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Derechos Humanos
Regulación de la garantía
“La razonabilidad del plazo al que se refiere ese precepto se debe apreciar
en relación con la duración total del proceso desde el primer acto procesal hasta que se dicte
sentencia definitiva. La Corte se pronunció en el sentido de que, en materia penal, el plazo
comienza en la fecha de la aprehensión del individuo. Cuando no es aplicable esta medida pero
se halla en marcha un proceso penal, dicho plazo debiera contarse a partir del momento en
que la autoridad judicial toma conocimiento del caso (…) particularmente en materia penal,
dicho plazo debe comprender todo el procedimiento, incluyendo los recursos de instancia que
pudieran eventualmente presentarse”[2].
Al momento de exponer una definición de “plazo razonable” la fórmula que
señalaba Carnelutti tal vez sea la más aproximada al concepto que tratamos, aunque se debe
admitir que éste aparece indeterminado o abierto a otras interpretaciones doctrinarias. Este
autor razonaba que: “(…) la fórmula justicia rápida debe tomarse con beneficio de inventario
pues el problema de la justicia rápida plantea un problema análogo a la cuadratura del círculo.
La justicia si es segura no es rápida y si es rápida no es segura”, y agregaba en su obra “(…) hay
que tener el valor de decir del proceso que quién va despacio va bien y va lejos. Señalaba que
el proceso deriva de proceder -dar un paso después del otro- y se ocupa, no tanto para castigar
cuanto para saber si se debe castigar” [3].
Para una mejor comprensión del tema en estudio entiendo útil el análisis de
algunas normativas y legislaciones locales que cuentan con aprobación en la doctrina
dominante las que no serán abordadas desde un estudio profundo dado que excedería el
marco de la presente investigación.
1. Presentación de la cuestión
3. Diseño de prueba
A primera vista nada parecería más satisfactorio que el que existan criterios
claros de detección por parte del Estado, que respondan a las necesidades para resolver los
conflictos penales sin una excesiva duración del proceso que tanto perjudica al imputado,
especialmente cuando se encuentra detenido.
Las únicas medidas de coerción admitidas contra el imputado son las que el
CPPN autoriza (art. 3º), con las limitaciones que prevé el art. 2º. Por ello debe concederse que
se trata de un principio uniformemente aceptado, mientras las medidas de coerción en el
proceso penal impliquen una intervención en los derechos fundamentales de la persona sólo
son adecuadas a la Constitución, cuando están reguladas por la ley y de un modo que no
desnaturalice o suprima el derecho reglamentado en los artículos 18, 19 y 28 de la
Constitución. El contenido de su regulación legal tampoco corresponde al total arbitrio del
legislador pues la protección que la libertad ambulatoria merece en la Constitución (art. 14) y
su cláusula de inocencia (art. 18) determina los principios que presiden toda la regulación legal
de la prisión preventiva y su interpretación judicial.
“Recuérdese que aun en los casos en que las decisiones de los órganos del
derecho internacional de los derechos humanos han afirmado la violación del plazo razonable
nunca han establecido: (…) a partir de qué momento el plazo se consideraba sobrepasado, se
limitaron arbitrariamente, a decidir que el proceso había tenido una duración violatoria del
derecho (…)”[32]. Entiendo que no debe ser el Tribunal Internacional quién debe fijar en
tiempo el plazo razonable pero en la norma local si no es el legislador quién lo establece
concretamente, ha de ser el juez quien lo determine en el proceso a modo de brindar una
solución al problema que afecta el derecho de las personas sometidas a este tipo de
enjuiciamiento.
La sanción de esta ley (2/11/94) se vio motivada por dos razones: En primer
término la indigna realidad de los procesados que; contrariando normas específicas
constitucionales e internacionales; permanecían detenidos por largos períodos en espera de
una sentencia que pusiese fin a tan prolongada incertidumbre[35]. En segundo lugar dar
respuesta a la directiva del art. 7º inc. 5º de la Convención Americana de Derechos Humanos
(Pacto de San José de Costa Rica) y al art. 9º pár. 3º del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos.
