ineoneionte de recuerdo y suscita una angustia indecible. No trataré esta cuestién por el momento porque me llevaria ‘adesarrollar todoel problema dela memoria on condiciones psiquicas que ponen en juego mecanismos que no son la "Fe vodos modos, en los casos que me han Iamado la atoncién, no podemos saber nada al respecto. Sin embargo, nada nos prohibe tampoco entregarnos a ficciones que, & ‘veces, segiin la formula de Piera Aulagnier (1984) a propsi- ‘Orwell, anticipan la teoria, : ‘oS erveriad que ninguna realidad histrica, por patdge- ‘na que sea, alcanza por sisola para dar cuenta de una uotra psicopatologia, y que de las condiciones precoces dela infan- cia no podemos inferir el destino psiquico del adulto, tam- bién es verdad que una situacién tan traumatizante en si misma como el encuentro con Ja psicosis parental impone al nifo una violencia y un sufrimiento que exigen un esfuerzo de interpretacién no siempre fécil de sostener. Por otra par te, es posible que la fase aguda en la que el padre desvaria francamente implique menos efectos patdgenos que los con- tactos continuos y los vineulos afectivos que se instituyen secundariamente entre el padrey el nitio, vinculos y contac- ‘tos a través de los cuales se tejen identificaciones, se organi: 2am argumentos fantasméticos, se instaura «una confusién, de las lenguas», se enuncian palabras que vehiculizan en. forma latente los temas delirantes. El caso de René Bl caso de René, cuya cbservacién expuse en Carrefours de la haine (1984, Segunda parte, capitulo 3), caando men- sions as afnkdades clectivas ere paranoia y masoqus- m 1 permitide asimismo precisar mejor la pes pelenatace entre un padre delirante y su hijo. René habia entrado en un deliio de persecucion tras la ‘muerte de su padre, muerte seguida al poco tiempo por el 101 nacimiento de su hijo que llegé después de dos hijas. Su de- lirio estaba centrado en temas de inmortalidad, en particu lar la de su padre, hombre de bien, idealizado, y en temas de conspiraciones politicas fomentadas por los servicios secre tos alemanes por instigacién de su hermano mayor que que- ria por este rodeo apropiarse de la herencia del padre. Estos servicios secretos alemanes trabajaban para asesinarloa él, haciéndolo pasar por un pervertido y un homosexual. ‘Te- ‘nian también por misién asesinar a su hijo que acababa de nacer, afin de exterminar asi su descendencia y su nombre. ‘Su mujer, en tanto madre, objeto de una envidia odiosa re- nogada, resultaba a veces en su delirio eémplice de los asesi- ‘nos, ¥ también amante del chermano enemigo». René sélo toms contacto conmigo diez ahos después de este primer derrumbe psiestico, nunca me dio muchas pre- cisiones sobre el modo como se comporté con su hijo, bebé y nifio pequefio. Solamente pude hacerme una idea de la so- breinvestidura y de Ia angustia de Ia que este niffo habia sido objeto de parte de su padre asi como de la ambivalencia sobreprovectora que habia suscitado en su madre. Cuando veo a René por primera vez, su hijo tiene diez, atios, Me entero de que sus problemas escolares son lo bas- tante serios como para haber motivado una consulta al psicdlogo de la escuela, de que a veces usa la ropa de sus hermanas y de que sélo se interesa en e! violoncelo, que ejecuta admirablemente como su abuelo paterno. .. René me hablaré con extrema reticencia de las multiples pre- cauciones con que rodea a este tinico hijo: jamas salir solo, no hablar con nadie en Ja calle, en el autobis, dejandole en- tender que corre un peligro derapto, dada la importancia de la situacién social y de la fortuna de su padre (situacion y fortuna que en la realidad son muy relativas). Me dicen también que el departamento familiar esta organizado de tal forma que, mas all de una parte comiin, esté dividido cen dos, una parte para las mujeres (a madre y las dos hijas mayores), otra para los hombres (René y su hijo). El nifio, muy angustiado por