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)° Kectoe Combe! a | © aiavnavid # ) \ + VECO led woe S oosAllen 4 a (3009) Vacado'ns 2 e-tucuiens piobag ¢ 99° 4G 25-242 Conelusién. Las «situaciones fronterizas» del psicoandlisis ‘Habia propuesto ya el concepto de situacién fronteriza [situation limite] del andlisis, bastante adecuado a mi juicio para deslindar un tipo de trabajo psicoanalitico que se de- senvuelve sobre su propia linea de cresta, cuando, recorrien- do el Diccionario de filosofia de Lalande, descubri que la nocién de «situacién fronteriza» ya habia sido utilizada por K. Jaspers, y en un sentido bastante corcano al que yo habia intentado despejar. Las «situaciones fronterizas» son si- tuaciones que funcionan como reveladores de «experien- cias» o de cuestiones que sélo pueden aprehenderse en su plenitud existencial por medio de cierto paso al limite. Re- ciprocamente, permiten considerar de otra manera ciertos registros de funcionamiento mis «tipicos», o considerados tales, respecto de los cuales ponen de manifiesto ciertos as- pectos mantenidos en estado latente en régimen de crucero. Aplicado a la situacién psicoanalitica, el concepto de si- ‘tuacién fronteriza designa ciertas coyunturas trasferencia- les que llevan el andlisis de la organizacién trasferencial a su limite, que «calientan al rojov las condiciones /precondi: ciones de la practica psicoanalitica, obligdndolas asi a expli citarse de una manera mas completa. Es harto evidente que las situaciones fronterizas del andlisis no carecen de vineu- tos con ciertas categorias de la nosografia moderna como las de «estado narcisista», «autistay, «estados fronterizos> y otros «borderline». Sin embargo, también pueden revelarse en algtin momento de una cura de pacientes considerados mas «euréticos», y adoptar entonces un aspecto momenta- neamente central o aun desarrollarse con pacientes tenidos Por «psicsticos», Paraddjicamente, permiten en tal caso, si el andlisis Hega a desanudarlas suficientemente, una prof dizacion y hasta una verdadera renovacién del anélisis. Hay otro argumento que me parece atin mis decisivo pa- ra preferir el término de situacién fronteriza a cualquier ca- 263 tegoria de la nosografia estructural. La estructura y las estructuras descritas en las taxonomias tradicionales o in- cluso mas modernas son presentadas como unos «en si> intrapsiquicos y relativamente independientes de las con- diciones de su descripcidn o de su andlisis. Por ejemplo, las contra-actitudes o la contratrasferencia clinica, epistemo- logica o tedrica del profesional, son consideradas de hecho como neutras o suficientemente «eutralizadas». Como mi- nimo, el profesional no es tomado realmente en cuenta en la descripcin nosografica. Tal postura no me parece ya com- patible con la clinica psicoanalitica moderna, que coloca la dindmica trasfero-contratrasferencial en el centro de su practica y no cesa de deconstruir lo que era presentado como estructura intangible. Hsto inaugura una manera diferen- te de problematizar las «indicaciones» del andlisis: dacaso 8. Freud no proponia en 1913 algunos meses de .? La actividad significante ya no es un pariente compleji- zado del animismo infantil normal y ee cmparicnta mas con formas fijadas de fetichizacién. La logica aristotélica gobernada por el principio de no contradiccién, por el de la diferenciacién causa /efecto, da paso a légicas «paradéjicas» organizadas segtin el modelo del tras-torno de la causa y del efecto, légicas de la totaliza- cidn/anonadamiento que desconocen la diferencia de la parte y el todo, de Ia idiosincrasia regional y de lo generali- zable. Sefialé anteriormente la dimension convencional que subyace en la secundarizacién; esta sostiene el contrato narcisista interidentificatorio que regula las formas del re- ‘conocimiento mutuo. Las situaciones fronterizas del andli- sis hacen aparecer otras formas de creencia convencionales sostenidas, por su parte, en ciertas formas de pacto dene- gativo (R. Kaés), de comunidad de desmentida (M. Fain), de magia compartida, que entran en oposicién dilemética con 1 Supersimbolizacién entre comillas, porque no estay seguro de que la actividad do «supersimbolizacidns (A. Green, J-L. Donnet, 1978) merezea ‘in el nombre de simbolizacién. 