Esta ley que se dice reglamentaria del art. 7° de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos establece que: “(…) toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin
demora, ante un juez (…) sin perjuicio de que continúe el proceso”, y expresa que todo
excedente a dos años en detención preventiva determina el cómputo que resulta el doble del
general. Se trata de una ley modificatoria del Código Penal que quiso resolver la situación de
los presos sin condena amparada por el principio de inocencia sin sentencia, más allá del plazo
razonable establecido en el Pacto de San José de Costa Rica. Anticipo que pienso que la
solución al tema así planteado no puede escindirse de los carriles correspondientes al ámbito
temporal de validez de las leyes penales.
Fallos de la Comisión
En los alegatos del caso la Comisión determinó que: “(…) después del
arresto el señor Tibi permaneció en detención preventiva durante dos años, tres meses y tres
semanas, lo que no constituye un plazo razonable de prisión sin condena. En este sentido,
debe demostrarse que la detención estuvo bien fundada desde el inicio. Si la detención fue
ilegal o arbitraria desde su origen, como en el caso del señor Tibi, ningún plazo sería razonable.
Por otro lado asumiendo que existen sospechas razonables de la comisión de un delito por
parte del acusado, el Estado debe demostrar que esas sospechas han aumentado para
justificar la duración de la detención, es decir, debe hacer un análisis periódico de la necesidad
y legitimidad de la medida, situación que no se presentó en el caso del señor Tibi. (…) aún
cuando existan sospechas suficientes para mantener la prisión preventiva, el Estado debe
demostrar que ha tenido una diligencia especial en la investigación del caso, diligencia a todas
luces ausente en el presente caso; los tribunales nacionales y posteriormente, los órganos de
la Convención deben determinar si la detención de un acusado antes de una decisión final ha
ido más allá, en algún momento del límite razonable” (pár. 91).
Asimismo que: “(…) tanto para el artículo 7.5 como para el artículo 8.1 de la
Convención Americana, “el plazo razonable” deberá contarse “a partir del momento en que
una persona es acusada”, entendiéndose como acusación “la notificación oficial que emana de
la autoridad competente por la que se imputa haber cometido una infracción penal”. La fecha
de inicio del cómputo del tiempo, en este caso, sería el 27 de septiembre de 1995, día en el
que el señor Tibi fue detenido; e) el plazo razonable del artículo 7.5 de la Convención concluye
con la prisión preventiva y el plazo del artículo 8.1 termina con la totalidad del proceso; y la
necesidad de la medida excepcional de prisión preventiva “se justifica por los siguientes
criterios acogidos” por la Comisión Interamericana en el informe No. 2/97 respecto de
Argentina”[39]. “(…) La prisión preventiva debe sujetarse a ciertos requisitos de forma:
competencia, formalidades, agentes de la aprehensión y contenido del auto. La detención
preventiva en contra del señor Daniel Tibi, como medida excepcional era necesaria, conforme
a los requisitos señalados, por lo que no existió violación alguna de derecho a la libertad
personal. En estos párrafos la Comisión marca en forma evidente qué elementos se han de
tener en cuenta para considerar razonable el plazo del proceso, estos son complejidad del
asunto, estrategia del interesado, comportamiento del tribunal.
La cuestión del plazo razonable en este caso, así también como en otros,
constituye usualmente uno de los puntos centrales más ‘vigilados’ por la jurisprudencia
internacional de los Derechos Humanos. En ella se cuestiona el problema de la duración de la
prisión preventiva además de la duración del proceso en su conjunto. “Justicia retardada, es
justicia denegada” reza el viejo aforismo, y más aún, si quien aguarda esa justicia; que avanza
con reticencia y llega muy tarde; se halla privado de su libertad,
aparece más injusta si la privación es arbitraria.
En el caso[42] la Corte determinó que: “El Estado [de Perú] violó el derecho
a la vida consagrado en el artículo 4 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos; en
relación con el artículo 1.1 de la misma, (…) el derecho a la integridad personal consagrado en
el artículo 5.1 y 5.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en relación con el
artículo 1.1 de dicho tratado y en conexión con los artículos 1, 6 y 8 de la Convención
Interamericana para prevenir y sancionar la Tortura, (…) el derecho a la integridad personal
consagrado en el artículo 5.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en
relación con el artículo 1.1 de la misma y (…) los derechos a las garantías judiciales y a la
protección judicial consagrados en los artículos 8.1 y 25 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, en relación con el artículo 1.1 de la misma; en conexión con los artículos
7.b) de la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la
mujer.