la noche, duerme casi siempre en la habitacién de su padre, sino en su misma cama, Creo com- prender ademas que este tiene un discurso insensato sobre Ja génesis del mundo y, mas particularmente, sobre la pro- ereacién, intentando hacerle compartir su creencia ¥ su ‘esperanza (tal vez no tan loca si nos remitimos a los iltimos 102 10s, 8i puode decirse, de la scionciax) de que algtin din oRizentea pcr tenor ip. Sin ember raquo P- reve muy apegado a su padro y entre ellos existe innegable- mente un poderoso vinculo de seduccién-fascinacién reci- roca. Como Lazare, René me diré que su hijo y él son una Thisma persona. El niéo representa para él un doble sal- vador y una barrera [garde-fou]" contra la hostilidad go- hherel de los demas que no deja de sufrir on su trabajo y su familia. Estas dos observaciones clinicas no tienen nada do ex: cepcional. Cotidianamente nos vemos confrontados con un material clinico del mise orden que 208 reccerda logue ferenczi puso claramente en evidencia cuando, jario vrnlencea fecha 7 de abril de 1992, deciaxdcber a varios pa- Cientes la representacién de que los adultos introducen por Ia fuerza su voluntad y, més particularmente, contenidos psiquioos de earcter displacentero, en In persona infantil Ya tedricamente, podemos prever una confusisn espantosa cuando un nifo sensible en este sentido y a tal punto es in- fiuido por un adulto desequilibrado, enfermo mentab. “iCudles son los puntos sobre los que, en el easo en. que él niiio es confrontado con un pare psicético delirante (ya sea Gelirante activo, o que infiltre su discurso cotidiano con su teoria delirante primaria), pueden cristalizarse las «confu- siones espantosas» mencionadas por Ferenczi? 1. Confusién vida-muerte: el nacimiento engendra la muerte o la locura Fn las dos observaciones que he expuesto, el nacimionto de-un hijo provocé, en el padre del mismo sexo, un efecto de rruptura eatastrfica en el sentido de la continuidad histori Se ee “Bement nan eotienle re cl ne anes ea cern i et Ne a eso cnn ee in pte rea ire set yet ya ime mean 108 ca, que excedié ampliamente los efectos de trastorno libidi- nal ¢ identificatorio inherente a todo nacimiento. En efecto, hizo caer al padro del nifo en una psicosis manifiesta y lo evs a construir un delirio, Este enuncia que el encuantre con la paternidad se cumple simultiineamente en la expre- sin proyectiva de un deseo de muerte del hijo y en la emer. gencia do una amenaza de muerte para el padre, que emana de una potencla paterna (0 similar) primitiva que prohibe toda sucesién generacional. El padte y el hijo gon lo mismo, declaran con posterioridad Lazare y René, intentando ast Justificar sus discursos y sus comportamientos delirantes. La venida al mundo del hijo ha sido, pues, causa de una catdstrofe psiquiea para el padre. Es imposible que esta. apelacién al nifio no tenga consecuencias sobre el discurso enel lugar del infans (P. Aulagnier, 1984), primer discurso ‘constitutivo de su historia identificante que le sera dirigido tanto por su padre mentalmente enfermo como por el otro ue tuvo que hacer frente, en una situacién de todos modos cxitica y fragilizante para él, al derrumbe psiquico de su ‘cényuge. éSerd la historia del nacimionto silenciada, renc- gada, Vieiada de tal carga de indecible que nada de ella sera expresable? {O sera ademas remplazada por una fébula ex- travagante, en la que un oyente atento podrd descubrir res- tos de la realidad traumatica y fragmentos del delirio? Na- die puede saborlo a priori y probablemente haya soluciones ‘mejores que otras. Comoquiera que sea, me pareco impo- sible que el nifio, al que podemos suponer continuando, eo- mo todo nifio, su bisqueda de los origenes, no tenga noticia, en un momento u otro, de los sucesos de su nacimiento, y que no se encuentre atrapado en una posicién identifica toria que lo va a fijar como causa de la locura parental, aun- que esta haya sido, en