268 la percepcién, generando entonces la formacién de escisio- nes del yo o un tropismo hacia las ideologias totalitarias. ‘Los problemas que plantea al trabajo psicoanalitico la desregulacién profunda del par asociacién libre/atencién igualmente flotante son multiples. En presencia de pacien- tes que no sélo, como es bastante clésico que ocurra, no se escuchan y no «se entienden» ellos mismos, sino que ade- mas no «se ven» y a menudo no «se sienten» (efectos de las descallficaciones internas de la comunicacién de si mismo a si mismo), el analista tiene que vérselas con todo un mate- rial infraverbal o afectivo que él percibe pero que permane- ce escindido de las cadenas asociativas. Ya mencioné los, modbs de trasferencia por tras-torno que se desarrollan en- tonces, y en los cuales el analista es incitado a vivir como «en lugare del analizando —y no «con» él, por identifica- cién— lo que este no integré ni represents de su propio su- frimiento y dé su propia historia. El analista es puesto entonces a menudo en el lugar del nifio que el paciente fue o que no pudo asumir sex, sometido ‘como él a mensajes contradictorios, enigmaiticos, brotados de una sexualidad parental caética y poco o nada preorgani- zada por uuu fanlasmdlica originaria suficientemente es- ‘tructurada y diferenciada. Si su funcionamiento psiquicono se ve demasiado paralizado por lo que se presenta como mo- dalidad de ataque al vinculo, el analista reaccionaré frecuen- temente exacerbando su actividad tedrica, muy ligada enton- ces a una sobreactivacién de las teorias sexuales infantiles y de las teorias infantiles del cuidado, que las acompafian y que estén destinadas a tratar las angustias do castracién a la sa- z6n exacerbadas.® El aparato psiquico, trasformado por el encuadre en apa- rato de lenguaje, se ve casi integramente trasformado en aparato de accién y hasta de influencia, obligando al analis- ta aredoblar su actividad de representacién y sus activida- des de sintesis. En estas circunstancias, para posibilitar la reconstitucién de espacios psiquicos suficientes en funcién del relanzamiento del trabajo de reorganizacién tépica ame- ymbre de los Lo= originaria de escena bbuen ejemplo de esta exacerbacién de la actividad tosrica y de algunas de sus regrosiones, 269 nazado permanentemente por modos de actualizacién in- tensa de los movimientos trasferenciales, el analista debe recurrir a.un trabajo en el que prevalecen las reconstruccio- nes histéricas. Este trabajo es indispensable si el analista quiere con- trarrestar los procesos de desligazén, si quiere apuntalar convenientemente el funcionamiento desfalleciente o «torci do» de las capacidades de sintesis del yo del analizando. Aqui aparece una nueva dificultad de la regulacién contra: trasferencial. Si el trabajo psicoanalitico de reconstruccién. cobra el valor de una reaccién contratrasferencial a la in- duccién trasferencial, la situacién psicoanalitica corre el riesgo de comprometerse en el par accién/reaccién y la teo- rria de lo originario del analista, que entonces no puede con- servar una condicién de suspensién suficiente, puede tomar ‘entonces la forma de una verdadera «maquina de seducir> 0 de influir: 1a contratrasferencia tras-torna desde dentro la accién trasferencial en lugar de reflejarla.® Una reaccién terapéutica negativa puede entonces fijarla. Por mi experiencia personal, a menudo sefialé que la actividad de construccién/reconstruccién debia ejercerse sobre el fondo de una postura de sumisién suficiente del analista apuntalada en la movilizacién de su feminidad pri- maria y del componente masoquista que la acompaiia y la vuelve soportable. Propuse desarrollar el concepto de medio maleable tomado de M. Milner para intentar circunscribir Ja actitud interna que a mi juicio se requiere en este caso. Su sostenimiento obliga al analista a un dificil trabajo de regulacién contratrasferencial, pero trabajo indispensable para que la cura contintie su progresin y para que el ana- lista quede en condiciones de formular