V. CONSIDERACIONES FINALES
Conclusiones
En este rumbo opino que para decretar dicha medida restrictiva deben
darse las circunstancias claramente determinadas en el artículo 7.5 de la Convención y el plazo
del artículo 8.1, a su vez debe guardar proporcionalidad con el delito que se investiga y con la
pena aplicable. De esta manera se evitará una alteración del sistema de garantías para con el
imputado que debe operar (y respetarse) en el proceso penal. La eficacia que se pretende
alcanzar respecto del plazo surge de los artículos 7.5 y 8.1 de la Convención Americana que
cita “(…) el plazo razonable deberá contarse a partir del mome
nto en que una persona es acusada”, entendiéndose como acusación “la notificación oficial,
que emana de la autoridad competente por la que se imputa haber cometido una infracción
penal”[57]. Así también tener como referente el principio de adecuación del procedimiento a
su materia y de la culpabilidad a la pena en compendio con el estándar recibido de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos tendiente al logro de un adecuado servicio de la justicia.
Esta iniciativa impone uniformar reglas precisas en la Constitución pero especialmente en las
leyes procesales locales con el derecho internacional de los derechos humanos.
Una primera propuesta, prematura tal vez por el orden de las ideas que se
vienen aportando, es la exigencia del juicio oral; verdadero protagonista del proceso regulado
en los códigos procesales vigentes; que mantiene sólidos pilares que lo prestigian como
mecanismo idóneo para resolver una causa penal en el menor tiempo y el único previsto por
nuestra Constitución facultado para la aplicación de penas. La inmediatez, la concentración en
la recepción de la prueba como elemento garantizador es un valioso principio que no debe ser
vulnerado. Cada paso del procedimiento carece de sentido si no se contempla desde la
perspectiva que la amenaza de coerción pública conlleva (prevención general positiva) y que
en función de ello debe estar presente la exigencia del plazo razonable en el contexto del
debido proceso legal. Así como el Estado no ha de ejecutar actos prohibidos por las leyes
tampoco debe acoger políticas penales que no estén debidamente establecidas en la norma.
Por ello me parece penoso el que no se afronte en forma decidida y clara los
problemas que trae consigo la crisis instalada en el Poder Judicial a partir de la inflación del
derecho penal, y la consecuente sobrecarga de trabajo que imposibilita resolver -en el menor
tiempo- los conflictos en la materia. La búsqueda de soluciones alternativas para intentar
paliar sus perniciosos efectos puede llevar a soluciones negativas amparadas en este escenario
que regularmente, al carecer de precisión, perjudican al justiciable.
No debemos olvidar que entre las dificultades que agobian al sistema y a los
jueces por ‘el exceso de tareas y ciertas carencias estructurales’[59] y entre las más
lesionadoras de la garantía a un proceso en un plazo razonable, se encuentran las tentativas
deliberadas o negligentes por parte de funcionarios judiciales de retrasar el juicio para
obstaculizar l
a defensa del imputado. Para ello se hace necesaria una renovación del sistema de
investigación, actualmente muy extendida, y por ende cuestionada. En estos términos resulta
violatoria de principios básicos del derecho procesal penal, concretamente, el derecho del
imputado a un juicio razonablemente rápido.
Para finalizar digo que no cabe duda que será una nueva forma de ver el
derecho penal. Entender el delito como un conflicto y no como una mera infracción a una
norma; dejar de ver al Estado como el expropiador del conflicto; entender al poder judicial
como parte esencial del Estado y a sus actos como un verdadero servicio social; de impedir que
los acusados permanezcan largo tiempo bajo acusación sin condena; priorizando la prevención
a la represión, en definitiva, son todos componentes de un sistema reparador que, de una vez
por todas, debe entender un derecho penal mínimo como última incidencia.
JURISPRUDENCIA
BIBLIOGRAFIA
CALAMANDREI PIERO, “Elogios de los jueces escrito por un abogado” Ejea. Buenos Aires,
1969.