el mejor caso, pasajera, CHasta qué Punto se puede llevar la critica en la cuestién, en la medida ue esta posicién ocupada por el nifio, a saber, haber tenicio el poder de volver loco ai otro, contiene un grano de verdad. imposible de desmentir? Este poder maléfico, confusamente pereibido, eventual- mente recordado en eireunstancias familiares tormentosas, corre el peligro de suscitar una culpabilidad sacrificial de tonalidad expiatoria que ninguna tentativa de reparacién po- rd satisfacer verdaderamente jamds, si no es por la puesta en acto del sacrificio de su vida fisica o mental. 104 Core al rlesgo igulmente de induct una ogelomantn inconciente que jamés se manifieste claramente, suscitar tel sujeto una busqueda de poder (I que puede adoptar el disfraz de una sumisién excesiva) que comprometa al narci- ‘sismo en su aspecto masoquista mortifero, donde la culpabi- idad, ahi nuevamente, encontrar un ealdo de cultivo par- jcularmente apto para su expansion. a Haber deeperad en ra poe, por ac jento, un de- ‘seo de muerte sobre la progenieque sélo puede ademas legar ‘a expresarse a través de un detirio que 6) imputa a otro 0 a ‘otros, crea —es lo menos que puede decirse—una confusién ‘espantosa en las concepciones que un sujeto puede hacerse sobre la herencia y la trasmisién entre la generaciones. IL Confusién entre novela de los origenes y pensamiento delirante primario conigma que encierra la locura toma un giro eminente- snes tric re un sujet ing eundosnatala on 1a propésito de uno de sus ascendientes 0 descondientes ‘més préximos. Cuando se trata de un niio, la confrontacién con el universo psicstico, aun en forma discontinua, en su contexto familiar afectiva y mentalmente investido, del que depende para satisfacer sus necesidades y para su desarro- Ilo psiquico, y al que demanda apoyo para comprender, eler- ce violencia e impone de entrada un en-mas por interpretar. ‘Aunque, frente a este sin sentido, el sujoto pueda utilizar defensas eficaces, aunque pueda construirse toorias expliea- tivas mas 0 menos satisfactorias, aunque pueda encontrar en su entomo soportes afectivos y soportes de pensamiento, no por eso la experiencia del sin sentido habrai tenidomenos lugar. El cuestionamionto que suscitard excederd aquel al caual todos estamos sometidos on la medida on que nacomos en un mundo de significacién y comunicacién que desbor- dan por todos lados nuestras capacidades de eprehensién y de dominio y que se presentan de este modo ante nosotros ‘como enigmiticas. : ‘Jean Laplanehe (1984) propone calificar «a estos mensa- jes que son propuostos y que asaltan al nifio por todos lados, como significantes enigméticos. Enigmiticos no solamente 105 Porque el niiio no posee su oédigo y tendrd que adquirirlo, sino porque el mundo adulto esta completamente infiltra- do de significaciones inconcientes y sexuales cuyo eédigo no posce el adulto mismo. A partir do lo cual el nitio se ve obli- gado a fabricarse teorias que den cuenta, en la forma mas coherente para él, de las relaciones parentales, de la dife- rencia de los sexos, del nacimiento, de la muerte. Estas teo- rias —Io sabemos; las curas analiticas nos permiten veri ficarlo cotidianamente— dejan huellas indelebles e impri- men susello ena relacidn con el pensamiento y con el deseo de conocimiento. Para darse respuestas satisfactorias a estas preguntas, ¢l nifio encontrard en el mejor caso un apoyo en sus dos pa- dres, su amor, su palabra, su comportamiento, que darn testimonio de que él es su hijo, que entre ellos y él existen lazos afectivos y sociales que lo insertan en una genealogia. ‘Los padres le trasmitirn mitos familiares, una historia so- ‘bre su pasado, e] de sus ascendientes y también una histo- ria acerea de su pasado infantil olvidado, constituyéndole asi una memoria que llegard a ser sumemoria y participard ‘en la elaboracién de su mito originario individual. Ahora bien, el padre delirante, cuando