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“...si algún día leyes humanas llegan a dulcificar ... algunos usos demasiados
rigurosos, sin que por eso se dé mayores facilidades al crimen, es de creer que se
confinarán también los procedimientos en los artículos en que los redactores han
sido demasiado severos...” Voltaire[1]
Posteriormente, ese Tribunal sostuvo que el recurso debe permitir que el tribunal
superior realice un examen comprensivo e integral de todas las cuestiones
debatidas y analizadas en el tribunal inferior[9].
IV.- Las excepciones que efectúan quienes sostienen este criterio dominante
entiendo que no pueden ser aprobadas. Para determinar si el auto de
procesamiento resulta equiparable a lo que la Corte Interamericana
denominó “autos importantes”, se deben tener en cuenta, en primer término,
los principios de interpretación de las normas del derecho internacional.
El art. 31.1 de la Convención de Viena sobre el derecho de los Tratados prevé que
“...un tratado deberá interpretarse de buena fe conforme al sentido corriente que
haya de atribuirse a los términos del tratado en el contexto de éstos y teniendo en
cuenta su objeto y fin...”.
En este sentido, Carnelutti decía que el simple comienzo y tanto más el desarrollo
del proceso penal le causan un sufrimiento al inocente que es, lamentablemente,
el costo insuprimible del proceso penal[20]. Ferrajoli fue más allá cuando dijo que
“... a las diversas formas y mecanismos de diferenciación interna de la pena y de
multiplicación de las sanciones penales atípicas y no retributivas, hay que añadir el
desarrollo inflacionario del proceso penal, que en la moderna sociedad de las
comunicaciones de masas tiende a convertirse en sí mismo en una sanción, en
ocasiones más gravosa que la misma pena tradicional...”[21].
Asimismo, también se dijo que los instrumentos mediante los cuales se desarrolla
el proceso cumplen una función intimidatoria y de presión sobre el individuo y la
sociedad. En efecto, las instituciones del proceso son conscientemente utilizadas
para fines con directa incidencia en la esfera de las libertades individuales y
especialmente sobre la opinión pública. Por tanto, “...entre las formas de control
social que vienen a determinar o impedir ciertas conductas, pero también a
reforzar o difundir ciertos valores, determinadas ideologías, dentro del sistema
penal, no sólo se sitúan los tipos penales abstractos ni tampoco sólo las
decisiones judiciales en cuanto medios para establecer sanciones penales, sino
que también el proceso mismo, el funcionamiento de sus institutos, su propia
existencia anticipada al resultado del juicio, afecta a la vida asociada y no faltan
orientaciones doctrinales y reformas normativas empeñadas en el declarado
intento de transferir y reforzar sobre el plano procesal finalidades de defensa
social, de política criminal del orden público, que en momentos pasados se
atribuían formalmente a la sanción...”[22].
Esta pena anticipada se agrava a medida que transcurre el proceso: “... la teoría
moderna de las relaciones procesales ilumina la existencia de un estado de
vinculación del sujeto pasivo del proceso criminal, que va aumentado con el
progresar del procedimiento; no solamente la condena, sino la misma elevación a
juicio, es decir, la remisión al debate, disminuye lo que los antiguos llamaban
status libertatis del individuo; y lo mismo acaece, aunque en menor medida,
cuando la averiguación de la sospecha induce al juez a empezar la
instrucción...”[23].
VII.- A su vez, el proceso penal opera muchas veces en el imputado como factor
de resentimiento, transformándose, así, en elemento victimizante y, en ocasiones,
en una variable con entidad criminógena. El procesamiento, concretamente,
generaría un estigma que produce, a veces, un cambio de expectativas de los
otros hacia el imputado que limita sus oportunidades[26].
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· Agradezco a Daniel Pastor por sus correcciones, sugerencias y, sobre todo, por
su incentivo y confianza, aún desde tan lejos.
[1] Comentario sobre el libro De los Delitos y las Penas, en Beccaría Cesar,
Tratado de los delitos y las penas, Editorial Heliasta, Buenos Aires, 1978, pág.
207.
[2] Palacio, Lino Enrique, El auto de procesamiento dictado por la Cámara de
Apelaciones y la garantía constitucional de la defensa en juicio, La Ley, T. 1995-B;
nuevamente sobre el auto de procesamiento y la garantía de la doble instancia, La
Ley, T. 1998-C, págs. 832 y ss.; Iturralde, Norberto, Disposiciones generales sobre
los recursos en el Código Procesal Penal de la Nación, La Ley, T. 1995-C, págs.