CARNELUTTI FRANCISCO, “Como se hace un Proceso”, 3ra reimpresión, trad. Santiago Sentís
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CARRARA FRANCISCO, “Opúsculos de Derecho Criminal”, Ed. Temis. Bogotá. Colombia 1976. T°
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HUERTA GUERRERO LUÍS ALBERTO, “El Debido Proceso en las decisiones de la Corte
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Juristas, 2005.
MIR PUIG, SANTIAGO, “Derecho penal. Parte General”, 7ª. N. Tesis, Edición, Buenos Aires,
2001.
PAGANO, MARIO FRANCISCO, “Principios del Código Penal”, Editorial Hammurabi, 2002,
Buenos Aires, traducido por Eugenio R. Zaffaroni y notas de Sergio Moccia.
PASTOR DANIEL, “El plazo razonable en el proceso del Estado de Derecho”, Ed. Ad-Hoc, Buenos
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PESINA, ENRICO, “Il diritto penale in Italia da Césare Beccaria sino alla promulgazione del
Codice Penale vigente”, Enciclopedia del diritto penale italiano, Milano, 1906, vol. II.
[1] La violación del principio de inocencia avanza con la duración del proceso,
Zaffaroni/Alagia/Slokar, Derecho Penal. Parte General, 2º edición, ed. Ediar, Bs. As, 2002, p.
859.
[2] CIDH. Casos Juan Humberto Sánchez contra Honduras, Hilarie Constantine contra Trinidad y
Tobago y Suárez Rosero contra Ecuador.
[3] Carnelutti Francisco, “Como se hace un Proceso”, 3ra reimpresión, trad. Santiago Sentís
Melendo y Marino Ayerra Redin, Ed. Legis, Bogotá, 2002, p. 202..
[5] En este precedente la Corte Suprema echó mano de un remedio excepcional avocación y
ponderó el deber de asegurar la rapidez del proceso a través de una vía infrecuente pero no
menos eficaz: obviar la privación de justicia como medio para hacer valer su afianzamiento
según lo establece el Preámbulo.
[6] En el caso luego de haberse anulado la sentencia condenatoria dictada luego de 3 años y 6
meses de proceso por incompetencia de la instancia de origen, el Alto Tribunal, con mención
de "Mattei", sostuvo que la continuación del proceso supondría una afectación al derecho a
una rápida y eficaz decisión
judicial.
[7] En "Oñate" luego de 3 años de proceso, se arribó a una sentencia condenatoria que fue
anulada por la Cámara por no haberse observado determinadas formalidades esenciales,
llegado el caso a la Corte la misma anuló la sentencia que mandaba retrotraer la causa
mencionando que la duración del juicio había sido dilatada, sobre todo por la falta de
complejidad del caso.
[8] La Corte en el caso "Mozzatti" escogió el instituto de la prescripción para canalizar la tutela
a la garantía que tratamos. Dicho proceso insumió veinticinco años y la Corte declaró que la
solución "no puede ser otra que la de declarar la insubsistencia de todo lo actuado con
posterioridad al auto de prisión preventiva (…) en vinculación con el ejercicio de la pretensión
sancionatoria (…) y atento al tiempo transcurrido desde esa actuación (más de veinticuatro
años) término que no debe considerarse interrumpido por los actos procesales que se
invalidan, cuadra igualmente declarar extinguida por prescripción la acción penal deducida en
autos (…)".
[9] Del 22 de noviembre de 1984. En este fallo la CSJN reprodujo lo resuelto en el caso
"Mattei" al considerar que la nulidad en cuestión era insustancial y que estaba decretada por
exceso de ritualismo, no pudiendo entonces ordenarse sobre esta base la renovación de actos
que habían precluído pues habían sido realizados sin vicios de entidad; de lo contrario se
afectaría la secuencialidad de los actos del proceso (principio de progresividad) y el derecho
del imputado a que su proceso sea terminado tan pronto como sea posible.
[10] En “Bolo" del 27 de junio de 1985, la CSJN además de reiterar su doctrina sobre el tema
que nos ocupa y sin desconocer el derecho del imputado a un juicio penal rápido, reconoció
que pesa sobre el imputado un deber de tolerar las vicisitudes normales del proceso penal.