comunica a su hijo sus pensamientos delirantes, obliga a este que, seguramente, no esta en condiciones de juzgarlos como tales, a establecer ligezones causales abusivas y le impone representaciones sberrantes que atafien electivamente a sus objetos y sujetos de investigacién universales, como lo son para todo nifio el nacimiento, la muerte, la sexualidad, el poder, el tiempo. De este modo, si el nitio por ejemplo es atrapado en las redes de un delirio de filiacién, se vera confrontado con un discurso que afectaré la construccién de sus teorias sexua- les infantiles; en efecto, lo que se le enuncie remitird a una teoria sexual que contradice las verdades biolégioas de los lazos de parentesco y de filiacién (el hombre puede ser ma- dre, la martre puede dar a luz sin relacién eoxual. ..). Dicho de otro modo, el progenitor propone al nifio, bajo la cubierta de una novela familiar, una teorin delirante de los origenes que sortea y torna imposible el despliegue imaginative que el nifio necesita para edificar sus propias construcciones y fabulaciones. EL impacto dejado por el discurso delirante del padre so- bbreel nifioy las vexplicaciones sexuales» que connota, aun si 106 ‘on un segundo tiompo puede ser recubierto por otros diacur- op, esta ver no delirantes, marcard con su sello Ia actividad del nifio y dirigird su busqueda y su conquista de los orige- nes. Todo parece ocurrir como si una primera fantasmati- yacién inducida, relativamente congelada y fuente de repre- sentaciones angustiantes, continuase ejerciendo su presicn en Ia creacién de otros argumentos imaginarios. En otros términos, podriamos decir que el encuentro del nifio con un delirio parental centrado en el origen y 1a generatividad trabaen él l desarrollo desu aptitud para lonovelesco, y no permite, como en el caso de la neurosis, la elaboracién de luna novela familiar enderezada a construir una fantasia el origen de los nifios que no guarda relacién con el encuen- ‘ro sexual de un hombre y unamujer sexuados, deseantes, de ‘una misma generacién etaria, en la medida en que esto es ‘ya propuesto por el diseurso parental. Pero la novela fami- Tiar no es sélo esto. Alain de Mijolla (1985) sefiala muy cla- ‘ramento que, en la constituciin de esta produccién psiquica ‘que es la novela familiar, se asocian y se condensan tres ‘peraciones mentales, el uicio, la actividad fantasmatica y Ja pulsién de investigacién. La novela familiar puede scr yeconocida como el modelo de la creacién novelesca y testi- ‘monia sobre los beneficios deuna cierta ilusién, aquella que recurre al teatro para expresar mitos eternos que enmas- caran la verdad oculta para que reluzca mejor? ‘Podemos formar la hipstesis de que si, entones, la «ver dad oculta» sobre el origen, que esta mucho més para ser in- ventada, para ser imaginada, que para ser develada, pero que debe sin embargo permanecer coherente con el sistema cultural, se encuentra enunciada por el progenitor bajo la forma de una certeza incompatible ¢ incuestionable, el jui- cio, la actividad fantasmétien y la pulsién de investigacién del hijo, que conjugan normalmente su fuerza para darle tuna forma novelesca, incluso rocambolesca, estardn inhibi- dos on cuanto a su fin creador. La creencia, la intolerancia a Ioilusorio amenazan desplazar al juicio y la duda critica, La actividad fantasmitica como interpretacién causal del de- seo (P. Aulagnier) correré el riesgo de congelarse en una teo- ria més o menos delirante de la generacién. En cuanto a la pulsién de investigacién, que sogtin Freud (1905) sélo seria 2 sobre este toma Bugéne Ensiquer, 1986. 