1238 y ss.; Cuneo Libarona, Mariano, Apelación y juicio penal mecánico de
segunda instancia, su inconstitucionalidad, La Ley, T. 116, pág. 1044 y ss.
[3] Maier, Julio B. J., Derecho Procesal Penal, II. Parte general, Sujetos
procesales, Editores del Puerto, 2003, pág. 509.
[5] C.S. Santa Fe, “Gervasoni, Turquina”, rto. 28/9/94. En esa oportunidad, ese
Tribunal motivó su decisión en que la resolución de la Cámara de Apelaciones de
ordenar el procesamiento del imputado afectaba la garantía de defensa, por la que
se requiere que “... se dé al litigante la oportunidad de ser oído y además, que le
permita el ejercicio de sus derechos en la forma y con las solemnidades que
establecen las leyes procesales. En el presente, el auto recurrido resulta violatorio
de estas argumentaciones apuntadas, ya que sin fundamento atendible en la
conducta procesal de la encartada, le priva de la participación que le corresponde
en la secuela del pleito y de los recursos que la ley le otorga...”.
[6] Pastor, Daniel R., “El llamado “impacto” de los tratados de derechos humanos
en el derecho interno con especial referencia al derecho procesal penal,
Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal Nº 9, Ad-Hoc, págs. 41 y ss.;
Abregú, Martín, “La aplicación del Derecho Internacional de los Derechos
Humanos por los tribunales locales: una introducción”, Editores del puerto, 1997,
pág. 3 y ss.
[10] Mónica Pinto; “El principio pro homine. Criterios de hermenéutica y pautas
para la regulación de los derechos humanos”; publicado en “La aplicación de los
tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales”; compiladores: Martín
Abregú y Christian Courtis; Centro de Estudios Legales y Sociales; Editores del
Puerto; 1997; pág. 163.
[11] Clariá Olmedo, Jorge A., Derecho Procesal Penal, Tomo II, Rubinzal – Culzoni
Editores, Santa Fe, 1998, págs. 502 y ss.
[13] Ibidem.
[14] Ibidem.
[19] Pastor, Daniel, La nueva imagen de la casación penal, Ad-Hoc, Buenos Aires,
2001, pág. 179.
[20] Carnelutti, Fancesco, Principios del proceso penal, Morano, Napoli, 1960, p.
55, citado en Daniel R. Pastor, El plazo razonable en el proceso del estado de
derecho, Ad-Hoc, Buenos Aires, 2002, pág. 52.
[21] Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón, Editorial Trotta, Madrid, 1995, pág. 730.
[25] “...se trata de una patología que evidencia la posibilidad de hacer uso del
proceso para la punición anticipada, la intimidación policial, la estigmatización
social, la persecución política o para todos estos objetivos juntos. Es indudable
que, por encima de las intenciones persecutorias de los instructores, la sanción
más temible en la mayor parte de los procesos no es la pena –casi siempre leve o
inaplicada- sino la difamación pública del imputado, que ofende irreparablemente
su honorabilidad y sus condiciones y perspectivas de vida y trabajo; y si hoy puede
hablarse todavía del valor simbólico y ejemplar del derecho penal, se atribuye no
tanto a la pena como al proceso y más exactamente a la acusación y a la
amplificación que realizan, sin posibilidad de defensa, la prensa y la televisión. Ha
reaparecido, pues, en nuestros días la antigua función infamante característica del
derecho penal premoderno, cuando la pena era pública y el proceso secreto. Sólo
que el rollo y la picota han sido hoy sustituidos por la exhibición pública del
acusado en las primeras páginas de los periódicos o en el televisor; y no como
consecuencia de la condena, sino de la acusación, cuando todavía es un presunto
inocente”, en Ferrajoli, Luigi, Derecho y razón, Editorial Trotta, Madrid, 1995, págs.
731/2.
[26] Irurzun, Victor, “La Influencia de los Medios en el Proceso Penal”, en “Política
Criminal, Derechos Humanos y Sistemas Jurídicos en el Siglo XXI”, volumen de
homenaje al Prof. Dr. Pedro R. David, Depalma, Buenos Aires, 2001, págs. 377 y
ss.