de manera suficien- temente precisa las hipétesis sobre las interacciones singu- lares con las que el analizando se confronts histéricamente y que reproduce en la escena trasferencial. Se observard que este trabajo, como todo trabajo psico- analitico auténtico, no se efecttia sin resistencias epistemo- \6gicas, clinicas y personales para el analista, y sin desmen- tida, ataque envidioso primario, descalificacién para el ana- ______lizando, hasta que las hipstesis reconstructivas puedan ° Una intensificacién de la actividad interpretativa formulada es en- ‘tonces su indicador privilegiado por el contrario, un silencio saneionador 270 destruidas/encontradas por el analizando. La capacidad futura de este para identificarse con un objeto que soporte suficientemente bien una posicién de pasividad necesaria al nacimiento 0 el desarrollo del insight, puede preconstruirse y preorganizarse entonces a partir de las primeras reapro- Piaciones que la actitud de «medio maleabley vuelve tolera- bles. La situacién psicoanalitica puede convertirse enton- ces en el lugar donde ciertas . 271 Esraro mencionar la cuestién de la necesaria intensidad de las vivencias contratrasferenciales o de la investidura del analista en la cura de otro modo que desde el angulo de la necesidad de un estiaje afectivo suficiente. Por lo general se considera que este fue suficientemente moderado, en tanto que, ademis, el encuadre psicoanalitico ests construi- do en parte en este sentido. Sin embargo, me results eviden. te que'ciertos aspectos de la trasferencia por tras-torno no podian ser percibidos y analizados si la investidura del ana. lista no superaba cierto umbral. Es igualmente evidente que si tal investidura resulta demasiado importante, a andlisis se volver igualmente peligroso, La dificultad, lo Presentimos, es mantener una investidura suficiente y su. ficientemente constante a lo largo de la cura y del proceso de apego/desapego que ella reproduce. Un vasto sector de lo que de la contratrasferencia es habitualmente regulado econsmicamente por el encuadre debe ser reacreditado a la claberacién interna del analista. Se trata de aspectos cual. tativos de la contratrasferencia que reclaman cierias expli- caciones. En el andlisis «cura tipo» —modelo depurado jamas rea- lizado; pero de todas formas es posible describir un régimen suficientemente «tipico» en el andlisis de la neurosis de trasferencia—, una parte de la contratrasferencia es trata da por el encuadre e inmovilizada gracias a la invariancia do este. De este modo, el analista no tiene, por ejemplo, que to- mar posicién sobre la realidad de los hechos mencionados durante la sesién; centrard mas bien su escucha en la ma. nera en que el analizando los hace trabajar en su actividad asociativa. De ahi que el analista vaya a abstenerse, la ma- yor parte del tiempo, de poner en tela de juicio los objetos parentales en su «realidad» histérica; a lo sumo, si se da ol caso, podré vincular ciertos aspectos de la trasferencia ac- tual con lo que se records anteriormente de estos 0, en caso de activacién de experiencias traumaticas, aceptara reco, nocer 0 testimoniar la «realidad de los efectos desorgani- zadores del trauma. El analista siempre pondra esmero en no fijar o fetichizar las «realidades histéricas» asi recorda~ das, a fin de que quede abierta la posibilidad de a posteriori actuales y de las reinterpretaciones que ellos vuelven pos!- bles. La continuidad del encuadre sustenta entonces el pro- 272 limitdndose en consecuencia el ana- lista, eventualmente, a evocar tal o cual periodo «histérico» ya introducido en las cadenas asociativas por el analizando. ‘Desde ese momento la interpretacién recae principalmente sobre aquello que de la neurosis de trasferencia se actualiza en el aqui y ahora de la sesién o de la secuencia «reminis- cente»: la mayoria de las veces, delega en el yo del analizan- do la funcisn de sintetizar los diferentes elementos traidos a Ja luz por el analista. El analista puede asi, como lo sofiala Winnicott, esperar durante mucho tiempo a que los factores «objetivos» del am- biente familiar histérico del analizando se vuelvan