107 el corvlerio intelectualizado, sublimedo, do In pulsién do dominio, se vera en peligro de encontrar su satisfaccién ‘inicamente en su aspecto sAdico destructor del pensamien- to de otro, Puede perfectamente ademas ser objeto de una ‘epresién masiva que mate toda curiosidad y creatividad, 0 ‘trasmutarse en su contrario, o sea: desear activamente so- bbre todo no saber, tanto de dénde vienen los nifios como de ‘dénde vienen los padres. Sise trata, en cambio, de un encuentro precoz-con un deli rio de persecucidn en el que dominen los temas de destruc- ‘cin de una generacién por Ja otra (como en las observacio- nes de Lazare y de René, expuestas antes), el nifio se vera confrontado con una teoria delirante sobre el origen, que contradice los vinculos simbélicos del parentesco y los de- seos de trasmisién y de genealogia. Es de lejos el ejemplo mis mortifero, porque vehiculiza un discurso que enuncia que el solo hecho de venir al mundo despierta en otro u otros, de otra generacién, pero dentro de una misma familia, un deseo de muerte sobre el hijo y su progenitor, justamente porque ha llegado a ser progenitor de ese hijo. Este deberd ‘entonces enfrentar teorias univoeas, muy distintas de una novela familiar delirante, idealizada o idealizable. Sobre el dominio y el abuso de poder de una generacién sobre la otra (o de un sexo sobre el otro). No pueden sino al- terar gravemente las ideas que se puede hacer un nifio so- bre las relaciones de poder real, pero también de dependen- cia, de amor y de reciprocidad que rigen el orden de los sexos y de las generaciones. En ese caso, el poder y sus represen- tantes son ineluctablemente vividos como portadores de muerte, Cuando el nifio se encuentra frente a su padre per seguido (ef. la observaciGn de Lazare), no puede no com- render que el peligro, la persecucién que amenazan al pa- Gre Jo amenazan también a él, por ser hijo o hija de ese pa- dre, Tiene razén. Porque aun si se engafia acerca del lugar de origon del peligro, la designacisn para él de ese lugar en. Ja sucesién de las generaciones le asigna una identidad que amenaza poner en peligro su vida. ‘Sobreel origen del odio, su justificacién, incluso su idea- lizacién. éPor qué este rencor hacia mi padee, hacia mi ma- dre? éPor qué se le hace sufrir asi? El nifio no puede, aun confusamente, dojar de establecer una ligazén estrecha, pero, iay!, edn inquietante, como intenté ya elucidarlo en 108 varias oportunidades, entre el odo y el sufrimionto, igazén {que se trasforma en un circu vicioso donde el odio se Puck te causa de suftimionto, y el sufrimiento, cmusa de od. 1 progenitor, y el nitio de rebote,sufte el odio del otro, 2Por la culpa hacia quién o hacia qus? Bl nifio tendré que sfrontt tina problematica de a culpebilidad ala que ye aludt antes, pero que esta ver tenders a resolverse por ol rodeo dela Pre yeccidn acusedora y a designacin de un culpable del suf: Iiento parental que a su ver, por identificacién, no dejers de hacer sufrir al nifio. Estas titimas observaciones me fs van a abordar la euestiém dl terrorismo quo ejerc el sult: ‘miento del progenitor sobre el nifo, y la confusin expan sa que introduce en cuanto al sentido que no se puede dejar do dar al sufrimiento. IIL. Confusion en las interpretaciones causales del sufrimiento ‘Sufrimiento psicstico y sufrimiento depresivo El progenitor psicitico deja ver y entender a su hijo una angustia y un sufimiento peiqulco inconmensurables ave ho ce pueden atribuir, aun si el sujeto sélo tiene una intu ‘ign eonfusa de sus causas, a una pérdida, una depresién, ‘un duelo. El sufrimiento psiostico del progenitor se enuncity se comprende ligado con una persecucién, una voluntad d ‘hacer mal. Volveré en un motnento sobre esta distincion centre sufrimiento depresive y sufrimiento persecutorio, que me parece fundamental si, en nuestra préctica, queremos entender y «nalizar los efectos del sufrimiento de los padres ‘Sobre el devenir psiquico de sus hijos. El sufrimiento psics- ‘ico, tanto més persecutorio para el entorno cuanto que eS expresado al modo de la persecucién, suscita interrogantes {que nunca pueden encontrar respuestas satisfactorias, ¥ con razén. EL hijo, aun sino siempre esta ademés implicado psiquica y afectivamente