[11] En “Barra” ha venido a echar luz sobre el tema aunque admite y reafirma la competencia
judicial de la razonabilidad de la extensión del proceso, adscribió a los fundamentos de los
doctores Petracchi y Boggiano en “Kipperband” entonces en minoría. De acuerdo con el
criterio ahora dominante debe considerarse que los plazos -aun ordenatorios– del proceso
tienen efectos a fin de evaluar si ha habido una prolongación injustificada del trámite penal.
[13] Pagano, Mario Francisco, “Principios del Código Penal”, Editorial Hammurabi, 2002,
Buenos Aires, traducido por Eugenio R. Zaffaroni y notas de Sergio Moccia, p. 15. Este autor de
pensamiento liberal (práctico) no estaba de acuerdo con el contractualismo sin embargo,
observó las carencias legislativas de la época en marco de un sistema de construcción de leyes
sin Constitución y sin códigos, donde no estaban claros los límites entre el derecho penal y el
derecho procesal penal.
[14] En igual sentido, véase las consideraciones de Ajello, R., “I saggi policita di Mario Pagano e
il loro tempo”, en Il pensiero político, 1995, p. 17 ss.
[15] También, cfr. Pesina, Enrico, “Il diritto penale in Italia da Césare Beccaria sino alla
promulgazione del Codice Penale vigente”, Enciclopedia del diritto penale italiano, Milano,
1906, vol. II, p. 541 ss.
[17] Bacigalupo, Enrique, "Principios de Derecho Penal", Akal, Madrid, España, 1997, p. 27.
[18] Hassemer, Winfried, “La persecución penal: Legalidad y oportunidad”, Revista Ciencias
penales, Universidad de Frankfurt, Alemania, 1981, p. 391.
[20] “La Dogmática jurídico-penal se ocupa del Derecho Penal como norma, la Criminología
como hecho, y la Política Criminal como valor.” Mir Puig, Santiago, “Derecho penal. Parte
General”, 7ª. N. Tesis, Edición, Buenos Aires, 2001, p. 60.
[21] TEDH caso “Pretto”, sentencia del 8 de diciembre de 1983. El Tribunal estimó ‘razonable’
para asegurar la certidumbre del derecho -al tratarse de un complejo problema de
interpretación jurídica- que la Sala en lo Civil aplazara su decisión hasta que se promoviera una
decisión del Plenario del Tribunal aunque con ello se produjera una dilación en el proceso.
[23] CIDH casos “Martín Moreira” (1988), “Capuano” (1987) y “Moreira de Azevedo” (1990).
[24] TEDH caso "Wenhoff”, sentencia del 27 de junio de 1968. En algunas ocasiones se ha
tomado en consideración una fecha anterior al inicio del proceso, como la del arresto si lo hay,
de la inculpación, o de la apertura de diligencias preliminares.
[29] Carrara Francisco, “Opúsculos de Derecho Criminal”, Ed. Temis. Bogotá. Colombia 1976. T°
II.
p. 373.
[30] La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano es, junto con los decretos del
4 y el 11 de agosto de 1789 sobre la supresión de los derechos feudales, uno de los textos
fundamentales votados por la Asamblea Nacional Constituyente formada tras la reunión de los
Estados Generales durante la Revolución Francesa.
[33] Calamandrei Piero, “Elogios de los jueces escrito por un abogado” Ejea. Bs. As. 1969, pág.
348.
[35] El objeto de la ley 24.390 fue resolver una situación insostenible por la no observancia de
tal garantía constitucional constantemente vulnerada debido a la excesiva extensión de los
juicios penales. En su art. 1º afirma que la prisión preventiva no podrá ser superior a dos años,
prorrogable por uno más cuando la cantidad de delitos atribuidos al procesado o la evidente
complejidad de las causas hayan impedido la finalización del proceso en el plazo indicado. Por
otra parte el art. 7º establece que transcurrido el plazo de dos años previsto se computará por
día de prisión preventiva dos días de prisión. Razones tales como estado de inocencia,
hacinamiento y superpoblación carcelaria avalaron esta normativa.