interpre. tables en términos de proyeccién/introyeccién de su parte. Esperard en particular a que la interpretacién en términos de realizacién de deseos disfrazados, de fantasias de se- duccién no amenace la diferenciacién yo/no-yo o sujeto/ob- jeto. Dicho de otra manera, si se producen reacomodamien- ‘os de los limites del yo, estos no cuestionardn fundamental- mente la existencia de un doble limite separador del yoy del mundo exterior por un lado, y, en el interior del yo, lo con- ciente/preconciente de lo inconciente, Permanecemos asi en el registro do la ilueién — a exiatencia y la exterivridadl del objeto no son cuestionadas por el analizando—, efec- ‘tusindose entonces la desilusién por la interpretacisn de las fantasias de deseos que la ilusién vehiculiza. La ilusién no ¢s la confusién psiquica, aun cuando a veces vaya acompa- Sada por la suspensién momentanea de las diferenciaciones PSn Ine esituaciones fronterizaa» del andlisi, de manera puntual o mas duradera, la suspensidn relativa de la con- tratrasforencia del analista sobre la «realidad histrica>, la causalidad histérica y el origen del sufrimiento psiquico no puede mantenerse en Iatencia en el encuadre; el analista debe tomar la iniciativa de formular hipétesis reconstructi- vas concemientes a las realidades histéricas cobjetivas», «en sb, a las actitudes y contra-actitudes del ambiente primero, y esto no ya solamente como efecto de las proyecciones del analizando sino mas bien como aquello a lo cual este se vio histori indolo porque no ha recibido una condicién tépica genuina. El registro aqui involuerado ya no es el de la ilusién, sino el de Ia con- fusién psiquica, la no diferenciacién sujeto/objeto, pasado 273 reminiscente/presente, aqui/otra parte. Ahora bien, tales construcciones, si bien toman en cuenta la naturaleza del material de sesién y sus particularidades, apelan también, necesariamente a un saber del analista, a una teoria del origen, de la causa y del peso de las realidades histéricas ambientales. El analista tiene necesidad de modelos extrinsecos al pu- ro material de la sesin para organizarlo y volverlo inteli- gible; en las situaciones fronterizas del andlisis no puede mantener muda esta actividad «teorizante». Apelard enton- ces, segtin la oportunidad de las coyunturas trasferenciales, unas veces a una teoria de las interacciones precoces y de sus efectos sobre la estructuracién del psiquismo; otras, a una teoria del choque generacional (H. Faimberg) (duelos extraditados (P.-C, Racamier), confusiones intergeneracio- nales, etc.), y otras, por fin, a particularidades culturales idiosincrdsicas. Aqui la apuesta esencial es abrir el andlisis a una deconstruccién de los postulados de autoengendra- miento que acompafian a la actualizacién de lo que, del nar- cisismo primario, se ha enquistado histéricamente, resta- Dlecer la diferenciacién sujeto/objeto, restablecer la objeti- vacién del objeto. Un trabajo tal que, debemos apuntarlo, concierne sobre todo a la actividad de pensamiento del analista, debe ser acompafiado por una atencién voleada particularmente en la «epragmatica» de la actividad interpretativa y reconstruc- tiva. En efecto, no basta que las reconstrucciones evoquen. en su contenido tal o cual coyuntura «traumsitica perdida» por el analizando y que se localizaria a partir de sus efectos estructurales: la manera en que estos contenidos son intro- ducidos en el andlisis, la estilistica, la gestualidad lingitisti- ca, el tono, el ritmo, el flujo de la intervencién son igualmen- te esenciales. Por ejemplo, la evocacién de las interacciones precoces debe efectuarse en una interaccién que a la vez acoja su trasferencia y recuse de hecho su cardcter actual, la reproduccién en el aqui y ahora de su repeticién. Si el contenido no basta, es preciso también que ciertas, posibilidades de juoge, que clerts tipos de juegos puedan desarrollarse y tomar forma en la dio de la pragmatica de la interpretacién la manera de pro- ducir ciertas nuevas puestas en juego compatibles con el yo 274 adulto del analizando. Asi, tal o cual interpretacién/cons- truccién intentard significar, a través de su pragmatica, una