en la psicosis parental como en tasos que he descrito, sélo puede entender que Ia persecu tidn de la que es victima el progenitor esta en relacién con Ja proyeccién de su propio odio, de su propia envidis, de su OQ mode a chalice 109 propio deseo de muerte, de su megalomania. De todos mo- dos, es impensable para el nifio que su progenitor, soporte en su primera infancia de sus idoales, de sus investiduras, de sus proyecciones, so voa atormentado por conflictos in- trapsiquicos levados a su acmé, que buscan una resolucién parcial por la proyeccién en el exterior de lo que, para él, es, inasumible. Esta dimensién proyectiva del sufrimiento psicstico le confiere un carécter desrealizante, particularmente des- tructor y psicotizante. Impone al nifio un sentido en cuanto al origen del sufrimiento en In medida en que designa un erseguidor responsable de todos los males. Confusién ra- ical, por consiguiente, sobre la interpretacién causal del sufrimiento, que reclamard las identificaciones mas mor- tiferas con la victima y con el agresor y forzard al niio a es- tablecer unas relaciones con el otro segiin Ia modalidad perseguido-perseguidor, relaciones de las que conocemos las afinidades electivas que manticnen con el odio bajo todas sus formas de expresisn posible. E] suftimiento depresivo, al que aludi precedentemente, cualesquiera que sean sus efectos traumsticos, no crea tales confusiones de sentido, André Green, al tratar en «La madre muerta» (1983, pég. 230) sobre las consecuencias que trae para el hijo una depresidn materna consecutiva a un duelo, destaca enfaticamente que el nifo, frente al sufrimiento presivo de su madre, hace la experiencia de una pérdida del sentido, porque el nilio no dispono de ninguna explicacién satisfactoria para dar cuenta de lo que se ha producido, a sa- ber, Ia abolicién de un placer compartido en Ja comunicacién. y la relacién madre-hijo. El nifio hace la experiencia de la desinvestidura de la que es objeto. Sabemos acerca de los agujeros en Jo psiquico y las mutilaciones que pueden re- sultar de esto. Pero la experiencia del sentido ocurris a pesar de todo, y ha dejado su huella. Esta podra sor oven- tualmento resncontrada, inchaso reinvoatida, En cambio, ‘euando el nifio se ve confrontado con un sufrimiento psicé- tico, en las circunstancias que indiqué, es objeto de la sobre- investidura parental y hace la experiencia de una inyeccién, uunivoca de sentido dirigida a dar cuenta del suftimiento y del desorden psicstico. La experiencia del sentido de una comu- nicacidn madre-hijo fundada en el intereambio deun placer rreciproco nunca ocurri6. El hijo es englobado en la proyeo- 110 privilogin cidn pnrontal, donde cepa un Tuga pel (1922)—ue 2 - Se eeopora al azar. En efecto, no proyectarnos sot yoocién no Orem no haya rada semejante slo que 8 prose aoe Ne proveetamos cualquier cosa sobre cualquier ste lo mismo en elotro que soporte dela projec. Tre ra anilogo, existe mismo en eLotro al que so bare ca corm alindoo edmplice contra cl perseguidor'y al quese le ‘mln emo vrcero en Ia persocuién. Como el nemo? reece o ba sido un allegado lo més a menudo obj stinds eso hn si oun por identifies, ¥ PoP esta xazén, fuertemente investido. La trasmisién del delirio al hijo parece te al azar «parece claro que no ae debe completament . oat tien, on ciertos casos, dirija y comun! I progenito si . : sooo aga tetgo de lo ule per siga con su vivencia persecutoria. ut Este fenémeno puede compronderse en varios nivelas: 1 hijo es colocado en Ja posicién de un doble narcisista (esi como el progenitor ha ocupado esta posicicn respecto de ‘su propio progenitor en la generacién anterior), doblé narcisista portador de muerte a la vez que soporte de una fantasia de inmortalidad (del lado de lo idéntico, de io no- ie a de lo atemporal); 7 jo, prueba de la sucesin temporal de las generacio- > & nes, es portador de un poder de impugnacién do Ia generss