[40] La efectividad de las garantías judiciales debe ser mayor en la medida del transcurso del
tiempo de duración de la prisión preventiva. Por su parte la Corte Europea de Derechos
Humanos ha establecido respecto al artículo 5.3 de la Convención Europea, que la
determinación del plazo razonable de la prisión preventiva debe basarse en las razones
proveídas por las autoridades judiciales nacionales para la detención, y en los hechos no
controvertidos que hayan sido presentados por los acusados para desvirtuar lo decidido por
dichas autoridades.
[41] http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_126_esp.pdf.
[42] Los hechos expuestos por la Comisión en la demanda habrían ocurrido a partir del 6 de
mayo de 1992 y se refieren a la ejecución del “Operativo Mudanza 1”, dentro del Penal Miguel
Castro Castro, en perjuicio de “al menos 175” reclusos que resultaron heridos y de 322
reclusos “que habiendo resultado ilesos [supuestamente] fueron sometidos a trato cruel,
inhumano y degradante”; y por la violación de los artículos 8.1 (Garantías Judiciales) y 25
(Protección Judicial) de la Convención, en relación con la obligación establecida en el artículo
1.1 (Obligación de respetar los derechos) de la misma, en perjuicio de “las [presuntas] víctimas
y sus familiares”.
[43] CIDH, caso Genie Lacayo, sentencia de 29 de enero de 1997, párrafo 96. En el párrafo 81,
la Corte no toma en consideración para este cómputo la etapa de investigación policial ni el
plazo que se empleó por parte del Estado para formular la respectiva acusación ante el juez de
primera instancia, no lo hizo porque estas etapas no fueran relevantes para computar el plazo
razonable, sino porque en este caso la dilación indebida se demostraba fácilmente con el
tiempo que el expediente transcurrió en el Poder
[44] CIDH, caso Suárez Rosero, sentencia del 12 de noviembre de 1997, párrafo 73.
[45] CIDH, caso Paniagua Morales y otros, sentencia del 8 de marzo de 1998, párrafo 152.
[47] “El Debido Proceso en las decisiones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos”,
documento de Trabajo de la Comisión Andina de Juristas, elaborado por Luís Alberto Huerta
Guerrero, investigador de la institución con la colaboración de Luís Enrique Aguilar Cardoso.
[49] CIDH, caso Suárez Rosero, sentencia del 12 de noviembre de 1997, párrafo 77.
[50] CIDH, caso Loayza Tamayo, sentencia del 17 de septiembre de 1997, párrafo 63.
[51] CIDH, caso Cantoral Benavides, sentencia del 18 de agosto del 2000, párrafo 119.
[53] CIDH, caso Suárez Rosero, sentencia del 12 de noviembre de 1997, párrafo 78.
[56] “El principio constitucional es que la libertad individual debe ser la regla general y que sólo
por excepción y sobre la base de razones legales y con la intervención de autoridades
competentes puede ser restringida con anterioridad a una sentencia condenatoria, por lo cual
para mantener ese estado no es necesario invocar razones o motivos. En todo caso los
fundamentos deben existir sólo para privar a una persona de lo que es el estado que,
normalmente y por regla general, debe gozar”. Causa 7480 del registro de la Sala II caratulada
“DIAZ BESSONE, Ramón Genaro s/recurso de casación”, p. 140.
[58] CIDH, “Jorge A. Giménez vs. Argentina”, dictamen de la Comisión del 1° de marzo de 1996.
[60] En la Opinión Consultiva OC-8/87 del 30 de enero 1987 se ha acordado: “(…) Aún respecto
de la libertad personal cuya suspensión temporal es posible en circunstancias excepcionales, el
Hábeas Corpus permitirá al juez comprobar si la orden de arresto se apoya en un criterio de
razonabilidad. (…) Sostener lo contrario; esto es que el Poder Ejecutivo no se encontraría
obligado a fundamentar una detención o a prolongar ésta indefinidamente durante situaciones
de emergencia sin someter al detenido a la autoridad de un juez que pueda conocer de los
recursos que reconocen los artículos 7.6 y 25.1 de la Convención importaría; en concepto de la
Comisión, atribuirle al Poder Ejecutivo las funciones específicas del Poder Judicial con lo cual se
estaría conspirando contra la separación de los poderes públicos que es una de las
características básicas del estado de derecho y de los sistemas democráticos."