forma de «juego de cuct» primitivo en el cual el sujeto es escondido/encontrado alli donde se ha perdido/refugiado, otra interpretacién/construccién serd presentada al ana: lizando a la manera de una espatula dejada a su lado, dispo- nible para un juego de mordisqueo, de lanzamiento o de in: tercambio. Otra, se emparentard con las construcciones de sun juego de cubos capaz de ser destruido/reconstruido/en- contrado por el analizando, etestera.1° Dicho de otra manera, es por el lado de la pragmitica de la intervencién del analista como se introducen ciertas po- tencialidades de retransicionalizacién del espacio psiquico 0 de una parte del funcionamiento de este. Mencioné ya la actitud de «medio maleable» frecuente- mente requerida en estas circunstancias, sobre tode cuando la destructividad ocupa el primer plano, pero también cuan- do se trata de restituir al analizando su capacidad de sentir, representar o remodelar su ambiente. Aqui el andlisis de la trasferencia no atafie solamente al andlisis y la reconstruc- cidn de las particularidades de la historia subjetiva del ana- lizando; ac ofrece también como una segunda opurtusidad de experimentar otras modalidades de «utilizacién del ob- jeto», de relacién con este. No basta, en efecto, con. posibi- litar una representacién de lo que fue; también es necesario suministrar/proponer otras salidas, otras maneras de ad- ministrar realidad interna y externa, pues de lo contrario el analizando se expone a permanecer en un estado de desvali- miento o de rabia impotente. ‘Me gustaria terminar estas reflexiones téeni¢as y préc- ticas con un sefialamiento destinado a relanzarlas como cuestién. Para aclarar mi descripcién elegi presentar en tér- minos de oposiciGn dos registros de funcionamiento de la dindmica trasfero-contratrasferencial: uno destaca las mo- dalidades «cura tipica», y otro fuerza el rasgo de las mod: lidades «fronterizas> de ia situacién cado ya, sin embargo, que esta oposit ipos de pacientes sino a momentos 29Ct. R. Roussillon, Lagiques et archéolagiques du cadre, tesis de docte- ado de Estado, t. 1, Lyon Il, 1988 275 te esta oposicién formal para restituir su profunda unidad en el trabajo psicoanalitico. Las particularidades pragma- ticas de la intervencién del analista en el trascurso de una «situacién fronteriza» no son tan especificas, sin duda, como podria parecer en primera instancia; simplemente, en las situaciones fronterizas adquieren una importancia absoluta- mente peculiar, siendo que no se manifiestan sino de mane- ra més discreta y suspensiva en las curas del modelo «cura tipo», o estén implicitamente contenidas en la técnica tra- dicional, laborando asi en secreto de manera latente para sostener el holding y el handling del trabajo psicoanalitico. La diferencia pasaria entonces mas entre el modo de pre- sencia y de manifestacién de lo que presenté en un primer tiempo como especificidades. En efecto, cualquier novedad en psicoanalisis sélo alcan- za su verdadero valor dialectizdndose con la tradicién, cu- yos basamentos ella permite profundizar, asi como saca ala luz sus implicaciones latentes. De este modo, si, como he sefialado, la «cura tipo» des- cansa sobre la suspensidn y la puesta en indecidibilidad de Jo originario (teoria de la realidad, de la causa y del origen), el trabajo en el seno de las «situaciones fronterizas» tam- poco deberd embarcarse en la fetichizacién de la «realidad» histérica, en su fijacién en el seno de una teoria-tétem sino que, por el contrario, mantendré constantemente reabierta la posibilidad de una complejizacién progresiva que podré desembocar, esta ver en fin de cuentas y no desde el comien- zo; en una nueva puesta en indecidibilidad de lo originario de los dos protagonistas de la dindimica trasfero-contratras- ferencial. A este titulo, y sélo a este titulo, las potenciali- dades transicionales del funcionamiento psiquico podran ser efectivamente restablecidas, y las coordenadas estruc- turales del Edipo se volverdn interpretables en términos de realizaciones disfrazadas de deseos. 276 Bibliografia Abraham, N. y Torok, M. 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