so 7 : Mo of ¥ cidn anterior y encarna de este modo un riesgo de muerte 2¥ gf para. progenitor. EI hijo.es, pues, el otro, el diferente radi- cal, que puede poner al progenitor en peligro. I Pienso que existe de manera absoluta, en todos los psios- ticos (tal vez no solamente en ellos), una imposibilidad de asumir el riesgo de una descendencia que pueda ser porta- dora de lo mismo y de lo otro. Para un psicético, toda descen- 3 dencia implica una amenaza real, y no solamente fanta imitea, de destracelén para él. Es (aun si no es silo esto) abjeto de un deseo de asesinato, asesinato del alma oase- sinato real, porque reactiva un deseo de muerte que tuvo Ber objeto alos propios padres. he mensaje destinado al hijo por el progenitor es desde luego confuso, racionalizado, pero sin duda que el hijo lo recibe inconcientemente en su justo nivel. El odio y el deseo de asesinato por parte del padre, imputados a los otros y que amenazan reeaet sobre el hijo, son un odio yun deseo de ‘asesinato hacia el hijo y hacia su poder de i vida y de un nombre. ieee IV. Confusién entre vinculo filial y filiacién homosexual sagitts chnervacn sobre ol poor detrasmisin,cuya res lizaciin es sentida por el padre peicstioo como una tr a inadmisible, me leva a poner el acto sobre otra stonfr Sdn», consecuencia dea strasmisns dl deli, saber, la movilizacién patégena de las pulsiones homosexuales en Ja tematiea de la flinciin omorenales i12 La implicncién de In pulsiones homosexuales en la génc- sis del delirio ya no necesita, desde Freud, ser demostrada. ‘Encuentra en las breves observaciones de Lazare y de René ‘una ilustracién ejemplar. En efecto, cedmo podra un nitio atrapado en las redes de la homosexualidad inconcionte de su padre negociar sus propies mociones homosexuales y des- prenderse de una investidura y de una identificacién narci- sistas mortiferas de las que es soporte? Esta predileceién notable del padre delirante por su hijo del mismo sexo que 61, sostenida por un discurso sobre la f- Jiacidn en el que las generaciones sucesivas no pueden sino destruirse y saniquilarse» temporalmente, deja muy poco lu- gar a una fantasmaitica del ngendramiento que comprende cel don de la vida y de la diferencia. La homosexualidad del niffo, excitada o investida por el padre en un contexto seme- jante, podra encontrar su modo de expresisn en una homo- sexualidad manifiesta y realizar asi un compromiso que resuelva parcialmente esta problemitica insoluble de la su- cesisn de las generaciones. F1 hijo llegado a adulto eventual- ‘mente podra, si logra, sobre todo en la adolescencia, encon- trar apoyos culturales e intelectuales sélidos, negociar su homosexualidad por la biisqueda de una filiaciin espiritual ‘dooligica. La homosexualidad podra también —no nos fal- ‘tan datos clinicos en Ia materia— inducir las esterilidades amadas psicégenas, Ins enfermedades somaticas graves que afectan a las capacidades de procreacién, w ocultarse en las expresiones mas extravagantes del deseo de hijo. Si retomamos suscintamente lo que acabo de sefialar rrespecto de la relacién que, en ciertos casos, un padre psicé: tico delirante establece con su hijo, percibimos que las won- fusiones espantosas» susceptibles de producirse en la men- tey el cuerpo del hijo se organizan a partir de una violencia secundaria ejercida contra la libertad, ciertamente muy re- lativa, de interpretacién del nifio ante los enigmas univer sales con los que se ve ennfrontado. Confusién de las lenguas, pues, innegablemente, pero en ‘un sentido algo diferente del que le dio Ferenczi porque se trata aqui de una violencia ejercida contra cl pensamiento y contra las posibilidades de investigacisn del nitio, ya no por eseduccién sexualy, sino por «soduccicn terrorista» ejercida por un discurso loco, insensato que hace las veces de y un sufrimiento cuyo sentido es impuesto por la 118

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